LOAYZA

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La Iglesia en el Per colonial temprano.

Fray Jernimo de Loaysa,


primer obispo de Lima

Antonio Acosta

La Iglesia constituye una de las parcelas de la historia colonial temprana que an


adolece de una escasez de estudios que permitan enriquecer nuestro conocimiento. Este
campo ha sido tratado con frecuencia desde perspectivas excesivamente prximas a las
posiciones oficiales de la institucin, lo cual ha impedido un necesario distanciamiento
crtico en su estudio. Relacionado con ello est el que se haya vinculado poco a la Iglesia
con otros planos de la sociedad, como si no hubiese estado inmersa en la dominacin
colonial, considerada en toda su dimensin. Como consecuencia de esto, la Iglesia ha aparecido
con excesiva frecuencia como un compartimento estanco en la historia del Per, en parti-
cular, y de la colonia, en general.
Este trabajo se propone salvar en lo posible estos inconvenientes y ampliar el hori-
zonte de nuestros conocimientos sobre un perodo inicial de la historia del virreinato del
Per, desde luego tomando como centro a la Iglesia aunque, ms en concreto, a la figura de
un personaje clave como fue fray Jernimo de Loaysa, O.P. Tambin se aludir a otros
miembros de la institucin en estos momentos iniciales de la colonia. Ciertamente la historia
de la Iglesia no fue slo la historia de su jerarqua. Hacia 1540-50 ya haba en los Andes
numerosos clrigos y frailes, que hoy nos son apenas o nada conocidos; los europeos haban
ya iniciado la regularidad de sus prcticas religiosas y avanzado los contactos, frecuentemen-
te violentos, con la poblacin indgena para imponerle la religin cristiana.
Sin pretender caracterizar todo el perodo a partir de la idealizacin de la figura de
un dignatario ec les istico, se intentar ampliar la dimensin social conocida de fray J. de

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Loaysa, cuyo caso ya ha sido utilizado en el sentido expresado arriba 1 Esto ayudar a
comprender mejor las relaciones del poder en esta etapa temprana de la definicin del
sistema colonial en el Per. Los datos y comentarios que seguirn se refieren slo a un
perodo de la vida del primer obispo de Lima y no se pretende escribir su biografa. En esos
aos tuvieron lugar hechos de singular importancia, como la rebelin de Gonzalo Pizano,
la llamada "pacificacin" de Pedro de La Gasea tras la muerte del virrey Blasco Nez de
Vela, o la rebelin de Francisco Hernndez Girn y, en todos ellos, fray J. de Loaysa tuvo
un polmico protagonismo.
No es poco lo que se conoce hoy acerca del que fuera primer obispo de Lima, sin
embargo la imagen que se tiene hoy de J. de Loaysa se dira que es incluso sospechosamente
ajena a las coyunturas tumultuosas y terribles intrigas que vivi. Contemporneos suyos,
incluso de la rbita del poder, han suscitado polmicas. Hasta el mismo La Gasea fue
censurado con cierta dureza por un autor tan "de orden" como J. de la Riva Agero.
Mientras, en medio de la conflictiva historia de los primeros aos de la colonia, la figura de
Loaysa sobresale prcticamente sin el menor atisbo de sombra2 Los autores que lo han tratado
desligan por completo al arzobispo del fenmeno colonial, es decir, de la realidad de que la
esencia de la presencia espaola en Indias era el aprovechamiento de la riqueza americana,
concretada de forma ms inmediata en la utilizacin de la fuerza de trabajo indgena. Sin
embargo, la revisin de esta perspectiva resulta fundamental para comprender las acciones
llevadas a cabo por los colonizadores, incluyendo al primer arzobispo de Lima; mxime
teniendo en cuenta las polmicas lascasianas, en cuyo contexto resulta interesante colocar al
personaje.

* * *

l.

l. Jernimo de Loaysa haba nacido en Trujillo en 1498, de donde eran los Pizano
y un importante grupo de sus seguidores en el Per. Fue enviado a Lima como primer obispo
y Protector de Indios de la recin creada dicesis a donde lleg en 1543, despus de algunos
aos de experiencia americana como obispo de Cartagena, en Nueva Granada. El destino de

Por ejemplo, Vargas Ugarte, R. Historia de la Iglesia en el Per ( 1511-1568). Tomo l. Lima. 1953.
pp. 142 y ss., y Egaa, A. de, Historia de la Iglesia en la Amrica Espaola. Hemisferio Sur. Madrid.
1966. pp. 54-66. El caso ms extraordinario de visin prejuzgada acerca de los hechos y la figura
del arzobispo Jernimo de Loaysa lo constituye el libro de Manuel Olmedo Jimnez, Jernimo de
Loaysa, O.P. Pacificador de espaoles y Protector de indios. Granada, 1990. Este trabajo, que tiene
aspectos interesantes, fue originalmente su Tesis de Licenciatura, dirigida por el Dr. Paulina Castaeda,
presbtero. Ver del mismo autor, M. Olmedo, "Jernimo de Loaysa, O.P., primer obispo-arzobispo
de Lima (1543-1575)", en Archivo Dominicano. Tomo VII. Salamanca, 1986, pgs. 205-286.
2 Posiblemente la visin ms ajustada de la proximidad del obispo de Lima con un proceso tan
atentatorio contra el orden, como fue la rebelin de Gonzalo Pizarra - de lo que se hablar ms
adelante-. la ofrece Juan Prez de Tudela en su estudio preliminar a la edicin de las Crnicas del
Per. B.A.E., CLIV . Madrid, 1963. Vol l. pg. LXIII .

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Lima era prometedor; se trataba de la capital de la recientemente conquistada y fabulosa


Nueva Castilla, una digna plaza para alguien con tan buenas relaciones como fray Jernimo.
En efecto. el nuevo obispo de Lima era sobrino de fray Garca de Loaysa, poderoso personaje
de la poltica castellana que llegara a ser arzobispo de Sevilla, Presidente del Consejo de
Indias, General de los Dominicos y confesor de Carlos V 3.
J. de Loaysa fue enviado a Lima al mismo tiempo que el juez pesquisidor -que
terminara siendo gobernador- Cristbal Vaca de Castro, ambos protegidos, entre otros, por
la pareja de hombres fuertes cerca del emperador hacia 1540-41 : el ya citado F. Garca de
Loaysa y el secretario Francisco de los Cobos. Estos, a su vez, eran por esas fechas algunos
de los ms firmes e importantes apoyos del gobernador Francisco Pizarro en la corte. J. de
Loaysa se encontraba en estos momentos, por tanto, estrechamente vinculado con este ncleo
del poder que controlaba mbitos estratgicos en la colonia y en la metrpoli. Poco ms
tarde, cuando cambiaron las relaciones del poder tanto en la corte como en la misma colonia,
la situacin poltica del nuevo obispo de Lima tuvo que adecuarse al cuadro resultante.
La nueva dicesis de Lima a comienzos de los aos 1540 empezaba su organizacin
y los convulsos acontecimientos polticos que iban a ocurrir naturalmente influiran en ella
y en la actuacin de quien estaba a su cargo. Lgicamente, la recaudacin de las rentas slo
estaba en sus inicios y las expectativas que pudiera llevar Loaysa sobre la riqueza e impor-
tancia de su nueva dicesis debieron frustrarse a corto plazo y es que, en 1542, los diezmos
del distrito de Lima nicamente haban ascendido a 3.050 pesos4 . Quizs para compensar
una situacin econmica que se revelaba decepcionante y demostrando la afinidad poltica
que los una, el recientemente nombrado gobernador tras la muerte de Pizarro, Vaca de
Castro no tard en concederle una encomienda. En efecto, hacia 1543 el gobernador otorg
a Loaysa los indios del valle de "Goancallo", del cacique Chuquinparr;o, con sus sujetos en
el distrito de Lima. Estos indios, que haban sido del difunto obispo fray Vicente Valverde,
haban sido concedidos anteriormente por el propio Vaca de Castro, en 16 de junio de 1542,
al contador de la Real Hacienda, Juan de Cceres, quien lgicamente protest porque ahora
fueran concedidos al obispo5 .
Esto tena lugar precisamente en momentos en que Bartolom de Las Casas, dominico
como Loaysa, se hallaba combatiendo en la corte a las encomiendas y a los encomenderos
como a una autntica plaga para los indios y para la propia soberana real en Indias, hasta
lograr que fueran aprobadas las Leyes Nuevas 6 Aunque no se conoce nada del comporta-

3 Ver "Loaysa, Garca de, O.P." en Diccionario de Historia Eclesistica de Espaa, dirigido por
Q. Aldea, T. Marn y J. Vives. CSIC, Madrid, 1987, pp. 426 y ss.
4 Archivo General de la Nacin-Lima (en adelante A.G.N.), Protocolos 153.
5 The Harkness Collection in the Library of Congress. Calendar of Spanish Manuscripts. Washington,
1932: junio, 1542 y octubre, 1543.
Querer creer al pie de la letra, como hace Manuel Olmedo refirindose a 1549, que Loaysa quera una
encomienda para realzar su cargo de arzobispo es realmente ingenuo conociendo lo que significaban las
encomiendas en la colonia en esta poca. Cfr. M. Olmedo, Jernimo de Loaysa ... , pp. 188-195. En 1543
J. de Loaysa no intent justificar nada ni tena por qu. Por el contrario. en 1549, si quera seguir siendo
encomendero tras la promulgacin de la Leyes Nuevas que prohiban a los obispos tener encomiendas,
s tena que hacerlo. Vid. Muro Orejn Antonio, Las Leyes Nuevas de Indias. Sevilla, 1961, p. J3.
6 Hanke. L. La lucha espaiiola por la justicia e11 la conquista de Amrica. Madrid, 1967, p. 166 y ss.

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miento de Loaysa como encomendero, desde luego haba una diferencia entre su posicin
personal y la de Las Casas que, como se ver, no era excepcional. Adems, su carcter de
encomendero situaba a Loaysa en una comprometida situacin a la hora de intentar aplicarse
la nueva legislacin que prohiba explcitamente que los prelados pudieran poseer enco-
miendas 7.
Loaysa, desde su llegada al Per, parece que no quiso despreciar ninguna posibilidad
de mejorar su situacin econmica y para ello empez por intentar recuperar para s, adems
de la encomienda, el resto de los bienes personales del que haba sido el primer obispo de
Cusco. Tras la muerte de fray V. Valverde fue su hermana, Da. Mara Valverde, viuda del
Dr. Juan Blzquez, quien consigui hacerse en subasta con una estancia, unas casas y otras
pertenencias del difunto 8 . La rica viuda cas inmediatamente con el Ldo. Rodrigo Nio y el
recin llegado fray J. de Loaysa no dud en entablar un proceso contra el matrimonio
compuesto por Dn. Rodrigo y Da. Mara para recuperar las casas, la estancia y ciertas
vestimentas brocadas de f. Vicente. Loaysa, actuando en nombre de la Iglesia, demostraba
tener un gran inters en el caso que se segua en jurisdiccin eclesistica y, en julio de 1544,
ya pareca haberse producido una sentencia favorable al obispo, que los defensores de Nio
y Valverde apelaron intentando trasladar la causa a la Audiencia. Sin embargo Loaysa, en
una accin como juez y parte, confirm la sentencia y rechaz la apelacin, con lo que el
matrimonio no pudo recuperar dichos bienes9

2. Por estas fechas ya se hallaba en curso la grave rebelin de Gonzalo Pizarro contra
los efectos de las Leyes Nuevas para el sistema de las encomiendas. La rebelin iba a alterar
profundamente la colonia y, como era inevitable, el obispo Loaysa se encontr envuelto de
lleno en ella. Sin ser ste el Jugar para hacer una revisin de los acontecimientos, es ne-
cesario recordar las lneas del comportamiento de fray Jernimo para constatar que su
posicin poltica como mnimo -y como no poda ser de otra forma- no fue constante.
Resulta de especial inters dicha revisin, aunque sea breve, porque los hechos acontecidos
tienen otro significado diferente al que hasta ahora se les ha dado, si se parte del conocimien-
to del dato de que Loaysa era encomendero. Su primera intervencin en la historia tuvo lugar
en relacin con la recepcin en Lima del nuevo virrey Blasco Nez de Vela, portador de
las citadas Leyes que, entre otras consecuencias, tenan precisamente la de poner en peligro
su situacin de encomendero.
En 1541-42, en Espaa, B. de Las Casas no slo haba conseguido ver aprobada la
nueva legislacin sino que, con sus denuncias, provoc la destitucin de varios miembros
del Consejo de Indias -entre los que se encontraba el obispo de Lugo, Juan Surez de
Carvajal, hermano del poderoso factor de la Real Hacienda de Lima, Illn- y la prdida de
parte de la influencia del mismo fray Garca de Loaysaw. Todo ello debi ser conocido en
la capital del Per antes de la llegada del nuevo virrey, como lo fue el propio contenido de
las Leyes Nuevas. Con ms razn, en Lima tambin se conoci la dura actuacin del virrey

7 Vid. Muro Orejn, A., Las Leyes Nuevas .. . nota 5.


8 A.G.N., Protocolos 153.
9 The Harkness Collection ... Calendar... , may-jun. 1544, p. 169.
10 Santa Cruz, Alonso de, Crnica del Emperador Carlos V. Madrid, 1923 . Tomo IV, pp. 3 18 y ss.

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en su camino hacia la capital y los alborotados vecinos y miembros del cabildo -muchos de
ellos encomenderos como Loaysa- pidieron al obispo que saliera a recibirlo en su repre-
sentacin y a requerirle que no ejecutara las nuevas ordenanzas. La reaccin de los colonos
fue tan violenta ante las perspectivas de la nueva situacin que se avecinaba que parece que
llegaron a tratar, precisamente en la casa del propio J. de Loaysa, la posibilidad de envenenar
al virrey! 1
Pese a que su apoyo poltico en la corte en estos momentos pudiera haber disminuido
y no obstante la amenaza que suponan las Leyes Nuevas para sus propios intereses de
encomendero, Loaysa no poda alinearse abiertamente con la rebelin contra las decisiones
del emperador. Actuando coherentemente con sus propios intereses y los de los principales
de la colonia, se decidi finalmente a salir a recibir al virrey acompaado de Vaca de Castro,
el factor de la Real Hacienda, Illn Surez de Carvajal -tambin encomendero-, y alguien
ms , y le pidi que suspendiera la aplicacin de las nuevas leyes. Como era de esperar, el
impetuoso Nez de Vela no accedi a la peticin del obispo y le contest "que se vera lo
mejor y ms acertado" 12
Pero el nuevo virrey se enfrentaba a una gravsima rebelin que aglutinaba a la
mayora de los encomenderos de "arriba", de la sierra, con Cusco como centro, y que
tambin despertaba simpatas entre muchos de Lima. Quizs como consecuencia de su
delicada posicin poltica y porque no deba contar con muchos hombres que pudiesen
cumplir tal misin, el virrey acept en el mismo ao de 1544 el ofrecimiento de J. de Loaysa
de acudir personalmente a Cusco para persuadir a G. Pizarro "en lo que convena": su-
puestamente hacerlo desistir de su propsito de levantarse en armas 13 Cieza de Len , que
escribi despus de derrotado G. Pizarro y que fue informado de los hechos por el mismo
J. de Loaysa, entre otros, ofrece una visin "pacificadora" de la gestin del obispo, que es
la que ha trascendido a la moderna historiografa. Sin embargo, no dice nada del hecho de
que el obispo era encomendero y de que tena algo que ver, por tanto, con los intereses de
los sublevados.
Loaysa se entrevist, en efecto, con G. Pizarro y con su maese de campo, Francisco
de Carvajal, quienes, entre otras cosas, le hicieron saber sus deseos de que se suspendiesen
las Leyes Nuevas y de poder enviar procuradores al rey , con dinero, a suplicar en lo tocante
a la nueva legislacin. Merece retenerse este ltimo punto porque, en 1546, cuando
G. Pizarro ocupare Lima, J. de Loaysa se avendra, como es sabido, a cumplir esta antigua
aspiracin de los rebeldes; el obispo llegara a embarcarse para Espaa con el encargo y
dineros de Pizarro aunque, al cruzarse con P. de La Gasea en Panam, resolviera finalmente
regresar a la colonia.

11 Cicza de Len. Pedro de, Obras Completas !l. Las Guerras Civiles Peruanas. (C. Senz de Santa
Mara, ed.) LL1 Guerra de Quito, pp. 3 13 -4. J. de Loaysa lleg a admitir que pudo ser cierto, aunque
sin su conocimiento. y el padre Baltasar de Loaysa asegur que haba sucedido.
12 Ibdem.
13 Antes que a Loaysa. el vi1Tey envi a parlamentar con G. Pizarro a fray Toms de San Martn.
provincial de los dominicos. Posteriormente. al igual que el obispo de Lima, el fraile aceptara viajar
como procurador de Pi zarro a Espaa. Y. Fernndez, Diego, Historia del Per, en Crnicas del Per...
op. cit. pp. 24 y 170.

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En cualquier caso, en 1544, sin haber conseguido el objetivo de convencer a G.


Pizan-o de que depusiese las armas, Loaysa regres a Lima junto al virrey . Como pareca
lgico prever, dada la poco clara posicin del obispo -"algunos hubo que dijeron que <fray
J. de Loaysa> no se hubo fielmente con el virrey" 14 - , a ste ltimo no satisfizo su gestin
y entre ambos no llegaron a entenderse nunca. Sera incierto afirmar que Loaysa estaba
alineado abiertamente con los sublevados pero no cabe duda, por otra parte, de que al poco
tiempo de llegar a Per haba adquirido tal tipo de intereses que Jo hacan ser, como mnimo,
tolerante con los rebeldes ; y, como se ver, se Je iban a presentar ocas iones para manifestarlo
aun de forma ms explcita.

3. Ampliemos por un momento la perspectiva y recordemos que, como antes ya haba


sucedido en el Caribe, Centroamrica y Mxico, con la ocupacin del Tawantinsuyo los
espaoles iniciaron la apropiacin de las mximas cuotas posibles del excedente econmico
indgena y activaron un dinmico trfico mercantil que sirvi de base al sistema econmico
colonial, dando lugar a un proceso en el que se involucraron en mayor o menor grado
individuos e instituciones invasoras, incluida la Iglesia. Es en este ambiente donde hay que
encuadrar el hecho de que, ya a comienzos de la dcada de 1540, apenas ocho aos despus
de la llegada de los espaoles, las autoridades eclesisticas del Per no se conformaban con
los ingresos que les estaban fijados por el ordenamiento colonial y que se derivaban bsi-
camente del diezmo. As, por ejemplo, en 1542 el Ldo. Martel de Santoyo informaba al rey
que el obispo del Cusco, fray Vicente Valverde, haba tenido por costumbre arrendar los
oficios de su obispado, con graves problemas para la administracin de la justicia. En
concreto afirmaba que el juez eclesistico de Lima

" ... por su provecho, y el notario, y fiscal ( ... ) anda a denunciar de casos que los haze
de su jurisdizion, y fazen su proceso, y, aunque no sea para mas de absolver y llevar
las costas, como en muchos hazen, es cosa muy cruel y de gran lastima. En muchos
condenavan en penas desaforadas y contra personas legas, aplicandolas a la Camara
del Obispo, y repartiendolas entre el juez y perlado y fiscal por tercios, por asyento
que ay entre ellos" 15

El trfico comercial aceler su ritmo y su volumen a partir de mediados de la dcada


de 1540, tras el descubrimiento de Potos. Y en el proceso de mercantilizacin creciente
participaron los miembros del cabildo de la catedral de Lima y otras personas vinculadas a
l. Ciertamente en el mundo europeo las actividades econmicas de los eclesisticos no eran
nada raro, pero en una situacin colonial como la del Per y en medio de un debate acerca
del buen tratamiento a los indios y del papel de la Iglesia en el asunto, tales actividades
conllevaban necesariamente graves contradicciones con la defensa de los indgenas y, al
mismo tiempo, profundas implicaciones en el sistema de la dominacin colonial.

14 Ibdem p. 347.
15 Relacin del Ldo. Marte! de Santoyo a S.M. Lima, 1542. en La Iglesia de Espaa en el Per.
(Coleccin de documentos ... dirigida por Msr. D. Emilio Lisson Chaves). Vol. l, n 3, p. 103 (En
Archivo General de Indias, Patronato 185, 31 ).

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Un buen ejemplo de ello lo brinda alguien que durante algn tiempo se movi en los
crculos prximos al obispo de Lima, el clrigo Baltasar de Loaysa quien , aunque del mismo
apellido, no parece guardar parentesco con aqul. Baltasar de Loaysa era un sacerdote
extraordinariamente activo que jug un importante papel poltico durante el levantamiento
de G. Pizarra que mantena intereses y buenas relaciones en la sierra, en el Cusco y en
Charcas. Adems lleg a ser delegado por Garci Diaz Arias para tomar posesin del obispado
de Quito en su nombre y, por otra parte, ms tarde fue procurador del obispo de Cusco, fray
J. de Solano, en el I concilio de Lima convocado por fray J . de Loaysa. Esto ltimo quizs
influy en el enfrentamiento que se produjo entre ambos durante el levantamiento de
F. Hemndez Girn, en 1533.
En 1548 B. de Loaysa gozaba de la confianza del ya por entonces arzobispo de Lima
quien lo haba nombrado visitador general en la provincia de Charcas. Hallndose en Potos
en octubre de dicho ao realizando dicha funcin, B. de Loaysa formaliz un importante
vnculo econmico con Diego Centeno, vecino de La Plata, y con el que ya haba mantenido
relaciones con ocasin de la rebelin de G. Pizarro 16 Por escritura Centeno otorg al visitador
amplios poderes econmicos as para comprar, vender o negociar cualquier tipo de bienes
muebles e inmuebles, para poder constituir compaas en su nombre y para poder obligarle
a cualquier persona o incluso a la Caja Real en cantidad de 30.000 pesos 17 Alguien tan prximo
al arzobispo como para ser nombrado visitador, aprovechaba su posicin para realizar p-
blicamente actividades econmicas, lo que difcilmente poda pasar desapercibido para fray
Jernimo quien no haca nada por evitarlo. No es de extraar que, dados los pinges bene-
ficios econmicos que los visitadores eclesisticos podan obtener en el ejercicio de su
funcin, los miembros del cabildo catedral de Lima llegasen a debatir en ms de una ocasin
si deba mantenerse la prebenda -prcticamente equivalente al salario-- a un cannigo que
fuese nombrado visitador, durante el tiempo en que llevaba a cabo su visita 18 Pero el clrigo
Loaysa era tan slo uno de tantos que participaban activamente en el proceso econmico
colonial.
Otros componentes del cabildo catedral tambin lo hacan, como el Ldo. Juan de
Cerviago, maestrescuela en la catedral de Lima, quien traficaba con plata por estos aos con
Espaa, va Panam donde tena su propio factor, un tal Gmez de Tapia. En marzo de 1552
Cerviago enviaba a Sevilla cuatro barras de plata por valor de 990 pesos de oro por medio
del Dean de la catedral, Ldo. Juan Toscano, y del mercader Diego de Illescas. Cerviago le
encargaba expresamente no dejarlas en manos de su factor Tapia, en Panam, sino entregar-
las en Sevilla al Maestro Pedro Vsquez, catedrtico del Colegio de San Miguel, quien a su
vez las debera pasar a Francisco de Ampuero y, en caso de que Ampuero ya hubiera
regresado a Per, las debera retener hasta recibir otra orden suya 19 El ao siguiente de nuevo
J. de Cerviago compraba, para posteriormente revender al mismo F. de Ampuero, media

16 Las referencias al clrigo Baltasar de Loaysa son muy frecuentes en los cronistas, como P. Cieza,
Diego Fernndez, Pedro Gutirrez de Santa Clara, y en la documentacin de archivos.
17 A.G .N. Protocolos, 64.
18 Ver la interesante edicin de Olmedo Jimnez, Manuel, Actas capitulares durante el po111ificado de
.lern inw de Loaysa, O.P. Salamanca, 1992. Actas de 15 de octubre de 1566 y de 15 de abril de 1572.
19 A.G .N. Protocolos, 64. Reg. 17.

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chacra y medio esclavo <sic> en Chuquitanta al conocido mercader Alonso Prez de


Yalenzuela que, por estas fechas, era administrador personal de la hacienda de fray Jernimo
de Loaysa 20 .
Pero no eran slo las personas de su entorno, sino el mismo J. de Loaysa quien
actuaba tambin en negocios y operaciones econmicas. Una de sus mayores preocupaciones
en relacin con el rendimiento econmico de su mita, como es lgico, fueron los diezmos.
Cuando J. de Loaysa lleg a Lima hubo que definir la demarcacin del distrito de su nueva
dicesis, desgajndola de la originaria de Cusco. Hacia febrero de 1543, en colaboracin con
Yaca de Castro, se decidi destinarle los mismos lmites que la ciudad de Lima, aunque los
espaoles tenan an un conocimiento ms bien aproximado del territorio de la colonia. En
marzo de 1544 lleg a Lima el nuevo obispo de Cusco, fray Juan de Solano, tambin
dominico, quien viaj en la misma armada que el nuevo virrey. Tan pronto como 1545 ya
mantenan ambos las primeras disputas, sin duda con el problema de los lmites y los
diezmos de por medio, que dieron lugar a la mediacin del rey al ao siguiente 21
Al margen de diferencias de naturaleza puramente econmica, otro tipo de asuntos
probablemente tambin dificultaron la relacin de Loaysa con el nuevo obispo de Cusco. Es
importante recordar que Solano lleg acompaando a las Leyes Nuevas y que se encontr
con que el obispo de Lima era encomendero, en contradiccin con las tesis defendidas por
Las Casas en Espaa y con su propio cargo de Protector de Indios. Por otra parte, Solano
no pudo trasladarse a Cusco a su llegada al Per para tomar posesin de su obispado, debido
a la movilizacin de la tropas de G. Pizarro y al ambiente reinante en la colonia. Y, en
relacin con ello, merece destacarse cmo f. Jernimo, cuando fue a consagrar al obispo de
Cusco en Lima, esper a que llegara a la ciudad G. Pizarro, con objeto de que pudiese ganar
el jubileo que haba concedido el Papa con esta ocasin 22 Esto refuerza la tesis de que las
relaciones entre el obispo de Lima y G. Pizarro no eran del todo malas, lo cual no debi ser
visto con buenos ojos por fray Juan de Solano que haba llegado acompaando al virrey
Nez de Vela.
Adems de estas cuestiones, como se ha adelantado, estaba la no menos importante
de los diezmos. De entrada, la dicesis del Cusco era mucho ms rica que la de Lima en
este sentido, por ser ms abundantemente poblada y por producirse en ella un cultivo de
tanto valor como era la coca, que pagaba diezmo. Pronto Loaysa iba a mostrar gran pre-
ocupacin con los de la antigua capital del Tawantinsuyo. Y el hecho es que, desde su
creacin, el distrito de Lima era pobre para las aspiraciones que probablemente traa fray
Jernimo de Espaa. Inicialmente, al erigirse el obispado, el rey haba ayudado al sustento
de la nueva iglesia con una limosna de 3.000 pesos y los dos novenos reales durante seis
aos. En aquellos momentos, en 1543, los diezmos de la Iglesia de Lima apenas superaban
otros 3.000 pesos, y la suma del conjunto debi parecer corta a Loaysa. Hacia 1546 los
diezmos del obispado eran ya de 6.400 pesos pero, en 1548-49, cuando ces la ayuda real,

20 A.G.N., Protocolos, 64.


21 S.M. a Fray J. Solano. Guadalajara. 21 sept. 1546. La Iglesia de Espaa .. ., vol. l, n 4, pgs. 150-
l (en A.G.I., Lima 566, lib. 5, f. 237).
22 Vargas Ugarte, R., Historia de la Iglesia .. . vol. l. pg. 253.

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los ingresos oficiales de la que por entonces pas a ser archidicesis seguan siendo escasos.
As al menos le pareca al arzobispado, quien lo transmita al monarca en febrero de 1549
manifestando que, hasta entonces, los diezmos no haban subido ningn ao de 8.000 pesos
y que en el corriente no llegaran a l 1.00023 . Loaysa se lamentaba de que con la cuarta parte
correspondiente al prelado no poda "moderadamente sustentarse y representar alguna ms
autoridad que siendo obispo" y, adems, se senta agraviado frente al caso del Cusco
-perspectiva que no puede perderse- cuyos diezmos

"estuvieron al ao pasado en treynta y quatro mili pesos y este ao estan en mas de


cinquenta y cinco mili pesos, Vuestra Magestad sera servido de mandar y proveer
como mas convenga al servicio de dios nuestro seor y ... en onrra y alguna mas
autoridad desta yglesia" 24 .

Curiosamente, junto a la queja por sus cortos ingresos -entre los que no mencionaba
la renta de su encomienda en Huancayo-, Loaysa presentaba al rey la primera de una serie
de solicitudes de permiso para poderse trasladar a la Pennsula, sin contar con el viaje que
emprendi en diciembre de 1546 como procurador de Gonzalo Pizarro. Ahora, en 1549,
alegaba que ya tena 50 aos, que haca seis aos que estaba en el Per y que haba servido
con muchos trabajos y gastos a Dios y al rey, sobre todo despus de que comenzaron
las revueltas . Sin embargo, ni la edad pareca tan avanzada -Loaysa muri en activo en
1575-, ni el tiempo que llevaba en Lima era excesivo, ni los gastos que deca haber realizado
se comprendan bien si sus ingresos eran tan cortos como afirmaba. Es aventurado asegurar
que su deseo de regresar a la Pennsula estuviera relacionado con sus demandas en el terreno
material, pero no deja de ser significativa la simultnea advertencia que haca al rey fray
Domingo de Santo Toms, compaero de orden de Loaysa, en julio de 1550. Es necesario
recordar que, en febrero del mismo ao, la partida de fray Jernimo hacia Espaa pareca
inminente, llegando a saberse en Lima incluso en qu navo iba embarcar25 En julio escriba
fray D. de Santo Toms

"Tambin a hecho y hace y hara, mientras no se remediare, muy gran dao para esta
tierra y para la conservacin della y de los naturales que todos los que aca vienen
comunmente asi perlados como gouernadores ... vienen y estan prestado para solo
aprovecharse de la pobre tierra, para poder volver a espaa rricos ... Que zelo tendra
el perlado y el cura y el fraile que cada dia llora por espaa ... " 26

23 Lo Iglesia de Espaa ... vol. l. n 4. pgs. 134-5 y 161.


24 J. de Loaysa al Consejo de Indias. Lima, 3 de febrero 1549. Ibdem, pp. 171 y ss .. (En A.G .I. , Pa-
tronato 192, n. l. R. 55). Nada de esto tiene en cuenta M. Olmedo al hablar de la peticin de
encomienda por Loaysa.
25 Juicio entre D. Pedro Puertocarrero y M. de Escobar. su mujer, con el arzobispo fray Jernimo de
Loaysa. A.G.l., Justicia 397. f. 178.
26 Fray Domingo de Santo Toms a S.M. Lima, 1 de julio ISSO. Lo Iglesia de Espaa ... , vol. I, n 4.
pp. 193-4 (en A.G.I.. Lima 116, lib. 6. f. 246) .

N2 1, julio 1996 61
Artculos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

La coincidencia del comentario de fray D. de Santo Toms con las solicitudes de


Loaysa hace al menos sospechar cules podan ser los motivos de ste ltimo para querer
regresar a Espaa. No deja de ser paradjico que, aos ms tarde, cuando era rico y haba
decidido quedarse definitivamente en Per, fuera el propio Loaysa quien criticara a los
clrigos que slo buscaban enriquecerse rpidamente y regresar a la Pennsula27 .
Por otra parte, merece comentarse el hecho de que la observacin de fray D. de Santo
Toms tena lugar cundo ste estaba comenzando a modificar su actitud en relacin con la
encomienda y los indios, precisamente poco despus del regreso de nuevo a Espaa de B. de
Las Casas, tras la experiencia de Guatemala, y de su replanteamiento de los problemas relativos
a la encomienda. Quizs slo tres aos antes, fray Domingo no hubiese hecho el mismo tipo de
comentario cuando, como representante del convento de su orden en Lima, luchaba como un
encomendero ms por el control de cierto cacique y sus indios, por entender que correspondan
a la encomienda que haba concedido a los dominicos nada menos que el rebelde Gonzalo
Pizarro 28 . He aqu un nuevo ejemplo de que las imgenes que, con frecuencia, se utilizan sobre
individuos o grupos en la colonia son excesivamente esquemticas y es necesario matizarlas a
la luz del contexto de relaciones y acontecimientos que no son suficientemente conocidos.

4. Pero regresemos a Jernimo de Loaysa quien, adems de interesarse por los


diezmos de su dicesis, parece lgico que, siendo encomendero desde muy temprano, tuviera
que preocuparse al menos por la comercializacin de sus tributos y de la realizacin de su
renta. No disponemos de datos que reflejen actividades econmicas del obispo hasta diciembre
de 1546, cuando parti con destino a Espaa adonde, por cierto, no llegara. Pero, con
posterioridad a su regreso desde Panam, acompaando a La Gasea, sus actuaciones eco-
nmicas son bien patentes. Hacia fines de la dcada de 1540 -sin que conste si dej ni
cundo la encomienda de Huancayo--, recibi de La Gasea una nueva encomienda dando
lugar a un proceso que se comentar ms adelante con detalle. Por los mismos aos es
conocido igualmente que era propietario de diversas casas en la capital del virreinato; siendo
ya Lima una ciudad en franco crecimiento, la propiedad inmobiliaria proporcionaba una de
la rentas ms seguras de que poda disponerse 29
En agosto de 1549 Loaysa, que tena ciertos negocios con el mercader Luis de Baeza,
le otorg poder para cobrar por l 230 pesos, cantidad en que le era deudor. Por su parte,
en las mismas fechas, el propio Baeza otorgaba poder al arzobispo y a un tal Juan de Grajales
para que pudiera cobrar 160 pesos por otros tantos que le haban prestado3ti_ Este tipo de

27 Vargas Ugarte, R. La Historia de la Iglesia ... vol. !, p. 128.


28 A.G .N. , Protocolos 154. En 31 de enero 1547 el convento de los dominicos de Lima, y en su nombre
fray Domingo de Sto. Toms, mantena un contencioso con el capital Rui Barba Cabeza de Vaca en
relacin con un cacique Caxa y sus indios, prximos a Chancay, que haban sido canjeados por ambos,
despus de que Gonzalo Pizarra hubiera otorgado al monasterio de dicha orden una encomienda. En 1539
Francisco Pizarra ya haba concedido a la orden una "estancia" cerca del pueblo de Aucallama, en el
valle de Chancay. Ver Vargas Ugarte, R., Historia de la Iglesia ... vol. l. pg. 205.
29 Escritura de capellana en el Hospital y donacin de casas. A.G.N .. Protoco los 9. El mismo arzobispo
afirmaba la seguridad de la renta. Ver fray Jernimo de Loay sa a S.M. Lima. 24 de julio 1549. LLi
Iglesia de Espaa ... , op. cit. vol. I, n 4, p. 171.
30 A.G .N. Protocolos 64.

62 Revista Andina, Ao 14
Acosta: La Iglesia en el Per colonial temprano

operaciones, de cantidades no muy importantes , pudieran llegar a considerarse relativamente


normales en una economa como la de estos aos en la colonia, con escasa poblacin
europea y en la que, antes o despus, se contraan deudas o se cobraban cantidades de
pequeas ventas. Pero, como se podr comprobar, el papel econmico de Loaysa no se
limitaba a estas operaciones de escasa envergadura; sin olvidar que se beneficiaba del tributo
de la encomienda de Huancayo cuyo importe, aunque desconocido, no deba ser despreciable.
En 1550, cuando los diezmos del arzobispado ascendan ya a 18 .700 pesos 3 1, el
arzobispo iba a embarcarse de nuevo para Espaa, quizs a causa de la impopular situacin
en que qued en el Per tras el anuncio del ltimo repartimiento de La Gasea. En esta
ocasin Loaysa iba a repetir la experiencia que ya tuviera con Pedro de La Gasea: encontrarse
en Panam -como antes lo haba hecho con el Presidente- ahora con el nuevo virrey
Dn. Antonio de Mendoza, quien le convenci para que regresara a Lima acompandole,
quizs asegurndole un amparo poltico. Lo cierto es que, lo mismo que con La Gasea,
Loaysa se convirti en hombre de confianza del nuevo virrey y de su hijo, Dn. Francisco,
quienes le otorgaron en diversas ocasiones poderes para solucionar sus negocios 32
De regreso a Lima con quien podramos calificar de cmplice poltico, la actividad
econmica de Loaysa se multiplica si cabe. El arzobispo aparece decididamente involucrado
en negocios mercantiles a gran escala y, en 1551 , adquiri en 1.150 pesos de oro un navo
propiedad de un tal Juan Gaitn, vecino de Mxico, que haca el comercio con el virreinato
del Per desde el puerto de Huatulco y en cuyo nombre actuaba, precisamente, Gil Ramrez
Dvalos, mayordomo del virrey D. Antonio de Mendoza 33 Por otra parte, el prelado tena
estrechas relaciones con importantes hombres de negocios en Tierra Firme, como Luis de
la Pea o Juan Gmez de Anaya. Este ltimo haba otorgado poder a fray Jernimo para que
pudiese tomar posesin por l de detenninados indios que se le haban concedido, poner
mayordomo y cobrar tributos, as como saldar las cuentas de sus negocios, mientras que
segua siendo Protector de Indios 34 .
De algn tiempo ms tarde, enero de 1555, se conoce una transaccin efectuada por
fray Jernimo junto al mercader Alonso Prez de Valenzuela vendiendo a un tal Juan Lpez
de Alarcn, natural de Trujillo, seis machos de harria, una mula y dos negros por un precio
de 2.400 pesos. De esta escritura de venta se deduce que, o bien Prez de Valenzuela y
Loaysa formaban compaa, o bien se trataba de propiedades del arzobispo y el mercader
figuraba slo como su administrador en el trato. En cualquier caso, lo que queda claro es
que Loaysa dispona de animales de carga y esclavos con los que tomaba parte en el
comercio de la colonia. Para esta fecha el arzobispo segua siendo encomendero, como se
comentar, por lo que su actividad puede considerarse normal al tener que negociar en el
mercado los tributos de la encomienda35 .

31 Ibdem.
32 Por ejemplo, en l 556. cuando D. Francisco de Mendoza le facult para elegir por l repartimientos
y ocuparse de la administracin de sus bienes. A.G.N. , Protocolos 123 y Protocolos 125.
33 A.G.N., Protocolos 160.
34 Ibdem.
35 A.G.N .. Protocolos 64.

N9 1, julio 1996 63
Artculos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

La coyuntura de comienzos de la dcada de 1550, tras la victoria de La Gasea sobre


G. Pizarro, si bien no supuso una derrota abierta y definitiva de los grupos de poder eco-
nmico rebeldes al proyecto de colonizacin adoptado por la corona, s marc suficiente-
mente la marcha de la vida colonial como para exigir una "puesta al da" despus de los
graves enfrentamientos que la haban sacudido. Por fin pareca haber llegado la hora de
pensar y planificar sobre algo supuestamente tan importante como era la cristianizacin de
los indgenas y, relacionado con ello, preocuparse por su conservacin, al menos para poder
convertirlos. Este fue el momento para tomar una serie de decisiones trascendentes en este
sentido como fueron convocar el I Concilio de Lima, o fundar el Hospital en Lima para
cuidar a algunos de la "mucha cantidad de yndios" que, segn fray Domingo de Santo
Toms, moran al ao en la ciudad muchos de los cuales "se quedaban sin enterrar por los
muladares y los coman los perros" 36
Sin embargo, aunque la accin pastoral parece que se activ en estos aos, se dira
que el arzobispo no perda ocasin para incrementar sus rentas. Algn dato menor pudiera
no ser significativo, como el hecho de que un albail, Juan Fernndez, reclamase en su
testamento 150 pesos que el arzobispo le deba desde haca dos aos, por ocho meses de
trabajo en plantar, labrar y cultivar la huerta que tena en su chacra, as como por ciertas
obras de albailera37 Pero otras operaciones eran de mayor envergadura y mucho ms
rentables. En 1559 f. Jernimo de Loaysa prest 4.000 pesos de plata marcada y ensayada,
en 17 barras, al importante mercader Francisco de Burgos quien, a cambio, escritur un
censo de 400 pesos al ao, sobre todas las casas y tiendas que tena en la ciudad en favor
del prelado 38 . En aos posteriores el arzobispo sigui beneficindose de otras operaciones de
censos y donaciones, tanto de espaoles como de indios, que pasaron a engrosar su manifiesta
riqueza y su capacidad mercantil y financiera39 .
Como sealamos, no es el objetivo de estas pginas escribir una biografa del primer
obispo de Lima. Los hechos expuestos y los que a continuacin se comentarn, acerca de
la obtencin de su segunda encomienda, simplemente ayudan a entender la profunda
implicacin de Loaysa y de la Iglesia en el proceso de dominacin colonial. Los aconte-
cimientos que marcaron el protagonismo del prelado en la rebelin de F. Hernndez Girn,
sus relaciones con la Audiencia de Lima o con el virrey Francisco de Toledo y, en definitiva,
la evolucin de su papel poltico puede entenderse mejor a la luz de estos datos que podrn
ser completados en futuras investigaciones.

* * *

36 la Iglesia de Espaa ... op. cit. vol I, n 4, p. 206. Acerca de la creacin del Hospital de Indios y
su gestin econmica inicial, vid. A.G.N. Protocolos, 64.
37 A.G.N. Protocolos 160 (28 octubre 1551 ). El arzobispo tena "una casa huerta junto a la ciudad". Vid.
la Iglesia de Espaa ... op. cit. vol. I, n 4. pg. 212.
38 A.G.N. Real Audiencia, legajo 5, cuaderno 30 (julio 1559) y Protocolos 123.
39 Ver algunos censos de espaoles en su favor en A.G. N. Protocolos 124 (1564). Por otra parte, en
1569. Loaysa se benefici del producto de la venta de una via perteneciente al cacique D. Garca
Nazca, quien se la dej en su testamento. Ver A.G.N ., Derecho Indgena 3 1. c. 616.

64 Revista Andina, Ao 14
Acosta: La Iglesia en el Per colonial temprano

JI.

5. Tras la muerte de Blasco Nez de Vela, fray Jernimo de Loaysa acept la


comisin del rebelde Gonzalo Pizarro para viajar a Espaa, con el objetivo de intentar
conseguir que el rey modificase las Leyes Nuevas y lo confirmase como Gobernador del
Per. Esta accin significaba un cierto alineamiento con el nuevo vencedor en la colonia,
hasta el punto de admitir ser su valedor ante el rey. Es difcil imaginar que el obispo fuese
obligado, puesto que este papel ya lo haba desempeado ante el virrey a la llegada de ste
a Lima. Con 2.000 pesos entregados por Pizarra para su gestin, sali Loaysa de Lima en
octubre de 1546 con destino a la Pennsula40 .
Pero llegado a Panam, Loaysa se encontr con el Presidente La Gasea que llegaba desde
Espaa para sofocar la rebelin. Tras conversar detenidamente con l, el arzobispo decidi
abandonar la misin encomendada por Pizarra y colocarse de nuevo en el bando del poder real
acompaando a La Gasea, convencido por lo dems de que slo era posible acabar con el
problema de la rebelin con las armas. Qu fue lo que hizo cambiar de parecer a Loaysa?
Simplemente el deseo de colaborar con la autoridad real -por cierto violentamente-, en un estilo
nada acorde con el carcter conciliador que se le ha pretendido adjudicar?4 1 Como ya se dijo,
Loaysa no estaba satisfecho con el nivel de rentas de su dicesis y, consiguientemente, de sus
ingresos. Esto le llevara a pedir su traslado a Espaa poco despus. Resultara arriesgado pensar
que en Panam La Gasea pudo haber prometido al obispo algn suplemento en sus rentas a
cambio de que regresase con l a la colonia y le prestara la ayuda que supona su buen conoci-
miento de la situacin? Sea como fuere, el hecho es que el prelado regres al Per y acompa
al Presidente hasta la derrota militar de G. Pizarro. Inmediatamente despus La Gasea se reuni
con Loaysa, como principal asesor, para intentar apaciguar a los exaltados colonos, intentado
satisfacer sus exigencias de control de la mayor riqueza colonial: los indios.
El papel de ambos en la organizacin del repartimiento de Guainarima fue muy
polmico y no tuvo como consecuencia el resultado que habra sido lgico esperar: el castigo
de los que haban seguido la rebelin de Pizarra y el premio, con encomiendas, a quienes
haban permanecido fieles a la corona. Los intereses creados y el temor a provocar nuevas
rebeliones fueron demasiado fuertes y llevaron al Presidente a contemporizar, tratando de
contentar a todos cuantos pudieran ocasionar disturbios, produciendo finalmente muchos
descontentos. No fueron pocas las personas que haban tomado parte en el levantamiento
contra la corona y que obtuvieron o siguieron ostentando buenas encomiendas despus de
Guainarima, y viceversa 42. Pero no toca aqu efectuar una valoracin de la tarea desempeada

40 La interpretacin de que acept la gestin como subterfugio para poder salir de Lima es forzada y producto
de la versin de la historia realizada por el bando vencedor tras la de1rnta de G. Pizarro. El tono de las
cartas intercambiadas entre J. de Loaysa y G. Pizarro, despus de la salida de Lima no ayuda amante-
nerla. Ver Documentos relativos a D. Pedro de La Gasea y a Gonzalo Pizarra. Ed. por Juan Prez de
Tudela. Madrid, 1964. vol. 11, pgs. 41 y 152-3. Para una aceptacin acrtica de dicha versin, ver los
trabajos citados de M. Olmedo y contrastarla con el estudio de J. Prez de Tudela citado en nota 2.
41 Adems, no olvidar que tom parte activa en acciones militares contra F. Hernndez Girn - para esto
su edad avanzada no fue un obstculo-, en una actuacin nada pacfica.
42 Cf. Los informes de Lui s Lara. Juan Snchez y Alonso de Montemayor sobre el asunto en A.G.I. ,
Lima 118.

N2 1, julio 1996 65
Artculos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

por La Gasea y Loaysa, ni de su significado como reflejo de la relacin de fuerzas existentes


en la colonia y con la poltica emanada desde la corte. Lo que se trata de destacar es que
la participacin del arzobispo en el reparto de la encomiendas no fue en absoluto desinte-
resada sino todo lo contrario, ya que l mismo result beneficiado con una en el distrito de
la ciudad de Lima43 . Si acumul sta ltima a la que ya tena en Huancayo es algo que no
podemos asegurar; cabe la posibilidad de que para estas fechas hubiese perdido la primera.
En todo caso, el acceso de Loaysa a esta nueva encomienda, como en el caso anterior,
tampoco estuvo exento de complicaciones que merecen ser comentadas para poder precisar
la posicin del arzobispo en el contexto de los acontecimientos.
Hacia principios de 1549 el presidente La Gasea se dispona a hacer pblico el
resultado del nuevo repartimiento de las encomiendas en el Per. El trabajo de redistribucin
de los indios se haba prolongado durante casi seis meses a lo largo de 1548 y, durante las
deliberaciones, pese a que La Gasea y Loaysa se haban retirado a las afueras de Cusca para
que fuesen secretas, se produjeron contactos y negociaciones de particulares con ambos en
el intento de conseguir al final un buen lote de indios. Los preparativos del reparto, por tanto,
no tuvieron lugar en las condiciones de aislamiento y retiro que usualmente han descrito los
historiadores.
Entre las muchas personas que enviaron recados al Presidente, directamente o a
travs del arzobispo, estaba D. Pedro Portocarrero, casado con Da. Mara de Escobar.
Portocarrero tena con anterioridad al reparto de Guainarima ciertos indios encomendados en
Chumbivilcas, no lejos del Cusca, por algunos servicios prestados durante la conquista. Por
su parte, su mujer, que haba estado casada previamente con Martn de Estete y con Fran-
cisco de Chaves, conquistadores ambos con Pizarra, haba heredado de sus maridos sendos
repartos en Yauyos y en Lurigancho, en trminos de la ciudad de Lima. Segn la legislacin,
el matrimonio no poda conservar las encomiendas de ambos cnyuges, por lo que en el
nuevo repartimiento deba desprenderse de una de ellas. Pero la misma legislacin les
conceda el derecho de disponer de 90 das de plazo para decidirse a elegir cul de ellas
queran retener.
Durante el retiro de La Gasea en Guainarima, Portocarrero se dirigi por escrito en
varias ocasiones al Presidente, as como al propio Loaysa, para hacerles saber que su deseo
era recibir preferentemente determinados indios en Cusca junto con los cuales aceptara ser
nombrado vecino de la ciudad, manifestndoles que, de otra forma, no le interesaba permanecer
en ella.
Segn Portocarrero, La Gasea lo tranquiliz asegurndole que le otorgara la mejor
encomienda que vacase en la tierra, siempre que a cambio no pidiese los indios que tena
su esposa en Yauyos y Lurigancho y, as, se abstuvo de continuar sus peticiones satisfecho
con las promesas de La Gasea. Si esta declaracin de Portocarrero era cierta podra estarse
preparando ya, por otoo de 1548, la encomienda para el arzobispo Loaysa.
Desde primavera de 1548 hasta comienzos de 1549 en que lleg a Lima, P. Portocarrero
estuvo al parecer en paradero desconocido durante algunos meses en su traslado desde Cusco

43 Toda la informacin referente a la obtencin de su segunda encomienda procede del pleito entre
Dn. Pedro Portocarrero y Mara Escobar, su mujer, con e l arzobispo, en Archivo General de Indias,
Justicia 397.

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Acosta: La Iglesia en el Per colonial temprano

a la capital, quizs en un intento de ganar tiempo antes de que La Gasea pudiera obligarle
a elegir encomienda con lo que segua beneficindose del tributo de ambas: la suya en Cusco
y la de su mujer, cerca de la capital. Sin embargo, hacia febrero, una vez en Lima, Portocarrero
tuvo conocimiento de la nueva distribucin de encomiendas realizada por La Gasea y supo
que los indios de Da. Mara haban sido concedidos al arzobispo. Este, en principio y segn
las propias declaraciones del contrariado D. Portocarrero afirmaba que Loaysa le insisti en
que aceptase los indios que se le haban adjudicado porque, en caso contrario, al mismo
arzobispo le daran los indios que l tena en Cusco. Lo cual le mantuvo indeciso durante
un tiempo entre aceptar lo recibido o tratar de mejorarlo con algunos indios suplementarios.
Loaysa, por su parle, declaraba que cuando Portocarrero supo qu indios le haban corres-
pondido, inicialmente no los acept, pero despus intent mejorar el lote llegando a pedirle
al mismo Loaysa que le gestionara ante el Presidente la concesin de los de un tal Sanvitores,
que acababa de morir. De ello dedujo el arzobispo, quizs algo precipitado e interesadamente,
que finalmente Portocarrero quera quedarse con los indios del Cusco. En cualquier caso,
hacia julio del mismo 1549, Portocarrero se decidi a iniciar un pleito ante la Audiencia de
Lima contra el arzobispo por posesin ilegal de los indios de Yauyos y Lurigancho otorgados
por La Gasea y para exigir que se cumpliera la ley, que le permita elegir entre las dos
encomiendas habidas por los cnyuges en el matrimonio.
Al margen del desarrollo de los hechos, otros aspectos de la historia merecen el
mismo inters: de un lado, la base de la disputa por los diferentes indios que era, lgicamen-
te, su rentabilidad econmica; por otra parte, y relacionando con ello, la composicin de la
tasa de la encomienda adjudicada al arzobispo. En cuanto al primero de estos puntos, cada
parte procur resaltar ante la justicia, en el pleito, las ventajas y los inconvenientes de la
solucin a que deba conformarse, segn sus intereses. As, por ejemplo, en octubre de 1549
Portocarrero destacaba la escasa coca que daban por mita algunos de los indios que le haba
adjudicado La Gasea, los que anteriormente haban pertenecido a un tal Monzn: de 12 a
15 cestos que, a razn de 8 a 9 pesos, significaban de 95 a 130 pesos. Frente a ello, pona
nfasis en que el arzobispo estaba cobrando los frutos y rditos de los indios de Da. Mara
de Escobar cuyos tributos valoraba aproximadamente en 12.000 pesos anuales.
Loaysa, por su parte, no desmenta tales afinnaciones pero sealaba que P. Portocarrero
Je haba comunicado que "los indios que tena en Lima" -debe entenderse que se refera a los
de su esposa- Je entregaban 4.500 pesos de tributo que los sacaban trabajando en la ciudad,
pero que habiendo de tasarlos y mandarles que no se alquilasen, como se esperaba que sucediera
durante el mandato de La Gasea, sera muy poco el provecho y tributo que le podran dar. Este
era el temor de muchos encomenderos ante los efectos de la prohibicin de utilizar libremente
la fuerza de trabajo personal de los indios. Por el contrario, siempre segn Loaysa, Portocarrero
le haba hecho saber que, de los indios que tena en Cusco -los de Chumbivilcas-, una par-
cialidad le daba cada domingo 150 pesos en oro y la otra 70, adems del ganado y otros apro-
vechamientos y que, por todo ello, prefera los indios del Cusco.
Evidentemente, el arzobispo participaba de los clculos sobre la rentabilidad de los
indios de las encomiendas, con especulaciones sobre las consecuencias del futuro poltico.
La evaluacin de los beneficios de Loaysa realizada por PortocatTero no parece exagerada
si se considera la composicin de la tasa de los indios concedidos por La Gasea (ver
Apndice 1), aunque es difcil calcular los precios en el mercado de algunos de los artculos .

NQ1, julio 1996 67


Artculos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Como era normal en las tasas contemporneas, el tributo comprenda cantidades de oro y
plata, mercancas varias con destino al consumo del encomendero pero tambin al mercado,
y fuerza de trabajo para la agricultura o el servicio en la ciudad. La presencia de cantidades
considerables de trigo o el mandato de que los indios criasen cerdos no eran nada nuevo para
estas fechas y ya existan tales productos en tasas de varios aos antes en diversos rincones
del Per.
Pese a que J. de Loaysa asegur en el pleito que su actitud en febrero haba sido
conciliadora, su disposicin durante el desarrollo del proceso a travs de su procurador, Juan
de Arrendolar,:a, fue, ms que firme, hasta agresiva en trminos legales. Por una parte, para
debilitar la base jurdica de la parte demandante, cuestion que Mara de Escobar hubiera
posedo legal y verdaderamente las encomiendas de sus maridos difuntos, lo cual fue con-
testado de forma contundente por sta ltima mostrando las confirmaciones hechas por Vaca
de Castro en su favor, tanto de los indios Yauyos, como de los de Lurigancho. En el mismo
sentido, el mismo Loaysa dirigi una velada y sospechosa alusin al vnculo matrimonial de
Portocarrero y Escobar cuando declar que "no los vio casar. .. aunque los tiene por casados
y hacen vida maridable". Por ltimo, en la lnea de sostener que Portocarrero se haba
conformado de hecho con los indios que se le haban otorgado en Cusca, hizo declarar al
administrador de Portocarrero en aquella ciudad si era cierto que estaban siendo enviadas
cuadrillas de los nuevos indios de la encomienda a trabajar a las minas de Potos, como
hacan normalmente por entonces, y aun anteriormente, los encomenderos en las minas de
la regin .
Los ataques de Loaysa no impidieron, de todos modos, que se proveyera conceder
a Portocarrero el plazo legal de 90 das para elegir encomienda, a partir del 30 de julio de
1549 44 . Sin embargo, en febrero de 1550 el pleito continuaba abierto y ya por entonces deba
estarse discutiendo si el proceso poda terminarse y sentenciarse en la Audiencia de Lima,
o si debera ser remitido al Consejo de Indias. Antes de resolverse este crucial asunto, Loaysa
decidi tomar posesin formal de la encomieda que La Gasea le haba concedido, trmite
que an no se haba cubierto. El acto de entregar la mano de los curacas encomendados a
la mano del nuevo encomendero tuvo Jugar los das 8 y 17 de febrero por el Ldo. Cianea,
de la Real Audiencia, en casa del mismo arzobispo y en presencia de los ya conocidos
Baltasar de Loaysa y Alonso Prez de Valenzuela.
A fines del mismo mes de febrero de 1550 la Real Audiencia, finalmente, se pronun-
ci en el sentido de decidirse a ver y terminar el proceso en su tribunal. Pero esta determinacin
fue inmediatamente contestada por el procurador de Loaysa, alegando diversas razones por
las que solicitaba que la causa fuera enviada a la Pennsula para su vista en el Consejo.
Obviamente es de suponer que el arzobispo confiaba en que sera mejor tratado por los
miembros del Consejo de Indias -pese a que su to Garca de Loaysa ya no era su Presiden-
te- que por la Audiencia de Lima con la que mantena algunas diferencias. El hecho es que,
a pesar de las numerosas y enrgicas protestas subsiguientes de P. Portocarrero que prefera
que el caso se resolviera en Lima, la Audiencia modific su decisin inicial y la causa fue

44 En este punto existen dificultades para fijar las fechas. Esta provisin fue comunicada al arzobispo
en presencia de fray Domingo de Santo Toms, entre otras personas.

68 Revista Andina , Ao 14
Acosta: La Iglesia en el Per colonial temprano

remitida a Espaa, aunque slo en octubre de 1551 . Una vez los autos en el Consejo, Loaysa
no compareci a mantener su derecho, por lo que fue acusada su rebelda, quedando en tal
estado el caso en abril de 1553. A pesar de que ya haca tiempo que la corona haba legislado
prohibiendo que personas eclesisticas tuvieran encomiendas, J. de Loaysa la haba recibido
precisamente del Presidente La Gasea y, adems, no parece que fuese desposedo de ella,
aunque no se puede precisar en qu fecha dej de disfrutarla.

6. Fray Jernimo de Loaysa fue encomendero por dos veces en Per y tuvL que
pugnar duramente para lograrlo. Sobre todo a partir de este hecho, Loaysa particip activa-
mente en la economa colonial mantuvo relacin con importantes mercaderes a travs de la
cual debi realizar la renta de sus encomiendas, posey casas en Lima y, con todo ello, se
situ en el sector social que desde la conquista ejerci ms eficazmente el dominio colonial,
mediante el control de medios de produccin, captacin de renta de encomiendas y partici-
pacin en negocios mercantiles.
Aadido a lo anterior, Loaysa ostentaba su destacada posicin pastoral en la Iglesia
y, en este terreno, llev a cabo una accin, sobre todo desde 1550, que es mejor conocida
pero que conviene revisar a partir de la realidad expresada. Unido a todo ello y sin perder
de vista sus importantes vnculos en la corte, fray Jernimo jug un sobresaliente papel
poltico, no exento de contradicciones. La combinacin del poder econmico con la activa
funcin ideolgica y la destacada posicin social que se daba en muchos dignatario eclesisticos
-y Loaysa es un buen ejemplo de ello- hizo de ellos representantes excepcionales de las
clases dominantes de la sociedad colonial.
El hecho de que fray Jernimo, siendo dominico, fuese encomendero dos veces
-primero, en los aos en que las tasas no estaban fijadas legalmente y, despus, cuando por
fin se ajustaron conforme a la ley- merece un comentario especial. Aunque pueda parecer
algo elemental, hay que constatar que, entre los dominicos, las posiciones con relacin a las
encomiendas no eran homogneas. En un momento inicial y hasta despus de promulgadas
las Leyes Nuevas en pleno gobierno rebelde de Gonzalo Pizarro, no slo Loaysa sino
tambin el convento de la Orden de Predicadores en Lima, con fray Domingo de Santo
Toms a la cabeza, disfrutaban de encomiendas sin tasas reguladas. Poco ms tarde, ste
ltimo modific su posicin inicial y, si no se enfrent abiertamente a la encomienda, como
mal menor se contentaba con que en aquella tierra tan desordenada

" ... es harto para esta pobre gente, aunque den mucho, que lo que dieren sea en razn
y en quenta, (porque hasta agora no a auido mas regla ni medida en los tributos que
a esta pobre gente se le pide que la voluntad deshordenada y cobdiciosa del
encomendero, por manera que si les pedan mili, mili dauan y si ciento, ciento, y
sobre esto quemaban a los caciques y los echaban a perros y otros muchos malos
tratamientos, y les quitaban el seoro y mando y lo daban a quien les pareca que
seria buen verdugo de los pobres yndios para cumplir su voluntad y cobdicia
deshordenada)45".

45 La Iglesia de Espaa ... op. cit. vol. 1, n 4. p. 192.

N 1, julio 1996 69
Artculos, Notas y Documentos - - - - - - - - - - - - - - - - - - ~ - - - -

Como queda dicho, Loaysa fue encomendero de las dos modalidades, pero tan
destacable como esto fue el hecho de que, despus de concederle la encomienda, La Gasea
lo nombrase uno de los visitadores del territorio de la Audiencia para tasar los tributos.
Como encomendero que era, Loaysa era obviamente parte interesada en la labor que se le
encomend y es de suponer que difcilmente podra fijar para encomiendas ajenas niveles
de tributos ms bajos del que se haba aplicado a la suya, a menos que quisiera ser acusado
por los dems encomenderos de resultar beneficiado en relacin con ellos. De hecho, y
quizs como consecuencia de esta circunstancia, las tasas que se fueron fijando en estas
visitas no parecan precisamente bajas a ,fray D. de Santo Toms quien, por el contrario,
afirmaba: " ... a mi juicio van muy largas las tasas, mucho mas de lo que devian ... "46 .
En definitiva, sirvan estas breves pginas para reforzar el hecho, ya conocido, de que
el fenmeno colonial impregnaba a personas e instituciones y que las versiones idealizadas
de algunas de ellas pecan, cuando menos, de una ingenuidad digna de mejor causa.

Apndice l.

Tasacin de tributos de los indios Yauyos y de Lurigancho y de Tantacaxa que estn


encomendados al arzobispo (Tasa de 2 de febrero de 1549).

Que den los indios de la sierra en oro y plata 3.500 pesos al ao en dos mitades
en casa del encomendero.
Que den los indios serranos 300 ovejas al ao.
Que den los indios serranos 300 fanegas de trigo y 400 fanegas de maz al ao
puestas en esta ciudad por sus mitas.
Que den 200 piezas de ropa, que no de pao de pared ni cojines.
Que den de alpargatas, jquimas y cabestros y lo dems que se hace de cabuya,
lo que buenamente fuere menester y moderado, porque esto es cosa sin costa y
que se cra en su tierra.
Que cren en su tierra puercos y aves y otros ganados, los que se le dieren siendo
sin perjuicio.
Que den madera y magis los que fueren menester para la casa de su encomendero
y reparo de ella.
Que sirvan de mita en esta ciudad el invierno, que se entienda desde principio de
mayo a fin de noviembre que se vuelvan a sus tierras, 30 40 ordinarios que se
truequen yndose unos y volvindose otros y que stos, con algunos ms si fuere
menester, siembren una chacra de trigo de ocho fanegas y otra de maz de ocho
fanegas, y porque el trigo se viene a coger en verano, mando la coja el encomendero
y no los indios.
Por razn del servicio que estos indios han de hacer al encomendero en invierno,
es obligado de quitarles del tributo del oro y plata los 500 pesos de oro, por
manera que den 3.000 pesos por lquidos.

46 Ibdem.

70 Revista Andina, Ao 14
Acosta: La Iglesia en el Per colonial temprano

2) Lo que han de dar los indios Yungas de Lurigancho y Tantacaxa es:


El cacique Don Francisco que manda los indios de Lurigancho se tasa en que
siembre una chacra de I O fanegas de maz y la beneficie y coja.
Que d aves y huevos y pescados del ro y camarones , lo que pudiere.
Que d en cada ao 20 piezas de ropa de algodn para los yanaconas e indias y
dos colchones de algodn.
Que den I O paizuelos de mesa.
Que guarde con sus indios algn ganado que el encomendero le diere.
Que d dos o tres indios para la huerta.
Que d 15 indios de mita en esta ciudad, ordinarios, para el servicio de casa que
se renueven.
Don Juan , cacique de Tantacaxa, siembre en cada ao una sementera de seis
fanegas de maz y trigo, tres de cada cosa, y lo beneficie y coja.
Que d I O piezas de ropa de algodn.
Que d aves, huevos, pescados del ro y camarones, lo que pudiere.
Que guarde algn ganado con sus indios.
Que d dos indios para la huerta.
Que d en esta ciudad diez indios de mita y sirvan ordinariamente, remudndose
cuando les pareciere.

Antonio Acosta
Universidad de Sevilla
Espaa

N 1, ulio 1996 71

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