Moraima Guanipa-CríticaDeArteEnVenezuela

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PERSISTENCIAS, DISCONTINUIDADES Y RIESGOS DE LA

CRTICA DE ARTE EN VENEZUELA


Moraima Guanipa
Universidad Central de Venezuela

RESUMEN

Se analizan algunas de las seales caractersticas de la reflexin sobre la crtica de


arte en el pas, su cercana e inevitable conjuncin con la Historia del Arte, as como los
reclamos que podran formularse desde el interior mismo de la actividad crtica. En
particular, este artculo se centra en el proceso de construccin cannica del arte
nacional de la segunda mitad del siglo XX y en las marcas de discontinuidad que
alimentan el abundante y valioso legado bibliogrfico de la crtica de arte en Venezuela.
Palabras clave: crtica de arte, canon, historiografa, discontinuidad.

ABSTRACT
PERSISTENCES, DISCONTINUITIES AND RISKS OF THE CRITIQUE OF ART IN VENEZUELA

I analyze some of the typical signs of the reflection on the art critique in the
country, its closeness and inevitable conjunction with the History of Arts, as well as the
claims that might be formulated from inside the critique activity. This article focuses
particularly on the process of canonical construction of national art in the second half
of the twentieth century and on the marks of discontinuity which nurture the rich and
valuable bibliographical legacy.
Keywords. art critique, canon, historiography, discontinuity.

Akademos, vol. 7, n. 2, 2005, pp. 61-78

Akademos, vol. 7, n. 2, 2005

RSUM
PERSISTANCES, DISCONTINUITS ET RISQUES DE LA CRITIQUE DART AU VNZUELA

On analyse certaines marques caractristiques de la rflexion sur la critique dart


dans le pays, sa proximit et conjonction invitable avec lHistoire de lArt, ainsi que les
plaintes qui pourraient tre portes depuis lintrieur mme de lactivit critique. En
particulier, cet article se concentre sur le processus de construction canonique de lart
national de la deuxime moiti du XXe sicle et sur les marques de discontinuit qui
nourrissent le prcieux et abondant legs bibliographique de la critique dart au
Vnzuela.
Mots-cl: critique dart, canon, historiographie, discontinuit.

RESUMO
PERSISTNCIAS, DESCONTINUIDADES E RISCOS DA CRTICA DE ARTE NA VENEZUELA

Em este artculo analisam-se alguns dos sinais caractersticos da reflexo sobre a


crtica de arte no pas, a sua proximidade e inevitvel conjuno com a Histria da Arte,
bem como os reclamos que poderiam ser formulados desde o prprio interior da
atividade crtica. Em particular, este artculo centra-se no processo de construo
cannica da arte nacional da segunda metade do sculo XX e nas marcas de
descontinuidade que alimentam o abundante e valioso legado bibliogrfico da crtica de
arte na Venezuela.
Palavras chave: crtica de arte, cnone, historiografia, descontinuidade.

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Persistencias, discontinuidades y riesgos de la crtica de arte en Venezuela

1.

INTRODUCCIN

La crtica de arte es una prctica cultural que en nuestro pas, Venezuela,


se ha caracterizado por ser una valiosa, aunque no menos discontinua, tradicin
vinculada al ejercicio de seguimiento, de comentario, de anlisis de obras y
procesos. Hablamos de un quehacer entendido y asumido como acto de
creacin y de escritura, como ejercicio especular en el que una mirada escribe y
se escribe como expresin de un pensamiento que indaga e interroga al arte.
El trabajo crtico ha acompaado a la expresin artstica venezolana en un
contrapunto que pas del comentario y el inventario, a finales del siglo XIX, a
las tareas de seguimiento e investigacin respaldadas por la formacin cada vez
ms especializada de los crticos, especialmente en la segunda mitad del siglo
XX.
Pese a contar con una amplia y diversa presencia en la cultura venezolana,
en un registro que va desde un espacio que le ha sido tradicionalmente familiar,
como son los medios impresos (peridicos y revistas), hasta el territorio propio
de este tipo de aportes (catlogos de exposiciones, libros), la crtica de arte en
nuestro pas ha sido al mismo tiempo una gran olvidada en cuanto a la reflexin
sobre su propio quehacer. Resultan escasas las seales dejadas en este sentido
por crticos e historiadores del arte venezolano cuya produccin, en buena parte
de los casos, atiende con rigor y puntualidad a estudios y reflexiones sobre
artistas, procesos y expresiones artsticas, pero poco se detiene alrededor del
papel jugado por la crtica en tanto prctica cultural vinculada no solo al debate
sino tambin a los rituales consagratorios que alimentan la construccin del
canon artstico.
Por qu la crtica de arte, como prctica cultural, se olvida de s misma,
elude la autorreferencialidad que, por ejemplo, es una caracterstica de otros
campos de la reflexin artstica como la literatura? Esta es una de las preguntas
de las que surge la indagacin que me propongo desarrollar en las pginas
siguientes.
2.

UN PUNTO DE PARTIDA DE LA CRTICA Y LA HISTORIOGRAFA

La presencia social de la crtica, en Venezuela, corri acompaada por la


labor historiogrfica, toda vez que la mirada crtica se inscriba en un esfuerzo
organizador, clasificador y valorativo orientado hacia la construccin de marcas

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temporales, ordenadas histricamente. Desde esta perspectiva, hablar de crtica


es hablar de historiografa (Noriega, 1979). O, para decirlo con las palabras de
Hermann Bauer, la historia de la crtica de Arte es Historia del Arte (1981, p.
42).
La historia de la crtica y la historia de la historiografa del arte son
siamesas que comparten el mismo corazn, la misma sangre; son una misma
actividad, por cuanto tienen en comn el objeto de estudio y de reflexin, que
es la obra de arte. Si existen diferencias entre ambas, estas son de grado (Bauer,
1981; Noriega, 1979; Venturi, 1982).
Podra decirse que la crtica de arte se ha expresado con las mismas voces
de la historiografa del arte. Y, a riesgo de parecer reiterativa y de caer en un
juego de palabras, dira que los nombres de la crtica del arte en Venezuela son,
en buena parte, los nombres de la historiografa del arte en el pas. Pinsese, por
ejemplo, en Alfredo Boulton (1964, 1966a, 1966b, 1968, 1969, 1972, 1979,
1989, 1990) y en Juan Calzadilla (1967a, 1967b, 1969, 1973, 1975, 1979a,
1979b, 1980. 1981, 1982; Calzadilla y Erminy, 1975; Cazadilla y Briceo
1977), cuya labor crtica sera indisociable de su tarea en algunos casos
pionera en la investigacin historiogrfica del arte nacional. En la amplia obra
de ambos encontramos las seales de un intento de narracin histrica que, ms
all de las cronologas, sustent la construccin de un relato del arte nacional
como una sucesin de nombres, hechos, y procesos ubicables en el tiempo.
Diversos autores consideran equivalentes los trminos historiografa del
arte e Historia del Arte para designar lo que se ha dado en llamar la ciencia
histrica (Noriega, 1979, 1997). Sus orgenes se remontan a Grecia con los
primeros comentarios sobre obras artsticas, los cuales alcanzarn un punto de
desarrollo con el intento de sntesis realizado por Giorgio Vasari en el siglo XVI
al recoger la vida de los artistas del Renacimiento, mtodo que ha sido
considerado como un hito en los comienzos de la historiografa artstica
(Checa, Garca, y Morn, 1992).
La indisolubilidad de los lazos entre crtica e historiografa del arte se hace
ms patente, ya que en la labor historiogrfica, aun en aquella dedicada al
estudio del pasado ms remoto, es imposible sustraerse a la necesidad de aportar
valoraciones sobre las obras o el proceso en estudio (crtica). Autores como el
venezolano Simn Noriega (1979, 1997), a quien se deben los primeros aportes
tericos e historiogrficos sobre la crtica de arte en el pas, siguen la senda

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Persistencias, discontinuidades y riesgos de la crtica de arte en Venezuela

trazada con anterioridad por el terico italiano Lionello Venturi (1982), quien
afirma que no se puede hablar del crtico si este no se ubica en una perspectiva
histrica, de la misma manera que es imposible concebir que un historiador
carezca de una perspectiva crtica.
Venturi advirti tempranamente sobre el valor de la crtica, su
proximidad al juicio, al gusto y a la esttica, cuya musculatura viene dada por su
capacidad para ubicar el anlisis en una perspectiva histrica, puesto que
cmo podra comprender un crtico una obra de arte sin enmarcarla dentro de la
actividad general de su autor, sin ponerla en relacin con las dems obras de
tendencia afn y, en suma, sin hacer su historia? Concluyamos: un crtico que
juzga una obra de arte sin hacer su historia juzga sin comprender. (1982, p. 32)

De acuerdo con este punto de vista y para seguir con la idea de Venturi (1982,
p. 328), segn la cual la historia del arte es tarea de la crtica de arte esta se
ha considerado como una de las prcticas artsticas que dan vida al arte desde el
territorio de la interpretacin y la valoracin. Esto, a su vez, ha resultado de
capital importancia en el desarrollo de la conciencia artstica occidental. En
consecuencia, el quehacer crtico, independientemente de las corrientes de
pensamiento y de las posturas ideolgicas, desde el formalismo hasta la
sociologa del arte, desde la semitica a la esttica, desde la iconologa hasta el
anlisis marxista y el psicoanlisis, supone una vocacin valorativa.
Cabe mencionar de nuevo a Venturi, quien hacindose eco de los
postulados de Benedetto Croce sobre la importancia que tiene la interpretacin
histrica para la crtica de arte aboga por el reconocimiento de un mismo
cauce para crtica e historiografa:
historia y crtica del arte convergen en aquella clase de comprensin de la obra de
arte que no se da sin el conocimiento de las condiciones de su surgimiento y que
no es comprensin, sino juicio. El juicio es la culminacin de la historia crtica
del arte. (1982, p. 33)

Otro terico italiano, Omar Calabrese, al definir qu es arte, se ha


referido a esta vocacin valorativa que acompaa al arte mismo como:
Una condicin intrnseca de ciertas obras producidas por la inteligencia humana,
en general constituidas nicamente por elementos visuales, que exprese un efecto
esttico, estimule un juicio de valor sobre cada obra, sobre el conjunto de obras, o
sobre sus autores, y que dependa de tcnicas especficas o de modalidades de
realizacin de las obras mismas. (1995, p. 11, nfasis aadido).

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La interpretacin y el juicio son inherentes a la historiografa y a la crtica.


Ni el crtico ni el historiador pueden renunciar a la cultura, los valores y las
perspectivas de su propio tiempo, independientemente del perodo histrico
estudiado. En apoyo de esta idea vale recordar lo aportado por Checa et alii
(1992, p. 14), quienes sostienen que la Historia es una disciplina viva, en tanto
por vocacin mira hacia al pasado, pero lo hace con los ojos del presente.
3.

LAS HUELLAS DISPERSAS

A partir de una labor reflejada en abundantes repertorios bibliohemerogrficos as como en investigaciones monogrficas e interdisciplinarias
(en tiempos ms recientes), el quehacer de la crtica de arte vinculada a la
historiografa artstica ha registrado el devenir del arte venezolano de las dos
ltimas centurias en trminos de sus autores, movimientos y procesos ms
destacados. Sin embargo, ese recorrido en nuestro pas ha sido ms un camino
entrecortado y zigzagueante que continuo y permanente, como lo ha hecho ver
lcidamente Roldn Esteva-Grillet (1991).
Una primera explicacin de esta tradicin de la discontinuidad habra que
buscarla en el hecho de que la crtica de arte fue ms una tarea espontnea,
entusiasta y no menos dispersa, realizada inicialmente por escritores,
intelectuales, coleccionistas y personas interesadas en el arte mismo.
El siglo XIX venezolano sera el mejor ejemplo de la caracterizacin
mencionada, la cual, valga la advertencia, no es exclusiva de los predios
nacionales. Como bien lo destacaba hace ya casi dos dcadas el crtico argentino
Fermn Fevre (1987), la historia de la crtica de arte en Latinoamrica en el siglo
XIX estuvo vinculada a la prensa, sin programas ni seguimiento. Fueron
tiempos en los que a los procesos independentistas nacionales siguieron guerras
civiles y largos perodos de inestabilidad poltica que poco o nada
contribuyeron a crear un clima favorable para las artes ni mucho menos para la
crtica.
En ese contexto, destacan como pioneros de la crtica de arte venezolana
los nombres de Ramn de la Plaza y Nicanor Bolet Peraza. El primero, autor de
Ensayo sobre el arte en Venezuela (1883), ha sido considerado por Esteva-Grillet
y especialmente por Noriega (1979, p. 77) como la figura ms destacada en la
historia de la crtica artstica a fines del siglo XIX. A Bolet Peraza se le reconoce
su dedicacin al registro del arte de su tiempo dejado en publicaciones

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Persistencias, discontinuidades y riesgos de la crtica de arte en Venezuela

peridicas, por lo que Esteva-Grillet considera que l merecera figurar entre


los autores dignos de la investigacin hemerogrfica (1991, p. 184). En ambos
casos, sus iniciativas no tuvieron continuacin en su tiempo y fue solo bien
entrado el siglo XX cuando la investigacin historiogrfica estudi los aportes
de esos artistas.
Una de las razones que podra explicar la discontinuidad de la crtica
estara relacionada con el hecho de que su ejercicio ha tenido lugar
principalmente en la arena pblica del periodismo, dado que fue en el espacio
de la prensa escrita donde florecieron los comentarios y las valoraciones sobre
artistas y obras del arte venezolano. En este sentido apunta el comentario de
Roldn Esteva-Grillet, quien seala lo siguiente:
Bien sabemos que mucha de nuestra crtica surge de las pginas culturales de los
peridicos o revistas y que muy rara vez un libro ad hoc, salvo que ste haya sido
expresamente encomendado y, por supuesto, financiado por el gobierno o por la
empresa privada. As naci el texto que est en el origen de nuestra Historia del
Arte, Ensayos sobre el Arte en Venezuela del General Ramn de la Plaza, publicado
con motivo del Centenario del Libertador en 1833, por mandato de Guzmn
Blanco. (1991, p. 68)

El siglo XX en sus inicios tampoco conoci nuevos y continuados hilos


para el seguimiento del quehacer artstico en el pas. Ya lo apuntaba Fevre para
Latinoamrica, cuando caracterizaba al crtico como alguien que llega al
campo de las artes visuales por propio esfuerzo y gracias a haber vencido
innumerables obstculos (1987, p. 55).
La crtica de arte en el pas se asoma en las primeras dcadas del siglo XX,
en un ambiente relativamente favorable para su desarrollo, incluso en tiempos
marcados por la tirana (de Cipriano Castro, primero y de Juan Vicente
Gmez, despus), debido, en parte, al auge petrolero y a sus consiguientes
oleadas modernizadoras, as como a los procesos de renovacin que en el
ambiente artstico y cultural impulsaron iniciativas como el conocido Crculo
de Bellas Artes (1912-1917). Esta asociacin reuni a un variado grupo de
pintores, entre los cuales figuraron Manuel Cabr, Antonio Edmundo
Monsanto, Federico Brandt, Rafael Monasterios, Armando Revern, y
favoreci a un movimiento que acogi a msicos, poetas, periodistas y
escritores, quienes animaron la apertura hacia la adopcin de nuevos modelos
artstico-literarios. Entre esos autores figuraron Rmulo Gallegos, Jess
Semprum, Fernando Paz Castillo, y Eduardo Calcao.

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Nombres ms asociados a mbitos como la literatura, el periodismo, el


coleccionismo, surgiran como hitos del pensamiento crtico venezolano de la
primera mitad del siglo XX. Si bien en ellos destaca el intento por ir ms all del
mero registro de nombres, obras y movimientos, por insertar su visin crtica en
una perspectiva de aspiraciones contemporneas y universales, se tratar en su
mayora de apariciones aisladas y puntuales en medios impresos (peridicos y
revistas). Esa orientacin encontrar eco, salvando las distancias y diferencias,
en un nuevo archipilago de crticos e historiadores de dilatada presencia a lo
largo de la segunda mitad de ese siglo, entre quienes aparecen figuras como
Alfredo Boulton, calificado sin reservas por Noriega como el ms grande entre
los historiadores de la pintura en Venezuela (1979, p. 144).
El discurso crtico venezolano de la segunda mitad del siglo XX apuntaba
a un sentido de proyeccin del artista y su obra en el marco general de la
historia del arte nacional. Cuando se penetraba en las aguas de lo propiamente
esttico, sin embargo, el abordaje resultaba apegado principalmente al
comentario valorativo personal y a los cdigos propios del anlisis formal y
visual.
El trabajo crtico se orientaba hacia el estudio de los fenmenos artsticos,
el cual en buena parte de sus expresiones, de modo abierto o no indicado se
haca eco de una corriente denominada puro visualismo, de inspiracin
filosfica alemana, dentro de la que se cuentan los aportes de Adolf Hildebrand,
Alois Riegl, Heinrich Wlfflin y, ms tarde, de Henri Focillon (Calabrese,
1995). Sus postulados apuntaban a una teora de la visin artstica que conceda
protagonismo a la representacin visual, aislada incluso de consideraciones de
carcter social e histrico. El anlisis se centraba en los valores y caractersticas
visuales de la obra, en los problemas plsticos que esta contena, en los modos
de representacin y en sus smbolos (Calabrese, 1995; Noriega, 1997).
Esteva-Grillet (1991) ubica este punto de quiebre en los aos 50, perodo
en el que el pas vivi en paralelo una dictadura y renovados procesos de
modernizacin:
Esa generacin de crticos formalistas nacer con el Taller Libre de Arte, se
rebelar con Los Disidentes y madurar a travs de la revista Integral y los
Suplementos Literarios de los aos cincuenta. Ellos son: Pern Erminy, Juan
Calzadilla, Sergio Antillano, Francisco Da Antonio, con el aadido de una
argentina, Clara Diament de Sujo, y un maestro francs, Gastn Dile. (1991, p.
67)

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Persistencias, discontinuidades y riesgos de la crtica de arte en Venezuela

Esa aproximacin crtica, que en los casos de Mariano Picn Salas y


Guillermo Meneses, por citar otros dos autores mucho tena de aliento
literario, en gran medida contribuy a la conformacin del canon del arte
venezolano, desde la perspectiva de lo que Bourdieu (1999) llama las listas de
autores o de movimientos, esto es, un proceso de canonizacin marcado por la
construccin de una genealoga, un marco acotado de nombres consagrados y
clasificados en torno a parmetros comunes e institucionalizados: pocas,
generaciones, escuelas, gneros, movimientos.
Las listas de autores a las que hace referencia Bourdieu, pueden ser
ejemplificadas con los aportes que crticos e historiadores hicieron a la
bibliohemerografa artstica a partir de la segunda mitad del siglo XX, y en la
que los nombres de los llamados maestros del arte nacional se consolidaron desde
una mirada coincidente que legitimaba discursiva y socialmente lo que se
consideraba como arte, obra de arte. Este proceso es una de las caractersticas
clave del canon, toda vez que remite a un criterio exterior, universal, ideal o de
belleza que tiene que tener validez en todas las culturas. El canon, como ley
escrita, no intenta sino homogeneizar gustos y produccin esttica (Montaldo,
2001, p. 74).
Cabe tener presente que la constitucin del canon pasa por la definicin
de una serie de autores, movimientos, pocas y obras que a lo largo del tiempo
se mantienen como referencias validadas de lo que es el arte y que Montaldo
(2001) denomina corpus. Esta autora lo explica desde el punto de vista del
campo literario, pero esa nocin bien puede extrapolarse al del Arte:
El corpus, es decir, el conjunto de textos que conforman lo que bajo el nombre de
literatura una determinada poca pone a circular de manera legtima, es aquella
escritura permitida que ha pasado las pruebas de autorizacin de los agentes del
campo intelectual. El canon es la forma en que se arma, con los textos del corpus,
el conjunto del paradigma esttico de una poca. Aunque en menor medida que
el corpus, tambin est ligado a la idea de organizacin nacional de una cultura y
que tiene que ver con la constitucin de los clsicos. Los clsicos son textos que
cultural y convencionalmente se instituyen como modelos. En sociedades
modernas, con pblicos annimos y en donde los bienes culturales se acrecientan
y sirven igualmente para integrar y discriminar, los clsicos resumen el conjunto
de valores que se consideran estticos. (2001, p. 74)

El canon literario o artstico se constituye as en una referencia casi


tautolgica de lo que es o debe ser considerado literario o artstico, afirmado a
su vez en una tradicin que, como lo expuso Harold Bloom en su Canon

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occidental (1995), va ms all de un relevo generacional o una herencia, para


convertirse en una lucha por la supervivencia literaria (artstica) o la inclusin
en el canon.
El proceso cannico tiene en las voces autorizadas de la crtica y de la
historiografa su espacio de realizacin. Para Kermode (1988, p 114), la
opinin [la crtica] es una gran formadora de cnones y no se puede tener
privilegiados sin dejar a otros por fuera. Una vez incluidos en el canon, las
obras y autores inscritos en l recibirn un tipo de interpretacin que reforzar
continua y progresivamente su condicin de modernidad, su actualidad (p.
115).
Revern sera un caso emblemtico en cuanto a su condicin cannica.
En la discontinuidad de la crtica del arte, su nombre y su obra mantienen una
persistencia y lozana a prueba del tiempo.1 Su vida y su obra atraviesan y
modelan buena parte del arte del siglo XX venezolano, adems de servir de hilo
comn a buena parte de las voces de la crtica de arte del pas. Desde las
primeras miradas que sobre su obra ofrecieran escritores como Picn Salas
(1983), quien en 1939 public un ensayo sobre el pintor en la recin creada
Revista Nacional de Cultura, y Alfredo Boulton, con sus libros dedicados al
artista (1966b, 1979, 1990), hasta los estudios publicados en 1992 por los
escritores espaoles Antonio Saura y Juan Manuel Bonet en el catlogo de la
primera exposicin antolgica del artista realizada en el Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofa, Espaa, Revern se presenta no solo como nuestro
clsico del arte venezolano sino tambin, e incluso a pesar de s mismo, como el
inventor de una modernidad en pintura (Prez Oramas, 1992, p. 55). En
Revern encontramos una de las caractersticas que distinguen al canon: la
perenne actualidad de una obra tenida hasta el presente como original.
El inventario, la resea periodstica, el contenido valorativo y literario, el
comentario impresionista de las obras, marcaron hasta bien entrado el siglo
XX una prctica cultural que, al cruzar la segunda mitad de la centuria,
registrar un cambio tan lento como positivo. Surgieron nuevas generaciones de
crticos con significativos aportes dentro de la investigacin histrico-artstica
venezolana (Esteva-Grillet, 1991, p. 208).
1

La vida y la obra de Armando Revern constituyen quiz las ms dilatadas pginas de la historiografa
del arte venezolano. Su nombre asoma tanto en libros sobre la historia del arte nacional, como en
estudios monogrficos y en catlogos de exposiciones nacionales e internacionales.

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Persistencias, discontinuidades y riesgos de la crtica de arte en Venezuela

La labor crtica contara con autores que incluso se dedicaron a campos


hasta entonces carentes de una mirada acuciosa y atenta, como fue el caso del
arte colonial venezolano abordado por Carlos Duarte (1979, 2001). Esta labor,
sin embargo, se hara a partir de esfuerzos personales y profesionales de carcter
individual y puntual, lo que tambin contribuy a la discontinuidad sealada
anteriormente, y a la que se refiere Esteva-Grillet cuando observa que una
caracterstica general de esta produccin es que no ha obedecido a un
programa; son investigaciones saltuarias, que parecieran no encadenarse entre
s; y, en algunos casos, la produccin de un mismo autor carece de continuidad
(1991, p. 209).
El ejercicio crtico se aliment de momentos de empuje y entusiasmo
alrededor de las artes visuales venezolanas. En especial, los aos 60 y 70
estuvieron marcados por una efervescencia intelectual aupada por la
modernizacin que impuls el auge petrolero, pero tambin por la polmica
que fomentaban los debates sobre los modelos sociopolticos que deban
adoptarse en los pases latinoamericanos, as como el clima de insurgencia
contestataria que deriv en subversin guerrillera. Venezuela se abri a la
presencia de investigadores y crticos venidos de otros pases del continente, lo
cual enriqueci el debate cultural de esos aos; entre ellos, destacaron Marta
Traba, ngel Rama, Jorge Romero Brest, y Clara Diament Sujo.
La progresiva profesionalizacin por parte de quienes se dedicaron a la
labor crtica a partir de la segunda mitad del siglo pasado, introdujo un cambio
cualitativo en el enriquecimiento de nuevas perspectivas de anlisis y una
vocacin investigativa, tal y como lo han puesto de relieve distintos autores
(Noriega, 1979; Fevre, 1987; Esteva-Grillet, 1991), lo que puede resumirse de
la siguiente manera:
A medida que la necesidad de especializacin fue aumentando, la crtica localista,
retrica e impregnada de acotaciones literarias, dio paso a crticos ms
informados y formados, que no estuviesen siguiendo siempre con retardo el
desarrollo del proceso artstico de su pas y del mundo. Pero el logro de cierta
profesionalizacin no es algo tan fcil. (Fevre, 1987, p. 55)

La profesionalizacin que se exiga a la crtica encontr un punto de


apoyo importante con la instauracin en el pas de los estudios universitarios en
Arte, que se iniciaron con la creacin, en abril de 1978, de la Escuela de Artes
de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Entre las menciones que

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ofrecen estos estudios de Pregrado (Artes Escnicas, Artes Cinematogrficas,


Msica, Promocin Cultural) figura la de Artes Plsticas; en el perfil del
egresado con esa mencin se contempla la capacitacin para la crtica y
evaluacin tanto de obras individualizadas en su significacin esttica como en
su vinculacin con el medio sociocultural en el cual stas se generan (Kizer,
1998, pp. 20-21). Tambin debe apuntarse el hecho de que con los estudios de
pregrado, la Escuela de Artes de la UCV mantiene un programa de postgrado
que incluye una Maestra en Artes Plsticas: Historia y Teora del Arte.
Con la aparicin de una nueva generacin de investigadores e
historiadores del arte venezolano, en su mayora formados en aulas
universitarias nacionales e internacionales, comienza un renovado inters por la
crtica, vista ya no como un quehacer accesorio y tangencialmente abordado
desde la iniciativa individual. En este sentido, cabe mencionar el comentario de
Blgica Rodrguez, quien forma parte de los crticos venezolanos de esos aos y
para quien, gracias a la labor pionera de crticos como Boulton, Antillano,
Calzadilla, Erminy, hoy puede considerarse una profesin a la crtica y la
historia del arte (2002).
La creacin de nuevas y diversas instituciones musesticas, as como la
incorporacin de los estudios de arte en las universidades nacionales, a partir de
los aos 70, gener el clima propicio para el surgimiento de la crtica de
carcter profesional. Tanto el trabajo historiogrfico como el investigativo
encontraron su cauce en el tejido institucional pblico y privado (Guanipa, en
prensa), cuando la aparicin de distintas instituciones musesticas estuvo
acompaada por la creacin de unidades o departamentos de investigacin.
Se abri un amplio abanico de posibilidades de investigacin y crtica en
campos que iban desde las artes visuales hasta el diseo y la arquitectura, en un
registro de nuevas obras y nombres. Blgica Rodrguez (2002) se ha referido a la
hoy rica bibliografa del arte venezolano, a partir de los aportes de
investigadores de primera lnea como Vctor Gudez, Roldn Esteva Grillet,
Mara Elena Ramos, Simn Noriega, Vctor Fuenmayor, Juan Carlos Palenzuela,
y de gente ms joven, entre ellos Luis Prez Oramas, Katherine Chacn, Susana
Benko y Eduardo Planchart, hasta llegar a los libros de Enrique Viloria. A esta
lista hay que aadir los anlisis de los curadores publicados en catlogos, sin
mencionar a los que se han ocupado del arte prehispnico, la arquitectura y arte
popular. Bibliografa importante y valiosa son las publicaciones internas
depositadas en bibliotecas universitarias (Escuela de Artes de la UCV y

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Persistencias, discontinuidades y riesgos de la crtica de arte en Venezuela

Universidad de Los Andes), acadmicamente recomendadas para cualquier


investigacin.

La necesidad de un profesional de la crtica, como en su momento han


sealado Noriega (1979), Fevre (1987) y Esteva-Grillet (1991), supuso dejar
atrs la idea del crtico como un entusiasta y espontneo trabajador cultural
proveniente de diversas ramas de las humanidades y de la arquitectura, para
perfilar la condicin de especialista, dedicado a un quehacer especfico, aun a
riesgo de reducirse a la exclusiva parcela de su saber y su prctica.
Los esfuerzos, sin embargo, resultaron ms individuales y desconectados
que continuos y articulados, si se tiene presente que el escenario de la crtica se
mantiene como una suerte de archipilago de voces, acosadas por la
contingencia y, en ocasiones, por las exigencias institucionales (museos,
galeras, coleccionistas), antes que proyectos de continuidad investigativa. A
ello habra que sumar los desvos de un ejercicio crtico que, como bien ha
advertido Mara Elena Ramos (1988), se asume como un juicio desde el gusto,
marcado por lo que ella califica de amarillismo cultural, una actitud negativa
y descalificadora basada en el ejercicio de poder por parte del crtico, antes que
un trabajo de comprensin de la obra.
Saber ver y hacerlo con responsabilidad y de manera flexible es una
meta para Ramos, quien llama la atencin sobre los riesgos de una crtica
marcada por
Exceso de datos. Carencia de visiones. Se confunde el arqueo con la percepcin.
Se confunde arte con historia. Y hasta se confunde la buena historia con su
mueca empobrecida por el biografismo copiado. Se confunde tambin historia
con chisme. Se confunde crtica con echar un cuento. Se confunde leer con ver.
Se confunde instruir, aprehender y sentir con fichar lo que otros escribieron. Se
confunde buen arte con arte consagrado por otros; y, por eso, muchos crticos
del nada-sirve slo dedican un cierto afecto fundamental a algunos artistas
muertos. (1988, p. 92)

La labor crtica debera tomar distancia del juicio como medio y fin, para
afiliarse a un trabajo interdisciplinario que requiere el concurso de diversas
miradas: la sociologa, la antropologa, el anlisis literario, entre otros. Ya lo
destac Fevre en su momento: Esto apuntara a una funcin ms
interdisciplinaria de la crtica, ms desatenta del objeto artstico, pero ms
profundamente ocupada por desentraarlo (Fevre, 1987, p. 57).

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4.

LA CRTICA EN TIERRA DE NADIE?

El ejercicio crtico fue objeto de un debate respecto de sus fines, mtodos


y posibilidades, por cuanto se le exiga salir del eje creadorobra de arte, incluso
renunciar, como lo plante Juan Acha (1984, p. 75) a una actividad limitada a
comentar parasitariamente o a analizar con sentido crtico los productos
denominados obras de arte, para inscribir el trabajo en una perspectiva de
estudio vinculada a la complejidad sociohistrica del campo cultural:
la crtica de arte est hoy obligada, sin duda, a escrutar la realidad artstica y a
producir teoras o conocimientos de la misma, mediante criterios realistas,
conceptos renovadores, instrumental actualizado o como quieran denominarse
los recursos crticos ms eficaces que hoy nos ofrece la cultura occidental. (1984,
p. 275)

Desde esa perspectiva, el trabajo de la crtica derivara hacia una construccin


del acervo historiogrfico, pero al mismo tiempo tendra que atender a una
sistemtica reflexin respecto a sus mtodos y fines.
Pese a los esfuerzos por la sistematizacin de un quehacer que ha
encontrado espacio propio en el devenir del arte venezolano, especialmente en
la segunda mitad del siglo XX, y a la profesionalizacin aportada por la
formacin que ofrecen los estudios universitarios de Arte, sigue siendo
igualmente crtico para la crtica el acoso de la discontinuidad y la dbil
presencia en la escena pblica, aun cuando buena parte de los aportes de los
crticos se han difundido en los medios impresos nacionales (peridicos y
revistas).
Si bien el canon funcion como una suerte de articulador de la tradicin
crtica e historiogrfica, la discontinuidad se profundiz en la medida en que la
proyeccin del trabajo crtico se hizo a la sordina, alejado de las contingencias y
pautas propias de lo que a lo largo del siglo XX fue su escenario: la prensa
escrita. Del mismo modo, a la crtica del arte venezolano le ha faltado la
necesaria revisin crtica e historiogrfica de sus propios procesos y expresiones.
Faltara, pues, una crtica de la crtica constructora del canon.
Sobre la actividad del crtico de arte recaen los sentimientos encontrados
de la desconfianza y, al mismo tiempo, del reconocimiento de su papel en la
vida intelectual y artstica de nuestros pueblos. Una tensin dilemtica se dibuja
en el devenir de la crtica de arte, si se toma en cuenta que esta actividad est
obligada al desconcertante trabajo de servir simultneamente a distintos amos:

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Persistencias, discontinuidades y riesgos de la crtica de arte en Venezuela

el artista y los circuitos culturales; la obra como entidad misma y el propio


quehacer crtico.
La anarqua as como el entronizamiento de valores comerciales antes que
artsticos contribuyen a ese panorama de riesgos para el quehacer crtico. El
debate sobre el papel de la crtica en la sociedad contempornea se ha orientado
a advertir respecto del peligro que supone la tcita alianza con el mercado del
arte. En este contexto, la obra de arte es objeto de un proceso de fetichizacin,
en el que es desnudada tanto de sus propiedades intrnsecas como de la
naturaleza de su funcin (Noriega, 1979, p. 35). Este fenmeno alcanz
cumbres particularmente peligrosas en los aos 80, bajo el influjo financiero
que promovi el mercado del arte en el plano internacional, como lo expone
Ramn Almela (2001):
La relacin del arte con la poltica y la economa atraves significantes cambios
conformando un estilo descriptivo que cada vez perda ms contacto con la
realidad vital del arte y con una actitud evaluativa como deber de la crtica. As se
transform en un elemento del sistema del arte determinado por el turismo
cultural y los imperativos del marketing artstico. Habra que preguntarse sobre
las funciones que la sociedad delega al acto crtico.

La carencia de formas de organizacin (gremios) y de debate por parte de


los crticos y el escaso reconocimiento social que tiene el oficio tambin se
suman al saldo negativo que exhibe la crtica de nuestro tiempo. Pinsese en el
intermitente papel que ha tenido el captulo venezolano de la Asociacin
Internacional de Crticos de Arte en los eventos internacionales de esta
organizacin no gubernamental fundada en 1948 bajo el patrocinio de la
Unesco. Como ejemplo, valga recordar que en dos dcadas de Jornadas
Internacionales de la Crtica, organizadas por la Asociacin Argentina de
Crticos de Arte (AACA), desde su primera edicin, en 1978, hasta la
convocatoria XII, en 1992, la participacin venezolana no ha excedido de dos
asistentes por evento, en el mejor de los casos. Cabe, no obstante, destacar la
persistencia y el esfuerzo que algunos crticos venezolanos, como Blgica
Rodrguez, han dado a estas formas de organizacin.
Frente a los riesgos mencionados no han dejado de alzarse las voces de los
propios crticos, dedicados al ejercicio de la autocrtica y conscientes de las
limitaciones de una tarea intelectual caracterizada por la dispersin y la falta de
otros estmulos diferentes del esfuerzo individual y de la pasin por el
pensamiento crtico (Fevre, 1987).

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La crisis de la crtica refleja, tanto ayer como hoy, una de sus ms curiosas
paradojas: mientras ms se ha empeado la crtica en alcanzar niveles elevados
de organizacin, profesionalizacin y de integracin interdisciplinaria, ms
dbil ha sido y es su presencia en la vida pblica. Lejos de lo que fue una
prctica comn en el periodismo cultural venezolano a lo largo del siglo XX,
hoy son escasos los medios impresos que conceden espacios regulares a las
columnas sobre crtica de arte. Salvo la seccin que, bajo el ttulo de Formas
visuales, mantiene el crtico Juan Carlos Palenzuela en el diario El Universal,
resultan escasas y puntuales las secciones dedicadas a evaluar, comentar, y
reflexionar sobre el arte venezolano del presente.
Y fue el propio Palenzuela quien a finales de los aos 90 del siglo pasado
hablaba del vasto silencio que se impona a la crtica de arte venezolana, sobre
todo a partir del progresivo cierre de los espacios que tradicionalmente la prensa
cultural dedicaba a esta actividad. Palenzuela se preguntaba entonces si exista la
crtica de arte en el pas y, antes que considerar la interrogante como ociosa, se
serva de ella para dejar en el aire lo que calific como una constatacin triste:
no hay crtica puesto que no hay el ejercicio que ella significa, no hay la
frecuencia al menos semanal del columnista, no hay los riesgos y revelaciones
del debate (Palenzuela, 1997, p. 7).
5.

CONCLUSIN

Valioso y discontinuo ha sido el discurrir de esa prctica de interpretacin


y valoracin del objeto artstico llamada crtica de arte. Su devenir en nuestro
pas ha corrido parejo con la conformacin de la historiografa del arte
venezolano y con el proceso de constitucin del canon del arte nacional, en
tanto las voces de la crtica han sido tambin las voces de la Historia del Arte.
La supervivencia de la crtica, como lo han hecho ver en su momento
autores como Noriega (1979) y Fevre (1987), est en el replanteamiento del
quehacer crtico, al proponer un trabajo ms interdisciplinario, una
profundizacin en la investigacin que incluso permita desmitificar la funcin
del crtico en trminos de lecturas, registro e inventario del objeto artstico,
pero al propio tiempo orientada a la indagacin constante sobre ese mismo
objeto. Esta puerta de salida, supone tambin replantearse el sentido creador de
la crtica en s misma, la bsqueda de nuevos modelos de dilogo con las
comunidades artsticas, con las obras, los procesos de creacin y con los
pblicos.
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Persistencias, discontinuidades y riesgos de la crtica de arte en Venezuela

A la vez que se afirma el carcter multidisciplinario de la crtica, se plantea


la necesidad de que esta renuncie a privilegiar su presencia dentro del circuito
cerrado del mercado del arte, del consumo y de los rituales tradicionales de
convalidacin de la obra artstica, para ganar un espacio en el que pueda
confrontarse con su propio espejo: sus prcticas y visiones. Tarea pendiente:
una historiografa de la crtica, una autocrtica de la crtica.

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