23 18 PB
23 18 PB
23 18 PB
DIRECCIN
Chiara
Bolognese,
Universit
La
Sapienza.
Roma,
Italia
Fernanda
Bustamante
Escalona,
Universitat
Autnoma
de
Barcelona
Beatriz
Ferrs
Antn,
Universitat
Autnoma
de
Barcelona
Helena
Usandizaga
Lleonart,
Universitat
Autnoma
de
Barcelona
Mauricio
Zabalgoitia
Herrera,
IISUE
/
Universidad
Nacional
Autnoma
de
Mxico,
Mxico
COORDINACIN
(2015-2017)
Mauricio
Zabalgoitia
Herrera,
IISUE
/
Universidad
Nacional
Autnoma
de
Mxico,
Mxico
EQUIPO
EDITORIAL
Constanza
Ternicier,
Universitat
Autnoma
de
Barcelona
Elena
Ritondale,
Universitat
Autnoma
de
Barcelona
Coordinacin
del
dossier:
Universitat
Autnoma
de
Barcelona
Danilo
Santos,
Ainhoa
Vsquez
e
Ingrid
Urgelles
Facultat
de
Filosofia
i
Lletres
Vol.
14,
diciembre
2016
Departamento
de
Filologa
Espaola
Edificio
B,
Campus
Bellaterra,
08193
Imagen
de
la
cubierta:
Jos
Surez
www.revistes.uab.cat/mitologiashoy
[email protected]
ISSN:
2014-1130
D OSSIER
L O NARCO COMO MODELO CULTURAL .
U NA APROPRIACIN TRANSCONTINENTAL
IGNACIO CORONA...............................................................................................................113-134
El art-narc arquitectnico y el arte de citar
Architectonic Art-Narc and the Art Of Citation
RAFAEL PONCE-CORDERO...................................................................................................135-149
Reguetn, narcocultura y bandidaje social en el filme puertorriqueo Talento de barrio
Reggaeton, Narcoculture, and Social Banditry in the Puerto Rican Film Talento de Barrio
ALBERTO FONSECA..............................................................................................................151-171
Una cartografa de la narco-narrativa en Colombia y Mxico (1990-2010)
The Development of Narco-Narratives in Colombia and Mexico (1990-2010)
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 3-5
ELENA RITONDALE..............................................................................................................213-232
El cuerpo social y el cuerpo individual: canibalismo y territorio en Al otro lado de Heriberto Ypez
Social Corpse and Individual Body: Cannibalism and Territory in Heriberto Ypez Al otro lado
RODRIGO GANTER..............................................................................................................287-302
Narcocultura y signos de transfronterizacin en Santiago de Chile
Narcoculture and Signs of Transfrontierization in Santiago of Chile
ENTREVISTA
MISCELNEA
SERGIO ARLANDIS...............................................................................................................317-335
El macrotexto potico: claves para su determinacin metodolgica
The Poetic Macrotext: A Methodological Concretion
NRIA CALAFELL.................................................................................................................337-349
Una propuesta de sabotaje: Luisa Valenzuela y sus reflexiones de escritora
A Proposal of Sabotage: Luisa Valenzuela and her Female Writer Reflections
JIMENA NSPOLO.................................................................................................................351-362
Dianas y amazonas: pervivencia y transformacin del mito en la poesa argentina contempornea
Dianas and Amazons: Survival and Transformation of the Myth in the Argentinean Contemporary Poetry
DOSSIER
DANILO SANTOS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATLICA DE CHILE
[email protected]
INGRID URGELLES
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATLICA DE CHILE
[email protected]
Antes de dar paso a los artculos que conforman este dossier, consideramos
necesario mostrar parte del trabajo que, como grupo de estudio, hemos hecho
en torno a la narcocultura. Tal como se ver en el presente dossier, Lo narco
como modelo cultural. Una apropiacin transcontinental, lo narco atraviesa
diversos productos culturales, siendo la literatura uno de los formatos ms
estudiados. En relacin a dicho gnero es que desarrollamos una tipologa de la
narcoliteratura como soporte narrativo, la que esperamos siente algunas bases
para el acercamiento al fenmeno de lo narco.
El fenmeno de lo narco como un nuevo gnero narrativo fue descrito,
de forma visionaria en la dcada del noventa, por dos autores colombianos:
Hctor Abad Faciolince y Omar Rincn. Ambos otorgaron los primeros rasgos
que fueron definiendo lo que hoy se conoce como narcoesttica. As, mientras
Abad Faciolince puso en el centro el exhibicionismo del dinero de una sociedad
que se dejaba encandilar por el exceso narco, como una caracterstica de esta
manifestacin, Omar Rincon aport al darle una lectura tica en trminos de
entender el narcotrfico como un resultado del capitalismo salvaje, una cultura
del todo vale para salir de pobre (Rincn, 2009: 3).
Que lo narco pueda ser considerado un gnero literario ha sido puesto
en duda en innumerables ocasiones. Nuestra propuesta es que la narcoliteratura
es un formato o subgnero narrativo con elementos distintivos. Suscribimos, en
parte, la definicin propuesta por el profesor mexicano Felipe Fuentes: obras
literarias que recogen de manera central o parcial la produccin, distribucin y
consumo de drogas (Fuentes, 2013: 106), y la de Oswaldo Zavala: I define
1) Estilstica gore
Este es uno de los aspectos ms evidentes de la narcoliteratura: la
representacin explcita de la violencia que se utiliza para describir los crmenes
vinculados al narcotrfico. La puesta en escena de asesinatos y torturas atroces
este ejercicio de agresin sobre los cuerpos puede ser entendido producto
de la des-subjetivacion de estos, resultado de una sociedad capitalista donde el
individuo no es ms que un objeto servible para ciertos fines econmicos y
desechable cuando deja de ser provechoso (Reguillo, 2012; Valencia, 2010).
Esta destruccin detallada de los cuerpos es tambin la metfora de la
desestructuracin social y moral que se vive actualmente, un resultado visible
de la industria del narcotrfico.
Algunos ejemplos los encontramos en la novela Entre perros (2009) de
Alejandro Almazn, en la imagen inicial de un cuerpo decapitado al que le han
cosido una cabeza de perro o la desaparicin del cuerpo de Juanita, la duea del
burdel en la novela Corazn de Kalashnikov (2009) de Alejandro Pez Varela,
cuyo cuerpo desintegrado en cido presenta un nico resto sobreviviente: los
senos siliconeados. Sin ese nivel de violencia en la literatura colombiana, la
muerte es una sumatoria fantasmagrica que muestra el nivel de agresividad
gratuita y espectacularizacin que los cuerpos padecen. Algunos ejemplos son
los sicarios adolescentes Alexis o Wilmer en La Virgen de los sicarios (1994) de
Fernando Vallejo o Rosario Tijeras (1999) de Jorge Franco, quien con su
mismo apodo alude a la castracin sobre los hombres.
a) Vctimas y victimarios
Los personajes principales victimizados de estas obras pueden definirse como
subalternizados de la industria por las malas polticas gubernamentales que,
lejos de acabar con el narcotrfico, impulsan mayor violencia. Como Ramn
Chatarra en Sangre ajena de Arturo Alape (un sicario devenido en vctima), al
igual que los sicarios adolescentes de Fernando Vallejo. La destruccin de los
cuerpos individuales es el smil del derrumbe familiar y de la poblacin
completa como en El reino de las moscas (2012) de Alejandro Pez Varela con
un joven Moiss vctima de su ambicin. Nadie permanece ajeno, puesto que,
tal como argumenta Felipe Oliver Fuentes, la destruccin de los cuerpos de las
vctimas, relatada con rigurosa descripcin, es un equivalente a la
descomposicin social de la nacin: Cuerpo humano y cuerpo social, mismo
significante que construye idntico significado; una sociedad en decadencia,
lacerada y atrapada en una espiral de destruccin (Fuentes, 2013: 26).
Respecto de la categora de victimarios, se han identificado dos
subgrupos: los victimarios que ejecutan por rdenes superiores, es decir, los
empleados que sirven como sicarios y, por otra parte, los victimarios jefes,
grandes capos que generalmente no se ensucian las manos pero fungen como la
mente destructora. En esta distincin prima el sicariato o novela de sicario
como la bautiz Abad Faciolince en el ao 1995. Pero el sicario en la novela
colombiana va ms all de la simple supervivencia, por cuanto su meta es
alcanzar dinero y poder aun sabiendo que de alcanzarlo lo perder pronto,
puesto que la vida de un criminal es de corta duracin, como Omar Rincn
sintetiza: vivir rpido, gozar a plenitud, morir pronto (2009: 20).1 En
1
Los sicarios son parte fundamental de la industria del narcotrfico, un eslabn en la cadena de
la violencia: Como figura individualizada de la violencia extrema adquiere sentido no solo por
la posibilidad de ganar un dinero a partir de una accin asesina, sino por constituir un eslabn
12 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 9-23
Danilo Santos, Ainhoa Vsquez e Ingrid Urgelles
clave de la cadena de poder que permite la reproduccin, relativamente eficaz, de los distintos
negocios relacionados con la criminalidad organizada (Reyna, 2011: 9).
2
La saga del Zurdo Mendieta, del escritor sinaloense lmer Mendoza se compone, hasta ahora
de: Balas de plata (2008), La prueba del cido (2010), Nombre de perro (2012) y Besar al
detective (2016).
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 9-23 13
Introduccin: Lo narco como modelo cultural
comn y corriente, que, a pesar de formar parte del cuerpo de policas, trabaja
con ayuda de sicarios y capos para atrapar a asesinos.
3
Buchona se le dice en Colombia a las mujeres involucradas en el narcotrfico producto de su
relacin amorosa-sexual con los capos. En la literatura colombiana se le ha dado mucha
importancia a esta figura femenina, entre las obras ms importantes destacan: Sin tetas no hay
paraso (2006) de Gustavo Bolvar y Las fantsticas (2009) de Andrs Lpez y Juan Camilo
Ferrand.
14 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 9-23
Danilo Santos, Ainhoa Vsquez e Ingrid Urgelles
5) Esttica traqueta 5
Los personajes de los capos, sus familias y sicarios presentan como condicin
invariable la ostentacin del dinero, un exhibicionismo de lo que ganan y
gastan gracias a su participacin en la industria y que choca en la elaboracin
del gusto acuado por las vanguardias y las lites. Frente a la esttica del
distanciamiento, la del narco es gusto masivo y algo de este silenciamiento e
incomprensin se extiende a las novelas cuando se presentan slo como moda
pasajera o gusto comercial. Para Abad Faciolince y Omar Rincn, este exceso se
vincula a un explcito consumo y derroche que, en el mundo del lector y del
crtico, se tiende a ver como de mal gusto. sta podra ser la principal
caracterstica que ha dado la lapidaria interpretacin y lectura respecto al valor
literario de estos productos, ya que esta esttica ostentosa de lo narco se ha
asociado al ascenso social vertiginoso que supone contar con dinero y exhibirlo
a travs de las mercancas adquiridas, sin ninguna vinculacin a la esttica
cannica, de linaje clsico. Algo as como la misma crtica que descarta la
narcoliteratura por considerarla vaca, lujo vano, moda sin fondo. Hctor
Domnguez Ruvalcaba , en su libro Nacin criminal. Narrativas del crimen
organizado y el Estado mexicano (2015) habla del silenciamiento y de la
neutralizacin de lo que muestra la novela mexicana de la violencia del
narcotrfico.
Slo por poner un ejemplo recurrimos a la voz de la reciente novela
chilena Hijo de traficante (2015) de Carlos Leiva en que aparecen los gustos
asociados al narco, aunque esto mismo precipitar la cada del protagonista. El
exceso aparece menos condenado como esttica en Mxico y s algo denostado
en el mundo colombiano, como se aprecia en el gusto musical de los vallenatos
del sicario Alexis, vapuleados por el refinado gramtico Fernando, que arroja la
radio malsana por la ventana de su habitacin en La virgen de los sicarios. El
gusto masivo de la narcoesttica entra en dilogo de asentimiento pero tambin
de polmica con las novelas narco que se exponen.
4
Esta triloga est compuesta de las novelas: Corazn de Kalshnikov (2009), El reino de las
moscas (2012) y Msica para perros (2013)
5
Cuando referimos traqueto como adjetivacin, partimos del supuesto original antioqueo,
pero lo ocupamos en un sentido mucho ms amplio para designar el exceso y lo suntuario a
veces referido a la muerte de los signos visibles de esta esttica ligada al narco, sea el lugar en
que se origine y no necesariamente Colombia.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 9-23 15
Introduccin: Lo narco como modelo cultural
8) Pacto de lectura
De acuerdo a los lineamientos que establece la pragmtica literaria, toda obra
de ficcin propone un determinado contrato de lectura con su pblico, un
pacto que puede implicar una relacin de complicidad, distancia o pedagoga
segn sea su propsito, pero que siempre tiene como fin que el lector se
involucre con y en lo que est leyendo. Los escritores de la narcoliteratura no
quedan exentos de la apropiacin de este modelo. Existe un pacto ficcional
general entre los autores y los receptores de estas obras, un pacto determinado
por una suspensin de la incredulidad que avala su calidad de ficcin
propiamente tal. A ello se agrega que, dentro del sistema esttico narco,
marcado por un realismo minucioso, las historias se hacen verosmiles con el
periodismo de la crnica roja del narco. Muchos de estos textos emulan el
discurso periodstico y el relato oral:
Bueno, el motivo de esta grabacin es para hacerle el paro a un gran amigo mo,
a un compaero; uno de los pocos que han comprendido mi estancia en este
lugar []. Pues les voy a contar algunas, se pueden nombrar historietas,
ancdotas, en fin, una parte de mi vida (Mendoza, 1991: 11)
Otros son escritos, efectivamente, por periodistas, como es el caso de los relatos
de Alejandro Pez Varela o Alejandro Almazn. As, la recepcin que provocan
estas historias en la gente podra deberse a que estos relatos ya estn metidos en
la piel del consumidor habitual que accede a los peridicos y confronta a diario
estas especulaciones de corrupcin que las novelas develan. Entonces, las
historias, aunque estetizadas, descorren el tupido velo de la realidad o al menos
lo insinan en su peculiar contrato de lectura. As tenemos la referencia a la
muerte de Pablo Escobar en Fernando Vallejo o la guerra del narco como
trasfondo de los textos de la saga Mendieta de Mendoza. Cuando esto se vuelve
ms reiterado hay una suerte de testimonialidad, como en las novelas
colombianas Sangre ajena de Alape o El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel
Vsquez, en esta ltima se explora la memoria traumtica de la generacin que
sufri el tiempo de los atentados de Pablo Escobar. Se podra decir que
desanudan un trauma a travs de la ficcin de la violencia de la que se hacen
cargo, as, se neutraliza el silencio a que es sometido el gnero cuando es
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 9-23 17
Introduccin: Lo narco como modelo cultural
negado como opcin literaria. Frente a ese titubeante escarnio crtico se entra
en peculiar tensin con los lectores, lo que solicita una opcin de lectura: el
registro testimonial de esta narrativa (una parte que para nosotros lo hace muy
digna de inters) o su carcter de novela sometida a examen esttico (las novelas
del narco quedarn en nuestra memoria si estn mejores escritas unas que
otras). En nuestra investigacin creemos que esta tensin pragmtica define
parte del inters del gnero sobre los lectores, no exclusivamente en el contrato
de lectura ficcional estetizante y ficcional que solicitan las novelas
habitualmente, sino en diversos grados de testimonialidad respecto a una
contingencia muy delimitada.
Conclusiones
B IBLIOGRAFA
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 25-40 Recibido: 15/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.348 Aprobado: 21/10/2016
Maria Lujan Christiansen
Introduccin
1
La nocin de imaginario social es tomada aqu en el sentido otorgado por Esther Daz
(2006), quien lo define en trminos de un conjunto de parmetros epocales, a partir de los
cuales la gente puede juzgar y actuar en una cierta direccin. Segn Daz, los imaginarios
sociales producen apreciaciones, gustos, ideales, y orientan las conductas de las personas que
conforman una cultura. El imaginario es el efecto de una compleja red de relaciones entre
discursos y prcticas sociales que interactan con las individualidades. Se constituye a partir de
las coincidencias valorativas de las personas, se manifiesta en lo simblico a travs del lenguaje y
en el accionar concreto entre las personas. Comienza a actuar como tal, tan pronto como
adquiere independencia de las voluntades individuales, aunque necesita de ellas para
materializarse. Se instala en las distintas instituciones que componen la sociedad, para poder
actuar en todas las instancias sociales. Si bien el imaginario no suscita uniformidad de
conductas, seala tendencias.
26 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 25-40
La insoportable levedad del discurso
para dar cuenta del violento accionar delictivo del Crtel de Sinaloa. Se hacan
afirmaciones como las siguientes:
2
Caso Ayotzinapa: 26 de septiembre de 2014, en el Estado de Guerrero. Estudiantes de la
Escuela Normal de Ayotzinapa fueron atacados por policas municipales de Iguala y Cocula: 43
fueron detenidos y desaparecidos. Segn la versin oficial, los estudiantes fueron entregados a
integrantes del grupo delictivo Guerreros Unidos (escisin del crtel de los Beltrn Leyva),
quien los asesinaron e incineraron en el basurero municipal de Cocula.
3
Caso Tierra Blanca: 11 de enero de 2016. Cinco jvenes salieron del puerto de Veracruz con
rumbo a Playa Vicente. Al pasar por el municipio de Tierra Blanca, policas estatales los
interceptaron y desde ese momento no se supo de ellos. La versin oficial afirma tener testigo
de que fueron entregados a miembros de la delincuencia organizada.
4
Giggono es un polgono de mil millones de lados.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 25-40 29
Maria Lujan Christiansen
Si se supone que, mal que nos pese, son unos discursos nuestros (o de una
parte de los nuestros), habra que escuchar con ms detenimiento no slo
lo que estas canciones dicen de ellos, los narcotraficantes, sino
especialmente lo que dicen de nosotros, los otros que los juzgamos
deleznables, para ver si su tica es en realidad una tica desviada o bien
las instituciones y los grupos dominantes han preferido desviar su mirada
para solo enfocar una parte del problema. (2008: 8)
5
El 28 de septiembre de 2015, mientras que el gobierno de Enrique Pea Nieto buscaba
incansablemente a Joaqun Guzmn Loera, El Chapo (quien se haba fugado por tercera vez,
ahora del Penal de Mxima seguridad del Altiplano, Estado de Mxico), el actor
estadounidense Sean Penn, por medio de la actriz mexicana Kate del castillo, le realiz una
entrevista al narcotraficante mexicano, para ser publicada en la revista Rolling Stone. Guzmn
Loera fue reaprehendido el 8 de enero de 2016.
6
El 21 de febrero de 2016 la cadena Telemundo emiti la entrevista que la periodista Anabel
Hernndez le realiz a la esposa de Guzmn Loera, Emma Coronel Aispuro. La entrevista de
Carmen Aristegui a Kate del Castillo (protagonista de La reina del Sur) fue en Los ngeles,
para CNN en espaol. Se emiti el 22 y 23 de marzo.
7
Sandra vila Beltrn naci el 11 de octubre de 1960 en Mexicali, Baja California, y es
considerada una de las personas ms poderosas dentro del narcotrfico en Mxico por sus
supuestos vnculos con capos de la droga colombianos. Fue detenida el 28 de septiembre de
2007 en la Ciudad de Mxico, durante un operativo llevado a cabo por agentes federales. vila
fue acusada de ser la administradora financiera del Crtel de Sinaloa y sealada como una
colaboradora cercana de Joaqun El Chapo Guzmn e Ismael El Mayo Zambada, lderes de
dicho grupo del narcotrfico.
Laura Elena Ziga Huzar fue la ganadora, en 2008, del certamen Nuestra Belleza Sinaloa y
del certamen Reina Hispanoamericana, celebrado en Bolivia. Tena 23 aos cuando fue
arrestada junto a siete hombres en Guadalajara, Jalisco, portando armas y miles de dlares en
efectivo.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 25-40 35
Maria Lujan Christiansen
Conclusin
B IBLIOGRAFA
8
Tanto esta afirmacin como el ttulo del artculo parafrasean el nombre del libro La
insoportable levedad del ser, del escritor checo Milan Kundera, publicada en 1984.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 25-40 39
Maria Lujan Christiansen
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 41-56 Recibido: 01/09/16
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.377 Aprobado: 08/10/16
Ramrez-Pimienta
En mi libro Cantar a los narcos: voces y versos del narcocorrido, de 2011, abord
el tema del que considero, basado en la fecha de grabacin y en reportes
periodsticos, el primer corrido dedicado a un narcotraficante. Me refiero al
corrido de Pablo Gonzlez, un criminal muy conocido en la Ciudad Jurez de
la dcada del veinte de siglo pasado. Considero til en este momento hacer una
revisin de dicho tema porque en los ltimos aos se han vuelto disponibles
archivos hemerogrficos y han aparecido ensayos de cronistas, como Robert
Chasey, que contribuyen a una narrativa ms completa de Pablo Gonzlez,
apodado El Pablote, de su corta vida y sobre todo de las circunstancias de su
muerte cantada y contada en el corrido. Considero que gracias a estas nuevas
fuentes ya me es posible llenar prcticamente todos los huecos que persistan,
pues he podido identificar a todas las personas y eventos narrados en El
Pablote, corrido dedicado a Gonzlez, compuesto por Jos Rosales y grabado
en septiembre de 1931 en El Paso, Texas.
Desgraciadamente, otra importante pieza del rompecabezas permanece
sin develar y mucho me temo que quizs haya desaparecido para siempre. Me
refiero a otro corrido dedicado al mismo personaje y titulado Nuevo corrido
del Pablote. Me ha sido imposible localizar un disco o tan siquiera tener
acceso a ms informacin de este corrido, tambin compuesto e interpretado
por Jos Rosales y grabado en 1934 en El Paso, Texas, y que la lgica hace
suponer debe de ser una suerte de continuacin del primer corrido. Es probable
que el molde de metal en el que se grab esta cancin haya sido reciclado en el
esfuerzo blico de la Segunda Guerra Mundial, pues se fue el destino de
muchos discos, sobre todo de aquellos considerados discos tnicos, como son
los grabados en espaol y que prcticamente nadie (ni la misma comunidad
mexicana en Estados Unidos) consideraba importantes de preservar.
El acceso a esta significativa fuente cultural nos hubiera permitido un
atisbo a cmo miraba el corridista la figura del Pablo Gonzlez a cuatro o cinco
aos de escribir el primer corrido. Pablo Gonzlez muri el 11 de octubre de
1930. El primer corrido de la muerte del Pablote se grab el 8 de septiembre de
1931 aunque hay al menos un reporte periodstico de un diario paseo de
habla inglesa que menciona la venta de una hoja suelta con la letra de un
corrido dedicado al Pablote a escasas dos semanas de su muerte y cuyos versos
citados (traducidas al ingls) corresponderan al corrido de El Pablote.1 Jos
Rosales, el mismo compositor, grab en 1934 El nuevo corrido del Pablote
del que, repito, no conozco la letra. Sin embargo, ya para entonces muchas
cosas haban cambiado en la escena criminal y poltica en Ciudad Jurez, al
punto que Rosales juzg necesario, o conveniente, actualizar su primera
narrativa corridstica (Spottswood, 1930).
1
La nota de El Paso Evening Post del 21 de octubre de 1930 narra que para el martes 21 de
octubre, es decir, poco ms de una semana despus de la muerte de Gonzlez, en Jurez se
venda un corrido dedicado al Pablote. El autor de la nota traduce as del espaol el primer
verso del corrido:
El Pablote was feared/ on all the frontier / and whod prophesy / that this way hed die. Esta
es una traduccin exacta del corrido El Pablote grabado en octubre de 1931, que as dice en
uno de sus primeros cuartetos: El Pablote era temido / en todita la frontera. / Y quin lo
habra de decir / que de ese modo muriera.
2
En las portadas de los discos que grab Gonzlez su patronmico aparece as (Norverto)
aunque ese nombre usualmente se escribe con b labial (Norberto).
3
El Pablote. Jos Rosales (compositor). Jos Rosales y Norverto Gonzlez. Vocalion 8450.
Frontera Collection of Mexican American Music. University of California, Los Angeles
Library. Consultado en <http://digital.library.ucla.edu/frontera/> (11/05/2016).
El Pablote parte I
El sbado once de octubre
en el saln Popular.
Ay quin lo haba de decir
que al Pablote han de matar. [1]
4
A pesar de llevar el mismo apellido no creo que haya habido un parentesco entre Pablo
Gonzlez y Agustn Gonzlez. Este ltimo era pistolero del primero.
5
A continuacin presento una transcripcin del narcocorrido a partir de una grabacin de hace
varios aos, ante esto, sealo mediante [?] aquellos versos en los que el audio estaba difuso por
lo que la transcripcin puede no ser completamente precisa.
El Pablote parte 2
Vuelven a echarse balazos
pues se me hace tan arriba [?].
Agarrndose la cara
el Pablote cay herido. [10]
El corrido del Pablote fue escrito poco despus de ocurridos los hechos que
describe, cuando los detalles estaban an muy frescos, incluyendo dnde
rebotaron algunas de las balas disparadas (cuarteto 9). La narrativa del corrido
es prcticamente la misma que contaron los peridicos locales. Es posible que
Jos Rosales, el compositor, se hubiera nutrido de los diarios o quiz de los
mismos testigos presenciales que declararon para estos. Lo que queda claro en
prcticamente todas las fuentes es que Pablo Gonzlez era una persona violenta
y peligrosa. Para cuando encuentra la muerte a manos del polica (y veterano
del ejrcito estadunidense) Feliciano Robles, el Pablote tena ya un largo
historial criminal en ambos lados de la frontera, incluyendo la muerte del
tambin polica Tedulo lvarez, meses antes. El corrido da cuenta exacta de
este suceso:
6
Empero, en ocasiones este mismo ttulo se le daba a Antonio, el hermano de Enrique
Fernndez.
7
Agradezco a Robert Chasey su invaluable ayuda en la ponderacin de estas posibilidades.
8
Consultado en El Paso Evening Post del 8 de agosto de 1928, p. 8, sin autor.
9
El historiador Robert Chasey, el mayor conocedor de la escena criminal de Jurez y El Paso en
la primera mitad del siglo XX, ha tenido acceso al acta de defuncin de Gonzlez y corrobora
que su altura era 1.85 metros.
10
Otra cosa que tom en cuenta fueron las diferentes maneras en que se poda escribir el
apellido Gonzlez, con z o con s al final.
11
La Piedrera. Luis Hernndez y Leonardo Sifuentes. Victor 46392. Frontera Collection of
Mexican American Music. University of California, Los Angeles Library. Pgina web
consultada el 11 de mayo de 2016. <http://digital.library.ucla.edu/frontera/>. Corrido Del
Hampa. Flores y Durn. Vocalion 8833. Frontera Collection of Mexican American Music.
University of California, Los Angeles Library. Consultado en
<http://digital.library.ucla.edu/frontera/> (11/05/2016).
12
Consultado en El Paso Evening Post del 5 de febrero de 1929, p. 1, sin autor.
13
El Paso Evening Post del 6 de febrero de 1929. El Paso Evening Post del 7 de febrero de 1929.
Al iniciar 1934 Enrique Fernndez fue asesinado por sus enemigos en la Ciudad de Mxico.
Vase Fabricio Meja Madrid. Tiempo Fuera: De-certificaciones.
14
Consultado en El Paso Evening Post del 19 de febrero de 1929, p. 2, sin autor.
15
Consultado en El Paso Evening Post del 12 de septiembre de 1929, p. 1, sin autor.
16
Consultado en El Paso Evening Post del 23 de septiembre de 1929, p. 8, sin autor.
17
Robert Chasey seala que Snchez era un conocido narcotraficante y Hernndez un
conocido ladrn.
18
Consultado en El Paso Evening Post del 12 de septiembre de 1929, p. 1, sin autor.
19
Consultado en El Paso Evening Post del 31 de enero de 1930, p. 1, sin autor.
20
Desconozco si haba relacin entre el compositor del corrido El Pablote, Jos Rosales y el
fiscal de Jurez, Juan Rosales.
21
Consultado en El Paso Evening Post del 3 y del 15 de febrero del 1930.
22
Consultado en El Paso Evening Post del 13 de agosto de 1930. Para leer ms sobre la increble
historia de esta mujer, vase de Lus Astorga, El siglo de las drogas; de Howard Campbell, Drug
War Zone: Frontline Dispatches from the Streets of El Paso and Juarez; y de Kathryn Meyer y
Terry Parssinen. Webs of Smoke: Smugglers, Warlords, Spies, and the History of the International
Drug Trade.
23
Consultado en Brownsville Herald del 14 de agosto de 1930.
24
Consultado en El Paso Evening Post del 13 de agosto de 1930.
una denuncia de robo hecha por un individuo llamado Eddie Ratliff, quin
acus a Gonzlez de haber entrado a la casa de una mujer de nombre Mara
Daz donde l se encontraba y haberle robado un reloj.25 Esa misma noche
otras dos personas lo acusaron de haberlos asaltado a punta de pistola. La
acusacin es un poco confusa pues Alberto Mauricio y Cristoforo Montes
decan que Gonzlez les haba obligado a punta de pistola a bajar de su auto,
pero, sin embargo, no se informaba que les hubiera robado el vehculo.26
Este era el Pablote Gonzlez que entr con un acompaante al cabaret
La Popular la madrugada de su muerte, el 11 de octubre de 1930. En el
cabaret, que estaba ubicado en la misma calle del restaurante La Nortea,
conocida como la calle del Diablo, Pablo iba a conducirse como con frecuencia
lo haca, de manera prepotente. Recin al llegar agredi verbalmente a Feliciano
Robles, polica especial a cargo de cuidar el orden en el negocio. Luego de que
las agresiones se incrementaron, el veterano del ejrcito norteamericano
finalmente se defendi, dndole muerte a Gonzlez. El corrido compuesto por
Jos Rosales concuerda de manera exacta con las narrativas de los diarios,
excepto por un aspecto. Mientras que los diarios no identifican al compaero
de Pablo Gonzlez, en el corrido se dice que quien lleg con l a La Popular era
el muy peligroso pistolero Agustn Gonzlez El Veracruz.27
La Popular era uno de los establecimientos ms conocidos de la regin.
A diferencia de otros cabarets, en la Popular se reunan, segn las crnicas de la
poca, individuos de polos opuestos de la sociedad juarense y de El Paso.
Tambin de acuerdo a las crnicas, La Popular era conocido a lo largo de la
frontera hasta California como un lugar donde no solo se haban decidido
destinos de hombres y mujeres sino incluso de gobiernos. El cabaret como tal
era especialmente famoso por el espectculo de burlesque de Nelly la reina de
la frontera y otras artistas. Segn declarara la esposa de Antonio Martino y
coduea del negocio, La Popular lleg a emplear a cuarenta mujeres de
mltiples razas y nacionalidades y a consumir ms de cien botellas de
champaa por noche.28
Toda la polica de Ciudad Jurez conoca muy bien al Pablote, no solo
por la muerte del oficial lvarez, sino porque llevaba aos, como dice el
corrido, aterrorizando la regin. Podra pensarse que tena un encono
focalizado en los policas especiales, que eran una suerte de policas
comerciales, encargados de la seguridad de los negocios nocturnos. Por otra
parte, es lgico suponer que cuando Pablo se encontraba con estas figuras de
autoridad, a altas horas de la madrugada y andando de parranda, su juicio no
era el mejor. Por su horario de trabajo a estos policas se les denominaba
tecolotes.29 As precisamente es que llama Pablote a Robles de acuerdo tanto al
corrido como a las notas peridicas:
25
Consultado en El Paso Evening Post del 28 de agosto de 1930.
26
Consultado en El Paso Evening Post del 29 de agosto del 1930.
27
De nuevo, no parece que haya habido relacin entre Pablo y Agustn Gonzlez, a quien por
otra parte los diarios de la poca especulaban haba sido secuestrado y encontrado muerto un
par de aos antes, en la guerra de Ignacio Dosamantes contra la organizacin de los Fernndez.
28
Consultado en El Paso Evening Post del 18 de noviembre 1931.
29
Y me parece que tambin por el color caf del uniforme.
El desenlace fue muy sorpresivo. Los dos primeros cuartetos de El Pablote los
dedica el corridista a dar testimonio de su asombro (quin lo haba de decir)
y por extensin el de la comunidad que significa y resignifica los corridos:
30
Disponible en <http://frontera.library.ucla.edu/recordings/el-pablote-parte-i-0>.
31
Disponible en <http://frontera.library.ucla.edu/recordings/el-pablote-parte-ii-0>.
32
Consultado en El Paso Evening Post del 11 octubre de agosto del 1930.
33
Consultado en El Paso Evening Post del 11 de octubre del 1930.
34
Consultado en El Paso Herald Post del 25 de junio de 1931.
35
Consultado en El Paso Evening Post del 14 de octubre de 1930.
B IBLIOGRAFA
Consultados en <http://frontera.library.ucla.edu/recordings/el-pablote-
parte-i-0> y <http://frontera.library.ucla.edu/recordings/el-pablote-parte-ii-
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ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 57-73 Recibido: 01/09/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.370 Aprobado: 21/10/2016
Julin Alveiro Almonacid Buitrago
Introduccin
1
El enfoque representacioncita domina en los estudios del narcocorrido en Mxico, centrado
en las letras (Hau y Gimnez, 2004; Valenzuela, 2014). Entiendo las representaciones desde la
sociologa de Howard Becker, porque las considera como constructos, sensibilidades, y no slo
como reflejo de algo. A partir de su modelo, reflexion a los actores de la msica y sus espacios
de produccin y consumo representacional (Becker, 2015).
2
Eric Hobsbawm habl sobre el bandolerismo social como como campesinos fuera de la ley, a
los que el seor y el Estado consideran criminales, pero son para sus gentes hroes, vengadores
por la justicia y personas de admirar (Hobsbawm, 2011).
ncleos de Medelln, Cali y Norte del Valle (Medina, 2012). En esos espirales,
Estados Unidos bloque las rutas de trfico por el Caribe, obligando a los capos
Carlos Lehder y Rodrguez Gacha buscar atajos por el pacfico con el
hondureo Ramn Matta Ballesteros y el mexicano ngel Flix Gallardo, ste
ltimo adscrito al cartel de Sinaloa (Astorga, 1997). Rodrguez Gacha cre la
ruta El Rancho, que inyectaba cocana al Estado de Florida por Baja
California; conocido con el seudnimo de El Mexicano, fue el brazo armado
del cartel de Medelln y promovi la creacin de autodefensas. La
Administracin para el Control de Drogas en Colombia lo declar el capo ms
influyente de la poca, por encima del mismo Pablo Escobar.
El Mexicano le declar la guerra al pas, y marc su propio estilo con
sombreros y botas tejanas intitulando haciendas y discotecas con nombres
como: Michoacn (en el Meta); Sonora, Mazatln, La Chihuahua, Tres
Potrillos, Hermosillo, Cuernavaca (en Cundinamarca), que segn prensa de la
poca estaban avaluadas en 4.000 millones de pesos (Torres, 1990). Jimmy
lvarez, quien trabaj para El Mexicano en la organizacin de sus fiestas,
recuerda un evento de tres das en el ao 1986 con los intrpretes mexicanos
Cuco Snchez y Perla Glvez en la finca La Chihuahua de Pacho,
Cundinamarca. lvarez fue locutor en Radio Futurama, cadena radial
responsable de promover el norteo desde hace cuatro dcadas en provincias de
Cundinamarca, Boyac y Santander. Por concepto de lvarez, Rodrguez
Gacha fue un agente reproductor de la cultura mexicana a travs del
narcotrfico, que funciona orgnicamente como empresa econmica y social:
Gacha tena muchos empleados en diferentes municipios de Colombia, as fue
como el corrido se fue regando hasta volverse un fenmeno imprescindible
(Jimmy lvarez en Almonacid, 2015e: s/p).
En 1980, Los Rayos de Mxico eran conocidos por poblaciones de
Boyac, contratados en varias ocasiones por los esmeralderos (Montoya, 2014).
De hecho, a la fecha amenizan el show central en las fiestas de la regin
cundiboyacense. Otros artistas popularizados fueron el dueto Lupe y Polo y
Ramn Ayala. En efecto, un signo musical es La cruz de madera, porque fue
el ltimo tema que escuch el zar esmeraldero Gilberto Molina antes de morir,
entonado por Las Hermanas Calle (Claver, 1993). Por su parte, en la Provincia
del Rionegro marcara la pauta el narcocorrido La banda del carro rojo, del
compositor Paulino Vargas, con la versin original de Los Tigres del Norte.
En un escenario de disputa territorial con las FARC y el Movimiento 19
de Abril (M-19) surge el grupo criminal Muerte A Secuestradores (MAS),
pactado por ms de 200 narcotraficantes en 1981. Durante los mandatos de
Belisario Betancur (1982-1986) y Virgilio Barco (1986-1990), se encrudece la
guerra contra el narco, y aumentan los genocidios a lderes de la izquierda
colombiana. El Mexicano desaparece fsicamente el 15 de diciembre de 1989
en un operativo liderado por el general Miguel Maza Mrquez. Fernando
Valente le compone corridos, y otros msicos en versos llaneros o norteos
inmortalizan la leyenda de aquel capo originario de la vereda Veraguas, lo
representan como defensor de buenas causas, amante de los equinos y de su
terruo. Incluso, l mismo grabara un disco dedicado a su pueblo natal, donde
segn prensa del momento se haba convertido en el dueo, por la notoria
El repertorio prohibido
Con esa breve descripcin sobre los antecedentes del corrido en Colombia, en
los siguientes prrafos analizo parte del repertorio de corridos prohibidos, con
el fin de ubicar cambios y continuidades. Esta discusin hace nfasis en la
composicin, las temticas, las influencias musicales internacionales, los marcos
sociopolticos de la produccin y los significados de agentes musicales. A saber,
el concepto de repertorio ha sido abarcado por socilogos y musiclogos; aplica
en condicin de proceso musical o no un acervo que continuamente se
hace a medida que los msicos o las personas incorporan, intercambian y
aprenden colectivamente con su pblico (Faulkner y Becker, 2011). Por
consiguiente, cada repertorio de corridos nace como representacin social en
movimiento, paralelo a la sociedad y cambiante junto con ella.
3
Es difcil hablar de corridos por encargo, se sabe de corridistas como Los Hermanos Ariza
Show, originarios de Santander, y de Los Rangers del Norte que compusieron canciones a
esmeralderos con vnculos semi-legales; contratos de Luis Eduardo Cifuentes, quien fuera
comandante de Las guilas Negras (grupo paramilitar) y convid en vsperas navideas del ao
2006 a Rey Fonseca para tocar en veredas del Municipio de Yacop, y caseros cercanos al
Magdalena medio; como tambin de reinsertados que trabajaron para la firma discogrfica,
como fue el caso del corrido de Los dos reinsertados. En canales de YouTube se pueden
encontrar cibercorreos de annimos que llevan mensajes de paramilitares a las guerrillas, o
viceversa. En palabras de Fonseca: a la vieja escuela como a nosotros nos toc ir a fiestas de
esmeralderos, de narcotraficantes y paramilitares; otros como Beto Pinzn estuvieron en
rumbas de la guerrilla (Rey Fonseca en Almonacid, 2015b: s/p).
Castillo justifica el uso del corrido como un catalizador moral que advierte lo
que les pasar a quienes toman la opcin de las armas o el trfico de drogas:
capacidad didctica en determinadas zonas marcadas por la excesiva violencia,
como pude observar en la provincia del Rionegro, con aficionados adultos y
jvenes (Almonacid, 2016). Dice el msico y compositor Reynaldo Fonseca
que componer corridos es meterse en el cuento, as los intrpretes sustituyen
al personaje y hablan como si fuera un estilo directo. Del mismo modo,
aceptan el uso de la ficcin: pues como toda composicin tampoco son fieles,
pero transmiten igual o mejor frente a la realidad misma (Rey Fonseca en
Almonacid, 2015b: s/p). Precisamente, un punto ciego en el estudio narrativo
es el debate de si aluden a hechos naturales o artificiales. Empero, el corrido no
puede juzgarse por la realidad que falta, o la ficcin sobrante; en el ambiente
cotidiano se representa con voluntad de hacer creer, y son las audiencias
quienes designan ese valor. Por consiguiente, la msica es metfora creble de
lo real (Attali, 1995: 14).
Aclarados los niveles de composicin, dar paso a ubicar la radiografa
temtica del repertorio, desde el volumen uno hasta el cuatro, y luego desde el
volumen doce hasta el diecisis, porque son los discos ms representativos que
permiten identificar cambios y continuidades. De ese modo, los aos de 1990
traen carros bomba y reformas estructurales del Estado de cara a la apertura
neoliberal. El gobierno de Csar Gaviria (1990-1994) y grupos guerrilleros
amnistiados se cobijan en una Asamblea Nacional Constituyente (1991). En
buena parte del territorio hay un rearme paramilitar. Las rencillas del
narcotrfico y el gobierno dejan como resultado la muerte de Pablo Escobar en
1993, y la captura de los lderes del cartel del Valle en 1995 (Arias, 2011). El
19 de abril de 1994, Los Tigres del Norte lanzan en Mxico el lbum Los dos
plebes, con Muerte Anunciada que versa la cada del gran capo. El 15 de
marzo de 1995, Castillo crea el proyecto comercial Cantina Abierta Vol. 1,
incluidos los narcocorridos: Cruz de marihuana del compositor mexicano
Jos Antonio Seplveda; y Pista Secreta en voz del Grupo Exterminador,
originarios del Estado de Guanajuato hasta ese momento desconocidos en el
pas, y de gran importancia porque marcaran el estilo norteo de las
agrupaciones colombianas (Shone, 2013).
De cantina abierta se graban mil copias en CD. Al ao siguiente, en
Villavicencio, Montera, y otras ciudades de mediano tamao, aparecen
hombres con sombreros Cowboys, ropa de cuero y flecos al estilo norteo. Son
artistas de agrupaciones con ttulos agresivos y zoogrficos como Las guilas del
Norte, La Furia Nortea, Uriel Henao y Los Tigres del Sur, nombres
inspirados en agrupaciones mexicanas. De hecho, en septiembre de 1996, llega
a las manos de Castillo un viejo casette de Los Tigres del Norte; se trataba del
lbum Corridos prohibidos, y bajo ese mismo neologismo lanzar su
proyecto con la firma Alma producciones, posteriormente Alma Records.
El 15 de marzo de 1997, sali el primer volumen con quince canciones,
de las cuales ocho son covers de agrupaciones mexicanas. Incluye El carro
negro, una copia adaptada del corrido El Lincoln Negro de Los Huracanes
del Norte (Jaramillo, 2011), y repite La cruz de marihuana en voz de Las
guilas del Norte. El corrido fue emblema de la industria prohibida, pues el 8
de junio de 1997 el periodista Orlando Len Restrepo reportaba que los
raspachines del sur de Colombia, en los paros y movilizaciones de regiones
cocaleras como El Putumayo, el Sur de Bolvar y San Jos del Guaviare lo
hicieron himno oficial. Vol. 1 fue el lbum de msica popular ms vendido
en la historia de Colombia. Segn el columnista Gustavo Garca (1998), logr
vender ms de 70.000 copias. Por la dcada de 1990, los capos, el dinero
fcil pero tambin doloroso de las drogas, las mulas (transportadores), los
sicarios (asesinos a sueldo) son smbolos del narcotrfico y los narcocorridos
recogen esa semntica cultural. Las audiencias vieron en los corridos una forma
de explicar a sus generaciones. En palabras de Castillo:
Cagun con las FARC, pero queda como un intento fallido. La guerra alcanz su
mxima expresin en esos periodos. Colombia se convirti en el segundo pas
del mundo con mayor desplazamiento forzado (Centro de Memoria, 2013).
Uribe es reelecto (2006-2010) y potencializa el pie de fuerza militar, mientras
en el pas aumenta el nmero de vctimas y la persecucin judicial a
organizaciones opositoras. En ese periodo disminuyen drsticamente los
corridos que juzgan al gobierno con cierta complacencia (Jaramillo, 2010).
La msica es un hecho social, refleja las caractersticas de la sociedad
que la ha creado, canta la memoria y el presente de los pueblos (Hormigos,
2008). El repertorio abarca problemas como las quejas de los campesinos
contra la erradicacin de la coca, y cristaliza los sueos de habitantes de barrios
marginales que suean con escapar de la pobreza a travs del narcotrfico. De
esa arista local, guarda estrecha relacin con movimientos geoestratgicos a
nivel internacional. En el 2007 sali Vol. 12, que intenta renovar con letras a
Hugo Chvez y el 11 de septiembre. La caratula tiene al To Sam, la cara de
Osama Bin Laden, y otros personajes representativos de la dcada. Durante dos
aos, el repertorio estuvo ausente de la actividad comercial por los nulos ndices
en ventas, y hasta los aos 2010 y 2011 no vuelve a salir Vol. 13: una
antologa de los 110 corridos ms famosos del mundo, segn los criterios de
Castillo.
Interesado por el Movimiento Alterado, Alirio Castillo sigue a travs de
redes sociales agrupaciones destacadas como El Komander, Calibre 50, Enigma
Norteo, Los Buknas de Culiacn y Gerardo Ortiz. El 31 de julio del 2014, en
un reportaje del peridico El Tiempo, aparece rodeado de los intrpretes
Fernando Valente, Luis Guevara, y Eduardo De La Vega (Martnez, 2014).
Productor e intrpretes anunciaron al pas el Vol. 14, un proyecto bajo la
insignia: 44 historias verdaderas hechas corridos, de la casa disquera Vibra
Music, con la cual retoman corridos de contrabando de capos clsicos y neo-
narcotraficantes en Mxico y Colombia: Gonzalo Rodrguez Gacha, El genio
del mal Pablo Escobar, Alias Cuchillo, Don Diego y Jabn del renovado
Cartel Norte del Valle. Adems, la segunda captura de Joaqun Guzmn Loera,
El Chapo Guzmn por muchos aos lder del crtel de Sinaloa, El clan
de Los Caballeros Templarios y Alias La Tuta en Michoacn, Mxico. De tal
forma, la memoria narco como fenmeno transterritorial sigue su cauce a travs
de los corridos. En Vol.14 participan agrupaciones mexicanas: Los
Huracanes del Norte, El Halcn de Durango y sus Bohemios de Nuevo Len a
ritmo de norteo banda. Por Colombia: Grupo Mezcal, Ferney Daz, y De La
Vega, quienes incorporan la tuba, y ajustan su acento como artistas sinaloenses.
Castillo despleg una intensiva campaa en la web de Vol. 14. La
produccin tambin estaba en cadenas radiales de Antioquia, Caquet,
Santander, Cundinamarca, Boyac, Crdoba, Tolima, Cauca, Departamentos
histricamente asediados por el trfico de drogas y altos niveles de
victimizacin. Por lo dems, me comparti el inters de crear dos proyectos
discogrficos. Uno para denigrar el modelo poltico bolivariano en sucesin del
presidente Nicols Maduro, en Venezuela. Otro, como oposicin a los dilogos
de paz entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2014; 2014-
2018), los cuales iniciaron formalmente en octubre de 2012 en Oslo, Noruega,
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 57-73 67
Julin Alveiro Almonacid Buitrago
Conclusiones
este modo, el narco como modelo cultural puede abrir nuevas rutas de
comprensin sociopolticas de ese brutal y complejo mundo del narcotrfico.
Finalmente, corridos prohibidos no sufre polticas de censura en
Colombia. Sin embargo, son acusados de apologa del crimen por parte de
espectadores incidentales. Ese juicio es difcil controvertirlo desde las letras,
pero si resignificarlo cuando volcamos la mirada a lo que plasma la msica con
el mundo cotidiano. Aqu entran infinidad de mediadores (Burgos, 2011), y
especialmente los usuarios, quienes eligen a qu prestarle atencin: entre el
ritmo, el performance y el mensaje, sin importar si son las intenciones
representacionales del productor (Becker, 2015). En tanto constructo
narcocultural, los corridos es informacin adicional que sirve para reaccionar
sobre las drogas, la guerra y la paz; son representaciones con sentidos diversos
para un pblico, contextos particulares y con fines especficos de Alirio Castillo.
Esa condicin pone a las ciencias sociales en una encrucijada con el sentido
comn. En efecto, ni la historiografa, ni mucho menos la historia escolar, tiene
el monopolio del pasado. En sus lmites, los corridos con su capacidad
representativa cumplen la funcin de teoras histricas, porque permiten
describir, clasificar y hasta explicar por qu suceden los acontecimientos
sociales (Castorina, 2007: 221).
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SAYAK VALENCIA
EL COLEGIO DE LA FRONTERA NORTE (EL COLEF)
[email protected]
KATIA SEPLVEDA2
17, INSTITUTO DE ESTUDIOS CRTICOS
[email protected]
1
Tambin conocida como Margarita Valencia Triana. Profesora Investigadora del
Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte.
2
Doctorante en el programa de Doctorado en Teora Crtica, en 17, Instituto de Estudios
Crticos, Ciudad de Mxico.
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 75-91 Recibido: 05/10/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.395 Aprobado: 21/10/2016
Sayak Valencia y Katia Seplveda
Introduccin
3
Interpretacin que resulta de una lectura cruzada entre lo que propone Einsenstein sobre las
democracias neoliberales y lo propuesto por Flix Guattari y Suely Rolnik sobre los atributos de
lo capitalstico.
4
El rgimen escpico fue definido por Christian Metz como aquel en el cual se relacionan las
circunstancias sociales y el momento histrico con aquello que nos resulta verosmil
visualmente. Despus dicho trmino fue profundizado por Martin Jay, quien lo definira como
[E]l modo de ver de una sociedad, ligado a sus prcticas, valores y otros aspectos culturales,
histricos y epistmicos (2003: 222). Vase Jay, Martin (2003), Regmenes escpicos de la
modernidad, Campos de fuerza. Entre la historia intelectual y la crtica cultural. Buenos Aires,
Paids. En la misma lnea de pensamiento de los autores ya citados, entendemos dicho rgimen
como una herramienta conceptual para reflexionar acerca de lo modos de mirar y las gramticas
de la mirada de las sociedades contemporneas. Ms an, nos interesamos por desbrozar la
mirada normalizada/normativa que habilita y distribuye ciertas imgenes y oculta otras
dentro de los regmenes de tirana contemporneos.
5
Con esta forma de capitalismo me refiero al derramamiento de sangre explcito e injustificado
como precio a pagar por el Tercer Mundo, entendido como espacios de expolio neocolonial,
que se aferra a seguir las lgicas del neoliberalismo, cada vez ms exigentes, al altsimo
porcentaje de vsceras y desmembramientos, frecuentemente mezclados con el crimen
organizado, la divisin binaria del gnero y la sexualidad y los usos predatorios de los cuerpos,
todo esto por medio de la violencia ms explcita como herramienta de
necroempoderamiento.
El fascinante fascismo
El terror Nazi perdi la guerra, pero al final, gan la paz? (Virilio, 2003: 28).
Paul Virilio se hace esta pregunta derivada de una reflexin en torno a lo
expresado por Jacqueline Lichtenstein6 en una entrevista indita en la cual ella
expresa que los nazis ganaron la guerra. Dicha afirmacin se desprende de una
visita y un recorrido por el antiguo campo de concentracin de Auschwitz
(actualmente devenido en museo):
para instaurar sus fines, en el caso especfico del fascismo. Sontag habla de la
produccin de un gusto en base a la ideologa imperante a travs de la
conquista de los indeterminados, intrincados y siempre fluctuantes
campos de los afectos y las identificaciones. En sus propias palabras:
Psico/necro/biopoltica
7
Mbembe se refiere especficamente a las antiguas colonias africanas pero su razonamiento, en
este sentido, puede ser extensivo a las colonias de Amrica y Asia.
8
Tomamos la perspectiva de la psicopoltica digital del Han. Sin embargo, tenemos
conocimiento de que el rgimen psicopoltico no se inicia con el Big Data sino que tiene sus
antecedentes en un manual de los aos 50 del siglo XX, usado por el socialismo sovitico, en el
cual se buscaba crear un hombre nuevo capaz de ser gobernado a travs de su manipulacin
mental, es decir, de conquistar la mente de los individuos de las naciones enemigas. El trmino
no se populariz, pero forma parte de una serie de tcnicas conocidas como lavados de
cerebros y que posteriormente fueron utilizadas en Estados Unidos. Adems de Han, el
trmino ha sido usado por Alexandra Rau (2010), quien en la inserta dentro del rgimen
biopoltico y reflexiona sobre sus relaciones en su libro Psychopolitik. Macht, Subjekt und arbeit
in der neoliberalen Gesselchaft. Frankfurt, Campus.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 75-91 79
Sayak Valencia y Katia Seplveda
9
Ejemplo de este adoctrinamiento visual de transmisin de la guerra en tiempo real es la
Guerra de Golfo prsico en de 1990 a 1991.
La fascinante violencia
11
El Seor de los cielos. Sinopsis: https://es.wikipedia.org/wiki/El_se%C3%B1or_de_los_cielos
12
Breaking Bad. Sinopsis: https://es.wikipedia.org/wiki/Breaking_Bad
13
La Reina del Sur. Sinopsis: https://es.wikipedia.org/wiki/La_reina_del_sur_(telenovela)
14
Sense 8. Sinopsis: https://es.wikipedia.org/wiki/Sense8
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 75-91 85
Sayak Valencia y Katia Seplveda
media con alto capital cultural, cuyo valor se deprecia frente a las lgicas del
neoliberalismo rampante, representada por Breaking Bad. Herederas de la
colonialidad del ver y de la lgica totalitaria de las violencias del fascismo y
puestas en relacin con la cultura del crimen organizado y el narcomundo, estas
series actualizan la telecolonialidad visual que se caracteriza por una forma
de colonizacin del imaginario y la memoria vinculada a la particular operacin
de la imagen producida y reproducida mecnicamente (Len, 2012: 116).
En este sentido, la impronta racial resulta determinante si comparamos
El seor de los Cielos con Breaking Bad, pues pese a que ambas estn
protagonizadas por varones heterosexuales, existe una diferencia de clase y raza
reafirmada por la geopoltica. Esta diferencia racial resulta evidente, en tanto
que la representacin a nivel argumental de los personajes responde en lo
general a las mismas razones para estar en el negocio del narcotrfico:
cumplir con sus mandatos de gnero masculino, principalmente en lo referido
a la proveedura y proteccin de su familia.
El tratamiento de los personajes se basa principalmente en la
colonialidad del ser15, en donde el prototipo de hombre caucsico, educado,
de clase media, estadounidense no se propone como un anti-hroe monstruoso,
sino como un cientfico venido a menos que tiene en su haber un premio
Nobel de qumica y que tras la noticia de padecer una enfermedad incurable
(cncer de pulmn avanzado) se ve envuelto en circunstancias que lo conducen
al negocio de las drogas como una forma rpida de hacer dinero y proteger con
ello a su familia despus de su muerte.
Curiosamente, el personaje se llama Mr. White y representa a la
masculinidad blanca y racional que es capaz de infringir el mismo grado de
violencia que el resto de hampones, pero lo hace desde la pulcritud de la
ciencia, es decir, la serie presenta los cdigos del narcotrfico al estilo de una
pica de la masculinidad de clase media no racializada. La no racializacin del
personaje otorga una serie de privilegios simblicos y materiales, pues cualquier
accin ejecutada por Mr. White se convierte en un despliegue de genialidad, al
punto de no ser considerado un mero cocinero de metanfetaminas sino un
artista de la qumica, legitimando sus prcticas y volvindose cool para los
consumidores de la serie. Crea una identificacin y una legitimacin cultural
para este tipo de prcticas entre las poblaciones racializadas y no-racializadas.
Por el contrario, el protagonista de la serie El Seor de los Cielos es un
varn mestizo mexicano cuyo fenotipo se encuentra geopolticamente marcado.
El protagonista despliega una masculinidad vinculada con los ideales machistas
nacionales, en los cuales la proveedura, la violencia y exceso sexual son
elementos certificadores de su pertenencia al sistema de cdigos del
necropatriarcado, resultando una encarnacin de los que en otros trabajos he
denominado como sujeto endriago. A diferencia de Mr. White, Aurelio Casillas
muestra ante la pantalla la reafirmacin de un estereotipo de masculinidad
racializada, poco refinada, violenta e incluso salvaje que reafirma la
diferencia colonial y coloca al racializado fuera del marco de la ficcin
poltica de lo humano y de lo racional.
15
Concepto ampliamente discutido por la escuela decolonial latinoamericana, especialmente
atribuido a Walter Mignolo.
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Del fascinante fascismo a la fascinante violencia: psico/bio/necro/poltica y mercado gore
16
Hannah Arendt propuso este concepto para referirse a los sujetos operarios que obedecen a
un sistema basado en los actos de exterminio y de violencia extrema que, sin embargo, no
parecen reflexionar sobre ello, esto es, actores irreflexivos, no monstruos excepcionales, sino
sujetos obedientes de las lgicas de un sistema. En el caso de Arendt se refera al nazismo, en el
caso del Chapo podramos referirnos al Capitalismo en su versin sangrienta.
88 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 75-91
Del fascinante fascismo a la fascinante violencia: psico/bio/necro/poltica y mercado gore
Conclusiones
Como afirma Jaime del Val: [T]ras las tecnologas positivistas de la cultura
digital, tras su obsesin por la simulacin y la visualizacin de la realidad,
tenemos la reproduccin de un rgimen de poder implcito cuyo xito se basa
precisamente en su modalidad corporal de operacin, en su produccin de
afectos en la esfera no verbal del movimiento (Del Val, 2009: 4) Es decir, el
rgimen de poder (que realiza montajes estticos de la violencia) ha entendido
que la produccin de subjetividad y afectos renta a su favor en varios sentidos.
Fundamentalmente, en la desmovilizacin psicopoltica de las poblaciones del
narcomundo que afectadas por la vulneracin estructural cotidiana son
seducidas por la fascinante violencia, llevando a cabo un proceso de auto-
espectralizacin y participacin activa en los flujos del capital por medio de su
consumo.
En este sentido, la instauracin de un rgimen visual que naturaliza al
crimen organizado y sus valores asociados no es una ominosa excepcin a la
regla de los mercados capitalistas contemporneos, sino que est en
concordancia con el proyecto glotaritario17 caracterizado por la institucin de
17
Trmino que proponemos como una suerte de rgimen totalitario global.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 75-91 89
Sayak Valencia y Katia Seplveda
B IBLIOGRAFA
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 93-111 Recibido: 31/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.359 Aprobado: 08/10/2016
Daniela Renjel Encina
Parejo entendi que sin decir mentiras, sin hacer trampa, sin robar, sin hacer
falsas promesas, sin hacer componendas, sin tapar, sin dejar pasar, sin
empleados pblicos esclavos, sin comprar votos, sin sobornar congresistas,
sin ser amigo de los dueos de los medios, no haba una sola posibilidad de
ser presidente en Colombia y se retir de la poltica, sospecho que muy triste,
a efectuar estudios y a formular soluciones a nuestros graves problemas.
Despus de acompaarlo durante ocho aos por todo el pas, vino la
despedida. Yo segu mi camino hacia el periodismo y la denuncia social, con
el tesoro de haberlo conocido a cuestas. He tratado de ser fiel a su filosofa y
su lucha desinteresada, pero ms que eso, convencido de que la poltica en
Colombia es una mierda cuyo olor ftido la mayora de colombianos
soportan con una indiferencia terrible y hasta con un cierto placer. (2014:
s/p)
Fruto del trabajo con el ministro Parejo surge su primer libro, Historia electoral
de Colombia (2000), y posteriormente As se roban las elecciones en Colombia
3
As, por ejemplo, aun cuando la temtica es el ftbol, como en el caso de Juego Limpio
(2005), donde en medio de las rivalidades y los partidos entre dos equipos contrarios se teje
una historia de amor, se hace manifiesto un mensaje de tolerancia hacia el que no piensa igual a
uno y en contra de la violencia en los estadios, principalmente.
4
Consultado en <http://gusbolivar.blogspot.com/>.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 93-111 95
Daniela Renjel Encina
(2002), donde denuncia con nombres propios los mecanismos por los cuales se
cometieron los seis robos ms evidentes en la historia del pas.
5
Para esta serie se realizaron ms de doscientos docudramas en los que se trataron temas sobre
la historia reciente del pas, como la muerte de cinco candidatos presidenciales (Jaime Pardo
Leal, Bernardo Jaramillo, Luis Carlos Galn, Carlos Pizarro y lvaro Gmez Hurtado), en
1990, as como atentados que sufrieron tres ministros de Justicia (Rodrigo Lara Bonilla,
Enrique Parejo Gonzlez y Enrique Low Murtra), en 1984, 1987 y 1991, respectivamente.
profesionales y otros naturales, y que trata sobre la necesidad que tienen los
jvenes de Ciudad Bolvar de integrar bandas juveniles para sobrevivir en un
barrio sumamente pobre y peligroso en Bogot.
Pandillas, guerra y paz se muestra como otra serie polmica que no deja
de recibir duras crticas por el grado de violencia que por primera vez se expone
abiertamente en la televisin colombiana, pero la fascinacin ante una realidad
precisamente lejana a las familias acostumbradas a encontrar en las telenovelas
historias de amor contrariado fue mayor, por lo que no hubo recursos
suficientes para prohibir su emisin. A diferencia de, por ejemplo, Luis Ospina
con Agarrando pueblo (1978) o Vctor Gaviria con La vendedora de rosas
(1998), Pandillasno busca parodiar la captura de la realidad con el fin de
mostrar el tratamiento miserabilista que se da a ciertos enfoques, o exponer con
la menor intervencin actoral realidades lejanas a ciertos estratos que no las ven
de cerca ni van a consumir una pelcula que hable de ellas. La serie de Bolvar
busca trasmitir en horarios estelares situaciones que la mayora de la poblacin
colombiana ha mirado de forma preconstruida y limitada, producto del terror
de la violencia que en esos aos imperaba en el pas. Bolvar, de este modo,
puso diariamente en la pantalla conflictos de ndole tan violenta como emotiva,
y que los espectadores consumieron con reparos, curiosidad y no poca
consternacin.
Estas discusiones pblicas parecen dar cuenta del temor a la aparicin
del otro peligroso envestido de una humanidad en toda su verosimilitud no
reconocida hasta entonces y prejuzgada bajo el rtulo de delincuente o
gamn, puesto que con la serie se vio por primera vez, abiertamente, que ese
estado de cosas es tambin responsabilidad de una colectividad que pareciera
desconocer que la violencia no est slo en la selva con la guerrilla, sino
principalmente en las calles, como consecuencia de la falta de medios para
ingresar en la sociedad que se protege a priori de ellos, y que un proceso de paz
debe tomar en cuenta. Gracias a la temtica que Pandillas llev a la discusin
pblica, con el patrocinio de la OIM (Organizacin Internacional para las
Migraciones), Bolvar film nueve documentales, promoviendo tambin nueve
desarmes de pandilleros en diferentes ciudades, razn por la que se le otorg en
2002 el Premio Nacional de la Paz, organizado por los habitantes de Ciudad
Bolvar.
Desenmascarando estereotipos y prejuicios sobre ciertos sectores y
ciertas poblaciones, Pandillas, guerra y paz presenta una atmsfera srdida y
algo carente de esperanza. sta es una de las razones por las que el pblico
puede finalmente compadecerse del futuro de estos muchachos que terminan
en la crcel, nuevo escenario de sus luchas por la sobrevivencia, trabajando del
mismo modo en asuntos ilegales y siendo muchas veces injustamente
maltratados por los guardias.
No obstante, esta modalidad de intervencin social a travs de la
telenovela inquiet a la sociedad receptora de la primera temporada, la cual,
detrs de un discurso opuesto a la violencia de la serie, pareci no advertir la
cantidad de violencia que se transmite por televisin y por videojuegos, sin que
estos medios preocupen a los espectadores. Rafael Ayala afirma que resulta,
por alguna razn, ms fcil presentar y consumir series de alta violencia cuando
son norteamericanas, por ejemplo, que cuando esta violencia se muestra en las
calles de la propia ciudad (Ayala, 2004). Es decir, cuando son ms que ficcin.
El alto rating, de este modo, llev a la serie a varias nominaciones, entre ellas la
del mejor guin en el premio TV y Novelas (2002).
Pero si Pandillas, guerra y paz escandaliz, Sin tetas no hay paraso
paraliz al pblico, puesto que esta telenovela, partiendo por el nombre,
plantea temas tab para la sociedad contempornea, pero especialmente para la
de hace diez aos atrs, ya que el tiempo transcurrido desde entonces, si bien
nada lejano del actual, demuestra que la posterior oferta narcotelenovelera ha
sido tan vasta, que el pblico, por fuerza, ha quedado casi anestesiado con
respecto a estos contenidos. Esta anestesia, no obstante, se suspende cada vez
que el propio Bolvar aparece nuevamente para despertar al espectador con una
nueva produccin, problematizando una vez ms temticas y contenidos.
6
Caracol Televisin Internacional vendi los Derechos de Formato y Emisin de la Serie a
Telecinco, en Espaa, que realiz su propia versin en 2008. Del mismo modo, Caracol
Televisin y Telemundo realizaron versiones propias.
7
Trmino derivado de traquetear, llevar algo (narcticos) de aqu para all, o del ingls to
track, rastrear nuevos compradores y mercados (Riao, 2006: 21).
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Gustavo Bolvar: el hombre de las narcotelenovelas
poco menos que poner el dedo en la llaga de una prctica comn durante
varios aos en algunos crculos colombianos. Por tanto, se muestra el potencial
de la ficcin para intervenir polticamente en la sociedad al visibilizar prcticas
delictivas casi normalizadas, y no slo la ola de intervenciones quirrgicas
estticas de ciertas jovencitas para acceder a un estatus privativo para ellas.
No obstante, el momento culminante de la telenovela corresponde al
suicidio delegado de la protagonista, al darse cuenta de que el paraso es
efmero y muy alto el precio a pagar. En esta telenovela, la matriz
melodramtica, rosa y aspiracional se libera de los valores modernos (trabajo,
esfuerzo, honestidad, solidaridad, constancia) y se llena de valores
postmodernos (inmediatez, vrtigo, levedad): hay maneras menos santas de
ascender. Se pasa del noble aristcrata o burgus al nuevo rico: salido del barrio
que fue capaz de jugarse el todo por el todo en busca del xito (Garca, 2009:
s/p).
Esta produccin, de tal forma, al igual que su homnima impresa
(publicada en 2005), volvi a instaurar el debate acerca de temas como: 1) si
era cierto o no que las jovencitas se prostituan por estos motivos; 2) si era lcito
faltar el respeto a las mujeres de Pereira (ciudad donde la serie es ambientada)
al mostrar de esa forma a sus habitantes; 3) si esta produccin daba una mala
imagen de la mujer colombiana; 4) si era o no cierto que las cosas se daban
como Bolvar las narraba; 5) si la serie educaba o daba un mal ejemplo a las
jovencitas que, seguramente, vean a Catalina como un modelo a seguir para
conseguir sus fines, as como debates similares.
En esos primeros intercambios de opiniones despertados en torno al
tema, se evidenci el valor simblico de estas muchachas para los traquetos, que
es el de casi objetos que trasmiten el poder de sus parejas, en el entendido de
que son mujeres costosas. Pareciera ser que no hay traqueto que se respete
que no ostente una mujer que visibilice este podero y es lo que, excepto El
capo,8 todas las producciones narco han reflejado.
La crtica, sin embargo, no ha destacado un aspecto no por formal poco
importante, y es el hecho de instalar un tipo de telenovela donde el eje de la
narracin no es el amor y sus desencuentros, sino una temtica social; un
melodrama que no presenta el sufrimiento rosa por amor, y que en cambio
pone en escena un amor poco aceptado socialmente, que es el del novio de
Catalina con la madre de sta, visibilizando, adems, una doble moral
(Ramrez Gelbes, 2014), que no deja de ser una crtica evidente a la sociedad
que lo juzga. Lina Aguirre parece tener una mirada ms positiva sobre la
telenovela, al afirmar que:
Sin tetas no hay paraso no slo hace visible la importancia de seguir los
estndares de belleza, sino que hace nfasis sobre la experiencia subjetiva
de quien se somete a ellos; elabora las percepciones que la protagonista
tiene de su propio cuerpo en relacin con el ideal voluptuoso y sensual,
8
Len Jaramillo, protagonista de El capo, tiene por parejas a mujeres alejadas del prototipo que
aqu se discute. Se trata de mujeres combatientes, sicarias, amas de casa, sin maquillaje,
produccin ni curvas exuberantes. Mujeres que, en suma, intentan alejarse de la esttica
silicona o mamasita, a decir de Omar Rincn (2011).
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 93-111 99
Daniela Renjel Encina
Esta contradiccin, sospecho, tiene que ver con lo que la autora y el pblico
hubieran deseado ver en la serie para aceptarla abiertamente como una
produccin fuerte, pero educativa. Si Catalina hubiera mostrado resistencia
a la operacin de aumento de senos, la sociedad la hubiera aceptado sin rplica,
as como acept en su momento a Simplemente Mara (1969) de Carlos Barrios
Porras, por ejemplo, mujer que luego de aos de trabajar como costurera y tras
un golpe de suerte, logra convertirse en una famosa diseadora. Lo cierto es que
la realidad no es as para la mayora de las personas, y las formas de resistencia a
los caminos rpidos no llevan a la obtencin de ms dinero, aunque s, sin duda,
a una vida que socialmente se entendera como ms digna.
Por lo apuntado, se evidencia que el espectador medio no tiene la
capacidad desarrollada de leer producciones como sta, en tanto apuestas crticas
desconectadas de los estereotipos y lugares comunes (del tipo el bien
triunfar), y se concentran directamente en una invitacin a la mmesis (es un
mal ejemplo para la juventud que querr hacer lo mismo), lo que es en cierta
medida comprensible, pero por qu no se ve entonces que la decisin del
suicidio de Catalina ante la frustracin tambin sera algo para imitar? Aguirre
seala que la falta de sufrimiento de la protagonista ante lo que tiene que pasar
para conseguir lo que busca legitimara sus decisiones, por lo que habra que
pensar que quitarse la vida sera la continuacin de esa legitimacin. Esta lectura
me parece cuestionable, dado que es una postura simplificadora concluir que
porque se ve entusiasmo en la protagonista antes y luego de su ciruga, ella est
rodeada de xito en todas las reas de su vida. Dichas lecturas de temas crticos
en las telenovelas de Bolvar muestran ms un tipo de espectador que un tipo de
produccin. Si se ve un poco ms a profundidad, la serie no est invitando a la
copia de estos modelos, ni siquiera en el caso de Jssica, a quien parece irle
mejor, pese a representar para la moral occidental una caterva de defectos, sino
mostrando la vacuidad de esta forma de vida proyectada en el tiempo; lo
pasajero de la risa frvola, de la felicidad amparada en estndares de belleza
difciles de conseguir y la miseria moral y emocional de quienes un da se dan
cuenta de que fueron tratadas como cosas intercambiables, si no desechables.
Aguirre, en su artculo, afirma que la telenovela fracasa en abrir un
espacio para la reflexin y la resistencia ante la norma (2011: 124), pero
posteriormente sostiene que la serie parece sugerir que la ciruga cosmtica,
como acceso a una vida ms feliz, justifica el sufrimiento; pero al mantener a
deseada, de tal forma que al tener que quitarse los implantes se ve carente de una
razn para vivir, lo que hace de la serie una fuerte crtica a la vacuidad de estas
vidas asentadas en la ostentacin; 2) que suicidarse, en tanto acto antinovelesco,
introduce una transformacin o, al menos, fisura en el gnero como lo hace
Bolvar en todas sus producciones, frecuentemente criticado por mantener el
statu quo de la sociedad, adormecindola frente a los cambios que podra
demandar a la cultura hegemnica. Nada de esta conformidad a esa cultura
hegemnica se promueve en esta telenovela. El suicidio de Catalina es precedido
por una exterminacin moral. La muerte fsica termina siendo la desaparicin de
un cuerpo cuya identidad, desvinculada del consumismo y la ostentacin, no
termin de formarse y, en ese sentido, la lectura que hace Cecilia Domnguez
del cuerpo de Catalina luego del deterioro de sus implantes como metfora del
pas fracturado entre nacin y narcotrfico (Domnguez, 2013: 18). Qu tipo
de final feliz alternativo puede ofrecer una realidad tan dura, llevada a la
televisin para ser denunciada y provocar una intervencin? Por ltimo, se
confirma 3) que el suicidio puede ser entendido como el nico acto de posesin
verdadera del cuerpo en un contexto de subordinacin ilimitada.
Omar Rincn, en Nuevas narrativas televisivas: relajar, entretener,
contar, ciudadanizar, afirma que una novela de identidad es una que, ms all
del rating, se haya adherido a la memoria colectiva de una nacin o alguno de
sus grupos sociales, que pasa a formar parte de la conversacin social y que
convierte a la telenovela en historia imprescindible de la identidad (Rincn,
2011: 50). Sin tetas no hay paraso, en el contexto de esta descripcin, es sin
duda una de las novelas de identidad, junto con Caf (1994) y Yo soy Betty la
fea (1999), con las que cuenta Colombia.
Ante todo quiero aclarar que no soy televidente asidua de los canales RCN
y CARACOL, as como tampoco lo soy de las telenovelas que estos canales
emiten y con las cuales se drogan tantos colombianos.
Intrigada por las protestas que la serie televisiva incit entre directivos y
estudiantes de la Universidad de Antioquia, me puse en la tarea de mirar
algunos captulos disponibles en internet. (2013: s/p; las cursivas son mas).
Esta semana me puse en la tarea de ver la serie de los Tres Canes de RCN,
en la que se relata la historia de los hermanos Castao y tom la decisin
de no volverla a sintonizar por una razn muy simple: porque insulta mi
intelecto. (2014: s/p; las cursivas son mas)
Del mismo modo, Liliana Parra y Silvana Pontn muestran como resultados
del taller que llevaron adelante desde la perspectiva de la semitica y de la
comunicacin, por el sentido que gestan las series de televisin Tres Canes y
Escobar: el patrn del mal, avalada por la Corporacin Universitaria Minuto de
Dios, que la percepcin de los talleristas cuando se les pregunt si estaban de
acuerdo con la forma en que la series representaban la realidad fue que no es
correcta la manera en la que fueron presentadas (2014: s/p; las cursivas son
mas), lo que implica que para ellos existe una manera correcta de hacerlo y sta
no fue la aplicada por Bolvar. La tergiversacin de la historia no puede pasar
impune ni inadvertida afirmar por su parte Mauren Maya (2013: s/p),
dando por sentado que existe slo una historia, en desconocimiento u
oposicin a las nociones ms bsicas de las tesis de H. White o M. de Certeau
sobre la imposibilidad de pensar siquiera en la existencia de una historia, por
citar algunos, y Bolvar estaba contando otra.
En este sentido, manifestar malestar por ciertas escenas que se
consideraran falsas, sin poder en verdad demostrar que nunca tuvieron lugar,
Hasta donde yo saba, la mala imagen se la dan a los pases sus peores
hijos. No escritores, guionistas o periodistas. Si en un tiempo Alemania
fue estigmatizada y hasta odiada no fue por los historiadores y directores
de cine y escritores que convirtieron el Holocausto Judo en libros,
pelculas y seriados de televisin, sino por Adolfo Hitler, el responsable
de este genocidio. (Bolvar, 2013: s/p)10
Al respecto tengo que decir, primero que no es cierto que la televisin sea
modelo de imitacin para los delincuentes. Si lo fuera, Pablo Escobar,
Chepe Santacruz, los hermanos Rodrguez Orejuela, El hombre del
Overol y cuanta figura siniestra irrumpi en los aos 70 y 80 hubieran
9
Vase http://gusbolivar.blogspot.com/2013/03/tres-caines-apologia-o-pedagogia-1.html
10
Vase http://gusbolivar.blogspot.com/2013/03/tres-caines-apologia-o-pedagogia-1.html
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 93-111 105
Daniela Renjel Encina
Finalmente, cabe resaltar que en ningn guin escrito por Bolvar se muestra a
los violentos, delincuentes, asesinos, etc., como triunfadores del mal, como
ejemplos de felicidad y xito, o como personajes invulnerables que habra que
imitar, sino todo lo contrario; lo que se muestra es una violencia estructural y
sistmica que est ms en las calles que en la selva, como producto de las malas
decisiones de toda la sociedad, y que trae consecuencias nefastas a quienes la
practican. No obstante, para comprender esto hay que ver toda la telenovela y
no juzgarla ligeramente slo a partir de sus primeros captulos.
Queda visto, por tanto, que para los autores de estas novelas y,
especialmente, para Bolvar, la violencia en el pas no proviene tanto de las
narcotelenovelas como de la historia cotidiana de la cual se participa mediante
los medios de comunicacin, la familia, el entorno y como consecuencia de la
funcin mal llevada de la clase poltica, que es la que da un ejemplo tenaz de
cmo conseguir dinero con facilidad y a cualquier costo.
canales y los productores necesitan son historias que se vendan, por lo que sera
ingenuo pensar que los libretos son un mero acto de altruismo, es difcil creer
que Bolvar pudiera acceder a esta remuneracin escribiendo melodramas
tradicionales, hecho que, ciertamente, le hubiera evitado problemas legales y
amenazas por las que incluso tuvo que dejar el pas, puesto que su activismo en
temas polticos de su pas demuestra un compromiso de denuncia de lo que
considera poco o nada tico. Sin embargo, el autor afirma haber perdido
plata con Tres Canes (Simn Posada, 2013), titulado de igual manera, razn
que no ha impedido continuar con la decisin de contar esta historia y mostrar
lo que l cree que el pas debe conocer, interpretar y comprender.
No obstante, si su fuerte ha sido escribir sobre tipos de violencias,
considerar que el televidente es testigo pasivo cada noche de una violencia
desmedida que vale porque s, donde slo aparecen los perpetradores y sus
secuaces, donde slo vemos seores de la guerra que deciden quin vive y quin
muere (Uribe, 2013: s/p) es pensar en un televidente bastante degradado,
alguien a quin hay que proteger, aun fuera de la franja de proteccin al menor,
y por quien decidir qu imgenes mostrar y qu historia contar, a fin de
cuidar y preservar su mente (en la ignorancia, dira Bolvar). Umberto Eco
afirma ante aquella mirada del espectador como un ser indefenso que ste,
aunque posea una inteligencia media:
Sabe muy bien que cuando la actriz besa al actor en una cocina, en un
yate o en un prado, incluso cuando se trata de un prado verdadero (con
frecuencia es el campo romano o la costa yugoslava), se trata de un prado
elegido, predispuesto, seleccionado, y por tanto en cierta medida
falsificado a fines del rodaje. (1983: 56)
Incluso el pblico que no es tan inteligente como para entender del todo
un tema puede detectar cuando el realizador considera que s lo es; de la
misma forma, detecta cuando se piensa que no lo es. El espectador no es
estpido [] Editen, corten, hganlo ms corto, dganlo con menos
palabras, menos escenas. [] La gente entiende. La gente ama que creas
que tienen (sic) cerebro. (Moore en Tapia, 2015: s/p)
Cada vez que se presentan discusiones como las de Tres Canes o la serie
sobre Pablo Escobar, aparecen los sntomas que presenta la academia
colombiana con su tendencia [] al Estado y una visin nostlgica y
paternalista de los medios de comunicacin: se aora el viejo modelo
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 93-111 107
Daniela Renjel Encina
como sealara Uldrich Beck en la Sociedad del riesgo. Posiblemente es por eso
que, para Omar Rincn, Gustavo Bolvar es el escritor del nuevo pas (2011:
49).
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Consultado en <http://www.kienyke.com/kien-bloguea/el-correo-con-
gustavo-bolivar/> (23/ 10/ 2014).
IGNACIO CORONA
THE OHIO STATE UNIVERSITY
[email protected]
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 113-134 Recibido: 03/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.334 Aprobado: 08/10/2016
Ignacio Corona
1
Escribe la filsofa tijuanense que en el capitalismo gore se subvierte el proceso del capitalismo
observado por Marx: y la destruccin del cuerpo se convierte en s mismo en el producto, en la
mercanca, y la acumulacin ahora es slo posible a travs de contabilizar el nmero de
muertos, ya que la muerte se ha convertido en el negocio ms rentable (Valencia, 2010: 16).
2
Habiendo estado casada la madre, otrora fichera, con el mayor de los dos hermanos, a la
muerte de ste se convierte en pareja sentimental de Benny, el menor.
3
Lo kitsch (vocablo de origen alemn) remarcara, por una parte, un mal gusto esttico
sugiriendo aquello producido en masa o como expresando una exagerada sentimentalidad o
nostalgia por estilos pasados. Lo rascuache o rasquachi (vocablo de origen nhuatl), por otra
parte, aludira a su improvisacin tcnica y mezcla de materiales baratos; algo usualmente
asociado al consumo y produccin esttica entre los estratos bajos de la sociedad mexicana. En
ambos casos, denotara algo de baja calidad o de pobre gusto esttico.
4
Para Michel Foucault, los cementerios son un tipo de heterotopa o lugar otro, en
comparacin con el no lugar de la utopia. Ejemplifican el segundo principio de una
heterotopologa que el historiador propone. Introducido primero en el prefacio a Les mots et les
choses (1966), el concepto de heterotopa es ms ampliamente desarrollado en su ensayo Des
autres spaces (1967), publicado en libro muchos aos despus. Segn Foucault, [t]he
cemetery is certainly a place unlike ordinary cultural spaces. It is a space that is however
connected with all the sites of the city, state or society [] (Foucault, 1997: 333). En el
clebre cementerio culiche las familias de la localidad van a tener a alguien enterrado ah
pero, asimismo, en l van a coincidir muchas capas de significacin y conectividad con otros
lugares y procesos sociales y econmicos, en particular el narcotrfico como el mayor rgimen
informal de la economa mexicana. En el cementerio se va a materializar literalmente la
expresin narcocultura.
114 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 113-134
El art-narc arquitectnico y el arte de citar
Figura 2: imagen tomada por Mara Vega Coronel el 31 de Julio del 2011. Consultado en
<http://culiacanmexico.blogspot.com.es/2011/07/jardines-del-humaya.html> (30/11/2016)
5
Sobre la importancia especfica de la cpula en la llamada narcoarquitectura, ver Ignacio
Corona (2004), El efecto cpula en Guadalajara. Negociaciones arquitectnicas de la
identidad, en Las modernidades de Mxico. Espacios, procesos, trayectorias. Mxico D.F.: Miguel
ngel Porra, pp. 81-102.
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Ignacio Corona
esttica impulsada por los capos del narcotrfico contemporneo. Tal es el caso
de Narc Deco. tica y esttica del narcotrfico, un estudio de Didier Correa
Ortiz, para quien: la distancia que separa las expresiones propias del Art Deco
y el Narc Deco [] no es considerable en lo que concierne a rasgos estticos
comunes. Incluso puede ser pensado que la denominacin Narc Deco se
corresponde fielmente con el Art Deco desde un punto de vista esttico-
formal (Correa, 2012: 136-137). sta no es la ruta analtica que se propone en
el presente ensayo, pues se interpreta el uso que se le da en Mxico al trmino
Art Narc como una juguetona y carnavalesca, en un sentido bajtiniano,
distorsin semntica del mencionado estilo europeo y no como una analoga
literal desde un punto de vista formal. Ahora bien, si se identificara a la base de
su propuesta esttica colectiva una predominante alusin a otros lugares
algo que, a mi manera de ver, slo ocurre parcialmente, el Art Narc
formara parte de las estrategias de canibalizacin de estticas y estilos,
aunque no slo europeos como en el pasado, sino tambin asiticos.
As como en Jardines del Humaya es evidente el dispendio dedicado a
la construccin y adorno de pequeos mausoleos y fastuosas criptas, la
narcoarquitectura se asocia en el resto del pas con la suntuosa, excesiva o
caprichosa ornamentacin arquitectnica a la cual parece subordinarse la
estricta funcionalidad de los edificios.6 El matrimonio de tremendas fortunas y
mal gusto, definido alguna vez por Carlos Monsivis de manera tajante.7 En
efecto, el trmino narcoarquitectura conlleva no slo aspectos estticos o
econmicos, sino tambin identitarios. Se hace necesario, sin embargo,
averiguar ms all de su incuestionable ubicuidad en las narrativas de la
narcocultura: en qu medida se trata la narcoarquitectura de un fenmeno
empricamente constatable; su vnculo gentico con el narcotrfico; y los
factores micos que podran explicarla como discurso y prctica cultural y
esttica. Es, en este punto, en que su estatus ontolgico pareciese diferir de
otros aspectos de la cultura material asociados a dicha subcultura (Hebdige),
como el representado por la iconografa estereotpica del narco mexicano en la
que se combinan las armas de alto poder, la indumentaria vaquera y los
vehculos todoterreno en la imagen flmica sin sugerir, con esto, que tales
6
En la descripcin del periodista Javier Angulo: [E]ste cementerio es un emplazamiento de
mausoleos gigantes que parecen apartamentos de una habitacin con majestuosas cpulas de
vivos colores. [] Segn Walkyria Angulo, la nica experta en arquitectura funeraria de la
regin, las excentricidades de estas construcciones tiene una explicacin muy lgica: la gente
est llevando la ciudad al cementerio. En Culiacn, esos mausoleos suelen copiar lo que se ve
en las casas de la zona, dijo. Esta mezcla slo existe aqu. Desafa toda categorizacin. [] El
nico elemento comn es el uso de mrmol, las cpulas de acrlico, gastarse cantidades
desorbitadas de dinero para dar ltimos retoques, las esculturas y la iluminacin. Walkyria
estim que una de las tumbas ms caras cost por lo menos 5 millones de pesos (unos 296.000
euros) (2011: s/p).
7
Entrevista personal a Monsivis. 17 de marzo de 2006. San Juan, Puerto Rico.
8
De ah que la revista norteamericana Forbes haya incluido a uno de los capos Joaqun El
Chapo Guzmn en su lista de multimillonarios de 2009 a 2012, omitiendo la cuestin de la
ilegalidad de su fortuna, aunque admitiendo indirectamente o cnicamente como se critic
en el pas la realidad del lavado de dinero y el hecho de que montos de capital como la
fortuna estimada de aqul (ms de mil millones de dlares) no pueden ser irrrelevantes para la
economa local, a pesar de su origen.
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Ignacio Corona
estos mismos seran los agentes causales (los creadores involuntarios) del
fenmeno. Reflejo fiel de su gusto y sentido de lo arquitectnico y de lo
esttico sus residencias seran, pues, en su supino hibridismo estilstico, el
origen de una nueva arquitectura. Su diseo y construccin habran sido
encomendados en secreca a despachos arquitectnicos annimos.
Observaciones de campo halladas por Mndez Sainz en Culiacn;
encontradas por este autor en Guadalajara desde finales de los aos noventa
respecto al desligamiento de los profesionistas del fenmeno de la
narcoarquitectura: [E]ntre arquitectos y constructores, la narcoarquitectura es,
adems, un adjetivo incmodo, una sancin de prcticas. Por eso, Celia
Gastlum [una especialista entrevistada por Mndez Sainz] evita la
denominacin y prefiere decir que es un fenmeno popular en que la gente
incorpora, como un rompecabezas, para producir edificios de lo ms eclcticos
(Mndez Sainz, 2012: 50). Se presenta, con ello, una especie de vaco autorial,
como si las construcciones hubiesen sido hechas, algunas de ellas slo
comenzadas, por annimos maestros albailes y sus peones y como si la
Secretara de Obras Pblica no hubiese otorgado permiso de construccin
alguno, ni hubiese supervisado la edificacin de casas- habitacin, la mayora de
ellas, ostentosas y en ubicaciones de alta plusvala. En ausencia aparente de una
autora, no habra, as, una obra de autor como generadora del estilo.9 Sin
evidencia emprica, ese vnculo gnetico entre arquitectura y narcotrfico
permanece en un nivel mtico.
Por aadidura, y segn se desprende de numerosas reconstrucciones de
hechos por parte de las autoridades respecto a cabecillas del narco radicados en
ciudades como Monterrey, Cuernavaca o Guadalajara y ejecutados o apresados
en los ltimos aos, stos haban tratado de mimetizarse con el entorno y de no
llamar la atencin. Ms all de exhibir la necesaria10 evidencia material de
poder econmico a travs de sus vehculos o propiedades, stas tampoco
debieran de atraer la atencin sobre s mismas, como signos explcitos de un
supuesto estilo narco indicando, con ello, la ubicacin exacta del supuesto
propietario.11 Al contrario de narcotraficantes menores en barrios conflictivos
9
En efecto, en la correspondiente fase de trabajo de campo se consult varios despachos de
arquitectura en la zona metropolitana de Guadalajara. Los entrevistados dejaron en claro que,
como gremio, los arquitectos se desligan pblicamente de la prctica de algo que se pudiera
remotamente considerar narco-arquitectura en la ciudad.
10
Necesaria porque un narcotraficante pobre sera un pobre narcotraficante, parafraseando
al fundador del grupo Atlacomulco, el Prof. Hank Gonzlez, por varios sexenios una de las
figuras del prismo a nivel nacional, ocupando altos cargos en diversos gobiernos federales.
11
Es poco probable que, intentando evadir la accin de la justicia y manteniendo un bajo
perfil, los narcotraficantes estuviesen interesados en promover tal estilo atrayendo la atencin
pblica hacia su propiedad. Segn Damien Cave: Showing off that power made more sense in
the early years of the drug boom. In the 70s and 80s, even into the 90s, building like a king
impressed recruits and competitors. But over time, as conflicts have increased among the
cartels, and as the Mexican and American governments have tried harder to crack down on
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El art-narc arquitectnico y el arte de citar
trafficking, drug lords have been keeping a lower profile, buying existing houses rather than
building obvious, ostentatious houses from scratch (Cave, 2011: s/p).
12
Vase el volumen Latinoamrica: pases abiertos, ciudades cerradas compilado de Luis Felipe
Cabrales Barajas.
13
Cuando Coronel Villarreal cay abatido por la armada en la exclusiva colonia Colinas de San
Javier en 2010, los vecinos pensaban, inclusive, que se trataba de un ingeniero o mdico y
no el jefe de plaza del ms poderoso crtel del pas.
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Ignacio Corona
Tal valor es apenas promedio con respecto a las poco ms de 700 residencias
con las que consta la exclusiva colonia Colinas de San Javier, en donde se ubica,
y es menos del valor comercial de otra de sus propiedades en la misma colonia,
la cual sobrepasa los 21 millones de pesos con una extensin de ms de 2,750
m2 de superficie (Figura 4). Desde el exterior, ambas residencias seran
indistinguibles de los estilos encontrados en esa colonia, en la que las bardas
altas, la mayora con algn tipo de sistema de seguridad, prevalecen como
demarcacin material de lo privado y lo pblico. Esta lnea divisoria es
fundamental al delimitar lo que se sabe de lo que se supone o ignora, en la
medida en que lo parcialmente visible convoca la imaginacin y la sospecha. En
ese contexto discursivo, el trmino narcoarquitectura y sus derivados, tanto
en escenarios rurales (narco-ranchos) como urbanos (narco-mansiones), se
asume como reproductor de los patrones estilsticos y ornamentales asociados,
en el imaginario colectivo, con la simultnea exhibicin y ocultamiento de
riqueza malhabida.14 Por ello, una supuesta narco-mansin se convierte en un
sitio generador de curiosidad y morbo pblico tras la cortina el muro que
oculta lo que ocurre o lo que se encuentra en su interior.
A tales emociones apela, precisamente, un dossier fotogrfico de The
New York Times, titulado Where Home Tours Dont Go (Adonde no van los
recorridos tursticos de casas) que acompaa un reportaje de Damien Cave. El
dossier invita al lector a introducirse en ese espacio privado que le es vedado
por definicin. En las ex-residencias o casas de seguridad de narcotraficantes
como Zhenli Yi Gon (recientemente deportado a Mxico por el gobierno
norteamericano), A. Carrillo Fuentes El seor de los cielos, La Barbie
Villarreal o su operador el JJ Balderas, se evidencia la opulencia en sus
14
Hay, inclusive, novelas en que este contraste es simbolizado, como en un chiaroscuro
narrativo, con juegos de luz y sombra para representar los aspectos visibles y ocultos de las
fuentes de riqueza personal de los propietarios. Vase Pope Duarte, 2006: 188.
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El art-narc arquitectnico y el arte de citar
15
Para el arquitecto Pablo Lazo, el Partenn sera uno de los ejemplos de arquitectura
perversa, comparable a la Hacienda Npoles, centro neurlgico del Cartel de Medelln.
Segn comenta Lazo, El Partenn da muestra, por un lado, del temor del arquitecto que
responde a los caprichosos pedidos de su cliente como puede. Por el otro, las fantasas del
Negro por la arquitectura griega, como pensar que todo debera tener columnas. Columnas
dricas y frisos griegos, as como esculturas de Venus de Milo eso s, totalmente desnuda y
con dos brazos cortados hasta el hombre para que no se dude de la fidelidad al original y
murales de Rafael adornan las salas de la planta baja, mientras que las habitaciones tienen un
toque propio de algn club nocturno, y slo se adornan con frisos y murales de escenas griegas,
as como todas las ventanas rematan con un semifrontn drico. Se rumorea que al centro de la
sala existi una gran escultura de un fauno en bronce, obra de Ponzanelli (Lazo, 2011: s/p).
16
Javier Aragn, otro de los entrevistado por Mndez Sainz en Culiacn, confirmara la misma
idea de vaguedad tras el trmino narcoarquitectura y su ambiguedad con respecto a la
arquitectura popular de la cual resulta indistinguible, a pesar del presupuesto de que se trate:
[e]s una arquitectura muy aceptada a partir de los ochentas por la clase media, al grado de que
no sabemos si la arquitectura comn es de narco, o si la arquitectura de narco es la arquitectura
comn (Mndez Sainz, 2012: 51).
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Ignacio Corona
17
En su teora de la semitica, Umberto Eco distingue entre tipos (types) y ocurrencias o
actualizaciones (tokens) como signos que pueden originar diferentes modos de produccin. Los
tipos son modelos abstractos y las ocurrencias o actualizaciones son las manifestaciones o
expresiones concretas que se constituyen en signos o elementos que viabilizan la significacin o
produccin de sta en la comunicacin (Eco, 1997 14-15).
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18
Un ejemplo histrico de mecanismo conocido seran los palacetes y mansiones a lo largo
del Paseo de Montejo en Mrida, Yucatn, cuya construccin fue posible gracias al boom
henequero de finales del siglo XIX y a la subyacente estructura etno-clasista en la regin.
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19
A la tradicional conexin con las rutas coloniales al Bajo y al centro-norte del pas, se sum
la de la costa del Pacifico, a mitad de camino entre Mazatln y Acapulco, y a unas horas del
puerto de Manzanillo, y de centros de turismo internacional como Puerto Vallarta, Jalisco.
20
Algunos economistas y acadmicos especulan que hasta una cuarta parte de la economa local
ha sido tocada directa o indirectamente por capitales provenientes del narcotrfico, lo que
explica que, a pesar de la crisis de los noventa, haya habido un boom relativo en sectores de la
economa en que el rendimiento puede ser alto y rpido y de no requerir inversin a largo plazo
(por ejemplo, restaurantes, boutiques, agencias automovilsticas, hotels). Vase el informe de
Jason Lange sobre la economa de Zapopan, uno de los municipios que integran la zona
metropolitan de Guadalajara. En tales condiciones, el capital tuvo, as, una mayor y acelerada
movilidad. Inclusive, la industria de la construccin experiment una rpida recuperacin en
parte por los proyectos inmobiliarios de gran envergadura.
21
Es pertinente sealar, con respecto a la compleja red de factores que conectan narcotrfico y
narcocultura, que entre los aos 1980 y 1989 el llamado crtel de Guadalajara, antecesor de los
crteles del Pacfico y de Sinaloa y comandado en ese entonces por Flix Gallardo, Ernesto
Fonseca y el propio Caro Quintero, dominaba el narcotrfico a nivel nacional.
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22
Aun en los estratos altos de la sociedad, la figura del poderoso narcotraficante se transmuta
para hacerse no slo ms atrayente, sino tambin para adquir matices sociales de confiabilidad y
sinceridad, como bien lo podra representar el reciente incidente de la carta que la actriz
mexicana Kate del Castillo, hoy da refugiada en los Estados Unidos, public en su cuenta de
Twitter en 2012 en el que declaraba que confiaba ms en El Chapo que en el gobierno.
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Ignacio Corona
23
En su conocida obra sobre el posmodernismo como la lgica cultural del capitalismo tardo,
el crtico norteamericano Frederic Jameson conceptualiza lo posmoderno como un simulacro,
como la canibalizacin de todos los estilos del pasado y como el juego arbitrario de la alusin
estilstica [the play of random stylistic allusion] (Jameson, 1991: 18). El mecanismo maestro
de la esttica posmoderna no sera otro que el pastiche, en tanto parodia e imitacin de un
estilo peculiar, nico o idiosincrtico, pero sin los motivos ulteriores de sta, amputada del
impulso satrico, carente de risa [without any of parody's ulterior motives, amputated of the
satiric impulse, devoid of laughter] (Jameson, 1991: 17).
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B IBLIOGRAFA
RAFAEL PONCE-CORDERO
KEENE STATE COLLEGE
[email protected]
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 135-149 Recibido: 19/09//2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.392 Aprobado: 27/10/2016
Rafael Ponce-Cordero
Los bandidos son, por definicin, contraventores del orden y la ley, esto es, del
statu quo. Por eso resulta automtica la oposicin radical entre este tipo de
personaje y el Estado, su construccin simblica desde el punto de vista del
poder hegemnico como un elemento primitivo, marginal y peligroso para la
seguridad individual y colectiva, y su inapelable destierro del mbito de lo
social en virtud de un doble proceso de produccin simultnea, correlativa y
oposicional de: sujetos-ciudadanos (los buenos, los modernos, los que el Estado
busca crear y fomentar), por un lado; y por otro, sujetos-bandidos (los malos,
los premodernos, los que el Estado considera enemigos) cuya exclusin, de
hecho, constitutes the foundational moment of citizenship (Balibar, 2004:
76). Por eso, tambin, resulta tan omnipresente su ensalzamiento en discursos
no oficiales emanados de la mirada y la sensibilidad popular.
En sus clsicos trabajos Primitive Rebels (1959)1 y Bandits (1969),2 Eric
Hobsbawm examina casos legendarios o histricos como el del forajido ingls
Robin Hood, el andaluz Diego Corrientes Mateos, el coreano Hong Gil Dong,
el eslovaco Juraj Jnok y el siciliano Salvatore Giuliano para concluir que este
tipo de crimen social es un fenmeno universal que representa una respuesta
popular casi instintiva, prepoltica, pero de gran fuerza real y sobre todo
1
Aqu usamos la edicin de 1965 publicada por W.W. Norton & Company.
2
Aqu usamos la edicin revisada y ampliada de 2000 publicada por The New Press.
3
En alemn, bloes Leben. No parece haber consenso respecto a la traduccin idnea al espaol
de este crucial concepto, que en algunas ediciones tanto de los escritos del propio Benjamin
como de los de Giorgio Agamben, quien utiliza extensamente su terminologa consta como
mera vida, en otras como vida desnuda, y en otras (ms italianizantes) como nuda vida.
Aqu preferimos la primera opcin.
Incendiar una cosecha, quemar un archivo, sentarse a la mesa del amo, violar a
la mujer del amo, comer en una semana las reservas de un ao son, para las
lites, imgenes del caos. Para el campesino son actos que destruyen de un
golpe siglos de rituales de dominacin (2005: 48).
El forajido, desde luego, no es un revolucionario en el sentido marxista
de la expresin. Si lo fuera, sera plenamente moderno, y por tanto
comprensible, asimilable, domesticable.4 Para expresarlo en trminos
benjaminianos, su violencia instauradora de derecho devendra, con el tiempo y
las canas, violencia mantenedora de derecho dentro del crculo vicioso de la
violencia mtica (1989: 300). Pero nuestro bandido no es as. Su rol es muy
otro. Ese impulso feroz que le da vida se limita al deseo de poner todo patas
arriba, prenderle fuego al mundo y verlo arder, y reafirmar una subjetividad no
necesariamente premoderna sino, ms bien, antimoderna o al menos no
moderna y, por consiguiente, antihegemnica o al menos no hegemnica.
Puesto que la violencia irracional, sin propsito aparente, pero de algn
modo justa del forajido contrasta con y de hecho interrumpe el ciclo de la
violencia mtica, podramos hallarnos ante una manifestacin de su anttesis?
Nos referimos, por supuesto, a la nocin de violencia divina:
Huelga acotar que Amrica Latina es cualquier cosa menos una excepcin a la
regla, como hemos visto prcticamente universal para Hobsbawm, de la
produccin dedicada y persistente de narrativas bandidescas. Hacia dentro de
los altos muros escriturarios de la ciudad letrada, la literatura de la regin ha
dado cabida, ya desde la conformacin de las actuales repblicas
latinoamericanas (si no antes), a una multitud de peligrosos forajidos y otros
personajes subhumanos que acechan desde los bordes mismos de la
imaginacin hegemnica. Hacia fuera, la cultura popular ha creado y
propagado por siglos historias mnimas, no oficiales, protagonizadas por hroes
proscritos que se enfrentan al orden y la ley, pero no para hacer el mal sino para
hacer el bien, para corregir injusticias, para vengar agravios. De la tradicin
oral, estos personajes han saltado a la literatura popular, y de ah a otras
manifestaciones de la cultura popular y masiva de hoy como el cine o la
televisin. Desde la posicin de inherente e ineludible subalternidad que se
construye en la periferia de la periferia resulta bastante sencillo, al parecer,
imaginar(se a uno mismo en) la situacin del bandido e identificarse con l.
Sin salir del mbito de la cultura popular, el gnero lrico-musical ms
comercial de los ltimos tiempos,5 tanto en Amrica Latina como entre los
hispanos de Estados Unidos e incluso otras reas del planeta, muestra una
fuerte conexin con la figura del bandido visto no como villano sino como
hroe. Hablamos, por supuesto, del reguetn, msica hbrida, impura, cuyo
epicentro se halla en Puerto Rico, pero que hunde sus races en diversos puntos
de ese inmenso espacio que Paul Gilroy defini como el Atlntico Negro. El
reguetn es, en esencia, el hijo bastardo del reggae jamaiquino aunque
pasado por una adaptacin al espaol en tierras panameas y el hip-hop
5
Al menos desde la publicacin, en 2004, del lbum Barrio fino del propio Daddy Yankee y el
xito a nivel mundial de su quinto corte: Gasolina, el primer tema reguetonero en ser
nominado como Record of the Year en los Latin Grammy Awards y la novena cancin en la
lista de las 50 Greatest Latin Songs of All Time, segn la revista Billboard.
6
Para ahondar en la historia y las caractersticas del reguetn como gnero musical y como
fenmeno de masas, vanse los documentales Chosen Few (2004) y Straight outta Puerto Rico (2008),
as como el volumen colectivo Reggaeton (Rivera, Marshall, Pacini Hernndez 2009) y el reciente
estudio Remixing Reggaetn: The Cultural Politics of Race in Puerto Rico (Rivera-Rideau, 2015).
7
Un casero es, en Puerto Rico, un proyecto de vivienda social como los de Puerta de Tierra o
San Juan Bautista, que desde mediados del siglo XX han sustituido a los antiguos arrabales a las
afueras de San Juan y otras ciudades.
Este parece ser el caso de dgar en Talento de barrio. Si bien hay en l una clara
conciencia de estar delinquiendo, de estar contraviniendo las leyes, de estar
participando en la mala vida, no se aprecia la misma conciencia con respecto
a estar haciendo algo incorrecto, estar realizando actos moralmente reprobable,
estar en el papel de el malo de la pelcula en resumidas cuentas. Lo que es
ms importante; la comunidad que lo rodea tampoco parece querer denunciar
las acciones de dgar, cuya historia es la de un hroe popular porque en clave
heroica lo ven quienes viven en el vecindario, a su lado. En las calles de los
barrios marginales puertorriqueos, en numerosas ocasiones, lo que para el
gobierno es violencia y crimen para la gente es legtima defensa de los intereses
locales, y los mismos hombres que para el Estado son delincuentes contumaces
e irredimibles son los mayores benefactores a ojos de quienes viven directa o
indirectamente de ellos o cerca de ellos. Como explica Diana Palaversich en
un reciente artculo sobre la narcotelenovela en Colombia,
uno de los puntos ciegos o, si se quiere ver as, una de las razones del
fracaso de la llamada guerra en contra del narcotrfico es
precisamente el hecho de que el discurso hegemnico subestima estos
nexos entre los narcotraficantes y las comunidades de las cuales provienen
y presume que el narcotraficante es un enemigo universalmente
odiado. Es decir, este discurso [] se niega a reconocer que el
encubrimiento de las actividades criminales por una parte de la poblacin
no se debe slo al miedo a las represalias, sino tambin al hecho de que
las organizaciones delictivas representan una fuente de empleo e ingresos
nada despreciables, en especial para las comunidades campesinas y los
jvenes urbanos, siendo estos sectores los que sienten con ms intensidad
las consecuencias de las polticas econmicas neoliberales y los estragos de
siglos de abandono por parte del gobierno. (2015: 359)
8
En referencia al narcotraficante colombiano Pablo Escobar, hoy protagonista de populares
series de televisin tanto en su pas como en Estados Unidos, Ileana Rodrguez escribe:
Globally, all things being equal, Pablos stories should circulate within the financial discourse
dgar tiene acceso a autos ltimo modelo, pasa mucho tiempo en una
discoteca donde gasta dinero a manos llenas, y no le faltan los habituales emblemas
del consumismo ligado al estilo de vida y la esttica del hip-hop y el reguetn: gafas
de sol de marca, gorras de bisbol y otras prendas de ropa deportiva, grandes
cadenas de oro, anillos y otras ostentosas joyas. Podra pensarse que esta
acumulacin desaforada, este derroche exagerado y esta exhibicin impdica
aun si se acompaan de generosas ddivas para sus congneres menos
afortunados distancian al guapo de barrio/bandido de los estratos ms bajos de
la sociedad, y le restan as admiracin o simpata popular, dificultando la
identificacin del sujeto subalterno con un proscrito que poco a poco deja de ser
uno de los nuestros para aparecer como participante de pleno derecho en la
esfera de los de arriba. Sin embargo,
The fact that the bandit, especially when he was not himself filled with a
strong sense of mission, lived well and showed off his wealth did not
normally put the public off. [] For one of the chief attractions of the
bandit was, and is, that he is the poor boy who has made it good, a
surrogate for the failure of the mass to lift itself out of its own poverty,
helplessness and meekness. Paradoxically therefore the conspicuous
expenditure of the bandit, like the gold-plated Cadillacs and diamond-
inlaid teeth of the slum-boy who has become world boxing champion,
serves to link him to his admirers and not to separate him from them;
providing always that he does not step too far outside the heroic role into
which the people have cast him. (Hobsbawm, 1965: 22-23)
dgar es por cierto una figura respetada, ms que temida, en el casero, ya que
adems de manejar el negocio de la venta de drogas y defender su territorio de
otras bandas rivales se dedica a impartir justicia de un modo firme pero
benvolo a nivel local y, por descontado, informal. En los primeros minutos del
filme, por ejemplo, lo vemos comprarle un sndwich a un sintecho, decirles a
unos nios que se alejen de la calle y sigan estudiando, y ordenarle a uno de sus
clientes que lleve a sus hijos a la escuela primero y slo despus se acerque a
adquirir sus narcticos. En ms de una ocasin, esta justicia extraoficial viene
acompaada de una elevada dosis de brutalidad, como cuando nuestro
protagonista y su pandilla apalean a un hombre acusado de haber violado a una
menor, evento que acabar siendo determinante en la trama.9
El personaje de Daddy Yankee es un hombre violento que vive en un
mundo violento, y Talento de barrio no hace mayores esfuerzos para dulcificar
su violencia, a ratos extrema. Su manera de hablar, llena de procacidades e
of Fortune 500 (2009: 150). En la misma lnea, Jos Rocha Gmez sostiene que Los
narcotraficantes son los ms emprendedores, competitivos y socialmente responsables de todos
los empresarios que haya parido y amamantado Mamn. [] La narcocultura es el espritu del
capitalismo al extremo y la narcoindustria es un aspecto de la fase superior del capitalismo. No
es una espina en el corazn del sistema. Es su expresin ms pulida y torneada (citado en
Palaversich, 2015: 358).
9
Esta dursima escena del filme guarda una semejanza inquietante con el siguiente pasaje del ya
varias veces citado ensayo de Benjamin sobre la violencia: [Divine violence] may manifest
itself in a true war exactly as in the divine judgment of the multitude on a criminal (1989:
300).
10
En este trabajo entendemos el neoliberalismo no tanto como un conjunto coherente de
medidas polticas y econmicas especficas en la bsqueda de una suerte de utopa capitalista,
sino ms bien como un discurso de gobernabilidad, hoy prcticamente convertido en
(supuesto) sentido comn, pero surgido en su origen de un proyecto de alcance internacional
para lograr la restauracin de la concentracin de la riqueza en manos de las lites econmicas
con el fin de volver a situarla en niveles prekeynesianos (vase Harvey, 2007). En el caso de
Puerto Rico, la implementacin de la doctrina neoliberal ha sido ms tarda y si se quiere
menos estricta que en otras partes de Amrica Latina, amortiguada por las ayudas sociales y
otras prestaciones que recibe la isla en su calidad de Estado libre asociado de Estados Unidos,
aunque como enseguida veremos la presencia de la lgica neoliberal y sus consecuencias son
evidentes.
ltimos decenios no hizo sino agudizar. Nos referimos aqu a las consecuencias
de lo que Csar J. Ayala y Rafael Bernabe denominan, muy decidoramente,
outlaw capitalism:
No portrait of Puerto Rican society since the 1970s can afford to ignore
the increase over this period of street and domestic violence. Limited
employment in the formal economy and state prohibitionist policies have
led to the steady expansion of the illegal drug trade. Like all unregulated
market economies, it is characterized by fierce competition, which in this
case takes a particularly ruthless and violent character. Illegality and
heightened police repression has the perverse effect of bringing up drug
prices and thus potential profit margins, making this line of trade both
riskier and financially more rewarding. Conflicts over sales territories
(puntos), the collection of debts, the silencing of witnesses and informers,
and the financing of drug purchases produce deaths on a daily basis.
State repression and illegal entrepreneurship thus produce a mutually
reinforcing dynamic that has further collateral effects. Criminalization of
drug use makes the search for treatment more difficult. Street violence or
the fear of it leads to the fragmentation of urban areas into controlled
access units, segregated according to income level. Repressive policies
mixed with racism lead to the stereotyping of certain sectors (public
housing residents, young black males, rappers) as criminal elements.
Prison population grows. (2007: 313)
del siglo XX? No es lgica, en los tiempos obscenos que corren, la proliferacin
de narrativas violentas, barriobajeras, peligrosas, pobladas por hroes fuera de la
ley conectados con el comercio de drogas y los turbios vericuetos de la
delincuencia urbana que, sin embargo, reciben el cario del pblico y encienden
la imaginacin popular? En efecto,
He aqu el caldo de cultivo del que surge Talento de barrio. No parece fruto del
azar que el gnero lrico-musical ms popular desde el cambio de siglo para ac
a escala continental cante las hazaas y las virtudes de personajes fuera de
la ley en un tono heroico. Tampoco el que una cinta como la que nos
ocupa, directamente emanada de ese gnero y protagonizada por una de sus
principales estrellas, se haya convertido en un xito de taquilla en Puerto Rico.
En un mundo post-comunista, post-revolucionario, post-desarrollista, de hecho
prcticamente post-todo, y crucialmente post-nacional, se antoja casi natural
que los iconos populares sean narcos, guapos de barrio y otras figuras salidas del
lumpen ms abyecto. Estamos, al fin y al cabo, ante una realidad que no es sino
el resultado histrico de la aplicacin del neoliberalismo en Amrica Latina
durante los aos ochenta y noventa: el desastre poltico, econmico y social de
los devastadores aos noventa y del principio del nuevo siglo, esto es,
justamente el perodo en el que tanto Daddy Yankee en particular como el
reguetn en general florecieron y llegaron a ser lo que son.
Al final de Talento de barrio, dgar sobrevive al disparo a quemarropa
que le da un antiguo enemigo (el presunto violador de menores a quien se le
haba pegado una paliza vengadora y expiatoria) a la salida de un concierto, y
gracias a su habilidad lrica y al amor de Soribel consigue dejar atrs la
precariedad de su vida al margen de un sistema que lo margina. Para
muchsima gente, en Puerto Rico como en otras partes de Amrica Latina y el
Sur Global, esto simple y llanamente no es una opcin. Por mucho talento de
barrio del que dispongan.
B IBLIOGRAFA
ALBERTO FONSECA
NORTH CENTRAL COLLEGE
[email protected]
ISSN: 2014-1130
vol. 14 |diciembre 2016 | 151-171 Recibido: 26/08/16
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.354 Aprobado: 25/10/16
Alberto Fonseca
1
La narco-narrativa no es el nico trmino acuado para referirse a este conjunto de textos que
se interesan por las distintas manifestaciones del narcotrfico. El crtico Luis Molina Lora
utiliza en su disertacin doctoral (2011) el trmino narrativa de drogas al considerar que el
prefijo narco implica una perspectiva criminalizadora. Herman Herlinghaus (2013) por su
parte utiliza narcoepics para abrir el trmino narco-narrativa a un concepto ms amplio en
el que el narcotrfico no es la preocupacin principal de los textos. Para ms informacin sobre
este concepto ver el captulo 3: Heterogenous Genealogies: From the Latin American Narco-
Novel to Narcoepics en Narcoepics: A Global Aestethics in Sobriety.
2
Para un anlisis ms detallado de las categoras vase Cap. 1 La sicaresca: de la agudeza
verbal al prejuicio crtico.
3
Es importante resaltar que estos dos pases no son los nicos que han desarrollado las narco-
narrativas. El narcotrfico es un fenmeno global y como tal ha penetrado las capas sociales de
muchos estados que a su vez han empezado a formar parte de la gran produccin cultural del
narcotrfico. Pases como Estados Unidos, Cuba, Guatemala, Venezuela, Bolivia, Argentina y
Brasil han visto el surgimiento de textos que trabajan la representacin del narcotrfico en la
literatura.
4
En su artculo La prehistoria del narcotrfico en Colombia: temores norteamericanos y
realidades colombianas durante la primera mitad del siglo(1997), el investigador Eduardo
Senz Rovner seala la gnesis de la mafia de las drogas en Colombia. Para la dcada de los
treinta, el negocio de la marihuana comenz aqu gracias a la sancin norteamericana en 1937.
Para la dcada del cincuenta, Cuba y la llamada conexin Habana, se convirti en el principal
puente para el envo de drogas desde Colombia. Sin embargo, fue para la dcada de los sesenta
que el negocio se traslad a Miami y los colombianos empezaron a surtir el 100% de la cocana
que distribuan los cubanos en los Estados Unidos (204). Para Senz Rovner, fue en la dcada
de los setenta que la mafia empez a organizarse en clanes y carteles con gran poder e influencia
poltica en la sociedad colombiana (205). En el caso mexicano, Luis Astorga en El siglo de las
drogas, (2005) seala cmo el trfico de drogas ya impactaba (81) la regin de Sinaloa desde
los aos treinta. En su libro, Astorga explora especialmente la colonia Tierra Blanca en Sinaloa
como el centro de operaciones de coyotes y gomeros en el norte de Mxico. En la dcada del
sesenta, existen pocas menciones a la cocana (112). Sobresale el ao de 1976, cuando un
colombiano fue arrestado en el Distrito Federal con 13 kilos de cocana (113). Para Astorga, es
al final de la dcada de los setenta, cuando la cocana desplaza al comercio de marihuana y se
organizan las mafias alrededor de este nuevo mercado.
5
Lancelot Cowie en El imperio del narcotrfico en la novela mexicana de este fin de siglo
(2001) seala que el narcotrfico ha azotado irremediablemente las sociedades latinoamericanas
y que es a partir de los aos ochenta que han surgido versiones noveladas de este problema. Por
su parte, Carlos Monsivis, en Viento Rojo: Diez historias del narco en Mxico (2004), seala
cmo el narcotrfico ha alterado trgicamente las comunidades campesinas. Para Monsivis el
narcotrfico ofrece a los campesinos y pobres de las ciudades la posibilidad de ascender
socialmente de un modo veloz y casi sin escalas (24).
6
En la crcel, Capeto reflexiona sobre su responsabilidad en el narcotrfico. Para el personaje
de Hijos de la nieve, la culpa del auge del narcotrfico la tiene la sociedad colombiana en
conjunto: La culpa es toda ma. Culpa? Quin ser culpable? Quin ser inocente? Que en
Medelln tire la primera piedra el inocente. Todos ganamos, todos comimos (104).
7
Esteban, uno de los personajes principales, comenta sobre la seduccin que el dinero del
narcotrfico logr en la totalidad de la sociedad colombiana: Aqu descubro mi empeo, mi
empeo ridculo en tratar de hacerle saber a doa Gabriela que yo no trabajo en lo mismo que
Luis. Al mismo tiempo que acto como vendedor, le declaro que no estoy metido en asuntos
inconvenientes. Hipcrita. Soy un hipcrita. Ya no soy vctima. Y puede que no fabrique o
transporte o venda la cocana. Pero termino lucrndome de los dlares que produce (522).
8
En su artculo Towards the Latin-American Action Heroine: The Case of Jorge Franco
Ramos Rosario Tijeras, Aldona Bialowas Pobutsky seala al personaje de Franco como la
amalgama perfecta entre femme fatale, action babe y colombian girl next-door. Para Pobutsky,
esta nueva herona representa la posicin de la mujer en el mass-media global: as a latin
american heroine, Rosario Tijeras is a transcultural hybrid projected on the collective and social
level, responding through her physique and attitude to what Nestor Garca Canclini sees as the
growing interaction between the cultured, the popular and the massive (17).
9
Para un estudio detallado del texto Diario de un narcotraficante vase Narco-epics: A Global
Aestethics of Sobriety (2013) de Herman Herlinghaus.
Colombia y Mxico
10
Un acontecimiento histrico utilizado extensamente por las narco-narrativas es la muerte de
personalidades que cambiaron la percepcin nacional acerca del narcotrfico. Un ejemplo es el
asesinato de Luis Donaldo Colossio en Mxico, que es referente en la novela mexicana Un
asesino solitario (1999). Adems son reconocibles las referencias histricas a los asesinatos de
figuras polticas y del entretenimiento tanto en Mxico como en Colombia. Por ejemplo, el
escritor colombiano Nahum Montt en Lara (2008) recrea el asesinato del ministro de justicia
Rodrigo Lara Bonilla en 1984.
11
En su libro End of Millenium (2000), Manuel Castells emplea el trmino economa criminal
global (152) para sealar cmo la economa y la poltica de muchos pases no pueden ser
entendidas hoy sin tener en cuenta las dinmicas e influencias que las redes criminales
presentan en sus actividades diarias. Para Castells, el crimen global se caracteriza por ser un
fenmeno
que afecta las economas de varios pases y que genera polticas de exclusin,
seguridad y vigilancia. Este fenmeno del crimen global crea una
comunidad criminal que
aprovecha la tecnologa, la economa global y la demanda internacional para hacer
transacciones y extender lneas nacionales que afectan la economa, la poltica y la seguridad de
varios pases.
12
En su artculo Las redes del narco en Estados Unidos (2005), Jorge Fernndez Menndez
seala la importancia de entender el narcotrfico como una empresa global que penetra en
todos los intersticios del sistema econmico y que tiene su propia forma violenta de cumplir su
agenda. Fernndez intenta romper la simplificacin que existe sobre la problemtica del
narcotrfico dividindola por naciones: los productores son colombianos, los intermediarios
mexicanos y los consumidores norteamericanos. Menndez se pregunta qu pasa con las drogas
cuando cruzan el Ro Bravo, para responder que el narcotrfico trabaja como una
multinacional con diferentes alianzas y nacionalidades.
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Abstract: The article analyzes how violence and drug trafficking are
represented in three novels framed in Ciudad Jurez. These are
Territorios impunes written by Alfredo Espinosa, Polica de Ciudad Jurez
by Miguel ngel Chvez and A vuelta de rueda tras la muerte by Ricardo
Vigueras. The novels are analyzed from three conceptual categories:
Perspective about the city, femicide and the border, State of exception
and Death and entertainment. The article emphasizes how drug
trafficking, besides being an enterprise bonded with violence, is also part
of the social construction as shown in the literary text.
Keywords: Narcoliterature, Violence, Jurez City
ISSN: 2014-1130
vol. 14 |diciembre 2016 | 173-189 Recibido: 31/08/16
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.365 Aprobado: 08/10/2016
Ramn Gernimo Olvera
Introduccin
1
Sobre este tema hay variados autores que sustentan la afirmacin. Por ejemplo, Eduardo
Antonio Parra: En varias oportunidades, los escritores del norte hemos sealado que ninguno
de nosotros ha abordado el narcotrfico como tema. Si ste asoma en algunas pginas es porque
se trata de una situacin histrica, es decir, un contexto, no un tema, que envuelve todo el pas,
aunque se acenta en ciertas regiones. No se trata, entonces, de una eleccin, sino de una
realidad (Letras Libres, 2015).
Orlando Ortz comenta La narcoliteratura es un espejismo, no existe. Hay relatos con
violencia y narcotraficantes que luchan entre ellos o con otros, por el poder, pero no hay
literatura del narcotrfico con todo lo que ste implica (La Jornada Semanal, 2010, n. 812).
Heriberto Ypez menciona: Los discursos entre estos mtodos colonialistas y los enunciados de
la desarticulacin norteo/narcoliteratura son innegables y preocupantes. Estos discursos de
sectores mediticos, acadmicos y gubernamentales coinciden con la lgica globalizadora, para
desacreditar diferencias y resistencias ex-cntricas (2014: 281-282).
2
Hctor Abad Faciolince as ejemplifica esta esttica: Dos gustos son los que han contribuido
a crear la esttica mafiosa: en lo internacional, el del nuevo rico gringo, en lo local, el del
ganadero, que no es otra cosa que un montaero rico. De ah la juntanza entre caballo de paso,
mansin extica, y convertible rojo. Querer tener aqu fragmentos de Estados Unidos, calcos
parciales de Disney World, forma parte de esta tendencia a la exageracin. Recibe del gringo
nuevo rico el gusto por todo cuanto sea grande, ruidoso y estridente. Se exagera con lo forneo
y eso lleva a una esttica de objetos, sobre todo arquitectnicos, puestos aqu solo para
sorprender, y totalmente fuera de contexto; lo que no es genuino sino facsimilar: la pagoda
china, el castillo medieval, la casa andaluza, el chalet suizo (con su techo ya listo a recibir la
nieve de los trpicos) (2008: 515).
Por su parte Omar Rincon abunda en ms detalles: Lo narco es una esttica, y una forma de
pensar, y una tica del triunfo rpido, y un gusto excesivo, y una cultura de ostentacin. Una
cultura del todo vale para salir de pobre, una afirmacin pblica de que para qu se es rico sino
es para lucirlo y exhibirlo (2013: 3).
3
Elmer Mendoza con su famoso detective El Zurdo Mendieta combina las descripciones de
la escena del crimen mientras hace un repaso por la gastronoma sinaloense. Rosario Tijeras
come compulsivamente en distintos momentos de la novela. El autor de este artculo en Slo las
cruces quedaron menciona: El sexo en Rosario Tijeras est condicionado al modus operandi de
la mantis, pero con su cuerpo sucede algo interesante; cuando se deprime despus de los excesos
que comete, le da por engordar y el cuerpo de la mujer deseada se diluye por saturacin. []
Rosario engorda como una forma de castigar a la mantis para no ser la hembra que atrae a la
muerte con su espigado cuerpo (2013: 98-99).
4
Conviene considerar a Sayak Valencia: En el caso de Mxico podramos decir que el estallido
del Estado-Nacin se ha dado de forma sui generis, puesto que el nuevo Estado no es detentado
por el gobierno sino por el crimen organizado, principalmente por los crteles de la droga (34).
5
Los trabajos sobre la ciudad son amplios. Entre algunos estn la compilacin hecha por
Margarita Salazar Mendoza, Narrativa Juarense contempornea, (2009); Margarita Salazar con el
artculo "La literatura juarense: entre el realismo y la historia reciente" (2013). Rodrigo Pardo
Fernndez La novela negra de la frontera: violencia y subversin (2012).
6
Sobre el tema hay bibliografa abundante. Los dos tomos coordinados por Vctor Orozco:
Ciudad Jurez. La nombrada varia. Desde los orgenes hasta la modernidad (2012), es un texto
exhaustivo y abundante donde se puede apreciar el devenir plural de la ciudad; de Martn
Gonzlez de la Vara Breve historia de Ciudad Jurez y su regin (2009).
Sin embargo, un texto fundamental para ilustrar la estancia de Benito Jurez en el estado de
Chihuahua y en paso del norte es y Mxico se refugi en el desierto de Jos Fuentes Mares
Pareciera que el tatuaje del morbo lleva ya tiempo instalado en la piel de Jurez.
Ante la violencia desbocada de la revolucin, que en los habitantes generaba
miedo o militancia en algunos de los mandos beligerantes, existan tambin
quienes sentan la insaciable necesidad de ver de reojo la extica realidad del
vecino del tercer mundo.
Respecto a la percepcin de la ciudad desde ciertos crculos y lugares
geogrficos, se siente la misma mezcla: morbo-compasin o si se quiere Jurez
constituye como varios puntos del planeta el laboratorio donde vemos los
monstruos que se producen en la frontera entre dos pases tan dispares. Estas
obras literarias dan testimonio de eso, de las mutaciones de lo humano que
produce el neoliberalismo y en lo que refiere a la ciudad mexicana: el colapso
social del modelo neoliberal.
En una entrevista realizada por Mnica Maristan, ante la pregunta de
la forma en que imagina el infierno, Roberto Bolao responde: Como Ciudad
Jurez, que es nuestra maldicin y nuestro espejo, el espejo desasosegado de
nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretacin de la libertad y de
nuestros deseos (2007: 25); esto se reflejar de manera clara en 2666.
Ricardo Vigueras as vislumbra la ciudad:
(1954). Sobre el aspecto cultural es interesante de Jorge Chvez Entre rudos y brbaros:
construccin de una cultura regional en la frontera norte de Mxico (2010). Carlos Ramrez
Pimienta en De El Periquillo al pericazo. Ensayos sobre literatura y cultura mexicana, aborda
temas de la identidad fronteriza y la irrupcin del narco.
Una ciudad descrita como un felino. Que en ocasiones se mueve con sigilo y
elegancia, que necesariamente seduce, pero que una vez que ha decidido atrapar
a la presa lo hace de manera sanguinaria y violenta. El personaje la mira en
reposo si hemos dicho que el sello de Jurez es nocturno seguramente lo
hace de da. Pero no es el reposo placentero al final de la jornada, se trata de la
convalecencia de quien tambin siente el cansancio de la pelea, que tiene
hondas cicatrices, entre ellas la soledad y ante lo cul no queda sino por s
misma lamerse las heridas.
Desierto, violencia, culpa, expiacin, vaco, nostalgia, son los conceptos
que rondan estas tres novelas sobre la ciudad. Se desarrollan en la atmsfera del
narco, negocio por excelencia vinculado al trfico y a las fronteras. El
narcotrfico no es un agente exterior a la ciudad, ni siquiera es enteramente un
negocio, el narcotrfico es el polen que transporta sin importar clase social o
estamento intelectual la muerte. Al igual que en la revolucin mexicana, hay
quienes desde la academia o la creacin artstica rentan cmodo departamento
para tener una excelente vista de una ciudad sitiada por el narcotrfico. Hasta
dnde academizar la tragedia?
La ciudad es imaginada dependiendo de quien la quiera describir. Para
la tradicin judeo-cristiana Sodoma y Gomorra representan la perdicin y el
pecado. Para algunos de sus habitantes, el espacio donde se cristalizan
libremente sus fantasas. Los tres autores seleccionados miran a la ciudad no
con el hiriente sermn de quien se considera apartado de los vicios, tampoco
como el seero profeta sabedor de todos sus entretelones. Sino con la mezcla de
amor y odio de quien se sabe parte de sus venas. Pero si atendemos a detalle las
palabras de Vigueras:
Podemos afirmar que son los escritores los auscultados con la mirada de la
ciudad, que los atraviesa como la afilada navaja que cruza por el ojo del
protagonista de El perro andaluz, y una vez que el ojo ha sido destrozado surgen
las imgenes que la vista paradjicamente tena presas.
Frontera y feminicidio 7
7
Sobre el tema de los feminicidios la bibliografa tambin es variada. Socorro Tabuenca es
autora de Mujeres y fronteras una perspectiva de gnero (2002). Bordeando la violencia contra las
mujeres en la frontera Norte de Mxico (2007), con Julia Monrrez. Marco Kunz Femicidio y
ficcin: los asesinatos de mujeres de Ciudad Jurez y su productividad cultural. Rita Laura Segato
con La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Jurez (2013). Paola Chaparro
en Fmina Sacra (2016) dedica un captulo: Fmina sacra y nuda vida: ritualizacin de la
crueldad contra las mujeres en la frontera norte de Mxico. El poemario de Micaela Sols Elega en
el desierto (2005) aborda los feminicidios. Armin Arjona con Delincuentos (2010) es una de las
narradoras que toca el tema de la violencia del narcotrfico y aspectos relacionados con el
gnero. Ainhoa Vsquez Mejas en el libro Feminicidio en Chile una realidad ficcionada (2015)
hace un anlisis de este problema desde el contexto chileno.
Les quedaban pocos jirones de carne medio seca entre los huesos.
Supieron y supimos que haban sido tres cuerpos por las cajas torcicas,
que se encontraban relativamente juntas. Pudimos ver algunas piernas sin
carne y brazos incompletos, desparramados, la piel desgarrada, hecha
trizas. Lo que faltaba no se vea a simple vista y quiz nunca lo
encontraramos: tres manos y dos piernas completas. Pudieron ser los
coyotes, los monstruos de Gila, las vboras de cascabel, quizs algn
puma que baj de la Sierra de Samalayuca o del cerro del Mesudo a fin
de alimentar a sus cachorros, o simplemente las dunas se los fueron
tragando. (25)
Dentro de la mentalidad patriarcal slo quedan reservados dos lugares para las
mujeres: la virgen o la puta. Para la virgen est apartado el espacio privado con
lo que esto implica: la actitud pasiva y complaciente respecto a su corporeidad.
El estado de excepcin
Llama la atencin que la figura del asesino serial primera explicacin oficial
para los feminicidios carece de atractivo porque al ser el crimen la norma
diaria le quita encanto al socipata. El espacio para la novela policiaca
difcilmente da para la bsqueda de un sujeto desquiciado en medio de una
sociedad normal. Es justo la condicin de enfermedad social la que acosa al
sujeto equilibrado. En ese sentido es la indefensin lo que hermana a la
comunidad. En algunos casos, papel vctima-victimario termina diluyndose
para ser determinado por el azar. Uno de los personajes femeninos de Ricardo
Vigueras conoce a un asesino en el estado de Guerrero; como si se tratara de
un agente turstico, as promociona Ciudad Jurez:
Muerte y espectculo
El PM era el vespertino que lea la raza todas las tardes de cabo a rabo.
Muchos hombres lo abran por las pginas centrales, donde siempre
haba una muchacha bonita ligera de ropa con algn mensaje picante:
qutame la timidez, papito [] cosas as que entusiasmaban a los
lectores del PM. Y en portada, de preferencia alguna foto donde se
asomara mucha sangre. Las ventas suban como la espuma las tardes en
que el PM se venda con foto de algn decapitado en portada. Ver cabezas
rodantes por la va pblica como balones de futbol haca gracia a los
nios y causaba expectacin en parte de la ciudadana. (30)
8
El uso de sh corresponde a la manera en que el habitante tradicional de Chihuahua pronuncia
la ch, que consiste en deslizar la entonacin. Es un rasgo caracterstico del chihuahuense dentro
del habla en Mxico.
9
Respecto al tema es necesario referir a Guy Debord quien abord el tema desde una postura
ontolgica. Menciona: El espectculo no es un conjunto de imgenes, sino una relacin social
entre personas mediatizada por imgenes (1995: 9). Mario Vargas Llosa en La civilizacin del
espectculo (2012) aborda la forma en que las expresiones humanas y culturales han quedado
opacadas por la trivializacin del espectculo.
Los cuernos de chivo haban vuelto a hablar. Los nios reaccionaron con
entusiasmo.
Oste?
Qu chido!
Crrele!
Y a continuacin salieron disparados en aquella direccin, excitados por
el espectculo de la sangre. (51-52)
Esta interrogante tica parece estar presente en las tres obras seleccionadas,
algunas veces de manera explcita, en otras como un elemento metatextual. Si el
homicidio es un espectculo: Es posible reconocer al otro? Cmo
reconocerme a m mismo dentro de un mundo resquebrajado y vaco?
Otro ngulo relevante es que en la sociedad el espectculo el periodista
deja de ser quien cubre la nota, para intentar volverse parte de la misma. El
personaje de Polica de Ciudad Jurez es encargado de acordonar la escena del
crimen y confiesa:
Tambin siempre salimos en la televisin y muchas veces en la nota roja
de los pasquines y webs de noticias por internet. No hay descanso []
siempre hay una ejecutado para cercarle el rea de su muerte. [] Bueno
llegamos atrasito de los fotgrafos de prensa y los camargrafos, estos
andan siempre montados en las frecuencias de las policas y el crimen
organizado. (2012: 9)
Nos da una idea clara de que la polica es la ltima en tener control del asunto.
Sugiere cmo el narco necesita por morbo o amenaza a la banda contraria
divulgar el hecho. El periodista si hace se le puede llamar es incapaz de ver
una vctima para la nota:
10
En el plano de lo visual el trabajo de Alejandro Luperca deconstruye este tema y nos hace
reflexionar. Disponible en: http://www.alejandroluperca.org/Juarez.
Cuando nos ganan la carrera fotografan de cerca a las vctimas y hasta las
hacen posar frente a la lente. Son unos cabrones. Incluso los voltean y los
acomodan bonito para la foto. (10)
Conclusin
B IBLIOGRAFA
RINCN, Omar (2013), Todos llevamos un narco dentro -un ensayo sobre la
narco/cultura/telenovela como modo de entrada a la modernidad, Matrize
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(comps.), Miradas convergentes. Ensayo sobre la narrativa Mxico-Estados
Unidos. University Colorado Springs, Universidad Autnoma de Baja
California, pp. 253-283.
CECILIA LPEZ-BADANO
UNIVERSIDAD AUTNOMA DE QUERTARO
[email protected]
Abstract: Over the past few years, contemporary narratives about drug
trafficking and the market have boomed in Latin American literature. Two
Mexican novels, Trabajos del reino (Yuri Herrera) and Perra brava (Orfa
Alarcn), deal as capital fictions in the context of the, post-national,
neoliberal 21th century globalization. These narco-fictions provide symbolic
representations addressing a real quest for rewards and revenge through
imagined characters. In addition, narconarratives confront society with
capital punishments imposed by the same neoliberal economy that rules the
system. Recompenses and paybacks correspond to compliments and
penances creating our contemporary structure of feeling. This essay aims
to unveil the connections between capital and its symbolic representations in
order to explore social compensations and neoliberal punishments in both
novels.
Keywords: Narconarratives, Yuri Herrera, Orfa Alarcn, Capital
Fictions, Structure of Feeling
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 191-212 Recibido: 06/09/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.389 Aprobado: 23/10/2016
Cecilia Lpez-Badano y Silvia Ruiz Tresgallo
Introduccin
detalle extico ms, ha sido llevado ante el Rey Burgus, quien le impide hablar
y lo deja olvidado, girando la manivela de una caja de msica a cambio de
comida, en el palaciego jardn donde morir de fro esperando el ideal.
ngel Rama, en el captulo la ciudad modernizada, de su libro La
ciudad letrada, hablando sobre el fin del siglo XIX y los inicios del XX, es decir,
la poca de esplendor del modernismo, hace un comentario que calza
exactamente con la alegrica y amarga experiencia del personaje aludido en el
cuento:
2
Esta serie alter masivamente el volumen del turismo y, por ende, el mercado laboral y la
circulacin econmica de una pequea ciudad como Dubrovnik, dato que he comprobado a
travs de apreciaciones de colegas locales, dado que all se realiz en junio pasado un congreso
de latinoamericanistas al que fui invitada. Un fenmeno similar se dio en la decada economa
de Albuquerque luego de Breaking Bad (remito, por ms datos, nuevamente, al artculo
mencionado sobre el tema de esta serie en particular)
196 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 191-212
Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcn
3
En los momentos en que se lleva a cabo la reflexin que precede al desenlace, acaecida []
tras la confrontacin con figuras de autoridad [] se posiciona al verbo comprender como
accin principal de la introspeccin del protagonista. [ la novela] culminar de este modo
como proceso de reorganizacin de los significantes identitarios que componen al protagonista
[] y el modo en que contempla y entiende su relacin con el mundo social que lo rodea
(Uribe, 2016: 21).
200 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 191-212
Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcn
Las ficciones del capital, dentro de las narrativas del narcotrfico, configuran
distintos sistemas de revancha y compensacin por medio de dinmicas
econmicas en las que es necesario considerar tambin las problemticas de la
relaciones entre gnero y poder. Si bien en la primera parte de este ensayo
hemos analizado la revancha social a travs del arte de un compositor y
cantante de corridos, no debemos obviar que Lobo se nos muestra, al menos en
un principio, como una masculinidad subalterna ya que trabaja al servicio de
un capo, es decir, de una masculinidad hegemnica. Consecuentemente con tal
4
En Mxico se denomina as a los jvenes que ni estudian ni trabajan.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 191-212 201
Cecilia Lpez-Badano y Silvia Ruiz Tresgallo
5
Miguel A. Cabaas en su definicin de Narcocultura considera que sta abarca no slo a los
narcos sino a las complejas redes de prcticas culturales y representaciones, ambiguas y en
ocasiones contradictorias que se transforman en nuestra verdad sobre ese mundo (Cabaas,
2014: 7).
202 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 191-212
Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcn
6
En el contexto global, la relacin de desigualdad entre ambos gneros resulta notoria. Alicia
Girn coordina el volumen Gnero y globalizacin, donde varias intelectuales estudian cmo
afecta el marco econmico neoliberal a la mujer latinoamericana. Segn Girn, la
consideracin del gnero en la globalizacin debe entenderse de una manera que no consiste
simplemente en mezclar cosas de mujeres con la economa, sino en modificar el reflejo de las
relaciones androcntricas de poder que cruzan la clase social, la etnia y la cultura (Girn,
2009: 14). La mujer, tradicionalmente definida como un cuerpo que debe producir hijos para
el Estado, ahora adems debe trabajar fuera del hogar, sumando as a su performance
femenina actividades tradicionalmente adjudicadas al hombre. Como expresa Virginia Vargas,
en todos los casos, al no tomar en cuenta el valor del trabajo reproductivo, las mujeres tienden
a doblar su carga de trabajo en la sociedad, mucho ms en tiempos neoliberales, en los que las
responsabilidades de los Estados frente al bienestar de la ciudadana son desplazadas a lo
privado (Vargas, 2009: 10). Para ms informacin puede consultarse el artculo de Silvia Ruiz
Tresgallo (2016), Gnero y Globalizacin en 2666 de Roberto Bolao, en Aparicio Nevado,
Felipe (ed. y comp.), Reescrituras del imaginario policiaco en la narrativa hispnica
contempornea (Roberto Bolao, Eugenio Fuentes et alii). Cceres, Grficas Morgado.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 191-212 203
Cecilia Lpez-Badano y Silvia Ruiz Tresgallo
7
Reflexiones ofrecidas por el ensayista suizo Jean Ziegler, relator de la ONU entre los aos 2000
y 2008, y el escritor uruguayo Eduardo Galeano en el documental de En Portada en Radio
Televisin Espaola, titulado El orden criminal del mundo (2006), dirigido por Juan Antonio
Sacaluga (Sacaluga, 2006).
204 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 191-212
Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcn
8
La primera edicin de Patas arriba es del ao 1998. Sin embargo, en la cita hemos utilizado el
ao de publicacin de la edicin utilizada para el presente ensayo con el fin de evitar
confusiones en la bibliografa y atenernos a los requisitos del editor.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 191-212 205
Cecilia Lpez-Badano y Silvia Ruiz Tresgallo
Fernanda se configura como un objeto posesin del narco; como tal debe ser
protegida y vigilada por los hombres del negocio. Judith Butler llama la
atencin sobre la constitucin de cuerpos precarios en la sociedad;9 de acuerdo
con ella, resultan vulnerables aquellos cuerpos que no ven cubiertas ciertas
necesidades econmicas, polticas y sociales que les permiten subsistir. En este
sentido, al principio, podramos configurar a Fernanda como un cuerpo
precario segn esas categoras, ya que su gnero y su posicin social como
novia de un capo ponen su vida en peligro. Sin embargo, al reproducir el
sistema machista neoliberal que la narcocultura imita, se convertir en un
sujeto rebelde que no slo no acepta esta vigilancia sino que la practica hacia
otras mujeres; crea estrategias de resistencia que burlan el control patriarcal de
sus movimientos, como un falso viaje a Japn, o la relacin sentimental con su
guardaespaldas. Al burlar los mecanismos de vigilancia del patriarcado, ella
misma se comporta cada vez ms como imagina lo hace Julio, es decir, como
un dueo defendiendo la integridad de su propiedad y aniquilando a quienes
pretendan tocarla.
Recordemos que su cambio de una actitud pasiva a una activa se
produce cuando Julio le propone matrimonio, momento en que, en la
dinmica de amo y esclavo, marcada por la representacin binaria del gnero,
la relacin queda invertida. l, como hombre enamorado, pasar ahora a ser el
esclavo sometido, mientras que ella toma la actitud de duea y seora que
somete. Podramos afirmar que la protagonista entonces se transforma en un
detective cuyo objetivo es descubrir y destruir a aquellas mujeres que quieran
acercarse a su propiedad: Julio. Ed Christian en la introduccin al libro The
Post-Colonial Detective, ofrece la siguiente definicin del detective poscolonial:
The primary work of the post-colonial detective is surveillance, the
surveillance of that which is suspect. Part of that surveillance, as this book
shows, is the observation of both the empire and the indigenous culture, the
observation of disparities, of ironies, of hybridities, of contradictions
(Christian, 2000: 13).
Fernanda toma nota de las mujeres que, cree, han formado parte de la
vida de Julio, el lugar donde se hallan sus cuerpos y su condicin social en una
actitud de vigilancia que corresponde al detective poscolonial. A travs de este
trabajo de deteccin social, es finalmente el lector quien presencia las
contradicciones del sistema neoliberal que, por su capitalismo canbal
metaforizado ac en el cuerpo femenino, se nos revela como productor y
destructor de vida.
El lector se distancia progresivamente de Fernanda, cuyo uso del poder
resulta ms depredador que el de Julio: al observar su propia ropa usada y
desaparecida tendida en una casa perifrica, asume que quien vive all es una
amante de l. Entonces ataca a la mujer con extrema violencia sin considerar su
embarazo y, cuando lo nota, la patea en el estmago (163) sin importarle las
consecuencias, ya que al fin y al cabo es: una puta arrabalera (164). La
protagonista considera que el nivel econmico de la mujer, que vive en una
9
Estas ideas se basan en los siguientes libros de Judith Butler: Precarious Life: The Powers of
Mourning and Violence, Bodies that Matter: On the Discursive Limits of Sex y Gender Trouble:
Feminism and the Subversion of Identity.
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Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcn
Conclusin
11
Dentro del modelo de la mujer castradora, tenemos otros ejemplos en la literatura
latinoamericana del siglo XX como el de La Quintrala en Chile; cuyo sistema de referentes no
viene marcado por el capital, que ya posee, sino por la clase y que, como argumentan los
estudios de Benjamn Vicua Mackenna, representa una alegora del sistema colonial.
210 Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 191-212
Narconarrativas de compensaciones ficcionales (y condenas neoliberales): Yuri Herrera y Orfa Alarcn
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ELENA RITONDALE
UNIVERSITAT AUTNOMA DE BARCELONA
[email protected]
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 213-232 Recibido: 12/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.342 Aprobado: 23/10/2016
Elena Ritondale
1
En este estudio el canibalismo tiene tanto un sentido literal como metafrico (y, en el
segundo caso, sugiero que el significado es doble). Se refiere por lo tanto: a) al acto de comer
cuerpos humanos (el protagonista come el polvo mezclado con los restos de su ex mujer); b) al
acto de comer la ciudad o, mejor, de fumarla, pues la droga consumida por el protagonista
est producida entre otras cosas con el polvo de Ciudad de Paso, y sta es antropomorfizada,
como ya ha escrito Diana Palaversich en Ciudades invisibles. Tijuana en la obra de Federico
Campbell, Luis Humberto Crosthwaite, Francisco Morales y Heriberto Ypez (2012). Por
ltimo, c) opino que la relacin caniblica con la ciudad tiene un sentido ms amplio,
porque involucra tambin a los poderes ecnomicos presentes en ella (las maquiladoras, por
ejemplo), que explotan los trabajadores hasta acabar con ellos, como si fueran predadores que
chupan la fuerza vital de sus vctimas para luego escupirlas. Tal idea ser explicada en el anlisis
del texto; los mismos poderes matan a la ciudad, contaminando su suelo con los venenos que
luego los drogadictos fumarn, en una cadena imposible de romper.
2
Me refiero aqu a Corts-Malinche, los padres de la nacin mexicana de acuerdo con el
discurso oficial. En Tijuanologas, Ypez analiza el personaje del Santo Soldado, uno de los
mitos tijuanenses, y destaca su papel de violador. Opino que Ypez, en su relato de esta
violacin olvidada, propone una pareja-mtica alternativa a la propuesta por el discurso
oficial-centralista, es decir, un anti-mito norteo.
Referencias tericas
De acuerdo con Felipe Fuentes, que cita obras tanto mexicanas como
colombianas sobre el narco (Rosario Tijeras, La virgen de los sicarios, Al otro lado
y Trabajos del reino, entre otras), el recurso de imgenes de cuerpos
destrozados, hecho pedazos, expresa la difuminacin de la esfera individual en
la colectiva. Dos significados tendran las imgenes de muertos, heridos y
acribillados. Por un lado, el autor afirma que el poder se reconoce como tal
3
Kristeva cita el Levtico, donde se juzga a la madre por lo impuro del parto y de la sangre que
lo acompaa (Kristeva, 1989: 33).
4
El autor, por un lado, retoma los estudios de Hardt y Negri (2004) sobre el fin de los lazos
sociales en el neoliberalismo como se explica ms adelante pero, por el otro, afirma que
algunos escritores de novelas sobre el narco (lmer Mendoza, Hctor Aguilar Camn, Vctor
Hugo Rascn Banda y Heriberto Ypez entre otros) tienen elementos que recuerdan las "aldeas
universales" de la literatura hismpanoamericana (Comala de Rulfo, Macondo de G.G.
Mrquez, Santa Mara de Onetti). Se busca insertar esta narrativa en un archivo literario
reconocido. As, ms all de una lectura sincrnica, opina Fuentes Kraffczyk que Ciudad del
Paso, en Al otro lado, y las dems ciudades descritas en las novelas sobre el narco, a pesar de su
cercana fsica con McOndo, las nuevas villas estn mucho ms vinculadas con Macondo, pues
en el fondo describen esencialmente fracasos y espacios en descomposicin, sello distintivo de
las villas literarias de la segunda mitad del pasado siglo (Fuentes, 2013: 39).
215
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Elena Ritondale
... ante el empuje del narcotrfico las otrora categoras de exclusin como
etnia, gnero, clase social o ideologa han perdido su validez. Pertenecer o
no pertenecer al narco, de ah la cuestin. Mientras Hardt y Negri
suean con una integracin total de la multitud a partir de lo comn, en
una carne unida en su heterogeneidad, Yuri Herrera nos recuerda la
violencia que implica acoplarse con el otro, nos obliga a cuestionarnos si
estamos dispuestos a integrarnos con el narco y formar con l un nuevo
cuerpo social. O mejor dicho, nos obliga a preguntarnos si estamos en
condiciones de resistir al narco y evitar ser deglutidos por l. (Fuentes,
2013: 30)
217
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 213-232
Elena Ritondale
219
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Elena Ritondale
Al otro lado
221
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 213-232
Elena Ritondale
5
Ms adelante se describir detenidamente al personaje central, Elsa, su enorme poder
simblico y su importancia narrativa. Aqu, parece til adelantar algunos aspectos relacionados
con la economa de la frontera.
223
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 213-232
Elena Ritondale
Djame decirte algo. Ella tuvo muchas fallas. Casi no hablaba con nosotros y
nunca tuvo una muestra de cario, un abrazo: nada. Tena sus motivos. Tu
padre fall. No la ayud.
Tu padre, Tobas? No te lo sacudas. Tambin es el tuyo [...] Y de l no
digas nada. l trat de darnos una vida diferente. l tena una profesin. No
era una basura como toda esta gente de la que nos rodeamos. Ni un
criminal. l fue el nico que quiso tener una vida bien (33).
Bares para paisanos, en que hay rockolas con msica nacional y en ingls y la
cerveza cuesta diez, quince, veinte pesos, dependiendo, porque a veces hay
floor show (una pobres sureas con estras o cicatrices de cesrea en el
abdomen aguado) o en otros congales te cobran el taco de ojo de meseras,
porque aunque parezca increble los albailes y sus chalanes, gozan viendo
encueratrices piojosas. En otras ciudades de la frontera las matan. Aqu, de
tan rudoflicos, las adoramos. (Ypez, 2008: 48)
Se sugiere aqu que la relacin polvo/muerte de esta parte del relato tambin
sea una metfora de la nulificacin de las relaciones familiares, hasta sugerir un
tipo ms de canibalismo, aunque slo simblico: en el mismo momento en que
Yulay se transforma en polvo, Tiburn succiona el remolino. Adems, Yulay,
poco antes de caer muerto, encuentra en el desierto el fantasma de su madre.
Pide ayuda a la mujer, pero ella se lo niega. Cabe aadir que el chico decide
hur al otro lado de la frontera despus de que su hermano mayor ha tratado de
matarlo, tras descubrir su relacin homosexual con otro hombre de la pensin.
La nica relacin de cercana que parece establecerse en este apartado es la
entre el polvo de Yulay y el polvo de Tiburn, hermanados por su comn
deseo de escaparse de la vida.
Retomamos ahora el anlisis de aquellos elementos de la obra que
remiten a la categora de lo abyecto: por ejemplo la suciedad, los cadveres y la
idea de muerte en general. El horror de lo cotidiano es la constante vivida por
Tiburn, el protagonista, y por los otros habitantes de Ciudad de Paso. Toda la
ciudad aparece vivida por fantasmas, seres tericamente vivos pero casi
muertos, deshechos por la droga, espantosos. La alucinacin se vuelve locura,
tanto que el lector a menudo duda si el protagonista est vivo o muerto y si los
que encuentra sean zombies o seres humanos de carne y hueso.
Era casa de un dler old style. En el interior haba seres tan horribles
como l que coman carne asada y escuchaban msica de banda para
amenizar la phoqueada. [...] Un esperpento se le acerc y le pregunt qu
quera de bebida, comida o droga, pero Tiburn movi la cabeza
diciendo que no y la mujerzuela se march empujando el carrito de
madera en que se arrastraba... Tiburn se diluyo entre estos engendros
platicando y celebrando y se acerc a un gordo albino, para ver cmo
preparaba ansiosamente el phoco que iba a fumarse, y cuando vi que
Tiburn lo fisgoneaba, se apart un poco, avaricioso. Cuando el tipo
chup de su phoco encendido, mientras Tiburn lo vea casi babeando,
el gordo se transform en un hombre de aspecto ordinario y cuando el
humo que exhal alcanz las caras de otros a su alrededor, stas perdan
su horripilancia y cobraban aspecto familiar, es decir, irnico, soberbio,
cretino, chistorrete, rastrero, sufrido, todos estos rasgos habituales de lo
real. (Ypez, 2008: 316)
De entre los desechos aparecieron tres nios. Parecan jugar con llantas
viejas regadas en el tiradero. Oye, aydanos, no? y la peticin lo
sac de su cabeza. Los morritos tenan las llantas al filo del barranco.
Parecan dispuestos a dejarlas rodar hacia abajo.
ndale, aydanos. Est pesado y Tiburn dio la vuelta y les ayud a
jalar un bulto que los morritos terminaron de acomodar; al filo y a la
seal de uno de ellos, empujaron dos llantas y el bulto. Al parecer era una
carrera. Al ver aquello, Tiburn sinti cierto alivio. Todava exista la
infancia, el juego, la inocencia; pero el alivio no le dur mucho porque
mientras que las llantas pronto aventajaban la carrera, aquel bulto que
descenda a tumbos por el barranco se fue deshaciendo y a Tiburn se le
congel la sangre, mientras los nios vitoreaban la victoria de las llantas.
Como los muertos son muy friolentos y los narcos muy compasivos,
227
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Elena Ritondale
Aquella piel tan tersa que sus dedos an recordaban, aquellas mejillas que
se sentan como un durazno y como un durazno, ya cerca del final, te
topas con un hueso imposible de devorar, un hueso obseno, duro,
enrojecido, amargo, insoportable. Ahora ya no era la carne jugosa del
durazno, ni siquiera su acidez finiquitante. Elsa ya era solamente el
hueso. El hueso surcado. Palurdo. (Ypez, 2008: 204)
En la casa de Elsa hay basura y polvo por todas partes. Ella y el hijo se han
separado, segn dice la mujer, cuando ella misma decidi enviarlo al sur para
que algunas personas de su familia lo cuidaran. Tiburn se entera de la verdad
trgicamente, cuando la novela llega a su clmax y l comprende su
responsabilidad en la muerte del hijo, por no haberlo reconocido entre una
banda de chiquinarcos. Son culpables l o la ciudad o, mejor dicho, el
Matamorros, el barrio donde Elsa vive y que, como el narrador nos explica,
tiene en su nombre una irona trgica. Aqu los morros, los nenes, no viven
mucho, pues no logran sobrevivir en los negocios de los que estn obligados a
ocuparse. Si es cierto que la ciudad se come a s misma, como se ha descrito
arriba, las familias o lo que de ellas queda tambin muestran esta macabra
tendencia. Madres venden a sus hijos para buscar droga y parejas acaban
comindose metaforicamente, vctimas de su adiccin. En los siguientes
pasajes se narra la muerte de Elsa y su transformacin en polvo (una vez ms se
hace hincapi en la metfora ya analizada y en el doble sentido de
polvo/phoco). El segundo pasaje alcanza la cumbre del horror, donde el
Conclusiones
B IBLIOGRAFA
231
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 213-232
Elena Ritondale
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 233-247 Recibido: 11/08/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.341 Aprobado: 08/10/2016
Regina Vanesa Cellino
1
En el libro Si me quers, el cronista acude a la figura de escritor consagrado cuando, ante la
vacilacin de unos de los personajes por darle o no la entrevista, Alarcn expresa:
Soy escritoratin a decirle.
Eso podra mejorar las cosas, amigo, pero cmo yo s que usted me dice la verdad?
Porque puede poner mi nombre en Internet y ver que no le miento (2012: 46).
2
Orlando Ortiz (2012) sostiene que la narcoliteratura es un espejismo que nada tiene del
narcotrfico y a veces tampoco nada o muy poco de literatura. Sin embargo, hay
excepciones en cuanto a lo literario (2). Entre las novelas y obras de no ficcin se encuentran:
Los seores del narco, de Anabel Hernndez; La reina del pacfico, de Julio Scherer; El Crtel de
Sinaloa, de Diego Osorno; El narco en Mxico, de Ricardo Ravelo; Historia del narcotrfico en
Mxico, de Guillermo Valds Castellanos; Cartas cruzadas, de Daro Jaramillo; El poder del
perro, de Don Winslow; Las jefas del narco, coordinado por Arturo Santamara Gmez; Campos
de amapola antes de esto. Una novela sobre el narcotrfico en Mxico, de Lolita Bosch, entre
muchas otras.
3
Segn lo relatado en la crnica, Villa del Seor era, en 2010, el territorio con ms trfico y
venta de drogas dentro de la capital del pas. Las treinta manzanas que componen el espacio
marginal se poblaron en principio con inmigrantes de pases limtrofes que llegaron a Buenos
Aires en la dcada del 50, pero el mayor flujo migratorio ocurri a partir de los aos 90, durate
los cuales tambin se produjo una migracin interna dentro del pas.
4
Para las citas del libro Si me quers, quereme transa, utilizaremos la edicin de Aguilar, 2012.
ventana y se mareaban para dejarse llevar por los sonidos de la tierra de sus
orgenes (2010: 226). La protagonista transa naci en el segundo cordn del
conurbano, pero su crianza severa y servil haba tenido, adems de azotes, el
cantar de las coplas en quechua con el que doa Edelmira la consolaba.
Argentina de nacimiento, Alcira era tan Bolivia y andina como cualquier
paisano (Alarcn, 2012: 226).
Alarcn tambin describe lo que sucede en la villa los das sbados. Ese
da est reservado para la fiesta (casamiento, cumpleaos, bautismos, festejos de
toda ndole) y all se combinan los ritmos: la cumbia con el chamam, con el
huaino, el folclore andino (2012: 68). Los familiares de sangre, los polticos y
los compadres, toda la vecindad, participan y comparten esos sbados de
festejos. Saskia Sassen (2007), en su estudio sociolgico sobre la globalizacin,
considera que:
5
Sendero Luminoso, cuyo nombre oficial es Partido Comunista del Per, es una organizacin
de tendencia ideolgica marxista, leninista y maosta originada en el Per a finales de los 60 al
mando del profesor de filosofa Abimael Guzmn (Universidad Nacional de San Cristbal de
Huamanga). La meta de Sendero Luminoso fue reemplazar las instituciones peruanas, que
consideran burguesas, por un rgimen revolucionario campesino comunista, presumiblemente
inicindose a travs del concepto maosta de la Nueva Democracia. En 1980 se desat el
Terrorismo en el Per, del cual particip como principal agente hasta la captura de su lder,
Abimael Guzmn Reynoso, en 1992, tras lo cual slo ha tenido actuaciones espordicas.
6
En una entrevista, Cristian Alarcn narra su experiencia en Per, en relacin con la
investigacin realizada, gracias a una beca, sobre Sendero Luminoso, a partir de la cual pudo
comprobar que los narcos de su crnica haban sido de Sendero. Dice fui a buscar la historia
de Teodoro Reyes, consegu su expediente que fue tan difcil de encontrar y que finalmente
comprueba todo Durante la investigacin uno tiene una especie de bipolaridad: est el
fetichismo por el dato con el que uno se pelea todo el tiempo porque sabe que no va a terminar
significando nada pero sin embargo uno lo busca. Por otro lado, mi gran pregunta era qu tena
que ver la cultura moche de Per con los protagonistas de mi libro porque haba visto en una
investigacin preliminar la imagen del dios moche con un cuchillo ceremonial en una mano y
en la otra una cabeza. Y una de las cosas que me haba impresionado es que una de las
venganzas se da con un casi decapitado, un degello exacerbado. Me preguntaba qu haba de
aquello ac (Alarcn, 2010).
La traslocalidad migratoria es, tambin, una de las formas con las cuales el
narcotrfico hace uso de este sistema globalizador. A travs de cada uno de los
integrantes de la cadena de la lgica narco, la droga traspasa las fronteras como
un producto de un mercado floreciente y pudiente que lleva dcadas
demandndolo y cuyo requerimiento es cada vez ms frecuente. De hecho,
algunos de los procesos migratorios que se suceden en el interior de Amrica
Latina del campo a la ciudad, junto con la precarizacin extrema y el abandono
de los gobiernos y de las empresas hacia el campo, produce un crecimiento de
la pobreza urbana. Es por esto que, segn Valencia (2010), el narcotrfico se ha
convertido en una opcin de trabajo tentadora y rentable porque dispone de los
elementos suficientes (tanto econmicos como polticos) para ofrecer puestos
de trabajo y revalorizar el campo, ya que es el lugar desde donde extrae la
materia prima para elaborar su producto y, al mismo tiempo, permite la
transformacin del campesinado,7 quienes hacen uso de la violencia
Sin embargo, veremos que en la crnica, si bien se relatan las historias de los
narcos que viven en Villa del Seor, el escritor elige orquestar su libro a partir
del testimonio de Alcira, la transa dentro de una lgica propiamente masculina
(Valencia, 2010).
7
La extensin del precariado laboral y existencial en todo el mundo ha hecho que el
narcotrfico se instale en el tejido social como una solucin al desempleo crnico y a la ausencia
de proyectos de desarrollo social, creando otra forma de economa viva e ilegal, ya que las
drogas producen una ingente actividad econmica. Son una especie de mquina en
movimiento perpetuo, que proporciona trabajo continuado a todo el mundo, desde los
campesinos hasta los abogados, pasando por los mdicos, los policas y los reeducadores
(Valencia, 2010: 114).
Entrar en el negocio haba sido fcil para Alcira. Quizs se sea uno de
los grandes mitos que se caen apenas uno se acerca a los negocios narcos.
Acceder a las redes no es arduo. Lo complicado, lo verdaderamente
difcil, es permanecer en ellas. (Alarcn, 2012: 30)
8
En una entrevista, Alarcn manifiesta que en el caso de transas, en lugar de yo estar como
estuve en el caso de Cuando me muera permanentemente en la villa buscando la cercana con el
territorio, por las cuestiones de seguridad yo me desterritorialic y desterritorialic a los
personajes. Yo slo ingresaba en contadas ocasiones a ciertos lugares perifricos, al lugar
controlado por la organizacin criminal y, si lo haca, lo haca prcticamente disfrazado,
mimetizado, debajo de un buzo con capucha (Jackson y Taboada, 2010: s/n).
9
Dentro de una red de narcotrfico, se le llama transa a aquel que es el nexo entre el que
posee el capital (la droga) y los consumidores; pero tambin en el sentido connotativo: el que
hace transacciones. A propsito de la participacin que el cronista tuvo con Alcira,
principalmente, pero con los dems personajes tambin, podemos pensar que Alarcn se
desenvuelve como transa ya que comercia desde la literatura con la villa y lo narco para forjarse
un nombre en el mercado (editorial).
Entre todos ellos rige un cdigo que permite el dominio piramidal sin
titubeos: a la primera falta la sancin es rapar a cero y afeitar las cejas. Si
el muchacho no entendi con la vergenza de andar con la cara de un
mutante, se gana un tiro en la pierna, o en un brazo. El tercer error es el
fatal: muere acribillado. (Alarcn, 2012: 57)
10
Escribe el cronista: Cuando la conoc [a Alcira], me jur que me hablaba del pasado. Que
daba testimonio de su vida como transa, pero que ya no lo era. A los meses la encontr viviendo
en piezas nuevas, al fondo del terreno. El excedente de su negocio de drogas le haba dado otra
vez la oportunidad de capitalizar la ganancia (2012: 27-28).
11
Valencia (2010) expone que: para la creacin de una red criminal, es necesario contar con
los medios econmicos y tcnicos para ponerla en marcha; por lo tanto, el ejercicio y la gestin
de la violencia, entendida como un producto, cuenta con un elemento jerarquizador donde los
pobres, quienes no cuentan con los medios de produccin, disponen de sus fuerza de trabajo
para formar parte del escalafn ms bajo de la cadena criminal y, por tanto, el ms
contundente: ejecutores de la violencia, cuyas motivaciones, aparte de la supervivencia
econmica, se basan en deseos de movilidad y pertenencia social por medio de la legitimidad
que otorga el dinero, creando as una especie de nuevo proletariado de la violencia o
proletariado gore (109).
12
Hacia el ao 2008 hubo cincuenta y cuatros asesinatos cuyo mvil era la pelea por el
territorio narco. La guerra puede ser ms montona de lo que uno se imagina. Los mtodos se
repiten, el perfil de los victimarios y las vctimas tambin (Alarcn, 2012: 102).
racionalista entre temas serios y las que carecen de valor, a tratar los hechos
polticos como hechos dramticos y a romper con la objetividad observando la
situacin de ese otro que interpela la subjetividad de los lectores (1987: 193;
cursivas del original). Alarcn relata desde la proximidad de los hechos, desde el
contacto con la vida de los otros e incluso a veces desde el dolor, agrietando la
pretendida objetividad periodstica para comprender o, al menos, intentar
comprender el mundo narco:
13
Cine gore splatter: es un tipo de pelcula de terror que se centra en lo visceral y la violencia
grfica. Mediante el uso de efectos especiales y exceso de sangre artificial, estas pelculas
intentan demostrar la vulnerabilidad del cuerpo humano y teatralizar su mutilacin. Snuff: son
grabaciones de asesinatos reales, sin la ayuda de efectos especiales o cualquier otro truco. Su
finalidad es registrar esas atrocidades mediante algn soporte audiovisual y luego se distribuyen
comercialmente para entretenimiento (Valencia, 2010: 207).
Conclusin
B IBLIOGRAFA
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 249-269 Recibido: 02/09/16
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.387 Aprobado: 02/11/16
Moreno Candil, Burgos Dvila, Vldez Btiz
Introduccin
1
Para profundizar vanse: Astorga (2005, 2015), Crdova (2011) y Valds (2013).
2
Sobre el manejo meditico del narcotrfico y sus ramificaciones vase: Reyes-Sosa (2016) y
Escalante (2012).
Mtodo
Muestreo y procedimiento
Para los fines del estudio se dise el COVN que se divide en dos partes, pero
slo referiremos la primera que se fundamenta en los principios de Libre
Asociacin (Abric, 2001b), y tuvo como finalidad explorar los contenidos y
estructura de la representacin social.
3
Para una explicacin ms amplia de cada enfoque ver Banchs, 2000; Rateau y Lo Monaco,
2013.
Tabla 1
Elementos centrales y primera periferia de la RS del narcotrfico en Sinaloa y Michoacn
Sinaloa Michoacn
Gobierno
Accesorios caros 9.5% 7.2%
Corrupto
Manifestaciones Vestimenta 8.2% Inseguridad 7.1%
culturales (51%)
Carros de lujo 6.7% Daos sociales del Miedo 6.3%
narcotrfico (59.6%)
Lenguaje 5% Violencia 5.4%
Personas
Malverde 4% 5.3%
armadas
Imagen 1
Gerardo Ortiz- Dmaso video musical5
4
La moda y vestimenta asociada al narcotrfico ha sido un elemento cambiante con las pocas,
vase: Burgos (2012), Crdova (2011), Snchez (2009), Simonett (2004).
5
Captura de pantalla de <https://www.youtube.com/watch?v=E0CcSVHQSDU>.
Ya todos hablan como los de la sierra; Los jvenes hablan con claves y
se creen narcos; Se creen mafiosos tanto que hablan como ellos; Los
jvenes hablan de cierta manera que quieren aparentar ser narcos; Se
escuchan como buchones aunque no lo sean; Hablan muy mal, pero
as hablan ellos.
A Malverde le pide todo tipo de gente. Gente pobre, gente rica, clase
media. Vienen artistas, vienen empresarios; gente que trabaja en el
campo, mecnicos. Personas que se van para el otro lado de
mojados, le piden que les vaya bien por all y que cuide a sus familias
aqu []. (Valenzuela, 2012)
Imagen 2
107 Aniversario Luctuoso de Jess Malverde. Capilla de Malverde,
3 de mayo de 2016, Culiacn, Sinaloa. Fotografa de Julin Almonacid.
Del mismo modo, en el presente estudio, una de las formas en las que la
poblacin objetiva el narcotrfico es a travs de la violencia, en un primer
momento expresada en un sentido abstracto, difuso, como algo que emerge a
partir de la presencia del narcotrfico:
Lo que resalta en estas expresiones es que las armas se portan como una especie
de ornamenta, se habla aqu de presuncin, de amenaza, de aparentar ser, como
un tipo de performance. Las armas se toman como un smbolo de poder, quien
traiga consigo un arma tiene el poder de imponer su voluntad a los otros.
Interesante tambin es que cualquiera o todos las portan. Si bien pareciera
que este concepto pertenece ms a la primera categora, el ltimo fragmento
ilustra que al evocar a personas armadas, el arma no se limita a ser un
smbolo, sino que muchas veces posibilita el afectar a otros, ya sea para hacer
dao o defenderse. En esta transicin al uso, en combinacin con el hecho de
que cualquiera o todos las pueden portar, directamente convierte a todos
los dems en personas vulnerables a ser violentadas. Esto se hace evidente con
otros de los conceptos evocados en esta categora: balaceras y asesinatos. Estos
dos elementos materializan la violencia en acciones concretas, dan un sentido al
hecho de portar armas. En relacin al primero de estos elementos, los
participantes sealaron que:
En otras palabras, los espacios pblicos han sido arrebatados por el crimen
organizado, o bien, por las fuerzas del Estado que tambin se han instaurado en
estos espacios, en principio para cuidar a la ciudadana, pero muchas veces
tambin para imponer sus propias formas de violencia e intimidacin
(Rodrguez, 2014). Explicaciones muy similares a las anteriores se dieron bajo
el concepto de miedo, aunque este elemento solo aparece en RS de los
michoacanos.
estatus que sta actividad genera a travs de sus lujos, ornamentos, msica y
poder.
En Michoacn ocurre lo contario. El narcotrfico se objetiva por los
daos que genera. Para los michoacanos, el narcotrfico es algo que mata,
asusta, agrede, violenta, destruye, roba de tranquilidad y estabilidad. De esta
inversin en los componentes de la RS del narcotrfico, pareciera que la postura
michoacana es ms cercana a la promovida por el Estado, valdra la pena
preguntarse si acaso los michoacanos son ms crticos que los sinaloenses, si
tienen una mejor visin de la realidad, o tal vez, han logrado defenderse de
los encantos de la narcocultura. En la lgica de la TRS diramos que no. No hay
una visin ms correcta o verdadera de la realidad social, son
representaciones, tributarias de los contextos, y sobre todo la historia del grupo
(Abric, 2001a). Ambos contextos tienen una historia con el narcotrfico. Si
bien Sinaloa tiene mayores ndices de violencia que Michoacn, stos han sido
la constante en Sinaloa desde hace muchos aos; en Michoacn ha sido hasta
fechas recientes que el fenmeno ha despuntado (Institute for Economics &
Peace, 2015). Del mismo modo, los grupos delictivos que han ocupado el
territorio michoacano, muchos de ellos forneos (v. los Zetas), se han
caracterizado por muestras extremas de violencia, dirigida principalmente a la
poblacin civil, hecho que no ha caracterizado a los grupos sinaloenses (Valds,
2013).
Podramos suponer entonces, que el fenmeno es algo ms novedoso
en Michoacn, mientras que en Sinaloa se ha ido normalizando. Lo curioso de
este hecho es que, la normalizacin en Sinaloa ha empujado los elementos
dainos del narcotrfico (v. daos sociales del narcotrfico) hacia la periferia,
desensibilizando a la poblacin a estas realidades. En Michoacn, la poblacin
se mostr mucho ms receptiva a los daos sociales del narcotrfico, pero los
elementos culturales tambin estn ah, quizs, de no atender estas realidades,
eventualmente la periferia desplazar al ncleo, y como en Sinaloa, el narco se
vuelva tambin un elemento de la cultura.
Aunque distintas, las representaciones sociales del narcotrfico en
Sinaloa y Michoacn ilustran lo que Reguillo (2012, 2016) ha denominado
narco-mquina. En un afn por conceptualizar el avance y violencia de los
grupos delictivos en Mxico, Reguillo (2012) sostiene que estos fenmenos no
se pueden entender desde la dicotoma tradicional de lo legal-ilegal, ms bien,
propone que los grupos delictivos han logrado su poder situndose en el
espacio de lo paralegal. En la paralegalidad, de forma paralela y desafiante al
Estado, los grupos delictivos han generado normas, cdigos y rituales que dan
sentido y legitiman sus prcticas a travs de la violencia expresiva y
posicionamiento geopoltico. De este modo, el narcotrfico, o bien la narco-
mquina, no se entiende como un ellos-narcotraficantes y un nosotros-
ciudadanos, sino que coexiste como modelo alternativo en la sociedad.
Lo anterior es evidente en el caso de la RS de los sinaloenses, donde el
narcotrfico es un elemento que da estatus, la maquina-deseante (Reguillo,
2016), donde el arma, la ropa, la msica, los lujos simbolizan poder; es este
poder al que se aspira, y se posibilita a travs del narcotrfico. Es decir, la ruta
de acceso al poder es a travs de las pautas que establece la narco-maquina. En
Michoacn por otro lado, los elementos que constituyen la RS del narcotrfico
se centran en el carcter perfomativo de la narco-mquina, donde la violencia
deja de ser un medio para conseguir un fin (v. territorio, cargamento, saldar
deudas), para convertirse en un leguaje, el aumento de la violencia expresiva
en detrimento de la violencia utilitaria (Reguillo, 2012: 44-45). Hay que
recordar que la aparicin de la Familia Michoacana en los primeros aos del
siglo XXI se justific por la irrupcin de grupos forneos a Michoacn, y se
vio marcada por cabezas cercenadas y granadazos a la poblacin civil (Valds,
2013). La violencia es la ejemplificacin del poder de la narco-mquina. En
ambos casos entonces, los contenidos y estructura de la RS ilustran este espacio
cotidiano donde el poder del narcotrfico se visibiliza.
Esperamos que los datos aqu presentados pongan de manifiesto la
necesidad de explorar el narcotrfico y la narcocultura desde espacios concretos,
a fin de comprender cmo esta realidad se vuelve norma.
B IBLIOGRAFA
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vol. 14 | diciembre 2016| 271-286 Recibido: 01/09/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.373 Aprobado: 21/10/2016
Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
1
Esta distincin entre lo narco y el narco es retomada por estos autores a partir de Hugo
Mndez, quien define lo narco como lo que sobre el narco se imagina. Lo narco es la
representacin social reconstruida a partir de la emanacin de sentido en torno de usos,
costumbres, ritos y prcticas de los que comercian con drogas ilegales (Mndez en Prieto,
2007: s/p).
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 271-286 273
Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
Narcocorridos y autorreferencia
2
Por lo regular estas listas de xitos se calculan con base en el nmero de reproducciones al aire
en radiodifusoras y el nmero de descargas legales; por ejemplo, Charts club Mxico o
Billboard en su categora de Regional Mexicana en Estados Unidos.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 271-286 275
Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
Por otro lado, Lucila Lobato (2009) aclara que la enunciacin y la narracin en
primera persona del singular permiten que el intrprete genere un vnculo ms
cercano entre la voz lrico-narrativa y su auditorio; se intensifica as el drama
que dicha puesta en escena entraa (Lobato, 2009: 132). Asimismo, Lobato se
refiere al corrido desde Ral Dorra, como un conjunto de imgenes que hacen
proliferar una psicologa individual donde el temperamento se impone a la
convencin que, como resultado, genera una aproximacin afectiva ligada por
la narracin en primera persona (132). Pero antes de profundizar en los
aspectos que detonan el disfrute de estas expresiones musicales, es necesario dar
cuenta del tipo de contextos donde son ampliamente aceptadas, as como de
algunos aspectos metodolgicos que implica su anlisis.
3
La presencia sinaloense en la ciudad no es menor. Baja California es un destino notable de la
migracin de sinaloenses, as que la influencia cultural no se limita a la msica y abarca otros
aspectos, como la gastronoma.
4
Mquina de msica que funciona con monedas.
Vas a Culiacn y de hecho en todo Sinaloa hay corridos en los carros pero
no estn en la radio en los antros no suenan los corridos. Por lo mismo a
lo mejor de las mafias que no puedes tocar cualquier corrido [] Si t te
vas a Culiacn no hay espacio para esta msica, de regional. Creo que en
Culiacn slo hay uno o dos lugares con esta msica mximo. O sea es
irnico que los msicos sean de all y no tengan donde tocarla. (Pepe
Saldvar, productor musical, comunicacin personal, 1 de julio de 2015)
5
Tan slo en 2005, de las 101.088 personas que emigraron de Sinaloa, un 28% se instalaron
en Baja California, figurando como el principal destino de los migrantes sinaloenses, por
encima de Sonora, Jalisco y Baja California Sur (INEGI, 2005).
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 271-286 277
Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
algunos cantaban gran parte del repertorio, otros bailaban en pareja aun
cuando sonaban narcocorridos. La Frontera tiene un aforo aproximado para
150 personas. Como cantina, tiene una barra que abarca el ala poniente del
lugar, misma orientacin donde se encontraban los msicos de banda
sinaloense, estilo que forma parte de la msica nortea. La distribucin del
espacio, la colocacin de las mesas y, en suma, la proxemia del lugar implicaban
la convivencia cercana entre asistentes y msicos, ya que estos no usaban una
plataforma o escenario, sino que se distribuyen entre el pblico y los
trabajadores del lugar.
Uno de los narcocorridos interpretados ah fue el de Toro encartado
(originalmente grabado por el cantante Ariel Camacho). El sonido de las flautas
se reviste por el ronquido de una tuba, grave y entrecortado, que se impone al
fondo de cancin. Despus entra el acompaamiento de la tarola que imprime
el aspecto blico al ambiente, similar al de las marchas militares (Diario de
campo, 1 de abril de 2016). La voz comienza:
Tras esta escena entrevist a Roberto, joven universitario quien platic que
trabajaba en el gobierno de la entidad, y que adems fue uno de los pocos en
aceptar abiertamente que le gustaban los narcocorridos: Pues a m me gusta, a
veces el significado que tienen. Pero yo lo relaciono con mi vida, para lo bueno
[...], para lo que hago en mi trabajo y cmo lo hago (Roberto, estudiante,
comunicacin personal, 1 de abril de 2016). Continu aclarndome que l
nota que los antros donde se tocan narcocorridos, la gente asiste a bailar o a
empaparse del ambiente: los corridos viejitos como que sonaban todos igual
y pues como que la gente viene ms que escucharlos, a bailarlos (Roberto,
estudiante, comunicacin personal, 1 de abril de 2016).
Simon Frith (1998), en su libro Performing Rites, propone que al
escuchar msica popular no slo estamos escuchando un performance, sino que
en el fondo, el escuchar es en s mismo un performance (1996: 203-204;
traduccin propia). La puesta en escena de los escuchas implica tambin una
esttica, un conjunto de reglas para percibir algo que se desva de la norma,
diramos, una esttica de la transgresin, empezando por el hecho de que tocar
narcocorridos tiene ya una carga de ilegalidad, puesto que en Baja California
han habido distintas iniciativas para censurarlos en el transporte pblico y otros
espacios. Pero no se trata del rompimiento de cualquier norma, sino de aquellas
que tienen que ver con la manera de generar capital tanto econmico como
simblico. El sonido se vuelve resistencia esttica, porque aun cuando ha
6
Para Bourdieu (2002), ambos aspectos, uno diacrnico (procedencia, familia, etc.) y otro
sincrnico (situacin presente del individuo), son internalizados y expresados a travs del
habitus; por ejemplo, a travs del acento en el habla.
7
Plebada es utilizado en Sinaloa y otros estados para referirse a los jvenes o nios en general,
aunque aqu hace se refiere especficamente a los jvenes asistentes.
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 271-286 283
Ferdinando Alfonso Armenta Iruretagoyena
conferida por las imgenes literarias de la letra, el aspecto sonoro que la cancin
sugiere y el espacio de socializacin. Respecto a las primeras dos, la relacin
entre imgenes literarias y sonoras de los narcocorridos puede ser reconstruido
al conectar la autorreferencia con la sensacin transgresora que evocan. Se
trata de un binomio que expresa buena parte de la fuerza social de los
narcocorridos.
La industria cultural de lo narco es cada vez ms rentable, acapara
mayor audiencia y abarca pblicos ms diversos. Mientras que la sensacin
transgresora nos sita en la perspectiva de la experiencia y de los sentidos,
podramos hablar tambin de un performance de la transgresin en el escucha:
una puesta en escena en el hacer cotidiano. Para los escuchas de narcocorridos,
puede tratarse de una forma de motivacin a la vez que un acto pblico. La
puesta en escena de los narcocorridos en la cotidianidad de Mexicali, recubre
las prcticas con un halo de trasgresin; se encarga de imprimir a las prcticas
una apariencia de bravura y atrevimiento, independientemente del oficio o
profesin de sus actores: hacer como narco, no hacer lo que hacen los narcos.
En concreto, los valores que emanan de las representaciones del trfico
de drogas en los narcocorridos empatan con muchas de las consignas laborales
en el presente: ser proactivo, resiliente y leal, pero sin dejar de ser osado para
confrontar las normas cuando stas sean obstculo para lograr un progreso
econmico. La sensacin de transgresin o subversin simblica, como la
llama Crdova (2012), opera en los agentes desde distintos campos, clases y
formas simblicas. Diferentes gneros musicales en contextos histricos
especficos han encarnado formas de transgresin que los ha llevado incluso a
ser censurados.
El desarrollo actual de los estilos musicales que dan vida a los
narcocorridos, da cuenta, segn el concepto de Hall explicado al inicio, de
cmo ciertos elementos se articulan continuamente para hacer inteligible una
situacin histrica (Hall, 2010: 49). El estado actual de los narcocorridos
refleja, por un lado, los flujos migratorios de las comunidades transnacionales y
la violencia relacionada con los avatares del (y contra) el narco. Pero, por otro
lado, refleja el papel de la msica como eje de interpretacin de la realidad
social. La msica traduce una serie de acontecimientos que transcurren en el
horizonte cotidiano en datos sensibles: es una urdimbre que entrelaza el marco
sonoro de un grupo social con las emociones de sus actores, confiere sentido a
las prcticas y en ese sentido contribuye a su integridad social.
B IBLIOGRAFA
1
Este artculo se sustenta en uno de los captulos de la tesis doctoral del autor sobre narco-
cultura. Los nombres a los cuales aqu se hace referencia, los lugares y algunas circunstancias
propias de la investigacin han sido modificados; con el objeto de resguardar el anonimato de
los entrevistados y de quienes as lo solicitaron para esta instancia.
2
Socilogo, Doctor en Estudios Urbanos, Profesor Departamento de Sociologa Universidad
de Concepcin Chile. Investigador Asociado Proyecto Conicyt Fondap n 15110020.
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 287-302 Recibido: 16/10/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.396 Aprobado: 31/10/2016
Rodrigo Ganter Sols
Sr. Cobranzas
Bersuit Vergarabat / Las Manos de Filippi
Con-texto
Uno de los supuestos bsicos con los que parte esta investigacin, es que nos
encontramos en presencia de un territorio cuyo espacio vivido5 opera como
un mbito de conflicto urbano, o bien, como una trinchera urbana donde se
enfrentan fuerzas sociales de diverso linaje, un territorio en disputa por la
hegemona cultural y por la definicin de las identidades que all se crean y
recrean. Uno de los extremos de dicha disputa a veces asume un carcter
armado, donde es posible observar en los ltimos aos un proceso de
privatizacin y/o expropiacin del espacio vivido. Esto ltimo se expresara
en un proceso de expropiacin efectuado tanto por fuerzas del Estado, en este
caso Carabineros, como por fuerzas ligadas al narcotrfico. Quedan los vecinos,
por tanto, en una encrucijada entre el temor, la resistencia a la trama de
poderes que intentan domesticarlos y las fragmentarias tcticas de re-
apropiacin creativa del espacio pblico; donde destaca el Carnaval de los 500
tambores por la vida y por la paz y las rutas patrimoniales iniciadas a partir del
ao 2011 en la poblacin.
En este marco, es posible reconocer una actitud ambigua de muchos
vecinos de la Legua respecto a su percepcin sobre los narcotraficantes, ya que
tienden a justificar sus prcticas en tanto se trata de un trabajo como cualquier
otro, y que constituira la nica posibilidad que tienen muchos vecinos para
logar un sustento econmico en el marco de un rgimen neoliberal avanzado y
heredado desde la dictadura cvico-militar. De ah que muchas veces se vincule
al narcotrfico con una estructura de oportunidades y un modelo legtimo a
seguir para poder progresar y prosperar.
Los narcotraficantes van ejerciendo violencia material y simblica, pero
simultneamente colaboran y solidarizan con la comunidad, penetrando
econmicamente, territorialmente y socio-afectivamente en todos los espacios
de la poblacin, ya sea de modo directo o indirecto: pasajes, almacenes,
consultorios, escuelas, clubes deportivos, iglesias, actividades recreativas y
comunitarias, entre otras. Ellos estn ofreciendo permanentemente su
colaboracin, sus donaciones, sus favores, su paternalismo. De este modo, el
narcomundo va tejiendo secretamente y subterrneamente sus redes de
legitimacin y solidaridad vecinal.
5
Sobre este concepto, vanse las investigaciones de H. Lefebvre, H. (1995), The production of
space. Oxford (UK)/Cambridge (USA), Blackwell.
Materiales y mtodo
Para Ovalle (2007), uno de los problemas que surgen al abordar el tema del
narcotrfico es el conceptual, ya que existen diferentes perspectivas de anlisis.
Algunos autores lo han abordado desde una mirada sociocultural, tales como:
Camacho (1988), quien ubica este fenmeno como un mecanismo de
inclusin social efectivo para grandes sectores; Salazar (1992), quien
caracteriza las denominadas subculturas del narcotrfico, o Restrepo (2001),
quien indica que esta actividad puede ser entendida como espejo de la
cultura. Por otra parte, Astorga (1995) trabaja en Mxico una mitologa del
narcotraficante y Cajas (2004) aborda antropolgicamente el modo de vida de
un grupo de narcotraficantes colombianos en Nueva York, describiendo el
mundo del narcotrfico como un escenario de incertidumbre. Otros autores
lo plantean como una empresa ilegal (Orozco, 1991; Sarmiento y
Krauthausen, 1991), o bien, como un conjunto de organizaciones delictivas
translocales (Del Olmo, 1995; Ramos, 1995; Serrano, 1999; Astorga, 2003).
Finalmente, tambin destacan autores como Valenzuela (2002), que plantea la
existencia de una narcocultura definida por los cdigos de conducta, estilos
de vida y formas de relacin de quienes participan en el narcomundo (Ovalle,
2007).
6
En este caso se extendi entre marzo del 2006 y diciembre del 2007; y de modo ms
intermitente durante los aos 2008 y 2009.
accesorios, mujeres, esto es, la lgica del exceso. Esta especie de consumo
bulmico y compulsivo no es una prctica exclusiva de los narcotraficantes,
pues como lo advierte Valenzuela (2002), las sociedades contemporneas
realizan una ostentacin y escenificacin permanente del consumo como
parmetro para medir el xito en la vida. Sin embargo, en este escenario los
narcotraficantes constituyen uno de los ejemplos lmite por su amplia
capacidad de consumo y poder adquisitivo (Valenzuela, 2002).
Aqu la opulencia surge asociada con un consumo demostrativo; ya que
para ellos es muy importante exhibir su poder adquisitivo, distinguirse en los
espacios pblicos y colectivos para reforzar su prestigio y alimentar la mitologa
que sobre ellos se teje. No obstante, muchas veces este exhibicionismo como
parte de un estilo hedonista y posmoderno les puede jugar fuertemente en su
contra, pues las prcticas demostrativas terminan por minar el cdigo del
silencio hacia el interior y el exterior de estos grupos y comunidades, poniendo
en riesgo su propia libertad de circulacin e integridad fsica, la de su familia y
la de los miembros de la organizacin (Ovalle, 2000). Sobre este aspecto, es
posible hacer alusin a diversos bienes y marcas que van conformando una
trama fetichista del consumo translocalizado, como los relojes Rolex,
imponentes automviles y camionetas 4x4, enormes televisores con tecnologa
plasma, los nuevos artefactos tecnolgico donde destacan: tablet, iPhone,
iWatch, iPad, etc.
Fue durante el mes de septiembre del 2011 cuando me enter que dieron
muerte a balazos al denominado Flaco Mauro. Me lo cont Vctor, mientras lo
entrevistaba para un estudio sobre culturas juveniles en la zona sur de Santiago.
Ese mismo mes durante el funeral del Flaco Mauro su ta se autoproclama
frente a los medios de comunicacin como la reina de la pasta base. Cuentan
sus cercanos y conocidos que el Flaco Mauro se encontraba en una fiesta y sali
de sta para abastecerse de alcohol. Al llegar su vehculo al semforo en rojo que
est en la esquina de calle central con Salvador Allende, se estacion otro
vehculo junto al suyo y desde dentro de ese automvil, se realiza una mortal
balacera que termin con la vida del Flaco Mauro. Se trataba de un ajuste de
cuentas perpetrado por integrantes de un clan rival. El Flaco Mauro tena 28
aos y sus familiares reconocen que trabajaba traficando cocana, pero que
nunca dej de ayudar y colaborar con sus vecinos y familiares.
El da que trasladaron su fretro desde el Instituto Mdico Legal a la
poblacin la Legua Emergencia, una multitud de vecinos ya lo estaban
esperando. El pasaje Npoles estaba repleto de gente que lo recibi como hroe
popular. La fachada de su casa estaba repleta de coronas fnebres, el interior de
la vivienda estaba colmado de ornamentos florales. Incluso tuvieron que poner
coronas de caridad sobre el techo de la casa, pues la cantidad superaba el
espacio de la vivienda. Durante el velorio se bebieron los mejores whisky de
exclusivas etiquetas en la misma botella, mientras se escuchaba msica a todo
volumen.
Cuando ingresa el enorme fretro del Flaco Mauro al interior del pasaje
Npoles, se inicia una serie nutrida de disparos al aire con armas automticas y
de grueso calibre, por parte de los narcos pertenecientes a la banda y al clan. A
partir de ese momento, se daba por iniciado el velorio del joven difunto
asesinado. Uno de los aspectos ms sorprendentes del rito y la situacin que
envolva al pasaje Npoles fue la cantidad enorme de gente que tuvo que hacer
una larga fila afuera de la casa para poder darle el psame a la familia del joven
fallecido.
Johnny recuerda que hubo mucha gente en el velorio de Marcos, pues
su to era un personaje muy conocido y respetado en la poblacin y el
narcomundo. Vino mucha gente del famoso pasaje San Rafael pero en esta
oportunidad, a diferencia de los tradicionales velorios y funerales de los narco
de la poblacin, no se dispar ni un solo tiro al aire, ni una sola rfaga; pues
hubo una estricta observancia de esta regla excepcional, por parte de todos los
que participaron del narco-funeral, porque tambin entendieron que se trataba
de la ltima voluntad del difunto.
Igual harta gente pu, si el Marcos era sper conocio. l era poltico.
Estaba en contra era del FPMR. Despus ya cuando se cort la pata
empez con los narcos. Y l era narco porque deca: ya, treme plata!.
El da del funeral igual se juntaron varia gente y todos lo queran a l.
Igual fue mucha gente, lo nico malo que aqu creen que con balazos van
a devolverle la vida pu. Porque toas las personas ms o menos choras
aqu las despiden con balazos. Tiran balazos al aire, pero cuando nosotros
tocamos nadie tir balazos. Nosotros tocamos y toos: No!... van a
tocar los cabros, qudense piola, guarden las pistolas. Bacn! Nos
pusimos a tocar yo con mi primo tratando de hacerlo lo ms bonito,
movindonos. Igual se vio bonito. Y ah hasta que llegamos a cierto lao y
7
Grupo armado de extrema izquierda que combati militarmente a la dictadura de Augusto
Pinochet entre los aos 1983 y 1986. Se mantuvo activo varios aos despus del retorno a la
democracia.
Narco-fiestas
Tito me cont que el ao nuevo del 2007 lo pas en plena Avenida Alameda
disfrutando de los magnficos juegos pirotcnicos lanzados desde la cima de la
torre Entel, en el corazn de Santiago centro. En esos instantes de celebracin,
decide abrirse paso entre la multitud de gente que desbordaba la calle y realizar
un paneo hacia el sur poniente de Santiago para observar con qu otros
juegos pirotcnicos confluan los de la torre Entel. Entonces advierte que en el
sector donde se encuentran ubicadas las comunas de San Miguel y San Joaqun,
tambin se elevan a la distancia en el cielo tres racimos de juegos pirotcnicos.
Luego toma su mvil y llama a sus conocidos de la poblacin la Legua. Todos
le indican eufricos que los narcos estn tirando fuegos artificiales desde
algunos pasajes de la Legua Emergencia.
Yo no lo poda creer, me deca an emocionado y sorprendido con lo
que me contaba. Para la poca era muy inusual y costosa una iniciativa de esa
envergadura, slo se podan dar el lujo algunos municipios con recursos y en
sectores de alta renta.
Ahora bien, cmo son las fiestas de ao nuevo en la Legua
Emergencia? Das antes del ao nuevo, los vecinos instalan en sus pasajes
guirnaldas, banderines y coloridas cintas que atraviesan de un extremo al otro la
calle. Muchas veces estos adornos y decorados son realizados por ellos mismos,
en otras oportunidades se compran. Durante la vspera de ao nuevo, muchos
de los pasajes se cierran, es decir, cubren sus accesos principales con telas,
carpas o cualquier sistema que permita controlar el acceso y la salida de
conocidos y extraos. Por lo general, durante la vspera de ao nuevo no sale ni
entra nadie que no sea del pasaje. Para eso se organizan personas que estn en el
control y la seguridad del acceso. Tambin se regula el consumo de drogas y el
porte de armas. Enseguida los vecinos y vecinas permanecen con la puertas de
sus casas totalmente abiertas, pues la gente vuelca su sociabilidad a la calle de su
pasaje. All se improvisan mesas y sillas para comer, beber y bailar. Muchas
veces se instala el propio comedor en la calle del pasaje. La gente se arregla para
la ocasin. Tambin se dispone una correcta iluminacin del pasaje. Se cocina y
prepara el alimento en la calle. La msica cuenta con el apoyo tcnico y de
amplificacin necesario para hacer bailar a la comunidad; predominando los
ritmos como la cumbia, el sound, el regeton. Toda una puesta en escena
comunitaria y vecinal. All comparte la familia legina completa: grandes y
chicos; viejos y jvenes; nios y nias; obreros de la construccin y traficantes;
Por ejemplo, pa navidad haci la media fiesta, los cabros chicos, gua! Y se
cierran los pasajes, se cierran todos los pasajes pa navidad o pal 18; pa todas
esas fiestas se cierran los pasajes, se cierran con carpas, gues pa dentro []
una cortina grande. Y guen t cre que entra cualquiera? Est cerrado el
pasaje, estai en fiesta, dulces pa ganarse a los cabros chicos, regalos [], Ah
entonces a la gente se la mantienen contenta, porque aunque es gente de la
poblacin, lamentablemente no tienen donde vivir. Si la gente que tiene la
oportunidad de irse se va y dejan la casa tir ah, y esas casas se ocupan [],
porque no tienen dueo, quien va a llegar a vivir [], ah! y que si parte de
la base que los gueones no pagan ni luz, ni agua. (Trooper 2 en Ganter,
2009: s/p)
B IBLIOGRAFA
I Say that I Write about Love Stories and it Turns Out a Lot of
Bullets. Interview with Alejandro Pez Varela
DANILO SANTOS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATLICA DE CHILE
[email protected]
INGRID URGELLES
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATLICA DE CHILE
[email protected]
P.V.: Yo solo tuve una duda con respecto a qu iba a hacer en la vida.
Entre los cuatro y seis aos quise ser el Llanero Solitario o bombero, pero
el resto del tiempo no tuve duda de que sera periodista, vengo de una
familia de periodistas; mi abuelo, padre y tos fueron periodistas. Siempre
supe que yo tambin lo iba a ser.
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 305-313
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.400
Santos, Urgelles, Vsquez y Pez Varela
VV.AA.: Cmo fue tu infancia en Jurez? Puedes contar cmo era el clima?
VV.AA.: Crees, en ese sentido, que compartes con otros escritores una
experiencia de vida que puede llegar a circunscribirlos en una generacin
literaria? Te sientes parte de la denominada narcoliteratura, que ha surgido
como movimiento luego de la Guerra contra el narco impulsada por Felipe
Caldern?
P.V.: Segn yo son historias de amor. Hace unos das estaba con uno de
mis amigos comentando que los muertos de mi colonia, de mi
generacin, son muchos, familias enteras desaparecidas, entonces es
imposible que pueda contar otra experiencia. Eso es lo que pasa con la
literatura: quin podra narrar un personaje tan oscuro como Jack El
Destripador sin conocer la neblina de Londres? Arthur Conan Doyle no
pensaba en un criminal, sino en una historia dramtica que haba
sucedido all. De dnde escribo si no es desde lo que veo? Por eso
renuncio a la idea de una narcoliteratura. Esos libros son mis lamentos, el
momento de voltear a ver aquello estando lejos, con mi familia all. Fue
duro.
VV.AA.: T vienes del periodismo, nos cuentas que tus libros son parte de
tus vivencias; cmo sientes, entonces, esa profesionalizacin del escritor?, la
sientes ahora que ests en un sello tan continental como Alfaguara?
P.V.: Hay de los dos. Casi siempre que estoy jugando con personajes hay
alguno que me habla y me habla mientras escribo. Hay personajes as, hay
voces que no me gustan, el tipo est demasiado gritn e histrico para esta
novela donde los personajes tienen que hablar suave. Entonces, meterlo a
l es como impostado. Y se queda volando en el scrap. Al terminar de
escribir una novela quedan cerros de libros sobre mi escritorio, que sirven
para consultas; despus arranco pginas de los vidrios en los que apunto
ideas, desmonto todo. Eso es scrap, los fragmentos, lo que queda all. En el
caso de la novela que mencionas tena sentido, pues si no lo escriba, se iba
a perder. Like tears in the rain, diran. Pues no, que se escriba. Y en algn
momento, cuando retom esta novela, que iba a entregar a mi editor, le
dije que haba un montn de scrap y le dije te lo mando?, y l me dijo
mndalo, y ah est.
VV.AA.: Las tres novelas estn compuestas de tres captulos cada una. En la
mayora los ttulos son nombres de mujeres, pero vemos en la ltima novela,
Msica para perros (2013), que hay dos captulos que tienen nombres de
hombres: El muchacho y Graciano. Hay alguna explicacin para ello?,
fue deliberado?
P.V.: Yo vengo de una familia donde las mujeres son muy poderosas.
Mi mam, aunque siempre fue muy respetuosa con mi pap, era la que
decida finalmente. Era un gobierno completamente de mujeres y Jurez
es una ciudad de mujeres; un alto porcentaje en la industria de las
maquiladoras es de empleadas. Los hombres estn en la casa sin empleo y
ellas son las que trabajan. Jurez es lo que es y se mantiene de pie por las
mujeres, no por los hombres. Jurez es femenino, pese a su rudeza,
sobrevive por las mujeres: ellas generan el PIB y son las que mantienen a
las familias unidas, pese al contexto.
Respecto a los personajes masculinos: mi mam dirige unos
albergues para nios de la calle y un da vi ah a el Muchacho.
Abandonado en un lugar lleno de nios drogadictos. Generaciones
completas acabadas en Jurez sin que nadie se pregunte qu pasa con
ellos. A los cinco aos estn listos para matar. Entonces vi a ese nio
llegar, no hablaba nada, porque hablaba raramuri y le daba vergenza.
Hay otros personajes en El reino de las moscas(2012). Mi idea era que
terminaras pensando que ni el polica ni el capo eran buenos o malos.
Los dos son buenos y malos, son hijos de la chingada y a la vez son
sobrevivientes en el desierto, si se saca la pistola se hace y si se negocia,
tambin.
P.V.: Esa era mi idea pero les voy a contar una ancdota. Cuando
retom Corazn de kalshnikov para Alfaguara le el texto otra vez, me
levant bien temprano y como a las diez de la maana estaba con un
nudo en la garganta, unas ganas tremendas de llorar y dije: qu
chingados escrib?, qu cosa ms triste, qu barbaridad, en qu estaba
pensando? Fue muy impactante para m, por eso no estoy muy seguro de
qu escribo. Slo espero que sirva de algo.
VV.AA.: Entre muchos cdigos que uno ve en tus novelas, nos llam la
atencin la apelacin a los fantasmas. Da la impresin de que les das dignidad a
los personajes despus de muertos. Por otro lado, tambin est presente el
VV.AA.: Para ti estas son historias de amor, a pesar de que le llamas Triloga
del desencanto. Y, efectivamente, la mayora de las historias tiene un final
trgico. Por qu estas historias terminan as?
P.V.: Se puede terminar peor. Hay personajes que no la pasan tan mal,
considerando que viven en una ciudad muy ruda. Cuando se voltea a
mirar a Ciudad Jurez lo primero que aparece, como la cereza del pastel,
es la violencia, sin embargo, la realidad es que abajo de eso, las mujeres
aman, se casan, tienen hijos: hay vida.
VV.AA.: Esta imagen que tienes para armar el puzle parece bastante
cinematogrfica. No te han llamado para hacer narcoseries?
P.V.: Por fortuna, no. Tampoco quisiera hacerlo. Hace poco me reun
con gente de una televisora que planeaba una serie. Slo les pude dar un
par de ideas, pero yo honestamente no participo en eso, porque lo
banalizas, lo despojas completamente del valor literario y lo conviertes en
un tema de mercado. Si quieren una historia para venderla, puedo
hacerla, me las s de memoria, me asomo en la esquina y hay una
tragedia, es Mxico.
VV.AA.: Respecto a esa postura tica Sientes que tienes una responsabilidad
como escritor o eso lo dejas nicamente para el periodismo?
como los lobos, suben y bajan por todas las llanuras norteamericanas y
mexicanas de Chihuahua. Eso es lo que cuento en la siguiente novela.
VV.AA.: Nos has hablado un poco del pasado y del presente, pero cmo te
imaginas el Mxico del futuro?
P.V.: De eso hablo todo el da. Yo creo que hubo muchas advertencias a
Amrica Latina de que no se metiera en una bronca que no era de
nuestro continente y no hizo caso y se meti, ah estn las consecuencias.
Es la guerra de Estados Unidos que termin impactando ac, porque el
crimen organizado extendi ramas alimentado con el dinero gringo. Pues,
ahora vamos a tener que ver cmo lo solucionamos porque hay mucho
dinero y somos muy corruptos, todos. Gringos, mexicanos, panameos,
chilenos, peruanos, espaoles, todos somos muy corruptos. Hay una
corrupcin brutal y sanear a estas sociedades va a ser una tarea muy difcil.
El narcotrfico est metido ms en el hueso de lo que pensamos, hizo
metstasis en las sociedades.
En el caso de Mxico, estall esta guerra sin ideologas porque
tambin estaba a punto de estallar una con ideologas. La democracia
latinoamericana est llegando muy rpido a su decadencia; no logr
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016| 317-335 Recibido: 17/09/2016
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.391 Aprobado: 18/10/2016
Sergio Arlandis Lpez
Daltro canto il macrotesto implica i vari testi non come materiale grezzo
da costruzione, ma come larredo, gli oggetti di una camera, tra i quali
possibile, per il visitatore, tracciare linee e stabilire richiami; i testi
diventano nellimplicazione macrotestuale le strade su cui si svolgono,
interrompendosi spesso, i significati del libro.
Il macrotesto esplicazione di s, perch, per il suo carattere di insieme
somma di insieme, costituisce il significato pi ampio della raccolta e
non la semplice somma dei suoi componente. (1983: 12-13)
Fueron Anton Popovic (1979) y el citado Enrico Testa (1983 y 1984), junto a
los estudios de Marcello Pagnini (1980) y Maria Corti (1976) en diferentes
momentos, quienes dieron realmente forma terica a este concepto heredado,
en parte, de la escuela semiolgica, as como de los ms recientes aportes de la
tematologa y de la mitocrtica. En Espaa tal nocin, sin embargo, parece
haber quedado reducido a cierta marginalidad dentro de los estudios filolgicos
si exceptuamos el brillante trabajo de Toms Albadalejo (1998) sobre la
narrativa contempornea, salvo algunas teoras que se apoyan en todas y cada
una de las conclusiones que alcanzaron los anteriormente citados,
aprovechando el notorio desconocimiento en el pas de los estudios
referenciados y sin que sus novedades al respecto (que no son muy
significativas) hayan llegado a saltar a otros terrenos como la antropologa y los
modelos rituales o frente a un debate sobre la razn creativa que los articula y
que, en cierta medida, clava sus puntos de apoyo en teoras afines al
psicoanlisis si atendemos los estudios, por ejemplo, de Ernst Cassirer (1998),
que tanta luz han arrojado al respecto. Teoras, en todo caso, que pese a su
natural alcurnia novedosa no son capaces de deshacerse de su vetusto color y el
rechinar de su oxidada y simplista argumentacin terica que se articula una y
otra vez sobre los mismos textos.
1
Slo para que quede constancia de las fechas frente a otras publicaciones, ste fue el tema
principal de mi tesis doctoral, titulada Macrotexto potico y construccin simblica (una
aproximacin a la poesa de Francisco Brines), defendida en 2005 en la Universitat de Valncia.
El presente artculo parte de muchas de las consideraciones tericas de entonces y se deshace de
aquellas que, con el tiempo, su autor ha visto como errneas o equvocamente enfocadas.
Asimismo, la terminologa y la propuesta metodolgica han necesitado un importante ejercicio
de purgacin de todo aquella reduccionista visin al respecto del macrotexto, que es un
fenmeno ms amplio y complejo que una simple tabla o esquema que se pueda aplicar a unos
limitados textos: un conocimiento menos sectario de la literatura pronto revelar la pobreza de
este planteamiento que gui (o extravi, no se sabe muy bien) aquellos primeros pasos de la
investigacin.
2
Susana Reisz de Rivarola (1989: 215 y ss.) ha abordado algunos de los principales
mecanismos (siempre entendidos como vlidos para la confeccin de una posible definicin del
macrotexto potico) que aseguran esta propiedad (la coherencia) del texto y cmo el criterio
literario puede liberar al texto potico (dictum) de las constricciones vigentes en la
comunicacin cotidiana, formalizando as otros tipos de coherencia que seran, en este caso,
propios de su concreto sistema. De las conclusiones de su estudio destacamos dos aspectos
que, en mayor medida, nos resultan hbiles para una delimitacin del concepto de macrotexto
conforme a nuestra orientacin: 1) La conexin es la interdependencia semntica de las frases
por parejas, mediante uso de conectivos; as, dos proposiciones seran conectables con un
conectivo cuando denotaran hechos relacionados en el mismo mundo posible o en mundos
accesibles o relacionados. 2) Podemos determinar que un discurso siempre es acerca de, lo
que nos lleva a la consideracin de un tema o temas principales, entendindose como tpico
de discurso o macroestructura semntica que, para van Dijk sera una proposicin vinculada
por el conjunto unido de proposiciones expresadas por la secuencia (1980: 203), de modo que
la presencia de un tpico de discurso (o de varios alternativos) es lo que asegura la coherencia
global de una secuencia de frases y, en sentido ms amplio, de un texto encadenado: las frases
no se interpretan en modelos aislados, sino en relacin con la interpretacin de frases
relacionados en modelos relacionales (Dijk, 1980: 151). Un factor que, no olvidemos, trat de
abolir por ejemplo el surrealismo con la nocin de escritura automtica, pero que, sin
embargo, no dej de ser un propsito de dinamitar la norma causal del texto que no lleg, salvo
en muy contadas excepciones, a llevarse a cabo, pues como apunta Reisz de Rivarola (1989:
217), es sta la coherencia una condicin mnima indispensable para la aceptabilidad de
un texto y, en este sentido, los mismos textos surrealistas acabaron cindose a un mnimo de
coherencia conectiva (basada en la recuperacin imaginativa, en la reconstruccin simblica de
ciertos arquetipos, etc.), si bien de un orden estrictamente potico, no carente de un mnimo
de reglamentaciones internas propias de su particular sistema como ndice de inteligibilidad.
Esta coherencia lineal, no obstante, no deja de ser un factor propio del discurso o
habla natural, pero en la poesa contempornea suelen encontrarse secuencias de oraciones no
conectadas o slo parcialmente conectadas formando por ejemplo un verso, pero a las que se les
puede atribuir cierto talante unitivo, cohesionado a travs de una modulacin de muy diversa
ndole. Sin embargo, como seala Reisz de Rivarola, tambin en poesa pueden darse discursos
poticos localmente conectados por recurrencias lxicas o de otro tipo y carentes, no obstante,
de un tpico de discurso capaz de abarcar el conjunto. Aunque, desde nuestra perspectiva,
estas recurrencias no seran otro tipo de conectores discursivos? no es la propia visin de
conjunto la que determina cules son dichas recurrencias? Creemos que el problema estriba
entre la nocin de estructura (reglamentacin de un sistema que permite una variabilidad de
combinacin entre sus componentes) y la linealidad del discurso textual, visto este ltimo desde
su causalidad conectiva, cuando, precisamente el lenguaje potico se puede regir por unos
ndices de cohesin muy variados e igualmente vlidos, como el fnico, el pragmtico, etc.
3
El propio Greimas (1973: 222) entendi por isotopa un haz de categoras semnticas
redundantes, subyacentes al discurso considerado en tanto conjunto redundante de categoras
semnticas que hace posible una lectura uniforme del texto: en este sentido, la isotopa no es un
algo que se aplica, sino que es la explicacin de ese algo aplicado. No hemos de olvidar que
Greimas haba remarcado, dentro del gesto crtico, dos niveles jerarquizados: primero, acceder a
las estructuras narrativas (nivel inmanente), es decir, generales; y segundo, analizar las
estructuras lingsticas (nivel aparente) a travs de las cuales se acabara plasmando el nivel
inmanente.
Desde el plano del significado, un texto es, de por s, plurisotpico ya que est
sometido a diferentes niveles de codificacin que, al entrecruzarse, determinan lexemas
polismicos y distorsiones textuales (Marchese y Forradellas, 2000: 223-224). As, los
fenmenos de connotacin dependern de la plurisotopa del discurso literario que se sirve, a su
vez, de un sistema denotativo como isotopa bsica sobre la que elabora el sistema de
connotaciones, distinto de aqul. De este modo, una lectura correcta deber construir los
modelos de varias isotopas paralelas que caracterizan al texto bien en el plano del contenido
(isotopas semnticas) o bien en el plano de la expresin isotopas fonoprosdicas
(Greimas, 1971: 9). Por tanto, el gran logro de Greimas fue el de unificar la Lingstica
Estructural con la Semntica. No obstante, entendemos que la isotopa es, por lo general, un
eje o vector de cualquier nivel, no slo semntico, sino tambin pragmtico, morfolgico,
fnico, sintctico, de la articulacin propia de la cohesin de un texto. En cierto modo, el
concepto de isotopa vena a corroborar el planteamiento lotmaniano de jerarquas internas de
dependencias (Lotman, 1988: 73 y ss.), de tal modo que sta tratara, precisamente, de mostrar
el texto como la constitucin de un conjunto jerrquico de significaciones favoreciendo, as, la
unidad y coherencia del texto (Greimas, 1971: 105 y ss). Y es ste, en consecuencia, el valor
ms destacado por nuestra parte que, si bien no es el nico, sirve para esbozar los ejes
relacionales del texto potico.
4
Se aprecia, a tenor de esta afirmacin, la vinculacin de Enrico Testa (que nos ha servido,
desde el principio, como eje relevante en nuestro estudio del macrotexto) con la crtica literaria
de inspiracin semiolgica que considera el texto como productividad sgnica, en tanto una
operacin escritural de distintos niveles, incluso inconscientes, pero de una fuerte carga creativa
del autor, siempre en base a una intencin de comunicar, ya inherente a todo signo: la escritura
es, en este sentido, un peculiar uso del cdigo lingstico (Reis, 1981: 266), ms all de toda
definicin sobre qu es y qu no es el hecho literario y, en consecuencia, la Literatura.
tanto la noche como el da (quiz mejor decir la luz) de por s llevan y que
dotan de especial intensidad emocional el poemario. Todo un proceso de
alumbramiento que encuentra su hilo conductor (isotopa personal) en la voz
y la mirada que, de algn modo, va de lo estrictamente personal a lo colectivo,
del yo al nosotros, sin pretenciosos compromisos, sino ms bien desde la
dispersin de ese mismo yo en el otro; en la otredad que es, en cambio, la parte
que explica y da sentido al propio ser que lo contempla, hacindose eco de
aquella teora potica de la mirada de Antonio Machado. Esa fusin con el
nosotros (que a veces tambin llega a ser un ellos) se confirmar como la
nica salida del yo de ese silencio que es el Olvido dentro de la gran Obra,
como lo calific Walt Whitman. O bien, ese proceso parte del impersonal
(se) hacia la impersonalizacin del nosotros, atravesando la lapidaria frontera
del yo como conciencia viva que problematiza con el curso normal y cclico de
la existencia (isotopa del sentido). De ah que la primera palabra del libro sea
Veo y a partir de este punto podemos leer:
Se observa una ambivalencia entre ese yo, que pugna con la impersonalizacin
de lo que ve en el mundo, en la realidad (que es una materia que va dotndose
de forma, tanto en la sombra como en la luz), y ese nosotros, que es al fin el
autntico destino que quiere cumplir su canto:
Parece claro, pues, y a pesar de los escuetos ejemplos que aqu slo apuntamos
como futuras vas de lectura crtica, que el acercamiento lector a Elogio de la luz
y de la sombra, tanto como su anlisis, no puede obviar estas lneas de
continuidad, tan significativas y que desmarcan este tipo de libro de poemas de
otros tantos, queremos o no. Por tanto, pudiera tomarse como criterio
absoluto y resolutivo en este sentido de una sucesiva categorizacin de las
creaciones poticas en su conjunto, estableciendo una notoria diferenciacin
entre aquellos libros con o sin voluntad de hacer visible y explcita un tipo de
articulacin simblico-formal. De ser as, los mecanismos de creacin por parte
del autor, as como el posicionamiento intuitivo e interpretativo por parte del
lector, requeriran una mayor precisin terminolgica y exegtica en estos casos.
Parece claro que el problema de lanzarse a dicha clasificacin es el inabarcable
corpus de textos poticos, pero bien podra ir acotndose pocas concretas y
motivos por los cuales dicha estrategia compositiva se ve tejiendo con cierta
predominancia o no. Y sin duda, este signo altamente significativo de la
modernidad, de la que ha sido seera bandera de la literatura
hispanoamericana, no puede quedarse tan atrs y en el olvido en los estudios
latinoamericanos y reclama, con especial urgencia, una revisin, categorizacin
e identificacin de los diferentes macrotextos poticos que tan variada y
ricamente han aflorado desde el colonialismo hasta nuestros das.
Pero no slo de isotopas vive el macrotexto, ya que, como dijimos,
precisa de formantes dispositivos (palabra que tomo prestada de sus
autnticos valedores, Enrico Testa y de Maria Corti). Veamos, pues, que en el
libro de Labastida, encontramos el eje temtico que discurre entre la sombra y
la luz, pero que a modo de reverso en el espejo se nos presenta con el orden
alterado; de ah que el elogio, que etimolgicamente significa alabanza de las
cualidades de alguien o algo, sea de la luz primero, y de la sombra
despus, contrarrestando la estructuracin interior del libro, que es a la inversa.
De ah tambin que los captulos se titulen y distribuyan de la siguiente
manera: Otro Elogio de la Sombra (I), Elogio de la Penumbra (II), Elogio
de la Oscuridad (III), Elogio de la Tiniebla (IV), Elogio de la Luz (V),
Elogio del Resplandor (VI), Elogio del Radiante Medioda (VII), Elogio de
la Claridad (VIII). Como vemos, ese proceso interior nos conduce hacia una
clarificacin de la Verdad en sentido puramente simblico y que nos lleva hacia
un destino que cumplimos. Asimismo, es un proceso que va de la madurez o
vejez hacia la infancia como territorio de la claridad.
Pero si atendemos a esos mismos ttulos podemos comprobar sin
excesivo esfuerzo que el primer ttulo difiere significativamente del resto.
Considerarlo como poema-prlogo dotara de una estructura muy
significativa a todo el libro, ya que tendramos 1 + 7, con ese concepto de
unidad, que refuerza el predominio del yo en la primera parte, ms esos siete
poemas, con la carga simblica que este nmero implica: desde la implicacin
juda de la eternidad, el ciclo cumplido y repetido, a la creacin como tal. Si no
lo consideramos como poema-prlogo, y por tanto pasara de ser considerado
un factor incidencial a ser un factor adyacente, debemos tomarlo como
respuesta al ttulo principal, ya que se nos enuncia precisamente el destino al
que aspira la voz: el otro. De nuevo, el nmero ocho podr dotar a la lectura
B IBLIOGRAFA
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 337-349 Recibido: 27/10/2015
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.288 Aprobado: 21/03/2016
Nria Calafell Sala
1
Concepto de larga tradicin en las academias anglosajonas, estadounidenses y
latinoamericanas. La ampliacin semntica que sobre el mismo se ha llevado a cabo desde que
Spivak publicara su famoso texto, Can the Subaltern Speak? Speculations on Widow-
Sacrifice (1985), permite hablar de mltiples articulaciones de la subalternidad: la clase sera
una de ellas, pero tambin las luchas culturales que surgen en el seno de una sociedad, las
relaciones de gnero, los vnculos generacionales o tnicos, etc. Si a ello le aadimos las
aportaciones que desde los estudios postcoloniales realizaran voces como Walter Mignolo
(2002), Ramon Grosfoguel (2012) o Maristella Svampa (2005), nos encontramos con un
concepto que aglutina una complejidad de significaciones no slo en las relaciones inter/intra-
personales, sino tambin, y muy especialmente, en las que se establecen entre un/a sujeto y el
Estado/Nacin. Es precisamente esta versatilidad de la categora analtica lo que ms me
interesa recuperar en este trabajo, ya que, como se ver ms adelante, en su quehacer escritural
Luisa Valenzuela bordea prcticamente todas las aristas de la subalternidad sin caer de pleno en
ninguna de ellas. No se olvide, al respecto, que los puntos de sutura que la caracterizan como
sujeto social ser mujer blanca, argentina, intelectual y viajera en algunos contextos, como la
dictadura militar que asedi al pas a finales de los aos setenta y principios de los ochenta,
transforman los privilegios que acompaan a dicha sutura en una maldicin.
subalternidad sera tambin un tanto borrosa, por cuanto ellas hablan, aunque
sea a su manera, y encuentran un pblico lector que las recepta, las lee, las
analiza e incluso las interpreta, otorgndoles un espacio ms o menos
privilegiado, segn cada quien en el tan complejo mbito literario. En tercer
lugar, desde una conceptualizacin relativa y relacional, en el sentido de que un
sujeto puede aparecer posicionado en un lugar de subalternidad y, en otro
contexto, tener un papel dominante.
Si, no obstante esto, nos arriesgamos a diluir la barra metafsica que
todo lo separa en compartimentos estancos, el resultado es la comprensin de
una singularidad la figura del/la subalterno/a cuya identidad se perfila
claramente como mvil, heterognea y ambigua, pero constante en su funcin
de subalternidad (Spivak, 2009: 9-41). El apunte aqu es fundamental, puesto
que evita la prdida de la potencialidad poltica del concepto. En efecto, al
considerar el/la subalterno(a) como aquel o aquella en quien la funcin de
subalternidad histricamente cristaliza en una esencia, entendemos las
contradicciones que caracterizan el quehacer literario de estas mujeres escritoras
a las que Luisa Valenzuela nombra, y dentro de las cuales ella misma se incluye:
la constante que desde el punto de vista histrico han ostentado desde que se
han asomado al mundo siempre masculino de la palabra escrita ha sido el de
una funcin subalterna, puesto que ellas no podan decir ni decirse y, en cuanto
lo hacan, deba ser bajo el rasero de una limpieza que podramos considerar
sexual: A las brujas y somos todas brujas se les lavaba la boca con sal roja
para purificarlas [] la boca era y sigue siendo el hueco ms amenazador del
cuerpo femenino (Valenzuela, 2001: 38).
En el momento en que aquellas brujas toman conciencia de que
pueden sobrevivir pese a las bocas lavadas, dejndolas sangrar y explorar, se
desprenden de esta funcin de subalternidad y pasan a formar parte del aparato
hegemnico, esto es, de una escritura literaria que se manifiesta
ideolgicamente afn a la clase dominante, no slo genricamente sino tambin,
y sobre todo, econmicamente hablando. Cuando Elaine Showalter, al intentar
dilucidar qu se puede entender por escritura femenina, afirma que [] la
literatura femenina puede leerse como un discurso a dos voces, que encierra
una historia dominante y una silenciada (2001: 109), est avanzando en
esta direccin, al dar cuenta del carcter oblicuo de ciertas escrituras, de esa
paradjica dualidad entre la apropiacin de un lenguaje signado por las huellas
del otro masculino y burgus y la travesa hacia sus significaciones ms
connotativas y metafricas.
Sin negar esta dimensin, digamos que entiendo el desplazamiento de
la funcin de subalternidad ms bien en relacin a un acto de desidentificacin
de la categora mujer escritora que este mismo aparato ideolgico perfila.
Vale decir, se tratara de un reflejo de la contradictoria unin de dos sustantivos
aparentemente enfrentados (mujer y escritora), en el universo discursivo de la
literatura dominada por una voz y una presencia masculinas. La mujer
escritora se convierte en la imagen de una polaridad afn al modelo de mundo
metafsico que articula la mirada dominante y dominadora. As, o se es la
poetisa o maestra, esto es, la efusiva e hipersensible que canta el amor, al
tiempo que define unos valores ticos y estticos trasnochados y unos
2
Es decir, mujeres que suturan en sistemas culturales y literarios (el argentino, el mexicano y el
brasileo) que ameritan esta excentricidad y, en algunos casos incluso, la potencian como la
contra-cara necesaria para la supervivencia de lo hegemnico.
3
Dado que slo se manejar una edicin, en el cuerpo del texto se citarn nicamente los
nmeros de pgina correspondientes a Valenzuela, 2001.
B IBLIOGRAFA
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 351-362 Recibido: 29/11/2015
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.292 Aprobado: 03/01/2016
Jimena Nspolo
Uno de los primeros pensadores que realiz un estudio global del mito fue
Friedrich Creuzer, en su obra Symbolik und Mythologie der alten Vlker,
desonders der Griechen (publicada entre los aos 1810 y 1812). Segn Creuzer,
la humanidad en las primitivas fases de su desarrollo habra utilizado el lenguaje
simblico conformado por palabras y, fundamentalmente, por imgenes. La
fusin entre imagen y palabra es lo que Creuzer defini como smbolo, al
subsumirse el universo fsico y el universo moral de un modo unitario.
Mientras discute con las concepciones religiosas e histricas del pensamiento
ilustrado del siglo XVIII, Creuzer propone que los antiguos sacerdotes haban
recurrido al smbolo no para engaar al pueblo como crea Voltaire, sino
para instruir a las multitudes, paralizadas ante el temor frente a la naturaleza y
lo inexplicable, mediante una serie de enseanzas dispuestas bajo la forma de la
revelacin: Estas lecciones eran de carcter sensible, y por ello eran apropiadas
a sus necesidades. Se dirigan bsicamente a los ojos, por el ms sencillo y breve
de todos los caminos del aprendizaje (Creuzer, 1825: 8). Crea que estos
primitivos sacerdotes de la humanidad haban sido los brahmanes de la India,
de donde derivaban todas las religiones del Occidente europeo. Aunque su
teora luego cayera en descrdito, por distintas vas su nocin del smbolo, en
tanto resultante de una visin animista del mundo arraigada en la imagen y la
figura, capaz de expresar una idea de manera grcil, eficaz y precisa, seguira
siendo productiva para muchos pensadores, entre ellos posiblemente el
cubano Jos Lezama Lima. El pensamiento del mitlogo Creuzer parece
hermanarse con la racionalidad potica del barroco americano de Lezama, que
postula al smbolo como la crislida de la mariposa mtica hecha de relatos y
palabras.
Un mito es una imagen participada y una imagen es un mito que
comienza su aventura: con este epgrafe de Jos Lezama Lima se abre el
poemario de Diana Bellessi, Danzante de doble mscara (1985), quiz uno de
sus libros ms logrados o de ms honda influencia junto con Eroica (1988)
en la poesa argentina contempornea. Es que la nocin de imago acuada
por Lezama en La expresin americana (1957) permite reconstruir la red
compleja de imgenes, smbolos y enlaces culturales que desde la Conquista
hasta nuestros das conforman quiz esa visin de mundo capaz de revelar
cierto sentido de identidad o pertenencia al continente.
Qu es lo difcil?, lo sumergido, tan solo, en las maternales aguas de
lo oscuro?, lo originario sin causalidad, anttesis o logos? (1977: 213) se
comienza preguntando Jos Lezama Lima, en Mitos y cansancio clsico, el
primer ensayo que abre La expresin americana, para de inmediato tentar una
respuesta: el mythos es el principio originario; sin embargo, adems provee una
interpretacin que no slo revela una visin histrico-religiosa sino tambin
potica que se manifiesta a partir de la imago o imagen. En tal sentido, [u]n
mito es una imagen participada y una imagen es un mito que comienza su
aventura, que se particulariza para irradiar de nuevo. Y dice ms: Todo
tendr que ser reconstruido, invencionado de nuevo, y lo viejos mitos, al
reaparecer de nuevo, nos ofrecern sus conjuros y sus enigmas con un rostro
desconocido. La ficcin de los mitos son nuevos mitos, con nuevos cansancios
y terrores (Lezama Lima, 1977: 218).
1
Vase Deleuze, Gilles (1989), El pliegue. Leibniz y el Barroco. Barcelona, Paids.
353
Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 351-362
Jimena Nspolo
2
Llegamos a la conclusin de que el principio femenino, como expresin vlida de la unidad y
santidad de la vida, llevaba perdido ms de 4.000 aos. Dicho principio, se expresa en la
historia mitolgica como la diosa, y en la historia cultural aparece en los valores otorgados a
la espontaneidad, el sentimiento, el instinto y la intuicin. Hoy en da no hay, formalmente
hablando, dimensin femenina alguna de lo divino en la mitologa juda y cristiana; nuestra
cultura est articulada en torno a la imagen de un dios masculino que se sita ms all de la
creacin y que la ordena desde el exterior, en vez de estar en el interior de la misma, como los
estuvieron las diosas madres antes que l (Baring, 2005: 13).
fuerza? Sin duda, a ese trasfondo mtico es al que alude Octavio Paz, cuando en
1962 presenta al poemario de Alejandra Pizarnik, rbol de Diana, con las
siguientes palabras:
3
La poeta y ensayista Diana Bellessi, decide a fines de la dcada de los 80 hacer un balance
histrico-poltico de la escritura y el pensamiento de las mujeres, balance con el cual sentar las
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Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 351-362
Jimena Nspolo
bases de un modo de pensar y de hacer poesa que encontrar sus ecos y derivaciones en la
dcada de los 90, en una serie de pequeos escritos que sern recopilados por la editorial
Feminaria en Lo propio y lo ajeno (1996). Vase Mallol, Anah (2013), Mirta Rosenberg,
Diana Bellessi: poetas y traductoras, Jornadas del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en
Gnero. 25, 26 y 27 de septiembre de 2013, La Plata, Argentina.
4
En referencia a Ulrico Schmidl, de quien pertenece el epgrafe Por entre toda la tierra no
hicimos otra cosa que guerrear [Viaje a Espaa y las Yndias, 1534-1553]. Vase en: Bellessi,
Diana (2009), Tener lo que se tiene. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, p. 251. La obra de Ulrico
Schmidl, soldado bvaro que particip en la expedicin de Pedro de Mendoza y describe los
pormenores de la primera fundacin de Buenos Aires, es el primer libro escrito sobre el Ro de
la Plata y se public por primera vez en 1567 en una coleccin de viajes, en dos volmenes,
editada en Frankfurt por Sigmund Feyerabend y Simon Hter.
5
Robert Graves caracteriza del siguiente modo a la diosa blanca: La Diosa es una mujer
bella y esbelta con nariz ganchuda, rostro cadavrico, labios rojos como bayas de fresno, ojos
pasmosamente azules y larga cabellera rubia; se transforma sbitamente en cerda, yegua, perra,
zorra, burra, comadreja, serpiente, lechuza, loba, tigresa, sirena o bruja repugnante. Sus
nombres y ttulos son innumerables. En los relatos de fantasmas aparece con frecuencia con el
nombre de La Dama Blanca, y en las antiguas religiones, desde las Islas Britnicas hasta el
Cucaso, como la Diosa Blanca. No recuerdo poeta autntico alguno, desde Homero en
adelante, que no haya registrado independientemente su experiencia de ella. Se podra decir
que la prueba de la visin de un poeta es la exactitud de su descripcin de la Diosa Blanca y de
la isla en la que gobierna. El motivo de que los pelos se ericen, los ojos se humedezcan, la
garganta se contraiga, la piel hormiguee y la espina dorsal se estremezca cuando se escribe o
se lee un verdadero poema, es que un verdadero poema es necesariamente una invocacin de
la Diosa Blanca, o Musa, la Madre de Toda Vida, el antiguo poder del terror y la lujuria, la
araa o la abeja reina cuyo abrazo significa la muerte (Graves, 2014: 87).
6
Los tobas (tambin llamados qom) son una etnia que habita el Chaco central, al noreste de
Argentina.
duda a este origen gemelar del sujeto potico. El texto confunde con
deliberacin episodios histricos con otros, simblicos, para lograr una
resignificacin oblicua: al encuentro ferico entre Irala7 y la Amazona sucede la
fundacin de Asuncin y el nombramiento de Alvar Nez Cabeza de Vaca.8
Irala, que representa al aventurero liberal, se opone al conquistador Alvar
Nez, de pensamiento conservador, respetuoso y ejecutor implacable del
poder real. El rito de Ava-Por,9 por el cual el personaje de la Amazona devora
a su adversario Irala en un trance de amor y muerte, fagocitando
simblicamente a Europa, invita tambin a leerse en trama con esta serie mtica
que al fin redunda en espejo autoral: el culto a Diana/Artemis como constructo
que hace dialogar el mito amaznico con la tradicin potica argentina y
americana.
Y aqu es donde la potica de Bellessi se coloca bajo la sombra
(inexistente) del rbol de Diana, para desor esas imgenes pizarnikianas que
incansablemente ha fatigado la crtica al referirse a esta potica bajo la tutela de
la pequea viajera (217), la hermosa autmata (209), o la pequea
muerta (211) que ama al viento (204). Se trata, en efecto, de esa cosificacin
atrofiada de una potica vuelta moneda, que Tamara Kemszain ha resumido de
un modo sencillo, en pocos versos, en La novela de la poesa (2012): ahora
Alejandra dira debajo/ no estoy yo/ y est bien que as sea/ para que la poltica
se despeje de sus sombras (384).
Hay, por tanto, una zona ms densa y oscura de la feminidad, que se
hace veladamente presente si se me permite el oxmoron en rbol de
Diana, y que estalla en La condesa sangrienta (1966) obra tarda de
Pizarnik. Una zona que roza el horror y que Octavio Paz, en el prlogo
anteriormente citado, grafica en la descripcin de escenas feroces de un mito
que alude a sacrificios por desmembracin: un adolescente (hombre o mujer?)
era descuartizado cada nueva luna para estimular la reproduccin de imgenes
en la boca de la profetisa (Pizarnik, 1990: 199).
El culto a Diana/Artemis puede rastrearse a lo largo de las pocas en
muy distintas y heterclitas fuentes, que se presentan como las verdaderas
aguas de lo oscuro de donde ha bebido la poesa femenina argentina
contempornea. As, sabemos que la tradicin transmitida por Homero subraya
la fisonoma virginal de la diosa, hija de Zeus y de Leto, nacida en Delfos al
igual que Apolo, su hermano gemelo; y que segn la fuente egipcia referida por
7
Domingo Matnez de Irala (Guipuzcoa, 1509Asuncin del Paraguay, 1556) fue un
conquistador y colonizador espaol que en 1535 es enrolado en la expedicin de Pedro de
Mendoza, quien fuera el primer adelantado del Ro de la Plata, para participar al ao siguiente
en la primera fundacin de Buenos Aires.
8
lvar Nnez Cabeza de Vaca (Jerez de la Frontera, 1488Sevilla, 1558) fue un conquistador
espaol, el primero en atisbar las cataratas del Iguaz.
9
Una nota al pie en el poemario, refiere que Ava significa persona. De igual modo, en las
pginas finales, se agregan una serie de notas aclaratorias sobre los vocablos guaranes y tobas
rescatados. Asimismo, se menciona la leyenda de la Tierra sin Mal o Ivimaraei, una aldea
igualitaria, basada en la solidaridad y la ayuda mutua entre todos sus componentes, unidos por el
sobre abrazo del trabajo en comn, la msica y la danza. Esta estrella, asegura la poeta, es la que ha
guiado la inmigracin a Amrica y que ha signado su suerte: Tambin los inmigrantes pobres
vinieron o fueron acarreados desde Europa hace cien aos, oteaban el mar hacia la costa, buscando la
tierra prometida, la Tierra sin Mal, el Nuevo Mundo, la Amrica (Bellessi, 2009: 310).
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Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 351-362
Jimena Nspolo
10
La obra de Creuzer suscit polmica al ser tempranamente atacada desde dos perspectivas
distintas: la historicista y la filolgica, entre los aos 1825 y 1829; no obstante as, tampoco las
reflexiones estructuralistas erigidas a mitad del siglo siguiente lograron superarla del todo. Por
su parte, Karl Ottfried Mller en sus Prolegomena zu einer Wissenschaftlichen Mythologie (1825)
establece una postura netamente anti-comparatista, al abordar los mitos griegos a partir de su
localizacin espacio-temporal y de su vinculacin especfica con determinados acontecimientos
histricos. La utilizacin sistemtica de la cronologa y de la geografa por parte de Mller,
como criterios bsicos de la historiografa cientfica, se acopl de manera palmaria con el
positivismo naciente haciendo que su teora se impusiera en la Alemania del siglo XIX por sobre
la de Creuzer, considerada romntica. Christian August Lobeck, por su parte, en su
Aglaophamus, sive de theologiae myticae graecorum causis (1829), sostuvo que el estudio cientfico
no es posible sin contar con una slida base histrico-filolgica, demostrando cmo la ausencia
de criterios cronolgicos firmes le haba hecho incurrir a Creuzer en generalizaciones diversas a
la luz del querido neoplatonismo. Confundiendo mtodo de estudio con objeto, Lobeck y
Mller sentaron las bases del mtodo histrico-filolgico de estudio del mito, desarrollado
luego por Ulrich von Wilamowitz, Otto Kern y Martin P. Nilson, quienes conformaron la
escuela predominante en la historiografa alemana. Vase: Linares Garca, Mara del Mar
(1987), Introduccin, en Bachofen, Johann Jakob, El Matriarcado. Madrid, Akal, pp. 5-13.
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Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 351-362
Jimena Nspolo
A modo de conclusin
11
En este sentido, seal Charles Picard que Apollon et Artemis, dautres divinits du monde
ancien ont d, certes, a lpoque romaine surtout, obtenir un prestige trs tendu (1922: xvi).
Sin embargo, sabemos que en un tiempo cifrado por el caos, toda lente
es tambin un interrogante, un corset o un camino. Sea que asumamos la
posmodernidad bajo el signo del kitsch o del barroco, conviene recordar que un
incansable estudioso de los mitos como fue Mircea Eliade observ que tambin
el siglo XX se rega por las estructuras mticas de las imgenes y de los
comportamientos impuestos a las colectividades de los mass-media (192),
originando un proceso inconsciente de proyeccin y de identificacin en el
que el lector participaba de un modo vvido de la trama. Es decir, es slo
rastreando ese patrn de comportamiento heroico del sujeto contemporneo
en la cadena que va de la creacin a la recepcin de la obra, sea este el mito de
Superman o el mito del artista moderno a lo Rimbaud o Van Gogh, que la
serie de pruebas iniciticas atravesadas legitiman su postulacin de
excepcionalidad.
A la luz de estas teorizaciones, en estas pginas se han analizado
distintas voces emblemticas de la poesa argentina contempornea, con la
sospecha constante de que el mito ginecocrtico de la dulcis virgo, reversin de
la diosa blanca o la Artemis Letoide, que en la poca de San Pablo encarnaba
la sntesis pagana de todos los rasgos atribuidos a lo femenino divinidad
virgen-madre, nutricia y bestial, de mltiples pechos, capaz de reunir todas las
fuerzas oscuras y radiantes en su sonrisa de madona coronada, en un culto de
carcter orgistico se actualiza en una produccin local diferenciada, a
mediados de los ochenta y principios de los noventa. Ello irradia una filiacin
de gnero altamente efectiva y anclada al decir de Robert Graves en la
figuracin mtica del lenguaje potico.
B IBLIOGRAFA
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Mitologas hoy | vol. 14 | diciembre 2016 | 351-362
Jimena Nspolo
menciones a otros pases de la regin, como por ejemplo Bolivia y Per, centros
productores primigenios de ciertos estupefacientes, u otros como Guatemala,
Honduras y El Salvador, por la incursin, a lo largo de las ltimas dcadas, del
mercado de las drogas y la violencia extrema dentro de sus fronteras.
Como objetivo primordial, el libro se propone mostrar una panormica
del fenmeno en sus distintos mbitos de influencia, centrando el inters prin-
cipalmente en tres: la economa, la poltica y la cultura. En consecuencia, esta-
mos ante un trabajo interdisciplinar, que incide en campos de estudio tan va-
riados como la historiografa, las ciencias econmicas, la sociologa, las polticas
gubernamentales, la literatura y dems artes culturales (arquitectura, msica,
pintura, cine, televisin, etc.), el periodismo, la comunicacin social, entre
otros. Como punto favorable, cabe destacar que cada uno de los artfices de los
distintos artculos pertenece a un mbito distinto y goza de prestigio dentro del
mismo. Ante esta riqueza autorial, puede observarse la utilizacin de mltiples
enfoques tericos y perspectivas de estudio heterogneas para un mismo objeto
de anlisis, lo que enriquece las reflexiones y nos permite profundizar, desde
una concepcin polidrica y nada maniquea, en el tema.
La presente compilacin se estructura en tres grandes partes, sin contar
el epgrafe inicial ya mencionado y un apartado final donde se exponen, de
manera resumida, las biografas de las distintas personalidades que han partici-
pado en este proyecto. Cada una de las tres partes se corresponde, asimismo,
con uno de los tres pases que conforman el objeto de estudio, sin abandonar,
en ningn momento, el encuadre panormico latinoamericano e internacional.
En total son diez captulos, tres por nacin, armados por una dosificacin de la
informacin parecida: el primer captulo se basa en una explicacin historiogr-
fica del fenmeno en la regin; el segundo centra la reflexin en los ltimos
aos, llegando hasta el 2014; el tercero analiza e interpreta el alcance del narco-
trfico en el mbito cultural y cmo ello ha derivado en el nacimiento de una
nueva tica de vida y de trabajo, lo cual se ve reflejado en el impulso de una
esttica particular.
El primer caso es el de Colombia. Este se inicia con un captulo, de cor-
te historiogrfico y tintes econmicos a cargo del historiador y economista
Hermes Tovar Pinzn, titulado La cocana y las economas exportadoras en
Amrica Latina: el paradigma colombiano. En l, Tovar lleva a cabo, susten-
tando sus afirmaciones mediante la continua aportacin de datos, estadsticas e
informes contrastados del fenmeno, un anlisis histrico-diacrnico de la co-
mercializacin y el impacto de la cocana en Colombia y sus relaciones con el
mercado internacional, especialmente en el caso de Estados Unidos, a quien el
economista atribuye una parte importante de responsabilidad respecto al clima
de inestabilidad y violencia instaurado en la nacin. Al artculo de Tovar Pin-
zn le sigue el del catedrtico e investigador en literatura Nelson Gonzlez-
Ortega, titulado Realidades y representaciones de la subcultura del narcotrfi-
co en Colombia: origen de unas nuevas tica y esttica latinoamericanas?. A
caballo entre el ensayo y el artculo expositivo, Gonzlez-Ortega centra sus es-
fuerzos en presentar los principales factores (polticos y socioeconmicos) y
actores (capos, sicarios, cruceros, las mujeres de los narcos, las mulas, etc.) que
han propiciado el surgimiento de una nueva tica de trabajo, basada en la vo-
za lleva a cabo un repaso de los principales rasgos que caracterizan esta nueva
esttica e incide en la produccin literaria surgida al respecto.
El tercer caso es el de Brasil. Este da comienzo con un artculo escrito
por Mohazir Salomao-Bruck y titulado Surgimiento y explosin de la distri-
bucin y el consumo del crack en Brasil. De nuevo, se plantea la necesidad de
realizar una lectura histrica sobre la evolucin del fenmeno, esta vez en el
estado brasileo, que d cuenta de las distintas etapas por las cuales han pasado
los procesos de produccin, distribucin y consumo de la droga en cuestin, a
fin de entender en su total complejidad la situacin actual por la cual atraviesa
el pas. El siguiente artculo tambin viene a cargo de Salomao-Bruck, quien
hace un despliegue de sus conocimientos en teora del periodismo para refle-
xionar acerca del tratamiento que la prensa brasilea ha ofrecido sobre el mun-
do del narcotrfico. Este nuevo epgrafe recibe como ttulo Claridades y som-
bras de la presentacin periodstica del consumo de crack en Brasil. A grandes
rasgos, puede afirmarse la delimitacin, por parte del autor, de diferentes pe-
riodos en la manera de abordar el tema, desde la mera mediatizacin maniquea
del asunto hasta una atencin ms rigurosa y de concienciacin general. El
tercer captulo de esta parte, y ltimo del libro, se titula Amrica Latina ante el
siglo XXI como fuente del narcotrfico y de alternativas que desafan la guerra
contra las drogas. En l, su autora, la politloga Benedicte Bull, resume las
principales conclusiones extradas de los artculos anteriores, valora los resulta-
dos de las campaas institucionales realizadas hasta la fecha, expone y proble-
matiza las emitidas recientemente, y reclama la imagen de Amrica Latina co-
mo principal propulsora de nuevas polticas gubernamentales y sociales en la
lucha contra el narcotrfico.
En su conjunto, estamos ante una compilacin de artculos de investi-
gacin con una mirada amplia y heterognea sobre la realidad del narcotrfico
en Amrica Latina y sus relaciones transnacionales con el resto del mundo. Un
trabajo bien estructurado, documentado y armado mediante el dilogo entre
numerosas voces especializadas en el asunto. Como resultado, atendemos a un
estudio riguroso y multidisciplinar, lo que permite afrontar la cuestin desde
sus mltiples perspectivas de anlisis (poltica, econmica, social, cultural, etc.)
y ofrecer una panormica de los hechos ms compleja y coherente, lejos del
sensacionalismo con el que a veces se ha abordado el mundo de las drogas. En
definitiva, se trata de un libro que cierra algunos temas, reflexiona sobre otros y
abre muchos ms, poniendo de manifiesto la vigencia y versatilidad del fen-
meno, y en consecuencia, la imperiosa necesidad de aproximarnos a l desde
una mirada polidrica y un afn multidisciplinar.
P ERIFERIAS DE LA NARCOCRACIA .
E NSAYOS SOBRE NARRATIVAS
CONTEM PORNEAS .
las novelas sobre el mundo del narcotrfico? Por qu el pblico simpatiza con
los protagonistas de las narcomafias representadas en televisin? Estas son
algunas de las preguntas que, de una u otra manera, los trabajos reunidos en
este libro abordan, recurriendo para ello al anlisis de un corpus
preferentemente literario, en el que convergen escritores como Sergio Pitol,
Fernando Vallejo, Lolita Bosch, Juan Pablo Villalobos, Juan Gabriel Vsquez,
Don Wislow, Elmer Mendoza, Jorge Franco, Arturo Prez-Reverte, Roberto
Bolao y Carlos Fuentes, entre otros. A lo anterior se suman los artculos que
analizan un corpus cinematogrfico, literario-fotogrfico y televisivo, reunidos
en la ltima seccin del libro, titulada, justamente, "Los 'otros' relatos".
Si bien Lpez realiza su propio trazado al agrupar y organizar los
trabajos en cuatro secciones, cuyos nombres en orden de aparicin son "De
ayer a hoy", "Escritos entre balas", "Literatura, Estado, religin y mercado" y
"Los 'otros' relatos", me he permitido proponer una secuencia algo distinta
para presentar brevemente los artculos que me parecen ms relevantes y entre
los cuales es posible establecer otros dilogos, relaciones y guios. En este
sentido, pienso que Periferias de la narcocracia se estructura de una manera
flexible y abierta, permitiendo que los lectores interesados en las narrativas
sobre la violencia del narcotrfico puedan transitar libremente por los
recorridos interpretativos propuestos por la compiladora. Luego de leer este
trabajo, observo quizs arbitraria y antojadizamente cinco ncleos sobre los
cuales se podran repasar algunas ideas y lecturas propuestas por los
investigadores convocados por Lpez. Slo para efectos de una mejor
presentacin de estas ideas, sintetizo dichos ncleos de la siguiente manera:
representacin literaria y violencia; mercado, literatura y crimen; memorias y
nuevos soportes; gnero y narcotrfico; representaciones televisivas y recepcin.
Ya dijimos que la mayora de los artculos analiza un corpus literario. En
este contexto, me interesa comentar dos trabajos que indagan de qu forma la
violencia de pases como Mxico es representada en la literatura, identificando los
procesos de creacin, apropiacin y transgresin de determinados recursos, gneros
y lenguajes. Anadeli Bencomo postula en su escrito que narraciones ficcionales
como El pozo de Eduardo Antonio Parra, La gran rata de Heriberto Ypez,
Prayers for the Stolen de Jennifer Clement y El ltimo lector de David Toscana,
entre otras, convergen en la reiteracin de imgenes de pozos, huecos y fosas, que a
su juicio funcionan como representaciones icnicas de cierto momento crtico de la
vida nacional (36). Dichas oquedades no slo se asocian en parte de estos relatos
con la tortura, agona y muerte de las vctimas del narcotrfico, sino tambin con el
silencio y olvido al que han sido condenados esos cuerpos. Frente al "horrorismo"
concepto que la autora retoma de Adriana Cavarero los narradores asumen un
rol similar al del cronista descrito por Walter Benjamin y optan por la palabra,
elaborando un discurso que, a diferencia del de la prensa sensacionalista, remece a
los lectores con sus tropos de lo abyecto (cf.46). En el caso del artculo de Cecilia
Lpez y Edita Sols, las autoras proponen leer la novela Fiesta en la madriguera de
Juan Pablo Villalobos como una subversin de la novela de formacin, subgnero
que se caracteriza por representar el proceso de construccin identitaria del sujeto
moderno. De manera inversa, el relato del narrador nio hijo de un
narcotraficante mexicano y que cuenta desde su ptica lo ocurrido al interior del
tetas no hay paraso, El Cartel, El Capo, Las muecas de la mafia, Rosario Tijeras
y Escobar, el patrn del mal, Diana Palaversich propone que en estos relatos se
construye una imagen romantizada y benevolente de los narcotraficantes,
prxima a los imaginarios populares y polmica con respecto al impulso
demonizador de los discursos oficiales (cf. 206-207). De esta manera, las
narcotelenovelas proponen una mirada alternativa capaz de seducir a los
televidentes y que articula dos mitos en la representacin del capo. Por un
lado, el mito del bandido social, cuyo actuar es interpretado como una
respuesta en contra de un sistema caracterizado por profundas diferencias
sociales y gobernado por una lite corrupta (213). Por otro, el mito del
emprendedor o empresario, aquel hombre capaz y agresivo que encarna [los]
valores del capitalismo (221). Adems, otro atractivo de estas telenovelas
radica, segn Palaversich, en que no esconden el estrecho vnculo entre el
narcotrfico y el poder, desdibujando de esta manera los imaginarios
maniqueos oficiales (cf. 226). En el caso del artculo de scar Ramrez y
Cecilia Lpez sobre Breaking Bad, tambin se formula una interrogante acerca
de la recepcin de la afamada serie, especficamente, porqu su protagonista
Walter White/Heisenberg causa tanta simpata entre los espectadores, a pesar
de convertirse en un criminal cuyos actos son cada vez ms deplorables. La
respuesta que los autores plantean hacia el final de su texto es la siguiente: el
pblico simpatiza con este personaje porque su devenir criminal representa la
felicidad cortoplacista [] [que] nos redime de la mediocridad que nos
impone un sistema cada vez ms excluyente (258). Interesantes resultan
tambin las ideas propuestas acerca del imaginario racial que opera en la serie.
A modo de cierre, no queda ms que recomendar la lectura de este
compilado crtico que, a partir de distintos corpus, soportes, lenguajes y
sustratos tericos, propone sus propias narrativas sobre lo que Cecilia Lpez ha
llamado las periferias de la narcocracia.
B IBLIOGRAFA
1
Acerca del trmino puede verse Garca Nio (2013). Otros autores han dado en llamarla
narcoliteratura o literatura sobre el narcotrfico o literatura del narcotrfico o literatura de la
violencia; entre ellos, argumentada y solventemente, Palaversich (2009 y 2010), Fuentes
Kraffczyk (2013) y Olvera (2013).
2
La misma editorial la reeditara en 2000, con el nombre completo del autor que es ngelo.
Aunque la obra es un hbrido entre la novela, la biografa y las memorias, podemos considerarla
la primera de pretendida ficcin en torno al narcotrfico, sus circunstancias y sus expresiones
culturales.
3
Editada por la Universidad de Guadalajara en su coleccin Hojas Negras, la breve novela de
Cacucci est centrada en el ftbol llanero, y el narcotrfico es la presencia velada que incide en
los avatares y define los encuentros entre el equipo de San Isidro y el del pueblo vecino.
ISSN: 2014-1130
vol. 14 | diciembre 2016 | 375-381
DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.393
Arturo E. Garca Nio
4
Palaversich (2010) considera que Contrabando (2008), escrita por Vctor Hugo Rascn Banda
y ganadora del Premio Juan Rulfo para Primera Novela 1991, es la obra inaugural de la
literatura referente al trfico de drogas en Mxico. Olvera coincide con ella, hace la ms
puntual y aguda diseccin de la obra hasta ahora y pone de relieve su deuda con la tragedia
griega. Lneas adelante se hablar brevemente de esto.
5 La publicacin original en ingls es de 2005 y la escritura de la novela le llev seis aos a su
autor. Acerca de Winslow y su obra puede verse Garca Nio (2015 y 2016b).
6 Acerca de Almazn y su obra pueden verse Reyes Zaga (2013) y Garca Nio (2016a).
7 La obra de teatro fue publicado en forma de libro en 1993 por Ediciones El Milagro, aunque
fue puesta en escena por Enrique Pineda en el verano de 1991 dentro de las actividades del
Tercer Gran Festival Ciudad de Mxico. Rascn Banda estuvo muy cerca del montaje. Acerca
de ello puede verse Proceso (Redaccin) (1991).
8
Estando de acuerdo con Olvera en que la pionera Contrabando es un texto coral y pendular
que transita de ida y vuelta entre el teatro y la narrativa; agrego que tanto de la narrativa de
ficcin como la de no ficcin. Y no est contada en tono negro.
9
Acerca de Contrabando y el debate puede verse tambin, adems de Palaversich y Olvera, Esch
(2014).
10
La argumentada reticencia de Olvera para anteponer el mercadolgico/mercantilista prefijo
narco a la expresin literaria que nos ocupa merece un dilogo que enriquezca, y considero que
ste no es, por sus caractersticas y espacio disponible, el lugar para ello. Bajo esta lgica dejo
apuntado, echando por delante la humildad que debe nutrir y guiar a la academia para revertir
los monlogos pontificadores que muchas veces la aquejan, que las opiniones de Palaversich y
Olvera deben ser retomados por su solidez; prometo hacerlo en otro lugar y en un corto
tiempo.
11
Para el caso de este autor mexicano quizs decirlo signifique muy poco, ya que sta es su
primera novela de dos que ha publicado hasta la fecha. La otra es El ms buscado (2012), que
incluye como personaje central al narcotraficante precisamente ms buscado en ambos lados del
Ro Bravo hasta entonces despus de su primera fuga de un penal de alta seguridad: Joaqun El
Chapo Guzmn, mismo que aparece en esta obra como Felizardo El Chalo Gaitn.
12
Las tres primeras novelas son Los cuervos (2006), Premio Binacional de Novela Joven 2005; Una
isla sin mar (2009); y Jurez Whiskey (2013).
Pastrana y Kuriaki se conocen en una de las tantas escenas del crimen del
campo de batalla compartido: al aparecer la cabeza de un yonqui y puchador
vendedor de cocana, marihuana y pastillas, adems de amigo de la infancia del
periodista y en algn momento su abastecedor. Nada raro, porque en esos aos
empezaron a ser asesinados muchos narcomenudistas en la emblemtica ciudad
fronteriza con El Paso, Texas, donde ya desde 199313 venan desapareciendo y
muriendo jvenes mujeres: las asesinadas de Jurez, como dolorosamente
empezaron a ser nombradas nacional e internacionalmente las vctimas de los
feminicidios en fechas no muy lejanas, cuando cambi el soundtrack cotidiano que
define hoy a Mxico y que, escribe Silva Mrquez (2014), marca el andar y las
acciones de El Chaneque: Chingao, dijo el agente Pastrana, y a lo lejos escuch
el sonido de una rfaga de metralleta... Una nueva rfaga de balazos en la distancia
dio la pauta para que bebiera del caf negro y cargado. (40); y ms adelante se
confirma el contexto: Como ladridos de perro, se escuch una rfaga de disparos
en la distancia (161).
En su ya clsico texto acerca del cine negro, el tambin realizador
cinematogrfico Paul Schrader (1981)14 asentaba que lo que defina al gnero eran
sus atmsferas y sus ambientes, que lo negro era eso: una atmsfera. Y en la
narconarrativa esa atmsfera se redefine hoy mediante el impulso que le inyecta un
conjunto de circunstancias, ancladas a la crueldad como premisa bsica de una
razonada irracionalidad de presunto seres humanos que dejan por las calles
hombres vaciados, hombres degollados, mutilados, como si la vida misma los
hubiera tragado de un solo bocado y despus devuelto como cosas amorfas (Silva
Mrquez, 2014: 166). Hombres vueltos estadsticas y datos del ambiente que se
diseminan para crear las atmsferas postnoir y disearle el rostro a este nuevo tiempo
de canallas: Esta ciudad se ha llevado lo mejor de todos... [piensa Silva
Mrquez/Kuriaki] y tal vez no sea la ciudad [agrega/concluye], es el pas y el dinero,
la falta y el exceso al mismo tiempo (178). Exceso y abigarramiento como los
cuerpos colgados de puentes con cabezas de animales superpuestas, las cabezas
humanas dejadas en la va pblica y el ejrcito mexicano participando en labores de
trfico de drogas a bordo de aviones oficiales al servicio del capo Nez, por
ejemplo.
Y son esos tiempos y ambientes generadores de la densa atmsfera juarense
y nacional donde transcurre La balada..., una historia de vidas y muertes, amores y
desamores, justicias vengadoras y venganzas justicieras, obsesiones y pasiones.
13
En 1992 fue electo gobernador en el estado de Chihuahua Francisco Barrio, del Partido
Accin Nacional, y un ao despus empezaron a documentarse los feminicidios. Vendran
luego tres sexenios del Partido Revolucionario Institucional y la situacin seguira, y sigue,
igual. Al respecto pueden verse Ronquillo (1999) y Gonzlez Rodrguez (2002). Y para un
seguimiento puede consultarse el blog Nuestras hijas de regreso a casa, sostenido por las madres y
familiares de las vctimas con el apoyo de organizaciones. Disponible en:
http://nuestrashijasderegresoacasa.blogspot.mx/http://nuestrashijasderegresoacasa.blogspot.mx/
14
La revista Primer Plano, editada por la Cineteca Nacional de Mxico, fue el espacio en que se
public por vez primera en espaol el ensayo de Schrader y hoy es muy difcil de encontrar el
ejemplar. Sin embargo, el texto publicado originalmente durante 1972 en Film Coment puede
consultarse en
http://isites.harvard.edu/fs/docs/icb.topic1069028.files/Schrader%20on%20Notes%20on%20
Film%20Noir.pdf
15
El fotgrafo Morena antepone un pinche a sus enunciados y aventura un no mames
intercalado como refuerzo en todo enunciado. La mayora de los personajes, primordialmente
el polica Julio Pastrana, emiten displicentes un chingao -siempre en cursivas- como
prembulo discursivo. Y en la novela de Bernal, Fliberto Garca inicia casi todos sus monlogos
interiores con un pinche...
16
Excepto A Song of Shadows y A Time of Torment las restantes catorce novelas de la serie
publicadas entre 1999 y 2015 por el novelista irlands estn editadas en espaol por Tusquets.
B IBLIOGRAFA