Autoconciencia Animal y Teoria de La Mente - Jorge Morales

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Autoconciencia animal y teora de la mente

Jorge F. Morales Ladrn de Guevara*

Nadie puede cruzar los linderos de otro


por la simple razn de que nadie
puede tener acceso a s mismo.
Paul Auster, La habitacin cerrada

En su aclamada novela que forma parte de La triloga de Nueva


York, Paul Auster se adentra en la mente de un joven escritor quien
por complicados enredos se ve obligado a escribir la biografa de
un viejo amigo de la infancia, tambin escritor y ahora desapareci
do, del que hace aos no tiene noticias. Despus de meses de est
riles esfuerzos por escribir lo que slo se ha convertido en un vago
recuerdo de la niez y una artificial reconstruccin fruto de sus inves
tigaciones, el joven escritor concluye que no puede saber nada sobre
su amigo de antao. Sus intenciones, sus creencias, sus deseos, sus
filias y fobias, los motivos que lo llevaron a escribir sus grandes nove
las le resultan completamente inaccesibles. Pero pronto se da cuenta
de que esta oclusin no ocurre nicamente cuando intenta conocer
la mente del sujeto de la biografa, sino que la suya propia, sus pro
pios estados mentales, comienzan a serle completamente ajenos,
secretos, inasibles.
En este ejercicio literario que raya en lo onrico y lo surrealista,
Auster sostiene veladamente una tesis propia de la filosofa de la
mente: el acceso de un individuo a los estados mentales de otro es
t vinculado con utiliza los mismos mecanismos que, y opera
*Columbia University.

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en conjuncin con los mecanismos que ese mismo individuo uti


liza para tener acceso a sus propios estados mentales. Para poder
saber en qu ests pensando, necesito ser capaz de saber en un
momento u otro, en algn grado u otro qu estoy pensando yo.
Alguien podra ponerlo al revs; de hecho, en la literatura de las
ciencias cognitivas y la psicologa del desarrollo as se mira el pro
blema: slo los individuos que tienen acceso a las otras mentes
pueden aspirar a conocer sus propios estados mentales.
Sin embargo, esta idea es de por s contestataria, pues la visin
recibida de la modernidad es muy distinta. Es principalmente gra
cias a Descartes, pero tambin en cierta medida a Locke y Hume,
que debemos la nocin de acceso privilegiado. Segn la visin
cartesiana de lo mental, podemos hacer juicios equivocados con res
pecto a muchas cosas, pero no con respecto a nuestra propia men
te. Ah no hay error, el acceso a nuestros contenidos mentales es
transparente. Esta visin de lo mental, claro est, ha sido amplia
mente debatida. Fenmenos tan evidentes como el autoengao, los
errores al informar acerca de nuestros propios estados mentales,
las enormes fallas de la memoria y dems equivocaciones sobre
nuestros contenidos mentales hacen fcil suponer que no es verdad
que tenemos un acceso directo, o por lo menos no uno que sea
infalible, a nuestro repertorio mental.
Ahora bien, que la visin cartesiana de lo mental se ponga fcil
mente en duda no significa que una tesis contraria pueda aceptar
se sin ms. As como difcilmente es verdadero que tenemos un
mtodo infalible para acceder a nuestros contenidos mentales, dife
rente del que utilizaramos para acceder a los de otros individuos,
tampoco es evidente que el mecanismo que empleamos para acce
der a nuestros estados mentales sea exactamente el mismo que el
que utilizamos para acceder a los de otros.
Si el debate es de por s acalorado, al trasladar el problema al
campo de las mentes animales se vuelve ms rspido, ya sea por mo
tivaciones cartesianas segn las cuales las habilidades mentales, en
particular la de acceder a la propia mente, estn restringidas a los
El trmino acceso privilegiado, como es sabido, es contemporneo. El con
cepto, sin embargo, se encuentra ya en la filosofa cartesiana.


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seres humanos, es decir por la influencia de ciertas tesis que podra


mos catalogar genricamente como lingistas, segn las cuales la
posesin de un lenguaje natural es necesaria para tener creencias.
Por la va que fuere, conceder a animales no-humanos la capaci
dad de atribuir creencias a otros individuos (teora de la mente) o
la capacidad de acceder de uno u otro modo a los propios estados
mentales (ser autoconscientes o reflexivos) resulta en una argumen
tacin que, hasta cierto punto, debe ir a contracorriente.
En lo que sigue analizar, en primer lugar, la propuesta de Stich
y Nichols (2003) para separar los mecanismos que permiten de
tectar los propios estados mentales de los mecanismos que sirven
para detectar los estados mentales de otros individuos y razonar so
bre ellos. En un segundo momento, intentar llevar su propuesta
un paso ms all para sugerir que esa divisin de mecanismos po
dra estar filogenticamente extendida por lo menos a algunos pri
mates. Para lograr esto, revisar parte de la literatura sobre teora de
la mente (tm) y sobre pruebas de autorreconocimiento en espejos
(are) para mostrar que los mecanismos de deteccin de estados men
tales de otros y los de reconocimiento no necesariamente son para
lelos en la misma especie. A reserva de desarrollar el problema ms
adelante, anticipo que la conclusin de la independencia de meca
nismos de tm y are permitir mostrar que un cierto grado de au
torreflexividad animal es posible, al margen de sus habilidades de
tm o de pensamiento de segundo orden.
Antes de pasar a la siguiente seccin, considero importante acla
rar cmo entender el trmino autoconciencia. Sin duda se pres
ta a un sinfn de interpretaciones, pero me gustara dejar a un lado
los tecnicismos. En lo que sigue, utilizar los trminos reflexivi
dad, autoconciencia o autoconocimiento de manera intercam
biable. Y por ellos entender un proceso mental a travs del cual
un individuo tiene de alguna u otra manera acceso a sus propios
estados mentales. Y aqu la nocin de acceso ser fundamental pues
con ella es posible entender acceso epistmico o acceso perceptual
(si es que algo as existiera), acceso conceptual o no-conceptual, ac
ceso proposicional o a travs de imgenes mentales, etc. As que no
Para ver varios de ellos, consltese Bermdez, 1999.

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me preocupar por discutir el significado filosfico del autocono


cimiento o los requisitos que necesita cumplir una criatura para
que se le puedan atribuir habilidades reflexivas. Ms bien me ocupa
r de explorar la posibilidad de que los mecanismos de atribucin
de estados mentales a otros individuos y a uno mismo sean inde
pendientes.

Introduccin
El trmino teora de la mente (tm) fue introducido a la literatura
de cognicin animal por Premack y Woodruff (1978). De acuerdo
con ellos, un individuo tiene tm cuando atribuye estados menta
les a s mismo y a otros (sean stos de la misma o de otra especie)
(p. 515). Tener tm implica ser capaz tanto de atribuir estados no
observables directamente como usar dicha informacin para hacer
predicciones, especficamente sobre la conducta de otros organis
mos. En trminos ms afines a la literatura filosfica, esta cuestin
se puede reformular preguntando si un individuo utiliza o no cierta
psicologa popular para predecir la conducta de otros individuos.
Las investigaciones de Premack se concentraron especficamente
en determinar la presencia o no de tm en chimpancs (Pan troglo
dytes), pero la cuestin puede ser fcilmente trasladada a otras espe
cies animales o inclusive, como ha ocurrido, a nios prelingsticos
o a humanos con dficit mental (autismo, esquizofrenia) o dficit
fisiolgico con implicaciones cognitivas (sordera).
El rango de estados mentales que puede tener un individuo es
amplsimo. ste incluye pensamientos, conocimientos, creencias,
dudas, gustos, emociones, pretensiones, adems de deseos, propsi
tos o intenciones. Tradicionalmente, estos estados se han conden
sado en dos estados bsicos, cuya combinacin permite formular
estados complejos. Me refiero, claro, a creencias y deseos. Tpicamen
te, creencia y deseo se definen como actitudes proposicionales,
es decir, un estado mental particular cuyo contenido es una pro
posicin, a la cual o bien se considera verdadera o bien se anhela
su contenido respectivamente. A pesar de lo anterior, evitar el uso
de esta terminologa en lo que sigue pues genera conflicto decir que

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un animal carente de lenguaje tiene actitudes frente a una propo


sicin. Cuando utilice los trminos creencia y deseo habr que
entender algo anlogo, con contenidos presumiblemente no-pro
posicionales.

El modelo de Stich y Nichols


En Mindreading, Stich y Nichols (2003) ofrecen un modelo fun
cional de los mecanismos que permiten desplegar las habilidades
de tm en adultos normales, as como las habilidades para detectar
los propios estados mentales. Si bien se preocupan por hacer que su
historia sea verosmil con la filogenia y la ontogenia, en realidad dis
cuten muy poco la literatura en etologa cognitiva, razn por la cual
intentar usar su modelo para las mentes animales. A continua
cin presentar una breve exposicin de su propuesta, para discu
tir el caso animal en las siguientes secciones.
Segn su teora (Stich y Nichols, 2003, caps. 2 y 3), la mente se
puede describir como un conglomerado de diferentes mecanismos
que operan de modo tanto independiente como interdependiente
para producir los diferentes estados y procesos mentales que lleva
mos a cabo los seres humanos. Los principales mecanismos sern
una caja almacenadora de creencias y otra de deseos. Junto con
estos dos mecanismos representacionales, hay un mecanismo infe
rencial encargado tanto de planear y realizar inferencias a partir de
los contenidos de la caja de creencias como de actualizar los conte
nidos de la caja de creencias. Esta descripcin bsica de la arquitec
Para ms sobre mi posicin y una discusin amplia sobre este punto vase
Morales Ladrn de Guevara (2009).

Dado que la descripcin de los mecanismos es meramente funcional, es
decir, slo se preocupa por describir qu hace el mecanismo, no hay en ninguna
parte del libro una descripcin de cmo lo hace o qu estructuras neurales lo reali
zan. Estos dos ltimos no son parte del nivel funcional, sino del nivel algortmico
o el nivel de implementacin, respectivamente. Es por esto que pueden hablar
holgadamente de cajas y mecanismos, sin preocuparse demasiado por los de
talles de su funcionamiento o sus bases neuronales. Vase el libro de Marr (1982)
para ms detalles sobre esta divisin de niveles de descripcin.


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tura mental explicara cmo funcionamos los seres humanos, cmo


inferimos, deseamos, creemos, etc. A esto habra que agregar, claro,
mecanismos de monitoreo del propio cuerpo (por ejemplo, detec
cin de hambre, sed, posicin corporal), percepcin, etctera.
Sin embargo, lo anterior no es suficiente para explicar algo esen
cial de los seres humanos: nuestra capacidad para distanciarnos de
la realidad. Somos capaces de generar hiptesis, hacer conjeturas,
imaginar, fingir o mentir. Por ello, consideran necesario postular
otro mecanismo, la caja de mundos posibles. Este mecanismo es
tara encargado de, con base en la informacin de la caja de creen
cias, simular nuevas creencias o cambiar los valores de verdad de
las creencias del individuo, para generar nuevas posibles inferencias,
planes, deseos, etc. Naturalmente, las creencias que se encuentran
dentro de la caja de mundos posibles (cmp) tendrn que contener
un marcador que le permita al individuo no confundirlas con creen
cias sobre el mundo real. Sus contenidos son condicionales o co
mo si fueran verdaderos. La aparicin evolutiva de este mecanismo
habra permitido a los primeros homnidos hacer predicciones, pla
neaciones estratgicas, generar hiptesis de cmo podra ser el mun
do, alejndose as de lo que podramos llamar la tirana de las
percepciones presentes. Un mecanismo de mundos posibles me per
mite distanciarme de mis creencias actuales y hacer una serie de
simulacros inferenciales de qu podra pasar si creyera algo distinto.
Esos simulacros los puedo utilizar para mentir, manipular, jugar,
experimentar, planear, predecir, etc. Segn la propuesta de Stich y
Nichols, es precisamente este mecanismo de mundos posibles que,
al modo de una exaltacin, permiti tambin que los seres huma
nos atribuyeran estados mentales a otros individuos, es decir, per
miti el surgimiento de una teora de la mente.
Stich y Nichols consideran que hay dos etapas en el desarrollo
de tm. En la primera, los conceptos de creencia o inferencia no
son necesarios y, por lo tanto, se tratara de una tm bsica, infan
El trmino fue acuado por Gould y Vrba (1982). Ellos definen adaptacin
como cualquier rasgo que promueve la adecuacin (fitness) y que fue construi
do por la seleccin [natural] para su papel actual (p. 6). Las exaltaciones, en
cambio, son los rasgos [] que evolucionaron para otros usos (o para ninguna
funcin en absoluto), y despus fueron cooptados para su papel actual (p. 6).


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til. Posteriormente, con la adquisicin del lenguaje y la refinacin


de los conceptos antes mencionados, la tm tendra el funciona
miento sofisticado caracterstico de los humanos adultos.
La lectura de otras mentes, en el nivel infantil, comenzara con
el desarrollo de la deteccin de metas y estrategias. Predecimos la
conducta de otros 1) usando las estrategias disponibles para descu
brir sus metas y 2) descubrir la mejor manera de lograr esas me
tas usando la descripcin del mundo disponible en la cmp una
descripcin que es diferente a la que tenemos en nuestra caja de
creencias (2003:65). Los nios tendran desde muy temprano un
mecanismo de deteccin de deseos que, junto con el sistema de
planeacin, podra explicar que detecten con relativa facilidad las
intenciones de otros individuos. El mecanismo de planeacin de
be, claro, hacer uso de las creencias del individuo sobre el mun
do, pero segn nuestra explicacin de la lectura de mentes temprana
ninguna de esas creencias son sobre creencias o estados perceptua
les del individuo a ser ledo (p. 84). Y esto es importante porque
cuadra bien con lo que sabemos sobre psicologa del desarrollo.
Por ejemplo, en anlisis verbales del uso lingstico de nios entre
dos y seis aos el uso de trminos referentes a deseos aparece con
siderablemente antes que el de vocablos referentes a creencias, por
lo que hasta este momento el nio slo utilizara los mecanismos de
deteccin de deseos y sus propias creencias para hacer inferencias
sobre la conducta de otros individuos.
Con la edad, la cmp entrara en accin junto con el sistema de
deteccin de deseos y, aunado a los conceptos de creencia, inferen
cia, etc., que ahora estaran disponibles en la caja de creencias, se
ra posible explicar los mecanismos de lectura de otras mentes que
tenemos los seres humanos adultos. A los dos aos o dos aos y
medio, la cmp est disponible pues hay evidencia de que los nios
pueden fingir y realizar pensamientos hipotticos. Sin embargo, no
utilizan todava la cmp ya para leer otras mentes. Las pruebas de
creencia falsa muestran que, en el mejor de los casos, es hasta los

La idea de una prueba de creencia falsa surgi casi a la par de la teora de la
mente con los comentarios al artculo seminal de Premack y Woodruff. La idea
es que fuera una prueba que resultara definitiva para probar tm (cf. Bloom y Ger

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tres aos y normalmente despus de los cuatro, que los nios pue
den pasar esta prueba crucial para la atribucin de una tm cabal a
un individuo. El proceso clave para comenzar a atribuir creencias
falsas a otros individuos se da cuando se supera el proceso de atri
bucin por default de creencias. Segn su modelo, atribuimos por
default a otros individuos las creencias que tenemos en nuestra caja
de creencias. Si el nio pequeo cree que en una caja hay choco
lates, aunque otro sujeto no pueda saber que en la caja hay chocola
tes, el nio pequeo atribuir al otro sujeto su propia creencia de
que en la caja hay chocolates. Cuando el mecanismo de cmp co
mienza a utilizarse en algn momento despus del tercer o cuarto
ao, ste permite que se frene o supere el proceso de atribucin por
default y el nio comienza a mezclar sus propias creencias con las
creencias que genera la cmp con respecto a las creencias que podran
tener los otros individuos. Esto, claro, en colaboracin con el me
man 2000, para una opinin en contra del supuesto carcter definitivo de la prue
ba de creencia falsa para probar tm. Segn argumentan, exige demasiados recursos
lingsticos y de memoria como para ser una prueba definitiva). La prueba clsi
ca de creencia falsa (cf) fue desarrollada por Wimmer y Perner (1983) y luego
modificada para convertirse en la prueba estndar por Baron-Cohen et al. (1985).
Segn la versin estndar de cf, es decir, una prueba lingstica diseada para
nios, se le presenta al sujeto un personaje, Sally, quien deja un objeto deseable
(un chocolate, por ejemplo) en una canasta. Cuando Sally se ausenta de la habi
tacin, otro personaje, Anne, quita el objeto y lo coloca en una caja. Se les pide
a los nios que predigan dnde buscar Sally el objeto cuando regrese a la habi
tacin. Usualmente los nios autistas no pasan la prueba, y los nios sin dficit
la pasan slo despus de los cuatro aos de edad. Los nios autistas y los meno
res de cuatro aos responden que Sally buscar el chocolate en la caja (donde
est el chocolate), y no en la canasta (donde Sally cree que est). (Vase Wellman
et al., 2001, para una revisin de la literatura; vase Stenning y Van Lambalgen,
2008, para una crtica a los diferentes modos de plantear el problema. Por ejemplo,
los resultados varan si se les pide que digan dnde buscar Sally o si se les pide
que busquen donde creen que buscar Sally. Actuar a diferencia de responder ver
balmente, o la diferencia entre creencia y creencia que conduce a actuar, son re
levantes).

Es claro que los nios menores de cuatro aos atribuyen algunas creencias.
Sin embargo, el hecho de que no puedan atribuir creencias falsas hace pensar que
el mecanismo de cmp no est en completa accin hasta despus del cuarto cum
pleaos. Esto, por supuesto, no significa que no puedan hacer algunas atribucio
nes de creencias (y no meramente deseos).

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canismo de planeacin, de inferencia y de deteccin de deseos y


percepciones.
Este recuento del modelo de lectura de mentes que proponen
Stich y Nichols no es exhaustivo ni crtico, la idea es tener un pun
to de partida para explicar cmo podra funcionar la lectura de la
propia mente, en particular en el caso de los animales no humanos.
En la siguiente seccin har un breve repaso de la literatura ms re
ciente acerca de la tm en animales, en particular en primates. Por
el momento dejar el modelo aqu presentado para retomarlo en
la seccin Lectura de la propia mente.

Teora de la mente en primates no humanos


Premack y Woodruff, en su artculo seminal sobre teora de la men
te, se contentan con hacer una pregunta que d pie a una respues
ta tajante: los chimpancs tienen o no tienen teora de la mente? Si
bien esto puede parecer radical, la metodologa de la poca y el he
cho de que se trataba de una investigacin seminal no permitan
obtener una respuesta ms sofisticada. Su respuesta fue afirmativa,
pues Sarah, el chimpanc que utilizaron, dio suficientes muestras
de comprender los estados mentales de otros individuos. Esto, por
supuesto, se trata slo de la punta del iceberg pues los resultados
estuvieron limitados a un solo sujeto que haba sido entrenado con
un lenguaje simblico. La respuesta, adems, es tajante. Los auto
res mismos reconocen que sera interesante determinar en otros
sujetos si esta teora, en caso de tenerla, es buena o mala para hacer
predicciones, si tienen una tm tan completa como la humana o si
slo poseen una versin parcial de sta, o si su tm funciona de la
misma manera que la nuestra.
La respuesta que ofrecieron, provisional si se quiere, es que el
simio slo puede ser un mentalista, [...] no es lo suficientemente in

El modelo de Stich y Nichols es, por supuesto, mucho ms complejo de lo
aqu expuesto. Habra que revisar directamente el libro para comprender los deta
lles. El modelo final, con todos los mecanismos integrados, queda registrado en
el diagrama de Stich y Nichols, 2003:94.

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teligente para ser un conductista (Premack y Woodruff, 1978:526).


Y es que una de las ventajas que ofrece poseer tm es que representa
un atajo cognitivo hacia los estados mentales de otros individuos.
Si bien podramos adquirir cierta rapidez y precisin con base en la
experiencia y la habituacin, un asociacionismo de rancio abolen
go como el humeano difcilmente podra explicar la sofisticacin de
las predicciones sobre el comportamiento de otros individuos.
A pesar del entusiasmo original de Premack y Woodruff, con
cederle a Sarah una teora de la mente podra haber sido un paso
apresurado. Experimentos ms recientes, en concreto los realizados
durante la dcada de los noventa (vase Tomasello y Call, 1997; Po
vinelli y Eddy, 1996), mostraron que los chimpancs en realidad
no son capaces de adscribir a otros individuos (humanos, por lo
general) los estados mentales correspondientes a sus acciones o a su
acceso perceptivo del entorno. Experimentos de la ltima dca
da, sin embargo, han terminado por mostrar que bajo ciertas condi
ciones de control, diferentes primates, no slo chimpancs, s dan
muestras claras de poseer una teora de la mente de dominio espe
cfico.
El modo ms claro de probar la presencia de tm en primates es
mediante experimentos que muestran sus habilidades sociales pa
ra tomar la perspectiva cognitiva de otro individuo. Si bien la
toma de un papel (como en los experimentos originales de Pre
mack, donde Sarah presuntamente tomaba el rol de un actor en
un video) podra mostrar la atribucin de estados mentales, no es
completamente claro cmo discernir esta interpretacin entre otras
no-mentalistas. En los experimentos que considero decisivos para
establecer la presencia de tm en primates se evalan las habilidades
para posicionarse en una relacin social, como son las jerarquas de
dominacin-subordinacin en el marco de una competencia
(que de suyo no son definitorias de tm), en conjuncin con el des
pliegue de habilidades para considerar la perspectiva epistmica
en la que se encuentran los individuos con los que se est interac
tuando socialmente. Las tareas de robar comida a otros individuos
y las de creencia falsa se insertan en esta categora.
Uno de los estudios ms citados es el de Povinelli y Eddy (1996),
en el cual reportan 15 experimentos con chimpancs (Pan troglody

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tes) jvenes en su laboratorio. Estos animales fueron entrenados pa


ra pedir comida extendiendo la mano, gesto que es comn en esta
especie. Los simios fueron colocados detrs de una pared de acr
lico con dos orificios separados horizontalmente entre s. Detrs
de cada orificio se encontraba un experimentador, es decir, dos en
total. El animal deba pedir comida a uno de los dos investigado
res a travs de uno de los orificios. Uno de los investigadores tena
acceso visual al chimpanc y el otro no. Los chimpancs pidieron
comida con ms frecuencia al experimentador que tena acceso vi
sual que al que no lo tena, cuando el primero estaba completamen
te de frente y el segundo completamente de espaldas. No obstante,
en el resto de las condiciones (por ejemplo, con la mirada desviada
o con la cabeza cubierta por una cubeta, entre varias otras), a pesar
de que para un humano adulto sera claro que es mucho ms pro
bable ser atendido por alguien con quien se tiene contacto visual
directo que por alguien cuya mirada no est dirigida hacia uno,
los simios actuaron por debajo del azar.
En resumen, la pregunta de Premack recibi respuestas en con
tra por lo menos durante 20 aos (Savage-Rumbaugh et al., 1978;
Povinelli y Eddy, 1996; Tomasello y Call, 1997; Heyes, 1998). La
conclusin generalizada era que los primates no humanos son ca
paces de predecir las acciones de otros en muchas situaciones con
base en experiencias pasadas (y quiz algunas adaptaciones cogniti
vas especializadas), pero no van ms all de la superficie para alcan
zar las metas, percepciones, conocimiento y creencias que guan las
acciones de otros individuos, humanos o de su misma especie.
Con el cambio de siglo tambin ocurri un cambio de paradig
ma que transformara el modo de ver las destrezas mentales de los
primates por parte de la comunidad cientfica. A pesar del consen
so generalizado sobre la falta de tm en primates, y pese al carcter
aparentemente concluyente de los experimentos de Povinelli y mu
chos ms, este consenso recientemente ha sido seriamente puesto
en duda. Fueron Tomasello y colegas suyos quienes propusieron un
nuevo modelo para examinar las habilidades de tm en chimpancs
(Hare et al., 2000; Hare et al., 2001; Hare, 2001). Los experimen
tos de los noventa estaban diseados con un modelo cooperativo.
Los chimpancs tenan que cooperar con el experimentador para

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obtener la comida. Sin embargo, los chimpancs y muchos otros


primates no son cooperadores sino competidores. Las relaciones de
dominacin y subordinacin marcan una vida social bastante com
petitiva para los miembros de dichas especies.
Uno de los experimentos dentro del modelo competitivo para
probar tm que utilizaron Hare et al. (2000) coloca a dos chim
pancs uno dominante y otro subordinado en cuartos opues
tos, con un tercer cuarto en medio. En el cuarto de en medio hay
dos pedazos de comida, uno que puede ser visto por ambos simios
y otro oculto detrs de una barrera y que slo puede ser visto por
el chimpanc subordinado. En esta construccin del experimento,
los chimpancs subordinados alcanzaron el trozo de comida ocul
to para el dominante de manera sistemtica por encima del azar, y
en un mayor porcentaje de ocasiones que cuando el dominante s
tena acceso visual a los dos trozos de comida.
Estos experimentos mostraron que los subordinados saban lo
que el dominante poda ver, y por tanto predecan que se dirigira
a tomar el trozo de comida expuesto a ambos y no el que slo ellos
podan ver, haciendo de ste una buena opcin para hacerse de co
mida sin entrar en conflicto con el dominante. (Para ms resultados
en este sentido, vase Tomasello et al., 2003, Tomasello y Hare,
2004; Bruer et al., 2007) Valga aclarar que desde los experimen
tos de 2000 hasta la fecha, han descartado interpretaciones asocia
cionistas haciendo modificaciones en las pruebas: han descartado
que la barrera le sirva como proteccin al subordinado utilizando
barreras transparentes, o que el subordinado acta con base en la
conducta del dominante, dndole una ventaja al salir de la jaula al
subordinado y que as no pueda verse influido por la direccin que
toma el dominante, etctera.
Por otra parte, Laurie Santos y sus colaboradores han mostrado
en los ltimos aos que monos del Viejo Mundo, macacos o mo
nos Rhesus en este caso, cuando se encuentran bajo un paradigma
competitivo pueden demostrar que interpretan el acceso visual de
otros individuos (humanos) de modo mentalista. Estos estudios
Hay un experimento (Kuroshima et al., 2003) que prueba la habilidad de
un mono del Nuevo Mundo, un mono capuchino (Cebus apella), para recono


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son importantes porque llevan la presencia de la tm ms all del m


bito de los primates y permiten que los monos tengan tambin ac
ceso a las mentes de otros individuos. A diferencia de los estudios
de Tomasello y Povinelli, Santos prob las habilidades mentales de
los monos en un contexto ecolgico, completamente natural, a
diferencia de las pruebas de laboratorio usuales.
Algunos de los experimentos realizados por Santos (Flombaum
y Santos, 2005; para un compendio de varios experimentos vase
Santos et al., 2007) incluyeron condiciones muy similares a las uti
lizadas por Povinelli y Eddy (1996). La gran diferencia, adems del
contexto natural, fue el uso del modelo competitivo. Povinelli uti
liz un modelo donde los chimpancs y los entrenadores deban
cooperar, lo que segn la hiptesis del modelo competitivo podra
disminuir o anular su capacidad de tm.
El principal presupuesto de los experimentos es que los monos
estaran motivados a tomar comida si podan evitar ser detecta
dos por el ser humano que estaba cerca de sta. Si pasaban la prue
ba significara no slo que son capaces de seguir la mirada, sino de
entender los estados mentales de aquellos a quienes miran. Tener
xito en el robo de la fruta implica mucho ms que seguir la mira
da; implica que los sujetos deben usar espontneamente infor
macin sobre el acceso perceptivo de otro individuo, lo cual le
dara relevancia al experimento.
En el primero de seis experimentos reportados en Flombaum y
Santos (2005), el mono deba robar una uva de una plataforma
que era visualmente inaccesible para un experimentador y no la que
estaba en el campo visual de un segundo experimentador. Probaron
varias posiciones para excluir que los monos se guiaban por la pos
tura corporal de los dos experimentadores. Por ejemplo, en el pri
mer experimento no slo estaba uno de frente a la uva y otro de
espaldas, sino que lo estaban en relacin con el mono tambin. As
que en una segunda prueba se coloc a ambos experimentadores de
perfil (90) con respecto al mono, aunque de frente y de espaldas
respectivamente en relacin con la uva. En estos primeros dos ex
cer si una persona sabe o no sabe dnde hay comida. No obstante, el experimen
to es poco elegante y los resultados estn limitados a un solo animal.

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perimentos y en los cuatro restantes reprodujeron condiciones muy


similares a las de Povinelli y Eddy (1996). En todos los experimen
tos los monos actuaron muy por encima del azar, mostrando que
comprendan que un investigador tena acceso visual a la uva y el
otro no.
Despus de obtener resultados similares en diversas pruebas, San
tos ofrece una explicacin filosfica de los mismos:
Los contextos sociales competitivos tienen una propiedad impor
tante que puede servirles para hacerlos mentalistamente ms trata
bles que los cooperativos. Especficamente, una de las propiedades
axiomticas de la competencia entre miembros de la misma especie
es que casi siempre involucra a dos individuos que desean un recur
so limitado por la misma razn. Cuando dos primates contienden
por comida o por acceso reproductivo con una pareja, es una asun
cin segura que ambos tendrn las mismas intenciones bsicas con res
pecto al recurso en cuestin. Debido a estos objetivos en comn, un
primate en competencia inmediatamente tiene acceso a un podero
so conjunto de pistas con respecto a los estados mentales de su compe
tidor: a saber, sus propios estados mentales (Lyons y Santos, 2006:
489).

De la cita anterior se deduce que Santos est a favor de una in


terpretacin de la tm como una habilidad mental de dominio es
pecfico que es compatible con la teora de Stich y Nichols que
expondr ms abajo, en oposicin a la teora-teora de tm (Gopnik
y Wellman, 1992), expuesta tambin ms abajo. Es ms plausible
que evolucionara primero una tm restringida a situaciones de com
petencia, pues requiere menos recursos computacionales ya que los
estados mentales del rival son presuntamente los mismos. Si bien el
contexto etolgico y ecolgico que Santos utiliza en sus experimen
tos es un detonador de los mejores resultados de los monos, como
lo muestran los resultados de laboratorio de Tomasello, no es un
requisito indispensable para que los primates desplieguen tm. Lo
importante es que la tarea sea evolutivamente relevante, y un con
texto de competencia lo es bastante.
Chimpancs y monos han demostrado tener habilidades de tm
que les permiten, en contextos competitivos, saber lo que otros in

AUTOCONCIENCIA ANIMAL Y TEORA DE LA MENTE

39

dividuos saben, ven, desean y, en algunos casos, lo que escuchan.


Sin embargo, un reciente artculo de Kaminski et al. (2008) mues
tra que a pesar de que los chimpancs distinguen entre estados de
conocimiento e ignorancia en sus rivales, no son capaces de saber
a diferencia de nios mayores de cuatro aos y adultos, y al
igual que nios autistas cules son las creencias falsas de dichos
rivales.
Si bien hay evidencia de que los chimpancs no pasan una ver
sin no verbal de la prueba de creencia falsa, tambin es cierto que
hay dos razones importantes, ajenas a la posesin de tm, que expli
can su fallo. La primera es que la prueba requiere habilidades men
tales que van mucho ms all de tm, como el control motriz o la
excesiva carga para la memoria a corto plazo (vase Bloom y Ger
man, 2000:B27-B28, y Kaminski et al., 2008:233). Pero no slo
eso, tambin se ha especulado que pasar una prueba de creencia
falsa implica tener la habilidad de generar una inhibicin en el pro
ceso de inferencia, inhibicin que podra no estar disponible en
autistas ni primates no humanos (vase Stenning y Van Lambalgen,
2008, cap. 9, especialmente:251-262.) Esta inhibicin se compren
de mejor si se contrasta con lo que Leslie (1994) considera tpico de
las creencias, a saber, que stas son verdaderas. El proceso por el cual
se representa que un individuo posee un estado mental con un con
tenido que no representa la realidad (creencia falsa) es un proceso
ms complejo que simplemente atribuirle una creencia verdadera.
Los nios pequeos y los autistas parecen no poder inhibir el pro
ceso normal con el que usualmente consideran que las creencias
de otros son verdaderas. Los chimpancs, en cambio, podran ser
guiados por la fuerza de la presencia de la comida, imposibilitn
doles la inhibicin necesaria para pasar la prueba. Quiz, aunque
saben que el otro ignora dnde est el alimento, la presencia de ste
en otro sitio es demasiado fuerte. Est bien estudiado que las ha
bilidades de inhibicin y control ejecutivo en nios pequeos y en
chimpancs son inferiores que en nios mayores. Un ejemplo de
esto es el clsico efecto A no-B de Piaget (vanse Stenning y Van
Lambalgen, 2008:274-276; Kaminski et al., 2008:233). As lo re
portan Clements y Perner (1994), quienes muestran que nios nor
males de tres aos dan la respuesta equivocada y simultneamente

40

JORGE F. MORALES LADRN DE GUEVARA

miran al lugar adecuado. Todo parece indicar que los nios en esta
franja de edad tienen conocimiento implcito de cul es la respues
ta correcta, y quiz inclusive actuaran correctamente, pero no pue
den explicitar verbalmente dicho conocimiento.
Naturalmente, todos estos experimentos apuntan a que el mode
lo de Stich y Nichols aplicara tambin para primates. Esto es, los
mecanismos de tm en primates seran similares a los de la tm tem
prana descrita en la seccin anterior, precisamente en el estado pre
vio a que entre en funcionamiento la cmp. Es precisamente la
imposibilidad de incluir en sus procesos de inferencia las creen
cias de otros y distanciarse de la realidad lo que parece impedir
que los chimpancs pasen las pruebas de creencia falsa. Sin duda
hace falta ms evidencia a este respecto, pero al menos lo que tene
mos hasta el momento hace pensar que el modelo de Stich y Nichols
es congruente no slo ontogenticamente, sino tambin filogen
ticamente.

Lectura de la propia mente


El recorrido para llegar a discutir el autoconocimiento animal ha
sido largo, pero indispensable para colocar la evidencia en su jus
ta dimensin. En esta seccin discutir primero el modelo de Stich
y Nichols, luego har un recuento de la evidencia en etologa ani
mal sobre pruebas de autorreconocimiento en espejo. El anlisis de
ambos lo dejar para las conclusiones.
El mecanismo de monitoreo
Stich y Nichols (2003:150-160) consideran que una corriente ms
o menos mayoritaria en el terreno de la psicologa del desarrollo en
relacin con las capacidades de autoconocimiento es la denomina
da teora-teora de la autoconciencia.10 Segn esta postura, la infor
macin sobre s mismo a la que tiene acceso un sujeto reflexivo se
Consideran que los representantes de esta teora son muy vagos al explicar su
posicin, por lo que es difcil identificarlos. Sin embargo, sealan como defen
10

AUTOCONCIENCIA ANIMAL Y TEORA DE LA MENTE

41

obtiene a travs de mecanismos paralelos a los mecanismos a travs


de los cuales obtiene informacin sobre otras mentes. Si bien la teo
ra-teora sobre la autoconciencia permite que haya rutas distintas
de obtencin de informacin sobre uno mismo (digamos que uno
no sera un conductista con respecto a su propia mente), consideran
que en el terreno del desarrollo psicolgico hay un paralelo en los
mecanismos utilizados. Sin embargo, es muy poco claro a qu se
refieren los defensores de la teora-teora cuando hablan de rutas
distintas para acceder a los propios estados mentales pero parale
las a los mecanismos de tm. Haciendo este problema explicativo a
un lado, su posicin defendera que las habilidades de tm y de au
toconciencia se desarrollan en paralelo: si uno es incapaz de atri
buir creencias falsas a otros individuos, tampoco podr atribuirse a
s mismo creencias falsas; si uno es capaz de detectar el engao en
alguien ms, ser capaz de engaar a otros y detectar cuando es enga
ado, etctera.
La teora-teora, entonces, obligara a que slo los individuos de
las especies capaces de atribuir estados mentales a otros sean capa
ces de tener acceso a sus propias mentes. Para decirlo de otro modo,
alguien sin tm sera tan ajeno a s mismo como le resulta otro in
dividuo, y viceversa, quien no pudiera tener acceso a s mismo no
podra cruzar a los linderos del otro, como sospechaba Paul Auster.
En el mejor de los casos, percibira sus acciones y su propio cuerpo
de modo meramente conductista: detectara movimientos, despla
zamientos, cambios fisiolgicos, pero no percibira emociones, in
tenciones, deseos, creencias, y mucho menos que todos estos estados
mentales le pertenecen a s mismo.
Estos tericos ofrecen cierta evidencia emprica que Stich y
Nichols recopilan abundantemente. Ms que detenerme en esta
evidencia,11 paso ahora a revisar su propuesta. Segn su modelo, los
seres humanos tendramos un mecanismo de monitoreo (indepen
sores de la teora-teora a Gopnik y Wellman (1992), Carruthers (1996), Frith y
Happ (1999), Perner (1991), Frith (1994) y a Wimmer y Hartl (1991).
11
Ellos se encargan de descartarla o minimizarla. Su estrategia argumentati
va consiste en mostrar o bien que la evidencia favorece por igual a la teora-teora
que a su propio modelo, o bien que de hecho va en contra de la teora-teora y
favorece ms a su propio modelo. Vase Stich y Nichols, 2003:165-187.

42

JORGE F. MORALES LADRN DE GUEVARA

diente de los mecanismos encargados de desplegar tm), cuya fun


cin es detectar los propios estados mentales. Destaco el trmino
detectar, pues consideran que, al igual que los defensores de la teo
ra-teora, los mecanismos para razonar y hacer inferencias sobre
las creencias y los deseos de los dems y sobre uno mismo, son los
mismos. En cambio, el mecanismo de deteccin de los propios esta
dos mentales es distinto de los mecanismos de deteccin de deseos
y creencias de los dems.12
Stich y Nichols respaldan su modelo con evidencia en la doble
disociacin que se presenta en autistas y pacientes con esquizofre
nia. Por un lado, personas con autismo y Asperger son capaces de
describir sus propios recuerdos, sus emociones en un momento en
particular. Inclusive, en autobiografas de adultos con Asperger se
narra una buena cantidad de acontecimientos y recuerdos de sus vi
das directamente relacionados con sus propios estados mentales
y emocionales (vase Stich y Nichols, 2003:187-189). Como vimos
en la seccin anterior, no obstante, las personas con autismo tie
nen severos daos en sus habilidades de tm: no reconocen inten
ciones fcilmente, no pasan pruebas de creencia falsa que nios
de cuatro aos normales s pasan, y no se involucran espontnea
mente en juegos que requieran fingir. Ante esta evidencia ms o me
nos robusta, los autistas son un claro ejemplo de individuos que
pueden tener acceso a sus propias representaciones mentales, aun
cuando tengan grandes dificultades para comprender las mentes
de los dems.
Un punto importante de resaltar es que, si bien los autistas pue
den hablar de sus recuerdos y emociones, lo hacen de una manera
un tanto extraa y sesgada. Sin embargo, esto se explica por la po
ca representatividad que los estados mentales en general tienen en
su vida. Dado que no detectan con normalidad los estados men
tales de los dems, y por tanto no los utilizan para convivir y pre
decir su conducta, sus propios estados mentales les resultan un
tanto indiferentes. Sera algo as como el encuentro con una exqui
12
Ellos postulan un mecanismo de deteccin de deseos y metas para la detec
cin de deseos en otros individuos. Los mecanismos de deteccin de creencias
son los expuestos en la segunda seccin, donde la caja de mundos posibles juega
un rol central.

AUTOCONCIENCIA ANIMAL Y TEORA DE LA MENTE

43

sita botella de Chianti por parte de un renombrado catador y por


una persona que disfruta poco del vino. Aunque el lego quiz detec
te sabores y taninos de manera normal, el reporte de su experien
cia ser fragmentario y poco detallado, pues para l el vino no tiene
importancia ni tiene suficiente experiencia en su degustacin. Por
su parte, el experto catador podr dar una rica y prolija descrip
cin de su experiencia al probar el vino. Esto no significa que el lego
no haya probado el vino o que no tenga la capacidad de saborearlo.
De la misma manera, los extraos y parcos reportes de autistas no
implican un dficit en los mecanismos de deteccin de sus propios
estados mentales; simplemente les son un tanto indiferentes y estn
poco acostumbrados a tratar con estados mentales, pues los de los
dems no les resultan accesibles o relevantes.
El segundo caso que utilizan como evidencia de la posibilidad de
disociar el mecanismo de monitoreo del resto de los mecanismos
inferenciales sobre estados mentales es el de los pacientes con es
quizofrenia. Estos casos, a la inversa de los autistas, muestran que
los esquizofrnicos que tienen experiencias de pasividad o sn
tomas de primera categora, como son llamados, tienen la im
presin de que sus sentimientos, deseos o actos les son ajenos y
que se encuentran bajo control externo. Los pacientes creen que
sus propias acciones son gobernadas por alguna fuerza ajena a ellos
mismos, o incluso creen que sus pensamientos y recuerdos son ma
nipulados, extrados o cambiados por alguien ms (vase Stich y
Nichols, 2003:189-192). No obstante este enorme impedimento
para acceder a su propia mente, los pacientes con esquizofrenia
no tienen ningn problema para pasar las pruebas tpicas de tm. Lo
anterior muestra, de nuevo, que los mecanismos de autoconcien
cia son independientes de los mecanismos de tm.
Autoconciencia animal: pruebas de autorreconocimiento
en espejos (are)
Es tiempo de pasar al caso de la mente animal. La pregunta por la
posible reflexividad de los estados mentales de los animales es lar
ga y ampliamente debatida (para una reciente discusin desde di
ferentes aproximaciones, vase Lpez Farjeat, 2009). Tpicamente

44

JORGE F. MORALES LADRN DE GUEVARA

se ha asumido que los animales, los nios prelingsticos y los ho


mnidos no pueden tener (o no pudieron tener) pensamientos que
involucren lo que Bermdez denomina ascenso intencional (Ber
mdez, 2003; vase tambin 1998 para un planteamiento concreto
del problema de la autoconciencia). Esto significa que no pueden
tener pensamientos cuyo contenido sea otro pensamiento, es de
cir, no pueden tener pensamientos de segundo orden. Este tipo
de pensamientos requiere necesariamente un vehculo lingsti
co para que puedan ser representados.13 No parece probable que los
animales puedan tener pensamientos cuyo contenido refiera a al
gn tiempo distante en el futuro o el pasado,14 contrafcticos, mo
dalidad,15 relaciones sociales16 o pensamientos reflexivos, que son
los que aqu nos interesan. La necesidad de un vehculo lingstico
para tener todos estos pensamientos proviene de la necesidad de
detener en la mente cierto pensamiento (una proposicin) y descar
gar as la pesada tarea computacional que el pensamiento de segun
do orden implica.
No obstante, este planteamiento tradicional asume una de las
premisas que pretende mostrar, a saber, que el pensamiento refle
xivo es, de hecho, proposicional. Si atendemos a lo implicado por
el modelo de Stich y Nichols para seres humanos, tenemos que el
Vase sin embargo, el artculo de Lurz (2007) para una interesante defensa
de la posibilidad de tener pensamientos de segundo orden sin necesidad de len
guaje.
14
Esto podra ser disputado por ciertos experimentos sobre memoria en ani
males como ratas y arrendajos (Hasselmo y Eichenbaum, 2005; Clayton et al.,
2007). Sin embargo, lo que quiero decir es que los animales no pueden pensar
sobre algo que haya pasado dos mil aos atrs o que pasar en los prximos qui
nientos aos.
15
Hay buenas razones para defender que algunos animales evalan probabi
lidades (en el sentido bayesiano del trmino), pero esto no debe confundirse con
las nociones metafsicas de necesidad y posibilidad (vase Rescorla, 2009).
16
Muchos animales comprenden relaciones sociales de jerarqua, dominan
cia y subordinacin, as como relaciones familiares dentro y fuera de sus propios
grupos. Esto no significa, sin embargo, que sean capaces de representar relacio
nes sociales que requieran la institucin del lenguaje, tales como Director de la
compaa XYZ, miembro honorario de la asociacin Tierra Gemela, ingenie
ro, doctor o abogado, ex esposa de Y, etctera.
13

AUTOCONCIENCIA ANIMAL Y TEORA DE LA MENTE

45

mecanismo de monitoreo en ningn momento obliga a que los


contenidos de las cajas de creencias monitoreadas sean proposicio
nes. Si bien su modelo est diseado para humanos lingsticos,
tambin es cierto que ellos mismos aplican su modelo a nios pre
lingsticos, con lo cual dejan abierta la posibilidad de que los
contenidos de la caja de creencias no estn codificados al me
nos no necesariamente en vehculos lingsticos.
As, este mecanismo de monitoreo permitira a algunos anima
les no humanos detectar sus propios estados mentales. Digamos
que este mecanismo permite poner un marcador de pertenencia a
ciertos contenidos mentales, un marcador donde el individuo pue
de detectar que l o ella es el sujeto de una emocin, o que cierta
creencia o percepcin le afecta directamente, o que est en su po
der actuar con base en ciertas creencias o percepciones. Este meca
nismo de monitoreo, entonces, acta como ese indicador del que
carecen los pacientes con esquizofrenia. Y si atendemos a las consi
deraciones de autoras tan dismiles como Susan Hurley o Christine
Korsgaard, buena parte de los estados mentales que se pueden de
finir como autoconscientes, en realidad lo son por razones prcti
cas y no tericas. Hurley, hablando de las razones que puede tener
un animal no humano para actuar, considera que es necesario
que una razn forme parte del nivel consciente de un agente, en
oposicin a un nivel inferior y automtico (no consciente y sub
personal o subanimal). No obstante, considera que hay razones no
conceptuales que forman parte de la perspectiva del agente y que
pueden, por tanto, contar como razones para el agente. Tener ra
zones para actuar y, por tanto, para creer, es independiente de la
posesin de un lenguaje o conceptos. Se requiere, seala Hurley
(2006:142), que el animal tenga la capacidad de distinguir entre sus
experiencias y el mundo, pero esto lo hace la mayora de los anima
les sin problema alguno. Seal de ello es que controlan dinmi
camente sus movimientos para controlar a su vez sus experiencias
perceptivas y evitar obstculos gracias a sus percepciones, y as, si
multneamente, sus percepciones ofrecen razones para la accin.
Lo anterior muestra que tienen algn tipo de acceso o monitoreo de
sus propios estados mentales. No hay, sin embargo, ningn motivo
para pensar que deben ser, a su vez, conscientes de que dichas creen

46

JORGE F. MORALES LADRN DE GUEVARA

cias y dichas percepciones juegan un rol justificatorio de cara a sus


acciones, percepciones y creencias. Con esto se evita el desmedido
requisito del lingismo de que haya razones de segundo orden, y a
la vez se permite que las creencias de hecho sean razones para el
sujeto. Entonces, podemos considerar que el animal controla sus
acciones porque de algn modo sabe que sus creencias y percepcio
nes estn bajo su control y a esto le podramos llamar autocon
ciencia o reflexividad sin que por ello implique que el animal
deba tener una creencia explcita del tipo sta es mi creencia.
Por otra parte, Christine Korsgaard, discutiendo asuntos sobre
identidad personal, comenta que,
[...] la conciencia, entonces, es una caracterstica de ciertas activida
des que desempean los animales [humanos y no-humanos]. Estas
actividades incluyen el percibir; varias formas de prestar atencin
como mirar, escuchar y notar; actividades ms intelectuales como
pensar, reflexionar, recordar y leer; y moverse voluntariamente. La
conciencia no es un estado que haga estas actividades posibles, o
una cualificacin del sujeto que pueda llevarlas a cabo. Es una carac
terstica de las actividades mismas. Es desconcertante decir que debes
estar consciente para llevarlas a cabo, porque que seas capaz de lle
varlas a cabo es todo lo que estar consciente implica. [...] Es cru
cial, cuando se piensa en estos asuntos, no confundir estar ocupado
en una actividad consciente con estar consciente de una actividad.
Quizs esta confusin es la que descansa detrs de la bizarra idea
cartesiana de que los animales no-humanos son inconscientes. En
el sentido directo y prctico, un animal [no-humano] adulto que
est cazando y est, por ejemplo, acechando a su presa, sabe exacta
mente lo que est haciendo. Pero sera raro decir que est conscien
te de lo que est haciendo o que sabe algo sobre ello. De lo que est
consciente es de su entorno, el olor de su presa, el pasto doblndo
se silenciosamente bajo sus pies. La conciencia que es inherente a
las actividades psquicas no debe entenderse como una observacin
interna de esas actividades, un estado terico. La conciencia de un
animal [no-humano] puede ser enteramente prctica (Korsgaard,
1996:375-376).

En esta representativa cita de Korsgaard se puede evidenciar la


importancia de la prctica por encima de la teora. Cuando deci

AUTOCONCIENCIA ANIMAL Y TEORA DE LA MENTE

47

mos que un animal es autoconsciente no queremos decir que tenga


pensamientos del tipo me doy cuenta de que percibo x o s que
creo y, sino que tiene herramientas para monitorear sus propios
estados mentales y actuar en consecuencia.
Es precisamente en esta lnea que los experimentos de autorre
conocimiento en espejos o are se vuelven relevantes. Fue G. G.
Gallup quien en 1970 dise por primera vez estas pruebas. Se co
locaba a un chimpanc en aislamiento por dos das, despus se le
regresaba a su jaula; los primeros dos das se colocaba un espejo a
3.5 metros de distancia, y ocho das despus a 0.6 metros. Lo que
Gallup observ fue que al principio los chimpancs desplegaron con
ductas sociales, como si lo que vieran en el espejo fuera un congne
re. Con el tiempo las conductas sociales disminuyeron y comenzaron
a aumentar las conductas dirigidas a s mismos: se acicalaban partes
de su cuerpo inalcanzables sin el espejo, sacaban comida de entre
sus dientes, llevaban a cabo manipulaciones de tipo genital-anal
ayudados por el espejo, hacan caras frente al espejo, etc. En todos
los casos de conducta dirigida a s mismos, el yo es el referente a
travs del reflejo, mientras que en el caso de la conducta social el re
flejo es el referente (Gallup, 1970:167). Al dcimo da se les anes
tesi y se les pint una marca en la parte superior de la ceja y de
una oreja. La pintura era especial para que no oliera y no resecara
el pelaje o la piel, de tal modo que al despertar fuera completa
mente indetectable. El siguiente paso consisti en sacar el espejo
de las jaulas y analizar por 30 minutos cuntas veces tocaba espon
tneamente el chimpanc las partes cubiertas por la pintura. Luego
se volva a colocar el espejo a 0.6 metros de distancia de la jaula
y se analizaba su conducta otros 30 minutos. Los chimpancs se
tocaban significativamente ms veces las marcas de pintura cuan
do estaban frente al espejo, en una clara actitud exploratoria, de
las que lo hicieron sin el espejo. Con esto, Gallup pretenda con
cluir que algn concepto de s mismo deba entrar en operacin en
estos animales. Intent replicar el experimento con monos Rhesus
y otros monos del Nuevo Mundo, pero ninguno de los especme
nes redujo la conducta social, aun cuando en algunos casos se les
dej el espejo por tres semanas.

48

JORGE F. MORALES LADRN DE GUEVARA

Han pasado 40 aos desde los primeros experimentos de Gallup


y se han hecho muchas rplicas con chimpancs, adems de que la
habilidad de are se ha encontrado en gorilas (Gorilla gorilla) (Par
ker, 1994),17 y en mamferos fuera del orden de los primates, como
elefantes asiticos (Elephas maximus) (Plotnik et al., 2006) y delfi
nes (Tursiops truncatus) (Reiss y Marino, 2001). Sin embargo, hoy
todos los estudios que han intentado mostrar are en monos han fa
llado.18
Gallup (1982; 1983; 1985) considera que el despliegue de habi
lidades de tm slo es posible en individuos de especies que son
capaces de tener conceptos de s mismos. Para lo cual, de acuerdo
con l, la clave es el autorreconocimiento en espejos, con lo que la
esperanza de que monos u otras especies (o esquizofrnicos, incluso)
mostraran tm era casi nula. No obstante, los recientes experimen
tos de Laurie Santos, discutidos en la seccin precedente, pare
cen mostrar lo contrario. Los macacos s pasan las pruebas estndar
de tm bajo un paradigma competitivo. Y aunque no se han hecho
pruebas de are fuera de mamferos, investigaciones con aves y pe
rros han mostrado que stos despliegan tm tambin. Para el pri
mer caso contamos con investigaciones en arrendajos (Aphelocoma
coerulescens y Aphelocoma californica) (vanse Clayton et al., 2007;
Dally et al., 2004; Emery, 2004; Emery y Clayton, 2001); y para
el segundo, investigaciones con perros domsticos realizadas por el
grupo hngaro de Miklsi (Miklsi et al., 2000).
17
Durante mucho tiempo se pens que los gorilas no tenan are, e incluso el
experimento citado es muy controversial. Sin embargo, hay un impedimento na
tural para llevar a cabo normalmente la prueba. Y es que en el mundo social de
los gorilas, mirar fijamente a otro gorila es una conducta agresiva y amenazante,
por lo que, cuando se topan con otro gorila en el espejo, prcticamente no
lo miran. Por esta misma razn, es muy difcil hacer que disminuya su compor
tamiento social para que comiencen a autoexplorarse, precisamente porque el
comportamiento social consiste en no mirar.
18
Frank de Waal prob recientemente que, aunque no hay reconocimiento
en el espejo por parte de monos capuchinos (Cebus apella), su comportamien
to con la imagen reflejada no es idntica a la que desplegaran frente a un mono
real (De Waal et al., 2005).

AUTOCONCIENCIA ANIMAL Y TEORA DE LA MENTE

49

Conclusiones
Frente a la evidencia presentada en la seccin precedente, pode
mos sospechar que no se sostienen ni el requisito de Gallup ni el
de la teora-teora de la autoconciencia. De acuerdo con el prime
ro, slo animales con un concepto de s mismos (y presumiblemen
te, por lo tanto, que pasaran la prueba de are) podran tener tm;
y segn la segunda, los mecanismos de lectura de la propia mente
son los mismos que los de tm, y por lo tanto los primeros no esta
ran presentes ante la ausencia de los segundos.
Si bien algunas tareas de autorreconocimiento, como tocar mar
cas en el propio cuerpo al mirarse en un espejo, podran implicar la
posesin de un concepto de s mismo, no queda claro que se tra
te propiamente de tm o que implique tm.19 No es claro por qu te
ner un concepto de s mismo sera atribuirse un estado mental o
por qu se requerira de poseer un concepto (de s mismo o cual
quier otro) para ser un mentalista sobre los dems. La discusin
sobre el aspecto prctico de la autorreflexin es relevante ahora. No
es necesariamente a travs de la teora o de lo conceptual que pode
mos hablar de autoconciencia, sino a travs de la prctica y la ac
cin. La unificacin necesaria para actuar, y con ello la conciencia
que implica, bastara para considerar que por lo menos algunas es
pecies animales son autoconscientes. En qu grado y cmo es ste
comparable con el de los seres humanos, es una pregunta abierta.
Por otra parte, los casos de esquizofrenia en seres humanos prue
ban que son falsas las hiptesis que hacen dependientes la auto
conciencia de tm. En dado caso, un pensamiento autorreferencial
o reflexivo es un estado mental E1, con un contenido que no es
precisamente otro estado mental E2, sino un estado mental E1 con
un indicador de posesin o pertenencia (quiz relacionado con el
procesamiento en la memoria de corto plazo). Lo cual no es ms
Tampoco es completamente claro que lo que muestran las pruebas de are
sea la posesin de un concepto de s mismo. Un tipo de autoconciencia como el
descrito por Korsgaard permitira pasar la prueba sin que ello implicara la pose
sin de un concepto de s mismo, es ms, sin que implicara la posesin de con
cepto alguno.
19

50

JORGE F. MORALES LADRN DE GUEVARA

que refrendar lo ya dicho con respecto al marcador de pertenencia


discutido previamente.
En consecuencia podemos concluir que, siguiendo el modelo
de Stich y Nichols, y de acuerdo con cierta evidencia de la psico
loga animal, individuos de especies de primates no humanos al
menos, y probablemente varios mamferos tambin, son capaces
de tener pensamientos sobre ellos mismos. Los elefantes que se re
conocen en el espejo casi con seguridad no tienen pensamientos
del tipo yo tengo una mancha en la oreja o yo estoy pensando
ahora en ir a tomar agua con mi trompa. Ms bien podemos decir
que sus acciones estn integradas por pensamientos que contienen
un marcador de posesin, un referente a s mismos que les permi
te integrar sus diferentes pensamientos, emociones, percepciones
y sentimientos en un solo agente congruente que interacta apro
piadamente con el mundo.
Dadas las pocas especies con las que se ha experimentado (y pro
bado) la presencia de tm, si la teora-teora de la autoconciencia
fuera verdadera, sera congruente tener pocas esperanzas de encon
trar conceptos de s mismo, pensamientos autoconscientes, autoco
nocimiento o acciones reflexivas en el reino animal. No obstante,
gracias a la independencia de los mecanismos de deteccin o
monitoreo de los propios estados mentales y los mecanismos infe
renciales de los estados mentales de otros, es posible esperar que
animales que no pasan la prueba de tm s pasen la prueba de are;
o viceversa.20 Esto puede ser interesante no slo en s mismo o para
el avance de la etologa cognitiva, sino que sabiendo de las limi
taciones en pacientes esquizofrnicos o en nios con autismo, en
contrar paralelos filogenticos en otras especies de estas mismas
disfunciones o disociaciones permitira potenciar la investigacin
y, eventualmente, una posible cura o tratamiento para humanos.
Inclusive, me aventurara a decir que con un rango ms amplio de
Las condiciones para pasar las pruebas son muchas y podran estar restrin
gidas por especie. Por ejemplo, para pasar las tpicas pruebas de are se necesitan
especies que tengan bien desarrollado el sentido de la vista. De lo contrario, f
cilmente podran fallar la prueba sin que ello signifique automticamente que
no tienen un cierto grado de autoconciencia o integracin consciente de la ac
cin. Lo mismo aplicara para tm.
20

AUTOCONCIENCIA ANIMAL Y TEORA DE LA MENTE

51

pruebas, y dado el carcter eminentemente prctico de la autocon


ciencia tal y como la he entendido y descrito en este trabajo, es po
sible que se encuentren ms especies que pasen las pruebas de are
o anlogas que las de tm. Si bien la tm puede parecer adaptati
vamente ms til, un sucedneo que permitiera a los animales mera
mente reparar en la conducta de los otros y por tanto meramente
dependiente de la percepcin, es perfectamente posible y sera has
ta cierto punto eficaz. En cambio, la necesidad de integrar la accin
del animal y la existencia de este marcador de posesin y control de
los propios estados mentales, resultan indispensables para la ac
cin y con ello para la supervivencia. Naturalmente no estoy ha
blando aqu de autoconciencia de segundo orden, reflexiva, verbal.
sta es mucho ms complicada y probablemente slo est presente
en los seres humanos lingsticos. La narrativa de la vida mental de
los otros o de la propia biografa como a la que aspiraba Auster es
accesible slo a los seres humanos. No obstante, cometeramos un
error metodolgico si no pusiramos el nfasis en la prctica con
respecto a la teora, por lo menos en lo que a las mentes animales
se refiere.

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