Endymion - Dan Simmons

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Han pasado 274 aos desde la cada de Hyperion, la hegemona se ha


transformado en una teocracia regida por Pax, la organizacin cvico-militar
de la Iglesia catlica. Gracias al cruciforme, la inmortalidad es efectiva y la
nueva fe, universal. Pax slo teme la llegada de un nuevo mesas.
Un joven pastor condenado por asesinato, Endymion, deber muy a su pesar
proteger, con el androide Bettik, a ese nuevo mesas: Aenea, hija de Keats,
que retorna de las Tumbas del Tiempo de Hyperion.

Dan Simmons
Endymion
Los cantos de Hyperion - 3

Por mucho que


nuestra filosofa
represente el alma
humana como una
creacin
independiente, no
debemos olvidar que
es inseparable, en su
nacimiento y su
crecimiento, del
universo donde
naci.
TEILHARD
EHARDIN

Dadnos dioses. Oh,


s, dadnos dioses!
Estamos hartos de los
hombres y la
potencia de las
mquinas.
D. H. LAWRENCE

PRESENTACIN
Los llamados Cantos de Hyperion, formados por HYPERION (1989, NOVA
ciencia ficcin, nmero 41) y LA CADA DE HYPERION (1990, NOVA ciencia
ficcin, nmero 42), son ya un hito en la moderna, ciencia ficcin. Pero iban
pasando los aos y Dan Simmons pareca haber olvidado esa temtica que tan
brillantemente supo abordar. Parece ser que con ese extraordinario y ameno tour
de force que es LOS VAMPIROS DE LA MENTE (1989, Ediciones B, xito
Internacional), Simmons se percat de que haba mayor y mejor mercado en la
novela de terror, a la que se ha dedicado estos ltimos aos. Slo THE HOLLOW
MAN (1992), con disquisiciones casi metafsicas en torno a la telepata y la
soledad, puede en cierta forma emparentarse con la ciencia ficcin. El resto de lo
publicado por Simmons durante este perodo se incluye en el gnero de terror, del
que ya se ha convertido en maestro indiscutible.
Pero quienes fuimos gratamente sorprendidos por los dos primeros libros de la
saga de Hyperion nos sentamos un poco decepcionados. O al menos as me
ocurra a m Tras la lectura de las ltimas obras de Simmons, siempre me
quedaba pensando que era lamentable que un talento como el suyo se perdiera en
la bsqueda del best-seller ms al uso.
Simmons es un brillante narrador, lo que demuestra tanto en sus novelas de
terror como en las de ciencia ficcin. Es ms, no cabe duda de que Simmons
dispone de una capacidad especulativa que nunca quedar totalmente plasmada
en las obras de terror. Habra sido realmente una lstima que esa brillantez
especulativa, esa capacidad de reflexin sobre la literatura y sus clsicos, esa
riqueza de ideas, se hubiera perdido.
Durante estos ltimos aos he temido demasiadas veces que el mercado, con
su indiscutible poder, apartara para siempre a Dan Simmons de la ciencia ficcin.
Afortunadamente no ha sido as.
En enero de 1996 apareci ENDYMION, la novela que hoy presentamos y,
segn la informacin de que dispongo, en septiembre de 1997 aparecer el
original ingls de EL ASCENSO DE ENDYMION. Simmons asegura que la serie
finaliza con estas dos novelas (que constituyen en realidad, como ya ocurriera con
las dos primeras, una macronovela publicada en dos volmenes). El mismo autor
lo explica:
EL ASCENSO DE ENDYMION es, definitivamente, el ltimo de los
libros de Hy perion. No es la ltima obra que escribir acerca de ese
universo (tengo un relato en mente), pero s va a ser la ltima novela.
Endy mion contiene pues, a un mismo tiempo, el sabor de lo bueno conocido,

el misterio de la novedad y, en cierta forma, el efecto frustrante que provoca


ignorar lo que nos depara la segunda parte, EL ASCENSO DE ENDYMION,
todava indita cuando escribo esta presentacin, pero esperada con verdadera
ansiedad.
Ya en la presentacin de HYPERION comentaba lo que entonces supuso para
muchos tener que aguardar un ao entre la primera y la segunda parte de los hoy
conocidos como Cantos de Hy perion. Pude ahorrrselo a los lectores de NOVA
publicando ambas novelas de forma consecutiva en nuestra coleccin. Pero esta
vez no ser as. Sin atrevernos a dejar pasar ms tiempo, ofrecemos este nuevo
acercamiento al mundo de HYPERION, a la espera de que aparezca la versin
en ingls de EL ASCENSO DE ENDYMION, que publicaremos posiblemente a
mediados de 1998. En esta ocasin el lector de NOVA podr sentir esa especie de
frustracin que otros experimentamos la vez anterior.
No es este el momento para recordar la importancia o el inters que
HYPERION y LA CADA DE HYPERION han representado en la moderna
ciencia ficcin. Creo que bastar con las palabras de Gary K. Wolfe en LOCUS:
[HYPERION] es una moderna obra maestra de la ciencia ficcin, que
se deconstruy e a s misma en el segundo volumen [LA CADA DE
HYPERION], y en la cual se desarrollan sofisticados juegos temticos
con el romanticismo ingls trasplantado a un entorno de space opera.
Precisamente en torno a John Keats y sus poemas, Wolfe construye una crtica
ms bien dura de ENDYMION. Wolfe recuerda que HYPERION y LA CADA DE
HYPERION son poemas de Keats a los que se considera buenos, y a partir de
ellos Simmons ha escrito buenas novelas. Tambin recuerda, sin embargo, que
algn crtico contemporneo de Keats tach ENDYMION de mera estupidez.
Basndose en esa referencia, le resulta fcil realizar una crtica muy dura de la
presente novela de Simmons. Una crtica que puede estar ms vinculada a la
frustracin de no conocer todava el final que al contenido mismo del libro.
Wolfe, rizando el rizo, viene a decir que ENDYMION no es ms que una
versin novelada del clich temtico de La guerra de las galaxias
cinematogrfica. Lo comento porque se trata de un punto de vista original y, todo
hay que decirlo, un tanto arriesgado. En palabras de Wolfe:
Ral Endy mion, un joven poco sofisticado de un planeta atrasado
(Hy perion), es enviado por un anciano sabio y en cierta forma mstico a
la imposible misin de rescatar una princesa (bueno, no precisamente una
princesa, pero se trata de la hija de Keats, lo que es muy parecido). Y

debe rescatarla de una fortaleza del imperio galctico (que aqu se llama
Pax, una especie de teocracia catlica reconstruida). Toda la ay uda de
que dispone es un talismn mgico (en este caso una alfombra voladora),
y un tmido y leal androide (en realidad hay dos robots si se tiene en
cuenta la locuaz y malhumorada nave del espacio en la que escapan).
Encuentra a la chica, que resulta ser tan valiente y precoz que, desde ese
momento, es ella quien toma todas las decisiones, y ambos son
perseguidos de planeta en planeta por un obsesionado capitn-sacerdote
que nunca ceja en su empeo, aunque siempre fracasa estrepitosamente
en su intento de capturarles.
No es exactamente mi forma de ver el argumento de ENDYMION, pero les
aseguro que es un punto de vista bien construido. Y curioso. Me atrever a decir
que, entre otras cosas, temo que a Wolfe no le haya gustado mucho esa Pax y esa
visin nada reverencial que Simmons ofrece de la Iglesia Catlica (no hay que
olvidar que Gary K. Wolfe siempre ha dado muestras de ser un devoto admirador
de esos libros de inspiracin y propaganda catlica que forman la Saga del Nuevo
Sol de su tocayo Gene Wolfe).
En cualquier caso son ustedes los que deben juzgar. Tal vez ENDYMION sin
EL ASCENSO DE ENDYMION, quede inconcluso y, como dice Gary K. Wolfe,
se convierta esencialmente en un complejo ejercicio narrativo. Afortunadamente
Wolfe es capaz de reconocer que, para l, lo mejor y ms divertido de esta novela
de Simmons es observar cmo el autor se plantea situaciones que recuerdan a los
ms manidos clichs y las resuelve con una gran maestra narrativa y con el
paulatino desarrollo de los personajes, como ocurre, por ejemplo, con el capitnsacerdote de Soya.
Les aseguro que ENDYMION, aun sin alcanzar el sorprendente nivel de
HYPERION, es, pese a Gary K. Wolfe, una novela brillante y muy entretenida.
Asimismo, los asuntos que presenta auguran un verdadero tour de forc en EL
ASCENSO DE ENDYMION, a cuya lectura les invito en un futuro cercano.
Slo recordar aqu algunas de las cosas que el mismo Dan Simmons ha
comentado en diversas entrevistas. Para empezar, algo que cualquier lector de
Simmons poda esperar:
as lo hice en LA CADA DE HYPERION: algunas de las cosas de
HYPERION no eran como parecan ser. Y debo decir que en EL
ASCENSO DE ENDYMION ocurre lo mismo. No en el sentido de un
truco, espero, sino en el sentido de ofrecer por fin una perspectiva clara
de lo que suceda en los tres libros precedentes. Me gusta pensar en este
ltimo libro como en un potente reflector que brilla por entre las reas

ms oscuras de los otros tres libros. Tal vez no ate pulcramente todos los
cabos, pero al menos la historia resultar ms comprensible.
Y por eso esperamos todos la llegada de EL ASCENSO DE ENDYMION,
incluso con ms impaciencia que con la que guardamos en su da la aparicin de
LA CADA DE HYPERION.
Antes de finalizar les recordar que la saga en cuestin aborda dos temas de
gran importancia: lo sagrado y el amor. As lo confiesa el mismo Simmons:
Lo que realmente me interesaba, en toda la serie, era decir algo sobre
lo sagrado, y no precisamente algo espiritual. En el primer libro,
HYPERION, lo que concit may or desdn entre los crticos fue la idea de
que el amor es una fuerza bsica en el universo. Un crtico dijo: Quin
se cree que es? John Lennon? . As que me lo tom como un reto e hice
que se fuera el tema central de los dos ltimos libros. ENDYMION crea
el alma de la historia de amor que intento contar. Aunque un personaje
est al final de la veintena y el otro tenga slo doce aos. El tipo de
historia de amor que cuentas y luego te arrestan por ello! Quera trabajar
en la idea de que el amor es algo ms que una mera emocin que dura un
tiempo y luego se disipa: es algo slido, entretejido en la urdimbre del
universo. Esto es, probablemente, tan serio como lo que puedo aprender
de la filosofa.
Y concluyo aqu esta presentacin, que ya se ha alargado demasiado. Creo
sinceramente que Wolfe no ha entendido casi nada de ENDYMION, y que la
respuesta (como ocurra en las dos primera novelas de la serie) se halla en EL
ASCENSO DE ENDYMION. Yo la espero con verdadera impaciencia, en la
confianza de que un autor como Simmons, capaz de fascinar con HYPERION y
LA CADA DE HYPERION, no va a defraudarnos. Por el momento,
ENDYMION sirve como nexo de unin y como amena presentacin de lo que
est por venir en el universo de HYPERION.
Sea como fuere, Simmons es un narrador como hay pocos. Si alguien lo duda,
que haga como yo: le de un tirn LOS VAMPIROS DE LA MENTE (casi un
millar de pginas!) para darme cuenta al final de que todo era un inmenso clich
narrativo sobre los hechos mas manidos y sobre un tema que no me interesaba en
absoluto, pero que, una vez sumergido en su lectura, fui del todo incapaz de
abandonar. Eso es saber narrar. Y Simmons lo hace de nuevo, y de forma
maravillosa, en ENDYMION.
Por si esto fuera poco, el futuro nos traer EL ASCENSO DE ENDYMION.

Qu ms se puede pedir?
MIQUEL BARCEL

1
Ests ley endo esto por razones equivocadas.
Si ests ley endo para averiguar cmo es hacer el amor con una mesas
nuestra mesas, no contines, porque no eres ms que un mirn.
Si ests ley endo porque admiras los Cantos del viejo poeta y sientes
curiosidad por saber qu pas luego en la vida de los peregrinos de Hy perion,
quedars defraudado. No s qu sucedi con la may or parte de ellos. Vivieron y
murieron casi tres siglos antes de que y o naciera.
Si ests ley endo porque deseas comprender mejor el mensaje de La Que
Ensea, tambin puedes quedar defraudado. Confieso que ella me interesaba
ms como mujer que como maestra o mesas.
Por ltimo, si ests ley endo para descubrir el destino de ella o aun el mo, te
has equivocado de documento. Aunque los destinos parecen tan ciertos, y o no
estaba con ella cuando alcanz el suy o, y el mo aguarda su acto final mientras
escribo estas palabras.
Me sorprendera que hubiera alguien ley endo esto, pero no sera la primera
vez en mi vida que me llevo semejante sorpresa. Los ltimos aos han sido una
sucesin de improbabilidades, cada cual ms maravillosa y aparentemente ms
inevitable que la anterior. Escribo esto para compartir esos recuerdos. Tal vez ni
siquiera para compartirlos, pues s que es muy probable que nadie encuentre el
documento que estoy creando, sino tan slo escribo para aclarar los sucesos de
tal manera que pueda estructurarlos en mi mente.
Cmo s lo que pienso hasta no ver lo que digo? , escribi un autor
anterior a la Hgira. Precisamente. Debo ver estas cosas para saber qu pienso
de ellas. Debo ver los sucesos en tinta y las emociones en letras de molde para
creer que realmente me sucedieron y me afectaron.
Si ests ley endo esto por la misma razn por la que y o estoy escribiendo,
para imponer algn orden al caos de los ltimos aos, para estructurar esa serie
de sucesos aleatorios que han regido nuestras vidas durante las ltimas dcadas
estndar, entonces quizs ests ley endo por la razn correcta, a pesar de todo.

Dnde empezar? Una sentencia de muerte, tal vez. Pero cul? La de ella o
la ma? Y si es la ma, cul de ellas? Hay varias para escoger. Tal vez la
adecuada sea sta, la definitiva.
Escribo esto en una caja de gato de Schrdinger, en rbita de Armaghast, un
mundo en cuarentena. La caja no es una caja, sino un ovoide liso de seis metros
por tres. Ser mi mundo hasta el final de mi vida. El interior de mi mundo es una
celda austera que consiste en una caja negra que recicla el aire y los
desperdicios, mi litera, el sintetizador de alimentos, un estrecho mostrador que

me sirve de mesa y escritorio y un inodoro, fregadero y ducha, situados detrs


de un tabique de fibroplstico por razones de decoro que se me escapan. Aqu
nadie me visitar nunca. La intimidad parece una broma hueca.
Tengo una pizarra de texto y una pluma. Al terminar cada pgina, la
transfiero a un micropergamino generado por el reciclador. Da a da, el lento
amontonamiento de estas pginas delgadas como hostias es el nico cambio
visible en mi entorno.
El recipiente de gas venenoso no est a la vista. Est situado en el casco
esttico-dinmico de la caja, conectado con el filtro de aire de tal modo que todo
intento de tocarlo, al igual que todo intento de romper el casco, hara escapar el
cianuro. El detector de radiacin, su temporizador y el elemento isotpico
tambin estn fusionados con la energa congelada del casco. No s cundo el
temporizador aleatorio activa el detector. No s cundo el mismo elemento
aleatorio abre el escudo de plomo del diminuto istopo. No s cundo el istopo
arroja una partcula.
Pero sabr que el detector est activado en el instante en que el istopo arroje
una partcula. Oler ese aroma de almendras amargas un par de segundos antes
de que el gas me mate.
Espero que slo sean un par de segundos.
Tcnicamente, segn el antiguo enigma de la fsica cuntica, ahora no estoy
muerto ni vivo. Estoy en ese estado de suspensin consistente en ondas de
probabilidad superpuestas y antao reservado para el gato del experimento
mental de Schrdinger. Como el casco de la caja es prcticamente una energa
preparada para estallar a la menor intrusin, nadie mirar dentro para ver si
estoy muerto o vivo. Tericamente, nadie es directamente responsable de mi
ejecucin, dado que las inmutables ley es de la teora cuntica me indultan o
condenan a cada microsegundo. No hay observadores.
Pero y o soy un observador. Estoy esperando el colapso de las ondas de
probabilidad con algo ms que un mero inters distante. En el instante en que oiga
el siseo del gas de cianuro, antes de que llegue a mis pulmones, mi corazn y mi
cerebro, sabr qu camino ha escogido el universo para ordenarse.
Al menos, lo sabr en lo que a m concierne. En definitiva, es el nico aspecto
de la resolucin del universo que nos concierne a la may ora.
En el nterin duermo, como, elimino desechos, respiro y sigo el ritual
cotidiano de lo olvidable. Lo cual es irnico, pues en este momento vivo
siempre que vivir sea la expresin correcta slo para recordar. Y para
escribir lo que recuerdo.
Si ests ley endo esto, sin duda lo haces por razones equivocadas. Pero, como
sucede con tantas cosas en la vida, la razn para hacer algo no es lo importante.
Lo que permanece es el hecho de hacerlo. Al fin y al cabo, lo nico importante
es el dato incuestionable de que y o he escrito esto y t lo ests ley endo.

Dnde comenzar? Con ella? Ella es la que te interesa y es la nica persona


de mi vida a quien deseo recordar por encima de todo y de todos. Pero quiz
debera comenzar por los sucesos que me condujeron a ella y luego aqu,
recorriendo gran parte de esta galaxia y mucho ms.
Creo que empezar por el principio, por mi primera sentencia de muerte.

2
Mi nombre es Raul Endy mion. Mi nombre de pila rima con Paul. Nac en el
mundo de Hy perion, en el ao 693 de nuestro calendario local, o el 3099, segn
el calendario anterior a la Hgira, o 247 aos despus de la Cada, segn la
may ora calcula el tiempo en la era de Pax.
Se ha dicho que cuando viaj con La Que Ensea y o era pastor, y es verdad.
O casi. Mis parientes se ganaban la vida como pastores itinerantes en los brezales
y prados de las regiones ms remotas del continente de Aquila, donde me cri, y
a veces cuidaba ovejas cuando nio. Recuerdo esas noches serenas bajo los
estrellados cielos de Hy perion como una poca agradable. A los diecisis aos
(por el calendario de Hy perion) hu de mi casa y me alist como soldado de la
Guardia Interna controlada por Pax. Recuerdo la may or parte de esos tres aos
como tediosos y rutinarios, con la ingrata excepcin de los tres meses que me
enviaron al casquete de hielo de la Garra para luchar contra los indgenas durante
el levantamiento de Ursus. Cuando obtuve la baja, trabaj como cuidador y
fullero en uno de los casinos ms srdidos de Nueve Colas, fui barquero en los
confines del Kans durante dos temporadas de lluvia y estudi de jardinero en
algunas fincas del Pico bajo los auspicios del artista Avrol Hume. Pero pastor
deba sonar mejor para los cronistas de La Que Ensea cuando lleg el momento
de mencionar la ocupacin anterior de su discpulo ms cercano. Pastor tiene
una connotacin gratamente bblica.
No objeto el ttulo de pastor. Pero en esta historia aparecer como un pastor
cuy o rebao consista en una oveja infinitamente importante. Y la perd en vez
de encontrarla.
En la poca en que mi vida cambi para siempre y esta historia comienza de
veras, y o tena veintisiete aos, era alto por ser nativo de Hy perion, notable por
pocas cosas excepto el grosor de los callos de mis manos y mi amor por las ideas
extravagantes, y trabajaba como gua de cazadores en los marjales de la baha
de Toschahi, cien kilmetros al norte de Puerto Romance. Para entonces haba
asimilado algunas cosillas sobre el sexo y muchas cosas sobre armas, haba
descubierto de primera mano el poder que ejerce la codicia en los asuntos de
hombres y mujeres, haba aprendido a usar los puos y mi poco seso para
sobrevivir, senta curiosidad por muchas cosas, y la nica certeza que tena era
que el resto de mi vida no me reservara grandes sorpresas.
Era un idiota.
Casi todo lo que era y o en ese otoo de mis veintiocho aos se puede describir
con negativos. Nunca haba estado fuera de Hy perion y nunca haba pensado en
viajar a otros mundos. Haba estado en catedrales de la Iglesia, por supuesto; aun
en las regiones remotas adonde haba huido mi familia despus del saqueo de la
ciudad de Endy mion, un siglo antes, Pax haba extendido su influencia

civilizadora, pero y o no haba aceptado el catecismo ni la cruz. Haba estado con


mujeres, pero nunca me haba enamorado. Salvo por la tutela de mi abuela,
haba sido autodidacta y me haba educado con libros. Lea vorazmente. A los
veintisiete aos crea saberlo todo.
No saba nada.
As fue que en el otoo de mis veintiocho aos, feliz en mi ignorancia y
totalmente convencido de que nada importante cambiara nunca, comet el acto
que me valdra una sentencia de muerte e iniciara mi vida real.

Los marjales de la baha de Toschahi son peligrosos e insalubres, y no han


cambiado desde mucho antes de la Cada, pero cientos de cazadores ricos
entre ellos muchos forasteros vienen aqu todos los aos por los patos. La
may ora de los protonades perecieron rpidamente una vez que fueron
regenerados y liberados de la nave semillera siete siglos antes, pues no pudieron
adaptarse al clima de Hy perion o fueron cazados por depredadores indgenas,
pero algunos patos sobrevivieron en los marjales del norte de Aquila. Y los
cazadores venan. Y y o los guiaba.
Cuatro de nosotros operbamos desde una abandonada plantacin de
fibroplstico, situada en una angosta franja de esquisto y lodo entre los marjales
y un tributario del ro Kans. Los otros tres guas se concentraban en la pesca y la
caza may or, pero y o tena la plantacin y la may ora de los marjales para m
durante la temporada de los patos. Los marjales eran una zona pantanosa y
semitropical que consista principalmente en espesos matorrales de chalma,
bosques de raralea y templados bosquecillos de prometeos gigantes en las zonas
rocosas que haba por encima de la pradera aluvial, pero durante los frescos,
secos y difanos das de principios del otoo, los patos se detenan all durante su
migracin desde las islas del sur hacia los lagos de las regiones ms remotas de la
meseta del Pin.
Despert a los cuatro cazadores una hora y media antes del alba. Haba
preparado un desay uno de jamn, tostadas y caf, pero los cuatro obesos
empresarios mascullaban insultos mientras lo engullan. Tuve que recordarles
que revisaran y limpiaran sus armas: tres portaban escopetas, y el cuarto
cometi la tontera de llevar un antiguo rifle energtico. Mientras ellos coman y
rezongaban, y o me qued atrs de la cabaa con Izzy, la perdiguera labrador que
tena desde que ella era cachorra. Izzy saba que bamos a cazar, y haba que
acariciarle la cabeza y el cuello para calmarla.
Asomaban las primeras luces cuando nos fuimos de aquella plantacin
cubierta de malezas en un esquife de suelo chato. Radiantes espejines aleteaban
entre oscuros tneles de ramas y por encima de los rboles. Los cazadores M.
Rolman, M. Herrig, M. Rushomin y M. Poneascu permanecan sentados en los

bancos mientras y o impulsaba el esquife. Izzy y y o estbamos separados de ellos


por una pila de flotadores, cuy o fondo curvo an mostraba la tosca textura del
hollejo de fibroplstico. Rolman y Herrig usaban costosos ponchos camalenicos,
aunque no activaron el polmero hasta que estuvimos en las profundidades del
pantano. Les ped que bajaran la voz cuando nos aproximamos a los marjales de
agua dulce donde se posaran los patos. Los cuatro me miraron con cara de pocos
amigos, pero obedecieron y pronto se callaron.
La luz era muy intensa cuando detuve el esquife a poca distancia del blanco y
prepar los flotadores. Me calc mis remendadas botas impermeables y me met
en el agua, que me llegaba hasta el pecho. Izzy se inclin en la borda con ojos
ansiosos, pero le hice una sea para evitar que saltara. Ella vacil pero se qued
donde estaba.
Su arma, por favor le dije a Poneascu, el primer hombre.
Estos cazadores de una vez al ao tenan bastantes problemas para conservar
el equilibrio mientras se metan en los pequeos flotadores, y y o no confiaba en
que supieran aferrar sus escopetas. Les haba pedido que mantuvieran la cmara
vaca y el seguro puesto, pero cuando Poneascu me entreg su arma, el
indicador de la cmara estaba en rojo, mostrando que estaba cargada y que el
seguro no estaba puesto. Expuls la bala, puse el seguro, apoy el arma en la
funda impermeable que llevaba sobre los hombros y estabilic el flotador
mientras el corpulento hombre bajaba del esquife.
Vuelvo enseguida les murmur a los otros tres, y me abr paso entre
frondas de chalma, arrastrando el flotador: Habra podido permitir que los
cazadores llevaran sus flotadores hasta el sitio que ellos escogieran, pero el
marjal estaba plagado de lodoquistes que succionaran el remo chupndose al
remador, y poblado por mosquitos drcula del tamao de globos que se
complacan en caer desde las ramas, decorados con serpentinas, que parecan
frondas de chalma para los incautos, y erizados de espinas que podan atravesar
un dedo. Haba otras sorpresas para los visitantes primerizos. Adems, la
experiencia me haba enseado que la may ora de esos cazadores de fin de
semana pona los flotadores de tal modo que se disparaban entre s en cuanto
apareca la primera bandada de patos. Era mi trabajo impedir que eso ocurriera.
Dej a Poneascu en medio de una mata de frondas, con una buena vista de la
orilla sur. Le mostr dnde colocara los dems flotadores, le dije que observara
desde dentro por la ranura de la lona del flotador y que no empezara a disparar
hasta que todos estuvieran en posicin, y me fui a buscar a los otros tres. Dej a
Rushomin veinte metros a la derecha del primer hombre, encontr un buen sitio
cerca de la caleta para Rolman y fui a buscar al hombre que empuaba ese
estpido rifle energtico, M. Herrig.
El sol saldra a los diez minutos.
Joder, al fin te acuerdas de m rezong el gordo cuando regres. Ya se

haba metido en el flotador; tena los pantalones de tela camalenica mojados.


Las burbujas de metano que haba entre el esquife y la desembocadura de la
caleta indicaban un gran lodoquiste, as que y o tena que andar muy cerca de los
bajos cada vez que iba o vena.
Joder, no te pagamos para que pierdas el tiempo gru, mascando un
grueso cigarro.
Asent, estir la mano, le arranqu el cigarro encendido de entre los dientes y
lo arroj a cierta distancia del quiste. Tenamos suerte de que las burbujas no se
hubieran encendido.
Los patos huelen el humo le dije, ignorando su expresin colrica y
boquiabierta.
Me calc el arns y llev el flotador hasta el marjal abierto, abriendo una
senda con el pecho entre las algas rojas y anaranjadas que haban vuelto a cubrir
la superficie desde mi ltimo viaje.
M. Herrig acarici su costoso e inservible rifle energtico y me fulmin con
la mirada.
Muchacho, cuida esa condenada bocaza o y o la cuidar por ti dijo.
Su poncho y su blusa de caza estaban entreabiertos y pude ver el destello de
la doble cruz de oro de Pax que le colgaba del cuello y la cua roja de un
cruciforme real sobre el pecho. M. Herrig era un cristiano renacido.
No dije nada hasta que dej su flotador a la izquierda de la caleta. Ahora
estos cuatro expertos podan disparar hacia el lago sin temor a matarse entre s.
Cbrase con la lona y mire por el agujero dije, desatando la cuerda de
mi arns y sujetndola a una raz de chalma.
M. Herrig gru pero dej la lona de camuflaje plegada sobre las varillas del
domo.
No dispare hasta que hay a sacado los seuelos dije. Le indiqu las
dems posiciones de tiro. Y no dispare hacia la caleta. Yo estar en el esquife.
M. Herrig no respondi.
Me encog de hombros y regres al esquife. Izzy estaba sentada donde y o le
haba ordenado, pero por sus msculos tensos y sus ojos relucientes not que en
espritu brincaba como un cachorro.
Sin subirme al esquife, le acarici el pescuezo.
Tan slo unos minutos, muchacha susurr.
Liberada de su orden, corri a proa mientras y o empezaba a arrastrar el
esquife hacia la caleta.
Los radiantes espejines haban desaparecido, y las estras de las lluvias de
meteoritos se disipaban mientras la luz del alba se solidificaba en un fulgor
lechoso. La sinfona de ruidos de insectos y graznidos de anfisbandas a lo largo de
los bajos fue reemplazada por el gorjeo de los pjaros y el bufido ocasional de
un agujn inflando su saco. En el este el cielo adquira su color lapislzuli diurno.

Empuj el esquife hasta las frondas, le indiqu a Izzy que se quedara en la


proa, saqu cuatro seuelos de abajo de los bancos. Haba una delgada ptina de
hielo en la orilla, pero el centro del marjal estaba despejado, y empec a colocar
los seuelos, activndolos a medida que los dejaba. El agua nunca me cubra por
encima del pecho.
Acababa de regresar al esquife y de tenderme junto a Izzy, al amparo de las
frondas, cuando llegaron los patos. Izzy los oy primero. Se puso tiesa e irgui el
hocico como si los oliera en el viento. Un segundo despus lleg el susurro de las
alas. Me inclin hacia delante y atisb por el crujiente follaje.
En el centro del lago los seuelos nadaban y se alisaban las plumas. Uno de
ellos arque el cuello y grazn mientras los patos reales se hacan visibles por
encima de la arboleda del sur. Tres patos se apartaron de la bandada, extendieron
las alas para frenar y descendieron hacia el marjal deslizndose por rales
invisibles.
Sent la emocin que siempre siento en esos momentos; se me cierra la
garganta y mi corazn palpita, se detiene un instante y luego me duele. Haba
pasado la may or parte de mi vida en regiones remotas, observando la naturaleza,
pero la contemplacin de tanta belleza siempre tocaba algo tan profundo que no
tena palabras para ello. Junto a m, Izzy segua tiesa como una estatua de bano.
Estallaron los disparos. Los tres cazadores con escopetas dispararon de inmediato
y siguieron disparando sin cesar. El rifle energtico hendi el marjal con su ray o,
la angosta asta de luz violeta claramente visible en la bruma de la maana.
El primer pato debi de recibir dos o tres impactos al mismo tiempo: se parti
en una explosin de plumas y vsceras. El segundo pleg las alas y cay ,
despojado de su gracia y su belleza por los balazos. El tercero se desliz a la
derecha, se recobr justo encima del agua y alete tratando de elevarse. El haz
energtico lo persigui, cortando hojas y ramas como una hoz silenciosa. Las
escopetas rugieron de nuevo, pero el pato pareci prever adnde apuntaran. El
ave descendi hacia el lago, se lade a la derecha y vol en lnea recta hacia la
caleta.
En lnea recta hacia donde estbamos Izzy y y o.
El ave volaba a dos metros del agua. Bata las alas con mpetu, consagrando
todas sus fuerzas a la fuga, y comprend que volara bajo los rboles, atravesando
la abertura de la ensenada. Aunque en su inusitada tray ectoria el ave haba
pasado entre diversas posiciones de tiro, los cuatro hombres seguan disparando.
Us la pierna derecha para alejar el esquife de las ramas que lo ocultaban.
Alto el fuego! grit con la voz perentoria que haba adquirido durante mi
breve carrera de sargento en la Guardia Interna. Dos de los hombres
obedecieron. Una escopeta y el rifle energtico siguieron disparando.
El pato ni se inmut cuando pas a un metro del esquife.
Izzy tirit y abri la boca sorprendida mientras el pato aleteaba a poca

distancia. La escopeta no volvi a disparar, pero vi que el haz violeta henda la


bruma patinando hacia nosotros. Grit y arrastr a Izzy entre los bancos.
El pato escap del tnel de ramas de chalma y bati las alas para elevarse.
De repente el aire oli a ozono, y una recta lnea de llamas cort la popa del bote.
Me aplast contra el fondo del esquife, aferrando el collar de Izzy y acercndola
a m.
El ray o violeta pas a un milmetro de dedos agarrotados y del collar de Izzy.
Vi el breve destello de una mirada inquisitiva en los entusiastas ojos de Izzy, que
intent apoy arme la cabeza en el pecho como cuando era cachorra y peda
perdn. Con ese movimiento, la cabeza y el tramo de pescuezo que estaban
encima del collar se desprendieron del cuerpo y cay eron por la borda con un
chapoteo blando. Yo todava le sostena el collar, con su cuerpo encima de m y
sus patas delanteras temblando contra mi pecho. Un giser de sangre me ba
desde las arterias del pescuezo cercenado, y rod a un costado, apartando el
cuerpo trmulo y decapitado de mi perra. Su sangre era tibia y saba a cobre.
El haz energtico atac de nuevo, cort una gruesa rama de chalma a un
metro del esquife y se apag como si nunca hubiera existido.
Me incorpor y mir a M. Herrig. El gordo estaba encendiendo un cigarro;
tena el rifle energtico sobre las rodillas. El humo del cigarro se mezclaba con
las volutas de niebla que an ondeaban sobre el marjal.
Me met en el agua. La sangre de Izzy todava caracoleaba en torno de m
mientras me acercaba a M. Herrig.
Levant el rifle y se lo apoy en el pecho. Habl apretando el cigarro entre
los dientes.
Bien, vas a buscar los patos que cac o los dejars flotar por ah hasta que
se pud?
Aferr el poncho del gordo con la mano izquierda y lo tir hacia delante. l
intent alzar el rifle, pero y o lo cog con la mano derecha y lo arroj hacia el
marjal. Herrig grit algo, su cigarro cay en el flotador, y y o lo arranqu del
taburete y lo met en el agua. Sali carraspeando y escupiendo algas. Le di un
puetazo en la boca. Sent que la piel de los nudillos se me resquebrajaba
mientras le parta varios dientes. Cay hacia atrs, se golpe la cabeza contra el
armazn del flotador con un ruido hueco, se hundi de nuevo.
Esper a que su gordo rostro emergiera como el vientre de un pescado
muerto y volv a hundirlo, mirando las burbujas mientras l braceaba y agitaba
en vano las manos fofas.
Los otros tres cazadores se pusieron a gritar desde sus puestos. No les prest
atencin.
Cuando Herrig baj las manos y el chorro de burbujas se redujo a un hilillo,
lo solt y retroced. Por un momento pens que el gordo no saldra, pero emergi
con un estallido y aferr el borde del flotador. Vomit agua y algas. Le di la

espalda y me volv hacia los dems.


Es todo por hoy dije. Dadme vuestras armas. Vamos a regresar.
Abrieron la boca para protestar; me miraron a los ojos, vieron mi rostro
manchado de sangre y me entregaron sus escopetas.
Lleva a tu amigo le dije al ltimo hombre, Poneascu. Llev las armas
hasta el esquife, las descargu, guard las escopetas en el compartimiento
impermeable de la proa y llev las cajas de municiones a popa. El cuerpo
decapitado de Izzy y a haba empezado a endurecerse cuando lo arroj por la
borda. El fondo del esquife estaba baado en su sangre. Regres a popa, guard
las municiones y me apoy en la prtiga.
Los tres cazadores regresaron en sus flotadores, remando torpemente y
arrastrando el flotador donde M. Herrig y aca despatarrado. El gordo an
colgaba de costado, el rostro plido. Subieron al esquife y trataron de subir los
flotadores.
Dejadlos dije. Atadlos a esa raz de chalma. Ms tarde vendr a
buscarlos.
Soltaron los flotadores y subieron a M. Herrig a bordo como si fuera un pez
obeso. Slo se oa el despertar de las aves e insectos del marjal y los continuos
vmitos de Herrig. Cuando el gordo estuvo a bordo, los otros tres se sentaron y
murmuraron. Emprend el regreso hacia la plantacin mientras el sol disipaba los
ltimos vapores que cubran las oscuras aguas.
Y all pudo haber terminado todo. Pero no fue as.

Yo preparaba el almuerzo en la primitiva cocina cuando Herrig sali de la


barraca con un rechoncho lanzadardos militar. Esas armas eran ilegales en
Hy perion; Pax no permita que nadie las portara, excepto la Guardia.
Vi la cara blanca y alarmada de los otros tres cazadores mirando desde la
puerta de la barraca mientras Herrig entraba en la cocina aureolado por una
bruma de whisky.
El gordo no pudo resistir el impulso de darme un breve y melodramtico
discurso antes de matarme.
Condenado y pagano hijo de perra empez, pero no esper para
escuchar el resto. Me lanc hacia delante mientras l disparaba desde la cadera.
Seis mil dardos de acero destrozaron el horno, la olla donde y o estaba
preparando el guisado, el fregadero, la ventana y los estantes y cacharros.
Fragmentos de comida, plstico, porcelana y vidrio llovieron sobre mis piernas
mientras y o me arrastraba bajo la mesa y aferraba las piernas de Herrig, que se
haba inclinado sobre la mesa para rociarme con una segunda andanada.
Cog los tobillos del gordo y tir. Cay estrepitosamente de espaldas,
sacudiendo una dcada de polvo de los tablones. Me encaram a sus piernas,

asestndole un rodillazo en la ingle, y le aferr la mueca para arrebatarle el


arma. Empuaba la culata con fuerza; an apoy aba el dedo en el gatillo. El
cargador gimi mientras otro cartucho se instalaba en su sitio. Ol el aguardentoso
aliento de Herrig mientras l me encaonaba con una sonrisa triunfal. Le pegu
en la mueca, obligndole a poner el arma bajo su papada. Nuestros ojos se
encontraron un instante, hasta que su forcejeo le hizo halar el gatillo.

Ense a otro cazador a usar la radio de la sala, y un deslizador de Pax se


pos en el prado al cabo de una hora. Slo haba una docena de deslizadores en
funcionamiento en el continente, as que la vista del negro vehculo de Pax
impona respeto.
Me sujetaron las muecas, me pegaron un prtate-bien cortical en la sien y
me llevaron al compartimiento de popa. Me qued all, sudando en la caliente
caja, mientras forenses de Pax usaban pinzas diminutas para tratar de arrancar
todas las esquirlas del crneo y el tejido cerebral de M. Herrig del suelo y la
pared. Una vez que interrogaron a los dems cazadores y hallaron todo lo que se
poda hallar de M. Herrig, cargaron el cadver a bordo mientras y o miraba por
la percudida ventanilla de Perspex. Las hlices gimieron, los ventiladores
arrojaron una bocanada de aire fresco cuando cre que y a no podra respirar, y
el deslizador se elev, sobrevol la plantacin y se dirigi a Puerto Romance.
Mi juicio se celebr seis das despus. Rolman, Rushomin y Poneascu
declararon que y o haba insultado a M. Herrig en el viaje al marjal y all lo haba
atacado. Destacaron que la perra haba muerto en el jaleo que y o haba
provocado. De vuelta en la plantacin, y o haba empuado ese lanzadardos ilegal
y haba amenazado con matarlos a todos. Herrig haba intentado arrebatarme el
arma. Yo le haba disparado a quemarropa, despedazndole la cabeza.
Herrig fue el ltimo en declarar. Conmocionado y plido a tres das de su
resurreccin, vestido con traje oscuro y capa de negocios, confirm con voz
trmula el testimonio de los dems y describi mi brutal ataque. Mi defensor,
designado por el tribunal, no lo interrog. Siendo cristianos renacidos en buenos
tratos con Pax, esos cuatro no tenan obligacin de declarar bajo la influencia de
la droga de la verdad o cualquier otra forma de verificacin qumica o
electrnica. Yo me ofrec para someterme a la droga o al sondeo pleno, pero el
fiscal aleg que esos artificios eran irrelevantes, y el juez aprobado por Pax dio
su acuerdo. Mi defensor no present una protesta.
Fue un juicio sin jurado. El juez tard menos de diez minutos en llegar a un
veredicto. Yo era culpable y fui sentenciado a ser ejecutado con una vara de
muerte.
Solicit que la ejecucin se demorase hasta que pudiese avisar a mi ta y mis
primos del norte de Aquila para que me visitaran por ltima vez. Mi solicitud fue

denegada. La hora de la ejecucin se fij para la madrugada del da siguiente.

3
Un sacerdote del monasterio Pax de Puerto Romance fue a visitarme esa
noche. Era un hombre de cabello ralo, un to menudo, nervioso y un poco
tartamudo. Una vez en la sala de visitas, que no tena ventanas, se present como
el padre Tse y pidi a los guardias que se marcharan.
Hijo mo dijo, y sent ganas de sonrer, pues el sacerdote aparentaba mi
edad, hijo mo ests preparado para maana?
Perd las ganas de sonrer. Me encog de hombros.
El padre Tse se mordi el labio.
No has aceptado a Nuestro Seor dijo con voz tensa de emocin.
Quise encogerme de hombros otra vez, pero opt por hablar.
No he aceptado el cruciforme, padre. Quiz no sea lo mismo.
Sus ojos castaos eran insistentes, suplicantes.
Es lo mismo, hijo mo. Nuestro Seor nos ha revelado esto.
Call.
El padre Tse dej su misal y me toc las muecas amarradas.
Si te arrepientes esta noche y aceptas a Jesucristo como tu salvador
personal, tres das despus de maana te levantars para vivir de nuevo en la
gracia del perdn de Nuestro Seor. No pestae. Lo sabes, verdad, hijo
mo?
Lo mir a los ojos. Un prisionero de la celda contigua se haba pasado las tres
ltimas noches gritando. Me senta muy fatigado.
S, padre. S cmo funciona el cruciforme.
El padre Tse neg enfticamente con la cabeza.
El cruciforme no, hijo mo. La gracia de Nuestro Seor.
Asent.
Usted ha experimentado la resurreccin, padre?
El sacerdote agach la cabeza.
Todava no, hijo mo. Pero no temo ese da. Me mir de nuevo. Y t
tampoco debes temer.
Cerr los ojos un instante. Haba estado pensando en esto cada minuto de los
ltimos seis das y noches.
Mire, padre, no quiero ofender, pero hace unos aos tom la decisin de no
someterme al cruciforme, y creo que no es el momento apropiado para cambiar
de opinin.
El padre Tse me clav sus ojos brillantes.
Cualquier momento es apropiado para aceptar a Nuestro Seor, hijo mo.
Despus de la madrugada de maana no habr ms tiempo. Tu cadver ser
sacado de este lugar y arrojado al mar como alimento para los peces
carroeros

Esta imagen no era nueva para m.


S. Conozco la pena para un homicida que no se ha convertido antes de la
ejecucin. Pero tengo esto Me toqu el prtate-bien cortical que me haban
adherido a la sien. No necesito que me encastren un parsito cruciforme para
someterme a una esclavitud ms profunda.
El padre Tse retrocedi como si lo hubiera abofeteado.
Una vida de entrega a Nuestro Seor no es esclavitud dijo. La clera le
haba curado el tartamudeo. Hubo millones que entregaron su vida antes de
que se ofreciera la bendicin tangible de una resurreccin inmediata en esta vida.
Hoy hay miles de millones que lo aceptan con gratitud. Se levant. La
eleccin es tuy a, hijo mo. La luz eterna, con el don de una vida casi ilimitada en
este mundo para servir a Cristo, o la oscuridad eterna.
Apart los ojos con indiferencia.
El padre Tse me bendijo, se despidi con una mezcla de tristeza y desprecio,
dio media vuelta, llam a los guardias y se march. Un minuto despus el dolor
me acuchill el crneo cuando los guardias activaron mi prtate-bien para
llevarme de vuelta a la celda.

No te aburrir con la larga letana de los pensamientos que pasaron por mi


cabeza en esa interminable noche de otoo. Yo tena veintisiete aos. Amaba la
vida con una pasin que a veces me creaba problemas, aunque nunca haban sido
tan graves. En las primeras horas de esa ltima noche, pens en la fuga con la
desesperacin de un animal enjaulado. La crcel estaba en el abrupto acantilado
que daba sobre el arrecife llamado la Mandbula, en la baha de Toschahi. Todo
era irrompible. Perspex, acero ultrafuerte, plstico. Los guardias portaban varas
de muerte y no parecan reacios a usarlas. Aunque y o pudiera escapar, una
presin en el control remoto del prtate-bien me derribara con la peor migraa
del universo mientras ellos seguan la seal que los llevara a mi escondrijo.
Pas las ltimas horas reflexionando sobre la necedad de mi breve e
inservible vida. No lamentaba nada, pero tampoco tena mucho que hablara a
favor de los veintisiete aos que Raul Endy mion haba vivido en Hy perion. El
tema dominante de mi vida pareca ser esa perversa terquedad que me haba
inducido a rechazar la resurreccin.
Con que debes a la Iglesia una vida de servicios, susurr una voz frentica en
mi cabeza. Al menos as tendrs una vida. Y ms vidas despus! Cmo puedes
rechazar semejante trato? Cualquier cosa es preferible a la muerte verdadera, a
que arrojen tu cadver a los celacantos y gusanos-tiburn. Piensa en ello! Cerr
los ojos y fing dormir tan slo para huir de los gritos que resonaban en mi mente.
La noche dur una eternidad, pero el amanecer pareci llegar pronto. Cuatro
guardias me escoltaron hasta la cmara de muerte, me amarraron a una silla de

madera y cerraron la puerta de acero. Mirando por encima del hombro


izquierdo, vi rostros observndome a travs del Perspex. Esperaba un sacerdote,
tal vez no el padre Tse, pero un sacerdote, algn representante de Pax que me
ofreciera una ltima oportunidad de inmortalidad. No haba ninguno. Eso slo me
satisfizo en parte. No s si habra cambiado de opinin a ltimo momento.
El mtodo de ejecucin era sencillo y mecnico, quiz no tan sutil como la
caja del gato de Schrdinger, pero aun as ingenioso. Desde la pared una vara de
muerte apuntaba a la silla donde y o estaba sentado. Vi la luz roja que se encenda
en la pequea unidad comlog adherida al arma. Los prisioneros de las celdas
contiguas me haban descrito gustosamente la mecnica de mi muerte aun antes
de que se dictara sentencia. El ordenador comlog tena un generador de nmeros
aleatorios. Cuando el nmero generado fuera un nmero primo inferior a
diecisiete, se activara el ray o de la vara. Cada sinapsis de esa masa gris que era
la personalidad y memoria de Raul Endy mion sera incinerada. Pulverizada.
Derretida hasta convertirse en el equivalente neurnico de un desecho radiactivo.
Las funciones autnomas cesaran milisegundos despus. Mi corazn y mi
respiracin cesaran en cuanto mi mente fuera destruida. Los expertos decan
que la muerte por la vara era indolora. Los que resucitaban despus de una
ejecucin con vara de muerte no queran hablar sobre la sensacin, pero en las
celdas se deca que dola como el demonio, como si estallaran todos los circuitos
del cerebro.
Mir la luz roja del comlog y el extremo de la vara. Algn chusco haba
puesto una pantalla LED para que y o pudiera ver los nmeros generados.
Pasaban como los nmeros de un ascensor al infierno: 26-74-109-19-37
Haban programado el comlog para que no generase nmeros may ores que
150 77-42-12-60-84-129-108-14
Perd los estribos. Apret los puos, forceje contra las correas de plstico,
insult a las paredes, a los rostros plidos distorsionados por las ventanas de
Perspex, a la puta Iglesia y su puta Pax, al puto cobarde que haba matado a mi
perra, a los putos cobardes que
No vi el nmero primo bajo que apareca en pantalla. No o el murmullo de
la vara de muerte cuando se activ el ray o. Sent algo, una frialdad de cicuta que
comenzaba en la nuca y se propagaba por mi cuerpo con la velocidad de la
conduccin nerviosa, y me sorprend de sentir algo. Los expertos estn
equivocados y los convictos tienen razn pens frenticamente. Puedes
sentir la muerte por la vara . Me habra redo si el aturdimiento no me hubiera
cubierto como una ola.
Una ola negra.
Una ola negra que me arrastr.

4
No me sorprend de despertarme con vida. Tal vez uno slo se sorprende
cuando se despierta muerto. De todos modos, despert sin ms incomodidad que
un cosquilleo en los brazos y me qued acostado, mirando el sol que se deslizaba
por un tosco techo de y eso, hasta que un pensamiento urgente me despabil.
Espera un minuto. Yo no estaba? Ellos no? .
Me incorpor y mir en torno. Si tena la sensacin de que mi ejecucin
haba sido un sueo, el prosaico aspecto de mi entorno pronto se encarg de
disiparla. La habitacin tena forma de pastel, con una pared curva y blanqueada
y un techo de y eso. La cama era el nico mueble, y la gruesa y blancuzca ropa
de cama complementaba la textura del y eso y la piedra. Haba una maciza
puerta de madera cerrada y una ventana con forma de arco abierta a la
intemperie. Un vistazo al cielo color lapislzuli me revel que an estaba en
Hy perion. Era imposible que an estuviera en la prisin de Puerto Romance; la
piedra era demasiado vieja, los detalles de la puerta demasiado ornamentales, la
calidad de las mantas demasiado buena.
Me levant, me encontr desnudo. Camin hacia la ventana. La brisa otoal
era intensa, pero el sol me entibiaba la piel. Estaba en una torre de piedra. El
amarillo chalma y una gruesa maraa de raralea tejan una slida techumbre
de rboles en las colinas hasta el horizonte. Una vegetacin siempreazul creca en
las laderas de granito. Vi ms murallas, almenas y la curva de otra torre. Las
paredes parecan antiqusimas. La calidad de su construccin y el aire orgnico
de su arquitectura pertenecan a una poca de destreza y buen gusto, muy
anterior a la Cada.
Adivin de inmediato mi paradero: el chalma y la raralea sugeran que an
estaba en el continente meridional de Aquila; las elegantes ruinas hablaban de la
ciudad abandonada de Endy mion.
Nunca haba estado en la localidad de donde mi familia tomaba su apellido,
pero Grandam, la narradora de nuestro clan, la haba descrito muchas veces.
Endy mion haba sido una de las primeras ciudades de Hy perion colonizadas
despus de que la nave semillera se estrell setecientos aos antes. Hasta la Cada
haba sido famosa por su buena universidad, una estructura enorme semejante a
un castillo que dominaba la ciudad. El abuelo del bisabuelo de Grandam haba
sido profesor de la universidad hasta que las tropas de Pax dominaron la regin
de Aquila central y expulsaron a miles de personas.
Y ahora y o haba regresado.
Un hombre calvo de tez azul y ojos color azul cobalto traspuso la puerta, dej
en la cama ropa interior y un traje sencillo de algo que pareca algodn casero.
Vstete, por favor dijo.
Mir en silencio mientras el hombre daba media vuelta y sala. Tez azul. Ojos

color azul cobalto. Calvo. Tena que ser un androide, el primero que y o vea. Si
me hubieran preguntado, habra dicho que no quedaban androides en Hy perion.
La biofacturacin era ilegal desde la Cada, y aunque el legendario Triste Rey
Billy los haba importado para construir la may ora de las ciudades del norte
siglos antes, no deberan quedar androides en nuestro mundo. Sacud la cabeza,
me vest. El traje me sentaba a la perfeccin, a pesar de mis hombros grandes y
mis piernas largas.
Estaba de vuelta ante la ventana cuando el androide regres. Se detuvo en la
puerta y gesticul con la mano.
Por aqu, por favor, M. Endy mion dijo, usando el honorfico tradicional
en ingls de la Red.
Contuve el impulso de hacer preguntas y lo segu por la escalera de la torre.
La habitacin de arriba ocupaba todo el piso. El sol del atardecer atravesaba
vitrales rojos y amarillos. Al menos una ventana estaba abierta, y o el susurro de
un viento lejano en la hojarasca.
Esta habitacin era tan blanca y austera como mi celda, salvo por un
apiamiento de aparatos mdicos y consolas de comunicaciones en el centro del
crculo. El androide se march, cerrando la gruesa puerta, y tard un segundo en
comprender que haba un ser humano en medio de todo ese equipo.
Al menos, cre que era un ser humano.
El hombre estaba sentado en una cama flotante de flujoespuma. Tubos,
intravenosas, filamentos de monitoreo y umbilicales de aspecto orgnico unan el
equipo con la cenicienta figura. Digo cenicienta , pero en verdad el hombre
pareca momificado, la tez arrugada como los pliegues de una vieja chaqueta de
cuero, el crneo manchado y calvo, los brazos y piernas consumidos al extremo
de ser meros apndices vestigiales. La postura del viejo evocaba un pichn
arrugado y sin plumas que se ha cado del nido. Su tez apergaminada tena un
aire azulado que me hizo pensar androide por un momento, pero luego repar
en la diferencia del tono de azul, en el leve fulgor de las palmas, las costillas y la
frente, y comprend que miraba a un humano verdadero que haba recibido
tratamientos Poulsen durante siglos.
Ya nadie recibe tratamientos Poulsen. Esa tecnologa se perdi con la Cada,
as como la materia prima de mundos perdidos en el tiempo y el espacio. O eso
crea y o. Pero aqu haba una criatura que tena muchos siglos y deba de haber
recibido tratamientos Poulsen desde haca escasas dcadas.
El anciano abri los ojos.
Desde entonces he visto ojos igualmente enrgicos, pero hasta ese momento
nada me haba preparado para la intensidad de esa mirada. Creo que retroced un
paso.
Acrcate, Raul Endy mion. La voz era como una hoja sin filo raspando
pergamino. El viejo mova la boca como un pico de tortuga.

Me acerqu, detenindome slo cuando una consola se interpuso entre la


forma momificada y y o. El viejo parpade y alz una mano huesuda que sin
embargo pareca demasiado pesada para esa mueca delgada como una ramilla.
Sabes quin soy ? La spera voz era suave como un susurro.
Negu con la cabeza.
Sabes dnde ests?
Endy mion. La universidad, creo.
Contrajo las arrugas en una sonrisa desdentada.
Muy bien. El tocay o reconoce las piedras amontonadas que dieron nombre
a su familia. Pero no sabes quin soy y o?
No.
Y no te intriga saber cmo sobreviviste a tu ejecucin?
Aguard solemnemente. El viejo sonri de nuevo.
Muy bien hecho. Todo llega para quien sabe esperar. Y los detalles no son
muy esclarecedores sobornos en puestos altos, la vara de muerte reemplazada
por un paralizador, ms sobornos para quienes certifican la defuncin y se
encargan del cadver. Lo que nos interesa no es el cmo , verdad, Raul
Endy mion?
No dije al fin. Por qu?
El pico de tortuga tembl, la maciza cabeza asinti.
Aunque haba sufrido el deterioro de los siglos, el rostro an era puntiagudo y
anguloso, un rostro de stiro.
Precisamente por qu? Por qu tomarnos el trabajo de fingir tu
ejecucin y transportar tu jodido cadver por medio jodido continente? Por qu?
Las obscenidades no parecan tan duras en labios del viejo. Pareca haberlas
usado tanto tiempo que y a no merecan un nfasis especial. Esper.
Quiero que me hagas un mandado, Raul Endy mion.
El viejo jade. Un lquido claro circul por los tubos intravenosos.
Tengo opcin?
El viejo sonri de nuevo, pero los ojos eran inmutables como la piedra de las
murallas.
Siempre tenemos opciones, querido muchacho. En este caso, podras
ignorar toda deuda que tengas conmigo por salvarte el pellejo e irte de aqu
caminando. Mis criados no te detendrn. Con suerte podrs salir de la zona
restringida, encontrar el camino hacia regiones ms civilizadas y evitar las
patrullas de Pax, y a que tu identidad y tu falta de documentos podran resultar
embarazosos.
Asent. Mi ropa, mi cronmetro, mis documentos de trabajo y mi
identificacin de Pax deban de estar en Toschahi. Trabajando como gua de caza
en los marjales, haba olvidado con cunta frecuencia las autoridades pedan
documentos en las ciudades. Pronto lo recordara si regresaba a las ciudades

costeras o los pueblos del interior. Y aun un empleo rural como el de gua o pastor
requera una identificacin Pax para los formularios de impuestos y diezmos.
Con lo cual debera ocultarme en el interior el resto de mi vida, viviendo de la
tierra y eludiendo a la gente.
O bien dijo el viejo, puedes hacerme un mandado y hacerte rico.
Hizo una pausa, inspeccionndome con sus ojos oscuros tal como los
cazadores profesionales inspeccionaban a los cachorros que prometan ser
buenos perros para el oficio.
Dgame dije.
El viejo cerr los ojos y exhal speramente. No se molest en abrirlos de
nuevo.
Sabes leer, Raul Endy mion?
S.
Has ledo el poema conocido como los Cantos?
No.
Pero has odo una parte? Perteneces a un clan de pastores del norte. Sin
duda el narrador ha mencionado los Cantos.
Haba un tono extrao en la voz cascada. Tal vez modestia.
Me encog de hombros.
He odo fragmentos. Mi clan prefera la pica del jardn o la Saga de
Glennon-Height.
Los rasgos de stiro se arrugaron en una sonrisa.
La pica del jardn. S. All Raul era un hroe centauro, verdad?
No respond. Grandam admiraba el personaje del centauro llamado Raul. Mi
madre y y o habamos crecido escuchando historias sobre l.
Crees en las historias? pregunt el viejo. Las historias de los Cantos,
digo.
Creerlas? Creer que realmente sucedi as? Los peregrinos, el Alcaudn
y todo eso? Hice una pausa. Haba algunos que se crean las exageradas
historias que contaban los Cantos. Y haba incrdulos que pensaban que todo era
una mezcla de mitos y patraas destinados a rodear con un aura de misterio la
fea poca de guerra y confusin que fue la Cada. Nunca pens en ello dije
sinceramente. Tiene importancia?
El viejo pareci sofocarse, pero pronto comprend que sus carraspeos secos
eran risotadas.
A decir verdad, no. Ahora, escchame. Te describir mi mandado. Me
cuesta hablar, as que gurdate las preguntas para cuando hay a terminado.
Parpade y seal la silla cubierta con una sbana blanca. Deseas sentarte?
Negu con la cabeza y me qued de pie.
De acuerdo. Mi historia comienza hace casi doscientos setenta aos,

durante la Cada. Una de las peregrinas de los Cantos fue amiga ma. Se llamaba
Brawne Lamia. Existi de veras. Despus de la Cada, despus de la muerte de la
Hegemona y la abertura de las Tumbas de Tiempo, Brawne Lamia dio a luz una
hija. La nia se llamaba Diana, pero era testaruda y se cambi el nombre en
cuanto tuvo edad para hablar. Por un tiempo la conocieron como Cy nthia, luego
como Cate (abreviatura de Hecate), y cuando cumpli doce aos quiso que sus
amigos y parientes la llamaran Temis. Cuando la vi por ltima vez, se llamaba
Aenea.
El viejo hizo una pausa y entorn los ojos.
T crees que esto no importa, pero los nombres son importantes. Si no te
hubieran puesto el nombre de esta ciudad, que a su vez tiene el nombre de un
antiguo poema, no me habras llamado la atencin y quizs hoy no estuvieras
aqu. Estaras muerto. Alimentando a los gusanos-tiburn del Gran Mar del Sur.
Comprendes, Raul Endy mion?
No.
El viejo sacudi la cabeza.
No importa. Dnde estaba?
La ltima vez que vio a la nia se llamaba Aenea.
S. El viejo volvi a cerrar los ojos. No era una chiquilla demasiado
atractiva, pero era nica. Todos los que la conocan saban que era diferente.
Especial. No consentida, a pesar de esa tontera del cambio de nombre. Slo
diferente. Sonri, mostrando encas rosadas. Has conocido a alguien que
fuera profundamente diferente, Raul Endy mion?
Vacil slo un segundo.
No dije. No era del todo cierto. El viejo era diferente. Pero y o saba que
l no me preguntaba eso.
Cate Aenea era diferente dijo, cerrando nuevamente los ojos. Su
madre lo saba. Desde luego, Brawne saba que su hija era especial aun antes de
que naciera. Call y abri los ojos para mirarme. Has odo esta parte de los
Cantos?
S. Una entidad cbrida predijo que la mujer llamada Lamia dara a luz a
una nia conocida como La Que Ensea.
Pens que el viejo iba a escupir.
Un ttulo estpido. Nadie llam as a Aenea durante el tiempo en que la
conoc. Era slo una nia, brillante y tozuda, pero una nia. Todo lo que tena de
singular era apenas un potencial. Pero luego
Call y sus ojos se enturbiaron. Era como si se hubiera olvidado de la
conversacin. Esper.
Pero luego Brawne Lamia muri dijo minutos despus, con voz ms
fuerte, como si el dilogo no se hubiera interrumpido y Aenea desapareci.
Tena doce aos. Tcnicamente y o era su tutor, pero no me pidi permiso para

desaparecer. Un da se march y no tuve ms noticias de ella.


Se interrumpi otra vez, como si fuera un mecanismo que de vez en cuando
necesitaba que le dieran cuerda.
Por dnde iba? dijo al fin.
No volvi a tener noticias de ella.
S. No volv a tener noticias de ella, pero s adnde fue y cundo
reaparecer. Las Tumbas de Tiempo estn cerradas al pblico, custodiadas por
las tropas que Pax ha apostado all, pero recuerdas los nombres y funciones de
las tumbas, Raul Endy mion?
Gru. Grandam tambin acostumbraba fastidiarme pidindome detalles
sobre las narraciones orales. Yo pensaba que Grandam era vieja. En
comparacin con esta antigualla, Grandam haba sido una chiquilla.
Creo que recuerdo las tumbas dije. Haba una llamada la Esfinge la
Tumba de jade, el Obelisco, el Monolito de Cristal, donde fue enterrado el
soldado
El coronel Fedmahn Kassad murmur el viejo. Luego me volvi a
clavar los ojos. Contina.
Las tres Tumbas Cavernosas
Slo la tercera Tumba Cavernosa conduca a alguna parte interrumpi el
viejo. A laberintos de otros mundos. Pax la clausur. Contina.
Es todo lo que recuerdo ah, el Palacio del Alcaudn.
El viejo mostr su sonrisa de tortuga.
No debemos olvidarnos del Palacio del Alcaudn ni de nuestro viejo amigo
el Alcaudn, verdad? Eso es todo?
Creo que s. S.
La figura momificada asinti.
La hija de Brawne Lamia desapareci en una de esas tumbas. Adivinas
cul?
No. No lo saba, pero lo sospechaba.
Siete das despus de la muerte de Brawne, la muchacha dej una nota, fue
a la Esfinge en plena noche y desapareci. Recuerdas adnde conduca la
Esfinge, muchacho?
Segn los Cantos, Sol Weintraub y su hija viajaron al futuro lejano a travs
de la Esfinge.
S susurr el viejo. Sol, Rachel y algunos ms desaparecieron en la
Esfinge antes que Pax la clausurase y cerrara el Valle de las Tumbas de Tiempo.
En esos primeros das muchos intentaron encontrar un atajo hacia el futuro, pero
la Esfinge pareca escoger a quienes viajaran a travs del tiempo por su tnel.
Y acept a la nia dije.
El viejo acept esta obviedad con un gruido.
Raul Endy mion jade al fin, sabes qu voy a pedirte?

No dije, aunque y a lo sospechaba.


Quiero que vay as en busca de mi Aenea dijo el viejo. Quiero que la
encuentres, que la protejas de Pax, que huy as con ella y cuando ella hay a
crecido y se hay a convertido en aquello en que debe convertirse, que le des un
mensaje, quiero que le digas que el to Martin est agonizando y que si desea
hablarle de nuevo debe regresar a casa.
Trat de no suspirar. Haba sospechado que el viejo era el poeta Martin
Silenus. Todos conocan los Cantos y a su autor. Era un misterio que hubiera
escapado de las purgas de Pax y le hubieran permitido vivir en ese remoto
palacio, pero decid no insistir en ello.
Usted quiere que vay a al norte, al continente de Equus, me abra paso
luchando contra millares de efectivos de Pax, llegue al Valle de las Tumbas de
Tiempo, entre en la Esfinge esperando que me acepte, persiga a esa muchacha
por el futuro lejano, permanezca con ella unas dcadas y le diga que regrese en
el tiempo para visitarlo?
Por un instante slo hubo un silencio interrumpido por los susurros del equipo
mdico de Martin Silenus.
Las mquinas respiraban.
No exactamente dijo al fin.
Esper.
Ella no ha viajado a un futuro lejano dijo el viejo. Al menos, ahora no
est lejos de nosotros. Cuando traspuso la entrada de la Esfinge hace doscientos
cuarenta y siete aos, fue para un viaje temporal breve doscientos sesenta y
dos aos de Hy perion, para ser exacto.
Cmo lo sabe? pregunt. Por todo lo que haba ledo, nadie (ni siquiera
los cientficos de Pax que haban tenido dos siglos para estudiar las tumbas
clausuradas) haba podido predecir a qu punto del futuro la Esfinge enviara a
alguien.
Lo s dijo el antiguo poeta. Dudas de m?
En vez de responder, dije:
De modo que la muchacha, Aenea, saldr de la Esfinge en algn momento
de este ao.
Saldr de la Esfinge dentro de cuarenta y dos horas y diecisis minutos
dijo el viejo stiro.
Admito que pestae.
Y la gente de Pax estar esperndola continu. Ellos tambin saben en
qu instante saldr.
No pregunt cmo haban obtenido la informacin.
Capturar a Aenea es el punto ms importante en los planes de Pax jade
el viejo poeta. Saben que el futuro del universo depende de ello.
Comprend que el viejo poeta estaba senil. El futuro del universo no dependa

de un suceso aislado que y o supiera. Guard silencio.


En este momento hay ms de treinta mil efectivos de Pax en la regin del
Valle de las Tumbas de Tiempo. Por lo menos cinco mil de ellos son guardias
suizos del Vaticano.
Solt un silbido. La Guardia Suiza era la elite de la elite, la fuerza militar
mejor adiestrada y equipada en los vastos dominios de la Pax.
Una docena de guardias vaticanos con equipo completo habra podido
derrotar a diez mil efectivos de la Guardia de Hy perion.
Entonces dije, tengo cuarenta y dos horas para llegar a Equus, cruzar
el Mar de Hierba y las montaas, pasar a travs de veinte o treinta mil efectivos
selectos de Pax y rescatar a la muchacha.
S dijo el antiguo poeta.
Me las apa para conservar la calma.
Y luego qu? dije. No podemos escondernos en ningn lado. Pax
controla todo Hy perion, todas las naves espaciales, sus rutas, y todos los mundos
que pertenecan a la Hegemona. Si ella es tan importante como usted dice,
registrarn todo Hy perion hasta encontrarla. Aunque pudiramos irnos del
planeta, cosa que es imposible, no habra manera de escapar.
Hay una manera de irse del planeta dijo el poeta con voz cansada.
Hay una nave.
Tragu saliva. Hay una nave. La idea de viajar entre las estrellas durante
meses mientras en casa transcurran dcadas o aos me quitaba el aliento. Me
haba enlistado en la Guardia Interna con la pueril expectativa de pertenecer
alguna vez a las fuerzas armadas de Pax y volar entre los astros. Una idea necia
para un joven que y a haba decidido no aceptar el cruciforme.
Aun as dije, sin creer del todo que hubiera una nave. Ningn miembro
del Mercantilus de Pax transportara fugitivos. Aunque logremos llegar a otro
mundo, nos apresaran. A menos que usted proponga que huy amos durante siglos
de deuda temporal.
No dijo el viejo. Ni siglos ni dcadas. Escaparis en la nave a uno de
los mundos ms cercanos de la vieja Hegemona. Luego seguiris un camino
secreto. Veris los viejos mundos. Recorreris el ro Tetis.
Ah tuve la certeza de que el viejo estaba loco de atar. Cuando cay eron los
teley ectores y el TecnoNcleo IA abandon al gnero humano, la Red de
Mundos y la Hegemona haban muerto el mismo da. La humanidad volvi a
sufrir la tirana de las distancias interestelares. Ahora slo las fuerzas de Pax, sus
tteres de Mercantilus y los aborrecidos xters se aventuraban en las tinieblas
interestelares.
Ven jade el viejo. Me llam con un gesto sin abrir los dedos. Me inclin
sobre la consola. Sent su olor, una vaga combinacin de medicina, vejez y algo
parecido al cuero.

No necesitaba recordar los relatos de Grandam para explicar el ro Tetis y


para saber por qu ahora pensaba que el viejo estaba totalmente senil. Todos
haban odo hablar del ro Tetis; el ro y el Bulevar Confluencia haban sido dos
avenidas constantes de teley eccin entre los mundos de la Hegemona. La
Confluencia conectaba ms de un centenar de mundos de ms de un centenar de
soles, y su ancha avenida estaba abierta para todos y unida por portales de
teley eccin que no se cerraban nunca. El ro Tetis haba sido una ruta menos
recorrida, pero aun as era importante para el comercio y las muchas naves de
placer que bogaban de mundo en mundo por ese cauce de agua.
La cada de la red de teley ectores haba partido el Bulevar en mil
fragmentos; el Tetis haba dejado de existir, los portales eran inservibles, y el ro
de cien mundos haba vuelto a ser cien riachos que nunca ms se uniran. Hasta
el viejo poeta que estaba sentado ante m haba descrito la muerte del ro.
Record las palabras de los Cantos tal como las recitaba Grandam:
Y el ro que haba fluido
durante dos siglos o ms,
unido en espacio y tiempo
por trucos del TecnoNcleo,
dej de fluir en Fuji
y en el Mundo de Barnard,
en Acten y Deneb Drei,
Esperance y Nunca Ms.
Por doquier andaba el Tetis
en cintas que atravesaban
los mundos de los humanos.
Los portales se atascaron
y los cauces se secaron
y las corrientes cesaron.
Los trucos del Ncleo se agotaron,
se perdieron para siempre los viajeros.
Cerrados los portales, los umbrales,
el Tetis en su cauce se detuvo.
Acrcate susurr el viejo poeta, llamndome con su dedo amarillo. Me
acerqu. El aliento del viejo era como un viento seco saliendo de una tumba
sellada, inodoro pero antiguo, con el aroma de siglos olvidados. Un objeto bello
continu es una alegra eterna, cuyo encanto aumenta, y jams se diluye
Ech la cabeza hacia atrs y asent como si el viejo hubiera dicho algo

sensato. Era evidente que estaba trastornado.


Como ley ndome la mente, el viejo poeta ri entre dientes.
Muchas veces pas por loco para quienes subestiman el poder de la poesa.
No decidas ahora, Raul Endy mion. Luego nos reuniremos para cenar y
terminar de describir tu misin. Entonces decidirs. Por ahora descansa. Tu
muerte y resurreccin deben de haberte fatigado.
El viejo se encorv, y o ese cascabeleo seco que ahora reconoca como una
carcajada.
El androide me llev a mi habitacin. Entrev patios y edificios por las
ventanas de la torre. Una vez vi a otro androide tambin masculino pasando
entre las ventanas del triforio.
Mi gua abri la puerta y retrocedi. Comprend que no le echara llave, que
y o no era un prisionero.
Te hemos preparado ropa de noche, seor dijo el hombre de tez azul.
Desde luego, ests en libertad de irte o de recorrer la vieja ciudad universitaria a
tu gusto. Debo advertirte, M. Endy mion, que hay animales peligrosos en los
bosques y montaas cercanos.
Asent y sonre. Los animales peligrosos no impediran que me fuera si
deseaba marcharme. Por el momento no lo deseaba.
El androide se dispuso a irse, e impulsivamente avanc un paso e hice algo
que cambiara para siempre el curso de mi vida.
Aguarda dije. Extend una mano. No nos han presentado. Yo soy Raul
Endy mion.
El androide se qued mirando mi mano extendida, y tuve la certeza de haber
atentado contra el protocolo. Los androides eran considerados subhumanos siglos
atrs, cuando los haban biofacturado para usarlos durante la expansin de la
Hgira.
El hombre artificial cogi mi mano y la estrech con firmeza.
Soy A. Bettik murmur. Es un gusto conocerte.
A. Bettik. El nombre me resultaba conocido.
Me gustara hablar contigo, A. Bettik. Aprender ms acerca de ti, de este
lugar y del viejo poeta.
El androide movi los ojos azules, y cre detectar un destello de irona.
S, seor. Me agradara hablar contigo. Me temo que tendr que ser ms
tarde, pues en este momento debo cumplir varios deberes.
Ms tarde, pues dije, y retroced. Esperar el momento.
A. Bettik cabece y baj por la escalera de la torre.
Entr en mi habitacin. Salvo por la cama hecha y un elegante conjunto de
ropa de noche tendido sobre ella, el lugar estaba tal como lo haba dejado. Me
acerqu a la ventana y ech un vistazo a las ruinas de la Universidad de
Endy mion. Altos siempreazules susurraban en la brisa fresca. Hojas violceas

caan del bosquecillo de raralea que estaba cerca de la torre y raspaban la


acera veinte metros ms abajo. Hojas de chalma perfumaban el aire con su
inconfundible aroma de canela. Yo me haba criado pocos cientos de kilmetros
al noreste, en los brezales de Aquila, entre estas montaas y la escabrosa zona
conocida como el Pico, pero la cortante frescura del aire de montaa era nueva
para m. El cielo pareca tener un color lapislzuli ms profundo que en los
brezales o las planicies. Aspir el aire otoal y sonre; aunque me aguardaran
cosas extraas, estaba muy contento de estar vivo.
Alejndome de la ventana, me dirig a la escalera para explorar la
universidad y la ciudad de donde mi familia haba tomado su apellido. Por
chiflado que estuviera el viejo, la charla sera interesante durante la cena.
Me par en seco al pie de la escalera.
Bettik. Grandam haba mencionado ese nombre al recitar los Cantos. Bettik
era el androide que conduca la barca de levitacin Benars hacia el noreste por
el ro Holle, desde la ciudad de Keats, en el continente de Equus, hasta la estacin
fluvial Ny ade, los Rizos de Karla, el bosquecillo de Doukhoborns y Linde, donde
terminaba el ro navegable. Desde Linde los peregrinos continuaban solos por el
Mar de Hierba. Record cmo escuchaba en mi infancia, preguntndome por
qu Bettik era el nico androide con nombre, y preguntndome qu le haba
sucedido cuando los peregrinos lo dejaron en Linde. Haca ms de dos dcadas
que no recordaba ese nombre.
Sacudiendo la cabeza, preguntndome si el que estaba loco era el viejo poeta
o y o, sal a la luz del atardecer para explorar Endy mion.

5
En el mismo momento en que me despido de Bettik, a seis mil aos luz de
distancia, en un sistema estelar conocido slo por nmeros NGC y coordenadas
de navegacin, una fuerza de Pax compuesta por tres naves-antorcha de ataque
y conducida por el padre capitn Federico de Soy a est destruy endo un bosque
orbital. Los rboles xters no tienen defensas contra las naves de Pax, y este
enfrentamiento es ms una carnicera que una batalla.
Aqu debo explicar algo. No estoy especulando acerca de estos hechos:
ocurrieron tal como los describo. Cuando cuente lo que hacan el padre capitn
De Soy a y los dems protagonistas mientras no haba testigos presentes incluso
cuando describa sus pensamientos y sus emociones, no se tratar de
extrapolaciones ni conjeturas. Estas cosas son verdades literales. Ms tarde
explicar cmo llegu a saberlas, a conocerlas sin la menor distorsin, pero por
ahora pido que lo aceptes por lo que es, la verdad.
Las tres naves de Pax salen de velocidades relativistas desacelerando a
seiscientas gravedades, aquello que los navegantes del espacio han llamado
durante siglos delta-V de mermelada de frambuesa : si los campos de
contencin interna fallaran un microsegundo, los tripulantes slo seran una capa
de mermelada de frambuesa sobre las cubiertas.
Los campos de contencin no fallan. A una UA, el padre capitn Federico de
Soy a proy ecta el bosque orbital en la videoesfera. En el Centro de Control de
Combate todos miran la pantalla. Miles de rboles de medio kilmetro de
longitud, adaptados por los xters, se desplazan en compleja coreografa por el
plano de la eclptica: bosquecillos anudados por la gravedad, mechones trenzados
y configuraciones que cambian sutilmente, siempre en movimiento, las hojas
siempre vueltas hacia el sol tipo G, las largas ramas buscando el alineamiento
perfecto, las races sedientas hundidas en la vaporosa niebla de humedad y
nutrientes provista por los cometas pastores que se mueven entre los racimos de
rboles como gigantescas y sucias bolas de nieve. Aleteando entre las ramas y
los rboles, hay variaciones de xters, formas humanoides con tez plateada y
finsimas alas de mariposa que se extienden cientos de metros. Al recibir la luz
del sol, estas alas parpadean como luces navideas en el verde follaje del bosque
orbital.
Fuego! ordena el padre capitn Federico de Soy a.
A dos tercios de UA, las tres naves-antorcha del grupo REYES atacan con sus
armas de larga distancia. A esa distancia aun los haces de energa se arrastran
hacia el blanco como lucirnagas contra una manta negra, pero las naves de Pax
portan armas hiperveloces e hipercinticas, esencialmente pequeas naves
estelares de propulsin Hawking, algunas con ojivas de plasma que en
microsegundos alcanzan velocidades relativistas y detonan dentro del bosque,

mientras que otras, simplemente, regresan al espacio real con la masa


amplificada, y atraviesan los rboles como balas de can disparadas a
quemarropa contra cartn mojado. Minutos despus las tres naves estn a tiro de
ray o energtico, y los haces de contrapresin saltan en varias direcciones
simultneas, visibles por la multitud de partculas coloidales que llenan el espacio
como polvo en un viejo tico.
El bosque arde. La brusca descompresin incinera la corteza adaptada, las
vainas O2 y las hojas autoselladas, que son aserradas por los haces y los
arrasadores zarcillos de plasma. Los glbulos de oxgeno en fuga alimentan las
llamas en el vaco hasta que el aire se congela o se consume. Y el bosque arde.
Millones de hojas echan a volar, formando nuevas piras, mientras troncos y
ramas llamean contra el negro fondo del espacio. Los cometas pastores reciben
el impacto y se vaporizan al instante, partiendo las trenzas boscosas en expansivas
ondas de vapor y trozos de roca fundida. Los xters los ngeles de Lucifer ,
como las fuerzas de Pax los llaman despectivamente desde hace siglos quedan
apresados en las explosiones como mariposas traslcidas en una llama. Algunos
son destrozados por las explosiones de plasma y el estallido de los cometas. Otros
se interponen en el camino de los haces de contrapresin y se convierten en
objetos hipercinticos hasta que estallan sus delicados alas y rganos. Algunos
intentan huir, expandiendo sus alas solares al mximo en un vano intento de
escapar de la matanza.
Ninguno sobrevive.
El enfrentamiento dura menos de cinco minutos. Cuando ha concluido, el
grupo REYES se acerca al bosque en una desaceleracin de treinta gravedades,
y las llamas de fusin de las naves-antorcha incineran los fragmentos de rbol
que han escapado del ataque inicial. El bosque que hace cinco minutos flotaba en
el espacio verdes hojas recibiendo la luz del sol, races bebiendo agua de los
cometas, ngeles xters flotando como radiantes espejines entre las ramas es
slo un toroide de humo y escombros que llena el plano de la eclptica en este
arco de espacio.
Algn superviviente? pregunta el padre capitn De Soy a, de pie frente a
la pantalla central, las manos a la espalda, mecindose suavemente, tocando
apenas con los pies la franja que rodea la pantalla. Aunque la nave an est
desacelerando bajo treinta gravedades, el Centro de Control de Combate se
mantiene a una microgravedad constante de un quincuagsimo de gravedad
estndar. Los doce oficiales de la sala estn sentados o de pie, la cabeza hacia el
centro de la esfera. De Soy a es un hombre bajo de unos treinta y cinco aos
estndar. Tiene rostro redondo y tez oscura, y con los aos sus amigos han notado
que sus ojos reflejan ms compasin sacerdotal que rudeza marcial. Ahora se les
ve preocupados.
No hay supervivientes dice la madre comandante Stone, una oficial alta,

tambin jesuita. Se aparta de la pantalla tctica para conectarse con una unidad
de comunicaciones.
De Soy a sabe que los oficiales del C3 no sienten satisfaccin. Destruir
bosques orbitales xters forma parte de su misin esos rboles aparentemente
inocuos sirven como centros de reaprovisionamiento y reparaciones para los
enjambres de combate, pero pocos guerreros de Pax se complacen en la
destruccin indiscriminada.
Fueron entrenados como caballeros de la Iglesia y defensores de Pax, no
como destructores de la belleza ni asesinos de criaturas desarmadas, aunque esas
criaturas sean xters que han entregado sus almas.
Trazad el plan de bsqueda habitual ordena De Soy a. Ordenad a la
tripulacin que abandone sus puestos de combate. En una nave-antorcha
moderna, la tripulacin consiste slo en estos oficiales y media docena ms que
estn desperdigados por la nave.
La madre comandante Stone interrumpe de golpe.
Seor, detectamos una distorsin Hawking ngulo setenta y dos,
coordenadas dos-veintinueve, cuarenta y tres, uno-cero-cinco. Punto de salida
siete-cero-cero-punto-cinco mil kilmetros. Probabilidad de un solo vehculo,
noventa y seis por ciento. Velocidad relativa desconocida.
Puestos de combate ordena De Soy a. Sonre sin darse cuenta. Quiz los
xters acudan al rescate de su bosque. O quizs hubiera un defensor que acaba de
lanzar un arma desde ms all de la Nube de Oort del sistema. O quiz sea la
vanguardia de un enjambre de unidades de combate que ser la perdicin del
grupo de tareas. Sea cual fuere la amenaza, el padre capitn De Soy a prefiere el
combate a este vandalismo.
Vehculo en traslacin informa el oficial de radar.
Muy bien dice el padre capitn De Soy a. Mira el parpadeo de las
pantallas, vuelve a sintonizar y abre varios canales ptico-virtuales. El C3 se
disipa y l se encuentra en pleno espacio, un gigante de cinco millones de
kilmetros de altura: sus naves son manchas con colas llameantes, el bosque
destruido es una curva columna de humo, y el intruso aparece a setecientos mil
kilmetros, por encima del plano de la eclptica. Las esferas rojas que rodean sus
naves indican campos externos activados para el combate. Otros colores llenan el
espacio, mostrando lecturas de sensores, pulsaciones de radar y preparacin de
puntera. Trabajando en el ultraveloz nivel tctico, De Soy a puede lanzar armas o
desatar energas con slo sealar y chasquear los dedos.
Seal de repetidor informa el oficial de comunicaciones. Cdigos
verificados. Es un correo de Pax, clase Arcngel.
De Soy a frunce el ceo. Qu puede ser tan importante para que el mando de
Pax enve el vehculo ms veloz del Vaticano, que adems es la may or arma
secreta de Pax? En el espacio tctico, De Soy a ve los cdigos de Pax en torno de

la diminuta nave. La llama de fusin tiene cientos de kilmetros. La nave usa


poca energa en los campos de contencin interna, aunque las gravedades
implcitas superan los niveles de la mermelada de frambuesa.
No tripulada? pregunta De Soy a. As lo espera. Las naves clase
Arcngel pueden viajar a cualquier parte del espacio conocido en slo das
das de tiempo real!, en vez de las semanas de tiempo de a bordo y los aos
de tiempo real exigidos por las dems naves, pero nadie sobrevive a los viajes
Arcngel.
La madre comandante Stone entra en el entorno tctico. Su tnica negra es
casi invisible contra el espacio, de modo que su rostro plido parece flotar sobre
la eclptica, y la luz solar de la estrella virtual ilumina sus pmulos filosos.
No, seor murmura. En este entorno, slo De Soy a puede orle. Las
seales indican dos tripulantes.
Santo Jess susurra De Soy a. Es ms una plegaria que un juramento.
Aun en tanques de fuga de alta gravedad, estas dos personas, y a muertas durante
el viaje C-plus, sern ms una finsima capa de pasta de protenas que una
saludable mermelada de frambuesas. Preparad los nichos de resurreccin
dice por la banda comn.
La madre comandante Stone se toca el empalme que tiene detrs de la oreja
y frunce el ceo.
Mensaje en cdigo. Los correos humanos deben ser resucitados con
prioridad alfa. Nivel de dispensacin omega.
El padre capitn De Soy a mira a su oficial ejecutiva en silencio. El humo del
bosque orbital en llamas gira en torno de sus cinturas. La resurreccin prioritaria
desafa la doctrina de la Iglesia y las reglas de Pax. Adems es peligrosa. Las
probabilidades de reintegracin incompleta van desde casi cero, en el ciclo
habitual de tres das, a casi cincuenta por ciento en un ciclo de tres horas. Y nivel
prioritario omega significa Su Santidad en Pacem.
De Soy a nota que su oficial sabe. Esta nave correo es del Vaticano. Alguien
de all o alguien de Mando de Pax, o ambos, consideraron que este mensaje era
tan importante como para enviar una irreemplazable nave correo Arcngel,
matar a dos altos oficiales de Pax pues una Arcngel no se confiara a nadie
ms y correr el riesgo de que esos dos oficiales tuvieran una reintegracin
incompleta.
En el espacio tctico, De Soy a enarca las cejas en respuesta a la mirada
inquisitiva de su oficial. En la banda de mando dice:
Muy bien, comandante. Imparta rdenes para emparejar velocidades.
Prepare una partida de abordaje. Quiero que transfieran los tanques de fuga y
concluy an las resurrecciones a las cero-seis-treinta horas. Felicite de mi parte al
capitn Hearn del Melchor y a la madre capitana Boulez del Gaspar, y pdales
que se trasladen al Baltasar para una reunin con los correos a las cero-

setecientas.
El padre capitn De Soy a sale del espacio tctico para regresar a la realidad
del C3. Stone y los dems todava lo miran.
Deprisa dice De Soy a, alejndose de la pantalla, volando hacia su puerta
particular y atravesando la tronera circular. Despirtenme cuando los correos
hay an resucitado ordena a esos rostros blancos mientras la puerta se desliza
para cerrarse.

6
Recorr las calles de Endy mion tratando de conciliarme con mi vida, mi
muerte y mi nueva vida. Debo aclarar que no me tomaba estas cosas mi
juicio, mi ejecucin , mi reunin con el mtico y viejo poeta con tanta
calma como esta narracin puede sugerir. Una parte de m estaba sacudida hasta
los cimientos. Haban tratado de matarme! Yo quera culpar a Pax, pero los
tribunales no eran agentes directos de Pax. Hy perion tena su propio Consejo
Interno, y los tribunales de Puerto Romance se constituan en conformidad con
nuestra poltica local. La pena capital no era una inevitable sentencia de Pax,
sobre todo en aquellos mundos donde la Iglesia gobernaba por medio de la
teocracia, sino un resabio de los tiempos coloniales de Hy perion. Mi precipitado
juicio, su ineludible desenlace y mi ejecucin sumaria expresaban, en todo caso,
el temor de los empresarios de Hy perion y Puerto Romance a ahuy entar a los
turistas de otros mundos. Yo era un rstico, un gua que haba matado al turista
rico a quien haban puesto a mi cuidado, y tena que servir como escarmiento.
Nada ms. No era nada personal.
Pero y o lo tom como algo personal. Frente a la torre, sintiendo el calor del
sol que rebotaba en las anchas losas del patio, alc lentamente las manos. Estaban
temblando. Haban sucedido demasiadas cosas demasiado pronto, y la calma que
me haba impuesto durante el juicio y el breve perodo anterior a mi ejecucin
me haba dejado exhausto.
Camin entre las ruinas de la universidad. La ciudad de Endy mion se ergua
en la cima de una colina, y la universidad haba estado an a may or altura sobre
este risco en tiempos coloniales, de modo que la vista era bellsima al sur y al
este. Los bosques de chalma del valle refulgan con un color amarillo brillante.
No haba estelas ni trfico areo en el cielo color lapislzuli. Yo saba que Pax no
tena el menor inters en Endy mion. Sus tropas an custodiaban la Meseta del
Pin, donde sus robots mineros extraan los parsitos cruciformes, pero esta
seccin del continente haba sido inaccesible por tantas dcadas que tena un aire
agreste y virginal.
A los diez minutos de caminar, comprend que slo la torre donde y o haba
despertado y los edificios circundantes parecan ocupados. El resto de la
universidad estaba en ruinas las grandes salas expuestas a la intemperie, la
planta fsica saqueada siglos atrs, los campos de juegos cubiertos de malezas, la
cpula del observatorio despedazada y la ciudad luca an ms abandonada
cuesta abajo. La maraa de raralea y kudzu reclamaba manzanas enteras.
La universidad haba sido bella en sus tiempos: edificios neogticos posHgira construidos con bloques de piedra arenisca extrados de canteras que
estaban a poca distancia, en los cerros de la Meseta del Pin. Tres aos antes,
cuando y o trabajaba como asistente del famoso artista jardinero Avrol Hume,

realizando gran parte del trabajo pesado mientras l rediseaba las fincas de la
Primera Familia en la elegante costa del Pico, haba mucha demanda de follies o
palacetes, falsas ruinas cerca de estanques, bosques o colinas. Me haba vuelto
experto en poner viejas piedras en artificiosos estados de descomposicin para
simular ruinas la may ora de ellas absurdamente ms antiguas que la historia
de la humanidad en este mundo remoto pero ninguna follie de Hume era tan
atractiva como estas ruinas reales. Recorr los restos de una universidad otrora
esplndida, admir la arquitectura, pens en mi familia.
Aadir el nombre de una ciudad local al nuestro haba sido una tradicin entre
las familias indgenas. Pues mi familia era indgena de veras, y a que se
remontaba a las naves pioneras de siete siglos atrs. ramos ciudadanos de
tercera en nuestro propio mundo, y seguamos sindolo, pues ahora estbamos
por debajo de los ciudadanos de Pax y de los colonos de la Hgira, que llegaron
siglos despus de mis ancestros. Durante siglos, pues, mi gente haba vivido y
trabajado en estos valles y montaas. En general, mis parientes indgenas haban
realizado tareas manuales, como mi padre poco antes de su prematura muerte,
ocurrida cuando y o tena ocho aos, como mi madre hasta su propia muerte,
ocurrida cinco aos despus, como y o mismo hasta esta semana. Mi abuela
haba nacido una dcada despus de que Pax expulsara a todos los habitantes de
estas regiones, pero Grandam tena edad suficiente para recordar los tiempos en
que las familias de nuestro clan llegaban hasta la Meseta del Pin y trabajaban
en las plantaciones de fibroplstico del sur.
No tena la sensacin de haber vuelto a mi terruo. Mi terruo eran los fros
brezales del noreste. Los marjales del norte de Puerto Romance haban sido el
lugar donde y o haba elegido vivir y trabajar. Esta ciudad universitaria nunca
haba formado parte de mi vida y tenan tan poca importancia para m como las
desaforadas historias de los Cantos del viejo poeta.
Al pie de otra torre, me detuve para recobrar el aliento y reflexionar sobre
esto. Si lo que sugera el poeta era cierto, las desaforadas historias de los
Cantos sern muy importantes para m. Pens en Grandam recitando ese poema
pico, record las noches en que cuidaba ovejas en las colinas del norte, nuestros
vehculos de bateras formando un crculo protector para pernoctar, las fogatas
opacando apenas la gloria de las constelaciones o las lluvias de meteoritos;
record la mesurada lentitud con que Grandam recitaba estrofas que luego me
haca repetir, record mi impaciencia habra preferido sentarme a leer un
libro bajo un farol y sonre al pensar que esa noche cenara con el autor de
esos versos. Ms an, el viejo poeta era uno de los siete peregrinos de que
hablaba el poema.
Demasiadas cosas. Demasiado pronto.
Haba algo raro en esa torre. Ms grande y ms ancha que la torre donde y o
haba despertado, esta estructura tena una sola ventana, un arco a treinta metros

de altura. Ms interesante an, haban tapado con ladrillos la puerta original.


Haba hecho trabajos de albailera cuando era aprendiz de Avrol Hume, y mi
experiencia me hizo sospechar que haban cerrado la puerta antes de que la zona
fuera abandonada un siglo atrs, pero no mucho antes.
An hoy ignoro por qu ese edificio me llam la atencin cuando haba tantas
ruinas para explorar esa tarde, pero mi curiosidad era innegable. Recuerdo que
mir cuesta arriba y not la profusin de hojas de chalma que haban trepado por
la torre como hiedra de corteza gruesa. Si uno trepa la cuesta y penetra en el
bosquecillo de chalma, podra encaramarse a esa rama y llegar al antepecho de
esa ventana solitaria
Era un disparate. Con esa pueril expedicin slo lograra rasgarme la ropa y
despellejarme las manos, por no mencionar el peligro de una cada de treinta
metros. Para qu arriesgarse? Qu poda haber en esa torre clausurada, salvo
araas y telaraas?
Diez minutos despus estaba encaramado a la sinuosa rama de chalma,
buscando muescas en la piedra o ramas gruesas para aferrarme. Como la rama
creca contra la pared, no poda montarme a horcajadas sobre ella. Tuve que
avanzar de rodillas las ramas de arriba no me permitan andar de pie y la
sensacin de peligro y el miedo a caerme eran aterradores. Cuando el viento
otoal sacuda las hojas y las ramas, y o me detena y me aferraba con todas mis
fuerzas.
Cuando llegu a la ventana maldije en voz baja. Mis clculos realizados
con tanta facilidad desde la acera haban sido errneos. La rama de chalma
estaba tres metros debajo del antepecho de la ventana abierta. No haba lugar
donde apoy ar los dedos en esa extensin de piedra. Si quera llegar al antepecho,
tendra que saltar con la esperanza de que mis dedos encontraran en dnde
agarrarse. Era una locura. No haba nada en la torre que justificara semejante
riesgo.
Aguard a que amainara el viento, me agazap y brinqu. Durante un
vertiginoso segundo mis dedos encorvados patinaron por la piedra desmigajada y
el polvo, partindome las uas y sin hallar sostn, pero luego encontraron los
podridos restos del viejo antepecho y se clavaron.
Me encaram, jadeando y rasgndome la camisa. Los blandos zapatos que
me haba dejado A. Bettik rasparon la piedra hasta encontrar apoy o.
Cuando me incorpor en el antepecho, me pregunt cmo hara para bajar
por la rama de chalma. Esta preocupacin aument cuando escrut el oscuro
interior de la torre.
Maldicin susurr. Haba un viejo rellano de madera debajo del
antepecho, pero la torre estaba vaca. La luz que entraba por la ventana
iluminaba tramos de una escalera desvencijada que recorra el interior de la
torre as como las ramas de chalma abrazaban el exterior, pero el centro de la

torre era pura oscuridad. Alc los ojos y vi manchas de luz solar por lo que quiz
fuera un techo de madera provisional treinta metros ms arriba. Comprend que
la torre no era ms que un silo glorificado, un gigantesco cilindro de piedra de
sesenta metros de altura. Con razn necesitaba una sola ventana. Con razn
haban tapado la puerta aun antes de la evacuacin de Endy mion.
Conservando el equilibrio en el antepecho, sin confiar en el podrido rellano
del interior, sacud la cabeza con resignacin. Un da mi curiosidad me llevara a
la muerte.
Escrutando la penumbra, que tanto contrastaba con el esplndido sol del
atardecer, not que el interior estaba demasiado oscuro. No poda ver la pared ni
la escalera del otro lado. Comprend que la luz difusa iluminaba la piedra vea
un tramo de escalera podrida, y todo el cilindro del interior era visible metros por
encima de m, pero en mi nivel la may or parte del interior haba
desaparecido.
Cielos susurr. Algo llenaba esa torre oscura.
Apoy ando mi peso en mis brazos, que an aferraban el antepecho, baj al
rellano interior. La madera cruji pero pareca bastante slida. Sin soltar el
marco de la ventana, apoy parte de mi peso en mis piernas y me volv para
mirar.
Tard casi un minuto en comprender lo que miraba. Una nave espacial
llenaba el interior de la torre como una bala metida en la recmara de un antiguo
revlver.
Apoy ando todo mi peso en el rellano, olvidndome de su precariedad, avanc
para ver mejor.
Era una esbelta nave de poca altura, unos cincuenta metros. El metal del
casco si era metal era negro y opaco y pareca absorber la luz. Yo no vea
lustre ni reflejos. Distingu el perfil de la nave mirando la pared de piedra que
haba detrs y viendo dnde terminaban las piedras y la luz que se reflejaba en
ellas.
No dud un instante de que fuera una nave espacial. Lo era enfticamente.
Una vez le que los nios de cientos de mundos todava dibujan casas
bosquejando una caja con una pirmide encima, con volutas de humo sobre una
chimenea rectangular, aunque dichos nios vivan en habitculos orgnicos en lo
alto de rboles residenciales ARNados. Tambin dibujan las montaas como
pirmides, aunque las montaas que conocen se parezcan ms a los cerros
redondos del pie de la Meseta del Pin. No s qu explicacin daba el artculo.
Memoria racial, tal vez, o el cerebro condicionado para ciertos smbolos.
La cosa que y o estaba viendo, entreviendo casi como espacio negativo, no
era slo una nave espacial, sino la nave espacial.
He visto imgenes de los cohetes ms antiguos de Vieja Tierra anteriores a
Pax, a la Cada, a la Hegemona, a la Hgira, qu digo, anteriores a todo y

lucan como esa negrura curva. Alta, delgada, ahusada en ambos extremos,
puntiguada arriba, con aletas abajo. Yo estaba mirando la imagen
simblicamente perfecta de una NAVE ESPACIAL, grabada a fuego en el
cerebro y la memoria racial.
En Hy perion no haba naves espaciales particulares ni naves espaciales
extraviadas. De esto estaba seguro. Aun las naves interplanetarias ms simples
eran demasiado costosas para abandonarlas en viejas torres de piedra. En una
poca, siglos antes de la Cada, cuando los recursos de la Red de Mundos
parecan ilimitados, pudo haber una pltora de naves espaciales militares,
diplomticas, gubernamentales, empresariales, fundacionales, exploratorias,
incluso algunas naves particulares pertenecientes a hipermillonarios, pero aun
en esos tiempos slo una economa planetaria poda afrontar el coste de la
construccin de una nave estelar. En mis tiempos y en tiempos de mi madre y
mi abuela, y de sus madres y abuelas slo Pax ese consorcio de la Iglesia
con un tosco gobierno interestelar poda costearse naves espaciales de
cualquier tipo. Y ningn individuo del universo conocido ni siquiera Su Santidad
en Pacem poda costearse una nave estelar privada.
Y esta nave era estelar. Lo saba. No s cmo, pero lo saba.
Sin prestar atencin al psimo estado de los peldaos, me puse a bajar y subir
por la escalera de caracol. El casco estaba a cuatro metros de m. Su insondable
negrura me causaba vrtigo. Quince metros debajo de m, apenas visible bajo la
curva de negrura, otro rellano se extenda hasta el casco.
Baj. Un peldao podrido se parti bajo mis pies, pero me mova tan rpido
que lo ignor.
El rellano no tena baranda y se extenda como un trampoln. Si me caa
desde all, me rompera algunos huesos y quedara tendido en la oscuridad de una
torre cerrada. No pens en ello cuando cruc el rellano y apoy la palma en el
casco de la nave.
El casco era tibio. Ms que metal, pareca la lisa piel de una criatura
durmiente. Enfatizando esta ilusin el casco emita una vibracin suave, como si
la nave respirase, como si un corazn palpitara bajo mi palma.
De pronto hubo un movimiento real bajo mi mano, y el casco se hundi y se
apart, no elevndose mecnicamente como algunos portales que haba visto, ni
girando sobre goznes, sino plegndose sobre s mismo como labios que se
retrajeran.
Se encendieron luces. Un corredor interno techo y paredes de aspecto
orgnico que evocaban una cerviz reluca suavemente.
No vacil demasiado. Durante aos mi vida haba sido calma y predecible
como la may ora de las vidas. Esa semana haba matado a un hombre por
accidente, me haban condenado y ejecutado y haba despertado en el mito
favorito de Grandam. Por qu detenerme all?

Entr en la nave espacial, y la puerta se cerr a mis espaldas como una boca
hambrienta.

El corredor de la nave no era lo que y o habra imaginado. Siempre haba


pensado que el interior de las naves espaciales era como la bodega de los
transportes martimos que llevaban nuestro regimiento de la Guardia a Ursus:
metal gris, remaches, troneras firmes y tubos de vapor siseante. Aqu no haba
nada de eso. El corredor era liso y curvo, y los tabiques interiores estaban
revestidos con una madera tibia y orgnica como carne. Si haba una cmara de
presin, y o no la haba visto. Luces ocultas se encendan mientras y o avanzaba y
luego se apagaban solas, dejndome en un pequeo estanque de luz con
oscuridad por delante y por detrs. Saba que la nave no poda tener ms de cien
metros de dimetro, pero la leve curva de este corredor creaba la ilusin de que
el interior era ms grande que el exterior.
El corredor terminaba en lo que deba de ser el centro de la nave, un foso
abierto con una escalera de caracol metlica que se perda en la oscuridad.
Apoy el pie en el primer escaln y arriba se encendieron luces. Sospechando
que las partes ms interesantes de la nave estaban arriba, comenc a ascender.
La cubierta siguiente llenaba todo el crculo de la nave y albergaba un antiguo
holofoso como el que y o haba visto en viejos libros, varias sillas y mesas en un
estilo que no pude identificar y un piano de cola. Debo aclarar que ni una persona
entre diez mil nativos de Hy perion habra podido identificar ese objeto como un
piano, y menos como un piano de cola. Mi madre y Grandam haban sentido un
apasionado inters por la msica, y un piano haba llenado gran parte del espacio
de una de nuestras casas rodantes elctricas. Muchas veces y o haba odo las
quejas de mis tos o abuelos acerca del tamao y peso de ese instrumento,
acerca de los julios de energa necesarios para transportar ese trasto pre-Hgira
por los brezales de Aquila, y acerca de la sensatez de tener un sintetizador de
bolsillo que poda recrear msica de piano o cualquier otro instrumento. Pero mi
madre y Grandam eran tajantes: nada poda igualar el sonido de un piano
autntico, por mucho que hubiera que afinarlo despus del transporte. Y ni mi
abuelo ni mis tos se quejaban cuando Grandam tocaba Rachmaninoff, Bach o
Mozart en el campamento de noche. Esa anciana me haba hablado sobre los
grandes pianos de la historia, incluidos los pianos de cola pre-Hgira. Y ahora
vea uno.
Ignorando el holofoso y los muebles, ignorando la ventana curva que
mostraba slo la oscura piedra del interior de la torre, camin hasta el piano de
cola. Las letras doradas decan STEINWAY encima del teclado. Solt un silbido y
acarici las teclas con los dedos, sin atreverme an a tocar nada. Segn
Grandam, esta compaa haba dejado de fabricar pianos antes del Gran Error

del 38, y no se haba fabricado ninguno desde la Hgira. Yo estaba tocando un


instrumento que tena por lo menos mil aos de antigedad. Los Steinway y los
Stradivarius eran mitos entre los amantes de la msica. Me pregunt cmo era
posible, acariciando teclas que tenan la tersura del legendario marfil, colmillos
de un animal extinguido llamado elefante. An podan quedar seres humanos de
los tiempos anteriores a la Hgira los tratamientos Poulsen y el almacenaje
criognico podan explicarlo, pero los artefactos de madera, alambre y marfil
tenan pocas probabilidades de efectuar esa larga travesa por el tiempo y el
espacio.
Mis dedos tocaron un acorde do-mi-sol-si bemol. Y luego un acorde en do
may or. El tono era impecable, la acstica de la nave, perfecta. Nuestro viejo
piano necesitaba que Grandam lo afinara despus de cada viaje de pocos
kilmetros por los brezales, pero este instrumento pareca perfectamente afinado
despus de un sinfn de aos-luz y siglos de viaje.
Saqu el taburete, me sent y me puse a tocar Para Elisa. Era una pieza
sentimental y sencilla, pero pareca congeniar con el silencio y la soledad de ese
lugar oscuro. De hecho, las luces parecieron atenuarse mientras las notas
llenaban la sala circular y resonaban en la penumbrosa escalera. Mientras
tocaba, pens en mi madre y Grandam, que nunca habran sospechado que mis
lecciones de piano infantiles conduciran a este solo en una nave oculta. La
tristeza de ese pensamiento impregn la msica que tocaba.
Cuando termin, apart los dedos del teclado con cierta culpa, abrumado por
la arrogancia de mi pobre ejecucin de una pieza tan simple en ese piano
venerable, ese regalo del pasado. Permanec en silencio un instante, intrigado por
la nave espacial, por el viejo poeta y por mi propio lugar en este descabellado
orden de cosas.
Muy bonito murmur una voz a mis espaldas.
Di un respingo. No haba odo que nadie subiera o bajara la escalera, no haba
visto que nadie entrara en la sala. Mir de un lado al otro.
No haba nadie en la habitacin.
Hace tiempo que no oigo tocar esa pieza dijo la voz. Pareca brotar del
centro de la habitacin desierta. Mi pasajero anterior prefera Rachmaninoff.
Apoy la mano en el borde del taburete para afianzarme y pens en todas las
preguntas estpidas que poda abstenerme de hacer.
Eres la nave? pregunt, sin saber si era una pregunta estpida pero
ansiando una respuesta.
Desde luego respondi la voz, que era suave pero vagamente masculina.
Yo haba odo mquinas parlantes, pues esos aparatos existan desde siempre,
pero nunca mquinas inteligentes. La Iglesia y Pax haban prohibido las IAs ms
de dos siglos antes, y despus de ver que el TecnoNcleo ay udaba a los xters a
destruir la Hegemona, la may ora de los billones de personas de mil mundos

devastados haba aprobado fervientemente la medida. Comprend que mi propia


programacin en ese sentido haba sido efectiva: la idea de estar hablando con un
artefacto inteligente me hizo sudar las palmas y sentir un nudo en la garganta.
Quin era tu pasajero anterior? pregunt.
Hubo una brevsima pausa.
Ese caballero era conocido como el cnsul dijo al fin la nave. Fue
diplomtico de la Hegemona durante gran parte de su vida.
Esta vez fui y o quien titube antes de hablar. Tem que mi ejecucin en
Puerto Romance me hubiera embrollado las neuronas a tal punto que crea estar
viviendo en uno de los poemas picos de Grandam.
Qu le sucedi al cnsul? pregunt.
Muri dijo la nave, con un levsimo tono de congoja.
Cmo? pregunt. Al final de los Cantos del viejo poeta, despus de la
Cada de la Red de Mundos, el cnsul de la Hegemona llevaba una nave de
regreso a la Red. Esta nave?. Dnde muri? aad. Segn los Cantos, la
nave donde el cnsul de la Hegemona se haba ido de Hy perion estaba
impregnada con la personalidad del cbrido John Keats.
No recuerdo dnde muri el cnsul dijo la nave. Slo recuerdo que
muri, y que y o regres aqu. Supongo que esa directiva fue programada en mis
bancos de rdenes en ese momento.
Tienes nombre? pregunt, intrigado por saber si hablaba con la
personalidad IA de John Keats.
No dijo la nave. Slo nave. De nuevo una pausa que era algo ms
que mero silencio. Aunque creo recordar que en algn momento tuve nombre.
Era John? pregunt. O Johnny ?
Tal vez. Los detalles son borrosos.
Por qu? Tu memoria funciona mal?
No, en absoluto. Por lo que puedo deducir, hace doscientos aos estndar
hubo un suceso traumtico que borr ciertos recuerdos, pero desde entonces mi
memoria y dems facultades han funcionado a la perfeccin.
Pero no recuerdas el suceso? El trauma?
No dijo la nave con relativo buen humor. Creo que sucedi en el
mismo momento en que el cnsul muri y y o regres a Hy perion, pero no estoy
seguro.
Y desde entonces? Desde tu regreso has permanecido en esta torre?
S. Estuve un tiempo en la Ciudad de los Poetas, pero pas aqu la may or
parte de los dos ltimos siglos locales.
Quin te trajo aqu?
Martin Silenus. El poeta. T le conociste hoy.
Ests enterado de eso?
Claro que s dijo la nave. Yo di a Silenus los datos sobre tu juicio y

ejecucin. Ay ud a gestionar el soborno de los funcionarios y el transporte de tu


cuerpo dormido.
Cmo hiciste eso? pregunt. La imagen de esa nave maciza y arcaica
hablando por telfono era demasiado absurda.
Hy perion no tiene una autntica esfera de datos, pero monitoreo las
comunicaciones por satlite y de microondas, as como algunas bandas
seguras de fibra ptica y mser.
Conque eres espa del viejo poeta.
S.
Y qu sabes sobre los planes que el viejo poeta tiene para m? pregunt,
volvindome nuevamente hacia el teclado y tocando un acorde de Bach.
M. Endy mion dijo otra voz a mis espaldas.
Dej de tocar y al volverme vi a A. Bettik, el androide, de pie en la escalera
circular.
Mi amo tema que te hubieras perdido dijo A. Bettik. Vine a mostrarte
el camino de regreso a la torre. Apenas tienes tiempo de vestirte para la cena.
Me encog de hombros y camin hacia la escalera. Antes de seguir al
hombre de tez azul, me volv hacia la habitacin en penumbras.
Fue grato hablar contigo, nave.
Fue un placer conocerte, M. Endy mion dijo la nave. Pronto volver a
verte.

7
Las naves-antorcha Gaspar, Melchor y Baltasar estn a una UA de los
bosques orbitales en llamas y siguen desacelerando en torno de ese sol sin
nombre cuando la madre comandante Stone llama al compartimiento del padre
capitn De Soy a para informarle de que han resucitado a los correos.
A decir verdad, slo hemos logrado resucitar a uno corrige, flotando ante
la puerta abierta.
El padre capitn De Soy a hace una mueca.
El otro? pregunta. Lo han devuelto al nicho de resurreccin?
Todava no dice Stone. El padre Sapieha est con el superviviente.
De Soy a asiente.
Pax? pregunta, esperando que sea as. Los correos del Vaticano traen
ms problemas que los correos militares.
La madre comandante Stone niega con la cabeza.
Ambos son del Vaticano. El padre Gawronski y el padre Vandrisse. Ambos
son Legionarios de Cristo.
Con gran esfuerzo de voluntad, De Soy a contiene un suspiro. Los Legionarios
de Cristo casi haban reemplazado a los jesuitas, ms liberales, a lo largo de los
siglos. Su poder creca en la Iglesia un siglo antes del Gran Error, y no era ningn
secreto que el Papa los utilizaba como tropas de choque para misiones engorrosas
dentro de la jerarqua eclesistica.
Cul sobrevivi? pregunta.
El padre Vandrisse. Stone mira su comlog. Ya lo deben de haber
revivido, seor.
Muy bien dice De Soy a. Ajuste el campo interno a una gravedad a las
cero-seis-cuarenta-cinco. Llame a bordo a los capitanes Hearn y Boulez y
ofrzcales mis cumplidos. Escltelos hasta la sala de proa. Estar con Vandrisse
hasta que nos reunamos.
A la orden dice la madre comandante Stone, y se marcha.
La sala que est junto al nicho de resurreccin es ms capilla que
enfermera. El padre capitn De Soy a se arrodilla frente al altar y luego se rene
con el padre Sapieha junto a la camilla donde est el correo. Sapieha es ms
viejo que la may ora de los miembros de Pax por lo menos setenta aos
estndar y los suaves haces halgenos se reflejan en su coronilla calva. De
Soy a piensa que el capelln de la nave, con sus malas pulgas y sus pocas luces,
es muy parecido a varios curas de parroquia que conoci en su juventud.
Capitn saluda el capelln.
De Soy a saluda con un cabeceo y se acerca al hombre de la camilla.
El padre Vandrisse es joven treinta aos estndar y lleva el cabello
oscuro largo y rizado, segn la moda actual del Vaticano. O al menos la moda

que se aproximaba cuando De Soy a estuvo por ltima vez en Pacem y el


Vaticano: y a han acumulado una deuda temporal de tres aos en dos meses de
misin.
Padre Vandrisse dice De Soy a, me oy e?
El joven asiente y grue. Cuesta hablar en los primeros minutos de una
resurreccin. Al menos, es lo que De Soy a ha odo decir.
Bien dice el capelln. Ser mejor que vuelva a meter el cuerpo del
otro en el nicho. Mira a De Soy a con mal ceo, como si el capitn fuera
culpable del fracaso de la resurreccin. Es un desperdicio, padre capitn.
Tardarn semanas, tal vez meses, en revivir al padre Gawronski. Ser muy
doloroso para l.
De Soy a asiente.
Le gustara verle, padre capitn? insiste el capelln. El cuerpo en
fin apenas parece humano. Los rganos internos estn a la vista y totalmente
Contine con sus deberes, padre murmura De Soy a. Puede retirarse.
El padre Sapieha vuelve a poner mal ceo, como si fuera a replicar, pero en
ese momento suena el clxon de gravedad y ambos tienen que orientarse para
que sus pies toquen el piso cuando se realinee el campo de contencin interna. La
gravedad asciende lentamente a uno mientras el padre Vandrisse se hunde en los
cojines de la camilla y el capelln se marcha. Aun despus de un solo da de
gravedad cero, el retorno de la gravedad es una molestia.
Padre Vandrisse murmura De Soy a. Me oy e?
El joven cabecea. Sus ojos muestran su dolor. Su piel reluce como si
acabaran de ponerle injertos, o como si fuera un recin nacido. La carne luce
rosada y cruda, casi quemada, y el lvido cruciforme tiene el doble de su tamao
normal en el pecho del correo.
Sabe dnde est? susurra De Soy a. O quin es , aade mentalmente.
La confusin posterior a la resurreccin puede durar horas o das. De Soy a sabe
que los correos estn entrenados para superar esa confusin, pero cmo se
puede entrenar a alguien para la muerte y la resurreccin? Un instructor de De
Soy a en el seminario lo expresaba con claridad: Las clulas recuerdan haber
agonizado y muerto, aunque la mente no lo recuerde .
Recuerdo susurra el padre Vandrisse, y su voz suena tan descarnada
como luce su piel. Es usted el capitn De Soy a?
El padre capitn De Soy a, s.
Vandrisse trata de apoy arse en el codo y no lo consigue.
Ms cerca susurra, demasiado dbil para alzar la cabeza.
De Soy a se acerca ms. El otro sacerdote huele a formaldehdo. Slo algunos
sacerdotes son iniciados en los misterios de la resurreccin, y De Soy a escogi
no ser uno de ellos. Puede oficiar en un bautismo y administrar la comunin o la
extremauncin como capitn de una nave estelar, ha tenido ms oportunidades

para lo segundo que para lo primero, pero nunca ha estado presente en el


sacramento de la resurreccin. Ignora qu procesos, al margen del milagro del
cruciforme, intervienen para devolver al cuerpo destruido y aplastado de este
hombre, a sus neuronas destrozadas y su masa cerebral desperdigada la forma
humana que l ve ante s.
Vandrisse susurra algo y De Soy a tiene que acercarse an ms. Los labios del
sacerdote resucitado casi rozan la oreja de De Soy a.
Debemos hablar logra decir Vandrisse con gran esfuerzo.
De Soy a asiente con la cabeza.
He ordenado una reunin dentro de quince minutos. Estarn presentes los
otros dos capitanes de mis naves. Le daremos una silla flotante y
Vandrisse sacude la cabeza.
Ninguna reunin. Mensaje para
De acuerdo responde De Soy a sin inmutarse. Desea esperar hasta?
De nuevo la sacudida de la cabeza. El rostro del sacerdote tiene estras
lustrosas, como si los msculos se mostraran a travs de la piel.
Ahora susurra.
De Soy a se acerca y espera.
Debe llevar la nave Arcngel de inmediato jadea Vandrisse.
Su destino est programado.
De Soy a an no se inmuta, pero est pensando: Conque ser una dolorosa
muerte por aceleracin. Querido Jess, no podas apartar de m este cliz? .
Qu dir a los dems? pregunta.
El padre Vandrisse sacude la cabeza.
No diga nada. Ponga a su oficial ejecutiva al mando del Baltasar.
Transfiera el mando del grupo de tareas a la madre capitana Boulez. El grupo
REYES tendr otras rdenes.
Ser informado acerca de esas otras rdenes? pregunta De Soy a. El
esfuerzo de aparentar calma le da dolor de mandbula. Hasta treinta segundos
atrs, la supervivencia y el xito de esta nave, de este grupo de tareas, era la
razn central de su existencia.
No dice Vandrisse. Esas rdenes no le conciernen.
El sacerdote resucitado est plido de dolor y agotamiento. De Soy a nota que
esto le causa cierta satisfaccin y de inmediato reza una breve plegaria pidiendo
perdn.
Debo partir de inmediato repite De Soy a. Puedo llevar mis escasas
pertenencias personales? Est pensando en la estatuilla de porcelana que su
hermana le regal poco antes de morir en Vector Renacimiento. Esa pieza frgil,
encerrada en un cubo de estasis durante las maniobras de alta gravedad, lo ha
acompaado durante todos sus aos de viaje por el espacio.
No dice el padre Vandrisse. Vay a de inmediato. No lleve nada.

Esto es por orden de? pregunta De Soy a.


Vandrisse frunce el ceo en medio de su mueca de dolor.
Es una orden directa de Su Santidad, el papa Julio XIV. Es prioridad
omega anulando todas las rdenes del mando militar de Pax o la flota espacial.
Comprende padre capitn De Soy a?
Comprendo dice el jesuita, e inclina la cabeza en seal de obediencia.

La nave correo clase Arcngel no tiene nombre. De Soy a no considera que


las naves-antorcha sean bellas con su forma de calabaza, el mdulo de mando
y las armas empequeecidos por el enorme motor Hawking y la esfera de fusin
, pero la Arcngel es decididamente fea en comparacin. La nave correo es
una masa de esferas asimtricas, dodecaedros, correas, cables y mandos de
motor Hawking. La cabina de pasajeros es apenas un detalle en el centro de esa
chatarra.
De Soy a se ha reunido brevemente con Hearn, Boulez y Stone, explicando
slo que lo han convocado y transfiriendo el mando a los nuevos y asombrados
capitanes del grupo de tareas y el Baltasar. Luego se ha trasladado a la nave
Arcngel en una cpsula. De Soy a ha tratado de no mirar su amada Baltasar,
pero en el ltimo momento, antes de abordar el correo, se ha vuelto y ha mirado
nostlgicamente la nave-antorcha con aoranza, en cuy o flanco curvo el sol
pintaba una medialuna de luz. Luego ha apartado los ojos resueltamente.
Al entrar ve que la Arcngel tiene un mando tctico virtual muy tosco,
controles manuales y puente. El interior del mdulo de mando no es mucho ms
grande que el estrecho cubculo que l ocupaba en el Baltasar, aunque este
espacio est abarrotado de cables, filamentos de fibra ptica, discos y dos
divanes de aceleracin. El nico otro espacio es el diminuto cubculo que
combina alcoba con guardarropa.
De Soy a ve de inmediato que los divanes de aceleracin no son estndar. Se
trata de bandejas de acero sin acolchado, ms semejantes a camillas de autopsia
que a divanes. Las bandejas tienen un reborde sin duda para impedir que el
fluido se derrame bajo alta gravedad y el nico campo de contencin de la
nave debe rodear estos divanes, para impedir que la carne, el hueso y la materia
cerebral pulverizados se desparramen en los intervalos de gravedad cero luego
de la desaceleracin final. De Soy a ve los tubos por donde se iny ect agua o
alguna solucin limpiadora para lavar el acero. No lo ha logrado del todo.
Dos minutos para aceleracin dice una voz metlica. Amrrese y a.
Ninguna cortesa piensa De Soy a. Ni siquiera un Por favor .
Nave dice. Sabe que no hay IAs genuinas en las naves de Pax, pues no
se permite ninguna IA en el espacio humano controlado por Pax, pero piensa que
el Vaticano podra haber hecho una excepcin en una de sus naves correo clase

Arcngel.
Un minuto treinta segundos para aceleracin inicial dice la voz metlica,
y De Soy a comprende que est hablando con una mquina idiota.
Se apresura a amarrarse. Las correas son anchas y gruesas pero su funcin
es slo aparente. El campo de contencin se encargar de mantener sus restos en
su lugar.
Treinta segundos dice la voz idiota. Advierto que la traslacin C-plus
ser letal.
Gracias dice el padre capitn Federico de Soy a. Siente en los odos las
desbocadas palpitaciones de su corazn. En los instrumentos parpadean luces.
Aqu nada est destinado al control humano, as que De Soy a no les presta
atencin.
Quince segundos dice la nave. Tal vez ahora desee rezar.
Joder dice De Soy a. Ha estado rezando desde que dej la sala de
resurreccin. Aade una plegaria final para pedir perdn por la obscenidad.
Cinco segundos dice la voz. No habr ms comunicaciones. Que Dios
lo bendiga y acelere su resurreccin, en nombre de Cristo.
Amn dice el padre capitn De Soy a. Cierra los ojos cuando se inicia la
aceleracin.

8
Anocheci temprano en la ruinosa ciudad de Endy mion. Desde la torre donde
haba despertado en ese da interminable, mir cmo se extingua la luz otoal. A.
Bettik me haba conducido de vuelta a mi habitacin, donde an haba ropa de
noche elegante pero sencilla pantalones tostados de algodn, ajustados por
debajo de las rodillas, blusa de lino blanca con mangas abullonadas, chaleco de
cuero negro, calzas negras, botas de cuero negro, una pulsera de oro extendida
sobre la cama. El androide tambin me mostr el lavabo, un piso ms abajo, y
me dijo que la gruesa bata de algodn que colgaba en la puerta era para m. Se lo
agradec, me ba, me sequ el cabello, me puse todo lo que me haban dejado
excepto la pulsera de oro, y aguard ante la ventana mientras la luz se volva ms
dorada y horizontal y las sombras descendan desde los cerros.
Cuando la luz se extingui al punto de que no quedaron ms sombras y las
ms brillantes estrellas del Cisne despuntaron sobre las montaas del este, A.
Bettik regres.
Es hora? pregunt.
An no, seor respondi el androide. Antes dijiste que deseabas hablar
conmigo.
Ah, s dije, y seal la cama, el nico mueble de la habitacin.
Sintate.
El hombre de tez azul permaneci de pie junto a la puerta.
Estoy cmodo de pie, seor.
Cruc los brazos y me apoy en el alfizar. El aire que entraba por la ventana
era fresco y ola a chalma.
No es preciso que me llames seor. Con Raul est bien. Vacil. A
menos que ests programado para hablar con estaba por decir los
humanos , pero no quera sugerir que A. Bettik no era humano. Para hablar
con la gente de esa manera conclu tmidamente.
A. Bettik sonri.
No, seor. No estoy programado no como una mquina. Salvo por varias
prtesis sintticas para aumentar la fuerza, por ejemplo, o brindar resistencia a
la radiacin. Salvo por eso, no tengo partes artificiales. Simplemente me
ensearon a cumplir mis funciones con deferencia. Puedo llamarte M.
Endy mion, si prefieres.
Me encog de hombros.
No tiene importancia. Lamento ser tan ignorante en materia de androides.
A. Bettik volvi a sonrer.
No es necesario que te disculpes, M. Endy mion. Muy pocos humanos hoy
vivos han visto a uno de mi raza.
Mi raza. Interesante.

Hblame de tu raza dije. La biofacturacin de androides no era ilegal


en la Hegemona?
S, seor dijo A. Bettik. Not que permaneca en posicin de descanso, y
me pregunt si habra servido en alguna unidad militar. La biofacturacin de
androides era ilegal en Vieja Tierra y en muchos mundos de la Hegemona antes
de la Hgira, pero la Entidad Suma permiti la biofacturacin de cierta cantidad
de androides para usarlos en los planetas del Confn. En esos tiempos Hy perion
estaba en esa categora.
Todava lo est.
S, seor.
Cundo te biofacturaron? En qu mundos viviste? Cules eran tus
deberes? pregunt. Si no te resulta impertinente.
En absoluto, M. Endy mion. La voz del androide tena un vago acento
dialectal que era nuevo para m. Lejano y antiguo. Fui creado en el ao 26,
segn el calendario local de Hy perion.
El siglo veinticinco despus de Cristo dije. Hace seiscientos noventa y
cuatro aos.
A. Bettik asinti y guard silencio.
Conque naciste o fuiste biofacturado despus de la destruccin de
Vieja Tierra dije, ms para m mismo que para el androide.
S, seor.
Y fue Hy perion tu primer eh tu primer destino laboral?
No, seor. Durante el primer medio siglo de mi existencia, trabaj en
Asquith al servicio de su real alteza, el rey Arturo VIII, monarca del reino de
Windsor-en-Exilio, y tambin al servicio de su primo, el prncipe Ruperto de
Mnaco-en-Exilio. Cuando muri el rey Arturo, me leg a su hijo William su
real alteza el rey Guillermo XXIII.
Triste Rey Billy.
S, seor.
Y viniste a Hy perion cuando Triste Rey Billy huy de la rebelin de
Horace Glennon-Height?
S. En realidad, mis hermanos androides y y o fuimos enviados a Hy perion
treinta y dos aos antes que llegaran su alteza y los dems colonos. Nos
mandaron aqu cuando el general Glennon-Height gan la batalla de Fomalhaut.
Su alteza consider prudente contar con una sede alternativa para los reinos en
exilio.
Y as conociste a Silenus urg, sealando el techo, imaginando al viejo
poeta en su telaraa de umbilicales mdicos.
No dijo el androide. Mis deberes no me pusieron en contacto con M.
Silenus durante los aos en que la Ciudad de los Poetas estuvo ocupada. Tuve el
placer de conocer a M. Silenus despus, durante la Peregrinacin al Valle de las

Tumbas de Tiempo, dos siglos y medio despus de la muerte de su alteza.


Y has estado en Hy perion desde entonces. Ms de quinientos aos en este
mundo.
S, M. Endy mion.
Eres inmortal? pregunt, sabiendo que la pregunta era impertinente pero
queriendo la respuesta.
A. Bettik mostr su sonrisa leve.
En absoluto, seor. Puedo morir por accidente o por lesiones que me
impidan ser reparado. Es slo que cuando me biofacturaron, incorporaron a mis
clulas sistemas nanotecnolgicos con tratamientos Poulsen permanentes, de
modo que soy muy resistente a la vejez y la enfermedad.
Por eso los androides son azules?
No, seor. Somos azules porque ninguna raza humana conocida era azul en
el momento de mi biofacturacin, y mis diseadores consideraron imperativo
mantenernos visualmente distintos de los humanos.
No te consideras humano? pregunt.
No, seor. Me considero androide.
Sonre ante mi propia ingenuidad.
Todava actas como criado dije. Sin embargo, el uso de mano de
obra esclava androide fue prohibido en la Hegemona hace siglos.
A. Bettik esper.
No deseas ser libre? dije al fin. Ser una persona independiente?
A. Bettik camin hacia la cama. Pens que iba a sentarse, pero slo pleg y
apil la camisa y los pantalones que y o haba usado antes.
M. Endy mion dijo, aunque las ley es de la Hegemona murieron con la
Hegemona, hace siglos que me considero una persona libre e independiente.
Pero t y los dems trabajis para Silenus, a escondidas insist.
S, seor, pero lo hago por mi propia voluntad. Fui diseado para servir a la
humanidad. Lo hago bien. Me agrada mi trabajo.
As que te has quedado aqu por voluntad propia.
A. Bettik cabece y sonri.
S, en la medida en que todos tenemos voluntad propia, seor.
Suspir y me alej de la ventana. Haba oscurecido por completo. Supuse que
pronto debera ir a cenar con el poeta.
Y seguirs quedndote aqu para cuidar del viejo hasta que muera dije.
No, seor. No si soy consultado al respecto.
Enarqu las cejas.
De veras? Y adnde irs si eres consultado al respecto?
Si escoges aceptar la misin que M. Silenus te ha ofrecido, seor dijo el
hombre de tez azul, escogera acompaarte.
Cuando me llevaron arriba, el piso superior y a no era una enfermera sino un

comedor. La silla de flujoespuma haba desaparecido, al igual que los monitores


mdicos y las consolas de comunicaciones, y el techo estaba abierto al cielo.
Alc la vista y localic las constelaciones del Cisne y las Gemelas con el ojo
entrenado de un ex pastor. Haba braseros sobre trpodes altos frente a cada una
de las ventanas, y las llamas irradiaban luz y tibieza. En el centro de la sala, una
mesa de tres metros de longitud haba reemplazado las consolas de
comunicaciones. La porcelana, la plata y el cristal titilaban a la luz de las velas
que llameaban sobre dos exquisitos candelabros. Haba un lugar preparado en
cada punta de la mesa. Martin Silenus aguardaba sentado en una silla alta.
El viejo poeta estaba irreconocible. Pareca haber perdido siglos en las
escasas horas transcurridas desde que lo haba visto por ltima vez. La momia de
piel apergaminada y ojos hundidos se haba transformado en un anciano ante una
mesa: a juzgar por su mirada, un anciano hambriento. Al acercarme, repar en
los tubos intravenosos y los filamentos de monitoreo que serpeaban bajo la mesa,
pero por lo dems la ilusin de alguien que haba regresado de la tumba era
perfecta.
Silenus ri entre dientes.
Esta tarde me pillaste en mi peor momento, Raul Endy mion jade. La
voz an era vieja y spera, pero mucho ms enrgica. Me estaba recobrando
de mi sueo fro. Seal mi sitio en el otro extremo de la mesa.
Fuga criognica? dije estpidamente, desplegando la servilleta de lino y
ponindola sobre mis rodillas. Haca aos que no coma a una mesa tan elegante.
El da que me haban dado la baja en la Guardia Interna haba ido al mejor
restaurante de la ciudad portuaria de Gran Chaco, en el sur de la Pennsula de la
Garra, y pedido la mejor comida del men, despilfarrando mi ltimo mes de
paga. Haba valido la pena.
Desde luego, una puetera fuga criognica dijo el viejo poeta. Cmo
crees que paso estas dcadas? Ri de nuevo. Tardo unos das en recobrar el
ritmo despus del descongelamiento. No soy tan joven como antes.
Cobr aliento.
Si no le molesta la pregunta, qu edad tiene usted?
El poeta me ignor y le hizo una sea al androide que nos atenda no era A.
Bettik, que hizo una sea mirando la escalera. Otros androides comenzaron a
subir la comida en silencio. Me llenaron la copa de agua. A. Bettik le mostr una
botella de vino al poeta, aguard la aprobacin del viejo y procedi al ritual de
ofrecerle el corcho y una muestra para probar. Martin Silenus palade el vino
aejo, trag y gru. A. Bettik lo tom por asentimiento y nos sirvi vino a
ambos.
Llegaron los entremeses, dos para cada uno. Reconoc el pollo asado y la
tierna carne con mostaza, de ganado criado en la Crin. Silenus tambin se sirvi
el foie gras salteado y envuelto en hojas de mandrgora que haban puesto en su

lado de la mesa. Alc el ornamentado espetn y prob el pollo asado.


Era excelente.
Martin Silenus tendra ochocientos o novecientos aos, siendo quizs el ser
humano ms longevo que exista, pero el vejete tena buen apetito. Vi el destello
de sus perfectos dientes blancos mientras atacaba la carne, y me pregunt si
seran postizos o sustitutos ARN. Tal vez lo segundo.
Not que y o estaba famlico. Mi seudorresurreccin, o el ejercicio de trepar
a la nave, me haba despertado el apetito. Durante varios minutos no hubo
conversacin, slo las suaves pisadas de los androides en la piedra, el susurro de
la brisa nocturna y el ruido de nuestra masticacin.
Mientras los androides se llevaban los platos y traan cuencos de humeante
sopa de almejas, el poeta dijo:
Entiendo que hoy descubriste nuestra nave.
S. Era la nave particular del cnsul?
Por cierto.
Silenus llam a un androide y le llevaron pan recin horneado. Su olor se
mezcl con el vapor de la sopa y el aroma del follaje otoal.
Y es la nave que deber usar para rescatar a la muchacha? pregunt.
Esperaba que el viejo me preguntara qu haba decidido.
Qu piensas de Pax, Raul Endy mion? pregunt en cambio.
Pestae, la cuchara de sopa cerca de mis labios.
Pax?
Silenus aguard.
Dej la cuchara y me encog de hombros.
No pienso mucho en ello.
A pesar de que uno de sus tribunales te sentenci a muerte?
En vez de declarar lo que haba pensado antes (que no me haban sentenciado
por influencia de Pax, sino de la justicia fronteriza de Hy perion), dije:
No. Pax ha sido irrelevante en mi vida.
El viejo poeta cabece y sabore su sopa.
Y la Iglesia?
Qu hay con ella?
Ha sido irrelevante en tu vida?
Supongo que s.
Not que estaba hablando como un adolescente timorato, pero estas preguntas
parecan menos importantes que la pregunta que l deba hacerme y que la
decisin que y o deba comunicarle.
Recuerdo la primera vez que omos hablar de Pax dijo. Fue slo
meses despus de la desaparicin de Aenea. Naves de la Iglesia entraron en
rbita, y sus tropas capturaron Keats, Puerto Romance, Endy mion, la
universidad, todos los puertos espaciales y ciudades importantes. Luego se

marcharon en deslizadores de combate, y comprendimos que estaban


interesados en los cruciformes de la Meseta del Pin.
Asent. Nada de esto era nuevo. La ocupacin de la Meseta del Pin y la
bsqueda de cruciformes haba sido la ltima gran apuesta de una Iglesia
moribunda, y el comienzo de Pax. Haba pasado casi un siglo y medio hasta que
autnticas tropas de Pax llegaron para ocupar todo Hy perion y ordenar la
evacuacin de Endy mion y otras localidades cercanas a la meseta.
Pero las naves que llegaron aqu durante la expansin de Pax continu
el poeta, qu historias portaban! La expansin de la Iglesia desde Pacem
hacia todos los mundos de la Red, luego las colonias del Confn
Los androides se llevaron los cuencos y volvieron con platos de ave trinchada
con salsa de mostaza y un gratinado de manta del ro Kans con mousse de caviar.
Pato? pregunt.
El poeta mostr sus dientes reconstituidos.
Pareca apropiado despus de tu contratiempo de la semana pasada.
Suspir y toqu la tajada de ave con el tenedor. Vapores hmedos subieron a
mis mejillas y mis ojos. Record el entusiasmo de Izzy cuando los patos se
aproximaban a las aguas abiertas. Pareca otra vida. Mir a Martin Silenus y trat
de imaginarme lidiando con siglos de recuerdos. Cmo era posible conservar el
juicio con vidas enteras almacenadas en una mente humana? El viejo poeta me
sonrea a su manera desenfadada, y una vez ms me pregunt si estaba cuerdo.
As que omos hablar de Pax y nos preguntamos cmo sera cuando llegara
de veras continu, mascando mientras hablaba. Una teocracia algo
impensable en tiempos de la Hegemona. Entonces la religin era una eleccin
puramente personal. Yo pertenec a una docena de religiones e inaugur un par
durante mis das de celebridad literaria. Me mir con ojos brillantes. Pero
naturalmente y a sabes eso, Raul Endy mion. Conoces los Cantos.
Sabore la manta en silencio.
La may ora de las personas que conoc eran cristianos zen continu.
Ms zen que cristianos, por cierto, pero sin ser mucho de ambas cosas. Las
peregrinaciones personales eran divertidas. Lugares de poder, el hallazgo de
nuestro punto Baedecker, todas esas paparruchas Ri entre dientes. La
Hegemona nunca habra soado con meterse con la religin. La sola idea de
mezclar el gobierno con la opinin religiosa era brbara algo que uno
encontraba en Qom-Riy adh o uno de esos mundos desiertos y remotos. Luego
lleg Pax, con su guante de terciopelo y su cruciforme de esperanza.
Pax no gobierna dije. Asesora.
Precisamente convino el viejo, apuntndome con el tenedor mientras A.
Bettik le volva a llenar la copa de vino. Pax asesora. No gobierna. En cientos
de mundos la Iglesia sirve a los fieles y Pax asesora. Pero, desde luego, si uno es
un cristiano que desea nacer de nuevo, no desoir el consejo de Pax ni los

susurros de la Iglesia, verdad?


Me encog de hombros. La influencia de la Iglesia haba sido una constante de
mis tiempos. Para m no tena nada de extrao.
Pero t no eres un cristiano que desea nacer de nuevo, verdad, Raul
Endy mion?
Mir al viejo poeta y tuve una sospecha terrible. Organiz mi falsa
ejecucin y me trajo aqu, cuando deb ser sepultado en el mar por las
autoridades. Tiene influencia sobre las autoridades de Puerto Romance. Habr
ordenado mi arresto y mi condena? Todo esto fue una especie de prueba? .
La pregunta es continu, ignorando mi mirada de basilisco, por qu
no eres cristiano? Por qu no deseas renacer? No disfrutas de la vida, Raul
Endy mion?
Disfruto de la vida respond.
Pero no has aceptado la cruz. No has aceptado el don de la prolongacin de
la vida.
Baj el tenedor. Un criado androide interpret esto como seal de que y o
haba terminado y se llev el plato de pato intacto.
No he aceptado el cruciforme rezongu.
Cmo explicar la suspicacia que los nmadas de mi clan haban alimentado
durante generaciones de ser expatriados, parias, indgenas? Cmo explicar la
fiera independencia de gente como Grandam y mi madre? Cmo explicar el
legado de rigor filosfico y escepticismo congnito que me haban legado mi
educacin y mi crianza? No lo intent.
Martin Silenus cabece como si le hubiera explicado todo.
Y ves el cruciforme como algo ms que un milagro ofrecido a los fieles
por la milagrosa intercesin de la Iglesia Catlica?
Veo el cruciforme como un parsito repliqu, sorprendido de mi
vehemencia.
Quiz tengas miedo de perder tu virilidad jade el poeta.
Los androides nos sirvieron cisnes de chocolate relleno. No prest atencin al
mo. En los Cantos el cura peregrino Paul Dur cuenta cmo descubri la
tribu perdida de los bikura y se enter de que haban sobrevivido durante siglos
gracias a un parsito cruciforme ofrecido por el legendario Alcaudn. El
cruciforme los resucitaba tal como ocurra hoy, en la era de Pax, slo que en la
narracin del sacerdote los efectos laterales incluan lesiones cerebrales
irreversibles despus de varias resurrecciones y la desaparicin de los rganos e
impulsos sexuales. Los bikura eran eunucos retardados.
No dije. S que la Iglesia ha encontrado una solucin a ese problema.
Silenus sonri. La sonrisa le daba aspecto de stiro momificado.
Siempre que uno hay a tomado la comunin y sea resucitado bajo los
auspicios de la Iglesia susurr. De lo contrario, aunque uno hay a robado un

cruciforme, sufrir el destino de los bikura.


Asent. Durante generaciones haban intentado robar la inmortalidad. Antes
de que Pax cerrara la Meseta, haba aventureros que contrabandeaban
cruciformes. Haban robado otros parsitos a la Iglesia. El resultado era siempre
el mismo: idiotez y asexualidad. Slo la Iglesia tena el secreto de la resurreccin
sin taras.
Entonces? dije.
Entonces por qu un juramento de lealtad y la consagracin de uno de
cada diez aos de servicio a la Iglesia ha sido un precio demasiado alto para ti,
muchacho? Miles de millones han optado por la vida.
Guard silencio un instante.
All ellos dije al fin. Mi vida es importante para m. Quiero
conservarla, pero que sea ma.
Esto no tena sentido ni siquiera para m, pero el poeta asinti nuevamente,
como si mi explicacin fuera satisfactoria. Comi su cisne de chocolate. Los
androides retiraron los platos y nos sirvieron caf.
De acuerdo dijo el poeta. Has pensado en mi propuesta?
La pregunta era tan absurda que tuve que contener las ganas de rer.
S dije al fin. He pensado en ella.
Y?
Y tengo algunas preguntas.
Martin Silenus aguard.
Qu gano con esto? pregunt. Usted habla de la dificultad de volver a
mi vida en Hy perion falta de documentos y dems pero usted sabe que me
siento cmodo en una zona agreste. Para m sera mucho ms fcil dirigirme a
los marjales y eludir a las autoridades de Pax que recorrer el espacio con su
amiga a remolque. Adems, para Pax estoy muerto. Podra irme a un brezal y
quedarme con mi clan sin problemas.
Martin Silenus asinti.
Entonces por qu debo pensar en este disparate? dije al cabo de otro
momento de silencio.
El viejo sonri.
T quieres ser un hroe, Raul Endy mion.
Resopl despectivamente y apoy las manos en el mantel.
All mis dedos lucan rechonchos y torpes, fuera de lugar contra el fino lino.
Quieres ser un hroe repiti el poeta. Quieres ser uno de esos raros
seres humanos que hacen historia, en vez de limitarse a ver cmo circula en
torno de ellos como agua en torno de una roca.
No s de qu me habla. Claro que lo saba, pero no haba manera de que
l pudiera conocerme tanto.
Te conozco tanto dijo Martin Silenus, como respondiendo a mi

pensamiento ms que a mi ltima frase.


Debo aclarar que no pens ni por un instante que el viejo fuera telpata. Ante
todo, no creo en la telepata mejor dicho, no crea en ese momento y
adems me intrigaba el potencial de un ser humano que haba vivido casi mil
aos estndar, aunque estuviera loco, quizs hubiera aprendido a leer las
expresiones faciales y los matices gestuales a tal punto que el efecto sera similar
al de la telepata.
O quizs hubiera acertado por casualidad.
No quiero ser un hroe retruqu. Vi lo que sucede con los hroes
cuando enviaron mi brigada a luchar con los rebeldes del continente meridional.
Ah, Ursus murmur. El oso polar del sur. La ms inservible masa de
hielo y lodo de Hy perion. Recuerdo que hubo rumores sobre un disturbio.
La guerra haba durado ocho aos de Hy perion y haba costado la vida de
miles de chicos lugareos como y o, que cometimos la estupidez de alistarnos en
la Guardia Interna para ir a luchar. Tal vez el viejo poeta no era tan astuto como
y o pensaba.
Por hroe no me refiero al necio que se arroja sobre granadas de plasma
continu, relamindose los finos labios y moviendo la lengua como un lagarto
. Me refiero al que posee una destreza y generosidad tan legendaria que llega a
ser honrado como una divinidad. Hroe en el sentido literario, como protagonista
consagrado a una accin insoslay able. Hroe como alguien cuy os fallos trgicos
sern su perdicin.
El poeta hizo una pausa expectante, pero y o guard silencio.
No tienes fallos trgicos? dijo al fin. O no ests consagrado a una
accin insoslay able?
No quiero ser un hroe repet.
El viejo se arque sobre el caf y me mir con un destello pcaro en los ojos.
Dnde te haces cortar el cabello, muchacho?
Cmo dice?
Se relami los labios de nuevo.
Me has odo. Tienes el cabello largo, pero no desgreado. Dnde te lo
haces cortar?
Suspir.
A veces, cuando pasaba mucho tiempo en los marjales, me lo cortaba y o
mismo, pero cuando estoy en Puerto Romance voy a una barbera de la calle
Datoo.
Ah dijo Silenus, recostndose en su silla. Conozco esa calle. Est en el
distrito nocturno. Ms callejn que calle. All el mercado abierto venda hurones
en jaulas doradas. Haba barberos callejeros, pero la mejor barbera perteneca
a un viejo llamado Palani Woo. Tena seis hijos varones, y cuando crecan, l
aada otra silla a la tienda. Clav los viejos ojos en m, y me sent abrumado

por el vigor de su personalidad. Eso fue hace un siglo.


Me hago cortar el cabello en la barbera de Woo dije. El bisnieto de
Palani Woo, Kalakana, es ahora el dueo de la tienda. Todava hay seis sillas.
S dijo el poeta, asintiendo con un gesto de la cabeza. Nada cambia
demasiado en nuestro querido Hy perion, verdad, Raul Endy mion?
Adnde quiere llegar?
Llegar? dijo, abriendo las manos como para mostrar que no ocultaba la
siniestra intencin de llegar a parte alguna. No quiero llegar a nada.
Conversemos, muchacho. Me divierte pensar en las figuras histricas mundiales,
por no hablar de los hroes de mitos futuros, pagando para que les corten el
cabello. Pens en esto hace siglos, de paso esta extraa disociacin entre la
estofa del mito y la estofa de la vida. Sabes qu significa Datoo ?
Parpade ante este repentino cambio de rumbo.
No.
Un viento de Gibraltar. Tena una bella fragancia. Los artistas y poetas que
fundaron Puerto Romance habrn pensado que los bosques de chalma y raralea
de las colinas olan bien. Sabes qu es Gibraltar, muchacho?
No.
Un pen de la Tierra jade el viejo. Mostr de nuevo los dientes.
Ntese que no he dicho Vieja Tierra.
Lo haba notado.
La Tierra es la Tierra, muchacho. Viv all antes de que desapareciera, as
que s de qu hablo.
La idea me dio vrtigo.
Quiero que la encuentres dijo el poeta, con un destello en los ojos.
Encontrarla? Vieja Tierra? Cre que quera que y o viajara con la
muchacha Aenea.
Sus manos huesudas restaron importancia a mi comentario.
Si vas con ella, encontrars la Tierra, Raul Endy mion.
Asent, preguntndome si vala la pena explicarle que Vieja Tierra haba sido
engullida por el agujero negro que haba cado en sus entraas durante el Gran
Error del 38. Pero el anciano haba huido de ese mundo despedazado y no tena
sentido contradecir sus ilusiones. Sus Cantos mencionaban una conspiracin del
TecnoNcleo IA para robar Vieja Tierra, para llevarla al Cmulo de Hrcules o
la Nube Magallnica, pero eso era fantasa. La Nube Magallnica era otra
galaxia. Estaba a ms de 160.000 aos-luz de la Va Lctea, si y o no recordaba
mal, y ninguna nave de Pax o de la Hegemona haba salido de la pequea esfera
que ocupbamos en un brazo espiralado de nuestra galaxia. Aunque el motor
Hawking se burlaba de las realidades einsteinianas, un viaje a la Gran Nube
Magallnica llevara muchos siglos de tiempo de a bordo, decenas de miles de
aos de deuda temporal. Ni siquiera los xters, tan amantes de los abismos

interestelares, habran emprendido semejante travesa. Adems, los planetas no


se secuestran.
Quiero que encuentres la Tierra y la traigas de vuelta continu el viejo
poeta. Quiero verla de nuevo antes de morir. Hars eso por m, Raul
Endy mion?
Mir al viejo a los ojos.
Claro dije. Rescatar a esa nia de manos de la Guardia Suiza y de
Pax, mantenerla a salvo hasta que se convierta en La Que Ensea, encontrar
Vieja Tierra y traerla para que usted la vea de nuevo. Facilsimo. Se le ofrece
algo ms?
S dijo Martin Silenus con el tono de absoluta solemnidad que acompaa
a la demencia. Quiero que averiges qu coo se propone el TecnoNcleo y lo
detengas.
Asent de nuevo.
Encontrar el desaparecido TecnoNcleo y detener el poder combinado de
miles de IAs semejantes a dioses para impedir que cumplan con sus planes
dije con sarcasmo. Correcto. Lo har. Algo ms?
S. Debes hablar con los xters y ver si pueden ofrecerme la inmortalidad,
autntica inmortalidad, no estas pamplinas de los cristianos renacidos.
Fing escribir esto en una libreta invisible.
xters inmortalidad sin pamplinas cristianas. Ningn problema.
Anotado. Algo ms?
S, Raul Endy mion. Quiero que Pax sea destruida y el poder de la Iglesia
derrocado.
Asent.
Doscientos o trescientos mundos conocidos se haban unido voluntariamente a
Pax. Billones de seres humanos se haban hecho bautizar por la Iglesia. Las
fuerzas armadas de Pax eran ms formidables de lo que poda soar la FUERZA
de la Hegemona en la cspide de su poder.
De acuerdo dije. Me encargar de eso. Alguna otra cosilla?
S. Quiero que impidas que el Alcaudn lastime a Aenea o extermine a la
humanidad.
Vacil. Segn el poema pico del viejo, el soldado Fedmahn Kassad haba
destruido al Alcaudn en una era futura. Lo mencion, aun sabiendo que era
intil tratar de introducir la lgica en esta conversacin luntica.
S! exclam el viejo poeta. Pero eso ser entonces. Dentro de
milenios. Quiero que detengas al Alcaudn ahora.
De acuerdo respond. Para qu discutir?
Martin Silenus se derrumb en su silla como si su energa se hubiera agotado.
Ech otro vistazo a esa momia, con sus pliegues de piel, sus ojos hundidos, sus
dedos huesudos. Pero los ojos an ardan intensamente. Trat de imaginar la

fuerza de la personalidad de ese hombre cuando estaba en la flor de la edad. No


pude.
Silenus hizo un gesto con la cabeza y A. Bettik trajo dos copas y sirvi
champn.
Entonces aceptas, Raul Endy mion? pregunt el poeta, con voz enrgica
y formal. Aceptas la misin de salvar a Aenea, viajar con ella y realizar tus
otros cometidos?
Con una condicin.
Silenus frunci el ceo y esper.
Quiero llevar a A. Bettik conmigo dije. El androide an estaba de pie
junto a la mesa, sosteniendo la botella de champn. Miraba hacia delante, y no se
volvi hacia ninguno de nosotros ni manifest ninguna emocin.
El poeta se sorprendi.
Mi androide? Hablas en serio?
Hablo en serio.
A. Bettik ha estado conmigo desde antes que tu tatarabuela tuviera tetas
jade el poeta. Asest un puetazo en la mesa, con fuerza suficiente como para
hacerme preocupar por sus frgiles huesos. A. Bettik rugi. Deseas ir?
El hombre de tez azul asinti.
Joder dijo el poeta. Llvatelo. Quieres algo ms, Raul Endy mion? Mi
silla flotante, tal vez? Mi respirador? Mis dientes?
Nada ms.
Pues bien, Raul Endy mion dijo el poeta, de nuevo con voz formal.
Aceptas la misin? Salvars, servirs y protegers a la muchacha Aenea hasta
que ella cumpla su destino, o morirs en el intento?
Acepto dije.
Martin Silenus alz la copa y y o lo imit. En el ltimo momento pens que el
androide deba beber con nosotros, pero el viejo poeta y a estaba brindando.
Por la demencia dijo. Por la locura divina. Por las misiones lunticas
y los mesas que claman desde el desierto. Por la muerte de los tiranos. Por la
confusin de nuestros enemigos.
Yo iba a llevarme la copa a los labios, pero el viejo no haba terminado.
Por los hroes dijo. Por los hroes que se hacen cortar el cabello. Se
bebi el champn de un trago.
Yo tambin.

9
Renacido, viendo literalmente por los asombrados ojos de un nio, el padre
capitn Federico de Soy a cruza la Piazza de San Pietro entre los elegantes arcos
del peristilo de Bernini y se aproxima a la baslica de San Pedro. Es un da
hermoso y soleado, con cielos azules y un frescor en el aire. El nico continente
habitable de Pacem est a mil quinientos metros sobre el nivel del mar, y el aire
es tenue pero rico en oxgeno. Todo lo que ve De Soy a est baado en la rutilante
luz de la tarde, que crea un aura en torno de las majestuosas columnas y la
cabeza de los presurosos peatones. La luz pinta de blanco las estatuas de mrmol
y destaca el resplandor de los mantos rojos de los obispos y las franjas azules,
rojas y anaranjadas de los guardias suizos que estn en posicin de descanso; la
luz baa el alto obelisco del centro de la plaza y los pilastres acanalados de la
fachada de la baslica resplandece en la gran cpula, que se eleva a ms de cien
metros.
Las palomas echan a volar y reciben esa luz deslumbrante y horizontal
mientras revolotean sobre la plaza, las alas y a blancas contra el cielo, y a oscuras
contra la reluciente cpula de San Pedro. A ambos lados circulan multitudes:
clrigos en sotana negra con botones rosados, obispos de blanco con orlas rojas,
cardenales en escarlata y magenta, ciudadanos del Vaticano en jubones negros,
calzas y cuellos alechugados blancos, monjas con hbito susurrante y blancas
alas de gaviota, sacerdotes de ambos sexos en austero negro, oficiales de Pax en
uniforme de gala rojo y negro, como el que De Soy a usa hoy, y una
muchedumbre de turistas afortunados o invitados civiles que gozan del
privilegio de asistir a una misa papal vestidos con su mejor atuendo, la
may ora de negro, pero todos con ricos paos cuy as fibras ms oscuras brillan y
titilan. Las multitudes se dirigen a la majestuosa baslica de San Pedro,
cuchicheando, con semblante entusiasta pero grave. Una misa papal es un
acontecimiento serio.
Hace slo cuatro das que el padre capitn De Soy a se ha despedido del grupo
de tareas REYES, y slo un da que ha resucitado. Lo acompaan el padre
Baggio, la capitana Marget Wu y monseor Lucas Oddi. Baggio, rechoncho y
agradable, es el capelln de resurreccin de De Soy a; Wu, delgada y silenciosa,
es edecn del almirante Marusy n de la flota de Pax; y Oddi, de ochenta y siete
aos estndar pero saludable y lcido, es el facttum y subsecretario del
poderoso secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Simon Augustino
Lourdusamy. Se dice que el cardenal Lourdusamy es la segunda persona ms
poderosa de Pax, el nico miembro de la Curia romana que cuenta con la
confianza de Su Santidad, y un hombre temiblemente brillante. El poder del
cardenal se refleja en el hecho de que tambin acta como prefecto de la Sacra
Congregatio pro Gentium Evangelizatione se de Propaganda Fide, la legendaria

Congregacin para la Evangelizacin de los Pueblos, o de Propaganda Fide.


Para el padre capitn De Soy a, la presencia de estos dos poderosos no es ms
sorprendente que la luz que se refleja en la fachada mientras los cuatro suben la
ancha escalinata de la baslica. La discreta muchedumbre calla an ms cuando
ellos atraviesan el vasto espacio, dejan atrs ms guardias suizos en ropa de gala
y de combate, y entran en la nave. Aqu hasta el silencio tiene un eco, y De Soy a
se conmueve hasta las lgrimas ante la belleza del recinto y sus inmortales obras
de arte: la Pieta de Miguel ngel, en la primera capilla de la derecha; el antiguo
San Pedro en Bronce de Arnolfo di Cambrio, su pie derecho bruido y gastado
por siglos de besos, y alumbrada desde abajo la imponente Giuliana
Falconieri Santa Vergine, esculpida por Pietro Campi en el siglo diecisis, hace
ms de mil quinientos aos.
El padre capitn De Soy a solloza abiertamente cuando se santigua con agua
bendita y sigue al padre Baggio hasta su banco reservado. Los tres sacerdotes y
la oficial de Pax se arrodillan para rezar mientras los ltimos susurros y toses
mueren en el vasto recinto. Ahora la baslica est en penumbras, y slo unos
focos halgenos iluminan los tesoros artsticos y arquitectnicos, que relucen
como oro. A travs de sus lgrimas, De Soy a mira los pilastres acanalados y las
oscuras y barrocas columnas de bronce del Baldachino de Bernini el dorado y
decorado dosel que se eleva sobre el altar central, donde slo el papa puede dar
misa y reflexiona sobre la maravilla de las veinticuatro horas que han
transcurrido desde su resurreccin. Hubo dolor, s, y confusin como si se
recobrara de un fuerte golpe en la cabeza, y el dolor es ms desgarrador y
general que el de una jaqueca, como si cada clula de su cuerpo recordara la
indignidad de la muerte y se rebelara contra ella, pero tambin hubo maravilla.
Maravilla y pasmo ante las cosas ms pequeas: el sabor del caldo que le sirvi
el padre Baggio, la primera vista del cielo azul celeste de Pacem por las ventanas
de la rectora, la abrumadora humanidad de los rostros que ha visto ese da, de las
voces que ha odo. El padre capitn De Soy a es un hombre sensible, pero no llora
desde que era un nio de cinco o seis aos estndar. Sin embargo, hoy llora
abiertamente y sin vergenza. Jesucristo le ha dado el don de la vida por segunda
vez, el Seor Dios ha compartido con l hijo fiel y honorable de una familia
humilde de un mundo remoto el sacramento de la resurreccin. Las clulas de
De Soy a parecen recordar tanto el sacramento del renacimiento como el dolor
de la muerte; est colmado de alegra.
La misa comienza con una explosin de gloria, trompetazos hendiendo el
silencio expectante como hojas de oro, las voces del coro elevndose en un canto
triunfal, notas de rgano ascendiendo y reverberando, y luego una serie de luces
brillantes encendindose para iluminar al papa y su cortejo cuando salen para
celebrar misa.
De Soy a repara en la juventud del Santo Padre. El papa Julio XIV es

sesentn, a pesar de que ha sido papa continuamente durante ms de doscientos


cincuenta aos, un reinado slo interrumpido por su propia muerte y resurreccin
y por ocho coronaciones, primero como Julio VI despus del reinado de ocho
aos del antipapa, Teilhard I y luego como el Julio de cada encarnacin
sucesiva. Mientras De Soy a observa la celebracin de la misa, la capitana de Pax
piensa en la historia de Julio, aprendida en la historia eclesistica oficial y en el
poema prohibido de los Cantos, que todo adolescente culto lee aun a riesgo de su
alma.
En ambas versiones el papa Julio era, antes de su primera resurreccin, un
joven llamado Lenar Hoy t que haba llegado al sacerdocio a la sombra de Paul
Dur, un carismtico jesuita que era arquelogo y telogo. Siguiendo las
enseanzas de san Teilhard, Dur sostena que la humanidad tena el potencial
para evolucionar hasta llegar a la divinidad. Cuando Dur ascendi al trono de
san Pedro despus de la Cada, sostuvo que los humanos podan evolucionar hasta
ser la Divinidad. El padre Lenar Hoy t, despus de convertirse en el papa Julio VI,
haba trabajado para eliminar esa hereja despus de su primera resurreccin.
Las dos versiones la historia eclesistica y los prohibidos Cantos
coinciden en que el padre Dur, durante su exilio en el mundo de Hy perion,
descubri la criatura simbitica llamada cruciforme. All las historias divergen en
forma irreconciliable. Segn el poema, Dur recibi el cruciforme de la criatura
aliengena denominada Alcaudn. Segn las enseanzas de la Iglesia, el
Alcaudn representacin cabal de Satans no tuvo nada que ver con el
descubrimiento del cruciforme, sino que tent al padre Dur y al padre Hoy t. La
historia de la Iglesia sostiene que slo Dur sucumbi a las artimaas de la
criatura. Los Cantos cuentan, en su confusa mezcla de mitologa pagana e historia
fragmentaria, que Dur se crucific en los bosques flamgeros de la Meseta del
Pin de Hy perion en vez de devolver el cruciforme a la Iglesia. Segn el poeta
pagano Martin Silenus, esto fue para impedir que un parsito reemplazara la fe
en el seno de la Iglesia. Segn la historia de la Iglesia, en la cual De Soy a cree,
Dur se crucific para poner fin al dolor que le causaba el simbionte y, en alianza
con el demonio Alcaudn, para impedir que la Iglesia la cual Dur
consideraba su enemiga, despus de ser excomulgado por falsificar testimonios
arqueolgicos recobrara su vitalidad por medio del descubrimiento del
Sacramento de la Resurreccin.
Segn ambas versiones, el padre Lenar Hoy t viaj a Hy perion en busca de su
amigo y ex mentor. Segn los blasfemos Cantos, Hoy t acept el cruciforme de
Dur adems del suy o, pero regres a Hy perion poco antes de la Cada para
rogar al malvado Alcaudn que lo aliviara de su carga. La Iglesia sealaba que
esto era una falsedad y explicaba que el padre Hoy t haba regresado
valerosamente para enfrentar al demonio en su propia guarida. Sea cual fuere la
interpretacin, los datos indican que Hoy t muri durante la ltima peregrinacin

a Hy perion.
Dur resucit, llevando el cruciforme del padre Hoy t adems del suy o, y
regres durante el caos de la Cada para convertirse en el primer antipapa de la
historia moderna. Los nueve aos estndar de hereja de Dur/Teilhard haban
sido nefastos para la Iglesia, pero despus de la muerte accidental del falso papa,
la resurreccin de Hoy t en el cuerpo compartido haba llevado a la gloria de Julio
VI y al descubrimiento de la naturaleza sacramental de lo que Dur haba
llamado un parsito. Por medio de la revelacin divina un misterio slo
comprendido en los crculos ms ntimos de la Iglesia. Julio haba sabido cmo
llevar las resurrecciones a buen trmino. La Iglesia haba crecido, dejando de ser
una secta menor para convertirse en la fe oficial de la humanidad.
El padre capitn Federico de Soy a mira al Papa un hombre plido y flaco
mientras el Santo Padre alza la Eucarista sobre el altar, y la comandante de
Pax tiembla de emocin. El padre Baggio ha explicado que la abrumadora
sensacin de novedad y maravilla que es efecto lateral de la Santa Resurreccin
se gastar al cabo de unas semanas, pero que esa sensacin esencial de bienestar
permanecer siempre, fortalecindose con cada renacimiento en Cristo. De
Soy a entiende por qu la Iglesia considera el suicidio como uno de los pecados
ms mortales punible con la excomunin inmediata, y a que el fulgor de la
cercana de Dios es mucho ms fuerte despus de saborear las cenizas de la
muerte. La resurreccin sera adictiva si el castigo por el suicidio no fuera tan
terrible. Agobiado por el dolor de la muerte y el renacimiento, el padre capitn
De Soy a es presa de un vrtigo mental y sensorial. La misa papal se aproxima al
clmax de la Comunin, la baslica de San Pedro se llena con el mismo estallido
de sonido y gloria con que se inici la ceremonia. Sabiendo que pronto probar el
Cuerpo y la Sangre de Cristo, transustanciados por el Santo Padre en persona, el
guerrero llora como un nio.

Despus de la misa, en el fresco atardecer, mientras el cielo de San Pedro


cobra el color de la porcelana, el padre capitn De Soy a camina con sus nuevos
amigos a la sombra de los jardines del Vaticano.
Federico dice el padre Baggio, la reunin que tendremos ahora es
muy importante. Sumamente importante. Tu mente est lcida para
comprender la importancia de las cosas que se dirn?
S dice De Soy a. Mi mente est muy lcida.
El monseor Lucas Oddi toca el hombro del oficial de Pax.
Federico, hijo mo, ests seguro? Podemos esperar otro da, si es
necesario.
De Soy a sacude la cabeza. Su mente gira con la belleza y solemnidad de la
misa que acaba de presenciar, su lengua an saborea la perfeccin de la

Eucarista y el Vino. Siente que Cristo le susurra en ese preciso instante, pero sus
pensamientos son difanos.
Estoy preparado dice.
La capitana Wu es una sombra silenciosa detrs de Oddi.
Muy bien dice el monseor, y le hace una sea al padre Baggio. Ya no
necesitaremos sus servicios, padre. Gracias.
Baggio asiente, se inclina y se marcha sin decir palabra. En su perfecta
lucidez, De Soy a comprende que nunca ms ver a su amable capelln de
resurreccin, y un borbotn de amor puro le arranca nuevas lgrimas. Agradece
que la oscuridad oculte esas lgrimas; sabe que en estas circunstancias debe
dominarse. Se pregunta dnde se celebrar esta importante reunin. En el
famoso Apartamento Borgia? En la Capilla Sixtina? En las oficinas de la Santa
Sede? Tal vez en las oficinas de enlace de Pax, en lo que antao se llamaba la
Torre Borgia.
Monseor Lucas Oddi se detiene en un extremo del jardn, seala a los dems
un banco de piedra cerca del cual espera otro hombre, y el padre De Soy a
comprende que el hombre sentado es el cardenal Lourdusamy y que la reunin
se celebrar all, en los perfumados jardines. El sacerdote se arrodilla en la grava
frente al monseor y le besa el anillo.
Levntate dice el cardenal Lourdusamy. Es un hombre corpulento de
rostro redondo y gruesa papada, y su voz profunda parece la voz de Dios.
Sintate.
De Soy a se sienta en el banco de piedra mientras los dems permanecen de
pie.
A la izquierda del cardenal, hay otro hombre en las sombras. De Soy a
distingue un uniforme de Pax en la luz tenue, pero no las insignias. Advierte que
hay otras personas por lo menos una sentada y varias de pie en las sombras
ms profundas de una prgola, a la izquierda.
Padre De Soy a comienza el cardenal Simon Augustino Lourdusamy,
haciendo con la cabeza gestos de asentimiento al hombre sentado de la izquierda
, te presento al almirante William Lee Marusy n.
De Soy a se pone de pie al instante, cuadrndose rgidamente.
Mis disculpas, almirante logra tartamudear. No lo haba reconocido,
seor.
Descanso dice Marusy n. Sintese, capitn.
De Soy a se sienta de nuevo, pero con lentitud. La conciencia de la compaa
en que se encuentra atraviesa como un sol trrido la jubilosa niebla de la
resurreccin.
Estamos complacidos con usted, capitn dice el almirante Marusy n.
Gracias, seor murmura el sacerdote, escrutando nuevamente las
sombras. Sin duda hay ms personas mirando desde la prgola.

Tambin nosotros afirma el cardenal Lourdusamy . Por eso lo hemos


escogido para esta misin.
Misin, excelencia? pregunta De Soy a, mareado de tensin y confusin.
Como de costumbre, servir a Pax y la Iglesia dice el almirante,
aproximndose.
El mundo de Pacem no tiene luna, pero el resplandor de las estrellas es muy
intenso. Los ojos de De Soy a se adaptan a la plida luz. A lo lejos una campanilla
llama a los monjes a las vsperas. Las luces de los edificios del Vaticano baan la
cpula de San Pedro con un fulgor suave.
Como de costumbre contina el cardenal, responders tanto ante la
Iglesia como ante las autoridades militares. El corpulento hombre hace una
pausa y mira de soslay o al almirante.
Cul es mi misin excelencia, almirante? pregunta De Soy a, sin saber
a quin interpelar. Marusy n es su mximo superior, pero los oficiales de Pax
habitualmente responden ante los funcionarios supremos de la Iglesia.
Ninguno de ambos contesta, pero Marusy n seala a la capitana Marget Wu,
que se encuentra a varios metros, cerca de un seto. La oficial de Pax se
aproxima y entrega un holocubo a De Soy a.
Actvelo dice el almirante Marusy n.
De Soy a toca la parte inferior del pequeo bloque de cermica. La imagen
de una nia cobra brumosa existencia encima del cubo. De Soy a hace rotar la
imagen, reparando en el cabello oscuro, los grandes ojos y la intensa mirada de
la nia. La cabeza sin cuerpo de la nia es el objeto ms brillante en la oscuridad
de los jardines del Vaticano. El padre De Soy a ve el fulgor del holo en los ojos
del cardenal y el almirante.
Ella se llama en fin, no sabemos bien cmo se llama dice el cardenal
Lourdusamy . Qu edad representa para usted, padre?
De Soy a mira la imagen, calcula, convierte los aos a estndar.
Doce? aventura. Ha pasado poco tiempo con nios desde su infancia.
Once aos estndar?
El cardenal Lourdusamy asiente.
Tena once aos estndar en Hy perion, cuando desapareci hace ms de
doscientos sesenta aos estndar.
El padre De Soy a vuelve a mirar el holo. Es probable que la nia est
muerta no recuerda si Pax llev el Sacramento de la Resurreccin a Hy perion
hace doscientos setenta y siete aos. Sin duda ha crecido y renacido.
Se pregunta por qu le muestran un holo de esta persona en su infancia de
hace siglos. Espera.
Esta nia es la hija de una mujer llamada Brawne Lamia dice el
almirante Marusy n. El nombre significa algo para usted, padre?
El nombre significa algo, pero De Soy a no recuerda qu. Luego evoca los

versos de los Cantos, y recuerda a la peregrina de la historia.


S. Recuerdo el nombre. Era una de las personas que acompa a Su
Santidad durante la peregrinacin final, antes de la Cada.
El cardenal Lourdusamy se inclina y junta las manos rechonchas sobre la
rodilla. Su manto rojo relumbra a la luz del holo.
Brawne Lamia tuvo relaciones sexuales con una abominacin dice el
cardenal. Un cbrido. Un humano clonado cuy a mente era una inteligencia
artificial que resida en el TecnoNcleo. Recuerdas la historia y el poema
prohibido?
El padre De Soy a parpadea. Es posible que lo hay an trado al Vaticano para
castigarlo por leer los Cantos cuando era nio? Confes ese pecado veinte aos
atrs, hizo penitencia y nunca reley la obra prohibida. Se sonroja.
El cardenal Lourdusamy re entre dientes.
Est bien, hijo mo. Todos los miembros de la Iglesia han cometido ese
pecadillo. La curiosidad es demasiado grande, la atraccin de lo prohibido
demasiado fuerte Todos hemos ledo el poema. Recuerdas que Lamia tuvo
relaciones carnales con el cbrido de John Keats?
Vagamente dice De Soy a, y se apresura a aadir: Excelencia.
Y sabes quin era John Keats, hijo mo?
No, excelencia.
Era un poeta pre-Hgira dice el cardenal con su voz tonante.
En el cielo, las azules estelas de plasma de tres lanzaderas de Pax hienden el
campo estelar. El padre capitn De Soy a ni siquiera tiene que mirarlas para
reconocer el modelo y el armamento de las naves. No le sorprende no recordar
el nombre del poeta de los Cantos prohibidos; aun en su infancia, Federico de
Soy a lea ms acerca de mquinas y grandes batallas espaciales que acerca de
cosas anteriores a la Hgira.
La mujer de ese poema blasfemo, Brawne Lamia, no solamente tuvo
relaciones con el abominable cbrido contina el cardenal sino que dio a luz
a la hija de esa criatura.
De Soy a enarca las cejas.
No saba que los cbridos es decir. Pens que eran bien
El cardenal Lourdusamy re entre dientes.
Estriles? Cmo los androides? No las obscenas IAs haban clonado al
hombre. Y el hombre fecund a esta hija de Eva.
De Soy a asiente, como si toda esta chchara sobre cbridos y androides fuera
sobre grifos y unicornios. Estas cosas existan antes. Que l sepa, no existen hoy.
El padre capitn De Soy a trata de imaginar qu tiene que ver con l esta
conversacin sobre poetas muertos y mujeres encinta. Como respondiendo a la
pregunta mental del capitn, el almirante Marusy n dice:
La nia cuy a imagen flota ante usted es aquella nia, capitn. Cuando el

abominable cbrido fue destruido, Brawne Lamia dio a luz a esta nia en el
mundo de Hy perion.
Ella no era del todo humana susurra el cardenal Lourdusamy . Aunque
el cuerpo de su padre, el cbrido Keats, fue destruido, su personalidad IA qued
almacenada en un empalme Schron.
El almirante Marusy n tambin se aproxima, como si esta informacin slo
estuviera destinada a ellos tres.
Creemos que esta nia se comunic con la personalidad Keats encerrada
en ese bucle Schron aun antes de nacer murmura. Estamos casi seguros de
que este feto trab contacto con el TecnoNcleo por intermedio de esa
personalidad cbrida.
De Soy a siente el impulso de persignarse, pero se contiene. Sus lecturas, su
formacin y su fe le han enseado que el TecnoNcleo era el mal encarnado, la
ms activa manifestacin del Maligno en la historia humana moderna. La
destruccin del TecnoNcleo no slo haba sido la salvacin de la acosada Iglesia,
sino de la humanidad. De Soy a trata de imaginar qu aprendera un alma
humana nonata del contacto directo con esas inteligencias carentes de cuerpo y
alma.
La nia es peligrosa susurra el cardenal Lourdusamy . Aunque el
TecnoNcleo qued desterrado por la cada de los teley ectores, aunque la Iglesia
y a no permite que las mquinas sin alma tengan verdadera inteligencia, esta nia
fue programada como agente de las IAs cadas una agente del Maligno.
De Soy a se frota la mejilla. De repente est muy cansado.
Habla usted como si an viviera murmura. Y an fuera una nia.
El cardenal Lourdusamy cambia de posicin, haciendo susurrar sus mantos
de seda.
Ella vive dice con ominosa voz de bartono. Y es todava una nia.
De Soy a mira el holo que flota entre ellos. Toca el cubo y la imagen se disipa.
Almacenaje criognico? pregunta.
En Hy perion hay Tumbas de Tiempo dice Lourdusamy . Una de ellas,
una cosa llamada Esfinge, que tal vez usted recuerde por el poema o por la
historia de la Iglesia, se ha usado como portal temporal. Nadie sabe cmo
funciona, y no funciona con la may or parte de la gente. El cardenal mira al
almirante y de nuevo al sacerdote capitn. Esta nia desapareci en la Esfinge
hace doscientos sesenta y cuatro aos estndar. En ese momento sabamos que
era peligrosa para Pax, pero llegamos varios das tarde. Tenemos informacin
fiable de que saldr de esa tumba dentro de menos de un mes estndar siendo
todava una nia. Todava letalmente peligrosa para Pax.
Peligrosa para Pax repite De Soy a. No comprende.
Su Santidad ha previsto este peligro sentencia el cardenal Lourdusamy
. Hace casi tres siglos Nuestro Seor juzg adecuado revelar a Su Santidad la

amenaza que representa esta pobre nia, y el Santo Padre ha decidido enfrentar
este peligro.
No comprendo confiesa el padre capitn De Soy a. El holo est apagado,
pero con la mente an ve el rostro inocente de la nia. Cmo puede esa
chiquilla ser un peligro?
El cardenal Lourdusamy aprieta el antebrazo de De Soy a.
Como agente del TecnoNcleo, ser un virus introducido en el Cuerpo de
Cristo. Se ha revelado a Su Santidad que la nia tendr poderes poderes que no
son humanos. Uno de esos poderes es la facultad de persuadir a los fieles de
abandonar la luz de las enseanzas de Dios, de abandonar la salvacin para servir
al Maligno.
De Soy a asiente, aunque no entiende. Le duele el antebrazo por la presin de
la vigorosa mano de Lourdusamy.
Qu desea de m, excelencia?
El almirante Marusy n habla con una voz estentrea que sorprende a De Soy a
despus de tantos cuchicheos y susurros.
A partir de este momento dice Marusy n, usted queda relevado de su
misin en la flota, padre capitn De Soy a. A partir de este momento, su misin es
hallar y devolver esta nia al Vaticano.
El cardenal parece sorprender un destello de angustia en los ojos de De Soy a.
Hijo mo dice con voz ms serena, temes que la nia sufra dao?
S, excelencia. De Soy a se pregunta si esta admisin lo descalificar
como oficial.
La presin de la mano de Lourdusamy se aligera, se vuelve amigable.
Ten la certeza, hijo mo, de que nadie en la Santa Sede ni en Pax tiene la
intencin de daar a esta nia. Ms an, el Santo Padre nos ha encomendado que
tu segunda prioridad consista en cerciorarte de que ella no sufra el menor dao.
Su primera prioridad dice el almirante consistir en traerla aqu, a
Pacem. Al mando de Pax en el Vaticano.
De Soy a asiente y traga saliva. La pregunta que ms lo acucia es Por qu
y o? .
S, seor. Comprendo dice en voz alta.
Recibir usted un disco de autoridad papal contina el almirante.
Podr reclamar cualquier material, ay uda, enlace o personal que las autoridades
locales de Pax estn en condiciones de proveer. Tiene preguntas sobre eso?
No, seor responde De Soy a con voz firme, aunque su mente es presa
del vrtigo. Un disco de autoridad papal le dara ms poder del que poseen los
gobernadores planetarios de Pax.
Se trasladar al sistema de Hy perion hoy mismo contina el almirante
Marusy n con la misma voz enrgica. Capitana Wu?
La edecn de Pax se adelanta y entrega a De Soy a un disco rojo. El padre

capitn asiente, pero su mente est gritando: Al sistema de Hy perion hoy


mismo La nave Arcngel de nuevo! Morir otra vez. El dolor. No, dulce Jess,
querido Seor. Aleja de m este cliz! .
Tendr el mando de nuestra nave correo ms nueva y avanzada, capitn
dice Marusy n. Es similar a la nave que lo trajo al sistema de Pacem, slo que
puede llevar seis pasajeros, tiene armamento similar al de su nave-antorcha y
posee un sistema de resurreccin automtico.
S, seor dice De Soy a. Un sistema de resurreccin automtico?
piensa. Una mquina administrar el sacramento? .
El cardenal Lourdusamy le palmea el brazo.
El sistema robtico es lamentable, hijo mo. Pero la nave puede llevarte a
lugares donde Pax y la Iglesia no existen. No podemos negarte la resurreccin
slo porque ests fuera del alcance de los siervos de Dios. Ten la certeza, hijo
mo, de que el Santo Padre en persona ha bendecido este equipo de resurreccin
y lo ha investido con el mismo imperativo sacramental que ofrecera una
autntica misa de Resurreccin.
Gracias, excelencia murmura De Soy a. Pero no comprendo
lugares adonde no llega la Iglesia No debo viajar a Hy perion? Nunca he
estado all, pero cre que ese mundo era miembro de
Pertenece a Pax interrumpe el almirante. Pero si usted no logra
capturar una pausa. Si no logra rescatar a la nia si por alguna razn
imprevista usted debe seguirla a otros mundos, otros sistemas cremos
conveniente que la nave tuviera un nicho de resurreccin automtica para usted.
De Soy a inclina la cabeza en confusa obediencia.
Pero esperamos que encuentre a la nia en Hy perion contina el
almirante Marusy n. Cuando usted llegue a ese mundo, mostrar su disco papal
a la comandante de tierra Barnes-Avne. La comandante est a cargo de la
brigada de la Guardia Suiza que est apostada en Hy perion, y a su llegada usted
tendr el mando efectivo de esas tropas.
De Soy a parpadea. Comandante de guardias suizos? Soy capitn de una
nave de la flota! No s distinguir una maniobra terrestre de una carga de
caballera .
El almirante Marusy n re.
Entendemos que esto est fuera de sus deberes normales, padre capitn De
Soy a, pero tenga la seguridad de que es necesario que usted tenga ese mando. La
comandante Barnes-Avne continuar a cargo de las fuerzas terrestres, pero es
imperativo que se consagren todos los recursos al rescate de esta nia.
De Soy a se aclara la garganta.
Qu le suceder? Ustedes dicen que no sabemos su nombre. A la nia,
me refiero.
Antes de su desaparicin dice el cardenal Lourdusamy ella se llamaba

Aenea. Y en cuanto a lo que le suceder, te reitero, hijo mo, que nuestras


intenciones son impedir que infecte el Cuerpo de Cristo con su virus, pero lo
haremos sin daarla. Ms an, nuestra misin tu misin es salvar el alma
inmortal de la nia. El Santo Padre se encargar de ello.
El tono del cardenal hace comprender a De Soy a que la reunin ha
concluido. El padre capitn se pone de pie, sintiendo en su interior el vrtigo de la
resurreccin. Debo morir de nuevo hoy mismo . An siente jbilo, pero
tambin ganas de llorar.
El almirante Marusy n tambin se pone de pie.
Padre capitn De Soy a, usted estar a cargo de esta misin hasta que la
nia me sea entregada, aqu en la oficina de enlace militar del Vaticano.
Dentro de semanas, por cierto dice el cardenal, an sentado.
Es una enorme y terrible responsabilidad dice el almirante. Consagre
cada onza de su fe y sus aptitudes a cumplir el deseo expreso de Su Santidad de
traer a la nia sana y salva al Vaticano, antes de que el virus destructivo de su
traicin programada se difunda entre nuestros hermanos en Cristo. Sabemos que
no nos defraudar, padre capitn De Soy a.
Gracias, seor dice De Soy a, y de nuevo se pregunta Por qu y o? .
Se arrodilla para besar el anillo del cardenal y al levantarse descubre que el
almirante ha retrocedido hacia la oscuridad de la prgola, donde las otras siluetas
no se han movido.
Monseor Lucas Oddi y la capitana Marget Wu se ponen a ambos lados de
De Soy a y actan como escoltas mientras salen del jardn. El padre capitn la
mente an presa de la confusin y la alarma, el corazn palpitante de ansiedad y
terror ante la importante misin que le han confiado mira hacia atrs justo
cuando una lanzadera alumbra la cpula de San Pedro, los tejados del Vaticano y
el jardn con su estela de plasma azul. Por un instante las figuras que estn dentro
de la sombreada prgola se recortan con claridad, alumbradas por el resplandor
estroboscpico y azul. All estn el almirante Marusy n, de espaldas, y dos
oficiales de la Guardia Suiza en armadura de combate, sus lanzadardos en ristre.
Pero la figura sentada es la que rondar los sueos y pensamientos de De Soy a
durante aos.
En el banco del jardn, fijando los tristes ojos en De Soy a, la frente alta y el
semblante pintado breve pero indeleblemente por el fulgor azul del plasma, est
Su Santidad, el papa Julio XIV, Santo Padre de ms de seiscientos mil millones de
fieles catlicos, monarca de facto de cuatrocientos mil millones de almas en Pax,
el hombre que acaba de lanzar a Federico de Soy a a este viaje fatdico.

10
Era de maana, despus de nuestro banquete, y estbamos de nuevo en la
nave espacial. Es decir, el androide Bettik y y o estbamos en la nave, habiendo
llegado all por un camino ms cmodo, un tnel que conectaba las dos torres;
Martin Silenus estaba presente como un holograma. Era una holoimagen extraa,
pues el viejo poeta opt por hacer que el transmisor o el ordenador de la nave lo
representaran en una versin ms joven de s mismo, un antiguo stiro, s, pero
que se apoy aba en sus propias piernas y tena cabello sobre su cabeza de orejas
puntiagudas. Con su capa marrn, su blusa de mangas largas, sus pantalones
abullonados y su boina, deba de haber sido todo un petimetre cuando esa ropa
estaba de moda. Yo estaba viendo a Martin Silenus tal como era cuando haba
regresado a Hy perion como peregrino, tres siglos antes.
Quieres seguir mirndome como un puetero patn dijo la holoimagen
o prefieres terminar esta puetera excursin e ir al grano? El viejo sufra
una resaca por el vino de la noche anterior, o bien haba recobrado salud
suficiente como para estar de peor humor que de costumbre.
Adelante dije.
Desde el tnel habamos cogido el ascensor de la nave hasta la cmara de
presin ms baja. Bettik y el holo del poeta me condujeron por los niveles
ascendentes: la sala de mquinas con sus indescifrables instrumentos y sus
telaraas de tubos y cables; el nivel de sueo fro, con cuatro divanes de fuga
criognica en sus cubculos sper fros (faltaba un divn, descubr, porque Martin
Silenus se lo haba llevado con otro propsito); el corredor central donde y o haba
entrado el da anterior, cuy as paredes de madera ocultaban una multitud de
armarios donde haba trajes espaciales, vehculos todo terreno, aeromotos y
algunas armas arcaicas; luego la zona habitable, con su Steinway y su holofoso;
subimos por la escalera de caracol hasta lo que Bettik llam la sala de
navegacin haba un cubculo con instrumentos electrnicos pero que y o
vea como una biblioteca, con muchos anaqueles repletos de libros (libros
verdaderos, libros impresos) y varios divanes y camas cerca de las ventanas del
casco; al fin llegamos a la cspide de la nave, que era simplemente un dormitorio
redondo con una cama en el centro.
El cnsul gustaba de mirar el exterior desde aqu mientras escuchaba
msica dijo Martin Silenus. Nave?
El tabique arqueado que rodeaba la sala circular se volvi transparente, igual
que la proa que estaba encima de nosotros. Slo nos rodeaban las oscuras piedras
del interior de la torre, pero desde arriba caa una luz filtrada por el techo podrido
del silo. Una msica suave llen la sala. Era un piano sin acompaamiento, y la
msica era antigua y cautivadora.
Czerchy vik? suger.

El viejo poeta resopl.


Rachmaninoff. Los rasgos de stiro se ablandaron sbitamente en la luz
tenue. Sabes quin toca?
Escuch. El pianista era muy bueno. Yo ignoraba quin era.
El cnsul murmur Bettik.
Nave, opcate gru Martin Silenus. Las paredes se solidificaron. El holo
del viejo poeta desapareci de donde estaba y reapareci cerca de la escalera.
Insista en hacer eso, y el efecto era desconcertante. Bien, si hemos terminado
la puetera excursin, bajemos a la sala y veamos cmo ser ms listos que Pax.

Los mapas eran de la especie antigua tinta sobre papel y estaban


desplegados encima del reluciente piano de cola. El continente de Aquila
extenda sus alas sobre el teclado, y la cabeza equina de Equus se curvaba en un
mapa aparte. El holo de Martin Silenus camin enrgicamente hacia el piano y
clav un dedo en el sitio que corresponda al ojo del caballo.
Aqu dijo y aqu. El dedo incorpreo no hizo ruido contra el papel.
El papa tiene sus pueteras tropas en todo el camino, desde la Fortaleza de
Cronos el dedo seal un punto donde la Cordillera de la Brida llegaba a su
punto ms oriental, hasta el hocico. Tienen aeronaves aqu, en la ciudad
maldita de Triste Rey Billy el dedo silencioso toc un punto al noroeste del
Valle de las Tumbas de Tiempo, y han reunido a la Guardia Suiza en el valle
mismo.
Mir el mapa. Salvo por la abandonada Ciudad de los Poetas y el Valle, la
zona oriental de Equus haba sido un desierto inalcanzable para todos excepto las
tropas de Pax durante ms de dos siglos.
Cmo sabe que hay guardias suizos? pregunt.
El stiro enarc las cejas.
Tengo mis fuentes.
Sus fuentes describen las unidades y el armamento?
El holo carraspe, como si el viejo fuera a escupir sobre la alfombra.
No necesitas saber las unidades rezong. Basta con saber que hay
treinta mil soldados entre t y la Esfinge, de donde Aenea saldr maana. Tres
mil de esos efectivos son guardias suizos. Ahora bien, cmo pasars a travs de
ellos?
Quise rer a carcajadas. Dudaba que toda la Guardia Interna de Hy perion,
con soporte areo y espacial, pudiera pasar a travs de media docena de
guardias suizos. Sus armas, su entrenamiento y sus sistemas defensivos eran
excelentes. En vez de rerme, estudi de nuevo el mapa.
Usted dice que las aeronaves salen de la Ciudad de los Poetas Conoce
los aviones?

El poeta se encogi de hombros.


Cazas. Los vehculos electromagnticos no sirven aqu, as que han trado
aviones. Jets, creo.
Turbos, retros, de chorro? Trataba de aparentar que saba de qu
hablaba, pero los conocimientos militares que haba adquirido en la Guardia
Interna consistan principalmente en desarmar mi rifle, limpiar mi rifle, disparar
mi rifle, marchar en medio del mal tiempo sin que mi rifle se mojara, tratar de
echarme un sueecito cuando no estaba marchando, limpiando o desarmando,
tratar de no morir congelado cuando estaba dormido y en ocasiones bajar la
cabeza para que los francotiradores de Ursus no me la volaran.
Qu cuernos importa la clase de avin? gru Martin Silenus. Perder
tres siglos de edad aparente no haba contribuido a apaciguarlo. Son cazas.
Hemos medido que Nave, cul era la velocidad que medimos para esas
ltimas seales?
Mach tres dijo la nave.
Mach tres repiti el poeta. Suficiente para volar hasta aqu, despedazar
este sitio y regresar al continente norte antes de que se les enfren las cervezas.
Apart los ojos del mapa.
Eso quera preguntar seal. Por qu no lo han hecho?
El poeta me mir.
Por qu no han hecho qu?
Volar aqu, despedazar este sitio y regresar antes de que se les enfren las
cervezas. Usted es una amenaza para ellos. Por qu lo toleran?
Yo estoy muerto gru Martin Silenus. Ellos creen que estoy muerto.
Un muerto no amenaza a nadie.
Suspir y volv a mirar el mapa.
Tiene que haber un transporte de tropas en rbita, pero supongo que usted
no sabe qu clase de nave lo escolt hasta aqu.
Asombrosamente, la nave se encarg de responder.
El transporte es una gironave clase Akira de trescientas mil toneladas. Lo
escoltaban dos naves-antorcha estndar clase Pax, el San Antonio y el San
Buenaventura. Tambin hay una nave C3 en rbita alta.
Qu cuernos es una nave C3? gru el holo del poeta.
Lo mir de soslay o. Cmo poda alguien vivir mil aos sin aprender algo tan
bsico?
Los poetas eran raros.
Comando, Comunicaciones, Control dije.
Entonces el hijo de perra de Pax que est a cargo se encuentra all arriba?
pregunt Silenus.
Me frot la mejilla y mir el mapa.

No necesariamente. El comandante de la fuerza espacial estar all, pero


el jefe de operaciones puede estar en tierra. Pax entrena a sus comandantes para
operaciones combinadas. Con tantos guardias suizos aqu, alguien importante est
al mando en tierra.
De acuerdo. Cmo pasars a travs de ellos para sacar a mi pequea
amiga?
Perdn intervino la nave, pero hay otra nave en rbita. Lleg hace tres
semanas estndar, y envi una lanzadera al Valle de las Tumbas de Tiempo.
Qu clase de nave? pregunt.
Hubo un brevsimo titubeo.
No s dijo la nave. La configuracin es rara. Pequea, tamao correo,
pero el perfil de propulsin es extrao.
Tal vez sea un correo le dije a Silenus. El pobre diablo se ha pasado
meses en fuga criognica, pagando aos de deuda temporal, para entregar un
mensaje que la central de Pax se olvid de dar al comandante antes de que se
fuera.
La mano hologrfica del poeta acarici de nuevo el mapa.
Atengmonos al tema. Cmo rescatas a Aenea de manos de estos hijos de
perra?
Me alej del piano.
Cmo demonios he de saberlo? exclam. Usted es el que ha tenido
dos siglos y medio para planear esta estpida fuga. Mov la mano, sealando la
nave. Supongo que esta cosa es nuestro billete para ganarles a las navesantorcha. Hice una pausa. Nave, puedes vencer a una nave-antorcha de
Pax en traslacin C-plus? Todos los impulsores Hawking brindaban la misma
seudovelocidad por encima de la velocidad de la luz, de modo que nuestro escape
y supervivencia, o captura y destruccin, dependan de la carrera hasta ese punto
cuntico.
S respondi la nave de inmediato. Faltan partes de mi memoria, pero
s que el cnsul me hizo modificar durante una visita a una colonia xter.
Una colonia xter? repet estpidamente. Sent un hormigueo en la piel,
a pesar de la lgica.
Haba crecido temiendo otra invasin xter. Los xters eran el mximo coco.
S respondi la nave con una especie de orgullo. Podremos elevarnos a
velocidades C-plus casi veintitrs por ciento ms rpido que una nave-antorcha
de Pax.
Ellos pueden destruirte a media UA observ, poco convencido.
S convino la nave. No es problema siempre que tengamos quince
minutos de ventaja.
Me volv hacia el holo cejijunto y el silencioso androide.
Magnfico dije. Siempre que sea verdad. Pero eso no me ay uda a

deducir cmo llevar a la nia a la nave o sacar la nave de Hy perion con esa
ventaja de quince minutos. Las naves-antorcha estarn en lo que llaman patrulla
orbital de combate. Una o ms estarn sobre Equus a cada segundo, cubriendo
cada metro cbico de espacio desde cien minutos-luz hasta la atmsfera superior.
A treinta kilmetros se har cargo la patrulla area de combate, quiz cazas clase
Escorpin, capaces de penetrar en rbita baja si es necesario. Ni la patrulla
espacial ni la atmosfrica concederan a la nave quince segundos en pantalla, y
mucho menos quince minutos. Mir el rostro rejuvenecido del viejo. A
menos que hay a algo que no me has dicho, nave. Los xters te suministraron
alguna clase de tecnologa mgica para escapar? Un escudo de invisibilidad o
algo parecido?
Que y o sepa no dijo la nave. Al cabo de un segundo aadi: Eso no
sera posible, verdad?
Ignor la pregunta.
Mire le dije a Martin Silenus, me gustara ay udarle a rescatar a esa
nia
Aenea.
Me gustara rescatar a Aenea de manos de esos tos, pero si ella es tan
importante para Pax como usted dice vay a, tres mil guardias suizos, Cristo
santo No hay manera de acercarse a quinientos kilmetros del Valle de las
Tumbas de Tiempo, ni siquiera con esta elegante nave.
Vi la duda en los ojos de Silenus, a pesar de la distorsin hologrfica, as que
continu:
Hablo en serio. Aunque no hubiera apoy o espacial y areo, ni navesantorcha, cazas o radar areo, estn los guardias suizos. Esos tos son mortferos.
Estn entrenados para operar en grupos de cinco, y cualquiera de esos grupos
podra derribar una nave espacial como sta.
El stiro arque las cejas en un gesto de sorpresa o duda.
Escuche insist. Nave?
S, M. Endy mion.
Tienes escudos defensivos?
No, M. Endy mion. Tengo campos de contencin mejorados por los xters,
pero son slo para uso civil.
Yo ignoraba qu eran campos de contencin mejorados por los xters ,
pero continu:
Puedes detener haces de contrapresin o ray os energticos?
No dijo la nave.
Puedes eliminar torpedos C-plus o torpedos cinticos convencionales?
No.
Puedes ganarles en velocidad?
No.

Puedes impedir la entrada de una partida de abordaje?


No.
Tienes alguna capacidad ofensiva o defensiva para vrtelas con las naves
de guerra de Pax?
Salvo correr como alma que lleva el diablo, M. Endy mion, la respuesta es
no dijo la nave.
Mir de nuevo a Martin Silenus.
Estamos jodidos murmur. Aunque pudiera llegar hasta la muchacha,
me capturaran a m igual que a ella.
Martin Silenus sonri.
Tal vez no dijo. Le hizo una sea a A. Bettik, y el androide subi por la
escalera de caracol hasta el nivel superior y regres en menos de un minuto.
Llevaba un cilindro enrollado.
Si es el arma secreta coment, espero que sea buena.
Lo es repuso el sonriente holograma del poeta. Hizo otra sea y A. Bettik
desenroll el cilindro.
Era una alfombra de menos de dos metros de longitud y poco ms de un
metro de ancho. La tela estaba carcomida y desleda, pero vi diseos y patrones
intrincados. Haba una compleja urdimbre de hebras de oro que an eran tan
brillantes como
Dios mo exclam, comprendiendo de golpe. Una alfombra voladora.
El holo de Martin Silenus se aclar la garganta como si fuera a escupir.
No una alfombra voladora gru. La alfombra voladora.
Retroced un paso. Esto era material de ley enda, y y o estaba casi de pie
sobre ella.
Haban existido slo unos cientos de alfombras voladoras, y sta era la
primera, creada por el lepidopterista y legendario inventor de sistemas EM
Vladimir Sholokov, de Vieja Tierra. Sholokov que y a tena ms de setenta aos
estndar se haba enamorado perdidamente de su sobrina adolescente, Alotila,
y haba creado esa alfombra para ganar su amor. Al cabo de un interludio
apasionado, la adolescente haba despreciado al anciano. Sholokov se haba
matado en Nueva Tierra semanas despus de perfeccionar el impulsor Hawking
as llamado en honor del cientfico pre-Hgira cuy o trabajo haba permitido el
descubrimiento del C-plus en el impulsor interestelar mejorado y la alfombra
haba estado perdida durante siglos, hasta que Mike Osh la compr en el mercado
de Carvnel y la llev a Alianza-Maui, usndola con su compaero Merin Aspic
en lo que se transformara en otro idilio legendario, los amores de Merin y Siri.
Esta segunda ley enda se haba convertido en parte de los picos Cantos de Martin
Silenus, en cuy a versin Siri haba sido la abuela del cnsul. En los Cantos el
cnsul de la Hegemona usaba la alfombra voladora para cruzar Hy perion en un
pico vuelo hacia la ciudad de Keats desde el Valle de las Tumbas de Tiempo,

para liberar esta nave y conducirla de vuelta a las tumbas.


Me arrodill y toqu el artefacto con reverencia.
Maldicin rezong Silenus, es slo una puetera alfombra. Y bastante
fea, para colmo. Yo no la tendra en casa. No hace juego con nada.
Alc la vista.
S aclar A. Bettik, es la misma alfombra.
Todava vuela? pregunt.
A. Bettik se arrodill junto a m y extendi su mano de dedos azules, tocando
el complejo y rizado diseo. La estera se puso tiesa como una tabla y se elev a
diez centmetros del suelo.
Sacud la cabeza.
Nunca lo entend. Los sistemas electromagnticos no funcionan en
Hy perion a causa del extrao campo magntico.
No funcionan los sistemas EM grandes gru Martin Silenus. Los
vehculos EM. Las barcas de levitacin. Los aparatos grandes. La alfombra s. Y
est mejorada.
Enarqu las cejas.
Mejorada?
De nuevo los xters dijo la nave. No lo recuerdo bien, pero metieron
mano en muchas cosas cuando los visitamos hace dos siglos y medio.
Evidentemente coment. Me puse de pie y apoy el pie en la legendaria
estera. Rebot como si estuviera apoy ada sobre resortes pero sigui flotando.
De acuerdo, tenemos la estera de Merin y Siri, la cual, si mal no recuerdo, poda
volar a veinte kilmetros por hora
Su velocidad mxima era veintisis kilmetros por hora dijo A. Bettik.
Asent y volv a apoy ar el pie en la alfombra.
Veintisis kilmetros por hora con buen viento de cola conced. Y a
qu distancia est el Valle de las Tumbas de Tiempo?
Mil seiscientos ochenta y nueve kilmetros dijo la nave.
Y cunto tiempo falta para que Aenea salga de la Esfinge?
Veinte horas dijo Martin Silenus.
Deba de haberse cansado de su imagen ms joven, porque la proy eccin
hologrfica ahora presentaba al viejo tal como y o lo haba visto la noche
anterior, silla flotante incluida.
Mir mi cronmetro de pulsera.
Vay a, estoy retrasado. Deb echar a volar hace un par de das. Regres
al piano de cola. Y si hubiera salido qu? Esta es nuestra arma secreta?
Tiene un sper campo defensivo para protegernos a la nia y a m de los ray os
y balas de los guardias suizos?
No dijo A. Bettik. No tiene ninguna capacidad defensiva, salvo un
campo de contencin para desviar el viento y mantener a sus ocupantes en su

sitio.
Me encog de hombros.
Y qu tal si llevo la alfombra al Valle y ofrezco a Pax un intercambio, una
vieja alfombra voladora por la nia?
A. Bettik permaneci de rodillas junto a la alfombra. Sus dedos azules seguan
acariciando la tela desteida.
Los xters la modificaron para conservar su carga ms tiempo hasta mil
horas.
Asent. Impresionante tecnologa de superconductores, pero totalmente
irrelevante.
Y ahora vuela a velocidades que superan los trescientos kilmetros por hora
continu el androide.
Me mord el labio. Conque s poda llegar al da siguiente. Siempre que
quisiera estar sentado en una alfombra durante cinco horas y media. Y luego
qu?
Cre que queramos meterla en esta nave dije. Sacarla del sistema de
Hy perion y todo eso.
S admiti Martin Silenus, la voz repentinamente tan cansada como su
envejecida imagen, pero primero debes traerla a la nave.
Me alej del piano, detenindome ante la escalera de caracol para volverme
hacia el androide, el holo y la alfombra flotante.
No queris entenderlo, verdad? protest. Estamos hablando de
guardias suizos! Si creis que ese maldito felpudo me permitir burlar su radar,
sus detectores de movimiento y otros sensores, estis locos. Sera un blanco
perfecto aleteando a trescientos kilmetros por hora. Creedme, los guardias
suizos, por no mencionar los jets de la patrulla area de combate ni las navesantorcha, pulverizaran esta cosa en un nanosegundo.
Hice una pausa y entorn los ojos.
A menos que hay a otra cosa que y o no sepa.
Claro que la hay dijo Martin Silenus, con su cansada sonrisa de stiro.
Claro que la hay.
Llevemos la alfombra a la ventana dijo A. Bettik. Tienes que aprender
a usarla.
Ahora? exclam con repentino temor. El corazn me palpitaba con
fuerza.
Ahora dijo Martin Silenus. Tienes que ser experto cuando partas
maana a las tres.
De veras? repliqu, mirando la legendaria estera con una creciente
sensacin de que esto iba en serio y al da siguiente poda estar muerto.
De veras dijo Martin Silenus.
A. Bettik desactiv la estera y la enroll. Lo segu por la escalera de metal y

el corredor hasta la escalera de la torre. El sol brillaba por la ventana abierta de


la torre. Dios mo , pens mientras el androide tenda la estera sobre el
reborde de piedra y volva a activarla. Todava quedaba una buena distancia
hasta el suelo de piedra. Dios mo , pens de nuevo, sintiendo la pulsacin en
los odos. No haba indicios del holo del poeta.
A. Bettik me indic que subiera a la alfombra.
Ir contigo en el primer vuelo murmur el androide. Una brisa susurraba
entre las hojas del rbol chalma cercano.
Dios mo , pens por ltima vez. Trep al alfizar y luego a la estera.

11
Precisamente dos horas antes de que la nia salga de la Esfinge, una alarma
suena en el deslizador del padre capitn De Soy a.
Contacto areo, uno-siete-dos, rumbo norte, velocidad dos-siete-cuatro
kilmetros, altitud cuatro metros dice la voz del controlador de defensa desde la
nave C3, a seiscientos kilmetros de distancia. Distancia hasta el intruso,
quinientos setenta kilmetros.
Cuatro metros? pregunta De Soy a, mirando a la comandante BarnesAvne, que est sentada ante la consola en el centro del deslizador.
Trata de burlar nuestra deteccin explica la comandante. Es una mujer
menuda de tez plida y cabello rojo, pero el casco de combate le tapa la tez y el
cabello. Hace tres semanas que De Soy a conoce a la comandante, y nunca la ha
visto sonrer. Visor tctico dice Barnes-Avne. Su visor est colocado. De
Soy a lo baja.
La seal est cerca de la punta meridional de Equus, desplazndose al norte
desde la costa.
Por qu no lo vimos antes? pregunta De Soy a.
Tal vez acaban de lanzarlo dice Barnes-Avne. Est examinando datos de
combate en su visor tctico. Despus de la primera y difcil hora en que De Soy a
tuvo que presentar el disco papal para convencerla de entregar las brigadas ms
prestigiosas de Pax al mero capitn de una nave, Barnes-Avne ha demostrado
total cooperacin. Por cierto, De Soy a ha dejado los detalles operativos en sus
manos. Muchos jefes de brigada de la Guardia Suiza creen que De Soy a es un
mero enlace papal. A De Soy a no le importa. Slo le preocupa la nia, y
mientras la fuerza terrestre cuente con un buen mando, los detalles importan
poco.
No hay contacto visual dice la comandante. All abajo hay una
tormenta de polvo. Estar aqu antes de la hora E.
Hace meses que las tropas hablan de la hora E para referirse a la apertura
de la Esfinge. Slo unos pocos oficiales saben que una nia es el foco de todo este
poder de fuego. Los guardias suizos no se quejan, pero pocos agradeceran un
puesto tan provinciano, tan alejado de la accin, en un entorno tan arenoso e
incmodo.
El contacto sigue rumbo al norte, uno-siete-dos, ahora con velocidad doscinco-nueve kilmetros, altitud tres metros dice el controlador C3. Distancia,
quinientos setenta kilmetros.
Hora de derribarlo dice la comandante Barnes-Avne por el canal de
mando, que slo pueden usar ella y De Soy a. Recomendaciones?
De Soy a alza la vista. El deslizador se ladea hacia el sur. Fuera de sus
burbujas, que parecen ojos de mantis, el horizonte se inclina y las extraas

Tumbas de Tiempo de Hy perion pasan mil metros debajo de ellos. Hacia el sur
el cielo es una franja opaca, marrn y amarilla.
Destruirla desde rbita? dice.
Barnes-Avne asiente pero dice:
Usted conoce el trabajo de las naves-antorcha. Sigmosla con una
escuadra. Toca con su guante puntos rojos en la punta sur del permetro
defensivo y pasa al canal tctico. Sargento Gregorius.
Comandante? La voz del sargento es profunda y spera.
Est monitoreando al intruso?
Afirmativo, comandante.
Intercptelo, identifquelo y destry alo, sargento.
Enterado, comandante.
Las cmaras C3 enfocan el desierto del sur. Cinco formas humanas se elevan
repentinamente de las dunas, y sus polmeros camalenicos pierden color
mientras se elevan sobre la nube de polvo. En un mundo normal volaran con
repulsores EM; en Hy perion usan abultados paks de reaccin.
Los cinco se despliegan, separndose varios cientos de metros, y se lanzan
hacia el sur.
Infrarrojo ordena Barnes-Avne, y la imagen visual vira al infrarrojo
para seguirlos por la espesa nube. Iluminar blanco ordena Barnes-Avne.
La imagen se desplaza al sur, pero el blanco es slo una vaharada de calor.
Pequeo dice la comandante.
Un avin? El padre capitn De Soy a est acostumbrado a las pantallas
tcticas del espacio.
Demasiado pequeo, a menos que sea una especie de aladelta motorizada
dice Barnes-Avne, sin la menor tensin en la voz.
De Soy a mira hacia abajo mientras el deslizador sobrevuela la punta sur del
Valle de las Tumbas de Tiempo y acelera.
La tormenta de polvo es una franja parda sobre el horizonte.
Distancia de intercepcin, ciento ochenta kilmetros informa el lacnico
sargento Gregorius.
El visor de De Soy a est empalmado con el de la comandante, y ambos ven
lo que ve el sargento: nada. Los soldados vuelan guindose por instrumentos en
medio de una arena tan espesa que el aire que los rodea es oscuro como la
noche.
Los paks de reaccin se estn recalentando informa otra voz tranquila.
De Soy a verifica. Es el cabo Kee. La arena est taponando las tomas de aire.
De Soy a mira a la comandante Barnes-Avne. Sabe que ella tiene en sus
manos una decisin difcil. Otro minuto en esa nube de polvo podra causar la
muerte de uno o ms soldados; pero si no identifican al intruso pueden tener
problemas despus.

Sargento Gregorius dice ella con voz ptrea. Elimine al intruso, y a.


Hay una brevsima pausa en la lnea.
Comandante, podemos aguantar aqu un poco ms dice el sargento.
De Soy a oy e el aullido de la tormenta de polvo por encima de la voz.
Derrbelo y a, sargento.
Enterado.
De Soy a pasa a la imagen tctica de gran alcance y alza la vista. La
comandante lo est mirando.
Podra ser un engao? pregunta ella. Una distraccin para lograr que
el verdadero intruso se infiltre por otra parte?
Podra ser responde De Soy a. En la pantalla ve que la comandante ha
elevado el alerta a nivel cinco en todo el permetro. Un alerta nivel seis es
combate.
Veamos dice ella, mientras las tropas de Gregorius disparan.
La tormenta de polvo es un rodante caldero de arena y electricidad. A ciento
setenta y cinco kilmetros, las armas energticas no son de fiar. Gregorius lanza
un proy ectil lluvia de acero. El proy ectil acelera hasta llegar a Mach 6. El intruso
no se desva del camino.
Creo que no tiene sensores dice Barnes-Avne. Est volando a ciegas.
Programado.
El proy ectil sobrevuela el blanco calrico y detona a treinta metros. La
explosin impulsa veinte mil dardos hacia abajo, en la tray ectoria del intruso.
Contacto dice el controlador C3.
Le he dado informa el sargento Gregorius.
Hallar e identificar ordena la comandante. El deslizador regresa hacia el
Valle.
De Soy a mira por el visor. La comandante ha ordenado disparar a distancia
pero no ha retirado sus tropas de la tormenta.
Afirmativo dice el sargento. La tormenta es tan huracanada que hay
esttica en el haz angosto.
El deslizador sobrevuela el Valle y De Soy a identifica las tumbas por
milsima vez: en orden inverso al habitual para los peregrinos aunque hace tres
siglos que no hay peregrinos aparecen primero el Palacio del Alcaudn, ms
al sur que los dems, y sus almenas puntiagudas evocan a la criatura que no se ha
visto por aqu desde los das de los peregrinos; las ms sutiles Tumbas
Cavernosas, tres en total, sus entradas talladas en la piedra rosada de la pared del
can; el enorme y central Monolito de Cristal; el Obelisco; la Tumba de Jade; y
al fin la intrincada Esfinge, con su puerta cerrada y sus alas extendidas.
De Soy a mira su cronmetro.
Una hora y cincuenta y seis minutos dice la comandante Barnes-Avne.
El padre capitn De Soy a se muerde el labio. Hace meses que el cordn de

guardas suizos aguarda alrededor de la Esfinge. A cierta distancia, ms tropas


forman un permetro ms ancho. Cada tumba tiene su destacamento de soldados
expectantes, por si la profeca estuviera errada. Ms all del Valle, ms tropas.
En lo alto vigilan las naves-antorcha y la nave de mando. En la entrada del Valle
aguarda la lanzadera personal de De Soy a, los motores a punto, preparados para
un despegue inmediato en cuanto la nia sedada est a bordo. Dos mil kilmetros
ms arriba, aguarda la nave clase Arcngel Rafael con su divn de aceleracin
para nios.
Primero, la nia que tal vez se llame Aenea debe recibir el sacramento del
cruciforme. Esto suceder en la capilla de la nave-antorcha San Buenaventura,
en rbita, poco antes de trasladar a la nia dormida a la nave correo. Tres das
despus ella resucitar en Pacem y ser entregada a las autoridades de Pax.
El padre capitn De Soy a se relame los labios secos. Teme que una nia
inocente resulte lastimada, o que algo salga mal durante la detencin. No logra
concebir que una nia aunque sea una nia del pasado, una nia que se ha
comunicado con el TecnoNcleo pueda constituir una amenaza para la
poderosa Pax o la Santa Iglesia.
El padre capitn De Soy a refrena sus pensamientos; no le corresponde
especular. Le corresponde cumplir rdenes y servir a sus superiores y, por
mediacin de ellos, servir a la Iglesia y a Jesucristo.
Aqu est el intruso jadea el sargento Gregorius. La imagen es brumosa,
la tormenta de polvo es todava muy violenta, pero los cinco soldados han llegado
al lugar del impacto.
De Soy a aumenta la resolucin del visor y ve la madera y el papel
despedazados, el metal acribillado y retorcido que podra haber sido un simple
fueraborda de batera solar.
Seuelo dice el cabo Kee.
De Soy a alza el visor y le sonre a la comandante Barnes-Avne.
Otra simulacin. Van cinco.
La comandante no responde a la sonrisa.
El prximo puede ser autntico dice. Y por su micrfono tctico ordena
: Contina nivel cinco. A las E menos sesenta, pasamos a nivel seis.
Llegan confirmaciones por todas las bandas.
An no entiendo quin desea interferir comenta el padre capitn De
Soy a. Ni cmo podran lograrlo.
La comandante Barnes-Avne se encoge de hombros.
Los xters podran estar an saliendo del C-plus mientras hablamos.
Entonces ser mejor que traigan un enjambre entero dice el padre
capitn. De ser menos, los enfrentaremos fcilmente.
En esta vida nada es fcil responde la comandante Barnes-Avne.
El deslizador desciende. La cmara de presin se activa y la rampa baja. El

piloto se vuelve en el asiento, se sube el visor y dice:


Comandante, capitn, me haban ordenado descender en la Esfinge a las E
menos una hora y quince minutos. Llegamos un minuto antes.
De Soy a se desconecta de la consola.
Voy a estirar las piernas antes de que llegue la tormenta le dice a la
comandante. Quiere acompaarme?
No. Barnes-Avne baja el visor y susurra rdenes.
Fuera del deslizador, el aire est cargado de electricidad. El cielo an tiene
ese color lapislzuli de Hy perion, pero el borde sur del can resplandece con la
proximidad de la tormenta.
De Soy a mira su cronmetro. Una hora y quince minutos. Respira
profundamente, jura no volver a mirar el reloj en por lo menos diez minutos y
camina hacia la imponente sombra de la Esfinge.

12
Despus de horas de charla, me mandaron a dormir hasta las tres de la
maana. No dorm, por supuesto. Siempre me costaba dormir la noche anterior a
un viaje, y esa noche no dorm nada.
La ciudad cuy o nombre y o llevaba estaba silenciosa despus de medianoche;
la brisa otoal amain y las estrellas eran muy brillantes.
Durante un par de horas permanec en bata pero a la una me levant, me
puse las resistentes ropas que me haban dado la noche anterior y revis el
contenido de mi mochila por quinta o sexta vez.
No haba demasiado, por tratarse de semejante aventura: una muda de ropa,
calcetines, una linterna lser, dos botellas de agua, un cuchillo y o haba
especificado el tipo con su funda, una gruesa chaqueta de lona con forro
trmico, una manta ultraliviana, una brjula de gua inercial, un viejo suter,
gafas de visin nocturna y un par de guantes de cuero.
Qu ms puedes necesitar para explorar el universo? murmur.
Tambin haba especificado la ropa que usara ese da: una cmoda camisa
de lona y un chaleco con muchos bolsillos, gruesos pantalones de tralla como los
que usaba cuando cazaba patos en los marjales, botas altas y blandas las que
llamaba botas de bucanero , por la descripcin de las historias de Grandam
y un tricornio blando que guardara en un bolsillo del chaleco cuando no lo
necesitara.
Me sujet el cuchillo al cinturn, guard la brjula en el bolsillo del chaleco y
me qued ante la ventana mirando las estrellas que titilaban sobre las montaas,
hasta que A. Bettik vino a despertarme a las dos cuarenta y cinco.

El viejo poeta estaba despierto en su silla flotante, en el extremo de la mesa


del nivel ms alto de la torre. Haban quitado el techo de lona y las estrellas
brillaban framente en lo alto. Haba braseros encendidos, y antorchas en la
pared de piedra. Haban servido el desay uno carnes fritas, frutas, pastelillos,
pan fresco pero y o slo tom una taza de caf.
Ser mejor que te alimentes rezong el viejo. No sabes cundo llegar
tu prxima comida.
Lo mir de hito en hito. El vapor del caf me entibiaba la cara. El aire estaba
fro.
Si las cosas salen segn lo planeado, estar en la nave espacial en menos de
seis horas. Comer entonces.
Martin Silenus resopl.
Pero cundo salen las cosas segn lo planeado, Raul Endy mion?
Beb caf.

Hablando de planes, usted iba a hablarme de ese milagro que distraer a


los guardias suizos mientras y o rescato a su joven amiga.
El viejo poeta me escrut un instante.
Confa en m, quieres?
Suspir. Me tema que dijera eso.
Eso supone mucha confianza, anciano.
l asinti pero guard silencio.
De acuerdo dije al fin. Veremos qu ocurre. Me volv hacia A.
Bettik, que estaba de pie cerca de la escalera. No te olvides de estar all con la
nave cuando te necesitemos.
No lo olvidar dijo el androide.
Camin hacia la alfombra voladora. A. Bettik haba puesto mi mochila
encima.
Alguna instruccin final? pregunt, sin saber a quin le hablaba.
El viejo se aproxim en su silla flotante. Se le vea antiguo a la luz de las
antorchas, ms ceniciento y momificado que nunca. Sus dedos eran como huesos
amarillentos. Slo esto jade. Escucha
En el ancho mar vive un desdichado
condenado a prolongar con dbil cuerpo
una odiada existencia de diez siglos
y a morir solo. Quin puede forjar
una oposicin total? Nadie.
La marea cambiar un milln de veces
y l sufrir. Mas no habr de morir
si esto consigue: escudriar
las honduras de la magia, el sentido
de cada forma, movimiento y sonido,
explorar todas las formas y sustancias
hasta llegar a sus simblicas esencias.
No habr de morir. Ms an,
l debe continuar esta agridulce empresa
con piedad: los amantes por tormentas separados
y perdidos en salvaje turbulencia
l depositar lado a lado, hasta
que el tiempo inexorable llene el lgubre espacio;
con lo cual hecho, esta labor cumplida,
una joven, por poder celestial amada y guiada,
se erguir ante l, y l le dir
cmo consumarlo todo. La joven elegida
debe obrar, o ambos sern destruidos.

Qu? dije. Yo no
Al cuerno jade el poeta. Slo rescata a Aenea, llvala donde los
xters y trela con vida. No es tan complicado. Hasta un pastor puede hacerlo.
Tambin he sido aprendiz de artesano, mesero y cazador de patos dije,
dejando mi taza de caf.
Son casi las tres. Es hora de que te marches.
Suspir.
Slo un minuto dije. Baj la escalera, fui al lavabo, hice mis necesidades
y me apoy un instante en la fra pared de piedra. Ests loco, Raul
Endy mion? . El pensamiento era mo, pero lo o en la suave voz de Grandam.
S , respond.
Sub la escalera, sorprendido del temblor de mis piernas y la palpitacin de
mi corazn.
Listo dije. Mi madre siempre me deca que me encargara de esas
cosas antes de salir de casa.
El poeta milenario gru y se aproxim con su silla a la alfombra voladora.
Me sent en la estera, activ las hebras de vuelo y me elev un metro y
medio.
Recuerda, una vez que ests en la Grieta y encuentres la entrada, est
programada dijo Silenus.
Ya s. Usted me ha dicho
Cllate y escucha. Dedos antiguos y apergaminados sealaron las hebras
. Recuerdas cmo pilotarla. Una vez dentro, marca la secuencia all, all y all,
y el programa se har cargo. Puedes interrumpir la secuencia para vuelo
manual, tocando este diseo de interrupcin. Los dedos revolotearon sobre las
antiguas hebras. Pero all no intentes pilotarla solo. Nunca encontraras la
salida.
Asent y me relam los labios secos.
No me ha dicho quin la program. Quin realiz este vuelo antes?
El stiro mostr sus dientes renovados.
Yo, muchacho. Me llev meses, pero lo hice. Hace casi dos siglos.
Dos siglos! Estuve por bajarme de la alfombra. Y si hubo
derrumbes? Desplazamientos ssmicos? Y si algo se interpuso en el camino?
Martin Silenus se encogi de hombros.
Estars viajando a ms de doscientos kilmetros por hora, muchacho.
Supongo que morirs. Me palme la espalda. Ponte en marcha. Envale mi
amor a Aenea. Dile que el to Martin espera ver Vieja Tierra antes de morir. Dile
que el vejete ansa orle exponer el sentido de cada forma, movimiento y sonido.
Elev la alfombra otro medio metro.
A. Bettik se aproxim extendiendo una mano azul.
Buena suerte, M. Endy mion.

Asent, no supe qu decir y me elev en espiral desde la torre.

Para volar directamente desde la ciudad de Endy mion, en medio del


continente de Aquila, hasta el Valle de las Tumbas de Tiempo, en el continente de
Equus, deba dirigirme hacia el norte. Me dirig hacia el este.
Mi vuelo de prueba del da anterior para mi fatigada mente era el mismo
da haba demostrado que era fcil manejar la alfombra, pero a velocidades
de pocos kilmetros por hora. Cuando estuve a cien metros de la torre, fij la
direccin apretando la linterna entre los dientes para alumbrar la brjula
inercial, alineando la estera con esa lnea invisible, cotejando con el mapa
topogrfico que el viejo poeta me haba dado y apoy la palma en el diseo de
aceleracin. La estera continu acelerando hasta que el suave campo de
contencin se activ para protegerme del viento. Ech un ltimo vistazo a la torre
tal vez el viejo poeta estuviera mirando desde una ventana pero la ruinosa
ciudad universitaria y a se haba perdido en la oscuridad de la montaa.
No tena velocmetro, as que di por sentado que la estera volaba a velocidad
mxima mientras se diriga a los altos picos del este. La luz de las estrellas se
reflejaba en campos de nieve que estaban a may or altura que y o, as que decid
ser cauto, guard la linterna, me calc las gafas de visin nocturna y segu
verificando mi posicin con el mapa topogrfico. Cuando la tierra se elevaba,
tambin y o me elevaba, manteniendo la estera a cien metros de los pedrejones,
cascadas, derrumbes y hielos. Todo era verde en la luz amplificada de las gafas
de visin nocturna. La estera volaba en perfecto silencio el campo de
contencin acallaba incluso el ruido del viento y varias veces vi animales
grandes que brincaban para ocultarse, sorprendidos por la repentina aparicin de
esta ave sin alas. Cruc la divisoria continental media hora despus de salir de la
torre, manteniendo la estera en el centro de ese paso de cinco mil metros. Haca
fro, y aunque el campo de contencin retena parte del calor de mi cuerpo en
esa burbuja de aire quieto, haca rato que me haba puesto la chaqueta trmica y
los guantes.
Ms all de las montaas, descendiendo rpidamente para permanecer cerca
del escabroso terreno, vi que la tundra ceda el paso a los marjales, y los
marjales a hileras de siempreazules enanas; esos rboles de alta montaa
desaparecieron cuando el fulgor de los bosques flamgeros de tesla despunt en el
este como una alborada falsa.
Guard las gafas de visin nocturna. El espectculo era bello y estremecedor:
crujidos y chasquidos elctricos en todo el horizonte, relmpagos entre rboles
tesla de cien metros de altura, fogonazos entre los tesla y los prometeos
explosivos, arbustos fnix y llamaradas ardiendo en mil lugares. Martin Silenus y
A. Bettik me haban advertido sobre esto, y elev la estera, aceptando que el

riesgo de deteccin a esta altitud era preferible a quedar atrapado en ese


torbellino elctrico.
Una hora despus el sol se insinu en el este, ms all de los bosques
flamgeros. Cuando empez a clarear, dej los bosques atrs y tuve la Grieta a la
vista.
Saba que haba ascendido durante los ltimos cuarenta minutos, mientras
verificaba mi itinerario en el arrugado mapa, pero sent la altitud cuando la
profundidad de la enorme hendidura de esta parte de Aquila se hizo visible. A su
modo, la Grieta era tan temible como los bosques flamgeros: angosta y vertical,
un abrupto precipicio de tres mil metros. Cruc el borde sur de la gran divisoria
continental y descend hacia el ro. La Grieta continuaba al este, y el ro corra a
la misma velocidad que la estera. Poco despus el cielo de la maana se
oscureci y reaparecieron las estrellas; era como haber cado en un profundo
pozo. Al pie de esos aterradores peascos, el caudaloso ro estaba erizado de
tmpanos y brincaba sobre rocas del tamao de la nave espacial que y o acababa
de dejar. Me mantuve a cinco metros de la espuma y reduje an ms la
velocidad. Deba de estar cerca.
Verifiqu mi cronmetro y el mapa. Deba de estar hacia delante, en los
prximos dos kilmetros. All!
Era ms grande de lo que me haban dicho por lo menos treinta metros de
lado y perfectamente cuadrada. La entrada del laberinto planetario haba sido
tallada con forma de entrada de un templo, o puerta gigante. Reduje nuevamente
la velocidad y me inclin a la izquierda, detenindome en la entrada. Segn mi
cronmetro, haba tardado menos de noventa minutos en llegar a la Grieta. El
Valle de las Tumbas de Tiempo estaba mil kilmetros al norte. Cuatro horas de
vuelo a velocidad de crucero elevada. Mir de nuevo el cronmetro: cuatro horas
y veinte minutos para que la nia saliera de la Esfinge.
Entr en la caverna con la estera. Tratando de recordar los detalles de la
narracin del sacerdote, en los Cantos del viejo, slo pude recordar que aqu
cerca de la entrada del laberinto el padre Dur y los bikura haban encontrado
al Alcaudn y los cruciformes.
No haba Alcaudn. No me sorprendi. No haban avistado a la criatura desde
la Cada de la Red de Mundos, doscientos setenta y cuatro aos atrs. No haba
cruciformes. Tampoco me sorprendi. Pax los haba arrancado tiempo atrs de
las paredes de estas cavernas.
Yo saba lo que todos saban sobre el Laberinto. En la vieja Hegemona
existan nueve mundos labernticos conocidos. Todos estos mundos eran parecidos
a la Tierra 7,9 en la antigua escala Solmev, salvo que estaban
tectnicamente muertos, y en ese sentido se parecan ms a Marte que a la
Tierra. Los tneles labernticos que recorran esos nueve mundos incluido
Hy perion no cumplan ninguna funcin manifiesta. Los haban cavado decenas

de miles de aos antes que la humanidad abandonara Vieja Tierra, aunque nunca
se haban hallado rastros de sus creadores. Los laberintos alimentaban gran
cantidad de mitos los Cantos incluidos pero su misterio permaneca. No
haba mapas del Laberinto de Hy perion, excepto aquella parte que y o estaba
recorriendo a doscientos setenta kilmetros por hora. Un poeta loco haba trazado
el mapa. Ojal el mapa fuera exacto.
Volv a calzarme las gafas de visin nocturna cuando la luz del sol se
desvaneci a mis espaldas. Sent un hormigueo en la nuca cuando penetr en la
oscuridad. Pronto las gafas seran intiles, pues no podran aumentar ninguna luz.
Sacando cinta adhesiva de la mochila, sujet la linterna lser al frente de la
alfombra voladora y sintonic el haz en su may or dispersin. La luz sera tenue,
pero las gafas la amplificaran. Ya poda ver ramificaciones delante. La caverna
segua siendo un prisma vasto, hueco y rectangular de treinta metros de lado, con
nfimos indicios de rajaduras o derrumbes, y delante los tneles se ramificaban a
la derecha, a la izquierda, hacia abajo.
Contuve la respiracin y tecle la secuencia programada. La alfombra
voladora brinc, alcanzando una velocidad prefijada, y el sbito salto me empuj
hacia atrs a pesar del efecto compensatorio del campo de contencin.
El campo no me protegera si la alfombra se estrellaba a esta velocidad. Las
rocas pasaban velozmente. La alfombra se lade abruptamente para girar a la
derecha, se nivel en el centro de la larga caverna y se zambull para seguir una
rama descendente.
Era aterrador. Me quit las gafas, me las guard en el bolsillo, aferr el borde
de la saltarina alfombra y cerr los ojos. No era necesario. La oscuridad y a era
absoluta.

13
Faltando quince minutos para la apertura de la Esfinge, el padre capitn De
Soy a camina por el Valle. La tormenta ha llegado hace rato, y la arena
arremolinada llena el aire. Cientos de guardias suizos estn desplegados en el
Valle, pero sus transportes blindados, sus armas emplazadas, sus bateras de
misiles y sus puestos de observacin son invisibles en la polvareda. Pero De Soy a
sabe que seran invisibles de todos modos, escondidos detrs de campos de
camuflaje y polmeros camalenicos. El padre capitn tiene que usar el
infrarrojo para ver algo en esta tormenta aullante. Y aun as, con el visor
cerrado, finas partculas de polvo se introducen por el cuello del traje de combate
y le suben a la boca. Este da sabe a ripio. El sudor le deja hilillos de lodo rojo en
la frente y las mejillas, como sangre de estigmas sagrados.
Atencin dice por los canales generales. Habla el padre capitn De
Soy a, al mando de esta misin por imperativo papal. La comandante BarnesAvne repetir estas rdenes dentro de un instante, pero ahora quiero especificar
que no se realizar ninguna accin, no se efectuar ningn disparo y no se
iniciar ningn acto defensivo que ponga en peligro la vida de la nia que saldr
de una de estas tumbas dentro de trece minutos y medio. Quiero que esto
quede claro para cada oficial y soldado de Pax, cada capitn y marino de la
flota, cada piloto y oficial areo Debemos capturar a esta nia ilesa. Quien no
escuche esta advertencia ser sometido a corte marcial y ejecucin sumaria.
Que todos sirvamos a Nuestro Seor y nuestra Iglesia en este da En nombre
de Jess, Mara y Jos, pido que nuestros esfuerzos fructifiquen. Padre capitn
De Soy a, comandante activo de la expedicin de Hy perion, fuera.
Sigue caminando mientras los canales tcticos recitan Amn a coro. De
repente se detiene.
Comandante?
S, padre capitn responde serenamente Barnes-Avne.
Sera un problema para su permetro si pido a la escuadra del sargento
Gregorius que se rena conmigo en la Esfinge?
Hay una pausa brevsima que le indica que la comandante no aprecia esos
cambios de planes de ltimo momento. El comit de recepcin un grupo de
guardias suizos selectos, la mdica con el sedante y un asistente con un
cruciforme viviente en un contenedor de estasis y a est esperando al pie de la
escalinata de la Esfinge.
Gregorius y sus hombres estarn all dentro de tres minutos dice la
comandante.
De Soy a oy e las rdenes y confirmaciones por los canales tcticos. Una vez
ms ha pedido a estos cinco hombres que vuelen en condiciones peligrosas.
El escuadrn desciende al cabo de dos minutos y cuarenta y cinco segundos.

De Soy a los ve en infrarrojo; sus paks de reaccin irradian un fulgor blanco.


Dejen los paks de vuelo ordena. Permanezcan cerca de m ocurra lo
que ocurra. Cbranme las espaldas.
S, seor responde el sargento Gregorius en medio del aullido del viento.
El corpulento suboficial se aproxima a De Soy a. Obviamente el sargento quiere
una confirmacin visual de la espalda que est vigilando.
E menos diez minutos dice la comandante Barnes-Avne. Los sensores
indican actividad inusitada en los campos antientrpicos que rodean las tumbas.
La siento dice De Soy a. Y as es. El desplazamiento de los campos de
tiempo del valle crea una sensacin de vrtigo similar a la nusea. Esto y la
furiosa tormenta hacen que el sacerdote capitn se sienta lejos del suelo,
mareado, casi ebrio. Apoy ando los pies con cuidado, De Soy a regresa a la
Esfinge, seguido por Gregorius y sus tropas en una estrecha V.
El comit de recepcin aguarda en la escalinata. De Soy a se acerca,
emite su identificacin infrarroja y radial, habla brevemente con la mdica que
lleva la ampolla con el sedante. Advierte a la mujer que no dae a la nia y
espera. Ahora hay trece siluetas en la escalinata, contando al equipo de
Gregorius. De Soy a advierte que los soldados no se ven muy hospitalarios con sus
gruesas armas.
Retrocedan unos pasos ordena a los dos sargentos. Mantengan los
escuadrones listos, pero ocultos en la tormenta.
Enterado.
Los diez soldados retroceden varios pasos y son totalmente invisibles en la
arena arremolinada. De Soy a sabe que ninguna criatura viva puede atravesar el
permetro que han establecido.
De Soy a se dirige a la mdica y al asistente que lleva el cruciforme.
Acerqumonos a la puerta.
Ambos asienten y los tres suben lentamente la escalera. Los campos
antientrpicos son cada vez ms intensos. De Soy a recuerda una ocasin, en su
infancia, en que se meti hasta el pecho en un oleaje peligroso, y la marea y la
corriente lo arrastraban hacia un mar hostil. Esto es parecido.
E menos siete minutos dice Barnes-Avne por el canal comn. Luego
habla con De Soy a en banda privada. Padre capitn, quiere que el deslizador
vay a a buscarle? Hay mejor vista desde aqu.
No, gracias. Me quedar con el equipo de contacto.
Ve que el deslizador se eleva y se detiene a diez mil metros, por encima de la
parte ms feroz de la tormenta. Como todo buen comandante, Barnes-Avne
quiere controlar la accin sin enredarse en ella.
De Soy a se comunica con el piloto de su lanzadera por su canal privado.
Hiroshe?
S, seor.

Preparado para despegar dentro de diez minutos o menos.


Preparado, seor.
La tormenta no ser un problema?
Como todo capitn de combate del espacio profundo, De Soy a desconfa
muchsimo de la atmsfera.
Ningn problema, seor.
Bien.
E menos cinco minutos informa Barnes-Avne. Los detectores orbitales
no muestran actividad espacial en treinta UAs. La vigilancia area en el
hemisferio norte no muestra trfico areo. La deteccin de tierra no muestra
movimientos desautorizados entre la Cordillera de la Brida y la costa.
Pantallas de patrulla orbital despejadas dice la voz del controlador C3.
Pantallas de patrulla area despejadas dice el jefe de los pilotos de
Escorpiones. Aqu tenemos un hermoso da.
Silencio de radio y banda privada desde este punto hasta anulacin de nivel
seis dice Barnes-Avne. E menos cuatro minutos y los sensores muestran
actividad antientrpica mxima en todo el valle. Equipo de contacto, informe.
Estoy en la puerta dice la doctora Chatkra.
Preparado dice el asistente, un soldado muy joven llamado Caf. Al
joven le tiembla la voz.
De Soy a advierte que no sabe si Caf es hombre o mujer.
Todo preparado informa De Soy a. Mira por encima del hombro. Incluso
el fondo de la escalera de piedra es invisible en la arena aullante. Crujen
descargas elctricas. De Soy a pasa a infrarrojo y ve a los diez guardias suizos
con sus armas.
Un repentino silencio desciende en medio del fragor de la tormenta. De Soy a
oy e su propia respiracin dentro del casco de su equipo de combate. La esttica
sisea y cruje en los canales de combate no utilizados. Ms esttica sacude sus
visores tcticos e infrarrojos, y De Soy a los sube exasperado. El portal de la
Esfinge est a menos de tres metros, pero la arena lo oculta y lo revela como un
teln movedizo. De Soy a avanza dos pasos, y la doctora Chatkra y su asistente lo
siguen.
Dos minutos dice Barnes-Avne. Todas las armas preparadas.
Grabadores de alta velocidad en automtico. Equipos mdicos alerta.
De Soy a cierra los ojos para combatir el vrtigo de las mareas de tiempo.
El universo piensa es realmente prodigioso . Lamenta tener que sedar a la
nia a los pocos segundos de recibirla. Es lo que le han ordenado debe dormir
cuando le pongan el cruciforme y durante el fatal vuelo de regreso a Pacem y
sabe que tal vez nunca oiga la voz de la nia. Lo lamenta. Le gustara hablar con
ella, hacerle preguntas sobre el pasado, sobre ella.
Un minuto. Control de fuego totalmente automtico.

Comandante! De Soy a tiene que ponerse el visor tctico para identificar


la voz, que pertenece a un teniente cientfico del permetro interior. Los
campos se estn elevando al mximo en todas las tumbas! Se abren puertas en
las Tumbas Cavernosas, el Monolito, el Palacio del Alcaudn, la Tumba de
jade
Silencio en todos los canales ruge Barnes-Avne. Lo estamos
monitoreando. Treinta segundos.
De Soy a comprende que la nia aparecer en esta nueva era para
enfrentarse con siluetas con casco y visor armadura de combate, y alza todos sus
visores. Quiz nunca logre hablar con la nia, pero ella ver un rostro humano
antes de dormirse.
Quince segundos. Por primera vez, De Soy a oy e tensin en la voz de la
comandante.
La arena raspa los ojos expuestos del padre capitn De Soy a. Alza una mano
enguantada, se frota, parpadea, lagrimea. l y la doctora Chatkra avanzan otro
paso. Las puertas de la Esfinge se abren hacia dentro. El interior est oscuro. De
Soy a desea ver en infrarrojo, pero no baja el visor. Est empeado en que la nia
le vea los ojos.
Una sombra se mueve en la oscuridad. La doctora se tensa, pero De Soy a le
toca el brazo.
Aguarde.
La sombra se convierte en un perfil, el perfil en una forma, la forma en una
nia. Es ms pequea de lo que De Soy a esperaba. Su largo cabello ondea en el
viento.
Aenea dice De Soy a. No haba planeado hablar ni llamarla por el
nombre.
La nia lo mira. l ve los ojos oscuros, pero no detecta temor en ellos. Slo
angustia? Tristeza?
Aenea, no te preocupes dice, pero en ese momento la doctora avanza
deprisa, la iny eccin preparada, y la nia retrocede un paso.
El padre capitn De Soy a ve la segunda silueta en la oscuridad. Y empiezan
los alaridos.

14
Yo no saba que era claustrofbico hasta este viaje: el rpido vuelo por
catacumbas negras como pez, el campo de contencin protegindome del viento,
el acoso de la piedra y la oscuridad. A los veinte minutos de vuelo desactiv el
programa de pilotaje automtico, aterric en el suelo del laberinto, anul el
campo de contencin, me alej de la estera y grit.
Cog la linterna lser y alumbr las paredes. Un cuadrado corredor de piedra.
Fuera del campo de contencin, sent el golpe del calor. El tnel deba de ser muy
profundo. No haba estalactitas, estalagmitas, murcilagos, ninguna cosa
viviente slo esa caverna cuadrangular extendindose sin cesar.
Ilumin la alfombra. Pareca muerta, totalmente inerte. Con mis prisas deb
de salir del programa incorrectamente, borrndolo. En tal caso, era hombre
muerto. Hasta ahora habamos ido a brincos en un ncleo de ramificaciones; era
imposible que y o encontrara la salida por mi cuenta.
Grit de nuevo, aunque esta vez no era un alarido sino un grito deliberado,
destinado a romper la tensin. Luch contra la sensacin de encierro y nusea.
Quedaban tres horas y media. Tres horas y media de pesadilla
claustrofbica, de volar por la negrura, aferrndome a una alfombra voladora
saltarina y despus qu?
Lament no haber llevado un arma. En ese momento pareca absurdo; ningn
arma me habra permitido vrmelas con un solo guardia suizo, ni siquiera contra
un irregular de la Guardia Interna, pero deseaba tener algo. Desenfund el
cuchillo de caza, vi el brillo del acero a la luz de la linterna y me ech a rer.
Esto era absurdo.
Enfund el cuchillo, me tend en la estera y puls el cdigo de reanudacin.
La alfombra se endureci, se elev y avanz bruscamente. Me diriga deprisa a
alguna parte.

El padre capitn De Soy a ve la enorme silueta un instante antes de que


desaparezca, y empiezan los alaridos. La doctora Chatkra se dirige hacia la nia,
bloqueando la visin de De Soy a.
Una rfaga de aire sopla en medio del rugido del viento, y la cabeza
encasquetada de la doctora rueda y rebota junto a De Soy a.
Madre de Dios susurra por el micrfono abierto. El cuerpo de la doctora
an est de pie. La nia, Aenea, grita, el sonido se pierde en la aullante tormenta,
y el cadver de Chatkra se desploma como si la fuerza del grito hubiera actuado
sobre el cuerpo. El asistente, Caf, grita algo ininteligible y se lanza hacia la nia.
De nuevo el borrn oscuro, ms intuido que visto, y el brazo de Caf se separa del
cuerpo de Caf. Aenea corre hacia la escalera. De Soy a se lanza hacia la nia

pero choca con una enorme estatua metlica erizada de pas y rebordes filosos.
Las pas le perforan la armadura de combate. Imposible, pero siente la sangre
que mana de media docena de heridas menores.
No! grita de nuevo la nia. Basta! Te lo ordeno!
La estatua metlica de tres metros gira en cmara lenta. Ardientes ojos rojos
miran a la nia, y la escultura de metal desaparece. El padre capitn avanza un
paso hacia la nia, tratando de tranquilizarla y capturarla, pero se le afloja la
pierna izquierda y cae en la escalinata sobre la rodilla derecha.
La nia se le acerca, le toca el hombro y susurra, hacindose or por encima
del aullido del viento y los aullidos de dolor que le llegan por los auriculares:
Estars bien.
El padre capitn De Soy a siente un bienestar en el cuerpo, una alegra en la
mente. Llora.
La nia desaparece. Una figura enorme se y ergue sobre l, y De Soy a
aprieta los puos, intenta levantarse, sabiendo que es intil, que la criatura ha
regresado para matarlo.
Calma! grita el sargento Gregorius. El hombretn ay uda a De Soy a a
incorporarse. El padre capitn no puede permanecer de pie su sangrante
pierna izquierda est inutilizada, as que Gregorius lo sostiene con un brazo
gigantesco mientras barre la zona con su ray o de energa.
No dispare! grita De Soy a. La nia
Ha desaparecido dice el sargento Gregorius. Dispara. Una pualada de
energa atraviesa el crujiente remolino de arena. Maldicin!
Gregorius se echa al padre capitn sobre el hombro. En la red de
comunicaciones, los gritos son cada vez ms frenticos.

Mi cronmetro y mi brjula me indican que estoy llegando. No hay ningn


otro indicio. Todava vuelo a ciegas, aferrndome a la alfombra saltarina
mientras ella selecciona ramas del incesante laberinto. No he tenido la sensacin
de que los tneles subieran a la superficie, pero en verdad no he tenido ninguna
sensacin salvo vrtigo y claustrofobia.
En las dos ltimas horas he usado las gafas, iluminando nuestra tray ectoria
con la linterna lser. A trescientos kilmetros por hora, las paredes de roca pasan
con alarmante rapidez. Pero eso es mejor que la oscuridad. Todava tengo las
gafas cuando aparece la primera luz y me encandila. Me las quito, las guardo en
un bolsillo, parpadeo. La alfombra me arroja hacia un rectngulo de luz pura.
Recuerdo que el viejo poeta deca que la tercera Tumba Cavernosa haba
estado cerrada ms de dos siglos y medio. Despus de la Cada sellaron todas las
Tumbas de Tiempo de Hy perion, pero la tercera Tumba Cavernosa tena una
pared de roca que la cerraba desde el Laberinto, desde atrs del portal. Durante

horas he temido estrellarme contra esa pared de roca a trescientos kilmetros por
hora.
El rectngulo de luz crece rpidamente. Comprendo que el tnel ha ascendido
gradualmente a la superficie. Me tiendo de bruces en la estera, sintiendo que
reduce la velocidad al llegar al final de su vuelo programado.
Buen trabajo, viejo digo en voz alta, oy endo mi voz por primera vez
desde que me puse a gritar hace tres horas y media.
Apoy o la mano en las hebras de aceleracin, temiendo que la estera ande
demasiado despacio y haga de m un blanco fcil. Haba dicho que se necesitara
un milagro para no ser derribado por los guardias suizos; el poeta me prometi
uno. Es hora.
La arena gira en la abertura de la tumba, cubriendo la entrada como una
cascada seca. ste es el milagro? Espero que no. Los soldados pueden ver a
travs de una tormenta de arena. Freno la alfombra cerca de la entrada, saco un
pauelo y gafas de sol de mi mochila, me sujeto el pauelo sobre la nariz y la
boca, me tiendo de bruces, apoy o los dedos en los diseos de vuelo, aprieto las
hebras de aceleracin.
La alfombra voladora atraviesa la puerta y sale al aire libre.
Doblo a la derecha, elevndome con virajes evasivos, aun sabiendo que esas
maniobras son intiles contra los apuntadores automticos. No importa. Mi afn
de conservar el pellejo puede ms que mi lgica.
No veo. La tormenta es tan huracanada que todo lo que est a dos metros de
la alfombra est a oscuras. Esto es demencial. El viejo poeta y y o jams
hablamos de la posibilidad de una tormenta de arena. Ni siquiera puedo discernir
mi altitud.
De pronto una fortaleza afilada como una navaja pasa bajo la alfombra, e
inmediatamente vuelo bajo otra viga de metal filoso, y comprendo que estuve
casi a punto de chocar con el Palacio del Alcaudn. Voy en direccin errnea
sur cuando necesito estar en el extremo norte del valle. Miro mi brjula,
confirmo mi error y giro. Por el vistazo que tuve del Palacio del Alcaudn, la
estera est a veinte metros del suelo. Me detengo y siento los bofetones del
vendaval. Hago descender la alfombra como un ascensor, hasta que toca la
piedra barrida por el viento. Me elevo tres metros, fijo la altitud y me dirijo al
norte a paso de hombre.
Dnde estn los soldados? .
Como para responderme, pasan figuras oscuras en armadura de combate.
Me sobresalto cuando disparan sus barrocos haces energticos y sus dardos, pero
no disparan contra m. Estn disparando por encima del hombro. Son guardias
suizos y estn huy endo. Inaudito.
De repente, en medio del ulular del viento, oigo alaridos humanos. No
entiendo cmo es posible. Estos soldados conservaran los cascos ceidos y los

visores trabados durante una tormenta. Pero hay alaridos.


Un jet o deslizador ruge en lo alto, a diez metros de m, disparando a ambos
flancos con sus armas automticas sobrevivo porque estoy justo debajo del
aparato y tengo que frenar bruscamente cuando una terrible explosin de luz y
calor ilumina la tormenta. El deslizador o jet se ha estrellado contra una de las
tumbas, creo que el Monolito de Cristal o la Tumba de jade.
Ms disparos a mi izquierda. Vuelo a la derecha, y de nuevo al noroeste,
tratando de esquivar las tumbas. Gritos a mi derecha y hacia delante.
Relmpagos de energa hienden la tormenta.
Esta vez alguien dispara contra m. Dispara y y erra? Cmo es posible?
Sin esperar respuesta, hago descender la alfombra como un ascensor
expreso. Choco contra el suelo, ruedo a un costado. Haces de energa ionizan el
aire sobre mi cabeza. La brjula inercial, todava colgada de mi cuello, me
golpea la cara mientras ruedo. No hay rocas donde ocultarse; la arena es chata.
Trato de cavar una zanja con los dedos mientras los ray os azules horadan el aire.
Nubes de dardos chasquean sobre m. Si hubiera estado en el aire, la alfombra y
y o seramos andrajos.
Algo enorme est de pie a tres metros, separando las piernas. Parece un
gigante en armadura de combate, un gigante de muchos brazos. Un ray o de
plasma le acierta, perfilando por un instante su silueta erizada de pinchos. La cosa
no se derrite ni se cae ni vuela en pedazos.
Imposible. Joder, totalmente imposible . Una parte de mi mente nota
framente que estoy pensando obscenidades, como siempre hice en combate.
La enorme silueta se ha ido. Ms alaridos a mi izquierda, explosiones delante.
Cmo cuernos encontrar a la nia en medio de esta batahola? Y si la encuentro,
cmo lograr llegar a la tercera Tumba Cavernosa? La idea el gran plan
consista en que y o me llevara a Aenea durante la distraccin milagrosa que el
poeta haba prometido, me dirigiera a la Tumba Cavernosa y tecleara el tramo
final del programa para el tray ecto de treinta kilmetros hasta la Fortaleza de
Cronos, en el linde de la cordillera de la Brida, donde A. Bettik y la nave espacial
estaran esperando dentro de tres minutos.
Aun en medio de este jaleo, no hay manera de que las naves orbitales ni las
bateras antiareas de tierra pasen por alto un objeto del tamao de esa nave, si
permanece en tierra durante ms de los treinta segundos convenidos. Esta misin
de rescate est jodida.
La tierra tiembla y un estruendo llena el Valle. O bien ha volado algo enorme
un depsito de municiones, por lo menos o bien se ha estrellado algo mucho
ms grande que un deslizador. Un fulgor rojo y violento ilumina el norte del
Valle, llamas visibles a pesar de la tormenta. Contra el fulgor veo veintenas de
armaduras que corren, disparan, vuelan, caen. Una silueta es ms pequea que
las dems y no tiene armadura. La silueta ms pequea, todava recortada contra

el rabioso fulgor de la pura destruccin, ataca al gigante, golpeando pinchos y


espinas con sus pequeos puos.
Mierda! . Me arrastro hacia la alfombra, no la encuentro en la tormenta,
me quito arena de los ojos, me arrastro en un crculo y siento tela bajo la palma
derecha. En pocos segundos la estera qued casi sepultada en la arena. Cavando
como un perro frentico, desentierro las hebras, activo la estera y vuelo hacia el
fulgor que se desvanece. Ya no veo las dos siluetas, pero he tenido la presencia de
nimo de echar un vistazo a la brjula. Dos centellas vibrantes incineran el aire,
una a centmetros de m, la otra a milmetros de la estera.
Maldicin! grito sin dirigirme a nadie en particular.

El padre capitn De Soy a no est consciente del todo cuando brinca en el


hombro blindado del sargento Gregorius. De Soy a entrev otras formas oscuras
corriendo con ellos a travs de la tormenta, disparando ray os de plasma contra
blancos invisibles, y se pregunta si ste es el resto de la escuadra de Gregorius.
En sus pantallazos de conciencia, anhela desesperadamente ver a la nia, hablar
con ella.
Gregorius tropieza con algo, ordena a su escuadrn que se aproxime. Un
escarabajo un vehculo blindado ha bajado su escudo de camuflaje y est
apoy ado al sesgo en un pedrejn. Falta la oruga izquierda, y los caones traseros
se han derretido como cera en una llama. La ampolla de visin derecha est
astillada.
Aqu jadea Gregorius, y baja al padre capitn De Soy a por la ampolla.
El sargento entra, iluminando el interior del escarabajo con la linterna de su
arma. El asiento del piloto parece rociado con pintura roja. Los tabiques
posteriores parecen salpicaduras de colores, como ese absurdo arte abstracto
pre-Hgira que el padre capitn De Soy a una vez vio en un museo. Slo que este
lienzo de metal est salpicado de fragmentos humanos.
El sargento Gregorius se interna en el escarabajo ladeado y apoy a al capitn
contra un tabique. Otras dos figuras con traje entran por la ampolla astillada.
De Soy a se limpia la arena y la sangre de los ojos.
Estoy bien dice. Quera decirlo con tono de mando, pero su voz es dbil,
casi infantil.
S, seor grue Gregorius, sacando su kit mdico de su pak.
No necesito eso murmura De Soy a. El traje
Los trajes de combate tienen su propio sellador y sanadores semiinteligentes.
De Soy a est seguro de que el traje y a ha curado los tajos o perforaciones
menores. Pero mira hacia abajo.
Casi le han cortado la pierna izquierda. La armadura blindada y
omnipolmera cuelga en andrajos, como caucho harapiento en una llanta barata.

Ve la blancura del fmur. El traje ha ceido el muslo superior en un tosco


torniquete, salvndole la vida, pero hay media docena de perforaciones en el
pecho y parpadean luces rojas.
Ah, Jess susurra De Soy a. Es una plegaria.
Est bien dice el sargento Gregorius, ciendo el muslo con su propio
torniquete. Conseguiremos un enfermero y lo llevaremos sin prdida de
tiempo al hospital de la nave. Mira a las dos agotadas figuras que estn detrs
de los asientos delanteros. Kee? Rettig?
S, sargento.
El ms menudo de ambos mira hacia arriba.
Mellick y Ott?
Muertos, sargento. Esa cosa los atac en la Escalinata.
Se quita el guantelete y palpa las heridas ms grandes con sus enormes dedos.
Eso duele, seor?
De Soy a sacude la cabeza. No siente el contacto.
De acuerdo dice el sargento, pero no parece convencido. Llama por la
red tctica.
La nia dice el padre capitn De Soy a. Tenemos que encontrar a la
nia.
S, seor dice Gregorius, pero contina llamando por varios canales. De
Soy a presta atencin y oy e la algaraba.
Cuidado! Cielos! Est regresando
San Buenaventura! San Buenaventura! Tiene una fractura en el casco!
Repito. Tiene una fractura en el casco.
Escorpin uno-nueve a cualquier controlador Cielos Escorpin unonueve, motor izquierdo apagado, cualquier controlador no puedo ver el Valle
me desviar
Jamie, Jamie! Oh Dios
Fuera de la red! Maldicin, mantened la disciplina! Despejad las
comunicaciones!
Padre nuestro que ests en los cielos, santificado sea Tu nombre
Cuidado con esa jodida mierda. Esa jodida cosa recibi un impacto
pero
Intrusos mltiples, repito, intrusos mltiples, olvidar control de fuego,
intrusos mltiples
Un gritero.
Mando Uno, adelante, Mando Uno, adelante.
Sintiendo que pierde la consciencia en gotas, como la sangre que forma un
charco bajo su pierna herida, De Soy a baja los visores.
La pantalla tctica es basura. Sintoniza la banda privada del deslizador de
Barnes-Avne.

Comandante, habla el padre capitn De Soy a. Comandante?


La lnea no funciona.
La comandante ha muerto, seor dice Gregorius, apretando una ampolla
de adrenalina contra el brazo desnudo de De Soy a. El padre capitn no recuerda
que le hay an quitado el guantelete y la armadura de combate. Vi la cada del
deslizador en tctico antes de que todo se fuera al demonio contina el
sargento, uniendo la pierna floja de De Soy a al fmur, como alguien que
sujetara una carga suelta. Ella ha muerto. El coronel Brideson no responde. El
capitn Ranier no contesta desde la nave-antorcha. El C3 no responde.
De Soy a procura mantenerse consciente.
Qu est pasando, sargento?
Gregorius se le acerca. Tiene los visores levantados y por primera vez De
Soy a ve que el gigante es negro.
Tenamos una frase para esto en la infantera de marina, antes que y o
entrara en la Guardia Suiza.
Episodio crtico dice el padre capitn De Soy a, tratando de sonrer.
As lo llaman los seoritos elegantes de la flota conviene Gregorius.
Hace una sea a los otros dos soldados, que salen por la ampolla astillada.
Gregorius alza a De Soy a y lo carga como un beb. En la infantera, seor
contina el sargento, sin el menor esfuerzo, lo llambamos un desbarajuste
de Dios y muy Seor mo .
De Soy a siente que se desmay a. El sargento lo apoy a en la arena.
Qudese conmigo, capitn! Maldicin, me oy e? Qudese conmigo!
Cuide su vocabulario, sargento dice De Soy a, sintiendo que pierde la
conciencia pero sin poder evitarlo. Recuerde que soy un sacerdote tomar el
nombre de Dios en vano es pecado mortal.
La negrura se cierra sobre l, y el padre capitn De Soy a no sabe si ha dicho
la ltima frase en voz alta.

15
Desde mi infancia en los brezales mirando el humo de las fogatas de turba
dentro del crculo protector de casas rodantes, esperando a que despuntaran las
estrellas fras e indiferentes en el profundo cielo lapislzuli y preguntndome por
mi futuro mientras esperaba la llamada que me traera calidez y alimento tuve
una percepcin de la irona de las cosas. Muchos sucesos importantes acontecen
rpidamente, sin que los comprendamos en el momento. Muchos momentos
poderosos quedan sepultados bajo el absurdo. Lo vi ocurrir en mi infancia, y lo
he visto ocurrir toda mi vida.
Volando hacia la evanescente luz anaranjada de la explosin, me top de
pronto con la nia, Aenea. Primero haba entrevisto dos figuras, la pequea
atacando a la grande, pero cuando llegu poco despus, en medio del ronco
aullido de la arena, slo estaba la nia.
As la vi en ese momento: una expresin de alarma y furia, los ojos rojos y
entornados de rabia o para protegerse de la arena, sus pequeos puos apretados,
su camisa y su suter flojo flameando como banderas al viento, el cabello
castao pero con mechones rubios que y o notara ms tarde pegoteado y
ondeante, lodosas estras de llanto y moco en las mejillas, zapatos de lona y suela
de goma totalmente inapropiados para la aventura en que se haba embarcado,
una mochila barata colgando de un hombro.
Yo deba presentar un espectculo ms descabellado: un joven fornido y
musculoso de veintisiete aos, con aire de tener pocas luces, tendido de bruces en
una alfombra voladora, el rostro oscurecido por el pauelo y las gafas oscuras, el
pelo corto mugriento y desmelenado, la mochila colgada de un hombro, el
chaleco y los pantalones sucios de arena y polvo.
La nia abri los ojos sorprendida, pero tard slo un segundo en comprender
que se sorprenda por la alfombra voladora, no por m.
Sube! grit. Siluetas armadas pasaron de largo, disparando. Otras
sombras acechaban en la tormenta.
La nia me ignor, volvindose como para buscar la sombra que estaba
atacando. Not que le sangraban los puos.
Maldito sea gritaba, casi llorando. Maldito sea. Fueron las primeras
palabras que o decir a nuestra mesas.
Sube! volv a gritar, y me dispuse a bajar de la estera para aferrarla.
Aenea dio media vuelta, me mir por primera vez y con cierta claridad a
pesar de la tormenta de arena dijo:
Qutate esa mscara.
Record el pauelo. Al bajarlo, escup una arena que era lodo rojo.
La nia pareci aprobarme. Se acerc y subi a la estera. Ahora ambos
bamos sentados en la ondulante alfombra, la nia detrs de m, las mochilas

entre ambos. Volv a ponerme el pauelo y grit:


Agrrate a m!
Ella agarr los bordes de la alfombra.
Vacil un momento, arremangndome para estudiar mi cronmetro de
pulsera. Quedaban menos de dos minutos para el momento en que la nave hara
su rpido descenso en la Fortaleza de Cronos. Ni siquiera poda encontrar la
entrada de la tercera Tumba Cavernosa en ese tiempo, y quiz nunca pudiera en
medio de ese caos. Como para enfatizar ese punto, un escarabajo con orugas se
encaram a una duna, casi aplastndonos hasta que vir a la izquierda,
disparando contra algo que estaba hacia el este.
Agrrate! grit de nuevo, y puse la estera en plena aceleracin,
cobrando altura, observando mi brjula y concentrndome en volar hacia el
norte hasta que salimos del valle. Aqul no era momento para estrellarse contra
una pared de roca.
Una gran ala de piedra pas debajo de nosotros.
Esfinge! le grit a la nia que iba detrs de m. Al instante comprend
cun estpido era mi comentario. Ella acababa de salir de esa tumba.
Calculando que estbamos a varios cientos de metros de altitud, estabilic la
alfombra y aument la velocidad. El escudo protector se activ, pero la arena
todava giraba en torno de nosotros dentro del bolsn de aire atrapado.
No deberamos chocar con nada a esta alti grit por encima del
hombro, pero me interrumpi la forma acechante de un deslizador que volaba
hacia nosotros desde la nube de la tormenta. No tena tiempo para reaccionar, y
sin embargo lo hice, bajando tan abruptamente que slo el campo de contencin
nos mantuvo en nuestro sitio. El deslizador pas a menos de un metro. La
pequea estera se zarande en la estela de esa enorme mquina.
Crcholis y recrcholis dijo Aenea a mis espaldas. Mierda y
remierda.
Fue el segundo comentario que o decir a nuestra futura mesas.
Estabilic de nuevo la alfombra, mir sobre el borde de la estera, tratando de
distinguir algo en el suelo. Era una imprudencia volar tan alto. Todos los sensores
tcticos, detectores, radares y procesadores de imgenes de la zona nos estaran
siguiendo el rastro. Salvo por el desquicio que dejbamos atrs, y o ignoraba por
qu an no nos haban disparado. A menos que Mir de nuevo por encima del
hombro. La nia se apoy aba en mi espalda, protegindose de la ardiente arena.
Ests bien? pregunt.
Ella asinti, tocndome la espalda con la frente. Sospech que estaba
llorando.
Soy Raul Endy mion grit.
Endy mion dijo ella, alzando la cabeza. Tena los ojos rojos, pero secos
. S.

T eres Aenea Call. No se me ocurra nada inteligente que decir.


Mirando la brjula, ajust nuestra direccin de vuelo y esper que nuestra altitud
fuera suficiente para no chocar con las dunas ms all del valle. Sin mucha
esperanza, mir arriba preguntndome si la estela de plasma de la nave sera
visible a travs de la tormenta. No vi nada.
El to Martin te envi dijo la nia. No era una pregunta.
S respond. Estamos y endo bien, hacia la nave. Habamos
convenido en encontrarnos en la Fortaleza de Cronos, pero llegaremos tarde.
Un ray o rasg las nubes a treinta metros. Ambos nos sobresaltamos. An hoy
no s si fue una descarga elctrica o un disparo. Por centsima vez en ese da
interminable, maldije la tosquedad de este antiguo artilugio volante, sin
velocmetro ni altmetro. El rugido del viento detrs del campo de deflexin
sugera que estbamos viajando a toda velocidad, pero era imposible saberlo sin
tener ms puntos de referencia que las cambiantes cortinas de nubes. Era tan
desagradable como atravesar el Laberinto, pero al menos all el programa de
pilotaje automtico era confiable. Aqu tendra que desacelerar pronto aunque
tuviramos a toda la Guardia Suiza detrs: la Cordillera de la Brida, con sus
paredes verticales, se encontraba a poca distancia. A trescientos kilmetros por
hora, llegaramos a las montaas y la fortaleza en seis minutos. Yo haba mirado
mi cronmetro cuando acelerbamos. Lo mir de nuevo. Cuatro minutos y
medio. Segn los mapas que haba estudiado, el desierto terminaba abruptamente
en los peascos de la Brida. Le dara otro minuto y
Todo sucedi de golpe.
Sbitamente estuvimos fuera de la tormenta; no amain, sino que salimos de
ella tal como si emergiramos de debajo de una manta acutica. En ese
momento vi que descendamos o que el suelo suba y que en pocos segundos
nos estrellaramos contra las rocas.
Aenea grit. Yo la ignor, toqu los controles con ambas manos, nos
elevamos sobre los pedrejones con suficiente gravedad como para aplastarnos
contra la estera, y vimos que estbamos a veinte metros del peasco y volando
hacia l. No haba tiempo para frenar.
Yo saba que tericamente el diseo de Sholokov permita que la estera volara
verticalmente, y que el campo de contencin impedira que el pasajero
tericamente, su amada sobrina cay era hacia atrs. Tericamente.
Era hora de verificar la teora.
Aenea me aferr con los brazos mientras acelerbamos en un ascenso de
noventa grados. La estera necesit los veinte metros de espacio libre para iniciar
el ascenso, y cuando estuvimos verticales, el granito de la ladera estaba a
centmetros de nosotros. Por instinto, me inclin y aferr el frente rgido de la
alfombra, tratando de no apoy arme en los controles de vuelo. Tambin por
instinto, Aenea se inclin hacia delante y me abraz con ms fuerza. El efecto

fue que no pude respirar durante el minuto que tard la alfombra en pasar sobre
la cima. Trat de no mirar por encima del hombro durante el ascenso. Mil
metros de espacio abierto debajo de m era ms de lo que mis maltrechos
nervios podan aguantar.
Llegamos a la cima de los riscos de pronto hubo escaleras, terrazas de
piedra, grgolas y estabilic la alfombra.
La Guardia Suiza haba establecido puestos de observacin, estaciones de
rastreo y bateras antiareas en las terrazas y balcones del lado este de la
Fortaleza de Cronos. El castillo tallado en la piedra de la montaa se ergua a
ms de cien metros sobre nosotros, con sus torreones y balcones. Haba ms
guardias suizos en esas zonas planas.
Todos estaban muertos. Sus cadveres, an vestidos con armadura de
impacto, estaban despatarrados en las inconfundibles posturas de la muerte.
Algunos estaban agrupados, y sus formas laceradas daban la impresin de que
las haba segado un haz de plasma.
Pero las armaduras de Pax podan soportar una granada de plasma a esa
distancia. Esos cadveres estaban hechos trizas.
No mires dije por encima del hombro, reduciendo la velocidad mientras
doblbamos por el extremo sur de la fortaleza. Demasiado tarde. Aenea miraba
con grandes ojos.
Maldito sea! repiti.
Quin? pregunt, pero en ese momento sobrevolamos el jardn del sur
de la fortaleza y vimos lo que haba all. Escarabajos en llamas y un deslizador
volcado cubran el paisaje. Haba ms cuerpos, que parecan juguetes
desparramados por un nio malcriado. Junto a un seto ornamental arda un can
de contrapresin cuy os haces podan llegar a rbita baja.
La nave del cnsul flotaba en una cola de plasma azul a sesenta metros de la
fuente central. Le rodeaba una aureola de vapor. A. Bettik nos haca seas desde
la puerta.
Entr en la cmara de presin tan rpidamente que el androide tuvo que
apartarse de un brinco, y patinamos en el corredor bruido.
Vamos! grit, pero o bien A. Bettik y a haba dado la orden o bien la
nave no la necesitaba. Los compensadores inerciales impidieron que la
aceleracin nos aplastara como gelatina, pero omos el rugido de motor de
fusin, el chillido de la atmsfera contra el casco, mientras la nave del cnsul se
alejaba de Hy perion y entraba en el espacio por primera vez en dos siglos.

16
Cunto tiempo he estado inconsciente?
El padre capitn De Soy a aferra la tnica del enfermero.
Eh treinta, cuarenta minutos, seor dice el enfermero, tratando de
zafarse. No lo consigue.
Dnde estoy ?
Ahora De Soy a siente el dolor. Es muy intenso se centra en la pierna y se
irradia a todas partes pero soportable. Lo ignora.
A bordo del Santo Toms Akira, padre.
El transporte De Soy a se siente mareado, desconectado. Se mira la
pierna, ahora libre del torniquete. La parte inferior est unida a la superior slo
por fragmentos de msculo y tejido. Comprende que Gregorius debi de darle un
analgsico, insuficiente para bloquear el torrente de dolor, pero suficiente para
provocar esta reaccin.
Me temo que los cirujanos tendrn que amputar dice el enfermero.
Los quirfanos no dan abasto. Pero usted es el siguiente, seor. Hemos realizado
una seleccin y
De Soy a advierte que todava aferra la tnica del enfermero. La suelta.
No.
Cmo dice, padre?
Me ha odo. No habr ciruga hasta que me hay a reunido con el capitn del
Santo Toms Akira.
Pero seor padre morir si no lo hacen
He muerto antes, hijo. De Soy a lucha contra el mareo. Un sargento
me trajo a la nave?
S, seor.
Todava est aqu?
S, padre. El sargento necesitaba puntos para las heridas.
Mndelo aqu de inmediato.
Pero, padre, sus heridas requieren
De Soy a mira el rango del joven enfermero.
Alfrez?
S, seor.
Ha visto el disco papal? De Soy a ha verificado si el disco de platino an
cuelga de la cadena irrompible que le rodea el cuello.
S, padre, es lo que nos indujo a dar prioridad a su
So pena de ejecucin peor an so pena de excomunin, mande buscar
al sargento de inmediato, alfrez.
Gregorius se ha quitado la armadura de combate, pero sigue siendo enorme.
El padre capitn mira los vendajes y los paks mdicos en el cuerpo de ese

hombre fornido y comprende que el sargento estaba malherido incluso mientras


sacaba a De Soy a de peligro. En algn momento tendr que comentarlo. No
ahora.
Sargento!
Gregorius se cuadra.
Traiga al capitn de esta nave inmediatamente. Pronto, antes de que vuelva
a desmay arme.
El capitn del Santo Toms Akira es un lusio maduro, bajo y fuerte como
todos los lusios.
Es calvo pero luce una barba gris pulcramente recortada.
Padre capitn De Soy a, soy el capitn Lemprire. La situacin es muy
apremiante, seor. Los cirujanos me aseguran que usted requiere atencin
inmediata. En qu puedo ay udar?
Descrbame la situacin, capitn. De Soy a no conoce personalmente al
capitn, pero han hablado por radio. Nota deferencia en la voz del otro. Por el
rabillo del ojo, ve que el sargento Gregorius se marcha de la habitacin.
Qudese, sargento. Capitn?
Lemprire se aclara la garganta.
La comandante Barnes-Avne ha muerto. Por lo que sabemos, ha muerto la
mitad de los guardias suizos del Valle de las Tumbas de Tiempo. Estn llegando
miles de bajas. Tenemos enfermeros en tierra que instalan centros quirrgicos
mviles, y aqu estamos tratando los casos ms urgentes. Estamos recobrando los
muertos y clasificndolos para resucitarlos cuando regresemos a Vector
Renacimiento.
Vector Renacimiento? De Soy a se siente como si flotara en el espacio
estrecho de la sala de preparacin quirrgica. Est flotando, dentro de lo que le
permiten las amarras de la camilla. Qu diablos ha pasado con la gravedad,
capitn?
Lemprire sonre tmidamente.
El campo de contencin fue daado durante la batalla, seor. En cuanto a
Vector Renacimiento bien, era nuestra base de operaciones, seor. Las rdenes
estipulan que regresemos all cuando se hay a completado la misin.
De Soy a re, detenindose slo cuando se oy e. No es una risa del todo cuerda.
Quin dijo que la misin se ha completado, capitn? De qu batalla
estamos hablando?
El capitn Lemprire mira al sargento Gregorius. El guardia suizo clava los
ojos en la pared.
Las naves de apoy o y vigilancia que estaban en rbita tambin fueron
diezmadas seor.
Diezmadas? El dolor est enfureciendo a De Soy a. Eso significa una
de cada diez, capitn. El diez por ciento del personal de las naves est en la lista

de bajas?
No, seor. El sesenta por ciento. El capitn Ramrez del San Buenaventura
ha muerto, al igual que su oficial ejecutivo. Mi primer oficial tambin ha muerto.
La mitad de los tripulantes del San Antonio no han dado el presente.
Las naves estn averiadas? pregunta el padre capitn De Soy a. Sabe
que slo tiene minutos de conciencia, quiz de vida.
Hubo una explosin en el San Buenaventura. La mitad de los
compartimientos de popa quedaron expuestos al espacio. El motor est intacto
De Soy a cierra los ojos.
Como capitn, sabe que una nave expuesta al espacio es la penltima
pesadilla. La ltima pesadilla es la implosin del ncleo Hawking, pero al menos
esa indignidad es instantnea. Una fractura en el casco es como esta pierna
astillada un camino lento y doloroso hacia la muerte.
El San Antonio?
Averiado pero operable, seor. El capitn Sati est vivo y
La nia? pregunta De Soy a. Dnde est? Una creciente nube de
manchas negras baila en la periferia de su visin.
Nia? dice Lemprire.
El sargento Gregorius le dice al capitn algo que De Soy a no oy e. Siente un
zumbido en los odos.
Oh s prosigue Lemprire, el objetivo. Evidentemente una nave la
recogi y est acelerando hacia traslacin C-plus.
Una nave! De Soy a combate contra la inconsciencia con puro esfuerzo
de voluntad. De dnde diablos sali esa nave?
Gregorius habla sin dejar de mirar la pared.
Del planeta, seor. De Hy perion. Durante el durante el episodio crtico,
la nave atraves la atmsfera, se pos en el castillo en Fortaleza de Cronos y
recogi a la nia y al que la llevaba.
Llevaba? interrumpe De Soy a. Le cuesta or en medio del creciente
zumbido.
Una especie de VEM monoplaza explica el sargento. Aunque los
tcnicos ignoran cmo funciona.
De un modo u otro, esta nave los recogi, burl la patrulla de combate
durante la carnicera y se aproxima al punto de traslacin.
Carnicera repite estpidamente De Soy a. Nota que est babeando. Se
enjuga la barbilla con el dorso de la mano, tratando de no mirar su pierna
triturada. Carnicera. Qu la caus? Contra quin luchbamos?
No lo sabemos, seor responde Lemprire. Fue como en los viejos
tiempos, los tiempos de FUERZA de la Hegemona, cuando las tropas de asalto
llegaban por teley ector. Miles de cosas blindadas aparecieron por todas partes y
al mismo tiempo. La batalla dur apenas cinco minutos. Eran miles de ellos. Y de

pronto desaparecieron.
De Soy a se esfuerza por or en medio de la creciente oscuridad y el rugido de
sus odos, pero las palabras no tienen sentido.
Miles? De qu? Y adnde se fueron?
Gregorius se adelanta y mira al padre capitn.
No miles, seor. Slo uno. El Alcaudn.
Eso es una ley enda comienza Lemprire.
Slo el Alcaudn contina el fornido negro, ignorando al capitn. Mat
a la may ora de los guardias suizos y a la mitad de los efectivos regulares de Pax
en Equus, derrib todos los cazas Escorpin, abati dos naves-antorcha, mat a
todos a bordo de la nave C3, dej su tarjeta de visita aqu y se fue en menos de
treinta segundos. Todo lo dems fueron nuestros hombres disparndose entre s,
presa del pnico. El Alcaudn.
Pamplinas! grita Lemprire. La agitacin le enrojece la calva. Eso es
una fantasa, un cuento de viejas, incluso una hereja. Lo que nos atac hoy no
Cllese dice De Soy a. Tiene la sensacin de estar mirando por un tnel
largo y oscuro. Debe hablar deprisa. Escuche, capitn Lemprire, bajo mi
responsabilidad, por autoridad papal, autorice al capitn Sati a llevar a los
supervivientes del San Buenaventura a bordo del San Antonio para redondear la
tripulacin. Ordene a Sati que siga a la nia, a la nave que lleva a la nia, que la
siga hasta la traslacin, que fije las coordenadas y que siga
Pero, padre capitn
Escuche grita De Soy a sobre el rugido de sus odos. Ahora slo ve
manchas. Escuche, ordene al capitn Sati que siga esa nave adondequiera que
sea aunque tarde una vida y que capture a la nia. sa es su directiva
primordial. Capturar a la nia y llevarla a Pacem. Gregorius?
S, seor.
No deje que me operen, sargento. Mi nave correo todava est intacta?
El Rafael? S, seor. Estaba vaco durante la batalla y el Alcaudn no lo
toc.
Todava est Hiroshe, mi piloto?
No, seor. Pereci.
De Soy a apenas oy e la tonante voz del sargento.
Requise un piloto y una lanzadera, sargento. Usted, y o y el resto del
escuadrn
Slo quedan dos hombres, seor.
Escuche. Los cuatro debemos ir al Rafael. La nave sabr qu hacer. Dgale
que seguiremos a la nia y al San Antonio. Dondequiera que vay an esas naves,
vamos nosotros. Sargento.
S, padre capitn.

Usted y sus hombres son renacidos, verdad?


S, padre capitn.
Bien, preprese para renacer de veras, sargento.
Pero su pierna dice el capitn Lemprire desde muy lejos. Su voz se
aleja con un efecto Doppler.
Se reconstituir cuando resucite murmura el padre capitn De Soy a.
Quiere cerrar los ojos para decir una plegaria, pero no tiene que cerrar los
ojos para ahuy entar la luz. La oscuridad que lo rodea es absoluta. Se dirige a ese
rugido y ese zumbido sin saber si alguien lo oy e o si est hablando de veras.
Deprisa, sargento! Ya!

17
Escribiendo esto tantos aos despus, haba pensado que sera difcil recordar
a Aenea cuando nia. No lo es. Mis recuerdos estn tan llenos de aos e
imgenes posteriores la rutilante luz del sol en el cuerpo de la mujer mientras
flotbamos en las ramas del bosque orbital, la primera vez que hicimos el amor
en gravedad cero, nuestros paseos por los pasadizos de Hsuan-kung-Su bajo el
reflejo de los rojizos peascos de Hua Shan, que tema que esos primeros
recuerdos fueran demasiado insustanciales. No lo son. Tampoco he cedido al
impulso de saltar a los aos posteriores, a pesar de mi temor de que esta
narracin sea interrumpida en cualquier momento por el chistido
cuantomecnico del gas venenoso de Schrdinger. Escribir lo que pueda escribir.
El destino determinar el punto final de esta narracin.
A. Bettik nos gui por la escalera de caracol hasta la habitacin del piano
mientras ascendamos al espacio. El campo de contencin mantena la gravedad
constante, a pesar de la frentica aceleracin, pero y o todava senta euforia,
aunque quiz slo fuera consecuencia de tanta adrenalina en tan poco tiempo. La
nia estaba sucia, desgreada y enfadada.
Quiero ver dnde estamos dijo. Por favor.
La nave transform una pared en ventanal. El continente de Equus retroceda
bajo una nube de polvo rojo. Al norte, donde las nubes cubran el polo, el limbo
de Hy perion trazaba una ntida curva. Al cabo de un minuto el mundo entero fue
una esfera donde dos de los tres continentes se vean bajo nubes desperdigadas; el
Gran Mar del Sur era sobrecogedoramente azul, mientras que el archipilago de
las Nueve Colas apareca rodeado por el verdor de los bajos. Luego el planeta se
encogi, se convirti en una esfera azul, roja y blanca y desapareci. Nos
marchbamos deprisa.
Dnde estn las naves-antorcha? pregunt al androide. Ya deberan
habernos cerrado el paso. O volado en pedazos.
La nave y y o estuvimos monitoreando sus canales de banda ancha dijo
A. Bettik. Estaban preocupados.
No entiendo dije, recorriendo el borde del holofoso, demasiado agitado
para sentarme en los mullidos cojines. La batalla quin
El Alcaudn dijo Aenea, y me mir de veras por primera vez. Mi
madre y y o tenamos la esperanza de que no sucediera as, pero as sucedi. Lo
lamento. Lo lamento muchsimo.
Comprendiendo que la nia quiz no me hubiera odo en la tormenta, me
detuve y me agach.
No tuvimos una presentacin formal. Yo soy Raul Endy mion.
Los ojos de la nia eran brillantes. A pesar del lodo y la suciedad de su
mejilla, repar en la blancura de su tez.

Lo recuerdo dijo. Endy mion. Como el poema.


Poema? No s de ningn poema. Es Endy mion, como la vieja ciudad.
Ella sonri.
Yo slo conozco el poema porque mi padre lo escribi. Qu tpico del to
Martin escoger un hroe con semejante nombre.
Me alarm al or la palabra hroe . Todo este proy ecto y a era bastante
absurdo sin necesidad de eso. La nia tendi su manita.
Aenea dijo. Pero t y a lo sabes.
Sent en la palma la frescura de sus dedos.
El viejo poeta dijo que te habas cambiado el nombre varias veces.
Ella an sonrea.
Y apuesto a que lo har de nuevo. Retir la mano y se la ofreci al
androide. Aenea. Hurfana del tiempo.
A. Bettik le estrech la mano ms grcilmente que y o, se inclin en una
profunda reverencia y se present.
A tu servicio, M. Lamia dijo.
Ella sacudi la cabeza.
Mi madre es era M. Lamia. Yo soy slo Aenea. Repar en mi
cambio de expresin. Has odo hablar de mi madre?
Es famosa dije, sonrojndome levemente sin saber por qu. Todos los
peregrinos de Hy perion lo son. Legendarios, en verdad. Hay un poema, una
historia oral pica, en verdad
Aenea se ech a rer.
Caray ! El to Martin termin esos jodidos Cantos.
Admito que me escandalic. Debi de habrseme notado en la cara. Me
alegra que esa maana no estuviera jugando al pquer.
Lo lamento dijo Aenea. Obviamente las garrapatas del viejo stiro se
han convertido en un invaluable patrimonio cultural. Todava vive? El to Martin.
S, M. Aenea dijo A. Bettik. He tenido el privilegio de servir a tu to por
ms de un siglo.
La nia hizo una mueca.
Debes de ser un santo, M. Bettik.
A. Bettik, M. Aenea. Y no, no soy santo. Slo un admirador y viejo
conocido de tu to.
Aenea asinti.
Conoc a algunos androides cuando viajbamos desde Jacktown para visitar
al to Martin en la Ciudad de los Poetas, pero no a ti. Ms de un siglo, dices. Qu
ao es?
Se lo dije.
Bien, al menos esa parte sali bien coment la nia. Guard silencio,
mirando el holo del mundo que se alejaba. Hy perion era slo una chispa.

De veras vienes del pasado? pregunt. Era una pregunta estpida, pero
y o no me senta muy brillante esa maana.
Aenea asinti.
El to Martin te lo habr contado.
S. Huy es de Pax.
Ella me mir con ojos brillantes de emocin.
Pax? As lo llaman ahora?
Parpade.
La idea de que alguien desconociera el concepto de Pax me desconcert.
S dije.
Conque ahora la Iglesia lo gobierna todo?
Bien, en cierto modo dije. Le expliqu el papel de la Iglesia en la
compleja entidad que era Pax.
Lo gobiernan todo concluy Aenea. Temamos que ocurriera.
Tambin vi eso en mis sueos.
Tus sueos?
No importa dijo Aenea. Se levant, ech un vistazo y camin hacia el
Steinway. Toc algunas notas en el teclado. Y sta es la nave del cnsul.
S dijo la nave, aunque slo tengo recuerdos borrosos de ese caballero.
T lo conoces?
Aenea sonri, acariciando las teclas con los dedos.
No, mi madre lo conoca. Ella le regal eso Seal la alfombra llena
de arena. Cuando l se fue de Hy perion despus de la Cada. Regresaba a la
Red. No regres durante mi poca.
Nunca regres dijo la nave. Como he dicho, mi memoria est daada,
pero estoy seguro de que muri all. La suave voz de la nave cambi, cobr un
tono ms perentorio. Recibimos una advertencia al abandonar la atmsfera,
pero desde entonces no hemos encontrado objeciones ni persecuciones. Hemos
salido del espacio cislunar y dentro de diez minutos habremos salido del pozo de
gravedad de Hy perion. Necesito fijar el curso para la traslacin. Instrucciones,
por favor.
Mir a la nia.
Los xters? El viejo poeta dijo que querras ir all.
Cambi de parecer dijo Aenea. Nave, cul es el mundo habitado ms
prximo?
Parvati. Uno-coma-dos-ocho prsecs. Seis das y medio en trnsito a
bordo. Tres meses de deuda temporal.
Parvati formaba parte de la Red? dijo la nia.
No respondi A. Bettik. No en tiempos de la Cada.
Cul es el mundo de la vieja Red ms cercano, viajando desde Parvati?
dijo Aenea.

Vector Renacimiento respondi la nave. Son diez das ms de viaje,


con cinco meses de deuda temporal.
Frunc el ceo.
No s dije. Los cazadores, es decir, los turistas para quienes trabajaba
y o venan habitualmente de Vector Renacimiento. Es un gran mundo de Pax,
muy activo. Hay muchas naves y tropas.
Pero es el mundo ms prximo de la Red dijo Aenea. Antes tena
teley ectores.
S dijeron la nave y A. Bettik al mismo tiempo.
Fija el curso para Vector Renacimiento va Parvati decidi Aenea.
Ir directamente a Vector Renacimiento representara un da de a bordo y
dos semanas de deuda temporal menos, si all est nuestro destino aconsej la
nave.
Lo s dijo Aenea, pero quiero ir all pasando por el sistema de Parvati.
Debi de ver mi mirada inquisitiva, pues aclar: Ellos nos seguirn, y no
quiero que conozcan el destino real cuando salgamos de este sistema.
Ahora no nos persiguen dijo A. Bettik.
Lo s. Pero lo harn dentro de pocas horas. Entonces y por el resto de mi
vida. Mir el holofoso como si la personalidad de la nave residiera all.
Cumple la orden, por favor.
Las estrellas cambiaron en la holopantalla mientras la nave obedeca.
Veintisiete minutos para punto de traslacin hacia sistema Parvati dijo.
Todava no hay perseguidores, aunque la nave-antorcha San Antonio est en
camino, al igual que el transporte.
Qu hay de la otra nave-antorcha? pregunt. La San Buenaventura.
Las bandas de comunicacin comunes muestran que est expuesta al
espacio y emitiendo seales de auxilio. El San Antonio est respondiendo.
Cielos susurr. Fue un ataque xter?
La nia mene la cabeza y se alej del piano.
Slo el Alcaudn. Mi padre me lo advirti.
El Alcaudn? pregunt el androide. Que y o sepa, en la ley enda y en
los antiguos documentos, la criatura llamada Alcaudn nunca sali de Hy perion,
y sola habitar una regin que abarcaba varios cientos de kilmetros alrededor de
las Tumbas de Tiempo.
Aenea se repantig en los cojines. An tena los ojos inflamados y pareca
cansada.
S, me temo que ahora se est alejando un poco ms. Y si mi padre tiene
razn, es slo el comienzo.
Hace casi trescientos aos que nadie ha visto al Alcaudn ni tiene noticias
de l dije.
La nia asinti distradamente.

Lo s. Desde que se abrieron las tumbas, antes de la Cada. Mir al


androide. Ray os, estoy muerta de hambre. Y muy sucia.
Ay udar a la nave a preparar el almuerzo dijo A. Bettik. Hay duchas
arriba, en el dormitorio principal, y abajo, en la cubierta de fuga.
Hacia all me dirijo. Estar abajo antes del salto cuntico. Os ver dentro
de veinte minutos. Rumbo a la escalera se detuvo para cogerme de nuevo la
mano. Raul Endy mion. Lamento parecer ingrata. Gracias por arriesgar tu vida
por m. Gracias por acompaarme en este viaje. Gracias por meterte en algo tan
vasto y complicado que ninguno de los dos puede imaginar en qu terminar.
No hay de qu dije estpidamente.
La nia sonri.
T tambin necesitas una ducha, amigo. Algn da la tomaremos juntos,
pero ahora creo que deberas usar la de la cubierta de fuga.
Pestaeando, sin saber qu pensar, la segu con los ojos mientras ella suba la
escalera.

18
El padre capitn De Soy a despierta en un nicho de resurreccin a bordo del
Rafael. Le haban permitido poner nombre a esa nave clase Arcngel. Rafael es
el arcngel que se encarga de encontrar los amores perdidos.
De Soy a slo ha renacido dos veces, pero en ambas oportunidades haba un
sacerdote para saludarlo, para darle el sorbo ceremonial de vino sacramental y
el habitual vaso de zumo de naranja. Haba expertos en resurreccin para
hablarle y explicrselo, hasta que su mente confundida comenzaba a funcionar
de nuevo.
Esta vez slo ve las curvas y claustrofbicas paredes del nicho de
resurreccin. Las pantallas parpadean. Los indicadores muestran hileras de letras
y smbolos. De Soy a an no puede leer. Se siente afortunado de poder pensar. Se
incorpora y mece las piernas.
Piernas. Tengo dos . Est desnudo, por supuesto, la piel rosada y reluciente
en la extraa y vaporosa humedad del tanque de resurreccin, y ahora siente las
costillas, el abdomen, la pierna izquierda, todos los lugares cortados y arruinados
por el demonio. Est perfectamente. No hay rastros de la terrible herida que le
separaba la pierna del cuerpo.
Rafael?
S, padre capitn. La voz es anglica, es decir, carece totalmente de
identidad sexual. Para De Soy a resulta tranquilizadora.
Dnde estamos?
Sistema Parvati, padre capitn.
Y los dems?
De Soy a apenas recuerda al sargento Gregorius y los miembros de su equipo
que han sobrevivido. No recuerda haber abordado el correo con ellos.
Estn despertando, padre capitn.
Cunto tiempo ha transcurrido?
Menos de cuatro das desde que el sargento lo trajo a bordo, padre capitn.
El salto se ejecut una hora despus que usted fue instalado en el nicho de
resurreccin. Hemos permanecido a diez UAs del mundo de Parvati, siguiendo
las instrucciones que usted nos transmiti por medio del sargento Gregorius,
durante los tres das de su resurreccin.
De Soy a asiente. An ese leve movimiento es lacerante. La resurreccin le
produce dolor en todas las clulas del cuerpo. Pero es un dolor saludable, a
diferencia del que le causaban sus heridas.
Has establecido contacto con las autoridades de Pax en Parvati?
No, padre capitn.
Bien.
En tiempos de la Hegemona Parvati era un remoto mundo colonial; ahora es

una remota colonia de Pax. No posee naves interestelares de Pax ni Mercantilus,


y slo tiene un pequeo contingente militar y algunas naves interplanetarias
precarias. Si desean capturar a la nia en este sistema, el Rafael tendr que
encargarse de ello.
Nuevos datos sobre la nave de la nia?
La nave no identificada efectu el giro dos horas y dieciocho minutos antes
que nosotros informa Rafael. Las coordenadas de traslacin eran sin duda
para el sistema Parvati. El tiempo de arribo de la nave no identificada es
aproximadamente dentro de dos meses, tres semanas, dos das y diecisiete horas.
Gracias. Cuando Gregorius y los dems hay an revivido, que se renan
conmigo en la sala de situacin.
S, padre capitn.
Gracias repite. Y piensa: Dos meses, tres semanas, dos das Madre
de Dios, qu har casi tres meses en este sistema atrasado? . Tal vez no haba
reflexionado claramente sobre ello. Por cierto lo haban distrado el trauma, el
dolor y las drogas. Pero el otro sistema de Pax ms prximo era Vector
Renacimiento, a diez das de viaje y cinco meses de deuda temporal de Parvati,
tres das y medio y dos meses despus de que la nave de la nia llegara del
sistema de Hy perion. No, quizs entonces no pensara con claridad y tampoco
ahora, pero haba tomado la decisin correcta. Mejor venir aqu y reflexionar.
Podra saltar a Pacem. Pedir instrucciones directas de Mando de Pax, o
incluso del papa. Recobrarme en dos meses y medio y regresar aqu con tiempo
de sobra .
De Soy a sacude la cabeza, y hace una mueca de dolor. Tiene sus
instrucciones. Capturar a la muchacha y llevarla a Pacem. Regresar al Vaticano
sera una admisin de fracaso. Tal vez enviaran a otro. Durante las instrucciones
previas al vuelo, la capitana Marget Wu aclar que el Rafael era nico, el nico
correo armado clase Arcngel de seis plazas en existencia, y aunque quizs
hay an fabricado otro en los meses de deuda temporal transcurridos desde que l
se fue de Pacem, no tiene sentido regresar. Si Rafael es an el nico Arcngel
armado, De Soy a a lo sumo podra agregar un par de soldados ms a la lista de
tripulantes.
La muerte y la resurreccin no se deben tomar a la ligera . Cuando De
Soy a estudiaba el catecismo, le haban inculcado ese precepto. El hecho de que
el sacramento exista y se ofrezca a los fieles no significa que deba ejercerse sin
gran solemnidad y circunspeccin.
No, hablar con Gregorius y los dems y tomar mis decisiones aqu.
Podemos trazar planes, usar los cubculos de fuga criognica para esperar el
ltimo par de meses. Cuando llegue la nave de la nia, el San Antonio la
perseguir. Entre la nave-antorcha y el Rafael, tendramos que estar en
condiciones de detener la nave, abordar, y apresar a la nia sin problemas .

Todo esto tiene sentido para el dolorido cerebro de De Soy a, pero otra parte
de su mente le susurra: Sin problemas. Eso pensaste de la misin de
Hy perion .
El padre capitn De Soy a grue y se levanta del divn de resurreccin para
ducharse, tomar un caf caliente y vestirse.

19
Yo saba poco sobre los principios del viaje Hawking cuando lo experiment
por primera vez hace aos; ahora no s mucho ms. El hecho de que el concepto
fuera esencialmente (aunque accidentalmente) de alguien que vivi en el siglo
veinte de la era cristiana me desconcertaba y me desconcierta, pero no tanto
como la experiencia en s.
Nos reunimos en la biblioteca formalmente conocida como el nivel de
navegacin, nos inform la nave poco antes de la traslacin a velocidades C-plus.
Yo vesta mi muda de ropa y tena el cabello hmedo, como Aenea. La nia
usaba slo una tnica gruesa. La deba de haber encontrado en el armario del
cnsul, pues la prenda le quedaba demasiado holgada. Cubierta con todos esos
metros de tela de algodn, Aenea no aparentaba ni siquiera sus doce aos.
No deberamos ir a los divanes de fuga criognica? pregunt.
Por qu? dijo Aenea. No quieres ver la diversin?
Frunc el ceo. Todos los cazadores extranjeros e instructores militares con
quienes haba hablado se haban pasado el tiempo C-plus en fuga. As era como
los humanos pasaban el tiempo en su viaje entre los astros. Se relacionaba con el
efecto del campo Hawking sobre el cuerpo y la mente. Me haban hablado de
alucinaciones, pesadillas y dolores indescriptibles. Eso dije, tratando de aparentar
calma.
Mi madre y el to Martin me dijeron que el C-plus puede aguantarse dijo
la nia. Incluso disfrutarse. Aunque hay que acostumbrarse.
Y los xters modificaron esta nave para facilitarlo dijo A. Bettik. Aenea
y y o estbamos sentados a la mesa de vidrio del centro de la biblioteca; el
androide estaba de pie en un costado. Por mucho que y o intentaba tratarlo como
a un igual, A. Bettik insista en actuar como un criado. Resolv dejar de portarme
como un idiota igualitario y permitir que actuara a su antojo.
Las modificaciones explic la nave incluy en una capacidad realzada
del campo de contencin, con lo cual los efectos laterales del viaje C-plus son
mucho menos desagradables.
Cules son exactamente esos efectos? pregunt, reacio a mostrar mi
ignorancia, pero poco dispuesto a sufrir si poda evitarlo.
El androide, la nia y y o nos miramos.
Yo he viajado entre las estrellas en siglos pasados dijo al fin A. Bettik,
pero siempre estaba en fuga. Mejor dicho, en almacenaje. Los androides ramos
embarcados en bodegas, apilados como carne vacuna, segn me han dicho.
La nia y y o nos miramos, sin animarnos a mirar de frente al hombre de tez
azul.
La nave hizo un ruido muy parecido a un carraspeo.
En verdad, segn mis observaciones de los pasajeros humanos, las cuales,

fuerza es reconocerlo, son dudosas porque


Porque tu memoria es borrosa dijimos la nia y y o al unsono. Nos
miramos de nuevo y remos. Lo lamento, nave dijo Aenea. Contina.
Slo iba a decir que, segn mis observaciones, el efecto primario del
entorno C-plus sobre los humanos consiste en confusin visual y depresin mental
provocadas por el campo y por el mero aburrimiento. Creo que la fuga
criognica se desarroll para viajes largos, y se usa por comodidad en viajes
cortos como ste.
Y las modificaciones xters atenan estos efectos laterales? pregunt.
Estn diseados para ello replic la nave. Todos menos el
aburrimiento, por cierto. ste es un fenmeno especficamente humano para el
cual, creo, no se ha hallado ninguna cura. Hubo un momento de silencio, y
luego la nave inform: Llegaremos al punto de traslacin dentro de diez
minutos diez segundos. Todos los sistemas funcionan ptimamente. An no hay
persecucin, aunque el San Antonio nos est rastreando con sus detectores de
largo alcance.
Aenea se levant.
Vamos a contemplar el paso a C-plus.
A contemplarlo? pregunt. Dnde? El holofoso?
No dijo la nia desde la escalera. Desde fuera.

La nave espacial tena un balcn. Yo no lo saba. Uno poda estar en l aun


mientras la nave surcaba el espacio, preparndose para trasladarse a
seudovelocidades C-plus. Yo no lo saba, y si lo hubiera sabido no lo habra
credo.
Extiende el balcn, por favor le dijo la nia a la nave, y la nave extendi
el balcn, junto con el Steinway, y salimos al espacio por la arcada abierta.
Desde luego, no salimos realmente al espacio; hasta un rstico como y o saba
que nuestros tmpanos habran estallado, nuestros ojos reventado y nuestra sangre
hervido si hubiramos salido al vaco. Pero sa era la impresin que uno tena.
Esto es seguro? pregunt, apoy ndome en la baranda. Hy perion era una
mancha del tamao de una estrella, y la estrella de Hy perion un sol ardiente a
babor, pero la estela de plasma de nuestro motor de fusin, con decenas de
kilmetros de longitud, daba la impresin de que estbamos precariamente
posados en una alta columna azul. El efecto alentaba la acrofobia, y la ilusin de
hallarse en el espacio sin proteccin creaba algo emparentado con la agorafobia.
Hasta ese momento y o no saba que era susceptible a ciertas fobias.
Si el campo de contencin falla un segundo en esta carga gravitatoria y
velocidad dijo A. Bettik, moriremos de inmediato. Importa poco si estamos
dentro o fuera de la nave.

Y la radiacin?
El campo desva la radiacin csmica y la radiacin solar nociva explic
el androide, y opaca la vista del sol de Hy perion para que no nos enceguezca
cuando lo miramos de frente. Aparte de eso, deja pasar el espectro visible.
Aj murmur, poco convencido. Me alej de la baranda.
Treinta segundos para traslacin dijo la nave. Incluso ah fuera, su voz
pareca surgir del aire.
Aenea se sent al piano y se puso a tocar. No reconoc la meloda, pero
pareca clsica, tal vez algo del siglo veintisis.
Supongo que esperaba que la nave hablara de nuevo antes del momento de la
traslacin una cuenta regresiva o algo parecido, pero no hubo anuncio. De
pronto el motor Hawking reemplaz al motor de fusin; un zumbido momentneo
pareci brotar de mis huesos, un vrtigo terrible me inund y me atraves. Tuve
la indolora pero inexorable sensacin de que me daban la vuelta como a un
guante, pero esta sensacin desapareci antes de que y o pudiera comprenderla.
El espacio tambin haba desaparecido. Por espacio me refiero a la escena
que presenciaba menos de un segundo antes: el brillante sol de Hy perion, el disco
del planeta, el brillante resplandor del casco de la nave, las pocas estrellas
brillantes visibles en ese resplandor, la columna de llama azul sobre la que
estbamos posados. Todo desapareci. En su lugar haba es difcil de describir.
La nave an estaba encima y debajo de nosotros, y el balcn an pareca
slido, pero no pareca recibir ninguna luz. Comprendo que esto parece absurdo
tiene que haber luz refleja para que veamos algo, pero el efecto creaba la
impresin de que una parte de mis ojos haba dejado de funcionar; aunque
perciban la forma y la masa de la nave, la luz pareca ausente.
Ms all de la nave, el universo se haba contrado en una esfera azul cerca
de la proa, y una esfera roja detrs de las aletas de popa. Tena conocimientos
cientficos bsicos como para esperar un efecto Doppler, pero este efecto era
falso, pues no habamos estado cerca de la velocidad de la luz hasta la traslacin
a C-plus y ahora estbamos mucho ms all de ella, dentro del pliegue Hawking.
No obstante, los crculos azul y rojo si miraba con atencin, distingua cmulos
estelares en ambas esferas se alejaron an ms de la proa y la popa,
reducindose a diminutos puntos de color. En el medio, llenando el vasto campo
de visin no haba nada. No hablo de negrura u oscuridad. Hablo de vaco.
Hablo de esa sensacin de mareo que se tiene al tratar de mirar un punto ciego.
Hablo de una nada tan intensa que daba vrtigo, y el vrtigo se converta en
nusea, provocando una conmocin tan violenta como esa transitoria sensacin
de ser vuelto como un guante.
Dios mo! atin a decir, aferrando la baranda y cerrando los ojos con
fuerza. No sirvi de nada. El vaco tambin estaba all. En ese instante comprend
por qu los viajeros interestelares siempre optaban por la fuga criognica.

Increblemente, Aenea segua tocando el piano. Las notas eran claras,


cristalinas, como si ningn medio las modificara. Aun con los ojos cerrados y o
vea a A. Bettik de pie junto a la puerta, el rostro azul dirigido al vaco. No,
comprend, y a no era azul. Aqu no existan los colores. Tampoco el negro, el
blanco ni el gris. Me pregunt si los humanos que eran ciegos de nacimiento
soaban con la luz y los colores de esta manera descabellada.
Compensando dijo la nave, y su voz tena la misma cualidad cristalina
que las notas del piano.
De repente el vaco se derrumb sobre s mismo, la visin regres y las
esferas roja y azul regresaron a proa y popa. Al cabo de segundos la esfera azul
de popa se desplaz a lo largo de la nave como si sta atravesara una rosquilla, se
fusion con la esfera roja en la proa. Geometras multicolores estallaron en la
esfera de proa como criaturas volantes naciendo de un huevo. Digo geometras
multicolores , pero esto no basta para describir la compleja realidad: formas
generadas por fractales palpitaban, serpeaban y fluctuaban en lo que haba sido
un vaco. Formas espiraladas, erizadas de sus propias subgeometras, se curvaban
sobre s mismas, escupiendo formas ms pequeas con el mismo brillo cobalto y
rojo sangre. Ovoides amarillos se convertan en explosiones de luz precisas como
plsares. Hlices de color malva e ndigo, semejantes al ADN del universo,
caracoleaban en torno. Yo oa estos colores como truenos distantes, como el
murmullo del oleaje ms all del horizonte.
Comprend que tena la boca abierta. Me alej de la baranda y trat de
concentrarme en la nia y el androide. Los colores del universo fractal jugaban
sobre ellos. Aenea an tocaba suavemente, acariciando las teclas mientras me
miraba a m y los cielos fractales que haba a mis espaldas.
Tal vez deberamos ir adentro dije. Las palabras que pronunciaba
colgaban del aire como carmbanos de una rama.
Fascinante dijo A. Bettik, an cruzado de brazos, escrutando el tnel de
formas que nos rodeaba.
Su tez era nuevamente azul.
Aenea dej de tocar.
Tal vez intuy endo mi vrtigo y terror, se levant, me cogi la mano y me
condujo al interior de la nave. El balcn nos sigui. El casco se reestructur. Pude
respirar de nuevo.

Tenemos seis das dijo la nia. Estbamos sentados en el holofoso porque


all los cojines eran confortables. Habamos comido, y A. Bettik nos haba llevado
zumos de fruta fros. La mano no me temblaba tanto cuando nos sentamos a
conversar.
Seis das, nueve horas y veintisiete minutos dijo la nave.

Aenea mir hacia arriba.


Nave, puedes permanecer callada un rato, a menos que tengas algo vital
que decir o que tengamos una pregunta para hacerte.
S, M. Aenea dijo la nave.
Seis das repiti la nia. Tenemos que prepararnos.
Beb un trago.
Para qu?
Creo que nos estarn esperando. Tenemos que encontrar una manera de
pasar por el sistema de Parvati y continuar hacia Vector Renacimiento sin que
nos detengan.
Examin a la nia. Pareca cansada. An tena el cabello en desorden, por la
ducha. Con tantas referencias a La Que Ensea, y o haba esperado una persona
extraordinaria: una joven mesas con toga, un prodigio pronunciando frases
crpticas. Pero lo nico extraordinario de esta nia era el potente brillo de sus ojos
oscuros.
Cmo podran estar esperando? pregunt. Hace siglos que la
ultralnea no funciona. Las naves de Pax que nos persiguen no pueden
adelantarse con un mensaje, como en tus tiempos.
Aenea sacudi la cabeza.
No, la ultralnea cay antes de mis tiempos. Recuerda que mi madre
estaba encinta de m durante la Cada. Mir a A. Bettik. El androide estaba
bebiendo zumo, pero no se haba sentado. Lamento no recordarte. Como deca,
y o sola visitar la Ciudad de los Poetas y crea conocer a todos los androides.
l inclin levemente la cabeza.
No hay motivos para que me recuerdes, M. Aenea. Yo me haba ido de la
Ciudad de los Poetas aun antes de la peregrinacin de tu madre. Mis hermanos y
y o trabajbamos a orillas del ro Hoolie y en el Mar de Hierba. Despus de la
Cada, abandonamos ese servicio y vivimos a solas en diferentes lugares.
Entiendo. Hubo muchas locuras despus de la Cada. Recuerdo que los
androides corran peligro al oeste de la cordillera de la Brida.
La mir a los ojos.
Insisto, cmo es posible que alguien nos espere en Parvati? No pueden ir
ms rpido, y a que nosotros pasamos primero a velocidad cuntica. A lo sumo
podrn trasladarse al espacio de Parvati un par de horas despus que nosotros.
Lo s dijo Aenea, pero aun as presiento que nos estarn esperando.
Tenemos que encontrar un modo de burlar a una nave de guerra con esta nave
desarmada.
Hablamos varios minutos, pero ninguno de nosotros ni siquiera la nave,
cuando se lo preguntamos tuvo una idea ingeniosa. Mientras hablbamos, y o
observaba a la nia, el modo en que frunca los labios en una sonrisa cuando
reflexionaba, la leve arruga de su frente cuando hablaba apasionadamente, la

suavidad de su voz. Comprend por qu Martin Silenus quera protegerla de todo


dao.
Me pregunto por qu el viejo poeta no nos llam antes de que
abandonramos el sistema reflexion en voz alta. Habr querido hablar
contigo.
Aenea se pein el cabello con los dedos.
El to Martin nunca me saludara por banda angosta ni por holo. Habamos
convenido en hablar cuando concluy era este viaje.
La mir.
Conque vosotros dos habis planeado todo esto? Tu escape, la alfombra
voladora todo?
Aenea sonri de nuevo.
Mi madre y y o planeamos los detalles esenciales. Cuando ella muri, el to
Martin y y o comentamos el plan. l se despidi de m en la Esfinge esta
maana
Esta maana? exclam confundido. Luego comprend.
Ha sido un largo da para m suspir la nia. Esta maana di unos
pasos y cubr la mitad del tiempo que los humanos han estado en Hy perion.
Todos mis conocidos, excepto el to Martin, deben de estar muertos.
No necesariamente dije. Pax lleg poco despus de tu desaparicin,
as que es posible que muchos amigos y parientes hay an aceptado la cruz.
Todava viviran.
Aceptado la cruz repiti la nia, tiritando. No tengo ningn pariente. Mi
nica familia era mi madre, y dudo que muchos amigos mos o de mi madre
hubieran aceptado la cruz.
Nos miramos en silencio, y comprend cun extica era esta joven criatura;
la may ora de los acontecimientos histricos de Hy perion con los que y o estaba
familiarizado no haban sucedido cuando esta nia haba entrado en la Esfinge
esta maana .
Como sea dijo, no planeamos las cosas hasta el ltimo detalle. Por
ejemplo, no sabamos si la nave del cnsul regresara con la alfombra voladora.
Pero lo cierto es que mi madre y y o planeamos usar el Laberinto si estaba
prohibido el acceso al Valle de las Tumbas. Eso sali bien. Y esperbamos que la
nave del cnsul estuviera aqu para sacarme de Hy perion.
Hblame de tu poca dije.
Aenea sacudi la cabeza.
Lo har dijo, pero no ahora. T sabes algo sobre mi poca. Para
vosotros es historia y ley enda. Yo no s nada sobre la vuestra, excepto por mis
sueos, as que hblame del presente. Cun ancho es? Cun hondo es? Cunto
de l podr guardar?
En estas preguntas haba una alusin que entonces no reconoc, pero empec

a hablarle de Pax, de la gran catedral de San Jos y de


San Jos? Dnde queda eso?
Antes se llamaba Keats. La capital. Tambin se llam Jacktown.
Ah dijo Aenea, recostndose en los cojines, el vaso de zumo de frutas en
sus dedos delgados. Cambiaron ese nombre pagano. Bien, a mi padre no le
importara.
Era la segunda vez que mencionaba a su padre, y di por sentado que hablaba
del cbrido Keats, pero no se lo pregunt.
S afirm, muchas localidades cambiaron de nombre cuando
Hy perion se sum a Pax hace dos siglos. Hasta se habl de cambiar el nombre
del mundo, pero se conserv Hy perion. De cualquier modo, Pax no gobierna en
forma directa, aunque los militares impusieron orden en Continu un buen
rato, dndole detalles sobre tecnologa, cultura, idioma y gobierno. Le describ lo
que haba odo, ledo y observado de la vida en mundos de Pax ms avanzados,
incluidas las glorias de Pacem.
Vay a coment Aenea cuando hice una pausa, las cosas no han
cambiado tanto. Aunque parece que la tecnologa se ha atascado que an no ha
alcanzado los niveles de tiempos de la Hegemona.
Bien, Pax es en parte responsable de ello. La Iglesia prohbe las mquinas
pensantes, las IAs verdaderas, y enfatiza el desarrollo humano y espiritual por
encima del avance tecnolgico.
Aenea asinti.
Claro, pero cualquiera creera que habran alcanzado los niveles de la Red
de Mundos en dos siglos y medio. Es como la Edad Oscura.
Sonre al comprender que me ofenda, que me molestaban las crticas a la
sociedad de Pax, a la que haba optado por no pertenecer.
No es para tanto. Recuerda que el may or cambio ha sido el otorgamiento
de una inmortalidad virtual. A causa de ello, el crecimiento demogrfico est
regulado y hay menos incentivos para cambiar las cosas externas. La may ora
de los cristianos renacidos considera que tiene un largo trecho en esta vida (por lo
menos muchos siglos, con suerte milenios), as que no lleva prisa por cambiar las
cosas.
Aenea me mir atentamente.
La resurreccin con el cruciforme funciona de veras?
S.
Has aceptado la cruz?
Por tercera vez en los ltimos das, me cost explicarme. Me encog de
hombros.
Perversidad, supongo. Soy terco. Adems, hay muchos que no se interesan
en ello cuando son jvenes. Todos planeamos vivir para siempre, pero nos
convertimos cuando empieza la vejez.

Eso hars? pregunt vivazmente.


Iba a encogerme de hombros, pero el gesto de mi mano fue un equivalente.
No lo s dije. An no le haba hablado de mi ejecucin y mi
resurreccin en casa de Martin Silenus. No lo s repet.
A. Bettik entr en el crculo del holofoso.
Pens que convena mencionar que hemos aprovisionado la nave con una
generosa provisin de helado. En varios sabores. Algn interesado?
Pens una frase para recordar al androide que no era un criado en este viaje,
pero Aenea no me dej hablar.
S! exclam. Chocolate!
A. Bettik asinti, sonri y se volvi hacia m.
M. Endy mion?
Haba sido un largo da: un vuelo en alfombra voladora por el laberinto,
tormentas de polvo, batalla (el Alcaudn, deca Aenea?) y mi primera travesa
por el espacio. Vay a da.
Chocolate dije. S, definitivamente. Chocolate.

20
Los supervivientes del equipo del sargento Gregorius son el cabo Bassin Kee
y el lancero Ahranwhal Gaspa K. T. Rettig. Kee es un hombre menudo,
compacto y rpido en reflejos e inteligencia, mientras que Rettig es alto casi
tan alto como el gigantesco Gregorius y delgado. Rettig es oriundo de los
Territorios del Anillo de Lambert y tiene cicatrices de radiaciones, un fsico
esqueltico y ese carcter independiente tan tpico de los habitantes de asteroides.
El hombre nunca pis un mundo grande de gravedad plena hasta cumplir los
veintitrs aos estndar. La medicacin ARN y el ejercicio militar lo han
fortalecido al punto de que puede luchar en cualquier mundo. Reservado al
extremo de la mudez, Rettig sabe escuchar, sabe obedecer y como ha
mostrado en la batalla de Hy perion sabe sobrevivir.
El cabo Kee es tan efusivo como Rettig es silencioso. Durante su primer da
de deliberaciones, las preguntas y los comentarios de Kee revelan intuicin y
lucidez, a pesar de la confusin que causa la resurreccin.
Los cuatro estn conmocionados por la experiencia de la muerte. De Soy a
trata de convencerlos de que la repeticin facilita las cosas, pero su
desorientacin general da un ments a estas palabras tranquilizadoras. Aqu, sin
asesoramiento, sin terapia y sin los capellanes de resurreccin, los soldados de
Pax enfrentan el trauma como pueden. Sus deliberaciones del primer da en el
espacio de Parvati sufren frecuentes interrupciones cuando los vencen la fatiga o
la mera emocin. Slo el sargento Gregorius parece inmune a la experiencia.
El tercer da se renen en la diminuta sala del Rafael para planear su curso de
accin.
Dentro de dos meses y tres semanas, la nave se trasladar a este sistema, a
menos de mil kilmetros de donde estamos apostados dice el padre capitn De
Soy a, y debemos estar seguros de que podemos interceptarla y detener a la
nia.
Los guardias suizos no preguntan por qu deben detener a la nia. Nadie
menciona el asunto hasta que el oficial al mando lo plantea. Estn dispuestos a
morir, si es necesario, para cumplir la crptica orden.
No sabemos quin ms est a bordo de la nave, verdad? dice el cabo
Kee. Han comentado estos problemas, pero la memoria es defectuosa en los
primeros das de su nueva vida.
No dice De Soy a.
No conocemos el armamento de la nave dice Kee, como revisando una
lista mental.
Correcto.
Quiz propone el cabo Kee la nave deba reunirse aqu con otra nave
o quiz la nia se propone reunirse con alguien en el planeta.

De Soy a asiente.
El Rafael no tiene los sensores de mi vieja nave-antorcha, pero estamos
inspeccionndolo todo entre la Nube de Oort y Parvati. Si otra nave se traslada
antes que la de la nia, lo sabremos de inmediato.
xter? sugiere el sargento Gregorius.
De Soy a alza las manos.
Todo es especulacin. Puedo decirles que se considera que la nia es una
amenaza para Pax, as que es razonable presumir que los xters desean
capturarla, siempre que sepan de su existencia. Estamos preparados, si lo
intentan.
Kee se frota la lisa mejilla.
Todava no puedo creer que podramos regresar a casa en un da si
quisiramos. O ir en busca de ay uda. La casa del cabo Kee es la Repblica
Jamnu en Deneb Drei. Han discutido por qu sera intil pedir ay uda. La nave de
guerra de Pax ms prxima es el San Antonio, que debera estar persiguiendo la
nave de la muchacha, si ha obedecido las rdenes de De Soy a.
Envi un mensaje al comandante de la guarnicin de Pax en Parvati
dice De Soy a. Por lo que mostr nuestro inventario informtico, slo tienen sus
naves de patrulla orbital y un par de naves interplanetarias. Le he ordenado que
ponga todas sus naves espaciales en posiciones defensivas cislunares, que alerte a
todos los puestos de avanzada del planeta y que aguarde nuevas rdenes. Si la
nia se nos escabullera y aterrizara all, Pax la encontrara.
Qu clase de mundo es Parvati? pregunta Gregorius. Su voz profunda
siempre llama la atencin de De Soy a.
Fue colonizado por hinduistas reformados poco despus de la Hgira
explica De Soy a, que ha buscado esta informacin en el ordenador de a bordo.
Un mundo desierto. No tiene oxgeno suficiente para los humanos, en general es
una atmsfera de CO2. La terraformacin no fue un xito, de modo que ni el
medio ambiente ni los habitantes estn transformados. La poblacin nunca fue
numerosa pocas decenas de millones antes de la Cada. Ahora son menos de
medio milln, y la may ora vive en la gran ciudad de Gandhiji.
Cristianos? pregunta Kee. De Soy a sospecha que la pregunta no
responde a mera curiosidad. Kee no hace preguntas ociosas.
Algunos miles se han convertido en Gandhiji. All hay una nueva catedral,
San Malaquas, y la may ora de los renacidos son eminentes personas de
negocios que estn a favor de unirse a Pax. Han persuadido al gobierno
planetario, una especie de oligarqua electiva, de que invitara a la guarnicin de
Paz, hace cincuenta aos estndar. Estn demasiado cerca del Confn y tienen
miedo de los xters.
Kee asiente.
Me preguntaba si la guarnicin poda contar con que la poblacin le

informara si la nave de la nia aterriza.


Lo dudo. El noventa y nueve por ciento de ese mundo est desierto, porque
nunca fue colonizado o porque volvi a convertirse en dunas de arena y campos
de liquen. La may ora de la gente est apiada en torno de las grandes minas de
boxita de Gandhiji. Pero las patrullas orbitales pueden detectarla.
Si ella llega tan lejos dice Gregorius.
Cosa que no har dice el padre capitn De Soy a. Toca un monitor que
muestra el grfico que l ha preparado. He aqu el plan de intercepcin. Nos
ocultamos hasta T menos tres das. No se preocupen. Recuerden que la fuga no
tiene el efecto de resaca de la resurreccin. Media hora para despabilarnos. Bien.
En T menos tres das, suena la alarma. Rafael ha llegado aqu Seala un
punto que est a dos tercios de camino en la tray ectoria elipsoide. Conocemos
la velocidad de entrada de su nave, lo cual significa que conocemos su velocidad
de salida. Estar en coma-cero-tres C, de modo que si desaceleran en Parvati a
la misma velocidad con que dejaron Hy perion Diagramas cronolgicos y
de tray ectoria llenan la pantalla. Esto es hipottico, pero el punto de traslacin
estara aqu. Toca un punto rojo a diez UAs del planeta. Su tray ectoria elipsoide
se dirige hacia ese punto. Y aqu los interceptaremos, a menos de un minuto de
su punto de traslacin.
Gregorius se inclina sobre el monitor.
Todos andaremos como un murcilago saliendo del jodido infierno, con
perdn de la expresin, padre.
De Soy a sonre.
Ests absuelto, hijo mo. S, las velocidades sern elevadas, al igual que
nuestros delta-V combinados si su nave inicia su desaceleracin dirigindose a
Parvati, pero las velocidades relativas de ambas naves sern casi cero.
Cun cerca estaremos, capitn? pregunta Kee. Su cabello negro reluce
bajo las lmparas.
Cuando se trasladen, nos aproximaremos a una distancia de seiscientos
kilmetros. A los tres minutos podremos arrojarles una piedra.
Kee frunce el ceo.
Pero qu nos arrojarn ellos?
Lo ignoro. Pero el Rafael es resistente. Apuesto a que sus escudos pueden
resistir cualquier cosa que esta nave no identificada nos arroje.
El lancero Rettig grue.
Mala apuesta si perdemos.
De Soy a se vuelve hacia el soldado. Casi se haba olvidado de Rettig.
S, pero tenemos la ventaja de estar cerca. No s qu nos arrojarn, pero
tendrn un tiempo limitado para hacerlo.
Y qu arrojaremos nosotros? pregunta Gregorius.
De Soy a hace una pausa.

He revisado el armamento del Rafael con ustedes dice al fin. Si se


tratara de una nave de guerra xter, podramos frerla, hornearla, arrollarla o
incendiarla. O podramos lograr que su tripulacin muriera en silencio. El
Rafael puede lanzar ray os de muerte. A quinientos kilmetros, no habra dudas
sobre su eficacia.
Pero no usaremos nada de eso. A menos que tengamos la necesidad
imperiosa de incapacitar la nave.
Se puede hacer sin peligro de lastimar a la nia? pregunta Kee.
No tendremos un ciento por ciento de seguridad de no lastimarla a ella ni
a quien est con ella dice De Soy a. Hace otra pausa, respira, contina. Por
eso ustedes van a abordarla.
Gregorius sonre. Tiene dientes muy grandes y muy blancos.
Nos aprovisionamos con armaduras espaciales antes de salir del Santo
Toms Akira grue el gigante con satisfaccin. Pero sera mejor que
practicramos con ellas antes del abordaje.
De Soy a asiente.
Tres das es suficiente?
Gregorius an sonre.
Preferira una semana.
De acuerdo dice el padre capitn. Despertaremos una semana antes
de la intercepcin. He aqu un plano de la nave no identificada.
Pens que era no identificada dice Kee, mirando los planos que ahora
llenan los monitores. La nave es una aguja con aletas en un extremo, una
caricatura infantil.
No conocemos su identidad o registro especficos, pero el San Antonio
envi un vdeo que tom con el Buenaventura antes de nuestra traslacin. No es
xter.
No es xter, ni Pax, ni Mercantilus. No es una gironave ni una naveantorcha dice Kee. Qu diablos es?
De Soy a muestra un croquis en la pantalla.
Es una nave particular de tiempos de la Hegemona murmura. Slo
fabricaron una treintena. Tiene por lo menos cuatrocientos aos, tal vez ms.
El cabo Kee silba suavemente. Gregorius se frota la enorme mandbula.
Hasta el impasible Rettig parece impresionado.
No saba que haban existido naves espaciales privadas dice el cabo.
Naves C-plus, quiero decir.
La Hegemona recompensaba con ellas a altos funcionarios dice De
Soy a. La primer ministro Gladstone tena una. Tambin el general Horace
Glennon-Height
La Hegemona no lo recompens a l dice Kee, riendo entre dientes.
Glennon-Height era el oponente de peor fama que haba tenido la Hegemona, el

Anbal del Confn ante la Roma de la Red de Mundos.


No concede el padre capitn De Soy a, el general rob su nave al
gobernador planetario de Sol Draconi Septem. De un modo u otro, el ordenador
dice que todas estas naves particulares fueron inventariadas antes de la Cada,
destruidas, reconfiguradas para FUERZA y luego dadas de baja. Pero el
ordenador parece estar equivocado.
No es la primera vez grue Gregorius. Estas imgenes muestran
armas o sistemas de defensa?
No, las naves originales eran civiles y no portaban armas, y los sensores
del San Buenaventura no detectaron radares ni lecturas de pulsos antes de que el
Alcaudn matara al equipo de deteccin. No obstante, esta nave tiene siglos de
existencia, as que podemos asumir que la han modificado. Pero aunque tenga
armamentos xters modernos, Rafael podra acercarse rpidamente mientras
resistimos sus impactos. Una vez que estemos al lado, no podrn usar armas
cinticas. Cuando nos enganchemos, las armas energticas sern inservibles.
Mano a mano murmura Gregorius, estudiando los croquis. Estaran
aguardando en la cmara de presin, as que abriremos una nueva puerta aqu
y aqu
De Soy a siente un hormigueo de alarma.
No podemos impedir que se escape la atmsfera la nia
Gregorius muestra una sonrisa de tiburn.
No se preocupe, seor. Se tarda menos de un minuto en adherir un costal al
casco, y traje varios con el blindaje. Luego volaremos ese sector del casco hacia
dentro y entraremos. Teclea para aproximar la imagen. Preparar una
simulacin, as podremos practicar unos das en 3D. Me gustara otra semana
para simulacin. El rostro negro se vuelve hacia De Soy a. Quiz no
tengamos nuestro sueo de belleza durante la fuga, seor.
Kee se toca el labio con un dedo.
Una pregunta, capitn.
De Soy a lo mira.
Entiendo que no podemos daar a la nia en ninguna circunstancia, pero
qu hay de los dems que se interpongan en el camino?
De Soy a suspira. Esperaba esta pregunta.
Preferira que nadie ms muera en esta misin, cabo.
S, seor, pero qu ocurre si intentan detenernos?
El padre capitn De Soy a desactiva el monitor. El atestado cubculo huele a
aceite, sudor y ozono.
Me ordenaron no daar a la muchacha dice con lentitud. No se dijo
nada sobre los dems. Si alguien o algo trata de interponerse, considrenlos
prescindibles. Defindanse, aunque sea preciso disparar antes de tener la certeza
del peligro.

Los matamos a todos salvo a la nia, y que Dios se encargue de


clasificarlos murmura Gregorius.
De Soy a siempre ha odiado esa antigua broma de mercenarios.
Hagan lo que tengan que hacer sin poner en peligro la vida ni la salud de la
nia dice.
Y si hay slo otra persona a bordo, interponindose entre nosotros y la
nia? dice Rettig. Los otros tres miran al hombre de los asteroides. Pero es
el Alcaudn? concluy e.
El cubculo est en silencio excepto por los omnipresentes ruidos de la nave:
metal que se dilata y contrae en el casco, el susurro de los ventiladores, el
zumbido del equipo, el eructo ocasional de un impulsor.
Si es el Alcaudn comienza el padre capitn De Soy a.
Si es nuestro pequeo Alcaudn dice el sargento Gregorius creo que
podemos llevarle algunas sorpresas. Tal vez esta partida no resulte tan fcil para
ese pinchudo hijo de puta, con perdn de la expresin, padre.
Como sacerdote, les advierto una vez ms sobre el uso de juramentos.
Como oficial al mando, les ordeno que usen todas las sorpresas posibles para
liquidar a ese pinchudo hijo de puta.
Se retiran para cenar y planificar sus respectivas estrategias.

21
Has notado que en los viajes, aunque sean largos, con frecuencia la primera
semana es la que ms se graba en la memoria? Quiz sea la agudeza de
percepcin que brindan los viajes, o quiz sea un efecto de la reorientacin de los
sentidos, o quiz sea que incluso el encanto de la novedad se gasta pronto, pero ha
sido mi experiencia que los primeros das en un lugar nuevo, o de conocer a
nuevas personas, fijan el tono del resto del viaje. O, en este caso, del resto de mi
vida.
Pasamos el primer da de nuestra magnfica aventura durmiendo. La nia
estaba exhausta y tambin y o, como tuve que admitir al despertar despus de
diecisis horas de sueo ininterrumpido. No s qu habr hecho A. Bettik durante
ese primer da sonmbulo de la travesa entonces y o no saba que los androides
duermen, aunque mucho menos que los humanos, pero haba colocado su
pequea mochila de posesiones en la sala de mquinas, preparndose una
hamaca para dormir, y pasaba mucho tiempo ah abajo. Yo pensaba dejar a la
nia la alcoba principal del pice de la nave; ella se haba duchado all, en el
bao contiguo, esa primera maana, pero pronto se acomod en uno de los
divanes de la cubierta de fuga y ocup ese espacio. Yo disfrutaba del tamao y la
blandura de la gran cama de la sala circular de arriba y al cabo de un tiempo
super mi agorafobia y permit que el casco se pusiera traslcido para observar
el espectculo de luces fractales en el espacio de Hawking. Sin embargo, nunca
mantena el casco transparente mucho tiempo, pues esas geometras pulstiles
me perturbaban indescriptiblemente.
El nivel de la biblioteca y el nivel del holofoso eran, por acuerdo tcito,
terreno comn. La cocina estaba empotrada en la pared del nivel del holofoso, y
habitualmente comamos en la mesa baja del holofoso, o bien llevbamos la
comida a la mesa redonda que estaba cerca del cubculo de navegacin.
Inmediatamente despus de despertar y desay unar (la hora de a bordo
indicaba que era de tarde en Hy perion, pero para qu respetar la hora de
Hy perion cuando quiz nunca volviera a ver ese mundo?), me diriga a la
biblioteca. Todos los libros eran antiguos, publicados durante la poca de la
Hegemona o antes, y me sorprendi encontrar un ejemplar de un poema pico
de Martin Silenus La Tierra moribunda as como volmenes de varios autores
clsicos que y o haba ledo en mi infancia y a menudo relea en la cabaa del
marjal o cuando trabajaba en el ro.
Ese primer da A. Bettik se reuni conmigo y extrajo un pequeo volumen
verde de los anaqueles.
Esto podra ser interesante dijo.
Se llamaba Gua del viajero para la Red de Mundos, con secciones especiales
sobre la Confluencia y el ro Tetis.

Podra ser muy interesante coment, abriendo el libro con dedos


trmulos. Creo que el temblor se deba al hecho de que nos dirigamos hacia all:
estbamos viajando a la ex Red de Mundos.
Estos libros son doblemente interesantes como artefactos seal el
androide, pues vienen de una poca en que toda la informacin era
instantneamente accesible para todos.
Asent. De nio, cuando escuchaba las historias de Grandam sobre los viejos
tiempos, haba tratado de imaginar un mundo donde todos usaban implantaciones
y tenan acceso a la esfera de datos en todo momento. Hy perion no tena esfera
de datos ni siquiera entonces, y nunca haba pertenecido a la Red, pero para la
may ora de los miles de millones de miembros de la Hegemona, la vida deba
de haber sido un incesante estmulo de informacin visual, auditiva e impresa. No
era de extraar que la may ora de los humanos no hubiera aprendido a leer en
los viejos tiempos. El alfabetismo haba sido una de las primeras metas de la
Iglesia y de Pax una vez que la sociedad interestelar volvi a unirse mucho
despus de la Cada.
Ese da, de pie en la enmoquetada biblioteca de la nave, frente al lustre de la
teca bruida y las paredes de cerezo, saqu media docena de libros de los
estantes y los llev a la mesa para leer.
Esa tarde Aenea tambin incursion en la biblioteca, sacando La Tierra
moribunda de los anaqueles.
No haba ejemplares en Jacktown, y el to Martin se negaba a drmelo
cuando lo visitaba dijo. Sostena que, aparte de los Cantos, era el nico de sus
escritos que vala la pena leer.
De qu trata? pregunt, sin apartar los ojos de la novela de Delmore
Deland que estaba hojeando. La nia y y o masticbamos manzanas mientras
leamos y hablbamos. A. Bettik haba regresado por la escalera de caracol.
Los ltimos das de Vieja Tierra dijo Aenea. Esto trata realmente
sobre la infancia mimada de Martin en la gran finca de su familia, en la Reserva
de Amrica del Norte.
Dej mi libro.
Qu crees que sucedi con Vieja Tierra?
La nia dej de masticar.
En mis tiempos, todos crean que el agujero negro del Gran Error del 38 la
haba devorado. Que haba desaparecido. Kaput.
Masqu y asent.
La may ora de la gente an lo cree, pero los Cantos del viejo poeta
sostienen que el TecnoNcleo rob la Vieja Tierra y la envi a alguna parte.
El Cmulo de Hrcules o las Nubes Magallnicas dijo la nia, dando otro
mordisco a la manzana. Mi madre lo descubri cuando ella y mi padre estaban
investigando su asesinato.

Me inclin hacia delante.


Te molesta hablar de tu padre?
Aenea sonri.
No, por qu? Supongo que soy una especie de mestiza, siendo hija de una
lusiana y de un cbrido clonado, pero eso nunca me ha molestado.
No tienes aspecto de lusiana dije. Los residentes de ese mundo de alta
gravedad eran bajos y robustos. La may ora era de tez plida y cabello oscuro;
esta nia era menuda pero esbelta, con una talla normal en mundos de gravedad
uno; su cabello castao tena mechones rubios. Slo sus luminosos ojos castaos
me evocaban la descripcin de Brawne Lamia en los Cantos.
Aenea ri. Era un sonido agradable.
Me parezco a mi padre. John Keats era bajo, rubio y flaco.
Dijiste que hablaste con tu padre dije, al cabo de un instante de
vacilacin.
Aenea me mir por el rabillo del ojo.
S, y sabes que el Ncleo mat su cuerpo antes de que y o naciera. Pero
sabas que mi madre llev su personalidad durante meses en un bucle Schron
encastrado detrs de la oreja?
Asent. Figuraba en los Cantos.
La nia se encogi de hombros.
Recuerdo que habl con l.
Pero no habas
Nacido dijo Aenea. Correcto. Qu conversacin podra tener la
personalidad de un poeta con un feto? Pero hablamos. Su personalidad an estaba
conectada con el TecnoNcleo. El me mostr bien, es complicado, Raul.
Creme.
Te creo. Sabas que los Cantos dicen que cuando la personalidad de tu
padre abandon el bucle Schron residi un tiempo en la IA de esta nave?
S dijo Aenea con una sonrisa burlona. Ay er, antes de dormirme, pas
una hora hablando con la nave. En efecto, mi padre estuvo aqu. La personalidad
coexisti con la mente de la nave cuando el cnsul regres para comprobar qu
haba sucedido con la Red despus de la Cada. Pero l y a no est aqu. La nave
no recuerda mucho sobre esas circunstancias, y no recuerda qu le sucedi a
l si se fue despus de la muerte del cnsul o qu. As que no s si an existe.
Bien dije, tratando de escoger palabras diplomticas, el Ncleo y a no
existe, as que no s cmo podra existir una personalidad cbrida.
Quin dijo que el Ncleo no existe?
Esa pregunta me sobresalt.
El ltimo acto de Meina Gladstone y la Hegemona fue destruir los enlaces
teley ectores, las esferas de datos, la ultralnea y toda la dimensin donde exista
el Ncleo. Hasta los Cantos concuerdan con ello.

La nia an sonrea.
Oh, volaron en pedazos los teley ectores que haba en el espacio, y los otros
dejaron de trabajar. Y las esferas de datos tambin haban desaparecido en mi
poca. Pero quin dice que el Ncleo ha muerto? Es como decir que la araa
est muerta porque eliminaste algunas telaraas.
Admito que mir por encima del hombro.
Conque crees que el TecnoNcleo an existe? Qu esas IAs todava
conspiran contra nosotros?
No s nada sobre la conspiracin, pero s que el Ncleo existe.
Cmo?
Ella alz un dedo.
Ante todo, la personalidad cbrida de mi padre an exista despus de la
Cada. El fundamento de esa personalidad era una IA del Ncleo que ellos haban
modelado. Eso prueba que el Ncleo an estaba en alguna parte.
Pens en ello. Como he dicho, los cbridos igual que los androides eran
para m una especie mtica. Era como estar hablando sobre las caractersticas
fsicas de los duendes.
En segundo lugar dijo, alzando un segundo dedo y unindolo con el
primero, y o me comuniqu con el Ncleo.
Parpade.
Antes de nacer?
S. Y cuando viva con mi madre en Jacktown. Y despus de la muerte de
mi madre. Alz sus libros y se puso de pie. Y esta maana.
La mir pasmado.
Tengo hambre, Raul dijo desde la escalera. Quiero ver qu nos ofrece
la cocina de esta vieja nave para el almuerzo.
Pronto fijamos una rutina a bordo, adoptando los horarios de Hy perion como
horas de sueo y vigilia. Comenzaba a entender por qu la costumbre de la
Hegemona de mantener el sistema de veinticuatro horas de Vieja Tierra haba
sido tan importante en tiempos de la Red. En alguna parte haba ledo que casi el
noventa por ciento de los mundos terroides o terraformados de la Red tenan das
que estaban a tres horas del da estndar de Vieja Tierra.
A Aenea an le agradaba extender el balcn y tocar el Steinway bajo el cielo
del espacio Hawking, y y o a veces me quedaba all escuchando unos minutos,
aunque prefera la sensacin de proteccin que me brindaba el interior de la
nave. Ninguno se quejaba de los efectos del entorno C-plus, aunque los
sentamos: sobresaltos emocionales, la sensacin constante de que alguien nos
observaba y sueos muy extraos. Mis sueos me despertaban con el corazn
palpitante, la boca seca y ese sudor que slo provocan las peores pesadillas. Pero
nunca recordaba los sueos. Quera preguntar a los dems acerca de sus sueos,
pero A. Bettik nunca mencionaba los suy os y o ignoraba si los androides

soaban y Aenea, aun reconociendo que sus sueos eran extraos y los
recordaba, no los contaba nunca.
El segundo da, mientras estbamos sentados en la biblioteca, Aenea sugiri
que experimentsemos el vuelo espacial. Le pregunt cmo podamos
experimentarlo ms de lo que estbamos experimentando pensaba en los
fractales Hawking, y ella se ech a rer y pidi a la nave que cancelara el
campo de contencin interna. Inmediatamente perdimos peso.
Cuando era nio, y o haba soado con la gravedad cero. Nadando en el
salado Mar del Sur cuando era soldado, haba cerrado los ojos, haba flotado y
me haba preguntado si as era el viaje espacial de antao.
No lo es. La gravedad cero, y sobre todo la gravedad cero repentina que la
nave nos dio a peticin de Aenea, es aterradora. Consiste simplemente en caer.
O eso parece.
Aferr la silla, pero la silla tambin estaba cay endo. Era como si hubiramos
pasado dos das en uno de esos enormes funiculares de la Cordillera de la Brida y
de pronto se partiera el cable. Mi odo medio protest, tratando de encontrar un
horizonte que fuera creble. No lo encontr.
A. Bettik emergi desde abajo y pregunt con calma si haba algn problema.
No ri Aenea, slo vamos a experimentar el espacio por un rato.
A. Bettik asinti y se zambull en el hueco de la escalera para regresar a sus
tareas.
Aenea lo sigui hasta la escalera, impulsndose con las piernas.
Ves? Este pozo de escaleras se convierte en un pozo central cuando la nave
est en gravedad cero. Igual que en las antiguas gironaves.
No es peligroso? pregunt, pasando la mano del respaldo de la silla a un
anaquel. Por primera vez repar en las cuerdas elsticas que mantenan los libros
en su sitio. Todo lo que no estaba sujeto (el libro que y o haba dejado en la mesa,
las sillas que rodeaban la mesa, un suter que y o haba arrojado en el respaldo de
otra silla, restos de la naranja que estaba comiendo) flotaba.
No es peligroso dijo Aenea. Pero es desordenado. La prxima vez
tendremos todo a punto antes de cancelar el campo interno.
Pero el campo interno no es importante?
Aenea flotaba cabeza abajo, desde mi perspectiva. Mi odo interior rechazaba
esto an ms que el resto de la experiencia.
El campo impide que choquemos y nos zarandeemos cuando nos
desplazamos por el espacio normal dijo, dirigindose al centro del pozo de
veinte metros, aferrando la baranda de la escalera, pero en el espacio C-plus
no podemos acelerar ni reducir la velocidad, as que all voy ! Manote una
agarradera, en el centro de lo que haba sido el pozo de la escalera, y se zambull
de cabeza.
Cielos jade. Me alej de la biblioteca, pateando la pared opuesta, y la

segu por el pozo central.


Durante una hora jugamos en gravedad cero: tocar y parar gravedad cero,
escondite gravedad cero (descubr que uno poda esconderse en los sitios ms
raros cuando no haba gravedad), ftbol gravedad cero, usando uno de los cascos
espaciales de plstico que hallamos en un armario, e incluso lucha gravedad
cero, que era mas difcil de lo que y o hubiera imaginado. Mi primer intento de
aferrar a la nia nos lanz a tumbos a lo largo, ancho y alto de la cubierta de
fuga.
Al final, exhaustos y sudados (la transpiracin colgaba en el aire hasta que
uno se mova o el aire de los ventiladores la desplazaba), Aenea orden que el
balcn se abriera de nuevo. Grit de miedo, pero la nave me record que el
campo exterior estaba intacto, y flotamos por encima del Steinway atornillado,
hasta la baranda y ms all; nos alejamos por esa tierra de nadie que haba entre
la nave y el campo y miramos la nave, rodeada por fractales explosivos,
reluciendo en una fra gloria de fuegos artificiales, mientras el espacio Hawking
se plegaba y contraa en torno a nosotros varios miles de millones de veces por
segundo.
Al fin regresamos adentro (descubr que era una hazaa lograrlo cuando no
haba ningn apoy o), avisamos a A. Bettik por el interfono que se apoy ara en el
suelo y reactivamos el campo interno. Nos echamos a rer, pues suters,
emparedados, sillas, libros y varias gotas de agua de un vaso que haba quedado
fuera se estrellaron en la moqueta.
Ese mismo da esa noche, mejor dicho, pues la nave haba atenuado las
luces para el perodo de sueo baj al nivel del holofoso para prepararme un
bocado y o ruidos suaves por la abertura de la cubierta de fuga.
Aenea? murmur. No hubo respuesta. Fui hasta la escalera, mirando el
oscuro centro y sonriendo al recordar nuestras piruetas de horas antes.
Aenea?
Tampoco hubo respuesta, pero los ruidos suaves continuaban. Lamentando no
tener una linterna, baj por la escalera de metal.
Los monitores de sueo de fuga irradiaban un fulgor tenue encima de los
divanes de los cubculos. Los ruidos venan del cubculo de Aenea, que me daba
la espalda. Estaba cubierta hasta los hombros, pero vi el collar de la vieja camisa
del cnsul que ella usaba como bata. Me acerqu sin hacer ruido y me arrodill.
Aenea?
La nia lloraba y trataba de sofocar los sollozos.
Le toqu el hombro y se volvi. Aun en ese tenue fulgor not que haca rato
que lloraba; tena los ojos rojos e hinchados, las mejillas hmedas.
Qu pasa, pequea? susurr. Estbamos a dos cubiertas de la sala de
mquinas, donde A. Bettik dorma en su hamaca, pero la escalera estaba abierta.
Aenea tard un instante en responder, pero al final logr calmarse.

Lo lamento dijo.
Est bien. Dime qu ocurre.
Dame un pauelo de papel y lo har.
Hurgu en los bolsillos de la vieja bata que el cnsul haba dejado. No tena
pauelos, pero haba usado una servilleta con la torta que estaba comiendo arriba.
Se la entregu.
Gracias. Aenea se son la nariz. Me alegra no estar en gravedad cero
dijo. Mis mocos flotaran por todas partes.
Sonre y le estruj el hombro.
Qu sucede, Aenea?
Intent rerse. No pudo.
Todo. Todo anda mal. Tengo miedo. Todo lo que s sobre el futuro me mata
de miedo. No s cmo escaparemos de esos tos de Pax, y s que estarn
esperndonos dentro de pocos das. Extrao mi hogar. No puedo regresar, y todos
los que conoc se han ido para siempre excepto Martin. Sobre todo extrao a mi
madre.
Le apret el hombro. Brawne Lamia, su madre, era un personaje legendario,
una mujer que haba muerto dos siglos y medio atrs. Algunos de sus huesos y a
eran polvo, dondequiera que estuviesen sepultados. Para esta nia, la muerte de
su madre haba ocurrido slo dos semanas atrs.
Lo lamento musit, y de nuevo le apret el hombro, sintiendo la textura
de la vieja camisa del cnsul. Todo saldr bien.
Aenea asinti y me cogi la mano. La suy a an estaba mojada. Su palma y
sus dedos parecan diminutos contra mi manaza.
Quieres venir a la cocina y comer un poco de torta de chalma conmigo?
susurr. Es sabrosa.
Ella mene la cabeza.
Creo que ahora me dormir. Gracias, Raul.
Me estruj la mano antes de soltarla, y en ese instante comprend la gran
verdad: La Que Ensea, la nueva mesas, aquello que la hija de Brawne Lamia
resultara ser, tambin era una chiquilla, una pequea que rea haciendo piruetas
en gravedad cero y lloraba de noche.
Sub silenciosamente la escalera, detenindome para mirarla antes de que mi
cabeza llegara al nivel de la cubierta siguiente. Estaba acurrucada bajo la manta,
mirando hacia el otro lado, y su cabello reflejaba el fulgor de las consolas.
Buenas noches, Aenea susurr, sabiendo que no me oira. Todo saldr
bien.

22
El sargento Gregorius y sus dos hombres aguardan en la cmara de presin
del Rafael mientras la nave clase Arcngel se aproxima a la nave no identificada
que acaba de trasladarse desde el espacio C-plus. Sus armaduras espaciales son
aparatosas y, con sus rifles y armas energticas colgados, los tres hombres llenan
la cmara. El sol de Parvati reluce sobre sus visores dorados cuando se inclinan
hacia el espacio.
En posicin dice el padre capitn De Soy a por los auriculares.
Distancia, cien metros y acercndonos.
La ahusada nave con aletas llena la visin cuando se aproximan. Entre ambas
naves parpadean campos de contencin defensivos, disipando rpidamente los
disparos energticos y de contrapresin. El visor de Gregorius se opaca, se aclara
y se opaca con las explosiones.
Dentro del alcance mnimo de sus ray os advierte De Soy a desde el
centro de control de combate. Ahora!
Gregorius hace una sea y sus hombres salen al mismo tiempo que l. Los
propulsores de sus paks de reaccin escupen diminutas llamas azules mientras
corrigen su arco.
Campos de irrupcin y a! ordena De Soy a.
Los campos de contencin chocan y se anulan mutuamente slo unos
segundos, pero es suficiente: Gregorius, Kee y Rettig estn ahora dentro del
huevo defensivo de la otra nave.
Kee dice Gregorius por radio, y el otro desva los propulsores y se lanza
hacia la proa de la nave que desacelera. Rettig. La otra armadura se dirige
hacia el tercio inferior de la nave. Gregorius aguarda hasta ltimo momento para
anular su velocidad, gira, aplica toda su potencia y siente que sus gruesas suelas
tocan el casco en silencio. Activa las grapas de las botas, siente la conexin,
separa las piernas, se agazapa sobre el casco haciendo contacto con una sola
bota.
Conectado dice el cabo Kee por banda angosta.
Conectado dice Rettig un segundo despus.
El sargento Gregorius coge la cuerda del collar de abordaje, la apoy a en el
casco, activa el adhesivo y sigue arrodillado sobre l. Est dentro de un crculo
negro de un metro y medio de dimetro.
Al contar tres dice por el micrfono. Tres dos uno desplegar.
Toca su controlador de pulsera y pestaea cuando un dosel microdelgado de
polmero molecular sale del crculo, se cierra sobre su cabeza y sigue creciendo
sobre l. A los dos segundos est dentro de un saco transparente de veinte metros,
como un soldado con armadura dentro de un condn gigante.
Listo dice Kee. Rettig repite la palabra.

Colocado dice Gregorius, poniendo una carga explosiva contra el casco


y apoy ando el dedo en el control. A la cuenta de cinco La nave rota
debajo de ellos, disparando los propulsores y motores principales casi al azar,
pero el Rafael la ha encerrado en el frreo abrazo de un campo de contencin, y
los hombres no se apartan del casco. Cinco cuatro tres dos uno
y a!
La silenciosa detonacin no tiene fogonazo ni retroceso. Un crculo de casco
de ciento veinte centmetros vuela hacia dentro. Gregorius slo ve el fantasma
del saco polmero de Kee en torno de la curva del pasillo, el destello de la luz
solar mientras se infla. El saco de Gregorius tambin se infla como un globo
gigante cuando la atmsfera sale de la brecha y llena el espacio que lo rodea.
Oy e un chillido huracanado por sus antenas externas durante cinco segundos,
luego silencio cuando el espacio que lo rodea ahora lleno de oxgeno y
nitrgeno, segn sus sensores se llena de polvo y detritos arrojados durante la
breve diferencial de presin.
Entrando y a! exclama Gregorius, empuando su rifle de plasma
mientras se abre paso al interior.
No hay gravedad. Es una sorpresa para el sargento, que est dispuesto a rodar
por las cubiertas, pero al cabo de segundos se adapta y gira en crculos, mirando
en torno.
Una sala. Cojines, una antigua pantalla de vdeo, anaqueles con libros
Un hombre sube flotando por el pozo central.
Alto! exclama Gregorius, usando bandas de radio comunes y el
altoparlante del casco. El hombre no se detiene. Trae algo en la mano.
Gregorius dispara. El proy ectil de plasma abre un boquete de diez
centmetros de anchura. Sangre y vsceras saltan de la figura tambaleante, y
algunos glbulos manchan el visor de Gregorius y su peto blindado. El muerto
suelta el objeto, y Gregorius lo mira mientras lo patea hacia la escalera. Es un
libro.
Maldicin masculla el sargento. Ha matado a un hombre desarmado.
Perder puntos por ello.
Adentro, nivel superior, nadie aqu transmite Kee. Bajando.
Sala de mquinas dice Rettig. Un hombre aqu. Trat de huir y tuve
que abatirlo. Ni rastro de la nia. Subiendo.
Debe de estar en el nivel medio o el nivel de la cmara de presin ruge
el sargento. Avancen con cautela.
Las luces se apagan, y el farol del casco de Gregorius y la linterna de su rifle
se encienden automticamente, con haces claramente visibles en un aire lleno de
polvo, globos de sangre y artefactos que ruedan. Se detiene frente a la escalera.
Alguien o algo se acerca flotando. Gregorius mueve el casco, pero la luz del
rifle de plasma ilumina primero esa silueta.

No es la nia. Gregorius ve una confusa mole de gran tamao, superficies


filosas, espinos, brazos, ardientes ojos rojos. Debe decidir en un segundo: si
dispara ray os de plasma por el pozo abierto, puede herir a la nia. Si no hace
nada, morir. Las filosas garras se le acercan mientras vacila.
Gregorius ha amarrado la vara de muerte al rifle de plasma antes de abordar
la nave. Se aleja de un puntapi, encuentra un ngulo, activa la vara.
La silueta filosa sigue de largo, los cuatro brazos flojos, los ojos rojos tenues.
La maldita cosa no es invulnerable a las varas de muerte , piensa Gregorius.
Tiene sinapsis. Entrev a alguien encima de l, apunta el rifle, identifica a Kee.
Los dos hombres descienden de cabeza por el pozo. Ser embarazoso si alguien
enciende el campo interno y vuelve la gravedad piensa Gregorius. Tenlo en
cuenta .
La tengo anuncia Rettig. Estaba escondida en un cubculo de fuga.
Gregorius y Kee descienden hasta el nivel de fuga. Una silueta maciza en
armadura de combate aferra a la nia. Gregorius repara en el cabello castao
con mechones rubios, los ojos oscuros y los puos que golpean en vano la
armadura de Rettig.
Es ella dice. Se comunica con el Rafael. Nave despejada. Tenemos a
la nia. Esta vez, slo dos defensores y la criatura.
Enterado responde De Soy a. Dos minutos quince segundos,
impresionante. Pueden regresar.
Gregorius asiente, echa un vistazo ms a la nia cautiva, que y a no se resiste,
y teclea los controles del traje.
Parpadea y ve a los otros dos tendidos junto a l, los trajes conectados
umbilicalmente a la realidad virtual tctica. De Soy a ha apagado los campos
internos del Rafael, para mantener mejor la ilusin. Gregorius se quita el casco,
ve que los otros dos hacen lo mismo, y ay uda a Kee a quitarse la aparatosa
armadura.
Los tres se renen con De Soy a en la sala. Podran reunirse en el simulador
de espacio tctico, pero prefieren la realidad fsica para sus deliberaciones.
Fue sencillo dice De Soy a mientras ocupan sus sitios en torno de la mesa.
Demasiado sencillo dice el sargento. No creo que las varas de muerte
maten al Alcaudn. Y la pifi con ese to de la cubierta de navegacin Slo
tena un libro.
De Soy a asiente.
Hizo lo correcto, sin embargo. Mejor eliminarlo que correr riesgos.
Dos hombres desarmados? dice el cabo Kee. Lo dudo. Esto es tan
poco realista como los doce tos armados del tercer ejercicio. Deberamos
proy ectar ms enfrentamientos con los xters Ellos son mortferos.
No s murmura Rettig. Lo miran y esperan.
Seguimos capturando a la nia sin que ella sufra ningn dao dice al fin.

Esa quinta simulacin comienza Kee.


S, y a s dice Rettig. S que entonces la matamos por accidente. Pero
en esa simulacin la nave estaba preparada para estallar. Dudo que eso ocurra.
Quin oy hablar de una nave de cien millones de marcos con un botn de
autodestruccin? Es estpido.
Los otros tres se miran y se encogen de hombros.
Es una idea tonta dice el padre capitn De Soy a, pero program los
planes tcticos para varios parmetros de
S interrumpe el lancero Rettig, su delgado rostro filoso y amenazador
como un cuchillo. Slo quiero decir que si hay combate, las probabilidades de
que la nia salga herida son mucho may ores de lo que sugieren nuestras
simulaciones. Eso es todo.
Rara vez el parco Rettig habla tanto.
Tiene razn dice De Soy a. En nuestra prxima simulacin, elevar el
nivel de peligro para la nia.
Gregorius sacude la cabeza.
Capitn, sugiero que dejemos las simulaciones y regresemos a los
ejercicios fsicos. Es decir Mira su cronmetro de pulsera. El recuerdo del
voluminoso traje de combate le entorpece los movimientos. Dentro de slo
ocho horas esto ser real.
S dice el cabo Kee. De acuerdo. Prefiero estar fuera hacindolo en
serio, aunque as no podamos simular la otra nave.
Rettig asiente de mala gana.
Acepto dice De Soy a. Pero primero comeremos raciones dobles. Slo
han sido ejercicios tcticos, pero ustedes tres han perdido diez kilos la ltima
semana.
El sargento Gregorius se inclina sobre la mesa.
Podemos ver la tray ectoria, seor?
De Soy a teclea el monitor. La larga tray ectoria elipsoide del Rafael y el punto
de traslacin de la nave fugitiva estn por intersectarse. El rojo punto de
interseccin parpadea.
Un nuevo ensay o en espacio real dice De Soy a y luego todos
dormiremos por lo menos dos horas, revisaremos nuestro equipo y calmaremos
los nimos. Mira su propio cronmetro, aunque el monitor exhibe la hora de a
bordo y la hora de intercepcin. Salvo un accidente, la nia debera estar en
nuestras manos dentro de siete horas y cuarenta minutos y estaremos
preparados para la traslacin a Pacem.
Seor dice el sargento Gregorius.
S, sargento.
Con todo respeto, seor, en el puetero universo del Buen Seor no hay
manera de impedir accidentes u otras contingencias.

23
Cul es tu plan? pregunt.
Aenea apart los ojos del libro que estaba ley endo.
Quin dice que tengo un plan?
Me sent en una silla.
Falta menos de una hora para que entremos en el sistema de Parvati. Hace
una semana dijiste que necesitbamos un plan por si ellos saben que venimos.
Cul es el plan, pues?
Aenea suspir y cerr el libro.
A. Bettik haba subido a la biblioteca y se sent a la mesa, algo inslito en l.
No s si tengo un plan dijo la nia.
Me lo tema. La semana haba sido bastante grata; los tres habamos ledo,
charlado y jugado. Aenea era excelente en el ajedrez, buena en el go y
mortfera en el pquer, y los das haban transcurrido sin incidentes. Muchas
veces y o haba intentado sonsacarle sus planes adnde pensaba ir, por qu
escoger Vector Renacimiento, se propona encontrar a los xters?, pero sus
corteses respuestas eran siempre vagas. Aenea demostr gran talento para
hacerme hablar. Yo no haba conocido a muchos nios aun en mi infancia,
haba pocos en nuestro grupo, y rara vez disfrutaba de su compaa, pues
Grandam me resultaba mucho ms interesante, pero los chicos y adolescentes
que haba conocido a travs de los aos nunca haban demostrado tanta
curiosidad ni capacidad para escuchar. Aenea me indujo a describir mis aos de
pastor; demostr especial inters en mi aprendizaje como artesano jardinero;
hizo mil preguntas sobre mis das de barquero y gua de cazadores. Lo nico que
no le interesaba eran mis das de soldado. Pareca especialmente interesada en
mi perra, aunque hablar de Izzy su crianza, su entrenamiento, su muerte me
contrariaba bastante.
Not que incluso poda inducir a A. Bettik a hablar de sus siglos de
servidumbre y y o tambin me prestaba a escuchar pacientemente: el androide
haba visto y experimentado cosas asombrosas: otros mundos, la colonizacin de
Hy perion con Triste Rey Billy, las primeras incursiones del Alcaudn en Equus,
la peregrinacin final que el viejo poeta haba hecho famosa, incluso las dcadas
con Martin Silenus resultaban fascinantes.
Pero la nia deca muy poco. En nuestra cuarta noche de viaje, admiti que
haba salido por la Esfinge hacia el futuro no slo para escapar de las tropas de
Pax, sino para buscar su destino.
Cmo mesas? pregunt intrigado.
Aenea ri.
No dijo, como arquitecta.
Qued sorprendido. Ni los Cantos ni el viejo poeta haban dicho que La Que

Ensea se ganara la vida como arquitecta.


Aenea se encogi de hombros.
Eso es lo que deseo hacer. En mi sueo la persona que poda ensearme
viva en esta poca. As que vine aqu.
La persona que poda ensearte? Cre que t eras La Que Ensea.
Aenea se repantig en los cojines y apoy la pierna en el respaldo del divn.
Raul, qu podra ensear y o? Tengo doce aos estndar y nunca he estado
fuera de Hy perion. Demonios, nunca haba salido del continente de Equus. Qu
puedo ensear?
No supe qu responder.
Quiero ser arquitecta, y en mi sueo el arquitecto que puede formarme
est all afuera Seal el casco, pero comprend que se refera a la Red de
la vieja Hegemona, adonde nos dirigamos.
Quin es?
No conozco su nombre.
En qu mundo est?
No lo s.
Ests segura de que es el siglo correcto? pregunt, tratando de disimular
mi irritacin.
S. Quizs. Eso creo.
Aenea nunca actuaba con petulancia, pero ahora pareca peligrosamente
cerca de ello.
Y acabas de soar con esta persona?
Se sent en los cojines.
No slo soar. Mis sueos son importantes para m. Son ms que sueos. Ya
vers.
Trat de no resoplar de fastidio.
Qu suceder cuando seas arquitecta?
Ella se mordi una ua. Era una mala costumbre que y o planeaba hacerle
abandonar.
A qu te refieres?
El viejo poeta espera grandes cosas de ti. Ser mesas es slo una parte.
Cmo encaja todo eso?
Raul dijo Aenea, levantndose para bajar a su cubculo de fuga, no te
ofendas, pero por qu diablos no me dejas en paz?

Luego se disculp por esa grosera, pero cuando nos sentamos a la mesa
faltando una hora para nuestra traslacin a un sistema estelar extrao, tem que
mi pregunta sobre su plan provocara la misma respuesta.
No fue as. Empez a morderse una ua, se contuvo y dijo:

De acuerdo, tienes razn. Necesitamos un plan. Mir a A. Bettik.


Tienes uno?
El androide neg con la cabeza.
El amo Silenus y y o hablamos de ello muchas veces, M. Aenea, pero
nuestra conclusin era que si Pax llegaba primero a nuestro destino, todo estaba
perdido. No obstante, parece improbable, pues la nave-antorcha que nos persigue
no puede viajar ms rpido que nosotros en el espacio Hawking.
No s intervine. Algunos cazadores a quienes gui en estos aos
mencionaban rumores de que Pax o la Iglesia tenan naves sper veloces.
A. Bettik asinti.
Hemos odo esos rumores, M. Endy mion, pero la lgica sugiere que si Pax
hubiera desarrollado esas naves, un logro que la Hegemona nunca alcanz, dicho
sea de paso, no parece haber motivos para que no equiparan sus naves de guerra
y naves Mercantilus con ese dispositivo.
Aenea tamborile sobre la mesa.
No importa cmo harn para llegar primeros. He soado que lo harn.
Estuve analizando planes, pero
Qu hay del Alcaudn? dije.
Aenea me mir de reojo.
A qu te refieres?
Bien, obr como conveniente deus ex machina en Hy perion, as que me
preguntaba si
Maldicin, Raul! exclam la nia. Yo no ped que esa criatura matara
a esas personas. Ojal no lo hubiera hecho.
Lo s, lo s dije, tocndole la manga para calmarla. A. Bettik haba
recortado viejas camisas del cnsul para ella, pero su vestuario an era escaso.
Saba que aquella carnicera la tena a maltraer. Luego confes que era una
de las razones por las cuales lloraba en su segunda noche de viaje.
Lo lamento dije sinceramente. No quera hablar a la ligera de esa
cosa. Slo pens que si alguien intentaba detenernos de nuevo, tal vez
No insisti Aenea. He soado que alguien trata de impedir que
lleguemos a Vector Renacimiento. Pero no he soado que el Alcaudn nos
ay udara. Tenemos que elaborar nuestro propio plan.
Qu hay del TecnoNcleo? suger. Era la primera vez que hablaba del
TecnoNcleo desde que ella lo haba mencionado el primer da.
Aenea pareca sumida en sus reflexiones, o al menos ignor mi pregunta.
Si hemos de liberarnos de los problemas que nos aguardan, tendr que ser
por mrito propio. O quiz Nave.
S, M. Aenea.
Has escuchado esta conversacin?
Desde luego, M. Aenea.

Tienes alguna idea que pueda ay udarnos?


Ay udaros a evitar la captura si hay naves de Pax esperando?
S rezong Aenea. Con frecuencia perda la paciencia con la nave.
No tengo ideas originales. He intentado recordar cmo el cnsul eludi a
las autoridades locales cuando atravesbamos un sistema
Y?
Bien, como he dicho, mi memoria no es tan completa como
S, s, pero recuerdas alguna manera ingeniosa de eludir a las autoridades?
Bien, ante todo, y endo a ms velocidad que ellas. Como y a hemos dicho,
las modificaciones xters afectaron el campo de contencin y el motor de fusin.
Estos cambios me permiten alcanzar velocidades de traslacin C-plus mucho
ms rpidamente que las gironaves estndar o as era la ltima vez que viaj
entre las estrellas.
A. Bettik entrelaz las manos y le habl a la misma pared donde Aenea fijaba
los ojos.
Ests diciendo que si las autoridades en este caso las naves de Pax
salieran del planeta Parvati o sus cercanas, podras efectuar la traslacin a
Vector Renacimiento antes de que puedan interceptarnos.
Con seguridad dijo la nave.
Cunto tiempo durar la maniobra?
Maniobra?
El tiempo de permanencia en el sistema, antes que podamos efectuar el
salto cuntico para viajar al sistema de Vector Renacimiento dije.
Treinta y siete minutos dijo la nave. Lo cual incluy e reorientacin,
chequeos de navegacin y chequeos de sistemas.
Y si una nave de Pax est esperando cuando regresemos al espacio
normal? pregunt Aenea. Tienes modificaciones xters que puedan
ay udarnos?
No lo creo dijo la nave. Estn los campos de contencin mejorados,
pero no pueden competir con las armas de una nave de guerra.
La nia suspir y se apoy en la mesa.
He reflexionado sobre esto una y otra vez, pero todava no veo en qu nos
puede ay udar.
A. Bettik estaba pensativo, pero l siempre pareca estar pensativo.
Durante el tiempo en que estbamos escondidos, cuidando la nave dijo
, se manifest otra modificacin xter.
Cul? pregunt.
A. Bettik seal hacia abajo, hacia el nivel del holofoso.
Mejoraron la capacidad de transformacin. El modo en que puede
extender el balcn es un ejemplo, as como su aptitud para extender alas durante
un vuelo atmosfrico. Es capaz de abrir cada nivel viviente a la atmsfera,

soslay ando as la vieja entrada de la cmara de presin si es necesario.


Sensacional dijo Aenea, pero todava no entiendo en qu puede
ay udarnos, a menos que la nave pueda transformarse al punto de hacerse pasar
por una nave-antorcha de Pax. Puedes hacerlo, nave?
No, M. Aenea dijo la suave voz masculina. Los xters me introdujeron
fascinantes recursos piezodinmicos, pero todava debemos habrnoslas con la
conservacin de la masa. Al cabo de un segundo de silencio aadi: Lo
lamento, M. Aenea.
Una idea tonta dijo Aenea, y se irgui en el asiento. Era tan obvio que se
le haba ocurrido algo que ni A. Bettik ni y o interrumpimos sus pensamientos por
dos minutos. Al fin dijo: Nave?
S, M. Aenea.
Puedes simular una cmara de presin o una simple abertura en alguna
parte de tu casco?
En cualquier parte, M. Aenea. Salvo en cpsulas de comunicaciones y
zonas que afectan los motores
Pero en las cubiertas habitables? interrumpi la nia. Podras abrirlas
tal como haces que el casco superior se ponga transparente?
S, M. Aenea.
El aire saldra si hicieras eso?
No permitira que sucediera, M. Aenea respondi la nave con voz
levemente alarmada. Al igual que con el balcn del piano, y o preservara la
integridad de todos los campos externos de modo que
Pero podras abrir cada cubierta, no slo la cmara de presin, y
despresurizarla? La obstinacin de la nia me resultaba nueva entonces. Ahora
me resulta familiar.
S, M. Aenea.
A. Bettik y y o escuchbamos sin comentarios. Yo no poda hablar en nombre
del androide, pero personalmente no tena idea de qu se propona la nia. Me
inclin hacia ella.
Esto es parte de un plan? pregunt.
Aenea sonri pcaramente. Era lo que luego y o llamara su sonrisa traviesa.
Es demasiado primitivo para ser un plan dijo, y si me equivoco en
cuanto a las razones por las cuales Pax quiere capturarme bien, no funcionar.
La sonrisa traviesa se convirti en mueca. Tal vez no funcione de todos
modos.
Mir la hora.
Tenemos cuarenta y cinco minutos para la traslacin y para averiguar si
alguien est esperando. Quieres explicarnos ese plan que tal vez no funcione?
La nia empez a hablar. No habl demasiado tiempo. Cuando concluy , el
androide y y o nos miramos.

Tienes razn dije, no es un gran plan y tal vez no funcione.


Aenea an sonrea. Me cogi la mano y mir el cronmetro.
Tenemos cuarenta y un minutos dijo. Inventa uno mejor.

24
El Rafael est en el tramo final de su elipsoide de retorno, lanzndose hacia el
sol de Parvati a 0,03 de la velocidad de la luz. La nave clase Arcngel es una
mole: macizos motores, mdulos de comunicaciones remachados, brazos
esquelticos, plataforma de armamentos y antenas sobresalientes, su diminuta
esfera ambiental y su lanzadera metidas en ese caos a la sazn, pero se convierte
en una nave de guerra sumamente respetable cuando gira ciento ochenta grados
y se lanza de popa hacia el punto de traslacin.
Un minuto para traslacin dice De Soy a por la banda tctica. Los tres
soldados que aguardan en la cmara de presin no necesitan reconocer la
transmisin. Tambin saben que cuando la otra nave ingrese en el espacio real,
slo les resultar visible aun con los magnificadores dos minutos despus.
Amarrado a su divn de aceleracin con los paneles de control alrededor, la
mano enguantada sobre el omnicontrolador, el empalme tctico activo de tal
modo que l y la nave son uno solo, el padre capitn De Soy a escucha la
respiracin de los tres soldados por el canal de comunicaciones mientras observa
la aproximacin de la otra nave.
Recibiendo lectura de distorsin Hawking, ngulo treinta y nueve,
coordenadas cero-cero-cero, treinta y nueve, uno-nueve-nueve dice por el
micrfono. Punto de salida en cero-cero-cero, novecientos kilmetros.
Probabilidad de un solo vehculo, noventa y nueve por ciento. Velocidad relativa,
diecinueve kilmetros por segundo.
De repente la otra nave es visible en radar, en t-dirac y en todos los sensores
pasivos.
La tengo dice De Soy a. A tiempo y puntual maldicin.
Qu? pregunta el sargento Gregorius. l y sus hombres han revisado sus
armas, explosivos y collares de abordaje. Estn preparados para saltar a los tres
minutos.
La nave acelera en vez de desacelerar, como pensbamos en la may ora
de las simulaciones dice De Soy a. En el canal tctico capacita la nave para
ejecutar posibilidades preprogramadas. Un momento ordena a los soldados,
pero los propulsores y a se han disparado, Rafael y a est rotando. No hay
problema dice De Soy a mientras el motor principal arranca, alcanzando ciento
cuarenta y siete gravedades. Permanezcan dentro del campo durante el salto.
Nos llevar slo un minuto ms emparejar velocidades.
Gregorius, Kee y Rettig guardan silencio. De Soy a les oy e respirar.
Tengo imagen visual dice De Soy a despus.
El sargento Gregorius y sus dos soldados se asoman por la cmara abierta.
Gregorius ve la otra nave como una bola de llamas de fusin. Sintoniza las lentes
para ver ms all de eso, eleva los filtros y ve la nave.

Muy parecida a las imgenes tcticas comenta Kee.


No lo creo rezonga el sargento. La realidad nunca es como las
simulaciones tcticas.
Sabe que sus dos hombres se dan cuenta de ello; han estado en combate. Pero
el sargento Gregorius fue instructor en Mando de Pax, en Armaghast, durante
tres aos, y le cuesta quitarse esa costumbre.
Esa nave es rpida dice De Soy a. Si no tuviramos ventaja sobre ellos,
jams los alcanzaramos. Aun as, slo podremos emparejar velocidades dentro
de cinco o seis minutos.
Slo necesitamos tres dice Gregorius. Slo pnganos en posicin de
abordaje, capitn.
Posicin de abordaje repite De Soy a. Nos est estudiando. El Rafael
no posee capacidad de sigilo, y cada instrumento registra que los sensores de la
otra nave lo estn enfocando. Un kilmetro, y todava no hay actividad de
armas. Campos a pleno. Delta-V en descenso. Ochocientos metros.
Gregorius, Kee y Rettig empuan sus rifles de plasma y se agazapan.
Trescientos metros doscientos dice De Soy a. La otra nave es pasiva,
su aceleracin elevada pero constante. En la may ora de las simulaciones De
Soy a haba previsto una persecucin antes de la irrupcin en los campos de la
otra nave. Esto es demasiado fcil. El padre capitn se preocupa por primera vez
. Alcance mnimo de caones. Ya!
Los tres guardias suizos saltan de la cmara, escupiendo llamas azules por sus
paks de reaccin.
Disgregando, y a! ordena De Soy a. Los campos de la otra nave se
niegan a caer durante una eternidad, casi tres segundos, un tiempo nunca
simulado en los ejercicios tcticos, pero al fin caen. Campos abajo!
informa De Soy a, pero los guardias suizos y a lo saben. Estn rodando,
desacelerando, cay endo sobre el casco enemigo en los puntos de acceso
planeados: Kee cerca de la proa, Gregorius en lo que era el nivel de navegacin
en el viejo croquis, Rettig sobre la sala de mquinas.
Contacto dice Gregorius. Los otros dos confirman su aterrizaje un
segundo despus. Collares de abordaje colocados jadea el sargento.
Colocados confirma Kee.
Colocados confirma Rettig.
Desplegar a la cuenta de tres ruge el sargento. Tres, dos, uno
desplegar.
El saco polmero se infla a la luz del sol.
En el divn de mando, De Soy a observa el delta-V. La aceleracin se ha
elevado a ms de 230 gravedades. Si los campos fallan ahora
Ahuy enta ese pensamiento. El Rafael lucha para mantener las velocidades
emparejadas. Dentro de cuatro o cinco minutos, tendr que apartarse o correr el

riesgo de recalentar los sistemas de fusin. Deprisa , urge en silencio a las


siluetas con armadura que ve en las pantallas de espacio tctico y vdeo.
Preparado informa Kee.
Preparado informa Rettig desde cerca de las aletas de popa de esa nave
absurda.
Instalar cargas ordena Gregorius, y adhiere la suy a al casco. A la
cuenta de cinco. Cinco, cuatro, tres
Padre capitn De Soy a dice una voz de nia.
Alto! ordena De Soy a. La imagen de la nia ha aparecido en todas las
bandas de comunicaciones. Est sentada a un piano. Es la misma nia que vio en
la Esfinge de Hy perion tres meses atrs.
Alto! repite Gregorius, el dedo sobre el botn de detonacin del pecho.
Los otros guardias obedecen. Todos contemplan la emisin de vdeo por sus
visores.
Cmo sabes mi nombre? pregunta el padre capitn De Soy a.
Al instante comprende que la pregunta es estpida. No importa, sus hombres
deben entrar en la nave dentro de tres minutos o el Rafael quedar rezagado,
dejndolos solos en la otra nave. Han simulado esa posibilidad los guardias
aduendose de la nave despus de capturar a la nia, reduciendo la velocidad
para esperar a De Soy a, pero es preferible evitarla. Aprieta un punto que enva
su imagen de vdeo a la nave de la nia.
Hola, padre capitn De Soy a dice la nia, sin prisa, con gran calma, si
sus hombres intentan abordar mi nave, despresurizar mi nave y morir.
De Soy a parpadea.
El suicidio es un pecado mortal dice.
En la pantalla la nia asiente con seriedad.
S, pero y o no soy cristiana. Adems, preferira ir al infierno que ir con
usted.
De Soy a mira intensamente la imagen. Los dedos de la nia no estn cerca
de ningn control.
Capitn dice Gregorius por el canal confidencial, si la nia abre la
cmara de aire, puedo llegar a ella y envolverla con el saco de transferencia
antes de una descompresin total.
La nia mira desde la pantalla. De Soy a no mueve los labios cuando
subvocaliza por el canal de banda angosta.
Ella no es de la cruz dice. Si muere, no hay garantas de que podamos
revivirla.
Hay buenas probabilidades de que el equipo quirrgico de la nave pueda
resucitarla y sanar las lesiones de una simple descompresin insiste Gregorius
. Su nivel tardar treinta segundos o ms en perder todo el aire. Puedo llegar a
ella. Tan slo imparta la orden.

Hablo en serio dice la nia por la pantalla.


Al instante, un sector circular del casco se abre en torno del capitn Kee, y la
atmsfera es expulsada al vaco, llenando el saco del collar de abordaje de Kee
como un globo y lanzndolo al interior cuando ambos chocan con el campo
externo y se deslizan hacia la proa de la nave. El pak de reaccin de Kee se
dispara, y l se estabiliza antes de caer en la cola de fusin de la nave.
Gregorius apoy a el dedo en el detonador.
Capitn! exclama.
Espere subvocaliza De Soy a. La imagen de esa nia en mangas de
camisa le congela el corazn de angustia. El espacio que hay entre las dos naves
se llena de partculas coloidales y cristales de hielo.
Estoy aislada de la sala superior dice la nia, pero si usted no ordena a
sus hombres que regresen, abrir todos los niveles.
En menos de un segundo la cmara de presin se abre con una explosin, y
un crculo de dos metros aparece en el casco, donde estaba Gregorius. El
sargento se haba metido por el saco del collar, desplazndose a otro sitio en
cuanto la nia hablaba. Ahora rueda por la explosin de atmsfera y desechos
que salen de la abertura, activa sus propulsores y planta las botas en una seccin
de casco cinco metros ms abajo. En su mente ve el croquis, sabe que la nia
est ah adentro, a pocos metros de sus manos. Si ella volara esta seccin, l la
apresara, la encerrara en el saco y en dos minutos la llevara al equipo
quirrgico del Rafael. Inspecciona su pantalla tctica: Rettig salt al espacio
segundos antes de que una seccin de casco se abriera debajo de l. Ahora flota
a tres metros del casco.
Capitn! grita Gregorius por banda angosta.
Espere ordena De Soy a. Le dice a la nia: No queremos hacerte
dao
Entonces ordneles que regresen replica la nia. Ya, o abro el ltimo
nivel.
Federico de Soy a siente que el tiempo se vuelve ms lento mientras sopesa
sus opciones. Sabe que tiene menos de un minuto para iniciar su desaceleracin.
Las alarmas relampaguean en sus conexiones tcticas con la nave y en todos los
tableros. No quiere dejar a sus hombres, pero el factor ms importante es la nia.
Sus rdenes son especficas y absolutas: Traiga a la nia con vida .
El entorno tctico virtual de De Soy a emite pulsaciones rojas, una
advertencia de que la nave debe desacelerar dentro de un minuto o se activarn
las anulaciones automticas. Sus tableros de control cuentan la misma historia.
Teclea los canales audibles, emite por bandas comunes y por banda angosta.
Gregorius, Rettig, Kee regresen al Rafael. Ya!
El sargento Gregorius siente la furia y la frustracin como un fogonazo de
radiacin csmica, pero es un miembro de la Guardia Suiza.

Regresando y a, seor! replica. Desprende su explosivo y salta hacia el


Arcngel. Los otros dos se elevan del casco con llamaradas azules de sus
propulsores. Los campos fusionados parpadean el tiempo suficiente para permitir
que los tres hombres pasen. Gregorius llega primero al casco del Rafael, coge
una agarradera y arroja a sus hombres a la cmara de presin cuando pasan
flotando. Entra, confirma que los dems estn sujetos a redes.
Adentro y seguros, seor transmite.
Rompiendo contacto dice De Soy a, transmitiendo por todas las bandas
para que la nia tambin oiga. Pasa del espacio tctico a tiempo real y toca el
omnicontrolador.
El Rafael detiene su aceleracin del ciento diez por ciento, separa su campo
del campo del blanco, se rezaga. De Soy a ensancha la distancia que lo separa de
la nave de la nia, manteniendo el Rafael lejos de las estelas de fusin. Todo
indica que la otra nave est desarmada, pero ese trmino es relativo cuando una
estela de fusin puede alcanzar cien kilmetros de longitud. Los campos externos
del Rafael estn en defensa plena, las contramedidas en automtico pleno, listos
para reaccionar en una millonsima de segundo.
La nave de la nia sigue alejndose del plano de la eclptica. Parvati no es su
destino.
Una cita con los xters? , se pregunta De Soy a. Los sensores de su nave
no muestran actividad ms all de las patrullas orbitales de Parvati, pero
enjambres xters enteros pueden estar aguardando ms all de la heliosfera.
Veinte minutos despus, con la nave de la nia a cientos de miles de
kilmetros de distancia, la pregunta recibe respuesta.
Tenemos distorsin Hawking informa el padre capitn De Soy a a los tres
hombres que an se aferran a sus amarras en la cmara. La nave se prepara
para traslacin.
Adnde? pregunta Gregorius. La tonante voz del sargento no revela su
furor ante el fracaso.
De Soy a chequea sus lecturas.
El espacio de Vector Renacimiento responde. Muy cerca del planeta.
Gregorius y los otros dos guardias suizos callan. De Soy a imagina sus
preguntas silenciosas. Por qu Vector Renacimiento? Es un baluarte de Pax,
con dos mil millones de cristianos, decenas de miles de efectivos, veintenas de
naves de guerra de Pax. Por qu all? .
Tal vez ella no sepa lo que hay all reflexiona en voz alta por el interfono.
Pasa a espacio tctico y revolotea por encima del plano de la eclptica,
observando el punto rojo que se traslada a C-plus y desaparece del sistema solar.
El Rafael an sigue su curso, a cincuenta minutos del vector de traslacin. De
Soy a sale del espacio tctico, chequea todos los sistemas.
Ya pueden salir de la cmara. Aseguren el equipo.

No les pide opinin. No se discute si trasladar el Arcngel al espacio de


Vector Renacimiento. El curso y a est fijado y la nave se prepara para el salto
cuntico. De Soy a no vuelve a preguntar si estn preparados para morir de
nuevo. Este salto ser tan fatal como el anterior, pero los dejar en un espacio
ocupado por Pax, cinco meses delante de la nave de la nia. De Soy a slo se
pregunta si debe esperar a que el San Antonio entre en el espacio de Parvati para
explicar la situacin al capitn.
Decide no esperar. No tiene sentido pocas horas de diferencia en una
ventaja de cinco meses pero est impaciente. De Soy a ordena al Rafael que
lance una boy a repetidora y graba rdenes para el capitn Sati del San Antonio:
traslacin inmediata a Vector Renacimiento, un viaje de diez das para la naveantorcha, con la misma deuda temporal de cinco meses que pagar la nia, con
preparativos para combate inmediato en cuanto ingrese en el espacio de Vector
Renacimiento.
Una vez que ha lanzado la boy a y transmitido rdenes a Parvati, De Soy a
hace girar el divn de aceleracin para encarar a sus tres hombres.
S que eso fue decepcionante dice.
El sargento Gregorius calla, y su rostro oscuro est impasible como la piedra,
pero el padre capitn De Soy a sabe leer el mensaje que hay detrs del silencio:
Otros treinta segundos y la habra capturado .
A De Soy a no le importa. Ha comandado hombres y mujeres por ms de una
dcada, ha enviado a subalternos ms valientes y leales que ste a morir sin
permitirse remordimientos ni sentir necesidad de dar explicaciones, as que no
pestaea frente al corpulento guardia.
Pienso que la nia habra cumplido su amenaza afirma, dando a
entender que este tema no se prestar a discusiones, pero y a no tiene
importancia. Sabemos adnde se dirige. Quiz sea el nico sistema de este sector
del espacio de Pax donde nadie, ni siquiera un enjambre xter, podra entrar o
salir sin ser detectado ni detenido. Tendremos cinco meses para prepararnos para
la llegada de la nave, y esta vez no estaremos operando a solas. De Soy a hace
una pausa para recobrar el aliento. Ustedes tres han trabajado duramente, y
este fracaso no es culpa de ustedes. Ver de enviarlos inmediatamente a su
unidad en cuanto lleguemos al espacio de Vector Renacimiento.
Gregorius ni siquiera tiene que mirar a sus dos hombres para hablar en
nombre de ellos.
Con el perdn del padre capitn si nuestra opinin cuenta, seor,
preferiramos quedarnos con usted en el Rafael hasta que la nia est capturada y
camino a Pacem, seor.
De Soy a procura disimular su sorpresa.
Hummm Bien, veremos qu pasa, sargento. Vector Renacimiento es el
cuartel general de la flota, y all estarn muchos de nuestros jefes. Veremos qu

pasa. Pongamos todo en orden. Nos trasladamos dentro de veinticinco minutos.


Seor?
S, cabo Kee.
Esta vez escuchar nuestras confesiones antes de nuestra muerte?
De Soy a trata de mantener una expresin neutra.
S, cabo. Terminar este chequeo y dentro de diez minutos estar en la sala
para la confesin.
Gracias, seor dice Kee con una sonrisa.
Gracias dice Rettig.
Gracias, padre grue Gregorius.
Los tres ponen manos a la obra, quitndose la maciza armadura de combate.
En ese instante De Soy a tiene un atisbo intuitivo del futuro y siente su peso sobre
los hombros. Seor, dame fuerzas para cumplir tu voluntad lo pido en
nombre de Jess Amn .
Volvindose hacia sus paneles de mando, De Soy a inicia el chequeo final
antes de la traslacin y la muerte.

25
Una vez, mientras guiaba a unos cazadores de patos nacidos en los marjales
de Hy perion, pregunt a uno de ellos, un piloto que comandaba el dirigible
semanal que una las Nueve Colas de Equus con Aquila, cmo era su trabajo.
Pilotar un dirigible? Como dice el antiguo dicho, largas horas de
aburrimiento interrumpidas por minutos de puro pnico.
Este viaje era parecido. No quiero decir que y o estuviera aburrido el
interior de la nave, con sus libros, sus viejos holos y su piano de cola, contena
suficientes atracciones como para impedir que me aburriera en los prximos diez
das, adems de que estaba conociendo a mis compaeros de viaje, pero y a
habamos experimentado estos largos y lentos perodos de grato ocio puntuados
por interludios de frenticos caudales de adrenalina.
En el sistema de Parvati fue perturbador alejarse de la cmara de vdeo y
ver cmo la nia amenazaba con suicidarse matndonos a nosotros si la
nave de Pax no se alejaba. Durante diez meses y o haba trabajado en una mesa
de blackjack en Felix, una de las Nueve Colas, y haba observado a muchos
jugadores; esta nia de once aos era una excelente jugadora de pquer. Ms
tarde, cuando le pregunt si habra cumplido la amenaza y abierto nuestro ltimo
nivel presurizado al espacio, puso su sonrisa traviesa e hizo un ademn vago y
desdeoso, como si borrara ese pensamiento del aire. Me habitu a ese gesto con
los meses y con los aos.
Bien, cmo sabas el nombre de ese capitn? pregunt.
Esperaba or una revelacin acerca de los poderes de una protomesas, pero
Aenea slo respondi:
El me estaba esperando en la Esfinge cuando sal hace una semana.
Supongo que o que alguien lo llamaba por el nombre.
Lo puse en duda. Si el padre capitn haba estado en La Esfinge, el
procedimiento estndar del ejrcito de Pax le habra obligado a estar enfundado
en armadura de combate y comunicarse por canales seguros. Pero por qu
mentira la nia? Y por qu estoy buscando lgica y cordura? me pregunt
. Hasta ahora no las hubo .
Cuando Aenea baj a ducharse despus de nuestra dramtica salida del
sistema de Parvati, la nave trat de tranquilizarnos a A. Bettik y a m.
No os preocupis. Yo no habra permitido vuestra muerte por
descompresin.
El androide y y o intercambiamos una mirada. Creo que ambos nos
preguntbamos si la nave saba qu habra hecho, o si la nia ejerca sobre ella
algn control especial.
Al transcurrir los das del segundo tramo del viaje, me sorprend meditando
sobre esa situacin y mi reaccin ante ella. Comprend que el principal problema

haba sido mi pasividad, casi irrelevancia durante todo el viaje. Tena veintisiete
aos, era ex soldado y hombre de mundo aunque mi mundo fuera slo el remoto
Hy perion y haba permitido que una nia enfrentara la nica emergencia que
habamos tenido. Comprend por qu A. Bettik haba sido tan pasivo en la
situacin; a fin de cuentas, estaba condicionado por su bioprogramacin y por
siglos de costumbre para acatar decisiones humanas. Pero por qu y o haba sido
tan inservible? Martin Silenus me haba salvado la vida y me haba enrolado en la
descabellada misin de proteger a la nia, mantenerla con vida y ay udarla a
llegar a destino. Hasta ahora, lo nico que haba hecho era pilotar una alfombra y
ocultarme detrs de un piano mientras la nia se enfrentaba con una nave de
guerra.
Los cuatro, incluida la nave, hablamos sobre esa nave de guerra cuando
salimos del espacio de Parvati. Si Aenea estaba en lo cierto, si el padre capitn
De Soy a haba estado en Hy perion durante la apertura de la tumba, entonces Pax
haba encontrado modo de tomar un atajo por el espacio Hawking. Las
implicaciones de esa realidad no slo eran perturbadoras; me mataban de miedo.
Aenea no pareca demasiado preocupada. Pasaron los das y nos adaptamos
a esa cmoda aunque claustrofbica rutina de a bordo: el piano despus de la
cena, recorrer la biblioteca mirando los holos y bitcoras de navegacin de la
nave en busca de pistas acerca del destino final del cnsul (haba muchas pistas,
ninguna definitiva), jugar a los naipes por la noche (la nia era, en efecto, una
temible jugadora de pquer) y ejercicios en ocasiones, para lo cual y o peda a la
nave que fijara el campo de contencin en uno-coma-tres gravedades en el pozo
de la escalera, y luego suba y bajaba los seis pisos corriendo durante cuarenta y
cinco minutos. No s qu efecto tendra sobre el resto de mi cuerpo, pero mis
pantorrillas, muslos y tobillos pronto parecieron pertenecer al elefantoide de un
mundo joviano.
Cuando Aenea comprendi que el campo se poda limitar a pequeas zonas
de la nave, no hubo manera de detenerla. Empez a dormir en una burbuja de
gravedad cero en la cubierta de fuga. Descubri que la mesa de la biblioteca se
poda transformar en mesa de billar, e insisti en jugar por lo menos dos partidas
por da, en cada ocasin con diferente gravedad. Una noche o un ruido mientras
lea en el nivel de navegacin, baj hasta el holofoso y encontr el casco abierto,
el balcn extendido y sin el piano y una gigantesca esfera de agua de ocho o diez
metros de dimetro flotando entre el balcn y el campo de contencin externo.
Qu diablos haces?
Es divertido dijo una voz desde el interior de la palpitante burbuja de
agua. Una cabeza con cabello mojado hendi la superficie, colgando cabeza
abajo a dos metros del piso del balcn. Entra exclam la nia. El agua
est tibia.
Me alej de esa aparicin, apoy ando mi peso en la baranda y tratando de no

pensar en lo que pasara si esa burbuja localizada del campo fallaba por un
segundo.
A. Bettik ha visto esto?
La nia se encogi de hombros. Ms all del balcn estallaban los fuegos de
artificio fractales, arrojando increbles colores y reflejos sobre la esfera de agua.
La esfera era una gran burbuja azul con retazos ms claros en la superficie y el
interior, donde palpitaban burbujas de aire. Me recordaba fotos de Vieja Tierra.
Aenea hundi la cabeza, su silueta borrosa atraves el agua un momento y
emergi cinco metros ms arriba en la superficie curva. Algunos glbulos ms
pequeos saltaron y cay eron a la superficie de la esfera ms grande, arrastrada
supuse por la diferencial de campo, enviando complejas ondas concntricas
por la superficie del globo de agua.
Entra repiti la nia. Lo digo en serio.
No tengo traje.
Aenea flot un segundo, se arque y se sumergi. Cuando emergi, cabeza
arriba desde mi perspectiva, dijo:
Quin tiene traje? No lo necesitas!
Yo saba que no bromeaba porque haba entrevisto sus vrtebras y costillas, y
su breve trasero de varn reflejaba la luz fractal como dos pequeos hongos
blancos asomando en un estanque. Vista de atrs, nuestra protomesas de doce
aos era sexualmente tan atractiva como ver holos de los nietos de una ta lejana
en la baera.
Entra, Raul! insisti, y se lanz hacia el lado opuesto de la esfera.
Vacil slo un segundo antes de quitarme la bata y la ropa. No slo conserv
mis calzoncillos, sino la camiseta que a menudo usaba como pijama.
Por un instante permanec en el balcn, sin saber cmo meterme en esa
esfera que flotaba encima de m.
Salta, torpe! grit una voz desde el arco superior de la esfera.
La transicin a gravedad cero comenzaba a un metro y medio de altura. El
agua estaba helada.
Gir, grit, sent que en mi cuerpo se encoga todo aquello que se poda
encoger, y me puse a chapotear, tratando de mantener la cabeza por encima de
la superficie curva. No me sorprendi que A. Bettik saliera al balcn para
averiguar a qu venan tantos gritos. Se cruz de brazos y se apoy en la baranda,
cruzando las piernas.
El agua est tibia! ment, mientras me castaeteaban los dientes.
Entra!
El androide sonri y sacudi la cabeza como un padre paciente. Me encog de
hombros, di media vuelta y me sumerg. Tard un par de segundos en recordar
que nadar es como moverse en gravedad cero, que flotar en el agua en gravedad
cero es como nadar en otra parte. De cualquier modo, la resistencia del agua

haca que la experiencia se pareciera ms a la natacin que a la flotacin en


gravedad cero, aunque estaba la diversin adicional de toparse con una burbuja
de aire en el interior de la esfera y hacer una pausa para recobrar el aliento antes
de seguir nadando bajo el agua.
Al cabo de un momento de desorientacin, llegu a una burbuja de un metro
de anchura, me detuve antes de entrar en la esfera y mir encima de m para
ver cmo emergan la cabeza y los hombros de Aenea.
Ella me mir y salud con la mano. Tena la carne de gallina en el pecho
desnudo, por el agua fra o el aire fro.
Vay a diversin, eh? dijo, escupiendo agua y echndose el cabello hacia
atrs. El agua le oscureca el cabello castao y rubio. La mir tratando de ver en
ella a su madre, la morena detective lusiana. No sirvi de nada. Yo nunca haba
visto una imagen de Brawne Lamia, slo haba odo descripciones de los Cantos.
Lo difcil es no volar desde el agua cuando llegas al borde dijo Aenea
mientras nuestra burbuja se desplazaba y contraa, la pared de agua curvndose
en torno de nosotros. Una carrera hasta fuera!
Gir y patale. Trat de seguirla, pero comet el error de cruzar la burbuja de
aire (por Dios, espero que ni A. Bettik ni la nia vieran ese pattico espasmo de
brazos y piernas) y termin en el borde de la esfera medio minuto detrs de ella.
Ah pisbamos agua; la nave y el balcn estaban debajo, fuera de nuestra vista, y
la superficie acuosa se curvaba a izquierda y derecha como una catarata,
mientras arriba los fractales carmeses se expandan, explotaban, se contraan y
volvan a expandirse.
Ojal pudiramos ver las estrellas dije, y me sorprend de haber hablado
en voz alta.
Ojal convino Aenea. Irgui el rostro hacia el perturbador espectculo
de luces, y cre ver una sombra de tristeza sobre sus rasgos. Tengo fro dijo
al fin. Not que apretaba las mandbulas en un esfuerzo para impedir que le
castaetearan los dientes. La prxima vez que ordene a la nave que construy a
una piscina, le recordar que no use agua fra.
Ser mejor que salgas dije. Nadamos por la curva de la esfera. El
balcn pareca una pared que se elevaba para saludarnos, y la nica anomala
era la silueta de A. Bettik al costado, extendiendo una toalla hacia Aenea.
Cierra los ojos dijo ella. Cerr los ojos y sent los gruesos glbulos de
agua en gravedad cero golpendome el rostro mientras ella sala de la tensin de
superficie de la esfera y flotaba ms all. Un segundo despus o el bofetn de
sus pies descalzos aterrizando en el balcn.
Aguard unos segundos y abr los ojos. Aenea se acurrucaba contra la
voluminosa toalla en que la envolva A. Bettik. Le castaeteaban los dientes a
pesar de sus esfuerzos.
Ten cuidado dijo. Rota tan pronto como puedas al salir del agua, o te

caers de cabeza y te partirs la nuca.


Gracias dije, sin la intencin de salir de la esfera antes de que ella y A.
Bettik se fueran del balcn. Se fueron poco despus y y o emerg, mov brazos y
piernas en un intento de girar ciento ochenta grados antes de que la gravedad se
reafirmara, gir ms de la cuenta y aterric sobre mis posaderas.
Cog la otra toalla que A. Bettik haba dejado en la baranda, me sequ la cara.
Nave, y a puedes anular el microcampo de gravedad cero.
Comprend mi error al instante, pero no atin a anular la orden. Varios cientos
de litros de agua se desplomaron sobre el balcn, una maciza cascada de peso
helado y aplastante. Si hubiera estado justo debajo, bien podra haber muerto, un
final levemente irnico para una gran aventura. Como estaba sentado a un par de
metros, el diluvio slo me aplast contra el balcn, me apres en su vrtice
mientras se derramaba y amenaz con arrojarme al espacio y ms all de la
proa, hasta el fondo de la burbuja elipsoide del campo de contencin, donde
terminara como un insecto ahogado en una jarra ovoide.
Cog la baranda y me sostuve mientras pasaba el torrente.
Lo lamento dijo la nave, comprendiendo su error y remodelando el
campo para contener esa tromba. Not que el agua no haba pasado por la puerta
abierta hacia el nivel del holofoso.
Cuando el microcampo hubo elevado el agua en chorreantes esferas,
encontr mi toalla empapada y entr. Mientras el casco se cerraba a mis
espaldas y el agua era devuelta a sus tanques (donde sera purificada para
nuestro uso o servira como masa de reaccin), me detuve de pronto.
Nave!
S, M. Endy mion?
Esto no habr sido una broma de mal gusto, eh?
Te refieres a obedecer tu orden de anular el microcampo de gravedad
cero, M. Endy mion?
S.
Las consecuencias fueron producto de una leve omisin, M. Endy mion. Yo
no hago bromas. Ten la certeza de que no padezco de sentido del humor.
Hummm dije, poco convencido. Llevando conmigo mis zapatos y ropas
empapadas, fui arriba a secarme y vestirme.

Al da siguiente visit a A. Bettik en lo que l llamaba la sala de mquinas .


El lugar recordaba la sala de mquinas de una nave martima tubos calientes,
objetos oscuros pero macizos con forma de dnamo, pasarelas y plataformas de
metal, pero A. Bettik me mostr que el propsito primordial de ese sitio era
crear una interfaz con los motores y generadores de campo de la nave por medio
de varios conectores semejantes a simuladores. Nunca he disfrutado de las

realidades generadas por ordenador, y despus de probar algunas de las vistas


virtuales de la nave me desconect y permanec sentado junto a la hamaca de A.
Bettik mientras hablbamos. Me cont que haba contribuido a mantener y
remodelar la nave durante largas dcadas, y que haba empezado a temer que
nunca volara de nuevo. Not que le alegraba haber emprendido el viaje.
Siempre habas planeado realizar el viaje con quien el viejo poeta
escogiera para rescatar a la nia? pregunt.
El androide me mir de hito en hito.
Durante este ltimo siglo he pensado en ello, M. Endy mion. Pero rara vez
lo consider una realidad potencial. Te agradezco que lo hay as permitido.
Su gratitud era tan sincera que por un instante me avergonz.
Ser mejor que no me lo agradezcas hasta que hay amos escapado de Pax
dije para cambiar de tema. Supongo que nos estarn esperando en el
espacio de Vector Renacimiento.
Parece probable. El hombre de tez azul no pareca preocupado por esta
posibilidad.
Crees que la amenaza de Aenea de abrir la nave al espacio dar resultado
por segunda vez?
A. Bettik neg con la cabeza.
Desean capturarla viva, pero esa artimaa no los engaar de nuevo.
Enarqu las cejas.
De veras crees que era una artimaa? Tuve la impresin de que estaba
dispuesta a hacerlo.
Creo que no. No conozco bien a esta nia, pero tuve el placer de pasar unos
das con su madre y los dems peregrinos cuando cruzaron Hy perion. M. Lamia
era una mujer que amaba la vida y respetaba las vidas ajenas. Creo que M.
Aenea habra cumplido la amenaza de haber estado sola, pero no creo que sea
capaz de causarnos dao a nosotros.
No supe qu responder, as que hablamos de otras cosas: la nave, nuestro
destino, la extraeza de los mundos de la Red tanto tiempo despus de la Cada.
Si descendemos en Vector Renacimiento dije, planeas dejarnos all?
Dejaros? A. Bettik demostr sorpresa por primera vez. Por qu os
iba a dejar all?
Hice un gesto tmido con la mano.
Bien supongo es decir, siempre cre que queras tu libertad y la
encontraras en el primer mundo civilizado donde aterrizramos. Call antes de
ponerme ms en ridculo.
Encuentro la libertad al contar con permiso para venir en este viaje
murmur el androide. Sonri. Adems, M. Endy mion, si me quedara en
Vector Renacimiento no podra pasar inadvertido.
Esto plante un tema en el que haba estado pensando.

Podras modificar el color de tu piel. El cirujano automtico de la nave


puede hacerlo Call de nuevo, viendo en su expresin algo que no entenda.
Como sabes, M. Endy mion, los androides no estamos programados como
las mquinas, ni siquiera tenemos parmetros bsicos y asimotivadores como las
primeras IAs de ADN que evolucionaron hasta convertirse en las inteligencias
del Ncleo, pero cuando disearon nuestro instinto nos impusieron ciertas
inhibiciones. Una consiste en obedecer a los humanos cuando sea razonable e
impedir que sufran dao. Este asimotivador es ms antiguo que la robtica y la
bioingeniera, segn me han dicho. Pero otro instinto consiste en no modificar el
color de mi piel.
No eres capaz de ello? No podras hacerlo aunque nuestras vidas
dependieran de que ocultaras tu piel azul?
Oh, s. Soy una criatura dotada de libre albedro. Podra hacerlo, sobre todo
si la accin fuera coherente con asimotivaciones de alta prioridad, tales como
vuestra proteccin, pero mi eleccin me pondra incmodo. Muy incmodo.
Asent sin comprender. Hablamos de otras cosas.

Ese mismo da hice un inventario del contenido de los armarios del nivel de la
cmara de presin. Haba ms cosas de las que haba visto en una primera
inspeccin, y algunos objetos eran tan arcaicos que tuve que preguntar a la nave
para qu servan. La may ora de los elementos de equipo extravehicular eran
obvios: trajes espaciales y trajes para atmsferas inhspitas, cuatro aeromotos
pulcramente plegadas, resistentes lmparas de mano, equipo de camping,
mscaras osmticas y equipo de buceo con aletas y arpones, un cinturn EM,
tres cajas de herramientas, dos kits mdicos bien equipados, seis conjuntos de
gafas de visin nocturna e infrarroja, igual nmero de auriculares livianos con
micrfonos, videocmaras y comlogs.
Estos aparatos me indujeron a interrogar a la nave; en un mundo sin esfera de
datos, nunca haba usado esas cosas. Los comlogs iban desde los anticuados
brazaletes plateados y delgados que estaban en boga dcadas atrs hasta
antiqusimos artilugios macizos del tamao de un libro pequeo. Todos se podan
usar como comunicadores y eran capaces de almacenar gran cantidad de datos,
hurgar en la esfera de datos local y sobre todo los ms viejos de conectarse
con repetidoras planetarias de ultralnea va control remoto, dando acceso a la
megaesfera.
Sostuve en la palma uno de los brazaletes. Pesaba mucho menos que un
gramo. Intil. Por lo que comentaban los cazadores, volvan a existir algunos
mundos con primitivas esferas de datos. Vector Renacimiento era uno de ellos,
pero las repetidoras de ultralnea haban sido inservibles durante casi tres siglos.
La ultralnea la banda comn de comunicacin ultralumnica que usaba la

Hegemona haba callado desde la Cada. Decid guardar el comlog en su


estuche forrado en terciopelo.
Puede resultarte til si te alejas de m durante un tiempo dijo la nave.
Mir por encima del hombro.
Por qu?
Informacin. Me gustara copiar mis catlogos de datos en uno o ms
comlogs. Podras tener acceso a voluntad.
Me mord el labio, tratando de imaginar de qu servira llevar la engorrosa
masa de datos de la nave en mi pulsera. Luego o la voz de Grandam: La
informacin siempre debe atesorarse, Raul. Slo viene despus del amor y la
honestidad en nuestro intento de comprender el universo.
Buena idea dije, sujetndome el brazalete plateado en la mueca.
Cundo puedes copiar los bancos de datos?
Acabo de hacerlo dijo la nave.
Yo haba inspeccionado el armario de armas antes de llegar al espacio de
Parvati; ah no haba nada que pudiera detener a un guardia suizo por un segundo.
Ahora estudi el contenido del armario con otro propsito en mente.
Qu rara es la vejez de las cosas viejas. Los trajes espaciales, las aeromotos
y las lmparas casi todo lo que haba a bordo de la nave pareca obsoleto.
No haba dermotrajes, y el volumen, diseo y color de los objetos evocaba un
holo de un texto de historia. Pero las armas eran diferentes. Eran viejas, s, pero
muy familiares para mi ojo y mi mano.
Obviamente el cnsul haba sido cazador. Haba media docena de escopetas
bien engrasadas y guardadas. Podra haber cogido cualquiera de ellas e ido a los
marjales a cazar patos. Iban desde una pequea 310 hasta una maciza doble
can de calibre 28. Escog una antigua pero bien preservada arma calibre 16
con cartuchos reales y la puse en el corredor.
Los rifles y armas energticas eran bellos. El cnsul deba de ser un
coleccionista, porque esos especmenes eran obras de arte adems de artefactos
de muerte, con tallas en las culatas, acero azul, elementos cmodos para la
mano, equilibrio perfecto. En el milenio y pico transcurrido desde el siglo veinte,
cuando las armas personales se producan masivamente para ser increblemente
mortferas, baratas y feas como cuas de metal, algunos de nosotros el cnsul
y y o entre ellos habamos aprendido a atesorar hermosas armas hechas a
mano o de produccin limitada. En el bastidor haba rifles de caza de alto calibre,
rifles de plasma (el nombre era atinado, segn haba aprendido durante mi
entrenamiento en la Guardia Interna: los cartuchos de plasma eran ray os de
energa pura cuando salan del can, pero aprovechaban las estras del can
antes de volatilizarse), dos rifles de energa lser con complejas tallas (este
nombre s era incorrecto, y obedeca ms a la tradicin que al diseo), no muy
diferentes del que Herrig haba usado para matar a Izzy pocos das antes, un rifle

de asalto negro de FUERZA que quiz se pareciera al que el coronel Fedmahn


Kassad haba llevado a Hy perion tres siglos atrs, una enorme arma de plasma
que el cnsul deba de haber usado para cazar dinosaurios en algn mundo, y tres
armas de mano. No haba varas de muerte. Me alegr. Odiaba esas cosas.
Saqu un rifle de plasma, el arma de asalto de FUERZA y las armas de mano
para inspeccionarlas mejor.
El arma de FUERZA era fea, una excepcin en la coleccin del cnsul, pero
entend por qu haba sido til. Era un instrumento mltiple: un rifle de plasma de
18 milmetros, un arma de energa coherente de haz variable, un lanzagranadas,
un lanzador de ray os de electrones de alta energa, un lanzadardos, un cegador de
banda ancha, un lanzador de dardos trmicos. Diablos, un arma de asalto de
FUERZA poda hacer todo menos cocinar la comida del soldado. (Y en campaa,
sintonizando el haz variable en baja potencia, tambin poda hacer eso).
Antes de entrar en el sistema de Parvati, y o haba pensado en saludar a los
guardias suizos con el arma de FUERZA, pero los trajes de combate modernos
habran rechazado todo lo que pudiera arrojar y para ser franco y o haba
temido enfurecer a los soldados de Pax.
La estudi con may or cuidado; un arma tan flexible poda ser til si nos
alejbamos de la nave y tena que vrmelas con un enemigo ms primitivo,
como un caverncola, un avin de caza o algn pobre diablo equipado como
nosotros en la Guardia Interna de Hy perion. Al final opt por no llevarlo. Era
tremendamente pesado si uno no llevaba un traje de combate FUERZA de
exopotencia, no tena municiones para los lanzadores de dardos, granadas y
electrones de alta energa, los cartuchos de 18 milmetros eran imposibles de
encontrar, y para usar las opciones del arma energtica tendra que estar cerca
de la nave u otra fuente de alimentacin. Dej el rifle de asalto en su sitio,
comprendiendo que quizs hubiera sido el arma personal del legendario coronel
Kassad. No congeniaba con el perfil de la coleccin personal del cnsul, pero l
haba conocido a Kassad, y quiz la hubiera conservado por razones
sentimentales.
Se lo pregunt a la nave, pero la nave no recordaba.
Sorpresa, sorpresa murmur.
Las armas de mano eran ms antiguas que el rifle de asalto, pero mucho ms
prometedoras. Eran objetos de coleccin, pero usaban cargadores de cartucho
que an se conseguan, al menos en Hy perion. No saba si estaran accesibles en
los mundos que visitaramos. El arma ms grande era un Steiner-Ginn calibre 60
con penetrador automtico. Era un arma respetable pero pesada: los cargadores
pesaban tanto como el arma, y estaba diseada para usar municiones a velocidad
prodigiosa. La guard. Las otras dos eran ms prometedoras: una pistola de
dardos pequea, liviana y muy porttil, la bisabuela del arma con que Herrig
haba intentado matarme. Vena con varios cientos de lustrosos huevos de agujas

el cargador contena cinco por vez y cada huevo contena varios miles de
dardos. Era un buen arma para alguien que no fuera necesariamente buen
tirador.
El arma final me asombr. Tena su propia funda de cuero engrasado. La
desenfund con dedos trmulos. La conoca slo por libros antiguos: una pistola
semiautomtica calibre 45, con esos cartuchos reales que venan en estuches de
bronce, no una plantilla-cargador que las creaba a medida que el arma
disparaba; tena culata con vietas, mirilla de metal, acero azul. Hice girar el
arma en mis manos. Deba de tener ms de mil aos.
Mir el estuche donde la haba encontrado: cinco cajas de cartuchos calibre
45, cientos de municiones. Pens que tambin deban de ser antiguas, pero
encontr la etiqueta del fabricante: Lusus. Unos tres siglos.
Brawne Lamia no portaba una antigua 45, segn los Cantos? Ms tarde,
cuando le pregunt a Aenea, la nia dijo que nunca haba visto a su madre con un
arma.
Aun as, esta pistola y la pistola de dardos parecan armas que podamos
llevar con nosotros. No saba si los cartuchos 45 an serviran, as que llev uno al
balcn, advert a la nave que el campo externo deba impedir que el proy ectil
rebotara, y hal el gatillo. Nada. Luego record que esos aparatos tenan un
seguro manual. Lo encontr, lo destrab y prob de nuevo. Por Dios, era
ensordecedor. Pero las balas an funcionaban. Guard el arma en su funda y me
enganch la funda al cinturn. Era agradable sentirla encima. Desde luego,
cuando hubiera disparado la ltima bala 45, debera despedirme de ella para
siempre a menos que encontrara un club de armas antiguas que las fabricara.
No planeo disparar cientos de balas , pens en el momento. Si hubiera
sabido
Ms tarde, cuando me reun con la nia y el androide, les mostr la escopeta
y el rifle de plasma que haba escogido, la pistola de dardos y la 45.
Si vamos a merodear por lugares extraos e inhabitados, deberamos ir
armados dije.
Les ofrec la pistola de dardos, pero ambos rehusaron. Aenea no quera
armas; el androide seal que no poda usar un arma contra un ser humano, y
confiaba en que y o estuviera cerca si una fiera lo persegua.
De mala gana, guard el rifle, la escopeta y la pistola.
Yo llevar esto dije, palpando la 45.
Va bien con tu ropa dijo Aenea con una leve sonrisa.

Esta vez no hubo una deliberacin desesperada de ltimo momento acerca de


un plan. Ninguno de nosotros crea que la amenaza de autodestruccin de Aenea
funcionara de nuevo si Pax estaba esperando. Nuestra deliberacin ms seria

sobre el futuro prximo se produjo dos das antes de entrar en el sistema de


Vector Renacimiento. Habamos comido bien A. Bettik haba preparado un
filete de manta de ro con una salsa liviana, habamos investigado la bodega
buscando un buen vino de los viedos del Pico y al cabo de una hora de msica,
con Aenea al piano y el androide tocando una flauta que haba trado consigo,
hablamos del futuro.
Nave, qu puedes decirnos sobre Vector Renacimiento? pregunt la
nia.
Hubo esa breve pausa que y o haba llegado a asociar con una sensacin de
vergenza de la nave.
Lo lamento, M. Aenea, pero me temo que no tengo ninguna informacin
sobre ese mundo, salvo datos de navegacin y mapas de aproximacin orbitales
que estn obsoletos desde hace siglos.
Yo estuve all dijo A. Bettik. Tambin hace siglos, pero hemos
monitoreado trfico de radio y televisin que se refiere al planeta.
Yo he odo charlas de algunos cazadores intervine. Algunos de los ms
ricos eran de Vector Renacimiento. Por qu no empiezas t? le suger al
androide.
A. Bettik cabece y se cruz de brazos.
Vector Renacimiento era uno de los mundos ms importantes de la
Hegemona. Muy parecido a la Tierra en la escala Solmev, fue colonizado por
naves semilleras y estaba totalmente urbanizado en tiempos de la Cada. Era
famoso por sus universidades, sus centros mdicos (all se administraba la
may ora de los tratamientos Poulsen para los ciudadanos de la Red que podan
pagarlos), su arquitectura barroca y su produccin industrial. All se fabricaba la
may ora de las naves de FUERZA. De hecho, esta nave debi de construirse
all era un producto del complejo Mitsubishi-Havcek.
De veras? pregunt la nave. Si y o saba eso, he perdido los datos. Qu
interesante.
Por vigsima vez, Aenea y y o intercambiamos miradas de preocupacin.
Una nave que no recordaba su pasado ni su lugar de origen no inspiraba
confianza durante las complejidades del vuelo interestelar.
Bien pens por ensima vez, ha podido entrar y salir del sistema de
Parvati .
Da Vinci es la capital de Vector Renacimiento continu A. Bettik,
aunque toda la masa terrestre y gran parte del nico y vasto mar estn
urbanizados, as que hay poca distincin entre uno y otro centro urbano.
Es un activo mundo de Pax aad. Fue uno de los primeros en unirse a
Pax despus de la Cada. Hay efectivos militares en abundancia. Vector
Renacimiento y Renacimiento M. tienen guarniciones orbitales y lunares,
adems de bases en todo el planeta.

Qu es Renacimiento M.? pregunt Aenea.


Renacimiento Menor dijo A. Bettik. El segundo mundo a partir del sol.
Vector Renacimiento es el tercero. Menor tambin est habitado, pero mucho
menos. Es un mundo agropecuario con enormes granjas automatizadas, y
alimenta a Vector. Despus de la Cada de los teley ectores, ambos mundos se
beneficiaron con esta situacin; antes de que Pax reiniciara el comercio
interestelar regular, el sistema de Renacimiento era bastante autnomo. Vector
Renacimiento manufacturaba bienes, Renacimiento Menor suministraba
alimentos para los cinco mil millones de habitantes de Vector Renacimiento.
Cul es la poblacin actual de Vector Renacimiento? pregunt.
Creo que es la misma cinco mil millones, aproximadamente dijo A.
Bettik. Como deca, Pax lleg tempranamente y ofreci a ambos el
cruciforme y el rgimen de control de natalidad que lo complementa.
Dices que estuviste all. Cmo es ese mundo?
Ah dijo A. Bettik con una sonrisa amarga. Estuve en el puerto espacial
de Vector Renacimiento durante menos de treinta y seis horas, mientras me
embarcaban desde Asquith, en preparacin para nuestra colonizacin de la nueva
tierra del rey Guillermo en Hy perion. Nos despertaron del sueo criognico pero
no nos permitieron abandonar la nave. No tengo muchos recuerdos personales de
ese mundo.
La may ora de los habitantes son cristianos renacidos? pregunt Aenea.
La nia pareca pensativa y algo retrada. Not que de nuevo se morda las uas.
S. La may ora de los cinco mil millones, me temo.
Y y o no bromeaba al hablar de los efectivos militares dije. Los
soldados de Pax que nos entrenaban en la Guardia Interna de Hy perion tenan su
base en Vector Renacimiento. Es una guarnicin sumamente importante y un
punto de trasbordo para la guerra con los xters.
Aenea asinti, pero an pareca distrada.
Decid ir al grano.
Por qu vamos all? pregunt.
La nia me mir. En ese momento sus ojos oscuros eran bellos pero lejanos.
Quera ver el ro Tetis.
Sacud la cabeza.
El ro Tetis exista gracias a los teley ectores. No exista fuera de la Red.
Mejor dicho, exista como mil tramos pequeos de otros ros.
Lo s. Pero quiero ver un ro que form parte del Tetis en tiempos de la
Red. Mi madre me habl de l. Me dijo que era como la Confluencia, pero ms
tranquilo. Que uno poda viajar en barca de mundo en mundo durante semanas
meses.
Contuve el impulso de enfurecerme.
Sabes que es casi imposible burlar las defensas de Vector Renacimiento. Y

si llegamos all, el ro Tetis no estar slo un tramo que formaba parte de l.


Por qu es tan importante?
La nia iba a encogerse de hombros, pero no lo hizo.
Recuerdas que dije que hay un arquitecto con quien quiero estudiar?
S. Pero no sabes su nombre ni su paradero. Por qu venir a Vector
Renacimiento para iniciar la bsqueda? No podramos buscar en Renacimiento
Menor, al menos? O saltear este sistema e ir a un sitio desierto como
Armaghast?
Aenea sacudi la cabeza. Not que se haba cepillado muy bien el cabello, y
los mechones rubios eran muy visibles.
En mis sueos dijo, uno de los edificios del arquitecto est a orillas del
ro Tetis.
Hay cientos de otros mundos por donde pasaba el Tetis dije,
acercndome a ella para que notara que hablaba muy en serio. Y no en todos
ellos Pax nos apresara o matara. Tenemos que empezar en este sistema?
Eso creo murmur.
Baj mis manazas. Martin Silenus no haba dicho que este viaje fuera fcil o
tuviera sentido. Slo haba dicho que me transformara en hroe.
De acuerdo suspir resignado. Cul es el plan?
No hay plan. Si nos estn esperando, simplemente les dir la verdad. Que
descenderemos en Vector Renacimiento. Creo que nos dejarn aterrizar.
Y en tal caso? dije, tratando de imaginar la nave rodeada por miles de
soldados de Pax.
Entonces veremos dijo la nia, y sonri. Queris jugar al billar en un
sexto de gravedad? Esta vez con dinero?
Yo iba a decir una frase cortante, pero cambi el tono.
No tienes dinero dije.
La sonrisa de Aenea se ensanch.
Entonces no puedo perder, verdad?

26
Durante los ciento cuarenta y dos das en que el padre capitn De Soy a
aguarda que la nia entre en el sistema de Renacimiento, suea con ella todas las
noches. La ve claramente tal como era cuando la encontr en la Esfinge de
Hy perion: delgada como un sauce, ojos alertas pero no aterrados a pesar de la
tormenta de arena y las figuras amenazadoras que la esperaban, las manitas
alzadas como para taparse la cara o correr a abrazarlo. En sus sueos a menudo
ella es su hija y recorren las atestadas calles-canales de Vector Renacimiento,
hablando de la hermana may or de De Soy a, Mara, a quien han enviado al
centro mdico San Judas, en Da Vinci. En sus sueos De Soy a y la nia caminan
de la mano por las calles cercanas al enorme complejo mdico mientras l le
explica que ahora piensa salvar la vida de su hermana, que no piensa permitir
que Mara muera como la primera vez.
En la realidad, Federico de Soy a tena seis aos estndar cuando l y su
familia llegaron a Vector Renacimiento desde la aislada regin de Llano
Estacado, en el provinciano mundo de Madre de Dios. Casi todos los escasos
habitantes de ese mundo desrtico y pedregoso eran catlicos, pero no catlicos
renacidos de Pax. La familia De Soy a haba formado parte del movimiento
mariano aislacionista y se haba ido de Nueva Madrid ms de un siglo antes,
cuando ese mundo haba votado por unirse a Pax y someter todas sus iglesias
cristianas al Vaticano. Los marianos veneraban a la Santa Madre de Cristo ms
de lo que permita la ortodoxia vaticana, as que el joven Federico haba crecido
en un mundo marginal con su devota colonia de sesenta mil catlicos herejes
que, como forma de protesta, rehusaron aceptar el cruciforme.
Entonces Mara, que tena doce aos, enferm con un retrovirus de otro
mundo que barri como una hoz la regin ganadera de la colonia. La may ora de
los que padecan la muerte roja mora a las treinta y dos horas o se recobraba,
pero Mara haba resistido, y los terribles estigmas carmeses oscurecieron sus
hermosos rasgos. La familia la haba llevado al hospital de Ciudad de la Madre,
en la ventosa extremidad sur de Llano Estacado, pero los enfermeros marianos
de all no podan hacer nada salvo rezar. En Ciudad de la Madre haba una misin
de cristianos renacidos, discriminada pero tolerada por los lugareos, y el
sacerdote un hombre bondadoso llamado padre Maher rog al padre de
Federico que permitiera a su hija moribunda aceptar el cruciforme. Federico era
demasiado pequeo para recordar los detalles de las intensas discusiones de sus
padres, pero recordaba que toda la familia su madre y su padre, sus otras dos
hermanas y su hermano menor estaban de rodillas en la iglesia mariana,
rogando la gua e intercesin de la Santa Madre.
Los otros hacendados de la Cooperativa Mariana de Llano Estacado
recaudaron el dinero para enviar a toda la familia a uno de los famosos centros

mdicos de Vector Renacimiento. Mientras su hermano y sus otras hermanas se


quedaban con una familia vecina, el pequeo Federico fue escogido para
acompaar a sus padres y su hermana moribunda en el largo viaje. Fue la
primera experiencia de todos en sueo fro ms peligroso pero ms barato que
la fuga criognica y De Soy a luego recordara ese escalofro en los huesos,
que pareci durar las varias semanas que estuvieron en Vector Renacimiento.
Al principio los enfermeros de Da Vinci parecieron detener la propagacin de
la muerte roja en el organismo de Mara, e incluso eliminaron algunos de los
sangrantes estigmas, pero al cabo de tres semanas locales el retrovirus comenz
a recobrar terreno. Una vez ms la gente de Pax en este caso, sacerdotes que
estaban en el personal del hospital suplic a los padres que olvidaran sus
principios marianos y permitieran que la nia moribunda aceptara el cruciforme
antes de que fuera demasiado tarde. Ms tarde, al entrar en la madurez, De Soy a
pudo imaginar el dolor de la decisin de sus padres: la muerte de sus creencias
ms profundas o la muerte de su hija.
En su sueo, donde Aenea es su hija y caminan por las calles cerca del
centro mdico, le cuenta que Mara le dej su pertenencia ms preciada un
diminuto unicornio de porcelana pocas horas antes de entrar en coma. En su
sueo, l lleva a la nia de Hy perion de la mano y le dice que su padre un
hombre fuerte en su fsico y sus creencias al fin cedi y pidi a los sacerdotes
de Pax que administraran a su hija el sacramento de la cruz. Los sacerdotes del
hospital aceptaron, pero exigieron que los De Soy a se convirtieran formalmente
al catolicismo universal para que Mara recibiera el cruciforme.
De Soy a le explica a su hija, Aenea, que recuerda la breve ceremonia de
rebautismo en la catedral local San Juan Divino, donde l y sus padres
renunciaron al ascendiente de la Santa Madre y aceptaron el dominio exclusivo
de Jesucristo, as como el poder del Vaticano sobre su vida religiosa. Recuerda
que la misma noche recibi la Primera Comunin y el cruciforme.
El sacramento de la cruz de Mara estaba planeado para las diez de la noche.
Muri de repente a las nueve menos cuarto. Por las reglas de la Iglesia y las
ley es de Pax, alguien que sufra la muerte cerebral antes de recibir la cruz no
poda ser revivido artificialmente para recibirla.
En vez de encolerizarse o de sentirse traicionado por su nueva Iglesia, el
padre de Federico tom la tragedia como una seal de que Dios no el Dios a
quien le haba rezado siempre, el bondadoso hijo imbuido con los principios
femeninos universales de la Santa Madre, sino el feroz Dios del Nuevo y Antiguo
Testamento de la Iglesia Universal lo haba castigado a l, su familia y a todo
el mundo mariano de Llano Estacado. Al regresar a su mundo natal, con el
cuerpo de la nia vestido de blanco para la sepultura, el padre de Federico se
convirti en un implacable apstol de la versin del catolicismo predicada por
Pax. Lleg en una poca fecunda, pues las comunidades ganaderas eran barridas

por la muerte roja. Federico fue enviado a la escuela de Pax de Ciudad de la


Madre a los siete aos, y sus hermanas fueron enviadas al convento del norte de
Llano. En poco tiempo antes de que Federico fuera enviado a Nueva Madrid
con el padre Maher para asistir all al Seminario de Santo Toms los marianos
supervivientes de Madre de Dios se haban convertido al catolicismo de Pax. La
terrible muerte de Mara haba conducido al renacimiento de un mundo.
En sus sueos el padre capitn De Soy a no habla mucho sobre ello con la nia
que camina con l por las calles de pesadilla de Da Vinci, en Vector
Renacimiento. La nia Aenea parece saber todo esto.
En sueos que se repiten casi todas las noches durante ciento cuarenta y dos
noches, De Soy a explica a la nia que ha descubierto el secreto para curar la
muerte roja y salvar a su hermana. La primera maana De Soy a se despierta, el
corazn palpitante y las sbanas empapadas de sudor, suponiendo que el secreto
para el rescate de Mara es el cruciforme, pero el sueo de la noche siguiente le
demuestra que est equivocado.
Al parecer, el secreto es el retorno del unicornio de Mara. Lo nico que debe
hacer, le explica a su hija Aenea, es hallar el hospital en ese laberinto de calles, y
sabe que el regreso del unicornio salvar a su hermana. Pero no encuentra el
hospital. El laberinto lo desorienta.
Casi cinco meses despus, en la vspera de la llegada de la nave, en una
variacin del mismo sueo, De Soy a encuentra el centro mdico San judas,
donde su hermana est durmiendo, pero comprende con creciente horror que ha
perdido la estatuilla.
En este sueo Aenea habla por primera vez. Sacando la estatuilla de
porcelana del bolsillo de su blusa, la nia dice:
Ves? Siempre la tuvimos con nosotros.

La realidad de los meses de De Soy a en el sistema de Renacimiento est


literal y figuradamente a aos-luz de la experiencia de Parvati.
Sin que se enteren De Soy a, Gregorius, Kee y Rettig cadveres
pulverizados en el corazn de los nichos de resurreccin del Rafael, la nave es
detenida en el momento de la traslacin. Dos naves exploradoras y una naveantorcha de Pax se aproximan despus de intercambiar cdigos y datos con el
ordenador del Rafael. Se decide transferir los cuatro cuerpos a un centro de
resurreccin de Pax en Vector Renacimiento.
A diferencia de su despertar solitario en el sistema de Parvati, De Soy a y sus
guardias suizos recobran la consciencia con la ceremonia y los cuidados que
corresponden. Es una resurreccin difcil para el padre capitn y el cabo Kee, y
los dos son devueltos al nicho para tres das adicionales. Ms tarde, De Soy a se
pregunta si los dispositivos de resurreccin automtica de la nave habran podido

cumplir su tarea.
Los cuatro se renen al cabo de una semana, cada cual con su capelln y
consejero. El sargento Gregorius considera que esto es innecesario; ansa volver
a sus deberes, pero De Soy a y los otros dos aceptan de buen grado estos das
adicionales de descanso y recuperacin.
El San Antonio se traslada horas despus que el Rafael, y al fin De Soy a se
rene con el capitn Sati de la nave-antorcha y el capitn Lemprire del
transporte Santo Toms Akira, que ha regresado a la base de Pax en el sistema de
Renacimiento con ms de mil ochocientos cadveres refrigerados y dos mil
trescientos heridos de la batalla de Hy perion. Los hospitales y catedrales de
Vector Renacimiento y las bases orbitales de Pax inician de inmediato las
operaciones y resurrecciones.
De Soy a est junto a la cama de la comandante Barnes-Avne cuando ella
recobra la vida y la consciencia. La mujer menuda y pelirroja parece otra
persona, disminuida al extremo de que el corazn de De Soy a se estruja de
compasin. La comandante tiene la cabeza rapada, la piel roja y lustrosa, y slo
viste una bata de hospital. Pero su porte y firmeza no han disminuido.
Qu demonios sucedi? pregunta.
De Soy a le habla de los estragos que caus el Alcaudn. Le cuenta qu
sucedi en los siete meses que l pas persiguiendo a la nia durante los cuatro
meses que Barnes-Avne pas en almacenaje y trnsito desde Hy perion.
Realmente lo ha jodido todo, no? dice la comandante.
De Soy a sonre. Hasta ahora, la comandante es la nica que le habla con
franqueza. l es muy consciente de haber mantenido las metafricas relaciones
carnales: dos veces dirigi una operacin de Pax destinada a capturar a la nia, y
en ambas fracas. De Soy a espera, en el mejor de los casos, que lo separen de
su puesto, en el peor, que lo sometan a corte marcial. Con esa finalidad, cuando
un correo Arcngel llega dos meses antes del arribo de la nia, De Soy a ordena a
los mensajeros que regresen de inmediato a Pacem para comunicar su fracaso y
volver con instrucciones de Mando de Pax. En el nterin, concluy e el padre
capitn De Soy a en su mensaje, continuar con los preparativos para la captura
de la nia en el sistema de Renacimiento.
Aqu dispone de recursos impresionantes. Adems de ms de doscientos mil
efectivos de tierra, incluidos varios miles de infantes de Pax y las brigadas de
guardias suizos que sobrevivieron a Hy perion, De Soy a tiene vastas fuerzas
martimas y espaciales. En el sistema de Renacimiento, y sometidas a su mando
papal, hay veintisiete naves-antorcha ocho de ellas clase Omega as como
ciento ocho naves exploradoras, seis naves C3 con sus treinta y seis escoltas, el
portanaves Saint-Malo con ms de doscientos cazas espacio/aire Escorpin y
siete mil tripulantes, el anticuado crucero Orgullo de Bressia, rebautizado Jacob,

dos transportes de tropas adems del Santo Toms Akira, una veintena de
destructores clase Bendicin, cincuenta y ocho piquetes de defensa de permetro
tres de ellos bastaran para defender todo un mundo o un grupo de tareas mvil
de un ataque y ms de cien naves menores, incluidas fragatas que son
mortferas en combate cercano, barreminas, correos, naves remotas y el Rafael.
Tres das despus de despachar el segundo Arcngel a Pacem, y siete semanas
antes del arribo de Aenea, llega el grupo REYES, el Melchor, el Gaspar y el
viejo navo del padre capitn De Soy a, el Baltasar. De Soy a se conmueve al ver
a sus viejos compaeros, pero comprende que ellos estarn presentes durante su
humillacin. No obstante, va en el Rafael para saludarlos mientras todava estn a
seis UAs de Vector Renacimiento, y lo primero que la madre capitana Stone
hace cuando l llega al Baltasar es entregarle la bolsa de pertenencias personales
que l tuvo que dejar. Encima de sus ropas cuidadosamente plegadas y envueltas
en espuma, est el unicornio de porcelana de su hermana Mara. De Soy a es
franco con el capitn Hearn, la madre capitana Boulez y la madre comandante
Stone. Describe los preparativos que ha realizado pero les dice que sin duda un
nuevo comandante llegar antes del arribo de la nave de la nia. Dos das
despus se desmienten sus palabras. El correo clase Arcngel se traslada al
sistema con dos personas a bordo: la capitana Marget Wu, asistente del almirante
Marusy n, y el padre jesuita Brown, consejero especial de monseor Lucas Oddi,
subsecretario de Estado del Vaticano y confidente del secretario de Estado, el
cardenal Simon Augustino Lourdusamy. La capitana Wu trae rdenes selladas
para De Soy a, con instrucciones de que se abran aun antes de la resurreccin de
la oficial. De Soy a las abre de inmediato. Las instrucciones son simples: debe
continuar con su misin de capturar a la nia, no quedar relevado de su puesto,
y la capitana Wu, el padre Brown y otros dignatarios que lleguen al sistema slo
estarn all para observar y para subray ar si fuere necesario la plena
autoridad del padre capitn De Soy a sobre todos los oficiales de Pax en
persecucin de esta meta.
Esta autoridad se ha aceptado a regaadientes en los ltimos meses. Hay tres
almirantes de la flota y once comandantes de las fuerzas terrestres de Pax en el
sistema de Renacimiento, y ninguno est habituado a recibir rdenes de un mero
padre capitn. Pero han odo y obedecido el disco papal. En las semanas finales,
De Soy a revisa sus planes y se rene con comandantes y dirigentes civiles de
todos los niveles, incluidos los alcaldes de Da Vinci y Benedetto, Toscanelli y
Fioravante, Botticelli y Masaccio.

En las ltimas semanas, con los planes trazados y las fuerzas asignadas, el
padre capitn De Soy a encuentra tiempo para la reflexin y las actividades
personales. A solas, lejos del caos controlado de las reuniones de estado may or y

las simulaciones tcticas incluso lejos de Gregorius, Kee y Rettig, que


aceptaron ser sus guardaespaldas personales, De Soy a recorre Da Vinci, visita
el centro mdico San Judas y recuerda a su hermana Mara. Descubre que los
sueos nocturnos son ms perturbadores que las visitas a los lugares reales.
De Soy a ha averiguado que su viejo mentor, el padre Maher, actu durante
muchos aos como rector del monasterio benedictino de la Ascensin, en la
ciudad-regin de Florencia, en el lado de Vector Renacimiento opuesto a Da
Vinci, y vuela all para pasar una larga tarde conversando con el anciano. El
octogenario padre Maher, que aguarda mi primera nueva vida en Cristo , es
tan optimista, paciente y afable como De Soy a lo recuerda despus de tres
dcadas. Parece que Maher ha regresado a Madre de Dios ms recientemente
que De Soy a.
Han abandonado el Llano Estacado dice el viejo sacerdote. Las
haciendas estn desiertas. Ciudad de la Madre tiene pocos habitantes, y son
investigadores de Pax que estn viendo si vale la pena terraformar ese mundo.
S. Mi familia regres a Nueva Madrid hace ms de veinte aos estndar.
Mis hermanas sirven a la Iglesia, Loretta como monja en Nunca Ms, Melinda
como sacerdote en Nuevo Madrid.
Y tu hermano Esteban? pregunta el padre Maher con una sonrisa clida.
De Soy a suspira.
Muri el ao pasado, en una batalla espacial con los xters. Su nave fue
vaporizada. No se recobr ningn cuerpo.
El padre Maher parpadea como si lo hubieran abofeteado.
No saba nada.
No, naturalmente. Fue muy lejos, ms all del viejo Confn. An no se ha
enviado un mensaje oficial a mi familia. Yo lo s porque mis deberes me
llevaron a las inmediaciones y me reun con un capitn que me comunic la
noticia.
El padre Maher sacude la calva y manchada cabeza.
Esteban ha encontrado la nica resurreccin que prometi Nuestro Seor
murmura, con lgrimas en los ojos. Resurreccin eterna en Nuestro
Salvador Jesucristo.
S dice De Soy a. Un instante despus pregunta: Todava bebe scotch,
padre Maher?
El anciano lo mira con ojos turbios.
S, pero slo con propsitos medicinales, padre capitn De Soy a.
De Soy a enarca las cejas oscuras.
Todava me estoy recobrando de mi ltima resurreccin, padre Maher.
El anciano cabecea con gravedad.
Y y o me estoy preparando para la primera, padre capitn De Soy a.
Encontrar esa polvorienta botella.

El domingo siguiente De Soy a celebra misa en la catedral de San Juan


Divino, donde acept la cruz tanto tiempo atrs. Asisten ms de ochocientos
fieles, entre ellos el padre Maher y el padre Brown, el inteligente e ingenioso
asistente de monseor Oddi. Tambin asisten el sargento Gregorius, el cabo Kee
y el lancero Rettig, que reciben la comunin de manos de De Soy a.
Esa noche De Soy a vuelve a soar con Aenea.
Cmo es posible que seas mi hija? le pregunta. Siempre he honrado
mis votos de celibato.
La nia sonre y le coge la mano.

Cien horas antes de la traslacin de la nave de la nia, De Soy a pone su flota


en posicin. El punto de traslacin est peligrosamente cerca del pozo de
gravedad de Vector Renacimiento, y muchos expertos temen que la vieja nave
se quiebre bajo la torsin gravitatoria de una maniobra imprudente o bajo la
tremenda desaceleracin que necesitar si desea aterrizar en el planeta. No
mencionan esta preocupacin, ni su frustracin por permanecer en el sistema de
Renacimiento. Muchas unidades de la flota tenan misiones en la frontera o en las
honduras del espacio xter. Esta prdida de tiempo tiene a maltraer a la may ora
de los oficiales.
Para disipar la tensin, el padre capitn De Soy a llama a una reunin de los
oficiales de lnea diez horas antes de la traslacin. Dichas conferencias suelen
realizarse por enlaces de haz angosto, pero De Soy a ordena que hombres y
mujeres se trasladen fsicamente al portanaves Saint-Malo. La sala principal de
la enorme nave tiene lugar suficiente para acoger a veintenas de oficiales.
De Soy a comienza por resear las posibilidades que han evaluado durante
meses. Si la nia vuelve a amenazar con la autodestruccin, tres naves-antorcha
el grupo de tareas REYES se aproximarn rpidamente, envolvern la nave
con campos clase diez, aturdirn a los que estn a bordo y mantendrn la nave en
estasis hasta que el Jacob pueda remolcarla con sus vastos generadores de
campo.
Si la nave intenta irse del sistema como hizo en Parvati, naves exploradoras y
cazas la hostigarn mientras las naves-antorcha maniobran para incapacitarla.
De Soy a hace una pausa.
Preguntas?
Entre los conocidos que ve se encuentran los capitanes Lemprire, Sati, Wu y
Hearn, el padre Brown, la madre capitana Boulez, la madre comandante Stone y
la comandante Barnes-Avne. El sargento Gregorius, Kee y Rettig estn en
posicin de descanso cerca del fondo de la sala, presentes en medio de esta
augusta compaa slo porque son sus guardias personales.
Y si la nave intenta aterrizar en Vector Renacimiento, Renacimiento

Menor o una de las lunas? pregunta la capitana Marget Wu.


De Soy a se aparta del podio.
Como comentamos en nuestra ltima reunin, si la nave intenta aterrizar
haremos una evaluacin oportunamente.
Basndonos en qu factores, padre capitn? pregunta el almirante Serra,
de la nave C3 Santo Toms de Aquino.
De Soy a titubea slo un segundo.
Varios factores, almirante. El rumbo de la nave si es ms seguro para la
nia permitir que aterrice o tratar de incapacitarla en ruta si existen
probabilidades de que la nave escape
Existen? pregunta la comandante Barnes-Avne. La mujer parece
nuevamente saludable y se ve temible con su uniforme negro.
No dir que no existen. No despus de Hy perion. Pero reduciremos esas
probabilidades.
Si aparece el Alcaudn sugiere el capitn Lemprire.
Hemos previsto esa posibilidad, y no veo motivos para apartarnos de
nuestros planes. Esta vez dependeremos en may or medida del control de fuego
por ordenador. En Hy perion la criatura slo permaneci en el mismo sitio por
menos de dos segundos. Esto era demasiado rpido para las reacciones humanas
y confundi la programacin de los sistemas automticos de control de fuego.
Hemos reprogramado esos sistemas, incluidos los sistemas de control de los
uniformes de los combatientes.
Los infantes abordarn la nave? pregunta el capitn de una nave
exploradora desde la ltima fila.
Slo si falla todo lo dems responde De Soy a. O una vez que la nia y
sus acompaantes estn inconscientes y encerrados en campos de estasis.
Y se usarn varas de muerte contra la criatura? pregunta el capitn de
un destructor.
S, mientras ello no ponga en peligro la vida de la nia. Ms preguntas?
Hay silencio en la sala.
El padre Maher del monasterio de la Ascensin cerrar la ocasin con una
bendicin dice el padre capitn De Soy a. Dios los bendiga a todos.

27
No s qu nos hizo subir al dormitorio del cnsul en el pice de la nave para
observar la traslacin al espacio normal. La enorme cama la cama donde y o
haba dormido las ltimas semanas estaba en el centro de la habitacin, pero se
plegaba formando una especie de divn, y eso hice ahora. Detrs de la cama
haba dos cubculos guardarropa y lavabo, pero cuando el casco se pona
transparente estos cubculos eran slo bloques oscuros contra el campo estelar.
Mientras la nave abandonaba las velocidades Hawking, pedimos que el casco se
hiciera transparente.
Lo primero que vimos, antes de que la nave iniciara su rotacin disponindose
a desacelerar, fue el mundo de Vector Renacimiento, tan cerca que era un disco
blanco y azul en vez de una mancha borrosa, con dos de sus tres lunas visibles. El
sol de Renacimiento brillaba a la izquierda del planeta y sus lunas. Se vean
veintenas de estrellas, lo cual era inusitado, pues el resplandor del sol
habitualmente oscureca el cielo y slo dejaba ver las estrellas ms brillantes.
Aenea coment esto.
No son estrellas dijo la nave mientras completaba su lenta rotacin.
El motor de fusin se activ mientras inicibamos la desaceleracin y el
descenso hacia el planeta. Normalmente no habramos salido de C-plus tan cerca
de un planeta y sus lunas sus pozos de gravedad volvan muy peligrosas las
velocidades de entrada, pero la nave nos haba asegurado que sus campos
mejorados podan manejar cualquier inconveniente. Pero no este problema.
No son estrellas repiti la nave. Hay ms de cincuenta naves dentro de
un radio de cien mil kilmetros. Hay docenas ms en posiciones orbitales de
defensa. Tres de esas naves (naves-antorcha, a juzgar por su signatura de fusin)
estn a menos de doscientos kilmetros y se estn acercando.
Nadie dijo una palabra. No era preciso que la nave nos diera este ltimo dato.
Las tres estelas de fusin parecan estar encima de nosotros, ardiendo sobre
nuestra nave como llamas de soplete.
Nos estn saludando dijo la nave.
Canal visual? pregunt Aenea.
Audio solamente. La voz de la nave sonaba ms cortante que de
costumbre. Era posible que una IA sintiera tensin?
Oigmoslo dijo la nia.
La voz estaba diciendo la nave que acaba de entrar en el sistema de
Renacimiento . Era una voz familiar. La habamos odo en el sistema de Parvati.
El padre capitn De Soy a.
Atencin, la nave que acaba de entrar en el sistema de Renacimiento ,
repiti.
De qu nave viene la llamada? pregunt A. Bettik, observando las tres

naves-antorcha que se aproximaban. La luz azul de las estelas de plasma baaba


su rostro azul.
Desconocido dijo la nave. Es una transmisin en haz angosto y no he
localizado la fuente. Podra venir de cualquiera de las setenta y nueve naves que
estoy rastreando.
Me sent obligado a hacer un comentario socarrn.
nimo! exclam.
Aenea me ech una ojeada y volvi a mirar las naves que se aproximaban.
Tiempo para Vector Renacimiento? pregunt.
Catorce minutos a delta-V constante dijo la nave. Pero este nivel de
desaceleracin sera ilegal dentro de cuatro distancias planetarias.
Contina en este nivel orden Aenea.
Atencin, la nave que acaba de entrar en el sistema de Renacimiento dijo
la voz de De Soy a. Preprense para un abordaje. Toda resistencia nos obligar
a dejarlos inconscientes. Repito, atencin, la nave que acaba de entrar.
Aenea me mir sonriendo.
Supongo que no puedo usar el truco de la despresurizacin, eh, Raul?
No se me ocurri ninguna otra socarronera. Alc las manos.
Atencin, la nave que acaba de entrar en el sistema. Nos aproximamos.
No se resistan mientras fusionamos los campos de contencin externa .
Mientras Aenea y A. Bettik erguan el rostro para ver cmo las tres estelas se
separaban y las naves-antorcha se hacan visibles a menos de un kilmetro, una
en cada vrtice de un tringulo equiltero que nos rodeaba, observ el rostro de la
nia. Sus rasgos estaban tensos una leve tensin en las comisuras de la boca,
pero en general conservaba la compostura y una actitud alerta. Sus ojos oscuros
eran grandes y luminosos.
Atencin, la nave repiti la voz del capitn de Pax. Fusin de campos
dentro de treinta segundos .
Aenea camin hacia el linde de la habitacin, tocando el casco invisible.
Desde mi punto de vista, era como si estuviramos de pie en la cima circular de
una montaa muy alta, con estrellas y azules colas de cometas por todas partes,
y Aenea estuviera al borde del precipicio.
Nave, por favor, dame audio de banda amplia, para que todas las naves de
Pax puedan orme.

El padre capitn De Soy a observa el procedimiento en realidad tctica y en


el espacio real. En realidad tctica, se y ergue sobre el plano de la eclptica y ve
sus naves dispuestas en torno del blanco como puntos de luz a lo largo de los
ray os y el aro de una rueda. Cerca del cubo, casi superpuestas con la nave de la
nia, estn la Melchor, la Gaspar y la Baltasar. Ms all, pero desacelerando en

perfecta sincrona con las cuatro naves del centro, hay ms de una docena de
naves-antorcha bajo el atento mando del capitn Sati, a bordo del San Antonio.
Diez mil kilmetros ms all, en torno de un permetro de rotacin lenta, tambin
desacelerando en el espacio cislunar de Vector Renacimiento, estn los
destructores clase Bendicin, tres de los seis navos C3, y el portanaves SaintMalo, en el cual De Soy a observa los acontecimientos desde el Centro de Control
de Combate.
Habra preferido estar con el grupo REYES, aproximndose al blanco, pero
comprendi que era inadecuado estar en ese puesto. Habra sido irritante para la
madre capitana Stone ascendida tan slo una semana atrs por el almirante
Serra que socavaran de ese modo su primera misin como comandante.
De Soy a observa desde el Saint-Malo, mientras el Rafael gira en rbita de
Vector Renacimiento con los piquetes de defensa y los cazas protectores.
Pasando de la atestada y rojiza realidad del CCC del Saint-Malo a la vista azulada
del espacio tctico, ve las chispas en medio de esa rueda rotativa de naves, las
docenas de naves colocadas en una esfera gigante para impedir la fuga de la
nave de la nia. Volviendo su atencin al CCC, repara en las caras rojizas de los
observadores Wu y Brown, as como la comandante Barnes-Avne, que est en
contacto de haz angosto con los cincuenta infantes que van a bordo de las naves
del grupo REYES. En las esquinas del atestado Centro de Control de Combate, De
Soy a ve a Gregorius y sus dos guardias. Los tres se sienten defraudados por no
estar en las partidas de abordaje, pero De Soy a los retiene como guardias
personales para el viaje a Pacem con la nia.
De nuevo enfoca el canal de haz angosto hacia la nave de la nia.
Atencin, la nave dice, sintiendo las palpitaciones de su corazn como
ruido de fondo, fusionaremos campos dentro de treinta segundos.
Teme por la seguridad de la nia. Si algo ha de salir mal, ser en los prximos
minutos. Las simulaciones han afinado el proceso para que hay a slo un seis por
ciento de probabilidades proy ectadas de que la nia sufra algn dao, pero seis
por ciento es demasiado para De Soy a. Ha soado con ella durante ciento
cuarenta y dos noches.
De pronto la banda comn cruje y la voz de la nia sale por los altavoces del
Centro de Control de Combate.
Padre capitn De Soy a dice ella, sin imgenes visuales. Por favor no
intente fusionar campos ni abordar esta nave. Cualquier intento de hacerlo ser
desastroso.
De Soy a mira las lecturas. Quince segundos para fusin de campos. Han
pasado por esto. Ninguna amenaza de suicidio les impedir abordar esta vez.
Menos de una centsima de segundo despus de la fusin, las tres naves-antorcha
rociarn el blanco con ray os de aturdimiento.

Piense, padre capitn dice la suave voz de la nia. Nuestra nave est
controlada por una IA de tiempos de la Hegemona. Si usted nos aturde
Detener fusin de campos! ruge De Soy a, con menos de dos segundos
de tiempo. Melchor, Gaspar y Baltasar irradian seales de asentimiento.
Ustedes han pensado en silicio contina la nia, pero el ncleo IA de
nuestra nave es totalmente orgnico, del viejo tipo ADN de los bancos
procesadores. Si nos dejan inconscientes, tambin aturdirn la nave.
Maldicin, maldicin, maldicin oy e De Soy a. Al principio cree que es
l mismo, pero al volverse ve a la capitana Wu maldiciendo entre dientes.
Estamos desacelerando a ochenta y siete gravedades contina Aenea.
Si nuestra IA queda inconsciente bien, ella controla todos los campos internos,
los motores
De Soy a pasa a las bandas de ingeniera del Saint-Malo y las naves REYES.
Es verdad? Esto desmay ara a la IA?
Hay una insoportable pausa de diez segundos. Al fin la capitn Hearn, que en
la Academia obtuvo un diploma de ingeniera, habla por haz angosto.
No lo sabemos, Federico. La Iglesia ha perdido o eliminado la may ora de
los detalles de la biotecnologa IA. Es pecado mortal
S, s ruge De Soy a, pero est diciendo la verdad? Alguien tiene que
saberlo. Una IA con base de ADN corre peligro si rociamos la nave con
paralizadores?
Interviene Bramly, jefe de mquinas del Saint-Malo.
Seor, creo que los diseadores habran protegido el cerebro contra
semejante posibilidad.
Pero est seguro? pregunta De Soy a.
No, seor responde Bramly al cabo de un momento.
Pero esa IA es totalmente orgnica? insiste De Soy a.
S responde el capitn Hearn por haz angosto. Salvo por las interfaces
electrnica y de memoria de burbuja, la IA de una nave de esa poca tendra
una estructura helicoidal ADN cruzada con
De acuerdo dice De Soy a en haces angostos mltiples para todas las
naves. Mantengan sus posiciones. No permitan, repito, no permitan que la nave
cambie de curso o intente traslacin a C-plus. Si lo intenta, fusionen campos y
usen paralizadores.
El grupo REYES y las dems naves irradian unas luces de asentimiento.
Por favor, no provoque un desastre finaliza Aenea. Slo intentamos
descender en Vector Renacimiento.
El padre capitn De Soy a se comunica con ella en haz angosto.
Aenea dice afablemente, permtenos abordar y te llevaremos al
planeta.
Preferira ir por mi cuenta responde la nia.

De Soy a cree detectar cierta sorna en la voz.


Vector Renacimiento es un mundo grande dice De Soy a, observando las
lecturas tcticas. Faltan diez minutos para que entris en la atmsfera. Dnde
quieres aterrizar?
Una pausa, luego la voz de Aenea:
El puerto espacial Leonardo en Da Vinci estara bien.
Hace ms de doscientos aos que ese puerto est clausurado dice De
Soy a. Tu nave no tiene bancos de memoria ms recientes?
Silencio.
Hay un puerto espacial de Mercantilus en el cuadrante occidental de Da
Vinci dice De Soy a. Servir?
S dice Aenea.
Tendrs que cambiar de rumbo, entrar en rbita y aterrizar bajo el control
de trfico espacial. Enviar los cambios de delta-V.
No dice la nia. Mi nave nos llevar.
De Soy a suspira y mira a la capitana Wu y al padre Brown.
Mis infantes pueden abordar en dos minutos dice Barnes-Avne.
Esa nave entrar en la atmsfera dentro de siete minutos dice De
Soy a. A esa velocidad, el error ms leve sera fatal. Activa el haz angosto.
Aenea, hay demasiado trfico espacial y areo sobre Da Vinci para que intentes
este aterrizaje. Por favor, ordena a tu nave que obedezca los parmetros de
insercin orbital que acabo de transmitir y
Lo lamento, padre capitn, pero vamos a aterrizar ahora. Si quieren que el
control de trfico del puerto espacial enve datos de aproximacin, sera una
ay uda. Si vuelvo a hablar con usted, ser cuando todos estemos en tierra. Fuera.
Maldicin masculla De Soy a. Se comunica con control de trfico de
Mercantilus. Recibi eso, control?
Enviando datos de aproximacin dice la voz del controlador.
Hearn, Stone, Boulez ruge De Soy a. Lo recibieron?
Positivo dice la madre capitana Stone. Tendremos que apartarnos
dentro de tres minutos diez segundos.
De Soy a pasa a visin tctica el tiempo suficiente para ver que el cubo y la
rueda se desarman cuando las naves-antorcha inician sus delta-V para alcanzar
rbitas de frenado. No son naves diseadas para la atmsfera. El Saint-Malo ha
estado en rbita del planeta y ahora se interpone en el camino de la nave de la
nia mientras frena antes de entrar en la atmsfera.
Preparen mi nave de descenso ordena De Soy a.
Llama a la patrulla area por el canal de comunicaciones planetario.
Aqu, seor responde la comandante de vuelo Klaus. Ella y cuarenta y
seis Escorpiones ms aguardan en patrulla de combate areo sobre Da Vinci.
Estn rastreando?

Con precisin, seor responde Klaus.


Le recuerdo que no se efectuarn disparos a menos que y o lo ordene.
S, seor.
El Saint-Malo enviar diecisiete cazas en pos del objetivo. Mi nave de
descenso ser la nmero dieciocho. Nuestras repetidoras estarn sintonizadas en
cero-cinco-nueve.
Enterada dice Klaus. Seales en cero-cinco-nueve. Nave objetivo y
dieciocho amigos.
De Soy a fuera dice el padre capitn, y desenchufa los umbilicales que lo
conectan con los paneles del Centro de Control de Combate. El espacio tctico
desaparece. La capitana Wu, el padre Brown, la comandante Barnes-Avne, el
sargento Gregorius, Kee y Rettig lo siguen a la nave de descenso. La piloto de la
nave, una teniente llamada Kary n Noris Cook, aguarda con todos los sistemas
preparados. Tardan menos de un minuto en amarrarse y despegar desde el tubo
de vuelo del Saint-Malo. Han ensay ado esto muchas veces.
De Soy a recibe datos tcticos por la red de la nave mientras entran en la
atmsfera.
La nave de la nia tiene alas dice la piloto, usando el antiguo giro.
Durante milenios, pies secos ha aludido a una aeronave que vuela sobre
tierra, pies mojados a una aeronave que vuela sobre agua, y tener alas a
la traslacin del espacio al vuelo atmosfrico.
Una imagen visual de la nave muestra que esto no es literalmente cierto.
Aunque los datos sobre la vieja nave sugieren que tiene cierta capacidad de
transformacin, en este caso no le han crecido alas. Las cmaras de los piquetes
de defensa muestran la nave que entra en la atmsfera de popa, haciendo
equilibrio sobre una estela de llamas de fusin.
La capitana Wu se acerca a De Soy a.
El cardenal Lourdusamy dijo que esta nia es una amenaza para Pax
susurra, para que los dems no oigan.
El padre capitn De Soy a asiente.
Y si eso significara que ella puede ser una amenaza para millones de
personas de Vector Renacimiento? susurra Wu. Ese motor de fusin es de
por s un arma temible. Una explosin termonuclear sobre la ciudad
De Soy a siente un escalofro al or esas palabras, pero ha pensado en ello.
No responde. Si ella apunta la estela de fusin hacia algo, paralizamos
la nave, destruimos los motores y la dejamos caer.
Pero la nia
Slo nos queda esperar que sobreviva a la colisin dice De Soy a. No
permitiremos la muerte de miles o millones de ciudadanos de Pax.
Se recuesta en el divn de aceleracin y se comunica con el puerto espacial,
sabiendo que el haz angosto debe atravesar la capa de ionizacin que rodea su

chirriante nave. Mirando el vdeo externo, ve que estn cruzando el terminador:


estar oscuro en el puerto espacial.
Control de puerto responde el director de trfico. La nave objetivo est
desacelerando en la tray ectoria que le hemos indicado. Su delta-V es elevada
ilegal, pero aceptable. Todo el trfico areo est despejado en un radio de mil
kilmetros. Tiempo para el aterrizaje cuatro minutos treinta y cinco segundos.
Puerto espacial asegurado interviene la comandante Barnes-Avne por la
misma red.
De Soy a sabe que hay miles de efectivos de Pax en la zona del puerto
espacial. Una vez que la nave aterrice, no le permitirn despegar. Mira el vdeo
en vivo: las luces de Da Vinci titilan en el horizonte. La nave de la nia tiene las
luces de navegacin encendidas, un parpadeo rojo y verde. Las potentes luces de
aterrizaje se encienden e hienden las nubes.
En tray ectoria dice la calma voz del controlador de trfico.
Desaceleracin nominal.
Tenemos imagen visual exclama la comandante Klaus.
Mantengan distancia transmite De Soy a. Los Escorpiones pueden
morder desde varios cientos de kilmetros. No quiere que estorben a la nave que
desciende.
Enterado.
En tray ectoria, descenso nominal, tres minutos para aterrizaje le
informa el controlador a la nave de la nia. Nave no identificada, tiene
permiso para aterrizar.
Silencio de Aenea.
De Soy a pasa a espacio tctico. La nave de la nia es un ascua roja que
revolotea a diez mil metros del puerto espacial. La nave de De Soy a y los cazas
estn un kilmetro ms arriba, acechando como insectos furibundos. O
buitres , piensa el padre capitn. El Llano Estacado tena buitres, aunque nadie
saba por qu los colonos los haban importado. El llano las estacas eran los
generadores atmosfricos puestos en cuadrcula cada treinta kilmetros era tan
seco y ventoso que reduca un cadver a momia en pocas horas.
De Soy a sacude la cabeza para despejarse.
Un minuto para aterrizaje informa el controlador. Nave no
identificada, se est aproximando a descenso cero. Por favor modifique delta-V
para continuar descenso dentro de la tray ectoria designada. Nave no identificada,
por favor confirme.
Maldicin susurra la capitana Wu.
Caballeros dice la piloto Kary n Cook, la nave ha detenido su descenso.
Est suspendida a dos mil metros del puerto espacial.
La vemos, teniente dice De Soy a. Las luces de navegacin de la nave
parpadean. Las luces de aterrizaje de las aletas de popa son tan brillantes que

iluminan la pista del puerto.


Otras naves del puerto estn a oscuras; han aparcado la may ora en hangares
o pistas secundarias. Las naves perseguidoras no muestran luces.
Todas las naves y aeronaves dice De Soy a por haz angosto mltiple,
guarden distancia, y no abran fuego.
Nave no identificada dice el controlador, se est desviando de su
tray ectoria. Por favor reanude descenso nominal de inmediato. Nave no
identificada, est abandonando espacio areo controlado. Por favor reinicie
descenso controlado de inmediato.
Maldicin susurra Barnes-Avne. Sus tropas aguardan en crculos
concntricos alrededor del puerto espacial, pero la nave de la nia y a no est
sobre el puerto espacial. Se dirige al centro de Da Vinci. La nave apaga las luces
de aterrizaje.
No ha encendido el motor de fusin le dice De Soy a a la capitana Wu.
Utiliza slo sus repulsores.
Wu asiente, pero obviamente no est satisfecha. Una nave de fusin
sobrevolando un centro urbano es como una hoja de guillotina sobre un cuello
desnudo.
Patrulla area llama De Soy a, me estoy desplazando dentro de los
quinientos metros. Por favor, sgame.
Hace una sea a la piloto, e inician un descenso circular. En sus divanes
traseros, Gregorius y los otros dos guardias permanecen rgidamente sentados en
uniforme de combate.
Qu diablos se propone esa nia? susurra la comandante Barnes-Avne.
Por su banda tctica De Soy a ve que la comandante ha autorizado a un centenar
de efectivos a elevarse con paks de reaccin para seguir la nave fugitiva. Para las
cmaras externas los soldados son invisibles.
De Soy a recuerda la pequea nave o pak de vuelo que recogi a la nia en el
Valle de las Tumbas de Tiempo. Llama a control de tierra y los piquetes
orbitales.
Sensores, estn atentos a salida de objetos pequeos de la nave objetivo?
La nave primaria responde.
S, seor. No se preocupe, nada may or que un microbio saldr de esa nave
sin que lo rastreemos.
Muy bien dice De Soy a. Qu he olvidado? . La nave de Aenea
sobrevuela Da Vinci con rumbo nornoroeste a veinticinco kilmetros por hora, un
lento vuelo de dirigible. Encima de la nave revolotean los cazas que han
ingresado en la atmsfera con la nave de De Soy a. En torno de la nave, como las
paredes giratorias de un huracn, se encuentran los Escorpiones de la patrulla
area. Debajo, aleteando sobre los edificios y puentes de la ciudad, siguiendo las
maniobras con sus sensores infrarrojos y dispositivos de rastreo, vuelan los

efectivos terrestres del puerto espacial.


La nave de la nia sobrevuela los rascacielos y zonas industriales de Da Vinci
flotando sobre silenciosos repulsores EM. La ciudad brilla con luces de autopistas,
edificios, las verdes franjas de los campos deportivos, y los rutilantes rectngulos
de los parques. Decenas de miles de vehculos terrestres se arrastran por
autopistas elevadas, y sus faros se suman al espectculo de luces de la ciudad.
Est rotando, caballeros informa la piloto. Siempre sobre repulsores.
En vdeo y en espacio tctico, De Soy a ve que la nave de Aenea pasa
lentamente de la vertical a la horizontal. No aparecen alas. Esta posicin ser
extraa para los pasajeros, pero no supone ninguna diferencia prctica. Los
campos internos an deben de estar controlando el arriba y el abajo . La
nave, ms parecida que nunca a un dirigible plateado flotando sobre brisas
suaves, sobrevuela el ro y las play as ferroviarias del noroeste de Da Vinci.
Control de trfico exige una respuesta, pero los canales de comunicaciones
guardan silencio.
Qu he olvidado? , se pregunta el padre capitn De Soy a.

Cuando Aenea pidi a la nave que pasara a posicin horizontal, perd la


compostura por un instante.
La sensacin de prdida de equilibrio era abrumadora. Los tres estbamos de
pie en el linde de la sala circular, mirando por el casco transparente como si
mirsemos por un precipicio. Ahora nos inclinbamos hacia esas luces que
estaban mil metros ms abajo. A. Bettik y y o retrocedimos involuntariamente
hacia el centro de la habitacin, y y o extend los brazos para no caerme, pero
Aenea permaneci donde estaba, viendo cmo el suelo ascenda convirtindose
en una pared de edificios y luces.
Quise sentarme en el divn, pero logr permanecer de pie y dominar mi
vrtigo mirando esa pared gigantesca que era el suelo. Las calles y la cuadrcula
de manzanas seguan de largo mientras continubamos nuestro vuelo. Gir por
completo, viendo algunas estrellas brillantes a travs del resplandor de la ciudad
que estaba a mis espaldas. Las nubes reflejaban las luces anaranjadas de la
ciudad.
Qu buscamos ahora? pregunt. Por momentos la nave informaba
sobre la presencia de aeronaves acechantes y los sensores que nos rastreaban.
Habamos ordenado a la nave que silenciara las insistentes exigencias de control
de trfico.
Aenea quera ver el ro. Ahora lo sobrevolbamos, una cinta oscura que
serpeaba entre las luces, flotando con rumbo noroeste. En ocasiones una barca o
buque de placer pasaba debajo, aunque desde esta perspectiva las luces parecan
subir y bajar por la pared de la ciudad. En vez de responderme directamente,

Aenea dijo:
Nave, ests segura de que esto era parte del Tetis?
Segn mis mapas dijo la nave. Desde luego, mi memoria no
All! exclam A. Bettik, sealando el oscuro ro.
Yo no vea nada, pero evidentemente Aenea s.
Llvanos ms abajo orden a la nave. Deprisa.
Los mrgenes de seguridad y a han sido violados dijo la nave. Si
descendemos por debajo de esta altitud, podemos
Hazlo! grit la nia. Anulacin. Cdigo seis, preludio en do sostenido.
La nave se lanz hacia abajo y adelante.
Dirgete a ese arco dijo Aenea, sealando la ciudad y el oscuro ro.
Arco? pregunt. Entonces lo vi. Una curva negra, un arco de tinieblas
contra las luces de la ciudad.
A. Bettik mir a la nia.
Me tema que hubiera desaparecido que estuviera destruido.
Aenea mostr los dientes.
No pueden destruirlo. Necesitaran explosivos atmicos y tal vez ni
siquiera funcionaran. El TecnoNcleo dirigi la construccin de esas cosas. Estn
hechas para durar.
Ahora la nave avanzaba sobre sus repulsores. Vi claramente el portal
teley ector, un arco gigante sobre el ro. Un parque industrial haba crecido en
torno del antiguo artefacto, y las play as ferroviarias y los campos de almacenaje
estaban vacos excepto por el hormign rajado, las malezas, el alambre oxidado
y las mquinas abandonadas. El portal estaba a un kilmetro de distancia. A
travs de l se vean las luces de la ciudad. No, ahora pareca titilar, como si una
cortina de agua cay era desde el arco de metal.
Vamos a lograrlo! exclam.
En cuanto dije esas palabras, una violenta explosin sacudi la nave y camos
hacia el ro.

El antiguo portal teley ector! exclama De Soy a. Haba visto el arco un


minuto antes pero haba credo que era otro puente. Ahora comprende. Se
dirigen al portal teley ector. Esto formaba parte del ro Tetis!
Activa el espacio tctico. En efecto, la nave de la nia se dirige al arco.
Calma dice la comandante Barnes-Avne. Los portales estn muertos.
No funcionan desde la Cada. No puede
Acrquenos ms! le grita De Soy a a la piloto. La nave de descenso
acelera, aplastndolos contra los divanes. Este tipo de naves no tiene campo de
contencin interna. Llvenos cerca! Alcncelos! le grita De Soy a a la
teniente. Por los canales de banda ancha ordena: Todas las aeronaves,

aproxmense al blanco.
Llegarn antes que nosotros dice la piloto Cook mientras tres gravedades
la aplastan contra el asiento.
Lder de patrulla area! llama De Soy a, la voz tensa bajo la carga
gravitatoria. Dispare contra el blanco. Dispare para incapacitar motores y
repulsores. Ya!
Haces energticos hienden la noche. La nave de la nia parece tropezar en el
aire, como una bestia herida en las tripas, y cae al ro a pocos cientos de metros
del portal teley ector. Una explosin de hongos de vapor se eleva en la noche.
La nave de descenso rodea la columna de vapor a una altitud de mil metros.
El aire se llena de aeronaves y soldados volantes. Un excitado parloteo llena los
canales de comunicacin.
Silencio! ordena De Soy a por banda ancha. Lder de patrulla area,
ve la nave?
Negativo responde Klaus. Demasiado vapor y desechos de la
explosin.
Hubo una explosin? pregunta De Soy a. Se dirige en haz angosto a los
piquetes de defensa que estn mil kilmetros ms arriba. Radar? Sensores?
La nave fue derribada responden.
Eso lo s, idiota replica De Soy a. Puede escudriar bajo la superficie
del ro?
Negativo responde el piquete. Demasiado trfico areo y terrestre. El
radar profundo no puede discriminar entre
Maldicin. Madre capitana Stone?
S responde su ex oficial ejecutiva desde la nave-antorcha en rbita.
Abrselo ordena De Soy a. El portal. El ro que est debajo. Abrselo
un minuto, hasta que se derrita. Espere hgalo dentro de treinta segundos.
Pasa a las bandas tcticas areas. Todas las naves y combatientes de las
inmediaciones tienen treinta segundos para alejarse. Un haz de contrapresin
barrer toda la zona. Disprsense.
La piloto Cook cumple la orden y gira abruptamente, regresando hacia el
puerto espacial a Mach 1,5.
Calma, calma! exclama De Soy a. A slo un kilmetro. Necesito
observar.
La imagen visual y el espacio tctico son una demostracin visual de la teora
del caos cuando cientos de naves y soldados se alejan del portal como
desparramados por una explosin. La zona acaba de vaciarse en el radar cuando
el haz de contrapresin baja del espacio. El cegador ray o de diez metros de
anchura hace impacto en el antiguo portal. El hormign, el acero y el
ferroplstico se funden en lagos y ros de lava a ambas orillas del ro original. El
ro mismo se convierte en vapor, enviando una onda de choque y una nube

brumosa que oscilan sobre la ciudad. Esta vez la nube con forma de hongo llega a
la estratosfera.
La capitana Wu, el padre Brown y todos los dems miran al padre capitn De
Soy a. l casi oy e los pensamientos de los dems: Debamos capturar a la
muchacha con vida.
Ignora sus miradas y pregunta a la piloto:
No estoy familiarizado con este modelo de nave. Puede detenerse en el
aire?
Unos minutos responde la piloto. Tiene el rostro lustroso de sudor debajo
del casco.
Bajemos all y detengmonos sobre el portal ordena De Soy a.
Cincuenta metros estara bien.
Seor, las ondas trmicas y de choque de las explosiones
Hgalo, teniente. La serena voz del padre capitn no deja margen para
discusiones.
Descienden. El vapor y una llovizna violenta llenan el aire, pero sus luces de
bsqueda y su radar de alto perfil apualan la superficie. El arco teley ector est
al rojo blanco, pero todava en pie.
Pasmoso jadea la comandante Barnes-Avne.
La madre capitn Stone aparece en espacio tctico.
Padre capitn, el blanco fue alcanzado, pero sigue en pie. Quiere que
efecte otro disparo?
No dice De Soy a. Debajo del arco el ro se cauteriza, y el agua regresa
a esa cicatriz recalentada. Ascienden nuevas ondas de vapor mientras las orillas
de acero y hormign fundido se confunden con las aguas. El siseo es audible por
los sensores externos. El arremolinado ro est lleno de escombros.
De Soy a observa desde el espacio tctico y los monitores y ve que los dems
lo miran de nuevo. Les haban ordenado capturar a la nia con vida y llevarla a
Pacem.
Comandante Barnes-Avne dice formalmente. Por favor, ordene a sus
tropas que desciendan e inicien una bsqueda inmediata en el ro y las zonas
vecinas.
Inmediatamente dice Barnes-Avne, activando su red de mando e
impartiendo las rdenes. Nunca aparta los ojos de la cara del padre capitn De
Soy a.

28
En los das que siguen al dragado del ro no hay ninguna nave, ningn
cadver, slo unos desechos que quizs hay an sido la nave de la nia el padre
capitn De Soy a espera una corte marcial y tal vez la excomunin. El correo
Arcngel viaja a Pacem con la noticia, y a las veinte horas la misma nave, con
otros mensajeros humanos, regresa con el veredicto de que habr una junta de
revisin. De Soy a asiente al enterarse de la noticia, crey endo que es la antesala
de su regreso a Pacem para una corte marcial y algo peor.
Asombrosamente, el afable padre Brown encabeza la junta de revisin, como
representante personal del cardenal Simon Augustino Lourdusamy, con la
capitana Wu como representante del almirante Marusy n. Otros miembros de la
junta incluy en a dos de los almirantes presentes durante la tragedia y a la
comandante Barnes-Avne. Ofrecen a De Soy a un defensor, pero l rehsa.
El padre capitn no es arrestado durante los cinco das de audiencia pero se
sobreentiende que permanecer en la base militar de Pax, en las afueras de Da
Vinci, hasta que la audiencia hay a concluido. Durante esos cinco das, el padre
capitn De Soy a camina a lo largo del ro dentro de los lmites de la base, mira
las noticias en la televisin local y los canales de acceso directo, y en ocasiones
mira el cielo, imaginando que puede adivinar dnde se encuentra el Rafael en su
rbita, vaco y silencioso salvo por sus sistemas automticos. De Soy a espera que
el prximo capitn de la nave le brinde ms honor.
Muchos amigos lo visitan: Gregorius, Kee y Rettig an son sus guardias,
aunque y a no portan armas y tambin permanecen en la base en arresto virtual.
La madre capitana Boulez, el capitn Hearn y la madre capitana Stone pasan
para darle su testimonio antes de partir para la frontera. Esa noche De Soy a
observa la estela azul de las lanzaderas que se elevan hacia el cielo nocturno, y
los envidia. El capitn Sati del San Antonio comparte una copa de vino con De
Soy a antes de regresar a su nave-antorcha y su misin en otro sistema. Incluso el
capitn Lemprire pasa despus de testificar, y la vacilante compasin de este
hombre calvo termina por encolerizar a De Soy a.
El quinto da De Soy a se presenta ante la junta. La situacin es rara: De Soy a
an tiene el disco papal y tcnicamente est a cubierto de reproches o
acusaciones, pero se sobreentiende que el papa Julio, por mediacin del cardenal
Lourdusamy, ha ordenado esta junta. El disciplinado De Soy a, militar y jesuita,
acata con humildad. No espera una exoneracin.
En la tradicin de los capitanes de barcos desde la Edad Media de Vieja
Tierra, De Soy a sabe muy bien que la moneda de las prerrogativas de un capitn
tiene dos caras: un poder casi divino sobre todo lo que hay a bordo, compensado
por la exigencia de asumir plena responsabilidad por cualquier dao que sufra la
nave o por el fracaso de una misin.

De Soy a no ha daado su nave ni su vieja nave-antorcha ni el Rafael


pero sabe que su fracaso ha sido rotundo. Disponiendo de inmensos recursos de
Pax en Hy perion y en Renacimiento, no ha logrado capturar a una nia de doce
aos. No ve excusa para ello, y as lo declara durante la audiencia.
Por qu orden la destruccin del portal teley ector en Vector
Renacimiento? pregunta el padre almirante Coombs despus de la declaracin
de De Soy a.
De Soy a alza una mano, la baja.
En ese momento comprend que la nia haba viajado a este mundo para
alcanzar el portal. Nuestra nica esperanza de detenerla era destruirlo.
Pero no fue destruido? pregunta el padre Brown.
No dice De Soy a.
En su experiencia, padre capitn De Soy a dice la capitana Wu, existe
algn blanco que no sea destruido por un minuto de fuego concentrado de
contrapresin?
De Soy a reflexiona.
Hay blancos, como los bosques orbitales o los asteroides de los enjambres
xters, que no seran destruidos del todo ni siquiera por un minuto de fuego. Pero
sufriran graves daos.
Y el portal teley ector no fue daado? insiste el padre Brown.
Que y o sepa, no.
La capitana Wu se vuelve a los dems miembros de la junta.
Tenemos una declaracin jurada del jefe de ingenieros planetarios Rexto
Hamn, segn la cual la aleacin del portal teley ector, aunque irradi calor
durante ms de cuarenta y ocho horas, no result daada por el ataque.
Los miembros de la junta deliberan.
Padre capitn De Soy a dice el almirante Serra cuando se reanuda el
interrogatorio, comprendi usted que en su intento de destruir el portal poda
haber destruido la nave de la nia?
S, almirante.
Y en consecuencia matar a la nia? contina Serra.
S, almirante.
Y su orden especfica era llevar a la nia a Pacem ilesa. Es correcto?
S, almirante. sa era mi orden.
Pero usted estaba dispuesto a contravenirla?
De Soy a respira profundamente.
En este caso, almirante, pens que era un riesgo calculado. Mis
instrucciones decan que era de suprema importancia llevar a la nia a Pacem en
el tiempo ms breve posible. En esos pocos segundos, cuando comprend que ella
poda viajar por el portal teley ector y evitar la captura, pens que lo ms
conveniente era destruir el portal no la nave de la nia. Con franqueza, pens

que la nave y a haba atravesado el portal o no lo haba alcanzado. Todo indicaba


que la nave haba sido derribada y haba cado al ro. No saba si la nave tena
capacidad para trasponer el portal bajo el agua o, llegado el caso, si el portal
poda teley ectar un objeto subacutico.
La capitana Wu entrelaza las manos.
Y que usted sepa, padre capitn, el teley ector ha mostrado indicios de
actividad desde esa noche?
Que y o sepa no, capitana.
Que usted sepa, padre capitn, algn portal teley ector, en cualquier
mundo de la ex Red, o cualquier portal espacial, ha demostrado indicios de nueva
actividad desde la Cada de los teley ectores hace ms de doscientos setenta aos
estndar?
Que y o sepa, no.
El padre Brown se inclina hacia delante.
Entonces, padre capitn, tal vez pueda explicar a esta junta por qu pens
que la nia tena capacidad para abrir un portal e intentaba escapar por l.
De Soy a abre las manos.
Padre, no lo s. Tuve la clara sensacin de que ella no quera ser
capturada, y su fuga a lo largo del ro no lo s, padre. El uso del portal es lo
nico que tena sentido esa noche.
La capitana Wu mira a sus colegas.
Ms preguntas? Al cabo de un silencio aade: Eso es todo, padre
capitn De Soy a. Esta junta le informar sobre sus hallazgos maana por la
maana.
De Soy a asiente y se marcha.

Esa noche, recorriendo el sendero de la base a orillas del ro, De Soy a intenta
imaginar qu har si lo someten a corte marcial y le impiden ejercer el
sacerdocio aunque no lo encarcelen. La idea de la libertad, despus de tamao
fracaso, es ms dolorosa que la idea del encierro. La junta no ha mencionado la
excomunin no ha mencionado ningn castigo pero De Soy a est seguro de
su condenacin, su retorno a Pacem para comparecer ante un tribunal superior y
su expulsin de la Iglesia. Slo un terrible fracaso o hereja puede provocar
semejante castigo, pero De Soy a sabe perfectamente que su fracaso ha sido
terrible.
Por la maana comparece en el edificio donde la junta ha deliberado toda la
noche. Se cuadra frente a la docena de hombres y mujeres que estn detrs de la
larga mesa.
Padre capitn De Soy a dice la capitana Wu, hablando en nombre de
todos, esta junta de revisin ha sido convocada para responder a preguntas del

Mando de Pax y el Vaticano en cuanto a la disposicin y el resultado de hechos


recientes, especficamente, el fracaso de este comandante en la misin de
aprehender a la nia llamada Aenea. Al cabo de cinco das de investigacin y de
muchas horas de testimonios y declaraciones, esta junta considera que se
realizaron todos los esfuerzos y preparativos posibles para llevar a cabo la misin.
Era imposible que usted o cualquier oficial que trabajara con usted o bajo su
mando previera que la nia llamada Aenea o sus acompaantes podran escapar
por un teley ector que no ha funcionado en casi tres siglos estndar. El hecho de
que los teley ectores puedan reiniciar su actividad constituy e, por cierto, una
grave preocupacin para Mando de Pax y la Iglesia. Las implicaciones de ello
sern exploradas por el personal jerrquico de Mando de Pax y la jerarqua
vaticana.
En cuanto a su papel en esto, padre capitn De Soy a, consideramos que sus
acciones fueron responsables, correctas y concordantes con sus prioridades
legales, aunque objetamos que hay a puesto en peligro la vida de la nia que
deba capturar. Esta junta, aunque es oficial slo en el cometido de la revisin,
recomienda que usted contine su misin con la nave clase Arcngel
denominada Rafael, que usted contine usando el disco de autoridad papal y que
usted requise aquellos materiales que considere necesarios para la continuacin
de esta misin.
De Soy a, todava rgido, parpadea varias veces.
Capitana? pregunta.
S, padre capitn.
Esto significa que puedo conservar al sargento Gregorius y sus hombres
como guardia personal?
La capitana Wu (cuy a autoridad, paradjicamente, supera la de los
almirantes y comandantes de tierra presentes) sonre.
Padre capitn, usted podra ordenar a los miembros de esta junta que le
sirvan como guardia personal, si lo desea. La autoridad de su disco papal sigue
siendo absoluta.
De Soy a no sonre.
Gracias, capitana, seores. El sargento Gregorius y sus dos hombres
bastarn. Partir esta misma maana.
Partir hacia dnde, Federico? pregunta el padre Brown. El exhaustivo
anlisis de los testimonios no nos ha permitido averiguar adnde se teley ect esa
nave. El ro Tetis tena contactos cambiantes, y todos los datos sobre el prximo
mundo de la lnea se han perdido.
S, padre dice De Soy a, pero slo dos centenares de mundos estaban
conectados por ese ro teley ector. La nave de la nia tiene que estar en uno de
ellos. Mi nave Arcngel puede llegar a todos en menos de dos aos, calculando el
tiempo de resurreccin despus de cada traslacin. Comenzar de inmediato.

Los hombres y mujeres de la junta lo miran sorprendidos. El hombre que


tienen delante est hablando de varios cientos de muertes y dificultosas
resurrecciones. Por lo que saben, nadie, desde el comienzo del Sacramento de la
Resurreccin, se ha sometido a semejante ciclo de dolor y renacimiento.
El padre Brown se pone de pie y alza su mano en una bendicin.
In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti entona. Vay a con Dios,
padre capitn De Soy a. Nuestras plegarias irn con usted.

29
Cuando nos derribaron a cientos de metros del portal teley ector, tuve la
certeza de que podamos darnos por muertos. El campo de contencin interna
fall en cuanto los generadores sufrieron el impacto, la pared que mirbamos se
convirti sbitamente en nuestro abajo, y la nave cay como un ascensor con los
cables cortados.
Las sensaciones que siguieron son difciles de describir. Ahora s que los
campos internos pasaron a lo que se conoca como campo de choque un
nombre bien puesto, sin duda y en los prximos minutos fue exactamente
como si estuviramos apresados en un recipiente gigante de gelatina. En cierto
sentido, as era. El campo de choque se expandi en un nanosegundo para cubrir
todos los milmetros cuadrados de la nave, funcionando como un acolchado que
nos mantena inmviles mientras la nave se zambulla en el ro, botaba en el
fondo lodoso, disparaba su motor de fusin creando un gigantesco penacho de
vapor y avanzaba inexorablemente en medio del lodo, el vapor, el agua y los
desechos de la implosin hasta que la nave cumpli la ltima orden que haba
recibido, atravesar el portal teley ector. Aunque pasramos tres metros bajo la
hirviente superficie del ro, ello no impeda que el portal funcionara. La nave
luego nos cont que mientras su popa atravesaba el teley ector, el agua se
recalent de repente, como si una nave de Pax la bombardeara con un ray o de
contrapresin. Irnicamente, el vapor desvi el ray o durante los milisegundos
necesarios para completar la transicin.
Entretanto, desconociendo estos detalles, y o miraba azorado. No poda cerrar
los ojos bajo la fuerza aplastante del campo de choque, y miraba los monitores
de video y el pice del casco transparente mientras el teley ector se activaba en
medio del vapor y la luz del sol se derramaba sobre la superficie del ro. De
repente atravesamos la nube de vapor, chocamos nuevamente contra rocas y un
cauce fluvial y trepamos a una play a bajo un cielo azul y soleado.
Los monitores se apagaron y el casco se puso opaco. Quedamos varios
minutos atrapados en esa negrura cavernosa. Yo flotaba en el aire, o habra
flotado en el aire de no ser por el gelatinoso campo de choque. Tena los brazos
extendidos, la pierna derecha arqueada en postura de corredor, la boca abierta en
un grito silencioso y no poda pestaear. Al principio sent miedo de la asfixia el
campo de choque estaba dentro de mi boca abierta pero pronto not que mi
nariz y mi garganta reciban oxgeno. Result ser que el campo de choque
funcionaba como las costosas mscaras osmticas usadas para el buceo en
tiempos de la Hegemona: el aire atravesaba la masa de campo que se apretaba
contra el rostro y la garganta. No era una experiencia agradable siempre
detest la idea de la asfixia, pero mi angustia era manejable. Ms perturbadora
era la negrura y la sensacin claustrofbica de estar atrapado en una pegajosa y

gigantesca telaraa. Durante esos largos minutos en la oscuridad, tem que la


nave quedara atascada all para siempre y que los tres murisemos de hambre
en posturas indignas, hasta que un da los bancos de energa de la nave se
agotaran, el campo de choque se derrumbara y nuestros esqueletos blanqueados
cay eran ruidosamente en el interior de la nave como huesos arrojados por un
adivino invisible.
En realidad, el campo se disip lentamente menos de cinco minutos despus.
Las luces se encendieron, fluctuaron y fueron reemplazadas por una luz de
emergencia roja mientras descendamos suavemente a lo que poco antes haba
sido la pared. El casco externo se puso transparente de nuevo, pero muy poca luz
pasaba por el lodo y los desechos.
Yo no haba podido ver a A. Bettik y Aenea mientras estaba inmovilizado
estaban fuera de mi campo de visin, pero los vi mientras el campo los bajaba
hasta el casco. Me asombr or un grito que sala de mi garganta y comprend
que era el grito que haba iniciado en el momento de la colisin.
Los tres nos quedamos en la pared curva del casco, frotndonos y
palpndonos brazos, piernas y cabezas para cerciorarnos de que no tenamos
lesiones. Luego Aenea habl en nombre de todos.
Mierda dijo, y se puso de pie. Le temblaban las piernas.
Nave! llam el androide.
S, A. Bettik respondi la impasible nave.
Ests daada?
S, A. Bettik. Acabo de completar una evaluacin de daos. Las serpentinas
de campo, los repulsores y los trasladores Hawking han sufrido grandes daos, al
igual que algunos sectores del casco de popa y dos de las cuatro aletas de
aterrizaje.
Nave dije, ponindome de pie y mirando por la nariz transparente del
casco. Entraba luz por la pared curva, pero la may or parte del casco exterior
estaba embadurnado de fango y arena. El oscuro ro cubra hasta dos tercios de
los flancos. Al parecer nos habamos atascado en una orilla arenosa, pero antes
habamos recorrido muchos metros del fondo del ro. Nave, tus sensores
funcionan?
Slo el radar y el visual.
Hay perseguidores? Alguna nave de Pax atraves el teley ector?
Negativo. No hay blancos inorgnicos en tierra ni en el aire dentro de los
alcances de mi radar.
Aenea camin hacia la pared vertical que haba sido el piso enmoquetado.
Ni siquiera soldados? pregunt.
No dijo la nave.
El teley ector todava funciona? pregunt A. Bettik.
Negativo dijo la nave. El portal dej de funcionar dieciocho

nanosegundos despus de que lo atravesamos.


Me relaj un poco y mir a la nia, verificando que no estaba lastimada.
Salvo por el cabello desgreado y los ojos desorbitados, pareca bastante normal.
Me sonri.
Cmo salimos de aqu, Raul?
Mir arriba y entend a qu se refera. La escalera central estaba tres metros
sobre nuestras cabezas.
Nave dije, puedes activar los campos internos para que consigamos
salir?
Lo lamento. Los campos estn desactivados y la reparacin demorar un
tiempo.
Puedes simular una abertura en el casco encima de nosotros? La
sensacin de claustrofobia estaba volviendo.
Me temo que no. En este momento funciono con bateras, y una simulacin
requerira mucha ms energa de la que tengo. La cmara de presin principal
funciona. Si podis llegar all, la abrir.
Los tres nos miramos.
Magnfico dije al fin. Debemos arrastrarnos treinta metros en medio
de este desquicio
Aenea an miraba por la escalera.
Aqu la gravedad es diferente. La sientes?
As era. Todo era ms liviano. Yo deba de haberlo atribuido a una variacin
en el campo interno, pero y a no haba campo interno. Era otro mundo, con otra
gravedad. Mir a la nia sorprendido.
Me ests diciendo que podemos volar hacia all? dije, sealando la
cama que colgaba de la pared y la escalera.
No, pero la gravedad parece un poco menor que en Hy perion. Si los dos
me impulsis hacia all, os arrojar algo y luego nos arrastraremos hasta la
cmara de presin.
Y eso fue precisamente lo que hicimos. Hicimos una hamaca con las manos
e impulsamos a Aenea hacia la escalera; ella estir la mano, arranc la manta de
la cama, la anud en la balaustrada y nos arroj el otro extremo. A. Bettik y y o
trepamos y los tres caminamos precariamente por el poste del pozo central,
aferrndonos a la escalera de caracol para conservar el equilibrio, y poco a poco
nos abrimos paso por esa catica nave iluminada de rojo: la biblioteca, donde los
libros y cojines haban cado al casco inferior a pesar de las cuerdas que los
sujetaban; el holofoso, donde el Steinway an estaba atornillado en su sitio, pero
donde nuestras pertenencias personales haban cado al fondo de la nave. Nos
detuvimos mientras y o descenda para recoger la mochila y las armas que haba
dejado en el divn. Sujetndome la pistola al cinturn, aferrando la cuerda que
haba guardado en la mochila, me sent ms preparado para una eventualidad.

Cuando llegamos al corredor, vimos que aquello que haba daado el sector
del motor tambin haba causado estragos en los armarios: partes del corredor
estaban ennegrecidas y retorcidas, y el contenido de los armarios estaba
desparramado por las paredes desgarradas. La cmara de presin interna estaba
abierta, pero varios metros encima de nosotros. Tuve que trepar el ltimo tramo
vertical de corredor y arrojar la cuerda a los dems. Saltando a la cmara
externa y saliendo a la brillante luz del sol, met la mano en la cmara, encontr
la mueca de Aenea y la saqu. Un segundo despus hice lo mismo con A.
Bettik. Luego todos miramos alrededor.
Un extrao nuevo mundo! Nunca podr explicar la emocin que me
estremeci en ese momento, a pesar del choque, a pesar de las circunstancias, a
pesar de todo. Estaba mirando un nuevo mundo! El efecto fue ms profundo de
lo que haba esperado en mi anticipacin del viaje entre mundos. Este planeta era
muy parecido a Hy perion: aire respirable, cielo azul un poco ms claro que el
cielo lapislzuli de Hy perion, nubes, el ro a nuestras espaldas ms ancho
que el ro de Vector Renacimiento y jungla en ambas mrgenes,
extendindose hasta donde alcanzaba la vista a la derecha, y ms all del portal
teley ector cubierto de malezas a la izquierda. Adelante, la proa de la nave haba
abierto un surco que terminaba en una play a arenosa, y luego la jungla
empezaba de vuelta, cubriendo todo como un teln verde y harapiento sobre un
escenario estrecho.
Pero aunque todo suene familiar, todo era extrao: los aromas eran
sorprendentes, la gravedad era rara, la luz del sol demasiado brillante; los
rboles no se parecan a nada que y o conociera los describira como
gimnospermas plumosas y verdes y en lo alto bandadas de frgiles aves
blancas aleteaban alejndose del ruido que habamos provocado en nuestra torpe
entrada en este mundo.
Caminamos por el casco hasta la play a. Brisas suaves hacan ondear el
cabello de Aenea y mi camisa. El aire ola a especias sutiles, parecidas a canela
y tomillo, aunque ms suaves y sabrosas. La proa de la nave no era transparente
por fuera, aunque en ese momento no supe si la nave haba vuelto a opacar su
piel o si nunca pareca transparente desde fuera. Aun tendido de costado, el casco
habra sido demasiado alto y demasiado empinado para descender si no hubiera
cavado un surco tan profundo en la play a de arena. Us la soga para bajar a A.
Bettik a la arena, luego bajamos a la nia, y al fin me calc la mochila con el
rifle de plasma plegado encima y salt, rodando al tocar el suelo compacto.
Mi primer paso en otro mundo, y no fue un paso sino un tropezn.
La nia y el androide me ay udaron a levantarme. Aenea miraba el casco.
Cmo regresamos arriba? dijo.
Podemos construir una escalera o arrastrar un rbol cado. Tambin traje
la alfombra voladora.

Escrutamos la play a y la jungla. La play a era estrecha pocos metros desde


la proa hasta la arboleda, con un color ms rojo que arenoso bajo la brillante luz
del sol y la jungla era tupida y oscura. La brisa era fresca en la play a, pero el
calor era palpable bajo la tupida arboleda. Veinte metros ms arriba, las frondas
de las gimnospermas susurraban y temblaban como antenas de insectos gigantes.
Aguardad aqu un minuto dije, y me intern en la arboleda. La maleza
era espesa, en general un tipo de helecho, y el esponjoso suelo contena mucho
humus. La jungla ola a humedad y podredumbre, pero era un olor muy
diferente de los marjales y pantanos de Hy perion. Pens en los mosquitos
drcula y los agujines de mi regin, y camin con cuidado. De los troncos de las
gimnospermas colgaban lianas que creaban una malla en la penumbra.
Comprend que tena que haber agregado un machete a mi lista de elementos
bsicos.
No haba penetrado diez metros en la espesura cuando un alto arbusto de
gruesas hojas rojas frente a mi rostro se puso en movimiento y las hojas se
alejaron bajo el dosel de la jungla. Las hojas correosas de la criatura evocaban
esos enormes murcilagos que nuestros ancestros haban llevado a Hy perion.
Maldicin susurr, saliendo con esfuerzo de la hmeda maraa. Tena la
camisa rasgada cuando llegu tambaleando a la play a. Aenea y A. Bettik me
miraban con expectacin.
Es una verdadera jungla dije.
Caminamos hasta la orilla, nos sentamos en un tocn medio hundido y
miramos la nave espacial. La pobre pareca una ballena encallada en un viejo
holo sobre la fauna de Vieja Tierra.
Me pregunto si volar de nuevo murmur, rompiendo una barra de
chocolate y entregando una parte a la nia y otra al hombre de tez azul.
Oh, creo que s dijo una voz en mi mueca.
Me sobresalt. Me haba olvidado del brazalete comlog.
Nave? pregunt, alzando la mueca y hablando por el brazalete como si
usara una radio porttil de la Guardia Interna.
No tienes que hacer eso dijo la voz de la nave. Oigo todo con claridad,
gracias. Preguntabas si volar de nuevo. La respuesta es: casi con seguridad.
Tuve que efectuar reparaciones ms complicadas cuando llegu a la ciudad de
Endy mion despus de mi regreso a Hy perion.
Bien, me alegra que puedas eh repararte. Necesitars materia prima?
Repuestos?
No, gracias, M. Endy mion. Se trata de reasignar materiales existentes y
redisear ciertas unidades daadas. Las reparaciones no demorarn demasiado.
Cunto tiempo es demasiado? pregunt Aenea. Termin el chocolate y
se relami los dedos.
Seis meses estndar dijo la nave. A menos que me tope con

dificultades inesperadas.
Los tres nos miramos.
Escrut la jungla.
El sol estaba ms bajo, y sus ray os horizontales iluminaban las copas de las
gimnospermas y suman las sombras en una tiniebla an ms profunda.
Seis meses? dije.
A menos que me tope con dificultades inesperadas repiti la nave.
Alguna idea? pregunt a mis dos camaradas. Aenea se lav los dedos en
el ro, se enjuag la cara y se alis el cabello hmedo.
Estamos en el ro Tetis dijo. Iremos corriente abajo hasta encontrar el
prximo portal teley ector.
Podemos hacer de nuevo ese truco?
Aenea se sec la cara.
Qu truco?
Hice un gesto desdeoso con la mano.
Oh, nada hacer funcionar una mquina que estuvo muerta tres siglos.
Ese truco.
Me mir gravemente.
Yo no saba si podra hacerlo, Raul. Aenea se volvi hacia A. Bettik, que
nos miraba impasiblemente. De veras.
Qu hubiera sucedido si no hubieras podido hacerlo? pregunt.
Nos habran capturado. Creo que a vosotros dos os habran soltado. Me
habran llevado a Pacem. Nadie habra tenido ms noticias de m.
Su voz indiferente y fra me estremeci.
De acuerdo dije, funcion. Pero cmo lo hiciste?
Ella movi la mano en ese gesto que y a me estaba resultando familiar.
No estoy segura. Saba por mis sueos que quizs el portal me dejara
entrar
Te dejara entrar?
S. Cre que me reconocera. Y as fue.
Me apoy las manos en las rodillas y estir las piernas, hundiendo los talones
en la arena roja.
Hablas del teley ector como si fuera un organismo inteligente, viviente.
Aenea mir el arco que estaba a medio kilmetro.
En cierto modo lo es. Es difcil de explicar.
Pero ests segura de que las tropas de Pax no pueden seguirnos?
S. El portal no se activar para nadie ms.
Enarqu las cejas.
Y cmo pasamos A. Bettik, y o y la nave?
Aenea sonri.
Estabais conmigo.

Me puse de pie.
De acuerdo, hablaremos de esto despus. Primero, creo que necesitamos
un plan. Hacemos un poco de reconocimiento, o primero sacamos nuestras
cosas de la nave?
Aenea mir las oscuras aguas del ro.
Y entonces Robinson Crusoe se desnud, nad hasta su barco, se llen los
bolsillos con galletas y regres a la costa.
Qu? dije, alzando mi mochila con mal ceo.
Nada dijo Aenea, ponindose de pie. Slo un viejo libro pre-Hgira
que me lea el to Martin. Deca que los correctores de pruebas siempre han sido
imbciles incompetentes, aun hace mil cuatrocientos aos.
Mir al androide.
T la entiendes, A. Bettik?
A. Bettik torci los labios finos en esa mueca que y o estaba aprendiendo a
interpretar como una sonrisa.
No es mi funcin entender a M. Aenea, M. Endy mion.
Suspir.
De acuerdo, volvamos al tema. Efectuamos el reconocimiento antes de
que oscurezca, o sacamos nuestras cosas de la nave?
Voto por echar un vistazo dijo Aenea. Mir la oscura jungla. Pero no
por all.
De acuerdo dije, sacando la alfombra voladora de la mochila y
desenrollndola sobre la arena. Veamos si funciona en este mundo. Alc el
comlog. De paso, qu mundo es ste, nave?
Hubo un segundo de vacilacin, como si la nave estuviera concentrada en sus
propios problemas.
Lo lamento. No puedo identificarlo, dado el estado de mis bancos de
memoria. Mis sistemas de navegacin podran guiarnos, por cierto, pero
necesitar avistar estrellas. Os puedo informar que no hay transmisiones
electromagnticas ni de microondas en esta zona del planeta. No hay satlites de
repeticin ni otros objetos artificiales en rbita sincrnica.
De acuerdo. Pero dnde estamos?
Mir a la nia.
Cmo iba a saberlo? dijo Aenea.
T nos trajiste aqu recalqu. Not que la estaba tratando con
impaciencia, pero me senta un poco impaciente.
Aenea sacudi la cabeza.
Yo slo activ el teley ector, Raul. Mi nico plan era escaparme de ese
padre capitn y todas esas naves. Eso era todo.
Y encontrar a tu arquitecto.
S.

Mir la jungla y el ro.


No parece un lugar prometedor para encontrar un arquitecto. Supongo que
tienes razn. Tendremos que seguir ro abajo hasta el prximo mundo. El
teley ector poblado de malezas por donde habamos entrado me llam la
atencin. Comprend por qu habamos encallado: el ro formaba un recodo a la
derecha a medio kilmetro del portal. La nave haba pasado y haba seguido en
lnea recta, abriendo un surco en el bajo hasta la play a.
Aguarda dije, no podemos reprogramar ese portal y usarlo para ir a
otra parte? Por qu tenemos que encontrar otro?
A. Bettik se alej de la nave para echar un buen vistazo al portal.
Los portales del ro Tetis no funcionaban como los teley ectores personales
murmur. Tampoco estaban diseados para funcionar como los portales de
la Confluencia, ni los grandes teley ectores del espacio. Se meti la mano en el
bolsillo y sac un librito. Mir el ttulo: Gua del viajero en la Red de Mundos.
Parece que el Tetis estaba diseado para paseo y esparcimiento. La distancia
entre los portales variaba desde unos pocos kilmetros hasta muchos cientos de
kilmetros.
Cientos de kilmetros! exclam. Esperaba encontrar el prximo portal a
la vuelta del siguiente recodo del ro.
S continu A. Bettik. La idea, entiendo, era ofrecer al viajero una
amplia variedad de mundos, paisajes y experiencias. Con esa finalidad slo se
activaban los portales ro abajo, y se autoprogramaban aleatoriamente es
decir, los tramos de ro de diferentes mundos se barajaban constantemente,
como naipes de un mazo.
Sacud la cabeza.
En los Cantos del viejo poeta dice que los ros desaparecieron despus de la
Cada que se secaron como ojos de agua en el desierto.
Aenea chasque los labios.
A veces el to Martin dice pamplinas, Raul. l no vio qu pas con el Tetis
despus de la Cada. Estaba en Hy perion, recuerdas? Nunca regres a la Red.
Invent esa parte.
No era manera de hablar de la may or obra literaria de los ltimos trescientos
aos, ni del legendario poeta que la haba compuesto, pero me ech a rer a
carcajadas. Cuando logr calmarme, Aenea me miraba extraamente.
Ests bien, Raul?
S. Slo feliz. Hice un gesto que abarcaba la jungla, el ro, el portal,
incluso nuestra nave semejante a una ballena encallada. Por algn motivo,
simplemente me siento feliz.
Aenea cabece como si entendiera.
Dice el libro en qu mundo estamos? pregunt al androide. Jungla,
cielo azul debe de estar nueve-coma-cinco en la escala Solmev. Eso debe de

ser bastante raro. Menciona este mundo?


A. Bettik hoje la gua.
No recuerdo que en las secciones que le mencionaran un mundo as, M.
Endy mion. Leer con may or atencin despus.
Bien, creo que necesitamos echar un vistazo intervino Aenea, impaciente
por explorar.
Pero debemos rescatar algunas cosas importantes de la nave dije.
Prepar una lista.
Eso podra llevar horas. Cuando terminemos, habr cado el sol.
Aun as dije, dispuesto a discutir, es preciso organizarse.
Si se me permite la sugerencia interrumpi A. Bettik, t y M. Aenea
podis iniciar el reconocimiento mientras y o bajo esos artculos necesarios que
has mencionado. A menos que os parezca ms prudente dormir en la nave esta
noche.
Miramos la pobre nave. El ro formaba remolinos alrededor, y por encima de
la superficie emergan los tocones torcidos y ennegrecidos que haban sido las
orgullosas aletas de popa. Pens en dormir en medio de ese caos, bajo la luz roja
de emergencia o en la oscuridad absoluta de los niveles centrales.
Bien dije, sera ms seguro dormir dentro, pero saquemos las cosas
que necesitaremos para desplazarnos ro abajo y luego decidiremos.
El androide y y o deliberamos varios minutos. Yo tena el rifle de plasma, as
como la 45 en el cinturn, pero quera la escopeta calibre 16 que haba puesto
aparte, adems del equipo de camping que haba visto en un armario. No saba
cmo llegaramos ro abajo. Tal vez la alfombra nos transportara a los tres, pero
dudaba que nos sostuviera con nuestro equipo, as que decidimos sacar tres
aeromotos. Tambin haba un cinturn de vuelo que me haba parecido til, as
como accesorios tales como un cubo calefactor, sacos de dormir, esteras de
espuma, linternas lser y los auriculares de comunicacin.
Ah, y un machete, si encuentras aad. Haba varias cajas de cuchillos
y hojas multiuso en medio del equipo extravehicular. No recuerdo haber visto un
machete, pero si hay uno, traigmoslo.
A. Bettik y y o caminamos hasta el extremo de la angosta play a, encontramos
un rbol cado en la orilla y lo arrastramos hasta el flanco de la nave para usarlo
como escalerilla por donde podramos trepar al casco.
Ah, fjate si hay una escalerilla de cuerdas en medio de ese revoltijo. Y
una balsa inflable.
Algo ms? pregunt A. Bettik de mal humor.
No bien, una sauna, si encuentras. Y un bar bien provisto. Y tal vez una
banda de doce instrumentos que toque un poco de msica mientras
desempacamos.
Har lo posible dijo el androide, y trep por el tronco hacia el casco.

Me senta culpable por dejar que A. Bettik se encargara de cargar con esos
bultos, pero pareca conveniente averiguar a qu distancia estaba el prximo
portal teley ector, y no pensaba permitir que la nia saliera a solas en una misin
de exploracin. Se sent detrs de m mientras y o tecleaba las hebras activadoras
y la alfombra se pona rgida y se elevaba de la arena hmeda.
Picarn dijo ella.
Suspir de nuevo y toqu las hebras de vuelo. Nos elevamos en espiral sobre
el nivel de las copas de los rboles. El sol estaba ms bajo en la direccin que
consider el oeste.
Nave dije por el comlog.
S? El tono de la nave siempre daba la impresin de que y o la
interrumpa durante una tarea importante.
Estoy hablando contigo o con el banco de datos que copiaste?
Mientras ests dentro del alcance del comunicador, M. Endy mion, ests
hablando conmigo.
Cul es el alcance del comunicador? Nos elevamos treinta metros por
encima del ro. A. Bettik nos salud desde la cmara de presin.
Veinte mil kilmetros o la curva del planeta dijo la nave. Lo que venga
primero. Como dije antes, no hay satlites de retransmisin en este mundo.
Envi la alfombra hacia delante e iniciamos el vuelo ro arriba, hacia el arco
poblado de malezas.
Puedes hablarme a travs de un portal teley ector? pregunt.
Un portal activado? dijo la nave. Imposible, M. Endy mion. Estaras a
aos-luz de distancia.
La nave se las ingeniaba para hacerme sentir estpido y provinciano.
Normalmente disfrutaba de su compaa, pero no la echara de menos cuando la
dejramos atrs.
Aenea se apoy en mi espalda y me habl al odo para hacerse entender a
pesar del silbido del viento.
Los viejos portales tenan lneas de fibra ptica. Eso funcionaba aunque
no tan bien como la ultralnea.
Es decir que podramos usar cable telefnico si quisiramos seguir
hablando con la nave cuando estemos ro abajo?
Por el rabillo del ojo, vi que sonrea. Pero esa ocurrencia tonta me hizo
pensar en algo.
Si no podemos regresar ro arriba por los portales, cmo hallamos el
camino para regresar a la nave?
Aenea me apoy la mano en el hombro. El portal se aproximaba
rpidamente.
Seguimos la lnea hasta dar la vuelta dijo por encima del ruido del viento
. El ro Tetis era un gran crculo.

Me volv para mirarla.


Ests bromeando? Haba doscientos mundos conectados por el Tetis.
Por lo menos doscientos. Que sepamos.
No entend eso, pero suspir de nuevo cuando redujimos la velocidad cerca
del portal.
Si cada tramo del ro tena cien kilmetros, estamos hablando de un
tray ecto de veinte mil kilmetros para regresar aqu.
Aenea no dijo nada.
Me aproxim al portal, reparando por primera vez en el tamao de esas
cosas. El arco pareca de metal, con ornatos, compartimientos, muescas e
inscripciones crpticas, pero la jungla lo haba cubierto de lianas y lquenes. Lo
que y o haba confundido con xido result ser ms de esas hojas rojas con alas
de murcilago, colgando en racimos de la maraa de lianas. Las elud.
Y si se activa? pregunt cuando estbamos a un par de metros de la
parte interior del arco.
Intntalo dijo la nia.
Avanc despacio, casi detenindome cuando el frente de la alfombra lleg a
la lnea invisible que haba debajo del arco.
No pas nada. Lo atravesamos, gir y regresamos desde el sur. El portal
teley ector era slo un rebuscado puente de metal que se arqueaba sobre el ro.
Est muerto dije. Tan muerto como los huevos de Kelsey. Era una
de las frases favoritas de Grandam, y slo la usaba cuando supuestamente no la
oan los nios, pero comprend que haba una nia que poda orme. Perdn
dije por encima del hombro, ruborizndome. Tal vez haba pasado demasiados
aos en el ejrcito o trabajando con barqueros de ro, o como cuidador en los
casinos. Me haba convertido en un patn.
Aenea ech la cabeza hacia atrs, desternillndose de risa.
Raul, crec visitando al to Martin, recuerdas?
Sobrevolamos la nave y saludamos a A. Bettik mientras el androide bajaba
cubos de equipo a la play a. Agit su mano azul.
An quieres ir ro abajo para ver cunto falta para el prximo portal?
pregunt.
Por supuesto dijo Aenea.

Volamos ro abajo, viendo muy pocas otras play as o claros en la jungla: los
rboles y las lianas llegaban hasta la orilla. Me molestaba no saber hacia dnde
nos dirigamos, as que extraje la brjula de gua inercial de mi mochila y la
activ. La brjula me haba guiado en Hy perion, donde el campo magntico era
poco confiable, pero aqu era inservible. Al igual que el sistema de gua de la
nave, la brjula funcionaba a la perfeccin si se conoca su punto de partida, pero

habamos perdido ese lujo en cuanto atravesamos el teley ector.


Nave le dije al comlog, puedes obtener una lectura de brjula
magntica?
S fue la instantnea respuesta, pero sin saber con precisin dnde est
el norte magntico de este mundo, sera una estimacin tosca.
Dame esa estimacin tosca, por favor.
La alfombra se lade al sobrevolar un ancho recodo. El ro se haba
ensanchado de nuevo. Deba de tener casi un kilmetro de anchura en este punto.
La corriente pareca rpida, pero no traicionera. Mi trabajo como barquero en el
Kans me haba enseado a observar remolinos, ramas cadas, bancos de arena y
dems. Este ro pareca muy navegable.
Os estis dirigiendo aproximadamente al este-sureste dijo el comlog.
La velocidad del aire es sesenta y ocho kilmetros por hora. Los sensores indican
que el campo de deflexin de la alfombra est en ocho por ciento. La altitud es
De acuerdo, de acuerdo. Este-sureste.
El sol bajaba a nuestras espaldas. Este mundo giraba como Vieja Tierra e
Hy perion. El ro se enderez y aceler un poco. En los laberintos de Hy perion
haba volado a trescientos kilmetros por hora, pero no quera ir a tanta velocidad
si no era necesario. Las bateras de las hebras de vuelo eran duraderas, pero no
tena por qu agotarlas antes de lo necesario. Me record que deba recargar las
hebras en la nave antes de partir, aunque llevramos las aeromotos.
Mira dijo Aenea, sealando a la izquierda. Al norte, iluminada por el
poniente, una mole semejante a una meseta o construccin humana se elev
desde el dosel de la selva. Podemos ir a mirar?
No era conveniente. Tenamos un objetivo, tenamos un lmite de tiempo el
sol poniente, por lo pronto y tenamos mil motivos para no correr riesgos en las
inmediaciones de artefactos extraos. Por lo que sabamos, esa meseta o torre
poda ser el cuartel general de Pax en aquel planeta.
Claro dije, patendome mentalmente por ser tan idiota, y dirig la
alfombra hacia el norte.
El objeto estaba a may or distancia de la que aparentaba. Aceler a
doscientos kilmetros por hora, y aun as tardamos diez minutos en llegar.
Disculpa, M. Endy mion dijo la voz de la nave, pero pareces haberte
desviado y ahora te diriges al nornoreste, a unos ciento tres grados de tu objetivo
anterior.
Estamos investigando una torre o loma que sobresale de la jungla al norte.
La tienes en tu radar?
Negativo dijo la nave, y de nuevo cre detectar cierta sequedad en su
tono. Aqu, hundida en el barro, no tengo un punto de observacin ptimo. Todo
lo que est por debajo de la inclinacin de veintiocho grados a partir del horizonte
se pierde en la confusin. T ests justo dentro de mi ngulo de deteccin. Veinte

kilmetros ms al norte te perder.


Est bien. Slo examinaremos esto y regresaremos al ro.
Por qu? Por qu investigar algo que no tiene nada que ver con vuestros
planes de viajar ro abajo?
Aenea me cogi la mueca.
Somos humanos replic.
La nave no respondi.
Al fin llegamos a aquella cosa, que se elevaba cien metros sobre el dosel de
la jungla.
Sus niveles inferiores estaban tan rodeados de gimnospermas gigantes que la
torre pareca un viejo peasco elevndose en un mar verde.
Pareca natural pero tambin artificial, o al menos modificada por alguna
inteligencia. Tena setenta metros de anchura y pareca hecha de roca, tal vez
algn tipo de piedra arenisca. El sol poniente a slo diez grados del horizonte
selvtico baaba el peasco en una chispeante luz roja. Aqu y all, en las
laderas este y oeste del peasco, haba aberturas que Aenea y y o consideramos
naturales al principio, talladas por el viento o el agua; pronto comprendimos que
estaban talladas con herramientas. En la ladera este tambin haba nichos,
tallados a una distancia apropiada como para ser escalones y agarraderas para
pies y manos humanas. Pero eran nichos angostos de escasa profundidad, y la
idea de escalar as ese peasco de ms de cien metros me revolvi el estmago.
Podemos acercarnos ms? pregunt Aenea.
Yo mantena la alfombra a cincuenta metros de distancia mientras
sobrevolbamos.
No creo que sea aconsejable. Ya estamos al alcance de un arma de fuego.
No quiero tentar a nadie que tenga lanza o arco y flechas.
Un arco podra acertarnos a esta distancia dijo Aenea, pero no insisti.
Por un segundo cre ver algo que se mova dentro de una de las aberturas
ovales de la piedra roja, pero luego decid que era un truco de la luz del
atardecer.
Suficiente? pregunt.
No dijo Aenea. Me aferraba los hombros mientras virbamos. La brisa
me agitaba el cabello corto, y al mirar hacia atrs vi el cabello ondeante de la
nia.
Pero tenemos que volver a lo nuestro dije, enfilando hacia el ro y
acelerando. Cuarenta metros debajo de nosotros, la techumbre de gimnospermas
luca blanda, plumosa y engaosamente continua, como si pudiramos aterrizar
sobre ella en caso de emergencia. Al pensar en las consecuencias de semejante
emergencia, sent un aguijonazo de tensin. Pero A. Bettik tiene el cinturn de
vuelo y las aeromotos pens. Puede venir a buscarnos si es preciso .
Interceptamos el ro un kilmetro al sureste de donde lo habamos dejado, y

nuestra visibilidad llegaba a treinta kilmetros. No haba ningn portal teley ector.
Hacia dnde? pregunt.
Sigamos un poco ms.
Asent y vir a la izquierda, permaneciendo sobre el ro. No habamos visto
indicios de vida animal salvo algunas aves blancas y esos murcilagos vegetales
rojos. Estaba pensando en los escalones del monolito rojo cuando Aenea me tir
de la manga y seal abajo. Algo muy grande se mova bajo la superficie del
ro.
El reflejo de la luz del sol en el agua nos ocultaba los detalles, pero pude
distinguir una piel correosa, algo parecido a una cola con pinchos y aletas o
zarcillos a los costados. La criatura deba de tener diez metros de longitud. Se
sumergi y la pasamos antes de poder ver ms.
Era una especie de manta de ro dijo Aenea por encima de mi hombro.
Volbamos rpidamente, y el viento haca ruido contra el campo de deflexin.
Ms grande dije.
Yo haba trabajado con mantas de ro, y nunca haba visto una tan larga ni tan
ancha. De pronto la alfombra voladora me pareci muy frgil e insustancial.
Baj treinta metros ahora volbamos muy cerca de los rboles para que una
cada no resultara fatal en caso de que la antigua alfombra decidiera
abandonarnos sin advertencia.
Doblamos otro recodo, notamos que el ro se estrechaba rpidamente, y
pronto fuimos saludados por un rugido y una muralla de espuma. La cascada no
era espectacular apenas diez a quince metros pero un gran volumen de agua
caa por ella. El ro de un kilmetro de anchura se angostaba entre peascos de
roca hasta tener slo cien metros, y el caudal era impresionante. Haba ms
rpidos sobre las rocas, y luego de un ancho remanso el ro volva a ensancharse
y a ser relativamente plcido. Por un segundo me pregunt estpidamente si la
criatura fluvial que habamos visto estara preparada para esta repentina cada.
No creo que encontremos el portal a tiempo para regresar antes del
anochecer dije. Siempre que hay a un portal ro abajo.
Hay uno dijo Aenea.
Hemos recorrido por lo menos cien kilmetros.
A. Bettik dijo que los tramos del Tetis tenan esa longitud de promedio.
Puede haber doscientos o trescientos kilmetros entre portales. Adems haba
muchos portales a lo largo de diversos ros. Los tramos del ro variaban en
longitud aun dentro del mismo mundo.
Quin te cont eso? pregunt, girando para mirarla.
Mi madre. Ella era detective. Una vez tuvo un caso de divorcio donde
sigui a un to casado y su novia tres semanas por el ro Tetis.
Qu es un caso de divorcio?
No importa. Aenea gir para mirar hacia atrs. El cabello le fustig la

cara. Tienes razn. Regresemos a la nave. Vendremos por aqu maana.


Vir y aceler con rumbo al oeste. Cruzamos la cascada y nos remos cuando
la espuma nos moj la cara y las manos.
M. Endy mion? dijo el comlog.
No era la nave, sino A. Bettik.
S. Estamos regresando. Nos encontramos a media hora de distancia.
Lo s dijo la calma voz del androide. Estaba mirando la torre, la
cascada y todo lo dems en el holofoso.
Aenea y y o nos miramos desconcertados.
Quieres decir que el comlog enva imgenes?
Desde luego dijo la nave. Holo o vdeo. Tambin estuvimos
monitoreando el vuelo.
Aunque la postura es un poco rara dijo A. Bettik, pues el holofoso es
ahora un hueco en la pared. Pero no llamaba para verificar vuestra posicin.
Entonces qu?
Parece que tenemos un visitante dijo A. Bettik.
Una gran criatura acutica? inquiri Aenea. Una especie de manta,
pero ms grande?
No exactamente respondi la calma voz de A. Bettik. Es el Alcaudn.

30
Nuestra alfombra voladora deba de parecer un borrn durante nuestro
frentico viaje de regreso a la nave. Pregunt si la nave poda enviarnos un holo
en tiempo real del Alcaudn, pero dijo que la may ora de los sensores del casco
estaban cubiertos de fango y no tena una visin clara de la play a.
Est en la play a? pregunt.
Hace un momento, cuando sub para bajar otra carga dijo A. Bettik.
Entonces estaba en el anillo acumulador del motor Hawking dijo la nave.
Qu? No hay entrada en esa parte de la nave Call antes de ponerme
en ridculo. Dnde est ahora?
No estamos seguros dijo A. Bettik. Saldr al casco y llevar una radio.
La nave retransmitir mi voz.
Aguarda
M. Endy mion interrumpi el androide, no llam para que os
apresuraseis a regresar, sino para sugerir que alargarais vuestro paseo hasta que
la nave y y o tengamos algn indicio de las intenciones de nuestro visitante.
Qu ocurrencia la ma. Yo era el encargado de proteger a esa nia, y cuando
apareca lo que quiz fuera la mquina ms mortfera de la galaxia, decida
llevarla precisamente hacia el peligro. En ese largo da me haba comportado
como un idiota. Tend la mano para reducir la velocidad y regresar hacia el este.
La manita de Aenea intercept la ma.
No dijo. Regresaremos.
Yo sacud la cabeza.
Esa cosa
Esa cosa puede ir adonde le plazca dijo la nia con toda gravedad. Si
me buscara a m, o a ti, aparecera en la alfombra.
Esa idea me hizo mirar alrededor.
Regresemos insisti Aenea.
Suspir y regres ro arriba, reduciendo un poco la velocidad. Saqu el rifle
de plasma de la mochila e insert la culata.
No lo entiendo. Existe alguna constancia de que ese monstruo alguna vez
se fuera de Hy perion?
No lo creo dijo la nia. Se haba inclinado para apoy arme la cara en la
espalda, tratando de cubrirse del ventarrn al reducir el campo de deflexin.
Entonces qu ocurre? Te est siguiendo?
Parece lgico dijo, la voz ahogada por mi camisa de algodn.
Por qu?
Aenea se apart con tal fuerza que instintivamente estir la mano para
impedir que se cay era. Ella apart mi mano.
Raul, todava desconozco las respuestas a estas preguntas, de acuerdo? No

saba si esa cosa se ira de Hy perion, y por cierto no era lo que quera. Creme.
Te creo dije. Baj la mano hacia la alfombra, notando cun grande era
junto a su pequea mano, su pequea rodilla, su pie diminuto.
Ella apoy su mano en la ma.
Regresemos.
Correcto.
Met en el rifle un cargador de cartuchos de plasma. Los casquetes no estaban
separados, sino fundidos con el cargador hasta que se disparaban. Cada cargador
llevaba cincuenta cartuchos. Cuando se disparaba el ltimo, el cargador
desapareca. Insert el cargador de un manotazo, como me haban enseado en
la Guardia, sintonic el selector en un disparo por vez y me cercior de que el
seguro estuviera puesto. Me apoy el arma en las rodillas.
Aenea me toc los hombros y me dijo al odo:
Crees que ese rifle servir de algo contra el Alcaudn?
Mov la cabeza hacia ella.
No respond.
Volamos hacia el sol poniente.

Cuando llegamos, A. Bettik estaba solo en la estrecha play a. Agit la mano


para indicarnos que todo estaba bien, pero antes de descender sobrevol las copas
de los rboles. Hacia el oeste la roja esfera del sol se meca sobre la techumbre
de la selva.
Dej la alfombra junto a la pila de cajas y equipos en la play a, a la sombra
del casco de la nave, y me levant de un brinco, quitando el seguro del rifle.
No ha reaparecido dijo A. Bettik. Nos haba comunicado esto al salir de
la nave pero y o segua tenso de expectacin. El androide nos condujo a un claro
donde haba un par de huellas, si se podan llamar huellas. Pareca que alguien
hubiera apoy ado en la arena una pesada y filosa maquinaria agrcola.
Me agazap junto a las huellas como el rastreador experimentado que era;
comprend la inutilidad de ese ejercicio.
Apareci aqu, de nuevo en la nave y desapareci?
S dijo A. Bettik.
Nave, detectaste al monstruo en radar o visual?
Negativo dijo el comlog. No hay grabadores de vdeo en el
acumulador del motor Hawking.
Cmo supiste que estuvo ah?
Tengo un sensor de masa en cada compartimiento. Para propsitos de
vuelo, debo saber exactamente cunta masa se desplaza en cada sector de la
nave.
Cunta masa desplazaba? pregunt.

Uno-coma-cero-seis-tres toneladas mtricas dijo la nave.


Me qued petrificado.
Qu? Ms de mil kilos? Eso es ridculo. Mir de nuevo las dos huellas.
Imposible.
Posible dijo la nave. Durante la estancia de la criatura en el anillo
acumulador del motor Hawking, med un desplazamiento exacto de uno-comacero-seis-tres mil kilos y
Santo cielo dije, volvindome hacia A. Bettik. Me pregunto si alguien
habr pesado antes a este bastardo.
El Alcaudn tiene casi tres metros de altura dijo el androide. Y debe
de ser muy denso. Tambin puede modificar su masa segn lo requiera.
Lo requiera para qu? murmur, mirando la hilera de rboles. La
espesura se ennegreca al ponerse el sol. Las frondas de las plumosas
gimnospermas recibieron la ltima luz y se disiparon. Se haban aproximado
nubes durante nuestros ltimos minutos de vuelo, y ahora tambin irradiaban un
fulgor rojo y se opacaban a medida que anocheca.
Ests preparado para obtener una lectura de las estrellas? pregunt al
comlog.
Casi dijo la nave, aunque est cubierto de nubes tendr que
despejarse. Entretanto, he realizado algunos clculos.
Cmo cules? pregunt Aenea.
Segn el movimiento del sol de este mundo en las ltimas horas, el da de
este planeta es de dieciocho horas, seis minutos y cincuenta y un segundos.
Unidades estndar de la Hegemona, por supuesto.
Por supuesto dije. Y a A. Bettik: Esa gua muestra un da de dieciocho
horas en algunos de esos mundos para viajeros del ro Tetis?
No he visto ninguno, M. Endy mion.
De acuerdo. Decidamos qu haremos esta noche. Acampamos aqu, nos
quedamos en la nave o cargamos este material en las aeromotos y vamos cuanto
antes ro abajo hasta el prximo portal? Podemos llevar la balsa inflable. Yo voto
por esto. No tengo gran inters en quedarme en este mundo si el Alcaudn anda
por aqu.
A. Bettik alz un dedo como un nio en un aula.
Deb comunicarlo por radio dijo con cierto embarazo. El armario de
equipo extravehicular, como sabrs, sufri algunos daos durante el ataque. No
haba indicios de una balsa inflable, aunque la nave recuerda que constaba en el
inventario, y tres de las cuatro aeromotos estn fuera de servicio.
Frunc el ceo.
Totalmente?
S, totalmente. La cuarta se puede reparar, segn la nave, pero tardar
varios das.

Maldicin.
Cunta energa tienen esas aeromotos? pregunt Aenea.
Para cien horas en uso normal explic mi comlog.
La nia hizo un gesto desdeoso.
No creo que sean tan tiles, de todos modos. Una moto no significa una
gran diferencia, y quiz nunca encontremos una fuente de recarga.
Me frot la mejilla, palpndome la barba crecida. En la excitacin de ese da
me haba olvidado de afeitarme.
Pens en ello, pero si llevamos equipo, la alfombra voladora no tiene
tamao suficiente para trasladarnos a los tres con las armas y dems enseres.
Pens que la nia se opondra a que llevramos el equipo. En cambio dijo:
Llevemos todo, pero no volemos.
Qu no volemos? La idea de abrirnos paso por esa jungla me daba
escalofros. Sin una balsa inflable, o volamos o caminamos.
Todava podemos tener una balsa dijo Aenea. Podemos construir una
balsa de madera y llevarla corriente abajo no slo en este tramo del ro, sino
en todos.
De nuevo me frot la mejilla.
La cascada
Podemos trasladar nuestras cosas hasta all en la alfombra, por la maana.
Construir la balsa al pie de la cascada. A menos que no creas que podamos
construir una balsa
Mir las gimnospermas: altas, delgadas, resistentes, con el grosor ideal.
Podemos construir una balsa dije. En el Kans solamos armarlas para
llevar trastos con las barcazas.
Bien dijo Aenea. Esta noche acamparemos aqu. No ser una noche
muy larga si el da slo tiene dieciocho horas estndar. Nos pondremos en
marcha en cuanto amanezca.
Vacil un momento. No quera permitir que una nia de doce aos se
acostumbrara a tomar decisiones por todos, pero la idea pareca sensata.
Es una pena que la nave est averiada. Podramos ir ro abajo en los
repulsores.
Aenea se ech a rer.
No haba pensado en ir por el ro Tetis con esta nave dijo, frotndose la
nariz. Sera justo lo que necesitamos tan discreta como un dachshund gigante
pasando bajo arcos de croquet.
Qu es un dachshund? pregunt.
Qu es un arco de croquet? pregunt A. Bettik.
No tiene importancia. Os parece bien que nos quedemos aqu esta noche y
maana construy amos una balsa?
Mir al androide.

Me parece muy sensato dijo, aunque slo sea una parte de un viaje
totalmente insensato.
Interpretar que votas por el s dijo la nia. Raul?
De acuerdo, pero dnde dormimos esta noche? Aqu en la play a, o en la
nave, donde estaremos ms seguros?
Procurar que mi interior sea lo ms seguro y hospitalario posible esta
noche, dentro de las circunstancias dijo la nave. Dos divanes de la cubierta
de fuga pueden servir como camas, y se podran tender hamacas
Voto por acampar en la play a dijo Aenea. La nave no es refugio
contra el Alcaudn.
Mir la oscura arboleda.
Puede haber otras criaturas que no queremos conocer en la oscuridad. La
nave parece ms segura.
A. Bettik toc una caja.
Encontr algunas alarmas perimtricas dijo. Podemos ponerlas
alrededor del campamento. Me ofrezco para vigilar durante la noche. Confieso
que me agradara dormir fuera despus de tantos das a bordo.
Suspir y me rend.
Nos turnaremos para vigilar dije. Ordenemos estos trastos antes de
que oscurezca demasiado.
Los trastos incluan el equipo de campamento que y o haba pedido al
androide que bajara: una tienda de polmero, delgada como la sombra de una
telaraa, pero resistente, impermeable y liviana como para llevar en el bolsillo;
el tubo calefactor de superconductores, fro en cinco lados y capaz de cocinar
cualquier comida en el sexto; las alarmas perimtricas que A. Bettik haba
mencionado, antiguos detectores militares en versin para cazadores, discos de
tres centmetros que se clavaban en el suelo en cualquier permetro de hasta dos
kilmetros; sacos de dormir, almohadillas de espuma comprimibles, gafas
nocturnas, unidades de comunicaciones, equipos de cocina, utensilios.
Colocamos las alarmas, formando un semicrculo desde el linde del bosque
hasta la orilla del ro.
Y si esa cosa enorme sale del ro y nos come? pregunt Aenea cuando
terminamos de instalarlas. Estaba oscureciendo de veras, pero las nubes
ocultaban las estrellas. En las frondas la brisa soplaba con un sonido ms siniestro.
Si esa u otra criatura salen del ro para comernos dije, lamentars no
haberte quedado una noche ms en la nave. Puse los ltimos detectores en la
orilla del ro.
Instalamos la tienda en el centro de la play a, cerca de la proa de la nave
averiada. La microtela no necesitaba postes ni estacas; bastaba con plegar las
lneas de tela que uno quera endurecer para que los pliegues permanecieran
firmes en medio de un huracn, pero instalar una microtienda era un arte, y los

otros dos observaron mientras y o extenda la tela y plegaba los bordes en lnea
con el centro de la cpula, tan alto como para ponerse de pie, e insertaba en la
arena los bordes rgidos. Haba dejado una extensin de tela en el suelo de la
tienda, y estirndola con precisin tuvimos una entrada transparente. A. Bettik
cabece, aprobando mi destreza, y Aenea puso sacos de dormir en su sitio
mientras y o apoy aba una sartn en el cubo calefactor y abra una lata de guisado
de carne de vacuno. A ltimo momento record que Aenea era vegetariana.
Haba comido ensaladas durante las dos semanas a bordo.
Est bien dijo, asomando la cabeza por la entrada de la tienda.
Comer un poco del pan que A. Bettik est calentando, y tal vez un poco de
queso.
A. Bettik arrastraba maderas y colocaba piedras para formar una fogata.
No necesitamos eso dije, sealando el cubo calefactor y el guisado
burbujeante.
No convino el androide, pero pens que el fuego sera agradable. Y la
luz conveniente.
La luz result ser muy conveniente. Nos sentamos bajo el alero de la tienda y
miramos cmo las llamas escupan chispas hacia el cielo mientras se
aproximaba una tormenta. Era una extraa tormenta, con franjas de luces
cambiantes en vez de relmpagos. Las plidas franjas de color fluctuante
bailaban en el vientre de las nubes rozando las frondas de gimnospermas, que
giraban salvajemente en el creciente viento. El fenmeno no iba acompaado
por truenos, sino por un rumor subsnico que me pona los nervios de punta.
Dentro de la jungla danzaban globos de fosforescencia roja y amarilla, no
grcilmente como los radiantes espejines de los bosques de Hy perion, sino
nerviosamente, casi con malevolencia. A nuestras espaldas, el ro lama la play a
con olas cada vez ms furiosas. Sentado junto al fuego, el auricular en la cabeza
y sintonizado en la frecuencia de los detectores, el rifle de plasma sobre las
rodillas, las gafas nocturnas en la frente, listo para bajarlas en un segundo, debo
de haber presentado un aspecto cmico. En el momento no pareca gracioso,
teniendo en cuenta las huellas del Alcaudn en la arena.
Actu en forma amenazadora? le haba preguntado a A. Bettik minutos
antes. Haba tratado de hacerle empuar la escopeta, pues sta es el arma ms
fcil de usar para un novato, pero l se limit a conservarla a su lado cuando se
sent junto al fuego.
No hizo nada en absoluto me haba respondido. Simplemente se qued
en la play a alto, erizado de pinchos, oscuro pero reluciente. Sus ojos eran muy
rojos.
Te miraba a ti?
Miraba al este, ro abajo.
Como esperando que Aenea y y o regresramos , pens.

Me sent junto al fuego, mir la danza de la aurora sobre la jungla barrida


por el viento, segu las esferas que bailaban en la oscuridad, escuch el voraz
rugido del trueno subsnico y me pregunt cmo diablos haba llegado all. Por lo
que saba, poda haber velocirrptors y manadas de carroeros aproximndose
por la selva mientras permanecamos estpidamente sentados junto al fuego. O
tal vez el ro creciera; una muralla de agua poda estar lanzndose contra nosotros
en ese mismo instante. Acampar en la play a no era una idea brillante.
Tendramos que haber dormido en la nave, con la cmara de presin cerrada
hermticamente.
Aenea estaba echada de bruces, contemplando el fuego.
Conoces un cuento? pregunt.
Cuentos! exclam.
A. Bettik, que se abrazaba las rodillas junto al fuego, nos mir.
S dijo la nia. Cuentos de fantasmas, por ejemplo.
Resopl.
Aenea se apoy la barbilla en las palmas. El fuego le pint el rostro con tonos
clidos.
Pens que sera divertido dijo. Me gustan los cuentos de fantasmas.
Pens en cuatro o cinco rplicas, pero prefer callar.
Ser mejor que te duermas dije al fin. Si la nave tiene razn en cuanto
a la duracin del da, la noche no ser muy larga Por favor, Dios, que sea
cierto , pens. En voz alta aad: Ser mejor que duermas mientras puedes.
De acuerdo dijo Aenea. Ech un ltimo vistazo a la jungla, la aurora y
los fuegos de San Telmo de la arboleda, se meti en el saco de dormir y se
durmi.
A. Bettik y y o guardamos silencio un rato. En ocasiones y o conversaba con el
comlog, pidiendo a la nave que me informara de inmediato si el ro creca, o si
detectaba desplazamientos de masa, o si
No me molestara hacer la primera guardia, M. Endy mion dijo el
androide.
No, durmete respond, olvidando que el hombre de tez azul necesitaba
poco sueo.
Vigilaremos juntos, pues murmur. Pero dormita cuando lo necesites,
M. Endy mion.
Tal vez dormit de cuando en cuando antes del alba tropical que lleg seis
horas despus. Toda la noche fue nubosa y tormentosa; la nave no logr estudiar
las estrellas mientras estuvimos all. No nos comieron velocirrptors ni
carroeros. El ro no creci. La tormenta no nos da, y las esferas de gas
paldico no salieron del pantano para quemarnos.
Lo que ms recuerdo de esa noche, aparte de mi paranoia galopante y mi
terrible fatiga, es a Aenea durmiendo con el cabello castao y rubio derramado

sobre el saco de dormir rojo, el puo en la mejilla como un beb disponindose a


chuparse el pulgar. Esa noche comprend el peso y la dificultad de la tarea que
me aguardaba, proteger a esa nia de los filosos bordes de un universo extrao e
indiferente.
En esa noche extraa y tormentosa comprend por primera vez qu
significaba ser padre.

Nos pusimos en marcha con las primeras luces, y esa maana sent la mezcla
de fatiga, ojos arenosos, barba crecida, espalda dolorida y pura alegra que sola
embargarme despus de mi primera noche en una excursin. Aenea fue al ro a
lavarse, y se la vea ms fresca y limpia de lo que hubieran admitido las
circunstancias.
A. Bettik calent caf en el cubo, y l y y o bebimos un poco mientras la
niebla matinal se elevaba del rpido ro. Aenea bebi agua de una botella que
haba bajado de la nave, y todos comimos cereal seco de un pak de raciones.
Cuando el sol resplandeci sobre el dosel de la selva disipando la bruma,
trasladamos nuestro equipo ro abajo en la alfombra voladora. Como Aenea y y o
habamos hecho la parte divertida la noche anterior, dej que A. Bettik llevara el
equipo mientras y o sacaba ms brtulos de la nave y me aseguraba de tener lo
que necesitbamos.
La ropa era un problema. Yo haba empacado todo lo que crea necesario,
pero la nia slo tena la ropa que haba usado en Hy perion y algunas camisas
que habamos sacado del guardarropa del cnsul. Con ms de doscientos
cincuenta aos para planear el rescate de la nia, cualquiera hubiera dicho que el
viejo poeta se acordara de empacarle algunas prendas. Aenea pareca contenta
con lo que haba llevado, pero y o tema que fuera insuficiente si nos sorprenda el
fro o la lluvia.
En esto nos ay ud el armario de equipo extravehicular. All haba forros para
trajes espaciales, y el ms pequeo le sentaba bastante bien a la nia.
El material de microporos la mantendra abrigada y seca salvo en las
condiciones ms rticas. Tambin cog un forro para el androide y para m;
pareca absurdo llevar ropa invernal en el calor tropical de ese da, pero nunca se
saba. Tambin haba un viejo chaleco del cnsul en el armario, largo pero con
ms de una docena de bolsillos, broches, argollas, compartimientos secretos con
cremallera.
Tambin encontramos dos sacos para especmenes geolgicos que eran
excelentes mochilas. Aenea cogi una para cargar las prendas y enseres
adicionales.
Yo todava estaba convencido de que tena que haber una balsa en el interior,
pero por ms que hurgu en los compartimientos no la encontr.

M. Endy mion dijo la nave cuando le mencion a la nia lo que estaba


buscando. Tengo el vago recuerdo
Aenea y y o interrumpimos lo que estbamos haciendo para escuchar. Haba
un tono extrao, casi doloroso, en la voz de la nave.
Tengo el vago recuerdo de que el cnsul se llev la balsa inflable, de que se
despidi de m desde ella.
Dnde fue eso? pregunt. En qu mundo?
No lo s dijo la nave con ese tono tmido y dolorido. Tal vez no fuera
un ro Recuerdo estrellas brillando debajo del ro.
Debajo del ro? exclam. Despus de la colisin, me preocupaba la
integridad mental de la nave.
El recuerdo es fragmentario dijo la nave con voz ms animada. Pero
recuerdo que el cnsul parti en la balsa. Era una balsa grande, muy cmoda,
para ocho o diez personas.
Magnfico dije, cerrando la puerta de un compartimiento.
Aenea y y o sacamos la ltima carga. Habamos colgado una escalerilla
metlica de la cmara de presin, de modo que subir y bajar no era tan agotador
como antes.
A. Bettik descendi despus de llevar el equipo del campamento y los envases
de alimentos hasta la cascada, ech un vistazo a lo que quedaba: mi mochila llena
de efectos personales, la mochila y el saco de Aenea, las unidades de
comunicaciones y las gafas, algunos paks de comida y bajo la tapa de mi
mochila el rifle de plasma y el machete que A. Bettik haba hallado el da
anterior. Ese largo cuchillo era incmodo de llevar, a pesar de su funda de cuero,
pero mis pocos minutos en la selva el da anterior me haban convencido de que
lo necesitaramos. Tambin haba encontrado un hacha y una herramienta ms
compacta, una pala plegable, aunque durante milenios los idiotas que nos
listbamos en la infantera habamos aprendido a llamarla herramienta para
atrincherarse . Nuestros enseres comenzaban a ocupar espacio.
Me habra gustado dejar el hacha y llevar un lser para talar los rboles para
la balsa hasta una vieja motosierra habra sido preferible, pero mi linterna
lser no serva para esa tarea, y en el armario de armas curiosamente faltaban
herramientas cortantes.
En un momento de autocomplacencia pens en llevar el rifle de asalto de
FUERZA y talar esos rboles a disparos, cortndolos con ray os si era necesario,
pero rechac la idea. Sera demasiado ruidoso, demasiado desprolijo y
demasiado impreciso. Tendra que usar el hacha y sudar un poco. Llev un
equipo de herramientas, con martillo, clavos, destornilladores, tornillos, pernos
todas las cosas que podra necesitar para construir la balsa, as como algunos
rollos de plstico impermeable que podran servir como tosco pero adecuado piso
de la balsa. Encima del conjunto de herramientas haba tres rollos de cuerda con

funda de ny lon. En un saco rojo e impermeable haba encontrado bengalas y


explosivo plstico, el cual se haba usado para volar tocones y rocas durante
siglos, as como varios detonadores. Los inclu tambin, aunque quiz no sirvieran
para talar rboles para una balsa. Tambin inclu en esa pila dos kits mdicos y un
purificador de agua.
Haba llevado el cinturn de vuelo EM, pero era un trasto aparatoso con su
arns y su pak de potencia. Aun as, lo apoy contra mi mochila, pensando que
podamos necesitarlo. Tambin se apoy aba contra mi mochila la escopeta de
calibre 16 que el androide no se haba molestado en llevar consigo durante su
vuelo al este. Al lado haba tres cajas de municiones. Tambin haba insistido en
llevar la pistola de dardos, aunque A. Bettik y Aenea se negaban a usarla.
En mi cinturn estaba la funda con la 45 cargada, un bolsillo para una
anticuada brjula magntica que habamos encontrado en el armario, mis gafas
nocturnas y los binoculares diurnos, una botella de agua y dos cargadores
adicionales para el rifle de plasma.
Qu vengan los velocirrptors! musit mientras haca el inventario.
Qu? pregunt Aenea.
Nada.
Aenea acababa de empacar sus cosas en su nuevo saco cuando A. Bettik
descendi a la arena. Tambin haba empacado las pocas pertenencias
personales del androide en el segundo saco.
Siempre me gust levantar campamento, ms que instalarlo. Creo que
disfruto de la pulcritud de empacar todo.
De qu nos olvidamos? pregunt mientras mirbamos los paquetes y las
armas.
De m dijo la nave por el comlog. La voz sonaba un poco afligida.
Aenea cruz la play a para tocar el metal curvo de la nave encallada.
Cmo anda todo?
He iniciado las reparaciones, M. Aenea. Muchas gracias por preguntar.
An proy ectas seis meses para las reparaciones? pregunt.
Las ltimas nubes se disipaban en el cielo azul claro, sobre el vaivn de las
frondas verdes y blancas.
Aproximadamente seis meses estndar dijo la nave. Eso es para mi
estado interno y externo. No tengo macromanipuladores para reparar elementos
tales como las aeromotos.
Est bien dijo Aenea. Las dejaremos aqu. Las arreglaremos cuando
volvamos a verte.
Cundo ser eso? pregunt la nave. La voz pareca ms baja que de
costumbre, viniendo del comlog.
La nia nos mir a A. Bettik y a m. Ninguno habl.
Volveremos a necesitar tus servicios, nave dijo al fin Aenea. Puedes

ocultarte aqu durante meses, o aos, mientras te reparas y aguardas?


S dijo la nave. El fondo del ro servir?
Mir la gran masa gris de la nave. Aqu el ro era ancho y tal vez profundo,
pero la idea de que la nave herida se asentara all pareca extraa.
No tendrs filtraciones? pregunt.
M. Endy mion dijo la nave en su tono altanero, soy una nave
interestelar capaz de penetrar nebulosas y de sentirme cmoda dentro de la capa
externa de una gigante roja. No tendr filtraciones, como t dices, por estar
sumergida en H2O durante pocos aos.
Lo lamento dije, y aad, negndome a dejarle la ltima palabra: No
te olvides de cerrar la cmara de presin cuando te sumerjas.
La nave no hizo comentarios.
Cuando regresemos a buscarte dijo la nia, podremos llamarte?
Usad las bandas del comlog o noventa-punto-uno en la banda radial
general. Mantendr una antena en la superficie para recibir la llamada.
Nos has servido bien dijo Aenea, palmeando el casco. Ahora
recbrate. Queremos que ests en excelente forma cuando regresemos.
S, M. Aenea. Estar en contacto y os seguir el rastro hasta que atravesis
el prximo portal teley ector.
A. Bettik y Aenea se sentaron en la alfombra con sus mochilas. Nuestras
ltimas cajas de equipo ocupaban el resto. Me sujet el aparatoso cinturn de
vuelo. Eso me obligaba a llevar mi mochila contra el pecho, con una correa por
encima del hombro, el rifle en la mano libre, pero daba resultado. Saba cmo
manejar esa cosa slo por los libros los cinturones EM no servan en Hy perion
, pero los controles eran sencillos e intuitivos. El indicador de potencia
mostraba una carga completa, as que no crea que me cay era al ro en ese
breve viaje.
La alfombra flotaba a diez metros del ro cuando apret el controlador, salt
al aire, esquiv una gimnosperma, recobr el equilibrio y me acerqu a ellos.
Ir colgado de ese arns acolchado no era tan cmodo como ir sentado en una
alfombra voladora, pero la euforia de vuelo era an ms fuerte. Con el
controlador en el puo, les indiqu que partieran y volamos al este a lo largo del
ro, hacia el sol de la maana.

No haba muchas otras play as entre la nave y la cascada, pero haba un buen
sitio al pie de la cascada, en el lado sur, donde el ro se ensanchaba formando un
perezoso estanque ms all de los rpidos. Fue all donde A. Bettik desempac
nuestro equipo de camping y el primer cargamento. El estruendo de la cascada
era ensordecedor cuando bajamos la ltima caja. Cog el hacha y mir las
gimnospermas ms cercanas.

Estaba pensando murmur A. Bettik, con voz tan suave que el fragor de
la cascada apenas me permita orle.
Me detuve con el hacha en el hombro. El sol estaba muy fuerte, y la camisa
y a se me pegaba al cuerpo.
El ro Tetis estaba destinado a los cruceros de placer continu el androide
. Me pregunto cmo se las apaaban los cruceros de placer con eso. Seal
la rugiente cascada.
Lo s dijo Aenea. Yo estaba pensando lo mismo. Entonces tenan
barcazas de levitacin, pero no todos los que recorran el Tetis las usaban. Habra
sido embarazoso ir en un crucero romntico y andar sobrevolando cascadas con
tu novia.
Me qued mirando la espuma irisada de la cascada y me pregunt si y o era
tan inteligente como a veces crea. Esto no se me haba ocurrido.
El Tetis no se ha usado en tres siglos estndar dije. Tal vez la cascada
sea nueva.
Tal vez dijo A. Bettik, pero lo dudo. Estas cascadas parecen formadas
por desplazamientos tectnicos que corren muchos kilmetros al norte y al sur
por la jungla. Ves la diferencia de elevacin? Y han sufrido erosin durante
mucho tiempo. Ves el tamao de aquellas rocas en los rpidos? Yo creo que esto
ha estado aqu desde que existe el ro.
Y no figura en tu gua del Tetis? pregunt.
No dijo el androide, examinando el libro. Aenea lo cogi.
Tal vez no estemos en el Tetis suger. Ambos me miraron. La nave no
pudo examinar las estrellas. Y si estamos en un mundo que no figuraba en la
excursin original por el Tetis?
Aenea asinti.
Pens en ello. Los portales son los mismos en el resto del Tetis de hoy,
pero cmo saber si el TecnoNcleo no tena otros portales otros ros
conectados por teley ector?
Baj el hacha y me apoy en el mango.
En tal caso, estamos en apuros dije. Nunca encontrars a tu arquitecto,
y nunca encontraremos nuestro camino de regreso a la nave y a casa.
Aenea sonri.
Es demasiado pronto para preocuparnos por eso. Han pasado tres siglos. Tal
vez el ro abri un nuevo cauce desde los das del Tetis. O quizs hay a un canal y
esclusas que pasamos por alto porque la selva creci encima. No tenemos que
preocuparnos por esto ahora. Slo tenemos que ir ro abajo para ver si hay otro
portal.
Alc un dedo.
Otra idea dije, sintindome un poco ms listo que un momento antes.
Y si nos tomamos el trabajo de construir una balsa y encontramos otra cascada

entre nosotros y el portal? O diez ms? Anoche no localizamos el portal


teley ector, as que no sabemos a qu distancia est.
Pens en ello dijo Aenea.
Tamborile el mango del hacha con los dedos. Si la nia volva a repetir esa
frase, pensara seriamente en usar mi herramienta contra ella.
M. Aenea me pidi que hiciera un reconocimiento dijo el androide. Lo
hice durante mi ltimo viaje hasta aqu.
Frunc el ceo.
Reconocimiento? No tuviste tiempo para volar cien kilmetros o ms ro
abajo.
No convino el androide, pero llev la alfombra a gran altura y us los
binoculares para escudriar nuestro tray ecto. El ro parece ir en lnea recta
durante doscientos kilmetros. Fue difcil, por cierto, pero vi lo que podra ser el
arco ciento treinta kilmetros ro abajo. No pareca haber cascadas ni otros
obstculos.
Frunc an ms el ceo.
Viste todo eso? A qu altura volaste?
La alfombra no tiene altmetro, pero a juzgar por la visible curvatura del
planeta y el oscurecimiento del cielo, creo que llegu a cien kilmetros.
Tenas puesto un traje espacial? pregunt. A esa altitud la sangre de un
ser humano hervira en las venas y los pulmones estallaran por descompresin
explosiva. Un respirador? Mir en torno, pero no vi nada semejante en
nuestras pilas.
No dijo el androide, volvindose para alzar una caja. Slo contuve el
aliento.
Sacudiendo la cabeza, fui a talar algunos rboles. Pens que el ejercicio y la
soledad me vendran bien.

Era de noche cuando la balsa estuvo terminada, y habra trabajado toda la


noche si A. Bettik no se hubiera turnado conmigo para talar los rboles. El
producto terminado no era vistoso, pero flotaba. Nuestra pequea balsa tena seis
metros de longitud y cuatro de anchura, con una larga estaca que oficiaba de
timn sobre un soporte a popa y una plataforma frente al timn. All Aenea
instal la tienda con aberturas delante y detrs.
Puso toscos toletes en cada flanco, con largos remos que quedaran a lo largo
de la embarcacin a menos que los necesitramos para impulsarnos en aguas
muertas o como timones de emergencia en un rpido. Yo tema que los helechos
chuparan demasiada agua y se hundieran, pero con slo dos capas sujetas en
forma de panal con nuestra cuerda de ny lon, y atornilladas en sitios estratgicos,
los leos flotaban bien y mantenan el tope de la balsa a quince centmetros del

agua.
Aenea haba demostrado cierta fascinacin con la microtienda, y tuve que
admitir que la montaba con una destreza may or de la que y o haba demostrado
en tantos aos de usar esas cosas. Era accesible desde el timn, con un toldo
delante que nos guareca del sol y la lluvia sin estorbar la visin, y tena bonitos
aleros en ambos lados para guardar las otras cajas de equipo seco. Aenea y a
haba extendido nuestros cojines de espuma y sacos de dormir en varios rincones
de la tienda; la plataforma del centro, desde donde tenamos la mejor vista de
delante, ahora inclua una losa de un metro de anchura que servira para apoy ar
nuestros utensilios de cocina y el cubo calefactor; una de las lmparas de mano
oficiaba de farol y colgaba de un nudo central. El efecto general era acogedor.
La nia no slo pas la tarde haciendo una tienda acogedora. Quiz y o
esperaba que ella mirase mientras los dos hombres sudaban haciendo el trabajo
pesado y o me haba desnudado hasta la cintura para trajinar en el calor,
pero Aenea se nos sum casi de inmediato, arrastrando troncos hasta el punto de
ensamblaje, cortndolos, clavando clavos, colocando pernos y articulaciones y
ay udando en la construccin.
Seal que el modo en que me haban enseado a armar un timn era
ineficiente, pues si la base del trpode era ms baja y estaba a may or distancia
podra mover la prtiga con may or facilidad y mejor efecto. Dos veces me
mostr diferentes modos de sujetar los travesaos de la parte inferior de la balsa
para que estuvieran ms ceidos y fueran ms resistentes. Cuando
necesitbamos dar forma a un leo, Aenea se encargaba de ello con el machete,
y A. Bettik y y o slo podamos apartarnos para no recibir la lluvia de astillas.
Pero aunque los tres trabajamos con ahnco, atardeca cuando la balsa estuvo
terminada y el equipo cargado.
Podramos acampar aqu esta noche y zarpar temprano por la maana
dije.
Aun mientras lo deca, supe que no quera hacer eso. Tampoco queran ellos
dos. Subimos a bordo y nos alejamos de la costa con la larga prtiga que y o
haba escogido como fuente de locomocin cuando fallara la corriente. A. Bettik
timoneaba, y Aenea permaneci cerca del frente de la balsa, buscando esquistos
o rocas ocultas.
Durante la primera hora, el viaje fue mgico. Despus del trrido calor de la
jungla y la abrumadora fatiga de ese da, era paradisaco bogar en la lenta balsa,
empujar de cuando en cuando contra el lodo del ro y mirar el paso de las
oscuras paredes de jungla. El sol se puso a nuestras espaldas, durante unos
minutos el ro estuvo rojo como lava derretida, y las gimnospermas de ambas
orillas llamearon reflejando la luz. Luego el cielo gris se oscureci y pronto
qued cubierto de nubes, igual que la noche anterior.
Me pregunto si la nave habr logrado estudiar las estrellas dijo Aenea.

Llamemos para preguntar.


La nave no haba podido estudiar su posicin.
Pude confirmar que no estamos en Hy perion ni en Vector Renacimiento
dijo la vocecilla por mi comlog.
Vay a, qu alivio. Alguna otra noticia?
Me he desplazado al fondo del ro. Es muy cmodo, y me estoy
preparando
De repente los relmpagos de colores ondearon en el norte y el oeste, y el
viento azot el ro con tanta fuerza que todos tuvimos que apresurarnos a sujetar
las cosas para impedir que volaran. La balsa empez a zarandearse en el oleaje
y el comlog escupi esttica. Lo apagu y me concentr en remar mientras A.
Bettik volva a timonear. Durante varios minutos tem que la balsa se desarmara
en medio del oleaje y del viento rugiente; la proa bajaba y suba, y los rojizos
relmpagos eran la nica iluminacin. Esta noche el trueno era audible
enormes olas de sonido, como si alguien echara a rodar tambores de acero por
escaleras de piedra y los relmpagos aurorales rasgaban el cielo en vez de
bailar como la noche anterior. Quedamos petrificados cuando un ray o cay en
una gimnosperma de la orilla norte del ro, hacindola estallar en llamas y
chispas de color. Como ex barquero, maldije mi estupidez por encontrarnos en
medio de un ro tan ancho el Tetis volva a tener un kilmetro de anchura sin
un pararray os ni esteras de caucho. Nos agachbamos temblando de miedo
cuando los ray os de color caan en las orillas o iluminaban el horizonte.
De pronto empez a llover y los relmpagos cesaron. Corrimos hacia la
tienda, Aenea y A. Bettik agazapados cerca de la abertura del frente, an
buscando bancos de arena o leos flotantes, y o de pie en la parte de atrs, donde
la nia haba arreglado la tienda para que el timonel contara con algn refugio.
Las lluvias eran intensas y frecuentes en el ro Kans cuando y o era barquero.
Recuerdo estar acurrucado en la chorreante cabina de una vieja barca y
preguntarme si el peso de la lluvia la hundira, pero no recuerdo ninguna lluvia
como sta.
Por un momento pens que nos habamos topado con una cascada mucho
ms grande y sin darnos cuenta habamos cado bajo la precipitacin, pero
todava bamos ro abajo y no haba una cascada, solo la terrible fuerza de la
peor lluvia que y o haba experimentado.
Lo aconsejable habra sido dirigirse a la orilla y aguardar hasta que amainara
ese diluvio, pero no veamos nada, excepto relmpagos de colores detrs de esa
muralla vertical de agua, y no sabamos a qu distancia estaba la orilla ni si era
posible amarrar la balsa. Sujet el timn en su posicin ms alta, para que se
limitara a mantener la proa detrs, abandon mi puesto y me acurruqu junto a
la nia y el androide mientras los cielos se abran y derramaban ros, lagos,
mares de agua sobre nosotros.

La nia haba montado y asegurado la tienda con destreza o con suerte, pues
ni una vez se pleg ni se afloj. Digo que me acurruqu junto a ellos, pero en
realidad los tres estbamos ocupados sosteniendo cajas mientras la balsa se
zamarreaba y giraba en redondo. Ignorbamos en qu direccin bamos, si la
balsa estaba segura en medio del ro o se diriga a las rocas de un rpido, o bien si
enfilaba hacia un acantilado porque el ro viraba mientras nosotros seguamos en
lnea recta. Ya no importaba a esas alturas: slo queramos conservar nuestro
equipo, no caer por la borda y mantener a la vista a los otros dos.
En un punto con un brazo sobre las mochilas y la mano en el cuello de la
nia, que se estir para recobrar un cacharro que sala despedido de la tienda
mir al frente de la balsa y comprend que toda la balsa estaba bajo el agua
excepto nuestra plataforma. El viento arrojaba olas que irradiaban un fulgor rojo
o amarillo, segn el color de ese teln de relmpagos. Record algo que haba
olvidado buscar en la nave: chalecos salvavidas, dispositivos personales de
flotacin.
Poniendo a Aenea bajo el techo de la tienda, grit en medio de la tormenta:
Sabes nadar cuando no ests en gravedad cero?
Qu? Vi que sus labios formaban la palabra, pero no pude orla.
Sabes nadar?
A. Bettik nos mir desde las cajas. Chorreaba agua por la cabeza calva y la
larga nariz. Sus ojos azules parecan violetas cuando estallaban los relmpagos.
Aenea sacudi la cabeza, pero no supe si me responda negativamente o si
me daba a entender que no me oa. Su chaleco empapado chasqueaba como una
sbana mojada en una tormenta de viento.
SABES NADAR? grit a pleno pulmn. El esfuerzo me dej sin
aliento. Di frenticas brazadas. El zamarreo de la balsa nos separ y nos
aproxim.
Not que Aenea comprenda. Su largo cabello chorreaba lluvia y espuma.
Sonri y se acerc para gritarme al odo.
GRACIAS! ME GUSTARA NADAR. TAL VEZ MS TARDE.
Entonces dimos con un remolino, o tal vez el viento infl la tienda y la us
como vela para impulsar la balsa, pero lo cierto es que la balsa gir sobre s
misma, vacil y sigui girando. Renunciamos a salvar nada salvo nuestro pellejo
y nos acurrucamos en el centro de la plataforma. Not que Aenea gritaba una
especie de Hurra! de felicidad y sin darme cuenta repet el grito. Era
agradable gritar en medio del vendaval y el diluvio sin que nos oy eran, sintiendo
el eco del grito en el crneo y los huesos mientras reverberaba el rugido del
trueno. Mir a la derecha cuando un relmpago carmes ilumin el ro, vi con
asombro que la balsa esquivaba como un trompo una roca que sobresala del
agua, pero me asombr an ms ver a A. Bettik de rodillas, la cabeza echada
hacia atrs, gritando Hurra! con nosotros a voz en cuello.

La tormenta dur toda la noche. Al romper el alba la lluvia amain hasta


convertirse en una mera gara. Los relmpagos y estruendos debieron de
terminar entonces, pero no estoy seguro de ello. Yo, al igual que mi joven amiga
y mi amigo androide, estaba profundamente dormido.

Cuando despertamos, el sol estaba alto, no haba nubes y el ro era ancho y


lento. La jungla se desplazaba en ambas orillas como un tapiz ininterrumpido, y
el cielo era suave y azul.
Permanecimos un rato sentados, los codos sobre las rodillas, la ropa
empapada. No dijimos nada. Creo que an veamos la turbulencia de la noche
anterior, y las explosiones de color an estallaban en nuestra retina.
Al cabo de un rato Aenea se levant con piernas trmulas. La superficie de la
balsa estaba mojada, pero todava encima del agua. Un tronco de estribor se
haba zafado y haba algunas cuerdas deshilachadas en vez de nudos, pero en
general nuestra embarcacin an estaba en buenas condiciones.
Revisamos las junturas y realizamos un inventario. La lmpara que habamos
colgado como farol haba desaparecido, al igual que un cartn de raciones, pero
todo lo dems pareca en orden.
Bien, podis remolonear un rato dijo Aenea. Yo preparar un
desay uno.
Puso el cubo calefactor al mximo, hizo hervir agua, prepar t para ella y
caf para nosotros, puso a frer lonjas de jamn con tajadas de patata.
Mir el jamn siseante.
Cre que eras vegetariana dije.
Lo soy. Yo comer bocadillos de trigo y beber esa espantosa leche
reconstituida por la nave, pero por esta nica vez soy el chef y comeris bien.
Comimos bien, sentados en el frente de la plataforma, donde el sol nos
baaba la piel y nos secaba la ropa. Saqu mi aplastado tricornio de un bolsillo de
mi chaleco hmedo, lo estruj y me lo puse en la cabeza para cubrirme. Aenea
se ech a rer. Mir a A. Bettik, pero el androide estaba tan calmo e impasible
como siempre, como si esa hora de gritar Hurra! con nosotros nunca hubiera
existido.
A. Bettik enderez el poste del frente de la balsa, se quit su harapienta
camisa blanca y la colg para secarla. El sol brill sobre su perfecta piel azul.
Una bandera! exclam Aenea. Es lo que necesitaba esta expedicin.
Me ech a rer.
Pero no una bandera blanca. Eso significa Call de golpe.
Habamos avanzado por la lenta corriente virando en un recodo del ro. Ahora
veamos el enorme y antiguo portal teley ector que se arqueaba a cientos de
metros de altura. rboles enteros haban crecido sobre su ancho lomo, y largas

lianas colgaban de sus frisos y hendeduras.


Ocupamos nuestros puestos: y o en el timn, A. Bettik de pie ante el largo
poste, dispuesto a apartar rocas o troncos, y Aenea en el frente.
Durante un largo minuto cre que el teley ector no funcionara. Vea la jungla
y el cielo azul debajo, vea el ro que pasaba ms all. La vista era normal, hasta
que llegamos a la sombra del arco gigante. Un pez salt del agua a diez metros.
El viento agitaba el cabello de Aenea y las olas del ro. Encima de nosotros,
toneladas de metal antiguo colgaban como un intento infantil de dibujar un
puente.
No pas nada dije.
El aire se llen de electricidad de una manera ms repentina y aterradora
que en la tormenta de la noche anterior. Era como si un teln gigante hubiera
cado desde el arco. Ca de rodillas, sintiendo el peso y luego la falta de peso. Por
un brevsimo instante tuve la sensacin que haba tenido cuando el campo de
choque nos rode en la nave espacial derribada, como un feto luchando contra un
saco amnitico.
Lo atravesamos. El sol desapareci. La luz del da desapareci. Las orillas y
la jungla desaparecieron. El agua se extenda hasta el horizonte por todas partes.
Estbamos bajo un vasto cielo constelado de infinidad de estrellas.
Tres lunas del tamao de un planeta despuntaban delante, alumbrando a
Aenea como reflectores anaranjados.

31
Fascinante dijo A. Bettik.
No era la palabra que y o habra escogido, pero bast por el momento. Mi
primera reaccin fue iniciar un catlogo negativo de la situacin: no estbamos
en el mundo selvtico, no estbamos en un ro, el mar se extenda hacia el cielo
nocturno por doquier, no estbamos a la luz del da, no nos estbamos hundiendo.
La balsa se desplazaba de otro modo en este suave pero potente oleaje
ocenico, pero mi ojo de barquero not que, aunque las olas saltaban un poco
ms sobre los bordes, la madera de gimnosperma pareca flotar mejor. Me
arrodill cerca del timn y beb un sorbo de agua. La escup rpidamente y me
enjugu la boca con agua dulce de mi cantimplora. Este mar era an ms salado
que los mares de Hy perion.
Vay a murmur Aenea. Supuse que se refera a las lunas. Las tres eran
enormes y anaranjadas, pero la del centro era tan grande que la mitad de su
dimetro pareca llenar lo que y o an consideraba el cielo del este. Aenea se
puso de pie, y su silueta se recort contra el hemisferio anaranjado. Trab el
timn y me reun con los otros dos en el frente de la balsa.
El suave vaivn de las olas nos obligaba a aferrarnos al poste, donde la
camisa de A. Bettik an flameaba en el viento. La camisa blanca refulga bajo el
claro de luna y la luz de las estrellas.
Por un momento dej de ser barquero y escrut el cielo con ojos de pastor.
Las constelaciones que haban sido mis favoritas en la infancia el Cisne, el
Fulano, las Gemelas, las Semilleras y la Placa no estaban ah, o estaban tan
distorsionadas que no las reconoca. Pero s estaba la Va Lctea: la meandrosa
autopista de nuestra galaxia era visible desde el horizonte hasta el fulgor que
rodeaba las lunas. Si normalmente las estrellas eran ms tenues aun con una luna
tipo Vieja Tierra en el cielo, lo eran mucho ms con estas gigantes. Supuse que el
cielo lmpido, la falta de otras fuentes de iluminacin y el aire menos denso
ofrecan ese increble espectculo. Me costaba imaginar cmo seran esas
estrellas en una noche sin luna.
Me pregunt dnde estbamos. Tuve una corazonada.
Nave le dije al comlog. Todava ests ah?
Me sorprend cuando el brazalete me respondi.
Las secciones copiadas todava estn aqu, M. Endy mion. Puedo
ay udarte?
Los otros dos dejaron de mirar la gigantesca luna.
No eres la nave? pregunt.
Si preguntas si ests en comunicacin directa con la nave, la respuesta es
no dijo el comlog. Las bandas de comunicaciones se cortaron cuando
cruzasteis el portal teley ector. Esta versin abreviada de la nave, sin embargo,

recibe alimentacin de vdeo.


Haba olvidado que el comlog tena receptores fotosensibles.
Puedes decirnos dnde estamos?
Un minuto, por favor. Si alzas un poco el comlog gracias estudiar el
cielo para compararlo con coordenadas de navegacin.
Mientras el comlog investigaba, A. Bettik dijo:
Creo que s dnde estamos, M. Endy mion.
Yo tambin crea saberlo, pero dej que el androide hablara.
Esto congenia con la descripcin de Mare Infinitus. Uno de los viejos
mundos de la Red, ahora parte de Pax.
Aenea callaba. An contemplaba la luna con expresin fascinada. Mir la
esfera anaranjada que dominaba el cielo y vi nubes color xido sobre la
superficie polvorienta. Mirando de nuevo, discern los rasgos de la superficie:
manchas pardas que podan ser flujos volcnicos, la larga cicatriz de un valle con
tributarios, campos de hielo en el polo norte y lneas conectando lo que parecan
cordilleras. Me record ciertos holos de Marte, en el sistema de Vieja Tierra,
previos a su terraformacin.
Mare Infinitus parece tener tres lunas dijo A. Bettik, aunque en
realidad Mare Infinitus es el satlite de un mundo rocoso de tamao joviano.
Seal la luna polvorienta.
Cmo aqul?
Precisamente dijo el androide. He visto imgenes. Est deshabitado,
pero durante la Hegemona haba explotacin minera a cargo de robots.
Yo tambin creo que es Mare Infinitus. He odo a algunos cazadores de Pax
hablar de l. Gran pesca en alta mar. Dicen que en el ocano de Mare Infinitus
hay una criatura cefalocordada con antenas que alcanza ms de cien metros de
longitud se traga buques pesqueros enteros a menos que lo capturen primero.
Opt por callarme. Los tres escrutamos las vinosas aguas. En el silencio mi
comlog gorje de repente:
Lo tengo! Los campos estelares concuerdan perfectamente con mis
bancos de datos de navegacin. Estis en un satlite que rodea un mundo
subjoviano en rbita de la estrella Setenta Ofiuca. A veinte-siete-coma-nueve
aos-luz de Hy perion, diecisis-coma-cero-ocho-dos aos-luz del sistema de
Vieja Tierra. Es un sistema binario, con Setenta Ofiuca A como estrella primaria
a cero-coma-seis-cuatro UAs, y Setenta Ofiuca B como astro secundario a ochonueve UAs. Como parece haber atmsfera y agua, es muy probable que estis
en la segunda luna de la primaria subjoviana DB Setenta Ofiuca A, conocida en
tiempos de la Hegemona como Mare Infinitus.
Gracias le dije al comlog.
Tengo ms datos astrales gorje el brazalete.
Ms tarde dije, y lo apagu.

A. Bettik arri su camisa del improvisado mstil y se la puso.


La brisa ocenica era fuerte, el aire tenue y helado. Saqu un abrigo aislante
de la mochila, y los otros dos extrajeron chaquetas. La increble luna trepaba en
el increble cielo estrellado.

El segmento del ro correspondiente a Mare Infinitus es un grato aunque


breve interludio entre pasajes ms recreativos , deca la Gua del viajero para la
Red de Mundos.
Los tres nos agachamos junto a la losa para leer la pgina a la luz de nuestro
ltimo farol. La lmpara era redundante, en verdad, porque el claro de luna era
tan brillante como un da nublado de Hy perion.
El color violceo de los mares es causado por una forma de fitoplancton y
no por la dispersin atmosfrica que brinda al viajero tan bellos ponientes.
Aunque el interludio de Mare Infinitus es muy breve cinco kilmetros de viaje
ocenico es suficiente para la may ora de los que recorren el ro incluy e el
clebre Acuario Martimo y Restaurante de Gus. No deje de pedir la gigante
martima asada, la sopa de hectaopus y el excelente vino de hierbamarilla. Cene
en una de las terrazas de la plataforma ocenica de Gus para disfrutar de un
exquisito atardecer y el an ms exquisito despuntar de la luna. Aunque este
mundo es clebre por sus desiertas extensiones ocenicas (no tiene continentes ni
islas) y su agresiva fauna martima (el leviatn boca de lmpara, por
ejemplo), verifique si su buque permanecer dentro de la Corriente del Litoral
Medio de portal a portal, y s tendr escolta martima, de manera que su breve
intervalo acutico, coronado por una excelente cena en Gus, slo deje recuerdos
gratos. (Nota: El segmento de Mare Infinitus del Tetis ser omitido de la
excursin si hay tiempo inclemente o la fauna martima es peligrosa. Est
preparado para visitar este mundo en una excursin posterior) .
Eso era todo. Le devolv el libro a A. Bettik, apagu la lmpara, fui al frente
de la balsa y escudri el horizonte con amplificadores de visin nocturna. Las
gafas no eran necesarias bajo la brillante luz de las tres lunas.
El libro miente dije. Podemos ver al menos veinticinco kilmetros
hasta el horizonte. No hay otro portal.
Tal vez se desplaz dijo A. Bettik.
O se hundi dijo Aenea.
Ja dije, guardando las gafas en mi mochila y sentndome con los otros
cerca del tubo calefactor. El aire estaba fro.
Es posible dijo el androide que, al igual que en los dems segmentos
del ro, hay a una versin larga y otra corta de esta seccin.
Por qu siempre nos tocan las versiones largas? pregunt.
Estbamos preparando el desay uno, hambrientos despus de la larga noche

de tormenta en el ro, aunque las tostadas, el cereal y el caf parecan ms un


bocado de medianoche en el mar iluminado por la luna.
Pronto nos habituamos al vaivn de la balsa en las grandes olas y ninguno
sufri mareos. Despus de mi segunda taza de caf, me sent mejor. Algo en la
gua haba despertado mi sentido del absurdo, pero no me gustaba esa alusin al
leviatn boca de lmpara .
Ests disfrutando de esto, verdad? me dijo Aenea cuando nos sentamos
frente a la tienda. A. Bettik estaba detrs, en el timn.
Porqu? Alc las manos. Es una aventura. Pero nadie ha salido
lastimado.
Creo que falt poco, en esa tormenta.
S, bien
Y por qu ms te gusta? pregunt la nia con autntica curiosidad.
Siempre me gust la vida al aire libre respond con sinceridad.
Acampar, alejarse de todo. Hay algo en la naturaleza que me hace sentir no
s en conexin con algo ms vasto. Call antes de ponerme a hablar como
un gnstico zen ortodoxo.
La nia se aproxim.
Mi padre escribi un poema sobre esa idea. En realidad, fue el antiguo
poeta pre-Hgira del cual se clon el cbrido de mi padre, pero la sensibilidad de
mi padre estaba en el poema. Antes de que y o pudiera hacer preguntas, Aenea
continu. No era un filsofo. Era joven, ms joven que t, y su vocabulario
filosfico era bastante primitivo, pero en este poema intent expresar las etapas
por medio de las cuales nos aproximamos a la fusin con el universo. En una
carta considera estas etapas como una especie de termmetro del placer .
Qued sorprendido y un poco desconcertado por este breve discurso. Nunca
haba odo a Aenea hablando seriamente de nada, ni usando palabras tan largas,
y lo del termmetro del placer sonaba vagamente obsceno. Pero escuch
mientras ella continuaba.
Mi padre pensaba que la primera etapa de la felicidad humana era una
camaradera con la esencia murmur. Not que A. Bettik escuchaba desde
su puesto de timonel. Con eso se refera a una respuesta imaginativa y sensual
a la naturaleza la sensacin que describas antes.
Me frot la mejilla, sintiendo la barba crecida. Si pasaba unos das ms sin
afeitarme, tendra barba. Beb mi caf.
Mi padre consideraba que la poesa, la msica y el arte forman parte de
esa respuesta a la naturaleza. Es un modo falible pero humano de vibrar en
consonancia con el universo. La naturaleza crea en nosotros esa energa de
creacin. Para mi padre la imaginacin y la verdad eran lo mismo. Una vez
escribi: La imaginacin puede compararse con el sueo de Adn: despert y
encontr que era cierta .

No s si entiendo eso. Significa que la ficcin es ms verdadera que la


verdad?
Aenea sacudi la cabeza.
No, creo que significa bien, en el mismo poema hay un himno a Pan.
Fiero abridor de las puertas misteriosas
que llevan al conocimiento universal.
Aenea sopl su t para enfriarlo.
Para mi padre, Pan se convirti en smbolo de la imaginacin sobre todo
de la imaginacin romntica. Sorbi el t. Sabas, Raul, que Pan era el
precursor alegrico de Cristo?
Parpade. sta era la misma nia que dos noches atrs peda cuentos de
fantasmas.
Cristo? pregunt. Yo era hijo de mis tiempos, y la blasfemia me
causaba escozor.
Aenea bebi el t y mir las lunas. Se rode las rodillas con el brazo
izquierdo.
Mi padre pensaba que esa imaginacin pnica y elemental inspiraba a
algunas personas, no a todas, cierta respuesta a la naturaleza.
S pues el refugio insospechado
de pensamientos solitarios, elusivos
aun hasta el confn del firmamento.
Desnuda tu cerebro; s pues la levadura
que al crecer en la obtusa, turbia tierra.
Le brinda un aire etreo, un nuevo nacimiento:
s pues un smbolo de inmensidad:
un cielo reflejndose en un mar,
un elemento que llena el intersticio,
una incgnita
Callamos un instante. Yo me haba criado escuchando poesa: los toscos
poemas picos de los pastores, los Cantos del viejo poeta, la pica del jardn del
joven Ty cho, Glee y el centauro Raul. Estaba acostumbrado a los versos bajo
cielos estrellados. Pero la may ora de los poemas que haba odo, aprendido y
amado me resultaban ms comprensibles.
Al cabo de una pausa slo interrumpida por el embate de las olas contra la
balsa y el viento contra la tienda, dije:
Conque sta era la idea de tu padre sobre la felicidad?

Aenea ech la cabeza hacia atrs, y su cabello onde al viento.


Oh no dijo. Slo la primera etapa de la felicidad en su termmetro del
placer. Haba dos etapas superiores.
Cules eran? pregunt A. Bettik. La suave voz del androide me
sobresalt. Me haba olvidado de que iba en la balsa con nosotros.
Aenea cerr los ojos y habl de nuevo con voz suave y musical, exenta del
sonsonete de los que arruinan la poesa.
Pero hay maraas ms tupidas
ms autodestructivas, que llevan paso a paso
a la intensa cumbre, y cuya corona,
de amor y amistad forjada,
cie la frente de la humanidad.
Mir la tormenta de polvo y los relmpagos volcnicos de la luna gigante.
Nubes color sepia cruzaban el paisaje naranja y pardo.
Conque stos son los otros niveles? dije, un poco defraudado.
Primero la naturaleza, despus el amor y la amistad?
No exactamente dijo la nia. Mi padre pensaba que la verdadera
amistad entre los humanos estaba en un nivel superior a nuestra respuesta a la
naturaleza, pero que el nivel mximo era el amor.
Asent.
Como ensea la Iglesia dije. El amor de Cristo, el amor al prjimo.
No dijo Aenea, terminando el t. Mi padre se refera al amor ertico.
El sexo. De nuevo cerr los ojos.
Ahora que he saboreado su dulce alma hasta la mdula,
las dems honduras son superficiales: las esencias,
antao espirituales, apenas son lodosas vegas
destinadas a fertilizar mi raz terrena
para que un ureo fruto crezca de mis ramas
hacia el cielo floreciente.
No supe qu decir, as que arroj el resto del caf de mi taza, me aclar la
garganta, estudi las lunas y la Va Lctea.
Y bien? Crees que l haba descubierto algo importante? En cuanto lo
dije, quise patearme. Estaba hablando con una nia. Recitaba poesa antigua, tal
vez pornografa antigua, pero no haba manera de que ella pudiera entenderla.
Aenea me mir. El claro de luna alumbr sus grandes ojos.
Creo que hay ms niveles en el cielo y la tierra, Horacio, de los que suea

la filosofa de mi padre.
Entiendo dije, pensando Quin demonios es Horacio? .
Mi padre era muy joven cuando escribi eso dijo Aenea. Fue su
primer poema y fue un fracaso. l quera que su hroe pastor aprendiera la
exaltacin de estas cosas: la poesa, la naturaleza, la sabidura, las voces de los
amigos, los actos valerosos, la gloria de los lugares extraos, el encanto del sexo
opuesto. Pero se detuvo antes de llegar a la verdadera esencia.
Qu verdadera esencia? pregunt. La balsa se meci con la respiracin
del mar.
El sentido de cada forma, movimiento y sonido:
explorar todas las formas y sustancias
hasta llegar a sus simblicas esencias.
Por qu esas palabras me resultaban tan familiares?
Tard un rato en recordar.
Nuestra balsa sigui surcando la noche y el mar de Mare Infinitus.

Nos dormimos de nuevo antes de que despuntaran los soles, y despus de otro
desay uno me puse a revisar las armas. La poesa filosfica a la luz de la luna
estaba bien, pero las armas certeras eran una necesidad.
No haba tenido tiempo de probar las armas de fuego a bordo de la nave ni
despus de nuestra colisin en el mundo selvtico, y me pona nervioso andar con
armas que nunca haba disparado ni afinado. En mi breve tiempo en la Guardia
Interna y mis largos aos como gua de cazadores, haba descubierto que la
familiaridad con un arma era tanto o ms importante que tener un rifle
sofisticado.
La luna ms grande an estaba en el cielo cuando se elevaron los soles,
primero la binaria ms pequea, una mota brillante en el cielo de la maana,
haciendo palidecer la Va Lctea y borroneando los detalles de la gran luna, y
luego la primaria, ms pequea que el sol de Hy perion tan parecido al Sol de
Vieja Tierra pero muy brillante. El cielo cobr un profundo color ultramarino
y luego azul cobalto, con las dos estrellas llameando y la luna anaranjada
llenando el cielo detrs de nosotros. La luz del sol converta la atmsfera de la
luna en un disco brumoso y borroneaba los rasgos de la superficie. El da se puso
ms templado, luego caluroso, luego trrido.
El mar se encresp, y las apacibles ondas se convirtieron en olas de dos
metros que hamacaban la balsa pero estaban tan separadas como para permitir
que las recorriramos sin may ores contratiempos. Tal como prometa la gua, el
mar era de un perturbador color violeta, entrecruzado por crestas de un azul

oscursimo, casi negro, y en ocasiones por bancos de algas o espuma an ms


oscura. La balsa continu rumbo al horizonte donde haban despuntado las lunas y
los soles el este, desde nuestra perspectiva y slo nos caba abrigar la
esperanza de que la fuerte corriente nos llevara a alguna parte. Cuando
dudbamos del empuje de la corriente, usbamos una cuerda o arrojbamos un
desecho por la borda y observbamos la diferencia entre el tirn del viento y la
corriente. Las olas se formaban en lo que percibamos como sur a norte.
Continuamos hacia el este.
Dispar primero la 45, comprobando el cargador para asegurarme de que los
cartuchos estuvieran en su sitio. Tema que la arcaica caracterstica de tener la
municin separada de la estructura del cargador me hiciera olvidar recargar en
un momento difcil. No tenamos muchas cosas sobrantes para practicar puntera,
pero cog algunos envases usados de raciones, arroj uno y esper a que
estuviera a quince metros.
La automtica se disparaba con un rugido ensordecedor. Yo saba que las
armas de fuego eran ruidosas haba disparado algunas durante mi
entrenamiento, pues los rebeldes del Garfio de Hielo las usaban con frecuencia
, pero esta detonacin casi me hizo soltar la pistola. Aenea, que estaba mirando
hacia el sur y reflexionando sobre algo, se levant de un brinco. Hasta el
impasible androide se sobresalt.
Lo lamento dije.
Aferr la pesada pistola con ambas manos y dispar de nuevo.
Despus de usar dos cargadores de municin, tuve la certeza de que poda
acertarle a algo a quince metros. Ms all de eso bien, esperaba que mi blanco
tuviera odos y se asustara con el estruendo.
Al desarmar la pistola despus de los disparos, volv a mencionar que esa
antigua arma poda haber pertenecido a Brawne Lamia.
Aenea la examin.
Como dije, nunca vi a mi madre con un arma de mano.
Se la pudo haber prestado al cnsul cuando l regres a la Red en la nave
dije, limpiando la pistola abierta.
No dijo A. Bettik.
Me volv hacia l mientras se inclinaba sobre el remo.
No? repet.
Vi el arma de M. Lamia cuando ella estaba en la Benars. Era una pistola
anticuada, creo que de su padre, pero tena una culata perlada, una mira lser, y
estaba adaptada para usar cargadores de dardos.
Ah bien, la idea haba sido atractiva. Al menos esta cosa est bien
preservada y reconstruida dije. Deban de haberla guardado en una caja de
estasis; una pistola de mil aos no habra funcionado de otra manera. O tal vez
era una ingeniosa reproduccin que el cnsul haba encontrado en sus viajes. No

tena importancia, pero siempre me haba conmovido esa sensacin de historia,


por llamarla de algn modo, que pareca emanar de las armas antiguas.
A continuacin us la pistola de dardos. Bast un disparo para comprobar que
funcionaba a la perfeccin. El pak de raciones estall en mil astillas de
flujoespuma a treinta metros de distancia. La cresta de la ola titil como si la
acribillara una lluvia de acero. Las armas de dardos eran destructivas, casi
infalibles y muy perversas con el blanco, razn por la cual la haba elegido. Le
puse el seguro y la guard en mi mochila.
El rifle de plasma fue ms difcil de ajustar. La mirilla ptica me permita
apuntar a cualquier cosa desde el pak de raciones que flotaba a treinta metros
hasta el horizonte, a veinticinco kilmetros. Hund el pak de raciones con el
primer disparo, pero costaba discernir su eficacia en disparos ms largos. All no
haba nada contra lo cual disparar. Tericamente, un rifle de pulsos poda
acertarle a cualquier cosa no haba margen de desviacin ni arco Balstico y
vi por la mira que el ray o abra un boquete en las olas a veinte kilmetros de
distancia, pero no creaba la misma confianza que disparar contra un blanco
distante. Apunt hacia la luna gigante que ahora se pona a nuestras espaldas. A
travs de la mira distingu una montaa de cumbre blanca probablemente de
pura nieve y, slo por gusto, dispar. El disparo del rifle de plasma era
silencioso en comparacin con la pistola automtica, apenas un carraspeo. La
mira no tena potencia suficiente para mostrar un acierto, y a esa distancia la
rotacin de los dos mundos sera un problema, pero me habra sorprendido no
haber acertado en la montaa. En las barracas de la Guardia Interna se contaban
ancdotas sobre guardias suizos que haban derribado comandos xters
disparando a miles de kilmetros contra un asteroide vecino o algo similar. El
truco, como haba sucedido durante milenios, era ver al enemigo primero.
Pensando en ello despus de disparar la escopeta una vez, limpiando y
guardando las armas, dije:
Hoy tenemos que explorar un poco.
Dudas que el otro portal est all? pregunt Aenea.
Me encog de hombros.
La gua menciona cinco kilmetros entre portales. Debemos haber
recorrido por lo menos cien desde anoche. Tal vez ms.
Usaremos la alfombra voladora? pregunt la nia. Los soles le estaban
tostando la piel blanca.
Pens en usar el cinturn de vuelo dije. Menos perfil de radar si
alguien vigila , pens sin decirlo. Y t no irs, nia. Slo y o.
Saqu el cinturn de la tienda, me ce el arns, cog el rifle de plasma y
activ el controlador de mano.
Vay a mascull. El cinturn ni siquiera intent levantarme. Por un
segundo estuve seguro de que nos hallbamos en un mundo tipo Hy perion, con

psimos campos EM, pero luego mir el indicador de carga. Rojo. Vaco. Muerto
. Maldicin.
Me desabroch el arns y los tres nos reunimos en torno de ese objeto
inservible mientras y o revisaba los cables, el pak de bateras y la unidad de vuelo.
Estaba cargado antes de que saliramos de la nave dije. El mismo
momento en que cargamos la alfombra voladora.
A. Bettik trat de aplicar un programa de diagnstico, pero con energa cero
ni siquiera eso funcionaba.
Tu comlog debera tener el mismo subprograma dijo el androide.
S? pregunt estpidamente.
Me permites? dijo A. Bettik, sealando el comlog. Me quit el brazalete
y se lo entregu.
A. Bettik abri un diminuto compartimiento que y o ni siquiera haba visto,
sac un cable minsculo con un microfilamento y lo enchuf en el cinturn.
Parpadearon luces.
El cinturn de vuelo est roto anunci el comlog con la voz de la nave.
El pak de bateras se ha agotado prematuramente, unas veintisiete horas antes.
Creo que es un fallo en las clulas de almacenaje.
Sensacional. Se puede reparar? Retendr una carga si la encontramos?
Esta unidad no dijo el comlog. Pero hay tres repuestos en el armario
de objetos extravehiculares de la nave.
Sensacional repet. Arroj el enorme cinturn por la borda. Se hundi en
las olas violceas.
Aqu est todo listo dijo Aenea. Estaba sentada con las piernas cruzadas
sobre la alfombra voladora, que flotaba a veinte centmetros de la balsa.
Quieres echar un vistazo conmigo?
No discut, sino que me sent detrs de ella, cruc las piernas y mir cmo
tecleaba las hebras de vuelo.

A cinco mil metros de altura, respirando entrecortadamente y asomndome


por el borde de la alfombra, sent ms aprensin que en la balsa. Nuestra balsa
era apenas una mancha, un diminuto rectngulo negro en ese vasto y desierto
ocano violeta y negro. Desde esta altitud, las olas que en la balsa parecan tan
amenazadoras eran invisibles.
Creo que hemos encontrado otro nivel de esa reaccin a la naturaleza sobre
la que escribi tu padre, la camaradera con la esencia coment.
Y cul es? Aenea tiritaba en el aire fro. Slo tena la camiseta y el
chaleco que haba usado en la balsa.
Estar muerto de miedo dije.
Aenea se ech a rer. Debo aclarar que entonces amaba la risa de Aenea, y

me siento dichoso al evocarla. Era una risa suave, pero plena, desenfadada y
meldica. La echo de menos.
A. Bettik tendra que haber venido a explorar, en lugar de hacerlo t dije.
Por qu?
Por lo que dijo antes sobre su exploracin de gran altura, es evidente que
no necesita respirar aire, y es inmune a ciertas menudencias tales como la
despresurizacin.
Aenea se apoy en m.
No es inmune a nada. Slo han diseado su piel para que sea ms resistente
que la nuestra. La piel puede actuar como traje de presin por perodos breves,
aun en el vaco, y l puede retener el aire ms tiempo. Eso es todo.
Sabes mucho sobre androides?
No. Slo le pregunt.
Se inclin hacia delante y apoy las manos en las hebras de control.
Volamos hacia el este.
Admito que me aterraba la idea de perder contacto con la balsa, de
sobrevolar ese planeta ocenico hasta que las hebras de vuelo agotaran su carga
y cay ramos al mar, quiz para ser devorados por un leviatn de boca de
lmpara. Haba programado mi brjula inercial con la balsa como punto de
partida, as que encontraramos el camino de regreso a menos que y o soltara la
brjula, lo cual era improbable porque la llevaba colgada del cuello con un
cordel. Aun as, estaba preocupado.
No vay amos demasiado lejos dije.
De acuerdo. Aenea guiaba a poca velocidad, sesenta o setenta
kilmetros, y haba descendido a un nivel donde respirbamos mejor y el aire no
estaba tan fro. El mar violeta segua vaco en un gran crculo hasta el horizonte.
Parece que tus teley ectores nos estn jugando una mala pasada dije.
Por qu dices mis teley ectores, Raul?
Bien, es a ti a quien reconocen.
Aenea no respondi.
De veras dije, crees que hay algn propsito en los mundos adonde
nos envan?
Aenea me mir por encima del hombro.
S, creo que s.
Esper. Los campos de deflexin eran mnimos a esta velocidad, as que el
viento me arrojaba el cabello de la nia en la cara.
Sabes mucho acerca de la Red? me pregunt. Acerca de los
teley ectores?
Me encog de hombros, not que ella no me estaba mirando y dije en voz
alta:
Estaban a cargo de las IAs del TecnoNcleo. Segn la Iglesia y los Cantos

de tu to Martin, los teley ectores eran una especie de conspiracin de las IAs para
usar cerebros humanos, neuronas, como una suerte de ordenador de ADN
gigante. Cada vez que un humano atravesaba los teley ectores, stos actuaban
como parsitos. Correcto?
Correcto.
De manera que cada vez que atravesamos uno de estos portales, las IAs,
dondequiera que estn, se adhieren a nuestros cerebros como enormes mosquitos
sedientos de sangre, correcto?
Equivocado dijo la nia, girando hacia m. No todos los teley ectores
eran construidos, instalados y mantenidos por los mismos elementos del Ncleo.
Los cantos del to Martin mencionan la guerra civil que mi padre descubri en el
Ncleo?
S. Cerr los ojos en un esfuerzo por recordar las estrofas de la historia
oral que y o haba aprendido. Esta vez fui y o quien recit. En los Cantos hay
una personalidad IA con quien el cbrido Keats habla en la megaesfera del
espacio de datos del Ncleo.
Ummon. As se llamaba esa IA. Mi madre viaj all una vez con mi padre,
pero fue mi mi to, el segundo cbrido Keats, quien tuvo el enfrentamiento
final con Ummon. Contina.
Para qu? T debes de conocer esto mejor que y o.
No. El to Martin no haba vuelto a trabajar sobre los Cantos cuando y o lo
conoc. Dijo que no quera terminarlos. Cuntame cmo describe lo que dijo
Ummon sobre la guerra civil en el Ncleo.
As cavilamos dos centurias
y luego cada cual sigui su rumbo:
los Estables deseaban preservar la simbiosis,
los Voltiles ansiaban exterminar a los humanos,
los Mximos postergaban la eleccin
hasta que naciera un nuevo nivel de conciencia.
El conflicto estall entonces,
la guerra se libra ahora.
Eso fue hace doscientos setenta y pico aos estndar dijo Aenea. Fue
justo antes de la Cada.
S dije, abriendo los ojos y buscando en el mar algo ms que olas
violceas.
El poema de to Martin explica las motivaciones de los Estables, los
Voltiles y los Mximos?
Ms o menos. Es difcil de seguir. En el poema, Ummon y las otras IAs del
Ncleo hablan en koans zen.

Aenea asinti.
Est bien.
Segn los Cantos, las IAs llamadas Estables queran seguir siendo parsitos
de nuestros cerebros humanos cuando usbamos la Red. Los Voltiles queran
exterminarnos. Y creo que a los Mximos les importaba un rbano mientras
pudieran seguir trabajando en la evolucin de su propio dios mquina Cmo lo
llamaban?
La IM dijo Aenea, bajando la velocidad y descendiendo. La
Inteligencia Mxima.
S. Bastante esotrico. Cmo se relaciona con nuestro trnsito por estos
portales teley ectores, siempre que encontremos otro portal?
En ese momento lo pona en duda: ese mundo era demasiado grande, ese
ocano demasiado vasto. Aunque la corriente impulsara nuestra balsa en la
direccin correcta, la probabilidad de que atravesramos el arco de cien metros
del prximo portal pareca demasiado remota.
No todos los portales teley ectores eran construidos por los Estables, as que
no todos eran, como has dicho, grandes mosquitos en nuestro cerebro.
Bien, quin ms construa los teley ectores?
Los teley ectores del ro Tetis fueron diseados por los Mximos. Eran lo
que podramos considerar un experimento con el Vaco Que Vincula. sa es la
frase del Ncleo. La usa Martin en los Cantos?
S dije. Ahora estbamos a menor altura, a slo mil metros de las olas,
pero no se vea la balsa ni nada ms.
Regresemos dije.
De acuerdo. Consultamos la brjula y fijamos el rumbo de regreso a
casa, si una balsa empapada puede llamarse as.
Nunca entend qu diablos era el Vaco Que Vincula. Una especie de
hiperespacio que usaban los teley ectores y donde se ocultaba el Ncleo mientras
se alimentaba de nosotros. Entend esa parte. Cre que lo haban destruido cuando
Meina Gladstone orden bombardear los teley ectores.
No puedes destruir el Vaco Que Vincula dijo Aenea con voz distante,
como si pensara en otra cosa. Cmo lo describe Martin?
Tiempo Planck y longitud Planck. No recuerdo con exactitud habla de
combinar las tres constantes fundamentales de la fsica: la gravedad, la constante
de Planck y la velocidad de la luz. Recuerdo que daba unas diminutas unidades de
longitud y de tiempo.
Un 1035 de metro para la longitud dijo la nia, acelerando un poco. Y
1043 de segundo para el tiempo.
Eso no me dice mucho. Joder, es demasiado pequeo y corto con perdn
de la expresin.
Quedas absuelto dijo la nia. Recobrbamos altura poco a poco.

Pero lo importante no era el tiempo ni la longitud, sino el modo en que se


entrelazaban con el Vaco Que Vincula. Mi padre intent explicrmelo antes de
que y o naciera
Esa frase me desconcert, pero segu escuchando.
T has odo hablar de las esferas de datos planetarias.
S dije, tocando el comlog. Esta chuchera dice que Mare Infinitus no
tiene una.
Correcto. Pero la may ora de los mundos de la Red la tenan. Y a partir de
las esferas de datos, exista la megaesfera.
El medio teley ector el Vaco vinculaba esferas de datos, verdad?
FUERZA y el gobierno electrnico de la Hegemona, la Entidad Suma, usaban la
megaesfera, adems de la ultralnea, para permanecer conectados.
As es. La megaesfera exista en un subplano de la ultralnea.
No saba eso dije. Ese medio ultralumnico no haba existido en mis
tiempos.
Recuerdas cul fue el ltimo mensaje de ultralnea antes de su colapso,
durante la Cada? pregunt la nia.
S dije, cerrando los ojos. Esta vez no record los versos del poema. El
final de los Cantos siempre me haba parecido vago y no haba logrado
memorizar esas estrofas a pesar de la insistencia de Grandam. Un mensaje
crtico del Ncleo. Algo referente a salir de lnea y dejar de enlazarla.
El mensaje era: NO HABR MS USO INDEBIDO DE ESTE CANAL.
ESTIS MOLESTANDO A OTROS QUE LO UTILIZAN CON UN
PROPSITO SERIO. SE RESTAURAR EL ACCESO CUANDO
COMPRENDIS PARA QU SIRVE.
Correcto. Eso figura en los Cantos, creo. Y luego el medio de sper cuerdas
dej de funcionar. El Ncleo envi ese mensaje y cerr la ultralnea.
El ncleo no envi ese mensaje dijo Aenea. Sent un escalofro a pesar
del calor de los dos soles.
No? pregunt estpidamente. Y quin lo envi?
Buena pregunta dijo la nia. Cuando mi padre hablaba de la
metaesfera, el plano de datos ms amplio, siempre deca que estaba lleno de
leones, tigres y osos.
Leones, tigres y osos repet. Eran animales de Vieja Tierra. Creo que
ninguno lleg a la Hgira. Creo que no quedaba ninguno, ni siquiera su ADN
almacenado, cuando Vieja Tierra se precipit en su agujero negro despus del
Gran Error del 38.
Me gustara conocerlos algn da dijo Aenea. Aqu estamos.
Mir por encima de su hombro. Estbamos a mil metros de altura y la balsa
era diminuta pero resultaba claramente visible. A. Bettik estaba de pie
nuevamente sin camisa bajo el calor del medioda junto al remo. Agit su

brazo azul. Ambos devolvimos el saludo.


Espero que hay a algo bueno para almorzar dijo Aenea.
De lo contrario, tendremos que parar en el Acuario y Restaurante ocenico
de Gus.
Aenea se ech a rer y descendi hacia la balsa.

Era poco despus del anochecer y las lunas no se haban elevado cuando
vimos luces parpadeando en el este. Corrimos al frente de la balsa y tratamos de
distinguir qu era, Aenea con los binoculares, A. Bettik con las gafas nocturnas en
amplificacin mxima y y o con la mira del rifle.
No es el arco dijo Aenea. Es una plataforma marina, enorme,
apoy ada en una especie de zancos.
Sin embargo veo el arco dijo el androide, que miraba varios grados al
norte de la luz. La nia y y o miramos en esa direccin.
El arco era apenas visible, una cuerda de espacio negativo hendiendo la Va
Lctea sobre el horizonte. La plataforma, con sus luces de navegacin para
aeronaves y sus ventanas iluminadas, estaba varios kilmetros ms cerca. Entre
nosotros y el teley ector.
Maldicin dije. Me pregunto qu ser.
El restaurante de Gus? sugiri Aenea.
Suspir.
Bien, en tal caso, creo que ha cambiado de dueo. Han escaseado los
turistas del ro Tetis en el ltimo par de siglos. Estudi la gran plataforma por la
mira del rifle. Tiene muchos niveles. Hay varios barcos amarrados apuesto
a que son barcos pesqueros. Y un par de deslizadores y otras aeronaves. Creo ver
un par de tpteros.
Qu es un tptero? pregunt la nia, bajando los binoculares.
Es una aeronave que utiliza alas mviles, como un insecto explic A.
Bettik. Eran muy populares en tiempos de la Hegemona, aunque raros en
Hy perion. Creo que tambin los llamaban liblulas.
Todava los llaman as dije. Pax tena algunos en Hy perion. Vi uno en
el casquete de hielo de Ursus. Alzando de nuevo la mira, vi las ampollas
semejantes a ojos al frente de la liblula, a la luz de una ventana. Son tpteros,
en efecto.
Creo que tendremos problemas para pasar por esa plataforma y llegar al
arco sin que nos detecten dijo A. Bettik.
Deprisa urg, dejando de mirar las luces. Bajemos la tienda y el
mstil.
Habamos reorganizado la tienda para que funcionara como refugio y pared
en el estribor de la balsa, cerca de la parte trasera para propsitos de intimidad

y salubridad que no describir aqu, pero ahora plegamos la microfibra y la


redujimos a un paquete del tamao de mi palma. A. Bettik baj el mstil.
El remo? pregunt.
Lo mir un segundo.
Djalo. No tiene perfil de radar, y no es ms alto que nosotros.
Aenea estaba estudiando la plataforma con los binoculares.
No creo que puedan vernos ahora dijo. Estamos casi siempre entre
estas olas. Pero cuando nos acerquemos
Y cuando salgan las lunas aad.
A. Bettik se sent cerca de la piedra.
Si pudiramos trazar un arco amplio para llegar al portal
Me rasqu la mejilla, oy endo el crujido de la barba.
S. Yo pensaba usar el cinturn de vuelo para remolcarnos, pero
Tenemos la alfombra dijo la nia, acercndose al cubo calefactor. La
plataforma pareca vaca sin la tienda.
Cmo conectamos un cable de remolque? Abrimos un agujero en la
alfombra?
Si tuviramos un arns sugiri el androide.
Tenamos un bonito arns en el cinturn de vuelo dije. Y y o se lo
arroj al leviatn de boca de lmpara.
Podramos preparar otro continu A. Bettik, y ceir el cable a la
persona que vuele en la alfombra.
Claro, pero la alfombra puede ser detectada con el radar. Si all aterrizan
deslizadores y tpteros, ciertamente tienen alguna especie de control de trfico,
por primitivo que sea.
Podramos permanecer a baja altura dijo Aenea. Mantener la
alfombra por encima de las olas a la misma altura que nosotros.
Me rasqu la barbilla.
Es posible, pero si hacemos un desvo grande para permanecer fuera de la
vista de la plataforma, llegaremos al portal mucho despus de que despunten las
lunas. Maldicin con esa luz nos vern si la corriente nos lleva hacia ellos.
Adems el portal slo est a un kilmetro de la plataforma. Estn a suficiente
altura para vernos en cuanto nos acerquemos.
No sabemos si nos estn buscando dijo la nia.
Asent. La imagen de ese padre capitn que nos aguardaba en los sistemas de
Parvati y Renacimiento no dejaba de acuciarme: el cuello romano en ese negro
uniforme. No poda quitarme la idea de que nos esperara en esa plataforma con
tropas de Pax.
No importa si nos estn buscando dije. Aunque slo se acercaran para
rescatarnos, podemos inventar una historia convincente?
Aenea sonri.

Salimos en un crucero y nos perdimos? Tienes razn, Raul. Nos


rescataran y nos pasaramos un ao tratando de explicar a las autoridades de
Pax quines somos. Quiz no nos estn buscando, pero dices que estn en este
mundo.
S dijo A. Bettik. Pax tiene grandes intereses en Mare Infinitus. Por lo
que averiguamos cuando estbamos escondidos en la ciudad universitaria, es
evidente que Pax intervino tiempo atrs para restaurar el orden, fundar
conglomerados de cultivo martimo y convertir a los supervivientes de la Cada
en cristianos renacidos. Mare Infinitus era un protectorado de la Hegemona;
ahora es una filial de la Iglesia.
Mala noticia dijo Aenea. Se volvi hacia m. Alguna idea?
Creo que s dije, ponindome de pie. Habamos hablado en susurros,
aunque todava estbamos a quince kilmetros de la plataforma. En vez de
adivinar quines estn all y qu se proponen, por qu no voy a echar un vistazo?
Tal vez slo sean los descendientes de Gus y algunos pescadores dormidos.
Aenea resopl.
Cuando vimos la luz, sabes qu pens que era?
Qu? pregunt.
El lavabo del to Martin.
Cmo has dicho? pregunt el androide.
Aenea se palme las rodillas.
De veras. Mi madre me cont que cuando Martin Silenus era un famoso
escritor mercenario, en tiempos de la Red, tena una casa multimundos.
Grandam me habl de esas cosas. Teley ectores en vez de puertas entre las
habitaciones. Una casa con habitaciones en ms de un mundo.
Docenas de mundos en el caso de la casa del to Martin, si he de creerle a
mi madre dijo Aenea. Y tena un cuarto de bao en Mare Infinitus. Nada
ms slo una plataforma flotante con un lavabo. Ni siquiera paredes ni techo.
Mir las olas.
Vay a, eso s que es comunin con la naturaleza dije. Me palme la
pierna. De acuerdo, ir antes de que pierda las agallas.

Nadie discuti conmigo ni se ofreci para tomar mi lugar. En tal caso, habran
logrado convencerme.
Me puse pantalones y suter oscuros, con el chaleco de caza sobre el suter,
sintindome un poco melodramtico.
El chico comando va a la guerra , murmur la parte cnica de mi cerebro.
Le dije que cerrara el pico. Conserv el cinturn con la pistola, agregu tres
detonadores y una faja de explosivo plstico, me colgu las gafas nocturnas del
cuello y me puse un auricular de comunicaciones en la oreja con el micrfono

contra la garganta para las subvocales. Probamos la unidad con Aenea. Me quit
el comlog y se lo di a A. Bettik.
Esta cosa refleja la luz estelar dije. Y la voz de la nave podra
empezar a graznar tonteras sobre navegacin estelar en un momento inoportuno.
El androide asinti y se guard el brazalete en el bolsillo.
Tienes un plan, M. Endy mion?
Trazar uno cuando llegue all dije, elevando la alfombra. Toqu el
hombro de Aenea, y el contacto fue como un shock elctrico. Haba notado ese
efecto antes, cuando nos tocbamos las manos: no era una cosa sexual, pero aun
as era elctrica.
No te dejes ver, nia le susurr. Gritar si necesito auxilio.
Me mir con seriedad bajo la brillante luz de las estrellas.
No servir de nada, Raul. No podremos llegar a ti.
Lo s, slo bromeaba.
No bromees susurr. Recuerda, si no ests conmigo en la balsa cuando
atraviese el portal, te quedars aqu.
Asent, pero la idea me asust ms que la idea de que me disparasen.
Regresar. Parece que esta corriente nos acercar a la plataforma en
cunto calculas, A. Bettik?
Una hora, M. Endy mion.
S, eso creo. La maldita luna saldr para entonces. Ya pensar en algo para
distraerlos.
Dndole otra palmada a Aenea, saludando a A. Bettik, me elev por encima
del agua.
A pesar de la increble luz estelar y las gafas de visin nocturna, fue difcil
conducir la alfombra esos pocos kilmetros. Tena que mantenerme entre las olas
dentro de lo posible, con lo cual procuraba volar a menor altura que las crestas.
Era una tarea delicada. No saba qu sucedera si atravesaba la cresta de una de
esas olas largas y lentas tal vez nada, tal vez las hebras de vuelo sufrieran un
cortocircuito, pero no tena intencin de averiguarlo.
La plataforma pareca enorme cuando me acerqu. Despus de no ver nada
ms que la balsa durante dos das en ese mar, la plataforma era enorme, en parte
de acero, pero en general de madera oscura; una veintena de pilotes la
mantenan a quince metros del oleaje. Eso me daba una idea de cmo seran las
tormentas en ese mar, y me hizo sentir an ms afortunado de no haber
enfrentado ninguna. La plataforma tena varios niveles: cubiertas y
embarcaderos donde haba por lo menos cinco barcos pesqueros, escaleras,
compartimientos iluminados debajo de lo que pareca el nivel principal, dos
torres una de ellas con una pequea antena de radar y tres pistas de
aterrizaje para aeronaves, dos de las cuales haban sido invisibles desde la balsa.
Haba una media docena de tpteros, con sus alas de liblula bajas, y dos

deslizadores ms grandes en la pista circular que estaba cerca de la torre de


radar.
Haba trazado un plan perfecto mientras volaba hacia all: crear una
distraccin para ello haba llevado los detonadores y el explosivo plstico, que
cuando menos sera capaz de provocar un incendio, robar una liblula y usarla
para atravesar el portal, si nos perseguan, o bien para arrastrar la balsa a gran
velocidad.
Era un buen plan pero tena un defecto: y o no saba pilotar un tptero. Eso
nunca suceda en los holodramas que y o vea en los cines de Puerto Romance ni
en las salas de recreacin de la Guardia. Los hroes de esas historias siempre
saban pilotar cualquier cosa que robaran: deslizadores, VEMs, tpteros, cpteros,
aeronaves rgidas, naves espaciales. Evidentemente y o no tena entrenamiento
bsico para hroe; si lograba meterme en uno de esos aparatos, tal vez me
estuviera comiendo las uas y mirando los controles cuando los guardias de Pax
me arrestaran. Deba de ser ms fcil ser hroe en tiempos de la Hegemona.
Entonces las mquinas eran ms listas, lo cual compensaba la estupidez del
hroe. Lo cierto aunque odiara admitirlo ante mis compaeros de viaje es
que y o no saba conducir muchos vehculos. Una barca. Un vehculo terrestre,
siempre que fuera uno de los camiones que usaba la Guardia Interna de
Hy perion. En cuanto a pilotar bien, me haba alegrado al enterarme de que la
nave espacial no tena sala de control.
Dej de lado estas divagaciones sobre mis carencias como hroe y me
concentr en el ltimo tramo de viaje hacia la plataforma. Ahora vea las luces
con claridad: luces de navegacin en las torres, cerca de las pistas, una luz verde
intermitente en las drsenas, ventanas iluminadas. Muchas ventanas. Decid tratar
de descender en la parte ms oscura de la plataforma, bajo la torre de radar del
lado este, y llev la alfombra en un largo y lento arco para aproximarme desde
esa direccin. Mirando por encima del hombro, tem que la balsa se acercara,
pero todava era invisible.
Espero que sea invisible para estos tos . Ahora oa voces y risas: voces
masculinas, risas estentreas. Me recordaban a los cazadores que y o haba
guiado, desbordantes de alcohol y jactancia. Pero tambin me recordaban a los
zopencos que haban sido mis compaeros en la Guardia. Procur mantener la
alfombra baja y seca y me aproxim a la plataforma.
Casi he llegado subvocalic por el comunicador.
De acuerdo me susurr Aenea al odo. Habamos convenido que no
iniciara una conversacin y slo respondera a mis llamadas, a menos que ellos
tuvieran una emergencia.
Vi un laberinto de vigas, soportes, subcubiertas y pasajes debajo de la
plataforma principal. A diferencia de las iluminadas escaleras del lado norte y
oeste, estaban a oscuras. Deban de ser pasarelas de inspeccin, y escog la ms

baja y oscura para aterrizar. Apagu las hebras de vuelo, enroll la alfombra y la
puse en la interseccin de dos vigas, cortando con el cuchillo el cordel que haba
llevado. Enfundando el cuchillo y cubrindolo con el chaleco, tuve la repentina
imagen de tener que apualar a alguien con esa arma. La idea me estremeci.
Salvo por el accidente que tuve cuando me atac Herrig, nunca haba matado a
nadie en combate cuerpo a cuerpo. Rogu a Dios no tener que hacerlo nunca
ms.
Las escaleras hacan ruido bajo mis botas blandas, pero y o esperaba que ese
chillido ocasional no se oy era en medio del chapoteo de las olas contra los pilotes
y las risotadas de arriba. Sub dos tramos de escalera, encontr una escalerilla y
la segu hasta un escotilln. No estaba cerrado con llave. Lo alc lentamente,
temiendo que hubiera un guardia sentado encima.
Alzando la cabeza despacio, vi que era la cubierta de vuelo del lado de
barlovento de la torre. Diez metros ms arriba, la antena giratoria del radar se
perfilaba oscuramente contra la rutilante Va Lctea con cada revolucin.
Sub a cubierta, venc la tentacin de andar de puntillas y camin hasta la
esquina de la torre. Haba dos grandes deslizadores amarrados a la cubierta, pero
se vean oscuros y vacos. En las cubiertas ms bajas vi la luz de las estrellas
sobre las alas de insecto de los tpteros. La luz de nuestra galaxia reluca en sus
ampollas de observacin. Sent un hormigueo en la espalda, temiendo que me
observaran, mientras sala a la cubierta superior, adhera explosivo plstico al
vientre de un deslizador, instalaba un detonador que podra activar con el
cdigo de frecuencia apropiado desde mi unidad de comunicaciones, bajaba
por la escalerilla hasta la cubierta de tpteros y repeta la operacin. Estaba
seguro de que me observaban desde una de las ventanas o troneras iluminadas,
pero no hubo gritos de alarma. Con la may or naturalidad posible, sub por la
pasarela de la cubierta inferior y me asom por la esquina de la torre.
Otra escalera conduca desde el mdulo de la torre a uno de los niveles
principales. Las ventanas eran muy brillantes y ahora slo estaban cubiertas con
sus escudos antitormenta. O ms risas, ms cantos y ruido de cacharros.
Baj la escalera, cruc la cubierta y cog otra pasarela para mantenerme
alejado de la puerta. Agachndome bajo las ventanas iluminadas, trat de
contener el aliento y calmar mi palpitante corazn. Si alguien sala por esa
primera puerta, se interpondra en mi camino de regreso a la alfombra. Toqu la
culata de la 45 enfundada y trat de tener pensamientos valerosos. En general
pensaba en estar de vuelta en la balsa. Haba instalado los explosivos de
distraccin. Qu ms quera? Comprend que senta curiosidad: si no eran
efectivos de Pax, no quera detonar el explosivo. Las bombas eran el arma
favorita de los rebeldes contra los que haba combatido en el casquete de la
Garra: bombas en las aldeas, bombas en las barracas de la Guardia Interna,
masas de explosivos en nievemviles y pequeas naves dirigidas no slo contra la

Guardia sino contra los civiles. Siempre me haba parecido cobarde y detestable.
Las bombas eran armas que no discriminaban, y mataban tanto al inocente como
al soldado enemigo. Saba que este moralismo era una tontera, y pensaba que las
pequeas cargas no tendran ms efecto que incendiar aeronaves vacas, pero no
las hara detonar a menos que fuera absolutamente necesario. Estos hombres y
quiz mujeres, y quiz nios no nos haban hecho nada.
Con dolorosa lentitud, asom la cabeza y atisb por la ventana ms prxima.
Ech un vistazo y me agach. Los ruidos de cacharros venan de una cocina
iluminada. En todo caso, haba media docena de personas all, todos hombres,
todos en edad militar, pero no tenan ms uniforme que sus paos menores y
delantales; limpiaban, apilaban y lavaban platos. Obviamente haba llegado tarde
para la cena.
Pegado a la pared, avanc por la pasarela, baj otra escalera y me detuve
frente a otra hilera de ventanas. En las sombras de un rincn donde se unan dos
mdulos, pude ver por algunas de las ventanas sin alzar la cara. Era un comedor.
Unos treinta hombres beban caf. Algunos fumaban cigarrillos. Uno pareca
beber whisky, o al menos un lquido ambarino. No me hubiera venido mal un
trago.
Muchos de ellos vestan ropa caqui, pero no pude discernir si era un uniforme
local o slo el atuendo tradicional de los pescadores deportivos. No vea
uniformes de Pax, lo cual era una gran noticia. Tal vez esto slo fuera una
plataforma de pesca, un hotel para ricachones a quienes no les molestaba pagar
aos de deuda temporal mejor dicho, que la pagaran sus amigos y parientes en
casa con tal de tener la emocin de matar una criatura grande o extica. Qu
diablos, era posible que conociera algunos de esos tos: aqu pescadores,
cazadores de patos cuando visitaban Hy perion. No quera entrar para
averiguarlo.
Sintindome ms confiado, baj por la larga pasarela, bajo la luz de las
ventanas. No pareca haber guardias. No haba centinelas. Tal vez no
necesitramos una distraccin. Bastara con pasar de largo con la balsa, con claro
de luna o sin l. Estaran durmiendo, o bebiendo y riendo, y nosotros seguiramos
la corriente hasta el portal teley ector que se vea dos kilmetros al noreste, un
borroso arco oscuro contra el cielo estrellado. Cuando llegramos al portal,
enviara un cdigo de frecuencia que no hara detonar los explosivos sino que
desarmara los detonadores.
Estaba mirando el portal cuando dobl la esquina y tropec literalmente con
un hombre que estaba apoy ado en la pared. Haba otros dos apoy ados en la
borda. Uno de ellos empuaba binoculares de visin nocturna y miraba hacia el
norte. Ambos estaban armados.
Oy e! protest el hombre con quien haba tropezado.
Lo lamento dije. Nunca haba visto esta escena en un holodrama.

Los dos hombres de la borda portaban minipistolas de dardos con correa, y


apoy aban los antebrazos en ellas con esa arrogancia displicente que el personal
castrense ha practicado durante siglos. Uno de ellos movi el arma para
encaonarme. El hombre con quien me haba tropezado estaba encendiendo un
cigarrillo. Apag la llama de la cerilla, se sac el cigarrillo encendido de la boca
y me mir con cara de pocos amigos.
Qu haces aqu? pregunt. Era ms joven que y o, con poco ms de
veinte aos estndar. Not que usaba una variacin del uniforme de las fuerzas
terrestres de Pax, con la barra de teniente que y o haba aprendido a saludar en
Hy perion. Su dialecto era marcado, pero no logr identificarlo.
Respirando un poco de aire dije tmidamente. Una parte de m pens que
un autntico hroe habra desenfundado el arma y empezado a disparar. La parte
ms lista de m ni siquiera pens en ello.
El otro soldado de Pax tambin movi su pistola de dardos. O el chasquido de
un seguro.
Ests con el grupo de Klingman? pregunt con el mismo dialecto. O
con las Nutrias? O nutrias , pero con esa pronunciacin gangosa bien podra
haber dicho neutros o incluso autores . Tal vez fuera un campo de
concentracin martimo para malos escritores. Tal vez y o haca un gran esfuerzo
para tomar las cosas en solfa porque mi corazn lata con tal fuerza que tem
sufrir un infarto all mismo.
Klingman respond, sin marcar mucho las slabas. No saba qu dialecto
deba dominar, pero sin duda no lo dominaba.
El teniente de Pax seal hacia atrs con el pulgar.
Ya conoces las reglas. Toque de queda al anochecer.
Asent, tratando de parecer arrepentido. Mi chaleco cubra la funda de la
pistola. Tal vez no la hubieran visto.
Ven dijo el teniente, sealando de nuevo con el pulgar, pero dando media
vuelta para guiarme. Los otros dos an apoy aban la mano en las pistolas de
dardos. A esa distancia, si disparaban, no quedaran suficientes restos de m como
para sepultarlos en una bota.
Segu al teniente por la pasarela, traspusimos una puerta, y entramos en la
sala ms iluminada y atestada que jams haba visto.

32
Se cansan de la muerte. Despus de ocho sistemas estelares en sesenta y tres
das, ochenta muertes espantosas y ochenta dolorosas resurrecciones, los cuatro
hombres el padre capitn De Soy a, el sargento Gregorius, el cabo Kee y el
lancero Rettig estn cansados de la muerte y el renacimiento.
Cada vez que resucita, De Soy a se planta desnudo frente a un espejo, la piel
inflamada y reluciente como si lo hubieran despellejado vivo, tocndose con
delicadeza el cruciforme que palpita bajo la carne del pecho. En los das que
siguen a cada resurreccin, De Soy a est distrado, y las manos le tiemblan cada
vez ms. Oy e voces lejanas y no puede concentrarse, sin importar si su
interlocutor es un almirante de Pax, un gobernador planetario o un cura de
parroquia. De Soy a comienza a vestirse como un cura de parroquia, cambiando
su atildado uniforme de padre capitn por la sotana. Lleva un rosario en el
cinturn y reza continuamente, usndolo como las cuentas de los rabes. La
oracin lo calma, ordena sus pensamientos. El padre capitn De Soy a y a no
suea que Aenea es su hija; y a no suea con Vector Renacimiento y su hermana
Mara. Suea con el Armagedn, sueos pavorosos donde arden bosques
orbitales, estallan mundos y ray os de muerte recorren frtiles valles dejando slo
cadveres.
Despus de su primera visita a un mundo del ro Tetis, sabe que ha errado en
el clculo. Dos aos estndar para cubrir doscientos mundos, haba dicho en
Renacimiento, calculando tres das de resurreccin en cada sistema, una
advertencia, y luego la traslacin al siguiente. No funciona as.
Su primer mundo es Centro Tau Ceti, ex capital administrativa de la Red de
Mundos de la Hegemona. Albergaba decenas de miles de millones de habitantes
en tiempos de la Red, estaba rodeada por un anillo de ciudades y hbitats
orbitales, dispona de ascensores espaciales, teley ectores, el ro Tetis, la
Confluencia, la ultralnea y ms, era centro de la megaesfera del plano de datos
y sede de la casa de gobierno, el lugar donde turbas enfurecidas mataron a
Meina Gladstone cuando ella orden a las naves de FUERZA que destruy eran los
teley ectores de la Red, CTC result muy afectado por la Cada. Edificios
flotantes se estrellaron al caer la red de energa. Otras torres urbanas, algunas de
cientos de pisos, slo eran atendidas por teley ectores y carecan de escaleras y
ascensores. Decenas de miles murieron de hambre o cay eron antes de que un
deslizador pudiera rescatarlos. Ese mundo no tena agricultura propia e importaba
sus alimentos de mil mundos por medio de teley ectores planetarios y grandes
portales espaciales. Los disturbios del hambre duraron cincuenta aos locales en
CTC, ms de treinta estndar, y cuando finalizaron, miles de millones haban
muerto a manos humanas, sumndose a los miles de millones muertos de
hambre.

Centro Tau Ceti era un mundo refinado e inconstante en tiempos de la Red.


Pocas religiones haban cobrado arraigo, excepto las ms autocomplacientes o
violentas. La Iglesia de la Expiacin Final el culto del Alcaudn era popular
entre los sofisticados y los aburridos. Pero durante los siglos de expansin de la
Hegemona, el nico objeto de culto autntico en CTC haba sido el poder: la
bsqueda de poder, la cercana del poder, la conservacin del poder. El poder
haba sido el dios de miles de millones, y cuando ese dios fracas y arrastr a
miles de millones de adoradores en su fracaso los supervivientes maldijeron
los recuerdos del poder entre sus ruinas urbanas, viviendo a duras penas a la
sombra de los rascacielos decadentes, arrastrando sus arados en terrenos
breosos entre las autopistas abandonadas y el esqueleto de los centros
comerciales de la Confluencia, pescando carpas en un ro Tetis que antao
trasladaba miles de y ates y barcos de placer todos los das.
Centro Tau Ceti estaba preparado para el nuevo catolicismo cuando los
misioneros de la Iglesia y la polica de Pax llegaron sesenta aos estndar
despus de la Cada. La conversin de los pocos miles de millones de
supervivientes fue sincera y universal. Las altas y ruinosas pero an blancas
torres de las empresas y del Gobierno fueron derribadas. Los renacidos de Tau
Ceti convirtieron los edificios de piedra, cristal y plastiacero en macizas
catedrales que todos los das se llenaban de agradecidos feligreses.
El arzobispo de Centro Tau Ceti se convirti en uno de los humanos ms
importantes y, s, poderosos en el resurgente dominio humano ahora conocido
como Espacio de Pax, rivalizando en influencia con Su Santidad de Pacem. Este
poder creci, encontr fronteras que no poda transgredir sin provocar la ira
papal la excomunin de su excelencia el cardenal Klaus Kronenberg en el Ao
del Seor de 2978, o 126 despus de la Cada, ay ud a fijar esas fronteras y
sigui creciendo dentro de sus lmites.
El padre capitn De Soy a lo descubre en su primer salto desde Renacimiento.
Dos aos, haba previsto, aproximadamente seiscientos das y doscientas muertes
para cubrir todos los ex mundos del ro Tetis.
l y sus guardias suizos permanecen en Centro Tau Ceti ocho das. El Rafael
entra en el sistema con su seal automtica activa; naves de Pax responden y le
salen al encuentro a las catorce horas. Tardan otras ocho horas en sumarse al
trfico orbital de CTC, y otras cuatro en trasladar los cuerpos a un nicho formal
de resurreccin en la capital planetaria, San Pablo. As se pierde un da entero.
Al cabo de tres das de resurreccin formal y otro da de descanso forzado,
De Soy a se rene con la arzobispo de CTC, su excelencia Achilla Silvaski, y debe
soportar otro da de formalidades. De Soy a lleva el disco papal, una delegacin
de poder casi inaudita, y los allegados de la arzobispo olisquean el motivo y los
presuntos resultados de ese poder como perros de caza siguiendo un rastro. En
pocas horas De Soy a detecta las capas de intriga y complejidad que hay dentro

de esta lucha por el poder provincial. La arzobispo Silvaski no puede aspirar a ser
cardenal, pues despus de la excomunin de Kronenberg ningn lder espiritual
de CTC puede superar el rango de arzobispo sin ser transferido a Pacem y al
Vaticano, pero su poder actual en este sector de Pax supera el de la may ora de
los cardenales y la manifestacin terrenal de ese poder pone en su lugar a los
almirantes de la flota de Pax. Ella debe comprender esta delegacin del poder
papal en De Soy a, y volverlo inocuo para sus fines.
Al padre capitn De Soy a le importa un bledo la paranoia de la arzobispo
Silvaski y la poltica de la Iglesia en CTC. Slo le importa cortar la ruta de escape
de los portales teley ectores. Al quinto da de su estancia en Tau Ceti recorre los
quinientos metros que hay desde la catedral de San Pablo y el palacio del
arzobispado hasta el ro, parte de un tributario menor que atraviesa la ciudad en
un canal, pero antao parte del Tetis.
Los enormes portales teley ectores, todava en pie porque todo intento de
desmantelarlos prometa una explosin termonuclear, segn los ingenieros, estn
cubiertos con estandartes de la Iglesia, pero aqu estn muy juntos. El Tetis slo
tena dos kilmetros de portal a portal, pasando frente a la casa de gobierno y los
jardines del Parque de los Ciervos. El padre capitn De Soy a, sus tres guardias y
veintenas de vigilantes tropas de Pax leales a la arzobispo Silvaski se detienen ante
el primer portal y miran desde las herbosas orillas un tapiz de treinta metros el
martirio de san Pablo que cuelga del segundo portal, claramente visible ms
all de los florecientes melocotoneros de los jardines del palacio arzobispal.
Como este tramo del ex Tetis est dentro del jardn de su excelencia, hay
guardias a lo largo del canal y en todos los puentes que lo cruzan. Aunque no
prestan especial atencin a los artefactos que antao eran portales teley ectores,
los oficiales de la guardia palaciega aseguran a De Soy a que ninguna
embarcacin ni persona no autorizada han atravesado los portales, ni han sido
vistas en las orillas del canal.
De Soy a exige que pongan una guardia permanente en los portales. Quiere
que instalen cmaras para una vigilancia de veintinueve horas al da. Quiere
sensores, alarmas, cables. Los efectivos de Pax deliberan con la arzobispo y
aceptan de mala gana este leve atentado contra su soberana. De Soy a se
enfurece ante tanta politiquera.
El sexto da el cabo Kee cae presa de una misteriosa fiebre y es hospitalizado.
De Soy a cree que es resultado de la resurreccin: todos han sufrido temblores,
vaivenes emocionales y dolencias menores. El sptimo da Kee est en
condiciones de caminar e implora a De Soy a que lo saque de la enfermera y de
ese mundo, pero la arzobispo insiste en que De Soy a ay ude a celebrar una misa
may or esa noche, en honor de Su Santidad el papa Julio. De Soy a no puede
negarse. Esa noche, entre cetros y monseores de botones rosados, bajo el
gigantesco emblema de la triple corona y las llaves cruzadas de Su Santidad (que

tambin figuran en el disco papal que De Soy a lleva colgado del cuello), en
medio del humo del incienso, las mitras blancas y el retintn de las campanillas,
bajo el canto solemne de un coro de seiscientos nios, el sencillo sacerdote
guerrero de Madre de Dios y la elegante arzobispo celebran el misterio de la
crucifixin y resurreccin de Cristo. El sargento Gregorius toma la comunin de
manos de De Soy a cosa que hace cada da de la misin as como varios
otros tambin escogidos para recibir la Hostia, secreto del xito de la
inmortalidad del cruciforme en esta vida, mientras tres mil fieles oran y
observan en la luz penumbrosa de la catedral.
El octavo da abandonan el sistema, y por primera vez el padre capitn De
Soy a ansa la muerte inminente como medio de escape.
Resucitan en un nicho de Puertas del Cielo, un mundo y ermo que en tiempos
de la Red fue terraformado para brindar rboles umbros y confort. Ahora slo
brinda ftidos pantanos de lodo hirviente, una atmsfera irrespirable y la ardiente
radiacin de Vega Prima en el cielo. El imbcil ordenador del Rafael ha escogido
esta serie de viejos mundos del ro Tetis, encontrando el orden ms eficiente para
visitarlos, pues no haba pistas en Vector Renacimiento que demostraran adnde
conduca el portal, pero De Soy a nota que se aproximan cada vez ms al sistema
de Vieja Tierra, a menos de veintiocho aos-luz de CTC, un poco ms de ocho
aos-luz de Puertas del Cielo. De Soy a quisiera visitar el sistema de Vieja Tierra
aunque no hay a Vieja Tierra a pesar de que Marte y los dems planetas,
lunas y asteroides habitados se han convertido en mundos remotos y
provincianos, tan poco atractivos para Pax como Madre de Dios.
Pero el Tetis nunca pas por el sistema de Vieja Tierra, as que De Soy a debe
tragarse la curiosidad y conformarse con saber que en los prximos mundos
estar an ms cerca del sistema de Vieja Tierra.
Puertas del Cielo tambin les lleva ocho das, pero no por problemas de
poltica eclesistica interna. Hay una pequea guarnicin de Pax en rbita
planetaria, pero rara vez baja a ese mundo arruinado. En los doscientos setenta y
cuatro aos estndar transcurridos desde la Cada, la poblacin de cuatrocientos
millones se ha reducido a ocho o diez investigadores chiflados que recorren la
superficie lodosa: los enjambres xters haban asolado ese mundo aun antes que
Gladstone ordenara la destruccin de los teley ectores, fulminando la esfera de
contencin orbital, bombardeando la capital, Ciudad Lodazal, y sus bellos
jardines, rociando con plasma estaciones de generacin de atmsfera cuy a
construccin haba llevado siglos y arrasando en general ese mundo antes de que
la prdida de los teley ectores salara el terreno al extremo de que nada volvera a
crecer all.
Ahora la guarnicin de Pax custodia el planeta y ermo porque se rumorea que
posee materia prima, pero hay pocos motivos para descender all. De Soy a debe
convencer al comandante de la guarnicin el may or Leem de que es

preciso organizar una expedicin. Al quinto da de su llegada al sistema de Vega,


De Soy a, Gregorius, Kee, Rettig, un tal teniente Bristol y una docena de efectivos
de Pax con trajes ambientales bajan en una nave de descenso a los fangales
donde antao pasaba el ro Tetis. Los portales teley ectores no estn.
Cre que era imposible destruirlos dice De Soy a. El TecnoNcleo los
construy para durar e instal trampas que vuelven imposible su destruccin.
No estn aqu dice el teniente Bristol, y ordena regresar a la rbita.
De Soy a lo detiene. Usando su disco papal, insiste en realizar una bsqueda
con sensores. Encuentran los teley ectores, separados por diecisis kilmetros y
sepultados bajo cien metros de barro.
Eso resuelve el misterio dice el may or Leem por haz angosto. El
ataque xter o derrumbes posteriores sepultaron los portales y lo que era el ro.
Este mundo se ha ido literalmente al infierno.
Tal vez dice De Soy a, pero quiero que exhumen los teley ectores, los
rodeen con burbujas ambientales para que cualquiera que los atraviese
sobreviva, y una guardia permanente en cada portal.
Ha perdido la cabeza? estalla el may or Leem. Recordando el disco
papal, aade: Seor.
Todava no dice De Soy a, con ojos fulminantes. Quiero que esto se
haga dentro de setenta y dos horas, may or, o pasar sus prximos tres aos
estndar aqu abajo, en misin planetaria.
Tardan setenta horas en exhumar los arcos, construir los domos y apostar la
guardia. Si alguien viaja por el ro Tetis, aqu no encontrar el ro, slo lodo
hirviente, una atmsfera ponzoosa e irrespirable y soldados con armadura de
combate. Esa ltima noche en la rbita de Puertas del Cielo De Soy a se arrodilla
y ruega que Aenea no hay a pasado por aqu. No encontraron sus huesos en
medio del lodo y el azufre, pero el ingeniero de Pax que est a cargo de la
excavacin le explica que el suelo es tan txico que el cido bien pudo carcomer
los huesos de la nia.
De Soy a no cree que hay a ocurrido as. El noveno da se marcha del sistema,
advirtiendo al may or Leem que mantenga a sus hombres alerta y los domos
habitables, y que sea ms corts con futuros visitantes.

Nadie espera para resucitarlos en el tercer sistema adonde los lleva el Rafael.
La nave Arcngel ingresa en el sistema NGCes 2629 con su cargamento de
cadveres y sus seales encendidas. No hay respuesta. Hay ocho planetas en
NGCes 2629, pero slo uno de ellos, conocido con el prosaico nombre de 26294BIV, puede soportar vida. Por los registros disponibles para el Rafael, parece
probable que la Hegemona y el TecnoNcleo se hay an tomado el trabajo de

llevar el ro Tetis hasta aqu como una forma de autocomplacencia, un aserto


esttico. El planeta nunca fue seriamente colonizado ni terraformado excepto por
algunas siembras aleatorias de ARN durante los primeros das de la Hgira, y
parece haber formado parte de la excursin del ro Tetis slo por su paisaje y su
fauna.
Ello no significa que no hay a seres humanos en este mundo, y el Rafael los
detecta en rbita durante los ltimos das de resurreccin automtica de sus
pasajeros. En la medida en que los limitados recursos de los ordenadores cuasi IA
del Rafael pueden reconstruir y comprender, la reducida poblacin de NGCes
2629-4BIV, integrada por bilogos, zologos, turistas y equipos de apoy o, qued
aislada despus de la Cada y volvi a la vida salvaje. A pesar de una prodigiosa
reproduccin durante ms de tres siglos, slo unos miles de seres humanos an
poblaban las junglas y serranas de ese mundo primitivo: las bestias sembradas
con ARN eran capaces de comer seres humanos, y lo hacan con deleite.
El Rafael llega al lmite de su capacidad en la simple tarea de encontrar los
portales teley ectores. Su memoria indica que los portales estn situados a
intervalos variables en un ro de seis mil kilmetros en el hemisferio norte. El
Rafael modifica su rbita para llegar a un punto sincrnico sobre el macizo
continente que domina ese hemisferio, fotografa el ro y traza un mapa.
Lamentablemente, hay tres grandes ros en el continente, dos hacia el este, uno
hacia el oeste, y el Rafael no es capaz de priorizar probabilidades. Decide
examinar los tres, una tarea analtica que abarca veinte mil kilmetros de datos.
Cuando el corazn de los cuatro hombres comienza a latir al final del tercer
da del ciclo de resurreccin, el Rafael siente alivio, o su equivalente en silicio.
Escuchando la explicacin del ordenador mientras permanece desnudo frente
al espejo en su cubculo, Federico de Soy a no siente alivio, sino ganas de llorar.
Piensa en la madre capitana Stone, en la madre capitana Boulez y en el capitn
Hearn, que ahora estn en la frontera de la Gran Muralla, quiz trabndose en
fiero combate con el enemigo xter. De Soy a les envidia esa tarea simple y
honrosa.
Tras deliberar con el sargento Gregorius y sus dos hombres, De Soy a revisa
los datos, rechaza el ro del este como poco atractivo para el Tetis, y a que circula
entre profundos desfiladeros, lejos de las junglas y marismas pobladas de vida;
rechaza el segundo ro por la alta cantidad de cascadas y rpidos demasiado
inhspito para el trfico del ro Tetis e inicia una sencilla lectura de radar del
ro ms largo, con sus tramos extensos y suaves. El mapa mostrar docenas o
cientos de obstculos naturales semejantes a portales teley ectores cascadas,
puentes naturales, rocas en los rpidos, pero el ojo humano puede estudiarlos
en pocas horas.
El quinto da localizan los portales, excesivamente alejados entre s, pero

inequvocamente artificiales. De Soy a conduce la nave de descenso, dejando al


cabo Kee en el Rafael como respaldo por si hay una emergencia.
Es la posibilidad que De Soy a tema. No hay modo de saber si la nia estuvo
aqu, con o sin la nave. La distancia entre los teley ectores es la ms larga que ha
visto casi doscientos kilmetros y aunque sobrevuelan la jungla y las orillas
del ro, no hay manera de saber si alguien pas por aqu, ni testigos, ni efectivos
de Pax para dejar una guardia.
Descienden en una isla a poca distancia de un teley ector, y De Soy a,
Gregorius y Rettig deliberan.
Han pasado tres semanas estndar desde que la nave atraves el teley ector
de Vector Renacimiento dice Gregorius. El interior de la nave es estrecho y
utilitario. Deliberan en sus sillas de vuelo. Las armaduras de combate de
Gregorius y Rettig cuelgan en el armario como pieles metlicas.
Si entraron en un mundo como ste dice Rettig, es probable que se
hay an ido en la nave. No hay motivos para que hay an viajado ro abajo.
Es verdad dice De Soy a. Pero es muy probable que la nave estuviera
averiada.
De acuerdo dice el sargento, pero cunto? Poda volar? Se
autorreparaba? Habr llegado a una base de reparaciones xter? Aqu no
estamos lejos del Confn.
O bien la nia pudo enviar la nave y atravesar el prximo teley ector
dice Rettig.
Suponiendo que los dems portales funcionen suspira De Soy a. Que lo
de Vector Renacimiento no hay a sido una excepcin.
Gregorius se apoy a las manazas en las rodillas.
Seor, esto es ridculo. Encontrar una aguja en un pajar, como se deca
antes, sera un juego de nios en comparacin con esto.
El padre capitn De Soy a mira por las ventanas de la nave.
Los altos helechos ondean en el viento silencioso.
Presiento que ella viajar ro abajo. Creo que usar los teley ectores. No s
cmo la mquina volante que alguien us para rescatarla en el Valle de las
Tumbas de Tiempo, una balsa inflable, una embarcacin robada No lo s, pero
creo que usar el Tetis.
Qu podemos hacer aqu? pregunta Rettig. Si y a ha pasado, la hemos
perdido. Si an no ha llegado, bien podramos esperar para siempre. Si
tuviramos cien naves Arcngel para trasladar tropas a cada uno de estos
mundos
De Soy a asiente. En sus horas de plegaria piensa que esto sera mucho ms
sencillo si los correos Arcngel fueran naves robot que se trasladaran a los
sistemas de Pax, irradiaran la autoridad del disco papal, ordenaran la bsqueda y
se fueran del sistema sin siquiera desacelerar. Por lo que l sabe, Pax no est

construy endo naves robot. Lo impiden el odio de la Iglesia por las IAs y su
nfasis en el contacto humano. Por lo que sabe, slo existen tres correos clase
Arcngel: el Miguel, el Gabriel, que le haba llevado el mensaje, y el Rafael. En
el sistema de Renacimiento, quiso enviar el otro correo para la bsqueda, pero el
Miguel tena una importante misin del Vaticano. Intelectualmente, De Soy a
comprende por qu esta bsqueda es nicamente suy a. Pero han pasado casi tres
semanas y han examinado dos mundos. Un Arcngel robot podra alcanzar
doscientos sistemas y enviar la alarma en menos de diez das estndar. De este
modo, De Soy a y el Rafael tardarn cuatro o cinco aos estndar. El exhausto
padre capitn siente ganas de rer.
Siempre est la nave dice animadamente. Si continan sin ella, tienen
dos opciones, enviar la nave a otra parte, o dejarla en uno de los mundos del
Tetis.
Ellos, dice usted interviene Gregorius. Est seguro de que hay otros?
Alguien la rescat en Hy perion. Tiene que haber otros.
Podra ser toda una tripulacin xter dice Rettig. Tal vez y a estn
regresando a su enjambre, despus de dejar a la nia en cualquiera de estos
mundos. O tal vez la hay an llevado consigo.
De Soy a alza una mano para interrumpir la conversacin. Han hablado sobre
esto una y otra vez.
Creo que la nave recibi un impacto y fue averiada. Si la encontramos,
puede llevarnos a la nia.
Gregorius seala la jungla. All est lloviendo.
Hemos recorrido todo este tramo del ro entre los portales. No hay indicios
de una nave. Cuando lleguemos al prximo sistema de Pax, podemos enviar
tropas para que vigilen estos portales.
S, pero tendrn una deuda temporal de ocho o nueve meses. De Soy a
mira las estras de la lluvia en las troneras. Revisaremos el ro.
Qu? exclama el lancero Rettig.
Si tuviera una nave averiada y quisiera dejarla, no la escondera?
pregunta De Soy a.
Los dos guardias suizos miran a su comandante. De Soy a nota que les
tiemblan los dedos. La resurreccin los est afectando tambin a ellos.
Sondearemos el ro y parte de la jungla con radar dice el padre capitn.
Eso llevar un da ms, por lo menos dice Rettig.
De Soy a asiente.
Pediremos al cabo Kee que ordene al Rafael que analice la jungla con
radar profundo, en una franja de doscientos kilmetros sobre ambas orillas.
Nosotros usaremos la nave de descenso para estudiar el ro. Aqu tenemos un
sistema mas tosco, pero menos superficie que cubrir.
Los agotados guardias slo pueden asentir.

Encuentran algo en el segundo tramo del ro. Parece un objeto grande de


metal, en un pozo profundo a pocos kilmetros del primer portal.
La nave de descenso revolotea mientras De Soy a se comunica con el Rafael.
Cabo, vamos a investigar. Quiero que la nave est preparada para
bombardear este objeto a los tres segundos de mi orden pero slo si lo ordeno.
Enterado, seor responde Kee.
De Soy a mantiene la nave en sobrevuelo mientras Gregorius y Rettig se
ponen los trajes, preparan las herramientas y aguardan en la cmara de presin.
Adelante dice De Soy a.
Gregorius salta de la cmara, y el sistema EM del traje lo sostiene justo antes
de que el sargento choque contra el agua. El sargento y el lancero flotan sobre la
superficie, las armas preparadas.
Tenemos el radar profundo en espacio tctico comunica Gregorius.
Alimentacin vdeo nominal dice De Soy a desde su silla de mando.
Iniciar inmersin.
Ambos hombres caen, se sumergen. De Soy a ladea la nave para ver por la
ventana. El ro es verde oscuro, pero dos lmparas brillan a travs del agua.
A ocho metros de la superficie indica.
Lo tengo dice el sargento.
De Soy a mira el monitor. Ve sedimentos arremolinados, un pez de muchas
agallas que huy e de la luz, un casco de metal curvo.
Hay una escotilla o cmara de presin abierta informa Gregorius. La
may or parte de esta cosa est sepultada en el lodo, pero ahora veo lo suficiente
para estimar que tiene el tamao adecuado. Rettig se quedar aqu fuera. Yo
entrar.
De Soy a siente el impulso de decir buena suerte , pero calla. Estos
hombres han pasado juntos tanto tiempo que las palabras sobran. Prepara el tosco
can de plasma que es el nico armamento de la nave.
La alimentacin de vdeo se interrumpe en cuanto Gregorius entra por la
escotilla. Pasa un minuto. Dos. Dos minutos despus, De Soy a es un manojo de
nervios. Teme que la nave espacial salte del agua, dirigindose al espacio en un
desesperado intento de fuga.
Lancero?
S, seor responde Rettig.
No hay voz ni vdeo del sargento?
No, seor. Creo que el casco bloquea el haz angosto. Aguardar cinco
minutos ms y Un momento, seor. Veo algo.
De Soy a tambin lo ve. La imagen de vdeo del lancero es borrosa en el agua
espesa, pero le permite ver el casco, los hombros y los brazos del sargento

Gregorius saliendo por la escotilla. El farol del sargento alumbra sedimentos y


plantas acuticas, la luz ciega un instante la cmara de Rettig.
Padre capitn De Soy a dice Gregorius, no es esto, seor. Creo que es
uno de esos viejos y ates, los andadondequiera, que tenan los ricachones en
tiempos de la Red. Usted sabe, los que eran sumergibles creo que incluso
volaban.
De Soy a suspira.
Qu le sucedi a esa nave, sargento?
El sargento le hace una sea a Rettig y ambos salen a la superficie.
Tal vez un suicidio, seor dice Gregorius. Hay por lo menos diez
esqueletos a bordo, quiz ms. Dos de ellos son nios. Como deca, seor, esta
cosa poda flotar en cualquier ocano, sumergirse, as que no hay manera de que
todas las escotillas se abrieran por accidente.
De Soy a mira por la ventana mientras los dos hombres con armadura
emergen del ro y flotan a cinco metros de altura, chorreando agua.
Creo que debieron de quedar aislados aqu despus de la Cada dice
Gregorius y decidieron poner fin a todo. Es slo una conjetura, padre capitn,
pero sospecho
Y y o sospecho que usted tiene razn, sargento dice De Soy a. Regrese
aqu. Abre la escotilla de la nave mientras los hombres con armadura vuelan
hacia ella.
Antes de que ambos lleguen, mientras todava est a solas, De Soy a alza la
mano y pronuncia una bendicin para el ro, la nave hundida y los que estn
sepultados all. La Iglesia no consagra el suicidio, pero la Iglesia sabe que hay
pocas certezas en la vida o en la muerte. Al menos De Soy a lo sabe, aun si la
Iglesia no.

Dejan detectores de movimiento que envan haces a travs de los portales.


No detendrn a la nia y sus aliados, pero informarn a las tropas que enviar De
Soy a si alguien ha pasado por all en el nterin. Luego se elevan de NGCes 26294BIV, guardan la rechoncha nave de descenso en la fea masa del Rafael, sobre la
curva reluciente del planeta cubierto de nubes, y abandonan el pozo de gravedad
del planeta para trasladarse a su prxima escala, Mundo de Barnard.
Es el punto ms cercano del itinerario al sistema de Vieja Tierra a slo seis
aos-luz y, como fue una de las primeras colonias interestelares anteriores a la
Hgira, el sacerdote capitn quiere creer que ser como una ojeada
retrospectiva a la Vieja Tierra misma. Sin embargo, al resucitar en la base de
Pax a seis UAs de Mundo de Barnard, De Soy a ve de inmediato las diferencias.
La Estrella de Barnard es una enana roja, con slo un quinto de la masa de la
estrella tipo G de Vieja Tierra, y menos de 1/2500 de luminosidad. Slo la

proximidad de Mundo de Barnard, 0,126 UAs, y los siglos consagrados a


terraformar el planeta, han producido un mundo que figura alto en la escala de
adaptacin Solmev. Pero como De Soy a y sus hombres descubren cuando su
escolta de Pax los lleva al planeta, la terraformacin ha sido todo un xito.
Mundo de Barnard ha sufrido mucho por la invasin xter que precedi a la
Cada, y muy poco relativamente hablando por la Cada misma. Este mundo
era una grata contradiccin por las pautas de la Red: abrumadoramente agrcola,
con cereales importados de Vieja Tierra tales como maz, trigo, soja y dems,
pero tambin profundamente intelectual, con cientos de los mejores colegios de
la Red. La combinacin de lugar apartado y agrcola Mundo de Barnard
imitaba la vida de los pueblos pequeos de la Amrica del Norte hacia el 1900
y centro intelectual haba llevado all a algunos de los mejores eruditos, escritores
y pensadores de la Hegemona.
Despus de la Cada, Mundo de Barnard se apoy ms en su tradicin
agrcola que en su excelencia intelectual. Cuando Pax lleg cinco dcadas
despus de la Cada, el cristianismo renacido y el gobierno de Pacem se
encontraron con cierta resistencia. Mundo de Barnard haba sido autnomo y
deseaba seguir as. Slo fue incluido formalmente en Pax el Ao del Seor de
3061, doscientos doce aos despus de la Cada, y slo despus de una cruenta
guerra civil entre los catlicos y las bandas de partisanos agrupadas bajo el
nombre general de librecrey entes .
Ahora, como se entera De Soy a durante su breve viaje con el arzobispo
Herbert Stern, los muchos colegios estn vacos o se han convertido en
seminarios para los jvenes. Los partisanos han desaparecido, aunque todava
hay cierta resistencia en las zonas agrestes que rodean el ro llamado Fuga del
Pavo.
Fuga del Pavo haba formado parte del Tetis, y all desean ir De Soy a y sus
hombres. En su quinto da, viajan all con sesenta soldados de Pax y parte de la
guardia de elite del arzobispo.
No encuentran partisanos. Este tramo del Tetis circula por anchos valles, bajo
altos peascos de esquisto, entre bosques de rboles de hojas caducas
trasplantados de Vieja Tierra, y se interna en sembrados, en general maizales
donde hay algunas granjas blancas. No parece un lugar violento, y no encuentra
violencia.
Los deslizadores de Pax escudrian la selva buscando indicios de la nave de la
nia, pero no encuentran nada. El ro de Fuga del Pavo es demasiado superficial
para ocultar una nave. El may or Andy Ford, oficial de Pax a cargo de la
bsqueda, lo llama el mejor ro de canotaje de este lado de Sugar Creek , y el
tramo del Tetis tena aqu pocos kilmetros de distancia. Mundo de Barnard tiene
una atmsfera moderna y control de trfico orbital, y ninguna nave pudo
abandonar la zona sin ser detectada. Las consultas con granjeros de la zona no

brindan informacin sobre forasteros. Al final, las fuerzas armadas de Pax, el


consejo de la dicesis del arzobispado y las autoridades civiles locales se
comprometen a vigilar la zona, a pesar de toda amenaza de acoso librecrey ente.
En el octavo da, De Soy a y sus hombres se despiden de veintenas de
personas a quienes consideran nuevos amigos, se elevan a su rbita, se trasladan
a una nave-antorcha y son acompaados hasta la guarnicin de rbita profunda
de Estrella de Barnard y hasta su nave Arcngel. Lo ltimo que ve De Soy a de
ese mundo buclico son los chapiteles gemelos de la gigantesca catedral de la
capital.

Alejndose del sistema de vieja Tierra, De Soy a, Gregorius, Kee y Rettig


despiertan en el sistema Lacaille 9352, que est tan lejos de Vieja Tierra como
Tau Ceti de las primeras naves semilleras. Aqu la demora no es burocrtica ni
militar, sino ambiental. Este mundo de la Red, conocido como Amargura de
Sibiatu y llamado Gracia Inevitable por su actual poblacin de pocos miles de
colonos de Pax, tena problemas ambientales entonces y ahora est peor. El ro
Tetis circulaba por un tnel de prspex de doce kilmetros que albergaba aire
respirable y presin.
Los tneles empezaron a decaer hace ms de dos siglos. El agua se evapor
en la presin baja, la atmsfera de metano y amonaco del planeta llen las
orillas desiertas y los tubos de prspex astillados.
De Soy a ignora por qu la Red incluy esta roca en su ro Tetis. Aqu no hay
guarnicin militar de Pax, ni una presencia seria de la Iglesia salvo los capellanes
que acompaan a los religiosos colonos, que sobreviven a duras penas en sus
minas de boxita y azufre, pero De Soy a y sus hombres convencen a algunos
colonos de llevarlos a lo que era el ro.
Si vino por aqu, muri dice Gregorius al inspeccionar los enormes
portales que cuelgan sobre una lnea recta de prspex ruinoso y cauces secos. El
viento de metano sopla, granos de polvo arremolinado tratan de meterse en sus
trajes.
No si permaneci en la nave dice De Soy a, volvindose pesadamente en
su traje para mirar el cielo amarillento y anaranjado. Los colonos no habran
notado la partida de la nave. Est demasiado lejos de la colonia.
El hombre hirsuto que los acompaa, una figura encorvada a pesar del traje
gastado, grue detrs del visor.
Eso verdad, padre. Aqu no miramos mucho el cielo, eso verdad.
De Soy a y sus hombres deliberan sobre la inutilidad de enviar tropas de Pax a
este mundo para aguardar la llegada de la nia durante meses y aos.
Sin duda sera una misin de mierda en el trasero del mundo, seor dice
Gregorius. Con perdn de la expresin, padre.

De Soy a asiente distradamente. Han dejado el ltimo sensor de movimiento:


han explorado cinco mundos entre doscientos, y y a se estn quedando sin
material. La idea de enviar tropas tambin lo deprime, pero no ve otra
alternativa. Adems del dolor de la resurreccin y la confusin emocional que lo
acosa constantemente, hay depresin y dudas. Se siente como un gato viejo y
ciego que debe cazar un ratn, pero no puede vigilar doscientos escondrijos al
mismo tiempo. No es la primera vez que lamenta no estar en el Confn, luchando
contra los xters.
Como ley endo los pensamientos del padre capitn, Gregorius dice:
Seor, ha mirado el itinerario que Rafael nos fij?
S, sargento. Por qu?
Algunos de los lugares adonde nos dirigimos y a no son nuestros, capitn. Es
slo en el ltimo tramo del viaje, en pleno Confn, pero la nave quiere llevarnos a
planetas que los xters han asolado tiempo atrs, seor.
De Soy a asiente fatigosamente.
Lo s, sargento. No especifiqu zonas de batalla ni las zonas defensivas de
la Gran Muralla cuando orden al ordenador de la nave que planeara el viaje.
Hay dieciocho mundos que seran peligrosos de visitar dice Gregorius
con una leve sonrisa. Ya que ahora estn en manos de los xters.
De Soy a asiente de nuevo pero no dice nada.
Si usted quiere ir a mirar all, seor dice el cabo Kee, lo haremos con
mucho gusto.
El sacerdote capitn los mira. Piensa que ha dado por sentada la lealtad y la
presencia de esos tres hombres.
Gracias dice simplemente. Decidiremos qu hacer cuando lleguemos
a esa parte de nuestra excursin.
Lo cual puede ser dentro de cien aos estndar a partir de ahora dice
Rettig.
En efecto dice De Soy a. Sujetmonos y largumonos de aqu.
Inician la traslacin.

Todava en el Viejo Vecindario, sin haber salido del patio trasero de la Vieja
Tierra pre-Hgira, saltan a dos mundos terraformados que danzan en compleja
coreografa en el espacio de medio ao-luz que separa Epsilon Eridani de Epsilon
Indi.
El Experimento de Habitacin Eurasitica Omicron2-Epsilon3 haba sido un
audaz proy ecto utpico pre-Hgira para lograr la terraformacin y la perfeccin
poltica neomarxista a toda costa en mundos hostiles mientras huan de
fuerzas hostiles. Haba fracasado por completo. La Hegemona haba
reemplazado a los utopistas por bases espaciales de FUERZA y haba

automatizado las estaciones de aprovisionamiento, pero la presin de las naves


semilleras que se dirigan al Confn y luego de las gironaves que atravesaban el
Viejo Vecindario durante la Hgira haban logrado la terraformacin de estos dos
oscuros mundos que giraban entre el opaco sol de Epsilon Eridani y la ms opaca
estrella psilon Indi. La famosa derrota de la flota de Glennon-Height reforz la
fama y la importancia militar del sistema gemelo. Pax ha reconstruido las bases
abandonadas de FUERZA, reactivado los sistemas de terraformacin.
La investigacin de estos dos tramos del ro se realiza con sequedad castrense.
Cada segmento del Tetis se interna tanto en la reserva militar que pronto resulta
obvio que es imposible que la nia y mucho menos la nave hay a podido
pasar en los dos ltimos meses sin ser detectada y abatida. De Soy a lo
sospechaba por lo que saba sobre el sistema de Epsilon pues ha pasado por ah
varias veces en sus viajes a la Gran Muralla pero decidi que deba ver los
portales personalmente.
Sin embargo, es bueno encontrarse con una guarnicin a esta altura del viaje,
pues Kee y Rettig necesitan atencin mdica. Ingenieros y especialistas
eclesisticos en resurreccin examinan el Rafael en dique seco y determinan que
hay dos errores pequeos pero graves en el nicho de resurreccin automtica.
Dedican tres das estndar a efectuar reparaciones.
Cuando salen del sistema, con slo una parada ms en el Viejo Vecindario
antes de pasar a los confines pos-Hgira de la vieja Red, lo hacen con la
ferviente esperanza de que su salud, nimo y estabilidad emocional mejoren si
deben someterse nuevamente a la resurreccin automtica.
Adnde se dirige ahora? pregunta el padre Dimitrius, el especialista en
resurreccin que los ha ay udado en estos das.
De Soy a titubea slo un segundo antes de responder. No pondr en jaque su
misin si revela este dato al viejo sacerdote.
Mare Infinitus. Es un mundo ocenico, tres prsecs hacia fuera y dos aosluz por encima del plano de
Ah s dice el viejo sacerdote. Tuve una misin all hace tres dcadas,
rescatando a los pescadores aborgenes del paganismo y llevndoles la luz de
Cristo. El canoso sacerdote alza la mano en una bendicin. Busque lo que
busque, padre capitn De Soy a, es mi sincero deseo que lo encuentre all.

De Soy a est por irse de Mare Infinitus cuando el mero azar le brinda la
clave que estaba buscando.
Es su sexagesimotercer da de bsqueda, slo el segundo da desde que han
resucitado en la estacin orbital de Pax, y el comienzo de lo que debera ser su
ltimo da en ese planeta.
Un joven parlanchn, el teniente Bary n Alan Sproul, es el enlace de De Soy a

con el mando de la flota en Setenta Ofiuca A, y al igual que todos los guas
tursticos de la historia, el joven brinda a De Soy a y sus hombres ms datos de los
que quieren conocer. Pero es un buen piloto de tpteros, y en este mundo
ocenico y en una mquina con la que est poco familiarizado, De Soy a se
alegra de ser pasajero en vez de piloto, y se relaja un poco mientras Sproul los
lleva al sur, lejos de la gran ciudad flotante de Santa Teresa, hacia las desiertas
zonas pesqueras donde todava flotan los teley ectores.
Por qu los portales estn tan alejados? pregunta Gregorius.
Ah dice el teniente Sproul, eso tiene su historia.
De Soy a mira de soslay o al sargento. Gregorius casi nunca sonre, salvo en la
inminencia del combate, pero De Soy a se ha familiarizado con cierto destello en
los ojos del hombretn que es un equivalente de una risotada estentrea.
As que la Hegemona quera construir sus portales aqu, adems de la
esfera orbital y los teley ectores pequeos que pusieron en todas partes. Una idea
tonta, verdad? Hacer pasar parte de un ro por el ocano. De todos modos, lo
queran meter en la Corriente del Litoral Medio, lo cual tiene sentido si los turistas
queran ver peces, pues all estn los leviatanes y algunos de los gigacantos ms
interesantes. Pero el problema es bastante obvio.
De Soy a mira al cabo Kee, que dormita bajo la tibia luz solar que entra por la
ventanilla del tptero.
Es bastante obvio que aqu no hay nada permanente para construir algo
grande como esos portales Y usted los ver pronto, seor, son enormes. Es
decir, estn los anillos coralinos, pero no estn afincados en nada, slo flotan y
las islas de algas, pero no son bien, si usted apoy a el pie, se hunde. All, a
estribor. All hay algamarillas. No hay muchas tan al sur. De cualquier modo, los
ingenieros de la Hegemona instalaron los portales tal como nosotros hemos
hecho con las plataformas y ciudades en los ltimos quinientos aos. Es decir,
instalan cimientos a doscientas brazas, unos trastos enormes, y luego ponen
enormes anclas filosas con cables debajo de eso. Pero aqu el fondo del mar es
problemtico. Habitualmente tiene diez mil brazas. All es donde viven los
bisabuelos de nuestros peces de superficie como el leviatn, seor monstruos a
esa profundidad, con kilmetros de longitud
Teniente dice De Soy a, qu tiene que ver todo esto con la distancia
que hay entre los portales? El zumbido casi ultrasnico de las alas de liblula
del tptero amenaza con adormilar al sacerdote capitn. Kee est roncando, y
Rettig tiene los pies alzados y los ojos cerrados. Ha sido un largo vuelo.
Sproul sonre.
A eso iba, seor. Ver usted, con ese peso y veinte kilmetros de cable,
nuestras ciudades y plataformas no van muy lejos, ni siquiera en la poca de las
grandes mareas. Pero estos portales bien, tenemos mucha actividad volcnica
submarina en MI, seor. La ecologa es totalmente diferente, crame. Algunas de

esas lombrices daran a los gigacantos una batalla, seor, de veras. De cualquier
modo, los ingenieros de la Hegemona instalaron los portales de tal modo que si
sus soportes y cables detectaban actividad volcnica debajo de ellos, bien
emigraban. Es la mejor palabra que se me ocurre.
Entonces la distancia entre los portales se ha ensanchado a causa de la
actividad volcnica del fondo del mar?
S, seor responde el teniente Sproul con una amplia sonrisa que parece
sugerir que le complace y le asombra que un oficial de la flota pueda entender
semejante cosa. Y all tiene uno dice el oficial de enlace con un gesto
ufano, ladeando el tptero en una espiral de descenso. Acerca la mquina al
antiguo arco. A veinte metros, el encrespado mar violceo lame el metal oxidado
de la base del portal.
De Soy a se frota la cara. Ninguno de ellos puede ms con la fatiga. Tal vez
deberan pasar ms das entre la resurreccin y la muerte.
Podemos ver el otro portal, por favor?
S, seor.
El tptero zumba a pocos metros del agua mientras recorre los doscientos
kilmetros que los separan del prximo arco. De Soy a se adormila, y cuando el
suave codazo del teniente lo despierta, ve el segundo portal. El sol del atardecer
proy ecta una larga sombra en el mar violceo.
Muy bien dice De Soy a. Y estn efectuando bsquedas de radar
profundo?
S, seor dice el joven piloto. Estn ensanchando el radio de bsqueda,
pero hasta ahora no han visto nada salvo algn leviatn. Eso tiene entusiasmados
a los pescadores deportivos.
Supongo que es la principal industria local comenta Gregorius desde su
asiento.
S, sargento dice Sproul, torciendo el largo cuello para mirarlo. Con la
baja de la cosecha de algas, es nuestra may or fuente de ingresos.
De Soy a seala una plataforma a pocos kilmetros de distancia.
Otra plataforma de pesca y reaprovisionamiento?
El sacerdote capitn ha pasado un da con los comandantes de Pax, repasando
informes de pequeos puestos de avanzada como ste en todo el mundo. Nadie
ha informado sobre un contacto con una nave, ni ha visto a una nia. Durante este
largo vuelo al sur, han pasado por docenas de plataformas similares.
S, seor dice Sproul. Quiere mirar un rato, o y a ha visto suficiente?
De Soy a mira el portal que se arquea sobre ellos mientras el tptero flota a
metros del mar.
Podemos regresar, teniente. Esta noche tenemos una cena formal con el
obispo Melandriano.
Sproul enarca las cejas.

S, seor dice, elevando el tptero y trazando un crculo final para


regresar hacia el norte.
Parece que esa plataforma ha sufrido algunas averas comenta De Soy a,
inclinndose para mirar desde la ampolla.
S, seor. Tengo un amigo a quien acaban de transferir desde all, la
Estacin Tres-veinte-seis Litoral Medio, y me habl de ello. Un cazador furtivo
trat de volar el lugar hace pocas mareas.
Sabotaje? pregunta De Soy a, mirando fijamente la plataforma.
Guerra de guerrillas dice el teniente. Los cazadores furtivos son los
aborgenes desde antes de que Pax llegara aqu. Por eso tenemos tropas en las
plataformas, y naves patrulla durante la temporada de pesca. Debemos
mantener los barcos pesqueros amontonados all, seor, para que los cazadores
furtivos no los ataquen. Usted vio esas naves amarradas bien, es casi tiempo de
que vay an a pescar. Las naves de Pax las escoltarn. El leviatn sale cuando
despuntan las lunas como la que ve por all, seor. Los barcos pesqueros
legales tienen luces brillantes que se encienden cuando no estn las lunas,
atray endo a los gigacantos. Pero los cazadores furtivos hacen lo mismo.
De Soy a mira el extenso ocano.
No parece haber muchos lugares para que se oculten los rebeldes
comenta.
No, seor. Es decir, s, seor. En realidad tienen barcos pesqueros
camuflados que parecen islas de algamarilla, sumergibles e incluso un gran
cosechador submarino que simula un leviatn, cralo o no, seor.
Y esa plataforma result daada por el ataque de un cazador furtivo?
pregunta De Soy a, procurando no dormirse. El zumbido de las alas del tptero es
mortal.
Correcto. Hace ocho grandes mareas. Un hombre lo cual es inusitado,
pues los cazadores suelen atacar en grupo. Vol algunos deslizadores y tpteros.
Tctica habitual, aunque en general atacan los barcos.
Perdn, teniente. Usted dice que esto sucedi hace ocho grandes mareas.
Puede traducirlo a estndar?
Sproul se muerde el labio.
S, seor. Lo lamento. Me cri en MI y bien, ocho grandes mareas
equivalen a dos meses estndar.
El cazador fue capturado?
S, seor. Bien, en realidad eso tiene su historia. El teniente mira al
sacerdote capitn para ver si debe continuar. Para ser breve, seor, el cazador
fue aprehendido, luego hizo detonar sus cargas y trat de escapar, y luego los
guardias le dispararon y lo mataron.
De Soy a asiente y cierra los ojos. El ltimo da ha revisado ms de cien
informes sobre este tipo de incidentes ocurridos en los ltimos dos meses

estndar. Volar plataformas y matar cazadores furtivos parece ser el segundo


deporte ms popular de Mare Infinitus, despus de la pesca.
Lo raro de este to dice el teniente, redondeando su historia es cmo
trat de escapar. Una vieja alfombra voladora de tiempos de la Hegemona.
De Soy a se despabila. Mira al sargento y sus hombres. Los tres se incorporan.
D la vuelta ordena el padre capitn De Soy a. Llvenos de vuelta a
esa plataforma.

Y qu ocurri despus? Repite por quinta vez De Soy a. l y sus guardias


suizos estn en la oficina del director de la plataforma, en el punto ms alto,
debajo de la antena de radar. Por la ventana se ve el despuntar de las increbles
lunas.
El director un capitn de Pax llamado C. Dobbs Powl es obeso,
rubicundo y suda profusamente.
Cuando result evidente que ese hombre no perteneca a ningn grupo
pesquero que tuviramos a bordo esa noche, el teniente Belius se lo llev para
interrogarlo. Procedimiento normal, padre capitn.
De Soy a lo mira fijamente.
Y despus?
El director se relame los labios.
El hombre logr escapar provisionalmente, padre capitn. Hubo una lucha
en la pasarela superior. l arroj al teniente Belius al mar.
Recobraron al teniente?
No, padre capitn. Casi seguramente se ahog, aunque haba muchos
tiburones arco iris esa noche
Describa al hombre que tuvieron arrestado antes de perderlo interrumpe
De Soy a, enfatizando perderlo.
Joven, padre capitn, tal vez veinticinco aos estndar. Y alto. Un to
fornido.
Usted lo vio personalmente?
S, padre capitn. Yo estaba en la pasarela con el teniente Belius y el
lancero marino Ament cuando el to inici la pelea y empuj a Belius por la
borda.
Y luego escap de usted y del lancero dice De Soy a secamente. Con
ambos armados y ese hombre dijo usted que estaba esposado?
S, padre capitn. El capitn Powl se enjuga la frente con un pauelo
hmedo.
Not algo raro en ese joven? Algo que no hay a constado en el brevsimo
informe que envi al cuartel general?
El director guarda el pauelo, lo saca de nuevo para enjugarse el cuello.

No, padre capitn. Es decir, bien, durante la lucha, el suter del hombre se
rasg. Lo suficiente para que y o notara que l no era como usted y como y o,
padre capitn.
De Soy a enarca las cejas.
Quiero decir que no era de la cruz contina Powl. No tena
cruciforme. No le di mucha importancia en el momento. La may ora de estos
cazadores aborgenes no estn bautizados. De lo contrario, no seran cazadores
furtivos, verdad?
De Soy a ignora la pregunta. Aproximndose al sudoroso capitn, dice:
Y el hombre baj a la pasarela inferior y escap?
No escap, seor. Slo abord un aparato volador que deba de haber
escondido all. Toqu la alarma, por supuesto. Toda la guarnicin se present,
respondiendo a su entrenamiento.
Pero el hombre hizo volar ese aparato? Y despeg de la plataforma?
S dice el director, enjugndose la frente de nuevo y pensando
nerviosamente en su futuro o falta de l. Pero slo por un minuto. Lo vimos por
el radar y luego con nuestras gafas nocturnas. Esa alfombra poda volar, pero
cuando abrimos fuego, regres hacia la plataforma
A qu altura estaba entonces, capitn Powl?
Altura? El director frunce la frente sudada. Calculo que a veinticinco,
treinta metros del agua. Al nivel de nuestra cubierta principal. Vena
directamente hacia nosotros, padre capitn. Como si pudiera bombardear la
plataforma desde una alfombra voladora. Claro que en cierto modo lo hizo. Es
decir, las cargas que haba puesto volaron en ese instante. Nos cagamos de
miedo perdn, padre.
Contine dice De Soy a. Mira a Gregorius, que est plantado detrs del
director. Por la expresin del sargento, parece que le alegrara estrangular al
sudoroso capitn.
Bien, fue toda una explosin. Acudieron los equipos de control de incendios,
pero el lancero marino Ament, otros centinelas y y o permanecimos en nuestro
puesto de la pasarela norte.
Muy loable ironiza De Soy a. Contine.
Bien, padre capitn, no hay mucho ms dice tmidamente el hombre
sudoroso.
Usted orden disparar contra el atacante?
S, seor.
Y todos los centinelas dispararon de inmediato al recibir la orden?
S dice el director, los ojos vidriosos. Creo que todos dispararon. Eran
seis, adems de Ament y y o.
Y ustedes tambin dispararon? Insiste De Soy a.
Bien, s, la estacin estaba bajo ataque. La pista estaba en llamas. Y este

terrorista volaba hacia nosotros, llevando Dios sabe qu.


De Soy a cabecea, poco convencido.
Aparte de ese hombre, vio a alguien ms en esa alfombra voladora?
No, pero estaba oscuro.
De Soy a mira las lunas que despuntan. Una luz naranja y brillante entra por
las ventanas.
Las lunas haban salido, capitn?
Powl se relame los labios de nuevo, como tentado de mentir. Sabe que De
Soy a y sus hombres han entrevistado al lancero marino Ament y los dems, y
De Soy a sabe que l sabe.
Acababan de salir murmura.
Entonces la luz era comparable a sta?
S.
Vio algo ms en ese aparato volador, capitn? Un paquete? Una
mochila? Cualquier cosa que pudiera interpretarse como una bomba?
No dice Powl, sintiendo furia adems de miedo, pero bast un puado
de plstico para volar dos deslizadores y tres tpteros, padre capitn.
Muy cierto dice De Soy a. Acercndose a la ventana iluminada, aade
: Sus siete centinelas, incluido el lancero Ament, portaban pistolas de dardos,
capitn?
S.
Tambin usted, verdad?
S.
Y alguno de esos dardos alcanz al sospechoso?
Powl vacila, se encoge de hombros.
Creo que la may ora.
Y vio usted el resultado? murmura De Soy a.
Hicimos trizas a ese canalla, seor dice Powl, la furia venciendo al
miedo. Vi volar sus pedazos como excremento de gaviota chocando contra un
ventilador, seor. Luego cay de esa estpida alfombra como si alguien tirase de
un cable. Cay al mar al lado del pilote L-3. Los tiburones arco iris se acercaron
y se pusieron a comer a los diez segundos.
Entonces usted no recobr el cadver?
Powl lo mira con arrogancia.
S lo recobramos, padre capitn. Orden a Ament y Kilmer que recogieran
los restos con garfios, arpones y una red. Eso fue una vez que apagamos el
incendio y nos cercioramos de que la plataforma no hubiera sufrido ms daos.
El capitn Powl empieza a demostrar ms aplomo.
De Soy a asiente.
Y dnde est el cuerpo, capitn?
El director forma un arco con los dedos rechonchos. Tiemblan levemente.

Lo sepultamos. En el mar, por supuesto. La maana siguiente desde la


drsena sur. Atrajo a todo un cardumen de tiburones arco iris, y cazamos algunos
para la cena.
Pero usted verific que el cuerpo fuera el del sospechoso que haba
arrestado antes?
Powl entorna los ojos diminutos.
S, lo que quedaba de l. Slo un cazador furtivo. Estos episodios son
frecuentes en este mar violeta, padre capitn.
Y los cazadores furtivos pilotan antiguas alfombras voladoras en este mar
violeta, capitn Powl?
El director hace una mueca.
Eso era ese artefacto?
Usted no menciona la alfombra en su informe, capitn.
No pareca importante.
Y dice usted que ese artefacto sigui viaje? Qu sobrevol la cubierta y
la pasarela y desapareci en el mar? Vaco?
S dice el capitn Powl, irguindose en la silla, y alisndose el marchito
uniforme.
De Soy a da media vuelta.
El lancero Ament dice otra cosa, capitn. El lancero Ament dice que la
alfombra fue recobrada y desactivada, y que la ltima vez se vio en manos de
usted. Es verdad?
No dice el director, mirando a De Soy a, Gregorius, Sproul, Kee y Rettig
. No, no la vi despus de que sigui de largo. Ament es un mentiroso.
De Soy a cabecea.
Un artefacto tan antiguo, capaz de funcionar, valdra mucho dinero, an en
Mare Infinitus, verdad, capitn?
No lo s murmura Powl, quien observa a Gregorius. El sargento se
acerca al armario privado del director. Es de acero y tiene llave. Ni siquiera
saba qu era esa cosa.
De Soy a est de pie junto a la ventana. La luna ms grande llena el cielo del
este. El arco del teley ector se perfila contra la luna.
Se llama estera, o alfombra voladora susurra. En un lugar llamado el
Valle de las Tumbas de Tiempo, tendra la marca de radar adecuada.
Le hace una sea a Gregorius.
El guardia suizo abre el armario de acero con un golpe de su mano
enguantada. Aparta cajas, papeles, fajos de billetes, y saca una estera
cuidadosamente plegada. La lleva al escritorio del director.
Arreste a este hombre y qutelo de mi vista murmura el capitn De
Soy a. El teniente Sproul y el cabo Kee se llevan al director.
De Soy a y Gregorius desenrollan la alfombra sobre el largo escritorio. Las

hebras de vuelo refulgen a la luz de la luna. De Soy a toca el borde del artefacto,
palpando los tajos que los dardos han abierto en la tela. Por todas partes la sangre
oscurece los complejos dibujos, opacando el fulgor de las hebras de
monofilamento superconductor. Hay jirones de lo que podra ser carne humana
apresados en las borlas de la parte trasera.
De Soy a mira a Gregorius.
Ha ledo ese largo poema llamado los Cantos, sargento?
Los Cantos? No, seor, no soy muy lector. Adems, no figura en la lista
de libros prohibidos?
Creo que s, sargento dice el padre capitn De Soy a. Se aleja de la
ensangrentada alfombra y mira las lunas que despuntan y el arco. Esta es una
pieza del rompecabezas piensa. Y cuando el rompecabezas est completo, te
atrapar, nia .
Creo que figura en la lista de prohibidos, sargento repite. Da media
vuelta y se dirige a la puerta, indicando a Rettig que enrolle la alfombra y la lleve
. Vamos dice, con nueva energa en la voz. Tenemos trabajo que hacer.

33
Mi recuerdo de los veinte minutos que pas en ese amplio y luminoso
comedor se parece mucho a esas pesadillas que todos tenemos tarde o temprano,
donde nos encontramos en un lugar de nuestro pasado pero no recordamos por
qu estamos all ni el nombre de las personas que nos rodean. Cuando el teniente
y sus dos hombres me llevaron al comedor, todo estaba teido con ese
desplazamiento onrico de lo familiar. Digo familiar porque haba pasado buena
parte de mis veintisiete aos en campamentos de cazadores y comedores
militares, en casinos y en la cocina de viejas barcas. Estaba acostumbrado a la
compaa de los hombres: demasiado acostumbrado, habra dicho entonces, pues
los elementos que detectaba en esta sala alarde, fanfarronera y el olor a
transpiracin de nerviosos tos de ciudad entregados a la venturera camaradera
masculina me haban cansado tiempo atrs. Pero pronto la familiaridad qued
desmentida por la extraeza (los acentos dialectales, las sutiles diferencias de
vestimenta, el tufo de los cigarrillos) y por el conocimiento de que me delatara
de inmediato si era preciso aludir a su dinero, su cultura o su conversacin.
Haba una cafetera alta en la mesa ms alejada nunca haba estado en un
comedor donde no la hubiera y me dirig all, tratando de actuar con
desenvoltura. Encontr una taza relativamente limpia y me serv caf. Entretanto
observaba al teniente y sus dos hombres, que me observaban a m. Cuando
parecieron convencidos de que y o estaba donde deba estar, se marcharon. Beb
un caf espantoso, not que la mano con que sostena la taza no temblaba pese al
huracn de emociones que senta y trat de decidir qu hara a continuacin.
Asombrosamente, an tena mis armas cuchillo y pistola y mi radio. Con
la radio poda detonar el explosivo plstico en cualquier momento y correr hacia
la alfombra voladora en medio de la confusin. Ahora que haba visto a los
centinelas de Pax, saba que necesitara alguna distraccin si quera que la balsa
pasara junto a la plataforma sin ser vista. Camin hacia la ventana; daba a la
direccin que habamos considerado norte, pero vea que el cielo del este
fulguraba con el inminente despuntar de las lunas. El arco del teley ector estaba a
la vista. Palp la ventana, pero estaba trabada con un pestillo o clavada. El techo
de acero corrugado de otro mdulo estaba un metro debajo de la ventana, pero
no pareca haber modo de llegar all.
Con quin ests, hijo?
Di media vuelta. Cinco hombres del grupo ms cercano se haban
aproximado, y el que me hablaba era el ms bajo y el ms gordo. Estaba
equipado para estar al aire libre: camisa de franela a cuadros, pantalones de lona,
un chaleco parecido al mo y un cuchillo para escamar pescado. Comprend que
los soldados de Pax habran visto la punta de mi funda sobresaliendo bajo el
chaleco, pero habran pensado que era la vaina de un cuchillo.

Este hombre tambin hablaba en dialecto, pero era muy diferente del que
usaban los guardias de Pax. Record que los pescadores deban de ser forasteros,
as que mi extrao acento no sera del todo sospechoso.
Klingman dije, bebiendo otro sorbo de ese caf repugnante. Esa palabra
haba funcionado con los soldados.
No funcion con estos hombres. Se miraron un instante, y el gordo habl de
nuevo.
Nosotros vinimos con el grupo de Klingman, muchacho. Desde Santa
Teresa. T no estabas en el hidrofoil. A qu ests jugando?
Sonre.
A nada. Se supona que estaba con ese grupo, pero lo perd en Santa Teresa.
Vine aqu con las Nutrias.
An no haba acertado. Los cinco hombres cuchichearon. Les o hablar varias
veces de cazadores furtivos . Dos de ellos salieron. El gordo me encaon con
un dedo rechoncho.
Yo estaba sentado all con el gua Nutria. l tampoco te ha visto nunca.
Qudate aqu, hijo.
Era precisamente lo que no hara. Dejando la taza en la mesa, dije:
No, usted espere aqu. Yo ir a hablar con el teniente para aclarar las cosas.
No se mueva.
Esto pareci confundir al gordo, que se qued en su sitio mientras y o cruzaba
el comedor, ahora silencioso, abra la puerta y sala a la pasarela.
No haba adnde ir. A mi derecha, los dos soldados de Pax con pistolas de
dardos estaban plantados frente a la baranda. A mi izquierda, el delgado teniente
con quien haba tropezado vena por la pasarela con los dos civiles y lo que
pareca un rollizo capitn de Pax.
Maldicin dije en voz alta. Subvocalizando, expliqu: Pequea, estoy
en apuros. Tal vez me capturen. Dejar el micrfono externo abierto para que
oigas. Id directamente hacia el portal. No respondis!
Lo ltimo que necesitaba en esta conversacin era una vocecilla que gorjeara
por mi auricular.
Oiga! dije, dirigindome hacia el capitn y alzando las manos como si
fuera a estrechar la suy a. Lo estaba buscando a usted.
Es l exclam uno de los dos pescadores. No vino con nosotros ni con
el grupo Nutria. Es uno de esos malditos cazadores furtivos de que nos hablaban.
Espselo le orden el capitn al teniente, y antes de que y o pudiera
zafarme, los soldados me haban aferrado por detrs y el oficial delgado me
haba puesto las esposas. Eran de las anticuadas, de metal, pero funcionaban muy
bien, aferrndome las muecas por delante y cortndome la circulacin.
En ese momento comprend que nunca servira para espa. Mi incursin en la
plataforma haba sido desastrosa. Los hombres de Pax eran chapuceros se

apiaban contra m cuando deberan haber mantenido distancia apuntndome


con sus armas mientras me cacheaban, y esposarme luego, cuando estuviera
desarmado pero en pocos segundos me registraran.
Decid no darles esos segundos. Subiendo rpidamente las manos esposadas,
cog al rollizo capitn por la camisa y lo arroj contra los dos civiles. Hubo un
momento de gritos y empellones durante el cual di media vuelta, pate a un
soldado en los testculos y cog al otro por el arma que an llevaba colgada del
hombro. El soldado grit y aferr el arma con ambas manos mientras y o tiraba
de la correa y empujaba hacia abajo y a la derecha. El soldado cay con el
arma, se estrell de cabeza contra la pared y cay sentado. El primero, el que y o
haba pateado y que todava estaba de rodillas, aferrndose la entrepierna, alz la
mano libre y me desgarr el frente del suter, arrancndome las gafas
nocturnas. Le pate la garganta y cay .
El teniente haba desenfundado la pistola de dardos, not que no poda
dispararme sin matar a los dos soldados y me asest un culatazo en la cabeza.
Las pistolas de dardos no son tan pesadas. sta me hizo ver chispas y me
abri un tajo. Adems me enfureci.
Me volv y le di un puetazo en la cara. El teniente gir encima de la baranda,
agitando los brazos, y sigui viaje. Todos se quedaron de una pieza mientras el
hombre caa gritando al agua.
Mejor dicho, todos se quedaron de una pieza menos y o, pues mientras las
suelas del teniente an eran visibles desde la baranda, di la vuelta, brinqu sobre
el soldado cado, abr el cancel y entr corriendo en el comedor. Los hombres se
dirigieron hacia las puertas y ventanas para averiguar a qu vena ese revuelo,
pero y o me abr paso entre ellos con gambetas de jugador experto. O que a mis
espaldas el capitn o un soldado gritaban:
Abajo! Fuera del paso! Apartaos!
Sent otro hormigueo en la espalda al pensar en esos miles de dardos volando
hacia m, pero no reduje la velocidad mientras brincaba a una mesa, me cubra
el rostro con las muecas esposadas y volaba por la ventana, amortiguando el
impacto con el hombro derecho.
An mientras saltaba, se me ocurri que si la ventana era de prspex o cristal
resistente mi aventura terminara en farsa. Rebotara hacia el comedor para ser
acribillado o capturado. Tena sentido que esa plataforma usara material
irrompible en vez de vidrio. Pero me haba parecido que era vidrio al tocarla con
los dedos unos minutos antes.
Se rompi.
Choqu contra el acero corrugado del techo y segu rodando, mientras las
astillas de vidrio volaban a mi alrededor o crujan debajo de m. Me haba
llevado parte del armazn de la ventana y tena maderas y vidrios rotos clavados
en el chaleco y el suter deshilachado, pero no me detuve para quitrmelos. En

el borde del techo tena una opcin: el instinto me instaba a seguir rodando,
perderme de vista antes de que aparecieran esos hombres armados, y contar con
que hubiera otra pasarela abajo; la lgica me instaba a detenerme y mirar antes
de seguir rodando; la memoria sugera que no haba pasarelas en el linde norte de
la plataforma.
Busqu una solucin intermedia. Sal rodando por el borde pero me aferr al
reborde, mirando hacia abajo mientras mis dedos resbalaban. No haba cubierta
ni plataforma abajo, slo veinte metros de aire entre mis botas y las olas
violceas. Las lunas despuntaban y el mar titilaba.
Me alc para mirar la ventana que haba atravesado, vi que los soldados se
reunan all y baj la cabeza justo cuando uno disparaba. La nube de dardos pas
a un par de centmetros de mis dedos y tembl al or el furibundo zumbido de
abeja de las agujas de acero. No haba cubierta abajo, pero vi un tubo horizontal
en el costado del mdulo. Tena seis u ocho centmetros de dimetro. Haba un
hueco angosto entre el interior del tubo y la pared del mdulo, tal vez con
suficiente anchura para enganchar los dedos, siempre que el tubo no se partiera
bajo mi peso, siempre que el choque no me dislocara los hombros, siempre que
no me fallaran las manos esposadas, siempre que No pens ms. Ca. Mis
antebrazos y las esposas de acero chocaron contra el tubo, dndome una
sacudida, pero mis dedos estaban preparados y se aferraron, deslizndose por el
interior del tubo pero sosteniendo mi peso.
La segunda andanada de dardos hizo pedazos el reborde del techo y perfor
la pared externa. Astillas y esquirlas de acero volaron en el claro de luna
mientras los hombres gritaban y maldecan. O pasos en el techo.
Me hamaqu hacia la izquierda. Una cubierta sobresala bajo la esquina del
mdulo, tres metros hacia abajo y cinco metros hacia el este. Avanc con
enloquecedora lentitud. Mis hombros chillaban de dolor, mis dedos se entumecan
por falta de circulacin. Senta astillas de vidrio en el cabello y el cuero
cabelludo, y sangre en los ojos.
Los hombres que estaban encima de m trataran de llegar al borde del techo
antes de que y o pudiera alcanzar un punto por encima de la plataforma.
De repente o gritos y maldiciones, y un sector del techo se hundi. La
andanada de dardos haba socavado ese sector del techo y el peso de los hombres
lo estaba desmoronando. O que retrocedan, maldecan y encontraban otros
caminos hacia el borde.
Esta demora me dio slo diez segundos ms, pero fue suficiente para
permitirme llegar al extremo del tubo, hamacar el cuerpo un par de veces,
soltarme en el tercer vaivn y caer en la plataforma, rodando contra la baranda
este y chocando con un golpe que me quit el aliento.
Saba que no poda quedarme a recobrarlo. Me desplac rpidamente,
rodando hacia el sector oscuro de la cubierta, bajo el mdulo. Dos pistolas

dispararon. Una err y acribill las aguas quince metros ms abajo, la otra
acribill el extremo de la cubierta como cien martillos automticos golpeando al
unsono. Me puse de pie y corr, esquivando las vigas bajas y tratando de ver a
travs del laberinto de sombras. Sonaron pisadas arriba. Ellos tenan la ventaja de
conocer la configuracin de las cubiertas y escaleras, pero slo y o saba adnde
me diriga.
Me diriga a la cubierta ms oriental y ms baja, donde haba dejado la
alfombra, pero esta cubierta de mantenimiento daba a una larga pasarela que iba
de norte a sur. Cuando hube recorrido la distancia suficiente para estar a la altura
de la cubierta este, me colgu de una viga de seis centmetros de anchura, agit
los brazos esposados a izquierda y derecha para equilibrarme y cruc un sector
abierto hasta llegar al prximo poste vertical. Lo hice de nuevo, y endo hacia el
norte o el sur cuando terminaban las vigas, pero siempre encontrando otra viga
que iba hacia el este.
Se abran escotillones y sonaban pasos en las pasarelas, bajo la cubierta
principal, pero llegu primero a la cubierta este. Salt, encontr la alfombra
donde la haba dejado, la desenroll, toqu las hebras de vuelo y estuve en el aire
justo cuando se abra un escotilln encima del tramo de escaleras que bajaba a
cubierta. Me tend de bruces en la alfombra, tratando de ofrecer poco blanco
contra las lunas o las relucientes olas, tocando las hebras de vuelo torpemente a
causa de las esposas.
Mi instinto me aconsejaba volar hacia el norte, pero comprend que sera un
error. Las pistolas de dardos slo seran precisas a sesenta o setenta metros de
distancia, pero alguien poda tener un rifle de plasma o su equivalente. Toda la
atencin se concentraba ahora en el lado este de la plataforma. Lo mejor era
dirigirme al oeste o al sur.
Vir a la izquierda, descend por debajo de las vigas y pas a poca distancia
de las olas, dirigindome al oeste bajo el borde protector de la plataforma. Slo
una cubierta sobresala tanto la cubierta adonde y o haba saltado y vi que
estaba vaca en el extremo norte. Adems los dardos la haban destrozado y quiz
fuera peligroso pararse encima. Vol debajo de ella y continu hacia el oeste.
Resonaban botas en las pasarelas superiores, pero si alguien me vea tendra
problemas para apuntarme a causa de la cantidad de pilotes y vigas.
Me dirig hacia la sombra de la plataforma las lunas se haban elevado y
permanec a milmetros del agua, tratando de ocultarme detrs del oleaje. Estaba
a cincuenta o sesenta metros de la plataforma y dispuesto a suspirar de alivio
cuando o chapoteos y toses unos metros a la derecha, ms all de una ola.
Supe al instante qu era. Quin era. El teniente que haba arrojado por la
borda. Tuve el impulso de seguir volando. La plataforma era pura confusin a
estas alturas hombres gritando, otros disparando desde el norte, ms hombres
chillando al este, por donde y o haba escapado pero me pareci que nadie me

haba visto aqu. Este sujeto me haba golpeado la cabeza con su pistola y me
habra matado con gusto si sus amigotes no hubieran estado en el camino. Si la
corriente lo haba arrastrado lejos de la plataforma, mala suerte para l: no haba
nada que y o pudiera hacer.
Puedo soltarlo en la base de la plataforma, tal vez en una de las vigas de
soporte. Una vez me escap as. Puedo hacerlo de nuevo. El hombre slo haca
su trabajo. No merece morir por ello .
Es justo decir que odiaba mi conciencia en esos momentos, aunque no he
tenido tantos momentos as.
Detuve la alfombra encima de las olas. Todava estaba tendido de bruces,
bajando la cabeza y los hombros para que los hombres de la plataforma no me
localizaran. Me asom y me estir a la derecha para localizar los carraspeos y
chapoteos.
Primero vi los peces. Tenan aletas dorsales como en esos holos de los
tiburones de Vieja Tierra, o los lomos de sable canbales del mar meridional de
Hy perion, pero dos aletas en vez de una. Los vi ntidamente en el claro de luna;
parecan relucir con una docena de colores, desde las aletas hasta el largo
vientre. Tenan tres metros de longitud, se desplazaban con potentes coletazos de
depredadores y tenan dientes muy blancos.
Siguiendo a uno de esos asesinos por encima de las olas, vi al teniente.
Chapoteaba y luchaba para mantener la cabeza por encima del agua, mientras
giraba tratando de mantener a ray a a los peces multicolores.
Una de esas criaturas se lanz hacia l por el agua violeta, y el teniente la
pate, tratando de golpearle la cabeza o la aleta con la bota. El pez dio una
dentellada y se alej. Otros se estaban acercando. El oficial estaba obviamente
agotado.
Maldicin jade.
No poda dejarlo all.
Tecle el cdigo que anulaba el campo de deflexin, el minicampo de
contencin destinado a proteger del viento a los ocupantes de la alfombra. Si
quera rescatar a ese hombre, no haba razn para dejar que luchara contra el
campo EM. Me dirig hacia l y detuve la alfombra.
Ya no estaba ah. El hombre se haba hundido. Pens en buscarlo a nado, y
entonces vi sus brazos forcejeando bajo las olas. Los tiburones se aproximaban,
pero sin atacarlo por el momento. Tal vez la sombra de la alfombra los
desconcert.
Tend mis manos esposadas, encontr su mueca derecha y lo alc. Su peso
casi me tir de la alfombra, pero me ech hacia atrs, recobr el equilibrio y lo
sub hasta que pude aferrarle los pantalones y arrojarlo sobre la estera.
El plido teniente temblaba de fro y eructaba agua salada, pero pronto
respir normalmente. Eso me alegr: no saba si mi generosidad llegara al

extremo de darle respiracin boca a boca. Cerciorndome de que estuviera


tendido en la alfombra de modo que los peces no brincaran para arrancarle las
piernas, me volv hacia los controles. Fij un curso de regreso hacia la
plataforma, incorporndome levemente. Tanteando en mi chaleco, encontr la
unidad de comunicaciones y tecle el cdigo necesario para detonar el explosivo
plstico que haba colocado en las cubiertas de deslizadores y tpteros. Nos
aproximaramos a la plataforma desde el sur, donde podra asegurarme de que
no hubiera gente en las cubiertas. Entonces transmitira el cdigo oprimiendo el
botn y, durante la batahola, girara para regresar desde el oeste y dejar al
teniente en el primer lugar seco que pudiera encontrarle.
Gir para ver si el hombre an respiraba y atin a ver que el oficial de Pax se
haba incorporado y empuaba un objeto reluciente.
Me apual el corazn.
O lo habra hecho si y o no me hubiera movido en la fraccin de segundo que
tard el cuchillo en atravesar mi chaleco, mi suter y mi carne. La corta hoja
me penetr en el costado y rasp una costilla. En el momento sent menos dolor
que shock, un shock elctrico literal. Jade y le aferr la mueca. Me lanz otra
pualada, y mis manos empapadas de agua marina y sangre patinaron por
su mueca. Lo nico que pude hacer fue tirar hacia abajo, usando el metal que
una las esposas para bajarle el brazo mientras l me apualaba de nuevo, con un
golpe que me habra acertado en la misma costilla y me habra atravesado el
corazn si mi brazo y la unidad de comunicaciones que llevaba en el bolsillo no
hubieran desviado la hoja. Aun as, me rasp de nuevo el costado y ca hacia
atrs, tratando de conservar el equilibrio.
O explosiones a mis espaldas: el cuchillo debi de tocar el botn de
transmisin. No gir para mirar mientras recobraba el equilibrio, separando los
pies. La alfombra segua en ascenso. Estbamos a diez metros del mar y
continubamos subiendo.
El teniente tambin se haba puesto de pie, adoptando la postura arqueada de
un luchador nato. Siempre odi las armas blancas. He despellejado animales y
destripado peces. Aun cuando estaba en la Guardia, no entenda cmo los
humanos podan hacer eso a otros humanos. Tena un cuchillo en el cinturn, pero
saba que no poda competir con ese hombre. Mi nica esperanza consista en
desenfundar la automtica, pero era un movimiento engorroso.
La pistola estaba en mi cadera izquierda, la culata hacia atrs, de modo que
hubiera podido desenfundar pasando la mano delante del cuerpo, pero ahora
tena que pasar ambas manos, apartar el chaleco, levantar la funda, extraerla,
apuntar
Me lanz un tajo de izquierda a derecha. Retroced hasta el frente de la
alfombra, pero demasiado tarde. La filosa hoja cort carne y msculo en mi
brazo derecho mientras y o trataba de sacar la pistola. Sent dolor y grit. El

teniente sonri, mostrando dientes mojados y brillantes. Agazapado, sabiendo que


y o no poda ir a ninguna parte, avanz y alz el cuchillo en un arco destinado a
despanzurrarme.
Mantuve mi posicin anterior y salt de la alfombra en una zambullida, mis
manos esposadas frente a m mientras penetraba en el agua. El mar estaba
salado y oscuro. Yo no haba aspirado profundamente antes de caer, y por un
terrible instante no supe para dnde era arriba. Vi el fulgor de las tres lunas y
nad en esa direccin. Mi cabeza asom a tiempo para ver que el teniente an
estaba de pie sobre la alfombra, ms cerca de la plataforma y a veinticinco
metros de altura. Estaba agazapado y mirando hacia m, como si esperase mi
regreso para continuar la pelea.
Yo no regresara, pero s quera terminar la pelea. Buscando la automtica
bajo el agua, abr la funda, extraje la pistola y trat de flotar de espaldas para
poder apuntar. Mi blanco suba y desapareca, pero todava estaba recortado
contra esa luna imposible mientras y o martillaba y estabilizaba los brazos.
El teniente haba desistido y observaba lo que suceda en la plataforma
cuando los hombres dispararon. Se me adelantaron por un par de segundos. No s
si y o le hubiera acertado a esa distancia, pero ellos no podan fallar.
Tres andanadas de dardos lo embistieron al mismo tiempo, hacindole caer
de la alfombra como un bulto de ropa sucia que alguien hubiera arrojado al aire.
Vi la luz de la luna a travs de su cuerpo acribillado mientras caa hacia las olas.
Un segundo despus uno de esos tiburones multicolores me roz, dndome un
empelln en su afn de llegar a esa masa de carnada sanguinolenta que haba
sido el teniente de Pax.
Flot all un instante, mirando la alfombra voladora hasta que alguien la
manote desde la plataforma. Haba abrigado la infantil esperanza de que la
alfombra girase y regresara a buscarme, me levantara del mar y me llevara de
regreso a la balsa, que estara un par de kilmetros al norte. Le haba cobrado
afecto a la alfombra me agradaba formar parte del mito y la ley enda que
representaba y verla irse para siempre de ese modo me caus una sensacin
de nusea.
Y es que tena nusea. Entre las heridas y el agua que haba tragado, por no
mencionar el efecto del agua salada en las heridas, la sensacin era real. Segu
flotando en el mar salobre, pataleando para mantener la cabeza y los hombros
por encima del agua, la pesada automtica en ambas manos.
Si iba a nadar, tena que volar las esposas de un disparo. Pero cmo hacerlo?
La malla de acero que una ambos grillos tena slo la mitad del grosor de mi
mueca; por mucho que me contorsionara, no poda apuntar el arma de tal modo
que partiera la malla de un balazo.
Entretanto, las aletas dorsales se alejaban del lugar donde haba cado el
teniente. Yo saba que estaba sangrando. Senta la humedad ms densa en el

costado y en el brazo, donde la salada sangre se verta en el salado mar. Si esas


criaturas se parecan a los lomos de sable y los tiburones, podan oler la sangre a
kilmetros. Tena que dirigirme a la plataforma, usar la pistola contra las
primeras aletas que se acercaran y tratar de llegar a un pilote y salir del agua o
pedir auxilio. Era mi nica esperanza.
Me ech hacia atrs, pate, rot sobre mi estmago y me puse a nadar hacia
el norte, hacia el ocano. Haba estado en la plataforma una vez durante ese
largo da. Era suficiente.

34
Nunca haba tratado de nadar con las manos atadas frente a m. Espero
fervientemente no tener que intentarlo de nuevo. Slo la fuerte salinidad del
ocano de este mundo me mantena a flote mientras pataleaba y braceaba
rumbo al norte. No abrigaba autnticas esperanzas de llegar a la balsa; la
corriente comenzaba a ser ms fuerte a un kilmetro de la plataforma, y nuestro
plan era mantener la balsa a la may or distancia posible de la estructura sin
alejarnos del ro dentro del mar.
A los pocos minutos los tiburones multicolores comenzaron a acercarse. Sus
colores vibrantes y elctricos, tan visibles bajo las olas, y cuando uno se lanz al
ataque, dej de nadar y le pate la cabeza tal como haba visto que haca el
difunto teniente. Pareca dar resultado. Esos peces eran mortferos pero
estpidos. Atacaban uno por vez, como si siguieran un orden jerrquico, y o les
pateaba el hocico uno por vez. Pero era agotador. Estaba por quitarme las botas
justo antes del ataque del primer tiburn el pesado cuero me estaba
demorando pero la idea de patear con los pies descalzos esas ahusadas y
dentudas cabezas me haba hecho dudar. Adems comprend que no poda nadar
empuando la pistola. Las criaturas se sumergan para atacarme, siempre
viniendo desde abajo, y dud que una bala de esa vieja pistola sirviera de algo en
un par de metros de agua. Enfund la pistola, aunque pronto dese haberla
soltado. Flotando, girando para mantener las aletas dorsales a la vista, logr
quitarme las botas y las dej caer a las profundidades. Cuando atac el prximo
tiburn, pate con ms fuerza, sintiendo la aspereza de lija de la piel que cubra
su diminuto cerebro. Me lanz una dentellada pero se alej y sigui nadando en
crculos.
As fue como nad hacia el norte, detenindome, flotando, pateando,
maldiciendo, avanzando unos metros, detenindome de nuevo para girar en
crculos para aguardar un nuevo ataque. Si no hubiera sido por la combinacin de
las brillantes lunas y la reluciente piel de esas criaturas, una de ellas me habra
arrastrado hacia abajo. En cambio, pronto llegu al punto en que estaba
demasiado exhausto para seguir nadando. Slo poda flotar de espaldas, aspirar
aire, defenderme a patadas de esos dientes blancos cada vez que vea la cercana
de esos lomos multicolores.
Las heridas de cuchillo comenzaban a dolerme. Senta el tajo de las costillas
como una terrible quemazn combinada con una sensacin pegajosa. Estaba
seguro de que me estaba desangrando, y una vez, cuando las aletas dorsales se
mantuvieron a suficiente distancia por un momento, baj las manos hasta mi
costado. Cuando las saqu del agua estaban rojas. Me senta cada vez ms dbil,
y comprend que mi hemorragia era mortal. El agua se estaba entibiando, como
si mi sangre la calentara, y la tentacin de cerrar los ojos y hundirme en esa

tibieza era cada vez ms fuerte.


Cada vez que el oleaje me elevaba, miraba por encima del hombro en busca
de la balsa, en busca de un milagro. No vea nada. En parte me complaca: tal
vez la balsa hubiera atravesado el portal teley ector sin ser interceptada. Yo no
haba visto deslizadores ni tpteros en el aire, y la plataforma era una llamarada
menguante hacia el sur. Comprend que lo mejor sera que me recogiera un
tptero de rescate, ahora que la balsa se haba ido, pero la idea de semejante
rescate no me alegraba. Ya haba estado una vez en la plataforma.
Flotando de espaldas, torciendo la cabeza y el cuello para mantener las aletas
dorsales a la vista, patale con rumbo al norte, alzndome con cada movimiento
del mar violceo, cay endo en anchos valles cuando el mar se entreabra. Rod
sobre mi estmago y trat de patear con ms fuerza, con las manos esposadas
delante, pero estaba demasiado agotado para mantener la cabeza encima del
agua.
Mi brazo derecho pareca sangrar ms y lo senta tres veces ms pesado que
el izquierdo. Sospech que el cuchillo del teniente habra cortado algunos
tendones.
Al fin desist de nadar y me concentr en flotar, pateando para mantener la
cabeza y los hombros por encima del agua. Los peces parecan intuir mi
debilidad; se aproximaban por turnos, la bocaza abierta. Yo alzaba las piernas y
pateaba, tratando de acertarles en el hocico o la cabeza con los talones sin que
me arrancaran los pies. Su piel rugosa me haba raspado las plantas de los pies al
punto de que estaba aadiendo ms sangre a la esfera que sin duda me rodeaba.
Eso incit a los peces. Sus ataques se volvieron ms continuos. Uno de ellos me
rasg la pernera derecha de la rodilla al tobillo, arrancando una capa de piel al
alejarse con un coletazo triunfal.
Entretanto una parte de mi fatigada mente se dedicaba a las meditaciones
teolgicas. No rezaba, sino que se preguntaba por qu un Dios Csmico permita
que Sus criaturas se torturasen entre s de esta manera. Cuntos homnidos,
mamferos y billones de otras criaturas haban pasado sus ltimos minutos en las
garras del espanto, el corazn palpitante, agotadas por el flujo de adrenalina,
buscando en vano una escapatoria? Cmo poda un dios describirse como Dios
de la Misericordia y llenar el universo de criaturas dentudas como stas?
Record que Grandam me haba contado que un cientfico de vieja Tierra, un
tal Charles Darwin que haba elaborado una de las primeras teoras de la
evolucin, la gravitacin o lo que fuera, y que se haba criado como cristiano
devoto aun antes de la recompensa del cruciforme, se haba vuelto ateo
estudiando una avispa que paralizaba una especie grande de araa, le plantaba su
embrin y dejaba que la araa se recobrara y siguiera su camino hasta que las
larvas de avispa salan por el abdomen de la araa viva.
Me saqu el agua de los ojos y pate dos aletas dorsales que se aproximaban.

Le err a la cabeza pero acert en una de las sensibles aletas. Logr arquearme
para evitar esa mandbula batiente. Por un instante dej de flotar, descend un par
de metros bajo una ola, tragu agua salada y sal jadeante y ciego. Ms aletas se
aproximaron. Tragando agua de nuevo, luch con las manos entumecidas bajo el
agua y saqu la pistola. Comprend que sera ms fcil apoy arme el can en la
garganta y halar el gatillo que usarla contra esos asesinos del mar. Bien,
quedaban bastantes municiones no la haba usado durante la batahola de las dos
ltimas horas as que siempre era una opcin.
Girando, viendo cmo se acercaba una aleta, record una historia que
Grandam me haba ledo cuando y o era nio. Tambin era un antiguo clsico, un
relato de Stephen Crane llamado El bote abierto; trataba sobre varios hombres
que haban sobrevivido al naufragio de un buque y pasaban varios das en el mar
sin agua, slo para encallar a pocos cientos de metros de la tierra firme, rodeados
por olas demasiado altas para cruzarlas sin volcar. Uno de los hombres no
recuerdo qu personaje haba pasado por todos los crculos de la suposicin
teolgica: rezar, creer que Dios era una deidad misericordiosa que se pasaba las
noches preocupndose por l, creer que Dios era un canalla cruel, y decidir que
nadie estaba escuchando. Comprend que no haba entendido esa historia, a pesar
de las socrticas preguntas de Grandam. Record el peso de la epifana que haba
experimentado ese personaje al comprender que tendra que salvarse a nado y
no todos podran sobrevivir. Haba querido que la naturaleza pues as vea ahora
el universo fuera un enorme edificio de cristal, para poder arrojarle piedras.
Pero hasta eso era intil.
El universo es indiferente a nuestro destino . Este era el peso aplastante que
sobrellevaba ese personaje mientras avanzaba en el oleaje hacia la
supervivencia o la extincin. Al universo le importa un bledo .
Not que estaba llorando y riendo al mismo tiempo, gritando maldiciones e
invitaciones a los peces que estaban a un par de metros. Alc la pistola y le
dispar a la aleta ms prxima. Asombrosamente, la empapada pistola dispar, y
el ruido que me haba parecido tan estruendoso en la balsa ahora fue devorado
por las olas y la inmensidad del mar. El pez se alej. Otros dos me atacaron. Le
dispar a uno, pate al otro, justo cuando algo me pegaba en la nuca.
No estaba tan sumido en la teologa y la filosofa como para disponerme a
morir. Gir rpidamente, sin saber si me haban herido gravemente pero resuelto
a dispararle al maldito pez en la boca si era necesario. Tena la pistola amartillada
y apuntada cuando vi el rostro de la nia a medio metro del mo. Tena el cabello
pegado a la cabeza y sus ojos oscuros brillaban en el claro de luna.
Raul! Deba de estar llamndome por el nombre, pero y o no lo haba
odo en medio de los estampidos y el zumbido de mis odos.
Pestae. Esto no poda ser cierto. Cielos, por qu estaba ah, lejos de la
balsa?

Raul! repiti Aenea. Flota de espaldas. Usa el arma para mantener


alejados a esos peces. Te llevar.
Sacud la cabeza. No entenda. Por qu haba dejado al vigoroso androide en
la balsa y haba venido a buscarme? Cmo poda?
La calva azul de A. Bettik se hizo visible en la prxima ola. El androide
nadaba enrgicamente, el largo machete entre los blancos dientes. Re en medio
de mis lgrimas. Pareca el pirata de un holo barato.
Flota de espaldas! insisti la nia.
Me puse de espaldas. Demasiado cansado para patear cuando un tiburn se
lanz hacia mis piernas, le dispar, acertndole entre los dos ojos negros y
opacos. Las dos aletas desaparecieron bajo una ola.
Aenea me rode el cuello con un brazo, coloc su mano izquierda bajo mi
brazo derecho para no ahogarme y se puso a nadar. A. Bettik iba al lado, nadando
con un brazo y empuando el filoso machete con el otro. Le vi sumergirse y dos
aletas dorsales temblaron y viraron a la derecha.
Qu ests?
Ahorra el aliento jade la nia, metindose en la prxima ola y trepando
la pared violcea. Nos queda un largo trecho.
La pistola dije, tratando de drsela. Sent la oscuridad que me nublaba la
visin como un tnel. No quera perder el arma. Demasiado tarde. Sent que se
caa al mar. Lo lamento logr decir antes de que el tnel se cerrara por
completo.
Mi ltimo pensamiento consciente fue un inventario de lo que haba perdido
en mi expedicin: la valiosa alfombra voladora, mis gafas nocturnas, la antigua
pistola automtica, mis botas, tal vez mi unidad de comunicaciones, y
posiblemente mi vida y la de mis amigos. La oscuridad total puso fin a esta cnica
especulacin.

Not vagamente que me suban a la balsa. Me quitaron las esposas. La nia


me estaba respirando en la boca, bombendome el pecho para expulsar el agua
de mis pulmones. A. Bettik estaba arrodillado al lado, tirando de un grueso cable.
Despus de vomitar agua durante varios minutos, dije:
La balsa? Cmo? Ya debera haber llegado al portal.
Aenea me apoy la cabeza en una mochila, cort jirones de mi camisa y mi
pernera derecha con un cuchillo.
A. Bettik prepar una especie de ancla usando la microtienda y la cuerda.
Va detrs, demorando nuestro avance pero mantenindonos en nuestro rumbo.
Eso nos dio tiempo para encontrarte.
Cmo? pregunt, y de nuevo empec a toser agua salada.
Cllate dijo la nia, terminando de rasgar mi camisa. Quiero revisar

tus heridas.
Hice una mueca cuando sus fuertes manos palparon el tajo de mi costado.
Sus dedos encontraron la profunda herida del brazo, el lugar donde el pez me
haba arrancado la piel del muslo y la pantorrilla.
Ay, Raul suspir con tristeza. Te dejo solo una hora y mira lo que te
haces.
La debilidad me estaba venciendo de nuevo, la oscuridad regresaba. Saba
que haba perdido mucha sangre. Tena mucho fro.
Lo siento susurr.
Silencio. Abri una venda. Cllate.
No insist. He fallado. Yo deba ser tu protector cuidarte. Lo
lamento.
Grit cuando me verti una solucin antisptica en la herida del costado. Yo
haba visto hombres que lloraban por esto en el campo de batalla. Ahora era uno
de ellos.
Si la nia hubiera abierto mi moderno pak mdico, y o habra perecido
minutos o segundos despus. Pero era el pak ms grande, el antiguo pak de
FUERZA que habamos cogido en la nave. Yo haba pensado que todos los
medicamentos e instrumentos seran intiles despus de tanto tiempo, pero vi que
parpadeaban luces en la superficie del pak que la nia me haba puesto en el
pecho. Algunas eran verdes, otras amarillas, unas pocas eran rojas. Yo saba que
esto no era bueno.
Recustate susurr Aenea, y abri un pak de suturacin esterilizado.
Me apoy el saco en el costado y la sutura milpis despert y se arrastr
hasta mi herida. No tuve una sensacin agradable cuando esa criatura artificial se
meti en las escabrosas paredes de mi herida, secret sus secreciones antibiticas
y limpiadoras y junt sus filosas patas de milpis en una sutura ceida. Grit de
nuevo, y otra vez cuando la nia me aplic otra sutura en el brazo.
Necesitamos ms cartuchos de plasma le dijo a A. Bettik mientras meta
dos de los pequeos cilindros en el sistema de iny eccin del pak. Sent la
quemadura en el muslo cuando el plasma entr en mi organismo.
Esos cuatro son todo lo que tenemos dijo el androide. Estaba atareado
trabajando en m, ponindome una mscara osmtica en la cara. El oxgeno puro
empez a penetrar en mis pulmones.
Maldicin dijo la nia, iny ectando el ltimo cartucho de plasma. Ha
perdido demasiada sangre. Caer en shock profundo.
Quera discutir con ellos, explicarles que mis temblores eran slo producto del
aire fro, que me senta mucho mejor, pero la mscara osmtica me apretaba la
boca, los ojos y la nariz, impidindome hablar. Por un momento alucin que
estbamos de vuelta en la nave y el campo de choque me sujetaba de nuevo.
Creo que no toda el agua salada que en ese momento me humedeca la cara era

del mar.
Cuando vi el iny ector de ultramorfina en manos de la nia, empec a
resistirme. No quera perder la consciencia: si iba a morir, quera estar despierto
cuando ocurriera.
Aenea me empuj contra la mochila. Entendi lo que intentaba decirle.
Quiero que ests inconsciente, Raul murmur. Entrars en shock.
Necesitamos estabilizar tus signos vitales. Ser ms fcil si ests inconsciente.
El iny ector sise.
Me resist unos segundos ms, derramando lgrimas de frustracin. Despus
de tantos esfuerzos, irme mientras estaba inconsciente Maldicin, no era justo,
no estaba bien.

Despert bajo una luz brillante y un calor agobiante. Por un instante cre que
an estbamos en el mar de Mare Infinitus, pero cuando reun suficientes fuerzas
para erguir la cabeza, not que el sol era diferente ms grande, ms trrido
y que el cielo era mucho ms claro. La balsa se desplazaba por un canal de
cemento, con slo un par de metros libres a cada lado. Vea cemento, sol y cielo
azul. Nada ms.
Acustate dijo Aenea, acomodndome la cabeza y los hombros en la
mochila y ajustando la tela de la microtienda para protegerme el rostro del sol.
Obviamente haban recobrado su ancla .
Trat de hablar, no pude, me relam los labios secos, que parecan pegados.
Cunto tiempo estuve inconsciente? pregunt.
Aenea me dio un sorbo de agua de mi cantimplora.
Treinta horas.
Treinta horas! Aunque intent gritar, apenas me sali un chillido.
A. Bettik se aproxim y se acuclill a la sombra con nosotros.
Bienvenido, M. Endy mion.
Dnde estamos?
A juzgar por el desierto, el sol y las estrellas de anoche respondi Aenea
, es casi seguro que estamos en Hebrn. Al parecer viajamos por un
acueducto. En este momento Bien, tendras que ver esto. Me sostuvo los
hombros para que pudiera ver por encima del borde del canal. Slo aire y cerros
lejanos. Hemos recorrido cincuenta metros de este tramo del acueducto me
explic, recostndome de nuevo. As ha sido durante los ltimos cinco o seis
kilmetros. Si hubo una brecha en el acueducto Sonri amargamente. No
hemos visto a nadie ni siquiera un buitre. Estamos esperando llegar a una
ciudad.
Frunc el ceo, sintiendo la rigidez en el costado y el brazo mientras cambiaba
de posicin.

Hebrn? Cre que estaba


En manos de los xters concluy A. Bettik. S, era la informacin que
tenamos. No importa. Buscaremos atencin mdica para ti entre los xters.
Quiz sea mejor que buscarla entre gente de Pax.
Mir el pak mdico que haba junto a m. Los filamentos entraban en mi
pecho, mi brazo y mis piernas. La may ora de las luces del pak emitan una luz
amarilla. Esto no era buena seal.
Tus heridas estn cerradas y limpias dijo Aenea. Te dimos todo el
plasma que haba en el pak. Pero necesitas ms, y parece haber una infeccin
que los antibiticos multiespectro no pueden controlar.
Eso explicaba esa fiebre que senta bajo la piel.
Tal vez algn microorganismo marino de Mare Infinitus dijo A. Bettik.
El pak no puede identificarlo. Lo sabremos en cuanto lleguemos a un hospital.
Sospechamos que este tramo del Tetis nos llevar a la nica ciudad grande de
Hebrn
Nueva Jerusaln susurr.
S. Aun despus de la Cada, era famosa por el centro mdico Sina.
Quise sacudir la cabeza pero me qued quieto al sentir dolor y mareo.
Pero los xters
Aenea me pas un pao hmedo por la frente.
Buscaremos ay uda para ti dijo. Con xters o sin xters.
Un pensamiento trataba de emerger de mi cerebro aturdido.
Esper a que llegara.
Hebrn no tena creo que no
Tienes razn dijo A. Bettik. Toc la gua que tena en la mano. Segn la
gua, Hebrn no formaba parte del ro Tetis y slo permita un trminex
teley ector en Nueva Jerusaln, aun en pleno auge de la Red. Los visitantes no
podan abandonar la capital. Aqu valoraban la intimidad y la independencia.
Mir las paredes del acueducto. De repente salimos del encierro para avanzar
entre altas dunas y rocas calcinadas por el sol. El calor era aplastante.
Pero el libro debe de estar equivocado dijo Aenea, enjugndome la
frente. El portal teley ector estaba all y nosotros estamos aqu.
Ests segura de que es Hebrn? susurr.
Aenea asinti. A. Bettik alz el comlog. Me haba olvidado de l.
Nuestro amigo mecnico obtuvo una lectura fiable de las estrellas. Estamos
en Hebrn, y parece que a pocas horas de Nueva Jerusaln.
Sent un desgarrn de dolor, y no pude contener una contorsin. Aenea sac
el iny ector de ultramorfina.
No supliqu.
Ser la ltima por un tiempo susurr. O el siseo y sent ese bendito
aturdimiento. Si existe Dios pens, es un analgsico .

Cuando despert, las sombras eran largas y estbamos al pie de un edificio


bajo. A. Bettik me llevaba en brazos. Cada paso me causaba dolor. Guard
silencio.
Aenea caminaba delante. La calle era ancha y polvorienta, los edificios bajos
ninguno tena ms de tres pisos y de un material parecido al adobe. No haba
nadie a la vista.
Hola! llam la nia, haciendo bocina con las manos. Las dos slabas
resonaron en la calle desierta.
Me senta ridculo porque me llevaban como a un nio, pero a A. Bettik no
pareca importarle, y y o saba que no podra tenerme en pie aunque la vida me
fuera en ello.
Aenea regres hacia nosotros, vio mis ojos abiertos.
Es Nueva Jerusaln, sin duda dijo. Segn la gua, aqu vivan tres
millones de personas en tiempos de la Red, y A. Bettik dice que haba por lo
menos un milln segn sus ltimas noticias.
xters murmur.
Aenea asinti.
Los edificios de las orillas del canal estaban desiertos, pero da la impresin
de que estuvieron habitados hasta hace pocas semanas o meses.
Segn las transmisiones que monitoreamos en Hy perion, este mundo debi
de caer en manos xters hace tres aos estndar. Pero hay indicios de habitacin
mucho ms recientes.
La retcula energtica an est funcionando dijo Aenea. La comida
que qued fuera est arruinada, pero los compartimientos refrigeradores an
estn fros. En algunas casas la mesa est puesta, los holofosos zumban con
esttica, las radios susurran. Pero no hay gente.
Tampoco hay seales de violencia dijo el androide, apoy ndome
delicadamente en la parte trasera de un vehculo que tena una caja chata detrs
de la cabina. Aenea haba puesto una manta para proteger mi piel del metal
caliente. El dolor del costado me hizo ver manchas ante mis ojos.
Aenea se frot los brazos. Tena la carne de gallina a pesar del ardiente calor
del atardecer.
Algo terrible sucedi aqu dijo. Puedo sentirlo.
Yo slo senta dolor y fiebre. Mis pensamientos eran como mercurio. Se me
escurran antes de que pudiera atraparlos o darles cohesin.
Aenea salt a la caja del vehculo y se acuclill junto a m mientras A. Bettik
abra la puerta de la cabina y entraba. Asombrosamente, el vehculo arranc
enseguida.
Puedo conducir esto dijo el androide, poniendo el vehculo en marcha.
Tambin y o pens. Conduje uno en Ursus. Es una de las pocas cosas

del universo que s manejar. Debe de ser una de las pocas cosas que s hacer
bien .
Echamos a andar por la calle may or. El dolor me hizo gritar algunas veces, a
pesar de mis esfuerzos por callarme. Apret las mandbulas.
Aenea me sostena la mano. Sus dedos estaban tan frescos que me hacan
tiritar. Comprend que mi piel estaba en llamas.
Es esa maldita infeccin dijo Aenea. De lo contrario te estaras
recobrando. Algo en ese mar.
O en su cuchillo susurr. Cerr los ojos y vi al teniente volando en
pedazos cuando lo alcanzaban las nubes de dardos. Abr los ojos para huir de esa
imagen. Aqu haba edificios ms altos, de diez pisos, y la sombra era ms
profunda. Pero el calor era espantoso.
Un amigo que mi madre conoci durante la peregrinacin de Hy perion
vivi aqu por un tiempo dijo Aenea. Su voz pareca oscilar como una emisora
radial mal sintonizada.
Sol Weintraub grazn. El especialista en los Cantos del viejo poeta.
Aenea me palme la mano.
Siempre olvido que la vida de mi madre se convirti en harina para el
costal de ley endas del to Martin.
Saltamos sobre un montculo.
Apret los dientes para no gritar.
Aenea me aferr la mano con ms fuerza.
S dijo, ojal hubiera conocido a ese estudioso y su hija.
Entraron en la Esfinge. Como t.
Aenea se acerc, me humedeci los labios con la cantimplora, asinti.
S, pero recuerdo los cuentos de mi madre sobre Hebrn y los kibbutzim.
Judos susurr, y dej de hablar. Necesitaba todas mis energas para
combatir el dolor.
Huy eron del Segundo Holocausto dijo, mirando hacia delante mientras
el vehculo doblaba una esquina. Llamaron Dispora a su Hgira.
Cerr los ojos: el teniente volando en pedazos, jirones de ropa y carne
cay endo lentamente al mar violceo.
De repente A. Bettik me estaba levantando. Entramos en un edificio ms
grande y ms sinuoso que los dems, plastiacero y vidrio templado.
El centro mdico dijo el androide.
La puerta automtica se abri con un susurro.
Tiene energa si la maquinaria mdica estuviera intacta
Deb de adormilarme, pues cuando abr los ojos de nuevo, aterrado por las
aletas dorsales que se acercaban cada vez ms, estaba en una camilla que
entraba en el largo cilindro de un autocirujano de diagnstico.
Hasta luego me dijo Aenea, soltndome la mano. Te ver del otro

lado.

Permanecimos en Hebrn trece das locales, siendo cada da de veintinueve


horas estndar. En los primeros tres das el autocirujano hizo lo que quiso
conmigo: por lo menos ocho intervenciones quirrgicas y doce tratamientos
teraputicos, de acuerdo con el registro digital.
Era, en efecto, un microorganismo de ese maldito ocano de Mare Infinitus
que haba decidido matarme, aunque al ver la resonancia magntica y los
exmenes de biorradar, not que el organismo no haba sido tan micro. Fuera lo
que fuese el equipo de autodiagnstico era ambiguo se haba aferrado al
interior de mi costilla raspada y haba crecido all como un hongo de pantano
hasta que empez a ramificarse hacia mis rganos internos. Otro da estndar sin
ciruga, inform el autocirujano, y al hacer la incisin inicial slo hubiera hallado
liquen y putrefaccin.
Despus de abrirme, limpiarme y repetir el proceso dos veces ms cuando
rastros infinitesimales del organismo ocenico fundaron nuevas colonias, el
autocirujano dictamin que el hongo estaba liquidado y comenz a trabajar sobre
mis heridas menores. El tajo de cuchillo habra debido de causarme una
hemorragia mortal, sobre todo con los pataleos y la elevacin del pulso
provocados por mis amigos de las aletas dorsales. Evidentemente los cartuchos
de plasma del viejo pak mdico y las generosas dosis de ultramorfina de Aenea
me haban mantenido con vida hasta que el cirujano pudo iny ectarme otras ocho
unidades de plasma.
La profunda herida del brazo no haba cortado ningn tendn, como y o haba
temido, pero haba afectado tantos msculos y nervios importantes que el
autocirujano haba trabajado en ellos durante la segunda y tercera operaciones.
Como el hospital an tena energa cuando llegamos, el cirujano haba tenido la
iniciativa de ordenar a los tanques de rganos del stano que desarrollaran los
nervios de reemplazo que y o necesitaba. El octavo da, cuando Aenea estaba
junto a m y me contaba que el autocirujano continuamente peda asesoramiento
y autorizacin a los supervisores humanos, pude rerme al saber que el doctor
Bettik autorizaba cada operacin, trasplante y terapia.
La pierna que el tiburn multicolor haba tratado de arrancarme result ser la
parte ms dolorosa de esa ordala. Despus de limpiar el hongo de la zona
despellejada por los dientes del tiburn, la mquina haba trasladado nuevo tejido
drmico y muscular. Dola. Y cuando dej de dolerme, picaba. Durante mi
segunda semana de internacin, sufr por abstinencia de ultramorfina y habra
pensado seriamente en exigirla a punta de pistola si realmente hubiera credo que
la intimidacin bastara para reducir esos sntomas y la picazn. Pero la pistola
y a no estaba, se haba hundido en ese profundo mar violceo.

En el octavo da, cuando pude incorporarme en la cama y comer comida


aunque slo fuera papilla de hospital, le habl a Aenea de mi breve perodo
heroico.
En mi ltima noche en Hy perion, me embriagu con el viejo poeta y le
promet que hara ciertas cosas en este viaje.
Qu cosas? pregunt la nia, su cuchara en mi plato de gelatina verde.
No demasiado. Protegerte, acompaarte a casa, encontrar Vieja Tierra y
llevarla de vuelta para que l la volviera a ver antes de morir
Aenea dej de comer gelatina. Enarc las oscuras cejas.
Te pidi que llevaras de vuelta Vieja Tierra? Interesante.
Eso no es todo. Tambin deba hablar con los xters, destruir Pax, derrocar
a la Iglesia y, cita literal, averiguar qu coo se propone el TecnoNcleo y
detenerlo .
Aenea dej la cuchara y se sec los labios con mi servilleta.
Eso es todo?
No todo. Tambin quera que evitara que el Alcaudn te lastimara o
destruy era a la humanidad.
Aenea cabece.
Nada ms?
Me frot la sudorosa frente con mi mano sana, la izquierda.
Eso creo. Al menos es todo lo que recuerdo. Estaba ebrio, como he dicho.
Mir a la nia. Cmo me va con esa lista?
Aenea hizo ese ademn desdeoso con sus manos delgadas.
No est mal. Debes recordar que hace slo unos meses estndar que
hemos empezado menos de tres, en realidad.
S dije, mirando por la ventana las franjas de luz que baaban el edificio
de adobe que haba frente al hospital. Ms all de la ciudad, la luz del atardecer
enrojeca cerros rocosos. S repet, sin fuerzas y sin humor. Lo estoy
haciendo muy bien. Suspir y apart la bandeja de comida. Hay algo que
no entiendo. A pesar de la confusin, no s por qu el radar no detect la balsa
cuando estbamos tan cerca.
A. Bettik lo destruy dijo la nia, comiendo gelatina verde.
Cmo dices?
A. Bettik destruy la antena de radar con tu rifle de plasma. Termin ese
brebaje verde y dej la cuchara. Durante la ltima semana haba sido
enfermera, doctora, cocinera y lavadora de frascos.
Cre que no poda disparar contra seres humanos.
No puede dijo Aenea, apoy ando la bandeja en un mueble. Se lo
pregunt. Pero dijo que no tena prohibido disparar contra antenas de radar. Y eso
hizo. Antes de que te avistramos y nos zambullramos para rescatarte.
Eso fue un disparo de tres o cuatro kilmetros, desde una balsa en

movimiento. Cuntos ray os de pulsos utiliz?


Uno dijo Aenea, mirando el monitor que haba encima de mi cabeza.
Solt un silbido.
Espero que nunca se enfade conmigo. Ni siquiera a esa distancia.
Creo que tendras que ser una antena de radar para empezar a preocuparte
dijo Aenea, acomodando las sbanas limpias.
Dnde est l?
Aenea se acerc a la ventana y seal el este.
Encontr un VEM que tena una carga completa y estaba examinando los
kibbutzim de la zona del Gran Mar Salado.
Todos los dems estaban vacos?
Todos. Ni siquiera perros, gatos, caballos ni ardillas.
Supe que no estaba bromeando. Habamos hablado de ello. Cuando las
comunidades son evacuadas precipitadamente, o cuando ataca el desastre, los
animales a menudo quedan atrs. Las manadas de perros salvajes haban sido un
problema durante la revuelta de la Garra del Sur en Aquila. La Guardia Interna
tena que disparar contra las ex mascotas.
Eso significa que tuvieron tiempo de llevarse sus animales.
Aenea se volvi hacia m y se cruz de brazos.
Dejando su ropa? Y sus ordenadores, comlogs, diarios ntimos, holos
familiares todas sus chucheras personales?
Y en ningn lado dice qu sucedi? No hay comentarios finales en los
diarios? No hay cmaras de vigilancia ni frenticas anotaciones de ltimo
momento en los comlogs?
No. Al principio era reacia a meterme en los comlogs privados, pero ahora
he examinado docenas. Durante la ltima semana haba las noticias habituales
sobre los combates cercanos. La Gran Muralla estaba a menos de un ao-luz de
distancia y las naves de Pax estaban llenando el sistema. No descendan con
frecuencia en el planeta, pero era evidente que Hebrn tendra que unirse al
Protectorado de Pax cuando todo hubiera terminado. Entonces hubo algunas
emisiones finales sobre xters irrumpiendo por las lneas. Luego nada.
Sospechbamos que Pax haba evacuado a toda la poblacin y luego los xters
avanzaron, pero no haba noticias de la evacuacin en los holos de noticias, ni en
las anotaciones de ordenador, ni en ninguna parte. Es como si la gente hubiera
desaparecido. Aenea se frot los brazos. Tengo algunos discos de noticiarios,
si quieres verlos.
Quiz ms tarde dije. Estaba muy cansado.
A. Bettik regresar por la maana dijo Aenea, subindome la manta
hasta la barbilla. Ms all de las ventanas el sol se haba puesto pero los cerros
relucan literalmente con la luz almacenada. Era un efecto crepuscular de las
piedras de este mundo, y uno nunca se cansaba de mirarlo. Pero en ese

momento no poda mantener los ojos abiertos.


Tienes la escopeta? murmur. El rifle de plasma? Bettik se ha ido
estamos solos
Estn en la balsa dijo Aenea. Ahora, a dormir.

El primer da que estuve plenamente consciente trat de darles las gracias por
haberme salvado la vida. Fueron renuentes.
Cmo me encontrasteis? pregunt.
No fue difcil dijo la nia. Dejaste el micrfono abierto hasta que el
oficial de Pax lo rompi de una pualada. Lo omos todo. Y te veamos por los
binoculares.
No tendrais que haber dejado la balsa. Fue demasiado peligroso.
No tanto, M. Endy mion dijo A. Bettik. Adems de preparar el ancla,
que redujo notablemente la velocidad de la balsa, M. Aenea tuvo la idea de
sujetar una cuerda a un tronco para que sta se arrastrara detrs de la balsa casi
cien metros. Si no alcanzbamos la balsa, estbamos seguros de poder llevarte
hasta la cuerda antes de que se pusiera fuera de nuestro alcance. Y as fue, como
lo demuestran los hechos.
Sacud la cabeza.
Aun as fue estpido.
No hay de qu dijo la nia.

El dcimo da trat de ponerme de pie. Fue una victoria breve, pero victoria
al fin.
El duodcimo da camin por el corredor hasta el lavabo. sa fue una gran
victoria. El decimotercer da, la energa se cort en toda la ciudad.
Los generadores de emergencia del hospital se activaron, pero supimos que
nuestra permanencia all era limitada.

Ojal pudiramos llevar al autocirujano coment esa ltima noche


mientras mirbamos las umbras avenidas desde la terraza del noveno piso.
Cabra en la balsa dijo A. Bettik, pero el cable sera un problema.
En serio dije, tratando de no hablar como el paciente paranoico y
desmoralizado que era entonces, debemos revisar las farmacias por si
encontramos algo que necesitemos.
Hecho dijo Aenea. Tres paks mdicos nuevos y mejorados. Un
estuche de ampollas de plasma. Un diagnosticador porttil. Ultramorfina pero
no pidas, porque hoy no te dar.

Extend la mano izquierda.


Ves esto? Dej de temblar slo esta tarde. Pronto dejar de pedrtela.
Aenea asinti. En el cielo, nubes plumosas resplandecan con la luz del
atardecer.
Cunto crees que resistirn estos generadores? le pregunt al androide.
El hospital era uno de los pocos edificios de la ciudad que an estaba iluminado.
Unas semanas, quiz. La retcula energtica se ha estado reparando
durante meses, pero es un planeta inhspito. Habrs visto esas tormentas de polvo
que soplan desde el desierto todas las maanas. Aunque la tecnologa es avanzada
por tratarse de un mundo que no pertenece a Pax, el lugar necesita humanos que
lo mantengan.
La entropa es un fastidio dije.
No creas dijo Aenea, apoy ada en el parapeto de la terraza. La
entropa puede ser nuestra amiga.
Cundo?
Dio media vuelta y se apoy sobre los codos. El edificio que haba a sus
espaldas era un rectngulo oscuro que destacaba el fulgor de su tez tostada.
Derrumba imperios. Y liquida despotismos.
Esa frase es difcil de decir deprisa. De qu despotismos estamos
hablando?
Aenea hizo ese ademn despectivo, y por un instante pens que no hablara,
pero al fin dijo:
Los hunos, los escitas, los visigodos, los ostrogodos, los egipcios, los
macedonios, los romanos y los asirios.
S, pero
Los varos, el Wei del norte continu, los mamelucos, los persas, los
rabes, los abbases y los sely cidas.
De acuerdo, pero no entiendo.
Los kurdos y los gaznawes continu con una sonrisa. Por no
mencionar a los mongoles, los Sui, los Tang, los cruzados, los cosacos, los
prusianos, los nazis, los soviticos, los japoneses, los javaneses, los
nordamericanos, los granchinos, los columperuanos y los nacionalistas antrticos.
Alc una mano. Aenea call. Mirando a A. Bettik, dije:
Ni siquiera conozco esos planetas. T s?
Creo que todos se relacionan con Vieja Tierra, M. Endy mion respondi
el androide.
Vlgame.
Creo que vlgame es la expresin correcta en este contexto seal A.
Bettik con voz inexpresiva. Mir a la nia.
Conque ste es nuestro plan para derrocar a Pax, como pidi el poeta?
Ocultarnos en alguna parte y esperar a que la entropa surta efecto?

Aenea se volvi a cruzar de brazos.


Claro que no. Normalmente habra sido un buen plan. Ocultarse unos
milenios y dejar que el tiempo siga su curso pero esos malditos cruciformes
complican la ecuacin.
En qu sentido? pregunt con seriedad.
Aunque quisiramos derrocar a Pax cosa que y o no quiero, dicho sea de
paso. se es tu trabajo. Pero aunque quisiramos, la entropa y a no est de
nuestra parte con ese parsito que vuelve a la gente casi inmortal.
Casi inmortal murmur. Admito que cuando me estaba muriendo
pens en el cruciforme. Habra sido mucho ms fcil y mucho menos
doloroso que la ciruga y la recuperacin. Morir y dejar que esa cosa me
resucitara.
Aenea me estaba mirando.
Por eso este planeta tena la mejor atencin mdica, dentro o fuera de Pax.
Por qu? pregunt. An estaba aturdido por los medicamentos y la
fatiga.
Eran son judos murmur la nia. Muy pocos aceptaron la cruz.
Slo tenan una oportunidad en la vida.
Nos quedamos un rato en silencio mientras las sombras llenaban las calles de
Nueva Jerusaln y el hospital continuaba con vida elctrica mientras an poda.

A la maana siguiente llegu caminando hasta el viejo vehculo que me haba


llevado al hospital trece das antes, y sentado en la caja trasera, donde me
haban puesto un jergn di rdenes de encontrar una armera.
Al cabo de una hora de dar vueltas, result evidente que no haba armeras en
Nueva Jerusaln.
De acuerdo dije. Una central de polica.
Haba varias. Al entrar en la primera que encontramos, rehusando el
ofrecimiento de la nia y del androide de actuar como muletas, pronto descubr
hasta qu punto una sociedad pacfica prescinda de las armas. No haba
armarios con armamento, ni siquiera rifles antidisturbios o paralizadores.
Supongo que Hebrn no tendra ejrcito ni Guardia Interna.
Creo que no repuso A. Bettik. Hasta la incursin xter de hace tres
aos estndar, no haba enemigos humanos ni animales peligrosos en el planeta.
Segu inspeccionando de mal humor. Al fin, al abrir una gaveta con triple
llave en el escritorio de un jefe de polica, encontr algo.
Una Steiner-Ginn, creo dijo el androide. Una pistola que dispara ray os
de plasma de carga reducida.
S lo que es respond. Haba dos cargadores en la gaveta. Eso
representaba sesenta disparos. Sal, apunt el arma hacia una ladera distante y

apret el gatillo. La pistola carraspe y un relmpago diminuto estall en la


ladera. Bien dije, guardndome la vieja arma en la funda vaca. Haba
temido que fuera un arma con signatura, que slo poda ser usada por su dueo.
La moda de esas armas iba y vena con los siglos.
Tenemos la pistola de dardos en la balsa dijo A. Bettik.
Sacud la cabeza. No quera saber nada con esas armas por un buen tiempo.
A. Bettik y Aenea haban acopiado agua y alimentos mientras y o me
recobraba, y cuando regres al muelle del canal y mir nuestra balsa
reaprovisionada y modificada, pude ver las nuevas cajas.
Una pregunta. Por qu continuamos con esta pila de troncos flotantes
cuando hay tantas embarcaciones amarradas aqu? O podramos coger un VEM
y viajar con aire acondicionado.
La nia y el hombre de tez azul se miraron.
Votamos mientras te recobrabas dijo ella. Seguimos con la balsa.
Yo no voto? rezongu. Haba querido fingir furia, pero no era fingida.
Claro dijo la nia, de pie en el muelle, las piernas separadas y los brazos
en jarras. Vota.
Voto por conseguir un VEM y viajar cmodamente dije, oy endo con
disgusto mi tono petulante. O incluso en uno de estos barcos. Voto por
deshacernos de estos troncos.
Voto registrado. A. Bettik y y o votamos por conservar la balsa. No se
quedar sin energa, y flota. Uno de estos barcos habra aparecido en el radar de
Mare Infinitus, un VEM no podra haber atravesado ciertos mundos. Dos votos
por la balsa, uno en contra. La conservamos.
Quin dijo que esto era una democracia? pregunt, tentado de darle una
zurra a esa nia.
Quin dijo que era otra cosa? dijo la nia.
A. Bettik se qued en el borde del muelle tanteando una soga, con esa
expresin que pone la may ora de la gente cuando hay una ria entre miembros
de otra familia. Usaba una tnica holgada y pantalones cortos y abombados de
lino amarillo. Tena un sombrero amarillo en la cabeza.
Aenea subi a la balsa y solt el amarre de popa.
Si quieres un barco, un VEM o incluso un silln flotante, cgelo, Raul. A.
Bettik y y o iremos en esto.
Ech a andar hacia un esquife amarrado al muelle.
Espera dije, girando sobre mi pierna fuerte. El teley ector no
funcionar si intento atravesarlo solo.
Exacto dijo la nia. A. Bettik haba abordado la balsa, y ella afloj la
cuerda de proa. El canal era aqu mucho ms ancho que en el acueducto de
cemento: treinta metros de anchura al atravesar Nueva Jerusaln.
A. Bettik empu el timn mientras la nia coga una de las prtigas ms

largas y empujaba la balsa.


Espera! Maldicin, espera!
Corr a trompicones por el muelle, salt el metro que me separaba de la
balsa, aterric sobre mi pierna mala y tuve que aferrarme con el brazo bueno
para no caer rodando en la microtienda.
Aenea me ofreci su mano, pero la despreci mientras me incorporaba.
Diantre, eres una mocosa terca.
Mira quin habla dijo la nia, y fue a sentarse al frente de la balsa
mientras nos internbamos en la corriente central.
Fuera de la sombra de los edificios, el sol de Hebrn era an ms feroz. Me
puse el viejo tricornio para guarecerme y me acerqu a A. Bettik.
Me imagino que ests de parte de ella dije mientras nos internbamos en
el desierto y el ro se angostaba nuevamente.
Soy neutral, M. Endy mion.
Ja! Votaste para quedarte en la balsa.
Hasta ahora nos ha servido bien dijo el androide, retrocediendo mientras
y o me acercaba para empuar el remo.
Mir las nuevas cajas de provisiones apiladas a la sombra de la tienda, la losa
con su cubo calefactor, sus cacharros, la escopeta y el rifle de plasma recin
engrasado y guardado bajo una cubierta de lona, nuestras mochilas, sacos de
dormir, kits mdicos y dems. Haban vuelto a poner el mstil , y una de las
camisas blancas de A. Bettik flameaba como un estandarte.
Bien dije al fin, al cuerno.
Precisamente dijo el androide.
El prximo portal estaba a slo cinco kilmetros de la ciudad. Mir el ardiente
sol de Hebrn mientras atravesbamos la delgada sombra del arco, luego la lnea
del portal. En los otros portales teley ectores haba un momento en que el aire
titilaba y cambiaba, permitindonos echar un vistazo a lo que haba delante.
Aqu reinaba una negrura absoluta. Y la negrura no cambi cuando
avanzamos. La temperatura descendi unos setenta grados centgrados. Al
mismo tiempo, la gravedad cambi. De pronto tuve la sensacin de estar
llevando sobre mis espaldas a alguien que tena la misma masa que y o.
Las lmparas! exclam, sosteniendo el timn en la poderosa corriente.
Me esforc para mantenerme de pie frente al aplastante aumento de gravedad.
La combinacin de fro, negrura y peso opresivo era aterradora.
Los dos haban encontrado faroles en Nueva Jerusaln, pero lo primero que
Aenea encendi fue la vieja lmpara de mano. Su haz hendi un vapor helado,
alumbr aguas negras e ilumin un techo de hielo slido a quince metros de
altura. Haba estalactitas de hielo sinuoso que llegaban casi hasta el agua. Dagas
de hielo sobresalan de la corriente negra en ambos costados y delante. A cien
metros, donde el haz de luz se disipaba, pareca haber una slida muralla de

bloques congelados que llegaban hasta la superficie del agua. Estbamos en una
caverna de hielo, sin salida a la vista. El fro me quemaba las manos, los brazos y
la cara. La gravedad me pesaba en el cuello como collares de hierro.
Maldicin dije. Trab el timn y me dirig hacia los paquetes. Me
costaba permanecer erguido con una pierna mala y ochenta kilos sobre la
espalda. A. Bettik y la nia y a estaban all, buscando ropa aislante.
De pronto hubo un estrepitoso crujido. Mir arriba, temiendo que una
estalactita nos cay era encima, o que el techo cediera bajo ese peso abrumador,
pero era slo el mstil que se parta al chocar contra un reborde de hielo. El
mstil cay mucho ms rpidamente que en la gravedad de Hy perion,
precipitndose como en un holo proy ectado a may or velocidad.
Volaron astillas de madera. La camisa de A. Bettik choc contra la balsa con
estruendo. Estaba congelada y cubierta con una fina capa de escarcha.
Maldicin repet temblando, y busqu mi ropa interior de lana.

35
El padre capitn De Soy a usa el poder del disco papal como nunca antes.
La Estacin Tres-veinte-seis Litoral Medio, donde se encontr la alfombra
voladora, se declara zona de delito y se pone bajo ley marcial. De Soy a trae
tropas y naves de la ciudad flotante de Santa Teresa y pone a la guarnicin y los
pescadores bajo arresto domiciliario. El prelado que gobierna Santa Teresa, el
obispo Melandriano, protesta contra este atropello y cuestiona los alcances del
disco papal. De Soy a acude a la gobernadora planetaria, la arzobispo Jane
Kelley. La arzobispo acepta la autoridad de De Soy a y silencia a Melandriano
amenazndolo con la excomunin.
Designando al joven teniente Sproul ay udante y enlace durante la
investigacin, De Soy a trae expertos forenses de Pax e investigadores de Santa
Teresa y las otras ciudades grandes para realizar estudios en la escena del delito.
Ordena administrar la droga de la verdad y otras al capitn C. Dobbs Powl que
permanece en arresto domiciliario en la estacin, a los dems integrantes de la
guarnicin y a todos los pescadores que estaban presentes.
A los pocos das resulta obvio que el capitn Powl, el difunto teniente Belius y
muchos otros oficiales y soldados de esta plataforma estaban ilcitamente
asociados con los cazadores furtivos de la zona para permitir la captura ilegal de
peces locales, para robar equipo de Pax incluido un sumergible que haban
declarado hundido por fuego rebelde y para extorsionar a los visitantes y
sacarles dinero. Nada de esto interesa al padre capitn De Soy a. Slo quiere
saber qu sucedi esa noche de hace dos meses estndar.
Se acumulan pruebas forenses. La sangre y el tejido de la alfombra voladora
se someten a anlisis de ADN y se envan a la seccin de archivos de Santa
Teresa y a la base orbital de Pax. Se encuentran dos clases de sangre: la may or
parte se identifica positivamente como el patrn ADN del teniente Belius; la
segunda no tiene identificacin en los archivos de Pax de Mare Infinitus, a pesar
de que todos los ciudadanos de ese mundo estn clasificados y registrados.
Y cmo termin la sangre de Belius en la alfombra? pregunta el
sargento Gregorius. Segn el testimonio de todos los que declararon bajo la
droga de la verdad, Belius cay al agua mucho antes de que el sujeto que
capturaron tratara de escapar.
De Soy a asiente y entrelaza los dedos. Ha transformado la oficina del ex
director en centro de mando, y la plataforma est atestada, con el triple de su
poblacin anterior. Tres grandes fragatas de Pax estn ancladas frente a la
plataforma, y dos de ellas son sumergibles de combate. La cubierta de
deslizadores est llena de aeronaves de Pax, y se han trado ingenieros para
reparar y extender la cubierta de tpteros. Esta maana De Soy a ha ordenado
traer tres naves ms a la zona. Dos veces por da el obispo Melandriano transmite

una protesta escrita ante el coste creciente; el padre capitn De Soy a las ignora.
Creo que el desconocido se detuvo para rescatar al teniente, para sacarlo
del agua. Lucharon. El desconocido result herido o muerto. Belius trat de
regresar a la estacin. Powl y los dems lo mataron por error.
S dice Gregorius, es la descripcin ms convincente que he odo.
Desde que recibieron los resultados del anlisis de ADN desde Santa Teresa,
han imaginado muchas otras: conspiraciones con cazadores furtivos,
confabulaciones entre el desconocido y el teniente Belius, el capitn Powl
matando a ex cmplices. Esta teora es la ms simple.
Significa que el desconocido es uno de los que viajan con la nia dice De
Soy a. Y que tiene una faceta piadosa aunque estpida.
Tambin pudo haber sido un cazador furtivo dice Gregorius. Nunca lo
sabremos.
De Soy a une las y emas de los dedos.
Por qu no, sargento?
Bien, capitn, pruebas al canto dice Gregorius, sealando con el pulgar el
mar violceo. Los chicos de la armada dicen que tiene diez mil brazas o ms
casi veinte mil metros de agua, seor. Si haba cuerpos, fueron devorados por los
peces. Y si era un cazador furtivo que se escabull bien, nunca lo sabremos. Y
si era un forastero bien, no hay registros de ADN en la central de Pax.
Tendramos que investigar los archivos de varios cientos de mundos. Jams lo
encontraremos.
El padre capitn De Soy a baja las manos y sonre.
Es una de las raras ocasiones en que usted se equivoca, sargento.
En la semana siguiente De Soy a hace capturar e interrogar con droga de la
verdad a todos los cazadores furtivos en un radio de mil kilmetros a la redonda.
Para capturarlos, utiliza una veintena de barcos y ms de ocho mil efectivos de
Pax. El coste es enorme. El obispo Melandriano pierde la paciencia y vuela a la
Estacin Tres-veinte-seis para detener esa locura. El padre capitn De Soy a lo
hace arrestar y enviar a un monasterio remoto, a nueve mil kilmetros de
distancia, cerca del casquete polar.
De Soy a tambin decide investigar el fondo del mar.
No encontrar nada, seor asegura el teniente Sproul. Ah abajo hay
tantos depredadores que nada orgnico llega a cien brazas de profundidad, y
mucho menos hasta el fondo. Y segn nuestros sondeos de esta semana, son doce
mil brazas. Adems, slo hay dos sumergibles en Mare Infinitus que puedan
operar a esa profundidad.
Lo s responde De Soy a. He ordenado que vengan aqu. Llegarn
maana con la fragata Pasin de Cristo.
Por una vez, el teniente Sproul se queda atnito. De Soy a sonre.
Usted recordar, hijo, que el teniente Belius era un cristiano renacido. Y su

cruciforme no se recobr.
Sproul queda boquiabierto.
S, seor es decir, claro pero para resucitarlo no deben hallar el
cuerpo intacto?
En absoluto, teniente contesta el padre capitn De Soy a. Tan slo un
buen fragmento de la cruz que todos sobrellevamos. Muchos buenos catlicos han
sido resucitados con unos centmetros de cruciforme intacto y un trozo de carne
que se pueda analizar por ADN y desarrollar.
Sproul sacude la cabeza.
Pero han pasado ms de nueve grandes mareas. No queda un milmetro
cuadrado del teniente Belius ni de su cruciforme. Hay demasiados peces
voraces, seor.
De Soy a se acerca a la ventana.
Tal vez, teniente. Tal vez. Pero es nuestro deber para con un prjimo
cristiano realizar todos los intentos, no es verdad? Adems, si el teniente Belius
recibe el milagro de la resurreccin, deber afrontar acusaciones de robo,
traicin e intento de homicidio, verdad?

Usando las tcnicas ms avanzadas, los expertos forenses locales logran


detectar huellas dactilares no identificadas en una taza de caf del comedor a
pesar de los muchos lavados que ha tenido la taza en los ltimos dos meses. Miles
de huellas latentes son laboriosamente identificadas como pertenecientes a la
guarnicin o los pescadores, salvo sta. Se pone aparte con los datos de ADN.
En tiempos de la Red declara el doctor Holmer Ry um, jefe del equipo
forense, la megaesfera de datos nos habra puesto en contacto con archivos de
la Hegemona en segundos, va ultralnea. Podramos tener el dato casi al
instante.
Si tuviramos queso, podramos hacer un emparedado de jamn y queso
replica el padre capitn De Soy a, siempre que tuviramos jamn.
Qu?
Olvdelo. Espero tener una identificacin dentro de unos das.
El doctor Ry um est azorado.
Cmo, padre capitn? Hemos registrado los bancos de datos planetarios.
Hemos cotejado con todos los cazadores furtivos que usted captur y debo
aclarar que nunca hubo un arresto masivo como ste en Mare Infinitus. Usted
est rompiendo un delicado equilibrio de corrupcin que existe aqu desde hace
siglos.
De Soy a se frota la nariz. No ha dormido mucho en las ltimas semanas.
No me interesan los delicados equilibrios de corrupcin, doctor.
Entiendo. Pero no comprendo cmo puede esperar una identificacin

dentro de das. Ni la Iglesia ni Central de Pax tienen archivos de todos los


ciudadanos de varios mundos de Pax, y mucho menos de las zonas del Confn y
xters.
Todos los mundos de Pax tienen sus propios registros dice serenamente
De Soy a. Por los bautismos y los sacramentos de la cruz. Por las bodas y las
defunciones. Registros militares y policacos.
El doctor Ry um abre las manos con impotencia.
Pero dnde empezara usted?
Donde hay ms probabilidades de encontrarlo responde el padre capitn
De Soy a.

Entretanto, no encuentran restos del infortunado teniente Belius dentro de las


honduras de seiscientas brazas hasta donde los dos sumergibles aceptan
descender. Capturan cientos de tiburones arco iris y analizan el contenido de su
estmago. Ni rastros de Belius y su cruciforme. Pescan miles de depredadores
marinos en un radio de doscientos kilmetros, e identifican trozos de dos
cazadores furtivos en esfagos, pero no hay rastro de Belius ni del desconocido.
En la estacin se celebra una misa fnebre por el teniente, y se declara que ha
sufrido la muerte verdadera y ha encontrado la inmortalidad verdadera.
De Soy a ordena a los capitanes de los sumergibles que desciendan ms,
buscando artefactos. Los capitanes se niegan.
Por qu? pregunta el sacerdote capitn. Los traje aqu porque sus
mquinas pueden llegar al fondo Por qu rehsan?
Los leviatanes dice el may or de los capitanes. Para buscar, tenemos
que usar luces. Hasta seiscientas brazas, nuestro sonar y radar profundo pueden
detectarlos y podemos dejarlos atrs. Ms abajo, no tenemos la menor
oportunidad. No descenderemos ms.
Irn dice el padre capitn De Soy a, cuy o disco papal reluce contra la
sotana negra.
El capitn may or se le acerca.
Puede usted arrestarme, fusilarme, excomulgarme. No llevar a mis
hombres y mi mquina a una muerte segura. Usted nunca ha visto un leviatn,
padre.
De Soy a apoy a una mano cordial en el hombro del capitn.
No lo har arrestar, fusilar ni excomulgar, capitn. Y pronto ver un
leviatn. Tal vez ms de uno.
El capitn no entiende.
He ordenado que traigan tres submarinos ms dice De Soy a.
Encontraremos, perseguiremos y mataremos a todo leviatn y gigacanto
amenazador en un radio de quinientos kilmetros. Cuando usted se sumerja, la

zona ser totalmente segura.


El capitn may or mira al otro capitn, y de nuevo a De Soy a. Ambos estn
estupefactos.
Padre capitn tiene idea de cunto vale un leviatn? Para los
pescadores extranjeros y las grandes fbricas de Santa Teresa
Quince mil seidones de Mare Infinitus dice De Soy a. Eso equivale a
treinta y cinco mil florines de Pax. Casi cincuenta mil marcos de Mercantilus.
Cada uno. De Soy a sonre. Y como ustedes dos recibirn el treinta por ciento
de la recompensa por localizar a los leviatanes para la armada, les deseo buena
cacera.
Los dos capitanes se marchan deprisa.

Por primera vez De Soy a enva a otra persona en el Rafael para que haga sus
mandados.
El sargento Gregorius viaja a solas en el Arcngel, llevando la informacin
sobre ADN y huellas dactilares, as como hebras de la alfombra voladora.
Recuerde le dice De Soy a por haz angosto desde la plataforma, minutos
antes de que el Rafael se eleve al estado cuntico, todava hay una gran
presencia de Pax en Hy perion y por lo menos dos naves-antorcha dentro del
sistema. Lo llevarn a la capital de San Jos para una resurreccin adecuada.
Amarrado a su divn de aceleracin, el sargento Gregorius asiente con un
gruido.
Su rostro luce relajado y calmo en la pantalla, a pesar de la muerte
inminente.
Tres das all, por cierto contina De Soy a. Y creo que no necesitar
ms de un da para registrar los archivos. Luego regresar.
Entendido, capitn. No perder el tiempo en los bares de Jacktown.
Jacktown? Ah s, el viejo apodo de la capital. Bien, sargento, si quiere
pasar su nica noche en Hy perion en un bar, dse el gusto. Conmigo ha pasado
varios meses a secas.
Gregorius sonre. El reloj indica treinta segundos para el salto cuntico y su
dolorosa extincin.
No me quejo, capitn.
Muy bien. Tenga buen viaje. Y otra cosa.
S, seor?
Diez segundos.
Gracias, sargento.
No hay respuesta. De repente no hay nada en el otro extremo del haz angosto
de taquiones. El Rafael ha dado el salto cuntico.

La armada persigue y mata cinco leviatanes. De Soy a va a inspeccionar


cada cuerpo con su tptero de mando.
Santo cielo, son may ores de lo que poda imaginar le dice al teniente
Sproul cuando llegan al lugar donde flota el primero.
La bestia blancuzca tiene el triple de tamao de la plataforma: una masa de
pednculos oculares, fauces, agallas del tamao del tptero, zarcillos pulstiles de
centenares de metros, antenas colgantes que llevan un farol de luz fra de
gran brillo, aun en plena luz del da, y bocas, muchas bocas, cada cual con
tamao suficiente para engullir un submarino. Bajo la mirada de De Soy a, los
tripulantes se apian sobre el cadver reventado por la presin, serruchando
zarcillos y pednculos y llevando la carne blanca a recipientes porttiles antes
que el caliente sol la estropee.
Una vez que la zona queda limpia de leviatanes y otros gigacantos mortferos,
los dos capitanes llevan sus sumergibles a doce mil brazas. All, entre bosques de
lombrices tubulares del tamao de pinos de Vieja Tierra, encuentran una
asombrosa variedad de ruinas: sumergibles de cazadores furtivos aplastados por
la presin, una fragata que desapareci hace ms de un siglo. Tambin
encuentran botas, docenas de botas.
Es el proceso de curtiembre le dice el teniente Sproul a De Soy a
mientras ambos miran los monitores. Es una rareza, pero tambin suceda en
Vieja Tierra. Algunas expediciones de rescate marino, como ocurri con una
nave llamada Titanic, nunca encontraron cadveres, pues el mar es demasiado
voraz, pero s muchas botas. El proceso de curtiembre ahuy enta a las criaturas
marinas.
Que las suban ordena De Soy a por el enlace umbilical.
Las botas? responde la voz del capitn del sumergible. Todas?
Todas.
Los monitores muestran una profusin de desechos en el fondo del mar: cosas
perdidas por los tripulantes de la plataforma en casi dos siglos de desidia,
pertenencias personales de cazadores y marineros ahogados, basura de metal y
plstico arrojada por los pescadores y otros. La may ora de esos artculos estn
corrodos y deformados por crustceos y la inimaginable presin, pero algunos
son nuevos y resistentes y se pueden identificar.
Mtalos en un saco y envelos arriba ordena De Soy a cuando encuentran
objetos brillantes que podran ser un cuchillo, un tenedor, una hebilla, una
Qu es eso? pregunta De Soy a.
Qu? pregunta el capitn del sumergible. Est mirando los
manipuladores remotos, no los monitores.
Esa cosa brillante. Parece una pistola.
El monitor presenta otra imagen cuando el sumergible gira. Los potentes

focos buscan e iluminan el objeto mientras la cmara lo amplifica.


Es una pistola dice el capitn. Todava limpia. Un poco daada por la
presin, pero bsicamente intacta. De Soy a oy e el clic del capturador de
imgenes que copia la del monitor. La recoger.
De Soy a quiere aconsejarle que acte con cuidado, pero se calla. Sus aos de
capitn de nave-antorcha le han enseado a dejar que la gente haga su trabajo.
Observa mientras la grapa aparece en el monitor y el manipulador remoto
recoge suavemente el objeto brillante.
Podra ser la pistola de dardos del teniente Belius dice Sproul. Cay
con l y an no se ha recobrado.
Esto est a bastante distancia murmura De Soy a, mirando los cambios
de imagen en el monitor.
Aqu las corrientes son poderosas, extraas. Pero debo admitir que no
pareca una pistola de dardos. Demasiado no s cuadrada.
S dice De Soy a.
Los focos submarinos alumbran el spero casco de un sumergible que estuvo
sepultado durante dcadas. De Soy a piensa en sus aos en el espacio y en cun
diferente es esa regin desconocida de cualquier ocano de cualquier mundo,
que bulle de vida e historia. El sacerdote capitn piensa en los xters y su extrao
intento de adaptarse al espacio tal como las lombrices tubulares, los gigacantos y
dems especies abisales se han adaptado a la oscuridad eterna y las terribles
presiones. Tal vez piensa, los xters entiendan algo acerca del futuro de la
humanidad que en Pax slo hemos negado .
Hereja.
De Soy a ahuy enta esos pensamientos y mira a su joven oficial de enlace.
Pronto sabremos qu es dice. Dentro de una hora subirn esa carga.

Gregorius regresa cuatro das despus de su partida Est muerto. El Rafael


enva una seal, una nave-antorcha le sale al encuentro a veinte minutos-luz, el
cuerpo del sargento es trasladado a la capilla de resurreccin de Santa Teresa. De
Soy a no espera la llegada del sargento. Ordena que le traigan de inmediato el
saco de correo.
Los registros de Pax en Hy perion han identificado el ADN tomado de la
alfombra voladora, y tambin la huella dactilar parcial de la taza. Ambos
pertenecen al mismo hombre, Raul Endy mion, nacido en el Ao de Seor de
3099 en el planeta Hy perion, no bautizado, alistado a la Guardia Interna de
Hy perion en el mes de Toms del ao 3115; combati con el 23 Regimiento de
Infantera Mecanizada durante el levantamiento de Ursus. Tres recomendaciones
por valenta, entre ellas una, por rescatar a un camarada bajo fuego.
Apostado en Fuerte Benjing, en la regin de la Garra Sur del continente de

Aquila, durante ocho meses estndar; sirvi el resto de su servicio en la estacin 9


del ro Kans, en Aquila, patrullando la jungla, vigilando la actividad terrorista
rebelde cerca de las plantaciones de fibroplstico. ltimo rango, sargento. Dado
de baja (retiro honorable) el 15 de cuaresma de 3119, paradero desconocido
hasta menos de diez meses estndar atrs. El 23 de asuncin de 3126 fue
arrestado, juzgado y condenado en Puerto Romance (continente de Aquila) por
el asesinato de un tal Dabid Herrig, un cristiano renacido de Vector
Renacimiento. La documentacin indica que Raul Endy mion rechaz
ofrecimientos de aceptar la cruz y fue ejecutado con vara de muerte una
semana despus de su arresto, el 30 de asuncin de 3126. Su cadver fue
arrojado al mar. El certificado de defuncin y el informe de la autopsia fueron
corroborados por el inspector general de Pax.
Al da siguiente examinan las huellas latentes de la aplastada y antigua pistola
automtica calibre 45 que ha sido rescatada del mar: Raul Endy mion y el
teniente Belius.
Los restos de hebras de la alfombra voladora no son tan fciles de identificar
en los archivos de Pax en Hy perion, pero el escribiente humano que realiza la
bsqueda incluy e una nota manuscrita sealando que esa alfombra cumple un
papel importante en los legendarios Cantos, compuestos por un poeta que vivi en
Hy perion hasta un siglo atrs.

El sargento Gregorius resucita, descansa unas horas y vuela a la Estacin


Tres-veinte-seis. De Soy a le comenta sus hallazgos. Tambin informa al sargento
que la veintena de ingenieros de Pax que estuvo trabajando en el portal
teley ector en estas tres semanas informa que no hay seales de que se hay a
activado, aunque aquella noche varios pescadores vieron un relmpago repentino
desde la plataforma. Los ingenieros tambin informan de que no hay manera de
entrar en el antiguo arco construido por el Ncleo, ni de saber adnde se puede ir
al atravesarlo.
Lo mismo que en Vector Renacimiento dice Gregorius. Pero al menos
usted tiene una idea de quin ay ud a la nia a escapar.
Quiz.
Recorri un largo camino para morir aqu.
El padre capitn De Soy a se reclina en la silla.
Pero muri aqu, sargento?
Gregorius no tiene respuesta.
Creo que hemos terminado en Mare Infinitus dice al fin De Soy a. O
terminaremos dentro de un par de das.
El sargento asiente. En la hilera de ventanas de la oficina del director, ve el
fulgor brillante que precede al despuntar de las lunas.

Adnde vamos ahora, capitn? Regresaremos a la bsqueda de


costumbre?
De Soy a tambin mira el este, esperando que el gigantesco disco naranja
asome sobre el oscuro horizonte.
No estoy seguro, sargento. Ordenemos las cosas aqu, entreguemos al
capitn Powl a la justicia de Pax en rbita Siete y aplaquemos al obispo
Melandriano.
Si podemos.
Si podemos conviene De Soy a. Luego presentaremos nuestros
respetos a la arzobispo Kelley, regresaremos al Rafael y decidiremos adnde ir a
continuacin. Tal vez sea hora de elaborar alguna teora acerca del rumbo de esa
nia y tratar de llegar all primero, en vez de seguir el itinerario que propone
Rafael.
S, seor dice Gregorius. Se cuadra, va hacia la puerta, vacila un
momento. Y tiene usted una teora, seor? Basada en las pocas cosas que
hemos encontrado aqu?
De Soy a mira las tres lunas que despuntan.
Quiz. Slo quiz responde sin mirar al sargento.

36
Nos apoy amos en las prtigas y detuvimos la balsa antes de estrellarnos
contra la muralla de hielo. Habamos encendido nuestros faroles y las lmparas
elctricas arrojaban sus haces contra la glida caverna. De las negras aguas
brotaba una niebla que colgaba bajo el techo escabroso como los ominosos
espritus de los ahogados. Facetas de cristal distorsionaban y reflejaban los haces
de luz mortecina, profundizando las tinieblas que nos rodeaban.
Por qu el ro todava est lquido? pregunt Aenea, abrazndose y
pateando para calentarse. Se haba puesto todo el abrigo que llevaba, pero no era
suficiente. El fro era terrible.
Me arrodill en el borde de la balsa, me llev un poco de agua a los labios.
Salinidad. Es tan salado como el mar de Mare Infinitus.
A. Bettik proy ect su luz contra la muralla de hielo que estaba a diez metros.
Llega hasta el borde del agua. Y se extiende un poco por debajo. Pero la
corriente no se detiene.
Tuve un arrebato de esperanza.
Apagad los faroles dije, oy endo el eco de mi voz en la vaporosa oquedad
de ese lugar. Apagad las lmparas.
Esperaba ver un destello de luz a travs de la muralla de hielo, un indicio de
salvacin, una seal de que esta caverna de hielo era finita y slo se haba
derrumbado la salida.
La oscuridad era absoluta. Por mucho que esperamos, no tuvimos visin
nocturna. Maldije y lament haber perdido mis gafas en Mare Infinitus: si
funcionaban aqu, habra significado que llegaba luz de alguna parte.
Aguardamos otro instante a ciegas. Oa el temblor de Aenea, senta el vapor de
nuestra respiracin.
Encended las luces dije al fin.
No haba ningn destello de esperanza.
Proy ectamos los haces contra las paredes, el techo y el ro. La niebla
continuaba elevndose y condensndose cerca del techo. Los carmbanos caan
constantemente en las aguas brumosas.
Dnde estamos? pregunt Aenea, tratando en vano de que no le
castaetearan los dientes.
Hurgu en mi mochila, encontr la manta trmica que haba empacado en la
torre de Martin Silenus tanto tiempo atrs y envolv a Aenea.
Esto conservar el calor. No qudatela.
Podemos compartirla dijo la nia.
Me acuclill cerca del cubo calefactor, elevando su potencia al mximo.
Cinco de las seis caras de cermica se pusieron brillantes.
La compartiremos cuando sea necesario dije. Proy ect la luz contra la

muralla de hielo que nos cerraba el paso. Como respuesta a tu pregunta, creo
que estamos en Sol Draconi Septem. Algunos de mis clientes ms ricos y ms
recios cazaban espectros rticos aqu.
Concuerdo dijo A. Bettik. Cuando se acerc al farol y al cubo calefactor,
su tez azul creaba la impresin de que l tena ms fro del que y o senta. La
microtienda estaba cubierta de escarcha, quebradiza como metal delgado. Ese
mundo tiene un campo gravitatorio de uno-coma-siete gravedades. Y desde la
Cada y la destruccin del proy ecto de terraformacin de la Hegemona, se dice
que la may or parte ha vuelto a su estado de hiperglaciacin.
Hiperglaciacin? repiti Aenea. Qu significa eso? Estaba
recobrando el color en las mejillas a medida que la manta trmica capturaba la
tibieza de su cuerpo.
Significa que la may or parte de la atmsfera de Sol Draconi Septem es un
slido dijo el androide. Congelado.
Aenea mir en torno.
Creo que mi madre me habl de este lugar. Una vez persigui a alguien
aqu por un caso. Era lusiana, as que estaba acostumbrada a uno-coma-cinco
gravedades estndar, pero hasta ella recordaba que este mundo era incmodo.
Me sorprende que el ro Tetis pasara por aqu.
A. Bettik se incorpor para alumbrar y se acuclill de nuevo junto al cubo;
hasta su vigorosa espalda sufra la agobiante gravedad.
Qu dice la gua? le pregunt.
Sac el pequeo volumen.
Muy pocos datos. Haca poco que el Tetis se haba extendido a Sol Draconi
Septem cuando se public el libro. Est en el hemisferio norte, ms all de la
zona que la Hegemona intentaba terraformar. La principal atraccin de este
tramo del ro pareca consistir en avistar un espectro rtico.
Es la criatura que buscaban tus amigos cazadores? me pregunt Aenea.
Asent.
Es blanca. Vive en la superficie. Es rpida y mortfera. Estaba casi
extinguida en tiempos de la Red, pero resurgi despus de la Cada, segn los
cazadores que y o escuch. Evidentemente su dieta consiste en residentes
humanos de Sol Draconi Septem o lo que queda de ellos. Slo los indgenas
los colonos de la Hgira que volvieron a la vida salvaje hace siglos
sobrevivieron a la Cada. Se supone que son primitivos. Los cazadores decan que
el nico animal que los indgenas pueden cazar aqu es el espectro. Y los
indgenas odian a Pax. Se rumorea que matan misioneros y usan sus tendones
como cuerdas para sus arcos, como si fueran los de un espectro.
Este mundo nunca fue acogedor para las autoridades de la Hegemona
seal el androide. Segn la ley enda, los lugareos quedaron muy
complacidos con la cada de los teley ectores. Hasta la peste, desde luego.

Peste? pregunt Aenea.


Un retrovirus expliqu. Redujo la poblacin humana de la Hegemona,
de varios cientos de millones a menos de un milln. La may ora perecieron a
manos de los pocos miles de indgenas. Evacuaron al resto en los primeros das
de Pax. Hice una pausa para mirar a la nia. Pareca el bosquejo de una joven
madonna arropada en la manta trmica, la piel reluciente a la luz del farol y del
cubo. Fueron tiempos duros en la Red despus de la Cada.
As parece dijo ella secamente. No eran tan malos cuando y o me cri
en Hy perion. Mir las aguas negras que laman la balsa, las estalactitas. Me
pregunto por qu se tomaron tantas molestias para incluir slo unos kilmetros de
caverna de hielo en la excursin.
Eso es lo raro dije, sealando la gua. Dice que la principal atraccin
es la oportunidad de ver un espectro rtico. Pero, por lo que me han dicho, los
espectros no se refugian en el hielo. Viven en la superficie.
Aenea me clav sus ojos oscuros al comprender lo que esto significaba.
Entonces esto no era una caverna
Creo que no dijo A. Bettik. Seal el techo de hielo. El intento de
terraformacin se concentr en crear suficiente temperatura y presin de
superficie en ciertas zonas bajas, para permitir que la atmsfera de bixido de
carbono y oxgeno pasara de la forma slida a la gaseosa.
No dio resultado? pregunt la nia.
En zonas limitadas respondi el androide. Seal las tinieblas. Yo dira
que esto era un descampado en los tiempos en que los turistas recorran este
breve tramo del ro Tetis. O tal vez fuera un descampado excepto por campos de
contencin que ay udaban a retener la atmsfera y protegerse del tiempo ms
inclemente. Me temo que esos campos han desaparecido.
Y nosotros estamos encerrados bajo una masa de aquello que respiraban
los turistas dije. Mirando el techo y el rifle de plasma, murmur: Me
pregunto cul ser el grosor.
Lo ms probable es que sea de varios cientos de metros dijo A. Bettik.
Tal vez un kilmetro vertical de hielo. Entiendo que se era el grosor de la
glaciacin atmosfrica al norte de las zonas terraformadas.
Sabes mucho sobre este lugar.
Al contrario. Acabamos de agotar la totalidad de mis conocimientos sobre
la ecologa, la geologa y la historia de Sol Draconi Septem.
Podramos preguntar al comlog suger, sealando mi mochila, donde
ahora guardaba el brazalete.
Los tres nos miramos.
No dijo Aenea.
Concuerdo dijo A. Bettik.
Tal vez despus suger, aunque mientras hablaba estaba pensando en

algunas de las cosas que tena que haber insistido en sacar del armario de
herramientas extravehiculares: trajes ambientales con calefactores potentes,
equipo de buceo, hasta un traje espacial habra sido preferible a la insuficiente
ropa de abrigo en que ahora tiritbamos.
Estaba pensando en disparar contra el techo, tratando de abrir un boquete,
pero el riesgo de derrumbe parece mucho may or que la probabilidad de abrir
una va de escape.
A. Bettik asinti. Se haba puesto una gorra de lana con orejeras largas. El
delgado androide pareca rechoncho con tanta ropa.
Quedan explosivos plsticos en la bolsa de bengalas, M. Endy mion.
S, estaba pensando en eso. Queda suficiente para media docena de cargas
moderadas pero slo tengo cuatro detonadores. Podramos tratar de abrir un
camino hacia arriba, o hacia el costado, o a travs de esa muralla de hielo que
nos cierra el paso. Pero slo tenemos cuatro explosiones.
La trmula figura de madonna me mir.
Dnde aprendiste a usar explosivos, Raul? En la Guardia Interna de
Hy perion?
Al principio. Pero realmente aprend a usar el anticuado plstico
despejando tocones y rocas para Avrol Hume, cuando hacamos jardinera en las
fincas del Pico. Me interrump, notando que senta demasiado fro para
permanecer quieto tanto tiempo. Mis dedos entumecidos enviaban esa seal.
Podramos tratar de regresar ro arriba dije, pateando con los pies y
flexionando los dedos.
Aenea frunci el ceo.
Los teley ectores siempre estn ro abajo
Es verdad, pero tal vez hay a una salida ro arriba. Encontramos un poco de
calor, una salida, un lugar para permanecer un tiempo, y luego nos preocupamos
por atravesar el prximo portal.
Aenea asinti.
Buena idea dijo el androide, dirigindose al remo de estribor.
Antes de continuar, volv a colocar el mstil, cortndole un metro para que
despejara las estalactitas ms bajas, y colgu un farol all.
Pusimos una lmpara en cada esquina de la balsa y seguimos ro arriba,
proy ectando aureolas amarillas en la niebla helada.
El ro era poco profundo no llegaba a tres metros y las prtigas ejercan
buena traccin contra el fondo. Pero la corriente era muy fuerte y A. Bettik y y o
tuvimos que usar todas nuestras fuerzas para empujar la pesada balsa corriente
arriba. Aenea cogi otra prtiga y me ay ud a impulsar la balsa desde mi lado.
Detrs de nosotros, las rpidas aguas negras se hinchaban y arremolinaban sobre
las planchas de popa.
Durante unos minutos este gran esfuerzo nos mantuvo calientes y o

chorreaba gotas de sudor que se congelaban contra mi ropa pero al cabo de


media hora de empujar y descansar, empujar y descansar, estbamos
nuevamente helados y slo cien metros corriente arriba.
Mira dijo Aenea, dejando su prtiga y cogiendo la lmpara ms potente.
A. Bettik y y o nos apoy amos en nuestros remos, manteniendo la balsa en su
sitio mientras mirbamos. El extremo de un portal teley ector entre los macizos
carmbanos como el arco de la rueda de un vehculo terrestre atrapado en un
banco de hielo. Ms all del fragmento de portal expuesto, el ro se angostaba
hasta convertirse en una fisura de un metro de anchura que desapareca bajo otra
pared de hielo.
El ro deba de tener cinco o seis veces la anchura de hoy dijo A. Bettik
, si el portal se extenda de orilla a orilla.
S dije, exhausto y desalentado. Regresemos al otro extremo.
Empuamos las prtigas y pronto recorrimos la galera de hielo, atravesando
en dos minutos lo que nos haba llevado media hora corriente arriba. Los tres
tuvimos que usar las prtigas para detener la balsa y no estrellarnos contra la
muralla de hielo.
Bien dijo Aenea. Hnos nuevamente aqu. Alumbr las paredes
verticales de hielo. Podramos ir a la costa, si hubiera orilla. Pero no la hay.
Podemos crear una con los explosivos. Hacer una especie de caverna de
hielo.
Sera ms clida? pregunt la nia. Sin la manta trmica, estaba
tiritando de nuevo. Comprend que tena tan poca grasa en el cuerpo que perda el
calor.
No dije con franqueza. Por vigsima vez camin hasta la tienda y
hurgu en el equipo en busca de algo que fuera nuestra salvacin. Bengalas.
Explosivos plsticos. Las armas, con sus estuches ahora cubiertos por la escarcha
que estaba tapando todo. Una manta trmica. Comida. El cubo calefactor an
resplandeca, y la nia y el hombre de tez azul se le acercaron de nuevo. En ese
mbito durara cien horas antes de agotar su carga. Con un buen material
aislante, podramos tener una cueva acogedora para sobrevivir tres o cuatro
veces ese tiempo en una gradacin ms baja.
No tenamos material aislante. La tela de la microtienda era resistente, pero
no aislaba bien. Y la idea de esperar la muerte en una tumba de hielo mientras se
agotaban nuestras lmparas y faroles cosa que sucedera pronto con este fro
me daba dolor de estmago.
Camin hacia el frente de la balsa, alumbr el hielo lechoso y el agua negra.
Bien dije, esto es lo que haremos.
Aenea y A. Bettik me miraron desde el pequeo crculo de luz que irradiaba
el cubo calefactor. Los tres estbamos tiritando.
Coger explosivos plsticos, los detonadores, toda la mecha que tengamos,

la cuerda, una unidad de comunicaciones y mi linterna lser. Pasar a nado bajo


esta maldita muralla, dejar que la corriente me lleve ro abajo. Espero que sea
slo un derrumbe y el ro contine ms all. Si es as, emerger y pondr las
cargas en el lugar ms conveniente. Tal vez podamos abrir un boquete para la
balsa. De lo contrario, dejaremos la balsa y seguiremos a nado.
Morirs dijo la nia sin rodeos. Sufrirs hipotermia a los diez segundos.
Y cmo nadars ro arriba contra esta corriente?
Por eso me llevo la cuerda. Si hay un lugar para mantenerme a cubierto de
la explosin, me quedar al otro lado mientras abrimos el boquete. En caso
contrario, halar la cuerda y me traeris de vuelta. Cuando llegue a la balsa, me
desnudar y me envolver en la manta trmica. Es ciento por ciento aislante. Si
me queda calor corporal, sobrevivir.
Y si todos tenemos que salir a nado? pregunt Aenea. La manta
trmica no alcanza para los tres.
Llevaremos el cubo calefactor. Usaremos la manta como tienda hasta
calentarnos.
Dnde? pregunt la nia con angustia. Aqu no hay orilla. Por qu
habra una al otro lado?
Por eso intentaremos abrir un boquete para la balsa expliqu
pacientemente. Si no podemos, usar los explosivos para derribar parte de la
muralla. Flotaremos en un trozo de hielo. Cualquier cosa para llegar al prximo
portal teley ector.
Y si usamos todos los explosivos para avanzar veinte metros ms y hay
otra muralla de hielo? Y si el teley ector est a cincuenta kilmetros en el hielo?
Iba a responder con un ademn, pero me temblaban las manos, y no slo de
fro. Me las puse en las axilas.
Entonces moriremos al otro lado de la muralla. Es mejor que morir aqu.
Al cabo de un instante de silencio, A. Bettik dijo:
Ese plan parece nuestra mejor opcin, M. Endy mion, pero debera ser y o
quien nade. Es lo ms lgico. T te ests recuperando, debilitado por tus heridas
recientes. Yo fui biofacturado para resistir temperaturas extremas.
No tan extremas. Veo que ests temblando. Adems, no sabras dnde
colocar las cargas.
T puedes indicrmelo, M. Endy mion. Con la unidad de comunicaciones.
No sabemos si funcionar a travs del hielo. Adems, ser difcil. Ser
como tratar de cortar un diamante. Hay que poner las cargas en los sitios
apropiados.
Aun as, lo sensato es que y o
Ser sensato interrump, pero no lo haremos as. Este trabajo es mo.
Si y o fracaso, intntalo t. Adems, necesitar a alguien muy fuerte que me
arrastre de vuelta por la corriente, de un modo u otro. Me acerqu al hombre

azul y le apoy la mano en el hombro. Esta vez impondr mi rango, A. Bettik.


Aenea se quit la manta trmica a pesar de sus temblores.
Qu rango? pregunt.
Me ergu y remed una pose heroica.
Debes saber que fui sargento lancero de tercera clase en la Guardia
Interna de Hy perion.
Mis dientes castaeteaban, arruinndome un poco el discurso.
Sargento dijo la nia.
Tercera clase dije y o.
La nia me rode con sus brazos. Ese abrazo me sorprendi y la palme con
torpeza.
De acuerdo murmur, retrocediendo y soplndose las manos. Qu
hacemos?
Yo buscar las cosas que necesito. Por qu no me dais ese tramo de cien
metros de cuerda que usasteis como ancla en Mare Infinitus? Eso debera
alcanzar. A. Bettik, deja que la balsa se aproxime a la muralla de hielo de tal
modo que toda la popa no quede a merced de la corriente. Tal vez metiendo el
frente bajo ese reborde de hielo
Los tres pusimos manos a la obra. Cuando nos reunimos en el frente de la
balsa, bajo el mstil cortado, le dije a Aenea:
An crees que alguien o algo nos manda a estos mundos del ro Tetis por
alguna razn?
La nia escrut la oscuridad unos segundos. A nuestras espaldas otra
estalactita cay al ro con un chapoteo hueco.
S respondi.
Y cul es la razn de este callejn sin salida?
Aenea se encogi de hombros. En otras circunstancias habra resultado
cmico, tan abrigada como estaba.
Una tentacin dijo.
No comprend.
Tentacin para qu?
Odio el fro y la oscuridad. Siempre los he odiado. Quizs alguien me est
tentando para que use ciertas facultades que an no he explorado del todo. Ciertos
poderes que no me he ganado.
Mir las arremolinadas aguas negras donde estara nadando dentro de un
minuto.
Bien, pequea, si tienes poderes o facultades que pueden sacarnos de aqu,
te sugiero que los explores y los uses, hy aslos ganado o no.
Me toc el brazo. Usaba un par de mis calcetines de lana como mitones.
Lo estoy intentando dijo, y el vapor de su aliento se congel junto a su
gorra. Pero nada que y o aprenda nos sacar a los tres de aqu. S que eso es

cierto. Quiz la tentacin sea No importa, Raul. Veamos si podemos pasar por
esa muralla de hielo.
Asent, aspir y me quit toda la ropa salvo mis paos menores. El choque del
aire fro era terrible. Anudndome la cuerda alrededor del pecho, notando que
mis dedos se estaban poniendo tiesos, cog el saco de plstico que contena los
explosivos plsticos.
El agua estar tan fra que quiz me detenga el corazn. Si no doy un tirn
fuerte en los primeros treinta segundos, traedme de vuelta.
El androide asinti. Habamos reseado las otras seales que usara con la
cuerda.
Y si me trais de vuelta y estoy en coma o muerto dije, tratando de
demostrar calma, no olvidis que podis revivirme varios minutos despus del
paro cardaco. El agua fra retardar la muerte cerebral.
A. Bettik asinti de nuevo. Estaba de pie con la cuerda sobre un hombro y
enrollada en torno de la cintura hasta la otra mano, en clsica postura de
escalador.
De acuerdo dije, notando que me estaba demorando y perdiendo calor
corporal. Os ver dentro de poco. Me arroj al agua negra.
Creo que mi corazn se detuvo un minuto, pero luego empez a latir
penosamente. La corriente me arrastr con ms fuerza de la que esperaba y me
impuls varios metros a babor de la balsa. Choqu contra el filoso hielo,
abrindome un tajo en la frente y pegndome brutalmente en los antebrazos. Me
aferr a un escabroso cristal con todas mis fuerzas, sintiendo que el vrtice
subterrneo me chupaba las piernas, y tratando de mantener la cara fuera del
agua. La estalactita que se haba derrumbado detrs de nosotros se estrell contra
la muralla de hielo a mi izquierda. Si me hubiera golpeado, me habra dejado
inconsciente y y o me habra ahogado sin saber lo que ocurra.
Quiz no sea tan buena idea jade, antes de aflojar las manos y ser
arrastrado bajo el filoso hielo.

37
De Soy a se propone abandonar el itinerario del Rafael y saltar directamente
al primero de los sistemas capturados por los xters.
De qu servira, seor? pregunta el cabo Kee.
Tal vez de nada admite el padre capitn De Soy a. Pero si los xters
tienen algo que ver, quizs obtengamos una pista.
El sargento Gregorius se rasca la barbilla.
Tambin podemos ser capturados por un enjambre. Con todo respeto,
seor, esta nave no es la mejor equipada en la flota de Su Santidad.
De Soy a asiente.
Pero es veloz. Tal vez podamos dejar atrs a la may ora de las naves
xters. Y tal vez y a hay an abandonado el sistema a estas alturas. Es lo que suelen
hacer. Atacar, correr, empujar la Gran Muralla de Pax, abandonar el sistema
dejando una defensa simblica despus de causar la may or cantidad posible de
estragos en el mundo y su poblacin. De Soy a se interrumpe. Slo ha visto un
mundo asolado por los xters con sus propios ojos, Svoboda, y espera no tener
que ver otro. De cualquier modo, es lo mismo para nosotros en esta nave.
Normalmente el salto cuntico allende la Gran Muralla llevara ocho o nueve
meses de tiempo de a bordo, con once o ms aos de deuda temporal. Para
nosotros ser el salto de costumbre, y tres das de resurreccin.
El lancero Rettig alza la mano.
Debemos tener eso en cuenta, seor.
Qu?
Los xters nunca han capturado un correo clase Arcngel, seor. Quiz no
sepan que existe este tipo de nave. Diantre, aun en la flota de Pax muchos
ignoran que existe esta tecnologa.
De Soy a comprende de inmediato, pero Rettig contina.
As que correramos un gran riesgo, seor. No slo para nosotros, sino para
Pax.
Hay un largo silencio.
Buena observacin, lancero dice al fin De Soy a. He reflexionado
sobre ello. Pero Mando de Pax construy esta nave con su nicho de resurreccin
automtica para que pudiramos ir ms all de Pax. Creo que se da por sentado
que podramos tener que internarnos en el Confn, en territorio xter si es preciso.
Yo he estado all, caballeros. He incendiado sus bosques orbitales y he escapado
de los enjambres por medio de la lucha. Los xters son extraos. Sus intentos de
adaptarse a mbitos raros, incluso al espacio, son blasfemos. Quiz y a no sean
humanos. Pero sus naves no son veloces. Rafael podr entrar en ese espacio y
regresar a velocidades cunticas si hay riesgo de captura. Y podemos
programarlo para que se autodestruy a antes de ser aprehendidos.

Los tres guardias suizos callan. Todos parecen pensar en la muerte dentro de
la muerte que esto supondra: la destruccin sin advertencia de destruccin. Se
dormiran en sus divanes de aceleracin y resurreccin como siempre y nunca
despertaran, al menos no en esta vida.
El sacramento del cruciforme es realmente milagroso. Puede resucitar
cuerpos despedazados, devolver la forma y el alma a cristianos renacidos que
han sido acribillados, quemados, hambreados, ahogados, sofocados, apualados,
aplastados o devorados por la enfermedad, pero tiene sus limitaciones: un tiempo
excesivo de descomposicin le impide actuar, al igual que la explosin
termonuclear del motor de fusin de una nave.
Estamos con usted dice al fin el sargento Gregorius, sabiendo que el
padre capitn De Soy a ha pedido esta deliberacin porque odia ordenar a sus
hombres que corran semejante riesgo de muerte verdadera.
Kee y Rettig asienten.
Bien dice De Soy a, programar el Rafael en consecuencia. Si no
puede escapar antes de nuestra resurreccin, activar sus motores de fusin. Y
fijaremos cuidadosamente esos parmetros de no escapatoria . Pero no creo
que hay a muchas probabilidades de que eso ocurra. Despertaremos en Dios
mo, ni siquiera he revisado qu sistema es el primer mundo del ro Tetis ocupado
por los xters. Es Tal Zhin?
Negativo, seor dice Gregorius, inclinndose sobre el mapa estelar que
ha preparado Rafael. Su rechoncho dedo seala una regin marcada con un
crculo. Es Hebrn. El mundo judo.
De acuerdo. Vamos a nuestros divanes y dirijmonos hacia el punto de
traslacin. El ao prximo en Nueva Jerusaln!
El ao prximo? pregunta el lancero Rettig, flotando sobre la mesa antes
de dirigirse a su divn.
De Soy a sonre.
Es un dicho que he odo a algunos amigos judos. No s qu significa.
No saba que an existan judos dice el cabo Kee, flotando sobre su
divn. Cre que se haban liquidado entre s en el Confn.
De Soy a sacude la cabeza.
Haba algunos judos conversos en la universidad donde y o estudi, fuera
del seminario. No importa. Pronto conoceremos a alguno en Hebrn. A sujetarse,
caballeros.

En cuanto se despierta, el capitn sacerdote comprende que algo anduvo mal.


En los tiempos ms fogosos de la juventud, Federico de Soy a se embriagaba con
sus compaeros de seminario, y en una de esas salidas se haba despertado en
una cama extraa solo, gracias a Dios, pero en una cama extraa en una

parte extraa de la ciudad, sin recordar quin era ni cmo haba llegado all. Este
despertar es similar.
En vez de ver los nichos automticos del Rafael, oliendo el ozono y los aromas
de sudor reciclado de la nave, sintiendo el terror de despertar en gravedad cero,
De Soy a se encuentra en una cama mullida, en una habitacin acogedora, en un
campo de gravitacin normal. Hay iconos religiosos en la pared: la Virgen Mara,
un gran crucifijo donde un Cristo sufriente alza los ojos al cielo, una pintura del
martirio de San Pablo. Una luz tenue atraviesa cortinas de encaje.
Todo esto resulta familiar para el aturdido De Soy a, al igual que el amable
rostro del sacerdote regordete que le trae caldo y conversacin. Al fin las sinapsis
del padre capitn se reactivan. El padre Baggio, el capelln de resurreccin que
haba visto en los jardines del Vaticano con la certeza de que nunca lo vera de
nuevo. Bebiendo caldo, De Soy a mira por la ventana de la rectora. Ve el cielo
claro y piensa: Pacem . Se esfuerza por recordar cmo ha llegado all, pero
slo recuerda una conversacin con Gregorius y sus hombres, el largo ascenso
desde el pozo de gravedad de Mare Infinitus y Setenta Ofiuca A, el sobresalto de
la traslacin.
Cmo? murmura, aferrando la manga del amable sacerdote. Por
qu? Cmo?
Calma, hijo, descansa dice el padre Baggio. Ya habr tiempo para
hablar. Tiempo para todo.
Acunado por esa voz suave, la radiante luz y el aire rico en oxgeno, De Soy a
cierra los ojos y se duerme. Sus sueos son ominosos.

Con la comida del medioda ms caldo De Soy a comprende que el


afable y regordete padre Baggio no responder a sus preguntas: no le dir cmo
lleg a Pacem, dnde y cmo estn sus hombres, ni por qu no le explica nada.
Pronto vendr el padre Farrell dice el capelln, como si eso lo aclarase
todo. De Soy a rene sus fuerzas, se baa, se viste, trata de despejarse y espera al
padre Farrell.
El padre Farrell llega por la tarde. Es un sacerdote alto, delgado y asctico, un
comandante de los Legionarios de Cristo, se entera pronto De Soy a, sin
sorprenderse. Su voz es suave pero cortante. Los ojos de Farrell son grises y
acerados.
Es comprensible que sienta curiosidad dice el padre Farrell. Y sin duda
an estar un poco confundido. Es normal para los recin nacidos.
Conozco los efectos laterales dice De Soy a con una sonrisa levemente
irnica. Pero siento curiosidad. Cmo he despertado en Pacem? Qu sucedi
en el sistema de Hebrn? Y cmo estn mis hombres?
Farrell habla sin pestaear.

La ltima pregunta primero, padre capitn. El sargento Gregorius y el cabo


Kee estn bien, recobrndose en la capilla de resurreccin de la Guardia Suiza.
Y el lancero Rettig? pregunta De Soy a con esa sensacin ominosa que
lo acosa desde que despert.
Muerto, me temo. Muerte verdadera. Se le administr la extremauncin, y
su cuerpo fue entregado a las honduras del espacio.
Cmo muri la muerte verdadera? tartamudea De Soy a. Siente ganas
de llorar, pero se resiste porque no sabe si es simple pena o un efecto de la
resurreccin.
Desconozco los detalles dice Farrell. Los dos estn en la sala de la
rectora, que se usa para reuniones y deliberaciones importantes. Estn solos,
excepto por los ojos de los santos, los mrtires, Cristo y Su madre. Parece que
hubo un problema con el nicho de resurreccin automtica del Rafael al regresar
del sistema de Hebrn.
Al regresar de Hebrn? Me temo que no entiendo, padre. Haba
programado la nave para quedarse all, a menos que la persiguieran fuerzas
xters. Eso sucedi?
Evidentemente. Como le deca, desconozco los detalles, y no soy
competente en cuestiones tcnicas, pero entiendo que usted program su correo
Arcngel para penetrar en espacio controlado por los xters
Necesitbamos continuar nuestra misin en Hebrn interrumpe el padre
capitn De Soy a.
Farrell no protesta contra la interrupcin ni modifica su expresin neutra, pero
De Soy a mira esos ojos acerados y no vuelve a interrumpir.
Como le deca, padre capitn, entiendo que usted program la nave para
que entrara en espacio xter y, de no haber inconvenientes, se pusiera en rbita
del planeta Hebrn.
De Soy a asiente en silencio. Sus ojos oscuros enfrentan la mirada gris. An
no hay animadversin, pero est dispuesto a defenderse de cualquier acusacin.
Entiendo que el su nave se llama Rafael?
De Soy a asiente. Ahora comprende. Las frases cautas, las preguntas que se
formulan aun sabiendo las respuestas, todo esto define a un abogado. La Iglesia
tiene muchos asesores legales. E inquisidores.
Parece que el Rafael cumpli su programacin, no encontr oposicin
inmediata durante la desaceleracin y se puso en rbita de Hebrn contina
Farrell.
Fue entonces cuando fall la resurreccin? pregunta De Soy a.
Entiendo que no fue as dice Farrell. Los ojos grises dejan de mirar a De
Soy a un instante, recorren la habitacin como evaluando los muebles y objetos
de arte, no parecen encontrar nada de inters y vuelven al padre capitn.
Entiendo que los cuatro tripulantes estaban cerca de la resurreccin plena cuando

la nave tuvo que huir del sistema. El shock de traslacin fue fatal, por supuesto.
La resurreccin secundaria despus de una resurreccin incompleta es, como sin
duda usted sabr, mucho ms difcil que la resurreccin primaria. Fue aqu donde
un fallo mecnico impidi la realizacin del sacramento.
Cuando Farrell deja de hablar, se hace un silencio. Sumido en sus reflexiones,
De Soy a apenas repara en el ruido de trfico que viene desde la angosta calle, el
rugido de un transporte que se eleva desde el puerto espacial cercano.
Los nichos fueron inspeccionados y reparados mientras estbamos en
rbita de Vector Renacimiento, padre Farrell dice al fin.
El otro sacerdote cabecea apenas.
Tenemos los registros. Creo que hubo algn error de calibracin en el nicho
automtico del lancero Rettig. La investigacin contina en la guarnicin del
sistema de Renacimiento. Tambin hemos extendido la investigacin a los
sistemas de Mare Infinitus, Epsilon Eridani y Epsilon Indi, el mundo de la Gracia
Inevitable del sistema Lacaille 9352, Mundo de Barnard, NGCes 2629-4BIV, los
sistemas Vega y Tau Ceti.
De Soy a pestaea.
Muy exhaustiva dice al fin. Est pensando: Deben de estar usando los
otros dos correos Arcngel para realizar esta investigacin. Por qu? .
S dice el padre Farrell.
El padre capitn De Soy a suspira y se apoy a en los mullidos cojines del silln
de la rectora.
Conque nos encontraron en el sistema Svoboda y no pudieron resucitar al
lancero Rettig.
Farrell hace una levsima mueca con los finos labios.
Svoboda, padre capitn? No. Entiendo que su nave correo fue descubierta
en el sistema Setenta Ofiuca A, mientras desaceleraba con rumbo al mundo
ocenico de Mare Infinitus.
De Soy a se incorpora.
No entiendo. Haba programado el Rafael para que se trasladara al
prximo sistema de Pax de su itinerario de bsqueda original si tena que
abandonar prematuramente el sistema de Hebrn. El prximo mundo era
Svoboda.
Tal vez la persecucin de naves hostiles en el sistema de Hebrn impidi
ese alineamiento de traslacin dice Farrell sin nfasis. El ordenador de la
nave habr decidido regresar a su punto de partida.
Tal vez dice De Soy a, tratando de interpretar la expresin del otro. Es
intil. Usted dice que el ordenador pudo haber decidido, padre Farrell. No lo
sabe? No han examinado la bitcora?
El silencio de Farrell podra ser una afirmacin o nada.
Y si regresamos a Mare Infinitus contina De Soy a, por qu

despertamos en Pacem? Qu sucedi en Setenta Ofiuca A?


Farrell sonre. Extiende apenas los labios.
Por coincidencia, padre capitn, el correo Miguel estaba en el espacio de la
guarnicin de Mare Infinitus cuando usted se traslad. La capitana Wu iba a
bordo del Miguel.
Marget Wu? pregunta De Soy a, sin importarle si molesta al otro con la
interrupcin.
Precisamente. Farrell se quita una pelusa imaginaria de sus almidonados
pantalones negros. Teniendo en cuenta la consternacin que su visita haba
causado en Mare Infinitus
Porque envi al obispo Melandriano a un monasterio para que no me
estorbara? Y arrest a oficiales traidores y corruptos que sin duda realizaban sus
robos y asociaciones ilcitas bajo supervisin de Melandriano?
Farrell alza una mano para interrumpirlo.
Esos hechos no estn en mi campo de la investigacin, padre capitn. Yo
me limitaba a responder su pregunta. Puedo continuar?
De Soy a siente que su furia se mezcla con su pena por la muerte de Rettig,
todo en medio del efecto narctico de la resurreccin.
La capitana Wu, que y a haba odo las protestas del obispo Melandriano y
otros administradores de Mare Infinitus, decidi que sera conveniente que usted
regresara a Pacem para su resurreccin.
Y nuestra resurreccin fue interrumpida por segunda vez?
No. No hay irritacin en la voz de Farrell. El proceso de resurreccin
no se haba iniciado en Setenta Ofiuca A cuando se tom la decisin de traerlo a
Mando de Pax y el Vaticano.
De Soy a se mira los dedos. Estn temblando. Se imagina el Rafael con su
cargamento de cadveres, el suy o incluido. Primero una excursin mortal a
Hebrn, luego una desaceleracin hacia Mare Infinitus, luego el viaje a Pacem.
Mira a Farrell.
Cunto hace que estoy muerto, padre?
Treinta y dos das dice Farrell.
De Soy a quiere saltar de la silla. Al fin se recuesta y dice con voz controlada:
Si la capitana Wu decidi enviar la nave aqu antes de que se iniciara la
resurreccin en Mare Infinitus, padre, y si no hubo resurreccin en Hebrn,
tendramos que haber estado muertos menos de setenta y dos horas en ese punto.
Calculando tres das aqu dnde estuvimos los otros veintisis das, padre?
Farrell se pasa los dedos por la ray a del pantaln.
Hubo demoras en el espacio de Mare Infinitus. La investigacin inicial
comenz all. Se presentaron protestas. El lancero Rettig fue sepultado en el
espacio con todos los honores. Tambin se cumplieron otros deberes. El Rafael
regres con el Miguel.

Farrell se pone de pie abruptamente y De Soy a lo imita.


Padre capitn anuncia Farrell formalmente, estoy aqu para
extenderle los cumplidos del cardenal secretario Lourdusamy, su deseo de plena
recuperacin en salud y vida en los brazos de Cristo, y para requerir que se
presente, maana a las siete de la maana, en las oficinas de la Sagrada
Congregacin para la Doctrina de la Fe, en el Vaticano, para reunirse con
monseor Lucas Oddi y otros funcionarios de la Sagrada Congregacin.
De Soy a se queda atnito. Slo puede entrechocar los talones y asentir. Es un
jesuita y un oficial de Pax. Lo han entrenado en la disciplina.
Muy bien dice el padre Farrell, y se despide.
El padre capitn De Soy a se queda en la sala de la rectora unos minutos.
Como mero sacerdote y oficial de lnea, De Soy a ha evitado muchas intrigas de
la Iglesia, pero aun un cura de provincias y un guerrero conoce la estructura
bsica del Vaticano y su propsito.
Por debajo del Papa, hay dos categoras administrativas principales, la Curia
Romana y las Congregaciones Sagradas. De Soy a sabe que la Curia es una
estructura administrativa compleja y laberntica cuy a forma moderna fue
establecida por Sixto V en 1588. La Curia incluy e la Secretara de Estado, base
de poder del cardenal Lourdusamy, donde obra como una especie de primer
ministro con el equvoco ttulo de secretario de Estado. Esta secretara es una
parte central de lo que a menudo se llama Vieja Curia , usada por los papas
desde el siglo diecisis. Adems existe la Nueva Curia, que inicialmente consista
en diecisis organismos menores creados por el Segundo Concilio del Vaticano
an conocido popularmente como Vaticano II, que concluy en 1965. Esos
diecisis organismos se han convertido en treinta y una entidades durante el
reinado de doscientos sesenta aos del papa Julio.
Pero De Soy a no es convocado por esta Curia, sino por uno de sus conjuntos
separados de autoridad, las Congregaciones Sagradas. Especficamente, le han
ordenado que comparezca ante la Congregacin Sagrada de la Doctrina de la Fe,
una organizacin que ha cobrado mejor dicho, recobrado enorme poder en
los dos ltimos siglos. Bajo el papa Julio, la Congregacin Sagrada por la Doctrina
de la Fe volvi a acoger al papa como su prefecto, un cambio de estructura que
revitaliz el oficio. Durante los doce siglos previos a la eleccin del papa Julio,
esta Congregacin Sagrada conocida como Santo Oficio de 1908 a 1964
haba perdido poder al extremo de ser un rgano vestigial. Ahora, bajo Julio, el
poder del Santo Oficio se siente en un radio de quinientos aos-luz de espacio y se
remonta a tres mil aos de historia.
De Soy a regresa a la sala y se apoy a en la silla donde estaba sentado. Siente
vrtigo. Sabe que no le permitirn ver a Gregorius o Kee antes de su reunin con
el Santo Oficio. Quiz nunca los vea de nuevo. De Soy a trata de desovillar el hilo
que lo ha conducido a esta reunin, pero se pierde en el berenjenal de la

politiquera eclesistica, los clrigos ofendidos, las luchas de poder de Pax y el


torbellino de su cerebro resucitado y confundido.
Sabe que la Sagrada Congregacin por la Doctrina de la Fe, antes llamada
Sagrada Congregacin del Santo Oficio, fue conocida muchos siglos atrs como
la Sagrada Congregacin de la Inquisicin Universal.
Y bajo el papa Julio XIV la Inquisicin ha vuelto a estar a la altura de su
fama original y su sensacin de terror. De Soy a debe comparecer ante ella sin
preparativos, asesoramiento ni conocimiento de las acusaciones que pueden
esgrimir contra l.
Entra el padre Baggio, una sonrisa en sus rasgos de querubn.
Has tenido una grata conversacin con el padre Farrell, hijo mo?
S dice distradamente De Soy a. Muy grata.
Bien. Pienso que es hora de un poco de caldo y un poco de oracin el
ngelus, creo. Luego a acostarse temprano. Debemos estar frescos para lo que
nos depare el nuevo da, eh?

38
Cuando era un nio que escuchaba el incesante caudal de versos de
Grandam, haba una pieza breve que le peda una y otra vez: Algunos dicen que
el mundo terminar en fuego, algunos dicen que en hielo . Grandam ignoraba el
nombre del autor. Crea que poda ser un poeta pre-Hgira llamado Frost, pero
aun a esa tierna edad y o pensaba que eso era demasiada coincidencia para un
poema sobre el fuego y el hielo[1] . Aun as, la idea de que el mundo terminara
en fuego o hielo se haba grabado en mi memoria, tan indeleble como el ritmo de
sonsonete de esos sencillos versos.
Mi mundo pareca terminar en hielo.
Estaba oscuro debajo de la muralla de hielo, y no encuentro palabras para
describir el fro. Una vez me haba quemado una cocina de gas haba estallado
en una barca del Kans y y o haba recibido leves pero dolorosas quemaduras en
los brazos y el pecho, as que conoca la intensidad del fuego. Este fro pareca
igualmente intenso, llamas en cmara lenta desgarrndome la carne.
Llevaba la soga bajo los brazos. La poderosa corriente pronto me hizo girar y
ca con los pies para delante en el tnel negro, alzando las manos para
protegerme la cara mientras A. Bettik me frenaba con la cuerda. Pronto el filoso
hielo me rasp las rodillas mientras la corriente segua llevando mi cuerpo hacia
arriba, golpendome contra el escabroso techo como si me arrastraran por un
terreno pedregoso.
Haba llevado medias pensando en el hielo, no en el fro, pero no parecan
proteger mis pies mientras me golpeaba contra las protuberancias de hielo.
Tambin usaba calzas y camiseta, pero no me protegan contra los aguijonazos
del fro. Llevaba colgada del cuello la unidad de comunicaciones, con
micrfonos adhesivos apretados contra la garganta para transmisin vocal o
subvocal, el auricular en su sitio. Sobre el hombro, adherido con cinta, llevaba el
saco hermtico con los explosivos, detonadores, mechas y dos bengalas que
haba metido a ltimo momento. Pegada a mi mueca iba la linterna lser, y su
haz henda las negras aguas y rebotaba en el hielo, dando poca iluminacin.
Haba usado poco la linterna desde el Laberinto de Hy perion: las lmparas
manuales alumbraban ms y requeran menos carga. El lser era intil como
arma cortante, pero servira para abrir agujeros en el hielo donde insertar los
explosivos.
Si viva el tiempo suficiente para abrir agujeros.
El nico mtodo que haba en esta locura de dejarme arrastrar por el ro
subterrneo haba sido el conocimiento adquirido durante mi entrenamiento en la
Guardia, en el casquete de hielo del continente Ursus. All, en el Mar Glacial de
la Zarpa de Oso, donde el hielo se congelaba y volva a congelar casi a diario
durante el breve verano antrtico, el riesgo de romper la delgada superficie era

muy alto. Nos haban enseado que, aunque cay ramos bajo el hielo ms
grueso, siempre haba una delgada capa de aire entre el mar y el techo helado.
Debamos elevarnos hasta esa capa, meter la nariz en ella aunque tuviramos
sumergido el resto de la cara, y movernos por el hielo hasta llegar a una rajadura
o una lmina delgada que nos permitiera emerger.
As era en teora. Mi nica verificacin real haba sido como miembro de una
cuadrilla que haba salido en busca de un piloto de escarabajo que haba bajado
de su vehculo, cado a dos metros de donde el hielo soportaba su mquina de
cuatro toneladas, y desaparecido. Yo fui uno de los que lo encontr, a seiscientos
metros del escarabajo y el hielo seguro. Haba usado esa tcnica de respiracin.
An tena la nariz apretada contra el grueso hielo cuando lo encontr, la boca
abierta bajo el agua, el rostro blanco como la nieve que barra el glaciar, los ojos
slidos como cojinetes de bolas. Trat de no pensar en ello mientras ascenda a la
superficie contra la corriente, tiraba de la soga para indicar a A. Bettik que me
detuviera y me raspaba la cara contra astillas de hielo para encontrar aire.
Haba varios centmetros de espacio entre el agua y el hielo, ms donde las
fisuras cruzaban el glaciar de atmsfera congelada como grietas invertidas.
Aspir el aire fro, alumbr las grietas con la linterna y mov el haz rojo de aqu
para all por el angosto tnel de hielo.
Descansar un minuto jade. Estoy bien. A qu distancia he llegado?
Ocho metros susurr A. Bettik.
Maldicin murmur, olvidando que la unidad de comunicaciones
enviara el subvocal. Haba credo que eran veinte o treinta metros. Est bien.
Pondr la primera carga aqu.
Mis dedos an tenan flexibilidad suficiente para poner la linterna lser en alta
intensidad y abrir un orificio en el flanco de la fisura. Haba premodelado el
plstico, as slo me restaba amasarlo, orientarlo e insertarlo. Era un explosivo
vectorial, es decir, la explosin se propagara en la direccin que y o deseara,
siempre que mis preparativos fueran correctos. Haba hecho casi todo el trabajo
con antelacin, sabiendo que la explosin deba ir hacia arriba y hacia atrs,
contra la pared de hielo. Apunt esa fuerza explosiva en zarcillos precisos: la
misma tecnologa que permita que un ray o de plasma atravesara una lmina de
acero como mantequilla enviara esos zarcillos a travs de la masa helada.
Despedazara ese tramo de ocho metros de hielo arrojndolo bonitamente al ro.
Contbamos con que los generadores de atmsfera, durante los aos de
terraformacin, hubieran aadido a la atmsfera suficiente nitrgeno y CO2
como para impedir que la explosin se convirtiera en una arrolladora ola de
oxgeno ardiente.
Como saba adnde apuntar la fuerza de la explosin, tard menos de
cuarenta y cinco segundos en preparar las cargas. Aun as, estaba temblando y
entumecido cuando termin de instalar los detonadores. Como saba que las

unidades de comunicaciones no tenan problemas para penetrar esta cantidad de


hielo, sintonic los detonadores en un cdigo prefijado e ignor los cables que
llevaba en el saco.
De acuerdo jade, bajando en el agua, afloja la cuerda.
El frentico viaje empez de nuevo, la corriente arrastrndome a la negrura
y golpendome contra el techo de cristal, la frentica bsqueda de aire, las
rdenes entrecortadas, la lucha para ver y trabajar mientras mi cuerpo perda
calor.
El hielo continuaba treinta metros ms, en los lmites del alcance de los
explosivos. Puse cargas en dos lugares ms, otra fisura y un tubo angosto que abr
en el slido hielo del techo. Tena las manos totalmente ateridas durante la ltima
instalacin era como usar guantes de hielo pero dirig las cargas hacia arriba
y corriente abajo, en los vectores apropiados. Si esa muralla de hielo no
terminaba pronto, todo esto sera en vano. A. Bettik y y o habamos pensado en
astillar el hielo con el hacha, pero los hachazos slo nos abriran paso por unos
metros.
A los cuarenta y un metros emerg y aspir. Al principio tem que fuera otra
fisura, pero cuando apunt la linterna lser, el haz rojo recorri una cmara ms
larga y ancha que aquella donde estaba la balsa. Habamos discutido esto y
decidido que no detonaramos los explosivos si y o poda ver el final de una
segunda cmara, pero cuando baj el haz a lo largo del negro ro, iluminando la
bruma y las estalactitas, vi que el ro que ahora tena treinta metros de anchura
doblaba perdindose de vista a unos cientos de metros. No haba ms costas ni
tneles visibles que en nuestro tramo inicial, pero al menos el ro pareca
continuar.
Quera ver qu haca el ro despus del recodo, pero no tena la cuerda ni el
calor corporal que necesitaba para llegar tan lejos, pasar un informe y regresar
con vida.
Arrstrame de vuelta! jade.
Durante los dos minutos siguientes me aferr o trat de aferrarme, pues
mis manos y a no funcionaban mientras el androide me arrastraba contra esa
terrible corriente, detenindose ocasionalmente mientras y o flotaba de espaldas
y aspiraba el glido aire de las grietas. Luego el viaje negro se reanudaba.
Si A. Bettik hubiera estado en el agua y y o tirando o si hubiera sido la nia
, y o no habra podido recobrarlos en esa pesada corriente ni siquiera en el
cudruple del tiempo que tard A. Bettik. El era fuerte, pero no era un
superhombre dotado de fuerza milagrosa, aunque ese da revel un vigor
sobrehumano. No s qu reservas de energa us para hacerme volver tan
rpidamente a la balsa.
Ay ud como pude, cortndome las manos al empujarme por el techo y
apartar los cristales ms filosos, pateando dbilmente contra la corriente.

Cuando asom la cabeza, viendo la borrosa luz de los faroles y la silueta de


mis dos compaeros, no tuve fuerzas para alzar los brazos y subirme a la balsa.
A. Bettik me cogi por las axilas y me subi suavemente. Aenea aferr mis
piernas chorreantes, y ambos me llevaron a popa. Mi aturdido cerebro record la
iglesia catlica donde nos detenamos a veces en la aldea de Latinos (la localidad
donde comprbamos nuestros alimentos y simples provisiones de pastores) y una
de las grandes pinturas religiosas de la pared sur de esa iglesia: bajaban a Cristo
de la cruz, un discpulo sostenindole los brazos flojos, la Virgen sostenindole los
pies mutilados.
No te des nfulas , dijo un pensamiento involuntario en medio de mi niebla
mental. Hablaba con la voz de Aenea.
Me llevaron a la tienda cubierta de escarcha, donde la manta trmica estaba
preparada sobre una pila de sacos de dormir y una estera delgada. El cubo
calefactor reluca cerca de este nido. A. Bettik me quit la ropa empapada, el
saco de bengalas y la unidad de comunicaciones. Desprendi la linterna lser, la
apoy en mi mochila, me deposit sobre un saco de dormir, me arrop con la
manta trmica y abri un pak mdico. Pegndome los biomonitores en el pecho,
el interior del muslo, la mueca izquierda y la sien, ech un vistazo a las lecturas
y me iny ect una ampolla de adrenonitrotalina, como habamos planeado.
Debis de estar cansados de sacarme del agua , quise decir, pero mis
mandbulas, mi lengua y mi aparato vocal no respondan. Tena tanto fro que ni
siquiera temblaba. La conciencia era una hilacha que me conectaba con la luz y
fluctuaba en medio del viento helado que me atravesaba.
A. Bettik se aproxim.
M. Endy mion, las cargas estn colocadas?
Logr asentir con un gesto. Era todo lo que haca falta, pero era como si
manipulara un ttere.
Aenea se arrodill junto a m.
Yo lo cuidar le dijo a A. Bettik. Encrgate de sacarnos de aqu.
El androide sali de la tienda para alejarnos de la muralla de hielo e
impulsarnos corriente arriba, usando el remo de ese extremo de la balsa.
Despus del derroche de energa que haba hecho para arrastrarme contra la
corriente, era increble que tuviera fuerzas para mover la balsa ro arriba.
Comenzamos a movernos. Vi el fulgor del farol en la niebla y el distante
techo a travs de la abertura triangular de la tienda. La niebla y las estalactitas se
desplazaban despacio por ese tringulo diminuto, como si espiase el noveno
crculo del Infierno de Dante por un orificio de la realidad.
Aenea miraba los monitores mdicos.
Raul, Raul susurr.
La manta trmica retena todo el calor que y o produca, pero tena la
sensacin de no estar produciendo ms calor. El fro me morda los huesos, pero

mis helados nervios no transmitan el dolor. Senta mucho sueo.


Aenea me sacudi para despertarme.
Qudate conmigo, maldicin!
Lo intentar , pens. Estaba mintiendo. Slo quera dormir.
A. Bettik! exclam la nia, y not vagamente que el androide entraba
en la tienda y consultaba el pak. Las palabras de ambos eran un zumbido distante
e ininteligible.
Estaba muy lejos cuando sent un cuerpo junto a m. A. Bettik se haba ido a
impulsar la balsa corriente arriba. La nia Aenea se haba acostado conmigo
bajo la manta trmica y el borde del saco de dormir. Al principio el calor de su
cuerpo flaco no penetr en las capas de escarcha que me cubran, pero sent su
respiracin, la angulosa intrusin de sus codos y rodillas en el espacio de la
tienda.
No, no pens. Yo soy tu protector, y o soy el hombre fuerte a quien
contrataron para salvarte . La fra somnolencia me impeda hablar en voz alta.
No recuerdo si me abraz. S que y o reaccionaba con la rigidez de un tronco
escarchado, que era tan receptivo como las estalactitas que se desplazaban por
mi campo triangular de visin iluminadas por el farol y se perdan en la
oscuridad y la niebla como mi mente.
Al fin empec a sentir la temperatura que irradiaba su cuerpecito. No
perciba el calor, sino que mi piel senta hormigueos de dolor en los sitios donde
su tibieza pasaba de su piel a la ma. Quise decirle que se apartara y me dejara
dormir en paz.
Ms tarde quince minutos o dos horas despus A. Bettik regres a la
tienda. Yo estaba algo consciente y comprend que deba de haber seguido
nuestro plan: anclar la balsa con las prtigas y el timn para dirigirnos hacia
la parte de la caverna de hielo donde se vea un fragmento de teley ector. Nuestra
teora era que el arco de metal nos protegera de un alud cuando detonaran las
cargas.
Vuela las cargas , quise decirle. Sin embargo, en vez de teclear el cdigo,
el androide se desnud hasta quedar en pantalones cortos y camisa y se meti
bajo la manta trmica con la nia y conmigo.
Esto deba de resultar cmico y quiz te resulte cmico mientras lo lees,
pero nada en mi vida me haba emocionado tanto como este acto de compartir el
calor de mis dos compaeros de viaje. Ni siquiera su valiente rescate en el mar
violceo me haba conmovido as. Los tres nos quedamos all, Aenea a mi
izquierda, el brazo izquierdo sobre m, A. Bettik a mi derecha, el cuerpo
acurrucado contra el fro que penetraba bajo la punta de la manta trmica. A los
pocos minutos y o llorara por el dolor que me causaba la vuelta de mi
circulacin, pero en ese momento llor ante el ntimo don que era el calor de la
vida fluy endo de la nia y el hombre azul, de su sangre y su carne a la ma.

Lloro ahora, al contarlo.


No s cunto tiempo estuvimos as. Nunca se lo pregunt y nunca hablaron de
ello. Debi de pasar por lo menos una hora. Fue como una vida entera de calor y
dolor, y la abrumadora alegra del retorno de la vida.
Al fin empec a tiritar, a temblar levemente, luego espasmdicamente. Mis
amigos me sostuvieron, sin permitir que escapara del calor. Creo que Aenea
tambin lloraba, aunque nunca se lo pregunt y ella nunca lo mencion despus.
Una vez que pasaron el dolor y los espasmos, A. Bettik se levant, consult el
pak y habl con la nia en un idioma que y o volva a comprender.
Todo est en verde murmur. No hay lesin permanente.
Aenea se levant y me ay ud a incorporarme, poniendo dos mochilas detrs
de mi espalda y mi cabeza. Puso a hervir agua en el cubo, prepar t y me llev
una taza a los labios. Yo y a poda mover las manos y flexionar los dedos, pero el
inmenso dolor me impeda agarrar las cosas bien.
M. Endy mion dijo A. Bettik, asomndose en la tienda. Estoy
preparado para emitir el cdigo de detonacin.
Asent.
Quiz caigan algunos escombros aadi.
Asent de nuevo. Habamos comentado ese riesgo. Las cargas despedazaran
las murallas de hielo que estaban delante, pero las vibraciones ssmicas
resultantes bien podan derrumbar todo ese glaciar de atmsfera congelada,
arrastrando la balsa al fondo y sepultndonos. Habamos considerado que el
riesgo vala la pena. Mir el escarchado interior de la microtienda y sonre ante
la idea de que esto fuera nuestro refugio. Asent por tercera vez, instndolo a
seguir adelante.
El ruido de la explosin fue ms sordo de lo que haba esperado, menos
estruendoso que el derrumbe de bloques de hielo y estalactitas y la salvaje
turbulencia del ro. Por un segundo pens que se elevara, aplastndonos contra el
techo de la caverna, pues olas de agua empujadas por la presin y el
desplazamiento del hielo pasaban bajo la balsa. Nos acurrucamos en nuestra losa,
tratando de alejarnos de las glidas aguas, montados en los oscilantes troncos
como pasajeros de un bote salvavidas en la tormenta.
Al fin las olas y el estruendo se apaciguaron. Las violentas maniobras haban
partido el remo y alejado una prtiga, arrancndonos de nuestro refugio y
llevndonos ro abajo hacia la muralla de hielo.
Pero y a no haba muralla.
Las cargas haban cumplido su funcin, tal como habamos planeado: la
caverna que haban creado era baja y escabrosa pero conduca hacia el canal
abierto. Aenea lanz una ovacin. A. Bettik me palme la espalda. Me
avergenza admitir que llor de nuevo.
No fue una victoria tan fcil como pareca al principio. Algunos bloques y

columnas de hielo an nos estorbaban el paso, y cuando disminuy el torrente en


la brecha, tuvimos que impulsarnos con la prtiga restante y hacer frecuentes
pausas mientras A. Bettik parta el hielo a hachazos.
A la media hora fui al frente de la maltrecha balsa y di a entender que era mi
turno con el hacha.
Ests seguro, M. Endy mion? pregunt el hombre azul.
Seguro respond, obligndome a pronunciar correctamente a pesar del
entumecimiento que senta en la lengua y en los labios.
Pronto entr en calor trabajando con el hacha, al punto de que dej de
temblar. Senta las magulladuras y raspones que me haba causado el techo de
hielo, pero ms tarde me encargara de esos dolores.
Nos abrimos paso entre las ltimas barras de hielo, hasta flotar en la
corriente. Los tres chocamos nuestros calcetines-mitones empapados y nos
fuimos a acurrucar cerca del cubo calefactor para alumbrar con las lmparas el
nuevo paisaje.
El nuevo paisaje era idntico al viejo: paredes verticales de hielo en ambos
lados, estalactitas que amenazaban con derrumbarse en cualquier momento, la
torrentosa agua negra.
Tal vez permanezca despejado hasta el prximo arco dijo Aenea, y la
niebla de su aliento permaneci en el aire como una promesa.
Nos levantamos cuando la balsa dobl el recodo del ro. Hubo un instante de
confusin mientras A. Bettik usaba la prtiga y y o usaba el tronchado timn para
esquivar la pared de hielo de babor. Luego estuvimos nuevamente en la corriente
central, aumentando la velocidad.
Oh dijo la nia desde su puesto del frente de la balsa. Su tono lo deca
todo.
El ro continuaba sesenta metros, se angostaba y terminaba en una segunda
muralla de hielo.

Aenea tuvo la idea de enviar el comlog como explorador.


Tiene una microcmara dijo.
Pero no tenemos monitor. Y no puede enviar las imgenes a la nave.
Aenea sacudi la cabeza.
No, pero el comlog mismo puede ver. Puede contarnos lo que hace.
S dije, comprendiendo al fin, pero es inteligente sin que la IA de la
nave comprenda lo que l ve?
Se lo preguntamos? sugiri A. Bettik, que haba sacado el brazalete de
mi mochila.
Activamos el comlog y le preguntamos. Nos asegur, con la petulante voz de
la nave, que era capaz de procesar sus datos visuales y retransmitir sus anlisis

por la banda de comunicaciones. Tambin nos asegur que aunque no poda


flotar ni saba nadar, era totalmente impermeable.
Aenea cort el extremo de un tronco con la linterna lser, martill clavos y
pernos para sostener el brazalete y aadi una argolla para la cuerda. Us un
nudo doble para asegurar la soga.
Tendramos que haber usado esto con la primera muralla de hielo dije.
Aenea sonri. Le colgaban carmbanos de la gorra cubierta de escarcha.
El brazalete habra tenido problemas para instalar las cargas coment
con aire de fatiga.
Buena suerte dije estpidamente mientras arrojbamos el tronco con el
brazalete al ro. El comlog tuvo la deferencia de no responder. Al instante se
hundi bajo la muralla de hielo.
Llevamos el cubo calefactor adelante y nos acuclillamos alrededor mientras
A. Bettik aflojaba la cuerda. Aument el volumen de los altavoces, y nadie dijo
una palabra mientras la soga se desenrollaba y la voz de hojalata del comlog nos
informaba.
Diez metros. Grietas arriba, pero ninguna ms ancha de seis centmetros.
El hielo no termina.
Veinte metros. El hielo contina.
Cincuenta metros. Hielo.
Setenta y cinco metros. No hay final a la vista.
Cien metros. Hielo.
La cuerda haba llegado a su extremo. Aadimos nuestro ltimo tramo de
cuerda de escalar.
Ciento cincuenta metros. Hielo.
Ciento ochenta metros. Hielo.
Doscientos metros. Hielo.
Estbamos sin cuerda y sin esperanzas. Comenc a recobrar el comlog.
Aunque mis manos funcionaban bastante bien, me costaba arrastrar ese brazalete
liviano corriente arriba, tan fuerte era la corriente y tan pesada la soga cargada
de hielo. Una vez ms me cost imaginar el esfuerzo que A. Bettik haba hecho
para salvarme.
La cuerda estaba tan rgida que apenas se curvaba. Tuvimos que limpiar el
hielo que rodeaba el comlog cuando al fin lo subimos a bordo.
Aunque el fro agota mi potencia y el hielo cubre mis antenas visuales
gorje el brazalete, estoy dispuesto a continuar la exploracin.
No, gracias dijo cortsmente A. Bettik, apagando el aparato y
devolvindomelo. Sent el metal helado, a pesar de los mitones. Lo guard en la
escarchada mochila.
No habramos tenido suficientes explosivos plsticos para cincuenta metros
de hielo coment con calma. Haba dejado de tiritar, y comprend que mi

serenidad obedeca a la absoluta claridad de la sentencia de muerte que


acababan de dictarnos.
Y haba, comprendo ahora, otro motivo para el oasis de paz que surgi en
medio de ese desierto de dolor y desesperanza. Era el calor. El calor recordado.
El flujo de la vida de esas dos personas hacia m, mi aceptacin, el sentido de
sagrada comunin que haba en ello. Bajo la mortecina luz de los faroles,
continuamos con el urgente asunto de tratar de sobrevivir, mencionando opciones
imposibles tales como usar el rifle de plasma para abrir un boquete, desechando
unas opciones y discutiendo otras. Pero entretanto, en ese fro y negro pozo de
confusin y creciente desesperanza, el calor que me haban brindado estos dos
amigos me mantena sereno, tal como su proximidad humana me haba
mantenido con vida. En los difciles tiempos que vendran y an ahora,
mientras escribo esto, mientras espero la sigilosa llegada de la muerte por
cianuro con cada bocanada de aire que aspiro ese recuerdo de calor comn,
esa vitalidad compartida, me mantiene firme y sereno en medio de la tormenta
de temores humanos.
Decidimos retroceder por el nuevo canal, buscando una grieta, nicho o
conducto que hubiramos pasado por alto. No era una gran esperanza, pero era
mejor que dejar la balsa apoy ada contra esa muralla terminal.
Encontramos la grieta debajo del sitio donde el ro doblaba bruscamente a la
derecha. Evidentemente habamos estado demasiado ocupados esquivando las
paredes de hielo y retomando la corriente central para reparar en la angosta
rajadura del lado de estribor. Aunque buscramos con atencin, no habramos
descubierto la estrecha abertura sin el haz de la linterna lser: la luz del farol,
distorsionada por las facetas de cristal y el hielo colgante, resbal encima de ella.
El sentido comn nos indicaba que era slo otro pliegue en el hielo, un
equivalente horizontal de las grietas verticales que habamos visto en el techo de
hielo, un respiradero que no conduca a ninguna parte. Nuestra necesidad de
esperanza rogaba que el sentido comn se equivocara.
La abertura, pliegue o lo que fuera tena menos de un metro de anchura y
estaba a dos metros de la superficie del ro. A la luz del lser, vimos que la
abertura terminaba o su angosto corredor se curvaba a menos de tres metros. El
sentido comn nos deca que era el final de un helado callejn sin salida. Una vez
ms ignoramos el sentido comn.
Mientras Aenea se apoy aba en la larga prtiga tratando de mantener la balsa
en su lugar en las caudalosas aguas, A. Bettik me alz. Us la parte curva del
martillo como herramienta de escalada, clavndola en el suelo de hielo del
angosto boquete y trepando impulsado por la desesperacin. Una vez que estuve
all, a gatas, jadeante y dbil, contuve el aliento, me puse de pie y con una sea
indiqu a los otros que aguardaran mi informe.
El angosto tnel se curvaba bruscamente a la derecha. Apunt el lser al

segundo corredor con crecientes esperanzas. La luz rebot en otra pared de hielo,
pero esta vez no pareca haber un recodo en el tnel. Sin embargo Al avanzar
por el segundo corredor, agachndome a medida que bajaba el techo de hielo,
comprend que el tnel se elevaba bruscamente despus. El lser estaba
alumbrando el piso de esa rampa helada. Aqu no haba percepcin de
profundidad.
Arrastrndome por ese espacio estrecho, avanc una docena de metros,
clavando las botas en el hielo. Record la tienda de la desierta Nueva Jerusaln
donde haba comprado esas botas, dejando mis pantuflas de hospital y un
puado de monedas de Hy perion en el mostrador, y trat de recordar si haba
zapatones de hielo en venta en la seccin de camping. Demasiado tarde.
En un punto tuve que deslizarme de bruces, nuevamente seguro de que el
corredor terminara un metro despus, pero esta vez vir a la izquierda y sigui
en lnea recta, internndose otros veinte metros en el hielo, antes de doblar a la
derecha y subir de nuevo. Avanc cuesta abajo, corriendo, patinando y clavando
el martillo, hasta la abertura. El haz lser alumbraba un sinfn de reflejos de mi
agitada expresin en el claro hielo.
Aenea y A. Bettik se haban puesto a empacar el equipo necesario en cuanto
y o me perd de vista. La nia y a haba subido al nicho de hielo y ordenaba
utensilios mientras A. Bettik se los arrojaba. Nos gritamos instrucciones y
sugerencias. Todo pareca til. Sacos de dormir, manta trmica, la tienda plegada
que slo se poda reducir a un tercio de su diminuto tamao anterior, a causa
del hielo y la escarcha, el cubo calefactor, alimentos, brjula inercial, armas,
lmparas de mano.
Al fin pusimos la may or parte del equipo en ese rellano. Discutimos un poco
ms, un ejercicio que nos mantuvo en calor por un minuto, escogimos slo lo que
era imprescindible y caba en nuestras mochilas y bolsas. Me calc la pistola en
el cinturn y apoy el rifle de plasma en mi mochila. A. Bettik acept llevar la
escopeta. Por suerte no haba ropa en las mochilas estbamos usando toda la
que llevbamos as que cargamos los paks de alimentos y los utensilios. Aenea
y el androide llevaban las unidades de comunicaciones; y o me calc el helado
comlog en la mueca. A pesar de esta precaucin, no tenamos intenciones de
perdernos de vista.
Me preocupaba que la balsa se alejara la prtiga trabada y el timn partido
no resistiran mucho, pero A. Bettik lo resolvi en un santiamn, anudando
sogas a proa y a popa, abriendo boquetes en el hielo con el lser, y sujetando las
cuerdas a slidas clavijas de hielo.
Antes de internarnos en el angosto corredor de hielo, ech un ltimo vistazo a
nuestra fiel balsa, dudando que la viramos de nuevo. Era un espectculo
pattico: la losa an estaba en su sitio, pero el timn estaba astillado, el mstil de
proa roto y rajado, los bordes carcomidos y los troncos de ambos flancos

despedazados, la popa estaba hundida, y toda la embarcacin estaba cubierta de


hielo y oculta por glidas volutas de vapor. Me desped con gratitud de la
desvencijada balsa, di media vuelta y preced la marcha, empujando la mochila
y la bolsa delante de m durante el tramo ms bajo y ms angosto.
Haba temido que el corredor terminara a pocos metros del sitio que y o haba
explorado, pero a los treinta minutos de trepar, arrastrarnos, resbalar y gatear
llegamos a otros tneles, otros recodos, y siempre subamos. Aunque el esfuerzo
nos mantena vivos, todos sentamos la paulatina invasin del fro. Tarde o
temprano el agotamiento nos vencera y tendramos que detenernos, tender
nuestras esteras y sacos y ver si despertbamos despus de dormir en semejante
fro. Pero todava no.
Pasando barras de chocolate hacia atrs, detenindome para derretir el hielo
de nuestras cantimploras con el lser sintonizado en su may or anchura, dije:
No falta mucho.
No falta mucho para qu? pregunt Aenea. No podemos estar cerca
de la superficie. No hemos subido tanto.
No falta mucho para algo interesante dije. En cuanto habl, el vapor de
mi aliento se congel, adhirindose al frente de mi chaqueta y mi barba crecida.
Mis cejas goteaban hielo.
Interesante repiti dubitativamente la nia. Comprend. Hasta ahora,
interesante haba significado todo aquello que poda matarnos.
Una hora despus nos detuvimos para calentar comida en el cubo. Haba que
colocarlo con cuidado para que no derritiera el suelo de hielo mientras calentaba
nuestro guisado, y consult la brjula inercial para tener una idea de cunto
habamos recorrido y a qu altura habamos trepado.
Silencio! dijo A. Bettik.
Los tres contuvimos el aliento.
Qu? susurr Aenea. No oigo nada.
Era un milagro que pudiramos ornos con la cabeza enfundada en nuestras
improvisadas bufandas y gorras. A. Bettik frunci el ceo y se llev el dedo a los
labios.
Pisadas susurr al cabo. Y vienen hacia aqu.

39
El principal centro de interrogatorio de Pacem no est en el Vaticano
propiamente dicho, sino en el gran cmulo de piedra llamado Castel SantAngelo,
un macizo fuerte circular que comenz como tumba de Adriano en el 135 de la
era cristiana y se conect a la Muralla Aureliana en el 271 para convertirse en la
ms importante fortaleza de Roma, y en uno de los pocos edificios romanos que
se mud con el Vaticano cuando la Iglesia evacu sus oficinas de Vieja Tierra,
poco antes de que el planeta se derrumbara en el agujero negro que la devoraba
por dentro. El castillo un monolito cnico de piedras rodeadas por un foso
fue importante para la Iglesia durante el Ao de la Peste de 587, cuando
Gregorio Magno, mientras encabezaba una procesin para rogar a Dios que
pusiera fin a la plaga, tuvo una visin de Miguel Arcngel sobrevolando la tumba.
Ms tarde el Castel SantAngelo protegi a varios papas de turbas furibundas,
ofreci sus hmedas celdas y cmaras de tortura a presuntos enemigos de la
Iglesia como Benvenuto Cellini y, en sus casi tres mil aos de existencia, resisti
tanto las invasiones brbaras como la explosin nuclear. Ahora se y ergue sobre
una montaa baja y gris en el centro del nico terreno abierto que permanece
dentro del atareado tringulo de autopistas, edificios y centros administrativos que
unen el Vaticano, las oficinas de Pax y el puerto espacial.
El padre capitn De Soy a se presenta veinte minutos antes de su cita de las
siete y recibe una placa que lo guiar por las sudorosas y oscuras bvedas del
castillo. Los frescos, los bellos muebles y las aireadas logias que legaron los
papas medievales estn desledos y estropeados. El Castel SantAngelo ha
recobrado su aspecto de tumba y fortaleza. De Soy a sabe que se trajo desde
Vieja Tierra un pasaje fortificado que iba del Vaticano al castillo, y que uno de
los propsitos del Santo Oficio en los dos ltimos siglos ha consistido en dotar al
Castel SantAngelo con armas y defensas modernas para que ofrezca un rpido
refugio para el Papa en caso de que la guerra interestelar llegue a Pacem.
La caminata dura veinte minutos, y De Soy a debe atravesar muchos puestos
de guardia y puertas de seguridad. No los custodia la polica de la Guardia Suiza,
con sus atuendos brillantes, sino las fuerzas de seguridad del Santo Oficio, con sus
uniformes negros y plateados.
La celda de interrogacin es mucho menos srdida que los antiguos
corredores y escaleras que conducen all: dos de las tres paredes interiores de
piedra estn iluminadas por paneles de cristal que irradian un fulgor amarillo; dos
faroles proy ectan luz solar desde su colector del techo, que est treinta metros
ms arriba; hay una mesa moderna en la austera habitacin. La silla de De Soy a
se encuentra frente a los cinco inquisidores, pero es idntica a las de ellos en
diseo y confort, y contra una pared hay un centro oficinesco estndar, con
teclados, pantallas, placa lectora de discos y entradas virtuales, y un aparador

con una cafetera y panecillos.


De Soy a slo debe esperar un minuto. Los cardenales inquisidores un
jesuita, un dominicano y tres legionarios de Cristo llegan, se presentan y se dan
la mano. De Soy a lleva el negro uniforme de gala de Pax con el cuello romano,
el cual contrasta con las tnicas carmes del Santo Oficio y sus cuellos negros.
Intercambian cortesas: una breve conversacin sobre la salud y resurreccin de
De Soy a, ofrecimientos de comida y caf. De Soy a acepta el caf. Se sientan.
En la tradicin de los viejos das del Santo Oficio, y segn la costumbre de la
Iglesia Renovada cuando somete a sus sacerdotes a interrogatorio, la
conversacin se entabla en latn. Slo habla uno de los cinco cardenales. Las
corteses y formales preguntas se formulan invariablemente en tercera persona.
Al final de la entrevista, el sujeto de la entrevista recibe transcripciones en latn y
en ingls de la Red.
INQ UISIDOR: El padre capitn De Soy a ha logrado encontrar y detener a la nia
llamada Aenea?
F. C. DE SOYA: He tenido contacto con la nia. No he logrado detenerla.
INQ UISIDOR: Que el padre capitn explique qu significa contacto en este contexto.
F. C. DE SOYA: Intercept dos veces la nave que se llev a la nia de Hy perion. Una vez
en el sistema de Parvati, y otra en Vector Renacimiento.
INQ UISIDOR: Estos frustrados intentos de capturar a la nia estn registrados y constan
debidamente en actas. Alega el padre capitn que la nia habra muerto por su
propia mano en el sistema de Parvati, antes de que los efectivos especiales de la
Guardia Suiza que lo acompaaban pudieran abordar la nave y capturar a la
nia?
F. C. DE SOYA: Eso cre en el momento. Pens que el riesgo era demasiado grande.
INQ UISIDOR: Y, segn su conocimiento, el comandante de los guardias suizos a cargo
de la operacin de abordaje, un tal sargento Gregorius, concuerda con el padre
capitn en que era conveniente anular la operacin.
F. C. DE SOYA: Desconozco cul fue la opinin del sargento Gregorius una vez que se
cancel la operacin. En su momento, l deseaba continuarla.
INQ UISIDOR: El padre capitn conoce la opinin de los otros dos guardias que
participaron en la operacin de abordaje?
F. C. DE SOYA: En el momento deseaban ir. Se haban entrenado con tenacidad y estaban

preparados. Empero, segn mi parecer del momento, el riesgo de daar a la


nia era demasiado grande.
INQ UISIDOR: Y fue por esta razn que el padre capitn no intercept la nave fugitiva
antes de que entrara en la atmsfera del mundo llamado Vector Renacimiento?
F. C. DE SOYA: No. En ese caso la nia dijo que aterrizara en el planeta. Pareca ms
seguro para todos los afectados permitirle descender antes de aprehenderla.
INQ UISIDOR: No obstante, cuando la antedicha nave se aproxim al portal teley ector de
Vector Renacimiento, el padre capitn orden que varias naves de la flota y la
fuerza area disparasen contra la nave de la nia. Es correcto?
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Alega el padre capitn, pues, que esta orden no implicaba el riesgo de
daar a la nia?
F. C. DE SOYA: No. Yo saba que exista ese riesgo. No obstante, cuando advert que la
nave de la nia se diriga hacia el portal teley ector, tuve la conviccin de que la
perderamos si no intentbamos averiar su nave.
INQ UISIDOR: El padre capitn saba que el portal teley ector del ro se activara
despus de casi tres siglos de inactividad?
F. C. DE SOYA: No, no lo saba. Fue una intuicin, una corazonada.
INQ UISIDOR: El padre capitn est acostumbrado a apostar el xito o fracaso de una
misin, una misin que el Santo Padre ha considerado de mxima prioridad, a
una corazonada?
F. C. DE SOYA: No estoy acostumbrado a que el Santo Padre me enve en misiones de
mxima prioridad. En ciertos casos en que mis naves estaban en combate, tom
decisiones de mando basndome en intuiciones que no habran parecido del todo
lgicas fuera del contexto de mi experiencia y entrenamiento.
INQ UISIDOR: Alega el padre capitn que el conocimiento de que un teley ector
reanudara su actividad doscientos setenta y cuatro aos despus de la Cada de
la Red est dentro del contexto de su experiencia y entrenamiento?
F. C. DE SOYA: No. Fue una corazonada.
INQ UISIDOR: El padre capitn est al corriente del coste de la operacin combinada de
la flota en el sistema de Renacimiento?

F. C. DE SOYA: S que fue elevado.


INQ UISIDOR: Sabe el padre capitn que varias naves de lnea demoraron el
cumplimiento de rdenes del Mando de la Flota de Pax, rdenes que las
enviaban a zonas problemticas y vitales de la Gran Muralla de nuestro
permetro defensivo contra los invasores xters?
F. C. DE SOYA: S que algunas naves se demoraron en el sistema de Renacimiento por
orden ma. S.
INQ UISIDOR: En el mundo de Mare Infinitus, el padre capitn consider pertinente
arrestar a varios oficiales de Pax.
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Y administrar droga de la verdad y otros frmacos psicotrpicos
restringidos a estos oficiales, al margen de las normas procesales y el consejo
de las autoridades de Pax y la Iglesia en Mare Infinitus.
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Alega el padre capitn que el disco papal que se le entreg para llevar a
cabo la misin de encontrar a la nia tambin lo autorizaba a arrestar a oficiales
de Pax y realizar semejante interrogatorio sin recurrir a los tribunales militares
ni proveer de defensor a los acusados?
F. C. DE SOYA: S. Era y es mi entendimiento que el disco papal me otorga me
otorgaba plena autorizacin en cualesquiera decisiones de mando que y o
considerase necesarias para el cumplimiento de esta misin.
INQ UISIDOR: Alega el padre capitn, pues, que el arresto de estos oficiales de Pax
conducira a la aprehensin de la nia llamada Aenea?
F. C. DE SOYA: Mi investigacin era necesaria para determinar la verdad de los
acontecimientos que rodean el probable trnsito de la nia por Mare Infinitus.
Durante el curso de la investigacin, fue evidente que el director de la
plataforma donde sucedieron los hechos haba mentido a sus superiores,
encubriendo elementos del episodio relacionados con un compaero de viaje de
la nia, y tambin haba participado en tratos ilcitos con los cazadores furtivos
de esas aguas. Al final de nuestra investigacin, arrest a los oficiales y soldados
de la guarnicin de Pax para que fueran debidamente juzgados dentro del
cdigo de justicia militar de la flota.
INQ UISIDOR: Y entiende el padre capitn que su tratamiento del obispo Melandriano
tambin se justifica bajo los requerimientos de la investigacin?

F. C. DE SOYA: Aunque le expliqu que era necesaria una accin rpida, el obispo
Melandriano objet nuestra investigacin de la plataforma Tres-veinte-seis.
Trat de obstaculizar la investigacin a pesar de que su superiora, la arzobispo
Jane Kelley, le haba impartido rdenes directas de colaborar.
INQ UISIDOR: Alega el padre capitn que la arzobispo Kelley ofreci su ay uda al
solicitar la colaboracin del obispo Melandriano?
F. C. DE SOYA: No. Yo busqu su ay uda.
INQ UISIDOR: Acaso el padre capitn no invoc la autoridad del disco papal al obligar a
la arzobispo Kelley a interceder a favor de la investigacin?
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Puede el padre capitn exponer los sucesos que ocurrieron cuando el
obispo Melandriano fue en persona a la plataforma Tres-veinte-seis?
F. C. DE SOYA: El obispo Melandriano estaba furioso. Orden a los efectivos de Pax que
y o haba llamado que liberasen al capitn Powl y los dems. Yo anul esa
orden. El obispo Melandriano rehus reconocer la autoridad en m delegada por
el disco papal. Tuve que arrestar temporalmente al obispo y enviarlo al
monasterio jesuita que se encuentra en una plataforma que est a seiscientos
kilmetros del polo sur del planeta. Las tormentas y otras contingencias
impidieron que el obispo se marchara en varios das. Cuando se march, la
investigacin haba concluido.
INQ UISIDOR: Y qu resultados arroj la investigacin?
F. C. DE SOYA: Entre otras cosas, demostr que el obispo Melandriano haba recibido
grandes pagos en efectivo de los cazadores furtivos de la jurisdiccin de la
plataforma Tres-veinte-seis. Tambin demostr que Powl, director de la
plataforma, haba seguido instrucciones del obispo Melandriano al realizar
actividades ilegales con los cazadores y al extorsionar a los pescadores
visitantes.
INQ UISIDOR: El padre capitn present estas acusaciones al obispo Melandriano?
F. C. DE SOYA: No.
INQ UISIDOR: Las present ante la arzobispo Kelley ?
F. C. DE SOYA: No.

INQ UISIDOR: Las present ante el comandante de la guarnicin de Pax?


F. C. DE SOYA: No.
INQ UISIDOR: Puede el padre capitn explicar estas omisiones a los requerimientos del
cdigo de conducta de la Flota de Pax y las reglas de la Iglesia y la Sociedad de
Jess?
F. C. DE SOYA: La participacin del obispo en estos delitos no era el eje de mi
investigacin. Entregu al capitn Powl y los dems al comandante de la
guarnicin porque saba que sus causas se trataran con celeridad e
imparcialidad bajo el cdigo de justicia militar de la flota. Tambin saba que
mis denuncias contra el obispo Melandriano, y a estuvieran encuadradas dentro
del cdigo civil de Pax o de los procedimientos judiciales de la Iglesia,
requeriran mi presencia en Mare Infinitus durante semanas o meses. La misin
no poda esperar tanto. Juzgu que la corrupcin del obispo era menos
importante que perseguir a la nia.
INQ UISIDOR: Comprende el padre capitn la gravedad de estas acusaciones no
sustanciadas ni documentadas contra un obispo de la Iglesia Catlica Romana?
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Y qu lo indujo a abandonar su anterior itinerario de bsqueda y llevar el
correo Rafael al sistema de Hebrn, controlado por los xters?
F. C. DE SOYA: De nuevo, una corazonada.
INQ UISIDOR: Que el padre capitn se explay e.
F. C. DE SOYA: No saba adnde se haba teley ectado la nia despus de Vector
Renacimiento. La lgica indicaba que la nave haba quedado atrs y ellos
haban continuado por el ro Tetis con otros medios, tal vez la alfombra voladora,
ms probablemente un barco o balsa. Ciertas pruebas recogidas en la
investigacin del vuelo de la nia antes y despus del cruce de Mare Infinitus
sugeran una conexin con los xters.
INQ UISIDOR: Que el padre capitn se explay e.
F. C. DE SOYA: Primero, la nave espacial. Era de diseo de la Hegemona, una nave
interestelar particular, aunque semejante cosa resulte increble. Slo se
entregaron algunas durante la historia de la Hegemona. La ms parecida a esta
nave fue obsequiada a un cnsul de la Hegemona dcadas antes de la Cada.
Este cnsul fue inmortalizado en aquel poema pico, los Cantos, compuesto por
el ex peregrino de Hy perion Martin Silenus. En los Cantos el cnsul cuenta una

historia donde traiciona a la Hegemona hacindose espa de los xters.


INQ UISIDOR: Que el padre capitn contine.
F. C. DE SOYA: Haba otras conexiones. El sargento Gregorius fue enviado al mundo de
Hy perion con pruebas forenses que identificaban al hombre que presuntamente
viajaba con la nia. Se trata de un tal Raul Endy mion, nativo de Hy perion y ex
integrante de la Guardia Interna de Hy perion. Hay ciertos contactos entre el
nombre Endy mion y obras del padre de la nia, el abominable cbrido Keats.
Una vez ms llegamos a los Cantos.
INQ UISIDOR: Que el padre capitn contine.
F. C. DE SOYA: Bien, haba otra conexin. El dispositivo volante capturado despus de la
fuga y presunta muerte de Raul Endy mion en Mare Infinitus
INQ UISIDOR: Por qu el padre capitn habla de presunta muerte ? Los informes de
todos los testigos oculares de la plataforma dicen que el sospechoso recibi
disparos y cay al mar.
F. C. DE SOYA: El teniente Belius haba cado antes al mar, pero hallaron sangre y
fragmentos de tejido del teniente en la alfombra voladora. Slo una pequea
cantidad de sangre cuy o ADN se corresponde con el de Raul Endy mion se
encontr en la alfombra voladora. Mi teora es que Endy mion intent rescatar al
teniente Belius, o bien que ste lo sorprendi de alguna manera, que ambos
lucharon en la alfombra, que el sospechoso Raul Endy mion fue herido y cay
de la alfombra antes de que disparasen los guardias. Creo que fue el teniente
Belius quien fue abatido por el fuego de los dardos.
INQ UISIDOR: Tiene el padre capitn alguna otra prueba, aparte de la sangre y las
muestras de tejido, que indiquen que Raul Endy mion se demor en su fuga el
tiempo suficiente para asesinar al teniente Belius?
F. C. DE SOYA: No.
INQ UISIDOR: Que el padre capitn contine.
F. C. DE SOYA: El otro motivo por el cual sospechaba una conexin con los xters era la
alfombra voladora. Los estudios forenses indican que era muy antigua, tanto
como para ser la famosa alfombra que usaron Merin Aspic y Siri en el mundo
de Alianza-Maui. Una vez ms, hay una conexin con la peregrinacin de
Hy perion y las historias que se relatan en los Cantos de Silenus.
INQ UISIDOR: Que el padre capitn contine.

F. C. DE SOYA: Eso es todo. Pens que podramos llegar a Hebrn sin toparnos con un
enjambre xter. A menudo abandonan los sistemas que conquistan en combate.
Obviamente, mi corazonada fue errnea en esta ocasin. Cost la vida del
lancero Rettig, lo cual lamento profunda y sinceramente.
INQ UISIDOR: Alega pues el padre capitn que el resultado de la investigacin que llev
a cabo con tan alto coste y tanto dolor y bochorno para el obispo Melandriano
tuvo xito porque varios datos parecen indicar una relacin con el poema
llamado los Cantos, que a su vez tiene una leve relacin con los xters?
F. C. DE SOYA: Esencialmente, s.
INQ UISIDOR: Sabe el padre capitn que el poema llamado los Cantos figura en el
Index de Libros Prohibidos desde hace ms de un siglo y medio?
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Admite haber ledo ese libro?
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Recuerda el padre capitn el castigo que inflinge la Compaa de Jess a
quienes infringen a sabiendas el Index de Libros Prohibidos?
F. C. DE SOYA: S, la expulsin de la Compaa.
INQ UISIDOR: Y recuerda el padre capitn la pena mxima citada por el Canon
Eclesistico de Paz y justicia para quienes en el Cuerpo de Cristo infringen a
sabiendas las restricciones establecidas por el Index de Libros Prohibidos?
F. C. DE SOYA: La excomunin.
INQ UISIDOR: El padre capitn puede retirarse a sus aposentos de la Rectora Vaticana
de los Legionarios de Cristo. Permanecer all hasta que se lo convoque para
nuevas declaraciones ante esta junta o se le impartan nuevas rdenes. As
refrndase, jrase, promtese y compromtese a nuestro hermano en Cristo;
por el poder de la Santa, Catlica y Apostlica Iglesia Romana te exhortamos y
obligamos, en nombre de Jess hablamos.
F. C. DE SOYA: Gracias, eminentsimos y reverendsimos seores cardenales e
inquisidores. Aguardar nuevas rdenes.

40
Pasamos tres semanas con los chitchatuk en el mundo congelado de Sol
Draconi Septem, y en ese perodo descansamos, nos recobramos, recorrimos los
congelados tneles de la congelada atmsfera, aprendimos algunas palabras y
frases de su difcil idioma, visitamos al padre Glaucus en la ciudad sepultada,
enfrentamos espectros rticos y emprendimos la ltima y terrible migracin ro
abajo.
Pero me estoy adelantando. Es fcil apresurarse, especialmente con la
creciente probabilidad de inhalar cianuro en mi prximo aliento. As sea. Este
relato tendr un final abrupto cuando y o tenga el mo, no antes, y poco importa si
es aqu, all o en otra parte. Lo contar tal como es, siempre que se me permita
contarlo.
Nuestro primer encuentro con los chitchatuk casi termin en tragedia para
ambas partes. Habamos bajado nuestras lmparas y nos agazapbamos en la
densa oscuridad de ese corredor de hielo, el rifle de plasma cargado y
preparado, cuando una luz mortecina asom en un recodo del tnel y siluetas
grandes e inhumanas doblaron la curva. Encend la lmpara y su haz opaco
alumbr una visin aterradora: tres o cuatro bestias fornidas, de pelambre blanca,
con zarpas negras y largas como mi mano, dientes blancos an ms largos, ojos
rojos y relucientes. Las criaturas se desplazaban en la niebla de su propio aliento.
Alc el rifle de plasma y puse el selector en fuego rpido.
No dispares! exclam Aenea, aferrndome el brazo. Son humanos!
Su grito no slo detuvo mi mano sino la de los chitchatuk. Largas lanzas de
hueso haban asomado por los pliegues de pelambre blanca, y nuestros haces
iluminaron puntas afiladas y brazos plidos que se echaban hacia atrs para
arrojarlas. Pero la voz de Aenea nos detuvo cuando apenas faltaba una
contraccin muscular para que estallara la violencia.
Entonces vi los rostros plidos que haba bajo las viseras de dientes de
espectro: anchos, de nariz roma, arrugados, plidos al extremo del albinismo,
pero totalmente humanos, al igual que los ojos oscuros y relucientes. Baj la luz
para que sta no les deslumbrara.
Los chitchatuk eran robustos y musculosos bien adaptados a la aplastante
gravedad de 1,7 de Sol Draconi Septem y parecan an ms fornidos y
poderosos con las capas de piel de espectro en que se arropaban. Pronto
aprenderamos que usaban la mitad delantera del cuero del animal, la cabeza
incluida, de modo que las negras zarpas colgaban delante de las manos, y los
dientes les cubran el rostro como filosos rastrillos. Tambin supimos que la lente
del negro ojo del espectro aun sin la complicada ptica y los nervios que
permitan a esos monstruos ver en plena oscuridad an funcionaban como
sencillas gafas de visin nocturna. Todo aquello que los chitchatuk llevaban y

vestan proceda de los espectros: lanzas de hueso, correas de cuero hechas de


tripas y tendones, sacos de agua confeccionados con intestinos trenzados, las
mantas de dormir y los cubos, aun los dos artefactos que transportaban, un
brasero con forma de mitra hecho de hueso, con correas de cuero, que sostena
las relucientes ascuas que les alumbraban la marcha, y un complejo cuenco de
hueso con embudo, que derreta el hielo encima del brasero. Slo despus
supimos que sus grandes cuerpos se vean an ms abultados por los sacos de
agua que llevaban bajo la tnica, usando el calor corporal para mantener el agua
en estado lquido.
El momento de vacilacin debi de durar ms de un minuto, hasta que Aenea
avanz hacia ellos y el chitchatuk que luego conoceramos como Cuchiat avanz
hacia nosotros. Cuchiat habl el primero, un torrente de ruidos toscos que
evocaba grandes carmbanos estrellndose contra una superficie dura.
Lo lamento dijo Aenea. No entiendo.
Nos mir a nosotros. Yo mir a A. Bettik.
Reconoces este dialecto?
El ingls de la Red haba sido estndar durante tantos siglos que era chocante
or palabras que no se entendan. Tres siglos despus de la Cada, segn los
forasteros que visitaban Hy perion, la may ora de los dialectos planetarios y
regionales an eran comprensibles.
No, no lo entiendo dijo A. Bettik. M. Endy mion, puedo sugerir que
uses el comlog?
Asent y saqu el brazalete.
Los chitchatuk miraron cautamente, los ojos alerta. Slo bajaron las lanzas
cuando alc el brazalete hasta mi ojo y lo activ.
Estoy activado y aguardo tu pregunta u orden gorje el escarchado
brazalete.
Escucha dije mientras Cuchiat empezaba a parlotear de nuevo. Dime
si puedes traducir esto.
El guerrero vestido con pieles de espectro pronunci un breve y cortante
discurso.
Y bien? le pregunt al comlog.
Este idioma o dialecto no me resulta familiar gorje el comlog.
Conozco varios idiomas de Vieja Tierra, entre ellos el ingls anterior a la Red, el
alemn, el francs, el holands, el japons.
No importa dije.
Los chitchatuk miraban fijamente el comlog, pero no haba miedo ni
supersticin en esos ojos grandes y oscuros, slo curiosidad.
Sugiero que me mantengas activado varias semanas o meses continu el
comlog, mientras se habla este idioma. As podra preparar una base de datos a
partir de la cual podr construir un lxico simple. Tambin sera preferible

Gracias por nada dije, y lo apagu.


Aenea se aproxim un paso ms a Cuchiat y por seas le dio a entender que
sentamos fro y fatiga. Hizo gestos que aludan a la comida, a cubrirse con una
manta, al sueo.
Cuchiat gru y deliber con los dems. Ahora haba siete chitchatuk en el
tnel de hielo. (Luego aprenderamos que sus partidas de caza siempre viajaban
en nmeros primos, al igual que sus bandas ms numerosas). Por ltimo, despus
de dialogar separadamente con cada uno de sus hombres, Cuchiat nos habl
brevemente, ech a andar por el corredor ascendente y nos indic que lo
siguiramos.
Tiritando, encorvados bajo el peso de la gravedad de ese mundo, procurando
ver la mortecina luz de esas ascuas una vez que apagamos las lmparas para
conservar las bateras, asegurndonos de que la brjula inercial funcionara y
dejara su rastro de migajas digitales, seguimos a Cuchiat y sus hombres hacia el
campamento chitchatuk.

Eran un pueblo generoso. Nos dieron tnicas de espectro para vestirnos, pieles
para dormir, caldo de espectro calentado en el pequeo brasero, agua de sus
sacos entibiados con el cuerpo, y su confianza. Pronto supimos que los chitchatuk
no guerreaban entre s. La idea de matar a otro ser humano les era ajena. Los
chitchatuk indgenas que se haban adaptado al hielo durante un milenio eran
los nicos sobrevivientes de la Cada, las pestes vricas y los espectros. Tomaban
de los monstruosos espectros todo lo que necesitaban y por lo que pudimos
colegir los espectros dependan nicamente de los chitchatuk para alimentarse.
Todas las dems formas de vida, siempre marginales, haban quedado por debajo
del umbral de supervivencia despus de la Cada y del fracaso de la
terraformacin.
Pasamos esos primeros das durmiendo, comiendo y tratando de
comunicarnos. Los chitchatuk no tenan aldeas permanentes en el hielo: dorman
unas horas, plegaban sus tnicas y se desplazaban por el conejar de tneles.
Cuando calentaban hielo para tener agua el nico uso que hacan del fuego,
pues las brasas no bastaban para calentarlos y coman la carne cruda colgaban
el brasero del techo de hielo con tres correas para que no dejara una huella
delatora en el hielo.
Haba veintitrs en la tribu, banda, clan o como se llamara, y al principio no
pudimos discernir si inclua mujeres. Los chitchatuk usaban tnicas en todo
momento, y slo las alzaban para no ensuciarlas cuando orinaban o defecaban en
las fisuras del hielo. Comprobamos que haba mujeres en la banda en nuestro
tercer perodo de sueo, cuando vimos a la mujer llamada Chatchia copulando
con Cuchiat.

Poco a poco, caminando y hablando con ellos en la inmutable penumbra de


los tneles durante los dos prximos das, aprendimos a reconocer sus rostros y
sus nombres. El jefe Cuchiat era a pesar de su voz tumultuosa un hombre
afable que sonrea con sus finos labios y sus ojos negros. Chiaku, su lugarteniente,
era el ms alto de la banda y usaba una tnica de espectro con una estra de
sangre, lo cual era una marca de honor, como supimos luego. Aichacut era
iracundo, malhumorado y distante. Creo que si Aichacut hubiera sido jefe de la
partida de caza cuando nos encontramos con ellos, ese da habran quedado
cadveres en el hielo.
Cuchtu pareca ser una especie de mdico brujo, y su tarea era trazar un
crculo en el nicho o tnel de hielo donde dormamos, murmurando
encantamientos y quitndose los guantes de cuero de espectro para apretar las
palmas contra el hielo. Sospech que as ahuy entaba los malos espritus. Aenea
sugiri con sorna que tal vez estuviera haciendo lo que hacamos nosotros,
tratando de encontrar una salida en ese laberinto de hielo.
Chichticu era el portador del fuego, y se enorgulleca de haber obtenido ese
honor. Las ascuas eran un misterio para nosotros: resplandecan y daban lumbre
durante semanas, pero nunca las revolvan ni las cambiaban. Slo desciframos
este acertijo cuando conocimos al padre Glaucus.
No haba nios en la banda, y costaba diferenciar la edad de los chitchatuk
que conocimos. Cuchiat era may or que la may ora su rostro era una telaraa
de arrugas que nacan en el puente de su nariz ancha y filosa pero nunca
logramos hablar de la edad con ninguno de ellos. Reconocan a Aenea como nia
o al menos como joven adulta y la trataban como tal. Las mujeres, segn
notamos despus de identificar a tres de ellas, se turnaban con los hombres en el
papel de cazador y centinela. Aunque nos honraron a A. Bettik y a m con la
tarea de montar guardia mientras la banda dorma siempre permanecan
despiertas tres personas armadas nunca pidieron a Aenea que realizara esa
tarea. Pero obviamente le tenan simpata y gustaban de hablar con ella, usando
esa combinacin de palabras simples y gestos complejos que han servido para
franquear la brecha entre los pueblos desde el paleoltico.
El tercer da Aenea logr pedirles que regresaran al ro con nosotros. Al
principio estaban desconcertados, pero sus seas y las pocas palabras que ella
haba aprendido pronto comunicaron el concepto: el ro, la balsa flotante, el arco
congelado del teley ector (esto provoc exclamaciones), la muralla de hielo y
nuestra excursin por el tnel antes de encontrarnos con nuestros amigos los
chitchatuk.
Cuando Aenea sugiri que regresramos juntos al ro, la banda recogi las
mantas de dormir, las guard en las mochilas de cuero de espectro y se puso en
marcha. Esta vez encabec la marcha, y la reluciente esfera de la brjula
inercial rastre los muchos virajes, recodos, ascensos y descensos que habamos

realizado en nuestros tres das de vagabundeo.


Debo aclarar que, de no ser por nuestros cronmetros, el tiempo habra
desaparecido en los tneles de hielo de Sol Draconi Septem. El inmutable y tenue
fulgor del brasero de hueso, el destello de las paredes de hielo, la oscuridad que
haba delante y detrs, el fro punzante, los breves perodos de sueo y las
incesantes horas de ascenso bajo el peso de esa gravedad, todo se combinaba
para descalabrar la percepcin del tiempo. Segn el cronmetro, era el
anochecer del tercer da desde que abandonamos la balsa cuando descendimos
por el ltimo tramo del estrecho corredor y regresamos al ro.
Era un triste espectculo: el mstil astillado y los troncos carcomidos, la popa
sumergida en el hielo, los faroles cubiertos de escarcha, la embarcacin vaca.
Los fascinados chitchatuk demostraron may or entusiasmo que nunca desde que
los habamos conocido. Usando sogas de cuero trenzado, Cuchiat y otros bajaron
a la balsa y examinaron los detalles: la losa central, el metal de los faroles, la
cuerda de ny lon que habamos usado para atar los troncos. Su inters era
manifiesto, pues en una sociedad donde la materia prima para construir armas y
ropas proceda de un solo animal para colmo un habilidoso depredador la
balsa deba de representar un tesoro de recursos.
Podran haber intentado matarnos o abandonarnos para quedarse con esa
fortuna, pero los chitchatuk eran un pueblo generoso, y ni siquiera la codicia
alteraba su opinin de que todos los humanos eran aliados, as como todos los
espectros eran enemigos y presas. Todava no habamos visto un espectro, salvo
por las pieles que usbamos sobre nuestra ropa tropical, pues las tnicas eran
increblemente abrigadas, rivalizando con la manta trmica en su eficiencia
aislante, as que pudimos empacar la may or parte de las prendas. Pero si bien
desconocamos el vigor y la voracidad del espectro, no conservaramos esa
inocencia durante mucho tiempo.
Una vez ms Aenea comunic la idea de viajar ro abajo. Seal la muralla
de hielo y represent una travesa hasta el segundo arco.
Cuchiat y su banda se entusiasmaron an ms y trataron de hablarnos sin
seas. Sus toscas palabras y frases nos cay eron en los odos como una carga de
grava. Como no entendamos, se pusieron a hablar animadamente entre s. Al fin
Cuchiat se adelant y nos dijo una breve oracin. Omos que repeta la palabra
glaucus. La habamos odo antes en sus parlamentos, pues la palabra destacaba
como ajena a su idioma. Cuando Cuchiat seal hacia arriba y repiti la sea de
que subiramos a la superficie, asentimos vidamente.
As fue como, arropados en nuestras pieles de espectro, la espalda encorvada
bajo el peso de las mochilas en esa extenuante gravedad, emprendimos la
marcha hacia la ciudad sepultada en el hielo para reunirnos con el sacerdote.

41
Cuando llega la orden de liberar al padre capitn De Soy a de su virtual
arresto domiciliario en la Rectora de los Legionarios de Cristo, no la imparte el
Santo Oficio de la Inquisicin, como se esperaba, sino monseor Lucas Oddi,
subsecretario de su excelencia el cardenal Simon Augustino Lourdusamy.
La caminata por la ciudad y los jardines del Vaticano es abrumadora para De
Soy a. Todo lo que ve y oy e los claros cielos de Pacem, el aleteo de pinzones
en los huertos, el suave taido de las campanas llamando a vsperas le causa
tanta emocin que debe esforzarse para contener las lgrimas. Monseor Oddi
charla mientras caminan, mezclando los chismes del Vaticano con ciertos
halagos que hacen zumbar los odos de De Soy a mucho despus de haber pasado
aquel sector del jardn donde zumban abejas entre las flores.
De Soy a estudia al anciano que lo lleva a paso tan vivaz. Oddi es muy alto y
parece deslizarse. Sus piernas apenas hacen ruido dentro de la larga sotana. Tiene
rostro delgado y anguloso, con arrugas talladas por muchas dcadas de buen
humor, y su nariz larga y ganchuda parece olfatear el aire del Vaticano en busca
de rumores y humoradas. De Soy a ha odo bromas acerca de monseor Oddi y
el cardenal Lourdusamy, el hombre alto y gracioso y el hombre obeso y artero.
Los rumores dicen que resultaran cmicos de no ser por el poder aterrador que
poseen.
De Soy a se sorprende cuando salen del jardn y abordan uno de los
ascensores externos que suben a las logias del Palacio Vaticano. Los guardias
suizos, esplendorosos en sus antiguos uniformes de franjas rojas, azules y
anaranjadas, se cuadran cuando ellos entran y salen del ascensor. Los guardias
empuan largas picas, pero De Soy a recuerda que esas picas pueden usarse
como rifles de pulsos.
Recordar que Su Santidad, durante su primera resurreccin, decidi
ocupar nuevamente este piso porque simpatizaba con su tocay o, Julio II dice
monseor Oddi, sealando el largo corredor con un grcil ademn.
S dice De Soy a. Su corazn palpita desbocadamente. El papa Julio II, el
famoso papa guerrero que encarg el techo de la Capilla Sixtina durante su
reinado de 1503-1513, haba sido el primero en vivir en esos aposentos. Si aquel
primer papa guerrero haba reinado por una dcada, el actual papa Julio (en
todas sus encarnaciones, de Julio VI a Julio XIV) ha vivido y gobernado aqu casi
doscientos setenta aos. Por cierto, no ir a encontrarse con el Santo Padre! De
Soy a logra aparentar calma mientras atraviesan el vasto corredor, pero tiene las
palmas hmedas y respira agitadamente.
Iremos a ver al secretario, por cierto dice Oddi con una sonrisa, pero
si usted no ha visto los apartamentos papales, es un grato paseo. Su Santidad se
reunir con el snodo interestelar de obispos en la sala ms pequea del edificio

Nervi, todo el da.


De Soy a asiente, pero en verdad concentra la atencin en las stanze de Rafael
que ve por las puertas abiertas de los apartamentos papales. Conoce la historia a
grandes rasgos: el papa Julio II se haba cansado de los anticuados frescos de
genios menores como Piero della Francesca y Andrea del Castagno, as que en el
otoo de 1508 mand buscar a un genio de veintisis aos oriundo de Urbino,
Raffaello Sanzio. En una habitacin De Soy a ve la Stanza della Segnatura, un
fresco abrumador que representa el triunfo de la verdad religiosa, en contraste
con el triunfo de la verdad filosfica y cientfica.
Ah dice monseor Oddi, detenindose para que De Soy a pueda mirar.
Le gusta, verdad? Ve a Platn entre los filsofos?
S.
Sabe a quin se parece en verdad, quin fue el modelo?
No.
Leonardo da Vinci dice el sonriente monseor. Y ve a Herclito?
Sabe a quin retrat Rafael?
De Soy a niega con la cabeza. Est recordando la diminuta capilla mariana de
adobe de su mundo natal, con la arena entrando siempre por las puertas y
arremolinndose bajo la sencilla estatua de la Virgen.
Herclito es Miguel ngel dice monseor Oddi. Y Euclides es
Bramante. Venga, acrquese.
De Soy a apenas soporta pisar el rico tapiz de la alfombra.
Los frescos, estatuas, molduras doradas y altas ventanas de la habitacin
parecen girar alrededor de l.
Ve esas letras en el cuello de Bramante? Venga, acrquese. Puede
leerlas, hijo mo?
R-U-S-M lee De Soy a.
S, s re monseor Lucas Oddi. Raphael Urbinus Sua Manu. Venga,
hijo mo. Traduzca para un viejo. Creo que esta semana ha tenido su leccin de
repaso de latn.
Rafael de Urbino traduce De Soy a en un murmullo, por su mano.
S. Venga. Cogeremos el ascensor papal para bajar a los apartamentos. No
debemos hacer esperar al secretario.
El apartamento Borgia ocupa gran parte de la planta baja de esta ala del
palacio. Entran por la diminuta capilla de Nicols V, y el padre capitn De Soy a
cree que nunca ha visto una obra humana ms encantadora que esta pequea
habitacin. Los frescos fueron pintados por Fra Angelico entre 1447 y 1449 y son
la esencia de la sencillez, la encarnacin de la pureza.
Ms all de la capilla, las habitaciones del apartamento Borgia se vuelven
ms oscuras y ominosas, as como la historia de la Iglesia fue ms oscura bajo
los papas Borgia. Pero en la cuarta habitacin el estudio del papa Alejandro,

consagrado a las ciencias y las artes liberales De Soy a comienza a apreciar el


poder del radiante color, las extravagantes aplicaciones del pan de oro y el
suntuoso uso del estuco. La quinta habitacin explora la vida de los santos con
frescos y estatuas, pero tiene un aire estilizado e inhumano que De Soy a asocia
con antiguas pinturas del arte egipcio de Vieja Tierra. La sexta habitacin, el
comedor del Papa, segn explica el monseor, explora los misterios de la fe en
una explosin de color y figuras que deja a De Soy a sin aliento.
Monseor Oddi se detiene ante un enorme fresco de la Resurreccin y seala
con dos dedos una figura secundaria cuy a intensa piedad se siente a pesar de los
siglos y del leo desledo.
El papa Alejandro VI murmura Oddi. El segundo de los papas Borgia.
Seala con displicencia a dos hombres que estn cerca de l en el atestado
fresco. Ambos tienen una luz y una expresin propias de los santos. Cesare
Borgia, el hijo bastardo del papa Alejandro. El hombre que est al lado es el
hermano de Cesare, a quien l asesin. La hija del Papa, Lucrecia, estaba en la
quinta habitacin tal vez usted la hay a pasado por alto. La santa virgen Catalina
de Alejandra.
De Soy a mira azorado. En el techo ve el diseo que se ha repetido en cada
una de estas habitaciones, el brillante toro y la corona que eran emblema de los
Borgia.
Pinturicchio pint todo esto dice monseor Oddi, nuevamente en marcha
. Su verdadero nombre era Bernardino di Betto, y estaba loco de atar. Quiz
fuera un servidor de las tinieblas. El monseor se detiene para echar otro
vistazo a la habitacin mientras los guardias suizos se cuadran. Y ciertamente
era un genio murmura. Venga, es hora de su reunin.
El cardenal Lourdusamy aguarda detrs de un escritorio largo y bajo en la
habitacin sexta, la Sala dei Pontifici. No se levanta, sino que se mueve en la silla
cuando anuncian al padre capitn De Soy a. El padre capitn se arrodilla y besa
el anillo del cardenal. Lourdusamy palmea la cabeza del sacerdote capitn y
desecha las formalidades con un gesto.
Sintate en esa silla, hijo mo. Ponte cmodo. Te aseguro que esa pequea
silla es ms cmoda que este trono de respaldo recto que han encontrado para
m.
De Soy a haba olvidado la potencia de la voz del cardenal: es un bajo
profundo que no slo parece surgir del cuerpo del hombre sino de la tierra
misma. Lourdusamy es enorme, una gran masa de seda roja, lino blanco y
terciopelo carmes, un macizo geolgico que culmina en una enorme cabeza
sobre capas de papadas, con boca diminuta, ojos vivaces y un crneo casi calvo
coronado por el birrete carmes.
Federico truena el cardenal, me deleita que hay as salido ileso de
tantas muertes y problemas. Se te ve bien, hijo mo. Cansado, pero bien.

Gracias, excelencia dice De Soy a.


Monseor Oddi se ha sentado a la izquierda de l, a cierta distancia del
escritorio del cardenal.
Y entiendo que ay er compareciste ante el tribunal del Santo Oficio dice
el cardenal Lourdusamy, escrutando a De Soy a.
S, excelencia.
Sin tenacillas, espero. Sin vrgenes de hierro ni hierros candentes. O te
pusieron en el potro? La risa del cardenal retumba en su enorme pecho.
No, excelencia. De Soy a atina a sonrer.
Bien, bien dice el cardenal, y la luz de un candelabro resplandece en su
anillo. Se inclina y sonre. Cuando Su Santidad orden al Santo Oficio que
recobrara su viejo nombre de Inquisicin, algunos incrdulos pensaron que los
das de locura y terror haban regresado dentro de la Iglesia. Pero no es as,
Federico. El nico poder del Santo Oficio consiste en dar consejo a las rdenes de
la Iglesia, y el nico castigo que aplica es recomendar la excomunin.
De Soy a se relame los labios.
Pero ese castigo es terrible, excelencia.
S concede el cardenal Lourdusamy, esta vez sin socarronera.
Terrible. Pero t no tienes que preocuparte por eso, hijo mo. Este incidente ha
terminado. Tu nombre y tu reputacin estn totalmente a salvo. El informe que el
tribunal enviar a Su Santidad te libera de toda culpa, con la posible excepcin de
cierta insensibilidad a los sentimientos de un obispo provincial que tiene
suficientes amigos en la Curia como para exigir esta audiencia.
De Soy a an no est del todo tranquilo.
El obispo Melandriano es un ladrn, excelencia.
Lourdusamy echa una ojeada a monseor Oddi y vuelve a mirar al padre
capitn.
S, s, Federico. Lo sabemos. Hace tiempo que lo sabemos. El buen obispo
de esa remota ciudad flotante de aquel mundo acuoso tendr que comparecer a
su tiempo ante los cardenales del Santo Oficio, te lo aseguro. Y tambin te
aseguro que en su caso las recomendaciones no sern tan benvolas. El
cardenal se reclina en su silla. La antigua madera cruje. Pero debemos hablar
de otras cosas, hijo mo. Ests dispuesto a reanudar tu misin?
S, excelencia. De Soy a se sorprende de la rapidez y sinceridad de su
respuesta. Hasta ese momento haba credo mejor terminar con esa parte de su
vida y su servicio.
El cardenal Lourdusamy adopta una expresin ms grave. Las papadas
cobran firmeza.
Excelente. Ahora bien, entiendo que uno de tus hombres muri durante la
expedicin a Hebrn.
Un accidente durante la resurreccin, excelencia.

Lourdusamy sacude la cabeza.


Terrible, terrible.
El lancero Rettig aade De Soy a, sintiendo que es preciso mencionar el
nombre. Era buen soldado.
Los ojillos del cardenal destellan, como si lagrimeara. Mira directamente a
De Soy a.
Sus padres y su hermana recibirn las atenciones pertinentes. El lancero
Rettig tena un hermano que lleg al rango de sacerdote comandante en Bressia.
Lo sabas, hijo?
No, excelencia.
Lourdusamy asiente.
Una gran prdida.
El cardenal suspira y apoy a una mano regordeta en el escritorio vaco. De
Soy a ve los hoy uelos en el dorso de la mano y la mira como si fuera una entidad
aparte, una criatura martima sin huesos.
Federico, tenemos una sugerencia para que alguien llene en tu nave el
vaco que dej la muerte del lancero Rettig. Pero antes debemos comentar el
motivo de esta misin. Sabes por qu debemos encontrar y detener a esta nia?
De Soy a se y ergue en su asiento.
Su excelencia me explic que la nia era hija de una abominacin, un
cbrido. Que constituy e una amenaza para la Iglesia. Que quiz sea una agente
del TecnoNcleo.
Lourdusamy cabecea.
Todo eso es cierto, Federico. Pero no te contamos en qu sentido ella es una
amenaza, no slo para la Iglesia y para Pax, sino para toda la humanidad. Si
hemos de enviarte de vuelta en esta misin, hijo mo, tienes derecho a saberlo.
Sofocados por las ventanas y murallas del palacio, llegan dos ruidos
repentinos. En el mismo instante disparan el caonazo de medioda desde la
colina Janiculum, a orillas del ro, en Tratevere, y los relojes de San Pedro
comienzan a dar las doce.
Lourdusamy hace una pausa, extrae un antiguo reloj de los pliegues de su
tnica carmes, asiente con satisfaccin, le da cuerda y lo guarda.
De Soy a espera.

42
Nos llev poco ms de un da atravesar los tneles de hielo para llegar a la
ciudad sepultada, pero durante el tray ecto hubo tres breves perodos de sueo, y
el viaje en s oscuridad, fro, pasajes angostos en el hielo habra sido
olvidable si aquel espectro no hubiera matado a uno de nuestro grupo.
Como sucede con los autnticos actos de violencia, fue demasiado rpido
para observarlo. Trajinbamos por el tnel Aenea, el androide y y o a la
retaguardia de la hilera de chitchatuk cuando de pronto hubo una explosin de
hielo y movimiento. Me qued petrificado, pensando que haba estallado una
mina, y el hombre que caminaba a dos hombres de distancia de Aenea
desapareci sin un grito.
Yo todava estaba petrificado, el rifle de plasma en las manos, inservible con
el seguro puesto, cuando el chitchatuk ms prximo se puso a ulular de rabia e
impotencia, y los cazadores ms cercanos se internaron en el nuevo corredor que
se haba abierto donde un segundo antes no haba ninguno.
Aenea y a alumbraba con su lmpara el pozo casi vertical cuando me
acerqu a ella empuando mi arma. Dos chitchatuk se haban arrojado por el
conducto, frenando la cada con las botas y los cuchillos de hueso, arrojando
astillas de hielo; y o estaba por meterme cuando Cuchiat me aferr el hombro.
Ktchey! exclam. Ku tcheta chitchatuk!
Era el cuarto da, y y o y a entenda que me estaba ordenando que no fuera.
Obedec, pero saqu la linterna lser para iluminar el camino a los cazadores
aullantes que y a estaban a veinte metros y fuera de nuestra vista, pues el nuevo
tnel se pona horizontal. Al principio cre que era un efecto del rojo haz del lser,
pero luego vi que el pozo estaba casi totalmente pintado de brillante sangre.
Los gritos de los chitchatuk continuaron cuando los cazadores regresaron con
las manos vacas. Comprend que no haban visto al espectro ni hallado a la
vctima, salvo la sangre, los jirones de la tnica y el meique de la mano
derecha. Cuchtu, el hombre a quien considerbamos el mdico brujo, se
arrodill, bes el dgito cortado, se pas un cuchillo de hueso por el antebrazo,
derram su propia sangre sobre el dedo sanguinolento y luego, con reverencia,
guard el dedo en su saco de cuero. Los chitchatuk dejaron de ulular. Chiaku, el
hombre alto de tnica ensangrentada ahora doblemente ensangrentada, pues
era uno de los cazadores que se haban arrojado por el pozo, nos habl
gravemente mientras los dems cargaban sus brtulos, guardaban sus lanzas y
reanudaban la marcha.
Mientras seguamos andando por el tnel, mir atrs y vi que el boquete por
donde haba entrado el espectro se perda en aquella negrura que pareca
seguirnos. Pensando que esos animales vivan en la superficie y bajaban para
cazar, no me haba sentido nervioso. Pero ahora el hielo del suelo pareca

traicionero, las facetas de hielo y los rebordes de las paredes y los techos eran
meras ventanas donde acechaba otro espectro. Not que trataba de caminar
ligeramente, como si eso me impidiera caer al lugar donde aguardaba el asesino.
No era fcil caminar ligeramente en Sol Draconi Septem.
M. Aenea dijo A. Bettik, no entend lo que deca M. Chiaku. Algo
sobre nmeros?
El rostro de Aenea estaba hundido bajo los dientes de espectro de la tnica.
Yo saba que confeccionaban estas tnicas con cachorros de espectro, pero la
vislumbre de esos brazos blancos del grosor de mi torso atravesando el hielo, las
garras negras de la longitud de mi antebrazo, me hicieron comprender el tamao
de esas criaturas. A veces, comprend, destrabando el seguro de mi rifle de
plasma, tratando de caminar ligeramente en el peso aplastante de Sol Draconi
Septem, el camino ms corto hacia el coraje es la ignorancia absoluta.
As que pienso que hablaba del hecho de que la banda y a no suma un
nmero primo le deca Aenea a A. Bettik. Hasta que ella fue capturada
ramos veintisis, lo cual estaba bien, pero ahora tienen que hacer algo pronto
o no s ms mala suerte.

Por lo que pude entender, resolvieron el intrngulis del nmero primo


enviando a Chiaku delante como explorador. O quiz tan slo se ofreci como
voluntario para estar lejos del grupo hasta llegar a la ciudad congelada.
Veinticinco, siendo un nmero impar, se poda tolerar brevemente, pero sin
nosotros la banda pronto volvera a ser de veintids, todava un nmero
inaceptable.
Olvid todas mis reflexiones sobre la preocupacin de los chitchatuk por los
nmeros primos cuando llegamos a la ciudad.
Primero vimos la luz. Al cabo de varios das, nuestros ojos se haban
acostumbrado tanto al fulgor ambarino del chuchkituk el brasero de hueso
que aun el resplandor ocasional de nuestras lmparas nos encandilaba. La luz de
la ciudad congelada era dolorosa.
En un tiempo, el edificio haba sido de acero o plastiacero y cristal, tal vez de
setenta pisos de altura, y deba de dar sobre un grato valle verde y terraformado,
quizs hacia el sur, donde el ro pasaba a medio kilmetro. Ahora nuestro tnel de
hielo desembocaba en un agujero del cristal, hacia el piso cincuenta y ocho, y las
lenguas del glaciar atmosfrico haban deformado la estructura de acero
penetrando en varios niveles.
Pero el rascacielos an se mantena en pie, quiz con sus pisos superiores
asomando al negro vaco de la superficie. Y todava irradiaba su luz
resplandeciente.
Los chitchatuk se detuvieron en la entrada, protegindose los ojos del

resplandor y ululando en un tono distinto del gemido fnebre del tnel. Era una
seal. Mientras aguardbamos, mir el esqueleto de acero y cristal, las docenas
de lmparas encendidas que colgaban por doquier, piso tras piso, de modo que
podamos ver bajo nuestros pies, a travs del hielo, los pisos inferiores y las
ventanas iluminadas.
El padre Glaucus se aproxim por un recinto que era a medias caverna de
hielo y a medias oficina. Llevaba la larga sotana negra y el crucifijo que y o
asociaba con los jesuitas del monasterio de Puerto Romance. Era evidente que el
anciano era ciego tena ojos lechosos, con cataratas, inexpresivos como
piedras pero eso no fue lo primero que me llam la atencin en l: era viejo,
antiguo, venerable, barbado como un patriarca. Cuando Cuchiat lo llam, sus
rasgos cobraron vida y pareci despertar de un trance, enarcando las nveas
cejas, y su amplia frente se cubri de arrugas. Sus labios cuarteados se curvaron
en una sonrisa. Aunque esta descripcin puede parecer grotesca, no haba nada
extravagante en el padre Glaucus, ni su ceguera, ni su barba blanca y
deslumbrante, ni la curtida y manchada piel ni sus labios agrietados. Todo en l
era tan personal que ninguna comparacin le hara justicia.
Yo tena muchas reservas en cuanto a conocer a este glauco , temiendo
que estuviera asociado con Pax. Ahora, viendo que era sacerdote, habra cogido
a la nia y A. Bettik y me hubiera ido con los chitchatuk. Pero ninguno de los tres
tuvo ese impulso. Este anciano no era hombre de Pax, era slo el padre Glaucus.
Supimos esto pocos minutos despus de nuestro encuentro.
Pero antes de que ninguno hablara, el sacerdote ciego pareci detectar
nuestra presencia. Despus de conversar con Cuchiat y Chichitcia en su lengua,
gir hacia nosotros, alzando una mano como si su palma sintiera nuestro calor. Se
aproxim al lmite que separaba la caverna de hielo de la habitacin.
Camin directamente hacia m, me apoy la mano huesuda en el hombro y
dijo, en voz alta y ntido ingls de la Red:
He aqu el hombre!

Tard aos en poner ese comentario en perspectiva. En ese momento slo


pens que el viejo sacerdote estaba loco adems de ciego.
El arreglo fue que nosotros nos quedaramos unos das con el padre Glaucus
en el rascacielos mientras los chitchatuk se iban a atender asuntos de los
chitchatuk. Aenea y y o supusimos que lo ms urgente para ellos era resolver el
problema de los nmeros primos, y que luego regresaran a vernos. Habamos
logrado comunicarles por seas que desebamos desmantelar la balsa y llevarla
ro abajo hasta el prximo portal teley ector. Los chitchatuk parecan entender. Al
menos haban asentido usando su palabra de aprobacin chia cuando les
describimos con seas el segundo arco y la balsa pasando debajo. Si y o haba

entendido su respuesta gestual y verbal, el viaje hasta el segundo teley ector


requerira ir por la superficie, durara varios das y atravesara una zona de
muchos espectros rticos. Cre entender que hablaramos nuevamente sobre ello
una vez que hubieran satisfecho su necesidad inmediata de salir en busca del
equilibrio insoluble ; supongo que hablaban de encontrar a otro miembro de la
banda, o perder tres. Este pensamiento me produjo escalofros.
En todo caso, nosotros debamos quedarnos con el padre Glaucus hasta que
regresara la banda de Cuchiat. El sacerdote ciego habl animadamente con los
cazadores, y luego se par en la entrada de la caverna de hielo, escuchando,
hasta que el fulgor del brasero de hueso desapareci.
El padre nos salud de nuevo, palpndonos el rostro, los hombros, los brazos y
las manos. Confieso que nunca haba experimentado una presentacin
semejante. Cuando palp la cara de Aenea con sus manos huesudas, el anciano
dijo:
Una nia humana. Cre que nunca volvera a ver el rostro de una nia
humana.
No comprend.
Qu hay de los chitchatuk? pregunt. Ellos son humanos. Ellos deben
de tener hijos.
El padre Glaucus se haba internado en el rascacielos, subiendo por una
escalera hasta una habitacin ms clida antes de nuestra presentacin . Aqu
era donde viva. En los faroles y braseros ardan las mismas ascuas relucientes
que usaban los chitchatuk, slo que haba cientos ms. Los muebles eran
confortables; haba un antiguo reproductor de discos de msica y las paredes
internas estaban cubiertas de libros, algo que me pareci incongruente en la casa
de un ciego.
Los chitchatuk tienen hijos dijo el viejo sacerdote, pero no les
permiten ir con las bandas que merodean por aqu, tan al norte.
Por qu?
Los espectros dijo el padre Glaucus. Hay muchos espectros al norte
de la vieja frontera de terraformacin.
Pens que los chitchatuk vivan de los espectros.
El viejo asinti y se acarici la barba. Era una barba poblada y blanca, tan
larga que ocultaba su cuello romano. La sotana tena muchos remiendos y
costuras, pero aun as estaba deshilachada.
Mis amigos los chitchatuk viven de los cachorros de espectros. El
metabolismo de los adultos hace que su piel y huesos sean inservibles para la
banda.
No entend esto, pero no interrump.
Los espectros, por otra parte, aman a los nios chitchatuk. Por eso los
chitchatuk y los dems estn tan intrigados por la presencia de nuestra joven

amiga tan al norte.


Dnde estn sus hijos? pregunt Aenea.
Cientos de kilmetros al sur. Con las bandas de crianza. All hay un clima
tropical. El hielo tiene slo treinta o cuarenta metros de grosor y la atmsfera es
ms respirable.
Por qu los espectros no cazan a los nios all? pregunt.
Es mal terreno para los espectros demasiado caluroso.
Entonces por qu los chitchatuk no eligen la seguridad y se mudan al
sur? Me interrump. El fro y la abrumadora gravedad deban de haberme
vuelto ms estpido que de costumbre.
Exacto dijo el padre Glaucus, interpretando bien mi repentino silencio.
Los chitchatuk viven de los espectros. Los grupos de cazadores, como el de
nuestro amigo Cuchiat, corren grandes riesgos para llevar carne, pieles y
herramientas a las bandas de crianza. Las bandas de crianza corren el riesgo de
morirse de hambre si no llega la comida. Los chitchatuk tienen pocos hijos, pero
stos son muy valiosos para ellos. O, como diran ellos, Utchai tuk aichit
chacutkuchit.
Ms sagrados que el calor tradujo Aenea.
Precisamente. Pero estoy olvidando mis modales. Os mostrar vuestros
aposentos. Tengo varias habitaciones amuebladas y con calefaccin, aunque
vosotros sois mis primeros huspedes no chitchatuk en cinco dcadas estndar,
creo. Mientras os acomodis, calentar la cena.

43
Mientras explica el verdadero motivo de la misin de De Soy a, el cardenal
Lourdusamy se reclina en su trono y seala el distante techo con su mano
regordeta.
Qu piensas de esta habitacin, Federico?
El padre capitn De Soy a, dispuesto a or algo de importancia vital, pestaea
y y ergue el rostro. Esta gran sala tiene ornamentos tan profusos como las otras
del apartamento Borgia, o ms. Los colores son ms vivos, ms vibrantes, y el
padre capitn repara en la diferencia: estos tapices y frescos son ms actuales.
Uno presenta al papa Julio VI recibiendo el cruciforme de un ngel del Seor, y
otro muestra a Dios estirando el brazo en un eco del techo de Miguel ngel en
la Capilla Sixtina para entregar a Julio el Sacramento de la Resurreccin. Un
Arcngel expulsa al malvado antipapa, Teilhard I, con su espada flamgera. Otras
imgenes del techo y tapices de la pared proclaman la gloria del primer siglo de
la resurreccin de la Iglesia y la expansin de Pax.
El techo original se desmoron en el 1500 explica el cardenal
Lourdusamy , y por poco mat al papa Alejandro. Casi todo el decorado
original fue destruido. Len X lo hizo reemplazar despus de la muerte de Julio
II, pero la obra era inferior a la original. Su Santidad encomend la nueva obra
hace ciento treinta aos estndar. Fjate en el fresco central, obra de Halaman
Ghena de Vector Renacimiento. El Tapiz de Pax Ascendiente, por all, es obra de
Shiroku. La restauracin arquitectnica fue obra de la crema de los artesanos de
Pacem, entre ellos Peter Baines Cort-Bilgruth.
De Soy a asiente cortsmente, sin saber cmo se relaciona esto con el tema
que trataban. Quizs el cardenal, como ocurre con muchos poderosos, se hay a
habituado a divagar porque sus subalternos nunca le reprochan sus digresiones.
Como ley endo la mente del padre capitn, Lourdusamy re entre dientes y
apoy a su blanda mano en la superficie de cuero de la mesa.
Menciono esto por una razn, Federico. Convendras en que la Iglesia y
Pax han trado una era de paz y prosperidad sin precedentes para la humanidad?
De Soy a titubea. Ha ledo historia, pero no est seguro de que esta era no
tenga precedentes. Y en cuanto a la paz El recuerdo de bosques orbitales
incinerados y mundos arrasados an puebla sus sueos.
La Iglesia y sus aliados de Pax sin duda han mejorado la situacin de la
may ora de los ex mundos de la Red que he visitado, excelencia, y nadie puede
negar que el don de la resurreccin no tiene precedentes.
Vlgame! Un diplomtico! estalla Lourdusamy, frotndose el fino
labio superior con aire divertido. S, s, tienes toda la razn, Federico. Toda
poca tiene sus desventajas, y la nuestra incluy e una constante lucha contra los
xters y una lucha an ms urgente para establecer el reinado de Nuestro Seor

y Salvador en el corazn de todos los hombres y mujeres. Pero, como ves


seala una vez ms los frescos y tapices, estamos en medio de un
Renacimiento tan real como el que imbuy el espritu del primer Renacimiento,
que nos dio la capilla de Nicols V y otras maravillas que viste al entrar. Y este
Renacimiento es en verdad del espritu, Federico.
De Soy a aguarda.
Esta abominacin destruir todo eso dice gravemente Lourdusamy .
Como te dije hace un ao, lo que buscamos no es una nia, sino un virus. Y
sabemos de dnde viene ese virus.
De Soy a escucha.
Su Santidad ha tenido una de sus visiones contina el cardenal con una
voz que es apenas ms que un susurro. Sabes, Federico, que el Santo Padre a
menudo tiene sueos enviados por Dios?
He odo rumores, excelencia.
Este aspecto mgico de la Iglesia nunca ha atrado a De Soy a. Espera, y
Lourdusamy agita la mano como si desechara los rumores ms tontos.
Claro que Su Santidad ha recibido revelaciones vitales despus de mucho
orar, mucho ay unar, y demostrar una suprema humildad. Esa revelacin fue la
fuente de nuestro conocimiento acerca de cundo y dnde la nia aparecera en
Hy perion. Su Santidad tuvo razn en el momento, verdad?
De Soy a inclina la cabeza.
Y una de estas revelaciones sagradas inst al Santo Padre a pedir tus
servicios, Federico. El vio que tu destino y la salvacin de nuestra Iglesia y
nuestra sociedad estaban inextricablemente entrelazados.
El padre capitn De Soy a no pestaea.
Y ahora, la amenaza para el futuro de la humanidad se ha revelado en
may or detalle.
El cardenal se pone de pie, pero cuando De Soy a y monseor Oddi se
apresuran a levantarse, l les indica que se sienten. De Soy a se sienta y mira la
gigantesca masa roja y blanca movindose entre los estanques de luz de la
oscura habitacin, las relucientes mejillas del cardenal, sus ojillos perdidos en las
sombras.
ste es, en verdad, el gran intento de destruccin del TecnoNcleo,
Federico. El mismo mal mecnico que destruy Vieja Tierra, que explot las
mentes y almas de la humanidad con sus parasitarios teley ectores, y que
provoc el ataque xter que precedi a la Cada ese mismo mal vuelve a
hostigarnos. La hija del cbrido, Aenea, es su instrumento. Por eso los
teley ectores funcionan para ella cuando no admiten a nadie ms. Por eso el
demonio Alcaudn ha matado a miles de los nuestros y quiz pronto mate
millones o miles de millones. A menos que lo detengan, este scubo lograr
devolvernos al dominio de la mquina.

De Soy a mira la silueta roja del cardenal. Nada de esto es nuevo.


Lourdusamy se detiene.
Pero Su Santidad ahora sabe que la hija del cbrido no es slo la agente del
Ncleo, Federico. Es el instrumento del Dios Mquina.
De Soy a entiende. Cuando la Inquisicin lo interrog acerca de los Cantos,
sinti que las entraas se le hacan gelatina por temor al castigo por haber ledo el
poema prohibido. Pero aun este libro que figura en el Index admite que ciertos
elementos del Ncleo IA han trabajado durante siglos para producir una
Inteligencia Mxima, una deidad ciberntica que propagara su poder hacia atrs
en el tiempo para dominar el universo. Tanto los Cantos como la historia oficial
de la Iglesia reconocen la batalla en el tiempo entre este falso dios y Nuestro
Seor. El cbrido Keats los cbridos, en verdad, pues hubo un reemplazo cuando
una secta del Ncleo destruy al primero en la megaesfera fue falsamente
representado como mesas de la IM ese blasfemo concepto teilhardiano de un
dios evolucionado a partir de los humanos en los prohibidos Cantos. El poema
deca que la empata era la clave de la evolucin espiritual humana. La Iglesia
haba corregido eso, sealando que obedecer la Voluntad de Dios era la fuente de
la revelacin y la salvacin.
A travs de la revelacin dice Lourdusamy . Su Santidad sabe dnde
estn la hija del cbrido y sus cmplices en este preciso momento.
De Soy a se inclina hacia delante.
Dnde, excelencia?
En el mundo helado de Sol Draconi Septem. Su Santidad es muy claro en
cuanto a eso. Y es muy claro en cuanto a las consecuencias que habr si esa nia
no es detenida. Lourdusamy rodea el largo escritorio y se planta frente al
sacerdote capitn. De Soy a mira el resplandor rojo y blanco, los ojillos que lo
escudrian. Ahora ella busca aliados afirma fervientemente el cardenal.
Aliados que la ay uden en la destruccin de Pax y la desecracin de la Iglesia.
Hasta este momento ha sido como un virus mortal en una regin desierta, un
peligro potencial, pero contenible. Pronto, si se nos escapa, alcanzar la madurez
y el pleno poder el pleno poder del Maligno.
Por encima del reluciente hombro del cardenal, De Soy a ve las figuras que
se arquean en el fresco del techo.
Todos los portales teley ectores se abrirn simultneamente contina el
cardenal. El demonio Alcaudn, en un milln de iteraciones, saldr para
exterminar a los cristianos. Los xters contarn con armas del TecnoNcleo y
espeluznantes tecnologas IA. Ya han usado mquinas subcelulares para
convertirse en algo ms que humanos. Ya han vendido sus almas inmortales por
mquinas para adaptarse al espacio, para devorar la luz del sol, para existir
como como plantas en la oscuridad. Su capacidad guerrera aumentar mil
veces merced a las mquinas secretas del Ncleo. Esa fuerza maligna no ser

detenida, ni siquiera por la Iglesia. Miles de millones morirn la muerte


verdadera, perdern su cruciforme, el alma arrancada del cuerpo como si les
arrancaran el corazn del pecho. Decenas de miles de millones perecern. Los
xters se abrirn paso en los dominios de Pax, sembrando desolacin como los
vndalos y los visigodos, destruy endo Pacem, el Vaticano y todo lo que
conocemos. Matarn la paz. Negarn la vida y desecrarn nuestro principio de la
dignidad del individuo.
De Soy a espera.
Esto no tiene que suceder dice Lourdusamy . Su Santidad ora todos los
das para que no suceda. Pero son tiempos peligrosos, Federico, para la Iglesia,
para Pax, para el futuro de la raza humana. l ha visto lo que puede ocurrir y ha
consagrado nuestras vidas y nuestro sagrado honor de prncipes de la Iglesia a
impedir el nacimiento de una realidad tan nefasta.
De Soy a mira al cardenal, que se inclina hacia l.
Ahora, Federico, debo revelarte algo que nuestros miles de millones de
fieles slo sabrn dentro de meses. Hoy, a esta hora, en el snodo interestelar de
obispos, Su Santidad anuncia una cruzada.
Una cruzada? repite De Soy a. Hasta el inmutable monseor Oddi
carraspea.
Una cruzada contra la amenaza xter declara el cardenal Lourdusamy
. Durante siglos nos hemos defendido. La Gran Muralla es una estratagema
defensiva que pone cuerpos, naves y vidas cristianas en el camino de la agresin
xter. Pero a partir de hoy, por gracia de Dios, la Iglesia y Pax pasamos a la
ofensiva.
Cmo? pregunta De Soy a. Sabe que y a se libran batallas en la tierra de
nadie, aquel espacio gris que media entre las regiones de Pax y xters, llenando
miles de prsecs con las maniobras, embates y retiradas de las flotas. Pero con la
deuda temporal (un viaje desde Pacem hasta los confines ms remotos de la
Gran Muralla demora dos aos de tiempo de a bordo, una deuda temporal de
ms de veinte aos) es imposible coordinar la ofensiva con la defensa.
Lourdusamy sonre gravemente.
Aun mientras hablamos responde, se solicita, se ordena a todos los
mundos de Pax y el Protectorado que consagren sus recursos planetarios a
construir una gran nave, una nave por cada mundo.
Tenemos miles de naves
S. Pero estas naves usarn la nueva tecnologa Arcngel. No sern como
el Rafael, un correo con poco armamento, sino los cruceros de batalla ms
mortferos que hay a visto este brazo en espiral. Capaces de trasladarse a
cualquier parte de la galaxia en menos tiempo del que tarda una lanzadera en
ponerse en rbita. Cada nave llevar el nombre de su mundo natal, y ser
tripulada por oficiales de Pax devotos como t, hombres y mujeres dispuestos a

sufrir la muerte y recibir la resurreccin, y cada cual ser capaz de destruir


enjambres enteros.
De Soy a asiente.
sta es la respuesta del Santo Padre a la revelacin que tuvo acerca de la
amenaza de la nia, excelencia?
Lourdusamy rodea el escritorio y se acomoda en su trono como si estuviera
exhausto.
En parte, Federico. En parte. Estas nuevas naves se empezarn a construir
en la prxima dcada estndar. La tecnologa es difcil muy difcil. En el
nterin, el scubo del cbrido contina propagando la enfermedad como un virus.
Esa parte depende de ti de ti y tu mejorada tripulacin de buscadores de virus.
Mejorada? repite De Soy a. El sargento Gregorius y el cabo Kee an
pueden viajar conmigo?
S, y a han sido asignados.
Y cul es la mejora? pregunta De Soy a, temiendo que un cardenal del
Santo Oficio sea incluido en su misin.
El cardenal Lourdusamy abre los gordos dedos como si levantara la tapa del
cofre del tesoro.
Slo una adicin, Federico.
Un funcionario de la Iglesia? pregunta De Soy a, temiendo que
entreguen el disco papal a otro comandante.
Lourdusamy sacude la cabeza. Su gran papada ondula con el movimiento.
Un simple guerrero, padre capitn De Soy a. Una nueva raza de guerreros,
criada para el renovado ejrcito de Cristo.
De Soy a no entiende. Parece que la Iglesia est respondiendo a la
nanotecnologa xter con sus propias biomodificaciones. Eso atentara contra toda
la doctrina eclesistica que le han enseado a De Soy a.
Una vez ms, el cardenal parece leer los pensamientos del sacerdote capitn.
Nada de eso, Federico. Algunos realces y mucho entrenamiento en
una nueva rama de las fuerzas armadas de Pax, pero todava totalmente
humano y cristiano.
Un soldado? pregunta De Soy a, desconcertado.
Un guerrero. No est dentro de la jerarqua de mando de Pax. El primer
miembro de las legiones de elite que sern la punta de lanza de la cruzada que Su
Santidad anunciar hoy.
De Soy a se frota la barbilla.
Y estar bajo mi mando directo, como Gregorius y Kee?
Desde luego responde Lourdusamy, reclinndose y entrelazndose las
manos sobre el ancho vientre. Habr un solo cambio, pues as lo juzg
necesario Su Santidad en consejo con el Santo Oficio. Ella tendr su propio disco
papal, con autoridad aparte en ciertas decisiones militares y aquellos actos que se

juzguen necesarios para la conservacin de la Iglesia.


Ella repite De Soy a, tratando de entender. Si l y esta misteriosa
guerrera tienen igual autoridad papal, cmo podrn tomar decisiones? Hasta
ahora cada aspecto de la bsqueda de la nia ha tenido facetas e implicaciones
militares. Cada decisin que l ha tomado estaba consagrada a la preservacin de
la Iglesia. La expulsin y el reemplazo seran preferibles a este falso reparto de
poder.
El cardenal Lourdusamy no le da tiempo a replicar.
Federico, Su Santidad an te ve como partcipe y como principal
responsable. Pero Nuestro Seor ha revelado una terrible necesidad que el Santo
Padre procura apartar de tus manos, sabiendo que eres hombre de conciencia.
Terrible necesidad? dice De Soy a, comprendiendo con angustia qu es.
Los rasgos de Lourdusamy son luz brillante y sombras profundas cuando se
inclina sobre el escritorio.
El scubo engendrado por el cbrido debe ser exterminado. Destruido. El
virus debe ser erradicado del Cuerpo de Cristo como primer paso hacia la ciruga
correctiva que vendr.
De Soy a cuenta hasta ocho antes de hablar.
Yo encuentro a la nia dice. Esta guerrera la mata.
S dice Lourdusamy. No se discute si el padre capitn De Soy a aceptar
esta misin modificada. Los cristianos renacidos, los sacerdotes, los jesuitas y
oficiales de Pax, no vacilan cuando el Santo Padre y la Santa Madre Iglesia les
asignan un deber.
Cundo conocer a esta guerrera, excelencia? pregunta De Soy a.
El Rafael se trasladar a Sol Draconi Septem esta misma tarde gorjea
monseor Oddi desde su silla. La nueva integrante de la tripulacin y a est a
bordo.
Puedo preguntar su nombre y rango? dice De Soy a, volvindose hacia
el alto monseor.
El cardenal Simon Augustino Lourdusamy responde:
An no tiene rango formal, padre capitn De Soy a. Con el tiempo ser
oficial de las nuevas Legiones de la Cruzada. A partir de ahora, t y tus hombres
podis llamarla por su nombre.
De Soy a espera.
Que es Nemes contina el cardenal. Rhadamanth Nemes. Mira a
Lucas Oddi, quien se pone de pie. De Soy a se apresura a imitarlo. Obviamente la
audiencia ha terminado.
Lourdusamy alza su mano regordeta para bendecirlo con tres dedos. De Soy a
inclina la cabeza.
Que Nuestro Seor y Salvador Jesucristo te guarde y te preserve y te d el
xito en este viaje de suprema importancia. Lo pedimos en el nombre de Jess.

Amn murmura el monseor Lucas Oddi.


Amn dice De Soy a.

44
No se trataba de un solo edificio, sino que toda una ciudad estaba sepultada en
la atmsfera resublimada de Sol Draconi Septem, un fragmento de la arrogancia
de la Hegemona congelada como un antiguo insecto apresado en mbar.
El padre Glaucus era un hombre afable, bienhumorado y generoso. Pronto
supimos que lo haban desterrado a Sol Draconi Septem como castigo por
pertenecer a una de las ltimas rdenes teilhardianas de la Iglesia.
Aunque su orden haba rechazado los fundamentos bsicos de Teilhard
cuando Julio VI emiti una bula proclamando que la filosofa del antipapa era
blasfema, la orden fue disuelta y sus miembros excomulgados o enviados a los
confines de los dominios de Pax. El padre Glaucus no se refera a su
permanencia de cincuenta y siete aos estndar en esa tumba helada como
exilio. La consideraba su misin.
Aunque admita que los chitchatuk no haban demostrado el menor inters en
convertirse, confesaba que l tena poco inters en convertirlos. Admiraba su
coraje, respetaba su honestidad y estaba fascinado por su cultura de
supervivencia. Antes de perder la vista ceguera de nieve, lo llamaba l, no
cataratas; una combinacin de fro, vaco y radiacin dura en la superficie el
padre Glaucus haba viajado con muchas bandas chitchatuk.
Entonces eran ms coment mientras estbamos en su iluminado estudio
. El desgaste ha cobrado su precio. Hace cincuenta aos haba decenas de
miles de chitchatuk, hoy slo sobreviven unos centenares.
En los primeros das, mientras Aenea, A. Bettik y el sacerdote ciego
conversaban, me dediqu a explorar la ciudad congelada.
El padre Glaucus alumbraba cuatro pisos de un edificio alto con los faroles
alimentados con esas cpsulas que parecan ascuas.
Para ahuy entar a los espectros seal. Odian la luz.
Encontr una escalera y descend en la oscuridad con una lmpara y el rifle.
Veinte pisos ms abajo, un laberinto de tneles conduca a los dems edificios de
la ciudad. Dcadas antes, el padre Glaucus haba marcado la entrada de esos
edificios sepultados con una pluma: DEPSITO, TRIBUNAL, CENTRO DE
COMUNICACIONES, DOMO DE LA HEGEMONA, HOTEL, y as
sucesivamente. Explor algunos, viendo indicios de visitas ms recientes del
sacerdote. En mi tercera exploracin encontr las profundas bvedas donde
estaban almacenadas las cpsulas de combustible. Eran fuente de calor y de luz
para el viejo sacerdote, y tambin su principal arma de negociacin para que los
chitchatuk lo visitaran.
Los espectros les dan todo excepto material combustible me haba dicho
. Las cpsulas les dan luz y un poco de calor. Disfrutamos del trueque. Ellos me
dan carne y cueros de espectro, y o les doy lumbre y buena conversacin. Creo

que al principio se interesaron por m porque mi banda consista en el nmero


primo ms elegante el uno! En los primeros tiempos y o ocultaba la posicin
del depsito. Hoy s que los chitchatuk jams me robaran. Aunque en ello les
fuera la vida. Aunque en ello les fuera la vida de sus hijos.
Haba poco para ver en la ciudad sepultada. La oscuridad era absoluta, y mi
lmpara apenas lograba disipar las sombras. Si y o haba abrigado esperanzas de
encontrar un modo fcil de llegar hasta el segundo arco un soplete gigante, o
un taladro de fusin, las perd muy pronto. La ciudad, con excepcin de los
cuatro pisos de muebles, libros, luz, alimentos, calor y conversacin del padre
Glaucus, estaba tan fra y muerta como el noveno crculo del infierno.

En nuestro tercer o cuarto da, poco antes de la comida, me reun con los
dems en el estudio del sacerdote. Ya haba revisado los libros del anaquel:
volmenes de filosofa y teologa, novelas de misterio, textos de astronoma,
estudios de etnologa, volmenes de neoantropologa, novelas de aventuras, guas
de carpintera, textos mdicos, libros de zoologa.
Mi may or tristeza, cuando qued ciego hace treinta aos me haba dicho
el padre Glaucus el da en que mostr orgullosamente su biblioteca fue que y a
no pude leer mis queridos libros. Soy un Prspero negado. No puedes imaginar
cunto tiempo me llev trasladar estos tres mil volmenes desde la biblioteca que
est cincuenta pisos ms abajo.
Por las tardes, mientras y o exploraba y A. Bettik se pona a leer, Aenea le
lea en voz alta al viejo sacerdote.
Una vez, cuando entr en la habitacin sin golpear, vi lgrimas en las mejillas
del misionero.
Aquel da, cuando me reun con ellos, el padre Glaucus hablaba de Teilhard,
el jesuita original, no el antipapa a quien Julio VI haba suplantado.
Fue camillero durante la Primera Guerra Mundial deca el padre
Glaucus. Pudo haber sido capelln y permanecer fuera de la lnea de fuego,
pero opt por ser camillero. Le dieron medallas por su valor, incluida una que se
llamaba la Legin de Honor.
A. Bettik se aclar la garganta cortsmente.
Excseme, padre. Es correcta mi presuncin de que la Primera Guerra
Mundial fue un conflicto anterior a la Hgira que se limit a la Vieja Tierra?
El barbado sacerdote sonri.
Precisamente, querido amigo. Principios del siglo veinte. Un conflicto
terrible. Terrible. Y Teilhard estuvo en pleno combate. El odio a la guerra le dur
toda la vida.
El padre Glaucus se haba construido una mecedora, y ahora se hamacaba
frente al fuego que arda en un tosco hogar. Las ascuas doradas arrojaban largas

sombras y ms calor del que habamos disfrutado desde que habamos cruzado el
portal teley ector.
Teilhard era gelogo y paleontlogo. En China, un estado-nacin de Vieja
Tierra, en la dcada de 1930, elabor la teora de que la evolucin era un proceso
incompleto, pero que tena un propsito. Vea el universo como un designio de
Dios para unir al Cristo de la Evolucin, lo Personal y lo Universal en una sola
entidad consciente. Teilhard de Chardin vea cada paso de la evolucin como una
seal de esperanza, siendo aun las extinciones masivas causa de alegra. La
cosmognesis (el trmino que l usaba) ocurrira cuando la humanidad fuera
central para el universo, la noognesis era la evolucin continua de la mente del
hombre, y la hominizacin y la ultrahominizacin eran las etapas del Homo
sapiens evolucionando hacia la verdadera humanidad.
Disculpe, padre me o decir, apenas consciente de la incongruencia de
esta conversacin abstracta en medio de la ciudad congelada, bajo una
atmsfera congelada, bajo el asedio de los espectros y del fro, pero la
hereja de Teilhard no deca que el gnero humano evolucionara hasta ser Dios?
El sacerdote ciego sacudi la cabeza con expresin afable.
Durante su vida, hijo mo, Teilhard no fue condenado por hereja. En 1962
el Santo Oficio, que entonces era muy diferente, emiti un monitum
Un qu? pregunt Aenea, sentada en la alfombra junto al fuego.
Un monitum es una advertencia contra la aceptacin acrtica de sus ideas.
Y Teilhard no deca que los seres humanos se convertiran en Dios, sino que todo
el universo consciente formaba parte de un proceso de evolucin hacia el da,
que l llamaba Punto Omega, en que toda la creacin, la humanidad incluida,
sera una con la Deidad.
Teilhard habra incluido el TecnoNcleo en esa evolucin? pregunt
Aenea, abrazndose las rodillas.
El sacerdote ciego dej de hamacarse y se pas los dedos por la barba.
Los estudiosos lo han discutido durante siglos, querida. Yo no soy un
estudioso, pero estoy seguro de que l habra incluido al Ncleo, en su optimismo.
Pero los miembros del Ncleo descienden de mquinas intervino A.
Bettik. Y su concepto de una Inteligencia Mxima es muy diferente del
cristiano una mente fra y desapasionada, un poder predictivo capaz de
absorber todas las variables.
El padre Glaucus cabece.
Pero piensan, hijo mo. Sus primeros progenitores autoconscientes fueron
diseados con ADN viviente.
Diseados con ADN para computar dije, pasmado ante la idea de que
las mquinas del Ncleo recibieran el beneficio de la duda cuando se hablaba del
alma.
Y para qu fue diseado nuestro ADN en los primeros cientos de millones

de aos, hijo mo? Comer? Matar? Procrear? Acaso fuimos menos innobles
en nuestros comienzos que el silicio anterior a la Hgira y las IAs con base de
ADN? Como dira Teilhard, es la conciencia que Dios ha creado para acelerar la
autopercepcin del universo, como medio para comprender Su voluntad.
Las IAs queran usar a la humanidad como parte de su proy ecto IM dije
, y luego destruirnos.
Pero no lo hicieron.
No gracias al Ncleo.
La humanidad ha evolucionado, en la medida en que lo ha hecho, no
gracias a sus predecesores ni a s misma. La evolucin genera seres humanos.
Los seres humanos, por medio de un largo y doloroso proceso, generan
humanidad.
Empata murmur Aenea.
El padre Glaucus volvi los ojos ciegos hacia ella.
Precisamente, querida. Pero no somos las nicas encarnaciones de la
humanidad. Una vez que nuestros ordenadores alcanzaron la autoconciencia,
formaron parte de este designio. Pueden resistirse. Pueden tratar de desbaratarlo
por sus propios motivos. Pero el universo contina urdiendo su propio designio.
Usted habla del universo y sus procesos como si fueran una mquina
dije. Programada, inexorable, inevitable.
El viejo sacudi la cabeza lentamente.
No, no nunca una mquina. Y nunca inevitable. Si algo nos ense la
venida de Cristo es que nada es inevitable. El resultado siempre est en duda. Las
decisiones a favor de la luz o de la oscuridad siempre dependen de nosotros de
nosotros y de cada entidad consciente.
Teilhard pensaba que la conciencia y la empata triunfaran? pregunt
Aenea.
El padre Glaucus seal la biblioteca con su mano huesuda.
All hay un libro, en el tercer estante Tena un sealador azul la ltima
vez que mir, hace ms de treinta aos. Lo ves?
Diarios, notas y correspondencia de Teilhard de Chardin ley Aenea.
S, s. brelo donde est el sealador azul. Ves el pasaje que he anotado?
Es una de las ltimas cosas que vieron estos viejos ojos antes de la oscuridad.
El pasaje del 12 de diciembre de 1919?
S. Lelo, por favor.
Aenea aproxim el libro a la luz del fuego.
Ntese bien ley . No atribuy o valor definitivo absoluto a las diversas
construcciones del hombre. Creo que desaparecern, fundidas en una nueva
totalidad que an no podemos concebir. Al mismo tiempo admito que tienen un
papel provisional esencial, que son fases necesarias e inevitables que nosotros
(nosotros o la raza) debemos atravesar en el curso de nuestra metamorfosis. Lo

que amo en ellas no es su forma particular sino su funcin, que consiste en


construir, de una manera misteriosa, primero algo divinizable y luego, con el
auxilio de la gracia de Cristo en nuestros esfuerzos, algo divino .
Hubo un momento de silencio slo interrumpido por el siseo del fuego y el
crujido de los millones de toneladas de hielo que nos rodeaban. Al fin el padre
Glaucus dijo:
Esa esperanza fue la hereja de Teilhard a ojos del papa actual. Creer en la
esperanza fue mi gran pecado. Este seal la pared externa donde el hielo y la
oscuridad se apiaban contra el cristal es mi castigo.
Callamos un instante.
El padre Glaucus se ech a rer y se apoy las huesudas manos en las
rodillas.
Pero mi madre me ense que no hay castigo ni dolor cuando hay amigos,
comida y conversacin. Y aqu tenemos todo eso. M. Bettik! Y digo M. Bettik
porque tu ttulo no te honra, amigo. Te aparta de la humanidad al inventar falsas
categoras. M. Bettik!
Padre?
Le haras a este viejo el favor de ir a la cocina a buscar el caf, que y a
debe de estar listo? Cuidar el guisado y el pan, que se estn calentando. M.
Endy mion?
S, padre?
Bajaras a la bodega para escoger la mejor cosecha disponible?
Sonre, sabiendo que el sacerdote no poda verme.
Y cuntos pisos debo bajar para encontrar la bodega, padre? Espero que
no sean cincuenta y nueve.
El viejo mostr los dientes.
Bebo vino con todas las comidas, hijo mo, as que me encontrara en
mucho mejor estado fsico si as fuera. No, perezoso de m, guardo el vino en el
armario que est en el piso de abajo. Cerca de la escalera.
Lo encontrar dije.
Yo pondr la mesa dijo Aenea. Y maana por la noche cocinar y o.
Todos fuimos a realizar nuestras tareas.

45
El Rafael llega al sistema de Sol Draconi. A pesar de las explicaciones
recibidas por el padre capitn De Soy a y otros que viajan en naves Arcngel, su
mecanismo de impulso no es una modificacin del antiguo motor Hawking, que
ha desafiado la barrera de la velocidad de la luz desde antes de la Hgira. El
motor del Rafael es en gran medida un engao: cuando llega a velocidades
cuasicunticas, emite una seal en un medio antes conocido como el Vaco Que
Vincula. Una fuente energtica que est en Otra Parte activa un dispositivo
remoto que perfora un subplano de ese medio, rasgando la urdiembre del espacio
y del tiempo. Esa ruptura es instantneamente fatal para la tripulacin humana,
que muere dolorosamente: las clulas se desgarran, los huesos se hacen polvo, las
sinapsis se anulan, las tripas se vacan, los rganos se lican. Nunca conocern los
detalles: todo recuerdo de los ltimos microsegundos de horror y muerte se borra
durante la reconstruccin del cruciforme y la resurreccin.
El Rafael inicia su tray ectoria de frenado, dirigindose a Sol Draconi Septem,
y su motor de fusin detiene la nave bajo doscientas toneladas de tensin. En sus
divanes de aceleracin y sus nichos de resurreccin, el padre capitn De Soy a, el
sargento Gregorius y el cabo Kee y acen muertos; sus cuerpos desgarrados son
pulverizados por segunda vez, porque la nave conserva automticamente la
energa al no inicializar los campos internos hasta que la resurreccin hay a
comenzado. Adems de los tres humanos muertos, hay a bordo otro par de ojos.
Rhadamanth Nemes ha abierto la tapa de su nicho de resurreccin y se
encuentra en el divn expuesto. La brutal desaceleracin azota su cuerpo
compacto sin daarlo. Siguiendo la programacin estndar, el sistema de soporte
vital de la cabina est apagado: no hay oxgeno, la presin atmosfrica es
demasiado baja para permitir que un humano sobreviva sin traje espacial y la
temperatura es de treinta grados centgrados bajo cero. Nemes no se inmuta.
Acostada en el divn, vestida con su mono carmes, mira los monitores,
interrogando a la nave y recibiendo respuestas por enlace de fibrohebra.
Seis horas despus de antes que se enciendan los campos internos y los
cuerpos comiencen a ser reparados en sus complejos sarcfagos, aun mientras la
cabina est en el vaco, Nemes se pone de pie, soporta impasiblemente
doscientas gravedades y camina al cubculo de conferencias y la mesa de
rastreo. Pide un mapa de Sol Draconi Septem y pronto encuentra el itinerario
anterior del ro Tetis. Ordenando a la nave que transmita imgenes visuales de
largo alcance, acaricia la imagen hologrfica de tajos, dunas y grietas en el
hielo. La cspide de un edificio asoma en el glaciar atmosfrico. Nemes chequea
el mapa: est a treinta kilmetros del ro sepultado.
Al cabo de once horas de frenado, el Rafael entra en rbita en torno de la
reluciente y nvea esfera de Sol Draconi Septem. Los campos internos y a estn

activados, los sistemas de soporte vital en funcionamiento, pero Rhadamanth


Nemes les presta tan poca atencin como al peso y al vaco. Antes de abandonar
la nave, chequea los monitores de los nichos de resurreccin. Faltan ms de dos
das para que De Soy a y sus guardias se muevan en los nichos.
Abordando la nave de descenso, Nemes activa un enlace de fibra ptica entre
su mueca y la consola, ordena la separacin y gua la nave por el terminador,
entrando en la atmsfera sin consultar instrumentos ni controles. Dieciocho
minutos despus la nave se posa en la superficie, a doscientos metros de la
rechoncha torre cubierta de hielo.
La luz del sol brilla sobre el glaciar escalonado, pero el cielo es negro. No se
ven estrellas. Aunque la atmsfera es casi inexistente, los sistemas trmicos del
planeta, fluy endo de polo a polo, generan vientos incesantes que impulsan los
cristales de hielo a cuatrocientos kilmetros por hora. Ignorando los trajes
espaciales y atmosfricos que cuelgan en la cmara de presin, Rhadamanth
Nemes abre las puertas. Sin esperar el descenso de la escalerilla, salta tres
metros hasta la superficie, cay endo erguida en el campo gravitatorio de unocoma-siete. Agujas de hielo la acribillan como dardos.
Nemes enciende una fuente interna que activa un campo biomrfico a cerocoma-ocho milmetros de su cuerpo. Para un observador externo, esta compacta
mujer de cabello negro y corto y ojos negros y chatos se convierte sbitamente
en una escultura de mercurio con forma humana. Corre por el hielo a treinta
kilmetros por hora, se detiene ante el edificio, no encuentra la entrada, destroza
un panel de plastiacero con el puo. Atravesando la hendidura, recorre el
resplandor del hielo hasta llegar al pozo del ascensor. Abre las puertas a
manotazos. Hace tiempo que los ascensores han cado al stano, que est ochenta
pisos ms abajo.
Rhadamanth Nemes entra en el pozo abierto y cae a treinta metros por
segundo en la oscuridad. Cuando ve pasar una luz, aferra una viga de acero para
detenerse. Y ha llegado a su velocidad terminal de ms de quinientos kilmetros
por hora y desacelera hasta cero en menos de tres centsimas de segundo.
Nemes sale del ascensor, entra en la sala, mira los muebles, los faroles, los
anaqueles. El viejo est en la cocina. Yergue la cabeza al or los rpidos pasos.
Raul? pregunta. Aenea?
Exacto dice Rhadamanth Nemes, insertando dos dedos en el pecho del
viejo sacerdote y levantndolo del piso. Dnde est la nia Aenea? Dnde
estn todos?
Asombrosamente, el sacerdote ciego no grita de dolor. Aprieta los dientes
carcomidos y fija los ojos ciegos en el techo, pero slo dice:
No lo s.
Nemes asiente y lo deja caer al suelo. Montndose en su pecho, le apoy a el
ndice en el ojo e inserta un micro filamento de bsqueda en el cerebro. La sonda

llega hasta una regin precisa del crtex cerebral.


Ahora, padre, probemos de nuevo. Dnde est la nia? Con quin?
Las respuestas circulan por el microfilamento como borbotones codificados
de energa neural moribunda.

46
Nuestros cuatro das con el padre Glaucus fueron memorables por su calidez,
su tranquilidad y sus conversaciones. Lo que ms recuerdo son las
conversaciones.
Poco antes del regreso de los chitchatuk conoc una de las razones por las que
A. Bettik realizaba este viaje.
Tienes hermanos, M. Bettik? le pregunt el padre Glaucus, an
negndose a usar el honorfico de androide.
Para mi asombro, A. Bettik respondi que s. Cmo era posible? Los
androides eran diseados y biofacturados, cultivados en artesas a partir de
elementos genticos, como los rganos para trasplantes.
Durante nuestra biofacturacin continu A. Bettik los androides eran
tradicionalmente clonados en colonias de cinco, habitualmente cuatro varones y
una mujer.
Quintillizos dijo el padre Glaucus desde su mecedora. Tienes tres
hermanos y una hermana.
S.
Pero sin duda no fuisteis empec, y me interrump, frotndome la
barbilla. Acababa de afeitarme (pareca lo ms civilizado en el hogar del padre
Glaucus) y el contacto de la piel lisa me sobresalt. Pero sin duda no crecisteis
juntos. Es decir, los androides no eran?
Biofacturados con forma adulta? dijo A. Bettik con su sonrisa leve.
No, nuestro proceso de crecimiento era acelerado. Alcanzbamos la madurez a
los ocho aos estndar, pero haba un perodo de infancia. Esta demora era uno
de los motivos por los cuales la biofacturacin de androides era prohibitivamente
costosa.
Cmo se llaman tus hermanos? pregunt el padre Glaucus.
A. Bettik cerr el libro que estaba hojeando.
La tradicin era llamar a cada miembro del grupo de cinco en orden
alfabtico dijo. Mis hermanos eran A. Anttibe, A. Corresson, A. Darria y A.
Evvik.
Cul era la mujer? pregunt Aenea. Darria?
S.
Y cmo fue tu infancia?
Ante todo consisti en recibir educacin, entrenamiento y definicin de
parmetros de servicio.
Aenea estaba acostada en la alfombra, la barbilla en las manos.
Ibas a la escuela? Jugabas?
Nos instruan en la fbrica, aunque la may or parte de nuestros
conocimientos llegaban por transferencia ARN. Y si por jugar te refieres a

compartir ratos de distensin con mis hermanos, la respuesta es s.


Qu sucedi con tus hermanos? pregunt Aenea.
A. Bettik sacudi la cabeza.
Al principio nos transfirieron juntos, pero poco despus nos separaron. Yo
fui comprado por el reino de Mnaco-en-Exilio y embarcado a Asquith. En ese
momento entend que cada uno de nosotros prestara servicios en diferentes
partes de la Red o el Confn.
Y nunca ms oste hablar de ellos? pregunt.
No dijo A. Bettik. Aunque importaron mucha mano de obra androide
para la construccin de la Ciudad de los Poetas durante la transferencia de la
colonia del rey Guillermo XXIII a ese mundo, la may ora haba prestado
servicios en Asquith antes que y o, y nadie haba conocido a mis hermanos
durante los perodos de trasbordo.
En tiempos de la Red dije, habra sido fcil investigar los otros mundos
por teley ector y esfera de datos.
S confirm A. Bettik, salvo que la ley y los inhibidores ARN prohiban
a los androides viajar por teley ector o tener acceso directo a la esfera de datos.
Y poco despus de mi creacin se hizo ilegal biofacturar o poseer androides
dentro de la Hegemona.
As que trabajabas en el Confn. En mundos lejanos como Hy perion.
Precisamente, M. Endy mion.
Y por eso deseabas realizar este viaje? Para encontrar a tus hermanos?
A. Bettik sonri.
Las probabilidades en contra son astronmicas, M. Endy mion. No slo
sera improbable la coincidencia, sino que es improbable que hay an sobrevivido
a la destruccin general de androides que sigui a la Cada. Pero A. Bettik se
interrumpi y abri las manos, como explicando su necedad.

En la noche anterior al regreso de la banda o que Aenea expona por primera


vez su teora del amor. Empez hablando de los Cantos de Martin Silenus.
Bien dijo, entiendo que pasaba al Index de Libros Prohibidos en cuanto
Pax se haca cargo, pero qu hay de los mundos que Pax an no haba absorbido
cuando se public? Recibi los elogios crticos que l siempre haba querido?
Recuerdo que comentbamos los Cantos en el seminario ri el padre
Glaucus. Sabamos que estaba prohibido, pero eso lo haca ms tentador. Nos
resistamos a leer a Virgilio, pero esperbamos nuestro turno para leer esa ajada
compilacin de patraas que eran los Cantos.
Patraas? pregunt Aenea. Siempre consider al to Martin un gran
poeta, pero slo porque l me dijo que lo era. Mi madre deca que era un to
insufrible.

Los poetas pueden ser ambas cosas dijo el padre Glaucus. Ri de nuevo
. En verdad, a menudo lo son. Por lo que recuerdo, la may ora de los crticos
despreci los Cantos en los pocos crculos literarios que existan antes de que la
Iglesia los absorbiera. Algunos lo tomaban en serio como poeta, no como
cronista de lo que realmente sucedi en Hy perion antes de la Cada. Pero la
may ora se burlaba de su apoteosis del amor hacia el final del segundo volumen.
Lo recuerdo dije. El personaje de Sol, el viejo estudioso cuy a hija ha
envejecido al revs, descubre que el amor es la respuesta a lo que l llama el
dilema de Abraham.
Recuerdo que un crtico mordaz que rese el poema en nuestra ciudad
capital cit algunos graffiti encontrados en la pared de una ciudad de Vieja Tierra
anterior a la Hgira. Si el amor es la respuesta, cul era la pregunta? .
Aenea me mir buscando una explicacin.
En los Cantos dije, Sol descubre que aquello que el Ncleo IA
denominaba el Vaco Que Vincula es el amor. Ese amor es una fuerza bsica del
universo, como la gravedad y el electromagnetismo, como la fuerza nuclear
fuerte y dbil. En el poema Sol ve que la Inteligencia Mxima del Ncleo nunca
ser capaz de comprender que la empata es inseparable de esa fuente, del amor.
El viejo poeta describe el amor como la imposibilidad subcuntica que llevaba
informacin de fotn en fotn .
Teilhard no habra disentido, aunque lo habra dicho de otra manera.
De cualquier modo, la reaccin general ante el poema, segn Grandam,
fue que su sensiblera le quitaba fuerza.
Aenea sacudi la cabeza.
El to Martin tena razn. El amor es una de las fuerzas bsicas del universo.
S que Sol Weintraub crea sinceramente que l lo haba descubierto. Se lo dijo a
mi madre antes de que l y su hija desaparecieran dentro de la Esfinge,
dirigindose hacia el futuro de la nia.
El sacerdote ciego dej de hamacarse y se inclin hacia delante, apoy ando
los codos en las rodillas huesudas. Su sotana acolchada habra resultado cmica
en un hombre menos digno.
Esto es ms complicado que decir que Dios es amor? pregunt.
S respondi Aenea, de pie frente al fuego. En ese momento me pareci
may or, como si hubiera crecido y madurado en los meses que habamos
compartido. Los griegos vean la gravedad en funcionamiento, pero la
explicaban diciendo que uno de los cuatro elementos, la tierra, regresaba a su
familia . Lo que vislumbr Sol Weintraub fue la fsica del amor dnde reside,
cmo funciona, cmo se la puede comprender y dominar. La diferencia entre
Dios es amor y aquello que vio Sol Weintraub, aquello que el to Martin
intent explicar, es la diferencia entre la explicacin griega de la gravedad y las
ecuaciones de Isaac Newton. Una es una frase perspicaz. La otra ve la cosa

misma.
Lo haces sonar cuantificable y mecnico, querida objet el padre
Glaucus.
No dijo Aenea, con un vigor que le desconoca. As como usted
explic que Teilhard saba que la evolucin del universo hacia una may or
conciencia no poda ser puramente mecnica, que las fuerzas no eran
desapasionadas como supona la ciencia, sino que derivaban de la pasin absoluta
de la divinidad, bien, de la misma manera una comprensin del aspecto amoroso
del Vaco Que Vincula nunca puede ser mecnica. En cierto sentido, es la esencia
de la humanidad.
Contuve el impulso de rerme.
Ests diciendo que se requiere otro Isaac Newton para explicar la fsica
del amor? dije. Qu nos d sus ley es de la termodinmica, sus reglas de
entropa? Qu nos muestre el clculo del amor?
S afirm la nia.
El padre Glaucus an estaba inclinado hacia delante, las manos sobre las
rodillas.
Eres t esa persona, joven Aenea de Hy perion?
Aenea se alej, caminando hacia la oscuridad y el hielo que haba al otro
lado del cristal antes de dar media vuelta para regresar lentamente al crculo de
luz. Estaba cabizbaja, lagrimeaba.
S dijo con voz trmula. Me temo que s. No quiero serlo. Pero lo soy.
O podra serlo si sobrevivo.
Esto me provoc un escalofro. Lament que hubiramos entablado esta
conversacin.
Nos lo revelars ahora? dijo el padre Glaucus, con la voz suplicante de
un nio.
Aenea irgui el rostro.
No puedo. No estoy preparada. Lo lamento, padre.
El sacerdote ciego se reclin en la silla y de pronto pareci muy viejo.
Est bien, nia. Te he conocido. Eso es suficiente.
Aenea se le acerc y lo abraz un largo minuto.

Cuchiat y su banda regresaron antes de que despertramos y nos


levantramos a la maana siguiente. Durante nuestra permanencia entre los
chitchatuk, nos habamos acostumbrado a dormir pocas horas consecutivas y a
reanudar la marcha en la eterna sombra del hielo, pero con el padre Glaucus
seguamos su sistema y atenubamos las luces de las habitaciones internas para
tener ocho horas de noche . Observ que uno siempre estaba cansado en un
entorno de uno-coma-siete gravedades.

A los chitchatuk les disgustaba internarse en el edificio, as que se quedaron en


la ventana y se pusieron a ulular hasta que nos vestimos y fuimos a la carrera.
La banda haba vuelto al saludable nmero primo veintitrs, aunque el padre
Glaucus no pregunt dnde haban encontrado una nueva integrante y los dems
nunca lo sabramos. Cuando entr en la habitacin, la imagen me impresion
tanto que nunca he podido olvidarla: los vigorosos chitchatuk en cuclillas, el padre
Glaucus hablando con Cuchiat, la remendada sotana extendida sobre el hielo
como una flor negra, el fulgor de los faroles resbalando sobre los cristales de la
entrada y, mas all del cristal, la opresiva presencia del hielo, el peso y la
oscuridad.
Habamos pedido al padre Glaucus que oficiara de intrprete para formular
nuestra solicitud de ay uda a los indgenas, y el viejo abord el tema, pidiendo a
los chitchatuk que nos ay udaran a llevar nuestra balsa ro abajo.
Los chitchatuk respondieron, cada cual esperando para interpelar
individualmente al padre Glaucus y a nosotros, y cada cual diciendo
esencialmente lo mismo: estaban dispuestos a efectuar el viaje.
No era un viaje sencillo. Cuchiat confirm que haba tneles que descendan
hasta el ro en el segundo arco, casi doscientos metros ms abajo que donde
estbamos ahora, y que haba una extensin de aguas abiertas donde el ro
pasaba bajo el segundo teley ector, pero
No haba tneles entre este lugar y el segundo arco, veintiocho kilmetros al
norte.
Quera preguntar por el origen de estos tneles le dijo Aenea. Son
demasiado redondos y regulares para ser grietas o fisuras. Los crearon los
chitchatuk en algn momento del pasado?
El padre Glaucus mir a la nia con incredulidad.
Quieres decir que no lo sabes? dijo.
Habl con los chitchatuk, cuy a reaccin fue explosiva: un animado parloteo,
esos ladridos que asocibamos con la risa.
Espero no haberte ofendido, querida dijo el risueo sacerdote. Es algo
tan comn en nuestra vida que tanto para m como para el Pueblo Indivisible
resulta muy cmico que alguien atraviese el hielo sin saberlo.
El Pueblo Indivisible? pregunt A. Bettik.
Chitchatuk dijo el padre Glaucus. Significa indivisible , o quiz se
acerque ms al matiz de la palabra que significa incapaz de may or
perfeccin .
Aenea sonri.
No me siento ofendida. Pero me gustara participar de la broma. Quin
cre los tneles?
Los espectros intervine antes de que hablara el sacerdote.
l se volvi hacia m.

Precisamente, amigo Raul. Precisamente.


Aenea frunci el ceo.
Sus zarpas son temibles, pero ni siquiera los adultos podran abrir tneles tan
grandes en hielo tan slido verdad?
Sacud la cabeza.
Creo que no hemos visto a los adultos.
Precisamente. El viejo cabeceaba. Raul est en lo cierto, querida. Los
chitchatuk cazan los cachorros ms jvenes. Los cachorros ms grandes cazan a
los chitchatuk. Pero los espectros que ves son etapas larvales de la criatura.
Durante ese perodo se alimentan y merodean por la superficie, pero al cabo de
tres rbitas de Sol Draconi Septem
Seran veintinueve aos estndar murmur A. Bettik.
Precisamente. Al cabo de tres aos locales, veintinueve estndar, el
espectro inmaduro, el cachorro (aunque esta palabra se suele usar para
mamferos), sufre varias metamorfosis y se convierte en el autntico espectro,
que horada el hielo a veinte kilmetros por hora. Tiene unos quince metros de
longitud y bien, quiz veas uno en tu viaje hacia el norte.
Me aclar la garganta.
Creo que Cuchiat y Chiaku estaban explicando que no haba ms tneles
que conectaran esta zona con el teley ector, veintiocho kilmetros al norte.
Ah s dijo el padre Glaucus, y reanud su conversacin en el crepitante
idioma chitchatuk. Cuando Cuchiat le respondi, el ciego explic: Veinticinco
kilmetros por la superficie, que es ms de lo que el Pueblo Indivisible suele
recorrer de un tirn. Y Aichacu observa que la zona est llena de espectros, tanto
cachorros como adultos, que los chitchatuk que han vivido all durante siglos hoy
son collares de crneos para los espectros. Observa que las tormentas estivales
arrasan la superficie este mes. Pero por vosotros, amigos mos, estn dispuestos a
emprender el viaje.
Sacud la cabeza.
No entiendo. En la superficie no hay aire, verdad?
Ellos tienen todos los materiales que necesitaris para el viaje, hijo mo.
Aichacut gru. Cuchiat aadi algo ms, en tono templado.
Estn dispuestos a partir cuando lo deseis, amigos. Cuchiat dice que
necesitaris dos sueos y tres marchas para regresar a vuestra balsa. Luego os
dirigiris hacia el norte hasta que se acaben los tneles.
El viejo sacerdote hizo una pausa.
Qu sucede? pregunt Aenea con preocupacin. El padre Glaucus
sonri forzadamente, pasndose los dedos huesudos por la barba.
Os echar de menos. Ha pasado un largo tiempo desde que Bah, me
estoy poniendo senil. Venga, os ay udar a empacar, desay unaremos y ver si
puedo completar vuestras provisiones con algunas cosas del depsito.

La despedida fue dolorosa. La idea de que el anciano se quedara nuevamente


solo en el hielo, enfrentando los espectros y ese glaciar planetario con slo unas
lmparas encendidas, me estrujaba el pecho. Aenea llor. Cuando A. Bettik fue a
estrechar la mano del sacerdote, el padre Glaucus abraz fervorosamente al
sorprendido androide.
Tu da llegar, amigo M. Bettik. Lo s. Lo presiento.
A. Bettik no respondi, pero ms tarde, mientras seguamos a los chitchatuk,
not que el hombre azul miraba la alta silueta recortada contra la luz hasta que
doblamos un recodo del tnel y el edificio, la luz y el viejo sacerdote se
perdieron de vista.
Necesitamos tres marchas y dos perodos de sueo para llegar a la cuesta
final de hielo, atravesar una grieta y bajar adonde estaba amarrada la balsa. Yo
no vea manera de transportar los troncos en las curvas de esos tneles
incesantes, pero esta vez los chitchatuk no perdieron tiempo en admirar la
embarcacin, sino que se pusieron de inmediato a desatarla y a separar tronco
por tronco.
Toda la banda haba admirado nuestra hacha en la primera visita, y ahora
pude mostrarles cmo funcionaba, mientras reduca cada tronco a fragmentos de
slo un metro y medio.
Usando la linterna lser, A. Bettik y Aenea hacan lo mismo en nuestra
improvisada lnea de montaje, mientras los chitchatuk limpiaban el hielo de la
embarcacin casi hundida, cortaban o desataban nudos y suban los segmentos
para que los cortramos y apilramos. Una vez que terminamos, la losa, los
faroles y el hielo quedaron en el reborde de hielo y la madera qued apilada en
el largo tnel como si fuera lea.
Al principio me divirti la idea, pero luego pens que sta sera una
bienvenida reserva de combustible para los chitchatuk: calor y luz para ahuy entar
a los espectros. Mir nuestra balsa desmantelada con otros ojos. Bien, si no
logrbamos atravesar el segundo portal
Usando a Aenea como traductora, comunicamos a Cuchiat que nos gustara
dejarles el hacha, la losa y otros elementos. Los chitchatuk quedaron
estupefactos. Dieron vueltas, abrazndonos y palmendonos la espalda hasta
dejarnos sin aliento. Incluso el hurao Aichacut nos palme con algo semejante a
un tosco afecto.
Cada miembro de la banda se sujet tres o cuatro troncos a la espalda. A.
Bettik, Aenea y y o hicimos lo mismo en este campo gravitatorio eran pesados
como cemento e iniciamos la larga travesa ascendente hacia la superficie, el
vaco, la tormenta y los espectros.

47
Rhadamanth Nemes tarda menos de un minuto en realizar el sondeo neural
del cerebro del padre Glaucus. En una combinacin de imgenes visuales,
lenguaje y datos qumicos sinpticos, Nemes obtiene una imagen cabal de la
visita de Aenea a la ciudad congelada. Extrae el microfilamento y se concede
unos segundos para evaluar los datos.
Aenea, su compaero humano Raul y el androide partieron hace tres das y
medio estndar, pero al menos uno de esos das se habr perdido en el
desmantelamiento de la balsa. El segundo teley ector est unos treinta kilmetros
al norte, y los chitchatuk los guiarn por la superficie, un viaje lento y peligroso.
Es probable que Aenea no hay a sobrevivido al viaje por la superficie. Nemes ha
visto en la mente del sacerdote los toscos medios con que el Pueblo Indivisible
enfrenta la intemperie.
Rhadamanth Nemes sonre.
No dejar las cosas libradas al azar.
El padre Glaucus gime dbilmente.
Nemes se detiene, la rodilla en el pecho del viejo sacerdote. La sonda neural
ha causado pocos daos: un kit mdico sofisticado podra cerrar el orificio que el
filamento abri entre el ojo y el cerebro del viejo. Y l y a estaba ciego cuando
ella lleg.
Nemes reflexiona. Encontrarse con un sacerdote de Pax en este mundo no
formaba parte de la ecuacin. Cuando el padre Glaucus se mueve, llevndose las
huesudas manos al rostro, Nemes sopesa la situacin. Dejar al sacerdote con vida
implica muy poco riesgo; es un misionero olvidado en el exilio, destinado a morir
en este sitio. Por otra parte, dejarlo sin vida implica cero riesgo. Es una ecuacin
simple.
Quin eres? gime el sacerdote cuando Nemes lo levanta y lo lleva de la
cocina al comedor, del comedor a la biblioteca, de la biblioteca al pasillo y al
centro del edificio.
Aun aqu hay faroles encendidos para ahuy entar a los espectros.
Quin eres? repite el sacerdote ciego, forcejeando como un beb en
manos de un adulto fuerte. Por qu haces esto? pregunta el viejo mientras
Nemes abre las puertas del ascensor de un puntapi y lo sostiene un instante.
Una rfaga de aire helado baja de la superficie a las honduras del glaciar. Es
un ruido estridente, como si el planeta congelado aullara. En el ltimo momento
el padre Glaucus comprende lo que sucede.
Ah, querido Jess, Seor susurra, con un temblor en los labios. Ah, san
Teilhard, querido Jess
Nemes suelta al viejo en el pozo del ascensor y se aleja, apenas sorprendida
de no or un alarido a sus espaldas. Sube a la superficie por la escalera

escarchada, saltando cinco escalones por vez en la opresiva gravedad. Una vez
arriba, astilla a puetazos una cascada de atmsfera congelada que cubre cinco o
seis tramos de escalera. De pie en el techo del edificio, bajo un cielo negro y una
ventisca que le azota el rostro con cristales de hielo, activa el campo de fases y
corre hacia la nave.
Tres espectros inmaduros estn inspeccionando la nave. En un segundo
Nemes estudia a las criaturas: no mamferos, con una piel blanca que en
realidad consiste en escamas tubulares capaces de retener la atmsfera gaseosa,
lo cual conserva el calor del cuerpo, ojos que operan en infrarrojo, capacidad
pulmonar redundante, lo cual les permite andar ms de doce horas sin oxgeno,
ms de cinco metros de longitud, patas delanteras vigorosas, patas traseras
diseadas para cavar y destripar, bestias muy rpidas.
La miran y ella se aproxima. Vistos contra el fondo negro, los espectros
parecen inmensas comadrejas o iguanas blancas. Sus cuerpos alargados se
mueven con celeridad.
Nemes piensa en sortearlos, pero si atacan la nave podra tener
complicaciones durante el despegue. Pasa a tiempo rpido. Los espectros se
petrifican en su movimiento. Los arremolinados cristales de hielo cuelgan
suspendidos contra el cielo negro.
Usando la mano derecha y el filo diamantino de su antebrazo, descuartiza a
los tres animales. Durante la faena, dos cosas la sorprenden levemente: cada
espectro tiene dos enormes corazones de cinco cmaras, y las bestias parecen
capaces de seguir luchando con uno solo intacto; usan un collar de crneos
humanos. Una vez que termina y vuelve a tiempo lento, con los tres espectros
cados en el hielo como costales de tripas, Nemes inspecciona los collares.
Crneos humanos. Quiz nios humanos. Interesante.
Nemes activa la nave y vuela al norte valindose de los propulsores de
reaccin, pues las rechonchas alas no encuentran sostn en este vaco. Sondea el
hielo con radar hasta encontrar el ro. Encima del ro hay cientos de kilmetros
de tneles. Los espectros han estado muy activos en esta zona.
En la pantalla de radar, el arco de metal del portal teley ector destaca como
una luz brillante en niebla oscura. El instrumento, sin embargo, es menos preciso
para localizar criaturas vivientes. Varios ecos muestran huellas de espectros
adultos que abren tneles en el glaciar atmosfrico, pero estos sonidos estn
varios kilmetros al norte y al este.
Nemes desciende sobre el portal teley ector y estudia la superficie buscando
la entrada de una caverna. Encuentra una, entra en el glaciar, abandona el
escudo biomrfico cuando la presin sube por encima de tres psi y la
temperatura llega a treinta grados bajo cero.
El laberinto de tneles es desconcertante, pero ella se orienta usando como
referencia el portal y al cabo de una hora se aproxima al nivel del ro. La

oscuridad casi absoluta le impide usar amplificacin por luz infrarroja y no ha


trado linterna, pero abre la boca y un brillante haz de luz amarilla alumbra el
tnel y la niebla.
Oy e que se acercan mucho antes que los faroles estn a la vista en el largo
corredor descendente. Apagando la luz, Rhadamanth Nemes aguarda en el tnel.
Cuando rodean el recodo, parecen ms una manada de espectros diminutos que
una banda de seres humanos, pero Rhadamanth Nemes los reconoce por los
recuerdos del padre Glaucus: los chitchatuk de Cuchiat. Se detienen sorprendidos
al ver en el tnel a una mujer solitaria sin tnica ni aislamiento.
Cuchiat se adelanta y habla deprisa.
El Pueblo Indivisible saluda a la guerrera/cazadora/exploradora que viaja
en el fulgor de la casi perfecta indivisibilidad. Si necesitas calor, comida, armas o
amigos, habla, pues nuestra banda ama a quienes caminan en dos pies y respetan
la senda del primo.
En el idioma chitchatuk que ha aprendido del viejo sacerdote, Rhadamanth
Nemes responde:
Busco a mis amigos, Aenea, Raul y el hombre azul. Ya han pasado por el
arco de metal?
Los veintitrs chitchatuk parlotean entre s, asombrados de que la forastera
domine su idioma. Razonan que debe de ser una amiga o pariente del glauco,
pues esta persona utiliza el mismo dialecto que el ciego vestido de negro que
comparte su calor con los visitantes. Aun as, Cuchiat habla con suspicacia.
Han pasado bajo el hielo y se perdieron de vista al cruzar el arco. Nos
desearon buena suerte y nos entregaron regalos. Nosotros te deseamos buena
suerte y te ofrecemos regalos. Desea tu casi perfecta indivisibilidad viajar por el
ro mgico con tus amigos?
Dentro de un momento dice Rhadamanth Nemes, sonriendo. Este
encuentro supone la misma ecuacin que el dilema del viejo sacerdote. Avanza
un paso. Los veintitrs chitchatuk exclaman con deleite infantil mientras ella
cambia de fase y se convierte en mercurio lquido. Ella sabe que la luz de las
ascuas que se refleja en el hielo ahora debe de reproducirse en su superficie.
Pasando a tiempo rpido, mata a los veintitrs hombres y mujeres sin
desperdiciar movimientos ni esfuerzos.
Saliendo de tiempo rpido, escoge el cadver ms prximo e inserta una
sonda neural por el rabillo del ojo. La red neural del cerebro se est
desmoronando por falta de sangre y oxgeno, creando ese torrente de
alucinaciones y creatividad desenfrenada comn a la muerte de esas redes,
humanas o IA, pero en medio de la reproduccin sinptica de imgenes de
nacimiento un largo tnel, una luz clida y brillante detecta las imgenes
evanescentes de la nia, el hombre alto y el androide empujando la balsa
reconstruida, agachando la cabeza mientras pasan bajo el arco.

Maldicin jadea Nemes.


Dejando los cuerpos apilados en el tnel, corre hasta el nivel del ro.
Hay pocas aguas abiertas aqu, y el portal teley ector es apenas una curva de
metal en el hielo escabroso. Aureolas de niebla la rodean en la explanada de
hielo donde las huellas trmicas muestran el sitio donde los chitchatuk se
reunieron para despedirse de sus amigos.
Nemes desea interrogar al teley ector, pero para llegar al arco tiene que
taladrar muchos metros de hielo o trepar por el techo hasta el sector expuesto, a
treinta metros de altura. Cambia de fase slo las manos y los pies. Trepa,
cavando agarraderas en el hielo.
Colgada cabeza abajo desde el arco, apoy a la mano en un panel y espera a
que el metal escarchado se pliegue sobre s mismo como la piel de una herida.
Extendiendo microfilamentos y una sonda de fibra ptica, establece contacto con
el mdulo de interfaz que la comunica con el teley ector. Un susurro que circula
por encima de su nervio auditivo le indica que los Tres Sectores de Confluencia
estn monitoreando y deliberando.
Durante los siglos de la Hegemona del Hombre, todos pensaban que haba
millones de portales teley ectores creados por el TecnoNcleo, desde las puertas
pequeas hasta los grandes arcos del ro Tetis y los enormes portales espaciales.
Todos estaban equivocados. Hay un solo portal teley ector, pero est en todas
partes.
Usando el mdulo de interfaz, Rhadamanth Nemes interroga al nico
teley ector verdadero, viviente y palpitante dentro de su camuflaje de metal, sus
dispositivos electrnicos y su escudo de fusin. Durante siglos, los humanos que
recorran la Red por teley ector en su cspide, un analista humano sugiri que
haba ms de mil millones de saltos por segundo sirvieron a los Mximos, esos
elementos del TecnoNcleo que existan para crear una IA ms avanzada, la
Inteligencia Mxima, cuy a conciencia absorbera la galaxia, quizs el universo.
Cada vez que un humano tena acceso a las esferas de datos conectadas por
ultralnea o se teley ectaba, sus sinapsis y ADN se sumaban a la potencia de la
red neural construida por el Ncleo. Al Ncleo no le importaba el impulso
visceral de la humanidad de desplazarse, de viajar sin gasto de energa ni brecha
temporal, pero la Red de teley ectores era el anzuelo perfecto para urdir una
estructura til a partir de esos cientos de miles de millones de cerebros primitivos
y orgnicos. Cuando Meina Gladstone y sus malditos peregrinos de Hy perion lo
dejaron encerrado en los intersticios del espacio-tiempo, cuando fue atacado por
la vara de muerte que el Ncleo haba ay udado a la humanidad a construir,
cuando poderes que estaban ms all del crculo conocido de la megaesfera
desbarataron sus conexiones de ultralnea, todas las facetas del omnipresente
portal teley ector quedaron muertas e inutilizadas.
Salvo sta. Acaban de usarla. El mdulo de interfaz le comunica lo que ella y

todos los Sectores y a saben. La faceta ha sido activada por Otra Cosa. Desde
Otra Parte.
El portal an guarda sus puntos de conexin en el espacio-tiempo real en su
memoria de neutrinos modulados. Nemes obtiene acceso a esta memoria.
Aenea y los dems se han teley ectado a Qom-Riy adh. Nemes debe descifrar
otro acertijo. Puede volar en su nave hasta el Rafael y estar en Qom-Riy adh en
pocos minutos. Pero tendr que interrumpir la resurreccin de De Soy a y los
dems, y ofrecer una explicacin plausible para el cambio. Adems, QomRiy adh es un sistema que Pax ha puesto en cuarentena: la lista oficial lo muestra
como arrasado por los xters, pero es uno de los primeros proy ectos de justicia y
Paz. Al igual que con Hebrn, ni Pax ni sus asesores pueden permitir que De
Soy a y sus hombres vean la verdad que el planeta representa. Por ltimo, Nemes
sabe que el ro Tetis tiene pocos kilmetros, atravesando un desierto de roca roja
del hemisferio meridional y pasando frente a la gran mezquita de Mashhad. Si
permite que el ciclo de resurreccin del Rafael se complete, De Soy a y los
dems no estarn activos durante tres das estndar, lo cual permitir que Aenea
y sus secuaces recorran ese tramo del Tetis. Una vez ms la ecuacin exige que
Nemes liquide a De Soy a y los dems y contine sola. Pero sus instrucciones le
dictan que evite esa posibilidad a menos que sea absolutamente necesario. La
participacin de De Soy a en la captura de La Que Ensea, la amenaza Aenea, se
ha registrado en demasiadas simulaciones, se ha grabado en muchos anlisis
prospectivos de los Sectores como para ser ignorada sin riesgos. La trama del
espacio-tiempo se parece a uno de esos complejos tapices del Vaticano, piensa
Nemes, y si alguien empieza a tirar de las hebras sueltas corre el riesgo de
deshilachar todo el tapiz.
Nemes reflexiona. Al fin inserta un filamento de red neural en las sinapsis del
mdulo de interfaz. All est toda la ruta de activacin del teley ector, pasada y
presente. El recuerdo de Aenea y sus cmplices es una burbuja fugaz, pero
Nemes puede ver las aberturas del pasado reciente y del futuro. Slo hay otras
dos posibilidades, ro abajo, en el futuro previsible. Despus de Qom-Riy adh, la
Otra Cosa ha estructurado los portales para que conduzcan slo a Bosquecillo de
Dios, y luego
Nemes jadea y extrae el microfilamento antes de que el peso de la ltima
activacin la incinere. sta es obviamente la meta de Aenea, o mejor dicho la
meta de la Otra Cosa que le abre el paso. Y es inaccesible para Pax y los Tres
Sectores.
Pero la sincronizacin pronto ser correcta. Nemes puede mantener a De
Soy a y sus hombres con vida mientras salta al sistema de Bosquecillo de Dios. Ya
ha pensado en una explicacin creble. Suponiendo dos das de trnsito para
Qom-Riy adh y otro da para Bosquecillo de Dios, an podr interceptar la balsa
y cumplir su cometido antes de la resurreccin de De Soy a. Incluso tendr un

par de horas para ordenar las cosas, de modo que cuando llegue a Bosquecillo de
Dios con el padre capitn y los guardias suizos no habr nada a la vista salvo
signos de que la nia y sus amigos han pasado por all y se han vuelto a
teley ectar.
Nemes extrae la sonda, corre a la superficie, sube en su nave al Rafael, borra
del ordenador todo registro de que ha despertado o usado la nave de descenso,
introduce un mensaje falso en el ordenador y se acuesta en el nicho de
resurreccin. Mientras estaba en el sistema de Pacem, haba aislado el nicho del
sistema de resurreccin y presentado las lecturas para que simularan actividad.
Se tiende en el zumbante atad y cierra los ojos. Los saltos a tiempo rpido y el
uso excesivo de la piel de movimiento de fases la fatigan. Necesita ese descanso
antes que De Soy a y los dems regresen de la muerte.
Recordando ese detalle con una sonrisa, Rhadamanth Nemes activa un guante
de cambio de fase y se lo apoy a entre los senos, enrojeciendo y reordenando la
piel para simular un cruciforme. Ella no lleva el parsito, pero los hombres de la
nave pueden verla desnuda, y no piensa revelar nada por una estpida falta de
atencin a los detalles.
El Rafael sigue girando alrededor del resplandeciente mundo helado de Sol
Draconi Septem mientras tres tripulantes y acen en sus atades y las luces de
monitoreo registran su lento ascenso desde la muerte. La otra pasajera duerme.
No suea.

48
Mientras flotbamos en aquel mundo desierto, parpadeando bajo la dura luz
de ese sol G2 y bebiendo agua de los sacos de tripa de espectro, nuestros ltimos
dos das en Sol Draconi Septem parecan un sueo evanescente.
Cuchiat y su banda se haban detenido a cincuenta metros de la superficie
habamos notado que el aire era mucho ms tenue en los tneles y all, en el
corredor de hielo, nos habamos preparado para nuestra expedicin. Para nuestro
asombro, los chitchatuk se desnudaron. Aunque desviamos los ojos con
embarazo, notamos que sus cuerpos eran musculosos y compactos. Cuchiat y la
guerrera Chatchia se aproximaron para supervisar cmo nos desnudbamos y
preparbamos para la superficie, mientras Chiaku y los dems sacaban enseres
de sus mochilas.
Observamos e imitamos a los chitchatuk con ay uda de Cuchiat y Chatchia.
Durante los pocos segundos que estuvimos desnudos apoy ados en las tnicas de
espectro, para no congelarnos los pies el fro nos quem. Nos pusimos un
material delgado y membranoso una piel interior del espectro, nos informaron
luego que estaba preparado para los brazos, las piernas y la cabeza. Pero,
obviamente, para brazos, piernas y cabezas ms pequeas. La membrana era
ceida y sofocante. Comprend que esto era el equivalente chitchatuk de los
trajes de presin, o bien de los sofisticados dermotrajes que las fuerzas armadas
de la Hegemona usaban en el espacio. Las membranas dejaban pasar el sudor y
generaban calor y fro mientras servan para impedir que los pulmones
explotaran en el vaco, la piel se magullara o la sangre hirviera. Usbamos las
membranas como cogullas, dejando los ojos, la nariz y la boca al descubierto.
Cuchiat y Chatchia sacaron mscaras membranosas de la mochila. Los otros
chitchatuk y a se haban puesto las suy as. No eran objetos naturales, era evidente.
La mscara estaba hecha de la misma piel interior que el traje de presin, con un
acolchado de cuero de espectro. Las antiparras estaban hechas con la lente
externa de los ojos del animal, ofreciendo acceso infrarrojo limitado, como los
ojos de nuestras tnicas. De la nariz de la mscara sala un rollo de intestinos de
espectro cuy o extremo Cuchiat insert en un saco de agua.
No era slo un saco de agua, como comprend cuando los chitchatuk
comenzaron a respirar por su mscara.
El brasero de cpsulas derreta el hielo formando agua y gas atmosfrico.
Filtraban esta mezcla hasta obtener cantidades adecuadas de aire respirable.
Trat de respirar por la mscara. Los otros componentes, metano y tal vez un
poco de amonaco, me hacan lagrimear, pero era respirable. Calcul que
tendramos un par de horas de aire en el saco.
Con los trajes puestos, nos pusimos las tnicas. Cuchiat baj la cabeza de la
tnica ms que de costumbre, trabajando los dientes de tal modo que mirbamos

por las lentes, la cabeza actuando como tosco casco sobre el traje de presin.
Despus nos calzamos un par de botines de cuero que se acordonaban sobre la
pantorrilla, casi hasta la rodilla. Chiaku cosi la tnica externa con su aguja de
hueso. El saco de agua y aire colgaba de correas, cerca de una solapa que se
poda descoser y abrir rpidamente cuando era preciso llenar las bolsas.
Chichticu, el portador del fuego, derreta hielo aun mientras marchbamos, y
entregaba los sacos de reemplazo en orden preciso, desde Cuchiat, el primero,
hasta m, el ltimo. Al menos ahora comprenda el orden jerrquico de la banda.
Tambin comprenda por qu, cuando el peligro amenazaba en la superficie, la
banda formaba un crculo protector con Chichticu, el portador del fuego, en el
centro. No era slo que tuviera una importancia religiosa y simblica. Su
constante vigilancia y trajn nos mantenan con vida.
Hubo un aadido ms a nuestro guardarropa cuando salimos de la caverna al
viento arremolinado y la superficie helada. De una cavidad cercana a la entrada,
Chiaku y los dems sacaron objetos largos y negros cuy a parte inferior tena un
filo de navaja y cuy a parte superior era chata y ancha, para apoy ar los pies. Se
sujetaban con correas de cuero de espectro. Estos objetos combinaban el patn
con el esqu, y anduve torpemente diez metros por el glaciar hasta comprender
que estbamos esquiando sobre garras de espectro.
Tema caerme en esa gravedad, pues cada cada equivala a que siete
dcimos de otro Raul Endy mion cay eran sobre m, pero pronto aprendimos el
movimiento, y nuestro acolchado amortiguaba los golpes. Termin por usar uno
de los troncos de la balsa como bastn de esqu cuando la superficie era
demasiado desigual y me impulsaba como si y o mismo fuera una balsa.
Ojal tuviera una holoimagen o fotografa de nuestro grupo durante esa
salida. Con las pieles de espectro, los trajes de piel, los sacos de aire, los tubos de
intestinos, las lanzas, el rifle de plasma, las mochilas y los esques de garras,
debamos parecer astronautas del paleoltico de Vieja Tierra.
Todo funcion. Nos movamos ms deprisa en la nieve cristalizada que en los
tneles de hielo. Y cuando el viento soplaba desde el sur, podamos extender los
brazos y dejarnos impulsar como veleros.

La superficie de la congelada atmsfera de Sol Draconi Septem tena una


belleza tosca pero memorable. El cielo era vaco y negro cuando el sol estaba
alto, pero un instante despus del poniente despuntaban miles de estrellas, como
en una explosin. Nuestras tnicas y trajes internos resistan bien las extremas
temperaturas diurnas, pero era obvio que ni siquiera los chitchatuk podan
sobrevivir al fro por la noche. Afortunadamente nos desplazamos a suficiente
velocidad como para tener un solo perodo de seis horas de oscuridad, y los
chitchatuk haban planeado nuestra partida de tal modo que tuvimos un da entero

de luz solar antes de ese anochecer.


No haba montaas ni otros rasgos de superficie aparte de riscos y ros de
hielo, salvo en las primeras horas, cuando el sol del amanecer alumbr un objeto
hacia el sur. Comprend que era la punta del rascacielos del padre Glaucus,
sobresaliendo del hielo a muchos kilmetros. Aparte de eso, la superficie era tan
lisa que me pregunt cmo se orientaban los chitchatuk, pero vi que Cuchiat
miraba el sol y luego su propia sombra. Continuamos esquiando hacia el norte
durante el breve da.
Los chitchatuk se desplazaban en una formacin defensiva, con el portador
del fuego y hechicero en el centro, guerreros con lanzas en los flancos, Cuchiat a
la cabeza y Chiaku obviamente el lugarteniente a retaguardia. Todos
llevbamos un rollo de soga de espectro en torno de la tnica y comprend mejor
el propsito de esa soga cuando Cuchiat se detuvo abruptamente y patin hacia el
este para evitar varias grietas que y o no haba visto. Mir hacia abajo. Ese
abismo pareca caer en una oscuridad eterna. Trat de imaginar cmo habra
sido esa cada. Al caer la tarde un guerrero desapareci en un silencioso estallido
de cristales de hielo, y reapareci poco despus cuando Chiaku y Cuchiat
preparaban sus sogas de rescate. El guerrero haba detenido su cada, se haba
quitado los patines y los haba usado como herramientas para escalar, trepando
por la abrupta pared de la grieta. Yo estaba aprendiendo a no subestimar a los
chitchatuk.
No vimos espectros ese primer da. Al caer el sol notamos que Cuchiat y los
dems haban dejado de patinar hacia el norte y andaban en crculos, escrutando
el hielo como si buscaran algo. Entretanto, los aullantes vientos nos arrojaban
cristales de hielo. Si hubiramos usado trajes espaciales, el visor se habra
cubierto de raspones y manchas. Las tnicas y lentes no revelaban ningn dao.
Al fin Aichacut nos llam con seas desde el oeste no haba comunicacin
verbal con las mscaras y el vaco y todos patinamos en esa direccin,
detenindonos en un sitio que no pareca diferente del resto de la superficie.
Cuchiat nos hizo retroceder, desat el hacha que le habamos regalado y se puso
a picar el hielo. Cuando la capa de la superficie se raj, vimos que no era otra
grieta sino la angosta entrada de una caverna. Cuatro guerreros aprontaron sus
lanzas, Chichticu se les uni con su lmpara de ascuas y, con Cuchiat a la cabeza,
el grupo entr en el agujero mientras los dems esperbamos en un crculo
defensivo.
Poco despus Cuchiat asom la cabeza y nos llam con seas. Todava
empuaba el hacha, y lo imagin sonriendo detrs de su visera de dientes de
espectro y su mscara. El hacha haba sido un regalo importante.
Pernoctamos en la guarida de espectro. Ay ud a Chiaku a tapar la entrada
con nieve y hielo, cubrimos otro metro del tnel de entrada con cristal de hielo y
fragmentos ms grandes y entramos. Chichticu calent bloques de hielo hasta

que la guarida tuvo atmsfera suficiente para respirar. Dormimos amontonados,


los veintitrs miembros del Pueblo Indivisible y los tres viajeros indivisibles,
siempre usando las tnicas y las membranas de presin, pero sin las mscaras,
respirando el bienvenido olor del sudor de los dems. Ese amontonamiento nos
mantuvo con vida mientras fuera el vendaval impulsaba cristales de hielo a la
velocidad del sonido si el sonido hubiera sido posible en ese vaco.
Recuerdo otro detalle acerca de nuestra ltima noche con los chitchatuk. La
guarida del espectro estaba revestida con crneos y huesos humanos, encastrados
en la pared circular con lo que pareca una minuciosidad de artista.

No vimos espectros durante el siguiente da de viaje, y poco antes del


poniente nos quitamos y guardamos los patines y entramos en los tneles que
estaban encima del segundo teley ector. Cuando estuvimos a suficiente
profundidad, nos quitamos las mscaras y las membranas y se las devolvimos a
Chatchia con cierta renuencia. Era como si entregramos nuestras insignias de
pertenencia al Pueblo Indivisible.
Cuchiat habl brevemente. Yo no pude seguir las rpidas slabas, pero Aenea
tradujo:
Dice que tuvimos suerte, que es muy inusitado no tener que luchar contra
los espectros cuando se cruza la superficie pero que la suerte de un da siempre
conduce a la mala suerte del da siguiente.
Dile que espero que se equivoque dije.
Era desconcertante ver el ro con su bruma flotante y su techo de hielo.
Aunque estbamos exhaustos, pusimos manos a la obra de inmediato. Ensamblar
la balsa era difcil con los mitones puestos, pero los chitchatuk colaboraron, y al
cabo de dos horas tenamos una versin torpe y reducida de nuestra embarcacin
anterior, sin el mstil, sin la tienda y sin la losa. Pero el timn estaba en su sitio, y
aunque las prtigas eran ms cortas, pensamos que funcionaran en este tramo
poco profundo del Tetis.
La despedida fue ms triste de lo que pens. Todos se abrazaron por lo menos
dos veces. Haba hielo en las largas pestaas de Aenea, y y o senta un nudo en la
garganta.
Luego nos internamos en la corriente. Era extrao viajar sin mover las
piernas. Yo an senta el eco del movimiento de los patines en los msculos y la
mente. Nos aproximamos al portal teley ector y la muralla de hielo, nos
agachamos para esquivar un reborde y de pronto estuvimos en otra parte.

Amaneca. El ro era ancho y liso, la corriente lenta pero firme. Las riberas
eran de roca roja, escalonadas como peldaos que subieran del agua; el desierto

era de roca roja con chaparrales amarillos; las distantes colinas tambin eran de
piedra lisa y roja. El enorme sol rojo que despuntaba a nuestra izquierda
encenda el rojo paisaje. La temperatura y a superaba muchsimo la que
habamos tenido en la caverna de hielo. Nos protegimos los ojos y nos quitamos
las tnicas de espectro, apilndolas como felpudos blancos cerca de la popa. La
capa de hielo de los troncos reluca y se derreta bajo el sol de la maana.
Llegamos a la conclusin de que estbamos en Qom-Riy adh mucho antes de
consultar el comlog o la gua del Tetis. El rojo desierto nos lo indicaba: puentes de
piedra arenisca roja, columnas de roca roja contra el cielo rosado, delicados y
rojos arcos ms grandes que el portal teley ector. El ro circul por desfiladeros
en cuy as alturas se arqueaban puentes de piedra roja, luego se intern en un valle
donde el viento trrido meca arbustos amarillos y levantaba una polvareda roja
que se meta en los largos y tubulares pelos de las tnicas de espectro, en la
boca y los ojos. Al medioda atravesamos un valle ms frtil. Vimos canales de
irrigacin perpendiculares a nuestro ro. Cortas palmeras amarillas y arbustos
color magenta bordeaban los cauces. Pronto avistamos edificios pequeos, y una
aldea entera de casas rosadas y ocres, pero ni una persona.
Es como Hebrn susurr Aenea.
No lo sabemos. Tal vez estn trabajando en otra parte.
Pero pas el medioda, lleg la tarde el da de Qom-Riy adh tena veintids
horas, segn la gua y, aunque los canales se multiplicaban, la vegetacin
proliferaba y las aldeas eran ms frecuentes, no haba indicios de los humanos ni
de sus animales domsticos. Dos veces fuimos a la costa, una para sacar agua de
un pozo artesiano y otra para explorar una aldea donde habamos odo
martillazos. Era un toldo roto que flameaba en el viento del desierto.
De repente Aenea se arque con un grito de dolor. Me arrodill y apunt la
pistola de plasma hacia la calle mientras A. Bettik corra a atenderla. No haba
nadie en la calle ni en las ventanas.
Est bien jade la nia. Un dolor repentino
Corr hacia ella, sintindome tonto por haber desenfundado el arma.
Metindola en la funda, me arrodill y le cog la mano.
Qu sucede, pequea?
Ella estaba sollozando.
No s. Ha sucedido algo terrible No s.
La llevamos de vuelta a la balsa.
Por favor susurr Aenea, con un castaeteo de dientes a pesar del calor
. Vmonos. Vmonos de aqu.
A. Bettik instal la microtienda, aunque ocupaba casi toda nuestra balsa
acortada. Pusimos las tnicas de espectro a la sombra, acostamos a la nia sobre
ellas y le dimos agua.
Es esta aldea? pregunt. Haba algo?

No dijo Aenea entre sollozos secos, luchando contra las olas de emocin
que la arrasaban. No algo espantoso en este mundo, pero tambin detrs
de nosotros.
Detrs de nosotros? Mir ro arriba y slo vi el valle, el ancho ro y la
aldea con sus palmeras amarillas mecindose al viento.
En el mundo de hielo? murmur A. Bettik.
S balbuci Aenea arquendose de dolor. Duele.
Le apoy la palma en la frente y el vientre desnudo. Tena la piel ms
caliente de lo debido, aun en ese clima trrido. Sacamos un kit mdico de mi
mochila y le coloqu un pao de diagnstico. Indic fiebre alta, dolor en grado
tres, calambres y un electroencefalograma extrao. Recomendaba agua,
medicacin y tratamiento.
All hay una ciudad dijo el androide cuando el ro dobl un peasco.
Sal de la tienda para ver. Las torres rosadas, las cpulas y minaretes an
estaban a quince kilmetros, y la corriente del ro no llevaba prisa.
Qudate con ella dije, y fui a estribor para remar. Nuestra balsa
abreviada era mucho ms liviana que la anterior, y nos desplazamos
rpidamente en la corriente.

A. Bettik y y o consultamos la ajada gua y llegamos a la conclusin de que la


ciudad era Mashhad, capital del continente sur y sede de la Gran Mezquita, cuy os
minaretes veamos claramente mientras el ro atravesaba aldeas cada vez ms
grandes, suburbios y zonas industriales y al fin entraba en la ciudad. Aenea
dorma profundamente. Tena ms temperatura, y las luces rojas que
parpadeaban en el kit exigan una intervencin mdica.
Mashhad estaba tan ominosamente desierta como Nueva Jerusaln.
Creo recordar el rumor de que los xters conquistaron el sistema de QomRiy adh cuando capturaron el Saco de Carbn dije.
A. Bettik coment que en la ciudad universitaria haban odo lo mismo cuando
monitoreaban el trfico radial de Pax.
Amarramos la balsa a un muelle bajo, y llev a la nia a la sombra de las
calles de la ciudad. Esto era una repeticin de Hebrn, slo que esta vez y o
gozaba de buena salud y la nia estaba inconsciente. Pens que de ahora en
adelante no visitara mundos desrticos si poda evitarlo.
Las calles eran ms caticas que en Nueva Jerusaln: vehculos terrestres
aparcados en ngulos irregulares y abandonados en las aceras, desechos,
ventanas y puertas abiertas, alfombras en las aceras, jardines moribundos. Me
detuve ante el primer montn de alfombras que encontramos, pensando que
quiz fueran alfombras voladoras. Eran slo alfombras, y todas estaban
orientadas en la misma direccin.

Alfombras para rezar dijo A. Bettik mientras regresbamos a la sombra.


Los edificios no eran muy altos, y ninguno era tan alto como los minaretes que se
elevaban desde un parque con rboles tropicales. La poblacin de QomRiy adh era casi cien por cien islmica. Se dice que Pax no pudo convertir a
nadie, ni siquiera con la promesa de la resurreccin. La poblacin no quera
saber nada del Protectorado.
Dobl la esquina, siempre buscando un hospital o un letrero que nos llevara a
uno. Senta la caliente frente de Aenea contra el cuello. Su respiracin era rpida
y entrecortada.
Creo que este lugar se menciona en los Cantos dije. La nia no pareca
tener peso.
A. Bettik asinti.
M. Silenus escribi sobre la victoria del coronel Kassad sobre alguien a
quien llamaban el Nuevo Profeta, hace unos trescientos aos.
Los chitas recobraron el poder cuando cay la Red, verdad? dije.
Miramos por una calle lateral. Yo buscaba una medialuna roja en vez del smbolo
universal de ay uda mdica, la cruz roja.
S dijo A. Bettik, y se han opuesto violentamente a Pax. Se supone que
recibieron bien a los xters cuando la flota de Pax se retir de este sector.
Mir las calles desiertas.
Bien, parece que los xters no agradecieron la bienvenida. Esto es como
Hebrn. Adnde habrn ido todos? Pueden haber tomado como rehenes a todos
los habitantes de un planeta y ?
Mira, un caduceo interrumpi A. Bettik.
En la ventana de un edificio alto se vea el antiguo smbolo del cetro alado
rodeado por dos serpientes entrelazadas. El interior estaba sucio y desordenado,
pero pareca ms un edificio de oficinas que un hospital. A. Bettik se dirigi a un
letrero digital que presentaba lneas de texto en rabe y murmuraba con voz de
mquina.
Lees rabe? pregunt.
S dijo el androide. Tambin entiendo un poco el idioma hablado, que
es farsi. Hay una clnica privada en el dcimo piso. Tal vez tenga un centro de
diagnsticos y un autocirujano.
Me dirig a la escalera con Aenea en brazos, pero A. Bettik prob suerte con
el ascensor. El pozo de cristal zumb, y una cabina de levitacin se detuvo en
nuestro nivel.
Es raro que an hay a energa coment.
Subimos al dcimo piso. Aenea despert gimiendo cuando atravesamos el
pasillo embaldosado y una terraza abierta donde palmeras amarillas y verdes
susurraban en el viento. Entramos en una aireada habitacin con hileras de
camas, autocirujanos y equipo de diagnstico centralizado. Escogimos la cama

ms cercana a la ventana, dejamos a la nia en ropa interior y la pusimos entre


sbanas limpias. Reemplazando los paos del kit por filamentos, aguardamos los
paneles de diagnstico. La voz sinttica hablaba en rabe y farsi, al igual que la
pantalla, pero haba una banda en ingls de la Red y la sintonizamos.
El autocirujano diagnostic agotamiento, deshidratacin y un patrn EEG
inusitado, que pareca derivar de un fuerte golpe en la cabeza. A. Bettik y y o nos
miramos. Aenea no haba recibido ningn golpe en la cabeza. Autorizamos
tratamiento para el agotamiento y la deshidratacin. Retrocedimos cuando la
cama extendi sujetadores de flujoespuma, palp la vena de Aenea con
seudodedos y le introdujo una intravenosa con un sedante y una solucin salina.
A los pocos minutos la nia dorma apaciblemente. El panel de diagnstico
habl en rabe, y A. Bettik tradujo antes de que y o pudiera ir a leer el monitor.
Dice que la paciente dormir toda la noche y estar mejor por la maana.
Cog el rifle de plasma. Nuestras polvorientas mochilas estaban en una silla.
Acercndome a la ventana, dije:
Registrar la ciudad antes de que oscurezca. Me asegurar de que estamos
solos.
A. Bettik se cruz de brazos y mir el gran sol rojo que rozaba los edificios de
enfrente.
Creo que estamos muy solos. Slo que aqu tard un poco ms.
Qu cosa tard ms?
Aquello que se llev a la gente. En Hebrn no haba indicios de pnico ni de
lucha. Aqu la gente tuvo tiempo para abandonar los vehculos. Pero las
alfombras para rezar son la seal ms segura.
Not que haba finas arrugas en la frente azul del androide, en torno de sus
ojos y su boca.
Seal ms segura de qu?
Supieron que algo les ocurra, y pasaron los ltimos minutos orando.
Apoy el rifle de plasma junto a la silla y abr la funda de la pistola.
Aun as echar un vistazo. Viglala por si despierta, de acuerdo? Saqu
las dos unidades de comunicaciones de mi mochila, le di una al androide y me
calc la otra en el cuello. Deja abierta la frecuencia comn. Me mantendr en
contacto. Llmame si hay algn problema.
A. Bettik estaba de pie junto a la cama. Su gran mano toc suavemente la
frente de la nia dormida.
Estar aqu cuando ella despierte, M. Endy mion.

Es raro que recuerde tan ntidamente mi paseo de esa noche por la ciudad
abandonada. El letrero digital de un banco indicaba cuarenta grados centgrados,
pero el viento del rojo desierto secaba la transpiracin, y el crepsculo rojo y

rosado surta un efecto sedante. Quiz recuerde ese anochecer porque despus de
esa noche todo cambiara para siempre.
Mashhad era una extraa mezcla de ciudad moderna y de bazar de las Mil y
una noches, una maravillosa compilacin de los cuentos que Grandam me
contaba bajo el estrellado cielo de Hy perion. Era un lugar romntico. En una
esquina haba un quiosco de peridicos y un cajero automtico, pero al doblar la
esquina aparecan puestos callejeros con toldos de franjas brillantes y pilas de
frutas pudrindose en cajas. Me imagin el bullicio y el movimiento: camellos,
caballos u otras bestias pre-Hgira dando vueltas, perros ladrando, vendedores
pregonando, compradores regateando, mujeres con chador negro y burqas o
velos siguiendo de largo, y en ambos lados los barrocos e ineficaces vehculos
gruendo y escupiendo monxido de carbono, acetona o como se llamara la
suciedad que los viejos motores de combustin interna arrojaban a la
atmsfera
Despert de mi ensueo al or la melodiosa llamada de una voz masculina,
palabras que rebotaban en las calles de piedra y acero. Pareca venir del parque,
un par de manzanas a la izquierda, y corr en esa direccin, la mano en la culata
de la pistola.
Oy es esto? pregunt por el micrfono.
S respondi A. Bettik. Tengo abierta la puerta de la terraza y el sonido
es muy claro.
Parece rabe. Puedes traducir?
Corr las dos manzanas y llegu al parque donde se ergua la mezquita.
Momentos antes haba mirado por una de las calles intermedias y haba
vislumbrado el ltimo resplandor del rojo poniente pintando el costado de un
minarete, pero ahora la torre de piedra estaba gris y slo unos cirros altos
reciban la luz.
S dijo A. Bettik. Es la llamada del almuecn para la plegaria nocturna.
Saqu los binoculares y escudri los minaretes. La voz del hombre llegaba
desde los altavoces de un balcn que rodeaba cada torre. No haba seales de
movimiento. De pronto el rtmico grito ces y parlotearon aves en las ramas del
parque.
Sin duda es una grabacin dijo A. Bettik.
Quiero verificarlo.
Dejando los binoculares, segu una senda de piedra entre el csped y las
amarillentas palmeras, hasta la entrada de la mezquita. Atraves un patio y me
detuve en la entrada. En el interior haba cientos de alfombras. Elegantes
columnas soportaban complejos arcos de piedra ray ada, y en la otra pared un
bello arco conduca a un nicho semicircular. A la derecha del nicho haba una
escalera con un exquisito balaustre de piedra tallada, y arriba una plataforma con
dosel de piedra. Sin entrar en el recinto, se lo describ a A. Bettik.

El nicho es el mihrab respondi. Est reservado para el jefe espiritual,


el imn. El balcn de la derecha es el minbar, el plpito. Hay alguien all?
No. Vi el polvo rojo en las alfombras y la escalinata.
Entonces no hay duda de que la llamada del almuecn era una grabacin
sincronizada.
Sent la necesidad de entrar en el gran recinto de piedra, pero me detuvo mi
reticencia a profanar una casa sagrada. Cuando era nio haba sentido lo mismo
en la catedral catlica de Fin del Pico, y como adulto cuando un amigo de la
Guardia Interna quiso llevarme a uno de los ltimos templos gnsticos zen de
Hy perion. Desde nio haba comprendido que siempre sera un forastero en los
lugares sagrados, sin tener nunca el propio, sin sentirme cmodo en los ajenos.
No entr.
Regresando por las frescas y oscuras calles, encontr un bulevar con
palmeras que atravesaba un bonito sector. Haba carros de venta de comida y
juguetes. Me detuve frente a un carro de pasta frita y ol las rosquillas. Haca das
que se encontraban en mal estado, no semanas ni meses.
El bulevar llegaba a la orilla del ro, y gir a la izquierda, caminando por la
explanada hacia la calle que me llevara de vuelta a la clnica. De cuando en
cuando llamaba a A. Bettik. Aenea an dorma profundamente. El polvo
borroneaba las estrellas cuando la noche se asent sobre la ciudad. Slo algunos
edificios cntricos estaban iluminados el acontecimiento que se haba llevado a
la poblacin tena que haber ocurrido de da pero majestuosos y antiguos
faroles alumbraban la explanada y fulguraban con luz de gas. Si no hubiera
habido uno de esos faroles cerca del muelle donde habamos amarrado la balsa,
tal vez habra regresado a la clnica sin verlo. En cambio, la luz me permiti
avistarlo a ms de cien metros.
Alguien estaba en nuestra balsa, una figura inmensa y altsima que pareca
usar un traje de plata. La luz del farol reluca sobre la superficie de esa silueta
como si usara un traje espacial de cromo.
Murmurndole a A. Bettik que cuidara a la nia, pues haba un intruso en la
balsa, desenfund la pistola y saqu los binoculares. En cuanto enfoqu los
binoculares, la reluciente forma plateada movi la cabeza hacia m.

49
El padre capitn De Soy a despierta en el clido nicho del Rafael. Despus de
los primeros instantes de desorientacin, se levanta del divn y flota desnudo.
Todo est como es debido: en rbita de Sol Draconi Septem, una esfera
blanca y cegadora en las ventanas, velocidad de frenado, los otros tres nichos a
punto de despertar su valiosa carga humana, el campo interno en cero gravedad
hasta que todos recobren las fuerzas, temperatura interna y atmsfera ptimas
para el despertar, la nave en rbita geosincrnica. El sacerdote capitn imparte la
primera orden de su nueva vida: caf para todos en el cubculo de la sala. Al
resucitar piensa siempre en su bulbo de caf, guardado en la mesa de la sala,
llenndose con la caliente bebida negra.
El ordenador de la nave parpadea anunciando un mensaje prioritario. No
haba llegado ningn mensaje mientras l estaba consciente en el sistema de
Pacem, y es improbable que alguien los ha encontrado en este remoto sistema.
No hay presencia de Pax en Sol Draconi a lo sumo, las naves-antorcha en
trnsito usan las tres gigantes gaseosas del sistema para reaprovisionarse de
combustible y unas breves preguntas al ordenador confirman que no hubo
contacto con otra nave durante los tres das de frenado e insercin en rbita.
Tambin confirman que no hay misin de la Iglesia en el planeta, pues el ltimo
contacto con un misionero se perdi hace ms de cincuenta aos estndar.
De Soy a reproduce el mensaje. Autoridad papal, va flota de Pax. Segn los
cdigos, el mensaje lleg centsimas de segundo antes de que el Rafael efectuara
el salto cuntico desde el espacio de Pacem. Es un mensaje breve, texto
solamente: SU SANTIDAD ANULA MISIN SOL DRACONI SEPTEM.
NUEVO OBJETIVO BOSQUECILLO DE DIOS. IR DE INMEDIATO.
AUTORIZACIN LOURDUSAMY Y MARUSYN. FIN MENSAJE.
De Soy a suspira. Este viaje, estas muertes y resurrecciones, han sido en
vano. Por un instante el sacerdote capitn permanece sentado y desnudo en el
divn de mando, examinando la curva blanca y resplandeciente del planeta de
hielo. Suspira y va a ducharse, detenindose en el cubculo para probar el caf.
Extiende la mano hacia el bulbo mientras teclea rdenes en la consola de la
ducha: chorros finos y calientes. Recuerda que debe encontrar batas de bao. Ya
no hay slo varones en la tripulacin.
De Soy a se detiene irritado. Su mano no encuentra el asa del bulbo de caf.
Alguien lo ha movido.

La nueva recluta, la cabo Rhadamanth Nemes, es la ltima en salir del nicho.


Los tres hombres desvan los ojos mientras ella se levanta del nicho y se dirige al
cubculo de la ducha, pero en la atestada burbuja de mando del Rafael hay

suficientes superficies reflectantes para que todos entrevean el cuerpo firme de


esa mujer menuda, su tez clara, el lvido cruciforme entre sus pechos pequeos.
La cabo Nemes toma la comunin con ellos y parece desorientada y
vulnerable mientras beben el caf y suben los campos internos a un sexto de
gravedad.
Su primera resurreccin? pregunta afablemente De Soy a.
La cabo asiente. Tiene pelo negro y corto, bucles sobre la frente plida.
Me gustara decir que uno se acostumbra dice el padre capitn, pero lo
cierto es que cada despertar es como el primero difcil y emocionante.
Nemes bebe caf. Parece vacilar en la microgravedad. Su uniforme carmes
y negro acenta la palidez del cutis.
No deberamos partir de inmediato hacia Bosquecillo de Dios? pregunta.
Pronto responde el padre capitn De Soy a. He ordenado al Rafael que
salga de esta rbita dentro de quince minutos. Aceleraremos hasta el punto de
traslacin ms prximo a dos gravedades, as podremos recobrarnos unas horas
antes de regresar a los nichos.
La cabo Nemes parece tiritar al pensar en otra resurreccin. Como ansiando
cambiar de tema, mira la curva cegadora del planeta que se ve en las ventanas y
la pantalla.
Cmo se puede atravesar un ro en todo ese hielo?
Por debajo, supongo dice el sargento Gregorius. El robusto soldado
observa atentamente a Nemes. Lo que se congel despus de la Cada es la
atmsfera. El Tetis debe de circular debajo de ella.
La cabo Nemes demuestra sorpresa.
Y cmo es Bosquecillo de Dios?
No lo sabe? pregunta Gregorius. Cre que en Pax todos haban odo
hablar de Bosquecillo de Dios.
Nemes sacude la cabeza.
Yo me cri en Esperance. Es un mundo de labranza y pesca. La gente no
tiene mucho inters en otros sitios. Ni en otros mundos de Pax ni en viejas
historias de la Red. La may ora estamos ocupados sobreviviendo con los frutos de
la tierra o del mar.
Bosquecillo de Dios es el viejo mundo de los templarios dice el padre
capitn De Soy a, dejando su bulbo de caf en su nicho de la mesa. Fue
arrasado por las llamas durante la invasin xter previa a la Cada. Era hermoso
en su poca.
S conviene el sargento Gregorius. La Hermandad Templaria del Muir
era una especie de culto de la naturaleza. Transformaron Bosquecillo de Dios en
un mundo boscoso, con rboles ms altos y ms bellos que los pinos rojos y las
secuoy as de Vieja Tierra. Veinte millones de templarios vivan en ciudades y
plataformas en esos encantadores rboles. Pero en la guerra se equivocaron de

bando.
La cabo Nemes deja de beber caf.
Eran aliados de los xters? La idea parece escandalizarla.
En efecto, muchacha dice Gregorius. Tal vez porque tenan rboles
espaciales en esos das.
Nemes re. Es un sonido breve y quebradizo.
l habla en serio interviene el cabo Kee. Los templarios usaban ergs,
dominadores de energa de Aldebarn, para encerrar los rboles en un campo de
contencin clase nueve y obtener impulso de reaccin para viajes
interplanetarios. Incluso usaban motores Hawking para vuelos interestelares.
rboles volantes dice la cabo Nemes, y re speramente una vez ms.
Algunos huy eron en esos rboles cuando los xters retribuy eron su lealtad
con un ataque contra Bosquecillo de Dios contina Gregorius, pero la
may ora ardi, al igual que casi todo el planeta. Dicen que durante un siglo la
may or parte de ese mundo fue cenizas. Las nubes de humo crearon un efecto de
invierno nuclear.
Invierno nuclear? pregunta Nemes.
De Soy a observa a la joven, preguntndose por qu una persona tan ingenua
fue escogida para usar el disco papal en ciertas circunstancias.
La ingenuidad era parte de su fuerza para matar, si se presentaba la
necesidad?
Cabo dice, hablndole a la mujer, usted dice que se cri en Esperance.
Se alist en la Guardia Interna de ese mundo?
Ella niega con la cabeza.
Entr directamente en el ejrcito de Pax, padre capitn. Haba hambruna
por falta de patatas los oficiales de reclutamiento ofrecan viajes a otros
mundos y bien
Dnde prest servicio? pregunta Gregorius.
Slo adiestramiento en Freeholm.
Gregorius se apoy a sobre los codos. La gravedad de un sexto de g facilita esa
postura.
Qu brigada?
Vigesimotercera responde la mujer. Sexto Regimiento.
Las guilas Aullantes dice el cabo Kee. Tuve una compaera a quien
transfirieron all. El comandante era Coleman?
Nemes vuelve a negar con la cabeza.
El comandante Deering estaba al mando cuando y o estuve all. Slo pas
diez meses locales ocho y medio estndar, creo. Fui entrenada como
especialista general en combate. Luego pidieron voluntarios para la Primera
Legin Se interrumpe, como si esta informacin fuera confidencial.
Gregorius se rasca la barbilla.

Es raro que y o no oy era hablar de esta organizacin en el edificio. En las


fuerzas armadas nada permanece en secreto mucho tiempo. Cunto tiempo se
entren en esta legin?
Nemes clava los ojos en el sargento.
Dos aos estndar, sargento. Y ha sido secreta hasta ahora. Nos
entrenamos en Lee Tres y los territorios del Anillo de Lambert.
Lambert repite el sargento. As que ha tenido bastante entrenamiento
en baja gravedad y gravedad cero.
Ms que bastante conviene la cabo Rhadamanth Nemes con una sonrisa
socarrona. En Anillo de Lambert nos entrenamos cinco meses en el Cmulo de
las Troy anas Peregrinas.
El padre capitn De Soy a nota que la conversacin se est convirtiendo en
interrogatorio. No quiere que la nueva camarada se sienta agredida, pero siente
tanta curiosidad como Kee y Gregorius. Adems intuy e que algo no est bien.
De modo que las legiones tendrn una funcin similar a la infantera de
marina? pregunta. Combates nave a nave?
Nemes niega con la cabeza.
No, capitn. No slo tctica de combate en cero gravedades de nave a
nave. Las legiones tendrn la misin de llevar la guerra al enemigo.
Qu significa eso, cabo? murmura De Soy a. En todos los aos que
pas en la flota, el noventa por ciento de nuestras batallas se libr en territorio
xter.
S dice Nemes, sonriendo de nuevo, pero la flota atacaba y hua. Las
legiones ocuparn.
Pero la may ora de los baluartes xters estn en el vaco seala Kee.
Asteroides, bosques orbitales, el espacio profundo
Exacto dice Nemes, sin dejar de sonrer. Las legiones los combatirn
en su propio terreno o su propio vaco, si usted quiere.
Gregorius nota que De Soy a lo silencia con la mirada, pero el sargento
sacude la cabeza e insiste.
Bien, no s qu aprenden estas dichosas legiones que los guardias suizos no
hay an hecho, y muy bien, durante diecisis siglos.
De Soy a se levanta.
Aceleracin dentro de dos minutos. Vay amos a nuestros nichos. Ya
hablaremos de Bosquecillo de Dios y de nuestra misin durante nuestro viaje al
punto de traslacin.

El Rafael necesit once horas de desaceleracin a doscientas gravedades para


salir de velocidad cuasi lumnica al entrar en el sistema, pero el ordenador ha
localizado un buen punto de traslacin para Bosquecillo de Dios a slo treinta y

cinco millones de kilmetros de Sol Draconi Septem. La nave podra acelerar a


una gravedad y llegar a ese punto en veinticinco horas, pero De Soy a le ha
ordenado que se eleve desde el pozo de gravedad del planeta a una constante de
dos gravedades durante seis horas antes de usar ms energa para activar los
campos internos durante el impulso de cien gravedades de la ltima hora.
Cuando se activan los campos, el equipo realiza el chequeo final para
Bosquecillo de Dios: tres das para la resurreccin, descenso inmediato con el
sargento Gregorius al mando del grupo de tierra, inspeccin del tramo de
cincuenta y ocho kilmetros del ro Tetis y preparativos finales para la captura de
Aenea y su grupo.
Despus de todo esto, por qu Su Santidad empieza a guiarnos en la
bsqueda? pregunta el cabo Kee mientras se dirigen a sus nichos.
Revelacin dice el padre capitn De Soy a. De acuerdo, todos a
acostarse. Yo vigilar los tableros.
Durante los ltimos minutos previos a la traslacin, tienen por costumbre
cerrar los nichos. Slo el capitn permanece en guardia.
En los pocos minutos que est solo ante el tablero de mando, De Soy a
examina los registros de su entrada abortada en el sistema de Hebrn. Los haba
mirado antes de salir del sistema de Pacem, pero ahora revisa de nuevo los datos
y registros visuales. Todo parece correcto: las tomas desde la rbita de Hebrn
mientras l y sus dos hombres an estaban en el nicho, las ciudades ardientes, el
paisaje de crteres, las destrozadas y humeantes aldeas de Hebrn, Nueva
Jerusaln en ruinas radiactivas, la localizacin de tres cruceros xters por radar.
El Rafael abort los ciclos de resurreccin y escap, elevndose a las doscientas
ochenta gravedades que le permita su motor de fusin mejorado. Los xters, por
otra parte, tenan que desviar la energa hacia sus campos internos o morir los
paganos no tenan resurreccin y no podan sumar ms de ochenta gravedades
durante la persecucin.
Ah estaban las imgenes: las largas colas verdes de los motores de fusin
xters, sus intentos de bombardear el Rafael a una UA, los escudos de defensa
rechazando sin problemas los ray os de energa a esa distancia, la traslacin al
sistema de Mare Infinitus, punto de salto ms prximo
Todo tiene sentido. Las imgenes son elocuentes. De Soy a no las cree.
El padre capitn no sabe por qu es tan escptico. Los registros visuales no
significan nada; durante ms de mil aos, desde el comienzo de la Era Digital, un
nio con un ordenador personal ha podido fraguar imgenes visuales falsas pero
convincentes. Pero los registros de una nave requeriran un esfuerzo gigantesco,
una conspiracin tcnica. Por qu no confa en la memoria del Rafael?
A pocos minutos de la traslacin, De Soy a pide los registros del salto a Sol
Draconi Septem. Echa un vistazo desde el divn de mando. Los tres nichos estn
sellados y silenciosos, sus indicadores en verde. Gregorius, Kee y Nemes todava

estn despiertos, aguardando la traslacin y la muerte. De Soy a sabe que el


sargento reza en esos ltimos minutos. Kee habitualmente lee un libro por el
monitor del nicho. De Soy a ignora qu hace la mujer dentro de su cmodo atad.
Sabe que su conducta es paranoica. El bulbo de caf no estaba en su sitio. El
asa estaba movida . Durante sus horas de vigilia De Soy a ha intentado recordar
si alguien pudo estar en el cubculo y mover el bulbo en el sistema de Pacem.
No. No usaron el cubculo al salir del pozo de gravedad de Pacem. La mujer,
Nemes, haba estado a bordo antes que los dems, pero De Soy a haba usado el
bulbo y lo haba puesto en su sitio cuando ella se meti en su nicho. De Soy a est
seguro. Fue el ltimo en acostarse, como de costumbre. La aceleracin y la
desaceleracin pueden destruir bulbos no diseados para muchas gravedades,
pero el vector de desaceleracin del Rafael coincide con la lnea de viaje de la
nave correo y no habra movido las cosas lateralmente. El nicho del bulbo est
diseado para mantener las cosas en su sitio.
El padre capitn De Soy a forma parte de un milenario linaje de navegantes
del mar y del espacio que se vuelven fanticos acerca del lugar de cada cosa. Es
un hombre del espacio. Despus de dos dcadas de prestar servicio en fragatas,
destructores y naves-antorcha, sabe que cualquier cosa que deje fuera de lugar
se le ir encima cuando la nave llegue a gravedad cero. Ms an, tiene la
tradicional necesidad del navegante de poder encontrar todo sin mirar, en medio
de la oscuridad o la tormenta.
Claro que el alineamiento del asa del bulbo no es importante pero s lo es.
Cada hombre ha aprendido a usar un nicho de la mesa que usan para los mapas y
para comer en el hacinado mdulo de mando. Cuando usan la mesa para trazar
derrotas o mirar mapas planetarios, cada uno de ellos incluido Rettig cuando
viva ocupa el sitio habitual. Est en la naturaleza humana. Los hbitos pulcros
y predecibles son una segunda naturaleza en los navegantes.
Alguien movi el bulbo de caf, tal vez al doblar la rodilla para sostenerse en
gravedad cero. Paranoia. Definitivamente.
Para colmo, est esa turbadora noticia que el sargento Gregorius le susurr
poco antes que la cabo Nemes despertara.
Tengo un amigo en la Guardia Suiza del Vaticano, capitn. Beb un trago
con l la noche anterior a la partida. l nos conoca a todos, y jur haber visto
que trasladaban al lancero Rettig inconsciente, en camilla, a una ambulancia,
desde la enfermera del Vaticano.
Imposible dijo De Soy a. El lancero Rettig muri por complicaciones
en su resurreccin y fue sepultado en el espacio de Mare Infinitus.
S gru Gregorius, pero mi amigo afirmaba que el de la ambulancia
era Rettig. Inconsciente, con paks de soporte vital, mscara de oxgeno y dems,
pero Rettig.
No tiene sentido respondi De Soy a. Siempre ha desconfiado de las

teoras conspiratorias, sabiendo por experiencia personal que los secretos


compartidos por ms de dos personas rara vez son secretos por mucho tiempo.
Por qu Pax y la Iglesia nos mentiran sobre Rettig? Y dnde est si estaba vivo
en Pacem?
Gregorius se encogi de hombros.
Tal vez no fuera l, capitn. Eso me he dicho a m mismo. Pero la
ambulancia
Qu pasa con ella? pregunt bruscamente De Soy a.
Se diriga al Castel SantAngelo, seor dijo Gregorius. Cuartel general
del Santo Oficio. Paranoia.
Los registros de las once horas de desaceleracin son normales: frenado en
alta gravedad, ciclo de resurreccin de tres das para garantizar una buena
recuperacin. De Soy a mira las cifras de insercin orbital y reproduce el vdeo
de la lenta rotacin de Sol Draconi Septem. Siempre le intrigan esos das perdidos
en que el Rafael realiza sus sencillas tareas mientras l y los dems reviven. Le
intriga el ominoso silencio que debe de llenar la nave.
Tres minutos para traslacin dice la tosca voz sinttica de Rafael. Todo
el personal debera estar en su nicho.
De Soy a ignora la advertencia y pide datos sobre los dos das y medio que la
nave pas en la rbita de Sol Draconi Septem. No sabe qu busca. No hay datos
sobre uso de la nave de descenso, ni indicios de activacin prematura del soporte
vital; todos los monitores indican un ciclo regular, con seas vitales iniciales en las
ltimas horas del tercer da, todos los registros orbitales normales. Espera!
Dos minutos para traslacin dice la nave.
En el primer da, poco despus de alcanzar la rbita geosincrnica, y de
nuevo cuatro horas despus. Todo normal excepto los secos detalles de la
activacin de cuatro pequeos reactores. Para alcanzar y mantener una rbita
geosincrnica perfecta, una nave como el Rafael dispara decenas de chorros.
Pero la may ora de esos ajustes recurren a los grandes propulsores de popa,
cerca del motor de fusin, y del botaln del mdulo de mando, en la proa de la
torpe nave correo. Estos chorros son similares: primero dos disparos para
estabilizar la nave, para que el mdulo de mando no mire hacia el planeta y
difunda el calor solar en forma uniforme sin usar congelante de campo. Pero
slo minutos aqu, y aqu. Y despus del giro, esos chorros de reaccin en pares.
Dos y dos. Luego otros pares, que podran acompaar los chorros ms
prolongados que haran girar la nave de vuelta, con las cmaras del mdulo de
mando apuntadas hacia el planeta. Luego, cuatro horas y ocho minutos despus,
se repite la secuencia. Hay treinta y ocho secuencias de disparo para mantener
la posicin, y ningn chorro que signifique un giro de toda la nave, pero esos
interludios gemelos de cuatro chorros llaman la atencin del ojo entrenado de De
Soy a.

Un minuto para traslacin advierte el Rafael.


Los generadores de campo gimen, preparndose para activar el sistema
Hawking modificado que matar a De Soy a dentro de cincuenta y seis segundos.
No les presta atencin. Su divn de mando llevar el cadver al nicho despus de
la traslacin si l no se mueve ahora. As est diseada la nave. Descuidado, pero
necesario.
El padre capitn Federico de Soy a ha sido capitn de nave-antorcha durante
muchos aos. Ha realizado ms de una docena de saltos en el correo Arcngel.
Conoce esa secuencia doble chorro, giro, doble chorro en el registro de un
propulsor. Aunque el giro est borrado de los registros, las huellas de la maniobra
resaltan. Ese giro es para orientar la nave de descenso, que est amarrada en el
lado opuesto al mdulo de mando, hacia la atmsfera del planeta. El segundo es
para contrarrestar las descargas de combustible que separan la nave de descenso
del centro del Rafael. El doble disparo final estabiliza la nave cuando vuelve a su
posicin normal, apuntando nuevamente las cmaras del mdulo hacia el
planeta.
Nada de ello es tan obvio como parece, pues toda la estructura gira
continuamente, y hay chorros ocasionales para alinearla para mejor
calentamiento o enfriado. Pero para De Soy a es inequvoco. Teclea instrucciones
para examinar de nuevo los dems registros. Uso de la nave de descenso:
negativo. Giro para envo de nave de descenso: negativo. Inmovilidad de la nave
de descenso: positiva. Activacin de soporte vital antes de la resurreccin de
todos unas horas antes: negativo. Registros de vdeo con imgenes de nave de
descenso movindose hacia la atmsfera: negativo. Imgenes constantes de la
nave de descenso amarrada y vaca.
La nica anomala consiste en dos secuencias de disparo de ocho minutos con
cuatro horas de diferencia. Ocho minutos de giro permitiran que la nave de
descenso entrara en la atmsfera sin registro visual de la cmara principal. O que
reapareciera y se conectara. Las cmaras y el radar del botaln habran
registrado el suceso a menos que les ordenaran ignorarlo antes de la separacin.
Eso habra requerido menos distorsiones en el registro. Si alguien hubiera
ordenado que el ordenador de la nave borrara todos los registros de uso de la
nave de descenso, la limitada IA del Rafael habra alterado los datos
precisamente de esta manera, sin advertir que los disparos de los propulsores
dejan huellas. Y alguien menos experimentado que un veterano capitn de naveantorcha no lo habra notado. Si De Soy a tuviera una hora para revisar todos los
datos de combustible de hidrgeno, cotejar las necesidades de
reaprovisionamiento de la nave de descenso y los requerimientos para ingreso en
el sistema, luego cotejar con el colector de hidrgeno Bussard durante la
desaceleracin, sabra si hubo maniobras de giro y descenso. Si tuviera una hora.
Treinta segundos para traslacin.

De Soy a no tiene tiempo para llegar al nicho. S tiene tiempo para invocar
una secuencia especial de operaciones, teclear su cdigo de anulacin,
confirmarlo, cambiar parmetros de monitoreo y hacerlo dos veces ms. Acaba
de or la tercera confirmacin cuando la nave efecta el salto cuntico.
La traslacin despedaza a De Soy a en su divn. Muere sonriendo fieramente.

50
Raul!
Faltaba una hora para el amanecer de Qom-Riy adh. A. Bettik y y o
estbamos sentados en la habitacin donde Aenea dorma. Yo me haba
adormilado. A. Bettik estaba despierto, como de costumbre, pero y o llegu
primero a la cama de la nia. La nica iluminacin vena de la pantalla del
biomonitor. Fuera, la tormenta de polvo haba aullado durante horas.
Raul
La pantalla indicaba que haba bajado la fiebre, que slo quedaba ese EEG
errtico.
Aqu estoy, pequea. Le cog la mano derecha. Sus dedos y a no parecan
febriles.
Viste al Alcaudn?
Esto me sorprendi, pero comprend al instante que no se trataba de
adivinacin ni telepata. Yo le haba hablado a A. Bettik por radio. l deba de
tener los altavoces encendidos, Aenea estaba despierta y lo haba registrado.
S. Pero no te alarmes. No est aqu.
Pero lo viste.
S.
Aenea me aferr con ambas manos y se incorpor. Sus ojos oscuros
resplandecan en la luz tenue.
Dnde, Raul? Dnde lo viste?
En la balsa. Us la mano libre para recostarla en la almohada.
La funda de la almohada y su ropa interior estaban empapadas de sudor.
Est muy bien, pequea. No hizo nada. Estaba all cuando me march.
Volvi la cabeza, Raul? Te mir a ti?
Bien, s, pero Me interrump. Aenea gema suavemente, moviendo la
cabeza. Aenea, est todo bien
No, no est bien. Por Dios, Raul. Le ped que viniera conmigo. Esa ltima
noche. Sabas que le ped que viniera? l dijo que no.
Quin dijo que no? El Alcaudn? A. Bettik se acerc. La arena roja
chocaba contra las ventanas y la puerta.
No, no, no dijo Aenea. Tena las mejillas hmedas, aunque no distingu si
era llanto o sudor. El padre Glaucus. Esa ltima noche ped al padre Glaucus
que nos acompaara. No deb pedrselo, Raul no era parte de mis sueos
pero se lo ped, y deb de haber insistido.
Est bien dije, apartndole un mechn de pelo hmedo de la frente. El
padre Glaucus est bien.
No, no est bien. La cosa que nos persigue lo mat. A l y a los chitchatuk.
Mir de nuevo el monitor. Todava indicaba una mejora, a pesar de los

delirios. Mir a A. Bettik, pero el androide clavaba los ojos en la nia.


Quieres decir que los mat el Alcaudn? pregunt.
No, no fue el Alcaudn murmur Aenea. No lo creo. No, no fue el
Alcaudn. Me aferr con fuerza la mano. Raul, me amas?
Me qued estupefacto. Sin apartar la mano, respond:
Claro, pequea
Aenea pareci mirarme por primera vez desde que se haba despertado.
No, cllate. Ri suavemente. Lo lamento. Me despegu del tiempo por
un momento. Claro que no me amas. Me olvid del cundo de lo que ramos
ahora.
Est bien respond sin entender. Le palme la mano. Siento afecto por
ti, nia. Tambin A. Bettik, y vamos a
Cllate repiti Aenea. Liber su mano y me llev un dedo a los labios.
Cllate. Me desorient por un momento. Cre que ramos nosotros. Tal como
seremos Se recost en la almohada y suspir. Por Dios, es la noche
anterior a Bosquecillo de Dios. Nuestra ltima noche de viaje.
An no saba si Aenea estaba en sus cabales. Esper.
M. Aenea pregunt A. Bettik. Bosquecillo de Dios es nuestro prximo
destino en el ro?
Creo que s respondi Aenea, hablando ms como la nia que y o
conoca. S. No lo s. Todo se evapora Se incorpor de nuevo. No nos
persigue el Alcaudn. Tampoco Pax.
Claro que es Pax dije, procurando que recobrara el contacto con la
realidad. Nos han perseguido desde
Aenea sacudi la cabeza en una negativa rotunda. Su pelo colgaba en
mechones hmedos.
No murmur con firmeza. Pax nos persigue porque el Ncleo le dice
que somos peligrosos para ellos.
El Ncleo? Pero desde la Cada est
Vivo, y es peligroso. Cuando Gladstone y los dems destruy eron el sistema
teley ector que brindaba al Ncleo su red neural, se repleg pero no fue
demasiado lejos, Raul. No lo entiendes?
No. No lo entiendo. Dnde ha estado si no se fue demasiado lejos?
Pax dijo la nia. Mi padre, su personalidad residente en el bucle
Schron de mi madre, me lo explic antes de que y o naciera. El Ncleo esper a
que la Iglesia recobrara vitalidad bajo Paul Dur el papa Teilhard I. Dur era
un buen hombre, Raul. Mi madre y el to Martin lo conocieron. l llevaba dos
cruciformes el suy o y el del padre Lenar Hoy t. Pero Hoy t era dbil.
Le palme la mueca.
Qu tiene que ver esto con?
Escucha! exclam la nia, apartando el brazo. Maana en

Bosquecillo de Dios puede suceder cualquier cosa. Yo puedo morir. Todos


podemos morir. El futuro nunca est escrito, slo esbozado. Si y o muero pero t
sobrevives, quiero que le expliques al to Martin, a quienquiera que te escuche
No vas a morir, Aenea.
Slo escucha suplic la nia. De nuevo estaba llorando. Asent y
escuch. Hasta el aullido del viento pareci amainar. Teilhard fue asesinado en
su noveno ao de reinado. Mi padre lo predijo. No s si fueron agentes del
TecnoNcleo ellos usan cbridos o meros polticos del Vaticano, pero cuando
Lenar Hoy t resucit a partir de sus cruciformes compartidos, el Ncleo intervino.
El Ncleo brind la tecnologa para permitir que el cruciforme reviviera a los
humanos para no volverlos asexuados e idiotas, como la tribu bikura de Hy perion.
Pero cmo? Cmo pudieron las IAs del TecnoNcleo saber cmo
dominar el cruciforme?
Vi la respuesta antes de que ella hablara.
Ellos crearon los cruciformes. No el Ncleo actual, sino la IM que crearn
en el futuro. Ella envi esas cosas hacia el pasado en Hy perion, tal como hizo con
las Tumbas de Tiempo. Prob los parsitos en la tribu perdida, los bikura, vio los
problemas.
Problemas pequeos, como que la resurreccin destruy era los rganos
reproductores y la inteligencia.
S dijo Aenea, cogindome de nuevo la mano. El Ncleo pudo
corregir esos problemas con su tecnologa. La tecnologa que cedi a la Iglesia
bajo el nuevo papa, Lenar Hoy t, Julio VI.
Comenc a entender.
Un pacto fustico.
El pacto fustico. Lo nico que deba hacer la Iglesia para ganar el
universo era vender su alma.
Y as naci el Protectorado de Pax murmur A. Bettik. El poder
poltico por medio de un parsito
Es el Ncleo el que nos persigue el que me persigue continu Aenea
. Soy una amenaza para ellos, no slo para la Iglesia.
Sacud la cabeza.
Por qu eres una amenaza para el Ncleo? Eres una nia
Una nia que estuvo en contacto con un cbrido renegado antes de nacer.
Mi padre estaba suelto, Raul. No slo en la esfera de datos o la megaesfera
sino en la metaesfera. Suelto en la red psicociberntica que hasta el Ncleo
tema
Leones, tigres y osos murmur A. Bettik.
Exacto dijo Aenea. Cuando la personalidad de mi padre penetr la
megaesfera del Ncleo, pregunt a la IA Ummon de qu tena miedo el Ncleo.
Ellos decan que no se expandan ms en la metaesfera porque estaba llena de

leones, tigres y osos.


No entiendo. Estoy confundido.
Aenea me estruj la mano.
Raul, t conoces los Cantos del to Martin. Qu sucedi con la Tierra?
Vieja Tierra? pregunt estpidamente. En los Cantos la IA Ummon
deca que los tres elementos del TecnoNcleo estaban en guerra. Hemos hablado
de esto.
Reptelo.
Ummon le dijo a la personalidad Keats, tu padre, que los Voltiles queran
destruir a la humanidad. Los Estables, el grupo de Ummon, queran salvarla.
Fingieron que el agujero negro haba destruido Vieja Tierra y se la llevaron a las
Nubes Magallnicas o el Cmulo de Hrcules. A los Mximos, el tercer grupo, les
importaba un bledo qu suceda con Vieja Tierra o la humanidad mientras
pudieran llevar a cabo su proy ecto de la Inteligencia Mxima.
Aenea aguard.
Y la Iglesia sostiene lo que creen todos los dems continu sin
entusiasmo. Que Vieja Tierra fue devorada por el agujero negro y muri
cuando se supone que muri.
Qu versin crees, Raul?
No s. Me gustara que existiera Vieja Tierra, pero no me parece tan
importante.
Y si hubiera una tercera posibilidad?
Las puertas de vidrio crujieron y temblaron. Llev la mano a la pistola de
plasma, temiendo que el Alcaudn estuviera raspando el vidrio. Slo era el viento
del desierto.
Una tercera posibilidad? repet.
Ummon minti. La IA le minti a mi padre. Ningn elemento del Ncleo
desplaz la Tierra ni los Estables, ni los Voltiles, ni los Mximos.
Entonces s fue destruida.
No. Mi padre no les entendi entonces. Les entendi despus. Vieja Tierra
fue trasladada a las Nubes Magallnicas, en efecto, pero no por elementos del
Ncleo. No posean la tecnologa ni los recursos energticos para semejante nivel
de control del Vaco Que Vincula. El Ncleo ni siquiera puede viajar a la Nube
Magallnica. Est demasiado lejos.
Quin, entonces? Quin rob Vieja Tierra?
Aenea se recost en la almohada.
No lo s. Y creo que el Ncleo tampoco lo sabe. Pero no quiere saberlo, y
teme que nosotros lo averigemos.
A. Bettik se aproxim.
Entonces no es el Ncleo el que activa los teley ectores en nuestro viaje?
No.

Averiguaremos quin es?


Si sobrevivimos. Si sobrevivimos. Ahora los ojos de Aenea se vean
cansados, no febriles. Maana nos estarn esperando, Raul. Y no me refiero a
ese sacerdote capitn ni a sus hombres. Alguien del Ncleo nos estar esperando.
Esa cosa que segn crees mat al padre Glaucus, Cuchiat y los dems.
S.
Es como una visin? pregunt. Me refiero a lo que sabes del padre
Glaucus.
No es una visin dijo la nia. Slo un recuerdo del futuro.
Mir la tormenta que amainaba.
Podemos quedarnos aqu suger. Podemos conseguir un deslizador o
un VEM que funcione, viajar al hemisferio norte y ocultarnos en Al, o una de las
grandes ciudades que menciona la gua. No tenemos que seguirles el juego y
atravesar ese portal teley ector.
S, debemos dijo Aenea.
Iba a protestar, pero me call. Al cabo de un rato dije:
Y qu funcin cumple el Alcaudn?
No lo s. Depende de quin lo hay a enviado esta vez. O quizs est
actuando por su cuenta. No lo s.
Por su cuenta? Cre que era slo una mquina.
No, no es slo una mquina.
Me frot la mejilla.
No entiendo. Podra ser un amigo?
Jams dijo la nia. Se incorpor y me apoy la mano en la mejilla.
Lo lamento, Raul. No quiero hablar en crculos. Es slo que no lo s. Nada est
escrito. Todo es fluido. Y cuando llego a vislumbrar cosas en movimiento, es
como mirar una hermosa pintura hecha de arena un segundo antes de que el
viento la disperse Las ltimas rfagas de la tormenta sacudieron las ventanas
como para aclarar el smil. Aenea sonri. Lamento que hace un rato me hay a
despegado del tiempo
Despegado?
Cuando te pregunt si me amabas. A veces me olvido del dnde y del
cundo.
No importa, pequea respond desconcertado. Te amo. Y no permitir
que te lastimen maana. Ni la Iglesia, ni el Ncleo, ni nadie.
Yo tambin luchar para impedir semejante cosa, M. Aenea dijo A.
Bettik.
La nia sonri y nos toc las manos.
El Hombre de Hojalata y el Espantapjaros. No merezco tales amigos.
Y dnde est el Len Cobarde? pregunt, sonriendo a mi vez.
La sonrisa de Aenea se disip.

sa soy y o murmur. Yo soy la cobarde.


Ninguno de nosotros durmi ms esa noche. Cargamos nuestros brtulos y
fuimos hacia la balsa en cuanto el primer fulgor del alba toc las rojas colinas
que rodeaban la ciudad.

51
Dada la velocidad relativamente baja del Rafael en el punto de traslacin del
sistema de Sol Draconi, debe reducir menos la velocidad cuando entra en el
espacio de Bosquecillo de Dios. La desaceleracin es moderada nunca supera
las veinticinco gravedades y dura slo tres horas. Rhadamanth Nemes aguarda
en su nicho de resurreccin.
Cuando la nave entra en rbita, Nemes abre la puerta del atad y se dirige al
cubculo para vestirse. Antes de salir del mdulo de mando para entrar en el tubo
de la nave de descenso, chequea los monitores y establece contacto directo con
el nivel operativo de la nave. Los otros tres nichos funcionan normalmente,
programados para el perodo de resurreccin de tres das. Cuando De Soy a y sus
hombres hay an despertado, esta cuestin estar zanjada. Usando el
microfilamento para comunicarse con el ordenador principal, instala las mismas
directivas de programacin y anulacin de registros que us en el sistema de Sol
Draconi. La nave recibe el programa de giro de la nave de descenso y se dispone
a olvidarlo.
Antes de entrar en el tubo, Nemes teclea la combinacin de su armario.
Adems de mudas de ropa y enseres personales falsos holos de familiares
y cartas de su ficticio hermano, lo nico que hay dentro es un cinturn con
morrales. Alguien que examinara esos morrales slo encontrara un ordenador
jugador de naipes, como los que se compran en cualquier tienda por ocho o diez
florines, un rollo de hilo, tres frascos de pldoras y un paquete de tampones. Se
pone el cinturn y se dirige a la nave de descenso.
Aun desde una rbita de treinta mil kilmetros, Bosquecillo de Dios las
partes que son visibles a travs de las gruesas capas de nubes se revela como el
mundo lacerado que es. En vez de estar dividido en continentes y ocanos, el
planeta ha evolucionado tectnicamente como una sola masa terrestre con miles
de lagos de agua salada en medio del paisaje, como zarpazos en una verde
mesa de billar. Adems de los lagos y el sinfn de lagunas que ocupan las grietas
de las verdes masas terrestres, ahora hay miles de raspones pardos, vestigios del
bombardeo que los xters segn creen los humanos lanzaron contra esa
apacible tierra hace casi tres siglos.
Mientras la nave atraviesa la capa de ionizacin, penetrando en la slida
atmsfera con un triple estruendo, Nemes mira el paisaje que se extiende bajo
las masas nubosas. La may or parte de los bosques de pinos y secuoy as de
doscientos metros de altura que haban atrado a la Hermandad del Muir ha
desaparecido, abrasada en un incendio forestal planetario que luego provoc un
invierno nuclear. Grandes segmentos de los hemisferios norte y sur an emiten
un resplandor blanco, por la nevisca y la radiacin, que slo ahora comienza a
atenuarse, a medida que la capa de nubes retrocede desde una franja de mil

kilmetros a cada lado del ecuador. Nemes se dirige a esa zona ecuatorial en
recuperacin.
Tomando el control manual de la nave, Nemes inserta el filamento. Examina
los mapas planetarios que ha copiado de la biblioteca principal del Rafael. All
est. El ro Tetis recorra antao ciento sesenta kilmetros de oeste a este,
rodeando las races del Arbolmundo de Bosquecillo de Dios y pasando frente al
Museo Muir. La may or parte de la excursin del Tetis segua un gigantesco arco
semicircular. El ro serpentea en torno de una pequea muesca en la
circunferencia norte del Arbolmundo. Los templarios se consideraban la
conciencia ecolgica de la Hegemona, y siempre interponan su indeseada
opinin en todo proy ecto de terraformacin de la Red o del Confn. El
Arbolmundo era el smbolo de su arrogancia. A decir verdad, ese rbol era nico
en el universo conocido: con un tronco de ochenta kilmetros de dimetro y
ramas de quinientos kilmetros de dimetro, similares a la base del legendario
Oly mpus Mons de Marte, ese organismo viviente clavaba su ramaje superior en
los lindes del espacio.
Ya no existe, desde luego. Fue despedazado e incendiado por la flota xter
que inciner el planeta antes de la Cada. En vez del glorioso y viviente rbol,
slo queda el Tocnmundo, una pila de cenizas y carbn semejante a los restos
erosionados de un antiguo volcn.
Como los templarios murieron o huy eron en sus naves-rbol el da del ataque,
Bosquecillo de Dios ha estado en barbecho ms de dos siglos y medio. Nemes
sabe que Pax pudo haber recolonizado ese mundo si el Ncleo no le hubiera
ordenado que desistiera: las IAs tienen sus propios planes para Bosquecillo de
Dios, y esos planes no incluy en misioneros ni colonias humanas.
Nemes encuentra el teley ector ro arriba diminuto en comparacin con las
cenicientas laderas del Tocnmundo al sur y revolotea sobre l.
Una vegetacin secundaria puebla las orillas del ro y las erosionadas cuestas
de ceniza, y parecen malezas comparadas con los viejos bosques, pero an
tienen rboles de veinte metros de altura, y Nemes ve algunas maraas de tupido
sotobosque. No es buen sitio para una emboscada. Nemes desciende en la ribera
norte del ro y camina hasta el arco teley ector.
Desechando un panel de acceso, encuentra un mdulo de interfaz y se
arranca la carne humana de la mano y la mueca derechas. Guardando la piel
para su regreso al Rafael, se conecta con el mdulo y revisa los datos. Este portal
no se ha activado desde la Cada. El grupo de Aenea an no ha pasado.
Nemes regresa a la nave y vuela ro abajo, tratando de encontrar el lugar
perfecto. Debera ser un sitio del que no se pueda escapar por tierra: suficiente
vegetacin como para ocultar a Nemes y sus trampas, no tanta como para
brindar refugio a Aenea y sus compaeros. Adems, un lugar donde Nemes
pueda hacer limpieza cuando todo hay a terminado, idealmente una superficie

rocosa.
Encuentra el sitio perfecto quince kilmetros ro abajo. Aqu el Tetis entra en
una garganta rocosa, una serie de rpidos creados por los ray os xters y los
consecuentes aludes. Nuevos rboles han crecido en las cuestas de ceniza y a lo
largo de las angostas barrancas. El estrecho desfiladero est bordeado por
pedrejones cados y por las grandes franjas de lava negra que descendieron
durante el bombardeo xter, formando terrazas al enfriarse. No hay vados en ese
tosco terreno, y quien gue una balsa por estos rpidos se concentrar en
timonear por aguas blancas y tendr poco tiempo para observar las rocas o las
orillas. Desciende un kilmetro al sur, saca un espcimen encerrado en vaco del
armario de objetos extravehiculares, se lo calza en el cinturn, oculta la nave
bajo el ramaje y regresa corriendo al ro.
Nemes saca el rollo de hilo, arroja el hilo y extrae cientos de metros de
monofilamento invisible. Lo entrecruza sobre los rpidos como una telaraa,
untando con una gelatina transparente de policarbono los objetos donde sujeta el
filamento, no slo para tener una referencia visual sino para impedir que el
filamento los corte. Si alguien estuviera de excursin por las rocas y los campos
de lava, la gelatina lucira como una tenue lnea de savia o liquen. La telaraa
cortara el Rafael en pedazos si alguien intentara descender all con la nave
espacial.
Una vez tendida la trampa, Nemes va ro arriba por un reborde chato, abre su
caja de pldoras y desparrama cientos de minas en el suelo y entre los rboles.
Los microexplosivos adoptan de inmediato el color y la textura de la superficie
donde han cado. Cada mina saltar hacia el blanco ambulante antes de estallar,
y la explosin est programada para ser penetrante. Las minas son activadas por
la proximidad del pulso, las exhalaciones de bixido de carbono y el calor
corporal, as como por la presin de una pisada a diez metros.
Nemes evala el terreno. Esta zona chata es el nico tramo de la orilla de los
rpidos por donde una persona puede retirarse a pie, y con las minas diseminadas
esa persona no podr sobrevivir. Nemes regresa al campo de rocas y activa los
sensores de las minas con un cdigo.
Para impedir que alguien regrese ro arriba a nado, abre los estuches de
tampones y siembra el fondo del ro con huevos de tijereta forrados con
cermica. En el fondo del ro son iguales a los guijarros que los rodean. Se
activan cuando un ser viviente pasa por encima de ellos. Si alguien intenta
regresar ro arriba, las tijeretas saldrn de sus huevos de cermica y atravesarn
el agua o el aire para taladrar el crneo del blanco, abrindose en un estallido de
filamentos al tocar el tejido cerebral.
Rhadamanth Nemes espera en una roca a diez metros de los rpidos. Los dos
artculos que le quedan en el cinturn son el ordenador jugador de naipes y el
saco de especmenes.

El ordenador es el tem ms avanzado que ha trado en esta excursin de


caza. Las entidades que lo crearon lo llaman trampa de la esfinge , en
homenaje a la Esfinge de Hy perion, que fue creada por la misma especie de
IAs. Es capaz de crear una burbuja de cinco metros de mareas antientrpicas o
hiperentrpicas. La energa requerida para crear la burbuja podra alimentar un
planeta habitado como Vector Renacimiento durante una dcada, pero Nemes
slo necesita tres minutos de desplazamiento temporal. Tocando la tarjeta chata,
Nemes piensa que habra que llamarla trampa del Alcaudn .
La mujer mira ro arriba. En cualquier momento. Aunque el portal est a
quince kilmetros, pronto recibir una advertencia. Nemes es sensible a la
distorsin teley ectora. Espera que el Alcaudn venga con ellos y prev que la
tratar como adversaria. En realidad, se sentira defraudada si el Alcaudn no
viniera y no fuera su enemigo.
Rhadamanth Nemes toca el ltimo artculo que lleva en el cinturn. El saco
de especmenes es lo que parece: un saco al vaco. All llevar la cabeza de la
nia al Rafael, donde la almacenar en el armario secreto, detrs del panel de
acceso del motor de fusin. Sus amos quieren una prueba.
Sonriendo, Nemes se recuesta en la negra lava, cambia de posicin para que
el sol de la tarde le entibie el rostro, se cubre los ojos con la mueca y se permite
una breve siesta. Todo est a punto.

52
Esperaba que el Alcaudn se hubiera ido cuando llegamos a la calle costera
de Mashhad, poco antes del alba de ese ltimo y ominoso da. No se haba ido.
Nos paramos en seco al ver esa escultura de cromo de tres metros de altura
en nuestra balsa. Estaba en la misma posicin que y o la haba visto la noche
anterior. Entonces y o haba retrocedido cautelosamente, apuntando con el rifle.
Ahora me aproxim cautelosamente, alzando el rifle.
Calma dijo Aenea, apoy ndome la mano en el brazo.
Qu diantres quiere? dije, quitando el seguro del rifle. Met un cartucho
de plasma en la recmara.
No lo s dijo Aenea. Pero tu arma no lo lastimar.
Me relam los labios y mir a la nia. Quera decirle que un ray o de plasma
lastimara cualquier cosa que no estuviera envuelta en veinte centmetros de
blindaje de impacto de tiempos de la Red. Aenea estaba plida y tensa. Tena
ojeras. No dijo nada.
Bien dije, bajando el rifle, no podemos abordar la balsa mientras esa
cosa est all.
Aenea me estruj el brazo y lo solt.
Tenemos que hacerlo.
Ech a andar hacia el muelle de hormign.
Mir a A. Bettik, a quien la idea pareca gustarle tan poco como a m. Ambos
echamos a trotar para alcanzar a la nia.
De cerca el Alcaudn era an ms aterrador que visto a distancia. Antes us
la palabra escultura, y la criatura tena ese aire, si podemos imaginar una
escultura hecha de pinchos de cromo, alambre cortante, hojas, espinas y un liso
caparazn de metal. Era enorme, ms de un metro ms alta que y o, y y o no soy
bajo. Su forma era complicada: piernas macizas con articulaciones envueltas en
bandas tachonadas de espinas; un pie chato con hojas curvas en vez de dedos y
una hoja con forma de cuchara en el taln, que poda ser un utensilio perfecto
para destripar; un complejo caparazn de cromo liso entrecruzado por bandas de
alambre filoso. Tena un par de brazos largos y un par de brazos ms cortos
debajo; cuatro manazas filosas colgaban a los costados.
En el crneo liso y alargado, una mandbula de excavadora presentaba una
hilera tras otra de dientes de metal. En la frente tena una hoja curva, y otra en el
crneo blindado. Los ojos eran grandes, profundos y rojos.
Quieres abordar la balsa con esa cosa? le susurr a Aenea cuando
estbamos a cuatro metros. El Alcaudn no haba vuelto la cabeza para mirarnos,
y sus ojos parecan muertos como reflectores, pero el impulso de alejarme de l
y echar a correr era muy fuerte.
Tenemos que abordar la balsa susurr la nia. Tenemos que salir de

aqu hoy. Hoy es el ltimo da.


Sin apartar los ojos del monstruo, ech una ojeada al cielo y los edificios. Con
la frentica tormenta de polvo de la noche anterior, cualquiera hubiera esperado
que el cielo estuviera ms rosado, con ms arena en el aire. An aleteaban nubes
rojizas en la ltima brisa del desierto, pero el cielo estaba ms azul que el da
anterior. La luz del sol rozaba la parte superior de los edificios ms altos.
Quiz podamos encontrar un VEM que funcione y viajar cmodamente
susurr. Algo que no tenga ese adorno en el cap. Ni siquiera a m me caus
gracia esta broma, pero requiri todas las agallas que tena.
Vamos respondi Aenea.
Bajamos por la escalerilla de hierro del muelle y subimos a la maltrecha
balsa. Me apresur a acompaarla, siempre apuntando el rifle hacia esa pesadilla
de cromo mientras con la otra mano aferraba la escalerilla. A. Bettik nos sigui
sin decir palabra.
No haba advertido cun maltrecha estaba la balsa.
Los troncos acortados estaban astillados en varios sitios, el agua llegaba hasta
el tercero de proa y lama los enormes pies del Alcaudn, y la roja arena de la
tormenta llenaba la tienda. El soporte del timn pareca a punto de descalabrarse
en cualquier momento, y el equipo que habamos dejado a bordo tena un aire de
abandono. Guardamos las mochilas en la tienda y nos pusimos de pie titubeando,
mirando la espalda del Alcaudn y esperando un movimiento: tres ratones que se
haban subido al felpudo donde dorma el gato.
El Alcaudn no se volvi. La espalda era tan poco tranquilizadora como el
frente, salvo que no veamos los ojos rojos y opacos.
Aenea suspir y camin hacia el monstruo. Alz una mano, pero no toc ese
hombro filoso.
Est bien. Vmonos nos dijo.
Cmo puede estar bien? rezongu en un susurro. No s por qu
susurraba, pero por algn motivo era imposible hablar normalmente cerca de esa
cosa.
Si hoy fuera a matarnos, y a estaramos muertos afirm la nia. Fue a
babor, el rostro plido y los hombros flojos, y cogi una prtiga. Corta las
amarras, por favor le pidi a A. Bettik. Tenemos que irnos.
El androide no tembl cuando se aproxim al Alcaudn para desatar la soga
de proa y enrollarla. Yo desat la soga de popa con una mano, sosteniendo el rifle
con la otra. La balsa se hunda un poco ms con esa maciza criatura en el frente,
y el agua llegaba casi hasta la tienda. Varios troncos del frente y de babor
estaban flojos.
Tenemos que reparar la balsa dije, cogiendo el timn y dejando el rifle.
No en este mundo replic Aenea, moviendo la prtiga para llevarnos
hacia la corriente central. Despus de cruzar el portal.

Sabes adnde vamos?


La nia neg con la cabeza. Tena el cabello opaco esa maana.
Slo s que hoy es el ltimo da.
Lo haba dicho unos minutos antes, y y o haba sentido la misma alarma que
sent ahora.
Ests segura?
S.
Pero no sabemos adnde vamos.
No. No exactamente.
Qu sabes? Quiero decir
Ella sonri tmidamente.
S qu quieres decir, Raul. S que si sobrevivimos a las prximas horas,
buscaremos el edificio que he visto en sueos.
Qu aspecto tiene?
Aenea abri la boca para hablar pero se apoy contra la prtiga un momento.
Nos desplazbamos rpidamente por el centro del ro. Los altos edificios
cntricos dieron paso a pequeos parques y veredas en ambas mrgenes.
Conocer el edificio cuando lo vea. Dej la prtiga y se me acerc. Me
agach para or sus susurros. Raul, si y o no sobrevivo y t s, regresa a casa
para hablarle al to Martin de lo que dije. De los leones, los tigres y los osos, y de
lo que el Ncleo se trae entre manos.
Le aferr el delgado hombro.
No hables as. Todos sobreviviremos. T se lo contars a Martin cuando le
veamos.
Aenea asinti sin conviccin y volvi junto a la prtiga. El Alcaudn segua
mirando hacia delante. El agua le lama los pies y la luz de la maana
centelleaba sobre sus espinas y sus filosas superficies.

Pensaba que nos internaramos en el desierto despus de la ciudad de


Mashhad, pero una vez ms mis expectativas fueron erradas. Los parques y
veredas estaban ms cubiertos de vegetacin: siempreazules, rboles de hojas
caducas de Vieja Tierra y una proliferacin de palmeras amarillas y verdes.
Pronto los edificios de la ciudad quedaron atrs y el ancho y recto ro atraves un
poblado bosque. An era temprano, pero el calor del sol era agobiante. El timn
no era necesario en la corriente central. Lo trab, me quit la camisa, la plegu
encima de mi mochila y reemplac a la exhausta Aenea en su puesto. Ella me
mir con sus ojos oscuros pero no se opuso.
A. Bettik haba desarmado la microtienda y la haba sacudido para quitarle la
arena. Se sent junto a m mientras la corriente nos impulsaba por una ancha
curva, hacia un bosque tropical an ms tupido. Usaba la camisa abombada y los

cortos y rados pantalones amarillos que le haba visto en Hebrn y Mare


Infinitus. Tena el sombrero de paja a sus pies. Asombrosamente, se fue al frente
de la balsa para sentarse junto al inmvil Alcaudn mientras nos internbamos en
la jungla.
Esto no puede ser nativo dije, enderezando la balsa mientras la corriente
la empujaba de costado. En este desierto no hay precipitaciones suficientes
para mantener todo esto.
Creo que era un gran jardn plantado por los peregrinos religiosos chitas,
M. Endy mion dijo A. Bettik. Escuche.
Escuch. El bosque herva con el susurro de las aves y el viento. Por debajo
de esos ruidos se oa el siseo de los sistemas de riego.
Es increble que usaran esa preciosa agua para mantener este ecosistema
coment. Debe de tener kilmetros.
El paraso dijo Aenea.
Cmo dices?
Muchos musulmanes eran gentes del desierto en Vieja Tierra. El agua y el
verdor eran su idea del paraso. Mashhad era un centro religioso. Tal vez esto
estuviera destinado a dar a los fieles una vislumbre de lo que sucedera si
obedecan las enseanzas que Al dej en el Corn.
Un costoso preestreno coment, arrastrando la prtiga mientras
virbamos de nuevo a la izquierda y el ro se ensanchaba. Me pregunto qu
habr sucedido con la gente.
Pax dijo Aenea.
Qu? Estos mundos Hebrn, Qom-Riy adh estaban bajo control xter
cuando desapareci la poblacin.
Eso dice Pax.
Pens en ello.
Qu tienen en comn ambos mundos, Raul?
No tard mucho en responder.
Ambos se negaban a convertirse al cristianismo. Ambos se negaban a
aceptar la cruz. Judos y musulmanes.
Aenea no dijo nada.
Es una idea escalofriante coment. Me dola el estmago. La Iglesia
puede errar en sus criterios, Pax puede ser arrogante con su poder, pero Me
enjugu el sudor de los ojos. Por Dios Genocidio?
Aenea se volvi hacia m.
Detrs de ella las filosas piernas del Alcaudn reflejaron la luz.
No lo sabemos murmur. Pero hay elementos de la Iglesia y de Pax
que estaran dispuestos a hacerlo, Raul. Recuerda que el Vaticano necesita al
Ncleo para conservar el control de la resurreccin y, por medio de ste, el
control de los pobladores de todos los mundos.

Sacud la cabeza.
Genocidio? No puedo creerlo. Ese concepto perteneca a las ley endas
de Horace Glennon-Height y Adolf Hitler, no a las personas e instituciones que
y o haba visto en mi vida.
Est sucediendo algo espantoso dijo Aenea. se debe de ser el motivo
por el cual nos llevaron por este camino Hebrn y Qom-Riy adh.
Lo has dicho antes respond, empujando la prtiga. Nos llevaron. Pero
no el Ncleo. Entonces quin? Mir la espalda del Alcaudn. Sudaba a mares
en el calor del da. La acechante criatura era todo filo y espinas.
No lo s dijo Aenea. Dio media vuelta y se apoy los brazos en las
rodillas. All est el teley ector.
El oxidado portal, cubierto de lianas, se elevaba sobre la exuberante jungla. Si
esto an era el paradisaco parque de Qom-Riy adh, se haba descontrolado.
Sobre la techumbre verde, el viento empujaba nubes de polvo rojo en el cielo
azul. Enfil al centro del ro, dej la prtiga y fui a buscar el rifle. Se me haca un
nudo en el estmago con slo pensar en el genocidio. El nudo se cerr an ms
cuando pens en cavernas de hielo, cascadas, mundos ocenicos y el despertar
del Alcaudn.
Aferraos advert innecesariamente cuando pasamos bajo el arco de
metal.
El paisaje se diluy como si nos rodeara una vaharada de calor. De repente la
luz cambi, la gravedad cambi, nuestro mundo cambi.

53
El padre capitn De Soy a despierta gritando. Tarda unos minutos en
comprender que es l quien grita.
Abriendo el atad, se incorpora. En el monitor parpadean luces rojas y
amarillas, aunque todas las indicaciones esenciales estn en verde. Gimiendo de
dolor y confusin, De Soy a trata de levantarse. Su cuerpo flota sobre el nicho
abierto, sus manos aletean. Nota que sus manos y brazos estn rojas y rosados,
como si le hubieran quemado la piel.
Santa Madre de Dios dnde estoy ? solloza. Las lgrimas cuelgan
frente a sus ojos. Gravedad cero. Dnde estoy ? El Baltasar? Qu ha
sucedido? Batalla espacial? Quemadura?
No. Est a bordo del Rafael. Poco a poco las vejadas dendritas de su cerebro
empiezan a funcionar. Est flotando en una oscuridad iluminada por instrumentos.
El Rafael. Debera estar en rbita de Bosquecillo de Dios. Haba fijado los ciclos
para Gregorius, Kee y l en unas peligrosas seis horas en vez de los tres das
habituales, jugando a Dios con la vida de mis hombres , recuerda que pens.
Este ritmo acelerado aumenta las probabilidades de que fracase la resurreccin.
De Soy a recuerda al segundo correo que le haba llevado rdenes al Baltasar. El
padre Gawronski. Parecen dcadas atrs. El padre no haba logrado una buena
resurreccin. El capelln del Baltasar cmo se llamaba ese cretino? El
padre Sapieha haba dicho que el padre Gawronski tardara semanas o meses en
resucitar despus de ese fracaso inicial. Un proceso lento y doloroso, haba dicho
acusador el capelln.
El padre capitn De Soy a se despabila mientras flota sobre el nicho. Todava
en cada libre, como haba programado. Recuerda haber pensado que quiz no
estuviera en condiciones de caminar en gravedad uno. No lo est. Dirigindose al
cubculo, se mira en el espejo. Su cuerpo reluce como una vctima de
quemaduras, y el cruciforme es una cua vvida en esa carne rosada y cruda.
De Soy a cierra los ojos y se pone la ropa interior y la sotana. El algodn le
lastima la piel inflamada, pero l ignora el dolor. El caf se ha filtrado tal como lo
program. Saca el bulbo de la mesa y se dirige a la sala comn.
El nicho del cabo Kee emite un fulgor verde en los ltimos segundos de
resurreccin. El nicho de Gregorius emite luces de advertencia. De Soy a
murmura un juramento y desciende hacia el panel del sargento. El ciclo de
resurreccin est abortado. El ciclo acelerado ha fracasado.
Maldito sea Dios susurra De Soy a, y luego ofrece un acto de contricin
por tomar el nombre del Seor en vano. Necesitaba a Gregorius.
Kee resucita sin inconvenientes, aunque confundido y dolorido. De Soy a lo
levanta, lo lleva al cubculo para enjugarle la piel inflamada y ofrecerle zumo de
naranja. Al cabo de unos minutos Kee empieza a comprender.

Algo sali mal explica De Soy a. Tuve que correr este riesgo para ver
qu se propona la cabo Nemes.
Kee asiente. Aunque est vestido y la temperatura de la cabina es elevada, el
cabo tiembla espasmdicamente.
De Soy a lo conduce al mdulo de mando. El nicho del sargento Gregorius
emite luces amarillas mientras el ciclo entrega al sargento a la muerte. El nicho
de la cabo Rhadamanth Nemes muestra luces verdes para el ciclo normal de tres
das.
Las pantallas indican que ella est dentro, sin vida, recibiendo el Sacramento
de la Resurreccin. De Soy a teclea el cdigo de apertura.
Parpadean luces de advertencia.
No se permite apertura del nicho durante el ciclo de resurreccin dice la
voz chata de Rafael. Cualquier intento de abrir el nicho ahora producira la
muerte verdadera.
De Soy a ignora las luces y los zumbidos de advertencia y empuja la tapa.
Permanece cerrada.
Dme esa barra le ordena a Kee.
El cabo le arroja una barra de hierro. De Soy a encuentra una rendija para
insertar la barra, reza en silencio, esperando no estar equivocado y paranoico, y
abre la tapa. Suenan alarmas.
El nicho est vaco.
Dnde est la cabo Nemes? le pregunta De Soy a a la nave.
Todos los instrumentos y sensores muestran que est en el nicho dice el
ordenador.
Aj murmura De Soy a, soltando la barra, que cae en un rincn con la
lentitud de la gravedad cero. Vamos le dice al cabo, y los dos regresan al
cubculo. La ducha est vaca. En la sala comn no hay lugar donde ocultarse.
De Soy a se dirige a su silla de mando mientras Kee se dirige al tubo de conexin.
Las luces de status muestran una rbita geosincrnica a treinta mil kilmetros.
De Soy a mira por la ventana y ve un mundo de nubes arremolinadas excepto
una franja ancha en el ecuador, donde el terreno verde y pardo est cubierto de
tajos. Los instrumentos muestran que la nave de descenso sigue enganchada y
desactivada. La nave, interrogada, confirma que la nave de descenso est en su
sitio, y que la cmara de presin no se ha usado desde la traslacin.
Cabo Kee dice De Soy a por el interfono. Se concentra, aprieta las
mandbulas. Siente un dolor intenso, como si tuviera la piel en llamas. Quiere
cerrar los ojos y dormir. Informe.
La nave de descenso no est, capitn responde Kee desde el tnel de
acceso. Todas las luces de conexin estn verdes, pero si y o abriera la cmara
de presin, respirara vaco. Desde aqu veo que la nave no est.
Merde susurra De Soy a. De acuerdo, regrese aqu. Estudia los

dems instrumentos mientras espera. El registro muestra esos dobles disparos,


hace tres horas. Pidiendo el mapa de la regin ecuatorial de Bosquecillo de Dios,
De Soy a inicia una bsqueda por telescopio y radar en el tramo del ro que rodea
el tocn del Arbolmundo. Encuentra el primer portal teley ector y mustrame
todos los tramos intermedios del ro. Infrmame de la posicin del repetidor de la
nave de descenso.
Los instrumentos indican que la nave de descenso est amarrada al botaln
del mdulo de mando responde la nave. El repetidor lo confirma.
De acuerdo dice De Soy a, ansiando arrancarle chips de silicio como si
fueran dientes, ignora la seal de la nave. Sondea esta regin con telescopio y
radar. Informa sobre cualquier forma de vida o artefacto. Todos los datos en
pantallas principales.
Enterado dice el ordenador. La pantalla flucta mientras inicia una
magnificacin telescpica. De Soy a ve un portal teley ector a slo cientos de
metros de distancia. Planea ro abajo.
Enterado.
El cabo Kee entra y se sujeta al asiento del copiloto.
Sin la nave de descenso, no podemos bajar.
Trajes de combate dice De Soy a en medio de las oleadas de dolor que lo
sacuden. Tienen escudo ablativo cientos de microcapas de ablativo de
colores para resistir una descarga de luz coherente, verdad?
Correcto, pero
Mi plan era que usted y el sargento Gregorius usaran el ablativo para la
reentrada contina De Soy a. Puedo llevar el Rafael a la rbita ms baja
posible. Usted usar un pak auxiliar de retropropulsin. Los trajes deberan
soportar una reentrada, verdad?
Posiblemente, pero
Utilizar los repulsores EM para encontrar a esta mujer. La encuentra y
la detiene. Despus usa la nave para regresar.
El cabo Kee se frota los ojos.
S, seor. Pero he revisado los trajes. Todos tienen brechas de integridad.
Integridad? repite estpidamente De Soy a.
Alguien cort el blindaje ablativo. No se nota a simple vista, pero efectu
un diagnstico de integridad clase tres. Estaramos muertos antes del apagn de
ionizacin.
Todos los trajes?
Todos, seor.
El sacerdote capitn contiene el impulso de maldecir una vez ms.
De todos modos, har descender el Rafael, cabo.
Para qu, seor? Siempre estaremos a cientos de kilmetros, y no
podremos hacer nada.

De Soy a asiente pero teclea parmetros para el mdulo de gua. Su


desconcertado cerebro comete muchos errores uno solo bastara para que
ardieran en la atmsfera pero la nave los detecta. De Soy a reconfigura los
parmetros.
Aconsejo no descender a una rbita tan baja dice la voz asexuada de la
nave. Bosquecillo de Dios tiene una atmsfera superior voltil, y trescientos
kilmetros no es suficiente para satisfacer los requerimientos de seguridad que
Cllate y hazlo grue el padre capitn De Soy a.
Cierra los ojos cuando se activan los propulsores principales. El retorno del
peso agudiza el dolor. Kee grue en el asiento del copiloto.
La activacin del campo de contencin interna aliviar las incomodidades
de la desaceleracin de cuatro gravedades dice la nave.
No responde De Soy a. Quiere ahorrar energa.
El ruido, las vibraciones y el dolor continan. La curva de Bosquecillo de Dios
crece en la ventana.
Y si esa traidora ha programado la nave para que se interne en la
atmsfera en caso de que despertemos e intentemos alguna maniobra? piensa
de pronto De Soy a. Sonre a pesar de la aplastante gravedad. Entonces
tampoco ella regresar a casa .
El castigo contina.

54
El Alcaudn haba desaparecido cuando atravesamos el portal.
Baj el rifle y mir en torno. El ro era ancho y poco profundo. El cielo era
profundamente azul, ms oscuro que el de Hy perion, y al norte se vean
imponentes estratocmulos. Las columnas de nubes parecan recibir la luz del
atardecer, y al mirar atrs vimos un sol bajo y enorme. Tuve la sensacin de que
era el poniente y no el alba.
Las orillas mostraban rocas, malezas y un suelo ceniciento. El aire mismo
ola a cenizas, como si atravesramos una regin arrasada por un incendio
forestal. La baja vegetacin confirmaba esta impresin. A nuestra derecha, un
volcn se ergua a muchos kilmetros.
Bosquecillo de Dios, creo dijo A. Bettik. Aqullos son los restos del
Arbolmundo.
Mir de nuevo el negro cono volcnico. Ningn rbol poda haber alcanzado
ese tamao.
Dnde est el Alcaudn? pregunt.
Aenea se levant y camin hacia el lugar donde la criatura se encontraba un
instante antes. Pas la mano por el aire, como si el monstruo se hubiera hecho
invisible.
Aferraos! advert de nuevo. La balsa se diriga hacia un modesto
conjunto de rpidos. Regres al timn y lo desat mientras el androide y la nia
cogan las prtigas. Saltamos y viramos, pero pronto habamos pasado las ondas
blancas.
Eso fue divertido! exclam Aenea. Haca tiempo que no la vea tan
animada.
S, divertido. Pero la balsa se est despedazando. Era una leve
exageracin, pero no una hiprbole. Los troncos flojos del frente se estaban
desatando. Nuestro equipo rodaba sobre la tela de la microtienda.
Hay un lugar plano donde desembarcar dijo A. Bettik, sealando una
zona herbosa a la derecha. Las colinas lucen ms inhspitas hacia delante.
Saqu los binoculares y estudi esos riscos negros.
Tienes razn. Tal vez hay a verdaderos rpidos ms adelante, y pocos
lugares donde atracar. Hagamos las reparaciones aqu.
La nia y el androide remaron hacia la orilla. Baj de un salto y arrastr la
balsa hacia la orilla lodosa. Los daos no eran graves en el frente y a estribor,
slo unas correas sueltas y algunos tablones rajados. Mir ro arriba. El sol estaba
ms bajo, aunque pareca que tendramos una hora ms de luz.
Acampamos esta noche? suger, pensando que tal vez ste fuera el
ltimo lugar apropiado. O seguimos adelante?
Seguimos adelante dijo Aenea.

Comprend su afn. An era de maana, segn la hora de Qom-Riy adh.


No quiero estar en aguas blancas despus del anochecer le dije.
Aenea ech una ojeada al sol.
Y y o no quiero estar aqu despus del anochecer. Lleguemos tan lejos
como podamos. Cogi los binoculares y estudi los riscos negros de la derecha,
los oscuros cerros de la izquierda del ro. No habran puesto el sector del Tetis
en un ro que tuviera rpidos peligrosos, verdad?
A. Bettik se aclar la garganta.
Sospecho que gran parte de ese flujo de lava se cre durante el ataque
xter. Pueden haber surgido rpidos muy peligrosos con las perturbaciones que
causara el bombardeo.
No fueron los xters murmur Aenea.
Qu dices, pequea?
No fueron los xters repiti con firmeza. Fue el TecnoNcleo.
Construy naves para atacar la Red y simul una invasin xter.
De acuerdo dije. Haba olvidado que Martin Silenus deca lo mismo al
final de los Cantos. No haba comprendido bien esa parte cuando estaba
aprendiendo el poema. Ahora nada tena importancia. Pero las colinas
derretidas an estn all, y puede haber aguas caudalosas. O cataratas. Es posible
que la balsa no pueda pasar.
Aenea asinti y guard los binoculares en mi mochila.
Si no se puede, no se puede. Caminaremos y atravesaremos el prximo
portal a nado. Pero reparemos la balsa pronto y recorramos la may or distancia
posible. Si vemos rpidos peligrosos, nos dirigiremos a la orilla ms prxima.
Tal vez slo hay a peascos. Esa lava no parece prometedora.
Aenea se encogi de hombros.
Pues escalaremos y seguiremos a pie.
Admito que admir a esa chiquilla esa noche. Estaba cansada, enferma,
abrumada por emociones que y o no comprenda, muerta de miedo. Pero no
estaba dispuesta a renunciar.
Bien, al menos el Alcaudn se ha ido. sa es buena seal.
Aenea me mir con desgana. Pero trat de sonrer.

Las reparaciones nos llevaron slo veinte minutos. Reforzamos las ataduras,
pasamos al frente algunos soportes del centro y extendimos la microtienda como
una especie de forro para mantener secos los pies.
Si hemos de viajar en la oscuridad dijo Aenea, deberamos instalar de
nuevo el mstil con el farol.
S dije. Haba reservado un poste alto para ese propsito. Lo calc en la
base y lo sujet. Con el cuchillo abr una muesca para la manija del farol. Lo

enciendo?
Todava no dijo Aenea, mirando el poniente.
De acuerdo. Si vamos a botar en aguas blancas, debemos mantener el
equipo en las mochilas y guardar los elementos ms importantes en los sacos
impermeables.
Pusimos manos a la obra. En mi saco guard una camisa extra, otro rollo de
soga, el rifle de plasma plegado, una lmpara de mano y la linterna lser. Iba a
guardar el comlog en la mochila, pero pens que, aunque fuera inservible, no
pesaba nada, as que me lo sujet a la mueca. Habamos recargado las bateras
del comlog, el lser y la lmpara en la clnica de Qom-Riy adh.
Todo listo? pregunt, dispuesto a lanzarme nuevamente a la corriente.
La balsa pareca mejor con su suelo nuevo y su mstil, los brtulos amarrados, el
farol de proa preparado.
Listo dijo Aenea.
A. Bettik asinti y se apoy en la prtiga. Nos internamos en el ro.

La corriente era rpida al menos veinte o treinta kilmetros por hora y el


sol an estaba encima del horizonte cuando nos internamos en la regin de lava
negra. Ambas orillas se tornaron acantilados, y botamos en olas de aguas
blancas, siempre saliendo bien librados. Empec a escudriar las orillas en busca
de sitios donde atracar en caso de que oy ramos rugido de cataratas o rpidos
muy violentos. Haba lugares caletas y zonas planas pero delante el terreno
era visiblemente ms escabroso.
Not que en las barrancas haba ms vegetacin siempreazules y pinos
achaparrados y el sol bajo pintaba con radiante luz las ramas ms altas. Estaba
pensando en sacar nuestro almuerzo, cena o lo que fuera de las mochilas y
preparar algo caliente cuando A. Bettik advirti:
Rpidos enfrente.
Me apoy en el timn y mir. Rocas en el ro, aguas blancas, espuma. Mis
aos de barquero en el Kans me ay udaron a evaluar ese tramo de rpidos.
Todo saldr bien. Afirmad las piernas, moveos hacia el centro si se
zamarrea demasiado. Empujad cuando os lo diga. El truco consiste en mantener
la proa bien orientada, pero podemos lograrlo. Si os cais, nadad hacia la balsa.
Tengo una soga preparada. Tena un pie apoy ado sobre la soga enrollada.
No me gustaban los peascos de lava negra y los pedrejones de la orilla
derecha, pero el ro pareca ms ancho y ms apacible ms all de estas aguas
encrespadas. Si esto era todo, quiz pudiramos continuar el viaje durante la
noche, usando el farol y el lser para alumbrar nuestro camino.
Alineamos la balsa para entrar en los rpidos, tratando de esquivar los
pedrejones que asomaban en las espumosas aguas, cuando todo empez. Si no

hubiera sido por un remolino que nos hizo girar dos veces, todo habra terminado
antes de que y o me diera cuenta.
Aenea gritaba de alegra. Yo sonrea. Hasta A. Bettik sonrea. Era un efecto
de las aguas blancas moderadas, lo saba por experiencia. Los rpidos clase cinco
habitualmente aterran a la gente, pero los saltos inofensivos son divertidos.
Empujad! A la derecha! Esquivad esa roca! , nos gritbamos. Acabbamos
de eludir una gran roca cuando vi que el mstil y el farol eran despedazados.
Qu diablos? atin a exclamar, y entonces despertaron mis viejos
recuerdos, y con ellos los reflejos que crea atrofiados aos atrs.
Estbamos girando hacia mi izquierda. Grit Abajo! a todo pulmn,
abandon el timn y me arroj sobre Aenea. Ambos camos de la balsa.
A. Bettik haba reaccionado al instante, corriendo a popa, y los
monofilamentos que haban cortado el mstil y el farol como mantequilla le
erraron por milmetros. Emerg pisando roca y abrazando a Aenea, a tiempo
para ver que los monofilamentos que haba debajo del agua cortaban la balsa en
dos, y volvan a cortarla a medida que el remolino haca girar los troncos. Los
filamentos eran invisibles, pero esa potencia de corte slo poda significar una
cosa. Yo haba visto usar ese truco contra camaradas mos en la brigada de
Ursus; los rebeldes haban colocado monofilamento en la carretera, y cortaron
un autobs que trasladaba a treinta tos desde el cine de la ciudad; los treinta
fueron decapitados.
Trat de avisar a A. Bettik, pero las rugientes aguas me llenaron la boca.
Manote una roca, resbal, apoy los pies en el fondo, cog la roca siguiente. Se
me estruj el escroto al pensar en los filamentos que poda haber debajo del
agua, frente a mi rostro.
El androide vio que la balsa era despedazada por tercera vez y se zambull.
Tapado por la corriente, alz instintivamente el brazo izquierdo. Una bruma
sanguinolenta ti el ro cuando el filamento le cercen el brazo por debajo del
codo. Bettik asom la cabeza en silencio mientras aferraba una roca filosa con la
mano derecha. El brazo izquierdo se perdi ro abajo con su espasmdica mano.
Santo cielo! grit. Maldicin!
Aenea asom la cabeza y me mir con intensidad, pero sin pnico.
Ests bien? grit en medio del estruendo. Un monofilamento tiene un
corte tan limpio que uno puede perder la pierna y tardar medio minuto en
enterarse.
Aenea asinti.
Afrrate a mi cuello! grit. Necesitaba liberar el brazo izquierdo. Aenea
se aferr a m, la piel fra por el agua congelada.
Maldicin, maldicin, maldicin repet como un mantra mientras
hurgaba en mi saco con la mano izquierda. Tena la pistola en la funda, apretada
bajo mi cadera derecha contra el fondo del ro. Aqu haba poca profundidad,

menos de un metro en ciertos lugares, muy poca agua para cubrirse cuando el
francotirador comenzara a disparar. Pero eso no importaba. Todo intento de
zambullirnos nos arrastrara ro abajo, hacia los filamentos.
Vi que A. Bettik asa su roca ocho metros ro abajo. Alz el brazo izquierdo.
Brotaba sangre del mun. Hizo una mueca y vacil al sentir el aguijonazo del
dolor despus del shock. Los androides mueren como los humanos? .
Ahuy ent ese pensamiento. Su sangre era muy roja.
Escrut los flujos de lava y los campos de roca buscando el destello del sol
sobre metal. Pronto recibiramos la bala o el ray o del francotirador. No lo
oiramos. Era una maravillosa emboscada, de manual. Y y o haba cado como
un incauto. Encontr la linterna lser, solt el saco y apret el cilindro entre los
dientes. Tanteando bajo el agua con la mano izquierda, me desabroch el
cinturn, lo saqu del agua, indiqu a Aenea que cogiera la pistola con la mano
libre.
Aferrndose de mi cuello con el brazo izquierdo, ella abri la funda y extrajo
la pistola. Yo saba que ella nunca la usara, pero ahora y a no importaba.
Necesitaba el cinturn. Me puse el lser bajo la barbilla, sostenindolo mientras
enderezaba el cinturn con la mano izquierda.
Bettik! grit.
El androide me mir con ojos doloridos.
Ataja! grit, arrojndole el cinturn de cuero. Con esa maniobra casi
perd la linterna, pero logr recobrarla con la mano izquierda.
El androide no poda apartar la mano derecha de la roca, y haba perdido la
izquierda, pero us el mun sangrante y el pecho para detener el cinturn.
Haba sido un tiro perfecto, mi nica oportunidad.
Kit mdico! expliqu. Torniquete, y a!
Creo que no me oy , pero no era necesario. Apoy ndose en la roca para que
el agua no lo arrastrara, se puso el cinturn en el brazo izquierdo y ci la correa
con los dientes. No haba orificio en esa parte del cinturn, pero l lo ci con un
tirn de la cabeza, le dio otra vuelta y lo volvi a anudar.
Yo haba logrado encender la linterna lser. Puse el haz en dispersin mxima
y lo proy ect por encima del ro.
El cable era monofilamento, pero no superconductor. En tal caso no habra
destellado como lo hizo. Una red de cables calientes reluca como ray os lser
entrecruzados. A. Bettik haba pasado flotando debajo de uno de ellos. Otros se
sumergan en el agua a su izquierda y su derecha. Los primeros filamentos
empezaban a un metro de los pies de Aenea.
Mov el haz a izquierda y derecha. Nada reluca all. Los cables que haba
encima de A. Bettik relucieron unos segundos al disipar el calor y desaparecieron
como si nunca hubieran existido. Mov nuevamente el lser, alumbrndolos de
nuevo, angost el haz. El filamento al que apunt destell pero no se derriti. No

era superconductor, pero no se derretira con la baja energa que poda dirigirle
con una linterna lser.
Dnde est el francotirador? . Quiz slo fuera una trampa pasiva. Viejo
truco. Nadie al acecho.
No lo cre ni por un segundo. Not que A. Bettik perda su contacto con la roca
a medida que lo empujaba la corriente.
Mierda dije. Calzndome el lser en la cintura, aferr a Aenea con el
brazo izquierdo. Agrrate.
Con el brazo derecho trep a la resbaladiza roca. Tena forma triangular y era
muy lisa. Afirmando el cuerpo contra la corriente, sub a Aenea. La corriente
me mola a puetazos.
Puedes sostenerte? pregunt.
S.
Aenea tena la cara blanca, el pelo pegado a la coronilla. Vi raspones en su
mejilla y su sien, y una magulladura cerca de la barbilla, pero ninguna otra
lesin.
Le palme el hombro, me cercior de que estuviera bien sujeta y me solt.
Corriente abajo vi la balsa hecha trizas, rodando en la curva de aguas blancas
junto a los peascos de lava.
Rebotando en el fondo, abofeteado por la corriente, logr llegar a la roca de
A. Bettik sin golpear al androide.
Lo sujet, notando que las filosas rocas y la corriente le haban desgarrado la
camisa. Manaba sangre de varios raspones de su piel azul, pero y o quera ver su
brazo izquierdo. Gimi cuando le alc el brazo.
El torniquete ay udaba a detener la hemorragia, pero no lo suficiente. Estras
rojas rodaban en el agua. Pens en los tiburones arco iris de Mare Infinitus y
tirit.
Vamos dije, alzndolo, apartando su mano fra de la roca.
Largumonos de aqu.
El agua me llegaba a la cintura cuando me levant, pero tena la potencia de
varias mangueras de bomberos. A pesar del shock y la hemorragia, A. Bettik me
ay ud. Nuestras botas rasparon las cortantes piedras del fondo del ro.
Dnde est el ray o del francotirador? . Me dolan los hombros de la
tensin.
La ribera ms prxima estaba a la derecha, una extensin plana y herbosa
que era el nico sitio accesible. Invitaba a ir all.
Una invitacin demasiado evidente.
Adems, Aenea an se aferraba a la roca ocho metros corriente arriba.
Con el brazo bueno de A. Bettik sobre el hombro, avanc corriente arriba,
tambaleando, nadando, gateando mientras el agua nos pegaba y nos salpicaba.
Yo estaba medio ciego cuando llegamos a la roca de Aenea. La nia tena los

dedos blancos de fro y nerviosismo.


La orilla! grit ella mientras la ay udaba a incorporarse. Camos en un
pozo y la corriente le peg en el pecho y el cuello, cubrindole la cara de
espuma blanca.
Sacud la cabeza.
Ro arriba! grit, y los tres nos internamos en la espumosa corriente.
Slo mi fuerza manitica nos mantuvo en pie y en movimiento. Cada vez que la
corriente amenazaba con tumbarnos, y o me imaginaba tan slido como el
Arbolmundo que antao se ergua al sur, hundiendo sus races en el cauce rocoso.
Haba un tronco cado a veinte metros, sobre la orilla derecha. Si podamos
refugiarnos detrs de l Tena que aplicar el torniquete del kit mdico en el
brazo de A. Bettik dentro de pocos minutos, pues de lo contrario l morira. Si
intentbamos detenernos en el ro, la corriente poda arrastrar el kit, el saco y
todo lo dems. Pero no quera permanecer expuesto en esa acogedora ribera
herbosa
Monofilamentos . Saqu la linterna lser y alumbr el aire. No haba
cables. Pero podan estar debajo del agua, acechando para cortarnos los tobillos.
Tratando de calmar mi imaginacin, los gui ro arriba. La linterna lser se
me resbalaba. A. Bettik me aferraba el hombro con menos fuerza. Aenea me
aferraba el brazo izquierdo como si y o fuera su nica salvacin. Era su nica
salvacin.
Habamos avanzado menos de diez metros cuando las aguas estallaron
delante. Tambale. La cabeza de Aenea se hundi y la levant, aferrndole la
camisa empapada con dedos frenticos. A. Bettik cay contra m.
El Alcaudn emergi del ro, los ojos rojos y llameantes, alzando los brazos.
Mierda! grit uno de nosotros. O quiz los tres.
Giramos, mirando por encima del hombro, mientras sus dedos acerados
hendan el aire.
A. Bettik cay . Le cog la axila y lo levant. La tentacin de sucumbir a la
corriente y dejarse arrastrar ro abajo era muy grande. Aenea tropez, se
incorpor, seal la orilla derecha. Asent y fuimos en esa direccin.
A nuestras espaldas, el Alcaudn se ergua en medio del ro, agitando los
brazos como colas de un escorpin de metal. Cuando mir de nuevo, haba
desaparecido.
Camos varias veces antes de que mis pies sintieran lodo en vez de roca.
Empuj a Aenea a la orilla, ay ud a A. Bettik a tenderse en la hierba. El ro an
ruga contra mi cintura. Sin salir del agua, arroj el saco sobre la hierba.
El kit mdico jade, tratando de salir. Apenas poda mover los brazos.
Tena el torso entumecido por el agua helada.
Los dedos de Aenea tambin estaban fros. Le cost sacar el torniquete del
pak mdico, pero lo consigui. A. Bettik estaba inconsciente cuando ella le coloc

los paos de diagnstico, desanud mi cinturn de cuero y rode el brazo


mutilado con la manga. La manga se ci con un siseo, y sise de nuevo cuando
le iny ect un analgsico o estimulante. Las luces del monitor parpadearon.
Prob de nuevo, logr encaramarme a la orilla, salir del ro. Me
castaeteaban los dientes.
Dnde est la pistola? le pregunt a Aenea. Ella sacudi la cabeza.
Tambin le castaeteaban los dientes.
La perd cuando apareci el Alcaudn.
Apenas atin a asentir. El ro estaba vaco.
Tal vez se hay a ido dije, apretando los dientes.
Dnde estaba la manta trmica? El ro se la haba llevado. Habamos perdido
todo lo que no estaba en mi saco.
Ergu la cabeza, mir ro abajo. El poniente iluminaba las copas de los
rboles, pero las sombras y a cubran el desfiladero. Una mujer caminaba hacia
nosotros por las rocas de lava.
Alc la linterna lser y seleccion HAZ ANGOSTO.
No usars eso contra m, verdad? pregunt la mujer con tono burln.
Aenea dej de mirar el monitor mdico para volverse hacia la mujer. La
mujer usaba un uniforme negro y carmes que y o no conoca. Era de baja
estatura, tena cabello corto y oscuro, rostro plido en la luz evanescente. Pareca
tener huesos de fibrocarbono encastrados en la despellejada mano derecha.
Aenea se puso a temblar, pero no era miedo sino una emocin ms profunda.
Entorn los ojos, y en ese momento la expresin de la nia me pareci entre
salvaje y temeraria. Apret los puos.
La mujer se ech a rer.
No s por qu, pero esperaba algo ms interesante dijo, saltando de la
roca a la hierba.

55
Ha sido una tarde larga y aburrida para Nemes. Ha dormido unas horas,
despertando cuando sinti la distorsin de desplazamiento, al activarse el portal
quince kilmetros ro arriba. Sube unos metros, se oculta detrs de unas rocas,
espera el prximo acto.
El prximo acto es dramtico. Ve los forcejeos en medio del ro, el torpe
rescate del hombre artificial hombre artificial menos brazo artificial ,
corrige y luego, con cierto inters, la extraa aparicin del Alcaudn. Saba
que el Alcaudn estaba en las inmediaciones, pues los temblores de
desplazamiento que causa al atravesar el continuo no son tan diferentes de la
apertura del portal. Incluso ha pasado a tiempo rpido para ver cmo el monstruo
se mete en el ro y asusta a los humanos. Eso le divierte. Qu hace esa criatura
obsoleta? Impide que los humanos caigan en la trampa de las tijeretas o los
arrea hacia ella como un buen perro pastor? Nemes sabe que la respuesta
depende de qu poderes hay an enviado al monstruo en esta misin. Pero no tiene
importancia. En el Ncleo se piensa que una iteracin temprana de la IM cre y
envi el Alcaudn hacia atrs en el tiempo. Se sabe que el Alcaudn ha
fracasado y que ser derrotado nuevamente en las futuras luchas entre la
floreciente IM humana y el Dios Mquina. Fuera como fuese, el Alcaudn es un
fracaso, una nota al pie en este viaje. Nemes slo estudia a la criatura con la
vaga esperanza de que resulte ser un adversario interesante.
Observando a los humanos exhaustos y al comatoso androide tendido en la
hierba, se aburre de su pasividad. Metindose el saco de especmenes en el
cinturn e insertndose en la mueca la tarjeta de la trampa esfinge, baja por la
roca.
El joven Raul est arrodillado, ajustando un lser de baja potencia. Nemes no
puede contener una sonrisa.
No usars eso contra m, verdad?
El hombre no responde. Alza el lser. Si lo usa, en un intento de encandilarla,
Nemes pasar a fase rpida y se lo meter en el colon hasta el intestino, sin
apagar el ray o.
Aenea la mira por primera vez. Nemes entiende por qu el Ncleo teme el
potencial de esta joven humana. Elementos de acceso del Vaco Que Vincula
titilan en torno de la nia como electricidad esttica. Tambin advierte que a la
nia le faltan aos para usar ese potencial. Tanto revuelo y alharaca han sido en
vano. La nia humana no slo es inmadura en el uso de poderes, sino que ignora
para qu sirven.
Nemes tema que la nia planteara un problema en sus segundos finales,
conectndose con una interfaz del Vaco y creando dificultades. Reconoce que su
preocupacin era un error. Extraamente, esto la decepciona.

No s por qu, pero esperaba algo ms interesante dice, avanzando otro


paso.
Qu quieres? pregunta el joven Raul, incorporndose. Nemes
comprende que el joven est agotado despus de rescatar a sus amigos.
No quiero nada de ti. Ni de tu moribundo amigo azul. En cuanto a Aenea,
slo necesito unos segundos de conversacin. Nemes seala la arboleda donde
ha colocado las minas. Por qu no te llevas a tu glem hacia los rboles y
esperas a que la nia se rena contigo? Hablaremos en privado, y luego ser
tuy a. Avanza otro paso.
No te acerques dice Raul, alzando la linterna lser.
Nemes se cubre con las manos como si tuviera miedo.
Oy e, socio, no dispares dice. Nemes no se preocupara ni aunque el lser
tuviera diez mil veces ms amperaje.
No te acerques repite Raul, el pulgar en el gatillo. Apunta el lser de
juguete a los ojos de Nemes.
De acuerdo dice Nemes. Retrocede un paso. Y cambia de fase,
convirtindose en una reluciente figura de cromo.
Raul! exclama Aenea.
Nemes est aburrida. Pasa a tiempo rpido. El cuadro que ve frente a ella
est congelado. Aenea abre la boca, todava hablando, pero las vibraciones del
aire no se mueven. El torrentoso ro est petrificado, como en una fotografa
tomada con una imposible velocidad de obturador. Gotas de espuma cuelgan en
el aire. Otra gota cuelga a un milmetro de la barbilla de Raul.
Nemes se acerca y le arrebata el lser. Siente la tentacin de obedecer su
impulso inicial y luego pasar a tiempo lento para observar la reaccin de todos,
pero ve a Aenea por el rabillo del ojo la nia an aprieta los puos y
recuerda que tiene una tarea que cumplir antes de su diversin. Anula la capa
mrfica de cambio de fase el tiempo suficiente para extraer el saco de
especmenes del cinturn y luego cambia de nuevo. Camina hacia la nia
acuclillada, sostiene el saco abierto como un cesto bajo la barbilla de la nia y
endurece el canto de la mano derecha y el antebrazo en una hoja cortante.
Sonre tras la mscara de cromo.
Hasta pronto pequea dice. Haba escuchado la conversacin de todos
cuando el terceto estaba kilmetros ro arriba.
Baja el filoso antebrazo en un arco mortfero.

Qu diablos est ocurriendo? grita el cabo Kee. No veo.


Silencio ordena De Soy a. Ambos escudrian los monitores desde sus
sillas de mando.
Nemes se volvi metlica jadea Kee, reproduciendo el vdeo en una

caja de insercin mientras observa la confusa escena. Y luego desapareci.


El radar no la muestra dice De Soy a, pulsando varias modalidades
sensoras. No hay infrarrojo aunque la temperatura ambiente se ha elevado
diez grados centgrados en la regin inmediata. Mucha ionizacin.
Tormenta local? sugiere Kee, desconcertado. Antes de que De Soy a
pueda responder, Kee seala el monitor. Y ahora qu? La nia ha cado. Algo
sucede con ese joven
Raul Endy mion dice De Soy a, afinando la recepcin de vdeo. El calor
creciente y la turbulencia atmosfrica borronean la imagen a pesar de los
esfuerzos del ordenador para estabilizarla. Rafael est slo doscientos ochenta
kilmetros sobre el hipottico nivel del mar de Bosquecillo de Dios, demasiado
bajo para una rbita geosincrnica, pero tan bajo como para que la nave tema
que la expansin de la atmsfera se sume al calentamiento molecular que la
nave encuentra.
El padre capitn De Soy a ha visto suficiente como para tomar una decisin.
Desva toda energa de las funciones de la nave y reduce el soporte vital a
niveles mnimos ordena. Lleva el ncleo de fusin a ciento quince por ciento
y elimina los campos de deflexin delanteros. Cambia la energa a uso tctico.
No sera aconsejable dice la nave.
Anula respuestas por voz y protocolos de seguridad ruge De Soy a.
Cdigo delta-nueve-nueve-dos-cero. Prioridad disco papal, y a. Confirmacin de
lectura.
Columnas de datos llenan los monitores encima de la imagen fluctuante del
suelo.
Kee mira boquiabierto.
Santo Jess susurra el cabo. Por Dios.
S susurra De Soy a, mientras la potencia de todos los sistemas cae por
debajo de las lneas rojas, excepto en monitoreo visual y espacio tctico.
En la superficie comienzan las explosiones.

A estas alturas tuve tiempo suficiente para tener un eco retinal de la mujer
convertida en un borrn plateado. Parpade, y la linterna lser se me escurri
entre los dedos. El aire se estaba recalentando. A ambos lados de Aenea el aire se
enturbi y apareci una turbulenta figura de cromo seis brazos, cuatro piernas,
filos giratorios y y o salt hacia la nia, sabiendo que no podra llegar a tiempo,
pero asombrosamente llegando a tiempo para apartarla del estallido de aire
caliente y movimiento borroso.
La alarma del kit mdico chirri como uas en una pizarra. Estbamos
perdiendo a A. Bettik. Cubr a Aenea con el cuerpo y la arrastr hacia A. Bettik.
Entonces comenzaron las explosiones en los bosques.

Nemes mueve el brazo, pensando que no sentir nada cuando el canto rebane
msculos y vrtebras, y se sorprende del violento contacto. Mira hacia abajo.
Dos manos cortantes como escalpelos detienen su mano en fase. La mole del
Alcaudn se aproxima, el filoso torso casi sobre el rostro de la nia petrificada.
Los rojos ojos de la criatura relucen.
Nemes se sobresalta y se irrita, pero no se alarma. Aparta la mano y salta
hacia atrs.
El cuadro es tal como un segundo antes: el ro congelado, la mano vaca de
Raul Endy mion tendida como si apretara el gatillo del lser, el androide
agonizando en el suelo. Slo que ahora la mole del Alcaudn arroja su sombra
sobre la nia.
Nemes sonre tras su mscara de cromo. Se haba concentrado en el cuello
de la nia y no haba reparado en esa torpe criatura que se le aproximaba en
tiempo rpido. No cometer de nuevo ese error.
La quieres? dice. Tambin te han enviado a matarla? Adelante
siempre que me des la cabeza.
El Alcaudn echa los brazos hacia atrs y se adelanta. Sus espinos pasan a
menos de un centmetro de los ojos de Aenea. Separando las piernas, el
Alcaudn se planta entre Nemes y Aenea.
Ah dice Nemes, no la quieres. Entonces la recobrar.
Nemes se mueve a ms velocidad que en tiempo rpido, una finta a la
izquierda, un crculo a la derecha, una agachada. Si el espacio que la rodea no
estuviera distorsionado por el desplazamiento, varias explosiones habran
arrasado todo en kilmetros a la redonda.
El Alcaudn frena el golpe, saltan chispas del cromo, el relmpago se
descarga en tierra. La criatura apuala el aire donde Nemes estaba un
nanosegundo antes. Ella se acerca por detrs, lanzando un puntapi que arrancar
el corazn de la nia por el pecho.
El Alcaudn desva el puntapi y tumba a Nemes. La silueta cromada de la
mujer vuela treinta metros hacia los rboles, derribando ramas y troncos que
quedan colgando en el aire. El Alcaudn la persigue en tiempo rpido.
Nemes choca contra una roca y queda hundida cinco centmetros en la
piedra. Detecta que el Alcaudn pasa a tiempo lento mientras vuela hacia ella, e
imita el desplazamiento. Los rboles crujen, se parten y estallan en llamas. Las
minas no detectan palpitaciones ni respiracin, pero sienten una presin y saltan
hacia ella. Cientos estallan en una reaccin en cadena que impulsa a Nemes
hacia el Alcaudn como si ambos fueran mitades de una vieja bomba de
implosin de uranio.
El Alcaudn tiene una larga hoja curva en el pecho. Nemes conoce todas las
historias acerca de las vctimas que la criatura ha empalado y arrastrado para

clavarlas en los largos espinos de su rbol del Dolor. No le impresiona. Mientras


los dos son arrastrados por las explosiones, el campo de desplazamiento de
Nemes curva la espina del pecho del Alcaudn sobre s misma. La criatura abre
sus mandbulas y ruge en ultrasnico. Nemes le hunde un puntiagudo antebrazo
en el cuello y lo empuja quince metros hacia el ro.
Ignora al Alcaudn y se vuelve hacia Aenea y los dems. Raul se ha
arrojado sobre la nia. Conmovedor , piensa Nemes, y pasa a tiempo rpido,
congelando aun las ondeantes nubes de llamas anaranjadas que se propagan
desde donde ella se y ergue, en el corazn de la explosin.
Atraviesa la pared semislida de la onda de choque y echa a correr hacia la
nia y su amigo. Los decapitar a ambos, guardando la cabeza del joven como
recuerdo una vez que entregue la de la nia.
Nemes est a un metro de esa mocosa cuando el Alcaudn emerge de la
nube de humo que es el ro y ataca por la izquierda, desviando la estocada.
Nemes y el Alcaudn ruedan alejndose del ro, girando sobre csped y piedra y
partiendo rboles hasta estrellarse contra otra pared de roca. El caparazn del
Alcaudn chispea mientras la bestia abre las mandbulas para cerrarlas sobre la
garganta de Nemes.
Bromeas? jadea ella. Ser masticada por un obsoleto viajero del tiempo
no figura en sus planes de hoy. Nemes transforma su mano en navaja y la hunde
en el trax del Alcaudn mientras las filas de dientes arrancan chispas a su
garganta protegida. Nemes sonre al sentir que los cuatro dedos de su mano
penetran en el blindaje. Coge un puado de entraas y tironea, esperando
arrancar los repugnantes rganos que mantienen con vida a la bestia, pero slo
extrae un puado de tendones filosos y astillas de caparazn. Pero el Alcaudn se
tambalea, agitando los cuatro brazos como guadaas. Las macizas mandbulas
an se mueven como si la criatura no pudiera creer que no est masticando
trozos de su vctima.
Vamos! dice Nemes, acercndose a la cosa. Vamos!
Quiere destruirla. Tiene la sangre caliente, como diran los humanos, pero
todava conserva suficiente calma como para saber que ste no es su propsito.
Slo tiene que distraer o incapacitar a la bestia hasta que pueda decapitar a la
nia humana. Luego el Alcaudn perder importancia. Tal vez Nemes y su
especie lo conserven en un museo para cazarlo cuando estn aburridos.
Vamos insiste, avanzando otro paso.
La criatura est lastimada y sale de tiempo rpido sin bajar los campos de
desplazamiento que la rodean. Nemes podra haberla destruido, salvo por el
campo de desplazamiento; si Nemes se aleja ahora, el Alcaudn puede volver a
tiempo rpido a sus espaldas. Nemes pasa a tiempo lento, complacida de
conservar la energa.

Cielos grit, an echado sobre Aenea. Ella miraba desde el crculo


protector de mi brazo.
Todo suceda al mismo tiempo. La alarma del kit de A. Bettik chirriaba, el aire
estaba caliente como un horno de fundicin, el bosque estallaba en llamas y
ruido, las astillas de los rboles que el vapor sper caliente haca estallar llenaban
el aire. El ro hizo erupcin en un giser de vapor, y de pronto el Alcaudn y una
silueta humana cromada se lanzaban tajos a tres metros de nosotros.
Aenea ignor el jaleo y abandon el refugio de mi cuerpo arrastrndose
hacia A. Bettik por el suelo lodoso. La segu, observando los borrones cromados
que se atacaban y chocaban. La electricidad esttica brotaba de ambas formas,
saltando a las rocas y al suelo roturado.
Respiracin artificial! exclam la nia, y empez a administrrsela a A.
Bettik. Salt al otro lado y le las indicaciones del kit. El androide no respiraba. Su
corazn se haba detenido medio minuto antes. Demasiada prdida de sangre.
Una mancha plateada y puntiaguda se lanz hacia la espalda de Aenea.
Intent alejar a la nia, pero antes de que y o pudiera tocarla otra forma metlica
intercept a la primera y el aire estall con el chirrido de metal contra metal.
Djame a m! le grit a Aenea, apartndola del androide, tratando de
mantenerla detrs de m mientras intentaba resucitarlo. Las luces del kit mdico
indicaron que la sangre volva al cerebro de A. Bettik. Sus pulmones reciban y
expulsaban aire, aunque no sin nuestra ay uda. Continu el movimiento, mirando
por encima del hombro mientras las dos siluetas chocaban, rodaban y se
estrellaban a gran velocidad. El aire apestaba a ozono. Los rescoldos del bosque
en llamas formaban remolinos y las nubes de vapor formaban volutas
susurrantes.
El ao prximo grit Aenea por encima del estrpito iremos de
vacaciones a otra parte.
Ergu la cabeza, pensando que se haba vuelto loca. Ojos desorbitados pero no
desquiciados, fue mi diagnstico. La alarma del kit chill, y continu con la
respiracin.
Una implosin estall a nuestras espaldas, muy audible por encima del
crepitar de las llamas, el siseo del vapor y el choque de las superficies metlicas.
Mir por encima del hombro, sin dejar de atender a A. Bettik.
Una sola silueta de cromo se ergua en el aire chispeante. La superficie
metlica ondul y desapareci. All estaba la mujer de la roca. No tena el
cabello desordenado ni mostraba signos de fatiga.
Bien dijo, dnde estbamos?
Se aproxim sin prisa.

En esos ltimos segundos de la batalla no result fcil insertar la trampa

esfinge. Nemes est usando todas sus energas para desviar las chirriantes hojas
del Alcaudn. Es como luchar contra aspas giratorias. Nemes ha estado en
mundos donde usaban aeronaves con propulsin de hlice. Dos siglos antes mat
al cnsul de la Hegemona en uno de esos mundos.
Ahora desva esos brazos arremolinados sin apartar la vista de esos ojos
relucientes. Tu tiempo ha pasado , piensa mirando al Alcaudn, mientras los
brazos y piernas de ambos chocan como guadaas invisibles dentro del campo de
desplazamiento. Atravesando el campo menos focalizado de la criatura, coge una
articulacin del brazo superior y arranca espinas y hojas. El brazo cae, pero
cinco escalpelos de la mano inferior le penetran el abdomen, tratando de
destriparla a travs del campo.
No tan rpido dice ella, haciendo trastabillar a la criatura.
El Alcaudn se tambalea, y en ese instante de vulnerabilidad ella saca la
tarjeta esfinge de su mueca, se la inserta en la palma de la mano una pausa
de cinco nanosegundos en su campo de desplazamiento y la apoy a en un
pincho del cuello del Alcaudn.
Eso es todo grita Nemes saltando hacia atrs, pasando a tiempo rpido
para impedir que el Alcaudn se saque la tarjeta, y pensando en un crculo rojo
para activarla.
Retrocede an ms mientras el campo hiperentrpico se activa con un
zumbido y enva al monstruo cinco minutos hacia el futuro. No podr regresar
mientras exista el campo. Rhadamanth Nemes sale de tiempo rpido y desactiva
el campo. La brisa recalentada y cubierta de brasas le resulta
deliciosamente refrescante.
Bien dice, disfrutando de la expresin de esos dos pares de ojos humanos
, dnde estbamos?

Hgalo! grita el cabo Kee.


No puedo dice De Soy a desde los controles. Apoy a el dedo en el
omnicontrol tctico. Agua. Explosin de vapor. Los matara a todos.
Los tableros del Rafael muestran que ha desviado cada erg de energa, pero
no sirve de nada.
Kee se acomoda el micrfono, pone la sintona en todos los canales y
transmite en haz angosto, asegurndose de que la retcula apunte hacia el hombre
y la nia, no hacia la mujer.
No servir de nada dice De Soy a. Nunca ha sentido tanta frustracin.
Rocas grita Kee por el micrfono. Rocas!

Yo estaba de pie, con Aenea a mis espaldas, lamentando no tener la pistola, el

lser, nada, mientras la mujer se acercaba. El rifle de plasma todava estaba en


el saco hermtico cerca de la orilla. Slo tena que saltar, abrir el saco, quitar el
seguro, abrir la culata plegable, apuntar y disparar. No crea que esa mujer
sonriente me diera tiempo. Tampoco crea que Aenea estuviera viva cuando y o
atinara a disparar.
En ese momento el estpido comlog comenz a vibrar contra mi piel como
uno de esos antiguos relojes de alarma sin sonido. Lo ignor. El comlog me clav
agujas diminutas en la mueca. Me acerqu ese tonto objeto a la oreja.
A las rocas me susurr. Coge a la muchacha y corre a las rocas de
lava.
Nada tena sentido. Mir a A. Bettik, los indicadores que pasaban de verde a
amarillo, y empec a retroceder, interponindome entre la mujer y Aenea.
Vay a, vay a dijo la mujer. Eso no est bien. Aenea, si vienes aqu, tu
amiguito sobrevivir. Tu falso hombre azul tambin puede vivir, si tu amigo logra
salvarlo.
Ech un vistazo a Aenea, temiendo que aceptara el ofrecimiento. Ella me
aferr el brazo. Sus ojos mostraban una terrible intensidad, pero no temor.
Todo saldr bien, pequea le susurr, siempre movindome hacia la
izquierda. A nuestras espaldas estaba el ro. Cinco metros a la izquierda
comenzaban las rocas de lava.
La mujer se movi a la derecha, cerrndonos el paso.
Esto se est demorando demasiado murmur. Slo me quedan cuatro
minutos. Mucho, mucho tiempo. Una eternidad.
Vamos. Cog la mueca de Aenea y corr hacia las rocas. No tena
ningn plan. Slo tena esas palabras descabelladas dichas en una voz que no era
la del comlog.
No llegamos a las rocas de lava. Hubo un estallido de aire caliente y la silueta
cromada de la mujer apareci ante nosotros, de pie en la roca negra.
Adis, Raul Endy mion dijo la mscara de cromo, alzando el brazo de
metal titilante.
El borbotn de calor me quem las cejas y la camisa. La nia y y o camos
hacia atrs. Chocamos contra el suelo y echamos a rodar, alejndonos del
insoportable calor. Aenea tena el cabello chamuscado, y se lo frot para que no
se encendiera.
El kit de A. Bettik segua protestando, pero el rugido del aire supercalentado
ahogaba el ruido. Vi que la manga de mi camisa humeaba, y me la arranqu
antes de que se encendiera. Aenea y y o dimos la espalda al calor y nos alejamos
a rastras. Era como estar en el borde de un volcn.
Cogimos a A. Bettik, lo llevamos a la orilla, nos zambullimos en la corriente
humeante. Procur mantener la cabeza del inconsciente androide encima del
agua mientras procurbamos que la corriente no nos arrastrase. Por encima de la

superficie el aire era respirable.


Sintiendo las ampollas que se formaban en mi frente, sin saber an que me
faltaban las cejas y mechones de cabello, ergu la cabeza para mirar.
La silueta de cromo estaba en el centro de un crculo de luz anaranjada que
se extenda hasta el cielo y desapareca en un punto infinito, a cientos de
kilmetros de altura. El haz de energa slida rasgaba la atmsfera haciendo
ondear el aire.
La metlica silueta trat de venir hacia nosotros, pero el ray o de alta energa
ejerca demasiada presin. Aun as resista, y el campo de cromo se puso rojo,
verde, blanco. Pero resista, alzando el puo hacia el cielo. Bajo sus pies la roca
de lava hirvi, se enrojeci, se derriti. Hilillos de lava cay eron en el ro a diez
metros de nosotros, y las nubes de vapor se elevaron con un estruendoso
zumbido. Admito que en ese momento pens, por primera vez en mi vida, en
volverme religioso.
La figura cromada pareci vislumbrar el peligro segundos antes de que fuera
demasiado tarde. Desapareci, reapareci como un borrn alzando el puo
hacia el cielo, desapareci, reapareci por ltima vez y se hundi en la lava
que instantes antes era roca slida.
El ray o continu un minuto ms. Yo y a no poda mirarlo directamente, y el
calor me estaba quemando la piel de las mejillas. Apret la cara contra el fresco
lodo y retuve a A. Bettik y la nia contra la orilla mientras la corriente trataba de
arrastrarnos hacia el vapor, la lava y los microfilamentos.
Mir por ltima vez, vi que el puo cromado se hunda bajo la superficie de
lava, y al fin el campo pareci partirse en colores y se apag. La lava empez a
enfriarse de inmediato. Cuando saqu a Aenea y A. Bettik del agua e iniciamos
de nuevo la respiracin artificial, la roca se estaba solidificando y slo quedaban
unos riachos lquidos. Copos de roca fra flotaban en el aire caliente, sumndose a
las brasas del incendio forestal que an aullaba a nuestras espaldas. La mujer de
cromo no estaba a la vista.
Asombrosamente, el kit mdico an funcionaba. Las luces pasaron de rojo a
amarillo cuando hicimos circular la sangre de A. Bettik hasta el cerebro y las
extremidades y le insuflamos vida. La manga del torniquete estaba ceida.
Cuando pareci estabilizarse, mir a la nia.
Y ahora qu? dije.
Omos una implosin de aire a nuestras espaldas, y al volverme vi que el
Alcaudn regresaba con un relampagueo.
Santo cielo mascull.
Aenea sacudi la cabeza. Vi las ampollas que el calor le haba hecho en los
labios y la frente. Tena el cabello chamuscado, y su camisa era un trapo
hollinoso. Aparte de eso, pareca estar bien.
No dijo, no temas.

Yo me haba puesto de pie para buscar el rifle de plasma en el saco


impermeable. Era intil. Estaba demasiado cerca del haz de energa. La cubierta
del gatillo estaba derretida y los elementos plsticos de la culata se haban
fusionado con el can de metal. Era un milagro que los cartuchos de plasma no
hubieran estallado, vaporizndonos. Solt el saco y enfrent al Alcaudn
apretando los puos. Que me liquide de una vez, maldicin .
No temas repiti Aenea, no har nada. Todo est bien.
Nos agazapamos junto a A. Bettik. El androide movi las pestaas.
Me perd algo? jade.
No nos remos. Aenea toc la mejilla del hombre azul y me mir. El
Alcaudn se qued donde haba aparecido mientras las brasas flotaban junto a
sus ojos rojos y el holln se asentaba sobre su caparazn.
A. Bettik cerr los ojos, los indicadores parpadearon.
Debemos ay udarlo le susurr a Aenea. De lo contrario lo perderemos.
Ella asinti. Pens que me haba respondido algo, pero no era su voz la que
hablaba.
Alc el brazo izquierdo, ignorando la camisa harapienta y las cuas rojas.
Todo el vello de mi brazo estaba quemado.
Ambos escuchamos. El comlog hablaba con una voz conocida.

56
El padre capitn De Soy a se sorprende cuando al fin le responden por la
banda comn. No crea que ese comlog arcaico pudiera transmitir por haz
angosto. Hay incluso una proy eccin visual, la borrosa imagen hologrfica de
dos rostros ahumados y hollinosos.
El cabo Kee mira a De Soy a.
Que me cuelguen, padre.
Lo mismo digo responde De Soy a, y se dirige a esos dos rostros. Soy
el padre capitn De Soy a, a bordo de la nave Rafael de Pax
Lo recuerdo dice la nia.
De Soy a comprende que la nave est emitiendo holoimgenes y que ellos
pueden verlo, sin duda un rostro fantasmal en miniatura sobre un cuello romano,
todo flotando sobre el comlog que el joven lleva en la mueca.
Yo tambin te recuerdo dice De Soy a. Ha sido una larga bsqueda. Mira
los ojos oscuros, la piel plida bajo el holln y las quemaduras superficiales. Tan
cerca.
Quin es? pregunta la imagen de Raul Endy mion. Qu era esa cosa?
No lo s dice el padre capitn De Soy a. Su nombre era Rhadamanth
Nemes. Nos la asignaron hace unos das. Dijo que formaba parte de una nueva
legin que estn entrenando. Se interrumpe. Todo esto es clasificado. Est
hablando con el enemigo. Mira al cabo Kee. En la leve sonrisa del cabo ve
reflejada la situacin de ambos. De todos modos son hombres condenados.
Deca formar parte de una nueva legin de guerreros de Pax, pero no creo que
fuera cierto. No creo que fuera humana.
Amn dice Raul Endy mion. Aparta los ojos del comlog. Nuestro
amigo se est muriendo, padre capitn De Soy a. Puede hacer algo para
ay udarle?
El sacerdote niega con la cabeza.
No podemos bajar. Esa criatura se adue de nuestra nave de descenso y
anul el piloto automtico remoto. Ni siquiera logramos que la radio responda.
Pero si logran llegar a ella, tiene un autocirujano.
Dnde est? pregunta la nia.
El cabo Kee aparece en el campo de la imagen.
Nuestro radar indica que est un kilmetro y medio al sureste de ustedes.
En los cerros. Tiene camuflaje, pero podrn encontrarla. Los guiaremos hasta
all.
La voz del comlog era usted dice Raul Endy mion. Dicindonos que
furamos hacia las rocas.
S dice Kee. Habamos desviado toda la energa de la nave hacia el
sistema de control de fuego tctico, y podamos lanzar ochenta gigavatios a

travs de la atmsfera. Pero el agua del suelo se habra convertido en vapor y los
habra matado a todos. Las rocas parecan lo ms seguro.
Ella se nos adelant dice Raul con una sonrisa pcara.
Esa era la idea responde el cabo Kee.
Gracias dice Aenea.
Kee asiente con embarazo, y se aleja con rapidez del campo de la imagen.
Como dijo el buen cabo contina el padre capitn De Soy a, los
ay udaremos a llegar a la nave.
Por qu? dice la borrosa imagen de Raul. Y por qu mataron a su
propia criatura?
No era mi criatura responde De Soy a.
De la Iglesia, entonces insiste Raul. Por qu?
Espero que no fuera la criatura de la Iglesia murmura De Soy a. Si lo
era, mi Iglesia se ha convertido en el monstruo.
Hay un silencio slo interrumpido por el siseo del haz angosto.
Ser mejor que emprendan la marcha dice De Soy a. Est
oscureciendo.
Las dos caras de la holoimagen miran en torno cmicamente, como si
hubieran olvidado dnde estn.
S dice Raul y ese ray o de energa derriti mi lmpara de mano.
Podra alumbrarle el camino dice De Soy a sin sonrer, pero tendra
que reactivar el sistema de armas.
No importa. Nos las apaaremos. Apagar la imagen, pero mantendr
abierto el canal de audio hasta que lleguemos a la nave de descenso.

57
Tardamos ms de dos horas en recorrer ese kilmetro y medio. Los cerros de
lava eran muy escabrosos. Habra sido fcil romperse un tobillo en esas grietas y
fisuras, aun sin llevar a A. Bettik sobre mi espalda. Estaba muy oscuro ahora
haba nubes que tapaban las estrellas y creo que no habramos llegado si
Aenea no hubiera encontrado la linterna lser en la hierba cuando empacbamos
para irnos.
Cmo demonios lleg all? dije.
Recordaba que haba intentado disparar el lser contra los ojos de esa mujer
y de repente haba desaparecido. Bien pens, qu diablos . Haba sido un
da de misterios. Nos marchamos con un ltimo misterio a nuestras espaldas: la
silenciosa silueta del Alcaudn, inmvil en el mismo sitio donde haba
reaparecido. No intent seguirnos.
Con Aenea precediendo la marcha con la linterna, avanzamos por la negra
roca y la blanda ceniza. Habramos llegado en la mitad del tiempo si A. Bettik no
hubiera requerido tratamiento constante.
El kit mdico haba agotado su modesta provisin de antibiticos, estimulantes,
analgsicos, plasma y goteo intravenoso. A. Bettik estaba con vida gracias al kit,
pero todava requera atencin. Haba perdido demasiada sangre en el ro; el
torniquete lo haba salvado, pero el cinturn no haba estado suficientemente
apretado como para detener la hemorragia. Le administrbamos respiracin
artificial cuando era necesario, para que la sangre siguiera llegando al cerebro, y
nos detenamos cuando las alarmas del kit protestaban. El comlog nos mantuvo
comunicados con el cabo de Pax, y pens que, aunque todo fuera un truco para
capturar a Aenea, tenamos una inmensa deuda de gratitud con esos dos
hombres. Mientras avanzbamos por la oscuridad, la linterna de Aenea
alumbrando la lava negra y los esqueletos de los rboles muertos, tema que la
mano cromada de esa mujer infernal surgiera de la roca y me cogiera el tobillo.
Encontramos la nave donde nos haban indicado. Aenea quiso subir por la
escalerilla de metal, pero le cog el pantaln rado y la obligu a bajar.
No quiero que subas ah, nia le dije. Dicen que no pueden operar por
remoto, pero slo contamos con la palabra de ellos. Si subes ah y pueden
elevarte, te habrn capturado.
Aenea se apoy en la escalerilla. Nunca la haba visto tan agotada.
Confo en ellos dijo.
S, pero no pueden capturarte si no ests dentro. Qudate aqu mientras
subo a A. Bettik y veo si hay un autocirujano.
Mientras suba por la escalerilla, tuve un pensamiento que me revolvi el
estmago. Y si la puerta de metal estaba cerrada y las llaves estaban en el
bolsillo de aquella mujer?

Haba un disco luminoso.


Seis-nueve-nueve-dos dijo el cabo Kee por el comlog.
Tecle los nmeros y la puerta de la cmara se abri. El autocirujano estaba
all y se activ con un toque. Deposit a mi amigo azul en el recinto acolchado,
procurando no golpearle el mun; me asegur de que los paos de diagnstico y
las fajas de presin estuvieran bien colocados y cerr la tapa. Tuve la sensacin
de estar cerrando un atad.
Las lecturas no eran prometedoras, pero el cirujano se puso a trabajar. Mir
el monitor un instante, hasta que not que mi mirada se enturbiaba y me estaba
durmiendo de pie. Frotndome las mejillas, regres a la cmara abierta.
Puedes subirte a la escalerilla, pequea. Si la nave intenta despegar, salta.
Aenea se subi a la escalerilla y apag la linterna lser. El autocirujano y la
consola irradiaban luz.
Y entonces qu? dijo Aenea. Yo salto y la nave parte contigo y A.
Bettik. Qu hago entonces?
Te diriges al prximo portal teley ector dije.
No te culpamos por ser suspicaz dijo el comlog, con la voz del padre
capitn De Soy a.
Sentado en la escotilla abierta mientras la brisa susurraba entre las ramas
partidas, pregunt:
Por qu este cambio de parecer y de planes, padre capitn? Usted vino a
capturar a Aenea.
Record la persecucin en el sistema de Parvati, su orden de disparar contra
nosotros en Vector Renacimiento.
En vez de responder, el capitn sacerdote respondi:
Tengo tu alfombra voladora, Raul Endy mion.
S? suspir. Trat de recordar dnde la haba visto por ltima vez.
Volando hacia la plataforma, en Mare Infinitus. Qu pequeo es el universo
dije como si no importara. En verdad, habra dado cualquier cosa por tener la
alfombra voladora en ese momento. Aenea se aferr a la escalerilla y prest
atencin. De cuando en cuando ambos echbamos una ojeada para asegurarnos
de que el autocirujano segua trabajando.
S dijo el padre capitn De Soy a, y he aprendido a comprender un
poco cmo pensis, amigos mos. Quizs un da comprendis cmo pienso y o.
Quiz dije. Yo no lo saba entonces, pero un da sera literalmente cierto.
Su voz se volvi seca.
Creemos que la cabo Nemes anul el autopiloto remoto con una
cancelacin, pero no intentaremos convencerles de ello. Sintanse en libertad de
usar la nave para continuar el viaje sin temor de que nosotros tratemos de
capturar a Aenea.
Y cmo lo sabremos? dije.

Las quemaduras empezaban a doler. En cualquier momento encontrara la


energa para revisar los armarios que haba encima del autocirujano y averiguar
si la nave tena su propio kit mdico. Sin duda lo tena.
Abandonaremos el sistema dijo el padre capitn De Soy a.
Mir hacia arriba.
Cmo podemos estar seguros?
El comlog ri.
Una nave que abandona el pozo de gravedad de un planeta usando potencia
de fusin es bastante visible. Nuestro telescopio indica que en este momento hay
poca nubosidad. Nos vern.
Les veremos salir de rbita. Cmo sabremos que han salido del sistema?
Aenea me cogi la mueca y habl por el comlog.
Padre, adnde va?
Hubo un silencio.
Regresamos a Pacem dijo al fin De Soy a. Tenemos una de las tres
naves ms rpidas del universo, y mi amigo cabo y y o hemos pensado en
dirigirnos a otra parte, pero a fin de cuentas ambos somos soldados. De la flota de
Pax y del Ejrcito de Cristo. Regresaremos a Pacem y responderemos
preguntas, nos enfrentaremos a lo que nos debamos enfrentar.
El Santo Oficio de la Inquisicin haba arrojado su fra sombra incluso en
Hy perion. Tirit, y slo por el fro viento que barra la pila de cenizas del
Arbolmundo.
Adems continu De Soy a, tenemos aqu a un tercer camarada que
no complet su resurreccin. Debemos regresar a Pacem para brindarle
atencin mdica.
Mir el zumbante autocirujano y por primera vez en ese da interminable
cre que aquel sacerdote no era un enemigo.
Padre De Soy a dijo Aenea, sin soltar mi mueca, qu harn con
usted? Con todos ustedes?
De nuevo se oy una risa en medio de la esttica.
Si tenemos suerte, nos ejecutarn y luego nos excomulgarn. En caso
contrario, invertirn el orden de esos dos sucesos.
A Aenea no le hizo gracia.
Padre capitn De Soy a, cabo Kee, bajen y nanse a nosotros. Enven la
nave con su amigo, y renanse con nosotros para atravesar el prximo portal.
Esta vez el silencio se prolong tanto que tem que la conexin se hubiera roto.
Me siento tentado, mi joven amiga murmur al fin De Soy a. Algn
da me encantara viajar por teley ector, y, ms an, me encantara conocerte.
Pero somos fieles siervos de la Iglesia, querida, y nuestros deberes estn claros.
Es nuestra esperanza que la aberracin que era el cabo Nemes fuera un error.
Debemos regresar si deseamos saberlo.

De pronto hubo un estallido de luz. Salt de la cmara de presin, y ambos


vimos la azulada cola de fusin atravesando las nubes desperdigadas.
Adems de eso dijo la voz de De Soy a, tensa bajo la carga gravitatoria
, no podemos bajar sin la nave de descenso. La criatura Nemes destruy los
trajes de combate, de modo que ni siquiera podemos hacer un intento
desesperado.
Desde el borde de la cmara, miramos cmo se alargaba la brillante cola de
fusin. Pareca haber pasado una vida desde que habamos volado en nuestra
propia nave. Un pensamiento me sacudi como un puetazo en el estmago.
Alc el comlog.
Padre capitn, Nemes ha muerto? Es decir, la vimos enterrada en lava
fundida pero podra salir de all?
No tengo ni idea dijo el padre capitn De Soy a. Mi recomendacin es
que os vay is de ah cuanto antes. La nave de descenso es nuestro regalo de
despedida. Dadle buen uso.
Mir el paisaje de lava negra. Cada vez que el viento susurraba en las ramas
muertas o la ceniza, tena la certeza de que esa mujer se aproximaba.
Aenea dijo el padre capitn.
S, padre capitn.
Dentro de un segundo cerraremos el haz angosto y nos perderemos de
vista, pero quiero decirte algo.
Qu, padre?
Hija ma, si me ordenan que regrese para encontrarte no para
lastimarte, sino para encontrarte bien, soy un obediente siervo de la Iglesia y
un oficial de Pax.
Entiendo, padre dijo Aenea, fijando los ojos en la cola de fusin.
Adis, padre. Adis, cabo Kee. Gracias.
Adis, hija ma dijo el padre capitn De Soy a. Dios te bendiga.
Ambos omos el murmullo de una bendicin. Luego el haz angosto se cort y
slo hubo silencio.
Ven adentro le dije a Aenea. Nos vamos. Ya.
Cerrar las puertas de la cmara fue una tarea simple.
Echamos un ltimo vistazo al autocirujano. Todas las luces estaban amarillas
pero estables. Nos amarramos a los divanes de aceleracin. Haba escudos para
cubrir el parabrisas, pero estaban levantados y veamos los oscuros campos de
lava. Algunas estrellas eran visibles en el este.
Bien dije, mirando la mirada de interruptores, discos, placas,
holoalmohadillas, monitores, pantallas, botones y trastos. Entre ambos haba una
consola baja y dos omnicontroladores con almohadillas dactilares. Vi media
docena de lugares donde uno poda conectarse directamente. Bien repet,
mirando a la nia, alguna idea?

Salimos y caminamos?
Suspir.
Podra ser el mejor plan, excepto por Seal el autocirujano con el
pulgar.
Lo s dijo Aenea, hundindose en sus correas. Era una broma.
Le toqu la mano. Como de costumbre, hubo una descarga elctrica, una
suerte de dj vu fsico. Apartando la mano, dije:
Demonios, cuanto ms avanzada es una tecnologa, ms sencilla debera
ser. Esto parece algo salido de la cabina de un caza de combate del siglo
dieciocho de Vieja Tierra.
Est construido para profesionales dijo Aenea. Slo necesitamos un
piloto profesional.
Tenis uno gorje el comlog, hablando con su propia voz.
Sabes pilotar una nave? dije con suspicacia.
Esencialmente, soy una nave replic el comlog. El panel se abri. Por
favor, conecta el enchufe rojo a cualquier puerto de interfaz rojo.
Lo conect a la consola. El panel se activ, los monitores brillaron, los
instrumentos chasquearon, los ventiladores zumbaron y el omnicontrolador
tembl. Un monitor amarillo se encendi en el centro del salpicadero.
Hacia dnde, M. Endy mion, M. Aenea? nos pregunt el comlog.
Al prximo teley ector dijo la nia. El ltimo teley ector.

58
Haba luz diurna al otro lado. Revoloteamos sobre la corriente y avanzamos
despacio. El comlog nos haba enseado a usar los controladores mientras l se
encargaba de los dems sistemas e impeda que cometiramos errores estpidos.
Condujimos la nave sobre las copas de los rboles. A menos que aquella mujer
pudiera atravesar un portal teley ector, estbamos a salvo.
Result extrao cruzar el ltimo teley ector sin la balsa, pero la balsa no nos
habra servido de todos modos. El ro Tetis se haba convertido en un arroy uelo
entre barrancas profundas, con apenas diez centmetros de profundidad y tres o
cuatro metros de anchura. Serpenteaba por una campia boscosa. La vegetacin
era extraa pero familiar al mismo tiempo, rboles similares a champa o
raralea, pero con hojas anchas y expansivas como el semirroble. Eran hojas
amarillas y rojas, y alfombraban las orillas del riacho.
El cielo era gratamente azul, no azul profundo como en Hy perion, pero ms
profundo que en la may ora de los mundos terroides que habamos visto en este
viaje.
El sol era grande y brillante sin ser abrumador. Su luz atravesaba el parabrisas
y nos lama las rodillas.
Me pregunto cmo ser all fuera dije.
El comlog, nave o lo que fuera debi de pensar que hablaba con l. El
monitor central parpade y empez a presentar datos.

ATMSFERA: 0,77 N2
0,21 O2
0,009 AR
0,00003 CO2
VARIABLE H2O (-0.01).
PRESIN DE SUPERFICIE: 0,986 bar.
MASA: 5,976 X 1024 KG.
VELOCIDAD DE ESCAPE: 11,2 Km/s
GRAVEDAD DE SUPERFICIE: 980 Km/s
NGULO DE INCLINACIN DEL EJE MAGNTICO: 11,5
MOMENTO BIPOLAR: 7,9 x 1025 gauss/cm 3.

Qu raro dijo la nave. Una coincidencia improbable.


Qu? pregunt, conociendo la respuesta.
Estos datos planetarios coinciden casi a la perfeccin con mi base de datos

de Vieja Tierra. Es muy extrao que un mundo coincida tanto con


Alto! chill Aenea, sealando el parabrisas. Aterriza. Por favor, y a
Yo me habra estrellado contra los rboles en el descenso, pero la nave se hizo
cargo, encontr un terreno llano y rocoso a veinte metros del ro y se pos en
silencio. Aenea tecle la combinacin de la cmara de presin mientras y o
segua mirando el techo de la casa que haba ms all de la arboleda.
Aenea baj por la escalerilla antes de que y o pudiera hablarle. Me detuve
para examinar el autocirujano, comprob que varias luces estaban en verde.
Cudalo le dije a la nave. Ten todo preparado para un despegue rpido.
As lo har, M. Endy mion.

Llegamos a la casa desde el otro lado del arroy o. Es difcil describir el


edificio, pero lo intentar.
La casa estaba construida sobre una modesta cascada de tres o cuatro metros
que caa en una laguna natural. Hojas amarillas flotaban en la laguna antes de
perderse corriente abajo. Los rasgos ms notables de la casa eran los techos
delgados y las terrazas rectangulares que parecan colgar sobre el arroy o y la
cascada como desafiando la gravedad.
La casa pareca estar hecha de piedra y cristal, cemento y acero. A la
izquierda de la terraza haba una pared de piedra de tres pisos con una ventana de
similar altura. El marco de metal de las ventanas tena color naranja suave.
Voladizo dijo Aenea.
Qu?
As llama el arquitecto a esas terrazas colgantes. Terrazas en voladizo.
Imitan los bordes de piedra caliza que han existido aqu durante millones de aos.
Me detuve para mirarla. La nave haba quedado detrs de la arboleda.
Es tu casa dije. La casa con que soaste antes de nacer.
S dijo Aenea. Le temblaban los labios. Ahora conozco su nombre,
Raul. Fallingwater.
Asent y ol el aire. Haba un intenso aroma a hojas descompuestas, plantas
vivientes, suelo fecundo, agua y especias. Era muy diferente del aire de
Hy perion, pero ola a hogar.
Vieja Tierra susurr. Es posible?
Slo la Tierra dijo Aenea. Me toc la mano. Entremos.
Cruzamos el arroy o por un puentecillo, subimos por una calzada de grava y
atravesamos una arcada y un corredor estrecho. Fue como entrar en una
acogedora caverna.
Detenindonos en la amplia sala, llamamos, pero nadie respondi. Aenea
recorri el recinto como en trance, pasando los dedos por la madera y la piedra,
soltando exclamaciones a cada pequeo descubrimiento.

El suelo estaba alfombrado en algunas partes, y en otras era de piedra


desnuda. Haba anaqueles cubiertos de libros, pero no me detuve a mirar los
ttulos. Vi anaqueles de metal bajo el techo, pero estaban vacos. Tal vez slo
fueran un elemento decorativo. Un enorme hogar de piedra cubra la otra pared,
tal vez la cima de la roca donde la casa pareca estar posada.
Un fuego crepitaba en el hogar, a pesar de la calidez del soleado da otoal.
Llam de nuevo, pero el silencio era intenso.
Nos esperaban dije, en un intento de broma. La nica arma que ahora
tena era la linterna lser.
S, nos esperaban dijo Aenea. Fue hasta el costado del hogar y apoy las
manos en una esfera de metal que estaba apoy ada en un nicho semiesfrico de
la pared. La esfera tena un metro y medio de dimetro y estaba pintada de rojo.
El arquitecto dise esto como una cacerola para calentar vino murmur
Aenea. Slo se us una vez calentaron el vino en la cocina y lo trajeron aqu.
Es demasiado grande. Y quiz la pintura sea txica.
Es el arquitecto que buscabas? El arquitecto con quien pensabas estudiar?
S.
Cre que era un genio. Por qu fabricara una cacerola demasiado grande
y demasiado txica?
Aenea sonri burlonamente.
Los genios la pifian, Raul. Mira nuestro viaje, si necesitas una prueba. Ven,
echemos un vistazo.
Las terrazas eran encantadoras, la vista desde la cascada agradable. Por
dentro, los techos eran bajos, pero eso aumentaba la sensacin de atisbar el verde
mundo del bosque desde una caverna. De nuevo en la sala, un escotilln de vidrio
y metal se prolongaba en peldaos, sostenidos por barras desde el piso de arriba,
que conducan a una plataforma de cemento desde donde se vea el arroy o
encima de la cascada.
La rampa dijo Aenea, como si encontrara algo muy familiar.
Para qu es?
Nada prctico. Pero el arquitecto la consideraba absolutamente
necesaria desde todo punto de vista , en sus propias palabras.
Dnde estamos, Aenea?
Fallingwater. Bear Run. En el oeste de Pennsy lvania.
Es un pas?
Provincia. Mejor dicho, estado. En los ex Estados Unidos de Amrica. El
continente norteamericano. Planeta Tierra.
Tierra repet, mirando en torno. Dnde estn todos? Dnde est tu
arquitecto?
No lo s. Lo sabremos pronto.
Cunto tiempo nos quedaremos aqu, pequea? Pensaba en acopiar

alimentos, armas y otras provisiones mientras A. Bettik se recobraba y nos


disponamos a partir de nuevo.
Algunos aos dijo Aenea. Creo que no ms de seis o siete.
Aos? Me par en seco en la terraza superior adonde habamos llegado
por la escalera. Aos?
Tengo que estudiar con este hombre, Raul. Tengo que aprender algo.
Sobre arquitectura?
S, y sobre m misma.
Y qu har y o mientras t aprendes sobre ti misma?
En vez de bromear, Aenea cabece gravemente.
Lo s. No parece justo. Pero tendrs algunas ocupaciones mientras y o
crezco.
Esper.
Es necesario explorar la Tierra dijo Aenea. Mis padres visitaron este
lugar. Fue idea de mi madre que los leones, tigres y osos, las fuerzas que se
llevaron la Tierra antes de que el TecnoNcleo pudiera destruirla fue idea de
mi madre que realizaran experimentos aqu.
Experimentos? Qu experimentos?
Experimentos con el genio, principalmente. Aunque la frase ms precisa
sera experimentos con la humanidad.
Explcate.
Aenea seal la casa.
Este lugar fue terminado en 1937.
De la era cristiana?
S. Estoy segura de que fue destruido en los disturbios sociales
norteamericanos del siglo veintiuno, o antes. Quien trajo la Tierra aqu se las
ingeni para reconstruirlo. Tal como reconstruy eron la Roma del siglo diecinueve
para mi padre.
Roma? Tuve la sensacin de estar repitiendo como un tonto todo lo que
deca la nia.
La Roma donde John Keats pas sus ltimos das. Pero sa es otra historia.
S, lo le en los Cantos de tu to Martin. Y tampoco lo comprend entonces.
Aenea hizo ese gesto al que y o me estaba habituando.
Yo no lo comprendo, Raul. Pero el que trajo la Tierra aqu trae gente
adems de viejas ciudades y edificios. Crea una dinmica.
Por medio de la resurreccin? dije dubitativamente.
No, ms bien en fin, mi padre era un cbrido. Su personalidad resida en
una matriz IA, su cuerpo era humano.
Pero t no eres un cbrido.
Aenea neg con la cabeza.
Sabes que no lo soy. Me gui por la terraza. Debajo de nosotros, el

arroy o se precipitaba por la pequea cascada. T tendrs tus tareas mientras


y o voy a la escuela.
Por ejemplo?
Adems de explorar la Tierra y averiguar qu se proponen estas entidades,
tendrs que partir antes que y o e ir a buscar nuestra nave.
Nuestra nave? Quieres decir que debo viajar por teley ector para buscar la
nave del cnsul.
S.
Y traerla aqu?
Eso llevara siglos dijo Aenea. Convendremos en encontrarnos en
alguna parte de la vieja Red.
Me frot la mejilla, sent la aspereza de la barba crecida.
Algo ms? Alguna otra pequea odisea de diez aos para mantenerme
ocupado?
Slo un viaje al Confn para ver a los xters. Pero y o ir contigo en ese
viaje.
Bien. Espero que no nos aguarden ms aventuras, pues y a no soy tan joven
como antes.
Trataba de tomrmelo en broma, pero Aenea me miraba con seriedad.
Me apoy los dedos en la palma.
No, Raul dijo. Esto es slo el comienzo.
El comlog llam.
Qu? barbot, preocupado por A. Bettik.
Acabo de recibir coordenadas por la banda comn dijo el comlog con
desconcierto.
Transmisiones de audio o vdeo?
Slo coordenadas de viaje y altitudes de crucero ptimas. Es un plan de
vuelo.
Adnde?
A un punto que est en este continente, tres mil kilmetros al sudoeste de
nuestra posicin actual dijo la nave.
Mir a Aenea.
Sabes algo de eso? le pregunt.
Algo, pero no estoy segura. Vay amos a sorprendernos.
An apoy aba su mano en la ma. No la solt mientras caminbamos por las
hojas amarillas hacia la nave.

59
He dicho que leas esto por razones equivocadas. Deb haber dicho que y o
escriba esto por razones equivocadas.
He llenado estos das y noches y estas pginas de micropergamino con
recuerdos de Aenea, Aenea en su infancia, sin mencionar una palabra de su vida
como la mesas que debes conocer y a quien quizs errneamente adoras. Pero
ahora descubro que no he escrito estas pginas para ti, ni las he escrito para m.
He dado vida a la nia Aenea en mis escritos porque quiero que la mujer Aenea
est viva, a despecho de la lgica, a despecho de los acontecimientos, a despecho
de la desesperanza.
Cada maana mejor dicho, cada vez que se encienden las luces
autoprogramadas me despierto en esta caja de gato de Schrdinger de tres por
seis y me asombro de estar con vida. No hubo aroma de almendras amargas por
la noche.
Cada maana lucho contra la desesperacin y el terror escribiendo estas
memorias en mi pizarra, apilando las pginas de micropergamino. Pero el
reciclador de este pequeo mundo es limitado; slo puede producir una docena
de pginas por vez. A medida que termino cada docena de pginas, meto las
viejas en el reciclador para que salgan frescas y blancas y tener nuevas pginas
donde escribir. Es la serpiente mordindose la cola. Es una locura. O es la esencia
absoluta de la cordura.
Es posible que el chip de la pizarra hay a conservado todo lo que he escrito
aqu, lo que escribir en los das venideros si el destino me los concede, pero lo
cierto es que no me importa. Da a da slo me interesan esas doce pginas de
micropergamino, limpias pginas en blanco por la maana, pginas entintadas y
llenas de garrapatos por la noche.
Entonces Aenea vive para m.

Pero anoche, cuando las luces de mi caja de gato de Schrdinger se apagaron


y nada me separaba del universo excepto el casco esttico-dinmico de energa
congelada que me rodea con su pequeo frasco de cianuro, su temporizador y su
detector de radiacin anoche o que Aenea pronunciaba mi nombre. Me
incorpor en la negrura, demasiado sobresaltado y esperanzado para siquiera
encender las luces, seguro de que estaba soando, y sent que me tocaba las
mejillas con los dedos. Eran dedos. Los conoc cuando ella era nia. Los bes
cuando ella era mujer. Los roc con mis labios cuando se la llevaron por ltima
vez.
Sent sus dedos en mi mejilla. Sent su clido aliento en el rostro. Sent sus
tibios labios en la comisura de mi boca.

Nos iremos de aqu, querido Raul me susurr en la oscuridad. No


pronto, pero en cuanto termines nuestra historia. En cuanto la recuerdes toda y la
comprendas toda.
Estir la mano, pero su calor se alejaba. Cuando se encendieron las luces, mi
mundo ovoide estaba vaco.
Camin de aqu para all hasta que lleg la hora de la vigilia. Mi may or
temor en estos das o meses no ha sido la muerte Aenea me haba enseado a
poner la muerte en perspectiva sino la locura. La locura me arrebatara la
lucidez, el recuerdo Aenea. Entonces algo me llam la atencin. La pizarra
estaba activada. La pluma no estaba en su sitio de costumbre, sino bajo la tapa de
la pizarra, como la dejaba Aenea en su diario durante nuestros viajes, cuando nos
fuimos de la Tierra. Con dedos trmulos, recicl los escritos del da anterior y
activ el puerto de impresora.
Sali una sola pgina, llena de lneas manuscritas. Era la letra de Aenea. La
conozco bien.
Es un punto de inflexin para m. O bien estoy totalmente loco y nada de esto
importa, o bien estoy salvado y todo importa mucho.
Leo esto, como t, con esperanza para mi cordura, con esperanza de
salvacin: no salvacin de mi alma, sino del y o en la renovada certeza del
reencuentro un reencuentro real, fsico con aquella a quien recuerdo y amo
ms que a nadie.
Y sta es la mejor razn para leer.

60
Raul, considera esto como una posdata a los recuerdos sobre los que has
escrito hoy, y que y o leo esta noche. Aos atrs, en esas ltimas tres horas de
nuestro primer viaje, cuando t, mi querido Raul, y el querido A. Bettik y y o
volamos al sudoeste, hacia Taliesin West y mi largo aprendizaje, ansiaba
contrtelo todo: los sueos que nos mostraban como amantes sobre quienes
cantaran los poetas, las visiones de los grandes peligros que nos aguardaban, los
sueos sobre el descubrimiento de amigos, los sueos sobre la muerte de los
amigos, la certidumbre de triunfos inimaginables en el porvenir.
No dije nada.
Recuerdas? Dormimos durante el vuelo. Qu extraa es la vida. Nuestras
ltimas horas juntos y a solas, el final de uno de los perodos ms ntimos de
nuestra vida compartida, el fin de mi infancia y el comienzo de nuestro tiempo
como iguales, y dormamos. En divanes separados. La vida es brutal en ese
sentido cuntos momentos irrecuperables perdemos entre trivialidades y
distracciones.
Pero estbamos muy cansados. Haban sido das extenuantes.
Cuando la nave inici el descenso, dirigindose a Taliesin West y mi nueva
vida, cog una pgina de mi sucio diario haba sobrevivido al agua y las llamas,
aunque mis ropas no y te escrib una nota apresurada. Estabas durmiendo.
Apoy abas la cara en el vinilo de la silla de aceleracin y babeabas un poco.
Tenas las pestaas quemadas, al igual que un mechn de cabello en la coronilla,
y el efecto era cmico. Parecas un pay aso sorprendido en el acto de dormir.
(Luego hablamos de pay asos, recuerdas, Raul? Durante nuestra odisea xter.
Habas visto pay asos en un circo de Puerto Romance, en tu adolescencia; y o
haba visto pay asos en Jacktown, durante la feria anual de los colonos).
Las quemaduras y el ungento que te habamos aplicado en las mejillas y las
sienes, los ojos y el labio superior, parecan maquillaje de pay aso, rojo y blanco.
Estabas hermoso. Te am entonces. Te am hacia atrs y hacia delante en el
tiempo. Te am ms all de los lmites del tiempo y del espacio.
Escrib mi nota precipitadamente, la guard en lo que quedaba del bolsillo de
tu camisa estropeada y te bes suavemente la comisura de la boca, el nico lugar
que no estaba quemado ni untado. Te moviste pero no te despertaste. No
mencionaste la nota el da siguiente, ni nunca, y siempre me pregunt si la habas
encontrado, o si se te haba cado del bolsillo, o si qued sin leer cuando tiraste la
camisa en Taliesin.
Eran palabras de mi padre. Las escribi hace siglos. Luego muri, renaci
como cbrido y muri de nuevo como hombre. Pero an viva en esencia, pues
su personalidad merodeaba por el metaespacio, y al fin se fue de Hy perion con
el cnsul, en las serpentinas ADN de la IA de la nave. Nunca conoceremos las

ltimas palabras que dijo a mi madre, a pesar de la licencia potica de mi to


Martin en los Cantos. Pero estas palabras aparecieron en la pizarra de mi madre
cuando despert esa maana en que l se fue para siempre, y ella conserv la
impresin original el resto de su vida. Lo s, pues y o me meta en su habitacin
de Jacktown en Hy perion y lea la apresurada letra de ese pergamino
amarillento, al menos una vez por semana desde que tuve dos aos.
stas fueron las palabras que te dej con mi beso en esa ltima hora del
ltimo da de nuestro primer viaje, querido Raul. Son palabras que te dejo esta
noche con un beso de despertar. Son las palabras que te reclamar cuando
regrese, cuando la historia est terminada y comience nuestro viaje final.
Un objeto bello es una alegra eterna,
cuyo encanto aumenta, y jams
se diluye, sino que nos reserva
ntimo refugio, y un reposo
con dulces sueos, salud, y respirar sereno
As, Raul Endy mion, hasta que nos encontremos de nuevo en tus pginas, en
voluptuoso xtasis, te digo adis.
Hijastro del silencio y la indolencia,
silvestre historiador, que as relatas
mejor que nuestra rima una florida historia:
qu frondosa leyenda en tu figura acecha
de dioses o mortales, o de entrambos,
en Tempe o en los cuentos de la Arcadia?
Qu hombres y qu dioses? Qu doncellas esquivas?
Qu bsqueda tenaz? Qu fuga empecinada?
Qu trinos y gorjeos? Qu voluptuoso xtasis?
Por ahora, amor mo, te deseo dulces sueos, y salud y respirar sereno.

FIN

DAN SIMMONS (4 de abril de 1948) es un escritor estadounidense. Su obra ms


conocida es Hy perion (1989), ganadora de los premios de ciencia ficcin Hugo y
Locus. Hy perion es la primera novela de la tetraloga Los cantos de Hy perion,
completada por las obras La cada de Hy perion, Endy mion y El ascenso de
Endy mion. Actualmente (2009) se est produciendo una pelcula basada en las
dos primera novelas con el ttulo Hy perion Cantos, por parte de GK Films.
Dan Simmons suele cultivar los gneros de ciencia ficcin, fantasa y terror, a
veces mezclados en la misma obra. Obtuvo su titulacin en Ingls en el Wabash
College en 1970. En 1971 logr un master en educacin en la Universidad
Washington de San Luis (Missouri). Trabaj en la enseanza durante 18 aos,
como profesor de literatura y redaccin. Tambin ha sido director de programas
de enseanza para jvenes superdotados. En 1982 public su primera historia con
la que gan el primer concurso Rod Sterling Story Conquest de relatos cortos, y
desde 1987 se dedica a escribir a tiempo completo.
Vive en Colorado con su mujer Karen, su hija Jane y su perro Fergie.

Notas

[1] (Son los versos iniciales del poema Fire and Ice, del poeta norteamericano
Robert Frost. En una versin en prosa, el poema dice: Algunos dicen que el
mundo terminar en fuego, algunos dicen que en hielo. Por lo que he saboreado
del deseo, me inclino por los que favorecen el fuego. Pero si el mundo debiera
perecer dos veces, creo saber bastante sobre el odio como para reconocer que el
hielo tambin es un gran destructor y se las apaara . La coincidencia es
que frost significa escarcha . (Nota del Traductor). <<

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