7 AP La Ética y La Función Pública
7 AP La Ética y La Función Pública
7 AP La Ética y La Función Pública
INTRODUCCIÓN AL TEMA
El presente tema tiene como objeto el estudio de la Ética en el ámbito de la
Administración Pública, es decir de la Ética Pública, procurando responder a las
interrogantes:
¿Qué es la ética pública? ¿Cuál es su importancia? ¿Por qué es necesaria?
Así también identificando las acciones más pertinentes, para su fomento y alcanzar con
ella, una cultura organizacional.
Para una mayor comprensión sobre el tema, haremos breves comparaciones con el
flagelo denominado corrupción inmersa en las administraciones públicas.
Con fundamento de lo sostenido, pariremos que se concibe a la corrupción como un
mal ya que se compone de una serie de actos indebidos por parte de ciertas personas
quienes obtienen un beneficio adicional que es ilegal e ilegitimo con el añadido de que
este hecho afecta a la imagen institucional en donde se practique.
Históricamente, la corrupción ha sido objeto de reproche moral en todas las
sociedades, los testimonios de las diferentes culturas así lo prueban. Desde mediados
del siglo XX y hasta la fecha, ésta se ha vuelto más evidente en muchos países
desarrollados como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, como en países en
vías de desarrollo tales como Peruana, Chile, Nigeria o República Dominicana, entre
otros como el Perú.
En los últimos años han cobrado importancia las herramientas por combatir la
corrupción, una de ellas es la Ética Pública. Si bien algunos gobiernos han comenzado a
realizar acciones para fomentar la ética pública, muchos políticos y funcionarios
públicos aún se encuentran lejos de vivir con ética.
Una deliberación exhaustiva respecto a la manera de impedir la corrupción y evitar
que los individuos que ocupan cargos públicos practiquen actitudes indebidas conduce
a la afirmación de que la causa inevitable de la corrupción es la conducta deshonesta
del actor público, y esto sucede porque el individuo decide realizar la acción corrupta.
Si el individuo ya ha decidido cometer un acto corrupto, planeará la manera de evadir
las normas y los mecanismos de control. En todo caso está en él la decisión de actuar o
frenarse. Y esto último puede lograse gracias a la sensibilización, al desarrollo de la
conciencia, a la madurez de juicio, resultado del establecimiento de unos principios
internos y un dominio del carácter. Son los principios y el carácter los que impiden o
hacen actuar a una persona, y la ética es la disciplina que los muestra. Así llegamos al
terreno de la ética la cual, al ser aplicada al ámbito público, pasa a denominarse “ética
pública” o “ética para la administración pública”.
La ética, al referirse al ámbito público, implica necesariamente relacionarse con la
política, no se limita a los funcionarios públicos. Un buen gobierno no sólo requiere
funcionarios responsables sino también políticos responsables, puesto que son éstos
últimos principalmente quienes gozan del máximo margen de autonomía en las
decisiones y de estas decisiones depende a su vez la actuación de los principios.
La ética pública es un elemento importante para hacer contrapeso no sólo a la
corrupción sino a las distintas actitudes antiéticas al inyectar un conjunto de principios
y valores y así revitalizar por un lado a las instituciones públicas y por otro a los
servidores públicos, entendiendo como tales a aquellas personas que ocupan un cargo
público y sirven al Estado: como políticos y funcionarios.
La ética no pretende ser la panacea a los problemas que enfrenta la administración
pública, ni la varita mágica para acabar con la corrupción, sino un instrumento más de
la “caja de herramientas” para combatirla. Es el ingrediente adicional para hacer más
sólido el dique que contenga el mar de corrupción. El tema de la ética en los asuntos
públicos no constituye una propuesta unilateral sino que está inmerso, por un lado, en
el debate de las corrientes del pensamiento político contemporáneo entre liberales y
comunitaritas y, por otro, en el desarrollo de las líneas de investigación de la política y
la administración pública. También es posible señalar que la ética aplicada, por sí
misma, se va abriendo paso. En los últimos años hay un creciente interés y fomento de
ésta en distintas disciplinas (biología, medicina, negocios, tecnología, etc.), donde
existen Comités de Ética, por lo que las áreas sociales no deben quedarse al margen.
El fomento de la ética en los servidores públicos es un elemento que auxilia para lograr
concienciar en sólidos principios de conducta ética y así generar una mayor excelencia
en la calidad y gestión de los intereses colectivos. El comportamiento correcto de los
empleados públicos es una condición sine qua non para que exista una eficiente
administración.
En los últimos años han salido a la luz pública escándalos de corrupción que han
desacreditado la imagen de los servidores como de las instituciones públicas
generando que la ciudadanía pierda la confianza.
Ética pública
La ética pública puede comprenderse como un hacer colectivo, como un proceso en el
que tanto la colectividad como los individuos generan pautas de conducta que
posibilitan un mejor desarrollo de la convivencia, de la autonomía y de la libertad del
hombre.
Los gobiernos que quieran ser considerados como justos deben tener individuos
íntegros, y es justamente aquí donde entra la ética al tener en sus manos la selección y
formación de servidores públicos que actúen con responsabilidad y eficiencia. La ética
en la administración pública pone en juego todo un conjunto de valores para ofrecer
servicios de calidad a la comunidad.
La ética aplicada a la función pública es de vital importancia porque tiene como eje
central la idea de servicio, es decir, las tareas y actividades que realizan los
funcionarios públicos están orientadas al bien común. La ética de la función pública es
la ciencia del buen comportamiento en el servicio a la ciudadanía, es además un
importante mecanismo de control de la arbitrariedad en el uso del poder público, un
factor vital para la creación y el mantenimiento de la confianza en la administración y
sus instituciones. Por tanto, es un factor clave para elevar la calidad de la
administración pública mediante la conducta honesta, eficiente, objetiva e íntegra de
los funcionarios en la gestión de los asuntos públicos.
La ética pública es por tanto un instrumento fundamental para evitar la corrupción al
elegir a los representantes más idóneos para gobernar. Los cargos públicos deben ser
ocupados por las personas más capaces, por aquellas que son leales a la constitución
política y que tengan un gran sentido de justicia. Lamentablemente, existe un marcado
interés por ocupar un cargo público sin tener la debida preparación, sin contar con la
formación necesaria para ello. La conducta de aquellos que quieren sobresalir sin
asumir la importancia y la responsabilidad que conlleva el ejercicio de la función
pública afecta a los resultados de la misma.
La ética permite establecer la justicia o injusticia de las acciones humanas, elevando así
la cultura política de un pueblo o Estado. Cuando un servidor público adopta estos
elementos como principios de vida se ubica más allá del poder y no se deja llevar por
los apasionamientos, realizando buenas obras para con su comunidad.
La ética en la actualidad
En la actualidad, existe una gran crisis de valores que se refleja en el comportamiento
de gobernantes, funcionarios, legisladores y jueces, entre otros, y que pone de
manifiesto una gran necesidad de promover la ética pública como un modo de detener
dichos comportamientos que afectan directamente al buen funcionamiento de la
administración pública. Es conveniente recuperar los valores y principios éticos con el
fin de superar los conflictos y dilemas a los que servidores públicos de toda índole se
enfrentan a diario.
Lo importante es no sólo fomentar sino también fortalecer los principios éticos en la
mente de quienes ocupan cargos públicos con la intención de que sus actos se rijan por
la rectitud y el buen juicio. Hay que vencer la crisis moral existente y propiciar el
surgimiento de las virtudes en las personas, en especial en quienes están al frente de
las funciones públicas. Se debe educar en la honradez y en la probidad a todos los
ciudadanos y, en especial, a los que operan en el ámbito público, a fin de lograr una
mayor eficiencia en las operaciones de la función pública. Así se podrá obtener la
reivindicación de la imagen de los gobernantes, los funcionarios, los legisladores, los
jueces, y de todos aquellos que forman parte del ámbito de acción del servicio público.
Al mismo tiempo se devolverá confianza a los ciudadanos, de tal modo que éstos
puedan confiar en las instituciones.
En la construcción de una cultura ética se hace necesario un discurso sobre la
responsabilidad profesional, instando a políticos y funcionarios a reflexionar sobre sus
acciones, resolver los dilemas éticos que surjan a su paso y autoimponerse
lineamientos coherentes con los derechos fundamentales y los principios
constitucionales.
Cargo Público
Asumir un cargo público implica tener vocación y compromiso por los asuntos
colectivos, así como responsabilidad para con la comunidad. Por ello, es importante
que el servidor público cuente con personalidad autónoma y principios sólidos que le
impidan realizar actos indebidos o ceder a propuestas reprobables. Todo servidor
público que cuente con valores éticos deberá ser una persona capaz de rescatar el
sentir de la comunidad, así como de tomar en cuenta las reacciones de la opinión
pública, los prejuicios, las tradiciones, las idiosincrasias, los regionalismos, etc., de los
gobernados.
En la actualidad existe una gran pérdida de valores que se ve reflejada en la
administración pública, en el desprestigio de los servidores públicos y en las prácticas
corruptas que en ella se producen, lo cual trae consigo una falta de credibilidad en el
gobierno y una sensación de traición hacia la comunidad. En lo que respecta al ámbito
público, cada gobierno actúa de acuerdo con unos principios determinados, los cuales
se establecen según sea la naturaleza de cada pueblo, su historia, cultura y tradiciones.
Hay principios que mueven a obrar realizando el bien y otros el mal.
La inclusión de la ética en los programas de formación y estudio de los funcionarios es
una muestra de sensibilidad social que pone el acento en un vivo espíritu solidario y en
el valor de la dignidad humana. Al mismo tiempo, impide la desnaturalización del
servicio público, motiva a la función pública y sostiene la idea de que el trabajo
administrativo siempre ha de ser realizado teniendo presente los intereses colectivos.
Al observar las actitudes de los servidores públicos hay que recordarles que:
« […] están para servir y no para servirse de la comunidad”.
Por lo tanto, la ética es un factor clave para elevar la calidad de la administración
pública mediante la conducta honesta, eficiente, objetiva e íntegra de los funcionarios
en la gestión de los asuntos públicos.
Entre los valores que inspiran nuestros principios y acciones, se presentan los
siguientes como los más importantes y comunes al quehacer diario en la gestión
pública:
El Valor de la Transparencia.
La transparencia es uno de los valores éticos que todo servidor público debe aplicar en
el ejercicio de su función, de ahí la necesidad de detenernos en su análisis y en su
confrontación con otros conceptos tales como el derecho a la información, el acceso a
la información y la rendición de cuentas con los que la transparencia convive y se
interrelaciona diariamente en la labor pública.
Mauricio Merino, señala muy acertadamente que el concepto de transparencia está en
formación y que genera más dudas que certezas. Actualmente se debate no sólo el
concepto mismo sino también sus alcances y límites dentro del marco legislativo,
siendo muy importante elucidar el papel que desempeña dentro de un gobierno
democrático. Se trata de una exigencia relativamente nueva, cuyo origen no es
precisamente político.
Según Guerrero Gutiérrez, la palabra «transparencia» se utiliza de tres formas: «como
cualidad de un objeto, como atributo de un sujeto y como atributo de un grupo o
selección de sujetos (por ejemplo, un partido político, un sindicato, una agrupación
gremial o un gobierno)». Respecto a la primera acepción, este autor afirma que un
objeto es transparente cuando deja paso a la luz y permite ver, a través de él, otras
cosas que están en su entorno, como por ejemplo, una botella de vidrio. Este modo de
entender la transparencia hace referencia a una cualidad de su apariencia. En relación
a la segunda acepción, señala que una persona es transparente cuando actúa de
manera franca o abierta, mostrándose tal cual es y sin ocultar nada. Con ello, se está
refiriendo a la cualidad moral de un individuo o de un gobierno que busca actuar con
claridad, o sea que el adjetivo señala que el comportamiento de un individuo o de una
colectividad se adapta a cierto conjunto de reglas y estándares de conducta. La tercera
manera de comprender la transparencia nos sitúa en el entorno de las instituciones
políticas públicas:
Para Aguilar Rivera, la transparencia «es una práctica o un instrumento que utilizan las
organizaciones para publicar o volver público cierto tipo de información o bien para
abrir al público algunos procesos de toma de decisiones», haciendo énfasis en las
acciones del gobierno tendientes a brindar la información que el ciudadano necesita.
Es interesante confrontar estas definiciones de transparencia con la que brindan
algunas instituciones del entorno mundial, como el Instituto de Transparencia y Acceso
a la Información Pública del Estado de México (Infoem), el cual señala:
«En el ámbito del derecho a la información, la transparencia es la obligación que
tienen los servidores públicos para proporcionar a toda persona interesada en los
actos del gobierno, de manera clara y expedita, la información que se deriva de las
funciones que desempeñan».
Advertimos que, mientras que las definiciones anteriores sugieren, por un lado, la
relación entre la transparencia y la rendición de cuentas, y por otro, se refieren a las
acciones a las que deben atenerse las organizaciones, en esta última definición, surge
el carácter de obligatoriedad por parte de los servidores públicos quienes deben actuar
con transparencia, es decir, dando a conocer claramente la gestión pública. De ahí que
la transparencia sea el eje fundamental de la democracia. Su exigencia en el mundo
contemporáneo tiene raíces profundas en el espíritu humano dado que desde tiempos
inmemoriales la búsqueda de la verdad aparece como una urgencia del ser humano,
sólo que en este caso se aplica a los asuntos de interés público. En lo que hace a la
transparencia, las acciones del gobierno deben orientarse a maximizar el uso social de
la información y dar sentido a los principios democráticos de rendición de cuentas y
publicidad.
Resumen:
La transparencia es el resultado de una forma de gobernar, de administrar y de
gestionar al Estado, de lo cual se deduce que este concepto es un valor de la
democracia. La transparencia tiene que ver con el desempeño de la comunidad
política, de sus representantes así como también de sus autoridades quienes tienen
que aclarar sus acciones para fortalecer al gobierno. Lamentablemente, la politización
del servicio público a lo largo de varios años ha provocado una gran corrupción, tanto
entre servidores públicos como entre políticos, lo cual ha contribuido a desmoralizar y
a desacreditar al sector público, trayendo además el empobrecimiento del Estado, la
privación de muchos servicios necesarios y el debilitamiento del liderazgo político,
socavando la confianza de los ciudadanos en su gobierno y destruyendo el apoyo y la
respetabilidad del sector público.
Las administraciones públicas deben procurar el acrecentamiento de los valores éticos
del servidor público, fomentando conductas o comportamientos en los funcionarios
que se encaminen a realizar su trabajo con la mejor voluntad de servicio, a usar
racional y económicamente los recursos del Estado, a buscar la mayor eficiencia y
calidad en su trabajo, a mejorar su propia competencia profesional, a practicar la
buena fe en su relación con los ciudadanos y a ayudar a crear un buen clima laboral.
Es necesario fomentar una educación de la ética pública que promueva los valores del
servicio público, la legislación pertinente, normas, códigos y mecanismos de
exigibilidad, programas continuos que creen sensibilidad hacia las cuestiones éticas y
técnicas para aplicar juicios éticos, porque un servidor público satisfecho, competente
y debidamente formado es más seguro a la hora de resistir la corrupción, la conducta
indebida y los arreglos.
Ya no es suficiente que las personas que trabajan en el servicio público se limiten al
cumplimiento formal de sus obligaciones y deberes, sino que es necesario que por
parte de las administraciones públicas se fomente positivamente aquellos valores,
modelos o pautas de conducta que ayuden a aquellos que trabajan al servicio de los
intereses generales como referentes éticos para su superación personal y profesional.
Hay que expandir la ética pública a todos los niveles y ámbitos del gobierno,
provocando la participación del sector social o sea de la ciudadanía, para lograr un
mejor control de la conducta de los servidores públicos, combatir los contravalores y
reinstalar a la ética pública en el lugar que le corresponde dentro del ámbito de la
administración pública.
Culturas anómicas:
Suelen expresarse como desinterés, indiferencia y falta de compromiso con la
organización, caracterizada por un estado de incertidumbre y confusión. La pérdida de
entusiasmo, la ausencia de recompensas o de un sistema de premios y castigos, la
escasa seguridad laboral, el desconocimiento de reglas, misiones y objetivos, la baja
circulación de información son indicadores de anomia. Este tipo cultural puede estar
presente en aquellas organizaciones en las cuales el cambio es vivido como algo
traumático.
Culturas apáticas:
Se caracterizan por la excesiva prudencia en la administración y gestión, que se
expresa a través del apego a las normas y reglas, el estilo conservador, altos niveles de
rutinas en la asignación de las tareas y en su realización, la tendencia a evitar el
conflicto, la subestimación de la innovación y la creatividad. Suele asociarse la apatía a
las organizaciones de fuerte tradición burocrática.
B. Culturales neo-organizacionales
http://www.diarioresponsable.com/portada/opinion/16015-marketing-etico-como-
fundamento-del-bien-comun-en-las-
El Estado debe tener tres atributos: poder, territorio y cultura política (constitución),
en este último elemento es donde se desarrolla la Ética Pública, lo que también ocurre
en la empresa y otras instituciones.
http://www.diarioresponsable.com/portada/opinion/16015-marketing-etico-como-
fundamento-del-bien-comun-en-las-
Bufalini, p. (2003). Il marketing ético. Agra Editrice. Vía nomentana 257. Roma.
Itlalia.
Oscar, Diego Bautista, La ética en los servidores públicos, UPN, México, 2001.
Smith, C. Y QUELCH J.A., Ethics in marketing, Mc Graw Hill, New York, 1996.