Campos Nijar
Campos Nijar
Campos Nijar
Abstract: The purpose of this essay is to commemorate the fiftieth anniversary of the publication of the
book Campos de Njar of Juan Goytisolo. This will be done in two ways: first, we place the
book in a more general framework which is that of the travel books; on the other hand, try
to reread it in anthropological key. From an anthropological point of view, first, we reflect on
ethnographic authority and the web of influences and interests that weigh in the description of
people who we feel different, and secondly, we explain the changes in Goytisolos writings
during the sixties linking them to subsequent rise of the Postmodern Anthropology.
y entre stos los viajes a los infiernos mereceran una categora especial. Los viajes por
motivos simblicos se solapan con otros que ocupan un lugar privilegiado: son los motivos
transferenciales de bsqueda, de entrega o de recuperacin. Por frecuentes en la historia, los
motivos militares de ocupacin, agresin o defensa, o los logsticos de espionaje llenan p-
ginas y pginas de relatos de viaje, desde Herodoto o los cronistas de Indias a Lawrence y el
Conde Almasy, el paciente ingls. Tambin motivos cientficos han movido a los viajeros
y han inspirado clebres relatos de viaje, como los de Humboldt o Darwin; desde las cle-
bres directrices de Linneo, tres mbitos de la realidad se abren en las descripciones de estos
caractersticos exploradores: la tierra, cuya descripcin dominar en gegrafos y gelo-
gos; la flora y la fauna, dando la figura del naturalista, y los usos y costumbres de los
hombres, cuyo relato hace a los hombres antroplogos, cronistas o periodistas. Motivos
estticos inclinaron a toda suerte de viajeros hacia tierras que saban, o presuman, de una
peculiar belleza, como los desiertos o las cumbres nevadas o determinadas concentraciones
humanas (el viaje literario a Castilla de los autores del noventa y ocho sera un caso), y
motivos polticos como el destierro han llenado pginas de nostalgia: Nostos y algos: el
dolor del viaje. Y cmo olvidar los motivos teraputicos que movieron a los seres humanos
a cambiar de aires hacia aires ms o menos secos y hacia aguas ms puras?
Si fuera por clasificar, pues, podramos distinguir entre el viaje econmico, el religioso
(o simblico), el mensajero, el militar, el cientfico, el esttico, el poltico, el teraputico.
Pero una motivacin radicalmente contempornea nos salta a la cara: el viaje por motivos
ldicos, el viaje como forma de ocio y diversin que explota el llamado turismo de masas.
Para los que ostentan una visin elitista a lo Ortega de las sociedades humanas, el turismo de
masas supondra la banalizacin del viaje, su reduccin nihilista a vulgar mercanca roma y
sin matices... Los viajeros exquisitos siempre distinguirn entre ellos, los autnticos viaje-
ros, y los vulgares turistas, en cuya defensa escribi Santayana:
Captulos no escritos de una buena antropologa del turismo de masas deberan incluir
los hasta ahora inefables viajes de estudios, o los viajes de ancianos del Inserso, los viajes
de novios, el turismo sexual o los viajes deportivos.
Pero, Qu ocurre cuando el viaje no tiene fin? Entonces o eres un nmada o un vaga-
bundo: suelen ser tratados con muy distinta consideracin. El mito romntico del nmada
proviene por lo menos de Ibn Jaldn, y hoy en da cualquier ensayo sobre las macrociudades
contemporneas, las telpolis o megpolis, incluir el nomadeo, la falta de races de sus ciu-
dadanos, como uno de sus rasgos ms caractersticos. Y si el exiliado Santayana rescataba
la dignidad del turista, es implacable con el vagabundo, quien siempre tuvo un no s qu
inquietante2:
2 Joseph Conrad, sin embargo, matizaba magistralmente esa inquietud hacia el vagabundo: Los calificara
como un clan de proscritos si no fuera por la rudeza que tal descripcin entraa. Y por nada del mundo quisiera
yo ser rudo con personas capaces de emprender sus viajes con las manos vacas y apenas nada en los bolsil-
los. He conocido entre ellos a hombres que cultivaban maneras truculentas y una mirada fija y fra que, de ser
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En los tiempos en que las ciencias sociales tenan que hacerse sus espacios en las uni-
versidades, lo mejor era parecer serios, y para parecer serios nada mejor que intentar pre-
sentarse con una objetividad implacable, siguiendo un mtodo riguroso lo ms semejante
posible al de las ciencias naturales. Datos aportados en libros de entretenimiento, por viaje-
ros ms o menos amateurs, con intenciones literaturizantes, seran barridos y borrados por
los informes obtenidos merced a la observancia de las reglas de la observacin participante,
condicin sine qua non del trabajo etnogrfico del antroplogo.
La observacin participante, llamada el laboratorio de la Antropologa, implicaba una
investigacin especialmente profunda, extensa e interactiva; un hogar fuera del hogar donde
uno participa, interacta con los dems, aprende su lengua, intenta integrarse ocupando un
lugar, pero al mismo tiempo observa, es decir, mantiene una distancia crtica respecto a lo
que experimenta, pues tiene que tomar nota. De uno a dos aos de convivencia o visitas
repetidas se consideraban necesarios. Este trabajo de campo significaba el bautismo de fue-
go de cualquier antroplogo y garantizaba la verdad del relato normalmente compuesto o
montado a la vuelta. Qu tena todo esto que ver con la perspectiva literaria y transitoria
del escritor de viajes?
Pero, adems de ese problema crucial metodolgico, era tambin evidente un problema
retrico y en el sentido de Jakobson arriba citado funcional: Qu tena que ver la bs-
queda de la belleza, a travs de la perfeccin de un estilo, con la descripcin de la verdad?
Qu tena que ver la retrica potica con la austeridad de la descripcin de lo real?4Cmo
confundir licencia potica y ciencia?
Pues bien, la percepcin de todos estos problemas cambi en la Antropologa sobre todo
a partir de los aos ochenta, debido a lo que se ha llamado el auge de la Antropologa Pos-
moderna, paradigma dominante en la disciplina de las ltimas dcadas, segn los propios
crticos reconocen5. Aunque algunas claves de esta corriente antropolgica irn apareciendo
en lo sucesivo (heteroglosia, polifona, dialgica, crisis de la racionalidad, relativismo...),
dos aspectos merecen ahora nuestra atencin: en primer lugar, la renegociacin de los lmi-
tes entre la escritura de viajes y el texto etnogrfico. Segn James Clifford:
Citemos, por ejemplo, obras maestras como Travel in west Africa, de Mary
Kingsley, publicado en 1897, as como su West African Studies, que data de
1899; The Lake Regions of Central Africa, de Richard Burton, publicada en
1868, es otro ejemplo excelente. Los libros citados constituyen toda una leccin
de cmo pueden alternarse captulos literarios con captulos que pretenden la
descripcin geogrfica y etnolgica de cada regin visitada. Obvio resulta
decir que la etnografa moderna va en idntica direccin (Clifford y Marcus:
72).
6 Por mucho que el que narra no sea el que escribe y el que escribe no sea el que existe, esta carga del autor
sobre el narrador es exigida en cualquier autobiografa de un ente real, y por tanto en la literatura de viajes.
Campos de Nijar aada fotografas en casi todas sus ediciones, adems de aportar datos extrados de docu-
mentos histricos. Pueblo en Marcha tambin incorporaba fotografas en sus primeras ediciones, pero eran las
fotografas del optimismo, la esperanza y la luz, al revs que las que aparecen en Campos..., imgenes del pesi-
mismo, la desesperanza y la desolacin. Por otro lado, ya mencionamos la observacin de Santos Sanz respecto
al estatus de documento sociolgico de esta obra. Tambin Gonzalo Sobejano afirma que se trata del extremo
lmite de la narrativa social, puesto que tratan de ser reportajes econmico-sociales (Sobejano, 1970: 262). Por
el contrario, poniendo el punto sobre algunas es literarias, vase el magnfico artculo de Aurora Egido (2006),
o el curioso pendular entre la novela social y el reportaje de Ramn Fernndez (2005). Dgase lo que se diga, las
diferencias en cuanto a pretensin, pulsin de verdad o afn de objetividad entre textos de novela social como
Juegos de manos o La Resaca y un libro de viajes como Campos de Njar, son palmarias.
7 No obstante La Chanca exige que se crea en su objetividad y por ello presenta datos estadsticos, histricos,
periodsticos.
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En los climas nrdicos apenas se hace sensible lo fsico del amor; en los
climas templados, el amor, acompaado por mil accesorios, se hace agradable
por cosas que parecen ser amor, pero que an no lo son; en los climas ms
clidos se ama el amor por s mismo, [...], es la vida. [...] En los pases del Sur
una mquina delicada, dbil pero sensible se entrega a un amor que nace y se
extingue sin cesar en un serrallo, [...]. (Montesquieu, 1993: 157).
Heredera de estos tpicos naturalistas es la Teora de Ortega y Gasset sobre los anda-
luces; Campos de Njar abre un frente polmico anti-orteguiano que se hace expreso en la
introduccin del autor para la edicin italiana:
Ese ideal, como sabemos, se explicaba por unas cuantas horas ms de luz solar. En 1958
Goytisolo lee con avidez en una pensin de Mojcar las Mitologas de Roland Barthes, en
cuya introduccin afirma el autor francs que su punto de partida era el malestar que le
provocaba ver confundidas constantemente naturaleza e historia en el relato de nuestra
actualidad [...] (Barthes, 1999: 8). Y algo de esto constituye otro de los lmites polmicos
de Campos de Nijar como relato de viaje. Desde los autores del 98, ciertas formas de rea-
lismo y/o naturalismo vean el paisaje8 como algo natural o cuasi-natural. El paisaje,
sin embargo, incluye a los hombres y sus costumbres, las tierras, los seres vivos... y aparece
como algo dado por siempre; un paisaje donde el mal no parece moral, sino un dolor terres-
tre para siempre vinculado a las cosas9, y donde se pueden encontrar los valores eternos
del pueblo espaol (Romero, 1979).
Pero, si en un nivel ms filosfico el enemigo era Ortega y por otros motivos que los
aqu expuestos, como se ver ms adelante, en un nivel literario ese realismo naturalista
se desprenda de dos obras notables escritas por dos autores muy del Rgimen y que se
haban publicado en la ltima dcada: el Viaje a la Alcarria de Camilo Jos Cela y el Viaje
en autobs de Josep Pla. La tendencia a eternizar lo efmero e histrico, la simpata hacia
lo tradicional lo que dura, lo que quiere eternizarse, el costumbrismo10, cierta insen-
sibilidad ante una realidad humana que parece entomolgica, la bsqueda de una tipologa
humana adecuada al propio estilo literario, son rasgos, segn Goytisolo, de esos relatos de
viaje, y contra ellos escribe los Campos de Njar.
Otro de los lmites polmicos de nuestro relato es lo que podemos llamar el Naturalis-
mo mstico que consiste en servirse del paisaje para elaborar una descripcin de hondos es-
tados msticos personales, algo que acab siendo tpico en los libros de viajes del 98: en la
mayora de ellos, la exposicin de los estados anmicos del autor sustituye arbitrariamente
y anula el mbito humano real (Goytisolo, 2009: 234). La imagen de Unamuno meditando
en la Pea de Francia y despachndose gustosamente contra el turismo, los hoteles, los
8 Goytisolo, siguiendo a Azorn, afirma que la descripcin literaria del paisaje espaol (lo que ya puede lla-
marse el viaje literario) la inicia Enrique Gil y Carrasco con su obra El Seor de Bembibre.
9 No se olvide, sin embargo, la obvia herencia del naturalismo balzaquiano en el realismo social (y el socialista).
La torsin documentalista, no obstante, aproxima los Campos de Njar ms al Yo acuso... que a Germinal. Por
otro lado, la torsin dialctica y marxista en Goytisolo, de la que hablaremos ms adelante, impide decir cosas
como stas del prlogo a La Comedia Humana:Las diferencias entre un soldado, un obrero, [...], un abogado,
un estadista, un comerciante [...], son tan considerables como las que distinguen entre s al lobo, el len, el
asno, el cuervo, el tiburn, [...]. Han existido, pues, y siempre existirn, especies sociales como existen especies
zoolgicas.
Un ejemplo, por otro lado, de naturalismo ahistrico al que se le podran aadir muchos ejemplos de nuestro
realismo tradicional (Galdos o Baroja, por ejemplo).
10 Y su pariente vergonzante, el pintoresquismo. El viaje pintoresco se fija en las cosas que parecen ex-
traas o simplemente curiosas para unas mentes que se suponen ms civilizadas. El viaje pintoresco ama lo
primitivo porque resulta atractivo para el objetivo, y la actitud del viajero, entre despectiva y condescendi-
ente, siempre presupone su superioridad. Tanto en Campos de Njar como en La Chanca ese tipo de viajero lo
encarnan franceses, no en vano stos empezaban a descubrir y visitar por aquel entonces el Sureste espaol, y
el tipo humano en que Goytisolo lo concreta es esa dama grrula que lea el Poema del Mo Cid montada en
un camello y tocada con un Sari hind, Dominique Aubier, quien, saliendo de los crculos burgueses cultos de
Pars bien conocidos por Goytisolo, decide instalarse y medrar- en la zona que l acababa de describir como
la ms miserable de Europa y en la que faltaba el aire para respirar: mal que le pese a Miguel Galindo (2009),
Goytisolo nunca pis la enorme mansin colonial que Aubier se hizo a orillas del mar en Carboneras.
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11 La fusin del relato o la novela con la investigacin periodstica, etnogrfica, etc- estaba en el aire en los
cincuenta y los sesenta. Cuando Goytisolo comienza sus visitas a Almera, Oscar Lewis empieza a visitar a la
familia Snchez en las vecindades (rplicas de las chabolas de emigrantes andaluces en el puerto y playas
de Barcelona que Goytisolo refleja en La Resaca) de Mxico D.F. El fruto de esos aos de relaciones ser Los
hijos de Snchez, publicada en ingls en 1961. Por otra parte, el ao en que se publican los Campos de Njar la
familia Clutter fue brutalmente asesinada en el medio oeste americano, y Truman Capote iniciar ese peculiar
viaje de investigacin que desembocar, por un lado, en la publicacin de esa clsica novela-documental que es
A sangre fra, y, por otro lado, en su propia destruccin. Los conflictos entre la voluntad de verdad del documen-
tal periodstico y la libertad potica del novelista estn bien ilustrados en las discusiones entre Capote y Harper
Lee en la pelcula de Douglas McGrath Historia de un crimen.
12 La figura del cacique latifundista andaluz, ya descrita por Pitt-Rivers, ejemplificada por el Don Ambrosio de
Campos de Njar, y sugerida en voz baja en la figura de Jos Gonzlez Montoya, dueo de casi todo San Jos,
es ms claramente sealada como causa de la miseria del Sur en la introduccin italiana al libro citada ante-
riormente (Goytisolo, 2009: 231). Como curiosidad, todava baja desde una loma en Cala Higuera la llamada
agua de Montoya, que abastece entre otros a un descendiente de una rama lateral de los Chapman (la lnea
paterna de Lawrence), quien, por una de esas coincidencias, result ser pariente del Almirante de la flota inglesa
que muchos aos antes haba accedido a embarcar a D. Jos Montoya, salvndole as la vida el da en que los
rojos almerienses fueron a hacerle la visita de rigor (mortis): fue el nico motivo por el cual el cacique accedi
a venderle a Mr. Chapman unos terrenos en aquella cala paradisaca.
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cosas, personas y sucesos por oposicin: el presente miserable y el pasado feraz, Almera
vs. Catalua, los que hablan alto y bien y los que hablan bajo y mal, el desierto y
el mar, una mina de oro en medio del desierto, etc., etc. (Egido, 2006: 155).
Frente al desinters humano del viajero que busca lo pintoresco, la sensibilidad social
de Campos de Nijar hizo que algn izquierdista le comentara al autor que el libro iba a des-
pertar la conciencia de las masas populares de la provincia (Goytisolo, 2002: 326-7); que
este hecho no se produjera no obsta para que sea evidente el inters humano por las clases
oprimidas en las obras de este perodo documentalista de Goytisolo.
Contra el viajero mstico, el narrador de Campos de Njar es metafsicamente frgido. Va
a ras de tierra, habla con los lugareos de cosas mundanas, de la produccin de lechugas, del
agua, del trabajo, de las miserias cotidianas, con un lenguaje spero como la propia tierra
que describe.
Por fin, el psicologismo del viajero burgus se sustituye por una permanente reserva
del narrador sobre s mismo, que tender a esconderse detrs de explicaciones objetivas,
dilogos, datos histricos (en trminos de Benveniste: la histoire sustituye al discours). En
realidad, el narrador de Campos de Njar no esconde sus estados mentales de desolacin y
rabia, incluso comienza el relato con ellos: Recuerdo muy bien la profunda impresin de
violencia y pobreza que me produjo Almera..., pero es necesario decir que toda la obra
es una justificacin racional, basada en los hechos que se muestran descarnados, de tales
estados mentales, y no un mero relamerse autocomplaciente en ellos.
hh
En su introduccin a las Cartas sobre Rusia de Juan Valera, el entonces enfant terrible
de la Antropologa espaola, Alberto Cardn, partiendo de la pobreza de los libros de viajes
espaoles de cuatro siglos ac, en comparacin con ingleses y franceses, y dialogando con
el autor de Campos de Njar, ensayaba la siguiente explicacin:
Est, por un lado, el espaol que viaja asumiendo que Espaa es el mejor pas del mun-
do, el espaol fetn, y, por otro lado, el espaol que trata de abandonar su identidad por
un tiempo o para siempre y que adopta otros modos culturales identificndose, un da s un
da no, con su disfraz. Curiosamente el diagnstico de Cardn sobre el viajero espaol es
casi una copia del que hace Lawrence de Arabia sobre el viajero ingles en su introduccin a
la Arabia deserta de Charles M. Doughty: hay, por un lado, el ingls que nunca deja de ser
ingls como Doughty y el ingles que con tal de incluirse en el paisaje, renuncia a todo lo
que pueda estar en discordancia con los usos y costumbres locales (Doughty, 2006), figura
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que Alberto Cardn llamaba el mulad y que se encarnaba en el propio Lawrence, pues es
obvio que habla de s mismo13.
De mulad justamente trataba el antroplogo asturiano al escritor cataln, suponiendo
que un exceso de identificacin, una identificacin pasional con el otro no es la mejor
manera de conocerlo14, puesto que se pierde la necesaria distancia crtica que exige un buen
conocimiento y porque la propia simulacin distorsiona las acciones y las reacciones de los
imitados. No es difcil hacer un paralelismo entre la defensa de la cultura islmica y el mun-
do rabe que Goytisolo practica desde los aos setenta y su relacin con Almera o, con la
categora puebloque va desde Campos de Njar a La Chanca. Como l mismo dice en
sus memorias, una cosa compens a la otra:
La idea de que la defensa de las clases oprimidas, y con ella la del pueblo que encarna
la explotacin y la opresin de unas clases por otras, es decir, Almera, ocupa en la obra de
Juan Goytisolo un lugar que ser ocupado, a partir del Don Julin, por la cultura islmica y
el mundo rabe, esa idea permite entender mejor la profundidad de los vnculos entre nues-
tro autor y Lawrence de Arabia.
Tanto Campos de Njar como Los Siete pilares de la sabidura tratan de una rebelin,
efectivamente acaecida en la segunda, espoleada y esperada en la primera. Los dos autores
mantienen una posicin militante respecto a esa posible o efectiva rebelin, si seguimos
la clasificacin de las tendencias antropolgicas desde la Ilustracin que hace Alberto Car-
dn15. Ambos reconocieron pronto la parte de fraude y fracaso que tuvo esa militancia16y los
ribetes de redencin y penitencia que la acompaaban...
La lucha por crear y redimir fluye por Los siete pilares de la sabidura de
principio a fin, y la identificacin personal de Lawrence con los rabes resulta
sorprendente. La redencin de los rabes y la suya estn demasiado imbricadas
como para distinguirse, y fue plenamente consciente de que haba tratado de
conseguir la primera por mediacin de la segunda (Mack, 2003: 281).
13 Burton, al contrario que Lawrence, nunca se crey sus papeles ni perdi de vista quin era en realidad. No
puede decirse lo mismo, segn Alberto Cardn, de nuestro Domingo Bada, alias Ali Bey, otro mulad.
14 En las Crnicas Sarracinas dice Goytisolo hablando de Burton: Persuadido, con razn, de que la mejor
manera de entrar en contacto con los pueblos extraos es mantener relaciones sexuales con sus habitantes, [...];
por lo que Alberto Cardn protestar recordando que eso est en contra de lo que recomienda cualquier manual
de etnografa tradicional.
15 T.E. Lawrence: primer etnlogo moderno?, (en Cardn, 1986: 75). Las otras dos grandes tendencias de
la Antropologa moderna seran la empirista y la especulativa. El propio Cardn reconoce que en Boas y sus
discpulos se da una mezcla de lo empirista y lo militante (recurdese el papel de Boas ante la prohibicin de
los potlachs de los Kwakiutl por parte del gobierno del Canad), y algo parecido podra decirse del Goytisolo
de est poca y del propio Lawrence.
16 Goytisolo dir que la poca del realismo documental fue la poca ms desdichada de mi vida y que La
falta de una relacin limpia conmigo mismo se traduca as, inevitablemente, en la falta de limpieza de la rel-
acin con el mundo y con los dems (Goytisolo, 2002: 364): esta crisis, que se extender por lo menos hasta
el sesenta y cuatro, terminar con la muda de piel que supone Seas de identidad, el final de la impostura. De
Lawrence se podran poner multitud de ejemplos. Por ejemplo, en Los siete pilares de la sabidura, cap. CIII,
(Lawrence, 2000: 791):empezaba a preguntarme si todas las grandes reputaciones, al igual que la ma, no es-
taran fundadas sobre el fraude.
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El subrayado nuestro del texto citado describe, de una forma abreviada, no slo a
Lawrence despus de su experiencia rabe, sino, sobre todo, el giro que dar Goytisolo des-
de el realismo documental de Campos de Njar o La Chanca hasta la ya posmoderna Seas
de Identidad. Tal sera el octavo pilar de la sabidura, uno de cuyos bloques se argamasa
con sexo: ciegamente te precipitars en el ardiente volcn de los labios (Goytisolo, 1994:
104).
El propio Goytisolo habla de Dahm, el joven amante de Lawrence en Karkemish, a
quien estn dedicados los Siete Pilares, el primer motivo, el personal, que segn propia
confesin le haba servido de motivacin en sus acciones:
Hoy me has preguntado por qu` y voy a contarte exactamente cules fueron
nuestras motivaciones en el asunto rabe, por orden de importancia:
Personales. Me gustaba mucho un rabe en concreto y pens que la libertad para la raza
sera un regalo aceptable17( Mack, 2003: 273).
Son las races sexuales del poder poltico y las races polticas del poder sexual, los
sutiles vnculos que no slo observa Juan sin tierra entre el desierto, el masoquismo18, es
decir, la mortificacin de la carne, la (con)fusin de violencia, dolor y placer19 en el ascetis-
17 Por su parte, siempre es bueno recordar la hermossima dedicatoria del libro: Te amaba, por eso a mis ma-
nos traje aquellas oleadas de hombres y en los cielos trac mi deseo con estrellas. Para ganar tu libertad, alc una
casa sobre siete pilares, que tus ojos pudieran alumbrar por m cuando llegramos.
18 Deca Deleuze en su introduccin a Sacher-Masoch, que el desierto es inconcebible sin el masoquismo. Nota
bene: tal vez como la propia humanidad.
19 Tres cosas, al menos, deban mortificar a Lawrence despus del clebre episodio de Dera: primero, por
supuesto, las terribles heridas infectadas que deba tener despus de que seis o siete turcos enloquecidos lo
doblaran a golpes y latigazos y lo violaran uno tras otro; segundo, la idea de que l mismo se lo haba buscado
consciente o inconscientemente; tercero, que le haba gustado demasiado. David Lean, tan sutil como Lubitsch
para estas cosas, sugera en su Lawrence de Arabia este vnculo entre violencia, dolor y placer con la costumbre
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mo de los estilitas que medan su grandeza por metros de separacin de la tierra y los das
sin comer o beber. Por su parte, si casi toda la obra narrativa de Juan Goytisolo es como un
gran libro de memorias hecho de versiones y ms versiones de los hechos, conviene leer
con atencin algo que nuestro autor escribi en Coto Vedado (o la versin ms realista,
junto con En los reinos de Taifa):
Violencia y pobreza, no olvidemos, eran la primera impresin del viajero que llega
a Almera. Aunque un gitano montado en mula, o borrico, constitua el motivo de una de las
fotografas que acompaaron muchas ediciones de los Campos de Njar, el nico atisbo de
erotismo en el narrador es prudentemente ortodoxo:
El mozo me arrastra al bar cogido del brazo. Una mujer trajina al otro lado
del mostrador y, al encararse con nosotros, su hermosura me enciende la
sangre(Goytisolo, 1993).
Con un poco ms de honestidad y valenta, aunque tambin con cierta prudencia, tres
aos despus, en La Chanca, el objeto de la libido se desplaza hacia el varn almeriense
marginal: Vitorino comprenda y me ayud a meter en la cama. Se haba sentado a mi lado
y me miraba con una expresin vecina al amor (Goytisolo, 1987: 93).
En resumen, respecto a las races sexuales del poder poltico en Lawrence y Goyti-
solo durante la poca del realismo documental de Campos de Njar y La Chanca cabra
destacar los siguientes paralelismos: En primer lugar, la idea de que la rebelin rabe o la
revolucin socialista resolveran las propias contradicciones o tensiones personales, entre
ellas muy especialmente la de una libido atormentada por la represin, lata20en el fondo de
la conciencia de ambos. En segundo lugar, la fusin imaginaria de sujeto revolucionario y
objeto de la libido provoca en ambos una especie de delirio en forma de wishful thinking, un
tomar deseos por realidades que en el caso de Lawrence se concreta en la insistencia con
que no quiere ver quin es en realidad: un agente del colonialismo ingls, y aquello por lo
que en realidad est luchando: el reparto anglofrancs de la pennsula arbiga; en el caso de
Goytisolo se concreta en una especie de ansiedad, impaciencia y desasosiego con las que se
de Lawrence de apagar cerillas con los dedos. La violacin en Dera, por su parte, se resuelve con unas oportu-
nas toses del Bey encarnado por Jos Ferrer. Al respecto, (Mack, 2003: 565).
20 No olvidemos que en esa poca, Goytisolo era pareja de Monique Lange en Pars, aunque los instintos fueran
por otro lado. A partir de Seas de Identidad la liberacin se ha producido al confesarle nuestro autor la natura-
leza de sus deseos a la que fue su mujer. Por otro lado, el mismo Goytisolo reconoce que La dicotoma existente
entre [...] afectividad e impulsos sexuales cuyos bruscos, devastadores ramalazos sufra de vez en cuando du-
rante mis correras nocturnas- slo poda superarse, pensaba, en la vorgine de una escalada revolucionaria en
la que aquella perdiera su razn de ser (Goytisolo, 2002: 347)
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21 Recordando a Oscar Lewis, hay en Goytisolo la creencia en una cultura de la pobreza por la que se siente
atrado emocional, esttica y sexualmente. El problema es que del conjunto de los rasgos posibles de esa cultura
se eliminan, o se justifican, los ms desagradables. Otro problema es que, en teora, ese es el mundo a eliminar.
22 l puede, no as La Chanca, cuyo silencio nocturno tan distinto del silencio de la media tarde en verano
o del amanecer en las ciudades- es tan grande que vibra y zumba en el aire, lo mismo que un sonido. Tan
amenazador como el silencio de la Naturaleza antes de la tormenta de barro que recibir a Goytisolo camino de
Carboneras.
23 Y no slo poltica: la industria extranjera y catalana, ministros, reformadores, escritores...y una leyenda de
incomprensin y olvido son tambin responsables de la miseria de los Campos de Njar. Franco poda estar,
pues, tranquilo con lo que se parece ms a una maldicin bblica que a un error del gobierno en funciones.
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llenos de dioses, y tal vez hubiera llegado a ver ms claramente aquello que slo confusa-
mente vislumbr entonces: el valor bautismal de aquellos viajes a finales de los cincuenta.
Un hecho social puntual pasa a ser tpico cuando cataliza la abstraccin ideolgica,
dndole una imagen reconocible en la experiencia (de la miseria, de la injusticia, por ejem-
plo, o de lo contrario) .Antes de terminar su periplo de tres das por los Campos de Nijar, el
viajero ya sabe lo que se va a encontrar:
slo los almerienses por aquel entonces24. La monotona de una vida en la que se envejece
demasiado pronto, un tono vital nihilista dominado por el hasto, el descontento y la miseria,
hace soar al almeriense con el Dorado de Barcelona, y en algn caso ni se entiende que
uno, siendo del Norte, vaya a hacer turismo a los Campos de Nijar: No habr veno ust
aqu por gusto, digo yo.
Por otro lado, los que hablan alto no son slo los que representan a la clase dominante
(andaluza, digamos) y expresan una retrica fascista, al modo de Don Ambrosio, el cacique
dueo de la Isleta con sus aires de seor feudal25. No, tambin el pueblo, sea un azacn o un
aperador de carros como en Carboneras, o esos tipos negros, cenceos, con sus chalecos
oscuros... que mascujan las palabras en un bar de Almera al comienzo del viaje, tambin
el pueblo se exalta en las tabernas lanzando vtores a Espaa, que es el mej pas del mun-
do, en arrebatos que van an ms all de la permanente resignacin de los almerienses, y
en expresiones de jbilo que chocan , hasta producir un efecto onrico, kafkiano, si se me
permite, con la descripcin etic de los Campos de Njar. Y todava hay un tercer hombre
que habla alto: es el propio narrador-viajero-autor, lo sabemos no ya porque sea a l al
que escuchamos hasta en sus silencios, sino porque se expresa con la pulcritud castellana
de Don Ambrosio, y la heteroglosia quiere que el pueblo hable como el pueblo y la gente
cultivada como gente cultivada; magnetfono en mano, oiramos cmo las relaciones de
poder penetran en el habla.
No es de extraar pues que, como dice Aurora Egido, Campos de Njar sea la historia de
un dilogo fracasado:
Los almerienses tratan al autor por extranjero, por espaol de Pars. Hay
tanta distancia entre l y los otros que les produce extraeza su voluntad de
acercamiento, y, en el fondo, el final del viaje confirma la imposibilidad de
acercarse plenamente a ellos. [...] El fracaso de este extranjero` que an
persistira algn tiempo en los presupuestos de la novela social, goza en cambio
de una validez actual (Egido, 2006)
El dilogo no es una autntica polifona porque unos, incluido el viajero, hablan dema-
siado alto y otros demasiado bajo. O dicho de otra forma: es el tipismo del realismo socia-
lista como presupuesto del viaje documental el que ahoga tanto a los personajes que stos
acaban siendo un vulgar reflejo de las condiciones materiales, no personas de carne y hueso.
De esta manera, si los almerienses tienen sentido del humor, ste ha de ser necesariamente
negro y compensatorio, y la resignacin, o los tpicos, sobre Espaa, los toros o las ga-
ches, que se sueltan ante cualquier desconocido con su funcin ftica y ms en una dicta-
dura, se convierten en culpables ante la exigencia perentoria de la revolucin26. El discurso
sobre la locura de Njar, como veremos a continuacin, exhibir tambin esa tendencia
a procustear al pueblo considerndolo incapaz de cualquier exceso o xtasis material, y,
con los matices pertinentes, algo parecido ocurrir con la experiencia carbonera del autor.
Aquella fuerte polaridad de la realidad social27distorsiona cualquier posible comunica-
24 En Seas de Identidad, el personaje de la francesa Michle exclama en un arranque de clera: Jaime pas les
espagnols. Je naime les gens daucun pays sousdvelopp. Ils sont petits et horriblement sales.
25 Comprese con la figura simtrica del conde de Arcentales en el Viaje a la Alcarria.
26 En Seas de Identidad, ya es el propio Goytisolo-Mendiola el que se permite exclamar la frase del espaol
fetn: Espaa es el mejor pas del mundo!, y la rplica se la han de dar sus interlocutores.
27 Hemos mencionado ya ese curioso e importante ensayo que apareci inicialmente en los Cuadernos de Ruedo
Ibrico en 1963 y posteriormente en El Furgn de cola con un ttulo jesutico que prefigura la confesin: Exa-
men de conciencia, en el que Goytisolo hace un autocrtica de sus planteamientos simplificadores de la realidad
social. La va revolucionaria ya se vea imposible desde que en 1959 los tcnicos tomaran el relevo a los falan-
gistas en el gobierno de Franco. El aislacionismo y la autarqua precedentes se fueron dando la bienvenida a la
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despus mandaron traer de beber a todo aquel gran concurso, el que consumi
setenta y siete arrobas de vino y cuatro pellejos de aguardiente, cuyos espritus
los calent de tal forma, que con repetidos vtores se encaminaron al psito,
desde cuyas ventanas arrojaron el trigo que en l haba y 900 reales de sus
Arcas. Desde all pasaron al Estanco de Tabaco y mandaron tirar el dinero de la
Mesada, y el tabaco. En las tiendas practicaron lo propio, mandando derramar,
para ms authorizar la funcin, cuantos gneros lquidos y comestibles haba
e nellas. El Estado eclesistico concurri con igual eficacia, pues a veces
indugeron a las mugeres tiraran cuanto hava en sus casas, lo que egecutaron
con el mayor desinters, pues no qued en ellas pan, trigo, harina, zebada,
platos, cazuelas, almirezes, morteros, ni sillas, quedando dicha villa destruida
(Goytisolo, 1993: 56-57).
Guerra Fra, la Sexta Flota Americana, los turistas europeos que ya asoman en la obra y el capital internacional;
y si el enemigo se dilua, el amigo tambin: la izquierda se divida en pro-sovitica y anti-sovitica, y dentro de
las dos tendencias, en pro-reformistas y pro-revolucionarios. El tren que se haba puesto en marcha lo vieron
venir muy bien Ridruejo, Semprn, Claudn y Goytisolo, aunque todos fueran arrollados por l.
28 Con un tono ms de desideratum desesperado que de descripcin objetiva: si ramos pobres lo mejor que
podamos desear era ser tambin feos...que es como confesar pero yo os tengo que retratar feos...
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y no en todo psiquismo humano29, no, por supuesto, en las lites, dominadas siempre, supo-
nemos, por un regio super-ego capaz de canalizar adecuadamente cualquier impulso animal.
La masa, sin embargo, para vivir su alegra, se aniquila a s misma.
Goytisolo cita el episodio in extenso en Campos de Njar para criticar el elitismo de D.
Jos, aduciendo que son las clases dominantes las que en Espaa siempre se han dedica-
do al exceso y al derroche, y que el pueblo la masa de Ortega, a lo sumo los secunda
alegremente. Y sin dejar muy claro en qu consista exactamente ese secundar, el autor
sugiere que las vctimas de tales excesos y derroches siempre sern las masas populares, y
las minoras selectas los culpables.
No haba vctimas ni culpables, sino un pueblo en general simpln, en la composicin
satrica en quintillas que public el licenciado (e Ilustrado) D. Ventura Lucas ese mismo
ao de 1759: La locura ms discreta, que se dice execut, la Villa de Njar, del Obispado
de Almera, el da 13 de Septiembre de 1759, en la aclamacin de Nro Catholico Monarca
Don Carlos III (Gil Albarracn y Sabio Pinilla, 1994), composicin de la que la nota citada
por Ortega parece ser un fiel extracto. Hay, s, unos instigadores de la fiesta: los dos Alcal-
des que renen al Concejo y dan la orden de que se traiga de beber y el Cura que grita
a las mujeres para que echen la casa por la ventana; pero lo cierto es que con la borrachera
general se forma la turba que avanza cruel y que tira es decir, reparte los granos del
psito, los dineros de las arcas, el tabaco, la que derrama por las calles los lquidos de las
tiendas y tira la casa por la ventana.
Por suerte, disponemos de dos respuestas, tambin en quintillas!, a la stira de Ventura
Lucas: la primera es de un protagonista y testigo directo, D. Gregorio Costales, el Al-
calde ms viejo y por tanto uno de los instigadores de la destruccin aunque el autor
material de los versos sea su apasionado Bernardo de Aguilera, .y la segunda de una
vecina de Njar al parecer afincada en Madrid, Da. Francisca Moreno. Por suerte tambin,
ambas rplicas se basan en los mismos dos argumentos, a los que luego Da Francisca aa-
dir alguno ms, y que insisten en la falta de veracidad de lo que cuenta Ventura Lucas y la
ausencia de excepcionalidad de lo ocurrido realmente.
Tanto D. Gregorio como Da Francisca acusan a Ventura Lucas de Fabulador: Si
lo has odo Por qu tanto puntualizas?, es decir, si t no estuviste ah, de donde sacas
tantos detalles? Dir el Alcalde que, para escribir Relaciones es menester imponerse en el
caso y no meterse a escribir fabulaciones. Lo que se cuestionar es la magnitud de la fiesta:
se bebi vino, s, pero no aguardiente, y tampoco se verti aceite aunque s vinagre, miel y
vino, ni el Cura espole a las mujeres para que tiraran la casa por la ventana aunque se arro-
jaran muchos trastos, ni hubo el general desorden que pretende Ventura ms prximo a las
fiestas dionisacas, pues hombres y mujeres cuando juntos se miran se separan veloces por
las ojeadas que tiran. En definitiva, hubo destruccin y derroche, pero dentro de lo normal:
si son desatinos, toda la Espaa lo ha errado, dir el Alcalde, y para mostrarlo, tanto l
como Da. Francisca citan casos que deban ser conocidos en la poca de gasto suntuario o
destrucciones patrimoniales en Madrid, Valencia y otros Pueblos.
Aparte de que D. Ventura Lucas no haya sido testigo de los hechos, y de que los testigos
no corroboren lo contado por l, Doa Francisca intercala alguna reduccin al absurdo de su
posicin: si estaba todo el mundo tan borracho, Por qu no hubo heridos ni muertos, sobre
todo cuando tiraban la Moneda?, pero adems, Quin puede creerse que todo un pueblo se
29 Los miembros del Colegio de Sociologa, sobre todo Caillois y Bataille, vieron en el impulso de muerte una
tendencia de lo vivo a restablecer el equilibrio original de una naturaleza indiferenciada: el mimetismo de los
animales, las experiencias de fusin con la realidad de esquizofrnicos, msticos y viajeros lisrgicos o extticos,
los orgasmos que los franceses han llamado la ptite morte-, etc., etc., seran ejemplos de esa tendencia general
de lo vivo a restablecer un equilibrio, como si lo vivo, por tener lmites, por exigir separacin, un afuera y un
adentro, fuera en s doloroso.
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Tal es nuestra situacin: Goytisolo cita a Ortega, que cita a Manuel Danvila, quien dice
haber visto un documento que obra en poder del Sr. Snchez de Toca que sospechosamente
coincide en los puntos esenciales con una stira potica que pretenda ridiculizar al pueblo
de Njar describiendo una fiesta que el autor confiesa no haber visto. Por otro lado tenemos
30 Curiosamente, sta es, en cierto modo, la explicacin que dan Gil Albarracn y Sabio Pinilla en su obra dedi-
cada al tema; el exceso destructivo tendra como causa el carcter militarote de la poblacin de Nijar, descendi-
ente casi toda de los soldados que custodiaban la prisin militar que haba sido la villa desde el siglo XVI: es
probable que esta circunstancia, la de una parte importante de la poblacin sometida a las pautas de la disciplina
militar y la consiguiente adhesin inquebrantable al poder, pueda explicar ciertos aspectos del carcter de las
gentes de Njar y de su comportamiento colectivo
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Y es notorio que ah donde el escritor social, etic, objetivo, encontrara un motivo para
denunciar, documentar y aclarar el alcance de esas supersticiones en el sureste espaol32,
el viajero que recorre la pendiente de los campos de Njar ve un pretexto para confirmar que
est efectivamente llegando al corazn de las tinieblas:
31 Tan parecidos a la pareja de franceses que, ataviados de safari, estn en panne a un lado de la carretera en
Campos de Njar.
32 Hay otras muy generalizadas en los Campos de Njar, como la creencia en el mal de ojo y en la sanacin
milagrosa de las herpes-serpientes.
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forma en un buque fantasma como el de Marlow, flotando entre brumas por una selva ya no
tropical, sino lunar y ptrea: ramos vagabundos en medio de una tierra prehistrica, de
una tierra que tena el aspecto de un planeta desconocido (Conrad, 1986: 66).
Como los personajes que bullen en torno a Kurtz, los habitantes de Carboneras se escu-
rren como sombras en casas cerradas a cal y canto. El mar est negro; se ven la enfermedad
y el hambre, sntomas que avisan de que hemos llegado o estamos cerca del punto cero del
nihilismo, all donde, segn Jnger, los valores se funden y el dolor ocupa su lugar: un
ciego y un dispensario antitracomatoso, un nio panzudo, una mujer con bocio33...y los del
lugar dando vtores a Espaa: Sin duda, ste tena que ser el final del ro. El viaje, ahora
un viaje a los infiernos, deja al viajero borracho y llorando en una playa del pueblo.
Cuando, en el captulo siguiente, el viajero vuelva a la normalidad cotidiana, llegar a
mentir que la angustia es un mal pasajero, que hay un orden secreto que rige las cosas y que
el mundo pertenece y pertenecer siempre a los optimistas. Se pondr una piel coricea que
sabemos, por la contradiccin performativa del tono de la obra y del hecho de que sta haya
sido escrita posteriormente al viaje, que es falsa. El viaje ha hecho mella, aunque el autor no
puede confesar todava en qu sentido. Lo ir haciendo, aqu y all, en los aos posteriores.
Si los valores occidentales tienen validez universal no cabe sino concluir que
las otras sociedades, so pena de vegetar en una ignorancia infamante, deben
seguir, de buen grado o por la fuerza, el modelo redentor (cristiano, burgus o
socialista) de las sociedades modernas (Goytisolo, 2009: 869).
33 El estudio de esta enfermedad haba llevado a Gregorio Maran a Las Hurdes de Extremadura, y de ah sali
el documental de Buuel Las Hurdes, tierra sin pan, un claro referente de Campos de Njar.
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Por otro lado, a lo anterior se aada la entrada de los tanques soviticos en Budapest,
que haba provocado un cisma en el ya cismtico comunismo europeo, y la defenestracin
de Semprn y Claudn por defender un eurocomunismo alternativo al modelo sovitico
que al final se acabara imponiendo; todo esto termin desdibujando las seas de iden-
tidad polticas del autor de la triloga documental: la nica liberacin de Juan sin Tierra
fuera del sexo y la realidad histrica se llevar a cabo en el mbito de la creacin literaria
o el reino de la utopa. En definitiva, Goytisolo dejar de luchar por un progreso y una mo-
dernidad en los que no cree, al mismo tiempo que compensa esto en la lucha por la dignidad
cultural del Islam, se desprende de la categora ingenua de pueblo34 y abandona la idea
de una va revolucionaria para Espaa. Persistir siempre en nuestro autor, no obstante, por
debajo de las transmutaciones, un a priori del dolor: la denuncia permanente de cualquier
forma de opresin humana.
En segundo lugar, Seas de Identidad es una novela sobre la prdida de las seas de
identidad de lvaro Mendiola, y las va perdiendo una a una: familia, clase social, pas, sexo,
pueblo, e ideologa dejan de sustentarle en sus atributos. El sujeto narrador omnisciente
propio de la novela moderna, de la novela-tesis, se convierte en una mera voz entre otras
voces, la dialogia y la polifona bajtinianas, ahora s, imperan, porque aqu hablan desde las
paredes a las fichas policiales, desde el amigo al enemigo. La denuncia sigue ah, pero ahora
realmente hablan los oprimidos, en fragmentos que son como un grito articulado. La obra
va adquiriendo el aspecto de un collage que nuestro autor, con un gesto muy posmoderno,
emparenta con la de Juan Ruiz, el arcipreste de Hita:
34 En Goytisolo, 1994: 199, hablando de los emigrantes espaoles en Francia: Sucesivamente, los haba admi-
rado, querido, idealizado, aburrido, despreciado, evitado; haba entablado emocionada conversacin con ellos
en bares srdidos o compartimentos de ferrocarril de segunda clase, haba fotografiado sus inhspitos bar-
racones, (...). Que la prdida de una concepcin ingenua del pueblo sea paralela a la liberacin sexual de
Goytisolo no es una casualidad: una canalizacin adecuada de la libido siempre nos ahorra de romanticismos
hueros. La influencia de Jean Genet en esto fue decisiva.
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Veinte aos despus de que el Alcalde franquista de Njar le declarara persona non grata
y plantara un cadalso en la plaza del pueblo preparado para Juan Goytisolo, el Alcalde so-
cialista de Njar le conceda el ttulo de hijo adoptivo de la villa. Al aceptar tal distincin,
Goytisolo confes:
ros a los que medio mundo asisti perplejo a travs de la televisin provocaron agudas e
indignadas respuestas de Goytisolo en los peridicos, donde afirm que los brotes racistas
se deban al enriquecimiento sbito de capas sociales desfavorecidas y semianalfabetas, lo
que le vali que el Ayuntamiento de El Ejido lo declarara, otra vez, persona non grata en
los noventa35.
Ya dijimos que todo viaje es inicitico: en esas smosis permanentes de las membranas
del yo durante un viaje, cualquier viaje, desde los viajes espaciales a los que hacemos en
autobs de lnea, mella o pule los difusos lmites de nuestra identidad personal. A veces
se cumplirn todas las condiciones para poder hablar de un autntico rito de paso; que ste
ocurra en un viaje por el recndito ro Congo o mientras subimos en ascensor al piso cator-
ce, es cosa que no sabemos, lo nico cierto es que lleg una persona y se fue otra distinta.
Los paisajes desrticos tienen esa peculiaridad: bautizan. A la iniciacin en el viaje al de-
sierto corresponde lo que Bowles llama el Bautismo de la soledad, que es lo que le ocurri
a Juan Goytisolo cuando viaj por los Campos de Nijar.
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2002 Memorias. Barcelona: Pennsula.
35 Hoy, diez aos despus, el responsable de esa declaracin de ingratitud permanece en la crcel.
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ba