La Doncella Sin Manos (Cuento de Los Hemanos... )
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la palabra. Comido que hubo la pera, la muchacha, monstruo. Cuando el Rey leyó la carta, espantóse y se
sintiendo el hambre satisfecha, fue a ocultarse entre la entristeció sobremanera; pero escribió en contestación
maleza. que cuidasen de la Reina hasta su regreso.
El Rey, a quien pertenecía el jardín, se presentó a la Volvióse el mensajero con la respuesta, y se quedó a
mañana siguiente, y, al contar las peras y notar que descansar en el mismo lugar, durmiéndose también
faltaba una, preguntó al jardinero qué se había hecho como a la ida. Vino el diablo nuevamente, y otra vez le
de ella. Y respondió el jardinero: cambió la carta del bolsillo, sustituyéndola por otra
- Anoche entró un espíritu, que no tenía manos, y se que contenía la orden de matar a la Reina y a su hijo.
comió una directamente con la boca. La abuela horrorizóse al recibir aquella misiva, y, no
- ¿Y cómo pudo el espíritu atravesar el agua? -dijo el pudiendo prestar crédito a lo que leía, volvió a escribir
Rey-. ¿Y adónde fue, después de comerse la pera? al Rey; pero recibió una respuesta idéntica, ya que
- Bajó del cielo una figura, con un vestido blanco todas las veces el diablo cambió la carta que llevaba el
como la nieve, que cerró la esclusa y detuvo el agua, mensajero. En la última le ordenaba incluso que, en
para que el espíritu pudiese cruzar el foso. Y como no testimonio de que había cumplido el mandato,
podía ser sino un ángel, no me atreví a llamar ni a guardase la lengua y los ojos de la Reina.
preguntar nada. Después de comerse la pera, el espíritu Pero la anciana madre, desolada de que hubiese de ser
se retiró. vertida una sangre tan inocente, mandó que por la
- Si las cosas han ocurrido como dices -declaró el noche trajesen un ciervo, al que sacó los ojos y cortó la
Rey-, esta noche velaré contigo. lengua. Luego dijo a la Reina:
Cuando ya oscurecía, el Rey se dirigió al jardín, - No puedo resignarme a matarte, como ordena el Rey;
acompañado de un sacerdote, para que hablara al pero no puedes seguir aquí. Márchate con tu hijo por el
espíritu. Sentáronse los tres debajo del árbol, atentos a mundo, y no vuelvas jamás.
lo que ocurriera. A medianoche se presentó la Atóle el niño a la espalda, y la desgraciada mujer se
doncella, viniendo del boscaje, y, acercándose al peral, marchó con los ojos anegados en lágrimas.
comióse otra pera, alcanzándola directamente con la Llegado que hubo a un bosque muy grande y salvaje,
boca; a su lado se hallaba el ángel vestido de blanco. se hincó de rodillas e invocó a Dios. Se le apareció el
Salió entonces el sacerdote y preguntó: ángel del Señor y la condujo a una casita, en la que
- ¿Vienes del mundo o vienes de Dios? ¿Eres espíritu o podía leerse en un letrerito: "Aquí todo el mundo vive
un ser humano? de balde." Salió de la casa una doncella, blanca como
A lo que respondió la muchacha: la nieve, que le dijo: "Bienvenida, Señora Reina," y la
- No soy espíritu, sino una criatura humana, acompañó al interior.
abandonada de todos menos de Dios. Desatándole de la espalda a su hijito, se lo puso al
Dijo entonces el Rey: pecho para que pudiese darle de mamar, y después lo
- Si te ha abandonado el mundo, yo no te dejaré. tendió en una camita bien mullida. Preguntóle
Y se la llevó a su palacio, y, como la viera tan hermosa entonces la pobre madre:
y piadosa, se enamoró de ella, mandó hacerle unas - ¿Cómo sabes que soy reina?
manos de plata y la tomó por esposa. Y la blanca doncella, le respondió:
Al cabo de un año, el Rey tuvo que partir para la - Soy un ángel que Dios ha enviado a la tierra para que
guerra, y encomendó a su madre la joven reina, cuide de ti y de tu hijo.
diciéndole: La joven vivió en aquella casa por espacio de siete
- Cuando sea la hora de dar a luz, atendedla y cuidadla años, bien cuidada y atendida, y su piedad era tanta,
bien, y enviadme en seguida una carta. que Dios, compadecido, hizo que volviesen a crecerle
Sucedió que la Reina tuvo un hijo, y la abuela las manos.
apresuróse a comunicar al Rey la buena noticia. Pero Finalmente, el Rey, terminada la campaña, regresó a
el mensajero se detuvo a descansar en el camino, junto palacio, y su primer deseo fue ver a su esposa e hijo.
a un arroyo, y, extenuado de su larga marcha, se Entonces la anciana reina prorrumpió a llorar,
durmió. Acudió entonces el diablo, siempre dispuesto exclamando:
a dañar a la virtuosa Reina, y trocó la carta por otra, en - ¡Hombre malvado! ¿No me enviaste la orden de
la que ponía que la Reina había traído al mundo un matar a aquellas dos almas inocentes? -y mostróle las
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dos cartas falsificadas por el diablo, añadiendo: - Hice conozca a este hombre tan salvaje? ¡No es mi padre!
lo que me mandaste -y le enseñó la lengua y los ojos. Al oír el Rey estas palabras, se incorporó y le preguntó
El Rey prorrumpió a llorar con gran amargura y quién era. Respondióle ella entonces:
desconsuelo, por el triste fin de su infeliz esposa y de - Soy tu esposa, y éste es Dolorido, tu hijo.
su hijo, hasta que la abuela, apiadada, le dijo: Pero al ver el Rey sus manos de carne, replicó: - Mi
- Consuélate, que aún viven. De escondidas hice matar esposa tenía las manos de plata.
una cierva, y guardé estas partes como testimonio. En - Dios misericordioso me devolvió las mías naturales
cuanto a tu esposa, le até el niño a la espalda y la envié -dijo ella; y el ángel salió fuera y volvió en seguida
a vagar por el mundo, haciéndole prometer que jamás con las manos de plata. Entonces tuvo el Rey la
volvería aquí, ya que tan enojado estabas con ella. certeza de que se hallaba ante su esposa y su hijo, y,
Dijo entonces el Rey: besándolos a los dos, dijo, fuera de sí de alegría.
- No cesaré de caminar mientras vea cielo sobre mi - ¡Qué terrible peso se me ha caído del corazón!
cabeza, sin comer ni beber, hasta que haya encontrado El ángel del Señor les dio de comer por última vez a
a mi esposa y a mi hijo, si es que no han muerto de todos juntos, y luego los tres emprendieron el camino
hambre o de frío. de palacio, para reunirse con la abuela. Hubo grandes
Estuvo el Rey vagando durante todos aquellos siete fiestas y regocijos, y el Rey y la Reina celebraron una
años, buscando en todos los riscos y grutas, sin segunda boda y vivieron felices hasta el fin.
encontrarla en ninguna parte, y ya pensaba que habría
muerto de hambre. En todo aquel tiempo no comió ni ***
bebió, pero Dios lo sostuvo. Por fin llegó a un gran
bosque, y en él descubrió la casita con el letrerito:
"Aquí todo el mundo vive de balde." Salió la blanca
doncella y, cogiéndolo de la mano, lo llevó al interior
y le dijo:
- Bienvenido, Señor Rey -y le preguntó luego de dónde
venía.
- Pronto hará siete años -respondió él- que ando
errante en busca de mi esposa y de mi hijo; pero no los
encuentro en parte alguna.
El ángel le ofreció comida y bebida, pero él las rehusó,
pidiendo sólo que lo dejasen descansar un poco.
Tendióse a dormir y se cubrió la cara con un pañuelo.
Entonces el ángel entró en el aposento en que se
hallaba la Reina con su hijito, al que solía llamar
Dolorido, y le dijo:
- Sal ahí fuera con el niño, que ha llegado tu esposo.
Salió ella a la habitación en que el Rey descansaba, y
el pañuelo se le cayó de la cara, por lo que dijo la
Reina:
- Dolorido, recoge aquel pañuelo de tu padre y vuelve
a cubrirle el rostro.
Obedeció el niño y le puso el lienzo sobre la cara; pero
el Rey, que lo había oído en sueños, volvió a dejarlo
caer adrede. El niño, impacientándose, exclamó:
- Madrecita. ¿cómo puedo tapar el rostro de mi padre,
si no tengo padre ninguno en el mundo? En la oración
he aprendido a decir: Padre nuestro que estás en los
Cielos; y tú me has dicho que mi padre estaba en el
cielo, y era Dios Nuestro Señor. ¿Cómo quieres que
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