Instituciones Educativas
Instituciones Educativas
Instituciones Educativas
La sociedad está estructurada en una heterogeneidad de instituciones que se fueron originando, modificando y extinguiendo a lo largo
del tiempo. Dentro de su apogeo, la escuela tuvo una aparición tardía.
Las instituciones organizan el abordaje de problemas básicos de la vida social (responden a necesidades sociales fundamentales, lo que
constituye su proyecto fundante), definen pautas que regulan la conducta de las personas y esa regularización queda plasmada en
normas que le dan legitimidad. Todas las instituciones se diferencian por su quehacer específico (según su proyecto fundante) y todas
son constitutivas del campo social, pero caracterizadas por un devenir histórico propio y por su actual desempeño.
Si bien las instituciones cambian a lo largo del tiempo, mantienen ciertos aspectos invariantes, lo que las hace singulares.
La escuela en tanto institución es concebida como un macrosistema (está determinada y determina al sistema educativo) que tiene como
tarea sustantiva la educación.
Para poder realizar un análisis institucional que posibilite el análisis y modificación de las escuelas en pos de adaptarlas o transformarlas
según las nuevas necesidades, es imprescindible indagar en las diversas dimensiones que la componen. Lombardi las clasificará en:
- La misión / el proyecto: el proyecto consiste en la forma en que se organizan un grupo de actores sociales con saberes especializados
que asumen el mandato social de atender a un conjunto de necesidades recortadas y específicas de la sociedad. El proyecto está
orientado por una misión, que expresa un futuro deseable al que se quiere arribar y que varía según el motivo fundacional de cada
escuela.
El proyecto tiene perdurabilidad en tanto es expresión de la identidad institucional, sin embargo, los planes de acción para arribar a ella
sí se renuevan, modifican, actualizan.
- La estructura organizacional: comprende el establecimiento de funciones y responsabilidad perteneciente a los roles prescriptos. Si
bien la estructura de roles es fija, la forma en que se ejercerá cada uno dependerá de las personas, su contexto y su época. Con el paso
del tiempo, se agregarán, eliminarán o modificarán diversos roles. Que haya roles y jerarquías no hace de una escuela una institución
autoritaria, por el contrario, es la forma de poner en juego cada nivel de responsabilidad y autoridad, los valores de respecto y la
confianza básica (o su ausencia) la que transforma un sistema organizado en uno burocratizado, poco flexible o autoritario.
Toda estructura organizativa se diferencia y jerarquiza sus funciones, tareas y responsabilidades teniendo en cuenta los principios de
especialización y jerarquización. Esta jerarquización incluye también la interacción entre los distintos roles, mediante sistemas de
comunicación de autoridad y de toma de decisiones.
La estructura organizativa puede ser concebida desde su dimensión formal (jurídico-legal), real (observada por un observador externo)
y percibida (cómo lo viven los miembros de la organización).
- Psicosocial: comprende al conjunto de vínculos e interacciones que se establecen entre las personas que desempeñan roles en la
institución, lo que determinará el dinamismo de la organización. Los conceptos de clima y cultura institucional son el producto simbólico
de estos procesos de intercambio y comunicación.
- Las condiciones laborales: incluye el salario, las posibilidades de realización personal que brinda cada tarea, el confort y la salubridad,
las posibilidades de participación, las alternativas de crecimiento personal.
- El sistema político o los grupos de poder: se trata del interjuego de posiciones ideológicas, teóricas y/o éticas portadas por los distintos
grupos de personas pertenecientes a la institución, posiciones referidas a los valores puestos en juego en el ejercicio de la profesión. En
momentos de crisis y/o de cambios, la interacción de los sectores puede ser de enfrentamiento y ruptura, o de confrontación y
negociación productiva. Esta negociación se verá facilitada si, ante la puja de intereses, las autoridades formales –los directivos- se
encuentran presentes, pues, si los distintos grupos confían en los valores de esa figura, resurgirá la credibilidad y la confianza en su
capacidad de decisión (si bien son de por sí quienes cuentan con la autoridad legítima para la resolución, es imprescindible que los
diversos sectores puedan ver en ellos una fuente de confianza, sabiduría y justicia). La situación de ‘cambio’ puede ser vivido como
amenaza o pérdida y, por ende, se rechazado o resistido. Las etapas de conflicto en el proceso de cambio son:
- Shock: los términos del conflicto no son claros. Confusión, desorganización. Posibilidad de aprovechamiento por líderes demagógicos.
- Enfrentamiento polémico: se aclaran los términos del conflicto pero están planteados en forma de dilema, opciones irreconciliables.
- Aceptación-realismo-duelo: mayor flexibilidad para aceptar el punto de vista del otro. Los grupos enfrentados trabajan para alcanzar
una franja de posibilidades conjunta.
- Consolidación y cambio: fase de desarrollo creativo, emergencia de innovaciones. Las mejores soluciones son aquellas que, al estar
basadas en cambios cualitativos, representan un crecimiento para todos los involucrados.
- El contexto social. Componente imprescindible ya que ignorarlo arrastra a las instituciones a procesos de pérdida de sentido y
de crisis consecuente. Las nuevas tecnologías, la comunicación, etc., tienden a replantear la misión y el proyecto institucional.
Una institución saludable es aquella que contribuye a confrontar y a solucionar los conflictos que la atraviesan, lo cual depende del nivel
de comunicación entre los miembros, la participación colectiva, el grado de significación del servicio que brinda, la permeabilidad a las
necesidades de sus miembros, la capacidad de movilizar a sus integrantes para afrontar un conflicto, etc. En aquellas instituciones ‘no
saludables’ el desafío está en recuperar el sentido de la tarea (concretando cursos de acción significativos, defendiendo espacios al
interior de la escuela, recuperando el protagonismo de sus docentes, recuperando las relaciones humanas entre colegas, alumnos y
padres).
Hay 3 aspectos básicos de la organización que facilitan algunos aprendizajes de los alumnos respecto de la institución e inhiben otros.
Ellos son:
- Aspectos previsibles: objetivos y tareas. Existe un sistema de coerción sobre los miembros que consiste en un sistema de
normas y sanciones basadas en la racionalidad de los objetivos a lograr. Esto regula el uso del tiempo y espacio.
- La cultura institucional. Son las construcciones simbólicas colectivas plasmadas en códigos de lenguaje, hábitos, reglas
implícitas, creencias y formas de relación valoradas como correctas e incorrectas.
- El contexto: este último aspecto contiene el tipo de demanda que el contexto plantea y la manera particular de la organización
para responder ante ello.
La escuela es definida como institución en tanto regularidad cultural y es definida como organización en tanto hace referencia a su
basamento edilicio, su estructura de roles y funciones y su definición explícita de metas y fines. Para comprender a la escuela es
necesario contar con ambas dimensiones.
En cuanto a la escuela como institución, se la concibe desde una mirada sistémica, es decir, se trata de un todo integrado e
interrelacionado (y no de una sumatoria de partes pseudoautosuficientes) 1.
Si bien el propósito esencial de la escuela consiste en brindar una oferta educativa pertinente a sus miembros, el aprendizaje recibido
excederá esto, pues sus miembros aprenderán también cómo es la cultura de dicha institución, cómo se hacen las cosas allí.
No puede analizarse a la institución fuera de su entramado social. Si bien las instituciones cuentan con diversos grados de autonomía –
especialmente en un nivel micro-, a nivel macro requieren de soportes para poder llevar a cabo su proyecto.
La institución, en tanto estructura social, posee regularidades (regulaciones, reglas, reglamentaciones, lo que conforman los aspectos
jurídicos-legales) para poder continuar en tiempo y espacio. Esto conforma lo que se denomina sistema normativo, el cual también está
conformado por los funcionamientos habituales, generalmente no explícitos, que conforman la cultura institucional 2. Estar acorde o no a
la cultura institucional puede marcar la diferencia entre ‘pertenecer’ o ‘no pertenecer’.
Decimos que la institución es una regularidad de tipo cultural, pues es hija de su contexto (nace a partir de las necesidades y demandas
sociales), al cual también modifica. Se habla de una relación contractual entre la institución y la sociedad, donde ambas se comprometen
a algo y exigen algo3. Esta relación se modifica a través del tiempo. Cuando a lo largo de dicho tiempo hay sistemas de valores y normas
que comienzan a ser disfuncionales e insatisfactorios, se genera una fuerza instituyente que produce una modificación de lo instituido y
que volverá a tender a reconstruir dicha relación contractual. Esto no sólo nos habla de la tensión entre instituido e instituyente, entre el
cambio y la resistencia a este, sino también del carácter dinámico de la institución.
1
Concebir a la escuela como sistema también posibilita ampliar los conceptos de comunicación e interacción con respecto al contexto específico de cada una.
2
Las autoras llamarán a lo explícito y a la cultura escolar como ‘las dos caras de la escuela’.
3
Dentro de dicha relación, la objetivo fundacional de la escuela para con la sociedad consiste en ‘dotar a todos los individuos de una sociedad de aquel conjunto mínimo
de saberes objetivados, codificados, aptos para fomar al sujeto capaz de apropiarse por sí mismo del capital cultural acumulado por la sociedad’ (Emilio Tenti Fanfani). Por
otra parte, la vida institucional escolar es una herramienta en la cual la sociedad enseña a los niños su rol de ciudadanos, reproduciendo los funcionamientos y valores que
considera esenciales.
Se entiende a la escuela como organización pues son sus metas y/o propósitos las que determinan cómo se conjugarán los aspectos
técnicos y socioculturales que estructuran a la organización. Es el contexto socio-histórico-cultural el que da sustento a dichas metas o
propósitos y, por tanto, el que origina, modifica y excluye a las organizaciones.
Toda organización cuenta con metas, con espacios y tiempos compartidos con los miembros, con un objeto del que se ocupa
específicamente cada organización, de personas con sus respectivos roles e interacciones entre ellos.
Las relaciones entre los miembros de la organización tienden a ser estables y sólidas pero simultáneamente flexibles como para
mantenerse frente a las perturbaciones emergentes. Las relaciones pueden ser comunicativas, de poder, cooperativas y/o competitivas,
participativas y/o solitarias. Estas relaciones, si bien responden a un sistema de normas y jerarquías explícitas, también están
condicionadas por la cultura institucional, la cual configura y regula las relaciones cotidianas.
La posibilidad de registrar, compartir, discutir e interpretar el significado que para cada integrante (o miembros externos) representa
dicha organización con su cultura, es fundamental para la posibilidad de cambio y mejora. Los modelos institucionales que tomen en
consideración a sus respectivos contextos sociales cambiantes y que contengan lineamientos curriculares flexibles, son quienes podrán
responder mejor a los momentos de incertidumbre.
Si bien la escuela debe comprenderse de forma pluridimensional, es pertinente abocarse a sus distintas dimensiones con el fin de
analizarlas de forma más detalladas. El texto nos ofrece 3 dimensiones:
1- Dimensión administrativa u organizacional-administrativa: abarca la organización formal (la provisión de recursos, los
mecanismos de control).
2- Dimensión técnico pedagógica o pedagógico-didáctica o académica; o curricular: si vincula con el análisis y comprensión de las
prácticas que llevan a la apropiación de contenidos escolares. Consiste en cómo se trabaja, en la institución educativa, respecto
del currículum prescripto.
3- Dimensión comunitaria o sociocomunitaria: abarca al conjunto de actividades que promueven la participación de los miembros
de la comunidad educativa en las acciones que comprometen a la institución en respuesta a las demandas sociales de una
determinada comunidad.
El espacio será determinante para la forma que tome las interacciones de sus miembros pues puede posibilitar u obstaculizar la
cooperación, solidaridad, competencia, rivalidad, pertenencia. Cuando hablamos de espacio nos referimos a lo concreto (el edificio en sí
y su equipamiento) y a lo simbólico (uso, significado y visión de dicho espacio).
La variable tiempo también será determinante pues la asignación de los tiempos a las actividades, develará las prioridades que se
sustentan. Esto expresa la concepción de hombre y sociedad que cada escuela tiene. c
El término ‘institución’ también hace referencia a organizaciones concretas, como la escuela, en las que se cumplen ciertas funciones
especializadas para concretar ciertos fines o valores. Se trata de establecimientos que contienen organizaciones con funciones
especializadas y personas responsables del cumplimiento de determinadas tareas en concordancia con sus fines.
Los grupos humanos que conforman la comunidad de un establecimiento hacen una versión singular de los modelos y normas generales,
donde imprimen significaciones, símbolos y normas provenientes de la historia institucional (cultura institucional).
Un tercer sentido liga a la ‘institución’ con los significados y alude con él a la existencia de un mundo simbólico en parte consciente e
inconsciente en el que el sujeto humano ‘encuentra’ orientaciones para entender y decodificar la realidad social. Parte de este mundo es
construido por el material proveniente de imágenes, fantasías y conflictos experimentados en etapas muy tempranas.
Por un lado, se reconoce a lo institucional como una dimensión constitutiva de nuestros comportamientos ya que el aprendizaje
estimulado por instituciones primarias y secundarias es responsable central del período comprendido entre un primitivo centro de
regulación impulsiva hasta una personalidad compleja. El proceso ‘de socialización’ –entendido como el encadenamiento de
identificaciones primarias y secundarias que constituyen en el individuo núcleos organizadores de comportamiento- juega un rol
imprescindible aquí.
Tanto las identificaciones primarias como el conjunto de imágenes que expresan el mundo interno del sujeto (estructurado en etapas
tempranas) funcionan como principios reguladores de la evolución posterior. El sujeto selecciona, según esta regulación aquello que
percibe y permite entrar en su experiencia.
Si se toma como punto de referencia el significado de institución como establecimiento (cap. 1), lo institucional en el comportamiento se
plantea en términos de la socialización del sujeto en la particular cultura del establecimiento. Esto remite a la tensión entre organización
e individuo.
Si bien los establecimientos organizan en general sistemas destinados formalmente a la socialización de sus miembros (cursos de
inducción, de capacitación, reuniones, etc), las evidencias muestra que la organización informal y la participación en la vida cotidiana
institucional son las vías más fuerte de incorporación a la cultura institucional.
El establecimiento de la institución funciona como espacio de concreción de lo que está instituido, aceptado, establecido. Entre los
establecimientos y los sujetos que lo habitan existe más que una ligazón temporaria: es un enlace en el que el individuo hace suyos
aspectos y características institucionales y ‘da’ a la institución parte de sí mismo. Este enlace conforma un vínculo que conforma cierto
grado de identidad institucional, de sentimiento de ‘pertenencia’, lo que muchas veces opera como resistencia a los cambios.
Las imágenes y/o representaciones que configura un sujeto a lo largo de su paso por la institución es fundamental respecto del vínculo
que establecerá con ella, repercutiendo en su comportamiento y acciones allí dentro. Sus experiencias previas son también aquí
imprescindibles porque ellas conformarán el esquema en base al cual se dará sentido a la institución del presente. Estos esquemas
suelen disminuir la amenaza percibida ante situaciones nuevas y permiten al sujeto un contacto con la novedad a través de ‘puntos
conocidos’.
Muchas de estas representaciones son de vigencia colectiva: si bien suelen ser fomentadas por los sectores institucionales de mayor
poder, también son compartidas por los sectores objetivamente perjudicados por ellas. Configuran parte del patrimonio cultural,
entendido este como el conjunto de herramientas para entender la realidad. La ruptura con estos principios se asocia a la idea de riesgo
y amenazas y esto es muchas veces funcional al impedimento de cuestionamientos y cambios dentro de las instituciones.
Las imágenes y representaciones con las que llegan los sujetos a la escuela tienen su encuentro con las concepciones y representaciones
de la cultura particular de la institución, elaborados a lo largo de la historia institucional, protegiendo una particular organización y
distribución del poder, un modo de ser, estar, producir, relacionarse. Aún así, dentro de la fuerza que constituye esta cultura, no puede
perderse de vista la singularidad de los individuos y sus posibilidades de cambio: el establecimiento es el ámbito donde lo instituido
entra en juego con las tendencias, las fuerzas y los fenómenos instituyentes (relación dialéctica). Sin embargo, son sólo algunos los
desvíos que tienen las características y el poder de expresar fuerzas instituyentes: aquellos que significan un cuestionamiento de lo
instituido, desnaturalizando e incluso muchas veces también proponiendo alternativas.
Para quien decide observar una institución es imprescindible partir de algunos supuestos respecto del enfoque institucional:
- Cada establecimiento hace una versión única del modelo institucional general, lo cual conforma su propia cultura institucional
que incluye un lenguaje, un conjunto de imágenes y de modalidades técnicas, una particular forma de plantear y resolver
dificultades, de manejar tiempo, espacio, recursos y relaciones. El espacio institucional conforma el campo de operación
decisivo.
- El ‘resultado’ de las instituciones no son sólo los ‘productos’ formalmente perseguidos sino además el conjunto de la cultura
institucional, los grados de gratificación, identidad y adhesión a loa valores institucionales, los sentimientos de pertenencia y
‘espíritu de cuerpo’ de los sujetos que participan en la vida institucional.
- Lo no manifiesto en las instituciones es difícil de observar pues suele estar obstaculizado por fenómenos de ocultamiento y
resistencia consciente e inconsciente de los miembros. El observador también verá obstaculizado el conocimiento de lo
institucional por su propia implicación (dificultad en reconocer y discriminar esto lo mayor posible).
- La comprensión de lo institucional exige un proceso minucioso de desciframiento de significado, difícil de superar cuando la
distancia del observador respecto de la institución es excesivamente mucha o poca.
El análisis institucional como propósito colectivo de la comunidad institucional no es un fenómeno frecuente pues muchas veces se
encuentra obstaculizado por amenazas y riesgos hacia lo diferente, concentración del poder por parte de las autoridades y una no
disposición para asumir los costos de revisar las instituciones. Muchas veces, en situaciones de crisis, se recurre a un asesor externo que
pueda manejar mejor su implicación, lo cual no significa que establezca ‘la’ verdad pues no deja de ser una perspectiva de las muchas
posibles: la cuestión no pasa por una represión de lo afectivo y subjetivo de cada uno, sino la de la utilización instrumental de esto (es
decir, dar cuenta de nuestras emociones, impresiones y sensaciones frente a un material, sin quedarnos sólo en la descripción de lo
observado ‘objetivamente’).
Para el análisis de lo institucional en toda su complejidad existe una herramienta central: los analizadores. Se entiende por analizadores –
en el campo institucional- a aquellos acontecimientos o hechos no programados o aquellas técnicas diseñadas expresamente, que
provocan la expresión de un material y permiten captar significaciones antes ocultas y aún inconscientes para los propios actores. Los
test, las entrevistas y las encuestas conforman ejemplos de esto pues desencadenan la aparición de un material no buscado que expresa
el estilo y la idiosincrasia de quien lo produce.
El objetivo de este capítulo es resolver el interrogante de qué y con qué propósito se analiza de un establecimiento institucional. En
principio, realizar el análisis institucional parados desde un conocimiento de su estilo institucional mejorará efectivamente su situación
pues es el estilo institucional el que media entre las condiciones de la institución y los resultados logrados (entendiendo como resultado
lo descripto en el cap. 4). El estilo institucional son aspectos de la acción institucional reiterados a lo largo del tiempo que se perciben
directamente en el clima, el movimiento cotidiano, las maneras de los miembros. Forman parte de dicho estilo los aspectos estables en
los procesos de producción y sus resultados; la percepción, el juicio y la valoración de la realidad compartida por todos los miembros;
conjunto de estrategias y modalidades para resolver dificultades y tensiones; particularidad de las relaciones interpersonales; ciertas
concepciones pedagógicas explícitas e implícitas.
El objeto de análisis será siempre la relación entre el estilo institucional y un determinado aspecto o resultado que se plantea como
interrogante por lo que los pasos serán: primero, describir detalladamente la situación problemática a analizar; segundo, la
caracterización de la institución y las instituciones puestas en juego; último, la formulación de hipótesis que expliquen la relación entre
problema y contexto.
Según como sea el clima institucional, los errores provocarán reacciones de reparación o despertarán gran ansiedad y se verán como
irreparables. La resolución de problemas está influida por las formas de percibir y valorar la realidad, por lo montos de ansiedad
presentes en la institución y por el grado en el que la comunidad está preparada para plantear y resolver problemas.
A la hora de realizar un análisis de la institución, su funcionamiento y su significado, las dimensiones psicoafectiva y sociopolítica ocupan
una instancia primordial.
En el ámbito organizacional, la dimensión psicoafectiva se expresa de manera especial o con más fuerza a través de dos tipos de
manifestación: los fenómenos de resonancia o la ‘circulación fantasmática’. La capacidad de resonancia opera en niveles inconscientes y
permite captar las necesidades complementarias de otro y actuar en consecuencia.
Respecto de la dimensión sociopolítica, hay dos modos de incidencia: la intervención de la comunidad y sus dirigentes en la fijación de
fines y en la asignación de recursos. La existencia de una división de trabajo acompañada de un sistema de distribución de
responsabilidades origina la distribución de poder, autonomía y autoridad que configura el medio político interno y esa misma división
de la “producción” colabora con el proceso de enajenación lo que puede ocasionar en el docente una fuerte pérdida de su capacidad de
autonomía para dirigir y hacerse responsable de la enseñanza. Por su parte, la enajenación de parte del alumno al profesor se
corresponde con la enajenación del profesor a las autoridades.
- Dibuja grupos del mismo rol o función con similar cuota de autonomía y poder
- Relativiza el poder de cada uno de estos grupos, refiriéndolo a los grupos que están por encima y por debajo de su jerarquía.
Cuando el nivel de autonomía de los grupos está disminuida hay una doble pérdida pues, por un lado, disminuyen los niveles de
exploración y compromiso y, por el otro, aumenta el intercambio fantasmático y disminuye la comunicación centrada en la tarea. Es
probable que la búsqueda de recuperación de autonomía provoque conflictos y divisiones en los grupos.
El movimiento institucional es entendido como el resultante del interjuego entre fenómenos y sucesos que representarían tendencias
opuestas:
La dinámica institucional es el movimiento a través del cual las dificultades se convierten en problemas y se trabaja para su solución. El
grado de dinámica está dado por la existencia de mecanismos y capacidad para hacer: el funcionamiento institucional puede ser,
entonces de una modalidad progresiva o regresiva.
La modalidad progresiva se ve acompañada del control y la discriminación de los aspectos irracionales, de la autonomía relativa respecto
de las instituciones externas, de la posibilidad consecuente de planificar en función de la realidad institucional propia y de una mayor
incidencia sobre el medio externo. Se destaca por el grado de desarrollo de los individuos para participar reflexiva y críticamente en sus
responsabilidades junto con un sistema político institucional que ofrezca a sus miembros la posibilidad de intervenir en las decisiones.
Está centrada en el presente-futuro y orientada por proyectos.
La modalidad regresiva está determinada por una pérdida de capacidad institucional para evaluar las situaciones, discriminar
necesidades y problemas y originar líneas exploratorias de solución. Está centrada en el pasado idealizado y orientada por la intención de
volver a él.
Ninguna de las modalidades se da de forma pura; en general, suele haber un equilibrio inestable entre una modalidad regresiva con una
progresiva, fuertemente incidido por las características del contexto social.
En las prácticas institucionales, una situación se convierte en adversa/inmodificable si confluye la presencia de un rasgo que se opone al
modo habitual de acción (y pone en crisis, en un primer momento, a la formación, la autoestima y la identidad de los sujetos) junto con
la existencia de un bajo grado de dinámica institucional. En general, en muchas situaciones es nuestra ignorancia no reconocida la que
convierte ciertas características de una situación en adversidades insuperables ya que estas estarían ligadas a nuestro nivel científico-
técnico, a nuestra disposición técnico-reflexiva y a la posibilidad de formación permanente.
Capítulo 10. La ubicación del establecimiento en el espacio geográfico, el tiempo sociohistórico y la trama social
de las instituciones.
El conocimiento de la ubicación contextual del establecimiento es fundamental pues de ello dependerá en gran parte la dinámica
institucional y también porque de allí provienen las demandas y ‘materiales’ y hacia allí se vuelcan los ‘productos’ (este proceso, en el
caso de la escuela, vive la contradicción de la reproducción y la superación de las condiciones sociales del contexto; la escuela parece
funcionar en pos de lograr niveles de integración psicosocial de la sociedad y la aceptación de valores, normas y autoridades tiende a
una protección del status quo). El contexto será determinante también del ‘mandato social’ de cada escuela (por mandato social se
entiende el lugar que los egresados tienen reservado en la estructura socioeconómica y la distribución del poder político). El mandato
social oculto, por su parte, se vehiculiza a través de las normas generales y curriculares que encuadran el funcionamiento de la escuela y
por medio del tipo y el monto de recursos que le asignen.
En general, la relación de la escuela y el contexto es una zona que permanece oculta bajo un manto de ‘ilusión’.
El análisis del tiempo sociohistórico permitirá estimar también el grado de estabilidad o de convulsión (crisis y cuestionamiento de los
valores institucionales) que enfrenta el establecimiento.
El origen y creación de cualquier establecimiento provoca convulsión y una ruptura con lo conocido. Los fundadores dirán que ese
establecimiento recién originado alcanzará fines y objetivos de un modo nunca visto, que proveerá de adelantos y cambios ‘soñados’ y
que la vida social será distinta y más próxima a la deseada. Si en el contexto donde se fundó conviven situaciones sociales adversas, el
componente ‘heroico’ estará mucho más presente, componente que opaca en los discursos fundaciones los componentes de otros
mandatos sociales con lo que se carga sobre cada institución. Esto da lugar a hablar de fines formales y no formales (o latentes).
Previo o en el mismo momento de ‘origen’, comenzarán a operar también otros núcleos preinstitucionales de los que derivarán
corrientes, tendencias y posturas a través de las que hallan expresión las luchas por el poder institucional entre las personas fundadoras
y las corrientes que ellas representan. Lo relevante aquí será el modo en que se constituyó un proyecto original y cómo las personas
fundadoras marcaron un estilo.
Los momentos de crisis pueden ser los ‘naturales’ en la dinámica histórica de los establecimientos educativos, los propios de cada país o
los propios de cada institución.
Dentro de las crisis ‘naturales’, son momentos de crisis aquellos que ponen en cuestión los principios y fines fundacionales, los
aumentos cuantitativos de población, los cambios en los cargos, los desprendimiento de los primeros egresados.
Dentro de las crisis ‘especiales’ (de cada país), en el caso de Argentina, suele hacerse alusión a la pérdida de un ‘paraíso perdido’ de la
escuela donde primaba el prestigio, el respeto, la autoridad. En contraposición de esto, la vivencia de un presente confuso en el que se
enfrenta el requerimiento de un cambio al que no se sabe responder y se reacciona añorando el pasado o con explicaciones con
contenidos mágicos y míticos. Parece no haberse instalado aún la conciencia de necesidad respecto de la búsqueda de caminos
institucionales para facilitar el ‘período de recuperación’.
Dentro de las crisis ‘singulares’, existe una relación entre la manera idiosincrática con que cada establecimiento ha respondido a las
problemáticas puestas en marcha, la exploración inicial, el afianzamiento, la consolidación y la expansión. Las formas de respuesta propia
estarán afectadas por la ubicación geográfica y sociohistórica, el mandato y la utopía social, la personalidad de cada individuo y la cultura
institucional.
La autoridad
Se entiende por autoridad al poder de influir sobre el comportamiento de otros sin necesitar hacer uso de la violencia, la amenaza o el
uso de la fuerza. Para esto, tiene que haber una constitución e internalización de la conciencia moral del grupo social. Es en el contexto
de la vida institucional donde muchas personas y hechos pueden quedar investidos de autoridad, a partir de lo cual el registro de la
historia institucional va bordando alrededor de ellos el matiz sagrado que los convierte en fuentes de legitimación de autoridad. Suele
transformarse en una cuestión naturalizada e incuestionable.
El fenómeno de autoridad se liga siempre a una fuente de legitimación que trasciende los individuos y los actores directos y queda por
la misma razón fuera de su posibilidad de cuestionamiento. Sin embargo, apenas surge un primer cuestionamiento queda develada la
violencia de dicha autoridad. El progresivo desmontaje social del fenómeno de autoridad se produce por un conjunto recurrente de
hechos y sucesos entre los que las consecuencias de la revolución tecnológica y los avances en la autoconciencia social son sólo algunos.
Sin embargo, a partir de este cuestionamiento a la autoridad, esta ‘liberación’ sólo tendrá dirección progresiva cuando dé lugar a un
lento aprendizaje en el uso del poder de decisión y en el ejercicio de la participación responsable.
Por otro lado, la institución escolar se ve fuertemente demandada de revisar la vigencia y la manipulación del fenómeno autoridad,
desde dos vías. Por un lado, enfrenta el desafío de incorporar los avances de la revolución tecnológica y el de enriquecer su currículo con
los conocimientos científicos de punta. Por otra, se le reclama que sea eficaz para formar un ciudadano con capacidad democrática.
Ambas demandas la ponen frente a la necesidad de revisar las formas de socialización y control y los criterios sobre los que regula la vida
social de los miembros.
Se entiende por ‘organizador’ el aspecto, acto o hecho que provocan la ordenación de las relaciones y acciones dentro de un marco o
pauta que les da sentido.
Un gran organizador es el fin-proyecto, entendiendo por ‘fin’ al estado de cosas al que se desea arribar (la fuerza organizadora del fin
está en su posibilidad de constituirse en proyecto, dando capacidad convocante y proponiendo acciones). La identificación de las
personas con el fin determina el establecimiento de lazos cohesivos entre todos los que lo postulan y fija así las bases del
comportamiento organizado, donde suele haber un líder que ocupa el lugar de organizador.
Los fines formales de la organización puede estar apoyado u obstaculizado por la trama espontánea y/o informal que se da en la
institución. Las modificaciones de los fines pueden ser así expresión de crecimiento (ampliación y diversificación) o de deterioro y
estancamiento (distorsión de los fines, pérdida de significación, vaciamiento de contenidos, etc).
Otro gran organizador son las acciones técnicas vinculadas al tipo de tarea institucional, pues el poder no sólo está en las interacciones
sino también en las vinculaciones de los sujetos con los distintos objetos, aún en niveles inconscientes. Toda tarea se desarrolla en un
proceso que puede verse en 4 dimensiones: instrumental, social, vincular e ideológica. Se puede distinguir 4 fuentes de la idiosincrasia
de una tarea:
- La índole de la materia que se trabaja (maleabilidad y resistencia, fragilidad o fortaleza, concreto o abtracto).
- Las herramientas y técnicas disponibles
- El ámbito de trabajo no sólo en cuanto a sus características de seguridad y salubridad referidas a lo físico y psicológico sino
también en cuanto a su grado de complejidad y los montos de ansiedad y problematización adicional que puede añadir a la
propiamente derivada de la tarea misma.
- La significación social que se traduce en expectativa y provisión de recursos. Ciertas tareas altamente valoradas ‘sólo pueden ser
realizadas por algunos y en determinadas circunstancias’.
En la base de cualquier establecimiento institucional existe una tensión irreductible entre las necesidades de su organización y las
necesidades y deseos de sus miembros, esto aparece en:
- La oposición entre la tendencia de las personas a actuar y trabajar siguiendo sus propios criterios y las exigencias de la
estructura formal que limita la iniciativa y homogeneíza el funcionamiento.
- La oposición entre la tendencia a develear la violencia que implica la dirección de la conducta y la tendencia a mantener la
idealización con que habitualmente se oscurece ese significado.
- La oposición entre la tendencia a innovar y modificar el contexto y la tendencia a reproducirlo.
Como espacio material, el edificio y sus instalaciones conforman un conjunto de condiciones que afectan de forma mediatizada la calidad
de la enseñanza y el aprendizaje. Portador de la significación profunda de cuerpo, el edificio y los equipamientos pasan a representar el
poder instrumental de los grupos y las personas que pertenecen a la institución e inciden directamente sobre sus sentimiento de
potencia e impotencia.
La escasez o la pobreza material del espacio potencian ciertas significaciones que se comprenden mejor teniendo en cuenta su
dimensión simbólica. El edificio y sus instalaciones materializan aspectos centrales de los mandatos sociales respecto de lo que debe ser
la educación, las relaciones entre los actores institucionales y al aprendizaje y ejercen un control indirecto sobre los posibles desvíos
porque los dificultan en sus posibilidades de concreción.
- Los espacios que se discriminan para cada tipo de actividad contemplada y la forma en que se amueblan
- La existencia y las características de los espacios asignados al trabajo de los docentes solos, con otros docentes y con los
alumnos (fuera del aula)
- La existencia de espacios abiertos y su destino
- La manera cómo se comunican y articulan los espacios internos con el exterior
- El modo en que los espacios pueden ser usados para diferentes fines y poblaciones.