Anaxagoras, NOUS

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La idea de «nous» en Anaxágoras

Anaxágoras de Clazomenes nace en el año 500 y muere


en el 428 a.C., según el testimonio de Apolodoro. Escribió un
solo libro titulado llepì 'f6oeo?, Sobre Ia naturaleza, del que
se conservan unos pocos fragmentos, que todos juntos su-
man unas mil palabras. El libro escrito en un estilo ajustado
y solemne no debió ser muy extenso, pues según cuenta Pla-
tón en Ia Apología, todavía se podía comprar en su tiempo
por un dracma.
Los fragmentos conservados nos dan una idea del conte-
nido del libro: cosmogénesis, intelecto, seres vivos, algunas
cuestiones de metereología y de astronomía, percepción sen-
sible, etc.
Hay que notar que existe hasta Ia fecha un gran des-
acuerdo en Ia interpretación del pensamiento anaxagórico,
debido sin duda, a Ia desconexión doctrinal de los fragmen-
tos conservados. Por otra parte, tampoco hay coincidencia en
las interpretaciones de los doxógrafos y comentaristas de Ia
antigüedad cercanos al autor, por Io que algunos aspectos de
su doctrina (y no de los menos importantes) permanecen am-
biguos, Io que ha dado pie a interminables discusiones y con-
troversias que aún continúan.
El presente ensayo quiere limitarse a un punto concreto
de su sistema: el voõç que traduciremos por intelecto, por ser
éste el término que mejor expresa su naturaleza. Sin embar-
go, como quiera que el nous es de uso constante en otros
campos, a ellos tendremos necesariamente que referirnos,
pero siempre de manera secundaria.

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El «nous», causa del movimiento.


El nous o intelecto que Anaxágoras introduce en su sis-
tema fisico, no es un ser personal, aunque algunos comen-
taristas así Io hayan querido ver, Es un principio de orden
intelectual, pero de índole física, del que echa mano para
explicar racionalmente Ia formación del universo. Sus ele-
mentos constitutivos no son de distinta naturaleza que los
de los demás seres, sino que el nous es una cosa más, si bien
es «tó más sutil de todas las cosas y Ia más pura» 1.
El intelecto siempre permanece aislado, es decir, separa-
do de las demás cosas, porque si «ios cosos estuvieran mez-
cladas con él Ie impedirían regir nada, tal como sucede ahora
que está sólo por sí mismo« 2.
Los presocráticos consideran que Ia materia es inerte y
dinámica. Y el movimiento es así mismo considerado como
algo extraño a Ia misma. Pero esta concepción de Ia inacti-
vidad de Ia materia no es exclusiva de Ia filosofía griega, sino
que constituye una constante en Ia filosofía occidental hasta
Leibniz. Este solo hecho da idea de Ia dificultad que encontró
Ia especulación filosófica occidental para imaginar que Ia
materia es en sí misma dinámica.
La observación vulgar de los fenómenos de Ia que parte
Anaxágoras Ie muestra que Ia mayor parte de los objetos, a
excepción de los seres vivos, para ser movidos tienen que
serlo por otros. De haber intuido que Ia materia es fuente de
actividad, a buen seguro que Anaxágoras hubiera prescin-
dido del nous. La prueba Ia tenemos en el hecho de que una
vez que el intelecto proporciona el primer impulso en forma
de rotación a Ia masa primordial, el nous vuelve al estado
de reposo que había tenido por tiempo infinito.
El nous no es creador. Tanto sus elementos como los de
todas las cosas son eternos e indestructibles. «Nodo se engen-
dra ni se destruye, sino que se produce por mezcla o separa-
ción de cosas preexistentes» 3. Pero Ia separación o Ia mezcla
de los elementos de Ia materia no puede realizarse sin Ia
acción inicial del intelecto.
1 Frag. 12.
2 Frag. 12
3 Frag. 17.

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LA IDEA DE «NOUS» EN ANAXAGORAS 217

Anaxágoras coloca como elementos últimos de Ia reali-


dad un cierto número de cualidades que denomina ypy^Mt«,
cosas. Son, a Ia vez, irreductibles entre sí y a nada más sim-
ple, en cuanto cualidades. Porque cuantitativamente son di-
visibles y se componen de elementos infinitamente pequeños
llamados ozspjwrea, semillas. También estas semillas son irre-
ductibles entre sí, aunque cada una participa de Ia cualidad
propia de sus respectivos (chremata). Las semillas se hallan
presentes en cada objeto en número infinito.
Los chrémata mientras se hallaban en estado de sper-
mata, semillas, estaban mezclados y confundidos en una ma-
sa primordial y homogénea, -áv-a ó^oO mezcla caótica, inerte
y sin orden. En este estado de caos originario, nada era visi-
ble, debido a su situación de mezcla absoluta, porque era tal
su compenetración que todo estaba en todo.
Cuando el nous produce en una pequeña área de esta
masa caótica un movimiento de rotación, que se extiende ca-
da vez más y continúa actualmente en expansión, las semi-
llas se separan unas de otras, reuniéndose después las que
tienen Ia misma propiedad, formando partes discretas lla-
madas |io!pat Estas partes son los principios próximos de los
cuerpos. Por último, las moirai se reúnen y mezclan entre
sí en diferentes proporciones para dar lugar al mundo cor-
póreo. Pero esta mezcla de las moirai no se realiza al azar,
pues en todo objeto material es preciso que estén represen-
tadas todas las cualidades, chremata, presentes en las co-
rrespondientes partes, moirai; en todo objeto así constituido
predominan determinadas cualidades que son las que Ie con-
fieren su naturaleza específica, porque «coda cuerpo particu-
lar es y era más patentemente aquello de Io que contiene
más» 4.
Es de advertir que tanto el número de cualidades, chre-
mata, como el de partes, moirai, es limitado, sin que sea po-
sible precisar dicho número de un modo exacto; en cambio,
el número de semillas, spermata, es infinito, pues Anaxágo-
ras cree que cualquier partícula puede ser dividida indefi-
nidamente. La transmutación que se observa de unos cuer-

4 Frag. 12.

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pos en otros se debe a Ia absorción de nuevas partes, que al


unirse a las ya poseídas por los objetos, hacen variar Ia pro-
porción de las moirai, imprimiendo su seUo distintivo y dan-
do lugar a Ia naturaleza particular de cada cuerpo.
La cosmogonía de Anaxágoras se resume toda ella en un
inmenso torbellino que ha dado origen a un único universo,
que en su estado primordial era una masa en que todo estaba
mezclado y de Ia que el nous hizo surgir, introduciendo un
centro de rotación, Ia multitud de los cuerpos del cosmos:
sol, luna, tierra, estrellas, etc. Este centro inicial determinó
otros centros parciales de rotación, como parecen indicar
estas palabras del propio Anaxágoras: «Esío es, por tanto,
mi declaración sobre Ia separación-, que no sólo debió tener
lugar entre nosotros, sino también en otras partes»s. Sin em-
bargo, hay que confesar, que no nos consta con certeza que
esta sea su opinión al respecto. Simplicio, que habla sobre
el tema, no descarta tal posibilidad, pero añade que no existe
certidumbre de que éste sea, en efecto, el pensamiento ana-
xagórico.
En suma: Ia imagen que Anaxágoras nos da del mundo,
aunque conserva un eco lejano de las cosmogonías orienta-
les, en las que el caos es sometido y organizado por los dio-
ses, sin embargo, el principio anaxagórico generador del uni-
verso, no es un dios personal, sino un principio de orden ra-
cional: el nous. Pues si bien una «derecha» anaxagórica Io
interpretó como Dios, no obstante cabe hablar de una «iz-
quierda» que no Io entendió así. El nous de Anaxágoras está
transido de racionalidad serena, como un principio físico
más. No es extraño que el fanatismo de sus contemporáneos
Ie procesara por impiedad y Io desterraran de Atenas. Su
explicación del universo constituía una teoría verdadera-
mente revoluconaria para su época y su idea del intelecto
una desmitificación de antiguos poderes divinos que quedan
reducidos al nivel de un principio de simple mecánica, causa
del movimiento y del orden.

5 Frag. 4.

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Ei «nous» ordenador.
Otro hecho que se hace patente al hombre primitivo es
Ia existencia de un orden en Ia naturaleza. Los pensadores
griegos Io aceptan como un hecho que no se cuestiona, tra-
tando únicamente de buscarle una explicación. Para los grie-
gos el cosmos es siempre un universo ordenado. Pero al igual
que el movimiento, el orden es considerado, no como un atri-
buto de Ia materia, porque ésta es de por sí, caótica y con-
fusa, y si existe armonía en Ia materia es porque Ie viene
de fuera. Anaxágoras ve en el nous Ia fuente de todo orden.
En su sistema, orden y movimiento son dos aspectos simul-
táneos e inseparables.
El nous pone en marcha el mecanismo productor del cos-
mos que resulta ser dinámico y ordenador. El impulso inicial
dado por el intelecto, a partir de ese momento sigue su mar-
cha automáticamente, de una manera mecánica, sin inter-
vención directa del nous que vuelve a su reposo anterior.
Pues a pesar de su afirmación de que el intelecto sigue ocu-
pando todo el universo a modo de un océano invisible en el
que se sumergen todas las cosas, en otros lugares insistirá
que no está mezclado con ninguna de eUas.
El nous no necesita seguir actuando en el proceso de or-
ganización del universo, porque no se dan errores que haya
que corregir. Una vez iniciado el proceso no admite desvia-
ciones. La máquina puesta en marcha es inexorable. En el
fondo de tal concepción está latente Ia persuasión de Ia ne-
cesidad de las leyes de Ia naturaleza. El ¿níeZecío no puede
ser providente, y no puede serlo, porque no es personal. Pues
aunque el sistema de Anaxágoras deja abierta Ia posibilidad
de una nueva intervención del nous corrigiendo o anulando
el proceso en marcha, de hecho esta posibilidad ni siquiera
es contemplada. El fatalismo del pensamiento griego es una
consecuencia de Ia atribución de leyes necesarias al univer-
so. El universo es una máquina ante Ia que sólo caben dos
posturas coherentes: Ia impasibilidad del estoico o Ia des-
preocupación del cínico. Se excluyen el temblor místico de
los hebreos que todo acontecer Io atribuyen a Ia divinidad
y Ia preocupación de otras religiones por aplacar a las divi-

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nidades a quienes hacen responsables de Ia marcha del mun-


do y de los pueblos.
El nous recibe los calificativos de infinito, autócrata, eter-
no-, mas estos atributos Ie son conferidos por razones de pura
mecánica física. Es infinito, no porque sea ilimitado cuanti-
tativamente, sino porque al permanecer sus elementos en
forma de semillas infinitesimales que no se mezclan, de he-
cho resultan imposibles toda medida y limitación; es autó-
crata, es decir, se gobierna a sí mismo, porque está aislado
de todo, al contrario que Ia materia, que para formar los
cuerpos necesita del impulso del nous; es eterno, pero no es
éste un atributo exclusivo del nous, ya que eternos son así
mismo los elementos de Ia materia.
Por el contrario, Ia materia no puede ser sino mensura-
ble, limitada e incapaz de gobernarse a sí misma, porque toda
actividad y orden Ie vienen de fuera, del intelecto. Pero ¿có-
mo pudo el intelecto causar el orden y el movimiento per-
maneciendo en estado de reposo? Anaxágoras no esclarece
este problema y es posible que no tuviera una idea clara de
su solución. Lo que Ie preocupa es haUar una explicación de
Ia armonía y de Ia actividad en el cosmos y para ello Ie bas-
taba suponer una fuente externa al mismo, puesto que una
materia dotada de orden y de movimiento era sencillamente
impensable.
En relación con este tema, Aristóteles observa con tanta
ironía como acierto: «Para Ia producción del orden, Ana-
xágoras se sirve del intelecto como de un deus ex machina;
cuando no sabe explicar por qué causa necesaria es esto, en-
tonces hace aparecer en escena al intelecto, pero en el resto
atribuye Ia responsabilidad de las producciones a todo antes
que al intelecto» 8.
Consecuencia del carácter activo y ordenador del nous
es que conoce el devenir, desde el más remoto pasado hasta
el más lejano futuro, pues «íodo Io que estaba separado y
dividido todo Io conocía el intelecto. Y tal como había de ser
y como fue Io que ahora no es, todo Io ordenó el intetecto»1.
Mas ¿cómo es y de qué está compuesto el nous? El intelecto

6 Metafísica A, 985a 18.


7 Frag. 12.

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permanece siempre en estado de semillas, spermata, sin


mezclarse entre sí ni con las demás cosas, siendo un todo
homogéneo, porque «el intelecto es todo igual, así en Io más
grande como en Io más pequeño»B, y por eso es invisible pues
al no reunirse sus semillas no pueden formar partes.

Los seres vivos.


Un hecho de observación vulgar es Ia diferencia que exis-
te entre los seres vivos: plantas, animales y hombres, que
son semovientes, y los demás cuerpos que para moverse tie-
nen que recibir su actividad de otros objetos. Anaxágoras nos
dirá que «existen algunos cuerpos en los que también hay
nous» 9. Pero el nous no está mezclado con tales cuerpos, ya
que su incomunicabilidad Ie incapacita para tal mezcla, sino
que el nous está aprisionado en su interior. Su presencia es
causa del movimiento y de toda actividad orgánica y mental.
Como el intelecto es homogéneo debe ser idéntico en las
plantas, en los animales y en el hombre; las manifestaciones
más inteligentes en el hombre que en los demás seres vivos,
no depende de Ia naturaleza del intelecto, sino de Ia mayor
perfección de su organismo. Esta es Ia razón por Ia que el
nous se manifiesta con más esplendor en el hombre que en
los animales, y en éstos, más que en las plantas. Curiosa es
su teoría sobre Ia sensación, a través de Ia cual es captado
el mundo externo. Contrariamente a Io que pensaba Empé-
docles, para quien Ia sensación proviene de Io semejante por
Io semejante, Anaxágoras defiende que se origina del contac-
to de los opuestos por los opuestos. Porque Io semejante no
puede afectar a Io semejante. En efecto, para percibir el
calor, es preciso que, entre el que percibe y el objeto, exista
una diferencia térmica, porque si el sujeto y el objeto están
a Ia misma temperatura, no se nota el calor o el frío al apro-
ximarse. Por eso Ia sensación tiene lugar cuando entre los
sentidos y los objetos hay diferencia. Así Io dulce es per-
cibido porque nuestro gusto es más amargo, y viceversa, por-
que si fueran igualmente dulce o amargos, no podría ser
apreciado ni Io uno ni Io otro 10.
8 Frag. 12.
9 Frag. 11.
10 Cf. Teofrasto, De sensu 27 ss. (Diels-Krantz, 59 A 92).

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El origen de los seres vivos, incluido el hombre, es el mis-


mo que el de los demás cuerpos, pues «es preciso admitir
que en todo Io que está reunido hay muchas y diversas cosas
y que las semillas de todas ¿as cosos tienen diversos aspec-
tos, colores y sabores. Hay que admitir también que k>s hom-
bres y todos los demás seres vivos que tienen nous se han
conglomerado de Ia misma manera» u.
La existencia de hombres en otras partes del universo,
parece ser supuesta por Anaxágoras cuando afirma que así
como Ia *separación no sólo debió tener lugar entre noso-
tros, sino también en otras partes», así también, Ia existen-
cia de seres racionales en otros lugares del cosmos, parece
obvia; «esíos hombres tienen ciudades habitadas y campos
cultivados, como entre nosotros, y también tienen un sol y
una luna y los demás íastrosl como nosoíros» 12. Cuando el
cuerpo muere, Ia parte de intelecto que contenía, vuelve a
fundirse con el nous universal, del que era una pequeña
porción.
TaI es Ia opinión de Anaxágoras sobre el nous. Su pensa-
miento quiere darnos una explicación racional del mundo
físico. La introducción del nous en su sistema nada tiene que
ver con un ser divino y personal como quieren algunos, sino
que constituye el recurso obligado, dada su concepción adi-
námica y caótica de Ia materia, a un principio externo a Ia
misma, que dé razón del orden y del movimiento del uni-
verso.
En su sistema podemos encontrar ya los elementos esen-
ciales del mecanismo moderno y del deísmo filosófico del
siglo xviii, sólo que a diferencia de éste último, que recurría
a un Dios personal para crear y ordenar el mundo que aban-
donaba a sus leyes una vez creado, el nous de Anaxágoras
no es ni creador ni personal. Se trata solamente de un prin-
cipio de orden físico, pero inteligente, distinto de Ia materia
y eterno como ella, al que hace responsable de toda activi-
dad y armonía en el universo.

JOSÉ LOBENZO GONZÁLEZ

11 Frag. 4.
12 Frag. 4.

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