Endymion - Dan Simmons
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Dan Simmons
Endymion
Los cantos de Hyperion - 3
PRESENTACIN
Los llamados Cantos de Hyperion, formados por HYPERION (1989, NOVA
ciencia ficcin, nmero 41) y LA CADA DE HYPERION (1990, NOVA ciencia
ficcin, nmero 42), son ya un hito en la moderna, ciencia ficcin. Pero iban
pasando los aos y Dan Simmons pareca haber olvidado esa temtica que tan
brillantemente supo abordar. Parece ser que con ese extraordinario y ameno tour
de force que es LOS VAMPIROS DE LA MENTE (1989, Ediciones B, xito
Internacional), Simmons se percat de que haba mayor y mejor mercado en la
novela de terror, a la que se ha dedicado estos ltimos aos. Slo THE HOLLOW
MAN (1992), con disquisiciones casi metafsicas en torno a la telepata y la
soledad, puede en cierta forma emparentarse con la ciencia ficcin. El resto de lo
publicado por Simmons durante este perodo se incluye en el gnero de terror, del
que ya se ha convertido en maestro indiscutible.
Pero quienes fuimos gratamente sorprendidos por los dos primeros libros de la
saga de Hyperion nos sentamos un poco decepcionados. O al menos as me
ocurra a m Tras la lectura de las ltimas obras de Simmons, siempre me
quedaba pensando que era lamentable que un talento como el suyo se perdiera en
la bsqueda del best-seller ms al uso.
Simmons es un brillante narrador, lo que demuestra tanto en sus novelas de
terror como en las de ciencia ficcin. Es ms, no cabe duda de que Simmons
dispone de una capacidad especulativa que nunca quedar totalmente plasmada
en las obras de terror. Habra sido realmente una lstima que esa brillantez
especulativa, esa capacidad de reflexin sobre la literatura y sus clsicos, esa
riqueza de ideas, se hubiera perdido.
Durante estos ltimos aos he temido demasiadas veces que el mercado, con
su indiscutible poder, apartara para siempre a Dan Simmons de la ciencia ficcin.
Afortunadamente no ha sido as.
En enero de 1996 apareci ENDYMION, la novela que hoy presentamos y,
segn la informacin de que dispongo, en septiembre de 1997 aparecer el
original ingls de EL ASCENSO DE ENDYMION. Simmons asegura que la serie
finaliza con estas dos novelas (que constituyen en realidad, como ya ocurriera con
las dos primeras, una macronovela publicada en dos volmenes). El mismo autor
lo explica:
EL ASCENSO DE ENDYMION es, definitivamente, el ltimo de los
libros de Hy perion. No es la ltima obra que escribir acerca de ese
universo (tengo un relato en mente), pero s va a ser la ltima novela.
Endy mion contiene pues, a un mismo tiempo, el sabor de lo bueno conocido,
debe rescatarla de una fortaleza del imperio galctico (que aqu se llama
Pax, una especie de teocracia catlica reconstruida). Toda la ay uda de
que dispone es un talismn mgico (en este caso una alfombra voladora),
y un tmido y leal androide (en realidad hay dos robots si se tiene en
cuenta la locuaz y malhumorada nave del espacio en la que escapan).
Encuentra a la chica, que resulta ser tan valiente y precoz que, desde ese
momento, es ella quien toma todas las decisiones, y ambos son
perseguidos de planeta en planeta por un obsesionado capitn-sacerdote
que nunca ceja en su empeo, aunque siempre fracasa estrepitosamente
en su intento de capturarles.
No es exactamente mi forma de ver el argumento de ENDYMION, pero les
aseguro que es un punto de vista bien construido. Y curioso. Me atrever a decir
que, entre otras cosas, temo que a Wolfe no le haya gustado mucho esa Pax y esa
visin nada reverencial que Simmons ofrece de la Iglesia Catlica (no hay que
olvidar que Gary K. Wolfe siempre ha dado muestras de ser un devoto admirador
de esos libros de inspiracin y propaganda catlica que forman la Saga del Nuevo
Sol de su tocayo Gene Wolfe).
En cualquier caso son ustedes los que deben juzgar. Tal vez ENDYMION sin
EL ASCENSO DE ENDYMION, quede inconcluso y, como dice Gary K. Wolfe,
se convierta esencialmente en un complejo ejercicio narrativo. Afortunadamente
Wolfe es capaz de reconocer que, para l, lo mejor y ms divertido de esta novela
de Simmons es observar cmo el autor se plantea situaciones que recuerdan a los
ms manidos clichs y las resuelve con una gran maestra narrativa y con el
paulatino desarrollo de los personajes, como ocurre, por ejemplo, con el capitnsacerdote de Soya.
Les aseguro que ENDYMION, aun sin alcanzar el sorprendente nivel de
HYPERION, es, pese a Gary K. Wolfe, una novela brillante y muy entretenida.
Asimismo, los asuntos que presenta auguran un verdadero tour de forc en EL
ASCENSO DE ENDYMION, a cuya lectura les invito en un futuro cercano.
Slo recordar aqu algunas de las cosas que el mismo Dan Simmons ha
comentado en diversas entrevistas. Para empezar, algo que cualquier lector de
Simmons poda esperar:
as lo hice en LA CADA DE HYPERION: algunas de las cosas de
HYPERION no eran como parecan ser. Y debo decir que en EL
ASCENSO DE ENDYMION ocurre lo mismo. No en el sentido de un
truco, espero, sino en el sentido de ofrecer por fin una perspectiva clara
de lo que suceda en los tres libros precedentes. Me gusta pensar en este
ltimo libro como en un potente reflector que brilla por entre las reas
ms oscuras de los otros tres libros. Tal vez no ate pulcramente todos los
cabos, pero al menos la historia resultar ms comprensible.
Y por eso esperamos todos la llegada de EL ASCENSO DE ENDYMION,
incluso con ms impaciencia que con la que guardamos en su da la aparicin de
LA CADA DE HYPERION.
Antes de finalizar les recordar que la saga en cuestin aborda dos temas de
gran importancia: lo sagrado y el amor. As lo confiesa el mismo Simmons:
Lo que realmente me interesaba, en toda la serie, era decir algo sobre
lo sagrado, y no precisamente algo espiritual. En el primer libro,
HYPERION, lo que concit may or desdn entre los crticos fue la idea de
que el amor es una fuerza bsica en el universo. Un crtico dijo: Quin
se cree que es? John Lennon? . As que me lo tom como un reto e hice
que se fuera el tema central de los dos ltimos libros. ENDYMION crea
el alma de la historia de amor que intento contar. Aunque un personaje
est al final de la veintena y el otro tenga slo doce aos. El tipo de
historia de amor que cuentas y luego te arrestan por ello! Quera trabajar
en la idea de que el amor es algo ms que una mera emocin que dura un
tiempo y luego se disipa: es algo slido, entretejido en la urdimbre del
universo. Esto es, probablemente, tan serio como lo que puedo aprender
de la filosofa.
Y concluyo aqu esta presentacin, que ya se ha alargado demasiado. Creo
sinceramente que Wolfe no ha entendido casi nada de ENDYMION, y que la
respuesta (como ocurra en las dos primera novelas de la serie) se halla en EL
ASCENSO DE ENDYMION. Yo la espero con verdadera impaciencia, en la
confianza de que un autor como Simmons, capaz de fascinar con HYPERION y
LA CADA DE HYPERION, no va a defraudarnos. Por el momento,
ENDYMION sirve como nexo de unin y como amena presentacin de lo que
est por venir en el universo de HYPERION.
Sea como fuere, Simmons es un narrador como hay pocos. Si alguien lo duda,
que haga como yo: le de un tirn LOS VAMPIROS DE LA MENTE (casi un
millar de pginas!) para darme cuenta al final de que todo era un inmenso clich
narrativo sobre los hechos mas manidos y sobre un tema que no me interesaba en
absoluto, pero que, una vez sumergido en su lectura, fui del todo incapaz de
abandonar. Eso es saber narrar. Y Simmons lo hace de nuevo, y de forma
maravillosa, en ENDYMION.
Por si esto fuera poco, el futuro nos traer EL ASCENSO DE ENDYMION.
Qu ms se puede pedir?
MIQUEL BARCEL
1
Ests ley endo esto por razones equivocadas.
Si ests ley endo para averiguar cmo es hacer el amor con una mesas
nuestra mesas, no contines, porque no eres ms que un mirn.
Si ests ley endo porque admiras los Cantos del viejo poeta y sientes
curiosidad por saber qu pas luego en la vida de los peregrinos de Hy perion,
quedars defraudado. No s qu sucedi con la may or parte de ellos. Vivieron y
murieron casi tres siglos antes de que y o naciera.
Si ests ley endo porque deseas comprender mejor el mensaje de La Que
Ensea, tambin puedes quedar defraudado. Confieso que ella me interesaba
ms como mujer que como maestra o mesas.
Por ltimo, si ests ley endo para descubrir el destino de ella o aun el mo, te
has equivocado de documento. Aunque los destinos parecen tan ciertos, y o no
estaba con ella cuando alcanz el suy o, y el mo aguarda su acto final mientras
escribo estas palabras.
Me sorprendera que hubiera alguien ley endo esto, pero no sera la primera
vez en mi vida que me llevo semejante sorpresa. Los ltimos aos han sido una
sucesin de improbabilidades, cada cual ms maravillosa y aparentemente ms
inevitable que la anterior. Escribo esto para compartir esos recuerdos. Tal vez ni
siquiera para compartirlos, pues s que es muy probable que nadie encuentre el
documento que estoy creando, sino tan slo escribo para aclarar los sucesos de
tal manera que pueda estructurarlos en mi mente.
Cmo s lo que pienso hasta no ver lo que digo? , escribi un autor
anterior a la Hgira. Precisamente. Debo ver estas cosas para saber qu pienso
de ellas. Debo ver los sucesos en tinta y las emociones en letras de molde para
creer que realmente me sucedieron y me afectaron.
Si ests ley endo esto por la misma razn por la que y o estoy escribiendo,
para imponer algn orden al caos de los ltimos aos, para estructurar esa serie
de sucesos aleatorios que han regido nuestras vidas durante las ltimas dcadas
estndar, entonces quizs ests ley endo por la razn correcta, a pesar de todo.
Dnde empezar? Una sentencia de muerte, tal vez. Pero cul? La de ella o
la ma? Y si es la ma, cul de ellas? Hay varias para escoger. Tal vez la
adecuada sea sta, la definitiva.
Escribo esto en una caja de gato de Schrdinger, en rbita de Armaghast, un
mundo en cuarentena. La caja no es una caja, sino un ovoide liso de seis metros
por tres. Ser mi mundo hasta el final de mi vida. El interior de mi mundo es una
celda austera que consiste en una caja negra que recicla el aire y los
desperdicios, mi litera, el sintetizador de alimentos, un estrecho mostrador que
2
Mi nombre es Raul Endy mion. Mi nombre de pila rima con Paul. Nac en el
mundo de Hy perion, en el ao 693 de nuestro calendario local, o el 3099, segn
el calendario anterior a la Hgira, o 247 aos despus de la Cada, segn la
may ora calcula el tiempo en la era de Pax.
Se ha dicho que cuando viaj con La Que Ensea y o era pastor, y es verdad.
O casi. Mis parientes se ganaban la vida como pastores itinerantes en los brezales
y prados de las regiones ms remotas del continente de Aquila, donde me cri, y
a veces cuidaba ovejas cuando nio. Recuerdo esas noches serenas bajo los
estrellados cielos de Hy perion como una poca agradable. A los diecisis aos
(por el calendario de Hy perion) hu de mi casa y me alist como soldado de la
Guardia Interna controlada por Pax. Recuerdo la may or parte de esos tres aos
como tediosos y rutinarios, con la ingrata excepcin de los tres meses que me
enviaron al casquete de hielo de la Garra para luchar contra los indgenas durante
el levantamiento de Ursus. Cuando obtuve la baja, trabaj como cuidador y
fullero en uno de los casinos ms srdidos de Nueve Colas, fui barquero en los
confines del Kans durante dos temporadas de lluvia y estudi de jardinero en
algunas fincas del Pico bajo los auspicios del artista Avrol Hume. Pero pastor
deba sonar mejor para los cronistas de La Que Ensea cuando lleg el momento
de mencionar la ocupacin anterior de su discpulo ms cercano. Pastor tiene
una connotacin gratamente bblica.
No objeto el ttulo de pastor. Pero en esta historia aparecer como un pastor
cuy o rebao consista en una oveja infinitamente importante. Y la perd en vez
de encontrarla.
En la poca en que mi vida cambi para siempre y esta historia comienza de
veras, y o tena veintisiete aos, era alto por ser nativo de Hy perion, notable por
pocas cosas excepto el grosor de los callos de mis manos y mi amor por las ideas
extravagantes, y trabajaba como gua de cazadores en los marjales de la baha
de Toschahi, cien kilmetros al norte de Puerto Romance. Para entonces haba
asimilado algunas cosillas sobre el sexo y muchas cosas sobre armas, haba
descubierto de primera mano el poder que ejerce la codicia en los asuntos de
hombres y mujeres, haba aprendido a usar los puos y mi poco seso para
sobrevivir, senta curiosidad por muchas cosas, y la nica certeza que tena era
que el resto de mi vida no me reservara grandes sorpresas.
Era un idiota.
Casi todo lo que era y o en ese otoo de mis veintiocho aos se puede describir
con negativos. Nunca haba estado fuera de Hy perion y nunca haba pensado en
viajar a otros mundos. Haba estado en catedrales de la Iglesia, por supuesto; aun
en las regiones remotas adonde haba huido mi familia despus del saqueo de la
ciudad de Endy mion, un siglo antes, Pax haba extendido su influencia
3
Un sacerdote del monasterio Pax de Puerto Romance fue a visitarme esa
noche. Era un hombre de cabello ralo, un to menudo, nervioso y un poco
tartamudo. Una vez en la sala de visitas, que no tena ventanas, se present como
el padre Tse y pidi a los guardias que se marcharan.
Hijo mo dijo, y sent ganas de sonrer, pues el sacerdote aparentaba mi
edad, hijo mo ests preparado para maana?
Perd las ganas de sonrer. Me encog de hombros.
El padre Tse se mordi el labio.
No has aceptado a Nuestro Seor dijo con voz tensa de emocin.
Quise encogerme de hombros otra vez, pero opt por hablar.
No he aceptado el cruciforme, padre. Quiz no sea lo mismo.
Sus ojos castaos eran insistentes, suplicantes.
Es lo mismo, hijo mo. Nuestro Seor nos ha revelado esto.
Call.
El padre Tse dej su misal y me toc las muecas amarradas.
Si te arrepientes esta noche y aceptas a Jesucristo como tu salvador
personal, tres das despus de maana te levantars para vivir de nuevo en la
gracia del perdn de Nuestro Seor. No pestae. Lo sabes, verdad, hijo
mo?
Lo mir a los ojos. Un prisionero de la celda contigua se haba pasado las tres
ltimas noches gritando. Me senta muy fatigado.
S, padre. S cmo funciona el cruciforme.
El padre Tse neg enfticamente con la cabeza.
El cruciforme no, hijo mo. La gracia de Nuestro Seor.
Asent.
Usted ha experimentado la resurreccin, padre?
El sacerdote agach la cabeza.
Todava no, hijo mo. Pero no temo ese da. Me mir de nuevo. Y t
tampoco debes temer.
Cerr los ojos un instante. Haba estado pensando en esto cada minuto de los
ltimos seis das y noches.
Mire, padre, no quiero ofender, pero hace unos aos tom la decisin de no
someterme al cruciforme, y creo que no es el momento apropiado para cambiar
de opinin.
El padre Tse me clav sus ojos brillantes.
Cualquier momento es apropiado para aceptar a Nuestro Seor, hijo mo.
Despus de la madrugada de maana no habr ms tiempo. Tu cadver ser
sacado de este lugar y arrojado al mar como alimento para los peces
carroeros
4
No me sorprend de despertarme con vida. Tal vez uno slo se sorprende
cuando se despierta muerto. De todos modos, despert sin ms incomodidad que
un cosquilleo en los brazos y me qued acostado, mirando el sol que se deslizaba
por un tosco techo de y eso, hasta que un pensamiento urgente me despabil.
Espera un minuto. Yo no estaba? Ellos no? .
Me incorpor y mir en torno. Si tena la sensacin de que mi ejecucin
haba sido un sueo, el prosaico aspecto de mi entorno pronto se encarg de
disiparla. La habitacin tena forma de pastel, con una pared curva y blanqueada
y un techo de y eso. La cama era el nico mueble, y la gruesa y blancuzca ropa
de cama complementaba la textura del y eso y la piedra. Haba una maciza
puerta de madera cerrada y una ventana con forma de arco abierta a la
intemperie. Un vistazo al cielo color lapislzuli me revel que an estaba en
Hy perion. Era imposible que an estuviera en la prisin de Puerto Romance; la
piedra era demasiado vieja, los detalles de la puerta demasiado ornamentales, la
calidad de las mantas demasiado buena.
Me levant, me encontr desnudo. Camin hacia la ventana. La brisa otoal
era intensa, pero el sol me entibiaba la piel. Estaba en una torre de piedra. El
amarillo chalma y una gruesa maraa de raralea tejan una slida techumbre
de rboles en las colinas hasta el horizonte. Una vegetacin siempreazul creca en
las laderas de granito. Vi ms murallas, almenas y la curva de otra torre. Las
paredes parecan antiqusimas. La calidad de su construccin y el aire orgnico
de su arquitectura pertenecan a una poca de destreza y buen gusto, muy
anterior a la Cada.
Adivin de inmediato mi paradero: el chalma y la raralea sugeran que an
estaba en el continente meridional de Aquila; las elegantes ruinas hablaban de la
ciudad abandonada de Endy mion.
Nunca haba estado en la localidad de donde mi familia tomaba su apellido,
pero Grandam, la narradora de nuestro clan, la haba descrito muchas veces.
Endy mion haba sido una de las primeras ciudades de Hy perion colonizadas
despus de que la nave semillera se estrell setecientos aos antes. Hasta la Cada
haba sido famosa por su buena universidad, una estructura enorme semejante a
un castillo que dominaba la ciudad. El abuelo del bisabuelo de Grandam haba
sido profesor de la universidad hasta que las tropas de Pax dominaron la regin
de Aquila central y expulsaron a miles de personas.
Y ahora y o haba regresado.
Un hombre calvo de tez azul y ojos color azul cobalto traspuso la puerta, dej
en la cama ropa interior y un traje sencillo de algo que pareca algodn casero.
Vstete, por favor dijo.
Mir en silencio mientras el hombre daba media vuelta y sala. Tez azul. Ojos
color azul cobalto. Calvo. Tena que ser un androide, el primero que y o vea. Si
me hubieran preguntado, habra dicho que no quedaban androides en Hy perion.
La biofacturacin era ilegal desde la Cada, y aunque el legendario Triste Rey
Billy los haba importado para construir la may ora de las ciudades del norte
siglos antes, no deberan quedar androides en nuestro mundo. Sacud la cabeza,
me vest. El traje me sentaba a la perfeccin, a pesar de mis hombros grandes y
mis piernas largas.
Estaba de vuelta ante la ventana cuando el androide regres. Se detuvo en la
puerta y gesticul con la mano.
Por aqu, por favor, M. Endy mion dijo, usando el honorfico tradicional
en ingls de la Red.
Contuve el impulso de hacer preguntas y lo segu por la escalera de la torre.
La habitacin de arriba ocupaba todo el piso. El sol del atardecer atravesaba
vitrales rojos y amarillos. Al menos una ventana estaba abierta, y o el susurro de
un viento lejano en la hojarasca.
Esta habitacin era tan blanca y austera como mi celda, salvo por un
apiamiento de aparatos mdicos y consolas de comunicaciones en el centro del
crculo. El androide se march, cerrando la gruesa puerta, y tard un segundo en
comprender que haba un ser humano en medio de todo ese equipo.
Al menos, cre que era un ser humano.
El hombre estaba sentado en una cama flotante de flujoespuma. Tubos,
intravenosas, filamentos de monitoreo y umbilicales de aspecto orgnico unan el
equipo con la cenicienta figura. Digo cenicienta , pero en verdad el hombre
pareca momificado, la tez arrugada como los pliegues de una vieja chaqueta de
cuero, el crneo manchado y calvo, los brazos y piernas consumidos al extremo
de ser meros apndices vestigiales. La postura del viejo evocaba un pichn
arrugado y sin plumas que se ha cado del nido. Su tez apergaminada tena un
aire azulado que me hizo pensar androide por un momento, pero luego repar
en la diferencia del tono de azul, en el leve fulgor de las palmas, las costillas y la
frente, y comprend que miraba a un humano verdadero que haba recibido
tratamientos Poulsen durante siglos.
Ya nadie recibe tratamientos Poulsen. Esa tecnologa se perdi con la Cada,
as como la materia prima de mundos perdidos en el tiempo y el espacio. O eso
crea y o. Pero aqu haba una criatura que tena muchos siglos y deba de haber
recibido tratamientos Poulsen desde haca escasas dcadas.
El anciano abri los ojos.
Desde entonces he visto ojos igualmente enrgicos, pero hasta ese momento
nada me haba preparado para la intensidad de esa mirada. Creo que retroced un
paso.
Acrcate, Raul Endy mion. La voz era como una hoja sin filo raspando
pergamino. El viejo mova la boca como un pico de tortuga.
costeras o los pueblos del interior. Y aun un empleo rural como el de gua o pastor
requera una identificacin Pax para los formularios de impuestos y diezmos.
Con lo cual debera ocultarme en el interior el resto de mi vida, viviendo de la
tierra y eludiendo a la gente.
O bien dijo el viejo, puedes hacerme un mandado y hacerte rico.
Hizo una pausa, inspeccionndome con sus ojos oscuros tal como los
cazadores profesionales inspeccionaban a los cachorros que prometan ser
buenos perros para el oficio.
Dgame dije.
El viejo cerr los ojos y exhal speramente. No se molest en abrirlos de
nuevo.
Sabes leer, Raul Endy mion?
S.
Has ledo el poema conocido como los Cantos?
No.
Pero has odo una parte? Perteneces a un clan de pastores del norte. Sin
duda el narrador ha mencionado los Cantos.
Haba un tono extrao en la voz cascada. Tal vez modestia.
Me encog de hombros.
He odo fragmentos. Mi clan prefera la pica del jardn o la Saga de
Glennon-Height.
Los rasgos de stiro se arrugaron en una sonrisa.
La pica del jardn. S. All Raul era un hroe centauro, verdad?
No respond. Grandam admiraba el personaje del centauro llamado Raul. Mi
madre y y o habamos crecido escuchando historias sobre l.
Crees en las historias? pregunt el viejo. Las historias de los Cantos,
digo.
Creerlas? Creer que realmente sucedi as? Los peregrinos, el Alcaudn
y todo eso? Hice una pausa. Haba algunos que se crean las exageradas
historias que contaban los Cantos. Y haba incrdulos que pensaban que todo era
una mezcla de mitos y patraas destinados a rodear con un aura de misterio la
fea poca de guerra y confusin que fue la Cada. Nunca pens en ello dije
sinceramente. Tiene importancia?
El viejo pareci sofocarse, pero pronto comprend que sus carraspeos secos
eran risotadas.
A decir verdad, no. Ahora, escchame. Te describir mi mandado. Me
cuesta hablar, as que gurdate las preguntas para cuando hay a terminado.
Parpade y seal la silla cubierta con una sbana blanca. Deseas sentarte?
Negu con la cabeza y me qued de pie.
De acuerdo. Mi historia comienza hace casi doscientos setenta aos,
durante la Cada. Una de las peregrinas de los Cantos fue amiga ma. Se llamaba
Brawne Lamia. Existi de veras. Despus de la Cada, despus de la muerte de la
Hegemona y la abertura de las Tumbas de Tiempo, Brawne Lamia dio a luz una
hija. La nia se llamaba Diana, pero era testaruda y se cambi el nombre en
cuanto tuvo edad para hablar. Por un tiempo la conocieron como Cy nthia, luego
como Cate (abreviatura de Hecate), y cuando cumpli doce aos quiso que sus
amigos y parientes la llamaran Temis. Cuando la vi por ltima vez, se llamaba
Aenea.
El viejo hizo una pausa y entorn los ojos.
T crees que esto no importa, pero los nombres son importantes. Si no te
hubieran puesto el nombre de esta ciudad, que a su vez tiene el nombre de un
antiguo poema, no me habras llamado la atencin y quizs hoy no estuvieras
aqu. Estaras muerto. Alimentando a los gusanos-tiburn del Gran Mar del Sur.
Comprendes, Raul Endy mion?
No.
El viejo sacudi la cabeza.
No importa. Dnde estaba?
La ltima vez que vio a la nia se llamaba Aenea.
S. El viejo volvi a cerrar los ojos. No era una chiquilla demasiado
atractiva, pero era nica. Todos los que la conocan saban que era diferente.
Especial. No consentida, a pesar de esa tontera del cambio de nombre. Slo
diferente. Sonri, mostrando encas rosadas. Has conocido a alguien que
fuera profundamente diferente, Raul Endy mion?
Vacil slo un segundo.
No dije. No era del todo cierto. El viejo era diferente. Pero y o saba que
l no me preguntaba eso.
Cate Aenea era diferente dijo, cerrando nuevamente los ojos. Su
madre lo saba. Desde luego, Brawne saba que su hija era especial aun antes de
que naciera. Call y abri los ojos para mirarme. Has odo esta parte de los
Cantos?
S. Una entidad cbrida predijo que la mujer llamada Lamia dara a luz a
una nia conocida como La Que Ensea.
Pens que el viejo iba a escupir.
Un ttulo estpido. Nadie llam as a Aenea durante el tiempo en que la
conoc. Era slo una nia, brillante y tozuda, pero una nia. Todo lo que tena de
singular era apenas un potencial. Pero luego
Call y sus ojos se enturbiaron. Era como si se hubiera olvidado de la
conversacin. Esper.
Pero luego Brawne Lamia muri dijo minutos despus, con voz ms
fuerte, como si el dilogo no se hubiera interrumpido y Aenea desapareci.
Tena doce aos. Tcnicamente y o era su tutor, pero no me pidi permiso para
5
En el mismo momento en que me despido de Bettik, a seis mil aos luz de
distancia, en un sistema estelar conocido slo por nmeros NGC y coordenadas
de navegacin, una fuerza de Pax compuesta por tres naves-antorcha de ataque
y conducida por el padre capitn Federico de Soy a est destruy endo un bosque
orbital. Los rboles xters no tienen defensas contra las naves de Pax, y este
enfrentamiento es ms una carnicera que una batalla.
Aqu debo explicar algo. No estoy especulando acerca de estos hechos:
ocurrieron tal como los describo. Cuando cuente lo que hacan el padre capitn
De Soy a y los dems protagonistas mientras no haba testigos presentes incluso
cuando describa sus pensamientos y sus emociones, no se tratar de
extrapolaciones ni conjeturas. Estas cosas son verdades literales. Ms tarde
explicar cmo llegu a saberlas, a conocerlas sin la menor distorsin, pero por
ahora pido que lo aceptes por lo que es, la verdad.
Las tres naves de Pax salen de velocidades relativistas desacelerando a
seiscientas gravedades, aquello que los navegantes del espacio han llamado
durante siglos delta-V de mermelada de frambuesa : si los campos de
contencin interna fallaran un microsegundo, los tripulantes slo seran una capa
de mermelada de frambuesa sobre las cubiertas.
Los campos de contencin no fallan. A una UA, el padre capitn Federico de
Soy a proy ecta el bosque orbital en la videoesfera. En el Centro de Control de
Combate todos miran la pantalla. Miles de rboles de medio kilmetro de
longitud, adaptados por los xters, se desplazan en compleja coreografa por el
plano de la eclptica: bosquecillos anudados por la gravedad, mechones trenzados
y configuraciones que cambian sutilmente, siempre en movimiento, las hojas
siempre vueltas hacia el sol tipo G, las largas ramas buscando el alineamiento
perfecto, las races sedientas hundidas en la vaporosa niebla de humedad y
nutrientes provista por los cometas pastores que se mueven entre los racimos de
rboles como gigantescas y sucias bolas de nieve. Aleteando entre las ramas y
los rboles, hay variaciones de xters, formas humanoides con tez plateada y
finsimas alas de mariposa que se extienden cientos de metros. Al recibir la luz
del sol, estas alas parpadean como luces navideas en el verde follaje del bosque
orbital.
Fuego! ordena el padre capitn Federico de Soy a.
A dos tercios de UA, las tres naves-antorcha del grupo REYES atacan con sus
armas de larga distancia. A esa distancia aun los haces de energa se arrastran
hacia el blanco como lucirnagas contra una manta negra, pero las naves de Pax
portan armas hiperveloces e hipercinticas, esencialmente pequeas naves
estelares de propulsin Hawking, algunas con ojivas de plasma que en
microsegundos alcanzan velocidades relativistas y detonan dentro del bosque,
tambin jesuita. Se aparta de la pantalla tctica para conectarse con una unidad
de comunicaciones.
De Soy a sabe que los oficiales del C3 no sienten satisfaccin. Destruir
bosques orbitales xters forma parte de su misin esos rboles aparentemente
inocuos sirven como centros de reaprovisionamiento y reparaciones para los
enjambres de combate, pero pocos guerreros de Pax se complacen en la
destruccin indiscriminada.
Fueron entrenados como caballeros de la Iglesia y defensores de Pax, no
como destructores de la belleza ni asesinos de criaturas desarmadas, aunque esas
criaturas sean xters que han entregado sus almas.
Trazad el plan de bsqueda habitual ordena De Soy a. Ordenad a la
tripulacin que abandone sus puestos de combate. En una nave-antorcha
moderna, la tripulacin consiste slo en estos oficiales y media docena ms que
estn desperdigados por la nave.
La madre comandante Stone interrumpe de golpe.
Seor, detectamos una distorsin Hawking ngulo setenta y dos,
coordenadas dos-veintinueve, cuarenta y tres, uno-cero-cinco. Punto de salida
siete-cero-cero-punto-cinco mil kilmetros. Probabilidad de un solo vehculo,
noventa y seis por ciento. Velocidad relativa desconocida.
Puestos de combate ordena De Soy a. Sonre sin darse cuenta. Quiz los
xters acudan al rescate de su bosque. O quizs hubiera un defensor que acaba de
lanzar un arma desde ms all de la Nube de Oort del sistema. O quiz sea la
vanguardia de un enjambre de unidades de combate que ser la perdicin del
grupo de tareas. Sea cual fuere la amenaza, el padre capitn De Soy a prefiere el
combate a este vandalismo.
Vehculo en traslacin informa el oficial de radar.
Muy bien dice el padre capitn De Soy a. Mira el parpadeo de las
pantallas, vuelve a sintonizar y abre varios canales ptico-virtuales. El C3 se
disipa y l se encuentra en pleno espacio, un gigante de cinco millones de
kilmetros de altura: sus naves son manchas con colas llameantes, el bosque
destruido es una curva columna de humo, y el intruso aparece a setecientos mil
kilmetros, por encima del plano de la eclptica. Las esferas rojas que rodean sus
naves indican campos externos activados para el combate. Otros colores llenan el
espacio, mostrando lecturas de sensores, pulsaciones de radar y preparacin de
puntera. Trabajando en el ultraveloz nivel tctico, De Soy a puede lanzar armas o
desatar energas con slo sealar y chasquear los dedos.
Seal de repetidor informa el oficial de comunicaciones. Cdigos
verificados. Es un correo de Pax, clase Arcngel.
De Soy a frunce el ceo. Qu puede ser tan importante para que el mando de
Pax enve el vehculo ms veloz del Vaticano, que adems es la may or arma
secreta de Pax? En el espacio tctico, De Soy a ve los cdigos de Pax en torno de
setecientas.
El padre capitn De Soy a sale del espacio tctico para regresar a la realidad
del C3. Stone y los dems todava lo miran.
Deprisa dice De Soy a, alejndose de la pantalla, volando hacia su puerta
particular y atravesando la tronera circular. Despirtenme cuando los correos
hay an resucitado ordena a esos rostros blancos mientras la puerta se desliza
para cerrarse.
6
Recorr las calles de Endy mion tratando de conciliarme con mi vida, mi
muerte y mi nueva vida. Debo aclarar que no me tomaba estas cosas mi
juicio, mi ejecucin , mi reunin con el mtico y viejo poeta con tanta
calma como esta narracin puede sugerir. Una parte de m estaba sacudida hasta
los cimientos. Haban tratado de matarme! Yo quera culpar a Pax, pero los
tribunales no eran agentes directos de Pax. Hy perion tena su propio Consejo
Interno, y los tribunales de Puerto Romance se constituan en conformidad con
nuestra poltica local. La pena capital no era una inevitable sentencia de Pax,
sobre todo en aquellos mundos donde la Iglesia gobernaba por medio de la
teocracia, sino un resabio de los tiempos coloniales de Hy perion. Mi precipitado
juicio, su ineludible desenlace y mi ejecucin sumaria expresaban, en todo caso,
el temor de los empresarios de Hy perion y Puerto Romance a ahuy entar a los
turistas de otros mundos. Yo era un rstico, un gua que haba matado al turista
rico a quien haban puesto a mi cuidado, y tena que servir como escarmiento.
Nada ms. No era nada personal.
Pero y o lo tom como algo personal. Frente a la torre, sintiendo el calor del
sol que rebotaba en las anchas losas del patio, alc lentamente las manos. Estaban
temblando. Haban sucedido demasiadas cosas demasiado pronto, y la calma que
me haba impuesto durante el juicio y el breve perodo anterior a mi ejecucin
me haba dejado exhausto.
Camin entre las ruinas de la universidad. La ciudad de Endy mion se ergua
en la cima de una colina, y la universidad haba estado an a may or altura sobre
este risco en tiempos coloniales, de modo que la vista era bellsima al sur y al
este. Los bosques de chalma del valle refulgan con un color amarillo brillante.
No haba estelas ni trfico areo en el cielo color lapislzuli. Yo saba que Pax no
tena el menor inters en Endy mion. Sus tropas an custodiaban la Meseta del
Pin, donde sus robots mineros extraan los parsitos cruciformes, pero esta
seccin del continente haba sido inaccesible por tantas dcadas que tena un aire
agreste y virginal.
A los diez minutos de caminar, comprend que slo la torre donde y o haba
despertado y los edificios circundantes parecan ocupados. El resto de la
universidad estaba en ruinas las grandes salas expuestas a la intemperie, la
planta fsica saqueada siglos atrs, los campos de juegos cubiertos de malezas, la
cpula del observatorio despedazada y la ciudad luca an ms abandonada
cuesta abajo. La maraa de raralea y kudzu reclamaba manzanas enteras.
La universidad haba sido bella en sus tiempos: edificios neogticos posHgira construidos con bloques de piedra arenisca extrados de canteras que
estaban a poca distancia, en los cerros de la Meseta del Pin. Tres aos antes,
cuando y o trabajaba como asistente del famoso artista jardinero Avrol Hume,
realizando gran parte del trabajo pesado mientras l rediseaba las fincas de la
Primera Familia en la elegante costa del Pico, haba mucha demanda de follies o
palacetes, falsas ruinas cerca de estanques, bosques o colinas. Me haba vuelto
experto en poner viejas piedras en artificiosos estados de descomposicin para
simular ruinas la may ora de ellas absurdamente ms antiguas que la historia
de la humanidad en este mundo remoto pero ninguna follie de Hume era tan
atractiva como estas ruinas reales. Recorr los restos de una universidad otrora
esplndida, admir la arquitectura, pens en mi familia.
Aadir el nombre de una ciudad local al nuestro haba sido una tradicin entre
las familias indgenas. Pues mi familia era indgena de veras, y a que se
remontaba a las naves pioneras de siete siglos atrs. ramos ciudadanos de
tercera en nuestro propio mundo, y seguamos sindolo, pues ahora estbamos
por debajo de los ciudadanos de Pax y de los colonos de la Hgira, que llegaron
siglos despus de mis ancestros. Durante siglos, pues, mi gente haba vivido y
trabajado en estos valles y montaas. En general, mis parientes indgenas haban
realizado tareas manuales, como mi padre poco antes de su prematura muerte,
ocurrida cuando y o tena ocho aos, como mi madre hasta su propia muerte,
ocurrida cinco aos despus, como y o mismo hasta esta semana. Mi abuela
haba nacido una dcada despus de que Pax expulsara a todos los habitantes de
estas regiones, pero Grandam tena edad suficiente para recordar los tiempos en
que las familias de nuestro clan llegaban hasta la Meseta del Pin y trabajaban
en las plantaciones de fibroplstico del sur.
No tena la sensacin de haber vuelto a mi terruo. Mi terruo eran los fros
brezales del noreste. Los marjales del norte de Puerto Romance haban sido el
lugar donde y o haba elegido vivir y trabajar. Esta ciudad universitaria nunca
haba formado parte de mi vida y tenan tan poca importancia para m como las
desaforadas historias de los Cantos del viejo poeta.
Al pie de otra torre, me detuve para recobrar el aliento y reflexionar sobre
esto. Si lo que sugera el poeta era cierto, las desaforadas historias de los
Cantos sern muy importantes para m. Pens en Grandam recitando ese poema
pico, record las noches en que cuidaba ovejas en las colinas del norte, nuestros
vehculos de bateras formando un crculo protector para pernoctar, las fogatas
opacando apenas la gloria de las constelaciones o las lluvias de meteoritos;
record la mesurada lentitud con que Grandam recitaba estrofas que luego me
haca repetir, record mi impaciencia habra preferido sentarme a leer un
libro bajo un farol y sonre al pensar que esa noche cenara con el autor de
esos versos. Ms an, el viejo poeta era uno de los siete peregrinos de que
hablaba el poema.
Demasiadas cosas. Demasiado pronto.
Haba algo raro en esa torre. Ms grande y ms ancha que la torre donde y o
haba despertado, esta estructura tena una sola ventana, un arco a treinta metros
torre era pura oscuridad. Alc los ojos y vi manchas de luz solar por lo que quiz
fuera un techo de madera provisional treinta metros ms arriba. Comprend que
la torre no era ms que un silo glorificado, un gigantesco cilindro de piedra de
sesenta metros de altura. Con razn necesitaba una sola ventana. Con razn
haban tapado la puerta aun antes de la evacuacin de Endy mion.
Conservando el equilibrio en el antepecho, sin confiar en el podrido rellano
del interior, sacud la cabeza con resignacin. Un da mi curiosidad me llevara a
la muerte.
Escrutando la penumbra, que tanto contrastaba con el esplndido sol del
atardecer, not que el interior estaba demasiado oscuro. No poda ver la pared ni
la escalera del otro lado. Comprend que la luz difusa iluminaba la piedra vea
un tramo de escalera podrida, y todo el cilindro del interior era visible metros por
encima de m, pero en mi nivel la may or parte del interior haba
desaparecido.
Cielos susurr. Algo llenaba esa torre oscura.
Apoy ando mi peso en mis brazos, que an aferraban el antepecho, baj al
rellano interior. La madera cruji pero pareca bastante slida. Sin soltar el
marco de la ventana, apoy parte de mi peso en mis piernas y me volv para
mirar.
Tard casi un minuto en comprender lo que miraba. Una nave espacial
llenaba el interior de la torre como una bala metida en la recmara de un antiguo
revlver.
Apoy ando todo mi peso en el rellano, olvidndome de su precariedad, avanc
para ver mejor.
Era una esbelta nave de poca altura, unos cincuenta metros. El metal del
casco si era metal era negro y opaco y pareca absorber la luz. Yo no vea
lustre ni reflejos. Distingu el perfil de la nave mirando la pared de piedra que
haba detrs y viendo dnde terminaban las piedras y la luz que se reflejaba en
ellas.
No dud un instante de que fuera una nave espacial. Lo era enfticamente.
Una vez le que los nios de cientos de mundos todava dibujan casas
bosquejando una caja con una pirmide encima, con volutas de humo sobre una
chimenea rectangular, aunque dichos nios vivan en habitculos orgnicos en lo
alto de rboles residenciales ARNados. Tambin dibujan las montaas como
pirmides, aunque las montaas que conocen se parezcan ms a los cerros
redondos del pie de la Meseta del Pin. No s qu explicacin daba el artculo.
Memoria racial, tal vez, o el cerebro condicionado para ciertos smbolos.
La cosa que y o estaba viendo, entreviendo casi como espacio negativo, no
era slo una nave espacial, sino la nave espacial.
He visto imgenes de los cohetes ms antiguos de Vieja Tierra anteriores a
Pax, a la Cada, a la Hegemona, a la Hgira, qu digo, anteriores a todo y
lucan como esa negrura curva. Alta, delgada, ahusada en ambos extremos,
puntiguada arriba, con aletas abajo. Yo estaba mirando la imagen
simblicamente perfecta de una NAVE ESPACIAL, grabada a fuego en el
cerebro y la memoria racial.
En Hy perion no haba naves espaciales particulares ni naves espaciales
extraviadas. De esto estaba seguro. Aun las naves interplanetarias ms simples
eran demasiado costosas para abandonarlas en viejas torres de piedra. En una
poca, siglos antes de la Cada, cuando los recursos de la Red de Mundos
parecan ilimitados, pudo haber una pltora de naves espaciales militares,
diplomticas, gubernamentales, empresariales, fundacionales, exploratorias,
incluso algunas naves particulares pertenecientes a hipermillonarios, pero aun
en esos tiempos slo una economa planetaria poda afrontar el coste de la
construccin de una nave estelar. En mis tiempos y en tiempos de mi madre y
mi abuela, y de sus madres y abuelas slo Pax ese consorcio de la Iglesia
con un tosco gobierno interestelar poda costearse naves espaciales de
cualquier tipo. Y ningn individuo del universo conocido ni siquiera Su Santidad
en Pacem poda costearse una nave estelar privada.
Y esta nave era estelar. Lo saba. No s cmo, pero lo saba.
Sin prestar atencin al psimo estado de los peldaos, me puse a bajar y subir
por la escalera de caracol. El casco estaba a cuatro metros de m. Su insondable
negrura me causaba vrtigo. Quince metros debajo de m, apenas visible bajo la
curva de negrura, otro rellano se extenda hasta el casco.
Baj. Un peldao podrido se parti bajo mis pies, pero me mova tan rpido
que lo ignor.
El rellano no tena baranda y se extenda como un trampoln. Si me caa
desde all, me rompera algunos huesos y quedara tendido en la oscuridad de una
torre cerrada. No pens en ello cuando cruc el rellano y apoy la palma en el
casco de la nave.
El casco era tibio. Ms que metal, pareca la lisa piel de una criatura
durmiente. Enfatizando esta ilusin el casco emita una vibracin suave, como si
la nave respirase, como si un corazn palpitara bajo mi palma.
De pronto hubo un movimiento real bajo mi mano, y el casco se hundi y se
apart, no elevndose mecnicamente como algunos portales que haba visto, ni
girando sobre goznes, sino plegndose sobre s mismo como labios que se
retrajeran.
Se encendieron luces. Un corredor interno techo y paredes de aspecto
orgnico que evocaban una cerviz reluca suavemente.
No vacil demasiado. Durante aos mi vida haba sido calma y predecible
como la may ora de las vidas. Esa semana haba matado a un hombre por
accidente, me haban condenado y ejecutado y haba despertado en el mito
favorito de Grandam. Por qu detenerme all?
Entr en la nave espacial, y la puerta se cerr a mis espaldas como una boca
hambrienta.
7
Las naves-antorcha Gaspar, Melchor y Baltasar estn a una UA de los
bosques orbitales en llamas y siguen desacelerando en torno de ese sol sin
nombre cuando la madre comandante Stone llama al compartimiento del padre
capitn De Soy a para informarle de que han resucitado a los correos.
A decir verdad, slo hemos logrado resucitar a uno corrige, flotando ante
la puerta abierta.
El padre capitn De Soy a hace una mueca.
El otro? pregunta. Lo han devuelto al nicho de resurreccin?
Todava no dice Stone. El padre Sapieha est con el superviviente.
De Soy a asiente.
Pax? pregunta, esperando que sea as. Los correos del Vaticano traen
ms problemas que los correos militares.
La madre comandante Stone niega con la cabeza.
Ambos son del Vaticano. El padre Gawronski y el padre Vandrisse. Ambos
son Legionarios de Cristo.
Con gran esfuerzo de voluntad, De Soy a contiene un suspiro. Los Legionarios
de Cristo casi haban reemplazado a los jesuitas, ms liberales, a lo largo de los
siglos. Su poder creca en la Iglesia un siglo antes del Gran Error, y no era ningn
secreto que el Papa los utilizaba como tropas de choque para misiones engorrosas
dentro de la jerarqua eclesistica.
Cul sobrevivi? pregunta.
El padre Vandrisse. Stone mira su comlog. Ya lo deben de haber
revivido, seor.
Muy bien dice De Soy a. Ajuste el campo interno a una gravedad a las
cero-seis-cuarenta-cinco. Llame a bordo a los capitanes Hearn y Boulez y
ofrzcales mis cumplidos. Escltelos hasta la sala de proa. Estar con Vandrisse
hasta que nos reunamos.
A la orden dice la madre comandante Stone, y se marcha.
La sala que est junto al nicho de resurreccin es ms capilla que
enfermera. El padre capitn De Soy a se arrodilla frente al altar y luego se rene
con el padre Sapieha junto a la camilla donde est el correo. Sapieha es ms
viejo que la may ora de los miembros de Pax por lo menos setenta aos
estndar y los suaves haces halgenos se reflejan en su coronilla calva. De
Soy a piensa que el capelln de la nave, con sus malas pulgas y sus pocas luces,
es muy parecido a varios curas de parroquia que conoci en su juventud.
Capitn saluda el capelln.
De Soy a saluda con un cabeceo y se acerca al hombre de la camilla.
El padre Vandrisse es joven treinta aos estndar y lleva el cabello
oscuro largo y rizado, segn la moda actual del Vaticano. O al menos la moda
Arcngel.
Un minuto treinta segundos para aceleracin inicial dice la voz metlica,
y De Soy a comprende que est hablando con una mquina idiota.
Se apresura a amarrarse. Las correas son anchas y gruesas pero su funcin
es slo aparente. El campo de contencin se encargar de mantener sus restos en
su lugar.
Treinta segundos dice la voz idiota. Advierto que la traslacin C-plus
ser letal.
Gracias dice el padre capitn Federico de Soy a. Siente en los odos las
desbocadas palpitaciones de su corazn. En los instrumentos parpadean luces.
Aqu nada est destinado al control humano, as que De Soy a no les presta
atencin.
Quince segundos dice la nave. Tal vez ahora desee rezar.
Joder dice De Soy a. Ha estado rezando desde que dej la sala de
resurreccin. Aade una plegaria final para pedir perdn por la obscenidad.
Cinco segundos dice la voz. No habr ms comunicaciones. Que Dios
lo bendiga y acelere su resurreccin, en nombre de Cristo.
Amn dice el padre capitn De Soy a. Cierra los ojos cuando se inicia la
aceleracin.
8
Anocheci temprano en la ruinosa ciudad de Endy mion. Desde la torre donde
haba despertado en ese da interminable, mir cmo se extingua la luz otoal. A.
Bettik me haba conducido de vuelta a mi habitacin, donde an haba ropa de
noche elegante pero sencilla pantalones tostados de algodn, ajustados por
debajo de las rodillas, blusa de lino blanca con mangas abullonadas, chaleco de
cuero negro, calzas negras, botas de cuero negro, una pulsera de oro extendida
sobre la cama. El androide tambin me mostr el lavabo, un piso ms abajo, y
me dijo que la gruesa bata de algodn que colgaba en la puerta era para m. Se lo
agradec, me ba, me sequ el cabello, me puse todo lo que me haban dejado
excepto la pulsera de oro, y aguard ante la ventana mientras la luz se volva ms
dorada y horizontal y las sombras descendan desde los cerros.
Cuando la luz se extingui al punto de que no quedaron ms sombras y las
ms brillantes estrellas del Cisne despuntaron sobre las montaas del este, A.
Bettik regres.
Es hora? pregunt.
An no, seor respondi el androide. Antes dijiste que deseabas hablar
conmigo.
Ah, s dije, y seal la cama, el nico mueble de la habitacin.
Sintate.
El hombre de tez azul permaneci de pie junto a la puerta.
Estoy cmodo de pie, seor.
Cruc los brazos y me apoy en el alfizar. El aire que entraba por la ventana
era fresco y ola a chalma.
No es preciso que me llames seor. Con Raul est bien. Vacil. A
menos que ests programado para hablar con estaba por decir los
humanos , pero no quera sugerir que A. Bettik no era humano. Para hablar
con la gente de esa manera conclu tmidamente.
A. Bettik sonri.
No, seor. No estoy programado no como una mquina. Salvo por varias
prtesis sintticas para aumentar la fuerza, por ejemplo, o brindar resistencia a
la radiacin. Salvo por eso, no tengo partes artificiales. Simplemente me
ensearon a cumplir mis funciones con deferencia. Puedo llamarte M.
Endy mion, si prefieres.
Me encog de hombros.
No tiene importancia. Lamento ser tan ignorante en materia de androides.
A. Bettik volvi a sonrer.
No es necesario que te disculpes, M. Endy mion. Muy pocos humanos hoy
vivos han visto a uno de mi raza.
Mi raza. Interesante.
9
Renacido, viendo literalmente por los asombrados ojos de un nio, el padre
capitn Federico de Soy a cruza la Piazza de San Pietro entre los elegantes arcos
del peristilo de Bernini y se aproxima a la baslica de San Pedro. Es un da
hermoso y soleado, con cielos azules y un frescor en el aire. El nico continente
habitable de Pacem est a mil quinientos metros sobre el nivel del mar, y el aire
es tenue pero rico en oxgeno. Todo lo que ve De Soy a est baado en la rutilante
luz de la tarde, que crea un aura en torno de las majestuosas columnas y la
cabeza de los presurosos peatones. La luz pinta de blanco las estatuas de mrmol
y destaca el resplandor de los mantos rojos de los obispos y las franjas azules,
rojas y anaranjadas de los guardias suizos que estn en posicin de descanso; la
luz baa el alto obelisco del centro de la plaza y los pilastres acanalados de la
fachada de la baslica resplandece en la gran cpula, que se eleva a ms de cien
metros.
Las palomas echan a volar y reciben esa luz deslumbrante y horizontal
mientras revolotean sobre la plaza, las alas y a blancas contra el cielo, y a oscuras
contra la reluciente cpula de San Pedro. A ambos lados circulan multitudes:
clrigos en sotana negra con botones rosados, obispos de blanco con orlas rojas,
cardenales en escarlata y magenta, ciudadanos del Vaticano en jubones negros,
calzas y cuellos alechugados blancos, monjas con hbito susurrante y blancas
alas de gaviota, sacerdotes de ambos sexos en austero negro, oficiales de Pax en
uniforme de gala rojo y negro, como el que De Soy a usa hoy, y una
muchedumbre de turistas afortunados o invitados civiles que gozan del
privilegio de asistir a una misa papal vestidos con su mejor atuendo, la
may ora de negro, pero todos con ricos paos cuy as fibras ms oscuras brillan y
titilan. Las multitudes se dirigen a la majestuosa baslica de San Pedro,
cuchicheando, con semblante entusiasta pero grave. Una misa papal es un
acontecimiento serio.
Hace slo cuatro das que el padre capitn De Soy a se ha despedido del grupo
de tareas REYES, y slo un da que ha resucitado. Lo acompaan el padre
Baggio, la capitana Marget Wu y monseor Lucas Oddi. Baggio, rechoncho y
agradable, es el capelln de resurreccin de De Soy a; Wu, delgada y silenciosa,
es edecn del almirante Marusy n de la flota de Pax; y Oddi, de ochenta y siete
aos estndar pero saludable y lcido, es el facttum y subsecretario del
poderoso secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Simon Augustino
Lourdusamy. Se dice que el cardenal Lourdusamy es la segunda persona ms
poderosa de Pax, el nico miembro de la Curia romana que cuenta con la
confianza de Su Santidad, y un hombre temiblemente brillante. El poder del
cardenal se refleja en el hecho de que tambin acta como prefecto de la Sacra
Congregatio pro Gentium Evangelizatione se de Propaganda Fide, la legendaria
a Hy perion.
Dur resucit, llevando el cruciforme del padre Hoy t adems del suy o, y
regres durante el caos de la Cada para convertirse en el primer antipapa de la
historia moderna. Los nueve aos estndar de hereja de Dur/Teilhard haban
sido nefastos para la Iglesia, pero despus de la muerte accidental del falso papa,
la resurreccin de Hoy t en el cuerpo compartido haba llevado a la gloria de Julio
VI y al descubrimiento de la naturaleza sacramental de lo que Dur haba
llamado un parsito. Por medio de la revelacin divina un misterio slo
comprendido en los crculos ms ntimos de la Iglesia. Julio haba sabido cmo
llevar las resurrecciones a buen trmino. La Iglesia haba crecido, dejando de ser
una secta menor para convertirse en la fe oficial de la humanidad.
El padre capitn Federico de Soy a mira al Papa un hombre plido y flaco
mientras el Santo Padre alza la Eucarista sobre el altar, y la comandante de
Pax tiembla de emocin. El padre Baggio ha explicado que la abrumadora
sensacin de novedad y maravilla que es efecto lateral de la Santa Resurreccin
se gastar al cabo de unas semanas, pero que esa sensacin esencial de bienestar
permanecer siempre, fortalecindose con cada renacimiento en Cristo. De
Soy a entiende por qu la Iglesia considera el suicidio como uno de los pecados
ms mortales punible con la excomunin inmediata, y a que el fulgor de la
cercana de Dios es mucho ms fuerte despus de saborear las cenizas de la
muerte. La resurreccin sera adictiva si el castigo por el suicidio no fuera tan
terrible. Agobiado por el dolor de la muerte y el renacimiento, el padre capitn
De Soy a es presa de un vrtigo mental y sensorial. La misa papal se aproxima al
clmax de la Comunin, la baslica de San Pedro se llena con el mismo estallido
de sonido y gloria con que se inici la ceremonia. Sabiendo que pronto probar el
Cuerpo y la Sangre de Cristo, transustanciados por el Santo Padre en persona, el
guerrero llora como un nio.
Eucarista y el Vino. Siente que Cristo le susurra en ese preciso instante, pero sus
pensamientos son difanos.
Estoy preparado dice.
La capitana Wu es una sombra silenciosa detrs de Oddi.
Muy bien dice el monseor, y le hace una sea al padre Baggio. Ya no
necesitaremos sus servicios, padre. Gracias.
Baggio asiente, se inclina y se marcha sin decir palabra. En su perfecta
lucidez, De Soy a comprende que nunca ms ver a su amable capelln de
resurreccin, y un borbotn de amor puro le arranca nuevas lgrimas. Agradece
que la oscuridad oculte esas lgrimas; sabe que en estas circunstancias debe
dominarse. Se pregunta dnde se celebrar esta importante reunin. En el
famoso Apartamento Borgia? En la Capilla Sixtina? En las oficinas de la Santa
Sede? Tal vez en las oficinas de enlace de Pax, en lo que antao se llamaba la
Torre Borgia.
Monseor Lucas Oddi se detiene en un extremo del jardn, seala a los dems
un banco de piedra cerca del cual espera otro hombre, y el padre De Soy a
comprende que el hombre sentado es el cardenal Lourdusamy y que la reunin
se celebrar all, en los perfumados jardines. El sacerdote se arrodilla en la grava
frente al monseor y le besa el anillo.
Levntate dice el cardenal Lourdusamy. Es un hombre corpulento de
rostro redondo y gruesa papada, y su voz profunda parece la voz de Dios.
Sintate.
De Soy a se sienta en el banco de piedra mientras los dems permanecen de
pie.
A la izquierda del cardenal, hay otro hombre en las sombras. De Soy a
distingue un uniforme de Pax en la luz tenue, pero no las insignias. Advierte que
hay otras personas por lo menos una sentada y varias de pie en las sombras
ms profundas de una prgola, a la izquierda.
Padre De Soy a comienza el cardenal Simon Augustino Lourdusamy,
haciendo con la cabeza gestos de asentimiento al hombre sentado de la izquierda
, te presento al almirante William Lee Marusy n.
De Soy a se pone de pie al instante, cuadrndose rgidamente.
Mis disculpas, almirante logra tartamudear. No lo haba reconocido,
seor.
Descanso dice Marusy n. Sintese, capitn.
De Soy a se sienta de nuevo, pero con lentitud. La conciencia de la compaa
en que se encuentra atraviesa como un sol trrido la jubilosa niebla de la
resurreccin.
Estamos complacidos con usted, capitn dice el almirante Marusy n.
Gracias, seor murmura el sacerdote, escrutando nuevamente las
sombras. Sin duda hay ms personas mirando desde la prgola.
abominable cbrido fue destruido, Brawne Lamia dio a luz a esta nia en el
mundo de Hy perion.
Ella no era del todo humana susurra el cardenal Lourdusamy . Aunque
el cuerpo de su padre, el cbrido Keats, fue destruido, su personalidad IA qued
almacenada en un empalme Schron.
El almirante Marusy n tambin se aproxima, como si esta informacin slo
estuviera destinada a ellos tres.
Creemos que esta nia se comunic con la personalidad Keats encerrada
en ese bucle Schron aun antes de nacer murmura. Estamos casi seguros de
que este feto trab contacto con el TecnoNcleo por intermedio de esa
personalidad cbrida.
De Soy a siente el impulso de persignarse, pero se contiene. Sus lecturas, su
formacin y su fe le han enseado que el TecnoNcleo era el mal encarnado, la
ms activa manifestacin del Maligno en la historia humana moderna. La
destruccin del TecnoNcleo no slo haba sido la salvacin de la acosada Iglesia,
sino de la humanidad. De Soy a trata de imaginar qu aprendera un alma
humana nonata del contacto directo con esas inteligencias carentes de cuerpo y
alma.
La nia es peligrosa susurra el cardenal Lourdusamy . Aunque el
TecnoNcleo qued desterrado por la cada de los teley ectores, aunque la Iglesia
y a no permite que las mquinas sin alma tengan verdadera inteligencia, esta nia
fue programada como agente de las IAs cadas una agente del Maligno.
De Soy a se frota la mejilla. De repente est muy cansado.
Habla usted como si an viviera murmura. Y an fuera una nia.
El cardenal Lourdusamy cambia de posicin, haciendo susurrar sus mantos
de seda.
Ella vive dice con ominosa voz de bartono. Y es todava una nia.
De Soy a mira el holo que flota entre ellos. Toca el cubo y la imagen se disipa.
Almacenaje criognico? pregunta.
En Hy perion hay Tumbas de Tiempo dice Lourdusamy . Una de ellas,
una cosa llamada Esfinge, que tal vez usted recuerde por el poema o por la
historia de la Iglesia, se ha usado como portal temporal. Nadie sabe cmo
funciona, y no funciona con la may or parte de la gente. El cardenal mira al
almirante y de nuevo al sacerdote capitn. Esta nia desapareci en la Esfinge
hace doscientos sesenta y cuatro aos estndar. En ese momento sabamos que
era peligrosa para Pax, pero llegamos varios das tarde. Tenemos informacin
fiable de que saldr de esa tumba dentro de menos de un mes estndar siendo
todava una nia. Todava letalmente peligrosa para Pax.
Peligrosa para Pax repite De Soy a. No comprende.
Su Santidad ha previsto este peligro sentencia el cardenal Lourdusamy
. Hace casi tres siglos Nuestro Seor juzg adecuado revelar a Su Santidad la
amenaza que representa esta pobre nia, y el Santo Padre ha decidido enfrentar
este peligro.
No comprendo confiesa el padre capitn De Soy a. El holo est apagado,
pero con la mente an ve el rostro inocente de la nia. Cmo puede esa
chiquilla ser un peligro?
El cardenal Lourdusamy aprieta el antebrazo de De Soy a.
Como agente del TecnoNcleo, ser un virus introducido en el Cuerpo de
Cristo. Se ha revelado a Su Santidad que la nia tendr poderes poderes que no
son humanos. Uno de esos poderes es la facultad de persuadir a los fieles de
abandonar la luz de las enseanzas de Dios, de abandonar la salvacin para servir
al Maligno.
De Soy a asiente, aunque no entiende. Le duele el antebrazo por la presin de
la vigorosa mano de Lourdusamy.
Qu desea de m, excelencia?
El almirante Marusy n habla con una voz estentrea que sorprende a De Soy a
despus de tantos cuchicheos y susurros.
A partir de este momento dice Marusy n, usted queda relevado de su
misin en la flota, padre capitn De Soy a. A partir de este momento, su misin es
hallar y devolver esta nia al Vaticano.
El cardenal parece sorprender un destello de angustia en los ojos de De Soy a.
Hijo mo dice con voz ms serena, temes que la nia sufra dao?
S, excelencia. De Soy a se pregunta si esta admisin lo descalificar
como oficial.
La presin de la mano de Lourdusamy se aligera, se vuelve amigable.
Ten la certeza, hijo mo, de que nadie en la Santa Sede ni en Pax tiene la
intencin de daar a esta nia. Ms an, el Santo Padre nos ha encomendado que
tu segunda prioridad consista en cerciorarte de que ella no sufra el menor dao.
Su primera prioridad dice el almirante consistir en traerla aqu, a
Pacem. Al mando de Pax en el Vaticano.
De Soy a asiente y traga saliva. La pregunta que ms lo acucia es Por qu
y o? .
S, seor. Comprendo dice en voz alta.
Recibir usted un disco de autoridad papal contina el almirante.
Podr reclamar cualquier material, ay uda, enlace o personal que las autoridades
locales de Pax estn en condiciones de proveer. Tiene preguntas sobre eso?
No, seor responde De Soy a con voz firme, aunque su mente es presa
del vrtigo. Un disco de autoridad papal le dara ms poder del que poseen los
gobernadores planetarios de Pax.
Se trasladar al sistema de Hy perion hoy mismo contina el almirante
Marusy n con la misma voz enrgica. Capitana Wu?
La edecn de Pax se adelanta y entrega a De Soy a un disco rojo. El padre
10
Era de maana, despus de nuestro banquete, y estbamos de nuevo en la
nave espacial. Es decir, el androide Bettik y y o estbamos en la nave, habiendo
llegado all por un camino ms cmodo, un tnel que conectaba las dos torres;
Martin Silenus estaba presente como un holograma. Era una holoimagen extraa,
pues el viejo poeta opt por hacer que el transmisor o el ordenador de la nave lo
representaran en una versin ms joven de s mismo, un antiguo stiro, s, pero
que se apoy aba en sus propias piernas y tena cabello sobre su cabeza de orejas
puntiagudas. Con su capa marrn, su blusa de mangas largas, sus pantalones
abullonados y su boina, deba de haber sido todo un petimetre cuando esa ropa
estaba de moda. Yo estaba viendo a Martin Silenus tal como era cuando haba
regresado a Hy perion como peregrino, tres siglos antes.
Quieres seguir mirndome como un puetero patn dijo la holoimagen
o prefieres terminar esta puetera excursin e ir al grano? El viejo sufra
una resaca por el vino de la noche anterior, o bien haba recobrado salud
suficiente como para estar de peor humor que de costumbre.
Adelante dije.
Desde el tnel habamos cogido el ascensor de la nave hasta la cmara de
presin ms baja. Bettik y el holo del poeta me condujeron por los niveles
ascendentes: la sala de mquinas con sus indescifrables instrumentos y sus
telaraas de tubos y cables; el nivel de sueo fro, con cuatro divanes de fuga
criognica en sus cubculos sper fros (faltaba un divn, descubr, porque Martin
Silenus se lo haba llevado con otro propsito); el corredor central donde y o haba
entrado el da anterior, cuy as paredes de madera ocultaban una multitud de
armarios donde haba trajes espaciales, vehculos todo terreno, aeromotos y
algunas armas arcaicas; luego la zona habitable, con su Steinway y su holofoso;
subimos por la escalera de caracol hasta lo que Bettik llam la sala de
navegacin haba un cubculo con instrumentos electrnicos pero que y o
vea como una biblioteca, con muchos anaqueles repletos de libros (libros
verdaderos, libros impresos) y varios divanes y camas cerca de las ventanas del
casco; al fin llegamos a la cspide de la nave, que era simplemente un dormitorio
redondo con una cama en el centro.
El cnsul gustaba de mirar el exterior desde aqu mientras escuchaba
msica dijo Martin Silenus. Nave?
El tabique arqueado que rodeaba la sala circular se volvi transparente, igual
que la proa que estaba encima de nosotros. Slo nos rodeaban las oscuras piedras
del interior de la torre, pero desde arriba caa una luz filtrada por el techo podrido
del silo. Una msica suave llen la sala. Era un piano sin acompaamiento, y la
msica era antigua y cautivadora.
Czerchy vik? suger.
deducir cmo llevar a la nia a la nave o sacar la nave de Hy perion con esa
ventaja de quince minutos. Las naves-antorcha estarn en lo que llaman patrulla
orbital de combate. Una o ms estarn sobre Equus a cada segundo, cubriendo
cada metro cbico de espacio desde cien minutos-luz hasta la atmsfera superior.
A treinta kilmetros se har cargo la patrulla area de combate, quiz cazas clase
Escorpin, capaces de penetrar en rbita baja si es necesario. Ni la patrulla
espacial ni la atmosfrica concederan a la nave quince segundos en pantalla, y
mucho menos quince minutos. Mir el rostro rejuvenecido del viejo. A
menos que hay a algo que no me has dicho, nave. Los xters te suministraron
alguna clase de tecnologa mgica para escapar? Un escudo de invisibilidad o
algo parecido?
Que y o sepa no dijo la nave. Al cabo de un segundo aadi: Eso no
sera posible, verdad?
Ignor la pregunta.
Mire le dije a Martin Silenus, me gustara ay udarle a rescatar a esa
nia
Aenea.
Me gustara rescatar a Aenea de manos de esos tos, pero si ella es tan
importante para Pax como usted dice vay a, tres mil guardias suizos, Cristo
santo No hay manera de acercarse a quinientos kilmetros del Valle de las
Tumbas de Tiempo, ni siquiera con esta elegante nave.
Vi la duda en los ojos de Silenus, a pesar de la distorsin hologrfica, as que
continu:
Hablo en serio. Aunque no hubiera apoy o espacial y areo, ni navesantorcha, cazas o radar areo, estn los guardias suizos. Esos tos son mortferos.
Estn entrenados para operar en grupos de cinco, y cualquiera de esos grupos
podra derribar una nave espacial como sta.
El stiro arque las cejas en un gesto de sorpresa o duda.
Escuche insist. Nave?
S, M. Endy mion.
Tienes escudos defensivos?
No, M. Endy mion. Tengo campos de contencin mejorados por los xters,
pero son slo para uso civil.
Yo ignoraba qu eran campos de contencin mejorados por los xters ,
pero continu:
Puedes detener haces de contrapresin o ray os energticos?
No dijo la nave.
Puedes eliminar torpedos C-plus o torpedos cinticos convencionales?
No.
Puedes ganarles en velocidad?
No.
sitio.
Me encog de hombros.
Y qu tal si llevo la alfombra al Valle y ofrezco a Pax un intercambio, una
vieja alfombra voladora por la nia?
A. Bettik permaneci de rodillas junto a la alfombra. Sus dedos azules seguan
acariciando la tela desteida.
Los xters la modificaron para conservar su carga ms tiempo hasta mil
horas.
Asent. Impresionante tecnologa de superconductores, pero totalmente
irrelevante.
Y ahora vuela a velocidades que superan los trescientos kilmetros por hora
continu el androide.
Me mord el labio. Conque s poda llegar al da siguiente. Siempre que
quisiera estar sentado en una alfombra durante cinco horas y media. Y luego
qu?
Cre que queramos meterla en esta nave dije. Sacarla del sistema de
Hy perion y todo eso.
S admiti Martin Silenus, la voz repentinamente tan cansada como su
envejecida imagen, pero primero debes traerla a la nave.
Me alej del piano, detenindome ante la escalera de caracol para volverme
hacia el androide, el holo y la alfombra flotante.
No queris entenderlo, verdad? protest. Estamos hablando de
guardias suizos! Si creis que ese maldito felpudo me permitir burlar su radar,
sus detectores de movimiento y otros sensores, estis locos. Sera un blanco
perfecto aleteando a trescientos kilmetros por hora. Creedme, los guardias
suizos, por no mencionar los jets de la patrulla area de combate ni las navesantorcha, pulverizaran esta cosa en un nanosegundo.
Hice una pausa y entorn los ojos.
A menos que hay a otra cosa que y o no sepa.
Claro que la hay dijo Martin Silenus, con su cansada sonrisa de stiro.
Claro que la hay.
Llevemos la alfombra a la ventana dijo A. Bettik. Tienes que aprender
a usarla.
Ahora? exclam con repentino temor. El corazn me palpitaba con
fuerza.
Ahora dijo Martin Silenus. Tienes que ser experto cuando partas
maana a las tres.
De veras? repliqu, mirando la legendaria estera con una creciente
sensacin de que esto iba en serio y al da siguiente poda estar muerto.
De veras dijo Martin Silenus.
A. Bettik desactiv la estera y la enroll. Lo segu por la escalera de metal y
11
Precisamente dos horas antes de que la nia salga de la Esfinge, una alarma
suena en el deslizador del padre capitn De Soy a.
Contacto areo, uno-siete-dos, rumbo norte, velocidad dos-siete-cuatro
kilmetros, altitud cuatro metros dice la voz del controlador de defensa desde la
nave C3, a seiscientos kilmetros de distancia. Distancia hasta el intruso,
quinientos setenta kilmetros.
Cuatro metros? pregunta De Soy a, mirando a la comandante BarnesAvne, que est sentada ante la consola en el centro del deslizador.
Trata de burlar nuestra deteccin explica la comandante. Es una mujer
menuda de tez plida y cabello rojo, pero el casco de combate le tapa la tez y el
cabello. Hace tres semanas que De Soy a conoce a la comandante, y nunca la ha
visto sonrer. Visor tctico dice Barnes-Avne. Su visor est colocado. De
Soy a lo baja.
La seal est cerca de la punta meridional de Equus, desplazndose al norte
desde la costa.
Por qu no lo vimos antes? pregunta De Soy a.
Tal vez acaban de lanzarlo dice Barnes-Avne. Est examinando datos de
combate en su visor tctico. Despus de la primera y difcil hora en que De Soy a
tuvo que presentar el disco papal para convencerla de entregar las brigadas ms
prestigiosas de Pax al mero capitn de una nave, Barnes-Avne ha demostrado
total cooperacin. Por cierto, De Soy a ha dejado los detalles operativos en sus
manos. Muchos jefes de brigada de la Guardia Suiza creen que De Soy a es un
mero enlace papal. A De Soy a no le importa. Slo le preocupa la nia, y
mientras la fuerza terrestre cuente con un buen mando, los detalles importan
poco.
No hay contacto visual dice la comandante. All abajo hay una
tormenta de polvo. Estar aqu antes de la hora E.
Hace meses que las tropas hablan de la hora E para referirse a la apertura
de la Esfinge. Slo unos pocos oficiales saben que una nia es el foco de todo este
poder de fuego. Los guardias suizos no se quejan, pero pocos agradeceran un
puesto tan provinciano, tan alejado de la accin, en un entorno tan arenoso e
incmodo.
El contacto sigue rumbo al norte, uno-siete-dos, ahora con velocidad doscinco-nueve kilmetros, altitud tres metros dice el controlador C3. Distancia,
quinientos setenta kilmetros.
Hora de derribarlo dice la comandante Barnes-Avne por el canal de
mando, que slo pueden usar ella y De Soy a. Recomendaciones?
De Soy a alza la vista. El deslizador se ladea hacia el sur. Fuera de sus
burbujas, que parecen ojos de mantis, el horizonte se inclina y las extraas
Tumbas de Tiempo de Hy perion pasan mil metros debajo de ellos. Hacia el sur
el cielo es una franja opaca, marrn y amarilla.
Destruirla desde rbita? dice.
Barnes-Avne asiente pero dice:
Usted conoce el trabajo de las naves-antorcha. Sigmosla con una
escuadra. Toca con su guante puntos rojos en la punta sur del permetro
defensivo y pasa al canal tctico. Sargento Gregorius.
Comandante? La voz del sargento es profunda y spera.
Est monitoreando al intruso?
Afirmativo, comandante.
Intercptelo, identifquelo y destry alo, sargento.
Enterado, comandante.
Las cmaras C3 enfocan el desierto del sur. Cinco formas humanas se elevan
repentinamente de las dunas, y sus polmeros camalenicos pierden color
mientras se elevan sobre la nube de polvo. En un mundo normal volaran con
repulsores EM; en Hy perion usan abultados paks de reaccin.
Los cinco se despliegan, separndose varios cientos de metros, y se lanzan
hacia el sur.
Infrarrojo ordena Barnes-Avne, y la imagen visual vira al infrarrojo
para seguirlos por la espesa nube. Iluminar blanco ordena Barnes-Avne.
La imagen se desplaza al sur, pero el blanco es slo una vaharada de calor.
Pequeo dice la comandante.
Un avin? El padre capitn De Soy a est acostumbrado a las pantallas
tcticas del espacio.
Demasiado pequeo, a menos que sea una especie de aladelta motorizada
dice Barnes-Avne, sin la menor tensin en la voz.
De Soy a mira hacia abajo mientras el deslizador sobrevuela la punta sur del
Valle de las Tumbas de Tiempo y acelera.
La tormenta de polvo es una franja parda sobre el horizonte.
Distancia de intercepcin, ciento ochenta kilmetros informa el lacnico
sargento Gregorius.
El visor de De Soy a est empalmado con el de la comandante, y ambos ven
lo que ve el sargento: nada. Los soldados vuelan guindose por instrumentos en
medio de una arena tan espesa que el aire que los rodea es oscuro como la
noche.
Los paks de reaccin se estn recalentando informa otra voz tranquila.
De Soy a verifica. Es el cabo Kee. La arena est taponando las tomas de aire.
De Soy a mira a la comandante Barnes-Avne. Sabe que ella tiene en sus
manos una decisin difcil. Otro minuto en esa nube de polvo podra causar la
muerte de uno o ms soldados; pero si no identifican al intruso pueden tener
problemas despus.
12
Despus de horas de charla, me mandaron a dormir hasta las tres de la
maana. No dorm, por supuesto. Siempre me costaba dormir la noche anterior a
un viaje, y esa noche no dorm nada.
La ciudad cuy o nombre y o llevaba estaba silenciosa despus de medianoche;
la brisa otoal amain y las estrellas eran muy brillantes.
Durante un par de horas permanec en bata pero a la una me levant, me
puse las resistentes ropas que me haban dado la noche anterior y revis el
contenido de mi mochila por quinta o sexta vez.
No haba demasiado, por tratarse de semejante aventura: una muda de ropa,
calcetines, una linterna lser, dos botellas de agua, un cuchillo y o haba
especificado el tipo con su funda, una gruesa chaqueta de lona con forro
trmico, una manta ultraliviana, una brjula de gua inercial, un viejo suter,
gafas de visin nocturna y un par de guantes de cuero.
Qu ms puedes necesitar para explorar el universo? murmur.
Tambin haba especificado la ropa que usara ese da: una cmoda camisa
de lona y un chaleco con muchos bolsillos, gruesos pantalones de tralla como los
que usaba cuando cazaba patos en los marjales, botas altas y blandas las que
llamaba botas de bucanero , por la descripcin de las historias de Grandam
y un tricornio blando que guardara en un bolsillo del chaleco cuando no lo
necesitara.
Me sujet el cuchillo al cinturn, guard la brjula en el bolsillo del chaleco y
me qued ante la ventana mirando las estrellas que titilaban sobre las montaas,
hasta que A. Bettik vino a despertarme a las dos cuarenta y cinco.
Qu? dije. Yo no
Al cuerno jade el poeta. Slo rescata a Aenea, llvala donde los
xters y trela con vida. No es tan complicado. Hasta un pastor puede hacerlo.
Tambin he sido aprendiz de artesano, mesero y cazador de patos dije,
dejando mi taza de caf.
Son casi las tres. Es hora de que te marches.
Suspir.
Slo un minuto dije. Baj la escalera, fui al lavabo, hice mis necesidades
y me apoy un instante en la fra pared de piedra. Ests loco, Raul
Endy mion? . El pensamiento era mo, pero lo o en la suave voz de Grandam.
S , respond.
Sub la escalera, sorprendido del temblor de mis piernas y la palpitacin de
mi corazn.
Listo dije. Mi madre siempre me deca que me encargara de esas
cosas antes de salir de casa.
El poeta milenario gru y se aproxim con su silla a la alfombra voladora.
Me sent en la estera, activ las hebras de vuelo y me elev un metro y
medio.
Recuerda, una vez que ests en la Grieta y encuentres la entrada, est
programada dijo Silenus.
Ya s. Usted me ha dicho
Cllate y escucha. Dedos antiguos y apergaminados sealaron las hebras
. Recuerdas cmo pilotarla. Una vez dentro, marca la secuencia all, all y all,
y el programa se har cargo. Puedes interrumpir la secuencia para vuelo
manual, tocando este diseo de interrupcin. Los dedos revolotearon sobre las
antiguas hebras. Pero all no intentes pilotarla solo. Nunca encontraras la
salida.
Asent y me relam los labios secos.
No me ha dicho quin la program. Quin realiz este vuelo antes?
El stiro mostr sus dientes renovados.
Yo, muchacho. Me llev meses, pero lo hice. Hace casi dos siglos.
Dos siglos! Estuve por bajarme de la alfombra. Y si hubo
derrumbes? Desplazamientos ssmicos? Y si algo se interpuso en el camino?
Martin Silenus se encogi de hombros.
Estars viajando a ms de doscientos kilmetros por hora, muchacho.
Supongo que morirs. Me palme la espalda. Ponte en marcha. Envale mi
amor a Aenea. Dile que el to Martin espera ver Vieja Tierra antes de morir. Dile
que el vejete ansa orle exponer el sentido de cada forma, movimiento y sonido.
Elev la alfombra otro medio metro.
A. Bettik se aproxim extendiendo una mano azul.
Buena suerte, M. Endy mion.
de miles de aos antes que la humanidad abandonara Vieja Tierra, aunque nunca
se haban hallado rastros de sus creadores. Los laberintos alimentaban gran
cantidad de mitos los Cantos incluidos pero su misterio permaneca. No
haba mapas del Laberinto de Hy perion, excepto aquella parte que y o estaba
recorriendo a doscientos setenta kilmetros por hora. Un poeta loco haba trazado
el mapa. Ojal el mapa fuera exacto.
Volv a calzarme las gafas de visin nocturna cuando la luz del sol se
desvaneci a mis espaldas. Sent un hormigueo en la nuca cuando penetr en la
oscuridad. Pronto las gafas seran intiles, pues no podran aumentar ninguna luz.
Sacando cinta adhesiva de la mochila, sujet la linterna lser al frente de la
alfombra voladora y sintonic el haz en su may or dispersin. La luz sera tenue,
pero las gafas la amplificaran. Ya poda ver ramificaciones delante. La caverna
segua siendo un prisma vasto, hueco y rectangular de treinta metros de lado, con
nfimos indicios de rajaduras o derrumbes, y delante los tneles se ramificaban a
la derecha, a la izquierda, hacia abajo.
Contuve la respiracin y tecle la secuencia programada. La alfombra
voladora brinc, alcanzando una velocidad prefijada, y el sbito salto me empuj
hacia atrs a pesar del efecto compensatorio del campo de contencin.
El campo no me protegera si la alfombra se estrellaba a esta velocidad. Las
rocas pasaban velozmente. La alfombra se lade abruptamente para girar a la
derecha, se nivel en el centro de la larga caverna y se zambull para seguir una
rama descendente.
Era aterrador. Me quit las gafas, me las guard en el bolsillo, aferr el borde
de la saltarina alfombra y cerr los ojos. No era necesario. La oscuridad y a era
absoluta.
13
Faltando quince minutos para la apertura de la Esfinge, el padre capitn De
Soy a camina por el Valle. La tormenta ha llegado hace rato, y la arena
arremolinada llena el aire. Cientos de guardias suizos estn desplegados en el
Valle, pero sus transportes blindados, sus armas emplazadas, sus bateras de
misiles y sus puestos de observacin son invisibles en la polvareda. Pero De Soy a
sabe que seran invisibles de todos modos, escondidos detrs de campos de
camuflaje y polmeros camalenicos. El padre capitn tiene que usar el
infrarrojo para ver algo en esta tormenta aullante. Y aun as, con el visor
cerrado, finas partculas de polvo se introducen por el cuello del traje de combate
y le suben a la boca. Este da sabe a ripio. El sudor le deja hilillos de lodo rojo en
la frente y las mejillas, como sangre de estigmas sagrados.
Atencin dice por los canales generales. Habla el padre capitn De
Soy a, al mando de esta misin por imperativo papal. La comandante BarnesAvne repetir estas rdenes dentro de un instante, pero ahora quiero especificar
que no se realizar ninguna accin, no se efectuar ningn disparo y no se
iniciar ningn acto defensivo que ponga en peligro la vida de la nia que saldr
de una de estas tumbas dentro de trece minutos y medio. Quiero que esto
quede claro para cada oficial y soldado de Pax, cada capitn y marino de la
flota, cada piloto y oficial areo Debemos capturar a esta nia ilesa. Quien no
escuche esta advertencia ser sometido a corte marcial y ejecucin sumaria.
Que todos sirvamos a Nuestro Seor y nuestra Iglesia en este da En nombre
de Jess, Mara y Jos, pido que nuestros esfuerzos fructifiquen. Padre capitn
De Soy a, comandante activo de la expedicin de Hy perion, fuera.
Sigue caminando mientras los canales tcticos recitan Amn a coro. De
repente se detiene.
Comandante?
S, padre capitn responde serenamente Barnes-Avne.
Sera un problema para su permetro si pido a la escuadra del sargento
Gregorius que se rena conmigo en la Esfinge?
Hay una pausa brevsima que le indica que la comandante no aprecia esos
cambios de planes de ltimo momento. El comit de recepcin un grupo de
guardias suizos selectos, la mdica con el sedante y un asistente con un
cruciforme viviente en un contenedor de estasis y a est esperando al pie de la
escalinata de la Esfinge.
Gregorius y sus hombres estarn all dentro de tres minutos dice la
comandante.
De Soy a oy e las rdenes y confirmaciones por los canales tcticos. Una vez
ms ha pedido a estos cinco hombres que vuelen en condiciones peligrosas.
El escuadrn desciende al cabo de dos minutos y cuarenta y cinco segundos.
14
Yo no saba que era claustrofbico hasta este viaje: el rpido vuelo por
catacumbas negras como pez, el campo de contencin protegindome del viento,
el acoso de la piedra y la oscuridad. A los veinte minutos de vuelo desactiv el
programa de pilotaje automtico, aterric en el suelo del laberinto, anul el
campo de contencin, me alej de la estera y grit.
Cog la linterna lser y alumbr las paredes. Un cuadrado corredor de piedra.
Fuera del campo de contencin, sent el golpe del calor. El tnel deba de ser muy
profundo. No haba estalactitas, estalagmitas, murcilagos, ninguna cosa
viviente slo esa caverna cuadrangular extendindose sin cesar.
Ilumin la alfombra. Pareca muerta, totalmente inerte. Con mis prisas deb
de salir del programa incorrectamente, borrndolo. En tal caso, era hombre
muerto. Hasta ahora habamos ido a brincos en un ncleo de ramificaciones; era
imposible que y o encontrara la salida por mi cuenta.
Grit de nuevo, aunque esta vez no era un alarido sino un grito deliberado,
destinado a romper la tensin. Luch contra la sensacin de encierro y nusea.
Quedaban tres horas y media. Tres horas y media de pesadilla
claustrofbica, de volar por la negrura, aferrndome a una alfombra voladora
saltarina y despus qu?
Lament no haber llevado un arma. En ese momento pareca absurdo; ningn
arma me habra permitido vrmelas con un solo guardia suizo, ni siquiera contra
un irregular de la Guardia Interna, pero deseaba tener algo. Desenfund el
cuchillo de caza, vi el brillo del acero a la luz de la linterna y me ech a rer.
Esto era absurdo.
Enfund el cuchillo, me tend en la estera y puls el cdigo de reanudacin.
La alfombra se endureci, se elev y avanz bruscamente. Me diriga deprisa a
alguna parte.
pero choca con una enorme estatua metlica erizada de pas y rebordes filosos.
Las pas le perforan la armadura de combate. Imposible, pero siente la sangre
que mana de media docena de heridas menores.
No! grita de nuevo la nia. Basta! Te lo ordeno!
La estatua metlica de tres metros gira en cmara lenta. Ardientes ojos rojos
miran a la nia, y la escultura de metal desaparece. El padre capitn avanza un
paso hacia la nia, tratando de tranquilizarla y capturarla, pero se le afloja la
pierna izquierda y cae en la escalinata sobre la rodilla derecha.
La nia se le acerca, le toca el hombro y susurra, hacindose or por encima
del aullido del viento y los aullidos de dolor que le llegan por los auriculares:
Estars bien.
El padre capitn De Soy a siente un bienestar en el cuerpo, una alegra en la
mente. Llora.
La nia desaparece. Una figura enorme se y ergue sobre l, y De Soy a
aprieta los puos, intenta levantarse, sabiendo que es intil, que la criatura ha
regresado para matarlo.
Calma! grita el sargento Gregorius. El hombretn ay uda a De Soy a a
incorporarse. El padre capitn no puede permanecer de pie su sangrante
pierna izquierda est inutilizada, as que Gregorius lo sostiene con un brazo
gigantesco mientras barre la zona con su ray o de energa.
No dispare! grita De Soy a. La nia
Ha desaparecido dice el sargento Gregorius. Dispara. Una pualada de
energa atraviesa el crujiente remolino de arena. Maldicin!
Gregorius se echa al padre capitn sobre el hombro. En la red de
comunicaciones, los gritos son cada vez ms frenticos.
horas he temido estrellarme contra esa pared de roca a trescientos kilmetros por
hora.
El rectngulo de luz crece rpidamente. Comprendo que el tnel ha ascendido
gradualmente a la superficie. Me tiendo de bruces en la estera, sintiendo que
reduce la velocidad al llegar al final de su vuelo programado.
Buen trabajo, viejo digo en voz alta, oy endo mi voz por primera vez
desde que me puse a gritar hace tres horas y media.
Apoy o la mano en las hebras de aceleracin, temiendo que la estera ande
demasiado despacio y haga de m un blanco fcil. Haba dicho que se necesitara
un milagro para no ser derribado por los guardias suizos; el poeta me prometi
uno. Es hora.
La arena gira en la abertura de la tumba, cubriendo la entrada como una
cascada seca. ste es el milagro? Espero que no. Los soldados pueden ver a
travs de una tormenta de arena. Freno la alfombra cerca de la entrada, saco un
pauelo y gafas de sol de mi mochila, me sujeto el pauelo sobre la nariz y la
boca, me tiendo de bruces, apoy o los dedos en los diseos de vuelo, aprieto las
hebras de aceleracin.
La alfombra voladora atraviesa la puerta y sale al aire libre.
Doblo a la derecha, elevndome con virajes evasivos, aun sabiendo que esas
maniobras son intiles contra los apuntadores automticos. No importa. Mi afn
de conservar el pellejo puede ms que mi lgica.
No veo. La tormenta es tan huracanada que todo lo que est a dos metros de
la alfombra est a oscuras. Esto es demencial. El viejo poeta y y o jams
hablamos de la posibilidad de una tormenta de arena. Ni siquiera puedo discernir
mi altitud.
De pronto una fortaleza afilada como una navaja pasa bajo la alfombra, e
inmediatamente vuelo bajo otra viga de metal filoso, y comprendo que estuve
casi a punto de chocar con el Palacio del Alcaudn. Voy en direccin errnea
sur cuando necesito estar en el extremo norte del valle. Miro mi brjula,
confirmo mi error y giro. Por el vistazo que tuve del Palacio del Alcaudn, la
estera est a veinte metros del suelo. Me detengo y siento los bofetones del
vendaval. Hago descender la alfombra como un ascensor, hasta que toca la
piedra barrida por el viento. Me elevo tres metros, fijo la altitud y me dirijo al
norte a paso de hombre.
Dnde estn los soldados? .
Como para responderme, pasan figuras oscuras en armadura de combate.
Me sobresalto cuando disparan sus barrocos haces energticos y sus dardos, pero
no disparan contra m. Estn disparando por encima del hombro. Son guardias
suizos y estn huy endo. Inaudito.
De repente, en medio del ulular del viento, oigo alaridos humanos. No
entiendo cmo es posible. Estos soldados conservaran los cascos ceidos y los
15
Desde mi infancia en los brezales mirando el humo de las fogatas de turba
dentro del crculo protector de casas rodantes, esperando a que despuntaran las
estrellas fras e indiferentes en el profundo cielo lapislzuli y preguntndome por
mi futuro mientras esperaba la llamada que me traera calidez y alimento tuve
una percepcin de la irona de las cosas. Muchos sucesos importantes acontecen
rpidamente, sin que los comprendamos en el momento. Muchos momentos
poderosos quedan sepultados bajo el absurdo. Lo vi ocurrir en mi infancia, y lo
he visto ocurrir toda mi vida.
Volando hacia la evanescente luz anaranjada de la explosin, me top de
pronto con la nia, Aenea. Primero haba entrevisto dos figuras, la pequea
atacando a la grande, pero cuando llegu poco despus, en medio del ronco
aullido de la arena, slo estaba la nia.
As la vi en ese momento: una expresin de alarma y furia, los ojos rojos y
entornados de rabia o para protegerse de la arena, sus pequeos puos apretados,
su camisa y su suter flojo flameando como banderas al viento, el cabello
castao pero con mechones rubios que y o notara ms tarde pegoteado y
ondeante, lodosas estras de llanto y moco en las mejillas, zapatos de lona y suela
de goma totalmente inapropiados para la aventura en que se haba embarcado,
una mochila barata colgando de un hombro.
Yo deba presentar un espectculo ms descabellado: un joven fornido y
musculoso de veintisiete aos, con aire de tener pocas luces, tendido de bruces en
una alfombra voladora, el rostro oscurecido por el pauelo y las gafas oscuras, el
pelo corto mugriento y desmelenado, la mochila colgada de un hombro, el
chaleco y los pantalones sucios de arena y polvo.
La nia abri los ojos sorprendida, pero tard slo un segundo en comprender
que se sorprenda por la alfombra voladora, no por m.
Sube! grit. Siluetas armadas pasaron de largo, disparando. Otras
sombras acechaban en la tormenta.
La nia me ignor, volvindose como para buscar la sombra que estaba
atacando. Not que le sangraban los puos.
Maldito sea gritaba, casi llorando. Maldito sea. Fueron las primeras
palabras que o decir a nuestra mesas.
Sube! volv a gritar, y me dispuse a bajar de la estera para aferrarla.
Aenea dio media vuelta, me mir por primera vez y con cierta claridad a
pesar de la tormenta de arena dijo:
Qutate esa mscara.
Record el pauelo. Al bajarlo, escup una arena que era lodo rojo.
La nia pareci aprobarme. Se acerc y subi a la estera. Ahora ambos
bamos sentados en la ondulante alfombra, la nia detrs de m, las mochilas
fue que no pude respirar durante el minuto que tard la alfombra en pasar sobre
la cima. Trat de no mirar por encima del hombro durante el ascenso. Mil
metros de espacio abierto debajo de m era ms de lo que mis maltrechos
nervios podan aguantar.
Llegamos a la cima de los riscos de pronto hubo escaleras, terrazas de
piedra, grgolas y estabilic la alfombra.
La Guardia Suiza haba establecido puestos de observacin, estaciones de
rastreo y bateras antiareas en las terrazas y balcones del lado este de la
Fortaleza de Cronos. El castillo tallado en la piedra de la montaa se ergua a
ms de cien metros sobre nosotros, con sus torreones y balcones. Haba ms
guardias suizos en esas zonas planas.
Todos estaban muertos. Sus cadveres, an vestidos con armadura de
impacto, estaban despatarrados en las inconfundibles posturas de la muerte.
Algunos estaban agrupados, y sus formas laceradas daban la impresin de que
las haba segado un haz de plasma.
Pero las armaduras de Pax podan soportar una granada de plasma a esa
distancia. Esos cadveres estaban hechos trizas.
No mires dije por encima del hombro, reduciendo la velocidad mientras
doblbamos por el extremo sur de la fortaleza. Demasiado tarde. Aenea miraba
con grandes ojos.
Maldito sea! repiti.
Quin? pregunt, pero en ese momento sobrevolamos el jardn del sur
de la fortaleza y vimos lo que haba all. Escarabajos en llamas y un deslizador
volcado cubran el paisaje. Haba ms cuerpos, que parecan juguetes
desparramados por un nio malcriado. Junto a un seto ornamental arda un can
de contrapresin cuy os haces podan llegar a rbita baja.
La nave del cnsul flotaba en una cola de plasma azul a sesenta metros de la
fuente central. Le rodeaba una aureola de vapor. A. Bettik nos haca seas desde
la puerta.
Entr en la cmara de presin tan rpidamente que el androide tuvo que
apartarse de un brinco, y patinamos en el corredor bruido.
Vamos! grit, pero o bien A. Bettik y a haba dado la orden o bien la
nave no la necesitaba. Los compensadores inerciales impidieron que la
aceleracin nos aplastara como gelatina, pero omos el rugido de motor de
fusin, el chillido de la atmsfera contra el casco, mientras la nave del cnsul se
alejaba de Hy perion y entraba en el espacio por primera vez en dos siglos.
16
Cunto tiempo he estado inconsciente?
El padre capitn De Soy a aferra la tnica del enfermero.
Eh treinta, cuarenta minutos, seor dice el enfermero, tratando de
zafarse. No lo consigue.
Dnde estoy ?
Ahora De Soy a siente el dolor. Es muy intenso se centra en la pierna y se
irradia a todas partes pero soportable. Lo ignora.
A bordo del Santo Toms Akira, padre.
El transporte De Soy a se siente mareado, desconectado. Se mira la
pierna, ahora libre del torniquete. La parte inferior est unida a la superior slo
por fragmentos de msculo y tejido. Comprende que Gregorius debi de darle un
analgsico, insuficiente para bloquear el torrente de dolor, pero suficiente para
provocar esta reaccin.
Me temo que los cirujanos tendrn que amputar dice el enfermero.
Los quirfanos no dan abasto. Pero usted es el siguiente, seor. Hemos realizado
una seleccin y
De Soy a advierte que todava aferra la tnica del enfermero. La suelta.
No.
Cmo dice, padre?
Me ha odo. No habr ciruga hasta que me hay a reunido con el capitn del
Santo Toms Akira.
Pero seor padre morir si no lo hacen
He muerto antes, hijo. De Soy a lucha contra el mareo. Un sargento
me trajo a la nave?
S, seor.
Todava est aqu?
S, padre. El sargento necesitaba puntos para las heridas.
Mndelo aqu de inmediato.
Pero, padre, sus heridas requieren
De Soy a mira el rango del joven enfermero.
Alfrez?
S, seor.
Ha visto el disco papal? De Soy a ha verificado si el disco de platino an
cuelga de la cadena irrompible que le rodea el cuello.
S, padre, es lo que nos indujo a dar prioridad a su
So pena de ejecucin peor an so pena de excomunin, mande buscar
al sargento de inmediato, alfrez.
Gregorius se ha quitado la armadura de combate, pero sigue siendo enorme.
El padre capitn mira los vendajes y los paks mdicos en el cuerpo de ese
de bajas?
No, seor. El sesenta por ciento. El capitn Ramrez del San Buenaventura
ha muerto, al igual que su oficial ejecutivo. Mi primer oficial tambin ha muerto.
La mitad de los tripulantes del San Antonio no han dado el presente.
Las naves estn averiadas? pregunta el padre capitn De Soy a. Sabe
que slo tiene minutos de conciencia, quiz de vida.
Hubo una explosin en el San Buenaventura. La mitad de los
compartimientos de popa quedaron expuestos al espacio. El motor est intacto
De Soy a cierra los ojos.
Como capitn, sabe que una nave expuesta al espacio es la penltima
pesadilla. La ltima pesadilla es la implosin del ncleo Hawking, pero al menos
esa indignidad es instantnea. Una fractura en el casco es como esta pierna
astillada un camino lento y doloroso hacia la muerte.
El San Antonio?
Averiado pero operable, seor. El capitn Sati est vivo y
La nia? pregunta De Soy a. Dnde est? Una creciente nube de
manchas negras baila en la periferia de su visin.
Nia? dice Lemprire.
El sargento Gregorius le dice al capitn algo que De Soy a no oy e. Siente un
zumbido en los odos.
Oh s prosigue Lemprire, el objetivo. Evidentemente una nave la
recogi y est acelerando hacia traslacin C-plus.
Una nave! De Soy a combate contra la inconsciencia con puro esfuerzo
de voluntad. De dnde diablos sali esa nave?
Gregorius habla sin dejar de mirar la pared.
Del planeta, seor. De Hy perion. Durante el durante el episodio crtico,
la nave atraves la atmsfera, se pos en el castillo en Fortaleza de Cronos y
recogi a la nia y al que la llevaba.
Llevaba? interrumpe De Soy a. Le cuesta or en medio del creciente
zumbido.
Una especie de VEM monoplaza explica el sargento. Aunque los
tcnicos ignoran cmo funciona.
De un modo u otro, esta nave los recogi, burl la patrulla de combate
durante la carnicera y se aproxima al punto de traslacin.
Carnicera repite estpidamente De Soy a. Nota que est babeando. Se
enjuga la barbilla con el dorso de la mano, tratando de no mirar su pierna
triturada. Carnicera. Qu la caus? Contra quin luchbamos?
No lo sabemos, seor responde Lemprire. Fue como en los viejos
tiempos, los tiempos de FUERZA de la Hegemona, cuando las tropas de asalto
llegaban por teley ector. Miles de cosas blindadas aparecieron por todas partes y
al mismo tiempo. La batalla dur apenas cinco minutos. Eran miles de ellos. Y de
pronto desaparecieron.
De Soy a se esfuerza por or en medio de la creciente oscuridad y el rugido de
sus odos, pero las palabras no tienen sentido.
Miles? De qu? Y adnde se fueron?
Gregorius se adelanta y mira al padre capitn.
No miles, seor. Slo uno. El Alcaudn.
Eso es una ley enda comienza Lemprire.
Slo el Alcaudn contina el fornido negro, ignorando al capitn. Mat
a la may ora de los guardias suizos y a la mitad de los efectivos regulares de Pax
en Equus, derrib todos los cazas Escorpin, abati dos naves-antorcha, mat a
todos a bordo de la nave C3, dej su tarjeta de visita aqu y se fue en menos de
treinta segundos. Todo lo dems fueron nuestros hombres disparndose entre s,
presa del pnico. El Alcaudn.
Pamplinas! grita Lemprire. La agitacin le enrojece la calva. Eso es
una fantasa, un cuento de viejas, incluso una hereja. Lo que nos atac hoy no
Cllese dice De Soy a. Tiene la sensacin de estar mirando por un tnel
largo y oscuro. Debe hablar deprisa. Escuche, capitn Lemprire, bajo mi
responsabilidad, por autoridad papal, autorice al capitn Sati a llevar a los
supervivientes del San Buenaventura a bordo del San Antonio para redondear la
tripulacin. Ordene a Sati que siga a la nia, a la nave que lleva a la nia, que la
siga hasta la traslacin, que fije las coordenadas y que siga
Pero, padre capitn
Escuche grita De Soy a sobre el rugido de sus odos. Ahora slo ve
manchas. Escuche, ordene al capitn Sati que siga esa nave adondequiera que
sea aunque tarde una vida y que capture a la nia. sa es su directiva
primordial. Capturar a la nia y llevarla a Pacem. Gregorius?
S, seor.
No deje que me operen, sargento. Mi nave correo todava est intacta?
El Rafael? S, seor. Estaba vaco durante la batalla y el Alcaudn no lo
toc.
Todava est Hiroshe, mi piloto?
No, seor. Pereci.
De Soy a apenas oy e la tonante voz del sargento.
Requise un piloto y una lanzadera, sargento. Usted, y o y el resto del
escuadrn
Slo quedan dos hombres, seor.
Escuche. Los cuatro debemos ir al Rafael. La nave sabr qu hacer. Dgale
que seguiremos a la nia y al San Antonio. Dondequiera que vay an esas naves,
vamos nosotros. Sargento.
S, padre capitn.
17
Escribiendo esto tantos aos despus, haba pensado que sera difcil recordar
a Aenea cuando nia. No lo es. Mis recuerdos estn tan llenos de aos e
imgenes posteriores la rutilante luz del sol en el cuerpo de la mujer mientras
flotbamos en las ramas del bosque orbital, la primera vez que hicimos el amor
en gravedad cero, nuestros paseos por los pasadizos de Hsuan-kung-Su bajo el
reflejo de los rojizos peascos de Hua Shan, que tema que esos primeros
recuerdos fueran demasiado insustanciales. No lo son. Tampoco he cedido al
impulso de saltar a los aos posteriores, a pesar de mi temor de que esta
narracin sea interrumpida en cualquier momento por el chistido
cuantomecnico del gas venenoso de Schrdinger. Escribir lo que pueda escribir.
El destino determinar el punto final de esta narracin.
A. Bettik nos gui por la escalera de caracol hasta la habitacin del piano
mientras ascendamos al espacio. El campo de contencin mantena la gravedad
constante, a pesar de la frentica aceleracin, pero y o todava senta euforia,
aunque quiz slo fuera consecuencia de tanta adrenalina en tan poco tiempo. La
nia estaba sucia, desgreada y enfadada.
Quiero ver dnde estamos dijo. Por favor.
La nave transform una pared en ventanal. El continente de Equus retroceda
bajo una nube de polvo rojo. Al norte, donde las nubes cubran el polo, el limbo
de Hy perion trazaba una ntida curva. Al cabo de un minuto el mundo entero fue
una esfera donde dos de los tres continentes se vean bajo nubes desperdigadas; el
Gran Mar del Sur era sobrecogedoramente azul, mientras que el archipilago de
las Nueve Colas apareca rodeado por el verdor de los bajos. Luego el planeta se
encogi, se convirti en una esfera azul, roja y blanca y desapareci. Nos
marchbamos deprisa.
Dnde estn las naves-antorcha? pregunt al androide. Ya deberan
habernos cerrado el paso. O volado en pedazos.
La nave y y o estuvimos monitoreando sus canales de banda ancha dijo
A. Bettik. Estaban preocupados.
No entiendo dije, recorriendo el borde del holofoso, demasiado agitado
para sentarme en los mullidos cojines. La batalla quin
El Alcaudn dijo Aenea, y me mir de veras por primera vez. Mi
madre y y o tenamos la esperanza de que no sucediera as, pero as sucedi. Lo
lamento. Lo lamento muchsimo.
Comprendiendo que la nia quiz no me hubiera odo en la tormenta, me
detuve y me agach.
No tuvimos una presentacin formal. Yo soy Raul Endy mion.
Los ojos de la nia eran brillantes. A pesar del lodo y la suciedad de su
mejilla, repar en la blancura de su tez.
De veras vienes del pasado? pregunt. Era una pregunta estpida, pero
y o no me senta muy brillante esa maana.
Aenea asinti.
El to Martin te lo habr contado.
S. Huy es de Pax.
Ella me mir con ojos brillantes de emocin.
Pax? As lo llaman ahora?
Parpade.
La idea de que alguien desconociera el concepto de Pax me desconcert.
S dije.
Conque ahora la Iglesia lo gobierna todo?
Bien, en cierto modo dije. Le expliqu el papel de la Iglesia en la
compleja entidad que era Pax.
Lo gobiernan todo concluy Aenea. Temamos que ocurriera.
Tambin vi eso en mis sueos.
Tus sueos?
No importa dijo Aenea. Se levant, ech un vistazo y camin hacia el
Steinway. Toc algunas notas en el teclado. Y sta es la nave del cnsul.
S dijo la nave, aunque slo tengo recuerdos borrosos de ese caballero.
T lo conoces?
Aenea sonri, acariciando las teclas con los dedos.
No, mi madre lo conoca. Ella le regal eso Seal la alfombra llena
de arena. Cuando l se fue de Hy perion despus de la Cada. Regresaba a la
Red. No regres durante mi poca.
Nunca regres dijo la nave. Como he dicho, mi memoria est daada,
pero estoy seguro de que muri all. La suave voz de la nave cambi, cobr un
tono ms perentorio. Recibimos una advertencia al abandonar la atmsfera,
pero desde entonces no hemos encontrado objeciones ni persecuciones. Hemos
salido del espacio cislunar y dentro de diez minutos habremos salido del pozo de
gravedad de Hy perion. Necesito fijar el curso para la traslacin. Instrucciones,
por favor.
Mir a la nia.
Los xters? El viejo poeta dijo que querras ir all.
Cambi de parecer dijo Aenea. Nave, cul es el mundo habitado ms
prximo?
Parvati. Uno-coma-dos-ocho prsecs. Seis das y medio en trnsito a
bordo. Tres meses de deuda temporal.
Parvati formaba parte de la Red? dijo la nia.
No respondi A. Bettik. No en tiempos de la Cada.
Cul es el mundo de la vieja Red ms cercano, viajando desde Parvati?
dijo Aenea.
18
El padre capitn De Soy a despierta en un nicho de resurreccin a bordo del
Rafael. Le haban permitido poner nombre a esa nave clase Arcngel. Rafael es
el arcngel que se encarga de encontrar los amores perdidos.
De Soy a slo ha renacido dos veces, pero en ambas oportunidades haba un
sacerdote para saludarlo, para darle el sorbo ceremonial de vino sacramental y
el habitual vaso de zumo de naranja. Haba expertos en resurreccin para
hablarle y explicrselo, hasta que su mente confundida comenzaba a funcionar
de nuevo.
Esta vez slo ve las curvas y claustrofbicas paredes del nicho de
resurreccin. Las pantallas parpadean. Los indicadores muestran hileras de letras
y smbolos. De Soy a an no puede leer. Se siente afortunado de poder pensar. Se
incorpora y mece las piernas.
Piernas. Tengo dos . Est desnudo, por supuesto, la piel rosada y reluciente
en la extraa y vaporosa humedad del tanque de resurreccin, y ahora siente las
costillas, el abdomen, la pierna izquierda, todos los lugares cortados y arruinados
por el demonio. Est perfectamente. No hay rastros de la terrible herida que le
separaba la pierna del cuerpo.
Rafael?
S, padre capitn. La voz es anglica, es decir, carece totalmente de
identidad sexual. Para De Soy a resulta tranquilizadora.
Dnde estamos?
Sistema Parvati, padre capitn.
Y los dems?
De Soy a apenas recuerda al sargento Gregorius y los miembros de su equipo
que han sobrevivido. No recuerda haber abordado el correo con ellos.
Estn despertando, padre capitn.
Cunto tiempo ha transcurrido?
Menos de cuatro das desde que el sargento lo trajo a bordo, padre capitn.
El salto se ejecut una hora despus que usted fue instalado en el nicho de
resurreccin. Hemos permanecido a diez UAs del mundo de Parvati, siguiendo
las instrucciones que usted nos transmiti por medio del sargento Gregorius,
durante los tres das de su resurreccin.
De Soy a asiente. An ese leve movimiento es lacerante. La resurreccin le
produce dolor en todas las clulas del cuerpo. Pero es un dolor saludable, a
diferencia del que le causaban sus heridas.
Has establecido contacto con las autoridades de Pax en Parvati?
No, padre capitn.
Bien.
En tiempos de la Hegemona Parvati era un remoto mundo colonial; ahora es
Todo esto tiene sentido para el dolorido cerebro de De Soy a, pero otra parte
de su mente le susurra: Sin problemas. Eso pensaste de la misin de
Hy perion .
El padre capitn De Soy a grue y se levanta del divn de resurreccin para
ducharse, tomar un caf caliente y vestirse.
19
Yo saba poco sobre los principios del viaje Hawking cuando lo experiment
por primera vez hace aos; ahora no s mucho ms. El hecho de que el concepto
fuera esencialmente (aunque accidentalmente) de alguien que vivi en el siglo
veinte de la era cristiana me desconcertaba y me desconcierta, pero no tanto
como la experiencia en s.
Nos reunimos en la biblioteca formalmente conocida como el nivel de
navegacin, nos inform la nave poco antes de la traslacin a velocidades C-plus.
Yo vesta mi muda de ropa y tena el cabello hmedo, como Aenea. La nia
usaba slo una tnica gruesa. La deba de haber encontrado en el armario del
cnsul, pues la prenda le quedaba demasiado holgada. Cubierta con todos esos
metros de tela de algodn, Aenea no aparentaba ni siquiera sus doce aos.
No deberamos ir a los divanes de fuga criognica? pregunt.
Por qu? dijo Aenea. No quieres ver la diversin?
Frunc el ceo. Todos los cazadores extranjeros e instructores militares con
quienes haba hablado se haban pasado el tiempo C-plus en fuga. As era como
los humanos pasaban el tiempo en su viaje entre los astros. Se relacionaba con el
efecto del campo Hawking sobre el cuerpo y la mente. Me haban hablado de
alucinaciones, pesadillas y dolores indescriptibles. Eso dije, tratando de aparentar
calma.
Mi madre y el to Martin me dijeron que el C-plus puede aguantarse dijo
la nia. Incluso disfrutarse. Aunque hay que acostumbrarse.
Y los xters modificaron esta nave para facilitarlo dijo A. Bettik. Aenea
y y o estbamos sentados a la mesa de vidrio del centro de la biblioteca; el
androide estaba de pie en un costado. Por mucho que y o intentaba tratarlo como
a un igual, A. Bettik insista en actuar como un criado. Resolv dejar de portarme
como un idiota igualitario y permitir que actuara a su antojo.
Las modificaciones explic la nave incluy en una capacidad realzada
del campo de contencin, con lo cual los efectos laterales del viaje C-plus son
mucho menos desagradables.
Cules son exactamente esos efectos? pregunt, reacio a mostrar mi
ignorancia, pero poco dispuesto a sufrir si poda evitarlo.
El androide, la nia y y o nos miramos.
Yo he viajado entre las estrellas en siglos pasados dijo al fin A. Bettik,
pero siempre estaba en fuga. Mejor dicho, en almacenaje. Los androides ramos
embarcados en bodegas, apilados como carne vacuna, segn me han dicho.
La nia y y o nos miramos, sin animarnos a mirar de frente al hombre de tez
azul.
La nave hizo un ruido muy parecido a un carraspeo.
En verdad, segn mis observaciones de los pasajeros humanos, las cuales,
Y la radiacin?
El campo desva la radiacin csmica y la radiacin solar nociva explic
el androide, y opaca la vista del sol de Hy perion para que no nos enceguezca
cuando lo miramos de frente. Aparte de eso, deja pasar el espectro visible.
Aj murmur, poco convencido. Me alej de la baranda.
Treinta segundos para traslacin dijo la nave. Incluso ah fuera, su voz
pareca surgir del aire.
Aenea se sent al piano y se puso a tocar. No reconoc la meloda, pero
pareca clsica, tal vez algo del siglo veintisis.
Supongo que esperaba que la nave hablara de nuevo antes del momento de la
traslacin una cuenta regresiva o algo parecido, pero no hubo anuncio. De
pronto el motor Hawking reemplaz al motor de fusin; un zumbido momentneo
pareci brotar de mis huesos, un vrtigo terrible me inund y me atraves. Tuve
la indolora pero inexorable sensacin de que me daban la vuelta como a un
guante, pero esta sensacin desapareci antes de que y o pudiera comprenderla.
El espacio tambin haba desaparecido. Por espacio me refiero a la escena
que presenciaba menos de un segundo antes: el brillante sol de Hy perion, el disco
del planeta, el brillante resplandor del casco de la nave, las pocas estrellas
brillantes visibles en ese resplandor, la columna de llama azul sobre la que
estbamos posados. Todo desapareci. En su lugar haba es difcil de describir.
La nave an estaba encima y debajo de nosotros, y el balcn an pareca
slido, pero no pareca recibir ninguna luz. Comprendo que esto parece absurdo
tiene que haber luz refleja para que veamos algo, pero el efecto creaba la
impresin de que una parte de mis ojos haba dejado de funcionar; aunque
perciban la forma y la masa de la nave, la luz pareca ausente.
Ms all de la nave, el universo se haba contrado en una esfera azul cerca
de la proa, y una esfera roja detrs de las aletas de popa. Tena conocimientos
cientficos bsicos como para esperar un efecto Doppler, pero este efecto era
falso, pues no habamos estado cerca de la velocidad de la luz hasta la traslacin
a C-plus y ahora estbamos mucho ms all de ella, dentro del pliegue Hawking.
No obstante, los crculos azul y rojo si miraba con atencin, distingua cmulos
estelares en ambas esferas se alejaron an ms de la proa y la popa,
reducindose a diminutos puntos de color. En el medio, llenando el vasto campo
de visin no haba nada. No hablo de negrura u oscuridad. Hablo de vaco.
Hablo de esa sensacin de mareo que se tiene al tratar de mirar un punto ciego.
Hablo de una nada tan intensa que daba vrtigo, y el vrtigo se converta en
nusea, provocando una conmocin tan violenta como esa transitoria sensacin
de ser vuelto como un guante.
Dios mo! atin a decir, aferrando la baranda y cerrando los ojos con
fuerza. No sirvi de nada. El vaco tambin estaba all. En ese instante comprend
por qu los viajeros interestelares siempre optaban por la fuga criognica.
20
Los supervivientes del equipo del sargento Gregorius son el cabo Bassin Kee
y el lancero Ahranwhal Gaspa K. T. Rettig. Kee es un hombre menudo,
compacto y rpido en reflejos e inteligencia, mientras que Rettig es alto casi
tan alto como el gigantesco Gregorius y delgado. Rettig es oriundo de los
Territorios del Anillo de Lambert y tiene cicatrices de radiaciones, un fsico
esqueltico y ese carcter independiente tan tpico de los habitantes de asteroides.
El hombre nunca pis un mundo grande de gravedad plena hasta cumplir los
veintitrs aos estndar. La medicacin ARN y el ejercicio militar lo han
fortalecido al punto de que puede luchar en cualquier mundo. Reservado al
extremo de la mudez, Rettig sabe escuchar, sabe obedecer y como ha
mostrado en la batalla de Hy perion sabe sobrevivir.
El cabo Kee es tan efusivo como Rettig es silencioso. Durante su primer da
de deliberaciones, las preguntas y los comentarios de Kee revelan intuicin y
lucidez, a pesar de la confusin que causa la resurreccin.
Los cuatro estn conmocionados por la experiencia de la muerte. De Soy a
trata de convencerlos de que la repeticin facilita las cosas, pero su
desorientacin general da un ments a estas palabras tranquilizadoras. Aqu, sin
asesoramiento, sin terapia y sin los capellanes de resurreccin, los soldados de
Pax enfrentan el trauma como pueden. Sus deliberaciones del primer da en el
espacio de Parvati sufren frecuentes interrupciones cuando los vencen la fatiga o
la mera emocin. Slo el sargento Gregorius parece inmune a la experiencia.
El tercer da se renen en la diminuta sala del Rafael para planear su curso de
accin.
Dentro de dos meses y tres semanas, la nave se trasladar a este sistema, a
menos de mil kilmetros de donde estamos apostados dice el padre capitn De
Soy a, y debemos estar seguros de que podemos interceptarla y detener a la
nia.
Los guardias suizos no preguntan por qu deben detener a la nia. Nadie
menciona el asunto hasta que el oficial al mando lo plantea. Estn dispuestos a
morir, si es necesario, para cumplir la crptica orden.
No sabemos quin ms est a bordo de la nave, verdad? dice el cabo
Kee. Han comentado estos problemas, pero la memoria es defectuosa en los
primeros das de su nueva vida.
No dice De Soy a.
No conocemos el armamento de la nave dice Kee, como revisando una
lista mental.
Correcto.
Quiz propone el cabo Kee la nave deba reunirse aqu con otra nave
o quiz la nia se propone reunirse con alguien en el planeta.
De Soy a asiente.
El Rafael no tiene los sensores de mi vieja nave-antorcha, pero estamos
inspeccionndolo todo entre la Nube de Oort y Parvati. Si otra nave se traslada
antes que la de la nia, lo sabremos de inmediato.
xter? sugiere el sargento Gregorius.
De Soy a alza las manos.
Todo es especulacin. Puedo decirles que se considera que la nia es una
amenaza para Pax, as que es razonable presumir que los xters desean
capturarla, siempre que sepan de su existencia. Estamos preparados, si lo
intentan.
Kee se frota la lisa mejilla.
Todava no puedo creer que podramos regresar a casa en un da si
quisiramos. O ir en busca de ay uda. La casa del cabo Kee es la Repblica
Jamnu en Deneb Drei. Han discutido por qu sera intil pedir ay uda. La nave de
guerra de Pax ms prxima es el San Antonio, que debera estar persiguiendo la
nave de la muchacha, si ha obedecido las rdenes de De Soy a.
Envi un mensaje al comandante de la guarnicin de Pax en Parvati
dice De Soy a. Por lo que mostr nuestro inventario informtico, slo tienen sus
naves de patrulla orbital y un par de naves interplanetarias. Le he ordenado que
ponga todas sus naves espaciales en posiciones defensivas cislunares, que alerte a
todos los puestos de avanzada del planeta y que aguarde nuevas rdenes. Si la
nia se nos escabullera y aterrizara all, Pax la encontrara.
Qu clase de mundo es Parvati? pregunta Gregorius. Su voz profunda
siempre llama la atencin de De Soy a.
Fue colonizado por hinduistas reformados poco despus de la Hgira
explica De Soy a, que ha buscado esta informacin en el ordenador de a bordo.
Un mundo desierto. No tiene oxgeno suficiente para los humanos, en general es
una atmsfera de CO2. La terraformacin no fue un xito, de modo que ni el
medio ambiente ni los habitantes estn transformados. La poblacin nunca fue
numerosa pocas decenas de millones antes de la Cada. Ahora son menos de
medio milln, y la may ora vive en la gran ciudad de Gandhiji.
Cristianos? pregunta Kee. De Soy a sospecha que la pregunta no
responde a mera curiosidad. Kee no hace preguntas ociosas.
Algunos miles se han convertido en Gandhiji. All hay una nueva catedral,
San Malaquas, y la may ora de los renacidos son eminentes personas de
negocios que estn a favor de unirse a Pax. Han persuadido al gobierno
planetario, una especie de oligarqua electiva, de que invitara a la guarnicin de
Paz, hace cincuenta aos estndar. Estn demasiado cerca del Confn y tienen
miedo de los xters.
Kee asiente.
Me preguntaba si la guarnicin poda contar con que la poblacin le
21
Has notado que en los viajes, aunque sean largos, con frecuencia la primera
semana es la que ms se graba en la memoria? Quiz sea la agudeza de
percepcin que brindan los viajes, o quiz sea un efecto de la reorientacin de los
sentidos, o quiz sea que incluso el encanto de la novedad se gasta pronto, pero ha
sido mi experiencia que los primeros das en un lugar nuevo, o de conocer a
nuevas personas, fijan el tono del resto del viaje. O, en este caso, del resto de mi
vida.
Pasamos el primer da de nuestra magnfica aventura durmiendo. La nia
estaba exhausta y tambin y o, como tuve que admitir al despertar despus de
diecisis horas de sueo ininterrumpido. No s qu habr hecho A. Bettik durante
ese primer da sonmbulo de la travesa entonces y o no saba que los androides
duermen, aunque mucho menos que los humanos, pero haba colocado su
pequea mochila de posesiones en la sala de mquinas, preparndose una
hamaca para dormir, y pasaba mucho tiempo ah abajo. Yo pensaba dejar a la
nia la alcoba principal del pice de la nave; ella se haba duchado all, en el
bao contiguo, esa primera maana, pero pronto se acomod en uno de los
divanes de la cubierta de fuga y ocup ese espacio. Yo disfrutaba del tamao y la
blandura de la gran cama de la sala circular de arriba y al cabo de un tiempo
super mi agorafobia y permit que el casco se pusiera traslcido para observar
el espectculo de luces fractales en el espacio de Hawking. Sin embargo, nunca
mantena el casco transparente mucho tiempo, pues esas geometras pulstiles
me perturbaban indescriptiblemente.
El nivel de la biblioteca y el nivel del holofoso eran, por acuerdo tcito,
terreno comn. La cocina estaba empotrada en la pared del nivel del holofoso, y
habitualmente comamos en la mesa baja del holofoso, o bien llevbamos la
comida a la mesa redonda que estaba cerca del cubculo de navegacin.
Inmediatamente despus de despertar y desay unar (la hora de a bordo
indicaba que era de tarde en Hy perion, pero para qu respetar la hora de
Hy perion cuando quiz nunca volviera a ver ese mundo?), me diriga a la
biblioteca. Todos los libros eran antiguos, publicados durante la poca de la
Hegemona o antes, y me sorprendi encontrar un ejemplar de un poema pico
de Martin Silenus La Tierra moribunda as como volmenes de varios autores
clsicos que y o haba ledo en mi infancia y a menudo relea en la cabaa del
marjal o cuando trabajaba en el ro.
Ese primer da A. Bettik se reuni conmigo y extrajo un pequeo volumen
verde de los anaqueles.
Esto podra ser interesante dijo.
Se llamaba Gua del viajero para la Red de Mundos, con secciones especiales
sobre la Confluencia y el ro Tetis.
La nia an sonrea.
Oh, volaron en pedazos los teley ectores que haba en el espacio, y los otros
dejaron de trabajar. Y las esferas de datos tambin haban desaparecido en mi
poca. Pero quin dice que el Ncleo ha muerto? Es como decir que la araa
est muerta porque eliminaste algunas telaraas.
Admito que mir por encima del hombro.
Conque crees que el TecnoNcleo an existe? Qu esas IAs todava
conspiran contra nosotros?
No s nada sobre la conspiracin, pero s que el Ncleo existe.
Cmo?
Ella alz un dedo.
Ante todo, la personalidad cbrida de mi padre an exista despus de la
Cada. El fundamento de esa personalidad era una IA del Ncleo que ellos haban
modelado. Eso prueba que el Ncleo an estaba en alguna parte.
Pens en ello. Como he dicho, los cbridos igual que los androides eran
para m una especie mtica. Era como estar hablando sobre las caractersticas
fsicas de los duendes.
En segundo lugar dijo, alzando un segundo dedo y unindolo con el
primero, y o me comuniqu con el Ncleo.
Parpade.
Antes de nacer?
S. Y cuando viva con mi madre en Jacktown. Y despus de la muerte de
mi madre. Alz sus libros y se puso de pie. Y esta maana.
La mir pasmado.
Tengo hambre, Raul dijo desde la escalera. Quiero ver qu nos ofrece
la cocina de esta vieja nave para el almuerzo.
Pronto fijamos una rutina a bordo, adoptando los horarios de Hy perion como
horas de sueo y vigilia. Comenzaba a entender por qu la costumbre de la
Hegemona de mantener el sistema de veinticuatro horas de Vieja Tierra haba
sido tan importante en tiempos de la Red. En alguna parte haba ledo que casi el
noventa por ciento de los mundos terroides o terraformados de la Red tenan das
que estaban a tres horas del da estndar de Vieja Tierra.
A Aenea an le agradaba extender el balcn y tocar el Steinway bajo el cielo
del espacio Hawking, y y o a veces me quedaba all escuchando unos minutos,
aunque prefera la sensacin de proteccin que me brindaba el interior de la
nave. Ninguno se quejaba de los efectos del entorno C-plus, aunque los
sentamos: sobresaltos emocionales, la sensacin constante de que alguien nos
observaba y sueos muy extraos. Mis sueos me despertaban con el corazn
palpitante, la boca seca y ese sudor que slo provocan las peores pesadillas. Pero
nunca recordaba los sueos. Quera preguntar a los dems acerca de sus sueos,
pero A. Bettik nunca mencionaba los suy os y o ignoraba si los androides
soaban y Aenea, aun reconociendo que sus sueos eran extraos y los
recordaba, no los contaba nunca.
El segundo da, mientras estbamos sentados en la biblioteca, Aenea sugiri
que experimentsemos el vuelo espacial. Le pregunt cmo podamos
experimentarlo ms de lo que estbamos experimentando pensaba en los
fractales Hawking, y ella se ech a rer y pidi a la nave que cancelara el
campo de contencin interna. Inmediatamente perdimos peso.
Cuando era nio, y o haba soado con la gravedad cero. Nadando en el
salado Mar del Sur cuando era soldado, haba cerrado los ojos, haba flotado y
me haba preguntado si as era el viaje espacial de antao.
No lo es. La gravedad cero, y sobre todo la gravedad cero repentina que la
nave nos dio a peticin de Aenea, es aterradora. Consiste simplemente en caer.
O eso parece.
Aferr la silla, pero la silla tambin estaba cay endo. Era como si hubiramos
pasado dos das en uno de esos enormes funiculares de la Cordillera de la Brida y
de pronto se partiera el cable. Mi odo medio protest, tratando de encontrar un
horizonte que fuera creble. No lo encontr.
A. Bettik emergi desde abajo y pregunt con calma si haba algn problema.
No ri Aenea, slo vamos a experimentar el espacio por un rato.
A. Bettik asinti y se zambull en el hueco de la escalera para regresar a sus
tareas.
Aenea lo sigui hasta la escalera, impulsndose con las piernas.
Ves? Este pozo de escaleras se convierte en un pozo central cuando la nave
est en gravedad cero. Igual que en las antiguas gironaves.
No es peligroso? pregunt, pasando la mano del respaldo de la silla a un
anaquel. Por primera vez repar en las cuerdas elsticas que mantenan los libros
en su sitio. Todo lo que no estaba sujeto (el libro que y o haba dejado en la mesa,
las sillas que rodeaban la mesa, un suter que y o haba arrojado en el respaldo de
otra silla, restos de la naranja que estaba comiendo) flotaba.
No es peligroso dijo Aenea. Pero es desordenado. La prxima vez
tendremos todo a punto antes de cancelar el campo interno.
Pero el campo interno no es importante?
Aenea flotaba cabeza abajo, desde mi perspectiva. Mi odo interior rechazaba
esto an ms que el resto de la experiencia.
El campo impide que choquemos y nos zarandeemos cuando nos
desplazamos por el espacio normal dijo, dirigindose al centro del pozo de
veinte metros, aferrando la baranda de la escalera, pero en el espacio C-plus
no podemos acelerar ni reducir la velocidad, as que all voy ! Manote una
agarradera, en el centro de lo que haba sido el pozo de la escalera, y se zambull
de cabeza.
Cielos jade. Me alej de la biblioteca, pateando la pared opuesta, y la
Lo lamento dijo.
Est bien. Dime qu ocurre.
Dame un pauelo de papel y lo har.
Hurgu en los bolsillos de la vieja bata que el cnsul haba dejado. No tena
pauelos, pero haba usado una servilleta con la torta que estaba comiendo arriba.
Se la entregu.
Gracias. Aenea se son la nariz. Me alegra no estar en gravedad cero
dijo. Mis mocos flotaran por todas partes.
Sonre y le estruj el hombro.
Qu sucede, Aenea?
Intent rerse. No pudo.
Todo. Todo anda mal. Tengo miedo. Todo lo que s sobre el futuro me mata
de miedo. No s cmo escaparemos de esos tos de Pax, y s que estarn
esperndonos dentro de pocos das. Extrao mi hogar. No puedo regresar, y todos
los que conoc se han ido para siempre excepto Martin. Sobre todo extrao a mi
madre.
Le apret el hombro. Brawne Lamia, su madre, era un personaje legendario,
una mujer que haba muerto dos siglos y medio atrs. Algunos de sus huesos y a
eran polvo, dondequiera que estuviesen sepultados. Para esta nia, la muerte de
su madre haba ocurrido slo dos semanas atrs.
Lo lamento musit, y de nuevo le apret el hombro, sintiendo la textura
de la vieja camisa del cnsul. Todo saldr bien.
Aenea asinti y me cogi la mano. La suy a an estaba mojada. Su palma y
sus dedos parecan diminutos contra mi manaza.
Quieres venir a la cocina y comer un poco de torta de chalma conmigo?
susurr. Es sabrosa.
Ella mene la cabeza.
Creo que ahora me dormir. Gracias, Raul.
Me estruj la mano antes de soltarla, y en ese instante comprend la gran
verdad: La Que Ensea, la nueva mesas, aquello que la hija de Brawne Lamia
resultara ser, tambin era una chiquilla, una pequea que rea haciendo piruetas
en gravedad cero y lloraba de noche.
Sub silenciosamente la escalera, detenindome para mirarla antes de que mi
cabeza llegara al nivel de la cubierta siguiente. Estaba acurrucada bajo la manta,
mirando hacia el otro lado, y su cabello reflejaba el fulgor de las consolas.
Buenas noches, Aenea susurr, sabiendo que no me oira. Todo saldr
bien.
22
El sargento Gregorius y sus dos hombres aguardan en la cmara de presin
del Rafael mientras la nave clase Arcngel se aproxima a la nave no identificada
que acaba de trasladarse desde el espacio C-plus. Sus armaduras espaciales son
aparatosas y, con sus rifles y armas energticas colgados, los tres hombres llenan
la cmara. El sol de Parvati reluce sobre sus visores dorados cuando se inclinan
hacia el espacio.
En posicin dice el padre capitn De Soy a por los auriculares.
Distancia, cien metros y acercndonos.
La ahusada nave con aletas llena la visin cuando se aproximan. Entre ambas
naves parpadean campos de contencin defensivos, disipando rpidamente los
disparos energticos y de contrapresin. El visor de Gregorius se opaca, se aclara
y se opaca con las explosiones.
Dentro del alcance mnimo de sus ray os advierte De Soy a desde el
centro de control de combate. Ahora!
Gregorius hace una sea y sus hombres salen al mismo tiempo que l. Los
propulsores de sus paks de reaccin escupen diminutas llamas azules mientras
corrigen su arco.
Campos de irrupcin y a! ordena De Soy a.
Los campos de contencin chocan y se anulan mutuamente slo unos
segundos, pero es suficiente: Gregorius, Kee y Rettig estn ahora dentro del
huevo defensivo de la otra nave.
Kee dice Gregorius por radio, y el otro desva los propulsores y se lanza
hacia la proa de la nave que desacelera. Rettig. La otra armadura se dirige
hacia el tercio inferior de la nave. Gregorius aguarda hasta ltimo momento para
anular su velocidad, gira, aplica toda su potencia y siente que sus gruesas suelas
tocan el casco en silencio. Activa las grapas de las botas, siente la conexin,
separa las piernas, se agazapa sobre el casco haciendo contacto con una sola
bota.
Conectado dice el cabo Kee por banda angosta.
Conectado dice Rettig un segundo despus.
El sargento Gregorius coge la cuerda del collar de abordaje, la apoy a en el
casco, activa el adhesivo y sigue arrodillado sobre l. Est dentro de un crculo
negro de un metro y medio de dimetro.
Al contar tres dice por el micrfono. Tres dos uno desplegar.
Toca su controlador de pulsera y pestaea cuando un dosel microdelgado de
polmero molecular sale del crculo, se cierra sobre su cabeza y sigue creciendo
sobre l. A los dos segundos est dentro de un saco transparente de veinte metros,
como un soldado con armadura dentro de un condn gigante.
Listo dice Kee. Rettig repite la palabra.
23
Cul es tu plan? pregunt.
Aenea apart los ojos del libro que estaba ley endo.
Quin dice que tengo un plan?
Me sent en una silla.
Falta menos de una hora para que entremos en el sistema de Parvati. Hace
una semana dijiste que necesitbamos un plan por si ellos saben que venimos.
Cul es el plan, pues?
Aenea suspir y cerr el libro.
A. Bettik haba subido a la biblioteca y se sent a la mesa, algo inslito en l.
No s si tengo un plan dijo la nia.
Me lo tema. La semana haba sido bastante grata; los tres habamos ledo,
charlado y jugado. Aenea era excelente en el ajedrez, buena en el go y
mortfera en el pquer, y los das haban transcurrido sin incidentes. Muchas
veces y o haba intentado sonsacarle sus planes adnde pensaba ir, por qu
escoger Vector Renacimiento, se propona encontrar a los xters?, pero sus
corteses respuestas eran siempre vagas. Aenea demostr gran talento para
hacerme hablar. Yo no haba conocido a muchos nios aun en mi infancia,
haba pocos en nuestro grupo, y rara vez disfrutaba de su compaa, pues
Grandam me resultaba mucho ms interesante, pero los chicos y adolescentes
que haba conocido a travs de los aos nunca haban demostrado tanta
curiosidad ni capacidad para escuchar. Aenea me indujo a describir mis aos de
pastor; demostr especial inters en mi aprendizaje como artesano jardinero;
hizo mil preguntas sobre mis das de barquero y gua de cazadores. Lo nico que
no le interesaba eran mis das de soldado. Pareca especialmente interesada en
mi perra, aunque hablar de Izzy su crianza, su entrenamiento, su muerte me
contrariaba bastante.
Not que incluso poda inducir a A. Bettik a hablar de sus siglos de
servidumbre y y o tambin me prestaba a escuchar pacientemente: el androide
haba visto y experimentado cosas asombrosas: otros mundos, la colonizacin de
Hy perion con Triste Rey Billy, las primeras incursiones del Alcaudn en Equus,
la peregrinacin final que el viejo poeta haba hecho famosa, incluso las dcadas
con Martin Silenus resultaban fascinantes.
Pero la nia deca muy poco. En nuestra cuarta noche de viaje, admiti que
haba salido por la Esfinge hacia el futuro no slo para escapar de las tropas de
Pax, sino para buscar su destino.
Cmo mesas? pregunt intrigado.
Aenea ri.
No dijo, como arquitecta.
Qued sorprendido. Ni los Cantos ni el viejo poeta haban dicho que La Que
Luego se disculp por esa grosera, pero cuando nos sentamos a la mesa
faltando una hora para nuestra traslacin a un sistema estelar extrao, tem que
mi pregunta sobre su plan provocara la misma respuesta.
No fue as. Empez a morderse una ua, se contuvo y dijo:
24
El Rafael est en el tramo final de su elipsoide de retorno, lanzndose hacia el
sol de Parvati a 0,03 de la velocidad de la luz. La nave clase Arcngel es una
mole: macizos motores, mdulos de comunicaciones remachados, brazos
esquelticos, plataforma de armamentos y antenas sobresalientes, su diminuta
esfera ambiental y su lanzadera metidas en ese caos a la sazn, pero se convierte
en una nave de guerra sumamente respetable cuando gira ciento ochenta grados
y se lanza de popa hacia el punto de traslacin.
Un minuto para traslacin dice De Soy a por la banda tctica. Los tres
soldados que aguardan en la cmara de presin no necesitan reconocer la
transmisin. Tambin saben que cuando la otra nave ingrese en el espacio real,
slo les resultar visible aun con los magnificadores dos minutos despus.
Amarrado a su divn de aceleracin con los paneles de control alrededor, la
mano enguantada sobre el omnicontrolador, el empalme tctico activo de tal
modo que l y la nave son uno solo, el padre capitn De Soy a escucha la
respiracin de los tres soldados por el canal de comunicaciones mientras observa
la aproximacin de la otra nave.
Recibiendo lectura de distorsin Hawking, ngulo treinta y nueve,
coordenadas cero-cero-cero, treinta y nueve, uno-nueve-nueve dice por el
micrfono. Punto de salida en cero-cero-cero, novecientos kilmetros.
Probabilidad de un solo vehculo, noventa y nueve por ciento. Velocidad relativa,
diecinueve kilmetros por segundo.
De repente la otra nave es visible en radar, en t-dirac y en todos los sensores
pasivos.
La tengo dice De Soy a. A tiempo y puntual maldicin.
Qu? pregunta el sargento Gregorius. l y sus hombres han revisado sus
armas, explosivos y collares de abordaje. Estn preparados para saltar a los tres
minutos.
La nave acelera en vez de desacelerar, como pensbamos en la may ora
de las simulaciones dice De Soy a. En el canal tctico capacita la nave para
ejecutar posibilidades preprogramadas. Un momento ordena a los soldados,
pero los propulsores y a se han disparado, Rafael y a est rotando. No hay
problema dice De Soy a mientras el motor principal arranca, alcanzando ciento
cuarenta y siete gravedades. Permanezcan dentro del campo durante el salto.
Nos llevar slo un minuto ms emparejar velocidades.
Gregorius, Kee y Rettig guardan silencio. De Soy a les oy e respirar.
Tengo imagen visual dice De Soy a despus.
El sargento Gregorius y sus dos soldados se asoman por la cmara abierta.
Gregorius ve la otra nave como una bola de llamas de fusin. Sintoniza las lentes
para ver ms all de eso, eleva los filtros y ve la nave.
25
Una vez, mientras guiaba a unos cazadores de patos nacidos en los marjales
de Hy perion, pregunt a uno de ellos, un piloto que comandaba el dirigible
semanal que una las Nueve Colas de Equus con Aquila, cmo era su trabajo.
Pilotar un dirigible? Como dice el antiguo dicho, largas horas de
aburrimiento interrumpidas por minutos de puro pnico.
Este viaje era parecido. No quiero decir que y o estuviera aburrido el
interior de la nave, con sus libros, sus viejos holos y su piano de cola, contena
suficientes atracciones como para impedir que me aburriera en los prximos diez
das, adems de que estaba conociendo a mis compaeros de viaje, pero y a
habamos experimentado estos largos y lentos perodos de grato ocio puntuados
por interludios de frenticos caudales de adrenalina.
En el sistema de Parvati fue perturbador alejarse de la cmara de vdeo y
ver cmo la nia amenazaba con suicidarse matndonos a nosotros si la
nave de Pax no se alejaba. Durante diez meses y o haba trabajado en una mesa
de blackjack en Felix, una de las Nueve Colas, y haba observado a muchos
jugadores; esta nia de once aos era una excelente jugadora de pquer. Ms
tarde, cuando le pregunt si habra cumplido la amenaza y abierto nuestro ltimo
nivel presurizado al espacio, puso su sonrisa traviesa e hizo un ademn vago y
desdeoso, como si borrara ese pensamiento del aire. Me habitu a ese gesto con
los meses y con los aos.
Bien, cmo sabas el nombre de ese capitn? pregunt.
Esperaba or una revelacin acerca de los poderes de una protomesas, pero
Aenea slo respondi:
El me estaba esperando en la Esfinge cuando sal hace una semana.
Supongo que o que alguien lo llamaba por el nombre.
Lo puse en duda. Si el padre capitn haba estado en La Esfinge, el
procedimiento estndar del ejrcito de Pax le habra obligado a estar enfundado
en armadura de combate y comunicarse por canales seguros. Pero por qu
mentira la nia? Y por qu estoy buscando lgica y cordura? me pregunt
. Hasta ahora no las hubo .
Cuando Aenea baj a ducharse despus de nuestra dramtica salida del
sistema de Parvati, la nave trat de tranquilizarnos a A. Bettik y a m.
No os preocupis. Yo no habra permitido vuestra muerte por
descompresin.
El androide y y o intercambiamos una mirada. Creo que ambos nos
preguntbamos si la nave saba qu habra hecho, o si la nia ejerca sobre ella
algn control especial.
Al transcurrir los das del segundo tramo del viaje, me sorprend meditando
sobre esa situacin y mi reaccin ante ella. Comprend que el principal problema
haba sido mi pasividad, casi irrelevancia durante todo el viaje. Tena veintisiete
aos, era ex soldado y hombre de mundo aunque mi mundo fuera slo el remoto
Hy perion y haba permitido que una nia enfrentara la nica emergencia que
habamos tenido. Comprend por qu A. Bettik haba sido tan pasivo en la
situacin; a fin de cuentas, estaba condicionado por su bioprogramacin y por
siglos de costumbre para acatar decisiones humanas. Pero por qu y o haba sido
tan inservible? Martin Silenus me haba salvado la vida y me haba enrolado en la
descabellada misin de proteger a la nia, mantenerla con vida y ay udarla a
llegar a destino. Hasta ahora, lo nico que haba hecho era pilotar una alfombra y
ocultarme detrs de un piano mientras la nia se enfrentaba con una nave de
guerra.
Los cuatro, incluida la nave, hablamos sobre esa nave de guerra cuando
salimos del espacio de Parvati. Si Aenea estaba en lo cierto, si el padre capitn
De Soy a haba estado en Hy perion durante la apertura de la tumba, entonces Pax
haba encontrado modo de tomar un atajo por el espacio Hawking. Las
implicaciones de esa realidad no slo eran perturbadoras; me mataban de miedo.
Aenea no pareca demasiado preocupada. Pasaron los das y nos adaptamos
a esa cmoda aunque claustrofbica rutina de a bordo: el piano despus de la
cena, recorrer la biblioteca mirando los holos y bitcoras de navegacin de la
nave en busca de pistas acerca del destino final del cnsul (haba muchas pistas,
ninguna definitiva), jugar a los naipes por la noche (la nia era, en efecto, una
temible jugadora de pquer) y ejercicios en ocasiones, para lo cual y o peda a la
nave que fijara el campo de contencin en uno-coma-tres gravedades en el pozo
de la escalera, y luego suba y bajaba los seis pisos corriendo durante cuarenta y
cinco minutos. No s qu efecto tendra sobre el resto de mi cuerpo, pero mis
pantorrillas, muslos y tobillos pronto parecieron pertenecer al elefantoide de un
mundo joviano.
Cuando Aenea comprendi que el campo se poda limitar a pequeas zonas
de la nave, no hubo manera de detenerla. Empez a dormir en una burbuja de
gravedad cero en la cubierta de fuga. Descubri que la mesa de la biblioteca se
poda transformar en mesa de billar, e insisti en jugar por lo menos dos partidas
por da, en cada ocasin con diferente gravedad. Una noche o un ruido mientras
lea en el nivel de navegacin, baj hasta el holofoso y encontr el casco abierto,
el balcn extendido y sin el piano y una gigantesca esfera de agua de ocho o diez
metros de dimetro flotando entre el balcn y el campo de contencin externo.
Qu diablos haces?
Es divertido dijo una voz desde el interior de la palpitante burbuja de
agua. Una cabeza con cabello mojado hendi la superficie, colgando cabeza
abajo a dos metros del piso del balcn. Entra exclam la nia. El agua
est tibia.
Me alej de esa aparicin, apoy ando mi peso en la baranda y tratando de no
pensar en lo que pasara si esa burbuja localizada del campo fallaba por un
segundo.
A. Bettik ha visto esto?
La nia se encogi de hombros. Ms all del balcn estallaban los fuegos de
artificio fractales, arrojando increbles colores y reflejos sobre la esfera de agua.
La esfera era una gran burbuja azul con retazos ms claros en la superficie y el
interior, donde palpitaban burbujas de aire. Me recordaba fotos de Vieja Tierra.
Aenea hundi la cabeza, su silueta borrosa atraves el agua un momento y
emergi cinco metros ms arriba en la superficie curva. Algunos glbulos ms
pequeos saltaron y cay eron a la superficie de la esfera ms grande, arrastrada
supuse por la diferencial de campo, enviando complejas ondas concntricas
por la superficie del globo de agua.
Entra repiti la nia. Lo digo en serio.
No tengo traje.
Aenea flot un segundo, se arque y se sumergi. Cuando emergi, cabeza
arriba desde mi perspectiva, dijo:
Quin tiene traje? No lo necesitas!
Yo saba que no bromeaba porque haba entrevisto sus vrtebras y costillas, y
su breve trasero de varn reflejaba la luz fractal como dos pequeos hongos
blancos asomando en un estanque. Vista de atrs, nuestra protomesas de doce
aos era sexualmente tan atractiva como ver holos de los nietos de una ta lejana
en la baera.
Entra, Raul! insisti, y se lanz hacia el lado opuesto de la esfera.
Vacil slo un segundo antes de quitarme la bata y la ropa. No slo conserv
mis calzoncillos, sino la camiseta que a menudo usaba como pijama.
Por un instante permanec en el balcn, sin saber cmo meterme en esa
esfera que flotaba encima de m.
Salta, torpe! grit una voz desde el arco superior de la esfera.
La transicin a gravedad cero comenzaba a un metro y medio de altura. El
agua estaba helada.
Gir, grit, sent que en mi cuerpo se encoga todo aquello que se poda
encoger, y me puse a chapotear, tratando de mantener la cabeza por encima de
la superficie curva. No me sorprendi que A. Bettik saliera al balcn para
averiguar a qu venan tantos gritos. Se cruz de brazos y se apoy en la baranda,
cruzando las piernas.
El agua est tibia! ment, mientras me castaeteaban los dientes.
Entra!
El androide sonri y sacudi la cabeza como un padre paciente. Me encog de
hombros, di media vuelta y me sumerg. Tard un par de segundos en recordar
que nadar es como moverse en gravedad cero, que flotar en el agua en gravedad
cero es como nadar en otra parte. De cualquier modo, la resistencia del agua
Ese mismo da hice un inventario del contenido de los armarios del nivel de la
cmara de presin. Haba ms cosas de las que haba visto en una primera
inspeccin, y algunos objetos eran tan arcaicos que tuve que preguntar a la nave
para qu servan. La may ora de los elementos de equipo extravehicular eran
obvios: trajes espaciales y trajes para atmsferas inhspitas, cuatro aeromotos
pulcramente plegadas, resistentes lmparas de mano, equipo de camping,
mscaras osmticas y equipo de buceo con aletas y arpones, un cinturn EM,
tres cajas de herramientas, dos kits mdicos bien equipados, seis conjuntos de
gafas de visin nocturna e infrarroja, igual nmero de auriculares livianos con
micrfonos, videocmaras y comlogs.
Estos aparatos me indujeron a interrogar a la nave; en un mundo sin esfera de
datos, nunca haba usado esas cosas. Los comlogs iban desde los anticuados
brazaletes plateados y delgados que estaban en boga dcadas atrs hasta
antiqusimos artilugios macizos del tamao de un libro pequeo. Todos se podan
usar como comunicadores y eran capaces de almacenar gran cantidad de datos,
hurgar en la esfera de datos local y sobre todo los ms viejos de conectarse
con repetidoras planetarias de ultralnea va control remoto, dando acceso a la
megaesfera.
Sostuve en la palma uno de los brazaletes. Pesaba mucho menos que un
gramo. Intil. Por lo que comentaban los cazadores, volvan a existir algunos
mundos con primitivas esferas de datos. Vector Renacimiento era uno de ellos,
pero las repetidoras de ultralnea haban sido inservibles durante casi tres siglos.
La ultralnea la banda comn de comunicacin ultralumnica que usaba la
el cargador contena cinco por vez y cada huevo contena varios miles de
dardos. Era un buen arma para alguien que no fuera necesariamente buen
tirador.
El arma final me asombr. Tena su propia funda de cuero engrasado. La
desenfund con dedos trmulos. La conoca slo por libros antiguos: una pistola
semiautomtica calibre 45, con esos cartuchos reales que venan en estuches de
bronce, no una plantilla-cargador que las creaba a medida que el arma
disparaba; tena culata con vietas, mirilla de metal, acero azul. Hice girar el
arma en mis manos. Deba de tener ms de mil aos.
Mir el estuche donde la haba encontrado: cinco cajas de cartuchos calibre
45, cientos de municiones. Pens que tambin deban de ser antiguas, pero
encontr la etiqueta del fabricante: Lusus. Unos tres siglos.
Brawne Lamia no portaba una antigua 45, segn los Cantos? Ms tarde,
cuando le pregunt a Aenea, la nia dijo que nunca haba visto a su madre con un
arma.
Aun as, esta pistola y la pistola de dardos parecan armas que podamos
llevar con nosotros. No saba si los cartuchos 45 an serviran, as que llev uno al
balcn, advert a la nave que el campo externo deba impedir que el proy ectil
rebotara, y hal el gatillo. Nada. Luego record que esos aparatos tenan un
seguro manual. Lo encontr, lo destrab y prob de nuevo. Por Dios, era
ensordecedor. Pero las balas an funcionaban. Guard el arma en su funda y me
enganch la funda al cinturn. Era agradable sentirla encima. Desde luego,
cuando hubiera disparado la ltima bala 45, debera despedirme de ella para
siempre a menos que encontrara un club de armas antiguas que las fabricara.
No planeo disparar cientos de balas , pens en el momento. Si hubiera
sabido
Ms tarde, cuando me reun con la nia y el androide, les mostr la escopeta
y el rifle de plasma que haba escogido, la pistola de dardos y la 45.
Si vamos a merodear por lugares extraos e inhabitados, deberamos ir
armados dije.
Les ofrec la pistola de dardos, pero ambos rehusaron. Aenea no quera
armas; el androide seal que no poda usar un arma contra un ser humano, y
confiaba en que y o estuviera cerca si una fiera lo persegua.
De mala gana, guard el rifle, la escopeta y la pistola.
Yo llevar esto dije, palpando la 45.
Va bien con tu ropa dijo Aenea con una leve sonrisa.
26
Durante los ciento cuarenta y dos das en que el padre capitn De Soy a
aguarda que la nia entre en el sistema de Renacimiento, suea con ella todas las
noches. La ve claramente tal como era cuando la encontr en la Esfinge de
Hy perion: delgada como un sauce, ojos alertas pero no aterrados a pesar de la
tormenta de arena y las figuras amenazadoras que la esperaban, las manitas
alzadas como para taparse la cara o correr a abrazarlo. En sus sueos a menudo
ella es su hija y recorren las atestadas calles-canales de Vector Renacimiento,
hablando de la hermana may or de De Soy a, Mara, a quien han enviado al
centro mdico San Judas, en Da Vinci. En sus sueos De Soy a y la nia caminan
de la mano por las calles cercanas al enorme complejo mdico mientras l le
explica que ahora piensa salvar la vida de su hermana, que no piensa permitir
que Mara muera como la primera vez.
En la realidad, Federico de Soy a tena seis aos estndar cuando l y su
familia llegaron a Vector Renacimiento desde la aislada regin de Llano
Estacado, en el provinciano mundo de Madre de Dios. Casi todos los escasos
habitantes de ese mundo desrtico y pedregoso eran catlicos, pero no catlicos
renacidos de Pax. La familia De Soy a haba formado parte del movimiento
mariano aislacionista y se haba ido de Nueva Madrid ms de un siglo antes,
cuando ese mundo haba votado por unirse a Pax y someter todas sus iglesias
cristianas al Vaticano. Los marianos veneraban a la Santa Madre de Cristo ms
de lo que permita la ortodoxia vaticana, as que el joven Federico haba crecido
en un mundo marginal con su devota colonia de sesenta mil catlicos herejes
que, como forma de protesta, rehusaron aceptar el cruciforme.
Entonces Mara, que tena doce aos, enferm con un retrovirus de otro
mundo que barri como una hoz la regin ganadera de la colonia. La may ora de
los que padecan la muerte roja mora a las treinta y dos horas o se recobraba,
pero Mara haba resistido, y los terribles estigmas carmeses oscurecieron sus
hermosos rasgos. La familia la haba llevado al hospital de Ciudad de la Madre,
en la ventosa extremidad sur de Llano Estacado, pero los enfermeros marianos
de all no podan hacer nada salvo rezar. En Ciudad de la Madre haba una misin
de cristianos renacidos, discriminada pero tolerada por los lugareos, y el
sacerdote un hombre bondadoso llamado padre Maher rog al padre de
Federico que permitiera a su hija moribunda aceptar el cruciforme. Federico era
demasiado pequeo para recordar los detalles de las intensas discusiones de sus
padres, pero recordaba que toda la familia su madre y su padre, sus otras dos
hermanas y su hermano menor estaban de rodillas en la iglesia mariana,
rogando la gua e intercesin de la Santa Madre.
Los otros hacendados de la Cooperativa Mariana de Llano Estacado
recaudaron el dinero para enviar a toda la familia a uno de los famosos centros
cumplir su tarea.
Los cuatro se renen al cabo de una semana, cada cual con su capelln y
consejero. El sargento Gregorius considera que esto es innecesario; ansa volver
a sus deberes, pero De Soy a y los otros dos aceptan de buen grado estos das
adicionales de descanso y recuperacin.
El San Antonio se traslada horas despus que el Rafael, y al fin De Soy a se
rene con el capitn Sati de la nave-antorcha y el capitn Lemprire del
transporte Santo Toms Akira, que ha regresado a la base de Pax en el sistema de
Renacimiento con ms de mil ochocientos cadveres refrigerados y dos mil
trescientos heridos de la batalla de Hy perion. Los hospitales y catedrales de
Vector Renacimiento y las bases orbitales de Pax inician de inmediato las
operaciones y resurrecciones.
De Soy a est junto a la cama de la comandante Barnes-Avne cuando ella
recobra la vida y la consciencia. La mujer menuda y pelirroja parece otra
persona, disminuida al extremo de que el corazn de De Soy a se estruja de
compasin. La comandante tiene la cabeza rapada, la piel roja y lustrosa, y slo
viste una bata de hospital. Pero su porte y firmeza no han disminuido.
Qu demonios sucedi? pregunta.
De Soy a le habla de los estragos que caus el Alcaudn. Le cuenta qu
sucedi en los siete meses que l pas persiguiendo a la nia durante los cuatro
meses que Barnes-Avne pas en almacenaje y trnsito desde Hy perion.
Realmente lo ha jodido todo, no? dice la comandante.
De Soy a sonre. Hasta ahora, la comandante es la nica que le habla con
franqueza. l es muy consciente de haber mantenido las metafricas relaciones
carnales: dos veces dirigi una operacin de Pax destinada a capturar a la nia, y
en ambas fracas. De Soy a espera, en el mejor de los casos, que lo separen de
su puesto, en el peor, que lo sometan a corte marcial. Con esa finalidad, cuando
un correo Arcngel llega dos meses antes del arribo de la nia, De Soy a ordena a
los mensajeros que regresen de inmediato a Pacem para comunicar su fracaso y
volver con instrucciones de Mando de Pax. En el nterin, concluy e el padre
capitn De Soy a en su mensaje, continuar con los preparativos para la captura
de la nia en el sistema de Renacimiento.
Aqu dispone de recursos impresionantes. Adems de ms de doscientos mil
efectivos de tierra, incluidos varios miles de infantes de Pax y las brigadas de
guardias suizos que sobrevivieron a Hy perion, De Soy a tiene vastas fuerzas
martimas y espaciales. En el sistema de Renacimiento, y sometidas a su mando
papal, hay veintisiete naves-antorcha ocho de ellas clase Omega as como
ciento ocho naves exploradoras, seis naves C3 con sus treinta y seis escoltas, el
portanaves Saint-Malo con ms de doscientos cazas espacio/aire Escorpin y
siete mil tripulantes, el anticuado crucero Orgullo de Bressia, rebautizado Jacob,
dos transportes de tropas adems del Santo Toms Akira, una veintena de
destructores clase Bendicin, cincuenta y ocho piquetes de defensa de permetro
tres de ellos bastaran para defender todo un mundo o un grupo de tareas mvil
de un ataque y ms de cien naves menores, incluidas fragatas que son
mortferas en combate cercano, barreminas, correos, naves remotas y el Rafael.
Tres das despus de despachar el segundo Arcngel a Pacem, y siete semanas
antes del arribo de Aenea, llega el grupo REYES, el Melchor, el Gaspar y el
viejo navo del padre capitn De Soy a, el Baltasar. De Soy a se conmueve al ver
a sus viejos compaeros, pero comprende que ellos estarn presentes durante su
humillacin. No obstante, va en el Rafael para saludarlos mientras todava estn a
seis UAs de Vector Renacimiento, y lo primero que la madre capitana Stone
hace cuando l llega al Baltasar es entregarle la bolsa de pertenencias personales
que l tuvo que dejar. Encima de sus ropas cuidadosamente plegadas y envueltas
en espuma, est el unicornio de porcelana de su hermana Mara. De Soy a es
franco con el capitn Hearn, la madre capitana Boulez y la madre comandante
Stone. Describe los preparativos que ha realizado pero les dice que sin duda un
nuevo comandante llegar antes del arribo de la nave de la nia. Dos das
despus se desmienten sus palabras. El correo clase Arcngel se traslada al
sistema con dos personas a bordo: la capitana Marget Wu, asistente del almirante
Marusy n, y el padre jesuita Brown, consejero especial de monseor Lucas Oddi,
subsecretario de Estado del Vaticano y confidente del secretario de Estado, el
cardenal Simon Augustino Lourdusamy. La capitana Wu trae rdenes selladas
para De Soy a, con instrucciones de que se abran aun antes de la resurreccin de
la oficial. De Soy a las abre de inmediato. Las instrucciones son simples: debe
continuar con su misin de capturar a la nia, no quedar relevado de su puesto,
y la capitana Wu, el padre Brown y otros dignatarios que lleguen al sistema slo
estarn all para observar y para subray ar si fuere necesario la plena
autoridad del padre capitn De Soy a sobre todos los oficiales de Pax en
persecucin de esta meta.
Esta autoridad se ha aceptado a regaadientes en los ltimos meses. Hay tres
almirantes de la flota y once comandantes de las fuerzas terrestres de Pax en el
sistema de Renacimiento, y ninguno est habituado a recibir rdenes de un mero
padre capitn. Pero han odo y obedecido el disco papal. En las semanas finales,
De Soy a revisa sus planes y se rene con comandantes y dirigentes civiles de
todos los niveles, incluidos los alcaldes de Da Vinci y Benedetto, Toscanelli y
Fioravante, Botticelli y Masaccio.
En las ltimas semanas, con los planes trazados y las fuerzas asignadas, el
padre capitn De Soy a encuentra tiempo para la reflexin y las actividades
personales. A solas, lejos del caos controlado de las reuniones de estado may or y
27
No s qu nos hizo subir al dormitorio del cnsul en el pice de la nave para
observar la traslacin al espacio normal. La enorme cama la cama donde y o
haba dormido las ltimas semanas estaba en el centro de la habitacin, pero se
plegaba formando una especie de divn, y eso hice ahora. Detrs de la cama
haba dos cubculos guardarropa y lavabo, pero cuando el casco se pona
transparente estos cubculos eran slo bloques oscuros contra el campo estelar.
Mientras la nave abandonaba las velocidades Hawking, pedimos que el casco se
hiciera transparente.
Lo primero que vimos, antes de que la nave iniciara su rotacin disponindose
a desacelerar, fue el mundo de Vector Renacimiento, tan cerca que era un disco
blanco y azul en vez de una mancha borrosa, con dos de sus tres lunas visibles. El
sol de Renacimiento brillaba a la izquierda del planeta y sus lunas. Se vean
veintenas de estrellas, lo cual era inusitado, pues el resplandor del sol
habitualmente oscureca el cielo y slo dejaba ver las estrellas ms brillantes.
Aenea coment esto.
No son estrellas dijo la nave mientras completaba su lenta rotacin.
El motor de fusin se activ mientras inicibamos la desaceleracin y el
descenso hacia el planeta. Normalmente no habramos salido de C-plus tan cerca
de un planeta y sus lunas sus pozos de gravedad volvan muy peligrosas las
velocidades de entrada, pero la nave nos haba asegurado que sus campos
mejorados podan manejar cualquier inconveniente. Pero no este problema.
No son estrellas repiti la nave. Hay ms de cincuenta naves dentro de
un radio de cien mil kilmetros. Hay docenas ms en posiciones orbitales de
defensa. Tres de esas naves (naves-antorcha, a juzgar por su signatura de fusin)
estn a menos de doscientos kilmetros y se estn acercando.
Nadie dijo una palabra. No era preciso que la nave nos diera este ltimo dato.
Las tres estelas de fusin parecan estar encima de nosotros, ardiendo sobre
nuestra nave como llamas de soplete.
Nos estn saludando dijo la nave.
Canal visual? pregunt Aenea.
Audio solamente. La voz de la nave sonaba ms cortante que de
costumbre. Era posible que una IA sintiera tensin?
Oigmoslo dijo la nia.
La voz estaba diciendo la nave que acaba de entrar en el sistema de
Renacimiento . Era una voz familiar. La habamos odo en el sistema de Parvati.
El padre capitn De Soy a.
Atencin, la nave que acaba de entrar en el sistema de Renacimiento ,
repiti.
De qu nave viene la llamada? pregunt A. Bettik, observando las tres
perfecta sincrona con las cuatro naves del centro, hay ms de una docena de
naves-antorcha bajo el atento mando del capitn Sati, a bordo del San Antonio.
Diez mil kilmetros ms all, en torno de un permetro de rotacin lenta, tambin
desacelerando en el espacio cislunar de Vector Renacimiento, estn los
destructores clase Bendicin, tres de los seis navos C3, y el portanaves SaintMalo, en el cual De Soy a observa los acontecimientos desde el Centro de Control
de Combate.
Habra preferido estar con el grupo REYES, aproximndose al blanco, pero
comprendi que era inadecuado estar en ese puesto. Habra sido irritante para la
madre capitana Stone ascendida tan slo una semana atrs por el almirante
Serra que socavaran de ese modo su primera misin como comandante.
De Soy a observa desde el Saint-Malo, mientras el Rafael gira en rbita de
Vector Renacimiento con los piquetes de defensa y los cazas protectores.
Pasando de la atestada y rojiza realidad del CCC del Saint-Malo a la vista azulada
del espacio tctico, ve las chispas en medio de esa rueda rotativa de naves, las
docenas de naves colocadas en una esfera gigante para impedir la fuga de la
nave de la nia. Volviendo su atencin al CCC, repara en las caras rojizas de los
observadores Wu y Brown, as como la comandante Barnes-Avne, que est en
contacto de haz angosto con los cincuenta infantes que van a bordo de las naves
del grupo REYES. En las esquinas del atestado Centro de Control de Combate, De
Soy a ve a Gregorius y sus dos guardias. Los tres se sienten defraudados por no
estar en las partidas de abordaje, pero De Soy a los retiene como guardias
personales para el viaje a Pacem con la nia.
De nuevo enfoca el canal de haz angosto hacia la nave de la nia.
Atencin, la nave dice, sintiendo las palpitaciones de su corazn como
ruido de fondo, fusionaremos campos dentro de treinta segundos.
Teme por la seguridad de la nia. Si algo ha de salir mal, ser en los prximos
minutos. Las simulaciones han afinado el proceso para que hay a slo un seis por
ciento de probabilidades proy ectadas de que la nia sufra algn dao, pero seis
por ciento es demasiado para De Soy a. Ha soado con ella durante ciento
cuarenta y dos noches.
De pronto la banda comn cruje y la voz de la nia sale por los altavoces del
Centro de Control de Combate.
Padre capitn De Soy a dice ella, sin imgenes visuales. Por favor no
intente fusionar campos ni abordar esta nave. Cualquier intento de hacerlo ser
desastroso.
De Soy a mira las lecturas. Quince segundos para fusin de campos. Han
pasado por esto. Ninguna amenaza de suicidio les impedir abordar esta vez.
Menos de una centsima de segundo despus de la fusin, las tres naves-antorcha
rociarn el blanco con ray os de aturdimiento.
Piense, padre capitn dice la suave voz de la nia. Nuestra nave est
controlada por una IA de tiempos de la Hegemona. Si usted nos aturde
Detener fusin de campos! ruge De Soy a, con menos de dos segundos
de tiempo. Melchor, Gaspar y Baltasar irradian seales de asentimiento.
Ustedes han pensado en silicio contina la nia, pero el ncleo IA de
nuestra nave es totalmente orgnico, del viejo tipo ADN de los bancos
procesadores. Si nos dejan inconscientes, tambin aturdirn la nave.
Maldicin, maldicin, maldicin oy e De Soy a. Al principio cree que es
l mismo, pero al volverse ve a la capitana Wu maldiciendo entre dientes.
Estamos desacelerando a ochenta y siete gravedades contina Aenea.
Si nuestra IA queda inconsciente bien, ella controla todos los campos internos,
los motores
De Soy a pasa a las bandas de ingeniera del Saint-Malo y las naves REYES.
Es verdad? Esto desmay ara a la IA?
Hay una insoportable pausa de diez segundos. Al fin la capitn Hearn, que en
la Academia obtuvo un diploma de ingeniera, habla por haz angosto.
No lo sabemos, Federico. La Iglesia ha perdido o eliminado la may ora de
los detalles de la biotecnologa IA. Es pecado mortal
S, s ruge De Soy a, pero est diciendo la verdad? Alguien tiene que
saberlo. Una IA con base de ADN corre peligro si rociamos la nave con
paralizadores?
Interviene Bramly, jefe de mquinas del Saint-Malo.
Seor, creo que los diseadores habran protegido el cerebro contra
semejante posibilidad.
Pero est seguro? pregunta De Soy a.
No, seor responde Bramly al cabo de un momento.
Pero esa IA es totalmente orgnica? insiste De Soy a.
S responde el capitn Hearn por haz angosto. Salvo por las interfaces
electrnica y de memoria de burbuja, la IA de una nave de esa poca tendra
una estructura helicoidal ADN cruzada con
De acuerdo dice De Soy a en haces angostos mltiples para todas las
naves. Mantengan sus posiciones. No permitan, repito, no permitan que la nave
cambie de curso o intente traslacin a C-plus. Si lo intenta, fusionen campos y
usen paralizadores.
El grupo REYES y las dems naves irradian unas luces de asentimiento.
Por favor, no provoque un desastre finaliza Aenea. Slo intentamos
descender en Vector Renacimiento.
El padre capitn De Soy a se comunica con ella en haz angosto.
Aenea dice afablemente, permtenos abordar y te llevaremos al
planeta.
Preferira ir por mi cuenta responde la nia.
Aenea dijo:
Nave, ests segura de que esto era parte del Tetis?
Segn mis mapas dijo la nave. Desde luego, mi memoria no
All! exclam A. Bettik, sealando el oscuro ro.
Yo no vea nada, pero evidentemente Aenea s.
Llvanos ms abajo orden a la nave. Deprisa.
Los mrgenes de seguridad y a han sido violados dijo la nave. Si
descendemos por debajo de esta altitud, podemos
Hazlo! grit la nia. Anulacin. Cdigo seis, preludio en do sostenido.
La nave se lanz hacia abajo y adelante.
Dirgete a ese arco dijo Aenea, sealando la ciudad y el oscuro ro.
Arco? pregunt. Entonces lo vi. Una curva negra, un arco de tinieblas
contra las luces de la ciudad.
A. Bettik mir a la nia.
Me tema que hubiera desaparecido que estuviera destruido.
Aenea mostr los dientes.
No pueden destruirlo. Necesitaran explosivos atmicos y tal vez ni
siquiera funcionaran. El TecnoNcleo dirigi la construccin de esas cosas. Estn
hechas para durar.
Ahora la nave avanzaba sobre sus repulsores. Vi claramente el portal
teley ector, un arco gigante sobre el ro. Un parque industrial haba crecido en
torno del antiguo artefacto, y las play as ferroviarias y los campos de almacenaje
estaban vacos excepto por el hormign rajado, las malezas, el alambre oxidado
y las mquinas abandonadas. El portal estaba a un kilmetro de distancia. A
travs de l se vean las luces de la ciudad. No, ahora pareca titilar, como si una
cortina de agua cay era desde el arco de metal.
Vamos a lograrlo! exclam.
En cuanto dije esas palabras, una violenta explosin sacudi la nave y camos
hacia el ro.
aproxmense al blanco.
Llegarn antes que nosotros dice la piloto Cook mientras tres gravedades
la aplastan contra el asiento.
Lder de patrulla area! llama De Soy a, la voz tensa bajo la carga
gravitatoria. Dispare contra el blanco. Dispare para incapacitar motores y
repulsores. Ya!
Haces energticos hienden la noche. La nave de la nia parece tropezar en el
aire, como una bestia herida en las tripas, y cae al ro a pocos cientos de metros
del portal teley ector. Una explosin de hongos de vapor se eleva en la noche.
La nave de descenso rodea la columna de vapor a una altitud de mil metros.
El aire se llena de aeronaves y soldados volantes. Un excitado parloteo llena los
canales de comunicacin.
Silencio! ordena De Soy a por banda ancha. Lder de patrulla area,
ve la nave?
Negativo responde Klaus. Demasiado vapor y desechos de la
explosin.
Hubo una explosin? pregunta De Soy a. Se dirige en haz angosto a los
piquetes de defensa que estn mil kilmetros ms arriba. Radar? Sensores?
La nave fue derribada responden.
Eso lo s, idiota replica De Soy a. Puede escudriar bajo la superficie
del ro?
Negativo responde el piquete. Demasiado trfico areo y terrestre. El
radar profundo no puede discriminar entre
Maldicin. Madre capitana Stone?
S responde su ex oficial ejecutiva desde la nave-antorcha en rbita.
Abrselo ordena De Soy a. El portal. El ro que est debajo. Abrselo
un minuto, hasta que se derrita. Espere hgalo dentro de treinta segundos.
Pasa a las bandas tcticas areas. Todas las naves y combatientes de las
inmediaciones tienen treinta segundos para alejarse. Un haz de contrapresin
barrer toda la zona. Disprsense.
La piloto Cook cumple la orden y gira abruptamente, regresando hacia el
puerto espacial a Mach 1,5.
Calma, calma! exclama De Soy a. A slo un kilmetro. Necesito
observar.
La imagen visual y el espacio tctico son una demostracin visual de la teora
del caos cuando cientos de naves y soldados se alejan del portal como
desparramados por una explosin. La zona acaba de vaciarse en el radar cuando
el haz de contrapresin baja del espacio. El cegador ray o de diez metros de
anchura hace impacto en el antiguo portal. El hormign, el acero y el
ferroplstico se funden en lagos y ros de lava a ambas orillas del ro original. El
ro mismo se convierte en vapor, enviando una onda de choque y una nube
brumosa que oscilan sobre la ciudad. Esta vez la nube con forma de hongo llega a
la estratosfera.
La capitana Wu, el padre Brown y todos los dems miran al padre capitn De
Soy a. l casi oy e los pensamientos de los dems: Debamos capturar a la
muchacha con vida.
Ignora sus miradas y pregunta a la piloto:
No estoy familiarizado con este modelo de nave. Puede detenerse en el
aire?
Unos minutos responde la piloto. Tiene el rostro lustroso de sudor debajo
del casco.
Bajemos all y detengmonos sobre el portal ordena De Soy a.
Cincuenta metros estara bien.
Seor, las ondas trmicas y de choque de las explosiones
Hgalo, teniente. La serena voz del padre capitn no deja margen para
discusiones.
Descienden. El vapor y una llovizna violenta llenan el aire, pero sus luces de
bsqueda y su radar de alto perfil apualan la superficie. El arco teley ector est
al rojo blanco, pero todava en pie.
Pasmoso jadea la comandante Barnes-Avne.
La madre capitn Stone aparece en espacio tctico.
Padre capitn, el blanco fue alcanzado, pero sigue en pie. Quiere que
efecte otro disparo?
No dice De Soy a. Debajo del arco el ro se cauteriza, y el agua regresa
a esa cicatriz recalentada. Ascienden nuevas ondas de vapor mientras las orillas
de acero y hormign fundido se confunden con las aguas. El siseo es audible por
los sensores externos. El arremolinado ro est lleno de escombros.
De Soy a observa desde el espacio tctico y los monitores y ve que los dems
lo miran de nuevo. Les haban ordenado capturar a la nia con vida y llevarla a
Pacem.
Comandante Barnes-Avne dice formalmente. Por favor, ordene a sus
tropas que desciendan e inicien una bsqueda inmediata en el ro y las zonas
vecinas.
Inmediatamente dice Barnes-Avne, activando su red de mando e
impartiendo las rdenes. Nunca aparta los ojos de la cara del padre capitn De
Soy a.
28
En los das que siguen al dragado del ro no hay ninguna nave, ningn
cadver, slo unos desechos que quizs hay an sido la nave de la nia el padre
capitn De Soy a espera una corte marcial y tal vez la excomunin. El correo
Arcngel viaja a Pacem con la noticia, y a las veinte horas la misma nave, con
otros mensajeros humanos, regresa con el veredicto de que habr una junta de
revisin. De Soy a asiente al enterarse de la noticia, crey endo que es la antesala
de su regreso a Pacem para una corte marcial y algo peor.
Asombrosamente, el afable padre Brown encabeza la junta de revisin, como
representante personal del cardenal Simon Augustino Lourdusamy, con la
capitana Wu como representante del almirante Marusy n. Otros miembros de la
junta incluy en a dos de los almirantes presentes durante la tragedia y a la
comandante Barnes-Avne. Ofrecen a De Soy a un defensor, pero l rehsa.
El padre capitn no es arrestado durante los cinco das de audiencia pero se
sobreentiende que permanecer en la base militar de Pax, en las afueras de Da
Vinci, hasta que la audiencia hay a concluido. Durante esos cinco das, el padre
capitn De Soy a camina a lo largo del ro dentro de los lmites de la base, mira
las noticias en la televisin local y los canales de acceso directo, y en ocasiones
mira el cielo, imaginando que puede adivinar dnde se encuentra el Rafael en su
rbita, vaco y silencioso salvo por sus sistemas automticos. De Soy a espera que
el prximo capitn de la nave le brinde ms honor.
Muchos amigos lo visitan: Gregorius, Kee y Rettig an son sus guardias,
aunque y a no portan armas y tambin permanecen en la base en arresto virtual.
La madre capitana Boulez, el capitn Hearn y la madre capitana Stone pasan
para darle su testimonio antes de partir para la frontera. Esa noche De Soy a
observa la estela azul de las lanzaderas que se elevan hacia el cielo nocturno, y
los envidia. El capitn Sati del San Antonio comparte una copa de vino con De
Soy a antes de regresar a su nave-antorcha y su misin en otro sistema. Incluso el
capitn Lemprire pasa despus de testificar, y la vacilante compasin de este
hombre calvo termina por encolerizar a De Soy a.
El quinto da De Soy a se presenta ante la junta. La situacin es rara: De Soy a
an tiene el disco papal y tcnicamente est a cubierto de reproches o
acusaciones, pero se sobreentiende que el papa Julio, por mediacin del cardenal
Lourdusamy, ha ordenado esta junta. El disciplinado De Soy a, militar y jesuita,
acata con humildad. No espera una exoneracin.
En la tradicin de los capitanes de barcos desde la Edad Media de Vieja
Tierra, De Soy a sabe muy bien que la moneda de las prerrogativas de un capitn
tiene dos caras: un poder casi divino sobre todo lo que hay a bordo, compensado
por la exigencia de asumir plena responsabilidad por cualquier dao que sufra la
nave o por el fracaso de una misin.
Esa noche, recorriendo el sendero de la base a orillas del ro, De Soy a intenta
imaginar qu har si lo someten a corte marcial y le impiden ejercer el
sacerdocio aunque no lo encarcelen. La idea de la libertad, despus de tamao
fracaso, es ms dolorosa que la idea del encierro. La junta no ha mencionado la
excomunin no ha mencionado ningn castigo pero De Soy a est seguro de
su condenacin, su retorno a Pacem para comparecer ante un tribunal superior y
su expulsin de la Iglesia. Slo un terrible fracaso o hereja puede provocar
semejante castigo, pero De Soy a sabe perfectamente que su fracaso ha sido
terrible.
Por la maana comparece en el edificio donde la junta ha deliberado toda la
noche. Se cuadra frente a la docena de hombres y mujeres que estn detrs de la
larga mesa.
Padre capitn De Soy a dice la capitana Wu, hablando en nombre de
todos, esta junta de revisin ha sido convocada para responder a preguntas del
29
Cuando nos derribaron a cientos de metros del portal teley ector, tuve la
certeza de que podamos darnos por muertos. El campo de contencin interna
fall en cuanto los generadores sufrieron el impacto, la pared que mirbamos se
convirti sbitamente en nuestro abajo, y la nave cay como un ascensor con los
cables cortados.
Las sensaciones que siguieron son difciles de describir. Ahora s que los
campos internos pasaron a lo que se conoca como campo de choque un
nombre bien puesto, sin duda y en los prximos minutos fue exactamente
como si estuviramos apresados en un recipiente gigante de gelatina. En cierto
sentido, as era. El campo de choque se expandi en un nanosegundo para cubrir
todos los milmetros cuadrados de la nave, funcionando como un acolchado que
nos mantena inmviles mientras la nave se zambulla en el ro, botaba en el
fondo lodoso, disparaba su motor de fusin creando un gigantesco penacho de
vapor y avanzaba inexorablemente en medio del lodo, el vapor, el agua y los
desechos de la implosin hasta que la nave cumpli la ltima orden que haba
recibido, atravesar el portal teley ector. Aunque pasramos tres metros bajo la
hirviente superficie del ro, ello no impeda que el portal funcionara. La nave
luego nos cont que mientras su popa atravesaba el teley ector, el agua se
recalent de repente, como si una nave de Pax la bombardeara con un ray o de
contrapresin. Irnicamente, el vapor desvi el ray o durante los milisegundos
necesarios para completar la transicin.
Entretanto, desconociendo estos detalles, y o miraba azorado. No poda cerrar
los ojos bajo la fuerza aplastante del campo de choque, y miraba los monitores
de video y el pice del casco transparente mientras el teley ector se activaba en
medio del vapor y la luz del sol se derramaba sobre la superficie del ro. De
repente atravesamos la nube de vapor, chocamos nuevamente contra rocas y un
cauce fluvial y trepamos a una play a bajo un cielo azul y soleado.
Los monitores se apagaron y el casco se puso opaco. Quedamos varios
minutos atrapados en esa negrura cavernosa. Yo flotaba en el aire, o habra
flotado en el aire de no ser por el gelatinoso campo de choque. Tena los brazos
extendidos, la pierna derecha arqueada en postura de corredor, la boca abierta en
un grito silencioso y no poda pestaear. Al principio sent miedo de la asfixia el
campo de choque estaba dentro de mi boca abierta pero pronto not que mi
nariz y mi garganta reciban oxgeno. Result ser que el campo de choque
funcionaba como las costosas mscaras osmticas usadas para el buceo en
tiempos de la Hegemona: el aire atravesaba la masa de campo que se apretaba
contra el rostro y la garganta. No era una experiencia agradable siempre
detest la idea de la asfixia, pero mi angustia era manejable. Ms perturbadora
era la negrura y la sensacin claustrofbica de estar atrapado en una pegajosa y
Cuando llegamos al corredor, vimos que aquello que haba daado el sector
del motor tambin haba causado estragos en los armarios: partes del corredor
estaban ennegrecidas y retorcidas, y el contenido de los armarios estaba
desparramado por las paredes desgarradas. La cmara de presin interna estaba
abierta, pero varios metros encima de nosotros. Tuve que trepar el ltimo tramo
vertical de corredor y arrojar la cuerda a los dems. Saltando a la cmara
externa y saliendo a la brillante luz del sol, met la mano en la cmara, encontr
la mueca de Aenea y la saqu. Un segundo despus hice lo mismo con A.
Bettik. Luego todos miramos alrededor.
Un extrao nuevo mundo! Nunca podr explicar la emocin que me
estremeci en ese momento, a pesar del choque, a pesar de las circunstancias, a
pesar de todo. Estaba mirando un nuevo mundo! El efecto fue ms profundo de
lo que haba esperado en mi anticipacin del viaje entre mundos. Este planeta era
muy parecido a Hy perion: aire respirable, cielo azul un poco ms claro que el
cielo lapislzuli de Hy perion, nubes, el ro a nuestras espaldas ms ancho
que el ro de Vector Renacimiento y jungla en ambas mrgenes,
extendindose hasta donde alcanzaba la vista a la derecha, y ms all del portal
teley ector cubierto de malezas a la izquierda. Adelante, la proa de la nave haba
abierto un surco que terminaba en una play a arenosa, y luego la jungla
empezaba de vuelta, cubriendo todo como un teln verde y harapiento sobre un
escenario estrecho.
Pero aunque todo suene familiar, todo era extrao: los aromas eran
sorprendentes, la gravedad era rara, la luz del sol demasiado brillante; los
rboles no se parecan a nada que y o conociera los describira como
gimnospermas plumosas y verdes y en lo alto bandadas de frgiles aves
blancas aleteaban alejndose del ruido que habamos provocado en nuestra torpe
entrada en este mundo.
Caminamos por el casco hasta la play a. Brisas suaves hacan ondear el
cabello de Aenea y mi camisa. El aire ola a especias sutiles, parecidas a canela
y tomillo, aunque ms suaves y sabrosas. La proa de la nave no era transparente
por fuera, aunque en ese momento no supe si la nave haba vuelto a opacar su
piel o si nunca pareca transparente desde fuera. Aun tendido de costado, el casco
habra sido demasiado alto y demasiado empinado para descender si no hubiera
cavado un surco tan profundo en la play a de arena. Us la soga para bajar a A.
Bettik a la arena, luego bajamos a la nia, y al fin me calc la mochila con el
rifle de plasma plegado encima y salt, rodando al tocar el suelo compacto.
Mi primer paso en otro mundo, y no fue un paso sino un tropezn.
La nia y el androide me ay udaron a levantarme. Aenea miraba el casco.
Cmo regresamos arriba? dijo.
Podemos construir una escalera o arrastrar un rbol cado. Tambin traje
la alfombra voladora.
dificultades inesperadas.
Los tres nos miramos.
Escrut la jungla.
El sol estaba ms bajo, y sus ray os horizontales iluminaban las copas de las
gimnospermas y suman las sombras en una tiniebla an ms profunda.
Seis meses? dije.
A menos que me tope con dificultades inesperadas repiti la nave.
Alguna idea? pregunt a mis dos camaradas. Aenea se lav los dedos en
el ro, se enjuag la cara y se alis el cabello hmedo.
Estamos en el ro Tetis dijo. Iremos corriente abajo hasta encontrar el
prximo portal teley ector.
Podemos hacer de nuevo ese truco?
Aenea se sec la cara.
Qu truco?
Hice un gesto desdeoso con la mano.
Oh, nada hacer funcionar una mquina que estuvo muerta tres siglos.
Ese truco.
Me mir gravemente.
Yo no saba si podra hacerlo, Raul. Aenea se volvi hacia A. Bettik, que
nos miraba impasiblemente. De veras.
Qu hubiera sucedido si no hubieras podido hacerlo? pregunt.
Nos habran capturado. Creo que a vosotros dos os habran soltado. Me
habran llevado a Pacem. Nadie habra tenido ms noticias de m.
Su voz indiferente y fra me estremeci.
De acuerdo dije, funcion. Pero cmo lo hiciste?
Ella movi la mano en ese gesto que y a me estaba resultando familiar.
No estoy segura. Saba por mis sueos que quizs el portal me dejara
entrar
Te dejara entrar?
S. Cre que me reconocera. Y as fue.
Me apoy las manos en las rodillas y estir las piernas, hundiendo los talones
en la arena roja.
Hablas del teley ector como si fuera un organismo inteligente, viviente.
Aenea mir el arco que estaba a medio kilmetro.
En cierto modo lo es. Es difcil de explicar.
Pero ests segura de que las tropas de Pax no pueden seguirnos?
S. El portal no se activar para nadie ms.
Enarqu las cejas.
Y cmo pasamos A. Bettik, y o y la nave?
Aenea sonri.
Estabais conmigo.
Me puse de pie.
De acuerdo, hablaremos de esto despus. Primero, creo que necesitamos
un plan. Hacemos un poco de reconocimiento, o primero sacamos nuestras
cosas de la nave?
Aenea mir las oscuras aguas del ro.
Y entonces Robinson Crusoe se desnud, nad hasta su barco, se llen los
bolsillos con galletas y regres a la costa.
Qu? dije, alzando mi mochila con mal ceo.
Nada dijo Aenea, ponindose de pie. Slo un viejo libro pre-Hgira
que me lea el to Martin. Deca que los correctores de pruebas siempre han sido
imbciles incompetentes, aun hace mil cuatrocientos aos.
Mir al androide.
T la entiendes, A. Bettik?
A. Bettik torci los labios finos en esa mueca que y o estaba aprendiendo a
interpretar como una sonrisa.
No es mi funcin entender a M. Aenea, M. Endy mion.
Suspir.
De acuerdo, volvamos al tema. Efectuamos el reconocimiento antes de
que oscurezca, o sacamos nuestras cosas de la nave?
Voto por echar un vistazo dijo Aenea. Mir la oscura jungla. Pero no
por all.
De acuerdo dije, sacando la alfombra voladora de la mochila y
desenrollndola sobre la arena. Veamos si funciona en este mundo. Alc el
comlog. De paso, qu mundo es ste, nave?
Hubo un segundo de vacilacin, como si la nave estuviera concentrada en sus
propios problemas.
Lo lamento. No puedo identificarlo, dado el estado de mis bancos de
memoria. Mis sistemas de navegacin podran guiarnos, por cierto, pero
necesitar avistar estrellas. Os puedo informar que no hay transmisiones
electromagnticas ni de microondas en esta zona del planeta. No hay satlites de
repeticin ni otros objetos artificiales en rbita sincrnica.
De acuerdo. Pero dnde estamos?
Mir a la nia.
Cmo iba a saberlo? dijo Aenea.
T nos trajiste aqu recalqu. Not que la estaba tratando con
impaciencia, pero me senta un poco impaciente.
Aenea sacudi la cabeza.
Yo slo activ el teley ector, Raul. Mi nico plan era escaparme de ese
padre capitn y todas esas naves. Eso era todo.
Y encontrar a tu arquitecto.
S.
Me senta culpable por dejar que A. Bettik se encargara de cargar con esos
bultos, pero pareca conveniente averiguar a qu distancia estaba el prximo
portal teley ector, y no pensaba permitir que la nia saliera a solas en una misin
de exploracin. Se sent detrs de m mientras y o tecleaba las hebras activadoras
y la alfombra se pona rgida y se elevaba de la arena hmeda.
Picarn dijo ella.
Suspir de nuevo y toqu las hebras de vuelo. Nos elevamos en espiral sobre
el nivel de las copas de los rboles. El sol estaba ms bajo en la direccin que
consider el oeste.
Nave dije por el comlog.
S? El tono de la nave siempre daba la impresin de que y o la
interrumpa durante una tarea importante.
Estoy hablando contigo o con el banco de datos que copiaste?
Mientras ests dentro del alcance del comunicador, M. Endy mion, ests
hablando conmigo.
Cul es el alcance del comunicador? Nos elevamos treinta metros por
encima del ro. A. Bettik nos salud desde la cmara de presin.
Veinte mil kilmetros o la curva del planeta dijo la nave. Lo que venga
primero. Como dije antes, no hay satlites de retransmisin en este mundo.
Envi la alfombra hacia delante e iniciamos el vuelo ro arriba, hacia el arco
poblado de malezas.
Puedes hablarme a travs de un portal teley ector? pregunt.
Un portal activado? dijo la nave. Imposible, M. Endy mion. Estaras a
aos-luz de distancia.
La nave se las ingeniaba para hacerme sentir estpido y provinciano.
Normalmente disfrutaba de su compaa, pero no la echara de menos cuando la
dejramos atrs.
Aenea se apoy en mi espalda y me habl al odo para hacerse entender a
pesar del silbido del viento.
Los viejos portales tenan lneas de fibra ptica. Eso funcionaba aunque
no tan bien como la ultralnea.
Es decir que podramos usar cable telefnico si quisiramos seguir
hablando con la nave cuando estemos ro abajo?
Por el rabillo del ojo, vi que sonrea. Pero esa ocurrencia tonta me hizo
pensar en algo.
Si no podemos regresar ro arriba por los portales, cmo hallamos el
camino para regresar a la nave?
Aenea me apoy la mano en el hombro. El portal se aproximaba
rpidamente.
Seguimos la lnea hasta dar la vuelta dijo por encima del ruido del viento
. El ro Tetis era un gran crculo.
Volamos ro abajo, viendo muy pocas otras play as o claros en la jungla: los
rboles y las lianas llegaban hasta la orilla. Me molestaba no saber hacia dnde
nos dirigamos, as que extraje la brjula de gua inercial de mi mochila y la
activ. La brjula me haba guiado en Hy perion, donde el campo magntico era
poco confiable, pero aqu era inservible. Al igual que el sistema de gua de la
nave, la brjula funcionaba a la perfeccin si se conoca su punto de partida, pero
nuestra visibilidad llegaba a treinta kilmetros. No haba ningn portal teley ector.
Hacia dnde? pregunt.
Sigamos un poco ms.
Asent y vir a la izquierda, permaneciendo sobre el ro. No habamos visto
indicios de vida animal salvo algunas aves blancas y esos murcilagos vegetales
rojos. Estaba pensando en los escalones del monolito rojo cuando Aenea me tir
de la manga y seal abajo. Algo muy grande se mova bajo la superficie del
ro.
El reflejo de la luz del sol en el agua nos ocultaba los detalles, pero pude
distinguir una piel correosa, algo parecido a una cola con pinchos y aletas o
zarcillos a los costados. La criatura deba de tener diez metros de longitud. Se
sumergi y la pasamos antes de poder ver ms.
Era una especie de manta de ro dijo Aenea por encima de mi hombro.
Volbamos rpidamente, y el viento haca ruido contra el campo de deflexin.
Ms grande dije.
Yo haba trabajado con mantas de ro, y nunca haba visto una tan larga ni tan
ancha. De pronto la alfombra voladora me pareci muy frgil e insustancial.
Baj treinta metros ahora volbamos muy cerca de los rboles para que una
cada no resultara fatal en caso de que la antigua alfombra decidiera
abandonarnos sin advertencia.
Doblamos otro recodo, notamos que el ro se estrechaba rpidamente, y
pronto fuimos saludados por un rugido y una muralla de espuma. La cascada no
era espectacular apenas diez a quince metros pero un gran volumen de agua
caa por ella. El ro de un kilmetro de anchura se angostaba entre peascos de
roca hasta tener slo cien metros, y el caudal era impresionante. Haba ms
rpidos sobre las rocas, y luego de un ancho remanso el ro volva a ensancharse
y a ser relativamente plcido. Por un segundo me pregunt estpidamente si la
criatura fluvial que habamos visto estara preparada para esta repentina cada.
No creo que encontremos el portal a tiempo para regresar antes del
anochecer dije. Siempre que hay a un portal ro abajo.
Hay uno dijo Aenea.
Hemos recorrido por lo menos cien kilmetros.
A. Bettik dijo que los tramos del Tetis tenan esa longitud de promedio.
Puede haber doscientos o trescientos kilmetros entre portales. Adems haba
muchos portales a lo largo de diversos ros. Los tramos del ro variaban en
longitud aun dentro del mismo mundo.
Quin te cont eso? pregunt, girando para mirarla.
Mi madre. Ella era detective. Una vez tuvo un caso de divorcio donde
sigui a un to casado y su novia tres semanas por el ro Tetis.
Qu es un caso de divorcio?
No importa. Aenea gir para mirar hacia atrs. El cabello le fustig la
30
Nuestra alfombra voladora deba de parecer un borrn durante nuestro
frentico viaje de regreso a la nave. Pregunt si la nave poda enviarnos un holo
en tiempo real del Alcaudn, pero dijo que la may ora de los sensores del casco
estaban cubiertos de fango y no tena una visin clara de la play a.
Est en la play a? pregunt.
Hace un momento, cuando sub para bajar otra carga dijo A. Bettik.
Entonces estaba en el anillo acumulador del motor Hawking dijo la nave.
Qu? No hay entrada en esa parte de la nave Call antes de ponerme
en ridculo. Dnde est ahora?
No estamos seguros dijo A. Bettik. Saldr al casco y llevar una radio.
La nave retransmitir mi voz.
Aguarda
M. Endy mion interrumpi el androide, no llam para que os
apresuraseis a regresar, sino para sugerir que alargarais vuestro paseo hasta que
la nave y y o tengamos algn indicio de las intenciones de nuestro visitante.
Qu ocurrencia la ma. Yo era el encargado de proteger a esa nia, y cuando
apareca lo que quiz fuera la mquina ms mortfera de la galaxia, decida
llevarla precisamente hacia el peligro. En ese largo da me haba comportado
como un idiota. Tend la mano para reducir la velocidad y regresar hacia el este.
La manita de Aenea intercept la ma.
No dijo. Regresaremos.
Yo sacud la cabeza.
Esa cosa
Esa cosa puede ir adonde le plazca dijo la nia con toda gravedad. Si
me buscara a m, o a ti, aparecera en la alfombra.
Esa idea me hizo mirar alrededor.
Regresemos insisti Aenea.
Suspir y regres ro arriba, reduciendo un poco la velocidad. Saqu el rifle
de plasma de la mochila e insert la culata.
No lo entiendo. Existe alguna constancia de que ese monstruo alguna vez
se fuera de Hy perion?
No lo creo dijo la nia. Se haba inclinado para apoy arme la cara en la
espalda, tratando de cubrirse del ventarrn al reducir el campo de deflexin.
Entonces qu ocurre? Te est siguiendo?
Parece lgico dijo, la voz ahogada por mi camisa de algodn.
Por qu?
Aenea se apart con tal fuerza que instintivamente estir la mano para
impedir que se cay era. Ella apart mi mano.
Raul, todava desconozco las respuestas a estas preguntas, de acuerdo? No
saba si esa cosa se ira de Hy perion, y por cierto no era lo que quera. Creme.
Te creo dije. Baj la mano hacia la alfombra, notando cun grande era
junto a su pequea mano, su pequea rodilla, su pie diminuto.
Ella apoy su mano en la ma.
Regresemos.
Correcto.
Met en el rifle un cargador de cartuchos de plasma. Los casquetes no estaban
separados, sino fundidos con el cargador hasta que se disparaban. Cada cargador
llevaba cincuenta cartuchos. Cuando se disparaba el ltimo, el cargador
desapareca. Insert el cargador de un manotazo, como me haban enseado en
la Guardia, sintonic el selector en un disparo por vez y me cercior de que el
seguro estuviera puesto. Me apoy el arma en las rodillas.
Aenea me toc los hombros y me dijo al odo:
Crees que ese rifle servir de algo contra el Alcaudn?
Mov la cabeza hacia ella.
No respond.
Volamos hacia el sol poniente.
Maldicin.
Cunta energa tienen esas aeromotos? pregunt Aenea.
Para cien horas en uso normal explic mi comlog.
La nia hizo un gesto desdeoso.
No creo que sean tan tiles, de todos modos. Una moto no significa una
gran diferencia, y quiz nunca encontremos una fuente de recarga.
Me frot la mejilla, palpndome la barba crecida. En la excitacin de ese da
me haba olvidado de afeitarme.
Pens en ello, pero si llevamos equipo, la alfombra voladora no tiene
tamao suficiente para trasladarnos a los tres con las armas y dems enseres.
Pens que la nia se opondra a que llevramos el equipo. En cambio dijo:
Llevemos todo, pero no volemos.
Qu no volemos? La idea de abrirnos paso por esa jungla me daba
escalofros. Sin una balsa inflable, o volamos o caminamos.
Todava podemos tener una balsa dijo Aenea. Podemos construir una
balsa de madera y llevarla corriente abajo no slo en este tramo del ro, sino
en todos.
De nuevo me frot la mejilla.
La cascada
Podemos trasladar nuestras cosas hasta all en la alfombra, por la maana.
Construir la balsa al pie de la cascada. A menos que no creas que podamos
construir una balsa
Mir las gimnospermas: altas, delgadas, resistentes, con el grosor ideal.
Podemos construir una balsa dije. En el Kans solamos armarlas para
llevar trastos con las barcazas.
Bien dijo Aenea. Esta noche acamparemos aqu. No ser una noche
muy larga si el da slo tiene dieciocho horas estndar. Nos pondremos en
marcha en cuanto amanezca.
Vacil un momento. No quera permitir que una nia de doce aos se
acostumbrara a tomar decisiones por todos, pero la idea pareca sensata.
Es una pena que la nave est averiada. Podramos ir ro abajo en los
repulsores.
Aenea se ech a rer.
No haba pensado en ir por el ro Tetis con esta nave dijo, frotndose la
nariz. Sera justo lo que necesitamos tan discreta como un dachshund gigante
pasando bajo arcos de croquet.
Qu es un dachshund? pregunt.
Qu es un arco de croquet? pregunt A. Bettik.
No tiene importancia. Os parece bien que nos quedemos aqu esta noche y
maana construy amos una balsa?
Mir al androide.
Me parece muy sensato dijo, aunque slo sea una parte de un viaje
totalmente insensato.
Interpretar que votas por el s dijo la nia. Raul?
De acuerdo, pero dnde dormimos esta noche? Aqu en la play a, o en la
nave, donde estaremos ms seguros?
Procurar que mi interior sea lo ms seguro y hospitalario posible esta
noche, dentro de las circunstancias dijo la nave. Dos divanes de la cubierta
de fuga pueden servir como camas, y se podran tender hamacas
Voto por acampar en la play a dijo Aenea. La nave no es refugio
contra el Alcaudn.
Mir la oscura arboleda.
Puede haber otras criaturas que no queremos conocer en la oscuridad. La
nave parece ms segura.
A. Bettik toc una caja.
Encontr algunas alarmas perimtricas dijo. Podemos ponerlas
alrededor del campamento. Me ofrezco para vigilar durante la noche. Confieso
que me agradara dormir fuera despus de tantos das a bordo.
Suspir y me rend.
Nos turnaremos para vigilar dije. Ordenemos estos trastos antes de
que oscurezca demasiado.
Los trastos incluan el equipo de campamento que y o haba pedido al
androide que bajara: una tienda de polmero, delgada como la sombra de una
telaraa, pero resistente, impermeable y liviana como para llevar en el bolsillo;
el tubo calefactor de superconductores, fro en cinco lados y capaz de cocinar
cualquier comida en el sexto; las alarmas perimtricas que A. Bettik haba
mencionado, antiguos detectores militares en versin para cazadores, discos de
tres centmetros que se clavaban en el suelo en cualquier permetro de hasta dos
kilmetros; sacos de dormir, almohadillas de espuma comprimibles, gafas
nocturnas, unidades de comunicaciones, equipos de cocina, utensilios.
Colocamos las alarmas, formando un semicrculo desde el linde del bosque
hasta la orilla del ro.
Y si esa cosa enorme sale del ro y nos come? pregunt Aenea cuando
terminamos de instalarlas. Estaba oscureciendo de veras, pero las nubes
ocultaban las estrellas. En las frondas la brisa soplaba con un sonido ms siniestro.
Si esa u otra criatura salen del ro para comernos dije, lamentars no
haberte quedado una noche ms en la nave. Puse los ltimos detectores en la
orilla del ro.
Instalamos la tienda en el centro de la play a, cerca de la proa de la nave
averiada. La microtela no necesitaba postes ni estacas; bastaba con plegar las
lneas de tela que uno quera endurecer para que los pliegues permanecieran
firmes en medio de un huracn, pero instalar una microtienda era un arte, y los
otros dos observaron mientras y o extenda la tela y plegaba los bordes en lnea
con el centro de la cpula, tan alto como para ponerse de pie, e insertaba en la
arena los bordes rgidos. Haba dejado una extensin de tela en el suelo de la
tienda, y estirndola con precisin tuvimos una entrada transparente. A. Bettik
cabece, aprobando mi destreza, y Aenea puso sacos de dormir en su sitio
mientras y o apoy aba una sartn en el cubo calefactor y abra una lata de guisado
de carne de vacuno. A ltimo momento record que Aenea era vegetariana.
Haba comido ensaladas durante las dos semanas a bordo.
Est bien dijo, asomando la cabeza por la entrada de la tienda.
Comer un poco del pan que A. Bettik est calentando, y tal vez un poco de
queso.
A. Bettik arrastraba maderas y colocaba piedras para formar una fogata.
No necesitamos eso dije, sealando el cubo calefactor y el guisado
burbujeante.
No convino el androide, pero pens que el fuego sera agradable. Y la
luz conveniente.
La luz result ser muy conveniente. Nos sentamos bajo el alero de la tienda y
miramos cmo las llamas escupan chispas hacia el cielo mientras se
aproximaba una tormenta. Era una extraa tormenta, con franjas de luces
cambiantes en vez de relmpagos. Las plidas franjas de color fluctuante
bailaban en el vientre de las nubes rozando las frondas de gimnospermas, que
giraban salvajemente en el creciente viento. El fenmeno no iba acompaado
por truenos, sino por un rumor subsnico que me pona los nervios de punta.
Dentro de la jungla danzaban globos de fosforescencia roja y amarilla, no
grcilmente como los radiantes espejines de los bosques de Hy perion, sino
nerviosamente, casi con malevolencia. A nuestras espaldas, el ro lama la play a
con olas cada vez ms furiosas. Sentado junto al fuego, el auricular en la cabeza
y sintonizado en la frecuencia de los detectores, el rifle de plasma sobre las
rodillas, las gafas nocturnas en la frente, listo para bajarlas en un segundo, debo
de haber presentado un aspecto cmico. En el momento no pareca gracioso,
teniendo en cuenta las huellas del Alcaudn en la arena.
Actu en forma amenazadora? le haba preguntado a A. Bettik minutos
antes. Haba tratado de hacerle empuar la escopeta, pues sta es el arma ms
fcil de usar para un novato, pero l se limit a conservarla a su lado cuando se
sent junto al fuego.
No hizo nada en absoluto me haba respondido. Simplemente se qued
en la play a alto, erizado de pinchos, oscuro pero reluciente. Sus ojos eran muy
rojos.
Te miraba a ti?
Miraba al este, ro abajo.
Como esperando que Aenea y y o regresramos , pens.
Nos pusimos en marcha con las primeras luces, y esa maana sent la mezcla
de fatiga, ojos arenosos, barba crecida, espalda dolorida y pura alegra que sola
embargarme despus de mi primera noche en una excursin. Aenea fue al ro a
lavarse, y se la vea ms fresca y limpia de lo que hubieran admitido las
circunstancias.
A. Bettik calent caf en el cubo, y l y y o bebimos un poco mientras la
niebla matinal se elevaba del rpido ro. Aenea bebi agua de una botella que
haba bajado de la nave, y todos comimos cereal seco de un pak de raciones.
Cuando el sol resplandeci sobre el dosel de la selva disipando la bruma,
trasladamos nuestro equipo ro abajo en la alfombra voladora. Como Aenea y y o
habamos hecho la parte divertida la noche anterior, dej que A. Bettik llevara el
equipo mientras y o sacaba ms brtulos de la nave y me aseguraba de tener lo
que necesitbamos.
La ropa era un problema. Yo haba empacado todo lo que crea necesario,
pero la nia slo tena la ropa que haba usado en Hy perion y algunas camisas
que habamos sacado del guardarropa del cnsul. Con ms de doscientos
cincuenta aos para planear el rescate de la nia, cualquiera hubiera dicho que el
viejo poeta se acordara de empacarle algunas prendas. Aenea pareca contenta
con lo que haba llevado, pero y o tema que fuera insuficiente si nos sorprenda el
fro o la lluvia.
En esto nos ay ud el armario de equipo extravehicular. All haba forros para
trajes espaciales, y el ms pequeo le sentaba bastante bien a la nia.
El material de microporos la mantendra abrigada y seca salvo en las
condiciones ms rticas. Tambin cog un forro para el androide y para m;
pareca absurdo llevar ropa invernal en el calor tropical de ese da, pero nunca se
saba. Tambin haba un viejo chaleco del cnsul en el armario, largo pero con
ms de una docena de bolsillos, broches, argollas, compartimientos secretos con
cremallera.
Tambin encontramos dos sacos para especmenes geolgicos que eran
excelentes mochilas. Aenea cogi una para cargar las prendas y enseres
adicionales.
Yo todava estaba convencido de que tena que haber una balsa en el interior,
pero por ms que hurgu en los compartimientos no la encontr.
No haba muchas otras play as entre la nave y la cascada, pero haba un buen
sitio al pie de la cascada, en el lado sur, donde el ro se ensanchaba formando un
perezoso estanque ms all de los rpidos. Fue all donde A. Bettik desempac
nuestro equipo de camping y el primer cargamento. El estruendo de la cascada
era ensordecedor cuando bajamos la ltima caja. Cog el hacha y mir las
gimnospermas ms cercanas.
Estaba pensando murmur A. Bettik, con voz tan suave que el fragor de
la cascada apenas me permita orle.
Me detuve con el hacha en el hombro. El sol estaba muy fuerte, y la camisa
y a se me pegaba al cuerpo.
El ro Tetis estaba destinado a los cruceros de placer continu el androide
. Me pregunto cmo se las apaaban los cruceros de placer con eso. Seal
la rugiente cascada.
Lo s dijo Aenea. Yo estaba pensando lo mismo. Entonces tenan
barcazas de levitacin, pero no todos los que recorran el Tetis las usaban. Habra
sido embarazoso ir en un crucero romntico y andar sobrevolando cascadas con
tu novia.
Me qued mirando la espuma irisada de la cascada y me pregunt si y o era
tan inteligente como a veces crea. Esto no se me haba ocurrido.
El Tetis no se ha usado en tres siglos estndar dije. Tal vez la cascada
sea nueva.
Tal vez dijo A. Bettik, pero lo dudo. Estas cascadas parecen formadas
por desplazamientos tectnicos que corren muchos kilmetros al norte y al sur
por la jungla. Ves la diferencia de elevacin? Y han sufrido erosin durante
mucho tiempo. Ves el tamao de aquellas rocas en los rpidos? Yo creo que esto
ha estado aqu desde que existe el ro.
Y no figura en tu gua del Tetis? pregunt.
No dijo el androide, examinando el libro. Aenea lo cogi.
Tal vez no estemos en el Tetis suger. Ambos me miraron. La nave no
pudo examinar las estrellas. Y si estamos en un mundo que no figuraba en la
excursin original por el Tetis?
Aenea asinti.
Pens en ello. Los portales son los mismos en el resto del Tetis de hoy,
pero cmo saber si el TecnoNcleo no tena otros portales otros ros
conectados por teley ector?
Baj el hacha y me apoy en el mango.
En tal caso, estamos en apuros dije. Nunca encontrars a tu arquitecto,
y nunca encontraremos nuestro camino de regreso a la nave y a casa.
Aenea sonri.
Es demasiado pronto para preocuparnos por eso. Han pasado tres siglos. Tal
vez el ro abri un nuevo cauce desde los das del Tetis. O quizs hay a un canal y
esclusas que pasamos por alto porque la selva creci encima. No tenemos que
preocuparnos por esto ahora. Slo tenemos que ir ro abajo para ver si hay otro
portal.
Alc un dedo.
Otra idea dije, sintindome un poco ms listo que un momento antes.
Y si nos tomamos el trabajo de construir una balsa y encontramos otra cascada
agua.
Aenea haba demostrado cierta fascinacin con la microtienda, y tuve que
admitir que la montaba con una destreza may or de la que y o haba demostrado
en tantos aos de usar esas cosas. Era accesible desde el timn, con un toldo
delante que nos guareca del sol y la lluvia sin estorbar la visin, y tena bonitos
aleros en ambos lados para guardar las otras cajas de equipo seco. Aenea y a
haba extendido nuestros cojines de espuma y sacos de dormir en varios rincones
de la tienda; la plataforma del centro, desde donde tenamos la mejor vista de
delante, ahora inclua una losa de un metro de anchura que servira para apoy ar
nuestros utensilios de cocina y el cubo calefactor; una de las lmparas de mano
oficiaba de farol y colgaba de un nudo central. El efecto general era acogedor.
La nia no slo pas la tarde haciendo una tienda acogedora. Quiz y o
esperaba que ella mirase mientras los dos hombres sudaban haciendo el trabajo
pesado y o me haba desnudado hasta la cintura para trajinar en el calor,
pero Aenea se nos sum casi de inmediato, arrastrando troncos hasta el punto de
ensamblaje, cortndolos, clavando clavos, colocando pernos y articulaciones y
ay udando en la construccin.
Seal que el modo en que me haban enseado a armar un timn era
ineficiente, pues si la base del trpode era ms baja y estaba a may or distancia
podra mover la prtiga con may or facilidad y mejor efecto. Dos veces me
mostr diferentes modos de sujetar los travesaos de la parte inferior de la balsa
para que estuvieran ms ceidos y fueran ms resistentes. Cuando
necesitbamos dar forma a un leo, Aenea se encargaba de ello con el machete,
y A. Bettik y y o slo podamos apartarnos para no recibir la lluvia de astillas.
Pero aunque los tres trabajamos con ahnco, atardeca cuando la balsa estuvo
terminada y el equipo cargado.
Podramos acampar aqu esta noche y zarpar temprano por la maana
dije.
Aun mientras lo deca, supe que no quera hacer eso. Tampoco queran ellos
dos. Subimos a bordo y nos alejamos de la costa con la larga prtiga que y o
haba escogido como fuente de locomocin cuando fallara la corriente. A. Bettik
timoneaba, y Aenea permaneci cerca del frente de la balsa, buscando esquistos
o rocas ocultas.
Durante la primera hora, el viaje fue mgico. Despus del trrido calor de la
jungla y la abrumadora fatiga de ese da, era paradisaco bogar en la lenta balsa,
empujar de cuando en cuando contra el lodo del ro y mirar el paso de las
oscuras paredes de jungla. El sol se puso a nuestras espaldas, durante unos
minutos el ro estuvo rojo como lava derretida, y las gimnospermas de ambas
orillas llamearon reflejando la luz. Luego el cielo gris se oscureci y pronto
qued cubierto de nubes, igual que la noche anterior.
Me pregunto si la nave habr logrado estudiar las estrellas dijo Aenea.
La nia haba montado y asegurado la tienda con destreza o con suerte, pues
ni una vez se pleg ni se afloj. Digo que me acurruqu junto a ellos, pero en
realidad los tres estbamos ocupados sosteniendo cajas mientras la balsa se
zamarreaba y giraba en redondo. Ignorbamos en qu direccin bamos, si la
balsa estaba segura en medio del ro o se diriga a las rocas de un rpido, o bien si
enfilaba hacia un acantilado porque el ro viraba mientras nosotros seguamos en
lnea recta. Ya no importaba a esas alturas: slo queramos conservar nuestro
equipo, no caer por la borda y mantener a la vista a los otros dos.
En un punto con un brazo sobre las mochilas y la mano en el cuello de la
nia, que se estir para recobrar un cacharro que sala despedido de la tienda
mir al frente de la balsa y comprend que toda la balsa estaba bajo el agua
excepto nuestra plataforma. El viento arrojaba olas que irradiaban un fulgor rojo
o amarillo, segn el color de ese teln de relmpagos. Record algo que haba
olvidado buscar en la nave: chalecos salvavidas, dispositivos personales de
flotacin.
Poniendo a Aenea bajo el techo de la tienda, grit en medio de la tormenta:
Sabes nadar cuando no ests en gravedad cero?
Qu? Vi que sus labios formaban la palabra, pero no pude orla.
Sabes nadar?
A. Bettik nos mir desde las cajas. Chorreaba agua por la cabeza calva y la
larga nariz. Sus ojos azules parecan violetas cuando estallaban los relmpagos.
Aenea sacudi la cabeza, pero no supe si me responda negativamente o si
me daba a entender que no me oa. Su chaleco empapado chasqueaba como una
sbana mojada en una tormenta de viento.
SABES NADAR? grit a pleno pulmn. El esfuerzo me dej sin
aliento. Di frenticas brazadas. El zamarreo de la balsa nos separ y nos
aproxim.
Not que Aenea comprenda. Su largo cabello chorreaba lluvia y espuma.
Sonri y se acerc para gritarme al odo.
GRACIAS! ME GUSTARA NADAR. TAL VEZ MS TARDE.
Entonces dimos con un remolino, o tal vez el viento infl la tienda y la us
como vela para impulsar la balsa, pero lo cierto es que la balsa gir sobre s
misma, vacil y sigui girando. Renunciamos a salvar nada salvo nuestro pellejo
y nos acurrucamos en el centro de la plataforma. Not que Aenea gritaba una
especie de Hurra! de felicidad y sin darme cuenta repet el grito. Era
agradable gritar en medio del vendaval y el diluvio sin que nos oy eran, sintiendo
el eco del grito en el crneo y los huesos mientras reverberaba el rugido del
trueno. Mir a la derecha cuando un relmpago carmes ilumin el ro, vi con
asombro que la balsa esquivaba como un trompo una roca que sobresala del
agua, pero me asombr an ms ver a A. Bettik de rodillas, la cabeza echada
hacia atrs, gritando Hurra! con nosotros a voz en cuello.
31
Fascinante dijo A. Bettik.
No era la palabra que y o habra escogido, pero bast por el momento. Mi
primera reaccin fue iniciar un catlogo negativo de la situacin: no estbamos
en el mundo selvtico, no estbamos en un ro, el mar se extenda hacia el cielo
nocturno por doquier, no estbamos a la luz del da, no nos estbamos hundiendo.
La balsa se desplazaba de otro modo en este suave pero potente oleaje
ocenico, pero mi ojo de barquero not que, aunque las olas saltaban un poco
ms sobre los bordes, la madera de gimnosperma pareca flotar mejor. Me
arrodill cerca del timn y beb un sorbo de agua. La escup rpidamente y me
enjugu la boca con agua dulce de mi cantimplora. Este mar era an ms salado
que los mares de Hy perion.
Vay a murmur Aenea. Supuse que se refera a las lunas. Las tres eran
enormes y anaranjadas, pero la del centro era tan grande que la mitad de su
dimetro pareca llenar lo que y o an consideraba el cielo del este. Aenea se
puso de pie, y su silueta se recort contra el hemisferio anaranjado. Trab el
timn y me reun con los otros dos en el frente de la balsa.
El suave vaivn de las olas nos obligaba a aferrarnos al poste, donde la
camisa de A. Bettik an flameaba en el viento. La camisa blanca refulga bajo el
claro de luna y la luz de las estrellas.
Por un momento dej de ser barquero y escrut el cielo con ojos de pastor.
Las constelaciones que haban sido mis favoritas en la infancia el Cisne, el
Fulano, las Gemelas, las Semilleras y la Placa no estaban ah, o estaban tan
distorsionadas que no las reconoca. Pero s estaba la Va Lctea: la meandrosa
autopista de nuestra galaxia era visible desde el horizonte hasta el fulgor que
rodeaba las lunas. Si normalmente las estrellas eran ms tenues aun con una luna
tipo Vieja Tierra en el cielo, lo eran mucho ms con estas gigantes. Supuse que el
cielo lmpido, la falta de otras fuentes de iluminacin y el aire menos denso
ofrecan ese increble espectculo. Me costaba imaginar cmo seran esas
estrellas en una noche sin luna.
Me pregunt dnde estbamos. Tuve una corazonada.
Nave le dije al comlog. Todava ests ah?
Me sorprend cuando el brazalete me respondi.
Las secciones copiadas todava estn aqu, M. Endy mion. Puedo
ay udarte?
Los otros dos dejaron de mirar la gigantesca luna.
No eres la nave? pregunt.
Si preguntas si ests en comunicacin directa con la nave, la respuesta es
no dijo el comlog. Las bandas de comunicaciones se cortaron cuando
cruzasteis el portal teley ector. Esta versin abreviada de la nave, sin embargo,
la filosofa de mi padre.
Entiendo dije, pensando Quin demonios es Horacio? .
Mi padre era muy joven cuando escribi eso dijo Aenea. Fue su
primer poema y fue un fracaso. l quera que su hroe pastor aprendiera la
exaltacin de estas cosas: la poesa, la naturaleza, la sabidura, las voces de los
amigos, los actos valerosos, la gloria de los lugares extraos, el encanto del sexo
opuesto. Pero se detuvo antes de llegar a la verdadera esencia.
Qu verdadera esencia? pregunt. La balsa se meci con la respiracin
del mar.
El sentido de cada forma, movimiento y sonido:
explorar todas las formas y sustancias
hasta llegar a sus simblicas esencias.
Por qu esas palabras me resultaban tan familiares?
Tard un rato en recordar.
Nuestra balsa sigui surcando la noche y el mar de Mare Infinitus.
Nos dormimos de nuevo antes de que despuntaran los soles, y despus de otro
desay uno me puse a revisar las armas. La poesa filosfica a la luz de la luna
estaba bien, pero las armas certeras eran una necesidad.
No haba tenido tiempo de probar las armas de fuego a bordo de la nave ni
despus de nuestra colisin en el mundo selvtico, y me pona nervioso andar con
armas que nunca haba disparado ni afinado. En mi breve tiempo en la Guardia
Interna y mis largos aos como gua de cazadores, haba descubierto que la
familiaridad con un arma era tanto o ms importante que tener un rifle
sofisticado.
La luna ms grande an estaba en el cielo cuando se elevaron los soles,
primero la binaria ms pequea, una mota brillante en el cielo de la maana,
haciendo palidecer la Va Lctea y borroneando los detalles de la gran luna, y
luego la primaria, ms pequea que el sol de Hy perion tan parecido al Sol de
Vieja Tierra pero muy brillante. El cielo cobr un profundo color ultramarino
y luego azul cobalto, con las dos estrellas llameando y la luna anaranjada
llenando el cielo detrs de nosotros. La luz del sol converta la atmsfera de la
luna en un disco brumoso y borroneaba los rasgos de la superficie. El da se puso
ms templado, luego caluroso, luego trrido.
El mar se encresp, y las apacibles ondas se convirtieron en olas de dos
metros que hamacaban la balsa pero estaban tan separadas como para permitir
que las recorriramos sin may ores contratiempos. Tal como prometa la gua, el
mar era de un perturbador color violeta, entrecruzado por crestas de un azul
psimos campos EM, pero luego mir el indicador de carga. Rojo. Vaco. Muerto
. Maldicin.
Me desabroch el arns y los tres nos reunimos en torno de ese objeto
inservible mientras y o revisaba los cables, el pak de bateras y la unidad de vuelo.
Estaba cargado antes de que saliramos de la nave dije. El mismo
momento en que cargamos la alfombra voladora.
A. Bettik trat de aplicar un programa de diagnstico, pero con energa cero
ni siquiera eso funcionaba.
Tu comlog debera tener el mismo subprograma dijo el androide.
S? pregunt estpidamente.
Me permites? dijo A. Bettik, sealando el comlog. Me quit el brazalete
y se lo entregu.
A. Bettik abri un diminuto compartimiento que y o ni siquiera haba visto,
sac un cable minsculo con un microfilamento y lo enchuf en el cinturn.
Parpadearon luces.
El cinturn de vuelo est roto anunci el comlog con la voz de la nave.
El pak de bateras se ha agotado prematuramente, unas veintisiete horas antes.
Creo que es un fallo en las clulas de almacenaje.
Sensacional. Se puede reparar? Retendr una carga si la encontramos?
Esta unidad no dijo el comlog. Pero hay tres repuestos en el armario
de objetos extravehiculares de la nave.
Sensacional repet. Arroj el enorme cinturn por la borda. Se hundi en
las olas violceas.
Aqu est todo listo dijo Aenea. Estaba sentada con las piernas cruzadas
sobre la alfombra voladora, que flotaba a veinte centmetros de la balsa.
Quieres echar un vistazo conmigo?
No discut, sino que me sent detrs de ella, cruc las piernas y mir cmo
tecleaba las hebras de vuelo.
me siento dichoso al evocarla. Era una risa suave, pero plena, desenfadada y
meldica. La echo de menos.
A. Bettik tendra que haber venido a explorar, en lugar de hacerlo t dije.
Por qu?
Por lo que dijo antes sobre su exploracin de gran altura, es evidente que
no necesita respirar aire, y es inmune a ciertas menudencias tales como la
despresurizacin.
Aenea se apoy en m.
No es inmune a nada. Slo han diseado su piel para que sea ms resistente
que la nuestra. La piel puede actuar como traje de presin por perodos breves,
aun en el vaco, y l puede retener el aire ms tiempo. Eso es todo.
Sabes mucho sobre androides?
No. Slo le pregunt.
Se inclin hacia delante y apoy las manos en las hebras de control.
Volamos hacia el este.
Admito que me aterraba la idea de perder contacto con la balsa, de
sobrevolar ese planeta ocenico hasta que las hebras de vuelo agotaran su carga
y cay ramos al mar, quiz para ser devorados por un leviatn de boca de
lmpara. Haba programado mi brjula inercial con la balsa como punto de
partida, as que encontraramos el camino de regreso a menos que y o soltara la
brjula, lo cual era improbable porque la llevaba colgada del cuello con un
cordel. Aun as, estaba preocupado.
No vay amos demasiado lejos dije.
De acuerdo. Aenea guiaba a poca velocidad, sesenta o setenta
kilmetros, y haba descendido a un nivel donde respirbamos mejor y el aire no
estaba tan fro. El mar violeta segua vaco en un gran crculo hasta el horizonte.
Parece que tus teley ectores nos estn jugando una mala pasada dije.
Por qu dices mis teley ectores, Raul?
Bien, es a ti a quien reconocen.
Aenea no respondi.
De veras dije, crees que hay algn propsito en los mundos adonde
nos envan?
Aenea me mir por encima del hombro.
S, creo que s.
Esper. Los campos de deflexin eran mnimos a esta velocidad, as que el
viento me arrojaba el cabello de la nia en la cara.
Sabes mucho acerca de la Red? me pregunt. Acerca de los
teley ectores?
Me encog de hombros, not que ella no me estaba mirando y dije en voz
alta:
Estaban a cargo de las IAs del TecnoNcleo. Segn la Iglesia y los Cantos
de tu to Martin, los teley ectores eran una especie de conspiracin de las IAs para
usar cerebros humanos, neuronas, como una suerte de ordenador de ADN
gigante. Cada vez que un humano atravesaba los teley ectores, stos actuaban
como parsitos. Correcto?
Correcto.
De manera que cada vez que atravesamos uno de estos portales, las IAs,
dondequiera que estn, se adhieren a nuestros cerebros como enormes mosquitos
sedientos de sangre, correcto?
Equivocado dijo la nia, girando hacia m. No todos los teley ectores
eran construidos, instalados y mantenidos por los mismos elementos del Ncleo.
Los cantos del to Martin mencionan la guerra civil que mi padre descubri en el
Ncleo?
S. Cerr los ojos en un esfuerzo por recordar las estrofas de la historia
oral que y o haba aprendido. Esta vez fui y o quien recit. En los Cantos hay
una personalidad IA con quien el cbrido Keats habla en la megaesfera del
espacio de datos del Ncleo.
Ummon. As se llamaba esa IA. Mi madre viaj all una vez con mi padre,
pero fue mi mi to, el segundo cbrido Keats, quien tuvo el enfrentamiento
final con Ummon. Contina.
Para qu? T debes de conocer esto mejor que y o.
No. El to Martin no haba vuelto a trabajar sobre los Cantos cuando y o lo
conoc. Dijo que no quera terminarlos. Cuntame cmo describe lo que dijo
Ummon sobre la guerra civil en el Ncleo.
As cavilamos dos centurias
y luego cada cual sigui su rumbo:
los Estables deseaban preservar la simbiosis,
los Voltiles ansiaban exterminar a los humanos,
los Mximos postergaban la eleccin
hasta que naciera un nuevo nivel de conciencia.
El conflicto estall entonces,
la guerra se libra ahora.
Eso fue hace doscientos setenta y pico aos estndar dijo Aenea. Fue
justo antes de la Cada.
S dije, abriendo los ojos y buscando en el mar algo ms que olas
violceas.
El poema de to Martin explica las motivaciones de los Estables, los
Voltiles y los Mximos?
Ms o menos. Es difcil de seguir. En el poema, Ummon y las otras IAs del
Ncleo hablan en koans zen.
Aenea asinti.
Est bien.
Segn los Cantos, las IAs llamadas Estables queran seguir siendo parsitos
de nuestros cerebros humanos cuando usbamos la Red. Los Voltiles queran
exterminarnos. Y creo que a los Mximos les importaba un rbano mientras
pudieran seguir trabajando en la evolucin de su propio dios mquina Cmo lo
llamaban?
La IM dijo Aenea, bajando la velocidad y descendiendo. La
Inteligencia Mxima.
S. Bastante esotrico. Cmo se relaciona con nuestro trnsito por estos
portales teley ectores, siempre que encontremos otro portal?
En ese momento lo pona en duda: ese mundo era demasiado grande, ese
ocano demasiado vasto. Aunque la corriente impulsara nuestra balsa en la
direccin correcta, la probabilidad de que atravesramos el arco de cien metros
del prximo portal pareca demasiado remota.
No todos los portales teley ectores eran construidos por los Estables, as que
no todos eran, como has dicho, grandes mosquitos en nuestro cerebro.
Bien, quin ms construa los teley ectores?
Los teley ectores del ro Tetis fueron diseados por los Mximos. Eran lo
que podramos considerar un experimento con el Vaco Que Vincula. sa es la
frase del Ncleo. La usa Martin en los Cantos?
S dije. Ahora estbamos a menor altura, a slo mil metros de las olas,
pero no se vea la balsa ni nada ms.
Regresemos dije.
De acuerdo. Consultamos la brjula y fijamos el rumbo de regreso a
casa, si una balsa empapada puede llamarse as.
Nunca entend qu diablos era el Vaco Que Vincula. Una especie de
hiperespacio que usaban los teley ectores y donde se ocultaba el Ncleo mientras
se alimentaba de nosotros. Entend esa parte. Cre que lo haban destruido cuando
Meina Gladstone orden bombardear los teley ectores.
No puedes destruir el Vaco Que Vincula dijo Aenea con voz distante,
como si pensara en otra cosa. Cmo lo describe Martin?
Tiempo Planck y longitud Planck. No recuerdo con exactitud habla de
combinar las tres constantes fundamentales de la fsica: la gravedad, la constante
de Planck y la velocidad de la luz. Recuerdo que daba unas diminutas unidades de
longitud y de tiempo.
Un 1035 de metro para la longitud dijo la nia, acelerando un poco. Y
1043 de segundo para el tiempo.
Eso no me dice mucho. Joder, es demasiado pequeo y corto con perdn
de la expresin.
Quedas absuelto dijo la nia. Recobrbamos altura poco a poco.
Era poco despus del anochecer y las lunas no se haban elevado cuando
vimos luces parpadeando en el este. Corrimos al frente de la balsa y tratamos de
distinguir qu era, Aenea con los binoculares, A. Bettik con las gafas nocturnas en
amplificacin mxima y y o con la mira del rifle.
No es el arco dijo Aenea. Es una plataforma marina, enorme,
apoy ada en una especie de zancos.
Sin embargo veo el arco dijo el androide, que miraba varios grados al
norte de la luz. La nia y y o miramos en esa direccin.
El arco era apenas visible, una cuerda de espacio negativo hendiendo la Va
Lctea sobre el horizonte. La plataforma, con sus luces de navegacin para
aeronaves y sus ventanas iluminadas, estaba varios kilmetros ms cerca. Entre
nosotros y el teley ector.
Maldicin dije. Me pregunto qu ser.
El restaurante de Gus? sugiri Aenea.
Suspir.
Bien, en tal caso, creo que ha cambiado de dueo. Han escaseado los
turistas del ro Tetis en el ltimo par de siglos. Estudi la gran plataforma por la
mira del rifle. Tiene muchos niveles. Hay varios barcos amarrados apuesto
a que son barcos pesqueros. Y un par de deslizadores y otras aeronaves. Creo ver
un par de tpteros.
Qu es un tptero? pregunt la nia, bajando los binoculares.
Es una aeronave que utiliza alas mviles, como un insecto explic A.
Bettik. Eran muy populares en tiempos de la Hegemona, aunque raros en
Hy perion. Creo que tambin los llamaban liblulas.
Todava los llaman as dije. Pax tena algunos en Hy perion. Vi uno en
el casquete de hielo de Ursus. Alzando de nuevo la mira, vi las ampollas
semejantes a ojos al frente de la liblula, a la luz de una ventana. Son tpteros,
en efecto.
Creo que tendremos problemas para pasar por esa plataforma y llegar al
arco sin que nos detecten dijo A. Bettik.
Deprisa urg, dejando de mirar las luces. Bajemos la tienda y el
mstil.
Habamos reorganizado la tienda para que funcionara como refugio y pared
en el estribor de la balsa, cerca de la parte trasera para propsitos de intimidad
Nadie discuti conmigo ni se ofreci para tomar mi lugar. En tal caso, habran
logrado convencerme.
Me puse pantalones y suter oscuros, con el chaleco de caza sobre el suter,
sintindome un poco melodramtico.
El chico comando va a la guerra , murmur la parte cnica de mi cerebro.
Le dije que cerrara el pico. Conserv el cinturn con la pistola, agregu tres
detonadores y una faja de explosivo plstico, me colgu las gafas nocturnas del
cuello y me puse un auricular de comunicaciones en la oreja con el micrfono
contra la garganta para las subvocales. Probamos la unidad con Aenea. Me quit
el comlog y se lo di a A. Bettik.
Esta cosa refleja la luz estelar dije. Y la voz de la nave podra
empezar a graznar tonteras sobre navegacin estelar en un momento inoportuno.
El androide asinti y se guard el brazalete en el bolsillo.
Tienes un plan, M. Endy mion?
Trazar uno cuando llegue all dije, elevando la alfombra. Toqu el
hombro de Aenea, y el contacto fue como un shock elctrico. Haba notado ese
efecto antes, cuando nos tocbamos las manos: no era una cosa sexual, pero aun
as era elctrica.
No te dejes ver, nia le susurr. Gritar si necesito auxilio.
Me mir con seriedad bajo la brillante luz de las estrellas.
No servir de nada, Raul. No podremos llegar a ti.
Lo s, slo bromeaba.
No bromees susurr. Recuerda, si no ests conmigo en la balsa cuando
atraviese el portal, te quedars aqu.
Asent, pero la idea me asust ms que la idea de que me disparasen.
Regresar. Parece que esta corriente nos acercar a la plataforma en
cunto calculas, A. Bettik?
Una hora, M. Endy mion.
S, eso creo. La maldita luna saldr para entonces. Ya pensar en algo para
distraerlos.
Dndole otra palmada a Aenea, saludando a A. Bettik, me elev por encima
del agua.
A pesar de la increble luz estelar y las gafas de visin nocturna, fue difcil
conducir la alfombra esos pocos kilmetros. Tena que mantenerme entre las olas
dentro de lo posible, con lo cual procuraba volar a menor altura que las crestas.
Era una tarea delicada. No saba qu sucedera si atravesaba la cresta de una de
esas olas largas y lentas tal vez nada, tal vez las hebras de vuelo sufrieran un
cortocircuito, pero no tena intencin de averiguarlo.
La plataforma pareca enorme cuando me acerqu. Despus de no ver nada
ms que la balsa durante dos das en ese mar, la plataforma era enorme, en parte
de acero, pero en general de madera oscura; una veintena de pilotes la
mantenan a quince metros del oleaje. Eso me daba una idea de cmo seran las
tormentas en ese mar, y me hizo sentir an ms afortunado de no haber
enfrentado ninguna. La plataforma tena varios niveles: cubiertas y
embarcaderos donde haba por lo menos cinco barcos pesqueros, escaleras,
compartimientos iluminados debajo de lo que pareca el nivel principal, dos
torres una de ellas con una pequea antena de radar y tres pistas de
aterrizaje para aeronaves, dos de las cuales haban sido invisibles desde la balsa.
Haba una media docena de tpteros, con sus alas de liblula bajas, y dos
baja y oscura para aterrizar. Apagu las hebras de vuelo, enroll la alfombra y la
puse en la interseccin de dos vigas, cortando con el cuchillo el cordel que haba
llevado. Enfundando el cuchillo y cubrindolo con el chaleco, tuve la repentina
imagen de tener que apualar a alguien con esa arma. La idea me estremeci.
Salvo por el accidente que tuve cuando me atac Herrig, nunca haba matado a
nadie en combate cuerpo a cuerpo. Rogu a Dios no tener que hacerlo nunca
ms.
Las escaleras hacan ruido bajo mis botas blandas, pero y o esperaba que ese
chillido ocasional no se oy era en medio del chapoteo de las olas contra los pilotes
y las risotadas de arriba. Sub dos tramos de escalera, encontr una escalerilla y
la segu hasta un escotilln. No estaba cerrado con llave. Lo alc lentamente,
temiendo que hubiera un guardia sentado encima.
Alzando la cabeza despacio, vi que era la cubierta de vuelo del lado de
barlovento de la torre. Diez metros ms arriba, la antena giratoria del radar se
perfilaba oscuramente contra la rutilante Va Lctea con cada revolucin.
Sub a cubierta, venc la tentacin de andar de puntillas y camin hasta la
esquina de la torre. Haba dos grandes deslizadores amarrados a la cubierta, pero
se vean oscuros y vacos. En las cubiertas ms bajas vi la luz de las estrellas
sobre las alas de insecto de los tpteros. La luz de nuestra galaxia reluca en sus
ampollas de observacin. Sent un hormigueo en la espalda, temiendo que me
observaran, mientras sala a la cubierta superior, adhera explosivo plstico al
vientre de un deslizador, instalaba un detonador que podra activar con el
cdigo de frecuencia apropiado desde mi unidad de comunicaciones, bajaba
por la escalerilla hasta la cubierta de tpteros y repeta la operacin. Estaba
seguro de que me observaban desde una de las ventanas o troneras iluminadas,
pero no hubo gritos de alarma. Con la may or naturalidad posible, sub por la
pasarela de la cubierta inferior y me asom por la esquina de la torre.
Otra escalera conduca desde el mdulo de la torre a uno de los niveles
principales. Las ventanas eran muy brillantes y ahora slo estaban cubiertas con
sus escudos antitormenta. O ms risas, ms cantos y ruido de cacharros.
Baj la escalera, cruc la cubierta y cog otra pasarela para mantenerme
alejado de la puerta. Agachndome bajo las ventanas iluminadas, trat de
contener el aliento y calmar mi palpitante corazn. Si alguien sala por esa
primera puerta, se interpondra en mi camino de regreso a la alfombra. Toqu la
culata de la 45 enfundada y trat de tener pensamientos valerosos. En general
pensaba en estar de vuelta en la balsa. Haba instalado los explosivos de
distraccin. Qu ms quera? Comprend que senta curiosidad: si no eran
efectivos de Pax, no quera detonar el explosivo. Las bombas eran el arma
favorita de los rebeldes contra los que haba combatido en el casquete de la
Garra: bombas en las aldeas, bombas en las barracas de la Guardia Interna,
masas de explosivos en nievemviles y pequeas naves dirigidas no slo contra la
Guardia sino contra los civiles. Siempre me haba parecido cobarde y detestable.
Las bombas eran armas que no discriminaban, y mataban tanto al inocente como
al soldado enemigo. Saba que este moralismo era una tontera, y pensaba que las
pequeas cargas no tendran ms efecto que incendiar aeronaves vacas, pero no
las hara detonar a menos que fuera absolutamente necesario. Estos hombres y
quiz mujeres, y quiz nios no nos haban hecho nada.
Con dolorosa lentitud, asom la cabeza y atisb por la ventana ms prxima.
Ech un vistazo y me agach. Los ruidos de cacharros venan de una cocina
iluminada. En todo caso, haba media docena de personas all, todos hombres,
todos en edad militar, pero no tenan ms uniforme que sus paos menores y
delantales; limpiaban, apilaban y lavaban platos. Obviamente haba llegado tarde
para la cena.
Pegado a la pared, avanc por la pasarela, baj otra escalera y me detuve
frente a otra hilera de ventanas. En las sombras de un rincn donde se unan dos
mdulos, pude ver por algunas de las ventanas sin alzar la cara. Era un comedor.
Unos treinta hombres beban caf. Algunos fumaban cigarrillos. Uno pareca
beber whisky, o al menos un lquido ambarino. No me hubiera venido mal un
trago.
Muchos de ellos vestan ropa caqui, pero no pude discernir si era un uniforme
local o slo el atuendo tradicional de los pescadores deportivos. No vea
uniformes de Pax, lo cual era una gran noticia. Tal vez esto slo fuera una
plataforma de pesca, un hotel para ricachones a quienes no les molestaba pagar
aos de deuda temporal mejor dicho, que la pagaran sus amigos y parientes en
casa con tal de tener la emocin de matar una criatura grande o extica. Qu
diablos, era posible que conociera algunos de esos tos: aqu pescadores,
cazadores de patos cuando visitaban Hy perion. No quera entrar para
averiguarlo.
Sintindome ms confiado, baj por la larga pasarela, bajo la luz de las
ventanas. No pareca haber guardias. No haba centinelas. Tal vez no
necesitramos una distraccin. Bastara con pasar de largo con la balsa, con claro
de luna o sin l. Estaran durmiendo, o bebiendo y riendo, y nosotros seguiramos
la corriente hasta el portal teley ector que se vea dos kilmetros al noreste, un
borroso arco oscuro contra el cielo estrellado. Cuando llegramos al portal,
enviara un cdigo de frecuencia que no hara detonar los explosivos sino que
desarmara los detonadores.
Estaba mirando el portal cuando dobl la esquina y tropec literalmente con
un hombre que estaba apoy ado en la pared. Haba otros dos apoy ados en la
borda. Uno de ellos empuaba binoculares de visin nocturna y miraba hacia el
norte. Ambos estaban armados.
Oy e! protest el hombre con quien haba tropezado.
Lo lamento dije. Nunca haba visto esta escena en un holodrama.
32
Se cansan de la muerte. Despus de ocho sistemas estelares en sesenta y tres
das, ochenta muertes espantosas y ochenta dolorosas resurrecciones, los cuatro
hombres el padre capitn De Soy a, el sargento Gregorius, el cabo Kee y el
lancero Rettig estn cansados de la muerte y el renacimiento.
Cada vez que resucita, De Soy a se planta desnudo frente a un espejo, la piel
inflamada y reluciente como si lo hubieran despellejado vivo, tocndose con
delicadeza el cruciforme que palpita bajo la carne del pecho. En los das que
siguen a cada resurreccin, De Soy a est distrado, y las manos le tiemblan cada
vez ms. Oy e voces lejanas y no puede concentrarse, sin importar si su
interlocutor es un almirante de Pax, un gobernador planetario o un cura de
parroquia. De Soy a comienza a vestirse como un cura de parroquia, cambiando
su atildado uniforme de padre capitn por la sotana. Lleva un rosario en el
cinturn y reza continuamente, usndolo como las cuentas de los rabes. La
oracin lo calma, ordena sus pensamientos. El padre capitn De Soy a y a no
suea que Aenea es su hija; y a no suea con Vector Renacimiento y su hermana
Mara. Suea con el Armagedn, sueos pavorosos donde arden bosques
orbitales, estallan mundos y ray os de muerte recorren frtiles valles dejando slo
cadveres.
Despus de su primera visita a un mundo del ro Tetis, sabe que ha errado en
el clculo. Dos aos estndar para cubrir doscientos mundos, haba dicho en
Renacimiento, calculando tres das de resurreccin en cada sistema, una
advertencia, y luego la traslacin al siguiente. No funciona as.
Su primer mundo es Centro Tau Ceti, ex capital administrativa de la Red de
Mundos de la Hegemona. Albergaba decenas de miles de millones de habitantes
en tiempos de la Red, estaba rodeada por un anillo de ciudades y hbitats
orbitales, dispona de ascensores espaciales, teley ectores, el ro Tetis, la
Confluencia, la ultralnea y ms, era centro de la megaesfera del plano de datos
y sede de la casa de gobierno, el lugar donde turbas enfurecidas mataron a
Meina Gladstone cuando ella orden a las naves de FUERZA que destruy eran los
teley ectores de la Red, CTC result muy afectado por la Cada. Edificios
flotantes se estrellaron al caer la red de energa. Otras torres urbanas, algunas de
cientos de pisos, slo eran atendidas por teley ectores y carecan de escaleras y
ascensores. Decenas de miles murieron de hambre o cay eron antes de que un
deslizador pudiera rescatarlos. Ese mundo no tena agricultura propia e importaba
sus alimentos de mil mundos por medio de teley ectores planetarios y grandes
portales espaciales. Los disturbios del hambre duraron cincuenta aos locales en
CTC, ms de treinta estndar, y cuando finalizaron, miles de millones haban
muerto a manos humanas, sumndose a los miles de millones muertos de
hambre.
de esta lucha por el poder provincial. La arzobispo Silvaski no puede aspirar a ser
cardenal, pues despus de la excomunin de Kronenberg ningn lder espiritual
de CTC puede superar el rango de arzobispo sin ser transferido a Pacem y al
Vaticano, pero su poder actual en este sector de Pax supera el de la may ora de
los cardenales y la manifestacin terrenal de ese poder pone en su lugar a los
almirantes de la flota de Pax. Ella debe comprender esta delegacin del poder
papal en De Soy a, y volverlo inocuo para sus fines.
Al padre capitn De Soy a le importa un bledo la paranoia de la arzobispo
Silvaski y la poltica de la Iglesia en CTC. Slo le importa cortar la ruta de escape
de los portales teley ectores. Al quinto da de su estancia en Tau Ceti recorre los
quinientos metros que hay desde la catedral de San Pablo y el palacio del
arzobispado hasta el ro, parte de un tributario menor que atraviesa la ciudad en
un canal, pero antao parte del Tetis.
Los enormes portales teley ectores, todava en pie porque todo intento de
desmantelarlos prometa una explosin termonuclear, segn los ingenieros, estn
cubiertos con estandartes de la Iglesia, pero aqu estn muy juntos. El Tetis slo
tena dos kilmetros de portal a portal, pasando frente a la casa de gobierno y los
jardines del Parque de los Ciervos. El padre capitn De Soy a, sus tres guardias y
veintenas de vigilantes tropas de Pax leales a la arzobispo Silvaski se detienen ante
el primer portal y miran desde las herbosas orillas un tapiz de treinta metros el
martirio de san Pablo que cuelga del segundo portal, claramente visible ms
all de los florecientes melocotoneros de los jardines del palacio arzobispal.
Como este tramo del ex Tetis est dentro del jardn de su excelencia, hay
guardias a lo largo del canal y en todos los puentes que lo cruzan. Aunque no
prestan especial atencin a los artefactos que antao eran portales teley ectores,
los oficiales de la guardia palaciega aseguran a De Soy a que ninguna
embarcacin ni persona no autorizada han atravesado los portales, ni han sido
vistas en las orillas del canal.
De Soy a exige que pongan una guardia permanente en los portales. Quiere
que instalen cmaras para una vigilancia de veintinueve horas al da. Quiere
sensores, alarmas, cables. Los efectivos de Pax deliberan con la arzobispo y
aceptan de mala gana este leve atentado contra su soberana. De Soy a se
enfurece ante tanta politiquera.
El sexto da el cabo Kee cae presa de una misteriosa fiebre y es hospitalizado.
De Soy a cree que es resultado de la resurreccin: todos han sufrido temblores,
vaivenes emocionales y dolencias menores. El sptimo da Kee est en
condiciones de caminar e implora a De Soy a que lo saque de la enfermera y de
ese mundo, pero la arzobispo insiste en que De Soy a ay ude a celebrar una misa
may or esa noche, en honor de Su Santidad el papa Julio. De Soy a no puede
negarse. Esa noche, entre cetros y monseores de botones rosados, bajo el
gigantesco emblema de la triple corona y las llaves cruzadas de Su Santidad (que
tambin figuran en el disco papal que De Soy a lleva colgado del cuello), en
medio del humo del incienso, las mitras blancas y el retintn de las campanillas,
bajo el canto solemne de un coro de seiscientos nios, el sencillo sacerdote
guerrero de Madre de Dios y la elegante arzobispo celebran el misterio de la
crucifixin y resurreccin de Cristo. El sargento Gregorius toma la comunin de
manos de De Soy a cosa que hace cada da de la misin as como varios
otros tambin escogidos para recibir la Hostia, secreto del xito de la
inmortalidad del cruciforme en esta vida, mientras tres mil fieles oran y
observan en la luz penumbrosa de la catedral.
El octavo da abandonan el sistema, y por primera vez el padre capitn De
Soy a ansa la muerte inminente como medio de escape.
Resucitan en un nicho de Puertas del Cielo, un mundo y ermo que en tiempos
de la Red fue terraformado para brindar rboles umbros y confort. Ahora slo
brinda ftidos pantanos de lodo hirviente, una atmsfera irrespirable y la ardiente
radiacin de Vega Prima en el cielo. El imbcil ordenador del Rafael ha escogido
esta serie de viejos mundos del ro Tetis, encontrando el orden ms eficiente para
visitarlos, pues no haba pistas en Vector Renacimiento que demostraran adnde
conduca el portal, pero De Soy a nota que se aproximan cada vez ms al sistema
de Vieja Tierra, a menos de veintiocho aos-luz de CTC, un poco ms de ocho
aos-luz de Puertas del Cielo. De Soy a quisiera visitar el sistema de Vieja Tierra
aunque no hay a Vieja Tierra a pesar de que Marte y los dems planetas,
lunas y asteroides habitados se han convertido en mundos remotos y
provincianos, tan poco atractivos para Pax como Madre de Dios.
Pero el Tetis nunca pas por el sistema de Vieja Tierra, as que De Soy a debe
tragarse la curiosidad y conformarse con saber que en los prximos mundos
estar an ms cerca del sistema de Vieja Tierra.
Puertas del Cielo tambin les lleva ocho das, pero no por problemas de
poltica eclesistica interna. Hay una pequea guarnicin de Pax en rbita
planetaria, pero rara vez baja a ese mundo arruinado. En los doscientos setenta y
cuatro aos estndar transcurridos desde la Cada, la poblacin de cuatrocientos
millones se ha reducido a ocho o diez investigadores chiflados que recorren la
superficie lodosa: los enjambres xters haban asolado ese mundo aun antes que
Gladstone ordenara la destruccin de los teley ectores, fulminando la esfera de
contencin orbital, bombardeando la capital, Ciudad Lodazal, y sus bellos
jardines, rociando con plasma estaciones de generacin de atmsfera cuy a
construccin haba llevado siglos y arrasando en general ese mundo antes de que
la prdida de los teley ectores salara el terreno al extremo de que nada volvera a
crecer all.
Ahora la guarnicin de Pax custodia el planeta y ermo porque se rumorea que
posee materia prima, pero hay pocos motivos para descender all. De Soy a debe
convencer al comandante de la guarnicin el may or Leem de que es
Nadie espera para resucitarlos en el tercer sistema adonde los lleva el Rafael.
La nave Arcngel ingresa en el sistema NGCes 2629 con su cargamento de
cadveres y sus seales encendidas. No hay respuesta. Hay ocho planetas en
NGCes 2629, pero slo uno de ellos, conocido con el prosaico nombre de 26294BIV, puede soportar vida. Por los registros disponibles para el Rafael, parece
probable que la Hegemona y el TecnoNcleo se hay an tomado el trabajo de
construy endo naves robot. Lo impiden el odio de la Iglesia por las IAs y su
nfasis en el contacto humano. Por lo que sabe, slo existen tres correos clase
Arcngel: el Miguel, el Gabriel, que le haba llevado el mensaje, y el Rafael. En
el sistema de Renacimiento, quiso enviar el otro correo para la bsqueda, pero el
Miguel tena una importante misin del Vaticano. Intelectualmente, De Soy a
comprende por qu esta bsqueda es nicamente suy a. Pero han pasado casi tres
semanas y han examinado dos mundos. Un Arcngel robot podra alcanzar
doscientos sistemas y enviar la alarma en menos de diez das estndar. De este
modo, De Soy a y el Rafael tardarn cuatro o cinco aos estndar. El exhausto
padre capitn siente ganas de rer.
Siempre est la nave dice animadamente. Si continan sin ella, tienen
dos opciones, enviar la nave a otra parte, o dejarla en uno de los mundos del
Tetis.
Ellos, dice usted interviene Gregorius. Est seguro de que hay otros?
Alguien la rescat en Hy perion. Tiene que haber otros.
Podra ser toda una tripulacin xter dice Rettig. Tal vez y a estn
regresando a su enjambre, despus de dejar a la nia en cualquiera de estos
mundos. O tal vez la hay an llevado consigo.
De Soy a alza una mano para interrumpir la conversacin. Han hablado sobre
esto una y otra vez.
Creo que la nave recibi un impacto y fue averiada. Si la encontramos,
puede llevarnos a la nia.
Gregorius seala la jungla. All est lloviendo.
Hemos recorrido todo este tramo del ro entre los portales. No hay indicios
de una nave. Cuando lleguemos al prximo sistema de Pax, podemos enviar
tropas para que vigilen estos portales.
S, pero tendrn una deuda temporal de ocho o nueve meses. De Soy a
mira las estras de la lluvia en las troneras. Revisaremos el ro.
Qu? exclama el lancero Rettig.
Si tuviera una nave averiada y quisiera dejarla, no la escondera?
pregunta De Soy a.
Los dos guardias suizos miran a su comandante. De Soy a nota que les
tiemblan los dedos. La resurreccin los est afectando tambin a ellos.
Sondearemos el ro y parte de la jungla con radar dice el padre capitn.
Eso llevar un da ms, por lo menos dice Rettig.
De Soy a asiente.
Pediremos al cabo Kee que ordene al Rafael que analice la jungla con
radar profundo, en una franja de doscientos kilmetros sobre ambas orillas.
Nosotros usaremos la nave de descenso para estudiar el ro. Aqu tenemos un
sistema mas tosco, pero menos superficie que cubrir.
Los agotados guardias slo pueden asentir.
Todava en el Viejo Vecindario, sin haber salido del patio trasero de la Vieja
Tierra pre-Hgira, saltan a dos mundos terraformados que danzan en compleja
coreografa en el espacio de medio ao-luz que separa Epsilon Eridani de Epsilon
Indi.
El Experimento de Habitacin Eurasitica Omicron2-Epsilon3 haba sido un
audaz proy ecto utpico pre-Hgira para lograr la terraformacin y la perfeccin
poltica neomarxista a toda costa en mundos hostiles mientras huan de
fuerzas hostiles. Haba fracasado por completo. La Hegemona haba
reemplazado a los utopistas por bases espaciales de FUERZA y haba
De Soy a est por irse de Mare Infinitus cuando el mero azar le brinda la
clave que estaba buscando.
Es su sexagesimotercer da de bsqueda, slo el segundo da desde que han
resucitado en la estacin orbital de Pax, y el comienzo de lo que debera ser su
ltimo da en ese planeta.
Un joven parlanchn, el teniente Bary n Alan Sproul, es el enlace de De Soy a
con el mando de la flota en Setenta Ofiuca A, y al igual que todos los guas
tursticos de la historia, el joven brinda a De Soy a y sus hombres ms datos de los
que quieren conocer. Pero es un buen piloto de tpteros, y en este mundo
ocenico y en una mquina con la que est poco familiarizado, De Soy a se
alegra de ser pasajero en vez de piloto, y se relaja un poco mientras Sproul los
lleva al sur, lejos de la gran ciudad flotante de Santa Teresa, hacia las desiertas
zonas pesqueras donde todava flotan los teley ectores.
Por qu los portales estn tan alejados? pregunta Gregorius.
Ah dice el teniente Sproul, eso tiene su historia.
De Soy a mira de soslay o al sargento. Gregorius casi nunca sonre, salvo en la
inminencia del combate, pero De Soy a se ha familiarizado con cierto destello en
los ojos del hombretn que es un equivalente de una risotada estentrea.
As que la Hegemona quera construir sus portales aqu, adems de la
esfera orbital y los teley ectores pequeos que pusieron en todas partes. Una idea
tonta, verdad? Hacer pasar parte de un ro por el ocano. De todos modos, lo
queran meter en la Corriente del Litoral Medio, lo cual tiene sentido si los turistas
queran ver peces, pues all estn los leviatanes y algunos de los gigacantos ms
interesantes. Pero el problema es bastante obvio.
De Soy a mira al cabo Kee, que dormita bajo la tibia luz solar que entra por la
ventanilla del tptero.
Es bastante obvio que aqu no hay nada permanente para construir algo
grande como esos portales Y usted los ver pronto, seor, son enormes. Es
decir, estn los anillos coralinos, pero no estn afincados en nada, slo flotan y
las islas de algas, pero no son bien, si usted apoy a el pie, se hunde. All, a
estribor. All hay algamarillas. No hay muchas tan al sur. De cualquier modo, los
ingenieros de la Hegemona instalaron los portales tal como nosotros hemos
hecho con las plataformas y ciudades en los ltimos quinientos aos. Es decir,
instalan cimientos a doscientas brazas, unos trastos enormes, y luego ponen
enormes anclas filosas con cables debajo de eso. Pero aqu el fondo del mar es
problemtico. Habitualmente tiene diez mil brazas. All es donde viven los
bisabuelos de nuestros peces de superficie como el leviatn, seor monstruos a
esa profundidad, con kilmetros de longitud
Teniente dice De Soy a, qu tiene que ver todo esto con la distancia
que hay entre los portales? El zumbido casi ultrasnico de las alas de liblula
del tptero amenaza con adormilar al sacerdote capitn. Kee est roncando, y
Rettig tiene los pies alzados y los ojos cerrados. Ha sido un largo vuelo.
Sproul sonre.
A eso iba, seor. Ver usted, con ese peso y veinte kilmetros de cable,
nuestras ciudades y plataformas no van muy lejos, ni siquiera en la poca de las
grandes mareas. Pero estos portales bien, tenemos mucha actividad volcnica
submarina en MI, seor. La ecologa es totalmente diferente, crame. Algunas de
esas lombrices daran a los gigacantos una batalla, seor, de veras. De cualquier
modo, los ingenieros de la Hegemona instalaron los portales de tal modo que si
sus soportes y cables detectaban actividad volcnica debajo de ellos, bien
emigraban. Es la mejor palabra que se me ocurre.
Entonces la distancia entre los portales se ha ensanchado a causa de la
actividad volcnica del fondo del mar?
S, seor responde el teniente Sproul con una amplia sonrisa que parece
sugerir que le complace y le asombra que un oficial de la flota pueda entender
semejante cosa. Y all tiene uno dice el oficial de enlace con un gesto
ufano, ladeando el tptero en una espiral de descenso. Acerca la mquina al
antiguo arco. A veinte metros, el encrespado mar violceo lame el metal oxidado
de la base del portal.
De Soy a se frota la cara. Ninguno de ellos puede ms con la fatiga. Tal vez
deberan pasar ms das entre la resurreccin y la muerte.
Podemos ver el otro portal, por favor?
S, seor.
El tptero zumba a pocos metros del agua mientras recorre los doscientos
kilmetros que los separan del prximo arco. De Soy a se adormila, y cuando el
suave codazo del teniente lo despierta, ve el segundo portal. El sol del atardecer
proy ecta una larga sombra en el mar violceo.
Muy bien dice De Soy a. Y estn efectuando bsquedas de radar
profundo?
S, seor dice el joven piloto. Estn ensanchando el radio de bsqueda,
pero hasta ahora no han visto nada salvo algn leviatn. Eso tiene entusiasmados
a los pescadores deportivos.
Supongo que es la principal industria local comenta Gregorius desde su
asiento.
S, sargento dice Sproul, torciendo el largo cuello para mirarlo. Con la
baja de la cosecha de algas, es nuestra may or fuente de ingresos.
De Soy a seala una plataforma a pocos kilmetros de distancia.
Otra plataforma de pesca y reaprovisionamiento?
El sacerdote capitn ha pasado un da con los comandantes de Pax, repasando
informes de pequeos puestos de avanzada como ste en todo el mundo. Nadie
ha informado sobre un contacto con una nave, ni ha visto a una nia. Durante este
largo vuelo al sur, han pasado por docenas de plataformas similares.
S, seor dice Sproul. Quiere mirar un rato, o y a ha visto suficiente?
De Soy a mira el portal que se arquea sobre ellos mientras el tptero flota a
metros del mar.
Podemos regresar, teniente. Esta noche tenemos una cena formal con el
obispo Melandriano.
Sproul enarca las cejas.
No, padre capitn. Es decir, bien, durante la lucha, el suter del hombre se
rasg. Lo suficiente para que y o notara que l no era como usted y como y o,
padre capitn.
De Soy a enarca las cejas.
Quiero decir que no era de la cruz contina Powl. No tena
cruciforme. No le di mucha importancia en el momento. La may ora de estos
cazadores aborgenes no estn bautizados. De lo contrario, no seran cazadores
furtivos, verdad?
De Soy a ignora la pregunta. Aproximndose al sudoroso capitn, dice:
Y el hombre baj a la pasarela inferior y escap?
No escap, seor. Slo abord un aparato volador que deba de haber
escondido all. Toqu la alarma, por supuesto. Toda la guarnicin se present,
respondiendo a su entrenamiento.
Pero el hombre hizo volar ese aparato? Y despeg de la plataforma?
S dice el director, enjugndose la frente de nuevo y pensando
nerviosamente en su futuro o falta de l. Pero slo por un minuto. Lo vimos por
el radar y luego con nuestras gafas nocturnas. Esa alfombra poda volar, pero
cuando abrimos fuego, regres hacia la plataforma
A qu altura estaba entonces, capitn Powl?
Altura? El director frunce la frente sudada. Calculo que a veinticinco,
treinta metros del agua. Al nivel de nuestra cubierta principal. Vena
directamente hacia nosotros, padre capitn. Como si pudiera bombardear la
plataforma desde una alfombra voladora. Claro que en cierto modo lo hizo. Es
decir, las cargas que haba puesto volaron en ese instante. Nos cagamos de
miedo perdn, padre.
Contine dice De Soy a. Mira a Gregorius, que est plantado detrs del
director. Por la expresin del sargento, parece que le alegrara estrangular al
sudoroso capitn.
Bien, fue toda una explosin. Acudieron los equipos de control de incendios,
pero el lancero marino Ament, otros centinelas y y o permanecimos en nuestro
puesto de la pasarela norte.
Muy loable ironiza De Soy a. Contine.
Bien, padre capitn, no hay mucho ms dice tmidamente el hombre
sudoroso.
Usted orden disparar contra el atacante?
S, seor.
Y todos los centinelas dispararon de inmediato al recibir la orden?
S dice el director, los ojos vidriosos. Creo que todos dispararon. Eran
seis, adems de Ament y y o.
Y ustedes tambin dispararon? Insiste De Soy a.
Bien, s, la estacin estaba bajo ataque. La pista estaba en llamas. Y este
hebras de vuelo refulgen a la luz de la luna. De Soy a toca el borde del artefacto,
palpando los tajos que los dardos han abierto en la tela. Por todas partes la sangre
oscurece los complejos dibujos, opacando el fulgor de las hebras de
monofilamento superconductor. Hay jirones de lo que podra ser carne humana
apresados en las borlas de la parte trasera.
De Soy a mira a Gregorius.
Ha ledo ese largo poema llamado los Cantos, sargento?
Los Cantos? No, seor, no soy muy lector. Adems, no figura en la lista
de libros prohibidos?
Creo que s, sargento dice el padre capitn De Soy a. Se aleja de la
ensangrentada alfombra y mira las lunas que despuntan y el arco. Esta es una
pieza del rompecabezas piensa. Y cuando el rompecabezas est completo, te
atrapar, nia .
Creo que figura en la lista de prohibidos, sargento repite. Da media
vuelta y se dirige a la puerta, indicando a Rettig que enrolle la alfombra y la lleve
. Vamos dice, con nueva energa en la voz. Tenemos trabajo que hacer.
33
Mi recuerdo de los veinte minutos que pas en ese amplio y luminoso
comedor se parece mucho a esas pesadillas que todos tenemos tarde o temprano,
donde nos encontramos en un lugar de nuestro pasado pero no recordamos por
qu estamos all ni el nombre de las personas que nos rodean. Cuando el teniente
y sus dos hombres me llevaron al comedor, todo estaba teido con ese
desplazamiento onrico de lo familiar. Digo familiar porque haba pasado buena
parte de mis veintisiete aos en campamentos de cazadores y comedores
militares, en casinos y en la cocina de viejas barcas. Estaba acostumbrado a la
compaa de los hombres: demasiado acostumbrado, habra dicho entonces, pues
los elementos que detectaba en esta sala alarde, fanfarronera y el olor a
transpiracin de nerviosos tos de ciudad entregados a la venturera camaradera
masculina me haban cansado tiempo atrs. Pero pronto la familiaridad qued
desmentida por la extraeza (los acentos dialectales, las sutiles diferencias de
vestimenta, el tufo de los cigarrillos) y por el conocimiento de que me delatara
de inmediato si era preciso aludir a su dinero, su cultura o su conversacin.
Haba una cafetera alta en la mesa ms alejada nunca haba estado en un
comedor donde no la hubiera y me dirig all, tratando de actuar con
desenvoltura. Encontr una taza relativamente limpia y me serv caf. Entretanto
observaba al teniente y sus dos hombres, que me observaban a m. Cuando
parecieron convencidos de que y o estaba donde deba estar, se marcharon. Beb
un caf espantoso, not que la mano con que sostena la taza no temblaba pese al
huracn de emociones que senta y trat de decidir qu hara a continuacin.
Asombrosamente, an tena mis armas cuchillo y pistola y mi radio. Con
la radio poda detonar el explosivo plstico en cualquier momento y correr hacia
la alfombra voladora en medio de la confusin. Ahora que haba visto a los
centinelas de Pax, saba que necesitara alguna distraccin si quera que la balsa
pasara junto a la plataforma sin ser vista. Camin hacia la ventana; daba a la
direccin que habamos considerado norte, pero vea que el cielo del este
fulguraba con el inminente despuntar de las lunas. El arco del teley ector estaba a
la vista. Palp la ventana, pero estaba trabada con un pestillo o clavada. El techo
de acero corrugado de otro mdulo estaba un metro debajo de la ventana, pero
no pareca haber modo de llegar all.
Con quin ests, hijo?
Di media vuelta. Cinco hombres del grupo ms cercano se haban
aproximado, y el que me hablaba era el ms bajo y el ms gordo. Estaba
equipado para estar al aire libre: camisa de franela a cuadros, pantalones de lona,
un chaleco parecido al mo y un cuchillo para escamar pescado. Comprend que
los soldados de Pax habran visto la punta de mi funda sobresaliendo bajo el
chaleco, pero habran pensado que era la vaina de un cuchillo.
Este hombre tambin hablaba en dialecto, pero era muy diferente del que
usaban los guardias de Pax. Record que los pescadores deban de ser forasteros,
as que mi extrao acento no sera del todo sospechoso.
Klingman dije, bebiendo otro sorbo de ese caf repugnante. Esa palabra
haba funcionado con los soldados.
No funcion con estos hombres. Se miraron un instante, y el gordo habl de
nuevo.
Nosotros vinimos con el grupo de Klingman, muchacho. Desde Santa
Teresa. T no estabas en el hidrofoil. A qu ests jugando?
Sonre.
A nada. Se supona que estaba con ese grupo, pero lo perd en Santa Teresa.
Vine aqu con las Nutrias.
An no haba acertado. Los cinco hombres cuchichearon. Les o hablar varias
veces de cazadores furtivos . Dos de ellos salieron. El gordo me encaon con
un dedo rechoncho.
Yo estaba sentado all con el gua Nutria. l tampoco te ha visto nunca.
Qudate aqu, hijo.
Era precisamente lo que no hara. Dejando la taza en la mesa, dije:
No, usted espere aqu. Yo ir a hablar con el teniente para aclarar las cosas.
No se mueva.
Esto pareci confundir al gordo, que se qued en su sitio mientras y o cruzaba
el comedor, ahora silencioso, abra la puerta y sala a la pasarela.
No haba adnde ir. A mi derecha, los dos soldados de Pax con pistolas de
dardos estaban plantados frente a la baranda. A mi izquierda, el delgado teniente
con quien haba tropezado vena por la pasarela con los dos civiles y lo que
pareca un rollizo capitn de Pax.
Maldicin dije en voz alta. Subvocalizando, expliqu: Pequea, estoy
en apuros. Tal vez me capturen. Dejar el micrfono externo abierto para que
oigas. Id directamente hacia el portal. No respondis!
Lo ltimo que necesitaba en esta conversacin era una vocecilla que gorjeara
por mi auricular.
Oiga! dije, dirigindome hacia el capitn y alzando las manos como si
fuera a estrechar la suy a. Lo estaba buscando a usted.
Es l exclam uno de los dos pescadores. No vino con nosotros ni con
el grupo Nutria. Es uno de esos malditos cazadores furtivos de que nos hablaban.
Espselo le orden el capitn al teniente, y antes de que y o pudiera
zafarme, los soldados me haban aferrado por detrs y el oficial delgado me
haba puesto las esposas. Eran de las anticuadas, de metal, pero funcionaban muy
bien, aferrndome las muecas por delante y cortndome la circulacin.
En ese momento comprend que nunca servira para espa. Mi incursin en la
plataforma haba sido desastrosa. Los hombres de Pax eran chapuceros se
el borde del techo tena una opcin: el instinto me instaba a seguir rodando,
perderme de vista antes de que aparecieran esos hombres armados, y contar con
que hubiera otra pasarela abajo; la lgica me instaba a detenerme y mirar antes
de seguir rodando; la memoria sugera que no haba pasarelas en el linde norte de
la plataforma.
Busqu una solucin intermedia. Sal rodando por el borde pero me aferr al
reborde, mirando hacia abajo mientras mis dedos resbalaban. No haba cubierta
ni plataforma abajo, slo veinte metros de aire entre mis botas y las olas
violceas. Las lunas despuntaban y el mar titilaba.
Me alc para mirar la ventana que haba atravesado, vi que los soldados se
reunan all y baj la cabeza justo cuando uno disparaba. La nube de dardos pas
a un par de centmetros de mis dedos y tembl al or el furibundo zumbido de
abeja de las agujas de acero. No haba cubierta abajo, pero vi un tubo horizontal
en el costado del mdulo. Tena seis u ocho centmetros de dimetro. Haba un
hueco angosto entre el interior del tubo y la pared del mdulo, tal vez con
suficiente anchura para enganchar los dedos, siempre que el tubo no se partiera
bajo mi peso, siempre que el choque no me dislocara los hombros, siempre que
no me fallaran las manos esposadas, siempre que No pens ms. Ca. Mis
antebrazos y las esposas de acero chocaron contra el tubo, dndome una
sacudida, pero mis dedos estaban preparados y se aferraron, deslizndose por el
interior del tubo pero sosteniendo mi peso.
La segunda andanada de dardos hizo pedazos el reborde del techo y perfor
la pared externa. Astillas y esquirlas de acero volaron en el claro de luna
mientras los hombres gritaban y maldecan. O pasos en el techo.
Me hamaqu hacia la izquierda. Una cubierta sobresala bajo la esquina del
mdulo, tres metros hacia abajo y cinco metros hacia el este. Avanc con
enloquecedora lentitud. Mis hombros chillaban de dolor, mis dedos se entumecan
por falta de circulacin. Senta astillas de vidrio en el cabello y el cuero
cabelludo, y sangre en los ojos.
Los hombres que estaban encima de m trataran de llegar al borde del techo
antes de que y o pudiera alcanzar un punto por encima de la plataforma.
De repente o gritos y maldiciones, y un sector del techo se hundi. La
andanada de dardos haba socavado ese sector del techo y el peso de los hombres
lo estaba desmoronando. O que retrocedan, maldecan y encontraban otros
caminos hacia el borde.
Esta demora me dio slo diez segundos ms, pero fue suficiente para
permitirme llegar al extremo del tubo, hamacar el cuerpo un par de veces,
soltarme en el tercer vaivn y caer en la plataforma, rodando contra la baranda
este y chocando con un golpe que me quit el aliento.
Saba que no poda quedarme a recobrarlo. Me desplac rpidamente,
rodando hacia el sector oscuro de la cubierta, bajo el mdulo. Dos pistolas
dispararon. Una err y acribill las aguas quince metros ms abajo, la otra
acribill el extremo de la cubierta como cien martillos automticos golpeando al
unsono. Me puse de pie y corr, esquivando las vigas bajas y tratando de ver a
travs del laberinto de sombras. Sonaron pisadas arriba. Ellos tenan la ventaja de
conocer la configuracin de las cubiertas y escaleras, pero slo y o saba adnde
me diriga.
Me diriga a la cubierta ms oriental y ms baja, donde haba dejado la
alfombra, pero esta cubierta de mantenimiento daba a una larga pasarela que iba
de norte a sur. Cuando hube recorrido la distancia suficiente para estar a la altura
de la cubierta este, me colgu de una viga de seis centmetros de anchura, agit
los brazos esposados a izquierda y derecha para equilibrarme y cruc un sector
abierto hasta llegar al prximo poste vertical. Lo hice de nuevo, y endo hacia el
norte o el sur cuando terminaban las vigas, pero siempre encontrando otra viga
que iba hacia el este.
Se abran escotillones y sonaban pasos en las pasarelas, bajo la cubierta
principal, pero llegu primero a la cubierta este. Salt, encontr la alfombra
donde la haba dejado, la desenroll, toqu las hebras de vuelo y estuve en el aire
justo cuando se abra un escotilln encima del tramo de escaleras que bajaba a
cubierta. Me tend de bruces en la alfombra, tratando de ofrecer poco blanco
contra las lunas o las relucientes olas, tocando las hebras de vuelo torpemente a
causa de las esposas.
Mi instinto me aconsejaba volar hacia el norte, pero comprend que sera un
error. Las pistolas de dardos slo seran precisas a sesenta o setenta metros de
distancia, pero alguien poda tener un rifle de plasma o su equivalente. Toda la
atencin se concentraba ahora en el lado este de la plataforma. Lo mejor era
dirigirme al oeste o al sur.
Vir a la izquierda, descend por debajo de las vigas y pas a poca distancia
de las olas, dirigindome al oeste bajo el borde protector de la plataforma. Slo
una cubierta sobresala tanto la cubierta adonde y o haba saltado y vi que
estaba vaca en el extremo norte. Adems los dardos la haban destrozado y quiz
fuera peligroso pararse encima. Vol debajo de ella y continu hacia el oeste.
Resonaban botas en las pasarelas superiores, pero si alguien me vea tendra
problemas para apuntarme a causa de la cantidad de pilotes y vigas.
Me dirig hacia la sombra de la plataforma las lunas se haban elevado y
permanec a milmetros del agua, tratando de ocultarme detrs del oleaje. Estaba
a cincuenta o sesenta metros de la plataforma y dispuesto a suspirar de alivio
cuando o chapoteos y toses unos metros a la derecha, ms all de una ola.
Supe al instante qu era. Quin era. El teniente que haba arrojado por la
borda. Tuve el impulso de seguir volando. La plataforma era pura confusin a
estas alturas hombres gritando, otros disparando desde el norte, ms hombres
chillando al este, por donde y o haba escapado pero me pareci que nadie me
haba visto aqu. Este sujeto me haba golpeado la cabeza con su pistola y me
habra matado con gusto si sus amigotes no hubieran estado en el camino. Si la
corriente lo haba arrastrado lejos de la plataforma, mala suerte para l: no haba
nada que y o pudiera hacer.
Puedo soltarlo en la base de la plataforma, tal vez en una de las vigas de
soporte. Una vez me escap as. Puedo hacerlo de nuevo. El hombre slo haca
su trabajo. No merece morir por ello .
Es justo decir que odiaba mi conciencia en esos momentos, aunque no he
tenido tantos momentos as.
Detuve la alfombra encima de las olas. Todava estaba tendido de bruces,
bajando la cabeza y los hombros para que los hombres de la plataforma no me
localizaran. Me asom y me estir a la derecha para localizar los carraspeos y
chapoteos.
Primero vi los peces. Tenan aletas dorsales como en esos holos de los
tiburones de Vieja Tierra, o los lomos de sable canbales del mar meridional de
Hy perion, pero dos aletas en vez de una. Los vi ntidamente en el claro de luna;
parecan relucir con una docena de colores, desde las aletas hasta el largo
vientre. Tenan tres metros de longitud, se desplazaban con potentes coletazos de
depredadores y tenan dientes muy blancos.
Siguiendo a uno de esos asesinos por encima de las olas, vi al teniente.
Chapoteaba y luchaba para mantener la cabeza por encima del agua, mientras
giraba tratando de mantener a ray a a los peces multicolores.
Una de esas criaturas se lanz hacia l por el agua violeta, y el teniente la
pate, tratando de golpearle la cabeza o la aleta con la bota. El pez dio una
dentellada y se alej. Otros se estaban acercando. El oficial estaba obviamente
agotado.
Maldicin jade.
No poda dejarlo all.
Tecle el cdigo que anulaba el campo de deflexin, el minicampo de
contencin destinado a proteger del viento a los ocupantes de la alfombra. Si
quera rescatar a ese hombre, no haba razn para dejar que luchara contra el
campo EM. Me dirig hacia l y detuve la alfombra.
Ya no estaba ah. El hombre se haba hundido. Pens en buscarlo a nado, y
entonces vi sus brazos forcejeando bajo las olas. Los tiburones se aproximaban,
pero sin atacarlo por el momento. Tal vez la sombra de la alfombra los
desconcert.
Tend mis manos esposadas, encontr su mueca derecha y lo alc. Su peso
casi me tir de la alfombra, pero me ech hacia atrs, recobr el equilibrio y lo
sub hasta que pude aferrarle los pantalones y arrojarlo sobre la estera.
El plido teniente temblaba de fro y eructaba agua salada, pero pronto
respir normalmente. Eso me alegr: no saba si mi generosidad llegara al
34
Nunca haba tratado de nadar con las manos atadas frente a m. Espero
fervientemente no tener que intentarlo de nuevo. Slo la fuerte salinidad del
ocano de este mundo me mantena a flote mientras pataleaba y braceaba
rumbo al norte. No abrigaba autnticas esperanzas de llegar a la balsa; la
corriente comenzaba a ser ms fuerte a un kilmetro de la plataforma, y nuestro
plan era mantener la balsa a la may or distancia posible de la estructura sin
alejarnos del ro dentro del mar.
A los pocos minutos los tiburones multicolores comenzaron a acercarse. Sus
colores vibrantes y elctricos, tan visibles bajo las olas, y cuando uno se lanz al
ataque, dej de nadar y le pate la cabeza tal como haba visto que haca el
difunto teniente. Pareca dar resultado. Esos peces eran mortferos pero
estpidos. Atacaban uno por vez, como si siguieran un orden jerrquico, y o les
pateaba el hocico uno por vez. Pero era agotador. Estaba por quitarme las botas
justo antes del ataque del primer tiburn el pesado cuero me estaba
demorando pero la idea de patear con los pies descalzos esas ahusadas y
dentudas cabezas me haba hecho dudar. Adems comprend que no poda nadar
empuando la pistola. Las criaturas se sumergan para atacarme, siempre
viniendo desde abajo, y dud que una bala de esa vieja pistola sirviera de algo en
un par de metros de agua. Enfund la pistola, aunque pronto dese haberla
soltado. Flotando, girando para mantener las aletas dorsales a la vista, logr
quitarme las botas y las dej caer a las profundidades. Cuando atac el prximo
tiburn, pate con ms fuerza, sintiendo la aspereza de lija de la piel que cubra
su diminuto cerebro. Me lanz una dentellada pero se alej y sigui nadando en
crculos.
As fue como nad hacia el norte, detenindome, flotando, pateando,
maldiciendo, avanzando unos metros, detenindome de nuevo para girar en
crculos para aguardar un nuevo ataque. Si no hubiera sido por la combinacin de
las brillantes lunas y la reluciente piel de esas criaturas, una de ellas me habra
arrastrado hacia abajo. En cambio, pronto llegu al punto en que estaba
demasiado exhausto para seguir nadando. Slo poda flotar de espaldas, aspirar
aire, defenderme a patadas de esos dientes blancos cada vez que vea la cercana
de esos lomos multicolores.
Las heridas de cuchillo comenzaban a dolerme. Senta el tajo de las costillas
como una terrible quemazn combinada con una sensacin pegajosa. Estaba
seguro de que me estaba desangrando, y una vez, cuando las aletas dorsales se
mantuvieron a suficiente distancia por un momento, baj las manos hasta mi
costado. Cuando las saqu del agua estaban rojas. Me senta cada vez ms dbil,
y comprend que mi hemorragia era mortal. El agua se estaba entibiando, como
si mi sangre la calentara, y la tentacin de cerrar los ojos y hundirme en esa
Le err a la cabeza pero acert en una de las sensibles aletas. Logr arquearme
para evitar esa mandbula batiente. Por un instante dej de flotar, descend un par
de metros bajo una ola, tragu agua salada y sal jadeante y ciego. Ms aletas se
aproximaron. Tragando agua de nuevo, luch con las manos entumecidas bajo el
agua y saqu la pistola. Comprend que sera ms fcil apoy arme el can en la
garganta y halar el gatillo que usarla contra esos asesinos del mar. Bien,
quedaban bastantes municiones no la haba usado durante la batahola de las dos
ltimas horas as que siempre era una opcin.
Girando, viendo cmo se acercaba una aleta, record una historia que
Grandam me haba ledo cuando y o era nio. Tambin era un antiguo clsico, un
relato de Stephen Crane llamado El bote abierto; trataba sobre varios hombres
que haban sobrevivido al naufragio de un buque y pasaban varios das en el mar
sin agua, slo para encallar a pocos cientos de metros de la tierra firme, rodeados
por olas demasiado altas para cruzarlas sin volcar. Uno de los hombres no
recuerdo qu personaje haba pasado por todos los crculos de la suposicin
teolgica: rezar, creer que Dios era una deidad misericordiosa que se pasaba las
noches preocupndose por l, creer que Dios era un canalla cruel, y decidir que
nadie estaba escuchando. Comprend que no haba entendido esa historia, a pesar
de las socrticas preguntas de Grandam. Record el peso de la epifana que haba
experimentado ese personaje al comprender que tendra que salvarse a nado y
no todos podran sobrevivir. Haba querido que la naturaleza pues as vea ahora
el universo fuera un enorme edificio de cristal, para poder arrojarle piedras.
Pero hasta eso era intil.
El universo es indiferente a nuestro destino . Este era el peso aplastante que
sobrellevaba ese personaje mientras avanzaba en el oleaje hacia la
supervivencia o la extincin. Al universo le importa un bledo .
Not que estaba llorando y riendo al mismo tiempo, gritando maldiciones e
invitaciones a los peces que estaban a un par de metros. Alc la pistola y le
dispar a la aleta ms prxima. Asombrosamente, la empapada pistola dispar, y
el ruido que me haba parecido tan estruendoso en la balsa ahora fue devorado
por las olas y la inmensidad del mar. El pez se alej. Otros dos me atacaron. Le
dispar a uno, pate al otro, justo cuando algo me pegaba en la nuca.
No estaba tan sumido en la teologa y la filosofa como para disponerme a
morir. Gir rpidamente, sin saber si me haban herido gravemente pero resuelto
a dispararle al maldito pez en la boca si era necesario. Tena la pistola amartillada
y apuntada cuando vi el rostro de la nia a medio metro del mo. Tena el cabello
pegado a la cabeza y sus ojos oscuros brillaban en el claro de luna.
Raul! Deba de estar llamndome por el nombre, pero y o no lo haba
odo en medio de los estampidos y el zumbido de mis odos.
Pestae. Esto no poda ser cierto. Cielos, por qu estaba ah, lejos de la
balsa?
tus heridas.
Hice una mueca cuando sus fuertes manos palparon el tajo de mi costado.
Sus dedos encontraron la profunda herida del brazo, el lugar donde el pez me
haba arrancado la piel del muslo y la pantorrilla.
Ay, Raul suspir con tristeza. Te dejo solo una hora y mira lo que te
haces.
La debilidad me estaba venciendo de nuevo, la oscuridad regresaba. Saba
que haba perdido mucha sangre. Tena mucho fro.
Lo siento susurr.
Silencio. Abri una venda. Cllate.
No insist. He fallado. Yo deba ser tu protector cuidarte. Lo
lamento.
Grit cuando me verti una solucin antisptica en la herida del costado. Yo
haba visto hombres que lloraban por esto en el campo de batalla. Ahora era uno
de ellos.
Si la nia hubiera abierto mi moderno pak mdico, y o habra perecido
minutos o segundos despus. Pero era el pak ms grande, el antiguo pak de
FUERZA que habamos cogido en la nave. Yo haba pensado que todos los
medicamentos e instrumentos seran intiles despus de tanto tiempo, pero vi que
parpadeaban luces en la superficie del pak que la nia me haba puesto en el
pecho. Algunas eran verdes, otras amarillas, unas pocas eran rojas. Yo saba que
esto no era bueno.
Recustate susurr Aenea, y abri un pak de suturacin esterilizado.
Me apoy el saco en el costado y la sutura milpis despert y se arrastr
hasta mi herida. No tuve una sensacin agradable cuando esa criatura artificial se
meti en las escabrosas paredes de mi herida, secret sus secreciones antibiticas
y limpiadoras y junt sus filosas patas de milpis en una sutura ceida. Grit de
nuevo, y otra vez cuando la nia me aplic otra sutura en el brazo.
Necesitamos ms cartuchos de plasma le dijo a A. Bettik mientras meta
dos de los pequeos cilindros en el sistema de iny eccin del pak. Sent la
quemadura en el muslo cuando el plasma entr en mi organismo.
Esos cuatro son todo lo que tenemos dijo el androide. Estaba atareado
trabajando en m, ponindome una mscara osmtica en la cara. El oxgeno puro
empez a penetrar en mis pulmones.
Maldicin dijo la nia, iny ectando el ltimo cartucho de plasma. Ha
perdido demasiada sangre. Caer en shock profundo.
Quera discutir con ellos, explicarles que mis temblores eran slo producto del
aire fro, que me senta mucho mejor, pero la mscara osmtica me apretaba la
boca, los ojos y la nariz, impidindome hablar. Por un momento alucin que
estbamos de vuelta en la nave y el campo de choque me sujetaba de nuevo.
Creo que no toda el agua salada que en ese momento me humedeca la cara era
del mar.
Cuando vi el iny ector de ultramorfina en manos de la nia, empec a
resistirme. No quera perder la consciencia: si iba a morir, quera estar despierto
cuando ocurriera.
Aenea me empuj contra la mochila. Entendi lo que intentaba decirle.
Quiero que ests inconsciente, Raul murmur. Entrars en shock.
Necesitamos estabilizar tus signos vitales. Ser ms fcil si ests inconsciente.
El iny ector sise.
Me resist unos segundos ms, derramando lgrimas de frustracin. Despus
de tantos esfuerzos, irme mientras estaba inconsciente Maldicin, no era justo,
no estaba bien.
Despert bajo una luz brillante y un calor agobiante. Por un instante cre que
an estbamos en el mar de Mare Infinitus, pero cuando reun suficientes fuerzas
para erguir la cabeza, not que el sol era diferente ms grande, ms trrido
y que el cielo era mucho ms claro. La balsa se desplazaba por un canal de
cemento, con slo un par de metros libres a cada lado. Vea cemento, sol y cielo
azul. Nada ms.
Acustate dijo Aenea, acomodndome la cabeza y los hombros en la
mochila y ajustando la tela de la microtienda para protegerme el rostro del sol.
Obviamente haban recobrado su ancla .
Trat de hablar, no pude, me relam los labios secos, que parecan pegados.
Cunto tiempo estuve inconsciente? pregunt.
Aenea me dio un sorbo de agua de mi cantimplora.
Treinta horas.
Treinta horas! Aunque intent gritar, apenas me sali un chillido.
A. Bettik se aproxim y se acuclill a la sombra con nosotros.
Bienvenido, M. Endy mion.
Dnde estamos?
A juzgar por el desierto, el sol y las estrellas de anoche respondi Aenea
, es casi seguro que estamos en Hebrn. Al parecer viajamos por un
acueducto. En este momento Bien, tendras que ver esto. Me sostuvo los
hombros para que pudiera ver por encima del borde del canal. Slo aire y cerros
lejanos. Hemos recorrido cincuenta metros de este tramo del acueducto me
explic, recostndome de nuevo. As ha sido durante los ltimos cinco o seis
kilmetros. Si hubo una brecha en el acueducto Sonri amargamente. No
hemos visto a nadie ni siquiera un buitre. Estamos esperando llegar a una
ciudad.
Frunc el ceo, sintiendo la rigidez en el costado y el brazo mientras cambiaba
de posicin.
del universo que s manejar. Debe de ser una de las pocas cosas que s hacer
bien .
Echamos a andar por la calle may or. El dolor me hizo gritar algunas veces, a
pesar de mis esfuerzos por callarme. Apret las mandbulas.
Aenea me sostena la mano. Sus dedos estaban tan frescos que me hacan
tiritar. Comprend que mi piel estaba en llamas.
Es esa maldita infeccin dijo Aenea. De lo contrario te estaras
recobrando. Algo en ese mar.
O en su cuchillo susurr. Cerr los ojos y vi al teniente volando en
pedazos cuando lo alcanzaban las nubes de dardos. Abr los ojos para huir de esa
imagen. Aqu haba edificios ms altos, de diez pisos, y la sombra era ms
profunda. Pero el calor era espantoso.
Un amigo que mi madre conoci durante la peregrinacin de Hy perion
vivi aqu por un tiempo dijo Aenea. Su voz pareca oscilar como una emisora
radial mal sintonizada.
Sol Weintraub grazn. El especialista en los Cantos del viejo poeta.
Aenea me palme la mano.
Siempre olvido que la vida de mi madre se convirti en harina para el
costal de ley endas del to Martin.
Saltamos sobre un montculo.
Apret los dientes para no gritar.
Aenea me aferr la mano con ms fuerza.
S dijo, ojal hubiera conocido a ese estudioso y su hija.
Entraron en la Esfinge. Como t.
Aenea se acerc, me humedeci los labios con la cantimplora, asinti.
S, pero recuerdo los cuentos de mi madre sobre Hebrn y los kibbutzim.
Judos susurr, y dej de hablar. Necesitaba todas mis energas para
combatir el dolor.
Huy eron del Segundo Holocausto dijo, mirando hacia delante mientras
el vehculo doblaba una esquina. Llamaron Dispora a su Hgira.
Cerr los ojos: el teniente volando en pedazos, jirones de ropa y carne
cay endo lentamente al mar violceo.
De repente A. Bettik me estaba levantando. Entramos en un edificio ms
grande y ms sinuoso que los dems, plastiacero y vidrio templado.
El centro mdico dijo el androide.
La puerta automtica se abri con un susurro.
Tiene energa si la maquinaria mdica estuviera intacta
Deb de adormilarme, pues cuando abr los ojos de nuevo, aterrado por las
aletas dorsales que se acercaban cada vez ms, estaba en una camilla que
entraba en el largo cilindro de un autocirujano de diagnstico.
Hasta luego me dijo Aenea, soltndome la mano. Te ver del otro
lado.
El primer da que estuve plenamente consciente trat de darles las gracias por
haberme salvado la vida. Fueron renuentes.
Cmo me encontrasteis? pregunt.
No fue difcil dijo la nia. Dejaste el micrfono abierto hasta que el
oficial de Pax lo rompi de una pualada. Lo omos todo. Y te veamos por los
binoculares.
No tendrais que haber dejado la balsa. Fue demasiado peligroso.
No tanto, M. Endy mion dijo A. Bettik. Adems de preparar el ancla,
que redujo notablemente la velocidad de la balsa, M. Aenea tuvo la idea de
sujetar una cuerda a un tronco para que sta se arrastrara detrs de la balsa casi
cien metros. Si no alcanzbamos la balsa, estbamos seguros de poder llevarte
hasta la cuerda antes de que se pusiera fuera de nuestro alcance. Y as fue, como
lo demuestran los hechos.
Sacud la cabeza.
Aun as fue estpido.
No hay de qu dijo la nia.
El dcimo da trat de ponerme de pie. Fue una victoria breve, pero victoria
al fin.
El duodcimo da camin por el corredor hasta el lavabo. sa fue una gran
victoria. El decimotercer da, la energa se cort en toda la ciudad.
Los generadores de emergencia del hospital se activaron, pero supimos que
nuestra permanencia all era limitada.
bloques congelados que llegaban hasta la superficie del agua. Estbamos en una
caverna de hielo, sin salida a la vista. El fro me quemaba las manos, los brazos y
la cara. La gravedad me pesaba en el cuello como collares de hierro.
Maldicin dije. Trab el timn y me dirig hacia los paquetes. Me
costaba permanecer erguido con una pierna mala y ochenta kilos sobre la
espalda. A. Bettik y la nia y a estaban all, buscando ropa aislante.
De pronto hubo un estrepitoso crujido. Mir arriba, temiendo que una
estalactita nos cay era encima, o que el techo cediera bajo ese peso abrumador,
pero era slo el mstil que se parta al chocar contra un reborde de hielo. El
mstil cay mucho ms rpidamente que en la gravedad de Hy perion,
precipitndose como en un holo proy ectado a may or velocidad.
Volaron astillas de madera. La camisa de A. Bettik choc contra la balsa con
estruendo. Estaba congelada y cubierta con una fina capa de escarcha.
Maldicin repet temblando, y busqu mi ropa interior de lana.
35
El padre capitn De Soy a usa el poder del disco papal como nunca antes.
La Estacin Tres-veinte-seis Litoral Medio, donde se encontr la alfombra
voladora, se declara zona de delito y se pone bajo ley marcial. De Soy a trae
tropas y naves de la ciudad flotante de Santa Teresa y pone a la guarnicin y los
pescadores bajo arresto domiciliario. El prelado que gobierna Santa Teresa, el
obispo Melandriano, protesta contra este atropello y cuestiona los alcances del
disco papal. De Soy a acude a la gobernadora planetaria, la arzobispo Jane
Kelley. La arzobispo acepta la autoridad de De Soy a y silencia a Melandriano
amenazndolo con la excomunin.
Designando al joven teniente Sproul ay udante y enlace durante la
investigacin, De Soy a trae expertos forenses de Pax e investigadores de Santa
Teresa y las otras ciudades grandes para realizar estudios en la escena del delito.
Ordena administrar la droga de la verdad y otras al capitn C. Dobbs Powl que
permanece en arresto domiciliario en la estacin, a los dems integrantes de la
guarnicin y a todos los pescadores que estaban presentes.
A los pocos das resulta obvio que el capitn Powl, el difunto teniente Belius y
muchos otros oficiales y soldados de esta plataforma estaban ilcitamente
asociados con los cazadores furtivos de la zona para permitir la captura ilegal de
peces locales, para robar equipo de Pax incluido un sumergible que haban
declarado hundido por fuego rebelde y para extorsionar a los visitantes y
sacarles dinero. Nada de esto interesa al padre capitn De Soy a. Slo quiere
saber qu sucedi esa noche de hace dos meses estndar.
Se acumulan pruebas forenses. La sangre y el tejido de la alfombra voladora
se someten a anlisis de ADN y se envan a la seccin de archivos de Santa
Teresa y a la base orbital de Pax. Se encuentran dos clases de sangre: la may or
parte se identifica positivamente como el patrn ADN del teniente Belius; la
segunda no tiene identificacin en los archivos de Pax de Mare Infinitus, a pesar
de que todos los ciudadanos de ese mundo estn clasificados y registrados.
Y cmo termin la sangre de Belius en la alfombra? pregunta el
sargento Gregorius. Segn el testimonio de todos los que declararon bajo la
droga de la verdad, Belius cay al agua mucho antes de que el sujeto que
capturaron tratara de escapar.
De Soy a asiente y entrelaza los dedos. Ha transformado la oficina del ex
director en centro de mando, y la plataforma est atestada, con el triple de su
poblacin anterior. Tres grandes fragatas de Pax estn ancladas frente a la
plataforma, y dos de ellas son sumergibles de combate. La cubierta de
deslizadores est llena de aeronaves de Pax, y se han trado ingenieros para
reparar y extender la cubierta de tpteros. Esta maana De Soy a ha ordenado
traer tres naves ms a la zona. Dos veces por da el obispo Melandriano transmite
una protesta escrita ante el coste creciente; el padre capitn De Soy a las ignora.
Creo que el desconocido se detuvo para rescatar al teniente, para sacarlo
del agua. Lucharon. El desconocido result herido o muerto. Belius trat de
regresar a la estacin. Powl y los dems lo mataron por error.
S dice Gregorius, es la descripcin ms convincente que he odo.
Desde que recibieron los resultados del anlisis de ADN desde Santa Teresa,
han imaginado muchas otras: conspiraciones con cazadores furtivos,
confabulaciones entre el desconocido y el teniente Belius, el capitn Powl
matando a ex cmplices. Esta teora es la ms simple.
Significa que el desconocido es uno de los que viajan con la nia dice De
Soy a. Y que tiene una faceta piadosa aunque estpida.
Tambin pudo haber sido un cazador furtivo dice Gregorius. Nunca lo
sabremos.
De Soy a une las y emas de los dedos.
Por qu no, sargento?
Bien, capitn, pruebas al canto dice Gregorius, sealando con el pulgar el
mar violceo. Los chicos de la armada dicen que tiene diez mil brazas o ms
casi veinte mil metros de agua, seor. Si haba cuerpos, fueron devorados por los
peces. Y si era un cazador furtivo que se escabull bien, nunca lo sabremos. Y
si era un forastero bien, no hay registros de ADN en la central de Pax.
Tendramos que investigar los archivos de varios cientos de mundos. Jams lo
encontraremos.
El padre capitn De Soy a baja las manos y sonre.
Es una de las raras ocasiones en que usted se equivoca, sargento.
En la semana siguiente De Soy a hace capturar e interrogar con droga de la
verdad a todos los cazadores furtivos en un radio de mil kilmetros a la redonda.
Para capturarlos, utiliza una veintena de barcos y ms de ocho mil efectivos de
Pax. El coste es enorme. El obispo Melandriano pierde la paciencia y vuela a la
Estacin Tres-veinte-seis para detener esa locura. El padre capitn De Soy a lo
hace arrestar y enviar a un monasterio remoto, a nueve mil kilmetros de
distancia, cerca del casquete polar.
De Soy a tambin decide investigar el fondo del mar.
No encontrar nada, seor asegura el teniente Sproul. Ah abajo hay
tantos depredadores que nada orgnico llega a cien brazas de profundidad, y
mucho menos hasta el fondo. Y segn nuestros sondeos de esta semana, son doce
mil brazas. Adems, slo hay dos sumergibles en Mare Infinitus que puedan
operar a esa profundidad.
Lo s responde De Soy a. He ordenado que vengan aqu. Llegarn
maana con la fragata Pasin de Cristo.
Por una vez, el teniente Sproul se queda atnito. De Soy a sonre.
Usted recordar, hijo, que el teniente Belius era un cristiano renacido. Y su
cruciforme no se recobr.
Sproul queda boquiabierto.
S, seor es decir, claro pero para resucitarlo no deben hallar el
cuerpo intacto?
En absoluto, teniente contesta el padre capitn De Soy a. Tan slo un
buen fragmento de la cruz que todos sobrellevamos. Muchos buenos catlicos han
sido resucitados con unos centmetros de cruciforme intacto y un trozo de carne
que se pueda analizar por ADN y desarrollar.
Sproul sacude la cabeza.
Pero han pasado ms de nueve grandes mareas. No queda un milmetro
cuadrado del teniente Belius ni de su cruciforme. Hay demasiados peces
voraces, seor.
De Soy a se acerca a la ventana.
Tal vez, teniente. Tal vez. Pero es nuestro deber para con un prjimo
cristiano realizar todos los intentos, no es verdad? Adems, si el teniente Belius
recibe el milagro de la resurreccin, deber afrontar acusaciones de robo,
traicin e intento de homicidio, verdad?
Por primera vez De Soy a enva a otra persona en el Rafael para que haga sus
mandados.
El sargento Gregorius viaja a solas en el Arcngel, llevando la informacin
sobre ADN y huellas dactilares, as como hebras de la alfombra voladora.
Recuerde le dice De Soy a por haz angosto desde la plataforma, minutos
antes de que el Rafael se eleve al estado cuntico, todava hay una gran
presencia de Pax en Hy perion y por lo menos dos naves-antorcha dentro del
sistema. Lo llevarn a la capital de San Jos para una resurreccin adecuada.
Amarrado a su divn de aceleracin, el sargento Gregorius asiente con un
gruido.
Su rostro luce relajado y calmo en la pantalla, a pesar de la muerte
inminente.
Tres das all, por cierto contina De Soy a. Y creo que no necesitar
ms de un da para registrar los archivos. Luego regresar.
Entendido, capitn. No perder el tiempo en los bares de Jacktown.
Jacktown? Ah s, el viejo apodo de la capital. Bien, sargento, si quiere
pasar su nica noche en Hy perion en un bar, dse el gusto. Conmigo ha pasado
varios meses a secas.
Gregorius sonre. El reloj indica treinta segundos para el salto cuntico y su
dolorosa extincin.
No me quejo, capitn.
Muy bien. Tenga buen viaje. Y otra cosa.
S, seor?
Diez segundos.
Gracias, sargento.
No hay respuesta. De repente no hay nada en el otro extremo del haz angosto
de taquiones. El Rafael ha dado el salto cuntico.
36
Nos apoy amos en las prtigas y detuvimos la balsa antes de estrellarnos
contra la muralla de hielo. Habamos encendido nuestros faroles y las lmparas
elctricas arrojaban sus haces contra la glida caverna. De las negras aguas
brotaba una niebla que colgaba bajo el techo escabroso como los ominosos
espritus de los ahogados. Facetas de cristal distorsionaban y reflejaban los haces
de luz mortecina, profundizando las tinieblas que nos rodeaban.
Por qu el ro todava est lquido? pregunt Aenea, abrazndose y
pateando para calentarse. Se haba puesto todo el abrigo que llevaba, pero no era
suficiente. El fro era terrible.
Me arrodill en el borde de la balsa, me llev un poco de agua a los labios.
Salinidad. Es tan salado como el mar de Mare Infinitus.
A. Bettik proy ect su luz contra la muralla de hielo que estaba a diez metros.
Llega hasta el borde del agua. Y se extiende un poco por debajo. Pero la
corriente no se detiene.
Tuve un arrebato de esperanza.
Apagad los faroles dije, oy endo el eco de mi voz en la vaporosa oquedad
de ese lugar. Apagad las lmparas.
Esperaba ver un destello de luz a travs de la muralla de hielo, un indicio de
salvacin, una seal de que esta caverna de hielo era finita y slo se haba
derrumbado la salida.
La oscuridad era absoluta. Por mucho que esperamos, no tuvimos visin
nocturna. Maldije y lament haber perdido mis gafas en Mare Infinitus: si
funcionaban aqu, habra significado que llegaba luz de alguna parte.
Aguardamos otro instante a ciegas. Oa el temblor de Aenea, senta el vapor de
nuestra respiracin.
Encended las luces dije al fin.
No haba ningn destello de esperanza.
Proy ectamos los haces contra las paredes, el techo y el ro. La niebla
continuaba elevndose y condensndose cerca del techo. Los carmbanos caan
constantemente en las aguas brumosas.
Dnde estamos? pregunt Aenea, tratando en vano de que no le
castaetearan los dientes.
Hurgu en mi mochila, encontr la manta trmica que haba empacado en la
torre de Martin Silenus tanto tiempo atrs y envolv a Aenea.
Esto conservar el calor. No qudatela.
Podemos compartirla dijo la nia.
Me acuclill cerca del cubo calefactor, elevando su potencia al mximo.
Cinco de las seis caras de cermica se pusieron brillantes.
La compartiremos cuando sea necesario dije. Proy ect la luz contra la
muralla de hielo que nos cerraba el paso. Como respuesta a tu pregunta, creo
que estamos en Sol Draconi Septem. Algunos de mis clientes ms ricos y ms
recios cazaban espectros rticos aqu.
Concuerdo dijo A. Bettik. Cuando se acerc al farol y al cubo calefactor,
su tez azul creaba la impresin de que l tena ms fro del que y o senta. La
microtienda estaba cubierta de escarcha, quebradiza como metal delgado. Ese
mundo tiene un campo gravitatorio de uno-coma-siete gravedades. Y desde la
Cada y la destruccin del proy ecto de terraformacin de la Hegemona, se dice
que la may or parte ha vuelto a su estado de hiperglaciacin.
Hiperglaciacin? repiti Aenea. Qu significa eso? Estaba
recobrando el color en las mejillas a medida que la manta trmica capturaba la
tibieza de su cuerpo.
Significa que la may or parte de la atmsfera de Sol Draconi Septem es un
slido dijo el androide. Congelado.
Aenea mir en torno.
Creo que mi madre me habl de este lugar. Una vez persigui a alguien
aqu por un caso. Era lusiana, as que estaba acostumbrada a uno-coma-cinco
gravedades estndar, pero hasta ella recordaba que este mundo era incmodo.
Me sorprende que el ro Tetis pasara por aqu.
A. Bettik se incorpor para alumbrar y se acuclill de nuevo junto al cubo;
hasta su vigorosa espalda sufra la agobiante gravedad.
Qu dice la gua? le pregunt.
Sac el pequeo volumen.
Muy pocos datos. Haca poco que el Tetis se haba extendido a Sol Draconi
Septem cuando se public el libro. Est en el hemisferio norte, ms all de la
zona que la Hegemona intentaba terraformar. La principal atraccin de este
tramo del ro pareca consistir en avistar un espectro rtico.
Es la criatura que buscaban tus amigos cazadores? me pregunt Aenea.
Asent.
Es blanca. Vive en la superficie. Es rpida y mortfera. Estaba casi
extinguida en tiempos de la Red, pero resurgi despus de la Cada, segn los
cazadores que y o escuch. Evidentemente su dieta consiste en residentes
humanos de Sol Draconi Septem o lo que queda de ellos. Slo los indgenas
los colonos de la Hgira que volvieron a la vida salvaje hace siglos
sobrevivieron a la Cada. Se supone que son primitivos. Los cazadores decan que
el nico animal que los indgenas pueden cazar aqu es el espectro. Y los
indgenas odian a Pax. Se rumorea que matan misioneros y usan sus tendones
como cuerdas para sus arcos, como si fueran los de un espectro.
Este mundo nunca fue acogedor para las autoridades de la Hegemona
seal el androide. Segn la ley enda, los lugareos quedaron muy
complacidos con la cada de los teley ectores. Hasta la peste, desde luego.
algunas de las cosas que tena que haber insistido en sacar del armario de
herramientas extravehiculares: trajes ambientales con calefactores potentes,
equipo de buceo, hasta un traje espacial habra sido preferible a la insuficiente
ropa de abrigo en que ahora tiritbamos.
Estaba pensando en disparar contra el techo, tratando de abrir un boquete,
pero el riesgo de derrumbe parece mucho may or que la probabilidad de abrir
una va de escape.
A. Bettik asinti. Se haba puesto una gorra de lana con orejeras largas. El
delgado androide pareca rechoncho con tanta ropa.
Quedan explosivos plsticos en la bolsa de bengalas, M. Endy mion.
S, estaba pensando en eso. Queda suficiente para media docena de cargas
moderadas pero slo tengo cuatro detonadores. Podramos tratar de abrir un
camino hacia arriba, o hacia el costado, o a travs de esa muralla de hielo que
nos cierra el paso. Pero slo tenemos cuatro explosiones.
La trmula figura de madonna me mir.
Dnde aprendiste a usar explosivos, Raul? En la Guardia Interna de
Hy perion?
Al principio. Pero realmente aprend a usar el anticuado plstico
despejando tocones y rocas para Avrol Hume, cuando hacamos jardinera en las
fincas del Pico. Me interrump, notando que senta demasiado fro para
permanecer quieto tanto tiempo. Mis dedos entumecidos enviaban esa seal.
Podramos tratar de regresar ro arriba dije, pateando con los pies y
flexionando los dedos.
Aenea frunci el ceo.
Los teley ectores siempre estn ro abajo
Es verdad, pero tal vez hay a una salida ro arriba. Encontramos un poco de
calor, una salida, un lugar para permanecer un tiempo, y luego nos preocupamos
por atravesar el prximo portal.
Aenea asinti.
Buena idea dijo el androide, dirigindose al remo de estribor.
Antes de continuar, volv a colocar el mstil, cortndole un metro para que
despejara las estalactitas ms bajas, y colgu un farol all.
Pusimos una lmpara en cada esquina de la balsa y seguimos ro arriba,
proy ectando aureolas amarillas en la niebla helada.
El ro era poco profundo no llegaba a tres metros y las prtigas ejercan
buena traccin contra el fondo. Pero la corriente era muy fuerte y A. Bettik y y o
tuvimos que usar todas nuestras fuerzas para empujar la pesada balsa corriente
arriba. Aenea cogi otra prtiga y me ay ud a impulsar la balsa desde mi lado.
Detrs de nosotros, las rpidas aguas negras se hinchaban y arremolinaban sobre
las planchas de popa.
Durante unos minutos este gran esfuerzo nos mantuvo calientes y o
cierto. Quiz la tentacin sea No importa, Raul. Veamos si podemos pasar por
esa muralla de hielo.
Asent, aspir y me quit toda la ropa salvo mis paos menores. El choque del
aire fro era terrible. Anudndome la cuerda alrededor del pecho, notando que
mis dedos se estaban poniendo tiesos, cog el saco de plstico que contena los
explosivos plsticos.
El agua estar tan fra que quiz me detenga el corazn. Si no doy un tirn
fuerte en los primeros treinta segundos, traedme de vuelta.
El androide asinti. Habamos reseado las otras seales que usara con la
cuerda.
Y si me trais de vuelta y estoy en coma o muerto dije, tratando de
demostrar calma, no olvidis que podis revivirme varios minutos despus del
paro cardaco. El agua fra retardar la muerte cerebral.
A. Bettik asinti de nuevo. Estaba de pie con la cuerda sobre un hombro y
enrollada en torno de la cintura hasta la otra mano, en clsica postura de
escalador.
De acuerdo dije, notando que me estaba demorando y perdiendo calor
corporal. Os ver dentro de poco. Me arroj al agua negra.
Creo que mi corazn se detuvo un minuto, pero luego empez a latir
penosamente. La corriente me arrastr con ms fuerza de la que esperaba y me
impuls varios metros a babor de la balsa. Choqu contra el filoso hielo,
abrindome un tajo en la frente y pegndome brutalmente en los antebrazos. Me
aferr a un escabroso cristal con todas mis fuerzas, sintiendo que el vrtice
subterrneo me chupaba las piernas, y tratando de mantener la cara fuera del
agua. La estalactita que se haba derrumbado detrs de nosotros se estrell contra
la muralla de hielo a mi izquierda. Si me hubiera golpeado, me habra dejado
inconsciente y y o me habra ahogado sin saber lo que ocurra.
Quiz no sea tan buena idea jade, antes de aflojar las manos y ser
arrastrado bajo el filoso hielo.
37
De Soy a se propone abandonar el itinerario del Rafael y saltar directamente
al primero de los sistemas capturados por los xters.
De qu servira, seor? pregunta el cabo Kee.
Tal vez de nada admite el padre capitn De Soy a. Pero si los xters
tienen algo que ver, quizs obtengamos una pista.
El sargento Gregorius se rasca la barbilla.
Tambin podemos ser capturados por un enjambre. Con todo respeto,
seor, esta nave no es la mejor equipada en la flota de Su Santidad.
De Soy a asiente.
Pero es veloz. Tal vez podamos dejar atrs a la may ora de las naves
xters. Y tal vez y a hay an abandonado el sistema a estas alturas. Es lo que suelen
hacer. Atacar, correr, empujar la Gran Muralla de Pax, abandonar el sistema
dejando una defensa simblica despus de causar la may or cantidad posible de
estragos en el mundo y su poblacin. De Soy a se interrumpe. Slo ha visto un
mundo asolado por los xters con sus propios ojos, Svoboda, y espera no tener
que ver otro. De cualquier modo, es lo mismo para nosotros en esta nave.
Normalmente el salto cuntico allende la Gran Muralla llevara ocho o nueve
meses de tiempo de a bordo, con once o ms aos de deuda temporal. Para
nosotros ser el salto de costumbre, y tres das de resurreccin.
El lancero Rettig alza la mano.
Debemos tener eso en cuenta, seor.
Qu?
Los xters nunca han capturado un correo clase Arcngel, seor. Quiz no
sepan que existe este tipo de nave. Diantre, aun en la flota de Pax muchos
ignoran que existe esta tecnologa.
De Soy a comprende de inmediato, pero Rettig contina.
As que correramos un gran riesgo, seor. No slo para nosotros, sino para
Pax.
Hay un largo silencio.
Buena observacin, lancero dice al fin De Soy a. He reflexionado
sobre ello. Pero Mando de Pax construy esta nave con su nicho de resurreccin
automtica para que pudiramos ir ms all de Pax. Creo que se da por sentado
que podramos tener que internarnos en el Confn, en territorio xter si es preciso.
Yo he estado all, caballeros. He incendiado sus bosques orbitales y he escapado
de los enjambres por medio de la lucha. Los xters son extraos. Sus intentos de
adaptarse a mbitos raros, incluso al espacio, son blasfemos. Quiz y a no sean
humanos. Pero sus naves no son veloces. Rafael podr entrar en ese espacio y
regresar a velocidades cunticas si hay riesgo de captura. Y podemos
programarlo para que se autodestruy a antes de ser aprehendidos.
Los tres guardias suizos callan. Todos parecen pensar en la muerte dentro de
la muerte que esto supondra: la destruccin sin advertencia de destruccin. Se
dormiran en sus divanes de aceleracin y resurreccin como siempre y nunca
despertaran, al menos no en esta vida.
El sacramento del cruciforme es realmente milagroso. Puede resucitar
cuerpos despedazados, devolver la forma y el alma a cristianos renacidos que
han sido acribillados, quemados, hambreados, ahogados, sofocados, apualados,
aplastados o devorados por la enfermedad, pero tiene sus limitaciones: un tiempo
excesivo de descomposicin le impide actuar, al igual que la explosin
termonuclear del motor de fusin de una nave.
Estamos con usted dice al fin el sargento Gregorius, sabiendo que el
padre capitn De Soy a ha pedido esta deliberacin porque odia ordenar a sus
hombres que corran semejante riesgo de muerte verdadera.
Kee y Rettig asienten.
Bien dice De Soy a, programar el Rafael en consecuencia. Si no
puede escapar antes de nuestra resurreccin, activar sus motores de fusin. Y
fijaremos cuidadosamente esos parmetros de no escapatoria . Pero no creo
que hay a muchas probabilidades de que eso ocurra. Despertaremos en Dios
mo, ni siquiera he revisado qu sistema es el primer mundo del ro Tetis ocupado
por los xters. Es Tal Zhin?
Negativo, seor dice Gregorius, inclinndose sobre el mapa estelar que
ha preparado Rafael. Su rechoncho dedo seala una regin marcada con un
crculo. Es Hebrn. El mundo judo.
De acuerdo. Vamos a nuestros divanes y dirijmonos hacia el punto de
traslacin. El ao prximo en Nueva Jerusaln!
El ao prximo? pregunta el lancero Rettig, flotando sobre la mesa antes
de dirigirse a su divn.
De Soy a sonre.
Es un dicho que he odo a algunos amigos judos. No s qu significa.
No saba que an existan judos dice el cabo Kee, flotando sobre su
divn. Cre que se haban liquidado entre s en el Confn.
De Soy a sacude la cabeza.
Haba algunos judos conversos en la universidad donde y o estudi, fuera
del seminario. No importa. Pronto conoceremos a alguno en Hebrn. A sujetarse,
caballeros.
parte extraa de la ciudad, sin recordar quin era ni cmo haba llegado all. Este
despertar es similar.
En vez de ver los nichos automticos del Rafael, oliendo el ozono y los aromas
de sudor reciclado de la nave, sintiendo el terror de despertar en gravedad cero,
De Soy a se encuentra en una cama mullida, en una habitacin acogedora, en un
campo de gravitacin normal. Hay iconos religiosos en la pared: la Virgen Mara,
un gran crucifijo donde un Cristo sufriente alza los ojos al cielo, una pintura del
martirio de San Pablo. Una luz tenue atraviesa cortinas de encaje.
Todo esto resulta familiar para el aturdido De Soy a, al igual que el amable
rostro del sacerdote regordete que le trae caldo y conversacin. Al fin las sinapsis
del padre capitn se reactivan. El padre Baggio, el capelln de resurreccin que
haba visto en los jardines del Vaticano con la certeza de que nunca lo vera de
nuevo. Bebiendo caldo, De Soy a mira por la ventana de la rectora. Ve el cielo
claro y piensa: Pacem . Se esfuerza por recordar cmo ha llegado all, pero
slo recuerda una conversacin con Gregorius y sus hombres, el largo ascenso
desde el pozo de gravedad de Mare Infinitus y Setenta Ofiuca A, el sobresalto de
la traslacin.
Cmo? murmura, aferrando la manga del amable sacerdote. Por
qu? Cmo?
Calma, hijo, descansa dice el padre Baggio. Ya habr tiempo para
hablar. Tiempo para todo.
Acunado por esa voz suave, la radiante luz y el aire rico en oxgeno, De Soy a
cierra los ojos y se duerme. Sus sueos son ominosos.
la nave tuvo que huir del sistema. El shock de traslacin fue fatal, por supuesto.
La resurreccin secundaria despus de una resurreccin incompleta es, como sin
duda usted sabr, mucho ms difcil que la resurreccin primaria. Fue aqu donde
un fallo mecnico impidi la realizacin del sacramento.
Cuando Farrell deja de hablar, se hace un silencio. Sumido en sus reflexiones,
De Soy a apenas repara en el ruido de trfico que viene desde la angosta calle, el
rugido de un transporte que se eleva desde el puerto espacial cercano.
Los nichos fueron inspeccionados y reparados mientras estbamos en
rbita de Vector Renacimiento, padre Farrell dice al fin.
El otro sacerdote cabecea apenas.
Tenemos los registros. Creo que hubo algn error de calibracin en el nicho
automtico del lancero Rettig. La investigacin contina en la guarnicin del
sistema de Renacimiento. Tambin hemos extendido la investigacin a los
sistemas de Mare Infinitus, Epsilon Eridani y Epsilon Indi, el mundo de la Gracia
Inevitable del sistema Lacaille 9352, Mundo de Barnard, NGCes 2629-4BIV, los
sistemas Vega y Tau Ceti.
De Soy a pestaea.
Muy exhaustiva dice al fin. Est pensando: Deben de estar usando los
otros dos correos Arcngel para realizar esta investigacin. Por qu? .
S dice el padre Farrell.
El padre capitn De Soy a suspira y se apoy a en los mullidos cojines del silln
de la rectora.
Conque nos encontraron en el sistema Svoboda y no pudieron resucitar al
lancero Rettig.
Farrell hace una levsima mueca con los finos labios.
Svoboda, padre capitn? No. Entiendo que su nave correo fue descubierta
en el sistema Setenta Ofiuca A, mientras desaceleraba con rumbo al mundo
ocenico de Mare Infinitus.
De Soy a se incorpora.
No entiendo. Haba programado el Rafael para que se trasladara al
prximo sistema de Pax de su itinerario de bsqueda original si tena que
abandonar prematuramente el sistema de Hebrn. El prximo mundo era
Svoboda.
Tal vez la persecucin de naves hostiles en el sistema de Hebrn impidi
ese alineamiento de traslacin dice Farrell sin nfasis. El ordenador de la
nave habr decidido regresar a su punto de partida.
Tal vez dice De Soy a, tratando de interpretar la expresin del otro. Es
intil. Usted dice que el ordenador pudo haber decidido, padre Farrell. No lo
sabe? No han examinado la bitcora?
El silencio de Farrell podra ser una afirmacin o nada.
Y si regresamos a Mare Infinitus contina De Soy a, por qu
38
Cuando era un nio que escuchaba el incesante caudal de versos de
Grandam, haba una pieza breve que le peda una y otra vez: Algunos dicen que
el mundo terminar en fuego, algunos dicen que en hielo . Grandam ignoraba el
nombre del autor. Crea que poda ser un poeta pre-Hgira llamado Frost, pero
aun a esa tierna edad y o pensaba que eso era demasiada coincidencia para un
poema sobre el fuego y el hielo[1] . Aun as, la idea de que el mundo terminara
en fuego o hielo se haba grabado en mi memoria, tan indeleble como el ritmo de
sonsonete de esos sencillos versos.
Mi mundo pareca terminar en hielo.
Estaba oscuro debajo de la muralla de hielo, y no encuentro palabras para
describir el fro. Una vez me haba quemado una cocina de gas haba estallado
en una barca del Kans y y o haba recibido leves pero dolorosas quemaduras en
los brazos y el pecho, as que conoca la intensidad del fuego. Este fro pareca
igualmente intenso, llamas en cmara lenta desgarrndome la carne.
Llevaba la soga bajo los brazos. La poderosa corriente pronto me hizo girar y
ca con los pies para delante en el tnel negro, alzando las manos para
protegerme la cara mientras A. Bettik me frenaba con la cuerda. Pronto el filoso
hielo me rasp las rodillas mientras la corriente segua llevando mi cuerpo hacia
arriba, golpendome contra el escabroso techo como si me arrastraran por un
terreno pedregoso.
Haba llevado medias pensando en el hielo, no en el fro, pero no parecan
proteger mis pies mientras me golpeaba contra las protuberancias de hielo.
Tambin usaba calzas y camiseta, pero no me protegan contra los aguijonazos
del fro. Llevaba colgada del cuello la unidad de comunicaciones, con
micrfonos adhesivos apretados contra la garganta para transmisin vocal o
subvocal, el auricular en su sitio. Sobre el hombro, adherido con cinta, llevaba el
saco hermtico con los explosivos, detonadores, mechas y dos bengalas que
haba metido a ltimo momento. Pegada a mi mueca iba la linterna lser, y su
haz henda las negras aguas y rebotaba en el hielo, dando poca iluminacin.
Haba usado poco la linterna desde el Laberinto de Hy perion: las lmparas
manuales alumbraban ms y requeran menos carga. El lser era intil como
arma cortante, pero servira para abrir agujeros en el hielo donde insertar los
explosivos.
Si viva el tiempo suficiente para abrir agujeros.
El nico mtodo que haba en esta locura de dejarme arrastrar por el ro
subterrneo haba sido el conocimiento adquirido durante mi entrenamiento en la
Guardia, en el casquete de hielo del continente Ursus. All, en el Mar Glacial de
la Zarpa de Oso, donde el hielo se congelaba y volva a congelar casi a diario
durante el breve verano antrtico, el riesgo de romper la delgada superficie era
muy alto. Nos haban enseado que, aunque cay ramos bajo el hielo ms
grueso, siempre haba una delgada capa de aire entre el mar y el techo helado.
Debamos elevarnos hasta esa capa, meter la nariz en ella aunque tuviramos
sumergido el resto de la cara, y movernos por el hielo hasta llegar a una rajadura
o una lmina delgada que nos permitiera emerger.
As era en teora. Mi nica verificacin real haba sido como miembro de una
cuadrilla que haba salido en busca de un piloto de escarabajo que haba bajado
de su vehculo, cado a dos metros de donde el hielo soportaba su mquina de
cuatro toneladas, y desaparecido. Yo fui uno de los que lo encontr, a seiscientos
metros del escarabajo y el hielo seguro. Haba usado esa tcnica de respiracin.
An tena la nariz apretada contra el grueso hielo cuando lo encontr, la boca
abierta bajo el agua, el rostro blanco como la nieve que barra el glaciar, los ojos
slidos como cojinetes de bolas. Trat de no pensar en ello mientras ascenda a la
superficie contra la corriente, tiraba de la soga para indicar a A. Bettik que me
detuviera y me raspaba la cara contra astillas de hielo para encontrar aire.
Haba varios centmetros de espacio entre el agua y el hielo, ms donde las
fisuras cruzaban el glaciar de atmsfera congelada como grietas invertidas.
Aspir el aire fro, alumbr las grietas con la linterna y mov el haz rojo de aqu
para all por el angosto tnel de hielo.
Descansar un minuto jade. Estoy bien. A qu distancia he llegado?
Ocho metros susurr A. Bettik.
Maldicin murmur, olvidando que la unidad de comunicaciones
enviara el subvocal. Haba credo que eran veinte o treinta metros. Est bien.
Pondr la primera carga aqu.
Mis dedos an tenan flexibilidad suficiente para poner la linterna lser en alta
intensidad y abrir un orificio en el flanco de la fisura. Haba premodelado el
plstico, as slo me restaba amasarlo, orientarlo e insertarlo. Era un explosivo
vectorial, es decir, la explosin se propagara en la direccin que y o deseara,
siempre que mis preparativos fueran correctos. Haba hecho casi todo el trabajo
con antelacin, sabiendo que la explosin deba ir hacia arriba y hacia atrs,
contra la pared de hielo. Apunt esa fuerza explosiva en zarcillos precisos: la
misma tecnologa que permita que un ray o de plasma atravesara una lmina de
acero como mantequilla enviara esos zarcillos a travs de la masa helada.
Despedazara ese tramo de ocho metros de hielo arrojndolo bonitamente al ro.
Contbamos con que los generadores de atmsfera, durante los aos de
terraformacin, hubieran aadido a la atmsfera suficiente nitrgeno y CO2
como para impedir que la explosin se convirtiera en una arrolladora ola de
oxgeno ardiente.
Como saba adnde apuntar la fuerza de la explosin, tard menos de
cuarenta y cinco segundos en preparar las cargas. Aun as, estaba temblando y
entumecido cuando termin de instalar los detonadores. Como saba que las
segundo corredor con crecientes esperanzas. La luz rebot en otra pared de hielo,
pero esta vez no pareca haber un recodo en el tnel. Sin embargo Al avanzar
por el segundo corredor, agachndome a medida que bajaba el techo de hielo,
comprend que el tnel se elevaba bruscamente despus. El lser estaba
alumbrando el piso de esa rampa helada. Aqu no haba percepcin de
profundidad.
Arrastrndome por ese espacio estrecho, avanc una docena de metros,
clavando las botas en el hielo. Record la tienda de la desierta Nueva Jerusaln
donde haba comprado esas botas, dejando mis pantuflas de hospital y un
puado de monedas de Hy perion en el mostrador, y trat de recordar si haba
zapatones de hielo en venta en la seccin de camping. Demasiado tarde.
En un punto tuve que deslizarme de bruces, nuevamente seguro de que el
corredor terminara un metro despus, pero esta vez vir a la izquierda y sigui
en lnea recta, internndose otros veinte metros en el hielo, antes de doblar a la
derecha y subir de nuevo. Avanc cuesta abajo, corriendo, patinando y clavando
el martillo, hasta la abertura. El haz lser alumbraba un sinfn de reflejos de mi
agitada expresin en el claro hielo.
Aenea y A. Bettik se haban puesto a empacar el equipo necesario en cuanto
y o me perd de vista. La nia y a haba subido al nicho de hielo y ordenaba
utensilios mientras A. Bettik se los arrojaba. Nos gritamos instrucciones y
sugerencias. Todo pareca til. Sacos de dormir, manta trmica, la tienda plegada
que slo se poda reducir a un tercio de su diminuto tamao anterior, a causa
del hielo y la escarcha, el cubo calefactor, alimentos, brjula inercial, armas,
lmparas de mano.
Al fin pusimos la may or parte del equipo en ese rellano. Discutimos un poco
ms, un ejercicio que nos mantuvo en calor por un minuto, escogimos slo lo que
era imprescindible y caba en nuestras mochilas y bolsas. Me calc la pistola en
el cinturn y apoy el rifle de plasma en mi mochila. A. Bettik acept llevar la
escopeta. Por suerte no haba ropa en las mochilas estbamos usando toda la
que llevbamos as que cargamos los paks de alimentos y los utensilios. Aenea
y el androide llevaban las unidades de comunicaciones; y o me calc el helado
comlog en la mueca. A pesar de esta precaucin, no tenamos intenciones de
perdernos de vista.
Me preocupaba que la balsa se alejara la prtiga trabada y el timn partido
no resistiran mucho, pero A. Bettik lo resolvi en un santiamn, anudando
sogas a proa y a popa, abriendo boquetes en el hielo con el lser, y sujetando las
cuerdas a slidas clavijas de hielo.
Antes de internarnos en el angosto corredor de hielo, ech un ltimo vistazo a
nuestra fiel balsa, dudando que la viramos de nuevo. Era un espectculo
pattico: la losa an estaba en su sitio, pero el timn estaba astillado, el mstil de
proa roto y rajado, los bordes carcomidos y los troncos de ambos flancos
39
El principal centro de interrogatorio de Pacem no est en el Vaticano
propiamente dicho, sino en el gran cmulo de piedra llamado Castel SantAngelo,
un macizo fuerte circular que comenz como tumba de Adriano en el 135 de la
era cristiana y se conect a la Muralla Aureliana en el 271 para convertirse en la
ms importante fortaleza de Roma, y en uno de los pocos edificios romanos que
se mud con el Vaticano cuando la Iglesia evacu sus oficinas de Vieja Tierra,
poco antes de que el planeta se derrumbara en el agujero negro que la devoraba
por dentro. El castillo un monolito cnico de piedras rodeadas por un foso
fue importante para la Iglesia durante el Ao de la Peste de 587, cuando
Gregorio Magno, mientras encabezaba una procesin para rogar a Dios que
pusiera fin a la plaga, tuvo una visin de Miguel Arcngel sobrevolando la tumba.
Ms tarde el Castel SantAngelo protegi a varios papas de turbas furibundas,
ofreci sus hmedas celdas y cmaras de tortura a presuntos enemigos de la
Iglesia como Benvenuto Cellini y, en sus casi tres mil aos de existencia, resisti
tanto las invasiones brbaras como la explosin nuclear. Ahora se y ergue sobre
una montaa baja y gris en el centro del nico terreno abierto que permanece
dentro del atareado tringulo de autopistas, edificios y centros administrativos que
unen el Vaticano, las oficinas de Pax y el puerto espacial.
El padre capitn De Soy a se presenta veinte minutos antes de su cita de las
siete y recibe una placa que lo guiar por las sudorosas y oscuras bvedas del
castillo. Los frescos, los bellos muebles y las aireadas logias que legaron los
papas medievales estn desledos y estropeados. El Castel SantAngelo ha
recobrado su aspecto de tumba y fortaleza. De Soy a sabe que se trajo desde
Vieja Tierra un pasaje fortificado que iba del Vaticano al castillo, y que uno de
los propsitos del Santo Oficio en los dos ltimos siglos ha consistido en dotar al
Castel SantAngelo con armas y defensas modernas para que ofrezca un rpido
refugio para el Papa en caso de que la guerra interestelar llegue a Pacem.
La caminata dura veinte minutos, y De Soy a debe atravesar muchos puestos
de guardia y puertas de seguridad. No los custodia la polica de la Guardia Suiza,
con sus atuendos brillantes, sino las fuerzas de seguridad del Santo Oficio, con sus
uniformes negros y plateados.
La celda de interrogacin es mucho menos srdida que los antiguos
corredores y escaleras que conducen all: dos de las tres paredes interiores de
piedra estn iluminadas por paneles de cristal que irradian un fulgor amarillo; dos
faroles proy ectan luz solar desde su colector del techo, que est treinta metros
ms arriba; hay una mesa moderna en la austera habitacin. La silla de De Soy a
se encuentra frente a los cinco inquisidores, pero es idntica a las de ellos en
diseo y confort, y contra una pared hay un centro oficinesco estndar, con
teclados, pantallas, placa lectora de discos y entradas virtuales, y un aparador
F. C. DE SOYA: Aunque le expliqu que era necesaria una accin rpida, el obispo
Melandriano objet nuestra investigacin de la plataforma Tres-veinte-seis.
Trat de obstaculizar la investigacin a pesar de que su superiora, la arzobispo
Jane Kelley, le haba impartido rdenes directas de colaborar.
INQ UISIDOR: Alega el padre capitn que la arzobispo Kelley ofreci su ay uda al
solicitar la colaboracin del obispo Melandriano?
F. C. DE SOYA: No. Yo busqu su ay uda.
INQ UISIDOR: Acaso el padre capitn no invoc la autoridad del disco papal al obligar a
la arzobispo Kelley a interceder a favor de la investigacin?
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Puede el padre capitn exponer los sucesos que ocurrieron cuando el
obispo Melandriano fue en persona a la plataforma Tres-veinte-seis?
F. C. DE SOYA: El obispo Melandriano estaba furioso. Orden a los efectivos de Pax que
y o haba llamado que liberasen al capitn Powl y los dems. Yo anul esa
orden. El obispo Melandriano rehus reconocer la autoridad en m delegada por
el disco papal. Tuve que arrestar temporalmente al obispo y enviarlo al
monasterio jesuita que se encuentra en una plataforma que est a seiscientos
kilmetros del polo sur del planeta. Las tormentas y otras contingencias
impidieron que el obispo se marchara en varios das. Cuando se march, la
investigacin haba concluido.
INQ UISIDOR: Y qu resultados arroj la investigacin?
F. C. DE SOYA: Entre otras cosas, demostr que el obispo Melandriano haba recibido
grandes pagos en efectivo de los cazadores furtivos de la jurisdiccin de la
plataforma Tres-veinte-seis. Tambin demostr que Powl, director de la
plataforma, haba seguido instrucciones del obispo Melandriano al realizar
actividades ilegales con los cazadores y al extorsionar a los pescadores
visitantes.
INQ UISIDOR: El padre capitn present estas acusaciones al obispo Melandriano?
F. C. DE SOYA: No.
INQ UISIDOR: Las present ante la arzobispo Kelley ?
F. C. DE SOYA: No.
F. C. DE SOYA: Eso es todo. Pens que podramos llegar a Hebrn sin toparnos con un
enjambre xter. A menudo abandonan los sistemas que conquistan en combate.
Obviamente, mi corazonada fue errnea en esta ocasin. Cost la vida del
lancero Rettig, lo cual lamento profunda y sinceramente.
INQ UISIDOR: Alega pues el padre capitn que el resultado de la investigacin que llev
a cabo con tan alto coste y tanto dolor y bochorno para el obispo Melandriano
tuvo xito porque varios datos parecen indicar una relacin con el poema
llamado los Cantos, que a su vez tiene una leve relacin con los xters?
F. C. DE SOYA: Esencialmente, s.
INQ UISIDOR: Sabe el padre capitn que el poema llamado los Cantos figura en el
Index de Libros Prohibidos desde hace ms de un siglo y medio?
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Admite haber ledo ese libro?
F. C. DE SOYA: S.
INQ UISIDOR: Recuerda el padre capitn el castigo que inflinge la Compaa de Jess a
quienes infringen a sabiendas el Index de Libros Prohibidos?
F. C. DE SOYA: S, la expulsin de la Compaa.
INQ UISIDOR: Y recuerda el padre capitn la pena mxima citada por el Canon
Eclesistico de Paz y justicia para quienes en el Cuerpo de Cristo infringen a
sabiendas las restricciones establecidas por el Index de Libros Prohibidos?
F. C. DE SOYA: La excomunin.
INQ UISIDOR: El padre capitn puede retirarse a sus aposentos de la Rectora Vaticana
de los Legionarios de Cristo. Permanecer all hasta que se lo convoque para
nuevas declaraciones ante esta junta o se le impartan nuevas rdenes. As
refrndase, jrase, promtese y compromtese a nuestro hermano en Cristo;
por el poder de la Santa, Catlica y Apostlica Iglesia Romana te exhortamos y
obligamos, en nombre de Jess hablamos.
F. C. DE SOYA: Gracias, eminentsimos y reverendsimos seores cardenales e
inquisidores. Aguardar nuevas rdenes.
40
Pasamos tres semanas con los chitchatuk en el mundo congelado de Sol
Draconi Septem, y en ese perodo descansamos, nos recobramos, recorrimos los
congelados tneles de la congelada atmsfera, aprendimos algunas palabras y
frases de su difcil idioma, visitamos al padre Glaucus en la ciudad sepultada,
enfrentamos espectros rticos y emprendimos la ltima y terrible migracin ro
abajo.
Pero me estoy adelantando. Es fcil apresurarse, especialmente con la
creciente probabilidad de inhalar cianuro en mi prximo aliento. As sea. Este
relato tendr un final abrupto cuando y o tenga el mo, no antes, y poco importa si
es aqu, all o en otra parte. Lo contar tal como es, siempre que se me permita
contarlo.
Nuestro primer encuentro con los chitchatuk casi termin en tragedia para
ambas partes. Habamos bajado nuestras lmparas y nos agazapbamos en la
densa oscuridad de ese corredor de hielo, el rifle de plasma cargado y
preparado, cuando una luz mortecina asom en un recodo del tnel y siluetas
grandes e inhumanas doblaron la curva. Encend la lmpara y su haz opaco
alumbr una visin aterradora: tres o cuatro bestias fornidas, de pelambre blanca,
con zarpas negras y largas como mi mano, dientes blancos an ms largos, ojos
rojos y relucientes. Las criaturas se desplazaban en la niebla de su propio aliento.
Alc el rifle de plasma y puse el selector en fuego rpido.
No dispares! exclam Aenea, aferrndome el brazo. Son humanos!
Su grito no slo detuvo mi mano sino la de los chitchatuk. Largas lanzas de
hueso haban asomado por los pliegues de pelambre blanca, y nuestros haces
iluminaron puntas afiladas y brazos plidos que se echaban hacia atrs para
arrojarlas. Pero la voz de Aenea nos detuvo cuando apenas faltaba una
contraccin muscular para que estallara la violencia.
Entonces vi los rostros plidos que haba bajo las viseras de dientes de
espectro: anchos, de nariz roma, arrugados, plidos al extremo del albinismo,
pero totalmente humanos, al igual que los ojos oscuros y relucientes. Baj la luz
para que sta no les deslumbrara.
Los chitchatuk eran robustos y musculosos bien adaptados a la aplastante
gravedad de 1,7 de Sol Draconi Septem y parecan an ms fornidos y
poderosos con las capas de piel de espectro en que se arropaban. Pronto
aprenderamos que usaban la mitad delantera del cuero del animal, la cabeza
incluida, de modo que las negras zarpas colgaban delante de las manos, y los
dientes les cubran el rostro como filosos rastrillos. Tambin supimos que la lente
del negro ojo del espectro aun sin la complicada ptica y los nervios que
permitan a esos monstruos ver en plena oscuridad an funcionaban como
sencillas gafas de visin nocturna. Todo aquello que los chitchatuk llevaban y
Eran un pueblo generoso. Nos dieron tnicas de espectro para vestirnos, pieles
para dormir, caldo de espectro calentado en el pequeo brasero, agua de sus
sacos entibiados con el cuerpo, y su confianza. Pronto supimos que los chitchatuk
no guerreaban entre s. La idea de matar a otro ser humano les era ajena. Los
chitchatuk indgenas que se haban adaptado al hielo durante un milenio eran
los nicos sobrevivientes de la Cada, las pestes vricas y los espectros. Tomaban
de los monstruosos espectros todo lo que necesitaban y por lo que pudimos
colegir los espectros dependan nicamente de los chitchatuk para alimentarse.
Todas las dems formas de vida, siempre marginales, haban quedado por debajo
del umbral de supervivencia despus de la Cada y del fracaso de la
terraformacin.
Pasamos esos primeros das durmiendo, comiendo y tratando de
comunicarnos. Los chitchatuk no tenan aldeas permanentes en el hielo: dorman
unas horas, plegaban sus tnicas y se desplazaban por el conejar de tneles.
Cuando calentaban hielo para tener agua el nico uso que hacan del fuego,
pues las brasas no bastaban para calentarlos y coman la carne cruda colgaban
el brasero del techo de hielo con tres correas para que no dejara una huella
delatora en el hielo.
Haba veintitrs en la tribu, banda, clan o como se llamara, y al principio no
pudimos discernir si inclua mujeres. Los chitchatuk usaban tnicas en todo
momento, y slo las alzaban para no ensuciarlas cuando orinaban o defecaban en
las fisuras del hielo. Comprobamos que haba mujeres en la banda en nuestro
tercer perodo de sueo, cuando vimos a la mujer llamada Chatchia copulando
con Cuchiat.
41
Cuando llega la orden de liberar al padre capitn De Soy a de su virtual
arresto domiciliario en la Rectora de los Legionarios de Cristo, no la imparte el
Santo Oficio de la Inquisicin, como se esperaba, sino monseor Lucas Oddi,
subsecretario de su excelencia el cardenal Simon Augustino Lourdusamy.
La caminata por la ciudad y los jardines del Vaticano es abrumadora para De
Soy a. Todo lo que ve y oy e los claros cielos de Pacem, el aleteo de pinzones
en los huertos, el suave taido de las campanas llamando a vsperas le causa
tanta emocin que debe esforzarse para contener las lgrimas. Monseor Oddi
charla mientras caminan, mezclando los chismes del Vaticano con ciertos
halagos que hacen zumbar los odos de De Soy a mucho despus de haber pasado
aquel sector del jardn donde zumban abejas entre las flores.
De Soy a estudia al anciano que lo lleva a paso tan vivaz. Oddi es muy alto y
parece deslizarse. Sus piernas apenas hacen ruido dentro de la larga sotana. Tiene
rostro delgado y anguloso, con arrugas talladas por muchas dcadas de buen
humor, y su nariz larga y ganchuda parece olfatear el aire del Vaticano en busca
de rumores y humoradas. De Soy a ha odo bromas acerca de monseor Oddi y
el cardenal Lourdusamy, el hombre alto y gracioso y el hombre obeso y artero.
Los rumores dicen que resultaran cmicos de no ser por el poder aterrador que
poseen.
De Soy a se sorprende cuando salen del jardn y abordan uno de los
ascensores externos que suben a las logias del Palacio Vaticano. Los guardias
suizos, esplendorosos en sus antiguos uniformes de franjas rojas, azules y
anaranjadas, se cuadran cuando ellos entran y salen del ascensor. Los guardias
empuan largas picas, pero De Soy a recuerda que esas picas pueden usarse
como rifles de pulsos.
Recordar que Su Santidad, durante su primera resurreccin, decidi
ocupar nuevamente este piso porque simpatizaba con su tocay o, Julio II dice
monseor Oddi, sealando el largo corredor con un grcil ademn.
S dice De Soy a. Su corazn palpita desbocadamente. El papa Julio II, el
famoso papa guerrero que encarg el techo de la Capilla Sixtina durante su
reinado de 1503-1513, haba sido el primero en vivir en esos aposentos. Si aquel
primer papa guerrero haba reinado por una dcada, el actual papa Julio (en
todas sus encarnaciones, de Julio VI a Julio XIV) ha vivido y gobernado aqu casi
doscientos setenta aos. Por cierto, no ir a encontrarse con el Santo Padre! De
Soy a logra aparentar calma mientras atraviesan el vasto corredor, pero tiene las
palmas hmedas y respira agitadamente.
Iremos a ver al secretario, por cierto dice Oddi con una sonrisa, pero
si usted no ha visto los apartamentos papales, es un grato paseo. Su Santidad se
reunir con el snodo interestelar de obispos en la sala ms pequea del edificio
42
Nos llev poco ms de un da atravesar los tneles de hielo para llegar a la
ciudad sepultada, pero durante el tray ecto hubo tres breves perodos de sueo, y
el viaje en s oscuridad, fro, pasajes angostos en el hielo habra sido
olvidable si aquel espectro no hubiera matado a uno de nuestro grupo.
Como sucede con los autnticos actos de violencia, fue demasiado rpido
para observarlo. Trajinbamos por el tnel Aenea, el androide y y o a la
retaguardia de la hilera de chitchatuk cuando de pronto hubo una explosin de
hielo y movimiento. Me qued petrificado, pensando que haba estallado una
mina, y el hombre que caminaba a dos hombres de distancia de Aenea
desapareci sin un grito.
Yo todava estaba petrificado, el rifle de plasma en las manos, inservible con
el seguro puesto, cuando el chitchatuk ms prximo se puso a ulular de rabia e
impotencia, y los cazadores ms cercanos se internaron en el nuevo corredor que
se haba abierto donde un segundo antes no haba ninguno.
Aenea y a alumbraba con su lmpara el pozo casi vertical cuando me
acerqu a ella empuando mi arma. Dos chitchatuk se haban arrojado por el
conducto, frenando la cada con las botas y los cuchillos de hueso, arrojando
astillas de hielo; y o estaba por meterme cuando Cuchiat me aferr el hombro.
Ktchey! exclam. Ku tcheta chitchatuk!
Era el cuarto da, y y o y a entenda que me estaba ordenando que no fuera.
Obedec, pero saqu la linterna lser para iluminar el camino a los cazadores
aullantes que y a estaban a veinte metros y fuera de nuestra vista, pues el nuevo
tnel se pona horizontal. Al principio cre que era un efecto del rojo haz del lser,
pero luego vi que el pozo estaba casi totalmente pintado de brillante sangre.
Los gritos de los chitchatuk continuaron cuando los cazadores regresaron con
las manos vacas. Comprend que no haban visto al espectro ni hallado a la
vctima, salvo la sangre, los jirones de la tnica y el meique de la mano
derecha. Cuchtu, el hombre a quien considerbamos el mdico brujo, se
arrodill, bes el dgito cortado, se pas un cuchillo de hueso por el antebrazo,
derram su propia sangre sobre el dedo sanguinolento y luego, con reverencia,
guard el dedo en su saco de cuero. Los chitchatuk dejaron de ulular. Chiaku, el
hombre alto de tnica ensangrentada ahora doblemente ensangrentada, pues
era uno de los cazadores que se haban arrojado por el pozo, nos habl
gravemente mientras los dems cargaban sus brtulos, guardaban sus lanzas y
reanudaban la marcha.
Mientras seguamos andando por el tnel, mir atrs y vi que el boquete por
donde haba entrado el espectro se perda en aquella negrura que pareca
seguirnos. Pensando que esos animales vivan en la superficie y bajaban para
cazar, no me haba sentido nervioso. Pero ahora el hielo del suelo pareca
traicionero, las facetas de hielo y los rebordes de las paredes y los techos eran
meras ventanas donde acechaba otro espectro. Not que trataba de caminar
ligeramente, como si eso me impidiera caer al lugar donde aguardaba el asesino.
No era fcil caminar ligeramente en Sol Draconi Septem.
M. Aenea dijo A. Bettik, no entend lo que deca M. Chiaku. Algo
sobre nmeros?
El rostro de Aenea estaba hundido bajo los dientes de espectro de la tnica.
Yo saba que confeccionaban estas tnicas con cachorros de espectro, pero la
vislumbre de esos brazos blancos del grosor de mi torso atravesando el hielo, las
garras negras de la longitud de mi antebrazo, me hicieron comprender el tamao
de esas criaturas. A veces, comprend, destrabando el seguro de mi rifle de
plasma, tratando de caminar ligeramente en el peso aplastante de Sol Draconi
Septem, el camino ms corto hacia el coraje es la ignorancia absoluta.
As que pienso que hablaba del hecho de que la banda y a no suma un
nmero primo le deca Aenea a A. Bettik. Hasta que ella fue capturada
ramos veintisis, lo cual estaba bien, pero ahora tienen que hacer algo pronto
o no s ms mala suerte.
resplandor y ululando en un tono distinto del gemido fnebre del tnel. Era una
seal. Mientras aguardbamos, mir el esqueleto de acero y cristal, las docenas
de lmparas encendidas que colgaban por doquier, piso tras piso, de modo que
podamos ver bajo nuestros pies, a travs del hielo, los pisos inferiores y las
ventanas iluminadas.
El padre Glaucus se aproxim por un recinto que era a medias caverna de
hielo y a medias oficina. Llevaba la larga sotana negra y el crucifijo que y o
asociaba con los jesuitas del monasterio de Puerto Romance. Era evidente que el
anciano era ciego tena ojos lechosos, con cataratas, inexpresivos como
piedras pero eso no fue lo primero que me llam la atencin en l: era viejo,
antiguo, venerable, barbado como un patriarca. Cuando Cuchiat lo llam, sus
rasgos cobraron vida y pareci despertar de un trance, enarcando las nveas
cejas, y su amplia frente se cubri de arrugas. Sus labios cuarteados se curvaron
en una sonrisa. Aunque esta descripcin puede parecer grotesca, no haba nada
extravagante en el padre Glaucus, ni su ceguera, ni su barba blanca y
deslumbrante, ni la curtida y manchada piel ni sus labios agrietados. Todo en l
era tan personal que ninguna comparacin le hara justicia.
Yo tena muchas reservas en cuanto a conocer a este glauco , temiendo
que estuviera asociado con Pax. Ahora, viendo que era sacerdote, habra cogido
a la nia y A. Bettik y me hubiera ido con los chitchatuk. Pero ninguno de los tres
tuvo ese impulso. Este anciano no era hombre de Pax, era slo el padre Glaucus.
Supimos esto pocos minutos despus de nuestro encuentro.
Pero antes de que ninguno hablara, el sacerdote ciego pareci detectar
nuestra presencia. Despus de conversar con Cuchiat y Chichitcia en su lengua,
gir hacia nosotros, alzando una mano como si su palma sintiera nuestro calor. Se
aproxim al lmite que separaba la caverna de hielo de la habitacin.
Camin directamente hacia m, me apoy la mano huesuda en el hombro y
dijo, en voz alta y ntido ingls de la Red:
He aqu el hombre!
43
Mientras explica el verdadero motivo de la misin de De Soy a, el cardenal
Lourdusamy se reclina en su trono y seala el distante techo con su mano
regordeta.
Qu piensas de esta habitacin, Federico?
El padre capitn De Soy a, dispuesto a or algo de importancia vital, pestaea
y y ergue el rostro. Esta gran sala tiene ornamentos tan profusos como las otras
del apartamento Borgia, o ms. Los colores son ms vivos, ms vibrantes, y el
padre capitn repara en la diferencia: estos tapices y frescos son ms actuales.
Uno presenta al papa Julio VI recibiendo el cruciforme de un ngel del Seor, y
otro muestra a Dios estirando el brazo en un eco del techo de Miguel ngel en
la Capilla Sixtina para entregar a Julio el Sacramento de la Resurreccin. Un
Arcngel expulsa al malvado antipapa, Teilhard I, con su espada flamgera. Otras
imgenes del techo y tapices de la pared proclaman la gloria del primer siglo de
la resurreccin de la Iglesia y la expansin de Pax.
El techo original se desmoron en el 1500 explica el cardenal
Lourdusamy , y por poco mat al papa Alejandro. Casi todo el decorado
original fue destruido. Len X lo hizo reemplazar despus de la muerte de Julio
II, pero la obra era inferior a la original. Su Santidad encomend la nueva obra
hace ciento treinta aos estndar. Fjate en el fresco central, obra de Halaman
Ghena de Vector Renacimiento. El Tapiz de Pax Ascendiente, por all, es obra de
Shiroku. La restauracin arquitectnica fue obra de la crema de los artesanos de
Pacem, entre ellos Peter Baines Cort-Bilgruth.
De Soy a asiente cortsmente, sin saber cmo se relaciona esto con el tema
que trataban. Quizs el cardenal, como ocurre con muchos poderosos, se hay a
habituado a divagar porque sus subalternos nunca le reprochan sus digresiones.
Como ley endo la mente del padre capitn, Lourdusamy re entre dientes y
apoy a su blanda mano en la superficie de cuero de la mesa.
Menciono esto por una razn, Federico. Convendras en que la Iglesia y
Pax han trado una era de paz y prosperidad sin precedentes para la humanidad?
De Soy a titubea. Ha ledo historia, pero no est seguro de que esta era no
tenga precedentes. Y en cuanto a la paz El recuerdo de bosques orbitales
incinerados y mundos arrasados an puebla sus sueos.
La Iglesia y sus aliados de Pax sin duda han mejorado la situacin de la
may ora de los ex mundos de la Red que he visitado, excelencia, y nadie puede
negar que el don de la resurreccin no tiene precedentes.
Vlgame! Un diplomtico! estalla Lourdusamy, frotndose el fino
labio superior con aire divertido. S, s, tienes toda la razn, Federico. Toda
poca tiene sus desventajas, y la nuestra incluy e una constante lucha contra los
xters y una lucha an ms urgente para establecer el reinado de Nuestro Seor
44
No se trataba de un solo edificio, sino que toda una ciudad estaba sepultada en
la atmsfera resublimada de Sol Draconi Septem, un fragmento de la arrogancia
de la Hegemona congelada como un antiguo insecto apresado en mbar.
El padre Glaucus era un hombre afable, bienhumorado y generoso. Pronto
supimos que lo haban desterrado a Sol Draconi Septem como castigo por
pertenecer a una de las ltimas rdenes teilhardianas de la Iglesia.
Aunque su orden haba rechazado los fundamentos bsicos de Teilhard
cuando Julio VI emiti una bula proclamando que la filosofa del antipapa era
blasfema, la orden fue disuelta y sus miembros excomulgados o enviados a los
confines de los dominios de Pax. El padre Glaucus no se refera a su
permanencia de cincuenta y siete aos estndar en esa tumba helada como
exilio. La consideraba su misin.
Aunque admita que los chitchatuk no haban demostrado el menor inters en
convertirse, confesaba que l tena poco inters en convertirlos. Admiraba su
coraje, respetaba su honestidad y estaba fascinado por su cultura de
supervivencia. Antes de perder la vista ceguera de nieve, lo llamaba l, no
cataratas; una combinacin de fro, vaco y radiacin dura en la superficie el
padre Glaucus haba viajado con muchas bandas chitchatuk.
Entonces eran ms coment mientras estbamos en su iluminado estudio
. El desgaste ha cobrado su precio. Hace cincuenta aos haba decenas de
miles de chitchatuk, hoy slo sobreviven unos centenares.
En los primeros das, mientras Aenea, A. Bettik y el sacerdote ciego
conversaban, me dediqu a explorar la ciudad congelada.
El padre Glaucus alumbraba cuatro pisos de un edificio alto con los faroles
alimentados con esas cpsulas que parecan ascuas.
Para ahuy entar a los espectros seal. Odian la luz.
Encontr una escalera y descend en la oscuridad con una lmpara y el rifle.
Veinte pisos ms abajo, un laberinto de tneles conduca a los dems edificios de
la ciudad. Dcadas antes, el padre Glaucus haba marcado la entrada de esos
edificios sepultados con una pluma: DEPSITO, TRIBUNAL, CENTRO DE
COMUNICACIONES, DOMO DE LA HEGEMONA, HOTEL, y as
sucesivamente. Explor algunos, viendo indicios de visitas ms recientes del
sacerdote. En mi tercera exploracin encontr las profundas bvedas donde
estaban almacenadas las cpsulas de combustible. Eran fuente de calor y de luz
para el viejo sacerdote, y tambin su principal arma de negociacin para que los
chitchatuk lo visitaran.
Los espectros les dan todo excepto material combustible me haba dicho
. Las cpsulas les dan luz y un poco de calor. Disfrutamos del trueque. Ellos me
dan carne y cueros de espectro, y o les doy lumbre y buena conversacin. Creo
En nuestro tercer o cuarto da, poco antes de la comida, me reun con los
dems en el estudio del sacerdote. Ya haba revisado los libros del anaquel:
volmenes de filosofa y teologa, novelas de misterio, textos de astronoma,
estudios de etnologa, volmenes de neoantropologa, novelas de aventuras, guas
de carpintera, textos mdicos, libros de zoologa.
Mi may or tristeza, cuando qued ciego hace treinta aos me haba dicho
el padre Glaucus el da en que mostr orgullosamente su biblioteca fue que y a
no pude leer mis queridos libros. Soy un Prspero negado. No puedes imaginar
cunto tiempo me llev trasladar estos tres mil volmenes desde la biblioteca que
est cincuenta pisos ms abajo.
Por las tardes, mientras y o exploraba y A. Bettik se pona a leer, Aenea le
lea en voz alta al viejo sacerdote.
Una vez, cuando entr en la habitacin sin golpear, vi lgrimas en las mejillas
del misionero.
Aquel da, cuando me reun con ellos, el padre Glaucus hablaba de Teilhard,
el jesuita original, no el antipapa a quien Julio VI haba suplantado.
Fue camillero durante la Primera Guerra Mundial deca el padre
Glaucus. Pudo haber sido capelln y permanecer fuera de la lnea de fuego,
pero opt por ser camillero. Le dieron medallas por su valor, incluida una que se
llamaba la Legin de Honor.
A. Bettik se aclar la garganta cortsmente.
Excseme, padre. Es correcta mi presuncin de que la Primera Guerra
Mundial fue un conflicto anterior a la Hgira que se limit a la Vieja Tierra?
El barbado sacerdote sonri.
Precisamente, querido amigo. Principios del siglo veinte. Un conflicto
terrible. Terrible. Y Teilhard estuvo en pleno combate. El odio a la guerra le dur
toda la vida.
El padre Glaucus se haba construido una mecedora, y ahora se hamacaba
frente al fuego que arda en un tosco hogar. Las ascuas doradas arrojaban largas
sombras y ms calor del que habamos disfrutado desde que habamos cruzado el
portal teley ector.
Teilhard era gelogo y paleontlogo. En China, un estado-nacin de Vieja
Tierra, en la dcada de 1930, elabor la teora de que la evolucin era un proceso
incompleto, pero que tena un propsito. Vea el universo como un designio de
Dios para unir al Cristo de la Evolucin, lo Personal y lo Universal en una sola
entidad consciente. Teilhard de Chardin vea cada paso de la evolucin como una
seal de esperanza, siendo aun las extinciones masivas causa de alegra. La
cosmognesis (el trmino que l usaba) ocurrira cuando la humanidad fuera
central para el universo, la noognesis era la evolucin continua de la mente del
hombre, y la hominizacin y la ultrahominizacin eran las etapas del Homo
sapiens evolucionando hacia la verdadera humanidad.
Disculpe, padre me o decir, apenas consciente de la incongruencia de
esta conversacin abstracta en medio de la ciudad congelada, bajo una
atmsfera congelada, bajo el asedio de los espectros y del fro, pero la
hereja de Teilhard no deca que el gnero humano evolucionara hasta ser Dios?
El sacerdote ciego sacudi la cabeza con expresin afable.
Durante su vida, hijo mo, Teilhard no fue condenado por hereja. En 1962
el Santo Oficio, que entonces era muy diferente, emiti un monitum
Un qu? pregunt Aenea, sentada en la alfombra junto al fuego.
Un monitum es una advertencia contra la aceptacin acrtica de sus ideas.
Y Teilhard no deca que los seres humanos se convertiran en Dios, sino que todo
el universo consciente formaba parte de un proceso de evolucin hacia el da,
que l llamaba Punto Omega, en que toda la creacin, la humanidad incluida,
sera una con la Deidad.
Teilhard habra incluido el TecnoNcleo en esa evolucin? pregunt
Aenea, abrazndose las rodillas.
El sacerdote ciego dej de hamacarse y se pas los dedos por la barba.
Los estudiosos lo han discutido durante siglos, querida. Yo no soy un
estudioso, pero estoy seguro de que l habra incluido al Ncleo, en su optimismo.
Pero los miembros del Ncleo descienden de mquinas intervino A.
Bettik. Y su concepto de una Inteligencia Mxima es muy diferente del
cristiano una mente fra y desapasionada, un poder predictivo capaz de
absorber todas las variables.
El padre Glaucus cabece.
Pero piensan, hijo mo. Sus primeros progenitores autoconscientes fueron
diseados con ADN viviente.
Diseados con ADN para computar dije, pasmado ante la idea de que
las mquinas del Ncleo recibieran el beneficio de la duda cuando se hablaba del
alma.
Y para qu fue diseado nuestro ADN en los primeros cientos de millones
de aos, hijo mo? Comer? Matar? Procrear? Acaso fuimos menos innobles
en nuestros comienzos que el silicio anterior a la Hgira y las IAs con base de
ADN? Como dira Teilhard, es la conciencia que Dios ha creado para acelerar la
autopercepcin del universo, como medio para comprender Su voluntad.
Las IAs queran usar a la humanidad como parte de su proy ecto IM dije
, y luego destruirnos.
Pero no lo hicieron.
No gracias al Ncleo.
La humanidad ha evolucionado, en la medida en que lo ha hecho, no
gracias a sus predecesores ni a s misma. La evolucin genera seres humanos.
Los seres humanos, por medio de un largo y doloroso proceso, generan
humanidad.
Empata murmur Aenea.
El padre Glaucus volvi los ojos ciegos hacia ella.
Precisamente, querida. Pero no somos las nicas encarnaciones de la
humanidad. Una vez que nuestros ordenadores alcanzaron la autoconciencia,
formaron parte de este designio. Pueden resistirse. Pueden tratar de desbaratarlo
por sus propios motivos. Pero el universo contina urdiendo su propio designio.
Usted habla del universo y sus procesos como si fueran una mquina
dije. Programada, inexorable, inevitable.
El viejo sacudi la cabeza lentamente.
No, no nunca una mquina. Y nunca inevitable. Si algo nos ense la
venida de Cristo es que nada es inevitable. El resultado siempre est en duda. Las
decisiones a favor de la luz o de la oscuridad siempre dependen de nosotros de
nosotros y de cada entidad consciente.
Teilhard pensaba que la conciencia y la empata triunfaran? pregunt
Aenea.
El padre Glaucus seal la biblioteca con su mano huesuda.
All hay un libro, en el tercer estante Tena un sealador azul la ltima
vez que mir, hace ms de treinta aos. Lo ves?
Diarios, notas y correspondencia de Teilhard de Chardin ley Aenea.
S, s. brelo donde est el sealador azul. Ves el pasaje que he anotado?
Es una de las ltimas cosas que vieron estos viejos ojos antes de la oscuridad.
El pasaje del 12 de diciembre de 1919?
S. Lelo, por favor.
Aenea aproxim el libro a la luz del fuego.
Ntese bien ley . No atribuy o valor definitivo absoluto a las diversas
construcciones del hombre. Creo que desaparecern, fundidas en una nueva
totalidad que an no podemos concebir. Al mismo tiempo admito que tienen un
papel provisional esencial, que son fases necesarias e inevitables que nosotros
(nosotros o la raza) debemos atravesar en el curso de nuestra metamorfosis. Lo
45
El Rafael llega al sistema de Sol Draconi. A pesar de las explicaciones
recibidas por el padre capitn De Soy a y otros que viajan en naves Arcngel, su
mecanismo de impulso no es una modificacin del antiguo motor Hawking, que
ha desafiado la barrera de la velocidad de la luz desde antes de la Hgira. El
motor del Rafael es en gran medida un engao: cuando llega a velocidades
cuasicunticas, emite una seal en un medio antes conocido como el Vaco Que
Vincula. Una fuente energtica que est en Otra Parte activa un dispositivo
remoto que perfora un subplano de ese medio, rasgando la urdiembre del espacio
y del tiempo. Esa ruptura es instantneamente fatal para la tripulacin humana,
que muere dolorosamente: las clulas se desgarran, los huesos se hacen polvo, las
sinapsis se anulan, las tripas se vacan, los rganos se lican. Nunca conocern los
detalles: todo recuerdo de los ltimos microsegundos de horror y muerte se borra
durante la reconstruccin del cruciforme y la resurreccin.
El Rafael inicia su tray ectoria de frenado, dirigindose a Sol Draconi Septem,
y su motor de fusin detiene la nave bajo doscientas toneladas de tensin. En sus
divanes de aceleracin y sus nichos de resurreccin, el padre capitn De Soy a, el
sargento Gregorius y el cabo Kee y acen muertos; sus cuerpos desgarrados son
pulverizados por segunda vez, porque la nave conserva automticamente la
energa al no inicializar los campos internos hasta que la resurreccin hay a
comenzado. Adems de los tres humanos muertos, hay a bordo otro par de ojos.
Rhadamanth Nemes ha abierto la tapa de su nicho de resurreccin y se
encuentra en el divn expuesto. La brutal desaceleracin azota su cuerpo
compacto sin daarlo. Siguiendo la programacin estndar, el sistema de soporte
vital de la cabina est apagado: no hay oxgeno, la presin atmosfrica es
demasiado baja para permitir que un humano sobreviva sin traje espacial y la
temperatura es de treinta grados centgrados bajo cero. Nemes no se inmuta.
Acostada en el divn, vestida con su mono carmes, mira los monitores,
interrogando a la nave y recibiendo respuestas por enlace de fibrohebra.
Seis horas despus de antes que se enciendan los campos internos y los
cuerpos comiencen a ser reparados en sus complejos sarcfagos, aun mientras la
cabina est en el vaco, Nemes se pone de pie, soporta impasiblemente
doscientas gravedades y camina al cubculo de conferencias y la mesa de
rastreo. Pide un mapa de Sol Draconi Septem y pronto encuentra el itinerario
anterior del ro Tetis. Ordenando a la nave que transmita imgenes visuales de
largo alcance, acaricia la imagen hologrfica de tajos, dunas y grietas en el
hielo. La cspide de un edificio asoma en el glaciar atmosfrico. Nemes chequea
el mapa: est a treinta kilmetros del ro sepultado.
Al cabo de once horas de frenado, el Rafael entra en rbita en torno de la
reluciente y nvea esfera de Sol Draconi Septem. Los campos internos y a estn
46
Nuestros cuatro das con el padre Glaucus fueron memorables por su calidez,
su tranquilidad y sus conversaciones. Lo que ms recuerdo son las
conversaciones.
Poco antes del regreso de los chitchatuk conoc una de las razones por las que
A. Bettik realizaba este viaje.
Tienes hermanos, M. Bettik? le pregunt el padre Glaucus, an
negndose a usar el honorfico de androide.
Para mi asombro, A. Bettik respondi que s. Cmo era posible? Los
androides eran diseados y biofacturados, cultivados en artesas a partir de
elementos genticos, como los rganos para trasplantes.
Durante nuestra biofacturacin continu A. Bettik los androides eran
tradicionalmente clonados en colonias de cinco, habitualmente cuatro varones y
una mujer.
Quintillizos dijo el padre Glaucus desde su mecedora. Tienes tres
hermanos y una hermana.
S.
Pero sin duda no fuisteis empec, y me interrump, frotndome la
barbilla. Acababa de afeitarme (pareca lo ms civilizado en el hogar del padre
Glaucus) y el contacto de la piel lisa me sobresalt. Pero sin duda no crecisteis
juntos. Es decir, los androides no eran?
Biofacturados con forma adulta? dijo A. Bettik con su sonrisa leve.
No, nuestro proceso de crecimiento era acelerado. Alcanzbamos la madurez a
los ocho aos estndar, pero haba un perodo de infancia. Esta demora era uno
de los motivos por los cuales la biofacturacin de androides era prohibitivamente
costosa.
Cmo se llaman tus hermanos? pregunt el padre Glaucus.
A. Bettik cerr el libro que estaba hojeando.
La tradicin era llamar a cada miembro del grupo de cinco en orden
alfabtico dijo. Mis hermanos eran A. Anttibe, A. Corresson, A. Darria y A.
Evvik.
Cul era la mujer? pregunt Aenea. Darria?
S.
Y cmo fue tu infancia?
Ante todo consisti en recibir educacin, entrenamiento y definicin de
parmetros de servicio.
Aenea estaba acostada en la alfombra, la barbilla en las manos.
Ibas a la escuela? Jugabas?
Nos instruan en la fbrica, aunque la may or parte de nuestros
conocimientos llegaban por transferencia ARN. Y si por jugar te refieres a
Los poetas pueden ser ambas cosas dijo el padre Glaucus. Ri de nuevo
. En verdad, a menudo lo son. Por lo que recuerdo, la may ora de los crticos
despreci los Cantos en los pocos crculos literarios que existan antes de que la
Iglesia los absorbiera. Algunos lo tomaban en serio como poeta, no como
cronista de lo que realmente sucedi en Hy perion antes de la Cada. Pero la
may ora se burlaba de su apoteosis del amor hacia el final del segundo volumen.
Lo recuerdo dije. El personaje de Sol, el viejo estudioso cuy a hija ha
envejecido al revs, descubre que el amor es la respuesta a lo que l llama el
dilema de Abraham.
Recuerdo que un crtico mordaz que rese el poema en nuestra ciudad
capital cit algunos graffiti encontrados en la pared de una ciudad de Vieja Tierra
anterior a la Hgira. Si el amor es la respuesta, cul era la pregunta? .
Aenea me mir buscando una explicacin.
En los Cantos dije, Sol descubre que aquello que el Ncleo IA
denominaba el Vaco Que Vincula es el amor. Ese amor es una fuerza bsica del
universo, como la gravedad y el electromagnetismo, como la fuerza nuclear
fuerte y dbil. En el poema Sol ve que la Inteligencia Mxima del Ncleo nunca
ser capaz de comprender que la empata es inseparable de esa fuente, del amor.
El viejo poeta describe el amor como la imposibilidad subcuntica que llevaba
informacin de fotn en fotn .
Teilhard no habra disentido, aunque lo habra dicho de otra manera.
De cualquier modo, la reaccin general ante el poema, segn Grandam,
fue que su sensiblera le quitaba fuerza.
Aenea sacudi la cabeza.
El to Martin tena razn. El amor es una de las fuerzas bsicas del universo.
S que Sol Weintraub crea sinceramente que l lo haba descubierto. Se lo dijo a
mi madre antes de que l y su hija desaparecieran dentro de la Esfinge,
dirigindose hacia el futuro de la nia.
El sacerdote ciego dej de hamacarse y se inclin hacia delante, apoy ando
los codos en las rodillas huesudas. Su sotana acolchada habra resultado cmica
en un hombre menos digno.
Esto es ms complicado que decir que Dios es amor? pregunt.
S respondi Aenea, de pie frente al fuego. En ese momento me pareci
may or, como si hubiera crecido y madurado en los meses que habamos
compartido. Los griegos vean la gravedad en funcionamiento, pero la
explicaban diciendo que uno de los cuatro elementos, la tierra, regresaba a su
familia . Lo que vislumbr Sol Weintraub fue la fsica del amor dnde reside,
cmo funciona, cmo se la puede comprender y dominar. La diferencia entre
Dios es amor y aquello que vio Sol Weintraub, aquello que el to Martin
intent explicar, es la diferencia entre la explicacin griega de la gravedad y las
ecuaciones de Isaac Newton. Una es una frase perspicaz. La otra ve la cosa
misma.
Lo haces sonar cuantificable y mecnico, querida objet el padre
Glaucus.
No dijo Aenea, con un vigor que le desconoca. As como usted
explic que Teilhard saba que la evolucin del universo hacia una may or
conciencia no poda ser puramente mecnica, que las fuerzas no eran
desapasionadas como supona la ciencia, sino que derivaban de la pasin absoluta
de la divinidad, bien, de la misma manera una comprensin del aspecto amoroso
del Vaco Que Vincula nunca puede ser mecnica. En cierto sentido, es la esencia
de la humanidad.
Contuve el impulso de rerme.
Ests diciendo que se requiere otro Isaac Newton para explicar la fsica
del amor? dije. Qu nos d sus ley es de la termodinmica, sus reglas de
entropa? Qu nos muestre el clculo del amor?
S afirm la nia.
El padre Glaucus an estaba inclinado hacia delante, las manos sobre las
rodillas.
Eres t esa persona, joven Aenea de Hy perion?
Aenea se alej, caminando hacia la oscuridad y el hielo que haba al otro
lado del cristal antes de dar media vuelta para regresar lentamente al crculo de
luz. Estaba cabizbaja, lagrimeaba.
S dijo con voz trmula. Me temo que s. No quiero serlo. Pero lo soy.
O podra serlo si sobrevivo.
Esto me provoc un escalofro. Lament que hubiramos entablado esta
conversacin.
Nos lo revelars ahora? dijo el padre Glaucus, con la voz suplicante de
un nio.
Aenea irgui el rostro.
No puedo. No estoy preparada. Lo lamento, padre.
El sacerdote ciego se reclin en la silla y de pronto pareci muy viejo.
Est bien, nia. Te he conocido. Eso es suficiente.
Aenea se le acerc y lo abraz un largo minuto.
47
Rhadamanth Nemes tarda menos de un minuto en realizar el sondeo neural
del cerebro del padre Glaucus. En una combinacin de imgenes visuales,
lenguaje y datos qumicos sinpticos, Nemes obtiene una imagen cabal de la
visita de Aenea a la ciudad congelada. Extrae el microfilamento y se concede
unos segundos para evaluar los datos.
Aenea, su compaero humano Raul y el androide partieron hace tres das y
medio estndar, pero al menos uno de esos das se habr perdido en el
desmantelamiento de la balsa. El segundo teley ector est unos treinta kilmetros
al norte, y los chitchatuk los guiarn por la superficie, un viaje lento y peligroso.
Es probable que Aenea no hay a sobrevivido al viaje por la superficie. Nemes ha
visto en la mente del sacerdote los toscos medios con que el Pueblo Indivisible
enfrenta la intemperie.
Rhadamanth Nemes sonre.
No dejar las cosas libradas al azar.
El padre Glaucus gime dbilmente.
Nemes se detiene, la rodilla en el pecho del viejo sacerdote. La sonda neural
ha causado pocos daos: un kit mdico sofisticado podra cerrar el orificio que el
filamento abri entre el ojo y el cerebro del viejo. Y l y a estaba ciego cuando
ella lleg.
Nemes reflexiona. Encontrarse con un sacerdote de Pax en este mundo no
formaba parte de la ecuacin. Cuando el padre Glaucus se mueve, llevndose las
huesudas manos al rostro, Nemes sopesa la situacin. Dejar al sacerdote con vida
implica muy poco riesgo; es un misionero olvidado en el exilio, destinado a morir
en este sitio. Por otra parte, dejarlo sin vida implica cero riesgo. Es una ecuacin
simple.
Quin eres? gime el sacerdote cuando Nemes lo levanta y lo lleva de la
cocina al comedor, del comedor a la biblioteca, de la biblioteca al pasillo y al
centro del edificio.
Aun aqu hay faroles encendidos para ahuy entar a los espectros.
Quin eres? repite el sacerdote ciego, forcejeando como un beb en
manos de un adulto fuerte. Por qu haces esto? pregunta el viejo mientras
Nemes abre las puertas del ascensor de un puntapi y lo sostiene un instante.
Una rfaga de aire helado baja de la superficie a las honduras del glaciar. Es
un ruido estridente, como si el planeta congelado aullara. En el ltimo momento
el padre Glaucus comprende lo que sucede.
Ah, querido Jess, Seor susurra, con un temblor en los labios. Ah, san
Teilhard, querido Jess
Nemes suelta al viejo en el pozo del ascensor y se aleja, apenas sorprendida
de no or un alarido a sus espaldas. Sube a la superficie por la escalera
escarchada, saltando cinco escalones por vez en la opresiva gravedad. Una vez
arriba, astilla a puetazos una cascada de atmsfera congelada que cubre cinco o
seis tramos de escalera. De pie en el techo del edificio, bajo un cielo negro y una
ventisca que le azota el rostro con cristales de hielo, activa el campo de fases y
corre hacia la nave.
Tres espectros inmaduros estn inspeccionando la nave. En un segundo
Nemes estudia a las criaturas: no mamferos, con una piel blanca que en
realidad consiste en escamas tubulares capaces de retener la atmsfera gaseosa,
lo cual conserva el calor del cuerpo, ojos que operan en infrarrojo, capacidad
pulmonar redundante, lo cual les permite andar ms de doce horas sin oxgeno,
ms de cinco metros de longitud, patas delanteras vigorosas, patas traseras
diseadas para cavar y destripar, bestias muy rpidas.
La miran y ella se aproxima. Vistos contra el fondo negro, los espectros
parecen inmensas comadrejas o iguanas blancas. Sus cuerpos alargados se
mueven con celeridad.
Nemes piensa en sortearlos, pero si atacan la nave podra tener
complicaciones durante el despegue. Pasa a tiempo rpido. Los espectros se
petrifican en su movimiento. Los arremolinados cristales de hielo cuelgan
suspendidos contra el cielo negro.
Usando la mano derecha y el filo diamantino de su antebrazo, descuartiza a
los tres animales. Durante la faena, dos cosas la sorprenden levemente: cada
espectro tiene dos enormes corazones de cinco cmaras, y las bestias parecen
capaces de seguir luchando con uno solo intacto; usan un collar de crneos
humanos. Una vez que termina y vuelve a tiempo lento, con los tres espectros
cados en el hielo como costales de tripas, Nemes inspecciona los collares.
Crneos humanos. Quiz nios humanos. Interesante.
Nemes activa la nave y vuela al norte valindose de los propulsores de
reaccin, pues las rechonchas alas no encuentran sostn en este vaco. Sondea el
hielo con radar hasta encontrar el ro. Encima del ro hay cientos de kilmetros
de tneles. Los espectros han estado muy activos en esta zona.
En la pantalla de radar, el arco de metal del portal teley ector destaca como
una luz brillante en niebla oscura. El instrumento, sin embargo, es menos preciso
para localizar criaturas vivientes. Varios ecos muestran huellas de espectros
adultos que abren tneles en el glaciar atmosfrico, pero estos sonidos estn
varios kilmetros al norte y al este.
Nemes desciende sobre el portal teley ector y estudia la superficie buscando
la entrada de una caverna. Encuentra una, entra en el glaciar, abandona el
escudo biomrfico cuando la presin sube por encima de tres psi y la
temperatura llega a treinta grados bajo cero.
El laberinto de tneles es desconcertante, pero ella se orienta usando como
referencia el portal y al cabo de una hora se aproxima al nivel del ro. La
todos los Sectores y a saben. La faceta ha sido activada por Otra Cosa. Desde
Otra Parte.
El portal an guarda sus puntos de conexin en el espacio-tiempo real en su
memoria de neutrinos modulados. Nemes obtiene acceso a esta memoria.
Aenea y los dems se han teley ectado a Qom-Riy adh. Nemes debe descifrar
otro acertijo. Puede volar en su nave hasta el Rafael y estar en Qom-Riy adh en
pocos minutos. Pero tendr que interrumpir la resurreccin de De Soy a y los
dems, y ofrecer una explicacin plausible para el cambio. Adems, QomRiy adh es un sistema que Pax ha puesto en cuarentena: la lista oficial lo muestra
como arrasado por los xters, pero es uno de los primeros proy ectos de justicia y
Paz. Al igual que con Hebrn, ni Pax ni sus asesores pueden permitir que De
Soy a y sus hombres vean la verdad que el planeta representa. Por ltimo, Nemes
sabe que el ro Tetis tiene pocos kilmetros, atravesando un desierto de roca roja
del hemisferio meridional y pasando frente a la gran mezquita de Mashhad. Si
permite que el ciclo de resurreccin del Rafael se complete, De Soy a y los
dems no estarn activos durante tres das estndar, lo cual permitir que Aenea
y sus secuaces recorran ese tramo del Tetis. Una vez ms la ecuacin exige que
Nemes liquide a De Soy a y los dems y contine sola. Pero sus instrucciones le
dictan que evite esa posibilidad a menos que sea absolutamente necesario. La
participacin de De Soy a en la captura de La Que Ensea, la amenaza Aenea, se
ha registrado en demasiadas simulaciones, se ha grabado en muchos anlisis
prospectivos de los Sectores como para ser ignorada sin riesgos. La trama del
espacio-tiempo se parece a uno de esos complejos tapices del Vaticano, piensa
Nemes, y si alguien empieza a tirar de las hebras sueltas corre el riesgo de
deshilachar todo el tapiz.
Nemes reflexiona. Al fin inserta un filamento de red neural en las sinapsis del
mdulo de interfaz. All est toda la ruta de activacin del teley ector, pasada y
presente. El recuerdo de Aenea y sus cmplices es una burbuja fugaz, pero
Nemes puede ver las aberturas del pasado reciente y del futuro. Slo hay otras
dos posibilidades, ro abajo, en el futuro previsible. Despus de Qom-Riy adh, la
Otra Cosa ha estructurado los portales para que conduzcan slo a Bosquecillo de
Dios, y luego
Nemes jadea y extrae el microfilamento antes de que el peso de la ltima
activacin la incinere. sta es obviamente la meta de Aenea, o mejor dicho la
meta de la Otra Cosa que le abre el paso. Y es inaccesible para Pax y los Tres
Sectores.
Pero la sincronizacin pronto ser correcta. Nemes puede mantener a De
Soy a y sus hombres con vida mientras salta al sistema de Bosquecillo de Dios. Ya
ha pensado en una explicacin creble. Suponiendo dos das de trnsito para
Qom-Riy adh y otro da para Bosquecillo de Dios, an podr interceptar la balsa
y cumplir su cometido antes de la resurreccin de De Soy a. Incluso tendr un
par de horas para ordenar las cosas, de modo que cuando llegue a Bosquecillo de
Dios con el padre capitn y los guardias suizos no habr nada a la vista salvo
signos de que la nia y sus amigos han pasado por all y se han vuelto a
teley ectar.
Nemes extrae la sonda, corre a la superficie, sube en su nave al Rafael, borra
del ordenador todo registro de que ha despertado o usado la nave de descenso,
introduce un mensaje falso en el ordenador y se acuesta en el nicho de
resurreccin. Mientras estaba en el sistema de Pacem, haba aislado el nicho del
sistema de resurreccin y presentado las lecturas para que simularan actividad.
Se tiende en el zumbante atad y cierra los ojos. Los saltos a tiempo rpido y el
uso excesivo de la piel de movimiento de fases la fatigan. Necesita ese descanso
antes que De Soy a y los dems regresen de la muerte.
Recordando ese detalle con una sonrisa, Rhadamanth Nemes activa un guante
de cambio de fase y se lo apoy a entre los senos, enrojeciendo y reordenando la
piel para simular un cruciforme. Ella no lleva el parsito, pero los hombres de la
nave pueden verla desnuda, y no piensa revelar nada por una estpida falta de
atencin a los detalles.
El Rafael sigue girando alrededor del resplandeciente mundo helado de Sol
Draconi Septem mientras tres tripulantes y acen en sus atades y las luces de
monitoreo registran su lento ascenso desde la muerte. La otra pasajera duerme.
No suea.
48
Mientras flotbamos en aquel mundo desierto, parpadeando bajo la dura luz
de ese sol G2 y bebiendo agua de los sacos de tripa de espectro, nuestros ltimos
dos das en Sol Draconi Septem parecan un sueo evanescente.
Cuchiat y su banda se haban detenido a cincuenta metros de la superficie
habamos notado que el aire era mucho ms tenue en los tneles y all, en el
corredor de hielo, nos habamos preparado para nuestra expedicin. Para nuestro
asombro, los chitchatuk se desnudaron. Aunque desviamos los ojos con
embarazo, notamos que sus cuerpos eran musculosos y compactos. Cuchiat y la
guerrera Chatchia se aproximaron para supervisar cmo nos desnudbamos y
preparbamos para la superficie, mientras Chiaku y los dems sacaban enseres
de sus mochilas.
Observamos e imitamos a los chitchatuk con ay uda de Cuchiat y Chatchia.
Durante los pocos segundos que estuvimos desnudos apoy ados en las tnicas de
espectro, para no congelarnos los pies el fro nos quem. Nos pusimos un
material delgado y membranoso una piel interior del espectro, nos informaron
luego que estaba preparado para los brazos, las piernas y la cabeza. Pero,
obviamente, para brazos, piernas y cabezas ms pequeas. La membrana era
ceida y sofocante. Comprend que esto era el equivalente chitchatuk de los
trajes de presin, o bien de los sofisticados dermotrajes que las fuerzas armadas
de la Hegemona usaban en el espacio. Las membranas dejaban pasar el sudor y
generaban calor y fro mientras servan para impedir que los pulmones
explotaran en el vaco, la piel se magullara o la sangre hirviera. Usbamos las
membranas como cogullas, dejando los ojos, la nariz y la boca al descubierto.
Cuchiat y Chatchia sacaron mscaras membranosas de la mochila. Los otros
chitchatuk y a se haban puesto las suy as. No eran objetos naturales, era evidente.
La mscara estaba hecha de la misma piel interior que el traje de presin, con un
acolchado de cuero de espectro. Las antiparras estaban hechas con la lente
externa de los ojos del animal, ofreciendo acceso infrarrojo limitado, como los
ojos de nuestras tnicas. De la nariz de la mscara sala un rollo de intestinos de
espectro cuy o extremo Cuchiat insert en un saco de agua.
No era slo un saco de agua, como comprend cuando los chitchatuk
comenzaron a respirar por su mscara.
El brasero de cpsulas derreta el hielo formando agua y gas atmosfrico.
Filtraban esta mezcla hasta obtener cantidades adecuadas de aire respirable.
Trat de respirar por la mscara. Los otros componentes, metano y tal vez un
poco de amonaco, me hacan lagrimear, pero era respirable. Calcul que
tendramos un par de horas de aire en el saco.
Con los trajes puestos, nos pusimos las tnicas. Cuchiat baj la cabeza de la
tnica ms que de costumbre, trabajando los dientes de tal modo que mirbamos
por las lentes, la cabeza actuando como tosco casco sobre el traje de presin.
Despus nos calzamos un par de botines de cuero que se acordonaban sobre la
pantorrilla, casi hasta la rodilla. Chiaku cosi la tnica externa con su aguja de
hueso. El saco de agua y aire colgaba de correas, cerca de una solapa que se
poda descoser y abrir rpidamente cuando era preciso llenar las bolsas.
Chichticu, el portador del fuego, derreta hielo aun mientras marchbamos, y
entregaba los sacos de reemplazo en orden preciso, desde Cuchiat, el primero,
hasta m, el ltimo. Al menos ahora comprenda el orden jerrquico de la banda.
Tambin comprenda por qu, cuando el peligro amenazaba en la superficie, la
banda formaba un crculo protector con Chichticu, el portador del fuego, en el
centro. No era slo que tuviera una importancia religiosa y simblica. Su
constante vigilancia y trajn nos mantenan con vida.
Hubo un aadido ms a nuestro guardarropa cuando salimos de la caverna al
viento arremolinado y la superficie helada. De una cavidad cercana a la entrada,
Chiaku y los dems sacaron objetos largos y negros cuy a parte inferior tena un
filo de navaja y cuy a parte superior era chata y ancha, para apoy ar los pies. Se
sujetaban con correas de cuero de espectro. Estos objetos combinaban el patn
con el esqu, y anduve torpemente diez metros por el glaciar hasta comprender
que estbamos esquiando sobre garras de espectro.
Tema caerme en esa gravedad, pues cada cada equivala a que siete
dcimos de otro Raul Endy mion cay eran sobre m, pero pronto aprendimos el
movimiento, y nuestro acolchado amortiguaba los golpes. Termin por usar uno
de los troncos de la balsa como bastn de esqu cuando la superficie era
demasiado desigual y me impulsaba como si y o mismo fuera una balsa.
Ojal tuviera una holoimagen o fotografa de nuestro grupo durante esa
salida. Con las pieles de espectro, los trajes de piel, los sacos de aire, los tubos de
intestinos, las lanzas, el rifle de plasma, las mochilas y los esques de garras,
debamos parecer astronautas del paleoltico de Vieja Tierra.
Todo funcion. Nos movamos ms deprisa en la nieve cristalizada que en los
tneles de hielo. Y cuando el viento soplaba desde el sur, podamos extender los
brazos y dejarnos impulsar como veleros.
Amaneca. El ro era ancho y liso, la corriente lenta pero firme. Las riberas
eran de roca roja, escalonadas como peldaos que subieran del agua; el desierto
era de roca roja con chaparrales amarillos; las distantes colinas tambin eran de
piedra lisa y roja. El enorme sol rojo que despuntaba a nuestra izquierda
encenda el rojo paisaje. La temperatura y a superaba muchsimo la que
habamos tenido en la caverna de hielo. Nos protegimos los ojos y nos quitamos
las tnicas de espectro, apilndolas como felpudos blancos cerca de la popa. La
capa de hielo de los troncos reluca y se derreta bajo el sol de la maana.
Llegamos a la conclusin de que estbamos en Qom-Riy adh mucho antes de
consultar el comlog o la gua del Tetis. El rojo desierto nos lo indicaba: puentes de
piedra arenisca roja, columnas de roca roja contra el cielo rosado, delicados y
rojos arcos ms grandes que el portal teley ector. El ro circul por desfiladeros
en cuy as alturas se arqueaban puentes de piedra roja, luego se intern en un valle
donde el viento trrido meca arbustos amarillos y levantaba una polvareda roja
que se meta en los largos y tubulares pelos de las tnicas de espectro, en la
boca y los ojos. Al medioda atravesamos un valle ms frtil. Vimos canales de
irrigacin perpendiculares a nuestro ro. Cortas palmeras amarillas y arbustos
color magenta bordeaban los cauces. Pronto avistamos edificios pequeos, y una
aldea entera de casas rosadas y ocres, pero ni una persona.
Es como Hebrn susurr Aenea.
No lo sabemos. Tal vez estn trabajando en otra parte.
Pero pas el medioda, lleg la tarde el da de Qom-Riy adh tena veintids
horas, segn la gua y, aunque los canales se multiplicaban, la vegetacin
proliferaba y las aldeas eran ms frecuentes, no haba indicios de los humanos ni
de sus animales domsticos. Dos veces fuimos a la costa, una para sacar agua de
un pozo artesiano y otra para explorar una aldea donde habamos odo
martillazos. Era un toldo roto que flameaba en el viento del desierto.
De repente Aenea se arque con un grito de dolor. Me arrodill y apunt la
pistola de plasma hacia la calle mientras A. Bettik corra a atenderla. No haba
nadie en la calle ni en las ventanas.
Est bien jade la nia. Un dolor repentino
Corr hacia ella, sintindome tonto por haber desenfundado el arma.
Metindola en la funda, me arrodill y le cog la mano.
Qu sucede, pequea?
Ella estaba sollozando.
No s. Ha sucedido algo terrible No s.
La llevamos de vuelta a la balsa.
Por favor susurr Aenea, con un castaeteo de dientes a pesar del calor
. Vmonos. Vmonos de aqu.
A. Bettik instal la microtienda, aunque ocupaba casi toda nuestra balsa
acortada. Pusimos las tnicas de espectro a la sombra, acostamos a la nia sobre
ellas y le dimos agua.
Es esta aldea? pregunt. Haba algo?
No dijo Aenea entre sollozos secos, luchando contra las olas de emocin
que la arrasaban. No algo espantoso en este mundo, pero tambin detrs
de nosotros.
Detrs de nosotros? Mir ro arriba y slo vi el valle, el ancho ro y la
aldea con sus palmeras amarillas mecindose al viento.
En el mundo de hielo? murmur A. Bettik.
S balbuci Aenea arquendose de dolor. Duele.
Le apoy la palma en la frente y el vientre desnudo. Tena la piel ms
caliente de lo debido, aun en ese clima trrido. Sacamos un kit mdico de mi
mochila y le coloqu un pao de diagnstico. Indic fiebre alta, dolor en grado
tres, calambres y un electroencefalograma extrao. Recomendaba agua,
medicacin y tratamiento.
All hay una ciudad dijo el androide cuando el ro dobl un peasco.
Sal de la tienda para ver. Las torres rosadas, las cpulas y minaretes an
estaban a quince kilmetros, y la corriente del ro no llevaba prisa.
Qudate con ella dije, y fui a estribor para remar. Nuestra balsa
abreviada era mucho ms liviana que la anterior, y nos desplazamos
rpidamente en la corriente.
Es raro que recuerde tan ntidamente mi paseo de esa noche por la ciudad
abandonada. El letrero digital de un banco indicaba cuarenta grados centgrados,
pero el viento del rojo desierto secaba la transpiracin, y el crepsculo rojo y
rosado surta un efecto sedante. Quiz recuerde ese anochecer porque despus de
esa noche todo cambiara para siempre.
Mashhad era una extraa mezcla de ciudad moderna y de bazar de las Mil y
una noches, una maravillosa compilacin de los cuentos que Grandam me
contaba bajo el estrellado cielo de Hy perion. Era un lugar romntico. En una
esquina haba un quiosco de peridicos y un cajero automtico, pero al doblar la
esquina aparecan puestos callejeros con toldos de franjas brillantes y pilas de
frutas pudrindose en cajas. Me imagin el bullicio y el movimiento: camellos,
caballos u otras bestias pre-Hgira dando vueltas, perros ladrando, vendedores
pregonando, compradores regateando, mujeres con chador negro y burqas o
velos siguiendo de largo, y en ambos lados los barrocos e ineficaces vehculos
gruendo y escupiendo monxido de carbono, acetona o como se llamara la
suciedad que los viejos motores de combustin interna arrojaban a la
atmsfera
Despert de mi ensueo al or la melodiosa llamada de una voz masculina,
palabras que rebotaban en las calles de piedra y acero. Pareca venir del parque,
un par de manzanas a la izquierda, y corr en esa direccin, la mano en la culata
de la pistola.
Oy es esto? pregunt por el micrfono.
S respondi A. Bettik. Tengo abierta la puerta de la terraza y el sonido
es muy claro.
Parece rabe. Puedes traducir?
Corr las dos manzanas y llegu al parque donde se ergua la mezquita.
Momentos antes haba mirado por una de las calles intermedias y haba
vislumbrado el ltimo resplandor del rojo poniente pintando el costado de un
minarete, pero ahora la torre de piedra estaba gris y slo unos cirros altos
reciban la luz.
S dijo A. Bettik. Es la llamada del almuecn para la plegaria nocturna.
Saqu los binoculares y escudri los minaretes. La voz del hombre llegaba
desde los altavoces de un balcn que rodeaba cada torre. No haba seales de
movimiento. De pronto el rtmico grito ces y parlotearon aves en las ramas del
parque.
Sin duda es una grabacin dijo A. Bettik.
Quiero verificarlo.
Dejando los binoculares, segu una senda de piedra entre el csped y las
amarillentas palmeras, hasta la entrada de la mezquita. Atraves un patio y me
detuve en la entrada. En el interior haba cientos de alfombras. Elegantes
columnas soportaban complejos arcos de piedra ray ada, y en la otra pared un
bello arco conduca a un nicho semicircular. A la derecha del nicho haba una
escalera con un exquisito balaustre de piedra tallada, y arriba una plataforma con
dosel de piedra. Sin entrar en el recinto, se lo describ a A. Bettik.
49
El padre capitn De Soy a despierta en el clido nicho del Rafael. Despus de
los primeros instantes de desorientacin, se levanta del divn y flota desnudo.
Todo est como es debido: en rbita de Sol Draconi Septem, una esfera
blanca y cegadora en las ventanas, velocidad de frenado, los otros tres nichos a
punto de despertar su valiosa carga humana, el campo interno en cero gravedad
hasta que todos recobren las fuerzas, temperatura interna y atmsfera ptimas
para el despertar, la nave en rbita geosincrnica. El sacerdote capitn imparte la
primera orden de su nueva vida: caf para todos en el cubculo de la sala. Al
resucitar piensa siempre en su bulbo de caf, guardado en la mesa de la sala,
llenndose con la caliente bebida negra.
El ordenador de la nave parpadea anunciando un mensaje prioritario. No
haba llegado ningn mensaje mientras l estaba consciente en el sistema de
Pacem, y es improbable que alguien los ha encontrado en este remoto sistema.
No hay presencia de Pax en Sol Draconi a lo sumo, las naves-antorcha en
trnsito usan las tres gigantes gaseosas del sistema para reaprovisionarse de
combustible y unas breves preguntas al ordenador confirman que no hubo
contacto con otra nave durante los tres das de frenado e insercin en rbita.
Tambin confirman que no hay misin de la Iglesia en el planeta, pues el ltimo
contacto con un misionero se perdi hace ms de cincuenta aos estndar.
De Soy a reproduce el mensaje. Autoridad papal, va flota de Pax. Segn los
cdigos, el mensaje lleg centsimas de segundo antes de que el Rafael efectuara
el salto cuntico desde el espacio de Pacem. Es un mensaje breve, texto
solamente: SU SANTIDAD ANULA MISIN SOL DRACONI SEPTEM.
NUEVO OBJETIVO BOSQUECILLO DE DIOS. IR DE INMEDIATO.
AUTORIZACIN LOURDUSAMY Y MARUSYN. FIN MENSAJE.
De Soy a suspira. Este viaje, estas muertes y resurrecciones, han sido en
vano. Por un instante el sacerdote capitn permanece sentado y desnudo en el
divn de mando, examinando la curva blanca y resplandeciente del planeta de
hielo. Suspira y va a ducharse, detenindose en el cubculo para probar el caf.
Extiende la mano hacia el bulbo mientras teclea rdenes en la consola de la
ducha: chorros finos y calientes. Recuerda que debe encontrar batas de bao. Ya
no hay slo varones en la tripulacin.
De Soy a se detiene irritado. Su mano no encuentra el asa del bulbo de caf.
Alguien lo ha movido.
bando.
La cabo Nemes deja de beber caf.
Eran aliados de los xters? La idea parece escandalizarla.
En efecto, muchacha dice Gregorius. Tal vez porque tenan rboles
espaciales en esos das.
Nemes re. Es un sonido breve y quebradizo.
l habla en serio interviene el cabo Kee. Los templarios usaban ergs,
dominadores de energa de Aldebarn, para encerrar los rboles en un campo de
contencin clase nueve y obtener impulso de reaccin para viajes
interplanetarios. Incluso usaban motores Hawking para vuelos interestelares.
rboles volantes dice la cabo Nemes, y re speramente una vez ms.
Algunos huy eron en esos rboles cuando los xters retribuy eron su lealtad
con un ataque contra Bosquecillo de Dios contina Gregorius, pero la
may ora ardi, al igual que casi todo el planeta. Dicen que durante un siglo la
may or parte de ese mundo fue cenizas. Las nubes de humo crearon un efecto de
invierno nuclear.
Invierno nuclear? pregunta Nemes.
De Soy a observa a la joven, preguntndose por qu una persona tan ingenua
fue escogida para usar el disco papal en ciertas circunstancias.
La ingenuidad era parte de su fuerza para matar, si se presentaba la
necesidad?
Cabo dice, hablndole a la mujer, usted dice que se cri en Esperance.
Se alist en la Guardia Interna de ese mundo?
Ella niega con la cabeza.
Entr directamente en el ejrcito de Pax, padre capitn. Haba hambruna
por falta de patatas los oficiales de reclutamiento ofrecan viajes a otros
mundos y bien
Dnde prest servicio? pregunta Gregorius.
Slo adiestramiento en Freeholm.
Gregorius se apoy a sobre los codos. La gravedad de un sexto de g facilita esa
postura.
Qu brigada?
Vigesimotercera responde la mujer. Sexto Regimiento.
Las guilas Aullantes dice el cabo Kee. Tuve una compaera a quien
transfirieron all. El comandante era Coleman?
Nemes vuelve a negar con la cabeza.
El comandante Deering estaba al mando cuando y o estuve all. Slo pas
diez meses locales ocho y medio estndar, creo. Fui entrenada como
especialista general en combate. Luego pidieron voluntarios para la Primera
Legin Se interrumpe, como si esta informacin fuera confidencial.
Gregorius se rasca la barbilla.
De Soy a no tiene tiempo para llegar al nicho. S tiene tiempo para invocar
una secuencia especial de operaciones, teclear su cdigo de anulacin,
confirmarlo, cambiar parmetros de monitoreo y hacerlo dos veces ms. Acaba
de or la tercera confirmacin cuando la nave efecta el salto cuntico.
La traslacin despedaza a De Soy a en su divn. Muere sonriendo fieramente.
50
Raul!
Faltaba una hora para el amanecer de Qom-Riy adh. A. Bettik y y o
estbamos sentados en la habitacin donde Aenea dorma. Yo me haba
adormilado. A. Bettik estaba despierto, como de costumbre, pero y o llegu
primero a la cama de la nia. La nica iluminacin vena de la pantalla del
biomonitor. Fuera, la tormenta de polvo haba aullado durante horas.
Raul
La pantalla indicaba que haba bajado la fiebre, que slo quedaba ese EEG
errtico.
Aqu estoy, pequea. Le cog la mano derecha. Sus dedos y a no parecan
febriles.
Viste al Alcaudn?
Esto me sorprendi, pero comprend al instante que no se trataba de
adivinacin ni telepata. Yo le haba hablado a A. Bettik por radio. l deba de
tener los altavoces encendidos, Aenea estaba despierta y lo haba registrado.
S. Pero no te alarmes. No est aqu.
Pero lo viste.
S.
Aenea me aferr con ambas manos y se incorpor. Sus ojos oscuros
resplandecan en la luz tenue.
Dnde, Raul? Dnde lo viste?
En la balsa. Us la mano libre para recostarla en la almohada.
La funda de la almohada y su ropa interior estaban empapadas de sudor.
Est muy bien, pequea. No hizo nada. Estaba all cuando me march.
Volvi la cabeza, Raul? Te mir a ti?
Bien, s, pero Me interrump. Aenea gema suavemente, moviendo la
cabeza. Aenea, est todo bien
No, no est bien. Por Dios, Raul. Le ped que viniera conmigo. Esa ltima
noche. Sabas que le ped que viniera? l dijo que no.
Quin dijo que no? El Alcaudn? A. Bettik se acerc. La arena roja
chocaba contra las ventanas y la puerta.
No, no, no dijo Aenea. Tena las mejillas hmedas, aunque no distingu si
era llanto o sudor. El padre Glaucus. Esa ltima noche ped al padre Glaucus
que nos acompaara. No deb pedrselo, Raul no era parte de mis sueos
pero se lo ped, y deb de haber insistido.
Est bien dije, apartndole un mechn de pelo hmedo de la frente. El
padre Glaucus est bien.
No, no est bien. La cosa que nos persigue lo mat. A l y a los chitchatuk.
Mir de nuevo el monitor. Todava indicaba una mejora, a pesar de los
51
Dada la velocidad relativamente baja del Rafael en el punto de traslacin del
sistema de Sol Draconi, debe reducir menos la velocidad cuando entra en el
espacio de Bosquecillo de Dios. La desaceleracin es moderada nunca supera
las veinticinco gravedades y dura slo tres horas. Rhadamanth Nemes aguarda
en su nicho de resurreccin.
Cuando la nave entra en rbita, Nemes abre la puerta del atad y se dirige al
cubculo para vestirse. Antes de salir del mdulo de mando para entrar en el tubo
de la nave de descenso, chequea los monitores y establece contacto directo con
el nivel operativo de la nave. Los otros tres nichos funcionan normalmente,
programados para el perodo de resurreccin de tres das. Cuando De Soy a y sus
hombres hay an despertado, esta cuestin estar zanjada. Usando el
microfilamento para comunicarse con el ordenador principal, instala las mismas
directivas de programacin y anulacin de registros que us en el sistema de Sol
Draconi. La nave recibe el programa de giro de la nave de descenso y se dispone
a olvidarlo.
Antes de entrar en el tubo, Nemes teclea la combinacin de su armario.
Adems de mudas de ropa y enseres personales falsos holos de familiares
y cartas de su ficticio hermano, lo nico que hay dentro es un cinturn con
morrales. Alguien que examinara esos morrales slo encontrara un ordenador
jugador de naipes, como los que se compran en cualquier tienda por ocho o diez
florines, un rollo de hilo, tres frascos de pldoras y un paquete de tampones. Se
pone el cinturn y se dirige a la nave de descenso.
Aun desde una rbita de treinta mil kilmetros, Bosquecillo de Dios las
partes que son visibles a travs de las gruesas capas de nubes se revela como el
mundo lacerado que es. En vez de estar dividido en continentes y ocanos, el
planeta ha evolucionado tectnicamente como una sola masa terrestre con miles
de lagos de agua salada en medio del paisaje, como zarpazos en una verde
mesa de billar. Adems de los lagos y el sinfn de lagunas que ocupan las grietas
de las verdes masas terrestres, ahora hay miles de raspones pardos, vestigios del
bombardeo que los xters segn creen los humanos lanzaron contra esa
apacible tierra hace casi tres siglos.
Mientras la nave atraviesa la capa de ionizacin, penetrando en la slida
atmsfera con un triple estruendo, Nemes mira el paisaje que se extiende bajo
las masas nubosas. La may or parte de los bosques de pinos y secuoy as de
doscientos metros de altura que haban atrado a la Hermandad del Muir ha
desaparecido, abrasada en un incendio forestal planetario que luego provoc un
invierno nuclear. Grandes segmentos de los hemisferios norte y sur an emiten
un resplandor blanco, por la nevisca y la radiacin, que slo ahora comienza a
atenuarse, a medida que la capa de nubes retrocede desde una franja de mil
kilmetros a cada lado del ecuador. Nemes se dirige a esa zona ecuatorial en
recuperacin.
Tomando el control manual de la nave, Nemes inserta el filamento. Examina
los mapas planetarios que ha copiado de la biblioteca principal del Rafael. All
est. El ro Tetis recorra antao ciento sesenta kilmetros de oeste a este,
rodeando las races del Arbolmundo de Bosquecillo de Dios y pasando frente al
Museo Muir. La may or parte de la excursin del Tetis segua un gigantesco arco
semicircular. El ro serpentea en torno de una pequea muesca en la
circunferencia norte del Arbolmundo. Los templarios se consideraban la
conciencia ecolgica de la Hegemona, y siempre interponan su indeseada
opinin en todo proy ecto de terraformacin de la Red o del Confn. El
Arbolmundo era el smbolo de su arrogancia. A decir verdad, ese rbol era nico
en el universo conocido: con un tronco de ochenta kilmetros de dimetro y
ramas de quinientos kilmetros de dimetro, similares a la base del legendario
Oly mpus Mons de Marte, ese organismo viviente clavaba su ramaje superior en
los lindes del espacio.
Ya no existe, desde luego. Fue despedazado e incendiado por la flota xter
que inciner el planeta antes de la Cada. En vez del glorioso y viviente rbol,
slo queda el Tocnmundo, una pila de cenizas y carbn semejante a los restos
erosionados de un antiguo volcn.
Como los templarios murieron o huy eron en sus naves-rbol el da del ataque,
Bosquecillo de Dios ha estado en barbecho ms de dos siglos y medio. Nemes
sabe que Pax pudo haber recolonizado ese mundo si el Ncleo no le hubiera
ordenado que desistiera: las IAs tienen sus propios planes para Bosquecillo de
Dios, y esos planes no incluy en misioneros ni colonias humanas.
Nemes encuentra el teley ector ro arriba diminuto en comparacin con las
cenicientas laderas del Tocnmundo al sur y revolotea sobre l.
Una vegetacin secundaria puebla las orillas del ro y las erosionadas cuestas
de ceniza, y parecen malezas comparadas con los viejos bosques, pero an
tienen rboles de veinte metros de altura, y Nemes ve algunas maraas de tupido
sotobosque. No es buen sitio para una emboscada. Nemes desciende en la ribera
norte del ro y camina hasta el arco teley ector.
Desechando un panel de acceso, encuentra un mdulo de interfaz y se
arranca la carne humana de la mano y la mueca derechas. Guardando la piel
para su regreso al Rafael, se conecta con el mdulo y revisa los datos. Este portal
no se ha activado desde la Cada. El grupo de Aenea an no ha pasado.
Nemes regresa a la nave y vuela ro abajo, tratando de encontrar el lugar
perfecto. Debera ser un sitio del que no se pueda escapar por tierra: suficiente
vegetacin como para ocultar a Nemes y sus trampas, no tanta como para
brindar refugio a Aenea y sus compaeros. Adems, un lugar donde Nemes
pueda hacer limpieza cuando todo hay a terminado, idealmente una superficie
rocosa.
Encuentra el sitio perfecto quince kilmetros ro abajo. Aqu el Tetis entra en
una garganta rocosa, una serie de rpidos creados por los ray os xters y los
consecuentes aludes. Nuevos rboles han crecido en las cuestas de ceniza y a lo
largo de las angostas barrancas. El estrecho desfiladero est bordeado por
pedrejones cados y por las grandes franjas de lava negra que descendieron
durante el bombardeo xter, formando terrazas al enfriarse. No hay vados en ese
tosco terreno, y quien gue una balsa por estos rpidos se concentrar en
timonear por aguas blancas y tendr poco tiempo para observar las rocas o las
orillas. Desciende un kilmetro al sur, saca un espcimen encerrado en vaco del
armario de objetos extravehiculares, se lo calza en el cinturn, oculta la nave
bajo el ramaje y regresa corriendo al ro.
Nemes saca el rollo de hilo, arroja el hilo y extrae cientos de metros de
monofilamento invisible. Lo entrecruza sobre los rpidos como una telaraa,
untando con una gelatina transparente de policarbono los objetos donde sujeta el
filamento, no slo para tener una referencia visual sino para impedir que el
filamento los corte. Si alguien estuviera de excursin por las rocas y los campos
de lava, la gelatina lucira como una tenue lnea de savia o liquen. La telaraa
cortara el Rafael en pedazos si alguien intentara descender all con la nave
espacial.
Una vez tendida la trampa, Nemes va ro arriba por un reborde chato, abre su
caja de pldoras y desparrama cientos de minas en el suelo y entre los rboles.
Los microexplosivos adoptan de inmediato el color y la textura de la superficie
donde han cado. Cada mina saltar hacia el blanco ambulante antes de estallar,
y la explosin est programada para ser penetrante. Las minas son activadas por
la proximidad del pulso, las exhalaciones de bixido de carbono y el calor
corporal, as como por la presin de una pisada a diez metros.
Nemes evala el terreno. Esta zona chata es el nico tramo de la orilla de los
rpidos por donde una persona puede retirarse a pie, y con las minas diseminadas
esa persona no podr sobrevivir. Nemes regresa al campo de rocas y activa los
sensores de las minas con un cdigo.
Para impedir que alguien regrese ro arriba a nado, abre los estuches de
tampones y siembra el fondo del ro con huevos de tijereta forrados con
cermica. En el fondo del ro son iguales a los guijarros que los rodean. Se
activan cuando un ser viviente pasa por encima de ellos. Si alguien intenta
regresar ro arriba, las tijeretas saldrn de sus huevos de cermica y atravesarn
el agua o el aire para taladrar el crneo del blanco, abrindose en un estallido de
filamentos al tocar el tejido cerebral.
Rhadamanth Nemes espera en una roca a diez metros de los rpidos. Los dos
artculos que le quedan en el cinturn son el ordenador jugador de naipes y el
saco de especmenes.
52
Esperaba que el Alcaudn se hubiera ido cuando llegamos a la calle costera
de Mashhad, poco antes del alba de ese ltimo y ominoso da. No se haba ido.
Nos paramos en seco al ver esa escultura de cromo de tres metros de altura
en nuestra balsa. Estaba en la misma posicin que y o la haba visto la noche
anterior. Entonces y o haba retrocedido cautelosamente, apuntando con el rifle.
Ahora me aproxim cautelosamente, alzando el rifle.
Calma dijo Aenea, apoy ndome la mano en el brazo.
Qu diantres quiere? dije, quitando el seguro del rifle. Met un cartucho
de plasma en la recmara.
No lo s dijo Aenea. Pero tu arma no lo lastimar.
Me relam los labios y mir a la nia. Quera decirle que un ray o de plasma
lastimara cualquier cosa que no estuviera envuelta en veinte centmetros de
blindaje de impacto de tiempos de la Red. Aenea estaba plida y tensa. Tena
ojeras. No dijo nada.
Bien dije, bajando el rifle, no podemos abordar la balsa mientras esa
cosa est all.
Aenea me estruj el brazo y lo solt.
Tenemos que hacerlo.
Ech a andar hacia el muelle de hormign.
Mir a A. Bettik, a quien la idea pareca gustarle tan poco como a m. Ambos
echamos a trotar para alcanzar a la nia.
De cerca el Alcaudn era an ms aterrador que visto a distancia. Antes us
la palabra escultura, y la criatura tena ese aire, si podemos imaginar una
escultura hecha de pinchos de cromo, alambre cortante, hojas, espinas y un liso
caparazn de metal. Era enorme, ms de un metro ms alta que y o, y y o no soy
bajo. Su forma era complicada: piernas macizas con articulaciones envueltas en
bandas tachonadas de espinas; un pie chato con hojas curvas en vez de dedos y
una hoja con forma de cuchara en el taln, que poda ser un utensilio perfecto
para destripar; un complejo caparazn de cromo liso entrecruzado por bandas de
alambre filoso. Tena un par de brazos largos y un par de brazos ms cortos
debajo; cuatro manazas filosas colgaban a los costados.
En el crneo liso y alargado, una mandbula de excavadora presentaba una
hilera tras otra de dientes de metal. En la frente tena una hoja curva, y otra en el
crneo blindado. Los ojos eran grandes, profundos y rojos.
Quieres abordar la balsa con esa cosa? le susurr a Aenea cuando
estbamos a cuatro metros. El Alcaudn no haba vuelto la cabeza para mirarnos,
y sus ojos parecan muertos como reflectores, pero el impulso de alejarme de l
y echar a correr era muy fuerte.
Tenemos que abordar la balsa susurr la nia. Tenemos que salir de
Sacud la cabeza.
Genocidio? No puedo creerlo. Ese concepto perteneca a las ley endas
de Horace Glennon-Height y Adolf Hitler, no a las personas e instituciones que
y o haba visto en mi vida.
Est sucediendo algo espantoso dijo Aenea. se debe de ser el motivo
por el cual nos llevaron por este camino Hebrn y Qom-Riy adh.
Lo has dicho antes respond, empujando la prtiga. Nos llevaron. Pero
no el Ncleo. Entonces quin? Mir la espalda del Alcaudn. Sudaba a mares
en el calor del da. La acechante criatura era todo filo y espinas.
No lo s dijo Aenea. Dio media vuelta y se apoy los brazos en las
rodillas. All est el teley ector.
El oxidado portal, cubierto de lianas, se elevaba sobre la exuberante jungla. Si
esto an era el paradisaco parque de Qom-Riy adh, se haba descontrolado.
Sobre la techumbre verde, el viento empujaba nubes de polvo rojo en el cielo
azul. Enfil al centro del ro, dej la prtiga y fui a buscar el rifle. Se me haca un
nudo en el estmago con slo pensar en el genocidio. El nudo se cerr an ms
cuando pens en cavernas de hielo, cascadas, mundos ocenicos y el despertar
del Alcaudn.
Aferraos advert innecesariamente cuando pasamos bajo el arco de
metal.
El paisaje se diluy como si nos rodeara una vaharada de calor. De repente la
luz cambi, la gravedad cambi, nuestro mundo cambi.
53
El padre capitn De Soy a despierta gritando. Tarda unos minutos en
comprender que es l quien grita.
Abriendo el atad, se incorpora. En el monitor parpadean luces rojas y
amarillas, aunque todas las indicaciones esenciales estn en verde. Gimiendo de
dolor y confusin, De Soy a trata de levantarse. Su cuerpo flota sobre el nicho
abierto, sus manos aletean. Nota que sus manos y brazos estn rojas y rosados,
como si le hubieran quemado la piel.
Santa Madre de Dios dnde estoy ? solloza. Las lgrimas cuelgan
frente a sus ojos. Gravedad cero. Dnde estoy ? El Baltasar? Qu ha
sucedido? Batalla espacial? Quemadura?
No. Est a bordo del Rafael. Poco a poco las vejadas dendritas de su cerebro
empiezan a funcionar. Est flotando en una oscuridad iluminada por instrumentos.
El Rafael. Debera estar en rbita de Bosquecillo de Dios. Haba fijado los ciclos
para Gregorius, Kee y l en unas peligrosas seis horas en vez de los tres das
habituales, jugando a Dios con la vida de mis hombres , recuerda que pens.
Este ritmo acelerado aumenta las probabilidades de que fracase la resurreccin.
De Soy a recuerda al segundo correo que le haba llevado rdenes al Baltasar. El
padre Gawronski. Parecen dcadas atrs. El padre no haba logrado una buena
resurreccin. El capelln del Baltasar cmo se llamaba ese cretino? El
padre Sapieha haba dicho que el padre Gawronski tardara semanas o meses en
resucitar despus de ese fracaso inicial. Un proceso lento y doloroso, haba dicho
acusador el capelln.
El padre capitn De Soy a se despabila mientras flota sobre el nicho. Todava
en cada libre, como haba programado. Recuerda haber pensado que quiz no
estuviera en condiciones de caminar en gravedad uno. No lo est. Dirigindose al
cubculo, se mira en el espejo. Su cuerpo reluce como una vctima de
quemaduras, y el cruciforme es una cua vvida en esa carne rosada y cruda.
De Soy a cierra los ojos y se pone la ropa interior y la sotana. El algodn le
lastima la piel inflamada, pero l ignora el dolor. El caf se ha filtrado tal como lo
program. Saca el bulbo de la mesa y se dirige a la sala comn.
El nicho del cabo Kee emite un fulgor verde en los ltimos segundos de
resurreccin. El nicho de Gregorius emite luces de advertencia. De Soy a
murmura un juramento y desciende hacia el panel del sargento. El ciclo de
resurreccin est abortado. El ciclo acelerado ha fracasado.
Maldito sea Dios susurra De Soy a, y luego ofrece un acto de contricin
por tomar el nombre del Seor en vano. Necesitaba a Gregorius.
Kee resucita sin inconvenientes, aunque confundido y dolorido. De Soy a lo
levanta, lo lleva al cubculo para enjugarle la piel inflamada y ofrecerle zumo de
naranja. Al cabo de unos minutos Kee empieza a comprender.
Algo sali mal explica De Soy a. Tuve que correr este riesgo para ver
qu se propona la cabo Nemes.
Kee asiente. Aunque est vestido y la temperatura de la cabina es elevada, el
cabo tiembla espasmdicamente.
De Soy a lo conduce al mdulo de mando. El nicho del sargento Gregorius
emite luces amarillas mientras el ciclo entrega al sargento a la muerte. El nicho
de la cabo Rhadamanth Nemes muestra luces verdes para el ciclo normal de tres
das.
Las pantallas indican que ella est dentro, sin vida, recibiendo el Sacramento
de la Resurreccin. De Soy a teclea el cdigo de apertura.
Parpadean luces de advertencia.
No se permite apertura del nicho durante el ciclo de resurreccin dice la
voz chata de Rafael. Cualquier intento de abrir el nicho ahora producira la
muerte verdadera.
De Soy a ignora las luces y los zumbidos de advertencia y empuja la tapa.
Permanece cerrada.
Dme esa barra le ordena a Kee.
El cabo le arroja una barra de hierro. De Soy a encuentra una rendija para
insertar la barra, reza en silencio, esperando no estar equivocado y paranoico, y
abre la tapa. Suenan alarmas.
El nicho est vaco.
Dnde est la cabo Nemes? le pregunta De Soy a a la nave.
Todos los instrumentos y sensores muestran que est en el nicho dice el
ordenador.
Aj murmura De Soy a, soltando la barra, que cae en un rincn con la
lentitud de la gravedad cero. Vamos le dice al cabo, y los dos regresan al
cubculo. La ducha est vaca. En la sala comn no hay lugar donde ocultarse.
De Soy a se dirige a su silla de mando mientras Kee se dirige al tubo de conexin.
Las luces de status muestran una rbita geosincrnica a treinta mil kilmetros.
De Soy a mira por la ventana y ve un mundo de nubes arremolinadas excepto
una franja ancha en el ecuador, donde el terreno verde y pardo est cubierto de
tajos. Los instrumentos muestran que la nave de descenso sigue enganchada y
desactivada. La nave, interrogada, confirma que la nave de descenso est en su
sitio, y que la cmara de presin no se ha usado desde la traslacin.
Cabo Kee dice De Soy a por el interfono. Se concentra, aprieta las
mandbulas. Siente un dolor intenso, como si tuviera la piel en llamas. Quiere
cerrar los ojos y dormir. Informe.
La nave de descenso no est, capitn responde Kee desde el tnel de
acceso. Todas las luces de conexin estn verdes, pero si y o abriera la cmara
de presin, respirara vaco. Desde aqu veo que la nave no est.
Merde susurra De Soy a. De acuerdo, regrese aqu. Estudia los
54
El Alcaudn haba desaparecido cuando atravesamos el portal.
Baj el rifle y mir en torno. El ro era ancho y poco profundo. El cielo era
profundamente azul, ms oscuro que el de Hy perion, y al norte se vean
imponentes estratocmulos. Las columnas de nubes parecan recibir la luz del
atardecer, y al mirar atrs vimos un sol bajo y enorme. Tuve la sensacin de que
era el poniente y no el alba.
Las orillas mostraban rocas, malezas y un suelo ceniciento. El aire mismo
ola a cenizas, como si atravesramos una regin arrasada por un incendio
forestal. La baja vegetacin confirmaba esta impresin. A nuestra derecha, un
volcn se ergua a muchos kilmetros.
Bosquecillo de Dios, creo dijo A. Bettik. Aqullos son los restos del
Arbolmundo.
Mir de nuevo el negro cono volcnico. Ningn rbol poda haber alcanzado
ese tamao.
Dnde est el Alcaudn? pregunt.
Aenea se levant y camin hacia el lugar donde la criatura se encontraba un
instante antes. Pas la mano por el aire, como si el monstruo se hubiera hecho
invisible.
Aferraos! advert de nuevo. La balsa se diriga hacia un modesto
conjunto de rpidos. Regres al timn y lo desat mientras el androide y la nia
cogan las prtigas. Saltamos y viramos, pero pronto habamos pasado las ondas
blancas.
Eso fue divertido! exclam Aenea. Haca tiempo que no la vea tan
animada.
S, divertido. Pero la balsa se est despedazando. Era una leve
exageracin, pero no una hiprbole. Los troncos flojos del frente se estaban
desatando. Nuestro equipo rodaba sobre la tela de la microtienda.
Hay un lugar plano donde desembarcar dijo A. Bettik, sealando una
zona herbosa a la derecha. Las colinas lucen ms inhspitas hacia delante.
Saqu los binoculares y estudi esos riscos negros.
Tienes razn. Tal vez hay a verdaderos rpidos ms adelante, y pocos
lugares donde atracar. Hagamos las reparaciones aqu.
La nia y el androide remaron hacia la orilla. Baj de un salto y arrastr la
balsa hacia la orilla lodosa. Los daos no eran graves en el frente y a estribor,
slo unas correas sueltas y algunos tablones rajados. Mir ro arriba. El sol estaba
ms bajo, aunque pareca que tendramos una hora ms de luz.
Acampamos esta noche? suger, pensando que tal vez ste fuera el
ltimo lugar apropiado. O seguimos adelante?
Seguimos adelante dijo Aenea.
Las reparaciones nos llevaron slo veinte minutos. Reforzamos las ataduras,
pasamos al frente algunos soportes del centro y extendimos la microtienda como
una especie de forro para mantener secos los pies.
Si hemos de viajar en la oscuridad dijo Aenea, deberamos instalar de
nuevo el mstil con el farol.
S dije. Haba reservado un poste alto para ese propsito. Lo calc en la
base y lo sujet. Con el cuchillo abr una muesca para la manija del farol. Lo
enciendo?
Todava no dijo Aenea, mirando el poniente.
De acuerdo. Si vamos a botar en aguas blancas, debemos mantener el
equipo en las mochilas y guardar los elementos ms importantes en los sacos
impermeables.
Pusimos manos a la obra. En mi saco guard una camisa extra, otro rollo de
soga, el rifle de plasma plegado, una lmpara de mano y la linterna lser. Iba a
guardar el comlog en la mochila, pero pens que, aunque fuera inservible, no
pesaba nada, as que me lo sujet a la mueca. Habamos recargado las bateras
del comlog, el lser y la lmpara en la clnica de Qom-Riy adh.
Todo listo? pregunt, dispuesto a lanzarme nuevamente a la corriente.
La balsa pareca mejor con su suelo nuevo y su mstil, los brtulos amarrados, el
farol de proa preparado.
Listo dijo Aenea.
A. Bettik asinti y se apoy en la prtiga. Nos internamos en el ro.
hubiera sido por un remolino que nos hizo girar dos veces, todo habra terminado
antes de que y o me diera cuenta.
Aenea gritaba de alegra. Yo sonrea. Hasta A. Bettik sonrea. Era un efecto
de las aguas blancas moderadas, lo saba por experiencia. Los rpidos clase cinco
habitualmente aterran a la gente, pero los saltos inofensivos son divertidos.
Empujad! A la derecha! Esquivad esa roca! , nos gritbamos. Acabbamos
de eludir una gran roca cuando vi que el mstil y el farol eran despedazados.
Qu diablos? atin a exclamar, y entonces despertaron mis viejos
recuerdos, y con ellos los reflejos que crea atrofiados aos atrs.
Estbamos girando hacia mi izquierda. Grit Abajo! a todo pulmn,
abandon el timn y me arroj sobre Aenea. Ambos camos de la balsa.
A. Bettik haba reaccionado al instante, corriendo a popa, y los
monofilamentos que haban cortado el mstil y el farol como mantequilla le
erraron por milmetros. Emerg pisando roca y abrazando a Aenea, a tiempo
para ver que los monofilamentos que haba debajo del agua cortaban la balsa en
dos, y volvan a cortarla a medida que el remolino haca girar los troncos. Los
filamentos eran invisibles, pero esa potencia de corte slo poda significar una
cosa. Yo haba visto usar ese truco contra camaradas mos en la brigada de
Ursus; los rebeldes haban colocado monofilamento en la carretera, y cortaron
un autobs que trasladaba a treinta tos desde el cine de la ciudad; los treinta
fueron decapitados.
Trat de avisar a A. Bettik, pero las rugientes aguas me llenaron la boca.
Manote una roca, resbal, apoy los pies en el fondo, cog la roca siguiente. Se
me estruj el escroto al pensar en los filamentos que poda haber debajo del
agua, frente a mi rostro.
El androide vio que la balsa era despedazada por tercera vez y se zambull.
Tapado por la corriente, alz instintivamente el brazo izquierdo. Una bruma
sanguinolenta ti el ro cuando el filamento le cercen el brazo por debajo del
codo. Bettik asom la cabeza en silencio mientras aferraba una roca filosa con la
mano derecha. El brazo izquierdo se perdi ro abajo con su espasmdica mano.
Santo cielo! grit. Maldicin!
Aenea asom la cabeza y me mir con intensidad, pero sin pnico.
Ests bien? grit en medio del estruendo. Un monofilamento tiene un
corte tan limpio que uno puede perder la pierna y tardar medio minuto en
enterarse.
Aenea asinti.
Afrrate a mi cuello! grit. Necesitaba liberar el brazo izquierdo. Aenea
se aferr a m, la piel fra por el agua congelada.
Maldicin, maldicin, maldicin repet como un mantra mientras
hurgaba en mi saco con la mano izquierda. Tena la pistola en la funda, apretada
bajo mi cadera derecha contra el fondo del ro. Aqu haba poca profundidad,
menos de un metro en ciertos lugares, muy poca agua para cubrirse cuando el
francotirador comenzara a disparar. Pero eso no importaba. Todo intento de
zambullirnos nos arrastrara ro abajo, hacia los filamentos.
Vi que A. Bettik asa su roca ocho metros ro abajo. Alz el brazo izquierdo.
Brotaba sangre del mun. Hizo una mueca y vacil al sentir el aguijonazo del
dolor despus del shock. Los androides mueren como los humanos? .
Ahuy ent ese pensamiento. Su sangre era muy roja.
Escrut los flujos de lava y los campos de roca buscando el destello del sol
sobre metal. Pronto recibiramos la bala o el ray o del francotirador. No lo
oiramos. Era una maravillosa emboscada, de manual. Y y o haba cado como
un incauto. Encontr la linterna lser, solt el saco y apret el cilindro entre los
dientes. Tanteando bajo el agua con la mano izquierda, me desabroch el
cinturn, lo saqu del agua, indiqu a Aenea que cogiera la pistola con la mano
libre.
Aferrndose de mi cuello con el brazo izquierdo, ella abri la funda y extrajo
la pistola. Yo saba que ella nunca la usara, pero ahora y a no importaba.
Necesitaba el cinturn. Me puse el lser bajo la barbilla, sostenindolo mientras
enderezaba el cinturn con la mano izquierda.
Bettik! grit.
El androide me mir con ojos doloridos.
Ataja! grit, arrojndole el cinturn de cuero. Con esa maniobra casi
perd la linterna, pero logr recobrarla con la mano izquierda.
El androide no poda apartar la mano derecha de la roca, y haba perdido la
izquierda, pero us el mun sangrante y el pecho para detener el cinturn.
Haba sido un tiro perfecto, mi nica oportunidad.
Kit mdico! expliqu. Torniquete, y a!
Creo que no me oy , pero no era necesario. Apoy ndose en la roca para que
el agua no lo arrastrara, se puso el cinturn en el brazo izquierdo y ci la correa
con los dientes. No haba orificio en esa parte del cinturn, pero l lo ci con un
tirn de la cabeza, le dio otra vuelta y lo volvi a anudar.
Yo haba logrado encender la linterna lser. Puse el haz en dispersin mxima
y lo proy ect por encima del ro.
El cable era monofilamento, pero no superconductor. En tal caso no habra
destellado como lo hizo. Una red de cables calientes reluca como ray os lser
entrecruzados. A. Bettik haba pasado flotando debajo de uno de ellos. Otros se
sumergan en el agua a su izquierda y su derecha. Los primeros filamentos
empezaban a un metro de los pies de Aenea.
Mov el haz a izquierda y derecha. Nada reluca all. Los cables que haba
encima de A. Bettik relucieron unos segundos al disipar el calor y desaparecieron
como si nunca hubieran existido. Mov nuevamente el lser, alumbrndolos de
nuevo, angost el haz. El filamento al que apunt destell pero no se derriti. No
era superconductor, pero no se derretira con la baja energa que poda dirigirle
con una linterna lser.
Dnde est el francotirador? . Quiz slo fuera una trampa pasiva. Viejo
truco. Nadie al acecho.
No lo cre ni por un segundo. Not que A. Bettik perda su contacto con la roca
a medida que lo empujaba la corriente.
Mierda dije. Calzndome el lser en la cintura, aferr a Aenea con el
brazo izquierdo. Agrrate.
Con el brazo derecho trep a la resbaladiza roca. Tena forma triangular y era
muy lisa. Afirmando el cuerpo contra la corriente, sub a Aenea. La corriente
me mola a puetazos.
Puedes sostenerte? pregunt.
S.
Aenea tena la cara blanca, el pelo pegado a la coronilla. Vi raspones en su
mejilla y su sien, y una magulladura cerca de la barbilla, pero ninguna otra
lesin.
Le palme el hombro, me cercior de que estuviera bien sujeta y me solt.
Corriente abajo vi la balsa hecha trizas, rodando en la curva de aguas blancas
junto a los peascos de lava.
Rebotando en el fondo, abofeteado por la corriente, logr llegar a la roca de
A. Bettik sin golpear al androide.
Lo sujet, notando que las filosas rocas y la corriente le haban desgarrado la
camisa. Manaba sangre de varios raspones de su piel azul, pero y o quera ver su
brazo izquierdo. Gimi cuando le alc el brazo.
El torniquete ay udaba a detener la hemorragia, pero no lo suficiente. Estras
rojas rodaban en el agua. Pens en los tiburones arco iris de Mare Infinitus y
tirit.
Vamos dije, alzndolo, apartando su mano fra de la roca.
Largumonos de aqu.
El agua me llegaba a la cintura cuando me levant, pero tena la potencia de
varias mangueras de bomberos. A pesar del shock y la hemorragia, A. Bettik me
ay ud. Nuestras botas rasparon las cortantes piedras del fondo del ro.
Dnde est el ray o del francotirador? . Me dolan los hombros de la
tensin.
La ribera ms prxima estaba a la derecha, una extensin plana y herbosa
que era el nico sitio accesible. Invitaba a ir all.
Una invitacin demasiado evidente.
Adems, Aenea an se aferraba a la roca ocho metros corriente arriba.
Con el brazo bueno de A. Bettik sobre el hombro, avanc corriente arriba,
tambaleando, nadando, gateando mientras el agua nos pegaba y nos salpicaba.
Yo estaba medio ciego cuando llegamos a la roca de Aenea. La nia tena los
55
Ha sido una tarde larga y aburrida para Nemes. Ha dormido unas horas,
despertando cuando sinti la distorsin de desplazamiento, al activarse el portal
quince kilmetros ro arriba. Sube unos metros, se oculta detrs de unas rocas,
espera el prximo acto.
El prximo acto es dramtico. Ve los forcejeos en medio del ro, el torpe
rescate del hombre artificial hombre artificial menos brazo artificial ,
corrige y luego, con cierto inters, la extraa aparicin del Alcaudn. Saba
que el Alcaudn estaba en las inmediaciones, pues los temblores de
desplazamiento que causa al atravesar el continuo no son tan diferentes de la
apertura del portal. Incluso ha pasado a tiempo rpido para ver cmo el monstruo
se mete en el ro y asusta a los humanos. Eso le divierte. Qu hace esa criatura
obsoleta? Impide que los humanos caigan en la trampa de las tijeretas o los
arrea hacia ella como un buen perro pastor? Nemes sabe que la respuesta
depende de qu poderes hay an enviado al monstruo en esta misin. Pero no tiene
importancia. En el Ncleo se piensa que una iteracin temprana de la IM cre y
envi el Alcaudn hacia atrs en el tiempo. Se sabe que el Alcaudn ha
fracasado y que ser derrotado nuevamente en las futuras luchas entre la
floreciente IM humana y el Dios Mquina. Fuera como fuese, el Alcaudn es un
fracaso, una nota al pie en este viaje. Nemes slo estudia a la criatura con la
vaga esperanza de que resulte ser un adversario interesante.
Observando a los humanos exhaustos y al comatoso androide tendido en la
hierba, se aburre de su pasividad. Metindose el saco de especmenes en el
cinturn e insertndose en la mueca la tarjeta de la trampa esfinge, baja por la
roca.
El joven Raul est arrodillado, ajustando un lser de baja potencia. Nemes no
puede contener una sonrisa.
No usars eso contra m, verdad?
El hombre no responde. Alza el lser. Si lo usa, en un intento de encandilarla,
Nemes pasar a fase rpida y se lo meter en el colon hasta el intestino, sin
apagar el ray o.
Aenea la mira por primera vez. Nemes entiende por qu el Ncleo teme el
potencial de esta joven humana. Elementos de acceso del Vaco Que Vincula
titilan en torno de la nia como electricidad esttica. Tambin advierte que a la
nia le faltan aos para usar ese potencial. Tanto revuelo y alharaca han sido en
vano. La nia humana no slo es inmadura en el uso de poderes, sino que ignora
para qu sirven.
Nemes tema que la nia planteara un problema en sus segundos finales,
conectndose con una interfaz del Vaco y creando dificultades. Reconoce que su
preocupacin era un error. Extraamente, esto la decepciona.
A estas alturas tuve tiempo suficiente para tener un eco retinal de la mujer
convertida en un borrn plateado. Parpade, y la linterna lser se me escurri
entre los dedos. El aire se estaba recalentando. A ambos lados de Aenea el aire se
enturbi y apareci una turbulenta figura de cromo seis brazos, cuatro piernas,
filos giratorios y y o salt hacia la nia, sabiendo que no podra llegar a tiempo,
pero asombrosamente llegando a tiempo para apartarla del estallido de aire
caliente y movimiento borroso.
La alarma del kit mdico chirri como uas en una pizarra. Estbamos
perdiendo a A. Bettik. Cubr a Aenea con el cuerpo y la arrastr hacia A. Bettik.
Entonces comenzaron las explosiones en los bosques.
Nemes mueve el brazo, pensando que no sentir nada cuando el canto rebane
msculos y vrtebras, y se sorprende del violento contacto. Mira hacia abajo.
Dos manos cortantes como escalpelos detienen su mano en fase. La mole del
Alcaudn se aproxima, el filoso torso casi sobre el rostro de la nia petrificada.
Los rojos ojos de la criatura relucen.
Nemes se sobresalta y se irrita, pero no se alarma. Aparta la mano y salta
hacia atrs.
El cuadro es tal como un segundo antes: el ro congelado, la mano vaca de
Raul Endy mion tendida como si apretara el gatillo del lser, el androide
agonizando en el suelo. Slo que ahora la mole del Alcaudn arroja su sombra
sobre la nia.
Nemes sonre tras su mscara de cromo. Se haba concentrado en el cuello
de la nia y no haba reparado en esa torpe criatura que se le aproximaba en
tiempo rpido. No cometer de nuevo ese error.
La quieres? dice. Tambin te han enviado a matarla? Adelante
siempre que me des la cabeza.
El Alcaudn echa los brazos hacia atrs y se adelanta. Sus espinos pasan a
menos de un centmetro de los ojos de Aenea. Separando las piernas, el
Alcaudn se planta entre Nemes y Aenea.
Ah dice Nemes, no la quieres. Entonces la recobrar.
Nemes se mueve a ms velocidad que en tiempo rpido, una finta a la
izquierda, un crculo a la derecha, una agachada. Si el espacio que la rodea no
estuviera distorsionado por el desplazamiento, varias explosiones habran
arrasado todo en kilmetros a la redonda.
El Alcaudn frena el golpe, saltan chispas del cromo, el relmpago se
descarga en tierra. La criatura apuala el aire donde Nemes estaba un
nanosegundo antes. Ella se acerca por detrs, lanzando un puntapi que arrancar
el corazn de la nia por el pecho.
El Alcaudn desva el puntapi y tumba a Nemes. La silueta cromada de la
mujer vuela treinta metros hacia los rboles, derribando ramas y troncos que
quedan colgando en el aire. El Alcaudn la persigue en tiempo rpido.
Nemes choca contra una roca y queda hundida cinco centmetros en la
piedra. Detecta que el Alcaudn pasa a tiempo lento mientras vuela hacia ella, e
imita el desplazamiento. Los rboles crujen, se parten y estallan en llamas. Las
minas no detectan palpitaciones ni respiracin, pero sienten una presin y saltan
hacia ella. Cientos estallan en una reaccin en cadena que impulsa a Nemes
hacia el Alcaudn como si ambos fueran mitades de una vieja bomba de
implosin de uranio.
El Alcaudn tiene una larga hoja curva en el pecho. Nemes conoce todas las
historias acerca de las vctimas que la criatura ha empalado y arrastrado para
esfinge. Nemes est usando todas sus energas para desviar las chirriantes hojas
del Alcaudn. Es como luchar contra aspas giratorias. Nemes ha estado en
mundos donde usaban aeronaves con propulsin de hlice. Dos siglos antes mat
al cnsul de la Hegemona en uno de esos mundos.
Ahora desva esos brazos arremolinados sin apartar la vista de esos ojos
relucientes. Tu tiempo ha pasado , piensa mirando al Alcaudn, mientras los
brazos y piernas de ambos chocan como guadaas invisibles dentro del campo de
desplazamiento. Atravesando el campo menos focalizado de la criatura, coge una
articulacin del brazo superior y arranca espinas y hojas. El brazo cae, pero
cinco escalpelos de la mano inferior le penetran el abdomen, tratando de
destriparla a travs del campo.
No tan rpido dice ella, haciendo trastabillar a la criatura.
El Alcaudn se tambalea, y en ese instante de vulnerabilidad ella saca la
tarjeta esfinge de su mueca, se la inserta en la palma de la mano una pausa
de cinco nanosegundos en su campo de desplazamiento y la apoy a en un
pincho del cuello del Alcaudn.
Eso es todo grita Nemes saltando hacia atrs, pasando a tiempo rpido
para impedir que el Alcaudn se saque la tarjeta, y pensando en un crculo rojo
para activarla.
Retrocede an ms mientras el campo hiperentrpico se activa con un
zumbido y enva al monstruo cinco minutos hacia el futuro. No podr regresar
mientras exista el campo. Rhadamanth Nemes sale de tiempo rpido y desactiva
el campo. La brisa recalentada y cubierta de brasas le resulta
deliciosamente refrescante.
Bien dice, disfrutando de la expresin de esos dos pares de ojos humanos
, dnde estbamos?
56
El padre capitn De Soy a se sorprende cuando al fin le responden por la
banda comn. No crea que ese comlog arcaico pudiera transmitir por haz
angosto. Hay incluso una proy eccin visual, la borrosa imagen hologrfica de
dos rostros ahumados y hollinosos.
El cabo Kee mira a De Soy a.
Que me cuelguen, padre.
Lo mismo digo responde De Soy a, y se dirige a esos dos rostros. Soy
el padre capitn De Soy a, a bordo de la nave Rafael de Pax
Lo recuerdo dice la nia.
De Soy a comprende que la nave est emitiendo holoimgenes y que ellos
pueden verlo, sin duda un rostro fantasmal en miniatura sobre un cuello romano,
todo flotando sobre el comlog que el joven lleva en la mueca.
Yo tambin te recuerdo dice De Soy a. Ha sido una larga bsqueda. Mira
los ojos oscuros, la piel plida bajo el holln y las quemaduras superficiales. Tan
cerca.
Quin es? pregunta la imagen de Raul Endy mion. Qu era esa cosa?
No lo s dice el padre capitn De Soy a. Su nombre era Rhadamanth
Nemes. Nos la asignaron hace unos das. Dijo que formaba parte de una nueva
legin que estn entrenando. Se interrumpe. Todo esto es clasificado. Est
hablando con el enemigo. Mira al cabo Kee. En la leve sonrisa del cabo ve
reflejada la situacin de ambos. De todos modos son hombres condenados.
Deca formar parte de una nueva legin de guerreros de Pax, pero no creo que
fuera cierto. No creo que fuera humana.
Amn dice Raul Endy mion. Aparta los ojos del comlog. Nuestro
amigo se est muriendo, padre capitn De Soy a. Puede hacer algo para
ay udarle?
El sacerdote niega con la cabeza.
No podemos bajar. Esa criatura se adue de nuestra nave de descenso y
anul el piloto automtico remoto. Ni siquiera logramos que la radio responda.
Pero si logran llegar a ella, tiene un autocirujano.
Dnde est? pregunta la nia.
El cabo Kee aparece en el campo de la imagen.
Nuestro radar indica que est un kilmetro y medio al sureste de ustedes.
En los cerros. Tiene camuflaje, pero podrn encontrarla. Los guiaremos hasta
all.
La voz del comlog era usted dice Raul Endy mion. Dicindonos que
furamos hacia las rocas.
S dice Kee. Habamos desviado toda la energa de la nave hacia el
sistema de control de fuego tctico, y podamos lanzar ochenta gigavatios a
travs de la atmsfera. Pero el agua del suelo se habra convertido en vapor y los
habra matado a todos. Las rocas parecan lo ms seguro.
Ella se nos adelant dice Raul con una sonrisa pcara.
Esa era la idea responde el cabo Kee.
Gracias dice Aenea.
Kee asiente con embarazo, y se aleja con rapidez del campo de la imagen.
Como dijo el buen cabo contina el padre capitn De Soy a, los
ay udaremos a llegar a la nave.
Por qu? dice la borrosa imagen de Raul. Y por qu mataron a su
propia criatura?
No era mi criatura responde De Soy a.
De la Iglesia, entonces insiste Raul. Por qu?
Espero que no fuera la criatura de la Iglesia murmura De Soy a. Si lo
era, mi Iglesia se ha convertido en el monstruo.
Hay un silencio slo interrumpido por el siseo del haz angosto.
Ser mejor que emprendan la marcha dice De Soy a. Est
oscureciendo.
Las dos caras de la holoimagen miran en torno cmicamente, como si
hubieran olvidado dnde estn.
S dice Raul y ese ray o de energa derriti mi lmpara de mano.
Podra alumbrarle el camino dice De Soy a sin sonrer, pero tendra
que reactivar el sistema de armas.
No importa. Nos las apaaremos. Apagar la imagen, pero mantendr
abierto el canal de audio hasta que lleguemos a la nave de descenso.
57
Tardamos ms de dos horas en recorrer ese kilmetro y medio. Los cerros de
lava eran muy escabrosos. Habra sido fcil romperse un tobillo en esas grietas y
fisuras, aun sin llevar a A. Bettik sobre mi espalda. Estaba muy oscuro ahora
haba nubes que tapaban las estrellas y creo que no habramos llegado si
Aenea no hubiera encontrado la linterna lser en la hierba cuando empacbamos
para irnos.
Cmo demonios lleg all? dije.
Recordaba que haba intentado disparar el lser contra los ojos de esa mujer
y de repente haba desaparecido. Bien pens, qu diablos . Haba sido un
da de misterios. Nos marchamos con un ltimo misterio a nuestras espaldas: la
silenciosa silueta del Alcaudn, inmvil en el mismo sitio donde haba
reaparecido. No intent seguirnos.
Con Aenea precediendo la marcha con la linterna, avanzamos por la negra
roca y la blanda ceniza. Habramos llegado en la mitad del tiempo si A. Bettik no
hubiera requerido tratamiento constante.
El kit mdico haba agotado su modesta provisin de antibiticos, estimulantes,
analgsicos, plasma y goteo intravenoso. A. Bettik estaba con vida gracias al kit,
pero todava requera atencin. Haba perdido demasiada sangre en el ro; el
torniquete lo haba salvado, pero el cinturn no haba estado suficientemente
apretado como para detener la hemorragia. Le administrbamos respiracin
artificial cuando era necesario, para que la sangre siguiera llegando al cerebro, y
nos detenamos cuando las alarmas del kit protestaban. El comlog nos mantuvo
comunicados con el cabo de Pax, y pens que, aunque todo fuera un truco para
capturar a Aenea, tenamos una inmensa deuda de gratitud con esos dos
hombres. Mientras avanzbamos por la oscuridad, la linterna de Aenea
alumbrando la lava negra y los esqueletos de los rboles muertos, tema que la
mano cromada de esa mujer infernal surgiera de la roca y me cogiera el tobillo.
Encontramos la nave donde nos haban indicado. Aenea quiso subir por la
escalerilla de metal, pero le cog el pantaln rado y la obligu a bajar.
No quiero que subas ah, nia le dije. Dicen que no pueden operar por
remoto, pero slo contamos con la palabra de ellos. Si subes ah y pueden
elevarte, te habrn capturado.
Aenea se apoy en la escalerilla. Nunca la haba visto tan agotada.
Confo en ellos dijo.
S, pero no pueden capturarte si no ests dentro. Qudate aqu mientras
subo a A. Bettik y veo si hay un autocirujano.
Mientras suba por la escalerilla, tuve un pensamiento que me revolvi el
estmago. Y si la puerta de metal estaba cerrada y las llaves estaban en el
bolsillo de aquella mujer?
Salimos y caminamos?
Suspir.
Podra ser el mejor plan, excepto por Seal el autocirujano con el
pulgar.
Lo s dijo Aenea, hundindose en sus correas. Era una broma.
Le toqu la mano. Como de costumbre, hubo una descarga elctrica, una
suerte de dj vu fsico. Apartando la mano, dije:
Demonios, cuanto ms avanzada es una tecnologa, ms sencilla debera
ser. Esto parece algo salido de la cabina de un caza de combate del siglo
dieciocho de Vieja Tierra.
Est construido para profesionales dijo Aenea. Slo necesitamos un
piloto profesional.
Tenis uno gorje el comlog, hablando con su propia voz.
Sabes pilotar una nave? dije con suspicacia.
Esencialmente, soy una nave replic el comlog. El panel se abri. Por
favor, conecta el enchufe rojo a cualquier puerto de interfaz rojo.
Lo conect a la consola. El panel se activ, los monitores brillaron, los
instrumentos chasquearon, los ventiladores zumbaron y el omnicontrolador
tembl. Un monitor amarillo se encendi en el centro del salpicadero.
Hacia dnde, M. Endy mion, M. Aenea? nos pregunt el comlog.
Al prximo teley ector dijo la nia. El ltimo teley ector.
58
Haba luz diurna al otro lado. Revoloteamos sobre la corriente y avanzamos
despacio. El comlog nos haba enseado a usar los controladores mientras l se
encargaba de los dems sistemas e impeda que cometiramos errores estpidos.
Condujimos la nave sobre las copas de los rboles. A menos que aquella mujer
pudiera atravesar un portal teley ector, estbamos a salvo.
Result extrao cruzar el ltimo teley ector sin la balsa, pero la balsa no nos
habra servido de todos modos. El ro Tetis se haba convertido en un arroy uelo
entre barrancas profundas, con apenas diez centmetros de profundidad y tres o
cuatro metros de anchura. Serpenteaba por una campia boscosa. La vegetacin
era extraa pero familiar al mismo tiempo, rboles similares a champa o
raralea, pero con hojas anchas y expansivas como el semirroble. Eran hojas
amarillas y rojas, y alfombraban las orillas del riacho.
El cielo era gratamente azul, no azul profundo como en Hy perion, pero ms
profundo que en la may ora de los mundos terroides que habamos visto en este
viaje.
El sol era grande y brillante sin ser abrumador. Su luz atravesaba el parabrisas
y nos lama las rodillas.
Me pregunto cmo ser all fuera dije.
El comlog, nave o lo que fuera debi de pensar que hablaba con l. El
monitor central parpade y empez a presentar datos.
ATMSFERA: 0,77 N2
0,21 O2
0,009 AR
0,00003 CO2
VARIABLE H2O (-0.01).
PRESIN DE SUPERFICIE: 0,986 bar.
MASA: 5,976 X 1024 KG.
VELOCIDAD DE ESCAPE: 11,2 Km/s
GRAVEDAD DE SUPERFICIE: 980 Km/s
NGULO DE INCLINACIN DEL EJE MAGNTICO: 11,5
MOMENTO BIPOLAR: 7,9 x 1025 gauss/cm 3.
59
He dicho que leas esto por razones equivocadas. Deb haber dicho que y o
escriba esto por razones equivocadas.
He llenado estos das y noches y estas pginas de micropergamino con
recuerdos de Aenea, Aenea en su infancia, sin mencionar una palabra de su vida
como la mesas que debes conocer y a quien quizs errneamente adoras. Pero
ahora descubro que no he escrito estas pginas para ti, ni las he escrito para m.
He dado vida a la nia Aenea en mis escritos porque quiero que la mujer Aenea
est viva, a despecho de la lgica, a despecho de los acontecimientos, a despecho
de la desesperanza.
Cada maana mejor dicho, cada vez que se encienden las luces
autoprogramadas me despierto en esta caja de gato de Schrdinger de tres por
seis y me asombro de estar con vida. No hubo aroma de almendras amargas por
la noche.
Cada maana lucho contra la desesperacin y el terror escribiendo estas
memorias en mi pizarra, apilando las pginas de micropergamino. Pero el
reciclador de este pequeo mundo es limitado; slo puede producir una docena
de pginas por vez. A medida que termino cada docena de pginas, meto las
viejas en el reciclador para que salgan frescas y blancas y tener nuevas pginas
donde escribir. Es la serpiente mordindose la cola. Es una locura. O es la esencia
absoluta de la cordura.
Es posible que el chip de la pizarra hay a conservado todo lo que he escrito
aqu, lo que escribir en los das venideros si el destino me los concede, pero lo
cierto es que no me importa. Da a da slo me interesan esas doce pginas de
micropergamino, limpias pginas en blanco por la maana, pginas entintadas y
llenas de garrapatos por la noche.
Entonces Aenea vive para m.
60
Raul, considera esto como una posdata a los recuerdos sobre los que has
escrito hoy, y que y o leo esta noche. Aos atrs, en esas ltimas tres horas de
nuestro primer viaje, cuando t, mi querido Raul, y el querido A. Bettik y y o
volamos al sudoeste, hacia Taliesin West y mi largo aprendizaje, ansiaba
contrtelo todo: los sueos que nos mostraban como amantes sobre quienes
cantaran los poetas, las visiones de los grandes peligros que nos aguardaban, los
sueos sobre el descubrimiento de amigos, los sueos sobre la muerte de los
amigos, la certidumbre de triunfos inimaginables en el porvenir.
No dije nada.
Recuerdas? Dormimos durante el vuelo. Qu extraa es la vida. Nuestras
ltimas horas juntos y a solas, el final de uno de los perodos ms ntimos de
nuestra vida compartida, el fin de mi infancia y el comienzo de nuestro tiempo
como iguales, y dormamos. En divanes separados. La vida es brutal en ese
sentido cuntos momentos irrecuperables perdemos entre trivialidades y
distracciones.
Pero estbamos muy cansados. Haban sido das extenuantes.
Cuando la nave inici el descenso, dirigindose a Taliesin West y mi nueva
vida, cog una pgina de mi sucio diario haba sobrevivido al agua y las llamas,
aunque mis ropas no y te escrib una nota apresurada. Estabas durmiendo.
Apoy abas la cara en el vinilo de la silla de aceleracin y babeabas un poco.
Tenas las pestaas quemadas, al igual que un mechn de cabello en la coronilla,
y el efecto era cmico. Parecas un pay aso sorprendido en el acto de dormir.
(Luego hablamos de pay asos, recuerdas, Raul? Durante nuestra odisea xter.
Habas visto pay asos en un circo de Puerto Romance, en tu adolescencia; y o
haba visto pay asos en Jacktown, durante la feria anual de los colonos).
Las quemaduras y el ungento que te habamos aplicado en las mejillas y las
sienes, los ojos y el labio superior, parecan maquillaje de pay aso, rojo y blanco.
Estabas hermoso. Te am entonces. Te am hacia atrs y hacia delante en el
tiempo. Te am ms all de los lmites del tiempo y del espacio.
Escrib mi nota precipitadamente, la guard en lo que quedaba del bolsillo de
tu camisa estropeada y te bes suavemente la comisura de la boca, el nico lugar
que no estaba quemado ni untado. Te moviste pero no te despertaste. No
mencionaste la nota el da siguiente, ni nunca, y siempre me pregunt si la habas
encontrado, o si se te haba cado del bolsillo, o si qued sin leer cuando tiraste la
camisa en Taliesin.
Eran palabras de mi padre. Las escribi hace siglos. Luego muri, renaci
como cbrido y muri de nuevo como hombre. Pero an viva en esencia, pues
su personalidad merodeaba por el metaespacio, y al fin se fue de Hy perion con
el cnsul, en las serpentinas ADN de la IA de la nave. Nunca conoceremos las
FIN
Notas
[1] (Son los versos iniciales del poema Fire and Ice, del poeta norteamericano
Robert Frost. En una versin en prosa, el poema dice: Algunos dicen que el
mundo terminar en fuego, algunos dicen que en hielo. Por lo que he saboreado
del deseo, me inclino por los que favorecen el fuego. Pero si el mundo debiera
perecer dos veces, creo saber bastante sobre el odio como para reconocer que el
hielo tambin es un gran destructor y se las apaara . La coincidencia es
que frost significa escarcha . (Nota del Traductor). <<