LOAYZA
LOAYZA
LOAYZA
Antonio Acosta
N 1, julio 1996 53
Artculos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Loaysa, cuyo caso ya ha sido utilizado en el sentido expresado arriba 1 Esto ayudar a
comprender mejor las relaciones del poder en esta etapa temprana de la definicin del
sistema colonial en el Per. Los datos y comentarios que seguirn se refieren slo a un
perodo de la vida del primer obispo de Lima y no se pretende escribir su biografa. En esos
aos tuvieron lugar hechos de singular importancia, como la rebelin de Gonzalo Pizano,
la llamada "pacificacin" de Pedro de La Gasea tras la muerte del virrey Blasco Nez de
Vela, o la rebelin de Francisco Hernndez Girn y, en todos ellos, fray J. de Loaysa tuvo
un polmico protagonismo.
No es poco lo que se conoce hoy acerca del que fuera primer obispo de Lima, sin
embargo la imagen que se tiene hoy de J. de Loaysa se dira que es incluso sospechosamente
ajena a las coyunturas tumultuosas y terribles intrigas que vivi. Contemporneos suyos,
incluso de la rbita del poder, han suscitado polmicas. Hasta el mismo La Gasea fue
censurado con cierta dureza por un autor tan "de orden" como J. de la Riva Agero.
Mientras, en medio de la conflictiva historia de los primeros aos de la colonia, la figura de
Loaysa sobresale prcticamente sin el menor atisbo de sombra2 Los autores que lo han tratado
desligan por completo al arzobispo del fenmeno colonial, es decir, de la realidad de que la
esencia de la presencia espaola en Indias era el aprovechamiento de la riqueza americana,
concretada de forma ms inmediata en la utilizacin de la fuerza de trabajo indgena. Sin
embargo, la revisin de esta perspectiva resulta fundamental para comprender las acciones
llevadas a cabo por los colonizadores, incluyendo al primer arzobispo de Lima; mxime
teniendo en cuenta las polmicas lascasianas, en cuyo contexto resulta interesante colocar al
personaje.
* * *
l.
l. Jernimo de Loaysa haba nacido en Trujillo en 1498, de donde eran los Pizano
y un importante grupo de sus seguidores en el Per. Fue enviado a Lima como primer obispo
y Protector de Indios de la recin creada dicesis a donde lleg en 1543, despus de algunos
aos de experiencia americana como obispo de Cartagena, en Nueva Granada. El destino de
Por ejemplo, Vargas Ugarte, R. Historia de la Iglesia en el Per ( 1511-1568). Tomo l. Lima. 1953.
pp. 142 y ss., y Egaa, A. de, Historia de la Iglesia en la Amrica Espaola. Hemisferio Sur. Madrid.
1966. pp. 54-66. El caso ms extraordinario de visin prejuzgada acerca de los hechos y la figura
del arzobispo Jernimo de Loaysa lo constituye el libro de Manuel Olmedo Jimnez, Jernimo de
Loaysa, O.P. Pacificador de espaoles y Protector de indios. Granada, 1990. Este trabajo, que tiene
aspectos interesantes, fue originalmente su Tesis de Licenciatura, dirigida por el Dr. Paulina Castaeda,
presbtero. Ver del mismo autor, M. Olmedo, "Jernimo de Loaysa, O.P., primer obispo-arzobispo
de Lima (1543-1575)", en Archivo Dominicano. Tomo VII. Salamanca, 1986, pgs. 205-286.
2 Posiblemente la visin ms ajustada de la proximidad del obispo de Lima con un proceso tan
atentatorio contra el orden, como fue la rebelin de Gonzalo Pizarra - de lo que se hablar ms
adelante-. la ofrece Juan Prez de Tudela en su estudio preliminar a la edicin de las Crnicas del
Per. B.A.E., CLIV . Madrid, 1963. Vol l. pg. LXIII .
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3 Ver "Loaysa, Garca de, O.P." en Diccionario de Historia Eclesistica de Espaa, dirigido por
Q. Aldea, T. Marn y J. Vives. CSIC, Madrid, 1987, pp. 426 y ss.
4 Archivo General de la Nacin-Lima (en adelante A.G.N.), Protocolos 153.
5 The Harkness Collection in the Library of Congress. Calendar of Spanish Manuscripts. Washington,
1932: junio, 1542 y octubre, 1543.
Querer creer al pie de la letra, como hace Manuel Olmedo refirindose a 1549, que Loaysa quera una
encomienda para realzar su cargo de arzobispo es realmente ingenuo conociendo lo que significaban las
encomiendas en la colonia en esta poca. Cfr. M. Olmedo, Jernimo de Loaysa ... , pp. 188-195. En 1543
J. de Loaysa no intent justificar nada ni tena por qu. Por el contrario. en 1549, si quera seguir siendo
encomendero tras la promulgacin de la Leyes Nuevas que prohiban a los obispos tener encomiendas,
s tena que hacerlo. Vid. Muro Orejn Antonio, Las Leyes Nuevas de Indias. Sevilla, 1961, p. J3.
6 Hanke. L. La lucha espaiiola por la justicia e11 la conquista de Amrica. Madrid, 1967, p. 166 y ss.
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miento de Loaysa como encomendero, desde luego haba una diferencia entre su posicin
personal y la de Las Casas que, como se ver, no era excepcional. Adems, su carcter de
encomendero situaba a Loaysa en una comprometida situacin a la hora de intentar aplicarse
la nueva legislacin que prohiba explcitamente que los prelados pudieran poseer enco-
miendas 7.
Loaysa, desde su llegada al Per, parece que no quiso despreciar ninguna posibilidad
de mejorar su situacin econmica y para ello empez por intentar recuperar para s, adems
de la encomienda, el resto de los bienes personales del que haba sido el primer obispo de
Cusco. Tras la muerte de fray V. Valverde fue su hermana, Da. Mara Valverde, viuda del
Dr. Juan Blzquez, quien consigui hacerse en subasta con una estancia, unas casas y otras
pertenencias del difunto 8 . La rica viuda cas inmediatamente con el Ldo. Rodrigo Nio y el
recin llegado fray J. de Loaysa no dud en entablar un proceso contra el matrimonio
compuesto por Dn. Rodrigo y Da. Mara para recuperar las casas, la estancia y ciertas
vestimentas brocadas de f. Vicente. Loaysa, actuando en nombre de la Iglesia, demostraba
tener un gran inters en el caso que se segua en jurisdiccin eclesistica y, en julio de 1544,
ya pareca haberse producido una sentencia favorable al obispo, que los defensores de Nio
y Valverde apelaron intentando trasladar la causa a la Audiencia. Sin embargo Loaysa, en
una accin como juez y parte, confirm la sentencia y rechaz la apelacin, con lo que el
matrimonio no pudo recuperar dichos bienes9
2. Por estas fechas ya se hallaba en curso la grave rebelin de Gonzalo Pizarro contra
los efectos de las Leyes Nuevas para el sistema de las encomiendas. La rebelin iba a alterar
profundamente la colonia y, como era inevitable, el obispo Loaysa se encontr envuelto de
lleno en ella. Sin ser ste el Jugar para hacer una revisin de los acontecimientos, es ne-
cesario recordar las lneas del comportamiento de fray Jernimo para constatar que su
posicin poltica como mnimo -y como no poda ser de otra forma- no fue constante.
Resulta de especial inters dicha revisin, aunque sea breve, porque los hechos acontecidos
tienen otro significado diferente al que hasta ahora se les ha dado, si se parte del conocimien-
to del dato de que Loaysa era encomendero. Su primera intervencin en la historia tuvo lugar
en relacin con la recepcin en Lima del nuevo virrey Blasco Nez de Vela, portador de
las citadas Leyes que, entre otras consecuencias, tenan precisamente la de poner en peligro
su situacin de encomendero.
En 1541-42, en Espaa, B. de Las Casas no slo haba conseguido ver aprobada la
nueva legislacin sino que, con sus denuncias, provoc la destitucin de varios miembros
del Consejo de Indias -entre los que se encontraba el obispo de Lugo, Juan Surez de
Carvajal, hermano del poderoso factor de la Real Hacienda de Lima, Illn- y la prdida de
parte de la influencia del mismo fray Garca de Loaysaw. Todo ello debi ser conocido en
la capital del Per antes de la llegada del nuevo virrey, como lo fue el propio contenido de
las Leyes Nuevas. Con ms razn, en Lima tambin se conoci la dura actuacin del virrey
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en su camino hacia la capital y los alborotados vecinos y miembros del cabildo -muchos de
ellos encomenderos como Loaysa- pidieron al obispo que saliera a recibirlo en su repre-
sentacin y a requerirle que no ejecutara las nuevas ordenanzas. La reaccin de los colonos
fue tan violenta ante las perspectivas de la nueva situacin que se avecinaba que parece que
llegaron a tratar, precisamente en la casa del propio J. de Loaysa, la posibilidad de envenenar
al virrey! 1
Pese a que su apoyo poltico en la corte en estos momentos pudiera haber disminuido
y no obstante la amenaza que suponan las Leyes Nuevas para sus propios intereses de
encomendero, Loaysa no poda alinearse abiertamente con la rebelin contra las decisiones
del emperador. Actuando coherentemente con sus propios intereses y los de los principales
de la colonia, se decidi finalmente a salir a recibir al virrey acompaado de Vaca de Castro,
el factor de la Real Hacienda, Illn Surez de Carvajal -tambin encomendero-, y alguien
ms , y le pidi que suspendiera la aplicacin de las nuevas leyes. Como era de esperar, el
impetuoso Nez de Vela no accedi a la peticin del obispo y le contest "que se vera lo
mejor y ms acertado" 12
Pero el nuevo virrey se enfrentaba a una gravsima rebelin que aglutinaba a la
mayora de los encomenderos de "arriba", de la sierra, con Cusco como centro, y que
tambin despertaba simpatas entre muchos de Lima. Quizs como consecuencia de su
delicada posicin poltica y porque no deba contar con muchos hombres que pudiesen
cumplir tal misin, el virrey acept en el mismo ao de 1544 el ofrecimiento de J. de Loaysa
de acudir personalmente a Cusco para persuadir a G. Pizarro "en lo que convena": su-
puestamente hacerlo desistir de su propsito de levantarse en armas 13 Cieza de Len , que
escribi despus de derrotado G. Pizarro y que fue informado de los hechos por el mismo
J. de Loaysa, entre otros, ofrece una visin "pacificadora" de la gestin del obispo, que es
la que ha trascendido a la moderna historiografa. Sin embargo, no dice nada del hecho de
que el obispo era encomendero y de que tena algo que ver, por tanto, con los intereses de
los sublevados.
Loaysa se entrevist, en efecto, con G. Pizarro y con su maese de campo, Francisco
de Carvajal, quienes, entre otras cosas, le hicieron saber sus deseos de que se suspendiesen
las Leyes Nuevas y de poder enviar procuradores al rey , con dinero, a suplicar en lo tocante
a la nueva legislacin. Merece retenerse este ltimo punto porque, en 1546, cuando
G. Pizarro ocupare Lima, J. de Loaysa se avendra, como es sabido, a cumplir esta antigua
aspiracin de los rebeldes; el obispo llegara a embarcarse para Espaa con el encargo y
dineros de Pizarro aunque, al cruzarse con P. de La Gasea en Panam, resolviera finalmente
regresar a la colonia.
11 Cicza de Len. Pedro de, Obras Completas !l. Las Guerras Civiles Peruanas. (C. Senz de Santa
Mara, ed.) LL1 Guerra de Quito, pp. 3 13 -4. J. de Loaysa lleg a admitir que pudo ser cierto, aunque
sin su conocimiento. y el padre Baltasar de Loaysa asegur que haba sucedido.
12 Ibdem.
13 Antes que a Loaysa. el vi1Tey envi a parlamentar con G. Pizarro a fray Toms de San Martn.
provincial de los dominicos. Posteriormente. al igual que el obispo de Lima, el fraile aceptara viajar
como procurador de Pi zarro a Espaa. Y. Fernndez, Diego, Historia del Per, en Crnicas del Per...
op. cit. pp. 24 y 170.
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Artculos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
" ... por su provecho, y el notario, y fiscal ( ... ) anda a denunciar de casos que los haze
de su jurisdizion, y fazen su proceso, y, aunque no sea para mas de absolver y llevar
las costas, como en muchos hazen, es cosa muy cruel y de gran lastima. En muchos
condenavan en penas desaforadas y contra personas legas, aplicandolas a la Camara
del Obispo, y repartiendolas entre el juez y perlado y fiscal por tercios, por asyento
que ay entre ellos" 15
14 Ibdem p. 347.
15 Relacin del Ldo. Marte! de Santoyo a S.M. Lima, 1542. en La Iglesia de Espaa en el Per.
(Coleccin de documentos ... dirigida por Msr. D. Emilio Lisson Chaves). Vol. l, n 3, p. 103 (En
Archivo General de Indias, Patronato 185, 31 ).
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Un buen ejemplo de ello lo brinda alguien que durante algn tiempo se movi en los
crculos prximos al obispo de Lima, el clrigo Baltasar de Loaysa quien , aunque del mismo
apellido, no parece guardar parentesco con aqul. Baltasar de Loaysa era un sacerdote
extraordinariamente activo que jug un importante papel poltico durante el levantamiento
de G. Pizarra que mantena intereses y buenas relaciones en la sierra, en el Cusco y en
Charcas. Adems lleg a ser delegado por Garci Diaz Arias para tomar posesin del obispado
de Quito en su nombre y, por otra parte, ms tarde fue procurador del obispo de Cusco, fray
J. de Solano, en el I concilio de Lima convocado por fray J . de Loaysa. Esto ltimo quizs
influy en el enfrentamiento que se produjo entre ambos durante el levantamiento de
F. Hemndez Girn, en 1533.
En 1548 B. de Loaysa gozaba de la confianza del ya por entonces arzobispo de Lima
quien lo haba nombrado visitador general en la provincia de Charcas. Hallndose en Potos
en octubre de dicho ao realizando dicha funcin, B. de Loaysa formaliz un importante
vnculo econmico con Diego Centeno, vecino de La Plata, y con el que ya haba mantenido
relaciones con ocasin de la rebelin de G. Pizarro 16 Por escritura Centeno otorg al visitador
amplios poderes econmicos as para comprar, vender o negociar cualquier tipo de bienes
muebles e inmuebles, para poder constituir compaas en su nombre y para poder obligarle
a cualquier persona o incluso a la Caja Real en cantidad de 30.000 pesos 17 Alguien tan prximo
al arzobispo como para ser nombrado visitador, aprovechaba su posicin para realizar p-
blicamente actividades econmicas, lo que difcilmente poda pasar desapercibido para fray
Jernimo quien no haca nada por evitarlo. No es de extraar que, dados los pinges bene-
ficios econmicos que los visitadores eclesisticos podan obtener en el ejercicio de su
funcin, los miembros del cabildo catedral de Lima llegasen a debatir en ms de una ocasin
si deba mantenerse la prebenda -prcticamente equivalente al salario-- a un cannigo que
fuese nombrado visitador, durante el tiempo en que llevaba a cabo su visita 18 Pero el clrigo
Loaysa era tan slo uno de tantos que participaban activamente en el proceso econmico
colonial.
Otros componentes del cabildo catedral tambin lo hacan, como el Ldo. Juan de
Cerviago, maestrescuela en la catedral de Lima, quien traficaba con plata por estos aos con
Espaa, va Panam donde tena su propio factor, un tal Gmez de Tapia. En marzo de 1552
Cerviago enviaba a Sevilla cuatro barras de plata por valor de 990 pesos de oro por medio
del Dean de la catedral, Ldo. Juan Toscano, y del mercader Diego de Illescas. Cerviago le
encargaba expresamente no dejarlas en manos de su factor Tapia, en Panam, sino entregar-
las en Sevilla al Maestro Pedro Vsquez, catedrtico del Colegio de San Miguel, quien a su
vez las debera pasar a Francisco de Ampuero y, en caso de que Ampuero ya hubiera
regresado a Per, las debera retener hasta recibir otra orden suya 19 El ao siguiente de nuevo
J. de Cerviago compraba, para posteriormente revender al mismo F. de Ampuero, media
16 Las referencias al clrigo Baltasar de Loaysa son muy frecuentes en los cronistas, como P. Cieza,
Diego Fernndez, Pedro Gutirrez de Santa Clara, y en la documentacin de archivos.
17 A.G .N. Protocolos, 64.
18 Ver la interesante edicin de Olmedo Jimnez, Manuel, Actas capitulares durante el po111ificado de
.lern inw de Loaysa, O.P. Salamanca, 1992. Actas de 15 de octubre de 1566 y de 15 de abril de 1572.
19 A.G .N. Protocolos, 64. Reg. 17.
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los ingresos oficiales de la que por entonces pas a ser archidicesis seguan siendo escasos.
As al menos le pareca al arzobispado, quien lo transmita al monarca en febrero de 1549
manifestando que, hasta entonces, los diezmos no haban subido ningn ao de 8.000 pesos
y que en el corriente no llegaran a l 1.00023 . Loaysa se lamentaba de que con la cuarta parte
correspondiente al prelado no poda "moderadamente sustentarse y representar alguna ms
autoridad que siendo obispo" y, adems, se senta agraviado frente al caso del Cusco
-perspectiva que no puede perderse- cuyos diezmos
Curiosamente, junto a la queja por sus cortos ingresos -entre los que no mencionaba
la renta de su encomienda en Huancayo-, Loaysa presentaba al rey la primera de una serie
de solicitudes de permiso para poderse trasladar a la Pennsula, sin contar con el viaje que
emprendi en diciembre de 1546 como procurador de Gonzalo Pizarro. Ahora, en 1549,
alegaba que ya tena 50 aos, que haca seis aos que estaba en el Per y que haba servido
con muchos trabajos y gastos a Dios y al rey, sobre todo despus de que comenzaron
las revueltas . Sin embargo, ni la edad pareca tan avanzada -Loaysa muri en activo en
1575-, ni el tiempo que llevaba en Lima era excesivo, ni los gastos que deca haber realizado
se comprendan bien si sus ingresos eran tan cortos como afirmaba. Es aventurado asegurar
que su deseo de regresar a la Pennsula estuviera relacionado con sus demandas en el terreno
material, pero no deja de ser significativa la simultnea advertencia que haca al rey fray
Domingo de Santo Toms, compaero de orden de Loaysa, en julio de 1550. Es necesario
recordar que, en febrero del mismo ao, la partida de fray Jernimo hacia Espaa pareca
inminente, llegando a saberse en Lima incluso en qu navo iba embarcar25 En julio escriba
fray D. de Santo Toms
"Tambin a hecho y hace y hara, mientras no se remediare, muy gran dao para esta
tierra y para la conservacin della y de los naturales que todos los que aca vienen
comunmente asi perlados como gouernadores ... vienen y estan prestado para solo
aprovecharse de la pobre tierra, para poder volver a espaa rricos ... Que zelo tendra
el perlado y el cura y el fraile que cada dia llora por espaa ... " 26
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31 Ibdem.
32 Por ejemplo, en l 556. cuando D. Francisco de Mendoza le facult para elegir por l repartimientos
y ocuparse de la administracin de sus bienes. A.G.N. , Protocolos 123 y Protocolos 125.
33 A.G.N., Protocolos 160.
34 Ibdem.
35 A.G.N .. Protocolos 64.
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* * *
36 la Iglesia de Espaa ... op. cit. vol I, n 4, p. 206. Acerca de la creacin del Hospital de Indios y
su gestin econmica inicial, vid. A.G.N. Protocolos, 64.
37 A.G.N. Protocolos 160 (28 octubre 1551 ). El arzobispo tena "una casa huerta junto a la ciudad". Vid.
la Iglesia de Espaa ... op. cit. vol. I, n 4. pg. 212.
38 A.G.N. Real Audiencia, legajo 5, cuaderno 30 (julio 1559) y Protocolos 123.
39 Ver algunos censos de espaoles en su favor en A.G. N. Protocolos 124 (1564). Por otra parte, en
1569. Loaysa se benefici del producto de la venta de una via perteneciente al cacique D. Garca
Nazca, quien se la dej en su testamento. Ver A.G.N ., Derecho Indgena 3 1. c. 616.
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JI.
40 La interpretacin de que acept la gestin como subterfugio para poder salir de Lima es forzada y producto
de la versin de la historia realizada por el bando vencedor tras la de1rnta de G. Pizarro. El tono de las
cartas intercambiadas entre J. de Loaysa y G. Pizarro, despus de la salida de Lima no ayuda amante-
nerla. Ver Documentos relativos a D. Pedro de La Gasea y a Gonzalo Pizarra. Ed. por Juan Prez de
Tudela. Madrid, 1964. vol. 11, pgs. 41 y 152-3. Para una aceptacin acrtica de dicha versin, ver los
trabajos citados de M. Olmedo y contrastarla con el estudio de J. Prez de Tudela citado en nota 2.
41 Adems, no olvidar que tom parte activa en acciones militares contra F. Hernndez Girn - para esto
su edad avanzada no fue un obstculo-, en una actuacin nada pacfica.
42 Cf. Los informes de Lui s Lara. Juan Snchez y Alonso de Montemayor sobre el asunto en A.G.I. ,
Lima 118.
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Artculos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
43 Toda la informacin referente a la obtencin de su segunda encomienda procede del pleito entre
Dn. Pedro Portocarrero y Mara Escobar, su mujer, con e l arzobispo, en Archivo General de Indias,
Justicia 397.
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a la capital, quizs en un intento de ganar tiempo antes de que La Gasea pudiera obligarle
a elegir encomienda con lo que segua beneficindose del tributo de ambas: la suya en Cusco
y la de su mujer, cerca de la capital. Sin embargo, hacia febrero, una vez en Lima, Portocarrero
tuvo conocimiento de la nueva distribucin de encomiendas realizada por La Gasea y supo
que los indios de Da. Mara haban sido concedidos al arzobispo. Este, en principio y segn
las propias declaraciones del contrariado D. Portocarrero afirmaba que Loaysa le insisti en
que aceptase los indios que se le haban adjudicado porque, en caso contrario, al mismo
arzobispo le daran los indios que l tena en Cusco. Lo cual le mantuvo indeciso durante
un tiempo entre aceptar lo recibido o tratar de mejorarlo con algunos indios suplementarios.
Loaysa, por su parle, declaraba que cuando Portocarrero supo qu indios le haban corres-
pondido, inicialmente no los acept, pero despus intent mejorar el lote llegando a pedirle
al mismo Loaysa que le gestionara ante el Presidente la concesin de los de un tal Sanvitores,
que acababa de morir. De ello dedujo el arzobispo, quizs algo precipitado e interesadamente,
que finalmente Portocarrero quera quedarse con los indios del Cusco. En cualquier caso,
hacia julio del mismo 1549, Portocarrero se decidi a iniciar un pleito ante la Audiencia de
Lima contra el arzobispo por posesin ilegal de los indios de Yauyos y Lurigancho otorgados
por La Gasea y para exigir que se cumpliera la ley, que le permita elegir entre las dos
encomiendas habidas por los cnyuges en el matrimonio.
Al margen del desarrollo de los hechos, otros aspectos de la historia merecen el
mismo inters: de un lado, la base de la disputa por los diferentes indios que era, lgicamen-
te, su rentabilidad econmica; por otra parte, y relacionando con ello, la composicin de la
tasa de la encomienda adjudicada al arzobispo. En cuanto al primero de estos puntos, cada
parte procur resaltar ante la justicia, en el pleito, las ventajas y los inconvenientes de la
solucin a que deba conformarse, segn sus intereses. As, por ejemplo, en octubre de 1549
Portocarrero destacaba la escasa coca que daban por mita algunos de los indios que le haba
adjudicado La Gasea, los que anteriormente haban pertenecido a un tal Monzn: de 12 a
15 cestos que, a razn de 8 a 9 pesos, significaban de 95 a 130 pesos. Frente a ello, pona
nfasis en que el arzobispo estaba cobrando los frutos y rditos de los indios de Da. Mara
de Escobar cuyos tributos valoraba aproximadamente en 12.000 pesos anuales.
Loaysa, por su parte, no desmenta tales afinnaciones pero sealaba que P. Portocarrero
Je haba comunicado que "los indios que tena en Lima" -debe entenderse que se refera a los
de su esposa- Je entregaban 4.500 pesos de tributo que los sacaban trabajando en la ciudad,
pero que habiendo de tasarlos y mandarles que no se alquilasen, como se esperaba que sucediera
durante el mandato de La Gasea, sera muy poco el provecho y tributo que le podran dar. Este
era el temor de muchos encomenderos ante los efectos de la prohibicin de utilizar libremente
la fuerza de trabajo personal de los indios. Por el contrario, siempre segn Loaysa, Portocarrero
le haba hecho saber que, de los indios que tena en Cusco -los de Chumbivilcas-, una par-
cialidad le daba cada domingo 150 pesos en oro y la otra 70, adems del ganado y otros apro-
vechamientos y que, por todo ello, prefera los indios del Cusco.
Evidentemente, el arzobispo participaba de los clculos sobre la rentabilidad de los
indios de las encomiendas, con especulaciones sobre las consecuencias del futuro poltico.
La evaluacin de los beneficios de Loaysa realizada por PortocatTero no parece exagerada
si se considera la composicin de la tasa de los indios concedidos por La Gasea (ver
Apndice 1), aunque es difcil calcular los precios en el mercado de algunos de los artculos .
Como era normal en las tasas contemporneas, el tributo comprenda cantidades de oro y
plata, mercancas varias con destino al consumo del encomendero pero tambin al mercado,
y fuerza de trabajo para la agricultura o el servicio en la ciudad. La presencia de cantidades
considerables de trigo o el mandato de que los indios criasen cerdos no eran nada nuevo para
estas fechas y ya existan tales productos en tasas de varios aos antes en diversos rincones
del Per.
Pese a que J. de Loaysa asegur en el pleito que su actitud en febrero haba sido
conciliadora, su disposicin durante el desarrollo del proceso a travs de su procurador, Juan
de Arrendolar,:a, fue, ms que firme, hasta agresiva en trminos legales. Por una parte, para
debilitar la base jurdica de la parte demandante, cuestion que Mara de Escobar hubiera
posedo legal y verdaderamente las encomiendas de sus maridos difuntos, lo cual fue con-
testado de forma contundente por sta ltima mostrando las confirmaciones hechas por Vaca
de Castro en su favor, tanto de los indios Yauyos, como de los de Lurigancho. En el mismo
sentido, el mismo Loaysa dirigi una velada y sospechosa alusin al vnculo matrimonial de
Portocarrero y Escobar cuando declar que "no los vio casar. .. aunque los tiene por casados
y hacen vida maridable". Por ltimo, en la lnea de sostener que Portocarrero se haba
conformado de hecho con los indios que se le haban otorgado en Cusca, hizo declarar al
administrador de Portocarrero en aquella ciudad si era cierto que estaban siendo enviadas
cuadrillas de los nuevos indios de la encomienda a trabajar a las minas de Potos, como
hacan normalmente por entonces, y aun anteriormente, los encomenderos en las minas de
la regin .
Los ataques de Loaysa no impidieron, de todos modos, que se proveyera conceder
a Portocarrero el plazo legal de 90 das para elegir encomienda, a partir del 30 de julio de
1549 44 . Sin embargo, en febrero de 1550 el pleito continuaba abierto y ya por entonces deba
estarse discutiendo si el proceso poda terminarse y sentenciarse en la Audiencia de Lima,
o si debera ser remitido al Consejo de Indias. Antes de resolverse este crucial asunto, Loaysa
decidi tomar posesin formal de la encomieda que La Gasea le haba concedido, trmite
que an no se haba cubierto. El acto de entregar la mano de los curacas encomendados a
la mano del nuevo encomendero tuvo Jugar los das 8 y 17 de febrero por el Ldo. Cianea,
de la Real Audiencia, en casa del mismo arzobispo y en presencia de los ya conocidos
Baltasar de Loaysa y Alonso Prez de Valenzuela.
A fines del mismo mes de febrero de 1550 la Real Audiencia, finalmente, se pronun-
ci en el sentido de decidirse a ver y terminar el proceso en su tribunal. Pero esta determinacin
fue inmediatamente contestada por el procurador de Loaysa, alegando diversas razones por
las que solicitaba que la causa fuera enviada a la Pennsula para su vista en el Consejo.
Obviamente es de suponer que el arzobispo confiaba en que sera mejor tratado por los
miembros del Consejo de Indias -pese a que su to Garca de Loaysa ya no era su Presiden-
te- que por la Audiencia de Lima con la que mantena algunas diferencias. El hecho es que,
a pesar de las numerosas y enrgicas protestas subsiguientes de P. Portocarrero que prefera
que el caso se resolviera en Lima, la Audiencia modific su decisin inicial y la causa fue
44 En este punto existen dificultades para fijar las fechas. Esta provisin fue comunicada al arzobispo
en presencia de fray Domingo de Santo Toms, entre otras personas.
68 Revista Andina , Ao 14
Acosta: La Iglesia en el Per colonial temprano
remitida a Espaa, aunque slo en octubre de 1551 . Una vez los autos en el Consejo, Loaysa
no compareci a mantener su derecho, por lo que fue acusada su rebelda, quedando en tal
estado el caso en abril de 1553. A pesar de que ya haca tiempo que la corona haba legislado
prohibiendo que personas eclesisticas tuvieran encomiendas, J. de Loaysa la haba recibido
precisamente del Presidente La Gasea y, adems, no parece que fuese desposedo de ella,
aunque no se puede precisar en qu fecha dej de disfrutarla.
6. Fray Jernimo de Loaysa fue encomendero por dos veces en Per y tuvL que
pugnar duramente para lograrlo. Sobre todo a partir de este hecho, Loaysa particip activa-
mente en la economa colonial mantuvo relacin con importantes mercaderes a travs de la
cual debi realizar la renta de sus encomiendas, posey casas en Lima y, con todo ello, se
situ en el sector social que desde la conquista ejerci ms eficazmente el dominio colonial,
mediante el control de medios de produccin, captacin de renta de encomiendas y partici-
pacin en negocios mercantiles.
Aadido a lo anterior, Loaysa ostentaba su destacada posicin pastoral en la Iglesia
y, en este terreno, llev a cabo una accin, sobre todo desde 1550, que es mejor conocida
pero que conviene revisar a partir de la realidad expresada. Unido a todo ello y sin perder
de vista sus importantes vnculos en la corte, fray Jernimo jug un sobresaliente papel
poltico, no exento de contradicciones. La combinacin del poder econmico con la activa
funcin ideolgica y la destacada posicin social que se daba en muchos dignatario eclesisticos
-y Loaysa es un buen ejemplo de ello- hizo de ellos representantes excepcionales de las
clases dominantes de la sociedad colonial.
El hecho de que fray Jernimo, siendo dominico, fuese encomendero dos veces
-primero, en los aos en que las tasas no estaban fijadas legalmente y, despus, cuando por
fin se ajustaron conforme a la ley- merece un comentario especial. Aunque pueda parecer
algo elemental, hay que constatar que, entre los dominicos, las posiciones con relacin a las
encomiendas no eran homogneas. En un momento inicial y hasta despus de promulgadas
las Leyes Nuevas en pleno gobierno rebelde de Gonzalo Pizarro, no slo Loaysa sino
tambin el convento de la Orden de Predicadores en Lima, con fray Domingo de Santo
Toms a la cabeza, disfrutaban de encomiendas sin tasas reguladas. Poco ms tarde, ste
ltimo modific su posicin inicial y, si no se enfrent abiertamente a la encomienda, como
mal menor se contentaba con que en aquella tierra tan desordenada
" ... es harto para esta pobre gente, aunque den mucho, que lo que dieren sea en razn
y en quenta, (porque hasta agora no a auido mas regla ni medida en los tributos que
a esta pobre gente se le pide que la voluntad deshordenada y cobdiciosa del
encomendero, por manera que si les pedan mili, mili dauan y si ciento, ciento, y
sobre esto quemaban a los caciques y los echaban a perros y otros muchos malos
tratamientos, y les quitaban el seoro y mando y lo daban a quien les pareca que
seria buen verdugo de los pobres yndios para cumplir su voluntad y cobdicia
deshordenada)45".
N 1, julio 1996 69
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Como queda dicho, Loaysa fue encomendero de las dos modalidades, pero tan
destacable como esto fue el hecho de que, despus de concederle la encomienda, La Gasea
lo nombrase uno de los visitadores del territorio de la Audiencia para tasar los tributos.
Como encomendero que era, Loaysa era obviamente parte interesada en la labor que se le
encomend y es de suponer que difcilmente podra fijar para encomiendas ajenas niveles
de tributos ms bajos del que se haba aplicado a la suya, a menos que quisiera ser acusado
por los dems encomenderos de resultar beneficiado en relacin con ellos. De hecho, y
quizs como consecuencia de esta circunstancia, las tasas que se fueron fijando en estas
visitas no parecan precisamente bajas a ,fray D. de Santo Toms quien, por el contrario,
afirmaba: " ... a mi juicio van muy largas las tasas, mucho mas de lo que devian ... "46 .
En definitiva, sirvan estas breves pginas para reforzar el hecho, ya conocido, de que
el fenmeno colonial impregnaba a personas e instituciones y que las versiones idealizadas
de algunas de ellas pecan, cuando menos, de una ingenuidad digna de mejor causa.
Apndice l.
Que den los indios de la sierra en oro y plata 3.500 pesos al ao en dos mitades
en casa del encomendero.
Que den los indios serranos 300 ovejas al ao.
Que den los indios serranos 300 fanegas de trigo y 400 fanegas de maz al ao
puestas en esta ciudad por sus mitas.
Que den 200 piezas de ropa, que no de pao de pared ni cojines.
Que den de alpargatas, jquimas y cabestros y lo dems que se hace de cabuya,
lo que buenamente fuere menester y moderado, porque esto es cosa sin costa y
que se cra en su tierra.
Que cren en su tierra puercos y aves y otros ganados, los que se le dieren siendo
sin perjuicio.
Que den madera y magis los que fueren menester para la casa de su encomendero
y reparo de ella.
Que sirvan de mita en esta ciudad el invierno, que se entienda desde principio de
mayo a fin de noviembre que se vuelvan a sus tierras, 30 40 ordinarios que se
truequen yndose unos y volvindose otros y que stos, con algunos ms si fuere
menester, siembren una chacra de trigo de ocho fanegas y otra de maz de ocho
fanegas, y porque el trigo se viene a coger en verano, mando la coja el encomendero
y no los indios.
Por razn del servicio que estos indios han de hacer al encomendero en invierno,
es obligado de quitarles del tributo del oro y plata los 500 pesos de oro, por
manera que den 3.000 pesos por lquidos.
46 Ibdem.
70 Revista Andina, Ao 14
Acosta: La Iglesia en el Per colonial temprano
Antonio Acosta
Universidad de Sevilla
Espaa
N 1, ulio 1996 71