Humanismo Cívico PDF
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EL HUMANISMO
CVICO
Una invitacin a repensar la democracia1
DEBATE POLTICO No 41
1 Este trabajo es resultado del proyecto que est desarrollando el grupo Lumen
de la Escuela de Filosofa y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda,
lnea de investigacin en filosofa poltica y filosofa jurdica. El proyecto se
titula Humanismo cvico: un nuevo modo de pensar y comportarse poltica-
mente, y se basa en la propuesta de Alejandro Llano denominada Humanismo
cvico.
2 Liliana Beatriz Irizar actualmente se desempea como docente de la Escuela
de Filosofa y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda, donde dirige el
grupo de investigacin Lumen.
Obra auspiciada por la Fundacin Konrad Adenauer
ISBN: 978-958-8350-31-8
Diagramacin e Impresin:
UNIN GRFICA LTDA.
Tel. 630 94 15
Impreso en Colombia
Bogot, 2009
CORPORACIN
25
aos
1984 - 2009
Las opiniones expresadas en este libro no son necesariamente las de la Fundacin Konrad
Adenaur. Los artculos son propiedad de los editores, por lo tanto se prohibe la reproduccin de los
mismos.
Alejandro Llano
7
NDICE
Primera parte
El humanismo cvico como nuevo modo de pensar y
comportarse polticamente
Segunda parte
Los nudos conceptuales del humanismo cvico
9
Captulo 4: La dimensin social de la libertad
10
Tercera parte:
El humanismo cvico frente a algunos
desafos polticos actuales
Bibliografa
11
PRLOGO A LA SEGUNDA EDICIN
13
transformacin de materias primas.
La lnea de pensamiento e investigacin ms activa e innovadora
en la lnea del humanismo cvico es, hoy da, la que est
desarrollando el grupo Lumen, dirigido por la Profesora Liliana
Irizar desde la Universidad Sergio Arboleda. Estamos ante
una iniciativa muy dinmica que, desde hace varios aos, est
indagando a fondo las perspectivas actuales ms prometedoras
en torno a la idea de una concepcin rigurosamente actual de la
solidaridad basada en la virtud cvica de los propios ciudadanos.
Es muy significativo que esta regeneracin intelectual y prctica
se haya producido en un pas de base cultural tan slida como
es Colombia; y que, desde all, se est difundiendo por toda
Latinoamrica.
Alejandro Llano
15
Introduccin a la segunda
edicin
Humanismo cvico: Un modo de hacer poltica basado en un
humanismo trascendente
17
Lo cierto es que, tal como ense Aristteles en los albores del
pensamiento poltico, el hombre es un animal social. Lo que
equivale a afirmar que para desarrollar una vida humanamente
plena o lograda necesita afianzar esta dimensin comunitaria
de su ser. Para ser plenamente humano precisa comprometer su
libertad en empresas socialmente relevantes. Si este ejercicio
le es rehusado no tardan en aparecer el tedio y la frustracin
existenciales que acaban desembocando en mltiples expresiones
de violencia. Ahora bien, la democracia ha aparecido siempre
como el modo de organizacin poltica ms apropiado para
dar satisfaccin a esta vocacin social innata. Sin embargo,
est muy claro para todos que algo no marcha bien en las
actuales democracias occidentales. Por un lado, cada da es ms
generalizada la apata cvica, en especial entre los jvenes. Por
otro, los escndalos de corrupcin poltica hasta tal punto se han
vuelto el tema recurrente de los medios de comunicacin que
prcticamente ya no son noticia.
18
preciso replantear muchas convicciones de suyo equivocadas,
en especial de tipo antropolgico y tico, que sin embargo son
aceptadas casi dogmticamente en nuestra sociedad. Tal es lo
que sucede, por ejemplo, con la comprensin de la libertad; el
papel de la tica en la vida poltica o la posibilidad de fijarse
metas sociales comunes. Lo que con urgencia se necesita, en
ltimo trmino, es repensar la democracia desde sus mismos
fundamentos, que son metafsicos, antropolgicos, ticos y,
evidentemente, polticos.
19
reflexiones lo ocupa la persona a la que concibe como un ser
espiritual, es decir, libre y autoconfigurador nato, tanto de su
vida personal como de la vida social. Por eso, es una propuesta
llamada a hacerse operativa, ya que no slo denuncia los focos
profundos del actual desencanto poltico de la ciudadana, sino
que plantea alternativas de solucin. Se trata de soluciones
hacederas y asequibles, no de simples ensoaciones utpicas,
porque se apoyan en dos pilares que impregnan de realismo esta
propuesta. Por una parte, el humanismo cvico reconoce como una
de sus fortalezas terico-operativas la activacin de la conciencia
ciudadana. Considera que un punto de partida primordial consiste
en sacar a sta del letargo en que la ha sumido el avasallamiento
de los tres ejes del tecnosistema: el Estado, el mercado y los
medios de comunicacin social. Por otra parte, no se limita a
dejar sembrada la inquietud y la crtica. El humanismo cvico
supone que la clave para devolver a la sociedad su identidad
humana se encuentra en la formacin ciudadana. Su frmula
antropolgica, que no mgica, de humanizacin de la poltica se
resume en la formacin de seres humanos plenos, cabales.
20
Ante un panorama tan poco alentador, qu propone el
humanismo cvico? Su meta fundamental consiste en hacer
patente que los protagonistas originarios de la vida poltica
somos los hombres y mujeres que habitamos este mundo. Seres
humanos dotados de inteligencia y libertad; aptos, por tanto,
para conocer la verdad acerca de las cuestiones pblicas y tomar
decisiones oportunas, radicalmente orientadas a la plenitud de
todos y de cada uno de los ciudadanos. Cabe apuntar aqu que
otros dos conceptos cruciales de este humanismo poltico son
junto con la identificacin del hombre como animal social las
nociones de vida buena y de bien comn. Consideramos con el
profesor Llano, que uno de los factores que ms ha incidido en
la tecnocrtica deshumanizacin de la poltica lo constituye el
hecho de haber expulsado del lenguaje y de la praxis poltica
estas dos realidades.
21
particularmente representativos del proceso de deshumanizacin
que aqueja a nuestra cultura. Se trata del problema de la
corrupcin y del fenmeno de la violencia.
22
Hasta aqu lo expresado en aquella primera introduccin al
Humanismo cvico: una invitacin a repensar la democracia.
Hemos dejado intacta esta parte de la introduccin porque las
convicciones y objetivos de este trabajo continan inalterables.
Con todo, somos conscientes de que, transcurridos casi tres
aos de la primera publicacin de Humanismo cvico, el cambio
favorable de la situacin socio-cultural que denuncibamos en
aquella edicin, como era de esperar, no se ha dado. En realidad,
los que all calificamos como enemigos de la democracia
(la apata cvica y el individualismo) en cierta medida parecen
haberse afianzado y amenazan con extenderse a sectores ms
amplios de la sociedad. Adems, en este breve lapso temporal,
ciertas corrientes que entonces tambin advertimos, ponen
en vilo los fundamentos de la democracia misma, se han
venido manifestando especialmente agresivas as como dando
muestras de peligrosas seales de intolerancia y totalitarismo,
refugindose, paradjicamente, bajo la bandera de la tolerancia
y de la democracia. De modo particular, es sta la actitud del
denominado pluralismo de ideas y creencias que busca
confundir la pluralidad, en tanto que rasgo genuinamente
caracterstico de todo lo humano, con el relativismo tico y
religioso. Por otra parte, asistimos al avance creciente de un
laicismo arrogante, visible aliado del relativismo, que erige
el indiferentismo religioso y el humanismo inmanente en
condiciones de posibilidad de la democracia.
23
Hablar de la centralidad de la persona supone como premisa bsica
partir de una recta concepcin de la misma. Implica, por eso,
reconocer su dignidad ontolgica, que da paso a la defensa de sus
derechos indiscutibles a partir de las exigencias de la ley natural
enraizada en el ser personal. Negar, como pretende el laicismo
exasperado e intolerante, esta tica natural y universal como
fundamento y garanta de la convivencia poltica justa y pacfica,
equivale a instaurar la anarqua moral y su consecuencia obvia:
el abuso del ms fuerte sobre el dbil. De ah que hayamos visto
necesario incluir un apartado sobre los fundamentos metafsicos
del humanismo cvico (en el Captulo 1) los cuales, como ya
apuntramos en la primera edicin, establecen una importante
diferencia entre el humanismo cvico y las restantes propuestas
enmarcadas en el denominado giro republicano. Pensamos que
la vuelta a la metafsica de inspiracin realista constituye, hoy
por hoy, el nico camino, libre de equvocos y ambigedades,
capaz de conducir hacia la construccin de una democracia al
servicio de la dignidad de la persona y del verdadero progreso
humano. Porque slo admitiendo la dimensin metafsica,
tanto de la realidad como de la razn humana, estaremos en
condiciones de reconocer la vigencia perenne de exigencias
ticas radicadas en el ser humano, las cuales pertenecen a la ley
moral natural y que poseen, por consiguiente, alcance universal y
validez permanente. No se trata en s de valores confesionales,
como pretenden los paladines del laicismo, sino de autnticos
principios ticos procedentes de la naturaleza humana, a cuya
luz podemos juzgar y defender lo que son genuinos derechos
humanos as como apreciar lo que debe considerarse verdadero
progreso humano.
24
que sean coherentes tanto desde el punto de vista terico como
operativo. Por esta razn, hemos visto necesario ampliar el
captulo destinado a la formacin ciudadana (Captulo 5 de la
Segunda Parte). All, precisamente, insistimos en remarcar que
la formacin integral de los ciudadanos, esto es, la educacin
de la mente y el corazn (o pedagoga del deseo) debe partir
de una antropologa difana y slida en sus principios, as
como de unas nociones tico-antropolgicas clave que hemos
decidido dejar ms claras en esta edicin. Ellas son: frente a la
concepcin autosuficiente del sujeto, la concepcin comunional
de la persona, y frente al relativismo, la bsqueda apasionada de
la verdad.
25
que, gracias a serios procesos de formacin ciudadana, sea capaz
de acoger, justificar y proyectar las instancias que derivan de la
ley moral natural y que, por lo tanto, sita en el centro de sus
decisiones la dignidad y la vida humanas as como su autntico
progreso.
Bajo esta perspectiva, hemos visto fundamental incluir igualmente
un captulo (Captulo 7 de la Tercera Parte), el cual es slo un
anticipo de posteriores desarrollos. Se trata de un apartado donde
se esboza una concepcin humanista de las instituciones como
vehculo indispensable para insuflar el humanismo cvico en los
diversos mbitos de la vida social, capaz de permear las instancias
de la administracin y el gobierno. Ahora, bien comunicar a las
instituciones este humanismo ciudadano constituye un autntico
reto, seguramente el ms decisivo de todos. De ah que el
captulo sobre las instituciones corona la Tercera parte de este
libro, dedicada a los desafos actuales que el humanismo cvico
ha de afrontar.
26
se dirige tambin al director de la Fundacin Konrad Adenauer,
oficina Colombia, doctor Stefan Jost, a los directivos de la
Corporacin Pensamiento Siglo XXI, doctor Hernn Beltz,
doctor Hugo Villegas, doctores Gonzalo Araujo y Francisco
Flrez Vargas. Gracias a su acostumbrada generosidad, una
vez ms, este proyecto puede contribuir a la formacin de los
jvenes y del pblico en general.
27
Primera parte
El humanismo cvico como nuevo
modo de pensar y comportarse
polticamente
29
Captulo 1
El humanismo cvico
La nica configuracin justa de una sociedad es aquella que
reconoce la relevancia pblica de la libertad concertada de sus
miembros.
Alejandro Llano
1. Qu es el humanismo cvico?
31
justicia y servicio al bien comn. De manera que su anlisis de
los fenmenos sociales implica juicios de valor. Tambin debe
a su ndole prctica el que se trate de una reflexin de carcter
operativo. Operar que apunta a hacerse efectivo dentro de las
oportunidades y lmites ofrecidos por el contingente y complejo
campo de la actuacin poltica.7
32
All se contienen los tres pilares fundamentales de esta
propuesta:
33
de vivir en la polis que se opone diametralmente a la mentalidad
y a la praxis poltica del actual tecnosistema.
35
miedo. Pensemos, por ejemplo, en la ya mencionada corrupcin
o en la violencia creciente en sus ms diversas manifestaciones.
Dos temas que en este libro sern objeto de especial examen a la
luz de los principios del humanismo cvico.
36
Presencia de un rgimen de gobierno mixto (el poder
se encuentra compartido por todos los grupos y
categoras de ciudadanos).
37
la primera de esas notas quedara asegurada a travs del bien
comn, fin universal de la polis. La segunda, en las virtudes de
los ciudadanos y el equilibrio en la distribucin del poder. Bajo
este aspecto, el pensamiento florentino era unnime afirmacin
general de que cuando los hombres carecan de virtud el mundo
se volva problemtico e ininteligible15 . El mundo que rodeaba
a tales hombres equivala a un flujo incontrolado y enigmtico.
38
del humanismo renacentista florentino de modo
particular al Maquiavelo de los Discorsi; a travs
de ellos a Aristteles y, finalmente, presta particular
atencin a las aportaciones de J.J. Rousseau 18.
39
contra el individualismo liberal, reclama la recuperacin de las
comunidades como fuentes de identidad humana. Sin embargo,
no incluye a la comunidad poltica ni, por tanto, a lo poltico
como tal entre esos factores determinantes de identidad. De
ah que lo poltico un ingrediente especficamente estatal para
esta corriente deviene algo posterior a la configuracin de la
identidad humana y, por lo mismo, instrumental. Un agente al
servicio, ya no de los individuos como en el liberalismo, sino de
las comunidades entre las que destacan las culturales. Para
el humanismo cvico, en cambio, el hombre es constitutivamente
un animal social o poltico, de modo que no puede conseguir la
plenitud de su ser si no es gracias a la participacin activa en la
polis o comunidad poltica.
40
slo algunos de sus elementos ontolgicos nucleares.
Un elemento clave del humanismo cvico lo constituye la
comprensin del bien humano como perfeccionamiento, como
telos, de las personas que buscan intensificar su propia vida,
indagando crticamente cul es su propio sentido y plenitud, qu
es lo bueno y excelente para cada una de ellas y para todas las
dems. Porque lo que buscan no es lo que, aqu y ahora, les
parece bueno, sino lo que es realmente bueno. 22
41
que siempre ser original y nico. Y, sin embargo, esto ltimo
no equivale a afirmar que cada uno es feliz a su manera, si
por esta ltima expresin ha de entenderse que cualquier tipo
de comportamiento, toda decisin libre, del tipo que sea, puede
servir para hacer feliz a la persona, es decir, mejor, ms plena.
43
definitiva, de los bienes que nuestro comportamiento pone en
juego. Dicho de un modo ms conceptual, lo que ha sucedido
es que la razn poltica se ha desplazado del mbito prctico,
en el que se desarrolla la vida cotidiana, y se ha instalado en
un territorio terico, en el que presuntamente se mueven las
ciencias positivas. 29
44
Ahora bien, aunque la reflexin poltica de Cambridge y de
los comunitaristas da muestras de un alejamiento de la razn
cientificista y su mtodo, no refleja, sin embargo, este anclaje
metafsico tan caracterstico del humanismo cvico, ni siquiera
una antropologa definida ni una tica expuestas con algn
grado de sistematizacin. Consideramos que esto ltimo
constituye uno de los puntos observables que vuelven terica
y prcticamente ms vulnerables a ambos discursos. Como
veremos, la humanizacin de la poltica capaz de sobreponerse,
entre otras cosas, a la visin tcnica y pragmtica del ejercicio
del poder slo se torna imaginable a partir de una comprensin
clara de la persona, de sus cualidades y sus fines esenciales. Tal
comprensin encierra en s misma una antropologa y una tica
en franca conexin con la metafsica.
45
Captulo 2
47
humanas. Adems, en el pensamiento de ambos filsofos ser
miembro de la ciudad implica ante todo establecer un consistente
lazo moral con los dems ciudadanos. Como seala Fernando
Inciarte: En trminos generales, republicanismo significa, en
efecto, autogobierno de ciudadanos iguales que en su gestin
poltica ponen la causa comn por encima de tales intereses
particulares. En vez de causa comn podra decirse bien
comn33 .
48
la misma nota de impersonalidad tecnocrtica a una ciudadana
organizada en torno a esos parmetros. La ciudadana se
convierte, as, en una nocin abstracta e indiferenciada, que no
confiere identidad alguna al individuo. De manera que el propio
individuo pasa a ser considerado como una realidad abstracta y
vaca 34.
49
orientacin de las polticas pblicas. Adems, las prcticas
de estas comunidades locales han de encuadrarse dentro de
una regulacin estatutaria que garantice en alguna medida la
fidelidad a los objetivos originarios y permita a la Administracin
Pblica ejercer respecto de ellas su funcin arquitectnica y de
coordinacin en orden al bien comn poltico.
50
Al conocimiento pormenorizado de las necesidades que
estn en juego debido a la proximidad a las tareas que
desarrollan. Los sujetos sociales los
propiamente afectados o los que estn en relacin estrecha
con ellos son los que gestan los planes de accin a partir de
los problemas que conocen directamente.
51
Slo bajo esta comprensin de lo humano pueden surgir las
iniciativas del dilogo y de la solidaridad. Aparece as como
una posibilidad verosmil la voluntad de incrementar,
completar, ayudar y, en ltimo trmino, cuidar del
otro en lugar de excluirlo o descartarlo.
53
discurrir, todas las cosas se quedan como estn, y aqu paz y
all gloria. Pensamiento y libertad van siempre de la mano. Y
resulta imprescindible perder el miedo al pensamiento que lleva
consigo el temor a la libertad. 37
54
lenguaje del humanismo cvico hablar de sociedad del bienestar.
Una sociedad en la que la ciudadana se esfuerza por hacer
extensible a todos una calidad de vida a la altura de la persona.
Y evidencia, por lo mismo, una exquisita sensibilidad por lo
humano. Esto es, una sensibilidad que sabe hacerse cargo de
diferencias tan relevantes como las que resultan, por ejemplo,
de tener empleo o no tenerlo; estar afectado ms o menos
directamente por el conflicto armado o no estarlo; gozar de salud
o estar enfermo; ser madre cabeza de familia o no serlo; tener
acceso a una carrera tcnica o universitaria o no contar con esa
posibilidad.
55
tema del humanismo cvico y tocamos algunos de sus pilares
conceptuales fundamentales, se percibe un mensaje reiterado.
En efecto, si tuviramos que dar un calificativo a este nuevo
modo de pensar y de comportarse, lo llamara filosofa de
la esperanza o cimentada en la esperanza. Y la esperanza es
una virtud especficamente teologal, pero tambin es esa
fuerza vital que nos lanza a emprender proyectos difciles en la
medida en que, al mismo tiempo, los vislumbramos como una
realidad asequible. De ninguna manera resulta vlido, por tanto,
confundir la esperanza con su caricatura: el optimismo ingenuo,
es decir, sin fundamento, al que apela constantemente una cultura
meditica que, irnicamente, en su trasfondo ideolgico, invita
lisa y llanamente a la desesperacin.
56
Segunda Parte
Los nudos conceptuales del
Humanismo Cvico
57
Captulo 3
La antropologa del
humanismo cvico
Si se cierran los ojos al enigma del hombre, la vida se
convierte en existencia cosificada. Alejandro Llano
59
promover la dignidad personal. Por el contrario, cuando la nocin
de humanismo pierde su insercin en la esencia de la persona,
tiende a convertirse en un concepto filantrpico y vagamente
cultural41 Una bandera, diramos, bajo la cual pueden cobijarse
las mayores tergiversaciones del bien humano y de los modos de
acceder a l.
60
persona -un modo de pensar realista- que rescata y reivindica la
ndole corporal del ser humano, permitiendo as reafirmar dos
verdades estrechamente entrelazadas que manan de la naturaleza
del hombre.42
42 Ibid., p. 174.
43 A. Llano, El diablo es conservador; Pamplona, EUNSA, Cap. 6: Antropolo-
ga de la dependencia, p.117.
44 A.M. Gnzalez Gnzalez, Naturaleza y dignidad. Un estudio desde Robert
Spaemann, Pamplona, EUNSA, 1997, p. 149.
45 Ibid., pp. 68-69 y p.149.
61
No deja de asombrar asimismo que el siglo XXI, que se
caracteriza, de un lado, por el creciente culto al cuerpo culto
que recibe especial estmulo a travs de la publicidad- no titubea,
por otro, en atentar contra la ntegra unidad corpreo-anmica del
hombre, desprecindolo a l mismo al infravalorar la dignidad
de su corporalidad. Sin embargo, en el fondo, ambos modos
equivocados de dirigirse hacia el cuerpo humano, reconocen la
misma raz. Los dos obedecen a un profundo desconocimiento
de la naturaleza humana. Porque, de hecho, la sobreestimacin
del cuerpo se traduce siempre como infravaloracin y descuido
de la otra dimensin crucial de mi ser: el espritu. Cabe apuntar,
adems, que dicha sobreestimacin puede ser calificada de
engaosa. Ciertamente, la cada vez ms expandida y creciente
falta de pudor con relacin al propio cuerpo y al ajeno, revela
un profundo irrespeto por la intimidad personal, la cual es un
atributo antropolgico decisivo cuando se trata de definir la
dignidad humana.
62
toda su vida. Nos parece sumamente innovador y oportuno
que el humanismo cvico repare en esta dimensin de la
persona, sobre todo teniendo en cuenta que gran parte de los
atropellos a los derechos fundamentales vienen dados por
la va de una comprensin sesgada del ser humano que hace
depender su dignidad de la funcionalidad y de la calidad de
vida. Pero dejemos que el mismo Alejandro Llano nos hable
acerca de los iluminadores principios que esta antropologa de
la dependencia es capaz de aportar a la consecucin de una
convivencia poltica justa: Acaso somos menos humanos en
la primera infancia o en la senectud?Disminuye tal vez nuestra
condicin antropolgica en un perodo postoperatorio o a raz de
un infarto? O es que hemos de tratar como realidades mostrencas
a los tetrapljicos o a los autistas? Las repercusiones ticas de
las posibles respuestas a tales interrogantes son de la mxima
relevancia. Y no slo para las personas que se encuentran en
tales situaciones de dependencia profunda, sino tambin para
aquellos que hemos pasado por ellas o por ellas llegaremos a
pasar, adems de tener que cuidar de personas que no se valen
por s mismas. 46
63
Cabe subrayar, por tanto, que el humanismo cvico propone la
rehabilitacin de valores genuinamente humanos. Son actitudes
valiosas como la dependencia, la solidaridad, la capacidad de
servicio y atencin al otro, y de manera particular, la misericordia
o piedad; virtudes, que cuando se practican, iluminan sabiamente
nuestra comprensin del hombre y de las complejas y dramticas
circunstancias en que la vida humana a menudo se desenvuelve.
Pensemos concretamente en ciertas situaciones lmite en que los
niveles de sufrimiento conducen a pensar en la eutanasia como
la nica alternativa. Existe, sin lugar a dudas, la posibilidad
siempre a la mano de abordar dichas circunstancias segn los
parmetros culturales dominantes, de manera especial, segn el
discurso del individualismo sistemtico del que lamentablemente
se encuentra penetrada la convivencia social. Pero si en su
lugar, vamos dejando que nuestra mente se acostumbre a una
reflexin seria sobre el sentido de la vida, del dolor y, en ltimo
trmino, de la muerte, iremos recuperando el pensar meditativo,
que nos abre nuevas perspectivas sobre el ser humano y las
relaciones interpersonales. Este modo de pensar, en la medida
en que se corresponde ms con el espritu de finura, que con el
espritu de geometra segn la genial distincin pascaliana,
es exquisitamente apto para reparar en aspectos de la existencia
humana que se ocultan a una mirada meramente utilitarista e
interesada. Porque ... el dar y el recibir ensea el profesor Llano
no estn sometidos a un clculo cuantitativo, en trminos de do
ut des, sino que se rigen por la actitud de completa reciprocidad,
sin exigencia de contrapartidas del mismo monto.47
64
sino que tiene una estructura bicntrica, elptica. En efecto, los
dems no son totalmente otros heteroi, distintos y rivales de
m propia subjetividad, sino que forman en cierto sentido parte
de ella, como un centro de la elipse necesita del otro centro para
que la elipse sea constituida como tal, entonces su presencia no
constituye un obstculo o atentado a mi autorrealizacin, sino
que la posibilita.
65
1.2. La persona: un ser capaz de Absoluto y de sentido
66
El hombre es un animal de sentido precisamente porque es
racional. Su vocacin de sentido es innata. Su inteligencia
lo induce naturalmente a buscar fuera del aqu y ahora el
significado ltimo de sus afanes y proyectos. Por eso, cuando
por caminos diversos ahoga est llamada, experimenta una
frustracin muy honda que se traduce en pobreza existencial.
Es decir, una existencia que deviene en cierto modo inercial
al carecer de metas que hagan las veces de un potente motor
vital propio, es decir, que acten como fuentes de inspiracin
genuinamente humanas, en tanto que meditadas y escogidas
desde el ncleo del propio ser, trascendiendo las pulsiones
mediticas y los criterios de moda.
67
profesor Llano: Ms que del alimento material, los humanos
vivimos del sentido. Compartimos un logos comn que est en
la raz de toda conversacin ciudadana y, por lo tanto, en la base
del progreso cientfico y tecnolgico. En nuestro tiempo, la tesis
del humanismo cvico es la tesis del sentido: la vida humana
posee sentido, no es vana ni intil, no es falaz ni del todo ilusoria,
no se reduce algo meramente funcional o reactivo que fuera ms
primitivo o anterior a ella. Mas lo que pasa con el sentido en
nuestro tiempo es que no acabamos de saber dnde se halla. No
recordamos que se encuentra precisamente en la tierra natal de
la propia naturaleza humana, en el modo de ser caracterstico de
esos seres anmicos y corpreos que las mujeres y los hombres
somos. 50
69
1.3. La persona: un ser capaz de dilogo racional
70
recuperacin de la confianza en la razn y, consiguientemente,
en la libertad humanas. Porque la prdida paulatina y progresiva
de protagonismo social por parte del ciudadano comn obedece,
entre otras razones, a la hegemona del paradigma de la certeza
por encima del paradigma de la verdad, segn la expresin
de MacIntyre. La comprensin unilateral de la razn propia
de la Modernidad condujo al desprestigio no slo de la razn
metafsica sino tambin al de la razn tica y la razn poltica.
La Modernidad, bsicamente a partir de Descartes, admitir
nicamente un tipo de racionalidad, la propia de las ciencias
fsico-matemticas. Todo otro ejercicio racional que no se
someta a los parmetros metodolgicos de la razn cientfica y
tecnolgica quedar de antemano descalificado. Estamos frente
al fenmeno del objetivismo racionalista, cuya otra cara la
constituye el irracionalismo subjetivista. Como, en efecto, ni la
tica ni la poltica son disciplinas cuyo contenido se ajuste a los
cnones cientificistas, quedarn relegadas, entonces, al campo de
lo opinable. El mundo de las acciones humanas se convertir
as en el universo de lo irracional y arbitrario. Un terreno ms
que apto para el avance del escepticismo frente a la verdad y
el relativismo tico, dos actitudes vitales hoy ampliamente
extendidas e inconciliables con el humanismo poltico.
71
razn de medios y resultados. Resulta evidente el pragmatismo
social que se sigue de esta comprensin de la razn pblica
desgajada de la tica. Las cuestiones ticas fundamentales:
qu es lo verdaderamente bueno para la persona?, qu
condiciones sociales sern las ms aptas para promover el
autntico bien humano, aqu y ahora?, no se plantean siquiera
en la arena pblica porque se las considera asuntos estrictamente
privados, es decir, privativos del juicio y de las preferencias
individuales.
73
Slo quien entra en un dilogo con tal disposicin deja traslucir
que su voluntad de dilogo es sincera, es decir, que no pretende
valerse de ste como una va de autoconfirmacin.
59 Ibid., p. 193.
74
Esta necesidad de encontrar lmites a la razn tecnolgica
resulta especialmente grave en relacin con los problemas de
la convivencia social, ya que para la mentalidad tecnolgica
no hay propiamente valores, sino tan slo intereses (R.
Paniagua) y ello imposibilita la existencia de acuerdos
verdaderamente estables y duraderos entre los hombres, de
verdaderos consensos, ya que el consenso autntico exige la
referencia expresa al mundo de los fines y de los valores, y
no al de los medios y los intereses .60
75
Captulo 4
La dimensin social de
la libertad
La libertad es para el amor
Juan Pablo II
62 I. Berlin, Dos conceptos de libertad; Tr. A. Rivero, Madrid, Alianza, 2001, p.54.
77
En realidad, como ha advertido Alejandro Llano63 , la libertad
negativa, en su significado originario, no es otra cosa que
la libertad de (eleccin) o libre albedro que Santo Toms de
Aquino identifica con la capacidad de elegir, que corresponde
especficamente a la voluntad. Pero desde el momento en que
esta capacidad de decisin ha quedado desgajada de su ncleo
antropolgico, representado por la naturaleza humana creada, el
resultado que se obtiene es esa versin reducida y, por lo mismo,
errnea de libertad, la propia del individualismo liberal y cuyas
races cabe remontar a la filosofa de Hobbes. Libertad sin norte
y sin lmites, como no sean los que marca la libertad ajena.
78
la mentalidad actual. Es la libertad entendida como autonoma
radical y absoluta que no admite lmites de ningn tipo, fuera
de la libertad del otro.
79
del trmino naturaleza, fruto, bsicamente, del nominalismo,
el voluntarismo y el mecanicismo. Encontraremos, al trmino
de ese proceso, una naturaleza desteleologizada: desprovista de
finalidades intrnsecas, es decir concebida de modo meramente
fctico y determinista. Dicha naturaleza no tendr nada que decir
a un ser plenamente autnomo ya que no ser posible leer en ella
orientaciones o directrices fundamentales acerca de las acciones
humanas rectas. Estamos en los albores de una emancipacin
que se consumar en el angustiante vaco de una libertad que se
construye a s misma sin ningn tipo de referente tico.
80
cosas a las que el hombre se inclina naturalmente 66. Aludir a la
ley natural implica, pues, referirse a una ley del ser, en este caso,
del ser humano. Ley intrnseca y, por tanto, no impuesta desde
fuera, en la que el hombre descubre un horizonte ilimitado para
el libre y creativo engrandecimiento de su ser.
81
son los casos, escribe Llano, del alcohlico, del drogadicto,
del vanidoso patolgico o del play-boy. Cada una de estas
personas acta con pasiones compulsivas que prcticamente
le obligan a comportarse de una manera autodestructiva, a
pesar de no tener ningn obstculo externo para dejar de
comportarse racionalmente; o quiz precisamente por no
tenerlo, en una sociedad que muchas veces confunde la libertad
con el permisivismo. En un nivel superficial, se puede decir que
una persona de este tipo hace lo que quiere; pero eso que,
aqu y ahora, quiere impulsada por un placer o un dolor casi
irresistibles- no es precisamente lo que ella misma quisiera
querer () Porque lo ms significativo de estos casos de
emotivismo desbocado es que en ellos se distorsiona la visin de
la realidad, se pone como algo esencial aquello que en el mejor
de los casos- slo es accidental, y cada vez resulta ms difcil
saber cmo son las cosas y quin soy yo.68
82
Cabe, entonces, que nos centremos en los diferentes aspectos que
articulan y configuran esencialmente el dinamismo de la libertad
humana. Ellos son: la libertad negativa, la libertad positiva y la
libertad como liberacin de s mismo.
83
Ser efectivamente libres supone, sin duda, el ejercicio de la
libertad que no se despliega, digmoslo as, a pleno pulmn, sino
cuando nuestras decisiones aprenden a entrecruzarse de modo
estable y comprometido con otras libertades. Encontramos, pues,
en esas palabras de nuestro filsofo, otra dimensin de la libertad
que es crucial para la construccin de una democracia autntica:
la libertad positiva o libertad para Esto es, el ejercicio de nuestra
facultad de eleccin gracias al cual somos capaces de asumir lo
comn como propio y nos disponemos a aquilatar nuestras
metas y proyectos revistindolos de la lgica del compromiso y de
la donacin. La libertad positiva impulsa, de hecho, a implicarse
en la realizacin de proyectos que me comprometen de manera
estable y que antes incluso de alcanzar los niveles propiamente
econmicos o polticos- me vinculan a comunidades humanas
en las que no slo considero las posibilidades de aumentar mis
beneficios, mi poder o mi influencia, sino que me doy cuenta
de la necesidad que muchas personas tienen de ser cuidadas, de
recibir un trato diferenciado y digno 71.
84
nuestras decisiones mucho ms all del yo y sus preferencias
que, por lo regular, no suelen incluir a los dems ni a sus
intereses ni preferencias. Se trata de la libertad de s mismo o
libertad emocional, que es fruto de una labor paciente y esmerada
sobre nosotros mismos. Como afirma el filsofo espaol, para
conquistar este elevado nivel de la libertad personal, si bien
es necesario, no es, sin embargo, suficiente ejercer acciones
libres; es preciso practicar actos liberadores, esto es, acciones
por medio de las cuales expansione mi yo hacia valores que le
trascienden y que, a la vez, le afectan y le comprometen.
85
Esta libertad de s mismo asegura la recta comprensin y el
efectivo ejercicio de la libertad de y, a su vez, hace posible y
fecunda la libertad para. Precisamente, la ausencia de este
aspecto crucial de la libertad es decir, la libertad de s mismo
convierte a la libertad de del racionalismo liberal en una libertad
individualista y asocial (que muy a menudo se convierte en
antisocial). La metfora hobbesiana del hombre como lobo para
el hombre se autoafirma y propicia al amparo de las categoras
filosficas que la alumbraron: una concepcin ametafsica de lo
real y, por lo mismo, meramente emprica y voluntarista. Porque
cuando se renuncia a leer hondamente en la realidad, es decir,
cuando se pronuncia un no rotundo e inapelable a la metafsica,
entonces, resulta imposible avanzar ms all de lo fctico regin
en la que el hombre se manifiesta, ms frecuentemente de lo que
quisiramos, como un perfecto lobo para el hombre. Pero si nos
atrevemos a trascender el plano de los hechos, daremos con la
identidad profunda de este ser que es espritu y materia, imagen
del absoluto, que es amor o comunin de personas, y que, por
eso, slo llega a ser verdaderamente libre en la medida en que se
libera de s mismo. Es libre cuando logra apartar de s de manera
efectiva, al menos en alguna medida, todas esas inclinaciones
egostas que describi Hobbes con mucha claridad y que lo
condenan a vivir pobremente curvado sobre s mismo.
86
conquistar un modo de libertad que desborda los lmites de lo
individual, para constituirse justamente en libertad poltica73 .
La experiencia comn de la humanidad atestigua, no obstante,
que la conquista de esa libertad cabalmente humana, es decir,
sealada por la apertura y el inters autntico por el otro, no se
presenta como una tarea fcil. Exige un verdadero aprendizaje:
el requerido para adquirir el oficio de la ciudadana.
87
Captulo 5
1. Introduccin
89
viene el derecho; pues aquello que la persona debe hacer para
vivir, crecer y desarrollarse como persona, precisamente porque
es algo ticamente bueno, debe poder realizarlo sin que nadie se
lo impida: la persona tiene derecho a hacerlo, y a disponer de
los medios necesarios para ello, y los dems tienen el deber de
respetar la actuacin tica de la persona. Finalmente, en cuarto
lugar, encontramos la poltica. Considerada como ars regia, la
poltica es precisamente eso: el arte de regular y fomentar el
ejercicio de los derechos de cada miembro de la comunidad
poltica, facilitando al mximo su desarrollo y expansin sin
perjuicio de los derechos de los dems, y en beneficio de todos
los dems, sin privilegios ni distinciones.
90
Encaminar las opciones personales en esa direccin comunitaria
supone uno de los mayores desafos del humanismo cvico. Pero,
para encaminar el uso de la libertad hacia el bien, no slo propio,
sino tambin colectivo, es necesario partir de unos elementos
conceptuales de fondo que abordaremos a continuacin.
91
personal acogiendo a las dems personas y transfundindose en
ellas por el conocimiento, el amor y la relacin interpersonal
habitual de cada da. Y como esta proyeccin receptivo-activa
hacia los dems es ilimitada, as es de ilimitada la capacidad de
autoperfeccionamiento de la persona.
92
Sin embargo, como es bien conocido, el tema del pluralismo
se ha desarrollado sobre un trasfondo de planteamientos que
dificultan la experiencia de una verdadera convivencia plural
que, a la vez, est libre de las hondas fragmentaciones que ponen
en peligro la consistencia cvica y la paz, requisitos ineludibles
de toda democracia autntica.
93
todo aquello que no se le somete: fundamentalismo.
Fundamentalista es todo aquel que toma en serio algo que
le parece no estar completamente a su disposicin. Para el
liberalismo banal, la libertad es multiplicar las posibilidades
de opcin, pero sin admitir que una de ellas valga realmente
la pena de manera que obligue a renunciar a las dems.77
94
digna de la persona autosuficiente. El relativismo se impone, as,
como consecuencia ineludible de esta antropologa que concibe
a la persona como un ser clausurado en s mismo.
95
meramente procedimentales, sobre lo que es bueno para el ser
humano. Esto es as debido a que el humanismo cvico defiende
una racionalidad que se caracteriza por su alcance metafsico y
su carcter analgico. Es decir, un pensar que, trascendiendo lo
meramente fctico y cultural, asciende a principios universales
y perennemente vlidos para todo hombre. Y al mismo tiempo,
por su condicin analgica, esta razn asume las variedades y
variaciones del tiempo humano; buscando, as, los caminos de la
conciliacin, de la gradualidad y lo complementario. Es un saber
del hombre dotado de naturaleza histrica.79 Tal modo de pensar
comporta asumir el carcter teleolgico de la naturaleza la cual
gracias a sus orientaciones intrnsecas (los principios de la ley
moral natural) nos habilita para pensar desde la diversidad, s,
pero dentro de un marco de parmetros de verdad que el hombre
no crea, sino que descubre y debe respetar. Verdad bajo cuya luz
es posible juzgar y ponderar el valor y validez de las diversas
ideas, opiniones y propuestas. Verdad que nos ensea que stas
son autnticamente humanas, liberadoras y garanta de autntico
progreso cuando confirman y promueven el genuino bien del ser
humano.
96
cuales puede ser pensado y resultar efectivamente operante
un humanismo cvico. Ya hemos visto de modo sumario que
su punto de partida es la comprensin de la persona como ser
espiritual y comunional. Espiritualidad en virtud de la cual se
nos otorga el reconocimiento de la radicacin metafsica y del
sentido tico de la libertad humana. La formacin ciudadana se
inscribe, como es natural, dentro de este marco antropolgico y
tico.
97
conoce. Cuando al entendimiento se sobreaade, entonces, un
hbito virtuoso queda determinadamente apto o capacitado para
conocer bien, es decir, con verdad. De las virtudes dianoticas
unas son perfectivas del entendimiento especulativo: el intelecto,
la ciencia y la sabidura, y otras radican en el entendimiento
prctico: la prudencia y el arte. Es tal la relevancia de estas
cualidades antropolgicas que merecen un tratamiento que no
podemos darle en el presente trabajo. Por eso, me limitar a
apuntar algunos comentarios acerca de dos de ellas que, por otro
lado, representan la consumacin de una personalidad ticamente
madura. Me refiero a la prudencia y a la sabidura.
99
tan poderosamente efectivas a la hora de tergiversar la realidad.
Dentro de este contexto aparece con mayor claridad la
importancia que encierran para el humanismo poltico las
virtudes intelectuales. Porque para realizar la empresa, nada fcil,
de conducir la ciudad hacia la vida buena, es preciso poseer la
capacidad de leer hondo en la realidad socio-poltica. Es decir,
se necesita contar con la visin del sabio, capaz de descifrar
el significado profundo de los acontecimientos histricos a la luz
del misterio del hombre y del sentido ltimo de la vida individual
y comunitaria. No cabe duda de que el fino discernimiento
exigido por las soluciones equitativas que tan imperiosamente
reclaman las democracias occidentales, no puede proceder del
ciego automatismo del sistema; tampoco de los expertos en
ciencia poltica. Tiene que provenir de seres humanos formados
ticamente y, por lo mismo, sensibles y dciles al imperativo de
la verdad y de la justicia.
100
exclusivamente en la bsqueda de gratificaciones personales.
Por el contrario, el ejercicio de esta virtud, al liberarnos de esas
pretensiones egocntricas, ampla el horizonte de intereses,
capacitndonos para captar necesidades, preferencias e incluso
aspectos de personas y cosas que se ocultan al que slo acta
bajo el estmulo del provecho propio, traducible en este caso en
trminos de goce.
101
es indiscutible. Resultan imprescindibles para adherirnos a un
modo de ser que nos habilite para dar el paso cvico desde una
libertad de (de filiacin individualista) hacia una libertad para
(proyectada hacia el bien comunitario). Pensemos slo en la
falta de austeridad tan fcilmente potenciada hasta extremos
insospechados por el consumismo hedonista. Efectivamente,
la falta de control a la hora de comprar, probar, estrenar,
experimentar son difcilmente conciliables no slo con
actitudes solidarias, sino incluso justas, Porque el exceso de
comodidades y satisfacciones materiales embota la imaginacin
y la facultad de sorprender y dejarnos sorprender () Quien no
sufre alguna carencia material se encuentra en la situacin que
los griegos llamaban apatheia, es decir, apata () Con lo cual
tambin est ntimamente relacionada la virtud de la justicia,
especialmente en su aspecto social, con relacin a los ms pobres
y necesitados. 86
102
constitutivamente libres. Pero tambin hemos remarcado que la
libertad slo es capaz de producir sus mejores frutos mediante
el cultivo cuidadoso y perseverante de todas las energas
emocionales y espirituales.
103
menos mediada por una postura individualista.
104
de promover y hacer asequible el contacto con ideales nobles y
con metas revestidas de un sentido hondamente humano. Dicho
con ms claridad, el Estado valindose especialmente de los
medios de comunicacin y de las instituciones educativas debe,
por ejemplo, hacer inteligible y cercano el valor insustituible de
la familia; o resaltar la importancia que reviste para llegar a ser
mejores personas el que sepamos atender y cuidar especialmente
de los ms dbiles.
105
centros de poder econmico, a travs de los cuales tratan de
imponer sus condiciones a los pases en vas de desarrollo. Por
eso, es legtimo preguntarse si no estamos ante otra forma de
totalitarismo, falazmente encubierto bajo las apariencias de la
democracia.91
106
de entrenamiento tico, son los mismos ciudadanos los que se
encargan hasta donde es posible- de imprimir una direccin al
acontecer socio-poltico. Son ellos tambin los que aprenden a
rebelarse eficazmente y sin titubeos ante la injusticia, la violencia
o la falta de libertad.
107
Captulo 6
109
lupus (el hombre es un lobo para el hombre) que ha prendido
poderosamente no slo en la reflexin filosfica, sino en el
pensamiento comn. Este pesimismo antropolgico transmite
como mensaje fundamental que el hombre es radicalmente
incapaz de querer algo que no sea su propio bien. Cuya expresin
mxima (el primum bonum) lo constituye la conservacin de la
propia vida. No puede, por tanto, querer naturalmente lo comn.
En todo caso, ya en la vida cvica, si consigue desear el bien
del otro, es slo con la esperanza de alcanzar por ese medio
un bien propio. A este error lo acompaa otro segn el cual
la razn est al servicio de la pasin, porque la razn, segn
Hobbes, tiene como funcin calcular lo que mejor sirva para
dar cumplimiento al deseo. Por otra parte, de acuerdo con el
materialismo empirista de dicho autor, a la inteligencia le est
vedado el acceso a realidades no tangibles, como son el sentido
de la vida humana y los valores perennes de la justicia o la
misericordia.
110
La conviccin de Aristteles es bien diferente; para l ...los
hombres no han formado una comunidad solamente para vivir,
sino para vivir bien94 , lo que en trminos aristotlicos equivale
a vivir virtuosamente. La reflexin sapiencial del humanismo
clsico nos ensea, como hemos visto, que ser feliz o alcanzar
una vida lograda implica un proceso vital dirigido por la libertad
humana y enfocado ineludiblemente hacia la plenitud personal.
Acabamiento del propio ser que se logra a travs de la adquisicin
de hbitos virtuosos; lo cual exige un paulatino aprender a vivir
desde el ncleo de nosotros mismos. Pero para avanzar en este
ideal necesitamos de la polis: por ella sucede que el hombre no
slo viva sino que viva bien, en cuanto por las leyes de la ciudad
la vida del hombre se ordena a la virtud.95
111
humanamente consistentes; vigorizados mediante el afecto
recproco y la compenetracin en metas e ideales. De modo
particular, la familia puede y debe ofrecer ese clima de dilogo
y de confianza mutua en el que el continuo dar y recibir sin
clculos acaba concibindose como el modo natural de enlazar
la propia vida con la de los dems.
112
la aptitud para captar la realidad, no desde la oposicin sino
desde la complementariedad que en lo humano se traduce
en asistencia y servicio- es ms propia de la mujer. En ella se
da naturalmente el sentido de lo irrepetible y nico junto, con
una exquisita capacidad para conciliar lo opuesto con delicada
sencillez. De ah que su papel en la familia y en el humanismo
cvico sea extraordinariamente relevante. El tema de su misin
de educadora nata y de promotora de las virtudes cvicas exige,
no obstante, un tratamiento que no alcanzamos a darle en el
presente trabajo.
113
Y tal como enfatizaban los clsicos, el bien es difusivo,
comunicativo; en trminos actuales diramos que tiene un efecto
multiplicador. De modo que si la praxis virtuosa se valora y
fomenta en los ambientes formativos bsicos, el sujeto est
as en condiciones de generar en su entorno actitudes nuevas,
inspiradas en este modo de ser suyo que l ha ido cultivando en
la casa. Lo mismo puede aplicarse a los otros grupos humanos
como la parroquia o la universidad. La calidad de vida lase
grado de virtud- tanto del individuo como de las agrupaciones
menores es la que decide en ltima instancia la amistad social la
cual representa el terreno frtil que hace posible la vida buena
en la ciudad.
114
referimos a la nocin y experiencia vivida del amor donacin
o amor agap, el cual es legado exclusivo del cristianismo. Es
el amor entendido como camino permanente, como un salir
del yo cerrado en s mismo hacia su liberacin en la entrega de
s y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo
mismo, ms an, hacia el descubrimiento de Dios. Un amor,
que a imitacin del amor de Dios96, lleva el sello inconfundible
de la sobreabundancia y la gratuidad.
115
El amor implica e incluye la tolerancia, pero no a la inversa.
El que tiene a los dems por hermanos, les ama, incluso cuando
no obran como tales. Y este amor suscita la actitud de tolerancia
en el sentido ms noble. Es la actitud del que constata el mal que
no puede aprobar de ninguna manera, pero sabe distinguir entre
el mal que una persona hace y la dignidad personal la radical
igualdad fraterna de esta persona que hace el mal.
116
Ciertamente, quien cultiva un estilo subjetivista de
comportamiento, no podr evitar esa actitud, que oculta, bajo
el honesto nombre de tolerancia, un juicio peyorativo del otro,
o al menos una indiferencia o caprichosa molestia de tenerlo al
lado. La actitud de tolerancia, que es buena cuando la tenemos
respecto a quien obra mal, es propiamente ofensiva cuando
la tenemos para quien es simplemente diferente, sin que haya
obrado ningn mal. Puesto que no tenemos ningn derecho
a descalificar o menospreciar, en ningn sentido, al que es
simplemente diferente, le hacemos una ofensa si adoptamos
con el la actitud de tolerancia. El que es simplemente diferente
merece algo ms que tolerancia.
117
As, el concepto de tolerancia nos aboca a la moral de mnimos,
a la llamada tica mnima, que parece ser el sueo dorado de los
constructores de una tica universal, aceptable por todos, que
supere todos los fundamentalismos de las morales religiosas.
Ntese, sin embargo, que una tal moral mnima no puede aspirar
a ms. La cota mxima a la que podrn aspirar quienes la adopten
ser justamente ese mnimo. Una antropologa subjetivista
no puede albergar un ideal tico de convivencia superior a la
tolerancia. La moral mnima, en el subjetivismo, se convierte
necesariamente en impedimento y prohibicin de ideales
superiores. Debemos preguntarnos, pues, en toda su radicalidad,
si una moral autnticamente humana puede ser moral de mnimos
o, por el contrario, debe ser esencialmente moral de mximos.
118
Ahora bien, quien conscientemente se limita a ser tolerante
y renuncia a ir ms all, puede decirse que obra conforme
a su dignidad de persona? No est ms bien achatando,
disminuyendo, recortando su dignidad humana, llamada a
crecer siempre ms y ms moralmente? Y este comportamiento
mnimo, contribuir a elevar el nivel humano de la convivencia
social o ms bien pesar como lastre sobre los dems? Es decir,
la tolerancia, situada como frontera mnima en la moral del
amor norma suprema de comportamiento humano tiene pleno
sentido, y tiene garantizada su pervivencia y fuerza: quien aspira
a lo mximo fcilmente asegura, cuando menos, lo mnimo. Pero
la tolerancia que se sita fuera de la moral del amor, se priva
ella misma de la raz que la vivificaba, y pretendiendo ser ella
misma en el valor ms elevado se convierte en realidad en tope
de las aspiraciones del hombre. Una tal moral de la tolerancia
ira contra la aspiracin ms elevada del hombre, sera inmoral y
tendra consecuencias sociales funestas.
119
slo el cuerpo est estructurado de forma distinta, no slo son
distintas algunas de las funciones fisiolgicas, sino que toda la
vida corporal es distinta, la relacin de cuerpo y alma es distinta,
y dentro de lo anmico la relacin de espritu y sensibilidad, as
como la relacin de las fuerzas espirituales entre s.98
120
Su ontolgica vocacin a la maternidad sita a la mujer ms cerca
de todo lo que es humano. Su lgica y sus intuiciones llevan
siempre el sello de esta inclinacin innata hacia el otro, hacia
lo personal e individualizado. De ah que, tal como ha apuntado
Alejandro Llano, en ella destaquen rasgos inconfundibles
como: el sentido del matiz y del detalle, la capacidad de
comprensin, el servicio personal, la facilidad para el trabajo en
equipo, la habilidad para la comunicacin institucional, la visin
de lo irrepetible y lo nico, el esmero, la percepcin esttica de
realidades complejas. 101
121
virtudes, puede contribuir de modo directo y muy eficaz a
recuperar el mundo vital visiblemente sumergido por obra de
las presiones tecnoestructurales. Su capacidad emptica o de
hacerse cargo de lo que el otro experimenta o siente, la inclina
naturalmente a compadecerse sentir con los dems. Bajo este
aspecto, la mujer posee una herramienta poderosa para retar al
individualismo reinante. Ella est, en efecto, exquisitamente
dotada para practicar e infundir en su entorno conductas como
la acogida, la atencin, la preocupacin por los ms dbiles, la
solidaridad y la donacin incondicional; actitudes propias del
que no pasa de los dems, sino que se com-padece.
122
mentes y los corazones viven subyugados bajo el monopolio
de la utilidad y de la gratificacin personal. Se persigue lo til
(dinero, cargos, posicin social y acadmica) como fines en s
mismos. La utilidad parece ser el nico patrn de medida de los
programas acadmicos, proyectos empresariales y tecnolgicos
y, lamentable decirlo, hasta las mismas relaciones de amistad y
de pareja se someten al baremo de lo til, de lo eficaz y, en suma,
de lo que reporta ms utilidades. Como es fcil visualizar, si se
sustituye la verdad por la utilidad, quien directa e inmediatamente
resulta afectada es la persona misma y el despliegue autntico
del cmulo de posibilidades que encierra su ser espiritual.
123
Frente al eclipse del espritu o desertizacin del corazn,
experimentado de manera creciente por la actual sociedad de la
imagen y del consumo, la mujer est esplndidamente dotada
para aportar su inters innato por lo esencial, es decir, por la
vida y por todo lo que es humano. La poderosa sintona que
la maternidad permite establecer con la vida y con la exquisita
atencin que sta reclama, se extiende mucho ms all de lo
estrictamente biolgico. Toda mujer intuye en lo ms hondo
de su ser que ser madre significa, ante todo, cultivar y llevar a
plenitud en s misma y en los dems el espritu, es decir, lo ms
excelente que hay en nosotros, en expresin de Aristteles. La
mujer posee la delicadeza maternal que se necesita para proteger
y potenciar ese principio de inmortalidad que aletea en cada
ser humano, amenazado hoy de tantos modos por parte de la
mentalidad pragmtica y el materialismo hedonista dominantes.
Porque, en efecto: Al alma de la mujer le inhabita un deseo
natural especialmente fuerte de esos valores que nutren el alma.
Es receptiva para lo bello, para entusiasmarse fcilmente con lo
moralmente noble, pero sobre todo abierta a los valores terrenos
ms elevados, inefables, que se encuentran en el ser mismo de
las almas.103
124
A todas luces, el papel de la mujer aparece aqu como crucial
e insustituible. Consiste en colaborar activamente, a travs de
su actuacin y de sus palabras, en la construccin de una nueva
cultura de la vida 107. Tal y como advirti Juan Pablo II, dicho
cambio cultural exige, en efecto, inaugurar un estilo de vida
nuevo, caracterizado y evidenciado en las elecciones concretas,
por la primaca del ser sobre el tener, de la persona sobre las
cosas108 , y que implica asimismo el pasar de la indiferencia
al inters por el otro y del rechazo a su acogida109 . Se trata
de valores y actitudes que, como hemos visto, la mujer encarna
de manera privilegiada. Y es que sobre el designio eterno de
Dios, la mujer es aquella en quien el orden del amor en el mundo
creado de las personas halla un terreno para su primera raz110 .
125
Tercera parte
El humanismo cvico frente a
algunos desafos polticos
actuales
127
Captulo 7
129
republicano florentino como corrupcin. Un fenmeno
preocupante que amenaza con socavar las bases mismas del
sistema democrtico. Ciertamente, una de las principales causas
de apata cvica e indiferencia poltica hay que atribuirla al aire
de sospecha y escepticismo que la proliferacin de tales prcticas
desleales termina implantando. No en vano, los comportamientos
corruptos se consideran hoy como uno de los ms poderosos
factores de deslegitimacin y desestabilizacin del rgimen
democrtico. Empezando porque, segn los ltimos informes de
Transparencia Internacional, se ha verificado que la corrupcin
representa una de las mayores causas de pobreza en el mundo y
uno de los peores obstculos para combatirla. Existe un estrecho
vnculo, por tanto, entre injusticia social y corrupcin.
130
accin libre donde ha de buscarse la causa de una concepcin
y de una praxis tica despotenciadas. Las dos configuraciones
ideolgicas hoy ms destacadas de la tica se hacen eco de esta
visin antropolgica insuficiente, y consiguientemente resultan
incapaces de dar cabal explicacin de la praxis poltica que es
siempre actividad con relevancia tica:
131
2. El humanismo cvico y la rehabilitacin del carcter tico de
las acciones polticas
132
Rawls defiende una primaca de lo justo (imparcialidad
en lo moral y equidad positiva de oportunidades) sobre el
bien en su teora del Estado. Tan slo considera permisible
dentro de su teora aquella parte del bien que puede ser
auxiliar de un liberalismo poltico. Es decir, lo admite
siempre que no se trate de un bien moral referido a la mejora
tica de los ciudadanos, de un bien perfeccionista, sino de
un bien poltico, es decir, orientado tan slo a la mejora
de la convivencia poltica pluralista .114
133
moral. La vida humana es un todo que se sustrae a cualquier
intento de escisin. Por tanto, la vida se logra o se malogra de
manera unitaria y global. Alguien que en el anonimato de su vida
privada acostumbra a mentir o es capaz de quebrantar deberes
de justicia elementales se expone a que tal comportamiento
quede reflejado de un modo u otro en su desempeo poltico o
profesional. La sabidura prctica de los clsicos nos recuerda,
en este punto, que las prcticas viciosas del orden que sean
corrompen el ojo del alma o la captacin y consiguiente
aficin por las acciones ticamente buenas en general. Es lo
que en trminos ms populares se conoce como inversin de la
escala de valores; y el que los haya tergiversado, ya sea en su
actuacin pblica o privada, actuar en todas las esferas en que
se desempee con esa escala: la suya, la nica que posee.
134
Pero tal como anuncibamos con anterioridad, la artificiosa
quiebra entre tica y poltica es consecuencia directa del abandono
de una imagen humanista de la sociedad. Un olvido que remite
a la sustitucin de la razn prctica por la razn instrumental
del cientificismo positivista o por la razn del determinismo
antropolgico propio de las ideologas totalitarias. El humanismo
cvico rescata, como ya hemos tenido oportunidad de observar,
el concepto de razn prctica o razn encargada de definir las
condiciones operativas de la praxis buena. Estas condiciones de
rectitud de la accin es lo que conocemos con el nombre de verdad
prctica. Quiere decir, entonces, que hay una verdad del obrar
humano y que, consiguientemente, las actuaciones individuales
y sociales estn penetradas de racionalidad. Direccionadas, por
lo mismo, desde la libertad humana.
Volvemos a dar, as, con uno de los ejes tericos del humanismo
poltico: el concepto de praxis social o accin libre y esencialmente
tica. La praxis, a diferencia de la accin productiva poiesis,
tiene el fin en s misma. Porque el resultado de la accin tica
o poltica recae sobre el propio sujeto que la practica. Redunda
ya sea en crecimiento personal o en fracaso existencial, segn
que dichas actuaciones respectivamente aproximen o alejen al
sujeto de su natural vocacin a una vida lograda. De modo que
la accin humana es siempre tica, es decir, susceptible de ser
catalogada como buena o mala segn se ordene o no al fin de
la naturaleza humana que es la vida buena. Un hombre bueno
sin ms es el que vive en sintona con su fin propio. Y un buen
ciudadano es quien, por ser un hombre bueno, desempea con
lealtad, justicia o solidaridad el oficio cvico.
135
perspectiva humanista del hombre y del ciudadano la razn
poltica es siempre razn al servicio, o no, del bien humano,
esto es, al servicio, o no, de la plasmacin pblica primaria y
elemental del mismo: la justicia. Porque, en efecto, la justicia
es el objeto y, por tanto, tambin la medida intrnseca de
toda poltica. La poltica es ms que una simple tcnica para
determinar los ordenamientos pblicos: su origen y su meta estn
precisamente en la justicia, y sta es de naturaleza tica.116
136
slo viva, sino que viva bien, en cuanto por las leyes de la ciudad
la vida del hombre se ordena a la virtud118 . Con esta aseveracin
Aristteles est asignando un lugar significativo al cultivo de
las virtudes cvicas en la consecucin de la vida buena. Pero
queda todava por considerar el otro aspecto segn el cual es
posible afirmar la dimensin social de la tica. Y es que para una
antropologa que declara al hombre como ser radicalmente social
no puede hablarse de plenitud vital sino en la medida en que se
le reconoce el derecho fundamental de intervenir activamente
en la orientacin de la cosa pblica. Ser un hombre feliz implica
para el humanismo cvico ser un ciudadano al que se le ofrecen
las condiciones y oportunidades de ser protagonista activo del
bien comn.119
137
tico de la vida social y poltica. Una vez ms Aristteles nos
recuerda que ... los hombres no han formado una comunidad
solamente para vivir, sino para vivir bien .121
138
eco de este ideal innato del hombre; es preciso que gracias a ellas
el hombre no simplemente sobreviva, sino que mejore su calidad
de vida, que sea mejor persona. Que los ciudadanos lleguemos
a ser solidarios en este aspecto es uno de los mayores retos
que ha de enfrentar el humanismo cvico, teniendo en cuenta
el clima ideolgico dominante marcado por el relativismo, el
individualismo y la ambicin desbordada. Tambin es el nico
camino para recuperar la alegra de vivir, sofocada en buena
parte por las metas materiales sobre las que suele edificarse la
existencia entendida como mera supervivencia. En este ltimo
nivel slo nos resta aspirar a ser ms y a tener ms que. La
envidia, la rivalidad y, en ltimo trmino, la violencia aparecen as
como la otra cara de un estilo de vida individualista y excluyente
en el que no queda lugar para la amistad social ni mucho menos
para la donacin y la entrega. Y la alegra autntica slo se
encuentra en las empresas valiosas por s mismas; cargadas de
honda significacin humana y, por lo mismo, capaces siempre
de estimular la creatividad y la innovacin en trminos de
solidaridad.
139
Sin embargo, al hablar hoy de bien comn se tiene la impresin
de que penetramos en el terreno de la pura especulacin y
de la abstraccin verbal. En una palabra, la nocin de bien
comn ha perdido expresividad y significacin para el hombre
contemporneo. Es ste un fenmeno que es preciso retrotraer
a sus races, que no son otras que el modelo de hombre y de
sociedad gestados al amparo de la doctrina liberal. En efecto,
las tradiciones de raigambre liberal observa el profesor
Snchez Garrido han atomizado el bien comn debido a su
nfasis individualista. Por ello, el bien comn en clave liberal se
ha entendido bien en trminos de un agregado social de intereses
individuales, por ejemplo desde el utilitarismo benthamita, o bien
en trminos de un consenso social de fines individuales, desde el
liberalismo rawlsiano. No obstante, un rasgo muy comn a las
interpretaciones liberales, que han llegado hasta el pensamiento
poltico hoy vigente y dominante, es su visin desmoralizada del
bien comn .
123
140
bsicos son tres: la convivencia pacfica, la virtud y el bienestar
material (o autarqua)124 . Pero entre dichos componentes
existe una jerarqua porque, si bien son imprescindibles la paz
y un mnimo de estabilidad econmica, lo que confiere sentido
definitivo al hecho de vivir juntos es la posibilidad que as nos
ofrecemos mutuamente de llegar a ser mejores personas: seres
humanos cabales, completos.
141
terica y operativamente el contenido tico de las acciones
polticas en cuya valoracin entra necesariamente la nocin de
bien comn. Bien que, conviene recordar, no consiste en la suma
de los bienes particulares, sino en una atmsfera social que es
el resultado de lo que Tocqueville llam costumbres, es decir,
todo el estado moral e intelectual de un pueblo. Un ambiente
humano, en suma, cuyo ideal supremo no es la democracia
misma, ni siquiera la libertad social sin ms, sino la libertad
social como empeo comprometido en la realizacin de los
valores comunitarios: justicia, paz, acceso a los bienes de la
cultura, suficiencia econmica 127.
142
Captulo 8
143
que tanto las races de la violencia como de la paz es menester
buscarlas en los recovecos ms ntimos del ser humano. En
este sentido, el humanismo cvico, al situar en el centro de sus
reflexiones y propuestas a la persona, se pone en condiciones
de descifrar con mayor finura los puntos ms neurlgicos de los
actuales problemas socio-polticos, a la par que, y por la misma
razn, intuye de modo ms penetrante qu soluciones podran
resultar ms adaptadas a la compleja gravedad de la situacin
presente.
144
Podra objetarse, con todo, que la violencia es una realidad casi
tan antigua como el propio hombre. A propsito, la filsofa judo-
alemana Hanna Arendt apuntaba alrededor de los aos 70 que
Quienes observan la historia y la poltica deben reconocer a la
fuerza el enorme papel que ha desempeado la violencia en los
asuntos humanos; a primera vista, pues, es difcil explicarse por
qu la violencia ha merecido tan poca consideracin especial
Esto demuestra hasta qu punto la violencia se da por sentada y,
en consecuencia, se la pasa por alto: nadie examina ni cuestiona
lo que es obvio para todo el mundo. 130
145
histrica es, en rasgos generales, la tendencia muy difundida
a tolerar de modo impasible que la violencia invada, con
pretensiones de instalarse all definitivamente, las diferentes
instituciones y prcticas sociales. Pensemos en los medios de
comunicacin; en los presumiblemente modos de esparcimiento
que se ofrece a los jvenes; en las pandillas callejeras; en la
tecnologa y su avance agresivo sobre el medio ambiente y, hoy
ya sin mayores escrpulos, sobre los seres humanos a travs
de la biotecnologa. El terrorismo es, como deca, un sntoma
singularmente estrepitoso- del estado de descomposicin tica
en que se encuentra nuestro mundo o, lo que es lo mismo, la
manifestacin ms sorprendente de un profundo proceso de
deshumanizacin generalizado. Por medio de estas pginas nos
proponemos, entonces, mostrar cules son algunas de las causas
que de modo ms radical explican el fenmeno de la violencia.
Paralelamente, presentaremos algunas de las claves conceptuales
que el humanismo cvico ofrece y que pueden ayudar a situarnos
en el camino que nos conduzca hacia una autntica cultura de
la paz.
146
La definicin de violencia anotada, en la que basaremos nuestras
reflexiones, nos abre una perspectiva sumamente amplia
respecto de lo que pueden constituir expresiones de violencia.
Todo atentado contra la dignidad de la persona cabe traducirlo,
en mayor o menor grado, como acto violento. Una variada gama
de ultrajes a la persona aparecen as como exteriorizaciones de
violencia: desde el maltrato fsico al agravio verbal, pasando por
los diversos condicionamientos impuestos a la libertad, tanto
como el ultraje procedente de la injuria que desacredita la honra
personal. Nos hallamos en todos los casos frente a un idntico
modo de proceder que permite reunir dichas acciones bajo el
comn denominador de violentas: el irrespeto o menosprecio
de un ser la persona humana que es acreedora de respeto
absoluto, esto es, sin condiciones ni excepciones.
147
2.1. Violencia econmica
148
paro. El desempleo o paro ataca a la dignidad del hombre por el
flanco humano ms vulnerable y doloroso: el de experimentar la
propia existencia como algo carente de relevancia y valor para
la sociedad. En alguna medida, los parados atendiendo a los
efectos psicolgicos que dicha situacin entraa- pueden ser
considerados los parias de Occidente. En efecto, el padre de la
logoterapia, Victor Frankl, ha puesto de relieve los sntomas de
lo que l denomina neurosis de paro, cuyo sntoma principal
es una depresin grave. Depresin que se debe, escribe Frankl,
a una doble falta de identificacin: el parado tiende, en efecto,
a argumentar as: Estoy parado, luego soy intil, luego mi vida
no tiene sentido.136 Y en general la marginacin carencial
incluye a todos los que por la razn que sea quedan excluidos
del sistema al carecer de los recursos mnimos que se necesitan
para llevar una vida humanamente digna. Porque, en suma, y tal
como apunta Ballesteros citando a Goffman, el marginado es
aquel que, estando presente, es tratado como ausente.137
149
de inanicin; o que en los pases menos desarrollados sean
incontables los nios y adultos que mueren de las nuevas
epidemias por falta de medicamentos que podran curarles y
cuyo precio (impuesto por barreras comerciales asimtricas)
est muy por encima de sus posibilidades de adquisicin. 138
Fruto tambin de la mentalidad propia del economicismo es la
marginacin de aquellas personas necesitadas de un cuidado y
atencin especiales. Se trata de los protagonistas del fenmeno
de las nuevas pobrezas: nios, drogadictos, ancianos y
enfermos incapaces de valerse por s mismos. Son situaciones de
indigencia a las que los esquemas economicistas jams pueden
ofrecer una respuesta adecuada como pretenden hacerlo desde
el mero mbito de la economa. Porque esas personas necesitan
mucho ms que una respuesta material. Necesitan algo que el
mercado como tal es incapaz de dar: reconocimiento del valor
absoluto de su ser personal, cuidado y sincero apoyo fraterno.
150
a que se reconozca y promueva su dignidad a travs de medios
efectivos, podemos repensar la paz desde su misma raz y con
expectativas reales de alcanzarla.
151
2.2. Violencia poltica
152
violencia estructural se encuentra en la raz de algunos focos
de violencia muy frecuentes en las ciudades, especialmente entre
los jvenes. Lo que equivale a afirmar que en este caso el callado,
pero implacable avance de la tecnoestructura se presenta como
particularmente provocador, un aguijn invisible que invita a la
violencia como reaccin. En este sentido, los planteamientos
de Hanna Arendt aparecen como inequvocamente actuales:
cuanto ms se burocratice la vida pblica, tanto mayor
ser el atractivo de la violencia. En una burocracia totalmente
desarrollada, no queda nadie con quien discutir, nadie a quien
presentar las quejas, nadie sobre quien pueda ejercerse la
presin del poder. La burocracia es una forma de gobierno en
que todos quedan privados de la libertad poltica, del derecho de
actuar: pues el Gobierno de Nadie no es el no Gobierno, y donde
todos igualmente son impotentes lo que tenemos es una tirana
sin tirano. La caracterstica clave de las rebeliones estudiantiles
en todo el mundo es que dondequiera estn dirigidas contra la
burocracia dominante.142
153
pero que un anlisis atento de la ndole humana permite, en
alguna medida, descifrar en su significado oculto. Remarcamos,
con todo, que slo en alguna medida ya que por un lado y como
bien sabemos, por ejemplo, en las manifestaciones estudiantiles
u obreras, los motivos iniciales no dejan de estar entretejidos
de intereses menos legtimos, muchas veces procedentes de
fuerzas muy ajenas a los ideales que anan a los manifestantes.
Por otra parte, como veremos, los comportamientos violentos
en las sociedades occidentales encuentran su raz ltima en el
vaco propio de una cultura relativista, hedonista y mimtica.
Finalmente, no est dems aclarar que por encima de las
causas que podamos descubrir en la base de cualquier actuacin
violenta- bajo ningn punto de vista resulta racional y ajustado
a la dignidad humana aceptar que la violencia pueda ser un
recurso, ni siquiera ltimo o desesperado, para hacer frente a
los problemas o incluso poner fin a otras situaciones igualmente
violentas.
154
que trata de imponerle el tecnosistema. Porque para los nuevos
ciudadanos la libertad, la comunidad y el bien de la sociedad
constituyen una totalidad nica. No es concebible para ellos un
ejercicio de la libertad que no se encuentre entrelazado con los
otros dos elementos. Por eso, esta ciudadana no se resigna a
esperar pasivamente que el Estado le conceda libertades cvicas,
sino que sencillamente se las toma.
155
2.3. La violencia ldica
156
del nihilismo (de nihil: nada), acaba, en efecto, confiriendo plena
vigencia y legitimidad, al ludismo (todo es juego no hace falta,
por tanto, tomarse nada demasiado en serio); al esteticismo (hay
que apuntar a lo esttico, esto es, a lo bello, agradable a los
sentidos, en lugar de apostar por lo tico) y al permisivismo (que
declara la guerra a todo lo que signifique un lmite a las propias
apetencias y se empea en presentar enfticamente lo bueno148
como malo y lo malo como bueno . Y es que si desaparecen
del horizonte humano los valores permanentes; los referentes
de verdad y de bien capaces de mostrar unas pautas claras que
permitan orientar el propio rumbo existencial; si falta todo esto
como de hecho falta en el actual contexto nihilista entonces, lo
que resta al ser humano es aturdirse a cualquier precio con todo
tipo de gratificacin sensible que me pueda reportar el ahora.
Una vez hechas estas aclaraciones, corresponde preguntarnos
qu razones nos asisten para afirmar que una cultura penetrada
de tales caractersticas constituye un caldo de cultivo propicio
para la violencia.
157
aparece con trgica nitidez en el caso del consumismo ertico.
Porque el maltrato no se dirige nicamente al otro que, como
ensea Josef Pieper, al ser identificado como simple compaero
sexual no es contemplado como persona, es decir, como alguien
con rostro humano caracterstico de su individualidad.151 Hay
tambin aqu un componente hondamente perturbador del
propio equilibrio antropolgico del consumidor. En efecto,
al quedar su perspectiva existencial unilateralmente orientada
en una direccin (la del placer ertico), este individuo degrada
su potencial psquico en la medida que lo reduce prcticamente
al universo de lo instintivo. La violencia ejercida en este caso
sobre el propio ser es traducible como desvirtuacin de la propia
naturaleza humana a la cual se le cierra, de algn modo, el
acceso al dominio de lo espiritual. Precisamente la sociedad de
consumo, a todas luces responsable de esta idolatra del instinto,
Carlos Llano la llama sociedad compulsiva que se caracteriza
porque en ella la antropologa queda desplazada por la sociologa
descriptiva del comportamiento estadstico; Una sociologa,
adems que trata de detectar las tendencias, para seguirlas,
en lugar de una antropologa que intenta entender cmo es el
hombre, para orientarlas.152
159
vendr a este mundo adoleciendo de discapacidades profundas.
Lo cierto es que tales sugestiones haran menos efecto en los
ciudadanos de poseer stos un contrapeso fuerte de vida interior
y de madurez espiritual. Porque, tal como remarca el mismo
autor, ms preocupante todava que la existencia de ambas
formas de violencia en nuestro tiempo, es el movimiento a favor
de su aceptacin social, que pretendera hacer de ambos actos
algo conforme plenamente a derecho.157
157 Idem.
158 M. Fazio, Desafos de la cultura contempornea para la conciencia cristia-
na; San Jos, C.R., Ediciones Promesa, 2002, p.20.
159 G. Vattimo, El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenutica en la cultu-
ra posmoderna; Barcelona, Gedisa, 1986, p. 27. Cabe resaltar, que para el autor,
tal nihilismo es causa directa de emancipacin del hombre contemporneo
al descubrir que no hay fundamentos ltimos ante los cuales nuestra libertad
deba detenerse G. Vattimo, Nihilismo y emancipacin; Tr. C. Revilla, Bar-
celona, Paids, 2004, p.10.
160
Ahora bien, la drstica negacin de Dios lo cual constituye la
entraa conceptual del nihilismo 160 - conduce necesariamente a
erigir otro absoluto que lo reemplace. Por lo regular, se trata
del propio sujeto y su voluntad de dominio; sus caprichos o sus
veleidades hedonistas. Y tal como observa el profesor Alejandro
Llano, Cuando el hombre decreta que el Absoluto trascendente
es ilusorio, su propia actividad se torna absoluta y es incapaz
de reconocer normas que no coincidan con las leyes del poder
puro. Tal es la raz ltima del actual fenmeno de la violencia,
esencialmente distinto del recto uso de la fuerza.161
161
pasan a ser sustituidos por los gustos y preferencias personales.
En el marco de este ocaso de la verdad y del bien objetivos,
cosas y personas son declaradas desprovistas de un significado
propio y pasan a revestir la significacin que el individuo y la
sociedad decidan asignarles. Ahora bien, para el pobre horizonte
de la mentalidad ldica y light, el valor ltimo de las decisiones
y acciones ha de estar radicado, como es lgico, en el universo
sin trascendencia del placer y la diversin.
162
Precisamente el significado ms profundo de la realidad pertenece
a este mbito que es consiguientemente el mbito del sentido.
De aquello que en ltimo trmino confiere significado definitivo
a lo que palpamos y experimentamos sensiblemente. El sentido
de la propia vida, el por qu de la muerte o la enfermedad; la
trascendencia del sacrificio y la donacin; el valor del perdn,
son cuestiones hondamente humanas que todo hombre se plantea
y que la ciencia no puede, ni es su cometido propio, esclarecer.
Indagar por qu nuestra cultura parece eludirlas o ahogarlas
mediante el aturdimiento hedonista, no es una consideracin
filosfica puramente abstracta. Se nos va en ello, digmoslo
as, la misma pervivencia de la especie. Porque asociados al
sinsentido y al relativismo tico aparece siempre una imagen de
hombre despotenciada; un hombre mnimo podramos decir.
163
de violencia. Ante todo, la ejercida sobre el medio ambiente,
responsable de desastres ecolgicos inauditos. Pero tambin de
otros tipos de violencia que, si bien son ms sutiles, no son por
eso menos destructores. Est claro para todo el mundo que el
sinsentido es uno de los factores que ms incidencia tiene en los
casos de suicidios, especialmente entre jvenes y adolescentes.
Y la falta de sentido tan paradjicamente propagada muchas
veces en el medio acadmico- hunde su raz en el hecho de
haber reducido el alcance operativo de la razn al mbito de lo
verificable de acuerdo con el mtodo de las ciencias naturales.
Cientificismo se denomina esta mutilacin de las funciones de
la razn. Y es bajo la mentalidad cientificista que vienen siendo
educados, generacin tras generacin, los docentes y licenciados
en cualquier disciplina.
164
para dedicarse exclusivamente a la produccin. De ah que las
actitudes tpicas del hombre hacedor de cosas sean, escribe
H. Arendt, su instrumentalizacin del mundo, su confianza
en los tiles y en la productividad del fabricante de objetos
artificiales; su confianza en la total categora de los medios y
fin, su conviccin de que cualquier problema puede resolverse
y de que toda motivacin humana puede reducirse al principio
de utilidad; su soberana, que considera como material todo
lo dado y cree que la naturaleza es un inmenso tejido del que
podemos cortar lo que deseemos para recoserlo a nuestro gusto
(Bergson, volution cratrice); su ecuacin de inteligencia con
ingeniosidad, es decir, su desprecio por todo pensamiento que no
se pueda considerar como el primer paso hacia la fabricacin
de objetos artificiales, en particular de tiles para fabricar tiles,
y para variar su fabricacin indefinidamente (Idem); por ltimo,
su lgica identificacin de la fabricacin con la accin.165
165
de pensar sosegadamente y con hondura, volvindose as apto
para percibir lo esencial en todas las situaciones. El significado
profundo de la propia vida y de todo lo que hacemos, as como la
posesin de una clara estimacin del valor incomparablemente
mayor que corresponde a las personas frente a las cosas, son
dimensiones de la existencia que nicamente gustan revelarse
a una inteligencia anhelante de verdad y sumisa ante el sentido
ltimo de las cosas. Y el respeto por el otro... sin duda brota
tambin de la sencillez que sabe ver en los dems lo esencial, su
condicin de otro yo, esto es, alguien que es fin en s mismo,
y a quien jams me estar permitido tratar slo como medio.
Pero tambin la mirada sapiencial sabe captar lo sustancial del
propio ser; no se deja, por eso, cosificar por los medios o el
mercado.
166
abismo insalvable y deliberadamente marcado entre el despilfarro
consumista de unos pocos, y el insuperable abismo de miseria
de los otros, los olvidados de la tierra. Considero que no hay
necesidad de presentar muchos ms argumentos para mostrar el
estrecho vnculo que existe entre pensamiento dbil, nihilismo,
relativismo y consumismo hedonista, por un lado, y violencia
ejercida bajo cualquiera de sus expresiones.
167
Captulo 9
166 Este captulo ha sido escrito por Javier Nicols Gonzlez Camargo, licen-
ciado en Filosofa y Humanidades, auxiliar de investigacin del grupo Lumen.
169
Ante la primera acusacin, lo ms claro que puede decirse es,
con las palabras del profesor Llano, que este reproche seala
ms a quien lo profiere que a quien lo recibe167 . Adems, el
testimonio de personalidades tales como la de una Madre Teresa
de Calcuta o de un Gandhi manifiestan en todo su realismo y
profundidad la capacidad que encierra el corazn humano para
abrirse y acoger al otro.
167 Comunicacin personal en la reunin que el grupo Lumen tuvo con el pro-
fesor Llano en la Universidad de La Sabana, el 5 de septiembre de 2006.
168 As era afirmado ya en tiempos antiguos por la lgica, terica y prctica, de
la escuela megrica; as tambin es supuesto por el liberalismo poltico desde
Hobbes, con su presupuesto materialista, como lo analiza agudamente Fernan-
do Inciarte en su ensayo Libertad los liberales, si reflexionasen bien sobre su
posicin tambin sobre sus fundamentos tericos-, dicho brevemente, se en-
contraran con el hecho de que el liberalismo no cree en la libertad del hombre.
Pero la sorpresa aumenta, sin embargo, cuando se comprueba que la teora del
liberalismo concibe que la nica posibilidad de salvar la responsabilidad huma-
na es negar la libertad individual., F. Inciarte, Liberalismo y republicanismo;
Pamplona, EUNSA, 2001, p. 144.
170
puede ms que seguirse el cumplimiento de lo ms probable 168.
Pero la historia, en verdad, es como lo hace constatar Zubiri,
cumplimiento de posibilidades169 , cumplimiento que, como lo
especifica Spaemann, se define por la persona, quien es el inicio
de la cadena causal170 , gracias a la indeterminada apertura
constitutiva de su ser espiritual.
173
La tecnocracia, abandonando todos los asuntos pblicos en
manos de expertos, pretende despojar (y despoja, de hecho) a los
ciudadanos comunes de la participacin en la toma de decisiones
pblicas, bajo lo que hoy podra llamarse, parafraseando a
Francis Bacon181 , el dolo del certificado, sofisma que consistira
en suponer la capacidad de discernimiento de los fines a partir
de la capacitacin en el dominio de los medios, situndola bajo
la rbrica de experticia. Dice MacIntyre en el mundo social, las
corporaciones y gobiernos fomentan sus preferencias privadas
bajo capa de identificar la ausencia o presencia de conclusiones
de expertos.182 Para apropiarse de la toma de decisiones sin
contratiempos, la tecnocracia acude al tercer elemento de su
estructura: la manipulacin meditica. Weber describa el
funcionamiento manipulador de la tecnocracia al afirmar que
en las condiciones de una democracia de masas, la opinin
pblica se reduce a un comportamiento comunal surgido
de sentimientos irracionales. Por lo general, la difunden o
determinan los dirigentes de partido y la prensa 183.
174
de propuestas, como las observaciones que sobresalen en la
famosa obra literaria El proceso185 . Pero, sin lugar a dudas,
la crtica sistemtica reconocida de mayor impacto, acierto
y profundidad, ha sido la proferida por Hanna Arendt, quien
pone en escena el peligro de la fuerza bruta del impersonalismo
tecnocrtico:
176
De todo ello resultan dos problemas fundamentales en cuanto a
las instituciones se refiere. El problema terico, a cuya luz las
abstracciones del racionalismo hacen de la teora institucional
un conflicto de conceptos contradictorios e irreductibles (poder
vs. libertad), bajo los cuales, en cualquier caso, las instituciones
estn desantropologizadas, es decir, desprovistas de la riqueza
personal, especialmente de su capacidad axiolgica, tica y
teleolgica, y no menos de su carga afectiva. Y el problema
prctico, que seala el poder enajenante de las organizaciones,
concebidas bajo los patrones indicados, dando por resultado la
marginacin no marginal, la deshumanizacin de la cultura, y la
razn estratgica. El concepto que sintetiza todos los elementos
del problema terico es el contrato; donde egosmo y sociabilidad
se funden por la figura de una autoridad coercitiva. Y el concepto
con que aqu ser referido el problema prctico es el de segunda
enajenacin 193.
177
est subsumido en todo tipo de diversas instituciones. En
efecto, puede decirse con propiedad que la sociedad del mundo
contemporneo es una sociedad altamente institucionalizada.
Por eso es necesario insistir en la necesidad de reivindicar el
humanismo en las instituciones, antes de amedrentarnos con
posibilidades matemticamente (tcnicamente) remotas: la
esperanza, que es mvil de los verdaderos humanismos, no
teme a los estudios de probabilidades tcnicos que parten de las
condiciones dadas, precisamente porque buscan cambiar dichas
condiciones sobreponiendo la novedad y el esfuerzo de que
es capaz la creatividad humana, a la necesidad y la facilidad
del determinismo antropolgico, si la Madre Teresa, Gandhi,
o los gestores de la reconciliacin en El Salvador, hubiesen
prestado atencin a estudios probabilsticos de sus empresas,
entonces, nada hubiesen hecho. La razn estratgica propia
del contractualismo y de la prevencin del individualismo,
anula de raz toda posible magnanimidad, y ste es su mayor
pesar, al sentar sus decisiones sobre lo ms probable, certero
y tcnicamente manejable. Afortunadamente, siempre quedan
personas que hacen caso omiso del pesimismo imperante y que
estn dispuestas a la magnanimidad, fuente de la creatividad de
los grandes logros. Aunque, por desgracia, el clima imperante
hace que estas personas sean cada vez menos.
178
circunstancial, mecanizndolo. No es humanismo, es negacin
de lo humano y afirmacin de la mquina, es mecanicismo.
La realizacin humanista se hace en compaa, en amistad, y
mediante valores y virtudes, que se enriquecen y apropian en
la comunidad, y luego emanan desde la intimidad apropindose
del mundo, operando dentro de la sociedad, con las personas.
Todo lo contrario de lo que parece ser la tendencia dominante: el
mundo y los instrumentos apropindose de las intimidades.
179
institucin, donde la atencin cooperativa al bien comn
de la prctica es siempre vulnerable a la competitividad
de la institucin. En este contexto, la funcin esencial de
las virtudes est clara. Sin ellas, sin la justicia, el valor y
la veracidad, las prcticas, no podran resistir al poder
corruptor de las instituciones.194
180
La falta de justicia, de veracidad, de valor, la falta
de las virtudes intelectuales pertinentes, corrompen las
tradiciones del mismo modo que a las instituciones y
prcticas que derivan su vida de dichas tradiciones, de las
que son encarnaciones contemporneas. Admitir esto es
tambin admitir la existencia de una virtud adicional, cuya
importancia es tanto ms obvia cuanto menos presente est
ella: la de un sentido adecuado de las tradiciones a las que
uno pertenece y con las que uno se enfrenta.196
181
los sistemas en subsistemas monofuncionales, una cabal
teora de las instituciones busca esa reduccin por la va
de la integracin de diversas funciones en sistemas abiertos
y de la interpenetracin no autorreferencial entre sistema
y ambiente, por una parte, y entre los diversos sistemas,
por otra. As pues, no se prescinde de la nocin de sistema,
que presenta indudables ventajas operativas, sino que se
la sita en el horizonte hermenutico de las realidades
institucionales.198
182
Rescatando as, precisamente, al mbito estrictamente poltico
como aquel que, superponindose a los otros, los ordena y los
subordina, precisamente por ser aquel que mira al bien del
hombre integral, y a su consecucin en todos, y no a ste o aquel
bien especfico, y su consecucin en unos cuantos. Finaliza
Llano remarcando esta idea, al sealar el carcter gradual y
ordenado que tienen las instituciones bien entendidas, de cara
a la confusin entre unas instituciones y otras, disimulada en
medio de la rigidez de los esquemas puramente sistmicos:
183
Como ha sido dicho, la nica manera de aplicar el humanismo
en las instituciones, desde la familia hasta el Estado, es mediante
decisiones tomadas de manera prudencial. Esto significa que no
puede ser un ejercicio mediatizado por estructuras que ordenan
comportamientos visibles por medio de controles de poder,
sean estos medios del tipo que sean. Lo que significa es que es
una tarea de la que uno slo se puede encargar personalmente.
Asumir personalmente la tarea, significa ordenar su propia
vida de tal manera que sus acciones se unifiquen a la luz de
una finalidad axiolgica (tica), y que por ello, de las propias
acciones emane un resplandor de humanismo que se transmita a
los dems por medio del ejemplo y la invitacin o estmulo. Con
ello se apela a la dimensin comunicativa de la virtud, que no
se basta con encerrarse en ella misma, sino que sale de s misma
para invitar dando, para darse invitando, en una invitacin que
slo tiene sentido si es proferida con la voz del ejemplo y de la
humildad.201
184
Efectivamente, aplicar el humanismo en las instituciones
es un ejercicio que exige mucho esfuerzo, en tanto no est
mediatizado por ninguna tcnica de la que se puedan encargar
unos pocos, la cual garantice la efectiva implementacin del
mismo. Al tener que ser asumido personalmente, el humanismo
en las instituciones es una ardua labor, siempre asechada por el
riesgo de sucumbir frente a la ambicin de unos cuantos. Por
ello, junto con la prudencia y la justicia, es necesaria la fortaleza
y la humildad, de lo contrario, se cae en el fetichismo de los
smbolos institucionales, y en la hipocresa de los slogans, o en
la banalidad de muchas de las convivencias, eventos y espacios
de encuentro estimulados por los expertos de personal en los
ambientes laborales.
185
los protagonistas sociales. De tal manera que las instituciones
sociales no se presenten como entes abstractos tirnicos,
annimos y alienantes, sino como manifestaciones colectivas
de la libertad concertada, espacios de participacin pblica y
verdaderas comunidades humanas cuya motivacin fundamental
no sea el xito sino el bien. Y no cualquier bien, sino el bien
comn, es decir, compartible.
186
Conclusin
187
fundamentalistas fanticos y violentos. Digmoslo claramente:
la verdad es hoy una expresin polticamente incorrecta.
Para muchos de nuestros contemporneos esas dos palabras
evocan la intolerancia y el odio de las ideologas totalitarias.
Segn esta mentalidad, es difcil que pueda concebirse algo ms
opuesto y amenazador para la libertad que la verdad.
188
la llama Alejandro Llano cognitivismo moderado, porque aunque
defiende sin titubear la capacidad de la inteligencia para conocer
la verdad separndose as del escepticismo, advierte al mismo
tiempo contra las corrientes racionalistas que dicha disposicin
no es automtica ni absoluta, sino limitada y dialgica. De una
vez se define, entonces, a favor del pluralismo, pero se opone
al relativismo tico. En efecto, si es posible dialogar y alcanzar
un consenso racional sobre el bien social, distinguindolo del
mal social, es porque existe la verdad de las acciones humanas.
Verdad prctica sobre cuya base nicamente tiene sentido
analizar y debatir acerca de la justicia o la injusticia de las
acciones. Como ha advertido R. Spaemann, slo a partir de esta
premisa elemental adquiere significado el debate poltico, porque
de estar ciertos de antemano no alcanzaremos dicha verdad, el
dilogo poltico se vaca, pierde contenido racional y acaba en
pura retrica.
189
El brillo es relativo y posicional, luz reflejada, prestada
claridad. El resplandor, en cambio, tiene algo de absoluto,
luminosidad interna que serenamente se difunde El
resplandor es la verdad de lo real. El brillo omnipresente
es la luz artificial del simulacro televisivo, que celebra el
triunfo de la sociedad como espectculo. Y el televisor es
el icono elusivo y proteico, el tabernculo domstico de la
religin nihilista . 204
190
camino liberador que nos conduce al encuentro con lo mejor
de nosotros mismos, con lo autnticamente humano, pide ser
recorrido en esta direccin. La extroversin, al arrojarnos fuera
de la intimidad de nuestro ser interior, resulta francamente
deshumanizante. De qu es capaz la humanidad sin
interioridad? preguntaba Juan Pablo II a los jvenes espaoles
en Cuatro Vientos. Lamentablemente, conocemos muy bien la
respuesta. Cuando falta el espritu contemplativo no se defiende
la vida y se degenera todo lo humano. Sin interioridad el hombre
moderno pone en peligro su misma integridad206 El hombre
interior, por el contrario, mediante la apropiacin de s mismo,
conquista una sabidura prctica o prudencia que lo habilita
para dar lcida y eficazmente con aquello que ansa nuestro ser
ms profundo: todo lo verdadero, bueno y bello por lo que, en
definitiva, merece la pena decidirse y vivir.
191
el otro; pretensiones frente a las cuales la ntima verdad de las
cosas enmudece y se resiste a revelarse.
192
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