Escúchalo
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Por el presidente Russell M. Nelson
Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Nuestro Padre sabe que lo que más nos ayudará cuando nos rodee la incertidumbre y el temor, es
escuchar a Su Hijo.
Mis queridos hermanos y hermanas: ¡Cuán agradecido estoy de que hayamos podido reunirnos
hoy, mediante la tecnología, y poder adorar juntos en esta mañana de domingo! ¡Qué bendeci‐
dos somos de saber que se ha restaurado el evangelio de Jesucristo en la tierra!
En medio de todo esto, los felicito y les agradezco que hayan decidido acompañarnos en esta
conferencia general para oír la palabra del Señor en estos tiempos tumultuosos. La oscuridad
creciente que acompaña a la tribulación hace que la luz de Jesucristo brille con mayor fulgor.
Solo piensen en el bien que cada uno de nosotros podemos hacer en estos tiempos de agitación
mundial. Su amor por el Salvador y su fe en Él, bien pueden ser el factor que promueva que
alguien descubra la restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo.
En los dos últimos años, la hermana Nelson y yo nos hemos reunido con miles de ustedes por
todo el mundo. Nos hemos congregado con ustedes en auditorios al aire libre y en salas de Gesta
de hoteles. En cada escenario, he sentido que estaba en presencia de los elegidos del Señor y que
estaba viendo cómo ocurría ante mis ojos el recogimiento de Israel.
Vivimos en el día que “nuestros antepasados con ansiosa expectativa han aguardado” 1. Estamos
sentados en primera Gla para presenciar en vivo lo que el profeta NeG vio solo en visión, que el
“poder del Cordero” de Dios descendería “sobre el pueblo del convenio del Señor, que se halla‐
ban dispersados sobre toda la superGcie de la tierra; y tenían por armas su rectitud y el poder de
Dios en gran gloria” 2.
Ustedes, mis hermanos y hermanas, se hallan entre esos hombres, mujeres y niños que NeG vio.
¡Piensen en ello!
Sin importar dónde vivan ni cuáles sean sus circunstancias, el Señor Jesucristo es su Salvador, y
José Smith, el profeta de Dios, es su profeta. Él fue preordenado desde antes de la fundación de
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esta tierra para ser el profeta de esta última dispensación, en la que “nada se retendrá” 3 de los
santos. En el transcurso de este proceso continuo de la Restauración, la revelación continúa
Quyendo desde el Señor.
¿Qué signiGcado tiene para ustedes que el evangelio de Jesucristo se ha restaurado en la tierra?
SigniGca que ¡ustedes y sus familias pueden sellarse para siempre! SigniGca que gracias a que
han sido bautizados por alguien que tiene autoridad de Jesucristo y han sido conGrmados miem‐
bros de Su Iglesia, ustedes pueden disfrutar de la compañía constante del Espíritu Santo. Él los
guiará y protegerá. SigniGca que nunca quedarán sin consuelo o sin acceso al poder de Dios
para recibir ayuda. SigniGca que el poder de Dios puede bendecirlos cuando reciban las orde‐
nanzas esenciales y hagan convenios con Dios y los guarden. Estas verdades sirven de ancla a
nuestras almas, en particular, en estos tiempos en que ruge la tempestad.
No es diferente en nuestros días. A lo largo de los años, se han escuchado cosas grandes y mara‐
villosas pronunciadas desde púlpitos dedicados por toda la tierra. No obstante, la mayoría de las
personas no aceptan esas verdades, bien sea porque no saben dónde buscarlas 6, o porque escu‐
chan a aquellos que no poseen toda la verdad, o porque han rechazado la verdad a cambio de
intereses mundanales.
El adversario es astuto. Durante miles de años, él ha estado haciendo que lo bueno parezca malo
y lo malo, bueno 7. Sus mensajes suelen ser estruendosos, atrevidos y arrogantes.
Sin embargo, los mensajes de nuestro Padre Celestial son sumamente diferentes. Él se comunica
con sencillez, en voz baja y con tan asombrosa claridad que no podemos malentenderlo 8.
Por ejemplo, cada vez que Él ha presentado a Su Hijo Unigénito a seres mortales en la tierra, lo
ha hecho usando muy pocas palabras. En el monte de la TransGguración, Dios dijo a Pedro,
Santiago y Juan: “Este es mi Hijo Amado; a él oíd” 9. Sus palabras a los neGtas en la antigua
ciudad de Abundancia fueron: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he
gloriGcado mi nombre: a él oíd” 10. Y a José Smith, en esa declaración profunda que dio inicio a
esta dispensación, Dios dijo con sencillez: “Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” 11.
Ahora, queridos hermanos y hermanas, consideren el hecho de que en estos tres casos que acabo
de mencionar, justo antes de que el Padre presentara a Su Hijo, las personas allí presentes se
hallaban en un estado de temor, y hasta cierto punto, de desesperación.
Los apóstoles estaban con temor al ver a Jesucristo envuelto en una nube en el monte de la
TransGguración.
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Los neGtas sentían temor luego de haber padecido por la destrucción y las tinieblas durante
varios días.
José Smith se hallaba bajo las garras de una fuerza tenebrosa justo antes de que se abrieran los
cielos.
Nuestro Padre sabe que lo que más nos ayudará cuando nos rodee la incertidumbre y el temor,
es escuchar a Su Hijo.
La primera palabra de Doctrina y Convenios es escuchad. 12 que signiGca “oír con la intención de
obedecer” 13. Escuchar con la intención de obedecer signiGca “escucharlo”: escuchar lo que el
Salvador dice y entonces, dar oído a Su consejo. En esa palabra “Escúchalo”, Dios nos da el
patrón o modelo para tener éxito, felicidad y gozo en esta vida. ¡Debemos escuchar las palabras
del Señor, prestar atención a ellas y dar oído a lo que Él nos ha dicho!
Al tratar de ser discípulos de Jesucristo, nuestros esfuerzos por escucharle a Él han de ser cada
vez con mayor intención. Se requiere un esfuerzo consciente y constante para llenar nuestra vida
diaria con Sus palabras, Sus enseñanzas y Sus verdades.
No podemos conGar simplemente en la información que encontramos en las redes sociales. Con
miles de millones de palabras en línea y un mundo saturado de campañas comerciales, inGltrado
constantemente por los ruidosos y malvados esfuerzos del adversario, ¿dónde podemos ir a
escucharlo?
Podemos acudir a las Escrituras. En ellas se nos enseña acerca de Jesucristo y Su evangelio, de la
magnitud de Su expiación y del gran plan de felicidad y redención del Padre. Sumergirnos
diariamente en la palabra de Dios es crucial para la supervivencia espiritual, especialmente en
estos días de agitación mundial. Al deleitarnos diariamente en las palabras de Cristo, las pala‐
bras de Cristo nos dirán cómo responder a diGcultades que jamás pensamos que íbamos a
enfrentar.
También podemos escucharlo en el templo. La Casa del Señor es una casa de aprendizaje. Allí el
Señor nos enseña a Su propia manera. Allí cada ordenanza enseña acerca del Salvador. Allí
aprendemos cómo podemos apartar el velo y comunicarnos más claramente con el cielo. Allí
aprendemos cómo reprender al adversario e invocar el poder del sacerdocio del Señor para
fortalecernos a nosotros y a los que amamos. Cuán deseosos deberíamos estar todos nosotros de
buscar refugio allí.
Cuando se hayan levantado las restricciones transitorias por el COVID-19, tengan a bien progra‐
mar espacios de tiempo regulares para adorar y servir en el templo. Cada minuto de ese tiempo
los bendecirá a ustedes y a sus familias de un modo que nada más puede hacerlo. Cuando estén
allí, tómense tiempo para meditar sobre lo que escuchen y sientan. Pidan al Señor que les enseñe
cómo abrir los cielos para bendecir su vida y la de las personas a las que aman y sirven.
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También podemos escucharlo con mayor claridad si reGnamos nuestra capacidad de reconocer
los susurros del Espíritu Santo. Nunca ha sido más necesario que en este momento, saber cómo
el Espíritu Santo les habla. En la Trinidad, el Espíritu Santo es el mensajero. Él les comunicará
pensamientos a su mente que el Padre e Hijo desean que reciban. Él es el Consolador. Él trans‐
mitirá un sentimiento de paz a su corazón. Al leer y escuchar la palabra del Señor, Él testiGca de
la verdad y les conGrmará lo que es verdadero.
Reitero mi súplica de que hagan lo que sea necesario para elevar su capacidad espiritual para
recibir revelación personal.
El hacerlo les ayudará a saber cómo avanzar con su vida, qué hacer en tiempos de crisis y cómo
discernir y evitar las tentaciones y los engaños del adversario.
Y, por último, lo escuchamos a Él al dar oído a las palabras de los profetas, videntes y reveladores.
Los apóstoles ordenados de Jesucristo siempre testiGcan de Él. Ellos nos indican el camino, en
tanto avanzamos por el doloroso laberinto de nuestras experiencias terrenales.
¿Qué sucederá si escuchamos, prestamos atención y damos oído con mayor intención a lo que el
Salvador ha dicho, y lo que está diciendo ahora a través de Sus profetas? Yo les prometo que
serán bendecidos con poder adicional para lidiar con la tentación, las pruebas y la debilidad.
Les prometo milagros en sus matrimonios, sus relaciones familiares y sus trabajos diarios. Y les
prometo que se incrementará su capacidad para sentir gozo, aun si aumentan las turbulencias en
sus vidas.
Esta Conferencia General de abril de 2020 es nuestro tiempo para conmemorar un aconteci‐
miento que cambió el mundo. Al prever el bicentenario de la Primera Visión que tuvo José
Smith, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles se preguntaron qué podríamos
hacer para conmemorar de manera apropiada este acontecimiento excepcional.
Desde que se organizó la Iglesia, se han emitido solamente cinco proclamaciones, siendo la últi‐
ma: “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, que presentó el presidente Gordon B.
Hinckley en 1995.
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Hoy en día al meditar en esta época signiGcativa en la historia del mundo y el mandato del
Señor de recoger al Israel esparcido en preparación para la Segunda Venida de Jesucristo, noso‐
tros, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles, hacemos pública la siguiente
proclamación. Se titula “La Restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo: Una procla‐
mación para el mundo en el bicentenario”. Fue redactada por la Primera Presidencia y el
Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con
fecha de abril de 2020. A Gn de prepararme para hoy, grabé con anticipación esta proclamación
en la Arboleda Sagrada, donde José Smith vio por primera vez al Padre y al Hijo.
“Solemnemente proclamamos que Dios ama a Sus hijos en toda nación del mundo. Dios el
Padre nos ha dado el nacimiento divino, la vida incomparable y el sacriGcio expiatorio inGnito
de Su Amado Hijo, Jesucristo. Por el poder del Padre, Jesús resucitó y logró la victoria sobre la
muerte. Él es nuestro Salvador, nuestro Ejemplo y nuestro Redentor.
“Hace doscientos años, en una bella mañana de primavera de 1820, el joven José Smith, procu‐
rando saber a qué iglesia debía unirse, fue a orar al bosque cerca de su casa en el norte del
estado de Nueva York, Estados Unidos. Él tenía preguntas en cuanto a la salvación de su alma y
conGaba en que Dios lo guiaría.
“Con humildad, declaramos que, en respuesta a su oración, Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo se
aparecieron a José y dieron comienzo a la ‘restauración de todas las cosas’ (Hechos 3:21) como
se predijo en la Biblia. En esa visión, José se enteró de que después de la muerte de los apóstoles
originales, la Iglesia de Cristo, de la época del Nuevo Testamento, dejó de existir en la tierra, y
que él desempeñaría un papel decisivo en su restitución.
“AGrmamos que, bajo la dirección del Padre y del Hijo, vinieron mensajeros celestiales para
instruir a José y restablecer la Iglesia de Jesucristo. Juan el Bautista, como ser resucitado,
restauró la autoridad para bautizar por inmersión para la remisión de pecados. Tres de los doce
apóstoles originales —Pedro, Santiago y Juan— restauraron el apostolado y las llaves de la auto‐
ridad del sacerdocio. También vinieron otros, entre ellos Elías el Profeta, quien restauró la auto‐
ridad para unir a las familias por siempre en relaciones eternas que trascienden la muerte.
“También damos testimonio de que a José Smith se le dio el don y el poder de Dios para tradu‐
cir un registro antiguo: El Libro de Mormón, Otro Testamento de Jesucristo. En las páginas de
este texto sagrado se halla el relato del ministerio personal de Jesucristo entre la gente del
hemisferio occidental poco después de Su resurrección. El libro enseña el propósito de la vida y
explica la doctrina de Cristo, que es fundamental en ese propósito. Como libro canónico que
acompaña a la Biblia, el Libro de Mormón testiGca que todos los seres humanos son hijos e hijas
de un amoroso Padre Celestial, que Él tiene un plan divino para nuestra vida y que Su Hijo,
Jesucristo, nos habla en la actualidad, así como lo hizo en los días antiguos.
“Declaramos que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, organizada el 6 de
abril de 1830, es la Iglesia restaurada de Cristo, de la época del Nuevo Testamento. Esta Iglesia
está fundada sobre la vida perfecta de su principal piedra del ángulo, Jesucristo, y sobre Su
expiación inGnita y resurrección literal. Jesucristo ha llamado de nuevo a apóstoles y les ha dado
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la autoridad del sacerdocio. Él nos invita a todos a venir a Él y a Su Iglesia, para recibir el Espí‐
ritu Santo, las ordenanzas de salvación y para obtener gozo duradero.
“Han transcurrido doscientos años desde que Dios el Padre y Su Hijo Amado, Jesucristo, dieron
inicio a esta Restauración. Millones de personas en todo el mundo han aceptado el conoci‐
miento de estos acontecimientos que fueron predichos.
“Con alegría declaramos que la Restauración prometida avanza por medio de la revelación
continua. La tierra jamás volverá a ser la misma, dado que Dios ‘reunir[á] todas las cosas en
Cristo’ (Efesios 1:10).
“Con reverencia y gratitud, en calidad de Sus apóstoles invitamos a todos a saber —como noso‐
tros lo sabemos— que los cielos están abiertos. AGrmamos que Dios está dando a conocer Su
voluntad para con Sus amados hijos e hijas. “TestiGcamos que aquellos que estudien con espíritu
de oración el mensaje de la Restauración y actúen con fe serán bendecidos para obtener su
propio testimonio de la divinidad y del propósito de ella, de preparar al mundo para la Segunda
Venida prometida de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Yo sé que José Smith es el profeta preordenado que el Señor eligió para abrir esta última dispen‐
sación. Mediante él se ha restaurado la Iglesia del Señor en la tierra. José Smith selló su testimo‐
nio con su sangre. ¡Cuánto lo amo y lo honro!
¡Dios vive! ¡Jesús es el Cristo! ¡Su Iglesia ha sido restaurada. Él y Su Padre, nuestro Padre
Celestial, velan por nosotros. De ello testiGco, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
1. Doctrina y Convenios 121:27.
2. 1 NeG 14:14.
5. Éter 12:5.
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13. En el Antiguo Testamento, la palabra escuchar es una traducción del vocablo hebreo
shama, que es un verbo irregular que signiGca “escuchar con la intención de obede‐
cer”. Escuchar [ junto con sus variantes: prestar atención y dar oído] es una palabra
de las Escrituras que se halla presente en 40 secciones de Doctrina y Convenios.
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