Paz y La Tormenta
Paz y La Tormenta
Paz y La Tormenta
Marcos 4:26 Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla
en la tierra; 27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin
que él sepa cómo.
Esta parábola acerca del Reino de Dios, narrada únicamente por Marcos,
revela que el crecimiento espiritual es un proceso continuo y
gradual que culmina en una cosecha de madurez espiritual.
28 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano
lleno en la espiga; 29 y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz,
porque la siega ha llegado.
30 Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo
compararemos?
31 Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña
de todas las semillas que hay en la tierra;
El grano de mostaza es pequeño, pero con tiempo crece hasta ser un arbusto
de los más grandes en el Cercano Oriente.
33 Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían
oír. 34 Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les
declaraba todo.
Los últimos versículos hacen ver que éstas son solamente muestras de las
muchas ilustraciones que Jesús utilizó, para aquellos que estuviesen
dispuestos a escuchar.
35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y despidiendo a la
multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas.
37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal
manera que ya se anegaba.
El mar de Galilea está a poco más de doscientos metros bajo el nivel del mar
y se encuentra rodeado de montañas.
Los vientos soplan con bastante intensidad en las regiones cercanas al mar y
provocan violentas e inesperadas tormentas.
Era una tempestad física, pero hay tormentas que se producen también
en otro sentido.
Piense en las tormentas de su vida, en las circunstancias que provocan en
usted gran ansiedad.
Jesús ha estado con nosotros durante veinte siglos y pese a ello, al igual que
los discípulos, subestimamos su poder en cuanto a resolver las
crisis de nuestras vidas.
40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
(Fue Jesús, y no los discípulos, quien sugirió cruzar el lago; ellos no estaban
fuera de la voluntad del Señor.)
41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que
aun el viento y el mar le obedecen?
Algunos dirán que el decir esto es “espiritualizar” un milagro que tuvo que
ver con calmar una tormenta sobre el lago.
Piensan que debemos confiar en Jesús para calmar las tormentas mismas
y salvarnos cuando estamos de viaje. Por supuesto, Dios puede hacer lo que
él quiere, pero para Pablo Dios no calmó la tormenta (Hech. 27) a
pesar de que Pablo era un hombre de enorme fe.
En esta ocasión los discípulos tuvieron poca fe, de manera que el calmar o
no calmar una tormenta no parece depender de la fe, sino de la voluntad
de Dios.
Dios fortaleció a Pablo para que pudiera aguantar las tormentas con
una fe quieta.