Mosaico Bizantino

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Mosaico bizantino siglo de oro, siglo VI

Mosaico del gran palacio imperial de Constantinopla, temática profana, de un


peristilo porticado, con tradición romana estando los personajes y escenas situados
sobre fondo blanco neutro. Sin formar un programa iconográfico unitario, se sucede
escenas de género, protagonizadas por figuras humanas y animales: pastores
ordeñando al rebaño, niños montando un dromedario, escenas de caza de animales
tanto reales (tigres) como fantásticos (grifos), luchas entre animales (elefante
estrangulando un león), etc. Representación realista, rico cromatismo, remite a
musivaría romana de los siglos III y IV. Duda entre momento temprano dado su estilo
clasicista (IV o V) o posterior a Justiniano (VI y VII). Los fragmentos cerámicos de la
capa de preparación confirman la cronología tardía del conjunto, probablemente en
época de Heraclio (610-641). Lenguaje estilístico propio del pasado romano, hecho
que se corresponde con una corriente propia del siglo VII en la que se recupera la
plástica e iconografía clásica.
Cristo Pantocrátor de San Vital de Rávena, mosaico del ábside que muestra a
Cristo imberbe, con vestiduras de color purpura y portando en una mano el rollo de la
ley y en la otra una corona a que entrega a San Vital, que aparece junto a un arcángel.
En el costado opuesto, de forma simétrica vemos al obispo Ecclesio, portando la
maqueta de la iglesia de San Vital, cuya construcción se inicio bajo su mandato. La
escena se enmarca en un fondo dorado al que, sin embargo, se añaden ciertos
detalles paisajísticos que dotan a la escena de cierto naturalismo. Nubes en la zona
superior, terreno poblado de flores en la inferior, bajo Cristo manan los cuatros ríos del
paraíso. Este tipo de representación de pasado clásico, contrasta con el carácter más
esquemático que en siglos anteriores, protagonizada por personajes mayestáticos de
porte hierático y poco naturalista.
Mosaico de Justiniano y su séquito, sobre un fondo neutro dorado y verde
Justiniano ocupa el centro, ataviado con la indumentaria imperial de ceremonia,
diadema con ínfulas, clámide púrpura y una gran fíbula circular de la que penden tres
cadenas con perlas. Porta una gran fuente de oro que, a modo de epifanía, ofrece a la
figura de Cristo que preside el ábside. El emperador se representa al mismo tamaño
que el resto de personajes, destacando por su posición y vestimenta, a la par que por
un nimbo que rodea su cabeza. A un lado personajes civiles y guardia imperial con
lanzas y escudos decorados con crismones. En el otro cortejo de clérigos
encabezados por el arzobispo Maximiano portando una cruz, único personaje
identificado por una inscripción. Personajes planos, sin volumen, denotando una total
carencia de tridimensionalidad, en pos del interés simbólico de estatus de poder.
Representación relacionada con el cesaropapismo, asociada al poder imperial desde
época del propio Constantino. La unión entre poder civil y eclesiástico hace que el
emperador convoque concilios y nombre o destituyas obispo, incluso papas. En
Oriente este poder fue más patente que en Occidente.
Mosaico de Teodora y su séquito, formado por varones y damas, donde la
emperatriz, ricamente ataviada, ofrece un cáliz de oro a Cristo. El mensaje epifánico
aparece reforzado con la representación de los tres Reyes Magos ofreciendo
presentes a Cristo, en la parte inferior de su indumentaria púrpura. Figuras planas y
carentes de toda sensación de volumen, pero con escena ambientada en ambiente
palaciego, como detalla una exedra, los cortinajes y una fuente de agua.
Resto del programa iconográfico de los mosaicos de San Vital se concentra en el
presbiterio, cuya cubierta de bóveda de arista queda coronada por la representación
del Agnus Dei en el medallón cenital rodeado por una corona de laurel sustentada por
cuatro ángeles tenantes situados sobre esferas.
El resto de la decoración de la bóveda se completa mediante motivos vegetales y
animales.
Los laterales del presbiterio se decoran con escenas veterotestamentarias, entre las
que destacan, en los lunetos del costado septentrional, el episodio de la hospitalidad
de Abraham, quien da de comer a tres desconocidos que resultan ser tres ángeles,
prefigurando a la Trinidad, y el Sacrificio de Isaac.
En el costado contrario la escena principal aparece presidida por una mesa de altar
con un cáliz de oro y dos patenas de plata sobre la que aparece la Dextera Domini
(diestra del Señor) y a ambos lados los sacrificios que ofrecen al Señor Abel a la
izquierda y Melquisedec a la derecha, en clara alusión al sacrificio eucarístico.
Los laterales de los lunetos se completan con escenas complementarias
protagonizadas por personajes del AT como Moisés recibiendo la Ley, Jeremías,
Isaías o Aarón con los jefes de las doce tribus de Israel.
En la zona superior se representa a los cuatro evangelistas sentados, en entorno
paisajístico, sosteniendo los códices de sus respectivos evangelios, acompañados por
el Tetramorfos.
San Apolinar en Classe de Rávena, en el arco triunfal se representa un Cristo
Pantocrátor en un medallón, con el Tetramorfos a los lados y debajo las ciudades de
Jerusalén y Belén del las que parten seis corderos, en alusión a los apóstoles. En el
ábside se representa a San Apolinar orante, en un paisaje poblado por árboles y
arbustos, con doce corderos dispuestos a los lados del santo. En la zona superior
sobre fondo dorado, una gran cruz gemada dentro de un medallón centralizado,
mostrando en su centro un pequeño busto de Cristo, a los lados los bustos de los
profetas Moisés y Elías y debajo tres corderos que miran a la Cruz. El protagonismo
de San Apolinar se completa con la mencionada Cruz, los dos profetas y los tres
corderos, que conforman la escena de la Transfiguración de Cristo, al ser los corderos
símbolos de los apóstoles Pedro, Juan y Santiago. Bajo el ábside, entre las ventanas
se representan diversos obispos y arzobispos de Rávena, y a los lados, a semejanza
de San Vital, dos paneles laterales. El de la izquierda representa al emperador
Constantino IV y su corte. El de la derecha, en lugar de la emperatriz, una mesa de
altar con cáliz y dos patenas, en alusión al sacrifico eucarístico.
Basílica de San Apolinar Nuevo, de época de Teodorico, se decora con mosaico,
parcialmente remodelados tras la conquista bizantina en el 539. La reforma afecta a
los mosaicos del registro inferior de las paredes de la nave central. A la izquierda una
procesión rítmica de 22 vírgenes, separadas por palmeras parte de Classe, de la que
se representa el puerto. Fisonomía, indumentaria y peinado casi idénticos, las figuras
se identifican gracias a las inscripciones. La procesión conduce hasta una Epifanía
donde los tres Reyes Magos, con ricas indumentarias persas, ofrecen sus presentas a
la Virgen con el Niños entronizada y flanqueada por ángeles. En el costado opuesto
composición semejante, protagonizada por 26 santos mártires que parten de Rávena y
concluye con la imagen de Cristo barbado, entronizado. El estilo difiere claramente de
los de época anterior, predominando el carácter hierático y rígido, que se imprime a los
personajes, donde lo que cuenta no es la individualización, sino el sentido solemne y
ritual de la acción que acometen.
Basílica de San Lorenzo Extramuros, en Roma, de finales del VI. De la decoración
original en mosaico se preserva el arco triunfal (no se conserva el ábside demolido por
una restauración del XIII), de marcado carácter hierático. En los extremos las ciudades
de Jerusalén y Belén amuralladas, mostrando en el centro a Cristo, barbado,
bendiciendo y portando una cruz, sentado sobre el orbe del cosmos. Lo flanquean San
Pedro y San Pablo, y otros santos entre los que se encuentra San Lorenzo, nimbado
(rodear con un círculo luminoso la cabeza o la figura de una persona, especialmente
un santo, un ángel, una virgen, etc.) y portando una cruz, junto al papa Pelayo II
(impulsor de la construcción), de menores dimensiones, con la maqueta del edifico en
sus manos.
La composición recuerda al ábside de San Vital de Rávena, aunque se observa como
a finales del VI, el lenguaje formal es mucho más hierático, como lo atestigua la
expresión severa y porte mayestático de la figura de Cristo.
Ábside de la Panagia Angeloktisos de Kiti (sur de Chipre) con la Virgen y el Niño
sobre fondo dorado, flanqueados por dos ángeles.
Ábside de la iglesia del monasterio de Santa Catalina del Sinaí o de la
Transfiguración, con escena de la Transfiguración protagonizado por Cristo en
mandorla, vistiendo indumentaria blanca, cegando con su luz a Pedro, Juan y
Santiago, junto a los profetas aparecidos Elías y Moisés. Rodeada por medallones de
personajes bíblicos, como David en el que se ha querido ver un posible retrato de
Justiniano.
Mosaicos de Son Peretó, Son Fadrinet, basílica de Es Fornás de Torelló con
animales afrontados y motivos geométricos y vegetales, todos ellos en las Islas
Baleares.
En el siglo VII encontramos ejemplos tanto en Occidente como en Oriente.
Ábside de la basílica de Santa Inés Extramuros, en Roma, la Santa ocupa el centro
de la composición, sobre fondo dorado, abstracto, con dos llamas a los lados en
alusión a su martirio y encima, sobre fondo estrellado y nubes la Dextera Domini
sosteniendo su corono martirial. Junto a ella el papa Honorio I portando la maqueta del
edificio a izquierda y a la derecha el papa Símaco (constructor de una basílica
dedicada a Inés en la vía Aurelia y autor del Synodus Palmaris del 502, opuesto al
cesaropapismo imperante desde Constantino) portando un códice.
Basílica de San Demetrio de Salónica, a pesar del incendio del 1917, se conservan
algunos panales musivos protagonizados por diversos personajes sacros como San
Teodoro y la Virgen María, San Sergio orante, o el titular Demetrio junto a dos niños y
dos donantes, un obispo y un prefecto. Lenguaje formal más rígidos y esquemático
que los del VI, primando la frontalidad y el hieratismo de las composiciones y de las
figuras.
Renacimiento macedónico siglos IX a XIII.
El Triunfo de la ortodoxia abole la iconoclastia restaurando los iconos, apareciendo
unos textos teológicos justificando la existencia de las imágenes sacras en las iglesias,
criticando las tesis iconoclastas.
Virgen entronizada con el niño mosaico absidial de Santa Sofía de Constantinopla,
flanqueada por los arcángeles Miguel (no conservado) y Gabriel, el más precoz y
relevante de los mosaico post-iconoclasta. Inaugurado el 29 de marzo del 867 por el
Patriarca Focio y los emperadores Miguel III y Basilio I. De gran perfección técnica,
recupera el mosaico con el mismo tema decoración original del VI en época de
Justiniano, sustituido por una gran cruz sobre gradas. Esto explica el acentuado
naturalismo de los rostros y vestiduras, la monumentalidad de los personajes y rica
gama cromática empleada. El modelo iconográfico es el de la Theotokos Kyriotissa
(Madre de Dios entronizada que a su vez es trono de Cristo), llamando la atención el
contraste de las vestiduras de color oro del Niño, con el azul oscuro intenso del
maphorion de la Virgen, del que se detallan multitud de pliegues.
Mosaico del tímpano de la Puerta Imperial, da acceso desde el esonártex al interior
de Santa Sofía, representando al emperador León VI postrado en proskinesis ante
Cristo Pantocrátor, entronizado, bendiciendo y con las Sagrada Escrituras. Completan
la composición dos medallones con los bustos de la Virgen y el arcángel San Gabriel,
a modo de Anunciación sintetizada.
El estilo difiere del anterior en el lenguaje más hierático y lineal, con pérdida de
naturalidad en los rostros, manos, etc., así como la riqueza cromática presente en el
mosaico del ábside. Este es precisamente el lenguaje característico de los mosaico del
primer momento, siendo el ábside un caso excepcional en el que de un modo
intencional se recupera tanto la iconografía como la forma del mosaico de la época
pre-iconoclasta.
El estilo “lineal” se encuentra presente en el resto de los principales conjuntos musivos
bizantinos del siglo IX, como:
- Los de Santa Sofía de Salónica mostrando a la Virgen entronizada con el Niño en
el ábside y la Ascensión de Cristo en la cúpula;
- Los de la iglesia de la Koimesis (dormición de la Virgen) de Nicea, con la Virgen
de pie con el Niño en el ábside y en el arco que lo precede una Etimasia (tema
iconográfico que prevé la representación de un trono vacío con los símbolos de
Cristo) con cuatro arcángeles (hoy perdidos).
La primera plástica post-iconoclasta parece vincularse con las pautas propias del
momento anterior a la iconoclastia, siglo VII, más que con las manifestaciones
anteriores (siglos IV a VI). Esta circunstancia perdura a lo largo del siglo X, como en el:
Tímpano del acceso sudoeste de Santa Sofía de Constantinopla, a ambos lados de
la Virgen entronizada con el Niño se representan las figuras de dos emperadores del
pasado, Justiniano ofreciendo la maqueta de la iglesia de Santa Sofía y Constantino,
ofreciendo la maqueta de la ciudad amurallada de la ciudad, ambos ricamente
ataviados. La rigidez de las posturas y gestos de los personajes hace que ambos
emperadores estén representados con un aspecto casi idéntico, acordes con el
hieratismo y robustez de la figura de la Virgen, carente de la estilización y el
naturalismo del mosaico del ábside.
Tribuna sur de Santa Sofía, panel protagonizado por Constantino IX y la emperatriz
Zoe junto a Cristo sobre fondo dorado. De mayor tamaño que el resto de las figuras,
Cristo aparece entronizado, bendiciendo y portando las Sagradas Escrituras,
suntuosamente encuadernadas, barbado y con expresión severa. La pareja imperial
viste lujosas indumentarias de ceremonia, en el acto de donación a Cristo, en forma de
bolsa con monedas el emperador y un pergamino la emperatriz. A excepción del
tratamiento que reciben los pliegues de la indumentaria de Cristo, las figuras carecen
de todo volumen que es sacrificado a favor del sumo detallismo que se otorga al
describir la suntuosidad de las indumentarias imperiales, sus coronas, el trono de
Cristo, etc. Se observa como los rostros de las figuras han sido rehechos, dato que en
el caso de Constantino IX se hace extensible a su inscripción. Hipótesis planteada es
que el retrato del emperador fue adaptándose a la fisonomía de los sucesivos esposos
de la emperatriz Zoe. A pesar de ello se observa que el retrato de la emperatriz
aparece también rehecho, lo que hace suponer que todo el conjunto perteneció en
origen a una pareja imperial anterior, siendo reformado en sucesivas ocasiones.
Panel de Juan II e Irene junto a la Virgen con el Niño, también en la tribuna sur de
Santa Sofía. El lenguaje formal muestra de nuevo una total ausencia de volumen de
las figuras y preciosismo en los detalles, perdiéndose casi del todo la diferenciación de
dimensiones entre las figuras sacras y las imperiales. La Virgen aparece únicamente
destacada por su posición central y su plano sensiblemente superior. A pesar del
esquematismo formal, la voluntad retratística queda patente en elementos como el
rostro de Irene, de origen húngaro, detallándose su tez pálida y largos cabellos rubios.
La decoración del monasterio de Hosios Lukas, del primer cuarto del XI, es uno de los
conjuntos más completos conocidos de le época macedónica.
Katholikon de Hosios Lukas A pesar de que no se conserva, sabemos que el
mosaico de la cúpula representaba en la zona cenital a Cristo Pantocrátor, una corte
de ángeles y San Juan Bautista en la zona media y una serie de profetas entre las
ventanas.
En sentido descendente jerárquicamente, dentro del microcosmos del templo, el ciclo
iconográfico continúa con la Virgen entronizada con el Niño en el ábside, y cuatro
escenas evangélicas en las trompas que sustentan la cúpula central:
- Anunciación, única conservada,
- Natividad,
- Presentación en el Templo, y
- El Bautismo.
La pequeña cúpula del tramo que precede al ábside muestra la escena del
Pentecostés, mientras que el resto de escenas neotestamentarias, correspondientes a
la Pasión de Cristo se sitúan en el nártex:
- Lavatorio de los pies,
- La Crucifixión,
- La Anástais (resurrección), y
- La Incredulidad de Tomás.
El resto de superficies en mosaicos muestran diferentes santos y santas de cuerpo
entero o como bustos dentro de medallones, mientas que en el diaconicón aparecen
dos temas veterotestametarios, ambos simbolizando la salvación:
- Los Tres hebreos en el horno de Babilonia, y
- Daniel en el foso de los Leones
El ciclo se complementa con una serie de pinturas murales en las zonas inferiores de
la iglesia, datadas en el mimos momento que los mosaicos, entre la que se encuentran
de nuevo escena bíblicas y santos como el patrón Hosios Lukas.
Iglesia de la Theotokos de Hosios Lukas del mismo complejo monástico conserva
parte de su decoración en pintura mural, destacando el fresco que representa a Josué,
vestido con indumentaria militar, hablando con el arcángel San Miguel, tema que se ha
querido relacionar con los éxitos militares bizantinos profetizado por Hosios Lukas.
Los mosaicos de Hosios Lukas forman parte del estilo lineal de los siglos IX y X,
figuras rígidas, escasa profusión de detalles, reducida paleta cromática y economía de
personajes y elementos.
La escena de la Natividad, es una excepción al incluir un grupo de pastores y los tres
Reyes Magos, fusionando así los episodios de la Anunciación a los pastores y la
Epifanía.
La Crucifixión y la Anástais, en cambio, son muestra de la rigidez formal y austeridad
iconográfica propias de Hosios Lukas.
En la Anástasis se representan solo las figuras de Cristo, Adán y Eva y los reyes David
y Salomón, todo sobre fondo dorado abstracto, sin volumen y con un mínimo de
elementos supletorios imprescindibles como las tumbas abierta y las puestas del
infierno caídas a los pies de Cristo.
Iglesia de la Nea Moni en la isla de Quíos, mediados del XI, el ciclo iconográfico, más
reducido, muestra una concepción semejante, y un estilo igualmente lineal y austero,
si bien con mayor profusión de detalles en las escenas.
Esa tendencia se hace más patente finales del XI y a lo largo del XII, mayor
humanización de las figuras y las escenas, cuidando los gestos e indumentarias de los
personajes, cada vez menos rígidos y hieráticos, mostrando una incipiente voluntad de
plasmar las emociones, a la par que dotando a la escena de mayor número de
detalles.
Mosaicos del monasterio de Dafni, finales del XI, en época comnena, las escenas
se disponen de modo jerárquico en los diversos espacios de la iglesia entendida como
microcosmos, Cristo Pantocrátor en la cúpula central, como Señor y Juez supremo,
barbado, portando las Sagradas Escrituras y bendiciendo, con expresión severa y
distante. No se ha conservado el mosaico del ábside de la Virgen y el Niño, pero si la
pareja de arcángeles que la flanquean (Miguel y Gabriel), así como la mayor parte del
resto del programa iconográfico. En las trompas las cuatro escenas evangélicas como
en Hosios Lukas, el ciclo de la Pasión ocupa los espacios perimetrales del Katholicon
y el esonártex. Escenas de la vida de la Virgen, desde su concepción hasta la
Koimesis, así como diversos santos de cuerpo entero o en medallones. La Traición de
Judas en el esonártex es una buena muestra de la evolución estilística del mosaico
bizantino de época comnena. Escena poblada por multitud de personajes, dispuestos
los unos sobre los otros sobre terreno ondulado de color verde y fondo de oro. Cierta
voluntad de individualizar a las distintas figuras quedando destacados Cristo en el
centro, de mayor tamaño y expresión de melancolía en su rostro, y Judas, que se
acerca para besarle, con un tratamiento artificioso de los pliegues en zigzag. A la
derecha un soldado apresa a Cristo, mientras San Pedro corta la oreja a Malco.
Tercera edad de oro del arte bizantino siglos XIII a XV

Santa Sofía recupera el culto ortodoxo en época de los paleólogos. En torno al 1261
se data el gran panel en mosaico con el tema de la Déesis de la tribuna sur del templo,
donde la Virgen y San Juan Bautista interceden por la humanidad ante Cristo en
majestad. Mosaico de gran perfección técnica, con los pliegues de las vestiduras
artificiosamente elaborados, empleándose en su elaboración una rica gama cromática.
Llama la atención la emotividad que transmiten los rostros de la Viren y San Juan,
entristecidos, en contraste con la serenidad y firmeza de Cristo. Se observa que el
interés en plasmar emociones que arranca en época comnena, es todavía patente en
estos momentos.
San Salvador de Chora (actual Kariye Camii), entre 1315-1321, encargado por
Teodoro Metochites. El programa iconográfico se desarrolla en los mosaicos de las
zonas altas de la naos (apenas conservados) y sus dos nártex, así como en pintura
mural en los muros del parekklesion. Se representan los ciclos de la vida de la Virgen
y la vida de Cristo, concluyendo con el Juicio final, además de múltiples figuras de
profetas y santos. En las cúpulas del esonártex aparecen Cristo Pantocrátor (cúpula
sur) y la Virgen con el Niño (cúpula norte) rodeado de personajes veterotestamentarios
de su genealogía y ancestros. En el luneto del esonártex que da acceso a la naos, se
representa a Metochties en proskynesis ofreciendo la maqueta de la iglesia a Cristo
entronizado. Ataviado con la indumentaria propia de la nobleza constantinopolitana del
momento, llamando la atención el gran turbante de su cabeza de bandas blancas y
dorados. También en el esonártex encontramos el mosaico de San Pedro y San Pablo
y una Déesis con Cristo y la virgen acompañados de los primeros donantes del templo,
y en el exonártex a la Virgen con el Niño entre ángeles y a Cristo Pantocrátor. El ciclo
de escenas de la Vida de la Virgen ocupa los tramos septentrionales de las cubiertas y
zonas altas de los muros de esonártex. Basado en el apócrifo Protoevangelio de
Santiago. Las escenas van desde el episodio de Joaquín expulsado del templo por no
tener descendencia a su avanzada edad, el beso de San Joaquín y Santa Ana ante la
puerta dorada de Jerusalén, el Nacimiento de la Virgen, los siete primeros pasos de
María, la bendición de los sacerdotes del Templo o la elección de José como esposo
de María, hasta la anunciación a María junto al pozo y el retorno de José, en que éste
descubre el avanzado estado de gestación de María. Las escenas de la vida de Cristo
se disponen de un modo semejante pero en el exonártex, desde el sueño de José y el
viaje de María y José a Belén, la Natividad, la Huída a Egipto y la matanza de los
inocentes, hasta la representación de diversos milagros cristológicos como la
conversión del agua en vino en las bodas de Caná o la multiplicación de los panes y
los peces, a las Tentaciones de Jesús en el Desierto. La Naos conserva solo tres
mosaicos, dos de ellos no narrativos, con la Virgen y el Niño y Cristo de pie, a ambos
lados del acceso al presbiterio, y a los pies la escena de la koimesis o Dormición de
María. Esta última es una de las doce escenas del Dodekaorton (doce festividades
principales del calendario litúrgico ortodoxo) que decorarían los muros de la Naos. El
estilo de los mosaicos de San Salvador de Chora ha sido calificado de excesivamente
artificioso y forzado, al dotar a las escenas de multitud de detalles, empleándose
recursos del todo artificiales como los pliegues en zigzag. Los personajes adoptan con
frecuencia posturas y gestos forzados, ahondando en el gusto por mostrar sus
sentimientos a través de la expresividad facial. Fondos de aspecto irreal, cubiertos con
telas de colores, dotando a la escena de aspecto teatral. Características del estilo de
la capital en el XIV, desde donde se difunde al resto del Imperio como Salónica.

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