Mtodologias em Contexto
Mtodologias em Contexto
Mtodologias em Contexto
en contexto
Intervenciones
en perspectiva feminista/
poscolonial/ latinoamericana
Alejandro De Oto
Mariana Alvarado
Karina Bidaseca
Claudia Anzorena
Paula Ripamonti
Valeria Fernández Hasan
Natalia Fischetti
Pablo Chiavazza
CLACSO - Secretaría Ejecutiva
Pablo Gentili - Secretario Ejecutivo
Nicolás Arata - Director de Formación y Producción Editorial
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Primera edición
Metodologías en contexto. Intervenciones en perspectiva feminista/poscolonial/latinoamericana
(Buenos Aires: CLACSO, diciembre de 2017)
ISBN 978-987-722-294-4
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los autores firmantes, y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO.
Índice
Alejandro De Oto
Notas metodológicas en contextos poscoloniales de investigación 13
Mariana Alvarado
Interrupciones en Nuestra América, con voz de mujeres 33
Karina Bidaseca
Lenguas insurgentes y justicia cognitiva. ¿Es posible liberarse
de la violencia epistémica del discurso etnográfico y etnológico? 49
Claudia Anzorena
Lecturas feministas para el análisis teórico y empírico de las
políticas públicas 63
Paula Ripamonti
Investigar a través de narrativas: notas epistémico-metodológicas 83
Valeria Fernández Hasan
Comunicación y género: el devenir del campo en el entre/siendo
comunicóloga feminista. Algunas herramientas para pensar
objeto y métodos 105
Junturas
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Metodologías en contexto
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Mariana Alvarado y Alejandro De Oto
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Metodologías en contexto
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Alejandro De Oto
Notas metodológicas
en contextos poscoloniales
de investigación
Contextos y problemas
El presente capítulo está enfocado en dimensiones de mi trabajo de
investigación en contextos poscoloniales de reflexión y pretendo con
él desagregar algunos planos implicados en ese escenario. Cuando
hago mención de contextos poscoloniales de investigación me refiero
concretamente a trabajos realizados en el dominio discursivo de las
teorías y discursos poscoloniales. Las genealogías poscoloniales han
tenido un impulso sostenido en la investigación social y en las huma-
nidades desde los tempranos años ochenta y con mayor intensidad
desde la década de los años noventa del siglo pasado hasta el presente.
No es este el espacio para realizar una historia de estos despliegues
pero en términos generales se podría decir que hay dos grandes movi-
mientos vinculados. Por un lado, lo que genéricamente se llama crítica
poscolonial (aunque admite otras denominaciones) que emergió en el
contexto de estudios el “discurso colonial”. Esa línea se puede trazar
desde los trabajos seminales de Edward Said, (1978, 1983, 1993), de
Homi Bhabha (2002 [1994]), Gayatri Spivak, (2009 [1988]) entre otros,
y se conecta también con el desarrollo de los estudios subalternos en
India, en especial con el grupo de Subaltern Studies Collective vincu-
lados a la tarea historiográfica. Las tramas teóricas que convergen en
la critica poscolonial son muy heterogéneas y en general responden
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del debate filosófico que alienta gran parte del pensamiento latinoa-
mericano5. En él se distinguen, con matices e intensidades diferentes,
sobre las autorizaciones ideológicas y epistemológicas de la disciplina
filosófica, la crítica a una razón eurocéntrica que funciona de modo
similar al discurso colonial.
Ahora bien, cuando la discusión pasa al terreno metodológico
más concreto, en particular al de una investigación, la posible clari-
dad de una posición epistémico política aquí desaparece o, al menos,
da paso a una zona brumosa donde no es tan simple dirimir domi-
nios y pertenencias. Ello ocurre así porque la metodología lidia di-
rectamente con los materiales de investigación y su organización. En
esa instancia lo que podríamos llamar, sólo metafóricamente, efecto
de proximidad, hace que los vínculos con niveles considerados ha-
bitualmente como más estructurales de la investigación, tales como
los marcos teóricos, no estén tan presentes y haya una sobre-repre-
sentación de los materiales. Por materiales me refiero al conjunto de
recursos con los que se lleva adelante un estudio, pero en particular
aquellos que tienen el carácter más preciso de fuentes, tal como en el
trabajado, dan cuenta de que el proceso de crítica del colonialismo constituye una
puesta en cuestión de la estructura representacional del colonialismo desde el punto
de vista simbólico. Estos autores advierten que el vínculo productivo entre represen-
tación y modernidad se tensiona de un modo único cuando aparece el colonialismo
en escena, ya no como una suerte de derivado de segundo orden de las historias
modernas y sus formas de sociabilidad sino como una parte inextricable de su cons-
titución. En ese momento, la crítica al colonialismo prefigura y compone el cuadro
de lo que luego serán esfuerzos sistemáticos por minar el edificio de la representa-
ción en la filosofía. Sobre esta discusión remito a los siguientes trabajos que hemos
realizado en el marco de la investigación sobre las relaciones entre las filosofías lla-
madas genéricamente postestructuralistas y los trabajos críticos del colonialismo en
particular en Frantz Fanon: Leticia Katzer y Alejandro De Oto (2013), Alejandro De
Oto y Leticia Katzer (2014a), (2014b), Alejandro De Oto y Cristina Pósleman (2016).
5 En las discusiones y propuestas de varias zonas del pensamiento filosófico latino-
americano más que haber una crítica de la representación en el modo en que se ex-
perimentó en el movimiento postestructuralista (para usar una denominacón general
de un fenómeno complejo), hay críticas que ponen en primer plano los procesos de
exclusión que los hegelianismos habían producido en la imagen misma de América
Latina. Al respecto refiero nuevamente a la saga entre Augusto Salazar Bondy y Zea.
Ellos argumentaron alrededor de la idea de si un continente no emancipado podría
tener o no un pensamiento filosófico establecido. Las posiciones de uno y otro reve-
laban grandes contactos con los pensadores anticoloniales de mediados de siglo XX,
en particular Frantz Fanon, quién, no por causalidad, es una pieza crucial tanto de la
crítica poscolonial como del giro decolonial. No obstante, es preciso decirlo, tanto en
la trama de la Filosofía de la Liberación como en la trama de la Historia de las Ideas
latinoamericanas, la concepción de la historia remite con no poca intensidad a mar-
cos hegelianos aunque sean objeto de disputa. Los deberes que impone la dialéctica
cuando se entroniza como metacategoría no son pocos.
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6 Utilizo esta denominación por una convención expresiva más que por creer que
con ella designo un campo estabilizado de trabajo. Por el contrario, los debates sobre
los límites y dificultades que enfrenta tal disciplina se emparentan directamente con
el tipo de problemas que intento poner en juego en este escrito.
7 Recomiendo expresamente el trabajo de Laura Catelli (2013) que hace un uso
crítico de este concepto de Ángel Rama. Catelli lo discute y produndiza de manera
sugerente y lo relaciona con la ciudad colonial de Guaman Poma de Ayala y los es-
quemas corporales en Frantz Fanon.
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10 El texto de referencia aquí es Black Orpheus (Orfeo negro) (1976), que fue un
escrito para la introducción del libro sobre poesía negra y malgache en francés orga-
nizado por Leopold Senghor.
11 Evoco esta noción muy extendida en los estudios culturales acerca del con-
textualismo radical. En particular me interesa asociada a ella la discusión sobre
el desplazamiento de los significantes que postula Derrida y a la que Stuart Hall
propone agregarle la noción de articulación, la cual sería una fijación más o menos
arbitraria de esos significantes, lo que Hall entiende como el trabajo de la ideología.
(Hall, 2010: 196)
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Problemas prácticos
En todo este contexto, donde estoy tratando de mostrar los proble-
mas con la teoría en investigaciones situadas en mi campo de traba-
jo y, en particular, en mis estudios, quisiera ahora señalar algunas
cosas que remiten a un universo de cuestiones prácticas. Es verdad
que aunque el pensamiento teórico puede confundirse con una abs-
tracción no hay que perder de vista que sus operaciones representan
una positividad en la investigación, producen efectos y se llevan a
cabo sobre una o varias espacialidades y sobre una o varias tem-
poralidades. Así deberíamos decir que está referido, o que predica
con respecto a algo bien concreto aunque luego no se perciba de ese
modo o se lo “operacionalice” en una dirección que crea el efecto
anticipatorio de responder todas las preguntas antes de que ocurra
cualquier indagación, como parece suceder, por ejemplo, sin que se
reconozca con mucha frecuencia, en el llamado marco teórico de los
proyectos de investigación.
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12 Hago un uso sui generis de la noción de categoría hiperreal que Dipesh Chakra-
barty imaginó para explicar por qué, aún en las mejores condiciones críticas, la
historiografía de los estudios subalternos insistió con preguntas sobre los procesos
históricos de India, en especial los nacionales, que demandaban una respuesta cul-
turalmente ajena a ese espacio sociohistórico. Chakrabarty atestigua en las tramas
meta-teóricas la presencia de un significante llamado Europa (muy lejano de las rea-
lidades fácticas del continente) fuertemente codificado que funciona como categoría
hiperreal organizando las preguntas historiográficas, más allá de la realidad empíri-
ca del pasado indio (1999).
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Notas finales
Sé que suena algo obvio todo esto pero a veces creo también que resul-
ta bueno decir lo obvio por lo que quiero hacer algunas breves notas
adicionales sobre el problema de la escritura y el lenguaje. Por lo ge-
neral, la tendencia es ignorar la escritura porque se ve en la mayoría
de los casos como algo relacionado al vehículo expresivo antes bien
como lo que afecta el propio proceso de poner juntas cosas disímiles
entre sí o, para el caso, construir filiaciones y desafiliaciones entre
materiales, datos y conceptos. La escritura, en ese sentido, es crucial
porque la podríamos considerar como la espacialidad por excelencia,
al menos hasta ahora, de las humanidades y las ciencias sociales. Ano-
to simplemente este problema de la siguiente manera: luego de orga-
nizar los materiales referidos a un determinado espacio y una deter-
minada temporalidad, a un grupo determinado de personas, o incluso
si la investigación es conceptual (con más razón aún), exponemos los
resultados en textos que tienen por lo general, salvo mejores noticias
al respecto, una naturaleza muy distinta con respecto de lo que ha-
blan. Es decir, hay una instancia en que la separación, pero más que
nada el ámbito diferente de acción de la escritura de estas disciplinas
frente a sus temas, objetos y sujetos no puede ser soslayada o remitido
al cajón del armario con el rótulo “temas secundarios”. En todo caso,
una acción de ese tipo, o la inversa, la no reflexión al respecto, consti-
tuye uno de los tantos puntos ciegos de la legitimidad metodológica.
Muchos han señalado esto, en especial en las discusiones que se
suscitaron en el campo historiográfico luego de las tesis de Hayden
White acerca de la escritura de la historia, las cuales privilegiaban el
papel de la escritura en la constitución del campo de la explicación
histórica mediante la advertencia de que el lenguaje expresivo carga-
ba los significados en juego (1992a, 1992b)13. Hay un deslizamiento
adicional del problema en las reflexiones sobre el papel del lenguaje,
la escritura y las categorías en uso que un autor como Fanon detecta
con particular potencia en el espacio de las ideas críticas del colonia-
lismo hacia mediados del siglo XX. Fanon, lector tenaz de Paul Va-
lery, evoca la imagen producida por este para el lenguaje, la del “dios
extraviado en la carne”, para señalar que cuando se habla una lengua
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Bibliografía
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do que nada tiene que ver ni quiere tener que ver con la universalidad,
la abstracción, la neutralidad, la eficiencia y la eficacia propias del “a
view from nowhere” patrimonio de cuerpos desmarcados que institu-
cionalizan una lista de autores y obras como canon consagrado y, por
lo tanto, transmisible.
Cierto saber común a algunas ha sido construido sobre la base de
los cuerpos que habitan “vidas ordinarias” (Alvarado, 2016). La ela-
boración de ese conocimiento sobre nuestras vidas articula un saber
especializado aunque no sistematizado -epistemologías feministas-
difuminado en prácticas teóricas como narrativas, ensayos, testimo-
nios, (auto)biografías, relatos de viaje (Richard, 2001). Ambas formas
de saber aunque no siempre se implican no son excluyentes, del mis-
mo modo en que academia y activismo tampoco. Allí, radica para no-
sotras la particularidad de la producción discursiva de las mujeres que
supera la pretendida neutralidad y objetividad del saber científico al
que la filosofía argentina en los términos romerianos adosa la ausen-
cia de los discursos de mujeres como normalidad filosófica.
Este viraje propio de la filosofía feminista (Bach, 2010) que aco-
pla experiencia de mujeres y conocimiento compartido en comunidad
-dimensiones del saber negadas por epistemologías tradicionales- ha
trastocado los órdenes de los saberes, interrumpido el monólogo fa-
logocentrado, des-centrado al sujeto de conocimiento -varón, blanco,
heteronormado, privilegiado económicamente-, y parido formas y gé-
neros de escritura abortadas por la filosofía institucionalizada. Re-
conocer que las mujeres también podemos escribir lo que pensamos
sobre lo que conocemos e intervenir los discursos científicos como
filosóficos implica visibilizar que la producción discursiva es sexuada
y que el standpoint es un lugar desde donde se produce conocimiento
situado y en contexto. Esa situacionalidad del conocimiento puede
estar animada por el amor. Esa loving perception (Longino, 2010) o
love perspective anuda de otro modo los vínculos entre las sujeto de
conocimiento, las relaciones con aquellas y entre quienes (se) conoce.
Nuestras cuerpas situadas no pueden separarse de aquello/as por lo/
as que preguntamos.
Hacer audibles las voces de mujeres articuladas en Nuestra Amé-
rica nos permite restituir un locus de enunciación colectivo -atentas
a sus condiciones de producción, de tránsito, tráfico y sentires- que
invierte la lógica de la (re)producción y circulación de los discursos
de identidad latinoamericanos, (des)articulando el canon y abriendo
otros canales.
La normalidad filosófica en la Argentina, parte de la producción
de pensamiento latinoamericano, ha dado cuenta de un corpus de en-
sayos de identidad falogocentrado, efecto de urgentes y emergentes
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8 Las antologías son los grandes mapas del canon. El pensamiento latinoamericano
está tomado por nombres conocidos Bello, Echeverría, Sarmiento, Hostos, Martí,
Rodó, Vasconcelos, Mariátegui, Ureña, Retamar, Martinez Estrada, Reyes, Zea. Basta
una breve revisión de las bibliotecas para cotejar nombres y periodizaciones de los
padres fundadores, de los patriarcas y advertir lo ausente. La opción es evidente.
Francesca Gargallo (2004, 2009) y Yuderkys Espinosa (2014) proponen caminos.
Francesca ha sido la coordinadora de Antología del pensamiento feminista Nuestro
Americano. Del anhelo a la emancipación Yuderkys junto a Diana Gómez Coreal y
Farina Ochoa Muñoz lo fueron de Tejiendo de otro modo: Feminismo, epistemología y
apuestas descoloniales en Abya Yala.
9 “Las obreras del pensamiento en la América del Sud” fue publicado en el primer
número de El Búcaro y, también en 1902, como parte de su libro Boreales, miniaturas
y porcelanas.
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Mariana Alvarado
Bibliografía
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Lenguas insurgentes
y justicia cognitiva
¿Es posible liberarse de la
violencia epistémica del discurso
etnográfico y etnológico?
Las mujeres del Sur son narradoras de sus propias vidas. A pe-
sar de ser (re)escritas por otras mujeres, a menudo bajo lo que llamo
“retóricas salvacionistas” y narrativas orientalizadas por Occidente
que eliminan todo rastro de contemporaneidad, no deja(rá)n de con-
tarse mutuamente historias. Suele haber mucho más riqueza en las
conversaciones con las mujeres que luego, inevitablemente, se pierde
en el género de las escrituras etnográficas, por más sensibles que ellas
se muestren. La feminista postcolonialista Chandra Tapalde Mohanty
capturó ese déficit a partir de su investigación de imágenes que infor-
man casi obsesivamente las mismas escenas: mujeres exotizadas con
sus senos desnudos, dispuestas en telones naturales de fondo, pobre-
za y VIH/Sida. Nativismo salvaje y esencialismo se (con)funden en
una trama en la que África, América Latina, Oriente, Indonesia… son
re-presentadas y atrapadas en la “colonialidad del género” (Segato,
2011) ante el ojo pornográfico -occidental y rapiñador- que decodifica
el ars erótico.
Los feminicidios en Ciudad Juárez, en el Pacífico colombiano,
o Guatemala, en territorios donde la colonialidad no ha finalizado;
en medio de los genocidios, en Ruanda en 1994, o antes aún, du-
rante la subdivisión entre India y Paquistán en 1947, muestran que
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Todo ello explica en parte, según Castillo y Terry (2011), por qué la
mujer afrocubana ha sido mantenida en un plano de subalternidad.
La ciudad letrada estaba integrada por hombres blancos, propieta-
rios, heterosexuales e ilustrados. Ello no impidió que las mujeres ne-
gras y mestizas emprendieran la defensa de sus derechos a través de la
revista Minerva. Revista quincenal dedicada a la mujer de color (1888-
1889). O bien, librando complejas batallas judiciales en la Cuba del
siglo XIX, con el fin de evitar la disgregación familiar o reclamando
el derecho a la coartación que le permitió a algunas esclavas librarse
de sus amos con la entrega de un dinero cuyo precio había sido prefi-
jado. Las autoras consideran a estas mujeres como precursoras de las
luchas feministas en el Caribe.
1 Toni Morrison nació en Lorain, Ohio, en 1931. Sus novelas tematizan la cuestión
negra en los Estados Unidos, especialmente de las mujeres. Publicó Beloved en
1987, con la cual obtuvo el Premio Pullitzer en 1988 y en 1993, el Premio Nobel de
Literatura. Otras novelas conocidas son: Ojos azules (1970), Sula (1973), La canción
de Salomón (1978), La isla de los caballeros (1981), Amor (2004), entre otros. La
edición que cito, es la que corresponde a la traducción de Iris Menéndez, 2004.
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Estoy harta,
Enferma de ver y tocar
Ambos lados de las cosas
Enferma de ser la condenada puente de todos.
Nadie
Se puede hablar
Sin mí
¿No es cierto? …
(Moraga y Castillo, 1988: 1)
Como niñas nos fijamos que éramos distintas de los muchachos y que
nos trataban distinto. Por ejemplo, al mismo tiempo que nos hacían
callar para que nos viéramos como damas y para hacernos más admi-
sibles en los ojos de la gente blanca. Mientras que crecíamos nos dimos
cuenta de la amenaza de abuso físico y sexual de parte de los hombres.
A pesar de todo, no teníamos ninguna manera de conceptualizar lo que
era tan obvio para nosotras, que sabíamos lo que en realidad sucedía
(Morraga y Castillo, 1988:174).
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[…] tanto para Collins, una mujer sola puede resistir “la resistencia
proviene de la participación alternativa de una comunidad que es anti-
capitalista, antirracista, antisexista, una comunidad que tiene un siste-
ma de valores distintos. La resistencia de la mujer negra para confron-
tar esta dominación se da en términos interseccionales, sin embargo
sus experiencias son distintas y ellas son distintas unas de las otras en
cómo responden. La matriz de dominación de un sociedad se encuen-
tra ordenada por intersecciones y esos dominios corresponden con lo
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Para muchos como yo, negra y mujer, es imperativo que nuestra escri-
tura comience a recrear nuestras historias y nuestros mitos, así como
integrar lo más doloroso de las experiencias. Pérdida de nuestra his-
toria y de nuestra palabra. La readquisición del poder para crear el
propio imago es vital para este proceso, reafirma para nosotros lo que
siempre hemos sabido, incluso en lo más oscuro que todavía están
entre nosotros, cuando todo conspiraba para probar lo contrario –que
pertenecemos sin duda a la raza de los seres humanos–. (Philip, 1989).
diálogo marcado con las feministas afro estadounidenses. Leila había escrito, junto
con el autor argentino radicado en Brasil, Carlos Hasenbalg, un libro titulado “Lugar
de negro” (Río de Janeiro, Marco Zeero, 1982). En una sociedad periférica del sistema
capitalista, edificada sobre la democracia racial, el “lugar del negro” era componer la
gran masa marginal creciente. Para las mujeres negras – las màes pretas, las empleadas
domésticas y las mulatas- ese lugar era claro, mucho más frágil. El pensamiento de
Leila fue radical, atravesado por el debate sobre las misceginación y la violencia
sexual de la esclavitud recuperado, luego por Suelí Carneiro y otras feministas. No
dudó en criticar a la izquierda brasilera de los setentas, por reproducir la injusticia
racial; al feminismo por no reconocer esa opresión, y al movimiento negro por
reproducir la opresión sexual. Para contestar al cientificismo académico, se valió del
psicoanálisis y de intelectuales negros como el destacado martiniqués Frantz Fanon.
Las marcas del legado fanoniano en el feminismo negro de Brasil permite interpretar
el concepto de amefricanidad de Leila. En el contexto de la segunda guerra mundial
en Brasil y el fin del Estado Novo, florece la rearticulación de diversas organizaciones
negreas disueltas por el estado represor, como la Asociación Negra Brasileira (ANB)
de 1945.
5 El pensamiento feminista negro contemporáneo, se ubica en la recuperación
histórica de Harriet Tubman (1820?-1913), una mujer esclava fugitiva, abolicionista,
que salvó a más de 300 hombres de la esclavitud, la realidad histórica de las mujeres
afroamericanas ubicadas en dos castas oprimidas –la racial y la sexual- (Colectiva del
Rio Combahee, 1977), y su cuestionamiento al sistema de representación política. El
Movimiento de mujeres feministas negras (entre cuyas representantes destacadas se
encuentrana Audre Lorde, Angela Davis, Bell Hooks, Pat Parker, Barbara Christian),
denuncia el racismo y elitismo del feminismo blanco de la segunda ola y la ausencia
de tratamiento del clasismo, sexismo y racismo como experiencias superpuestas.
Si de algo eran conscientes que desde su posición como mujeres negras -quienes
“ostentan” el estatus social más bajo que cualquier otro grupo social por su triple
opresión sexista, racista y clasista “sin “otro” institucionalizado al que puedan
discriminar, explotar, u oprimir” (Hooks, 2004: 49)
6 Nacida en el caribe en Trinidad y Tobago en 1947. Por She Tries Her Tongue,
Her Silence Softly Breaks recibió el Premio de la Casa de las Américas en 1988 y
el reconocimiento internacional. Su prolífica obra incluye además de poemas,
ensayos, y obras de teatro: Coups and Calypsos (1996); Harriet´s daughter (2000);
The redemption of Al Bumen: A morality Play (1994); The Streets (1994).
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Bibliografía
Abu-Lughod. L. 1993 Writing Women´s Worlds. Bedouin Stories
(EEUU: University California Press).
Bidaseca, K. 2016 “¿Dónde está Ana Mendieta? Lo bello y lo efímero
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Lecturas feministas
para el análisis teórico y empírico
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das las relaciones sociales, entre ellas las que se establecen en/por las
políticas públicas y el Estado con los/as ciudadanos/as (Scott, 1986;
Hernández García, 2006).
Joan Scott (1986) en “Gender: A Useful Category of Historical
Analysis”2, señala que el género (de modo similar a la clase y la raza) es
primero “un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas
en las diferencias que distinguen los sexos” y segundo “una forma pri-
maria de relaciones significantes de poder” (Scott, 1999: 61). Es decir,
que como señala Yoluiva Hernández García:
2 Este artículo ha sido traducido al español como “El género: una categoría útil
para el análisis histórico” y publicado en diferentes compilaciones y se encuentra
fácilmente en internet. El artículo de Scott y el de la mexicana Marta Lamas
“Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género” (Papeles de Población
UAEMEX. México. 1999), entre otros, han sido detonantes en un intenso debate
no resuelto sobre la categoría de género en Latinoamérica. Un artículo que hace
un recorrido descriptivo por el surgimiento de la categoría de género y brinda un
panorama general es el de Yoluiva Hernandez García (2006) “Acerca del género
como categoría analítica” .
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atraviesan todos los órdenes que configuran una sociedad, esto es, lo
social, lo económico, lo político; y no sólo aquello relativo a lo domés-
tico o del cuidado. Es decir que estructura la división sexual del traba-
jo en productivo-remunerado y trabajo reproductivo no remunerado,
siendo las mujeres responsables de este último. Pero también determi-
na la división y distribución de las tareas al interior del empleo remu-
nerado y en la esfera mercantil, reservando lugares específicos para
mujeres y para varones. En este sentido las relaciones desiguales de
género dan lugar a modos de explotación, marginación y pobreza que
poseen características políticas, económicas y culturales específicas.
La desvalorización de lo femenino, el androcentrismo y el sexismo,
se institucionalizan en el Estado y en la economía, y determinan la
participación en todos los ámbitos de la realidad social, económica,
política y cultural (Fraser, 1997; Mackinnon, 1995).
En este sentido, las miradas feministas buscan desnaturalizar,
tanto desde el punto de vista teórico como en las intervenciones socia-
les, el carácter jerárquico atribuido a las relaciones entre los géneros/
sexos y mostrar que todo aquello que ordena las jerarquías entre mu-
jeres y varones, son construcciones sociales que establecen las formas
de relación entre las personas de distintos géneros y dictaminan lo
que cada sujeto/a/x, debe y puede hacer o no, de acuerdo al lugar que
se le asigna a su sexo en la sociedad. La mirada de género desnatura-
liza la idea dominante de que existe una equivalencia entre mujeres,
madres y familia. De allí su importancia para la lectura de las políticas
públicas, y las políticas sociales, concebidas como intervenciones del
Estado sobre la vida de las mujeres.
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A modo de cierre
En este escrito hemos abordado algunos de los aportes de los femi-
nismos al estudio de las políticas públicas y del Estado, aportes en
donde los desarrollos teóricos conceptuales y las prácticas políticas
son parte del mismo proceso de producción de conocimientos. En los
últimos años las políticas dirigidas hacia las mujeres, especialmente
las sociales, se han convertido en un campo de debate escindido del
resto de las políticas estatales, de las determinaciones sexogenéricas
y de los movimientos sociales. Desde los feminismos se busca histo-
rizar la relación entre Estado y mujeres para comprender las con-
diciones de emergencia de esta relación, cómo se pone la cuestión
en la escena política, cuáles son las fuerzas sociales que posicionan
ciertas demandas en la agenda gubernamental, y las contradicciones
y paradojas que surgen de la institucionalización. Asimismo, se busca
visibilizar que las determinaciones de clase, al igual que la de género,
la de raza (como otras condiciones sociales que sitúan a los sujetos en
relaciones de dominación-subordinación) no pueden aislarse en nin-
gún análisis que verdaderamente intente dar cuenta de los procesos
sociales en su complejidad.
En los análisis de las políticas nos encontramos que desde el Es-
tado las políticas de reconocimiento de derechos se plantean como
escindidas de las políticas de redistribución de recursos, donde cada
una no solo tendría objetivos específicos, sino que inclusive contradic-
torios. Como si las diferencias sexuales o la diversidad cultural fueran
independientes de la redistribución, como si las desigualdades de gé-
nero no estuvieran atravesadas por injusticias económicas e incluso
por otras injusticias culturales o simbólicas. Las perspectivas que asu-
men los problemas socioeconómicos como separados de las determi-
naciones de género o de raza o culturales, no explican por qué las más
afectadas por las crisis económicas son las mujeres, sobre todo si son
pobres, único sostén de hogar o racializadas. Estas perspectivas no
explican por qué si las mujeres tenemos derecho a vivir una vida sin
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Bibliografía
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ción. Por esto, es posible afirmar que toda narrativa posee una dimen-
sión política y ello en la medida que hay subjetividades en juego y mo-
dos de relación y conflictos, en la medida que visibiliza, que circula,
que provoca una conversación y vuelve posible adoptar la perspectiva
de unas/os otras/os. Es decir, se hace pública y se abre a la crítica. Por
otra parte, cuando digo dimensión política de una modalidad discur-
siva narrativa, también me refiero a que es la posibilidad de escucha
de perspectivas sin adjudicarlas a un relativismo que devalúa y sin
encapsularlas como expedientes de minorías. Es política porque es
una voz, habitante de una trama plural sin jerarquías axiológicas pero
con fuerza anamnética1, en el sentido de una subversión del tiempo
(lineal/ pasado/ padecido/ vivido). Es política porque constituye una
práctica de resistencia al silencio2.
La narrativa rearticula y reestructura el tiempo vivido a través de
una historia. En este sentido, configura la memoria, la ejercita. Esto
podemos comprenderlo mejor si entendemos la memoria como una
construcción y no como un mero registro, en el sentido tradicional del
término, en su dimensión constativa. Quienes narran lo hacen desde
una memoria de algo vivido que, ante todo, expresa una experiencia
elaborada. Entonces sólo registramos tomando como base nuestras
referencias, que, como todo registro mnemónico, se da a partir de lo
que percibimos o de cómo interactuamos con el mundo a nuestro al-
rededor. Por esto, las construcciones de la memoria no son meramen-
te personales sino ante todo políticas, es decir comportan una doble e
indisociable dimensión. No se capta lo sucedido como si se presentara
positivamente de forma objetiva o evidente ante nuestros sentidos;
la memoria no opera de este modo. Por otra parte, en la memoria el
presente también interactúa con el recuerdo, interfiere, actúa, disloca
los significados que se traen como memoria.
La memoria narrada resulta una construcción tensa, entre lo que
se trae como recuerdo –y de ese modo conforma la manera de percibir,
de comprender– y lo que se configura ante los sentidos en el presente,
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signa” y por otra, los límites y restricciones de ese orden para con “las
resistencias e insumisiones”, para “transigir con los rechazos, distor-
siones y artimañas de aquellos y aquellas a quienes pretende someter”
(2006: 8-9). En esas fricciones, emerge un saber interesado en las “mo-
dalidades de apropiación”, los “procesos de construcción del sentido”,
la “articulación entre prácticas y representaciones” (2006: 9), en las
rupturas y los desfasajes. La perspectiva crítica de estos autores se
focaliza en la escritura moderna como operación occidental que ha
configurado el campo, los objetos, los métodos, bajo determinadas re-
presentaciones de las prácticas y “de la historia” y con los rechazos
y exclusiones propios del quehacer científico, como “la cuestión del
sujeto, el cuerpo y la palabra enunciadora” (De Certeau, 2006: 13).
Las disciplinas sociales actuales deben habérselas con prácticas de su
tradición que han organizado sus discursos a partir de lo que otros
callan, específicamente, desde la pretensión del “saber decir”, todo lo
que los otros callan, esos salvajes, nativos, locos, rebeldes, disidentes,
mujeres, niñas/os,… y lo hacen desde distancias o separaciones rela-
tivas al tiempo –pasado (objeto clasificado, periodizado) y presente
(que interpreta), al conocimiento mismo –lo inteligible y lo que debe
ser olvidado en beneficio de lo primero–, al sentido –enraizado en un
origen fundante incuestionado–, etc..
En varios sentidos, entonces, planteo aquí desafíos para una in-
vestigación que se propone comprender prácticas educativas a través
de materiales que son determinadas escrituras y oralidades –narrati-
vas que articulan experiencias–, las que a su vez serán inscriptas en
otras escrituras. Sería identificar esa “línea que separa una filosofía
de la experiencia, el sentido y el sujeto, de una filosofía del saber, la
racionalidad y el concepto” y que define, además, modos de compren-
der el presente histórico, la práctica científica y la relación con los
discursos de verdad (Foucault, 2009: 42, 44 y 48)3. Es decir, atender a
procesos y momentos que implican opciones teóricas, producción de
discursos y decisiones metodológicas, desde reflexiones epistemoló-
gicas que irán mostrando modos de normalización y esquemas ope-
rantes, que deben ser discutidos4.
Desarrollado este primer punto, me interesa realizar algunas
aclaraciones terminológicas. Utilizo narrativa como sinónimo de rela-
to e historia en los casos en que la referencia acentúa algo en común:
3 Cfr. también el prólogo que Giorgi y Rodríguez (2009) hacen al compilado donde
se encuentra este texto de Foucault.
4 Expresa Foucault, “Formar conceptos es una manera de vivir y no de matar la
vida; un modo de vivir en una relativa movilidad y no un intento de inmovilizar la
vida” (2009: 55).
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7 Para ampliar estas claves puede consultarse un texto ya clásico de Elsie Rockwell
(1987) y, más actual, el de Roxana Guber (2001) y Eduardo Restrepo (2012).
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Bibliografía
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documentación narrativa de experiencias pedagógicas. Disponible
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de los medios en las siete regiones del mundo (74,1% y 72,7% respecti-
vamente); y que la imagen que se presenta en las noticias sigue siendo
predominantemente masculina. En este sentido, las representaciones,
las voces y los discursos autorizados son mayoritariamente mascu-
linos (76%). En cuanto a las mujeres, aparecen prioritariamente en
temas relacionados con crímenes, violencia, celebridades y entreteni-
miento (Fernández Camacho, 2015).
En el caso puntual del último relevamiento del Proyecto de Mo-
nitoreo Global de Medios (GPMMP) en 2015, el informe señala que el
progreso de las mujeres en los medios está estancado. De allí se deriva
que el 24 por ciento de las personas que se ven en las noticias, sobre
las que se lee en los periódicos, o se escucha en la radio y la televisión
son mujeres. Estos valores son exactamente los mismos que se regis-
traron en el informe de 2010. En cuanto a las representaciones es-
pecíficamente, la presencia femenina en las noticias está, fundamen-
talmente, relacionada con roles asociados a lo femenino tradicional,
como los concursos de belleza. La imagen de la mujer en los medios
de comunicación está básicamente relacionada con el rol estereotípi-
co de la mujer en la familia, como madre y esposa.
Para el caso argentino, donde como señala Silvia Elizalde (2007),
la producción de conocimiento sobre comunicación y género en las
últimas dos décadas está en manos de especialistas, graduadas en ge-
neral ya de carreras de comunicación social o ciencias de la comuni-
cación, el punto de partida es un conocimiento del campo, que en este
aspecto, sus antecesoras no tenían.
En cuanto a las problemáticas abordadas hay un consenso ge-
neralizado en que el cruce más recurrente es el de medios y género.
Medios como el escenario de disputa ideológica por la hegemonía
donde la teoría feminista y los estudios de género resultan herra-
mientas para poner en cuestión la presunta armonía preestablecida
entre división y visión del mundo que el discurso de los medios des-
pliega. Sobre este telón de fondo los análisis giran en torno de las re-
presentaciones y los discursos de las mujeres en los medios; el trata-
miento periodístico (sexismo, discriminación, juventudes, violencia
machista, violencia mediática, delitos sexuales, derechos sexuales y
reproductivos, aborto) y los procesos de recepción y usos de medios
por parte de las mujeres. En los últimos años ha sido importante por
su relevancia, la introducción de estudios relativos a la organización
y rutinas profesionales de las empresas mediáticas. Estos estudios co-
laboran en la desnaturalización de la supuesta neutralidad de los me-
dios como empresas y en la comprensión de los intereses (políticos,
económicos e ideológicos) de estas empresas como actores claves de
la contienda por el poder real.
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(…) podemos decir que los temas que logran ingresar lo hacen en
razón de la articulación entre agenda de los medios y agenda femi-
nista. En este sentido, es de fundamental relevancia que las noticias
se inscriban bajo el orden de lo consensuado internacionalmente. Los
organismos internacionales, por un lado, resultan un aval, un res-
paldo, ante los embates de las fracciones más conservadoras de la
sociedad y, por otro, son el horizonte donde apuntar la mirada en la
comunidad globalizada a la que los medios quieren pertenecer. Por
otro lado, es importante señalar, que no hay un escenario configura-
do por los medios para la ciudadanía de las mujeres. Lo que hay es
sólo la posibilidad de ser vistas a través de este campo de visibilidad
que los medios propician.
El ingreso de los/as diferentes pone en cuestión la equivalencia que
funda el orden político moderno y que indica que ciudadano es el va-
rón, blanco, propietario. Desde este lugar entonces, la tensión se juega
entre la demanda de inclusión en el orden universal de la ley y la impo-
sibilidad de absorción del conflicto, la diferencia, el orden real.
En el espacio definido por los medios para ser vistas se reedita el con-
flicto cristalizado en la dicotomía mujeres/madres relegadas al espacio
privado vs. individuas/ciudadanas con posibilidades de inserción en el
espacio público en pie de igualdad con los varones pero desde el reco-
nocimiento de su diferencia sexual. Hasta ahora el primer par viene
ganando con ventaja.
Finalmente, los medios no disponen de un escenario donde la cons-
trucción de sentido común pueda realizarse. La massmediatización
de la cultura bajo la lógica del capitalismo tardío neutraliza toda
perspectiva crítica y propicia el refuerzo del sentido común domi-
nante a través de las imágenes que los medios producen y reprodu-
cen. Si bien el discurso propicia prácticas, estas prácticas exceden
los discursos. En este sentido, los discursos mediáticos no trascien-
den la materialidad de la experiencia ya que le hablan a una ciuda-
danía imaginaria sólo posible si igualamos mercado y consumo, con
ciudadanía, olvidando que para que haya ciudadanía, los sujetos de-
ben compartir algo más que gustos, preferencias y productos. Algo
del orden de la lengua, del pasado común, de los rituales. Pero no
solamente esto. Son las prácticas, la densidad de la cultura, la ma-
terialidad de la existencia lo que hace al común compartido inelu-
dible para la construcción de ciudadanos y ciudadanas (Fernández
Hasan, 2006).
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impacto que éste tiene, tanto para el mercado como para el empode-
ramiento de las mujeres.
El tercer sendero aguzaba la mirada en torno de las mujeres y el
feminismo latinoamericano en el contexto de las reformas neolibera-
les iniciadas en los ‘80 y sus efectos en las conceptualizaciones de ini-
cios del siglo XXI, es decir, los movimientos feministas y de mujeres
entre la desigualdad persistente y la acción global. Aquí la atención
estaba centrada en los debates feministas denominados poscolonia-
les (Anzaldúa, 1997; Braidotti, 1995; Said, 1996); y la diversidad de
cuestiones relativas al multiculturalismo y el lugar de las mujeres del
llamado tercer mundo, que circulaban, no solamente pero sí predomi-
nantemente, en lo que se ha denominado el ágora electrónica.
A sabiendas de que optar por cualquiera de los tres rumbos posi-
bles me imposibilitaba incursionar en los dos dejados de lado, decidí
trabajar en el cruce teórico que me desafiaba desde el tercer eje, es
decir, detenerme en el análisis teórico de la producción feminista del
llamado tercer mundo, prestando atención fundamental a la produc-
ción relativa a nuestros países o producida en ellos (Falquet, 2008;
Gargallo, 2008; Lauretis, 2000, Femenías, 2005) con la intención de
arrojar luz sobre el estado de la producción teórica en torno a la pers-
pectiva feminista, asiduamente revisada desde una mirada principal-
mente eurocéntrica. Me interesaba identificar cuáles eran los temas y
problemas (o preocupaciones temáticas) que las feministas discutían,
destacaban, indizaban, en esta primera década del siglo XXI en el
marco de la globalización económica y cultural y teniendo en cuenta
el obstáculo que representa para nosotras la teorización del feminis-
mo blanco –anglosajón y/o continental– aquello que Mohanty llamara
el feminismo occidental, poner en cuestión ciertos supuestos teóri-
cos y revisar algunas categorías locales. Tal como indica la francesa
Françoise Collin (Ciriza, 2009), si el feminismo liga a todas las muje-
res en la crítica de su dependencia y en la búsqueda de su autonomía,
comporta, sin embargo, concepciones políticas diversas en cuanto a
la realización de sus objetivos y de los medios para lograrlos. Los des-
acuerdos no sólo personales, sino filosóficos, políticos y estratégicos,
forman parte de la vida del movimiento en la medida en que no se ha
producido un enfeudamiento de una doctrina dogmática referencial.
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Bibliografía
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Natalia Fischetti y Pablo Chiavazza
Narrativas
Arte y ciencia en los
márgenes de la academia
Proponer
Julio Cortázar comienza sus Clases de literatura (Berkeley, 1980) con
“Los caminos de un escritor”. Su primera clase está destinada a rela-
tar, a narrar su recorrido vital-literario, inescindibles. La escritura es
una con la vida, la vida es la literatura, la vida es arte. Su recorrido
por las etapas de su obra (estética, metafísica e histórica) son etapas
autobiográficas pero también, y quizá debiéramos decir “sobre todo”,
son etapas sociales y políticas.
Si han podido leer algunos libros míos que abarquen esos períodos,
verán muy claramente reflejado lo que he tratado de explicar de una
manera un poco primaria y autobiográfica, verán cómo se pasa del
culto de la literatura por la literatura misma al culto de la literatura
como indagación del destino humano y luego a la literatura como una
de las muchas formas de participar en los procesos históricos que a
cada uno de nosotros nos concierne en su país. Si les he contado esto
-e insisto en que he hecho un poco de autobiografía, cosa que siempre
me avergüenza -es porque creo que ese camino que seguí es extrapo-
lable al conjunto de la actual literatura latinoamericana que podemos
considerar significativa (Cortázar, 2013: 24)
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Conversar
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autores, el problema, los casos, las obras, los textos, en fin, la meto-
dología, es política y que las categorías que usamos para tal selección
deben ser puestas en cuestión desde el momento en que se presentan
como límites de “lo pensable”.
Proyectamos la idea de comparar normas/reglas/disciplinas/
standares de producción de saberes artísticos y saberes científicos en
función del mercado/academia/circulación. Decidimos seleccionar
textos de escritores latinoamericanos que se encuentren en espacios
transdisciplinarios de producción (Grüner, Echeverría, Richard, Es-
cobar, Zalazar) y ponerlos en tensión con una selección de artistas
locales (Tejón, Cabrera, Lavoisier) y algunas de sus producciones y
de sus testimonios.
Estamos escribiendo a dos voces luego de, pero también antes
y durante, extensas conversaciones en las que se entremezclan, se
entreveran saberes, lecturas, recuerdos y también historias locales,
relatos personales, dialógicos, culturales. Aún con nuestras forma-
ciones disciplinares diferentes, compartimos cierto enfoque crítico,
que buscamos también explicitar en el diálogo y que nos permite
recorrer un espacio común. Desde una imagen, sería algo así: si
estamos tensionando saberes epistemológicos y estéticos, lo hace-
mos desde una cuerda crítica que nos permite la transversalidad, la
transdisciplinariedad. Discutimos si lo que hacemos puede seguir
llamándose “epistemología” y “estética”, dado que nos encontramos
desde lecturas y escrituras, teorías y prácticas fuera del canon, bus-
cando un margen de la academia en la que nos formamos, y acorda-
mos en que es el adjetivo “crítica” de ambas disciplinas con el que
nos sentimos identificados. La crítica nos remite a la historia, al
conocimiento situado, a la dialéctica y a cierto modo de producción
de los saberes.
Nuestra apuesta supone poner en juego prácticas de escritura
otras, tales como escribir en los márgenes (literalmente), tensionar
escritura-imagen, escribir narrativamente e incluso autobiográfica-
mente. Desdibujar la forma y el contenido, la teoría y la práctica, para
producir un texto de algún modo desrigidizado, vivo, que sea capaz de
poner en juego nuestra narrativa/experiencia/interpretación a partir
del diálogo/encuentro entre nosotros, con los textos y con los artistas/
cientistas sociales. Es por ello que quisimos explicitar nuestra expe-
riencia de escritura conjunta en tanto una práctica de escritura (desde
disciplinas distintas, aunque del “mismo palo”) en quiebre con una
academia tradicionalmente individualista en humanidades y ciencias
sociales. Proponemos producir saberes en situación, desde narrativas
capaces de historizar, de desnaturalizar el discurso hegemónico (del
mercado, de la productividad eficiente, de la moda).
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Formas
(Nos) invitamos a relatar, narrar, biografiar todo aquello que acompa-
ña el desarrollo de nuestros caminos de investigación, en el margen
de lo estricta y restringidamente académico y científico (donde el arte
y la experiencia estética tienen un lugar clave), en la explicitación de
nuestra posición en el contexto social y político, en la explicitación de
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I. Narrar
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¿qué otra cosa puede ser la poética si no es esta poesía que me susurra
al oído? Escucho la voz de Luis Ciceri a mis 18 en el primer piso de la
esquina de Arístides y Tiburcio donde tenía su taller. Me enseñaba a
dibujar rostros con el oficio y la paciencia de los maestros. La pintura
suya que tengo ante mí ahora conlleva ese movimiento crítico que hace
del tiempo el aire que nos mueve. Veo allí rota la bolsa, mis múltiples
rostros, la desidentificación en la que devengo humana. Ércoli me su-
surra poesías del espacio, que se expande y de pronto tengo la alegría
de ver grandes los pájaros que vuelan en mi propia casa, pequeños,
dibujados con las mismas manos y la misma alegría que miro cada
día. Una política de la libertad. Han sido muchas emociones en este
espacio tiempo múltiple y entonces aparece el Chalo, sin aviso, allí, en
un rincón, mirándome desde hace un rato ya, desde una forma que no
asociaba a él, un dibujo tan impactante como sus mesas y sus enormes
serpientes listas para devorarnos. Y veo entonces su barba, lo veo allí,
en los trazos del grafito.
Conversaciones en los puentes. La obra es el puente que nos ofrece
un espacio para conversar en situación de apertura, de escucha, de
entusiasmo, de alegría y también de dolor. La obra es el puente que
teje otros puentes. Veo al Guernica por todas partes y se huele el hedor
de la guerra. Crucé por Picasso hasta Raúl Capitani y se me entrañó
su relato de nosotros mismos. Latinoamérica duele y resiste el colo-
nialismo, el imperialismo, el ultraje, la tortura. El pueblo padece la
industrialización, la explotación y el saqueo. Estamos todavía en ese
punto ciego, en ese espacio tiempo que nos clausuraron.
La muestra en conjunto es una obra de arte en tramas dibujadas, pin-
celadas, talladas en nuestra propia carne y en el cuerpo social, transido
de puentes rotos, que buscamos reconstruir.
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Eduardo Tejón“Sin título”. Imagen aparecida en Diario Mendoza el 15 de febrero de 1981, ilustrando una entrevista de Edgardo Robert
a Eduardo Tejón titulada “El dibujo como manera de reflexionar”.
Sin crítica no hay obra, sin crítica no hay discurso. Sin crítica no se
debate el sentido. Sin crítica no se cuestiona. No se piense aquí en la
crítica legitimadora del mercado, que lleva sólo la etiqueta de “crítica”
por tradición; piénsese en la crítica como esa forma de repensar la
imagen y los textos en su clave política. Para Nelly Richard (201b),
la crítica [de arte latinoamericana] aparece como un “tercer espacio”
en el que se debería articular tácticamente los problemas estéticos (y
epistemológicos, decimos nosotros) de las formas con los problemas
político-sociales propios de un enfoque cultural.
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Mariana Alvarado y Alejandro De Oto
Eduardo Tejón“Sin título”. Imagen aparecida en Diario Mendoza el 15 de febrero de 1981, ilustrando una entrevista de
Edgardo Robert a Eduardo Tejón titulada “El dibujo como manera de reflexionar”
V. Transformar
Proponemos otro movimiento: en el siguiente panfleto de Eduardo
Tejón, cambiar la palabra arte por ciencia y releer y releer...
141
Metodologías en contexto
“El arte y la utopía también existen”, texto presentado por Eduardo Tejón, artista y Profesor de la Facultad de Artes y Diseño de la
Universidad Nacional de Cuyo, en el marco del Encuentro de Estudiantes de Arte realizado en Mendoza en 1990.
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Mariana Alvarado y Alejandro De Oto
Bibliografía
Anderson, P. 2000 Los orígenes de la posmodernidad (Barcelona:
Anagrama).
Arfuch, L. 2010 El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad
contemporánea. (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica).
Arfuch, L. 2013 Memoria y autobiografía. Exploraciones en los límites
(Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica).
Bajtín, M. 2000 Yo también soy (Fragmentos sobre el otro) (México:
Taurus).
Clark, T. J. 1981 Imagen del pueblo. Gustave Courbet y la revolución
de 1848 (Barcelona: Gustavo Gili).
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Metodologías en contexto
144
Mariana Alvarado y Alejandro De Oto
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Sobre los autores
Alejandro De Oto
Investigador Independiente de CONICET y profesor en Universidad
Nacional de San Juan. Filósofo e historiador se doctoró en el Centro
de Estudios de Asia y África de El Colegio de México, ha sido Research
Fellow en Brown University y participado del African Series Seminar de
University of Cape Town como conferencista, entre otras actividades.
Es miembro de distintas asociaciones académicas. Es autor de varios
libros. El más destacado es Frantz Fanon. Política y poética del suje-
to poscolonial (México) que recibió en 2005 el premio “Frantz Fanon
Prize for Outstanding Book in Caribbean Thought” de la Caribbean
Philosophical Association.
Mariana Alvarado
Doctora en Filosofía (FFyL-UNCUYO). Especialista en constructivis-
mo y educación (FLACSO). Como investigadora adjunta (INCIHUSA-
CCT-Mendoza) desarrolla su que-hacer investigativo en la frontera
discursiva que vincula epistemologías feministas latinoamericanas e
historia de las ideas. Ha sido parte de la creación del Centro de Inves-
tigaciones Interdisciplinarias de Filosofia en la Escuela (FFyL, UNCu-
yo). Es miembro del IDEGEM (UNCUYO) y asociada al Programa In-
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Metodologías en contexto
Karina Bidaseca
Pensadora feminista descolonial. Postdoctora en Cs. Sociales por
Universidad de Manizales/CINDE-USP/COLEF/FLACSO y CLACSO.
Investigadora Independiente CONICET (IDAES/UNSAM). Profesora
adjunta de sociología UBA y UNSAM. Coordina el Programa Sur-Sur
de CLACSO y el Programa Poscolonialidad, pensamiento fronterizo y
transfronterizo en los estudios feministas. Su último libro es “Escritos
en los cuerpos racionalizados. Lenguas, memoria y genealogías (pos)
coloniales del feminicidio” (España).
Claudia C. Anzorena. Doctora en Ciencias Sociales (FCS -UBA)
Actualmente se desempeña como investigadora adjunta del CONICET.
Desarrolla su actividad en el INCIHUSA – CONICET, específicamen-
te en el Grupo de Estudios de Género y Teoría Crítica. Sus temas de
investigación giran en torno a las relaciones entre mujeres, Estado y
ciudadanía. Actualmente indaga sobre las relaciones entre demandas
feministas y resistencias Estatales en el campo de las políticas dirigi-
das hacia las mujeres en Argentina. Es miembro del Consejo Directivo
del IDEGEM (Instituto de Estudios de Género y Mujeres) de la Uni-
versidad Nacional de Cuyo, y del Grupo Asesor de la Sociedad Civil de
ONU Mujeres para América Latina y el Caribe.
Es autora del libro “Mujeres en la trama del Estado. Una lectura femi-
nista de las políticas públicas” (Mendoza, Ediunc, 2013).
Paula Ripamonti
Doctora y Profesora en Filosofía. Especialista en Docencia Univer-
sitaria y postitulada en Investigación educativa con orientación so-
cio-antropológica. Profesora adjunta efectiva de UNCUYO y titular
del Instituto Superior de Formación Docente 9-001. Beca de estudio
posdoctoral en Instituto de Filosofía- CSIC (Madrid, España). Ac-
tualmente es responsable de proyectos(SECTyP y PICTO-UNCUYO)
del campo de la filosofía política y la historia de las ideas latinoa-
mericanas y Trayectorias escolares desde singularidades resistentes
(INFD-ME, Argentina) del campo educativo. Referente de la UNCU-
YO en el Proyecto Observatório Internacional da Profissão Docen-
te (OIPD)- MERCOSUR, Universidad Federal de Mato Grosso (Bra-
sil). Ha publicado en co-edición el libro Pensar y hacer: el oficio del
Instructor popular en la educación argentina de fines del siglo XIX.
También es editora responsable de Saberes y prácticas. Revista de
Filosofía y educación.
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Sobre los autores
Natalia Fischetti
Investigadora asistente de CONICET Argentina, con lugar de traba-
jo en el INCIHUSA, CCT-CONICET Mendoza. Es Dra. en Filosofía
(UNCórdoba), Magister en Metodología de la Investigación Científica
(UNLanús) y Profesora en Filosofía (UNCUYO). Es docente de posgra-
do de cursos de epistemología y metodología de la investigación. En
el marco de la carrera de investigación desarrolla el proyecto “Modos
de producción del conocimiento. Perspectivas críticas y feministas de
la epistemología, la tecnología y la metodología en el pensamiento la-
tinoamericano contemporáneo”, cuyo objetivo consiste en indagar en
alternativas y ampliaciones teórico-metodológicas al disciplinamiento
y la normalización en la producción de saberes en Latinoamérica.
Pablo Chiavazza
Doctorando en Ciencias Sociales. Licenciado en Historia del Arte
(FFyL, UNCUYO) Coordinador del Archivo Documental del MMAMM
(Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza). Especialista en ar-
chivística. Experto en conservación y restauración de obras de arte.
Actualmente forma parte del equipo de conservación y restauración
de las obras del Museo Emiliano Guizañu Casa de Fader.
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Los escritos aquí presentes pueden agruparse
desde varias entradas, las cuales no son sino
un ordenamiento relativamente arbitrario
pero indican, de manera general, el rango de
problemas que abordamos. Por un lado traba-
jamos con temas y problemas de investiga-
ción ligados especialmente a la crítica
teórico-política del colonialismo. Por otro, se
da una discusión de la mano de los feminis-
mos contemporáneos. En otro momento, y en
conexión, desde perspectivas críticas y en el
marco del Pensamiento Latinoamericano
aparecen cuestiones vinculadas a cómo, qué,
quiénes y desde dónde preguntamos, en qué
contextos y espacialidades, cómo nos vincula-
mos con ciertos materiales y de qué manera
los intervenimos, qué dominios generamos
con su manipulación, cómo trabajamos con
ellos en relación con eso que llamamos, desde
la crítica cultural, práctica-teórica y que en su
versión más básica es construir conceptos
correlacionados sobre prácticas discursivas.