Campos Nijar

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Revista de Antropologa Experimental ISSN: 1578-4282

ISSN (cd-rom): 1695-9884


n 11, 2011. Texto 4: 41-65. Deposito legal: J-154-2003

Universidad de Jan (Espaa) http://revista.ujaen.es/rae

REFLEXIONES SOBRE UN TRABAJO EN LOS CAMPOS


DE NJAR.
En el Cincuentenario de Campos de Njar de Juan Goytisolo

Sergio Braulio Vliz Rodrguez


IES Juan Goytisolo. Carboneras, Almera (Espaa)
[email protected]

REFLECTIONS ON A JOB IN THE FIELDS OF NJAR. In the fiftieth anniversary of


Campos de Njar of Juan Goytisolo

Resumen: El propsito de este ensayo es conmemorar el cincuentenario de la publicacin del libro


Campos de Njar de Juan Goytisolo. Esto se llevar a cabo de dos maneras: por un lado,
situamos el libro en un marco ms general cual es el de los libros de viaje; por otro lado,
tratamos de releerlo en clave antropolgica. Desde un punto de vista antropolgico, en
primer lugar, reflexionamos sobre la autoridad etnogrfica y sobre la red de influencias e
intereses que pesan en la descripcin de pueblos que consideramos diferentes; en segundo
lugar, explicamos los cambios producidos en la escritura de Goytisolo durante los sesenta
vinculndolos al posterior auge de la llamada Antropologa Posmoderna.

Abstract: The purpose of this essay is to commemorate the fiftieth anniversary of the publication of the
book Campos de Njar of Juan Goytisolo. This will be done in two ways: first, we place the
book in a more general framework which is that of the travel books; on the other hand, try
to reread it in anthropological key. From an anthropological point of view, first, we reflect on
ethnographic authority and the web of influences and interests that weigh in the description of
people who we feel different, and secondly, we explain the changes in Goytisolos writings
during the sixties linking them to subsequent rise of the Postmodern Anthropology.

Palabras clave: Viaje. Antropologa Posmoderna. Autoridad Etnogrfica. Realismo. Relativismo.


Travel. Postmodern Anthropology. Ethnographic Authority. Realism. Relativism.
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I. Todos los viajes, el viaje


No hay destino tan incierto como el destino de los libros de viaje.
Joseph Conrad

Quin podra, como dice Claudio Magris,

llevar al orden inexorable del tratado la imprevisibilidad del viaje, la confusin


y la dispersin de los caminos, el azar de las paradas, la incertidumbre de las
noches, la asimetra de todos los recorridos (Magris, 1990: 13)?

Y sin embargo, se ha intentado tantas veces...Quiz haya tantas maneras de hacer un


viaje como de clasificarlo y tantas de clasificarlo como de hablar de l. Tal vez, mal que le
pese al autor del que era el ms grande de nuestros poemas viriles, segn Albert Camus, a
saber, el Dis-cours de la mt-hode, quiz todo Dis-cours tenga algo de Trait.
En su ms general sentido ontolgico, el viaje forma parte del que Sloterdijk llama el
ltimo Teorema de Scrates. La escena es muy conocida. Scrates est a punto de tomar
la copa de veneno delante de sus discpulos y, puesto que no se le permite siquiera una liba-
cin, el sabio estima la conveniencia de dirigir una oracin a los dioses... Y es conveniente,
para que el traslado de ac a all suceda con ventura. La palabra griega Metoikesis, que
habitualmente traducimos como transmigracin, evoca todava el hogar perdido: met-
oikos, cambio de domicilio, traslado de un hogar a otro, y de ah el ltimo Teorema:El
hombre es el animal abocado al cambio de domicilio (Sloterdijk, 1998: 88). Oportunamen-
te reconoce Sloterdijk el contexto dualista alma-cuerpo que impregna ese concepto de tras-
lado, pues, al fin y al cabo es slo el alma la que se mueve a travs de distintos elementos,
esferas o estaciones aduaneras. El Libro de los muertos de los egipcios o el Bardo Thodol
describan ese itinerario anmico post-mortem.
Pero ms all de ese trnsito del alma queda la idea de que somos, en efecto y radi-
calmente, metoikoi, advenedizos, existencias de trnsito, gueules de mtques, rostros ex-
traos. Peregrinos, gente que est de paso, siempre con el hatillo a cuestas, como deca
Ortega: Cualquier autobiografa o historia de vida tendr necesariamente la forma de un
cuaderno de bitcora, de un Diario de a Bordo, y el Viaje a Itaca ha de ser algo ms que
la idea de un bardo ciego o un mero poema de Kavafis, algo as como un arquetipo en la
archimemoria de los hombres, el Itinerarium Vitae, la Navigatio Vitae. Desde este ngulo,
todos nos movemos buscando algo, todos nos arriesgamos fuera de lo que consideramos los
lmites de nuestro hogar, todos perdimos nuestra casa un da gris, todos nos aventuramos
ms all, una y otra vez, una y otra vez.
Como categora regional los ensayos ms o menos voluntarios de abandono de ho-
gar, se suelen ordenar o clasificar en las morfologas sobre todo segn su telos, su finali-
dad, su para qu, finalidad que puede estar encarnada en la figura del o los viajero(s)
principal(es)1. Y as los hombres han abandonado su hogar por motivos econmicos (se
busca trabajo, o nuevas fuentes de riqueza los sucesivos Dorados, si es masivamente se
fundan colonias, o para trazar nuevas rutas comerciales, al modo de Coln o Marco Polo,
o quiz intercambiar algo el Kula de los trobriandeses de Malinowski, etc.). Tambin se
abandona el hogar por motivos religiosos, el mvil de tantos misioneros y peregrinos: los
relatos de la jayy o peregrinacin a La Meca, por ejemplo, han alimentado la imaginacin
de Orientales y Occidentales. Los viajes simblicos o por motivos simblicos seran un
sub-gnero del viaje religioso, desde el Vellocino de Jasn al Santo Grial de Indiana Jones,
1 Varn, adulto, occidental y de clase media-alta, segn James Clifford, son atributos tpicos del viajero en
nuestra cultura, y es fcil adivinar las consecuencias de esto para los distintos relatos.
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y entre stos los viajes a los infiernos mereceran una categora especial. Los viajes por
motivos simblicos se solapan con otros que ocupan un lugar privilegiado: son los motivos
transferenciales de bsqueda, de entrega o de recuperacin. Por frecuentes en la historia, los
motivos militares de ocupacin, agresin o defensa, o los logsticos de espionaje llenan p-
ginas y pginas de relatos de viaje, desde Herodoto o los cronistas de Indias a Lawrence y el
Conde Almasy, el paciente ingls. Tambin motivos cientficos han movido a los viajeros
y han inspirado clebres relatos de viaje, como los de Humboldt o Darwin; desde las cle-
bres directrices de Linneo, tres mbitos de la realidad se abren en las descripciones de estos
caractersticos exploradores: la tierra, cuya descripcin dominar en gegrafos y gelo-
gos; la flora y la fauna, dando la figura del naturalista, y los usos y costumbres de los
hombres, cuyo relato hace a los hombres antroplogos, cronistas o periodistas. Motivos
estticos inclinaron a toda suerte de viajeros hacia tierras que saban, o presuman, de una
peculiar belleza, como los desiertos o las cumbres nevadas o determinadas concentraciones
humanas (el viaje literario a Castilla de los autores del noventa y ocho sera un caso), y
motivos polticos como el destierro han llenado pginas de nostalgia: Nostos y algos: el
dolor del viaje. Y cmo olvidar los motivos teraputicos que movieron a los seres humanos
a cambiar de aires hacia aires ms o menos secos y hacia aguas ms puras?
Si fuera por clasificar, pues, podramos distinguir entre el viaje econmico, el religioso
(o simblico), el mensajero, el militar, el cientfico, el esttico, el poltico, el teraputico.
Pero una motivacin radicalmente contempornea nos salta a la cara: el viaje por motivos
ldicos, el viaje como forma de ocio y diversin que explota el llamado turismo de masas.
Para los que ostentan una visin elitista a lo Ortega de las sociedades humanas, el turismo de
masas supondra la banalizacin del viaje, su reduccin nihilista a vulgar mercanca roma y
sin matices... Los viajeros exquisitos siempre distinguirn entre ellos, los autnticos viaje-
ros, y los vulgares turistas, en cuya defensa escribi Santayana:

Desde el excursionista en vacaciones hasta el peregrino sediento de hechos o


bellezas, todos los turistas son bien amados de Hermes, el Dios de los viajes,
que es tambin patrn de la curiosidad amable y de la mente abierta. Es sabio
trasladarse lo ms frecuentemente posible desde lo acostumbrado a lo extrao:
conserva gil la mente, destruye los prejuicios y fomenta la jocundia. No
creo que la frivolidad, la disipacin de la mente y el disgusto por el propio
lugar de nacimiento, o la imitacin de los modales y las artes extranjeros sean
enfermedades graves: matan, pero no matan a nadie que merezca la salvacin
(Santayana, 1964: 36).

Captulos no escritos de una buena antropologa del turismo de masas deberan incluir
los hasta ahora inefables viajes de estudios, o los viajes de ancianos del Inserso, los viajes
de novios, el turismo sexual o los viajes deportivos.
Pero, Qu ocurre cuando el viaje no tiene fin? Entonces o eres un nmada o un vaga-
bundo: suelen ser tratados con muy distinta consideracin. El mito romntico del nmada
proviene por lo menos de Ibn Jaldn, y hoy en da cualquier ensayo sobre las macrociudades
contemporneas, las telpolis o megpolis, incluir el nomadeo, la falta de races de sus ciu-
dadanos, como uno de sus rasgos ms caractersticos. Y si el exiliado Santayana rescataba
la dignidad del turista, es implacable con el vagabundo, quien siempre tuvo un no s qu
inquietante2:

2 Joseph Conrad, sin embargo, matizaba magistralmente esa inquietud hacia el vagabundo: Los calificara
como un clan de proscritos si no fuera por la rudeza que tal descripcin entraa. Y por nada del mundo quisiera
yo ser rudo con personas capaces de emprender sus viajes con las manos vacas y apenas nada en los bolsil-
los. He conocido entre ellos a hombres que cultivaban maneras truculentas y una mirada fija y fra que, de ser
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El vagabundo, por el contrario, camina al azar, en inocente holganza, o


empujado por algn apremio morboso. Sus descubrimientos, si hace alguno,
sern hallazgos fortuitos logrados o por pura inquietud o pescando en ros
revueltos. El vagabundo impenitente es un hombre que se engaa a s mismo,
que trata, como el capitn del Buque Fantasma, de escapar de s mismo. [...].
Es un proscrito voluntario, un gandul trashumante(Santayana, 1964: 38).

Independientemente de la obvia tendencia, o necesidad, humana a construirse yoes fuer-


tes, decididos y coherentes, no quiere ver Santayana la tambin obvia tendencia contraria:
la de caminar sin propsito, la de escapar de s mismo, la de engaarse a s mismo. Al fin
y al cabo, y acordndonos de Nietzsche, tan engaosa es la construccin de una identidad
como la de la otra.
Motivaciones e intenciones tienen los seres humanos y las acciones que ejecutan, pero
tambin los textos que escriben. Normalmente mezcladas, la clasificacin la debera deci-
dir, volens nolens, la dominante, en el sentido que le daba Jakobson. Si nos vamos a los
hombres tendremos trabajadores y mercaderes, misioneros, penitentes, guerreros, artistas,
cientficos, polticos, mensajeros, turistas, enfermos, nmadas y vagabundos desplazndo-
se, cambiando de oikos. Si nos vamos a los relatos correspondientes dominar una de estas
intencionalidades o varias.
Pero tambin se han clasificado los viajes segn su topos, segn el lugar al que se viaja,
en sus expresiones ms abstractas o concretas. De acuerdo con este criterio podremos ha-
blar de viajes al Norte, al Sur, al Este o al Oeste (sobre la superficie de la tierra...tambin
puede irse fuera, hacia la luna o las estrellas, o dentro de ella, hacia el Centro de la tierra).
Todos los puntos cardinales son ms que meras coordenadas o puntos de orientacin, todos
estn cargados de connotaciones, de valores, relativamente cambiantes con la historia y las
culturas. No slo Oriente, por citar el caso ms repetido desde el libro de Edward B. Said,
se asocia al despotismo y la pereza, sino que stas son tambin caractersticas tpicas del
Sur. Pero tambin se cargan de sentido y valores viajes a lugares ms concretos, como
el Viaje a Espaa de los romnticos, el Viaje a Africa decimonnico, o el viaje a los polos.
Otras clasificaciones en torno a otros criterios son posibles, sin duda. Un criterio que
seduca mucho a los pensadores de Tel Quel y cuyo anlisis volvi a poner de moda Clifford
Geertz en El antroplogo como autor es el de la verosimilitud, el conjunto de dispositivos
de que se vale un texto para parecer realista, creble. Desde este punto de vista Jasn e In-
diana Jones y los viajes en el tiempo, que abren la dimensin del cronos estaran en un
extremo de la cuerda, mientras Mi peregrinacin a Medina y La Meca de Burton, Al Sur de
Granada de Brenan o Campos de Njar de Juan Goytisolo estaran en el extremo contrario.
Por motivos, segn propia confesin, tursticos aprovechando perodos vacacionales,
estticos atrado por un paisaje y unas gentes y polticos dar testimonio de la injusticia
del rgimen franquista, Juan Goytisolo visit cuatro o cinco veces los Campos de Njar
entre 1956 y 1960. Fruto y compendio de esos viajes son los Campos de Njar, publicado
en Espaa en 1959 y La Chanca, publicada en 1962 en el exilio. Desde entonces, Campos
de Njar ha sido considerada frecuentemente como documento sociolgico con dimensin
literaria escasa (Santos Sanz, 1977: 63)... queda por ver, ms all de la respuesta que en su
momento le hizo la prensa fascista3, su valor como documento etnogrfico.
posible burlar el propio destino, tal vez hubiesen llegado a ocupar puestos muy destacados (Cfr. Conrad, 2009:
200). Por otro lado, Marlow, el protagonista del Corazn de las tinieblas, era un marino, pero tambin un
vagabundo.
3 Vase, por ejemplo, el artculo del peridico Pueblo, publicado el 26 de octubre de 1961, que aparece como
apndice en las ediciones de La Chanca,, el resumen del asunto que hace al comienzo de Seas de Identidad, o
la versin ms realista de sus Memorias. La crtica fascista se resume en dos argumentos: primero, que en Goyti-
solo existe parcialidad en el enfoque hacia la miseria, y dado que en todos los pases existen focos de miseria...;
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II. La Academia y el viaje


Odio los viajes y los exploradores.
Claude Lvi-Strauss

Mucho tiempo ha estado la Academia distancindose de los libros de viaje. James


Clifford recordaba el pronstico de Malinowski respecto a esos datos aportados por la li-
teratura de viajes: seran destruidos por la ciencia (Clifford, 1999: 86). Tambin Clifford
ha contado cmo el Trabajo de Campo, y con l las normas de la observacin participante,
se fueron atrincherando y definiendo, a partir de Boas y Malinowski, en oposicin al viaje
literario y periodstico,

En oposicin a estas formas de conocimiento tendenciosas, superficiales y


subjetivas, la investigacin antropolgica se orient hacia la produccin de un
conocimiento cultural profundo (Clifford, 1999: 73).

En los tiempos en que las ciencias sociales tenan que hacerse sus espacios en las uni-
versidades, lo mejor era parecer serios, y para parecer serios nada mejor que intentar pre-
sentarse con una objetividad implacable, siguiendo un mtodo riguroso lo ms semejante
posible al de las ciencias naturales. Datos aportados en libros de entretenimiento, por viaje-
ros ms o menos amateurs, con intenciones literaturizantes, seran barridos y borrados por
los informes obtenidos merced a la observancia de las reglas de la observacin participante,
condicin sine qua non del trabajo etnogrfico del antroplogo.
La observacin participante, llamada el laboratorio de la Antropologa, implicaba una
investigacin especialmente profunda, extensa e interactiva; un hogar fuera del hogar donde
uno participa, interacta con los dems, aprende su lengua, intenta integrarse ocupando un
lugar, pero al mismo tiempo observa, es decir, mantiene una distancia crtica respecto a lo
que experimenta, pues tiene que tomar nota. De uno a dos aos de convivencia o visitas
repetidas se consideraban necesarios. Este trabajo de campo significaba el bautismo de fue-
go de cualquier antroplogo y garantizaba la verdad del relato normalmente compuesto o
montado a la vuelta. Qu tena todo esto que ver con la perspectiva literaria y transitoria
del escritor de viajes?
Pero, adems de ese problema crucial metodolgico, era tambin evidente un problema
retrico y en el sentido de Jakobson arriba citado funcional: Qu tena que ver la bs-
queda de la belleza, a travs de la perfeccin de un estilo, con la descripcin de la verdad?
Qu tena que ver la retrica potica con la austeridad de la descripcin de lo real?4Cmo
confundir licencia potica y ciencia?
Pues bien, la percepcin de todos estos problemas cambi en la Antropologa sobre todo
a partir de los aos ochenta, debido a lo que se ha llamado el auge de la Antropologa Pos-
moderna, paradigma dominante en la disciplina de las ltimas dcadas, segn los propios
crticos reconocen5. Aunque algunas claves de esta corriente antropolgica irn apareciendo
en lo sucesivo (heteroglosia, polifona, dialgica, crisis de la racionalidad, relativismo...),
dos aspectos merecen ahora nuestra atencin: en primer lugar, la renegociacin de los lmi-
tes entre la escritura de viajes y el texto etnogrfico. Segn James Clifford:

[...] observamos la prominencia creciente de prcticas y tropos asociados por


lo general con el viaje y la escritura de viaje. [...]. No estoy describiendo un
movimiento lineal desde la recoleccin a la narracin, desde lo objetivo a lo
segundo, que Goytisolo directamente engaa al alterar la relidad.
4 Cfr. Al respecto, el primer captulo de Lvi-Strauss (1955), y la Introduccin a Geertz, (1998).
5 Cfr. Vase La Introduccin a Reynoso (1998).
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subjetivo, [...], sino ms bien de un equilibrio movedizo y de un replanteo de


relaciones clave que han constituido las dos prcticas y discursos (Clifford,
1999: 91).

Y Mary Louisse Pratt todava es ms grfica:

Citemos, por ejemplo, obras maestras como Travel in west Africa, de Mary
Kingsley, publicado en 1897, as como su West African Studies, que data de
1899; The Lake Regions of Central Africa, de Richard Burton, publicada en
1868, es otro ejemplo excelente. Los libros citados constituyen toda una leccin
de cmo pueden alternarse captulos literarios con captulos que pretenden la
descripcin geogrfica y etnolgica de cada regin visitada. Obvio resulta
decir que la etnografa moderna va en idntica direccin (Clifford y Marcus:
72).

En segundo lugar, se observa una redefinicin del campo en el trabajo de campo.


Entendido anteriormente como un lugar de co-residencia, un espacio perdurable, pasa ahora
a entenderse como un conjunto de encuentros de viaje. No en vano la antropologa pos-colo-
nial cobra conciencia de la labilidad de su objeto de estudio y de la fragilidad de las culturas
exticas al contacto aculturativo: verosmilmente, aquello que vio Margaret Mead ya no
lo pudo ver Derek Freeman. Todo lo extico se evapora en el aire, sobre todo cuando los
propios exticos hablan de s mismos.
Por su parte, Campos de Nijar de Goytisolo tiene el aspecto cuasiimpresionista de una
serie de encuentros de viaje, pues todos los interlocutores son personajes encontrados ca-
sualmente en una fonda, viajando en camin o en bus, o al pairo de una sombra, una esta-
cin o un camino. Personas que encuentra uno cuando est de paso, mientras se va a otro
lado. A pesar de que Campos de Njar, La Chanca y Pueblo en Marcha, publicadas entre
1959 y 1962, pueden ser agrupadas como un conjunto especial debido, en primer lugar, a la
torsin de la novela realista-social hacia el realismo social documental y periodstico una
especie de ltima vuelta de tuerca al realismo, la vuelta que pasa de rosca a la tuerca, y, en
segundo lugar, a que los tres son literatura de viajes, a pesar de todo esto Campos de Njar
es la ms documental y menos novelstica, la que menor hilo narrativo despliega en torno a
esos encuentros de viaje y la que ms carga al narrador con el peso del autor mostrando que
l estuvo all6. Parece que por influencia de Elio Vittorini, y la lectura de Conversacin
en Sicilia, La Chanca, que narra la visita del narrador al barrio de Pescadera en Almera en
busca de un hombre represaliado, presenta cierta trama, nudo y desenlace7. Pueblo en Mar-
cha, por su parte, podra considerarse como el positivo de Campos de Nijar, la realizacin

6 Por mucho que el que narra no sea el que escribe y el que escribe no sea el que existe, esta carga del autor
sobre el narrador es exigida en cualquier autobiografa de un ente real, y por tanto en la literatura de viajes.
Campos de Nijar aada fotografas en casi todas sus ediciones, adems de aportar datos extrados de docu-
mentos histricos. Pueblo en Marcha tambin incorporaba fotografas en sus primeras ediciones, pero eran las
fotografas del optimismo, la esperanza y la luz, al revs que las que aparecen en Campos..., imgenes del pesi-
mismo, la desesperanza y la desolacin. Por otro lado, ya mencionamos la observacin de Santos Sanz respecto
al estatus de documento sociolgico de esta obra. Tambin Gonzalo Sobejano afirma que se trata del extremo
lmite de la narrativa social, puesto que tratan de ser reportajes econmico-sociales (Sobejano, 1970: 262). Por
el contrario, poniendo el punto sobre algunas es literarias, vase el magnfico artculo de Aurora Egido (2006),
o el curioso pendular entre la novela social y el reportaje de Ramn Fernndez (2005). Dgase lo que se diga, las
diferencias en cuanto a pretensin, pulsin de verdad o afn de objetividad entre textos de novela social como
Juegos de manos o La Resaca y un libro de viajes como Campos de Njar, son palmarias.
7 No obstante La Chanca exige que se crea en su objetividad y por ello presenta datos estadsticos, histricos,
periodsticos.
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de la utopa en la tierra en la forma de la Revolucin Cubana del cincuenta y ocho.

III. Los viajes al Sur


Le acoge un espacio de calcinacin, la claridad terrquea almeriense
Pere Gimferrer

En realidad, el ilustrado Montesquieu no haca sino repetir viejas historias fisiolgicas


clebres desde los Tratados Hipocrticos cuando hablaba de la influencia del clima y los
suelos sobre el carcter de los pueblos. Es difcil explicar por qu tpicos tan fcilmente
rebatibles por la historia y las comparaciones sincrnicas han sido repetidos tantas veces.
Primero, por supuesto, est el sol, su luz y su calor, y en funcin de esto hay pueblos fros y
pueblos clidos; Montesquieu dir indistintamente pueblos del Norte y pueblos del Sur,
y las zonas limtrofes con ambas sern las templadas (Montesquieu, 1993: Libro XIV). Y a
partir de ah, todo lo dems... Las gentes del Norte tienen el corazn ms potente, mayor
valenta, menos resentimiento, mayor franqueza, menor sensualidad y sensibilidad al dolor
que los pueblos del Sur. Debido a su constitucin, que es debida a su clima, los hombres del
Norte buscan la actividad, y por eso aman la caza, la guerra, el vino...y los viajes. A los pue-
blos del Sur, eminentemente pasivos, no les gusta viajar, en realidad no les gusta moverse,
porque su inclinacin es la pereza.
Mucho de lo que se ha escrito, entonces, sobre el Orientalismo, podra reducirse a unas
cuantas horas ms de sol, luz y calor. Los mismos serrallos (Ur-Scene de la imaginera
occidental sobre Oriente) son introducidos por Montesquieu para hablar del amor en los
pueblos del Sur:

En los climas nrdicos apenas se hace sensible lo fsico del amor; en los
climas templados, el amor, acompaado por mil accesorios, se hace agradable
por cosas que parecen ser amor, pero que an no lo son; en los climas ms
clidos se ama el amor por s mismo, [...], es la vida. [...] En los pases del Sur
una mquina delicada, dbil pero sensible se entrega a un amor que nace y se
extingue sin cesar en un serrallo, [...]. (Montesquieu, 1993: 157).

El envejecimiento prematuro, la pobreza debida a la pereza, la sensualidad animal, son


cosas que el viajero debera ir notando en un crescendo conforme avanzara paralelos hacia
el ecuador. Rasgos, pues, que cabra encontrar en todos los que podramos considerar sub-
gneros del Viaje al Sur:

El Viaje a Italia (Goethe, Heine, Nietzsche)


El Viaje a Espaa, y en concreto al Sur, a Andaluca (Rilke, Irving, Brenan).
El Viaje a frica (Mungo Park, Stanley, Burton)
El Viaje a Oriente (Volney, Chateaubriand, Flaubert)
El Viaje al Desierto (Doughty, Almasy, Lawrence)

Heredera de estos tpicos naturalistas es la Teora de Ortega y Gasset sobre los anda-
luces; Campos de Njar abre un frente polmico anti-orteguiano que se hace expreso en la
introduccin del autor para la edicin italiana:

En su Teora de Andaluca, Ortega y Gasset, tras haber comparado los


andaluces a los chinos y a los vegetales, les reprocha su pasividad e incurre
en el tpico de su holgazanera: Esta es la paradoja que necesita meditar todo
el que pretende comprender Andaluca: la pereza como ideal y como estilo
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de cultura`. Por encima de todo, Ortega echa en cara al andaluz su sentido


vegetal de la existencia`y aade: Este ideal nos parece a nosotros, gente ms
del Norte, demasiado sencillo, primitivo, vegetativo y pobre` (Goytisolo,
2009: 238).

Ese ideal, como sabemos, se explicaba por unas cuantas horas ms de luz solar. En 1958
Goytisolo lee con avidez en una pensin de Mojcar las Mitologas de Roland Barthes, en
cuya introduccin afirma el autor francs que su punto de partida era el malestar que le
provocaba ver confundidas constantemente naturaleza e historia en el relato de nuestra
actualidad [...] (Barthes, 1999: 8). Y algo de esto constituye otro de los lmites polmicos
de Campos de Nijar como relato de viaje. Desde los autores del 98, ciertas formas de rea-
lismo y/o naturalismo vean el paisaje8 como algo natural o cuasi-natural. El paisaje,
sin embargo, incluye a los hombres y sus costumbres, las tierras, los seres vivos... y aparece
como algo dado por siempre; un paisaje donde el mal no parece moral, sino un dolor terres-
tre para siempre vinculado a las cosas9, y donde se pueden encontrar los valores eternos
del pueblo espaol (Romero, 1979).
Pero, si en un nivel ms filosfico el enemigo era Ortega y por otros motivos que los
aqu expuestos, como se ver ms adelante, en un nivel literario ese realismo naturalista
se desprenda de dos obras notables escritas por dos autores muy del Rgimen y que se
haban publicado en la ltima dcada: el Viaje a la Alcarria de Camilo Jos Cela y el Viaje
en autobs de Josep Pla. La tendencia a eternizar lo efmero e histrico, la simpata hacia
lo tradicional lo que dura, lo que quiere eternizarse, el costumbrismo10, cierta insen-
sibilidad ante una realidad humana que parece entomolgica, la bsqueda de una tipologa
humana adecuada al propio estilo literario, son rasgos, segn Goytisolo, de esos relatos de
viaje, y contra ellos escribe los Campos de Njar.
Otro de los lmites polmicos de nuestro relato es lo que podemos llamar el Naturalis-
mo mstico que consiste en servirse del paisaje para elaborar una descripcin de hondos es-
tados msticos personales, algo que acab siendo tpico en los libros de viajes del 98: en la
mayora de ellos, la exposicin de los estados anmicos del autor sustituye arbitrariamente
y anula el mbito humano real (Goytisolo, 2009: 234). La imagen de Unamuno meditando
en la Pea de Francia y despachndose gustosamente contra el turismo, los hoteles, los

8 Goytisolo, siguiendo a Azorn, afirma que la descripcin literaria del paisaje espaol (lo que ya puede lla-
marse el viaje literario) la inicia Enrique Gil y Carrasco con su obra El Seor de Bembibre.
9 No se olvide, sin embargo, la obvia herencia del naturalismo balzaquiano en el realismo social (y el socialista).
La torsin documentalista, no obstante, aproxima los Campos de Njar ms al Yo acuso... que a Germinal. Por
otro lado, la torsin dialctica y marxista en Goytisolo, de la que hablaremos ms adelante, impide decir cosas
como stas del prlogo a La Comedia Humana:Las diferencias entre un soldado, un obrero, [...], un abogado,
un estadista, un comerciante [...], son tan considerables como las que distinguen entre s al lobo, el len, el
asno, el cuervo, el tiburn, [...]. Han existido, pues, y siempre existirn, especies sociales como existen especies
zoolgicas.
Un ejemplo, por otro lado, de naturalismo ahistrico al que se le podran aadir muchos ejemplos de nuestro
realismo tradicional (Galdos o Baroja, por ejemplo).
10 Y su pariente vergonzante, el pintoresquismo. El viaje pintoresco se fija en las cosas que parecen ex-
traas o simplemente curiosas para unas mentes que se suponen ms civilizadas. El viaje pintoresco ama lo
primitivo porque resulta atractivo para el objetivo, y la actitud del viajero, entre despectiva y condescendi-
ente, siempre presupone su superioridad. Tanto en Campos de Njar como en La Chanca ese tipo de viajero lo
encarnan franceses, no en vano stos empezaban a descubrir y visitar por aquel entonces el Sureste espaol, y
el tipo humano en que Goytisolo lo concreta es esa dama grrula que lea el Poema del Mo Cid montada en
un camello y tocada con un Sari hind, Dominique Aubier, quien, saliendo de los crculos burgueses cultos de
Pars bien conocidos por Goytisolo, decide instalarse y medrar- en la zona que l acababa de describir como
la ms miserable de Europa y en la que faltaba el aire para respirar: mal que le pese a Miguel Galindo (2009),
Goytisolo nunca pis la enorme mansin colonial que Aubier se hizo a orillas del mar en Carboneras.
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coches-cama, el telfono, el water-closet y el agua mineral embotellada, puede ser bastante


representativa de esta tendencia.
Y sin llegar a los estados msticos, tambin quiere distanciarse Goytisolo de cierto subje-
tivismo burgus a lo Gide (quien se jactaba de haber enseado a viajar a los franceses), que
toma al viaje como un pretexto para hablar, tout court, de s mismo, de la propia psicologa.
Por tanto, Campos de Njar es un relato de viajes que rechaza y quiere diferenciarse del
naturalismo costumbrista del viajero entomlogo, del pintoresquismo del viajero superfi-
cial, del misticismo del poeta y de la hiperinflacin del yo del viajero burgus. Y ms all o
ms ac de esas cuatro tendencias, se renunciar a las veleidades esteticistas del literato, a
los juegos formales y florales con el lenguaje, a las torsiones de la expresin que buscan
el efecto potico, es decir, se prohibir aquello que tambin censuraba la antropologa clsi-
ca a las investigaciones etnogrficas; no slo por motivos epistemolgicos, por deformar la
realidad, la objetividad, sino sobre todo por motivos polticos, por sus presupuestos ideol-
gicos conservadores. De ah su aproximacin al documental o a la investigacin periodsti-
ca11, la obvia influencia del neorrealismo italiano, sus referencias a documentos histricos,
a estadsticas; de ah la inclusin de fotografas, la mencin de autoridades, y el aparente
distanciamiento del narrador.
Frente al costumbrismo y al naturalismo ahistrico Goytisolo parte de una visin de la
realidad i.e., del paisaje profundamente histrica y dialctica. La idea clave del punto
de vista histrico es la decadencia de la provincia de Almera, desde una poca musulmana
de esplendor entre los siglos X y XV, y un punto de inflexin con la conquista de los Reyes
Catlicos, hasta el estado de miseria que Goytisolo describe a finales de los cincuenta del
siglo XX en la provincia, transformada a lo largo del tiempo en la tpica colonia de la que
se expolian riquezas sin invertir en estructuras. Por otro lado, el sesgo dialctico, fruto de
la entonces adhesin del autor al marxismo y al realismo socialista de buena parte de la
izquierda , se detecta al menos en dos supuestos de su andar y ver: primero, que la historia
es la historia de la lucha de clases, del dominio de unas clases dominantes sobre unas clases
dominadas12; y segundo, que la naturaleza, y por tanto lo que se llama el paisaje, al mismo
tiempo que puede determinar la riqueza o la pobreza de la gente y modelar ciertas caracte-
rsticas de los hombres, es tambin obra humana. No hay rboles porque no llueve, no llue-
ve porque no hay rboles: tal sera la dialctica de la naturaleza y el hombre en Almera, no
sometida a un proceso de desertizacin natural sino a uno de desertificacin humana. En un
nivel ms formal, la tendencia dialctica se observa en la continua descripcin de tiempos,

11 La fusin del relato o la novela con la investigacin periodstica, etnogrfica, etc- estaba en el aire en los
cincuenta y los sesenta. Cuando Goytisolo comienza sus visitas a Almera, Oscar Lewis empieza a visitar a la
familia Snchez en las vecindades (rplicas de las chabolas de emigrantes andaluces en el puerto y playas
de Barcelona que Goytisolo refleja en La Resaca) de Mxico D.F. El fruto de esos aos de relaciones ser Los
hijos de Snchez, publicada en ingls en 1961. Por otra parte, el ao en que se publican los Campos de Njar la
familia Clutter fue brutalmente asesinada en el medio oeste americano, y Truman Capote iniciar ese peculiar
viaje de investigacin que desembocar, por un lado, en la publicacin de esa clsica novela-documental que es
A sangre fra, y, por otro lado, en su propia destruccin. Los conflictos entre la voluntad de verdad del documen-
tal periodstico y la libertad potica del novelista estn bien ilustrados en las discusiones entre Capote y Harper
Lee en la pelcula de Douglas McGrath Historia de un crimen.
12 La figura del cacique latifundista andaluz, ya descrita por Pitt-Rivers, ejemplificada por el Don Ambrosio de
Campos de Njar, y sugerida en voz baja en la figura de Jos Gonzlez Montoya, dueo de casi todo San Jos,
es ms claramente sealada como causa de la miseria del Sur en la introduccin italiana al libro citada ante-
riormente (Goytisolo, 2009: 231). Como curiosidad, todava baja desde una loma en Cala Higuera la llamada
agua de Montoya, que abastece entre otros a un descendiente de una rama lateral de los Chapman (la lnea
paterna de Lawrence), quien, por una de esas coincidencias, result ser pariente del Almirante de la flota inglesa
que muchos aos antes haba accedido a embarcar a D. Jos Montoya, salvndole as la vida el da en que los
rojos almerienses fueron a hacerle la visita de rigor (mortis): fue el nico motivo por el cual el cacique accedi
a venderle a Mr. Chapman unos terrenos en aquella cala paradisaca.
50 Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011

cosas, personas y sucesos por oposicin: el presente miserable y el pasado feraz, Almera
vs. Catalua, los que hablan alto y bien y los que hablan bajo y mal, el desierto y
el mar, una mina de oro en medio del desierto, etc., etc. (Egido, 2006: 155).
Frente al desinters humano del viajero que busca lo pintoresco, la sensibilidad social
de Campos de Nijar hizo que algn izquierdista le comentara al autor que el libro iba a des-
pertar la conciencia de las masas populares de la provincia (Goytisolo, 2002: 326-7); que
este hecho no se produjera no obsta para que sea evidente el inters humano por las clases
oprimidas en las obras de este perodo documentalista de Goytisolo.
Contra el viajero mstico, el narrador de Campos de Njar es metafsicamente frgido. Va
a ras de tierra, habla con los lugareos de cosas mundanas, de la produccin de lechugas, del
agua, del trabajo, de las miserias cotidianas, con un lenguaje spero como la propia tierra
que describe.
Por fin, el psicologismo del viajero burgus se sustituye por una permanente reserva
del narrador sobre s mismo, que tender a esconderse detrs de explicaciones objetivas,
dilogos, datos histricos (en trminos de Benveniste: la histoire sustituye al discours). En
realidad, el narrador de Campos de Njar no esconde sus estados mentales de desolacin y
rabia, incluso comienza el relato con ellos: Recuerdo muy bien la profunda impresin de
violencia y pobreza que me produjo Almera..., pero es necesario decir que toda la obra
es una justificacin racional, basada en los hechos que se muestran descarnados, de tales
estados mentales, y no un mero relamerse autocomplaciente en ellos.

IV. El Diagnstico de Alberto Cardn


Por nuestra propia voluntad nos habamos vaciado de toda moral, volicin y
responsabilidad, y ramos como hojas secas llevadas por el viento
Lawrence de Arabia

hh
En su introduccin a las Cartas sobre Rusia de Juan Valera, el entonces enfant terrible
de la Antropologa espaola, Alberto Cardn, partiendo de la pobreza de los libros de viajes
espaoles de cuatro siglos ac, en comparacin con ingleses y franceses, y dialogando con
el autor de Campos de Njar, ensayaba la siguiente explicacin:

La polaridad que preside en nuestra cultura la captacin de lo extrao no


es, mal que le pese a Juan Goytisolo, la que enfrenta al espaol con el otro
[...], sino la que dentro mismo del mbito hispano divide y enfrenta al espaol
fetn y al mulad, o lo que es lo mismo: la secular incapacidad del espaol
para conocer lo extrao, si no es identificndose con ello. [...] Tal vez esto
pueda explicar la inexistencia de una etnologa espaola [...], hay algo [...]
arraigado en la estructura cultural de lo hispano que impide el conocimiento
diferencial y propende a la fusin fbica o flica, directa o inversa, con el
otro` (Cardn, 1986: 94-5).

Est, por un lado, el espaol que viaja asumiendo que Espaa es el mejor pas del mun-
do, el espaol fetn, y, por otro lado, el espaol que trata de abandonar su identidad por
un tiempo o para siempre y que adopta otros modos culturales identificndose, un da s un
da no, con su disfraz. Curiosamente el diagnstico de Cardn sobre el viajero espaol es
casi una copia del que hace Lawrence de Arabia sobre el viajero ingles en su introduccin a
la Arabia deserta de Charles M. Doughty: hay, por un lado, el ingls que nunca deja de ser
ingls como Doughty y el ingles que con tal de incluirse en el paisaje, renuncia a todo lo
que pueda estar en discordancia con los usos y costumbres locales (Doughty, 2006), figura
Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011 51

que Alberto Cardn llamaba el mulad y que se encarnaba en el propio Lawrence, pues es
obvio que habla de s mismo13.
De mulad justamente trataba el antroplogo asturiano al escritor cataln, suponiendo
que un exceso de identificacin, una identificacin pasional con el otro no es la mejor
manera de conocerlo14, puesto que se pierde la necesaria distancia crtica que exige un buen
conocimiento y porque la propia simulacin distorsiona las acciones y las reacciones de los
imitados. No es difcil hacer un paralelismo entre la defensa de la cultura islmica y el mun-
do rabe que Goytisolo practica desde los aos setenta y su relacin con Almera o, con la
categora puebloque va desde Campos de Njar a La Chanca. Como l mismo dice en
sus memorias, una cosa compens a la otra:

[...] con una amargura y melancola difciles de expresar, renunci a volver a


ella (a Almera), desposeyndome de ese calor, familiaridad y apoderamiento
que de un modo instintivo, compensatorio, buscara y encontrara en el
Magreb (Goytisolo, 2002: 324).

La idea de que la defensa de las clases oprimidas, y con ella la del pueblo que encarna
la explotacin y la opresin de unas clases por otras, es decir, Almera, ocupa en la obra de
Juan Goytisolo un lugar que ser ocupado, a partir del Don Julin, por la cultura islmica y
el mundo rabe, esa idea permite entender mejor la profundidad de los vnculos entre nues-
tro autor y Lawrence de Arabia.
Tanto Campos de Njar como Los Siete pilares de la sabidura tratan de una rebelin,
efectivamente acaecida en la segunda, espoleada y esperada en la primera. Los dos autores
mantienen una posicin militante respecto a esa posible o efectiva rebelin, si seguimos
la clasificacin de las tendencias antropolgicas desde la Ilustracin que hace Alberto Car-
dn15. Ambos reconocieron pronto la parte de fraude y fracaso que tuvo esa militancia16y los
ribetes de redencin y penitencia que la acompaaban...

La lucha por crear y redimir fluye por Los siete pilares de la sabidura de
principio a fin, y la identificacin personal de Lawrence con los rabes resulta
sorprendente. La redencin de los rabes y la suya estn demasiado imbricadas
como para distinguirse, y fue plenamente consciente de que haba tratado de
conseguir la primera por mediacin de la segunda (Mack, 2003: 281).

13 Burton, al contrario que Lawrence, nunca se crey sus papeles ni perdi de vista quin era en realidad. No
puede decirse lo mismo, segn Alberto Cardn, de nuestro Domingo Bada, alias Ali Bey, otro mulad.
14 En las Crnicas Sarracinas dice Goytisolo hablando de Burton: Persuadido, con razn, de que la mejor
manera de entrar en contacto con los pueblos extraos es mantener relaciones sexuales con sus habitantes, [...];
por lo que Alberto Cardn protestar recordando que eso est en contra de lo que recomienda cualquier manual
de etnografa tradicional.
15 T.E. Lawrence: primer etnlogo moderno?, (en Cardn, 1986: 75). Las otras dos grandes tendencias de
la Antropologa moderna seran la empirista y la especulativa. El propio Cardn reconoce que en Boas y sus
discpulos se da una mezcla de lo empirista y lo militante (recurdese el papel de Boas ante la prohibicin de
los potlachs de los Kwakiutl por parte del gobierno del Canad), y algo parecido podra decirse del Goytisolo
de est poca y del propio Lawrence.
16 Goytisolo dir que la poca del realismo documental fue la poca ms desdichada de mi vida y que La
falta de una relacin limpia conmigo mismo se traduca as, inevitablemente, en la falta de limpieza de la rel-
acin con el mundo y con los dems (Goytisolo, 2002: 364): esta crisis, que se extender por lo menos hasta
el sesenta y cuatro, terminar con la muda de piel que supone Seas de identidad, el final de la impostura. De
Lawrence se podran poner multitud de ejemplos. Por ejemplo, en Los siete pilares de la sabidura, cap. CIII,
(Lawrence, 2000: 791):empezaba a preguntarme si todas las grandes reputaciones, al igual que la ma, no es-
taran fundadas sobre el fraude.
52 Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011

Pero si Lawrence redima la ilegitimidad de su nacimiento su padre, el baronet Thomas


Robert Tighe Chapman, se haba fugado del domicilio conyugal con la institutriz Sarah
Lawrence, la madre, que haba sido criada segn unos cdigos de estricto fundamenta-
lismo y que se convertira en una madre devota (Mack, 2003: 48), Goytisolo tena que
redimir su origen de clase en la alta burguesa colonialista...Cuesta leer el comienzo de Pue-
blo en Marcha sin recordar las autoinculpaciones de los juicios de Stalin o 1984 de Orwell.
En virtud de unos pronombres que se convierten en comodines de personalidad, Juan
Goytisolo se transforma, en su Juan sin Tierra, de 1975, en Lawrence de Arabia, y el final
de la impostura se cuenta as:

: disueltos los hechos en sueo brumoso: a merced del artificio retrico y


la insidiosa tirana textual: descubriendo, con candoroso asombro, el margen
que separa el objeto del signo y la futilidad de los recursos empleados para
colmarlo: tus pretensiones de autenticidad son difcilmente verificables y ni
lgrimas, juramentos ni sangre estableceran su relacin imposible con la
esquiva, huidiza verdad: la habilidad del relato suplanta la dudosa realidad de
los hechos, tu victoria de artista consagra la gesta intil del militar: descartars,
pues, con desdn la gloria fundada sobre la impostura y decidirs abandonar
para siempre tus hueras presunciones de historiador: [...] sin disfrazar en lo
futuro la obligada ambigedad del lenguaje y el ubicuo, infeccioso poder de la
enunciacin: conmutando desvo rebelde en poder inventivo: [...] (Goytisolo,
1994: 103-104).

El subrayado nuestro del texto citado describe, de una forma abreviada, no slo a
Lawrence despus de su experiencia rabe, sino, sobre todo, el giro que dar Goytisolo des-
de el realismo documental de Campos de Njar o La Chanca hasta la ya posmoderna Seas
de Identidad. Tal sera el octavo pilar de la sabidura, uno de cuyos bloques se argamasa
con sexo: ciegamente te precipitars en el ardiente volcn de los labios (Goytisolo, 1994:
104).
El propio Goytisolo habla de Dahm, el joven amante de Lawrence en Karkemish, a
quien estn dedicados los Siete Pilares, el primer motivo, el personal, que segn propia
confesin le haba servido de motivacin en sus acciones:

Hoy me has preguntado por qu` y voy a contarte exactamente cules fueron
nuestras motivaciones en el asunto rabe, por orden de importancia:
Personales. Me gustaba mucho un rabe en concreto y pens que la libertad para la raza
sera un regalo aceptable17( Mack, 2003: 273).

Son las races sexuales del poder poltico y las races polticas del poder sexual, los
sutiles vnculos que no slo observa Juan sin tierra entre el desierto, el masoquismo18, es
decir, la mortificacin de la carne, la (con)fusin de violencia, dolor y placer19 en el ascetis-

17 Por su parte, siempre es bueno recordar la hermossima dedicatoria del libro: Te amaba, por eso a mis ma-
nos traje aquellas oleadas de hombres y en los cielos trac mi deseo con estrellas. Para ganar tu libertad, alc una
casa sobre siete pilares, que tus ojos pudieran alumbrar por m cuando llegramos.
18 Deca Deleuze en su introduccin a Sacher-Masoch, que el desierto es inconcebible sin el masoquismo. Nota
bene: tal vez como la propia humanidad.
19 Tres cosas, al menos, deban mortificar a Lawrence despus del clebre episodio de Dera: primero, por
supuesto, las terribles heridas infectadas que deba tener despus de que seis o siete turcos enloquecidos lo
doblaran a golpes y latigazos y lo violaran uno tras otro; segundo, la idea de que l mismo se lo haba buscado
consciente o inconscientemente; tercero, que le haba gustado demasiado. David Lean, tan sutil como Lubitsch
para estas cosas, sugera en su Lawrence de Arabia este vnculo entre violencia, dolor y placer con la costumbre
Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011 53

mo de los estilitas que medan su grandeza por metros de separacin de la tierra y los das
sin comer o beber. Por su parte, si casi toda la obra narrativa de Juan Goytisolo es como un
gran libro de memorias hecho de versiones y ms versiones de los hechos, conviene leer
con atencin algo que nuestro autor escribi en Coto Vedado (o la versin ms realista,
junto con En los reinos de Taifa):

El desapego e insensibilidad a las muchachas y muchachos de mi edad y en


general al conjunto de hombres y mujeres integrados en el paisaje de mi vida
no excluan no obstante el acoso porfiado de los instintos. Como aos atrs,
continuaba masturbndome con montona regularidad. Las imgenes mentales
que me asediaban en tal trance introducan de forma inmutable ingredientes de
fuerza y an de violencia: recuerdo el da en que, frente a la puerta de mi casa,
un gitano haba golpeado salvajemente a su mula y aquella escena, lejos de
despertar mi piedad, me excit de tal modo que me corr en plena calle. Los
atributos externos de una virilidad extica, avasalladora, excesiva fotografas
del entrenamiento militar de unos sijs, de dos jayanes trabados en el sinuoso,
implicante abrazo de la lucha turca provocaban asmismo un estmulo fugaz
a mis fantasas (Goytisolo, 2002: 186-7).

Violencia y pobreza, no olvidemos, eran la primera impresin del viajero que llega
a Almera. Aunque un gitano montado en mula, o borrico, constitua el motivo de una de las
fotografas que acompaaron muchas ediciones de los Campos de Njar, el nico atisbo de
erotismo en el narrador es prudentemente ortodoxo:

El mozo me arrastra al bar cogido del brazo. Una mujer trajina al otro lado
del mostrador y, al encararse con nosotros, su hermosura me enciende la
sangre(Goytisolo, 1993).

Con un poco ms de honestidad y valenta, aunque tambin con cierta prudencia, tres
aos despus, en La Chanca, el objeto de la libido se desplaza hacia el varn almeriense
marginal: Vitorino comprenda y me ayud a meter en la cama. Se haba sentado a mi lado
y me miraba con una expresin vecina al amor (Goytisolo, 1987: 93).
En resumen, respecto a las races sexuales del poder poltico en Lawrence y Goyti-
solo durante la poca del realismo documental de Campos de Njar y La Chanca cabra
destacar los siguientes paralelismos: En primer lugar, la idea de que la rebelin rabe o la
revolucin socialista resolveran las propias contradicciones o tensiones personales, entre
ellas muy especialmente la de una libido atormentada por la represin, lata20en el fondo de
la conciencia de ambos. En segundo lugar, la fusin imaginaria de sujeto revolucionario y
objeto de la libido provoca en ambos una especie de delirio en forma de wishful thinking, un
tomar deseos por realidades que en el caso de Lawrence se concreta en la insistencia con
que no quiere ver quin es en realidad: un agente del colonialismo ingls, y aquello por lo
que en realidad est luchando: el reparto anglofrancs de la pennsula arbiga; en el caso de
Goytisolo se concreta en una especie de ansiedad, impaciencia y desasosiego con las que se
de Lawrence de apagar cerillas con los dedos. La violacin en Dera, por su parte, se resuelve con unas oportu-
nas toses del Bey encarnado por Jos Ferrer. Al respecto, (Mack, 2003: 565).
20 No olvidemos que en esa poca, Goytisolo era pareja de Monique Lange en Pars, aunque los instintos fueran
por otro lado. A partir de Seas de Identidad la liberacin se ha producido al confesarle nuestro autor la natura-
leza de sus deseos a la que fue su mujer. Por otro lado, el mismo Goytisolo reconoce que La dicotoma existente
entre [...] afectividad e impulsos sexuales cuyos bruscos, devastadores ramalazos sufra de vez en cuando du-
rante mis correras nocturnas- slo poda superarse, pensaba, en la vorgine de una escalada revolucionaria en
la que aquella perdiera su razn de ser (Goytisolo, 2002: 347)
54 Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011

empea en ver la revolucin a la vuelta de la esquina y que le lleva a idealizar al pueblo


tal si fuese un sujeto amado en el que no se ve ms defecto que el estar un poco adormilado
ante la exigencia perentoria de la revuelta. De la imagen de ese pueblo se eliminan vicios
que son en realidad universales en el gnero humano y se aaden virtudes ms bien iluso-
rias, como se hace entre amantes... En Examen de conciencia, un artculo que prepara el
giro de nuestro autor hacia Seas de Identidad, Goytisolo reconocer que la idea del buen
pueblo (frente a camarilla fascista mala) tiene el mismo rigor epistemolgico que el mito
del buen salvaje21. Por ltimo, paralelo es el silencio que haba que mantener sobre estas
cuestiones:

[...] marca tu empresa de liberacin de los pueblos sometidos al yugo


otomano con una indecente huella que los apologistas excluirn pdicamente
de sus biografas, temerosos de descubrir, por obra de tu sinceridad abrupta, los
fundamentos ocultos de la ominosa nocin de Poder (Goytisolo, 1994: 104).

Esto, de Goytisolo para Lawrence, porque, respecto al primero y Campos de Nijar, es


fundamental entender el silencio como un personaje ms, a lo Crapanzano, si hemos de ha-
cer caso a la observacin hecha por el autor de que sta es una obra cuya tcnica, estructura
y enfoque se explican en funcin de la censura. Es, por supuesto, el silencio clandestino
(Makaremi, 2008: 33-45) de las dictaduras, que hace callar a todo el mundo, incluido el na-
rrador; no se olvide que Campos de Njar se public, significativamente, sin que la censura
tocara ni una coma, lo que ya fue imposible con La Chanca, en la que Goytisolo se puede
permitir acusar sin rodeos ni insinuaciones al rgimen22. El abrumador silencio del autor-
narrador ante la figura del cacique Don Ambrosio, su ideologa fascista y su mezquindad
humana, los silencios suspensivos del resto de los personajes hablan bajo y dicen Ah,
ese da..., junto con la dispersin histrica de la responsabilidad poltica23 por la miseria
de Almera, que viene ni ms ni menos de los Reyes Catlicos, son algunas claves que
permiten comprender la suerte de Campos de Nijar ante las mismas afiladas tijeras que ocho
aos antes haban impedido publicar La Colmena, del profascista Camilo J. Cela.
Pero la aposiopesis retrica no se reduce a ser un expediente para esquivar la censura
poltica, sino que va ms all, al encubrir el profundo tormento personal del viajero que
escribe en 1959 sus impresiones de los campos de Njar y que le da a la obra ese plus de
desasosiego y desesperacin, no meramente poltico, que se percibe en el tono afectivo de la
obra, que afecta a su eficacia como arma poltica contra un rgimen que ni siquiera tuvo a
bien censurarla, a su literalidad como documento y a su poder perlocutorio sobre el pueblo
almeriense y que estalla en algunos momentos clave como el de la ebriedad en Carboneras:
si ramos pobres lo mejor que podamos desear era ser tambin feos, piensa el narrador,
y por eso, nos enteramos al leer sus obras posteriores l mismo ha tenido que olvidar la
belleza en nombre de la revolucin...Sin tanto dolor, sin tanto desgarramiento, sin tanta pa-
sin reprimida, Goytisolo habra advertido, como lo hizo ms tarde en sus memorias, que,
en primavera, en verano, los campos de Nijar-Carboneras estn, como la Tipasa de Camus,

21 Recordando a Oscar Lewis, hay en Goytisolo la creencia en una cultura de la pobreza por la que se siente
atrado emocional, esttica y sexualmente. El problema es que del conjunto de los rasgos posibles de esa cultura
se eliminan, o se justifican, los ms desagradables. Otro problema es que, en teora, ese es el mundo a eliminar.
22 l puede, no as La Chanca, cuyo silencio nocturno tan distinto del silencio de la media tarde en verano
o del amanecer en las ciudades- es tan grande que vibra y zumba en el aire, lo mismo que un sonido. Tan
amenazador como el silencio de la Naturaleza antes de la tormenta de barro que recibir a Goytisolo camino de
Carboneras.
23 Y no slo poltica: la industria extranjera y catalana, ministros, reformadores, escritores...y una leyenda de
incomprensin y olvido son tambin responsables de la miseria de los Campos de Njar. Franco poda estar,
pues, tranquilo con lo que se parece ms a una maldicin bblica que a un error del gobierno en funciones.
Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011 55

llenos de dioses, y tal vez hubiera llegado a ver ms claramente aquello que slo confusa-
mente vislumbr entonces: el valor bautismal de aquellos viajes a finales de los cincuenta.

V. Los que hablan alto y los que hablan bajo


El que se atreve a apelar directamente al pueblo se hace siempre una larga lista
de enemigos, empezando por el pueblo.
G. K. Chesterton

Con la perspectiva madura y posmoderna de las Crnicas Sarrazinas, Goytisolo reco-


noce que:

El escritor, [...], no ser jams neutral ni inocente, ni actuar con criterios


de estricta racionalidad: quiralo o no, vive en un mundo poblado de
fantasmagoras y leyendas, [...]. Puesto que la objetividad absoluta no existe,
la empresa de describir al Otro lleva siempre la marca del lugar de origen. El
mayor reproche que podemos hacer a un autor ser as su tentativa de disimular
ste: pintar o reconstruir el universo ajeno desde un imaginario no mans land,
en nombre de los valores implcitos de una presunta universalidad (Goytisolo,
2009: 718).

Campos de Njar pretenda ser un testimonio de la miseria de Almera, estrictamente


racional y con objetividad absoluta (ah estaban las fotografas, las pelculas, el episodio de
terrorismo de opera bufa en el Teatrino del Corso, los datos aportados luego por La Chanca
y las introducciones aadidas en ediciones extranjeras); no poda escapar, sin embargo, a lo
mismo que Goytisolo criticaba en Cela, no poda evitar mostrar ese tipismo adecuado a la
propia retrica simtrico al del Viaje a la Alcarria, cosa que se entender mejor si tenemos
en cuenta lo que nos dice Slavoj Zizek sobre el tema:

Quien tenga en mente aquellos tiempos del realismo socialista, an recordar


la centralidad que en su edificio terico asuma el concepto de lo tpico: [...].
Los escritores que pintaran la realidad [...] en tonos predominantemente grises
eran acusados no ya slo de mentir, sino de distorsionar la realidad social
(Zizek, 2007: 13).

Un hecho social puntual pasa a ser tpico cuando cataliza la abstraccin ideolgica,
dndole una imagen reconocible en la experiencia (de la miseria, de la injusticia, por ejem-
plo, o de lo contrario) .Antes de terminar su periplo de tres das por los Campos de Nijar, el
viajero ya sabe lo que se va a encontrar:

Haba comenzado a bajar alegremente la pendiente y descubra de pronto


que no tena fin. Don Ambrosio, el viejo de las tunas, Sanlcar, Argimiro, la
lista poda alargarse an. En cada pueblo encontrara gentes parecidas. Unos
me hablaran alzando la voz y otros bajndola. Y el escenario siempre sera el
mismo y mi clera y su desesperanza (Goytisolo, 1993: 133).

De hecho, antes de viajar a Almera, Goytisolo sabe qu tipo de gente va a encontrar,


pues su contacto con los almerienses que hablan bajo, hablan bajo o directamente callan:
es el silencio clandestino..., ya se haba producido en el servicio militar y en los arrabales
obreros de las playas de Barcelona. Seran tipos pequeos, de facciones terrosas, pelo
oscuro y mirada centelleante, con un acento cantarn adems de pobres y analfabetos. Cu-
riosamente, tal sera la opinin tpica de los europeos del Norte sobre los espaoles no ya
56 Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011

slo los almerienses por aquel entonces24. La monotona de una vida en la que se envejece
demasiado pronto, un tono vital nihilista dominado por el hasto, el descontento y la miseria,
hace soar al almeriense con el Dorado de Barcelona, y en algn caso ni se entiende que
uno, siendo del Norte, vaya a hacer turismo a los Campos de Nijar: No habr veno ust
aqu por gusto, digo yo.
Por otro lado, los que hablan alto no son slo los que representan a la clase dominante
(andaluza, digamos) y expresan una retrica fascista, al modo de Don Ambrosio, el cacique
dueo de la Isleta con sus aires de seor feudal25. No, tambin el pueblo, sea un azacn o un
aperador de carros como en Carboneras, o esos tipos negros, cenceos, con sus chalecos
oscuros... que mascujan las palabras en un bar de Almera al comienzo del viaje, tambin
el pueblo se exalta en las tabernas lanzando vtores a Espaa, que es el mej pas del mun-
do, en arrebatos que van an ms all de la permanente resignacin de los almerienses, y
en expresiones de jbilo que chocan , hasta producir un efecto onrico, kafkiano, si se me
permite, con la descripcin etic de los Campos de Njar. Y todava hay un tercer hombre
que habla alto: es el propio narrador-viajero-autor, lo sabemos no ya porque sea a l al
que escuchamos hasta en sus silencios, sino porque se expresa con la pulcritud castellana
de Don Ambrosio, y la heteroglosia quiere que el pueblo hable como el pueblo y la gente
cultivada como gente cultivada; magnetfono en mano, oiramos cmo las relaciones de
poder penetran en el habla.
No es de extraar pues que, como dice Aurora Egido, Campos de Njar sea la historia de
un dilogo fracasado:

Los almerienses tratan al autor por extranjero, por espaol de Pars. Hay
tanta distancia entre l y los otros que les produce extraeza su voluntad de
acercamiento, y, en el fondo, el final del viaje confirma la imposibilidad de
acercarse plenamente a ellos. [...] El fracaso de este extranjero` que an
persistira algn tiempo en los presupuestos de la novela social, goza en cambio
de una validez actual (Egido, 2006)

El dilogo no es una autntica polifona porque unos, incluido el viajero, hablan dema-
siado alto y otros demasiado bajo. O dicho de otra forma: es el tipismo del realismo socia-
lista como presupuesto del viaje documental el que ahoga tanto a los personajes que stos
acaban siendo un vulgar reflejo de las condiciones materiales, no personas de carne y hueso.
De esta manera, si los almerienses tienen sentido del humor, ste ha de ser necesariamente
negro y compensatorio, y la resignacin, o los tpicos, sobre Espaa, los toros o las ga-
ches, que se sueltan ante cualquier desconocido con su funcin ftica y ms en una dicta-
dura, se convierten en culpables ante la exigencia perentoria de la revolucin26. El discurso
sobre la locura de Njar, como veremos a continuacin, exhibir tambin esa tendencia
a procustear al pueblo considerndolo incapaz de cualquier exceso o xtasis material, y,
con los matices pertinentes, algo parecido ocurrir con la experiencia carbonera del autor.
Aquella fuerte polaridad de la realidad social27distorsiona cualquier posible comunica-

24 En Seas de Identidad, el personaje de la francesa Michle exclama en un arranque de clera: Jaime pas les
espagnols. Je naime les gens daucun pays sousdvelopp. Ils sont petits et horriblement sales.
25 Comprese con la figura simtrica del conde de Arcentales en el Viaje a la Alcarria.
26 En Seas de Identidad, ya es el propio Goytisolo-Mendiola el que se permite exclamar la frase del espaol
fetn: Espaa es el mejor pas del mundo!, y la rplica se la han de dar sus interlocutores.
27 Hemos mencionado ya ese curioso e importante ensayo que apareci inicialmente en los Cuadernos de Ruedo
Ibrico en 1963 y posteriormente en El Furgn de cola con un ttulo jesutico que prefigura la confesin: Exa-
men de conciencia, en el que Goytisolo hace un autocrtica de sus planteamientos simplificadores de la realidad
social. La va revolucionaria ya se vea imposible desde que en 1959 los tcnicos tomaran el relevo a los falan-
gistas en el gobierno de Franco. El aislacionismo y la autarqua precedentes se fueron dando la bienvenida a la
Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011 57

cin, convierte en ineludible la va revolucionaria para Espaa y simtricamente en in-


comprensibles la resignacin o el jbilo, y avisa de una fuerte tensin en el narrador que
por primera y nica vez habla en primera persona del plural en Carboneras28, empleando
un nosotros que invita ms a interrogantes que a respuestas... Con quin se identifica el
narrador? Con los almerienses? Con los espaoles? Con los franceses? Con las clases
oprimidas? Con las clases trabajadoras europeas? El Realismo documental, igual que el
realismo socialista, requieren un sujetonarrador ms fuerte que ste que ya empieza a dis-
gregarse y que acabar explotando en mil pedazos una vez que Goytisolo supere la poca
ms desdichada de su vida e inicie el ciclo de lvaro Mendiola.

V.1. La locura (o el Potlach) de Njar


El camino del exceso conduce al palacio de la sabidura
William Blake

Qu ocurri aquel da del Seor de 13 de septiembre de 1759? Qu sucedi aquel da,


ciento setenta aos antes de que Ortega y Gasset hablara de ello en la Rebelin de las ma-
sas, doscientos aos antes de que Juan Goytisolo hablara de ello en sus Campos de Njar, y
doscientoscincuenta antes de que nosotros lo volvamos a recordar en este ensayo? Cules
fueron lo hechos aquel da en que se proclam a Carlos III como rey de Espaa en la plaza
de la noble villa de Njar? Re-citemos:

despus mandaron traer de beber a todo aquel gran concurso, el que consumi
setenta y siete arrobas de vino y cuatro pellejos de aguardiente, cuyos espritus
los calent de tal forma, que con repetidos vtores se encaminaron al psito,
desde cuyas ventanas arrojaron el trigo que en l haba y 900 reales de sus
Arcas. Desde all pasaron al Estanco de Tabaco y mandaron tirar el dinero de la
Mesada, y el tabaco. En las tiendas practicaron lo propio, mandando derramar,
para ms authorizar la funcin, cuantos gneros lquidos y comestibles haba
e nellas. El Estado eclesistico concurri con igual eficacia, pues a veces
indugeron a las mugeres tiraran cuanto hava en sus casas, lo que egecutaron
con el mayor desinters, pues no qued en ellas pan, trigo, harina, zebada,
platos, cazuelas, almirezes, morteros, ni sillas, quedando dicha villa destruida
(Goytisolo, 1993: 56-57).

Y si no fuera por la inevitable intervencin del Estado eclesistico, llegara uno a


pensar en un final propio de las dionisacas griegas, con las comadres nijareas cual mna-
des enloquecidas por una ebriedad exorbitada...El caso es que Ortega y Gasset utiliz esta
referencia histrica al da en que Njar ech la casa por la ventana como ejemplo de las
cosas que ocurren cuando son las masas las que toman las riendas del poder, cosas que se
resumen en el dictum de los estoicos et propter vitam, vivendi perdere causas, algo as como
y por afn de vivir, destruir las causas de vivir. Lo curioso es que el vivir sea como sea,
ese empearse en seguir con vida cuando sta ya no merece tal nombre, que los estoicos
condenaban defendiendo una muerte digna (de ah que fueran una escuela de potenciales
suicidas), Ortega lo interpreta como una especie de impulso de muerte presente en las masas

Guerra Fra, la Sexta Flota Americana, los turistas europeos que ya asoman en la obra y el capital internacional;
y si el enemigo se dilua, el amigo tambin: la izquierda se divida en pro-sovitica y anti-sovitica, y dentro de
las dos tendencias, en pro-reformistas y pro-revolucionarios. El tren que se haba puesto en marcha lo vieron
venir muy bien Ridruejo, Semprn, Claudn y Goytisolo, aunque todos fueran arrollados por l.
28 Con un tono ms de desideratum desesperado que de descripcin objetiva: si ramos pobres lo mejor que
podamos desear era ser tambin feos...que es como confesar pero yo os tengo que retratar feos...
58 Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011

y no en todo psiquismo humano29, no, por supuesto, en las lites, dominadas siempre, supo-
nemos, por un regio super-ego capaz de canalizar adecuadamente cualquier impulso animal.
La masa, sin embargo, para vivir su alegra, se aniquila a s misma.
Goytisolo cita el episodio in extenso en Campos de Njar para criticar el elitismo de D.
Jos, aduciendo que son las clases dominantes las que en Espaa siempre se han dedica-
do al exceso y al derroche, y que el pueblo la masa de Ortega, a lo sumo los secunda
alegremente. Y sin dejar muy claro en qu consista exactamente ese secundar, el autor
sugiere que las vctimas de tales excesos y derroches siempre sern las masas populares, y
las minoras selectas los culpables.
No haba vctimas ni culpables, sino un pueblo en general simpln, en la composicin
satrica en quintillas que public el licenciado (e Ilustrado) D. Ventura Lucas ese mismo
ao de 1759: La locura ms discreta, que se dice execut, la Villa de Njar, del Obispado
de Almera, el da 13 de Septiembre de 1759, en la aclamacin de Nro Catholico Monarca
Don Carlos III (Gil Albarracn y Sabio Pinilla, 1994), composicin de la que la nota citada
por Ortega parece ser un fiel extracto. Hay, s, unos instigadores de la fiesta: los dos Alcal-
des que renen al Concejo y dan la orden de que se traiga de beber y el Cura que grita
a las mujeres para que echen la casa por la ventana; pero lo cierto es que con la borrachera
general se forma la turba que avanza cruel y que tira es decir, reparte los granos del
psito, los dineros de las arcas, el tabaco, la que derrama por las calles los lquidos de las
tiendas y tira la casa por la ventana.
Por suerte, disponemos de dos respuestas, tambin en quintillas!, a la stira de Ventura
Lucas: la primera es de un protagonista y testigo directo, D. Gregorio Costales, el Al-
calde ms viejo y por tanto uno de los instigadores de la destruccin aunque el autor
material de los versos sea su apasionado Bernardo de Aguilera, .y la segunda de una
vecina de Njar al parecer afincada en Madrid, Da. Francisca Moreno. Por suerte tambin,
ambas rplicas se basan en los mismos dos argumentos, a los que luego Da Francisca aa-
dir alguno ms, y que insisten en la falta de veracidad de lo que cuenta Ventura Lucas y la
ausencia de excepcionalidad de lo ocurrido realmente.
Tanto D. Gregorio como Da Francisca acusan a Ventura Lucas de Fabulador: Si
lo has odo Por qu tanto puntualizas?, es decir, si t no estuviste ah, de donde sacas
tantos detalles? Dir el Alcalde que, para escribir Relaciones es menester imponerse en el
caso y no meterse a escribir fabulaciones. Lo que se cuestionar es la magnitud de la fiesta:
se bebi vino, s, pero no aguardiente, y tampoco se verti aceite aunque s vinagre, miel y
vino, ni el Cura espole a las mujeres para que tiraran la casa por la ventana aunque se arro-
jaran muchos trastos, ni hubo el general desorden que pretende Ventura ms prximo a las
fiestas dionisacas, pues hombres y mujeres cuando juntos se miran se separan veloces por
las ojeadas que tiran. En definitiva, hubo destruccin y derroche, pero dentro de lo normal:
si son desatinos, toda la Espaa lo ha errado, dir el Alcalde, y para mostrarlo, tanto l
como Da. Francisca citan casos que deban ser conocidos en la poca de gasto suntuario o
destrucciones patrimoniales en Madrid, Valencia y otros Pueblos.
Aparte de que D. Ventura Lucas no haya sido testigo de los hechos, y de que los testigos
no corroboren lo contado por l, Doa Francisca intercala alguna reduccin al absurdo de su
posicin: si estaba todo el mundo tan borracho, Por qu no hubo heridos ni muertos, sobre
todo cuando tiraban la Moneda?, pero adems, Quin puede creerse que todo un pueblo se

29 Los miembros del Colegio de Sociologa, sobre todo Caillois y Bataille, vieron en el impulso de muerte una
tendencia de lo vivo a restablecer el equilibrio original de una naturaleza indiferenciada: el mimetismo de los
animales, las experiencias de fusin con la realidad de esquizofrnicos, msticos y viajeros lisrgicos o extticos,
los orgasmos que los franceses han llamado la ptite morte-, etc., etc., seran ejemplos de esa tendencia general
de lo vivo a restablecer un equilibrio, como si lo vivo, por tener lmites, por exigir separacin, un afuera y un
adentro, fuera en s doloroso.
Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011 59

emborrache con aguardiente? Y no eludir algn argumento ad hominem: en lo que parece


estar pensando Ventura Lucas es, de hecho, en ganar dinero, dice, recordndole su oscura
reputacin de mentiroso.
Parece pues que deberamos elegir entre un relato en que las vctimas sean en realidad los
nijareos, tomados como pretexto de un divertimento potico pblico en que se los ridicu-
liza como amentes, otro relato conservador en que las masas sean culpables de alegrarse
aniquilndose30, y otro relato, en fin, marxiano, que seale como culpables a ciertos ele-
mentos de las clases dominantes. Pero... Acaso no cabe otro relato posible, otro, digamos,
menos puritano que estos tres? Lo curioso del caso es que, en los aos en que Goytisolo
haca sus escapadas a los Campos de Njar, entre el cincuenta y seis y el cincuenta y nueve,
ste practicaba frecuentemente la deriva situacionista, los paseos por itinerarios imprevisi-
bles o no privilegiados por el poder, patendose las calles y barrios perifricos de Pars nada
menos que con Guy Debord, que a la sazn editaba una revista con un nombre de moda en
la antropologa francesa: Potlach.
Sin duda, Juan Goytisolo deba conocer la apropiacin que haba hecho Bataille del
tema del Potlach introducido por Mauss en su clebre Ensayo sobre el Don (Mauss, 1985:
149). La palabra Potlach, de origen chinook, quiere decir alimentarse, consumir, y
Mauss emplea la palabra para designar esas prestaciones sociales de tipo agonstico muy
propias de los pueblos del noroeste americano que incluan desde los banquetes salvajes a
la destruccin masiva de propiedades, e incluso la batalla y la muerte. No era nada raro, por
otro lado, que los potlachs fueran promovidos por los grandes seores, los jefes o castas
dominantes, para eclipsarse unos a otros. Georges Bataille, por su parte, siguiendo a Nietzs-
che, hizo de esta prctica dionisaca el eje de toda su obra antropolgica condensada en La
parte maldita: La tendencia al gasto improductivo, al exceso, no sera patrimonio una clase
social, sean las lites o las masas, y desde luego no es una objecin en contra de la vida, sino
antes bien su culminacin.
Desde antes de los csares griegos, por los menos desde los tiempos del mtico rey Pen-
teo, el poder sabe dos cosas sobre la fiesta: sabe en qu medida es necesaria para su propio
mantenimiento y sabe en qu medida es peligrosa para ste. Por eso todo gobierno siempre
intentar canalizar y controlar las fiestas, como el super-ego elitista de Ortega, aunque mu-
chas veces se le vayan de las manos. Nunca sabremos, en cualquier caso, en que medida
se les fue de las manos a las autoridades aquella fiesta de aclamacin en Njar el 13 de
septiembre de 1759. Los documentos municipales que podran darnos una idea de los gastos
ardieron, parece, en la guerra civil, por lo que nuestra situacin al respecto es la que Alberto
Cardn describa para la Antropologa:

Debe reducirse a formular opiniones probables (endoxai) sobre proposiciones


contradictorias (los dispersos, fragmentarios y no pocas veces contrapuestos
informes etnogrficos) (Cardn, 1986: 231).

Tal es nuestra situacin: Goytisolo cita a Ortega, que cita a Manuel Danvila, quien dice
haber visto un documento que obra en poder del Sr. Snchez de Toca que sospechosamente
coincide en los puntos esenciales con una stira potica que pretenda ridiculizar al pueblo
de Njar describiendo una fiesta que el autor confiesa no haber visto. Por otro lado tenemos

30 Curiosamente, sta es, en cierto modo, la explicacin que dan Gil Albarracn y Sabio Pinilla en su obra dedi-
cada al tema; el exceso destructivo tendra como causa el carcter militarote de la poblacin de Nijar, descendi-
ente casi toda de los soldados que custodiaban la prisin militar que haba sido la villa desde el siglo XVI: es
probable que esta circunstancia, la de una parte importante de la poblacin sometida a las pautas de la disciplina
militar y la consiguiente adhesin inquebrantable al poder, pueda explicar ciertos aspectos del carcter de las
gentes de Njar y de su comportamiento colectivo
60 Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011

la respuesta del Alcalde, protagonista el da de la aclamacin, y de una vecina, quienes afir-


man que no fue para tanto. Y si hay algo claro en este debate es que se trata de un dilogo
entre partes interesadas, sea en utilizar el exceso como arma, sea en ocultarlo como oprobio.
De forma que uno, en fin, se ve tentado de responder... Y qu, si hubo tal locura?

V.2. No vaya para Carboneras!


Todo escritor realista se ve tarde o temprano enfrentado con la tarea de describir situa-
ciones que parecen irreales, sea por su extraeza o sea por el mbito onrico que las cir-
cunda, tal como ocurre con la llegada del viajero a Carboneras en el captulo X de Campos
de Njar. La culminacin del viaje revela de pronto que el autntico hilo narrativo del relato
es un sujeto que atraves un rito de paso: el narrador evoca la cada por una pendiente de
un individuo cuyos nervios estaban al lmite.
Todo viaje es inicitico, aunque lo sea de distinto modo y fuerza segn cada cual. En El
cielo protector, la novela de Bowles publicada diez aos antes que los Campos..., se nos
presentan varias posibilidades para el sujeto que viaja: Port, el protagonista, perece en el
viaje, mientras Kit, su pareja, se transforma y Tunner, el amigo, no se altera; por otro lado,
la pareja edpica de miss Lyle y su hijo31 acrecientan su naturaleza soberbia y despreciable
en su viaje pintoresco. No obstante, cuando atraviese la zona ms peligrosa, la zona de la
gran prueba, Juan Goytisolo volver aparentemente a su pellejo habitual y no a una nueva
identidad. Aparentemente, decimos, porque, al fin y al cabo, sabemos que despus tuvo
que escribir lo que estamos leyendo.
El caso es que si hay un referente claro para el captulo diez, el de la llegada a Carbo-
neras, ste no es ninguno del realismo socialista, sino el de El corazn de las tinieblas, de
Joseph Conrad. Por ello, la que es sin duda la luz ms brillante de Europa se sustituye por un
cielo negro y una tormenta de fin del mundo. El cielo, que en Bowles protege de la noche,
de la nada que hay al otro lado, se transforma en amenaza. En la novela de Conrad, muchos
signos inquietantes anuncian a Kurtz y al final del ro, en la de Goytisolo lo mismo ocurre
con Carboneras: le dicen que no vaya, que es lo peor, que es, en fin, innombrable:

En Almera, cuando se menciona Carboneras, la gente toca madera y se


santigua. Supersticiosamente muchos evitan pronunciar su nombre y hablan del
pueblo en perfrasis: Ese puerto que queda entre Garrucha y Aguas Amargas,
Ese sitio que no se puede decir y otras frases por el estilo (Goytisolo, 1993:
135).

Y es notorio que ah donde el escritor social, etic, objetivo, encontrara un motivo para
denunciar, documentar y aclarar el alcance de esas supersticiones en el sureste espaol32,
el viajero que recorre la pendiente de los campos de Njar ve un pretexto para confirmar que
est efectivamente llegando al corazn de las tinieblas:

Como para mantener lo bien fundado de la leyenda, la estampa que ofreca


despus del turbin se ajustaba exactamente a la que la imaginacin popular le
atribua (Goytisolo, 1993: 136).

El viajero experimenta la atraccin de la magia y el autobs en el que llega, de ser esa


figura familiar en el cuadro de costumbres que era el Viaje en autobs de Josep Pla, se trans-

31 Tan parecidos a la pareja de franceses que, ataviados de safari, estn en panne a un lado de la carretera en
Campos de Njar.
32 Hay otras muy generalizadas en los Campos de Njar, como la creencia en el mal de ojo y en la sanacin
milagrosa de las herpes-serpientes.
Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011 61

forma en un buque fantasma como el de Marlow, flotando entre brumas por una selva ya no
tropical, sino lunar y ptrea: ramos vagabundos en medio de una tierra prehistrica, de
una tierra que tena el aspecto de un planeta desconocido (Conrad, 1986: 66).
Como los personajes que bullen en torno a Kurtz, los habitantes de Carboneras se escu-
rren como sombras en casas cerradas a cal y canto. El mar est negro; se ven la enfermedad
y el hambre, sntomas que avisan de que hemos llegado o estamos cerca del punto cero del
nihilismo, all donde, segn Jnger, los valores se funden y el dolor ocupa su lugar: un
ciego y un dispensario antitracomatoso, un nio panzudo, una mujer con bocio33...y los del
lugar dando vtores a Espaa: Sin duda, ste tena que ser el final del ro. El viaje, ahora
un viaje a los infiernos, deja al viajero borracho y llorando en una playa del pueblo.
Cuando, en el captulo siguiente, el viajero vuelva a la normalidad cotidiana, llegar a
mentir que la angustia es un mal pasajero, que hay un orden secreto que rige las cosas y que
el mundo pertenece y pertenecer siempre a los optimistas. Se pondr una piel coricea que
sabemos, por la contradiccin performativa del tono de la obra y del hecho de que sta haya
sido escrita posteriormente al viaje, que es falsa. El viaje ha hecho mella, aunque el autor no
puede confesar todava en qu sentido. Lo ir haciendo, aqu y all, en los aos posteriores.

VI. La Kehre de Goytisolo


Por mucho que, para Umberto Eco, y, en nuestras latitudes, para Manuel Delgado,
la posmodernidad no sea un movimiento propio de los ochenta cuyos escribas seran
Lyotard y Vattimo y cuyos profetas seran Nietzsche y Heidegger, sino ms bien un manie-
rismo de la propia modernidad, algo as como su sombra inevitable, lo cierto es que entre la
triloga del realismo documental (1959-1963) y la triloga de lvaro Mendiola que forman
Seas de Identidad (1966), Reivindicacin del Conde Don Julin (1970) y Juan sin Tierra
(1975), Juan Goytisolo da un giro posmoderno evidente por lo menos en tres aspectos: la
prdida del metarrelato poltico, la quiebra del sujeto-narrador y la crisis de las ideas de
verdad, objetividad y racionalidad. Vayamos por partes.
En primer lugar, nuestro autor se ir dando cuenta de que el marxismo es, en el fondo,
una teora moderna e ilustrada basada en la fe en el progreso de la humanidad a travs del
triunfo poltico de ese autntico sujeto hegeliano que era el proletariado industrial. En este
sentido el desarrollo de las fuerzas de produccin capitalistas, ms sociales que nunca, era
una condicin del xito de la revolucin para las clases oprimidas. Desde luego, de las co-
munidades agrcolas premodernas slo caba esperar expresiones de despotismo oriental.
La conciencia cada vez ms clara de la medida en que el metarrelato socialista comparte
los valores occidentales en cuanto a concepcin del tiempo, del trabajo y de la produccin
de bienes materiales, la conciencia del carcter etnocntrico del marxismo, desposey a
Goytisolo del sentido del mundo por el que estaba luchando:

Si los valores occidentales tienen validez universal no cabe sino concluir que
las otras sociedades, so pena de vegetar en una ignorancia infamante, deben
seguir, de buen grado o por la fuerza, el modelo redentor (cristiano, burgus o
socialista) de las sociedades modernas (Goytisolo, 2009: 869).

Este conflicto, no obstante, ya est presente de forma implcita en Campos de Njar,


pues el viajero sabe en qu arrabales acaba la utopa almeriense del Dorado de Barcelona
y conoce las diferencias, entonces tremendas, entre un trabajador espaol y un obrero de la
Renault francs. A pesar de todo:

33 El estudio de esta enfermedad haba llevado a Gregorio Maran a Las Hurdes de Extremadura, y de ah sali
el documental de Buuel Las Hurdes, tierra sin pan, un claro referente de Campos de Njar.
62 Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011

[...] el decorado de gras, andamios, bulldozers, chimeneas de fbrica que


contemplaras en el valle del Ruhr durante tus viajes te haba hecho comprender
de pronto que estabas luchando por un mundo que sera inhabitable para ti
(Goytisolo, 2002: 283).

Por otro lado, a lo anterior se aada la entrada de los tanques soviticos en Budapest,
que haba provocado un cisma en el ya cismtico comunismo europeo, y la defenestracin
de Semprn y Claudn por defender un eurocomunismo alternativo al modelo sovitico
que al final se acabara imponiendo; todo esto termin desdibujando las seas de iden-
tidad polticas del autor de la triloga documental: la nica liberacin de Juan sin Tierra
fuera del sexo y la realidad histrica se llevar a cabo en el mbito de la creacin literaria
o el reino de la utopa. En definitiva, Goytisolo dejar de luchar por un progreso y una mo-
dernidad en los que no cree, al mismo tiempo que compensa esto en la lucha por la dignidad
cultural del Islam, se desprende de la categora ingenua de pueblo34 y abandona la idea
de una va revolucionaria para Espaa. Persistir siempre en nuestro autor, no obstante, por
debajo de las transmutaciones, un a priori del dolor: la denuncia permanente de cualquier
forma de opresin humana.
En segundo lugar, Seas de Identidad es una novela sobre la prdida de las seas de
identidad de lvaro Mendiola, y las va perdiendo una a una: familia, clase social, pas, sexo,
pueblo, e ideologa dejan de sustentarle en sus atributos. El sujeto narrador omnisciente
propio de la novela moderna, de la novela-tesis, se convierte en una mera voz entre otras
voces, la dialogia y la polifona bajtinianas, ahora s, imperan, porque aqu hablan desde las
paredes a las fichas policiales, desde el amigo al enemigo. La denuncia sigue ah, pero ahora
realmente hablan los oprimidos, en fragmentos que son como un grito articulado. La obra
va adquiriendo el aspecto de un collage que nuestro autor, con un gesto muy posmoderno,
emparenta con la de Juan Ruiz, el arcipreste de Hita:

La realidad textual que nos brinda no es bidimensional ni uniforme: presenta


quiebras, desniveles, rupturas, tensiones centrfugas, transmutacin de voces;
en una palabra, polifona (Goytisolo, 2009: 900).

El Yo, en fin, se disuelve en una multitud de identidades, se transforma en convencin


lingstica o concepto ilusorio. Por ltimo, el desencanto con respecto al realismo y a la idea
de una objetividad absoluta, la adopcin de un relativismo cultural sin traumas va pari passu
con la ruptura de los cdigos expresivos, de la Gramtica y de la Ley que manifiesta con la
creacin de un lenguaje propio. Ya no existe EL discurso verdadero sobre La realidad, sino,
a lo sumo, perspectivas, verdades parciales, realidades fragmentarias, fragmentos. Muy sig-
nificativo al respecto es el ensayo que escribe Goytisolo sobre el discurso pronunciado por
Antonio Machado con ocasin de su ingreso en la Academia de la Lengua en 1931:

La condena machadiana de un arte que vuelve la espalda a la naturaleza y la


vida, entregado a toda suerte de ejercicios superfluos se inserta en realidad,
como veremos, en una corriente especfica del pensamiento europeo que deba
culminar tres aos ms tarde, en el Primer Congreso de Escritores Soviticos

34 En Goytisolo, 1994: 199, hablando de los emigrantes espaoles en Francia: Sucesivamente, los haba admi-
rado, querido, idealizado, aburrido, despreciado, evitado; haba entablado emocionada conversacin con ellos
en bares srdidos o compartimentos de ferrocarril de segunda clase, haba fotografiado sus inhspitos bar-
racones, (...). Que la prdida de una concepcin ingenua del pueblo sea paralela a la liberacin sexual de
Goytisolo no es una casualidad: una canalizacin adecuada de la libido siempre nos ahorra de romanticismos
hueros. La influencia de Jean Genet en esto fue decisiva.
Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011 63

de Mosc, con el anatema contra Joyce y la entronizacin del llamado realismo


socialista (Goytisolo, 2009: 923).

Muy significativo porque el ensayo se publica en 1985 y va dirigido contra postulados


que el mismo Goytisolo haba defendido en los tiempos del realismo: lo evidencian la tri-
loga del maana efmero, las referencias explcitas o implcitas en la poca posterior do-
cumentalista tanto Campos de Njar como Pueblo en marcha son ttulos de variacin
machadiana y las tesis esttico-polticas defendidas por aquel entonces, por ejemplo en
el clebre artculo publicado en Insula en 1959, Para una literatura nacional popular. A
partir de Seas de Identidad la creacin de un lenguaje propio que sea a su vez un insulto al
discurso oficial se vuelve urgente y el salto a la transgresin y a la carnavalizacin se mate-
rializan en el acto perpetrado por lvaro Mendiola de despachurrar insectos en los libros de
la cultura oficial hispnica, y en el fondo de la cultura oficial occidental.
Si Seas de Identidad deconstruye a un individuo, es un anti-Bildungsroman, Reivindi-
cacin del Conde Don Julin deconstruye el mito de la cultura y la racionalidad occidental
en su versin hispnica; como dice Goytisolo, el libro posee la leyenda por detrs. Sodomi-
za al mito. Y despus de esa deconstruccin tocar hacer incursiones, razzias en territorio
enemigo, con las sempiternas verdades parciales, fragmentarias, que encarna siempre la
guerra de guerrillas: atacar un fragmento rpida, creativa, sorpresivamente, y tener prepara-
da la huida, en este caso a Marrakesh, a Shem-el-Fn.

VII. Para vivir aqu


Viajar es victoria
Proverbio rabe

Veinte aos despus de que el Alcalde franquista de Njar le declarara persona non grata
y plantara un cadalso en la plaza del pueblo preparado para Juan Goytisolo, el Alcalde so-
cialista de Njar le conceda el ttulo de hijo adoptivo de la villa. Al aceptar tal distincin,
Goytisolo confes:

Lo que confusamente vislumbr entonces se aclarara y decantara ms


tarde: mi despego de un mundo, un medio social, un encuadre que nunca sent
prximos y en los que, privado de estmulos vitales, vegetaba y me adormeca.
El paisaje almeriense en su triple dimensin esttica, fsica y moral me abra
el camino de un mundo ms incitativo y cordial hacia el que pronto orientara
mi vida. Lo que ahora soy, cuanto he hecho y escrito, se determin a raz de
mis itinerarios errtiles a lo largo y ancho de esta provincia: [...] (Goytisolo,
2009: 1051).

Como se sabe, Goytisolo no se qued a vivir en la tierra que le despert nuevamente a


la vida, pero lo hizo muy cerca, en un paisaje similar que le sirvi de compensacin. Desde
el ao 61, hasta bastante despus de la muerte de Franco, nunca volvi a pisar Almera., por
dos razones barajadas una y otra vez: una, poltica, insiste en el clima de libertad vigilada
en que el autor deba moverse, la otra, digamos, cultural, refiere a un modelo de desarrollo
econmico-social que no le interesa y que hoy da salpica todo el litoral mediterrneo de
bloques de hormign sin gusto. Un proceso que, en nuestra sociedad, pareca inevitable,
evidenciando que una clase social en un medio cultural tiende hacia un tipo de desarrollo y
en otro medio puede tender hacia otro distinto.
El sorprendente milagro de la economa almeriense durante los ochenta, basado en la
explotacin de mano de obra magreb utilizada como esclava, y los linchamientos de mo-
64 Revista de Antropologa Experimental, 11. Texto 4. 2011

ros a los que medio mundo asisti perplejo a travs de la televisin provocaron agudas e
indignadas respuestas de Goytisolo en los peridicos, donde afirm que los brotes racistas
se deban al enriquecimiento sbito de capas sociales desfavorecidas y semianalfabetas, lo
que le vali que el Ayuntamiento de El Ejido lo declarara, otra vez, persona non grata en
los noventa35.
Ya dijimos que todo viaje es inicitico: en esas smosis permanentes de las membranas
del yo durante un viaje, cualquier viaje, desde los viajes espaciales a los que hacemos en
autobs de lnea, mella o pule los difusos lmites de nuestra identidad personal. A veces
se cumplirn todas las condiciones para poder hablar de un autntico rito de paso; que ste
ocurra en un viaje por el recndito ro Congo o mientras subimos en ascensor al piso cator-
ce, es cosa que no sabemos, lo nico cierto es que lleg una persona y se fue otra distinta.
Los paisajes desrticos tienen esa peculiaridad: bautizan. A la iniciacin en el viaje al de-
sierto corresponde lo que Bowles llama el Bautismo de la soledad, que es lo que le ocurri
a Juan Goytisolo cuando viaj por los Campos de Nijar.

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