Lemeillet Interior
Lemeillet Interior
Lemeillet Interior
de traicin en traicin
claudio lemeillet
coleccin timoumi
Lemeillet, Claudio
De traicin en traicin. - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos
Aires : Zindo & Gafuri, 2014.
104 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-987-45079-8-3
1. Poesa Argentina. I. Ttulo
CDD A861
Impreso en Argentina
Arthur Miller
El viaje de odiseo
El viaje de Odiseo fue un regreso hacia el pasado. La escritura es el viaje de regreso, la vida fue el de ida Y de dnde se regresa? De la guerra.
Pero esta guerra no supone un matar o morir, sino una lucha cuerpo a
cuerpo contra el olvido, la prdida dolorosa de lo amado. Agnica tarea
en la que el escritor se juega el alma.
Odiseo va hacia taca para recuperar su vida y su amor.
El regreso, la escritura, es magnfico y cruel. Muchos deben sucumbir
para que algunos prevalezcan.
De traicin en traicin podra considerarse un libro de viaje, siempre
que entendamos que el viaje, a pesar de sus magnficas descripciones
de sitios y tiempos precisos, es interior.
Se trata de la reconstruccin de un yo que jams podr reunir todas sus
partes porque stas son cambiantes y van mutando a medida que la
misma vida y la narracin las transforma.
Por eso la traicin.
Pero, qu significa traicin. Significa que nunca podr ser fiel, igual al
m mismo que fui. Si recupero una cierta mirada estoy permitiendo el
olvido de otra. Nadie puede llegar a la mirada absoluta, salvo el dios. Y
el Aleph de Borges.
La limitacin es la sintaxis. Y nosotros somos nuestra sintaxis.
Cmo escapar al pensamiento rectilneo ya que el lenguaje materno
lo es. Pero no as la memoria, regreso de aquello que se hundi en el
no-tiempo: el inconsciente. La memoria fluye por rincones caprichosos
que la lgica rechaza. La memoria. Ella sabe dnde quiere ir, y el porqu.
El texto intenta armar un mundo que se presenta fraccionado y cuya
constitucin misma es ese fraccionamiento. Intenta salvar los instantes.
De traicin en traicin
11
12
Pensaba en la novedad, en el impacto, en el asombro, en la creatividad de esa idea como un leo generoso y suficiente que lo acercaba
a la costa soada. A decir verdad, la idea era original. Pensar que una
gota saborizada, digamos dentro de los matices de las frutas del bosque, pueda ingresar al paladar desde el ojo y que como efecto secundario logre lubricarlo, era para dedicarle algn tiempo ms de anlisis.
Un colirio refrescante, diet, con un envase llamativo, uniformado en el
estante de las golosinas, a la altura de los hombros de los nios lo
tentaba como un milagro capitalista al alcance de los dedos. Su propia
experiencia con afecciones oculares haba iniciado una serie de divagues gustativos que lo llevaron de los caros oscuros de los remedios
a las mentas inolvidables de la infancia, como si el cerebro pudiera sin
intermediarios apoyarse sobre la hmeda lengua del desprevenido consumidor. Un inversor desquiciado como l que lo apoye podra salvarlo
de la bancarrota y colocarlo nuevamente en carrera.
El ritmo del subte comenzaba a mecerlo de pie. Ya no haba nada
interesante para ver dentro del vagn. Slo un perfume ctrico rociado
sobre la piel tibia de una mujer curvaba aun ms su nariz y mova en detalle la direccin de su rostro. En medio de ese hedor a stano chirriante
el suave aroma femenino lo sostena mejor que el ojal de cuero atornillado al techo. Entrevi en el reflejo del vidrio una silueta acorde. No poda
no ser ella. Olor y forma se quedaban mutuamente. Se inhalaban a la
perfeccin. Aunque algo lejana, la bella sombra se iluminaba los labios
y los pmulos en el discontinuo parpadear del foco ms cercano. Su
postura era grcil aun en el hacinamiento. Sobre la rigidez de la cartera
su cabellera en libertad. Poda adivinar aquellos ojos desde su ms profunda soledad. Ella levant el mentn y sus miradas se cruzaron antes
de ser absorbida por la multitud de almas que aspir la boca mltiple
de la estacin. Todo volvi a atiborrarse de todo otra vez. En el nuevo
murmullo que el movimiento repentino y los ruidos sabidos habran de
acallar en tantos pensamientos ntimos, imagin cuadros de historietas. Al rato entendi porqu. Los trayectos entre las estaciones invitan
tanto a la introspeccin que imagin una situacin con ribetes cinema13
14
oro dijo, cuando la rompiente nos dejaba pasar sobre una quieta brisa
recomponedora. Las lneas bajaban sus dos anzuelos. Record haber
ledo que las olas eran el resultado de los silbidos de los pescadores.
Hoy lo hacan bajito. Yo no oa ni silbaba. Apenas descenda lentamente
en las imgenes de esos das. El desfile de las carrozas, la bicicletas
destellando el sol, las vidrieras esplndidas, el concurso de poesas del
que no particip, la sonrisa dirigida de esa mujer que con slo subirla
a la pasarela la hubieran elegido Reina. Los planos de la mente se escabulleron junto al primer pique. Aleta estaba esperando que volviera
al presente. Un anzuelo volvi intacto del ms all girando en s mismo,
con su carga pesada y plida. El otro peda revancha indiferente garfio
vencido. Mientras calmaba su acero con carne muerta para tentar a la
viva, el viento present sus nubes de batalla. Mitad de cielo gris, mitad
de cielo celeste, desde la costa la lancha era una pequea puntada
amarilla sujetando el despliegue majestuoso de los colores. Pudo solo
un momento. La energa convertible de la tormenta cort la amarra,
tens todo su fuelle de horizonte a horizonte, y cerr sobre nosotros
su capota oscura. El agua tard en responder. Nosotros no. Ya regresbamos a la orilla cuando las olas comenzaban a crecer. Huamos del
hocico abierto del ocano sobre su mismo alarido, con los msculos
tensos de sobrevivir, en pleno fragor de azotes de agua, de gaviotas
maltratadas, de rayos derrumbados, de golpes sobre las cuadernas
escuch claramente la voz de Aleta como llegando desde el ms lmpido y silencioso de los desiertos: cuando te devolv la llave vi tu muerte
amigo, te ests muriendo, te estas muriendo.
Bernardo Santos decidi que ya era suficiente por hoy, dej el azcar
de su canasta de Magdalenas, las pocas que le quedaban, a la avidez
de las moscas y escribi: te ests muriendo, te ests muriendo. Sus
dedos se manejaban con la maestra que da la repeticin de un gesto.
Sin mirar dobl el papel, cerr el sobre persiguiendo el rastro hmedo
16
20
En una calle de Paran, prxima al Parque Urquiza, la ciudad festejaba el Da de la Integracin, haciendo sonar un semicrculo de vientos,
bronces y cuerdas muy bien trabajadas. Entre Ros se abra al festejo.
La solemnidad daba paso a la emocin y recoga los bravos de la
multitud, entre las que se encontraban identificadas, algunas Escuelas
Especiales. De espaldas, el impecable uniforme del Director se desarticulaba siguiendo la esgrima de la batuta. Una tras otra fueron pasando
22
las obras, pero en medio de los delantales, un alumno gigante no paraba de balancearse, apretar sus manos, cerrar sus ojos sobre las notas
musicales, de sonrer. En un momento intransferible, cuando los chelos
rozaron el alma de Bach, nada lo detuvo, rompi fila, avanz hacia el
Director y se coloc por detrs con la mirada fija en la varita. Despus
todo fue regocijo. La mirada de los msicos reflej lo que suceda. El Director sali del trance, gir la cabeza, y con la batuta viva en las alturas
dio un paso al costado. De inmediato el gigante la alcanz, tom la escena y la potenci a niveles inimaginables. Los msicos continuaron imperturbables hasta terminar la partitura. El nuevo Director se reorden
ahora en otros movimientos, ms suaves, se relaj, y se dedic a dirigir
hasta capturar con una flexin de su tronco, la profundidad del silencio.
penumbra de los rboles, se abren en los primeros e inesperados rozados de cultivo, en el calor sofocante, en el aullido prensil de los monos. La estrella que nos guiaba, titilaba sobre un afluente que debamos
tener siempre sobre nuestro odo derecho. Ese consejo fue suficiente
para llegar al atardecer al puesto de Gendarmera. All dormimos. Nos
aseguraron de nuestra suerte por llegar en esta poca de bajante, por
llegar sin habernos cruzado con ningn yaguaret, ni ninguna serpiente
venenosa. Los Guarda Faunas estaban del otro lado del afluente mesas, ellos nos podran guiar a partir de ahora. Y as fue como al otro da
caminamos sobre las rocas emergidas de los saltos. Ellos corran sus 2
Km. a lo largo del ro, desnivelndolo de costado, volcando sus aguas
en forma paralela al curso, condimento esencial que los hace nicos,
tal vez en el mundo. Un fsil viviente incompleto, a medio desperezar,
elevando su lomo, esforzndose por desenterrarse definitivamente, con
el agua deslizndose por las espinas romas de sus vrtebras.
26
10
27
11
En el siglo 18, Francisco Jimnez encontr el Popol-Vuh en el convento. Est hecho con la pulpa de un rbol de la selva Guatemalteca
y cubierto por un delicado bao de cal. Sus compaeros de armas y
fe (y tal vez el hallazgo y su traduccin logr redimir a aquel hombre)
supieron siempre que no slo deban romper los cuerpos de quienes
conquistaban, sino sobre todo, desmembrar a fuego sus creencias,
pero este cdice milagrosamente sobrevivi. El original se encuentra
en otro pas, como ya es costumbre de las potencias, y una de sus
cuatro copias aqu en su tierra de origen. De calendarios, cosmogona
y premoniciones cuentan sus escritos. Los glifos que haba visto en las
ruinas de Tikal, delicadamente esculpidos en piedra, se hallaban ah,
en el plano, conservando sus colores, diciendo en nmeros y poesa
su visin del mundo. Ya como objeto era bello, con una textura rstica,
escrito de ambos lados, plegado sobre s. Poda tocarlo detrs de la
vitrina del museo, ubicado en la Ciudad de Guatemala.
Chichicastenango, en cambio, es famoso por su esplndido mercado. Su iglesia, Santo Toms, cristiana en apariencia, rene hoy en da
a los hijos sobrevivientes de aquellos sobrevivientes. Resistieron por la
solidez de su cultura y porque su naturaleza les ofrece los resquicios
donde templar sus sueos y alimentar a sus dioses. En este particular
convento fue hallado y traducido el Popol-Vuh. El piso de la iglesia toda
se encuentra cubierto del verde perenne de las hojas de los pinos, Shek
Chej en idioma Quich. A mitad de la nave central, y remarco antes
del altar, una plataforma de madera ofrece sostn a las velas, cientos
de ellas se renuevan all y en los costados con la llegada de la gente.
Algunos susurran, se arrodillan, se desplazan golpendose la espalda
con una rama. El olor a incienso, el murmullo secular, el ruido particular
de las flamas dicen de a poco, que todo ir volviendo a su lugar. Los
objetos lo saben. Las ruinas del templo Maya desde donde se construy este edificio tambin. Hay alegra en las telas blancas colgadas en
los techos, en las serpentinas, en la campana de papel colgada en el
centro, en las flores amarillas ofrecidas. Sobre las paredes, los grandes
cuadros con motivos espaoles van desapareciendo por el incesante
28
12
13
De la exhuberancia humana de Bombay, de su trnsito convulsionado, de sus cuervos de cuello gris, sus frutos y verduras fritas, de la
indescriptible mirada de su gente, de su ruido caluroso, del extremo
de la soga vivo para encender los cigarros que venden los quioscos
tomo el tren hacia la provincia de Rajasthan. Son las seis de la tarde.
Regresar a esta ciudad en cuarenta das. Dejo en mi memoria como
fondo, la Puerta de Bombay, al pie del mar Arbigo con los chicos
30
14
15
Los mercados callejeros siguen siendo unos de mis lugares preferidos. En el lugar del planeta donde se levanten sus aromas y especias,
ese culto de la saciedad, el recibir, el lugar de la ventaja ntima en el
corazn o en el bolsillo, los idiomas de las seas y los gestos, la gracia de la gente, la esencia del lugar, el asombro, la frescura, la trampa
en los labios, las curvaturas en los cuerpos, los colores, el humo, los
anhelos que se dejan para otra ocasin, reductos de la cultura visceral
y apasionada de los pueblos. A veces, la bsqueda de una resolucin
vital y primitiva, como el beber, como alcanzar una sombra, como encontrar una bocanada de aire fresco nos lleva a urdir en la urgencia y
32
avanzar por los espacios delicados de los bordes y los lmites. En Delhi,
la gente mueve la cabeza hacia un costado para asentir o dulcificar la
conversacin. El t lo venden en pequeas vasijas de arcilla que luego
descartan. La cuenta, en los lugares de comida, la traen sobre un platito
con semillas. Naan es el nombre de un pan suave y delicioso. Tengo
dos en mi morral. El calor agobia. El trnsito, las bocinas, el descuido,
el humo agobia. La mezquita rodeada de sus cuatro minaretes promete
un respiro. Al entrar, me ofrecen una manta para cubrir mis piernas. Con
falda y descalzo, ingreso. El recinto mantena la belleza de la arquitectura Mogol que yo ya conoca, pero ahora me interesaba ms el silencioso
fulgor de sus vitrales. Record las cuatro torres e imagin el aire fresco
de sus alturas. Fui por ellas. Nadie me impidi empujar la puerta mal
cerrada. Ajust mi falda y d el primer paso en la espiral oscura de la
escalera. La construccin era densa, no como el interior transparente
de los faros que conoca. Unos pequeos cubos de luz, cada tanto, dejaban ver lo que pisaba. Cuando uno pisa descalzo en la oscuridad, los
ruidos se nutren de aguijones y de dientes. La mente comienza a jugar
con las propias flaquezas. Los rayos de luz, cada tanto, muy cada tanto,
se ofrecan a mis pies como las seguras arenas de una playa. En la baslica de San Marcos, el sol se llena del aroma del Adritico y al atravesar
las hendiduras de sus cpulas cambia direcciones y trayectorias, como
si estuvieran interrumpidas por espejos. Aqu pasaba lo mismo. Los rayos ingresaban geomtricos sobre los bloques, sorprendiendo con sus
ngulos. En un prolongado tramo de oscuridad, record aquel ser que
renace con cada visitante que encara una recndita escalera y se va
desarrollando desde la invisibilidad absoluta, y se va corporizando con
cada escaln ascendido. A centmetros de tu espalda intenta completar
su forma, la textura de su piel, la compasin de sus garras, la soledad
de su mirada. Su aliento y su voz se sienten al llegar a los ltimos escalones, y termina de completarse con la pureza del corazn humano.
Dicen que slo una vez logr hacerlo y grit su forma, y fueron llevados
por la luz. Me pregunto que clase de Dios pudo condenar a esa criatura
a un hallazgo tan inhumano. Das y noches, aos, siglos habr rodado
hacia abajo, malformado, ignorado, intentando comunicar antes que
matar y preguntarte cmo es o cmo va siendo. Lo que hubiera dado
por un bronce pulido u otro tipo de reflejo. Slo cuando aprendi lo
que necesitaba saber, el mismo Dios que lo conden se transform en
33
hombre para liberarlo. Tal vez sta sea la temida y encantada escalera.
Pero nada toca mi mano girando de improvisto en el vaco, y adems,
ntimamente, de existir todava, s que nunca terminar de formarse.
El ltimo escaln me regala a Delhi desde las alturas. Las casas bajas
son amarillas y celestes. Los toldos cubren los puestos ramificados del
mercado. Parto el pan. Recibo el aire como una bendicin. Los aguiluchos planean cerca, pareciera no importarles nada.
16
En Shimla, los monos andan los tejados como los gatos de mi infancia. Son ms atrevidos, pero prefieren la luna creciente de los Himalayas
para dormir. Hacia el fondo, las crestas de las montaas se van escalonando paralelas, perdiendo nitidez, hasta cerrar un horizonte desordenado. Doce horas en esa direccin, me alejaron de la influencia inglesa
en las casas y en la ropa de los escolares. Los chicos de este pueblo
ms pequeo visten la fuerte casaca tibetana y la larga tnica india.
Cascadas finas y largas se desploman de las laderas. Al ras del valle hay
pastizales altos y suaves. Suena el ruido del agua junto a los oficios de
la madera. Al atardecer hay malabares y contorsionistas. Unos caballos
pequeos de crines largas se paran de manos y se muerden los cuellos. Algunos ofrecen mbar en un susurro antes de desaparecer. Otros
veneran un rbol tachonado de tridentes, cuernos de cabras, cuchillos
y telas de colores. Ahora la luna amanece llena y anuncia celebracin.
Una ronda de viejos re mientras comparte una larga pipa de piedra. Fue
tan irresistible la alegra que me permitieron sentarme. El humo complet varias veces el crculo. Todos lucan aros en ambas orejas, de una
aleacin extraa, de una esttica diferente. Mi compaero de seas me
permiti acercarme para verlo y al instante me lo obsequi. Llevo su aro
desde entonces y su rostro en mi memoria, plagado de pliegues an
despus de su sonrisa. Las mujeres acarrean en sus espaldas lea de
pino. El arroz, la cebolla, la manteca de ghee, el ajo, las lentejas rojas,
el jengibre, la crcuma molida, la menta fresca picada, la pureza de las
34
17
35
una joya que el viento engarza con su presencia, a horario, da tras da,
en los confines de Uyuni.
18
19
cuerpos amantes veinte pies y los enterr hasta el cuello. Dispuso las
milicias de la tormenta y con palabras de la Sharia orden que la lluvia se vuelva piedra en las manos de sus fieles. El rostro del desierto
apenas gesticul al primer impacto. Los odos fueron hemorragia compartida del silencio. Kandahar abajo Nurbibi comprobaba que la tierra
era ms ntima, ms permisiva que el hejab, y que sus manos podan
ahora desmenuzar los dogmas, sin embargo las detuvo al hallar las de
Turyalai. Al rodar de las rocas, la vista, la de ella se escurri lquida y la
boca, la de l se inclin para beberla. Entre la ira desatada de las piedras nadie advirti la unin de los cuerpos. Nurbibi y Turyalai amndose
en plena ejecucin. El amor que tambin contina.
20
Paa-Zuma, el dios ms antiguo del lago, viva en una ciudad paradisaca, con rboles maravillosos en el fondo de un valle. Un da
las aguas subieron tanto que nadie sobrevivi. Slo un felino salt
hasta la cima del sol, que se convirti en la isla sagrada del lago
Titicaca. Cuando el sol se apag, slo se vean sus pupilas fosforescentes. Durante mucho tiempo fue la nica luz que existi y que
vieron los pueblos de la cordillera. Los Uros descubrieron adems
entre la neblina, las rayas silbantes de las totoras creciendo desde
el agua, donde los patos escondan sus ricos huevos y el Carachi
abundaba entre los largos tallos sumergidos. La tierra firme ya no
era un lugar seguro, hordas invasoras preparadas para la guerra
rondaban. Y fue un joven quien reuni los elementos y brind con
humildad la solucin a su pueblo. Dijo: las races de las totoras flotan. Si juntamos muchas y las cubrimos con capas de tallos secos
podremos vivir sobre ellas, comer aves y huevos, y pescar. El tiempo
les dio la habilidad para construir refugios y para maniobrar naves
de juncos, con mascarones felinos en sus proas. Adems el agua
recogi sus brazos para acunar por largos perodos a los hijos de
sus hijos. As abandonaron los peligros que acechaban e iniciaron
38
la dinasta de los Hombres del Agua. Por la noche la caza y la pesca eran fructferas, por lo que veneraron especialmente la luna. El
lago tiene su isla del sol y su isla de la luna. Dicen que la cadena de
Huscar, confeccionada en oro, tena forma de serpiente y alcanzaba para unirlas. El cndor protega desde las alturas. Con ese
marco lograron sobrevivir hasta nuestros das. Hoy pescan adems,
truchas y pejerreyes. Su lengua Chipaya se ha abierto al Aymar y
al Castellano, muy til para negociar los productos de la Pacha y
recibir al turismo. Yo los visit de maana, pero hice noche en la isla
del Sol. Por la tarde pude recorrerla y buscar junto a un grupo de
aprendices, al misterioso San Pedro. La tradicin milenaria del uso
curativo y alucingeno del cactus San Pedro ha mantenido tambin,
una continuidad cultural. Evidencias arqueolgicas atestiguan los
propsitos mgico-religiosos de su uso. En estelas, clavas de piedra, esculturas, cermicas, las culturas Cupisnique, Chavn, Moche,
Lambayeque han traspasado, desde 1500 aos antes de Cristo, el
legado de su poder. En la ms absoluta ignorancia, en el heladsimo
fro de la noche lacustre, decido acompaarlos. Slo dir, que el
ritual de la coccin necesita al menos siete horas y que en la isla,
escasea la lea. Eso mantuvo activo al grupo en los minutos extremos del clima. A veces, sin que lo sepamos, una causa ajena nos
mantiene con vida. De madrugada repartimos y bebimos la infusin
y una piedra del fogn permiti calentar el inicio del sueo dentro de
la carpa. Slo dir que un calor abrazador nos despert al medioda. Sin pensar nos arrojamos al agua y comenzamos a nadar. Unos
barquitos pesqueros nos regresaron a la costa. Por ms que analizo
lo sucedido, no encuentro los efectos del San Pedro en nosotros.
Nada modific nuestra conducta o produjo revelaciones definitorias.
Pudo ser que nos hallamos equivocado de planta, o errado algn
paso en la preparacin, o no encontrar las palabras adecuadas. Tal
vez todos, en ese momento de nuestras vidas, estbamos bien encaminados. Tal vez todo fue una excusa para sobrevivir en aquella
noche. El sol abrasador nos oblig a refrescarnos. Los pescadores,
gentilmente, nos ofrecieron su mano.
39
21
lgico, las toneladas de piedras talladas a milmetro con sus encastres angulares, su inclinacin antissmica, sus ventanas trapezoidales,
el templo del sol de Koricancha con su disco de oro desaparecido junto
a las cenizas de las dinastas que lo habitaron, el Halcn satisfecho de
Sacsaywaman, el mercado de Pisac, los baos de Tambo Machay, el
adoratorio de piedra de Kengo, el atardecer en Ollantaytambo, el Camino del Inca en cinco das para ver al amanecer cabalgar sobre Machu
Pichu, nos retardaron con su magia y nos obligaron a salir hacia Chile
para renovar el permiso de permanencia. Arica nos cobij con su morro
y su Pacfico exultante de lobos y aves marinas, su orquesta poderosa
y su poesa saborizada con el exquisito paladar de Ricardo Rojas. De
regreso a Per, Arequipa nos daba ahora la bienvenida, blanca y curva,
con su mtico volcn Misti protegindola. De sus canteras se extrae la
piedra llamada Sillar. La luz la traspasa en el Convento de Santa Catalina, se corta en vuelos de golondrinas y precipita la atmsfera en un
sopor que humedece las maderas del coro. A espaldas del silencio, los
brazos Milos de Venus se mueven grciles aqu, a contraluz de las aves.
Como si Rosalba los estuviera manejando. Sosteniendo las manos en
los agudos. En diagonales descendentes. En los cambios de direccin
de los planos donde se alimentan las notas. Indicndonos respirar con
el diafragma. Gesticulando la letra. Exagerando la apertura de la boca
para que la abriramos generosos y diramos todo lo que tenamos
para dar.
22
Miguel ngel vive en Machala, Ecuador. Es maricultor. Su niez transcurri jugando entre los Manglares que avanzan sobre el ocano y lo vivifican. Ver las vainas reproductoras caer de las ramas hasta anclar raz
en el fango, y germinar con el tiempo, alzando hojas verdes sobre largos
zancos contra la marea, lo conmova hasta estos aos. Pensaba que
una forma de proteger esos ecosistemas del avance desprejuiciado,
41
42
23
La resolucin diaria del dormir, comer, movilizarse, suele ser un recurrente obstculo en los viajeros de largo aliento. A un mes de viaje, la
ciudad de Formosa nos propona un despegue suave, continuo, descansado, del calor del Noreste Argentino. De la estacin de tren parta
en horas de la tarde un carguero que llevaba vagones tanques hacia
Embarcacin, en la provincia de Salta. Los cuatro maquinistas, Miguel
Orieta, Vctor Lazarte, Eduardo Aranda y Juan Carlos Cari Palomo dijeron que ellos no podan negarse a nuestro pedido de transporte gratis.
Setecientos Km. en lnea recta entre 5 a 15 km por hora nos dara un reposo de tres das, con techo, comida y movilidad asegurada. Un satlite
marcaba el paso del convoy de ms de 500 mts. de largo, asegurando
la velocidad correcta por el estado irregular de las vas. Partimos anocheciendo. La altura del furgn nos permita ver los patios interiores de
las casas formoseas, con sus fogones encendidos que se continuaban en un oscuro cielo de estrellas. El vagn tena las incomodidades
bsicas, un bao, una cocina, unas cuchetas para los ferroviarios, y un
espacio vaco para los paquetes o los polizones de ocasin. El lugar ya
estaba ocupado por una madre con su hija, por lo que la primer noche,
dormimos sentados en la cocina. A luz azul de hornalla, compartimos
exquisitos sanguches de carne cebollada y ancdotas tenebrosas de
estaciones fantasmas, detenciones inexplicables y luces de locomotoras que enfrentan y traspasan los cuerpos en algn tramo de la noche. Con el correr de las horas, entre esteros y baados, la timidez fue
migaja cayendo sobre los durmientes. Los maquinistas conducan en
parejas, Vctor y Miguel, el loco Aranda y Cari palomo, en turnos
de doce horas. Caminar en equilibrio saltando de vagn en vagn se
volva heroico en ojos de la noche, pero el descanso en el furgn vala
la pena y con un pie delante de otro, enfrentaban sus miedos y las alimaas que se descolgaban de la vegetacin. Los que no tenan apodo
eran los ms graciosos. Mascando coca, Vctor acomodaba su voz de
tenor cantando zambas apasionadas. Miguel ofreca la tranquilidad de
su experiencia y los quilates de su condicin humana en cada palabra
ofrecida. Los 70 desbastaron familias y esperanzas, desmantelaron
43
44
24
46
25
su sabor. Dems est decir que no dorm esa noche. Analizaba los pasos
y no poda creer mi actitud y mi ingenuidad. Y el viaje recin empezaba. Mi
hermano haba decidido acompaarme por 15 das y cuando descubri lo
que significaba viajar, renunci al trabajo a distancia y encaramos juntos
una travesa que nos llevara por los rincones ms bellos de Sudamrica
a lo largo de siete meses. Cuando nos levantamos al otro da, la ducha
apacigu un poco el malhumor. Viajar es tomar decisiones a cada rato.
Estar atentos al entorno se vuelve una costumbre con el correr de los
das. Tenamos cartas para despachar en el correo y ganas de dejar la
ciudad. El orden que tomramos en esa decisin definira nuestros pasos
hacia la izquierda o hacia la derecha de la puerta del hotel. Salimos hacia
la izquierda. Y fue en la esquina cuando la sinrazn se entrelaz en una
imagen clara, impresionante, conmovedora, capaz de explicar y acariciar
al mismo tiempo. Cuando el tiempo y el espacio se combinan solamente
para uno, porque nadie mas que yo poda entender el asombro al cruzarme con la persona que nos haba robado la noche anterior, que me
haba dejado colgando en un abismo del que nadie, a no ser por este
inesperado encuentro, poda rescatarme. La vida me ofreca una oportunidad de cura rpida a metros que se iban achicando a medida que se
acercaban nuestras miradas asombradas. Bast que Juan me confirmara
la identidad con un movimiento de cabeza para que toda esa adrenalina acumulada se desatara sobre el presunto polica descubierto. No s
exactamente como describir mi actuacin, pero a los pocos segundos
lo llevaba hacia un oficial parado en la puerta de un banco. En un punto,
esa tambin era una conducta ingenua. Estaba preparado para alguna
reaccin violenta pero solo intent sobornarme con un anillo de oro. El
escndalo atrajo a una patrulla que nos llev a la comisara. Un acontecimiento desafortunado, ocurrido un mes atrs, haba sensibilizado a las
fuerzas en su trato hacia los turistas. Con ese antecedente a nuestro favor, todo lo que ocurri despus fue anecdtico. Entindase bien, el ms
insignificante desfasaje en centmetros o segundos no hubiera permitido
el encuentro. Salgueiro Rojas es un extraordinario actor, prestidigitador,
talentoso mago que en las penumbras se vuelve mas alto y personifica lo
que la improvisacin le sugiere para saciar su hambre. La chicha qued
religada ahora a la inesperada resolucin del episodio, pero les aseguro
que por ms que insista, no podra al da de hoy, definirles las intangibles
aristas de su sabor.
48
26
Apenas un troquelado de uno mismo esparcido en las huellas de memorias no tan ajenas. Slo tiempos de un autorretrato, el mo, que otros
llevan y que por alguna razn no terminan de olvidar. Soy la mentirosa
recopilacin de esos momentos. Somos apariciones y desvanecimientos y un cuerpo que refiere y una mano que busca bajo el agua porque
aspira recuperar algo de lo ofrecido. Los perfiles del deseo giran por el
aire y un destello curvo rompe el espacio fsico que me gest recuerdo. Ya no existen en m siquiera esos espacios de pertenencia. Slo
tiempos que pulen superficies y arrugan las caras que se asoman y se
arrojan en monedas a las fuentes.
En las fuentes no budistas de Oriente, el agua se congela y los deseos
necesitan de la primavera para volver a pedir en movimiento y ser odos
por los dioses que nunca se detienen. Los que tienen la suerte de quedar sobre los caparazones de las tortugas andan con su plus, otorgado
por la energa del animal. En Occidente, La fontana di Trevi romana
asegura el retorno si arrojas una moneda de espalda. El arte barroco
que la anima es espectacular, pero juro que al girar, despus de haber
arrojado la moneda con la mano derecha sobre el hombro izquierdo,
hubiese querido que la tarde se oscureciera, llenara de soledad y que
Anita Eckberg dentro de la fuente, con sus brazos extendidos, me invitara a entrar. Cuando la vida se torna dulce amigo mo, no empalaga, te
aseguro que no empalaga.
27
doles sus alimentos a la Pacha y pidindole por lluvias para las ovejas y
llamas. Abra Pampa, cruce hacia la selva, los valles, la puna, sufre hoy
la contaminacin de las escorias residuales de plomo que dej la explotacin inescrupulosa de su minera. El caminar es una necesidad imperiosa en el puneo campesino. El es un peregrino siempre en marcha.
Abra del Cndor es un paso a casi 4000 mts de altura. Vincula Iturbe
con Iruya. Antes de cruzar, la gente se dirige hacia una gran Apacheta,
y hace su ofrenda a los dioses de las montaas. Algunos suman una
piedra a las otras tantas, otros ofrecen alcohol, otros se sacan su acullico de coca y dejan la hierba sagrada. Bendecidos en su fe, continan
su marcha. Algunas mujeres no dejan de hilar lana haciendo bailar su
Puisca, un trompito estilizado con un contrapeso llamado Muyuna.
Humahuaca con sus adoquines, sus paredes blancas y sus faroles
amarillos se convirti en Humahugica en boca de Enzo, un artesano
o arte-enfermo cuando presentaba su profesin a los dems. Trabajaba bellamente las largas espinas del Cardn. Su madera es muy apreciada en estas geografas para la construccin de techos y muebles.
Tilcara significa flor de cuero. La garganta del Diablo tan ricamente
lubricada por el ro Iguaz en Misiones, se vuelve seca y carrasposa
aqu, sobre el lecho majestuoso del ro Huasamayo. Es la voz del mismo
ser que suena diferente en los ecos del los paisajes. Bajo tierra, Dios y
el To son buenos o malos de acuerdo a la manera con que te relacionas con ellos. En los socavones, los mineros al beber alcohol, primero
arrojan un poco para el To, otro poco para la Pacha y otro poquito por
algn deseo personal. Las lmparas de carburo suelen alumbrar en algn altar cncavo, la deidad rstica que lo representa, con sus cuernos
y sus billetes en el regazo. La muerte joven que reclama la tierra en esas
profundidades, por las mismas condiciones laborales o por accidentes
inexplicables, es entendida en definitiva como una ofrenda de sangre a
cambio de alguna veta interesante hallada o prxima a descubrir. Los
fetos de llama protegen bajo las casas las iras del inframundo, los crucifijos en los techos las del cielo. Marcar cruces con ceniza en los rincones del hogar protege contra las tormentas y alimentar a los nios con
carne de cuervo les asegura fuerza y vitalidad. Cuando cenamos esta
muy bien arrojar algo del alimento al fuego para recibir como corresponde, aquellas almas que nos visitan.
50
28
El Mar Muerto se encuentra a 400 mts bajo el nivel del mar. La concentracin de sales de sus aguas es diez veces superior a las del Mediterrneo. Relaja los nervios con su alta concentracin de Bromuro. Su
rica dosis de Manganeso es buena para las alergias y los bronquios. Su
barro medicinal es esplndido para la piel. Se encuentra en la frontera
Este de Israel, frente a las tonalidades rojizas de Cisjordania al atardecer y Palestina. Puedes flotar en l sin esfuerzo alguno. La densidad
del agua modifica las lneas de flotacin y te permite recostarte sobre
la superficie y leer si lo prefieres con total comodidad. Los labios y los
ojos arden con las salpicaduras pero toda su naturaleza ya esta trabajando en tu ser, cicatrizando las heridas del cuerpo con una premura
que desgraciadamente no alcanzan las del alma. El peso de la atmsfera desparrama mayor oxigeno y cuestiona una y otra vez la supuesta
inhospitabilidad del desierto. Tal vez con una buena dotacin de agua
dulce, en este marco tan potenciador de vida, yo tambin hubiera merecido la lluvia de fuego y azufre con que Dios castig la perversidad
y degeneracin de los habitantes bblicos de Sodoma y Gomorra. Se
cree que sus restos ren aun en estas profundidades.
29
52
30
con mis hermanos que se iniciaba en el zagun y terminaba en su cintura. Los umbrales de mi adolescencia, tienen en su mrmol el olor y
el color del jazmn del cabo a luz de luna, y ella lo recuerda cada tanto,
llevando aquel perfume a un florero mbar que inunda las habitaciones
mas oscuras. Yo le llevo helechos y orqudeas del fondo del mar, y le
dedico silenciosamente cada una de mis victorias. En las fiebres de la
soledad, su mano en mi frente. Su mano en mi mano una y otra vez,
para soltarme en la vida.
31
El buda esmeralda, tiene tres vestidos de oro, uno para cada estacin, invierno, verano y otoo. Es el Rama quien le cambia el vestido
a medida que transcurre el ao. Al hacerlo le pasa una toalla hmeda
que luego sumerge en un jarrn frente a las puertas del templo. Una
flor de loto flota en su superficie. El agua ha sido bendecida. Antes
de entrar puedes tomar la flor y mojarte la cabeza tres veces, pero si
debes descalzarte. Cuando te sientes frente a l, hazlo hincado o de
costado, pero nunca le ensees la planta de los pies. El Gran Palacio
en el corazn de Bangkok, despliega adems sus dorados y sus espejos de colores. Cada rey tiene su torre escalonada con su impronta
tailandesa, pero hay cpulas con forma de campana delgada terminando en circunvoluciones cada vez ms pequeas que pertenecen al
budismo de Nueva Zelanda. Las cpulas con mosaicos claros, rosas,
con flores, son obras chinas. Los leones de bronce fueron botines de
guerra camboyanos y existe una rplica de un templo de aquel pas. Figuras mitolgicas custodian o sostienen las cpulas escalonadas que
representan el universo. Hay campanas colgando de los aleros. Por
dentro, los techos son rojos y dorados. Lo que mas me llam la atencin, fueron las manos hipnticas de las mujeres en sus bailes tpicos.
Manos sensuales. Manos con implantes de largos tallos que prolongan
los dedos y terminan en flores rojas. En sus mercados callejeros la miel
la venden con panal incluido, peces transparentes, serpientes, races y
54
55
32
33
58
34
35
esa accin, tal vez, inmortalizar sus convicciones y la resolucin de su pueblo por encima de la efmera saciedad de la comida, adems de ser el nico
en cargar en sus espaldas la accin del suicidio, un pecado intolerable en
su fe. Una mujer con sus hijos sobrevivi oculta en las galeras subterrneas
que conducan a las cisternas y fue quin rescat la historia. Ahora puedo
ver que el cigarro es pequeo, y que lo colocan invertido hacia dentro de la
boca segundos antes de contener la respiracin en el salto. Hace mucho
calor, el agua est fra y una brisa caliente enciende ms las montaas del
Este. Pienso en mi vuelo a Atenas en dos das desde Tel Aviv. Pienso en la
proximidad de las pirmides, a un puado de horas, cruzando el Sina. Tengo el tiempo para no quedar varado en la frontera. Pas. Hay alambres de
pas, ruedas de tanques, montaas escabrosas, algunas palmeras, huellas
olvidadas en la arena, familias de camellos, chozas bajas en el medio de la
nada. Las hojas radiantes del papiro representan los rayos de sol y su tallo
es piramidal. Si lo descortezas en fibras anchas y planas, las dejas remojar
por 6 das, las entrelazas, y las prensas entre planchas de algodn por 6
das ms, podrs obtener tal vez, el famoso papel egipcio. Ver las velas
triangulares surcar el agua del Nilo fue fantstico. Ya en Giza, recorrer las
pirmides supone un tiempo que te ofrecen recortar montando un hermoso
caballo rabe. Yo prefer un desdentado camello llamado Michael Jackson.
Cada vez que vea a un gato tomar sol de frente con sus patas extendidas
me recordaba la imagen de la Esfinge. Ahora poda verla en persona, no tal
alta como la imaginaba, con su cara rota embellecindola ms. En ese ao,
trabajadores reconstruan su lomo echado. Por detrs se alzaban las geometras del desierto, y hacia all le indiqu a Michael el rumbo, sentado con
mis piernas alrededor de la joroba, a una sola rienda gruesa y colorada. Lo
dej en la entrada de Kafra. En la cspide todava se podan ver los restos
planos de la piedra caliza que la cubra completamente. De all caan apilados inmensos bloques de dos toneladas cada uno. Un pasadizo angosto
me oblig a descender agachado un tramo, luego se nivelaba y al final
ascenda hacia una recmara vaca, a no ser por un sarcfago de granito
negro. Nada de pinturas en las paredes, ni trampas, ni estelas, ni jerogrifos,
ni resplandores. La magia radicaba precisamente en estar ah mismo, en el
hueco de su corazn, bajo el vrtice incalculable de su peso, conteniendo
la respiracin, con el mango del esternn apuntando al cielo, cumpliendo al
fin un anhelo que se haba iniciado en aquellas enciclopedias desgarradas
una y otra vez de la biblioteca de mi padre.
61
36
37
38
39
67
40
santos unos sobre otros. Delfina conoca un lugar donde pasar la noche.
Una posada en el barrio rabe. Econmica. Confortable. Nos registramos. Ellos tomaron su habitacin. Yo mi cama alta en un dormitorio
comn. No termin de acomodarme cuando Delfina irrumpi llorando.
Me dijo que esto era una locura, que tenamos que irnos cuanto antes,
que Tomer ya se haba ido, que era muy peligroso, que tambin nos
tenamos que ir. En la confusin, mi lado viajero sin recursos no pudo
con su esencia y trat de recuperar el dinero de esa noche. Le invent
al conserje una escusa desordenada por la cual nos tenamos que ir
enseguida, y el me acomod con la furia de sus palabras. Salimos a la
calle. Delfina empez a llamar a los gritos a Tomer quien ya dejaba atrs
los muros de la ciudad vieja. Nos hicimos a la carrera y lo alcanzamos
en un bar. Entramos para recuperarnos y poner palabras a lo sucedido.
No hizo falta. El dueo del bar nos aclar nuestra suerte. Alguien los
ilumin para salir de ese lugar, dijo, semanas atrs asesinaron a otros
judos, identifican las camas y avisan. India me haba hecho olvidar el
atentado en la AMIA para con mi pas como a Tomer, la latente realidad
de guerra que vive el suyo. Fanatismos y locuras se cometen de los dos
lados. La violencia termina siendo un hecho natural. La muerte en carne
y hueso, que no se cansa de convivir a tu lado.
41
42
43
44
El ltimo milln de aos model su forma actual. Las ltimas mediciones le dan una profundidad de 3.500 a 4.000 metros. Se cree que
en tiempos geolgicos, el levantamiento de los Andes y la actividad volcnica encajonaron al ro y lo atraparon en un poderoso dique formando un gran lago. Cuando su retencin colaps, las aguas iniciaron la
erosin vertiginosa y profunda que hoy lo caracteriza, con desfiladeros
angostos, pendientes de 60 de inclinacin, acantilados espectrales.
En algunos sectores la inteligencia de sus habitantes sumado al trabajo
comunitario han modificado las laderas en andenes de cultivo, terrazas colgadas de los siglos, bellamente integradas al paisaje, brindando
todava papas, maz, quinua para su gente. La espectacularidad del
Can del Colca, en el sur peruano, fue ingresando en mis poros desde
temprano. Las yemas de los dedos, sensibles atravesando los guantes,
terminaban de degustar las ltimas migajas del desayuno. Estbamos
listos para el mirador. Del otro lado, un caballo negro pisaba en crculos
el suelo dorado de las espigas, resaltando el grano de su funda como
cada rayo del sol la briosa silueta del animal. Las calles del pueblo nos
fueron alejando. A la izquierda caa el borde del precipicio. A la derecha,
en la ladera que continuaba, las tumbas Waris tal vez, colgando del
capricho de las grietas ms profundas. Los Apus no nos permitieron
alcanzarlas. Al tercer intento, antes de volver a desbarrancarnos, las
espinas enfatizaron con ardor el mensaje inequvoco de los espritus
de la montaa. Llegamos al lugar indicado antes del medioda. ramos
73
cinco. Con mi hermano Juan buscamos en la espera unas rocas cmodas, abismo abajo. Los otros tres quedaron ms arriba y atrs en el
viento. Intercambiamos cmaras y es una foto, les anticipo, la que cierra
este relato. Tambin nosotros colgbamos del paisaje. Hacia el precipicio predominaban los grises celestes de las piedras en todos sus valores, sus aristas superpuestas, sus quiebres, sus ngulos, sus filos. Las
corrientes trmicas comenzaban a levitar sus columnas al sol. Nosotros
lo sentamos alto de frente y proyectbamos una sombra pequea. Al
momento del asombro mirbamos por alguna razn hacia el este, pero
giramos las cabezas al mismo tiempo, como si algo nos llamara. Tal
vez fue el avistaje anticipado de los amigos, algn aviso emocionado,
no lo recuerdo bien, pero de pronto nos encontramos con su figura,
viniendo de la nada, ah estaba, un cndor macho inmenso planeando
a pocos metros de nosotros. Cada vez que recuerdo su imagen aproximndose, no puedo dejar de escuchar el sonido del aire abrindose
sin esfuerzo en la extensin mxima de sus alas, deslizndose sobre
un silbido ntimo y primitivo, poderoso, solitario. Su cabeza fue girando
hacia nosotros con pequeas detenciones acompaadas por la gelatina de su cresta. Su pico prefiere la muerte aeja para hundir su poder y
no manchar de sangre el blanco de su cuello. De ah se desprende un
negro azulado nico, por momentos lleno de obsidianas, de estrellas
muriendo, de los surcos hmedos recin abiertos sobre la tierra. No
trasmita tensin alguna. Su garras colgando hacia abajo, sus plumas
falngicas colgando hacia arriba, separadas, cncavas, independientes, sensibles. Apenas un murmullo bajo el silbido dominante dialogaba
los movimientos y conversaba los secretos del vuelo en imperceptibles
rotaciones combinadas de su ala nica con el abanico sutil de su cola.
Debo decir que nunca dejamos de mirarnos a los ojos. Cuando su
avance irremediablemente lo propuso, Juan y yo, sin pensarlo lo acompaamos. Extendimos nuestros brazos para siempre.
74
45
46
Los chicos se despertaron temprano ese domingo de Pascua y fueron por la trampa primero y los escondites de los huevos despus. La
tarde del sbado nos quedamos pensando el porqu de una coneja benefactora que se vuelve ovpara y dulce en los chocolates. Pero
el aburrimiento sugiri preguntrselo personalmente y empezamos a
disear trampas ecolgicas que pudieran capturarla en las sombras
de la noche sin lastimarla. Descartamos el dispositivo de Manu que la
ametrallaba automticamente con burbujas al cruzar un lser porque
una vez capturada sera perdida para siempre hacia las estrellas, o la
de Toms de disfrazarme de apuesto conejo porque una vez apresada
en el amor, podamos romperle el corazn. Volvimos a hablar de cazadores, del valor de los pigmeos que cazaban elefantes para su tribu
con una lanza, tan diferentes a las vanidosas miras telescpicas de los
76
47
con furia, chorros laterales de vapor. Djenme decirles que ese puente
curvo, traslcido sobre el abismo de 70 metros, slo sostiene los destellos de los rieles. El efecto debi haber sido impresionante. El piso
del fro a la altura de las ruedas desliz los resoplidos de la mquina
sobre la cera de sus mosaicos, hacia atrs, sosteniendo la contorsin
de los vagones sobre una nube plana, rebautizndolo para siempre,
hacindolo flotar en una ceremonia que le confiri en forma inmediata
el alma que careca. Todo el que lo cruza siente la extraa presencia del
misterio en su piel. Las mismas almas de los pasajeros son tomadas y
trasladadas a salvo primero, del otro lado del puente. Ese vrtigo que
uno cree sentir, ese sentirse perdido en el asombro no es ms que el
rechinar lento del acero fundindose en nosotros, tomando nuestros
latidos por unos 200 metros, movindose con nuestros cuerpos que se
cruzan sin voluntad hacia las ventanillas y los escalones de las puertas,
que disparan cmaras fotogrficas, que multiplican miradas. Yo dej mi
alma de ida, en aquel lugar, en aquel atardecer. La nieve en la cordillera
nos detuvo 10 horas ms adelante, en Tolar Grande. Mi cuerpo anduvo
caminando sobre la sal de esos parajes slo por caminar y anduve
hablando con un eco extrao slo por hablar. Dej sobre el azcar de
mi suela todas las huellas de mi vida y atoradas en las hendijas rojas de
las piedras las palabras que nunca me atrev a pronunciar. De regreso,
con una luna lateral recuper el alma que me estaba esperando, viendo las falanges del acero del viaducto brillar sobre la panza del tren y
desaparecer, una mano que hace pasar sobre la punta de sus dedos
a un animal vivo y se va cerrando en el vaco. Recuperar el alma obliga
a quedarte quieto, en mi caso con la cabeza inmvil apoyada en la ventanilla, en silencio, en la ms absoluta de las respuestas de la mente sin
preguntas, cuando uno vuelve a ser uno sin saberlo y el tren animado,
se recompone en el descenso, se despoja de lo tomado y se comporta
entonces como un simple tren hacia destino.
79
48
49
Bebo el vino.
Entre el jardn y la arena hay dos sillas. Una, la de playa, tiene en su
lona un peso abandonado que forma una comba de franjas anaranjadas sobre un gris de mar y cielo barajado. La silla del comedor por el
contrario, fuera de su lugar habitual, sienta a un hombre leyendo un
libro de hojas amarillas a sola mano, con su bastn recostado sobre la
pierna, de barba y canas traspasadas por dedos largos de uas cuadradas manchadas por la nicotina de las pginas. En la silla de playa, un
antebrazo seo apoyado sobre otro de madera mantiene a flote la costa y me vuelve irremediablemente nufrago. Una mueca apenas cada
y unos dedos apenas flexionados, sostienen un bculo invisible que
atraviesa toda la tierra y la afirma. Y aunque ahora el vendaval emerge
con su empuadura de ncar y concentra arena en las falanges que
asfixian, el tiempo se le escapa y el espacio se violenta. El hombre sentado tambin se reconoce fuera de lugar, cierra el libro, escribe algo,
se levanta y deja la hoja sobre el terciopelo rojo del tapizado, como
tentando al pasado. Ahora es el bastn el que sostiene a su pierna. Se
aleja. No puede escucharme.
Dejo la copa, cruzo el jardn, llego a la arena y le arrebato al aire lo
escrito: intentar aplicar en uno los aprendizajes hijo, es una promesa
ntima pero de por si, un hecho ya realizado y de futuro incierto
En el acto, un revs de viento desocupa la lona, que comienza a ondular como recin clavada, como recin conquistada, reclamndome
una posesin, una torpe cuestin de territorios, ordenndome que me
siente en una comodidad hecha a mi medida.
50
51
83
52
53
54
55
56
A pesar de la sangre reseca en los cabos de los tendones, del horror de esa muerte reciente, puse en las manos del aldeano las rupias
que peda y me las llev sin pensar al bolsillo de la mochila. Unos das
atrs, despus de girar una traslcida pared de bamb, me top cara a
cara con un descomunal tigre siberiano. Lo inesperado de la sorpresa
repar tarde en los hierros que apenas nos separaban. Qued inmvil,
capturado en el magnetismo sin asidero de su mirada. No haba nada
concreto donde apoyarme y despegar. Una sucesin de parntesis
ocres, de cuartos menguantes anaranjados, de eclipses, de sombras
lunares, de gritos derribados, de omoplatos desarticulados al acecho,
de tobillos que inician un barrido de empeines, un pendular de manos
89
que no terminan de extenderse e impactar de una vez, hicieron retumbar violentamente todo el frente de la reja, garras que se fijan cuando
ya es tarde, cuando toda la musculatura detona su poder y derriba,
cuando la boca se abre en fauces rosas y las encas desbordan el
marfil curvo y amarillo del colmillo, y el derrumbe empuja el polvo y las
aves hacia el cielo, y las alarmas caen en hojas secas, y el sarro de la
muerte resbala su murmullo rojo y tropieza, y las mandbulas sujetan sin
tiempo, con vida aun pero sin posibilidad de defenderte, de moverte,
de despedirte, hemipljico, cayendo en brazos de tus hijos, yndote
en temblores desconectados, desconocindote, sin poder hablar, con
burbujas en tu garganta y tantas cosas todava por decir, buscando
con la mirada alguna otra conocida, que te acompae, que te contenga
ante la inevitable rigidez de tus pupilas. As mi hermano Fabin recibi a
mi padre en su aneurisma, horas antes de que yo llegara a abrazarlo en
el hospital, minutos antes que muriera. Puse en las manos del aldeano
las rupias que peda y envolv en un pauelo las cinco garras curvas y
aceradas del tigre. Una para cada uno de mis hermanos.
57
Tuvo de chico un empuje de independencia y rebelda del que carecimos los hermanos. Se las rebuscaba como ayudante en un taller de
extraas pinzas o como repartidor de la tintorera. Yo recuerdo haber
entrado en esos mbitos, porque siempre rondaba alguna amistad de
su barra cerca y me le pegaba a su mundo siempre que pudiera. l
era quien desobedeca las penitencias y se escapaba con la bicicleta,
no sin antes invitarme a acompaarlo en un manubrio a cuatro manos
por las calles del barrio. Me lleva ese puado de aos que me haca
juguete y estorbo al mismo tiempo. Pero siempre se jug por mi sangre
relegando cualquier verdad a segundo plano. Verlo con sus amigos era
descubrirlo sin ataduras sobre el humo de los cigarrillos. En las rutinas
del hogar era parco y desconcertante. Su lengua filosa y cida tena
extraos resortes desconocidos. Recuerdo a mi padre ponderando su
90
58
Omar Balsebre era el Director. Siempre fue canoso, con buen tono en
su espalada, un Profesor que cantaba Nuestro sol.o Amayapetit, la sal superquiriqu, para izar la bandera o para energizar el hurra,
con la conviccin de que su trabajo permita formar hombres a travs de
los juegos y los deportes, en solidaridad con los compaeros, en las fi91
59
Toma el libro con una mano, abierto en esta pgina. Fija ampliamente
el omplato contrario en la tierra y extiende el brazo hacia arriba. Rotado hacia fuera, el antebrazo hacia adentro. El dedo mayor apuntando
al cielo. Los restantes abiertos como las varillas de los abanicos. Siente
su fortaleza, su eje de ciprs inmortal y perfumado.
Ahora incorprate y ancla por igual los isquiones a la tierra, reparte el
peso y siente como vrtebra por vrtebra subes regulando el tono de tu
espalda hacia la coronilla, como si una hiedra buscara trepando liviana,
milmetro a milmetro, la luz de tu tronco. Relajando lumbares, llevando
la dulce ocarina del sacro hacia el pubis. Aproximando los omplatos.
Abriendo el pecho. Traccionando del mango del esternn hacia arriba.
Tirando con sus tallos flexibles de los hombros para abajo. Cuando
estas lneas de tensin marquen su postura, reljate y deja tu coronilla
libre hacia el cielo. Ahora las cervicales sin peso, extendidas, custodian
el transitar de la vida. Si te animas entonces, qutate ahora las zapatillas
y apoya generoso la planta del pie sobre la tierra. Toda su superficie
metatarsiana, con su arco transversal extendido primero y relajado despus. Presiona toda la almohadilla del taln hasta centrar el arco longitudinal y que el borde externo y el arco interno compensen sus llenos
94
60
Las sombras desarrollan en el plano, los contornos vivos de los cuerpos interceptados por la luz. Para que existan, los elementos que las
generan deben reunir algunas caractersticas: no ser traslucidos, estar
presentes, un mnimo ngulo entre ellos, una superficie donde proyectarse. Pero he descubierto una sombra que rechaza cualquier intento de
definicin. Cuando el ocano disipa su energa efervescente en la arena
y su agua liviana desaparece ligera de espumas, la sombra de las olas,
que es acumulacin y superposicin de ritmos, aparece, se tonifica, se
da a conocer cuando la encuentras, pesada, profunda, lenta. Se maneja
con otros tiempos de retorno, pero termina volviendo a s, y vive su presente cuando aquello que la gener ha dejado de existir, como lo hacen
tantas otras cosas. Es plana pero abisal. Hipntica. Seductora. Capaz
de degustar la sustancia arenosa de los sueos, arrastra y explora con
su pie de molusco las texturas ciegas de los corazones que la habitan,
reconoce las formas calcreas y las slices percudidas, la blanda astucia
que sobrevive, el ardor transparente, los vulos fecundados, el camuflaje
arcaico, la espina urticante, las quillas hundidas, el sabor melanclico de
las huellas. Quedarte quieto en su boca produce un placer slo igualado
por el canto de las sirenas. Sientes y te hundes en el barniz de su lengua,
que va y viene para que no te muevas, en xtasis, y te envuelve de algas
y anmonas y posibilidades para que te retardes infinitamente, hasta
que algn otro ser con pies secos y esquivos chasquea sus dedos y te
convoca. Liberas una pierna, luego la otra, ingrvidas, y vuelves a ver las
palabras que la mar rechaza con la retrica de su saliva, las que hace
un momento estaban dentro de ti, desfigurndolas hasta desaparecer.
96
97
Claudio Lemeillet
ndice
El viaje de odiseo
Advertencia del autor
7
11
13
15
16
18
19
21
22
23
24
25
10
27
11
28
12
29
13
30
14
31
15
32
16
34
17
35
18
36
19
37
20
38
21
40
22
41
23
43
24
45
25
47
26
49
27
49
28
51
29
51
30
53
31
54
32
56
33
57
34
59
35
60
36
62
37
63
38
65
39
66
40
68
41
69
42
70
43
72
44
73
45
75
46
76
47
78
48
80
49
81
50
82
51
83
52
84
53
85
54
87
55
88
56
89
57
90
58
91
59
94
60
96
mauro lo coco
18 xitos para el verano
anibal cristobo
krakatoa
patricio grinberg
VHS
nicols pinkus
mayoras de uno
coleccin timoumi
rubn guerrero
no transpira
ana claudia daz
conspiracin de perlas que trasmigran
mercedes lvarez
imitacin de los pjaros
carolina massola
la mansedumbre del pez
impreso por
Tecno offset
Araujo 3293
Marzo de 2014