Anny Cordiè - Un Niño Psicótico - Anny Cordiè PDF
Anny Cordiè - Un Niño Psicótico - Anny Cordiè PDF
Anny Cordiè - Un Niño Psicótico - Anny Cordiè PDF
UN NIO
PSICOTICO
I.S.B.N. 950-602-315-8
1994 por Ediciones Nueva Visin SAIC
Tucumn 3748, (1189) Buenos Aires, Repblica Argentina
Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723
Impreso en la Argentina / Printed in Argentina
LA HISTORIA DE SYLVIE
luego le record que ella haba sido u n a beba que m am aba del
pecho de su m adre. Reanud sus acercam ientos en las
sesiones siguientes y, un da, logr desprenderm e u n botn
de la blusa -lo que p ara ella era u n a h a z a a - y me toc el
pecho con la p u n ta de los dedos. Su terro r a los objetos
redondos se atenu pero, en ese momento, yo no haba hecho
la comparacin con las secuencias que acababan de desarro
llarse. Me dejaba llevar por lo que Sylvie tra a d nuevo en
cada encuentro, improvisando, da a da, nuevas m an eras de
abordar el m aterial de las sesiones, dejando p ara m s
adelante el momento de la reflexin. P a ra ello, escriba lo que
suceda du ran te la sesin y anotaba igualm ente lo que me
deca la seora H . Le explicaba a Sylvie que as reg istrab a
su historia y el trabajo que ella haca conmigo, que todo eso
quedaba en el legajo que guardaba en un arm ario cerrado.
Cuando me dej, a los once aos, me dijo que u n da volvera
a verm e p ara buscarlo, y se lo m o strara a sus hijos.
Alrededor de siete meses despus del comienzo del anlisis
se produjo un acontecim iento im portante. Desde haca algn
tiem po los padres me sealaban un principio de lenguaje.
Sylvie pronunciaba algunas palabras: pap sali, m am ,
g arg an ta, pies Cordi. Yo h ab a olvidado esta ltim a
locucin, que no record sino recientem ente, al releer el
legajo. Ahora bien, algn tiem po despus de la aparicin de
estos prim eros vocablos, con Sylvie sen tad a en m is rodillas,
le dibuj el m ar, u n a casa, barcos -v iv a en u n a ciudad
costera. Golpete con el lpiz, como lo haca ella m ism a, p ara
rep resen tar los granos de aren a de la playa. Se volvi
entonces hacia m y pronunci la palabra a ren a, que repiti
incansablem ente con gran jbilo. E sa palabra era la prim era
que pronunciaba en mi presencia. Me sorprendi que fuera
ju stam en te sa: Qu pas en la playa? Te g u sta la arena?
Si quieres, vamos a h a b lar de eso con tu m adre. Despus de
la sesin, le pregunt a la seora H* si a su hija le gustaba la
playa. Me enter de ese modo de que le ten a mucho miedo
al m ar y se negaba obstinadam ente a salir del auto cuando
la fam ilia iba a la playa; se quedaba gritando, arrinconada
preciso m an ten er con firm eza ciertas reglas, que los padres
intentan por todos los medios tran sg red ir o hacer tran sg red ir
al analista. Puede suceder, por ejemplo, que acepten a
regaadientes h ab lar delante de su hijo, sabiendo que lo que
digan podr ser retom ado y comentado en la sesin que sigue,
m ientras que lo que el nio diga en ella cae en la esfera del
secreto profesional y nunca les ser revelado, salvo voluntad
expresa de aqul. Desde luego, esto puede p restarse a malos
entendidos, no dejando el nio de m ezclar las cartas, por
ejemplo inform ando a los padres de palabras que h a dicho
atribuyndolas al analista, o m anifestando an te ellos u n a
reticencia a a sistir que en realidad no siente, lo que puede ser
su m anera de recordarles su apego y su fidelidad. No hay
ms que ver la evidente satisfaccin con que la m adre
informa al an alista el poco entusiasm o que pone el nio p ara
concurrir a la sesin! Todo esto form a parte del juego y pue
de ser retom ado en la sesin que sigue.
La regla de la neutralidad del an alista es igualm ente difcil
de m antener con los padres. Es fuerte la tentacin pedaggi
ca ante la dem anda aprem iante de consejos, de opiniones
sobre la conducta a sostener. Pero, al m argen de algunas
respuestas de sentido comn, dejarse llevar puede hacer que
se salga peligrosam ente del m arco del anlisis y de su tica.
E m itir un juicio de valor y, en el peor de los casos, desvalo
rizar la conducta de los padres puede e n tra a r consecuencias
desastrosas p a ra el nio. Por eso, no debera decrsele a ste,
al comienzo, que son sus padres, que seguirn siendo lo que
son y que debe contar con ello?
E ste problema del abordaje de las relaciones padres-nio
plantea cuestiones esenciales, que m ereceran que uno se
dem orase en ellas. No h ar aqu m s que recordar que la idea
preconcebida de la psicognesis y la organognesis provoca
u na tom a de posicin tica. E n efecto, si la psicosis del nio
est inscripta en los genes, de ello re su lta que los p adres no
tienen nada que ver, que ellos mismos son vctim as de esa
fatalidad. Y si la psicosis tiene causas relacinales, los padres
son responsables, por lo tan to culpables. Ahora bien, un
Notas
1. J. LACAN, textos dirigidos a J. AUBRY, op. cit.
2. J. LACAN, Le Sminaire, libro XI, pg. 247 [El Seminario de
Jacques Lacan. Libro XI. Las psicosis, Buenos Aires, Paids,
1993].
3. Discurso de clausura de las Jornadas sobre el psicoanlisis en
el nio, 1967.
4. J. LACAN, Ecrits, pg. 176.
5. J. LACAN, Ecrits, Position de linconscient, pg. 830 y sig.
[Posicin del inconsciente, en Escritos, II, Mxico, Siglo
XXI, 1978].
6. J. LACAN, Ecrits, pg. 827.
7. J. LACAN, Le Sminaire, libro XI, pg. 215
8. J. LACAN, Ecrits, pg. 579.
9. J. LACAN, Le Sminaire, libro XI, pg. 194.
10. J. LACAN, Sminaire XVI, Dun autre lAutre (indito).
11. J. LACAN, Ecrits, pg. 205.
Discurso comn
y discurso mdico
En prim er lugar, un saber popular intuitivo sobre el em ba
razo y la m aternidad, con todas las costum bres asociadas a
ellos, es transm itido oralm ente por las m ujeres que, guardianas de la vida y la m uerte, desde siem pre h an asistido a las
p artu rien tas y los agonizantes; ese saber se refiere tan to a
los fantasm as de la m ujer encinta como al com portam iento
del recin nacido. Los hom bres escuchan esos relatos con odo
indulgente, incluso divertido, pero los parteros se m antienen
las m s de las veces incrdulos, cuando no los condenan
abiertam ente calificando de oscurantistas las p alab ras de
las m adres sobre sus recin nacidos. Fueron necesarios los
descubrimientos recientes p ara confirm arla veracidad de las
intuiciones m atern as cuando atribuyen a sus lactan tes g ran
des capacidades perceptivas y un m isterioso saber sobre el
mundo que los rodea.
Por otra parte, todas las sociedades establecieron reglas
para recibir al nio, quien desde su llegada al m undo ocupa
un lugar definido en el cuerpo social. Los ritos dan testim onio
de esta pertenencia y subrayan la ru p tu ra con el cuerpo
m aterno, introducindolo desde el principio en el orden
simblico (fiestas, padrinazgo, presentacin del nio en
todas las formas rituales, etctera). El padre puede p artici
par en el nacim iento a travs de ciertas costum bres como la
covada, o muy sim plem ente asistiendo al parto y asegurando
los prim eros cuidados del beb, como se hace hoy en da. Los
mitos dan cuenta igualm ente de la gran riqueza del im agina
rio desplegado en torno a la llegada de un nio. Ritos y m itos
estn en general de acuerdo con el discurso de las m adres, y
lo retom an en un contexto que tiene fuerza de ley. E n sus
obras, B ernard This supo restituirnos la verdad inconsciente
contenida en esas costum bres y esos mitos. Se inspira en ellos
para tra b a jar en pro de la hum anizacin de las condiciones
del parto y de un m ayor respeto al recin nacido y al nio.7
1 embarazo
El nio por llegar est presente en el im aginario de la m ujer,
es objeto de ensoaciones, de proyectos, fuente de angustia.
Alrededor de l se hace todo un trabajo de elaboracin, como
lo observamos en el anlisis de las m ujeres em barazadas.
Pero, presente en el im aginario, tiene sobre todo esa presen
cia real en el cuerpo, quiz tan to m s re a l por el hecho de que
actualm ente es posible verlo en la ecografa desde el inicio del
embarazo, e identificar su sexo an tes del nacim iento. Lo que
ocurre en los intercam bios de esos dos cuerpos vivientes an
sigue siendo misterioso. La m ujer experim enta como incon*
trolable el crecim iento del cuerpo del nio que se produce en
lo m s recndito de su propio cuerpo. E sto puede darle un
sentim iento de plenitud flica: e sta r por fin en tera, colmada;
en oposicin, puede sentirse p arasitad a, vam pirizada por un
husped que lleva ya su propia vida. E sta s posiciones ex tre
m as van a condicionar la acogida dada al nio, pero en los dos
casos se p lan tea el problem a de a seg u rar el anudam iento de
lo real, lo simblico y lo im aginario a trav s de lo real del
cuerpo del nio. En Roma, en 1974, deca Lacan:
Por qu escrib en el plano del crculo de lo real la palabra
vida? Es que indiscutiblemente de la vida, despus de ese
trmino vago que consiste en enunciar el gozar de la vida,
de la vida no sabemos ninguna otra cosa y todo a lo que nos
induce la ciencia es a ver que no hay nada ms real, lo que
quiere decir nada ms imposible.15
El nio in tero es ese real imposible de la vida que
prolifera, pero est tam bin m isteriosam ente ligado a la
tra m a im aginaria y simblica del inconsciente m aterno. De
la m adre del esquizofrnico deca Lacan en el Sem inario
sobre la angustia: El nio en su vientre no es ninguna otra
cosa que un cuerpo cam biantem ente cmodo o molesto, es
decir la subjetivacin de a como puro re a l.16 Si ese lazo no
El c aso d e la s e o r a B*
Pude verificar en u n a m ujer joven en anlisis que u na
fractura en el vnculo simblico con el nio poda ocasionar
su m uerte real. La seora B', em barazada de cinco o seis
meses, hablaba del nio que esperaba diciendo que deba ser
forzosamente un varn. E sta creencia se inscriba en un
contexto que no re la tar aqu (era, en particular, la ltim a
de u na serie de mujeres). E n ese momento de su em barazo,
despus de u n a ecografa, el obstetra le anuncia u n a nia. Su
marido est decepcionado, su suegra le dice: Mi pobre
m uchacha, no tiene m s que volver a empezar, su propia
m adre la compadece. Pero no estaba sta secretam ente
satisfecha de esta decepcin que conoci ta n ta s veces? E n la
sesin, la seora B* se queja de contracciones, el obstetra al
que acaba de ver quiere in te rn a rla pues tem e un parto
prem aturo. Le pregunto si la n ia es viable, me dice que no.
La invito entonces a sen tarse frente a m p ara que hablem os
de esa niita. Pens en un nombre, por lo que voy a poder
nom brarla en la conversacin. Cmo im agina a Virginie?
Qu piensa Virginie de sus abuelas? Y de su m adre que la
echa? Yo utilizaba la transferencia; al contradecir a las
abuelas, le m ostraba mi deseo, que revel ser tam bin el
suyo, de que esa n i ita viniera al m undo. M s an, al actu ar
as yo daba una existencia real, concreta a la nia y a su deseo
supuesto de vivir, m ientras que para la m adre la inscripcin
de ese futuro hijo en el linaje no pareca poder hacerse.
Despus de esta intervencin, las contracciones cesaron, la
seora B* dio alu z a trm ino y Virginie fue muy bien recibida.
Verificamos all el impacto directo de lo im aginario sobre
el desarrollo del em barazo. El tero, por la m ism a razn que
cualquier otro rgano, puede ser el asiento de fenmenos
histricos, em barazo nervioso (del que B reuer bien se
h ab ra abstenido), esterilidad psquica, desconocimiento
del estado de em barazo h a sta el mom ento del parto, etc. Pero
cuando eso toca directam ente al desarrollo del nio, por
Nios hipotrficos
Anne Raoul-Duval h a realizado, en el servicio del Profesor
Papiernik en el H ospital Bclre de C lam art, u n estudio
sobre la relacin en tre el deseo de un hijo y la aparicin de
nios hipotrficos. E studi 42 casos de m adres que dieron a
luz nios hipotrficos. Se tra ta de nios nacidos en trm ino
pero cuyo crecimiento se lentific o interrum pi in tero, sin
ninguna razn somtica. En todas estas m adres se encuen
tra n algunas constantes: u n a indiferencia total frente al
em barazo y una no representacin im aginaria del nio por
llegar. La fu tu ra m adre no reconoce las modificaciones de su
cuerpo, contina con su modo de vida an terio r sin hacer
proyectos p ara el parto y la acogida del nio. En general no
tiene leche y nunca se observa la depresin post p a rtu m , lo
que es comprensible dado que no tiene que hacer el duelo por
lo que no existi: el nio im aginario. La pulsin de m uerte
parece en accin en estos em barazos que, por o tra parte,
pueden saldarse con la m uerte del nio in tero. Los antece
dentes de las m adres son a m enudo pesados y difcilm ente
delim itables en un estudio de este tipo. L a au to ra piensa que
siem pre tuvo lugar un fracaso inicial en la relacin con la
m adre y algo as como u n a profunda depresin, com pensa
da m ediante u n a sobrecarga intelectual o social. La au sen
cia total de deseo, la ausencia de representacin en torno al
em barazo estn m s all de lo que puede parecer como un
rechazo del nio. No se percibe en ello algo del orden de la
forclusin? El hecho de que esta situacin provoque una
De los sufrimientos
antes del nacimiento
El padre de u n a joven em barazada estaba internado en un
estado m uy grave, que dejaba pocas esperanzas de supervi
vencia. Al final de su em barazo, ella se senta especialm ente
angustiada, esperando a la vez la llegada del nio y el an u n
Alimentarse
Los descubrim ientos de los ltim os aos sobre la extrem a
precocidad de las capacidades de percepcin y de a le rta del
lactante han cambiado la aprehensin que se te n a del
m undo de la infancia; el beb ya no es nicam ente u n tubo
digestivo, sino u n a persona. A causa de ello, la oralidad, si
bien conserva toda su im portancia, debe ser reconsiderada
en sus relaciones con otras funciones.
La pulsin oral se inscribe de e n tra d a en el nivel de la
necesidad, ser alim entado. Si el ham bre no se sacia, llegan el
sufrim iento y la m uerte. All, el nio se en cu en tra en u n a
impotencia absoluta, en un estado de to tal dependencia del
Otro que asegura su supervivencia. E s ta dependencia existe
tam bin en el plano motor; el pequeo hum ano tiene necesi
dad del adulto p a ra sus desplazam ientos, aunque sean
mnimos. Si bien puede g irar la cabeza, sin la asistencia del
otro no puede mover el cuerpo p ara encontrar u n a posicin
De la necesidad al deseo
Desde el nacim iento hay u n a ru p tu ra en el cuerpo del recin
nacido, cuya central vital relacional, h a sta entonces situada
en medio del abdomen, en la zona umbilical, se desplaza
Corentin, el prematuro
La observacin de un nio m uy prem aturo31 nos lo dem ues
tra. Corentin naci a los seis m eses de em barazo, con un peso
de 900 gramos. Por ello, su supervivencia dependa del buen
funcionamiento de un equipo complicado y de los cuidados
intensivos de un personal altam ente calicado. Sus padres
atravesaban fases de esperanza y de desaliento, temiendo,
en especial, eventuales secuelas neurolgicas de esta prem aturidad. Cuando C orentin adquiri un desarrollo suficiente
y la autonom a de sus funciones vitales, el equipo que lo
asista advirti que era imposible suprim ir el aparato. C ada
ten tativ a de extubacin, que provocaba los trastornos vitales
que mencion antes, term inaba en un fracaso, lo que tuvo por
efecto desm otivar a las personas que se ocupaban de l.
E stas interpretaban la actitud de C orentin como u na n ega
tiva a vivir, y respondan a ello m ediante un abandono.
Los mismos padres iban cada vez menos a verlo. C orentin
pareca m antenerse vivo exclusivam ente a trav s de las
m quinas, a la m anera de un ser robotizado. Fue entonces
cuando el mdico jefe del servicio pens que la situacin no
poda seguir as. Convoc a los padres p a ra exponerles el
problema; contem plaba la posibilidad de practicar u n a traqueotoma para introducir u n a asistencia resp irato ria p er
m anente, operacin que perm itira al nio llevar u n a vida
m s norm al y que la crianza fuera posible. Corentin podra
salir de la cama, ser alim entado, acunado, m anipulado como
La pulsin oral
y la pulsin anal del Otro
Vayamos a la pulsin oral. Qu es? Se habla de los fantas
mas de devoracin, hacerse manducar. En efecto, cada uno
lo sabe, est verdaderamente all, confinando con todas las
resonancias del masoquismo, el trmino otrificado de la
pulsin oral. Pero por qu no poner las cosas entre la espada
y la pared? Puesto que nos referimos al lactante ante el
pecho, y como la crianza es la succin, digamos que la pulsin
oral es el hacerse chupar, es el vampiro.46
A la m adre, con su recin nacido, no puede no incum birle
Paul-Marie y su eczema
Este chico de ocho aos me haba sido derivado por un
dermatlogo a causa de un eczema im portante, tratad o sin
grandes resultados desde haca aos. Hijo nico, Paul-M arie
saba que seguira sindolo: em barazo tardo, deseado ap a
sionadam ente por la m adre que estuvo paralizada por u n a
citica desde el prim er mes, em barazo rechazado por el
padre, poco dispuesto por razones personales a cargar con un
rol paterno. P a ra no m olestar a su m arido con este beb que
m anifestaba su presencia un poco dem asiado ruidosam ente,
la m ujer lo escamote (es su expresin) lo m ejor que pudo,
disimulndolo lo m s posible ante un padre que ten a inters
en conservar su tranquilidad. Si Paul-M arie estaba disim u
lado a la m irada paterna, la m adre, en cambio, no se cansaba
de contemplarlo, de adm irarlo. La m ayora de las veces lo
ten a junto a ella, p ara aprovecharlo al mximo. El eczema
justific un inters renovado en ese cuerpo precioso al que
La pulsin sadomasoquista
del Otro
El sadomasoquismo es un trm ino comodn que recubre
varias realidades y del que se apoder el lenguaje corriente,
contribuyendo a la confusin.
H abra motivos p ara distinguir lo que corresponde a la
p u lsi n , al fantasm a y a la perversin sadom asoquistas. En
su Sem inario sobre La angustia, Lacan subraya el carcter
absolutam ente heterogneo del masoquismo y, a este
respecto, habla de masoquismo femenino, m asoquismo
ergeno y masoquismo m oral.48
En la relacin del adulto con el nio, cimonos por el
momento a la pulsin y al fantasm a, reservando p a ra m s
adelante una reflexin sobre la perversin a propsito de
Sylvie.
La pulsin propiam ente dicha, con su carcter acfalo,
est, en el caso del sadomasoquism o, m s cerca del actu ar
perverso que el fantasm a, en el cual se encuentran im plica
dos no slo el objeto sino el sujeto en cuanto S. E sta pulsin
in teresa en el m s alto grado a la configuracin que enunci
al principio, la del nio en posicin de objeto a p a ra el Otro,
Sylvie en el corazn
de la red libidinal
de toda una familia
M ientras que la identificacin con el objeto tiende a borrarse
y en el pasaje del se r al ten er ese objeto se construye progre
sivam ente, el nio psictico est en posicin de no dejar de
revelar la verdad de este objeto. Le falta la mediacin
p a tern a , que le perm itira renunciar a e sta funcin y e n tra r
en la significancia flica. Notemos el carcter de fijeza de esta
posicin. Acaso no escribe Lacan que L a distancia en tre la
identificacin con el ideal del yo y la p a rte tom ada del deseo
de la m adre, si no tiene mediacin (la que norm alm ente
asegura la funcin del padre), deja al nio abierto a todas las
tom as fantasm ticas. Se convierte en el objeto de la m adre
y ya no tiene o tra funcin que revelar la verdad de este
objeto?60
M s adelante intentarem os u n a reconstruccin im agina
ria de la vivencia de la beba Sylvie frente al traum atism o y
a los reencuentros fallidos con su m adre. Pero procuremos en
este mom ento se alar el lugar que ella ocupa en la economa
libidinal de esta m adre, de la pareja de los padres y de la
fam ilia am pliada.
Notas
1. Jacques LACAN, crits, pg. 814.
2. Ibid., pg. 813.
3. J. LACAN, Seminario sobre La angustia (indito), clase del 12
de diciembre de 1962.
4. Ornicar?, n 29, pg. 17.
5. Grard BERQUEZ, L autisme infantile - Introduction une
clinique relationnelle selon Kanner, PUF, 1983.
6. Philippe ARIS, Essai sur lhistoire de la mort en Occident, du
Moyen-Age nos jours, Seuil, Histoire, 1975 [La muerte en
Occidente, Barcelona, Argos Vergara, 1982]; Mourir autrefois,
Archives Gallimard Julliard; Elisabeth BADINTER, Lamour
en plus, Flammarion.
7. Bemard THIS, Nattre, Aubier; Naitre et sourire, Aubier; Le
Pre, acte de naissance, Seuil [El padre, acto de nacimiento,
Buenos Aires, Paids]; La requte des enfants naitre.
8. Philippe ARIS, L enfant et la vie familiale sous lAncien
Rgime, Seuil, Histoire, 1973 [El nio y la vida familiar en el
Antiguo Rgimen, Madrid, Taurus],
9. Ren A. SPITZ, Lapremire anne de la vie de lenfant, prefacio
de Anna Freud, PUF, 1958 y 1963 [El primer ao de vida del
nio, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica].
10. Subrayado nuestro.
11. J. LACAN, Le Sminaire, libro XI, pg. 174.
III
CLINICA DEL OBJETO
M s a trs,
De qu naturaleza
es el objeto a?
E l objeto a es un hilo conductor, una pieza m aestra en la
elaboracin lacaniana del ser del sujeto. A trapado en la ope
racin de hendidura del sujeto (/chspaltung), encuentra su
lu g ar en el fantasm a, la transferencia, el sntom a, e in sp ira
r a Lacan las frm ulas de la sexuacin en el Sem inario A n .
Pero, cules son sus orgenes? Con toda lgica, la cuestin
de la em ergencia del objeto se le plante desde los prim eros
tiem pos de su elaboracin. El Sem inario sobre La an g u stia
es indiscutiblem ente el m s rico en enseanzas sobre lo que
nos ocupa aqu: el nacim iento del sujeto y el surgim iento del
objeto. Puesto que, si bien su concepto del objeto a se modific
con el correr de los aos, Lacan nunca volvi sobre algunas
de sus caractersticas propuestas en aquel momento; si
abandon algunas de sus formulaciones, m antuvo otras a lo
largo de toda su enseanza. Es sobre estas ltim as que me
apoyar.
El mismo dice que su concepcin del objeto a tuvo como
pu n to de p artid a u n a reflexin de W innicott sobre el objeto
transicional. E n 1951, ste produjo u n a comunicacin titu la
d a Objetos transicionales y fenmenos transicio nales.4
P a rta de u n a observacin trivial que todas las m adres co
nocen, la existencia en muchos nios de un objeto privilegia
do del que no pueden prescindir. C ada uno pudo ser testigo
del dram a, de la angustia y los llantos que puede provocar la
prdida de este objeto, por ejemplo en el momento de dor
mirse.
Lo que parece h ab er atrado el inters de Lacan en este
texto de W innicott es la nocin de zona interm edia en tre la
m adre y el nio, donde se sit an a la vez el objeto y la
ilusin. Esto es lo que dice W innicott:
La zona intermedia separa lo subjetivo de lo que es percibido
objetivamente. El objeto es a la vez realidad interior y
Goce y angustia
En este Seminario, Lacan se interroga sobre el comienzo del
objeto, lo que a nosotros, interesados como estam os en los
nios neurticos o psicticos, nos preocupa particularm ente.
A ngustia
Deseo
Goce
La angustia psictica
Si bien hay este indecible de la angustia, el psictico la g rita
por todo su ser e in te n ta vencerla con todos los medios que
quedan a su disposicin: retraim iento autstico, creacin
artstica o delirante, pasajes al acto, proyecciones paranoi
cas, etctera.
Fenomenolgicamente, no puede negarse la especificidad
de e sta angustia, que es casi palpable. P rontam ente identificable en la relacin con estos pacientes, a rra s tra al otro al
desam paro y puede suscitar actitudes reactivas en el te ra
peuta: multiplicacin de las interpretaciones, ejercicio de u n
poder represivo...
E sta angustia es sufrim iento indecible. Schreber nos dice
cmo la domestica. O tros autores, como A ntonin A rtaud, la
hab lan sin cesar, en una profusin verbal que a veces repele
al lector por sus repeticiones, sus contradicciones, su incohe
rencia. Es sufrim iento del alm a, pero tam bin sufrim iento en
el cuerpo que se dispersa, sufrim iento de persecucin porque
todo se convierte en agresin hacia un ser eternam ente
supliciado, crucificado.24
A. A rtaud se rebela contra los que la im itan, los que hacen
de la locura un esteticismo. A dhiere al grupo surrealista, del
E l c u e rp o
y s u r e p r e s e n ta c i n
El cuerpo de Sylvie aparece sin lm ite de piel. Sus dibujos
perm iten seguir la evolucin de su representacin.
En uno de los prim eros que hizo, hacia los seis aos de
edad, se ven dos personajes de aspecto casi fetal, enterrados
a medias; slo el m s grande tiene un esbozo de piernas. Con
referencia a ellos, Sylvie evoca el episodio de la playa en el
que, habindose encolerizado su m adre m ientras ella jugaba
en la a ren a mojada, haba perdido el uso de las piernas.
E n otro dibujo un poco m s adelante la m ism a rep resen
tacin del cuerpo se depura, pero sin modificarse verd ad era
mente; la m ism a forma se cubre de ropa pero sin que el cuerpo
asum a un modelado m s preciso. El rostro, en cambio, se
diferencia y conserva un aspecto un poco inmvil, a sem ejan
za de su m ueca Barbie, que en esa poca no la abandona. La
cabellera, que siem pre tuvo m ucha im portancia p ara Sylvie,
pasa a ser el elem ento esencial. A un m s adelante, la ropa
cobrar a veces una am plitud ta l que llegar a ahogar a la
persona.
E n muchos dibujos figura una im agen de doble, con
intrincacin de dos personas. Esto se acerca a lo que postu
lbam os an tes con respecto a la ausencia: Sylvie es el otro,
existe por el otro. En los momentos de gran regresin, su
m adre dice: La cosa va m uy m al, ya no sabe si es ella o yo.
P a ra Sylvie, la representacin tipo de su im agen del
cuerpo es uno sin exterior ni interior, prolongado por piernas
El objeto oral
D etengmonos ahora en el objeto oral, que parece haber
estado en el origen de la psicosis de Sylvie, siguiendo siem pre
la orientacin lacaniana, que hace de esta operacin de corte
a la vez el punto de angustia y el lugar en el que se origina
el deseo. En el Sem inario sobre La an g u stia, Lacan seala:
El punto de angustia est ms all del lugar donde se detiene
el fantasma en su relacin con el objeto [...]. Es la zona que
separa goce y deseo la falla donde se produce la angustia [...].
La angustia es este mismo corte sin el cual la presencia del
significante, su funcionamiento, su entrada en lo real son
impensables.
Es difcil h a b lar de esta prim era an gustia oral de separacin
del objeto, no siendo el corte mismo, ta l vez, m s que un
momento mtico. Tratem os, a pesar de todo, de hacer u n a
reconstitucin im aginaria, perm aneciendo lo m s cerca po
sible de la clnica. Lo que comprobamos, tan to en Sylvie como
en cualquier nio psictico, es claram ente esto: que la
angustia subsiste en lugar del objeto que h ab ra debido
producirse.
Recordemos que el prim er corte, en tre la m adre y el hijo,
al que se crea radical, no es sino relativo ya que siem pre hay
u n objeto en tre los dos, la placenta o el pecho, que no
U 45
Condiciones mnimas
para que se produzca un sujeto
P a ra que se anuden lo real, lo simblico y lo im aginario, p ara
que los objetos a ocupen el lugar que les corresponde en la
geografa del cuerpo, una boca p a ra comer, odos p a ra
escuchar, ojos p ara ver, etc., tomado todo en la dim ensin
ta n to im aginaria como m etafrica, p a ra que u n a conexin
significante se apoye sobre estos objetos, es preciso que se
cum plan ciertas condiciones.
Debe m antenerse u n a coyuntura ta l que el desarrollo del
sujeto infans se produzca sin dem asiados riesgos. He aqu
sus elem entos esenciales:
Come, Sylvie!
Cuando tena alrededor de cinco aos, en el transcurso de
u n a sesin Sylvie me dice que tiene ham bre. Le pregunto qu
quiere comer. Un yogur, me responde. Los padres se quejan
sin cesar de lo que p a ra ellos ten a de obligatorio la p u esta en
escena de cada comida, pero yo m ism a nunca haba sido
testigo de esas sesiones de forcing. Saba que en la institucin
que frecuentaba se pasaba el da sin comer, sin o rin ar ni ir
al retrete, pues el equipo se negaba a obligarla. Ese da,
entonces, le llevo un yogur que pongo en un plato con azcar,
y le doy u n a cuchara. Yo m ism a lo pruebo y le digo: Aqu
tienes, puedes comer, est rico. Me retruca: Oblgame. Le
contesto que ella sabe muy bien que no la obligara nunca,
que pienso que puede comer sola o, al menos, tra ta r. En el
mom ento en que va a llevarse a la boca la prim era cucharada,
rechaza el plato con violencia, se levanta de la silla, visible
m ente m uy angustiada, y se pone a gritar: No comer Sylvie,
no comer Sylvie!
enem as, no saba con certeza cul de los dos orificios (boca,
ano) ingera y cul elim inaba, y no controlaba ni uno ni otro,
de donde sus com portam ientos de defecacin ritualizados.53
En cualquier nio hay inquietud y perplejidad al d a r al
Otro lo que ste pide, sobre todo cuando ese algo proviene del
interior de su cuerpo. La paradoja de esta situacin fue
subrayada por Freud. Lacan com enta en estos trm inos el
texto freudiano:
Esta demanda de la madre: gurdalo - dalo, si lo doy,
adnde va eso? [...] Ese montoncito de mierda es obtenido a
la demanda, se lo admira: Qu linda caca!, pero por lo
mismo esta demanda implica tambin que sea desaprobado,
porque a pesar de todo se le ensea que no hay que guardar
demasiadas relaciones con esa linda caca, como no sean
satisfacciones sublimatorias; si se lo embadurna, evidente
mente, todos saben que es con eso que se hace54.
A veces el nio tiene dificultades p ara hacer frente a esta
situacin. La dem anda cada vez m s acuciante del Otro
puede llevarlo a negarse a d a r ese objeto ta n codiciado, p a ra
experim entar su prim er sentim iento de autonom a, de domi
nio de su cuerpo. Puede tam bin cuestionarse sobre lo que
oculta esa dem anda (Che i>uoi?). La negativa del nio es a
m enudo proporcional al encarnizam iento con que su m adre
tra ta de obtener el objeto. No revela esta dem anda el deseo
subyacente de conservar el dominio del cuerpo de su vstago,
al que ella m ism a no quiere soltar?
E ste objeto anal e n tra en los cuidados y las preocupaciones
m atern as desde el nacim iento y luego, llegado el momento,
se vuelve algo de lo que puede sacar partido. El Otro pide al
nio que lo presente como regalo, pero p a ra desem barazarse
de l en el acto. A unque haya equivalentes sublm atenos,
este objeto conserva un peso de real que no tienen los otros
objetos: por ejemplo, cuando el nio comienza a ir solo al
bao, se vuelve loco si no ve sus excrementos an tes de dejar
correr el agua. Las preocupaciones acerca de la defecacin
form an p arte de las inquietudes cotidianas de los adultos,
Sobre la voz
La voz es portadora de palabras, en cuanto im perativo, en
cuanto reclam a obediencia o conviccin, no se sit a en
El pseudo-objeto transicional
del psictico
Se tra ta de un objeto tomado del am biente fam iliar del nio,
pedacito de tejido, viejo objeto de peluche que h a estado en
contacto prolongado con su cuerpo y conserva su olor. E ste
objeto est ligado a las esferas oral y respiratoria. El nio, en
las m anipulaciones ms o menos complejas, lo chupa y lo
respira: puede, por ejemplo, enroscar un mechn de su pelo
al mismo tiempo que chupa el objeto o uno de sus dedos,
chuparse el pulgar hacindose cosquillas en la nariz con un
extrem o de la m anta, etctera. C ada nio encuentra r p id a
m ente u n modo especfico de utilizacin de este objeto y no lo
cambia nunca. Algunos lactantes se chupan el pulgar desde el
nacim iento, costum bre que pudieron contraer in tero, como
lo dem uestran las ecografas. El nio reclam a este objeto en
los momentos de so13dad, cuando se ab u rre o procura dorm ir
se. Su utilizacin frecuente y prolongada puede ser un signo
de sufrim iento, de tristeza, a veces de regresin.
E ste objeto no es el objeto a , el que e st atrapado en el
cuerpo mismo, del que es un derivado y que se presenta como
prolongacin del objeto oral y del respiratorio. E n su Sem i
nario sobre La angustia, Lacan h ab la de l de esta forma:
Este objeto al que (Winnicott) llama transicional es verdade
ramente el que yo llamo un objeto cesible, trocito arrancado
a algo, la mayora de las veces unas mantillas. Se ve con
claridad el soporte que el sujeto encuentra en l. No se
disuelve en l, se conforta en su funcin de sujeto en relacin
con la confrontacin significante. No hay carga de a, hay, por
decirlo as, investidura, existe en la relacin de a algo que
reaparece despus de su desaparicin.59
N o ta s
1. FREUD, Trois essais sur la sexualit, Ides, Gallimard.
2. FREUD, Pulsions et destn des pulsions, Mtapsychologie,
Ides, Gallimard.
3. J. LACAN, Ecrits, pg. 579.
4. D. WINNICOTT, Psychiatrie de lenfant.
5. D. WINNICOTT, De la pdiatrie la psychanalyse, Objets
transitionnels et phnomnes transitionnels, pg. 109, Payot,
1969 [Escritos de pediatra y psicoanlisis, Barcelona, Laia].
6. D. WINNICOTT, Jeu et ralit. Lespace potentiel, Gallimard,
1971 [Realidad y juego, Buenos Aires, Gedisa].
7. J: LACAN, Seminario sobre La angustia (indito).
8. J. LACAN, crits, pg. 848.
9. J. LACAN, Seminario sobre La angustia.
10. Petit Robert.
11. J. LACAN, Sminaire III, Les Psychoses, pg. 520 [El Semina
rio de Jacques Lacan. Libro 3. Las psicosis, Buenos Aires,
Paids, 1993].
12. J. LACAN, crits, pg. 845.
13. J. LACAN, Seminario sobre La angustia.
14. J. LACAN, Ecrits, pg. 847.
15. J. LACAN, Sminaire XI, pg. 181.
16. J. LACAN, Seminario sobre La angustia.
17. Ibid.
18. J. LACAN, Ecrits, pg. 843.
19. J. LACAN, Sminaire XX. Encor, pg. 87.
20. Ibid., pg. 114.
21. Ibid., pg. 144.
22. J. LACAN, Seminario sobre La angustia.
23. Ibid.
24. Europe, revista literaria mensual, noviembre-diciembre de
1984.
25. A. ARTAUD, LOmbilic des limbes, Posie, Gallimard, pg. 39.
26. A. ARTAUD, Lettres de Rodez, GLM, 1946 [Cartas desde
Rodez, Madrid, Fundamentos].
27. Palabras transmitidas en la revista Obliques n 10-11, Artaud, Editions Borderie.
28. R. D. LAING, La Politique de lexprience, Essai, Stock, 1969
[La poltica de la experiencia, Barcelona, Crtica].
IV
EL ESPEJO CIEGO
Sylvie y el espejo
A la en trad a de mi consultorio hay un gran espejo. H a sta los
cuatro aos, Sylvie se desviaba al acercarse y, si yo me
detena con ella delante de l, pareca presa del miedo e
in ten tab a huir.
U n da, ante mi sorpresa, se p la n ta adelante y hace con los
brazos gestos como de nadadora. D urante las sesiones si
guientes vuelve a acercarse, se m ira y luego se aleja sin que
esto parezca angustiarla. D espus de este perodo de expec
tativ a, me pide que me siente en el suelo a dos o tres m etros
del espejo (de este modo estoy poco m s o menos a su altu ra)
y em prende idas y vueltas entre l y la analista, yo inmvil
y ella apresurndose mucho. Pone su cabeza jun to a la m a,
con nuestros cabellos tocndose (la cabellera tiene u n a gran
im portancia p ara ella), nos m ira en el espejo y luego,
La visin y la mirada
en la psicosis
Que Sylvie se quejara de que le dolan la ropa o los zapatos
me haba dejado perpleja. Que me identificara con las
im genes que recortaba de las revistas me haba asom brado
igualm ente. Pero en la psicosis se encuentra con frecuencia
esta visin bidim ensional. Sylvie se ve y se siente plana como
u n a imagen. Tam bin la representacin de los otros y del
Qu puede leerse
en una mirada?
Lacan, en el transcurso de su Sem inario, da u n a serie de
connotaciones de apariencia contradictoria. (Pero, por qu
debera el deseo ser unvoco?)
E n el Libro XI del Sem inario hace referencia al m al de ojo:
H ay en quien m ira un apetito del ojo, el ojo pleno de
voracidad es el m al de ojo, y de esa m irada m ala puede
provenir la desdicha. A petito, voracidad, estam os m uy
cerca de la pulsin oral. Y en los Escritos, al citar a San
A gustn que describe al nio m irando con u n a m irada
envenenada a su herm ano de leche, nos recuerda la violen
cia de la invidia en esta contemplacin a la que califica de
absorcin espectacular.40
Pero la m irada no es slo eso, tam bin puede ser apacigua
dora:
Es [...] en el nivel del deseo escpico donde, si la estructura
N o ta s
1. J. LACAN, crits, pg. 113.
2. Ibid., pg. 67.
3. Ibid., pg. 112.
K L L E N G U A JE LOCO
L a in v a s i n
d e l s ig n ific a n te d e la n ta l
E n el lenguaje psictico, aparecen ciertos significantes que se
repiten e invaden todo el campo psquico. En el libro III del
Sem inario, Lacan plantea la cuestin de esta repeticin
insensata:
Se trata de un recuerdo-pantalla?
El recuerdo-pantalla es una formacin que tom a en cuenta
toda la trayectoria de un sujeto; como el sntom a, est del
lado de la m etfora, y resu lta del trabajo de olvido, represin
y revisiones que p u n t a el devenir del sujeto. Hace p an talla
a lo reprimido, pero es tam bin retorno de lo reprim ido.
Freud se interesa en l desde 1899. En su artculo ber
des E rinnerungen5 analiza uno de sus propios recuerdos de
infancia, cuando, con su primo, a los dos o tres aos, haba
arrancado de las manos de su prim a un ram o de cardillos.
G racias a todas las asociaciones que cunden alrededor de
este recuerdo, Freud subraya su carcter complejo: D etrs
del carcter anodino (de estos recuerdos) se oculta por lo
corriente u n a profusin insospechada de significaciones.
Llega a asim ilar la n atu raleza de los recuerdos-pantalla a la
formacin del sntoma:
El proceso que encontramos aqu: conflicto, represin, susti
tucin con formacin de compromiso, vuelve en todos los
sntomas psiconeurticos y brinda la clave para comprender
la formacin del sntoma.
D estaca igualm ente el parentesco del recuerdo-pantalla
con el fantasm a.
En 1914, pasa al contenido del sueo, con todos los efectos
de desplazam iento y condensacin que descubre:
Estos ltimos [los recuerdos-pantalla] contienen no slo
algunos elementos esenciales de la vida infantil, sino incluso
todo lo esencial. Representan los aos olvidados de la infan
cia exactamente del mismo modo que el contenido de los
sueos representa sus pensamientos [,..].6
En un artculo de 1914 aparecido en Psicopatologa de la
vida cotidiana, Recuerdos de infancia y recuerdos de cober
tu ra (traduccin de la poca), Freud se interesa por la
all, lo real estaba all, pero el sentido slo pudo surgir con la
aparicin de la cadena significante.
Lacan va a am pliar la cuestin de la tem poralidad y los
av atares de la m em oria desde 1945, en El tiempo lgico y el
aserto de certidum bre anticipada7 y luego, algunos aos
m s tarde, en Funcin y campo de la palabra y el lenguaje:
Lo que se realiza en mi historia no es el pasado definido de lo
que fue puesto que ya no es, ni siquiera el perfecto de lo que
ha sido en lo que soy, sino el futuro anterior de lo que habr
sido para lo que estoy en trance de devenir.8
En Subversin del sujeto y dialctica del deseo, en
referencia al vector retrgrado del grafo, precisa:
Efecto de retroversin por el cual el sujeto se convierte en
cada etapa en lo que era como antes y no se anuncia -l habr
sido- sino en futuro anterior.9
Ahora bien, el diccionario nos ensea que el futuro anterior
expresa la anterioridad en relacin con otro momento del
porvenir y que retroactivo significa que ejerce una accin
sobre lo que es anterior, sobre el pasado.
La subjetividad implica por lo tanto lo seguido del sujeto
en el tiempo en que el presente est preado de un pasado
modificado a m edida que se elabora el futuro. Ese surgim ien
to de un sujeto, contem porneo de su borrado en la cadena
significante, es puesto de relieve en el pargrafo de Posicin
del inconsciente en el que Lacan precisa el sentido del
concepto de alienacin:
El registro del significante se instituye por el hecho de que
un significante representa a un sujeto para otro significante.
[...] Producindose el significante en lugar del Otro an no
identificado, hace surgir all al sujeto del ser que no tiene
todava la palabra, pero al precio de fijarla. Lo que haba all
pronto a hablar -esto en los dos sentidos que el imperfecto del
francs da a haba, ponerlo en el instante anterior: estaba all
Se trata de un fantasma?
Tambin aqu es preciso m atizar n u estras palabras.
Del mismo modo que el psictico puede em itir un discurso
perfectam ente adaptado y llevar u n a vida corriente, tiene
fantasm as como cualquier hijo de vecino. Si en el neurtico
en anlisis los fantasm as son difcilm ente accesibles y confesables, las cosas son un poco diferentes en el psictico. E ste
puede evocar con u n a crudeza in audita algunas de sug
elucubraciones im aginarias y callar lo que constituye el
punto crucial de su psicosis; no le resu lta posible decir
el fondo de su pensam iento. Lo que oculta al p siq u iatra, al
analista, a los allegados, constituye su verdad m s ntim a;
la m ayora de las veces se tra ta de una formacin que oscila
entre el delirio y el fantasm a, un fantasm a al que podra
llam arse fundam ental.
La frecuentacin de los adolescentes y los adultos psicti
cos nos ensea m s sobre la n a tu ra lez a de los fantasm as en
la psicosis que la clnica del nio psictico, en especial la
prctica del psicodram a analtico individual en institucio
nes, donde el trabajo se hace a p a rtir de la puesta en escena
de los fantasm as, seguida de la interpretacin del juego
dram tico y del discurso producido.
En las psicosis del adolescente o del adulto joven puede
m anifestarse un tipo de actividad fantasm tica que me
parece especfica de la e stru ctu ra psictica. He aqu un
ejemplo.
La seorita C' ingresa a la clnica en ocasin de un episodio
agudo prontam ente resuelto. Sale y retom a sus estudios
como externa en esta m ism a clnica universitaria. H aba
interrum pido toda actividad desde haca alrededor de dos
aos, tiempo d u ran te el cual haba perm anecido en clau stra
da en su casa, sin que sus allegados se inquietaran especial
m ente por ello. E n el transcurso de su estada en la clnica
siem pre rechaz los medicam entos y todo acercam iento
psicoteraputico, deseo que fue respetado. La ver a su
Lingstica y lingistera
Dnde se detiene la lingstica, dnde comienza la lingis
tera? Vamos a in te n ta r precisarlo dado que es en el desliza
miento de la una a la o tra donde buscamos la clave del
lenguaje psictico.
Diacrona y sincrona
Con el paso de los aos, Lacan va a acentuar la dicotoma
entre esos dos registros. Como lo recuerda N athalie Charraud,
por razones de estructura, el inconsciente ex-siste en el
lenguaje en el sentido de la lingstica. Ex-sistira tambin
en el habla si sta no manifestara, mediante tropiezos y
juegos de palabras, que algo distinto se dice en el enunciado
que profiere.35
Si el inconsciente es lo dicho en el decir, veamos cmo
se presenta este decir.
Condensacin, desplazamiento,
asociacin
Un significante o un sintagm a del sueo se encuentran en el
centro de u n a red asociativa, que puede ser m uy extensa.
Freud destaca cun pobre es el contenido manifiesto compa
rado con el latente:
Cuando se compara el contenido del sueo y los pensamien
tos del mismo, se advierte en primer lugar que hay all un
enorme trabajo de condensacin. El sueo es breve, pobre,
lacnico comparado con la amplitud y la riqueza de los
pensamientos del mismo.42
A propsito de su sueo de la monografa botnica sobre la
cual nos trasm ite num erosas asociaciones, escribe:
Los elementos botnica y monografa son encrucijadas
donde los pensamientos del sueo pudieron encontrarse en
gran nmero porque ofrecan a la interpretacin numerosos
sentidos. Puede decirse [...] que cada uno de esos elementos
est sobredeterminado, representa varios pensamientos del
sueo.
Llam a condensacin a este reagrupam iento.
Si el signo C ^ representa la nocin de vecindad,
la condensacin podra representarse as:
ensear
enseamos
etc.
aprendizaje
educacin
etc.
cambio
[changement]
armamento
[armement]
etc.
clemente
[clment]
justamente
[justement]
etc.
Ejemplos clnicos
Hemos visto en un chico al significante coquin [pillo]
transform arse en to tin para designar su objeto transicional, y al Rosebud del hroe de Orson Welles hacer su
reaparicin en otra cadena, cargada de afectos.
Retomemos el significante v e r [gusano] de Sophie. U na
n i a de tre s aos que h a hablado pronto conoce m ltiples
acepciones de e sta palabra. Sabe qu es un ver [lombriz] de
tierra, utiliza la preposicin vers [hacia], el verse de Srveme
[verse-moi] el chocolate; tal vez escuch h a b lar de los vers
[versos] de la poesa que aprende su h erm an a mayor. Conoce
el verre [vaso] en que bebe, pero sabe que es de uerre [vidrio]?
Sabe cul es el color vert [verde], porque empez a colorear
m uy pronto. Por qu, entonces, al escuchar a su padre
N o ta s
REPRESION O FORCLUSION
Naturaleza de la represin
Al poner el acento sobre la heterogeneidad fundam ental de
los rdenes sincrnico y diacrnico, mencionamos a la rep re
sin. El mecanismo de la represin no obedece a ninguna otra
cosa que a la disparidad fundam ental de esas dos estru ctu ras
La mtfora y el sujeto
La represin no puede ser distinguida del retorno de lo
reprimido por el que aquello de lo que el sujeto no puede
hablar lo grita por todos los poros de su ser.7
Desde el principio de su enseanza, Lacan v a a hacer de
la m etfora y la m etonim ia los equivalentes de la condensa
cin y el desplazam iento, mecanismos que F reud descubri
en el sueo. Pero lo que Lacan dice en ese momento no agota
la cuestin que retom am os hoy a la luz de los datos topolgicos.
La m etfora perm ite cap tar lo que puede ser la b a rre ra de
la represin, y de qu natu raleza es el borde que participa
de las dos estructuras. La m anera en que se realiza el p asa
je de u n a a otra, esta especie de juego de escamoteo es casi
imposible p ara el psictico, en quien algunos dominios se
m antienen prohibidos a la m etfora. En Sylvie, es todo lo que
se refiere al cuerpo; en los psicticos adultos, es el imposible
falo. La representacin topolgica de la m etfora perm ite
cap tar cul es la dificultad p articu lar con que tropieza el
psictico cuando se enfrenta con esas figuras retricas.
Russell Grigg, en un artculo reciente a propsito de
Jakobson y Lacan - Sobre la m etfora y la m etonim ia, 8
dem uestra qu difcil es d a r u n a definicin exhaustiva de
metonimia
metfora
frase
De qu manera la metfora
incumbe al sujeto?
Ior su forma m ism a, el h ab la rem ite por lo tanto sin cesar a
un m aterial reprim ido, que el propio sujeto percibe confusa
El bloqueo significante
Est la forma que asume la significacin cuando ya no remite
a nada. Es la frmula que se repite, que se reitera, que se
machaca con una insistencia estereotipada. Es lo que pode
mos llamar, en oposicin a la palabra, el estribillo.21
Hemos visto el ejemplo tpico de ello con los significantes
delan tal y solapas de Sylvie. La m adre-delantal y el
padre-solapas no se am plan m s que a m ujer-delantal,
hom bre-solapas. El significante, repetido incansablem en
te en cualquier circunstancia, parece desem pear el mismo
papel que el objeto cortante que el nio ap rieta en sus m anos,
o que los gestos estereotipados que Sylvie ejecuta con los
dedos; colma un vaco insoportable, la ausencia de s mismo
que el psictico no puede tolerar cuando se enfrenta al mundo
o a la dem anda del Otro. A ntes que afrontar la an g u stia de
vivir, el nio a u tista se abandona com pletam ente a ese vaco
existencial.
Eco y memoria
El nio puede restablecer el discurso del Otro en su in teg ri
dad sin cam biarle nada, del simple sintagm a a monlogos
enteros. Es difcil saber qu comprendi de l. A m enudo
son los im perativos del otro y los com entarios sobre l mismo
los que repite, haciendo as revelaciones a veces asom brosas
sobre su medio fam iliar.
Sylvie, en sus momentos regresivos, e ra su m adre diri
gindose a ella: la m ism a voz, las m ism as palabras. Cuando
regurgita as las conversaciones del adulto, el nio puede, en
un prim er momento, parecer notablem ente inteligente.
E stas observaciones nos sugieren dos advertencias.
La palabra es intencin de comunicacin, im plica un
trabajo sobre la lengua, es decir una profunda implicacin del
sujeto, en la eleccin permanente que tiene que efectuar en tre
El discurso desencadenado
A la inversa de las conexiones significantes inmviles, puede
haber desencadenam iento de los significantes, funciona*
m iento desbocado de las fam ilias asociativas, rem itiendo de
inm ediato un significante a u n a m ultitu d de otros. El siste*
m a topolgico funciona con prioridad, y nada llega a detener
esta deriva. Ya no hay puntos de alm ohadillado p ara
detener el deslizam iento indefinido de la significacin.23
Ese lenguaje descarnado puede volver a aflorar en la
psicosis bajo form as singulares. E n los momentos psicticos
agudos -accesos delirantes o estados confusionales, por
ejem plo-, el sujeto puede re stitu ir este tipo de registro antes
de que un delirio organizado llegue a aportarle alguna
Un aprendizaje externo
E n contrapunto con ese lenguaje desbocado, retom arem os el
caso de C hristian, quien puede d elirar pero de igual modo
h ablar de su delirio, que puede m antenerse en u n difcil
equilibrio entre dos m undos, el de la locura y el otro, siem pre
listo a p asar de uno al otro, pero comentando los dos. T ran sita
as del sueo al fantasm a, del fantasm a al delirio y del delirio
al pasaje al acto.
Soport varias internaciones en un hospital psiquitrico
en el transcurso de episodios extrem adam ente agudos, y
sabe h a b lar mejor que nadie del dram a de la psicosis. El
retorno a s mismo que hace en tre las crisis, la distancia que
tom a con respecto a sus sntom as, se ven m uy facilitados por
el tratam iento neurolptico que tom el compromiso formal
de seguir regularm ente: le im puse esta condicin p ara em
prender con l el trabajo analtico.
En las sesiones habla de su delirio, de los momentos de
extrem o goce que este estado le procuraba y de los dolorosos
despertares que lo seguan: retom o a u n m undo in quietante
(contaminacin por la m irada, portadora de ondas m alfi
cas), pero sobre todo incapacidad de comunicarse. Su proble
m a es, en efecto, de comunicacin. No es la queja principal
que nos plantean todos los psicticos? Cmo comunicarse?
Qu quiere decir hablar? C hristian expresa este imposible
m ediante la frase siguiente: A prend a hablar, pero fue un
aprendizaje externo, lo que coincide con lo dicho por Lacan:
El imposible anudamiento
No hemos desm enuzado el lenguaje de la psicosis sino
despus de una larga m archa que pormenoriz el nacim iento
del objeto. Ahora nos es preciso volver a l p ara in te n ta r
cap tar lo que, en el psictico, es un imposible anudam iento
de los dos. Puesto que el no ordenam iento del significante que
acabamos de m encionar no puede considerarse en s, es
funcin de la presencia m s o menos efectiva de esos objetos
que modelan el cuerpo ergeno.
De por s, el lenguaje no puede participar en el ordena
miento del mundo, le hace falta el Otro, el Otro del discurso,
desde luego, pero tam bin el Otro del deseo. Henos aqu en
el punto m s difcil de nu estra bsqueda, en el corazn de la
problem tica del sujeto, que se ubica en la articulacin de su
doble causacin.
En Posicin del inconsciente, Lacan define las dos
operaciones fundam entales [alienacin, separacin] en que
conviene form ular la causacin del sujeto. E n tre el sujeto y
el Otro, el inconsciente es corte en acto, dice, y este corte
comanda las dos operaciones.28
E sta operacin de alienacin significante con el vel al que
el psictico no vuelve, slo puede concebirse asociada a otra
operacin, la de la separacin del objeto donde se forma la
causacin del sujeto. Lacan la define as:
[...] estructura del borde en su funcin de lmite, pero
tambin en la torsin que motiva la intrusin del inconscien
Figuras de la forclusin
La estabilizacin selectiva
de las sinapsis
Hay psicosis
antes de la psicosis?
El defecto psictico inherente al ser puede no m anifestarse
d u ran te mucho tiempo.
En el caso de los nios, la psicosis puede revelarse en
oportunidad de un acontecimiento en apariencia anodino,
pequea intervencin quirrgica, nacim iento de un herm a
no, etc., habiendo podido la e stru ctu ra psictica p a sa r in ad
v ertida h a sta entonces (nios colmados, a los que les falta la
falta). La aparicin de la psicosis en un nio puede ser
reveladora de la psicosis laten te de uno o de los dos padres.
Es un caso de m anifestacin extrem adam ente frecuente.
Cuando el nio es tratado, se asiste entonces a la eclosin de
u n a psicosis en uno de los padres.
En el adulto, la psicosis puede declararse en un momento
en que el sistem a protector que el sujeto ha introducido se
derrum ba. Esos momentos intensos son aquellos en los que
evoluciona la cuestin de su estatuto de sujeto: adolescencia,
paternidad, m aternidad, etc., pero tam bin aquellos en los
que debe tom ar la palabra cuando, por ejemplo, tiene que
m anifestarse abiertam ente y revelar su verdad oculta detrs
El yo en la psicosis
Hemos hablado poco del papel de la e stru ctu ra yoica en el
psictico, que constituye sin embargo uno de los debates
esenciales de la lite ra tu ra analtica: qu ocurre con el yo, el
supery, el ideal del yo, la fuerza del yo, las defensas del yo,
el derrum bam iento del yo en la psicosis?
Hemos seguido la orientacin lacaniana, que privilegia el
estudio del sujeto. Las estru ctu ras yoicas, sin embargo, van
a desem pear un papel en el momento de eclosin de la
psicosis, la forma que sta asum ir y su cicatrizacin.
La identificacin con el ideal del yo es im portante en el
psictico. Eventualm ente, ste encontrar u n modelo identificatorio en el ideal del yo del analista, a saber la teora. Pues
el trabajo analtico perm ite tam bin re p a ra r los estragos
causados por el estallido del sujeto, por ejemplo en el tra n s
curso de un episodio agudo. As, algunos psicticos, luego de
muchos aos de tratam iento psicoteraputico, se vuelven
im batibles en cuanto a la teora analtica, h a sta llegar a d ar
la im presin de que el conocimiento que tienen puede hacer
en ellos economa de una organizacin delirante. Se les ve
Notas
1. J. LACAN, crits, pg. 670.
2.
pg. 714.
3. N. CHARRAUD, Ornicar?, n 36.
4. J. LACAN, Le Sminaire, libro III, pg. 236.
5. J. LACAN, Le Sminaire, libro XI, pg. 28.
6. J. LACAN, crits, pg. 881.
7. Ibid., pg. 386.
8. Russell GRIGG, Ornicar?, n 35.
9. J. LACAN, crits, pg. 507.
10. Ibid,., pg. 807.
11. R. JAKOBSON, Questions de potique, Editions du Seuil,
Potique, 1973, pg. 137.
12. J. LACAN, Le Sminaire, libro III, pg. 156.
13. J. LACAN, Sminaire sur Les formations de linconscient
(1958), Bulletin de Psychologie, n 154, 155, 156.
14. J. LACAN, Le Sminaire, libro III, pg. 32.
15. Ibid., pg. 149.
16. J. LACAN, crits, pp. 840-841.
17. J. LACAN, Le Sminaire, libro XI, pg. 192.
18. Ibid., pg. 199.
19. Ibid.
20. Ibid., pg. 215.
21. J. LACAN, Le Sminaire, libro III, pp. 43-44.
22. Ibid., pg. 172.
23. J. LACAN, crits, pg. 805.
24. crits Bruts, textos presentados por Michel Thvox, PUF,
Perspectives Critiques, 1979.
25. Alfred y Frangoise BRAUNER, L Expression potique chez
lenfant, PUF, 1978.
26. J. LACAN, Le Sminaire, libro III, pg. 284.
27. N. CHARRAUD, op. cit., pp. 36-37.
28. J. LACAN, Ecrits, respectivamente pp. 828-829 y 828.
29. Ibid., pg. 842 (torsin subrayado por nosotros).
30. Ibid., pg. 844.
31. Ibid., pg. 386.
32. J. LACAN, Le Sminaire, libro III, pp. 285-286.
33. Ibid., pg. 229.
VII
CURAR LA PSICOSIS?
De la psicosis a la perversin
E n nuestro prim er captulo hemos analizado el lugar que
ocupaba Sylvie p ara su m adre. F rente a un padre todopode
roso al que adoraba, la seora H* se haba callado, som etin
dose al orden paterno, e iba a exigir que Sylvie lo hiciera a su
vez. A su vuelta, cuando la nia tiene seis meses, la seora
H* est fascinada por la escena salvaje de atiborram iento, y
la evidencia estalla: la beba tiene mal carcter, es preciso
ponerla en vereda. Lo que fue decisivo en la aparicin de la
psicosis es que un com portam iento trau m atizan te haya sido
retom ado por el gran Otro, que iba a darle un sentido y a
vincularlo a su problem tica inconsciente. No todos los nios
m altratados en el plano corporal se vuelven psicticos; es
evidente que hace falta o tra cosa.
Se libra entonces una lucha a m uerte en tre perseguido y
perseguidor. Las dos viven en un crculo en el que nadie
penetra, lo mismo el padre que los dems, con la excepcin del
an alista que va a quebrarlo. El padre de Sylvie es cmplice
de esta situacin: quin le hab ra m andado m eterse en este
lo?; por otra parte, los hijos son asunto de las m ujeres y
Sylvie es asunto de su m adre... de las m adres, la suya y la
de Sylvie.
E n la cura, esta relacin de enfrentam iento especular va
a evolucionar. Sylvie no est com pletam ente ro ta, rean u d a
su vida y va a m anifestarlo. M ultiplica las escenas con su
m adre, al mismo tiem po que est m s calm a fuera de su
presencia e incluso puede frecuentar el jard n de infantes. En
el anlisis, escucha a su m adre y descubre a la vez la
La partida de Sylvie
De modo que la obsesin de Sylvie es ser protegida. No deja
de hacerm e preguntas a ese respecto: Proteges a tu s
La familia
Si bien hay separacin de la fam ilia para el joven que ingresa
a la clnica, no hay corte, todo lo contrario. Puede volver a su
casa d u ran te el fin de sem ana, y va a hacerse un im portante
trabajo para liberar las identificaciones m ortferas en las que
perm anece entram pado.
Ese trabajo se realiza con el mdico institucional, asistido
por otros miembros del equipo que reciben al paciente con su
familia. E ste enfoque de la fam ilia es conducido segn
modalidades propias de cada uno pero que, con poco m s de
una excepcin, no tienen el carcter de terap ias sistmicas.
El paciente elabora en general u n a prim era tom a de concien
cia (as como lo hizo Sylvie al escuchar a su m adre hablndo
me) de su posicin de objeto atrapado en la constelacin
fam iliar. E stas entrevistas van a redistrib u ir las cartas,
desplazar las cargas y d escentrar al paciente del lugar que
Double bind
Bateson, en 1956, establece la teora del double bin d , tra d u
cido como doble vnculo o doble coaccin (llamado ta m
bin traba, callejn sin salida, control). E sta teora tuvo, y
conserva an, num erosas implicaciones tericas y terap u
ticas del otro lado del Atlntico.
La fam ilia sera la responsable de la locura de uno de sus
miembros debido a un modo de comunicacin de tipo parad
jico. El enfermo presunto ilu stra ra as las paradojas fam ilia
res de la comunicacin. La m adre, en particular, sera
esquizofrengena a causa de los m ensajes contradictorios
que transm ite a su hijo.
W atzlawick describe as este double b in d :
Se em ite un m ensaje que, a) afirma algo, b) afirm a algo sobre
su propia afirmacin, c) estas dos afirm aciones se excluyen.
[...] Si el m ensaje es una conminacin, es preciso desobede
cerla para obedecerla [...] el sentido del m ensaje es por lo
tanto indecidible. El receptor del mismo es puesto en la
imposibilidad de salir del marco fijado por el m ensaje.9
De la contraparadoj a
Los psiquiatras no son del parecer de Zazie. H an declarado
la guerra a la paradoja e in ten tan circunscribirlay reducirla.
Lo que el psictico no puede realizar con sus pobres medios,
por ejemplo al identificarse con una m quina, van a hacerlo
Notas
1. P. C. RACAMIER, Les paradoxes du schizophrne, 38e Congrs des psychanalystes de langues romanes, Revue frangaise
de psychanalyse, 5-6 de diciembre de 1978.
2. P. WATZLAWICK, J. WEAKLAND y R. FISCH, Changements,
Paradoxes et Psychothrapie, Seuil, 1975 [Cambio, Barcelona,
Herder].
3. J. LACAN, Seminario El sntoma, clase del 17 de febrero de
1976, Ornicar?, n 8, pg. 15.
4. J. LACAN, crits, pg. 803.
5. Ibid., pg. 379.
6. Ibid., pg. 614.
7. S. FREUD, Nouvelles confrences sur la psychanalyse, Gallimard, pp. 103-104.
8. Harod SEARLES, Le Contre-transfert, Gallimard, Connaissance de linconscient, 1981.
9. P. WATZLAWICK, J. HELMICK-BEAVIN y D. JACKSON,
Une logique de la communication, Seuil, 1972.
10. Harold SEARLES, L Effortpour rendre lautre fou, Gallimard,
Connaissance de linconscient, 1977.
11. G. BATESON, BIRDWHISTELL, GOFFMAN, HALL, JACK
SON, SCHEFLEN, SIGMAN y WATZLAWICK, La Nouvelle
Communication, Seuil, 1981 [La nueva comunicacin, Barcelo
na, Kayrs]; M. SELVINI PALAZZOLI, L. BOSCOLO, G.
CECCHIN y G. PRATA, Paradoxe et Contre-paradoxe. Un
nouveau mode thrapeutique face aux familles transaction
schizophrnique, ESF, 1978 [Paradoja y contraparadoja, Bue
nos Aires, Paids].
EPILOGO
esquizofrnica?
recibo afecto de los dems.
Cuando digo algo, no veo todo el sentido que eso puede tener,
para m es de tierra a tierra, cmo tomar conciencia con mi
pensamiento, veo cosas, las siento por mi cuerpo, no puedo
expresarlas, querra ser un baldo pero estoy cortada, la vida,
no es as de fcil.
Pongo mis sentidos en el exterior de m misma para ir hacia
la gente, trato de exteriorizarme, me digo: cmo hacen para
pensar eso? No tengo nada en el corazn, no puedo hacerme
una opinin personal, no recibo las cosas como un don sino
como un aguante (sic).
Pienso todo el tiempo en mi ano, pongo los labios como culo
de pollo, no entend qu era la sexualidad, mis padres me
dieron una mala educacin.
Hay cosas que no entiendo: veintids los canas, eso me
hace una hermosa pierna. Me llevo bien, no s llevarme, no
s cmo hacer.
Tengo en m una fuerza atractiva polarizante que me des
orienta, una fuerza como dos imanes que se rechazan, de eso
saqu la conclusin de que me hago el amor a m misma, debo
ser feliz pero no me doy cuenta.
La gente no para de transformarse, C. (su profesor de
guitarra) perdi veinte kilos en unos das, cuando llegan a
transformarse as, eso es tranquilizador!
Renaud dijo en la radio: hay gente que me detesta, otros que
me adoran, yo no formo parte ni de un campo ni del otro, lo
detesto y lo adoro.
Estoy obligada a tener reacciones, no vienen espontnea
mente, para no tener un aspecto muerto es preciso que
invente, eso me reduce al esqueleto, hay vacos en m, no
formo un todo enganchado, para hablar me hace falta cerrar
diferentes partes de m.
El tiempo avanza retrocediendo como si el tiempo empujara
mis pensamientos y yo avanzara hacia ellos. No tengo para
nada nariz, si tuviera una nariz sabra conducirme.
Escucho voces en el metro, corra ms lentamente que de
costumbre, en treinta segundos, yo haba llegado a Pars,
estoy en otra parte, alguien me manipula en mis actos y mis
pensamientos, es alguien que provoca mi curacin, soy
INDICE
I. La historia de Sylvie.........................................................7
II. Nacimiento del sujeto....................................................37
Discurso comn y discurso mdico.................................... 41
Otro discurso, psicolgico...................................................43
Del nio objeto a al objeto a del nio................................ 47
El deseo del nio................................................................. 49
El embarazo........................................................................ 51
El caso de la seora B*.......................................................53
Nios hipotrficos...............................................................54
Nacimiento y conocimiento............................................... 55
El capital del n i o..............................................................57
De los sufrimientos antes del nacimiento.........................58
Los primeros d a s...............................................................60
Alimentarse........................................................................ 63
De la necesidad al deseo.................................................... 64
Presencia del Otro..............................................................67
Corentin, el prematuro.......................................................70
El nio en la economa pulsional del Otro........................73
La pulsin oral y la pulsin anal del Otro........................76
La historia de Lucie...........................................................81
La voz y la mirada del Otro.............................................. 82
Paul-Marie y su eczema.................................................... 84
La pulsin sadomasoquista del Otro................................87