Identidad Nacional
Identidad Nacional
Identidad Nacional
ADMINISTRATIVAS Y CONTABLES
INTERNACIONALES
Pucallpa – Perú
2017
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DEDICATORIA:
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INTRODUCION
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1. LA IDENTIDAD NACIONAL EN EL PERÚ
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contexto nacional. Ni siquiera las clases oprimidas pudieron salvarse y
nucleares para hacer frente a lo oficial, a lo dominante.
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el patrimonio nacional, con los valores, tradiciones, historia, recursos
naturales, usos, costumbres y sus grandes problemas".
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Socialmente, el vínculo nacional configura la comunidad con mayor
capacidad de inclusión, legitima los objetivos políticos y las medidas
administrativas que regulan la vida cotidiana de los ciudadanos.
6).- Nos identifica no solo con la nación sino que nos identificamos con
nosotros mismos y nuestro entorno
1.4. Búsqueda de la Identidad Nacional
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latentes, pese a que contamos con mayores elementos de juicio que
contribuyen a comprender y perfilar mejor nuestra identidad.
Son sus rostros, vivencias y expresiones culturales los que han dado lugar
a un mestizaje que genera un país de perspectivas históricas donde
existe las aspiraciones de los peruanos y expresada en un término que
aún tiene cierto lastre despectivo, pero que, actualmente, cobra valoración
social y económica de: "lo cholo". Término peyorativo (como lo siguen
siendo la expresión "serrano" o "indio"), que pone al descubierto un
racismo solapado e insistente en algunos sectores de la sociedad
peruana.
Hay dos posibilidades que permitirían cohesionar un país desmembrado:
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Que difunde una falta de identidad. La llamada Identidad Nacional no es
una sumatoria de identidades "múltiples, y es allí donde radica el
problema. Sumar identidades regionales fuertes no resulta en una
identidad nacional fuerte, mucho menos en un país que se caracteriza por
una composición étnica muy heterogénea.
2).- La destrucción de todas la formas de culturas peruanas
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2).- La formulación de talleres de sensibilización
Entendemos por identidad el sentirse uno mismo, el actuar como uno es,
sentirse bien al hacerlo, y al relacionarse con las personas que conviven
con nosotros. Hoy los problemas que nos afectan son el individualismo y
el colocar el yo por encima de la sociedad, igualmente la masificación del
abuso cultural vía la imitación de valores que no son nuestros pero que
nos han hecho sentir y creer que son superiores a los que nosotros
tenemos y que heredamos de nuestros antepasados.
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involucran a nuestros antepasados, pudiendo tener en algunos casos
hasta un componente racial. En todo caso se expresa a través del
lenguaje, su religiosidad o cosmogonía, sus valores morales, formas de
interpretar la naturaleza y como relacionarse con ella, sus costumbres,
ciencia y tecnología.
Este concepto implica todo aquello que tiene que ver con las creencias,
tradiciones, símbolos, comportamientos, valores y orgullos que comparten
los miembros de un determinado grupo de personas y que son a su vez
los que permiten la existencia de un sentimiento de pertenencia.
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especial, y sobre todo, una actitud particular ante ciertos productos del
espíritu humano, que le distinguen, por ello, de la mayor parte de la gente.
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autoconocimiento. Saber mi nombre, mis apellidos, mi ascendencia, mi
lugar de origen, etc.
2.5.1. DANZAS
2.5.2. GASTRONOMIA
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este arte.2 3 A menudo se piensa erróneamente que el término
gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería
en torno a una mesa. Sin embargo, ésta es una pequeña parte del campo
de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un
cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes
culturales tomando como eje central la comida.
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necesidades. Yavaloy (2001, citado por Grimaldo, 2004) señala que la
identidad personal está referida a los atributos más personales y
específicos de un individuo, tales como la idea de su propia competencia,
atributos corporales, forma de relacionarse con otros, rasgos psicológicos,
intereses individuales, gustos, etc.; es decir, atributos del individuo en
tanto como ser único, le pertenecen exclusivamente a él. Como se aprecia
en la definición anterior, la identidad hace referencia al conocimiento y
valoración de muchos aspectos que se han ido organizando a lo largo de
nuestra vida. Por todo lo anteriormente expresado, podemos decir que la
identidad es considerada como un proceso a partir del cual el individuo se
autodefina y autovalora, considerando su pasado, presente y futuro. Es
así como concilia las inclinaciones y el talento de las personas con los
papeles iníciales que le fueron dados por los padres, compañeros y por la
misma sociedad. Respecto a la definición de cultura, Schafer (1980,
citado por Nanzer, 1988) plantea que la cultura es todo aquello que
creamos específicamente pasado, presente y futuro, mental, espiritual o
material. Comprende no solo la totalidad de las ideas, invenciones,
artefactos, símbolos, valores, creencias y obras de arte, sistemas
económicos, estructuras y convenciones sociales, convicciones morales,
ideologías políticas, códigos legales, todo lo que la mente humana ha
creado y creará, cuanto la mano humana ha fabricado o fabricará.
Gonzáles (s.f., citado por Pezzi, Chávez & Miranda, 1996), señala que la
Cultura es el conjunto de expresiones que objetivan, con mayor o menor
plasticidad, el universo de mayor sentido generalizado de un determinado
pueblo. Aquí se pone énfasis en el elemento material de la cultura, como
una expresión de un grupo humano. Por su parte, Campos (s.f., citado por
Pezzi, Chávez & Miranda, 1996) indica que es el sistema integral
(abstracción) de las normas y caracterizaciones de vida mediante la
comunicación simbólica, atributo específico del ser humano. En esta
definición, se hace hincapié en los elementos no materiales de la cultura,
los que se organizan de forma abstracta. Grimson (2001) señala que el
concepto de cultura es uno de los más controvertidos y polisémicos de las
ciencias sociales. Es ese sentido, este concepto debe ser potenciado a
través del uso sistemático de dimensiones temporales y espaciales. La
cultura es histórica y ninguna sociedad puede comprenderse sin entender
a su historicidad, a sus transformaciones. A su vez, toda sociedad se
ubica en un espacio y se encuentra en Interrelación con otras sociedades.
La cultura común es la que da a la sociedad su espíritu de cuerpo y lo que
hace posible que sus miembros vivan y trabajen juntos, con un mínimo de
confusión y de interacción mutua. Además, la sociedad da a la cultura una
expresión pública de su conducta, y la transmite de generación en
generación. Sin embargo, las sociedades están constituidas de tal modo
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que sólo pueden expresar la cultura por medio de sus individuos
componentes y no pueden perpetuarla más que por la educación de estos
individuos (Linton, 1992). Por su parte, la Declaración Universal de la
UNESCO sobre la Diversidad Cultural (2001) plantea que la cultura debe
ser considerada como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y
materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a
un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos
de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las
tradiciones y las creencias. Para el INC (2002) la cultura se refiere a las
formas de ser, sentir, pensar y actuar de los seres humanos. La definición
anterior constituye una visión amplia de lo que se entiende por cultura; ya
que hace referencia al componente cognitivo, afectivo y conductual de la
persona. Respecto a la cultura, no debemos olvidar la importancia que
ésta tiene en la educación de muchas generaciones. A partir de la
pertenencia a una cultura aprendemos muchos saberes, prácticas,
tradiciones y estilos de vida. Al respecto Giroux (2001), señala que en la
actualidad la cultura se ha convertido en la fuerza pedagógica por
excelencia y su función como condición educativa fundamental para el
aprendizaje es crucial para establecer formas de alfabetización cultural en
diversas esferas sociales e institucionales a través de las cuales las
personas se definan así mismas y definan su relación con el mundo
social. En este caso, la relación entre cultura y pedagogía no puede
abstraerse a partir de la dinámica central de la política y el poder. Por otro
lado, respecto al concepto de identidad cultural, Gissi (1996) señala que
la identidad cultural supone, a la vez, la identidad del otro o de los otros,
donde recíprocamente, y/o nosotros somos otro(s) para ellos. Es
importante señalar que en las definiciones de identidad cultural es
necesario tener en consideración dos nociones fundamentales: la
endógena y exógena. Desde esta perspectiva, Batzin, (1996, citado por
Rengifo, 1997), define a la identidad cultural como la manera en la cual un
pueblo se autodefine (influencia del factor endógeno) y cómo la definen
los demás (énfasis del factor exógeno). Para Ampuero (1998) la identidad
cultural, se refiere, en líneas generales a la forma particular de ser y
expresarse de un pueblo o sociedad, como resultado de los ancestrales
componentes de su pasado, frente a lo cual se considera heredero e
integrado, en tiempo y espacio. Por su parte, Gorosito (1998) plantea que
la identidad es un aspecto de la reproducción cultural; es la cultura
internalizada en sujetos y apropiada bajo la forma de una conciencia de
sí, en el contexto de un campo limitado de significaciones compartidas
con otros. Salgado (1999) señala que la Identidad Cultural está referida al
componente cultural que se moldea desde edad temprana a través de
nuestras costumbres, hábitos, fiestas, bailes, modos de vida, todo aquello
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que forma parte de nuestro folklore y que es una expresión misma de
nuestro pasado y presente con proyección al futuro. En la definición
anterior, se plantea la importancia que tiene la experiencia previa, ya que
esta identidad se moldea desde edades tempranas. Es así como las
distintas expresiones de nuestros padres, hermanos y familia en general,
van a ser de gran importancia en la estructuración de la identidad cultural.
Particularmente, la identidad cultural es entendida como un proceso
dinámico a partir del cual las personas que comparten una cultura se
autodefinen y autovaloran como pertenecientes a ella; además, actúan de
acuerdo a las pautas culturales que de ella emanan. Así mismo, implica la
definición que las demás culturas tienen respecto a ella. Según Hall
(1995), la identidad cultural no es simplemente la expresión de la
«verdadera historia» de cada grupo o nación, sino que puede ser
entendida, como el relato a través del cual cada comunidad construye su
pasado, mediante un ejercicio selectivo de memoria. (Citado por Fuller,
2002). Como podemos ver la identidad cultural se va construyendo a lo
largo de todo el proceso de desarrollo del individuo, e incluso involucra
todo el pasado histórico del grupo. Es así como, a partir de una adecuada
política cultural, bien orientada, a partir de un atinado diagnóstico de
situación, considerando las fortalezas y debilidades, este factor de
identidad podría ser organizado de forma favorable. Fuller (2002) señala
que los estudios sobre identidades culturales deberían ser localizados,
contextuales y centrados en los actores con el fin de respetar tanto el
derecho al reconocimiento como la libertad individual. O, por lo menos,
encontrar una salida para cada caso particular que contemple los
intereses y las perspectivas de ambas partes. Ligado al tema de identidad
cultural, desde la visión de las ciencias políticas se encuentra el concepto
de política pública. Según Alvarado (2002) en términos generales este
concepto se refiere a la manera como se organiza el conjunto de
decisiones y acciones que confieren orientación a la actividad del Estado
y que se concretizan por medio del aparato administrativo. Analizando
dicho concepto, otro autores, puntualizan que si bien el sentido y la
extensión que cabe otorgar al término política estatal (o pública) son
controvertidos, esta se concibe como un conjunto de acciones y
omisiones que expresan la modalidad de intervención del Estado frente a
una cuestión (problema) que concita la atención, el interés o la
movilización de otros actores en la sociedad civil. En este sentido el
concepto de políticas públicas se refiere al conjunto de iniciativas y
respuestas manifiestas o implícitas que permiten conocer la posición
predominante de un Estado frente a los problemas, necesidades y
demandas de la sociedad en su conjunto. Relacionado a este concepto y
dentro de su ámbito, encontramos el de política cultural. Según, Morrison
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(1997), la política cultural es el conjunto de operaciones, principios,
prácticas y procedimientos de gestión administrativa y presupuestaria, que
sirven de base a la acción del Estado. En cuanto al desarrollo de la
política cultural en el Perú recordaremos algunos hechos que marcaron el
avance o retroceso en este campo. Cornejo (1993) señala que sobre la
Carta Fundamental del 79 se tendría que señalar que sus autores
desaprovecharon una oportunidad única para elaborar un capítulo sobre
cultura organizado, coherente y cabal que consultase por un lado el reto
de la realidad nacional en toda su riqueza y en toda su complejidad y
tuviese en cuenta, de otra parte, la abundante reflexión internacional
sobre el tema de políticas culturales y el desarrollo cultural. Las buenas
intenciones abundaron, pero hicieron falta meditación o información,
orden y concierto. Haciendo un balance de la acción cultural del segundo
gobierno de Belaúnde cabe afirmar que su mejor aporte fue la Ley
General de Amparo al Patrimonio Cultural y su mayor error de largas y
negativas consecuencias que aún existen- el desmantelamiento del
Instituto Nacional de Cultura y la minimización de sus atribuciones y
posibilidades reales de acción (Cornejo, 1993). Cornejo en 1993,
señalaba que en la tarea cultural del gobierno de Alan García, no hubo
propiamente una política cultural orgánica y explícita y lo más interesante
e importante del periodo estuvo dado por el CICLA (Consejo de
Integración Cultural Latinoamericana) y por el Concytec (Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología). En suma, se observó poca
consistencia (salvo la obra de Concytec), en el campo del desarrollo y la
política cultural entre 1985 y 1990. Al revisar los lineamientos y programas
de Política Cultural del Perú (2002), se señala que el objetivo institucional
del Instituto Nacional de Cultura es estimular la identificación de los
peruanos consigo mismos y con su entorno, de modo que sus pautas de
pensamiento, sentimiento y acción, respondan a las demandas de
desarrollo que se propone el país, eliminando los factores negativos que
afectan su autovaloración y su visión de futuro. De esta forma, lograr que
sus maneras de ser, sentir, pensar y actuar permitan el libre desarrollo de
su capacidad creativa y de trabajo, con expectativas de bienestar y
efectos positivos en la producción, el desarrollo científico y la creación
artística. En el mismo documento anteriormente citado se señala que el
Perú ha mantenido un perfil cultural de progresivo alejamiento de la
universalidad del proceso contemporánea que, nos llega desde todos los
lados como ajeno y exento de nuestra identificación efectiva con la
modernidad, creándonos la imagen de que nuestros valores culturales
son sólo del pasado y que lo moderno es sólo copia de los logros de otras
culturas (INC, 2002). De la misma forma, se propone la creación de una
instancia pública, encargada de conducir una política cultural y científica
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del Perú, con capacidad para movilizar a los actores y productores del
patrimonio cultural vivo del que dispone el país, y garantizar la
preservación y promoción de dicho patrimonio y del que hemos heredado
de nuestros antepasados de todos los tiempo. La propuesta en aquel
entonces era de una instancia de rango ministerial. Sin embargo, como
sabemos esta propuesta solo quedó en ello, en una propuesta más; y
luego de cuatro años, el panorama sigue siendo el mismo. La Cultura
continúa separada de la ciencia y la tecnología; observándose una
desarticulación entre las diferentes culturas que conforman el Perú. En
donde el Estado ha tenido una actuación sin protagonismo, sin un
verdadero compromiso de cambio, alejándose cada vez más de la
construcción de la identidad cultural. Por otro lado, al revisar el Diseño
Curricular Nacional para la Educación Básica Regular (Ministerio de
Educación, 2005), nos podemos dar cuenta que el tema de cultura
constituye un tema transversal que se reconoce como importante, sin
embargo no se observan los lineamientos específicos de trabajo que
permitan el desarrollo del proceso de identidad cultural. Señalando a la
letra que la educación intercultural y ambiental son transversales a todo el
sistema educativo. La Ley General de Educación N° 28044 (Ministerio de
Educación, 2005) plantea que uno de los objetivos de la educación básica
es desarrollar aprendizajes en los campos de las ciencias, las
humanidades, la técnica, la cultura, el arte, la educación física y los
deportes, así como aquellos que permitan al educando un buen uso y
usufructo de las nuevas tecnologías. Si partimos de las coincidencias en
la mayoría de los autores en señalar que la cultura es todo aquello que el
hombre ha creado, está creando y creará, podríamos señalar que este
objetivo se refiere a hacer posible el desarrollo, a partir de una política
orientada a la dimensión cultural. Sin embargo, aún falta mucho camino
por recorrer. No basta inaugurar una Biblioteca Nacional con los adelantos
tecnológicos requeridos, hacen falta propuestas viables que permitan
realmente considerar a la persona como centro de la acción cultural,
desde una perspectiva intercultural. Como podemos darnos cuenta,
estamos frente a un sistema educativo que descuida el tema de cultura y
de interculturalidad; dejando de lado por tanto, las posibilidades de
desarrollo social y económico, que se generan en torno a ella. Desde el
Congreso de la República, respecto al tema de cultura, existe un dictamen
de la Comisión de Asuntos indígenas y afroperuanos, recaído en el
proyecto de ley No. 1011/2001-CR que propone una ley de pueblos
indígenas para la educación bilingüe. De la misma manera, existe un
proyecto de ley que impulsa la interculturalidad y modifica la ley No.
27818, ley para la educación bilingüe intercultural, propuesto por la
congresista Susana Higuchi Miyagawa. Se observan algunos avances en
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la formulación de políticas. Sin embargo, todavía no logran implementar
actividades orientadas a la protección del patrimonio cultural, al desarrollo
de la creatividad como expresión de nuestra cultura, la participación activa
de los medios de comunicación de masas que permitan el desarrollo
cultural, entre otros aspectos fundamentales. Es así como la Dirección
Nacional de Educación Bilingüe Intercultural (Dinebi), ha obtenido algunos
logros, tales como: la creación de una política nacional de Lenguas y
Culturas en la Educación, marco para el desarrollo de las acciones
pedagógicas EBI; el diseño del Proyecto de Ley Nacional de Lenguas,
realizado en consulta con las organizaciones representativas de las
lenguas y culturas del país, y presentada a la Comisión de Amazonía,
Asuntos Indígenas y Afroperuanos del Congreso Nacional de la
República; Inclusión de la Educación Bilingüe Intercultural en el Proyecto
de Reforma Constitucional; la formulación de la política de tratamiento de
lenguas y currículo pertinente considerando los aspectos sociolingüísticos;
generación de lineamientos y el Plan Operativo Anual 2003 de la
Dirección Nacional de Educación Bilingüe Intercultural consensuados con
el Consejo Consultivo Nacional de Educación Bilingüe Intercultural, que
tiene representantes de lenguas y culturas originarias, incorporación de la
EBI en el Plan Nacional de Educación para Todos, entre otros aspectos.
Como podemos darnos cuenta la mayoría de las acciones desplegadas
se orientan hacia el desarrollo de políticas orientadoras necesarias; sin
embargo, todavía hace falta llevar a la realidad todo lo programado, de tal
manera, que nuestras poblaciones más alejadas principalmente, sean las
más beneficiadas, con el respeto y valoración de sus culturas. Según
Alvarado (2002) en el sentido de proceso o acción de las políticas
públicas, éstas se organizan en torno a tres fases: la primera orientada a
la formulación de política en una declaración explícita de algún organismo
del poder del Estado que exprese la intención del gobierno de realizar
determinadas acciones (programas y/o proyectos) para solucionar
problemas o necesidades. El segundo momento, se refiere a la
implementación y la ejecución de planes, programas y/o proyectos, que
determinadas instituciones estatales realizan para solucionar problemas,
demandas y necesidades sociales y concretar los objetivos y las metas
planteadas en las formulaciones de política; y en tercer lugar, se realizan
los resultados de política. Aquí se consideran dos sentidos: como
producto y como impacto social. El primero, expresa el grado de eficiencia
de la acción estatal, entendiendo a la eficiencia como el logro de objetivos
y metas de las políticas formalmente explícitas y el segundo, se refiere al
efecto de las acciones públicas en el contexto social. En ese sentido, al
analizar cada una de las experiencias anteriormente citadas respecto a
las diversas acciones que tienen lugar en torno al tema de identidad
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cultural, podemos señalar que en la mayoría de los casos se han quedado
en la primera fase del proceso de las políticas públicas, en este caso de
las políticas culturales. Ya que se han formulado políticas que están
plasmadas en documentos elaborados por el órgano técnico de
planificación y muchos de ellos realizados por equipos de expertos. Sin
embargo, todavía falta concretar objetivos y metas planteadas en dichas
formulaciones. Estamos lejos todavía de una etapa de evaluación de los
resultados. A nuestro entender, hace falta un ente gubernamental, que
desde el estado planifique, organice, fomente, difunda y coordine con las
organizaciones comunitarias, locales, regionales, organismos no
gubernamentales de desarrollo, universidades y la iniciativa privada, que
participe prioritariamente en la construcción de la identidad cultural. En
todo caso, dicho organismo permitiría la posibilidad de llevar a la práctica
las políticas culturales existentes en torno al tema de cultura. Hay
necesidad de considerar las diferentes realidades sociales de nuestro
país, ya que en muchos casos el centralismo existente genera inequidad,
exclusión y hasta discriminación. Hay algunos sectores de nuestra
población, principalmente aquellos que se ubican en las zonas más
apartadas de la capital que por no ser incorporadas al mundo occidental,
no son respetadas, ni valoradas. Al contrario, son segregadas y en
algunos casos la relación que tienen con otras comunidades son de
dominio y explotación. Como se señaló al principio del presente artículo,
la identidad, en este caso cultural, responde definitivamente a la pregunta
¿Quiénes somos? Y en ese intento por dar respuesta a esta sencilla
pregunta, surgen varias alternativas que probablemente tengan como
denominador común una idea, un concepto o una percepción negativa de
lo que somos como cultura y si vamos más allá de ello, entendiendo que
en esta respuesta se involucra también, lo que piensan los otros respecto
a lo que somos, esa imagen negativa de nosotros mismos, como cultura,
se afianza aún más. Frente a ello, hace falta empezar a trabajar
organizadamente en pro de la construcción de esta ansiada identidad
cultural, como un componente importante de la identidad nacional. Ya que
como señala Salgado (1999) la identidad nacional presenta los siguientes
componentes: identidad cultural, étnica, social e histórica. De tal manera,
que para construir la identidad nacional, tendríamos que empezar por
trabajar cada uno de estos pilares, incluida la identidad cultural. En
nuestro contexto, es sumamente necesario trabajar en torno a la política
cultural, ya que se evidencian los indicadores de una cultura de la
violencia, de una cultura combi o de una cultura chicha, cada una con sus
particulares características; pero con una misma connotación negativa.
Estas diversas formas de cultura, están ligadas estrictamente con lo mal
hecho, inescrupuloso, delictivo; anómico, agresivo, entre otros aspectos.
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Es decir, en un sentido negativo, la población peruana, en general, y los
niños, en particular, aprenderán estas formas de vida que van orientando
sus decisiones y sus conductas. Es en este ámbito donde transcurren sus
interacciones y en donde las normas y valores se tornan flexibles, donde
lo inescrupuloso y lo informal guían su actuar. Si consideramos que uno
de los elementos esenciales de la cultura no material, constituye el
sistema normativo en donde se ubican los valores, las normas y la moral,
se hace necesario considerar este aspecto en el diseño de un proyecto
político nacional. Hace falta de manera urgente proponer lineamientos
claros y precisos, que hagan posible la incorporación de nuevos valores,
respeto a la moral y a las normas de convivencia. A nivel internacional,
Nivón (2004) señala que los Estados han abandonado su intromisión en la
orientación de la actividad artística y popular, y ahora ponen su interés en
mecanismos democráticos para tomar decisiones en materia cultural, ya
que suponen valores y estrategias que hacen imprescindible la
intervención pública en la cultura. En algunos países desarrollados la
política cultural forma parte del progreso político, económico y social que
ha alcanzado el Estado, asumiéndola como uno de los componentes más
importantes, a partir de la cual se hace viable el desarrollo. En los
próximos años van surgiendo nuevos modelos de organismos ejecutores
y coordinadores de las políticas culturales, basados en un principio
universal que lanza el ideal de la participación y el derecho al acceso a la
cultura de todos los seres humanos, tomando como parámetro para ello,
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual en su artículo
27 (inciso 1) dice: Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente
en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en
el progreso científico y en los beneficios que de él resulte (Peña, s.f.). Por
ejemplo, en el caso del gobierno de Guatemala, el tema de las políticas
públicas y la interculturalidad es particularmente importante dentro de su
agenda política, puesto que toma parte sustantiva de los compromisos
firmados en los Acuerdos de Paz. Específicamente del Acuerdo sobre
Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas. (Alvarado, 2002).
Alvarado (2002) señala que a pesar de las grandes dificultades para
potenciar la interculturalidad en el futuro inmediato, esta es viable en
Guatemala siempre que se acierte en su definición y en su
implementación. Para ello es necesario explicarla de manera clara y
aceptando que no es una panacea para todos los problemas socio
culturales. Esta debe combinarse con otras acciones y realizaciones. Bajo
esta perspectiva, el fomento de la interculturalidad debe ir acompañado
de acciones encaminadas a superar las causas que dieron origen al
conflicto armado interno, como son la alta exclusión del modelo del
Estado guatemalteco, la intolerancia y la discriminación de los grupos, que
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históricamente han ostentado el poder económico y político del país; así
como los agudos niveles de miseria, extrema pobreza, analfabetismo,
morbilidad, mortalidad, desempleo y sub empleo que vive el 65% de la
población guatemalteca. Sin embargo, el panorama no es el mismo en
todos los países; por ejemplo en España, Hernández (s.f.) señala que la
política cultural de los estados democráticos, va con retraso, por ser más
recientes históricamente, en la adopción de las decisiones fundamentales
sobre su planificación y gestión. Por ello hay necesidad de otorgar a la
cultura un carácter estratégico entre las políticas públicas que ésta tiña el
resto de planeamientos y no al revés- como principal agente de cambio y
transformación social. Plantea que se necesita, una nueva política cultural
activa, que actúe en distintas direcciones: abriendo procesos de reflexión
colectiva para definir prioridades propias y para orientar a otros agentes
culturales; buscando la concertación y la complementariedad entre los
distintos actores del sector cultural; corrigiendo las tendencias no
deseables del mercado, asegurando los valores culturales que éste no
considera rentables; promoviendo la vertebración cultural de los territorios
y la cohesión social. Por su parte, Giroux (2002) señala que la crisis actual
de la política cultural y de la cultura política a la que se enfrenta Estados
Unidos, está estrechamente ligada a la desaparición de lo social como
categoría constitutiva para expandir las identidades democráticas, las
prácticas sociales y las esferas públicas. En este caso, no se trata tanto
de que se esté borrando la memoria, de que se está reconstruyendo en
circunstancias de deterioro de los foros públicos, en los que se realizan
debates serios. La crisis de la memoria y de lo social está empeorada por
la deserción del Estado de su cargo de guardián de la fe pública y su
creciente falta de inversiones en los sectores de la vida social que
promueven el bien del pueblo. Además, la crisis de lo social se agrava
aún más, en parte, ante la falta de voluntad por parte de muchos liberales
y conservadores de reconocer la importancia de la educación formal e
informal como fuerza para estimular la participación crítica en la vida
cívica y de la pedagogía como práctica cultural, política y moral crucial
para conectar la política, el poder y los sujetos sociales con los procesos
formativos más amplios que constituyen la vida pública democrática. Por
su parte, la UNESCO y la Organización de Estados Americanos para la
educación, la ciencia y la cultura, plantean dos ejes fundamentales: el
respeto a las culturas nacionales, lo que internamente se ha traducido en
el respeto a la pluralidad o diversidad cultural; y la idea a la que no se le
ha dado la importancia suficiente, de que la cultura debe ser un soporte
imprescindible del desarrollo (Nivón, 2004). Respecto a esta segunda
posibilidad de entender a la cultura como una fuente fundamental para el
desarrollo, en nuestro país, todavía falta mucho por avanzar. Pero no se
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trata de un caso aislado, Fuentes (2002) señala que nuestra
extraordinaria continuidad latinoamericana no ha encontrado aún,
plenamente, continuidad política y económica comparables. Por otro lado,
Rey (2003) señala líneas de trabajo en torno a este tema: la promoción de
la diversidad cultural, las relaciones entre cultura y equidad, la importancia
de la cultura para los procesos de desarrollo económico y el
fortalecimiento de las instituciones democráticas. Caetano (2003) plantea
que las políticas culturales deben pensarse en tanto políticas sociales. De
esta manera, así entendidas y diseñadas se organizan como una variable
importante en el desarrollo de cualquier sociedad. Al respecto, hay
necesidad en nuestro contexto de considerar a la cultura y a la política
cultural como variables interconectadas e importantes de reconocer en
todo discurso sobre desarrollo nacional. Caetano (2003) señala que hay
que trabajar en torno a algunos temas referidos a la política cultural en
Latinoamérica: en primer lugar, la necesidad de realizar estudios con una
base empírica respecto a los temas de cultura. En segundo lugar, en los
intentos por intervenir hace falta trabajar desde una perspectiva
acumulativa, pensando en el mediano y largo plazo, lo cual implica,
aceptar la existencia de estudios previos. En tercer lugar, plantea que hay
necesidad de generar políticas culturales activas, con impulsos
reformadores con una fuerte reivindicación del espacio de la política.
Finalmente, sugiere la necesidad de trabajar poniendo énfasis en la
flexibilidad e innovación. Quizás, una gran responsabilidad de esta falta
de tratamiento del tema de política cultural, es el que no se considere la
real envergadura que tiene el término derecho cultural. Achugar (2003),
plantea que los derechos culturales suelen calificarse como una categoría
subdesarrollada en comparación con los derechos humanos. En un
sentido similar, la misma declaración de la Conferencia
Intergubernamental sobre políticas culturales ya había señalado en 1998
que la noción de derechos culturales tiene cada día más peso de los que
son los derechos humanos, pero aún no ha alcanzado igual importancia
en los programas políticos. Es así como deberíamos aceptar que nuestras
sociedades latinoamericanas son multiculturales, en donde hay necesidad
de distinguir dos aspectos: en primer lugar, el derecho a la participación; y
en segundo lugar, el derecho a la propia identidad cultural. Tal como lo
señala Achugar (2003) lo primero significa que el objetivo es que todos
seamos iguales y en el segundo, lo importante es la diferencia. Nos
podemos dar cuenta que aún falta mucho por trabajar en torno a este
tema de gran envergadura, la identidad cultural y su relación con la
política cultural, en donde deberían reflejarse los derechos culturales,
respetando los elementos materiales y no materiales al interior de cada
cultura; así como también las diferencias entre una cultura y otra.
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Diferencias que en muchos casos, nos llevan a discriminar y en otros
casos hasta humillar a aquellos que consideramos diferentes en relación a
su procedencia cultural. Hablar de cultura, implica tener presente el tema
interculturalidad, considerándola como un proceso a partir del cual se
establecen los contactos, la mutua influencia y la interacción entre los
miembros de diferentes culturas. Sin embargo, en la mayoría de los
casos, estas relaciones no se dan en un plano de igualdad, sino en un
sentido vertical, en donde el poder y la dominación de una cultura sobre
otra marcan las diferencias. Ahora bien, aceptar a nivel práctico y
cotidiano la interculturalidad, implica reconocer las diversas
Interinfluencias y valorarlas, siendo ello fundamental para la construcción
de una sociedad democrática, ya que los actores sociales que lo acepten
asumirían el reconocerse, comprenderse, aceptarse y valorarse
mutuamente con el objetivo de trabajar cohesionadamente en un proyecto
político nacional a mediano y largo plazo. Según Alvarado, (2002) la
construcción de una sociedad intercultural implica un proyecto político que
permita establecer un diálogo entre culturas. Este diálogo debe partir de la
aceptación de la propia identidad y de la autoestima. Fuller (2002) plantea
que es necesario diferenciar la interculturalidad como situación de hecho
de la interculturalidad como principio normativo. El primer caso expresa el
dato concreto de que en la mayoría de las naciones-Estado coexisten
culturas diferentes, que pueden convivir armónicamente o, como es el
caso de gran parte de América Latina, pueden rechazarse y discriminarse.
El segundo se refiere a una propuesta éticopolítica que busca
perfeccionar el concepto de ciudadanía con el fin de añadir a los derechos
ya consagrados de libertad e igualdad ante la ley, el de reconocimiento de
los derechos culturales de los pueblos, culturas y grupos étnicos que
conviven dentro de las fronteras de las naciones-Estado. Para el primer
caso, supone la posibilidad de generar espacios para que cada cultura
tenga la posibilidad de ejercer sus derechos culturales, transmitiendo sus
saberes, tradiciones y prácticas culturales. Zúñiga & Ansión (1997)
plantean que se trata de asumir positivamente la diversidad cultural, de
generar formas y canales para entablar un diálogo horizontal que permita
reconocer las influencias mutuas en el espacio de convivencia y aceptar
que el intercambio cultural es un proceso abierto que genera
constantemente nuevas formas de expresión y organización. (Citado por
Fuller, 2002). En cuanto a la noción de ciudadanía, muchos estudiosos
coinciden en señalar que es posible construir un sistema político en el que
los derechos individuales y sociales estén garantizados. Sin embargo,
podemos señalar que en la práctica cotidiana sería muy difícil de lograr,
ya que como sabemos muchas naciones Estado se construyeron sobre la
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base de las diferencias, lo cual ha generado enfrentamiento, conflicto y
discriminación entre ellos.
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en idéntica condición. También hay que añadir, que es muy difícil que
entre en la cabeza de un niño algún número o texto, simplemente con una
taza de té en el estómago. Existe un divorcio entre la universidad y la
empresa, y en líneas generales la educación no cuenta con medios físicos
adecuados, docentes justamente remunerados, motivados y bien
preparados así como planes curriculares actualizados y de acorde con la
realidad local-nacional. Sin embargo cada año, miles de nuevos
profesionales engrosan las filas del desempleo, sub-empleo o
informalidad, debido a que las ofertas de plazas universitarias se
programan de acuerdo al número de carpetas y no a la realidad nacional.
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¿Cómo pensar que una madre que pierda a sus hijos cruelmente
asesinados, mutilados o violados, en vez de clamar por justicia pida un
apoyo económico? ¿Cuánto valemos en realidad? y, sobre todo ¿cuánto
es el precio que pedimos por nuestras vidas? Cuando dejamos de
querernos a nosotros mismos (autoestima) perdemos nuestra dignidad, y
sin autoestima ni dignidad: ¿COMO HABLAR DE IDENTIDAD
NACIONAL?
4.1. PERÚ: LA AUTOESTIMA E IDENTIDAD NACIONAL
Para nadie era un secreto que como nación teníamos baja autoestima. Y
es que nuestros inicios fueron traumáticos: El Perú como lo conocemos
nació de una invasión española y de la derrota de un imperio. Los
españoles vinieron a saquear (no encuentro otra palabra que describa
mejor lo que sucedió), convirtieron al Perú en simplemente una mina de
oro y plata para alimentar a la metrópoli y financiar sus guerras, los
españoles no vinieron a construir una nación como si lo hicieron los
inmigrantes que llegaron a Norteamérica (que llegaron huyendo de la
pobreza y de persecuciones religiosas). La independencia no fue una
gesta nacional, fue una gesta de la elite criolla que se logró con ayuda de
un argentino y luego de un venezolano que no cambiaron las estructuras
socio económicas coloniales. Y luego ya como república, la que quizá es
nuestra mayor herida, una guerra y derrota ante Chile que nos sigue
doliente.
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nos enorgullece nuestro maravilloso Machu Picchu; nos enorgullece el
éxito de compatriotas como Kina Malpartida, Juan Diego Flores, Sofía
Mulanovich, Claudia Llosa o Gastón Acuario; nos enorgullece el ser
peruanos.
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símbolos naturales y signos distintivos (banderas, escudos, himnos,
selecciones deportivas, monedas, etc.).
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institutos indigenistas nacionales y se desarrollará una política común de
integración indígena en el continente.
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CONCLUSIONES
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PREGUNTAS CON SUS RESPECTIVAS RESPUESTAS SOBRE EL
TEMA
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