Cuerpo (S) Sexos, Sentidos, Semiusis.
Cuerpo (S) Sexos, Sentidos, Semiusis.
Cuerpo (S) Sexos, Sentidos, Semiusis.
Comit Patrocinante
Toms Maldonado, Eliseo Vern (Argentina); Umberto Eco, Paolo Fabbri (Italia).
Director
Lucrecia Escudero Chauvel (Argentina).
Jefes de Redaccin
Teresa Velzquez Garca-Talavera (Espaa).
Eliseo Colon Sayas (Puerto Rico)
Comit de Redaccin
Lucrecia Escudero Chauvel, Claudio Guerri, Rosa Mara Ravera, Oscar Steimberg, Oscar Traversa (Argentina);
Eduardo Peuela Caizal, Monica Rector, Maria Lucia Santaella (Brasil); Armando Silva (Colombia); Rafael del
Villar (Chile); Charo Lacalle, Jorge Lozano, Cristina Peamarn, Jos Mara Paz Gago, Jos Romera Castillo,
Carlos Scolari, Teresa Velzquez (Espaa); Adrin Gimate-Welsh, Alfredo Tenoch Cid Jurado (Mxico); Eliseo
Coln (Puerto Rico); Fernando Andacht (Uruguay); Jos Enrique Finol (Venezuela).
Comit Cientfico
Winfried Nth (Alemania); No Jitrik (Argentina), Jean-Marie Klinkenberg, Herman Parret (Blgica); Decio
Pignatari (Brasil); Romn Gubern, Carmen Bobes (Espaa); Erik Landowski, Jacques Fontanille (Francia); Pino
Paioni (Italia); Desiderio Blanco (Per); Floyd Merrell (USA)
Comit Asesor
Leonor Arfuch, Ana Mara Camblong, Mario Carln,Olga Corna, Mara Teresa Dalmasso, Fabricio Forastelli,
Susana Frutos, Mara Ledesma, Isabel Molinas, Silvia Tabachnik, Estela Zalba (Argentina); Victor Quelca
(Bolivia); Ana Claudia Alvez de Oliveira, Carlos Assis Iasbeck, Beth Brait, Yvana Fechine, Irene Machado, Arlindo
Machado, Eufrasio Prates; (Brasil); Jess Martn Barbero, Neyla Pardo (Colombia); Alberto Pereira Valarezo
(Ecuador); Juan Alonso, Pilar Couto, Jos Manuel Prez Tornero, Mon Rodrguez, Santos Zunzunegui (Espaa);
Eero Tarasti (Finlandia); Claude Chabrol, Patrick Charaudeau, Franois Jost, Guy Lochard (Francia); Bernard
McGuirk, Guillermo Olivera, Greg Philo (RU); Paolo Bertetti, Patrizia Calefato, Gianfranco Marrone, Roberto
Pellerey, Antonio Perri, Patrizia Violi (Italia); Lydia Elizalde, Roberto Flores, Katia Mandoki, Raymundo Mier,
Mara Eugenia Olavarra (Mxico); Oscar Quezada Macchiavello (Per); Rosario Snchez Vilela (Uruguay);
Walter Mignolo (EEUU), Rocco Mangieri, Dobrila de Nery (Venezuela).
_________________________________________________________________________
Direccin postal: 12, Rue de Pontoise. Pars 75005. Francia. www.designisfels.net
deSignis es una publicacion de la Federacion Latinoamericana de Semiotica, declarada de inters pblico con
nmero de registro 1405367K como Asociacin Internacional, Ley 1901 (Francia).
Publicacion indexada en Latindex www.latindex.com; http://dgb.unam.mx/clase.html
La Coleccin deSignis es publicada por Editorial La Cruja (Buenos Aires, Argentina).
Patrocinan el proyecto editorial de deSignis la Asociacin Espaola de Semitica (AES); Universidad Autnoma
de Barcelona (Espaa); Asociacin Mexicana de Estudios de Semitica Visual y del Espacio (AMESVE);
Universidad de Lille 3 -IUTB- Departamento INFOCOM (Francia); Department of Hispanic & Latin
American Studies y Postgraduate School of Critical Theory and Cultural Studies (School of Modern Languages)
de la Universidad de Nottingham (Gran Bretaa); Asociacin Argentina de Semitica (AAS).
Nueva Coleccin
deSignis 16
C uerpo ( s ):
Cuerpo(s): sexos, sentidos, semiosis / coordinado por Mara Eugenia Olavarra - 1a ed. Buenos Aires : La Cruja, 2010.
208 p. ; 22x14 cm. - (DeSignis)
ISBN 978-987-601-109-9
1. Sexualidad. I. Olavarra, Mara Eugenia, coord.
CDD 306.7
Este nmero de la coleccin deSignis ha sido realizado en colaboracin con el Programa de Posgrado
en Ciencias Antropolgicas de la Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Mxico
y recibi el auspicio del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologa CONACYT, proyecto CB-20061-56385 Parentesco, cuerpo y reproduccin. Representaciones y contenidos culturales en el contexto
mexicano contemporneo bajo la responsabilidad de Mara Eugenia Olavarra.
La Cruja Ediciones
Tucumn 1999 - C1050AAM
Buenos Aires - Argentina
Tel/fax: (54 11) 4375-0664/4373-3150
E-mail: [email protected]
Correccin: Jimena Timor
Diseo de cubierta: Horacio Wainhaus - [email protected]
Diagramacin: Ana Uranga B.
Webmaster: Carlos A. Scolari - [email protected]
ISBN: 978-987-601-109-9
Impreso en Argentina
deSignis 16
C uerpo ( s ):
I. Escenarios
Coordinadora: Mara Eugenia Olavarra
1. Cuerpos en movimiento
Rocco Mangieri
Continuo y discontinuo: elementos para una semitica de la danza y del movimiento
15
Adriana Guzmn
Reflexiones encarnadas: cuerpos que se piensan a s mismos
22
Liuba Kogan
El lado salvaje de la vida: cuerpos y emociones
33
2. Cuerpos extremos
Ral Magalln
Las imgenes de prisin de Abu Ghraib: de la plaza pblica al gora audiovisual
41
Sandra Valdettaro
Ms all de Dolly y Michael Jackson. La moda del tecno-cuerpo: mutantes, clones y cyborgs
49
Marcelo Crdoba
La ciruga esttica en la prensa grfica: entre informacin y seduccin
58
Alicia Vaggione
Moda, cuerpo y ciruga esttica. Alianzas
y yuxtaposiciones en una produccin fotogrfica de la revista Vogue
67
Angela Mengoni
El cuerpo y la memoria: Muriel, de Alain Resnais
74
Gabriela Simn
Narrativas sobre el cuerpo en semanarios de prensa grfica
86
95
106
4. Cuerpos representados
Antonella Fagetti
El cuerpo sutil. Consustancialidad y contagio
entre el cuerpo humano, partes y objetos que lo rodean
115
133
141
151
6 | deSignis 16
165
170
181
195
P resentacin : C uerpo ( s )
Mara Eugenia Olavarra
El cuerpo como medida a travs de la cual se ubica la presencia del ser humano
en el espacio se funde en el cuerpo/signo (S). Ya sea que se considere la presencia del
cuerpo en el lenguaje o el cuerpo como lenguaje, aquel no cesa de expresar, traducir
y, a la vez, de constituirse en vehculo de cambio e intercambio.
Qu juego del singular y del plural permite hoy en da pensar los signos del cuerpo? Qu recorridos ha debido transitar el cuerpo y dejar de ser locus, esquema, modelo, para situarse como interfaz, pantalla, superficie operatoria? Qu clase de categora es hoy el cuerpo?
Si los operadores lgicos permiten articular al mismo tiempo la diferencia y la
invariancia, el cuerpo es sin duda uno de los operadores lgicos de las disciplinas humanas en el sentido ms fuerte del trmino. Como tal, el cuerpo oscila entre lo continuo y lo discontinuo, entrelaza lo mecnico y lo elstico, lo emotivo y lo sensible,
las dinmicas del reconocimiento y de la percepcin. El cuerpo es cruce o encuentro,
fusin o contraste entre lo individual y lo social, entre el cdigo y el mensaje, lugar
determinante de la produccin de sentido (Mangieri, en este nmero). En el mundo
de la representacin y la intervencin, el cuerpo hace de interfaz entre el yo y el mundo; como piel y superficie marca el adentro y el afuera y su condicin de apertura o
de cierre se homologa a la exhibicin o al ocultamiento fsicos.
Las categoras de la ontologa clsica cuerpo-alma, espritu-naturaleza, sujetoobjeto no resultan ya operantes frente a la proliferacin de los hbridos (Latour
deSignis 16 | 7
1993). El cartesianismo, el naturalismo y el sociologismo que sostenan una correspondencia mecnica entre cuerpo fsico y cuerpo social, entre micro y macrocosmos,
dan paso a una perspectiva en la que el cuerpo va ms all de su envoltura y se constituye como un autntico dispositivo negociador entre instancias. El cuerpo convoca
hoy a una nueva epistemologa en el cruce de teoras (Valdettaro, en este nmero).
Si antes lo pblico y lo privado situados cada uno en extremos ahora se sitan
fronterizamente uno al lado del otro establecindose as, y a ambos lados, diferentes
categoras de contagio semitico que antes podan ser consideradas intermedias, lo mismo puede decirse sobre el cuerpo dispositivo-operador-interfaz que administra tanto
las fronteras interiores como las fronteras exteriores (Buitoni, en este nmero).
Como toda interfaz de entrada y salida, el cuerpo establece la comunicacin entre la unidad y el proceso, filtrando, adaptando y codificando de forma comprensible para dicha unidad las seales procedentes de los elementos de entrada. El cuerpo
decodifica y ampla las seales culturales, construye un campo de interacciones, un
autntico intersticio en el que la naturaleza y la cultura comparten un mismo mbito
de borrosidad.
Es la misma nocin de frontera la que cuestiona la nocin de interfaz. Esta humanidad sin fronteras no es sino la idea central de la que abrevan numerosos estudios de base cognitivista y perspectivista llevados a cabo en la Amazonia, al afirmar
que cada grupo humano establece de manera idiosincrsica sus lmites simblicos con
respecto a otros grupos humanos, as como con respecto al universo animal (Seeger et
al. 1979; Taylor 2001:45-56).
Al reflexionar sobre nuestras propias sociedades individualistas urbanas, los estudios socio-semiticos privilegian la creciente indefinicin de las fronteras humanas
frente al universo tecnolgico, sobre todo en lo referente a la intervencin sobre el
cuerpo. As, mientras las cosmologas se preguntan por los lmites entre lo humano y
lo animal, un examen sobre el cuerpo se preguntar por los lmites entre lo fsico y lo
no fsico la somatizacin, la eficacia simblica o bien por la ambigedad entre el
humano y la mquina los implantes, las prtesis, la ingeniera gentica.
De manera que quizs quien haya producido la mayor indiferenciacin entre lo
humano y la naturaleza sea la tecnologa al propiciar una naturaleza posthumana no
exclusivamente animal, donde la definicin de lo que es propio o no, por naturaleza,
pierde todo sentido.
Entendido como un plano intermedio entre la subjetividad formal y la sustancia
material, el cuerpo ocupa un lugar central en la construccin de la vida cotidiana y
es fuente de toda perspectiva: what I call body is not a synonym for distinctive or
fixed shape; body is in this sense an assemblage of affects or ways of being that constitute a
habitus. (Viveiros de Castro 2004:475).
Si la concepcin amerindia supone una unidad espiritual frente a la diversidad
corporal (Viveiros de Castro 2000:470), el pensamiento occidental obvia la diver8 | deSignis 16
Presentacin: Cuerpo(s)
sidad corporal para alcanzar la unidad emocional y psquica. As, este autor ubica
justamente en la dimensin del cuerpo el trnsito del estructuralismo al post-estructuralismo:
Los mitos poco dicen sobre clanes, derechos, poder poltico, estructuras de autoridad
hablan de sangre, miel, tabaco, podredumbre, fantasmas, puercos, canibalismo, colores de
los pjaros, penes removibles, anos personificados En suma, los mitos hablan de un universo esencialmente material, corporal, sensible y sensorial, y muy poco de un universo jurdico y normativo, que es como estamos acostumbrados a concebir el discurso sociolgico.
() El espritu comienza con una clara ventaja, en la Obertura de Lo crudo y lo cocido; pero
el cuerpo va progresivamente dominando en la lucha, hasta ganarla (Viveiros de Castro
2010, nfasis mo).
Al final de cuentas, el retorno a Mauss resulta ineludible: toda disciplina humana es una mirada sobre el cuerpo en tanto evoca un anthropos (Mauss 1909; 1936
[1979]). En el cuerpo coincide el rito, la alimentacin, la danza, la gestualidad y el
sacrificio. No hay magia que no tenga por origen o por destino un cuerpo, as como
no hay un ejercicio del poder sin un sujeto in-corporado.
Las concepciones representacionalistas basadas en mecanismos de tipo sistmico
se ven reemplazadas en la teora actual por una concepcin ms amplia y procesual,
como la del embodiment (Strathern 1996). El cognitivismo en particular ha introducido la sugestiva idea en el sentido de que la frontera entre lo externo y lo interno, el
adentro y el afuera es ms permeable de lo que se supona.
Bajo esta mirada, el presente volumen de deSignis abandona la idea dominante del
cuerpo temtico o del cuerpo objeto, es decir, la nocin simplificadora de un cuerpo
neutro ubicado en su relacin con dominios especficos de la actividad cultural, para
dar paso al cuerpo analtico.
Este enfoque se opone a las teoras constructivistas que se remiten a indagar cmo
las imgenes del cuerpo se proyectan en la sociedad y a las hiptesis funcionalistas
derivadas de ello, en el sentido de que el simbolismo corporal se usa en ltima instancia para mantener el statu quo. Esta perspectiva reconoce, en cambio, que las mismas formas corporales sirven a propsitos de resistencia y que la corporizacin de
las diferencias culturales codificada por la socializacin, esto es, el habitus, no es una
estructura fija ni determinante.
Se transita, pues, de un cuerpo pre-objetivado/objetivado producto de un conocimiento reflexivo e ideologizado ya sea en la forma del cristianismo colonial, ciencia
biolgica o consumo cultural, al estudio de la condicin existencial de posibilidad de
la cultura y del yo.
Esta perspectiva reconoce al menos tres cuerpos o campos semnticos de representacin entrelazados entre s y que pueden llegar a multiplicarse que usan la
imagen del cuerpo como locus: el nivel individual o de la experiencia en un sentido
fenomenolgico; el nivel social o del imaginario corporal como medio para represendeSignis 16 | 9
tar relaciones sociales y el cuerpo poltico, que se refiere a su regulacin por medios
fsicos y legales.
Ahora bien, una primera lnea de aproximacin estara basada en la propuesta de
Th. Csordas (1994 y 2002) a partir del anlisis de lo que l denomina las 5 pes: percepciones los usos culturales de los sentidos, procesos la respiracin, el ruborizarse,
la menstruacin, el llanto, el sexo, la risa, partes cabello, cara, genitales, manos,
prcticas las tcnicas corporales, productos el tratamiento de los deshechos, el cadver, los fluidos.
En particular en lo que respecta al estudio de la sangre y el esperma como metonimias corporales, Hritier (1994, 1996 y 2004) ha desarrollado la hiptesis en el
sentido de que las concepciones sobre el cuerpo humano constituyen una lgica simblica fundada en los principios de diferencia y de valores contrastados, sobre los que
se montan los sistemas de parentesco. Si los fluidos corporales constituyen signos del
cuerpo humano, entonces el tab del incesto y las prohibiciones matrimoniales se
conciben como medios para regular la circulacin de fluidos entre cuerpos.
En otra lnea se ubican desarrollos como los de Schepher-Hughes y Wacquant
(2002) y otros investigadores de la Universidad de California (Lock 1993; SchepherHughes y Lock 1987) alrededor de los commodifying bodies, es decir, los cuerpos mercanca. Estos autores parten del hecho de que la nocin de informacin implcita en
el ADN homologa al humano, al vegetal y al animal en un mismo plano y al tiempo
que tiende a disolver la especificidad entre dichas categoras, en cierto sentido, tambin los fetichiza. La nocin de informacin tanto como la de gene, ADN y genoma
se han trasladado, con todas sus consecuencias sociales, del mbito experto o tcnico
al de los discursos cotidianos.
El cuerpo humano es percibido como un prototipo que puede ser probado o rectificado debido, entre otras cosas, a sus genes malos. Desde las pruebas prenatales
como la amniocentesis hasta las decisiones que se toman en las cortes judiciales, se
haya implcita la idea de que los cuerpos pueden o no ser aptos morfolgica o genticamente y que, por lo tanto, merecen o no vivir. La gentica se convierte, en este
contexto, en una religin secularizada con matices fundamentalistas por cierto. Se
busca reemplazar el soma recibido o heredado se busca remplazar por uno construido, de lo que resulta as el cuerpo en otro dispositivo obturador entre los principios
de eleccin y obligacin.
As, mientras el cuerpo se trata como texto, tropo o metfora buena para pensar,
en el mbito de la economa globalizada el cuerpo es visualizado y tratado como objeto, altamente fetichizado por cierto y como una mercanca que puede ser ofertada,
vendida o robada en partes divisibles y alienables. La medicina reproductiva, la ciruga de trasplantes, la biotica y la biotecnologa contribuyen al proceso de mercantilizacin del cuerpo, entendido como todas aquellas relaciones econmicas en las cuales
los cuerpos humanos constituyen el token, es decir, la prenda o el accesorio de ope10 | deSignis 16
Presentacin: Cuerpo(s)
Seeger, A.; Da Matta, R.; Viveiros de Castro, E. (1979) A construo da pessoa nas
sociedades indgenas brasileiras en Boletim do Museu Nacional No. 32.
Strathern, A. (1996) Body Thoughts. Michigan: Michigan UP.
Taylor, A. C. (2001) Wives, Pets and Affine: Marriage among the Jbaro en Beyond the
Visible and the Material. The Amerindianization of Society in the Work of Peter Rivire de L.
Rival y N. Whitehead (Eds.), 45-56. Oxford, Oxford UP.
Viveiros de Castro, E. (2004) Exchanging Perspectives. The Transformations of Objects
into Subjects in Amerindian Ontologies en Common Knowledge, 10, 3. Duke UP.
_____ (2010) Claude Lvi-Strauss, fundador del postestructuralismo en Lvi-Strauss: un
siglo de reflexin de Olavarra, M. E.; S. Milln; C. Bonfiglioli (comps.). Mxico: UAM/
Juan Pablos Editor.
12 | deSignis 16
I. E scenarios
C ontinuo
y discontinuo :
Rocco Mangieri
1. Objetos multiplanares
La danza, para constituirse en objeto semitico, debe ser biplanar (Hjelmslev
1968). De hecho, lo es aun en el caso de los movimientos corpogestuales-rtmicos
ms sencillos dotados de ciertos niveles de expresin y de comunicacin social como
las pequeas frases y sintagmas kinsicos que hacemos moviendo el cuerpo total
o parcialmente en determinadas situaciones: saludos, gags corporales, tips ritualizados, posturas dinmicas. Sabemos tambin que esta biplanaridad de la danza entre
expresiones y contenidos, adems de otros requirements semiticos no-conformidad,
ambigedad interpretativa, etctera, a su vez se multiplica y expande en las capas
y pliegues de su misma prctica sociohistrica y esttica. En realidad, toda danza es
multiplanar; sea mtica-ritual, funcional, espectacular, convoca y articula varios planos expresivos y semnticos. Su materia y sustancia proceden del cuerpo, de las formas
socioculturales, de los cdigos, sociolectos o idiolectos que segmentan o articulan
los significantes somticos, gestuales y kinsicos asignndole contenidos precisos o
difusos, abiertos o cerrados (Mangieri 1998; 2005; 2006). Hay culturas que cortan
el cuerpo danzante, culturas que lo modelan, culturas que optan por vincular varios
tipos de operaciones semiticas, anlogas en su capacidad descriptiva a varias categoras lingsticas y musicales que se ocupan del nivel sintctico y sintagmtico.
Una vez delineada la planaridad, nos damos cuenta de que podemos perfectamente referirnos a dos tipos de enlace estructural entre los sistemas, conjuntos o reperto-
deSignis 16 | 15
Rocco Mangieri
rios de funtivos, tanto de un plano como de otro (Eco 1975) En efecto, hay enlacesconectivos muy fuertes y estables en danzas y performances corpogestuales ritualestradicionales como en el tamunangue, las danzas del fuego o el candombe), enlaces
medios y de relativa cohesin como en el tango o la salsa y, finalmente, enlaces muy
variables y dinmicos entre funtivos como en la danza y el performance contemporneos, en el hip-hop y las corpokinesis urbanas como el breakdance.
Partiendo de su bi-multiplanaridad, la danza posee para nosotros otro foco de
inters muy particular, en forma anloga a lo que ocurre, en sus campos de estudio,
para el lingista o el musiclogo: la determinacin y estudio perceptivo de las relaciones entre lo continuo y lo discontinuo de las piezas, de las secuencias, componentes
o imgenes de danza.
Este simple foco, dando por supuesto el primero la planaridad, es tremendamente relevante y pienso que sin su trazado, o al menos su pre-visualizacin, resulta casi imposible emprender una semitica ampliada de la danza. Esto me ha llevado a considerar
que el nivel sintctico-sintagmtico es fundamental y casi prioritario en la danza. Y este
nivel tiene que ver precisamente con los juegos y variables, con las tcticas y estrategias
socioculturales o estticas a travs de las cuales el continuum-cuerpo experimenta un trabajo semitico de segmentacin y de articulacin de unidades de distinta magnitud
o valor y al mismo tiempo, un trabajo sintagmtico de puesta en secuencia. Pensemos,
por ejemplo, en el extremo corpokinsico del trabajo sgnico sobre la inmovilidad que
se cumple en todas las dramaturgias orientales del cuerpo del actor-bailarn como en
el Kabuki o en el Butoh, donde la unidad perceptiva es el cuerpo total y a la vez la
competencia actoral a nivel de los gestos mnimos o microgestos.
O tambin, por oposicin, en la kinesis del cuerpo de la samba brasilea, donde
la inmovilidad de casi cualquier parte del cuerpo es, si no prohibida, al menos nopermitida. El cuerpo de danza oscila entre lo continuo y lo discontinuo de un trabajo
semitico sobre y a partir de su materia-sustancia. Las categoras o trminos que podemos emplear para describir este juego entre lo continuo/discontinuo son variables
y hasta cierto punto su denominacin exacta es menos importante que la conciencia
sintagmtica del semitico.
2. Movimiento, cdigo: breakdance
El cdigo del breakdance break: rompimiento, rotura, interrupcin, bajn se
ensambla semiticamente en Harlem, hacindose un discurso meditico-espectacular
ya a partir de los ochenta y siguiendo luego una travesa de influencias y enriquecimientos hasta hoy, recodificndose en varios de sus niveles estructurales internos, de
contextos de uso y de recepcin.
Como casi todos los bailes creados en las periferias urbanas, hacen evidentes ms que
en los discursos corpokinsicos, centrales, oficiales y clsicos las capas de intertextua-
16 | deSignis 16
lidad que se van insertando tanto a nivel de las configuraciones sociales y estilsticas ms
amplias as como tambin por los continuos e incesantes aportes creativos individuales.
Digamos que lo que lo caracteriza es ms un hecho de habla que de lengua, de mensaje
y de uso ms que de cdigo. Entre sus influencias y referentes estn sin duda las artes
marciales, la gimnasia atltica, la kinesis del robot y la marioneta mecnica, el cakewalking,
baile popular puesto de moda en el siglo XVIII por los esclavos negros en Estados Unidos,
o incluso las partituras discontinuas de los androides de los filmes de Spielberg.
Al igual que ocurre con muchas danzas modernas o contemporneas, no se estipula que se baile en pareja sino de un ejecutante que acciona su cuerpo en un espacio
de pruebas y de confrontacin grupal, un escenario trmico y de contacto, en el cual uno
de los ejes semiopragmticos fundamentales es la demostracin de un saber y poder
hacer tcnico-plstico y, al mismo tiempo, su puesta a prueba. De hecho, la cadena
sintagmtica de los ejecutantes se articula sobre un eje semntico de la competencia.
Al igual que en las danzas tradicionales europeas o incluso en la capoeira, se trata de
una secuencia narrativa que pone a prueba el virtuosismo del ejecutante, su manejo personal dentro de los lmites del cdigo. Pero un foco de estudio importante es
precisamente el juego que se pone en escena entre lo continuo y lo discontinuo. Los
players o jugadores de breakdance acostumbran todava construir la doble figura visual
y cintica alternada de un cuerpo mecnico y un cuerpo elstico.
Es una oposicin gradual que funda su dinmica estructural. El primero se configura sobre la imagen de un cuerpo ms unitario de variantes topolgicas tales como
plegaduras, giros y volteretas, rotaciones, estiramientos y contracciones, es decir, unidades
semiticas ms continuas que no pueden ser segmentadas en sentido estricto. El segundo, cuerpo-figura, es el mecnico o biomecnico en el cual sus unidades geomtricas
son ms recortadas y articuladas sobre la base de una semitica natural del cuerpo
humano si bien, al mismo tiempo, se trata de una codificacin esttica en cuanto a
sus elecciones y procedimientos: quiebres, repeticiones, cambios de direccin y de sentido, visualizacin y marcado de puntos de giro y de inflexin, detenciones y arranques. En
el cuerpo elstico-plstico el discurso borra los nodos, junturas y articulaciones del
cuerpo-texto en produccin, mientras que el cuerpo mecnico es una figura narrativa que se basa en una fuerte evidencia estructural de las figuras de articulacin de las
frases corpogestuales y corpokinsicas.
3. Teora, cuerpo y semiosis
Si nuestro cuerpo es el lugar, cruce o encuentro, fusin o contraste entre lo individual y lo social, entre el cdigo y el mensaje, lugar determinante de la produccin de
sentido, de la percepcin del mundo, el estudio de la danza y del movimiento corporal
debera ocupar un lugar muy especial en todo el conjunto heterogneo y mltiple de
los lenguajes del cuerpo. El cuerpo que danza pone en accin una semiosis casi primordeSignis 16 | 17
Rocco Mangieri
configuraciones morfolgicas precisas y a secuencias narrativas cuya sintaxis fundamental se basa en cdigos muy reglados hasta el detalle del micro-movimiento.
La danza clsica es un objeto semitico cuyas unidades o segmentos son grandes o
macro-unidades. Cada figura morfosintctica involucra todo el cuerpo con las resonancias semnticas de la escultura neoclsica, de los animales nobles y bellos como los
cisnes, los lobos idealizados de los cuentos de hadas, los caballos de paso domesticados.
Cuando la prima donna se desplaza y se mueve en el escenario, borra el signo del peso y
de la fuerzas fsicas de la propia inercia y la gravedad. La tierra como signo y el propio
cuerpo como marca de la enunciacin desaparecen casi por completo. La intertextualidad se oculta o se evade tras el cdigo fuerte y muy cerrado del sistema narrativo de las
figuras. En trminos semionarrativos y actanciales, quedan relativamente prohibidas las
detenciones bruscas y la produccin de pequeos signos o microfiguras gestuales fuera de las composiciones ms globales. No existen pequeos y aleatorios actantes corporales y de hecho, a nivel de la enunciacin del texto, el gran centro organizador- coordinador del relato corpogestual es un signo de resonancias geomtricas y abstractas: es un
eje imaginario y completamente sociocultural ideolgico y de clase que atravesando
la columna vertebral articula todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies.
5. Pina Bausch, signos y figuras
Hablamos del juego de lo continuo y lo discontinuo. De magnitudes entre unidades y de seleccin-combinacin entre ellas. Al mismo tiempo, no podemos dejar
de lado el esquema planario. Toda danza es un tipo especial de multiplanaridad.
Uno de los planos semiticos de la expresin es el coordinante: el de las acciones y
los movimientos. La semitica ha notado ya la necesidad de elaborar un semitica
de la accin en donde, yo pienso, tendra un lugar especial y motivador el estudio
comparado de lo que conocemos como verbos de accin tanto desde una mirada semiopragmtica y cognitiva como plstica e icnica.
El salto del Lago de los cisnes a Pina Bausch es casi mortal y acrobtico, pero
hace ms evidente el juego continuo/discontinuo y todas sus consecuencias sobre el
plano de contenido y de recepcin semiopragmtica. Si observamos desde esta mirada una performance de danza-teatro de la compaa de Pina Baush, nos encontramos con una morfosintaxis y una gramtica casi completamente opuesta, si bien se
hace un uso de algunos segmentos cercanos a las macrounidades de la corpokinesis
clsica (Fig. 4). Pero todo el conjunto de figuras accionales abandona casi por completo el cdigo visual-guestltico de grandes unidades compositivas y pictricas para
configurar ms bien una semiosis corpokinsica fundada en una fsica elemental del
cuerpo donde uno de los ejes estructurantes es la morfodinmica del contacto, de la fsica de los contactos/separaciones de los cuerpos. Desplazamiento importante para la
semioesttica de la danza que reconduce sus ejes semnticos fundamentales hacia un
deSignis 16 | 19
Rocco Mangieri
espacio terico de sincrona con el teatro y todas las otras prcticas kinsicas, incluida la misma cotidianidad. Los cuerpos danzantes de Bausch tambin se mueven en
coreografas conjuntas, generando poderosos actantes colectivos, pero lo fundamental
es el nuevo trazado de las unidades, sus formas plsticas y los modos de articulacin
y secuencialidad narrativa en el espacio-tiempo del espectculo: inmovilidades y detenciones tensas, deslizamientos de un cuerpo sobre otro, cadas y levantamientos en repeticin, choques, encuentros-desencuentros, toda una retrica plstica y fsica del contacto,
el peso del cuerpo y el trabajo del cuerpo se hacen evidentes, son una materia a la vista que
se transforma.
6. Corpokinesis, recorrido generativo y verbos de accin
El Dictionaire raisson registra en sus dos volmenes el trmino mouvement. Lo
hace incluyndolo, lgicamente, en el parcours narrative de la significacin, en relacin con los enunciados de estado y del hacer (Greimas, Courts 1980; 1996). Como
unidades o segmentos semionarrativos que permiten las transformaciones de los sujetos a partir del uso de cdigos espaciotemporales moverse y desplazarse en el espacio,
de un punto a otro, etctera. El movimiento se articula a la direccionalidad del cuerpo
y a sus destinos. No queda ms que un paso para articularlo tambin, como de hecho
se hace, con recorridos pasionales y emotivos adems de cognitivos. La mirada semionarrativa es importante pero se hace larga, sobre todo si optamos por el registro y
lectura semitica de los verbos de accin (Morimoto 2001). Resultara muy interesante una bsqueda anloga a la que actualmente se cumple en la semntica lxica y
conceptual sobre las relaciones de sentido entre los verbos de movimiento del lenguaje
y de la danza move vs. go, la relacin entre trayectorias, finalidades, desplazamientos
y movimientos. Aqu pienso que conviene combinarla con la mirada interpretativa e
incluso semiolingstica. No es ilegtimo hablar de una gramtica de la danza. Como
sabemos, hay gramticas cerradas y gramticas abiertas al uso y la creatividad o lxicos del ejecutante (Simone 2002). El otro elemento semitico relevante, sealado
tambin por Greimas y Courts, es la relacin necesaria entre movimiento y duracin
aspectualizacin. El movimiento comprendera las posibilidades geomtricas-topolgicas de desplazarse en todas las direcciones y sentidos del espacio y las duraciones
con las cuales se articula.
7. Del butoh o el sentido esttico de las duraciones
En referencia al valor de las duraciones, quiero cerrar este ensayo con algunas reflexiones sobre la danza Butoh, creacin cultural japonesa de postguerra construida
morfosintcticamente sobre un cuerpo durativo y discontinuo, de tal modo que incluso los signos y figuras detensivas que pone en escena se instalan sobre el concepto de
20 | deSignis 16
deSignis 16 | 21
R eflexiones
encarnadas :
Adriana Guzmn
Recientemente, los estudios sobre el cuerpo han cobrado mayor relevancia, sobre
todo dentro de la antropologa, la filosofa y las artes, principalmente bajo perspectivas fenomenolgicas, de las ciencias cognitivas y de la semitica. Sin embargo, todava los caminos para su investigacin son tormentosos, debido a que la diversidad de
perspectivas no facilita las rutas de acceso a su conocimiento y muchas veces propicia
divergencias de forma, que no necesariamente lo son de fondo.
Sumamente complejo, el cuerpo es revisado en sus distintas dimensiones por cada
disciplina, de acuerdo con lo que cada una de ellas prioriza como su centro de atencin; las distintas terminologas que cada una de ellas construye y aplica, as como los
intereses especficos que llevan a que cada saber se concentre en determinadas aspectos continan, en cierto sentido, con lo que por lo menos los estudios actuales tratan
de romper, que es la fragmentacin del sujeto.
Dado lo anterior, resulta necesario recorrer los avances que cada campo de estudio ha tenido y tratar de conjuntar sus propuestas, partiendo del principio, que
bien podra nombrarse antropolgico, de que para entender el cuerpo es necesario
revisar al sujeto, la experiencia y la cultura. Valga destacar que la formulacin de
los planteamientos que a continuacin se desarrollan, si bien se encuentran fundamentados en diversas lecturas, de las cuales las ms importantes se citan en el presente texto, han sido responsabilidad propia y se encuentran de manera detallada
en Guzmn 2008.
22 | deSignis 16
Adriana Guzmn
campo del dominio, de la normatividad, del auto-reconocimiento a partir del conocimiento del otro; donde se reconoce el summum de los tres registros; corresponde al
cuerpo interpretado en la medida en que, por un lado, involucra al cuerpo vivido y
al percibido, pero a travs de los significados que se les otorgan; en tales significados
va de por medio el hecho de que el sujeto existe en la medida en que existe para los
dems y, por supuesto, con la interpretacin que los dems tienen del sujeto, la cual
ser parte fundamental de la interpretacin que el sujeto tenga de s.
En trminos de cuerpo, lo anterior se observa con mayor claridad al dar cuenta de
lo que la psiquiatra y la psicologa han estudiado y denominado esquema corporal,
imagen corporal y la que para efectos del presente trabajo se llamar postura corporal. Para dar cuenta de estas categoras deber tenerse presente que, en principio, el
cuerpo es una estructura anatomofisiolgica, la red de sistemas, miembros y rganos
biolgicos de todos los homo sapiens. Sin embargo, y precisamente por ser sapiens es
decir, vivir con la elegante mana de significarlo todo, ni siquiera es posible decir que
dicha estructura sea un dato gentico inalterable, pues bien puede aseverarse que es
modificable2 debido a que la anatomofisiologa se vive a travs del esquema, la imagen
y la postura corporal.3 El primero, el esquema corporal, refiere al mapa tridimensional
creado a partir de imgenes visuales y motrices que cada quien tiene de s; es la vivencia de la estructura anatomofisiolgica en movimiento, que se encuentra directamente vinculada con el registro real de la vivencia del cuerpo.
Por su parte, la imagen corporal que por falta de su cabal comprensin suele confundirse con el esquema corporal tiene que ver con la imagen que cada quien se crea de s; se
ancla en el esquema corporal y se construye y reconstruye constantemente, las ms de las
veces de forma no consciente. La distincin entre el esquema y la imagen corporal permite
comprender situaciones tales como la del miembro fantasma, donde una alteracin en el
esquema corporal la falta de un miembro no lleva consigo la reestructuracin que le sera propia dentro de la imagen corporal.4 La imagen corporal se construye principalmente
a partir de la percepcin, es decir que se encuentra directamente vinculada con el registro
imaginario, mbito primordial del desarrollo del cuerpo percibido.
Por ltimo, la postura corporal, que se refiere a la forma en la que el cuerpo vive
y percibe el esquema y la imagen corporal; es el resultado visible de lo que influye en
la permanente construccin del cuerpo: propiopercepcin, percepcin, exteropercepcin, emociones, sensaciones, sentimientos, pensamientos y conceptualizaciones, etctera; es la parte ms notoria del cuerpo, es decir, la complexin, las tallas y medidas,
las actitudes corporales, las alteraciones que aparecen en la colocacin sea y muscular
debido a las posturas al pararse, caminar, estar sentados, etctera. La postura corporal
se relaciona directamente con el registro simblico, mbito por excelencia de construccin del cuerpo interpretado, lugar del signo. Es el lugar donde son claramente
visibles las construcciones del cuerpo, que tambin han sido llamadas tcnicas corporales, lo cual es otra manera de nombrar a la gestualidad.
24 | deSignis 16
Adriana Guzmn
4. Gestos involuntarios y conscientes, como todos aquellos que se efectan cuando se entabla una conversacin o los llamados tics o manas: morderse las uas, mover los pies o las piernas como si se tuviera temblorina (escalofros), acomodarse el
cabello, etctera.
5. Gestos voluntarios y conscientes, como son la mayora de los que abiertamente se reconocen y se realizan a diario, que van desde mover el brazo y la mano para
tomar algo, hasta caminar, correr, manejar, sentarse, escribir a mquina, desplazar
objetos, etctera.
6. Gestos voluntarios, conscientes y con intencin, dentro de los que caben todos
aquellos que se reconocen abiertamente como expresivos, y que bien pueden considerase como signos e incluso como smbolos: saludar con la mano, hacer invitaciones
con la cabeza, la mano o el brazo, inclinarse en ademn de agradecimiento, hincarse
ante algo o alguien, mentar madres con la mano, retar a alguien con movimientos
de cabeza o torso, etctera. Aqu tambin pueden considerase los correspondientes a
los bailes.7
7. Gestos que tienen el explcito objetivo de construir discursos, o sea, todos aquellos que pretenden decir algo y que en ese hacer construyen mensajes, como es el caso
de la mmica, la pantomima, la dramatizacin actoral y todo tipo de danza.
Inmediatamente surge la pregunta acerca de cmo leer los gestos; sobre todo
cuando, como resulta evidente, se observa su enorme variabilidad y los muy diversos
mbitos en los que ella aparece, pues los hay en vivo pero tambin en la pintura, la
escultura, la fotografa, pues en todo lugar donde haya cuerpos hay gestualidad. Se
hace, entonces, necesario construir un modelo que d cuenta de cmo es que la gestualidad comunica, y que a la vez permita su lectura en cualquiera de los cdigos en
los que se presente.
Como se ha visto, el gesto es una accin expresiva y la gestualidad, un sistema
codificado de acciones expresivas. Lo anterior sirve de base para la construccin del
modelo del sistema de la gestualidad, cuyas categoras constitutivas son: los que bien
pueden llamarse sntomas y que se entienden como todas aquellas expresiones involuntarias como son el rubor, la sudoracin, las palpitaciones, temblar por nervios
o excesiva presin, etctera, que aparecen en principio como ajenas a la voluntad,
aunque cabe aclarar que muchas veces los detonadores de tales reacciones son una
construccin cultural. Valga decir tambin que muchas veces son utilizadas de forma
voluntaria para subrayar la expresin que se desee emitir. Asimismo, dentro de esta
categora debern contemplarse las expresiones surgidas de la emotividad, que se encuentran en correspondencia directa con estos sntomas; pinsese, por ejemplo, en
el llorar, donde tanto la mueca facial de todo el cuerpo si el llanto lo convulsiona
como las lgrimas forman parte del sntoma.
La kintica (Birdwhistel 1952; Lan 1989) corresponde al movimiento corporal en
el ms extenso sentido de la palabra, es decir, todo aquello relacionado con el movideSignis 16 | 27
Adriana Guzmn
miento del cuerpo: desde lo invisible, como el funcionamiento cinestsico, del aparato vestibular, del equilibrio, del sistema nervioso, etctera, que se involucrarn con
movimientos visibles como: rotaciones, traslaciones, posiciones y dems.
Por proxmica (Hall 1986) se entiende todos los usos geogrficos y sociales del espacio que tienen los cuerpos en movimiento: ubicacin en un lugar especfico, traslacin en un espacio o de un lugar a otro, distancia entre personas, formas de experimentar los espacios, etctera.
Los objetos (Merleau-Ponty 2000), es decir, todo lo que acompaa al o los sujetos
y que lo caracterizan, lo sitan, lo ubican: ornamentos, parafernalia, telas, muebles,
edificios y dems. Los objetos que porta cada individuo, como el vestido, son proyecciones de la imagen corporal y forman parte fundamental de la manera en la que se
experimenta el sujeto en el mundo y de los mensajes que desee emitir, segn sucede
en la ritualidad o la moda. Parte fundamental de la percepcin que se tiene de los
otros y su expresividad radica en el atuendo y la ornamentacin.
Por ltimo, el contexto, que refiere a conocimientos previos, presupuestos sobre
el lugar en el que se est, lo que se observa o hace, con quines se establece interaccin de cualquier tipo, cules son sus intenciones y las propias al estar en un lugar
con ciertas compaas, etctera; es decir, todo el bagaje cultural de los individuos. Lo
anterior resulta determinante en el caso de la gestualidad debido a que ser siempre
lo que dote de elementos para la codificacin y decodificacin gestual. Para la gestualidad, el contexto resulta determinante; de hecho, es condicin sine qua non para
su decodificacin, pues un mismo gesto en condiciones diferentes puede cambiar el
sentido por completo.
Conviene hacer notar que al estudiar la gestualidad suele caerse en la tentacin de
distinguir entre las llamadas reacciones naturales del cuerpo que son igualmente
comunicativas, que, se dice, son instintivas o inevitables, y aquellos gestos aprendidos
culturalmente (Barasch 1999). Sin embargo, no parece pertinente continuar con tal
distincin debido a que, como se ha visto, es prcticamente imposible trazar la frontera entre la naturaleza y la cultura en el cuerpo: en tanto seres sgnicos, nada de lo que
suceda, y menos que le suceda al propio cuerpo, carece de sentido o de significacin;
mxime si se considera que las cosas que pasan en los cuerpos propios no son en absoluto arbitrarias. Ciertamente es posible reconocer, por ejemplo, que el ruborizarse
se escapa completamente de la voluntad. Sin embargo, debe tenerse siempre presente
que aquello que provoca la ruborizacin es algo aprendido socialmente, en correspondencia con especficos datos culturales. Lo mismo podra decirse de los detonadores
de enojo, celos, alegra y dems; tanto las causas como las reacciones, las formas y los
espacios para manifestarlas estn dados culturalmente y, en esa medida, en tanto que
gestos, comunican no slo el estado de la persona, sino la cultura a la que pertenece
e infinidad de particularidades de la misma. Una vez establecido esto, de cualquier
manera deben tenerse presentes las reacciones involuntarias que forman parte de la
28 | deSignis 16
gestualidad, con el objeto de reconocer el lugar que los sntomas ocupan dentro del
sistema de la gestualidad.
Dicho lo anterior, resulta evidente que toda la gestualidad es aprendida culturalmente y, salvo en los casos en la que sta se convencionalice ex profeso, como en la
pantomima o ciertos lenguajes para sordomudos, no es posible hablar de que sea un
lenguaje universal, a no ser que con ello se quiera decir que es universal el hecho de
que exista comunicacin gestual. Es decir, la universalidad radica en el sistema, no en
los contenidos.
Dado que es sistema, a continuacin habr que observar en qu nivel se ubica
cada una de las categoras planteadas, para despus ver cmo se articulan con los otros
niveles: tomando como punto de partida al cuerpo, aparecen en un primer nivel los
sntomas, que son primeros pues se cuajan en la profundidad del ser aun cuando,
como ya se ha aclarado, muchas veces los detonantes de los mismos sean una cuestin
cultural, van desde el interior y aparecen en la superficie, en la piel. Posteriormente, en un segundo nivel, se encuentran la kintica y la proxmica, que son segundos
porque, sin dejar de ser propios del cuerpo, se perciben en su superficie y en el lugar
espacio temporal que ocupa el cuerpo; son el lugar de encuentro entre el cuerpo y el
mundo. En un tercer nivel se encuentran los objetos y el contexto, y son terceros porque provienen del exterior y se incardinan en el cuerpo. Es posible ver, entonces, que
hay una secuencia de sntomas que slo adquieren sentido cuando se articulan con la
kintica y la proxmica que, a su vez, siempre son en un contexto especfico lleno de
objetos del mundo. O, dicho de otra manera, en un contexto especfico lleno de objetos se puede tener una kintica que necesariamente se da con una proxmica, pero
que cobrar su cabal sentido al articularse con los sntomas. En otras palabras, los distintos niveles de expresin del cuerpo slo cobran sentido cuando se articulan unos
con otros. As, existe una asociacin de sntomas, una asociacin que se desenvuelve
kintica y proxmicamente y una asociacin de objetos y datos contextuales. Cuando
se integran los unos con los otros aparece la gestualidad. Este modelo, que corresponde a la gestualidad cotidiana, puede traducirse y utilizarse para la lectura de cualquier
gestualidad, como la que se encuentra en las danzas tradicionales, los bailes o en las
artes escnicas y plsticas. Por cuestiones de espacio, aqu solamente habr la posibilidad de sealar cmo se traduce el modelo para el caso de imgenes pictricas, escultricas, fotogrficas, etctera. Cabe aclarar que se abordar nica y exclusivamente
el tema de la gestualidad y no la lectura total de una obra plstica, pues ello implica
otra serie de factores, como los aspectos tcnicos y formales, que en este momento no
estn siendo tomados en cuenta.
En lo que respecta a los sntomas las reacciones emotivas del cuerpo, deben ser
entendidos como aquello que voluntariamente retoma el autor dado que lo considera, precisamente, como una reaccin representativa de lo que desea mostrar; adems
de que debern tenerse presentes los cnones estticos a partir de los cuales se ha codeSignis 16 | 29
Adriana Guzmn
pose corporal con su respectiva actitud o, al revs, un actitud que lleva consigo una pose
corporal, el atuendo objetos que apoya la pose y seala el movimiento en correspondencia con el espacio puesto en juego por la ubicacin del personaje y otros elementos
de la obra, todo ello dentro de un contexto especfico.
Pero an ms, la gestualidad de un personaje puede dar las pautas interpretativas de la
obra en su conjunto, pues dependiendo de la dinmica del mismo se podrn establecer relaciones entre personajes y elementos, encontrando as un sentido o incluso hasta el significado de la pieza en su totalidad. Aqu no solamente se hace referencia a las obras que tienen como finalidad, precisamente, dar cuenta de una situacin particular de un personaje
especfico, como por ejemplo la crucifixin, en donde hay un personaje central y todo gira
en torno a lo que le acontece, sino a las distintas formas en las que las gestualidades de los
personajes son el dinamismo y le dan sentido a la obra (Didi-Huberman 1990).
Leer la gestualidad bajo el entendido de que sta se construye desde las profundidades del sujeto es un camino para comprender la compleja construccin del cuerpo
en la que siempre habr que tener presente la cultura y, con ella, los saberes implcitos
o explcitos acerca del cuerpo que, aun cuando han sido dados desde diversas disciplinas, pueden conjuntarse y colaborar en la realizacin de reflexiones encarnadas de los
cuerpos que se piensan a s mismos.
Notas
Para la elaboracin de las dimensiones ontolgicas de la corporeidad tal y como aqu se
presentan se han retomado planteamientos de Aulagnier (1994), Lacan (1984), Marcel
citado en Gallagher, (1968), Merleau-Ponty (2000) y Sartre (1972).
2
Ver los estudios de los casos en los que la estructura anatomofisiolgica ha sido alterada
poco crecimiento en correspondencia con los datos genticos, alteraciones en el desarrollo
de miembros, rganos y msculos debido a factores psquicos-emotivos, etctera que
aparecen en: Bernard (1994), Lowen (2001) y Schilder (1994), entre otros.
3
Para la elaboracin de las categoras de esquema, imagen y postura corporal como aqu se
plantean han sido retomados planteamientos de Bernard (1994), Lowen (2001) y Schilder
(1994) y Dolto (2001), principalmente.
4
U otro tipo de alteraciones dentro del funcionamiento del sujeto, pues al mezclar el
esquema con la imagen corporal puesto que en la experiencia no sucede de otra manera,
se viven modificaciones del sistema gamma, lo que puede invalidar lo que en un caso
normal sabra hacerse para cargar algo, moverse entre una silla y una mesa, etctera.
5
Por acciones se entiende el momento en el que se llevan a cabo, la accin misma en su
momento de realizacin; por actos, aquellas acciones ante las que se toma distancia, ya
sean efectuadas en el pasado y analizadas, o la planeacin de actos que se convertirn en
acciones; la conducta es la actitud con todo lo que ello implica, es decir, sentimientos,
sensaciones, emociones o procesos intelectivos que acompaa las acciones y los actos.
1
deSignis 16 | 31
Adriana Guzmn
Referencias bibliogrficas
Aulagnier, P. (1994) Nacimiento de un cuerpo, origen de una historia en Cuerpo,
historia, interpretacin, Hornstein, Aulagnier et al. Buenos Aires: Paids.
Barasch, M. (1999) Giotto y el lenguaje del gesto. Madrid: Ediciones Akal.
Berger, P. y Luckmann, T. (1999) La construccin social de la realidad. Buenos Aires:
Amorrortu.
Bernard, M. (1994) El cuerpo. Barcelona: Paids.
Birdwhistel, R. (1952) Introduction to Kinesics. Louisville: University of Louisville Press.
Didi-Huberman, G. (1990) Devant limage. Pars: ditions de Minuit.
Dolto, F. (1986) La imagen inconsciente del cuerpo. Barcelona: Paids.
Gallagher, K. (1968) La filosofa de Gabriel Marcel. Madrid: Editorial Razn y Fe.
Guzmn, A. (2008) Revelacin del cuerpo. La elocuencia del gesto, tesis de doctorado en
Ciencias Antropolgicas, Mxico: Universidad Autnoma Metropolitana.
Hall, E. (1986) La dimensin oculta. Mxico: Siglo XXI.
Johnson, M. (1991) El cuerpo en la mente. Madrid: Debate.
Jousse, M. (1974) Lanthropologie du geste. Pars: Gallimard.
Lacan, J. (1984) Escritos 1 y 2. Mxico: Siglo XXI.
Lan, P. (1989) El cuerpo humano. Teora actual. Madrid: Espasa Calpe.
Leach, E. (1981) Cultura y comunicacin. La lgica de la conexin de los smbolos. Madrid:
Siglo XXI.
Leroi-Gourhan, A. (1971) El gesto y la palabra. Caracas: Universidad Central de
Venezuela.
_____ (1988) El hombre y la materia (Evolucin y tcnica I). Madrid: Taurus.
_____ (1989) El medio y la tcnica (Evolucin y tcnica II). Madrid: Taurus.
Lowen, A. (2001) El lenguaje del cuerpo. Dinmica fsica de la estructura del carcter.
Barcelona: Herder.
Mauss, M. (1979) Sociologa y antropologa. Madrid: Tecnos.
Merleau-Ponty, M. (2000) Fenomenologa de la percepcin. Barcelona: Pennsula.
Sartre, J. (1972) El ser y la nada. Buenos Aires: Losada.
Schilder, P. (1994) Imagen y apariencia del cuerpo humano. Mxico: Paids.
Schtz, A. (1993) La construccin significativa del mundo social. Barcelona: Paids.
Turner, V. (1986) The Anthropology of Experience. Chicago: University of Illinois Press.
_____ (1988) The Anthropology of Performance. Nueva York: Performing Arts Journal
Publications.
32 | deSignis 16
El
Liuba Kogan
En este ensayo examinamos los discursos sobre los propios cuerpos, de individuos
que en su prctica cotidiana y al margen de epistemologas de la disrupcin cuestionan o resisten los mandatos culturales vigentes como los del menoscabo de los
sentidos y la aversin al ocio y vagabundeo. Los discursos en torno a las experiencias
corporales de teatreros, cirqueros y bailarines clsicos que lejos de situarse en territorios liminales iluminan aquella dimensin de la corporalidad que nos arrebata el
sistema neoliberal imperante: el cuerpo como locus de la emotividad.
1. El menoscabo de los sentidos
La animalidad, las expresiones colectivas de las emociones y la sensualidad de los
sentidos son sometidas permanentemente en la vida cotidiana contempornea al silencio, al ocultamiento. Como sealara Elias (1997), el proceso civilizatorio nos habra
llevado a controlar las expresiones naturales de nuestros cuerpos y, como correlato, de
nuestra sensorialidad. Esto se manifiesta en el desconocimiento o falta de reconocimiento que las personas tienen sobre sus propios cuerpos. Es decir, a pesar de la profusin de imgenes mediticas, los cuerpos resultan ser los otros desasidos de la experiencia cotidiana. Una joven universitaria de 23 aos nos comenta:
Yo siento que no conozco mi cuerpo y ese desconocimiento hace que haya un quiebre entre lo quiero/no lo quiero; lo cuido/no lo cuido. No lo conozco a pesar de estar encerrada
en l [] o sea vives con l, caminas con l, te miras al espejo y digo ya, este es mi cuerpo.
deSignis 16 | 33
Liuba Kogan
Pero cmo funciona adentro, qu sensaciones tienes cuando haces esto o aquello este
en el mismo plano ntimo, creo que uno no llega a conocer 100% su cuerpo
Liuba Kogan
solo a partir de un trabajo corporal extenuante y sujeto a recomendaciones de sofisticados sistemas expertos.
Por ello, las sociedades occidentales contemporneas nos proponen polticas para
conjurar el ocio y el vagabundeo. Caminar sin rumbo, sentir la brisa marina o jugar
sin necesidad de obtener ganancias son catalogados como prdidas de tiempo. La
sociedad occidental nos propone programas listos para llevar, que terminan por
impedirnos la conexin espontnea con los otros y con nuestras propias emociones.
Por ello, para lograr cuerpos eficientes que evadan el ocio y el vagabundeo creativo se
desarrollan enclaves de actividades para el desgaste fsico. Los gimnasios y la cultura
del fitness (Kogan 2004) constituyen territorios privilegiados para la construccin de
cuerpos cuyo horizonte de sentido es responder al sistema capitalista neoliberal: trabajadores siempre dispuestos al movimiento, al cambio y a la flexibilidad. En estos
espacios, la produccin corporal es visible: espejos, monitores de TV y grandes ventanales nos muestran abiertamente el esfuerzo corporal. Voluntad que debe ser medida
por sistemas expertos: sudor y esfuerzo son socialmente valorados, pues nos muestran
alejados del ocio y el vagabundeo, sinnimos de fracaso personal.
Como corolario, podemos proponer tres modos de abordaje de lo corporal de cara a
los relatos explorados: a) el cuerpo como interfaz entre el yo y el mundo. Es decir, el cuerpo como piel y superficie que intermedia entre un adentro y un afuera; b) el cuerpo como
locus de contencin del yo relacin entre cuerpo e identidad del yo; y c) el cuerpo
como materialidad o carne, es decir como seala Grosz (1999:382), una organizacin
de carne, rganos, nervios, msculos y estructura sea cohesionada y animada. De modo
muy grfico, un varn de 39 aos relat en el contexto de una entrevista lo siguiente:
Mi cuerpo es mi prisin: somos seres pensantes con muchas posibilidades pero hasta cuando ests viejo t puedes estar lcido, y tu cuerpo es una cajita que te entierra s, eso es as.
Claro que aprecias tu cuerpo, lo estimas, fisiolgicamente lo tratas de cuidar para que ande
mejor, lo alimentas mejor, mejor combustible, y todo, pero al final es tu prisin, no?.
Podemos proponer, pues, que los relatos contemporneos del menoscabo de los
sentidos y de aversin al ocio y vagabundeo creativos tienden a privilegiar los cuerpos
en su dimensin de interfaz y de materialidad. En el primer caso, exaltando el cuerpo
como superficie esttica principalmente desde la cultura del entretenimiento y en
el segundo, el cuerpo como locus del ejercicio medicalizado y medible desde los sistemas expertos de la cultura fitness.
2. Teatreros, cirqueros y bailarines. Diatriba
en favor de la sensorialidad
Teatreros, cirqueros y bailarines clsicos entrevistados iluminan a partir de su
experiencia el cuerpo en su interaccin con el yo. Prctica de la que nos privan las
36 | deSignis 16
culturas del entretenimiento y del fitness, en la medida en que exacerban nuestro estar
en el mundo de modo ligero y desconectado de nuestros cuerpos, de nuestros sentidos y de los otros sujetos/cuerpos, al desvalorizar nuestras propias narrativas cargadas
de historia y densidad.
Nos interesa sobremanera rescatar las narrativas de los artistas en escena, pues
las teoras sobre los cuerpos han tendido a proponerse desde una epistemologa
de la disrupcin (Kogan 2007). Se ha teorizado a partir de los cuerpos de la tortura, de la enfermedad, de la discapacidad fsica, de la intersexualidad o de hermanos gemelos siameses, etc. Tal vez porque esas situaciones extremas producan
reflexividad en los sujetos, lo que permita su estudio a partir de entrevistas. Sin
embargo, poco se ha avanzado en el establecimiento de una epistemologa que se
funde en cuerpos que considerndose normales trasgredan algunas de las tres
maneras de concebir la corporalidad: como interface, como contencin del yo o
como materialidad. As, una forma de releer este proceso civilizatorio consiste en
identificar grupos sociales que hayan logrado expandir sus cuerpos para dotarlos
de densidad e historia. En este caso, decidimos indagar acerca de los discursos
sobre la corporalidad de artistas de circo, teatro y danza1.
2.1 La epifana corporal: el origen del cambio
Un elemento comn en la gnesis de la historia corporal de estos artistas es el
momento de epifana: la revelacin de poseer un cuerpo culturalmente devaluado e
incapaz para la accin social: cuerpos gorditos, torpes o fetos:
Me decan en la adolescencia que era tmida, gordita, y salir de esa visin me cost. (Actriz)
La historia de mi cuerpo parte de una torpeza absoluta hasta conocerlo y dominarlo.
(Cirquero)
Yo siempre me he considerado un tipo feto, sin importancia, y esa es la razn principal
por la que soy actor. En el colegio siempre fui el gordito y me fastidiaban por eso. Me heran por eso. (Actor)
deSignis 16 | 37
Liuba Kogan
Termin el colegio con 15 aos y era un flaquito chato, cabezn y de hombros estrechos.
Imagina a los compaeros de colegio. Yo recuerdo que me pusieron espalderas para corregir esa clsica postura ma y los compaeros crueles me fastidiaban tanto que me las tuve
que quitar. Entonces he crecido con eso y me ha permitido desarrollar en autoestima, que
desarroll sabiendo qu tena corporalmente. El teatro me ayud a mostrar lo que yo quera decir. (Actor)
Es como si a travs de la educacin, la misma crisis de la adolescencia, el cuerpo escondiera distintas preguntas. Es difcil expresar los cambios que ha tenido el cuerpo, porque hay
un momento de descubrimiento (Actriz).
Uno va aprendiendo a tener conciencia de las pequeas cosas, de las pequeas imperfecciones, de los pequeos detalles, de cada una. Es siempre un aprendizaje continuo (Bailarina)
El cuerpo como contencin del yo, el vnculo cuerpo-emotividad, son engrandecidos en el entrenamiento corporal y su presencia escnica. La divisin cartesiana
cuerpo-mente se trastoca en una unicidad producto del recorrido que va desde una
disciplina casi sacrificial de los cuerpos domesticados en privado hasta su activacin
mgica en escena, producto de la observacin de los otros: el cuerpo te salva, el
cuerpo te cura el alma.
Podramos aventurar en los discursos analizados una suerte de revancha ontolgica: de adolescentes estigmatizados a causa de cuerpos poco valorados para establecer
vnculos con otros y consigo mismos a cuerpos engrandecidos capaces de sentir y de
posicionarse mgicamente en escena: cuerpos perfeccionados y almas capaces de sentir. A diferencia de los cuerpos producidos en los gimnasios, los cuerpos en escena
curan el alma porque ocultan el momento de la epifana: ocultan sus miserias originarias. Y permiten, finalmente, una unidad ontolgica cuerpo-emocin: se trata de
cuerpos/sujetos en una nueva unidad viviente con densidad histrica.
Mi cuerpo es mi principal compaa, es un cuerpo despierto. El cuerpo no miente. No
escucho a la gente, veo su corporalidad (Bailarina)
Mi cuerpo es todo: para m es mi casa, mi carro, mi todo. Con l me desplazo, vivo, siento
trabajo todos mis sentidos. Me fijo en los olores, los colores, no hay lmites. Cada momento lo vivo tremendamente (Actriz)
Cuando los artistas explican qu o cmo es su cuerpo, encontramos una gran riqueza lxica que nos permite ver desde dnde puede expandirse el cuerpo: el cuerpo
expresa voluntariamente o incluso sin voluntad el cuerpo habla, tiene palabra; el
deSignis 16 | 39
Liuba Kogan
cuerpo escucha al propio sujeto como a los dems, el cuerpo siente y percibe un
adentro y un afuera corporal. El cuerpo se hace transparente y pierde inocencia. Es
un cuerpo que percibe, sensitivo, que est como una esponja
En sntesis, el trabajo corporal de cirqueros, teatreros y bailarines nos muestra una
dimensin que el sistema capitalista neoliberal tiende a arrebatarnos: cuerpos que
pueden salvar el alma al permitirle al sujeto unificar cuerpo y emociones: convertirlo
en productor de sentido. Dignificar los cuerpos y los sentidos, valorar el ocio y el vagabundeo permiten dotar de unicidad a lo viviente, redefinir la divisin cartesiana y,
como seala Maffesoli, ensalvajar la vida (2007:54).
Notas
Agradezco profundamente a rsula Cazzorla, estudiante de la Facultad de Comunicacin de
la Universidad de Lima, quien accedi a compartir conmigo el material de sus entrevistas.
1
Referencias bibliogrficas
bruzzese, A. y Miconi, A. (2002) Zapping. Sociologa de la experiencia televisiva. Madrid:
Ctedra.
Classen, C. (1993) Worlds of Sense: Exploring the Senses in History and Across Cultures.
Londres: Routledge.
Elias, N. (1977) El proceso de la civilizacin. Investigaciones sociogenticas y psicogenticas.
Santa Fe de Bogot: FCE.
_____ (1989) La soledad de los moribundos. Mxico: FCE.
Garland, T. (1996) (ed.) Freakery. Cultural Spectacles of the Extraordinary Body. Nueva
York: New York UP.
Giddens, A. (1998) Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la poca
contempornea. Barcelona: Ediciones Pennsula.
Grosz, E. (1999) Bodies-Cities en Price y Shildrick (eds) Feminist Theory and the Body.
Nueva York: Routledge.
Sennett, R. (1997) Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilizacin occidental.
Madrid: Alianza Editorial.
Kogan, L. (2004) Performar para seguir performando: la cultura fitness en Anthropolgica
No. 23.
_____ (2007) La insoportable materialidad de lo corporal. Cuerpos e identidades (Tesis
doctoral en Antropologa). Lima: Pontificia Universidad Catlica del Per.
Maffesoli, M. (2007) En el crisol de las apariencias. Mxico D.F.: Siglo XXI Editores.
40 | deSignis 16
L as
imgenes de prisin de
A bu G hraib :
Ral Magalln
1. Introduccin
Parece lgico sealar que al hablar de las imgenes de Abu Ghraib pensemos en
los cuerpos representados por estas imgenes como textos; en cualquier caso, cuerpos
que devienen verdaderos protagonistas del relato audiovisual. El cuerpo sabemos,
expresa, traduce y transmite signos (Comeau 2004: 25). En principio y analizando las
imgenes difundidas, podemos apuntar que en ellas el cuerpo no es entendido como
un instrumento econmico. Aqu el valor comercial que no el social no se establece a partir de un cambio del cuerpo como precio del delito. De esta forma, hablamos
de cuerpos entendidos como vehculos de cambio e intercambio donde, por ejemplo,
existe una transcodificacin entre el discurso del castigo que en este caso es colectivo y la transgresin, entendida como inconducta que en este caso especfico es colectiva pero que debe entenderse como singular; cada sujeto est all por sus propios
actos delictivos, y de donde derivara la base de la accin penal sobre el cuerpo de
los individuos (Garcs 1999:16).
2. Topografa de las penas
Recordemos cmo histricamente los pobres slo podan ser castigados con penas
corporales, ya que era el nico bien punible. La razn se fundamentaba en la exigendeSignis 16 | 41
Ral Magalln
cia de la transmisin de unos signos por parte del poder. A partir de aqu podemos
hablar de una topografa de la pena, con su consiguiente discurso, y cuyo objetivo a
priori sera el de dejar un recuerdo.1 Sin olvidar, por supuesto, la idea de Foucault
que hace referencia a la economa poltica del poder, y que tiene lugar a partir de la
propia reorganizacin de los factores simblicos del mismo. Sabiendo, en cualquier
caso, que el discurso es a la vez una forma de poder.
A priori, este principio de dominacin establece un proceso de retribucin en el
caso de que algn individuo transgreda las reglas y deba reparar sus actos. En este
caso, hablamos de una punicin grupal que deviene una punicin audiovisual. La
crcel no tiene en principio y exclusivamente sentido punitivo; se entiende como
un resguardo para no evadir la justicia y para que el infractor no contine dentro
de la sociedad. Adems de evitar la venganza privada, propia de la guerra (Garcs
1999:177). Sin embargo, no podemos olvidar que toda supresin de libertad ha estado siempre acompaada de un suplicio punitivo que concierne al cuerpo: racionamiento alimenticio, golpes, celda, privacin sexual, etc. (Foucault 1976:23). Pero debemos empezar a sealar que el castigo supone la propia transgresin del discurso del
poder, a diferencia de la pena. Por eso el castigo es considerado ilegal y la pena no.
Por otra parte, el establecimiento de una ceremonia del castigo, de un ritual en
torno a los mecanismos de exhibicin del poder, busca tambin la confesin; y con
ella consolidar u obtener la prueba. La confesin justifica la represin y el castigo,
pudieron pensar los soldados. Adems de surgir el principio de purgacin de la culpa
mediante el reconocimiento de culpabilidad y, con ella, la redencin del culpable
(Garcs 1999: 131).
Por su parte, las torturas suponen un captulo ms del relato; el que hace referencia al recrudecimiento del castigo, en donde lo que se pretende es quebrar la voluntad
del detenido. Y con ello, quiz lograr una distorsin fsica y simblica del cuerpo con
el objetivo de que el cuerpo del condenado acte como el soporte de materiales simblicos (Garcs 1999:141) y contenidos significativos. El ejemplo ms claro sera la
novela de Burgess donde se habla del cuerpo entendido como una naranja mecnica, un cuerpo desprovisto de toda posibilidad de eleccin (Marrone 2005). Lo ms
profundo, la piel, dir Paul Valry.
3. De lo pblico a lo privado
Siguiendo con la hiptesis planteada, podemos pensar que si bien la pena tiene
un carcter pblico (aunque se ejecuta en un espacio privado), el castigo desde la
desaparicin de las decapitaciones entendidas como espectculos pblicos tiene un
carcter privado. De la misma manera, podremos apuntar que si la pena es pblica
aunque se ejecute en la sombra, la venganza ejercida a travs de los soldados
ser privada. Esta transformacin en los modos de ejercicio del poder pretende ha-
42 | deSignis 16
cer opaco lo visible. La desaparicin del espectculo, como signo visible y cotidiano
del castigo y como ofensa, como muestra simblica del poder punitivo y que en
nuestra sociedad tuvo lugar principalmente hasta el siglo XIX, pasa al dominio de la
conciencia abstracta (Garcs 1999: 35-45).
Una conciencia abstracta de castigo que est ntimamente relacionada con la venganza. Recordemos que la venganza, en palabras de Juan Alonso, siempre ha aparecido como un organizador del relato vital que, citando a Greims, servir de regulador pasional, equilibrando los sufrimientos y los placeres. En esta realizacin de la
venganza tiene lugar un recorrido narrativo que da un sentido al devenir temporal e
introduce lo irreversible en este proceso, borrando con ella todos los acontecimientos que se encuentran a su alrededor (Alonso 2006). Uno de los problemas de esta
situacin de a/i-legalidad es que el preso es condenado a cadena perpetua por el propio
soldado. Se produce as un ejercicio de venganza privado, grupal e institucional. En
cualquier caso, analizando las imgenes de Abu Ghraib, no parece claro que el castigo pudiera entenderse como un mtodo de correccin. Sin embargo, s parece pertinente sealar que la transformacin de los mecanismos punitivos (ejercidos por los
soldados) emancipa al poder del deber de actuar directamente sobre los cuerpos de
los condenados, desplazndose as a un sistema ms burocrtico de la pena (Garcs
1999:39). La idea que subyace es que al desligar la administracin de justicia de la
ejecucin de las penas (corporales) se le libera de cualquier responsabilidad. Es feo
ser digno de castigo, pero poco glorioso castigar, dir Foucault (1976:17). Se libera as
a los magistrados de la fea misin de castigar. De la vergenza de castigar, podramos
pensar.
Por lo tanto, nos encontramos con que estamos hablando de un proceso de intimidacin y no slo de ejemplificacin; una intimidacin que parcialmente lleva aparejada una naturalizacin del abuso o del discurso del mismo. Por otro lado, y paralelamente, se produce un proceso de reduccin de la visibilidad en el discurso proveniente del poder. En cualquier caso, nunca aparece un discurso de prevencin. En este
sentido, parece preciso sealar que el territorio del castigo, curiosa e irnicamente,
es una de las crceles ms conocidas por los crmenes que all cometi el rgimen de
Saddam. Los abusos, vejaciones, castigos, etc., en principio se realizan por una defensa social, no muy bien definida. El castigo, de cualquier forma, no se establece en
trminos de verdad-mentira, puesto que no hay sentencia pblica. Por lo que, y como
habamos dicho, no se pretende a travs del castigo nicamente ejemplificar. Podramos entender as, el delito como pecado, establecindose de este modo formas de represin de cualquier accin que pueda ir contra un estilo de vida, establecido.
Hagamos un poco de memoria y recordemos que las crceles secretas de la Inquisicin tenan la funcin de preservar la pureza religiosa. Aqu podramos pensar
que lo que se intenta preservar es un estilo de vida, adems de la llamada pureza religiosa, donde el honor slo aparece para menoscabar la pureza del preso/detenido.
deSignis 16 | 43
Ral Magalln
Esta objetivacin del sujeto actor como receptor del castigo supondr posteriormente a travs de los mecanismos internos y externos de culpabilidad la objetivacin del agente ejecutor y, con ella, su eterna condenacin. La equiparacin de la
prisin a la pena corporal parece imposible. Podemos sealar, en este sentido, que la
ejecucin de castigos siempre ha tenido relacin con cierta exhibicin de la hegemona y de la dominacin sobre el esclavo. Pensemos en cmo los soldados afirmaban
tener que planterselo en trminos de broma, conscientes por momentos de la crueldad
de sus acciones. Cuando actan como sujetos y no devienen objetos; animativizados,
podramos aadir. Se genera as un proceso de animatividad por parte del soldado.
Animatividad, por lo tanto, centrada ms en el alma que en el cuerpo. Siendo generosos, podamos pensar incluso que podra ser un desquite de las propias miserias de
los soldados. En cualquier caso, ser necesario sealar que la criminalidad siempre es
oculta.
Por lo tanto, y conscientes de su delito, lo ejercen como algo oculto; conscientes
de su abuso de poder, de su sobrepoder. Foucault, en este sentido, nos aclara que la sumisin de los cuerpos deja paso al control de las ideas (Foucault 1976:107). Barthes,
en relacin con este proceso, dir:
Llamo intersubjetivo al hecho de que el cuerpo del otro es siempre una imagen para m,
y mi cuerpo es siempre una imagen para el otro. Sin embargo, el detalle ms sutil e importante de ese hecho es que mi cuerpo resulta ser para m mismo la imagen que yo creo que
tiene el otro de este cuerpo, establecindose as una especie de juego tctico entre los seres
a travs de sus cuerpos, frecuentemente sin que se den cuenta. La tctica de ese juego es
bipolar, a la vez tctica de seduccin y tctica de intimidacin (Barthes 1982:653-654).
deSignis 16 | 45
Ral Magalln
pena. Pensemos en McLuhan, que entenda los medios y las tecnologas como extensiones del hombre, frente a la tecnologa poltica del cuerpo a la que hace referencia
Foucault, compuesta por un saber del cuerpo y un dominio de sus fuerzas.
Aqu, y al referirnos a un perodo de guerra, la exaltacin de la existencia de frontera y, con ella, de enemigo, hace que los castigos corporales pasen del mbito de lo
privado no al del secreto sino ms bien al de lo que podamos denominar a escondidas. Sobre todo si consideramos las tecnologas como extensiones del cuerpo.
En este caso, la tecnologa devela el castigo y lo hace pena, pero ya no puede ser
considerada una pena justa. El problema es que aqu no se est restando el elemento
visual a la ejecucin de la sentencia, puesto que no hay sentencia y, por lo tanto, no
puede ser conocida por el pblico. Podemos pensar dentro de la incongruencia del
discurso que sea posible que la indefinicin del estatus del preso/detenido confunda al
verdugo. Si se suprimieron las ejecuciones pblicas porque el espectculo audiovisual
no coincida con la aplicacin de la pena retributiva, en este caso las torturas de visibilidad discreta slo han devenido espectculos audiovisuales sin pena retributiva.
Los soldados se convierten inicialmente en jueces, para posteriormente, a travs de la
reproduccin audiovisual, convertirse en condenados. En este momento aparece un
tercer elemento audiovisual que subjetiviza el objeto entendido como sujeto actor,
donde los vigilados son los vigilantes, establecindose un proceso de vigilancia y control social. Por lo tanto, podramos pensar que toda representacin puede ser objeto
de reproduccin, gracias a lo que podramos denominar tecnologas del cuerpo social.
La funcin enunciativa lleva una lgica en apariencia contradictoria, porque el encargado de hacer justicia es a su vez un sujeto justiciable, dir Garcs (1999:207).
Paralelamente, podemos sealar que inicialmente, el soldado-verdugo, al ver las
imgenes, establecer un proceso de objetivacin de la escena, donde no se siente reconocido, para posteriormente realizar la operacin inversa; es decir, la subjetivacin
de la misma, y con ella aparecer la auto-culpabilidad del soldado-verdugo. Recordemos cmo Foucault seala que en la disciplina, son los sometidos los que tienen
que ser vistos (Foucault 1976:192). En cualquier caso, es necesario destacar que la
supresin de la pena de muerte antes; y la tortura ahora estn en las supuestas
bases de lo que se ha denominado autoridad moral de las democracias occidentales.
En esta economa moral est la trascendencia que ha sido dada a las imgenes de
Abu Ghraib.
5. Conclusiones
Por lo tanto, encontramos dos visiones: una corporal, con el castigo a los presos y
una audiovisual, hecha para los espectadores. El cuerpo se establece as como objeto/
sujeto de mediacin entre el verdugo y el fin de la cultura. Siguiendo esta idea, podemos sealar que si la ejecucin pblica era percibida como un foco que reanima la
46 | deSignis 16
escondidas-privado-visibilidad
discreta-pblico-publicado
En este esquema, lo ms interesante es ver cmo si bien antes lo pblico y lo privado estaban situados cada uno en extremos-barrera, ahora se sitan fronterizamente
uno al lado del otro incluso espacios sociales que antes eran privados devienen pblicos y viceversa, establecindose as, y a ambos lados, diferentes categoras de contagio semitico que antes podan ser consideradas intermedias.
Por ltimo, y como conclusin, recordemos a Derrick de Kerckhove en relacin
con el cuerpo, quien seal que necesitamos ms, y no menos metforas para comenzar a reconocer nuestro planeta. No nicamente como nuestro hogar, sino como
nuestro mismo cuerpo (De Kerckhove 1999: 201). Ya sabemos que lo que no se ve
no se sabe. Sin embargo, en la actualidad, todo acontecimiento tiene un testigo que
guarda la prueba.
Para el soldado, la traicin suprema fue entonces que se transformara el secreto en una cosa pblica; dicho de otra forma, hacer venir a un tercero. El verdugo
crea que no aparecera un mediador entre noticia y espectador (Derrida 2005:9),
puesto que no contaba con la aparicin del espectador. Derrida, en Surtout pas de
journalistes!, destaca la vuelta de lo religioso. La vuelta no significa entonces que
la religin vuelva, sino que vuelve a la escena; pero en este caso, a una escena pblica mundial (Derrida 2005:45), entendida como cuerpo social.
Sin embargo, este cuerpo social se caracteriza porque no necesitamos creer, vemos
(Derrida 2005:26). Y, por lo tanto, la imagen, se convierte en el icono de la presencia
real ver es comprender. En resumen, y para finalizar, podemos afirmar que en todo
momento estamos hablando de un cuerpo social que ya siempre ser un cuerpo audiovisual. Algo que olvidaron los actores que progresivamente fueron soldados, jueces,
verdugos y condenados.
Notas
No hablaremos del rol ejercido por el fotgrafo, olvidando conscientemente el papel
ejercido por ste como mediador entre el acontecimiento y el espectador.
Referencias bibliogrficas
Alonso, J. (2006) The passion of the revenge: semiology of the time and the memory
en Post-Conflict Cultures: Rituals of Representation de Demaria, C. y Wright, C. (eds.).
Londres: Zoilus Press.
Argullol, R. (2006) Crceles imaginarias en diario El Pas, 16-03-2006.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Carceles/imaginarias/elpporopi/20060316elpepiopi_5/Tes.
deSignis 16 | 47
Ral Magalln
48 | deSignis 16
y cyborgs
Sandra Valdettaro
Cierto estilo recorre distintos medios y lenguajes mediante un conjunto de operaciones enunciativas que enfatizan una determinada escritura del cuerpo. La marca de dicho estilo indica una tendencia operatoria sobre el cuerpo en tanto soporte intervenido.
Se trata, dicho rpidamente, de un cuerpo-pantalla. Las transformaciones de cuerpos y
pantallas en superficies operatorias son fenmenos co-rrespondientes, inter-dependientes. Su relacin es de inter-penetracin.1 La pantalla, que deja de ser un lugar de recepcin espectacular para transformarse en una superficie operatoria integrada (Vern
2001), hace sintagma con un cuerpo implantado bio-tecnolgicamente.
Este estilo operatorio-interventivo tiende a diluir la interfaz cuerpo/mquina produciendo un nuevo estatuto de hbridos (en el sentido de Latour 2007). La experiencia del cuerpo en tanto self reactualiza la capa metonmica de construccin primitiva
de la subjetividad (Vern 1988) en un inter-cuerpo con la pantalla y otros dispositivos tecnolgicos.
Los discursos de la moda y los discursos que estn de moda son indicadores
de dicha complejidad de lo actual, y pueden tomarse como casos para analizar este
flujo (Volli 2001) de las fracturas en la representacin. Siendo la moda, como dice
Lozano, el juego ms superficial, resulta ser, sin embargo, la forma social ms profunda. Es, por lo tanto, un metrnomo cultural (Lozano 2007).
Pero tambin los discursos sobre el cuerpo-en-tanto-objeto (Finol y Finol 2008)
provenientes de distintas esferas de lo social discursos que, ellos mismos, estn de
deSignis 16 | 49
Sandra Valdettaro
moda especifican de manera patente estos cambios en la representacin y la experiencia. Ambas entradas los discursos de la moda y los discursos que estn de moda
delimitan una escritura corporal cuya sintaxis hipertextual (Calefato 2001) atraviesa la semiosis social. Es durante la ltima dcada del siglo pasado cuando se despliega una serie de procesos cuya articulacin resulta ahora evidente.
Biotecnologa e ingeniera gentica, intervenciones quirrgicas de implantacin
de prtesis y rganos, industria de psicofrmacos, tcnicas cosmticas, prcticas gimnsticas, tecnologas informticas y dispositivos de contacto produjeron una modificacin en la metaforizacin del organismo humano instaurando, progresivamente,
nuevos hbitos y rutinas.
La Red como interpretante privilegiado en el imaginario de los 90 promovi
un ensamblaje de motivos clsicos de la Modernidad en torno al cuerpo con los ms
cercanos de la sociedad tecnolgica. La interfaz entre el cuerpo y la tecnologa, empticamente vinculados, tiende a suprimirse produciendo una intimidad entre hombre
y mquina de nuevo tipo. Dicha intimidad se asienta en las posibilidades tecnolgicas de penetracin en el cuerpo y en la mente de los dispositivos. Biotecnologa e
informtica son los dos polos de un continuum que lleva al hbrido como decamos
anteriormente a un nuevo estatuto: el ser-digital, tal como auguraba Negroponte
(1995). El cuerpo devela, as, su carcter de conexin y contacto, su naturaleza de
enlace, y es el lugar central de pasaje en la Red, semantizada ya como organismointegral: Internet como ser vivo que crece continuamente, como metaorganismo trascendental dotado de una inteligencia superior (Ringelheim 2004: 5). De este modo,
miembros corporales y dispositivos tecnolgicos presentan una estructura isomorfa:
venas y cables conectan los hemisferios cerebrales.
Pero adems de enlace y potenciacin de capacidades cognitivas y perceptivas,
el cuerpo intervenido biotecnolgicamente se ubica, tambin, en la genealoga del
malestar de lo humano. Como deca Freud, la vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae harto dolores, desengaos, tareas insolubles. Para soportarla, no
podemos prescindir de calmantes. En dicho irremediable antagonismo entre las
exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura, Freud se detena
en por lo menos tres tipos de calmantes: las distracciones, las satisfacciones sustitutivas y las sustancias embriagadoras, que influyen sobre nuestro cuerpo, alteran
su quimismo (Freud 1976: 60 y 75). El cuerpo en tanto acontecimiento biolgico,
esttico, psicoanaltico y social se encuentra potenciado, y de sus afecciones e intensidades por el encuentro con otros cuerpos se producen nuevas combinaciones que
interrogan el modo finito, contingente, azaroso, de la condicin humana. La superficie corporal individual y social ha devenido un sistema operatorio atravesado por
un deseo un conatus de combate-final a su propio malestar. Es, en definitiva, en el
deseo de un cuerpo sin rganos el lugar donde la poltica y la biologa se encuentran.
Al perder su hegemona el cuerpo en tanto totalidad imaginaria, lo real que adviene
50 | deSignis 16
Ms all de Dolly y Michael Jackson. La moda del tecno-cuerpo: mutantes, clones y cyborgs
no puede sino inscribirse en mltiples significantes que discurren entre las retricas
pesimistas de la provisoriedad biolgica y las promesas redentoristas del cyborg.
De este modo, los discursos del poshumanismo y del hombre-mquina se constituyen en promesas de inmortalidad. El organismo-ciberntico que form parte
de las narrativas de la Modernidad, atravesando los discursos de las ciencias duras
y de la filosofa, de la literatura, el cine, el arte, la ciencia ficcin, constituyndose
incluso en eje central de algunas programticas poltico-culturales como en el caso
de la reivindicacin feminista de Donna Haraway por ejemplo, o de la Asociacin
Transhumanista Mundial de los filsofos Nick Bostrom y David Pearce, quienes
plantean que el mejoramiento del cuerpo es un derecho, el organismo ciberntico, decamos, es actualmente una realidad que se manifiesta en cyborgs concretos,
de carne, hueso y dispositivos prtesis y rganos artificiales. Parece cumplirse,
as, una especie de primera etapa del poshumanismo. Pero los cyborgs actuales no
implican, an, una ruptura total con la excepcin humana. La intervencin tecnolgica en el cuerpo viene, por ahora, a mejorar o extender funciones, a curarlo,
o a embellecerlo, aunque la tendencia a reemplazar funciones es, por supuesto,
un hecho.
Es dicha tendencia al reemplazo orgnico aun fragmentario, pero cuyo horizonte es, sin dudas, la fabricacin de vida humana la que est presente en un serie de
experiencias con el cuerpo y la tecnologa, como la del director de cine canadiense
Rob Spence quien usa una prtesis ocular para reemplazar su ojo perdido que es,
en realidad, una cmara con la cual filma su vida cotidiana y con cuyas imgenes
producir prximamente un documental, cumpliendo plenamente as el pronstico
de Benjamin del ojo-cmara; o, tambin, la experiencia que lleva a cabo el cientfico
ingls Kevin Warwick, que se implanta electrodos debajo de su piel conectados a su
sistema nervioso por medio de lo cual monitorea el funcionamiento de su organismo
como si fuera un robot. Pero es en el deporte donde pueden constatarse de un modo
ms claro los efectos concretos del cyborg. El caso de la nadadora neozelandesa Nadya
Vessey, que tiene una prtesis que simula la cola de una sirena reemplazando sus piernas, o el del atleta sudafricano Oscar Pistorius, quien tambin carece de piernas y usa
unas prtesis que le otorgan una fuerte ventaja de velocidad sobre los otros corredores, son ejemplos que vuelven evidente hasta qu punto ha cambiado el concepto de
prtesis en tanto cosa-aadida que extiende funciones, ya que lo que se produce en
estos casos es la creacin de nuevas habilidades que superan las capacidades humanas
(vase Massare 2009).
Estos cuerpos trans-humanos, producidos cientficamente, que superan los lmites biolgicos, tienden a redefinir los sentidos atribuidos al sustrato natural humano
e incluso cambian los conjuntos de significados asociados a la discapacidad, ya que
ahora la discapacidad se empieza a experimentar, en muchos casos, no como un estigma sino como una ventaja.
deSignis 16 | 51
Sandra Valdettaro
Por supuesto que este deseo de superar los lmites de lo humano tiene una larga historia cuyo origen moderno tal vez pueda fecharse, como apunta Schmucler
(2001), en el siglo XVI, cuando Andreas Vesalius inicia el extenso proceso de la anatoma moderna mediante sus experimentos con cadveres, estilsticamente representados en los siete libros de De Humani Corporis Fabrica (1537-1543); deseo que va
adquiriendo nuevos sentidos vinculados, por ejemplo, a la eugenesia disciplina que
se propone mejorar la raza humana a travs de la potenciacin de determinadas caractersticas juzgadas como ms adecuadas, en cuyo programa ya estaban dados los
principios de la biotecnologa, esto es, la modificacin voluntaria de la morfologa
y fisiologa de organismos vivos (Schmucler 2001). La extensin de los propsitos
eugensicos de construir seres humanos con rasgos representados como superiores
a distintas esferas de lo social parece encontrar en la biotecnologa su captulo ms
desarrollado. Slo relativamente despojado de sus motivaciones racistas el principio
eugensico de la apropiacin cientfica del cuerpo llega, en la actualidad, a su apogeo
a travs de su articulacin con la gentica molecular. La produccin de vida humana
encuentra su espacio en la clonacin, y la oveja Dolly se convierte, en 1996, en un
interpretante del estilo de poca. Aunque, tcnicamente hablando, Dolly no fue en
realidad un clon sino un mutante manipulado,2 lo cierto es que la fabricacin de
animales y personas independientemente del procedimiento por multiplicacin o
por modificacin del ncleo empez a formar parte de la doxa. El mapa del genoma
humano estuvo maduro slo tres aos despus de la fabricacin de Dolly.
El destino de cyborgs y mutantes casi siempre se figur trgico en las narrativas
de anticipacin, y as sucedi en los dos casos reales ms conocidos. La vida artificialmente conseguida por Dolly fue efmera; y el cyborg ms famoso y amado Michael Jackson anunciaba ya, en su sufrido y doloroso decadentismo, una promesa
incumplida. En ambos casos, la experiencia de la transcripcin tecnolgica y gentica del cuerpo produjo vacilaciones: el cuerpo parece experimentarse, cada vez ms,
como una morada insegura. La errancia heideggeriana como forma de la existencia
que no es cabe-s impregna ciertos aspectos de las semantizaciones de la poca.3 Es,
justamente, en la dimensin pasional de los discursos de la moda donde se encuentra de manera ms clara el juego de esta ambivalencia entre malestar y redencin. La
relacin entre la moda y la experiencia del cuerpo presenta una tensin que no se resuelve. Tomemos como caso, por ejemplo, los resultados de una investigacin sobre
publicidad cosmtica (Mrquez Guerrero 2007).
La apelacin publicitaria a la necesidad de construccin, por parte de los individuos, de una imagen positiva de s mismos en trminos de produccin de identidad, se asienta en muchos casos, paradjicamente, en un fuerte tono de descortesa
(Mrquez Guerrero 2007), produciendo un estado de disforia. Es por frustracin,
insatisfaccin o insuficiencia que, en estos casos de publicidad cosmtica, se intenta
vender los productos: mediante la figuracin de una imagen negativa del cuerpo en
52 | deSignis 16
Ms all de Dolly y Michael Jackson. La moda del tecno-cuerpo: mutantes, clones y cyborgs
Sandra Valdettaro
un vnculo natural por el cual los cables, a la manera de venas, transfunden el sonido
a la sangre. Pero la cinta plateada que une los cables a la piel revela, an, un espacio
de mediacin. Aunque leve, esta cinta es una metfora de la interfaz, y seala, todava,
la existencia de un exterior que tiene que ser adherido a la carne. En esta publicidad
dice Ringelheim se muestra la tendencia a la eliminacin inminente de la interfaz
externa, y a vincular de manera ntima al cuerpo fragmentado con la tecnologa fragmentada. Brazo y cable forman parte de una red de la cual son un nodo autnomo
conectado por el cual pasa el sonido.
En otro de los avisos de la misma campaa Cabeza (Ringelheim 2004:8-9)
tambin sobre un fondo oscuro se muestra una cabeza calva con dos entradas de audio sobre la nuca que conectan a la parte izquierda (left) y derecha right del cerebro.
A diferencia del aviso anterior, en ste una luminosidad deja ver el perfil de un rostro
y parte de la espalda. Esa luz anuncia un cuerpo tecnolgico. Por la fisonoma del
rostro, se asemeja a un robot-humano; y por su gesto, ese cuerpo se encuentra, por el
momento, pasivo, esperando a ser conectado a la red. Esta cabeza-parlante es, ya, un
dispositivo que involucra las terminales neuronales.
Desde el mismo fondo, el aviso Torso (Ringelheim 2004: 10-11) presenta un
tronco humano cuyo pectoral izquierdo es un parlante. El parlante, en este caso, no
est simplemente adosado, forma parte del cuerpo, est dentro de la carne, prximo al corazn. La interfaz ya no existe. Este parlante-humano forma una cadena de
significado con los dems avisos, enlaza los cables y las entradas de audio al cerebro
y al corazn. De este modo, los distintos fragmentos quedan vinculados en una red
humano-tecnolgica de tono indolente. El vnculo con la tecnologa se representa en
esta serie naturalizado y ubicuo, y despojado de cualquier contexto expresivo o moral. Ni hedonista ni estoico, su vnculo es ya ecolgico y el artefacto as construido
adquiere la fisonoma de un metaorganismo. Podra tratarse, tomando una reflexin
de Finol y Finol (2008: 386), de la emergencia de un neo-narcisismo que encuentra
su espacio en el propio cuerpo en el paulatino proceso de individuacin que sintomatiz la ltima dcada del siglo.
En la actualidad, dicho proceso se encuentra ya consolidado. El Beckham-robot
de una publicidad de telefona mvil, por tomar slo un caso, nos brinda un cuerpo
sin fisuras con la tecnologa en el cual ya no hay rastros de la interfaz. Pero contra la
asepsia de los 90, este cuerpo parece haber recuperado su pathos. La carne se funde
con los dispositivos y parece imponerles su ritmo. La relacin con el artificio se presenta, ahora, como potencia casi-ertica. Gan la carne y transfiri, al inorgnico, su
sex-appeal.
Para terminar, y luego de este breve recorrido de casos, creo que ya no resulta posible como apunta Sloterdijk (2001) analizar estos fenmenos mediante las categoras monovolantes de la ontologa clsica (cuerpo-alma, espritu-naturaleza, sujetoobjeto, libertad-mecanismo). La proliferacin de los hbridos nuevamente Latour
54 | deSignis 16
Ms all de Dolly y Michael Jackson. La moda del tecno-cuerpo: mutantes, clones y cyborgs
deSignis 16 | 55
Sandra Valdettaro
56 | deSignis 16
Ms all de Dolly y Michael Jackson. La moda del tecno-cuerpo: mutantes, clones y cyborgs
Referencias bibliogrficas
Calefato, P. (2001) El cuerpo vestido, los sentidos y la escritura: entre la moda y el cine
en La moda. Representaciones e identidad de Patrizia Calefato (Comp.), deSignis 1, octubre
2001, 213-224. Barcelona: Gedisa.
_____(2007) Semitica del Uniforme en Uniformes, Exit 27, agosto/octubre en http://
www.exitmedia.net/prueba/esp/articulo.php?id=216
deSignis 16 | 57
La
Marcelo Crdoba
Como en su momento ya lo remarcara E. Vern (2004), la preferencia de una publicacin por un ttulo determinado depende de ciertas representaciones sociales que enmarcan la lectura, derivndose de las caractersticas pertinentes del lector por ejemplo, el volumen y la conformacin de su capital cultural. Dicho esto, observemos en
primer lugar el ttulo de la nota ms reciente, correspondiente al 20 de julio de 2008.
La nota en cuestin, cuyo tema es el vertiginoso incremento del nmero de cirujanos
plsticos graduados en el pas en el curso de la ltima dcada, fue digna de un ttulo pintoresco: Mhijo el dotor slo quiere hacer tetas. Qu reglas de lectura resultan aqu
activadas, especialmente por la eleccin lexical? La frmula del comienzo el sujeto del
enunciado remite al imaginario en que se representaba la carrera universitaria como
la va de ascenso social ms legtima para las capas medias de la sociedad. A continuacin, el sintagma hacer tetas: con esta expresin coloquial se designa la colocacin
de implantes mamarios, la variante ms habitual de ciruga esttica. El copete adelanta
una posible explicacin del fenmeno tratado: los altos honorarios y el aumento de la
demanda constituiran la principal motivacin para elegir la especialidad; en el texto, luego, el argumento se despliega con arreglo a categoras que permiten postular un
agente econmico en este caso el estudiante de medicina procurando maximizar sus
posibilidades de obtener beneficios tras una modificacin de su situacin objetiva esto
es, el aumento de la demanda y la consecuente apreciacin de los servicios prestados
por el cirujano plstico.
Pasemos ahora al segundo ttulo de nuestro inters, el primero en orden cronolgico.
En la cubierta de la edicin del 12 de abril del mismo ao, Crtica de la Argentina, imprima, junto a la imagen de una modelo de curvas ms bien discretas, el siguiente ttulo:
Ms que novia es un amigo. En una primera observacin, se destaca la presencia de una
frase hecha en la que se plasma un estereotipo patriarcal sobre la valoracin ertica del
cuerpo femenino. Un elemento que para nosotros, aqu, reviste mayor inters es el encabezado del ttulo: Tendencias: Lolas Extra Small. Debemos preguntarnos, nuevamente,
acerca de los sobrentendidos que condicionan la lectura de este enunciado. Los lexemas
tendencias y XS nos remiten al campo semntico de la moda vestimentaria; lolas,
por su parte, es otro trmino coloquial, muy extendido, con el que se hace referencia a los
senos femeninos, en especial aquellos que han sido modificados quirrgicamente.1
Inferimos, pues, la clave de lectura del texto, derivada de la aproximacin de esas
dos isotopas temticas: moda y modificacin corporal. La coherencia, mejor dicho, la
verosimilitud de esta aproximacin descansara, por lo dems, sobre el trasfondo de un
imaginario social de la plasticidad infinita del cuerpo humano. La moda, en tanto cambio regular y sistemtico del gusto, admite asociarse con la modificacin quirrgica
del cuerpo, en la medida en que la ciruga esttica progresa tcnicamente, y se vuelve
al mismo tiempo ms econmica y ampliamente disponible.
Las argumentaciones de este artculo estarn guiadas por el siguiente interrogante: cul es el papel de los medios de masas, tanto en lo que respecta a las transdeSignis 16 | 59
Marcelo Crdoba
formaciones del gusto los sucesivos cambios en el significado de mejorado o bello como en la promocin de las tcnicas quirrgicas disponibles para el embellecimiento corporal?
2. El cuerpo (pos)moderno: objeto de consumo y sujeto consumidor
El consumo como prctica y la cultura de consumo, ya desde sus etapas ms
tempranas, han mantenido relaciones constitutivas con los sentidos y usos sociales
del cuerpo (Falk 1994). La historia del cuerpo afirma O. Traversa es indisociable del modo en que se semiotiza el consumo como prctica social (1997:78).
En la cultura de consumo, la figuracin del cuerpo, a travs de la proliferacin de
imgenes estilizadas, es masiva; tambin lo es la presin para su mantenimiento, de
donde se sigue segn el seminal artculo de Mike Featherstone (1991[1982]), The
Body in Consumer Culture la dicotoma entre un cuerpo interior y un cuerpo exterior. Pero la dualidad no impide la conjuncin: el mantenimiento del cuerpo interior procura, ante todo, el mejoramiento de la apariencia del cuerpo exterior. Esta cosmetizacin
del cuerpo exterior recalca su funcin ms destacable en la cultura de consumo: convertirse en vehculo del deseo (Turner 1996) y en cartel de promocin de las virtudes
y competencias del performing self (Featherstone 1991). La seductora superficie del
cuerpo merece atenciones en tanto fuente de placer y herramienta de auto-expresin.
La colonizadora expansin de la cultura de consumo se ha asociado habitualmente con la posmodernidad entendida sta como un nuevo paradigma o estadio
sociocultural, motivando calificaciones como sociedad del simulacro o de la imagen. Esta omnipresencia de los medios visuales en la vida cotidiana es la base de la
hegemona semitica de los regmenes figurales de significacin (Lash, cit. en Featherstone 1998). Contrariamente al distanciamiento reflexivo promovido por los regmenes simblicos esto es, discursivos o verbales, la hegemona de lo figural o
icnico favorece una inmersin de carcter emocional o sensorial en el proceso de
produccin de sentido.
Aunque las exigencias de mantenimiento y cuidado de la apariencia del cuerpo
trascienden las fronteras de gnero, los modos y la intensidad de la presin ejercida
difiere, por cierto, entre hombres y mujeres. A este respecto, Lipovetsky (2004) contrasta el neonarcisismo masculino, de naturaleza sinttica esto es, preocupado
por la impresin global generada por la figura en su conjunto, con el narcisismo
femenino, tradicionalmente analtico esto es, preocupado por el detalle aislado.
De este modo, el socilogo francs sugiere una explicacin tanto de la tendencia a la
comparacin competitiva de determinados rasgos corporales como de los modos de
figuracin meditica del cuerpo femenino.
La representacin fragmentada del cuerpo femenino en los medios visuales no es,
desde luego, un argumento novedoso. De cara a nuestros intereses, con todo, ade-
60 | deSignis 16
Marcelo Crdoba
Convertido as en el entorno de un yo vaco, el cuerpo se vuelve objeto de atenciones minuciosas y concienzudas, es decir, reflexivas y en el caso de las cirugas plsticas, tambin encarnizadas.
3. Cirugas estticas: entre el lujo ostentoso
y la autogratificacin privada
Originariamente, el consumo de moda se pens en trminos del lujo y la ostentacin caractersticos de la clase ociosa. Fue coherente con esta imagen la adhesin al
principio explicativo de la emulacin jerrquica. Este carcter marcadamente civilizatorio y elitista de la moda se mantuvo vigente hasta los 60, dcada en la que sta
sobrelleva, merced a la emergencia del prt--porter, un proceso de fragmentacin y
democratizacin de la norma esttica que dar lugar a lo que se ha denominado
moda abierta (Lipovetsky 2004).
El horizonte actual de la moda es el consumo de masas (Knig 2003). Con todo, la
complejidad social inherente a la cultura de consumo y la organizacin productiva posfordista nos recomiendan abordar el lujo y el consumo de masas desde otros ngulos, a
los efectos de romper la ilusin de transparencia de esta oposicin. Lipovetsky y Elyette
Roux (2003:131) se remontan a la etimologa latina del trmino lujo luxus/luxuria;
los autores presentan as una diferencia entre el fasto o magnificencia pblicos y los
excesos privados. En trminos ms generales, lujo es cualquier cosa innecesaria (Falk
1994:98) en la medida en que sea apreciada; en otras palabras, es un valor superfluo
(Berry 2007:339). La nocin de lujo implica, pues, una desproporcin entre la necesidad satisfecha y el precio pagado. En la cultura de consumo, esta desproporcin es compensada por representaciones cuya funcin es mejorar o cuanto menos mantener el
posicionamiento dentro de ese campo, estructurado segn la lgica de la diferencia/distancia social, en cuyo marco se despliega el consumo como prctica social. Las pautas
de esta prctica definen lo que Bourdieu (1998) denomina el espacio de los estilos de
vida o, en otros trminos, el mundo social representado.
Entenderemos, pues, que la productividad de la cultura de consumo se calibra a
partir del suministro de los recursos imaginarios para la reproduccin del deseo por
lo superfluo, lo innecesario. Estos son los recursos que permiten la alquimia que convierte lo nuevo, el cambio por el cambio mismo, en condicin del goce. El horizonte de
investigacin emprica que entonces se abre es el trazado por el anlisis de las estrategias discursivas a partir de las que se generan estas representaciones compensatorias,
merced a las cuales lo nuevo es interpretado como justificacin para lo superfluo.
As pues, esto nos sugiere la conclusin provisoria de que el lujo, ms que desaparecer
como valor en la cultura de consumo, se habra, antes bien, democratizado3.
Consumir representaciones del cuerpo triunfante de la modernidad (Le Breton
1995) presupone acoger promesas de felicidad y dicha sensual; cuando la va hacia
62 | deSignis 16
Marcelo Crdoba
64 | deSignis 16
Notas
En este sentido, hacer lolas, habra sido una expresin ms precisaaunque con otros
efectosen el contexto del primer titular analizado.
2
Publicacin semanal dedicada a temas de actualidad. Se incluye como anexo en la edicin
dominical de una serie de peridicos nacionales. La edicin observada es la del 10 de
febrero de 2008.
3
Por cierto, en nuestras sociedades somticas (Turner 1996), biocapitalistas (Haber
y Renault 2007), la performatividad social y emocional de los cuerpos es un recurso
altamente valorado en diversos mercados. Cada vez son ms los mbitos laborales en los
que un cuerpo acorde a los parmetros hegemnicos de belleza es una propiedad necesaria
(y hasta suficiente en algunos casos) para mantener y/o mejorar el posicionamiento
personal. En estos casos, el consumo se puede convertir en parte central de un proyecto
reflexivo del yo, esto es, de un proyecto del cuerpo (Giddens 1995); ms que de una
democratizacin del lujo, deberamos hablar, pues, en los trminos estratgicos de una
inversin en capital fsico (Shilling 2003).
4
Vase P. Charadeau y D. Maingueneau (2005).
5
En un trabajo anterior (Crdoba 2007) hemos aplicado un anlisis discursivo inspirado
en las categoras de O. Ducrot para poner de relieve los mecanismos argumentativos en
virtud de los que la enunciacin presupona que la eleccin de someterse a una ciruga
esttica era un hecho consumado. En otras palabras, pusimos en evidencia un implcito
segn el cual tener una ciruga esttica es un curso de accin por s mismo deseable.
1
Referencias bibliogrficas
Berry, C. (2007) Moda, deseo e identidad en Distincin social y moda de A.
Gonzlez y A. Garca (eds.), Navarra: EUNSA.
Bourdieu, P. (1998) La distincin. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.
Brooks, A. (2004) Under the Knife and Proud of It: An Analysis of the Normalization
of Cosmetic Surgery en Critical Sociology, vol. 30, 2. Londres: SAGE.
Charadeau, P. y Maingueneau, D. (2005) Diccionario de anlisis del discurso. Buenos
Aires: Amorrortu.
Crdoba, M. (2007) El sentido de las cirugas plsticas. Anlisis semitico de un
informe especial de Para ti en CD-ROM de las XI Jornadas de Investigadores en
Comunicacin. Mendoza.
Davis, K. (2002) A Dubious Equality: Men, Women and Cosmetic Surgery en Body &
Society, vol. 8, 1. Londres: SAGE.
Entwistle, J. (2002) El cuerpo y la moda. Barcelona: Paids.
Falk, P. (1994) The Consuming Body. Londres: SAGE.
Featherstone, M. (1991) The Body in Consumer Culture en The Body. Social Process
and Cultural Theory de Featherstone, M.; Hepworth, M.; Turner, B. (eds.), Londres:
SAGE.
deSignis 16 | 65
Marcelo Crdoba
_____ (1998) Postmodernism and the aestheticization of everyday life en Modernity &
Identity de L. Scott y J. Friedman (eds.), Oxford: Blackwell.
Foster, H. (2002). La posmodernidad. Barcelona: Kairs.
Giddens, A. (1995) Modernidad e identidad del yo. Barcelona: Pennsula.
Haber, S. y Renault, E. (2007) Un anlisis marxista de los cuerpos? en Cuerpos
dominados, cuerpos en ruptura de J. Lachaud J. y O. Neveux, (Comp.), 9-26. Buenos Aires:
Nueva Visin.
Knig, R. (2003) La moda en el proceso de civilizacin. Barcelona: Engloba.
Le Breton, D. (1995) Antropologa del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva
Visin.
Lipovetsky, G. (2004) El imperio de lo efmero. La moda y su destino en las sociedades
modernas. Barcelona: Anagrama.
_____ (2007) La felicidad paradjica. Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo. Barcelona:
Anagrama.
Lipovetsky, G. y Roux, E. (2003) Le luxe ternel. De lge du sacr au temps des marques.
Pars: Gallimard.
Shilling, C. (2003) The Body and Social Theory. Londres: SAGE.
Traversa, O. (1997) Cuerpos de papel. Barcelona: Gedisa.
Turner, B. (1996) The Body & Society. Londres: SAGE.
Vern, E. (2004) Fragmentos de un tejido. Buenos Aires: Gedisa.
66 | deSignis 16
produccin
Alicia Vaggione
Alicia Vaggione
El cuerpo contemporneo, en su alianza sin precedentes histricos con la tecnologa aparece como un espacio que se puede transformar. Se torna plstico, modelable, verstil.
En este punto, la ciruga esttica juega un rol central y plantea un sinnmero de
renovaciones posibles. Inserta en este contexto marcado por la obsesin de un imaginario del cuerpo que intenta dilatar por todos los medios el deterioro fsico para
mantenerse joven, la ciruga esttica parece alcanzar nuevos matices.
Tal vez sea posible pensar en un desplazamiento que la lleva de un trabajo principalmente realizado sobre cuerpos marcados por la enfermedad o el horror su auge
post Segunda Guerra Mundial al lugar central que ocupa en nuestros das en tanto
intervencin permanente sobre un cuerpo sano al que intenta mantener alejado de
todos los signos de la decadencia fsica. En este sentido, funcionara como una tcnica que tiende a incidir sobre la temporalidad de los cuerpos intentando mantenerlos
indefinidamente jvenes.
2. La ciruga esttica y su representacin en los medios
La centralidad que la ciruga esttica obtiene en nuestros das puede ser apreciada por su recurrencia en el espacio meditico. Desde pelculas de distribucin masiva como La muerte le sienta bien (Death becomes her, Robert Zemeckis, 1992) hasta
otras que forman parte de un recorrido ms restringido como El Tiempo, del director
coreano Kim Ki-duk (2006), por mencionar slo algunos ejemplos. Tambin la televisin se ocupa del tema en series como Nip Tuck o en programas en formato reality
show como The Swan (EE.UU.), Extreme Makeover (EE.UU.), Transformaciones (Argentina), etctera.
En un trabajo anterior realic un anlisis del programa televisivo Transformaciones
(ciclo 2005-2006) que tiene como propsito mostrar ante cmara intervenciones
quirrgicas que persiguen fines estticos, movida inicialmente por una inquietud de
televidente. Cmo es que poda desde el living de mi casa asistir a la transformacin
de unos cuerpos? Cmo es que mi mirada poda entrar al espacio del quirfano hasta hace algn tiempo territorio estrictamente privado? Qu trabajo se operaba sobre
esos cuerpos? Qu canon de belleza se construa? (Vaggione 2006).
En medio de este campo de inquietudes encuentro un ejemplar de la revista de
moda Vogue versin espaola que llama mi atencin. Se trata de un nmero en el
que publican una serie de fotos bajo la rbrica de Steven Meisel donde las modelos
simulan ser asistidas quirrgicamente.
Si bien nuestra contemporaneidad nos tiene habituados a convivir con imgenes
espantosas, y stas no lo son en gran medida, hay algo en ellas que inquieta/moviliza
y que conjuga nuestro deseo de mirar con cierta repulsin del orden de lo abyecto
que pretende expulsarlas.
68 | deSignis 16
Moda, cuerpo y ciruga esttica. Alianzas y yuxtaposiciones en una produccin fotogrfica de Vogue
Adems, los productos que promociona la revista Vogue son aquellos que participan del mundo del lujo definido por Lucrecia Escudero Chauvel en funcin de
ciertos rasgos distintivos: los objetos de lujo tienen la particularidad de ser muy caros, poseen una distribucin selectiva, estn marcados por la calidad y revelan una
notoriedad casi universal. Construido como un mundo deseado, a pesar de que no
se tenga acceso, el lujo aparece como un universo cerrado aunque muy mediatizado.
Vogue, junto con otros semanarios, cumple la funcin de difundir diferentes aspectos
del mundo de la moda al mismo tiempo que opera como prescriptor de este universo
de sofisticacin.
3. Fotos del cuerpo, la moda y la tecnologa
A veces son modernas cosas tan feas y horrorosas que parece como si la
moda no se propusiera sino mostrar su poder haciendo que aceptemos, en
aras de ella, lo ms horrible.
Georg Simmel
Alicia Vaggione
Figura 1: la liposuccin
Figura 2: la blefaroplastia
Detengmonos en la fotografa donde se practica la liposuccin (Figura 1). El espacio es el de una sala hospitalaria: un armario al costado donde se ven ntidamente
algunos productos de enfermera ms una mesa donde est depositado el set de instrumental quirrgico forman parte del decorado. Los personajes de las fotos son tres.
En el centro, sobre una camilla negra, la modelo se halla recostada con un gesto glamoroso que rompe el verosmil de la foto. El mdico la est interviniendo, un aparato tecnolgico que tiene un diseo sofisticado y la forma de un arma le sirve para
practicar la liposuccin. La punta del aparato se ubica en lnea directa con el taco del
zapato, un frasco en el piso funciona como indicio de un movimiento anterior no
registrado por la cmara. Los colores que predominan son el blanco y el negro. La
modelo luce un vestido de seda bordada con cristales y zapatos barnizados con logo
todo de Gucci que contrasta con el uniforme del mdico y de la enfermera en tanto
vestimenta tradicional de la que el tiempo de la moda se abstiene. La piel en la zona
de intervencin es brillante, un gel lumnico la recubre. La modelo est utilizando su
celular mientras es asistida.
Otra de las fotos (Figura 2) se refiere a la operacin de prpados. Lo que se retrata
es el gesto de dolor de la modelo en el momento en que se le extraen los puntos. So70 | deSignis 16
Moda, cuerpo y ciruga esttica. Alianzas y yuxtaposiciones en una produccin fotogrfica de Vogue
Figura 3: la curacin
Alicia Vaggione
y la tecnologa y, por ltimo, la del cuerpo y los objetos de lujo. En la primera relacin, el cuerpo aparece como un territorio que puede ser moldeado y transformado
en s mismo. En este punto, la piel es la superficie que se toma como objeto de modificacin.
Es interesante marcar la superposicin que se produce entre los procedimientos de la ciruga esttica y la costura como prctica. Una relacin que permitira
conectar, de alguna manera, el ejercicio de los cirujanos con el de los modistos. La
ciruga esttica que toma como objeto la piel la marca, la dibuja, la pincha, la cose
retomando y continuando bajo otros postulados los procedimientos de la costura.
De este modo, el molde, la tela y la costura como escena original de la hechura del
vestido se trasladan a la superficie del cuerpo.
En la segunda relacin, la tecnologa interviene doblemente. Por un lado, est
presente a partir de los aparatos, en algunos casos muy complejos, que posibilitan estas nuevas modelaciones de los cuerpos y, por otro, singularizada en el celular que se
presenta casi como un apndice del cuerpo contribuyendo a resaltar la figura de un
sujeto contemporneo permanentemente conectado.
Por ltimo y en el marco de la tercera relacin, cabe mencionar que en esta produccin fotogrfica gran parte del efecto es producido por la forma en que estn vestidas las modelos mientras simulan ser asistidas. Ellas estn aggiornadas con los diseos
creados por las casas y/o los nombres que funcionan como referentes mximos de la
alta costura: Chanel, Caravani, Salvatore Ferragamo, Armani, entre otros.
Una lgica del detalle funciona en la mostracin del vestido y los accesorios. Los
objetos que se muestran pertenecen al campo de la sofisticacin: los anillos de piedras
preciosas, diamantes y zafiros combinan con las pulseras de oro. Las texturas de las telas utilizadas apelan al brillo, la suavidad o la suntuosidad: terciopelos, sedas bordadas
y hasta organza con plumas de avestruz.
Los abrigos de piel animal discutidos y prohibitivos en el marco de las campaas
pro-ecolgicas aparecen como objetos centrales que cubren los cuerpos, en algunos
casos, semidesnudos de las modelos. Se adhieren al cuerpo, en un juego sobre superficies, casi como una segunda/doble piel. Los zapatos de tacos altsimos juegan con
el brillo que est presente en los lugares donde posan las modelos, habitaciones de
lujo donde se recuperan de la intervencin, etc. Todos los objetos se encuentran absolutamente articulados y fundidos en una lgica del detalle que presenta el mundo
del lujo.
Podemos decir que la yuxtaposicin o superposicin de las tres relaciones analizadas en torno al cuerpo ciruga esttica, tecnologa y objetos de lujo que forman
parte del objeto trabajado establecen relaciones complejas que nos permiten apreciar
cmo la costura se traslada a la superficie del cuerpo que aparece simultneamente
construido en s mismo, cubierto por el vestido y conectado a partir de la tecnologa
con las formas contemporneas de ser en el mundo.
72 | deSignis 16
Moda, cuerpo y ciruga esttica. Alianzas y yuxtaposiciones en una produccin fotogrfica de Vogue
deSignis 16 | 73
El
cuerpo y la memoria :
M uriel ,
de
A lain R esnais
Angela Mengoni
Han pasado ms de cuarenta aos desde que, en 1963, apareca en las salas francesas Muriel o le temps dun retour, de Alain Resnais, con guin de Jean Cayrol. Hoy,
las razones para repensar Muriel son mltiples. Se trata, en primer lugar, de un texto
extraordinariamente eficaz, capaz de articular una dimensin interpretativa autnoma con respecto a uno de los eventos ms tenazmente silenciados de la historia contempornea francesa: la guerra de Argelia.
Muriel, en efecto, piensa en modo autnomo, segn el propio lenguaje audiovisual, el rol y el estatuto de la tortura en una guerra colonial en la cual, como ha sostenido Pierre Vidal-Naquet, el uso de la tortura formaba parte de un aparato represivo
sistemtico, fundado en un estado de emergencia que permita la ambivalente superposicin de la polica y el ejrcito y la suspensin de las normas constitucionales.
Muriel, sin embargo, no articula esta interpretacin temticamente, con un discurso
sobre la guerra, sino que construye un original ejercicio de memoria intratextual
por medio del cual el espectador es convocado a tejer un discurso profundo. Este
ejercicio revelar que el universo de la vida cotidiana, que juega un rol importante en
el film, est slo aparentemente distante y desconectado o hasta contrapuesto del
trauma colectivo de la guerra. En efecto, la pelcula muestra que el mundo de la rutina cotidiana y el del abuso estn profundamente imbricados, de la misma manera
en que el ms all de la excepcin y de la tortura proyecta necesariamente su degrada74 | deSignis 16
cin sobre alguien aparentemente inocente. Por esta razn, es evidente que el trabajo
sobre la memoria de Muriel se muestra, hoy ms que nunca, abierto a un futuro que
es nuestro presente.
La narracin se desarrolla en Boulogne-sur-Mer, en donde Hlne, la protagonista, se ha mudado y trabaja como anticuaria en su propio departamento. Hay
dos recorridos narrativos paralelos: por un lado, los largos dilogos entre Hlne y
Alphonse, su antiguo amante, y la imposibilidad entre ellos de pactar una memoria comn del pasado, con el fondo de la tranquila vida de provincia en Boulogne.
Por el otro lado, la vida del hijastro de Hlne, Bernard, recin regresado despus
de 22 meses de servicio militar en Argelia, quien se dedica a recorrer la ciudad en
bicicleta, trabaja en un atelier en donde hay un proyector y con una pequea cmara toma imgenes de objetos aparentemente insignificantes: escenas de la vida cotidiana, vidrieras de negocios. Tambin Alphonse afirma haber estado en Argelia en
donde tena un bar, y para probarlo exhibe algunas fotografas de paisajes africanos,
la prueba indexical por excelencia, pero su tono nostlgico provoca la inmediata
hostilidad de Bernard; en efecto, la verdadera identidad de Alphonse ser revelada
sobre el final de la pelcula: ha abandonado a su esposa por graves problemas financieros y no ha estado nunca en Argelia. Bernard habla poco y con respuestas breves
y lacnicas, hasta el momento en que de su silencio surge una confesin inesperada: el relato de la tortura y asesinato de una mujer llamada Muriel, hecho del que
ha participado en Argelia.
La guerra como tema aparece muy raramente en la pelcula: en algunos dilogos
y en la escena de la confesin de Bernard, que dura poco ms de dos minutos; la
mayor parte de los acontecimientos estn ocupados por escenas que reflejan la rutina
cotidiana y la vida privada y sentimental de los personajes. Sin embargo, muchos autores no han titubeado en definir Muriel como una pelcula en la que el tema principal es el de la tortura.1 Muriel articula, como hemos sealado, un discurso sobre la
guerra de Argelia, pero no se trata de un tema y es por consiguiente necesario comprender cmo la pelcula se carga de una verdadera y propia memoria histrica. Trataremos de dar cuenta de esto a travs del anlisis textual de tres secuencias.
En primer lugar, la secuencia de apertura, que es la que exhibe la clave estilstica
del filme, ese efecto de desorientacin debido al montaje de planos casi fijos, radicalmente desligados de la ilusin de continuidad: en lugar de favorecer la continuidad espacio-temporal de la accin, este mecanismo crea sugestivas elipsis en la accin
narrativa y particulares saltos temporales y lgicos. Muriel comienza con un dilogo
en off entre Hlne y una clienta, mientras se muestra en la pantalla un montaje rapidsimo que alterna primeros planos de objetos una bolsa, una tetera que vierte agua
caliente, una lmpara y muchas calles y detalles de los cuerpos: la mano de la clienta
envuelta en un guante negro, detalles de su rostro, la mano de Hlne con un cigarrillo, sus piernas, un plano medio del busto (Figuras 1 y 2).
deSignis 16 | 75
Angela Mengoni
Figura 1
Figura 2
Esta fragmentacin ha sido en general interpretada como una suerte de metonimia estilstica: por ejemplo, para Celia Britton el efecto de discontinuidad del montaje y la fragmentariedad de las imgenes de los personajes literalmente del propio
cuerpo anunciaran, por un lado, la fragmentacin psicolgica de Hlne y, por el
otro, el tema de la tortura, remitiendo a la mutilacin del cuerpo desgarrado pero
aun as mostrado irrepresentable, dice Britton de Muriel.2 La experiencia extrema de la tortura y del feroz encarnizamiento sobre un cuerpo inerte se enuncia as
expresable a travs de la fragmentacin flmica de los cuerpos y del cuerpo mismo
de la pelcula, prescindiendo del anlisis de las relaciones que esta fragmentacin
exhibe. Nuestra hiptesis es que esta secuencia, ms que limitarse a un efecto genrico y metafrico de fragmentacin, apunta a construir un especfico saber mirar del
espectador y tiene, por esto, su propia eficacia. El encuadre de los detalles y la rapidez
del montaje 26 planos se suceden en 30 segundos no permiten explorar las figuras
del mundo en su propia densidad icnica, ni instalarlas establemente en el espacio
diegtico. La rapidez y la incongruencia de la sucesin sugieren al espectador el abandono de una competencia exclusivamente narrativa y de una mirada que indaga la
superficie realista del mundo, para activar un saber mirar capaz de establecer las
relaciones profundas que atraviesan y estructuran el universo figurativo.
En otras palabras, la primera secuencia desplaza sbitamente el dominio de la
mirada del espectador de una competencia icnica es decir de la posibilidad de
encontrar el efecto de realidad que inviste el universo diegtico gracias a la iconizacin hacia una competencia que se concentra forzadamente en las relaciones entre
los objetos, relaciones secretas que la misma yuxtaposicin deja intuir y bajo cuyo
signo se abre el acontecimiento.3 El montaje inicial no es la metfora formal de un
tema, sino que sugiere que hay una relacin profunda que enlaza dos universos: por
un lado, la rutina cotidiana, tomada en funcin de los objetos tpicos de la vida burguesa, como la preparacin del caf, accin rutinaria por excelencia; por el otro, la
isotopa del cuerpo en fragmentos. Sin dejar al espectador el tiempo suficiente para
76 | deSignis 16
situar y aprehender los detalles, el montaje sugiere que lo que la pelcula tiene para
decir se sita ms bien en la relacin que se teje entre estas dos series en un nivel profundo de sentido.
Es este nivel profundo el lugar de otra memoria histrica que el espectador es convocado a construir, teniendo xito all donde los protagonistas fracasan. En efecto, los
personajes se revelan como prisioneros de un pasado confundido con el presente, un
pasado que no quiere pasar, tpico de lo que Paul Ricoeur ha definido como memoria
herida (Ricoeur 2000:83-97); las numerosas repeticiones de encuadre, gestos y palabras
que atraviesan toda la pelcula la mano enguantada mostrada cinco veces cargan las
acciones del presente con el ambivalente estatuto del dj-vu, el fragmento de pasado
que se insina tambin en el presente y en un tiempo que parece no avanzar. Si los personajes no pueden cumplir en lo profundo un trabajo de memoria, la pelcula lo consigue escribiendo en el texto mismo ese trabajo de memoria activa, de anamnesis, capaz
de satisfacer eso que tambin Ricoeur llama en el mbito de una memoria colectiva
un deber de memoria, un dbito. La escena de la confesin de Bernard constituye el
lugar central de este ejercicio, ya anunciado en el montaje de apertura.
Semitica de la inadecuacin: la confesin de Bernard
La escena se desarrolla en el atelier de Bernard: l mismo cuenta la tortura de una
mujer argelina de nombre Muriel en la que ha tomado parte, mientras proyecta en el
estudio algunas imgenes que el espectador ve, desde el comienzo, en toda la pantalla. Se trata de imgenes de archivo, filmadas en 8 mm. y rodadas en forma amateur
por los soldados franceses para documentar la vida comn, utilizadas en aquellos aos
con fines propagandsticos y reinsertadas en Muriel en el circuito de una memoria
histrica de signo opuesto.4 Muchos autores se han concentrado, como es natural, en
la evidente incongruencia entre el relato y las imgenes, interpretando esto como una
estrategia textual que apunta a restituir el exceso que est en el ncleo de toda experiencia extrema o traumtica, caracterizada por el encuentro con una realidad desmesurada y no asimilable ni recuperable.
El hecho de que las imgenes que habran podido ilustrar el relato hayan sido
sustituidas por imgenes inocentes es generalmente sealado como la manera de
construir una no-representacin que da forma a la advertencia del compaero de
armas, Robert: Quieres contar sobre Muriel, pero Muriel es una historia que no se
puede contar. Sera entonces la incongruencia entre el relato verbal y las imgenes
amateurs las que restituyen y construyen el trauma real de la guerra de Argelia. En
consecuencia, muchos anlisis se han concentrado en la ausencia en s, sin pensar necesario un anlisis acerca de esta secuencia crucial.5
Por el contrario, resulta necesario preguntarse si la eleccin de esas imgenes, de esos
minutos de imgenes amateurs, no va ms all de la mera funcin de exhibir un excedeSignis 16 | 77
Angela Mengoni
so. Es la misma puesta en escena la que lo sugiere: presentado como un filme dentro de
un filme, la secuencia se inicia con la proyeccin a pantalla completa de la avejentada
pelcula amateur y, en off, la voz de Bernard que relata: pero hacia el final del relato aparece el rostro de Bernard encuadrado, ahora individualizado como el narrador y, sbitamente, el rostro del viejo Jean, que lo est escuchando sentado en el atelier. Esta escena
crucial est, por lo tanto, desenmarcada en tanto figura enmarcada, depositaria de
las instrucciones perceptivas y pasionales dirigidas al espectador (Marin 1988). El viejo Jean mira la pantalla mientras Bernard termina el relato, sin apartar la mirada de las
imgenes, sin volverse a mirar al joven que habla y profundamente comprometido con
el trabajo al cual nosotros tambin somos convocados: repetir la red de correspondencias secretas e impensadas entre palabras e imgenes.
En su relato, Bernard descubre el cuerpo de Muriel, tropieza con ste al entrar al
hangar de municiones, golpendolo como se golpea un objeto fuera de lugar, mientras las imgenes muestran los ejercicios militares de los soldados que disparan o que
cargan lanzamisiles en un paisaje desolado; el hangar con las municiones y las imgenes de los ejercicios militares tienen evidentemente un vnculo temtico que considera la dimensin profesional de la accin militar. Pero cuando Bernard comienza a
hablar del cuerpo de Muriel tena un aire como de dormida, pero temblaba toda
, he aqu que transitan por la pantalla escenas de soldados descansando: un grupo
delante de las tiendas de campaa, despus la escena de una comida con la toma que
encuadra desde lo alto los cuencos llenos de alimento. Sobre esta imagen, la voz en
off prosigue: ramos cinco alrededor de ella. Discutamos. Comienza as a perfilarse
una correspondencia entre el cuerpo de Muriel, en torno al cual los soldados discuten, y las cazuelas con comida. Una nueva adherencia figural se perfila de pronto: en
la pantalla aparece la imagen de dos soldados que caminan al aire libre y se pasan,
riendo, un paquete con semillas o caramelos, mientras la voz en off contina: La
soltamos, ella cay como un paquete. De ahora en ms el espectador hallar, en algunos puntos irregularmente situados, una constelacin de correspondencias entre
relato verbal e imgenes. Todo pasa, en efecto, como si la constitucin de las formas
figurales en las imgenes en las que el soporte manifiesta, entre otras cosas, una opacidad que perturba la lectura figurativa fueran empujadas del nivel figurativo del
relato verbal: el paquete que los soldados se pasan, el cigarrillo que uno de ellos est
fumando que encuentra un eco en el cigarrillo con el que Robert quema la piel de
Muriel, detalles que se perderan en el tejido figurativo, devienen pertinentes porque
el relato verbal los activa.
Por otro lado, la recurrencia de metforas en el relato verbal con la misma importancia figurativa como una bolsa de papas, como si permaneciera por mucho
tiempo en el agua invitan a destacar las relaciones topolgicas y plsticas que tambin organizan el significante visual. Cuando las ropas son desgarradas, la desnudez
muestra que el cuerpo humano ha devenido una envoltura informe, incapaz ya de
78 | deSignis 16
Figura 3
Figura 4
Gracias a un dispositivo semisimblico de gran amplitud, los dos universos icnicos del discurso verbal y del discurso visual se superponen; esto es posible en virtud
de un esquema figurativo profundo y de las relaciones sintcticas que dinamizan las
categoras propias de este esquema: as, la relacin alto/bajo homologa la alegra de los
soldados que bailan y de los pollos que caen o cuelgan, con la cada trgica del cuerpo
de Muriel. Y la estructura plstica de la envoltura, activada por la metfora de la bolsa,
refuerza esta homologacin. No estamos lejos de la produccin de lo incongruente
de la que habla Teresa Keane a propsito de la sustitucin de un ramo de flores por
una pequea ancla metlica de cuatro ganchos en un cuento de Calvino: el protagonista advierte la relacin entre los dos objetos porque la congruencia est garantizada
por el mantenimiento de la gestalt no tanto una categora cuanto una figura eidtica vertical-esfrica, mientras que lo incongruente es producido, a partir de esta base
figural comn, por los rasgos figurativos icnicos de carcter opuesto del hierro como
mineral y de la flor como vegetal.6
En nuestro caso, ms que de una incongruencia que opone regmenes icnicos
de base figurativa, se trata de una estrategia global de inadecuacin: el fondo figurativo comn se carga al nivel de la iconizacin por los elementos que se presentan, en
deSignis 16 | 79
Angela Mengoni
las imgenes, como disminucin sistemtica de las figuras del relato, sobre el plano
semntico o sobre la intensidad frica. En este rgimen de inadecuacin irnica, la
cada del cuerpo agonizante es reemplazada por otra, mucho ms dbil, de un cuerpo danzante, la desnudez de la antorcha un trmino que anuncia anafricamente el
calor del cigarrillo que quemar el cuerpo de Muriel es transpuesta al rgimen de la
animalidad a travs de la figura de los pollos.7 En el universo cotidiano de los soldados
no hay ms que buenas cadas y buenas envolturas, el cuerpo del nadador une la buena cada de la zambullida con la buena envoltura del agua que lo sostiene, mientras
la larga permanencia en el agua del cuerpo de Muriel, evocada metafricamente por
Bernard, no puede sino referirse, a partir de la base de una competencia contextual
compartida, a la tortura de la baignoire, que se produce por la inmersin obligada de
la cabeza y la ingestin forzada de agua: el relato verbal evoca, por metfora, la inversin que se produce entre la buena envoltura del agua externa al cuerpo y el lquido
dolorosamente agregado al interior del cuerpo.
La relacin interno/externo tiene un rol crucial en el despliegue de esta analoga
inadecuada que se difunde, como veremos, en otras escenas. No obstante, las relaciones de los esquemas figurales que hemos descrito son constantemente dinamizadas por medio de una efectiva y eficaz sintaxis figurativa que despliega un rgimen
narrativo de la figuratividad:8 todo se articula alrededor de las presiones y los vaciamientos que atraviesan el cuerpo-envoltorio de Muriel, cruelmente expuesto al calor
la quemadura del cigarrillo, las palmas de la mano de Bernard que queman mientras golpean, vaciado de lo interno Muriel vomita por los golpes, llenado de agua,
pero slo para ser nuevamente vaciado.
A partir de esta escena, situada exactamente a mitad del filme, esta sintaxis figurativa interno/externo, alto/bajo demandar una analoga con un conjunto de
elementos situados antes o despus de esta misma escena, exigiendo un autntico y
ejemplar ejercicio de memoria por parte del espectador, que dar lugar a una lectura
accesoria y ms compleja de la dimensin de la cotidianeidad omnipresente en Muriel. Un ejemplo de este dispositivo nos lo ofrece la escena del almuerzo que rene a
los protagonistas, en una escena posterior a la de la confesin, y que subraya el rol del
calor como operador principal de la transformacin sintctica.
Es lo habitual: la incrustacin
de la violencia en la rutina cotidiana
Hlne, su amiga Claudine, su pretendiente y antiguo amante Desmoke, Alphonse, Bernard, Franois y el croupier del casino se han reunido para un almuerzo festivo
en un restaurante de Boulogne. La escena es introducida por un rpido montaje de
primeros planos: un cmulo de platos, copas y cubiertos, decenas de saleros sobre una
mesa, elementos que subrayan la dimensin rutinaria de la comida y la acumulacin
80 | deSignis 16
Los animales arrojados vivos al agua hirviendo ante los propios ojos, como la
langosta y la anguila, envolturas asadas vivas tal como es lo habitual, reactivan en el
aqu y ahora de un tranquilo almuerzo en la ciudad la operacin de cada, vaciamiento y quemadura padecida por el cuerpo torturado de Muriel en otro lugar distpico.
Como en el caso del cuerpo martirizado, tambin en la dinmica culinaria las envolturas son sometidas a fuerzas, de las cuales el calor es la principal: transmitida por las
palmas de las manos, por el agua hirviendo, por un cigarrillo, el calor priva a toda
estructura de su rigidez operando en la oposicin interno/externo y de su verticalidad, provocando finalmente el pasaje de la vida a la muerte. Una sintaxis sensible que
encarna, por as decirlo, el acceso entre el mundo del abuso y este otro, aparentemente inocente, de la rutina cotidiana.
Los elementos del universo domstico y de la tortura se superponen gracias a la permanencia de una sintaxis figurativa que regula las transformaciones de la envoltura, el
pasaje de lo alto a lo bajo la cada de Muriel y de los soldados, del nadador y de la langosta, de lo externo a lo interno en la quemadura de la piel y en la coccin en vivo
que permite abrir, vaciar y comer la langosta. A estas transformaciones se homologa el
pasaje de la vida a la muerte, pasaje dolorosamente gradual por medio del cuerpo torturado. Este rgimen de homologacin provoca, a fin de cuentas, una inversin axiolgica: el universo eufrico de la vida cotidiana del lugar se encuentra profundamente
imbricado con el universo disfrico de la tortura en otro lugar y tambin con el ahora,
de un pasado que se proyectaba a la distancia por lejana geogrfica. Pero esto no es as:
el propio universo de la vida en su significado iterativo, el que corresponde a la rutina a
lo habitual, no est alejado de la muerte iterativa infligida a Muriel.
Se trata de un autntico trabajo de memoria figural, a partir del momento en que
se reactiva el pasado diegtico la experiencia de Bernard en Argelia en el presente
diegtico el almuerzo; pero se trata tambin de una memoria que inviste la dimensin del goce mismo del texto, porque en todo momento pueden reactivarse los elementos empleados antes de lo que el espectador est viendo. El dilogo del restauran-
deSignis 16 | 81
Angela Mengoni
te invita, por ejemplo, a tomar la referencia de otra langosta que el espectador debe
recuperar, remontndose al comienzo de la pelcula, durante la cena del primer da:
cuando Franoise le pregunta por su signo zodiacal, Bernard responde: No s, puede ser la langosta. La figura revela plenamente el valor anafrico que porta: tambin
Bernard se siente abrasado vivo por el fuego de un pasado que no pasa.
Son muchos los gestos que pueden reactivar la misma dinmica figural: las bofetadas con las que Bernard golpea imprevistamente a Franoise recuerdan las inflingidas a
Muriel, y tambin asume un valor anafrico la frase de Bernard al inicio de la pelcula,
cuando sacando del paquete de cigarrillos un pequeo escorpin del desierto, dice: est
dormido; no se despertar ms que con el calor.9 La red de relaciones que, literalmente, el espectador teje con la propia memoria, autoriza a repetir fragmentos de un pasado
traumtico incrustados en el presente. Las relaciones profundas que hemos sealado
urden por debajo de la progresin narrativa y del relato lineal, de ese residuo ostentosamente elptico, una lectura fundada en la recurrencia de elementos que son diferentes
figurativamente, pero los mismos figuralmente; por detrs de la aparente fragmentacin
formal, surge un diseo coherente que considera la profunda imbricacin entre el universo de lo cotidiano y el universo del abuso y de la muerte. As, lo que Muriel propone
no es solamente un discurso sobre la memoria, sino un ejercicio de rememoracin que
es, segn Paul Ricoeur, esa valiosa dimensin pragmtica capaz de transformar la memoria en proyecto y de resistir los abusos de la memoria obligada.
Llegamos as a las implicaciones ms amplias de la semitica de la inadecuacin
puesta en escena en Muriel, capaz de dar forma sensible a un problema histrico y
poltico. Veamos los dos aspectos fundamentales.
Por un lado, a travs de las homologaciones que hemos mostrado, la pelcula piensa
y restituye magistralmente aquello que Elaine Scarry ha definido como la estructura
de la tortura: en efecto, es alrededor de un cuerpo-envoltura que se cumple la verdadera traduccin que el torturador realiza entre dolor y poder.10 La tortura, dice Scarry,
es una transformacin del cuerpo en voz, del dolor en confesin, como si subrayara las
homologaciones que el verdugo efecta entre la apertura/exposicin fsica y las palabras:
el torturador imprime en la carne la demanda de sacar afuera, de hacer escupir
la informacin. Resulta entonces claro que es impropio hablar genricamente de fragmentacin o de mutilacin; no se trata tanto de una gratuita precisin formal, sino
de poner en consideracin las articulaciones sensibles del texto y, en consecuencia, la
recepcin de su discurso ideolgico y valorativo: el cuerpo de Muriel no es mutilado,
sino ms bien atravesado, vaciado, comprimido; es as como la estructura de la tortura
entra en consonancia con el universo figurativo de la cotidianeidad.
Muriel pone en escena otro tipo de rasgo estructural de la tortura: la transformacin de los objetos domsticos, incluso aquellos aparentemente ms inocuos el telfono, el lavatorio, las botellas en terribles productores de dolor y de muerte. Eso
que Scarry define como la descomposicin del mundo the unmaking of the world
82 | deSignis 16
deriva del hecho de que una habitacin, los objetos familiares, incluso el cuerpo mismo de la vctima, terminan destruidos en su propia autonoma para transformarse en
instrumentos de violencia y de muerte. Incluso la denominacin que los torturadores
utilizan para su propia accin es significativa, porque la toman prestada de la esfera
del espectculo, del juego, de la tecnologa domstica: el telfono, la fiesta de cumpleaos, el tea party, todos nombres que son adaptaciones lexicales de procedimientos
de tortura, adaptaciones de las que Muriel da forma a su modo. stas tienen la funcin de aniquilar en el prisionero la imagen del mundo y de la civilizacin con la que
est conectado, y tambin es lo que hace posible la negacin del reconocimiento del
torturador sobre lo que est pasando, una negacin que le permite continuar.
La imbricacin entre el universo domstico y la tortura construida en la pelcula
seala adems un aspecto de la guerra acentuado con fuerza por una parte del discurso historiogrfico. Poco antes de que la pelcula Muriel apareciera en las salas, Pierre
Vidal-Naquet describa la especificad del aparato represivo de tipo policial instaurado en Argelia y gestado a travs de la proclamacin del estado de emergencia que
cancel las distinciones constitucionales entre ejrcito y polica, poder administrativo
y judicial y legitim el uso sistemtico y estructural de la tortura.11 El aspecto que
enfatiza el historiador francs es que, una vez transgredidas las reglas del Estado de
derecho en otro lugar, en este caso en el territorio de las colonias, la gangrena de
la tortura entr al corazn del Estado, como lo demuestran los episodios que se sucedieron en Francia, sobre todo despus de la instauracin en 1958 de nuevas leyes
especiales y de cuerpos especiales en el seno de la polica.12
La convergencia figural entre tortura y cotidianeidad en Muriel remite, por lo tanto a este complejo nodo histrico-poltico, a un proceso que, en esos mismos aos, a
partir de la base de la derogacin de las normas del Estado de derecho por medio de
ciertas leyes especiales, se empieza a perfilar una extensin de los mtodos ilegales en
el seno del mismo Estado. De este modo, es posible comprender la frase con la cual
Bernard motiva la repeticin, aparentemente dismil, de escenas de la vida cotidiana,
vitrinas de negocios, objetos: bsqueda de pruebas, dice. Como si la lente de la cmara pudiera descubrir, en el corazn de la rutina diaria en el interior de Francia, los
signos de la inseparabilidad entre violencia y cotidianeidad, entre vida y muerte.
Despus del estreno de la pelcula, las recensiones crticas sealaban que el tema
principal es el de la banalidad de lo cotidiano, pensndolo como algo totalmente separado del otro tema de la guerra de Argelia.13 La indistincin entre el universo cotidiano y el universo del abuso parecera a varios decenios de distancia, en una poca,
la nuestra, en la que el estado de excepcin y su vnculo con la tortura ha devenido
un problema jurdico crucial. Para nuestra mirada contempornea, es mejor tener en
cuenta lo que Muriel ofrece al pensamiento del presente, revelando el uso regulativo
que abre todo ejercicio de memoria sobre el futuro.
Traduccin de Javier Ferreyra
deSignis 16 | 83
Angela Mengoni
Notas
De este modo tenemos en Muriel [] una pelcula en la que el tema principal es el de
la tortura (Britton 1990: 38).
2
Lo que en la pelcula le ocurre a la imagen de Hlne refleja lo que le ocurri al cuerpo
de Muriel en la guerra de Argelia [] Es como si la mutilacin de Muriel, en s misma
irrepresentable, slo pudiera ser representada metonmicamente sustituyndola por la de
Hlne (Britton 1990: 41).
3
Adems, el dispositivo mismo del montaje discontinuo sugiere la posibilidad de
una relacin indita y profunda entre elementos slo aparentemente sin conexin entre
s, tal como lo hace notar Vincent Amiel (2002:18): Ahora bien, paradjicamente, la
yuxtaposicin crea el intersticio pero no lo llena, apela a la unidad y descubre lo heterogneo.
No hay nada en el discurso explcito que nos obligue a unir los sistemas, a encontrarles una
lgica en comn: es un puro efecto de montaje lo que sugiere esta posibilidad.
4
Las armas de la comunicacin acompaaron a las armas de guerra. A partir de 1956,
el combate se desplaz hacia la informacin, en direccin al enemigo y tambin hacia la
opinin pblica (Stora 2004:168).
5
As lo hace Alyssa OBrian (2000:54): La carencia persiste. La tortura a Muriel ()
permanece no-mostrada, no- representada. La secuencia de guerra y el relato de la tortura
sirven as como signos de las inenarrables atrocidades cometidas en la sociedad moderna.
Tambin Raphalle Branche (1995:194) habla de un desafo de lo mostrable que se
realizara en el espacio de las imgenes faltantes: al rechazar las imgenes que habran
podido acompaar el relato de B., stas se transforman en imgenes mentales y adquieren
as una violencia incomparablemente ms enrgica.
6
La congruencia se encuentra en la forma esfrica y el tallo, o sea en su gestalt, mientras
que la incongruencia se produce por los rasgos figurativos icnicos en los que el hierro del
ancla se opone a las flores del ramo tal como el mineral al vegetal (Keane 1991:6).
7
Aqu la ausencia de palabra anuncia la animalizacin de Muriel: sus labios hinchados le
impiden hablar aunque hubiera querido hacerlo.
8
Esta es la expresin con la que Denis Bertrand (1985) define esas relaciones sintcticas
que juegan una parte tan importante en su anlisis de Grminal de Zola, un trabajo pionero
sobre el nivel profundo o abstracto de la figuratividad y de su capacidad para estructurar el
universo figurativo que produce una coherencia profunda.
9
Si la memoria de Bernard es una memoria que quema, Alphonse tiene constantemente
fro, tanto como para no sacarse el abrigo en su casa. Roland Barthes ha subrayado el rol
del fro en el universo de Cayrol: El hombre cayroleano, tan vulnerable, no est jams
aterido ni paralizado; se desplaza constantemente, pero su medio fsico lo crispa sin cesar:
el mundo debe ser recalentado. Este fro retenido, como dice Cayrol en algn lugar, es un
viento olvidado. Es que en el fondo de toda la crispacin friolenta del hbitat cayroleano
est el olvido; para Cayrol no hay, o en todo caso hay muy pocas, moradas deterioradas o
arruinadas; por el contrario, todo est en su lugar, pero enfriado por una suerte de olvido
1
84 | deSignis 16
hueco que hace tiritar, no es ste uno de los temas de Muriel? (Barthes 1964:238).
10
Vase Scarry (1985), en particular la primera parte, titulada The structure of torture.
11
Vidal-Naquet (1962): El estado de emergencia se convirti en la constitucin de
Argelia: este autorizaba al poder colonial tanto la represin de toda manifestacin poltica
como la de todas las acciones de la poblacin autctona que pudieran estar dirigidas contra
los deseos de Francia, citado por Elsenhans (1999:480).
12
El episodio de la tortura de algunos estudiantes argelinos en una prefectura parisina el 5
de diciembre de 1958 fue conocido con el apelativo de la gangrena, para indicar que la
derogacin del Estado de derecho se instal en el seno del Estado francs y no slo como
una cuestin referida a la guerra en Argelia. La represin de la manifestacin del 17 de
octubre de 1960, conocida como la batalla de Pars, tuvo como consecuencia la muerte
de algunos manifestantes argelinos en una prefectura de polica.
13
De hecho, esta pelcula trata sobre las cuestiones ms corrientes de la vida cotidiana
() Es por cierto una pelcula sobre la banalidad (Comolli 1963:31).
Referencias bibliogrficas
Amiel, V. (2002) Resnais, la construction du dsordre en Positif, Revue du cinma: Alain
Resnais. Pars: Gallimard.
Barthes, R. (1964) La rature postfacio a Jean Cayrol, Les corps trangers. Pars: Seuil.
Bertrand, D. (1985), Lespace et le sens. Germinal dmile Zola, Pars-Amsterdam: HadsBenjamin.
Branche, R. (1995) Mmoire et cinma: propos de Muriel dAlain Resnais. XXme
Sicle. Revue dHistoire, 46 numero speciale Cinma, le temps de lhistoire. Pp. 191194.
Britton, C. (1990) Broken images in Resnaiss Muriel. French Cultural Studies, 1 (1).
Pp. 37-46.
Comolli, J. (1963) Muriel, ou le temps dun retour. Cahiers du Cinma 148. Pp. 30-31.
Elsenhans, A. (1999) La guerre dAlgrie 1954-1962, Pars: Publisud.
Keane, T. (1991) Figurativit et perception. Nouveaux Actes Smiotiques, 17.
Marin, L. (1988) Le cadre de la rpresentation Cahiers du Muse National dArt Moderne,
17. Pp. 62-81.
OBrian, A. (2000) Manipulating visual pleasure in Muriel. Quarterly Review of Film
and Video, vol. 17 (1). Pp. 49-61.
Ricoeur, P. (2000) La mmoire, lhistoire, loublie. Pars: Seuil.
Scarry, E. (1985) The Body in Pain. The Making and Unmaking of the World. New YorkOxford: Oxford University Press.
Stora, B. (2004) Imaginaire de guerre. Les images dean les guerres dAlgrie et du Vit-nam.
Paris: La Dcouverte.
Vidal-Naquet, P. (1962) La raison dtat. Pars: Minuit.
deSignis 16 | 85
N arrativas
sobre el cuerpo
Gabriela Simn
En el horizonte de una teleologa filantrpica, que persigue la salvacin mundana bajo la figura genrica de la Salud (fsica, moral y psicolgica) como afirma
Tabachnik (1995:69), surgen y proliferan narrativas que funcionan como consejos,
recetas, frmulas, advertencias que apuntan al cuerpo como el lugar de la asepsia, a
la vez que el de la felicidad y bienestar. Dietas, deporte, relajacin, los avances de la
medicina. Prevenciones acerca del sida, el tabaquismo, el colesterol, el sedentarismo,
la obesidad, las drogas, la muerte... Un imaginario higienista-profilctico, ms que
eso, teraputico, que por momentos pareciera guardar una nica sentencia: Hay que
estar sanos, a cualquier precio, y ms aun Nadie est a salvo de estar sano. La enfermedad, que se textualiza de diversas maneras, parece tomar la forma de lo otro del
cuerpo, aquello que hay y se puede que conjurar; slo se trata de aplicar las recetas
al pie de la letra.
Nuestro trabajo se centra en ciertas narrativas mediticas, con una dimensin utpica (Mumby 1997:11). Narrativas que se organizan a partir del cuerpo como objeto
de discurso y que cristalizan imaginarios del cuerpo (Castoriadis 1999:10).
Cuando decimos cuerpo nos referimos a una idea de cuerpo objetivo, no pensamos el cuerpo como dato emprico. Hablamos del cuerpo en tanto una construccin
imaginaria y discursiva del mismo. Por esta razn, recurrimos a la nocin foucaultiana de objetos de discurso (Foucault 1991:65-81) y pensamos el cuerpo como objeto
de discurso de las narrativas analizadas.
86 | deSignis 16
Especficamente, analizamos los semanarios revistas Luna, Noticias y Viva, publicacin dominical del diario Clarn, de los aos 1997-1998-1999.
Para la configuracin del corpus tuvimos en cuenta los siguientes criterios: un eje
de continuidad: misma publicacin con un criterio diacrnico, las fechas de calendario de un tiempo editorial significativo. En este sentido, hemos privilegiado las publicaciones correspondientes al inicio de la primavera-inicio del verano.
La eleccin del segundo criterio parte de una observacin que hace Eliseo Vern
respecto de las revistas mensuales femeninas llamadas de inters general, observacin extrapolable a nuestro corpus:
... por razones que tienen que ver con el ritmo estacional del mercado de consumo y con prcticas colectivas asociadas al tiempo libre, estas revistas hablan de las mismas cosas en el mismo
momento del ao: la ropa interior, el bronceado [...] la dieta, los regalos para las fiestas y muchos otros temas que reaparecen cada ao en el mismo perodo. (Vern 2004:200)
Las estaciones elegidas inicio de la primavera/inicio del verano determinan ciertas condiciones de produccin. Creemos oportuno sealar lo que es del orden de cierto imaginario social para el cual la primavera est asociada con una idea de renovacin
tanto colectiva como individual e ntima. Es una estacin del ao que est relacionada con lo germinal, el brote de aquello que nacer para ser mostrado. Sin embargo, en
estas publicaciones slo se recorta la renovacin individual y/o ntima.
Adems, en estos semanarios la primavera funciona como el tiempo no slo de
renovacin, sino tambin de preparacin del cuerpo para exponerlo a la mirada de los
otros ya en la estacin veraniega. A la escasez de ropa de los cuerpos del verano en relacin con los del invierno, se asocia, obviamente, una mayor exposicin: a los rayos
solares, a la mirada, a la playa. Por lo tanto, hay un plus de exigencia en el orden de lo
visible/mostrable, los cuerpos que van a ser mostrados deben ser preparados para esa
sancin pblica, que es tambin autosancin.
deSignis 16 | 87
Gabriela Simn
2. Prescribir cuerpos
Para el anlisis textual, seleccionamos dos formas discursivas/genricas: a) secciones fijas de los semanarios, por ejemplo: Salud, Belleza, y b) publicidades. Formatos que no fueron abordados en cuanto a la especificidad genrica que revisten sino en
tanto operan funciones prescriptivas. Hablamos de funcin puesto que entendemos
que en la definicin foucaultiana5 de los textos prescriptivos, esta nocin remite ms
bien a una funcin prescribir, al funcionamiento de un rgimen, que a una tipologa genrica (Foucault 1996:15).
Creemos necesario explicitar una observacin: de los nmeros que segn los
criterios establecidos entran en el anlisis, las secciones fijas en las que se instalan
estas narrativas del cuerpo tienen que ver con las polticas de los semanarios, en
tanto lugar de expectativas de los lectores. En ese sentido, lo que garantiza el funcionamiento prescriptivo son estas secciones fijas que se diferencian de las noticias.
Las secciones fijas no se contaminan, no se ven afectadas por las noticias en tanto que acontecimientos coyunturales. Las secciones no estn sometidas a ningn
quiebre. Se configura, en ellas, una suerte de presente del orden del es as, de lo
impersonal, de lo verosmil a nivel de la doxa. Son espacios enunciativos que aparecen/parecen preservados de la actualidad en tanto las representaciones del aqu
y ahora, de lo poltico, etc., espacios que hablan de una regularidad que no est
puesta en duda. En todo caso, lo referencial vuelve verosmil la otra temporalidad:
la de las narrativas del cuerpo.
Frente a la euforia ciega y dominante del discurso neoliberal, este dispositivo
teraputico conformado, entre otras, por narrativas como las aqu analizadas, opera
como mquina productora de discursos que parecen desvinculados de lo poltico;
narrativas aparentemente banales a travs de las cuales circulan dispositivos de sujecin, de control. Como afirma Derrida (1998:76): La hegemona sigue organizando la represin y, por tanto, la confirmacin de un asedio. Control que se teje
extendiendo una imagen persecutoria, una profilaxis obsesiva y una esttica discriminatoria.
El cuidado del cutis, el rgimen alimenticio, la rutina gym en pos de un cuerpo
bello, joven y sano son, en nuestro corpus, tpicos suscriptos a la funcin prescriptiva: ensean, aconsejan cules son los mtodos, las recetas, el secreto a viva
voz para aprender a vivir bien. En este sentido, no se trata slo de un conjunto de textualidades que tienen en comn ciertos procedimientos discursivos, que
recurren a determinados tropos, que comparten ciertas marcas performativas. Es
ms que eso. Se trata, insistimos, de narrativas como dispositivos de control social orientados a la normalizacin de las conductas (Mumby 1997:11). Un dispositivo de salubridad social que es en la actualidad un eje clave para la formacin
de subjetividades en nuestras sociedades teraputicas. Segn Abraham, terapia es
la palabra que ti la construccin de las subjetividades de nuestro siglo. Primero
88 | deSignis 16
por una cuestin de salud y luego por la cuestin de la calidad de vida (Abraham
2000:382).
Estas sociedades teraputicas apuntan a un objetivo tan claro y preciso como inalcanzable: el bienestar pleno. Nos preguntamos hasta qu punto no resulta paradjico
hablar de bienestar pleno y absoluto cuando el mundo que habitamos se (nos) cae a
pedazos, y en el cual resulta poco menos que imposible para una gran mayora, no ya
ser bellos, sino trabajar, comer cualquier cosa y poder contar con las instituciones
garantes de la llamada salud pblica.
En este sentido, los cuerpos a cuidar parecen/aparecen, en nuestras narrativas, desarraigados de sus condiciones objetivas de existencia laborales, econmicas, sujetas a
polticas pblicas, etctera.
La cultura del cuerpo se inscribe en un concepto amplio de salud que no quiere
reducirse a la ausencia de enfermedad, sino que apela a la calidad de vida y a la prevencin. Las tcnicas, las recetas que ofrece la sociedad teraputica apuntan a la organizacin de la felicidad, lo cual, parecera es del orden de lo previsible. Toda receta,
en ltima instancia, responde a una lgica de la causalidad y est ntimamente ligada
al carcter teleolgico de estas narrativas. Pues no podemos dejar de sealar que en el
caso especfico de estas narrativas de los cuerpos, las mismas se inscriben en un horizonte teleolgico, pueden considerarse narrativas teleolgicas, carcter que tiene que ver con
la incorporacin de tcnicas, saberes, que funcionan como residuo de cierto imaginario
moderno: el conocimiento que va en aumento superacin, transformacin. Se torna as
en el discurso de un imaginario de progresin que tiene que ver con la posibilidad de los
sujetos de estar en mejores condiciones para acercarse a los objetos de valor: belleza, juventud, salud; aun cuando estos objetos siempre se desplacen, la meta siempre es diferida.
Estas narrativas producen la unidad de una vida en torno a la unidad de un cuerpo que
es a la vez su objeto, su soporte y su fin, En este sentido, podemos hablar de un cuerpo
autotlico: soporte y fin.
Narrativas teleolgicas, aun cuando el desenlace est denegado, no hay un final,
falta un desenlace. Sin embargo, aclaramos que subyace en ellas una temporalidad
que ni se cierra ni se cumple. A pesar de lo episdico y lo fragmentario, estas narrativas sustentan una temporalidad como totalidad que est relacionada con la nocin
de la vida individual como totalidad. Se trata de una microfsica que da una matriz
programtica a todos los espacios y los tiempos de los sujetos. Llama a organizar las
vidas y los tiempos vitales como totalidades.
Es ms, se trata no slo de prescripciones de enunciadores otros que nos ensean
sobre nuestros propios cuerpos, sino de tomar a cargo uno mismo el cuerpo propio
como objeto de autovigilancia permanente. Se configura un sujeto, en una suerte de
imagen de Narciso, sujeto del/al espejo, el cual debe autoexaminarse como si fuera
otro. Autoexamen que tiene al menos dos alcances.
deSignis 16 | 89
Gabriela Simn
Uno tiene que ver con el autoexamen solitario del que habla Foucault: este
examen parece seguir el procedimiento judicial, speculator sui, examinador de s
o inspector de s, como el inspector que verifica la carga de un barco o el trabajo
obrero en la construccin de una casa. (Foucault en Abraham 1992:63). En realidad, este examen es ms administrativo que judicial. Es un volver sobre errores
cometidos que induce a la reactivacin de reglas prcticas de conducta que pueden
ser tiles al futuro (Foucault en Abraham 1992:64), no tiene que ver con la responsabilidad o sentimientos de culpa, no se trata de purificacin, se compromete
a una tarea administrativa de escrutinio para reactivar reglas y mximas que sirvan
de conductas futuras (Foucault en Abraham 1992:64).
Desde otra mirada, que complementa la anterior, autoexamen que no se realiza
desde la mirada clnica, sino de la mirada propia que siempre tiene incardinada la
mirada del otro (Bajtn 2000), la mirada social (Goffman 1995). Desde el planteo
de Bajtn, la mirada del otro est incardinada en mi mirada: No soy yo quien mira
desde el interior de mi mirada al mundo, sino que yo me veo a m mismo con los ojos
del mundo, con los ojos ajenos; estoy posedo por el otro [...] el excedente del otro
[...] Desde mis ojos estn mirando los ojos del otro. (Bajtn 2000:156).
Y desde un punto de vista interaccionista como el de Goffman, podemos hacer
una extrapolacin en relacin con el papel de la mirada social en la biografa. Creemos que esta extrapolacin es pertinente en tanto que nuestras narrativas modelan,
funcionan como modelos de vida y moldean imaginarios de vidas. Cuando el autor
se refiere a la biografa, seala que un individuo es una entidad alrededor de la cual
es posible estructurar una historia: hay un cuaderno que lo est esperando listo para
ser llenado. Se convierte indefectiblemente en objeto de una biografa (Goffman
1995:79). La metfora del cuaderno en blanco implica la mirada/voz del otro como
otro social para la configuracin de la subjetividad.
3. El cuerpo y sus retricas
Las narrativas analizadas inducen modos de actuar, modos de ser, modos de mostrar, modos de aparecer. Pero hay que resaltar que los sujetos, aqu, para ser, para tener
existencia, existencia social, para hacerse visibles, deben inscribirse en la ley, la norma
o la regla prescriptas.
Y en este sentido, las narrativas funcionan en relacin con dos figuras, el desviado y el normal. Al decir normal, en este caso no lo pensamos en oposicin a la
locura. La normalidad evoca aqu al sujeto que, desviado obeso, arrugado, calvo,
deprimido, es sin embargo integrable a la norma. Lo que se contornea es la figura
del normal en tanto modelo, estereotipo, encarnacin de todas las prescripciones.
El trabajo discursivo opera por medio de dos retricas que situamos en el eje de la
complementariedad: la retrica de la guerra, los enemigos del cuerpo por ejemplo,
90 | deSignis 16
la guerra contra las grasas y la retrica de los aliados, los cuidadores o centinelas
del cuerpo. Dos retricas que se definen entre s, se evocan mutuamente porque son
complementarias. Cada una de estas retricas convoca, por oposicin, por elipsis, por
contigidad, a la otra.
Se puede inferir, a travs de esta lgica dicotmica, la imposibilidad de pensar un
entre o un tercer lugar, un lugar de sujeto fuera de esta cruzada por cuerpos sanos. No
puede decirse un tercer lugar diferente para la construccin de las subjetividades, por
fuera de la ecuacin belleza=salud=felicidad.
Lo que en este imaginario no est representado es una posicin de subjetividad
que est fuera de control, slo se puede inferir por ausencia, ya sea por elipsis o por
denegacin. Un lugar del no-control en tanto aquello que no puede ser controlado,
diferente al lugar del desvo desvos pensados en trminos de los estigmas (Goffman 1995), que s puede ser controlado. Los desviados son los destinatarios de estas
narrativas. El desvo transfigurado en estigmas tales como el obeso, el depresivo, el
enfermo, el arrugado, el viejo, etctera. Decimos desvo, por exceso o por dficit, en
relacin con la norma como parmetro. Todos son desvos corregibles, controlables,
desde estas narrativas. En todo caso, sa es la utopa: se pueden revertir las arrugas, la
calvicie, las vrices, la obesidad, la depresin, la vejez.
El desvo es del orden de lo integrable. Un sujeto puede estar corrido de la norma pero
siempre puede ser reintegrado y puede responder o volver a responder a la norma.
En cambio, este tercer lugar es del orden de lo in-pensado/in-pensable, una posicin de subjetividad fuera de control, que estara fuera de lo humano-cultural tal
como se construye en estas narrativas. No hay lugar para pensar posiciones de sujeto
en las cuales, por ejemplo, la calidad de vida no sea un valor; esta posicin sera del
orden de lo aberrante. Es justamente el lugar de lo in-pensado porque viola el sistema
mismo de control. Estas narrativas construyen un sujeto, sede de libre eleccin, pero
a la vez lo in-pensado por este sistema es un sujeto que no se decida por las elecciones
que ellas mismas prescriben. El que se niega al control es casi un sujeto patolgico:
No hay posibilidad de no ser feliz, sano, bello, joven.
Lo que asedia como amenaza en estas narrativas no es del todo identificable ni individualizable, en todo caso son espectros que se ubican en la zona de la denegacin
o que se dicen por ausencia.
El trmino denegacin, procedente de sede psicoanaltica, es operativo en tanto da cuenta de un efecto/mecanismo de las narrativas analizadas. Sealan al
respecto Soledad Boero y Alicia Vaggione: La denegacin, en su sentido psicoanaltico de Verneinung, tiene que ver con el orden del saber. La forma general de
la denegacin correspondera a enunciados del tipo ya lo s, pero aun as..., y
resulta de la apora de negar afirmando: se niega precisamente aquello que se afirma como evidencia, en espaol se traduce como renegacin (Boero y Vaggione
2004:275).
deSignis 16 | 91
Gabriela Simn
La muerte, la vejez, las enfermedades son, en esta lgica, equiparadas a un dficit. El bienestar prohbe toda referencia a la muerte. El propio cuerpo y su devenir en el tiempo el deterioro de la carne es lo que trata de evitarse por todos los
medios y lo que estas narrativas prometen que se puede evitar, desplazar, al menos
olvidar.
Si, como afirma Baudrillard, el sujeto necesita, para su identidad, un mito de su
fin, como necesita un mito de su origen (Baudrillard 1992:187), lo que estas narrativas eliden es el mito del fin. La muerte es desplazada hacia un punto impreciso del
tiempo. Quiz se trate de un trastrocamiento del mito. Del mito del fin en el cual se
inscribe la muerte al mito de la finalidad: la finalidad o el propsito del bienestar, de
la eternidad de la vida en la vida misma.
Es en este sentido que la esperanza prolongada de vida no ha desembocado, por
lo tanto, sino en una discriminacin de la vejez; sta deriva lgicamente de la discriminacin de la muerte misma (Baudrillard 1992:191).
Estamos ante un imaginario de la denegacin de la muerte. Este es un aspecto a
acentuar: en nuestras narrativas del cuerpo, la muerte funciona como objeto tabuado.
La vejez, insistimos, es otro objeto tabuado por medio de estrategias diversas, es resignificada, re-semantizada y maquillada con toda una retrica.
Respecto de la denegacin de la muerte, es interesante lo que seala Aris en relacin con el significado de la muerte en nuestras sociedades. El autor sostiene que esta
es una sociedad que:
... tiene vergenza de la muerte, ms vergenza que horror, hace como si la muerte no
existiera [...] es una slida confesin de impotencia: no admitir la existencia de un escndalo que no ha podido impedirse, hacer como si no existiera, y por consiguiente, forzar
despiadadamente el entorno de los muertos a callarse. De este modo, sobre la muerte se ha
extendido un pesado silencio. Cuando se rompe, como a veces ocurre hoy, es para reducir
la muerte a la insignificancia de un acontecimiento cualquiera del que se finge hablar con
indiferencia [...] ni el individuo ni la comunidad han tenido bastante consistencia para reconocer a la muerte. (Aris 1999:508)
Silencio que, para el autor, tiene que ver en parte con la progresiva influencia
de la tcnica, no slo sobre la industria y la produccin, sino sobre la vida pblica
y privada toda entera a partir del primer tercio del siglo XX. Este proceso ha difundido el imaginario del ilimitado poder de la tcnica sobre el hombre y sobre la
naturaleza: la tcnica va royendo el dominio de la muerte hasta la ilusin de suprimirla. La zona de la muerte invertida es tambin la zona de la creencia ms fuerte
en la eficacia de la tcnica y de su poder de transformar el hombre y la naturaleza
(Aris 1999:508).
En este sentido, nuestro modelo de la muerte actual ha nacido, por lo tanto, y se
ha desarrollado all donde, al decir del autor, se han sucedido dos creencias: primero
la creencia en una naturaleza que pareca eliminar la muerte, luego la creencia en una
92 | deSignis 16
Gabriela Simn
94 | deSignis 16
E studio
S ilva M einel
Introduccin
En esta investigacin se procura dar cuenta de las implicancias semiticas, antropolgicas y culturales de la obra de este reconocido fotgrafo peruano. Muchas de las
conexiones que se leen a partir de sus imgenes tocan temas profundos de identidad, mitologa y el sentido de la construccin del retrato y la imagen.
El trabajo de Silva puede ser organizado en dos grupos, por un lado un trabajo de
corte casi documental, y otro trabajo de orden experimental en torno al fondo o teln. La serie Aborgenes y animales, motivo de este artculo, ser discutida y analizada
sobre todo como una serie de retratos, por lo que la estructura del anlisis se ejecutar
siguiendo los elementos generales de la estructura del retrato fondo, figura, cuerpo,
cabeza, cara y mirada, se aplicarn conceptualizaciones de la semitica tensiva (Fontanille y Zilberberg 2004; Zilberberg 2006) y luego se realizarn algunas interpretaciones en relacin con la ideologa y mitologa. Se reflexiona en torno a las manifestaciones corporales en la imagen fotogrfica.
1. Serie fotogrfica Aborgenes y animales
Esta es, obviamente, una serie fotogrfica compuesta de retratos a indgenas.1 Algunas de ellas fueron realizadas usando el exterior como fondo, mientras que la mayodeSignis 16 | 95
96 | deSignis 16
Estudio de la presencia del cuerpo en el retrato fotogrfico en la obra de Javier Silva Meinel
mucho tiempo (Desmas 2003), el buen retrato, tanto pintura como en fotografa,
persigui este fin.
Sin embargo, los retratos tanto en la pintura como en la fotografa) cambiaron
despus su orientacin. La figura humana representada en los retratos tena por objeto poner de relieve algn aspecto de la persona que aparece, ya sea tristeza, creatividad, vejez, soledad, rareza y otras cualidades ya mencionadas. Con el fin de mostrarlas
ya no es indispensable describir una cabeza, rostro o mirada. Los retratistas contemporneos utilizan diferentes tcnicas para mostrar un aspecto especial de las personas
como motivo de una representacin visual. Los artistas no estn ms destinados a
plasmar a la elite, sino que hay una predileccin por la gente comn para demostrar el
carcter de una persona, grupo o nacin. Como el proyecto de August Sander, quien
se auto-asign la tarea de retratar al pueblo alemn. Mientras lo hizo, construy un
importante rastro de la historia alemana y europea, aun sin que deliberadamente se le
asigne el valor artstico (Sander 1986).
Un proyecto similar realiz Martn Chambi en la ciudad de Cuzco, Per, a comienzos del siglo XX, produciendo as una gran cantidad de retratos de la gente en y
cerca de Cuzco. Ricos y pobres por igual pasaron por su estudio, dejando as un valioso documento para la historia y un notable trabajo de arte peruano.
Para el anlisis de algunas imgenes del fotgrafo seleccionado seguiremos la
propuesta de Beyaert (2002), quien propone algunos elementos bsicos del retrato figura-fondo, el cuerpo, la cabeza, la cara y la mirada. El objetivo de su trabajo es mostrar la forma en que estos elementos son semiticamente propuestos por
el retrato y la forma en que contribuyen a crear el tema en el retrato como una
forma de presencia semitica. El uso de elementos visuales permite descomponer
el trabajo de Silva, con el fin de descubrir la presencia semitica que est delante
de nosotros a travs de la mediacin de la imagen. La pareja figura-fondo no se
aborda en el anlisis, pues nos separa de la temtica central relativa a la representacin del cuerpo.
3. Figura como cuerpo de presencia
En el retrato, la figura aislada por un fondo se convierte en una figura humana, donde la cabeza es el elemento central para la /humanidad/ del cuerpo. Un
cuerpo sin cabeza pierde una gran parte de su /humanidad/ o por lo menos no es
considerado como un ser vivo sino como un mito.5 Por otro lado, esta presencia
humana es sentida en funcin de una distancia; la categora smica aplicada a
este efecto de sentido es /cercana/-/lejana/, de acuerdo con el uso de diferentes partes del cuerpo representadas en la imagen. Aunque la categora trabaja semnticamente como trminos opuestos, la experiencia perceptual de distancia
en relacin a una cabeza, un cuerpo humano o cualquier otro objeto es marcada
deSignis 16 | 97
98 | deSignis 16
Estudio de la presencia del cuerpo en el retrato fotogrfico en la obra de Javier Silva Meinel
Ejemplos
Descripcin del
corpus
Rostro
Tipo de
planos
Primer plano
Efectos de
distancia
Valores
tensivos
Plano medio
Cuerpo completo
Mxima proximidad
Mediana proximidad
Mnima proximidad
Mnima lejana
Mediana lejana
Mxima lejana
Mxima intensidad
Mediana intensidad
Mnima intensidad
Mnima extensidad
Mediana extensin
Mxima extensidad
Intimidad
Efecto de
sentido /
Afectivo
Cercana - proximidad
ntima
Visin no-global del
cuerpo
Conversacin ntima
Participacin
Emocional
No ntimo Social 6
Separacin emocional
Vista global del cuerpo
4. Rostro
Volviendo a los elementos del retrato, despus de la figura, el cuerpo, lacabeza,
viene la cara. De modo que es necesario considerar brevemente la estructura del rostro, que est bsicamente fija, lo que significa que la experiencia de un rostro humano
revela los mismos elementos en la misma disposicin. Sobre esto, Leonardo Da Vinci
sostiene: Si desea recordar en su mente la expresin de un rostro, aprenda de memoria los diversos tipos de cabeza, ojos, nariz, boca, mentn, garganta, cuello y hombros
(Da Vinci 1942: 255). Este ejercicio de memorizacin est en funcin de un propsito
en especfico, que es el pintar/dibujar la (re)creacin de una cara. Incluso su descomposicin en varios elementos sera til para las tcnicas de dibujo y pintura. Una enumedeSignis 16 | 99
racin de estos elementos o de los diversos tipos de nariz, ojos o boca sera intil para
nuestro anlisis. Ms importante que una descripcin del tipo de nariz, ojos o la boca;
es considerar que una cara es ms que la suma de los elementos que la componen. La
disposicin y la relacin entre estos elementos constituyen la expresin facial o gestos
faciales. El trmino gesto ha sido ms relacionado al movimiento y posicin de las manos en la comunicacin interpersonal. La expresin facial es, por lo tanto, la disposicin de los elementos faciales, as como la articulacin de estos rasgos faciales es decir,
las posibles curvaturas de la boca, cejas, frente, etctera en experiencias y estructuras
reconocibles. Estas expresiones son usualmente asociadas con emociones o pasiones,
y hasta ahora no existe una frmula universal para la interpretacin de las expresiones
faciales ya sea como emociones, actitudes o comunicacin. Una parte de la psicologa
contempornea trata con los efectos de las expresiones, o lectura de gestos faciales,
principalmente en el marco de los enfoques experimentales (Fernandez-Dols, Carrera
y Casado 2001:121-140; Haidt y Keltner 1999:225-266; Baron-Cohen 1996:39-59).
Desde otro punto de vista, la expresin facial es tambin abordada por la historia del
arte, que parece seguir no muy consistentemente la lnea de la fisionoma:
Parece, entonces, que los historiadores del arte a menudo no dudan en guiarnos a
travs de los rostros de antiguos-muertos, dentro de sus mentes y almas. Lo hacen
mediante una combinacin de evidencia de archivos sin procesar, con las intuiciones
de psicologa pobre, y el uso de creencias pasadas fisonoma, por ejemplo que, a
menudo, incluso a ellos los propios historiadores del arte les sorprende como pintoresco, obsoleto, extrao, o meramente tedioso, observaciones que importan nicamente como oportunidades de investigacin (Berger 1994:93).
100 | deSignis 16
Estudio de la presencia del cuerpo en el retrato fotogrfico en la obra de Javier Silva Meinel
significa algo que se puede reconstruir por su oposicin a la carga emocional de otros
gestos. Esas otras expresiones tienen por significado la expresividad, alegra, sorpresa,
placer, tristeza, ira, el estrs, la distraccin, o incluso vivacidad o vida. La expresin neutra significa por oposicin la introspeccin, la seriedad, la serenidad, la
tranquilidad, la concentracin, la relajacin o incluso la representacin de la muerte. El procedimiento para una interpretacin, bajo un anlisis semitico, es sencillo
a partir de una prueba de conmutacin (Barthes 1990). Por una simple oposicin
semntica es posible construir las mltiples cargas semnticas con un significante que
se ha cargado, en este caso, la expresin neutra est marcada por los antnimos de
la semntica de los rastros de cualquier otra expresin facial. Siguiendo este razonamiento y pauta semitica, es posible construir el siguiente esquema, que postula algunos sentidos base de ciertos gestos, la sonrisa entre otros y la expresin neutra:
Tabla 2. Anlisis de gestos faciales, y elementos smicos y sememas.
Expresin
Facial
Neutro
Sonrisa
**
Emociones
Seriedad
Serenidad
Apacibilidad
Felicidad
Disfrute
Amargura
Pena
Sememas
(conceptos)
Muerte
Espiritual
Sagrado
Mstico
Contemplativo
Mtica
Vivo
Corporal
Profano
Laico
-Comn / De todos los das
Semas
rasgos)
/Quietud/ /
Apacibilidad/
/Inmovilidad/ /
No movilidad/
/Descanso/
/Serenidad/
/Pasionalidad/
/Concentracin/
/No comn/
/Inmaterial/ ?)
/Superioridad/
/Muerte/
/Supernatural/
/Celestial/
/Divino/ ?)
/Activo/
/Movilidad/ /Movimiento/
/Accin/
/Excitante/
/Pasional/
/Relajacin/
/Comn/
/Material/
/Inferioridad/ ?)
/Vida/
/Natural/
/Terrenal/
/Humano/
deSignis 16 | 101
De a acuerdo con la Tabla 2, es posible recoger una parte de la estructura semntica de la expresin facial neutra como plano de la expresin del plano de la expresin
/quietud/, /pasividad/, /inmovilidad/, /descanso/, /serenidad/, /pasionalidad/, /concentracin/, /no comn/, /inmaterial/, /superioridad/, /mortandad/, /supernatural/,
/celestial/; semas que nos dan conceptos ms generales como: muerte, espiritual,
mstico, contemplativo, o incluso connotaciones hacia lo mtico. Estas estructuras
smicas son fcilmente asociadas con lo sagrado en nuestra parte del planeta. Incluso
un examen rpido a las imgenes religiosas, fundamentalmente las representaciones
cristianas de los santos y la divinidad, ofrecer los mismos semas y ms usualmente
sememas considerados en el esquema anterior. La interpretacin de lo sagrado de varios retratos se ve reforzada por el uso de los peces o animales puestos en torno a los
rostros de algunos de los personajes indgenas como una especie de corona o aureola,
tomando una forma muy conocida en la iconografa cristiana.
Tabla 3. Comparacin de imgenes de Silva y la iconografa cristiana
Palometas (detalle)
Hombre araa
Estudio de la presencia del cuerpo en el retrato fotogrfico en la obra de Javier Silva Meinel
Martn de Porres o hacia arriba, en clara asociacin a rezar al dios que est en los cielos. En algunos casos tambin se les asocia con el dolor o una emocin intensa mientras lo estn haciendo. Ms all de la similitud plano de la expresin, se trata de
establecer en las imgenes de Silva un inevitable sentido de sacralidad en torno a los
personajes indgenas, construida a partir de la neutralidad de la expresin facial y el
uso recurrente de la corona o aura en sus fotografas. As, en estos retratos se construye un aspecto divino, sobrenatural, o al menos superior a lo humano en los
indgenas representados.
Volviendo al rostro y los significados de los gestos faciales, hemos observado que
es ms eficiente considerar el rostro por el todo. Al considerar el significado de los gestos en la vida cotidiana, vemos que se trata siempre de la totalidad del rostro sumado
a una serie de variables contextuales el lugar, el momento y los sutiles matices del
intercambio intersubjetivo, entre las cuales deben incluirse nuestras intenciones e
intereses:
Lo que en arte es un rostro para ti, podra ser una mscara efigie para m, de vivacidad
en el rostro tiene mucho que ver con el estado fugaz de animacin o falta de l. Vemos los
rasgos faciales, no como hechos aislados, sino como imgenes impregnadas con el aura de
nuestra interpretacin (Martin 1961:66).
5. Observaciones finales
La seleccin de imgenes de Silva ha sido extremadamente til para explorar algunas formas de representacin del cuerpo humano en la fotografa y, particularmente,
para apreciar ciertas deformaciones del estndar en fotografa de retrato tal cual es
consumida como producto contemporneo. An ms sugestiva es la carga mstica e
incluso mitolgica con que se carga la representacin del indgena en Silva. Este discurso fotogrfico conecta, ineludiblemente, con cierta nostalgia de la pureza de lo
salvaje y, definitivamente, con la contraparte animal en todos nosotros como especie. La oposicin semntica /natural/-/artificial/ no deja de atravesarnos como humanos, y es fcil en esta postmodernidad y tecnologizacin que nos rodean) olvidar
que somos una mezcla de ambos dominios semnticos, de ambos universos de sentido. Somos un hbrido que debe buscar equilibrio, eso es precisamente lo que subyace
en el discurso visual de Silva.
Notas
En principio, decir indgenas peruanos es prematuro, pero es algo que se puede asumir,
ya que sabemos dnde se hicieron todas las imgenes. Sin embargo, cabe resaltar que no
existe un solo tipo de indgena en Per. El significado de indgena tomar mayor densidad
1
deSignis 16 | 103
Referencias bibliogrficas
Baron-Cohen et al. (1996) Reading the mind in the face: A cross-cultural and
developmental study en Visual Cognition, Vol. 3, N 1. Psychology Press.
Barthes, R. (1992) La aventura semiolgica. Barcelona: Paids.
Berger, H. (1994) Fictions of the pose: Facing the gaze of early modern portraiture en
Representations, N 46. University of California Press.
Beyaert, A. (2002) Une smiotique du portrait en Tangence N 69. Universit du
Qubec Rimouski, Universit du Qubec Trois-Rivires.
Da Vinci, L. (1942) Les Carnets en E. MacCurdy (Ed.), Tomo II. Pars: Gallimanrd.
Desmas, A (2003) (Ed.) Les portraits du pouvoir. Actas del coloquio organizado por Olivier
Bonfait y otros. Pars: Somogy.
Ekman, P. (1982) Emotion in the Human Face. Cambridge: Cambridge UP.
Ekman, P.; Friesen, W. (1975) Unmasking the Face: a Guide to Recognizing Emotions from
Facial Clues. Englewood Cliffs: Prentice Hall.
Ekman, P.; Rosenberg, E. (2005) (Eds.) What the Face Reveals: Basic and Applied Studies of
Spontaneous Expression using the Facial Action Coding System (FACS). Oxford: Oxford UP.
Fernndez-Dols, J-M.; Carrera, P.; Casado, C. (2001) The meaning of expression:
views from art and other sources en Say not to Say: New Perspectives on Miscommunication
de L. Anolli, R. Ciceri and G. Riva (Eds.). Amsterdam: IOS Press.
Fontanille, J. y Zilberberg, C. (2004) Tensin y significacin. Lima: Universidad de
Lima.
104 | deSignis 16
Estudio de la presencia del cuerpo en el retrato fotogrfico en la obra de Javier Silva Meinel
deSignis 16 | 105
M ulheres
entranhveis :
O cinema projeta figuras humanas. Desde sempre, desencadeou em seus espectadores processos de projeo, por vezes simples, quase sempre complexos. E o imaginrio visual foi sendo povoado por mulheres e homens feitos de luz e sombra, porm
muito mais fortes que pessoas de carne e osso. So fronteiras permeveis entre o real
e a fico, quando o irreal tem o poder de conformar identidades. Na tela do cinema, nosso foco a figura da mulher. Em conseqncia, as relaes de gnero tambm
entram em pauta. Podemos dizer que a indstria cinematogrfica, principalmente
norte-americana, modelou durante muito tempo as imagens femininas dominantes
no mundo ocidental.
Na figurao humana, o corpo foi representado por desenhos e pinturas que guardavam laos com seus respectivos contextos culturais. Autores desenhavam corpos
nus ou vestidos, corpos de riqueza, corpos de pobreza. A fotografia trouxe a imagem
tcnica e a marca indicial parecia copiar fielmente a aparncia das coisas. Essa imagem
tcnica passou a se movimentar com o aparelho cinematogrfico. E o corpo humano
podia ser registrado nos seus mnimos movimentos. Corpo inteiro, meio corpo, rosto, olhos, boca: a figura humana introjetava-se na mente dos espectadores. O cinema
responsvel por novas formas de observar o ser humano. No teatro, as dimenses
dos personagens eram as mesmas das pessoas na platia; o cinema introduziu formas
cada vez maiores e o rosto ganhou grande importncia.
106 | deSignis 16
Cinema, corpo humano, corpo de mulher: delinearemos alguns recortes diacrnicos para mostrar ndices na construo de imagens femininas entranhveis. Para tanto, utilizaremos referenciais de semitica da cultura e teoria da imagem.
Somos sujeitos desejantes. Nossa relao com o simblico no pode ser direta:
necessita da mediao de formaes imaginrias, seja envolvendo objetos de desejo,
seja envolvendo identificaes. As formaes imaginrias do sujeito so imagens, no
apenas no sentido de que so intermedirias ou substitutas, mas tambm no sentido
de que se incorporam em imagens materiais. Lucia Santaella (2006: 9) aponta para a
construo social de nossa identidade psquica: Olhamos para ns mesmos no espelho e para os outros e vemos entidades com fronteiras definidas a que chamamos de
corpos. Em oposio a todas essas certezas, todavia, os tericos da cultura sugerem
que esses dados que, pelo menos conscientemente, no costumamos questionar, so,
de certo modo, ilusrios. Muito do que percebemos e experienciamos construdo
socialmente: nossa identidade psquica e sexual, o que constitui o prazer e a dor, onde
esto as fronteiras do eu. E as imagens do cinema participam, e muito, dessa construo.
1. Do corpo inteiro aos olhos: seduo interior
Artistas costumam encarnar modelos ideais. Cantoras de pera, bailarinas, atrizes:
a civilizao ocidental sempre criou figuras que foram imitadas. As primeiras mulheres do cinema vinham do teatro e foram inseridas num novo suporte a imagem fotogrfica em movimento. Era uma arte que estava se constituindo ao mesmo tempo
em que aconteciam as primeiras experincias de filmagem; e os atores estreantes mal
tiveram tempo de se adaptar dramaturgia nascente. Lembrando Marshall McLuhan, a inovao tecnolgica toma o lugar de um dispositivo anterior, mas freqentemente recorre aos formatos do passado. Assim, o teatro do sculo XIX forneceu
as bases cenogrficas e de interpretao indstria do filme. Os atores exageravam
a caracterizao dos personagens, muitas vezes beirando a pantomima. No havia o
primeiro plano, o close up: os espectadores das primeiras pelculas no esperavam
por esse enquadramento que hoje parece to natural. O produtor Charles Path pedia
a seus diretores que filmassem de modo que o p do ator tocasse as bordas inferiores
da tela, e a cabea, as bordas superiores. Pblico e realizadores, ainda no alfabetizados cinematograficamente, aceitavam o corpo inteiro como se fosse a representao
visual mais adequada.
As presenas inaugurais mulheres e homens apareciam de corpo inteiro e geralmente se movimentavam muito, at porque a sincronia entre as mquinas filmadoras,
movidas a manivela, os projetores nas salas de exibio e os respectivos acompanhamentos musicais era muito pouco verossmil. A dramaturgia se socorria de letreiros
que faziam a ligao entre as cenas. O verbal e o som somavam sentidos ao gestual dos
deSignis 16 | 107
atores que era naturalmente mais exagerado. No cinema mudo, o corpo precisava do
verbal intercalado e do som, produzido separadamente.
Quando a objetiva aproximou-se do rosto dos atores, houve a ruptura decisiva
com as convenes teatrais. O foco dirigiu-se para os olhares e a personalidade do
intrprete: a cabea passou a se descolar do restante do corpo; a cena foi concentrada
nas expresses faciais. Isso contribuiu para intensificar a singularidade de cada artista
e instaurou a dinmica psicolgica de intercambio de emoes entre espectadores e
atores. Atribui-se a David W. Griffith o primeiro close do cinema: no filme For Love of
Gold (1908) o diretor aproximou a cmera ao rosto de atores, permitindo que se visse
na expresso facial o que eles sentiam interiormente. Os olhares passaram a mostrar
os movimentos da alma. O estudioso Alexandre Walker (1974:17) arrisca uma suposio pragmtica: Sem chegar a uma interpretao marxista da questo, cabe dizer
que o primeiro plano foi a maneira do cinema de fazer chegar a seus clientes pobres
o privilgio dos espectadores de teatro com binculos.
Nesses primeiros tempos tambm se utilizava a msica como auxiliar de interpretao: os estdios mantinham pequenas orquestras que executavam, durante a filmagem, determinadas peas solicitadas pelos atores, que assim conseguiam vivenciar mais
facilmente seus personagens. Mary Pickford, por exemplo, recorria a algumas msicas
especficas de sua predileo para representar cenas alegres, tristes ou romnticas. Estdios como o de Sam Goldwin chegavam a ter trs orquestras tocando, uma em cada set
de filmagem, para induzir formas de representao ao elenco. Podemos fazer um paralelo ao inverso com a realizao dos videoclipes contemporneos. No cinema mudo, os
atores inspiravam-se em msicas executadas ao vivo para melhor assumirem seus papis
dramticos; no videoclipe, a msica j existente recebe uma verso visual.
Msicos e orquestras que tocavam durante a exibio de filmes foram-se despedindo das salas de cinema por volta de 1932. O cinema sonoro havia chegado e,
paradoxalmente, o som veio impor o silncio nos estdios de filmagem. Antes, o set
era uma sinfonia ruidosa: a orquestra tocando, mquinas barulhentas, marteladas no
cenrio, mveis sendo arrastados, gritos e falas de diretores, tcnicos, figurantes... Os
artistas no mais pediam msicas inspiradoras: passaram a atuar sem fundo musical;
o silncio instalou-se no estdio. No entanto, agora incorporada na trilha sonora, a
msica continuava a sugerir sensaes e sentimentos para os espectadores.
A tecnologia interfere na forma e no contedo das pelculas e at na construo
dos dolos. Nos filmes mudos, para ajudar a compreenso, havia textos que explicavam ou antecipavam as cenas; qualificavam-se personagens: a tmida, a dedicada, o
terrvel, o perverso e assim algumas atrizes passaram a ser identificadas pelo rtulo
de seus papis de sucesso. Era o comeo da criao de personas cinematogrficas.
A imagem em movimento do cinema acrescenta mais fora persona. Os pesquisadores John Berger e Jean Mohr (2007: 279) fazem uma diferena entre a fotografia fixa e a fotografia cinematogrfica: la fotografia es lo contrario de las pelculas. Las
108 | deSignis 16
fotografas son retrospectivas y as se las acepta: las pelculas son anticipadoras. Ante una
fotografa uno busca lo que estaba ah. En el cine esperas ver qu viene a continuacin.
Toda narrativa cinematogrfica, en este sentido, es aventura: avanza, llega. Evidentemente, se o discurso cinematogrfico antecipador, as figuras marcantes envolvem os
espectadores e insinuam-se muito mais como modelos a serem seguidos. A fotografia
fixa geralmente aponta para o passado; a imagem do cinema convida imitao.
A indstria cinematogrfica descobrira que criar personagens que se confundissem com a artista era um excelente apelo para o pblico. Mary Pickford est na origem da constituio do star system. Era divulgada com rtulos como Pequena Mary
e Namoradinha da Amrica. Pequena, aparentava sempre ter menos idade; vivia personagens ingnuas e puras. Com 27 anos, encarnou a personagem Pollyanna. A cinematografia era cada vez mais pensada e realizada como indstria. Os Estados Unidos
j possuam um amplo mercado interno. Fazer a matriz de um filme e reproduzir
em centenas ou milhares de cpias tornou-se um negcio que atraa muitos investidores. E as cpias eram distribudas em pases estrangeiros, a preos muito baratos,
porque a produo j havia sido paga, e com lucro, em terras norte-americanas.
Theda Bara foi uma estrela inventada com o tempero de uma sensualidade extica: teria nascido no Egito; mas na verdade era uma atriz de teatro norte-americana,
chamada Theodoria Goodman. Ttulos como Eternal Sin, Ivory Angel, The Serpent divulgavam a fmea poderosa, sedenta de sexo. Theda Bara provavelmente foi o primeiro arqutipo sexual do cinema. Gloria Swanson Macho e Fmea (1919) e De Fidalga
a Escrava era envolvida por atmosferas de luxo, tanto no cinema, como na vida real.
Gloria usou o primeiro banheiro luxuoso registrado em filme, em 1919: mrmores,
colunas, perfumes, espelhos. O sensualismo era relacionado a ambientes requintados
e refinados. Os leitores tinham muita curiosidade em saber como viviam seus dolos:
a hoje chamada imprensa de celebridades comeava com muita fora. Cabelos, maquiagem e roupas eram replicados; as mulheres queriam ser como as artistas de cinema. As estrelas representavam novos ideais de feminidade sempre com algum trao
de mulher inatingvel para os comuns mortais.
Outra rainha dos olhares, Greta Garbo talvez a de melhor performance trazia
mais ingredientes de mistrio: era estrangeira e vinha da Sucia. Seu primeiro trabalho, The Torrent de 1926, j causou muito impacto e trazia uma cena de abrao voluptuoso que incendiou emoes. No mesmo ano, Greta Garbo foi par de John Gilbert,
em Flesh and the Devil. Era um filme mudo, e a ao se concentrava nos olhares, com
a focalizao assumindo o lugar do enunciado. Greta s atuava para o cinema; no
fazia teatro. Muitos crticos consideram essa pelcula como emblemtica do cinema
mudo, por sua expressividade bastante natural. Esse filme tambm ficou famoso
por ter introduzido a horizontalidade em cenas de amor. Apesar de completamente
vestidos, Garbo e Gilbert conseguiram transmitir um genuno desejo sexual pela simples contigidade fsica.
deSignis 16 | 109
Greta Garbo possua uma maneira muito especial de utilizar o corpo. Pouco busto, ombros largos, pernas compridas se conjugavam para transmitir uma sensualidade
forte. Passos decididos, porm quase em cmara lenta, porte de rainha: seu andar prenunciava entradas triunfais. Encarnou rainhas, camponesas e cortess, deu vida a personagens literrias. possvel considerar Greta Garbo como uma verdadeira diva. A
diva tem mistrio, tem narrativa, uma histria por trs. Tem vida interior ou induz
essa percepo. A deusa inacessvel mostra sensualidade no olhar, no gestual. Garbo
havia trabalhado com Stanislavsky e instintivamente atuava segundo o famoso mtodo, muito antes dele se tornar moda. Um exemplo: a arte de relacionar-se emocionalmente com objetos fsicos. Em Rainha Christina (1933), ela toca alguns objetos e
mveis do quarto onde estiveram com seu amante e o toque os ilumina e significa.
A atriz acrescentava nuances de ambigidade, resultando em seres humanos imperfeitos e mais verossmeis. Encarnou o erotismo muito intensamente, mesclando
espiritualidade no olhar com uma proximidade fsica bastante corporal. E havia o famoso olhar cansado, o jeito srio, da mulher que nunca ri. S em Ninotchka (1939),
uma comdia, Garbo finalmente riu. A transio para o cinema sonoro por um lado
desvelou e, por outro, aumentou a carga de figura misteriosa. Ouvir a voz da estrela diminuiu a imaginao do espectador que tentava adivinhar a entonao de cada
cena. Mas Garbo conseguiu preservar seu carisma no novo formato tecnolgico. Seu
primeiro filme falado foi Anna Christie (1930). Mulheres histricas e literrias se seguiram: Mata Hari (1931), Anna Karenina (1935), Madame Walewska (1937). O
mito criado em torno da vida pessoal de Greta Garbo transferia-se para seus personagens e vice-versa.
O advento do cinema falado revolucionou as rotinas de produo, que tiveram reforados seus aspectos industriais. Os estdios despediram artistas e extras que no se
encaixavam nos padres de emisso de voz. Os olhares comearam a perder minutos
de exposio a verbalizao ganhava mais espao, em prejuzo dos closes no rosto.
Outra estrangeira importada foi a alem Marlene Dietrich. A pelcula que a
imortalizou, Anjo Azul, de Josef Von Sternberg, trouxe um fortssimo prottipo de
femme fatale. Ela vivia Lola Lola, cantora de cabar que humilhava o apaixonado
Prof. Unrat. O discurso da seduo feito de olhares e gestos: o movimento dos longos clios, a voz rouca, o tom distante da voz o desprezo pelo amante subjugado.
As pernas ganham destaque especial. Suas imagens so construdas para o espectador
masculino.
Os anos 1940 tambm buscaram figuras femininas entranhveis, que transmitissem sensualidade. Embora os estdios procurassem tipos latinos, j eram nascidas nos
Estados Unidos. Rita Hayworth, filha de uma atriz de teatro e pai espanhol, chamavase Margarita Carmen Hayworth. Fez shows para as tropas americanas durante a guerra e esteve inclusive no Brasil. Em 1943, casa-se com o diretor e ator Orson Welles;
at na noite do casamento atuou em show para soldados. Divorciou-se em 1947 e
110 | deSignis 16
casou-se com o prncipe Ali Khan. Ava Gardner era uma jovem do interior da Carolina do Norte: com 18 anos estreou na Metro e seis meses depois casou-se com Mickey
Rooney, que era o mais popular ator do cinema dos EUA. Depois casou-se com Artie
Shaw e Frank Sinatra; era amiga do milionrio Howard Hughes. O star system favorecia e estimulava esses casamentos espetaculares e separaes idem, que alimentavam
a mdia impressa e o mercado cinematogrfico. Podemos citar ainda a brasileira Carmem Miranda, que foi levada aos estdios americanos num esforo de boa vizinhana
nessa dcada de conflito mundial. Mesmo sendo um pouco pr-fabricada, Carmem
desenvolveu um estilo prprio, criando ela mesmo muitos de seus figurinos. Cantora,
dona de uma sensualidade brejeira, participou de vrios musicais.
Embora uma ou outra tivesse filhos na sua vida pessoal, as primeiras divas jamais
eram associadas maternidade. Tambm eram mulheres mais maduras; a maioria de
seus personagens reportava-se a mulheres adultas, com certa experincia sexual. Dificilmente representavam jovenzinhas ingnuas. Essas figuras cinematogrficas tinham
mistrio, tinham narrativa, uma histria por trs. Havia sensualidade no olhar, no
gestual mas quase sempre um pouco deusa inacessvel. Costumavam fazer entradas
triunfais ou no mnimo, marcantes. No falavam muito; usavam freqentemente silncios.
At o final dos anos 1940, quase todas as pelculas eram produzidas pelos grandes
estdios que administravam todos os aspectos da vida de seus contratados: roupas a
serem usadas em festas, controle de peso, cor dos cabelos, tipos de filmes etc. A dramaturgia cinematogrfica desse perodo favoreceu a constituio dessas figuras femininas sedutoras as vamps, que provocavam paixes arrebatadoras. Nos anos
1950, a indstria cinematogrfica percebeu que deveria conceber heronas comportadas, donas de uma feminilidade mais domstica e mais domesticvel.
Antes da guerra, as mulheres fatais se constituam num modelo forte. Depois da
guerra era preciso estimular a volta ao lar das mulheres que trabalharam como operrias enquanto seus homens lutavam: as personagens do cinema passaram a encarnar
donas de casa, esposas adorveis, mes de famlia exemplares, la Doris Day. No cinema europeu surgiram as italianas Gina Lollobrigida, Sophia Loren e Claudia Cardinale, com uma certa explorao de seus atrativos sexuais. Tambm havia o neo-realismo italiano que saiu para as ruas, numa esttica mais documental, que apresentava
como protagonistas mulheres do povo.
2. De Marilyn a Madonna: o sexo exteriorizado
Marilyn Monroe talvez um dos maiores mitos femininos do cinema veio trazer
novas configuraes ao papel de mulher sedutora, introduzindo um tempero sexual,
uma certa malcia. Marilyn ainda fruto de uma era de submisso dos atores aos estdios, quando havia toda uma estratgia para fabricar estrelas. O smbolo sexy Marilyn
deSignis 16 | 111
uniu fragilidade, ternura, doura; ambigidade entre esperteza e pureza. Sua histria
de vida inclua passagens por orfanato e perodos com famlias adotivas. Casada aos
17 anos, tentou se transformar em uma dona de casa perfeita; mas acabou fugindo
com um fotgrafo, que fez a jovem descobrir seu incrvel talento frente a uma cmera. Todos os grandes fotgrafos que clicaram Marilyn diziam que ela era um animal
fotogrfico. Marilyn inaugurou o caminho de primeiro ser modelo fotogrfico para
depois abraar a carreira artstica: um indcio de como a imagem publicitria iria
constituir a imagem feminina. Hoje a figura feminina hegemnica, mais que do cinema, advm do mundo da moda e da publicidade.
Marilyn s atingiu o estrelato em 1953, aos 27 anos, com o filme Os homens preferem as loiras, dirigido por Howard Hawks, em que ela e Jane Russell tentam arranjar um marido rico numa viagem de navio. H planos de sua boca sensual, os seios
adivinhados por baixo da roupa, as curvas dos quadris no entanto, insinuaes bastante discretas, por causa do cdigo de conduta que devia ser observado nas pelculas.
Afinal, a fico dos produtos para consumo de massa devia atrair sem incutir rebeldia ou inquietao. Os ttulos se sucediam: Como Agarrar um Milionrio, O Pecado
Mora ao Lado, Nunca fui Santa; Quanto Mais Quente Melhor, de Billy Wilder seu
maior sucesso. Encarnava personagens mais prximas da vida real que podiam ser a
vizinha do espectador comum. Suas heronas por vezes eram moas de vida ambgua
ou caa de marido. No entanto, mesmo as de m reputao se redimiam no final,
recuperadas pelo iderio americano: amor, glria, fortuna, recompensas que reforam
a idia de uma sociedade aberta. Apesar de pequenos truques de seduo com apelos
sexuais, estavam longe das grandes sedutoras do passado.
A atriz Marilyn Monroe buscava mais legitimidade para sua arte dramtica, recebendo orientao de mestres famosos. Nessa linha, depois de se casar com um astro
dos esportes, Joe Di Maggio, logo se divorciou e se casou com o dramaturgo e escritor Arthur Miller, que escreveu o conto que deu origem ao filme Os Desajustados, de
1961. Este foi talvez o trabalho mais adulto de Marilyn, que contracenou com Clark
Gable, sob a direo do famoso John Huston.
Os anos 1960 trouxeram temas mais controvertidos; a poltica ficava mais presente. A juventude passava a ser a grande fora do mercado, constituindo uma verdadeira
subcultura. Em 1969, nos EUA, 70% das pessoas que iam ao cinema tinham entre 16
e 24 anos: as estrelas mostram caractersticas cada vez mais prximas do estilo de vida
de seu pblico e iam ficando mais jovens. As figuras femininas vo-se alternando, mas
nenhuma se firma como grande mito.
Nos anos 1980, surge Madonna, fruto de grande interao entre o show business,
a indstria fonogrfica e o cinema. No participou de muitos filmes. Fez Procurando
Susan Desesperadamente (1985), quando interpretou uma moa sexy e relativamente
comum. J a cantora usava o escndalo e a provocao religiosa como alavanca de
marketing. E vieram os lbuns Like a Virgin, Material Girl, Like a Prayer. Um docu112 | deSignis 16
mentrio In Bed With Madonna trouxe cenas polmicas, algumas beirando a pornografia. Em 1992, Steve Mersel fotografou-a para o livro Sex, povoado de fantasias e
fetiches. Protagonizou o filme Evita (1996). Sua vida concentrou-se em turns mundiais, megashows, declaraes sensacionalistas: Madonna encarna a espetacularizao
em dose mxima. O corpo sexualizado por inteiro, a forma corporal transforma-se
em signo. Madonna uma imagem cuidadosamente construda que agencia o sagrado e o profano, o divino e o satnico, o humano e o mecnico, o homem e a mulher,
a fragilidade e a violncia, a realidade e a fico, segundo Laymert Garcia dos Santos.
Talvez ela tenha tido uma participao mais ativa nessa construo, mas de qualquer
modo um produto concebido e divulgado com todas as estratgias disponveis no
mercado. Assim, continua Laymert (1991):
Madonna a Virgem, Maria, (...) Madonna a santa que se entrega aos homens, mas
essa a sua nica ambigidade: andrgino calculado, seu corpo exibe nas pernas as promessas da mulher, e nos msculos dos braos, o abrao dos homens (...) Madonna um
smbolo sexual que realiza o tempo todo a passagem de um plo ao plo contrrio, a
imagem da contradio e da inverso permanente. Madonna a obra-prima de marketing:
a soluo e a irresoluo de todos os desejos.
deSignis 16 | 113
visto abriam espao para a imaginao. Hoje, a grande imagem feminina explcita
e escancarada, oscila entre esteretipos. O corpo a grande imagem. Lucia Santaella
(2007) explicita: nas mdias, aquilo que d suporte s iluses do eu so, sobretudo,
as imagens do corpo, o corpo reificado, fetichizado, modelizado como ideal a ser
atingido em consonncia com o cumprimento da promessa de uma felicidade sem
mculas.
A configurao visual do corpo altamente produzido se sobrepe s possibilidades
imaginativas. Dos olhos, a sensualidade foi percorrendo o corpo e agora est cristalizada numa forma corporal, que cheia de movimento, mas movimento previsvel.
Do olho interior passamos ao corpo fechado, apesar dos gestos, apesar do som. As
fronteiras exteriores quase no deixam transparecer as fronteiras interiores.
Referencias bibliogrficas
Berger, J. y Mohr, J. (2007) Otra manera de contar. Barcelona: Gili.
Buitoni, D. H. S. (2009) Mulher de papel: a representao da mulher pela imprensa feminina
brasileira. So Paulo: Summus,.
Charney, L. y Chwartz, V. R. (org.) (2001) O cinema e a inveno da vida moderna. So
Paulo: Cosac & Naify.
Garcia Dos Santos, L. (1991) A mdia e as transformaes na subjetividade in Sexualidade
na adolescncia: educao e mdia. So Paulo: ECCOS.
Mailer, N. (1973) Marilyn, uma biografia. Rio Janeiro: Civilizao Brasileira.
Santaella, L. (2006) Corpo e comunicao: sintoma da cultura. So Paulo: Paulus.
Walker, A. (1974) El estrellato: el fenmeno de Hollywood. Barcelona: Anagrama.
Xavier, I. (org.) (1996) O cinema no sculo. Rio Janeiro: Imago.
114 | deSignis 16
El
cuerpo sutil .
C onsustancialidad
contagio
Antonella Fagetti
Antonella Fagetti
cuerpo, cada porcin de l la contiene y la conserva aun cuando sta sea separada de
la totalidad. No es el caso, entonces, solamente de uas y cabellos, sino de todo lo que
conforma el cuerpo rganos, huesos y msculos y lo que ste produce y excreta:
sangre, orina, heces, lgrimas, saliva, leche, sangre menstrual y esperma.
El cuerpo sutil se concibe, por un lado, como una fuerza vital esparcida en todo el
cuerpo, en cada una de sus partes y, por lo tanto, mltiple y divisible. Por otro, como
nico, porque es tambin el alter ego, el doble de la persona, que se aleja de su receptculo material, el cuerpo fsico, y se sumerge en el mundo invisible, al cual accede
a travs de los sueos o el trance. Es tambin el que se queda en la tierra o en el agua
cuando la persona se asusta.
El cuerpo sutil se asemeja, por su condicin etrea, a los seres y entidades que habitan el mundo invisible e intangible, que coexiste y comparte una relacin de copresencia con el mundo del aqu y ahora, donde moran los seres humanos de carne
y hueso, que podemos calificar como el mundo de la vigilia. Hablo de dos mundos
para diferenciar uno de otro, se trata ms bien de dos dimensiones coexistentes, copresentes y homlogas: la dimensin de la vigilia y la dimensin de lo espiritual,
como es calificada por los mismos curanderos.
El mundo invisible podemos dividirlo en tres dominios, cada uno de los cuales
alberga a sus propios moradores: los seres divinos del santoral catlico, Dios Padre, Jesucristo, la Virgen Mara, y sus advocaciones, y los santos, con su contraparte: el Diablo; los seres de la naturaleza antropomorfizada, personificaciones de sus elementos,
como son cerros, rboles, cuevas, manantiales y lagunas, que habitan y de los cuales
se definen como sus dueos y, por ltimo, los muertos, seres desencarnados que a
menudo no abandonan este mundo y permanecen cerca de los vivos, habitantes del
ms all que regresan en la fiesta de Todos los Santos a gozar de la ofrenda que sus
deudos preparan para ellos.
Esta distincin entre el mundo de la vigilia y el mundo invisible no existe en
la mente de quienes piensan la naturaleza y el cosmos como vivos, donde circulan
fuerzas tanto malignas como benficas para los seres humanos. Se trata ms bien de
dimensiones de la vida humana co-presentes y coexistentes, porque con el aqu y el
ahora de la vigilia est y existe tambin el mundo invisible con todos sus moradores.
Es como si el mundo invisible fuera la rplica del mundo de la vigilia. Un rbol,
por ejemplo, en el mundo visible, del aqu y del ahora, se puede ver y palpar porque
est hecho de materia pesada, pero ese mismo rbol, en esa dimensin oculta por lo
general al ojo humano, tiene otra existencia, posee una cualidad diferente: tiene un
dueo que vive en l, que es al mismo tiempo el espritu del rbol, lo cual convierte
al rbol mismo y al paraje en un sitio peligroso. De hecho, el dueo del rbol puede
manifestar su presencia con apariciones repentinas ante transentes solitarios, quienes
resultan afectados anmicamente por la visin, simplemente por haberlo visto y haber
entrado de ese modo en contacto con l, con algo que es parte de otra realidad.
116 | deSignis 16
El cuerpo sutil. Consustancialidad y contagio entre el cuerpo humano, partes y objetos que lo rodean
Esta otra realidad es tambin aquella cuya existencia se manifiesta con ms insistencia en las experiencias onricas. All, el cuerpo sutil de la persona se mueve y acta
sin problema, porque posee la misma cualidad que distingue al mundo invisible y a
todo lo que ste contiene, es decir, que comparte con todos los entes la misma sustancia sutil, impalpable y etrea.
La nocin mesoamericana de persona hace hincapi en las caractersticas intrnsecas del cuerpo sutil, del cual cada individuo est dotado. Por un lado, ste tiene la
capacidad de desprenderse del cuerpo fsico y actuar en el mundo invisible, prueba
contundente de ello seran los sueos, que atestiguan su relativa autonoma, y la
idea segn la cual puede quedar atrapado en el lugar donde la persona sufri un
susto. Asimismo, puede permanecer adherido a cualquier objeto que ha estado
en contacto con la persona y estar presente en cada porcin o sustancia del cuerpo
material.
Es con base en estos principios que el mun, la porcin del cordn umbilical que
queda pegada al ombligo del nio, y que se desprende algunos das despus del nacimiento, no slo contiene su fuerza anmica, sino que, en virtud de haber sido parte
del recin nacido, es al mismo tiempo el recin nacido. Esta idea la expuso Gutierre
Tibn en La trade prenatal, ejemplificndola con las numerosas evidencias que dan
fe de ello. Desde el nacimiento del nio y hasta el desprendimiento de esta porcin
del ombligo, ste se impregna paulatinamente de energa mgica convirtindose en
el alter ego del recin nacido, receptculo de una parte del alma del ser vivo y ligado
a su destino, por lo cual el dao que se le hace a este doble repercute en la criatura.
Segn este autor, se trata de un arquetipo universal que surgi de la identidad de
circunstancias del alumbramiento y que encontramos no slo en Mxico, sino en
muchas culturas en el mundo (Tibn 1985:100, 134, 254 y 256).
En la Sierra Norte de Puebla, el mun se deja en una de las ramas ms altas de
un rbol para propiciar que el nio, al crecer, no le tenga miedo a la altura y pueda
treparse sin problemas a los rboles. Lo mismo perseguan los mexicas al enterrar el
ombligo de la nia junto al fogn y el del nio en el campo de batalla, segn narra
Sahagn (1982:384-385). El vnculo que el pensamiento simblico-mgico establece
entre el nio y el mun como su alter ego indica que entre ambos existe una consustancialidad, es decir, que ambos comparten la misma sustancia, la misma fuerza
anmica, que los une a un mismo destino.
Ocurre lo mismo con la ropita, el amnios que envuelve al feto durante la gestacin, y que en algunos casos queda adherida a su cuerpo al momento de nacer. Los
nahuas de la Sierra Negra, al sureste del estado de Puebla, y de la Mixteca, la parte sur
que colinda con Guerrero y Oaxaca, consideran que los nios y las nias que vienen
al mundo con la ropita estn destinados a curar. Generalmente las parteras, como
hierofantas del misterio del alumbramiento, como las define Tibn, saben interpretar las seales o las marcas corporales que trae el recin nacido, que indican su
deSignis 16 | 117
Antonella Fagetti
destino. Hay quienes nacen con dos remolinos en la cabeza, otros lloran en el vientre
durante el embarazo, otros llevan el cordn umbilical a manera de carrillera.
El futuro del nio depende de la sabidura y la buena voluntad de la partera,
quien, en primer lugar, debe interpretar esos signos cuidadosamente y, en el caso del
amnios, debe guardar celosamente sin revelar a nadie la existencia de la preciosa envoltura. Se le llama ropita o telita, los nahuas de Tlacotepec la nombran itzotzol,
literalmente su vestido, precisamente porque recubre todo el cuerpo y, cuando se
desprende, se deja secar, se dobla y despus se coloca debajo de la almohada de su
dueo. Esto sucede en la mixteca de Puebla, pero en la Sierra Negra se dice que es el
pequeo el que se deshace de ella, es precisamente su alter ego el que la esconde en un
lugar seguro (Fagetti 2003:53-83; Romero 2003a:85-105). As le explic a Laura Romero Casilda Valdivia, tepopova de San Sebastin Tlacotepec, el nacimiento de estos
nios que tienen el don de curar:
Se la tiene que quitar solito con sus manitas y la guarda. Cuando un nio que trae su
ropa nace, no luego luego lo ensean, sino que lo esconden, luego luego se esconde a la
mam y al nio. Lo esconden y los dems lo saben hasta los cuatro das. Ponen al nio en
un lugar alto, lo esconden en una caja de cartn o en un tenate, cuando abren y ensean
al beb es porque ya se fue a guardar su ropita al monte, entonces es cuando toca la caja
(Romero 2003:89).
118 | deSignis 16
El cuerpo sutil. Consustancialidad y contagio entre el cuerpo humano, partes y objetos que lo rodean
ca del destinatario o cerca de donde es muy probable que ste vaya a pasar. O pueden
ser las palabras y las maldiciones las que sean portadoras del dao. Al proferirlas, se
cargan del aliento daino del hacedor del mal, son portadoras de su fuerza anmica y,
en este caso, sin que prive contacto fsico, alcanzan a su vctima para cumplir con su
cometido. En el mismo sentido, las palabras benficas del curandero tienen el poder
de curar y contrarrestar los efectos de la maldad.
Si el cuerpo sutil est contenido en cada porcin del cuerpo, no cabe duda de que
tambin los huesos lo albergan, pues en ellos se encuentra, como lo seala Francoise
Hritier, el principio de la transmisin ininterrumpida de la vida. Idea que coincide
con lo expuesto por Patrick Johansson, quien sostiene que en Mesoamrica [] el
hueso generalmente considerado como un smbolo de muerte sera de hecho el principio mismo de una eterna regeneracin vital dentro de una envoltura carnal viva pero
ineludiblemente putrescible (Hritier 1996: 141 y 145; Johansson 1998: 95).
Los huesos de muerto son prcticamente el ingrediente ms utilizado por el perpetrador del mal. stos se sustraen a escondidas de un cementerio, se reducen a polvo
para disimular su origen y, a veces, mezclados con la misma tierra del panten o solos,
se suministran a la vctima, espolvoreados en un taco o disueltos en alguna bebida, se
mezclan con otras sustancias y se tiran o se sepultan cerca de la casa de la vctima. El
caso es que al ser ingeridos se introduce en el cuerpo del incauto tambin su fuerza
anmica, el cuerpo sutil del difunto. Las almas de los muertos son los mejores aliados
de los brujos. Ellos los invocan en los ritos cuya finalidad es procurar el mal a una
persona. Quienes acuden en su ayuda son las almas de aquellas personas fallecidas
prematuramente, cuya vida fue truncada por el destino, en un accidente, o por la voluntad explcita de su asesino de terminar con ella.
Son almas sumamente resentidas contra todos los vivos y no tienen escrpulos en
participar de las fechoras de los especialistas de la maldad, sobre todo porque, en muchos casos, la muerte de la vctima significa para ellos la posibilidad de dejar de estar
cerca de los mundanos y alcanzar a aquellas almas que ya purgaron sus culpas y ya
no tienen ningn pendiente con ellos y su mundo. Sin embargo, hay que mencionar
que muchas veces los huesos son robados del sepulcro sin el permiso de su dueo.
Esto provoca que su inconformidad y enojo se descargue sobre el mal aventurado,
cumpliendo con los fines perseguidos por el brujo!
Los efectos de la presencia del cuerpo sutil, un cuerpo extrao en principio, en el
cuerpo del individuo objeto de la brujera, es nefasto. Explican los curanderos que la
inclemencia de su dueo, y su carga energtica negativa, comienzan a actuar y quien
lo tiene literalmente adentro empieza a sentirse mal, no tiene ganas de comer o rechaza cualquier alimento. Una curandera de Xochihuehuetln, en el estado de Guerrero,
me contaba cmo un paciente que sufra un malestar relacionado con la digestin,
previo suministro de una purga y con varias limpias, obviamente, arroj el pedazo de
carne preparado, el hechizo en s, despus de casi dos aos de habrselo comido. El
deSignis 16 | 119
Antonella Fagetti
El cuerpo sutil. Consustancialidad y contagio entre el cuerpo humano, partes y objetos que lo rodean
rastro. El brujo recoge la tierra que ste pis y la quema con aceite. El resultado es
obvio: le ardern los pies, porque la tierra con la que estuvo en contacto se impregn
de su fuerza anmica y ahora est siendo quemada.
Es en este sentido que la veladora es utilizada por el especialista en el rito de curacin de sus enfermos. Al limpiar con ella al paciente, sta absorbe la energa negativa
que ste carga y al mismo tiempo se contagia de su esencia vital. Cuando es colocada en el altar y el curandero ora e invoca a las divinidades que intervienen en la sanacin, el paciente est all, presente en el altar, y recibe los influjos benficos que el rito
moviliza y que la vela recibe y le transmite a su vez, gracias a esa conexin simblica
que los vincula. Cuando la intencin es provocar el dao, el brujo utiliza veladoras
negras, en lugar de blancas, y las prende al revs. La inversin de los gestos, e incluso
de las palabras, cuando se pronuncian las oraciones al revs, tiene justamente el efecto
contrario al que se persigue cuando se quiere curar y hacer el bien.
Como mencionaba anteriormente, el cuerpo sutil puede abandonar a la persona a
consecuencia de una fuerte emocin, como es el caso del susto, quedndose en el lugar del accidente, a menudo atrapado por su dueo. Puede ser la duea del agua,
del cerro, o la misma Tierra, seres vidos de la entidad anmica de naturaleza caliente
que distingue a todo ser humano (Lpez Austin 1984: 248). Entonces, para la recuperacin del espritu del enfermo que est quedado en el agua o en la Tierra, el curandero recurre al nombre propio, es decir, lo llama, le grita al alter ego de la persona
dirigindole estas palabras: Mara, vente, no te quedes all, despierta, regresa!. Al
escuchar el llamado del curandero, ritual que ste lleva a cabo en la noche, cuando
todo est en silencio, el espritu regresa al cuerpo fsico.
En muchas ocasiones se debe ofrendar a quien lo tiene prisionero un par de huevos, en los casos ms difciles se requiere un gallo, una gallina o un guajolote, que
se quedan en su lugar. Es un don que los dueos reciben favorablemente, pues los
blanquillos que contienen la fuerza vital del paciente tambin son alimentos, como
lo son las entidades anmicas (Romero 2003a y 2003b; Fagetti 2003a). Los huevos o
los animales son considerados como el reemplazo, es decir, el pago que el paciente
debe entregar a quien tiene su alter ego. El dueo del cerro o del agua, o la Tierra
misma, son quienes reciben lo que puede ser intercambiado por el principio vital de
la persona retenido en sus dominios, porque son homlogos. Tanto los huevos como
el animal son seres vivos, poseen un cuerpo sutil, poseen una fuerza anmica y sta es
entregada a los seres de la naturaleza para que tomen el lugar del individuo. Como
explica don Mario, curandero de Tlacotepec, los huevos que se entierran en el lugar
donde se espant la persona constituyen un pago, el tlapatcayotl, que el curandero entrega al dueo del lugar para que, a cambio, suelte el tonal del paciente. Gmez Sntiz
(2005:74) afirma que los tseltales denominan al sustituto del enfermo kexolil.
El espritu de alguien que sufri un susto puede ser llamado soplando el nombre
en una botella o teniendo cerca una jcara, que se quedan en el altar toda la noche.
deSignis 16 | 121
Antonella Fagetti
Lo mismo se hace con una prenda. El curandero acude al lugar donde se ha quedado el espritu y lo llama golpeando el suelo con una camisa o recoge un poco
de agua del ro o un puado de tierra. Despus regresa donde est el paciente sin
hablarle a nadie, ni voltearse, pues el espritu podra cambiar de rumbo y regresar
donde se encontraba. El agua, la tierra y la prenda son el vehculo mediante el cual
el curandero traslada el alter ego reconducindolo a su receptculo natural, porque
el paciente, al tomar unos sorbos de agua, sola o con una pizca de tierra, absorbe
su propia fuerza vital o entra en contacto con ella al vestir la prenda. Incluso si se
duerme es buena seal, significa que el tonal aprovechar el sueo para introducirse
nuevamente al cuerpo (Fagetti 2004).
Lo que une la persona con su alter ego es una conexin invisible e impalpable que
sigue existiendo no slo en el mundo de la vigilia, a pesar de la distancia que medie
entre uno y otro, sino en el mundo invisible de los sueos y el trance. Es inevitable
que el alter ego se aleje del cuerpo fsico cuando la persona duerme, como ha sido
ampliamente documentado en los estudios sobre el cuerpo humano y la nocin de
persona. Las andanzas nocturnas extra-corporales del cuerpo sutil prueban un hecho:
que ste es la persona, es su doble, incluso asume en los sueos su semblante, mientras
sta, sin su entidad anmica, permanece cmodamente dormida en la cama.
Asimismo, es propia de su naturaleza la capacidad de tener una existencia nocturna autnoma no slo cuando el cuerpo duerme, sino en el trance tambin,
cuando se desprende del cuerpo y se adentra al mundo invisible. All vive todo tipo
de encuentros y experiencias, a veces placenteros, a veces francamente peligrosos y
negativos para l. Si la persona se ve a s misma cayendo a un precipicio, recibe un
susto que provoca que su entidad anmica se quede atrapada en el lugar, lo mismo
que ocurre cuando el susto sobreviene en la vigilia. Al despertar, la persona comienza
a percibir las consecuencias tpicas de la prdida de la entidad anmica: inapetencia,
desgano, insomnio o sopor en diferentes horas del da, seales inconfundibles de que
el asustado est incompleto, porque carece de la parte de su ser que est relacionada
con la vitalidad.
Slo el doble del curandero podr rescatarlo y reintegrar el cuerpo sutil al cuerpo fsico para que el enfermo recupere con el principio vital su plenitud, o sea, todas
sus facultades y propiedades que lo harn sentirse bien. Para cumplir con su misin
tendr l mismo que actuar en el mundo invisible, donde recibir la ayuda de sus espritus auxiliares.
Un curandero de San Miguel Tzinacapan, poblacin nahua de la Sierra Norte, me
relat cmo pudo traer de regreso el espritu de su paciente, que desde hace varios
das yaca en el fondo de un ro en el estado de Oaxaca. Su alter ego tuvo que valerse
de San Andrs, no solamente porque no conoca ese estado y no saba cmo encontrarlo, sino porque el santo es renombrado entre los especialistas rituales de la regin
por su habilidad en recuperar la entidad anmica quedada de quienes se asustaron
122 | deSignis 16
El cuerpo sutil. Consustancialidad y contagio entre el cuerpo humano, partes y objetos que lo rodean
en el agua. Esta habilidad la adquiri no slo porque fue pescador antes de convertirse en uno de los seguidores de Cristo, sino porque resucit a cuarenta nufragos
que perecieron en el mar en el intento de alcanzarlo y cuyos cuerpos el mar devolvi
despus depositndolos en la playa (Santiago de la Vorgine 1989: 32). El curandero,
guiado por San Andrs, vol hacia el ro, vio en el agua una bola, era su paciente, lo
jal sirvindose de una garrocha y lo trajo de regreso.
Segn los nahuas de Puebla, el mundo invisible es tambin el mbito propicio
para la brujera. El nahual persigue a su vctima en los sueos, atrapando a una de las
manifestaciones del cuerpo sutil: el tonal, el alter ego animal que cada persona tiene,
que comparte con ella la fuerza vital y que los ata a un mismo destino: si algo afecta
al animal compaero, el dao repercutir tambin en el individuo. El tonal es encerrado en un corral o escondido en una cueva, donde no pueda alimentarse y donde
languidece en espera de la muerte. Si el curandero no logra primero localizarlo y luego sacarlo de su prisin, el brujo habr alcanzado su fin: privar de la vida a su enemigo, o al enemigo de su cliente, atacando a su alter ego animal (Lpez Austin 1984;
Signorini y Lupo 1989).
A menudo, en los sueos del curandero, cuando ste sale en busca del doble de
su paciente, no lo ve tal y como es la persona, sino que en su camino encuentra un
sombrero, el calzn, los guaraches o un machete si se trata de un hombre, o un huipil,
la nagua, un peine o unos aretes si la interesada es una mujer. Estos objetos, directamente vinculados al gnero masculino o femenino, simbolizan a un hombre o a una
mujer y estn en su lugar, por lo cual el curandero debe analizar el mensaje y actuar
en consecuencia. Los sueos son el mbito de la expresin simblica y metafrica por
excelencia, donde los signos manifiestos que stos contienen deben ser interpretados
por el especialista, quien no slo sabe curar, sino que es quien puede descifrar el contenido de cada una de las revelaciones onricas.
Reflexiones finales
El principio rector de la cosmovisin mesoamericana es la idea segn la cual la
persona est integrada por un cuerpo fsico, visible, palpable y material, y un cuerpo sutil, invisible, impalpable y etreo, que conforman una sola unidad. De hecho,
el cuerpo fsico, como conjunto de sangre, carne, huesos, rganos y humores, es un
cuerpo vivo porque posee el principio vital, considerado como un soplo, una fuerza
y una energa, que lo anima y le infunde vida. Esta fuerza est esparcida en todo el
cuerpo y al mismo tiempo se concentra en algunos puntos, como son, por ejemplo, el
corazn, la cabeza o las coyunturas. Es una y mltiple a la vez, puesto que como un
todo o como parte puede separarse del cuerpo fsico.
Este principio vital es concebido tanto como una fuerza que ocupa cada porcin
del cuerpo fsico, como un ente relativamente autnomo, alter ego de la persona, pordeSignis 16 | 123
Antonella Fagetti
que constituye precisamente esa parte incorprea de la cual todo ser humano est
dotado por el solo hecho de existir. As como ste le infunde energa al cuerpo y lo
mantiene en vida, su salida definitiva produce la muerte, o la enfermedad, cuando
est siendo afectado por la accin de algn brujo o est quedado en algn lugar y la
persona sufre las consecuencias al no estar completa.
El cuerpo sutil abandona el cuerpo fsico y vaga por las noches mientras la persona
duerme, adentrndose en el mundo invisible, donde vive todo tipo de experiencias
que se reflejan en las imgenes onricas. El cuerpo sutil est en la sangre, sinnimo de
vida porque es portadora por excelencia de la energa vital. Entra y sale por pulsos y
coyunturas, las fronteras permeables del cuerpo mediante las cuales est en una interaccin continua con el mundo circundante, de donde el cuerpo absorbe tambin
las energas que pueden resultar benficas o dainas para el individuo, por donde se
desechan humores y efluvios perniciosos, por donde se reciben tambin los influjos
benficos de las sustancias curativas (Fagetti 2004: 153).
El cuerpo sutil impregna con su fuerza anmica cada una de las partes que conforman el cuerpo humano y su presencia perdura an despus de su separacin. Al contener esta energa vital, uas y cabellos, por ejemplo, pueden ser utilizados para sanar
o enfermar a una persona, porque aun estando separados del cuerpo fsico, contienen
su propia fuerza anmica y son, por lo tanto, la persona misma, es decir, que la parte
es el todo al mismo tiempo.
Asimismo, pasando por las aperturas del cuerpo, como son pulsos y coyunturas, la
fuerza vital del individuo sale propagndose y adhirindose a todos los objetos de uso
cotidiano que estn en contacto con l, como la ropa. Es gracias a la caracterstica del
cuerpo sutil de fragmentarse y conservar en cada parte o en cada objeto que lo contiene su individualidad que stos se contagian de la energa vital y por ello comparten
con la persona una relacin de consustancialidad y se convierten en su extensin, la
sustituyen y la representan en un contexto simblico en el cual, acorde con los principios de la medicina tradicional, es posible manipularlos para influir en la persona u
obtener determinados fines, como puede ser propiciar la curacin o provocar el infortunio, la enfermedad y la muerte.
Referencias bibliogrficas
Alvarado, P. (2004) Atar la vida, trozar la muerte. El sistema ritual de los mexicaneros de
Durango. Mxico: Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo.
Beals, R. y Hoijer, H. (1973) Introduccin a la Antropologa. Madrid: Aguilar.
De laVorgine, S. (1989) La leyenda dorada. Madrid: Alianza Forma.
Fagetti, A. (comp.) (2003a) Los que saben. Testimonios de vida de los mdicos tradicionales
de la regin de Tehuacn. Mxico: Benemrita Universidad Autnoma de Puebla/CNDPI.
_____ (2003b) Carmen Castro Montalvo, Tlamatqui y Temaquixti, la que sabe curar y
partera en A. Fagetti 2003a.
124 | deSignis 16
El cuerpo sutil. Consustancialidad y contagio entre el cuerpo humano, partes y objetos que lo rodean
deSignis 16 | 125
C uerpo ,
Sin duda, la introduccin de la dimensin del cuerpo en el discurso de las disciplinas humanas que se ha venido desarrollando a partir del ltimo tercio del siglo XX
ha producido un vuelco en terrenos considerados clsicos como el de las concepciones sobre el parentesco. Dicho vuelco tiene como correlato transformaciones acaecidas en algunos pases de la Comunidad Europea y de los Estados Unidos, tales como
cambios drsticos en la nupcialidad matrimonios entre personas del mismo sexo y
la apertura a la discusin civil, jurdica y religiosa sobre ciertos procesos que se venan
gestando desde la segunda mitad del siglo XX, tales como el incremento y reconocimiento legal de las familias mono y homoparentales, la adopcin transnacional, el
uso masivo de nuevas tecnologas reproductivas, la posibilidad cercana de prcticas
eugensicas gracias al proyecto genoma humano, la necesidad de regulacin de la
eutanasia, los nuevos significados que la pandemia del VIH-SIDA trajo consigo en
trminos de concepciones acerca del cuerpo y la sexualidad y, finalmente, las nuevas
preguntas que en trminos culturales plantea la clonacin.
Este contexto socio-histrico va, pues, de la mano con la idea de que el cuerpo,
espacio en que tiene lugar, hasta ahora, la reproduccin humana, se organiza como
un campo eminentemente simblico, mitolgico; podra decirse que no slo ordena y
ubica la reproduccin humana, sino que provee un lenguaje que define la articulacin
primaria del hombre con su propia naturaleza (Hritier 2000; Strathern 1992).
126 | deSignis 16
De manera que, muy poco resta de aquella concepcin que circunscriba el estudio del parentesco a los contextos etnogrficos y a sus aspectos clsicos tales como los
derechos y deberes, la herencia y la propiedad. Por el contrario, los estudios del parentesco en la actualidad sacan a relucir las concepciones que cada cultura posee sobre
el cuerpo. Este cuerpo origen y destino de placer en ningn caso queda contenido
por la piel, pues posee partes, sustancias, humores y elementos, por dems variados,
que sirven de materia prima para la simbolizacin (Douglas 1970 [1973]).
En otras palabras, el parentesco hoy es un lenguaje que utiliza signos del cuerpo
humano para representar relaciones sociales. As, en el mbito de los fluidos en gran
nmero de sociedades, la sangre simboliza descendencia y germanidad, esto es, consanguinidad; el semen simboliza alianza; la leche materna, germanidad; pero entre
los pueblos islmicos esta misma leche representa exclusivamente patrilinealidad; as
como la mdula sea entre los samo de Alto Volta es el significante de lo agnaticio;
mientras que para los yaquis de Mxico son las lgrimas derramadas en el parto las
que establecen el lazo entre una madre y su descendencia.
Pero no slo intervienen los fluidos; algunas partes del cuerpo humano, sobre
todo las desprendibles, juegan un papel similar. El hecho de cortar el cordn umbilical entre los campesinos del sur de Rumania establece el parentesco de comadrona, lo
que significa que todos aquellos cuyo nacimiento fue precedido por la misma mujer
no slo adquieren un sentido de pertenencia comn, sino que no pueden establecer
alianza o relacin sexual sin infringir el tab del incesto. Por no hablar de componentes intangibles, como el espritu que interviene en las relaciones de compadrazgo
y padrinazgo, institucin de origen mediterrneo tan extensamente conocida y practicada en Latinoamrica. La reencarnacin entre los kurdos, el epnimo de los inuit
o la semejanza del rostro entre las poblaciones griegas estudiadas por Vernier (1999),
son ejemplos ilustrativos de cmo se establecen relaciones.
Rodney Needham (1971) haba sealado ya que la lgica de las relaciones de parentesco no es una lgica de clases sino una mereologa, esto es, una lgica de articulacin de porciones o trozos que se juntan en una especie de patchwork, una lgica de
operadores basada en la relacin de la parte con el todo. Esta idea tan extendida en la
antropologa contempornea, traducida por Hritier (2000: 21-38) como articulacin
de sustancias y por Carsten (1995: 223-241) como relatedness, si bien no son equivalentes entre s, abrevan ambas de la nocin durkheimiana de consustancialidad. En Durkheim (1965 [1915]), la naturaleza contagiosa de lo sagrado explica la razn por la cual
diferentes clases de objetos se agrupan en la misma categora, la cual una vez establecida,
da lugar a los sistemas rituales de prohibiciones y prescripciones. En las clasificaciones
corporales, si los fluidos y partes constituyen signos metonmicos, entonces el incesto se
concibe como un medio para regular la circulacin de fluidos entre cuerpos.
Dumont (1971), y ms explcitamente Pitt-Rivers (1973:92), retomaron la nocin
de consustancialidad, al definirla como el nexo primario entre individuos respecto a la
deSignis 16 | 127
extensin del yo. No obstante, la simblica del cuerpo no slo distingue una ms de las
posibles formas de relacionarse socialmente, social relatedness, sino que mantiene una
especificidad en todas las sociedades conferida por la presencia del tab del incesto.
Al profundizar en el estudio del sistema espiritual mediterrneo y latinoamericano, Pitt-Rivers (1973:93, traduccin ma) llega a una conclusin sorprendente en su
forma: sangre, saliva, semen, leche, carne, fruta, vegetales o cerveza pueden volver
consustanciales a quienes no lo estn por medio de tero, vagina o seno. La consustancialidad religiosa no sera ms que una expresin local de la nocin de sustancia.
El acto de amor genera consustancialidad. En el cristianismo, un matrimonio no se
consuma hasta que no la hay. El Corn provee otra idea: un enemigo se vuelve inmune al tocar el seno de la madre de su agresor.
Desde la perspectiva de los cognitivistas, esta idea ha sido desarrollada desde que
Seeger, Da Matta y Viveiros de Castro (1979) rechazaron la idea de usar acrticamente el modelo de cuerpo humano basado en el estudio de sociedades africanas, hasta
entonces predominante en los estudios antropolgicos. Dichos autores propusieron,
por su parte, que la nocin de persona en las sociedades de las tierras bajas sudamericanas estn estructuradas en trminos de lenguajes simblicos nombres, esencias
que se relacionan con la construccin de la persona y del cuerpo.
En el discurso occidental, el signo ms importante para establecer consustancialidad es, sin duda, el flujo biogentico representado por la sangre (Schneider 2004:257274). La sangre es el resultado de la relacin sexual que une el esperma y el vulo y
crea un nio. La sangre es un estado de sustancia fsica compartida, la cual se expresa
mitolgicamente como un hecho objetivo de la naturaleza, un fenmeno natural,
y quienes la comparten son en cierta medida idnticos.
La nocin de kinning, entendida como el proceso por el cual se introduce a un
feto, un recin nacido o cualquier agente no conectado previamente, dentro de una
relacin significativa y permanente o temporal con un grupo expresada a travs de un
trmino de pariente, consiste en un proceso que comprende al menos tres dimensiones: la filiacin instituida que reconoce la convencin social, la ley, donde el nombre
del padre juega un papel fundamental; la filiacin biolgica, dada por la naturaleza
con la madre y la incertidumbre de la paternidad nicamente comprobada por una
prueba de ADN y, por ltimo, la filiacin narcisista, que se sita en la dimensin imaginaria y afectiva que surge del reconocimiento del deseo de los hijos hacia los padres
(Freud 1914 [1982]). Este proceso implica en todos los casos una transustanciacin
de la esencia de los agentes su ser no fisiolgico, de la misma manera a travs de la
cual los padres adoptivos inscriben a sus hijos en una trayectoria que se superpone a
la propia.
Por otro lado, si en la dcada del 60 las tecnologas anticonceptivas posibilitaron el
derecho a la vida sexual sin procreacin, la congelacin de esperma, la inseminacin
artificial con o sin donante y la fertilizacin in vitro posibilitaron en la dcada del 80
128 | deSignis 16
En el horizonte ideolgico judeocristiano constituido por la ciencia, la medicina, la jurisprudencia y la moral occidentales, las categoras de filiacin, identidad, as
como la frontera entre los sexos y las generaciones, es sumamente rgida. Valdra la
pena preguntarse si as como compartimos con los inuit un mismo sistema terminolgico de parentesco, por qu no compartir tambin una concepcin ampliada de la
persona y el cuerpo.
Referencias bibliogrficas
Carsten, J. (1995) The substance of Kinship and the Heat of the Hearth: Feeding,
Personhood and Relatedness among Malays of Pulau Langkawi en American Ethnologist,
22 (2), 223-241.
Douglas, M. (1970) Natural Symbols. Explorations in Cosmology. Great Britain: Pelican,
1973.
Dumont, L. (1967) Homo hierarchicus. Ensayo sobre el sistema de castas. Madrid: Aguilar,
1970.
Durkheim, E. (1915) The Elementary Forms of the Religious Life. New York: The Free
Press, 1965.
Freud, S. (1914) Introduccin al narcisismo en Obras completas. Vol. I. Buenos Aires:
Amorrortu, 1982.
Hritier, F. (2000) Articulations et substances en LHomme. Revue franaise danthropologie, N 154-155, avril/septembre, 21-38.
Needham, R. (1971) La parent en question. Onze contributions la thorie anthropologique.
Pars: du Seuil.
Olavarra, M. E. (2010) Sobre las formas de tener un hijo en el DF en el siglo XXI en
Parentescos en un mundo desigual: adopciones, lazos y abandonos en Mxico y Colombia de F.
Lestage y M.E. Olavarra (comp.). Mxico: Porra/UAM.
Peirce, C. S. (1987) Obra lgico-semitica. Sercovich, A. (ed.) Madrid: Taurus.
Pitt-Rivers, J. (1973) The Kith and the Kin en The Character of Kinship de Goody J.
(ed.). Cambridge: Cambridge UP.
Saladin Danglure, B. (1985) Du projet PAR.A.DIau sexe des anges: notes et dbats
autour dun troisime sexe enAnthropologie et Socits, 9 (3), 139-176.
Schneider, D. (2004) What is Kinship all About? en Kinship and Family. An
Anthropological Reader de R. Parkin y L. Stone (Eds.). Oxford: Blackwell.
Seeger, A. y Viveiros de Castro, E. (1979) A construao da pessoa nas sociedades
indgenas brasileiras en Boletim do Museu Nacional, N 32.
Sen, A. (1992) Missing women. Social inequality outweighs women survival advantage
in Asia and North Africa en British Medical Journal, N 304, 7 de marzo, 587-588.
Spar, D. (2006) Baby Business. Cmo el dinero, la ciencia y la poltica condicionan el negocio
de la infertilidad. Barcelona: Tendencias.
Strathern, M. (1992) Reproducing the Future: Anthropology, Kinship and the New
Reproductive Technologies. New York: Routledge.
Vernier, B. (1999) Le visage et le nom. Contribution ltude des systmes de parent. Pars: PUF.
132 | deSignis 16
R epresentacin
corporal
en un pueblo indgena de
M xico
Sal Milln
En cierta medida, los estudios etnogrficos que se han desarrollado en Mxico han
terminado por trazar una lnea divisoria entre los aspectos organizativos de las comunidades indgenas y las manifestaciones vagamente expresivas de su cultura. Si esta divisin ha sido particularmente relevante para distinguir objetos de estudio tan divergentes
como la economa y la mitologa, ha resultado sin embargo insuficiente para definir una
de las instituciones ms complejas y recurrentes entre los pueblos indgenas de Mesoamrica. Conocida con el nombre de sistema de cargos, esta institucin se presenta a lo
largo de las regiones indgenas del pas bajo la forma de dos jerarquas simultneas que
operan en distintos mbitos, uno de los cuales se extiende sobre las formas de gobierno
tradicional y otro, sobre los espacios de reproduccin simblica que hacen posible la
actividad ceremonial. Aunque la idea de una institucin que es a un tiempo civil y religiosa expresa en gran medida su indefinicin, sus efectos han promovido que diversas
investigaciones terminaran por identificarla como un sistema poltico (Aguirre Beltrn
1953), una forma de organizacin social (Nash 1958) y una economa de prestigio
(Cancian 1965), en un ejercicio de interpretacin que ha confundido las nociones locales de autoridad con las funciones explcitas de los cargos, proyectndolas generalmente
hacia las clsicas distinciones entre poltica, economa y sociedad.
Por razones que son a un tiempo histricas y culturales, la estructura de los cargos
se haba convertido para los huaves de San Mateo del Mar en un modelo de interaccin social que a lo largo de varios siglos haba terminado por regular las actividades
deSignis 16 | 133
Sal Milln
municipal culminan con ofrendas similares que son clausuradas por el ciclo de las
mayordomas, como si cada trayectoria estuviera destinada a ese fin. En ambos casos,
las ofrendas jugaban un papel relevante como elementos rituales de transicin, ya que
en las representaciones locales, el crecimiento del cuerpo estaba asociado al nmero
de ofrendas que un hombre puede cubrir a travs de los aos que dedica al sistema
escalafonario de los cargos y las mayordomas.
Cuando los huaves hablaban de autoridad, se referan, en efecto, a un campo semntico sumamente amplio. Si este campo englobaba por igual a los miembros de la
jerarqua civil y las imgenes del santoral, inclua a su vez las antiguas figuras de la mitologa local, que se conocen con el nombre de neombasoic o cuerpo de la nube. En
el otro extremo de la cadena semntica, en efecto, la nocin de autoridad engarzaba en
numerosas narraciones mitolgicas que se referan al origen de los tiempos, cuando los
huaves eran an hombres de cuerpo nube y compartan, por lo tanto, los atributos
que definen a los cargos superiores de la jerarqua civil. Un mito de origen en particular formulaba el surgimiento de la jerarqua civil como un resultado de la ruptura entre
los antiguos habitantes de San Mateo del Mar y las divinidades vernculas que habitan
Cerro Bernal, encargadas de producir la lluvia. A partir de esta fractura se origina una
escisin en el cuerpo social que promueve una diferenciacin hasta entonces inexistente, segn la cual algunos hombres, cuyo alter ego es el rayo, pueden desarrollar el conocimiento de su ombas y convertirse, por lo tanto, en los hombres de cuerpo nube que
son capaces de suscitar la lluvia. Dado que la va de los cargos se presenta para los huaves
como la forma privilegiada de ese proceso, su trayectoria representa a la vez un retorno
al origen, en la medida en que este movimiento restablece una concordia inicial que era
comn en el pasado mitolgico, cuando los huaves eran an gente de costumbre; es
decir no haban entrado en contacto con el catolicismo.
En la memoria colectiva, autoridad y cuerpo de la nube son trminos que corren
paralelos. La red de correspondencias que ha hecho posible esta identificacin supone sin embargo una larga cadena de asociaciones, creencias y representaciones que se
manifiestan en distintos momentos del ciclo ceremonial, destinado principalmente a
regular las lluvias que se precipitan durante la segunda mitad del ao. De la Cuaresma a las celebraciones de Corpus Christi, este ciclo incluye un conjunto de momentos
decisivos que se distribuyen entre distintas ofrendas, cada una de las cuales supone la
intervencin de los mayordomos, los santos y las autoridades locales. Las ofrendas que
se entregan a lo largo de tres mayordomas anuales son, por lo tanto, equivalentes a las
tres ofrendas que los alcaldes depositan a la orilla del mar con el objeto de solicitar la
lluvia. Si ambas trayectorias permiten finalmente acceder a la condicin de montang
ombas es decir, aquellos que tienen el cuerpo, es porque entre los huaves, como ya
se mencion, el crecimiento corporal se asocia con la participacin ritual en el sistema
de cargos y mayordomas.
Conformada esencialmente por velas y flores, la ofrenda exhibe entre los huaves
una dualidad que se manifiesta en el carcter etreo de las primeras y la naturaleza
terrestre de las segundas, utilizadas en los ritos mortuorios para representar el cuerdeSignis 16 | 135
Sal Milln
po de los difuntos. Las flores, en efecto, no slo se emplean para cubrir el cadver de
los difuntos durante el sepelio, sino tambin para sustituir su presencia en la serie de
rituales que se efectan a los nueve y a los cuarenta das mediante cruces florales ubicadas debajo de los altares domsticos. Las velas, en cambio, se colocan en la parte
superior de los altares domsticos y se identifican con las constelaciones celestes que
se emplean para medir las horas nocturnas. Esta identificacin es posible en virtud de
una creencia local que asocia las estrellas con las velas que reciben los contrayentes en
el momento del matrimonio, las cuales se convierten en estrellas despus de su muerte; de ah que la ceremonia del matrimonio est en buena medida destinada a encender las velas que los padrinos otorgan a los contrayentes como signo de su alianza.
Las velas que una pareja adquiere mediante este procedimiento son consideradas las
velas de Dios micandeal Dios y, de acuerdo con una creencia generalizada, pasan
a formar parte de la bveda celeste en el momento de su muerte.
La conjuncin entre un plano celeste y otro terrestre se conserva durante el transcurso del ao mediante las flores y las velas que se depositan los mircoles, sbados y
domingos en los altares domsticos, pero se manifiesta con mayor claridad durante
los arreglos que se disponen para una mayordoma. Entre los huaves, cada mayordoma asume la forma de un proceso ritual que parte de la fabricacin de las velas y culmina con la donacin de una ofrenda. Conocida con el nombre de nichech, la ofrenda
se coloca en estos casos en el interior de una jcara cncava que se denomina nangaj
pang o corteza sagrada, y constituye por lo tanto el receptculo de las flores terrestres y las velas celestes. La posicin inferior que ocupan las primeras con respecto a las
segundas no slo es anloga a la simetra que ambos elementos guardan en los altares,
sino tambin a la posicin de la tierra con respecto a los astros. Si se considera que la
bveda celeste se concibe como una semiesfera slida e inmvil en cuyo interior giran
el sol, la luna y los astros, se entiende que su representacin sea una imagen invertida
del nangaj pang, la corteza sagrada que constituye el receptculo de las flores terrestres y las velas celestes empleadas como ofrenda para una mayordoma.
Aunque es el objeto central de una mayordoma, la palabra nichech no slo se utiliza para identificar las ofrendas que los mayordomos depositan en el altar de la iglesia, sino tambin para nombrar la ltima de las ceremonias mortuorias que cierran el
ciclo de los ritos fnebres. En este caso, la ceremonia mortuoria remite literalmente
al ascenso de la ofrenda, y se llama por lo tanto ajtep nichech sube la ofrenda,
en una alusin que se aproxima tanto a las velas que conforman la ofrenda como a las
que ascienden al cielo para convertirse en estrellas.
El juego de correspondencias que se establece entre el matrimonio, las estrellas y
la muerte es sin embargo ms complejo, en la medida en que involucra las representaciones corporales contenidas en la nocin de ombas. De hecho, al designar el cielo
como el cuerpo de las estrellas, los huaves establecen una correspondencia entre la
bveda celeste y el cuerpo humano, concebido tambin como una especie de corteza
136 | deSignis 16
que cubre la parte vital del hombre. La idea de una estructura que engloba y contiene
otros elementos se expresa siempre como una metfora del cuerpo, al grado de que
los huaves emplean con frecuencia la imagen corporal como un modelo privilegiado
para la percepcin del espacio. En el sistema de denominaciones toponmicas, que
combina las direcciones cardinales con las metforas corporales, se emplea generalmente la palabra omal cabeza para referirse a un sitio ubicado al norte del punto
de referencia, que casi siempre se sita en la zona meridional. De esta forma, el paraje
conocido como omal it ombeay, a la cabeza de la boca, utiliza las partes corporales
para designar dos puntos que se encuentran al norte y al sur del litoral, uno de los
cuales se identifica con el lugar de referencia.
Este procedimiento toma la forma de una operacin cognoscitiva en aquellos espacios donde el cuerpo no slo proporciona los elementos de referencia sino tambin
el modelo de su articulacin. En San Mateo del Mar, el pueblo se identifica con la
imagen de un cuerpo visto desde lo alto: Hay un delante ombas, un atrs opech
y hasta una nuca, ya que el estanque del noroeste de San Mateo se llama wahiow
agua en la nuca. La boca es, como en la red, el permetro del pueblo, y se llama omal
cabeza a los dos extremos del eje este-oeste (Cardona 1979:344).
La nocin de un espacio social que se articula a la manera del cuerpo humano se proyecta a su vez en aquellos mbitos que competen a las familias extensas y a las unidades
domsticas, donde el espritu de cuerpo es an ms acentuado. La casa, en consecuencia,
comparte una identidad sumamente estrecha con el cuerpo, que podemos registrar a travs de la terminologa. Las partes de la casa se designan a partir del repertorio que corresponde a aquellas partes del cuerpo humano que ocupan un inters central dentro del
pensamiento huave. De la amplia gama de trminos que aplican los huaves para nombrar
los elementos corporales, destacan la cabeza omal, el vientre oteng, el culo owil, la
boca ombeay y las piernas oleaj, cuya articulacin ofrece a los huaves un modelo conceptual para ilustrar la unidad de los espacios familiares. La identificacin entre el cuerpo
y las unidades domsticas convierte a estas ltimas en los receptculos de los desechos corporales, al grado de que los cabellos se guardan entre los carrizos de las paredes de la choza,
mientras que los dientes se depositan bajo los altares domsticos.
En estas circunstancias, no es sorprendente que la alianza matrimonial reciba entre los huaves el nombre de angoch owixeran, cuya traduccin literal es encontrar el
brazo. El trmino revela la idea de un proceso inicial que parte del matrimonio para
culminar en la vejez, cuando los hombres que han desempeado los cargos y las mayordomas adquieren la condicin de montang ombas y forman ese venerable grupo
de ancianos que se representan como los que tienen el cuerpo. El origen de este
proceso, sin embargo, est implcito en las connotaciones semnticas de la palabra
acualaats, empleada para definir las agrupaciones de parientes y afines. El trmino,
como haba sealado ya Signorini (1979:129), se conforma a semejanza del cuerpo
humano, que debe su forma y consistencia a la arquitectura del esqueleto. Formado
deSignis 16 | 137
Sal Milln
dre rayo. Si en el plano social las autoridades adquieren con estas acciones la condicin
de hombres que tienen el cuerpo grande y pasan a formar parte de un selecto grupo
de principales, en el plano cosmolgico aparecen como los hombres de cuerponube
que habitaban antiguamente el poblado, cuando no se haba originado an la ruptura
esencial y cuando la nocin de ombas representaba un sentido integrado. Mediante las
ofrendas que dirigen a Cerro Bernal, los alcaldes ingresan en efecto a la condicin de
montang ombas y sern, en consecuencia, percibidos como aquellos hombres que han
logrado integrar los dos polos de sentido que supone la palabra ombas.
En el amplio abanico de las representaciones locales, la trayectoria por la jerarqua comunitaria es la forma privilegiada de este proceso. Su insercin en la trama
ritual no es por lo tanto un movimiento aislado que exprese los vnculos tradicionales entre una jerarqua civil y otra religiosa, concebidas a menudo como una forma
de organizacin social que tuvo su origen durante el periodo colonial. La actividad
ceremonial resulta en este caso inevitable para un modelo social que intenta equipararse con el modelo cosmolgico, creando entre ambos una matriz de inteligibilidad que de otra manera volvera incongruente el primero e ilusorio el segundo. A
nuestro juicio, y tal como hemos tratado de mostrarlo en la tesis que presentamos,
esa matriz no consiste solamente en promover la equivalencia entre las categoras
del modelo social con las del modelo cosmolgico, sino en articular el sentido que
se desprende de uno con las significaciones que se derivan del otro. La convergencia
no se produce en este caso como un puente entre el acto y su representacin, sino
ms bien como una equivalencia de sentidos que se van generando en los desplazamientos semnticos de las palabras y las categoras, donde ambos modelos sirven
como marcos de referencia para los procesos uniformados de creer, sentir y comportarse en el interior de una comunidad que confiere a la jerarqua un valor simblico
y normativo. Simblico porque es a travs del sentido otorgado a la jerarqua que el
orden social encuentra su rplica en el orden cosmolgico, y normativo porque esa
rplica asegura que los principios jerrquicos tienen un carcter axiomtico, vienen
de los dioses y son, por lo tanto, universalmente vlidos.
Si bien las correspondencias que el pensamiento indgena formula entre distintos
planos de su vida social no siempre responden a una visin del mundo en el sentido
literal del trmino, revelan en cambio la preocupacin de una cultura por establecer relaciones entre esferas que de otra forma seran incompatibles entre s. Estas relaciones, a
menudo inconscientes, encuentran un mbito privilegiado para manifestarse en aquellas nociones o categoras que se emplean para expresar contrastes y similitudes entre la
estructura social y la organizacin del cosmos, estableciendo entre unas y otras principios de equivalencia. De esta forma, las categoras que se desprenden de uno de estos
dominios aparecen como rplicas en el otro, pero slo en la medida en que estas rplicas
se presentan como una matriz de inteligibilidad, para emplear el trmino que LviStrauss ha consignado cuando intenta ilustrar la forma en que un sistema mtico y las
representaciones a las que da lugar sirven para establecer relaciones de homologa entre
las condiciones naturales y las condiciones sociales (Lvi-Strauss 1964:139).
deSignis 16 | 139
Sal Milln
En un sentido similar, Evon Vogt ha propuesto llamar rplica a ese principio organizativo, comn a los pueblos indgenas de Mesoamrica, que se manifiesta como la
relacin entre la conducta ritual y los conceptos expresados en diversos dominios de la
cultura. Los vnculos ms comunes de esta relacin seran los que se establecen entre un
lugar mtico y su realizacin en lugares terrenales, entre un poblado y la montaa sagrada, entre un ser humano y su alter ego animal, o bien entre la configuracin del cosmos y
la de un poblado o una casa (Lpez Austin 1996). De manera sistemtica, como advierte Vogt, ciertas conductas rituales encuentran su rplica en varios niveles estructurales
de la sociedad, de tal manera que las categoras formuladas en la lengua verncula sirven
como medios de expresin de algunos contrastes y oposiciones fundamentales en la vida
comunitaria. Dado que estos contrastes y oposiciones se presentan como un modelo
para la conducta ritual, los conceptos que los expresan imprimen las reglas de conducta
adecuada para cada nivel organizativo de la sociedad (Vogt 1966:129), promoviendo
que las normas que rigen un dominio sean axiomticas para los dems.
Entre los huaves, estas correspondencias impiden que las jerarquas, el parentesco,
la mitologa o el ritual puedan concebirse como dominios independientes o como
mbitos exclusivos de estudio. El etngrafo que inicia el examen de las categoras contenidas en uno de estos niveles terminar enfrentndose con la evidencia de que es
imposible comprenderlas sin recurrir a las categoras que se desprenden de las dems.
La dificultad de aislar un dominio autnomo radica, precisamente, en que el campo
de las representaciones se presenta entre los huaves como una extensa red de correspondencias. La imagen de la red no slo resulta adecuada para indicar la dependencia
que cada hilo mantiene con otro hilo, sino tambin para ilustrar la forma en que estas
relaciones se bifurcan a lo largo de un mapa social que si bien existe principalmente
en las representaciones de los actores, se expresa a su vez en numerosas prcticas que
los huaves siguen considerando como partes sustanciales de su costumbre.
Referencias bibliogrficas
Aguirre, G. (1953) Formas de gobierno indgena. Mxico: Imprenta Universitaria.
Cancian, F. (1965) Economa y prestigio en una comunidad maya: el sistema religioso de
cargos en Zinacantn. Mxico: Instituto Nacional Indigenista.
Cardona, G. (1979) Categoras cognoscitivas y categoras lingsticas en huave en Los
huaves de San Mateo del Mar de I. Signorini (ed.). Mxico: Instituto Nacional Indigenista.
Cuturi, F. (1981) Osservazioni sulle concezioni anatomiche e fisiologiche dei huave di
San Mateo del Mar en LUomo, Vol. V, No. 1. Roma.
Lvi-Strauss, C. (1964) El pensamiento salvaje. Mxico: FCE.
Lpez Austin, A. (1996) Los mitos del Tlacuache, Mxico: UNAM.
Nash, M. (1958) Political Relations in Guatemala en Social and Economic Studies, Vol. 7,
65-75. Kingston.
Vogt, E. (1966) Los zinacantecos: un pueblo tzotzil de los Altos de Chiapas. Mxico: Instituto
Nacional Indigenista.
140 | deSignis 16
A lgunas
El psicoanlisis nace directamente de la crtica a los modelos mdicos decimonnicos, que apostaban por una perspectiva ingenua o parcial en la que la biologa, la
qumica y la fsica gobernaban todas las funciones somticas. De tal suerte que cuando se encontraba algn tipo de perturbacin o enfermedad de la que no poda dar
cuenta la medicina, los cientficos de la poca miraban al paciente como un timador,
un simulador, alguien que simplemente estaba manipulando. Jean-Martin Charcot,
psiquiatra francs, hizo un importante hallazgo al demostrar que fenmenos acaecidos y vividos como traumticos podan ser responsables de un gran nmero de enfermedades, con lo que algo de una naturaleza no biolgica poda intervenir de manera
significativa en lo somtico. Como quiera que sea, demostr que existan casos de
histeria masculina, trastocando las concepciones psiquitricas de su tiempo, alejndose con estas teoras del tipo de explicaciones maniqueas sustentadas en un determinismo orgnico unvoco, y como efecto de sus observaciones clnicas incluy como
etiologa de algunas clases de sntomas un influjo perturbador de lo mental sobre lo
cerebral. Las aproximaciones que realizaba el psicoanlisis para abordar el cuerpo tuvieron que ser creativas y crticas, abandonando y cuestionando las cmodas certezas
de ese momento, tanto ms porque muchas de las consideraciones mdicas gozaban
de un amplio consenso, en cuanto eran prejuicios socialmente convenientes. Freud,
al preguntarse sobre la naturaleza de los traumas, comprendi rpidamente que stos
no eran fenmenos universales que pudiesen ser vividos de la misma manera por cada
deSignis 16 | 141
142 | deSignis 16
cosas de una violentsima neuralgia facial que emerga de repente dos o tres veces al
ao, le duraba de cinco a diez das, desafiaba cualquier terapia y despus cesaba como
si la hubieran amputado (Freud [1893] 1982:II-189). La parlisis en la cara de una
enferma que trataba Freud, slo despus de un largo trabajo analtico, pudo dar cuenta de que se trataba de una conversin histrica: Cuando intent convocar la escena
traumtica, la enferma se vio trasladada a una poca de gran susceptibilidad anmica
hacia su marido; cont sobre una pltica que tuvo con l, sobre una observacin que
l le hizo y que ella concibi como una grave afrenta; luego se tom de pronto la mejilla, grit de dolor y dijo: Para m eso fue como una bofetada. Pero con ello tocaron
a su fin el dolor y el ataque. (Freud [1893] 1982:II-190-191). Esa fue la clave de que
esa frase se anidara en el cuerpo, nicamente despus de descubrirla pierde el poder
que tena desde su operacin clandestina.
Elisabeth von R., de 24 aos, era una joven dama que desde haca ms de dos
aos padeca dolores en las piernas y caminaba mal (Freud [1893] 1982: II-151). En
el trabajo clnico relat varios eventos descubiertos posteriormente que se encontraban relacionados con sus dolores en las piernas sin que ella fuera consciente de ello,
los primeros recuerdos eran del cuidado que realizaba a su padre enfermo, y cmo en
algunas de las curaciones colocaba el pie de su padre sobre la parte interna del muslo,
exactamente en el rea en que hoy se encontraba la dolencia. En una ocasin en que
la msica de una fiesta en el pueblo llegaba hasta la casa, el propio padre le pidi que
saliera y se divirtiera. Sin embargo, al regresar se encuentra con la noticia de que el
padre enferm fuertemente mientras ella se diverta. El reproche fue muy grande, al
que se agreg el asunto de que se encontraba enamorada del marido de su hermana,
la cual muere y ella queda postrada sin poder moverse. En el anlisis con Freud, descubre que su parlisis y dificultad para caminar obedeca a una frase que se deca: no
puedo dar un paso en direccin a mi cuado, mientras que las reas en las que haba
descansado el pie del padre quedaron marcadas con el dolor, por la recriminacin que
se haca de haber salido a divertirse. nicamente hablando de aquello que pudiese ser
considerado trivial o nimio sin un registro de su significacin por la memoria pudo
descubrir los mecanismos inconscientes que haba desplazado desde la conciencia por
parecerle perturbadores y que no hallaron un camino de salida ms que en el cuerpo,
entendido como continuidad con el espacio psquico de lo dicho y lo silenciado, permaneciendo como una parte de lo inconsciente.
Evidentemente, los casos clnicos resumidos se esquematizan, con lo que pierden
la fuerza argumentativa que tienen en su versin original. Sin embargo, queda claro
el continente donde el cuerpo participa continuamente en las representaciones y smbolos de nuestra subjetividad, pues en el plano de su materialidad simblica existe un
continuo entre psique y cuerpo. En otras palabras, la eficacia simblica lograda con
procedimientos rituales, por ejemplo para disminuir la ansiedad y el dolor en el parto,
muestra para Lvi-Strauss las caractersticas de estas ligas entre la cultura, lo psquico
deSignis 16 | 143
mero acto de supervivencia animal, tomando aquello que como diferencia cualifica
a lo humano, lo que se desagrega de lo instintivo y aparece como pulsional y como
simblico, es decir, que se sustrae como proceso de desnaturalizacin del cachorro,
transformndolo en una creacin, una criatura, para quien el plano de lo natural y lo
espontneo se pierde, perteneciendo ahora su majestad el beb al reino de la cultura.
Sin embargo, para que este proceso se realice es necesario incluir al cuerpo como la
parte sensible del aparato psquico, la que se encuentra vinculando, por un lado, a la
percepcin y por la otra, a la motilidad; pero se trata de un cuerpo y de un psiquismo
que se estn constituyendo, an no hay una imagen del cuerpo, no ex/iste no in/siste
el yo, la identidad an no aparece.
Decimos que la arquitectura del psiquismo adviene antes que el cuerpo, por lo
que en estricto sentido el sujeto se constituye sin cuerpo, y ser en el estadio del espejo en el cual advendr el yo moi, que adems resulta esencial para comprender
el registro de lo Imaginario en Lacan. Se propone como un tiempo mtico en el que
el narcisismo que surge hace que el sujeto se abisme y ahogue en su propia imagen,
y por su condicin estructurante es llamada la imago del cuerpo propio. En este
sentido, entendemos que antes de tener esta imagen que integra al sujeto: el pecho de
la madre, la mano de la madre, la suya, en realidad no son ni propias ni de la madre,
no hay un yo que permita que se juegue la identidad y la pertenencia, esto es mo,
esto otro es tuyo, etc. No hay an ni el orden de la mismidad ni de la otredad; es decir, al no existir el yo no puede haber algo que le sea propio, ser posteriormente
un tiempo lgico y no cronolgico, con el estadio del espejo como mecanismo
creador del yo, que la imagen del nio, que insisto no podr identificar como
propia de manera inmediata, sino que primero identificar en el espacio del espejo a
un otro, no tendr conciencia de que se trata de s mismo y, por lo tanto, de su propia imagen. Fenmeno que ha sido documentado con chimpancs, para quienes la
primera presencia de su imagen reflejada en el espejo es la de otro simio amenazante;
el chimpanc tardar algn tiempo en descubrir que se trata de s mismo, entonces
pierde todo el inters y se marcha. Lo opuesto le sucede al sujeto cuando descubre
que ese que se encuentra frente a l es su imagen, se sonre, sonrisa que Lacan llama
anticipatoria, porque es ya un rasgo, una marca que le permite al sujeto habitar ese
cuerpo, ser ese otro que es l mismo. As, una vez con la imagen de unidad del cuerpo, ser slo entonces cuando aparecer, a posteriori, la fragmentacin del cuerpo
como algo que antecedi a esta unidad, amenazando desde su desorganizacin esta
unidad del cuerpo entendida como parmetro de todo, como ilusin de coherencia, de consistencia y de orden, orientando las trazas en que se construye la realidad,
concebida como procesos de catexis, denominados as por Freud constitucin simblica dotada de afectos de la realidad Imaginaria. En cuanto se habita el cuerpo ha
de tomarse como modelo, y a partir de los mecanismos proyectivos se dirige sobre el
mundo y las leyes que lo gobiernan. La cultura y la realidad creadas son, para decirlo
146 | deSignis 16
estructuralmente, por el contrario, una se relaciona con la otra. En otro plano de anlisis, es necesario dirigir nuestra atencin a que el cuerpo es constituido, a partir de
un corte mtico, de una separacin de un cuerpo originario y arcaico, operacin que
se llama en trminos psicoanalticos castracin, que es la que posibilita ser un eso
(D), que desde la subjetividad de la madre la completa, un falo imaginario para ella
(j). nicamente con esta condicin comprendida como necesaria y fundante, en la
que el hijo deja de ser el falo (Imaginario de la madre), que es adems el significante
representante de la diferencia sexual en el plano de lo Simblico, a partir del cual el
sujeto puede acceder y vincularse al lenguaje, habitarlo y dejarse morar por l. Que
permite entender al cuerpo a partir del ternario lacaniano: lo Imaginario, lo Simblico y lo Real (en el que lo Real es entendido como heterologa, es decir, como resultado y no como causa de la accin de lo Simblico y lo Imaginario).
Sin embargo, en esta operacin subjetiva frente a la castracin, la manera de posicionarse frente al significante de la falta, de la prdida, de la castracin ( j), es que
el sometimiento se traslada al orden del lenguaje con referencia al falo simblico (F),
del que nicamente se puede escapar en algunos instantes, como arrebato, pero no
es una posibilidad para todos, nicamente para algunos, por ejemplo en la creacin
artstica, que escapa explcitamente a sus referencias, a los lazos y consensos sociales
sostenidos a partir del falo simblico.
Finalmente comprendemos que el cuerpo puede extenderse a los objetos fetiches
o fbicos, a partir de los cuales se hace jugar en ellos el peso de la subjetividad para
mantener un cierto grado de integracin frente a la falta como condicin angustiante
y constitutiva, de la que la estructura perversa es efecto porque la reniega, la psictica
porque la forcluye y la neurtica porque la reprime. Lo que propondra stricto sensu tres maneras universales de posicionarse del cuerpo determinadas por las tres estructuras psquicas: no es el mismo cuerpo el del psictico, el del neurtico ni el del
perverso; son cuerpos distintos, en cada caso la metfora y la metonimia circulan de
diferente manera.
Slo resta recordar que el presente trabajo es un recorrido incompleto, en el que
se quiso mostrar la manera en que la piel no es el lmite exterior del cuerpo, ya que
se extiende en toda la comarca en que reina nuestro psiquismo. El cuerpo no puede
ser otro que el comprendido desde el ternario Real, Simblico, Imaginario. Es a travs del cual habla el malestar, nos dice lo que hemos querido callar, el cuerpo es un
testigo que no permite olvidar. Se trata de un cuerpo atravesado por la ley, sujetado
a una cadena significante, un cuerpo deseante, inscrito por el deseo del Otro, por su
mirada. El sujeto surge como consecuencia de la renuncia a ser una prtesis del cuerpo Simblico del Otro, el de la madre, a ser un falo para ella, a jugar el papel de ser
eso que le falta a ella, eso que obtura la representacin de la falta. La falta que estructura al hijo y no por ello es menos amenazante, por lo que busca un objeto para no
enfrentarla, ya sea para que la angustia devenga en fobia en un objeto Imaginario, o
deSignis 16 | 149
150 | deSignis 16
C orporeidad :
de la semitica sgnica
a la semitica textual
su atencin en el estudio del cuerpo como medida perceptiva por excelencia y como
base para los procesos de textualizacin permite, en primera instancia, ubicar los alcances y las limitaciones de los enfoques que se han sucedido en las diversas escuelas
semiticas a lo largo de las ltimas dcadas. Paralelamente, ser posible distinguir las
caractersticas que asume una semitica del cuerpo en su papel en el interior de la semitica general y en las semiticas especficas en las cuales participa.
Las dos tendencias disciplinarias fundamentales existentes, la de origen generativo
y la de derivacin fenomenolgica, muestran el cuerpo en un rol protagnico en las
reflexiones sobre el signo, ya sea desde la capacidad de generar interpretantes emotivos y energticos de acuerdo con Charles S. Peirce del A Survey of Pragmaticism
de 1904, es decir, a la relacin que se encuentra en la base de una cadena de uniones lgicas que determinan la lectura de la realidad por medio de conexiones sgnicas
tomando a un alguien que realiza las relaciones necesarias para que algo pueda estar
en lugar de otra cosa. Por otro lado, la semitica textual ha identificado en el nivel
sintagmtico la presencia de modalidades estticas, estsicas y patmicas como principios organizadores del significado y sobre los cuales se cimientan las modalidades trascendentales de la altica, la epistmica y la tica, como subraya la semitica del texto
con base en la teora de Greimas (1979) y en las observaciones de Dolozel.
Un recorrido general por la evolucin diacrnica de los modelos cognitivo y postestructural nos permite relevar, por un lado, la conformacin de los objetos de estudio, la eleccin del mtodo ms adecuado y la respectiva construccin del texto, las
principales teoras de base y su confrontacin con el texto para determinar su pertinencia y, en su caso, la consiguiente reflexin filosfica que debe resultar de los estudios aplicativos. Por el otro, es necesario comprender la corporeidad como una cualidad sgnica que entra en relacin con otras cualidades para construir relaciones que
generan cadenas de interpretantes capaces de unir los signos como componentes de
partida en la semiosis social.
Un primer paso para la comprensin de la corporeidad nos lleva a la necesidad de
revisar como inicio, las acepciones que se desprenden del concepto y los matices semnticos que adquiere en el uso coloquial en nuestro idioma. En tanto que concepto
perteneciente al lenguaje comn, posee una serie de significados de base que permitirn su insercin especializada en el discurso cientfico en el interior de la semitica, de
la filosofa y de la antropologa. Una definicin de partida se encuentra en el Diccionario de la Lengua Espaola que define corporeidad como la caracterstica de lo que
tiene cuerpo o consistencia, y observa adems como ejemplo que los espritus no
tienen corporeidad. Mientras que el mismo concepto es definido ms vagamente por
el Diccionario de la Real Academia Espaola como la cualidad de corpreo. En ambos casos, el uso coloquial del concepto se refiere a dos vertientes que en suma dan el
sentido que se otorga al concepto; por un lado, se refiere a una condicin presente en
los cuerpos que permite su identificacin como parte del proceso de percepcin. Se
152 | deSignis 16
trata entonces de la materializacin como causa del efecto que deriva de la capacidad
de ser percibida gracias a los sentidos y a los esquemas de la percepcin que preceden
la facultad de emitir juicios. El proceso descrito perfila en su totalidad la construccin
de los tipos cognitivos (Eco 1997), que a pesar de su carcter individual poseen una
serie de instrucciones necesarias, capaces de ser confrontadas en el interior de una comunidad y que garantizan la circulacin del significado.
Antes de continuar, es importante fijar entonces que el objetivo principal de este
trabajo no consiste en ofrecer un state of art exhaustivo, sino que trata de una recuperacin de las aproximaciones semiticas al cuerpo en los niveles de accin de la semitica:
el filosfico, el terico, el metodolgico y el de la construccin de las lenguas objeto. La
primera necesidad evidente radica en identificar las preguntas de investigacin que han
motivado los estudios puestos en marcha en las dcadas ms recientes. Ser un resultado
inseparable y de manera colateral, vendr la descripcin de las estrategias de uso de los
sistemas semiticos empleadas para construir significado que revelan las posturas ante
las formas de ver el mundo a partir del uso y concepcin del cuerpo. La eleccin busca
exhibir aquellos trabajos de mayor creatividad o con un grado de permanencia e impacto en la comunidad acadmica en la cual se han presentado.
2. El cuerpo como expresin y como contenido
La semiologa estructuralista, en su fase translingstica, vislumbra ya la inclusin
del problema de la emocin y la pasin como partes integrantes de la textualidad. En
ella es posible constatar de qu manera se inserta la preocupacin por los procesos que
generan textos como la suma de una sintaxis pasional, lo que ha llevado posteriormente a denominarla la semitica de las pasiones. Hablar de pasiones trae consigo
una tarea que viene a cumplir esta semiologa-semitica y que consiste en avanzar
en la comprensin de cmo se produce la eficacia simblica en los universos discursivos (Bernrdez Rodal 2010). La idea original entre la separacin de afecto y signo
se atribuye a Roland Barthes, que se puede observar en distintos de sus escritos. Por
ejemplo, en Roland Barthes por Roland Barthes encontramos con respecto a la descripcin del propio cuerpo que escribe:
En otras palabras, mi cuerpo no es hroe. El carcter ligero, difuso, del malestar o del placer (la jaqueca, ella tambin, acaricia algunos de mis das) se opone a que el cuerpo se constituya en lugar ajeno, alucinado, sede de transgresiones agudas, la jaqueca (as denomino,
con bastante inexactitud, al simple dolor de cabeza) y el placer sensual, no son ms que cenestesias, que se encargan de individuar mi propio cuerpo, sin que ste pueda sacar gloria
de algn peligro: mi cuerpo es ligeramente teatral para s mismo. (Barthes 1975:67)
deSignis 16 | 153
154 | deSignis 16
sistemas semiticos a travs de los cuales comunicamos. Los modos de empleo varan,
ya que toman el cuerpo como punto de referencia, lo que permite, entre otras cosas,
categorizar sobre el espacio, la relacin entre el sujeto humano y los objetos externos a
l, por citar algunos de los usos ms frecuentes. El lenguaje se sirve del cuerpo de distintas maneras, como en el caso del sistema de los objetos, que lo toma como punto
de partida para la construccin de funciones que derivan de usos ms o menos explcitos. El restyling en el diseo industrial, vivido en la ltima dcada del siglo pasado,
mostr, en el diseo de autor en objetos de marca, una corporeidad aparentemente
inspirada en una etologa de los cachorros de los mamferos que despierta respuestas
estsicas y patmicas a partir de la redondez de las formas, la suavidad de los colores
y la textura de los materiales. Por otro lado, la antropomorfizacin se observa desde
siempre, como presencia inspiradora en la literatura, en el teatro, en la construccin
de personajes animales que despus se trasladan a las series de televisin casi desde
su aparicin como medio masivo (dcada del 50 y 60 del siglo pasado). Su materializacin va desde la atribucin de un razonamiento humano al animal protagonista; Rin-tin-tn (1954-1959), Lassie (1954-1974), Flipper (1964-1967), Skippy the
Bush Kangaroo (1966-1968), hasta la humanizacin que otorga al animal el poder
del habla como el caballo con voz, Mr. Ed (1961-1966), o el movimiento corporal
humanoide de Zoboomafoo (1996-2000), un lmur que despus de comer fruta reacciona como ser humano. A continuacin observamos tres casos donde el cuerpo
inspira metodologas que lo describen como elemento caracterizador: el lenguaje, el
rostro y la memoria.
3.1 Cuerpo y lengua natural
El primer caso para ejemplificar se refiere a la relacin entre cuerpo y lenguaje. Tomamos como muestra inicial los trabajos de la semiloga cognitivista italiana Patrizia
Violi, quien ha centrado su atencin sobre la presencia del cuerpo en el lenguaje relevando dos importantes fenmenos que por su caracterizacin son exportables a otros
sistemas semiticos. El primero se refiere al cuerpo como medida a travs de la cual
ubicamos la presencia del ser humano en el espacio. El cuerpo sirve como referencia
para implementar sistemas de medidas; pulgada, brazada, pie, o bien como sistema
en relacin con el interior del juego metafrico; el cuello de la botella, las patas de la
mesa, el diente de ajo, el ojo de agua. En todos estos casos se trata del modelo corporal que ha sido definido desde el siglo XIX como esquema corporal y se concibe
no como una:
pura sensacin, ni tampoco como imagen mental o representacin: su estatuto es, por
decirlo de algn modo, intermedio entre dos niveles; la imagen del cuerpo no es simplemente percepcin, si bien nos llegue a travs de los sentidos, pero comporta esquemas
y representaciones mentales, an no siendo simplemente una representacin (Schilder
1935, citado por Violi 1991:70) [Nota: traduccin del autor]
deSignis 16 | 155
Tenemos entonces la existencia de dichos esquemas corporales, que estn presentes en la lengua natural pero que pueden ser identificados en otros sistemas
semiticos. Por ejemplo, su extensin a la ergonoma ha permitido plantear posiciones crticas con respecto al diseo de los objetos. Sin embargo, el esquema corpreo ha sido criticado en cuanto a su eficacia metodolgica. A pesar de todo y no
obstante el carcter vago del concepto, su constitucin como modelo del mundo
es ms cercano a la reflexin de los valores que acomunan al gnero humano, y que
subsisten como un carcter secundario en el cuerpo y como punto de referencia que
genera acciones.
Otro aspecto seguido en el anlisis y tomando el esquema corporal como punto
de referencia se centra en la relacin que existe entre el sentido y el valor en la teora
del significado de los valores, los cuales se encuentran ligados a la dimensin tmicopatmica en conexin directa con el esquema corporal y cmo estos aspectos emergen
de manera semntica (Violi 1991:136). Este modelo privilegia en el cuerpo una lectura que no resulta central para el anlisis, pues se trata del cuerpo como generador de
semiosis que permite, entre otras cosas, el acceso a la comprensin del espacio como
significante social, tal y como se erige en el lenguaje.
3.2 El rostro como lenguaje corpreo
Como hemos mencionado anteriormente, existen distintos modos de abordar el
cuerpo desde una perspectiva metodolgica. Un segundo caso tomado como ilustracin se refiere al estudio del rostro, fenmeno que ha ocupado a un sinnmero de estudiosos de la semitica para servir a distintos campos disciplinarios como son el arte,
la publicidad, la poltica, la caricatura. Existen definiciones que resultan coincidentes
entre s, pero retomamos la que entiende a la fisionmica como una disciplina que se
ocupa de la imagen expresiva del hombre en relacin con la representacin esttica de
tal imagen. Su tarea consiste en estudiar no slo los cuerpos, los rostros, los gestos, los
movimientos y las actitudes reales, sino tambin su representacin artstica (Gurisatti
1993:118). La imagen escnica del hombre parte de una individualidad de la expresin pero est condicionada por formas de representacin que separan el interior y el
exterior privilegiando el lado exterior de la expresin.
De acuerdo con el estudio del rostro, es posible individuar a los agentes faciales,
los cuales permiten identificar el sistema estructurado de las pasiones con las cuales se
comunica. Los agentes faciales se transforman en un plano de la expresin que vehicula el significado pasional del rostro. En esa medida, podemos pensar en la existencia
de una semitica del rostro. Uno de los campos donde mejor opera dicha semitica
se evidencia a propsito del maquillaje (Magli 2001).
El rostro con maquillaje se convierte en un artificio que cambia y opera a partir de
las lgicas que rigen el significado. Precisamente, acta como una mscara que llega
a cubrir, o bien el opuesto, que aparece en el rostro femenino con la intencin mani156 | deSignis 16
fiesta de no estar presente, a pesar de lo contrario, tal y como sucede con el maquillaje
que se populariza en dcada de los aos 90 del siglo pasado. Por otro lado tenemos la
mscara que cubre, en un intento por negar el continuum de pasiones que el rostro es
capaz de emitir en continuacin. Es artificialmente sujeto a una nica pasin, como
sucede en la gramtica del maquillaje de los payasos.
Una observacin interesante con respecto a la mscara se encuentra en Louis Marin quien mira su valor en tanto que la mscara acta como el operador o los operadores del desplazamiento de la identidad y la alteridad misma y del otro, en los
sistemas o los grupos de sus transformaciones modales (Marin 1993:3) [Nota: traduccin del autor]. Podemos servirnos de un ejemplo ilustrativo que tomamos de la figura
de los superhombres presentes en los cmics, en los dibujos animados, en las series
televisivas y en las series cinematogrficas. El caso de un superhroe especfico puede reducir el valor de la mscara a un mero acuerdo social donde la verdad se oculta
con la mentira. El grado de complicidad con el espectador ser el resultado de dicho
acuerdo y de este modo ser posible contemplar dos posibilidades de mscaras contrapuestas: a travs de un proceso sinecdtico, donde la parte est por el todo, como
sucede con el par de anteojos de Clark Kent, alias Superman; o bien, con una mscara
de ocultamiento total, como sucede con Bruce Wayne de Batman o El sorprendente
Hombre Araa.
El modelo de mscara opera entonces a partir de un proceso sinecdtico ulterior
que reduce el rostro a un enunciado dentro del proceso de enunciacin que concentra la mayor informacin relevante para el ser del protagonista que ocultando
su verdadero rostro es capaz de hacer su hacer con respecto al bien. El anlisis a
partir de concebir el rostro como objeto de estudio en estas circunstancias nos lleva a comprender el cuerpo como vehculo de la identidad, ya sea explcita o bien
oculta. No obstante, el rostro posee la capacidad de sntesis en cuanto al significado
global del cuerpo, lo cual lo vuelve instrumento privilegiado para la investigacin
sobre la corporeidad.
3.3 Cuerpo, vestido y moda
Pasamos a otro espacio de vital importancia para el estudio del cuerpo donde la relacin cuerpo-vestido se vuelve indisociable y es la que se encuentra en el mecanismo
de la moda. Patrizia Calefato identifica las relaciones que otros modelos ya vistos han
descrito. Sin embargo, observa una tipologa del cuerpo en exhibicin. La nocin de
cuerpo sustituible, despersonalizado en la pasarela, adquiere significado solo en relacin con el vestido. El concepto de cuerpo como forma pura, ya sea animada o inanimada, permite bosquejar la amplitud del significado maniqu, en tanto que percha de
un vestido despersonalizado. Se trata de un cuerpo en exhibicin; en la pasarela y en
el aparador. La tarea del cuerpo es significar no a s mismo, sino al vestido; no debe
tener edad, no debe tener cualidad (Calefato 1986:17).
deSignis 16 | 157
Se mira nuevamente al cuerpo en tanto que proceso al cual se adhiere el significado y cuya accin se activa solo al momento de la enunciacin. Al revestirse con la coleccin de temporada, y al poco importar de su disposicin, se nos permite comprender el fenmeno de la moda en el vestido, donde el cuerpo nuevamente representa el
plano de la expresin material del texto.
3.4 Cuerpo y memoria
El uso del cuerpo al ser presentado y representado en los medios de comunicacin
conlleva valores de composicin y valores trascendentales que permanecen como huella, incluso ideolgica en palabras de Barthes, que pueden ser recuperados en un proceso analtico a partir del cual organizar dichos valores como base para la comprensin de la memoria de los medios. Sergio Moyinedo emprende dicha tarea asumiendo la existencia de una corporalidad como forma jerarquizada a la cual se asigna una
funcin de figuracin del cuerpo. Existen dos perspectivas: el cuerpo que se da a la
mirada en las imgenes y el cuerpo legible que nos ofrecen las palabras que lo aluden
(Moyinedo 2003:183). Se trata de diferenciar el objeto representado del sujeto de la
representacin, en donde el cuerpo atraviesa los dispositivos determinaciones tcnicas y semiticas que conforman el mundo y su imagen tal y como se representa.
La tarea del anlisis consiste entonces en reconocer el comportamiento de los dos
niveles propuestos que manifiesta la corporalidad y establecer los valores del aqu
y el ahora del momento de la representacin, que se encuentran en sintona con
los valores de la poca y fechan las condiciones originales de interpretacin permitiendo establecer las caractersticas que constituyen el primer paso de la memoria
recuperada. Nos acercamos de este modo a una historia de los dispositivos de representacin mediante la identificacin de la concepcin de corporeidad representada.
De acuerdo con Moyinedo: El cuerpo acontece en el texto y slo compulsando ste
podemos restaurar aqul. Ms adelante, este factor ser determinante para poder establecer una historia de la fealdad y la belleza donde el cuerpo se trasformar en un
objeto de estudio.
Este modelo observa el cuerpo en su condicin de texto resultante en cuanto
producto de un sistema sgnico en grado de incluir significado a distintos niveles. El
cuerpo y su relacin con otros sistemas ser una condicin intersubjetiva por medio
de la cual la semiosis social confiere la posibilidad de depositar memoria en el uso del
cuerpo que hacen las imgenes de l.
4. Sema y soma: el cuerpo y el texto
Existe un antecedente a la dicotoma entre sema y soma y remite al mundo
clsico, donde parece ser que Ptolomeo Filadelfo manda transportar el cuerpo de Ale-
158 | deSignis 16
jandro Magno, quien haba sido enterrado en la ciudad de Menfis, para conducirlo en
un sarcfago de plomo hasta la ciudad de Alejandra. El nombre con el cual se conoce
la tumba es sema o soma. Dicho significado llega a la semitica como sema,
que equivaldra al concepto de muerte, y el del cuerpo que la lleva consigo actuara
como soma. Se trata de una relacin indirecta con la herencia de corte saussureano,
ya que suelen identificarse ambos conceptos con los planos del contenido y la expresin que permiten el estudio sistemtico de las pasiones para las cuales el cuerpo es
el vehculo.
Paolo Fabbri (1998), al hablar de corporeidad, destaca precisamente la estrecha relacin que sta sostiene con el lenguaje. Se trata del binomio corporeidad-pasin que
puede observarse en el proceso de la textualidad. En el ao 2000 asiste al International Semiotics Summer Institute en la Universidad de Urbino en Italia, que alberga un
Stage di Semiotica, con dos seminarios que se centran en las principales problemticas
identificadas hasta entonces y relacionadas con el estudio del cuerpo. El primero, titulado El cuerpo y sus puestas en escena, corri a cargo Jenaro Talens de la Universidad
Complutense de Madrid y de Per A. Brandt de la Universidad de Aarhus. El segundo,
con ttulo Sma et Soma. Donner corps lefficacit symbolique, coordinado por Paolo
Fabbri, Filippo Casadei, Giacomo Festi de la Universidad de Bolonia en Italia.
A continuacin, en 2004, aparece publicado el libro de Jacques Fontanille titulado
Soma et Sema. Figures du corps, que significa un parte aguas en el estudio del cuerpo
como materia significante. Se trata de un trabajo minucioso para dilucidar el problema del cuerpoen el interior de las ciencias humanas. El objetivo principal consiste en
formular una tipologa de las figuras del cuerpo existentes en lenguajes distintos que
incluyen en el corpus de anlisis textos de variada procedencia; casos psicoanalticos,
pelculas e imgenes de Von Trier, Godard, Claudel, Marcel Duchamp. La bsqueda
privilegia los mecanismos del sentido que se construyen a partir del cuerpo. Las posibilidades de su estudio se mueven definitivamente hacia el proceso de textualidad, en
tanto que objeto capaz de generar sentido, y convergen en la necesidad de llegar a un
modelo operativo de anlisis. La pregunta poco vara con respecto a la propuesta inicial, presente en el origen de la preocupacin barthiana acerca del vnculo del cuerpo
como antecedente a la pasin manifiesta.
Sin embargo, la corporeidad como base de un instrumento metodolgico no hace
ms que responder a la narratividad que queda de manifiesto en distintas expresiones
de la cultura de masas, y es precisamente la ficcin televisiva que apuesta a formas
aventuradas de vehicular el significado por medio del uso del cuerpo modificado,
afeado, agredido, mutilado, desmembrado, amortajado, en ocasiones penetrado por
la tecnologa digital que reconstruye el proceso de destruccin. En un primer caso
observamos la fealdad transformada en belleza, con una infinidad de variantes culturales. Aunque el cuerpo es la materia de la fealdad, este se convierte en belleza, no sin
antes de haber construido otra belleza a partir de la bondad manifiesta ante la burla y
deSignis 16 | 159
el desprecio que constituyen el hilo conductor de la fbula del Patito Feo. Yo soy Betty
la fea en Colombia, La fea ms bella en Mxico, Yo soy Bea en Espaa, Lotte en Holanda, Enamorada en Berln en Alemania, No hay nadie como Jassi en India, Nacida fea
en Rusia y Ugly Betty en Estados Unidos.
La continuidad del cuerpo despersonalizado en tanto que texto legible slo para
el especialista configura el background necesario para el investigador policaco en las
series contemporneas de televisin norteamericana y de fuerte impacto en Amrica
Latina: Law and Order (1990-2008), la cadena de series de CSI; Vegas (2000), New
York (2004), Miami (2002), Bones (2005), son solo superadas por la serie Nip/Tuck
(2003-2009), que se construye a partir del modelo cannico del texto clsico. El cuerpo no slo es contemplacin sino transformacin, mutacin, y es posible distinguir
un proceso de cambio diferente en cada captulo que identifica a su vez la doble historia que lo conforma, ya que el cambio en el cuerpo afecta el sistema de pasiones en
juego tanto en el relato como en el macrorelato.
5. Belleza y fealdad corprea: a manera de conclusin
El breve recuento realizado en torno a las posibilidades del cuerpo para constituir
una semitica nos muestra la existencia de modelos tericos y metodolgicos que responden a la necesidad de la produccin textual que circula en los medios masivos de
comunicacin y en las conexiones lgicas que actan como procesos sgnicos.
Asistimos a la transformacin de los sistemas semiticos tradicionales o semiticas especficas: el cine traslada su funcin primordial de entretenimiento al arte.
La televisin pierde terreno como medio de comunicacin frente a las posibilidades
interactivas que adems fagocitan sus caractersticas identitarias, la telefona celular
adquiere nuevas posibilidades combinatorias y genera nuevos problemas; en el video,
los juegos de roles ponen en jaque la nocin de emisor y productor del texto, incluso
el proceso cannico de narracin tal y como nos haba acostumbrado la literatura.
La corporeidad se manifiesta entonces como un principio organizador del significado
empleado de manera a veces indicial y a veces icnica o simblica con respecto a las
formas habituales que provienen de los textos tomados como objetos de estudio tradicionales por la disciplina; es decir, a aquellas perspectivas semiticas ms utilizadas
por las academias y los investigadores que siguen la semitica como campo o como
metodologa. En tanto que principio de corte instrumental metodolgico, es capaz de
atestiguar los recorridos analticos que se vislumbran ya desde el momento mismo de
la construccin de objetos de estudio y que van a servir para marcar los linderos de la
pertinencia metodolgica. El cuerpo aparece entonces como representacin y se convierte en objeto de estudio, texto, expresin de imgenes. Lo encontramos as como
instrumento de medida y como punto de partida para la gestacin de textualidad. Es
la base para generar sensaciones, pasiones, cnones estticos, variaciones en las nor-
160 | deSignis 16
mas que operan en los sistemas, y sus cambios con el paso del tiempo. En sus ms
recientes obras, Historia de la belleza (2002) e Historia de la fealdad (2007), Umberto
Eco, extrae al cuerpo una doble tarea en su bsqueda de parmetros para definir lo
que el pensamiento occidental concibe como bello o feo de acuerdo con su produccin artstica. Una vez ms, el cuerpo es espacio de anlisis y punto de medida. Por un
lado se observa su armona, su equilibrio, su proporcin y por el otro, su alteracin,
su modificacin. A travs del cuerpo parecera posible constatar los valores que rigen
el pensamiento occidental; as como el valor positivo en su regularidad, trascendencia
y continuidad y todo cambio o modificacin operado en el cuerpo como valor negativo como transformacin, transgresin. El cuerpo es y ser la medida en la comprensin del mundo que nos rodea sin importar la evolucin en los medios y sus nuevas
tecnologas en continuo cambio. Su tarea parece consistir en brindar el primer paso
en el principio organizador del conocimiento individual de cada ser humano. Las preguntas que la semitica se ha planteado en consecuencia van en estrecha relacin con
la concepcin sgnica y textual que parten del cuerpo en tanto que proceso de lectura
sensorial y patmica en primera instancia, y tica y cogntiva en una fase ulterior, que
daran respuesta a la transformacin de la sentencia senso ergo sum, en una pregunta.
Referencias bibliogrficas
Colombo, l. (1991) Rappresentazione e processi di comprensione nel rapporto fra
percezione e linguaggio en Versus 59-60, mayo-diciembre, 173-196.
Basso, P. y Corrain, L. (1999) Eloquio del senso. Dialoghi semiotici per Paolo Fabbri.
Miln: Costa & Nolan.
Bernrdez Rodal, A. (2010) en http://www.ucm.es/info/per3/profesores/abernardez/
visitada agosto 2010.
Calabrese, O. (1981) La sintassi della vertigine. Sguardi, specchi e ritratti en Versus 29,
mayo-agosto, 3-32.
Calefato, P. (1986) Il corpo e la moda. Documenti di Lavoro 156-157. Urbino: Universidad
de Urbino.
Calefato, P.; Ceriani, G.; Pozzato, M. (1986) La moda: analisi semiotiche en Documenti
di Lavoro 224-225. Urbino: Universidad de Urbino.
Eco, U. (1997) Cinque scritti morali. Miln: Bompiani.
_____ (2002) Storia della belleza. Miln: Bompiani (Trad. esp. Historia de la belleza.
Barcelona: Lumen, 2004).
_____ (2007) Storia della brutezza. Miln: Bompiani (Trad. esp. Historia de la fealdad.
Barcelona: Lumen, 2004).
Eco, U. y Martini, C. M. (1996) In cosa crede chi non crede. Roma: Atlantide (Trad. esp.
En qu creen los que no creen? Bogot: Planeta, 2001).
Fabbri, P. (1998) La svolta semiotica. Bari: Laterza (Trad. esp. El giro semitico. Barcelona:
Gedisa, 2004.
Fontanille, J. (2004) Soma et Sema. Figures du corps. Pars: Maisonneuve et Larose.
deSignis 16 | 161
162 | deSignis 16
II. P untos
de vista
E ntrevista
por
a J aques
G alinier
Carlo Bonfiglioli
Desde 1969 Jacques Galinier ha realizado estudios etnogrficos entre los otomes
de la Sierra Madre Oriental de Mxico, con quienes ha vivido en dos largas estancias
(1969-1972 y 1975-1977) seguidas de visitas regulares. En un primer momento, sus
investigaciones lo llevaron a interesarse en la tcnica; ms tarde, en las estructuras del
hbitat y la organizacin poltica. Sin embargo, el aprendizaje progresivo de la lengua
verncula le permiti llevar a cabo el estudio sistemtico del ritual, en particular en
lo que respecta al isomorfismo entre la imagen del cuerpo y la del cosmos, puesto en
evidencia por la propia exgesis nativa.
A la luz de estos datos, Jacques Galinier se volc progresivamente hacia una bsqueda de las teoras indgenas del aparato psquico, ms an, una bsqueda de su analoga frente a los grandes principios de la metapsicologa freudiana, as como de las
diferencias radicales entre ambos sistemas de pensamiento. Entre sus logros se puede
mencionar el haber llegado a una mejor comprensin de los presupuestos fundamentales de la ontologa nativa otom y, en una perspectiva ms amplia, de una epistemologa indgena mesoamericana.
Actualmente, Jacques Galinier es director de Investigaciones del Centro Nacional
de Investigaciones Cientficas de Francia (CNRS), miembro del Laboratorio de Etnologa y Sociologa comparada e imparte docencia en Paris X Nanterre, la Universidad
Nacional Autnoma de Mxico y la Universidad Complutense de Madrid.
Se citan algunas obras de Jacques Galinier:
deSignis 16 | 165
166 | deSignis 16
O y B: La segunda cuestin es la relacin entre las nociones cuerpo, persona, sujeto, ser. Usted ha planteado la necesidad de redefinir o deshacer la relacin entre estas categoras. Podra decirnos algo al respecto, cmo se inserta en este panorama la
ontologa que usted propone?
JG: Paradjicamente, este retorno epistmico al cuerpo ha generado una gran confusin terminolgica, si nos podemos poner de acuerdo acerca de lo que es un cuerpo fsico,
o social o metafrico, si abordamos la cuestin de la definicin de la persona, la infinidad
de sus variantes en las culturas exticas, las sociedades ex primitivas, es un hecho que no
podemos encontrar correspondencias trmino a trmino de una cultura a otra, y en parte
esto se debe a que ciertos elementos constitutivos de la persona tienen un estatus de extraterritorialidad, es decir, no estn ubicados en el mismo cuerpo fsico.
Ahora bien, cul es la diferencia entre persona, sujeto, individuo o actor si queremos hablar de un sujeto etnogrfico? Por qu no? Porque de inmediato se impone la
referencia al sujeto freudiano, el sujeto del inconsciente, que no tiene nada que ver con
la persona y, menos an, con el sujeto lacaniano, ni siquiera con el cuerpo. Se acepte o
no el dilogo con el psicoanlisis, resulta imperativo hacer estas aclaraciones.
Vayamos un paso ms, alcancemos las brumas metafsicas del ser. Mi opinin es
que no se puede negar a las sociedades ex primitivas la posibilidad de construir una ontologa al mismo nivel que las grandes filosofas de la historia occidental, a pesar de que
el peso de la creacin personal de un escolstico y las representaciones colectivas que recopilamos siguen siendo problemticas, me parece muy fructfero ver cmo, desde hace
dcadas, los estudiosos de los pueblos de las tierras bajas sudamericanas, los amazonistas, han incorporado las ontologas y su propia etnografa.
Lo que me llama la atencin es la bsqueda de una nueva versin fenomenolgica;
por ejemplo, los estudios recientes sobre el Gran Chaco. Cmo podemos hacer eco
de la concepcin de la filosofa analtica, de las ontologas como paquetes de relaciones, cmo esta concepcin parece estar en sintona con los casos mesoamericanos y
del noroeste de Mxico. Esto me parece importante ms all de la lgica estructural
focalizada en la circulacin de los significados a travs de los procesos de transformacin. Dicha perspectiva excluye toda la base emprica de las ontologas que son los
cuerpos, los aparatos psquicos y la materia compacta, que es una comunidad fsica de
agentes. No s trata de generar otro concepto, sino de conciliar la cuestin del sujeto
emprico, de su ontognesis como sujeto social y, por qu no?, de su ser, entre comillas, a travs de una recapitulacin de todos sus componentes mltiples somticos,
psquicos, sociolgicos, etctera.
O y B: Su idea del cuerpo como una suerte de mediador entre el adentro aparato psquico y el afuera organizacin social cuestiona los principios durkheimianos y de otros autores como Mary Douglas de correspondencia entre micro y
macrocosmos. Cmo opera esta mediacin?
deSignis 16 | 167
JG: Esa idea no es tan nueva si nos referimos al modelo de Freud en Psicopatologa de la vida cotidiana, no s si el cuerpo o, mejor dicho, la envoltura corporal,
permite definir correspondencias sistemticas entre la representacin de un mundo
de adentro con sus instancias nombradas, poderes, jerarquas y su proyeccin en el
mundo de los dioses, esa perspectiva completa la idea de Paracelso sobre las correspondencias hombre-cosmos; microcosmos-macrocosmos. Puede ser que cuestione la vulgata durkheimiana, en el sentido de que una articulacin directa entre la
vida psquica y los sistemas de representaciones rebasa las aporas del sociologismo
durkheimiano y permite reintegrar, como lo deca, la psicologa.
O y B: Usted ha planteado que para comprender el cuerpo en una sociedad alterna es necesario comprender la relacin entre el adentro y el afuera. Sera vlido
plantear esta necesidad en la sociedad occidental?
JG: Me parece obvio que las interacciones adentro-afuera son vlidas para cualquier tipo de sociedad, en el espacio y en el tiempo, y permiten articular definitivamente la cuestin de la diversidad cultural y de la universalidad del hombre. Necesariamente, si aceptamos esa hiptesis, debe ser tambin el caso en la sociedad occidental, la gran diferencia entre las concepciones exticas y las de tipo occidental es que
estas, las occidentales, estn mediadas por toda una serie de, no encuentro la palabra
exacta en espaol, bueno, por una serie de relevos y de artefactos culturales que no
encontramos en las sociedades exticas, por eso es ms difcil investigar desde el punto de vista antropolgico. No obstante, los psicoanalistas pueden, gracias a su experiencia clnica, darnos claves de entendimiento, nos pueden ayudar a descifrar esos
cdigos y entender las relaciones entre representaciones idiosincrsicas y colectivas,
que son en realidad las dos caras de una sola moneda.
O y B: Considera usted que, tal como en el caso de los otomes de Mxico, quienes han desarrollado una teora paralela del aparato psquico anloga al psicoanlisis
freudiano, existiran una o varias teoras folk en el seno de las sociedades individualistas occidentales?
JG: Todas esas sociedades tienen su propia teora del aparato psquico, ya sea formalizada a manos de expertos locales o difundida en el saber compartido. Por supuesto, si aceptamos ese concepto abierto de teora contemplando las epistemologas de
esas sociedades no occidentales o a partir de su tradicin histrica propia, por ejemplo
todo el campo de la brujera en Europa, se ajusta en parte con esas teoras folk, incluso
como lo propone Carlo Ginzburg en Historia nocturna con cierta audacia, ciertos elementos chamnicos. Ahora, lo que llama mi atencin en el mundo mesoamericano es
la invencin de un concepto del inconsciente, en muchos aspectos comparable al de
168 | deSignis 16
deSignis 16 | 169
E logio
del sentido
Javier Ferreyra
entrevista a
Paolo Fabbri
Javier Ferreyra
nematogrfica sino como una especulacin terica que permite pensar la conciencia.
La normalidad a partir del contrario, la traduccin a partir del espa, la conciencia a
partir de los zombis.
JF: Qu razones empujan a la semitica a enfocar lo pasional como objeto cada
vez ms importante?
PF: Hay dos razones: una negativa, que es el exceso de la valoracin cognitiva,
el exceso de la racionalidad. Umberto Eco ha construido una semitica enteramente
cognitiva con la teora de la abduccin y las inferencias lgicas, que es verdadera y
aplicable en la novela policial inglesa, en donde son fundamentalmente problemas de
inferencia lgica. Pero no sirve para la novela negra norteamericana o para Simenon,
en cuyas obras son todas pasiones y emociones. Esta idea de una semitica restringida a la semitica inferencial es muy estrecha, incluso para Peirce, que utiliza muchas
nociones como el amor. David Savan ha teorizado y explicado una parte de la teora
de Peirce a partir de lo que ste llamaba las pasiones lgicas, como la solidaridad
y el amor.2 Es un Peirce un poco ms ingenuo pero aun as interesante porque pone
nfasis en las pasiones.
JF: Incluso parecera haber razones filosficas en la orientacin pasional.
PF: Seguro, porque Peirce y sus seguidores son lgicos, mientras que la semitica
saussureana y postsaussureana como, Benveniste, Greimas, incluso Lvi-Strauss, son
fenomenlogos, gente que ha ledo y seguido a Merleau-Ponty. La fenomenologa
pone en el centro de sus reflexiones el cuerpo, la sensibilidad y la emocin. ste es
el punto: el exceso de utilizacin de la lgica-abductiva, la inferencia peirceana, en
autores como Eco y Sebeok, que si bien es fundamental los lleva a dejar a un lado la
dimensin fenomenolgica. Por eso trato de distinguir la filosofa del lenguaje de una
fenomenologa de los signos.
JF: Y qu puede aportar el anlisis de las pasiones?
PF: Creo que las pasiones son fundamentales, incluso en poltica. Por ejemplo, el entusiasmo. Hay un anlisis muy interesante de Lyotard en Le Diffrend
que retoma los escritos de Kant sobre la Revolucin Francesa, cuando dice que
sta ha provocado una profunda ola de entusiasmo, aunque tambin ha provocado el terror, la grande peur. De manera que si no sabemos qu es el entusiasmo,
el terror, el miedo, no podemos hablar de la historia ni de poltica. Entonces, es
necesario hacer una historia de las emociones y tambin organizar una capacidad
para entender esas emociones. Otro ejemplo: en el ao 1000 estaba el tema del
terror por el fin del mundo, y de pronto, cuando pas, apareci la idea de que el
mundo no termina, de que comienza una nueva poca, y eso crea una singularidad de pasiones importante.
172 | deSignis 16
Javier Ferreyra
JF: En Segni del tempo hay algunos problemas presentados en forma de palabras
clave que son muy actuales, y en cierta manera reinventan una forma de participar en
el espacio poltico, palabras como globalizacin, naturaleza humana, resistencia
PF: Segni del tempo3 es un ejemplo perfecto de la diferencia entre informacin y
comunicacin. A partir de una letra, se convierte en un intento de informacin, no
de comunicacin. Al sealarme esto se me ocurren dos cosas: la globalizacin es un
concepto interesante y tiene que ver con una parte importante de mi trabajo, relacionado con la traduccin. Siempre he tratado de distinguir entre globalizacin y mundializacin. Globalizacin es la homogeneidad, quiere decir que estamos en el mismo
mundo, pero como singularidad traducible. Creo que hay una amenaza de empobrecimiento simblico, que en un cierto sentido es una reflexin profesional, ya que la
disminucin de lo simblico quiere decir tambin menos trabajo para los semiticos
[risas]. Hoy hay una tendencia a la asimbolizacin, hay un crecimiento de la naturalizacin. Y creo que la semitica debe intervenir sobre esto para mantener fuertemente
la dimensin simblica articulada, por eso creo que el problema de la naturaleza humana es el problema de la cultura humana, que me parece un gran problema terico
contemporneo.
JF: Es la idea que existe de que el poder impone al hombre una disminucin de
su dimensin simblica
PF: Creo que esto es un problema poltico y el poder se hace eco de estas operaciones. Por eso a m me interesa la resistencia en sus variadas y muy ingeniosas formas.
Hoy todos sabemos que hay cmaras de seguridad por todos lados, que hemos pasado
de una cultura de la represin a una cultura del control. El campo de concentracin
era el mundo de la represin, pero eso hoy ya no funciona ms. Hoy es el mundo del
control, un mundo complejo lleno de interferencias, intromisiones, interceptaciones
del telfono, del cable, de la televisin, del correo electrnico. Esto me interesa mucho en relacin con la resistencia: por ejemplo, hay un grupo de artistas que trabaja
con el tema del camuflaje, que se disfrazan, se trasvisten, para no dejarse controlar.
Son prcticas artsticas contemporneas que muestran cmo la estrategia semitica
del camuflaje es una estrategia de resistencia al control. Hay diversas estrategias de
resistencia, incluso dentro del mismo organismo de control, como por ejemplo el
hacker.
JF: La resistencia aparece ligada en cierta manera con lo pasional.
PF: Las pasiones estn fuertemente ligadas al tiempo. La resistencia tiene mucho
que ver con la paciencia. Es necesario no desesperarse, ser paciente, dar tiempo al
tiempo. La utilizacin que los medios hacen hoy del sufrimiento, la solicitacin de
la compasin, debe ser analizada en profundidad, porque la demanda de compasin
tiene sus lmites, las pasiones tienen sus lmites. No se puede crear continuamente
174 | deSignis 16
Javier Ferreyra
JF: En relacin con los nuevos lenguajes, se dice que esta profusin de nuevos lenguajes surgidos con la tecnologa enturbia la comunicacin.
PF: Eso de ninguna manera. Babel es una leyenda negra, pero debe ser leda como
una leyenda urea en la medida en que hay que aceptar la posibilidad de traduccin.
El tema es que se puede traducir siempre y cuando haya sintaxis, no se puede traducir
si usted es un extrao sin lenguaje. Pero si usted tiene lenguaje, hay una presuposicin muy fuerte de que el otro tiene sentido, y por eso se puede traducir. El extrao
no tiene sentido, por eso se lo puede matar, como hicieron los europeos con la colonizacin en Amrica: si el indgena no tiene sentido, no tiene civilizacin, entonces
puedo matarlo. Si empezamos a pensar en que tiene lenguaje y tiene cultura, estamos
obligados a traducirlo. Es lo mismo en la cultura actual: tenemos que decir que hay
una gran articulacin de sentido, que no es siempre rizomtica, sino con formaciones arborescentes. La babelizacin confusa no permite nada, la traduccin se permite
cuando se presupone que el otro tiene sentido, que no es un extrao.
JF: Y cmo esperar que todo tenga sentido, en lenguajes nuevos tan dismiles y
con formatos diferentes?
PF: Creo que tenemos que hacer una tica. La atribucin de sentido al otro es un
acto tico, no slo cognitivo. En esto soy muy tradicional, como los antiguos griegos.
El problema no es el saber y la emocin, sino la articulacin entre el saber y la emocin: la creencia, el creer, que es al mismo tiempo emocin y saber. La presuposicin
de subjetividad es una obligacin hacia el otro; por lo tanto, hay que empezar por una
tica del sentido al otro.
Paolo Fabbri (Rimini, 1939) es uno de los intelectuales ms importantes de Italia.
Referente insoslayable de la semitica actual, sostiene que esta disciplina es un medio
de explorar y estudiar los procesos de significacin, una manera de reconstruir el mundo complejo de nuestra experiencia. Es profesor en la Universidad de Venecia y ha impartido clases en Bolonia, Florencia, Pars y California. Cultiva el gnero breve como
forma de expresin y por eso sus ensayos son concisos tratados de luminosas ideas y
clsica erudicin. Ha publicado decenas de artculos, algunos de ellos compilados en
castellano por Lucrecia Escudero Chauvel y editados en Tcticas de los signos (Gedisa).
De la misma editorial es El giro semitico. En Italia dirige la coleccin Il metodo semiotico (Bruno Mondadori, Milano) y es director del LISAV (Laboratorio Internazionale
de Semiotica a Venezia), una gran usina de ideas que rene a los estudiosos de la semitica. Recientemente ha publicado la compilacin de los dos volmenes de Semiotica in
nuce (Melterni, Roma, 2000 y 2001) y Segni del tempo. Lessico e dialoghi politicamente
scorretti (Guaraldi, Rimini 2003) en colaboracion con Gianfranco Marrone.
Invitado por el Instituto Italiano de Cultura de Crdoba, el Doctorado en Semitica del Centro de Estudios Avanzados y la Escuela de Lenguas de la Universidad
176 | deSignis 16
Segni del tempo. Lessico e dialoghi politicamente scoretti, Guaraldi, Rimini, 2003, es una
compilacin de breves textos que, siguiendo el orden de las letras del abecedario y tomando
como tema algn hecho de actualidad, Paolo Fabbri escriba por invitacin del director
Furio Colombo en el diario de izquierda LUnit.
3
deSignis 16 | 177
III. D iscusin
van
O ctavio P az
C ruz
de la
H aastrecht
1. Introduccin
Sor Juana Ins de la Cruz, conocida como la dcima musa, monja poetisa del siglo
XVII en Mxico, ha sido fuente de inspiracin para escritores y artistas. Octavio Paz
escribi en 1982 Sor Juana Ins de la Cruz o las trampas de la fe, y Mara Luisa Bemberg, importante cineasta y feminista, la llev a la pantalla en 1990, con el guin de
Yo, la peor de todas, con Antonio Larreta.
Sor Juana, por ser mujer, tena dos destinos posibles: casarse o entrar en el convento. Opt por lo segundo aunque no tena vocacin religiosa, para poder dedicarse
al estudio y la escritura. En el convento se vio atrapada entre los poderes de la corona y de la Iglesia. Mxico, en esa poca, formaba parte de la corona de Espaa, que
envi virreyes para ocuparse de los asuntos del pas y arzobispos para ocuparse de las
cuestiones referentes a la religin y la Iglesia. Era difcil establecer fronteras entre los
poderes y los mbitos de influencia de uno y otro. Se enfrentan las ideologas: la de
Juana, la hija rebelde de la sociedad, y la de los representantes de la iglesia y el lado
conservador de la sociedad.
Analizaremos similitudes y diferencias en la interpretacin de sor Juana en la obra
de Paz (1982) y la pelcula de Bemberg (1990), que fue apreciada por Paz.
Mucho se ha escrito sobre Sor Juana, sobre su obra y sobre su vida. No obstante,
quedan incertidumbres y preguntas sin contestar. Octavio Paz trat de revelar y resdeSignis 16 | 181
182 | deSignis 16
Mara Luisa Bemberg y Octavio Paz sobre Sor Juana Ins de la Cruz
do, invita con un gesto al prelado a servirse primero, lo cual ejecuta Seijas aunque
no beba del lquido ambarino; se limita a posarlo. No llegar a probarlo ni siquiera
al completar la secuencia. La oscuridad del plano ayudar al ambiente barroco con
el que la directora impregna gran parte de sus tomas, en ayuda al contenido con la
misma forma. El dilogo concreta la rivalidad que entre ambos se establecer.
VIRREY: Es una feliz coincidencia. Yo asumo el poder y vos, Ilustrsima, al mismo tiempo, el
Arzobispado de Mxico, que no es menos poder... (irnico). Aunque atae ms a lo espiritual
que a lo terreno. Y, aunque, en Espaa, en verdad, las cosas de Dios y las del Csar han estado
un poco mezcladas...
SEIJAS: Confundidas, quizs?
VIRREY: Es la palabra justa. Ha habido en el pasado demasiados malentendidos, absurdos en
el pas que se precia de ser el paladn del catolicismo...
SEIJAS: Lo es. Europa est infestada de descreimiento. Dios, en sus designios impenetrables,
ha querido salvaguardar a Espaa. Es nuestra responsabilidad... la ma y tambin la vuestra,
Seor, que lo sea tambin esta Nueva Espaa y este pueblo inocente que nos ha cado en las
manos...
VIRREY: (Ambiguo) Del cielo?
SEIJAS: (En guardia) Del cielo, sin duda. Y tambin de los hombres. La Corona ha confiado
en vos, Seor. El Papa me ha elegido a m entre otros que podan ostentar mayores ttulos de
nobleza o inteligencia...
VIRREY: (Alzando la copa, de la que an no ha bebido). Gobernemos juntos, pues... y en
concordia.
SEIJAS: (Alzando la suya). Es la voluntad de Dios...
VIRREY: Y la del Csar... (El Virrey apura el vino de jerez, pero Seijas vuelve a dejar la copa
en la mesa, sin probarla. Los dos hombres se miden con la mirada. (00:02:06)
Hablando de las cosas del Dios y del Csar Bemberg nos deja explcitas las relaciones de poder y reparto, las cuales Paz titula, ya en su segundo captulo, El estrado
y el plpito. Con juegos de ironas y desagravios, los pactos propuestos no llegarn a
materializarse, algo que podemos prever en el momento en el que el arzobispo Seijas
no bebe de su copa, como smbolo de que no consumar sus palabras.
La atmsfera de los movimientos de cmara, estticos y detallados en miradas y
encasillados gestos, reforzados en el sarcasmo e intencionalidad del dilogo, engloban
todo lo que un lector formado en la poca y perspectiva histrica puede saber.
3. Los virreyes de la Nueva Espaa
La personalidad de los virreyes es difcil de describir por la escasez de memorias en
este perodo. Octavio Paz vislumbra que los virreyes debieron de tener cierta sensibilidad hacia las artes, el teatro y la msica. Y recuerda que fue gracias a la virreina que se
imprimi su primera obra: Inundacin castlida. Bemberg vuelve a escoger de forma escueta y, segn juicio propio, de forma acertada a la hora de concretar y plasmar tantos
deSignis 16 | 183
4. La vida en el convento
Ya en el comienzo es evidente que el arzobispo se escandaliza con las actividades
culturales del convento. Murmura: Esto no es un convento, esto es un lupanar, despus de la presentacin de la obra teatral de Sor Juana.
Una de las preguntas que se hace Octavio Paz es: Por qu escogi, siendo joven y bonita, la vida conventual?. Tanto Paz como Bemberg describen la vida en el
convento de San Jernimo como agradable: haba canto, teatro, recitales de poesa y
msica tanto secular como sagrada. Paz analiza extensamente la cuestin de la vida
conventual para las mujeres en esa poca. Sostiene que el convento no era un camino hacia Dios sino un refugio para la mujer que estaba sola en el mundo, lo que era
normal dentro de esta clase social con respecto a las ideas, la moral, las costumbres y
las convicciones de la poca. Bemberg no ubica la vida conventual de Sor Juana en
un contexto histrico.
Sabemos que sor Juana eligi la vida del convento no por su profunda religiosidad sino
para poder dedicarse apasionadamente a las artes y las letras, y aunque de alguna manera
Bemberg nos hace notar que la libertad de escribir es relativa en el convento sor Juana se
queja de que despus de 22 aos de vida conventual an tiene que dedicarle mucho tiempo a los trabajos del convento, no obstante est convencida de que es la mejor opcin.
En la pelcula se hace visible su aversin al matrimonio y a tener hijos:
(En la biblioteca de Juana)
MARA LUISA: Por favor, no desafes a la Iglesia. breme el corpio. No debera ceirme
tanto. (Juana va en su ayuda. Suelta las cintas del corpio. Mara Luisa le toma la mano y
se la lleva al vientre. La reaccin de Juana es viva, de sorpresa y casi de susto).
184 | deSignis 16
Mara Luisa Bemberg y Octavio Paz sobre Sor Juana Ins de la Cruz
5. La crtica
Bemberg sugiere en su pelcula que Sor Juana acept realizar una crtica sobre un
escrito del telogo portugus Vieyra con el afn de demostrar sus conocimientos en
un terreno que perteneca exclusivamente a los hombres. Bemberg sugiere adems
que Sor Juana no pudo resistir la tentacin al tener la oportunidad de atacar la misoginia de estos hombres poderosos. Paz sugiere que Sor Juana mira al arzobispo con
una mezcla de miedo y repugnancia. La pelcula enfatiza sobre todo el conflicto entre
Iglesia y Estado y las intrigas polticas como causa del triste fin de sor Juana, sin sus
libros, sus objetos y sin poder escribir.
Sor Juana fue sin duda una figura controvertida, pero lo nico que la diferenci de
grandes clrigos escritores como Lope de Vega, Luis de Gngora o Antonio Caldern
de la Barca fue su condicin de ser mujer. De ninguno de ellos se cuestionara su estabilidad mental ni sus intromisiones en los distintos estamentos; tampoco as la de los
censores de Sor Juana. Solamente ella fue encontrada culpable por esos escritos. Ninguno de ellos haba sufrido persecuciones por escribir obras profanas; la libertad con
la que contaban era bastante amplia, con la limitacin de no afirmar nada que fuese
contrario al dogma. Octavio Paz cuenta con este factor sin reparos: Lope y Gngora
fueron malos sacerdotes pero ningn Fernndez de Santa Cruz los reprendi pblicamente por no escribir tratados de teologa ni ningn Nez de Miranda les retir sus
auxilios espirituales por escribir sonetos y dcimas de amor. A una monja cumplida se
le poda prohibir lo que no se poda prohibir a un mal sacerdote (Paz 1982:555).
De todo ello sor Juana tendra plena conciencia. En su Respuesta a sor Filotea
se extender sobre la educacin de la mujer, su exaltacin hacia Lucrecia, Julia, Porcia - figuras femeninas del pasado- fue continuamente cultivado. La preeminencia
alcanzada por Sor Juana afirma Octavio Paz ofenda a muchos prelados, su rpida
proteccin por altas eminencias, su fama consagrada no slo en la Nueva Espaa,
deSignis 16 | 185
PRELADO I
MIRANDA
Ensalzan a la seora virreina! Son poemas de alabanza, de adulacin si se quiere. Se escriben en todas las cortes europeas...
PRELADO III
No en la de Espaa! Ningn poeta ha dejado testimonio de cmo eran los ojos o los labios
de Isabel La Catlica!
MIRANDA
No los tendra hermosos... (Lo ha dicho con suave sarcasmo, pero todos estn profundamente irritados).
186 | deSignis 16
Mara Luisa Bemberg y Octavio Paz sobre Sor Juana Ins de la Cruz
6. La vida sexual
Aqu destaca la ambigedad de Bemberg. Evidentemente nos muestra una sor
Juana que no admira mucho a los hombres, al recitar el poema Hombres necios.
El amor que siente por la virreina parece evidente al dedicarle los versos: No hay obstculo para amar En la pelcula de Bemberg, la relacin de sor Juana y la virreina
la vemos en diferentes escenas, desde ms o menos formal, por ejemplo en el primer
encuentro, cuando el virrey exclama La adoptamos, Mara Luisa hasta muy ntima,
por ejemplo cuando la virreina le pide a sor Juana que le suelte el corpio o cuando
le ordena quitarse el velo y la besa en la boca.
Paz, en su ensayo, elimina razonando las sugerencias lesbianas. Sus poemas, elogiosos para la virreina, estaban tambin muchas veces dedicados al virrey y a su hijo.
Segn Paz, hay que verlos en el contexto de la jerarqua de la poca. Su posicin dependiente y sumisa explica sus versos de elogio. Paz enfatiza que las expresiones sensuales son las metforas para el aprecio y la dedicacin a sus superiores. Muchos de estos poemas fueron escritos para acompaar regalos o para agradecerlos. Los obsequios
que reciba sor Juana eran muchos y con frecuencia de gran valor. Ella los guardaba
con sus libros y se acumulaban en su celda-saln-biblioteca (p. 255). Paz sostiene que
el lector moderno tiene la tendencia de confundir el erotismo con la sumisin feudal.
Adems, dice Paz que una chica en estas circunstancias nunca podra hablar en pblico de su amor por un hombre porque resultara un dao enorme para su reputacin.
Una amistad amorosa entre dos mujeres s poda ser, mientras que sus sentimientos
fueran elevados. Paz explica que sor Juana, en esta poca, se mantena con sus poemas
de amor dentro de los lmites de lo normal y lo permitido, porque dentro de la tradicin de amor corts, la amada era siempre mujer e inalcanzable. Segn Paz, Sor Juana
negaba su sexualidad y su vida ertica era casi totalmente imaginaria, pero enfatiza
que, por lo tanto, no menos intensa.
En Yo, la peor de todas de Mara Luisa Bemberg, sera excesivo hablar de homosexualidad explcita, pero no lo es advertir que haca todo lo posible para no negarles
el derecho a sus verdaderos sentimientos. Aplicado esto a todo el guin y al montaje
final, podra comentarse uno de los cortes. El pasaje 57 fue concebido en la biblioteca
de sor Juana, lugar estratgico donde se desarrollaran los acontecimientos. La situacin es lmite, los virreyes han sido invitados a abandonar Mxico, han perdido su
cargo en la Nueva Espaa. Las acotaciones nos describen el contexto:
Hay un arcn abierto, en el que Felipa va guardando ordenadamente las carpetas de los
originales de Juana, que rezan Primero Sueo, Inundacin Castlida, Amor es ms Laberinto, Romances, El Divino Narciso, Villancicos, etc.
Mara Luisa camina por el cuarto controlndose.
Juana est de pie tras su mesa de trabajo. La mesa, el arcn, los papeles, Felipa, forman
como un muro entre las dos amigas. Felipa cierra el arcn, da la llave a la virreina, hace
pasar a dos sirvientas que arrastran el arcn y se lo llevan. Felipa va con ellas.
deSignis 16 | 187
Mara Luisa se pone de pie, mira a Juana, como si esperara una reaccin, se pasea, vuelve
a mirarla, se le saltan las lgrimas.
MARA LUISA: Me voy, Juana, me voy!
Lo s.
JUANA
MARA LUISA
No quiero irme! He sido feliz aqu...
(Juana sostenindose contra la mesa, habla con recndita irona).
JUANA
La mujer debe seguir al marido. Lo manda la Iglesia.
MARA LUISA
Como una esclava? Aqu he sido feliz!
JUANA
Nuestra religin slo promete felicidad en el otro mundo.
MARA LUISA
(Alzando la voz. Mirndola con odio).
Pero es que no te importa que yo me marche? Que no nos veamos nunca ms...?
(Se le acerca).
Quieres verte libre de m, al fin, verdad?
(Cogiendo un papel de la mesa de Juana).
Qu es esto? Un soneto para la nueva virreina?
(Arroja el papel. Arrepentida, va a abrazar a Juana).
MARA LUISA
(Se pone a llorar desconsoladamente).
Perdname...
(Juana, en un arrebato, la toma en sus brazos y ciegamente, desesperadamente la besa en los
ojos, los labios, el cuello, los labios otra vez. Luego, se arranca de sus brazos, espantada).
JUANA
(En un susurro) Por favor! ... mi Seora, marchaos.
Y como una autmata se dirige a la entrada. Mara Luisa la sigue, la mira por ltima vez
con desesperacin, y sale, ahogando un sollozo. Se oye el portazo de la entrada. Juana se
deja caer lentamente al suelo, profiriendo un aullido sordo, el de un animal herido.
Pero hay escenas que s aparecen en el filme, unas que desechan y otras que sugieren fuertemente. Por un lado muestra que los versos de sor Juana fueron dedicados al
188 | deSignis 16
Mara Luisa Bemberg y Octavio Paz sobre Sor Juana Ins de la Cruz
deSignis 16 | 189
Esta secuencia treinta y ocho podra condensar el poder del guin de Yo, la peor de
todas, valor aadido con la tcnica utilizada para darle significatividad, para rellenar
la profundidad psicolgica que un personaje mtico como sor Juana Ins de la Cruz
requiere. Una biografa debe de empezar por la comprensin del biografiado, no por
su simplificacin. Apenas son cuatro dilogos los que componen este pasaje, uno de
los que ms revelan a la hora de expresar esa relacin entre ambas mujeres.
Destaca la tcnica, sencilla pero precisamente utilizada para grabarlo. Con el slo
guin transcrito nos es suficiente para imaginar el ambiente. El pasaje anterior, nos
ha mostrado a sor Juana y Mara Luisa juntas, siempre juntas, sentadas al atardecer,
bajo un rbol, mirndose largamente casi una imagen buclica si se es algo hiperblico. Se menciona al nio para cerrar esta escena, pues la virreina va a buscarlo. Punto
y final. Sin embargo, hablaramos de un punto y seguido, puesto que llega la siguiente
secuencia, nmero treinta y ocho. Ese nio meramente apuntado toma forma ahora,
sentado a la mesa con Mara Luisa, la cual est abstrada. Juana no estar en escena,
pero Bemberg nos la coloca en off, en la mente de Mara Luisa, en su gesto concentrado y tenso. Raccord y voz en off, simples trucos pero efectivos, a lo cual se aade la
superposicin de voces. La voz en off pasa a estar en on, se materializa en el cuerpo del
marido, el virrey. El poema que se escuchaba en la voz de Juana ahora pasa a ser ledo
expresamente y en persona por el marido de Mara Luisa. Por lo tanto, el espectador
relacionar a Juana con la figura del marido quizs amado es demasiado, ambos
190 | deSignis 16
Mara Luisa Bemberg y Octavio Paz sobre Sor Juana Ins de la Cruz
completan el poema. Juana recitaba, ella lo haba escrito, es una accin originaria. Sin
embargo, en cuanto al conde, l lo lee, pero no es suyo, sino que simplemente pone su
voz, como si se apropiara de algo que ontolgicamente no le pertenece. Las palabras
puestas en boca del virrey son ms que elocuentes: sigues haciendo estragos, Mara
Luisa [] debo parecerte un pobre amante.
La comparacin que el propio virrey ha creado con respecto a Juana ha sido en
trminos de amor, en trminos de rivalidad de amantes. El gesto ausente de la virreina puede ser una respuesta ante esa pugna, de ah su frase hacia el virrey: Lees como
un buen actor. Un actor que pone en escena, actor que simula y representa, pero
no es la persona, sino que acoge el rol del representado. La concisin ha sido suma,
lo dado a entender condensa todo lo que se quiera leer a partir de ello. De sobra ha
sido mencionado que este terreno es resbaladizo, no hay documentos y se carece de
fuentes primarias, de palabras claras de sor Juana. Con lo cual, trabajos secundarios
como el de Octavio Paz o el de Mara Luisa Bemberg entre muchsimos otros no
pueden decir ms de lo que ella en vida expres, de ah que la tctica de la sugerencia
que Bemberg acoge sea tan respetuosa como clarificadora.
7. Sor Juana feminista?
Mara Luisa Bemberg retrata con una mirada lmpida un fragmento de lo didctico y lcido si se quiere de sus pensamientos, dainos para muchos, puesto que
los enuncia en una clase, como maestra, ante unas nias de catorce aos que estn
siendo adiestradas.
JUANA
Es el ltimo da de clase y, para vosotras, el ltimo da de la escuela.
(ms murmullos)
Probablemente, no nos volvamos a ver.
(Pausa)
Aqu se os ha enseado a leer y a escribir, a bailar, a bordar, a cocinar. Todo esto es muy
necesario.
(Pausa)
Pero hay algo para m de mayor importancia. Yo quisiera que recordarais siempre, siempre, que Dios no os dio en vano la curiosidad, la percepcin. Que nada de eso es el coto
privado de los hombres. La inteligencia no tiene sexo. Y si alguien lo dice y muchos lo
dicen, miente. Tampoco es privilegio de los hombres la libertad de interrogarse sobre los
secretos de este mundo...
Y luego de ser interrumpida por orden de la madre abadesa para que solo se limite a dar su clase de msica, remata en voz baja su alocucin a las alumnas: Tienen
que tener siempre los ojos y el odo abiertos para percibir todo. Esto coincide con las
propias palabras de Sor Juana en su Respuesta a Sor Filotea. Y en otro momento del
deSignis 16 | 191
filme, en una de las tantas tertulias donde se habla tambin de la simbologa de sus
personajes, como es el caso de uno de los preferidos de sor Juana, Faetn:
SIGENZA
Para todos los clsicos Faetn ha sido el smbolo de la imprudencia!
(Del otro lado de la reja, un papel en la mano, habla Juana, con la misma vehemencia que
los que discuten con ella).
JUANA
Pues para m Faetn es la osada que traspasa todo lmite, una infinita aspiracin de conocimiento
MIRANDA
(Que siempre la observa con profundo inters)
Y quizs una cierta atraccin por el abismo
JUANA
Por qu no? Para una mujer, el conocimiento es siempre una trasgresin. Preguntdselo al
Arzobispo. Sin embargo, en todas las religiones paganas, la sabidura habita en una figura
de mujer: Minerva, la mujer de Simn Mago
En la opinin de Octavio Paz, sor Juana desecha la idea aceptada en esos das de
que las mujeres seran intelectualmente inferiores. Como la estupidez no est confinada a las mujeres, tampoco la inteligencia pertenece slo a los hombres. Nos comenta
Octavio Paz respecto de la actitud de la monja:
Debemos a Dorothy Schons la primera tentativa de insertar la vida y la obra de Sor Juana
en la historia de la sociedad novohispana del siglo XVII. La erudita norteamericana trat
de comprender el feminismo de la poetisa como una reaccin frente a la sociedad hispnica, su acentuada misoginia y su cerrado universo masculino. Asimismo fue la primera en
mostrar que el conflicto final de su vida y que termin en su derrota, fue un episodio en la
historia de las ideas yo dira: en la historia de la libertad(Paz 1992:89).
192 | deSignis 16
Mara Luisa Bemberg y Octavio Paz sobre Sor Juana Ins de la Cruz
el saber? Cmo se explica esta renuncia? Cmo se explican todas estas incgnitas con
tan poco material revelador. Dice Octavio Paz:
Para estudiar la vida de sor Juana disponemos de dos textos bsicos: su carta al obispo de
Puebla, Manuel Fernndez de Santa Cruz (Respuesta a sor Filotea de la Cruz) y la biografa
del jesuita Diego Calleja. Adems, unos pocos dichos de sus contemporneos y un puado
de documentos de orden jurdico y religioso: su partida de bautismo, su testamento y el de
su madre, los de sus hermanas, algunos contratos de compraventa, su profesin y algunos
escritos de la misma ndole. El relato de Calleja no es una biografa en el sentido moderno
de la palabra sino una narracin edificante en la que los ms mnimos incidentes de su vida
son signos y seales sobrenaturales de su ascenso hacia la virtud (Paz 1982:90-91).
As por el estilo, uno tras otro, los bigrafos catlicos padecen el temor de hablar
de todo tema que pueda ensombrecer la reputacin de la mujer segn sus valores y los
de la poca. Paz extrae y deduce de textos complicados y hasta retorcidos para nuestra
visin del mundo e intenta llegar al conocimiento desde las tinieblas de la religin,
la obsecuencia o el miedo intelectual y el descuido de la historia. Sor Juana Ins de la
Cruz o Juana Ramrez de Asbaje es solamente sus escritos y poca cosa ms.
Bemberg es directora de cine y bas su filme en la obra de Octavio Paz. Pero ella
y su co-guionista Antonio Larreta disponen de menos de dos horas para contarle a
un pblico amplio la historia de una monja feminista del Siglo de Oro. Bemberg se
caracteriz por su militancia feminista sin tregua en todo terreno donde se moviera. Los recuerdos de Taco Larreta, en una entrevista celebrada en torno a la figura de
Mara Luisa en el ao 2000 en el bar Olmo, ponen en palabras, en varias ocasiones,
esa fuerza y conviccin: Cuando te digo que era tan militante te quiero decir que
no olvidaba un minuto de su vida su condicin feminista. Era una cosa proselitista
permanente, estaba, como muchas feministas, alerta al menor rasgo de machismo. Y
como es lgico, en alguna gente el feminismo despierta un sentimiento negativo y su
feminismo era casi agresivo, te dira.
La pelcula tiene su propio valor aunque el libro de Paz haya servido de fuente.
Este nuevo texto que es la pelcula tiene mritos por s mismo. Bemberg tiene su
propia agenda, su propio objetivo: presentar personajes mujeres que se atreven a ser
diferentes, mujeres muchas veces marginadas por ser diferentes. Ella misma, en su pelcula Miss Mary, efecta una crtica despiadada a la clase de la que proviene, la aristocracia rural y ganadera de la Argentina de los aos 40 y 50. De eso no se habla, igual
que en su filme Camila, usa un personaje histrico para llevarlo a la universalidad.
9. Conclusiones
En este anlisis tenemos que partir aceptando que tanto Paz como Bemberg son
lectores diferentes. Son lectores con diferentes objetivos. Paz se sumerge en el misterio y la distancia de trescientos aos que nos separan de sor Juana Ins de la Cruz
deSignis 16 | 193
intentando interpretar con mximo rigor sus escritos de puo y letra y los materiales
dejados por sus investigadores. Anda a tientas entre las sombras de la historia reconstruyendo los das y las noches de ese ser extrao y nico que era la monja poetisa.
Se aferra a las palabras, a las medias palabras y hasta a los silencios de esa poca absolutista e inquisitorial y las va encajando pulidas y actualizadas en esta otra historia
deducida que l llam Las trampas de la fe. Para ello tuvo que limar miedos, fobias,
misoginia y complicidades en favor de la verdad que, aunque no sea total e indiscutible, ser lo ms parecido a la verdad.
Bemberg lee a Octavio Paz sin apartarse de su mensaje feminista. Creo vislumbrar
que a la cineasta no le preocup tanto la verdad histrica como la verdad ideolgica.
Su historia puede suceder o estar sucediendo en cualquier momento. El monasterio
no es un monasterio, sino un escenario enorme donde cuelgan cortinados y luces de
una delicadeza exquisita. Denuncia y belleza parecen ser los objetivos de la directora.
Las tomas de exteriores son escasas, como queriendo evitar la vida en ebullicin y los
levantamientos que nos relata Paz en su ensayo. La rebelin es la monja. Ella con su
poesa contra el poder de la iglesia y el Estado, o sea, contra el poder establecido, que
parece ser algo permanente en su filmografa.
Referencias bibliogrficas
Bemberg, M.L.; Larreta, A. (1990) Yo, la peor de todas. Guin cinematogrfico sobre Sor
Juana Ins de la Cruz inspirado en Las trampas de la fe de Octavio Paz (copia corregida
enero 1990). Buenos Aires.
Paz, Octavio (1982) Sor Juana Ins de la Cruz o las trampas de la fe. Barcelona, Seix
Barral.
Documento audiovisual: Yo, la peor de todas [Grabacin en vdeo]. Dirigida por
Mara Luisa Bemberg; producida por Lita Stantic. Buenos Aires, Argentina: GEA
Cinematogrfica, 1990. 1 videocassette [VHS]: 105 min.: color (o b/n).
Entrevista: Entrevista con Antonio Larreta, lunes 31/1/2000, en el Bar Olmos de
Montevideo (San Jos Cuareim), 16:00h.
194 | deSignis 16
autores
resmenes
abstracts
Resumen
El trabajo ofrece un recorrido del estudio del cuerpo desde la semitica a partir de las
perspectivas que van de la reflexin filosfica hasta los modelos terico-metodolgicos y su
aplicacin. Se ubican tambin los alcances y las limitaciones de los enfoques en las diversas
escuelas semiticas a lo largo de las ltimas dcadas para delinear as el surgimiento de una
semitica del cuerpo en el interior de la semitica general y en las semiticas especficas.
Abstract
The paper offers an overview of the study of the body starting from semiotics and
itsperspectives, ranging from philosophical reflections to the theoretical and methodological
analysis models and their application. The paper also establishes the scope and limitations
to the study of the body offered by different schools of semiotics over the course of recent
decades, in order to define the rise of a semiotics of the body within the general and specific
semiotics.
Alfredo Tenoch Cid Jurado es doctor en Semitica por la Universit degli Studi di
Bologna y profesor investigador de la Universidad del Valle de Mxico. Se ha especializado en
semitica visual aplicada a los sistemas de registro de la memoria. Es presidente de la Federacin
deSignis 16 | 197
M arcelo C rdoba
La ciruga esttica en
Resumen
Segn la Sociedad Internacional de Ciruga Plstica, Argentina es el quinto consumidor
mundial de cirugas plsticas estticas. Esta situacin indicara un proceso de normalizacin de
estas prcticas quirrgicas, cuyo nico fin conforme la definicin de la ya mencionada sociedad
es el embellecimiento del cuerpo. Como sustento emprico de la argumentacin, se elabora el
anlisis semitico del dispositivo enunciativo (Vern) por cuyo intermedio se presenta, en una
serie de casos seleccionados de la prensa femenina, la ciruga esttica como opcin.
Abstract
According to the International Society of Aesthetic and Plastic Surgery, Argentina is the
worlds fifth consumer of cosmetic surgeries. This situation hints at a process of normalization
of these surgical procedures, which have as their exclusive aim as stated by the definition of the
above mentioned society the beautification of the body. As way of empirical support to the
argumentation, the article offers a semiotic analysis of the enunciation device (Vern) through
which a series of selected cases of womens magazines present cosmetic surgery as an option.
Marcelo Crdoba es licenciado en Ciencia Poltica por la Universidad Catlica
de Crdoba. Especialista en Investigacin de la Comunicacin por el Centro de Estudios
Avanzados y doctorando de la Universidad Nacional de Crdoba. Becario del CONICET.
Public los artculos Vicisitudes de lo esttico entre modernidad y posmodernidad (La
Trama de la Comunicacin, 2008) y De lo grotesco a lo quirrgico: la cuestin del cuerpo en
Bajtn y algunas de sus proyecciones en la cultura contempornea (El F@ro, 2008). E-mail:
[email protected]
A ntonella F agetti
E l cuerpo sutil. Consustancialidad y contagio entre el cuerpo humano, partes
y objetos que lo rodean
Resumen
Los pueblos indgenas de Mxico conciben al individuo dotado de un cuerpo sutil, un
principio etreo e invisible que le infunde vida y est presente no slo en el cuerpo fsico y en
198 | deSignis 16
cada una de sus partes, aun cuando sea separada de la totalidad, sino tambin en todo objeto
que haya estado en contacto con la persona. El artculo analiza las diversas implicaciones que
este principio tiene tanto en la teraputica tradicional como en la brujera.
Abstract
Mexican Indian people conceive that every person has a thin body: an ethereal and
invisible principle that enlivens it and remains not only in the physic body and each part
of it even when it is separates from it- but in all objects that have been stayed in touch
with the person. The article analyzes the different implications that this principle has both in
traditional therapy and in witchcraft.
Antonella Fagetti es profesora-investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y
Humanidades de la Benemrita Universidad Autnoma de Puebla (Mxico). Es doctora en
Antropologa por la Escuela Nacional de Antropologa e Historia y pertenece al Sistema
Nacional de Investigadores, nivel II. Actualmente es responsable del proyecto financiado por
el CONACYT: Procesos de adivinacin/sanacin/reparacin/propiciacin en el contexto del
conocimiento y la prctica del chamanismo de los pueblos indgenas (2009-2012). E-mail:
[email protected]
en el retrato fotogrfico
Resumen
Este artculo aborda el retrato fotogrfico, en particular de un fotgrafo peruano (Javier
Silva), y las consecuencias semiticas de ciertas alteraciones que las imgenes presentan a la
estructura base del retrato. Se exploran tambin las combinaciones y mezclas entre lo animal
y lo humano que propone el trabajo visual de este Javier Silva. Se aplican conceptualizaciones
elementales de la semitica (plano de la expresin y plano del contenido), as como algunas
claves de la semitica reciente.
Abstract
This article deals with the photo portrait, mainly the work of a Peruvian photographer
(Javier Silva), and the semiotic consequences of certain alterations of the images represent to
the base structure of portrait. There is also an exploration of the combinations and mixtures
between the animal and the human that lies in the visual work of Javier Silva. The author uses
some basic concepts of semiotics (content plane and expression plane), as well as some key
insights from Tensive semiotics.
deSignis 16 | 199
A driana G uzmn
R eflexiones encarnadas:
Resumen
Se afirma sintticamente que el cuerpo es una construccin cultural basada en conocimientos
diversos y originada en variadas disciplinas donde la comunicacin gestual es un aspecto
privilegiado. En este trabajo, se proponen varios mapas y modelos para leer y comprender el
cuerpo a travs de los gestos.
Abstract
Based on the principle that the body is a cultural construction, the diverse knowledge,
originated by various disciplines, elaborated about it and its privileged way of communicating
through gesture, is hereby synthetically stated. Along this journey, several maps and models are
proposed, for the reading and understanding of the body through gesture.
Adriana Guzmn es bailarina profesional y licenciada en Etnologa por la Escuela Nacional de Antropologa e Historia y doctorada en Ciencias Antropolgicas por la Universidad
Autnoma Metropolitana. Profesora-investigadora de la ENAH. Es directora del grupo de
danza Exilio Flamenco, coordinadora del seminario Cuerpo: vivencias, percepciones e interpretaciones, miembro del seminario permanente de Semitica y estudios de la significacin,
del Cuerpo Acadmico Cultura, cuerpo y significacin y editora de la revista independiente
Incorporare. E-mail: [email protected]
L iuba K ogan
E l lado salvaje
Resumen
En este texto examinamos los discursos de teatreros, cirqueros y bailarines clsicos sobre
sus propios cuerpos, ya que nos interesa fundamentar una epistemologa sobre la corporalidad
alejada del paradigma de la disrupcin o la anormalidad. Al permitirse el engrandecimiento de
200 | deSignis 16
los sentidos a partir de la prctica corporal y la conexin con la materialidad de sus cuerpos,
estos artistas nos permiten iluminar aquella dimensin de la corporalidad que nos arrebata el
sistema neoliberal imperante: el cuerpo como locus de la emotividad.
Abstract
In this paper, we examine the discourses of certain performers actors, circus people and
classical dancers about their own bodies and the way their work with it. What interests
us is to give fundament to an epistemology of corporality distanced from the paradigm of
disruption or abnormality. Through the allowance of sense enlargement, connecting body use
with its materiality, these artists let us throw light on a different relation that takes us away
from the dominant neoliberal system: body as a locus of emotions.
Liuba Kogan es profesora principal en la Universidad de Lima en las reas de Ciencias
Sociales y Comunicacin. Doctora en Antropologa por la Pontificia Universidad Catlica
del Per, cuenta con numerosas publicaciones alrededor de la temtica de la corporalidad,
como La construccin social de los cuerpos o los cuerpos del capitalismo tardo (2003), Performar
para seguir performando: la cultura fitness (2004), Cuerpos e identidades en las ciencias sociales:
la insoportable proximidad de lo material (2008). E-mail: [email protected]
R al M agalln
L as imgenes de prisin
de
Abu G hraib:
Resumen
El objetivo de este artculo es analizar las estrategias y signos de poder representados a
travs de las imgenes de violencia de Abu Ghraib. Todo cuerpo social necesita de sus propios
mecanismos de transmisin del poder. Sin embargo, y tras la reproduccin audiovisual de las
figuras actoriales, este proceso gener nuevas formas de sentido y significacin.
Abstract
The aim of this article is to analyze the strategies and signs of power represented across the
images of violence of Abu Ghraib. Any social body needs its own mechanisms of transmission
of power. Nevertheless, and after the audio-visual reproduction of the actorial figures, this
process generated new forms of sense and significance not only among those involved directly
in the conflict but worldwide.
Ral Magalln es profesor del Departamento de Periodismo y Comunicacin
Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor Europeus en Ciencias de la
Informacin por la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Pars VIII y el
Centre National de la Recherche Scientifique (Laboratorio Iresco, Francia). Forma parte del
deSignis 16 | 201
R occo M angieri
C ontinuo y discontinuo:
Resumen
El principal tema a tratar en este artculo es cmo podemos leer y crear danza a travs de
la relacin entre continuidad y discontinuidad, de la misma forma en que el trabajo semitico
es llevado a cabo en el cuerpo en la relacin entre materia y sustancia. Al mismo tiempo,
este ensayo intenta visualizar cmo podemos insertar los kino-performances en descripciones
gramticas y cmo esto afecta los programas narrativos.
Abstract
The main issue to address in this article is how we can read and create dance from the
continuous and the discontinuous, as a semiotics-work that is fulfilled on the body as matter
and substance. At the same time, this essay tries to visualize how we can insert the kinoperformances in grammatical descriptions and how it affects narrative programs.
Rocco Mangieri es arquitecto y semilogo. Dirige el Laboratorio de Semitica de las Artes
y el Laboratorio de Socioantropologa del Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad
de Los Andes (Venezuela). Doctor en Filologa con especialidad en Semitica de las Artes
y la Literatura (Universidad de Murcia). Ha cursado Semitica General, Semitica del Arte
y Filosofa del Lenguaje en la Universidad de Bologna. Ensea Semiologa de la Imagen y
del Teatro. Vicepresidente de la Asociacin Venezolana de Semitica, secretario general de la
FELS. E-mail: [email protected]
A ngela M engoni
El cuerpo y la memoria : Muriel,
de
Alain R esnais
Resumen
Muriel, el filme de Alain Resnais, se vio en cines hace ms de cuarenta aos atrs, pero
los interrogantes que plantea siguen afectando nuestro presente. El filme trata del tiempo del
retorno: el de Alphonse, quien visita a su antigua amante Hlne, pero tambin del retorno de
Bernard volviendo de su servicio militar en Argelia. En ambos casos enfrentamos lo que Paul
Ricoeur llama la memoria herida: los eventos pasados no logran ganar la distancia garantizada
por la memoria, sino que estn an activos y constantemente aferrados al presente.
202 | deSignis 16
Abstract
Muriel, a film by Alain Resnais, came out in cinemas more than forty years ago but the
questions it raised still affect our present. The film concerns the time of a return: that of
Alphonse who visits his ancient lover Hlne, but also Bernards return, coming back from his
military service in Algeria. In both cases we face what Paul Ricoeur calls wounded memory:
the past events cannot gain the distance guaranteed by remembrance, but are still active and
constantly clutched to the present.
Angela Mengoni es doctora en Semiotica e psicologia della comunicazione simbolica de la
Universit di Siena. Es profesora del Seminario di Specializzazione in Comunicazione di Massa en
el Istituto Superiore Industrie Artistiche/Industrial Design de la Universit degli Studi di Firenze
e investigadora del Eikones-NFS Bildkritik de la Universidad de Basilea. Entre sus publicaciones
se encuetran: Racconti della memoria e delloblio (Protagon, 2009). E-mail: [email protected]
Sal Milln
Representacin corporal en un pueblo indgena de Mxico
Resumen
Al analizar las mltiples connotaciones que los huaves conceden a la palabra ombas, el
presente artculo examina la forma en que las representaciones del cuerpo otorgan sentido
a la jerarqua civil y al sistema ceremonial de San Mateo del Mar, un pueblo indgena de
la costa oaxaquea. La convergencia entre el modelo social y el modelo cosmolgico no se
produce en los huaves como un puente entre el acto y su representacin, sino ms bien como
una equivalencia de sentidos que se van generando en los desplazamientos semnticos de las
palabras y las categoras.
Abstract
Through the analysis of the different connotations that the Huaves confer to the word
ombas, this article examines how corporal representations give sense to the civil hierarchy and
to the ceremonial system in San Mateo del Mar, an indigenous village of the Mexican coast.
The articulation linking the social and the cosmological models does not produce a bridge
between act and representation, but an equivalence of meanings between the words and their
semantics developments.
Sal Milln es doctor en Ciencias Antropolgicas por la Universidad Autnoma de
Mxico, profesor del Posgrado en Antropologa en la Escuela Nacional de Antropologa e
Historia as como miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Ha publicado numerosos
artculos y ensayos, entre los que destacan Lagunas del tiempo (2005) y El cuerpo de la nube
(2008), dedicados ambos a la cultura huave. E-mail: [email protected]
deSignis 16 | 203
Dulcilia H. Schroeder-Buitoni
Mulheres entranhveis: mitos cinematogrficos ontem e hoje
Resumen
O principal foco deste artigo apresentar como as imagens das mulheres estrelas de cinema
foram sendo constitudas desde suas primeiras aparies. Essas imagens esto conectadas a dois
aspectos representao teatral e fontes literrias. Alm disso, as mudanas tecnolgicas da
realizao dos filmes tem influenciado as formas de representao a seguir, analisamos alguns
aspectos das primeiras estrelas: vida pessoal rodeada por uma atmosfera misteriosa, personagens
cheios de seduo e usualmente com olhares dominadores. As figuras femininas se deslocaram
dos olhares intensos para os corpos sexuais atlticos.
Abstract
The main focus of this article is to present how the images of female movie stars were
constituted since the first appearances on cinema. Those images are connected to both aspects
204 | deSignis 16
theatrical presentation and literary sources. Over and above that, the technological changes
of film making had influenced the forms of representation. Follow we analyze some aspects
of first movie stars: personal life surrounded by a mysterious atmosphere, characters with full
of seduction and usually imposing eyes. The women figures were moved from intense eyes to
athletic sex bodies.
Dulcilia H. Schroeder Buitoni jornalista, formada pela Escola de Comunicaes
e Artes da Universidade de So Paulo, Brasil; Mestre e Doutora pela mesma universidade;
Catedrtica de Jornalismo no Departamento de Jornalismo e Editorao da ECA-USP
desde 1991 e professora do Doutorado em Comunicao da USP at 2007. Atualmente,
professora do Mestrado da Faculdade Csper Lbero. Foi professora visitante na
Universitat Autnoma de Barcelona em 1993 e 2000. Autora, entre outros, de Mulher
de Papel (1981), Imprensa Feminina (1986), De volta ao quintal mgico (2006). E-mail:
[email protected]
Gabriela Simn
Narrativas prescriptivas sobre el cuerpo en semanarios de prensa grfica
Resumen
Se abordan narrativas prescriptivas sobre el cuerpo, narrativas de las cuales nuestras
sociedades teraputicas son condicin de produccin y de posibilidad. Se trata de consejos
y recetas que apuntan al cuerpo como el lugar de la asepsia, a la vez que el de la felicidad
y bienestar. Un imaginario utpico de cuerpos bellos, jvenes y sanos. Se trata de un
dispositivo higienista-profilctico, de un dispositivo teraputico que parecera guardar como
sentencia: Hay que ser joven, bello y sano a cualquier precio. Se analizan esas narrativas en
semanarios de prensa grfica de la Argentina de los 90, trazando un mapa de los cuerpos
que el discurso va configurando para interrogar acerca de los sentidos de la insistencia de
esas prescripciones.
Abstract
This paper deals with certain prescriptive narratives about the body: advice, recipes,
formulas that point at the body both as the place for asepsis as well as the one for happiness
and well-being. An utopist imagery of young, healthy and beautiful bodies. A prophylactichygienist device, even more, a therapeutic device that often seems to sustain only this maxim:
you must be young, beautiful and healthy at any cost. This article analyzes such prescriptive
narratives in Argentinean weekly magazines in order to draw a map of the bodies shape
discourse.
Gabriela Simn es Doctora en Semitica por el Centro de Estudios Avanzados y la Facultad
de Filosofa y Humanidades de la Universidad Nacional de Crdoba. Profesora Titular de
deSignis 16 | 205
Alicia Vaggione
Moda, cuerpo y ciruga esttica. Alianzas
y yuxtaposiciones en una produccin fotogrfica de la revista
Vogue
Resumen
La ciruga esttica aparece como una prctica de transformacin del cuerpo que adquiere
una inusitada importancia en el mundo contemporneo. A partir de una produccin fotogrfica
publicada en la revista de moda Vogue versin espaola analizo las superposiciones, alianzas
y cruces entre el procedimiento de la intervencin quirrgica, presentado/simulado en situ, la
presentacin de los objetos de la moda y el lujo como as tambin de los objetos tecnolgicos.
206 | deSignis 16
Abstract
At contemporary world, cosmetic surgery appears as a practice of body transformation
that acquires an unusual importance. I analyze the overlapping, alliances and crossing among
the procedure of the surgical intervention, from a photographic production published in the
fashionable magazine Vogue Spanish version presented/simulated in situ, presentation of
the mode and luxury objects as well of technological ones.
Alicia Vaggione es Lic. en Letras Modernas, Magister en Sociosemitica y est realizando
un doctorado en Semitica en la Universidad Nacional de Crdoba. Es profesora adjunta en
el rea de Semitica del Centro de Estudios Avanzados, es profesora asistente por concurso
en la Facultad de Filosofa y Humanidades y Prof. Adjunta en la Facultad de Lenguas de la
UNC. Sus trabajos de investigacin se circunscriben principalmente en torno a la relacin
enfermedad, discursos y cuerpo. E-mail: [email protected]
Sandra Valdettaro
Ms all de Dolly y Michael Jackson. La moda del tecno-cuerpo:
mutantes, clones y cyborgs
Resumen
En este texto se presenta una serie de reflexiones acerca de las relaciones entre cuerpo y
tecnologas en la actualidad. Tomando como casos distintas investigaciones sobre el tema,
se realiza un abordaje terico articulando perspectivas de la filosofa de la tcnica con la
sociosemitica, intentando producir una interrogacin acerca del estatuto de los debates sobre
la alteracin ontolgica que supone la intervencin tecnolgica del cuerpo y la emergencia de
nuevas modalidades de hbridos.
Abstract
This text presents a series of thoughts on body-tecnologies today. Exploring different
researches on the subject is a theoretical approach articulating the philosophy of technique
with the sociosemiotics perspective. This text intends to produce a question about the status
of discussions on the ontological alteration involving technological intervention of the body
and the emergence of new forms of hybrids.
Sandra Valdettaro es Doctora en Comunicacin por la Universidad Nacional de
Rosario, Master en Ciencias Sociales por FLACSO y Licenciada en Comunicacin Social
por la UNR. Directora de la Maestra en Estudios Poltico-Culturales del Centro de Estudios
Interdisciplinarios de la UNR. Directora del Departamento de Comunicacin de la Facultad
de Ciencia Poltica y Relaciones Internacionales de la UNR. Ha publicado numerosos artculos
y captulos de libros sobre mediatizacin, comunicacin y semitica, y se desempea como
profesora en distintos posgrados. E-mail: [email protected]
deSignis 16 | 207
sobre
de la
Cruz
Resumen
El artculo realiza un anlisis entre similitudes y diferencias presentes en la interpretacin
de Sor Juana en la obra de Octavio Paz Sor Juana Ins de la Cruz o las Trampas de la fe (1982) y
la pelcula de Mara Luisa Bemberg Yo, la peor de todas (1990). La relacin entre literatura, cine
y gnero presente en este artculo desemboca en un dilogo intertextual donde los elementos
simblicos y sus representaciones cobran relevancia.
Abstract
The article realises an analysis between similarities and differences present in the interpretation of Sister Juana in the work of Octavio Paz Sor Juana Ins de la Cruz o las Trampas de la fe
(1982) and the film of Mara Luisa Bemberg Yo, la peor de todas (1990). The relation between
literature, cinema and genre present sort in this article ends at a intertextual dialogue where the
symbolic elements and their representations acquire relevance.
Anke van Haastrecht es doctora y profesora en la Facultad de Artes de la Universidad de
Groningen, Holanda. Es directora del Departamento de Estudios de la Comunicacin. Sus
reas de inters son: comunicacin, cine, radio, televisin y relaciones internacionales. E-mail:
[email protected]
208 | deSignis 16