Sentencia TC Derechos Economicos Sociales y Culturales
Sentencia TC Derechos Economicos Sociales y Culturales
Sentencia TC Derechos Economicos Sociales y Culturales
ASUNTO
ANTECEDENTES
Alegan que la disposición fue expedida sin cumplir los supuestos habilitantes
previstos en el inciso 19) del artículo 118° de la Constitución, dado que, en los días de su
promulgación, no existía ninguna situación extraordinaria o de excepcional gravedad en
el país en el sector económico o financiero; y que en el contenido de la norma no se hace
alusión a ningún evento o circunstancia extraordinaria.
FUNDAMENTOS
Ninguna sociedad que se precie de mantener una sólida identidad con el bien
común, puede soslayar que la Norma Fundamental encierra todo un
complejo cultural, en el que es posible identificar un “mínimo común
axiológico”, esto es, el punto de encuentro entre los valores básicos de la
comunidad. Así, “la Constitución no se limita a ser un conjunto de textos
jurídicos o un mero compendio de reglas normativas, sino la expresión de
un grado de desarrollo cultural, un medio de autorrepresentación (...) de todo
un pueblo, espejo de su legado cultural y fundamento de sus esperanzas y
deseos. (...). De ahí que los propios textos de la Constitución deban ser
literalmente “cultivados” (la voz “cultura” como sustantivo procede del
verbo latino cultivare) para que devengan auténtica Constitución.”.
(Häberle, Peter. Teoría de la Constitución como ciencia de la
cultura. Traducción de Emilio Mikunda. Madrid: Tecnos, 2000, pp. 34-35).
Consecuentemente, será un imperativo de este Colegiado identificar los
contenidos valorativos dispuestos en la Carta Fundamental, que la erigen
como la letra viva que plasma la propia esencia cultural de nuestra sociedad,
y que son el fundamento tanto para reconocer las dificultades y
contingencias del presente como para avizorar las eventuales soluciones a
futuro.
Las nuevas funciones del Estado moderno tienen que ver con aspectos
económicos, sociales, políticos y jurídicos.
a) Supuestos económicos
La economía social de mercado es una condición importante del Estado
social y democrático de derecho. Por ello debe ser ejercida con
responsabilidad social y bajo el presupuesto de los valores constitucionales
de la libertad y la justicia. A tal efecto está caracterizada, fundamentalmente,
por los tres elementos siguientes:
a) Bienestar social; lo que debe traducirse en empleos productivos, trabajo
digno y
reparto justo del ingreso.
b) Mercado libre; lo que supone, por un lado, el respeto a la propiedad, a
la iniciativa
privada y a una libre competencia regida, prima facie, por la oferta y la
demanda en el mercado; y, por otro, el combate a los oligopolios y
monopolios.
c) Un Estado subsidiario y solidario, de manera tal que las acciones
estatales directas aparezcan como auxiliares, complementarias y
temporales.
En suma, se trata de una economía que busque garantizar que la
productividad individual sea, por contrapartida, sinónimo de progreso
social.
b) Supuestos sociales
Se trata del Estado de la integración social, dado que se busca conciliar los
intereses de la sociedad, desterrando los antagonismos clasistas del sistema
industrial. Al respecto, García Pelayo sostiene que la unidad entre el Estado
social y la comunidad nacional hace posible otra característica de dicho tipo
de Estado, a saber, su capacidad para producir la integración de la sociedad
nacional, o sea, el proceso constante, renovado, de conversión de una
pluralidad en una unidad, sin perjuicio de la capacidad de autodeterminación
de las partes (Las Transformaciones... Op. Cit., pág. 45).
c) Supuestos políticos
El Estado social y democrático de derecho posibilita la integración del
Estado y la sociedad, así como la democratización del Estado. La
democracia, por ello, constituye un elemento imprescindible del Estado.
Desde esta perspectiva, la democracia ostenta una función dual: método de
organización política del Estado, es decir, método de elección y
nombramiento de sus operadores, y mecanismo para conseguir el principio
de igualdad en el ámbito social. Así, el principio democrático no sólo
garantiza una serie de libertades políticas, sino que transita e informa todo
el ordenamiento jurídico-político, desde el ejercicio de las libertades
políticas, pasando por la libertad de elección propia del libre desarrollo de
la personalidad, hasta llegar, incluso, al seno mismo del núcleo duro de todos
y cada uno de los derechos fundamentales. De modo que, aun cuando
nuestra Constitución no lo establezca expresamente, el hecho de que exista
una remisión al Estado democrático de derecho como una fuente de
interpretación y también de identificación de los derechos fundamentales de
la persona (artículo 3° de la Constitución), hace del principio democrático
uno que trasciende su connotación primigeniamente política, para
extenderse a todo ámbito de la vida en comunidad. De este forma, nuestra
Carta Fundamental lleva implícito el reconocimiento de una democracia
económica, social y cultural.
d) Supuestos jurídicos
En el Estado social y democrático de derecho, el fenómeno jurídico no puede
ser concebido como una regulación de características estrictamente
formales, sino como una de connotaciones sociales. El sistema jurídico
derivado de esta modalidad estadual trasciende la regulación formal, y
apareja la exigencia de que sus contenidos axiológicos se plasmen en la vida
cotidiana.
Dicha concepción presupone los valores de justicia social y de dignidad
humana, los cuales propenden la realización material de la persona; esto es,
el libre desenvolvimiento de la personalidad y el despliegue más acabado de
las potencialidades humanas sobre la base del principio de libertad.
§4.3 Igualdad
15. El orden constitucional económico debe ser interpretado también a la luz
del principio de igualdad, reconocido en el inciso 2) del artículo 2° de la
Constitución. Sobre el particular, en el Caso Colegio de Notarios de Lima
(Exps. Acums. N.° 0001-2003-AI/TC y N.° 0003-2002-AI/TC), este
Tribunal precisó que “(...) el principio de igualdad en el Estado
Constitucional, exige del legislador una vinculación negativa o
abstencionista y otra positiva o interventora (...)”.
“(...) La vinculación negativa podrá elucidarse desde la ya consolidada
jurisprudencia de este Colegiado, cuya sucinta expresión es ‘tratar igual a
los que son iguales’ y ‘distinto a los que son distintos’, de forma tal que la
ley, como regla general, tenga una vocación necesaria por la generalidad y
la abstracción, quedando proscrita la posibilidad de que el Estado, a través
del legislador, pueda ser generador de factores discriminatorios de cualquier
índole. Empero, emprender la interpretación del derecho a la igualdad desde
un criterio decimonónico, supondría reducir la protección constitucional del
principio de igualdad a un contenido meramente formal, razón por la cual es
deber de este Colegiado, de los poderes públicos y de la colectividad en
general, dotar de sustancia al principio de igualdad reconocido en la
Constitución”.
Debe reconocerse también una vinculación positiva del legislador con los
derechos fundamentales, de forma tal que los poderes públicos sean capaces
de revertir las condiciones de desigualdad o, lo que es lo mismo, reponer las
condiciones de igualdad que pudieran estarse manifestando en la realidad
social, a contracorriente de las aspiraciones constitucionales.
Dicho juicio, desde luego, es aplicable también al ámbito económico, en el
que, por mandato expreso de la Norma Fundamental, el Estado tiene la
obligación de adoptar las medidas orientadas a brindar oportunidades de
superación a los sectores que sufren cualquier desigualdad (artículo 59°).
20. Entre los usos pragmáticos que el término subsidiariedad puede tener en el
ámbito constitucional se tiene los tres siguientes:
a) El primero tiene que ver con el sentido horizontal del principio y está
referido a la relación clásica entre sociedad y Estado, entre libertad y
autoridad, entre iniciativa privada y poder impositivo del Estado.
Ahora bien, estos usos no se consideran separados los unos de los otros, sino
como momentos de una única esencia que caracteriza la configuración del
ordenamiento estatal. En efecto, la subsidiariedad en el Derecho
Constitucional está condicionada a la forma del Estado y a las relaciones
entre gobernantes y gobernados, reguladas en el ámbito de la disciplina
económica y de la producción de los actos normativos -no ordenados desde
una óptica jerárquica sino, más bien, desde una estructura diversificada
sobre la base axiológica y valorativa-; y, también, a la organización vertical
del Estado, que se distribuye según formas mayores de descentralización
administrativa a favor de los ordenamientos menores.
21. Sin perjuicio de lo expuesto, debe quedar claro que, aunque se postule el
respeto de las libertades de los individuos y de los grupos, el principio de
subsidiariedad no pone en discusión el papel y la importancia del Estado;
por el contrario, se orienta a valorarlo, procediendo a una redefinición y a
una racionalización de los roles en la dinámica de las relaciones entre el
Estado y los ciudadanos, entre lo público y lo privado.
Desde la perspectiva de una organización social inspirada en el principio de
subsidiariedad, el Estado emerge como garante final del interés general,
desde el momento en que su tarea consiste en la intervención directa para
satisfacer una necesidad real de la sociedad, cuando la colectividad y los
grupos sociales, a los cuales corresponde en primer lugar la labor de
intervenir, no están en condiciones de hacerlo.
En ese orden de ideas, las acciones del Estado deben estar vinculadas al
fomento, estimulación, coordinación, complementación, integración o
sustitución, en vía supletoria, complementaria o de reemplazo, de la libre
iniciativa privada. La subsidiariedad se manifiesta como el acto accesorio o
de perfeccionamiento en materia económica, que se justifica por la inacción
o defección de la iniciativa privada.
25. Asimismo, este principio debe ser interpretado en concordancia con otro de
equivalente importancia, como es del pluralismo económico (primer párrafo
del artículo 60° de la Constitución), que se ha desarrollado bajo el concepto
de igualdad jurídica entre los competidores, y que constituye uno de los
pilares del derecho de la competencia. Este régimen de paridad al que se
someten tanto las empresas públicas como las privadas, constituye una
garantía para el desenvolvimiento del tipo de mercado establecido en la
Constitución y la optimización de los principios y valores que fundamenten
el Estado democrático de derecho.
a) El derecho a la propiedad
Establecido en los incisos 8) y 16) del artículo 2° de la Constitución, es
concebido como el poder jurídico que permite a una persona usar, disfrutar,
disponer y reivindicar un bien. Así, la persona propietaria podrá servirse
directamente de su bien, percibir sus frutos y productos, y darle destino o
condición conveniente a sus intereses, siempre que ejerza tales actividades
en armonía con el bien común y dentro de los limites establecidos por la ley;
e incluso podrá recuperarlo si alguien se ha apoderado de él sin derecho
alguno.
Así, mientras que en este último el objeto de la propiedad son las cosas u
objetos materiales susceptibles de valoración, para el derecho constitucional
la propiedad no queda “enclaustrada” en el marco del dominio y de los
derechos reales, sino que abarca y se extiende a la pluralidad in totum de los
bienes materiales e inmateriales que integran el patrimonio de una persona
y que, por ende, son susceptibles de apreciación económica.
Tal como refiere Haberle, (El Estado Constitucional, México: UNAM, 2001) “en la
democracia pluralista, el bien común –idéntico al interés público- es indispensable”.
Incorporando la necesaria referencia al bien común en el desarrollo de la institución
de la propiedad, dicha libertad fundamental se convierte en parte integrante del interés
público.
Evidentemente, dicha función social tan sólo es aplicable a los bienes de producción
o a los bienes de servicio público, mas no así a los bienes de consumo o a los bienes
de utilidad estrictamente privada, en los que sólo es reconocible una utilidad
estrictamente personal, en cuyo caso bastará abstenerse de aplicar la propiedad en
perjuicio de la comunidad.
El derecho de propiedad individual con el ejercicio del mismo por parte de los
demás individuos.
c) La libertad de trabajo
Establecida en el inciso 15) del artículo 2° de la Constitución, se formula como el
atributo para elegir a voluntad la actividad ocupacional o profesional que cada persona
desee o prefiera desempeñar, disfrutando de su rendimiento económico y satisfacción
espiritual; así como de cambiarla o de cesar de ella. Para tal efecto, dicha facultad
autodeterminativa deberá ser ejercida con sujeción a la ley. Por ello es que existen
limitaciones vinculadas con el orden público, la seguridad nacional, la salud y el
interés público.
La Constitución asegura el derecho de optar, a condición de que sea lícita, por alguna
actividad de carácter intelectual y/o física, con el objeto directo o indirecto de obtener
un provecho material o espiritual; tal atributo se extiende a la potestad de
posteriormente cambiar o cesar en dicha labor.
d) La libertad de empresa
Consagrada por el artículo 59° de la Constitución, se define como la facultad de poder
elegir la organización y efectuar el desarrollo de una unidad de producción de bienes
o prestación de servicios, para satisfacer la demanda de los consumidores o usuarios.
Consecuentemente, dicha libertad debe ser ejercida con sujeción a la ley -siendo
sus limitaciones básicas aquellas que derivan de la seguridad, la higiene, la moralidad
o la preservación del medio ambiente-, y su ejercicio deberá respetar los diversos
derechos de carácter socio-económico que la Constitución reconoce.
e) La libertad de comercio
Establecida en el artículo 59° de la Constitución, se trata de la facultad de elegir la
organización y llevar a cabo una actividad ligada al intercambio de mercaderías o
servicios, para satisfacer la demanda de los consumidores o usuarios. Debe ejercerse
con sujeción a la ley.
Tal libertad presupone el atributo de poder participar en el tráfico de bienes lícitos,
así como dedicarse a la prestación de servicios al público no sujetos a dependencia o
que impliquen el ejercicio de una profesión liberal.
f) La libertad de industria
Establecida en el artículo 59° de la Constitución, es la facultad de elegir y obrar,
según propia determinación, en el ámbito de la actividad económica cuyo objeto es la
realización de un conjunto de operaciones para la obtención y/o transformación de
uno o varios productos.
32. Ahora bien, pese a que existe un reconocimiento expreso del derecho a la
información y a la protección de la salud y la seguridad de los consumidores
o usuarios, estos no son los únicos que traducen la real dimensión de la
defensa y tuitividad consagrada en la Constitución. Es de verse que en la
Constitución existe una pluralidad de casos referidos a ciertos atributos que,
siendo genéricos en su naturaleza, y admitiendo manifestaciones
objetivamente incorporadas en el mismo texto fundamental, suponen
un numerus apertus a otras expresiones sucedáneas.
38. De este modo y dentro del respeto a la libre iniciativa privada, la función
orientadora del Estado tiene como propósito el desarrollo del país,
procurando que se materialice el componente social del modelo económico
previsto en la Constitución.
43. Allí radica la especial función que cumplen los organismos reguladores.
Estos organismos tienen la obligación de asumir la delicada misión que les
ha sido asignada bajo principios de transparencia e imparcialidad. De la
eficiente labor en sus respectivos sectores depende, en gran medida, que se
genere verdadera competencia entre los distintos agentes económicos, lo que
redundará en beneficio de los usuarios.
48. Del análisis de los considerandos del Decreto de Urgencia sub exámine, se
colige que los fines de la norma son, por un lado, preservar la salud y la
seguridad de los usuarios de los servicios de transporte de pasajeros y
mercancías, y, por otro, corregir las distorsiones que afecten la competencia
del mercado formal por la presencia masiva de empresas informales; esto
es, de empresas que no cuentan con la autorización correspondiente para
brindar el servicio y/o incumplen obligaciones de carácter tributario.
49. Tal como ha quedado dicho, uno de los principios rectores que informan al
régimen económico de la Constitución es la función reguladora supletoria
del Estado. Ello porque la economía social de mercado no puede ser
confundida con los regímenes de economía mixta, planificada o
interventora.
La labor del cuerpo político, en el contexto de un Estado social y
democrático de derecho, no puede ser asociada a la idea de que tenga por
regla incidir en la esfera de libertad de los agentes económicos. Su
intervención, en lo que al funcionamiento de regular del mercado se refiere,
debe configurarse como excepcional. Y es que toda regulación estatal debe
justificarse por la presencia de una falla del mercado, es decir, por una
situación en la que el libre juego de la oferta y la demanda y el régimen de
libre competencia impidan alcanzar una asignación eficiente de recursos,
lesionando intereses públicos.
50. Debe tenerse en cuenta, asimismo, el papel de los precios de los bienes y
los servicios, y su importancia decisiva para el adecuado desenvolvimiento
del mercado.
En circunstancias comunes, el precio no es sino el resultado de las
decisiones racionales adoptadas por ofertantes y usuarios. Cuando su
fijación no es artificial, sino estricta consecuencia del intercambio fluido de
bienes y servicios, el precio brinda información valiosa a los agentes
económicos, tanto en lo que respecta a la escasez relativa de los recursos,
como a las condiciones de la oferta y la demanda.
Del mismo modo, la información contenida en la fijación del precio en un
mercado libre incentiva a las empresas a aumentar su eficiencia, a reducir
sus costos y a mejorar la calidad de los productos que ofrece, en beneficio
de los usuarios y consumidores.
54. A mayor abundamiento, el hecho de que, con fecha 31 de mayo del presente
año, el Poder Ejecutivo haya expedido el Decreto Supremo N.º 026-2003-
MTC, que reabrió el Registro Nacional de Transporte Terrestre de
Mercancías para personas naturales y jurídicas dedicadas a este servicio,
iniciando con ello un agresivo programa de empadronamiento de vehículos,
permite afirmar a este Tribunal que no existió una política razonable y
progresiva emprendida por el Estado con el propósito de revertir la situación
de informalidad existente, prefiriéndose la adopción de medidas sumamente
restrictivas de la libre competencia, para recién luego adoptar medidas
bastante más proporcionales a efectos de proteger distintos bienes
constitucionales, lo que a todas luces resulta arbitrario.
55. Por tales razones, el Tribunal Constitucional considera que el artículo 4º del
Decreto de Urgencia N.º 040-2001 vulnera el principio de proporcionalidad
que debe informar a todo acto que restrinja derechos fundamentales, siendo,
por ello, inconstitucional.
58. En el caso de los decretos de urgencia, los requisitos formales son tanto
previos como posteriores a su promulgación. Así, el requisito ex ante está
constituido por el refrendo del Presidente del Consejo de Ministros (inciso
3 del artículo 123° de la Constitución), mientras que el requisito ex post lo
constituye la obligación del Ejecutivo de dar cuenta al Congreso de la
República, de acuerdo con lo previsto por el inciso 19) del artículo 118° de
la Constitución, en concordancia con el procedimiento contralor a cargo del
Parlamento, contemplado en la norma de desarrollo constitucional contenida
en el artículo 91° del Reglamento del Congreso.
61. La aplicación de estos criterios al caso del Decreto de Urgencia N.° 140-
2001, demuestra que éste es inconstitucional por los siguientes motivos:
FALLA
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
REY TERRY
AGUIRRE ROCA
REVOREDO MARSANO
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
EXP.N.° 008-2003-AI/TC
LIMA
ROBERTO NESTA BRERO
SR
AGUIRRE ROCA
Si bien concuerdo con el sentido del fallo, con el debido respeto a mis
honorables colegas, debo precisar que, en mi concepto, las razones
fundamentales por las que la demanda debe ser estimada, residen en el hecho
de que el Decreto de Urgencia N.° 140-2001 ha sido expedido sin que exista
circunstancia alguna de carácter extraordinario o excepcional que lo justifique,
presupuesto que se constituye en elemento sine qua non para la legitimidad de
todo Decreto de Urgencia, tal como lo estipula el inciso 19) del artículo 118°
de la Constitución. Esta inconstitucionalidad se hace aún más evidente desde
que la propia norma con rango de ley impugnada, delega en normas infralegales
la adopción de las supuestas “medidas extraordinarias”, delegación que deviene
en proscrita si nos atenemos a una adecuada interpretación de la disposición
constitucional aludida.
S.
BARDELLI LARTIRIGOYEN
LIMA
En Lima, a los 8 días del mes julio de 2005, el Tribunal Constitucional, en sesión
de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores Magistrados Alva Orlandini,
Presidente; Bardelli Lartirigoyen, Vicepresidente; Gonzales Ojeda, García Toma,
Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
ANTECEDENTES
Con fecha 6 de mayo de 2003, el recurrente interpone demanda de
amparo contra la Oficina de Normalización Previsional (ONP), con el objeto
que se declare la nulidad de la Resolución N.º 0000041215-2002-ONP/DC/DL
19990, de fecha 2 de agosto de 2002, por considerar que vulnera su derecho
fundamental a la pensión, toda vez que resolvió denegar su solicitud de pensión
de jubilación adelantada.
FUNDAMENTOS
1. El inciso 2) del artículo 200º de la Constitución, establece que el proceso
de amparo procede contra el acto u omisión, por parte de cualquier
persona, que vulnera o amenaza los derechos reconocidos por la
Constitución, distintos de aquellos protegidos por el hábeas corpus
(libertad individual y derechos conexos) y el hábeas data (acceso a la
información y autodeterminación informativa). En tal sentido, es
presupuesto para la procedencia del proceso de amparo (y en general, de
cualquier proceso constitucional) que el derecho que se alegue afectado
sea uno reconocido directamente por la Constitución.
por el constituyente.
§2.2 Los derechos fundamentales de configuración legal
11. Las distinta eficacia de las disposiciones constitucionales, da lugar a que éstas puedan
ser divididas entre “normas regla” y “normas principio”. Mientras que las primeras se
identifican con mandatos concretos de carácter autoaplicativo y son,
consecuentemente, judicializables, las segundas constituyen mandatos de optimización,
normas abiertas de eficacia diferida, que requieren de la intermediación de la fuente
legal, para alcanzar plena concreción y ser susceptibles de judicialización.
14. Si bien los DESC son derechos fundamentales, tienen la naturaleza propia
de un derecho público subjetivo, antes que la de un derecho de aplicación
directa. Lo cual no significa que sean “creación” del legislador. En tanto
derechos fundamentales, son derechos de la persona reconocidos por el
Estado y no otorgados por éste.
En esa perspectiva, entre los deberes del Estado previstos en el artículo 44º
de la Constitución, no sólo se encuentra el garantizar la plena vigencia de
los derechos fundamentales, sino también
“promover el bienestar general que se fundamenta en la justicia
y en el desarrollo integral y equilibrado de la Nación”.
16. Por ello, si bien es cierto que la efectividad de los DESC requiere
la actuación del Estado a través del establecimiento de servicios públicos,
así como de la sociedad mediante la contribución de impuestos, ya que
toda política social necesita de una ejecución presupuestal, también lo es
que estos derivan en obligaciones concretas por cumplir, por lo que los
Estados deben adoptar medidas constantes y eficaces para lograr
progresivamente la plena efectividad de los mismos en igualdad de
condiciones para la totalidad de la población.
17. Los DESC cumplen efectos positivos, vinculando al Estado y a los
particulares en la promoción de las condiciones para su cabal eficacia.
Asimismo, generan efectos negativos, al proscribir toda conducta
gubernamental o particular que niegue u obstaculice su goce y ejercicio.
Por ello, cabe afirmar que las posiciones de derecho fundamental, son los
derechos fundamentales en sentido estricto, pues son los concretos
atributos que la persona humana ostenta al amparo de las normas (sentidos
interpretativos) válidas derivadas directamente de las disposiciones
contenidas en la Constitución que reconocen derechos.
26. Estas atributos que, como se ha dicho, vinculan a todas las personas y que,
por tanto, pueden ser exigidas al sujeto pasivo, se presentan en una
relación jurídica sustancial, susceptibles de ser proyectadas en una relación
jurídica procesal en forma de pretensiones al interior de los procesos
constitucionales de la libertad (sea el amparo, el hábeas corpus o el hábeas
data).
a) A que dicha pretensión sea válida, o, dicho de otro modo, a que sea
consecuencia de un sentido interpretativo (norma) que sea válidamente
atribuible a la disposición constitucional que reconoce un derecho.
Por ejemplo, no sería válida la pretensión que amparándose en el
derecho constitucional a la libertad de expresión, reconocido en el
inciso 4) del artículo 2º de la Constitución, pretenda que se reconozca
como legítimo el insulto proferido contra una persona, pues se estaría
vulnerando el contenido protegido por el derecho constitucional a la
buena reputación, reconocido en el inciso 7º del mismo artículo de la
Constitución.
Sin embargo, es preciso tener presente que prima facie las posiciones
jurídicas que se deriven válidamente de la ley y no directamente del
contenido esencial de un derecho fundamental, no son susceptibles de
ser estimadas en el proceso de amparo constitucional, pues ello
implicaría pretender otorgar protección mediante los procesos
constitucionales a derechos que carecen de un sustento constitucional
directo, lo que conllevaría su desnaturalización.
La seguridad social
“es un sistema institucionalizado de prestaciones individualizadas,
basado en la prevención del riesgo y en la redistribución de
recursos, con el único propósito de coadyuvar en la calidad y el
proyecto de vida de la comunidad. Es de reconocerse el fuerte
contenido axiológico de la seguridad social, cuyo principio de
solidaridad genera que los aportes de los trabajadores activos
sirvan de sustento a los retirados mediante los cobros mensuales
de las pensiones” (STC 0011-2002-AI, Fundamento 14).
35. Así las cosas, cuando el inciso 20) del artículo 37º del CPConst. establece
que el amparo procede en defensa del derecho a la pensión, ello no supone
que todos los derechos subjetivos que se deduzcan de las disposiciones
contenidas en el régimen legal relacionado al sistema previsional público o
privado, habilitan un pronunciamiento sobre el fondo en un proceso de
amparo, pues un razonamiento en ese sentido apuntaría a una virtual
identidad entre derecho legal y derecho constitucional de configuración
legal, lo que a todas luces resulta inaceptable.
37. En base a dicha premisa, sobre la base de los alcances del derecho
fundamental a la pensión como derecho de configuración legal y de lo
expuesto a propósito del contenido esencial y la estructura de los derechos
fundamentales, este Colegiado procede a delimitar los lineamientos
jurídicos que permitirán ubicar las pretensiones que, por pertenecer al
contenido esencial dicho derecho fundamental o estar directamente
relacionadas a él, merecen protección a través del proceso de amparo:
c) Por otra parte, dado que, como quedó dicho, el derecho fundamental
a la pensión tiene una estrecha relación con el derecho a una vida
acorde con el principio-derecho de dignidad, es decir, con la
trascendencia vital propia de una dimensión sustancial de la vida, antes
que una dimensión meramente existencial o formal, forman parte de
su contenido esencial aquellas pretensiones mediante las cuales se
busque preservar el derecho concreto a un `mínimo vital´, es decir,
“aquella porción de ingresos indispensable e insustituible para
atender las necesidades básicas y permitir así una subsistencia
digna de la persona y de su familia; sin un ingreso adecuado a
ese mínimo no es posible asumir los gastos más elementales
(...) en forma tal que su ausencia atenta en forma grave y
directa contra la dignidad humana.” (Cfr. Corte Constitucional
colombiana. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-1001 del 9 de
diciembre de 1999. M.P. José Gregorio Hernández Galindo).
Por ello, tomando como referente objetivo que el monto más alto de
lo que en nuestro ordenamiento previsional es denominado “pensión
mínima”, asciende a S/. 415,00 (Disposición Transitoria de la Ley N.º
27617 e inciso 1 de la Cuarta Disposición Transitoria de la Ley N.º
28449), el Tribunal Constitucional considera que, prima facie, cualquier
persona que sea titular de una prestación que sea igual o superior a
dicho monto, deberá acudir a la vía judicial ordinaria a efectos de
dilucidar en dicha sede los cuestionamientos existentes en relación a la
suma específica de la prestación que le corresponde, a menos que, a
pesar de percibir una pensión o renta superior, por las objetivas
circunstancias del caso, resulte urgente su verificación a efectos de
evitar consecuencias irreparables (vg. los supuestos acreditados de
graves estados de salud).
42.1. Edad
1) Copia de su Documento Nacional de Identidad, con el cual se constata
que nació el 16 de junio de 1945, y que, por tanto, cumplió la edad
requerida para la pensión reclamada el 16 de junio de 2000.
En tal sentido, ha acreditado que reúne todos los requisitos legales exigidos
para la percepción de la pensión de jubilación adelantada por reducción de
personal reclamada, y consiguientemente, que se ha desconocido
arbitrariamente el derecho constitucional a la pensión que le asiste, por lo
que la demandada debe reconocer su derecho a la pensión de jubilación y
disponer su percepción desde la fecha en que se verifica el agravio
constitucional, es decir, en la fecha de la apertura del expediente N.º
01300311802 en el que consta la solicitud de la pensión denegada.
47. En tal sentido, este Tribunal advierte que los criterios jurídicos contenidos
en el Fundamento 37 supra para determinar la procedencia de demandas de
amparo en materia pensionaria, a partir de la determinación del contenido
esencial del derecho fundamental a la pensión, reconocido en el artículo 11º
de la Constitución, constituyen precedente vinculante, de conformidad con
lo dispuesto en el artículo VII del Título Preliminar del CPConst.
El artículo III del Título preliminar del CPConst. establece la obligación del
juez constitucional de
“adecuar la exigencia de las formalidades previstas en éste
Código al logro de los fines de los procesos constitucionales”,
por lo que goza de cierto grado de autonomía para establecer determinadas
reglas procesales o interpretar las ya estipuladas, cuando se trate de
efectivizar los fines de los procesos constitucionales.
51. La vía idónea para dilucidar los asuntos pensionarios que no versen sobre
el contenido directamente protegido por el derecho fundamental a la
pensión, es el proceso contencioso administrativo. En efecto, en tanto que
es la Administración Pública la encargada de efectuar el otorgamiento de las
pensiones específicas una vez cumplidos los requisitos previstos en la ley,
es el proceso contencioso administrativo la vía orientada a solicitar la
nulidad de los actos administrativos que se consideren contrarios a los
derechos subjetivos que a pesar de encontrarse relacionados con materia
previsional, sin embargo, no derivan directamente del contenido
constitucionalmente protegido por el derecho fundamental a la pensión. Así
lo estipula el artículo 1º de la Ley N.º 27584.
“La acción contencioso administrativa prevista en el Artículo
148 de la Constitución Política tiene por finalidad el control
jurídico por el Poder Judicial de las actuaciones de la
administración pública sujetas al derecho administrativo y la
efectiva tutela de los derechos e intereses de los administrados.
(...)”
52. Por ende, en los supuestos en los que se pretenda la estimación en juicio de
pretensiones que no se encuentren relacionadas con el contenido
directamente protegido por el derecho fundamental a la pensión, los
justiciables deberán acudir el proceso contencioso administrativo a efectos
de dilucidar el asunto controvertido.
Estas reglas son dictadas en virtud del principio de autonomía procesal del
Tribunal Constitucional al que se ha hecho alusión en el Fundamento
48 supra.
55. Por otra parte, en aplicación del principio pro actione que impone al
Juez intepretar los requisitos de admisibilidad de las demandas en el sentido
que más favorezca el derecho de acceso a la jurisdicción, en los supuestos
en los que en el expediente de amparo obre escrito en el que la
Administración contradiga la pretensión del recurrente, el Juez del
contencioso administrativo, no podrá exigir el agotamiento de la vía
administrativa.
En efecto, dado que la finalidad de la interposición de los recursos
administrativos de impugnación consiste en darle la oportunidad a la propia
Administración de revisar su actuación o reevaluarla y, en su caso, disponer
el cese de la vulneración del derecho, sería manifiestamente contrario al
principio de razonablidad y al derecho fundamental de acceso a la
jurisdicción, exigir el agotamiento de la vía adminitrativa en los casos en los
que resulta evidente que la propia Administración se ha ratificado en la
supuesta validez del acto considerado ilegal.
56. Por el contrario, los expedientes de amparo en los que no sea posible
verificar si la Administración se ha o no ratificado en torno a la supuesta
validez del acto considerado atentatorio de los derechos previsionales que
no configuran el contenido directamente protegido por el derecho
fundamental a la pensión, no serán remitidos al Juez del contencioso
administrativo, pues dado que en estos supuestos es plenamente exigible el
agotamiento de la vía administrativa prevista en el artículo 18º de la Ley N.º
27584, los recurrentes deberán agotarla para encontrarse habilitados a
presentar la demanda contencioso administrativa.
57. En todo caso, es deber del Juez del contencioso administrativo, aplicar el
principio de favorecimiento del proceso, previsto en el inciso 3) del artículo
2º de la Ley N.º 27584, conforme al cual:
“Principio de favorecimiento del proceso.- El Juez no podrá
rechazar liminarmente la demanda en aquellos casos en los que
por falta de precisión del marco legal exista incertidumbre
respecto del agotamiento de la vía previa.
Asimismo, en caso de que el Juez tenga cualquier otra duda
razonable sobre la procedencia o no de la demanda, deberá preferir
darle trámite a la misma.”
58. Por otra parte, dado que en los asuntos previsionales, es la Administración
o, en su caso, la entidad en la que prestó servicios el ex trabajador, las que
se encuentran en mayor capacidad de proveer al Juez de los medios
probatorios que coadyuven a formar convicción en relación con el asunto
controvertido, el hecho de que el recurrente no haya presentado los medios
probatorios suficientes que permitan acreditar su pretensión, en principio,
no puede considerarse como motivo suficiente para desestimar la demanda.
En tales circunstancias, es obligación del Juez recabar de oficio los medios
probatorios que juzque pertinentes; máxime si el artículo 22º de la Ley N.º
27584, establece que:
“Al admitir a trámite la demanda el Juez ordenará a la entidad
administrativa que remita el expediente relacionado con la
actuación impugnable.
Si la entidad no cumple con remitir el expediente administrativo
el órgano jurisdiccional podrá prescindir del mismo o en su caso
reiterar el pedido bajo apercibimiento de poner el hecho en
conocimiento del Ministerio Público para el inicio del proceso
penal correspondiente (...).
El incumplimiento de lo ordenado a la entidad administrativa no
suspende la tramitación del proceso, debiendo el juez en este caso
aplicar al momento de resolver lo dispuesto en el Artículo 282 del
Código Procesal Civil.”
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
LVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO