Garcia Lorca y El Segundo Sexo

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Garca Lorca y el segundo sexo

Ninguna de las encarnaciones femeninas de la obra literaria de Federico Garca Lorca es


fuente de felicidad y de reposo, sino de violencia y destruccin. De la mujer en el mundo
potico lorquiano escribe M.a Teresa Babn, no manan la vida y la alegra, sino el dolor
y la muerte. An cuando adopte las formas ms inocentes Doa Rosita la soltera, la Mon-
ja Gitana, Soledad Montoya, la Zapatera su efluvio va envolviendo la atmsfera de la vida
en un halo especial que transforma el destino humano, sumergindolo en las tinieblas...
Lorca expresa el terror csmico ante Ella y un odio secreto, pero al mismo tiempo se entrega,
como Leonardo, al irresistible arcano seductor que la envuelve. La Mujer en este mundo lor-
quiano tiene los mismos atributos barrocos de la Muerte; aparece "hecha carne y presencia
real con todo su cortejo: sangre, crimen, violencia, soledad..."
La puertorriquea M.a Teresa Babn, realiz su tesis doctoral en la Universidad de Colum-
bia sobre El Mundo Potico de Garca Lorca, inducida y animada desde Nueva York por
el poeta Juan Ramn Jimnez. Es una entusiasta del poeta andaluz, y al referirse a los perso-
najes femeninos, fundamentalmente de su teatro, destaca como cualidad principal el hecho
de que la mujer de la obra lorquiana se separa radicalmente de lo establecido, ya que
lo que l hace de la mujer es bien distinto a lo que hicieron los escritores de la Edad Media,
de la poca clsica, y no digamos, de los tiempos romnticos.
Trotaconventos, Celestina, Melibea, las serranas de la poesa lrica, doajimena y sus hi-
jas, Dulcinea, Marcela, el mundo femenino de la obra de Cervantes, etc., son mujeres en-
marcadas en una sociedad dice Babn, y se comportan sin violencia dentro de ella.
Segn la misma autora, el romanticismo debilita esa fortaleza y ese refugio que es la mu-
jer en el sueo de las letras clsicas, la va quebrando para dejarla reducida a una condicin
frgil y vulnerable. Pero persiste concebida dentro de una sociedad que la dirige, la esclaviza
y la idealiza al mismo tiempo.
Las heronas lorquianas son mujeres del pueblo, dedicadas al hogar y que no tienen ms
vida externa que la estrictamente familiar. Slo dos de sus protagonistas se escapan de este
denominador comn: doa Juana la Loca y Mariana Pineda. La mujer virgen, la madre, la
Dolorosa ardiendo en pasiones y ahogada de soledades, son los personajes femeninos de
Lorca, cuya existencia transcurre en un sencillo entorno exterior, marcado por un tipo de
educacin catlico y tradicional que les impone un vivir oculto, resignado y silencioso, mientras
que, como dice el dicho popular, la procesin va por dentro, ya que en su interior llevan
una carga de violencia y pasin que es dinamita pura.
Todas resume M.a Teresa Babn viven dos vidas: la exterior en la ms absoluta entre-
ga a los cnones establecidos y la interior en la ms absoluta anarqua y la ms dolorosa
y feroz lucha de odios y de amores en pugna.
Para Babn, algo muy importante que ocurre, es que Garca Lorca concentra la responsa-
bilidad total de sentir la vida hasta su fibra ms escondida en la mujer, no en el hombre.
Y es en los impulsos femeninos comenta con visin desmedidamente positiva, en los
sueos y las luchas oscuras de su corazn angustiado, que Lorca sustenta los temas ms arrai-
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gados de su mundo potico: el tiempo y la muerte inseparables, cuya presencia obsesionan-
te adquiere tambin rasgos de mujer.

Enmascaramiento sexual
A m siempre me ha producido un cieno repeluco ese tipo de mujer tan desatado que
Garca Lorca ve y fabrica, y me aclar bastante la lectura de Lorca, poeta maldito, escrito
por Francisco Umbral hace dieciocho aos, libro en el que habla de la comprobacin de
los enmascaramientos sexuales de Lorca.
Umbral aprecia, que cuando Lorca habla de mujeres, y son muchas las veces que lo hace,
casi siempre nombra el cuerpo y casi nunca el rostro. Y esto puede ser dice, tanto una
prueba de su directo e intenso erotismo como un sntoma de que esas mujeres no son tales:
son hombres enmascarados en formas femeninas.
Umbral descubre un enmascaramiento del tema y un enmascaramiento del autor: En
Marcel Proust supone llamar Albcrtine al chfer italiano Albert: un pudor homosexual.
Umbral descubre un enmascaramiento del tema y un enmascaramiento del autor: En
su teatro dice, se sirve del truco recurrente de hacer protagonista a una mujer para,
encarnado en ella, cantar y desear al hombre bajo una apariencia de teatro de exaltacin
femenina.
La primera forma de enmascaramiento consista en trocar al ser cantado de hombre en
mujer. Esta ltima aade, en trocarse el contar tambin de hombre en mujer, para
cantar al hombre. Yerma, Bodas de Sangre y Bernarda Alba, las heronas trgicas de Lorca,
son para Umbral casos concretos de lo femenino esencial anhelando lo masculino vital.
Seguidamente explica cmo se produce en estas creaciones femeninas lo que llama enmas-
caramiento del sujeto, en contraposicin al enmascaramiento del objeto. Por otra parte,
no se trata del primer autor que recurre al enmascaramiento del sujeto y del objeto, para
cantar al varn desde el varn.
Hay enmascaramiento del sujeto en casi todo el teatro de Lorca afirma Paco Umbral,
donde una mujer, dentro de la cual se ha introducido el propio poeta, canta al macho. Este
tema de la mujer que pide hombre es invariable en todo el teatro de Lorca. Reiterativo. Ob-
sesivo. Y tambin dice: Si Lorca nos ha dejado en su teatro tan valiosas figuras de mujer,
no es porque las haya observado en la vida con mirada de hombre, sino porque se ha metido
dentro de ellas para mirar al hombre.
Umbral no se explica porqu ni hasta qu punto, pero capta que en todo el teatro de
Lorca hay un enmascaramiento del sujeto: Un entrecruce de mujeres en celo escribe
puebla su escenario. Y en su grito sexual adivinamos siempre al poeta, que se ha complaci-
do en trocar los papeles expresndose a s mismo a travs del otro sexo.

Monotemtico hasta la saciedad


La mujer pidiendo hombre, o mejor dicho, masculinidad pura, virilidad bruta, es en Gar-
ca Lorca un monotema. Tambin es para l tema favorito el pluriadulterio femenino, y has-
ta el adulterio con claros visos de bestialismo. Toda esa desatada sexualidad, enmascarada
y retorcida, bien puede interpretarse como un voluntad de desprestigiar a la mujer. Por otra
parte, pienso que al ver a las mujeres solamente como hembras en celo, es un muy pobre
manera de captarlas, ya que sus heronas siempre son sexualidad desmesurada y oscura.
Volviendo al tema del enmascaramiento. Umbral afirma que Lorca es un poseso de las
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heronas que crea, de las mujeres que imita en su teatro. La imitacin literaria es perfecta,
grandiosa a veces, porque Lorca se deja poseer por un espritu de mujer en celo.
Quiz venga bien recordar aqu aquello de que la obra de un artista y su vida son indesli-
gables, y al hablar de Garca Lorca, esto ha de tenerse en cuenta ya que, de forma muy espe-
cial, su obra est marcada por su vida, vida que transcurre sealada por tres desgarramien-
tos: sexual, psicolgico y moral.
El desgarrn sexual, Umbral entiende que se produce, al haber dado paso, desde el sub-
consciente, a las apetencias ms secretas del eros (el doctor Maraen ya explic, desde un
punto de vista cientfico, que todo nombre lleva en su interior un fantasma de mujer, y
viceversa). La temtica sexual de Lorca dice, obsesiva y perdurable, tan frecuente en
cantar las gracias femeninas como las masculinas, evidencia un desgarramiento sexual, que
l sublima literariamente, dando lugar a lo que hemos llamado su pansexualismo. Bien en-
tendido que ese pansexualismo no es slo literario, sino muy real, y el origen, quiz, de
su extraordinaria y privilegiada receptividad humana y artstica.
El desgarrn psicolgico, el que se produce entre la realidad y el sueo, es el desgarrn
que segn Umbral, mantiene la psique de Garca Lorca perpetuamente alucinada: Tan efi-
caz comenta, tan plstico para recoger y resumir la realidad externa, compagina estas
cualidades con una misteriosa proclividad hacia lo onrico.
Finalmente, el desgarrn moral, es el que se produce entre el Bien y el Mal. Garca Lorca
dej muy pronto de lado los principios morales aprendidos del entorno familiar, pero el
desgarrn entre el Mal y el Bien existe en Lorca dice Umbral, aunque sea menos intenso
y doloroso y nada actuante que el desgarrn psicolgico y el desgarrn sexual.
Salvador Dal, ntimo amigo de Federico Garca Lorca en sus aos jvenes, ha aportado
recientemente algn dato nuevo acerca de lo que fue la vida ntima de Federico. Dal cuenta
a Ian Gibson bigrafo del poeta asesinado, en una entrevista publicada en el diario
EL PAIS el 26 de enero de 1986, la primera y la nica vez que Garca Lorca mantuvo relacin
sexual con una mujer.
El pintor cataln ha identificado con nombre y apellido a aquella mujer, aunque Gibson
no lo revela en la entrevista. Dal explica una vez ms al entrevistador ingls, cmo Lorca
estaba frenticamente enamorado de l y quera que intimasen sexualmente tema al que
ya haba hecho referencia otras veces, pero como a pesar de intentarlo, no consiguieron
llegar a trmino, tomaron la decisin de que Federico rematase, en presencia de Dal, con
una amiga de ambos que se prest al sacrificio.
Dal insiste en decir a Ian Gibson que, aparte de este acto, nunca repetido, no recuerda
que Lorca tuviera contacto sexual con ninguna otra mujer. En cuanto a sus amores con el
poeta andaluz afirma: Era un honor para m que Federico estuviera enamorado de m. Aque-
llo no era un amistad, era una pasin ertica muy fuerte. Esa es la verdad.
Tras la lectura del reciente encuentro de Gibson con Dal, una se pregunta, si efectivamente,
hay enmascaramiento en la sempiterna insatisfaccin sexual que aqueja a los personajes fe-
meninos de Lorca, y la respuesta parece que ha de ser afirmativa.

Las heronas lorquianas


Mariana Pineda, se trata de un romance popular en tres etapas y se estren en el teatro
Fontalba de Madrid, en octubre de 1927. Se trata de un personaje histrico, Marianita,
que fue ejecutada en Granada por orden de Fernando VII tras el atentado liberal frustra-
do. En el personaje femenino predomina la pasin por el hombre, mientras que en el mas-
culino, la pasin dominante es el amor de la libertad.
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En la escena de amor entre Mariana y Pedro, ella exclama con angustia: De qu sirve
mi sangre, Pedro, si t murieras?/ Un pjaro sin aire, puede volar? Entonces...
Pedro dice: Mariana, qu es el hombre sin libertad? Sin esa luz armoniosa y fija que
se siente por dentro?/ Cmo podra quererte no siendo libre, dime?/ Cmo darte este
firme corazn si no es mo?
Mariana es apoteosis de entrega y sacrificio que espera intilmente a don Pedro de Soto-
mayor, y nada lograr convencerla de que no vendr el amado. Cuando tiene que entregarse
a la justicia, con serenidad y firmeza, se expresa pensando en l: Amas la libertad por enci-
ma de todo,/ pero yo soy la misma libertad. Doy mi sangre,/ que es tu sangre y la sangre
de todas las criaturas.
En esta primera obra dramtica de Lorca, se descubre una faceta romntica y csteticista
la Granada romntica, la poltica liberal, lo sentimenal y lo ertico, ya que lo liberal
de Mariana Pineda es ms potico que poltico, y en el fondo, siempre est la hembra suspi-
rando por el varn.
Mariana se diferencia en poco de las dems fminas del teatro de Lorca: mujeres heroicas
por su temple, mrtires de la causa pasional, marcadas por la soltera, la frustracin amoro-
sa, la insatifaccin de hombre o la ausencia de hijo.
M.a Teresa Babn en su intenso y profundo estudio de la realidad lorquiana, llega a la con-
clusin que las mujeres del teatro lorquiano no son heroicas por defender ideales de patria
o por enfrascarse en luchas redentoras de la humanidad, sino por permanecer encerradas
en su hogar con un fardo agobiante de conflictos interiores, en lucha perenne consigo mis-
mas, hasta que llega el estallido trgico y tienen que sucumbir. Pero el cataclismo es de
proporciones descomunales: la vida toda se derrumba con ella. Al igual que Yerma y Doa
Rosita la soltera, Mariana Pineda vive en espera y muere sin esperanza y sin consuelo, aban-
donada y sola.

Seis aos despus


En marzo de 1933, en el teatro Beatriz de Madrid, se estren una tragedia en tres actos
y siete cuadros, en verso y prosa, de Garca Lorca, se trataba de Bodas de Sangre. La figura
central es la Madre vengativa que no perdonar nunca a los asesinos de su marido y de su hijo. fe
El mismo da que se celebra la ceremonia nupcial, la novia se fuga con Leonardo, primo t?
y primer novio de la novia. La madre es quien incita a su hijo el novio y recin marido
burlado para que los persiga y se vengue. Todas las malas pasiones van a ponerse en juego .|
para desembocar en ros de sangre. Los protagonistas de la tragedia viven en un estado agni-
co; la Novia, en lucha entre la llamada del deber y la fuerza que la arrastra a la fuga. 8
Bodas de Sangre comienza con el canto a la hermosura viril por parte de la Madre: Un .
hombre hermoso, con su flor en la boca... El canto al hombre y la llamada al hombre se s
repite de un modo constante. Entre el coro de voces femeninas que acompaan la voz prota-
gonista, surge la de la Criada: Dichosa t que vas a abrazar a un hombre, que lo vas a j|
besar, que vas a sentir su peso!. Y vuelven los piropos, admiraciones y alabanzas: Porque f
el novio es un palomo/ con todo el pecho de brasa, dice la Criada. Y la madre: Mi hijo |
la cubrir bien. Es de buena simiente. Su padre pudo haber tenido conmigo muchos hijos... _
Otro de los temas candentes del teatro de Lorca es el de la libertad y la gratuidad, que g
el autor identifica con el Mal, pero ste no vamos a abordarlo, ya que nos llevara ms all ,
del objetivo estricto del presente trabajo que quiere fijarse, tan slo, en los posibles signifi- X
cados de sus personajes femeninos. 3
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Eft diciembre de 1934, en el teatro Espaol, se estrena Yerma, segunda de las tragedias
lorquianas, que trata el tema de la esterilidad en la mujer. Todo el peso dramtico est con-
centrado en la protagonista, Yerma, que ya en el primer cuadro aparece soando con ser
madre. Casada con Juan, l slo se preocupa de su trabajo, mientras ella anhela ser madre
y se consume viendo el embarazo de las otras. Yerma comunica su angustia al marido, mien-
tras l no entiende nada y contina impertrrito. Reza oraciones, acude de romera para
pedir hijos al Santo y se abraza a su Juan como su ltima esperanza: Te busco a t sin encon-
trarte. Dnde has de estar? Es tu amor y tu amparo lo que busco como si buscara la luna.
Yerma es aconsejada para que deje a su marido y vaya en busca de otro hombre, pero
no es capaz. As, con su obsesin a cuestas, se va volviendo loca, hasta que llega el final
trgico, en el que cuando Juan se acerca a ella en actitud conciliadora y la abraza, ella se
resiste, caen al suelo, y ella le ahoga apretndole el cuello, mientras grita: He matado a
mi hijo!.
En esta tragedia de la infecundidad, de la esterilidad, todos los comentaristas de Garca
Lorca han visto un eco de Narciso, otro de los temas que para el poeta andaluz tiene gran
atractivo: la completa actitud de contemplacin de s mismo. Yerma padece la soledad, en-
vuelta en su intil sueo de maternidad, y en su ansia desmedida de hombre, temas que
en esta historia se confunden.
Yerma es un poema musical escribe M.a Teresa Babn, creado poticamente para ex-
presar la sequedad que atormenta al ser ensimismado, incapacitado para sustraerse al miste-
rio de su propia imagen. Yerma es Narciso en la contemplacin de su belleza indita, bus-
cando en el reflejo de la imagen la semejanza y la eternidad.

Sentirse al margen
En su empeo de ir ms all en la bsqueda de los significados de los personajes femeni-
nos lorquianos. Umbral seala al referirse a Yerma que lo que define y condiciona a esta
mujer no es la esterilidad, sino su condicin de criatura al margen. Para l Yerma es la libi-
do frustrada, como es frustrada la libido de los invertidos de ambos sexos o la libido insacia-
ble, y en este punto ve la identificacin que existe entre el personaje y su creador.
Yerma es dice entonces, ante todo, eso, conflicto sexual, y la modalidad que ese con-
flicto adopte resulta secundaria: esterilidad, frigidez, inversin... Lorca ha escrito una vez
ms la tragedia de la libido frustrada, tema casi nico y excluyente en toda su obra. El tema
la afecta de modo muy directo.
Yerma es el ser al margen de la naturaleza dice tambin; esos seres al margen que
la propia naturaleza se complace ciegamente en crear. Todo en el cosmos vive dentro de
unas leyes, de una economa (aunque esas leyes sean gratuitas), pero de pronto se produce
el ser marginal, liminar, innecesario, gratuito, no ya en ltima instancia, como todos, sino
en primera instancia. De pronto se produce Yerma.
Este ser marginal, pasar primero por la angustiosa experiencia de la inadaptacin y de
la gratuidad, ms tatde sufrir la angustia de su libertad. Finalmente, el desarraigo produci-
do por la gratuidad y la libertad le llevar hacia el mal.
Angustia de la gratuidad, angustia de la libettad, angustia del mal resumen Francisco
Umbral. Estas tres etapas sucesivas se cumplen rigurosamente en los tres actos de Yerma.
Con L casa de Bernarda Alba, subtitulada, drama de mujeres en los pueblos de Espa-
a, se cierra la triloga de las tragedias escritas por Garca Lorca. Esta ltima es finalizada
en 1936, ao en que muere su autor. Las tres tragedias tienen por protagonistas mujeres,
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y las tres acaban en muertes: en Bodas de sangre, por causa de la Novia, los dos hombres
se matan; Yerma, mata a su marido; la Adela de Bernarda Alba, se mata a s misma. Si
la nulificacin del macho se manifiesta de una manera progresiva en la obra de Garca Lor-
ca, en La casa de Bernarda Alba, toca techo con la figura de Pepe el Romano y todo el cota-
rro de mujeres, que enloquecidas por la ausencia de hombre, por l son capaces de matar
y morir.
El poeta andaluz advierte en el comienzo de su drama que estos tres actos tienen la in-
tencin de un documental fotogrfico, y a continuacin nos muestra un autntico infierno
de un mundo pequeo y cerrado, donde una maraa de mujeres se destrozan mutuamente.
Por supuesto, tampoco falta en ellas la voracidad sexual que siempre Lorca las atribuye, ni
el desprestigio de la hembra que contrasta, una vez, frente al canto a la libertad varonil.
M.a Teresa Babn nos recuerda que la triste virginidad infecunda es tema de procedencia leja-
na en la lrica de Garca Lorca: Amparo, oyendo el dbil trino amarillo de un canario
y bordando el caamazo; la soltera en misa, rumiendo el rosario, estremecida de pasiones
escondidas; la mrtir andaluza, vida rota y fracasada, son las precursoras de Doa Rosita
la soltera y las hijas de Bernarda Alba, en quienes se proyecta y se completa el tema de la
virginidad marchita.

Bajo una mansa apariencia


En 1935, en el Teatro Principal Palace de Barcelona, se estren Doa Rosita la Soliera
o El lenguaje de las Flores, que es la vida, mansa por fuera y requemada por dentro, de
una seorita granadina. Segn el propio Garca Lorca, se trata del drama de la cursilera
espaola, de la mojigatera espaola, del ansia de gozar que las mujeres han de reprimir
por fuerza en lo ms hondo de su entraa enfebrecida.
Vida vacua, en espera del amor que no llegar jams a consumarse; as es la vida de Doa
Rosita, que como las dems heronas de Lorca, tambin vive en celo continuo, suspirando
por el hombre.
Doa Rosita es escribe Francisco Umbral, como todas las heronas de Lorca, un puro
anhelo de masculinidad. Un largo quejido sexual. El quejido, aqu, es delicado, y no dram-
tico o pornogrfico, como en otros personajes, pero estamos una vez ms en ci monotema
de Lorca.
En el resto de sus obras teatrales, los personajes femeninos de Garca Lorca, aparecen con
las mismas caractersticas que comentamos: La Zapatera prodigiosa, Amor de don Perlim-
(>ln con Belisa en su jardn, As que pasen cinco aos...
As que pasen cinco aos, obra indita de Garca Lorca de la que slo se ha publicado
una escena titulada Romance del Maniqu, fue representada por primera vez en Pars en
el ao 1937. El protagonista es un Joven que se encuentra con el Maniqu que luce las galas
de su novia, quien se ha fugado con otro en vsperas de la boda.
El Maniqu sufre su propia sed virginal frustrada, y las prendas que ya no cubrirn un
cuerpo de mujer sern para el mar, el aire, la luna, los juncos, la ra y las araas.
El Maniqu se irrita y se rebela contra el novio que volvi cuando pasaron cinco aos,
y ya era demasiado tarde para sus ansias de.calor, de vida: Pudiste ser para m/ Potro de
plomo y espuma/ El aire roto en el freno/ Y el mar atado en la grupa./ Pudiste ser un relin-
cho/ Y eres dormida laguna/ Con hojas secas y musgos/ Donde este traje se pudra.
Amor de Don Perlimpln con Belisa en su jardn, es una farsa violenta, fue estrenada
en Madrid en junio de 1931, con el subttulo de aleluya ertica. En esta obra, tambin
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es la fuene pasin de Belisa la que domina. Es el conflicto de la casada por inters, pero
que su fuero interno llama a otro. En la primera escena, Belisa aparece tocando el piano
y cantando una letra que pide amor: Amor, amor./ Entre mis muslos cerrados/ nada como
un pez el sol.
Todas, todas las criaturas femeninas creadas por Lorca, son mujeres en perpetuo celo. La
mujer vive dice Babn, en esa perenne angustia de llegar, de realizar sueos y anhelos,
de completarse, de ser... Garca Lorca la convierte en el ser receptivo de las ms entraables
pasiones: la vemos quemndose por dentro buscando el calor del hombre, confinada y des-
hecha en su circunstancia vital.
El concepto "mujer" dice tambin, dentro de la compleja realidad del mundo po-
tico creado por Lorca, no es fcil de aislarse. No es tema ni elemento circunstancial, es mu-
cho ms que eso. Mujer, la mujer con un sentido total, csmico, impulso, tierra, aliento
telrico, rige despojada de atributos fciles. Es la luna y es la Tierra, es la tentacin y la
Muerte, es la belleza y la tempestad. Est sentida y pensada por el poeta como se siente
y se piensa la sangre, la respiracin, el instinto, las entrenas, las races...

Hacia una nueva mujer


Es Kierkegaard quien dice: La angustia no es, en modo alguno, un signo de imperfec-
cin, sta reside en otra cosa: en que la mujer, buscando en la angustia de escapar de s
misma, se refugia en otro ser humano, en el varn. Garca Lorca, conociendo o no esta tesis,
la comparte del todo, haciendo de una y otra mujer y angustia, angustia y mujer un
crculo vicioso que siempre acaba fatal.
Unos quince aos despus que las desgarradas heronas lorquianas irrumpieran en los es-
cenarios, al final de la dcada de los cuarenta, sale a la luz la obra de Simone de Beauvoir,
7 segundo sexo; serio y hondo anlisis sobre la mujer, que va a intentar poner en tela
de juicio todo lo habido y por haber acerca de esa mitad de la humanidad que tanto ha
dado que hablar. En la Introduccin del primer tomo, titulados Ls hehos y los Mitos, la
autora escribe: El drama de la mujer es ese conflicto entre la reivindicacin fundamental
de todo sujeto, que se plantea siempre como lo esencial, y las exigencias de una situacin
que la constituye como inesencial. Cmo puede cumplirse un ser humano en la condicin
femenina? Qu caminos le estn abiertos? Cules conducen a callejones sin salida? Cmo
encontrar la independencia en el seno de la dependencia? Qu circunstancias limitan la
libertad de la mujer? Pueden ellas superarlas? Estas son las cuestiones fundamentales que
quisiramos aclarar.
A pesar de sus treinta y siete aos cumplidos. El segundo sexo es un libro actual, ya que
contina vigente como punto de referencia para muchas mujeres. La Beauvoir, al igual que
Garca Lorca y que tantos otros que a lo largo de la historia han tenido ojos en la cara, ve
la sumisin en que la mujer ha vivido durante siglos, y su supeditacin al varn, y la in-
fluencia que las religiones han tenido en este tipo de planteamiento. Pero la escritora fran-
cesa se diferencia en que, ante el panorama que observa, se pone a reflexionar para dar con
salidas que saquen a la mujer de esa sitaucin. Si su funcin de hembra no basta para defi-
nir a la mujer escribe, si nos negamos tambin a explicarla por el eterno femenino,
y si admitimos, sin embargo, aunque sea a ttulo provisorio, que hay mujeres sobre la tierra,
tenemos que formularnos esta pregunta: Qu es una mujer?
La Beauvoir, con sus reflexiones, intenta dar respiro, oxigenar, todo un panorama, que
considera, tiene mucho de asfixiante. Las mujeres creadas por Garca Lorca, por el contrario,
se ahogan y nos ahogan.
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La autora de El segundo sexo, como el poeta andaluz, ve que existe la narcisista, la ena-
morada, la mstica, la mujer-hembra, la madre insaciable... sabe ver tambin todo lo malo
que lleva consigo el vivir encerrada con un solo juguete (nica obsesin del hijo, o del
macho, o de ella misma), y entonces, pone a esas mujeres en vas de ensanchar sus estrechos
horizontes. Al referirse a la narcisista dice: Se ocupa en algo, pero no hace nada, y a travs
de sus funciones de esposa, madre o duea de casa, no es reconocida en su singularidad.
La verdad del hombre se encuentra en las cosas que construye, en los bosques que desmon-
ta, en los enfermos que cura. Pero, como la mujer no se puede cumplir a travs de proyectos
y finalidades, se esforzar en captarse en la inmanencia de su persona.
En la narcisista observa tambin que se mira demasiado para ver nada. No comprende
de los dems sino lo que reconoce en ellos, y le es extrao cuanto no puede asimilar a su
caso o a su historia.
La narcisista sufre un fracaso radical concluye. No puede captarse como totalidad,
plenitud, y no puede mantener la ilusin de ser en-s, para-s. Su soledad, como la de todo
ser humano, es experimentada como contingencia y desamparo. Y por eso a menos de
una conversin es condenada a hundirse sin descanso en la multitud, en el mundo, en
los otros. Sera un grueso error creer que al elegirse como fin supremo escapa de su depen-
dencia, puesto que, por el contrario, slo se destina a la ms estrecha esclavitud.

Salir de uno mismo


Byron dijo que el amor no es en la vida del hombre ms que una ocupacin, mientras
que en la mujer es su vida misma. De acuerdo con el romntico ingls, Simone de Beauvoir
dice que para el hombre la mujer amada no es ms que un valor entre otros valores, al
que quieren integrar a su existencia para no consumir en ella su existencia entera. Para la
mujer, en cambio, el amor es una total sumisin al servicio de su dueo. Seguidamente
nos explica cmo ese amor absoluto desemboca en el fracaso, en la derrota, derrota de
la que cabe salir: El fracaso del amor absoluto dice, slo es una prueba fecunda si la
mujer es capaz de recuperarse. Separada de Abelardo, Elosa no fue un despojo, porque
diriga una abada y se construy una existencia autnoma.
El amor autntico escribe entonces Beauvoir, debera ser fundado sobre elreconoci-
miento recproco de dos libertades. Cada uno de los amantes se probara entonces como
s mismo y como el otro, y ninguno abdicara su trascendencia, ninguno se mutilara. Jun-
tos, ambos descubriran en el mundo valores y fines. Para uno y otro el amor sera la revela-
cin de s mismo por el don de s, y enriquecimiento del universo.
La autora de El Segundo Sexo nos recuerda cmo el amor le ha sido asignado a la mujer
como su propia vocacin: si las circunstancias le impiden el amor humano, si es engaada
o exigente, elegir adorar la divinidad en Dios mismo. Surge as la mstica. En el amor
divino la mujer busca escribe Beauvoir, ante todo, lo que la enamorada le pide al amor
del hombre: la apoteosis de su narcisismo. Esa mirada soberana, atenta y amorosamente fi-
jada sobre ella, es una milagrosa fortuna.
Federico Garca Lorca se senta fuertemente atrado por las msticas Vrgenes de su tierra
andaluza: la Dolorosa, la Soledad..., imgenes de mujer transpuesta, inundada de lgrimas,
atravesada por espadas de dolor. En ms de una ocasin, tambin comunic el inters que
tena por escribir sobre Santa Teresa de Jess. Simone de Beauvoir, reflexiva y cartesiana,
en principio desconfa de la mstica, aunque, concretamente por la Santa de Avila, muestra
un gran respeto: Santa Teresa busca unirse con Dios y vive esa unin en su cuerpo. No es
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esclava de sus nervios y de sus hormonas: hay que admirar en ella, ms bien, la intensidad
de una fe que penetra hasta lo ms ntimo de su carne.
Beauvoir concluye el captulo de la Mstica diciendo: El fervor mstico, como el amor y
el narcisismo mismo, pueden ser integrados a vidas activas e independientes. Pero, en s,
esos esfuerzos de salvacin individual slo podran conducir a fracasos. O la mujer entra
en relacin con un irreal: su doble, o Dios; o crea una relacin irreal con un ser real. En
todo caso, no tiene poder sobre el mundo; no se evade de su subjetividad, y su libertad
permanece chasqueada. Slo hay una manera de realizarla autnticamente, y es proyectarla
sobre la sociedad humana por medio de una accin positiva.

Sin autonoma y con soledad


A finales de los aos cuarenta, Beauvoir ya apunta, cmo la evolucin econmica de la
condicin femenina lleva camino de transformar la vida de las parejas, y ms concretamen-
te, la institucin matrimonial, que gradualmente va a pasar a ser una unin libremente con-
sentida por dos individualidades autnomas: la tutela masculina dice, est en camino
de desaparecer. Pero tampoco es tan optimista como para no ver que el pasado se perpeta
de muchas formas. Tambin ve claro que la Reina en su celda, como llama a la esposa,
madre y duea de la casa, no se siente feliz. Y de la pareja tradicional opina que es una
comunidad cuyos miembros han perdido su autonoma, sin liberarse de su soledad; se ha-
llan asimilados estticamente el uno al otro, en vez de mantener el uno con el otro una
relacin dinmica y viva.
Finalmente, un tema capital al hablar de la mujer, es la Madre. En la maternidad la mujer
realiza integralmente su destino fisiolgico; sa es su vocacin natural, puesto que todo
su organismo se halla orientado hacia la perpetuacin de la especie. Pero la sociedad huma-
na dice Beauvoir, no se encuentra abandonada nunca a la naturaleza.
La autora de El Segundo Sexo reconoce todas las glorias y las gracias de la maternidad,
pero advierte de los peligros de la mistificacin que muchas veces se ha hecho de la misma,
llegando a proclamar que toda madre es ejemplar. Porque la devocin maternal escribe,
puede ser vivida dentro de una perfecta autenticidad, pero, de hecho, se trata de un caso
raro. Por lo general, la maternidad es un extrao compromiso de narcisismo, altruismo, sue-
os, sinceridad, mala fe, devocin y cinismo.
Muchas son las madres que intentan compensar a travs del hijo todas sus frustraciones.
Existen madres francamente sdicas, y caprichosas que tratan al hijo como un juguete, y
tirana, y masoquista mater dolorosa... La maternidad no basta para colmar a una mujer,
dice Beauvoir. Cree que es un engao pensar que el hijo traer una plenitud, una calidad
y un valor que no se ha sabido crear personalmente; el hijo slo aporta felicidad a la mujer
capaz de querer desinteresadamente la dicha de otro.
Como Garca Lorca, Beauvoir ve que limitar el mundo de las mujeres al papel de virgen
madre y duea del hogar, aparte de implicar una gran pobreza social, trae consigo muy
malas consecuencias. Pero mientras el poeta andaluz ahoga a la mujer sin dejarla levantar
cabeza, la escritora francesa la ayuda a respirar, animndola a salir del callejn sin salida.

Isabel de Armas

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