Alonso Jesus - La Cosecha de Las Miradas

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CAPITULO 1

El timbre del despertador son insistentemente, la habitacin estaba a oscuras, Marta tante
por encima de la mesilla, y despus de unos segundos de infructuosos intentos, logr parar el molesto
sonido que la alarma produca.
Era una maana fra del mes de febrero, aunque esta circunstancia no justificaba la pereza con
la que se comportaba Marta, pues en la habitacin se disfrutaba de una temperatura muy agradable.
No era esta su forma de ser, la gustaba estudiar, saba que de ello dependa su porvenir, entonces
porque aquella sensacin, tan desagradable, cuando pensaba que era la hora de ir al colegio?, y
cuando apareci en su mente esta ultima palabra, fue cuando termin de despertarse y se acord del
motivo por el que la estaba costando tanto trabajo levantarse aquel dia; Era la conversacin que
haba mantenido, el da anterior, con aquellos compaeros, y en su pensamiento recalc
COMPAEROS, no eran amigos de ella no pertenecan al grupo que Marta frecuentaba, nunca la
haban gustado, representaban todo aquello que sus padres la haban enseado a odiar; tomaban
bebidas alcohlicas, fumaban y su forma de vestir, era siempre descuidada.
Por fin se decidi, salto de la cama y se encamin hacia el cuarto de bao, mientras se quitaba
el pijama para meterse en la ducha, se reflej en el espejo, tena un cuerpo bien proporcionado, su
cara era atractiva, pero no llamaba la atencin, la faltaba aquella belleza interior, esa chispa que
tienen las personas con iniciativa, que no dependen de ideas ajenas. Sali del cuarto de bao y
despus de escoger un vestido, entre los que guardaba en su bien surtido armario, se visti al mismo
tiempo que diriga la vista por la habitacin, para convencerse de que todo quedaba bien ordenado.
Mientras bajaba la escalera para ir a la cocina, donde se podan or los ruidos, propios de
alguien que est preparando el desayuno, empez a pensar en como haba empezado todo aquello,
que ahora la atormentaba. Fue por mediacin de su amiga Mercedes, ella si se relacionaba con
aquellos desarrapados; su padre no era como el de Marta, era escritor, de esos que se dedican a
criticarlo todo, y su concepto de la disciplina no coincida en absoluto con el que tenia sobre el
particular la familia de Marta, incluso, a Mercedes la dejaban fumar; pero quiz eran todas esas cosas
las que atraan a Marta, haciendo de Mercedes su mejor amiga. El caso es que a la salida del colegio,
se dej convencer por ella para ir a un bar, se disponan a pasar un rato agradable.
Por fin entr en la cocina, la criada preparaba el desayuno, Marta la saludo distradamente, sin
darse cuenta de lo que hacia, pic algo de la comida que estaba preparada y despus de tomarse un
caf, todo ello sin ni siquiera sentarse, sali al vestbulo y despus de ponerse el abrigo y actuando en
contra de su costumbre, sali a la calle sin despedirse de sus padres.
El colegio no estaba lejos de su casa, dentro del barrio, este era un sitio limpio, de casas bonitas
y muy bien distribuidas, con amplias calles y grandes jardines bien cuidados; Marta disfrutaba
mirando todos estos detalles, no importaba que pasara por sus calles todos los dias, la pareca todo
tan bien ordenado, tan perfecto que pensaba que en el mundo no exista la infelicidad; por este
motivo, aquella maana tenia esa sensacin tan desagradable, cada vez que pensaba como se haba
desarrollado la reunin en el bar, la tarde anterior.Cuando llegaron, Mercedes, la present a la
pandilla, los conoca a todos, aunque solo de vista, nunca haba querido relacionarse con ellos, poco
despus de la presentacin, se generaliz la conversacin

Hace unos dias me encontr con la madre de Miguel, recordis?, el


hijo del antiguo jardinero del colegio- Deca en ese momento Antonio, que
aprecia que era el que diriga el grupoMe dijo que Miguel tena
tuberculosis.
Casi no tienen dinero para comprar
ni siquiera lo
necesario, el padre esta en paro, desde que lo despidieron del colegio.
En que hospital est?, podramos ir a verlo, creo que es un
detalle que agradecera.- Dijo otro de los reunidos.
De momento no esta en ninguno.- Respondi Antonio.- Como no
tienen sociedad medica, tendr que ir al hospital de la Beneficencia
pero hasta que no queden camas libres no lo admitirn.
Una porquera.- Tercio Mercedes.- Con
econmico, con el que todos, parece que estamos
conseguido acabar con la seguridad social y si no se
pagar una sociedad, te puedes morir de asco antes
cama en el nico hospital del Estado.

este liberalismo
de acuerdo, han
tiene dinero para
de conseguir una

Creo que estis exagerando.- Dijo Marta.- Si como tu dices no


tienen dinero, esta el hospital de la Beneficencia; pero, naturalmente,
tendrn que demostrar que realmente son indigentes, porque lo que
ocurre, con mucha frecuencia, es que piden una cama en este hospital
aunque tengan dinero, y despus se lo gastan en vicios. El mismo
jardinero es un ejemplo, lo despidieron por ser un borracho y aun as y
gracias al informe que le hizo el colegio, ha podido pedir un sueldo de
desempleado.
Al escuchar las palabras de Marta, Antonio lanz una sonora carcajada.
Acaso he dicho algo gracioso? - Protest Marta.
Mira, el paro le durar como mximo un ao, si a esto le aades
que lo que recibe por l, es una miseria, podrs imaginar que lo que
se guarda para sus vicios es cero. Teniendo en cuenta, que son
cinco personas a las que se tienen que mantener con esos ingresos,
y que ninguno de sus hijos trabaja de una forma estable, porque de
esos trabajos eventuales, en los que son explotados y que muchas
veces trabajan solamente por la comida solo los tienen de vez en
cuando.- Dijo Antonio, entre indignado y despectivo.
.Vosotros siempre os estis quejando de todo pero, como dice mi
padre, si miramos a nuestro ALREDEDOR, podremos darnos cuenta
que todos somos felices, cada uno en su categora, claro, y esta
felicidad nos la proporciona la seguridad, primero la seguridad de que
a pesar de la mecanizacin de las industrias, no tenemos desempleo, y
segundo la seguridad de poder transitar por las calles sin temor a ser
atracados y violadas, como ocurra antiguamente. En fin yo creo que es
la sociedad perfecta, en la que cada uno tiene lo que se ha forjado por
si mismo.

.Naturalmente eso es lo que dice tu padre.- Contest Antonio,


imitando la voz de Marta.- Bien pues pregntale a tu padre donde estn
los parados que segn el y tu no existen, pero que te diga la verdad,
que no te conteste que los estn reciclando para otras profesiones.
.! Mi padre siempre me dice la verdad!.- Contesto Marta, al borde de
la histeria.- Nunca me ha engaado, s que esta sociedad tiene algunos
vicios, pero son debidos a las personas que no quieren conformarse
con lo que tienen, personas como t, que por todo protestan, sin razn
Cuando termin de decir todo aquello se levant bruscamente y fue
corriendo hacia la puerta, no quera que la pandilla se diera cuenta de que
estaba llorando.
Una vez en la calle, mientras se limpiaba las lagrimas, Marta comenzaba
a perder la seguridad con que haba pronunciado las ultimas palabras.
Sera cierto que aquel sistema de sociedad, en el que haba credo
durante todos aquellos aos, no era todo lo justo que su padre la deca?. Pero
esto no poda ser, su padre no la mentira a ella o quizs, s,?, Su cabeza era
un mar de confusiones. Preguntara a su padre, penso; pero y si la menta otra
vez?. No sabiendo como resolver aquellas dudas, corri como una loca hasta
que lleg a su casa.
Abri la puerta, apresuradamente, subi directamente a su habitacin y
se encerr en ella, no queriendo salir, ni para cenar, a pesar de la insistencia de
su madre, alegando que tenia un fuerte dolor de cabeza. En el fondo lo que la
ocurra era que la confianza que siempre haba tenido en lo que su padre la
deca, empezaba a tener fisuras, precisamente por eso odiaba a Antonio; era
como si este la hubiera hecho perder la inocencia.
Con estos recuerdos , rondndola dentro de su cabeza, haba llegado, sin
darse cuenta a la puerta del Colegio; desde luego, un colegio privado, muy
selectivo en lo que respecta a los alumnos, no por su inteligencia si no por la
procedencia familiar. Casi el cien por cien de estos triunfaba, en el mundo de
los negocios, bien como directores de empresas, como ejecutivos o como
sucesores de sus padres en el negocio de estos.
Para Marta aquella jornada de colegio, fue eterna, estuvo mas pendiente
de la hora de la salida, que de los estudios, estaba impaciente por encontrarse
con la pandilla, aquella odiosa pandilla; para ella el dia de hoy, sera el de su
venganza, no volvera a caer en el error del dia anterior, respondiendo a las
palabras de Antonio de una forma histrica, muy al contrario, discutira
serenamente y razonando todos los argumentos, como su padre la haba
enseado, sin eludir ningn tema, por espinoso que este fuera, y siempre con la
serenidad del que esta en poder de la absoluta razn.
Por fin son el timbre, que anunciaba el fin de las clases; mas deprisa de
lo habitual, Marta sali al jardn; se haba apresurado demasiado, el resto de

sus conocidos aun no haban salido, por lo que tuvo que entretenerse, haciendo
como que la interesaban los macizos de plantas que adornaban las cercanas
del colegio. Por fin vio salir a Mercedes y se dirigi a ella.
.Hola Marta- dijo Mercedes jovialmente- estabas esperndome?
.Si, no tengo ganas de irme a casa tan pronto, y he pensado en
quedarme a charlar un rato contigo.
.Por mi estupendo, tu compaa me agrada mucho, pero quiero que
sepas que he quedado con Antonio y claro, no puedo decirle que se
marche, porque estas t.- Dijo Mercedes, recordndola, indirectamente,
la escena de la tarde anterior.
.No importa, as podr darle una leccin a ese presumido.- Contest
Marta aparentando estar sorprendida por la presencia de Antonio,
aunque era lo que haba ido a buscar.
.Mira, ya viene.-Dijo Mercedes.
Antonio se acercaba a grandes zancadas, con su acostumbrado desalio,
la barba de una semana y la vestimenta, que en cuanto a limpieza, dejaba
mucho que desear.
.Hola chicas; hola Marta, estas mejor?. Siento lo que ocurri ayer,
quiero que me perdones por mi brusquedad.
.No te preocupes, no tengo nada de que perdonarte, fue mas bien que
me cogiste por sorpresa, pero te aseguro que no volver a ocurrir.
.Bien vamos a nuestra guarida.- Dijo Antonio y se puso a andar sin
esperar la aprobacin de sus compaeras. Estas le siguieron. Marta
estaba preocupada con lo que tena que pedir de beber, pues por un lado,
la repugnaba pedir cualquier bebida alcohlica, aunque quera estar a la
altura de sus compaeros. Pero cuando llegaron al bar, su compromiso
qued zanjado, no tuvo que tomar ninguna decisin.
.Juan, srvenos lo de siempre y un refresco.- Pidi Antonio,
dirigindose al camarero, mientras todos se sentaban alrededor de una
de las mesas.
. Sabis que hay una manifestacin para protestar por la
caresta de la vida?. Me extraara que no fuerais vosotros que sois los
inconformistas por excelencia.- Coment Marta, con tono retador, pero
aparentando no darle importancia.
.! Ah! ! La manifestacin!.- Contest Antonio.
.No digis que eso no es libertad, nadie ser detenido por
manifestar su descontento, por la subida de los precios; siempre que se

respete el derecho de los dems, a vivir sin meterse en los.- Continu


Marta, con el mismo tono de antes.
Mercedes, mientras Marta hablaba, hacia seas a Antonio para que no
empezara una polmica, con su amiga. recordando lo que haba ocurrido el dia
anterior.
.Si Marta, eso es libertad, una libertad controlada y vigilada,
eso que tu acabas de decir, lo del derecho de los dems, y que dicho as
puede sonar muy bonito, se puede convertir en una forma de represin,
porque los que han hecho las leyes se han encargado de que estas las
puedan manejar, ellos mismos, como mas les interese..- Contest
Antonio con tono conciliador.
.Pero por lo menos la gente puede protestar, sin salirse de la ley,
de todo lo que a su parecer, les perjudica, sea o no vigilada, esta
libertad; y no es que te est dando la razn, la tienen y pueden
ejercerla y sin ser molestados por la polica, en muchos casos harn
que las cosas cambien; por eso es por lo que no entiendo vuestra
postura.- Y la hubiera gustado aadir, como dice mi padre, pero
recordando la tarde anterior no lo dijo.
.Mira nia.- Explot Antonio.- Primero dime si estas protestas
sirven para algo practico, porque despus de la manifestacin la vida
subir o bajar, con arreglo a la conveniencia de los que mandan; pero
claro, es mejor dejar que griten, un dia, todos juntos , en la calle, bajo
una estrecha vigilancia, como ocurre en los estadios de ftbol, que el
que se junten en grupos pequeos con lo cual dejan de ser masa y de
esta forma es mas fcil darse cuenta de la injusticia; injusticia en
general, no laboral o de otro tipo, sino de toda la actividad de la
sociedad, y despus de haberse dado cuenta de todo esto, tratar de
cambiarlo a cualquier precio.
.Por tus palabras, creo entender, que admites la violencia como
medio para cambiar la sociedad y eso es algo que nadie, en su sano
juicio, puede aprobar.- En esta ocasin la brusquedad del muchacho
la envalenton.
.! Violencia, violencia !.- Grit Antonio.- Tu que sabes lo que
representa esa palabra, tu que eres una nia bien, pregntaselo a
quien pasa necesidades. o no tienen para pagarse un buen medico, o
los que se quedan sin trabajo, esos si que te pueden decir lo que
significa.
.Yo, desde luego soy una nia bien.- Dijo Marta, tratando de
herir al muchacho.- Pero tu tambin lo eres, aunque trates de
disimularlo con ese disfraz.

.!Por favor calmaos!.- Terci Mercedes, temiendo una escena


como la de la tarde anterior.- Mirar, aqu llega Eduardo te agradar,
Marta, tiene mas paciencia que Antonio.
En ese momento entraba en el bar un muchacho algo mas bajo que
Antonio, moreno y de formas mas redondeadas que aquel, aunque su manera
de vestir y su arreglo personal, se aprecia mucho al de su amigo. Salud al
camarero y se acerc al grupo.
.Hola chicos.- salud jovialmente.
.Sientat Eduardo.- Dijo Mercedes.- Mira esta es Marta, una
compaera del colegio.

.Hola como estas?, me han hablado de ti, y te aseguro que tena


ganas de conocerte; se puede decir que estos muchachos estaban
buscando la acasin para que nos encontrramos.
.Pues no creas que soy tan pusilnime como quiz te han
contado.- Contest Marta, desafiante.
.Te aseguro que no me haban hablado de ti en esos trminos;
veo que te ocurre como a mi en mis tiempos de estudiante,
perteneciendo a una familia acomodada.- Contesto Eduardo en un
tono conciliador.- Por cierto que yo tambin fui alumno de tu colegio.
.Y que pas, lo dejaste por la vida bohemia?.- Contest Marta,
con brusquedad, pero visiblemente mas calmada.
.No, me expulsaron por indeseable, cuando empez a
preocuparme la suerte que corran los que no pertenecan al nivel de
vida de los que me rodeaban.
.Eso no es motivo suficiente.- Esta vez el tono de voz de Marta,
era escandalizado por la injusticia que haba sufrido su nuevo
amigo.- O hubo otros motivos mas poderosos, o podras haber
denunciado, al director del colegio, ante las autoridades acadmicas.
.-No claro, no fue una cosa rpida, hubo un proceso largo; algn dia te lo
contar. Fue bastante penoso, pues adems de la expulsin del colegio, tuve
serios problemas con mi familia.- Contest Eduardo, hablando como entre
dientes.
Marta no contest, impresionada por el tono de voz y la expresin de
Eduardo.
Hubo como un parntesis, un momento que se poda calificar de
angustioso; nadie deca nada y cada uno miraba su vaso. Las ultimas palabras
de Eduardo haban creado un clima de angustia y tristeza.
Fue Antonio, el que con su jovialidad y mirando a Marta dijo,.- Bueno
pandilla, Mercedes y yo habamos hecho planes para ir al cine esta tarde,
aprovechando que habr poca gente, por lo de la manifestacin Signo de
libertad.
.Vete a la mierda.- Le contest Marta y cuando fue a continuar, not la
mano de Eduardo sobre la suya, con intencin de calmarla y
efectivamente lo consigui, por lo que mirando a la pareja continu
diciendo.- En fin que lo pasis bien, yo tengo ganas de pasear, y t
Eduardo?
.Si, yo tambin lo prefiero.- Contest este.

Cuando Antonio y Mercedes se hubieron alejado, Eduardo le dijo a Marta:


.No le hagas caso, aunque parece que te desprecia, si alguna vez
necesitas su ayuda, seria capaz de dar su vida por ti; pero como todas las
personas buenas, se cubren con una capa de cinismo para defenderse.
Marta mirando a Eduardo asinti con la cabeza, aunque crea que este
defenda a su amigo con demasiado ardor para lo que se mereca y dijo:
. Te parece que vayamos a pasear como habamos dicho? Me canso
de estar encerrada.
.Si vamos.- Contest Eduardo.- A mi tambin me gustan mas los
espacios abiertos.
Se levantaron y despus de ponerse los abrigos y despedirse de Juan, el
camarero, salieron a la calle.
Empezaba a anochecer, el fro hacia que la gente caminara deprisa; las
luces de los escaparates se encendan, para mostrar sus llamativas mercancas.
Nuestros amigos, caminaban despacio, uno junto al otro, sin rumbo fijo,
pero trasmitindose una seguridad de la que ambos estaban necesitados.
.No s Eduardo, creo que me gustara conocer mas a fondo el
problema de la injusticia social, aunque discuta con Antonio y me
manifieste con tanta seguridad, creme que dudo. Por otro lado no veo
que solucin podra tener la desigualdad social; al fin y al cabo tenemos
que contar con el egosmo individual y si alguien se considera superior,
por sus estudios, o por cualquier otra causa, pensar que tiene que
ganar mas que los que estn por debajo de el y por lo tanto vivir mejor.Dijo Marta.
.Veras, cuando yo digo que esta sociedad tiene que cambiar,
enseguida me pregunta que como sera la que yo propongo. Pero
como voy a solucionar en un momento, un problema que la sociedad,
entera, durante todos estos siglos no ha sabido solucionar?. No se
como ser, yo lo nico que s, es que esto tiene que cambiar, que esta
mierda no puede seguir as.- Contest Eduardo con voz angustiada,
poniendo sus manos extendidas con las palmas hacia arriba, como
implorando, para que sus deseos se cumplieran, al mismo tiempo que
se detena.
Marta tom sus manos, con un gesto protector, era la primera vez que
vea alterarse a Eduardo, pero no le caus la misma impresin, desagradable,
como cuando Antonio replicaba sus argumentos; Eduardo dudaba y esto le
hacia humano.

Cogiendo su brazo, Marta empuj a Eduardo para continuar paseando,


las palabras del muchacho, pronunciadas con voz demasiado alta y el haberse
detenido en plena calle, hizo que algunas personas volvieran la cabeza para
mirarlos y a Marta no le gustaba llamar la atencin.
.Perdona mi exaltacin, te prometo que tratar de controlarme,
no te preocupes, esto no me ocurre con frecuencia.- Dijo Eduardo con
tono de disculpa.
.De acuerdo, tu dices que la sociedad tiene que cambiar, pero yo
lo que veo en la calle es que ha desaparecido el paro, que dentro de lo
que cabe, existen una serie de atenciones sociales, aunque esta solo
alcancen a lo mas imprescindible, y que la seguridad de las personas es
total, en lo que respecta a la delincuencia, no me negaras que esta ha
desaparecido y que conste que todo esto no lo digo para
que
discutamos, sino para aprender; necesito salir de mi circulo, hablar,
repito, hablar con personas que tengan otros puntos de vista para
poderlos contrastar con los mos, pero sin polmicas.- Dijo Marta,
haciendo como si las ultimas palabras de Eduardo no las hubiera odo.
.Creo que antes de continuar esta conversacin te tengo que
hacer algunas preguntas; por ejemplo sabes donde va a parar la mano
de obra que sobra ?, porque tienes que tener en cuenta, que desde que
comenz la automatizacin de los centros de produccin y esto fue
hace muchos aos, pero que cada vez es mas intensa, no hay puestos
de trabajo para todos.
.Claro, si me lo preguntas de esa manera te tengo que decir que
no lo se, pero lo que a m me han enseado es que las tcnicas
modernas crean mas puestos de trabajo que los que destruyen y que
desde hace muchos aos tanto la enseanza universitaria como la
formacin profesional las han encaminado hacia la fabricacin y
mantenimiento de las maquinas y componentes que automatizan las
industrias y por lo tanto no hay mano de obra sobrante.
.Si, al principio, de la que se llam la crisis, pensaron que era la
solucin, pero te aseguro que todas esas teoras, pues no pasaron de
serlo, estn anticuadas; estamos lo mismo que al principio de la crisis,
a pesar del tiempo transcurrido y haciendo todo lo que tu acabas de
enumerar. Lo que pasa es que los medios de comunicacin y los
educadores, continan transmitiendo el mismo mensaje, tienes que
tener en cuenta que estos medios pertenecen a loas mismas personas
interesadas en que la sociedad no cambie; pero desde luego mano de
obra contina sobrando y cada vez ms, lo que no sabes, creo
entenderlo as, por lo que has dicho, es donde va esa gente , o donde
los mandan. Bien pues yo no te dir que se lo preguntes a tu padre, te
lo dir yo mismo: Van a parar al BARRIO, supongo que sobre este sitio
si te habrn hablado.- Todo esto, Eduardo, se lo dijo, a Marta, en un
tono casi pedaggico, con una serenidad que a Marta la agradaba,

llegando casi a asombrarla, pues pensaba que todos los que no estn
de acuerdo con el sistema eran unos exaltados
.Si claro que conozco lo del BARRIO, mi familia,.- Marta evit
decir mi padre.- Me ha contado como es y quienes viven en el. Pero lo
que no sabia es que a los que no tienen trabajo los mandan a ese lugar.
Me haban dicho que es un lugar donde vive gente que no quiere
integrarse en la sociedad, que son viciosos, que no son capaces de
convivir con personas normales como nosotros, y desde luego que son
irrecuperables. Saba lo que siempre se ha dicho, que cuando acabaron
con las crceles, se apart de la sociedad a todas estas personas, pero
que cuadro se fueran dando cuenta de que la vida en el BARRIO, es
insoportable, se podran ir integrando, poco a poco y el BARRIO
desaparecera; mira, no dudo de tus palabras, pero me cuesta trabajo
creer que los manden a un sitio tan horrible; Como pueden mandar a
ese lugar a quien no quiera ir y por no tener trabajo?.
.-Para tomar esas medidas, no existe un solo criterio.- Contest Eduardo
con el mismo tono de voz que antes.- En primer lugar, no todos los que viven en
el BARRIO son delincuentes, se puede decir que ninguno lo era, pero claro, al
llegar a un sitio as, es muy difcil sobrevivir de una forma normal, y se
convierten en lo que todo el mundo conoce como delincuentes. Muchos de ellos
son enfermos mentales, que tendran que estar recibiendo tratamiento medico,
pero es mas fcil y lo que para ellos es mas importante, mas barato,
mandarlos al BARRIO.- Esta ultima frase, sobresalt a Marta.- No siempre se
manda a la gente a la fuerza, aunque te parezca extrao, en muchas ocasiones,
se van de forma voluntaria.
.No puedo creer que nadie en su sano juicio, quiera ir a vivir
all.- Dijo Marta, reflejando en su cara la extraeza que le produca la
ultima afirmacin de Eduardo.
.En fin Marta, con tanta charla, se nos ha olvidado comer alguna
cosa y te aseguro que tengo verdadero apetito, mejor dicho, un hambre
feroz.
.Si yo tambin.- Contesto Marta mirando a su alrededor, como
cuando se despierta de un sueo; entonces se dio cuenta de que haban
andado bastante, se encontraban en un lado de la ciudad que ella
conoca pero solo cuando sala con su familia en coche, por lo que en
esta ocasin pudo fijarse mas en el lugar.
Lo componan grandes bloques de viviendas y a su alrededor, tenan un
jardn raqutico en el que no poda crecer mas que algunos arbustos, pero ni
soar con los grandes jardines, que en la zona de la ciudad en que ella viva
eran grandes praderas; a Marta no le pareci un sitio agradable para vivir.
.Pero tenemos un problema , Marta.- Dijo Eduardo y con estas
palabras hizo que Marta dejase de observar el lugar y se volviera para

mirar al muchacho, con preocupacin.- Tengo poco dinero.- Continu.Ni siquiera para comprar un bocadillo.
.! Ese es el problema?!.-Contest Marta, lanzando una alegre
carcajada al darse cuenta que no tenia relacin con la conversacin
que haban mantenido sobre el BARRIO.- Yo tambin tengo poco
dinero, pero si juntamos el de los dos, seguramente podamos comprar
uno y repartirlo; dame tu dinero, me hace ilusin ir sola a comprarlos,
es como si fuera una aventura.- Continu, mientras giraba a su
alrededor, buscando algn bar donde comprar el ansiado bocadillo. Por
fin descubri uno en la esquina de uno de los bloques, en el que se
anunciaban bocadillos baratos en una de sus cristaleras.
Desde luego con su decisin de ir sola a comprar el bocadillo no la
converta en una herona, pues la seguridad en las calles, aun en los lugares
mas humildes, era total, pero para ella que nunca haba salido, sola, del lugar
donde viva, era toda una aventura.
Eduardo, saco su dinero y se lo dio a Marta, esta despus de cojerlo, se
encamin al bar, mientras tanto Eduardo se sent en un banco, a pesar del fro
que hacia y se qued observando a la muchacha mientras se alejaba, al mismo
tiempo que le invada una gran ternura por su compaera al darse cuenta de su
inocencia, era como un nio que necesita descubrir el mundo por si solo;
despus de un corto espacio de tiempo vio a Marta salir del bar y acercarse a el
saltando alegremente, con el paquete en la no, se sent a su lado y pregunt.
.Vives lejos?, podramos ir a tu casa a comernos esto, aqu hace
mucho fro.
.No Marta, me gustara mucho, pero de momento cuanto menos
sepas de mi, mejor, de esta forma y por el momento no podrs contar
nada, ni de forma involuntaria y ni siquiera a tu familia.
Marta lo mir con curiosidad, que ocultara?, se prometi que poco a
poco se ira enterando de todo, pero de momento no quiso insistir. Sac el
bocadillo y despus de partirlo con las manos le dio medio a Eduardo y una lata
de refresco, que poniendo cara de disculpa, tambin le dio, al mismo tiempo
que le deca:
.Perdona ha sido la fuerza de la costumbre la que me ha
impulsado a no comprar cerveza.
.No te preocupes, por la hora que es, prefiero tomar un refresco,
si por casualidad nos paran en un control, con mi forma de vestir y de
arreglarme, no seria muy conveniente que me encontraran alcohol en
la sangre.
.Esto del arreglo, es algo que no entiendo.-Dijo Marta, sin contestar
directamente a las palabras de su compaero.- Porque te vistes de esa
manera?, podras no estar de acuerdo con todo lo que ocurre y vestirte de

una forma normal, incluso, creo que seria un disfraz muy eficaz, para
poder realizar tus protestas de una forma que a la polica le resultara
difcil de descubrir.
.!Mis protestas!.- Contest Eduardo con una sonrisa sarcstica.- Te
aseguro que mi nica forma de protestar es vestirme de esta manera, por
lo dems, le tengo tanto miedo al BARRIO, que me comporto como
cualquier otro.
Marta mir con simpata y tristeza a Eduardo, agradeca su sinceridad y
no comprenda que sintindose de esta manera, estuviera huido, como se deca
de todos aquellos que sin haberse independizado econmicamente,
abandonaban la casa de sus padres.
Comieron los bocadillos despacio y en silencio, la conversacin que
haban tenido sobre el comportamiento de Eduardo, les haba dejado un poco
de amargura, pero este mismo sentimiento hacia que se sintieran mas cerca
uno del otro.
La voz de Eduardo la sac de sus pensamientos.-Marta, creo que es un
poco tarde para ti, deberamos marcharnos.
.Si, Si.- Suspir Marta.- Nos veremos maana?, es fiesta en el
colegio, lo que nos da un largo fin de semana.
.Si por mi parte de acuerdo, podemos vernos a las cuatro u media; es
decir si a ti te parece bien esa hora.
Cuando se pusieron en camino, se dieron cuenta de que todo su dinero
se lo haban gastado en el bocadillo y que por lo tanto tendran que volver a pi;
lo que les retrasara, as qu, despus de reflexionar, dijo Eduardo:
.No volveremos por el mismo camino, si bajamos por esta calle y
despus por la tercera a la derecha, llegaremos antes y el retraso ser
menor; espero que tu familia no se enfade demasiado y te prohiba salir
maana.
.No lo creo, pero aunque lo hicieran, creo que seria capaz de
escaparme con tal de no faltar a la cita.- Contest Marta exagerando el
entusiasmo.
Continuaron su camino, cogidos de la mano y cuando se tocaron se
miraron sonriendo. De pronto Eduardo se qued parado, deteniendo en seco a
Marta y cogiendo de los hombros, la bes largamente. Era la primera vez que
un hombre besaba a Marta, su experiencia en este sentido era nula, por eso al
juntar sus cuerpos en el abrazo Marta not una sensacin que no haba
experimentado nunca y que la resultaba muy agradable.

Siguieron andando, pero esta vez acelerando el paso, para recuperar el


tiempo perdido; cuando llegaron a la tercera bocacalle y al entrar en ella,
vieron que un poco mas adelante, la gente se arremolinaba en el centro de la
misma, el trafico estaba detenido y la polica sacaba muebles de uno de los
bloques.
. Que pasa?.- Pregunt Marta con tono asustado.- Es que el edificio
est en ruinas?.
.No cario, estas contemplando una muestra de como la gente se
marcha al BARRIO de forma voluntaria.- Contest Eduardo con sarcasmo.
. Era esto a lo que te referas antes?, Pero como lo consiguen? ,
Como es posible que alguien se marche voluntariamente a un sitio tan
horrible?.
.No tienes mas que observar, esto es un desahucio; si tenan el piso
alquilado no habrn podido pagarlo y si era comprado lo mismo, pero
cambiando el destinatario del dinero. En el primer caso seria un
particular que adems de ser dueo de varios pisos alquilados ser
accionista de algn banco, en el segundo caso seria el banco,
directamente el destinatario. Mira , las personas que rodean los muebles
que estn sacando deben ser la familia desahuciada.
Junto a los muebles y enseres, a todas luces muy modestos se encontraba
una pareja de mediana edad, junto a ellos una chica de unos catorce aos aproximadamente un muchacho de unos diecisiete y otro algo mayor. La actitud de
cada un difera sensiblemente; el padre, apesadumbrado, permaneca apoyado
en uno de los muebles, la hija lloraba, calladamente, sentada en una de las
sillas, el hijo mayor apretaba los puos tratando de dominar la rabia que senta
y el pequeo la emprenda a puetazos con un colchn, mientras tanto la madre
gesticulaba al mismo tiempo que increpaba a uno de los policas; pero desde
donde estaban, nuestros amigos, no se poda distinguir lo que deca, as que
decidieron acercarse.
.!! Hijos de puta, sabis que nos mandis a la muerte, pero quizs
algn dia vosotros mismos, os encontrareis en esta situacin !!.- Gritaba
la mujer amenazando con los puos a un polica.
.Seora, por favor.- Dijo el polica, en tono conciliador.-Usted sabe que
nosotros solo cumplimos con nuestro deber , que somos unos mandados.
.!! Seora cllese!!.- Intervino otro de los policas, este tenia la porra
en la mano.- Despus de or las palabras que le ha dicho a mi compaero,
no solamente puedo detenerla, sino que de camino al centro de detencin,
en el que estara como mnimo treinta dias, sabe muy bien lo que le
podra pasar.- Deca esto sin dejar de mirar a los hijos y al marido,
alternativamente.

.Mira Marta, aquel polica que amenaza con la porra a la mujer, en


realidad est provocando a los hijos y al marido, tratando que alguno de
ellos salga en su defensa de forma violenta y as poder disparar
impunemente.- Dijo Eduardo en un tono de voz con el que no pudieran
or, aunque hubiera sido difcil que esto ocurriese, tanto por la distancia,
como por el ruido que hacan con el desalojo.
De pronto el hijo pequeo, dej de golpear el colchn, lanz un
escalofriante grito y empez a correr calle adelante; nadie trat de detenerlo, el
padre y el hermano le miraron con la pena reflejada en sus caras, la hermana,
medio incorporada en la silla, lo llamaba desesperadamente, la madre gritaba a
los guardias.
.!! Por favor no disparis es solo un nio !!.
Hacia el fondo de la calle, por donde se haba perdido de vista al joven,
se escuch un forcejeo, gritos y a continuacin tres disparos ... nada mas,
silencio, solo se escuchaban los sollozos de la madre, el hermano mayor se dej
caer de rodillas y golpe el suelo con los puos antes de ponerse a llorar de
impotencia, en cuanto al padre, pareca hipnotizado, mirando, sin expresin el
lugar por donde se haba perdido su hijo menor.
.Debe haber cado en algn control de los guardias de seguridad,al
parecer la zona est totalmente rodeada.- Coment Eduardo con voz
neutra, como si el caso no le afectara especialmente.
.No parece importarte demasiado lo que le ha ocurrido al pobre
muchacho.- Le dijo Marta en tono de reproche.
.Te aseguro que he visto tantos casos, que me esperaba algo as,
incluso creo que lo han hecho de esta manera para acabar con los que
pudieran, de una forma mas rpida.
.Pero como es posible llegar a esta situacin? te aseguro que es
para volverse loca.
.Es fcil de deducir. El padre en paro, seguramente, ninguno de los
tres hijos ha tenido nunca un empleo, as que cuando al padre se le
termin el subsidio.... el resto lo estas viendo; se deshacen de ellos de la
forma mas legal, porque nadie les obligar a marcharse al BARRIO si
ellos no quieren, tienen la LIBERTAD de quedarse en este lado.
.No lo comprendo, tienen que marcharse o por el contrario se
pueden quedar?.- Pregunt Marta impaciente.
.No no, esto es una democracia, pueden quedarse, claro que
necesitan una casa, en la calle no les permiten vivir y naturalmente para
comprarla o alquilarla necesitan dinero as que si no lo tienen, escogern
voluntariamente el camino del BARRIO; en ese infierno podrn
construirse una chabola, si es que duran lo suficiente para terminarla.

.Por favor, marchmonos no puedo soportarlo.- Dijo Marta con


desesperacin.
.Si adems es muy tarde, vayamos por esta bocacalle, no quiero pasar
por donde est la polica; por si nos encontramos con algn control,
recuerda que me llamo Martn.- Y cogiendo a Marta por el brazo, casi la
empuj por la primera calle que encontraron. En cuanto dieron la vuelta a
la esquina vieron, mas o menos, a la mitad de la calle, un control de
guardas jurados.
.No corras y no te alteres.- La dijo Eduardo tratando de retener
el impulso de Marta, que en un primer momento hizo como que quera
huir.
En ese momento uno de los guardias se acerc a la pareja, y cuando
estaba cerca les grit:
.! A ver la documentacin!.
Eduardo fue el primero en darle su carnet, Marta reponindose, como
pudo del susto, saco el suyo del bolsillo y tambin se lo dio. Al mismo tiempo
otros dos guardias se acercaron y cogiendo a cada uno de los jvenes, los
separaron; mientras el guardia que tenia los carnets, se fue hacia uno de los
coches que tenan aparcados haciendo barrera en medio de la calle.
. Con se llama tu amiguito?.- Pregunt el guardia que detena a
Marta.
.Martn.- Contest, instintivamente, esta, mientras miraba hacia
el lugar en que tenan detenido a su compaero, que era zarandeado
mientas lo registraban.
A partir de ese momento, fue como si perdiera la conciencia de donde
estaba, y por sus ojos pasaron imgenes de su niez, en esta ocasin fueron de
cuando hizo la primera comunin; era como si estuviera viviendo aquellos
momentos, aunque no poda or lo que decan el resto de los nios todos
formados, casi, militarmente. Esto siempre la ocurra cuando la situacin en la
que se encontraba la resultaba especialmente desagradable.
Fue, el guardia que los detuvo el que la sac de su, llamemosl, trance, la
dio el carnet al mismo tiempo que la deca:
.Toma, lo hemos comprobado en el ordenador, estas limpia y tu
familia est completamente integrada; la prxima vez que quieras
divertirte, procura que tu acompaante tenga mejor presencia; el tambin
est limpio y adems no a consumido alcohol.
Los guardias se alejaron hacia los coches y Eduardo se acerc a ella
preguntndola.- Que tal te has asustado mucho?.

.Estoy bien no te preocupes, es que no estoy acostumbrada a estas


cosas.- Contest Marta, dejando escapar un suspiro de alivio.- Y tu que
tal? he visto que te maltrataban.
.No solamente ha sido el registro y el anlisis de sangre, por eso te
dije que lo de la cerveza y con esta forma de vestir a estas horas podra
resultar peligroso, si das positivo te llevan al centro de detencin aunque
tengas el carnet limpio.
. Pero como es posible que el tuyo lo est.
Eduardo, antes de contestar, cogi a Marta por un brazo y se elejaron de
los coches del control, sin apresurarse y como si tuvieran una conversacin
animada e intrascendente; solo, cuando Eduardo consider que estaban a
suficiente distancia, le dijo a Marta.-El mo no, pero si el de Martn.
.Pero Quien es Martn?.- Insisti Marta.
.Est bien creo que debes saberlo, no tiene sentido seguir
ocultndotelo, mas pronto o mas tarde tienes que enterarte. Existe una
organizacin que falsifica carnets y pases para los huidos, si no fuera
por esa organizacin, pasaramos mas tiempo en centros de detencin
que en la calle, o quiz acabaramos en sitios peores, como el BARRIO o
muertos.- Dijo Eduardo, recalcando la ultima palabra, despus de una
pequea vacilacin.
A Marta la pareci que Eduardo dramatizaba, al decir que poda estar
muerto. Ella sabia que nadie es culpable hasta que se demuestra lo contrario,
que todo el mundo tiene derecho a un juicio justo y que estaba abolida la pena
de muerte, as era desde que se haba aprobado la constitucin y el pas era un
estado de derecho. As se lo dijo a Eduardo, poniendo mucho nfasis en la frase
estado de derecho.
.Te equivocas al pronunciar estado de derecho, en realidad tendras
que decir estado de DERECHAS.
Marta lo mir con furia, la contestacin le pareci mas propia de
Antonio, pero no replic.
.Perdona ha sido una broma de mal gusto; efectivamente, la
constitucin es todo lo que tu has enumerado, pero segn fueron
apareciendo los problemas, inseguridad ciudadana, protestas callejeras,
incluso con tintes revolucionarios, fueron aprobndose leyes , todo claro
est, en nombre del bienestar de los ciudadanos honrados y de orden, que
han dejado la constitucin convertida en papel mojado; y no pienses que
creo que por tener atracos, drogas y muchas algaradas callejeras somos
mas libres, no, todo esto hay que combatirlo con igualdad social y sobre
todo con igualdad educativa y cultural.

.Si tienes razn, la cultura es lo mas importante, incluso mas que las
necesidades mas primarias.- Contest Marta muy seria.
.No, no caigas en el mismo error que los llamados intelectuales
progresistas, lo primero es que nadie pase necesidades en lo que se
refiere a la alimentacin el vestido y la vivienda; lo cierto es que todo se
debe tener al mismo tiempo.- La voz de Eduardo se fue haciendo cada vez
mas apasionada, aunque en ningn momento resultara agresiva.
.Pero Eduardo, dime, Como pueden mantener esta situacin siendo
menos que los oprimidos?, quien cuida de que esta locura se mantenga?,
Solo la polica, es suficiente?.
.desengaa Marta, todos somos un poco policas de los capitalistas;
cuando el paro crece quien tiene un puesto de trabajo, trata de que le
dure y consintiendo atropellos e injusticias contribuye a perpetuar el
sistema, de esta forma se habra convertido en el primer escaln de la
polica, el segundo seria el que tuviera un puesto de trabajo fijo y despus
le seguiran personas como tu padre o el mo, altos ejecutivos de alguna
empresa, a estos, casi, se les podra considerar sargentos; en el escalafn
siguiente, estaran los partidos polticos, estos se encargan de aglutinar a
los que piensan de una forma similar, y una vez dentro, acatarn todo lo
que les manden los altos cargos de la organizacin, por disciplina, y
aunque estas ordenes no estn de acuerdo con lo que alguno de ellos
hara; por ultimo tenemos a los que gobiernan el pas, estos son los
mandos de lo que llamo la polica, dejan que los ciudadanos voten cada
cierto tiempo y de esta forma hacen que los ciudadanos se crean
protagonistas de algo que est premeditado y de antemano determinado.
Si te tomas la molestia de leer el programa de cada partido, veras que
todos dicen casi lo mismo, pero con diferentes palabras; naturalmente
que para que la gente se lo crea de verdad, necesitan de una buena
publicidad, y para eso tienen a la prensa y en general a todos los medios
de comunicacin, entreteniendo a la gente con noticias que no les
importara y que en realidad son cotilleos; enfrentamientos entre
polticos, entre partidos e incluso entre naciones, pero las noticias
importantes, por ejemplo lo que ocurre con los parados el porque de las
desigualdades, estas se silencian, y de esta forma, ocultando los
problemas reales, se manipula a la gente, hacindola creer que viven en
el mejor de los mundos y con la mxima libertad, evitando que los
perjudicados se unan y acaben con todos estos seres intiles de una vez
por todas.Crees que aqu termina toda la escala de polica que te estoy
describiendo?.- Dijo Eduardo al ver que Marta quera intervenir.- No, No
termina aqu, si todo esto falla, est la polica, la verdadera, la que lleva
este nombre, esta se encarga de reprimir cualquier protesta que los que
mandan consideran ilegal. Por ultimo tienen al ejercito; este es el ultimo
eslabn de la cadena y fjate que paradoja lo que es el grueso del ejercito
lo componen personas que salen del pueblo y los utilizan para masacrar y
esclavizar a sus mismo familiares y amigos, que como? mediante el
golpe de estado, alegando defender la unidad de la patria amenazada, o
bien la moral milenaria ( la que ellos han inventado, claro)y despus de

unos aos de torturas y malos gobiernos, entregan el pas a los polticos,


que se encargarn de recordarnos, siempre que consideren que se
protesta demasiado, que en cualquier momento, los militares, pueden dar
otro golpe de estado.
Marta suspir con tristeza, miraba hacia adelante, mientras caminaban
despacio; una especie de desesperanza la invada, como buscando proteccin,
acerc su cuerpo al de Eduardo; as y sin casi darse cuenta llegaron a su casa.
.Es un poco tarde.- Comento Eduardo.- Crees que tendrs problemas
con tus padres?.
.No, al principio pondrn mala cara pero se les pasar pronto, en
ese aspecto no puedo quejarme, son comprensivos.- Marta volvi a
suspirar tristemente, se miraron a los ojos.- Entonces hasta maana a
las cuatro u media?.- Continu.
.Si, te espero aqu mismo.- Contest Eduardo, mientas la coga
por los hombros para besarla.
Despus de separarse, Marta se encamin hacia su casa, antes de entrar
se volvi para despedirse con la mano.
Una vez dentro de su casa y mientras colgaba el abrigo escuch como
sus padres hablaban en el cuarto de estar, entr en la habitacin, tratando de
mostrar jovialidad y despreocupacin.
.Hola papa, hola mama.- Dijo al entrar en la sala, besando a
ambos.- Se que es muy tarde, lo siento, me he entretenido mas de lo
que pensaba, perdonar, tratar de que no suceda mas, pero por esta
vez perdonarme, no me riis demasiado.- Continu diciendo, al mismo
tiempo que pona cara de inocente y hacia un gesto con las manos
como implorando perdn.
Esta puesta en escena, desarm a los padres, que despus de mirarse, se
les fue dulcificando la cara, y apareci en ella una sonrisa, mezcla de amor y
benevolencia.
.Est bien.- Dijo el padre.- Por esta vez no nos enfadaremos,
adems comprendemos que algn da te pueda ocurrir, pero por favor,
la prxima vez, llama desde cualquier cabina, o si ests en casa de
algn amigo, o en un bar, desde cualquier telfono.
.No papa, no te preocupes que no he estado en ningn bar ni en casa
de ningn amigo, he estado con un chico, si, pero paseando por la calle y
tomando unos bocadillos sentados en banco.
.Quien es? Lo conocemos?.-Pregunt la madre aparentando no dar
importancia a sus palabras.

.No creo, desde luego ha estudiado en mi colegio, pero es mayor que


yo, por lo que no lo conoca, y vosotros, creo, que tampoco; se llama
Eduardo, no se la edad que tiene, pero no os preocupis que cuando me
entere de mas cosas suyas os las ir contando.-Dijo Marta, complaciente.
.Bien hija, tienes la cena caliente en el calienta platos, dile a la criada
que te ponga la mesa, y cuando termines ven a ver la televisin, que creo
que te gustar, por lo menos trata de algo que siempre te ha interesado.Le dijo la madre, aparentando naturalidad, pero en el fondo queriendo
cambiar de conversacin.
.No mam, si no te importa, no voy a cenar, el bocadillo que he
comido me ha quitado el apetito y despus de un paseo tan largo como el
que hemos dado, estoy muy cansada, as que voy a acostarme.- Contest
Marta.
.Bien hija, como quieras.- Contest la madre con aire satisfecho.
.Hasta maana, que descansis y que os guste la pelcula, maana
podis contrmela.- Dijo Marta besando a ambos y saliendo de la
habitacin.
Cuando se diriga a la escalera, para subir a su dormitorio, escuch que
su padre comentaba: Creo que el bocadillo que la ha quitado el apetito, se
llama Eduardo.Despues escuch su risa y a su madre que contestaba: Que
malo eres, no comprendes, en absoluto, a las mujeres.
Subi la escalera, entr en su dormitorio, y despus de encender la luz,
se sent cerca de la ventana, mirando por esta, en la direccin en la que se
haba marchado Eduardo. Despus de permanecer en aquella postura un corto
espacio de tiempo, suspir profundamente y levantndose fue hacia la cama, se
desnud, pero en contra de su costumbre, no colg ni coloc, su ropa, despus
de acostarse no tard mucho tiempo en quedarse dormida, pero no con un
sueo profundo, en su mente medio adormilada, se mezclaban imgenes
agradables de Eduardo abrazndola y muy desagradables, de guardias con
medio cuerpo de demonio, tratando de separarlos, y por fin se durmi
profundamente.

C A P I T U L O 2
A la maana siguiente, cuando se despert, la sensacin que senta, era
completamente diferente a la del da anterior. Esta maana se senta alegre,
aunque impaciente porque llegaran las cuatro y media, pero muy feliz. Los
recuerdos del da anterior se agolpaban en su memoria y como ocurre, casi
siempre, se acordaba, principalmente de las cosa mas agradables, aunque las otras, pasaban como rfagas, por su memoria, ensombreciendo, ligeramente su
cara.

Se levant de la cama con un gesto decidido, alegre. Se duch y se visti,


eligiendo, esta vez un vestido mas atrevido que de costumbre, por lo que, entre
su radiante alegra y el mido de arreglarse, se podra decir que, en un da, su
belleza haba cambiado, era mas chispeante, mas coqueta, no era la nia
mortecina y casi gris del da anterior.
Baj la escalera, su madre estaba en la sala dando los ltimos retoque a la
mesa, que la criada haba puesto, para desayunar.Entr Marta y besando a su
madre, la salud, en un tono, desacostumbradamente alegre.
.Hola mam, que da mas bonito hace, verdad?
La madre la mir, sonriendo, y la contest.- Si te gustan los das lluviosos,
entonces si es bonito. !Me alegro que seas feliz, hija, y que sea porque, quiz,
has encontrado tu amor; pero esperas a conocerlo mejor, no me gustara que
tupieras un desengao.
.No te preocupes mam, es un buen chico, nos entendemos
estupendamente, a pesar de habernos tratado, solo, durante el da de ayer y
no te preocupes que no ha pasado nada, ni siquiera lo ha pretendido.
Justo en el momento, en que Marta terminaba de decir esta ultima frase, su
padre entraba en la sala.
.Buenos dias,hablando de la gran novedad?, muy bien, y como
siempre, yo ser el ultimo en enterarme de todo.-Dijo, fingiendo un enfado
que no senta, y exagerando los gestos.
Marta se colg, materialmente, del cuello de su padre, besndole, al mismo
tiempo que le deca.-No, tu sers el primero,junto con mam y a los dos os lo
contar todo; lo antes posible os lo presentar y espero con impaciencia
vuestra aprobacin.-Esto ultimo lo dijo, Marta, en un tono, entre sarcstico y
preocupado, lo que no pas desapercibido para la madre, que tratando de
cambiar de tema dijo:
.Bien, sentmonos a desayunar que es muy tarde.-Con lo que, de
momento, dejo zanjada la cuestin.
Despus del desayuno, cada uno ocup la maana en diferentes cosas; el
padre pona en orden algunos documentos en el despacho; la madre, como
buena y tradicional ama de casa, repasaba las existencias, tanto en la despensa,
como en el congelador, para hacer la lista del pedido al supermercado. En
cuanto a Marta, hizo mil cosas sin importancia, vio la televisin, estuvo leyendo
un buen rato, pase por el jardn, todo destinado, a que el tiempo se le pasara
lo mas deprisa posible.
La comida transcurri, sin ningn acontecimiento fuera de lo comn y
cuando terminaron, los tres pasaron al saloncito a tomar el caf.

.Pon la televisin, Marta, por favor, quiero ver el telediario.-Dijo el


padre de Marta, mientras la criada, pona el servicio de caf en la mesita
auxiliar.
.Toma querido, tu caf solo.Tu, Marta, tomaras tu caf con algo
de leche?.
.No, esta vez lo tomare tambin solo.-Contest Marta, como
queriendo que sus padres se dieran cuenta de que haba crecido.-Creo que
ya coment con vosotros que esta tarde saldra a las cuatro y media; espero
no tardar tanto como ayer, pero si veo que se me va a hacer tarde, os
llamare para que estis tranquilos.-Continu, mientras se levantaba para
conectar la televisin.
En ese momento empezaba el telediario.Como siempre que se encenda
aquel aparato, los ojos de los que se encontraban en la habitacin se posaron
en la pantalla, les interesara o no el contenido de lo que, en esta, se poda ver
en aquel momento.El locutor daba un resumen de que seran las noticias que
se desarrollaran, mas tarde, en profundidad
-Muerte de un terrorista, que ayer atent contra el Ministerio de Orden
Publico, con un paquete bomba. La Armada desarrolla, con toda normalidad,
sus maniobras de invierno......
.Quien habr sido el sinvergenza, le est bien empleado.Coment, el padre, al que se le notaba en la voz una gran rabia
concentrada, pero sin dirigirse a nadie en concreto.
La madre lo mir, y despus a Marta, esta, como si estuviera hipnotizada,
miraba la pantalla, mientras un escalofro recorra su cuerpo.
.Desarrollamos la primera noticia: A las once y media de la
noche de ayer, los guardas que vigilaban el edificio, del Ministerio de Orden
Publico, descubrieron a un individuo que intentaba arrojar un paquete; que
mas tarde se descubri que contena un poderoso explosivo. El guarda que
lo descubri, despus de darle el alto y al no se obedecido, dispar a las
piernas del presunto terrorista, pero este se arroj al suelo y la bala le
alcanz en la cabeza, muriendo instantneamente. El terrorista ha sido
identificado como Antonio Barrios Gonzalez..-Mientras el locutor deca
esto, salan imgenes del edificio del Ministerio y del llamado terrorista
tirado en el suelo en medio de un charco de sangre.
Marta, al or el nombre y ver al muchacho en el suelo, dio un respingo, se
puso en pie y con las manos en la boca, lanz un estridente alarido, su cara
estaba desencajada.
.Que te pasa hija? Lo conocas ?.-Pregunt la madre,
temindose lo peor

.Si, era un compaero de colegio.-Contest Marta sollozando.Pobre Antonio, !canallas!, era un buen muchacho.-Los sollozos no la dejaron
continuar.
.! Sera un buen muchacho, pero esto es a lo que conduce el jugar
a ser de los descontentos; se empieza protestando en la calle, vistiendo de
diferente manera, repartiendo panfletos y por ultimo colocando bombas;
que incluso, podran haber matado a personas que no tienen nada que ver
con su guerra particular!.-Dijo el padre, dirigindose a Marta, con tono
iracundo.
.!! Calla por favor, deja de atormentarla, tu hija es una chica
sensata y lo nico que la pasa, es que siente el natural dolor por la prdida
de alguien a quien conoca!!.Marta est por encima de todo eso que acabas
de mencionar.
Marta sin saber que hora era, sali de la habitacin, cogi el abrigo y
despus de abrir la puerta se lanz a la calle sin ni siquiera volverse a cerrar.
Fue entonces cuando se la ocurri mirar el reloj, eran las cinco menos cinco,
Eduardo la esta esperando hacia casi media hora, en el sitio convenido. Marta
fue a su encuentro y abrazndose a el continu con los sollozos.
.Veo que te has enterado de la noticia; en fin es uno mas de la
larga lista. Pero lo de Antonio se siente mas porque lo conociamos.-La dijo
Eduardo, mientras la acariciaba, tratando de calmarla.
.Ves a lo que conduce la violencia de la que tanto hacia gala
Antonio, Porque tuvo que poner una bomba?.
.!! Una bomba!!.-Exclam Eduardo, al mismo tiempo que lanzaba
una sonora carcajada, que no pudo evitar a pesar del dolor que senta, por
la muerte de su amigo.Esta reaccin hizo que Marta dejase de llorar y
mirase a su compaero como si se hubiera vuelto loco.
.Pero eso es lo que ha dicho la televisin.-Tartamude Marta.
.Y tu, claro, te lo crees, como si fuera la palabra de Dios. Bien te
explicar en que consistan las bombas que colocaba Antonio.-Contest
Eduardo, con voz, que dejaba traslucir el rencor y la rabia que senta.Antonio haba descubierto la manera de burlar la vigilancia del monitor, que
tienen en la fachada y todos los das cagaba en un papel de peridico y lo
lanzaba contra ella, pero a pesar de las precauciones, que tomaba, lo
descubrieron y lo estaban esperando, sin ni siquiera darle el alto,
empezaron a disparar, el cuerpo de Antonio, tenia mas de veinte balazos;
me lo dijo un A.T.S. del deposito de cadveres. En esto consistan las
bombas de Antonio; a eso se limitaba con su agresividad. Tampoco creas
que lo han hecho por venganza, no, es una manera de justificar el haber
disparado, de esta forma se justifican ante la sociedad, que no pedir
demasiadas explicaciones; y de paso el BARRIO no crece mas de lo que
ellos consideran normal.

Marta lo miraba y en su rostro se reflejaba el asombro y el horror, se separ


de el y empez a caminar lentamente calle abajo. Eduardo se puso a su lado y la
cogi del brazo tratando de infundirla el consuelo que en ese momento pareca
necesitar.
. Como empez este horror, Eduardo.-Pregunt Marta con voz
apenas perceptible.
.Es muy largo de explicar, no creo que sea el mejor momento para
explicarte los comienzos de esta sociedad de locos, de slvese el que pueda;
y que llaman organizada.
.Si, creo que es el momento de hablar de ello, me ayudara a olvidar
el dolor que siento por la muerte de nuestro amigo.
.Como quieras, pero entremos en un bar, hoy hace mucho fro, para
estar paseando por las calles, adems estaremos mas tranquilos y sin temor
a que nos detengan.
.Creo que deberamos, antes de eso, ir a casa de Mercedes, para
consolarla, se queran mucho.
.Mercedes no necesita consuelo, ha muerto, segn la versin oficial
se ha suicidado, nunca sabremos la verdad. El padre de Mercedes ha sido
expulsado al BARRIO, por cmplice.
Dio la impresin de que Marta haba recibido un mazazo, se tambale,
cambi de color y sus hombros parecieron hundiese, senta como un vrtigo,
todo le daba vueltas, Eduardo tuvo que sujetarla para que no cayera al suelo
desmayada. De esta forma la arrastr a un bar cercano y entrando en el la
sent en una silla, la mesa estaba cerca de una ventana, desde la que se poda
ver el atardecer, fro y sombro, de aquel da de invierno. Los transentes
pasaban deprisa, con las manos dentro de los bolsillos del abrigo y el cuello
subido. todo esto lo vea, Marta, como si estuviera dentro de una nebulosa.
Eduardo pidi
dos cafs y un coac, al camarero, y cuando lo sirvieron hizo que Marta
tomara un sorbo del licor, esto pareci reanimarla, devolvindola en color a la
cara.
.Qutate el abrigo, porque sino cuando salgas a la calle tendrs
frio.-La dijo Eduardo, cuando se dio cuenta de que haba recobrado el color.
Marta obedeci y una vez acomodada volvi a preguntar a su compaero
por el comienzo de todo aquello, que en ese momento la pareca tan horrible.
Eduardo mir a la calle y con voz neutra, como si estuviera impartiendo una
clase en el Instituto, dio comienzo a su explicacin:

.Marta, la historia que nos cuentan, est manipulada, pero si la


analizamos podemos sacar nuestras propias conclusiones. Que como
empez?.-Dijo despus de una pequea pausa.-Hace mucho tiempo, tanto
que tendramos que remontarnos a la prehistoria, si, aunque te parezca
extrao, cuando el hombre se hizo sedentario, cuando dej de ser cazador
nmada, fue entonces cuando empez. Los primeros que se establecieron
se quedaron en los valles frtiles, los segundos se tuvieron que establecer
en las laderas de las montaas, pero los ltimos no tenan ningn sitio, til,
donde quedarse, solo los picos de las montaas, y aqu nada se puede
plantar no se pueden sacar cosechas para poder sustentar a la prole, por lo
que tuvieron que empezar a robar las cosechas de los que estaban
establecidos en el valle. Estos pensaron que si los tomaban a su servicio,
para que trabajaran sus tierras, dndoles parte de las cosechas,
conseguiran dos cosas: primero evitaban que les robaran lo mejor, pues
ellos, los dueos se encargaran de darles lo que les interesara y adems no
tendran que trabajar directamente la tierra. Fue entonces cuando comenz
la explotacin del hombre por el hombre. Despus de un dilatado espacio
de tiempo durante el cual las cosas transcurrieron de esta manera, aparece
el dinero, este hecho lo sealo como un hito, mas adelante veras que tiene
mucha importancia; el dinero aparece porque es mas cmodo pagar las
cosas que se intercambian con algn objeto pequeo, que hacerlo con vacas
para cambiarlas por trigo, por ejemplo, pero te repito, que mas adelante
podrs ver la importancia que la aparicin del dinero tuvo para la
humanidad. Despus de una larga etapa en que los hombres fueron
ganaderos y agricultores y al necesitar, estos, herramientas cada vez mas
complicadas para realizar su trabajo, se necesit que los que fabricaban
estas herramientas solo se dedicaran a esta actividad y son a los que se les
llam artesanos, pero las herramientas se fueron complicando y nacieron
las maquinas que para su fabricacin, ya no fueron suficientes los artesanos
y unindose varios de estos; nacieron las fabricas de maquinaria que se
necesitaba para la agricultura y ganadera, no solo para estas actividades,
sino para la fabricacin de ropa y calzado, etc., por lo que a partir de
entonces la industria adquiri mayor importancia que las otras actividades,
a esto se le llam la revolucin industrial. Los trabajadores de la agricultura
como los que trabajaban para los artesanos, tuvieron que trasladarse a
vivir cerca de las fabricas, porque de esta manera se aseguraban un trabajo
estable; los mismos que fueron dueos de las tierras y el ganado, ahora lo
eran de las fabricas, porque solo ellos disponan de suficiente dinero para
instalarlas. Fjate que te hablo de capitalistas no de capitalismo, la razn es
que no es lo mismo ser comunista o socialista o anarquista que ser
capitalista, para lo primero lo que se necesita es pensar, tener ideas,
filosofar; para ser capitalista solo se necesita tener dinero; y en estos
ltimos tiempos nos han hecho creer que la sociedad se divide en izquierda
o derecha esta ultima representada por el capitalismo, como si esta forma
de sociedad fuera una idea filosfica.
Los obreros, pronto se dieron cuenta, de la diferencia de vida que, ellos,
tenan comparndola con la de los dueos de las fabricas, entonces decidieron
pedir lo que, en realidad les perteneca, por ser ellos los que producan, lo que
los patronos vendan. ; As nacieron los sindicatos y las huelgas

revindicativas.Pero los patronos en vez de ceder, pusieron en el gobierno a


gente sin escrpulos, ( los dictadores ), que respaldados por el ejercito,
mantuvieron a ralla al pueblo, masacrndolos sin piedad. Pero este invento les
sali un poco torcido, y algunos de estos dspotas, Hitler, por ejemplo, se
creyeron su papel y se volvieron contra sus creadores; naturalmente, estos, los
aplastaron con la fuerza de las armas, e incluso con la complicidad de la
izquierda, que fue a la guerra engaada por la golosina de que defenda la
democracia y con ella la libertad. En fin la manipulacin de siempre en
beneficio de los mismos, porque los que murieron lo hicieron defendiendo los
intereses de los amos
Marta tomaba el caf a pequeos sorbos, cogiendo la taza con las dos
manos y con los codos apoyados en la mesa, mientras miraba con profunda
atencin a Eduardo. La pareca asombroso que la historia que ella haba
aprendido durante sus aos de estudio, pudiera interpretarse de aquella
manera, pero al escucharlo, se daba cuenta de que era la forma mas racional de
hacerlo y se asombraba de que a ella no se le hubiera ocurrido. As se lo dijo a
Eduardo a lo que el contest:
.Naturalmente, para eso estn los guardias de la educacin, te
cuentan la verdad, pero deformada, a medias, lo mismo que hacen los
periodistas con las noticias de cada da, destacan lo que les interesa,
algunas no se publican por razones de estado otras en nombre del buen
gusto, incluso algunas llegan a publicarse en exceso para intoxicar al lector,
de tal manera que acabe por no interesarle esa noticia.
.Continua, por favor.- Dijo Marta al darse cuenta de que Eduardo
se detena en su exposicin.
.Veras uno de los inventos, mas geniales del capitalismo, fueron
las sociedades annimas, con ellas consiguieron dos cosas sumamente
tiles, una que los trabajadores no tenan a quin reclamar, directamente,
porque el director era un asalariado como ellos, y dos que con el dinero
ajeno, podan ampliar las fabricas, que en todo momento continuaban
siendo de los mismos, porque en estas sociedades, quien tiene mas
acciones, tiene mas votos.
Despus de la segunda guerra mundial.- Continu Eduardo, saltando de un
asunto a otro sin ningn orden.-Habiendose dado cuenta, de que los dictadores,
podan volverse peligrosos para sus propios amos; pensaron en otra solucin,
que no es que sea un invento de los capitalistas, pues en Atenas fue donde la
inventaron, me refiero a la democracia, aunque ni en aquella ciudad se
practic, pues ni las mujeres ni los esclavos tenan derecho a votar. Si lo
observas, a pesar de que en todas las constituciones de estos estados llamados
democrticos, dice que el poder emana del pueblo, este, se limita a depositar
una papeleta en una urna cada periodo de tiempo, pero adems en estas
papeletas estn, ya, escritos los nombres que van ha ser elegidos y que estn
escogidos por las jerarquas de los partidos, que son los que en realidad
eligen.En lo que se refiere a lo laboral, desde los primeros tiempos en que se
empez a emplear mano de obra, de una forma o de otra, en los campos, o en

las fabricas, los capitalistas siempre estuvieron muy preocupados por conseguir
abaratar los cotos de produccin, por este motivo, segn fueron apareciendo
maquinas, estas sustituyeron a los trabajadores.
.Entonces tu eres partidario de que no se empleen maquinas,
para realizar el trabajo de los hombres?.- Pregunt Marta en tono de
reproche.
.No, precisamente creo que esa sustitucin, es buena, libera al
hombre de los trabajos pesados y poco creativos; siempre que hablo con
alguien de este tema, recuerdo haber ledo, que hubo una poca, en la que
aun se recoga el algodn a mano, que los braceros protestaban porque no
queran que se empleasen maquinas para este trabajo; incluso gente
verdaderamente de izquierdas, reclamaban el trabajo directo del hombre
para esta tarea. Para que?, para que sus hijos tuvieran que desplazarse
con ellos al lugar del tajo y de esta manera perder el curso en el colegio; as
lo que conseguan, es que la falta de cultura, educacin o preparacin
laboral, hiciera de ellos futuros braceros. Te aseguro, Marta, que soy el mas
fiel partidario de que estos y otros trabajos pesados penosos y poco
creativos, los realicen las maquinas, pero claro, en una sociedad justa, en
una sociedad en que el tiempo libre se pudiera invertir en elevar el
conocimiento del ser humano, aunque solo sea con la contemplacin de la
naturaleza; siempre que en esta sociedad se pudiera vivir, no digo con por
lo menos lo imprescindible, sino con lo que, en ese momento, la sociedad
pudiera ofrecer a los individuos que la componen. Responde esto a tu
pregunta?.
.Si, desde ese punto de vistas, yo tambin estoy de acuerdo.
.Bien como te deca, la sustitucin de la mano de obra por las
maquinas, fue continua, pero fue la electrnica la que a travs de la
informtica, la que abri la sustitucin total del hombre; fabricas
totalmente automatizadas, los robots no necesitan vacaciones ni piden
aumento de sueldo, en fin, el sueo dorado de todo buen capitalista. Pero
saban que estas decisiones, dejaran sin trabajo a mucha gente; as que,
aprovechando que por entonces se produjo, el famoso embargo de petrleo,
con la consiguiente subida de precios, as, con estos hechos intentaron
disfrazar la crisis que se avecindaba, culpando de esta a la subida de
precios de la energa. La prueba de que esto no era cierto, est en que
despus de que el petrleo baj, la crisis no solo continu, sino que
aument y se hizo endmica.
Eduardo se dio cuenta de que el camarero, los miraba con insistencia, as
que lo llam y le pidi que les sirviera otros dos cafs.
.Otro coac?.- Pregunt el camarero mirando la copa, de la que
solo faltaba el sorbo que haba tomado Marta.

.No.- Contest Eduardo.-Con los cafs es suficiente, antes


pedimos el coac porque la seorita se encontraba algo mareada, pero no
tomamos alcohol.
Cuando el camarero se hubo marchado, Eduardo le dijo a Marta:
.Tengo que dar todas estas explicaciones porque, en un sitio
desconocido, no se sabe quien puede ser un chivato de la polica central.
El camarero volvi con los cafs y des pues de dejrselos en la mesa, se
retir mirando de reojo a la pareja.
.Cuando la crisis se acentu, cuando el paro empez a crecer.Continu Eduardo.- Los jvenes fueron los mas castigados por este, un
ochenta por ciento de los que estudiaban una carrera universitaria, lo
hacan para emplear el tiempo, porque saban que para ellos no habra
trabajo, no solo en su profesin sino en cualquier otra; naturalmente esto se
lo podan permitir las familias con un grado medio alto de nivel de vida,
para poder sufragar los gastos que los estudios originaban, matricula,
libros, transporte......en cambio entre las familias mas modestas, los jvenes
vagaban por las calles, cometan pequeos hurtos y al final caan en la
droga; ellos mismos, para poderse pagar este consumo, se hacan
traficantes, naturalmente, pequeos traficantes, porque los grandes,
tambin, pertenecan a la casta de los capitalistas. Se da la paradoja, de
que lo que llaman dinero negro, que es el que procede del trafico de droga,
armas, ocultacin de beneficios para no pagar impuestos y otros delitos, se
lo disputaban los bancos, invirtindolo en bolsa y en valores del Estado, del
propio Estado, haciendo de esta manera, lo que se llama el blanqueo de ese
dinero. Mientras tanto, la droga hacia estragos entre la juventud y esta
cometa, cada vez, mas delitos para poder pagrsela; la gente peda
seguridad, las llamadas autoridades alarmadas por el clamor popular,
fueron aumentando cada vez mas las penas, para delitos pequeos, las
crceles se llenaron, pero todas estas medidas no solucionaban el problema
de la seguridad ciudadana, que es lo que la gente peda, y que ahora
amenazaban con tomarse la justicia por su mano. A los llamados
marginados, ( una vez que las crceles estuvieron llenas) se les fue
acorralando en guetos, que en realidad eran los barrios donde vivan los
obreros que estaban en paro, lo que dio como resultado, mas delincuencia,
en fin lo de siempre: Pero claro, estos guetos, era como envolver una masa
que fermenta en papel, siempre sobrepasaban el permetro y se extendan
por toda la ciudad, cometiendo delitos; as que con el fin de protegerse de
estos delincuentes, las urbanizaciones donde viva la gente con alto
poder adquisitivo, como podan pagrselo, contrataron guardias privados y
de esta forma naci lo que conoces en la actualidad, los privilegiados en el
Gueto y los marginados en el BARRIO.
Al mismo tiempo que esto ocurra, se haba extendido la fiebre del
liberalismo econmico, la privatizacin de las empresas publicas lo
solucionaran todo, la crisis econmica, la mala gestin de estas, naturalmente

se privatizaron las que eran rentables y las que no lo eran se cerraron; as se


llegaron a privatizar hasta las crceles, claro que no resultaron rentables, los
usuarios de este servicio se negaban a pagarlo y como el Estado no recaudaba
impuestos, no poda subvencionaras, la solucin: cerrarlas, alegando que con
esta solucin se acababa con un sistema poco humano y pusieron a todos los
presos en libertad, pero en el BARRIO.
Eduardo se detuvo, era como si hubiera llegado a la meta; aun resonaba en
los odos de Marta , la fatdica palabra: BARRIO, BARRIO, BARRIO, miraba por
la ventana con la vista perdida en la calle, el ruido que hizo la taza del caf,
cuando Eduardo la dej en el plato, la sac de su abstraccin. Mir a Eduardo,
este con los codos apoyados en la mesa y las manos en el mentn, la observaba.
.El BARRIO.- Dijo Marta, como un eco de sus propios
pensamientos.- Aun me obsesiona la escena que vivimos ayer. porque estas
personas que se encuentran sin dinero, en ese momento, no deciden
quedarse y tratar de encontrar otro trabajo, cualquier cosa que les permita
quedarse, en vez de tener que ir a un sitio tan horrible?.
.Si, son muchos los que lo deciden, pero estos tambin tienen que
tener suerte, los que lo consiguen son los que forman parte de la legin de
esclavos, en forma de sirvientes, mal pagados, camareros, jardineros, y
empleados de los que como autnomos mantienen pequeos negocios y de
esta forma disponen de mano obra barata; con lo poco que ganan, se pagan
un modesto alquiler, y con las limosnas en forma de comida y ropa vieja,
que les dan sus amos. consiguen ir tirando; tambin estn los que engrosan
las filas de la prostitucin, pero, aunque estos ganan mas, no todos se
pueden dedicar a ella, solo los mas jvenes y cuando les llega la madurez su
destino ser el BARRIO.
Otra vez aquella palabra, era como si todo girase alrededor de ella; esta vez
fue la mano de Eduardo, al apoyarse en la suya, la que la sac de sus
pensamientos.
.Dame tu mano.- La dijo Eduardo, al mismo tiempo que se la coga
por encima de la mesa.- El camarero no hace mas que mirarnos y tenemos
que hacer como si hablramos de amor, claro que sin mucho entusiasmo
porque podran considerarlo inmoral. Este camarero debe ser de los que
aumentan sus ingresos, siendo un chivato de la polica central.
Eduardo llam al camarero, este acudi enseguida y despus de preguntar
si deseaban algo mas y ante la negativa de Eduardo y su deseo de pagar, retir
el servicio y trajo la cuenta que Eduardo pag y despus de ayudar a Marta a
ponerse el abrigo salieron a la calle.
.Vamos , despacio, hacia mi casa, aun estoy muy afectada por lo
de Antonio y Mercedes, Te parece bien?.-Pregunto Marta.

.Si, es mejor que te lleve a casa, creo que por hoy hemos tenido
suficientes emociones.
Caminaban despacio, en silencio; como si cada uno de los jvenes
necesitara asimilar los acontecimientos que haban vivido. Despus de un largo
espacio de tiempo, de caminar sin que ninguno de los dos hiciera ningn
comentario, Marta, sin dejar de mirar hacia adelante, coment, con un tono en
el que no denotaba ninguna emocin, como si su comentario, mas que serlo,
fuese una reflexin, como si no estuviera acompaada.
.Tu dices que las democracias son imperfectas, o que estn
dirigidas, pero por lo menos se puede elegir a los representantes del pueblo
en el parlamento, aunque estos estn designados por las jerarquas de los
partidos.
.Mira, Marta, una democracia que necesita publicidad, campaas
de imagen para los candidatos, crditos millonarios para los partidos, que
naturalmente, han de concedrselos los bancos y que los partidos polticos
desean que se les conceda, cuanto mas mejor, pues saben que el que mas
dinero tenga, para su campaa de publicidad, cuenta con mas posibilidades
de ganar las elecciones. Bien, pues como te deca, una democracia que
necesita de todos estos artificios, deja de serlo, y se convierte en la
compraventa de un producto como cualquier otro, adems de que de esta
forma, los partidos y con ellos la democracia, quedan en manos de los
bancos y sabemos quienes son sus dueos.
.Entonces,que propones tu para que una democracia sea
perfecta?.-Dijo Marta, con el mismo tono de antes, mientras caminaban
despacio, con las manos metidas en los bolsillos de los abrigos.
.Como te deca el otro da, no tengo la solucin, pero me parecera
mas democrtico, si los partidos se limitaran a mandar, a los votantes, el
programa poltico de cada uno de ellos, sin adornos y todos iguales, sin
publicidad ni mtines, y sin ningn otro medio de presin, esto aun no
siendo perfecto, me pareceras mucho mas justo, mas imparcial.
Marta suspir, todo daba vueltas en su cabeza, eran muchas emociones y !
en tan poco tiempo!; en apenas dos o tres das, estaba, tratando, de asimilar, lo
contrario de lo que,tanto, sus padres , como la sociedad, a travs de los
colegios, la haban enseado, durante aos.
.Por cierto, no me has contado, que fue de los amos de todas las
tierras del ganado y de las fabricas.......
.Si, tienes razn, pues mira, lo curioso es que han llegado a un
estado igual que los que llegaron los ltimos al valle; es decir a no tener
nada, solo unos papeles impresos y que nacieron para sustituir el trueque
que es mas incomodo que hacer el intercambio con unos papeles, a los que,
previamente, se les ha dado un valor determinado. Bien, pues estos seores
ahora, solo tienen dinero, algo que se puede imprimir en cualquier

imprenta, algo que naci como un medio y que se ha convertido en un fin;


pero aun hay mas y es que en la actualidad, los capitalistas, ni siquiera
tienen este dinero; lo que tienen, en la actualidad, es una cifra apuntada en
un papel, que es lo que sus compinches le autorizan a gastar; o sea que en
realidad no tienen nada y mientras tanto, el resto de los mortales, trabajan
para producir lo que ellos necesitan para vivir y que es, por tanto, lo que
tiene valor. Como sabes en la actualidad, las fabricas han quedado
reducidas al mnimo, solo para producir lo que ellos necesitan, bueno ellos
y sus criados, que somos el resto y adems todas las fabricas
automatizadas, o sea que solo se necesitan trabajadores para lo que llaman
los servicios, es decir para servirlos; mientras la mano de obra sobrante, ya
sabes donde va.
.Si, al BARRIO.-Dijo Marta con tono sombro.- Y nadie va al
BARRIO de visita?.
.Si, mucha gente de la alta sociedad, consiguen un pase, se corren
sus juergas, porque para ellos es una aventura; los que tienen mas dinero,
se pagan un guarda espaldas; los de menos poder adquisitivo o los que
tienen mas ansia de aventura van solos; algunos han muerto, pero
continan hacindolo, porque para ellos es la diversin mas excitante que
pueden conseguir.
.Y tu podras conseguir un pase para nosotros?, es decir si tu
quieres acompaarme; no creas que son ganas de aventuras, es que quiero
conocer, saber como es la realidad, el lugar donde mandan a esa pobre
gente.-Aclar Marta, ante la mirada de asombro de Eduardo.
.Si claro que puedo conseguirlo, pero ests segura de que quieres
ir a semejante sitio.-Contest Eduardo, horrorizado.
.Quiero ir, quiero ir, !quiero conocer lo que esta sociedad est
haciendo con la mayora de sus semejantes,con todos aquellos que les
estorban.
.Esta bien, claro que puedo conseguir unos pases para volver.
.Para volver?, querrs decir para ir.
.No, te puedes marchar cuando quieras, nadie te lo impedir,
volver, sin pase, seria mas difcil, al que los intenta le disparan los guardias
sin ninguna contemplacin.
.Y quiz al BARRIO no le pasar, lo que le que le pas, antes a
los guetos?, es decir que se extiendan por todos los lados y lo acaben
invadiendo todo.
.Tu sabes que las ciudades se componen de guetos privados
vigilados por guardas jurados, y el BARRIO, con esta distribucin, pensaron
que haban llegado a la solucin definitiva, puesto que el BARRIO podra
extenderse todo lo que fuera necesario; pero resulta que en la actualidad

esta demasiado poblado y sus habitantes presionan demasiado a los Guetos,


por lo que tratan de exterminarlos lo mas deprisa posible; por eso cuando
descubren a alguien haciendo algo que, ellos consideran, delictivo, disparan
sin contemplaciones. Tambin cuentan con la colaboracin de los chivatos,
que delatan a todo el que consideran sospechoso y la polica, sin hacer
investigaciones en profundidad; lo declaran culpable y es expulsado
inmediatamente; pero si cuando es conducido, hacia la lnea lmite, se
enfrenta, aunque sea verbalmente con la polica, o hace algn ademan que
pueda justificar que quera escaparse, disparan porque saben que pueden
justificarlo sin demasiado trabajo.
.Pero, porque los jueces admiten la declaracin de los delatores
como pruebas irrefutables?, al fin y al cabo es la palabra de uno contra la
de otro.
.Los jueces se limitan a aplicar la ley al pi de la letra, y los
legisladores han procurado dar a los delatores prioridad, en las leyes que
han redactado, para facilitar la eliminacin de los que consideran
indeseables; porque en todo y todos actan con una doble moral, por
ejemplo consideran inmoral la prostitucin, pero no se privan de usar de
ella cuando les apetece; por ese motivo es por lo que lo que para unos
representa la pena mxima, para otros siempre se encuentran motivos
atenuantes.
.No puedo creer que las palabras de los chivatos, personas tan
rastreras, tengan tanta fuerza ante la justicia.
.En cuanto al calificativo de rastreros, lo son, pero no en el sentido
que le das, en esta sociedad, chivato puede ser cualquiera; creo que ha
llegado el momento de contarte lo que me pas.-Marta lo mir, pero no dijo
nada para no interrumpir los pensamientos, que ella pensaba dolorosos, de
Eduardo.-Solo el recordarlo, es para mi una experiencia desagradable; yo si
saba lo que estaba ocurriendo, pero nunca pens que me pasara a mi.
Tom la decisin de que mi carrera sera la de asistente social, cuando
empec a ejercer mi relaciones fueron con personas humildes, necesitadas
de ayuda y claro me abri los ojos a una realidad que desconoca, la
desigualdad tan terrible, la injusticia social tan grande, y la verdad de lo
que el BARRIO representaba.Tom contacto con gente de la clandestinidad
organizada y me dedique a repartir panfletos; fui tan ingenuo que se lo
cont a mis padres, creyendo que ellos, despus de explicarles lo que yo
haba descubierto, lo entenderan, pensando que como yo vivan en la
ignorancia, pues asmbrate,!fu mi mismo padre, el que delante de mi,
llam a la polica central!; as que solo me quedaban dos caminos, o
esperaba, lo que significaba la expulsin, o me marchaba de casa con lo
puesto y me converta en un huido; naturalmente, tom la segunda
decisin, no porque quisiera ser un activista perseguido, no quiero
engaarte hacindome el valiente, sino porque siempre he sentido pavor
cuando he pensado que podan expulsarme el BARRIO.
Marta se detuvo, se enfrent a Eduardo y cogindole de las manos le dijo:

.Pero esto es terrible, tiene que ser un caso aislado, estoy segura
de que mis padres nunca haran una cosa as.
.Mejor ser que no te encuentres en esa situacin, creme los que
mandan tienen mtodos eficaces para presionar a todas las personas de
modo que no les quede otro remedio que obrar de esa manera, por eso en la
actualidad, aunque represente para mi un recuerdo doloroso, entiendo lo
que hicieron y no les culpo.
.Mis padres nunca haran una cosa as, me quieren demasiado.Insisti, tozudamente, Marta frunciendo el entrecejo y comenzando a andar
con paso decidido, como queriendo remachar su aseveracin.
.Para cuando quieres que consiga los pases?.-Dijo Eduardo
cambiando de tema.
.Para maana, si maana es un buen da, sbado y despus me
queda el domingo para descansar, dir a mis padres que voy a una fiesta de
una amiga y que volver tarde, creo que aceptarn.-Contest Marta
volviendo a la realidad.
Haban llegado cerca de la casa de Marta se pararon en la esquina cercana
se besaron sin demasiado apasionamiento, casi fraternalmente, como dos
camaradas que hubieran vivido una jornada peligrosa, y se despidieron. Marta
se elev hacia su casa, despidindose con la mano segn se alejaba y al llegar a
la puerta, Eduardo desapareci en la oscuridad.
Al entrar en su casa, Marta, escuch como sus padres hablaban en el cuarto
de estar, no haban cenado, se quit el abrigo y fue hacia esa habitacin.
.Hola pap, hola mam.-Salud Marta, al mismo tiempo que fue
besando a ambos; su tono era alegre, como si viniera de divertirse, su
madre la mir con atencin, crea intuir que su alegra ere ficticia.
.Hoy es, casi, demasiado pronto,- Observ el padre.-No es
necesario, sabes que tienes autorizacin para venir mas tarde, pero eso si,
llamando por telfono para tranquilizarnos y saber que no te ha pasado
nada grave.
.No he venido mas temprano por lo que me dijerais ayer, es que
haca mucho fro para estar paseando por las calles.- Coment Marta.
El padre se levant y haciendo una leve caricia a su hija, sali de la
habitacin. Marta aprovech este momento para poder hablar con su madre,
saba que ella la comprendera mejor,
adems hara de cmplice para
convencer a su padre.
.Mama, maana quisiera ir a una fiesta, a casa de una amiga y por
si se hace demasiado tarde necesito que me deis permiso para quedarme a

dormir con ella; es Mercedes, creo que la conocis.- Marta esperaba que no
se hubieran enterado de la muerte de su amiga.
.Mira hija, a mi no necesitas decirme que te quedars en casa de
una amiga, tu padre si lo necesita, pero yo te entiendo; no te preocupes me
encargar de convencer a pap.
En ese momento entr el padre con unos papeles en la mano, se sent en la
butaca y empez a leerlos, Marta aprovech para salir a su habitacin, quera
cambiarse de ropa antes de cenar.Cuando baj, sus padres estaban sentados a
la mesa esperndola para cenar. Durante el tiempo que dur esta, no se
hicieron comentarios que no estuvieran relacionados con la comida y una vez
que finalizaron, el matrimonio encamin sus pasos hacia el cuarto de estar,
queran ver la televisin, Marta se disculp, tena mucho sueo y estaba
cansada, dijo, pero en realidad lo que tena era miedo de las noticias, no quera
revivir la pesadilla de la muerte de su amigo y de la de su compaera.
Subi a su habitacin y se acost, el sueo se apoder de ella enseguida,
pero todo fue una continua pesadilla, soaba con Antonio que tiraba paquetes
contra una pared, con el cuerpo, completamente, cubierto de sangre y unos
guardas con cara de perro se rean de el a carcajadas. Tambin so con el BARRIO que se le apareca como unas callejas torcidas y sucias.
Cuando se despert estaba cansada, no haba sido una noche tranquila, era
como si desde que haba conocido a la pandilla, la hubieran robado la
tranquilidad. Todo lo que antes la hacia feliz, su casa, sus vestidos, sus muebles,
casi podra decirse que en ese momento los odiaba, incluso se los imaginaba
cubiertos de sangre.Se visti con desgana y baj a desayunar, entr en la cocina
y por primera vez mir a la criada; nunca se haba fijado en ella, es decir saba
que estaba por lo que hacia, pero en esta ocasin se dio cuenta, por primera
vez, que era una persona, una mujer de mediana edad, que incluso, la lleg a
sacar algn parecido con la mujer que vio como desahuciaban. Estos
descubrimientos dejaron su espritu aun mas triste. Cuando termin de
desayunar fue al cuarto de estar y cogiendo un libro se sent tratando de
concentrarse en la lectura, pero sin conserguirlo, los acontecimientos del da
anterior y la excitacin que la produca la aventura que la esperaba, no dejaban
que pudiera prestar atencin a otra cosa; son el telfono, su madre apareci
por la puerta.
.Buenos das, cario, te llaman al telfono.
Marta se levant, dio un beso a su madre y sali para atender la llamada.
.Digam.- Su voz sonaba impaciente, sabia quien era, el corazn la
lata fuertemente.
.Hola Marta, he conseguido los pases as que esta tarde, si aun
sigues con la idea, podemos hacer nuestra excursin.- Eduardo, pues era el,
evit decir EL BARRIO.

.Hola, eres un cielo, si claro que quiero, te aseguro que lo deseo


mas aun que ayer.- Contest Marta muy excitada.
.Entonces te espero a las cinco en el sitio de siempre; te quiero,
hasta luego.- Dijo de carrerilla el muchacho y sin esperar contestacin,
colg.
Marta colg despacio, senta una doble emocin, por un lado esa sensacin
que provoca lo desconocido, un temor que al mismo tiempo la produca placer y
por otro lado las ultimas palabras de Eduardo, inesperadas, la emocionaban,
era un cielo.
Al volver al cuarto de estar, su madre la esperaba sentada en una butaca, la
miraba sonriente, y la pregunt.
.Era el verdad?
.Si.- Y al decir esta sola palabra se la ilumin el rostro con una
sonrisa.
.Me alegro hija, me alegro de que hayas encontrado a la persona
ideal para ti y espero que para nosotros, deseo que sea un buen chico.
.Si, lo es mam, es estupendo.- Aunque no para vuestro gusto pens
Marta.
.Conocindote, como te conozco, s que ser de nuestro gusto, que
ser la persona que siempre hemos soado para ti.
- ( No sabes hasta que punto).- Pens Marta.
.Y ahora, tengo una estupenda noticia que darte, pap te autoriza a
que pases la noche en casa de tu amiga.- Dijo la madre acentuando la
ultima palabra.
.Gracias mam, es una gran noticia,hoy parece que todas las cosos
me salen bien, as que espero que la fiesta sea divertida.
El da transcurri sin grandes acontecimientos; a las cuatro subi a su
habitacin, quera escoger la ropa que la pareciera apropiada y quera hacerlo
con tranquilidad; por fin y despus de dudarlo mucho, se decidi por unos pantalones, bastante usados una blusa y un jersey de lana gruesa, no quera llevar
abrigo, pens que de esta forma tendra mas libertad de movimientos.
A las cinco menos cuarto y despus de despedirse de sus padre, sali a la
calle; hacia aun mas fro que el da anterior, el cielo estaba muy nublado y de
vez en cuando caan pequeos copos de nieve. Eduardo esta esperndola en la
esquina, aunque desde su casa no podan verle, pens que lo haba hecho
adrede, seguramente su madre estara espiando para ver si poda distinguir al

muchacho. Cuando Marta lleg al sitio donde la esperaba Eduardo se besaron


sin decirse nada, ni siquiera se miraron, Marta se fij que el tenia un paquete
debajo del brazo.
. Que es ?, parece la merienda.- Comento Marta con tono festivo.
.Es un impermeable.- Contest Eduardo, abriendo el paquete.- Te
resultar muy til segn est el da y con su color gris pasaras
desapercibida.
.Pero es del mismo color que mi jersey, para camuflaje hubiera sido
suficiente.
.Si claro pero con impermeable parecers menos,( ejem), una
mujer.
. Crees que por ese motivo tendremos mas problemas?.- Pregunt
Marta, al mismo tiempo que se detena y un escalofro recorra su cuerpo
.No especialmente, pero conviene que llmenos la atencin lo
menos posible.
Marta, sin decir nada cogi el impermeable y se lo puso pausadamente,
como si estuviese sopesando la aventura que iban a vivir.
Reanudaron su camino hacia la parada del autobs; despus de una corta
espera, subirn al primero que lleg y que les condujo al sitio en el que haban
estado comiendo los bocadillos dos das antes. Al apearse, Marta record la
tarde vivida con Eduardo, el desahucio y el cacheo de los guardas; las casas, en
esta ocasin, la parecieron, aun, mas modestas que aquel da, los jardines mas
raquticos, aunque fijndose bien, no dejaban de ser pretenciosos, pues en
algunos de ellos haban plantado los que se podra denominar una
representacin de una pradera.
-(La diferencia de clases se refleja en cualquier cosa).- Pens Marta.
.En que piensas?.- Pregunt Eduardo.
.En la pena que siento por la diferencia de vida que tienen unos con
respecto de otros.
.Pues aun te queda por conocer los dos extremos, uno lo conocers
esta noche, el otro no se si llegaras a conocerlo algn da, pero te aseguro
que es tan increble como este.
Torcieron por una bocacalle a su izquierda, Eduardo la cogi fuertemente
por los hombros, como queriendo fundir sus dos cuerpos.

.Estamos llegando?.-Pregunt Marta, al mismo tiempo que


escrutaba la oscuridad con la mirada, pues no consegua distinguir ningn
signo que la indicara que estaban llegando al BARRIO, y as lo manifest.
.No, no notaras nada aparente, ni siquiera distinguirs a los
guardas, pero mira con atencin aquella casa un poco ennegrecida por un
incendio, la ves?; bien pues la inmediatamente anterior, es la de los
guardas y te aseguro que sus ametralladoras estarn apuntndonos.
Llegaron a la altura de la casa que Eduardo haba mencionado; Marta sinti
que un escalofro sacuda el cuerpo de su acompaante, lo mir, tenia el rostro
demudado, miraba fijamente hacia adelante, apoy la cabeza en su hombro,
como querindole dar nimos. Mir a su alrededor, las casas eran iguales que
las que haban dejado atrs, solo se diferenciaban en que estaban peor
cuidadas, los raquticos jardines, aqu se haban convertido en vertederos de
basura y las calles presentaban signos de que el servicio de limpieza ni exista.
Eduardo solt los hombros de Marta, esta not que la tensin de su compaero
disminua; la cogi de la mano para poder dirigirla por aquellas calles que ella
desconoca. Por la que caminaban, Marta se dio cuenta que rodeaba la zona por
la que haban salido. Por todos lados se notaban los estragos de la falta de
limpieza y mantenimiento; en muchas de las ventanas de las casas faltaban los
cristales, los portales, casi en su totalidad, tenan la puerta desprendida, la
basura se amontonaba por todos lados; pero Marta not que un poco mas
adelante la situacin mejoraba y as se lo hizo notar a Eduardo.
.Si.-Explic este.-Es que en las casas, digamos, fronterizas solo
viven de vez en cuando y solo los pobres de entre los pobres, debido a que
los guardas se entretienen en disparar a cualquiera que se deje ver en esas
casas, desde donde ellos estn y despus se justifican diciendo que son
personas que queran cruzar clandestinamente.
Caminaban muy juntos por la acera, tratando de sortear la basura
acumulada en ella, por el centro de la calle pasaba en ese momento varia
personas, sus vestidos eran verdaderos harapos, se miraron con desconfianza,
pero en la mirada de cada grupo haba el mismo grado de temor. Siguieron
adelante y de una bocacalle salieron lo que se poda notar que era toda una
familia completa: padre, madre y tres hijos de entre doce y seis aos. Marta se
fijo que dos de los nios estaban descalzos; instintivamente, sac algn dinero
del bolsillo e hizo intencin de dirigirse a ellos para drselo; Eduardo la sujet
de una forma casi violenta, al mismo tiempo que la deca al odo.
.Ni se te ocurra hacer una cosa as, si descubren que tenemos
dinero, seguro, que nos matan aqu mismo. Sus hijos estarn descalzos,
pero seguro que a ese hombre no le falta una pistola o un cuchillo de
grandes dimensiones.
.Pero esto es inhumano.-Gimi Marta.

.Todo aqu lo es, la primera regla que debes aprender en este lugar,
es que aqu solo te tienes que preocupar de ti misma, ni siquiera de lo que
pueda ocurrirme a m.
.Quiere eso decir que si ocurre algo, me tengo que defender sola?.
.No te preocupes que en cuanto a ti, yo te defender con todas mis
fuerzas.
Marta sonri sin mirarle, en realidad lo que haba querido era provocar
aquella reaccin, pues saba que, en realidad, solo se tenan a ellos mismos.
.Aqu no existe un centro?, es decir lo que se llama centro de la
ciudad.
.Si, aqu est lo que era el centro de la ciudad, de la antigua ciudad;
pero con la mentalidad capitalista, primero lo invadieron todo para oficinas
y comercio y cuando los nuevos mtodos de produccin y la extensin de la
delincuencia, lo hicieron innecesario, lo abandonaron a su suerte.
.Me gustara ir hacia ese sitio.
.Bueno como quieras.-Titube Eduardo, nada convencido del
capricho; el hubiera preferido, que la excursin transcurriera por la calle
que rodeaba el Gueto.
Despus de cruzar la calle torcieron a la izquierda; segn avanzaban, el
ambiente aprecia animarse, relativamente, aunque la temperatura muy fra y la
nieve que caa lenta, pero ininterrumpidamente, hacan que el sitio resultara
aun mas tenebroso. Algunos locales estaban abiertos al publico, eran bares en
los que a Marta no se le hubiera ocurrido entrar ni aun buscando aventuras
excitantes; a travs de las puertas de cristal, se podan ver a los clientes,
personas vestidas de muy diferente forma, unos con verdaderos harapos y
otros, aunque vestidos con mejores ropas, se notaba que las tallas no eran las
adecuadas.
.Parece mentira la diferencia que observo en las personas, me
refiero a la forma de vestir.-Coment Marta mientras caminaba procurando
juntar su cuerpo al de Eduardo, buscando proteccin.
.Aqu se repiten los mismos vicios que en otro lado, pero mas
acentuados y siempre teniendo en cuenta que todos son pordioseros.
En ese momento, salan por una bocacalle diez o doce mujeres, todas muy
pintadas y aunque se abrigan con ropas que no eran de su talla, vestan de
forma llamativa; segn pasaban empezaron a provocar a la pareja, con palabras
y con gestos obscenos, indudablemente, a Marta la haban confundido con un
hombre.

.Quienes son Eduardo?.


.El relevo de alguna casa de prostitutas, en este lado existen por
todas partes, pues aunque en el Gueto, la prostitucin est prohibida, la
oficial claro, en el BARRIO todo est permitido, con lo que las casas de
prostitucin abundan, pues para muchas familias es el nico medio de
sobrevivir.
.Porque dices que es el relevo?, parece que hablas de un cuartel.
.Casi, casi, en estas casas, las prostitutas, pueden estar las
veinticuatro horas del da, naturalmente se relevan; las que quieren ganar
mas dinero, se quieren quedar, y las que quieren empezar se enfadan, lo
que provoca peleas entre ellas que, con frecuencia, se saldan con alguna
muerte.
Marta se volvi para ver como se alejaban, entre las mujeres las haba de
mediana edad, pero tambin viejas, de sesenta aos o mas y nias de diez de
doce aos; Marta sinti una extraa opresin en el pecho.
.En el BARRIO se vive como se puede.-Dijo, sombramente
Eduardo, como si adivinara los pensamientos de Marta; algunas de estas
nias ayudan a sus padres de esta forma, pero a otras, lo que les ocurre, es
que sus familias las han echado de sus casas y de esta forma se libran de
una boca que alimentar.
Marta senta que su inicial curiosidad se transformaba, poco a poco, en
indignacin por toda aquella injusticia, por tanta gente, forzada a vivir en
condiciones que ni los animales podran soportar.
Los bloques de casas mas modernos, dejaban paso a manzanas de casas
mas antiguas, casas que restauradas, hubieran podido considerrselas, incluso,
de inters artstico, pero que estaban en tal estado que al pasar a su lado se
tena la impresin que en cualquier momento se caeran encima de los
transentes. De vez en cuando se notaba que los montones de basura haban
sido retirados, seguramente por los propietarios de las tiendas que haba
enfrente de estas zonas libre de residuos, tiendas que no se podan considerar
convencionales, ni se aprecian a las del Gueto; eran unas tiendas en las que se
vendan de todo, pero no como un supermercado, no, eran tiendas pequeas,
llenas de cosas extraas y desde luego todas viejas y con un aspecto que no
invitaba a entrar en ellas; en realidad mas aprecian traperas y todas tenan
fuertes verjas que separaban a los clientes de los vendedores, estos, segn le
haba informado Eduardo, estaban fuertemente armados y no dudaban en
disparar a la menor sospecha de que iban a ser vctimas de un atraco.
De pronto, por una de las bocacalles salieron, a la carrera, dos individuos
mal vestidos, uno de ellos portaba un maletn en una de sus manos, al verlos,
Eduardo, tir con fuerza de Marta y se metieron en un portal de los que tenan
la puerta arrancada; desde all pudieron ver que otros tres hombres salan de la

misma calle que los primeros, su aspecto era semejante, dos empuaban pistola
y el tercero una metralleta. Uno de los perseguidos, el que tenia el maletn, se
volvi y dispar varias veces, con una pistola que sac del bolsillo, uno de los
perseguidores cay de rodillas, el que portaba la metralleta abri fuego y el
hombre del maletn cay, rebotando dos veces contra el suelo. El otro
perseguido, que se haba refugiado tras un montn de escombros, se asom
con las manos levantadas, gritando que se renda, otra vez funcion la
metralleta, el hombre recibi tal cantidad de balas que su cuerpo fue lanzado,
casi, dos metros hacia atrs del lugar donde se encontraba. Uno de los hombres
se acerc al muerto que aun sostena el maletn en su mano, se lo arranc
violentamente y continu andando despus de volverse y comprobar que su
compaero ayudando al herido le seguan y los tres se perdieron por la misma
calle por la que haban aparecido.
Con muchas precauciones,Eduardo, se asom y le dijo, en voz baja, a
Marta.
.Vamos, alejmonos lo antes posible de este lugar.
Mientras segua a Eduardo, Marta, mir a los cados, el mas cercano, se
movi y con voz muy dbil y entre quejidos, pidi que le ayudaran; Marta,
compadecida, trat de atenderlo, Eduardo, casi con brusquedad, tiro de ella y
con las mismas precauciones que al principio, pero con paso decidido, se
elejaron del lugar donde haban ocurrido aquellos horribles acontecimientos,
mientras la deca.
.Por favor, Marta, este no es un lugar corriente, y no puedes
comportarte como si lo fuera; estos dos hombres pueden que fueran
forajidos, como casi todo el mundo en este lado, al igual que los otros, pero
tambin, unos u otros pueden ser policas.
.Polica aqui?.-Pregunt, extraada Marta
.Si, no de forma oficial, pero estn y pertenecen a la brigada
central, que son los mas peligrosos.
.Pero porque?, si han decidido mandar a todos los que les
estorban a este lugar, para que quieren polica aqu?.
.Por varias razones, primero porque de esta forma controlan la
cantidad de armas que circulan por el BARRIO, no dejando crecer esta
cantidad por encima de lo que ellos consideran aceptable; segundo para
evitar que llegue a existir una organizacin que en el futuro pueda
representar un problema; la polica se infiltra en cualquier incipiente
organizacin, y si la considera peligrosa y antes de que se desarrolle, matan
a sus cabecillas.
.Eso si que es aadir horror, al horror ya existente.-Dijo Marta con
expresin pensativa.

.Los que acabas de ver morir, pueden que fueran policas y que al
descubrirlos los mataran o puede que fueran los cabecillas de una
organizacin descubierta por la polica; incluso podan se policas corruptos
a los que sus compaeros habran ajusticiado.- Aclar, Eduardo, con una
entonacin tan cruda, que hizo que Marta volviera la cabeza para mirarlo
con los ojos muy abiertos.
.Te lo digo de esta forma para que de ahora en adelante, te
comportes a la altura del lugar donde nos encontramos.- Mientras deca
esto, Eduardo la acariciaba, pero solo con la mirada, hubiera sido fatal para
nuestros amigos que descubrieran que Marta era una mujer, y en el
BARRIO, todas las ventanas tienen ojos.
Haba oscurecido completamente, la nieve continuaba cayendo, aunque con
poca intensidad. Haca un fro penetrante, acentuado quiz, por lo desolado del
sitio donde se encontraban. Continuaron calle abajo, esta terminaba en la
confluencia de varias callejuelas pequeas y aun mas sombras que por la que
haban bajado, estas pequeas calles no tenan ningn tipo de alumbrado y solo
por el pequeo resplandor que una de las lamparas de la calle principal lanzaba
hacia all poda distinguirse alguna claridad en ellas; ambos continuaron camino
por una cualquiera.
Caminaban muy juntos, tanto por el fro que sentan como para protejerse
del temor que aquel sitio les infunda; cuando de pronto les salieron al paso tres
individuos, no podan distinguir si eran jvenes o no, pero su actitud no era muy
tranquilizadora. Se pararon en medio de la calle cortndoles el paso.
.Venga tos, sacar todo lo que tengis, si no os chirlo.- Dijo uno de
ellos y de la palabra a los hechos, dio un pequeo corte en el cuello, a
Eduardo, con una navaja que haba sacado del bolsillo.
El muchacho asustado, se llev las manos a la herida, momento, este que el
atracador, aprovech para sacarle de los bolsillos todo lo que encontr.
Inmediatamente, el atracador, se dirigi a Marta.
.Ahora tu colega.- Y cuando se dispona a repetir la operacin,
Marta no pudo controlarse.
.No, por favor, yo misma te los dar.
.Colegas, que este es una tia.- Grit el individuo a sus
compaeros.
.Que coo dices?.- Dijo otro de los atracadores, acercndose y
desabrochndole el impermeable a Marta.- Vaya, pues es cierto, ahora si
que estis con la mierda encima.
El tercero, al or estas palabras, se acerc y tocando a Marta dijo.

.Est bastante buena, porque no nos la jodemos?.


.Claro.- Replic el otro y se avanlanz sobre la muchacha, pero esta
con una mano lo cogi del pelo y con la otra le araaba la cara.
.!!Sujtala, sujtala, jilipillas!!.- Grit el, mientras se limpiaba la
sangre con la manga de su harapienta chaqueta
Los otros dos cogieron a Marta y sujetadora la hicieron caer el suelo;
entonces uno de ellos la arranc, materialmente, el jersey y el botn de los
pantalones, tirando de ellos hasta quitrselos completamente, a pesar de los
pataleos de Marta que se debata furiosamente en medio de un charco, medio
de agua medio de nieve; not como tambin la arrancaban las bragas y en ese
momento vio a Eduardo, por detrs del forajido, que con los brazos alzados,
blandiendo un pesado tabln y casi a cmara lenta, pudo ver como lo
descargaba sobre la cabeza del que tena casi encima; este lanz un alarido y se
desplom encima de Marta, que a pesar del miedo que tena por la presencia
del herido, senta una gran alegra al pensar que aun tenia una posibilidad de
escapar de aquel infierno. Pero en aquel momento, y sin que aun la hubieran
soltado aparecieron otros individuos, quizs atrados por los alaridos del herido;
no poda determinar cuantos eran, dos, tres o mas, lo que si pudo ver es como
cogan a Eduardo y quitndole el palo, empezaron a darle puetazos y patadas,
mientras otro de los recin llegados se acercaba y la miraba desde arriba. Casi
pudo percibir como se le caa la baba y vio como desabrochndose el pantaln,
se arrodillaba y ......
No sinti nada, debera sentir dolor, el contacto del hombre, cualquier cosa,
pero no, no sinti nada, era como si la hubieran anestesiado de medio cuerpo
para abajo, mientras el resto segua vivo. Vomit en la misma cara del violador,
este la dio dos tremendas bofetadas y la lanz insultos que no llego a entender.
No senta nada, solo escuchaba los quejidos de Eduardo y de vez en cuando
los tremendos insultos de sus violadores. De pronto la ocurri como en otras
ocasiones en que se encontraba en peligro, vea, casi cinematogrficamente,
escenas de su infancia; en esta ocasin vio a su madre, que la lea los evangelios y la deca la frase:

Parirs con dolor

Sinti un fro insoportable, entonces fue cuando se dio cuenta de que


aquellos individuos se haban marchado. Intent levantarse, se incorpor y
busc su ropa; tenia todo el cuerpo dolorido, encontr el jersey destrozado y los
pantalones, se los puso y despus el jersey como pudo; mir hacia donde estaba
tendido Eduardo, tenia miedo de acercarse, estaba convencida de que estaba
muerto, pero no quera comprobarlo. Se abroch el impermeable, era lo nico
que conservaba seco y de pronto, Eduardo se movi lanzando un gemido.
Rpidamente, Marta, se acerc y volvi el cuerpo del muchacho que estaba,
casi, boca a bajo, a Marta se le escap un grito al ver su cara, completamente
llena de sangre, la tenia desfigurada por los golpes, con un trozo de su propio
jersey, que estaba mojado, limpi la cara del muchacho, con mucho cuidado y
pudo apreciar, entonces, que no haba sufrido heridas graves, pero que la tenia
muy inflamada y llena de moratones.
Eduardo abri el ojo izquierdo, el derecho lo tenia demasiado inflamado, y
con voz quejumbrosa pregunt.
.Te encuentras bien?
.Si, si te refieres a heridas o golpes, en cuanto a lo dems...-Y se
puso a sollozar. Era curioso, hasta que no haba visto a Eduardo vivo, no
haba sentido su propio dolor.
Eduardo se incorpor, con grandes dificultades, estando a punto de caer un
par de veces, todo le daba vueltas, se acerc a Marta y abrazndola intent
consolar, esta, en una primera reaccin, lo rechaz, lo mir airada, pero
despus de unos momentos de reflexin se abraz a el y se redoblaron los
sollozos.

peligro.

.calma cario, debemos marcharnos cuanto antes, aqu corremos

Inmediatamente, casi arrastrando a Marta, se fueron por la calle por la que


antes haban llegado.
Como dos borrachos, desandaron el mismo camino que haban hecho a la
ida, y cuando estaban llegando a las inmediaciones de las casas donde estaban
los controles, Eduardo se par cerca de un charco que estaba relativamente
limpio y le dijo a Marta, mientras separaba el hielo de la superficie y se lavaba
la cara.
.aseate un poco, aunque a los guardas no les extraar nuestro
aspecto, pero conviene que no noten tanta paliza.

Marta, sin decir nada, se lav tambin. Eduardo la dio un pauelo para que
se secara, mientas que el, buscando en los calcetines, sac de ellos unos
papeles.
.Los pases.- Dijo lacnicamente.
Marta se dej conducir por el muchacho.
.Por favor Marta no llores ahora, procura que no se te note que
estas apenada.
Continuaron acercndose, de pronto se encendieron unos focos rojos
intermitentes, al mismo tiempo, por unos altavoces, los conminaban a
detenerse; asi lo hicieron e inmediatamente unos guardas salieron de la casa
mas cercana, empuando unas metralletas, se acercaron a nuestros amigos y
uno de ellos les dijo.
.Tenis pases?.
Eduardo, sin decir nada, le dio los papeles que tenia en la mano, el guarda
los examin con la ayuda de una linterna, pareci satisfecho y al mismo tiempo
que les devolva los documentos, les dijo con voz festiva.
.Parece que la juerga ha sido mas movida de lo que pensabais; la
prxima vez contratarnos a alguno de nosotros, como guardaespaldas.
.Gracias, lo tendremos en cuenta.- Dijo Eduardo cogiendo a Marta
por el brazo y dirigindose hacia el Gueto.
Ella mir sonriente a los guardas y dicindoles adis con la mano, sigui a
Eduardo. Una vez dentro del Gueto, Eduardo decidi que era mejor ir
caminando que en el autobs, aun tenindose que exponer a encontrarse con
algn control de la polica; el aspecto que presentaban no era el mas adecuado
para dejarse ver en publico.
.Aunque te he dicho que era mejor que supieras lo menos posible
de mi vida, creo que en esta ocasin es mejor que vayamos a mi casa, y te
podrs lavar y ponerte otra ropa, segn estas no puedes ir a tu casa.
Marta asinti con la cabeza, los sollozos la impedan hablar.
Despus de andar, a paso ligero, durante mas de media hora; llegaron a un
lugar del Gueto en el que solo se podan ver edificios de apartamentos, aunque
mas atractivos que los que haba conocido cerca del BARRIO. En uno de los
portales se detuvieron, por indicacin de Eduardo y despus de entrar en el
subieron en el ascensor hasta el quinto piso; entraron, el apartamento era
pequeo, pero acogedor, solo tena el dormitorio, la sala, el cuarto de bao y

una cocina que pareca de juguete, sin lujos pero con detalles personales que
delataban un cierto buen gusto del dueo del apartamento.
En cuanto Eduardo cerr la puerta a sus espaldas, Marta, rompi a llorar,
dando rienda suelta a la pena que no haba podido exteriorizar, libremente
hasta aquel momento. Corriendo se fue al cuarto de bao, cerr con cerrojo y
mientras se llenaba la baera, se fue quitando la ropa y la fue tirando con rabia
en un rincn; se meti en la baera y se enjabon una y otra vez, como en un
ritual, como si con esa accin pudiera quitarse la sensacin que aun senta de
que aquellos hombres aun estaban tocandole la piel; mientras lloraba, un llanto
tranquilo, que al resbalar por su cuerpo, la serva de bao al igual que el agua
jabonosa que la rodeaba.
La primera vez, la primera vez.... Se repeta para si misma. Marta haba
soado que aquella primera vez sera con una gran solemnidad y no poda
haber sido mas brutal y repugnante.
En ese momento escuch los quejidos de Eduardo, se dio cuenta de que el
muchacho estaba en la otra habitacin, y de que no solo era ella la que sufra, el
tambin tenia mucho de que lamentaste.
Sali de la baera y cogiendo un albornoz, que estaba colgado se lo puso y
sali; vio a Eduardo, que casi desnudo, se trataba de aplicar una crema en las
zonas amoratadas de su cuerpo, naturalmente, dependiendo de que zona se
tratara, lo consegua o no; ante esta escena, Marta sinti una sensacin de
ternura, que la hizo olvidar su propia pena y acercndose a el le quit la caja de
crema y empez a aplicrsela ella misma, procurando hacerlo con la mayor
suavidad posible, lo que no impeda que el, de vez en cuando lanzara algn
quejido.
.Lo siento, cario.-Dijo Marta.-Trato de hacerlo con delicadeza,
pero tienes el cuerpo muy magullado, deberamos llamar a un medico.
.No, no es conveniente, tendramos que darle demasiadas
explicaciones.
Al mirar la cara de Eduardo y vrsela tan desfigurada por los golpes y por
los gestos que pona, cada vez que le tocaba algunos de los cardenales, Marta,
no pudo por menos que lanzar una carcajada..
.Perdona.-Le dijo, al darse cuenta de que a Eduardo no le gustaba
su reaccin.-Pero es que pones una cara muy cmica.
Eduardo, mir a Marta y contagiado por las carcajadas de ella, no tubo mas
remedio que rerse tambin, al mismo tiempo que se quejaba, porque las
sacudidas de las carcajadas hacia que los cardenales le dolieran aun mas.

.Tendrs que buscarme algo de ropa, la otra, adems de que est


mojada, no quiero ponrmela nunca mas.-Y al decir esto, Marta, dejo
traslucir toda la rabia que llevaba dentro.
Eduardo quiso leventarse para darle la ropa, pero tuvo que desistir, pues el
dolor que senta era insoportable.
.Dime donde est, yo misma la coger.
.En el armario tienes pantalones, camisas y jerseys, en el cajn de
la cmoda, ropa interior, de hombre, claro, y calcetines y prubate los
zapatos por si te sirven algunos.
Marta despus de coger la ropa de donde el la haba indicado, se meti en
el dormitorio para vestirse, cuando estaba dentro fue a cerrar la puerta, pero
de repente se detuvo y se qued pensativa, en realidad daba lo mismo, no se
senta la Marta de haca unos das; cuando termin escogi ropa para Eduardo
y acercndose a el y con toda la delicadeza que pudo empez a vestirle.
.Siento hacerte dao, pero no puedes estar desnudo, despus te
traer algn calmante y te acostars.
.Gracias, te aseguro que adems del dolor, me siento muy mal; tu
te acostaras en la cama, no creo que esta noche debas ir a tu casa, yo
dormir en el silln.
Marta fue a la cocina y prepar dos bocadillos, con lo que encontr en el
frigorfico, mientras tanto la cafetera que haba puesta en el fuego ya estaba
lista y sirvi dos tazas.
.Donde estn los calmantes?.-Pregunt desde la cocina.
.En el armario del cuarto de bao.-Contest Eduardo con voz
quejumbrosa.
Marta busc en el sitio que el la haba indicado, cogi una aspirina y una
vez en la cocina lo puso todo en una bandeja y lo llev a la sala y sentndose
cerca de Eduardo, puso la bandeja cerca de el y le alcanz una de las tazas para
que bebiera; en cuanto, nuestro amigo tom el primer sorbo, lanz un gemido.
.Vaya, te lo he trado caliente, no me he acordado de que tienes la
boca herida. Toma el bocadillo mientras se te enfra un poco el caf.-Y
empez a darle en bocadillo a pequeos trozos, tratando de evitarle la
mayor cantidad de esfuerzos posibles. Cuando termin de comer y de darle
la aspirina, le ayud a levantarse; verdaderamente, Eduardo, no poda
mantenerse en pi, Marta lo cogi por debajo de los brazos, lo empuj hacia
el dormitorio, y cuando llegaron cerca de la cama como pudo lo acost y
poniendol la ropa por encima, se agach para darle un beso, pero cuando
estaba acercndose a su cara, sinti una sensacin como de rechazo, la

sensacin de que aquellos individuos estaban cerca de ella y volvi la


cabeza con un gesto de repugnancia.
Afortunadamente, Eduardo, no se fij en este detalle. Lo termin de colocar
y le dese las buenas noches. Sali de la habitacin, se sent en el sof y se
puso a comer lentamente, mirando hacia la calle por la ventana; ahora la nieve
caa con mas fuerza, las calles se cubran con un manto blanco y el reflejo de las
luces de la calle en la nieve, permitieron a Marta apagar las de la habitacin y
quedarse en la penumbra, mientras pensaba en lo que la haba ocurrido aquel
da. Se acord de lo que haba sentido al acercarse a Eduardo, saba que
tendra que sobreponerse a esta sensacin. Escuch algunos quejidos de
Eduardo cuando este se mova en la cama y poco despus su respiracin
acompasada, por fin se haba dormido.
La muchacha, fue al dormitorio y procurando hacer el menor ruido posible,
busc ropa de cama, cuando la reuni, sali de nuevo a la sala e improvis una
cama en el sof. Se desvisti y se meti entre las sabanas arropndose bien,
pues a esa hora empezaba a hacer fro en la casa.
No se durmi enseguida, vea escenas de aquella jornada como si
estuvieran reflejadas en una pantalla. En un instante, un sollozo, se la escap
de los mas profundo de su pecho y sin poder contenerse dijo en voz alta.
.No siento ninguna piedad por ellos, ninguna.
Estas palabras, dichas casi como un grito de protesta, parecieron calmarla
y por fin se durmi con un sueo plagado de pesadillas.

CAPITULO 3
Cuando se despert, la luz del da entraba por la ventana, que tena
descorridas las cortinas; era una luz blanquecina, como de sudario, sinti un
escalofro, la temperatura dentro de la casa era desapacible, no haban
encendido, aun, la calefaccin. No saba la hora que era mir un reloj que haba
en la pared, marcaba las ocho. Cogi la ropa del suelo, se puso la camisa y
terminando de vestirse, fue al dormitorio; Eduardo continuaba durmiendo,
tanto la paliza como la aspirina haban hecho su efecto y ahora, rendido, dorma
para reponer fuerzas. Le sonri con ternura y fue hacia el cuarto de bao.
Terminado el aseo y una vez en la sala mientras terminaba de vestirse, se
puso a mirar por la ventana. Continuaba nevando, copos pequeos pero
copiosos, todo estaba cubierto de nieve, se acord de sus padres y busc el
telfono, cuando lo encontr, marc en numero de su casa, contest la criada.
.Regina, dile a la seora que se ponga, soy Marta.
.Buenos das, seorita, enseguida se lo digo, ya se ha levantado.Contest la criada.

.Hola hija.-Era su madre, y con este saludo procur aparentar


una tranquilidad que no tena.
.Hola mam, solo quera que supieras que estoy bien.
.Bueno hija, no estabamos preocupados, pero has hecho bien al
llamar.-Contest la madre, al mismo tiempo que suspiraba.
.Mama quisiera pedirte una cosa.-Dijo Marta, titubeando.
.Dime hija.
.Mi amiga me ha pedido que me quede en su casa una noche mas
y no se como negarme.
.Bueno... en fin... se lo dir a tu padre... ya sabes que por mi... en
fin... tratar de convencerle... llama mas tarde, bueno no llames, puedes
quedarte pero con cuidado cario, acurdate de lo que te he enseado.
.Adis mam, gracias, no te preocupes, aun no ha ocurrido nada y
no creo que ocurra. Dale un beso a papa.- Y colg, despus de escuchar
como su madre la daba un beso por el telfono.
Marta fue a la cocina y empez a preparar el desayuno, puso en marcha la
cafetera, y en una bandeja todo lo necesario para desayunar. Cuando el caf
estubo listo, cogi la bandeja y se encamin hacia el dormitorio.
Eduardo estaba despierto, se haba sentado en la cama, con medio cuerpo
desnudo, su cara estaba lastimosa de ver.
.No te quedes destapado, la calefaccin aun no ha calentado la
casa; le dijo Marta, mientras lo abrigaba con un jersey que haba
encontrado en el suelo.-Buenos das, aun no te he saludado.- Y tras una
pequea vacilacin, bes a Eduardo en la mejilla, tratando de superar, con
este acto, el rechazo que senta por el, por el hecho de ser hombre.
.Buenos das, cario; me siento mucho mejor que cuando me
acost.-Tenia la voz un poco deformada, debido a la inflamacin de la boca.
.Me alegro de que te encuentres mejor, pero no te levantes hasta
que hayas desayunado, as te acostumbraras a estar vertical, de otra forma
te podras marear.
Puso la bandeja en la cama y le prepar el desayuno.
Al termino del desayuno Marta, con voz que reflejaba la ternura, que senta
cuando pensaba que el sufrimiento del muchacho, haba sido motivado por su
deseo de defenderla, le dijo.

mejor.

.Voy a limpiar las tazas, mientras vstete, en la sala estaremos

Sali, casi precipitadamente, no quera ver como el se vesta, haba tomado


su decisin, pero tena que ir mentalizndose poco a poco.
Despus de limpiar los cacharros y colocarlo todo en su sitio, fue a la sala,
Eduardo sala en ese momento, cojeaba un poco y tena una mano colocada en
el pecho , de tal manera, que pareca como si quisiera sujetarse las costillas.
Marta pens que a pesar de la pena que la produca verle en aquel estado, la
ayudaba a superar su trauma.
Eduardo se sent en el sof, Marta hizo lo mismo, se quedaron mirndose el
uno al otro y poco a poco, sin darse cuenta, sin proponrselo, se abrazaron y se
besaron, no de forma apasionada, sino tranquila, reposadamente.
.Te gustara hablar de ello.-Pregunt Eduardo.
.De momento no; te aseguro que me ests ayudando, aun sin
darte cuenta y ahora mismo estoy mucho mejor. Fjate que antes de que te
levantaras he llamado a mi casa, para decirles que esta noche me quedo
aqu.
Eduardo no dijo nada pero apret, un poco mas el brazo de Marta.
Pasaron el da tranquilos, Marta solo sali para comprar lo imprescindible.
Despus de comer y dejar las cosas colocadas y limpias, se sentaron en el sof.
En la calle continuaba nevando, con fuertes rfagas de viento. Marta mir por
la ventana, sinti un escalofro. Se hizo un ovillo junto a Eduardo que la rode
con sus brazos.
.Sabes Eduardo?, me has convencido.- Dijo, de pronto Marta,
como si estuviera sola y sus palabras fueran una reflexin.
.A que te refieres?.-Pregunt Eduardo.
.A que, por primera vez, pensando en lo que me has contado estos
das sobre la injusticia, me he convencido de que tienes razn.
.Un momento, Marta, un momento; quiero que valores a lo que te
expones al pensar como yo y como otros muchos; no me gustara verte en la
misma situacin que me encuentro yo, aunque la primera impresin que te
d verme en este apartamento, pueda ser de que mi vida es tranquila,
muchas veces no puedo ni acercarme a el y he tenido que pasar muchas
noches en la calle; es muy noble que quieras sacrificarte por esas pobres
personas que has visto, pero...
.No, no Eduardo; me has convencido, te lo repito, quiero
colaborar contigo y con los que forman tu grupo; pero no para ayudar a

esos que conoc ayer; esa gente es irrecuperable y no creas que lo digo por
lo que nos ocurri, sino porque no saben salir del agujero en que estn
metidos, y no salen porque no son capaces de darse cuenta, de que son
ellos mismos los que tienen que hacer el esfuerzo para salir; esa gente se
reboza en el fango y se recrea en el. Quiero colaborar con vosotros, para
quitarle el palo a quien lo tiene, pero no para drselo a quien no sabe
esquivar los bastonazos, si no para no recibirlos yo.
Eduardo no contest, tenia que asimilar lo que Marta haba dicho, porque
aquello representaba algo nuevo para el, algo que no casaba con sus propios
sentimientos.
Despus de cenar se fueron al dormitorio, no tenan ganas de ver la
televisin, y la casa, poco a poco, se quedaba fra. Marta entr en el cuarto de
bao, Eduardo se desnud y despus de tomar un calmante, para mitigar el
dolor que aun senta, se acost; pocos minutos despus Marta sala, tena
puesta una camisa de Eduardo, apag la luz se quit la camisa y se acost. Ma
el momento, se qued un poco tensa, sin moverse entre las sabanas; Eduardo se
acerc a ella pas su brazo por encima, Marta se estremeci, el la bes en la
mejilla y sus cuerpos se juntaron.
Haban sido unos momentos deliciosos, Eduardo dorma, Marta pensaba en
aquellos momentos, era la verdadera primera vez, ese primera vez que haba
soado, sin adornos, pero que, ahora, pensaba que no eran necesarios. Lo que
la haba ocurrido la noche anterior, aquel acto tan horrible, no tenia ninguna
relacin con esto, no quera llamarlo violacin, era como un accidente, como un
choque de trenes, como la cada de un coche por un barranco o el incendio de
un edificio, pero nada relacionado con lo que haba descubierto aquella noche.
Al da siguiente, despus de desayunar, y de dejarle a Eduardo todo lo
necesario, para que no tuviera que salir a comprar nada. Se puso sus
pantalones y un jersey de Eduardo, que se aprecia al que ella haba sacado de
su casa. Se despidi del muchacho, despus de decirle que la llamara por
telfono y sali.
Baj del autobs, cerca de su casa, las calles presentaban un aspecto
desolador, la nieve se amontonaba en las calles, el fro era intenso, los
autobuses y los coches circulaban con grandes precauciones. Los pocos
transentes que pasaban por las calles, lo hacan despacio para no resbalar, a
ella la cost mucho mas tiempo, llegar de la parada del autobs hasta su casa,
que en otras ocasiones; por fin entr , su madre estaba en el cuarto de estar,
fue hacia el para saludarla.
.Buenos das mam.-Dijo con un tono alegre, besando a su madre.
.Buenos das hija, que tal lo has pasado?.
.Muy bien mam, es mi primera salida y lo he pasado
estupendamente.-Minti, hasta cierto punto Marta.

.Por pap no te preocupes, el lo entiende, aunque no le guste que


salgas por las noches.
.Gracias mam, s que eres t la que le convences.
.Has desayunado,quieres alguna cosa?.
.No, no quiero nada, he desayunado, lo nico que quiero es
cambiarme de ropa.
.Bien, hasta luego hija.
Marta subi a su habitacin, se cambi de ropa, se puso un vestido, el mas
bonito que encontr; a pesar de haber tomado la decisin de unirse al grupo del
que formaba parte Eduardo, no renunciaba a sus gustos por la ropa, no crea en
esos smbolos, ella crea que lo que realmente importaba era la accin.
Sentada en su habitacin, pensaba en los acontecimientos de la noche de la
visita al BARRIO. Lo que mas huella haba dejado en su mente eran los
cadveres de los individuos tiroteados en plena calle y el herido pidiendo ayuda,
y el cadver del primero que intento violarla y que tambin qued en medio de
un gran charco de sangre, abandonado en plena calle, retorcido y con la cabeza
destrozada. Aquella zona era mas peligrosa que la selva; pero es que en esta
zona no era lo mismo?, los que trabajaban, no tenan piedad de los que se
quedaban, o estaban a punto de quedarse sin trabajo, estos representaban a los
muertos de la otra zona; daba lo mismo que fueran los que representaban a la
escala mas baja de la sociedad; con tal de mantener su puesto de trabajo y las
pocas monedas con las que malvivan, no les importaba lo que les ocurriera a
los otros.
Y los que se encontraban en la escala mas alta?, estos eran aun peores,
intrigaban contra los posibles sucesores a sus cargos, sin importarles quienes
fueran, incluso personas de su propia familia, moran, segn la haba dicho
Eduardo, para poder estar disponiendo de su autoridad por mas tiempo. Unos
golpecitos en la puerta la sacaron de sus pensamientos.
.Seorita, dice su mam que puede bajar a comer.
.Gracias, ahora bajo.-Contest Marta, levantndose de la cama
donde haba estado sentada.
Baj al comedor, sus padres estaban sentados a la mesa.
.Hola pap, no estabas en casa cuando he llegado esta maana,
por eso no he podido saludarte.-Dijo Marta al mismo tiempo que besaba a
su padre.
Se sent y empezaron a comer.Durante la comida hablaron de cosas
intranscendentales, pero de pronto, Marta dijo.

.Sabis lo que he decidido?, quiero ser asistente social.


.Muy bien hija.-Dijo la madre sin darle importancia.
Pero su padre la mir con preocupacin, el sabia que el noventa por ciento
de los huidos y expulsados, salan de las filas de los asistentes sociales.
.No decas que queras ser pintora?.-Pregunt su padre.
.Si, pero he cambiado de opinin, siendo asistente social puedo
ayudar a los dems y tendr tiempo de seguir pintando y si me hago
famosa con la pintura, podr ser mas eficaz en mi ayuda.
.Deberas considerarlo; me gustara, tanto, que fueras a la escuela
de arte.-Insisti el padre.
La entonacin de su voz, al pronunciar estas palabras, hicieron que su
esposa lo mirase con gran preocupacin.
.Me gustara conocer al muchacho con el que sales.-Dijo el padre,
haciendo que cambiaba de conversacin y tratando de dar a sus palabras
un tono de indiferencia.-Comprende que mi curiosidad en natural.
.Si pap lo comprendo, y os prometo que lo antes posible, lo
traer a casa para que lo conozcis.
En ese momento son el telfono, Marta salt de la silla, pero la criada, ya
lo haba cogido y asomndose a la puerta del comedor, dijo.
.Seorita Marta, la llaman por telfono.
.Gracias, voy enseguida.-Dijo esta, saliendo, casi a la carrera
hacia donde estaba el telfono.
Cuando volvi, con el rostro radiante, dijo.
.Voy a salir, pero no preocuparos, esta noche si voy a volver, y os
prometo que muy pronto traer a mi amigo para que lo conozcis, adios.-Y
sali corriendo hacia la puerta, despus de coger el abrigo.
Marta lleg al edificio donde viva Eduardo, despus de que este la abriera
el portal y mientras que hacia el corto recorrido en el ascensor, se fue
imaginando la cara que pondran sus padres cuando conocieran a Eduardo; su
forma de vestir, el corte de pelo, en fin todo le delataba como alguien a quien
sus padres no admitiran como persona decente, y aunque confiaba en que el
cario que sus padres sentan por ella fuera suficiente para no denunciarla
nunca, prefera que no se enteraran demasiado pronto, de que su forma de
pensar haba cambiado.

Cuando lleg al descansillo, no tubo que llamar a la puerta, Eduardo la


estaba esperando. Se besaron como si hiciera mucho tiempo que no se vean y
cuando se separaron, Marta, dijo.
.Vamos dentro no querrs dar un espectculo a los vecinos.
.No, y te aseguro que en circunstancias normales no hubiera
abierto tan fcilmente sin antes tomar precauciones.
Entraron, ella se quit el abrigo y se sent con despreocupacin, se
comportaba con mas soltura que en su casa. El apartamento lo consideraba
como suyo, como su propia residencia.
Mientras, Eduardo haba preparado caf; lo llev a la sala y se sent junto a
Marta.- Como te encuentras?.- Pregunt esta con cario, mientras le miraba
los moretones de la cara y el cuerpo.
.Estoy mejor, aunque tengo bastantes dolores.
.Hoy no saldremos de casa, aunque de todas formas no me
quedare por la noche, he prometido a mis padres que volvera y quiero que
se acostumbren poco a poco.-Eduardo, quiero pedirte algo, espero que no
te moleste.-Dijo Marta, al mismo tiempo que con la expresin de su cara
peda perdn.
.Dime, sabes que todo lo que me pidas te ser concedido.Contest el, exagerando su tono solicito y amoroso.
En serio, mi familia quiere conocerte y a mi me gustara que tupieras otra
apariencia, ya sabes, mas convencional, es decir que te arreglaras un poco, no
por mi, claro, pero ya conoces a los padres, se fan mas por las apariencias que
por lo que pueda ser una persona, por lo menos al principio.
Eduardo, ahora estaba serio, se haba levantado y miraba fijamente por la
ventana, como queriendo ver mas all de los edificios que tenia enfrente.
.Si no te preocupes, no me molesta disfrazarme para conocer a
tus padres; no conviene que se den cuenta de que te has pasado a los
descontentos.
.Gracias, representaba un gran problema, y al mismo tiempo no
poda negarme a que fueras a casa para que te conocieran, hubiera sido
muy sospechoso.
.De ahora en adelante tendrs que tener mucho cuidado, tus
padres son tu enemigo, porque adems, son los primeros en darse cuenta
del cambio.-Eduardo se haba vuelto y miraba con insistencia a Marta,
quera ver su reaccin al decirla que sus padres eran sus mayores
enemigos.

.No, de verdad, estoy convencida de que mis padres no me


denunciaran nunca, y por favor, no te ofendas, no lo digo porque sean
mejores que los tuyos, es que creo que al ser hija nica, tendrn mas
cuidado de no perderme. Quizs tus padres hicieron aquello para no poner
en peligro la seguridad de tus hermanos.
.Si, seguramente.-Dijo Eduardo, sin cenvenciemento.-Pero de
todas formas ten mucho cuidado, que ellos no se d cuenta del cambio.
.Lo peor son los cardenales, porque no podemos dejarlo para
cuando se te hallan pasado del todo, porque pensaran que no quieres ir.
.De eso me encargo yo, puedo decirles que estoy aprendiendo
defensa personal, y que un contrincante demasiado entusiasta me ha
golpeado mas de lo que debiera haberlo hecho.
.Si, creo que esta bien pensado; mi padre es un entusiasta de la
defensa personal, siempre me est diciendo que tengo que ir a un gimnasio
de seoritas para que en el futuro pueda defenderme de cualquier agresin
que pueda sufrir.-Al terminar de hablar Marta se puso a llorar con
desconsuelo; Eduardo, la abraz y trat de consolarla prodigndola toda
clase de caricias.
.Debo marcharme.-Dijo, una vez que su hubo calmado.-No quiero
que, en estos das, se enfaden, dime si necesitas dinero para comprarte
ropa distinta de la que tienes..
.No, aun conservo los trajes de la poca anterior; puedes estar
tranquila que todo saldr bien. Ahora lo que debemos concretar, es el da
que nos parece mejor para que me presente delante de tus padres,.
.Hablar con ellos para que decidan el da que creen que es el
mejor, y te llamar por telfono, me temo que estaremos unos das sin
vernos, pues harn de todo esto una ceremonia con grandes preparativos.
Se abrazaron y se besaron largamente; ahora, la idea de estar separados
durante unos das, les hacia sentirse muy desgraciados.
Se levantaron, y despus de que Marta se hubo puesto el abrigo salieron al
descansillo; Marta cogi el ascensor segn entraba se volvi para despedirse,
agitando la mano, cerr la puerta y el ascensor descendi. Sali a la calle y
despus de una corta espera subi a autobs que la llevara a la zona donde
viva. Este rodaba despacio a causa de la nieve, Marta miraba por la ventanilla,
los escaparates estaban encendidos, la gente, a pesar del fro, caminaba
despacio fijndose en los establecimientos, con la tranquilidad que da el
saberse protegido de los atracadores, porque a la menor alarma y casi de
inmediato se presentara, en el lugar en que hubiera sonado, la polica, para
detener y expulsar, sin mas miramientos al atrevido atracador.

La vista de la zona donde viva, la sac de estos pensamientos que ahora la


angustiaban; baj en la parada mas cercana a su casa y despus de recorrer,
rpidamente la distancia que la separaba de esta, entr. Sus padres estaban
viendo la televisin en el cuarto de estar.
.Buenas noches.-Dijo asomndose a la puerta de la habitacin.
.Hola hija, ya hemos cenado, si quieres cenar, que la criada te
prepare un bocadillo.-Contest la madre.
.Si, y algn refresco, a pesar del fro tengo sed.-Dijo Marta,
sentndose, como tenia por costumbre, aunque en esta ocasin tena una
especie de remordimiento por no ir ella a la cocina a prepararse la cena, sin
necesidad de que otra persona se la hiciera.
La madre sali de la habitacin, para dar la orden a la criada; ese fue el
momento en el que marta deca a su padre.-Pap, Eduardo vendr para
conoceros, el da que vosotros querais.
Su padre la mir, visiblemente, complacido y dijo.-Se llama Eduardo?.Bin
cuando venga mam lo decidiremos.
.Que tenemos que decidir?.-Pregunt la madre, que entraba en
ese momento, con una bandeja que contena la cena de Marta.
.La nia pregunta, cual es el da que nos parece mejor, para que
su novio venga a cono vernos.
.Bueno, eso es algo que tenemos que prepararlo muy bien,
arreglar la casa , en fin tenemos mucho que preparar; no se, quiz el
domingo seria un buen dia.-Contest la madre, sin ni siquiera haber dado la
bandeja a Marta, de tan nerviosa que se haba puesto.
.Bien mam, dame la bandeja y no te preocupes tanto, que no es de
tanta etiqueta, es un chico normal.-Dijo Marta, cogiendo la bandeja, pues
vea que a su madre, acabara por carsele de la manos.
.Pero es que sus padres no vendrn?.
.No, veras, es que, bueno es que hace unos meses se ha marchado a
vivir a un apartamento y aunque mas tarde, ellos tambin vendrn para
conoceros, de momento quiere venir el solo, para reafirmar su
independencia.-Contest la muchacha, improvisando sobre la marcha.
.Ah, se ha independizado, en fin, no es lo que mas me agrada de los
jvenes, pero algunos lo hacen y no les va mal del todo. Tu no habrs
estado en su apartamento?.-Pregunt su padre escandalizado.
.!Pap!, Como se te ocurre preguntar eso?.

.Claro que si Ramn, parece mentira que dudes de tu hija.


.Perdona, hija, ha sido un impulso, pero se que eres sensata.
.Est decidido, ser el domingo, as tendr unos das para
prepararlo todo.-Dijo la madre, sin dirigirse a nadie en concreto, mientras
haca gestos, como si contara algo con los dedos.
.Bueno pap, me marcho a la cama, despdete de mam en mi
nombre, porque presiento, que en estos das, no nos har caso a nadie.-Dijo
Marta en tono festivo.
.Tienes razn hija, hasta maana.
Mata subi a su habitacin, se desnud y se meti en la cama; cuando se
hubo acomodado y con la luz apagada, se puso a reflexionar en la forma que
haba cambiado si vida, en poco tiempo, aun no sabia si para mejor a para peor;
de momento, era su amor por Eduardo lo que la aprecia mas positivo, el resto
crea que no mereca tanto la pena, al fin y al cabo, en su ignorancia anterior
era mas feliz; pero a partir de que su conciencia se haba abierto a las
injusticias, no solo a las actuales, sino a las de siempre, no podra vivir sin hacer
algo, para tratar de remediarlas, no para favorecer a los dems, sino para
acabar con el despotismo de unos pocos. Pero no, Marta estaba convencida, de
que vestirse de forma desaliada, repartir octavillas y otras protestas por el
estilo, fueran a solucionar nada, crea que, incluso, los amos lo fomentaban y
que esta era la forma actual de represin, dejndolos actuar, para despus
descubrirlos y de esta forma justificar su expulsin, eliminando el excedente de
mano de obra, que de otra forma podra agobiarlos de tal manera que llegara a
ahogarlos.
Llegado a este punto de su reflexin, Marta empez a trazar un plan por si
era descubierta; de momento pensaba seguir los cnones de los rebeldes, es
mas no quera ocultarse demasiado, ni de sus padres ni de los dems, y cuando
fuese descubierta y expulsada, entonces, es cuando empezara su verdadera
protesta y venganza, pero a su estilo, tal y como ella lo haba hurdido todo.
Con el animo mas tranquilo y pensando que haba dado con la solucin, se
qued dormida.
Los pocos das que faltaban para el domingo, haban transcurrido, entre
histerismos de la madre, la casi indiferencia del padre y la burla, interna, de
Marta.
Por fin lleg el esperado domingo.A las once, esta era la hora soada por
toda la familia, que vestida con sus mejores galas, esperaba en la sala de estar,
el gran acontecimiento.

Son el timbre, como una alarma, a la madre de Marta la cambi el color de


la cara, el padre se removi inquieto en su butaca y Marta miraba a ambos con
una disimulada sonrisa.
La criada fue a abrir, se escucharon los pasos de dos personas y
aparecieron en la puerta la criada y Eduardo, !y que Eduardo!, a Marta casi se
le escap una carcajada.
Vesta un elegante traje, camisa blanca inmaculada, corbata y zapatos
negros y lo que mas resaltaba, a los ojos de Marta, era su corte de pelo
impecable, y un buen afeitado. Marta se levant y acercndose a el le cogi de
la mano y le acerc al centro de la habitacin.
.Mam, pap, este es Eduardo.-Les dijo Marta a sus padres, que se
haban levantado cuando Eduardo haba entrado en el cuarto.
.Mucho gusto seora.-Dijo Eduardo, besando la mano de la madre
de Marta.
.Encantado.-Le dijo al padre, estrechando su mano.
.Estamos muy contentos de que hayas venido, tenamos muchas
ganas de conocerte, ten en cuenta que Marta es nuestra nica hija y
queremos , para ella, lo mejor.-Le contest el padre, a modo de bienvenida.
.Pero sintate, quieres un aperitivo?, tu tienes edad para poder
tomarlo.-Le dijo la madre, nerviosa y excitada.
.Gracias, pero no tomo alcohol, aunque por mi edad la ley me lo
permita, tomare un refresco.
Marta sali, para ordenar a la criada que sirviera los aperitivos; cuando
volvi, se sent en el brazo del silln que ocupaba Eduardo, lo que la vali una
mirada reprobatoria de su padre.
.Nos ha dicho Marta que te has independizado; yo particularmente
creo que los jvenes estn mejor en casa de sus padres.-Le dijo Ramn en
tono paternalista.
.Desde luego que estara mucho mejor, pero con el trabajo que
tengo me resulta imposible. Me dedico a promocionar nuevos artculos a
domicilio y las muestras ocupan mucho sitio, el piso de mis padres no es
muy grande y viven con ellos mis dos hermanos, esto es lo que me ha
decidido a buscar un apartamento para mi solo.
.Ah ese es el motivo, esto cambia todo, es que Marta no nos haba
explicado lo de tu trabajo.-Coment el padre, suspirando aliviado.
.Que te ha pasado en la cara?, tienes cardenales?.-Dijo la madre de
Marta.

.Es que me preparo en un gimnasio, aprendo defensa personal, uno


de mis compaeros se entusiasm y me dio algn golpe, de los que ni en las
competiciones, estn permitidos.-Contest el chico sonriendo.
.Siempre he dicho, que es conveniente, que los jvenes se preparen
fsicamente, para defenderse de cualquier agresin; adems, claro est, de
llevar la alarma personal, que es obligatoria, pero as y todo, si los guardias
se retrasan, teniendo una buena forma fsica, se puede tener reducido al
individuo.
Estos comentarios de su padre, hicieron que Marta enrojeciera, hasta la
raz del cabello, no saba su padre cuanto haba necesitado de esos
conocimientos de defensa personal.
De esta forma, con una charla tpica y sin sustancia, lleg la hora dela
comida, que transcurri, al igual que el resto de la tarde, sin que el aburrido
panorama, cambiase. Por fin lleg la hora de las despedidas; Eduardo se
march sin que Marta pudiera darle un beso y prometiendo que hablara con
sus padres para que se pasasen a visitar a los de Marta.
Cuando se qued sola la familia, Marta dijo que estaba cansada, porque el
da haba sido de muchas emociones y que suba a su cuarto para acostarse, los
padres lo comprendieron; en realidad deseaban quedarse a solas. Cuando
Marta subi, ellos fueron al cuarto de estar y se sentaron. Durante un largo rato
ninguno de los dos dijo nada, Rosa pregunt, temerosa.
.Que te ha parecido el muchacho?.
.Bien, te aseguro, que muy bien.
Esta contestacin de sus marido la tranquiliz, ella estaba encantada con su
futuro yerno. Pero Ramn no haba dicho la verdad, era verdad que le gustaba,
pero no saba porque, haba algo que no acababa de con vencerle, era algo
relaciona con su trabajo. El saba que eran muy pocos los productos, que en la
actualidad, se promocionaban, incluso algunos de los que encontraban al uso,
se trataba de que se fuesen consumiendo menos, para as dejar de fabricarlos.
En fin tendra que estar al tanto y si en el futuro no vea nada sospechoso,
entonces es cuando dara su aprobacin final.
Los das transcurran sin apenas novedades. Marta entraba y sala para ir al
Instituto y como de costumbre, en estos ltimos tiempos, por las tardes sala
con Eduardo. Alguna vez dijo en su casa que tena que ir a alguna fiesta y que
se quedara a dormir en casa de su amiga, de esta forma poda pasar la noche
con Eduardo y aunque sus padres lo sospechaban, nunca la dijeron nada. Todo
aprecia normal, la visita de los padres de Eduardo, se fue posponiendo y
siempre fueron admitidas como buenas las disculpas que el muchacho puso,
cuando asista para comer, a casa de Marta y a los padres de esta no aprecia
extraarles aquella tardanza. Pero no saban que Ramn haba estado

investigando y que su conformidad, era en realidad, para ganar tiempo, para


que estas investigaciones dieran su fruto.
As que un da que estaban solos en casa, entr en el cuarto de estar, donde
su mujer estaba viendo la televisin y sentndose enfrente de ella, apag el
aparato y la dijo, ante la mirada de extraeza de Rosa.
.Tenemos que hablar sobre Marta, tu sabes a lo que se est
dedicando?.
.Pues que yo sepa, a estudiar en el Instituto y a hacer las practicas
de esa profesin que quiere tener.
.Nos est engaando, Rosa, adems de todo eso que tu has
enumerado, se ha unido a un grupo de descontentos y hace propaganda
clandestina, destinada a acabar con el sistema.
.!No puede ser!. Adems tu crees que Eduardo, un chico tan
formal, se lo consentira?, porque a el no podra engaarlo.
.Eduardo, Eduardo es un delincuente, nos ha engaado de la
forma mas rastrera, contando una serie de mentiras que no tienen
calificativo. Es decir a mi no me ha engaado, desde el primer da sospech,
he investigado y es por esto por lo que conozco la verdad.
.No, no puede ser tienes que estar equivocado, o lo estn quienes
te han informado, nuestra Marta que viste tan formal y ese chico tan guapo.
.Bien, sube conmigo a su cuarto.
Subieron, Ramn abri un armario, rebusc y sac un puado de octavillas
que entreg a Rosa; esta las cogi y empez a leer la primera, horrorizada las
dej caer al suelo y escondiendo la cara entre sus manos, comenz a llorar.
Ramn, despus de recogeras, las guard donde las haba encontrado, a decir
verdad, poco escondidas para ser lo que eran y cogiendo a Rosa del brazo, la
empuj fuera de la habitacin. Bajaron y una vez que estuvieron, de nuevo, en
el cuarto de estar, Rosa pregunt.
.Que haremos ahora?.
.Que podemos hacer, lo inevitable, llamar a la polica central.
.!No, no, a la polica no, no lo consentir!.
.Es que crees que a mi me agrada?, pensas a caso que mi amor
por Marta no es igual al tuyo?. Pero no nos queda mas remedio, si la
descubren y piensan que nosotros estabamos enterados, estamos perdidos.
.No me importa el arriesgarme a ir a la crcel, a que me expulsen,
incluso, pero a nuestra Marta no, no lo consentir.

.!A que te expulsen!, no sabes lo que dices, no sera eso lo peor


que te ocurrira. Piensa en aquello que mas te horroriza, lo que mas
repugnancia te causa, bien pues conviviendo con esas cosas seria como
viviras el resto de tu vida. Piensa en ello y escoge.
Rosa, con un estremecimiento, se acord de lo que mas repugnancia le
causaba, desde la infancia, las cucarachas; siempre haba sentido por ellas una
gran aversin, solo pensar en ellas la ponan los pelos de punta, ahora mismo se
imaginaba en un cuarto lleno de aquellos animales y notaba como invadan las
sillas, la mesa, la cama e incluso su cuerpo, notaba las mordeduras en su carne.
Rosa lanza un terrible grito y llorando dijo.
.Pero como sabrn ellos lo que a m me repugna si yo no se lo
digo?.
.Tu ya se lo has dicho, con todos esos tests orales y escritos, que a
lo largo de tu vida has tenido que hacer y que les han servido para conocer
tus gustos y tus fobias, archivarlo todo en el ordenador central, grabarlo en
tus documentos de identidad y aplicarte uno u otro tratamiento, segn
convenga.
Rosa lloraba desconsoladamente, ya no protestaba, solamente lloraba, era
como si consintiera sin palabras.
.No te preocupes, aun somos jvenes y podemos tener mas hijos,
comprendo que el dolor que te causar lo que le ocurra a Marta , no te lo
puede compensar otro nuevo hijo, pero ser un consuelo para ambos.-Dijo
el marido sin mucha conviccin.
Lleg el domingo y como otros muchos, Eduardo ira a cenar aquella noche
y como siempre a las once. Puntual, llam a la puerta, Marta sali a abrirle, se
saludaron y la muchacha lo bes en la boca, Eduardo la mir con extraeza,
porque estando en su casa nunca lo besaba.
.Mi padre no est.-Le dijo, como si adivinara sus pensamientos,
pero no con un tono de disculpa, sino con un extrao aire de reto.
Pasaron al cuarto de estar, Eduardo salud a Rosa, que se mostr mas
comunicativa y alegre de lo que acostumbraba a estar, una alegra que se poda
apreciar que era forzada.
.Queris un refresco?, pedir lo que queris ya sabis que tenemos
de todo en casa.
.Si, todo lo que queramos, como los antiguos condenados a
muerte.-Dij Marta, sin levantar la voz, pero que lleg a los iodos de su
madre. Rosa la mir con cierto desconcierto y temor, no sabia si era un
comentario casual, o por el contrario si su hija sabia algo de la que aquella
noche ocurrira. Sin decir nada, sali de la habitacin, volviendo al poco

tiempo, en sus manos portaba una bandeja con refrescos y bocadillos, lo


puso en la mesita y se sent con la mirada fija en la televisin, pero sin ver
las imgenes del aparato.
Ninguno de los tres deca nada; Eduardo, un poco extraado de la tirantez
que apreciaba y a la que no estaba acostumbrado, beba lentamente, Marta
miraba, insistentemente a su madre, que con la cara muy encarnada, fijaba, en
aquellos momentos, su mirada en el fondo del baso.
Los tres pudieron escuchar la puerta de entrada, como se abra y se
cerraba, a continuacin, Ramn se present en la habitacin; mir a los
reunidos y sin darles tiempo a saludar, dijo.
.Bueno, vamos a quitarnos la mascara, sabemos a lo que os
dedicis y lo hacis siendo conscientes a lo que os exponis; por lo tanto no
nos ha quedado mas remedio que llamar a la polica central; ya sabis que
este es el deber de todo ciudadano consciente y desde luego lo hemos
hecho con todo el dolor de nuestro corazn, pero primero est el bienestar
de la colectividad y despus los sentimientos particulares.
A Eduardo se le cay el baso de las manos, Marta miraba a su padre con
una rabia que a duras penas poda reprimir y Rosa que tena los ojos llenos de
lagrimas, miraba a otro sitio.
.Siempre pens que a mi no me ocurrira esto, incluso he discutido
con Eduardo por ello, pensaba que vuestro amor seria mas grande que
vuestro temor a las represalias; veo que me he equivocado, sois unos
cerdos, or bien, unos cerdos.-Dijo Marta, con los puos apretados y
mientras pronunciaba estas palabra se levantaba y tir con fuerza el baso
que tenia en su mano, contra la cabeza de su padre, que se tuvo que
agachar para que no le alcanzara. Mientras tanto Rosa que haba dejado
caer el suyo, se tapaba la cara con las manos y sollozando deca muy bajito,
con las cucarachas no, con las cucarachas no.
Los dos muchachos se abrazaron, Eduardo acariciando a Marta, trataba de
consolarla, esta lloraba de rabia y de frustracin no de pena ni de temor.
Llamaron a la puerta, Ramn, sali apresuradamente, para abrir la puerta,
se escucharon los pasos de varias personas y poco despus entraron en la
habitacin cuatro guardas jurados, detrs de ellos Ramn pareca buscar
proteccin.
.Son estos?.-Pregunt escuetamente uno de los guardas, el que
aprecia el jefe.
.Si.-Contest Ramn.

El guarda sac un papel y despus de mirarlo y a continuacin de mirar a


Eduardo, dijo.
.Por fin te hemos encontrado, al final todos acabis de esta forma,
desde luego, con la valiente colaboracin ciudadana, en muchos casos. Esta
accin vuestra.-Continu, esta vez dirijiendose a los padres.-Ser grabada
en vuestros documentos de identidad y vosotros dos acompaarnos.
Uno de los guardas se acerc a la pareja y los espos uno al otro y
empujndolos los sac de la habitacin. Cuando salan, Rosa quiso ir a abrazar
a su hija, pero Ramn se lo impidi, sujetndola con brusquedad. La pareja,
custodiada por los guardas, sali de la casa y enseguida fue introducida en uno
de coches que estaban esperando en la acera. La caravana se puso en marcha,
cuando estaban en camino uno de los guarda se dirigi a ellos, y con una
sonrisa asomndole en los labios les dijo.
.La expulsin ser esta misma noche, os aseguro que cuando
conozcis aquello, os arrepentiris de no haber hecho intencin de huir;
porque de esta forma se acabaran vuestros sufrimientos.
Los dos muchachos no contestaron , se cogieron de la mano, con fuerza,
para darse nimos el uno al otro y miraron por la ventanilla, como pasaban las
calles por la que tanto haban paseado. Llegaron a la lnea divisoria, que a
Marta la aprecia que era el mismo sitio por el que salieron en su primera
escapada. Aqu los bajaron del coche, los metieron en una casa, era el cuartel
de los guardas; una vez dentro los quitaron las esposas y metindolos en una
habitacin los obligaron a desnudarse para registrarlos a fondo, sin
contemplaciones, despus de devolverles la ropa los quitaron los documentos
de identidad; para la sociedad haban muerto, a continuacin y a empujones los
hicieron meterse en otra habitacin diferente y cerraron la puerta por fuera.
Unas horas despus se abri la puerta un guarda los mand salir y les dijo
lacnicamente.
.Ha llegado la hora.
Eduardo se derrumb, empez a sollozar, Marta lo sujet, pues el muchacho
estaba tambalendose y aprecia que de un momento a otro, se caera al suelo.
Sin brusquedades ni insultos, los sacaron de la casa; en la calle los
esperaban cinco guardas, fuertemente armados con metralletas; los escoltaron
hasta la barrera de salida. Marta senta como Eduardo se estremeca a cada
sollozo y con palabras entrecortadas deca.
.No sobreviviremos en este infierno, no quiero ir, no quiero ir.
.No cario no moriremos, yo te defender de los hijos de puta de
una u otra zona y volveremos y no de una forma clandestina, sino que
sern, los que hoy nos expulsan los mismos que luego nos reclamarn y

entonces empezar nuestra venganza.-Dijo Marta con una seguridad, tan


fra y serena que al escucharla, a Eduardo le dio miedo y al mismo tiempo le
infundi tranquilidad.
Unos curiosos, desde el lado del Gueto, contemplaban la escena de los
cinco guardas custodiando a la pareja hacia la frontera. Marta sostena a
Eduardo y como en otras ocasiones en que se encontraba en una situacin
limite, record escenas de su niez; en esta ocasin vio a su madre que la
enseaba un libro religioso en el se vea una escena en la que un Dios iracundo
expulsaba del paraso a Adn y Eva.
La oscuridad, desdibujaba las abatidas figuras de los dos muchachos; as
llegaron al centro de la calle, justo el lugar que representaba su condena; era
como si hubieran llegado al penal, pero sin saber si su condena era de cadena
perpetua o a muerte. Cogidos de la mano, se quedaron parados en aquel lugar,
rodeados de escombros y basuras; en la acera que acababan de abandonar, los
guardas se desentendieron de los dos jvenes, para ellos era algo rutinario,
como sus labores de vigilancia, a la que volvieron inmediatamente, sin
preocuparse de la que pasaba al otro lado de la calle; precisamente en este
lugar, en la otra acera, unas sombras se movieron, con mucho sigilo, tratando
de rodear a los condenados; los dos jvenes cogidos de la mano, eran una presa
fcil. Pero de pronto, Marta, arrastrando a Eduardo, empez a correr, con
desesperacin, no hacia la acera de enfrente, como hubiera sido lo natural y
quizs lo que esperaban los hombres que los acechaban, sino calle abajo, corra
con todas sus fuerzas, apretando , con fuerza la mano de Eduardo, que
sorprendido, la segua dando trompicones.
Marta se adentr por una calle estrecha, que descenda casi paralela a la
calle en la que haban sido abandonados. Marta no aminoraba la marcha y
apretaba con fuerza cada vez mas feroz la mano de su compaero, que la
segua jadeando por el esfuerzo a que le someta la desenfrenada carrera de la
joven. De pronto sinti que esta lo empujaba, su cuerpo, impulsado por la
marcha y el empujn que recibi de su compaera, entr por un agujero que el
edificio que haba a su derecha, tenia a ras de la acera. Not como caa por una
especie de rampa, todo estaba completamente a oscuras, era una antigua
carbonera; Eduardo lleg al final, dando con su cuerpo contra un montn de
escombros, las ratas , hasta ese momento tranquilas habitantes de la
carbonera, huan chillando; el joven, en medio de su terror, not e que otro
cuerpo chocaba con el suyo y antes de que tuviera tiempo de gritar, una mano,
pequea pero con una gran fuerza, le tapaba la boca, al mismo tiempo que
escuchaba la voz de Marta, que le deca al odo.
.No grites, clmate y qudate quieto hasta que yo te avise.
El tono de la muchacha no dejaba lugar a replicas, era autoritario y algo
para Eduardo desconocido, se poda percibir que tenia costumbre de mandar,
por lo que obedeci, aun en medio del terror, que le produca el notar como las
ratas se movan con desesperacin, huyendo de los intrusos que haban

invadido su territorio y de una suciedad pegajosa que se pegaba a su ropa y


piel.
Mientras tanto en la calle, se escucharon pasos apresurados, los pies de
varias personas, se pudieron adivinar a travs de la poca claridad del agujero,
por el que haban cado. La voz de un hombre lleg a sus odos, como si saliera
de un altavoz averiado, hablaba desde la misma entrada de la carbonera.
.Donde se habrn metido?.
.Creo que han continuado calle abajo.-Nuestros amigos pudieron
escuchar la voz de un segundo individuo.
.Entonces los hemos perdido, con los canbales al final de la calle
no creo que duren mucho, en fin volvamos, esta noche tenemos mas
expulsados.
.Pero estos eran una perita en dulce y adems uno de ellos es una
mujer, podamos haber sacado una buena tajada por ella, despus de
habernos divertido durante algn tiempo.-Contest el segundo individuo,
lanzando una grosera carcajada.
Los pasos se fueron alejando, los muchachos no se movieron durante un
buen rato, al cabo del cual, Marta, con mucha precaucin, se arrastr por la
rampa y se asom al agujero de entrada, volvi la cabeza hacia Eduardo y le
hizo seas para que la siguiera, esta aunque entumecido, se puso en pi,
sacudindose dos o tres ratas que le suban por las piernas. Siguiendo los pasos
de Marta por la rampa, sali a la calle, alcanzando a Marta que lo esperaba
acurrucada en la sombra que proyectaba la casa, muchacha le dijo bajando la
voz.
.Sgueme, procurando no pasar por las zonas alumbradas, aun
estamos demasiado bien vestidos.
Eduardo, sin rechistar, sigui a su amiga, el tono de su voz, el temor y el
cansancio que senta no le permitan preguntar.
Fueron deslizndose por las paredes de los edificios, sorteando escombros y
desperdicios, esquivando las pocas luces que encontraban en su camino. Marta
pareca estar segura de adonde se diriga, se fueron adentrando por calles y
estrechas callejuelas, todas ellas malolientes, llenas de charcos de nieve sucia y
montones de basura. En algunas ocasiones se encontraron con grupos de
merodeadores, que de haberlos descubierto, sin duda, los habran matado,
aunque solo fuera para quitarles la ropa.
Por fin, en una de las calles, Marta seal a Eduardo uno de los edificios;
este se mantena aun relativamente habitable, aunque con las ventanas tapadas
con tablones. El atemorizado Eduardo fue a preguntar algo, pero Marta le tap
la boca con energa y as llegaron al edificio; lo rodearon y nuestro amigo pudo

ver una puerta que de no conocerla nadie hubiera podido descubrir, por lo
menos con la facilidad con la que Marta le haba encaminado a ella. Una vez
dentro Marta le dijo a Eduardo, con voz muy baja.
.Siguem, pero ten mucho cuidado, esta casa est llena de
trampas, por este lado, por el que hemos entrado, es por donde
encontraremos menos, pero aun as, ponte detrs de mi y de esa forma
podr indicarte lo que tienes que hacer para no caer en ninguna de ellas.
Con paso resuelto, y con Eduardo detrs de ella, se adentraron por un
pasillo; cuando la pareja se encontraba en mitad de este, Marta, sin decir nada,
oblig a Eduardo a ponerse a la derecha del pasillo; materialmente pegados a la
pared, Eduardo pudo apreciar que las baldosas del suelo estaban un poco
movidas.
.Si hubiramos pasado por el centro, el suelo se habra hundido
bajo nuestros pies.-Le dijo Marta, al odo de Eduardo.
Llegaron a un pequeo vestbulo, del cual parta una escalera; Marta sac
una linterna de pequeas dimensiones, que tenia guardada en un calcetn y con
ella ilumin una cuerda muy fina, que cruzaba la entrada del primer peldao y
seal a Eduardo un extrao aparato, que estaba a la derecha de la cuerda y
que tena seis grandes cuchillos, uno encima del otro, de modo que cuando
saltaba el resorte que tena y que se accionaba cuando se tropezaba con la
cuerda, los cuchillos se clavaban en el cuerpo del intruso, de arriba a abajo,
matndolo casi instantneamente y desde luego, logrando que el espectculo
que representaba la contemplacin de este cuerpo, desanimara a posibles
visitantes.
Por indicacin de Marta y con grandes precauciones, saltaron la cuerda y
subieron por la escalera, al llegar al primer piso, se adentraron por un pasillo,
en el que haba puertas a ambos lados, aquello haba sido, en otros tiempos, un
hotel; al fondo del pasillo haba otra puerta, ante esta se detuvieron y Marta se
agach para recoger dos grandes palos, que haban pertenecido a la barandilla
de la escalera. Dndole uno a Eduardo le dijo.
.Cuando entremos, veras dos hombres, a estas horas estn
durmiendo, yo me encargar del que est durmiendo a la izquierda, tu del
que te encontraras de frente; cuando veas que golpe al que he elegido,
golpea tu al tuyo, pero no tengas piedad, porque si no lo matas, el te matar
a ti.
Eduardo quiso decir algo, pero un enrgico gesto de Marta le oblig a
callar. En ese momento, Marta arrimaba su oreja a la puerta y despus de
cerciorarse de que no se oa nada en el interior del cuarto, sac una llave y
metindola en la cerradura la gir sin dificultad, asi el pomo de la puerta y
poco a poco y sin hacer el menor ruido, la fue abriendo, mir al interior de la
habitacin y se meti en ella, indicando a Eduardo que la siguiera. Aunque la
luz que entraba de la calle era muy escasa, una vez en el interior, Eduardo pudo

apreciar, que efectivamente, en dos camas de campaa, una situada a la


izquierda y otro de frente, dorman dos hombres; Marta, con paso decidido pero
con sigilo, se acerc al que antes haba elegido, al mismo tiempo que con un
gesto, indicaba a Eduardo que hiciera lo mismo con el que le corresponda;
pero este cuando lleg a su lado se qued mirndolo, paralizado, sin atreverse
ni a levantar el palo que tena en sus manos. Marta, haciendo gestos de
impaciencia, volvi a indicar a Eduardo lo que tenia que hacer, al mismo tiempo
que ella levantaba su estaca y la descargaba, con enorme fuerza, sobre la
cabeza del durmiente, se escuch un ruido sordo, como si alguien hubiera
golpeado un colchn, el hombre, despus de lanzar un apagado estertor se
qued rgido. Mientras tanto, Eduardo haba imitado a Marta, pero con tanta
timidez, que la vctima, aunque aturdido, pudo alcanzar la pistola que tenia
colgada de su cartuchera a la cabecera de su cama; Marta al darse cuenta de lo
que pasaba, acudi rpidamente descargando , por segunda vez, su garrote,
con tanta fuerza, que la cabeza del segundo individuo estall como un meln
cuando cae al suelo, salpicando de sangre la pared cercana.
La intrpida muchacha, cogi las mantas con las que se tapaban sus
vctimas y tap las rendijas de las ventanas, que los tablones que las cubran
dejaban sin tapar; a continuacin encendi unas lamparas, que estaban en uno
de los rincones de la habitacin y que se alimentaban con bateras; en el
edificio no haba corriente elctrica. Cuando la habitacin se ilumin, Eduardo,
que se haba recuperado un poco, pudo observar con mas detalle el cuarto, que
haban invadido. Tenia dos ventanas, a la derecha de la puerta por la que
haban entrado, haba un armario empotrado, enfrente de la entrada otra
puerta que estaba entreabierta, dejando entrever un pequeo cuarto de bao,
en un rincn y empotrado en la pared, quizs en un antiguo armario, era donde
haban instalado la cocina, con un pequeo fogn y un frigorfico, igual de
diminuto, seguramente alimentado, como las lamparas, por bateras; en un
rincn haba una mesa bastante grande, dos sillas colocadas a la cabecera de
cada cama, servan de mesilla, de cada una de ellas colgaba la funda de una
pistola, una peluca despeinada y un chaquetn viejo y sucio, completaba lo que
deba ser el disfraz de los que hasta ese momento haban sido los habitantes de
aquel cuarto y que ahora yacan muertos en sus propias camas, esta ultima
observacin, hizo que un escalofro recorriera la espina dorsal de nuestro
aterrorizado y confuso amigo. Mientras tanto, Marta, estaba revolviendo los
cajones de la mesa, miraba los papeles que encontraba y algunos los pona
encima de esta el resto los tiraba, sin ningn miramiento. Eduardo la miraba
con ojos asombrados, le pareca mentira que aquella persona, decidida y cruel
que estaba contemplando, fuera la misma chica tmida que haba conocido;
pero, al mismo tiempo, senta que ahora la quera mas, que ella tena lo que a el
le faltaba, decisin valenta y porque no, crueldad suficiente para poder
sobrevivir en aquel mundo en el que los haban puesto sus enemigos; porque en
ese momento le pareca que esa era la clave, !crueldad!.
Por fin Marta se separ de la mesa y se encamin al armario, lo abri y fue
sacando la ropa que estaba ordenadamente colgada y sin ningn miramiento,
comenz a tirarla, dejndola esparcida por toda la habitacin, por fin sac dos
maletas vacas y dejndolas en medio del cuarto las abri.

.En el mismo orden en que te d las cosas, guardalas en las


maletas, Eduardo.-Dijo Marta, con un tono mas suave que el que haba
empleado hasta el momento, no quera forzar a su compaero, se haba
dado cuenta de que este estaba al borde del desmayo.
Ella, mientras tanto, empez a buscar algo por las paredes, por fin una de
ellas se abri, corrindose un panel hacia uno de los lados y dejando al
descubierto un archivador metlico y Marta empez a rebuscar en los papeles
que contena, de vez en cuando daba un puado a Eduardo.
.Guardalos.-Le deca, lacnicamente.
De esta forma la primera maleta, pronto qued llena y poco despus, buena
parte de la segunda. Marta dej de sacar papeles, se agach y cuando se hubo
levantado tenia en sus manos unas cajas que tambin dio a Eduardo para que
guardara, en la etiqueta se poda leerBALAS EXPLOSIVAS, su compaero, al
que pareca que ya no extraaba nada, las cogi y las fue guardando en el sitio
que quedaba en la segunda maleta.
.Cierralas.-Dijo Marta.-Mira cario, todo esto es necesario para
poder sobrevivir, son ellos o nosotros, quiero que lo comprendas.-Continu,
mientras lo abrazaba y besaba, como querindolo convencer de que todo lo
haca por el, no quera que la considerar demasiado dura y desalmada.
Y separndose de Eduardo, continu sus idas y venidas por la habitacin,
de vez en cuando guardaba algo en el bolsillo y por fin, le dijo a Eduardo, que la
miraba como si estuviera contemplndolo todo desde otro lugar.
.Ponte una de las pelucas, el chaquetn y debajo de este colcate
la pistola.-Mientras deca esto, ella hacia otro tanto con las pertenencias del
uno de los muertos; Eduardo obedeci la orden pero no us la funda de la
pistola, sino que se la guardo en el bolsillo interior del chaquetn; era como
si quisiera desentenderse de la violencia que representaba aquel arma.
.Cario, coge una de las maletas y salgamos, no quiero que nos
sorprendan aqu dentro.
Eduardo obedeci y sali al pasillo, seguido de Marta que cerr,
cuidadosamente la puerta, despus de haber apagado las luces. Despus de
descender por la escalera que antes haban utilizado para subir de sortear la
trampa y cuando estaban recorriendo el pasillo de salida, Marta coment en un
tono casi festivo, pero que a Eduardo le pereci macabro.
.Cuando a los merodeadores se les ocurra que los dueos de la
casa tardan mucho en salir, y se les ocurra entrar para averiguar lo que les
pasa, empezaran a caer en las trampas, lo que retrasar el descubrimiento
de los cadveres y para entonces no los querrn ni los canbales. Qudate
aqu, yo voy a buscar para transportar y camuflar las maletas, si los

merodeadores las ven, no tardaran mucho en intentar matarnos para


apoderarse de ellas; mientras vuelvo, coge la pistola y no dudes en usarla si
es necesario.
Sali a la calle, enfrente haba un solar lleno de chatarra; despus de
mucho rebuscar, encontr una especie de carro que estaba enterrado debajo de
otros trastos, puso encima algunas viejas chapas y lo arrastr hacia el portal
donde la esperaba Eduardo.
.Eduardo, Eduardo.-Llam, aunque bajando la voz todo lo que pudo.
Este sali, asomando solamente la cabeza y la mano derecha en la que
empuaba la pistola, Marta al verlo no pudo evitar una sonrisa, saba que no
era capaz de usarla.
.No te preocupes soy yo, saca las maletas y colcalas en este
carro.
Eduardo obedeci y Marta lo cubri todo con las chapas que haba cogido
en el descampado.
.Y ahora donde vamos?, no tenemos casa y si nos metemos en
algunas de las que parecen que estn vacas, seguro que tienen trampas
como esta a quiz peores.-Dijo Eduardo con voz quejumbrosa.
.No te preocupes tenemos una casa reservada para nosotros
solos, creem est todo previsto.-Contest Marta abrazando al intranquilo
muchacho, procurando, con este gesto tranquilizarlo.-Tu siguem, no est
muy lejos de aqu.
Se pusieron en camino, sorteando con el carro los montones de basura y
escombros que se amontonaban en las calles. Marta estaba inquieta, con el
carro no podan esconderse en la sombra de los edificios y saba que a estas
horas era cuando los merodeadores salan a la caza de todo lo que pudieran
encontrar y pudiera serles til para sobrevivir en aquel infierno. Cuando apenas
haban recorrido algunos metros, por la dificultad que supona arrastrar el
carro, vieron que unos hombres salidos de la oscuridad, se acercaban a ellos,
en un principio no pudieron determinar cuantos eran, pero cuando salieron a la
relativa luz reinante, pudieron contar hasta seis.
.No son canibales,.-Dijo Marta.-Estos traen garrotes, coge tu
pistola, pero no la uses, si no se cruzan de acera los dejamos pasar de largo,
pero no los dejes que se acerquen, si ves que se fijan con mucha atencin
en nosotros y empiezan a cruzar, dispara sin contemplaciones.-Y mientras
deca esto, ella meta su mano debajo del chaquetn, empuando su pistola,
pero sin sacarla.

No es que nuestros amigos llamaran la atencin por nada especial, con sus
pelucas y sus chaquetones sucios, no destacan del grupo que se acercaba; pero
a veces los merodeadores matan a otros que consideran mas dbiles para
vender sus cadveres a los canbales, cambindolos por utensilios. El
sospechoso grupo continu andando en direccin a los muchachos y no
solamente se cambiaron de acera, sino que esgrimiendo sus garrotes se
dispusieron a atacar a nuestros amigos.
.!Dispara!-Dijo, lacnicamente Marta sacando su pistola.
Son una detonacin, como un caonazo, a uno de los atacantes le
desapareci la cara, en su lugar qued una masa sanguinolenta, el pobre
hombre cay al suelo, con si le hubieran roto los resortes que lo sostenan.
Eduardo, tambin hizo fuego, pero con menos puntera, otro de aquellos
hombres recibi el impacto en un hombro, fue tan fuerte que el desdichado
rod por el suelo, aun con vida, revolcndose, entre gritos de dolor y perdiendo
gran cantidad de sangre por aquella terrible herida; sus compaeros, al ver las
armas que portaban nuestros amigos, huyeron despavoridos.
.Vamos.-Dijo Marta.-Te aseguro que estos, en una buena
temporada, se aseguraran muy bien antes de atacar a nadie.
Emprendieron el camino y cuando pasaban al lado del herido, que segua
retorcindose en el suelo, Marta sac su pistola y lo remat con un tiro en la
cabeza, el hombre, aun se retorci una vez mas y qued rgido con una postura
grotesca, sin cara y casi sin cabeza. La vista de todo esto colm el vaso de
Eduardo, doblndose por la cintura, empez a vomitar, mientras Marta lo
esperaba un poco mas adelante, con una sonrisa sarcstica en los labios.
Cuando Eduardo se sinti mejor, mir a su alrededor y al distinguir donde
estaba Marta se dirigi a su encuentro y sin decir nada se puso a su lado y
reemprendieron la marcha, Marta con voz suave, todo lo suave que pudo
encontrar en su entonacin le dijo a Eduardo.
.Pronto llegaremos a nuestra casa, no te preocupes por los
individuos que nos encontremos en el portal y la escalera, son alcohlicos y
drogadictos, son inofensivos, casi no tienen conciencia ni de que existen.
Al llegar a la altura de una de las casas medio derruidas, Marta dej el
carro a un lado y quitando las chapas que lo cubran, cogi una de las maletas,
mientras deca, sin mirar al asustado muchacho.
.Coge la otra, vamos a entrar en nuestra casa, en nuestro hogar.Termin con sorna.
Eduardo, sin preguntar hizo lo que Marta le haba mandado y la pareja
entro en el portal de la casa; este se encontraba abarrotado de personas
tumbadas en el suelo, que mas que dormidas, estaban aletargadas, el olor era
nauseabundo, irrespirable, nuestros amigos se dirigieron hacia la escalera,

sorteando a los durmientes, empezaron a subir, pero aqu, como en el portal,


estaba abarrotado de cuerpos casi inertes; Marta, sin contemplaciones, abri la
marcha pisando por encima de los que estaban acostados, estos gruan y uno
de ellos, quiz menos aletargado que los dems, quiso coger el pi de Marta,
esta sin pnsarlo dos veces, le propin una patada en la cara y continu subiendo, seguida de un Eduardo que hacia elgun tiempo que no se asombraba de
nada.
Llegaron al primer descansillo y ella, con una lleve que haba sacado del
bolsillo, abri una puerta, que tanto por la distribucin del pasillo como por la
apariencia, a Eduardo le record el otro edificio que haban visitado aquella
noche. Entraron y despus de que Marta hubiera cerrado la puerta con varios
cerrojos y conectado una alarma, encendi unas linternas parecidas a las que
Eduardo yo conoca; despus encendi una estufa que seguramente, funcionaba
tambin con electricidad, el fro en la habitacin era terrible, las ventanas
tapadas con tablones, dejaban pasar un aire helado. La distribucin del cuarto
era sencilla, tena un dormitorio pequeo un cuarto de bao diminuto, la
habitacin donde se encontraban, que era un poco mas grande que el
dormitorio y en esta y en un rincn una cocinita; pero aunque pequeo y con el
mismo aire siniestro de todo lo que haban visto aquella noche, todo estaba
limpio; los pocos muebles que tena, una mesa, cuatro sillas y un silloncito y en
el dormitorio dos camas de campaa, un gran armario y otro armario en la
cocina; eran viejos pero limpios y retaurados con pintura.
.Dchate y acustate, estas muy cansado.-Le dijo Marta a su
compaero, procurando que su voz tuviera una entonacin lo mas dulce
posible, comprenda el estado de animo que su amigo tendra.
.Y tu?.-Pregunt Eduardo con voz desfallecida.
.No te preocupes por mi, aun tengo que hacer algunas cosas, pero
antes descansar un poco en el silln, si me acostara dormira doce horas
seguidas y tengo que dejar resueltos, antes, algunos problemas.
.Es imprescindible que salgas?.-Dijo Eduardo,casi con
indiferencia.
.Si duerme tranquilo y si te despiertas y ves que no he llegado, no
te preocupes y continua durmiendo, en cuanto llegue te dar un beso para
que te tranquilices al ver que he vuelto sin novedad.
Eduardo se meti en el cuarto de bao, Marta le encendi un estufa, aqu el
fro era menos intenso pues no haba ventana. Eduardo sali despus de
ducharse, estaba plido como un muerto, Marta sac ropa de una de las
maletas y se la dio a Eduardo.
.Vistet, hace mucho frio.-Dijo con voz acariciadora, se daba
cuenta de lo mal que lo estaba pasando el pobre muchacho.

.Si hace mucho fro, adems no me encuentro bien, creo que


caer enfermo.-Contest el joven.
.Descansa, maana te encontraras mucho mejor,-Eduardo
contest con un gruido, estaba dormido, las emociones del da lo haban
dejado exhausto. Marta apag la luz de la habitacin y sali; despus de
hechar un vistazo alrededor, sac las ropa de las maletas y las guard en el
armario, as como los dcumentos y cerrando este con un candado, se dej
caer en el silloncito, estaba cansada, pero haba cubierto todos lo objetivos
que se haba marcado para ese da, para cuando llegara el da tan temido,
el de la expulsin. Mir hacia la cama donde dorma Eduardo, sonri con
ternura; que sorpresa se haba llevado, pens, pero tambin, el hecho de
que Eduardo no estuviera enterado de sus planes, formaba parte de ese
mismo plan; el plan, sus planes,!cuanto tiempo haba pasado!, no
demasiado, pero aprecia una eternidad. Record la primera visita, que
Eduardo haba hecho a su casa y sonri, sus ojos se fueron cerrando poco a
poco.....

CAPITULO 4
.Hola cario.-Dijo Marta, cuando lleg junto a Eduardo.
Era el da siguiente al de la visita de este a su casa.
.Que te pareci mi familia?.-Pregunt mirando a su pareja, con
ansiedad mal disimulada.
.Tal y como me la haba imaginado, parecen todos hechos con el
mismo molde.-Contest Eduardo, mientras comenzaban su paseo. Eduardo
con su nuevo aspecto, despertaba la cadicia de las compaeras de Marta
que acababan de salir del Instituto.
.Quiero presentarte a unos amigos, cuando los he contado nuestra
aventura, en el BARRIO, se han mostrado muy interesados en conocerte.La dijo Eduardo cogiendo del brazo y arrimndose a ella con entusiasmo.
.Son de la organizacin?.-Pregunt Marta,
entusiasmada, pero bajando la voz exageradamente.

visiblemente

.Si ahora vamos a un bar, el dueo es amigo, all estaremos mas


seguros que en mi casa.- La propuso Eduardo.
Ambos muchachos se acercaron a una parada de autobs. Despus de un
largo recorrido en este medio de transporte y por indicacin de Eduardo se
bajaron. Marta mir alrededor, conoca la zona, era una parte del Gueto de las

denominadas residenciales, es decir donde vivan las personas mas


acomodadas. En un centro comercial que haba cerca de la parada del autobs,
se encontraba el bar al que haba hecho referencia Eduardo. Entraron al fondo,
tres hombres jvenes y dos chicas tomaban algo sentados en una de las mesas.
nuestros amigos se acercaron.
.Hola.-Dijo Eduardo a modo de saludo, que quiso ser informal.Como os promet traigo a Marta, Marta estos son mis mas ntimos amigos,
Adela, Cati, Roberto, Ramiro y Pedro y !atencin! la estrella !!la famosa!! !!!
Marta!!!.-Termin Eduardo con un tono jovial y desenfadado.
Los jvenes, se levantaron para saludar a Marta, pero en sus caras no se
reflejaba la alegra que hubiera sido natural despus de la informal
presentacin que Eduardo haba hecho.
Hola, mucho gusto, encantado, sintate por favor, como ests?; todos
muy amables, pero sin la alegra propia del momento. Eduardo los mir
extraado y despus de sentarse pregunt.
.Que pasa aqu?, esto parece un funeral, Marta va a creer que no
nos parece bien su presencia en esta reunin.
.Perdona, Marta, tu no tienes la culpa de nuestro estado de animo;
pero aunque tu presencia nos agrada mucho, no podemos remediar estar
apenados como estamos.-Dijo una de las chicas, la llamada Cati.
.Han detenido a dos de los nuestros, esta noche ser la expulsin,Continu otro de los reunidos.
.Pero como ha sido?, los han cogido repartiendo octavillas?.Pregunt Eduardo con ansiedad, recorriendo con la mirada la cara de sus
amigos.
.No ha sido un chivatazo.-Contest Pedro, que haba sido el que
haba hablado antes.-Cada vez ocurre con mas frecuencia.
Eduardo.

.Y no se sospecha de quien puede ser el delator?.-Pregunt


.No tenemos ni idea.-Contest otro de los reunidos, el llamado

Roberto.
.En fin si la condena es de expulsin, aun tienen alguna posibilidad
de sobrevivir.-Dijo Eduardo, estremecindose al mismo tiempo.
.No lo creo.-Contest Roberto.-De un tiempo a esta parte,
seleccionan las zonas por donde los expulsan, a estos les ha tocado la zona
de los cortadores de cabezas, es la nueva poltica, la zona est en relacin
con el grado de responsabilidad que los expulsados tenan en la
organizacin.

Por un momento todos quedaron en silencio. A continuacin Cati, como


queriendo romper el hielo, le dijo a Marta.
.En fin, no te angusties y no pienses que esto ocurre todos los das,
nosotros te podemos servir de muestra y no digamos Eduardo, que lleva
aos viviendo en la clandestinidad.-Y al decirlo, quiso dar a sus palabras un
aire desenfadado, aunque sin conseguirlo, del todo.
Mientras que la conversacin haba tenido lugar, el camarero haba estado
trayendo las consumiciones, por lo que Marta dedujo que este perteneca,
tambin, a la organizacin.
.Bien, en pocas palabras, lo que queramos proponerte es que te unas a
nosotros, pero claro quizs no sea este el mejor momento para hacerlo.Continu Pedro.
Marta se dio cuenta, de que todas las miradas estaban pendientes de ella,
como queriendo adivinar lo que pensaba, temiendo su negativa, ellos no saban
que su propuesta la llenaba de alegra; quera pertenecer a la organizacin;
senta lo que les haba pasado a sus compaeros, pero por encima del temor a
ser detenida, contaba su entusiasmo y adems la encantaba ser la protagonista,
as que contest.
.Bien quiero que sepis que conoca el riesgo que se corre, pero aun as,
me siento muy orgullosa de que me propongis pertenecer a la
organizacin, mi contestacin, por lo tanto, es que si.
!Bien!; esclamaron todos a la vez, al mismo tiempo que se lanzaron a
abrazar a la protagonista, olvidando, por unos momentos, sus tristezas
anteriores.
.Bueno, bueno, ya est bien que a este paso me vais a dejar sin
compaera.-Dijo Eduardo bromeando.
.De momento te daremos misiones poco peligrosas y cuando te sientas
segura y conozcas los trucos para burlar a los vigilantes, podremos
confiarte otros asuntos mas arriesgados.-Dijo Pedro, que pareca era el que
comandaba aquel grupo.
.Una cosa queremos que sepas, aunque en cada grupo tenemos un
coordinador, no tenemos jefe.-dijo Roberto.
Y la conversacin continu por estos derroteros, explicaciones sobre la
organizacin, responsabilidades, preocupaciones, secretos, trucos, etc. De esta
forma fue transcurriendo la tarde.
.Bien, creo que es hora de marcharnos, no quisiera que mis padres
sospecharan nada, su primer encuentro con Eduardo ha sido muy positivo y

no quiero estropearlo.-Dijo Marta, mirando el reloj y haciendo un gesto de


impaciencia.
Pocos das despus de haber tenido esta reunin, nuestra protagonista se
enter, por mediacin de Eduardo, que se reuniran de nuevo, en el mismo sitio
que la vez anterior. Era para asignar compaero a Marta; no fue Eduardo, era
Pedro, un chico con larga experiencia en la organizacin, experiencia que poda
transmitir a Marta; siempre se hacia de esta manera, un veterano y un novato,
era la mejor manera de adiestrar a este en el menor tiempo posible y con los
menores riesgos.
Las primeras misiones que les encomendaron fueron sencillas, vigilancia de
personas; poco despus reparto de octavillas por ciertas zonas del gueto y mas
tarde, segn fue adquiriendo, Marta experiencia, a labores de reparto de
vveres, entre las familias que mas lo necesitaban. En los paquetes de comida
se metan actavillas e incluso cintas magnetofonicas en las que se explicaban
los ideales del movimiento clandestino.
.Despus de algunos meses de dedicarse a este trabajo, Marta se
senta capaz de actuar por si sola. Ella continuaba con sus clases en el
Instituto y cuando finalizaban estas y sus compromisos se lo permitian,
Asista a las practicas de la profesin que haba elegido para el futuro,
asistente social; con la clara, desaprobacin del padre y la indiferencia de la
madre.
Fue un da de otoo, empezaba a hacer fro, sali de su casa para
encontrarse con Pedro, crea que sera una de sus ultimas citas con el, la haban
prometido que pronto actuara sola, pero no queran precipitarse, en los ltimos
meses las detenciones se habian sucedido con mucha frecuencia. Todos estaban
convencidos de que haba un delator, pero no haban podido descubrir quien
era, por esta razn su bautismo clandestino se retrasaba. Lleg al lugar en el
que haban quedado en encontrarse, tuvo que esperar unos minutos, al cabo de
los cuales vio acercarse a su compaero, como siempre con la seriedad que lo
caracterizaba.
.Llego tarde?.-Pregunt.
.No ya sabes que me gusta llegar a las citas un poco antes.
.Bien sigamos calle abajo, no quiero contarte nada estando parados,
el delator conoce todos nuestros movmientos y los lugares de encuentro.
Cuando emprendieron la marcha, en la direccin que Pedro haba indicado,
este empez a hablar
.Vamos a encontrarnos con Cati, hoy tenemos una misin muy
delicada y necesitamos ser tres.
.No puedes adelantarme nada?.

.No, ceem en esta ocasin, la discrecin es primordial, hasta que


llegue el momento, el nico que puede saberlo soy yo, Cati tampoco est
enterada.
Marta no insisti, siguieron andando y unas calles mas adelante se
detuvieron en una esquina.
.Espero que Cati no se retrase.-Dijo Pedro, mirando a sus alrededor;
no le gustaba estar parado, mucho tiempo, en un mismo sitio.
Hacia fro, Marta lo sinti por todo su cuerpo, se arrop con el ligero
chaquetn que tenia puesto, la incertidumbre de lo desconocido, pero sabiendo
que era importante, hacia que se sintiera tensa, con una mezcla de placer y
angustia que la vaciaba el estomago.
En ese momento, uno de los coches que pasaba cerca de ellos; uno grande,
lujoso, muy elegante, par al lado de ellos junto al encintado, Cati asom su
jovial cabeza y dijo.
.Que os parece?, podis subir os llevo a donde queris.
Pedro cogi a Marta por el brazo y la hizo entrar por la puerta de atras y
cuando hubo cerrado, el se coloc delante junto a Cati.
.Estupendo chica, es el coche que necesitbamos, para lo que
tenemos que hacer, tu siempre tan eficaz.-Coment Pedro, con una sonrisa.
Cati ri alegremente mientras pona el coche en marcha y se meta en
medio del intenso trafico. Marta mir el interior del coche, lujoso, lujoso y
grande, esto es lo que le aprecia en una primera observacin, no pregunt,
sabia que no deba hacerlo, por lo que continu con su observacin; mir hacia
la parte delantera, al salpicadero y pudo darse cuenta de que los cables haban
sido arrancados y que haban hecho un puente, ahora saba la procedencia del
vehculo.
Despus de recorrer varias calles en una determinada direccin, Pedro,
acercando su boca al odo de Cati, la susurro algunas palabras que Marta no
logr or, Cati mir con extraeza a Pedro y sin replicar nada, pero con
evidentes signos de disgusto, cambi el rumbo del coche.
Por fin llegaron a una zona del Gueto, en la que las casas que los rodeaban
estaban deshabitadas; era una zona pobre y muy cercana al BARRIO, pero
adems era una zona que lindaba con la de los cortadores de cabezas, una de
las tribus; habitantes del BARRIO que se dedicaban a hacer pequeas figurillas
de los dientes de las cabezas que cortaban a los expulsados y las vendan a los
ricos y caprichosos del Gueto, que se las pagaban a muy buenos precios, pues
era algo que se haba puesto de moda entre, lo que se poda considerar, la alta
sociedad; el resto de los restos, es decir el cadver, se lo vendan a los

canbales; otra de las tribus del BARRIO y que haban llegado a este extremo de
vida por las dificultades, que al principio encontraron para sobrevivir y que en
la actualidad era su medio de vida habitual. Cati detuvo el coche, pero sin parar
el motor, mir a Pedro y pregunt.
.Y ahora que?
.Levanta el cap, que Marta se quede al lado del coche, como si se
hubiera estropeado, de esta forma no levantar sospechas, t y yo iremos a
aquella casa de la esquina, en ella est escondido un huido que tenemos
que acompaar a un lugar seguro, lo llevaremos en el maletero.-Contest
Pedro.
.Bajaron del vehculo, Marta los imit.
.Tu Marta qudate al lado del coche, si ves que se acerca alguien,
tenga o no uniforme, asmate al motor como si estuvieras arreglndolo,
vamos Cati.-Continu Pedro.
Se encaminaron hacia la casa indicada por Pedro, Cati delante, Marta los
miraba como se alejaban. Cuando haban andado unos metros, nuestra amiga
observ como Pedro sacaba algo del bolsillo y con un movimiento rpido lo
empuj hacia los riones de Cati, esta volvi la cabeza, con una expresin,
mezcla de rabia y de sorpresa, entonces fue cuando Marta se dio cuenta de lo
que haba sacado Pedro del bolsillo, era un pual; aun lo empuj un poco mas
en el cuerpo de la muchacha y le dio algunas vueltas, por fin el cuerpo de la
vctima se fue deslizando, a Marta le pareci que muy lentamente, hasta quedar
tendida en el suelo y despus de unos rpidos movimientos de pies y manos,
qued rgida y una mancha de sangre fue extendindose por debajo del cuerpo
tumbado.
De pronto, Marta, sinti una manos que la cogan por los hombros, se
sobresalt mir y era Pedro que la empujaba hacia el interior del coche,
haciendo que se sentara en el; despus el subi por la otra puerta, se limpi las
manos con un pauelo y puso en vehculo en marcha.
.Ella era la delatora.-Dijo, lacnicamente, Pedro.
Marta rompi a llorar, pero sin isterismo, serenamente, cuando su angustia
se le hubo calmado, pregunt.
.Ests seguro?.
.Estamos seguros.-Rectific Pedro y continu.-De no haber
cambiado nuestra direccin, si hubiramos llegado donde al principio nos
dirigamos, nos hubieran estado esperando la polica.
El trafico haba descendido en intensidad, no solo por ser algo mas tarde,
sino tambin por el tiempo, haba refrescado y lo desapacible del ambiente no

invitaba al paseo. Despus de recorrer buena parte del Gueto, Pedro meti el
coche en una callejuela; con gestos indic a Marta que se aperara y sacando un
extrao aparato, que tenia forma de pistola, roci el interior del coche con un
liquido que desprenda un fuerte olor.
.Es para borrar la huellas.-La dijo Pedro al bajar, del vehiculo.vamonos, lo dejaremos aqu abandonado.
.Entonces, estaba todo planeado para eliminar a Cati?, Esa era la
misin de hoy? y era necesario que yo estuviera presente?.-Las preguntas
de Marta eran, casi, como un reproche.
.Si y no creas que te he llevado para que aprendieras nada, pero si
no hubieras venido, Cati habra sospechado, porque tu eres mi compaera;
aunque segn tengo entendido pronto dejaras de serlo, porque te van a
dejar actuar solo dentro de poco, creen y yo tambin, que ests
suficientemente preparada.
Marta asinti, sin pronunciar palabra; senta en su interior una gran
satisfaccin, aunque tambin cierto temor; se tena que enfrentar a una
realidad, sin apoyo, era la primera vez en su vida, que tendra que tomar
decisiones, que tendra que tener iniciativa.
Despus de coger un par de autobuses, llegaron cerca del bar en el que
Marta haba tomado contacto, por primera vez, con la organizacin. Entraron,
alrededor de una de las mesas se encontraban sentados las mismos que haba
conocido aquel da, pero esta vez estaba Eduardo y naturalmente faltaba Cati.
Saludaron a todos y Ramiro pregunt.
.Todo ha salido bien?.
.Si.- Contest Pedro.-Todo acab
Durante unos segundos, todos quedaron en silencio, no era la primera vez
que se enfrentaban a la muerte de un compaero, pero esta vez haban sido
ellos los que la haban provocado; si justificadamente, pero se daban cuenta de
que esto no resultaba un consuelo; pasados estos cortos segundos la
conversacin se generaliz, como si todos quisieran, lo antes posible, olvidar lo
ocurrido.
.Santiago quiere verte.-Dijo Ramiro dirigindose a Marta.
.El jefazo?.-Pregunt esta, con visibles muestras de alegra, pues
saba lo que la quera comunicar.
.Si, maana te llevaremos Pedro y yo, supongo que estars al
corriente de lo que te quiere decir.

.Si.-Dijo lacnicamente la aludida, de su boca no podan salir mas


palabras, un nudo que tenia en la garganta se lo impeda; al mismo tiempo
que responda cogi la mano de Eduardo y lo miraba con ternura.
.Bien, ser mejor que nos marchemos, aunque aqu estamos
seguros, pero es mejor que no tentemos a la suerte.-Esta vez era Pedro el
que hablaba.-Ya sabes Marta, maana aqu a las cinco.
.No faltar, te lo aseguro.-Contest con rotundidad.
Al da siguiente, a la hora sealada, los tres muchachos, Marta, Ramiro y
Pedro, subieron en un autobs; en una direccin que a Marta la resultaba
completamente desconocida. Empleaban este medio de locomocin porque la
organizacin haba descubierto que el uso de coches resultaba altamente
peligroso, debido a los frecuentes controles que la polica hacia por todo el
Gueto. Llegaron a una zona en la que se asentaban grandes edificios, todos
ellos dedicados a oficinas y despachos de abogados y todo tipo de profesionales
liberales. Era la hora de salida de estos centros de trabajo, lo que haca que los
alrededores estuvieran llenos de gente que, frenticamente, trataban de
alcanzar, los autobuses que circulaban con dificultad entre la maraa de coches
que salan de los aparcamientos de aquellos edificios.
Se adentraron por una calle lateral, estrecha pero limpia sin desperdicios y
con muy buena iluminacin; se pararon ante una puerta, pequea, de hierro y
Ramiro llam al timbre, la puerta se abri sola sin que al parecer nadie la
empujara, entraron, era un vestbulo pequeo, iluminado con una luz roja.
Ramiro detuvo a Marta cogindola por un brazo, Pedro cerr la puerta.
.Perdona, pero tenemos que vendarte los ojos.-Dijo el primero.
Marta no respondi y se dej hacer, mientras Pedro cubra sus ojos con una
tela negra. Se sinti suavemente, empujada en una direccin que no poda
determinar; a ella la pareca que caminaban por un larga pasillo y poco despus
se detuvieron, escuch como se cerraban unas puertas y pudo notar que se
elevaba en un rpido y silencioso ascensor, despus de un corto recorrido y de
sentir como se abran las puertas, volvieron a conducirla por lo que a ella la
pareci otro largo pasillo, aunque con los ojos tapados no poda determinar la
longitud de este; llamaron a una puerta, de una manera especial, la pereci que
era una contrasea, entraron, y de pronto no not a nadie a su alrededor, como
si fuera la nica habitante del mundo, ese era la sensacin que tena; alguien
empez a quitarle la venda; cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, se
encontr en medio de un despacho, una habitacin grande y suntuosamente
amueblada y decorada, dio media vuelta y se encontr cara a cara con el.
Era un hombre de mediana edad, delgado, mas bien bajo, con una
expresin en su cara agradable, simptica.

.Hola Marta.-Dijo con una voz demasiado profunda, considerando el


fisico que tena.-Perdona lo de la venda, no es imprescindible, pero le da a
todo una apariencia mucho mas interesante.
Marta no respondi, estaba muy impresionada por lo lujoso del ambiente
que la rodeaba.
.Sientat.-Dijo Santiago, pues era el, sealando un rincn del
despacho, en el que haba un tresillo y una mesita de centro; Marta fue
hacia el sitio que la haba indicado su anfitrin, mirando, al mismo tiempo,
la enorme mesa de despacho que, pareca, extenderse delante de la
ventana.
.No quiero que nuestro primer encuentro sea demasiado oficial.Deca Santiago mientras caminaba detrs de la joven.
Se sentaron, alguien golpe la puerta, al mismo tiempo que esta se abra y
entraba una joven, de aspecto atractivo, que transportaba en sus manos una
bandeja con un sevicio de caf y unas pastas y que deposit en la mesa que
tenan delante.
.Desea alguna cosa mas, D. Santiago?.-Pregunt la joven, mirando,
de reojo, a Marta, mientras en sus labios se dibujaba una sonrisa sarcstica.
.No, nada, que no me molesten hasta que yo avise.
La joven se retir, Santiago sirvi el caf y ofreci una taza a Marta, ella lo
cogi aun con la sorpresa reflejada en su rostro; haba pensado que todo
aquello sera muy diferente, una habitacin oscura, sin ventanas, en fin algo
diferente. Como si hubiera adivinado sus pensamientos, Santiago la dijo.
.S lo que ests pensando, crees que lo que estas viendo no se
ajusta a lo que tu esperabas; bien esto es porque has que has tenido una
mala informacin; si estubieramos ocultos, si nuestra sede fuera tenebrosa,
enseguida nos haramos sospechosos y pronto nos habran detenido y
nuestra organizacin desarticulada; con esta apariencia, a los ojos de los
dems, parece una de tantas compaas que operan en este area, instaladas
en estos edificios, de hecho nos dedicamos a asesorar a capitalistas para
que inviertan, mejor, su dinero, lo entiendes ahora?.
.Si, es como tu has dicho, que estaba mal informada.-Contest Marta, al mismo tiempo que suspiraba, como si la aclaracin de su jefe la
hubiera quitado un paso de encima.
.Bien, entonces vamos con lo que te ha trado aqu, aunque creo
que ya lo sabes, quiero decrtelo con mis propias palabras.
.Mas que saberlo lo supongo.-Contest Marta.

.De ahora en adelante, trabajaras sola.-Continu Santiago, como si


no hubiera odo el comentario de la muchacha.-De momento, en asuntos de
poco riesgo, pero sola, esto es importante, no todos lo consiguen.
.Lo s y te agradezco que te hayas fijado en m.
.Se debe a que eres competente, muy competente.-Recalc
Santiago.-Te he estado vigilando durante todo tu aprendizaje y siempre me
han mantenido informado de tus progresos y me he quedado asombrado de
lo deprisa que has aprendido, pero ten cuidado no te confes.
.No te preocupes si me descubren, no ser por descuido ni por
excesiva confianza.
.Bien, como te deca de momento sern misiones de poco riesgo,
entrega de ayudas, ropa, comida y las octavillas, mas adelante se te
encargaran otras misiones mas importantes, aunque tambin mas
arriesgadas.
.Te aseguro que todas ellas las realizar, con el mismo entusiasmo.
.Lo s, eres una muchacha valerosa, inteligente y desde luego muy
guapa.-Dijo Santiago, acercndose un poco mas a ella y cogindola de la
mano.
Marta aunque sinti como un escalofro de rechazo recorra su cuerpo, se
dej hacer, no quera parecer demasiado remilgada, a los ojos de su jefe; en
aquellos momentos, pensaba que en el mundo de la clandestinidad tendra que
tener las ideas mas abiertas; adems el, no tena porqu saber, que despus de
lo que la haba ocurrido en el BARRIO, no poda soportar a ningn hombre que
no fuera Eduardo.
.Marta.-Empez a decir Santiago, con tono solemne.-Desde el
momento en que ingresaste en la organizacin, me he fijado en ti, he
seguido tu evolucin, tanto en lo que se refiere a tu eficacia, como a tu
forma de pensar y puedo asegurarte que eres de lo mejor que hemos
reclutado, en mucho tiempo; pero me ha ocurrido, que al estar tan
pendiente de ti y observar esos valores que tienes, me he enamorado de ti,
no me interrumpas, fjate que te lo estoy diciendo sin apasionamiento,
framente, no quiero sobresaltarte, conozco tu problema, en lo que respecto
a los hombres; como veras estoy informado de todo y creem respeto tus
sentimientos, solo he querido que sepas lo que siento por ti y si alguna vez
consigues superar tu sentimiento de rechazo hacia los hombres, espero
tener alguna esperanza de conquistar tu corazn.
Marta rompi a llorar, esperaba que Santiago la hubiera propuesto, casi
impuesto la condicin de acostarse con el, pero en cambio haba encontrado un
hombre comprensivo, generoso y desde luego, si como la haba dicho, lograba
superar ese sentimiento de rechazo que senta por los hombres a partir del da

que fue violada, Santiago seria en primero en saberlo y as se lo dijo, entre


sollozos que el trataba de calmar acariciando las manos de Marta.
.Bien calmat.-Continuo Santiago.-Ahora marchart, por mediacin
de Pedro empezaras a recibir las primeras consignas, mas adelantes las
recibirs directamente de mi.
.Gracias, gracias por todo.-Y se fue hacia la puerta y sin siquiera
volver la cabeza, sali de la habitacin.
Poco despus de que saliera Marta, entr la secretaria, fue hacia la mesita y
se puso a recoger el servicio de caf, mientras lo hacia pregunt a su jefe, que
segua mirando a la puerta por la que haba salido Marta.
.Que tal la estrategia? Dar resultado?.
.Creo que si.-Contest Santiago, mientras en sus labios se dibujaba
una sonrisa diabolica.-Ha quedado gratamente impresionada.
La secretaria, una vez concluido su trabajo, sali del despacho, con la
misma expresin que tenia su jefe, en aquellos momentos.

Una vez pasado el tramite, de su entrevista con Santiago y pocos das


despus, nuestra herona, empez a realizar sus primeros trabajos sola; estos
empezaron por ser el de llevar ropa y comida a los mas necesitados y dentro de
los paquetes se incluan octavillas y en algunas ocasiones cintas de casetes con
charlas grabadas, con las que se quera explicar los fines de la organizacin.
Cierto da que Marta se encontraba en una de estas misiones, que para ella
se haban convertido en algo rutinario, entr en una de las casas que
acostumbraba a visitar; en uno de los pisos viva una viuda y sus tres hijos;
subi, hizo la entrega y despus de despedirse de la agradecida mujer, sali
cerrando la puerta tras de s, no haba dado dos pasos en direccin a la
escalera, cuando pis un objeto que alguien haba dejado en el descansillo,
seguramente algn juguete de un nio, sinti un dolor muy fuerte en el tobillo,
se agach para tocarse la pierna, intent andar y el fuerte dolor se lo impidi,
no se atreva a bajar la escalera sola por temor a caerse, entonces decidi
volver al piso y pedir que la seora la ayudara, con infinito trabajo, dio los
pocos pasos que la separaban de la puerta, levant la mano para pulsar el
timbre y en ese momento pudo or la voz de la viuda que deca.
.Ha salido ya la seorita.

.No, aun no, mama.-Contest la voz de un nio.En cuanto la veas salir, baja esos papeles al cuarto trastero, al
montn que tenemos para vender y la ropa a la seora del cuarto, que hace
unos das me la pag.-Volvi a or la voz de la madre.
.La cinta la quiero yo para grabar un disco.-Dijo otra voz, esta vez
perteneciente a una nia, que se notaba mas crecida, que el dueo de la
primera.
Marta se qued con la mano extendida, sin llegar a pulsar el timbre;
sentimientos contradictorios recorrian su pecho, de rabia, de indignacin, pero
tambin, en el fondo de su corazn se encenda una lucecita de comprensin;
poco a poco, baj la mano; con mucha dificultad, por el dolor que senta en el
tobillo, fue bajando la escalera, lleg al portal, sali a la calle y sinti, en su
espalda la mirada del nio que vigilaba su salida. Arrastrando el pi logr llegar
a la parada del autobs y sin atreverse a volver la cabeza, subi a dicho
autobs; abrumada, no solo por el dolor, sino tambin, por las palabras que
haba escuchado.
Este incidente del tobillo, la retuvo en casa varios das; sentada en un silln
del cuarto de estar, lea y pensaba en su nueva vida y cada vez con mas
frecuencia en el incidente de la familia a la que se haba dedicado a socorrer,
las palabras que haba escuchado a travs de la puerta, la tenan obsesionada;
cuantos haran lo mismo?, quiz todos; toleraban a los miembros de la
organizacin, por las cosas que reciban, pero los mensajes no les importaban
nada y trataban de sacar el mximo provecho de las entregas.
Los das de curacin se le hacan largos y tediosos, solo la lectura la
entretena lo suficiente. Aquel da estaba sola en casa, despus de arreglarse,
tom la decisin de bajar la escalera, esta vez sin ayuda, para instalarse, como
hacia siempre en el cuarto de estar. Cuando estaba a mitad de camino, el ruido
de la puerta de entrada hizo que se quedara parada en mitad de la escalera, sus
padre la haban dicho que no bajara sola y no quera contradecirlos. Por el
rumor de las voces se dio cuenta de que era su padre y algn hombre que lo
acompaaba, pudo or como su padre deca.
.Pasa estamos solos, Marta est en su habitacin, no puede bajar
sola debido a la lesin del tobillo, as que no podr escucharnos, en la sala
de estar podremos hablar con libertad.
Cuando ambos hombres, hubieron entrado en dicho cuarto, Marta termin
de bajar, procurando no hacer ruido y se encendi en un hueco que haba al
final de la escalera; desde aqu podra or todo lo que dijeran; la haba intrigado
el misterio con el que se haba comportado su padre.
.Sientat y dime lo que has averiguado.-Deca su padre en ese
momento.

.Bueno, de momento no tengo nada concreto, desde luego el


muchacho es un huido, pero aun no s si pertenece a la organizacin o no.
.Me lo figuraba, me lo figuraba.-Decia el padre.- En cuanto lo
sepas dimel.
.Pero fijat que quiz este asunto salpique a tu hija.-Contest el
desconocido, que tenia una voz ronca y desagradable.
.Siempre se puede decir que ella no sabia nada, que estaba tan
engaada como nosotros.
.Eso ser difcil, el investigador la ha visto salir de casa del chico.
.Pero eso no prueba nada, pudo haber salido de su casa y no enterarse de
las actividades de el.
.Despus de pasar la noche con el sospechoso?, lo dudo y las altas
esferas lo dudarn aun mas que y.-Contet el desconocido, con sorna.
Ambos quedaron en silencio, Marta poda or los pasos de alguien que
paseaba por la habitacin, seguramente su padre y al cabo de un rato de
silencio, este pregunt.
.Y que sugieres que haga?.
.Es difcil de decir, la investigacin est en marcha y no solo por m, la ma
se puede tapar, pero hay otros interesados, el es un huido de hace mucho
tiempo y los jefazos se estn, fijando, demasiado, en el. En fin resumiendo,
te sugiero, que si se descubre, lo denuncies t, antes de que la detengan.
.Yo no podra hacer eso a mi propia hija, por el no me importa, pero ella es
nuestra nica hija, no, no podra.
.Pues creem, no quiero asustarte, pero las consecuencias, que tendrais
vosotros serian terribles, ya conoces sus mtodos, el ordenador central lo
conoce todo, en fin no quiero forzarte; yo en cuanto sepa algo te lo dir y
con tiempo para que puedas decidir, pero no lo dudes mucho, en cuanto se
descubra, todo se desarrollar muy deprisa.
.Tienes razn, tienes razn, tengo que pensarlo sin apasionamiento.-Dijo su
padre, con tono dubitativo.
Precisamente el tono de su voz, fue lo que hizo que Marta sintiera un
escalofro, seria capaz de denunciarla?; empezaba a dudar.
.Tengo que marcharme.-Dijo el desconocido y Marta escuch el
ruido del silln cuando se levant.

.Tenme al corriente y muchas gracias por todo, te acompaar a


la puerta.
Salieron ambos, Marta se acurruc en el hueco de la escalera, escuch la
puerta y como los dos hombres se despedan; despus de cerrar, su padre se
encamin hacia el cuarto de estar, se sent y cojiendose la cabeza con ambas
manos se qued mirando el vaco.
Marta, muy despacio, subi a su habitacin; tena que trazar un plan. Pero
al margen de Eduardo, este era demasiado pesimista, demasiado asustadizo,
enseguida empezara por decir que era mejor entragarse. Ella saba que si los
expulsaban en este momento, no sobreviviran. Para poder sobrevivir en el
BARRIO se necesitaban dos cosas; poder y fuerza fsica, ninguna de ellas eran
patrimonio ni de Marta no de Eduardo. Se qued pensativa, mirando por la
ventana de su habitacin; de pronto tubo una idea, fue como un fogonazo, crea
tener la solucin, al da siguiente empezara a poner en practica su plan.
A la maana siguiente y despus de desayunar en su habitacin, como tenia
por costumbre, desde que se haba torcido el tobillo; se visti con ropa de calle,
tom dos calmantes y cuando el dolor se hizo soportable, baj al vestbulo; la
casa estaba desierta, la haban dejado sola, como ocurra todas las maanas;
dej una nota en la mesita que haba debajo del perchero y ponindose el
abrigo, sali a la calle. Subi al autobs que la conduca al bar donde se reuna
la organizacin y en poco tiempo lleg a su destino. Mir la fachada, la haba
echado de menos en aquellos das interminables, en que su lesin, la haba
mantenido inmovilizada en su casa. Entr con paso decidido; en el bar solo
estaban Pedro y Eduardo, este fue quien la vio primero.
.Marta, cario, como has salido tan pronto?, no puede ser que
tengas el tobillo curado y una recada puede retrasar mucho la curacin.-La
dijo este, a modo de saludo.
.Hola,.-Salud Marta, besando a Eduardo mientras hacia un
gesto con la mano a Pedro.-Estoy mucho mejor, fijaros puedo andar sin
bastn, adems en casa me aburra.
.Bueno, sintate, no sea que empeores por estar tanto tiempo de
pi.-Dijo Pedro.
.Quiero empezar, pero enseguida y si puede ser con la misma
familia que atend el da que me torc el tobillo, quiero tranquilizarlos y que
vean que no ha sido nada serio.-Minti Marta, diciendo todo esto de
carrerilla, como si la faltara tiempo.
.Pues precisamente a esa familia tenemos que llevarla un
paquete, parece que han tenido que socorrer a otros y se les ha terminado
todo lo que tenan del que les llevaste t.-Dijo Eduardo.
Socorrer a otros, menudos sinvergenzas, pens Marta, mientras se
acariciaba el tobillo.

.Te duele?.-Pregunt Eduardo.


.!No!, era solo un movimiento reflejo; no te preocupes estoy bien.Contest Marta, sobresaltndose, al salir de sus pensamientos por la
observacin de Eduardo.
.Pues si quieres puedes llevarlo t.-Dijo Pedro.-En realidad
tenamos problemas, pues como era fuera de programa, no sabamos a
quin mandar; mira aqu lo tengo, pero ten cuidado tiene cintas, las han
pedido en lugar de las octavillas, se nota que son gente que han tomado
conciencia enseguida.
Si si conciencia, conciencia de gravar canciones en ellas y vendrselas a
sus amistades.-Se dijo Marta para si misma.
.Ten cuidado cario.-Dijo Eduardo.-Ultimamente no he querido ir
por tu casa porque me siento vigilado, no s si sern imaginaciones mas.
.Lo tendr, en cuanto a lo de la vigilancia a la que crees que ests
sometido, seguramente ser lo que tu has dicho, imaginaciones. No os
preocupis yo se despstarlos, dame un beso Eduardo.-Bes a Eduardo y
despidindose de Pedro con un gesto, sali del bar, cojeando ligeramente.
Despus de tomar todas las precauciones que la haban enseado; lleg a la
casa donde la familia que conoca y que esperaba el paquete. La mir; aquellas
paredes la traan desagradables recuerdos, pero la haban servido para conocer
lo que el destino la tena reservado y por lo tanto tener tiempo para prepararse
y poder hacerle frente. Subi las escaleras, llam a la puerta, unos pasos se
acercaron, corrieron los cerrojos y se abri la puerta, era la duea de la casa.
.!Pero si es la seorita!, que alegra, no haban dicho que se haba
accidentado a la puerta de nuestra casa, que disgusto, pero pase no se
quede en la puerta.-Dijo la mujer, apartndose para dejarla pasar y dando al
mismo tiempo, muestras de una gran alegra.
Marta, sin decir nada, entr, la duea de la casa cerr la puerta.
.Pase a la sala, toda la familia est en casa.-Continu la anfitriona.
Cuando Marta entr en la habitacin que la haban indicado, todos los
reunidos la miraron con cara expectante; en sus miradas se poda leer la
impaciencia con la que esperaban, el paquete, que Marta deba traer.
.Nos trae el paquete seorita?, cream estamos muy necesitados,
el ultimo tuvimos que compartirlo con otra familia.-Dijo la mujer con voz
quejumbrosa.
.Si lo traigo.-Dijo Marta lacnicamente.

Todos miraron sus manos vacas, con ojos interrogantes.

seguro.

.Pero no lo tengo aqu, sino escondido en la calle, en un lugar

.Por que?.-Pregunt uno de los hijos, un muchacho de, aproximadamente, 14 aos y de mirada aviesa.
.Porque vamos a hacer negocios todos, no solo vosotros.-Contest
Marta con determinacin y un punto de desafo en la voz.
El chico que haba preguntado, se levant y sacando una navaja, dijo a
Marta, con voz amenazadora.
.Ahora mismo nos va a decir donde est, porque si no la rajo.
.No, tu no hars nada, alguien tiene una nota y si en un
determinado tiempo no salgo de aqu, sana y salva, ser entregada a la
polica central denunciando todo vuestro trapicheo y sabis lo que esto
supone, el desahucio, la expulsin etc. etc.-Continu Marta enumerando
todo un rosario de calamidades; todo dicho con tal decisin, que consigui
parar la primera embestida del enfurecido muchacho.
.Pero aqu la polica no encontrar nada.-Contest la madre con
gesto altanero.-As que usted tendra que demostrar, que nosotros
recibimos paquetes de la organizacin.
.Creo que en el stano, encontraran lo suficiente, como para que yo
no tuviera que demostrar nada.
En la habitacin se produjo un silencio pesado, todos quedaron como
petrificados; pareca como si hubiera cado una capa de hielo sobre la familia.
En la calle empezaba a llover, las gotas de agua sonaban al golpear en los
cristales de las ventanas. La madre temblaba de pies a cabeza, saba que en el
stano haba pruebas suficientes para expulsarlos a todos y por la peor zona.
.Est bien, que es lo que quiere?.-Pregunt; despus de sopesar
las consecuencias que tendra, para toda la familia, una negativa a negociar.
.As est mejor.-Contest Marta, con una sonrisa de triunfo.-Yo
puedo proporcionaros todos los paquetes que queris, vosotros los vendis
y las ganancias las repartimos a 50%.
.Muy bien.-Contest la madre, despus de una vacilacin,. que mas
pareca una tctica que una duda real; el resto de la familia pareca haberse
quedado muda.-Lo peor es lo del dinero; no nos pagan de una vez, lo hacen
poco a poco; en fin como pueden.

.!No!.-Dijo Marta con energa.-No solo al contado, sino en el


momento; pagareis en el momento en que traiga el paquete y adems ser
yo quien lo valore, de acuerdo?.
.De acuerdo, lo que usted diga.-Contest su interlocutora, con voz
aterrorizada.
.Bien ahora me marcho, pronto sabris de mi; tener dinero siempre
disponible en casa, me presentar sin avisar y quiero el dinero en el
momento; porque sino adems de no dejar el paquete, puede haber
denunca.-Y dando media vuelta, sali de la casa, dando un portazo.
El efecto de los calmantes, empezaba a dejar de hacer efecto, not que el
tobillo la dola bastante; as que despus de recoger el paquete que haba
escondido, antes de entrar, empez a bajar la escalera con mucha precaucin,
no quera que un pequeo tropiezo, volviera a inmovilizarla en su casa; as que
con todas estas precauciones, no se percat, al llegar al portal, de que una
persona se esconda en la penumbra del hueco que quedaba debajo de la
escalera y cuando Marta pas cerca; el hijo de la duea de casa en la que haba
estado, pues no era otro que el que se haba enfrentado con ella, se le puso
delante y amenazndola con la misma navaja la dijo.
.Eres una hija de puta, no creas que te vas a ir as por las buenas.
.Sabes que si me pasa algo, la denunca llegar a la polica.
.No lo creo, eso es un farol, en casa no he querido decir nada, porque mi
madre se atemoriza enseguida.-Y justo al terminar de decir aquella frase, se
abalanz sobre Marta, con la navaja por delante; la sorprendida muchacha, con
un movimiento reflejo, se apart a un lado; en el impulso el chico, clav su arma
en el panel de madera que cubra la pared de enfrente a el. Marta, al mismo
tiempo que se apartaba, dio un golpe en la cabeza de su enemigo, con el
paquete que tena en la mano, el atacante qued tendido en el suelo sin
moverse, con precaucin, nuestra heroina, se agach y empez a registrar el
cuerpo del cado. Del bolsillo interior de su rada chaqueta, sac unos papeles,
los oje y con una sonrisa que denotaba su satisfaccin, se dijo para s misma,
son las direcciones de los compradores, el chico deba de ser el que se
dedicaba a coordinar toda la operacin. Desclav la navaja de la pared y se
agach sobre el cuerpo tendido;lo rematar pens, levantando el brazo y en
ese momento la sobrevino una nausea, no poda, no tena valor; tir la navaja
lejos y con los documentos y el paquete, sali a la calle todo lo deprisa que sus
pi la permita. En su prisa por abandonar, lo antes posible el portal, no se fij
que un reguero de sangre manaba por debajo de la cabeza del chico que estaba
tendido en el suelo.
Camin por varias calles, sin un rumbo determinado, solo quera poner
tierra por medio. Al cabo del rato y con la imagen, dentro de su cabeza, de todo
lo que la haba ocurrido, se par delante de una cabina de telfonos, entr y
despus de descolgar el aparato, marc el numero de la polica. La lluvia, una
lluvia fina, continuaba cayendo, dejando todo, suelo, paredes, todo, empapado,

pues aquella lluvia mas que caer pareca flotar en el ambiente; as que Marta,
despus de salir de la cabina, qued sumergida en este ambiente de humedad,
al mismo tiempo que una sonrisa se dibujaba en sus labios. La expulsin estaba
servida y que fcil era, como matar a alguien apretando un botn a distancia;
ahora no la extraaba que se denunciaran a tantas personas y al llegar a este
ultimo pensamiento, se estremeci, su padre apareci en su pensamiento,
seguramente a el tambin le resultara fcil denunciarla.
Los das siguientes, fueron para Marta, de una febril actividad. Hizo
contacto con los compradores y despus de explicarles que desde aquel
momento, era ella la encargada de vender. Hizo de aquel comercio, por llamarlo
de alguna manera, una actividad muy lucrativa; en poco tiempo consigui una
considerable cantidad de dinero, que esconda en una caja metlica, que tena
enterrada en el jardn de su casa.
Pero aun no estaba satisfecha, saba que en el BARRIO, no solo hacia falta
dinero; necesitaba tener preparacin fsica. Desde luego esta preparacin, con
dinero, poda conseguirlo en cualquier gimnasio, pero tambin necesitaba
armas y aprender a manejarlas y para conseguir esto ultimo, solo se le ocurra
una sola persona, Santiago y tambin saba que este la deseaba, as que lleg a
la conclusin que ese era el nico camino para conseguirlo. Pero no se decid;
aun no haba superado lo ocurrido en el BARRIO y esto era lo que la impeda
tomar aquella decisin. Por este motivo tuvieron que pasar varios das; y solo
despus de sorprender una conversacin telefnica de su padre, con los
investigadores de su caso, en la que le comunicaban que todo se hara publico
en pocos das; se decidi a hacer una visita a Santiago.
Lleg a el vestbulo del edificio, y subi con una desafiante, determinacin,
al llegar a la oficina y despus de dar los buenos das a la secretaria la dijo, con
voz desafiante.
.Puedo pasar a ver a Santiago?, no tengo cita.
.No importa, tengo orden de dejarla pasar en el momento en que
viniera.-Contest la joven, con una amplia sonrisa.-Espere un momento que
le avise.
Se puso en pi y entr en el despacho, poco tiempo despus sali indicando
a Marta que poda pasar.
Desde la puerta, nuestra amiga, vio que Santiago estaba sentado en el sof,
Marta se sonroj, sabia lo que esto significaba, se acord de la conversacin
telefnica de su padre, para darse nimos.
.Hola, me alegro de que hayas venido, hacia varios das que te
esperaba. La dijo Santiago con voz suave, aunque su rostro permaneca
serio.

Hola.- Contest, lacnicamente Marta, quedndose parada en medio de la


habitacin, tratndose de dar nimos para dar el paso final.
.Sientat.- La dijo Santiago, sealandola el sof.
Despus de que Marta se hubo sentado, Santiago continu.
.Te deca que me alegro de que ests aqu, si no hubieras venido,
te habra mandado llamar.
Marta lo mir extraada; el pacto era que aquel paso lo daran cuando ella
se decidiera y los encargos lo recibira por un intermediario.
.Marta.- Vacilo Santiago y por fin termin.- Has sido denunciada.
.Denunciada?,por que?.- Pregunt la muchacha, fingiendo
sorpresa, al mismo tiempo que el terror se apoderaba de ella, al acordarse
de Cati.
.Ejem, veras.-Volvi a vacilar Santiago.- Alguien te ha denunciado
por vender paquetes y quedarte con el dinero, este acto, en fin, no quiero
asustarte, pero tiene una pena grave.- Dijo Santiago con una entonacin
macabra en la voz.
Marta estaba muy asustada, en aquel momento se hubiera puesto a llorar;
pero consigui dominarse, a duras penas, pero lo consigui y con energa,
aunque fingiendo humildad, dijo.
.Si, tienes razn, pero te aseguro que puedo explicarlo, tengo mis
razones y si estas no hubieran sido tan poderosas, nunca lo habra hecho.Recalc sus pslabras con gestos, como el de retorcerse las manos al mismo
tiempo que hablaba, en parte porque estaba muerta de miedo y tambin
para enternecer a Santiago, que la miraba con gesto serio, aunque no
agresivo.
.Cuenta Marta, desde que me enter de todo este asunto, pens que
tendras poderosas razones y que no lo hacas, solo por afn de lucro.
Con un relato sencillo, per al mismo tiempo, dramatizando, en los pasajes
en los que notaba, que Santiago se mostraba mas sensible. La chica, cont todo
el episodio desde el da en que se enter que seria expulsada, despus de ser
denunciada por su propio padre y justificando para que quera el dinero, que
ilegalmente, consegua. Cuando la muchacha estaba a punto de acabar su
relato, un sollozo, trunc su voz, bajando la cabeza, avergonzada de su
debilidad. Santiago no pudo mas, dejando a un lado su papel de jefe severo,
cogi una mano de marta y con la otra levant su cabeza.

.Lo entiendo, sabia que tendras unas razones muy poderosas para
hacer lo que estabas haciendo.- Dijo mirando, con ternura, la cara y los ojos
llenos de lagrimas de la chica. Esta se dio cuenta de que aquella era una
ocasin de oro para conseguir lo que quera , sin forzarlo, levant un poco
mas la cabeza y la adelant hacia el hombre; este no pudo resistirlo y sin
decir ni una palabra, la bes, un largo beso, que a Marta la pareci que
duraba una eternidad, al mismo tiempo que senta como las manos de
Santiago, empezaban a recorrer su cuerpo. Fue como una sacudida
elctrica, una gran repulsin se apoder de su estmago, pero sabia que
aquello era su salvacin; tena que fingir y adems hacerlo bien, que el
creyera que era cierto lo que ella finga sentir. Entonces hizo un esfuerzo,
cerr lo ojos y pens en Eduardo, as, poco a poco, de razonamiento en
razonamiento, fue consiguiendo vencer su complejo y cuando los dos
cuerpos se juntaron en el sof, Marta goz plenamente del otro hombre que
no era Eduardo y ella lo saba.
Aun le duraba a Santiago el vrtigo de lo que haba ocurrido, cuando
empez a decir.
.Si, se que te expulsarn y comprendo que necesites dinero, para
cuando llegue el momento, aunque de ahora en adelante, no tendrs que
vender paquetes, yo te lo dar; pero necesitas otras cosas, armas,
preparacin para usarlas y lo que es mas importante, informacin,
contactos en el BARRIO.
.Gracias.- Dijo Marta, besando a Santiago, sin pedir nada, estaba
consiguiendo todo la que haba venido a buscar.
.Tenemos que hacer planes muy concretos; no quisiera decirte
esto, pero tu expulsin no tardar mucho en producirse, pero no te
preocupes.- Dijo con energa Santiago, al ver la cara de terror que se la
haba puesto a Marta.- Nos dar tiempo para prepararte; lo que siento es el
tiempo que estemos separados.
.Yo tambin lo siento.- Dijo Marta, fingiendo mas ternura de la
que en realidad senta, pues para ella, pasado el momento, no haba
quedado ningn sentimiento hacia aquel hombre.- Pero lo que no entiendo
es porque dices lo del tiempo que estemos separados, del BARRIO no se
vuelve.
.No te preocupes, tu no estars demasiado tiempo, yo me
encargar de ello.
.Me traers clandestinamente?.
.No, vendrs con todos los honores; pero no adelantemos acontecimientos, lo primero es adiestrarte, veras..................
De esta forma, aparentemente, casual Marta consigui lo que se haba
propuesto. Durante los das que siguieron a los acontecimientos descritos, todo

fue actividad para nuestra herona. Sesiones en un gimnasio, en galeras de


tiro, etc. Hizo media docena de excursiones al BARRIO; siempre acompaada
por varios guardaespaldas, que Marta pens que eran hombres de la
organizacin y quiso indagar, preguntandoles a ellos directamente, pero a pesar
de sus esfuerzos e insistencia, nunca pudo sacarles una sola palabra, que no
fueran las necesarias para adiestrarla de como tena que comportarse y actuar
en el sitio que se encontraba, dentro de aquel antro que muy pronto sera su
hogar. Tambin la explicaron las diferentes zonas en que, tcitamente, se haba
dividido el BARRIO, por sus habitantes y como eran estos, para que supiera con
lo que tendra que enfrentarse en el futuro. De esta forma, pudo enterarse, que
los merodeadores, se encontraban en cualquier parte del BARRIO y el resto de
los grupos, a saber; los canbales, los cortadores de cabezas, los drogadictos y
alcohlicos. Cada uno ocupaba su zona, claro que los mas agresivos, como eran
los canbales y los cortadores de cabezas, hacan incursiones en las zonas
ajenas, cuando los vveres faltaban en la suya; los drogadictos tenan su zona
entre los otros dos grupos y actuaban, en realidad, como un colchn de
seguridad para ambos. Haba otro grupo; al que llamaban los decentes y se les
conoca por este nombre, porque realizaban trabajos, por ejemplo, de
camareros, descargadores, dependientes de las pocas tiendas que haba, etc.,
estos individuos no habitaban las casa, sino que en una zona del campo, se
haban construido chabolas y sus condiciones de vida, siempre comparndolas
con los otros habitantes del BARRIO, era miserable; pero haba un acuerdo
entre los grupos mas violentos, para no molestarlos ni matarlos, los necesitaban
vivos, para que realizaran los trabajos que ellos no queran llevar a cabo. Aun
as, de vez en cuando, sufran algn ataque de los merodeadores, que era el
grupo menos controlado, aunque tambin los menos crueles.
De esta forma, Marta, se fue familiarizando con el sitio donde, en el futuro,
tendra que vivir; al menos durante una larga temporada. Su forma fsica era
muy buena, saba defensa personal y era una alumna aventajada en el manejo
de las armas. Entre las que la dieron a escoger, haba una que a Marta la haba
llamado siempre la atencin, era una pistola grande y pesada, que solo podan
usar los que tenan un adiestramiento especial y que disparaba unas balas que
en su interior tenan un explosivo, que al estar en contacto con el calor del
cuerpo, haca el efecto de una bomba; esta fue, precisamente, el arma que
Marta escogi para usar en el BARRIO.
Cuando lleg a este nivel de adiestramiento, todos sus profesores
consideraron, que estaba lista, para enfrentarse con el angustioso tramite de la
expulsin. Era el momento justo, las ultimas noticias, eran que esta se
producira inmediatamente.
Santiago la llam a su despacho; durante el tiempo que haba durado su
adiestramiento, se haban visto en varias ocasiones; en cada una de ellas, la
haba dado documentos, informacin, para que estudiara y retuviera en su
memoria, porque precisamente en esta ultima entrevista, tendra que
devolvrselos, para que cuando la expulsaran, nadie los encontrara en su poder.

Marta entr en el despacho, Santiago la esperaba en el centro de la


habitacin; fue hacia el se abrazaron y se besaron. Despus de su sesin de
amor y cmodamente sentados en el sof, empezaron a hablar del asunto que
les haba, reunido, la fecha de la expulsin y las ultimas instrucciones.
.Marta.-Empez a decir Santiago, con gesto serio.- Dentro de tres
das os expulsarn; est todo previsto para que esta tenga lugar por la zona
de los drogadictos, pero los merodeadores os estarn esperando, as que
hoy lo dedicaremos a ultimar los planes de vuestra actuacin, durante el
primer da de estancia en el BARRIO.
Mientras Santiago hablaba, Marta escuchaba atentamente y de vez en
cuando asenta con la cabeza, no quera interrumpir, saba lo importante que
era tener todo previsto para ese da.
Santiago; despus de dar a su compaera una serie de indicaciones, sac
un mapa y lo extendi encima de la mesa de centro y ambos, sobre este mapa,
se pusieron a estudiar los planes que para ellos haban confeccionado personas
expertas en estos temas.
ooooooooo
Marta se estremeci, abri los ojos poco a poco, la habitacin estaba
helada, aun se acurruc un poco en el silloncito, mir a su alrededor; la estufa
estaba encendida, as como las luces. Decididamente haba que tapar las
ventanas con mantas, de otra manera se quedaran helados; mir, un poco de
refiln, hacia el dormitorio, pudo or la respiracin, acompasada, de Eduardo,
dorma. De la calle, de vez en cuando, la llegaba el sonido de un disparo, gritos
de dolor o de terror y despus el silencio. No sabia si todo lo que haba
recordado eran realmente recuerdos, o bien se haba quedado dormida y haba
soado.
Mir su reloj, sonri, no se lo haban quitado, algunas veces lo hacan, era
tarde, se incorpor, deba terminar su cometido de aquella noche, despus
descansara si todo sala bien y en una casa mucho mas confortable; termin de
incorporarse.

CAPITULO 5
Santiago, sentado ante su mesa de despacho, trabajaba en unos
documentos relacionados con la empresa que diriga; son el telfono, Santiago
descolg.
.Dime Susana, sabes que a esta hora no quiero que me molesten;
puedes decir que estoy reunido.
Se oy la voz de la secretara.

.D. Santiago, es de la OFICINA.- Esta ultima palabra, la pronunci


con un nfasis especial.
.!Ah!, bien ponme inmediatamente.- Contest Santiago,
estremecindose al mismo tiempo.
Se escuch un clic y Santiago dijo, con voz tmida y un poco
entrecortada.-Si digam, perdone por la espera, a su disposicin.
Una voz profunda, resuelta, autoritaria, de alguien que est acostumbrado
a mandar, se pudo or por el auricular.
.Escuche Vd. bien, Santiago, y no me interrumpa. En su
organizacin, est pretendiendo ingresar una jovencita, bien pues quiero
que lo evite por todos los medios; esta joven se llama Marta, aprendas bien
este nombre, !Marta! y no quiero que ingrese !lo entiende?!.
.Entiendo seor, pero tengo que emplear cualquier mtodo para
impedirlo?.
.Cualquiera que no dae a la chica.- Contest la voz.
.De acuerdo, no se preocupe, me pondr a trabajar en ello
inmediatamente.
.Recuerde, me responde con su vida.- Y colg el aparato,
dejando a Santiago con una expresin de terror reflejada en el rostro. Este,
bajando el brazo poco a poco, tambin colg y apretando un botn del
intercomunicador, dijo.
.Susana, buscar a Pedro rpidamente, que deje todo lo que est
haciendo y que venga a verme.
.Cuando le cito? maana a primera hora?.
.!!!No!!!, !!!ahora mismo!!!, ! lo quiero aqu! !!!ahora!!!.- Grit
Santiago.
.Enseguida.- Contest la secretaria, con voz temerosa.
Nuestro hombre, con la cara descompuesta, solt el botn del interfono y se
levant del silln; empez a pasear por el despacho, las manos a la espalda y la
cabeza agachada, mirndose la punta de sus zapatos. Levant la cabeza, se
acerc a la ventana y mirando por esta, se qued sin meverse, como si estuviera
reflexionando, cuando en realidad lo que haca era tratar de apartar el miedo
que las ultimas palabras de su comunicante, le haban producido.
Haba transcurrido poco mas de media hora; Santiago continuaba en la
misma postura. Se escucharon unos golpes en la puerta.

sueo.

.Quien?.- Pregunt Santiago, como quien sale de un profundo

La puerta se abri con timidez; la cabeza de la secretaria asom por esta y


dijo.
.Pedro est aqu, D. Santiago.
.!!Que pase!!, !! que espera!!?.
La cabeza de la chica desapareci y sin llegar a cerrarse la puerta,
apareci, en esta un hombre joven; que tambin con timidez pregunt.
.Queras verme?.
.Si pasa.- dijo Santiago, esta vez mas calmado.
El recin llegado cerr la puerta, despus de entrar y se encamin a la
mesa de despacho. Santiago se haba sentado en su silln e indic al visitante
que hiciera lo mismo en uno de los que haba al otro lado de la mesa. Una vez
los dos acomodados, Santiago, con aires autoritarios, pero sin alterarse,
empez a decir a su compaero lo que quera de el.
.Tengo entendido que, en la organizacin, quiere ingresar una
jovencita llamada Marta.
.Si.- Contest el recin llegado, animndosele la cara.- Y te
aseguro que es una chica que vale mucho.
.Pues tenemos que impedirlo.
Para Pedro, la contestacin fue, como si le hubieran enfriado la sangre; su
expresin de entusiasmo se le congel en la cara y hasta cambi de color,
ponindose lvido.
.Pero...es que.- Titube Pedro.
.No hay peros, la orden viene de la OFICINA y ha sido tajante,
tenemos que impedirlo; sin daarla.
.Pues va a ser un problema.- Contest Pedro.-Se ha enamorado de
Eduardo y creem es amor.
.Podramos matar a Eduardo?.- Pregunt Santiago, sin emocin
en sus palabras.
.No, eso sera contraproducente, para Marta se convertira en un
hroe y se empeara en ingresa, aun, con mas ahnco.

.Y si lo denunciamos?, lo expulsaran inmediatamente.


.Ella lo seguira y en las actuales circunstancias, duraran muy
poco, los dos.- Contest Pedro, con la mano en el mentn, con gesto
reflexivo.
.Bien, tenemos que pensar alguna solucin; esto es muy serio, la
orden ha sido tajante; dentro de dos o tres das, ven a informarme de la
marcha de los acontecimientos, es urgente, ahora vete.
Pedro, sin decir nada, se levant y fue hacia la puerta, en esta y cuando
tena la mano en el pomo, se volvi y dijo a Santiago.
.Creo que ser difcil hacerla cambiar de idea, es muy obstinada, y
sali. Santiago se qued mirando a la puerta, en su cara se reflejaba la
preocupacin que senta.

oooooooooooooo
A aquella casa no se la poda considerar un chalet; no en el sentido que
siempre se considera una casa a la que se clasifica de ese modo; no, esta era
una mansin, un verdadero palacio; de construccin moderna, pero un palacio.
Rodeada de un inmenso jardn, que por la parte delantera era una gran
pradera, salpicada de setos, que en primavera se llenaban de flores y en la
parte posterior, se extenda un bosque, domesticado; hecho de encargo para el
dueo de la casa y todo esto rodeado de kilmetros y kilmetros de verja
primorosamente forjada, seguramente trasladada de algn palacio antiguo, sin
reparar en el precio.
Santiago, despus de identificarse, ante los guardas de seguridad,
encamin su coche por el sendero que conduca a la puerta de entrada. Aparc
el vehculo y ya delante de la casa, dud si entrar por la puerta principal. La
casa estaba completamente iluminada, se escuchaba msica y risas, estaban de
fiesta. Por fin se decidi, dio un rodeo y encontr una puerta lateral, la entrada
de servicio. Sus piernas le temblaban ligeramente. Llam a la puerta, apareci
un guarda de seguridad que le pidi su identificacin, despus de comprobarla,
le mand pasar. Una doncella se acerc, apresuradamente.

esperando.

.Trae el champan?. dese prisa en descargarlo, lo estamos

.Yo......ver.- Titube Santiago.


.Pero no es Vd. el encargado del almacn de bebidas?, entonces
que hace aqu?, no nos entretenga.

.Por favor, avise a D. Roberto, quiero verle, digal que es


urgente.- Y le dio una tarjeta a la sirvienta, recobrando, de pronto, su
dignidad.
La criada mir la tarjeta, despus a Santiago y dando media vuelta sali
apresurada del vestbulo donde se encontraban; al poco tiempo, volvi con un
mayordomo.
.Sigam, por favor, el seor le espera en el despacho.- Dijo el
mayordomo, dirijiendose a Santiago con aire digno.
Este sigui al mayordomo y despus de recorrer algunos pasillos, llegaron
ante una gran puerta. El mayordomo llam, una voz contest desde el interior,
pero Santiago no pudo distinguir lo que dijo; en ese momento todo su cuerpo se
cubri de sudor fro; el mayordomo abri la puerta invitndole a pasar, as lo
hizo y sinti como la puerta se cerraba a sus espaldas.
El despacho era grande, lujosamente amueblado, con un estilo moderno,
aunque en sus paredes se podan admirar cuadros de pintores de todas las
pocas; una lampara enorme, colgaba del techo y al fondo; a Santiago le
pareci, que a kilmetros de distancia, estaba EL, Roberto Mediavilla, el
todopoderoso, dueo de una inmensa fortuna; este le hizo seas para que se
acercara, Santiago, con las piernas temblorosas, as lo hizo.
.Sintese.- Dijo el dueo de la casa con voz autoritaria.
Como si vinieran de otro mundo, Santiago poda escuchar risas y msica,
amortiguados los sonidos por las paredes de la habitacin.
.Informe.- El dueo de la casa, segua valindose de monoslabos,
seguramente para reafirmar su autoridad.
.Ejem.- Carraspe Santiago.- El informe axaustivo, lo traigo
escrito.- Y dej una carpeta sobre la mesa.- As que resumiendo, para no
hacerle perder el tiempo; el problema es que cuando me he enterado de
que Marta no tena que ingresar en la organizacin, todo estaba muy
adelantado, en fin que yo, en fin.- Titube.- No creo que se pueda evitar que
ingrese.- Y qued como en suspenso, como esperando la reaccin del dueo
de la casa. Este se cogi el mentn con la mano derecha, estuvo un rato
pensativo; cogi la carpeta, la abri y despus de ojear las paginas
mecanografiadas, las guard de nuevo y apartando el silln donde estaba
sentado, se levant y con las manos a la espalda se puso a pasear por el
despacho.
Al cabo de un corto espacio de tiempo, que a Santiago le pareci una
eternidad, dijo, dirigindose a este, que se estremeci al or su voz.

.Bien, parece inevitable; pero si podemos protegera, de ahora en


adelante, Vd. responde de la seguridad de la muchacha. Que no vuelva a
ocurrir lo del BARRIO, deberan haber tenido mas vigilancia, puesto que la
excursin la hizo con un miembro de la organizacin, Vd. debera haber
estado informado, quiero que sancione a ese muchacho y a la chica, repito,
una total proteccin, adiestramiento, dinero, guardaespaldas, todo, ha
entendido?, !!todo!!, todo lo necesario para que no la ocurra nada, cuando
llegue el momento de la expulsin.
Santiago, durante todo el tiempo que dur el discurso de su anfitrin,
asenta con la cabeza y Roberto continu.
.Y al chico, mtelo.
.Pero D. Roberto.- Empez a decir Santiago, con voz atemorizada.en el informe le digo que Marta est totalmente enamorada del chico y que
de momento, sera contraproducente hacerlo.
El magnate se qued pensativo; tena razn aquel gusano, es la impresin
que le causaba aquel hombre, sudando de miedo y dispuesto a arrastrarse en el
momento en que el levantara la voz.
.Bien, djelo, pero sancinele; la naturaleza del castigo la dejo a su
criterio y tngame informado personalmente.
En ese momento, se abri la puerta, la cara de un joven apareci en el
hueco y dijo.
.Hola papa, ah veo que ests ocupado, vendr mas tarde.
.No, no te preocupes, puedes pasar.- Le contest el poderoso
hombre de negocios, aunque en esta ocasin su voz haba cambiado,
suavizandose.
El joven entr; vesta como quien va a emprender un viaje. Su cara era
simpatica y atractiva, su cuerpo el de un deportista; se acerc a la mesa de su
padre, mirando, con curiosidad, a Santiago.
.Me marcho, pap, quieres alguna cosa?.
.No esperas a que termine la fiesta?.
.No, se nos hara muy tarde y quiero llegar a la cabaa antes del
amanecer.
.Ten cuidado, llvate cuatro motoristas, quien te acompaa?.

.Mi novia y tres parejas mas que tu no conoces, pero no te


preocupes, adems de los motoristas, he dado aviso a los guardas de las
autopistas.
Bes a su padre y continu.
.Que terminis de pasarlo bien, seor.- Dijo saludando con la cabeza
a Santiago y se dirigi a la puerta.
.Que pasis un buen fin de semana.- Dijo el millonario cuando su
hijo cruzaba la puerta y continu, esta vez dirigindose a Santiago pero sin
mirarlo directamente.- Es mi hijo.- Y su voz se dulcific, humanozandosele
la expresin de la cara. Pero en cuanto la puerta se hubo cerrado; su cara
volvi a ser la misma con la que se haba dirigido a su atemorizado
acompaante y volvindose hacia este le espet, mas que le dijo.
.Recuerde, total proteccin y
misma facilidad que le puse al frente
aunque de una forma mucho mas
mrchese y dentro de una semana le
marcha de este asunto.

responde Vd. con su vida; con la


de la organizacin, puedo quitarle,
desagradable.- Sentenci.- Ahora
espero para que me informe de la

Santiago se levant y despus de despedirse, haciendo mil y una


reverencias, se encamin hacia la puerta con la mirada del millonario clavada
en la espalda; el tiempo que tard en coger el pomo, le pareci una eternidad y
cuando se encontr en el pasillo,sinti como si volviera a la vida; cerr la puerta
y se volvi: !Ah!.-Se asust; delante de el estaba el mayordomo, con cara de
pocos amigos; con un gesto le indic el camino y ambos emprendieron la
marcha por los mismos pasillos que haban recorrido para entrar.
Santiago se encontr en el jardn, se encamin al aparcamiento y despus
de abrir su coche se acod en el, entonces mir a la mansin; en su cara se
reflejaba el odio.
.Te vas a enterar de mi, viejo asqueroso, no solo te sacar el
dinero, sino que me joder a tu protegida.- Murmur, mientras pona su
coche en marcha y se encaminaba a la salida.
A la maana siguiente, en su despacho, sentado ante su mesa, que ahora le
pareca mas pequea; pensaba en la conversacin que haba mantenido el da
anterior, con aquel odioso hombre. Llegado a un punto de estas reflexiones,
puls un botn de su intercomunicador y la voz de su secretaria dijo.
.Digam, D. Santiago.
.Llama a Pedro, que venga inmediatamente, !inmediatamente!.Recalc.
.Enseguida, D. Santiago.

Santiago se recost en el silln, lo hizo girar y mirando por la ventana, sin


ver, se puso a meditar. Que inters tendra el viejo en esa muchacha?. El no la
conoca personalmente; se propuso remediar aquello lo antes posible, quiz era
una belleza y por eso esa momia la quera para el; pero te aseguro que no sers
el primero, antes ser ma; si es que merece la pena. Continu pensando, con
una sonrisa sarcstica en los labios.
Son el intercomunicador.
.Si.- dijo Santiago, como si saliera de un sueo.
.D. Santiago, aqu est D. Pedro.
.Que pase.- Respondi con voz seca y para sus adentros dijo.-Esta
idiota llama D. a todo el mundo.
Sonaron unos golpes en la puerta.
.!!Pasa!!.-Grit Santiago que tanto protocolo lo exasperaba.
La puerta se abri lentamente y apareci Pedro, que con cara seria
pregunt.
.Hola Santiago, quieres algo de m?.
Pasa y sientat, ahora te lo explicar; es un trabajo delicado, pero no es
peligroso.
Pedro se sent en un silln de los que haba al otro lado de la mesa y
esper.
.Se trata de esa muchacha, de la que te pregunt el otro da y que
segn me informaste haba ingresado en la organizacin; bien, quiero que
seas tu su acompaante y que me tengas informado, en todo momento; se
trata de que se adiestre lo mejor posible, pero sin riesgos, lo entiendes?,
sin riesgos.-Recalc.
Pedro sin decir nada, asenta con la cabeza; notaba el mal humor de su jefe
y no quera interrumpirle.
.Tiene un buen padrino.- Continu Santiago, como hablando
consigo mismo.- Cuando est adiestrada, quiero verla personalmente, para
darla su destino, bien ahora puedes irte, pero recuerda dos cosas, que no se
entere de que est protegida y que no corra ningn riesgo y todas las
semanas vienes a informarme de la marcha de los acontecimientos.
Pedro se levant, al mismo tiempo que deca.

.No te preocupes, todo saldr bien, la ensear todo lo que s y en


poco tiempo podr actuar sola, aunque yo siga vigilndola; pero te aconsejo
que no toques a Eduardo, para ella es como un talismn, despus de su
aventura por el BARRIO, no puede tratar, intimamente, con ningn hombre,
que no sea su amigo; sera capaz de cualquier locura si le pasara alguna
cosa, a el.
.Ah, ese asunto, que locura, irse al BARRIO sin preparacin y sin
escolta, solo se le poda ocurrir a un idiota idealista como Eduardo; bien
sern dos a proteger.
.Bueno me marcho, todas las semanas tendrs mi informe.- Pedro
con paso rpido, fue hacia la puerta y sin despedirse sali, cerrando a sus
espaldas; no estaba contento, no le gustaba actuar como si fuera una
niera, pero no le quedaba otro remedio.
Santiago se levant despacio y con las manos en los bolsillos, fue hacia la
ventana y mirando, sin ver, empez a pensar en los acontecimientos de los
ltimos das. Que quera aquel tipo de Marta?; seguramente hacerla su
amante de turno; pero el sera el primero, volvi a recalcar con insistencia
malsana, no saba si la muchacha le gustara, pero le daba igual, todo era por
vengarse de aquel hombre, de las humillaciones que le haca padecer. Pero
tena que tener cuidado; lo primero era granjearse la simpata de Eduardo, sin
perder autoridad, despus lo dems sera fcil. Aun con estos pensamientos en
su cabeza, dio media vuelta y se encamin hacia la puerta, sali y dijo a la
secretaria.
.Me marcho, hoy no ya no estar en la oficina, djame todos los
recados encima de la mesa y marchat sin esperarme. Sali al pasillo y
estr en el ascensor que le dej, directamente en el aparcamiento. Subi a
su coche, lo puso en marcha; a esas horas, casi todo el mundo estaba en su
trabajo por lo que el trfico era fluido, as que a buena velocidad, se
encamin al bar donde se reuna la gente de su organizacin.
Despus de aparcar, se qued parado en la acera, con la vista clavada en la
fachada del bar; no quera que ninguno de los muchachos, le viera entrar; se
puso en marcha, pero dando un rodeo, por la calle de al lado, buscando una
puerta lateral, que conoca y que le conduca directamente al despacho del
dueo.
Un guarda, que vigilaba esta puerta y que al instante conoci a Santiago, lo
dej pasar sin preguntarle nada. Santiago abri la puerta del despacho,
despus de haber golpeado esta, ligeramente, con los nudillos.
.Hola Santiago.-Dijo el dueo del bar, levantando la cabeza de unos
documentos que tena encima de la mesa.-Sientat y dime que te trae por
aqu; ltimamente no nos visitas demasiado, desde que te codeas con los
JEFES.......

La voz del hombre sonaba sarcstica, pero amigable, en su cara de pez se


reflejaba, lo mismo, la irona que el afecto que senta por su visitante.
.Es un asunto incomodo, un encarguito de los JEFES precisamente.
Santiago se sent y estirando las piernas, sac un paquete de cigarrillos
ofreciendo uno a su amigo, este lo cogi y despus de encenderlo, se recost en
el silln, esperando que su visitante le contara la razn por la que se haba
dignado venir; pero sin preguntar nada, esperando que la iniciativa fuera del
otro; mientras miraba a Santiago con sus ojos hmedos y su cara afilada, que
haca recordar a la de un pez.
Su visitante, en pocas palabras, le explic el motivo de su visita. Quera
conocer a Marta, pero sin que esta se diera cuenta y el sitio que mejor se
ajustaba a sus intenciones era el bar, en el que a travs de un monitor, se
podan ver a los muchachos reunidos.
.Bien, no hay problema; precisamente en este momento, la tienes
sentada con los chicos en la mesa de siempre.-Dijo el hombre-pez al mismo
tiempo que dejaba or una risita, que pareca un chirrido.- Pero no se
porque te preocupan tanto las jovencitas; sabes muy bien que conmigo
tendras todo lo que quisieras.
.Cuando cambie, sers el primero en saberlo.- Contest Santiago,
con indiferencia, mientras miraba el monitor, esperando que su amigo lo
encendiera. Por fin, despus de una corta manipulacin, el aparato se
encendi; la cmara hizo un barrido por buena parte del bar, para a
continuacin quedar parada ante la mesa donde estaba sentada la cuadrilla.
Su amigo seal a Marta, con su dedo largo y viscoso; Santiago mir y
pens que no mereca la pena tanta molestia; aquel individuo poda tenerlas
mucho mejores; en fin, pens, son caprichos de millonario.
.Puedes apagar, solo quera conocerla.- Dijo en voz alta, con
desencanto manifiesto.
.Yo te puedo presentar a algunos chicos que estn mucho mejor
que ella.- dijo su viscoso amigo arrastrando una risita chirriante.-!Ah!, mira
llega Pedro.
A Santiago le extra la entonacin de voz de su acompaante, por lo que
yo mir y pudo distinguir en sus encharcados ojos, una expresin que tambin
se podra distinguir en la mirada de cualquier enamorada. Vaya, vaya, as que
esas tenemos, bien, es bueno conocer los puntos dbiles de tus enemigos, por si
en un momento determinado necesitas usarlos, en su contra. Pens Santiago,
saba que Pedro ansiaba su puesto, por este motivo, este descubrimiento le
daba una gran ventaja.-Bien me marcho.- Dijo en voz alta, al mismo tiempo que
se levantaba.- Cudala y cuando comprendas que est madura me la mandas al
despacho.

El hombre asinti, cerrando sus acuosos ojos, mientras que en sus abultados, pero pequeos labios, se dibujaba una sonrisa, entre sarcstica y tierna.
Sali a la calle, anocheca, no le apeteca coger el coche, as que decidi
andar un rato; tena que ir a uno de los bares que frecuentaba, para un asunto
de negocios. Fue calle abajo, el sitio no estaba lejos. Despus de un corto paseo,
que le sirvi para ordenar sus pensamientos; lleg al bar al que se diriga. Era
un sitio elegante, con portero; entr sin contratiempos, pues era habitual y por
esto le conocan.
El Saln estaba decorado con gusto, aunque un poco recargado; del techo
pendan costosas lamparas de cristal y las mismas, pero en tamao pequeo,
alumbraban desde las paredes; que estaban enteladas en color rojo y de este
mismo color era la moqueta que cubra, confortablemente, el suelo. Se sent en
una mesa, enseguida un camarero, solicito, se acerc a preguntarle lo que
quera tomar; pidi una copa de su bebida favorita y cuando se la sirvieron, se
recost en el silln en el que estaba sentado, encendiendo un cigarrillo. Desde
donde estaba poda distinguir todo el saln; corrillos de polticos, periodistas,
prostitutas de lujo, en fin la nueva casta. Era un sitio elegante, pero no tanto
como el de los JEFES, en los que aquellos frecuentaba no tena entrada ni el
mismo; era el ultimo escaln al que se poda aspirar. Santiago llam al
camarero y pidi otra copa, la primera ya le estaba haciendo efecto, se senta
mas ligero y con la mirada mas clara; se senta muy bien. An tena esos
pensamientos en la cabeza, vio como una muchacha muy bien arreglada y
bonita, se acercaba a su mesa.
.Hola Santiago.-dijo sentndose.- Has trado lo que te ped?.
.Si, aqu lo tienes, esta vez has tardado poco en repartirlo.
.Parecan ansiosos, dicen que esto les quita el nerviosismo, que la
poltica es muy complicada; ja, ja, ja, claro que lo es, si yo te contara
algunas cosas, te quedaras asombrado.
Santiago sin contestar, sac un paquete del bolsillo de su americana y se lo
dio a la muchacha.
.En fin, a mi no me importa, lo que quiero es que consuman
mucho y supongo que tu tambin.- Dijo, desabrido; las palabras de la chica
le haban quitado la sensacin de bienestar que tena, por efecto de la
primera copa, o la causante, no habra sido la segunda? o quizs la
tercera?.
.Bien Santiago, hasta luego, estn tan impacientes que algunos
me estn mirando.
Santiago vio como se alejaba, balanceando el culo; ahora
senta su cabeza con si estuviera en una nebulosa y todos los objetos que no
fijaba directamente con la vista, los distingua, pero borrosos. Levant la

cabeza; en un rincn dos individuos charlaban y rean amigablemente.-Pero si


es aquel tipo, el antiguo militante de la organizacin; el que se march,
gritndome, que estabamos todos vendidos; que se traer entre manos
charlando con el ministro de seguridad ciudadana?; !!que mierda!!.
Santiago dej el vaso sobre la mesa, puso el dinero en el plato que le haban
dejado con el tiket e intencionadamente dej caer la colilla,encendida, sobre la
moqueta, en la que enseguida se empez a hacer un agujero; se levant y se
fue hacia la salida. Sali a la calle, era completamente de noche; las piernas le
pesaban, le dola la cabeza; maana mandara a recoger el coche a algn
jilipollas-lameculos y par un taxi que pasaba en ese momento, le dio la
direccin de su apartamento y se recost entornando los ojos.

ooooooooooo

Haban transcurrido varias semanas; segn los informes que tena, Marta
progresaba muy deprisa; pronto la podran dejar sola; esperaba a Pedro de un
momento a otro, era el da del informe y lo esperaba con impaciencia. Llamaron
a la puerta, tmidamente.
.!!Pasa!!.-Grit Santiago, que cada da le daba mas asco la
blandura y sumisin,(fingida) de Pedro.
Se abri la puerta y como en anteriores visitas, Pedro, entr con una
actitud tmida e incluso un poco inclinado hacia adelante, como si estuviera
haciendo una continua reverencia a su jefe.
.Sientat.-Dijo Santiago, secamente, casi, imitando a Roberto
Mediavilla.-Informa.
.Pues bien, la chica est lista, muy bien preparada; es muy
inteligente, como te he dicho otras veces y por esto ha tardado menos en
aprender.
.Mndamela, quiero hablar con ella; no te preocupes, que ser
delicado y cauto, ir poco a poco, con diplomacia; en realidad, mi secretaria
y yo hemos trazado un plan, que creo dar el resultado apetecido.
.Ten cuidado, si se entera el JEFE...........
.Si nadie se lo dice, no creo que pueda enterarse.-Contest
Santiago, con una entonacin que hizo enrojecer a Pedro.
.Claro, claro, supongo que habrs tomado todas las precauciones.
.Naturalmente, eso no lo dudes.-La misma entonacin anterior
apareci en su voz.

.Tenemos otro problema.-Pedro quera cambiar de tema, se senta


incomodo.
.Relacionado con Marta?.
.No, es Cati.
.Que le pasa esta vez?.
.Quiere una cuenta numerada en Suiza y si no se le concede, nos
amenaza con contar a cierta prensa, todo lo que sabe sobre la organizacin
y es mucho.
Santiago se levant del silln, empujando este, con brusquedad, hacia
atrs; con las manos en los bolsillos de su chaqueta y la cabeza baja, dio una
cortos paseos por el despacho; despus fue hacia la ventana y se puso a mirar a
la calle; su acompaante no quera interrumpir sus pensamientos, saba que las
reacciones de su jefe eran peligrosas; este sin volver la cabeza y con voz que no
denotaba ninguna emocin, pregunt.
.Se la ha tratado de convencer, con algo menos costoso?, un
puesto de mas categora..., no se, algo que la llame la atencin.
.Si y no ha servido.
.La has amenazado?.
.Tambin, pero con el mismo resultado, la expulsin no la
preocupa, tiene contactos en el BARRIO.
Santiago, qued en silencio; al cabo de un rato y sin volver la cabeza,
suspir y dijo.
.Liqudala.
.Pero... que le decimos a los dems?.
.Liqudala. A los que no estn contaminados, diles que era ella la
que denunciaba a sus compaeros; la actual ola de expulsiones, por ese
asunto del transplante de rganos, favorece esa explicacin; a los otros,
simplemente, les dices la verdad, as, de paso, servir de escarmiento.
.Como se har?.
.Encargat tu personalmente.
La habitacin qued en silencio, Santiago segua mirando por la ventana,
con las manos metidas en los bolsillos de la americana; Pedro, sentado, haba
dejado caer la cabezo sobre su pecho, como abrumado por la responsabilidad.
Al cabo de un rato, Santiago dijo.

.Ahora vete, para Marta ser una experiencia mas.


Pedro sin decir nada, se levant y cogiendo los documento que haba trado,
se encamin hacia la puerta; su apariencia era deplorable, los hombros cados
la cabeza inclinada, todo en el denotaba lo que aquella orden supona de
tragedia. Santiago segua mirando por la ventana, sin volverse, not como la
puerta se cerraba, por fin solo.- pens y a continuacin y siempre para sus
adentros.-!!!Que mierda!!!, que ganas tengo de que me deporten a Suiza y
volvindose dio una tremenda patada al silln, que fue a parar al otro extremo
de la habitacin.

CAPITULO 6
Marta se estremeci, el fro era muy intenso, a pesar de la estufa; se
puso el sucio chaquetn, que haba pertenecido al hombre que mat en la otra
casa; cogi su pistola y revisndola sac el cargador de balas normales y
despus de buscar en una de las maletas, le puso, un cargador de balas
explosivas, el resultado de un disparo con este tipo de armas, era como si le
pusieran, a la vctima, un cartucho de dinamita dentro del cuerpo, varios de
estos cargadores los puso en el bolsillo del chaquetn y continu la bsqueda
por el interior de la maleta; sus dedos dieron con lo que estaba buscando, un
silenciador, se lo guard tambin. Despus, la pistola que antes haba reservado
para Eduardo, la carg con balas normales, saba que su compaero no la
necesitara y ella tendra necesidad de usar las dos. Las guardo en las fundas,
una a cada lado del cuerpo, apag la luz de la lampara, aunque no la estufa; una
claridad blanquecina se filtraba a travs de los huecos de los tablones que
tapaban las ventanas. Debe estar nevando otra vez. Penso, abrochndose el
chaquetn y subiendo el cuello del mismo. Despus, tratando de pisar sin hacer
ruido, se acerc al dormitorio y mirando, con ternura, a Eduardo, lo arrop,
sonri al recordar las nauseas del muchacho, durante el incidente con los
merodeadores; despus de besarlo tratando de no despertarlo, sali del
dormitorio y sin pararse en la sala, alcanz el descansillo y a continuacin cerr
la puerta, con un cerrojo de seguridad.
Marta mir hacia el pasillo, algunos drogadictos, de los que abarrotaban la
escalera; haban tratado de cruzar la lnea de seguridad; un campo de rayos
que cruzaba el oscuro pasillo; sus cuerpos, achicharrados, estaban extendidos
por el suelo.- Da resultado.- Murmur.-Por lo menos con estos, espero que
ningn merodeador se acerque por aqu.
Apret un botn en un aparato, parecido a un mando a distancia, que haba
cogido antes de salir y el campo de rayos qued apagado, despus de cruzarlo,
volvi a apretar el mismo dispositivo y la zona qued, otra vez protegida. Baj
la escalera, como la haba subido, pisando y dando patadas a los que,
inconscientemente, queran cogerla; lleg a la calle, estaba nevando con gran
intensidad; el suelo se cubra de un manto blanco. Mejor, con una noche as
tendr menos encuentros.-Pens. Y aprovechando las zonas mas oscuras,
camin por la acera con resolucin. No es que la importara tener algn
encuentro, pero no quera llamar, la atencin y tampoco perder el tiempo; eran

las tres y media de la madrugada y tena que ultimar sus asuntos antes de que
terminara la noche.
Despus de recorrer algunas calles, dando rodeos para esquivar a algn
grupo de merodeador o de drogadictos, lleg a una, en la que destacaba un
local, por su iluminacin; Marta se acerc a la puerta; era un bar-retaurantesala de fiestas, todo en uno; dos hombres, enormes, vestidos con chaquetones
de piel y con la pistolera por fuera de los chaquetones, para que todo el mundo
pudiera verla; custodiaban la puerta de entrada: De las ventanas del primer
piso, asomaban los caones de las armas de otros cuatro o cinco
guardaespaldas; todo un fuerte; a ningn grupo se le hubiera ocurrido asaltar
aquella casa, las armas de fuego imponan en el BARRIO.
La muchacha se acerc decidida, entr en el local, ante la mirada,
indiferente de los porteros. Aquello no era lujoso, ni mucho menos; el local,
haba sido el vestbulo de un hotel; la pintura de las paredes estaba
desconchada, las lamparas haban dejado de existir haca tiempo y el suelo,
aqu y all, tena las baldosas levantadas; del techo colgaban unas lamparas, de
las que Marta conoca y que se alimentaban por bateras; resaltando la
decadencia del local, con su luz fra y directa. En el sitio, que en algn tiempo,
existiera una escalera, haban improvisado una tarima y en ella se encaramaban
siete u ocho msicos; todos ellos pertenecientes a los llamados decentes, que
con desgana arrancaban algo parecido a una meloda, a unos instrumentos
viejos y desafinados; delante de ellos un cantante, gema, mas que cantaba, una
cancin, que incluso, cerca de el se haca dificil distinguir la letra; tal era la
debilidad de voz del individuo. Las mesas, as como las sillas, no eran todas
iguales; cada una perteneca a un lado de cualquier casa; desde sillas y mesas
de cocina, hasta las mas distinguidas de salones de lujo; aunque todas viejas y
desvencijadas.
Marta escogi una mesa cerca de los servicios; despus de sentarse, se
puso a observar el local y las gentes que en aquel momento lo habitaban. Por
entre las mesas paseaban unos individuos, parecidos, por su catadura a los
porteros, aunque sin chaquetn de piel y con las pistolas bien a la vista; un
camarero, sin hacer ruido, se present al lado de Marta; era un hombre
famlico, con aspecto enfermizo; nuestra herona pidi de beber; en el BARRIO,
no se escoga, cada bar tena su bebida, que en la mayora de los casos, se
fabricaban ellos mismos; aunque era mejor no enterarse con qu ni como;
enseguida se lo trajeron, mientras simulaba que beba, continu su observacin
de los clientes. En un rincn unos, alborotadores, canbales estaban bebiendo
aquel brebaje, que enloqueca a la gente; en otra mesa unos cortadores de
cabezas, a los que se les poda distinguir, por sus largos cuchillos, beban casi,
en silencio; este colectivo era mas cauto en sus manifestaciones, en general,
estaban menos embrutecidos por la infame bebida de los bares del BARRIO;
varias mesas estaban ocupadas por merodeadores, con sus largos garrotes y
alcohlicos, muchos alcohlicos, cuando alguno de estos caa al suelo, los
camareros lo registraban, le quitaban el importe de lo que haba tomado y lo
tiraban, sin contemplaciones, a la calle y por ultimo, prostitutas; estas
merodeaban por entre las mesas, sentndose con aquellos que se lo peda y en
ese momento cobraban el servicio, ninguna lo dejaba para despus, se exponan

a quedarse sin dinero: Todas ellas, aunque en su mayora jvenes, tenan un


aspecto lamentable, enfermizas, famlicas y ataviadas, con unos viejos vestidos,
que trataban de rejuvenecer, llenndolos de adornos y abalorios baratos; en un
rincn y sentados ante una gran mesa, los jefes de cada grupo de prostitutas,
merodeadores todos ellos, tomaban nota de los servicios que sus pupilas
realizaban, para despus reclamarlas el dinero o lo que de valor hubieran
obtenido. En realidad, aquellas mujeres eran esclavas, trabajaban por una mala
comida y cuando por enfermedad o por el bajo rendimiento, no interesaba a su
chulo, este la venda a los canbales.
Marta, despus de tirar su bebida, debajo de la mesa, se levant y fue hacia
los servicios, abri la puerta de el de los hombre, comprobando que estaba
vaco, entr, al fondo haba una ventana y debajo un lavabo; de una de las
puerta arranc un trozo de madera, se encaram en el lavabo y con un
destornillador que sac del bolsillo, quit los tornillos que sujetaban la puerta
de la ventana, sujetando esta con la madera que haba arrancado; con una gran
agilidad, sac el cuerpo por la ventana, primero los pies, tanteando y dejndose
caer, se apoy en un saliente de la pared, lo suficientemente grande para que
una persona, aunque no sin dificultad, pudiera caminar por el; despus de
cerrar la ventana, se volvi; estaba en un patio interior, mir hacia abajo,
enfrente y a pesar de la oscuridad, pudo distinguir una puerta; despus de
situarse se dispuso a descender, ayudndose de unos salientes de la pared,
pronto lleg al suelo. Senta como la nieve la golpeaba la cara, los copos eran
como pequeos cristales, que caan con fuerza, empujados por el viento que
soplaba; pero no senta fro, la emocin as como el ejercicio, la mantenan
caliente; se acerc, cautelosa a la puerta, sacando una llave del bolsillo tante y
sin dificultades, pudo abrir, entr en la habitacin estaba, casi en su totalidad,
ocupada por grandes cajas, aquello pareca un almacn; acostumbrada a la
oscuridad, no necesit luz para distinguir, en la pared opuesta otra puerta, se
acerc y cogiendo el pomo tent con cuidado, la puerta se fue abriendo sin
ruido; Marta solo abri una rendija y mir por ella, enfrente de ella, vio un corto
pasillo y al final de este una puerta y delante de ella un individuo que con su
arma bien a la vista, montaba guardia; pero no estaba parado, en ese momento
era cuando llegaba delante de la puerta y dando media vuelta, empez a andar
en direccin contraria; pasando por delante del hueco que haba abierto
nuestra amiga; aunque la penumbra del pasillo, impeda que pudiera ver la
puerta entreabierta y de esta forma repeta su paseo. Marta lo cronometr,
tardaba un tiempo aproximado en cada uno de los paseos. Cerr la puerta sac
la pistola cargada con balas normales, la aplic el silenciador y calcul,
mentalmente, que en ese momento, estara de espaldas, efectivamente, as lo
encontr cuando volvi a abrir sac el arma y apuntado a la nuca dispar, solo
se pudo or una especie de silbido, el matn se derrumb sin exhalar un
gemido, como un mueco. Marta sali y despus de comprobar que estaba
muerto, le quit la pistola y se acerc a la puerta del final del pasillo; a un lado
de esta haba un mirilla, Marta la abri, con cuidado y aplicando el ojo a ella,
pudo distinguir toda la habitacin, sin que la persona que estaba dentro se
enterara de su presencia. La habitacin estaba amueblada como despacho, en
un rincn un tresillo, una mesa de centro; enfrente una mesa de despacho y
ante esta sentado un hombre de unos cincuenta aos, canoso, un poco grueso,
escriba sobre unos papeles.

Mientras miraba, Marta, accionaba en la cerradura, not como la puerta


ceda, cogi con fuerza la pistola y tir de la puerta.
.Te he dicho que no....-Contest el individuo, levantando la
cabeza, con gesto airado.
En ese momento, Marta dispar; un circulo rojo, apareci en la frente de
aquel hombre, que se le puso cara de asombro y levantando los brazos, como si
quisiera asirse a algo, call de espaldas, arrastrando el silln, en el que estaba
sentado, en su cada.
Marta cerr la puerta y sin perder tiempo, tapo la mirilla, rode la mesa y
cogiendo al muerto por los sobacos, lo arrastr, dejndolo en medio de la
habitacin delante de la puerta; despus levantando el silln se sent.
.Tengo que darme prisa, el centinela est a punto de venir a
relevar a su compaero.-Dijo a media voz.
Guard la pistola, sac la que estaba cargada con balas explosivas y
empundola con fuerza, busc con la otra mano en el borde de la mesa, hasta
dar con el botn de un timbre, lo apret al mismo tiempo que diriga su arma
hacia la puerta. Casi inmediatamente, esta se abri y en el hueco a parecieron,
cinco individuos, con la pistola en la mano.
.!Quietos, esta pistola est cargada con balas explosivas, con una
tengo suficiente para mataros a todos!.-Dijo la chica y el tono de su voz as
como la firmeza con la que empuaba el arma, convencieron a los matones.Soltar vuestras armas encima del cadver de vuestro ex-jefe.-Continu,
soltando una pequea carcajada, para festejar el chiste, que solo a ella hizo
gracia, a juzgar por la cara que tenan los recin llegados; estos, despus de
mirarse entre si, decidieron obedecer y el cadver qued regado por las
pistolas, que depositaron encima de el.
.Escuchadme, el archivo del que dispona vuestro jefe y por el
cual funcionaba toda la organizacin, est en mis manos y por lo tanto, sin
m, no podra funcionar y tendrais que haceros merodeadores, cortadores
de cabezas o quien sabe si canbales, as que desde este momento, yo ser
vuestro jefe.
Los matones, que seguan mirando, unas veces el cadver y otras la pistola
de Marta; empezaron a murmurar, unos aprobando y otros con evidentes signos
de protesta. Uno de ellos, un individuo corpulento, se agach, con rpida, para
recoger una de las pistolas; Marta dispar, la bala le entr por un hombro, en
ese momento el desgraciado explot, como si le hubieran colocado un cartucho
de dinamita dentro del cuerpo; todo el despacho qued manchado con los
restos del pobre desgraciado; los otros dieron un paso atrs, con cara de terror,
al mismo tiempo que levantaban las manos. Marta los apuntaba, firme, con su
arma mortal, salpicada la cara de sangre, su aspecto no les deba parecer nada
tranquilizador.

.Est bien, si como dices, dispones de los archivos y despus de


demostrarlo; acataremos tus ordenes.-Dijo uno de ellos, el que pareca
tener algun mando sobre los demas.-Pero si no es as, te mataremos, a
pesar de tu artillera.
.Mi primera orden es que convoquis en la sede, como veis conozco
todo lo referente a la organizacin, a los jefes de los contactos con los
cortadores de cabezas, los canbales y los merodeadores organizados; as
como al coordinador de los infiltrados en el resto de los grupos de
merodeadores y drogadictos. Los espero maana por la maana; de paso
limpiis esto, de forma que quede habitable, para poner al frente de este
sector al que yo designe.
.Quieres que alguien te acompae a la sede?.-Dijo el que haba
hablado antes..No es necesario, conozco el sitio y la escolta me la proporcionar yo
misma y nada de jugarretas, varios de mis hombres quedarn,
estratgicamente apostados y armados con estas mismas pistolas, vigilarn
vuestros movimientos; al primer signo sospechoso, empezar la carnicera,
adems de que los archivos quedaran destruidos. Ahora saldremos todos
juntos, vosotros delante, pero sin correr y sin volver la cabeza, t.-Le dijo al
que llevaba la voz cantante.-T cerca de m; cuando salgamos al saln,
arrastaros por la pared de la derecha, a los portero decirles que entren y
despus de que yo est en la calle, cerris y tirar la llave, por una de las
ventanas. !Andando!.- Concluy Marta, saliendo de detrs de la mesa y
acercndose al grupo que se haba dado la vuelta.
Todos juntos y en el orden que les haban indicado, salieron del despacho y
por una puerta, disimulada que haba en el pasillo, salieron al saln; los
matones los miraron con recelo, alguno llev la mano hacia su arma, pero una
seal del que estaba directamente encaonado, les hizo desistir de su accin.
Sin contratiempos, el grupo, atraves el saln y Marta, sin dejar de apuntar al
grupo con su mortfera arma, sali a la calle, desarm a los porteros, que
sorprendidos no opusieron resistencia y gritando a los del piso de arriba, que
todo estaba bajo su control, extremo que fue corroborado por el interlocutor de
Marta, esper a que hubieran cerrado la puerta y lanzaran la lleve, la cogi del
suelo perdindose en las callejuelas corriendo cuanto pudo, sorteando
montones de basura y sosteniendo, firmemente, la pistola en la mano, no quera
que el encuentro, casual, con algn grupo la sorprendiera y se haba jurado que
si esto ocurra, disparara sin preguntar. Nevaba con fuerza, debido a la carrera
y tambin al viento, senta como los copos la golpeaban en la cara hasta, casi,
hacerla dao, notaba como sus pies se hundan, a cada paso que daba, en la
capa de nieve que poco a poco cubra el suelo. De esta forma y sin ningn
encuentro desagradable,lleg al portal de la casa donde se alojaban. Despus
de subir por aquella escalera, atestada de cuerpos semi-inconscientes, entr en
la habitacin, cerrando la puerta tras de s y apoyando la espalda en ella, se
qued en esa postura, jadeando, pero con una gran sonrisa reflejada en su
rostro.

.!!Lo he conseguido!!.- Se dijo, con jubilo, hablando para si misma.


Las piernas le temblaban; no solo por el cansancio, sino, tambin, por el
miedo que haba sentido; pero al fin todo estaba en su sitio.
.Lo he conseguido.- Repiti, como para convencerse de que as
haba sido. Haba apostado muy fuerte, pero haba vencido; era como si un
hada la hubiera acompaado en todo momento.
Cerr las cerraduras electrnicas, se separ de la puerta, despacio, ahora
ya no tena prisa; empezaba a notar el fro, a pesar de las tablas que tapaban
las ventanas y la estufa que estaba encendida. Fue a por unas mantas y las
cloc en las ventanas de modo que taparan las rendijas que aun quedaban,
entre tabla y tabla; todo esto lo realizaba muy despacio, con mucha calma,
como si quisiera compensar el ritmo que, desde la expulsin, haba tenido que
imponerse.
Por una rendija de la ventana, empez a entrar una luz plida, estaba
amaneciendo, un dia fro, sin sol; su primer dia en el BARRIO, pero,
afortunadamente, en una posicin que no solo les permitira sobrevivir; sino
vivir mejor que la mayora de los habitantes del Gueto; era la ley del mas fuerte.
Satisfecha y porque no decirlo, orgullosa de si misma, entr en el cuarto de
bao y despus de ducharse con una agradable agua caliente, que hizo que su
cuerpo entrara en reaccin, fue a dar un beso a Eduardo, que extenuado, aun
dorma y a rengln seguido, se acost en la otra cama que pareca esperarla
con los brazos abiertos. Casi inmediatamente, se escuchaba en la habitacin, la
respiracin acompasada de ambos.

oooooooooooo

Un agradable olor a caf la despert, aun sin abrir los ojos, pens que se
acababa de dormir; se encogi debajo de las mantas, senta un agradable calor
debajo de la ropa de la cama, pero aquel olor haba despertado su apetito; se
dio cuenta de que no haba comido nada en mucho tiempo, fue abriendo los ojos
poco a poco, la habitacin estaba en penumbra; por la posicin de la cama,
poda ver la sala a travs de la puerta, la luz de esta segunda habitacin estaba
encendida y Eduardo trajinaba en la pequea cocina, no quiso levantarse
inmediatamente y entorn los ojos, aunque sin cerrarlos; vio como Eduardo se
encaminaba hacia la habitacin, entr la mir fijamente y se agach para
besarla.
.Te he despertado?.- Pregunt este.
.No ha sido el hambre.

.Quieres que te traiga el desayuno y despus sigues durmiendo?.


.No, prefiero levantarme, quiero gozar de un da sin sobresaltos,
junto a ti.- Y casi inmediatamente que termin sus palabras, se quit las
mantas se tir de la cama y despus de abrazar a Eduardo se puso la ropa.
Este le dijo, como si quisiera protegera en lo que estaba en su mano,
queriendo compensar el trabajo y los peligros que intua que ella haba
pasado por el.
.Abrgate, a pesar de las mantas que has puesto en las ventanas y
de la estufa, hace mucho fro.
.Me pondr dos jerseys, el chaquetn, quiero desinfectarlo, creo
que durante mi excursin ha cogido piojos.
.Tienes que decirme donde has estado, me despert una vez y me d
cuenta de que estaba solo; hubiera salido a buscarte, pero lo desconoca
todo, hasta la manera de salir de la casa.- La dijo el muchacho, mientras
pona la mesa.
Despus de comer te lo contar; hiciste bien en no salir.- Contest Marta,
sirvindose una taza de caf y sentndose, mientras se la tomaba a pequeos
sorbos, sujetando la taza con las dos manos para calentrselas.
.Pero dime, como es que en la casa haba de todo?, hasta pan, de
todo.
.Estaba preparado, nuestros amigos lo pusieron para nosotros, lo
tenan todo previsto para el dia de nuestra expulsin.- Contest Marta,
mientras se preparaba un bocadillo con el fiambre que Eduardo haba
puesto sobre la mesa.
.Nuestros amigos?, los conozco?, como es que yo no estaba
enterado?.
Marta, entre bocado y bocado, le fue contando a su compaero, todo, o casi
todo, lo que la haba ocurrido, desde que entr en la organizacin; omitiendo
sus aventuras con Santiago, naturalmente,. Eduardo se qued pensativo, coma
distrado y sin mirar a Marta dijo.
.Pero no me explico porque queran protejernos y precisamente a
nosotros y porque entrenarte a ti.
.No s, pero en cierta ocasin, Santiago, me habl de un hombre,
un ricacho, un tal Roberto, no concret nada, pero me dio a entender que
tena especial inters en protejerme.
Eduardo, volvi la cabeza hacia Marta, despacio, con el bocadillo en la
mano, paralizada, de pronto en su trayectoria hacia la boca.

.Y tu le conoces?.- Pregunt a media voz.


.No, desde luego, es demasiado importante, pero algn da me
gustaria agradecrselo personalmente.- Contest la muchacha, con un tono
distrado y sin dar importancia a sus palabras, mientras se serva otra taza
de caf.
Eduardo la mir con atencin, suspir y continu comiendo, pero no se
quedo tranquilo, en su interior bullan sentimientos encontrados; pensaba que
nadie se molesta por un desconocido y adems, porque precisamente por
Marta?; tendra que averiguarlo, si, como deca Marta, salan del BARRIO.
Incluso en algn momento de su reflexin, los celos le opriman el pecho; pero
por culpa de quien? de Santiago o del desconocido Roberto?, no lo saba, pero
se propuso averiguarlo.
.Y que haremos ahora?.- Pregunt, en voz alta.
.Todo est resuelto, como te he dicho; dentro de unos das, nos
trasladaremos a otra casa, mucho mejor montada y mas grande; ahora
nosotros somos los jefes de esta organizacin y desde esa casa dirigiremos
todas las las actividades.
.Pero te das cuenta de que es una organizacin de delincuentes?.
Si, desde luego, pero de ahora en adelante, tendrs que olvidarte de tus
escrpulos. En primer lugar y bajo el punto de vista de algunos de los
habitantes del Gueto, tu tambin eres un delincuente y por otro es la nica
manera de sobrevivir en este lado y supongo que no querrs morir o malvivir,
que es aun peor.- Contest Marta, en voz alta, aunque no senta el enfado que
aparentaba, pero con esta actitud quera forzar a Eduardo a aceptar la
situacin, sin que siguiera objetando otras cuestiones de ndole moral.
.Si claro.- Contest el muchacho, con sumisin, aunque sin acabar
de convencerse.
Terminaron la comida; despus de recoger, Marta se acost, no haba
dormido suficiente. Eduardo de sent en el silloncito y se puso a pensar,
rumiando sus planes para el futuro; tena que descubrir aquel misterio; al
mismo tiempo tena miedo de lo que al hacerlo pudiera resultar, pero lo que no
quera era ignorarlo.

CAPITULO 7
Por fin su casa, su lujosa casa, pues de esta forma se poda catalogar a
aquel edificio al que haban llegado y que les servira de refugio, durante el
tiempo que permanecieran en el BARRIO. Un lujo, si, aunque los muebles
fueran de la mas diversa procedencia, eran casi nuevos y acondicionaban tres
plantas de un edificio de cinco; el bajo y el ultimo, lo ocupaba la guardia

personal de Marta, hombres entrenados y armados con las famosas pistolas y


rifles que disparaban aquellas balas explosivas; la casa era un verdadero fuerte
que se poda decir que era inexpugnable.
Marta y Eduardo la recorran con atencin; la satisfaccin se reflejaba en la
cara de nuestra herona, el, sin embargo, tena una expresin seria y distrada,
como si quisiera desentenderse de todo, igual que el comportamiento que
pudiera tener cualquier rey consorte. Durante la inspeccin de la casa, estaban
acompaados por un individuo de corta estatura, con la cara un poco
puntiaguda y los ajillos pequeos y situados muy separados y un poco a cada
lado de la cara, de forma que cuando se le miraba de frente, no se podan situar
sus ojos delante de la cara, por estos detalles de su fisonoma y por el hecho de
tener una voz aflautada, a cualquiera de sus acompaantes les haca recordar a
una rata y este era precisamente el apodo por el que se le conoca, El rata.
Otros tres individuos, estos como guardaespaldas, los acompaaban un poco
mas alejados, luciendo sus pistoleras, aprecian distrados, Pero nada escapaba a
su vista, mirando siempre atentos, sobre todo a las ventanas; que como no,
estaban tapadas con tablones; pero sin llegar a cubrirlas completamente, para
que pudiera pasar la luz del exterior y por encima de las rendijas y para evitar
el fro, haban clavado plstico transparente; por lo que la temperatura del
interior de la casa era bastante confortable; el edificio contaba con calefaccin
central, que se poda mantener gracias a que todo el perteneca a la
organizacin.
.Hemos quitado todo lo que consideramos que era demasiado
personal y que perteneca al antiguo habitante de la casa.- Deca en aquel
momento el El Rata, no queriendo nombrar directamente al antiguo jefe.
.Me gusta.- Dijo Marta con aire satisfecho e hizo un ademan con
el que pareca que quera tomar posesin de todo lo que abarcaba su
mirada.
En ese momento llegaban delante de una gran puerta, El Rata la abri, se
puso a un lado de ella y dijo a Marta, con todo la solemnidad que su aflautada
voz le permita.
.Jefa, este es su despacho; el puesto de mando desde el que
dirigirs todas nuestras operaciones.- Y se inclin ceremoniosamente.
Los dos muchachos entraron; primero Marta, despus Eduardo; la
habitacin, como el resto de la casa, estaba bien amueblada, pero sin respetar
ningn estilo. Marta hizo un gesto de aprobacin.
.En la pared tienes un cuarto acorazado.- Dijo El Rata, que
haba entrado en ultimo lugar y cerrado la puerta a continuacin, dejando
fuera a los guarda- espaldas.
.Ese cuarto lo emplear para guardar el archivo; quien conoce la
conbinacin de la puerta?.

.Despus de que la ajustes t, nadie mas.


.Bien, entonces lo har ahora, dame las instrucciones.
El Rata dio a Marta un folleto y prudentemente se apart, para que esta
pudiera, sin temor a ser observada, poder cambiar la combinacin de la puerta.
Eduardo hizo lo mismo, sentndose en un silln que haba en un rincn con un
gesto de indiferencia. Marta empez a maniobrar en el mecanismo de la
cerradura al mismo tiempo que ojeaba el folleto y dijo apartndose de la puerta,
al poco de sus monitoras.
.Bien esto est, ahora quiero quedarme sola, tengo algunas cosas
que guardar y despus revisar los documentos de mi antecesor; tu Eduardo
qudate.- Dijo al ver que el muchacho empezaba a levantarse.
.Ya me voy.- Dijo El Rata.- En la puerta dejo a dos guardaespaldas; como jefe de seguridad, no quiero que te pase lo que a tu
antecesor.- Y en sus ajillos apareci un brillo sarcstico.- Al antiguo jefe de
seguridad le cost la vida.- Y despidindose, con la mano, sali del
despacho, cerrando la puerta a continuacin.
Marta, haciendo un ademn, para que Eduardo no hablara; sac un aparato
del bolsillo y con el recorri toda la habitacin, sin descartar ningn rincn,
palmo a palmo y cuando termin y con una sonrisa de satisfaccin en la cara,
dijo a su compaero que miraba extraado.
.Estaba buscando micrfonos, no nos podemos fiar de nadie, esto
tenemos que hacerlo todos los das. Te he dicho que te quedaras, porque
quiero que tu tambin conozcas la combinacin del cuarto acorazado;
somos socios y aunque para todos, yo soy la jefa, nosotros sabremos que lo
somos los dos.
.No, lo siento, yo no quiero ser jefe; te ayudar en todo, pero no
quiero tomar decisiones ni mandar.- Ante la mirada que le diriga Marta,
mitad de extraeza y mitad de enfado, Eduardo se explic.- Comprendo que
todo esto es por nuestra supervivencia, pero creo que podramos haberlo
intentado como tantos otros, sin entrar en esta organizacin de criminales.
.Te parecen mejores los canbales? o Quizs los cortadores de
cabezas, preferiras ser merodeador?; claro que podramos ser decentes,
pero si hacemos balance de lo que ramos en el Gueto, para lo nico
hubiramos servido, en este lado, hubiera sido para vctimas. !No querido!
baja de tu pedestal, si no fuera por todo lo que hemos hecho estaramos
muertos, entrate, !muertos!.
Eduardo baj la cabeza y con una voz dbil, como si quisiera hablar consigo
mismo, dijo.

.Pero es que todo lo estoy haciendo desde que hemos entrado en


el BARRIO, me parece una traicin a los ideales en los que he credo
siempre y por los que he luchado.
.Si, pero considera que para poder luchar con eficacia, necesitas
estar en la cumbre; desde abajo no conseguirs cambiar nada.
.Y tu crees que te dejarn estar lo suficientemente arriba?,
porque si no es as sers una sierva de ellos, aun mayor que estn abajo del
todo.
.!!Llegaremos!!, !!llegaremos!!, a esa cumbre, yo te lo garantizo.Contest Marta, henchida de orgullo; motivado por lo ltimos triunfos; pero
que Eduardo interpret, como que Marta saba algo que el desconoca; se
propuso averiguarlo.
.Espero que en el camino a esa cumbre, no nos dejemos nada
demasiado importante.- Contest Eduardo.
.En todos los caminos se deja uno algo y s, algo tan importante
como es el entusiasmo de la juventud, pues esta, enfrascados en la lucha
diaria, se pasa sin darse uno cuenta.- Contest Marta, en un tono muy bajo,
por lo que Eduardo, casi no la entendi y ya con voz normal.- Pero dejemos
estas consideraciones por ahora. Vamos a comer; de ahora en adelante,
tendrs hasta criados que te servirn; si es que tus escrpulos lo pueden
aguantar.- Y cogiendo a Eduardo por el brazo, lo empuj hacia la puerta;
este gru y se dej conducir, salieron.

ooooooooooooooo

Das despus, Marta, haba tomado posesin de la jefatura de la


organizacin. Sentada ante la mesa de su despacho ojeaba algunos papeles,
informes en su mayora, de los ltimos trabajos que se haban realizado;
llamaron a la puerta.
.Adelante.- Dijo Marta, levantando la cabeza.
El Rata asom por la puerta y entr.
.Hemos recibido este aviso del Gueto.- Dijo el recin llegado,
dando a Marta un sobre que traa en la mano.

La chica cogi el sobre, lo abri y despus de leerlo despacio, levant la


cabeza, mirando al Rata.
.Sientat.- Le dijo.- Es el encargo de un trabajo especial.- El
Rata escuchaba con atencin, mientras se repantingaba en el silln.Tienes que reunir los camiones, tambin el frigorfico, algunos coches
blindados y una buena escolta; tenemos que recoger un cargamento en la
frontera.
.De armas?.- Pregunt El Rata.
.De armas y de droga; pero antes tenemos que pasar por el
matadero; date prisa prepralo todo y pasado maana temprano saldremos,
sabes donde est Eduardo?.
.Si, est en los archivos.
.Dile que venga; no espera ir yo misma.- Dijo levantndose y
saliendo de detrs de la mesa. Segua vistiendo como un hombre, en el
BARRIO era un buen disfraz. El Rata tambin se levant, ambos salieron
del despacho y cada uno se encamin haca un lado del pasillo. A Marta la
siguieron dos vigilantes, como si fueran su sombra, los mismos que antes
montaban guardia en la puerta. Subi al piso de arriba; despus de recorrer
un largo pasillo, entr en una habitacin guardada por varios hombres
armados que la saludaron al acercarse. En aquel momento, Eduardo,
revolva en un cajn, se sobresalt al ver entrar a Marta; inmediatamente
cerr el cajn y la salud dndola un beso.
.Te entretienes?.- Pregunt Marta con tono carioso.
.Si paso el rato.- Contest, el , evasivo.
Salieron, siempre seguidos por los guarda-espaldas; recorrieron el camino
de vuelta al despacho. De vez en cuando, desde la calle, se escuchaba algn
disparo. El dia segua cubierto, aunque la nieve haba dejado de caer; pero el
fro era muy intenso, a pesar de los plsticos en las ventanas, la calefaccin no
consegua caldear la casa suficientemente; solo en el despacho se disfrutaba de
una temperatura confortable. Se sentaron.
.Hemos recibido un aviso del Gueto, tenemos que recoger un
cargamento en la frontera; una operacin importante, pero muy peligrosa,
me gustara que t no vinieras; de esta forma si me pasara algo a m, tu te
quedaras de jefe.
.No, sabes que no quiero serlo y acompandote si nos matan no
necesitaramos a la organizacin y adems ya sabes lo que me aburro
estando aqu metido.

Marta lo mir fijamente; saba lo que se aburra, se haba negado a


encargarse de nada; por eso y despus de encojerse de hombros y para alejar el
peligro de suicidio, debido a la depresin, le dijo.
.Bien, vendrs, pero no cometas imprudencias; espero que por lo
menos cojas un arma.
.Solo la pistola.- Se refera a la que Marta le haba dado el primer
da que llegaron al BARRIO y que conservaba como un talismn.
.De acuerdo, pero el cargador tienes que cambiarlo, ha pasado
mucho tiempo y no me fo del estado en que se puedan encontrar las balas.Eduardo asinti con la cabeza y Marta continu.- Bien, mira este ser el
plan.- Y sacando un mapa del cajn, lo extendi encima de la mesa;
Eduardo arrim su asiento y Marta, con un lpiz, fue indicndole el camino
que recorreran. La verdad, es que Eduardo la escuchaba sin or, no le
interesaba el plan, sus pensamientos estaban en el archivo; buscaba algn
documento que le indicara como Marta, haba llega a ese nivel; pero no
saba por donde empezar, haba empezado por los archivos, porque aunque
saba que Marta haba llegado al BARRIO entrenada, tambin es cierto que
dentro de este, tendra que tener a alguien que la estuviera esperando para
protegera y ensearla los lugares donde tena que atacar para hacerse son
la jefatura de la organizacin. Pero de momento no haba podido averiguar
quien poda ser esta persona; quiz El Rata; pero no, este no tena
conexin directa con el Gueto; en fin seguira buscando.
La voz de Marta le llagaba como un murmullo, el, de vez en cuando, emita
algn gruido, que tanto poda servir de aprobacin como de pregunta, para
una posible aclaracin; pero en realidad, no se haba enterado de nada de lo
que la muchacha le estaba diciendo.
ooooooooooooooooooo

Se preparaba la operacin; era el dia sealado. En los alrededores de la


casa la actividad, era febril, en las inmediaciones se haban acordonado varias
bocacalles, los vigilantes patrullaban con las armas dispuestas para disparar.
Delante de la puerta se alineaban cinco camiones de gran tonelaje y uno
especial, frigorfico, de pequea capacidad, pero con un motor que le poda,
incluso, hacer volar; alrededor de este pequeo camin, haban montado una
guardia especial. Delante del convoy, un vehculo blindado, con un artefacto en
la parte delantera, hacia recordar a un quitanieves y detrs un coche, un
turismo, muy grande a continuacin y cerrando filas, otros vehculos blindados,
aunque estos sin el artefacto en su parte delantera. El paisaje que se divisaba
desde la parte exterior de la casa, recordaba el de una ciudad bombardeada;
enfrente de la sede de organizacin, se abra una calle ancha, salpicada de
montones de escombros y basura; todas las ventanas de los edificios que
estaban habitados, con las ventanas cubiertas con tablones y el resto de los

edificios, medio derruidos, sus ventanas aprecian bocas bostezando, con


algunas puertas colgando. La nieve cubra todo, una nieve sucia, llena de
excrementos y de las alcantarillas, que aun no se haban atascado, sala un
hedor pestilente. Los motores en marcha, rugan, de vez en cuando, acelerados
en vaco, por sus conductores, que en sus puestos, esperaban la seal para
partir. En aquel momento salieron de la casa, una treintena de guardias
personales de Marta, con sus armas especiales y en grupos de diez se situaron
alrededor de los vehculos blindados, cinco guardias mas de los que patrullaban
por las calles, al lado de cada camin y una vez que todos estuvieron en sus
puestos, salieron del portal Marta, Eduardo y El Rata, rodeados de cuatro
guarda-espaldas. Aquello pareci una seal, de la calle que estaba enfrente a la
casa, se escuch un gran gritero y una horda de gente, hombres y mujeres,
corran hacia el cordn de separacin; caminaban como sonmbulos, sin armas,
gritando y gesticulando.
!!!Los drogadictos!!!.- Grit una de los guardianes.
!!Disparar primero al aire!!!.- Grit Marta.
As lo hicieron, una andanada de disparos, se perdi en el cielo; pero los
atacantes, si es que a estos desgraciado sin orden y casi sin conciencia, se les
poda considerar de esa forma; hicieron caso omiso y continuaron con sus gritos
avanzando a la carrera. Los primeros estaban llegado a la barrera de
separacin.
.!!Fuego, fuego!!.- Volvi a gritar Marta.
Una descarga cerrada y en el suelo quedaron la casi totalidad de la primera
fila de los vociferantes, pero esto no sirvi, para que los dems se detuvieran,
as que los disparos continuaron; era como cazar patos, los guardianes solo se
tenan que preocupar de disparar deprisa, muchos de los que se acercaban,
caminaban con algn orificio de bala en el cuerpo, pero no pareca dolerles ni
sentirlo, seguan corriendo hasta que su cuerpo se vaciaba de sangre y
entonces caan como fardos.
Cuando el tiroteo era mas intenso y por lo tanto todos tenan su atencin
puesta en una direccin; por la calle que quedaba a espaldas de los camiones,
sonaron disparos; algunos vigilantes cayeron, heridos o muertos, incluso algn
guardia personal de Marta aunque estos estaban mejor protegidos.
Inmediatamente, los guarda-espaldas, rodearon a Marta y sus acompaantes y los metieron en el portal; la joven se qued en la puerta para poder
dar las ordenas, aunque bien protegida.
.Que pasa pregunt Eduardo.

.Nos han entretenido con los drogadictos para poder atacarnos


por detrs; son merodeadores, lo que no entiendo es como han conseguido
las armas.- Continu y a rengln seguido.- !!!Fuego, fuego!!!.
Su guardia personal, apunt cuidadosamente sobre los nuevos atacantes,
que haban hecho una carnicera entre los descuidados vigilantes de aquel lado.
Los proyectiles silbaron y cuando hicieron impacto en los cuerpos de los
atacantes, estos explotaron; los trozos de cuerpo sanguinolentos saltaron en
todas direcciones; los huesos de las vctimas servan como metralla, pare herir
e incluso matar a los que estaban a su alrededor. Cada andanada de proyectiles,
dejaban esparcidos, por todas partes, trozos de personas, muertas o heridas,
gemidos, insultos, sangre, una visin dantesca. Aquello no continu mucho
tiempo, eran unas armas muy poderosas para los atacantes, que solo contaban
con pocas y rudimentarias pistolas; los que quedaban con vida y podan andar
huyeron; en el suelo quedaron los heridos mas graves, abandonados por amigos
y enemigos, revolcndose en la sangre y que muy poco despus moriran. Los
canbales se encargaran de hacer limpieza, esa misma noche, como aves de
rapia.
!!Alto el fuego!!.- Grit Marta, saliendo del portal, seguida de Eduardo y de
el El Rata y rodeados por los guardaespaldas.- Subamos a los camiones; da
la orden Rata.- Continu, mientras se encaminaba haca el coche, que
esperaba con la puerta abierta por uno de los guardias de su escolta.
.!!Todos a los camiones!!.- Grit el Rata; subiendo al coche
detrs de Eduardo.
Los motores rugieron, los vehculos empezaron a caminar, con el
quitanieves a la cabeza; pronto se vera su utilidad. Esta especie de tanque,
apartaba los escombros y los montones de basura y de esta forma dejaba libre
el camino al resto de convoy, que a poca velocidad avanzaban por las desoladas
calles del BARRIO. Se internaron en la zona de los canbales; seguramente
habra otra refriega; en previsin los guardas, asomaban sus armas a travs de
las ventanillas de los coches y camiones; el camin frigorfico era,
especialmente, protegido, casi tanto como el vehculo en el que viajaba Marta.
Poco despus, unos gritos y algunos disparos, les anunciaron el ataque; una
descarga cerrada de parte de los guardias fue suficiente, las balas explosivas
eran contundentes, los atacantes se retiraron, no sin dejar numerosas bajas.
.Donde vamos.- Pregunt Eduardo; al darse cuenta de que
salan de la ciudad, aunque el campo que contemplaba, era an mas
desolador que el propio BARRIO. Por donde alcanzaba la vista, no se poda
distinguir mas que arena, todo pareca un desierto, un desierto salpicado de
montones de basura y chatarra, sin una planta, solo arboles secos y
retorcidos; Eduardo suspir.
.Los pesticidas, el uso abusivo de estos productos, es el causante
de este desastre.- Dijo El Rata, que observaba como Eduardo estaba
mirando aquel desierto helado.

.Y aquella colina?.- Dijo este, sealando un montculo coronado


por arboles que, aunque secos, continuaban en pi y de ellos colgaban lo
que a nuestro amigo le aprecian frutos, que por la distancia y el resplandor
de la nieve, no poda distinguir a que especie pertenecan.
.!La colina de los desesperados!.- Dijo El Rata, lanzando una
carcajada.
Efectivamente, segn se acercaban, Eduardo se pudo dar cuenta de que los
que colgaba de los arboles, eran hombres, hombres ahorcados; algunos casi
reducidos sus cuerpos solo a los huesos debido al tiempo que haca que estaban
colgados, sin que nadie se hubiera molestado en enterrarlos.

amigo.

.Quien los cuelga?.- Volvi a preguntar nuestro desconcertado

.Nadie, son gente que, bien, por enfermedad, cansados de


padecer, vienen aqu para poner fin a todo; la mayora son decentes, aunque
tampoco faltan de los otros grupos; nunca canbales ni drogadictos.Contest El Rata, con voz ronca.
Despus de que el convoy rodeara la citada colina, vieron aparecer un gran
edificio, circundado por una alambrada.
.Mira Eduardo ese es el matadero; es la primera meta de nuestra
excursin.- Le dijo Marta, queriendo quitar dramatismo a los pensamientos
de su compaero.
.Es por eso por lo que llevamos el camin frigorfico?.
.Si tenemos que trasladar algo a la frontera.
.Ser que no tienen bastantes filetes.- Comento Eduardo, en un
tono indiferente.
Marta y El Rata se miraron, el rostro de ella muy serio, el del Rata con
un gesto de irona, sus ojillos chispeaban.
Llegaron al portn, que parta en dos la alambrada, en la que de trecho en
trecho, colgaban unos carteles en los que se poda leer, ELECTRIFICADA. A una
seal del primer vehculo el portn empez a moverse y cuando estuvo completamente abierto, el convoy pas al patio que formaba el edificio,
construido en forma de herradura. Los camiones, reculando quedaron parados
en unos muelles de carga que se extendan a lo largo de uno de los lados del
patio; el frigorfico, pas por una gran puerta abierta a la derecha del muelle y
el coche en el que viajaba Marta, par en la puerta del edificio central y por la
que en ese momento salan, los que aprecian formar parte del comit de
bienvenida; un hombre de grandes proporciones, cincuentn, musculoso. Su
vestimenta consista en unos pantalones, que no se poda distinguir si eran de

lona o de otro material impermeable, pero que brillaban como el charol desde
su intensa negrura; un chaquetn de piel completaba su atuendo; un gran
machete, que colgaba a la cintura, eran las armas que a simple vista se poda
observar; su cara poblada de una barba canosa y una gran melena que cubra
su cabeza, le daban un aspecto feroz, aunque no desagradable. A Eduardo le
record a los cortadores de cabezas que haba visto en el BARRIO y as se lo
dijo a Marta, extremo que la muchacha confirm, aclarndole que este grupo
colaboraba con la organizacin estrechamente; detrs y completando el grupo
salieron algunos hombres armados con fusiles; todos ellos quedaron parados en
la puerta, esperando que los recin llegados descendieran del coche y poder
darles la bienvenida. Los primeros en hacerlo fueron los guarda-espaldas con
sus temibles armas, despus El Rata, que se par al lado de la puerta, pues
como responsable de la seguridad no quera correr riesgos, ni aun con los que
consideraban sus colaboradores; Marta baj y enseguida meti sus manos,
enguantadas, en los bolsillos de su chaquetn impermeable; mir a su
alrededor, como si curioseara, aunque lo que en realidad haca, era vigilar los
tejados y por ultimo fue Eduardo el que apareci por la puerta del coche; este
no se preocup de vigilar, solo curioseaba; aquello no le pareca un matadero;
no se vea ganado por ningn lado y adems no tena ese olor caracterstico,
que el recordaba de cuando, en sus tiempo de estudiante, visit uno. Se encogi
de hombros y sigui al grupo que se encaminaba haca el comit de recepcin,
con su poco tranquilizador jefe a la cabeza; este se adelant y extendiendo sus
manos, tanto en seal de saludo, como para mostrar que no tena armas; toc
pero sin coger, las manos de Marta.
.Bienvenida a mi fabrica, esperaba tu visita, me han contado tus
hazaas y estaba ansioso por conocerte.
.Gracias, de ahora en adelante nuestras relaciones sern mas
frecuentes, por lo menos en los prximos meses, en el Gueto estn
necesitados de mercanca.- Contest Marta, con una sonrisa, que en ningn
momento quiso que pareciera amable y continu.- Me gustara conocer todo
el sistema de fabricacin.
detalle.

.Si, podis pasar, yo personalmente te lo explicar con todo

El nutrido grupo, pas al interior del edificio; este estaba limpio y se poda
observar que era de reciente construccin; entraron en una especie de sala de
juntas, que tena una mesa central y encima de ella una maqueta. Tanto los
visitantes como el director, se pusieron en torno a ella y sentndose en los
sillones que la rodeaban, esperaron a que el anfitrin empezara con las
explicaciones. Inmediatamente despus de sentarse, les sirvieron un delicioso
caf que fueron saboreando mientras el barbudo director les explicaba, sobre la
maqueta, donde estaban situados las distintas dependencias. cuando termin y
dirigiendise a Marta, el hombretn dijo.
.Bien, ahora haremos un recorrido por las diversas instalaciones;
comprobars que todo est en orden y de esa manera podrs informar a la
Oficina.

Salieron y emprendieron su andadura por un pasillo, en el que en su parte


izquierda se podan ver las oficinas, a travs de una pared acristalada; unas
instalaciones nuevas, equipadas con los mas modernos aparatos; todo lo que
hasta el momento estaban viendo tena impresionado a Eduardo, quizs el mas
escptico y el mas ignorante de las diversas realidades del BARRIO. Al finalizar
aquel pasillo pasaron, a travs de una puerta, a otro igual que el anterior; pero
en este, que en realidad era una pasarela elevada, en lugar de las oficinas, solo
tena una pared, preciosamente, decorada con un artstico mural. Enfrente una
gran pared acristalada, dejaba pasar la luz del sol, no se vea el paisaje
desolado que haban contemplado antes de entrar; sino un bosque bellsimo y
era a travs de las ramas de los arboles, por donde se filtraba la luz del sol, de
un sol que Eduardo no se poda explicar, pues el cielo que haban dejado atrs
era plomizo y amenazaba con empezar a nevar de un momento a otro. En la
inmensa sala que se extenda debajo de la larga pasarela, hombres mujeres y
nios, paseaban, tomaban alguna bebida, coman. Eran cientos; sus
movimientos eran pausados, la mayora formaban parejas y muchos llevaban un
beb en un carrito; todos estaban bien vestidos, como los habitantes de Gueto,
no se aprecian en nada a los que haba observado en las calles haca poco
tiempo, incluso ellos estaban peor vestidos que los que estaba observando en
aquella gran nave. Pero algo extra a Eduardo, no poda escuchar sus voces,
se saludaban con movimientos de cabeza e incluso de labios, a los nios se les
vea gesticular, pero no se poda escuchar nada, ningn sonido; Eduardo alarg
las manos como queriendo tocar el aire delante de el.
.Pensas que tienes un cristal delante?, no, es que no hablan.- Le
dijo El Rata, que estaba a su lado y era el nico que haba observado el
movimiento de sus manos.
.Pero porque?.
.No levantes la voz.- Volvi a contestar El Rata, aceracandose
mas a Eduardo, para poder bajar la voz, de modo que los dems no se
enteraran de lo que estaban hablando.- Estn operados de las cuerdas
bucales; pero calla, te lo explicar mas adelante.
.Pero los nios.
.Tambin, !calla!.
.Por aqu.- dijo, en ese momento el inquietante director.
La comitiva empez su recorrido por la pasarela; esta haca un giro a la
derecha y de esta forma, tanto Eduardo, como sus acompaantes, pudieron ver
la pared que quedaba debajo de la pasarela; apreciando lo que pareca una
colmena; diversos pisos con pequeos apartamentos, uno junto al otro y
tambin abajo y arriba; pero con una de las paredes de cristal, de modo que
desde donde ellos estaban se podan ver el interior de todos las habitaciones.
Todos aquellos apartamentos estaban muy bien amueblados y contaban con
todas las comodidades que un ser humano pudiera desear, pero desde luego la

intimidad no se poda decir que estuviera garantizada; por lo menos esto es lo


que pens Eduardo al ver aquellas viviendas.
Marta asenta de vez en cuando, ante las sucintas explicaciones del hombre
del chaquetn de cuero; aunque la muchacha no preguntaba mucho, se notaba
que conoca los detalles del lugar.
El grupo, sali por una puerta que haba al fondo y el aspecto de las nuevas
instalaciones que se abrieron a sus ojos, hicieron pensar a Eduardo en un
hospital moderno, limpio; las enfermeras y los mdicos iban y venan, atareados
en sus quehaceres; fue a preguntar algo y El Rata, cogindolo del brazo, lo
hizo callar con un gesto. La pared derecha de esta nuevo pasillo, estaba
ocupada por puertas a distancias regulares, lo que hizo pensar, a Eduardo, que
eran habitaciones del hospital; creencia esta, que poco despus quedara
desmentida, al enterarse que estas habitaciones, en realidad, eran quirfanos.
A la izquierda, grandes ventanales, dejaban ver el patio central; desde donde
estaban se poda apreciar que aun se encontraban en el edificio central.
Llegaron a una puerta, esta mayor que las anteriores y que daba acceso a una
gran habitacin en forma de anfiteatro, seguramente para estudiantes, o para
observadores, o para ambos a la vez, pens Eduardo al verlo. A una indicacin
del director, se sentaron alrededor de una gran claraboya, en el centro del
anfiteatro y debajo del cristal que lo cubra, un quirfano redondo y en el centro
una mesa de operaciones, encima de ella y atado un hombre completamente
desnudo, haca esfuerzos para soltarse y aunque abra la boca, de esta no sala
ni un solo sonido; los enfermeros y los mdicos, vestidos con las ropas tpicas
de cualquier cirujano, entraron; una de las enfermeras, puso una inyeccin al
paciente, pero sin ninguna precaucin ni cuidado, lo que hizo que el pobre
hombre, torciera el gesto debido al dolor que le produca.
.En este momento el paciente es anestesiado.- Dijo la voz de uno
de los mdicos; que al parecer su nica misin consista en ir explicando
todos los pasos de la operacin, a travs de un micrfono.
Sin tapar al paciente y una vez que este se hubo dormido, empez la
operacin; el cirujano cortaba y extraa rganos y los depositaba en unos
contenedores especiales que haba en la mesa de la lado; pero en ningn
momento se molest en detener la hemorragia que desangraba al paciente y
que desaguaba por un tubo que tena la cama de operaciones. Eduardo no pudo
soportarlo, se tambale en su asiento, el color de su cara desapareci y hubiera
cado a no ser por El Rata que cogindole por los sobacos y con una fuerza,
que nadie hubiera adivinado en su frgil cuerpo, lo levant y ambos, con
Eduardo, casi a rastras, salieron del anfiteatro, ante la sonrisa sardnica del
resto de los asistentes.
El Rata, llev a Eduardo a los servicios mas cercanos, conoca el sitio sin
duda; aqu pudo vomitar y despus de que su circunstancial amigo le hubo
lavado la cara; empez a sentirse mejor, mir al rata y con una voz que
pareca salir de un agujero, pregunt.

.Pero porque esa carnicera?.


.Todava no lo sabes?. Es para extraer los rganos y
transplantrselos, en el Gueto, a gente de la Oficina.
.Pero los donantes?....
.No son donantes, son gente expulsada, que los mantienen con
vida, sin voz, para que no armen escndalos; con todas las comodidades,
eso si; los mdicos opinan que esta tranquilidad espiritual, hace que sus
rganos estn en mejores condiciones.
.Pero si tambin he visto nios, ellos que hacen aqu?.
.Si los rganos de estos son mas sanos; cuando empezaron a
escasear los expulsados, construyeron los apartamentos que has visto y
fomentaron la unin por parejas de las prisioneros, de esta forma y al tener
descendencia, tenan rganos nuevos, de nios, que al estar criados para
este fin, estn controlados por los mdicos.- Eduardo volvi a vomitar.
de voz.

.Pero tantas rganos necesitan?.- Pregunt Eduardo, con un hilo

Conozco a alguno de la Oficina, que parece un puzle.- Contest El Rata.


.Y que rganos se extraen?.
.Todos.
.Todos?
.Todos, incluso el pito.- Contest, una vez mas, El Rata,
mientras de su garganta sala una risita, que pareca el chillido del animal
que daba nombre a su apodo.- Te encuentras mejor?; entonces salgamos,
no conviene que se dn cuenta de tu ignorancia de estos temas y sobre todo
que no se den cuenta de tus escrpulos, ese jodido director, sera capaz de
cortarte la cabeza con su machete, sin que pudiramos intervenir .
Salieron, ambos; el resto de la comitiva, estaba ya en el pasillo,
esperndolos; al verlos aparecer, gastaron alguna broma sobre el olor a hospital
y la gran cantidad de sangre que haban provocado el desvanecimiento de
Eduardo. Continuaron el recorrido, despus de dispensar al muchacho, del
resto de la visita y quedando de acuerdo en que se veran en el coche; un
empleado acompa a nuestro amigo hasta el patio.
El resto del grupo, sali del pasillo de los quirfanos y se intern en una
nave, que tena dos puertas automticas, que comunicaban con los quirfanos,
por ellas y en unas cintas transportadoras, que circulaban paralelas, salan, por
una los cuerpos inertes de los que fueron pacientes y que en aquellos
momentos, eran ya cadveres y por la otra los contenedores con los rganos

que poco antes se haban extrado de aquellas personas; al final de esta cinta,
se cargaban en camiones como el que haban trado el convoy de Marta y
cuando no haba camin frigorfico disponible, se almacenaba en frigorficos,
cuidados por personas muy especializada.
.Estos se almacenan, durante poco tiempo, solo mientras llega el
siguiente camin; pues solo extremos segn la demanda.- Explic el
siniestro director, accionando con la mano, como si quisiera cubrir, con ella,
toda la nave, con un gesto de orgullo, al mismo tiempo que su cuerpo se
esponjaba como el de un pavo real.
Los muertos de la otra cinta, eran colgados, por los pies, de unos ganchos
que pendan del techo y que tambin circulaban automticamente y eran
introducidos en cmaras de congelacin.
.Estos otros, pueden esperar algo mas de tiempo.- Volvi a
explicar, el pomposo director.
.Para que los utilizan?.- Pregunt Marta con voz neutra, casi con
indiferencia.
.Para negociar con los grupo, semiincontrolados, de canbales; es
la nica forma de que no maten mas de los necesarios, de los habitantes del
BARRIO y que cuando lo hacen que sean los que le interesa a la Oficina.Contest el director.
.Uno de los jefecillos de estos grupos, tiene una fabrica de
salchichas; ja, ja, ja; no s si alguno en el Gueto, no comer salchicha de
expulsado, ja, ja, ja.- Coment uno de los acompaantes-empleado, que por
su aspecto en su modo de vestir y en sus modales, se notaba que trataba de
imitar a su jefe.
Nadie dijo nada, ni ri aquel chiste; pero en la cara de Marta se reflej la
repugnancia que senta.
Esta nave, completaba el ala izquierda de la herradura que formaba el
edificio, llamado El Matadero; el ala derecha estaba destinada a las
dependencias de los que trabajaban en el. La comitiva, hizo el camino de
regreso, mas deprisa que el de ida y pronto se encontraron en la puerta de
salida hacindose los saludos y cumplidos de rigor; cuando de pronto y sin aviso
previo, se escucharon varios disparos y un gran gritero. Entonces los invitados
y la comitiva, se reunieron en el centro del patio rodeados de sus respectivos
guarda-espaldas.
.Calma, solo es un grupo de canbales incontrolados, los guardas
han disparado al aire para amedrentarlos; Queran robar cuerpos, pero aqu
es imposible entrar.- Dijo el barbudo director, sealando la alambrada que
rodeaba el matadero. En efecto, colgados de ella y calcinados, haba, por lo
menos, una docena de personas, hombres y mujeres, vestidos con harapos,

en posturas grotescas; no habiendo hecho falta los disparos, cuando los


guardas los haban hecho, los entrometidos estaban muertos.
.Debe haber mucho hambre en el exterior.- Coment el empleado
del matadero, que trataba de imitar al director.
.Bien, nos vamos.- Dijo Marta, dando un ultimo apretn de manos,
al jefe de aquel Matadero-Hospital.
Subieron a sus coches, a una seal del Rata, los camiones se pusieron en
marcha, en el mismo orden en que haban llegado; saliendo, otra vez, al
desrtico y rido campo.
.Te encuentras mejor?.- Pregunt, solicita, Marta a Eduardo.
Este asinti con la cabeza y no hizo ninguna pregunta sobre el resto de la
visita; sus compaeros tampoco hicieron ningn comentario, saban que el
muchacho, no aguantara semejantes explicaciones.
En aquel momento, el coche pasaba al lado de la colina de los
desesperados; algunos cuerpos se balanceaban a impulsos del aire; para
Eduardo, la vista de esta danza macabra, en aquellos momentos, casi era
reconfortante; despus de lo que haba visto.
-(Es una manera menos cruel de acabar).- Pens.
Pero enseguida desech esos oscuros pensamientos y pasndose una mano
por la frente; pens que tena que aclarar algunos puntos oscuros, todo lo que
Marta no le haba explicado, alegando, siempre falta de tiempo; pero el lo
descubrira. Por que la protegan?, quien era el protector?, eran preguntas
que tena en su mente y que solo cuando las descifrara sabra si tendra que
odiar a Marta o la seguira queriendo, quizs mas profundamente que ahora.
Entraron, otra vez, entre las casas del BARRIO, la maquina quitanieves,
comenz a apartar escombros, basuras y algn que otro cuerpo; que aunque
estando vivo, estaba lo bastante drogado como para no esterarse de que la pala
de la maquina lo aplastaba.
.Y ahora adonde?.- Pregunt Eduardo.
.A la frontera, tenemos que hacer la entrega de los rganos y
recoger la mercanca que nos tienen preparada.- Contest Marta.
Los camiones rugian en su marcha hacia la frontera entre las dos zonas;
pronto se divisaron las casas que albergaban a los guardas-jurados que
cuidaban de la lnea divisoria; El Rata, con un transmisor, dio unas
indicaciones que Eduardo no pudo entender, pero vio como un gran numero de
guardas, comenzaban a sacar fardos y cajas de la casa, amontonndolos en la
calle, a la espera de la llegada del convoy que cada vez se acercaba mas.
Cuando estuvieron a una distancia prudencial, aparcaron y todos los efectivos

humanos, tanto por parte de los vigilantes de los camiones como por parte de lo
guardas jurados, se dedicaron a cargar los fardos y cajas en los camiones y a
continuacin el camin frigorfico qued al lado de la frontera para mas tarde
pasar al Gueto. Tanto Marta como sus dos acompaantes, haban bajado del
coche y rodeados por los guarda-espaldas vigilaban que la operacin se hiciera
lo mas rpidamente posible. Cuando mas enfrascados estaban en las maniobras
y solo faltaba por cargar algunas cajas; del lado del Gueto, se escucharon el
chirriante sonido de varias sirenas y los potentes motores de algunos coches
que se acercaban.
.!!!La polica!!!.- Grit alguien
Marta mir en aquella direccin, saba lo que ocurrira, los guardas jurados,
para justificarse ante la polica, empezaran a disparar, contra sus hombres, por
lo que, sin dudarlo y con voz clara, grit.
.!!Fuego!!.
Tanto los centinelas como sus guarda-espaldas, dispararon, al unsono, con
sus espantosas armas; los cuerpos de los desprevenidos guardas, estallaron
lanzando sus trozos en todas direcciones; los que despus de la primera
andanada quedaron con vida, trataron de reaccionar, pero fue tarde, las balas
de los policas que se acercaban disparando, desde los coches, se encontraron
con los cuerpos de los desgraciados guardas jurados, que hicieron de pantalla
protectora a los hombres de Marta.
.!!Abandonar el resto de la mercanca!!, !!a los camiones!!.- Grit,
por segunda vez, Marta, despus de comprobar que el camin frigorfico, se
haba internado en el Gueto, sin problemas.
El convoy se puso en marcha, sin apresuramientos, se notaba que todos
estaban acostumbrados a estos percances. Segn se alejaba el coche, Eduardo,
dndose la vuelta, pudo distinguir a travs de la ventanilla trasera, a la incierta
luz de los faros de los coches de la polica; el dantesco espectculo que
ofrecan, los cuerpos de los desgraciados guarda-jurados, que haban muerto en
la refriega y que haban sido los nicos perjudicados.
El convoy se adentr en el BARRIO y sin mas contratiempos, llegaron a la
sede de la organizacin donde se quedaron nuestros a amigos as como el coche
de escolta. Los camiones continuaron hacia los almacenes secretos y que por el
momento Eduardo no conoca.

CAPITULO 8
El aire clido de la primavera, entraba por entre las rendijas de los
tablones, que tapaban las ventanas; haban quitado los plsticos de algunas de
ellas. Los pjaros, ajenos a la miseria que los rodeaba, cantaban alegres, o

quiz era su forma de quejarse de todo lo que su vista poda divisar. Junto con el
aire, entraba un nauseabundo olor, fruto de la putrefaccin de los desperdicios
y de algn cadver que los canbales no haban descubierto o bien que por
alguna razn no haban querido comerse. Esto ocurra cada vez que comenzaba
el buen tiempo la temperatura descompona todo lo que los habitantes del
BARRIO abandonaban; pero a Marta no pareca afectarla; despus del tiempo
que haba transcurrido, se haba acostumbrado y lo que al principio la pareci
insoportable, ahora no la afectaba.
Sentada ante la mesa del despacho estudiaba algunos documentos que
tena en la mano; la puerta estaba abierta, por el hueco de esta se podan ver a
los guarda espaldas ir y venir a los largo del pasillo; en ese momento, El Rata
apareci y sin pedir permiso entr, jadeaba.
.!!Marta!! !!Marta!!, !Eduardo ha desaparecido!.- Dijo el recin
llegado, con voz entrecortada por la agitacin.
.Como que ha desaparecido?, habr salido o estar en los
archivos, ya sabes que en ese cuarto, se pasa horas y horas.- Dijo Marta,
mirando con cara de angustia al Rata, pues saba que este tena a todos
bien controlados.
.No, no est en ninguna parte y nadie lo ha visto salir.
Marta lo mir, estaba preocupada; en el BARRIO, una escapada sin
proteccin, poda significar la muerte. Dejando vagar la mirada por un rayo de
sol que se colaba por una rendija de la ventana, dijo con voz ausente.
.Eduardo est muy raro, ltimamente, pasa mucho tiempo en los
archivos, hace preguntas y no quiere aclararme porqu las hace, siempre
me contesta con evasivas.
Rata.

.Crees que habr intentado volver al Gueto?.- Pregunt El

.No s.- Contest escuetamente Marta.- Pero uno de los enlaces


que tenemos con el Gueto, me dijo hace pocos das que Eduardo le haba
preguntado por el tiempo que faltaba para que volviramos.- Continu.
.Traigo otra mala noticia, para ti.- Dijo El Rata, con una
entonacin de voz que pareca pedir perdn.- Marta lo mir alarmada. El
Rata continu.- No, no es de Eduardo, tus padres.
.Que?.- Dijo Marta asombrada.
.Los han detenido.- Contest su interlocutor.
.Los van a expulsar?.- Pregunt con voz, casi, serena.
.A tu padre.- Contest El Rata, escuetamente y con voz gutural.

.Solo? y mi madre?.
.Tu madre. Ejem..... tu madre ha muerto, Ejem...., se ha suicidado,
pero de verdad, me lo ha dicho un polica que estaba presente en el
momento de la detencin.- Las ultimas palabras del Rata sonaron, como si
este fuera a empezar a llorar.
Las lagrimas aparecieron en los ojos de Marta, pero sin sollozos; con rabia
se las quit con el dorso de la mano.
.Mi padre expulsada? detenido?, no me digas que se ha metido
en poltica.- Dijo, casi riendo, con una sonrisa triste en los labios.
.No ha sido algo peor.- Contest El Rata, disimulando la tristeza
que senta al ver el sufrimiento de su jefa.
.Pero si el tiene los mejores antecedentes.- Dijo la muchacha,
recordando su propia expulsin y quien haba sido el causante de ella.
.No se trata de eso, empezaron a considerar que viva por encima
de sus ingresos, lo vigilaron y descubrieron que se quedaba con dinero de
la empresa y sabes que esto, en el Gueto, no se perdona.
.Cuando lo expulsarn?.
.Esta tarde.
.Por esta zona?.
.Si.
.Por favor Rata, traem unos prismticos y dile a los muchachos
que voy a subir a la terraza.
.Quieres que te acompae?.
.No, quiero estar sola.
El Rata asinti, se levant y con lo hombros cados sali del despacho.
Marta se qued mirando al vaco, solo senta pena por su madre, haba sido una
vctima; aunque ella consinti en su expulsin, saba que su padre haba
manipulado a la pobre mujer; se alegraba de que se hubiera suicidado, su
muerte en el BARRIO, hubiera supuesto para la desamparada mujer, mayores
sufrimientos, as estaba mejor. La entrada del Rata acab con sus
pensamientos; lo mir como si hubiera salido de un profundo sueo, el recin
llegado adelantaba una mano en la que sostena unos prismticos, al mismo
tiempo dijo con voz apagada.
.Es casi la hora.

Marta los cogi y colgndoselos al cuello se levant, dirigindose, con paso


decidido, haca la puerta, al salir dos guarda espaldas la siguieron. En la azotea,
estaba todo dispuesto; cuando Marta sali a esta, los ltimos rayos de sol
alumbraban los tejados de las casas del BARRIO; el hedor, aqu, era mucho mas
intenso, aunque estaban en una zona que por su proximidad al Gueto, la
fumigaban de vez en cuando, desde helicpteros. La frontera poda divisarse a
simple vista; Marta se acerc al antepecho de la terraza y ponindose los
prismticos, en los ojos, los ajust; poda ver, con todo detalle, lo que estaba
ocurriendo. De la casa de los guarda jurados, sali un grupo de estos, en medio
de ellos, un hombre, era su padre, aunque mas envejecido, pudo reconocerlo;
vesta un elegante traje, aunque muy arrugado, sus hombros cados, lo que
delataba su estado de animo, despeinado todo el presentaba un estado
lamentable de abandono; por un momento sinti pena, pero a continuacin
record la escena del dia en que fue detenida, delante y por instigacin de el y
una rabia sorda la invadi, pronto su anterior pena se transform en placer al
ver al causante de su expulsin pasar por la misma situacin.
El grupo de guarda jurados, se volvi, dejando que el preso avanzara solo
haca el BARRIO; este con paso vacilante, continu andando, an se volvi una
o dos veces haciendo gestos, implorando; solo consigui que los guardianes lo
apuntaran con sus armas; el pobre hombre dio unos trompicones y se adentro
mas all de la frontera, camin por la calle que desde aqu perteneca al
BARRIO; los rayos solares, muy oblicuos, hacan que esta estuviera en un clarooscuro, pero Marta poda verlo todo. Los guardas se volvieron a sus puestos
dentro de la casa que les serva de cuartel, el expulsado aun avanz unos
metros, de uno de los portales cercanos, salieron tres merodeadores, se
acercaron al expulsado sin hacer ruido, uno de ellos levant el palo que portaba
y lo descarg con fuerza en la cabeza del infeliz, este se desplom, los otros lo
remataron en el suelo; a rengln seguido lo desnudaron y escaparon
rpidamente; en el suelo y en medio de un charco de sangre, qued el cuerpo
desnudo del padre de Marta. No tardaron mucho en aparecer los cabezas
rapadas de los canbales, eran un nutrido grupo, hombres y mujeres, entre
todos cogieron el cadver, que aun mova una de sus piernas y desaparecieron.
Marta lanz un profundo suspiro, cuando se quit los prismticos de los
ojos; la venganza tena un sabor agridulce, se volvi despacio y con el mismo
desanimo que si hubiera sido ella la vctima, gui sus pasos haca la puerta de
la terraza.
De vuelta a su despacho, El Rata la estaba esperando, en su rostro se
reflejaba tanto el enfado como el temor, por las noticias que dar a su jefa; al
entrar esta la ofreci un papel doblado, mientras la deca.
.Parece que estamos en el da de la mala suerte, hace poco que se
ha recibido este mensaje.
.De Eduardo?.- Pregunt, sobresaltada.

.Bueno, de sus secuestradores, Eduardo est en poder de los canbales;


ahora recuerdo que me pregunt el camino mas corto para ir al saln o sea
a la antigua sede, le contest que el camino mas corto era atravesando el
territorio de los canbales.
.Pero que quera hacer en el saln?.
.Hablar con tu protector en el BARRIO, el que te ayud cuando
mataste al antigo jefe.
.Que es lo que trama? porqu no me ha preguntado a m?, y
que es lo que piden esos hijos de puta, para dejerlo libre?.- Con este
torrente de preguntas, Marta pareca querer desahogar su ira; las hizo
mientras, con un gesto, rechazaba el papel del mensaje.
.Lo de costumbre, armas, drogas y tambin una mayor asignacin
de cuerpos del matadero.
.Lo de las drogas se poda arreglar; pero lo de las armas y los
cuerpos, sabes muy bien que eso es imposoble; tenemos algn infiltrado?.
.Si, pero dado que con los canbales, siempre ha sido difcil, solo
tenemos a uno y no se si a estas alturas y despus de comer tanta carne
humana, no ser uno de ellos.
En ese momento entr, precipitadamente, uno de los guardianes del
exterior y jadeante dijo.
.Hemos encontrado el cadver de Ramiro en el callejn, tena este
papel clavado, con una aguja, en el corazn.
El Rata cogi el papel, con rabia y lo ley apresuradamente.
.Era nuestro infiltrado?.- Pregunto Marta con voz sombra.
.Si y ahora apremian, nos dan de plazo hasta maana, a partir de
entonces no irn mandando trozos de Eduardo.
Marta paseaba nerviosa, restregndose las manos.
.Han descubierto quien es, por ese motivo no lo han matado y
quieren sacar tajada; mi obligacin sera dejar que muriera.- Dijo Marta,
moviendo la cabeza, con desesperacin.
.Deja que antes lo intente.- Dijo El Rata, sin apasionamiento.
Marta lo mir fijamente, estaba sorprendida, en el BARRIO nadie se
sacrifica por nadie, sin tener un buen motivo.

.Quieres que me quede sin ningn colaborador?.- Pregunt,


como pidiendo una explicacin.
.No te preocupes, no te aseguro que tenga xito, pero lo que es a
m no me matan.- Contest El Rata, soslayando mas explicaciones.
.Est bien, puedes hacer lo que quieras, pero si en dos das no
regresas, te aseguro que har una incursin a la zona, con todo el poder
que tengo.
Sin despedirse, El Rata sali del despacho y precipitadamente se
encamin a su habitacin, una vez en esta abri el armario y despus de
rebuscar, escogi los harapos de peor apariencia, que pudo encontrar; con ellos
debajo del brazo, sali y algunos pisos mas abajo, entr en un cuarto, en el que
un hombre cortaba el pelo a otro, que estaba sentado en un silln viejo de
peluquero, otro estaba sentado gastando bromas y al ver entrar al Rata, se
levant respetuosamente.
.crta el pelo y afitame la cabeza.- Dijo El Rata, sentndose en
el silln que estaba vaco.
El peluquero desocupado, no hizo preguntas; despus de poner a su cliente
el pao de rigor, cogi una maquinilla elctrica y empez la operacin que poco
despus qued concluida. El Rata sin comentarios, se levant, cogi el fardo
de harapos que haba dejado encima de una silla y sali; poco despus entraba
en otro cuarto, este estaba custodiado por dos guardianes, que al reconocer el
jefe de seguridad, no pusieron ningn inconveniente para que este entrara.
Este otro cuarto estaba dedicado a armera; en el haba armas de todos lo
estilos, El Rata escogi una pistola grande y algunos cargadores de balas
especiales y un cuchillo de grandes dimensiones. Despus de desnudarse, se
puso los harapos que haba trado y escondi entre ellos las armas; pero saba
que la mejor arma con la que poda contar era con su astucia. Sali de
habitacin y fue hacia la puerta principal; el sol se haba ocultado por completo,
un aire clido traa el ftido olor del BARRIO, sali de edificio y se encamin
haca la zona de loa canbales, despus de haber hablado con el jefe de los
guardianes.
Recorri algunas calles que rodeaban la sede de la organizacin y despus
de cruzarse con algn individuo que no le molest, se adentr en lo que el
saba que era la zona de los canbales, el olor putrefacto aqu se acentuaba,
hasta el punto que pareca que el aire se haca denso; en algunas esquinas
haba hogueras y alrededor de ellas grupos de personas se afanaban, en lo que
despus, de cerca pudo apreciar con la indiferencia que la costumbre impone.
El cuerpo de un ser humano, sin cabeza, se asaba directamente en las llamas de
la hoguera, sobre una gran parrilla; dos hombres, con la cabeza rapada,
manejaban unos ganchos con los que daban vueltas al cadver, para que se
asara por todos los lados, el resto de la gente se acercaba y con un cuchillo
cortaba un trozo del cuerpo y se apartaba para comrselo. Cada hoguera, cada
grupo era un clan; una pequea organizacin, dentro de la gran familia de los
canbales. El Rata se qued mirando el cuerpo como se tostaba; una de las

mujeres que participaban en el festn, se volvi en ese momento, sus ojos


irritados por el humo lo miraron fijamente y sin mediar palabra le ofreci el
trozo de carne que estaba comiendo; El Rata mir la mano grasienta de la
mujer, saba que si lo rechazaba poda despertar sospechas, nadie entre los
canbales hubiera hecho una cosa as; alarg la mano, cogi el trozo de carne y
en su cara forz una sonrisa que mas pareca una mueca de asco, despacio se
llev el trozo de carne a la boca y hundi sus dientes en el; el jugo de aquella
carne, que saba de donde proceda, invadi su boca, el estomago le dio vueltas,
pero se sobrepuso y logr tragrselo, dando un gruido a la mujer, que quiso
que pareciera de agradecimiento, sigui su camino. Algunas hogueras se
apagaban, los grupos de canbales se metan poco a poco en las casas prximas;
era la hora de dormir, de reposar la macabra cena, algunos se acostaban en las
aceras, aprovechando que la noche era benvola en cuanto a su temperatura.
El Rata saba adonde tena que dirigirse; despus de recorrer algunas
calles, sin ser molestado por los habitantes de la zona; lleg a una plazuela
donde en uno de los edificios, la seguridad era muy estricta; un nutrido grupo
de canbales montaba guardia en la puerta con sus cuchillos, incluso, El Rata,
pudo apreciar que mas de uno tena armas de fuego. Por la acera de enfrente,
dio la vuelta al edificio, materialmente, deslizndose por las paredes de la acera
mas oscura, as por la parte de atrs pudo acercarse a la casa; aqu la vigilancia
exterior era menor, solo un hombre montaba guardia; eso s armado con un fusil
ametrallador; pero El Rata saba que dentro vigilaban otros y que lo hacan a
travs de las ventanas, apuntando sus armas haca la calle, se acerc por un
lado de la casa que se encontraba oscurecida por la sombra del propio edificio y
arrastrandose por la pared, se fue acercando al centinela, sin que este se diera
cuenta, pues seguramente la digestin y la confianza en sus compaeros del
interior, haban hecho que se adormeciera ligeramente, apoyado en la pared.
El Rata sac su cuchillo y acercndose, sigilosamente, al confiado canbal,
hundi su arma en los riones del adormecido guardin, este sin exhalar el mas
ligero quejido, empez a caer al suelo; pero El Rata, haciendo gala de una
insospechada fuerza, sujet al salvaje por el cinturn y lo dej colgado de la
reja de una ventana cercana, a continuacin, procurando que los vigilantes de
los pisos superiores, no le descubrieran, se meti por la puerta entreabierta de
esta parte trasera del edificio; sus movimientos muy cautelosos, sin embargo
eran rpidos, nerviosos, saba que esta rapidez era primordial; conoca el
interior del edificio, se meti por un pasillo oscuro que rodeaba completamente
el edificio, las habitaciones se alineaban en el centro de el, excepto en una de
las parte que ocupaba la escalera; esta parte de abajo estaba dedicada a los
calabozos y despensa de los individuos que capturaban vivos; en el stano
tenan los frigorficos, para los cadveres que conseguan en las calles o los que
les correspondan en el matadero. Los pisos de arriba estaban dedicados a
vivienda de los componentes del clan y el ultimo era la residencia del jefe de la
horda.
Al Rata le extraaba que no hubiera mas vigilancia, ningn hombre ni
armado ni sin armas, apareca por ningn lado; entonces se dio cuenta de lo
que acuda, con un rictus en su boca, que quera ser una sonrisa, pens en los
trucos que usaban estos salvajes para guardar a sus prisioneros, a los que
tenan inters en canjear, pronto descubrira cual era; se imaginaba en que

habitacin estaba Eduardo, la que estaba al lado de la escalera, era la mas


segura; en el ultimo recodo del pasillo se asom con precaucin, !lo que se
imaginaba!; vio a un hombre delgado, sin armas, una de sus manos la tena
atada al pasamanos de la escalera; El Rata saba lo que aquello significaba; si
alguien mataba al vigilante, al caer, este, al suelo, su mano accionara un
detonador y una bomba estallara en el calabozo, matando, tanto al prisionero
como a su salvador; pero sin afectar al resto del edificio, pues su potencia
estaba muy bien calculada, era uno de los trucos que El Rata conoca, este se
meti por el hueco, que en su comienzo dejaba la escalera, saliendo por detrs
del descuidado vigilante, al que seguramente haban atiborrado de pastillas,
para que no se durmiera; con un movimiento rpido, El Rata hundi su
cuchillo en la espalda del vigilante, a la altura del corazn, al mismo tiempo que
lo sujetaba por el cinturn, el desgraciado se inclin y a punto estuvo de
arrancar el seguro de la bomba, solo la fuerza del Rata logr evitar la
catstrofe. Busc entre su chaquetn y en su mano apareci un garfio de
carnicero, era lo que necesitaba, siempre le acompaaba y en muchas
ocasiones le haba sido til. Pinch la ropa del muerto y al intentar colgarlo,
esta se desgarr, con gran esfuerzo logr sujetarlo por segunda vez; bien no le
quedaba mas remedio, clav el garfio en la base del crneo y por el colg al
inerte vigilante; meti la mano en el bolsillo del muerto y sac las llaves.
Cuando abri la puerta y la empuj, se encontr con un Eduardo aterrado,
seguramente, cuando se dio cuenta de que abra la puerta, pens que haba
llegado su hora.
.Eduardo, soy yo.- Dijo El Rata con voz tenue.
.!Rata! !que alegra!.- Exclam Eduardo, abalanzndose hacia
su salvador y abrazndolo fuertemente.
.Calla no grites.- Dijo El Rata, abrazando, tambin a Eduardo,
con lagrimas en los ojos.- Tenemos que darnos prisa, aunque el vigilante
est muerto, aun puede darnos problemas, sientat.
Eduardo obedeci y se sent en el catre que tena en su maloliente celda.
El Rata cogiendo el plato vaco y sucio que Eduardo tena para sus escasas
comidas, lo llen de agua; a rengln seguido, sac unas tijeras y sin mediar
palabra con el asombrado Eduardo, se puso a cortar el pelo a este, lo haca con
destreza y apurando al mximo; a continuacin moj la cabeza del rapado
muchacho y la cubri de espuma de afeitar, de su bolsillo interior, que mas
pareca un almacn, sac una navaja de afeitar.
.Tranquilo, procurar no hacerte dao, pero aun tienes mucho
pelo.
Con mucho cuidado y sin hacer caso de los gestos de dolor que el prisionero
haca, fue dejando su cabeza sin un solo pelo.
.De esta forma pasaremos entre esa horda de salvajes, sin que
seamos molestados.- Dijo el improvisado barbero.

Cuando hubo terminado, El Rata alz la cara de Eduardo, en los ojos de


su salvador, el muchacho pudo apreciar una mirada de extremada ternura.
.Ests casi mas guapo que antes, Marta se enamorar aun mas de
ti; pero salgamos, el tiempo apremia.- Dijo reaccionando a su xtasis y
cogiendo a Eduardo de un brazo, lo empuj con delicadeza, pues el
muchacho estaba muy dbil, tanto por la falta de comida, como por la
perdida de sangre que le haba ocasionado una herida que tena en una
mano.
Al salir vieron al guardin, que estaba un poco mas cado de lo que le haba
dejado El Rata, el peso del cuerpo muerto, estaba desprendiendo la cabeza
del resto del cuerpo y no tardara mucho en caer.
.Salgamos rpido.- Dijo El Rata, empujando a Eduardo, que con
una expresin de terror, se haba quedado, como petrificado, mirando al
muerto.- Cuando caiga explotar una bomba que tiene conectada a su
mano.
Salieron del edificio lo mas rpidamente, que el mal estado en que se
encontraba Eduardo, les permiti; no tuvieron ningn encuentro, aquellos
salvajes confiaban demasiado en la trampa que haban preparado.
Llevando a Eduardo casi en volandas, El Rata que demostraba una fuerza
que no aparentaba; enfil por la calle por la que haba venido; an quedaban
algunas hogueras, pero no as comensales, estos estaban durmiendo la pesado
digestin. Sin detenerse en ningn momento ni aminorar el paso, lograron
recorrer una buena cantidad de metros, lo que les alejaba del peligro; en aquel
momento pudieron or una fuerte explosin; El Rata se detuvo sujetando a
Eduardo.
.El guarda ha cado.- Dijo lacnicamente, mir a su alrededor y
vio una iglesia que estaba casi en ruinas, se dirigi a ella, siempre
empujando a su compaero.
.Que ha pasado?.- Pregunt este.
.El guarda ha cado, no tardarn mucho tiempo en darse cuenta
de tu huida.
Mientras mantenan esta breve charla, entraban en la iglesia por un hueco
que tenia una de las grandes puertas. El interior estaba completamente
desmantelado, solo haba escombros, el cielo se vea a travs de los agujeros
del techo.
.Saldremos por la puerta de lo que fue la sacrista.

En ese momento, Eduardo tropez y cay al suelo rodado, El Rata mir y


en medio de la oscuridad, pudo ver a un canbal que se haba metido en la
iglesia a dormir y que seguramente le haba despertado el ruido que haban
hecho el entrar, y al pasar Eduardo lo haba cogido por el pi hacindole caer
con la intencin de matarlo y no habindose dado cuenta de la presencia de su
acompaante.
El Rata cogi un palo del suelo y lo descarg sobre la cabeza del salvaje,
este sin ni siquiera lanzar un gemido, se retorci en el suelo y qued inerte,
soltando el pi de Eduardo, este se sinti alzado del suelo por su salvador y
ambos emprendieron la carrera haca la puerta.
Despus de recorrer varias calles, sin que, afortunadamente, nadie los
molestara; llegaron a las inmediaciones de la sede de la organizacin; se
identificaron, e inmediatamente dos hombres se hicieron cargo de Eduardo y lo
trasladaron al interior de la casa.
.No lo llevis a la enfermera, subir directamente al despacho de
Marta.- Orden El Rata.
Cuando llegaron ante la puerta del despacho, la mano del lugarteniente
temblaba, cuando la alz para golpearla.
.Pasar.- Contest Marta desde dentro.
Abrieron la puerta, el primero en entrar fue Eduardo, aunque sujeto por dos
de los guardianes; Marta al verlo, corri hacia el con los brazos extendidos y lo
abraz, lo abraz con todas sus fuerzas, aunque si Eduardo ni hubiera estado
sujeto por los dos sicarios, ambos hubieran rodado por el suelo.
.Gracias, Rata, gracias, me lo has trado.- Gema la muchacha
mientras besaba repetidamente, al desfallecido Eduardo.
Cuando por fin Marta se calm, llevaron a Eduardo al sof del despacho.
.Llamar al medico.- Orden El Rata a los guardianes, pues
Marta aun no haba reaccionado..
Cuando los dos hombres salieron, Marta cogi al Rata de las manos y con
voz en la que se poda apreciar la ternura que senta, le dijo, mientras sus ojos
se llenaban de lagrimas.
.Gracias otra vez, si t no lo hubieras salvado, lo haba tenido que
dejar morir.
.Lo habras sacrificado?.- Pregunt El Rata con voz sombra.
.No me quedaba mas remedio, t lo sabes.

El Rata baj la cabeza y sus ojos se posaron en el rostro del desvanecido


Eduardo; un resplandor extrao surgi en ellos; se deshizo de las manos de
Marta y ponindose de pi sali, dando varios traspis. Marta lo mir, cuando
se marchaba, aquella reaccin la sorprendi, no entenda lo que poda pasarle a
su lugarteniente, el mejor que nadie saba que no hubiera tenido mas remedio
que obrar de la forma que haba dicho; pero despus de unos momentos de
extraeza, se encogi de hombros y su atencin qued concentrada en su
amante.

CAPITULO 9
Haca horas que, Marta en su despacho, ordenaba documentos, unos los
amontonaba en su mesa, otros los guardaba en una maleta y unos terceros los
quemaba en un contenedor de metal que tenia en medio de la habitacin. Unos
golpes en la puerta hicieron que interrumpiera su trabajo.
.Quien es?.- Pregunt.
.El Rata.- contestaron del otro lado de la puerta.
.Pasa.
El lugarteniente apareci en el quicio de la puerta, tena el pelo crecido y
sus ademanes, de nuevo, eran pausados y silenciosos.
.Pasa, pasa y cierra la puerta.- Dijo Marta con impaciencia.
El Rata obedeci y fue acercndose a su jefa husmeando por entre los
documentos que estaba manipulando esta.
.Que es todo este desorden?.- Pregunt.
.Sientat, te lo explicar en pocas palabras. Me traslado y tu has
sido designado para ocupar mi puesto.
.Al gueto? Pregunt El Rata sin aparentar demasiado inters.
.S, quieren que organice aquello un poco, que dignifique la
organizacin tal y como he hecho aqu.
.Pero Santiago?.
.El seguir al frente de los terroristas, pero los enterados sabrn
que el jefe soy yo, solo los puros reconocern a Santiago como jefe.
.Santiago est enterado?.
Si y no le importa, de esta forma se descarga de una responsabilidad que,
ltimamente, no pareca gustarle.

.Y Eduardo sabe que te vas?.- Y la voz del Rata son extraa.


.No, an no se lo he dicho.
.Se queda?, no?.- Pregunt el lugarteniente, casi sin voz, como
no queriendo espantar lo que indudablemente pareca para el una buena
noticia.
.No, viene conmigo.- Contest Marta con tono indiferente.
.Y si no quiere?.- Pregunt esperanzado.
.No le queda mas remedio, sabes que las ordenes de la Oficina no se
discuten.
.Y tambin s que tu eres su preferida.- Dijo El Rata, con saa,
aunque Marta no pareci darse cuenta.
.Bien durante unos das, trabajaremos juntos para que pueda
ponerte al corriente de todo, es decir de todo aquello que aun no sabes y
cuando te encuentres capacitado, me marchar; se que sers un buen jefe.
Con quien tratar yo? con Santiago o contigo.
.Conmigo, Santiago, de ahora en adelante, no se manchar las
manos.
Despus de esta conversacin, Marta continu con su trabajo, los dos
permanecan en silencio; Marta esperaba una reaccin casi explosiva por parte
de su lugarteniente y como no llegaba, se volvi y le dijo.
.No pareces alegrarte por la noticia, siempre he pensado que
deseabas mi puesto.
El hombrecillo la mir, sus ojos reflejaban una gran tristeza, pero en sus
labios se fue dibujando una amplia sonrisa mientras contestaba.
.Sabes que as es, pero ahora que ha llegado el momento, casi, no
me siento feliz; hace un momento pensaba que todos los buenos
acontecimientos, tienen que llegar envueltos en una noticia triste.
.No saba que me apreciaras tanto Rata, lo siento, para
consolarte te recordar que yo solo soy de Eduardo y al contrario.
.Lo s, lo s y eso es lo que causa mi tristeza.- Contest el
hombrecillo, mientras en sus ojos apareca un destello de irona.

.Te repito que lo siento; desde luego que te aprecio, has sido un
gran colaborador y nunca olvidar lo que has hecho por nosotros; pero mi
corazn siempre estar con Eduardo.
.Y el mo y el mo.- Dijo El Rata para s mismo y esta confesin
que no escuch nadie pareci consolarle.
Sin contestar, sin despedirse y con su acostumbrado sigilo, El Rata se
encamin haca la puerta y sali de la habitacin. Marta se qued mirando
mientras el hombre sala, la haba dejado perpleja. Que comportamiento tan
extrao, pens, sabia que algo se la escapaba.
.En fin.- Dijo en voz alta y encojiendose de hombros, continu con
su trabajo.

000000000000000000000
Desde el coche en que viajaba, Marta, poda ver todas las miserias que la
rodeaban. Desde su ultima conversacin con su lugarteniente, haban
transcurrido varios das, de un trabajo intenso y desde luego muy aburrido.
Poner a su lugarteniente al corriente de todos los secretos de la organizacin en
poco tiempo, aunque este estaba al corriente de muchas cosas, haba sido
agotador. Ahora miraba EL BARRIO casi con nostalgia, aunque estaba en el
camino de su liberacin. Mir a Eduardo, este tambin contemplaba el paisaje,
con nostalgia?, cogi su mano, su compaero volvi la cabeza.
.Todava ests enfadado por obligarte a volver?.- Le pregunt.
.No, despus de recapacitar, he llegado a la conclusin de que es
lo mejor; aunque mi trabajo en los archivos ha quedado incompleto.Contest con voz que no denotaba ninguna emocin.
.Volvemos, Eduardo, como te dije, volvemos y por la puerta grande, lo saba te lo promet y aqu est el resultado.
.Y yo podr investigar directamente en el cubil de t amiguito
Santiago, seguro que ese cerdo tiene toda la documentacin guardada.dijo para s.
oooooooooooooooo
Los primeros meses en el Gueto, Haban sido para Marta de un trabajo
intenso, agobiante. Por fin aquella noche estaba libre, pero haba perdido la
pista de Eduardo; emocional y fisicamente lo haba tenido abandonado. Donde
estara?, no es que lo necesitara, aquella noche era la primera, en muchas, que
poda descansar, era la primera que tena para ella, es decir para ellos y la

hubiera gustado celebrarlo juntos; pero en fin descansar que buena falta me
hace, pens.
ooooooooooooooooo
Por el pasillo que daba acceso a la oficina de Santiago, se deslizaba una
sombra, cuando lleg a la puerta del despacho, manipul unos segundos en la
cerradura y empuj la puerta con cuidado, esta cedi suavemente, sin ningn
crujido; la sombra qued recortada en el hueco de la puerta, la tenue luz que
entraba por la ventana, ilumin al intruso, era Eduardo, un Eduardo
desconocido; de su cara haba desaparecido la expresin de indiferencia que le
haba acompaado en los ltimos tiempos. Su entrecejo fruncido, denunciaba
su obsesin por encontrar aquellos, hipotticos, documentos que desde que
llegaron al BARRIO, haba estado buscando.
Entr en el despacho, cerr la puerta tras de s y a oscuras, solo con la luz
que le proporcionaba una linterna que tena en la mano; fue recorriendo la
habitacin con la mirada. Por fin en uno de los rincones, vio un armario mal
disimulado por una cortina, sonri. Muy seguro debe de estar de que nadie
entrara aqu para tenerlo tan a la vista, pens. Se acerc al mueble, repas
con la mirada las cerraduras y sacando unas ganzas, del bolsillo, empez a
manipular en los cajones, con una gran destreza. El primer cajn cedi;
despus de rebuscar en su interior, lo cerr y comenz con el segundo, su cara
se ilumin con una sonrisa, haba encontrado lo que buscaba, en la carpeta que
tena en la mano se lea Documentos relacionados con Marta,
CONFIDENCIAL. Dej la linterna encima del archivo, de manera que la luz
iluminara los documentos que tena en la mano y que sacaba, uno por uno de la
carpeta y lea con detenimiento, al empezar a leer el tercer documento, su cara
se transform, se puso lvido se tambale.
.Ahora lo comprendo.- Dijo casi en voz alta.- Ese millonario, el jefe
de la Oficina y Marta; si por eso la protega, por eso la ha hecho volver de
donde nadie regresa.
Se tambale, retrocedi un poco para apoyarse en la mesa del despacho y
no caer al suelo, con su mano derecha trat de sostenerse y en esta vacilacin
hizo caer una lampara al suelo con gran estrpito. Eduardo se detuvo, saba lo
que aquello significaba, el guarda del edificio subira; saba que no estaba
armado, pero si tena su alarma personal, que hara sonar en cuanto viera el
desorden y a los pocos minutos la polica tendra rodeado el edificio y en esta
ocasin, la influencia de Marta no le servira para nada; cuando descubrieran
los documentos que haba robado, lo mataran. Tena que actuar deprisa; apag
la linterna, con paso rpido, fue hacia la puerta y se puso detrs, separ; no
tard mucho tiempo en aparecer el guarda, al abrir la puerta su silueta qued
recortada por la luz que entraba por el pasillo, tras unos minutos de vacilacin
entr en el despacho, mir a su alrededor y al ver el mueble abierto, levant su
mano con la intencin de hacer sonar la alarma, fue en ese momento que
Eduardo se abalanz hacia el y con la linterna, descarg un fuerte golpe en el
brazo del viejo vigilante, que sorprendido y dolorido solt el aparato que rod

por el suelo, al mismo tiempo que lanzaba un alarido de dolor y se coga el


brazo con la otra mano; un segundo golpe con la linterna, pero esta vez en la
cabeza hizo que el viejo rodara por el suelo sin ni siquiera lanzar un segundo
quejido; qued tendido y quieto despus de encojerse y estirarse dos o tres
veces. Eduardo se qued mirando como petrificado, despus de unos segundos
reaccion.
.No creo que est muerto, el golpe no ha sido tan fuerte, ni
siquiera tiene herida. - Pens y dando media vuelta, sali del despacho
cerrando la puerta; en ese momento y cuando haba soltado el pomo, mir
su mano, no tena guantes!!, tan seguro estaba de que no le descubriran
que ni haba pensado en utilizarlos, pero ya era tarde. Con paso presuroso
recorri el pasillo, baj en el ascensor y sin que nadie lo detuviera, sali del
edificio.
No quiso parar un taxi, necesitaba sentir el aire fresco, la pelea con el
vigilante y lo poco que haba ledo de los documentos, hacan que sintiera como
si su cabeza estuviera vaca; ni siquiera las emociones que haba vivido en el
BARRIO, lo haban trastornado tanto. Ahora comprenda el porque de tanta
proteccin; aquel hijo de puta de la Oficina, si lo hubiera tenido delante en
aquel momento, hubiera sido capaz de matarlo; saba que eso era imposible,
pero sabra encontrar la manera de vengarse y sera mas cruel que solo quitarle
la vida.
Rumiando su venganza, vag por las calles y cuando sinti que su cabeza
estaba despejada, empez a pensar que en aquel estado corra peligro; estaba
mal vestido y no saba si la polica haba descubierto el robo. Mir hacia la calle,
descubri un taxi libre y lo par, una vez acomodado en su interior, le dio al
taxista la direccin de su casa; a esa hora Marta se habra marchado a alguna
fiesta; desde que haban vuelto casi no se vean, Marta siempre tena algn
compromiso.
Entro en el edificio en el que se haban instalado, salud al conserje que se
le qued mirando y cuando haba entrado en el ascensor, el vigilante movi la
cabeza con gesto de desaprobacin, no le gustaba que Eduardo vistiera y se
comportara de aquella forma, el servil personaje pensaba que desacreditaba a
la distinguida dama que viva con nuestro hroe.
Mientras tanto Eduardo haba llegado a su casa, entr en su dormitorio y
guard los documentos en su caja fuerte, ni siquiera Marta conoca la
combinacin; despus de cerrar la puerta se sent, extenuado, en un silln;
por donde empezar su venganza?. Despus de unos momentos de reflexin,
se levant.
.Ya lo tengo, llamar a mi amigo el periodista; en el peridico
que trabajaba gustaban de noticias sensacionalistas; no dudaran en
publicar aquella, aun mas estando de por medio y como protagonista el
mismsimo Mediavilla

Cuando sala de su habitacin pareca otro hombre; como la primera vez


que fue a casa de Marta, seguro de s mismo; se le saltaron las lagrimas cuando
pens en ese da, pens en su compaera, en las consecuencias que su accin la
acarrearan, lo senta, lo senta en lo mas profundo de su corazn, pero quera
vengarse, no contra Marta, pero si contra aquel individuo y saba a lo que se
expona; era casi seguro que su accin representara su propia muerte; no le
expulsaran; en esta ocasin lo mataran. Mientras bajaba en el ascensor pens
en ello, no le importaba, saldra en los peridicos y de esta forma sus
compaeros sabran que su idealismo era verdadero, no como esos vendidos
que por unas migajas olvidaban lo que pareca que haba sido su principal meta
en la vida. Pensando en todo esto, su pecho se llen de satisfaccin de orgullo,
pareci crecer en estatura; sera el protagonista, no el ayudante o acompaante
del jefe.
Sali a la calle, despus de mirar a un lado y otro de la misma se puso en
marcha, mirando al trafico, buscando un taxi libre; tan atento estaba al paso de
los coches que no se dio cuenta de que un individuo lo segua y que poco
despus de ponerse a caminar, un coche que estaba aparcado un poco mas
abajo del portal, se haba puesto en marcha y circulaba, en su misma direccin,
a poca velocidad.
Haban pasado algunos das de los acontecimientos anteriormente narrados
y toda huella de lo ocurrido, haba desaparecido de la oficina de Santiago.
La secretaria, sentada ante su mesa, se entretena en arreglarse las uas.
Con su sonido caracterstico, el ascensor par en aquel piso, se abrieron sus
puertas y un individuo alto y atltico, sali del ascensor y con decisin se
encamin hacia la mesa desde la chica, con la lima, aun, puesta en una ua de
la mano izquierda, lo miraba como se acercaba, mientras en su rostro se
reflejaba la admiracin que la causaba la contemplacin de semejante ejemplar.
.D. Santiago por favor?.- Dijo aquel hombre, cuando lleg a la
mesa de la embobada muchacha.
.Tiene cita?.- balbuce ella.
.Vengo de la Oficina.- Dijo el hombre, poniendo una especie de
credencial encima de la mesa.
Despus de ojearla, la secretaria, le dijo con voz que reflejaba una
admiracin aadida.
.Enseguida.
Santiago, sentado en su silln, escuch como el timbre del interfono
sonaba.
.Diga!.- Contest con aspereza, pues el desagradable sonido del
aparato, lo haba sacado de sus sueos; haba estado pensando en los

acontecimientos anteriores, el robo en su oficina; aquello poda representar


su fortuna, si todo se desarrollaba como pensaba, es decir por los cauces
que siempre transcurran aquellas cosas; lo mandaran al exilio y con esto
haba soado tantas veces en los ltimos tiempos.
.Un seor que enva la Oficina, quiere hablar con Vd.
.Que pase!!.- Su sueo se haba hecho realidad, por fin el exilio,
la tranquilidad y la vida de millonario en Suiza.
Se levant del silln y apoyndose en los cristales de la ventana, mir a la
calle; haba empezado a llover, no volvera a ver aquellas calles; suspir, una
satisfaccin interna lo invada. Volvi la cabeza hacia la puerta y vio entrar al
anunciado visitante.
.D. Santiago?.- Pregunt este.
.Si, pase, lo enva la Oficina?.
.Si.- Contest, lacnicamente, el recin llegado mientras se
acercaba, extendiendo su mano, en la que sostena un papel que ofreca a
Santiago. Cuando lleg junto a su jefe, este lo cogi y despus de leerlo;
levant los ojos haca el hombretn, en su cara se reflejaba la satisfaccin y
pregunt.
.As que me destituyen y ahora supongo que mi destino ser el
exilio, no es as?.
.No amiguito, eso est destinado, solamente, para los jefes
privilegiados.- Contest el forzudo individuo y sin decir ni una palabra mas,
cogi, sin ningn esfuerzo, a Santiago y lo levant sobre su cabeza; este se
retorca, queriendo zafarse de aquellas manos, que como garfios lo
atenazaban, gritaba, gritaba muy fuerte. En ese momento y alarmada por
los gritos de su jefe, entr la secretaria a tiempo de ver como el atltico
individuo, lanzaba a Santiago contra los cristales de la ventana que
desapareca mientras un terrible grito se perda en el espacio. Ella tambin
grit, llevndose las manos a la boca y se qued como clavada en el suelo,
como si sus pies pesaran una tonelada cada uno; tal era el pavor que
experiment, cuando aquella mole de msculos se volvi a mirarla.
.Bien jovencita, tu jefe se ha suicidado.- Dijo sealando con el
dedo haca la ventana, mientras la miraba con un brillo, entre maligno y
sarcstico en los ojos, aquellos que poco antes a la chica le haban
parecidos tan bonitos.- Desde este momento el jefe de esta oficina es D.
Pedro y te aseguro que lo ultimo que desea es tener una secretara, as que
como no creo que quieras seguir a tu jefe, coge tus cosas y largat; de
ahora en adelante yo ocupar tu lugar.
La aterrorizada muchacha, no esper una segunda indicacin, gir sobre
sus talones y sin coger ni siquiera su bolso, corri con todas sus fuerzas, que en

aquel momento no eran muchas, haca el ascensor; haciendo el mismo


recorrido que su jefe, pero un poco mas confortable en la llegada.
El nuevo secretario, desde la puerta y casi ahogado por la risa, la grit.
.Te mandar tus cosas!!! JA JA JA ....

oooooooooooooooooooooooo

Marta empuj la puerta del despacho de Ministro de la Seguridad


Ciudadana. Este la haba llamado personalmente a su casa, Marta supuso que
sera para invitarla a alguna fiesta o recepcin; desde su llegada, haca tan solo
unos meses, casi todos los das tena que acudir a algn acto de este tipo. Los
altos cargo, los polticos y hombres de negocios, se disputaban su compaa. En
este caso lo que la sorprenda era que el no hubiera acudido a su casa, pareca
como si fuera una cita oficial y esto no la agradaba, se haba acostumbrado que
todos circularan a su alrededor.
.Buenos das Ministro, cual es ese asunto tan importante?.- Dijo
nada mas entrar y casi delatando su ansiedad.
.Buenos das Marta, pase, sintese; mas que importante es
delicado y por ese la he mandado venir a mi despacho.
Marta lo mir mientras se sentaba, su miedo creca y casi se le sala por la
mirada.
.No s como empezar, es como la deca delicado y embarazoso,
tiene relacin con Eduardo...ejem.- Se aclar la garganta, antes de
continuar denunciando lo que le costaba empezar.
.Eduardo!, Que travesura a cometido esta vez?.- Pregunt
Marta, al mismo tiempo que un suspiro de alivio se le escapaba del pecho.
En las ultimas semanas, todas las autoridades se haban quejado, a Marta,
de las impertinencias de su amado Eduardo, pero ninguno haba querido ir mas
lejos y en eso se haba quedado todo; ella lo reprenda y durante una
temporada, todo se apaciguaba.
.Me temo que esta vez es algo mas grave que una simple
travesura.- Dijo el Ministro, con voz grave y mirando directamente a la cara
de Marta.- Ha robado unos documentos de la oficina de Santiago y est
dispuesto a drselos a ese periodicucho, que todos conocemos, el que
quiere medrar a todo costa y que sin ninguna duda publicar.

Pero los documentos son tan importantes?.


.Si, tienen relacin con el jefe de la Oficina.
.Pero si tienen relacin con asuntos polticos, Uds. tienen
mecanismos para que su publicacin no surta el efecto deseado por el
peridico; denuncias contra el director del peridico... en fin Vd. lo sabe tan
bien como yo.
.No tratan temas polticos, estos serian fciles de desactivar: Los
que ha robado tienen relacin con el jefe de la Oficina y Vd.- esta ultima
palabra la recalc y se qued mirando a Marta como queriendo saber que
pensaba.
Marta, tambin, lo mir e hizo un gesto con el que daba a entender que no
comprenda.
.Si, s que no est enterada, cuando mi partido fue elegido y me
nombraron ministro, dije que sera mejor contrselo e incluso darla los
documentos, Vd. ha dado suficientes muestras de serenidad, por lo que yo
opin, en aquel tiempo, que hubiera sabido que hacer con ellos; pero se
negaron y as hemos llegado a esta situacin.
.Pero, que relacin puedo tener yo con el jefe? y por otro lado se
ha demostrado que los rob Eduardo?.
.En cuanto a la segunda pregunta, no tenemos dudas, haba
dejado sus huellas, por todas partes; adems ha sido seguido cuando se
entrevistaba con el periodista, en el comercio donde hizo las fotocopias lo
han reconocido, a el y a los documentos. Respondiendo a su primera
pregunta, no la extraaba tanta proteccin?.
Marta pens que si, siempre se lo haba parecido y de esta forma lo dijo en
voz alta, pero como en un suspiro, porque ella siempre lo haba relacionado con
sus amoros con Santiago.
.Creo que ser mejor contrselo todo detalladamente.- Dijo el
Ministro interrumpiendo los pensamientos de Marta.- Lo primero que debe
recordar es que estos hombres tan poderosos, desean aparecer ante la
opinin publica, 1: como ejemplo de moralidad y segundo como la
culminacin del HOMBRE-HOMBRE y en su machismo creen que un
hombre solo da varones al mundo; por ese motivo, cuando naci su primer
hijo tubo la gran decepcin, era hembra!!, a partir de aqu comienza la
maquinacin. Aprovechando que una sirvienta, tambin haba dado aluz un
robusto nio, lo cambiaron, el medico se encarg de ello; incluso mataron a
la sirvienta y se comunic que haba muerto de parto.- El ministro se tomo
un respiro, la primera explicacin, la mas difcil, le haba salido de un tirn,
como el que vomita algo que le estorba en el estomago; Marta lo miraba
con los ojos muy abiertos, esperando el desenlace.- Pero el medico se quiso

cubrir las espaldas, lo plasm todo en unos documentos con la firma de


testigos y las huellas de la nia.- Hizo otra pausa antes de continuar, como
si se fuera tranquilizando despus del primer y tranquilizador vmito.Estos documentos, fueron pasando de mano en mano, segn se queran
proteger unos u otros y as llegaron a manos de Santiago que es a quien se
los rob Eduardo.
.Pero sigo sin comprender que relacin tienen conmigo.- Dijo
Marta mirando desconcertada al Ministro. Este la mir, trag saliva y con
voz gutural dijo.
.La nia que naci entonces era Vd.
Marta sinti como un mareo, la habitacin la daba vueltas, se sujet a los
brazos del silln para no caer al suelo, esa era la impresin que tena; cuando
por fin reaccion, pregunt con voz trmula.
.Pero entonces mis padres?.
.Las personas que Vd. llama sus padres, fueron un matrimonio,
que a cambio de favores, se prestaron al engao. A ella la operaron para
que no pudiera tener mas hijos, de esta forma se aseguraban su entera
dedicacin a Vd.
La muchacha se levant, su cabeza an la daba vueltas, se asom a la
ventana, el aire fro pareci mejorarla y volvindose lentamente, pregunt con
un hilo de voz.
.Entonces Eduardo?.
El ministro baj la cabeza al mismo tiempo que contestaba.
.No tiene solucin, debe morir.
Las dos ultimas palabras de aquel hombre, sonaron en los odos de Marta
como un caonazo. La racionalidad que haba adquirido en los ltimos tiempos,
la deca que deba ser as, pero su amor, su gran amor por aquel hombre la
apretaba el pecho hasta sentir dolor.
.Y cuando ser?.- Pregunt mirando al Ministro, pero sin verle
pues las lagrimas la tapaban los ojos.
La semana que viene sern invitados a una fiesta; en el transcurso de esta,
Eduardo ser envenenado y morir de muerte natural; queremos que todo
ocurra sin escandalos.- Contest el sicario, mirando su mesa de despacho, como
si se avergonzara de su accin.

Las palabras de aquel hombre, llegaban a los odos de Marta como un


murmullo lejano. Las lagrimas la corran libremente por la cara, mirando, sin
ver, pensaba en Eduardo su amor; el era la causa por la que se haba sostenido
fuerte en su lucha, lo que la haba hecho fuerte, que sera de ella de ahora en
adelante!! y de pronto fue como si los engranajes de su cerebro se detuvieran.
Pero que estaba pensando?, si en el fondo de quien se estaba compadeciendo
era de ella misma, se volvi bruscamente y recogiendo su bolso le dijo al
Ministro.
.Me marcho, mndeme las instrucciones a mi casa.
.Por favor no cometa ninguna tontera.
.No se preocupe, creo que durante todos estos aos he dado
muestras de saber comportarme y as ser hasta el fin.- Y sin despedirse
sali, apresuradamente, del despacho, dando un portazo.
Durante los das siguientes a la terrible entrevista que haba mantenido con
el Ministro; procuraba encontrarse con Eduardo lo menos posible, solo lo
imprescindible y cuando esto ocurra era, para Marta, un verdadero calvario,
casi ni se atreva a mirarle a los ojos, pareca que el muchacho la preguntaba,
con la mirada, Tu tambin Bruto?.
Antes de recibir las instrucciones definitivas, tubo otra entrevista con el
Ministro. En esta ocasin supo dominarse; haba pasado la primera crisis de
sensiblera y casi se senta avergonzada, as se lo hizo saber al Ministro, no
quera que pensara que se estaba ablandando.
.Oh!, no se preocupe, eso es comprensible y por otro lado nadie
se hubiera comportado con tanta entereza, cream.
.Gracias.- Contest, escuetamente, Marta pues a estas alturas las
alabanzas no hacan mella en ella.
.En fin quiero que sepa lo que se ha dispuesto; una vez
consumado el hecho, Vd. ir al exilio; no como Santiago.- Aclar el Ministro,
al ver que Marta lo miraba con sarcasmo.- Es Vd. demasiado valiosa para
quien manda; se marchar a Suiza, en su cuenta han ingresado una
importante cantidad.
.Pero yo no lo necesito ni lo quiero.- Dijo Marta con energa,
aunque sin ira.
.Lo s, lo s, pero no se niegue, ellos quieren sinti que han
comprado sus servicios, TODOS, me comprende? y si Vd. los rechaza
creern que piensa traicionarlos y no tendran ninguna consideracin.
.Como con Eduardo.
.SI.- Contest lacnicamente, aunque con energa, el Ministro.

.Bien, cuando saldr?.


El da despus del hecho, ir en automvil, por la autopista protegida; de
esta forma no necesitar escolta y no llamar la atencin.
As que ya no nos veremos?.
.As es, pero de todas formas, si se quedara, tendra que tratar
con otra persona.
.Por qu?
.En las prximas elecciones, son los otros los que ganarn.
Marta haba estada escuchando, la ultima etapa de la conversacin, pero
de una forma automtica; no solo no la importaba todo aquello, si no que
conoca el mecanismo; pero haba sido una forma de abstraerse y pensar una
vez mas en Eduardo y una vez mas, compadecerse de ella misma, ahora que
estaba condenada a vivir sin el.
Aquella haba sido su ultima entrevista; ahora tena las instrucciones en sus
manos, eran sencillas. Eduardo tena que ir a una fiesta y en el transcurso de la
misma ocurrira; ira solo, queran evitar escenas violentas; cuando se lo dijo a
Eduardo, este, la mir a los ojos y no dijo nada pero en ellos se reflejaba su
gran decepcin.
No quera pensar en ello; estaba haciendo las maletas, todo transcurrira
normalmente, siempre eran eficaces. Cuando amaneciera saldra, su coche
estaba esperando; termin su equipaje, no necesitaba llevarse demasiadas
cosas, en Suiza comprara lo que necesitara. Mir alrededor y despus de dar
un profundo suspiro, cogi su bolso y colgndose al hombro, asi la maleta con
la otra mano y sali.
El ascensor la llev directamente al aparcamiento, con paso rpido fue
haca su coche, coloc la maleta en el maletero y despus de subirse, puso el
coche en marcha y sali, con decisin, a la calle; estas aun permanecan
desiertas; cruz la ciudad muy deprisa y pronto se encontr en la autopista.
Aun en la penumbra del amanecer, Marta, conduca muy deprisa; saba que
las autopistas estaban protegidas por una alambrada electrificada, para evitar
que los habitantes del BARRIO, pudieran irrumpir en ellas. De pronto el sol
sali por el lado derecho del coche de Marta, fue como una explosin que hizo
recobrar el optimismo a la muchacha; apret el pedal del acelerador con fuerza,
el motor zumb y el coche respondi con alegra.
Haba recorrido algunos kilmetros; cuando una penetrante sirena, empez
a sonar; Marta saba lo que significaba, alguien, desde el BARRIO, haba roto la
proteccin. Los vigilantes de la autopista no tardara mucho en buscarlos;

seguramente serian canbales; acostumbraban a hacerlo y ponindose en medio


de la carretera, paraban a los incautos que se compadecan y despus de
matarlos se llevaban sus cuerpos y desvalijaban el coche; pero lo extrao era la
hora, el trafico era aun muy escaso por no decir nulo, era difcil que a esa hora
se hubieran arriesgado. Mir de reojo hacia el terreno de la derecha. El
BARRIO pens, cuantos recuerdos; de pronto en una colina, distingui una
pancarta, cuando estuvo mas cerca, pudo distinguir lo que estaba escrito en
ella, solo una palabra, EDUARDO y al pi de la tela alcanz a distinguir al
mismsimo Rata que saltaba y gesticulaba. Ahora lo comprenda, era una
venganza; El Rata se haba enterado del fin de Eduardo y de pronto cay en la
cuenta; aquella insistencia por parte de Rata, para que Eduardo se quedara el
BARRIO; aquel hombrecillo lo amaba mas an que ella. El haba sido quien
haba facilitado la entrada a los canbales; tendra que estar alerta.
Unos kilmetros mas adelante, se dio cuenta de la estrategia, de aquella de
la que tanto haba odo hablar, pero que nunca haba tenido ocasin de
comtemplarla. Una persona, todava muy lejana, haca gestos para que parara;
Marta apret mas, aun, el acelerador; el coche, dando un salto, corri como un
rayo en direccin a la persona que la haca seas. Segn se fue agrandando la
figura, pudo distinguir que era una anciana. Desde luego no pensaba parar,
esperaba que cuando la anciana, se diera cuenta de que el coche no perda
velocidad y se acercaba, se retirara. La figura se agrandaba, sus gestos se
hacan mas llamativos, pero no se apartaba. Marta no poda entender como los
canbales, podan convencer a esas personas, para que se quedaran en medio
de la carretera de pi, viendo como el coche se les vena encima, no lo entenda.
De pronto, cuando la distancia fue suficientemente corta como para poder
distinguir los detalles, se dio cuenta de como funcionaba aquello; la anciana
tena clavados los pies al asfalto !, la anciana gesticulaba, tanto por el dolor,
como por el terror que la causaba el ver a aquella maquina que se lanzaba
encima de ella a mas de cien kilmetros por hora. Pero Marta no estaba
dispuesta a parar, saba que era la vida de la anciana o la de ella, sus ojos
quedaron fijos en los de la figura, que ahora la pareca un mueco, una simple
marioneta, que se agrandaba, se agrandaba y de pronto el encontronazo; el
cuerpo sali volando, sin piernas, el cristal blindado del parabrisas se llen de
sangre; Marta puso en marcha los brazos limpiadores, cuando el cristal se
aclaro lo suficiente, pudo ver como un brazo de la mujer recin atropellada,
resbalaba por el cap del motor y caa a la carretera. Unos chorros de agua
sobre el cristal y los limpiaparabrisas dejaron limpio de toda mancha de sangre,
el cristal. Atrs quedaban los restos de la mujer, esparcidos por el asfalto. La
polica de carretera pas a toda velocidad, no tardaran en detener a los
culpables; saba lo que les esperaba, seguramente ellos tambin y lucharan
hasta morir. Marta suspir tranquila. Unas nubes aparecieron en el horizonte,
en la forma de una de ellas le pareci ver la cara de Eduardo que la sonriera;
segn miraba a las nubes la pareci ver una pequea mancha de sangre en el
parabrisas, puso en marcha los brazos limpiadores, el cristal qued
completamente limpio, el encanto qued roto.
El coche con un alegre sonido del motor, marchaba raudo haca el exilio.

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