El Pontificado de Los Siglos XIX y XX Luis Suarez
El Pontificado de Los Siglos XIX y XX Luis Suarez
El Pontificado de Los Siglos XIX y XX Luis Suarez
guerra segua en Italia, girando ahora abiertamente en favor del pequeo corso. Una guerra
que poda considerarse tambin como enfrentamiento entre la religin y el laicismo. De aqu
que, con toda lgica, el emperador Francisco II, que an se consideraba como descendiente de
los titulares del Sacro Romano Imperio, propusiesen al Papa fijar una residencia estable en
alguna ciudad de sus dominios con salvaguardia de las previsibles amenazas francesas. Po VII
rechaz con mucha claridad su oferta. El Papa deba ser ante todo y sobre todo cabeza de los
catlicos donde quiera que estuviesen y esto slo poda lograrlo en Roma, sobre la tumba de
Pedro. En consecuencia, el 3 de julio de 1800 volvi a alojarse en el Vaticano mientras
Bonaparte haca sonar los ecos de sus victorias en Lombarda.
Po VII perteneca a una de las familias aristocrticas de los Estados pontificios, los
Chiaramonte Chini y haba nacido en Cesena cerca de Ravenna en 1742. Su primera educacin,
profundamente religiosa, era la que corresponda a quien iba a instalarse en ese sector social,
fiel en todo momento a la potestad que ejercan como prncipes temporales los Papas. Pero en
1756 decidi ingresar en el monasterio benedictino de Santa Mara del Monte no muy lejos de
la casa en que naciera, y aqu la orientacin cambi pues fue formado profundamente en
teologa a fin de que pudiera actuar como profesor en varios monasterios de la Orden. No
debe olvidarse que tambin se esperaba de l una profesin religiosa a la que siempre se
mantuvo fiel. Su alto linaje y sus mritos personales le impusieron otro cambio en su vida.
Contaba cuarenta aos cuando Po VI decidi otorgarle el obispado de Imola al tiempo que el
capelo de cardenal. En el momento en que se inicia la Revolucin francesa que conduce en
pocos aos a la guerra entre Austria y Francia en el norte de Italia, l simultanea sus dos
principales obligaciones, como obispo en Imola y como miembro del Colegio en Roma.
Cuando Napolen recibe el mando del Ejrcito de Italia y logra la fulgurante serie de victorias
que conducen al tratado de Campoformio, el futuro Papa permanece en su puesto sin dejarse
arrastrar a decisiones polticas. El es, simplemente, un seguidor de Jesucristo. Y as mientras el
general trata de poner en pie una nueva estructura, la Republica cisalpina, que extiende sus
dominios al Patrimonio de San Pedro, Chiaramonte prepara la famosa homila de la fiesta de
Navidad de 1797 que es como la respuesta acerada a la Revolucin y a sus consignas. La forma
de gobierno por el pueblo viene a decir no repugna a la Iglesia; pero exige, para ser correcta
someterse a todas las sublimes virtudes que no se aprenden ms que en la escuela de
Jesucristo. Es uno de los primeros textos fundamentales en que se contiene una doctrina que
la Iglesia ir desarrollando a lo largo de dos siglos. La democracia como sealara Maritain,
bebe de algunas fuentes del cristianismo, en especial de la fraternidad universal, pero se falsea
cuando pretende someter los principios morales objetivos a la voluntad cambiante de los
grupos polticos.
2. La primera Encclica, hecha pblica muy poco tiempo despus de su eleccin, y a la que nos
hemos referido, trataba de hacer una reconstruccin histrica. Los revolucionarios, y en
especial los jacobinos, entre 1os que se contaba Napolen antes de su sustitucin por el
Directorio, crean que una de las consecuencias inevitables de la cada del Antiguo Rgimen iba
a ser la desaparicin de la Iglesia. Pasaba a preguntarse por qu no se haba producido tal
cosa, y daba una respuesta que pertenece a los orgenes mismos del cristianismo: la Casa de
Pedro es cuerpo mstico de Cristo y sobre ella reina el Espritu Santo. Ciertamente de aqu
vena tambin otra consecuencia. El Papa no es un soberano temporal, aunque requiera de
esta condicin como medio para afirmar su independencia, sino el pastor que debe estar
dispuesto a dar su vida por las ovejas. Y hay muchas, tambin, que no son de su rebao.
En cierto modo tambin su experiencia de Imola le llevaba a otra conclusin: no es importante
el tamao que deban tener los Estados Pontificios; s, en cambio, la independencia que stos
procuran. Ahora, ms que en ocasiones anteriores, haba el peligro de que el Pontificado
pasara a ser parte de uno de los grandes Imperios, especialmente el de Napolen, que se
estaban construyendo. En esto no era posible ceder, aunque otros muchos aspectos de las
relaciones entre la Iglesia y el Estado pudieran negociarse. Mientras los cardenales trataban de
llegar a una decisin en Venecia, Bonaparte y los suyos Luciano tuvo ms protagonismo que
su hermano el general haban conseguido dar un vuelco completo a la situacin en Francia. La
Revolucin llegaba a su tercera fase como sucede en todas las semejantes y por medio de un
plebiscito, es decir, aplauso de la opinin popular debidamente manejada, un hombre reciba
el encargo de hacer balance definitivo de todos los logros y correccin de los errores, que no
eran pocos.
Al nuevo Papa preocupaba especialmente una situacin que poda contagiarse a otros pases
provocando una ruptura dentro de los propios esquemas eclesisticos. La Constitucin civil del
clero, que segua vigente despus del Brumario, haba convertido a los miembros de la
jerarqua en funcionarios del Estado un modelo que poda ser copiado incluso por Monarquas
que se declaraban catlicas, provocando adems una especie de cisma entre los
juramentados y los rebeldes, a muchos de los cuales se haba ejecutado.
Algunos sacerdotes exiliados trataban ahora de retornar a Francia aprovechando las leyes
dictadas por el nuevo Rgimen, pero eran muy fuertes las hostilidades entre los dos bandos. La
prisin de Po VI y las adhesiones que hacia su persona se produjeron revelaban tambin que
el pueblo francs segua siendo emocionalmente catlico. De modo que si Napolen,
bautizado aunque apartado absolutamente del catolicismo, quera devolver a Francia su
unidad superando los graves errores del ltimo decenio, tena que contar con la Iglesia.
Para Bonaparte la religin no es otra cosa que la garanta de la paz social: pone a los buenos la
esperanza ms all de la muerte, y evita que puedan producirse guerras de este signo como en
tiempos pasados. No debemos considerarle con todo como un ateo; se mova dentro de los
lmites de un desmo que ve en las religiones obras humanas todas igualmente respetables,
pero sometidas tambin al omnmodo poder del Estado. Inmediatamente despus de la
victoria de Marengo (14 de junio de 1800) y del retorno de Po VII a Roma, amparado por
tropas napolitanas, se iniciaron los contactos entre ambas potestades: el primer Cnsul
aceptaba la tesis expuesta en la bula Diu satis de que nada poda convenir tanto a los
gobernantes de las naciones como permitir que la Iglesia se desarrollara en libertad, guindose
por las leyes que el propio Dios haba establecido y que eran, en s mismas, un bien.
Ercole Consalvi, dicono encargado de la secretara del conclave, aunque carente del derecho
de voto, haba demostrado su extraordinaria capacidad para el manejo de los asuntos
polticos. Po VII le otorg el capelo y le encarg la Secretara de Estado. De este modo se
produca una especie de divisin en paralelo entre las funciones: el Papa se descargaba de
aquellas que conllevaban el trato con los poderes temporales, volcndose, en cambio, en la
direccin espiritual que empezaba a tener en cuenta tambin a los no catlicos, dadas las
circunstancias que se estaban viviendo. A partir de este Pontificado y, hasta nuestros das sin
solucin de continuidad, la tarea ms importante del Vicario de Cristo consistira en dar
doctrina, respondiendo a los problemas que se iban suscitando y, sobre todo, enriqueciendo el
patrimonio espiritual de la Iglesia, que no puede ser cambiado en lo sustancial pero necesita
acomodarse a las formas de expresin que se estn produciendo. Consalvi tendra que buscar
frmulas de coexistencia con el sistema napolenico y con los esquemas posteriores de la
restauracin, suprimiendo muchas de las dificultades que nacieran en el antiguo Rgimen con
la alianza entre altar y trono.
El primer gran xito de Consalvi fue la negociacin y firma del concordato con Francia (15 de
julio de 1801) tratando de dar respuesta a los problemas que surgieran tanto del galicanismo
borbnico como de la Revolucin. Era muy poco lo que la Iglesia poda reclamar. Pero bastaba
el reconocimiento de su autoridad e independencia para que Talleyrand advirtiese que, con
aquel paso, se estaba dando la victoria a los catlicos. No hemos de olvidar que el poderoso
ministro haba sido obispo, juramentado y transferido luego al estado laico, todo lo cual dejaba
en l resquicios de suma importancia. Este concordato estara vigente hasta 1905 aunque
hubo diversas alternativas en su cumplimiento. Por vez primera desapareca en un documento
de este tipo la confesionalidad del Estado, si bien la Repblica reconoca que la mayora de los
franceses eran catlicos y como tales miembros de una Iglesia que deba ser reconocida en la
plenitud de sus derechos. El Papa aceptaba la enajenacin de todos los bienes nacionales
vendidos, recobrando por tanto slo una pequea parte de sus antiguas posesiones,
relacionadas con el culto. A cambio de la confiscacin, como se hara medio siglo ms tarde en
Espaa, el Estado se obligaba a sealar emolumentos a todos los miembros del clero en
funciones, fijndose la escala de remuneraciones como si se tratara de sueldos para
funcionarios pblicos.
Todos los obispos, tanto los legitimistas como los juramentados deban presentar su renuncia.
En adelante Napolen procedera a la presentacin de candidatos que seran investidos por el
Papado que pareca dejar a ste alguna clase de reservas acerca de la idoneidad de los
designados. Se present una lista en la que Bonaparte incluy a doce de los antiguos
constitucionales lo qu pareca un abuso por su parte. Po VII aplaz su respuesta durante
cierto tiempo, hasta su viaje a Pars para la coronacin del emperador, quedando entonces
resuelta la cuestin. La necesidad tcita de manejar nombres que fuesen aceptables para
ambas partes tuvo ya un efecto favorable para la Iglesia: los nuevos obispos abandonaron las
inclinaciones al galicanismo inicindose una corriente cada vez ms fuerte en las filas del clero
que afirmaba con gran rigor las vinculaciones con Roma. Esto es lo que sus enemigos
calificaron de ultramontanismo, pues la ciudad eterna se halla al otro lado de los Alpes.
3. La firma del concordato debe ponerse tambin en relacin con los tratados de Luneville
(1801) y Amiens (1802). Se tuvo en consecuencia la sensacin de que las guerras de la
Revolucin haban terminado, con resultado sin duda favorable a la Repblica francesa que
emerga, merced a sus conquistas, como la primera potencia de esa nueva Europa que estaba
en trance de formacin. Bonaparte no duda respecto a los dos signos que deban
caracterizarla: sera francesa y laica, envolviendo en este trmino todos los postulados de la
Revolucin. No estaba llamado a sustituirla sino a completarla mediante una nueva forma de
Estado unipersonal, no Monarqua sino Imperio, para que quedase bien claro que ningn
compromiso previo estaba en condiciones de limitar la voluntad del omnipresente emperador.
Respondiendo a las crticas que Talleyrand y Fouch le formularan, acerca de las excesivas
concesiones hechas a los catlicos, el primer Cnsul decidi ejecutar sobre la marcha una
maniobra de retorno al galicanismo: al publicar el concordato (Convencin del ao IX) agreg
77 artculos orgnicos como si siguiera vigente la ley de Luis XIV que un siglo antes provocara
una verdadera ruptura ya que, con ellos y con la condicin de funcionarios a sueldo que se
otorgaba a todos los miembros del clero, la religin catlica, lo mismo que las dems que en
Francia se admitan, no pasaba de ser una dimensin ms de la sociedad civil controlada por el
Estado. Po VII, aunque no dej de expresar su protesta, no quiso que se rompiera el
concordato; entre dos males era preciso escoger el menor. El retorno, en 1802, de todos los
sacerdotes emigrados, que volvieron a asumir funciones pastorales, cambi las cosas y de un
modo definitivo ya que su pensamiento quedaba lejos de los principios que informaban al
nuevo Rgimen, mientras que el antiguo haba desaparecido; las vinculaciones del nuevo clero,
que empezaba a formarse, se dirigan hacia Roma influyendo en este sentido sobre los simples
fieles. El legado a latere Juan Bautista Caprara, con poderes delegados muy amplios, poda
ahora entenderse directamente con los obispos.
La ambicin de Bonaparte iba ms lejos: las paces firmadas eran apenas una plataforma sobre
la que deba edificarse el nuevo dominio francs, significado por varias repblicas; siendo
imposible retomar el trmino Monarqua pues eso equivala a romper la Revolucin, se busc,
por influencia romana, el trmino Imperio. El 4 de mayo de 1804 el Tribunado puso en marcha
el decreto que con apoyo plebiscitario, converta a Napolen I en emperador con derecho de
sucesin, aunque era de todo punto evidente que Josefina ya no poda darle hijos. Carlomagno
haba sido coronado por el Papa; en consecuencia se comunic a Caprara el deseo de que Po
VII viajase a Pars para tomar parte en la gran ceremonia que se preparaba en Notre Dame,
devuelta al culto catlico. El Pontfice no quiso oponer una negativa; poda ser aquella la
oportunidad para lograr ms espacios libres a la Iglesia en Francia. Consalvi se encarg de
comunicar a las otras potencias europeas las circunstancias en que habra de desarrollarse el
viaje. Contra lo que algunos literatos o dramaturgos suelen decir, el Papa no iba a coronar y
consagrar al emperador, que segua siendo laico, sino a ser testigo de una ceremonia que
recobraba al menos en parte el carcter religioso.
Po VII sali de Roma el 2 de noviembre; como una medida cautelar dejaba a Consalvi una
carta sellada con su abdicacin, para el caso de que todo fuera una trampa. El viaje fue un
xito con el que muchos no contaban: gentes de muy diversa condicin salieron al camin para
ponerse de rodillas y las autoridades, incluyendo antiguos jacobinos, acudieron a dar la
bienvenida recordando que su pas, Francia, estaba reconocido como hija primognita de la
Iglesia. Napolen sali al encuentro del Papa en Fontainebleau y trat de convencerle de la
importancia que para Europa tenan sus decisiones. Chiaramonte ech mano a sus viejos
recuerdos y le llam en italiano, Comediante. Sin duda, como Hitler, lo era tratando de
acomodar sus gestos a la naturaleza de su interlocutor.
Europa a las competencias britnicas, asegurando de este modo a la industria interior y a sus
productos agrcolas un mercado ms amplio. Para que este proyecto tuviera xito era
imprescindible que todos los pases aliados o en paz con el Imperio se sumasen a l. Entre
estos aliados o amigos, Napolen inclua los Estados pontificios.
En noviembre de 1806 Napolen orden a sus tropas ocupar Ancona y otros territorios
adyacentes exigiendo del Papa que expulsase a todos los sbditos de pases en guerra con
Francia y que prohibiese el comercio con los ingleses. Esto era tanto como declarar que el
Patrimonio romano formaba parte del Imperio. Tambin reclam una sustitucin de Consalvi
en la Secretara de Estado. Po VII hubo de rechazar todas estas exigencias contrarias a la
independencia de que debe gozar el Papa y al orden moral pues no es posible exigir una
prohibicin del comercio que es en s mismo un bien. Tras unos meses de tensas
negociaciones, en enero de 1808 las tropas francesas invadieron los Estados y el 2 de febrero
entraron en Roma, reduciendo a Po VII a una prctica prisin en su residencia del Quirinal.
Alquier, embajador de Francia, se encarg de presentar sus exigencias: el Papa, en cuanto
prncipe, deba incorporarse a la Confederacin italiana de la que Napolen I era rey. El Papa
respondi con una absoluta negativa. Una cosa era que la Iglesia buscase vas de
entendimiento y otra, muy distinta, conduca a la desaparicin de su libertad. No iba a tomar
las armas pero sabra morir como los mrtires.
1808 es un momento de suma importancia. En mayo Napolen suprima el reino de los
Borbones (Carlos y Fernando) en Espaa, llevndolos prisioneros a Francia y sustituyndolos
por su hermano Jos. Este era gran Maestre de la Masonera y mostraba un gran empeo en
imponer el laicismo, contando con una minora escasa de espaoles; de modo que la guerra
que inmediatamente se inici iba a tener matices religiosos. Un decreto del 10 de junio
desposey al Papa de sus funciones temporales declarando a Roma ciudad libre dentro del
Imperio; a l respondi al da siguiente Po VII fulminando la excomunin de cuantos
participaran en la operacin. Napolen orden entonces apresar al Papa como hiciera ya con
su antecesor y el general Radet tom al asalto el Quirinal; no se permiti a Po VII ni siquiera
hacer el equipaje. El propio general se encarg de llevarle a Francia sin tener en cuenta la
enfermedad que padeca y que estuvo a punto de costarle la vida. Cuarenta y dos das fueron
necesarios para pasar de Roma a Savona. Nunca un Pontfice haba tenido que sufrir tal
cmulo de vejaciones.
Significativo paralelismo. En Savona el Papa era un humilde prisionero que se negaba a recibir
emolumentos pblicos y, segn sus propias palabras, haba vuelto a vivir como un monje, en
esa virtud de la pobreza en silencio. Napolen haba tomado las riendas, convocando a los
cardenales y superiores de las rdenes religiosas y disponiendo obras en el palacio arzobispal
de Pars que deba convertirse en residencia del Pontfice. Emperador y Papa, las dos cabezas,
temporal y espiritual respectivamente, deban utilizar la misma capital. Estaba aplicando una
frmula semejante con los judos: convoc en Pars al gran Sanedrn, ofreciendo una liberacin
completa a cambio precisamente de que dejasen de ser judos para convertirse en todo en
ciudadanos franceses. A fin de cuentas era lo mismo que se les ofreciera en otros tiempos, que
se bautizasen a fin de lograr su libertad e integracin plena en la sociedad.
Durante casi cinco aos la Cristiandad catlica se vio prcticamente privada de las relaciones
con su cabeza. Esto encajaba bien con el desmo que preconizaban Bonaparte y sus consejeros:
las religiones no son otra cosa que respuestas que los seres humanos improvisan para dar
respuesta al problema real de las relaciones con la trascendencia; por consiguiente no deben
escapar al dominio del Estado como sucede con las sociedades sabias o con las Universidades.
Po VII se neg a otorgar la investidura a los nuevos obispos de modo que muy pronto hubo
diecisiete sedes que podan considerarse en rgimen de vacantes. Napolen convoc
reuniones de prelados y superiores eclesisticos y lleg a la conclusin de que deba convocar
un gran Concilio nacional en 1811 a fin de que desde dentro, se hiciese la reforma de la Iglesia.
Para esta fecha las cosas iban muy mal en Espaa ahora eran los ingleses quienes disponan
de una base militar en Europa y el bloqueo continental haba dado tan malos resultados que
el propio gobierno imperial se vio obligado a otorgar secretas licencias para aprovisionarse. El
Concilio encabez una actitud de protesta contra la poltica del emperador, que hubo de
disolverlo encarcelando adems a los que se haban distinguido en la oposicin.
Habiendo conseguido el divorcio de Josefina para casarse con Mara Luisa de Austria,
falseando todos los principios de la moral catlica, Napolen preparaba para la primavera de
1812 su golpe definitivo, la invasin de Rusia que deba incluir al zar en el gran sistema del que
Austria y Prusia ya formaban parte. El 9 de junio de 1812, dos semanas antes de que su Gran
Ejrcito compuesto en su mayora por no franceses, cruzara la frontera del Niemen, se dio la
orden de trasladar al Papa de Savona a Fontainebleau vestido de negro y viajando de noche
para evitar los brotes de entusiasmo de la jornada anterior. Fue un viaje terrible: Po VII yaca
en una cama de hospital subida a un carro y en varias ocasiones se temi que fuera a fallecer.
El 19 de junio se instal en Fontainebleau, donde pudo recuperar la salud y las fuerzas. Las
noticias, ahora, anunciaban un cambio de grandes proporciones: los franceses estaban siendo
vencidos en Espaa y la expedicin hasta Mosc se cerr con un tremendo desastre. Ahora
todos los reinos estaban dispuestos a unirse fuera del sistema, empleando vnculos religiosos,
como propona el zar Alejandro, y Francia, sin los recursos que le proporcionaran sus
conquistas, pasaba a la defensiva con muy escasas perspectivas.
Entre los das 19 y 25 de enero de 1813 el emperador y el Papa negociaron en Fontainebleau.
Se trataba de alcanzar un acuerdo que sobre la base del concordato, permitiera ms libertades
a la Iglesia y, por consiguiente, mayor solidez para el catolicismo recobrado que an se hallaba
en condiciones de debilidad. Se alcanz una especie de preacuerdo que eliminaba los
obstculos que se opusieran a ciertos obispos y se sustitua el gobierno de los Estado
pontificios por una renta anual de dos millones de francos. Para el Pontificado poda ser una
ventaja el abandono de compromisos polticos, pero los consejeros de Po VII le convencieron
de que no poda confirmar este borrador ya que no haba garantas de independencia y la
voluntad del soberano pareca clara: conseguir que el Pontfice fuera un obispo ms en
territorio a l sujeto. A Napolen ya no le quedaba tiempo. Vencido en Leipzig y en Vitoria este
mismo ao apenas si contaba con fuerzas para una defensa desesperada de su propio
territorio. En el momento de firmar su abdicacin autoriz el regreso de Po VII a Roma en
donde le encontramos el 24 de mayo de 1814. Recobrados los Estados pontificios,
Chiaramonte permanecera aqu los nueve aos que an le quedaban de vida.
Como es bien sabido, Napolen abandon su retiro de Elba y durante cien das volvi a asumir
el poder. Un tiempo breve que no poda influir sobre la vida de la Iglesia. Derrotado
definitivamente en Waterloo (15 de junio de 1815) y repudiado por todas las Cortes europeas
que durante aos trenzaron en su torno una espesa leyenda de tirana, el Papa tuvo la
oportunidad de demostrar su altura moral: acogi en Roma a la madre del emperador, Leticia,
entregndole para su residencia el palacio Venecia que da nombre a la plaza de nuestros das.
Fesch, to de Bonaparte, que haba sido nombrado cardenal en el momento del concordato,
sigui en su puesto, y los hermanos del emperador, Luciano y Luis, con el hijo de ste, que
llegara a ser Napolen III, tambin encontraron acogida cordial en Roma. Cuando Po VII supo
que el desterrado de Santa Elena requera los servicios religiosos, le envi un sacerdote corso,
el abate Vigco, que le atendi en sus ltimos das hasta 1821, en que feneci.
5. En 1814 Consalvi haba tenido que trabajar con detenimiento y habilidad, para conseguir
que austriacos y napolitanos abandonaran los Estados pontificios por ellos ocupados tras la
derrota de Francia. En apariencia se volva a la situacin quebrantada veinte aos atrs y el
Papa volva a ser un soberano temporal de ciertas dimensiones. Esto significaba en cierto
modo un compromiso pues los vencedores, bien dirigidos por Metternich, pensaban en
imponer una restauracin, la cual significaba un retorno a los viejos compromisos entre Iglesia
y Estado, que en la prctica someta la primera al poder del segundo. Entre los cardenales y el
alto clero eran muchos los que entendan que esta era la buena solucin: la experiencia
revolucionaria demostraba que cuando se operaba una separacin entre ambos poderes, la
Iglesia experimentaba un proceso de debilitacin y enfrentamientos. En Austria o en Espaa,
donde haba regresado Fernando VII, no se formularon dudas ya que en ningn momento las
autoridades que dirigieran la guerra contra Napolen se consideraban otra cosa que
continuadores del Antiguo Rgimen.
Consalvi hubo de viajar a Pars para negociar precisamente con Talleyrand, que era ahora
ministro de Asuntos Exteriores de Luis XVIII sin haber modificado su opinin. Las
Constituciones republicanas fueron sustituidas por una Carta otorgada por el propio Rey,
asegurando una forma de gobierno ms abierta hacia la representacin. El artculo VI
declaraba que la Monarqua era confesionalmente catlica. Pero quienes gobernaban en
nombre del nuevo rey entendan esta condicin como un sometimiento de la jerarqua
semejante a la que Luis XIV y sus inmediatos sucesores ya impusieran. El primer ministro,
duque de Richelieu, trat de conservar no slo el concordato de 1801 sino los Artculos
Orgnicos aadidos, a lo que tuvo que oponerse el Papa.
Una fuerte reaccin, lgica en varios aspectos, se haba producido: todos los males de la
Revolucin, incluyendo los muy numerosos muertos, eran la consecuencia de que se hubiese
olvidado el ser de Francia, es decir, esa ntima relacin entre la corona y la jerarqua,
nombrada por el rey para servicio de la comunidad. Era imprescindible recuperar el espritu
francs que se identificaba con ese catolicismo: a esta tarea se entregaron intelectuales
catlicos de gran relieve entre los que es necesario destacar a Jos de Maistre, Francisco
1. Liberal es una palabra espaola de antiguas races que adoptaron, para definirse, aquellos
que combatieron a Napolen sin prescindir de los ideales esgrimidos por los revolucionarios.
Pronto se extendi por Europa para designar a los que no consideraban deseable volver al
antiguo Rgimen y prescindir de los principios de las revoluciones del siglo XVIII. Para la Iglesia,
que coincida con algunos de estos principios, poda significar un peligro porque, bajo el
esquema de las libertades asomaban las dimensiones del laicismo que negaba valor positivo a
la religin y converta la verdad en opinin revisable y la libertad en independencia. El
cristianismo no puede admitir una equiparacin entre verdad y mentira ni someter los
principios morales a la simple voluntad de las mayoras. El doceaismo ruso y el golpe militar
de Riego en Espaa haban sido seales muy claras de que estas corrientes tenan dimensiones
y objetivos polticos.
En la Curia romana las difciles circunstancias vividas haban originado tambin una disyuncin.
Algunos de los cardenales ms influyentes, como Bartolom Pacca y Agustn Rivarola
comulgaban con las ideas que alcanzaran mayor prestigio en el Congreso de Viena: era preciso
enfrentarse con las corrientes liberales volviendo al pasado sin vacilaciones pues slo el
ejercicio del poder poltico estaba en condiciones de devolver a la Iglesia al puesto de unidad
que durante siglos desempeara. No se trataba de defender el patrimonio tradicional, del que
nadie dudaba, sino de restablecer las formas del Antiguo Rgimen. A estos se les calificaba de
zelanti. Otros, significados especialmente por Consalvi, con experiencia poltica y diplomtica
muy considerable, pensaban que ya no era posible volver al pasado. A fin de cuentas Luis XVIII
no haba suprimido simplemente la Constitucin; la haba sustituido por una Carta otorgada.
Esto mismo deba hacerse en los Estados Pontificios. Acomodarse al signo de los tiempos era
una necesidad. A los defensores de esta lnea de accin se les llamaba politicanti. La sucesin
de Po VII se presentaba dentro de esta disyuntiva. Los politicanti decan que Consalvi deba
suceder a este Papa a fin de continuar la lnea marcada.
Anbal, que usaba el apellido condal della Genga, contaba entonces ms de sesenta aos y era
el candidato que los zelanti consideraban idneo, por sus virtudes y por su vasta experiencia;
fue una de las vctimas de las persecuciones de Napolen que haba exigido su destitucin por
considerarlo favorable a los austriacos de modo que hasta 1815 haba permanecido en el
monasterio benedictino de Monticelli, crendose una buena fama por sus virtudes religiosas
que completaba la que ya adquiriera como diplomtico en Austria y Alemania. Fue encargado
por Po VII de representarle en las negociaciones que siguieron a la abdicacin de Napolen.
Aunque lleg tarde, ganndose las crticas de Consalvi, qued incorporado al equipo de nuevos
consejeros del Papa siendo incorporado al Colegio como cardenal obispo de Sinigaglia. En 1820
pas a desempear las funciones de vicario de Roma.
Cuarenta y nueve cardenales entraron en el conclave de septiembre de 1823. Nadie poda
suponer que della Genga fuese un candidato: su mal estado de salud le haba impedido
alcanzar la popularidad que su oficio de vicario poda haberle procurado. Pero los zelanti
haban hecho una buena campaa contra Consalvi, al que reprochaban sus concesiones a la
nueva poltica, mientras que el emperador de Austria pronunci un veto contra los dirigentes
de los zelanti porque haban defendido la integridad de los Estados pontificios, obligndole a
devolver las legaciones que le haban sido otorgadas en la paz de Pars. La afirmacin de
sentimientos italianos preocupaba ahora a los miembros de la Santa Alianza, y tambin a Luis
XVIII. De modo que, como en otras ocasiones semejantes, se impuso la voluntad de nombrar
un Papa de transicin, esto es, un anciano de mala salud que no durara mucho. En efecto nos
hallamos ante un Pontificado de poco ms de cinco aos. La mayora alcanzada fue de 34
frente a 15; los dos tercios holgadamente. Cuando le fue requerida la aceptacin, Genga hizo
una reflexin amarga: habis elegido a un cadver. Pero acept. Y esos cinco aos iban a
revestir gran importancia.
Estamos en los aos que sirven de prlogo a las revoluciones de 1830. El nuevo Papa escogi el
nombre de Len, explicando que se trataba de la memoria del Magno, que estableciera los
fundamentos para el dominio de Roma, enfrentndose a un mundo de brbaros confuso y
difcil. Los zelanti consideraron que haban triunfado: Consalvi fue sustituido por uno de los
suyos, el cardenal Somaglia, de 80 aos, lo que vena a significar que sera el Colegio quien
tomara las riendas. As fue. Slo que este partido tena puesta su atencin casi exclusivamente
en devolver a los Estados Pontificios el peso poltico y la estructura que antes poseyera. Las
concesiones otorgadas por Po VII desaparecieron y se estableci un rgimen de gran rigor,
justificado por los desrdenes que los bandoleros y la sociedad secreta de los carbonarios, un
equivalente de la mafia siciliana, estaban causando. Comenzaron las represiones que vinieron
acompaadas de ejecuciones capitales, algo que la prensa de otros pases pudo manejar
contra el principio de autoridad del Papa. Los problemas no cesaron sino al contrario:
comenzaba a extenderse la idea de que la liberacin de aquella vasta parcela de la Pennsula
dependa de que fuese suprimido el poder del Pontificado.
Maese Pasquino conoci una de las crticas: todo era ordini, contrordini, desordini. No
comprenda que se estaba viviendo una etapa de reajustes: los zelanti, que crean haber
conquistado el poder a travs de un Papa anciano y enfermo, y un Secretario de Estado, della
Somaglia, que no estaba en condiciones de ejercer los difciles cometidos de esta magistratura,
estaban comenzando, ahora, a verse desplazados. Porque Len XII, aunque haba detenido la
marcha en el sentido marcado por su antecesor, estaba buscando un camino que permitiera
superar los errores de uno y otro bando. Para la Iglesia lo verdaderamente importante no
radicaba en opciones polticas sino en un reencuentro con la conducta cristiana capaz de
superar las terribles discordias pasadas. Esta fue su eleccin que aada dimensiones nuevas a
la labor restauradora emprendida por Po VII. Los grandes defensores del ultramontanismo
estaban incurriendo en una posible debilidad al creer que las circunstancias polticas deban
ostentar la primaca.
Y entonces Len XII convoc un Ao Santo para 1825, cincuenta aos despus del ltimo que
se celebrara: era una llamada al arrepentimiento y a la indulgencia plena, que equivale a
establecer un nuevo punto de partida. La Curia se opuso en trminos muy duros porque tema
un fracaso y, en definitiva, un perjuicio. Los monarcas absolutistas tambin, porque pensaban
que poda repetirse el caso de 1300, dando al Papa posesin del vrtice sobre la sociedad
europea. Pero el Papa no cedi. Al contrario, en la bula de convocatoria explicaba con detalle
cul era la meta: al superar los efectos del pecado y limpiar el alma se alcanzaba la verdadera
libertad, la de los hijos de Dios que acompaa tambin a la verdadera igualdad ya que todos
los hombres son creados y, con la caridad, el amor, se alzaba por encima de todas las
demandas de fraternidad. Aunque las dificultades para viajar eran entonces de gran calibre,
miles y miles de peregrinos acudieron a Roma para lucrar la indulgencia y renovar el vnculo
directo con el Vicario de Cristo que es, a fin de cuentas, la cabeza. Len XII super el lmite
impuesto por su mala salud y particip, descalzo, en las procesiones.
2. El jubileo de 1825, que coincide con la difusin por Europa de las corrientes liberales, que
haban tenido en Espaa su primera manifestacin pragmtica, aunque abortada por los
miembros de la Santa Alianza, trataba de llamar la atencin sobre una alternativa que, desde la
Iglesia, se formulaba contra dichas corrientes. Es lo que en su encclica, Ubi primum, y en su
bula Quod divina Sapientia, ambas de 1824, Len XII explicara con muy notoria claridad. El
cristiano, y con mucha mayor razn el sacerdote o el obispo, no pueden limitarse a asumir una
determinada fe, que habla al intelecto; importa sobre todo la conducta ya que no es la palabra,
sino el ejemplo, la que logra comunicar la fe y conducir al supremo secreto, que es el amor. De
ah la necesidad de ese gran jubileo; era urgente hacer borrn y cuenta nueva devolviendo a la
jerarqua conciencia de su ejemplaridad y superando los odios que alzamientos, guerras y
revoluciones llevan inevitablemente consigo. Para Len XII, y as lo expona, el peligro mayor
vena de esta doctrina que reduce la religin a una estructura, creada por los hombres y a la
que uno puede adherirse o no de acuerdo con su opinin.
La encclica no se estaba refiriendo nicamente a las consecuencias de 1789 sino que se
remontaba a los daos y errores que galicanismo y josefinismo causaran al someter las
estructuras y la vida religiosa al poder absoluto de los reyes. Los sistemas restaurados tras la
tremenda experiencia de Bonaparte no estaban dispuestos a modificar las lneas polticas que
el emperador tomara del Antiguo Rgimen. Era imprescindible dar a la Iglesia una nueva
cohesin, en torno al Papa, ya que slo l es Vicario de Cristo en la tierra, situndola adems a
distancia y por encima de las cuestiones polticas. Para ello era imprescindible que la seleccin
de los sacerdotes tuviera en cuenta dos aspectos, ejemplaridad y preparacin, algo que en
modo alguno poda confiarse a los monarcas. Len ejecut una reforma a fondo de las siete
Universidades que albergaban los Estados Pontificios y trat de impulsar estudios que hiciesen
florecer una nueva ciencia cristiana, sin las reservas que antes se expresaran en torno a la
moderna ciencia experimental. Entre la fe y la razn no pueden existir incompatibilidades pues
ambas responden al mismo designio divino de situar al hombre dentro de la verdad.
En diciembre de 1823, es decir apenas tres meses desde su eleccin, Len XII llam a Consalvi,
que se haba retirado a Anzio, al lado del mar, y le dijo que de nuevo eran requeridos sus
servicio esta vez al frente de la Congregacin De Propaganda Fide, que en aos prximos
alcanzara extraordinario relieve al hacerse cargo de las relaciones con los nuevos pases que
se estaban formando, fuera de Europa. Fue un gesto fallido pues Consalvi muri a los pocos
das de asumir esta tarea, pero sus colaboradores permanecieron en la Curia y en 1828 uno de
ellos, Toms Bennetti, sustituira a Somaglia en la Secretara de Estado. Todo ello significa que,
a diferencia de lo que estaba ocurriendo en el interior de los Estados Pontificios
malaventurado retorno al pasado las lneas para la accin exterior retornaban a los
horizontes que para ella marcara Po VII.
Era urgente frenar excesos del absolutismo en Espaa, hacer frente a los aspectos mesinicos
de la poltica rusa donde Alejandro I actuara como verdadera cabeza de la Iglesia ortodoxa; y
sobre todo, ajustar las relaciones con las potencias, en lnea con la poltica que ya perfilara
Consalvi. Austria blasonaba de catolicismo pero al mismo tiempo aspiraba a consolidad un
amplio dominio sobre Italia, favoreciendo las tensiones nacionalistas que podan volverse
tambin contra la Santa Sede al considerarla favorable a la muy catlica Austria. En Francia
Carlos X obligaba a los obispos a someter sus comunicaciones con Roma a su placet previo;
todos ellos deban su nombramiento al rey.
El Congreso de Viena haba planteado nuevos y fuertes problemas a las comunidades catlicas.
Polonia haba sido devuelta a su condicin de reino, pero unido al Imperio ruso y gobernado
militarmente por Constantino, hermano del zar. La oposicin liberal que procuraba librar al
pas del dominio ruso, estaba fuertemente influida por la masonera y la fuerte comunidad
juda era objeto tambin de persecuciones, de modo que aunque la situacin econmica
mejoraba, las estructuras eclesisticas sufran daos y los catlicos experimentaban los efectos
de una solapada persecucin. La nica posible salida, una revuelta armada contra el zar,
tampoco convena a la Iglesia, pues la comunidad en ella integrada poda experimentar
consecuencias muy negativas, de tal modo que cuando estall, en las revoluciones de 1830,
Roma hubo de recordar a sus fieles que tal tipo de acciones, violencia y muerte, no eran
compatibles con la moral catlica.
En Viena (1815) se haba decidido tambin restaurar la independencia de los pases Bajos,
incluyndolos en un solo reino, Guillermo I (1815-1840), de la Casa de Hannover, a la que
pertenecan los monarcas ingleses, y de religin protestante. De modo que las tierras belgas,
de absoluto predominio catlico, quedaban englobadas en una Monarqua confesional de otro
signo, segn el principio del cuius regio eius religio. Guillermo reclamaba el derecho de
nombramiento de los obispos y la inclusin de los seminarios en sus Universidades.
Continuando la lnea que ya iniciara Consalvi, Len XII se mostr dispuesto a aceptar esta
situacin poltica, negociando sin embargo un concordato (1827), segn el cual el monarca
tendra solamente derecho de veto sobre los nombramientos episcopales, siendo obligado el
clero a prestar juramento de fidelidad al soberano y a las leyes. Una frmula que fue aceptada
por la comunidad catlica ya que supona el abandono del cuius regio. El concordato fue
incumplido por parte de la corona y tambin aqu se dio la impresin de que la nica salida,
para los catlicos, estaba en una ruptura violenta.
La Unin decretada en 1800, que Pitt estableciera para impedir la fragmentacin de Inglaterra,
Escocia e Irlanda, agravaba la situacin de los catlicos irlandeses ya que los derechos polticos
dependan del juramento de fidelidad al rey en cuanto cabeza de la Iglesia. Tambin aqu el
Pontificado rechazaba el recurso a la violencia aunque sin dejar de reclamar la libertad
religiosa y la equiparacin poltica entre catlicos y protestantes. Daniel O'Connell, que
proceda de una familia noble desposeda, escogi el camino que Roma marcaba: en 1825
estableci una Asociacin Catlica que, en trminos pacficos, mediante discursos, reuniones y
manifestaciones trataba de conseguir esa igualdad. En 1828 se present a las elecciones al
Parlamento por el condado de Clarke y obtuvo mayora de votos. Se produjo una difcil
coyuntura pues el diputado electo no poda tomar posesin de su asiento sin abandonar su fe.
Fue entonces cuando lord Wellington, vencedor de Napolen, propuso una solucin:
emancipar a los catlicos obligndolos slo al juramento de leyes civiles como en otros
pases se haca y abrindoles el acceso a la carrera poltica. Es cierto que esto no solucionaba el
problema nacionalista irlands pero para la Iglesia catlica significaba un paso decisivo. Desde
este momento experimentara en Inglaterra un crecimiento hasta llegar a convertirse en una
de las fuerzas esenciales del pas.
Otro problema, de muy diversa ndole, se suscitaba en Iberoamrica en donde el Pontificado
de Len XII coincide con los movimientos de independencia que permitan el arraigo de fuerzas
no catlicas especialmente la masonera. Fernando VII segua titulndose rey e invocaba el
derecho de patronato que le permita seleccionar los obispos. Los nuevos gobiernos
independientes reclamaban ese mismo derecho. Fue una fuente de conflictos que, de acuerdo
con el pensamiento de Luis XII slo podran ser superadas aplicando el derecho cannico y
encomendando a la Congregacin De Propaganda Fide el control de las nuevas comunidades
independizadas. Len muri antes de que se hubiera alcanzado una solucin en esta lnea.
3. Hemos llegado al 10 de febrero de 1829, cuando todo el subsuelo europeo se hallaba
conmovido por las corrientes del liberalismo, la etnocracia y el idealismo. Poco antes de su
muerte, en prisin y durante el Terror (1794), el marqus de Condorcet haba escrito un libro,
Ensayo de un cuadro histrico de los progresos de la mente humana, que alcanz despus
profunda resonancia y que, en lnea con lo que ya pretendiera Voltaire, propona una especie
de sustitucin del cristianismo, en cuanto conciencia religiosa, por una verdadera religin de la
Humanidad que era presentada como producto de los progresos de la mente humana. Haba
como dos axiomas que venan a sustituir a los fundamentos de la fe: a) la perfectibilidad de la
mente humana es ilimitada y nunca puede retroceder; y, b) cuanto ms sabios seamos
seremos ms ricos y cuanto ms ricos ms felices. Era una inversin radical en los principios
de ah nace el positivismo y, en consecuencia un peligro directo para la Iglesia.
Por los aos que corresponden al Pontificado de Len XII las corrientes del nacionalismo y del
idealismo estaban experimentando, especialmente en Alemania, un crecimiento. Rousseau
haba invertido uno de los trminos esenciales de la fe catlica, negando el pecado original y,
en consecuencia, la necesidad de que el gnero humano necesitase una redencin. El hombre
es por naturaleza bueno y son slo los usos y costumbres de la sociedad quienes le pervierten.
Por su parte Herder, entre 1784 y 1791, haba aadido que tampoco pueden considerarse los
seres humanos cmo iguales pues las diferencias tnicas hacen objetivamente superior a la
raza blanca, aria, lo que explica que Europa sea la cultura ms avanzada del mundo. Fichte, por
su parte, completando a Kant, enseaba que la Historia tiene un origen y una meta la cual, de
acuerdo con el pensamiento liberal, coincide precisamente con esta forma de cultura. Los
pensadores de estas primeras dcadas del siglo XIX tendan a contemplar su propio tiempo
como aquel que ha conseguido la plena madurez.
El pensamiento tradicionalista francs haba sido al principio muy enriquecedor para la Iglesia;
ms all de las coordenadas de la Restauracin, vea en el cristianismo esa columna vertebral
que explica los valores de la europeidad, pues en l se haba logrado una sntesis de todas las
corrientes que ven en la persona humana el nico protagonista digno de consideracin. Pero a
este movimiento haba venido a sumarse desde 1816 un bretn converso, Flicit de
Lammenais que en dicho ao fue ordenado sacerdote. En una primera etapa de su vida
cristiana, coincidiendo con los reinados de Luis XVIII y Carlos X, se dej ganar por un
radicalismo que defina con tres expresiones: sin Papa no hay Iglesia; sin Iglesia no hay
cristianismo; sin cristianismo no hay sociedad. Para defensa de esta doctrina, que ser
calificada de ultramontana y de meneista, escribi, en peridicos muy antirrevolucionarios,
soflamas en que abundaban las injurias y denuncias. Hasta 1829 defendera con crudeza esta
postura. Escritor brillante no se distingua por el valor de sus conocimientos. El meneismo fue
un sentimiento sobre todo porque su fundador descalificaba la razn con mayor nfasis an
que Lutero, viendo en ella una fuente de debilidad a diferencia de la fe. De pronto, en 1829,
cambi su postura y se aline con el liberalismo, tomando parte en las revoluciones del ao
siguiente.
4. Len XII acababa de cumplir 68 aos cuando una breve recada en su enfermedad le llev
al sepulcro (10 de febrero de 1829). Apenas un mes ms tarde le suceda uno de sus ms
eminentes colaboradores espirituales, que lo fuera ya de su antecesor, Francisco Saverio
Castiglione, que decidi tomar el nombre de Po VIII demostrando su voluntad de continuar la
tarea que marcara el ltimo Papa de este nombre. Sbdito de los Estados pontificios,
perteneca a una familia de gran relieve. Dotado de inteligencia excepcional y educado por los
jesuitas, acab volcando sus esfuerzos en el Derecho cannico. Contando 39 aos de edad fue
nombrado obispo de Montalto de donde pasara a Ascoli aunque su verdadera tarea no era
tanto la pastoral como la de colaborar con el Papa en aquel esfuerzo de resistencia a Napolen
y de restablecimiento de las estructuras eclesisticas. Como otros muchos fue encarcelado y
slo pudo recobrar su libertad tras la cada del emperador. Una dolencia heptica hizo tambin
agrio su carcter.
Po VII haba pensado en el cardenal Castiglione, a quien elevara al cardenalato como obispo
de Cesena en 1816, como en el idneo continuador de su obra, pero en el conclave de 1823 las
disputas entre los dos partidos impidieron que se tomara en cuenta su candidatura. En 1829
las circunstancias haban cambiado gracias a la inteligencia y habilidad de Len XII que haban
conseguido un acercamiento de las posiciones, de modo que se apreciaban en l dos
condiciones idneas: vida de piedad verdaderamente ejemplar y dotes de gobierno. Por otra
parte su edad, 68 aos, y sus dolencias garantizaban un Pontificado no duraderos si bien no se
pensaba en que fuese tan breve, menos de dos aos. Ni zelanti ni politicanti parecan
dispuestos a ceder en sus argumentos; sin embargo se acercaba ya la fecha decisiva para el
cambio en Europa anunciado ya entonces con la independencia de Grecia, un acontecimiento
presentado como ruptura del principio de la Santa Alianza. Las revoluciones liberales de 1830
liquidaron los Regimenes restaurados y afectaron a la Iglesia, pues en la conciencia de los
vencedores apareca ligada al Antiguo Rgimen. Las primeras matanzas de frailes en Madrid
suceden poco despus.
La independencia de Grecia, aceptada por todas las potencias europeas, quebraba el principio
de legitimidad esgrimido por Talleyrand y Metternich, segn el cual la soberana de los
Estados era inquebrantable. Es cierto que se trataba en este caso del Sultn turco, esto es, un
musulmn; pero poetas, periodistas y otros escritores insistieron en que lo que triunfaba era,
precisamente, el sentimiento de la libertad. En todas partes surgieron movimientos que
blasonaban de la nostalgia de la Revolucin. Ese mismo ao de 1830 Augusto Comte iniciaba la
publicacin de su Curso de filosofa positiva, en el que propona una nueva periodizacin de la
Historia en tres edades: teolgica, metafsica y positiva, aceptando un papel relevante para el
cristianismo slo en la segunda. Pero, trmino de llegada, ahora comenzaba la etapa absoluta
en que el predominio de la ciencia dara origen a una nueva religin de la Humanidad. El
hombre reemplazara a Dios en sus valores. Comte anunci que l mismo tendra ocasin de
explicarla desde el plpito de la catedral de Nuestra Seora de Pars. Algo que no ha sucedido.
Carlos X no haba aprendido las lecciones del pasado. Acentu las tendencias del galicanismo y
consider que la poltica de la Santa Sede deba supeditarse, al menos en parte, a los intereses
de los soberanos catlicos. Cuando Po VIII propuso como Secretario de Estado a uno de los
colaboradores de Consalvi, Jos Albani, el embajador de Francia, que era precisamente
Chateaubriand, opuso, en nombre de su gobierno, un veto con la simple razn de que estaba
demasiado supeditado a los intereses de Austria. Esta vez Francia tropez con un Papa de
nueva dimensin: se neg a tomar el veto en consideracin recordando que no se trataba de
una cuestin poltica sino del servicio de la Iglesia, en el cual nicamente al Vicario de Cristo
corresponde la competencia. Chateaubriand tuvo que presentar la dimisin.
Albani iba a influir poderosamente en la poltica pontificia encaminndola hacia una plena
neutralidad poltica, lo que conllevaba tambin a una especie de apertura hacia pases que no
eran confesionalmente catlicos. La experiencia recogida tras la Revolucin demostraba que
en pases no confesionales, o incluso enemigos de la Iglesia, las comunidades catlicas podan
consolidarse y crecer. Por eso, cuando en el verano de 1830 los revolucionarios en Francia
saquean en Pars el arzobispado y algunos otros centros religiosos, Po VIII no toma medidas
que pudieran considerarse de represalia. Al contrario orden a los obispos que permanecieran
en sus dicesis, juraran fidelidad a la nueva Monarqua de Luis Felipe de Orlens y dispusieran
que, en la liturgia ordinaria se siguieran ofreciendo oraciones por los nuevos gobiernos. En
Polonia donde la fracasada revuelta poda interpretarse como rechazo de la ortodoxia,
tampoco se prest ayuda a los rebeldes, slo la paz poda ser recomendable desde el punto de
vista cristiano.
5.
A pesar de las reacciones negativas de los sectores tradicionalistas, que algunos
historiadores recogen como si se tratara de la posicin oficial de la Iglesia, un balance sereno
de las revoluciones liberales muestra tambin perspectivas muy favorables. En Francia se
alcanz un modus vivendi que permiti un fuerte desarrollo de la vida intelectual entre los
catlicos. Ms importantes resultan las consecuencias en Inglaterra donde la emancipacin de
los catlicos ya no pudo detenerse. En Norteamrica las cosas fueron mejor todava. Po VIII
promovi la celebracin de un Snodo en Baltimore. Una docena de dicesis aseguraban la
solidez de una estructura jerrquica llamada a convertirse en una de las primeras del mundo.
Un catolicismo tpicamente americano se iba a constituir al tiempo que se edificaba una gran
nacin. La independencia de Blgica permiti establecer una nueva Monarqua catlica
resucitando las viejas races que Espaa dejara en aquellas provincias.
Frente a Austria, que consigui superar la crisis haciendo concesiones que afectaban a las
tendencias a la unidad algo que tardara an bastante tiempo en mostrar sus resultados, el
dominio prusiano sobre Alemania se increment y los acuerdos de acercamiento entre los
Estados anunciaban ya el comienzo de un sentido, an no demasiado concreto, de
nacionalidad. Pero Germania era desde el siglo XVI un espacio religiosamente dividido y el
intelectuales franceses. Flicit de Lammenais fue uno de estos; entre 1829 y 1830
experiment una verdadera conversin poniendo en ella el mismo nfasis con que defendiera
hasta entonces el ultramontanismo. En otras palabras entenda que los catlicos deban
incorporarse al liberalismo. En Jully, cerca de Pars, precisamente en julio de 1830, reuni un
grupo de cinco personajes, que llegaran a tener gran relieve, que significaban una generacin
posterior a la suya (se trataba de Juan Bautista Enrique de Lacordaire, Carlos de
Montalembert, Felipe Gerbet, Ren Francisco Rohrbacher y Prospero Luis Pascal Guranger) y
les propuso poner en marcha un movimiento que fuese, a un tiempo, catlico y liberal. Para
exponer sus ideas acordaron fundar un peridico, cuyo primer nmero sali a la luz en el mes
de octubre, y bajo el titulo de L'Avenir, colocaron el lema de Dios y libertad.
Lammenais y sus colegas defendan el principio de la libertad religiosa como afirmaba el
liberalismo. Po VIII recordaba en sus escritos que es preciso mantener las distancias: la Iglesia
reclama y defiende la libertad para que el hombre pueda, sin cortapisas, cumplir sus deberes
religiosos, pero la Verdad es slo una; si bien es cierto que debe ser libremente asumida y en
modo alguno impuesta. Muchos obispos franceses, que se movan dentro del tradicionalismo,
acogieron con escndalo la publicacin del peridico. El Pontfice no tuvo tiempo de intervenir
en esta delicada cuestin pues falleci el 30 de noviembre, un mes despus del primer nmero
de L'Avenir.
6. El 14 de diciembre de 1830 se inici uno de esos conclaves largos casi dos meses que
reflejan la existencia de muy fuertes discrepancias en el seno del Colegio. Como sucede en casi
todas las ocasiones semejantes, result finalmente elegido un casi desconocido, Alberto
Cappellari, monje camaldulense que no fuera promovido obispo. En el monasterio adopt el
nombre de fray Mauro y desempe funciones importantes como profesor de Filosofa y ms
tarde en el gobierno de su Orden de la que llegara a ser general. No fueron tanto los servicios
prestados, en especial en la Congregacin De Propaganda Fide, como la intensa vida de
piedad, los que decidieron a una mayora suficiente de cardenales a poner en l su confianza.
El 2 de febrero de 1831 se converta en Gregorio XVI, tomando precisaren el nombre del
creador de las misiones.
La razn principal de que los cardenales, en aquella hora de las segundas revoluciones
europeas, volviesen hacia l su atencin, era distinta. En 1799, cuando Po VI se hallaba en
prisin y Bonaparte anunciaba el trmino del Pontificado, public un libro que caus gran
impacto, El triunfo de la Santa Sede y de la Iglesia frente a los ataques de los innovadores. La
doctrina que ms tarde defendera con ahnco, estaba ya en l esbozada. La Iglesia iba a
perdurar hasta el final de los tiempos de acuerdo con la promesa de Jesucristo, y la Verdad
estaba confiada a la custodia del Pontfice que, por ello, gozaba de infalibilidad. As se
planteaba una cuestin que setenta aos ms tarde sera definida en forma ms correcta.
Entre 1800, cuando las gestiones para el concordato obligaban a Bonaparte a rectificar, y 1823,
Cappellari desarroll sus actividades dentro de su Orden, pero sirviendo como un principal
consejero en asuntos religiosos a la Santa Sede, de forma que en 1826 sera elevado al
cardenalato para que pudiera encargarse de la prefectura de la Congregacin Propaganda
Fide, es decir, de las misiones y tambin de la estructura que la jerarqua deba asumir en los
pases que llegaban a la independencia.
Nunca quiso ser obispo; slo monje y no otra cosa. Por eso cuando el 2 de febrero se
pronunciaron en su favor treinta y dos de los cuarenta y un cardenales, hubo de intervenir su
confesor, el cardenal Zurla, general de los camaldulenses, para exigirle, dentro de la
penitencia, que aceptara el cargo. Hubo de ser entonces ordenado obispo. Tal vez los
cardenales no fueran plenamente conscientes del paso que en 1831, como una repuesta a los
movimientos revolucionarios, estaba dando la Iglesia. Con Gregorio XVI se inicia una
trayectoria de Pontfices que, mediante Encclicas, van dando respuesta, desde la doctrina
cristiana, a los problemas de todo tipo que se han venido planteando. Con todos estos
documentos que forman una nutrida biblioteca, se podra hacer un texto nico, respuesta de
la Cristiandad a las soluciones que idealismo, positivismo y marxismo, con abundantes
secuelas, han propuesto llegando a convertir el siglo XX en el ms cruel de la Historia.
Gregorio XVI, a diferencia de sus inmediatos antecesores, gozaba de una excelente salud y esta
contribua seguramente a darle un carcter alegre, abierto a las conversaciones. Austero como
monje ya que nunca quiso cambiar su modo de vida, dorma en un colchn de paja y alcanzara
a cumplir ochenta y un aos, que era para entonces una edad avanzada. La intensa vida de
oracin era muy propicia a la profundidad del pensamiento. Sus enemigos le presentaron
como un antiliberal que se alineaba en consecuencia en el tradicionalismo, pero esta versin
no es correcta. Capellari distingua entre las tendencias liberales en su sentido amplio y los
errores que dentro de ellas se haban deslizado. El primero y ms importante es prescindir de
la doctrina cristiana que ensea que el ser humano es criatura dotada de libertad, libre
albedro, siendo sta una de las dimensiones de su naturaleza, para afirmar que es libertad,
es decir, autosuficiente y capaz de establecer un orden tico producto de su voluntad y, por
ello, cambiante, bajo el principio de que legal y legtimo son trminos equivalentes y todo lo
que no est prohibido debe considerarse permitido.
En noviembre de 1831, cuando se cumpla un ao desde el comienzo de la publicacin de su
peridico, tres menesianos, Lammenais, Lacordaire y Montalembert, viajaron a Roma para ser
recibidos por el Pontfice. Pretendan que la autoridad de Pedro respaldase y confirmase las
propuestas que ellos hacan sobre un liberalismo catlico, rechazando as las protestas de
algunos obispos franceses. Gregorio XVI no quiso entrar en un debate. La Iglesia necesitaba de
una definicin doctrinal que permitiese enfocar de manera correcta y completa todo el
problema y no entrar en matices en relacin con un sector, el menesiano, en el que, como es
lgico, podan apreciarse ventajas y defectos. Eran las escuelas y movimientos intelectuales
quienes deban ajustar sus enseanzas a las definiciones de la Iglesia, no al contrario. La
acogida a los que a s mismos se calificaban peregrinos de Dios y de la libertad se torn para
ellos decepcionante. Pasaron seis meses en Roma y volvieron a Pars sin haber recibido
respuesta.
Gregorio XVI preparaba ya entonces el gran documento doctrinal Mirari vos, que sera
publicado el 15 de agosto de 1832, y estaba destinado a todos los seres humanos, en primer
lugar a los catlicos aunque tambin a los que no lo eran. Frente a Condorcet, Comte, Hegel,
Fichte o el propio Lammenais, se presentaba una denuncia incontrovertible acerca de los
cuatro errores que aprovechaban las victorias liberales para penetrar en la sociedad humana.
Debe leerse teniendo a la vista la ya mencionada de Po VIII de 1829, ya que las afirmaciones
de sta no necesitaban renovarse. La Iglesia, y slo ella, posee la plenitud de la Verdad que ha
sido revelada, y a las otras religiones puede reconocerse nicamente una parte de ella. La
libertad para propalar mentiras, errores o calumnias no puede considerarse como tal. Las
sociedades secretas por su naturaleza son un atentado a la libertad. El matrimonio indisoluble,
en sus dos dimensiones, afectiva y generativa, constituye la clula esencial de toda sociedad. Y
la oracin, como el nuevo inquilino del Vaticano practicaba a fondo, es el arma ms eficaz de
que dispone un cristiano.
Ahora el Papa aada cuatro puntos esenciales que sirvieron como base de partida para una
cada vez ms amplia exposicin de doctrina moral acerca de la sociedad. Si se acepta como
principio general, segn muchos liberales sostenan, que todas las religiones deben ser
colocadas en el mismo plano de igualdad, el resultado no poda ser otro que el indiferentismo.
Y ste no puede en modo alguno considerarse como un bien; ni judos ni musulmanes
aceptaran nada semejante.
La libertad de conciencia que muchos en el fondo identifican con libertad para no tener
conciencia, viene a coincidir con las derivaciones del libre examen que haba sido
reiteradamente condenado por la Iglesia. En cierto modo poda decirse que los liberales lo
sobrepasaban, ya que al hombre atribuan la decisin ltima en cuanto a lo que es verdadero y
falso.
No es posible confundir la necesaria autonoma entre la Iglesia, que es sociedad completa en s
misma, con la independencia, pues sta falsea una realidad ya que los miembros de la Iglesia
son, al mismo tiempo, ciudadanos en relacin con el Estado y sus derechos tienen que ser
reconocidos por ste. Por ello la autoridad pontificia tiene el deber de intervenir en defensa de
la moral, pues de otra manera consentira en un dao mayor que es la invasin de las
conciencias por el poder temporal.
La libertad de opinin, tal y como los revolucionarios de 1830 y todo el positivismo defendan,
asociada a la libertad de prensa, se convierte en una independencia absoluta que da el mismo
valor a la libertad y al error. Pero la verdad es objetiva y no puede ser rebajada al nivel de una
simple opinin.
7. La reaccin de los maneistas ante la encclica mostr profundas variaciones. Lammenais
rechaz la doctrina de este modo emitida y decidi que entre liberalismo y catolicismo el
primero debe prevalecer. Esto fue lo que reflej en su libro, Palabras de un creyente,
publicado en 1834. Renunciaba a su fe en Jesucristo y afirmaba que la religin de la
Humanidad era la verdadera. Perdida la fe en 1848, abandonara el estado clerical y fallecera
en 1854 haciendo declaraciones de agnosticismo laico. Ninguno de sus colaboradores le sigui
en este camino; al contrario, la doctrina expuesta por el Papa les sirvi para emprender un
nuevo camino, de reforma interna, salvando lo que dentro de los programas de lAvenir haba
de creencia en la capacidad de los seres humanos. Para ellos lo ms importante, ahora, era
conseguir una maduracin cientfica dentro del cristianismo, haciendo florecer dos de sus
dimensiones principales, la compatibilidad entre fe y razn y la caridad profunda hacia todos
los seres humanos.
En 1836 Comte y Lammenais celebraron varias entrevistas. Resultado de las mismas fue esa
conversin espectacular del segundo a la religin de la Humanidad que consiste en sustituir a
Dios por el hombre. La convergencia entre las dos corrientes, liberalismo laico y positivismo,
significaba para la Iglesia un terrible desafo. Por estos mismos aos Luis Bautain propona una
frmula, opuesta al positivismo, aunque anclada en el idealismo de raz kantiana. Expuso sus
ideas en una obra, La filosofa del cristianismo, que public en 1835. Dando a las ideas un valor
absoluto, como si retornase a la vieja querella de los universales, rechazaba los fundamentos
del conocimiento racional, por va de observacin y experimentacin, otorgando a la fe valor
absoluto y nico. Esto era considerado como fidesmo, en relacin con el pietismo protestante,
y fue condenado expresamente por Gregorio XVI. Bautain se someti al Pontfice y continu en
sus funciones como telogo y sacerdote en la Iglesia. De este modo el Papa poda afirmar que
las primeras desviaciones se haban corregido el caso de Lammenais estaba aislado, y que el
cristianismo se enfrentaba con la modernidad avanzada desde unas posiciones intelectuales
slidas.
Uno de los efectos visibles del movimiento menesiano haba consistido en comprobar la falta
de preparacin teolgica que, con algunas contadas excepciones, todos ellos demostraban. Ah
estaba uno de los principales peligros, ya que poda empujar a la aceptacin de los postulados
del liberalismo, que aparecan como novedosos. Ya Po VII haba intentado frenar el proceso
recomendando el retorno a Santo Toms y su racionalismo cristiano, sobre el cual deba
construirse la nueva intelectualidad catlica. Estos defectos eran ms visibles en Francia, en
donde, como consecuencia de la Revolucin, se haba producido un relevo del clero, al que
desde Roma se insista en que deba entregarse especialmente a la oracin y al servicio de los
fieles, como Luis Mara de Vianney, el santo cura de Ars estaba realizando.
El arzobispo de Pars, Dionisio Augusto Are (1848), tom la decisin de comprar el antiguo
convento de Carmelitas, ahora integrado en los bienes nacionales tras las confiscaciones de
1792, e instal en l una Escuela de Altos Estudios Eclesisticos que abri sus puertas en 1845.
Tenan que pasar todava dos generaciones antes de que se comprobasen los esplndidos
resultados de la idea. All se creara, entre otras cosas, una nueva conciencia histrica, que no
se detena a la hora de someter tambin las fuentes cristianas a las crticas que se estaban
empleando con la documentacin. La idea central consista en afirmar que Europa haba
comenzado siendo la Cristiandad, y sus valores, ms all de la poltica o de la ciencia, estaban
en la descripcin del ser humano, dotado de tanta dignidad que el mismo Dios ha escogido su
naturaleza para encarnarse. El cardenal Lavigerie (1892) puede considerarse como el modelo
fundamental de los beneficios que la Escuela estaba en condiciones de producir.
Cambios mucho ms importantes se estaban ya apuntando en otra direccin. En el Antiguo
Rgimen, el clericalismo haba llegado a ser de tal manera dominante que se consideraba a los
laicos como fieles de segundo rango y el matrimonio como una condicin inferior,
objetivamente, a la del sacerdocio o vocacin religiosa. Poco despus de 1831, un joven
profesor de la Sorbona, que ya destacara mucho en sus tiempos de estudiante, tom la
decisin de formar en dicha Universidad una Conferencia de Historia cuya meta sera
explicar ms correctamente el Evangelio. Nos referimos a Federico Ozanan (1853). Junto con
seis compaeros fund en 1833 las Conferencias de San Vicente de Paul: se trataba de volcar
el amor que de Cristo se recibe en los ms necesitados. El Papa recibi con empeo la noticia.
Justamente los ms necesitados eran la figura visible de los pobres a quienes se haba dirigido
la enseanza de Jess. Tambin las escuelas estaban recibiendo un impulso acelerado en toda
Francia.
8. Una fuerte corriente de opinin favorable al catolicismo se haba producido en Inglaterra
como consecuencia de las leyes de emancipacin. Figura clave de esa especie de renacimiento
fue Nicols Wiseman, que se haba formado para el sacerdocio en el Seminario ingls de Roma,
una institucin que Po VII haba convertido en heredera y sntesis de los colegios que desde el
siglo XVI formaban clero catlico de lengua britnica para enviarlos luego de retorno a su pas.
Paralelamente, entre los anglicanos, se formaba el movimiento de Oxford, cuya principal figura
sera el pastor Juan Henry Newman, profesor y rector de la capilla de aquella Universidad.
Desde bandos distintos, ambos venan a coincidir en un punto, la necesidad de profundizar en
el estudio de las fuentes de la religin y en la comunicacin de la doctrina por medio de la
prensa a sectores cada vez ms amplios de poblacin. Pues el futuro de la sociedad dependa
del grado de cultura cristiana que llegara a alcanzarse.
Gregorio XVI decidi responder al crecimiento que las leyes permitan creando en Inglaterra
cuatro vicariatos. De modo que Wiseman volvi a Inglaterra con un encargo concreto, en su
calidad de adjunto al de Londres: organizar conferencias y reuniones para una transmisin
oral, usando el modesto calificativo de lecciones, y poner en marcha la prensa catlica. De los
dos diarios por l creados, Dubln Review y The Tablet, el segundo alcanzara con el tiempo una
gran resonancia. Pero en todo caso se trataba de mostrar actitud de apertura hacia el
anglicanismo; era ms importante destacar los puntos de coincidencia que los de divergencia.
Por eso el nuevo vicario tuvo que librar una autentica batalla contra los viejos catlicos que
no estaban dispuestos a olvidar los tiempos de persecucin. Wiseman cont con el apoyo de
Gregorio XVI y el sucesor de ste, Po IX, le nombrara cardenal, el ao 1850. Primado de
Inglaterra desde esta fecha, pas a ser figura de relieve en la vida de Europa. Las autoridades
inglesas tenan que reconocer el profundo amor que demostraba a su pas.
Los miembros del Movimiento de Oxford mostraban preocupacin por un punto en especial: la
dependencia de la Iglesia respecto a la Corona era, sin duda, una traba muy seria para su
libertad. Lo que ellos preconizaban era, precisamente, como en Francia y otros pases, una
revisin de esta circunstancia. La ntima unin entre el altar y el trono era aqu ms fuerte que
en el Continente. Newman y sus colaboradores comenzaron en 1833 a publicar sus Tracts for
the times que, como su nombre indica, eran una propuesta de actualizacin, partiendo de un
conocimiento ms profundo de la Historia. De este modo iban descubriendo que las
identidades eran verdaderamente importantes mientras que las diferencias entre anglicanos y
catlicos obedecan slo a razones polticas. Condenado por sus superiores en 1843, se retir
durante algn tiempo para dedicarse nicamente a la oracin y al estudio y, el 9 de octubre de
1845, anunci que se someta a la disciplina de Roma, advirtiendo que no poda decirse que se
hubiera producido un cambio de fe.
De hecho, en media docena de importantes obras que vieron la luz entre 1852 y 1870,
Newman iba a insistir en este punto. La trayectoria catlica inglesa no haba mostrado
vacilaciones hasta el desdichado asunto del divorcio de Enrique VIII. Era preciso volver a tomar
el hilo de la verdad. No tuvo que cambiar su formacin; en 1857 fue simplemente ordenado
sacerdote en Roma y nombrado cardenal en 1879. l y Wiseman cambiaron el sentido de la
marcha: el catolicismo, gracias a ellos, pasaba a ser uno de los ejes para la cultura britnica. No
compartan los proyectos polticos que, amparndose en el catolicismo, estaban empezando a
madurar entre la Iglesia de Irlanda.
Tambin en Alemania las cuestiones doctrinales tuvieron hondas repercusiones pues muchos
catlicos comulgaban con el nacionalismo, mostrndose incluso dispuestos a apoyar la poltica
de Prusia en la que vean una posibilidad de fortalecimiento. Dos grupos bastante fuertes se
constituyeron, uno en torno a Jorge Hermes, cuyas doctrinas racionalistas haban sido
censuradas por Roma en 1835, y el otro que se daba a s mismo el significativo nombre de
jvenes hegelianos. En uno u otro caso se daba preferencia al Estado sobre la Iglesia: Berln y
no Roma deba ostentar la direccin de la vida religiosa. Algunos obispos, comenzando por el
de Colonia, Fernando Augusto Spiegel (1831), tambin se mostraron inclinados a un
entendimiento. Spiegel haba llegado a firmar un convenio secreto con Federico Guillermo III
aceptando los criterios de ste y no los de Po VIII en relacin con los matrimonios mixtos.
Sin embargo, la muerte de Spiegel cambi radicalmente las cosas. El Papa present a Clemente
Augusto von Droste zu Vischering para sucederle y el monarca prusiano acept el
nombramiento creyendo que con l sera posible mantener el arreglo. Cuando Vischering y el
obispo de Posen se negaron, mantenindose en la fidelidad a Roma, ambos fueron
encarcelados y slo al subir al trono Federico Guillermo IV en 1840 pudieron recobrar la
libertad. Se acercaba el momento en que, a travs de la unin econmica, pudiera alcanzarse
la unidad poltica, reconvirtiendo a Alemania en un nuevo Imperio. El apoyo de los catlicos en
la futura Dieta germnica era imprescindible. Federico Guillermo IV cre en Berln una
Direccin de cultos catlicos que ofreca un mnimo de garantas para los que profesaban esta
fe.
9. De este modo puede decirse que el balance final de los acontecimientos que van desde
1830 hasta 1848 tambin presenta aspectos favorables para la comunidad catlica que
recuperaba posiciones que dos siglos antes parecan perdidas. Adems daban al Pontfice la
oportunidad de hacer amplias definiciones doctrinales que preparaban el camino hacia el
Concilio; ste se interrumpira en 1870 pero llegara a su pleno desarrollo noventa aos ms
tarde. Los daos principales de las revoluciones de estos aos se registraron en Espaa y en los
Estados Pontificios, afectando a un espacio tan esencial para la Iglesia como era la pennsula
italiana. En ambas naciones el liberalismo se present como una opcin radical, enemiga de la
Iglesia y tendente al laicismo, como ya sucediera en Francia.
Graves errores deben atribuirse a Fernando VII. Al regreso del exilio, desechando todos los
cambios producidos durante la guerra de Independencia, haba tratado de ejecutar un neto
este es precisamente el trmino por l escogido retorno al pasado absolutista. No preconiz
un retorno a la Espaa tradicional de 1700, como muchos de sus partidarios tradicionalistas le
reclamaban, sino que impuso un despotismo personal que identificaba potestad y autoridad.
No quedaba otro remedio que solicitar la ayuda de Austria, el Imperio catlico. No fue nada
difcil para los soldados de los Habsburgo conseguir el sometimiento de los amotinados. Pero
entonces Inglaterra, Francia, Prusia y Rusia protestaron. No estaban dispuestas a consentir lo
que pareca un engrandecimiento del Imperio austriaco que ya dominaba en el Piamonte y el
Vneto. Un Memorndum (21 de marzo de 1831) redactado a nombre de las cuatro potencias,
con tono de ultimtum, reclamaba una reforma administrativa en los Estados Pontificios y la
inmediata retirada de las tropas austriacas. El Pontfice no poda levantar un ejrcito; sera
tanto como negar la calidad intrnseca a su autoridad. De modo que en cuanto se retiraron los
soldados del emperador la revuelta volvi a empezar. Esta vez la frmula consisti en una
intervencin paralela de modo que las fuerzas austriacas instaladas en Bolonia y las francesas
en Ancona demostraran intencin de abandonarlas.
As se demostraba que era en extremo difcil conservar la independencia prctica de los
Estados Pontificios. Haba dos opciones: imponer el principio de autoridad reformando en
sentido de consolidacin de los poderes ejecutivos o prepararse para un abandono que
redujera a Roma el Patrimonio. Gregorio XVI escogi la primera relevando a Bernetti, en la
Secretaria de Estado, y entregando el cargo al ms prestigioso de los zelanti, Luis Lambruschini.
Las relaciones polticas del Pontificado, con sus sbditos y con el exterior, se endurecieron.
Bastaron pocos aos para demostrar que se haba escogido el camino errneo. El liberalismo
contaba absolutamente con el nacionalismo que aspiraba a conseguir una Italia unida, en la
que se incluyesen naturalmente todos los seoros y Repblicas que databan de la Edad Media
y que permitan a Austria ejercer su dominio.
Haba comenzado a moverse la Joven Italia, una creacin de Jos Mazzini (1872), que,
invocando recuerdos de un pasado remoto y recordando que era una de las cinco naciones de
Europa, reclamaba el establecimiento de una sola Monarqua. Para este movimiento el Papa
constitua el principal obstculo, aunque no faltaban algunos que soaban con que el Vicario
de Cristo pudiera asumir el control de esa unidad. De hecho el Papa no poda convertirse en un
rey ms, ni tampoco aceptar las ideas fuertemente penetradas de laicismo que entonces
predominaban. Los nacionalistas utilizaron el trmino Risorgimento que equivala a afirmar
que se trataba de restaurar, para lo que era preciso remontarse a la poca imperial romana.
Gregorio XVI parta del convencimiento de que la conservacin de la independencia completa
de sus Estados era indispensable para su propia autoridad. Esta lnea de conducta ha sido
juzgada con gran dureza por historiadores, en especial italianos, pero era difcil entonces
proponer alguna otra alternativa. El Papa no puede convertirse simplemente en obispo de la
capital de un Estado; esto le habra impuesto obligaciones de fidelidad semejantes a las que los
prelados de otros pases deban a sus respectivos reyes.
Amargura y preocupacin dominaban el ambiente en los ltimos aos de este Pontificado.
Portugal haba conocido, como Espaa, una dura guerra civil con dos titulares, Miguel,
tradicionalista, y Mara Gloria, liberal. Al triunfar la segunda, se desplegaron todos los
sentimientos de un anticlericalismo duro, que preparaba el camino hacia la repblica y el
laicismo. En este reino las circunstancias antirreligiosas fueron ms duraderas que en Espaa.
1. Existe una vieja leyenda segn la cual ningn Pontificado puede superar la duracin del de
San Pedro, que se estima en los veinticinco aos. Dicha leyenda, que se apoya en algunos
datos errneos, ha sido superada en dos ocasiones, la de Po IX y la de Juan Pablo II, que son
considerados como venerables a la espera de que se cierre el proceso de beatificacin. El
gobierno de Po IX coincide tambin con ciertos cambios muy radicales, que afectaron directa
o indirectamente al destino de la cultura occidental: la celebracin de un Concilio tras la
cuenta cerrada en Trento, la prdida de los Estados Pontificios, la fundacin por Marx del
materialismo dialctico, la exposicin del evolucionismo por Darwin, la victoria del liberalismo,
la guerra de Crimea que abra paso a las cuatro contiendas europeas, la creacin del II Reich
alemn y el nacimiento de la Monarqua italiana, como nica forma nacional. Al trmino de sus
das, Po IX reconoci que muchas cosas haban cambiado de tal forma que sus sucesores
tendran que gobernar de distinta manera, aun sin cambiar la vida de oracin en la presencia
de Dios como l la conceba.
Debemos, en consecuencia, partir de una fecha concreta, el 10 de abril de 1819, cuando Juan
Mara de los condes Mastai Ferreti fue ordenado sacerdote, ya que ste es el dato primero a
tener en la mente. Tena entonces veintisiete aos. Como otros muchos miembros de la
nobleza italiana se le haba destinado a la carrera eclesistica, pero sin que esto significase el
acceso a los altos puestos de la Curia. Lo que verdaderamente le dominaba, como despus
dira, era el deseo de hacer el bien. Por eso su primer destino fue la capilla de un orfelinato,
Tata Giovanni, lo que le permiti desarrollar el afecto hacia los ms desfavorecidos de este
mundo, los nios que carecen absolutamente de familia. Fue aqu en donde entr en
relaciones con el cardenal Odeschlchi, jesuita, de quien aprendi esa doble valoracin del
saber teolgico y del ejercicio espiritual. Tuvo incluso la idea de ingresar en la Compaa pero
fue disuadido por su confesor. Su preparacin intelectual y espiritual recomendaba el ingreso
en el mbito de servidores de la Curia. Y as comenz una carrera que le llevara pronto al
episcopado y a una fuerte influencia en el Vaticano.
En 1823 recibi un encargo concreto es el ao que marca el cambio desde Po VII a Len XII
consistente en viajar a Chile como delegado apostlico e informarse de las circunstancias que
acompaaban la independencia de las nuevas naciones de Iberoamrica. Era precisamente el
momento en que los liberales en Espaa se haban hecho dueos del poder, del que pronto
seran desalojados por las fuerzas de la Santa Alianza. Al pasar por Mallorca las autoridades
espaolas detuvieron al legado aduciendo que no tena el permiso correspondiente. No
tardaron en disponer su libertad reanudando de este modo su viaje. Durante dos aos pudo
recorrer Chile y los antiguos virreinatos del Plata y Per, recabando una informacin que la
Curia consideraba muy valiosa. Dotado ahora de buena experiencia, en especial relacionada
con el ejercicio de la caridad, monseor Mastai se convirti en uno de los predicadores que
gozaba de mayor audiencia en Roma.
En 1827, al recibir la mitra de Spoleto, se inici la segunda etapa de su vida, que dura casi
veinte aos, primero en esta dicesis y despus en la de mola, ambas dentro de los Estados
pontificios. A las tareas de reforma, orientadas especialmente a la formacin de un clero de
talante nuevo y a la conservacin de la moral en su dependencia, una un espritu abierto. l no
confiaba en modo alguno en las posturas polticas conservadoras, ya que estaba convencido de
la necesidad de atraer a muchos liberales que, en el fondo, seguan siendo catlicos. No era
difcil conseguir este objetivo ya que la mayor parte de los miembros de su familia se
inclinaban en favor de ese proyecto de unidad italiana que preconizaban y defendan. En cierta
ocasin el cardenal Lambruschini lleg a decir que en casa de los Mastai hasta el gato era
liberal. Una exageracin, sin duda, pero que los ambientes zelanti difundieron contribuyendo a
crear la imagen de que se trataba de un defensor de esa corriente. En Espaa, al conocerse su
eleccin llegara a decirse que haban elevado a la sede de Pedro a un liberal.
Se trata de una cuestin importante a la que debemos dedicar algunas palabras a fin de
entender los acontecimientos que siguieron. Para el obispo Juan Mara Mastai Ferreti lo
importante era liberar a sus fieles de esos encadenamientos polticos que generan
enfrentamientos y odio. Para ello resultaba a su juicio imprescindible cambiar el modo de
gobernar. No pretenda un abandono de los Estados Pontificios, en los que segua viendo
plataforma de independencia para el Pontificado, pero s su transformacin, redactando para
ello un programa de 58 puntos que entreg a Gregorio XVI el ao 1845, con el ttulo de
Pensamientos acerca de la administracin pblica del Estado pontificio. No estaba lejos de los
anhelos que preconizaban los partidarios del Risorgimento. Bonaparte haba estado a punto de
crear una Italia unida, dentro de su Imperio, desde luego, pero haciendo realidad el antiguo
grito de Julio II de fuera los brbaros.
Ahora bien, cmo conseguir esa unidad? El Congreso de Viena haba compensado las
prdidas de Austria en el espacio germnico con una compensacin en los Balcanes y en Italia
donde Lombarda y el Vneto haban sido incorporados y otros cuatro estados, tericamente
independientes, estaban sometidos a su protectorado, con presencia incluso de tropas. La
opresin austriaca poda ser identificada con el absolutismo del antiguo Rgimen. En cambio el
reino de los Saboya, restaurado sobre la antigua Republica Cisalpina, era para los liberales el
smbolo de la unidad nacional. La Joven Italia de Mazzini se declaraba absolutamente contraria
a la Iglesia y, de un modo ms general, al catolicismo, que era sin embargo la fe de la inmensa
mayora de los italianos. De ah que Vicente Gioberti, en 1842, lanzara una nueva propuesta en
su libro Del primado moral y civil de los italianos.
El nuevo movimiento, que sera llamado neo-gelfismo propona un retorno a las races
histricas de la nacin, las cuales identificaba con su trayectoria catlica. Era imprescindible
que las dos fuerzas uniesen sus objetivos a fin de crear una especie de Unin de reinos, en la
que el Papa deba desempear la presidencia con funciones de autoridad y el monarca Saboya
el poder poltico y militar para su defensa. Naturalmente la propuesta encerraba un
contrasentido ya que la autoridad del Vicario de Cristo, de carcter espiritual, no se refiere a
una nacin en concreto sino a toda la comunidad humana, incluyendo a los no catlicos o no
cristianos a quienes deba orientar en su conducta tica. De cualquier modo este contrasentido
se revelaba ahora en otras dimensiones ya que el Papa segua siendo soberano temporal, no
de toda Italia pero s de una parte de ella. Por eso Mximo d'Azeglio, defendiendo la postura
catlica, se opuso sin embargo al neo-gelfismo reclamando el abandono del poder temporal.
Aqu surga el interrogante para el que, de momento, no haba respuesta. Si el Pontfice
renunciaba a ese poder temporal, cmo podra salvaguardar su independencia? Mastai
Fue para l un percance muy serio el bloqueo establecido en 1870, ya que con anterioridad a
esta fecha, haca frecuentes paseos por las calles de Roma, tratando de acercarse a sus
sbditos o conversando con los nios, como en mola ya hiciera. En la maana, entre las nueve
y las dos despachaba la correspondencia y se ocupaba, con los prefectos de las
Congregaciones, de los asuntos ordinarios de la Iglesia. Pero eran las tardes, entre cinco y
nueve, cuando se intensificaba su trabajo. En ste haba siempre, adems de las referencias a
la fe, una preocupacin por la caridad. Vena de antao, desde sus tiempos de sacerdocio:
atender a los pobres, entendiendo por tales no slo los que carecen de medios materiales,
sino los que necesitan el consuelo y la ayuda para encontrar la fe que es la que hace
plenamente hombres.
Generoso y humilde, devoto especialmente de la Virgen Mara, cuya Inmaculada Concepcin
declarara dogma, no careca sin embargo de algunos defectos, fruto especialmente de su
empeo en alejarse de las races aristocrticas recibidas a travs de su familia. Los
sentimientos pesaban mucho ms en sus decisiones que el examen crtico; tena cierta
tendencia a la irona y a gastar bromas que a veces heran a sus interlocutores. Pero la virtud
Pontfice haba querido dejar bien clara la distincin en una homila que concluy con estas
palabras: Bendecid, Dios omnipotente, a Italia y conservarle este don preciado de la fe.
En este momento (23 de marzo) se iniciaba la guerra contra Austria bajo el liderato de la Casa
de Saboya. Los soldados aclamaban a Po IX como si fuera el campen de la independencia
italiana. Una situacin sumamente comprometida que poda convertirle en beligerante. Por
eso el Papa hubo de hacer una declaracin doctrinal en forma en cierto modo solemne (29 de
abril de 1848): declaraba que no poda haber la menor duda acerca del carcter universal de su
autoridad, como Vicario de Cristo que era; en consecuencia estaba obligado a sentir idntico
amor paternal a todos los pueblos, a todos los hombres, sin distincin alguna. Se estaba
llegando a una disyuncin que no tardara en producir consecuencias. Si el Pontfice, por su
calidad de tal, no poda sumarse a la causa de la independencia unificadora de Italia, no poda
seguir siendo un prncipe italiano. Hasta los neo-gelfos abrazaron este convencimiento, con
toda lgica: deba renunciar a seguir siendo un prncipe italiano, permitiendo a los territorios
colocados bajo su potestad, sumarse a la nacin que emerga de sus rotas races.
De este modo se planteaba, para los siguientes ochenta aos, la que los polticos calificaran de
cuestin romana. Las adhesiones a Po IX descendieron bruscamente. En esta direccin
contribuy tambin el hecho de que esta guerra, en la que Piamonte hubo de combatir solo
haba simpatas, pero sin que se tradujesen en apoyo material, se cerr con dos derrotas para
los italianos, Custozza (1848) y Novara (1849). El Imperio austro-hngaro haba conseguido
recuperarse de los daos causados por la revolucin y de nuevo el emperador contaba con
fuerzas militares considerables. El rey Carlos Alberto entreg la corona a su hijo Vctor Manuel
II y abandon el pas. Con esta abdicacin se cerraba el tiempo de predominio de los
elementos moderados. Ahora Mazzini y Garibaldi pasaban a ser los hombres fuertes. Ellos
demolan la imagen del Papa liberal y planteaban la cuestin en otros trminos. La unidad
de Italia deba lograrse desde el interior lo que significaba que Roma tena que pasar a
convertirse en la cabeza de la nueva Monarqua.
Como un episodio ms dentro de la guerra, los nacionalistas prepararon el asalto a Roma, que
fue ejecutado con gran destreza por el propio Mazzini. Todo comenz el 15 de noviembre de
1848 con el asesinato del presidente del gobierno de los Estados Pontificios, Pellegrino Rossi.
Inmediatamente un levantamiento, reforzado desde fuera, se hizo dueo de la ciudad. De
modo que todos los intentos de conciliacin mediante la apertura se venan abajo. El Papa
asediado en el Quirinal, pudo huir, con la ayuda de la embajada de Baviera, y fue a refugiarse
en Gaeta, el principal de los puertos napolitanos, donde reinaba an Fernando II, un
descendiente de Felipe V de Espaa. Aqu se comenz a proponer por ciertos sectores una
especie de cruzada para liberar al Papa. Los revolucionarios establecieron un gobierno
provisional, reunieron una Asamblea constituyente y aprobaron una Constitucin que,
afirmando la permanencia de la fe en Dios, declaraba sin embargo al Papa despojado de todo
su poder temporal: se refera tanto a la legitimidad de origen como a la de ejercicio.
Surga, por consiguiente, la duda. Ante la imposibilidad de regresar a Roma, donde se le
negaba hasta el permiso de residencia a menos que se resignara a una especie de sumisin a la
que se titulaba ya Repblica Romana, caban dos opciones: cambiar la sede del Vicario de
Cristo, como se hiciera en Avignon, o recurrir a otras potencias que permitieran la reconquista
de la ciudad y del territorio. Es posible que la batalla de Novara y la cada de Carlos Alberto,
influyeran en la decisin tomada: encargar al cardenal dicono Antonelli la Secretara de
Estado y aceptar la propuesta que ste hizo de recurrir a Austria y a otras potencias catlicas.
La Repblica francesa se hallaba ahora en Manos de Napolen, que se preparaba para
proclamarse emperador. Tanto Francia como Espaa coincidieron en reclamar la
independencia del Papa ya que eran las principales potencias catlicas y no les convena un
excesivo predominio austriaco.
El 24 de abril de 1849 un ejrcito franco-espaol, mandado por generales de nombres tan
significativos como Oudinot y Fernndez de Crdoba, desembarcaba en Civitavecchia,
expulsaba a los garibaldinos y permita a Po IX regresar a su palacio el 12 de abril de 1850. Su
decisin era clara: permanecera all, en sus habitaciones del Vaticano, haciendo frente a
cualquier adversidad que pudiera presentarse en el futuro. Sin embargo una etapa se cerraba
definitivamente. Ya no era el Papa gobernante de un territorio libre sino militarmente ocupado
por tropas extranjeras que constituan su nica garanta para una perentoria defensa. Po IX
hubo de abandonar sus proyectos de liberalizacin, reducindose a una mera administracin y
volcando sus esfuerzos principales en la explicacin de la doctrina.
Desde 1850 un cambio muy considerable se produjo en Italia. Todo el entusiasmo hacia el
Papa, en quien se vea el gran promotor de la unidad nacional, se disip: ahora era muy amplia
la opinin que vea en los Estados de la Iglesia el principal obstculo para este objetivo. Vctor
Manuel II cambia la poltica de su padre, acentuando las propuestas para una laicizacin de la
sociedad, la cual, a su juicio era indispensable para conseguir las alianzas que le permitieran
expulsar a los austriacos y someter a los estados que an sobrevivan de la antigua Italia
poliforme.
Como nos recuerda el gran novelista Lampedusa, era imprescindible que todo cambiase para
que nada cambiara en realidad. Tal fue el designio poltico de Camilo Benso, conde de Cavour,
que desde el ao 1852 asume las funciones de primer ministro en un reino que ya identifica
con Italia. Ante todo era imprescindible lograr una alianza con Napolen III, que garantizase la
neutralidad britnica e hiciera posible la derrota de Austria, repitiendo las hazaas del primer
Napolen. Adems era oportuno sembrar laicismo despojando al Papa de aquel prestigio que
en los ltimos cincuenta aos adquiriera. Y utilizar a los rebeldes garibaldinos si bien con el
propsito de eliminarlos tan pronto como la unidad poltica se hubiera conseguido. Una Italia
para lo que sobreviva de la nobleza y para la alta burguesa de los nuevos empresarios. Una
Italia tambin que eludiera cualquier compromiso con el catolicismo sin perseguirlo, desde
luego.
La conferencia de Plombires (21 de julio de 1858) estableci una estrecha alianza, que se
mantuvo bajo fuertes reservas de silencio, orientada a arrebatar a Austria todos los territorios
que an conservaba en la Pennsula. Napolen III pensaba que, de este modo, al disminuir la
potencia de los Habsburgo aumentara proporcionalmente la de Francia. Cavour hizo un
despliegue de fuerzas y amenaz ostensiblemente a sus vecinos de Lombarda. El Imperio
envi una especie de ultimtum que Turn rechaz y, en consecuencia, los austriacos
declararon la guerra (23 de abril de 1859). En pocas semanas los austriacos fueron derrotados
(Magenta y Solferino) y Vctor Manuel pudo aduearse de Lombarda. Al ao siguiente los
garibaldinos se adueaban de Npoles y en 1861 Vctor Manuel II era proclamado rey de Italia.
Ahora el Patrimonio de San Pedro se hallaba reducido a un pequeo permetro en torno a
Roma. Napolen III, que buscaba el apoyo de los catlicos en su propio pas, mantuvo sus
tropas en Roma, garantizando de este modo, aunque en precario, la independencia de la Santa
Sede.
5. Desde su retorno a Roma, en esa especie de enclaustramiento que la situacin militar le
impona, Po IX se dedic casi exclusivamente a fijar y aclarar la doctrina, tomando incluso la
trascendental decisin de convocar un Concilio, norma que la Iglesia pareca haber
abandonado desde la clausura de Trento. No era una actitud distinta de la que ya adoptara en
los inicios mismos de su Pontificado, cuando public la ya mencionada encclica Qui pluribus,
enfrentndose con los muchos errores que, desde el punto de vista catlico, se estaban
difundiendo en el seno de la sociedad europea. Y lo haca afirmando que al Papa corresponde,
en ltimo trmino, la facultad de definir, de forma infalible, las verdades que contiene la fe
cristiana. Se enfrentaba con el supuesto problema de una incompatibilidad entre la fe y la
razn. Repitiendo algunas de las enseanzas de Po VII, que recomendara un retorno a santo
Toms, negaba absolutamente tal incompatibilidad. Si Dios ha otorgado a la naturaleza
humana esta facultad es indudable la intencin de que deba emplearse, incluso en las
verdades reveladas que la racionalidad hace ms fcilmente comprensibles. En consecuencia
peda a los catlicos una dedicacin a la ciencia para la que la fe ofrece fundamentos de
verdad que son sumamente importantes.
Para Po IX, el mayor peligro que estaba sufriendo entonces la sociedad europea vena,
precisamente, del indiferentismo religioso. La aconfesionalidad que preconizaban los sistemas
liberales, conduca sin demora al atesmo, pero ste es una negacin. Es seguro que el
cristianismo posee una verdad cierta y absoluta que le ha sido revelada por el mismo Dios,
pero, en este sentido, las otras religiones comparten con l una parte, aunque sea mnima, de
esa verdad, mientras que el atesmo es un vaco, una carencia y una negacin absoluta. En el
mismo sentido, aunque faltaban an dos aos para la publicacin del Manifiesto comunista, el
Papa denunciaba el comunismo como contrario al derecho natural, pues niega las dimensiones
esenciales de la persona humana, reduciendo a las criaturas a meros individuos dentro del
grupo. Frente a estos peligros que acechaban a Europa y de esto no poda dudarse el
remedio estaba en una perfecta formacin del clero para que actuase con el ejemplo y la
palabra.
Ninguna aportacin tan importante puede atribuirse al cristianismo como aquella que se
refiere a la dignidad de la naturaleza humana, que Dios ha escogido para s en el momento de
encarnarse. Esta encarnacin se produce en el seno de una mujer, Mara, sin intervencin de
varn. Estamos hablando en trminos de fe y no de otro modo. La consecuencia indeclinable
de esta afirmacin es que Mara debe considerarse como la criatura ms excelsa y
absolutamente perfecta. Durante siglos las Universidades ms prestigiosas venan solicitando
la definicin de este punto de doctrina: no es posible admitir en la Virgen ni siquiera la sombra
de un pecado. Po IX consult a 603 obispos acerca de la oportunidad de hacer una declaracin
dogmtica; salvo unos pocos la respuesta fue afirmativa. Hay cierta lgica en ello pues la fiesta
se vena celebrando desde finales del siglo XV y Gregorio XVI la haba introducido en el canon
de la misa.
Ello, no obstante la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854, llegara a revestir una
gran importancia. En ella se declaraba la infalibilidad pontificia, es decir, la fijacin definitiva y,
por ello no revisable, de una cuestin que afectara a la fe de la Iglesia. En esta oportunidad,
contra algunas opiniones de renombrados telogos, se pona fin a un debate largo y se daba a
Mara, la doncella de Israel, una especial preeminencia sobre los dems seres humanos, ya que
quedaba exenta del pecado y sus consecuencias. Cuatro aos ms tarde, entre los das 11 y 16
de julio de 1858, una muchachita de catorce aos, hija de un molinero de Lourdes, en el sur de
Francia, afirm que dieciocho veces se le haba aparecido una Seora que se autocalificara a s
misma de Inmaculada Concepcin. Hubo debates muy largos en relacin con estas apariciones,
pero la Iglesia acabara aceptndolas y millones de peregrinos acudieron en los aos siguientes
con la esperanza puesta en un milagro o en la fuerte conversin interior. Incluso los que
rechazan las afirmaciones de santa Bernardette Soubirous, tienen que reconocer que un
cambio muy importante haba tenido lugar, el cual se manifestara sobre todo con ocasin de
la Primera guerra europea. Po IX puso tambin gran empeo en difundir el culto a la Virgen as
como al valor excelso de lo femenino; dentro de la doctrina cristiana la criatura ms excelsa no
es un varn sino una mujer.
La idea era ahora ms amplia y ms profunda. Era imprescindible presentar una respuesta a las
doctrinas que se difundan en nombre de una moderna civilizacin. Una comisin comenz a
trabajar en el texto de una encclica, Quanta cura, a la que se aadira una lista de 80
proposiciones (Syllabus) que contradecan la doctrina de la Iglesia y de una manera especial los
derechos naturales humanos que vena defendiendo desde mediados del siglo XIV, como una
consecuencia del planteamiento racional del tomismo. En junio de 1863 el texto estaba
concluido y copias del mismo se entregaron a los obispos a fin de que pudieran formular sus
propuestas. Un clrigo de los que prestaban servicio en el Vaticano pas dicho texto a un
periodista y de este modo pudo publicarlo un diario de Turn en ese mismo ao,
acompandolo de crticas y denuncias de muy elevado tono. La Iglesia y, en general, la
religin cristiana, era denunciada como un peligro para la libertad, que se identificaba
definitivamente con el laicismo y con el relativismo tico.
Aunque algunos consejeros del Papa expresaron entonces dudas acerca de la conveniencia de
afrontar aquella campaa, Po IX decidi seguir adelante. Para la Iglesia no quedaba otra
opcin: haba adems que reunir un Concilio en donde toda esta doctrina se explicase del
modo ms solemne. La encclica se public el 8 de diciembre de 1864, cuando se cumplan
exactamente diez aos de la declaracin dogmtica de la Inmaculada Concepcin. Desde una
perspectiva actual es necesario destacar algunos aspectos que la experiencia demuestra hasta
qu punto afectaban al ser mismo del cristianismo y, en consecuencia, al de Europa, que ha
sido edificada sobre sus races. La encclica rechazaba el aserto de que la razn humana es el
nico vehculo para establecer verdad y error, como si la ciencia fuera capaz de establecer
verdades absolutas cuando, como la experiencia nos demuestra, y Einstein lo recordara en
famosas palabras, Dios no juega a los dados. En aquel tiempo el positivismo se apoyaba en
la idea de un Universo infinito, una tesis que ya nadie defiende. Tambin denunciaba la
tendencia a pedir al hombre que se liberara de la fe, cuando sta es la que permite construir
un orden de libertad personal. Y se defenda la indisolubilidad del matrimonio frente a las leyes
divorcistas.
Es importante sealar que los errores denunciados en aquellos documentos han seguido
avanzando. Y, tambin, que el siglo XX no sera el tiempo placentero que anunciaban los
positivistas sino el ms cruel de la Historia, alcanzndose metas de genocidio antes
impensables. Las ochenta proposiciones condenatorias del Syllabus se agrupaban en diez
captulos. Se condenaban el pantesmo, racionalismo radical, indiferentismo y laicismo.
Tambin el socialismo, comunismo y toda clase de sociedades secretas. Defenda los derechos
de la Iglesia y se adelantaba a la ms tarde decisiva definicin de Juan Pablo II: no es posible
confundir derechos naturales, que tienen que ser absolutamente reconocidos, y derechos del
hombre y del ciudadano, que dependen de la voluntad poltica y pueden ser variados. La moral
era presentada como el orden mismo de la Naturaleza de modo que la concupiscencia puede
llegar a alterar incluso la conservacin de la misma.
El documento conclua con una expresa condena de la moderna civilizacin. Era suficiente
para que una amplia campaa de prensa presentara a la Iglesia como un factor retardatario de
la sociedad. Es bien sabido que los movimientos totalitarios, que someten incluso al Estado a la
voluntad del partido, se definen a s mismos como progresistas. Los principales defensores de
la moderna civilizacin insistan por estos aos en la necesidad de liberar a la sociedad del
peligro que significa la religin. Una idea y un programa que ha llegado hasta nosotros
creciendo adems en nombre de una supuesta tolerancia. No debemos olvidar que el que
tolera se refiere siempre a algo que considera especficamente malo o, cuando menos,
indeseable. Po IX nunca se desanim, aunque muchas adversidades se volcaron sobre l.
Jams renunci a sus ideas acerca de la libertad: sta es libre albedro y no simple
independencia y aparece asociada siempre al sentido profundo
de la responsabilidad.
6. Desde 1563 la Iglesia no haba celebrado ningn Concilio; para muchos se trataba de una
institucin ya fuera de uso. Sin embargo la polmica desatada en torno al Syllabus haca
imprescindible este recurso, ya que era preciso que las definiciones doctrinales contasen con
el respaldo de toda la jerarqua. La bula de convocatoria fue cursada el 29 de julio de 1868 y las
primeras palabras, Aeterni Patris, eran precisamente una invocacin a la voluntad de Dios. Se
trataba esta vez de una Asamblea estrictamente eclesistica: a los monarcas o gobernantes
catlicos, que sin duda iban a contar con observadores que siguieran de cerca los trabajos, se
les invitaba nicamente a que dieran facilidades a sus sbditos para que acudiesen. En los
medios cristianos la noticia fue acogida con calor e incluso entusiasmo. En los polticos de
corte liberal con marcada hostilidad. La Civilt cattolica, revista muy significativa, dio la noticia
de que telogos franceses estaban reclamando una declaracin formal acerca de la
infalibilidad pontificia. Esta doctrina despert fuerte polmica en Alemania, donde el famoso y
canonista Dllinger, encabez un grupo de oposicin. Haba el peligro de que retornase la vieja
disyuncin entre germanos y latinos, como en Basilea.
Por primera vez se haba escogido la iglesia de San Pedro del Vaticano como escenario pare las
reuniones. Quedaba de este modo patente la sumisin de la Iglesia universal al Papa. Una
tercera parte de los asistentes, que sumaban setecientos obispos, ya no eran europeos. Pese a
las dificultades en las comunicaciones se haca patente la universalidad de la Iglesia. De algn
modo todos los Continentes se hallaban all representados. El trabajo fue intenso y las
esperanzas se ampliaron. Sin duda iba a salir de all la definicin clara de la doctrina cristiana
en relacin con cada uno de los problemas del mundo moderno. Po IX escogi para la sesin
inaugural la fecha del 8 de diciembre de 1869 porque era la fiesta de la Inmaculada.
El primer debate en congregacin general vers sobre los problemas que planteaba el
racionalismo moderno. Sobre el texto original se introdujeron modificaciones, pero al final se
aprob por unanimidad (24 de abril de 1870) un documento definitorio con ttulo de Dei Filius;
por vez primera se usaba de nuevo el termino Constitucin que corresponde a las leyes
fundamentales de la Iglesia. Sus cuatro captulos, avalados por la inerrancia que se reconoce al
Concilio, con ratificacin del Papa, marcaban la postura doctrinal ms importante. El hombre
se halla dotado de una capacidad racional que le permite descubrir la existencia de Dios
aunque la revelacin resulta necesaria para una completa verdad acerca de l. No hay, en
consecuencia, un enfrentamiento entre fe y razn. A los catlicos se debe instar a que
penetren el espacio ocupado por la ciencia pues sta puede aclarar muchas cosas y ser a su vez
clarificada desde la fe.
La mayor parte de los padres conciliares juzgaba de absoluta necesidad llegar a una clara
definicin de la infalibilidad pontificia pues era el medio de garantizar unidad de fe ahora que
la Iglesia se extenda por todos los continentes. De este modo, dirigidos en principio por el
cardenal Manning, los padres obligaron a insertar una clara referencia en el texto de la otra
constitucin que se preparaba acerca de lo que es la Iglesia de Cristo. Tras amplios debates se
lleg a la redaccin de la que se llamara Pastor Aeternus, que fue aprobada el 18 de julio de
1870, hacindose una referencia a un lejano precedente, el de Florencia (1439), que haba
credo conseguir por este camino el restablecimiento de la unidad entre las dos Iglesias, latina
y griega. En el subconsciente quedaba ya esta conviccin: era preciso buscar frmulas
adecuadas para que el catolicismo y la ortodoxia, que no discrepaban en la fe, definida en los
seis primeros Concilio, llegaran a reunirse de nuevo. Sera el camino ms eficaz para
enfrentarse con las desviaciones del mundo moderno. Esta vez slo Ignacio Dllinger opuso su
negativa. El documento fue aprobado por prctica unanimidad.
Al da siguiente, tergiversando Bismarck un documento de Napolen III, estallaba la guerra
franco-prusiana. Los franceses tuvieron que retirar sus tropas de Roma porque necesitaban
reforzar su defensa en el Rhin, ya que la superioridad militar alemana se hizo visible desde el
primer momento. Tampoco Espaa estaba en condiciones de prestar ayuda pues Isabel II haba
sido derribada y su sustituto era precisamente un miembro de la Casa de Saboya. Vctor
Manuel II anunci entonces la intencin de ocupar Roma, que careca de cualquier elemento
capaz de resistir. La gran hazaa del general Cadorna, premiada en l y sus dirigentes, consisti
en disparar un solo caonazo el 20 de septiembre de aquel ao del mismo modo que antes se
lograran otras conquistas. El Papa suspendi las sesiones del Concilio y el Secretario de Estado
pidi a los generales italianos que se hicieran cargo de la Ciudad Leonina para evitar disturbios.
Desde 1871 Vctor Manuel se instal en Roma declarada capital de su reino. La unidad italiana
se haba logrado. Las naciones catlicas guardaron silencio, con lo que qued aceptada la
disolucin de los Estados Pontificios.
doscientas seis nuevas dicesis y vicariatos de modo que iba desapareciendo la antigua
relacin estrecha entre el espacio europeo y la catolicidad. Se iba consiguiendo un nuevo
modelo de sacerdocio, ms preocupado por la santidad, suya y de los fieles a su cargo, que por
el ejercicio de una influencia social. Comenzaba una especie de disminucin en el clericalismo.
Las antiguas rdenes religiosas experimentaron un proceso de crecimiento, en cuanto al
nmero de miembros pero, sobre todo, a la eficacia de su tarea. Por ejemplo, la Compaa de
Jess, durante este Pontificado, triplic el nmero de miembros convirtindose sobre todo en
el brazo intelectual de la Iglesia merced a sus Colegios y Universidades que formaban a la
mayor parte de los catlicos. Lo que ms importa aqu es sealar la importancia de nuevas
congregaciones que fueron establecidas, y de un modo especial la de los salesianos de Juan
Melchor Bosco, a quien los files siguen invocando como don Bosco. Tena dos ramas, la
masculina que es la que emplea el calificativo salesiano, y la femenina que se presentaba bajo
la advocacin de Mara Auxiliadora. Respondiendo a las necesidades del tiempo asignaron dos
metas a su tarea: la educacin de los nios de bajo nivel social y las misiones en pases adonde
no hubiera llegado suficientemente la evangelizacin.
Habra que aadir otras muchas congregaciones orientadas a las misiones, que partan en
general de aquellos pases como Holanda o Inglaterra, ms comprometidos en la colonizacin
de frica, ya que a los catlicos de dichos lugares preocupaba de modo especial la utilizacin
de dicha presencia como un medio para abundar en los beneficios de la fe. A fin de cuentas,
desde el punto de vista cristiano ningn bien puede procurarse a poblaciones primitivas, y
ahora sumisas al poder colonial, que la vida del espritu. Como las misiones venan siempre
acompaadas de obras de beneficencia y educativas, los gobiernos coloniales procuraban no
poner obstculos y, en ocasiones, incluso prestar apoyo. Entre las dos comunicaciones que se
intentaron, en relaciones con los pueblos africanos, la tcnica y la espiritual, no cabe duda de
que la segunda fue la ms importante. Y en este terreno destaca la iniciativa de Carlos
Lavigeria, Sociedad de misioneros de Nuestra Seora, vulgarmente conocida como Padres
Blancos, que intent afianzar el cristianismo en los territorios franceses del norte de frica.
Los jesuitas pusieron en marcha una devocin al Sagrado Corazn de Jess; bajo esta forma
popular se presentaba especialmente una demanda hacia el amor y la caridad pues el corazn
es el rgano en donde los seres humanos sitan sus sentimientos. Po IX impulsaba estas
devociones con un propsito doctrinal de gran envergadura: descubrir el valor que para la vida
humana tiene la presencia real de Cristo en la Eucarista. Desde el principio de la Iglesia dicha
presencia no haba dejado de ofrecerse y, ahora, en todos los lugares del mundo se constataba
su presencia. De ah la instruccin pontificia para que la comunin de los fieles fuera ms
frecuente. El culto eucarstico se asociaba de un modo natural a la devocin a Mara ya que la
Virgen haba sido el vehculo mediante el cual la trascendencia divina se haba incardinado en
la inmanencia humana. Prcticamente todas las congregaciones nuevas aparecan utilizando el
nombre de Mara y destacando algunos de los aspectos certeros de sus inmarcesibles virtudes.
Por eso, tras las oportunas y minuciosas investigaciones, Po IX acept la realidad de las
apariciones de Lourdes y dispuso la instalacin en su despacho de una imagen que reproduca
los rasgos interpretados en Masabielle, donde se estaba construyendo una iglesia y
disponiendo una ceremonia de coronacin. Lourdes, como ya indicamos, era la anttesis del
laicismo que ganaba entonces terreno en Francia. Un ao despus de la muerte del Papa se
celebrara un acto multitudinario con la presencia de ms de cien mil fieles. Mara Bernarda,
una jovencita ignorante, era una muy peculiar versin de la santidad.
Santa Teresa de Lisieux, que falleci a la temprana edad de 24 aos, nos proporciona el otro
modelo, aqul que ella misma llam la pequea va. Ni por su saber, ni por su presencia
fuera de las paredes de su convento carmelita, ni por la fuerza de su palabra, pareca significar
nada: era, exactamente lo contrario de cuanto recomendaban los laicistas, oracin y
penitencia para hacer ms firmes los vnculos entre Dios y los hombres. Por eso Juan Pablo II la
proclamara doctora de la Iglesia. Como Catalina de Siena lo era por su conducta y no por su
saber. Pero eso era precisamente lo que Po IX estaba tratando de comunicar a los fieles.
Otro modelo semejante es el de Juan Mara BauWsta Vianney (1859), el santo cura de Ars.
Sus profesores en el seminario, a la vista de sus escasas cualidades intelectuales, estuvieron a
punto de prescindir de sus servicios. Las necesidades de la hora les obligaron a abrir la mano y
contando 29 aos fue ordenado sacerdote, envindosele a servir en una humilde parroquia,
sin otorgrsele el nombramiento de prroco. Ars se convirti en un autntico lugar de
peregrinacin para quienes buscaban, en la confesin auricular y en la bondad de la penitencia
un remedio para su vida. Convertido ms tarde en patrono de todos los sacerdotes, Vianney
posea uno de los secretos ms profundos de la doctrina cristiana: es el amor al prjimo lo que
otorga valor a la existencia. Sin moverse nunca de su sitio, lleg a convertirse en uno de los
pilares de la Iglesia.
Desde finales de 1877 la salud del Papa, que contaba ya entonces ochenta y seis aos de edad,
comenz a declinar. La coincidencia con la muerte de Vctor Manuel II, que haba retornado al
seno de la Iglesia, suspendindose la excomunin, es un dato histrico importante. Con su
fallecimiento, el 7 de febrero de 1878, se cerraba un captulo importante en la Historia de la
Iglesia. Las reformas iniciadas por Po VII haban alcanzado su madurez. La prdida de los
Estados Pontificios demostraba, tambin, que era una vida nueva la que aguardaba ahora a la
Sede romana.
1. Vicente Joaqun Pecci haba nacido en Carpineto, una pequea localidad al sur de Roma el 2
de marzo de 1810. Su padre Luis era un militar de las tropas pontificias que haba llegado a
alcanzar el grado de coronel, lo que no significaba ingresos considerables. Su madre, Ana
Prosperi, haba tenido seis hijos dentro del matrimonio, ganndose el afecto de los moradores
en aquella comarca por su piedad traducida en frecuentes obras de misericordia. Bajo la
directa proteccin del obispo de Anagni, l y su hermano Jos hicieron carrera eclesistica
dentro de los colegios de la Compaa de Jess en Viterbo y en Roma. Jos se hara jesuita. En
todo caso los dos hermanos vieron coincidir sus aos de formacin con el desarrollo de la
Orden creada por San Ignacio y restablecida por Po VII. Su conocimiento exhaustivo del latn le
permiti ser un gran poeta en esta lengua sin que hubiera incompatibilidad con su aficin a los
deportes y su gusto por la naturaleza. Socialmente se insertaba, dada la condicin de su padre,
en la pequea nobleza.
Tena once aos cuando, para celebrar el Ao Santo, sus maestros le eligieron para que
compusiera y leyera un mensaje en latn delante de Len XII. Como es natural no poda
sospechar que un da habra de tomar para s ese mismo nombre. Sin embargo, impulsado por
los jesuitas inici una carrera eclesistica de amplias perspectivas ingresando en la Academia
de Nobles. En 1837 completara brillantemente sus estudios con un doctorado y la ordenacin
de sacerdote; antes de que concluyera el ao recibi de Gregorio XVI el nombramiento de
prelado domstico. Los zelanti fijaron en l su atencin: era la joven promesa en unos aos
que se presentaban bajo el signo de la dificultad. Entre 1838 y 1843 se le encomendaron en
Benevento, Spoleto y Perugia, funciones de gobierno que implicaban la represin del
bandidaje y del contrabando, aplicando medidas correctoras. Gregorio XVI visit Perugia
donde fue admirablemente recibido y agasajado; pudo comprobar la eficacia con que Pecci
trabajara y decidi incorporarlo a sus propias tareas, nombrndole nuncio en Blgica en un
momento en que este reino iniciaba el primer tramo de su conquistada independencia.
Tres aos, de 1843 a 1846 que se cerraron, al menos en apariencia, con un rotundo fracaso.
Demasiado joven y demasiado adicto a los jesuitas, no supo guardar el equilibrio entre los dos
bandos catlicos, liberales y ultramontanos. Apoy a Leopoldo I que se inclinaba hacia los
segundos, y mantuvo relaciones con Gioberti que en este momento resida en Bruselas. Al
mismo tiempo choc con la Universidad de Lovaina que se hallaba enfrentada con los jesuitas.
De modo que en 1846 la Casa Real pidi su relevo y Pecci regres a Roma con una cierta
aureola de fracasado. Sus relaciones con el Secretario de Estado cardenal Antonelli fueron muy
malas; este ltimo le consideraba aperturista. En consecuencia fue promovido a la sede
episcopal de Perugia, que conoca muy bien y all permaneci ms de treinta aos. Se estaba
dando la impresin de que su carrera eclesistica haba concluido.
Sin embargo este juicio no responde a la realidad pues haba llegado a convertirse en un
obispo ejemplar, que mostraba a los dems el camino que convena seguir en las nuevas
circunstancias. Supo promover movimientos de difusin de doctrina y de prctica de la
caridad. Cre la Academia de Santo Toms. Sus cartas pastorales seguan defendiendo la
doctrina entonces corriente de que el Pontificado necesitaba del poder temporal, como se
haba instituido en tiempos de Constantino permitiendo a la Iglesia entrar en la licitud. Al
mismo tiempo insista en que el catolicismo tena que utilizar tambin los recursos de la
modernidad y no perder la oportunidad encerrndose en el tradicionalismo. En 1853 fue
nombrado cardenal por Po IX. Sus enseanzas coincidan plenamente con las que se haban
incluido en el Syllabus.
El 21 de septiembre de 1877, desaparecido Antonelli, Po IX nombr a Pecci camarlengo,
hacindole abandonar de este modo la sede de Perugia. La razn fundamental era que el Papa,
conociendo que su muerte estaba prxima, quera que una persona con las dotes de aquel
cardenal se ocupara del gobierno interino de la Iglesia en los das de la vacante. Alto y delgado,
con una apariencia que reflejaba la espiritualidad, se instal en el palacio pontificio y atendi a
las ltimas horas de su antecesor. Cuando Po IX falleci la opinin entre los cardenales era,
precisamente, que Pecci era el ms papable. No es cierto que siempre fracasen las
previsiones.
El conclave de 1878 es uno de los ms breves en la Historia de la Iglesia, pues fueron
necesarias solamente tres votaciones, entre los das 18 y 20 de febrero. A pesar de que los
cardenales no italianos eran ya un contingente numeroso, ms de la tercera parte, y de las
presiones que se produjeron desde fuera, la decisin de los cardenales fue muy clara desde el
principio. En las circunstancias que se estaban viviendo de prdida de los Estados pontificios,
era preciso elegir a un italiano. Amplia mayora y decisin rpida. El elegido tom el nombre de
Len en recuerdo de aquel Papa que le guiara en sus primeros pasos. Se esperaba de l, y as
sucedi, un gobierno enrgico y, al mismo tiempo, abierto al mundo exterior porque la
estructura jerrquica de la Iglesia necesitaba afirmarse en circunstancias que eran
completamente nuevas. Len XIII no tema dar respuesta a los problemas y, en este sentido,
puede decirse que inici una nueva etapa, de progreso, en la vida de la Iglesia que era cada vez
ms universal.
2. Los grandes especialistas del Pontificado, como J. Schmidlin o F. Hayward, insisten en
presentar a Len XIII, que alcanzara una edad de 93 aos, como el Papa de la paz que supo
abrir la Iglesia a los problemas del mundo moderno aunque segua afirmando, con toda razn,
que era necesario que la Santa Sede dispusiera de un territorio propio, aunque de escasa
extensin. En sus negociaciones con las autoridades italianas se refera exclusivamente a la
ciudad de Roma. De esa apertura formaba parte la creacin de grupos catlicos, para la accin
dentro de la sociedad sin incurrir en el error de convertirlos en un partido poltico monocolor.
Los fieles deben escoger entre las diversas opciones e incluso crearlas, siempre dentro de los
lmites que marca la moral. La visita del kiser a Len XIII en 1888 fue, sin duda de gran
trascendencia para la liquidacin del kulturkampf y la consolidacin de la Iglesia alemana que
un siglo ms tarde llegara a contar con un Papa.
Tras la prdida de los Estados pontificios, la Iglesia corri evidentemente el riesgo de
convertirse en un sector marginal, encerrndose sobre s misma, como hiciera el judasmo en
siglos pasados. De este modo, indudablemente, se lograra salvar la continuidad en el mensaje
recibido, pero, al mismo tiempo, sufriendo los efectos negativos de un aislamiento que facilita
toda clase de calumnias. Esto era precisamente lo que buscaban los defensores acrrimos del
laicismo. Len XIII, jugndose el todo por el todo, rechaz la tentacin. Es cierto que, al
principio, temi ser expulsado de Roma, ya que la Ley de Garantas poda ser suprimida por el
Estado italiano, nico titular de la misma, y que lleg incluso a negociar con el emperador de
Austria, Francisco Jos, buscando un lugar para su residencia. Pero pronto abandon la idea y
aunque no tena Roma, donde se mostraban todos los desvos, decidi partir de esos tres
suelos, Vaticano, Letrn, Castelgandolfo, haciendo de ellos la plataforma territorial
indispensable.
El comienzo de su Pontificado coincidi con el cambio de titular en la corona italiana.
Humberto I mostr mayor enemistad que su padre hacia la Santa Sede. En 1881, siguiendo la
voluntad expresada por Po IX, los restos mortales de ste fueron trasladados a la baslica de
San Lorenzo Extramuros. Una multitud alborotada interrumpi la marcha del cortejo y falt
poco para que fueran arrojados al Tber como los de Formoso, mil aos atrs. Nadie fue
castigado por esta tropela. Len fortific entonces su voluntad de permanecer: aunque no se
le reconocieran facultades polticas hizo de sus residencias un verdadero Estado en miniatura
en donde era necesaria la invitacin para entrar. No se suspendieron las prohibiciones a los
catlicos para intervenir en la alta poltica pero se autoriz la referida a la administracin de
modo que los catlicos podan concurrir abiertamente a las elecciones municipales y
provinciales.
Desde 1871 vena funcionando en Italia la Opera dei Congressi e dei Cimitati Cattolici que,
tratando al principio nicamente de defenderse de la nueva situacin, acab derivando hacia
la bsqueda de unidad entre los catlicos incluso en el terreno poltico, algo que chocaba en
parte con la doctrina de la Iglesia que reconoce la pluralidad en las acciones. Desde 1898
destac como dirigente un sacerdote de veintiocho aos, Romolo Murri, doctor por la
Universidad Gregoriana, que consideraba la prdida de los Estados Pontificios como el
misterio de la historia interna y del futuro de la Iglesia. En consecuencia las organizaciones
catlicas deban poner todo su empeo en combatir al Estado laicista. A l se unira entre otros
don Luigi Sturzo, que incrementaba las exigencias hacia una accin social en favor de los
pobres. En los Congresos que se celebraron entre 1897 y 1901 se emple ya el trmino
democracia cristiana que hara fortuna. Len XIII dispuso, dentro de la Congregacin para
Asuntos extraordinarios, que se estableciese una comisin a fin de ordenar estos movimientos
catlicos; eran muchos los que apoyaban el pensamiento de Murri invocando el modelo
alemn en la lucha contra la Kulturkampf, y en el establecimiento del Zentrum.
El resultado de las primeras gestiones de dicha Comisin fue la encclica Gravez de communi
que fue publicada el 18 de enero de 1901 y que fijaba con meridiana claridad la doctrina de la
Iglesia en este punto: la democracia cristiana no puede tener significado poltico de ninguna
clase. La opcin de la Iglesia era espiritual y careca por ello de una frmula unvoca de
poltica. No era lcito por tanto obligar a los catlicos a ingresar en una especie de partido
nico como el materialismo dialctico ya exista; entre las opciones que se les ofrecan, los
fieles tenan derecho a elegir sin ms limitacin que aquella que imponen los valores morales
que la Iglesia defiende. Romolo Murri rechaz la encclica, se pas en 1902 al modernismo,
abandon la Iglesia contrayendo matrimonio civil (1909) y se pas a la izquierda radical. Poco
antes de su fallecimiento ( 1944) se arrepenLra reintegrndose al seno de la Iglesia.
Don Luigi Sturzo acat las disposiciones pontificias y sigui trabajando en los movimientos
catlicos orientados a una tarea de formacin en la conciencia social. Len XIII le nombrara
secretario general de la Accin Catlica que entonces naca como una plataforma para la
participacin de los laicos en la vida de la Iglesia. Como es bien sabido la Accin Catlica que
crecera extraordinariamente en la siguiente generacin fue la plataforma para las nuevas
organizaciones laicales consagradas definitivamente por el Concilio Vaticano II. En 1919 don
Luigi cre el Partido Popular, que sustentaba los ideales de la democracia cristiana y, desde l
emprendi una lucha contra el fascismo que le obligara a exiliarse. Aunque no intervino
directamente en la poltica al regresar a Italia, fue hasta su muerte (1955) una especie de
mentor para la nueva Democracia Cristiana.
3. Von Bismarck, tpico representante de la nobleza prusiana, ejerca, bajo el reinado de
Guillermo I, una verdadera dictadura. Ejecut, como es bien conocido, la unidad alemana. Los
pasos previos, en especial la guerra contra Austria y luego contra Francia, aunque terminaron
en victorias aplastantes el kiser fue proclamado en el saln de los espejos de Versalles
comprometan al poderoso canciller en un enfrentamiento con dos de las principales potencias
catlicas de Europa. Consumada la unidad poltica, surga el temor de que la reforzada
poblacin catlica, que contaba incluso con un partido, Zentrum, y con un gran reino, Baviera,
ejerciera una oposicin peligrosa. De ah que entre 1871 y 1878, los ltimos aos del
Pontificado de Po IX, ahora prcticamente un prisionero en su propio palacio, desplegara una
poltica que defini como Lucha por la cultura (Kulturkampf); en nombre del laicismo se
trataba de quebrantar definitivamente el catolicismo, al que se presentaba como contrario al
progreso.
La lucha tuvo como escenario principal a Prusia, ya que se trataba de hacer de este reino el
gran educador de la nueva Alemania del II Reich. Todos los nombramientos eclesisticos
quedaban sometidos a la autoridad civil, se clausuraron centenares de parroquias y se
cerraron seminarios; a todos cuantos ofrecan resistencia se les castigaba sin contemplaciones.
De modo que cuando Len XIII ci la tiara slo cuatro de los doce obispos prusianos
continuaban al frente de sus sedes. Len XIII no quiso hacer de este problema un vehculo
hacia la lucha, convencido de que los resultados seran peores, sino un objeto de dilogo, de
forma que el gobierno alemn no pudiera presentar al Vaticano como un irascible enemigo.
Por otra parte la difusin de las doctrinas marxianas, a fin de cuentas nacidas en Alemania,
permitan surgir en este pas un movimiento poltico socialdemcrata de gran envergadura que
poda ser peligroso para una Monarqua militar y autoritaria como la que Otto von Bismarck
controlaba. Frente a la social democracia era preciso contar con el apoyo catlico.
Todos los secretarios de Estado, Franchi, Nina y Jacobino, que se sucedieron entre 1878 y 1887
siguieron esta misma lnea marcada por el Papa: negociar y, de este modo ir consiguiendo un
alivio en las tensiones. De hecho las sedes vacantes pudieron ser ocupadas por personas fieles
aunque admitidas por los prusianos y la dura legislacin se mitig. Por otra parte, el peso que
las regiones predominantemente catlicas iban teniendo en el conjunto del Imperio daba un
nuevo sesgo a la poltica alemana. El prusianismo seguira predominando en el Ejrcito pero no
en los otros sectores de la vida germnica. El Zentrum lleg a convertirse en uno de los
principales partidos dentro del Reichstag. La subida al trono de Guillermo II cambi las cosas.
Uno de los primeros gestos del nuevo emperador fue, como dijimos, viajar a Roma para
celebrar una larga entrevista con el Papa en la que ambos tuvieron la oportunidad de
intercambiar ideas para un programa que deba comenzar precisamente con el relevo de
Bismarck y el reconocimiento del Zentrum como principal partido, en buen de entendimiento,
para los problemas importantes, como la reforma del ejrcito, con liberales y
socialdemcratas. La crisis, muy grave, que en 1903 sacudi al Partido, rest a ste muchas
posibilidades. Por otra parte la doctrina expuesta por el Papa alejaba a bastantes catlicos ya
que no era preciso reconocer que el Zentrum contara con la univocidad de los fieles a la
Iglesia; otros partidos podan atraer sus votos compartiendo algunas de sus demandas, en
relacin con una reforma del Estado. Las corrientes de la democracia cristiana, que era todava
una doctrina y no un partido, comenzaban a difundirse en Alemania. De todas formas eran
aos que presenciaban un incremento del vigor intelectual en el catolicismo germnico, lo que
resultaba verdaderamente importante desde el punto de vista de Len XIII.
4. En 1887, por muerte de Jacobini, asumi la Secretara de Estado el cardenal Mariano
Rampolla que iba a permanecer en este puesto hasta el final del Pontificado en 1903. Tendra
que enfrentarse con los problemas que surgan en las naciones tradicionalmente catlicas de
Espaa y Francia. En Portugal, hasta la proclamacin de la Republica en 1910, los gobiernos
conservadores y liberales moderados que se sucedieron bajo Luis I (1889) y Carlos I (en 1908
junto con su heredero, vctimas de un atentado) permitieron un entendimiento con Roma que
tranquiliz al Papa. Reajustadas las dicesis, con tres arzobispados, y nueve sufragneos, la
amenaza para la Iglesia vena del partido republicano, fundado en 1871, porque en l la
Masonera y los carbonarios cobraban predominante influencia. De este modo la batalla para
lograr el establecimiento de una Repblica tena un matiz claramente religioso.
En Espaa se estaba llegando, con la Restauracin pilotada por Cnovas, al fin de la tercera de
las guerras civiles; se tena la impresin de que se haba cerrado un ciclo. Esto era cierto desde
el punto de vista poltico, liberales y conservadores se alternaban en el ejercicio del poder,
pero no desde el religioso: era todava muy fuerte el predominio de un clero tradicionalista
especialmente en aquellas regiones en donde el carlismo haba contado con mayor fuerza.
Rampolla conoca bien la situacin pues haba sido nuncio en Espaa en los aos
inmediatamente anteriores. Haba un liberalismo radical antirreligioso, significado por ejemplo
por Nocedal, y desde 1871 estaba en marcha el partido socialista obrero que se mostraba
igualmente contrario a la Iglesia. La tarea encomendada por Rampolla, desde Madrid y desde
Roma, al arzobispo de Toledo, era precisamente lograr unidad entre los sectores eclesisticos;
tarea ciertamente muy difcil.
Len XIII no quera que en Espaa se organizase un gran partido catlico que continuase en la
lnea de un tradicionalismo radical. Por eso cuando Alejandro Pidal cre la Unin Catlica, a la
que se adhiri con entusiasmo Menndez y Pelayo, el Papa hubo de mostrarse templado en
sus elogios para evitar una guerra entre ella y los carlistas. Por las mismas razones en 1885
prest todo el apoyo posible a Mara Cristina para que pudiera ejercer la regencia de Alfonso
XIII, hijo pstumo. Lo que verdaderamente importaba al Pontfice era conseguir una mejor
preparacin del clero fomentando los seminarios, reforzando la Universidad Pontificia de
demostrable que Dios no existe porque un Universo infinito se trata de una tesis rechazada
con contundencia en nuestros das tiene en s mismo la causa esencial de su existencia. Tras
las elecciones de 1879 Jules Ferry retuvo en su mano la presidencia del Consejo de Ministros y
el ministerio de Instruccin Pblica. Las leyes promulgadas entre 1880 y 1882 trataban de
desarraigar toda enseanza religiosa, as como todos los signos externos de la Iglesia; en esto
consista en la prctica el laicismo. Los catlicos protestaron apartndose de los partidos
republicanos e inclinndose al monarquismo.
Len XIII vea en esta actitud, que tambin adoptaran algunos obispos espaoles, un peligro:
no es conveniente identificar al catolicismo con una de las dos formas de Estado que se
hallaban en disyuncin. Len XIII acudi en auxilio de las conciencias mediante una encclica,
Au milieu (16 de febrero de 1892) escrita precisamente en francs para que no hubiera dudas
en cuanto a la referencia. Si la legalidad es republicana, los catlicos deben respetarla, pues no
existe ninguna identificacin entre ellos y la Monarqua. Una forma de Estado queda siempre
al buen criterio de los ciudadanos. Aprovechaba la oportunidad para definir la libre opcin que
tienen los obreros cuando desean constituir sindicatos y tambin el derecho a la huelga y otros
recursos, siempre dentro del orden moral, para defensa de sus intereses.
Hubo un momento de calma poco duradero. Cuando un judo, Dreyfus, fue injustamente
acusado y condenado, los radicales del laicismo aprovecharon la oportunidad para lanzar una
campaa, a cuyo frente se hallaba Emilio Zola, famoso escritor bien penetrado de odio hacia el
cristianismo, que profundizaba en los argumentos del laicismo tratando de presentar la
injusticia en aquel caso, que tena races sociales, como una denuncia contra la religin. Las
elecciones de 1898 dieron la victoria a estos radicales que inmediatamente pusieron en
marcha una legislacin que sera copiada, treinta aos ms tarde por la segunda Repblica
espaola. Haba que destruir las rdenes religiosas y de una manera especial a la Compaa de
Jess, larga mano del Pontificado. Las nuevas leyes ordenaban a todas las congregaciones a
solicitar permiso del gobierno; este ltimo poda, mediante un simple acuerdo del Consejo de
ministros disolver las que funcionaban. Jesuitas y benedictinos se vieron obligados a exiliarse.
En 1902 un ex-seminarista, Emilio Combes, lleg al poder. Se daba el paso siguiente de destruir
toda educacin religiosa. Ms de 3.000 escuelas fueron cerradas y 20.000 religiosos, varones y
mujeres, recibieron la orden de expulsin. Tras la muerte de Len XIII, Combes suspendera las
relaciones con el Vaticano invalidando el concordato de 1801, firmado por Napolen. Arma de
dos filos ya que si bien la Iglesia estaba duramente perseguida, tambin pasaba a una total
independencia en sus compromisos con el Estado. En Francia se prohiba a los religiosos
cualquier clase de enseanza, aunque fuera en Matemticas. Combes apuntaba a un hecho
importante: la fe penetra en todos los sectores del pensamiento humano; por eso haba que
privar de cualquier derecho a quienes la posean. Las proclamas de libertad, igualdad y
fraternidad que se lanzaban en todos los rincones pasaban a ser una burla. El laicismo era, y
es, la ms eficaz frmula de persecucin religiosa.
6. Len XIII era perfectamente consciente de esta nueva situacin que alcanzaba a los otros
pases de Europa, incluyendo Espaa, en donde Canalejas, desde el liberalismo, trataba de
imponer medidas semejantes. En su primera encclica, Inscrutabili Dei consilio,
inmediatamente despus de su eleccin en 1878 haca un examen minucioso de la situacin
creada: todas las grandes corrientes del pensamiento, desde el positivismo hasta el
materialismo dialctico, coincidan en considerar a la religin como un obstculo que deba ser
removido, ya que cada una de ellas se presentaba como ideologa cerrada, es decir, posesora
de todas las respuestas que la modernidad necesita. Por esta misma causa, aunque
discurriesen en paralelo nunca podan admitirse en un espacio conjunto. Fuertes
repercusiones polticas tendra esta disyuncin.
Por consiguiente la tarea asumida por Len XIII era la de recristianizar la sociedad, no aislando
a la Iglesia del mundo moderno sino mostrando con claridad los aspectos que del mismo son
tambin aprovechables para la fe, que puede ser tambin iluminada mediante el uso de la
razn. Frente a esa incompatibilidad entre fe y razn, el Papa ofreci una amplia respuesta en
su encclica Aeterni Patris Filius (4 de agosto de 1879). Mostraba de qu modo santo Toms de
Aquino haba conseguido explicar los rasgos esenciales de la naturaleza humana que es
portadora de imagen y semejanza respecto a Dios. De ah que se halle dotada de capacidad
racional incluso para el conocimiento especulativo sin limitarse a la observacin y
experimentacin, como hace el positivismo. El tomismo, como ya lo entendiera Po VII, fue
impulsado, pero no como un trmino de llagada sino como el punto de partida que permite
avanzar. As pues el cristianismo aspira a impulsar el progreso, pero ponindolo en relacin
con la verdad, cuya forma absoluta corresponde a la revelacin dada por Dios. La ciencia
avanza, mediante la adquisicin de evidencias ciertas, por ello revisables, pero al mismo
tiempo seguras siempre que se pongan al servicio del hombre y no a la inversa.
Conocimiento y libertad, entendida sta en su autntica dimensin como libre albedro, son las
garantas de un verdadero progreso, que consiste en hacer al hombre mejor. Las dos grandes
ideologas del estatismo idealista y del materialismo dialctico no iban a tardar en provocar los
grandes movimientos de poder que arrastraran a Europa y luego al mundo hacia formas de
totalitarismo, guerras y persecucin mucho ms graves que cualquiera de sus antecedentes.
Estas ideas bsicas, que se presentaban como formando parte de un programa que hubiera
podido servir para salvacin de aquella Humanidad que se abocaba a los ms grandes peligros,
fueron explicadas con mayor detalle en las cinco encclicas siguientes, que, desde luego, no
fueron tenidas en cuenta por quienes, al trmino de una etapa que los materialistas
confundan con tiempo feliz, iban a asumir las grandes responsabilidades polticas. Hace aos
se intent, en Espaa, recopilar todos estos documentos para disponer de un volumen
doctrinal. Poca gente tuvo en cuenta este magno esfuerzo de don Pascual Galindo, a quien se
trat de desprestigiar por medio de sarcasmos.
Por ejemplo, la encclica Diuturnum (1881) recuerda bien las diferencias que la Iglesia ha
establecido siempre entre autoridad y poder. Ambos vienen de Dios, de modo que uno de los
ms peligrosos errores consiste en creer que todo cuanto los hombres establecen por medio
de los cauces legales, es legtimo. Error claro. Jess ya explic a Poncio Pilato que ni siquiera l
tendra poder si no se le hubiera dado de lo alto. La Inmortale Dei (1885) acepta la
conveniencia de una recproca autonoma entre Iglesia y Estado pero sin olvidar que los fieles
son tambin sbditos y tienen derecho a que se les permita ejercer funciones de acuerdo con
su fe. A esto se refiere la libertad religiosa, pues si nadie puede ser forzado a abrazar
determinadas creencias, tampoco puede ser impedido u obstaculizado en las mismas.
La Libertas (1888) es una exposicin doctrinal acerca de la libertad humana. No se trata de una
condicin que puede aadirse o restarse, cuantitativamente considerada, como puede llegar a
admitirse desde el liberalismo, sino de una de las dimensiones de la naturaleza humana,
aquella precisamente que hace del individuo una persona. Esta, a su vez, es responsable de sus
actos. De este modo el hombre acta desde la libertad pero resulta responsable de sus actos.
Es difcil comprender por qu Dios quiso que la naturaleza humana quedara revestida de esta
condicin que permite escoger el mal e incluso rechazar al propio Dios.
La Spientiae christiana (1890) parte del principio de que el cultivo de la ciencia es uno de los
deberes ms importantes que alcanzan al hombre, ya que el peor enemigo para la difusin de
la doctrina cristiana es, precisamente, la ignorancia. Ahora bien ese saber que, en forma de
ciencia se acumula, debe estar ordenado al beneficio de la sociedad, ya que el hombre puede y
debe definirse como un ser social. Ahora bien se trata de un medio y no de un fin, de un
instrumento y no de un protagonista absoluto como el idealismo y el materialismo han
pretendido. La Iglesia se mantiene respetuosa con los sistemas polticos que los hombres
construyen, pero no puede ni debe someterse a las directrices de un partido. En consecuencia
Len XIII insista una vez ms en lo inconveniente que para la Iglesia resulta que un partido
pretenda valerse de la Iglesia como si se tratara de una dimensin suya o de un instrumento
para emplear en su lucha por el poder. El ciclo de atencin al problema de la sociedad europea
se cerraba en 1894 con una nueva encclica, Praeclara gratulationis, relacionada con todas
estas verdades poniendo adems una voz de alarma acerca del laicismo, que alcanzaba
entonces una de sus cotas ms altas.
7. El 15 de mayo de 1891 apareci la Rerum novarum cuya importancia ha sido destacada
incluso por los peores enemigos de la Iglesia. Conviene matizar desde el principio un aspecto.
Los autores se refieren a ella como definicin de la doctrina social de la Iglesia; quiz sera
preferible que la definiramos como doctrina moral de la Iglesia en relacin con la sociedad.
Pues la Iglesia no propone un modelo de sociedad sino un modelo de hombre, siendo ste el
que va conformando los diversos modos de sociedad que se suceden a lo largo del tiempo.
Reclama, con vigor, que todos ellos respondan a un orden moral que se encuentra
ntimamente unido a la realizacin y conservacin de la naturaleza creada.
Len XIII parte de considerar utpica cualquier pretensin de suprimir desigualdades. La
revolucin sovitica no tardara en demostrar que las diferencias entre ricos y pobres se
mantienen y an se acentan cuando se intentan nuevas formulas desde el proletariado y la
igualdad. Lo que importa, pues, es defender adecuadamente a los ms dbiles. Esto explica
que la lucha de clases invocada por el socialismo sea una falsa solucin y en definitiva un gran
mal, pues cualquiera de las clases que se imponga tratar de quebrantar la defensa de la
vencida. Si se elimina la propiedad privada no slo se conculca uno de los tres derechos
naturales de la persona humana sino que se introduce un gran mal: es peor que el dueo sea
el Estado que no las personas particulares. A los patronos alcanza de manera inexcusable
tratar a sus empleados con dignidad, teniendo muy presentes esos tres derechos a los que la
Iglesia se viene refiriendo desde hace siglos. La riqueza no es un mal; a ella nos referimos al
calificarla de bienes materiales, pero pesa sobre ella una hipoteca social y moral muy seria:
tiene que servir para hacer el bien y para ayudar a los dems. En consecuencia la ley de oferta
y demanda debe considerarse inmoral: el salario no es consecuencia de la escasez o
abundancia de mano de obra, sino la parte que corresponde al trabajador en los beneficios de
la empresa teniendo en cuenta que si sta sirve para sostener a familias es indiferente la
cuanta de sus beneficios.
De este modo la doctrina social de la Iglesia asestaba un varapalo al capitalismo que no
dudaba en calificar de salvaje: el valor de una empresa depende del servicio que presta a la
sociedad, y en primer trmino a los que dentro de ella, capital, tcnica y mano de obra, se
incluyen. Tal es el fundamento de una doctrina de salario justo que debe tener en cuenta
ante todo el mantenimiento de todos sus miembros. Len XIII rechazaba absolutamente la
tesis socialista que atribuye al Estado todo control, y tambin la tesis liberal que le exige
mantenerse al margen. A l corresponde, mientras vigile el cumplimiento de las leyes, actuar
en defensa de la justicia prestando apoyo a las organizaciones obreras aunque sin
comprometerse en su control. Unos principios que, sin darse cuenta, el socialismo de un siglo
ms tarde aceptara en medida bastante considerable. Todos los Papas que han sucedido
despus han repetido y ampliado estas consideraciones calificando las de Carta Magna de la
laboriosidad cristiana.
La doctrina moral de la Iglesia en relacin con la sociedad quedaba de este modo definida,
permitiendo a intelectuales preferentemente catlicos, desarrollar una tarea intensa
encaminada a llevarla al interior de la sociedad. Tanto el capitalismo como el marxismo la
rechazaron. Pero las terribles convulsiones que azotaron al siglo XX, provocando sangrientas
revoluciones que sometieron a verdadera esclavitud a millones de personas, el desarrollo de la
violencia, que acabara barriendo el espritu de la caballera de la profesin militar hasta
sucumbir en esa otra forma de guerra que es el terrorismo y la destruccin masiva, han venido
a demostrar la importancia de aquel llamamiento moral. La lucha de clases ha conducido a
situaciones siempre peores que aquellas que se pretenda remediar. Los genocidios y hasta el
terrible holocausto de los judos pueden considerarse como resultado de esta nueva tica del
odio que comporta la lucha de clases.
Otro documento pontificio, en este caso bajo la forma de una carta apostlica, Testem
benevolentiae (enero de 1899) se enfrent con un problema derivado de la sociedad
capitalista. Al publicarse en Estados Unidos una biografa del santo fundador de los paulistas,
Isaac Toms Hecker, se introdujo un prlogo que caus cierto escndalo entre los obispos y
desde luego en el Vaticano. Pues se peda en l una reforma de la Iglesia a fin de acomodarla al
mundo moderno pasando del pasivismo que se identificaba con la oracin, contemplacin y
penitencia, a un activismo que daba primaca prcticamente absoluta a las obras. En otras
palabras se recomendaba sustituir las virtudes sobrenaturales por las naturales, la caridad por
la filantropa, convirtiendo a la Iglesia en una sociedad benfica. Hay bastante semejanza entre
este activismo norteamericano y el modernismo que se estaba difundiendo por Europa, ya que
uno y otro reclamaban una modificacin radical de la doctrina a fin de acomodarse a las
circunstancias del mundo moderno. Los obispos y sobre todo los paulistas respondieron muy
positivamente a las advertencias de Len XIII y, de momento, la cuestin pareca resuelta.
Algo, sin embargo, permaneca en el aire y afectara a las generaciones futuras, la
minusvaloracin de la vida religiosa y, con ella, de la comunicabilidad entre trascendencia e
inmanencia para poner el acento en la actividad que los seres humanos son capaces de
desarrollar.
8. Estamos abordando temas que seran de fondo en el Concilio Vaticano II. La sociedad se
hallaba muy afectada por las corrientes que la alejaban de los valores religiosos,
sustituyndolos en cambio por los avances que la tecnologa proporcionaba. Entre los aos
1884 y 1885, impulsado por Bismarck, se celebr el Congreso de Berln en el que las potencias
europeas acordaron el reparto de frica. No se trataba de una expansin territorial, ni
tampoco de trasladar los modelos europeos al vecino continente sino de sacar a ste del
atraso en que se hallaba, con niveles culturales que parecan remontarse al neoltico, creando
minoras, explotando sus reservas y sosteniendo en niveles de subsistencia a poblaciones
atenazadas por el hambre y las enfermedades. Como una consecuencia de esta poltica los
gobiernos decidieron incluir a los misioneros, no slo catlicos, desde luego, en los sectores
sociales que deban ser protegidos y ayudados en esa tarea.
Esta poltica planteaba a Len XIII un problema, que no era nuevo aunque se revesta de
condiciones distintas de las hasta entonces imperantes. Sobre la Sede romana recaa ahora
una fuerte responsabilidad: haba que promover los medios que se necesitaban para realizar
esa tarea en la que participaban las antiguas rdenes religiosas al lado de otras especialmente
creadas para la ocasin. Este fue el tema de la encclica Sancta Dei civitas (3 de diciembre de
1884) que haca una referencia lejana a la doctrina de san Agustn. Durante las operaciones
emprendidas por espaoles y portugueses desde el siglo XVI, la Iglesia haba sostenido un
programa consistente en legitimar primero el establecimiento de nuevas autoridades catlicas
que, posteriormente, se encargaban de organizar el entramado de la jerarqua en los nuevos
reinos incorporando despus a los indgenas que eran bautizados. Ahora la situacin haba
cambiado. Con la sola excepcin de Argel, convertida en territorio de la Repblica francesa, las
potencias europeas establecan un sistema de dominio que conservaba la vida tribal. No eran
catlicas, en su mayora, y desde luego, no se proponan la conversin de los aborgenes,
aunque esto les pareciera favorable a sus intereses. Una minora era enviada a estudiar a
Europa en donde adquira una formacin que no era en modo alguno religiosa, sino laica.
Los misioneros necesitaban indispensablemente el apoyo de los nuevos poderes coloniales. Al
principio, adems, eran exclusivamente blancos. De modo que a los ojos de los indgenas no
pasaban de ser una ms entre las estructuras de dominio que en sus territorios se haban
establecido. De este modo, cuando las minoras formadas retornaban, abrigando proyectos de
independencia, vean en los misioneros tambin una estructura que era imprescindible
desechar. Adems las misiones catlicas tenan que convivir con las protestantes de diferente
signo, y las relaciones no eran siempre suficientemente cordiales: un misionero catlico
francs vea en el misionero luterano alemn ante todo una diferencia de nacionalidad, reflejo
de las contiendas a que se estaba llegando en Europa. En amplias zonas de frica adems la
penetracin musulmana era suficientemente slida para impedir la evangelizacin.
Frente a todos estos problemas asaltaba a Len XIII otra preocupacin. Haba pasado el tiempo
de la divisin poltica entre las tres cristiandades, catlica, ortodoxa y evanglica y los Estados,
con mayor o menor fuerza, abogaban por una separacin entre Iglesia y Estado. Es cierto que
esta nueva mentalidad presentaba ciertos aspectos ventajosos ya que permita a las
comunidades catlicas crecer y vigorizarse en otros pases. Pero para que el cambio respecto al
mundo moderno fuese verdaderamente eficaz, era necesario lograr que, de alguna manera,
aquellas comunidades que proclamaban a Jesucristo como redentor, se uniesen. Los telogos
e historiadores podan profundizar en los aspectos comunes, que eran mucho mayores de lo
que durante siglos se creyera, pero era imprescindible descender a un terreno prctico
buscando el entendimiento y la colaboracin. Len XIII dio un primer paso, todava poco
significativo al crear una Comisin pontificia que retomando esfuerzos del pasado, comenzara
a trabajar sobre la frmula de la reconciliacin entre todos los cristianos partiendo siempre de
la fe revelada. Un tema sobre el que se volvera ms tarde.
Sobre Len XIII influyeron desde luego los acontecimientos vividos en Lourdes, que se estaba
convirtiendo en un gran centro de peregrinaciones y en instrumento sumamente eficaz para la
lucha contra el laicismo. A esta doctrina el Papa opona los valores esenciales de la Iglesia que
descubre una ntima relacin entre el Trascendente absoluto, Dios, y el hombre, ya que ella es
el misterio que revela la presencia de Cristo, a travs de una mujer, Mara, que deba ser
reconocida como la ms valiosa de las criaturas, inmaculada en su Concepcin. De ah que
insistiera en poner el acento en el culto eucarstico, iniciando la celebracin de Congresos
anuales que pasaban de una a otra ciudad, a partir de Lille (1882). Tambin insisti en la
devocin al Sagrado Corazn una forma grfica de mostrar a los hombres que Dios es amor. En
todos sus documentos doctrinales mostraba extraordinaria devocin a la Sagrada Familia, y a
su cabeza, San Jos. De un modo especial recomendaba el rezo del Rosario porque era la
devocin dedicada especialmente a Mara.
La Iglesia universal segua creciendo: 284 dicesis fueron erigidas durante su Pontificado. De
este modo cuando falleci en 1903, la Iglesia haba desbordado copiosamente sus lmites y
poda declararse a s misma ecumnica.
el interior de la Iglesia poniendo atencin sobre toda la tierra desde aquel rincn del Vaticano
en donde permaneca an encerrado. Lo ms importante, a su juicio, era conseguir una
renovacin de la vida cristiana y un refuerzo de la ntima relacin con Cristo. Naturalmente
haba en este programa, en el que la comunin frecuente desempeaba papel esencial,
aspectos que podan ser mal entendidos en un siglo de revoluciones, que preconizan alcanzar
la sociedad perfecta en este mundo cuando el mensaje evanglico al que San Po X se cea,
advierte precisamente lo contrario; ya Jess lo haba dicho a aquel spero funcionario de
segunda fila, el procurador imperial Poncio Pilato: mi reino no es de este mundo. Una
advertencia que aparece en todos los escritos del Papa Sarto. No es misin de la Iglesia
resolver los problemas temporales sino guiar a los hombres hacia Dios. Insistiendo, sobre todo,
en ese otro punto que seala el camino a la doctrina social: debajo de los problemas y
conflictos encontramos siempre un substratum tico; si el hombre obedeciera los mandatos de
Dios muchos de estos problemas ni siquiera habran llegado a plantearse.
Entre los colaboradores de San Pi X predominaban aquellos que se mostraban enemigos
acrrimos de las nuevas corrientes liberales o materialistas, los cuales contribuyeron a que se
formularan duras crticas contra este Pontificado, que todava perduran. Pero los que emiten
juicios tan negativos no suelen tener en cuenta que entonces, precisamente, se iniciaba uno de
los perodos ms terribles de la Historia humana, con guerras que haciendo caso omiso de las
limitaciones que impona el espritu militar, dejaran tras de s millones de muertos, en su
mayora no combatientes, de persecucin religiosa no hay duda de que incluso el holocausto
judo tiene ciertos matices en este sentido, de genocidios en nombre de la lucha de clases y,
finalmente, de terrorismo desatado que ya en aquellas primeras dcadas del siglo XX, iniciaba
su andadura. Po X propugn una reforma interior, de las personas ms que de las estructuras,
recomendando cuatro cosas: una atencin doctrinal de los fieles, abrindose un poco hacia el
protagonismo de los laicos; una atencin hacia el sacerdocio, gua espiritual; una mayor
conciencia del valor que reviste la Eucarista, y una reforma litrgica que hiciese de los fieles
participantes y no meros observadores. La redaccin del Catecismo y la recomendacin de
valerse del misal, son importantes. Pero sobre todo lo es la decisin de fijar el tiempo de la
primera comunin en el momento en que se posee uso de razn, a partir de los siete aos.
Regularmente por medio de homilas y discursos cuyos borradores eran guardados, San Po X
continuaba la catequesis a que tantas horas dedicara en Venecia. A este tema dedic su
encclica Acerbo nimis (1905) que fue el punto de partida para la elaboracin del Catecismo,
que deba suceder al de San Po V, y que en 1912 fue publicado y remitido a todas las dicesis.
En dicha encclica recordaba a los obispos que ninguna tarea era para ellos tan importante
como el cuidado de los seminarios, ya que de ellos deban salir los sacerdotes, que eran el
instrumento esencial. En una instruccin un poco posterior, de agosto de 1908 (Haerent
animo), defina los lmites precisos del sacerdocio en cinco dimensiones coincidentes: espritu
de oracin, apoyndose sin vacilacin en el breviario y en los textos de que dispone la Iglesia;
sistemtico examen de conciencia que permita no slo enderezar el camino sino fijar
objetivos; celo especial por la salvacin de las almas, prctica de la penitencia; regular
asistencia a los ejercicios espirituales. Son los mismos que se sealaran muy pronto a los laicos
incorporados a esta vida de conversin espiritual. San Po X afirmaba con entera claridad que
la recuperacin de la Iglesia ahora amenazada por corrientes de disolucin, dependa de
manera absoluta de la santidad del sacerdocio. Por eso beatific a Vianney, el cura de Ars, y le
propuso como el modelo que todos deban imitar.
Dos decretos, un motu proprio y una constitucin apostlica (Divino afflatu, 1911) se ocuparon
del otro tema que tanto le preocupaba, el de la presencia real de Cristo en la Eucarista, y, en
consecuencia de la comunicacin desde la inmanencia con la trascendencia. La Iglesia haba
insistido ya en los Pontificados anteriores y, sobre todo por medio de los decretos del Concilio
Vaticano I, en el valor positivo que debe reconocerse a la ciencia, a cuya prctica eran
invitados los catlicos, pero bien entendido que sta, al referirse nicamente a la inmanencia,
no cubre todas las posibilidades humanas. La participacin de los fieles en la liturgia, y
especialmente en la misa, usando las mismas palabras que el sacerdote, y la comunin
frecuente, incluso diaria, eran a su juicio el medio adecuado para introducir al ser humano en
los dominios de la trascendencia. Esta doctrina sera reforzada durante los pontificados
posteriores, haciendo posible una reforma interna que compensaba con la calidad de los fieles
las prdidas en la cantidad a que las corrientes laicistas afectaban.
4. Entre los numerosos consejeros que rodeaban a San Po X, todos los cuales eran motejados
de conservadores, destacaban especialmente tres: Jos Calasanz Vives y Tut, capuchino, que
llegara a ser prefecto de la Congregacin para los religiosos, el cardenal Gaetano de Lai,
prefecto de la Congregacin consistorial, a quien se encomend la reforma de la Curia, y el
cardenal Rafael Merry del Val, tambin espaol, que fue Secretario de Estado durante todo
este pontificado. Todos ellos coincidieron en la necesidad de tratar con sumo rigor las
desviaciones que se introducan con el modernismo. Vives perteneca a aquel grupo de
intransigentes espaoles que se agrupaba bajo el lema de que el liberalismo es pecado.
Merry, que tena slo 37 aos cuando asumi su cargo, fue probablemente el ms adicto al
Papa que deposit en l una absoluta confianza.
Tras estos colaboradores se hallaba la Compaa de Jess que alcanzaba entonces un grado
excelso de influencia y de preparacin, despertando la enemistad en muchos gobiernos. Las
ltimas investigaciones demuestran que Merry del Val y el general de los jesuitas, unidos en
estrecha amistad, trataron de moderar la dureza de algunas decisiones, no porque dejaran de
compartir la preocupacin por los peligros a que se hallaba expuesta la fe sino por razones de
prudencia. Po X neg en varias ocasiones que se dejara conducir por los tres cardenales arriba
mencionados, asumiendo con ello la plena responsabilidad en las reformas que se
emprendieron y en la lucha contra el modernismo.
Comenz el Papa su tarea de reforma en las estructuras mediante las constituciones,
Commisum nobis, arriba mencionada, y Vacante sedis Apostlica, que pona fin a las
injerencias de los poderes polticos en la eleccin del Vicario de Cristo. Una vez aceptado el
nombramiento, en un acto de libre voluntad, el Papa quedara desligado de cualquier
compromiso que, antes de la eleccin o durante el conclave se le hubiera requerido. Su
autoridad no su poder, desde luego tena que ser absoluta. Inmediatamente despus
emprendi la reforma de la Curia, que an se rega por las disposiciones tomadas por Sixto IV y
que en el transcurso de los siglos se haba complicado, haciendo intiles algunas de las veinte
Congregaciones y de los otros diecisiete organismos de ellas dependientes.
El cardenal de Lai fue principal promotor y protagonista de esta reforma que reducira a once
las Congregaciones sealando con precisin los cometidos de cada una, as como de los cinco
oficios y tribunales de justicia. La Secretara de Estado experiment un especial crecimiento ya
que pasaron a depender de ella algunos pases que antes pertenecan a la de Propaganda fide
por ser tierra de misiones. Merry del Val, hijo de un diplomtico espaol, haba nacido sin
embargo en Inglaterra, formndose despus en Blgica e Italia y llegando a dominar
correctamente varios idiomas. Debido a su juventud careca de compromisos con sectores de
la Curia; as procur mantener a su lado al principal colaborador de Rampolla, cardenal della
Chiesa, que sera luego el sucesor de Po X.
En estos aos que preceden a la guerra de 1914, cuando Europa se iba dividiendo en
coaliciones enfrentadas como consecuencia de los cambios econmicos que el progreso de la
tcnica y el reparto desigual de las colonias provocaban, la tarea de Rafael Merry del Val
revesta una enorme importancia. Por una parte era necesario enfrentarse con gobiernos que
propendan al laicismo radical, manteniendo a la Iglesia sin comprometerla como muchos
queran en opciones polticas, pero dando al mismo tiempo la seguridad de una radical defensa
de la fe. Por otra era preciso ayudar al crecimiento de aquellas comunidades establecidas en
pases de tradicin protestante. Y sobre todo garantizar la neutralidad de la Sede romana en
relacin con los bloques de alianzas.
5. En junio de 1902 tiene lugar un acontecimiento que repercute en la vida religiosa de toda
Europa: Emile Combs, que contaba sesenta y siete aos de edad y una larga trayectoria de
radicalismo, asume la presidencia del Gobierno en Francia. Se trataba de un antiguo
seminarista a quien, por su excesiva intransigencia, sus directores negaran el acceso a las
rdenes. Doctor en Teologa, experiment entonces un cambio radical. La religin, desde su
nueva postura, no pasaba de ser un signo de atraso, condenada por ello a desaparecer. La
moral, reconocida nicamente como filantropa, deba sustituirla, sostenida especialmente por
las enseanzas que se imparten en las logias masnicas. Es el hombre, desde su razn, quien
logra las explicaciones pertinentes a lo absoluto. A esto es a lo que defini como laicismo, un
trmino que muchos siguen empleando en nuestros das. Algunos otros grandes polticos del
radicalismo, como Clemenceau, trataron de distanciarse de l ya que no haca otra cosa que
sustituir su antiguo radicalismo catlico por otro nuevo que conservaba toda su dureza.
Sin embargo el laicismo no era nicamente doctrina de una persona concreta sino todo un
movimiento que, alentado desde el interior de las logias, alcanzaba sectores muy amplios.
Combs fijaba los dos objetivos principales del laicismo: separar a la Iglesia del Estado de
modo absoluto y convertir a la catlica en una simple asociacin privada sujeta por entero a
leyes revisables. En junio de 1904 suspendi el Concordato vigente desde la poca de
Napolen y rompi las relaciones diplomticas con la Santa Sede. Esta poltica, perentoria en el
resentimiento, ofreca sin embargo alguna ventaja: los obispos y el clero dejaban de ser
funcionarios y cobraban independencia desde la persecucin. La Santa Sede decidi desde
entonces buscar nuevos caminos que permitiesen alcanzar un apoyo directo de las masas
populares que seguan declarndose mayoritariamente catlicas.
Entre los varios proyectos de ley que la Cmara deba discutir figuraba la supresin de las
rdenes religiosas, al considerarlas como desobedientes al Estado y contrarias al control que
ste deseaba establecer sobre toda la sociedad. Combs comenz a preparar esa Ley
fundamental que deba titularse de Separacin eliminando siglos de Historia. Pero entonces
estall el escndalo: se descubrieron listas de personas a las que, sin mritos, deba
promocionarse, mientras otras tendran que ser paralizadas en su carrera. Este escndalo de
los amigos o adeptos fue manejado contra Combs que hubo de dimitir en 1905. El laicismo no
detuvo por ello su marcha. Maurice Rouvier consigui, el 9 de diciembre de 1905, que la Ley
de Separacin fuese aprobada. No detuvo, pese a todo, la afluencia de peregrinos a Lourdes.
La Ley de Separacin negaba a la Iglesia personalidad jurdica de modo que no poda ser titular
de propiedades. Esto no significaba una nueva confiscacin de bienes nacionales pero s que
haba que constituir nuevos propietarios, sometidos a las mismas leyes que afectaban a todos
los ciudadanos. La frmula brindada por el gobierno francs fue que se constituyesen
asociaciones cultuales al margen de la autoridad de los obispos y formadas nicamente por
laicos, las cuales, como verdaderas empresas o sociedades benficas, podan hacerse cargo de
la titularidad con los mismos derechos y deberes que aquellas. En su estricto sentido esto
significaba que no eran el obispo o el prroco los que podan establecer horarios y modos para
la celebracin del culto sino los propietarios. Transcurrido un ao desde la promulgacin de la
ley, todos aquellos edificios religiosos que no contaran con la correspondiente asociacin
seran considerados como carentes de dueo y, por consiguiente, propiedad del Estado que
podra destinarlos a los fines que juzgara pertinentes.
El gobierno de Rouvier contaba con que, dadas las circunstancias, la Iglesia se sometera
aceptando una situacin que era incluso ms dura que la impuesta en pases musulmanes en
los que sobrevivan reliquias de un tiempo remoto. Los obispos franceses celebraron tres
asambleas consecutivas tratando de hallar alguna clase oportuna de contrapropuesta y no la
hallaron; decidieron, en consecuencia, atenerse a las iniciativas del Papa. Po X vio con claridad
en dnde estaba la alternativa: se pretenda conseguir que se renunciase al Bien supremo, de
la libertad evanglica, a cambio de poder conservar los bienes materiales. l mismo, y sus
antecesores, desde Po IX, haban optado por la prisin en el Vaticano, dejando al gobierno
italiano que tomara las decisiones. Ahora se trataba de repetir algo semejante: hasta dnde
esteba dispuesto a llegar el laicismo? La encclica Vehementer (11 de febrero de 1906) declar
ilegitima la Ley de Separacin, negndose en consecuencia a negociar sobre ella. Otra,
Gravissimo (10 de agosto) prohiba a los catlicos bajo pena de excomunin late sententiae,
organizar las asociaciones cultuales.
Ahora era precisamente la Repblica francesa la que se encontraba en muy difciles
condiciones. Hasta qu punto, desde un empeo liberal, era posible llegar a la confiscacin de
todos los edificios religiosos suspendiendo la vida cultual de la inmensa mayora de los
franceses? Como medida precautoria prolong un ao el plazo dado para las asociaciones. Po
X insisti: Une fois encore (6 enero de 1907), redactada en francs para evitar equvocos al
relacionarse con otros pases, negaba legitimidad a las asociaciones. Y entonces el Gobierno
decidi cumplir sus amenazas. Desde el 13 de abril de 1908 el Boletn Oficial comenz a
publicar listas que acabaran siendo muy largas, transfiriendo a manos ajenas e incluso
particulares, los bienes de que antes pudiera disponer la Iglesia. A pesar de todo el culto no
lleg a suspenderse. Hasta el comienzo de la guerra un laicismo extremadamente duro qued
firmemente establecido en Francia.
6. Durante el Pontificado de Len XIII haba estallado ya un serio problema en Italia, que debe
contemplarse desde dos perspectivas diferentes, una intelectual, orientada hacia el
modernismo, a que ms adelante nos referiremos, y la otra poltica que acuaba ya el trmino
democracia cristiana. Conviene tener en cuenta que bajo este nombre, democracia, se definen
dos tendencias muy diferentes, la que se identifica con el parlamentarismo liberal
multipartidista y la que se aproxima a un socialismo que da al Estado la plenitud de poder.
Romolo Murri que, como ya advertimos, acabara abandonando el sacerdocio y la misma
condicin de cristiano, trat de convertir la Opera dei Congressi en albergue adecuado para
este segundo tipo. Merry del Val, en carta del 28 de junio de 1904, hubo de comunicar a todos
los obispos la decisin de san Po X, disolviendo la Opera dei Congressi. En el fondo el nuevo
Pontfice trataba de modificar el non expedit todava vigente, por una nueva frmula que
permitiese a los catlicos intervenir en poltica, pero huyendo de la tentacin de formar un
partido oficialmente calificado de catlico.
El 11 de junio de 1905 la encclica Il fermo propsito explicaba ya con claridad este punto
marcando unas directrices a las que Merry del Val se mantendra firmemente adherido. La
Iglesia no tiene un modelo poltico; nicamente le ha sido propuesto un modelo de hombre,
cuyas dimensiones pueden acomodarse a frmulas diferentes, sin otros lmites que los que
propone la fe y la tica cristiana. En consecuencia un catlico puede ser diputado y ostentar
cargos pblicos siempre que estas condiciones no le impidan el cumplimiento de su misin.
Presentar un partido como opcin nica para los catlicos sera un atentado contra la libertad
y una va para el sometimiento de la Iglesia a las estructuras polticas que son, por su propia
naturaleza, contingentes.
Romolo Murri rechaz la encclica y mostr una actitud que precisamente colocaba a la poltica
por encima de los intereses de la Iglesia. Invit a sus antiguos seguidores en la Opera dei
Congressi a incorporarse a un movimiento poltico fundado en Bolonia en noviembre de 1905
a la que puso ya el claro nombre de Liga Democrtica Nacional. No fueron muchos los que se
sumaron a este intento y los que lo hicieron gustaron de titularse demcratas cristianos. Una
encclica, esta vez en italiano, Pieni l'animo (28 de julio de 1906) desautoriz este partido y
prohibi a todos los sacerdotes que se inscribieran en l. Coincidiendo estas decisiones
pontificias con la condena del modernismo, la clera de Romolo Murri alcanz lmites muy
extremos, abandonando definitivamente la Iglesia. Pero la Liga Democrtica tampoco tuvo
larga vida; desapareci en 1922 y pronto sera relevada en sus planes por la Democracia
cristiana, Partido Popular, que se mantuvo dentro de la obediencia al Papa y a la doctrina por
l expuesta.
Los sucesores de San Po X insistieron cerca de Romolo Murri para conseguir de l una
verdadera conversin, que se produjo en 1943, pocos meses antes de su muerte.
Como una consecuencia de la encclica de Po X, en 1905 naca el que puede considerarse
como remoto prlogo de la Accin Catlica, un ttulo que apareca de momento como un
calificativo para la organizacin destinada a sustituir a la Opera dei Congressi con el nombre de
Unione Popolare. Un trmino que posteriores partidos polticos tambin emplearan para
denotar su vinculacin indirecta con la doctrina moral de la Iglesia. Lo que Po X deseaba era
algo ms que esto, un organismo slido que fuera capaz de llevar el catolicismo a cuatro
sectores de actividad: la formacin de los laicos, el desempeo ante los problemas econmicos
y sociales, la participacin en las elecciones en el momento en que fueran convocadas, a fin de
disponer de representantes capaces de defender valores catlicos, y la Juventud Catlica
Italiana, capaz de asegurar el relevo.
Aunque en ningn momento se produjo una renuncia expresa al non expedit de Po IX, era
evidente que la Iglesia haba modificado y de modo radical su estrategia. Se vea la necesidad
de conseguir, sin crear un partido concreto, a diferencia de socialistas y liberales, que los
catlicos participasen en la vida pblica reorientando las directrices del Estado y de los propios
partidos hacia una defensa de los valores cristianos. Todo ello se refera a los laicos,
preparando un camino que dara a stos un protagonismo cada vez mayor en la vida de la
Iglesia. Porque a los sacerdotes el Papa santo les recordaba que su misin era mucho ms alta,
en el plano espiritual y en la transmisin de la gracia por medio de sacramentos; por eso no
resultaba oportuno que se inscribiesen en partidos polticos. Esto era, precisamente, lo que
encolerizaba a Romolo Murri y sus inmediatos colaboradores que haban pretendido hacer de
la Obra de los Congresos un partido, no menos radical en sus demandas, que el socialista.
Importantes, las decisiones de Po X abrieron un camino que sera continuado con mayor
amplitud. Desde 1909 en el Congreso italiano figuraban ya 24 diputados que, abiertamente, se
presentaban como catlicos. Obedientes al Papa no eran un partido, pero al enfrentarse con el
abanico de opciones, descubrieron que la mayor proximidad se estableca con el liberalismo
moderado de Giolitti, presidente del Gobierno a la sazn. En diciembre de 1912, mientras se
afirmaba el acercamiento de Italia a los aliados frente a los centrales, el presidente de la Unin
Popular, Gentiloni, firm un pacto electoral con Giolitti a fin de presentar listas conjuntas y
garantizar el respaldo de los votos catlicos al partido liberal, que, a su vez, admita un
compromiso sobre cuatro puntos: defensa de la familia y del matrimonio; respeto a la moral
catlica y a los principios de la Iglesia; apoyo a la enseanza religiosa; y respeto para las
rdenes y congregaciones religiosas. De los 55 candidatos catlicos presentados, fueron
elegidos 35. Italia se aseguraba de este modo frente al laicismo que tanta radicalidad estaba
mostrando en Francia. Esta situacin se mantuvo hasta el fin de la Gran Guerra en 1918. Es
importante recordar que la Iglesia haba condenado algunas de las proposiciones defendidas
por el liberalismo europeo, sin formular una condena total, de modo que el entendimiento era
posible siempre que se compartiesen los fundamentales principios
7. Tanto el kiser Guillermo II como el Papa Po X coincidieron en la necesidad de cerrar
hermticamente las cuentas dejadas atrs por el Kulturkampf, abriendo puertas a la enseanza
y al pensamiento catlico. Esto influa directamente sobre el Zentrum. Coincidiendo con la
doctrina expuesta en Il fermo propsito muchos catlicos alemanes se preguntaban acerca de
la conveniencia de mantener un partido poltico confesional. En un momento en que Alemania
creca, desempeando papel sustancial en los proyectos coloniales, se produjo una fuerte
divergencia en el partido, expresada por medio de dos Asambleas, una celebrada en Colonia, la
otra en Trveris. La primera sostena que el partido deba pasar a ser interconfesional; la
segunda pretenda en cambio que se mantuvieran firmes las bases iniciales.
Merry del Val, que defenda una colaboracin cada vez ms estrecha con Guillermo II, se
mostr muy poco partidario de las tesis formuladas en la asamblea de Colonia. Ello no
obstante, desde 1906 hasta el comienzo de la guerra, las corrientes del interconfesionalismo
fueron creciendo, deshaciendo en parte la unidad y debilitando al Partido. Guillermo II
aprovechaba las oportunidades que le brindaban los acuerdos con la Santa Sede para
incrementar la proporcin de obispos de origen prusiano en los que hallaba apoyo. En las
elecciones de 1912 todos los partidos contrarios decidieron establecer una cerrada alianza
anti-Zentrum que consigui arrebatar a ste la primaca que hasta entonces poseyera en la
Dieta. Esta derrota no fue seguida por ninguna tendencia al laicismo como sucediera en
Francia, pero s signific el traslado del Zentrum a una posicin secundaria. En adelante, sin
retirar el apoyo al kiser, su influencia iba a depender de los convenios que pudiera llegar a
establecer. Veremos el desdichado papel que jug en 1933.
La persecucin religiosa en Portugal se haba iniciado ya en los reinados de Carlos I y de
Manuel II, que hubo de exiliarse en el ao 1910 dando paso a una Repblica de tono muy
radical. Apoyado directamente por la Masonera que haba incrementado su poder, el
gobierno republicano extrem las medidas antirreligiosas, copiando en muchos aspectos el
modelo francs. Todos los bienes de la Iglesia fueron confiscados en 1911, y desde 1913 se
suspendieron toda clase de relaciones diplomticas con la Santa Sede. La religin, expulsada
de todos los centros de poder, se refugi en las zonas rsticas: as hasta 1917 en que tres nios
campesinos anunciaron que la Virgen Mara se les haba aparecido en Ftima, no muy lejos de
Aljubarrota, y las autoridades laicas fracasaron en sus intentos de detener el retorno de
grandes masas a la fe.
Estaba en marcha en Espaa el borrador de la ley de Asociaciones que se propona reducir a las
rdenes y Congregaciones a este simple nivel, cuando estall la llamada Semana trgica de
Barcelona, que exigi la intervencin del Ejrcito (1909). Durante los disturbios fueron
asesinados tres clrigos, quemados cuarenta conventos y los edificios de una docena de
parroquias. Fue la seal para una cada de Maura, pero, tambin, para un recrudecimiento de
las aspiraciones del laicismo. Canalejas puso en marcha una resolucin: quedaba radicalmente
prohibida la instalacin de nuevas congregaciones o sedes para las ya existentes hasta que
estuviera vigente la nueva ley. Esta disposicin de Canalejas fue popularmente conocida como
Ley del Candado. Como se haba fijado nicamente un plazo de dos aos de vigencia, bast con
que demorase sine die la de Asociaciones para que la disposicin de Canalejas se quedara en el
vaco.
En este momento, y en una estrecha relacin con Merry del Val, un jesuita, ngel Ayala,
partiendo de la encclica Il fermo propsito a la que tantas veces hemos aludido, tom la
decisin de fundar en Espaa un movimiento capaz de situarse por encima de los partidos al
que decidi llamar Asociacin Nacional Catlica de Jvenes Propagandistas. Sus siglas daran
origen al trmino ACNDP, conservado hasta el da de hoy. En el acto fundacional, que se
celebr el 3 de diciembre de 1909, en el Colegio de la Compaa de la calle Areneros, tomaron
la medalla correspondiente diecisiete personas, todos varones, otorgando la presidencia del
grupo a un joven intelectual que entonces cumpla 23 aos llamado ngel Herrera Oria. Merry
del Val encomend al cardenal arzobispo de Toledo, que tena sobre sus hombros la
responsabilidad de la Accin Catlica, que hiciese llegar a los propagandistas las instrucciones
que el Papa deseaba se cumpliesen al mximo.
La ACNDP no poda convertirse en un partido; era imprescindible mantener para los catlicos
la libertad de afiliarse a cualquier partido, siempre que no se hubiera declarado enemigo de la
Iglesia o contrario, en todo o en parte, a su doctrina. El movimiento creci, dispuso pronto de
una sede es el edificio que pertenece a la Conferencia Episcopal y en el que se halla instalada
actualmente la COPE y decidi poner en marcha el firme propsito expresado en sus
comienzos. Enriquecer y luego difundir la doctrina era la tarea ms urgente. Con dinero de
capitalistas vascos que eran a la sazn los ms importantes, pudo ponerse en marcha un diario
El Debate (1911-1936).
El diario desempeara un papel de gran importancia, sometido a la censura y orientaciones
del metropolitano de Toledo y de los obispos a l sometidos, aunque mostrando en muchos
casos una libertad en cuanto al modo de presentar las noticias. No fue un peridico
monrquico aunque mostr exquisito respeto a las decisiones de las autoridades. En 1931
Herrera y los Propagandistas se mostraron dispuestos a aceptar la legitimidad de la Repblica,
una opcin entre las posibles, pero fueron rechazados por las nuevas fuerzas de la izquierda,
decididas a desatar una persecucin religiosa que alcanzara pronto extremos de gran
crueldad.
8. La principal preocupacin de Po X vena, sin embargo, de otro extremo, aquel que los
telogos e historiadores de la Iglesia han denominado modernismo. En el fondo, como en
otros aspectos Lammeenais y Murri ya entendieran, era la Iglesia quien deba cambiar
acomodndose en su doctrina a las nuevas circunstancias, en este caso concreto a los dictados
del positivismo y a sus consecuencias. Desde la Sede romana se percibieron los graves peligros
que de esta actitud podan derivarse. Completando la lnea que ya intentara Galileo se trataba
de atribuir certeza absoluta a los descubrimientos de la ciencia en todas sus dimensiones,
negndosela en cambio a la Revelacin y a la fe, que slo podan ser consideradas como
propuestas envejecidas a las que el tiempo haba venido a superar. Modernizar significaba, por
tanto sustituir la tradicin de la Iglesia por los nuevos hallazgos de la mente humana. A la
Iglesia jerrquica se negaba cualquier capacidad; los sabios, como en el positivismo, seran los
encargados de guiar en el futuro a la comunidad catlica.
Los grandes directores del modernismo eran todos sacerdotes ya que trataban de cambiar el
sentido de la misin a ellos encomendada, sin renunciar a ella. Junto a Romolo Murri, que se
volcaba sobre todo en las demandas sociales, debemos colocar al francs Alfredo Loisy, que
lleg a ejercer notable influencia tambin en Espaa, el britnico Jorge Tyrrel, SJ, y el italiano
Ernesto Buonaiutti. Todos ellos destacaron de manera especial por dos dimensiones: el gran
nmero de alumnos que dejaron que sus doctrinas, aunque fuese de modo parcial, penetraran
en sus enseanzas, y la voluntad firme, a diferencia de los herejes de antao, de permanecer
dentro de la Iglesia. No pretendan crear una secta o una nueva Iglesia sino convertir a sta a
su doctrina de la modernidad. Esto tornaba sumamente difcil la solucin: no se trataba de
denunciar una afirmacin concreta sino de combatir una actitud que pretenda ofrecer a la fe
una nueva interpretacin. El modernismo lograra por ello sobrevivir, unindose a otras
corrientes posteriores que se autopresentaban como progresistas frente a los
tradicionales. Es bien sabido que la palabra progreso goza de excelente reputacin.
aquello significaba el fin. No poda hacer ya otra cosa que hincarse de rodillas y rezar. Su final
llego en la madrugada del 20 de agosto de 1914 dejando a su sucesor una pesada herencia.
9. Las circunstancias en que deba producirse la nueva eleccin, en agosto de 1914, no podan
ser ms difciles: la guerra iba a ser larga, a todas luces, y haba catlicos implicados en uno y
otro bando, afectando a la Iglesia ya que los obispos deban respeto y obediencia a los
respectivos Estados. La Sede romana, en una situacin de hecho ya que careca del
reconocimiento de ser un Estado, tena bien clara su obligacin: insistir en la lnea marcada por
Po X y Merry del Val, lograr una paz mediante negociaciones que permitieran superar odios y
problemas. Giacomo Paolo Battista della Chiesa, que haba colaborado con Rampolla y luego
con el propio Merry del Val, era quien a juicio de muchos de sus coetneos, tena las mejores
disposiciones para asumir la tarea. Nacido en 1845 iba a cumplir 69 aos, una idnea edad
desde el atisbo de la experiencia.
Hijo de una noble familia genovesa, de los marqueses della Chiesa, su padre haba insistido en
que, antes de entregarse al sacerdocio, cuya vocacin mostr desde la primera juventud,
completase estudios civiles, a fin de asegurar mejor la preparacin, dispuesta para el servicio a
que su inteligencia reflexiva le empujaba. De modo que era ya doctor en derecho cuando, en el
otoo de 1875, ingres como seminarista en el Colegio de Capranica. Contaba pues 33 aos
cuando fue ordenado sacerdote, ingres en la Academia de Nobles y pudo dedicarse
plenamente al Derecho cannico. Ah estaba la clave de la personalidad de della Chiesa: un
jurista de mucho relieve, que se entregaba sobre todo con empeo a su labor sacerdotal.
Ingres muy pronto en el equipo de auxiliares de la Secretara de Estado.
En 1882, cuando Rampolla fue nombrado nuncio en Espaa, decidi llevar consigo a della
Chiesa. Durante cinco aos iba a permanecer en Madrid. Los habitantes de la capital
recordaron siempre los servicios prestados a los enfermos durante la gran epidemia de 1885.
Cuando Rampolla fue nombrado Secretario de Estado por Len XIII, della Chiesa, que
desempeaba funciones de minutante, se convirti en secretario y hombre de confianza de
Rampolla. Este se resisti a que le nombrasen obispo de Gnova, lo que sera volver al punto
de partida, porque le necesitaba para otras tareas esenciales en la diplomacia. Hasta 1901, sin
embargo, no fue ascendido al grado de sostituto; las misiones que desempeaba precisaban
de una humilde y reservada condicin.
En 1907 se produjo una vacante en Bolonia, donde las diversas facciones enfrentadas tornaban
muy difcil la sucesin. San Po X decidi que slo un hombre de la categora de della Chiesa
poda asegurar una dicesis y una ciudad de tanta importancia para el futuro de la Iglesia
romana, en sus esfuerzos de apertura hacia el Estado italiano. La Secretara de Estado se opuso
pero esta vez el Papa no se dej convencer, y para demostrar que se trataba de una decisin
personal suya, ofici en la consagracin episcopal que tuvo lugar en el Vaticano y en presencia
de Rampolla, Merry del Val y los dems miembros de la Secretara.
Como obispo de Bolonia realiz una tarea que le atrajo fama y afecto entre sus diocesanos.
Buscaba la cooperacin de los prrocos, visitando cada una de sus parroquias y participando
de este modo en una vida que, al margen de la evolucin poltica, creaba en los italianos
conciencia catlica. En la catedral tena su confesionario en el que permaneca muchas horas
haciendo posible a los fieles llegar a un contacto directo. Los congresos diocesanos tenan en
su programa otro papel importante que era precisar la doctrina acomodndola a la solucin de
los problemas concretos de cada rgimen. Merced a obispos de la calidad de della Chiesa se
iban borrando los efectos del laicismo que nunca revisti en Italia la importancia y rigor que en
Francia. El 25 de mayo de 1914, en la ltima de las promociones por l efectuadas, recibi el
capelo cardenalicio.
Casi todos los cardenales pudieron viajar a Roma en aquel mes de agosto, sacudido por la
guerra en Europa. Italia an no participaba en la contienda. De modo que el conclave pudo
comenzar el 31 de agosto con una asistencia de 57 cardenales de los 65 entonces existentes;
un porcentaje que puede considerarse elevado. En las conciencias de los reunidos pesaban
sobre todo dos preocupaciones: la de buscar los medios adecuados para frenar el peligro del
modernismo, ya que no eran suficientes las declaraciones doctrinales, y la de mediar entre los
contendientes para conseguir, al menos, paliar los daos que una guerra moderna con
recursos tcnicos poda causar entre los combatientes y tambin entre la poblacin civil. El
nuevo Papa poda contar con el apoyo de Espaa pero con muy poco ms. Por dos tercios
justos de votos della Chiesa fue elegido Papa Benedicto XV. El anterior Pontfice de este
nombre haba sido tambin obispo de Bolonia.
Benedicto XV ha pasado a la Historia como el Papa de la paz; no porque lograra convencer a
los contendientes sino porque, en su firme doctrina estaba afirmando que ella es la plataforma
inexcusable del orden moral. Y el siglo XX, en su segunda dcada, se hallaba inmerso en las
encrucijadas del odio. Habiendo fallecido el candidato en quien pensaba, hubo de encomendar
la Secretara de Estado al cardenal Pedro Gasparri, jurista como l, que hasta entonces se
haba encargado de la redaccin del nuevo Cdigo de Derecho cannico. Los profesores de la
Gregoriana tomaron el relevo aportando uno de los documentos esenciales, que sera revisado
en profundidad despus del Concilio Vaticano II: se trataba de que el Cdigo fuese obra viva y
no un mero memorial del pasado.
10. La Gran Guerra se haba iniciado en agosto de 1914 mediante un plan, elaborado durante
aos por el Alto Estado Mayor alemn, que adoleca de los mismos defectos del programa
napolenico un siglo antes. La enorme superioridad del ejrcito germnico, que esgrima
incluso el jactancioso lema de Gott mit uns, como si Dios hubiera de hablar tambin en
alemn, asegurara, como en 1870, un rpido descalabro de franceses e ingleses que no haban
sabido acomodarse a las nuevas tcnicas, ni a la disciplina prusiana. Para muchos, como
Oswald Spengler, fue una especie de sorpresa que vena a cambiar el rumbo de la Historia,
revelando la decadencia de Occidente. Se pas de la guerra de maniobras a la batalla estable
en las trincheras donde el dolor, la muerte y la noche cobraban tremendo protagonismo. Las
ltimas cargas de la caballera ligera se apagaron en un terrible silencio desde septiembre de
1914. Se confirmaban los temores del Papa: la batalla del Marne haba dejado tras de s
cuantiosas vctimas e Italia se preparaba ya para sumarse a la contienda.
Haba catlicos, como anotamos, en ambos bandos. Ahora los contendientes apelaban a todos
los medios de comunicacin para difundir por ellos su propaganda: el enemigo haba pasado a
ser el malvado boche o el prfido gabacho. Era muy importante conseguir que la Iglesia se
pronunciase tambin en este sentido, denunciando las crueldades del enemigo, aunque no las
propias. La Gran Guerra tuvo, como las contiendas napolenicas, ciertos visos de contienda
civil, como si se enfrentaran dos modos distintos de gobernar. Para los aliados ellos eran
defensores del liberalismo y por tanto de los derechos humanos que sus adversarios
conculcaban. Una propaganda que volver a repetirse treinta aos despus sumiendo en el
olvido la destruccin de Montecassino por la aviacin norteamericana y el salvamento de la
vieja Florencia por algunos generales alemanes. Que Pars no ardi en 1944 porque un alto
mando boche dej de cumplir deliberadamente las rdenes.
A esta confusa y doliente situacin tendra que enfrentarse Benedicto XV, cuya esplendida
tarea humanitaria apenas ha sido tenida en cuenta. El 1 de noviembre de 1914 public su
primera encclica, Ad Beatissimi, en la que, pese a dedicar su mayor extensin al conflicto
blico, el lugar ms importante lo ocupa el modernismo contra el que previese en nuevos
trminos: no se trataba nicamente de denunciar los errores como ya hiciera Po X, sino las
tendencias y tambin el espritu modernista que sobrevivan. Pues para l las causas de la
guerra se hallaban en los aspectos morales y en el desarrollo del materialismo que haba
despertado las ambiciones de las potencias. Por eso propona, como solucin nica, que stas,
suspendiendo el uso de las armas, se reuniesen a discutir en torno a una mesa, haciendo uso
de los principios jurdicos y no de otros recursos. Naturalmente el llamamiento del Papa no fue
escuchado; cada uno de los beligerantes mont una propaganda como si la propuesta
favoreciera al adversario. Solicit Benedicto XV, al menos, una tregua para el da de Navidad y
aunque esta vez fue aplaudido, tampoco fue escuchado: los disparos siguieron sonando aquel
da 25 de diciembre de 1914.
Como ya advirtieran otras potencias neutrales, como Espaa, haba ahora secuencias
susceptibles de una labor humanitaria: cuantioso nmero de muertos, heridos que deban ser
asistidos en hospitales ajenos, desplazados por el avance de las tropas enemigas y
desaparecidos. El Papa encarg a uno de los sustitutos de la Secretara de Estado, Federico
Tedeschini, que montara en Roma una oficina a la que incumbira la tarea de ponerse en
contacto con las familias de desaparecidos, movilizando despus los recursos de la Iglesia para
descubrirlos. Lus Maglione se encargara en cambio de llevar adelante negociaciones con los
gobiernos para conseguir intercambios o rescates de prisioneros. Desde la primavera del ao
siguiente, 1915, se realiz, a travs de Suiza, un intercambio de prisioneros que no podan
retornar a su lugar de origen pero s instalarse en pases neutrales comenzando por la propia
Confederacin Helvtica. Alrededor de cien mil prisioneros se beneficiaron de estas gestiones.
Alfonso XIII, rey de Espaa, hizo una tarea no menos importante.
Los servicios diplomticos espaoles se pusieron a trabajar en esta lnea con gran empeo: se
trataba de identificar a 250.000 desaparecidos, de los cuales una parcela bastante
considerable fue descubierta con vida y rescatada. Haba que persuadir a los gobiernos para
que suspendiesen la ejecucin de penas capitales; no fue mucho lo conseguido. Lo ms
importante fue impedir que los turcos expulsasen de Tierra Santa a los judos. Fue el comienzo
todava mnimo en sus dimensiones, de una nueva tarea de acercamiento. No podemos olvidar
que la Gran Guerra se cerr con un saldo de 23 millones de muertos, de los que casi la mitad
figuraban como poblacin civil.
Al comienzo del ao 1917 la contienda pareca haber llegado a un nivel de estancamiento. Las
revoluciones que estallaron en Rusia, y que se contagiaron despus, aunque sin xito, a otros
pases, establecan un equilibrio de fuerzas que slo se alterara con la entrada de Estados
Unidos en la contienda. En mayo, Benedicto XV tom una decisin: consagrar obispo a Eugenio
Pacelli, miembro importante en el equipo de la Secretara de Estado y le encarg de la
nunciatura de Baviera. Desde Mnich deba entrar en contacto con todos los grandes
responsables del bando alemn y descubrir las posibilidades de que aceptasen una especie de
mediacin que permitiera hacer una propuesta de paz negociada. Era, sin duda, la ltima
oportunidad de evitar una ruptura.
1. La apertura de los fondos del Archivo Secreto Vaticano correspondientes a este Pontificado
van a dar oportunidad a los catlicos, y a los historiadores en general, de descubrir aspectos
importantes sobre este tiempo que va del 6 de febrero de 1922 al 10 de febrero de 1939, lo
que incluye para los espaoles la Dictadura de Primo de Rivera, la II Repblica y,
prcticamente, toda la guerra civil. En Europa se estaba viviendo una primera fase de aquel
que, con toda razn, podemos llamar el siglo ms cruel de la Historia. No habindose
cerrado las tremendas heridas de la primera guerra mundial, y estallando una crisis econmica
de gran extensin, capitalismo y socialismo se enfrentaban en medio de una crisis de
perniciosas consecuencias, como sealara el propio Papa en sus abundantes y enjundiosos
documentos.
La gran depresin de 1929 haba venido a demostrar uno de los puntos de la doctrina social de
Len XIII: no es aconsejable dejarse arrastrar por la macroeconoma financiera como el
capitalismo positivista recomendaba. En el extremo opuesto la victoria del leninismo haba
desembocado en el que el propio Lenin calificara de totalitarismo, es decir, sometimiento del
Estado al partido; la democracia, de acuerdo con su mentalidad, significaba que el pueblo,
demos, estaba representado nicamente por ese mismo Partido el cual poda olvidar hasta las
ltimas reliquias de respeto a la dignidad de la persona humana.
Al totalitarismo recurrieron tambin los socialismos que se autocalificaban de nacionales. El
Partido nico asuma toda la autoridad, convirtiendo en meros instrumentos a los resortes del
poder. Todos coincidan con el liberalismo ms riguroso en un punto: la religin deba ser
destruida porque constituye, en s misma, un signo de atraso. Por esta va las ideologas ahora
dominantes repudiaban la nocin de persona que es esencial en el cristianismo, y aceptaban
como cientficamente demostrable que la nocin de Dios no pasa de ser una invencin
humana. El Papa, en estos aos difciles, tendra que combatir con denuedo, defendiendo
precisamente estas ideas que resultan esenciales para Europa.
Cometemos con frecuencia un error, debido a la propaganda marxista, cuando calificamos de
extrema derecha a los totalitarismos que surgieron en Italia y Alemania. Ya indicamos cmo
fascio era el nombre que se daba en Italia a las clulas del socialismo. En Alemania Hitler se
afili al que se llamaba Partido Socialista Obrero, un ttulo al que agreg el trmino Nacional.
El trmino laicismo que todos empleaban adquiri un nuevo y vehemente significado ya que
reclamaba para el Estado y, en definitiva, para el Partido tambin, la plena autoridad moral.
Las religiones, en esta nueva mentalidad deban resignarse con alcanzar una simple tolerancia,
refugindose en un ghetto hasta que llegara la hora del agotamiento final. No olvidemos que
esta fue la frmula inicialmente aplicada a los judos, aunque la premura del tiempo obligara a
recurrir a asesinatos masivos. Cuando, en agosto de 1939, Hitler y Stalin firman una estrecha
alianza para repartirse Polonia se saludan como verdaderos hermanos. Claro que esto no
impeda un odio, tambin fraterno, en la lucha por el poder.
Tres grandes problemas se planteaban a la Iglesia en aquella coyuntura de los comienzos de la
dcada de los aos 20: uno, el ms importante, es el de la mencionada secularizacin radical
de la existencia. El otro vena del empeo de superar las miserias causadas por la guerra. El
tercero era el de ajustar las relaciones de la propia Iglesia, que estaba sufriendo amplias y en
ocasiones muy sangrientas persecuciones, a las nuevas estructuras de poder que se estaban
adoptando en el mundo, tanto por parte de la democracia liberal parlamentaria como del
totalitarismo. Tarea extraordinariamente difcil ya que era preciso descubrir ventajas e
inconvenientes antes de tomar cualquier decisin. En muchos sectores el catolicismo careca
de suficientes fuentes de informacin.
El Pontificado de Po XI puede dividirse en tres perodos separados por las fechas de 1922 y
1929. El primero corresponde a los tiempos anteriores a su eleccin y de modo especial a los
cuatro aos que nos llevan de 1918 a 1922 en que se vive bajo un esfuerzo de reajustes
consecuentes con la guerra. Es imprescindible exponerlo con detalle si queremos entender la
gran obra de este Pontificado. Las doctrinas socialistas dan origen por primera vez a regmenes
polticos que hacen del liberalismo una especie de nuevo Ancien Regime. Se consolida la
revolucin en el Imperio ruso al establecerse los soviets. Aqu, y en Mjico con el PRI, que
continuaba la barbarie del zapatismo, las persecuciones religiosas adquirieron tanta dureza
que superaron a todas las anteriores incluyendo a las del Imperio romano.
Luego entramos en un momento engaoso en que el mundo occidental pareca a punto de
superar todas las dificultades econmicas viviendo el sueo dorado de los felices aos
veinte. Hasta que lleg aquel martes 24 de octubre de 1929 en que la Bolsa de Wall Street
estall y una profunda y rpida depresin se extendi por todos los pases capitalistas,
afectando muy seriamente a sectores catlicos. Esto favoreci de modo especial a los
totalitarismos; en Espaa fue barrida la Monarqua, y en Alemania los votos permitieron a
Hitler y al Partido nacionalsocialista implantar el totalitarismo. Contaba, en un primer
momento con el apoyo del Zentrum y ofreca a Pacelli llegar a la firma de un concordato en
plazo prximo, garantizando a los catlicos un status favorable. Promesa sta que no tardaran
en invertir reclamando de los catlicos una sumisin completa al nuevo Estado que a s mismo
se calificaba de III Reich.
2. Achille Ratti era un hombre mayor en el momento de la muerte de Benedicto XV, ya que
haba nacido en Desio, cerca de Miln, el 31 de mayo de 1857. No proceda de una familia
noble, como fuera el caso de sus inmediatos antecesores, sino de ese sector de medianos
empresarios textiles que vivan con holgura. De modo que Francesco Ratti y Teresa Galli haban
formado una familia, numerosa por sus cinco hijos, y tranquila por sus circunstancias
econmicas, con inclinaciones religiosas muy firmes, como era normal en Lombarda en las
postrimeras del siglo XIX. Achille acudi, como los otros nios de su generacin, a una
modesta escuela privada que diriga un maestro de nombre Giuseppe Volontieri. Sin embargo
el cuidado espiritual fue encomendado a un to suyo, Damin, que era prroco en la aldea de
Asso y a quien a veces serva en calidad de aclito.
Fue entonces cuando descubri su vocacin, al principio sin grandes aspiraciones: quera ser
sacerdote, con la complacencia y apoyo de sus padres, de modo que en 1867 ingres en el
Seminario menor de Seveso, en donde permaneci hasta 1875 en que hubo de pasar al
Seminario mayor que se hallaba instalado en Miln. Concluy, con gran xito, sus estudios en
1878, pero no tena aun edad suficiente para recibir las rdenes, de modo que se traslad a
Roma a fin de continuar sus tareas de formacin que fueron, desde luego, muy importantes.
Para la familia todo esto significaba un gasto que estaba en condiciones de afrontar sin mucha
dificultad. Los estudios se le daban muy bien: superaba todos los exmenes con las mejores
notas. Sin embargo se haca valorar de manera especial por su conducta. Era aficionado a la
msica, como Benedicto XVI y al deporte de montaa como sera el caso de Juan Pablo II. Se
afili al Club Alpino Italiano y practic escaladas, a veces muy difciles: uno de los senderos que
hoy permiten ascender al Mont Blanc sigue llevando en nombre de va Ratti. Es una muy
peculiar forma de guardar su recuerdo.
El futuro Papa lleg a convertirse en uno de los intelectuales ms importantes de que poda
disponer la Iglesia en aquellas postrimeras del siglo XIX. Despus de su ordenacin sacerdotal,
en 1879, dedic tres aos a obtener doctorados en tres Universidades distintas, la de Santo
Toms de Aquino (Teologa), la Gregoriana, de los jesuitas (Derecho cannico) y la Sapienza
que perteneca a la administracin estatal (Filosofa). Con esta preparacin abandon Roma, al
parecer definitivamente, para instalarse en Miln. Primero trabaj en el Seminario diocesano y
en la Universidad lombarda, en donde enseaba Teologa y tambin lengua hebrea. Luego
pas a la Biblioteca Ambrosiana, de la que llegara a ser director en 1907. Desarroll aqu una
tarea que no era nicamente de cuidado y estudio de los fondos que, al hacerse cargos de
ellos, superaban la cifra de los 15.000 manuscritos. Era un momento en que, por las presiones
que se ejercan desde el laicismo, se otorgaba especial importancia al descubrimiento de
fuentes diversas referidas a los orgenes mismos del cristianismo.
A Ratti preocupaban de manera especial, en su calidad de investigador, las corrientes que en
los primeros siglos se generaran fuera del mbito de la cultura latina, ya que significaban una
novedad en el espacio de la ciencia. Gnsticos y coptos atrajeron especialmente su atencin.
Pudo comprar en Arabia un total de 1.610 manuscritos, lo que iba a permitir a los estudiosos
catlicos penetrar a fondo en el vasto mundo de los apcrifos, en los que podan hallarse
noticias importantes, junto a leyendas, desde luego, pero que servan para explicar algunas de
las mentalidades supervivientes. No debe olvidarse que la Biblioteca Ambrosiana es uno de los
patrimonios ms importantes de que ahora disponemos para el conocimiento de esos siglos
oscuros que jalonan la primera etapa del Cristianismo.
Para comprender la gran importancia que el Pontificado de Po XI va a revestir en la vida de
Europa, en unos tiempos que hemos de calificar como extraordinariamente duros, es
imprescindible tener en cuenta otros datos. Los treinta aos de estancia en Miln se llenaban
tambin con una muy completa actividad sacerdotal, como cannigo y como capelln de las
Damas del Cenculo y de una asociacin de maestras que l mismo cre. Largas horas en el
confesionario le ayudaron a penetrar a fondo en los problemas que aquejaban a los fieles
laicos, tanto italianos como extranjeros, ya que l administraba el sacramento en tres lenguas
distintas. Siguiendo la pauta que marcara San Po X, cuyo nombre acabara tomando en signo
de fidelidad a su memoria, estaba convencido de que el futuro de la Iglesia dependa, en gran
medida, del impulso que pudiera darse a la Accin Catlica.
La Iglesia comenzaba su andadura hacia esa nueva dimensin que establecern los
movimientos laicales, definidos luego por el Concilio Vaticano II dentro de la llamada universal
a la santidad. No resulta extrao, pues, que el primero de tales movimientos naciera
precisamente en 1928, durante su Pontificado y en un rincn de Madrid, sin que su fundador
se apercibiera de la importancia que iba a revestir; ste, San Josemara Escriv de Balaguer,
siguiendo la sugerencia de un eclesistico, utiliz un trmino Opus Dei que, ms de mil aos
atrs, ya tomara San Benito de Nursia. En la Asociacin de Maestras catlicas, en la
Congregacin de Hijas de Mara y en las Damas del Cenculo, se estaba poniendo tambin en
marcha el valor de la feminidad. Las primeras decisiones importantes en torno a las
apariciones de Ftima corresponden tambin a este Pontificado.
3. En 1912, cuando los rumores de guerra se extendan desde los Balcanes al resto de Europa,
San Po X tom la decisin de encomendar a Ratti la prefectura de la Biblioteca Vaticana
sucediendo a uno de los ms importantes historiadores eclesisticos, Franz Ehrle. Esta
prefectura no era concebida nicamente como un cargo administrativo de relieve sino como el
asesoramiento de la Santa Sede en todas aquellas cuestiones que obligan a hacer un repaso de
sus antecedentes histricos. Este era el caso de Polonia, en otro tiempo reino unido, bastin
para el catolicismo en la frontera oriental, y ahora dividida entre Austria, Alemania y Rusia, la
ltima de las cuales ejecutaba una honda poltica de cambio, reduciendo obispados y
disminuyendo el papel del catolicismo, vinculado a su conciencia nacional. Cannigo de San
Pedro y protonotario apostlico, Achille Ratti qued desde entonces incorporado a la Corte
pontificia iniciando, de este modo, una carrera de servicio.
Vino la guerra. En la primavera de 1918 era ya evidente que los Imperios centrales la
perderan; el Imperio de los zares se haba desplomado a consecuencia de la gran revolucin
comunista. El 19 de mayo de dicho ao Benedicto XV tom una decisin de largo alcance:
encomendar a Ratti el oficio de visitador apostlico en Varsovia, a fin de que pudiera seguir de
cerca los acontecimientos que se avecinaban, de restauracin del antiguo reino. Cuando, en
noviembre del mencionado ao se proclama la Repblica independiente de Polonia, que
cuenta con la presencia de un enrgico militar, Pilsusdki, procedente de las filas de un
socialismo bastante radical, se cursan a Ratti instrucciones muy precisas: deban ser
restablecidas todas las dicesis que en un tiempo existieran. El 19 de julio de 1919,
normalizadas las relaciones con el nuevo Estado, se restaura una nunciatura en Varsovia, que
va a permanecer veinte aos sin dificultades. Achille Ratti pasar a ser nuncio y no simple
visitador.
Pocos meses ms tarde, en una minscula ciudad, Wadowice, naca un nio al que llamaron
Karol Wojtila. Resucitaba Polonia en medio de tremendas dificultades. Los soviets
pretendieron someterla de nuevo mediante una dursima operacin militar que, tras la derrota
de Kiev, alcanza las inmediaciones de Varsovia en el verano de 1920. Todas las
representaciones diplomticas abandonaron la capital temiendo las represalias, mientras
Pilsudski se preparaba para una batalla que al final ganara. El futuro Papa anunci que l
permanecera en la nunciatura porque era imprescindible, en aquella hora suprema, prestar
apoyo moral a todos los catlicos polacos. Preparaba, entretanto, el texto de un concordato
que l mismo llegara a firmar al convertirse en Papa. Su papel fue, en consecuencia,
importante, en el renacimiento de la conciencia histrica polaca, que tanta importancia
tendra en la obra posterior de Karol Wojtila.
Firmados los acuerdos de Versalles los aliados creyeron que la guerra era una cuestin que
poda sepultarse en el olvido. Sin embargo, en la mayor parte de Europa la inquietud y el
desasosiego persistan. Los nacionalismos renacan o se iban extendiendo con marcadas
tendencias al odio. Vacante ahora la dicesis de Miln, por fallecimiento del cardenal Ferrari,
Benedicto XV decidi promover, al tratarse de la persona ms indicada, al actual nuncio en
Varsovia. De modo que el 13 de junio de 1921 Achille Ratti, que ya figuraba como obispo in
partibus con ttulo de Lepanto, se convirti en arzobispo y cardenal. Result imprescindible
que permaneciera varias semanas en Roma, porque era preciso resolver antes los asuntos
pendientes. Y, despus, durante un mes, se encerr en Montecasino con los benedictinos a fin
de hacer una preparacin espiritual ms intensa; trataba de asumir, all mismo, una de las ms
fuertes races de Europa.
Tambin estuvo en Lourdes, presidiendo la peregrinacin nacional antes de hacer su entrada
en la sede el 8 de septiembre de 1921. Slo cinco meses, hasta febrero de 1922, pudo llevar las
riendas de esta dicesis que despertaba en l, como en la mayor parte de los historiadores
catlicos, la memoria insigne de San Carlos Borromeo; en el fondo l mismo se consideraba un
borromino, habiendo estudiado con detenimiento la vida y la obra del ms famoso de los
obispos del siglo XVII, cuando Lombarda se hallaba dentro de la Corona espaola. De ah el
nico acto importante que se asocia con su gobierno: la fundacin de una Universidad que
abrira sus puertas el 8 de diciembre de 1921, cuando la Iglesia celebra la festividad de la
Inmaculada Concepcin.
4. Muchas fueron las razones que impulsaron la eleccin de Ratti a tan corto plazo de su
ingreso en el Colegio de cardenales. Destaquemos algunas de ellas. En primer trmino la
capacidad de trabajo que alcanzaba dimensiones poco frecuentes entre sus coetneos del
mismo nivel. Era una forma de actuar que transmita a todos sus colaboradores, que le seguan
con verdadero entusiasmo. Al mismo tiempo demostraba una profunda y sincera fe,
recomendando siempre la oracin como un medio para superar cualquier dificultad. Cuando
ya contaba 80 aos segua practicando las mismas normas de piedad que se fijara a s mismo
en los comienzos del sacerdocio. Por ltimo es preciso insistir en su firme voluntad, asistida
por una vida austera.
No fueron necesarios ms de cuatro das para que el conclave otorgara los votos necesarios
para la eleccin de Achille Ratti que, de inmediato, anunci que tomaba el nombre de Po XI,
en honor de su protector, el santo, y que impartira su primera bendicin desde un balcn de
la plaza, dirigindolo a todo el mundo, urbi et orbi, lo que significaba una apertura hacia Italia
con voluntad de llegar a alguna clase de acuerdo con esta Monarqua poniendo as fin a las
disyunciones de 1870. Desde entonces este gesto en el balcn de San Pedro se convertira en
norma usual. El cardenal Pedro Gasparri se hizo cargo de la Secretara de Estado hasta el ao
1930, compartiendo con el Papa la idea de que era conveniente llegar a la firma de
concordatos, no slo con pases catlicos o de mayora catlica, sino con todos los dems. La
Iglesia necesitaba leyes fundamentales de esta naturaleza para poder moverse en todos los
pases, ya que la comunidad catlica iba creciendo como una consecuencia tambin del
abandono de la confesionalidad por parte de los Estados.
Despus de 1930 se produjo el relevo de Gasparri, y Eugenio Pacelli, que tan importantes
gestiones realizara en Alemania, asumira una plena responsabilidad que habra de continuar
luego desde la silla de Pedro. Es importante puntualizar: un concordato no significa el
reconocimiento de plena legitimidad al Rgimen establecido en aquel Estado, sino una
garanta de los derechos que la Iglesia debe ejercer en connivencia con el principio de libertad
religiosa que el mundo occidental presentaba como una de sus bases fundamentales. La
destruccin del Imperio austrohngaro obligaba a tomar desde nuevas bases las relaciones con
los pases del Este. En total, Po XI conseguira la firma de 23 tratados no todos merecen el
nombre de concordatos lo que significaba una reafirmacin. Los ms importantes fueron con
Francia (1926), liquidando el laicismo; con Italia (1929), resolviendo la cuestin romana; y con
Alemania (1833), dando unidad en todo el Reich a la comunidad catlica.
No todos los acuerdos se cumplieron de la misma forma: las autoridades temporales trataban
de servirse de ellos ms que de servirlos, obteniendo ventajas. Las negociaciones con Italia
databan de algunos aos atrs. Para la Iglesia era indispensable que el Papa pudiera disponer
de un suelo propio, con independencia completa, y no bastaba para ello la ley de garantas
que, por su propia naturaleza era revisable. Un Estado vaticano tena que ser reconocido,
siendo negociable la extensin que a l deba darse. En 1926 comenzaron las negociaciones
con Benito Mussolini que ejerca ahora un poder completo sin tener en cuenta a los otros
partidos polticos. De ellas se encarg, en nombre del Papa, Francisco Pacelli, hermano de
Eugenio, abogado de gran fama.
Las negociaciones condujeron a la firma de los Pactos Lateranenses, el 11 de febrero de 1929.
En realidad se trata de tres documentos. El primero es un convenio entre el Estado italiano y el
Estado de la ciudad del Vaticano bajo la soberana del Romano Pontfice. Se trataba de un
territorio muy reducido, que inclua Letrn y Castelgandolfo, pero con la doble ventaja de ser
absolutamente independiente y carecer de los problemas polticos atribuidos al gobierno de
una amplia comunidad. A partir de este momento el Papa podra disponer de embajadores,
conservando los viejos ttulos de nuncios, y tambin recibirlos. Sera posible disponer de
medios de comunicacin, incluyendo un ferrocarril para unos cuantos metros. El segundo era
un concordato que permita a la Iglesia mantener enseanza catlica y ver reconocidos efectos
civiles para los matrimonios sacramentales. El tercero era una indemnizacin, reducida en la
prctica, por la prdida de aquel antiguo Patrimonio de San Pedro, pero que significaba punto
de partida para el comienzo de una Hacienda Pblica de amplias posibilidades para el futuro.
Indudablemente Mussolini crea haber alcanzado un xito que justificaba su rgimen poltico,
si bien en la misma lnea agnstica, y utilitaria, que poda atribuir a la desecacin de las lagunas
pontinas que permitan el saneamiento de Roma. Pero era la Iglesia la que obtena las
principales ventajas. Ella nada tena que ver con el fascismo: era una cuestin que ataa
nicamente a los italianos; suya era la responsabilidad de proporcionarse un determinado
rgimen poltico. Cuando ste sucumbi el concordato continu vigente, hasta 1984. Y en
cuanto a la soberana del Estado Vaticano ya no sera puesta en cuestin. Para el Papa se
trataba de una plataforma para las relaciones con el exterior a las que se iba a dar cada vez
ms importancia. Incluso pases agnsticos o declaradamente anticonfesionales trataran en
adelante al Pontfice con respeto. Po XI agradeci directamente a Mussolini la firma de los
Tratados de Letrn: demostraban una clarividencia que haba permitido resolver un problema
de siglos. La Iglesia descubra que esa extensin mnima de su Estado era mucho ms ventajosa
que la que arrastrara durante siglos.
fueron convocadas. Garantiz la paz y prepar, armndose, la ms cruel de las guerras que
Europa ha conocido.
Algunos obispos, como el de Miln, que sucediera a Ratti, comenzaron a formular preguntas
relacionadas con el totalitarismo que en Europa comenzaba a abrirse camino. La respuesta de
Po XI fue clara, tanto en este terreno como en el del racismo. Si por totalitarismo se entiende
que el Estado se halla completamente al servicio de los ciudadanos, no habra nada que
oponer. Pero si se invierte el trmino y son los ciudadanos los que se colocan absolutamente al
servicio del Estado, se entra en una lnea condenable desde la doctrina de la Iglesia. Esto
ltimo era lo que en la Unin Sovitica, en Alemania e Italia, se estaba abriendo camino en
estas dcadas de la primera mitad del siglo XX. Lo que, en opinin del Papa, se estaba
produciendo, era una batalla moral, hacia la que se arrastraba a los jvenes. La poltica
quedaba en segundo trmino.
En la URSS la Iglesia catlica estaba prohibida y la ortodoxa sometida a una tutela de grandes
proporciones que tena como meta la disolucin de cualquier idea religiosa, partiendo de un
axioma segn el cual es cientficamente demostrable la no existencia de Dios. Italia actuaba
con mayores cautelas: a fin de cuentas el Duce, aunque agnstico, necesitaba contar con el
apoyo de sectores catlicos. Inmediatamente despus de la firma de los Pactos Lateranenses,
se haba iniciado un programa de supresin de todas las asociaciones juveniles que no
estuviesen integradas en los fascios: Cadetes y balillas deban ser el modo exclusivo de
organizar a la juventud. En consecuencia se lanz un duro ataque contra la Accin Catlica a la
que se presentaba como desobediente o enemiga del Estado. Po XI public su primer
documento contra el fascismo el 25 de abril de 1931: Dobbiamo intrattenerla, defendiendo a
la Accin Catlica. En junio de este mismo ao, con Non abbiamo bisogno, el Pontfice se
mostraba ms explcito: era profundamente inmoral que el Estado intentara apoderarse de
todas las generaciones jvenes.
Mussolini sigui adelante, al principio con cierta moderacin. Pero al producirse el
acercamiento de su rgimen al alemn y el cambio de poltica separndose de los aliados para
consolidar un Eje Roma-Berln, sus presiones se hicieron ms fuertes. La guerra civil espaola,
en la que los italianos intervinieron de manera directa, proporcion al Duce un incremento de
prestigio. Po XI prepar un documento, que la muerte le impidi publicar en la forma solemne
que proyectaba, Nella luce, que ha llegado a nosotros en copias posteriores, en el cual se
condenaba al fascismo como contrario a la doctrina cristiana. En los medios vaticanos se
insista en que se estaba volviendo al paganismo, anterior a la simiente cristiana.
Desde el verano de 1933 Hitler estaba poniendo en marcha su programa racista, dirigido en
primer trmino contra los judos, aunque no de una manera exclusiva: otros muchos seres
humanos estaban en el punto de mira. Po XI hizo en cierta ocasin un comentario, en el fondo
todos somos judos, que marcaba un cambio en la conciencia catlica respecto al judasmo,
inicindose de este modo una trayectoria que conducira a posiciones radicalmente nuevas y
ms acordes con lo que fuera, en sus orgenes, el cristianismo.
6. La documentacin ahora puesta a la luz del da permite rectificar muchas falsedades que se
han vertido en torno a Po XI y su Secretario de Estado, Eugenio Pacelli. Desde el verano de
1933, al tiempo que se publicaba el concordato que no iba a observarse por parte del nuevo
Estado alemn, ste iniciaba su poltica racista lograr un arrianismo puro mediante una
fecundacin bien controlada y radicalmente antisemita tratando de llevar a la conciencia de
los alemanes una especie de axioma: los judos son nuestra desgracia. Edith Stein, ahora
desvelaba lo que tras estas disposiciones se estaba ocultando. La Santa Sede present en
Berln un total de 55 notas, sin encontrar respuesta: la religin catlica y sus principios ticos
constituan un gran estorbo en el camino del III Reich; por consiguiente tambin deba ser
eliminada.
Pacelli, instalado ahora en la Secretara de Estado, tom contacto con los arzobispos alemanes,
especialmente con Michael von Faulhaber, de Mnich, que prepar el borrador para una de las
dos encclicas que el Papa se propona publicar condenando los dos totalitarismos entonces en
auge. Reunidos en Fulda, en agosto de 1936, los obispos alemanes haban solicitado de Po XI
que aclarase las ideas fijando de este modo la conducta de los catlicos. El 14 de marzo de
1937 el Pontfice firm este documento escrito excepcionalmente en alemn, Mit brennder
Sorge (Con ardiente angustia), que hubo de ser introducida subrepticiamente para que las
autoridades nazis no pudieran impedir que se leyera en todas las iglesias el siguiente domingo,
de Ramos, que era 21 de marzo. En Francia se public una traduccin, no demasiado correcta.
En Espaa, entonces en guerra civil, la prensa de ambos bandos se abstuvo de publicarla, pero
el arzobispo de Toledo, Gom, utiliz el texto francs para difundirla en todos los medios de
comunicacin de que dispona la Iglesia, y Franco fren los intentos de Serrano Suer para
impedirlo.
La Encclica aluda a la implantacin de un neopaganismo porque la raza, el Partido y el Estado
eran divinizados con culto idoltrico. Con claridad se adverta que, ya desde el principio, el
movimiento alemn se haba propuesto la aniquilacin de los valores religiosos, de tal modo
que la nueva Europa que los nazis invocaban, destruira hasta las races del cristianismo. No era
slo la falta de libertad religiosa; se denunciaban las muy graves desviaciones morales visibles
sobre todo en el control de la educacin que se propona cambiar la mentalidad de los
jvenes. Suceda esto precisamente en los aos en que el nacionalsocialismo iba despertando,
incluso fuera de Alemania, entusiasmos y masificaciones. La gran explanada Nrenberg
recoga, a travs del film de Leni Riefelthal, el descenso del Fhrer sobre la muchedumbre
uniformada y alineada, viajando en avin ciertamente.
Naturalmente la Encclica fue acogida por los nacionalsocialistas como un signo de ruptura.
Muchos catlicos fueron encarcelados; otros simplemente despojados de sus oficios. En 1938
haba 304 sacerdotes en el campo de Dachau donde, segn el eufemismo, se proceda a su
rehabilitacin. Poco antes del comienzo de la guerra se prohibi la enseanza catlica y el
gobierno inspir una obra de un supuesto historiador que demostraba que Jess no era judo,
sino ario, procedente de aquellas poblaciones instaladas en Israel tras el desarraigo de las diez
tribus del norte. Cuando Hitler visit Roma (mayo de 1938) el Papa se encerr en
Castelgandolfo y la Iglesia evit toda clase de contactos. Para Po XI nada ms triste que ver,
precisamente el da de la festividad de la Santa Cruz, ondear en el cielo de Roma la otra cruz
pagana, esvstica.
7. La otra encclica, publicada en latn (Divini Redemptoris, 19 de marzo de 1937) atenda a
otros tres escenarios de persecucin religiosa, Rusia, en donde el estalinismo se afirmaba,
La victoria de Jurez, que operaba dentro del indigenismo, estableci ya en 1859 una
separacin radical entre la Repblica y la Iglesia catlica. Se agitaban rescoldos muy pronto de
la intervencin francesa en favor de un emperador extranjero, Maximiliano. Esta primera
ruptura interior, salpicada de represalias, fue atenuada durante la larga dictadura de Porfirio
Daz (1876-1910) que no restableci, sin embargo, el gran papel que desempeara el
patrimonio catlico heredado. Una serie de revoluciones, con hroes amargos como Emiliano
Zapata o Pancho Villa, vino a alterar profundamente el pas en los aos que sucedieron a la
dictadura porfiriana. La consolidacin de un partido revolucionario institucional, el PRI, que
reduca las elecciones a una simple frmula, endureci todava ms el odio a la religin,
aunque procurando una estabilizacin del orden pblico que favoreca a la burguesa.
Desde 1924 el presidente Plutarco Elas Calles, a quien, en 1935 prcticamente sustituira
Lzaro Crdenas, consolid el laicismo ms radical. Calles, que haba sucedido en 1924 a
Obregn, se propona ejecutar una reforma que cambiase las estructuras de Mjico
procediendo a una redistribucin de la tierra y a una reeducacin de los ciudadanos. Entenda
que el principal obstculo se hallaba en la Iglesia catlica y trat de destruirla. Durante dos
aos estuvo prohibido cualquier acto de culto, incluyendo las misas y tambin el uso de ropas
que denotasen la condicin religiosa. Hubo, por parte del pueblo, una resistencia, al principio
pacfica. Po XI, en su encclica Paterna sane sollicitudo (2 de febrero de 1926) dej bien claro
que las leyes dictadas por ese gobierno carecan de legitimidad y atentaban contra los ms
elementales derechos humanos. Pero no estimulaba ninguna clase de resistencia esperando
que el desarrollo de la Accin Catlica y las negociaciones que iba a proponer, alcanzaran una
enmienda de tal error.
En marzo de 1926 lleg a Mjico un legado apostlico, monseor Caruana, con poderes para
alcanzar alguna clase de acuerdo. Pero como sucedera en Espaa pocos aos ms tarde, Calles
rechaz la mano que se le tenda, expuls a Caruana y reform el Cdigo penal convirtiendo en
delito las prcticas religiosas por los sacerdotes. Los obispos hicieron un llamamiento a la
resistencia suspendiendo el culto en toda la Republica y el Papa se vio obligado a publicar una
nueva encclica, Iniquis afflictissimi, que era un llamamiento a la calma y, en cierto modo, un
reproche a los obispos. Masas de campesinos, que vean en la virgen de Guadalupe el signo de
su existencia, tomaron las armas: en 1927 comenz la llamada guerra de los cristeros
porque invocaban el nombre de Cristo Rey. Esta guerra, muy dura como todas las civiles, dur
hasta 1929. El gobierno ejecut dursimas medidas de represin pero hubo de reconocer que
era imposible alcanzar la meta fijada por Calles, que ya no era presidente por agostarse los
plazos, pero segua dominando el gobierno.
Po XI reaccion de una forma muy diferente a la que esperaban muchos catlicos mejicanos,
pero acorde con la raz profunda de la fe cristiana: no es posible responder a la violencia con la
violencia, porque el odio es antinomia de la fe. Envi un nuevo delegado, monseor Ruiz
Flores, para negociar. Calles, que segua como ministro dentro del gobierno y se senta
apoyado por el Partido revolucionario, acept la negociacin que condujo a unos Arreglos (22
de junio de 1929) que parecan garantizar un mnimo en las condiciones de vida de la Iglesia:
se devolvan a sta los lugares de culto y se declaraban en suspenso las leyes antirreligiosas.
Como en el caso de Alemania o de Espaa, el incumplimiento de tales acuerdos era una
decisin tomada de antemano por el gobierno. Este se mostrara tan partidario de la Republica
espaola que tras la derrota de sta en la guerra civil continuara reconocindola como nica
legtima hasta 1975.
Calles no haba modificado su mentalidad. Mientras se reanudaba el culto en las iglesias,
siempre bajo presin y vigilancia estrechas, l haca un nuevo llamamiento a la revolucin,
conocido como Grito de Guadalajara de 1934. Modificando la Constitucin estableca un nico
modelo para la educacin de los mejicanos, socialista y antirreligiosa, prohibiendo cualquier
otro tipo de enseanza. El modelo de la Unin Sovitica poda transmitirse de este modo al
Nuevo Mundo. A los nios se les formara en la ciudadana y en la libertad sexual. Aquel ao se
produjo un nuevo alzamiento popular, ms violento que el primero, buscando sus vctimas
especialmente en los altos funcionarios. Aunque los obispos, esta vez decretaron la
excomunin contra todos los violentos, la paz no lleg. Fue entonces cuando Lzaro Crdenas
rompi con Callas e intent una nueva institucionalizacin del Partido al que dio la forma PRI
(Partido Revolucionario Institucional), que durara mucho tiempo. No disminua el
totalitarismo ya que el Estado quedaba enteramente sometido al Partido, pero se trataba de
lograr una pacificacin de los espritus.
Desde principios de 1936 Crdenas comenz a aflojar las ligaduras con que se someta a la
Iglesia. La denuncia de la Divini Redemptoris, que apuntaba a las doctrinas y no a las acciones
gubernamentales, fue seguida por una nueva carta del Pontfice, Firmissimam constantiam (28
marzo 1937), que coincida con las primeras declaraciones de apoyo a los catlicos de Espaa,
donde los obispos procedan a publicar una carta conjunta condenando al Frente Popular
como perseguidor inicuo de los catlicos. En aquel precioso documento, Po XI elogiaba la
capacidad de resistencia de los catlicos mejicanos, que agrupados en torno a la Virgen
guadalupana, haban conseguido superar la peor persecucin, condenaba la violencia, incluso
la de aquellos que la usaban en nombre de Cristo, e invitaba a los catlicos a agruparse en la
Accin Catlica, porque el mal slo puede ser vencido por una sobreabundancia de bien. Al
final del Pontificado de Ratti el problema mejicano presentaba aristas menos graves. La
segunda guerra mundial obligarla a Mjico a reagruparse al lado de Estados Unidos y a
renunciar a muchas de sus extremosidades.
8. En 1924 el laicismo, en Francia, crey hallarse en condiciones de resucitar las viejas
consignas del laicismo. Inspirndose en algunas de las propuestas soviticas a travs de la III
Internacional, Eduardo Herriot haba conseguido organizar una coalicin de izquierdas,
dominada y dirigida desde el socialismo ganando as las elecciones. En su programa el
desarraigo de la religin figuraba como uno de los vectores principales. La victoria no era
suficiente para imponer un sistema de partido nico y Herriot no tuvo ms remedio que
mantener las relaciones con la Santa Sede, buscando adems la va de la negociacin. En enero
de ese mismo ao Po XI haba dado un paso importante al aceptar la frmula de que
asociaciones diocesanas fuesen titulares de la propiedad de todos los edificios dedicados al
culto (Maximam gravissimamque, 18 enero 1924).
Las asociaciones estaban presididas por los obispos que a su vez podan designar sus
componentes, de modo que se retornaba en cierto modo a una situacin anterior. Hasta 1926
no dispuso el Gobierno francs la restitucin de aquellos bienes que no haban sido vendidos,
lo que significaba en el fondo una carga para la Iglesia, pero con este cambio de actitud la
dirigentes redactaron una carta de sumisin al Papa, que otorg su perdn, pero manteniendo
dentro del ndice los nmeros de la revista publicados hasta a aquel momento. Maurras,
condenado despus por colaboracionismo, acabara convirtindose y muri en 1952 en el seno
de la Iglesia.
9. Hasta aqu nos hemos ocupado de los problemas que Po XI hubo de afrontar en sus
relaciones con el mundo exterior, pero lo que otorga a este Pontificado tanta importancia es
otro aspecto, de formulacin de la doctrina. Ratti posea una extraordinaria preparacin
intelectual cuando lleg al solio de San Pedro; se hallaba en condiciones muy singulares para
hacer frente al principal de los problemas contemporneos, una sociedad que se aparta de
Dios, rechaza violentamente los principios cristianos y los sustituye por un materialismo a
ultranza que da vida a un nacionalismo totalitario. Muchos catlicos podan verse atrados por
las nuevas ideas. Por eso Po XI, que public hasta treinta encclicas, intent, desde sus
mensajes, una reeducacin de la comunidad cristiana.
Las dos primeras encclicas, Ubi arcano (1922) y Quas primas (1925), trataban ante todo de la
paz. La experiencia deca que en 1918 no se haba alcanzado. La paz es una cuestin interna
que afecta sobre todo al espritu humano. La consiguen los pacficos y no los pacifistas y a
aquellos es a los que Cristo se haba dirigido llamndolos bienaventurados. En el mundo no
haba paz, ni esperanza de ella porque se ha destruido el orden de Cristo y no podr ser
alcanzada mientras no sea restablecido. Llegaba a la conclusin de que el deber de la
obediencia a Cristo no se limitaba a las personas particulares; alcanzaba tambin a los Estados
y sus gobernantes. El cristianismo era de este modo definido como esencial en la conservacin
de la sociedad, cuyo elemento sustantivo no est en el individual concreto sino en la familia ya
que hombre y mujer han sido creados para que, juntos, sean los transmisores de la vida.
La familia no transmite nicamente la existencia material, sino toda la vida del espritu,
mediante ese proceso que llamamos educacin y que no se limita a una simple instruccin
como parecen defender los partidarios del positivismo. Esto es lo que explic en su encclica
Divini illius Magistri de 1929. Se trataba de la versin latina de un texto preparado en italiano
porque se dirige ante todo a los gobernantes de este pas. Po XI reprochaba, primero a los
fascistas, y despus a otros gobernantes, el propsito de someter todo el proceso educativo a
la direccin y tutela del Estado, un propsito que no desaparecera con la guerra y la primera
quiebra de los totalitarismos. Sigue presentndose de la misma manera en nuestros das. Las
palabras de Po XI son perfectamente aplicables en la actualidad. La Iglesia sostiene como
doctrina inerrable que Dios ha dado a la familia el derecho de procrear y consecuentemente
educar a los hijos, ya que la generacin humana no aparece limitada a sus trminos biolgicos.
Afirmaba tambin que al Estado corresponde un gran papel en este terreno pues nadie puede,
tanto como l, procurar los medios adecuados para la tarea familiar. El Papa combata la
escuela neutra o laica ya que vea en estos calificativos una especie de engao. La
educacin pblica no debe alcanzar tambin a la sexualidad: esta es un cometido
exclusivamente familiar.
Una de las afirmaciones principales, y tambin la ms activa an para nuestra generacin, era
la que se refera a la reordenacin de la sociedad. Era evidente que el siglo XIX y las primeras
dcadas del XX haban conducido a un desorden tal que se necesitaba edificar una nueva
sociedad. La Iglesia, que no tiene ningn programa poltico, s posee en cambio un elemento
esencial, tico, para el levantamiento de esa nueva sociedad que necesita edificarse sobre su
clula fundamental que es la familia. Si el Estado no la tiene en cuenta y, en sentido inverso, si
ella no se muestra dispuesta a colaborar con las tareas del Estado, esa reconstruccin se
tornara imposible. Exactamente lo contrario de lo que el leninismo vena procurando: una
ruina conjunta de ambas instituciones pareca conveniente para asegurar el predominio
total del Partido. Una respuesta al arzobispo de Miln en este sentido es importante: si por
totalitarismo se entendiera que el Estado se encuentra totalmente al servicio de la persona,
esto podra ser aceptable. Lo contrario no.
Un ao ms tarde apareca la encclica Casti connubii dedicada igualmente a la familia pero no
en cuanto que es clula bsica de la sociedad sino como resultado del designio de Dios. Todo
aquello que atenta a la unin conyugal y sus consecuencias no es solamente un pecado, sino
una alteracin del orden de la naturaleza. Po XI denunciaba prcticas que los sistemas
democrticos impuestos tras la segunda guerra mundial, han legalizado: aborto, eugenesia,
divorcio, homosexualidad o simples uniones de hecho. Contra unas corrientes que en las
dcadas siguientes se iran afirmando, el Papa reconoce que el matrimonio es confluencia de
dos voluntades, la de Dios, que ha determinado que la vida sea producto de la unin del
hombre y mujer sin limitarla a los aspectos materiales o instintivos, como sucede con los
animales y la de los propios seres humanos que toman la decisin de unirse para formar una
sola carne. Contra las corrientes malthusianas, que se iban afirmando, el Papa recordaba que,
desde el punto de vista de la moral cristiana, cualquier prctica enderezada a impedir que el
acto sexual se dirija a una procreacin, debe considerarse como un pecado. Esto no significaba
que el matrimonio no tuviera otro tipo de funciones, ya que es el espacio en donde se
construye amor, de esposos, de hijos, de parientes. Y el amor es reflejo del designio de Dios
sobre la Naturaleza creada.
nfasis en defender la subsidiariedad del Estado; si ste, o el Partido que le absorba, asuma la
propiedad de los medios de produccin, destrua tanto la libertad como la dignidad de la
naturaleza humana. Las asociaciones, que los trabajadores tenan derecho y casi deber de
constituir, no podan confundirse con organizaciones polticas, instrumentos al servicio de los
partidos sino formar verdaderas corporaciones de acuerdo con cada profesin. De este modo
podra llegarse a un dilogo y entendimiento entre capital y trabajo que persiguen en definitiva
el mismo fin que es la prosperidad y desarrollo de la empresa.
Esta doctrina, que no cerraba el paso a la organizacin de sindicatos en sus diversas formas,
fue invocada en Austria, Portugal y Espaa, en el sentido corporativista: en otras palabras, que
una sola organizacin poda acoger en su seno distintas corporaciones de acuerdo con sus
oficios. Ese modelo, adoptado por Dollfus, Oliveira Salazar y Franco fue duramente combatido
desde las filas de un marxismo ms o menos radical Dollfus sera destruido por Hitler porque
se apoyaba en el reconocimiento de la validez de la doctrina cristiana: el trabajo debe estar al
servicio del hombre, no a la inversa. Tambin el capitalismo se opona a la doctrina de Po XI,
ya que ste sostena que el valor de una empresa no se mide por las cifras que alcanzan sus
beneficios monetarios sino por el trabajo y medios de vida que proporciona a sus empleados y
por el servicio que presta a la sociedad. En la Divini Redemptoris a que nos hemos referido, el
Papa aclaraba que la Iglesia no presentaba ningn modelo de sindicato; solamente reclamaba
la atencin tica hacia la dignidad de la persona humana.
En su encclica Caritate Christi (1932) el Pontfice hubo de enfrentarse de lleno al problema
suscitado por la crisis del ao 29, la cual haba tenido como consecuencia inesperada grandes
ataques contra la religin. Estos se apoyaban en la firmeza con que la Iglesia defiende los tres
derechos naturales de vida, libertad y propiedad; acusaban a esta ltima de ser proclive al
capitalismo y contraria al principio de la lucha de clases. Para los socialistas, tanto en el
marxismo como en el nacionalismo, la gran depresin era una consecuencia del predominio de
la propiedad privada. Pero la Iglesia no tiene un modelo concreto de sociedad. Esta es el
resultado de las iniciativas humanas.
Ahora bien, una sociedad que no respeta y defiende los principios morales, que son el
esquema esencial para un recto comportamiento de la naturaleza, se condena a s misma. Aqu
es en donde Po XI vea la aportacin esencial de la comunidad cristiana, la cual necesita de un
sacerdocio correctamente formado. De este tema se ocup en otras dos encclicas, Deus
scientiarum Dominus (1931) y su antecedente, Studiorum ducem (1923). Era imprescindible
dar a los sacerdotes una correcta y slida formacin teolgica. Como ya indicara Po VII el
mejor camino vena marcado por un retorno a las bases que constituyeran el tomismo, es decir
capacidad racional no limitada a la ciencia experimental, y libre albedro que evita confundir
libertad con independencia. El hombre es, por naturaleza libre, lo que significa que debe tomar
decisiones; pero ay de l si opta por el error. Para Po XI los sacerdotes no deban convertirse
en lderes sociales sino en modelos para la vida de piedad y en instrumentos eficaces para
asegurar la comunicacin con la trascendencia. Para ello disponen de los sacramentos.
11. El Pontificado de Po XI se encuentra asociado a una profunda revolucin en la estructura
interna de la Iglesia, que conduce a un reconocimiento del papel de los laicos. Directamente el
nuevo Papa haba tomado en sus manos a la Accin Catlica, alejndola de los movimientos y
encclicas, Ecclesiam Dei (1923) y Rerum orientalium (1928) abordaron esta cuestin. Desde
1935 el patriarca de Siria ingres en el colegio de Cardenales y, desde entonces tal presencia
se ha mantenido. Durante ms de setenta aos y mediante encuentros entre monjes de ambas
Iglesias, promovidos por Lamberto Beauduin, se ha avanzado de un modo extraordinario en
este camino, hasta llegar a las concelebraciones. La cuestin del filioque ya no significa el
menor problema; son modos de expresar una misma verdad, la unin divina en la Trinidad.
12. Un breve repaso a cunto hemos expuesto nos lleva a comprender la singular importancia
que reviste este Pontificado. En medio del materialismo, que conduca al mundo a la ms
terrible de todas las guerras hasta entonces padecidas, Po XI ensayaba un recurso a la
coherencia, desde el mensaje cristiano. La lucha de clases y los nacionalismos enfrentados en
medio de luchas polticas, no pueden conducir a otro resultado salvo el odio. Odio es lo
contrario a la Voluntad de Dios que es Amor y ordena a los hombres practicar el espritu de la
caridad. No se trata de abandonar las ideas sino de que stas discurran por los cauces de un
entendimiento. Lanz entonces la idea de convocar un Concilio continuador del Vaticano I.
Siguiendo este orden de ideas, Po XI instaur la fiesta de Cristo Rey. No se trata de introducir
una nueva opcin poltica sino de recordar que toda autoridad viene de Dios: no tendras ese
poder si no te lo hubieran dado, es lo que record Cristo a Poncio Pilato, al tiempo que le
recordaba que su reino no es de este mundo. Rey de las almas, la realeza de Jesucristo se
ejerce en actitud de servicio y no de poder; todos sus discpulos, todos los hombres que son
sus criaturas, deben seguir la misma norma. Slo as el ejercicio de la autoridad podr
considerarse como un bien, retornando a uno de los principios axiales del cristianismo: la
potestad no pasa de ser un mal menor necesario mientras que la obediencia, desde el amor es
la que permite edificar una sociedad justa. Paz, concordia y libertad son algunas de las
consecuencias esenciales de ese amor, que es algo ms que la simple fraternidad que
reclamaran los revolucionarios franceses.
Por esta razn consideraba que el laicismo es esencialmente malo: reduce al ser humano a una
sola de sus dimensiones, privndole de su patrimonio espiritual que es lo que importa. El
nombre escogido por los creadores de este movimiento, es bien significativo ya que se trata de
usurpar a la Iglesia de uno de sus elementos fundamentales; laicos son los fieles no religiosos
ni eclesisticos, pero a ellos y de ah la Accin Catlica y los movimientos laicales que estaban
naciendo incumbe tambin la difusin y prctica de la doctrina cristiana, la conquista de la
santidad. El laicismo trata de invertir los trminos de la educacin apoderndose de ella para
despojarla de esa dimensin esencial que habla de la maduracin del espritu. Y sin espritu, el
hombre se aliena. No es la religin, como pretenda Lenin y despus Stalin, el factor alienante
sino el materialismo que destruye la faceta ms importante de la dignidad de la naturaleza
humana.
La educacin, continuaba afirmando el Papa, corresponde en primer trmino a la Iglesia. La
familia, que es en s misma una pequea iglesia domstica, clula esencial, posee las
condiciones necesarias para ejercer el proceso de educacin. La obligacin principal del
Estado, en este orden de cosas, se define con el trmino subsidiariedad: su obligacin consiste
precisamente en otorgar a la familia los medios que sta necesita para realizar su tarea pero
sin relevarla de ella. Po XI no se engaaba: en los aos 30 la familia estaba siendo amenazada
en algunas de sus dimensiones esenciales, aunque nadie poda suponer, entonces, los efectos
de la futura revolucin sexual.
De ah la importancia que otorg a la Casti connubi. El matrimonio no es una institucin
religiosa sino que forma parte de la esencia misma de la naturaleza. La Iglesia lo que ha hecho
es elevarlo a la categora de sacramento. Sin entrar todava en detalles que sus sucesores
desarrollaran, insista en que es, por su propia naturaleza indisoluble ya que cuando un
hombre y una mujer se unen para situarse en la actitud de procreacin, algo irreversible se ha
consumado entre ellos. La condicin de sacramento no influye en la consideracin de la
dignidad que los cristianos reconocen en los matrimonios de los no creyentes, siempre y
cuando se acomoden a la ley natural. Po XI aceptaba nicamente la continencia peridica
como medio para establecer una regulacin en el nmero de hijos.
13. Para Achille Ratti la palabra, oral y escrita, constituye slo uno de los elementos en la
evangelizacin; el otro, ms importante, es la accin que genera el ejemplo. Lo importante en
el cristiano es la vida interior que l procur alcanzar apoyndose en esas cuatro devociones
que sus enemigos criticaron, pero que l expona a todos los fieles para que as las
compartieran. En primer trmino el rosario (Ingravescentibus malis, 1937) que vena como un
eco del mensaje de Ftima que se estaba traduciendo en la llegada de peregrinos a este rincn
de Portugal tan prximo a Aljubarrota. El rosario era, en sus mensajes, recurso a la Virgen.
Vena luego la festividad, antes explicada, de Cristo Rey. Segua la entrega al Sagrado Corazn,
es decir la consideracin de Cristo como sentimiento y finalmente la eucarista que establece la
comunicacin entre la inmanencia y la trascendencia.
Po XI inici la cadena de canonizaciones que sus inmediatos sucesores intensificaran. Treinta
y tres santos y 496 beatos corresponden a su pontificado. Pero cada decisin estaba precedida
de un largo y exhaustivo estudio que permita al Papa sealar el tipo de ejemplo que en cada
caso se intentaba destacar. Para l nadie tan importante como Teresa de Lisieux, una especie
de estrella, que se haba entregado absolutamente desde la humildad y el recogimiento a la
voluntad de Dios. A continuacin vena san Juan Bosco (1934) porque la educacin de nios y
jvenes era la dimensin esencial para la Iglesia del siglo XX, combatida desde tantos sectores
ideolgicos. San Juan Eudes y el cura de Ars eran propuestos como modelo para el sacerdocio
que consiste en servicio. Toms Moro y Juan Fisher significaban la resistencia al Estado que los
totalitarismos convierte en instrumentos de opresin; lo mismo que Santa Magdalena Sofa
Barat, muerta en 1865.
Es difcil formular un juicio correcto acerca de la significacin alcanzada por este Papa. l
proclam doctores de la Iglesia, situndolos en el mismo nivel que los Padres de los primeros
siglos, a San Alberto Magno, el dominico de la racionalidad, Juan de la Cruz, que descubri que
en ltimo extremo slo importaba el amor y a San Pedro Canisio y San Roberto Belarmino que
fueron como certeros guas en una Europa que haba llegado a su ms profunda divisin en
torno a la racionalidad. En todo caso se trataba de ejemplo y conducta. De ah que la Accin
Catlica fuese, para l, obra predilecta.
Desde 1936 se supo que el Papa sufra una enfermedad del corazn prcticamente
irreversible. Pudo mantenerse hasta el 4 de febrero de 1939, gobernando la Iglesia con la
eficaz ayuda de Eugenio Parcelli, llamado a sucederle. Aos muy duros que corresponden a los
de la guerra civil espaola, que l reconoci, de acuerdo con las tesis de Gom, como una
cruzada para salvar el catolicismo y superar el enorme nmero de mrtires que produjo. Su
recuerdo permanece asociado a esa etapa de crecimiento dentro de la Iglesia, que reconoca a
los laicos un claro protagonismo en la construccin del futuro.
1. De acuerdo con ese supuesto documento atribuido a San Malaquas, este calificativo deba
aplicarse al nuevo Papa ascendido al solio en 1939. Curiosamente fue empleado en muchos
comentarios de prensa y no parece que disgustara tampoco a Eugenio Pacelli porque reflejaba
muy bien su imagen incluso en el aspecto fsico. Se trata, sin embargo, de una figura que ha
sido combatida y hasta calumniada por muchos de sus enemigos, en razn sin duda de las
terribles circunstancias en que le correspondi vivir: el ltimo Papa rey, suelen decir sus
adversarios que le consideran un obstculo para esa especie de modernizacin a la que aspiran
con empeo. De ah tambin el inters en destacar una especie de contraposicin con Pablo
VI, sin tener en cuenta la estrecha colaboracin que, ya desde la Secretara de Estado, existi
entre ambos.
Eugenio Pacelli, hijo de Filippo y Virginia Graziosi, perteneca a una familia romana que durante
varias generaciones haba desempeado cargos muy importantes en el naciente Estado
Vaticano. El abuelo Marcantonio y el Padre, Filippo, se hicieron acreedores a la gratitud de los
Papas que correspondieron otorgndoles ttulo nobiliario. Por consiguiente el futuro Po XII se
haba movido siempre dentro de estos ambientes elevados que requeran una cuidadosa
educacin. Su hermano haba sido el principal negociador de los Pactos Lateranenses que
permitieron la definicin de la Santa Sede como Estado.
Nacido el 2 de marzo de 1876 el radical cristianismo de su familia no experiment nunca dudas
en relacin con el camino por donde deba transitar. Los tres rasgos que destacaran luego sus
colaboradores fueron, ante todo el muy alto concepto que tena de la autoridad del Papa en
cuanto gua, ms an que cabeza para toda la Cristiandad, una profunda devocin a la Virgen,
mediadora universal en todos sus documentos, y una fuerte vida interior que le impulsaba a la
perseverancia en la oracin. Muy elevado de estatura, por encima de 1'80 metros, era
extraordinariamente delgado y acentuaba esta caracterstica con las privaciones que a s
mismo se impona. La familia, precisamente en estos aos en que Roma se haba convertido en
capital de un Estado dominado por el laicismo, fue el antdoto en una carrera que hubo de
comenzar en centros oficiales influidos por la nueva poltica. Desde muy joven, integrado en el
Oratorio, hubo de participar activamente en la defensa del catolicismo contra sus enemigos.
Su carrera eclesistica comenz en el momento en que cumpla los 18 aos, siguiendo los dos
niveles, primero en el Colegio Caprnica, luego en la Universidad Gregoriana que atraa a un
gran nmero de futuros dirigentes de la Iglesia. Fue ordenado sacerdote el 2 de abril de 1890,
es decir, tras una carrera relativamente corta. Mientras se preparaba para las ordinarias
labores sacerdotales, no descuidaba en lo ms mnimo su profunda preparacin intelectual;
lleg a dominar correctamente cuatro idiomas, italiano, alemn, francs e ingls. Y en la
Academia de San Apolinar obtuvo dos doctorados en Derecho. De este modo se conformaba
una personalidad que, aos ms tarde, se impondra sobre sus interlocutores, sin que
asomasen tras ella las nubes de la vanidad o de la soberbia. Retrado, en ocasiones, muchos
llegaron a considerarle como majestuoso en el porte exterior. El Papa, ahora Jefe de un Estado
que, pese a las reducidas dimensiones, posea todos los recursos necesarios, deba aparecer
como una de las grandes figuras en la escena internacional.
Movido por el cardenal Vannutelli, que mantena estrechas relaciones con su familia, se
incorpor a la Secretara de Estado en poca de Rampolla, comenzando sus tareas por el nivel
ms bajo. Pero Merry del Val ya le ascendi a minutante, un cargo que significaba la
preparacin de determinados documentos, comenzando por el decreto de 1904 publicado por
Po X, que anulaba el derecho de veto sobre las elecciones pontificias que algunos soberanos
catlicos haban venido ejerciendo. En condicin de minutante fue nombrado prelado
domstico; de modo que a partir de entonces se hablaba de l como de monseor Pacelli. Su
fama creca hasta tal punto que la Universidad Catlica de Washington, de gran fama, quiso
atraerlo como catedrtico de Derecho romano. Po X, guiado por Merry le disuadi: sus
servicios en la Curia vaticana resultaban ahora imprescindibles. Era, en aquellos aos, docente
en la Academia Pontificia, en donde se preparaba a los futuros diplomticos.
2. Pacelli trataba de hacer compatibles tres tareas. La primera, a la que conceda mayor
importancia, la pastoral; segua formando parte, como desde su ordenacin, del clero de la
Chiesa Nuova, enseando, confesando y tratando de mantener estrechos contactos con las
organizaciones catlicas obreras que entonces trataban de madurar. La segunda, en la
enseanza, para la que pareca poseer todas las condiciones requeridas y una gran capacidad
intelectual. La tercera, diplomtica, en los despachos de la Secretara de Estado, venciendo
dificultades muy serias por la situacin anterior a los Pactos de Letrn.
Acab, sin embargo, imponindose la tercera opcin, sin duda por las presiones de Po X y de
sus colaboradores. Desde 1911 fue ya sustituto en la Secretara de Estado; pocos meses ms
tarde prosecretario. Benedicto XV le encarg de la Secretara de Asuntos Eclesisticos
Extraordinarios (1914) enfrentndose de este modo con los problemas inherentes a la Gran
Guerra, de una manera especial las ayudas humanitarias que podan prestarse en ambos
bandos y la custodia de los prisioneros. Fue entonces cuando empezaron, a travs de Baviera,
nico Estado catlico dentro del Reich, sus relaciones con Alemania.
En 1917, al producirse la revolucin rusa y, casi inmediatamente, la entrada de los Estados
Unidos en la guerra, las circunstancias experimentaron un cambio bastante radical que
apuntaba al futuro. Benedicto XV decidi que Pacelli se instalara como nuncio en Munich;
podemos admitir que se le haban encomendado dos misiones. La primera era la de presentar
una nota (1 agosto 1917) en cuya redaccin l mismo haba intervenido, en la que se
formulaban las seis condiciones que el Papa consideraba imprescindibles para lograr una paz
negociada, capaz de superar las secuelas del odio a que la guerra diera lugar. La segunda
conseguir que la nunciatura de Mnich abarcara a las relaciones completas con Alemania ya
que las comunidades catlicas se hallaban instaladas en todo el territorio. Este segundo
objetivo se logr cuando el Imperio fue sustituido por la repblica de Weimar. Desde el 22 de
junio de 1920 la nunciatura qued instalada en Berln. Se iniciaron ya entonces negociaciones
encaminadas a conseguir que los concordatos firmados, en Baviera y Prusia, fuesen sustituidos
por uno solo referido a todo el Estado alemn; no se alcanzara la meta antes de que Hitler se
instalara en el poder.
Pacelli regres a Roma en 1929; era ya una de las grandes figuras de la Iglesia: recibi el capelo
y a los pocos meses, en febrero de 1930, sucedi a Gasparri en la Secretara de Estado. No
haba tenido que intervenir personalmente en la firma de los Pactos Lateranenses, si bien su
hermano, laico, haba desempeado un papel decisivo. El alto cardenal, que meda ms de un
metro ochenta, iba a ser el primer Secretario de Estado para un poder que se reconoca
independiente y en plena madurez. Su labor, durante nueve aos, le define como una especie
de vice papa; resulta, en ocasiones, sumamente difcil hacer una distincin entre las gestiones
de Po XI y las de Pacelli. La identificacin entre ambos fue absoluta. De su experiencia de
Munich, aparte de los colaboradores alemanes como sor Pasqualina, que nunca se separara
de l, guardaba un importante recuerdo. Durante el intento de revolucin bolchevique,
acaudillada por Rosa Luxemburg, el motn penetr en la nunciatura. Con frialdad increble,
Pacelli hizo frente a quienes le amenazaban. La conclusin era que el comunismo significaba el
mayor de los peligros para la civilizacin cristiana.
Aparte de las gestiones que le correspondan como Secretario de Estado, y que no debemos
repetir aqu pues se han expuesto en el captulo anterior, Pacelli hubo de ostentar, en diversas
oportunidades, las funciones de legado, es decir, representante personal del Papa, que todava
se mantena en esa especie de reducto vaticano, sin salir al exterior. En 1934 estuvo en Buenos
Aires, preside el XXXII Congreso Eucarstico, insistiendo en el valor profundo de las relaciones
del ser humano con la Trascendencia. De all viaja a Brasil, para insistir en el papel de los
catlicos en ese mundo para cuyo desarrollo son tan importantes. En 1935 est presente en
Lourdes demostrando as cmo la Sede de Pedro acepta y respalda los mensajes de Mara. Al
ao siguiente viaja a Canad y a los Estados Unidos. Por primera vez un legado, portador de la
autoridad del Papa, pisa el despacho oval y almuerza con el presidente Roosevelt, encuentro
que desempear un papel de suma importancia en aos venideros. En 1937 va a Lisieux para
consagrar la iglesia dedicada a Santa Teresa del Nio Jess y, mientras suenan en Espaa los
caones y la Iglesia sufre en este pas una de las ms duras persecuciones de toda su historia,
el gobierno en pleno presidido por Lebrunm va a recibirle, rindindole en cierto modo
homenaje. Conforme se anubarraba el horizonte iban creciendo las esperanzas en el papel de
la Iglesia.
En 1938, fijadas ya las posiciones frente a los totalitarismos mediante las encclicas en cuya
redaccin intervino, hace su ltimo viaje para presidir en Budapest un nuevo Congreso
Eucarstico. Aqu encuentra al primado espaol, Isidoro Gom, que ha conseguido eludir la
persecucin al no hallarse en Toledo. Los resultados sern importantes para frenar la marcha
de Espaa hacia el totalitarismo, perfilndose el nuevo Rgimen de los nacionales como
obediente a la Iglesia. La amistad con Alemania e Italia se mantiene dentro de ciertos lmites
que se precisan.
3. No puede sorprendernos que el conclave de marzo de 1939 fuera de extra brevedad: en la
conciencia de los cardenales era bien claro que Pacelli tena que ser el continuador de Po XI,
cuyo nombre l mismo retuvo para s. Los tiempos se anunciaban muy difciles. Abisinia y
Espaa exultaban los nimos victoriosos de los italianos, que ocultaban los muchos defectos
que en tales campaas haban demostrado. Por esta misma causa nombr Secretario de
Estado, en su lugar, al cardenal Lus Maglione que permanecera en aquel despacho hasta el
da de su muerte (22 agosto 1944). Decidi, a partir de este momento, asumir personalmente
las funciones correspondientes a este ministerio, empleando a dos expertos, Juan Bautista
Montini y Domingo Tardini, de caracteres muy diferentes aunque, por esa misma razn,
complementarios.
De modo que en los asuntos pblicos, Montini, hijo de uno de los principales dirigentes del
Partido Popular, y diplomtico de Carrera, iban a cubrir todas las dimensiones de un tiempo
difcil apoyando plenamente al Papa. Pero ste segua inmerso en una vida interior, de oracin
y recogimiento que pocas personas conocan. De ella eran testigos directos y colaboradores
muy estrechos las monjas que actuaban a las rdenes de sor Pascualina y formaban una
especie de crculo de proteccin, el secretario Roberto Leiber y el confesor, Agustn Bea,
ambos jesuitas y todos alemanes. Los jesuitas alemanes, que estaban ya en el punto de mira
del nacionalsocialismo, proporcionaron a Po XII apoyo muy considerable. Tambin el colegio
de cardenales, de modo especial los que residan en Roma: Nicols Canali, Jos Pizzardo,
Clemente Micara, Marcelo Mimmi y Alfredo Ottaviani, que les sobrevivira a todos, fueron un
verdadero equipo para la conservacin de la fe y el desarrollo de la doctrina en momentos
difciles. Autores posteriores han tratado de calificarlos de conservadores.
El primero y ms importante de los problemas con que Po XII hubo de enfrentarse fue la
segunda Guerra Mundial (1939-1945) en que los totalitarismos se mostraron divididos, ya que
Rusia y los sistemas capitalistas occidentales unieron sus fuerzas contra el Eje forzando a la
Iglesia en una actitud incmoda. Las persecuciones, contra judos y otras religiones adems de
la catlica, tambin tornaban difcil la gestin: se trataba de salvar vidas humanas y no de
declarar una beligerancia que, sin duda, habra provocado una mayor dureza en la represin.
Con el Zentrum ya no era posible contar: von Papen haba franqueado la puerta a Hitler
pasando luego a servir la embajada en Ankara, donde coincidira con otro de los colaboradores
de la Secretara de Estado, monseor ngelo Roncalli. Por todas estas circunstancias, Po XII
hubiera preferido, sin duda, una paz negociada, por la que trabaj. Y esto desat la
desconfianza de los aliados cuando, desde 1942, estuvieron seguros de alcanzar la victoria.
La eleccin del nuevo Papa coincida con el final de la guerra de Espaa, victoria catlica desde
luego, aunque dejase abiertas demasiadas heridas, y se halla a mitad de camino entre dos
acontecimiento, la incorporacin de Austria y la supresin de Checoslovaquia que
incrementaban el espacio y la fuerza del III Reich. Po tom la iniciativa de escribir
directamente a Hitler (5 de marzo) evocando sus recuerdos de Alemania, con la esperanza de
lograr un comienzo de negociacin. La respuesta del Fhrer dejaba poco lugar para las dudas.
Intent entonces un acercamiento entre Francia e Italia, haciendo que sta volviese a la
posicin diplomtica que ocupara durante la primera posguerra. La respuesta de Mussolini fue
la invasin de Albania en donde Vctor Manuel III fue proclamado rey. Ahora Italia se dibujaba
como un vasto Imperio, que no ocultaba que tras estas demostraciones se hallaban tambin
nuevas apetencias.
A finales de abril no se haban cumplido an los dos meses de su Pontificado Po XII, que
contaba con Espaa, Portugal e Irlanda dispuesta, segn le comunic Gom, a conservar en lo
posible su neutralidad, encomend a un religioso, Tachi Venturi, de mucha edad y experiencia,
la delicada gestin de hacer llegar a los cinco gobiernos implicados, Inglaterra, Francia,
Alemania, Italia y Polonia, una sugerencia: reunirse en torno a una mesa, plantear los
problemas e intentar una solucin de los mismos. La primera respuesta, absolutamente
negativa, fue la de Polonia. Meda mal sus recursos o contaba con un enfrentamiento entre
nazis y soviticos, al que aluda la propaganda.
Alemania e Italia haban firmado un acuerdo de tan estrecha alianza que poda ser considerada
como un anuncio inevitable de guerra. Ahora el Papa pretenda, al menos, convencer a los
italianos de que se abstuviesen de participar en tan descabellada aventura. Pero en la noche
de 23 al 24 de agosto de 1939 el mundo se vio sacudido por una noticia: Rusia y Alemania
llegaban en Mosc a un acuerdo que implicaba el reparto de Polonia y una nueva ordenacin
de los sectores de influencia en Europa Oriental. Advertida desde Roma, Espaa se abstuvo de
confirmar el pacto Antikommintern que ya tena negociado. El 24 de agosto el Papa hizo un
llamamiento angustioso al mundo, que no fue escuchado. Destacaba una frase a la que se
intent dar profundo significado: nada se pierde con la paz, todo puede perderse con la
guerra. Una previsin que el tiempo se encargara de corroborar.
4. En aquellos das, el Papa tena ya completo el borrador de su primera encclica, Summi
Pontificatus. El texto hubo de ser retocado porque antes de que se produjera su publicacin, el
30 de octubre, se haba producido la ocupacin y reparto de Polonia, que no contaba con
medios para resistir. Se trataba de un pas eminentemente catlico y con abundante poblacin
juda a la que los polacos tampoco haban brindado ayuda. Ahora la persecucin iba a afectar a
unos y otros. Muchos sacerdotes y religiosos fueron a parar a los campos de trabajo o
sufrieron terribles represalias. La encclica reclamaba ahora compasin para esa primera
vctima. Todava era imposible hacer un clculo correcto de los sufrimientos que aguardaban al
mundo.
Pas un invierno. Italia conservaba su no beligerancia lo que permita a los embajadores ante
el Vaticano residir en Roma movindose con cierta soltura. Po XII aprovech esta oportunidad
para reforzar la conducta de aquellos sectores que en la Pennsula Ibrica preferan la
neutralidad, si bien las influencias alemanas se mostraban muy fuertes y la simpata hacia los
totalitarismos iban creciendo. En marzo de 1940, el ministro alemn de Asuntos Exteriores
viaj a Roma con el propsito de pedir a Mussolini que cumpliese sus obligaciones del Pacto
de Acero, entrando en guerra y colaborando activamente en las operaciones contra Francia e
Inglaterra. Pidi una audiencia a Po XII y le fue concedida el 11 de dicho mes. El Papa y el
ministro conversaron durante ms de una hora. Po pudo desplegar un amplio rimero de datos
que posea acerca de las persecuciones contra los catlicos, que todava no haban alcanzado
el grado mximo de gravedad. Ribbentrop se limit a decir que nada de esto haba llegado a su
conocimiento pues se trataba de asuntos que afectaban a otros Departamentos.
Era ya absolutamente cierto que la mediacin del Papa no iba a ser aceptada en ninguno de los
aspectos. Po XII decidi entonces poner todos sus medios al servicio de una ayuda
humanitaria. Fue establecida una gran oficina a las rdenes de Montini. Haba que recoger
informacin de prisioneros o de perseguidos, notificndolo a sus familias y haciendo posible la
intervencin de algunas organizaciones capaces de ejecutar operaciones de rescate o
intercambio. La publicacin de los muy abundantes documentos permite demostrar que la
ayuda se prest tambin y de una manera especial a los judos, si bien esta intervencin ha
sido negada por sectores intelectuales anticatlicos que, despus de la muerte de Papa, se
desataron en calumnias. Lo mismo ha sucedido con Espaa que, directamente salv la vida a
varios millares de judos, y permiti el paso por su territorio a quienes lograban alcanzar la
frontera ejerciendo sobre ellos proteccin. Dos datos sirven para corroborar estas noticias que
guardan estrecha relacin con el carcter de la doctrina catlica. El gran rabino de Roma, Israel
Zolli, cuando la guerra acab, se convirti al catolicismo y quiso ser llamado Eugenio, en
agradecimiento al Papa. Y en la sinagoga de Nueva York se celebrara un servicio religioso en el
momento de la muerte de Franco porque tuvo piedad de los judos. Francia entreg a
muchos pero salv tambin la vida a no pocos por iniciativas individuales movidas por el
sentimiento cristiano. Una gran filsofa juda, Edith Stein, carmelita bajo el nombre de Teresa
Benedicta de la Cruz, muerta en un campo de concentracin, es mrtir a la vez del judasmo y
del cristianismo.
Se iniciaba de este modo un cambio muy profundo en las relaciones entre judasmo y
cristianismo, que se ira acentuando en los aos sucesivos. Po XII hubo de recomendar a sus
representantes que evitasen denuncias o manifestaciones pblicas; se haba comprobado que
stas slo servan para incrementar la represin; salvar vidas tena que ser una labor silenciosa
si se pretenda que fuese eficaz. As, en Francia, nios ocultos se hicieron pasar por cristianos
en el seno de la familia que les acoga. De todas formas el grado que alcanzara el holocausto,
despus de 1942, fue desconocido por los aliados que apenas movieron sus recursos. Espaa
quiso instalar en Marruecos a refugiados judos pero Eisenhower se lo impidi por evitar
molestias musulmanas. El Gran Muft de Jerusaln estaba entonces en Berln apoyando a Hitler
y compartiendo algunos de sus propsitos.
En 1943, cuando ya las cosas haban ido bastante lejos, el cardenal Maglione cit en la
Secretara de Estado al embajador alemn, von Weizscker, que perteneca a la carrera
diplomtica y le present una protesta oficial por la persecucin a los judos. El embajador
britnico, Francis d'Arcy, obtuvo del Secretario de Estado una informacin directa, ya que viva
refugiado en el Vaticano con advertencia de que slo empleara esta noticia a ttulo personal,
pues en aquellos momentos, al borde del colapso del rgimen fascista, la publicidad poda
causar daos y no beneficios a las vctimas de la persecucin que por momentos se endureca.
Los 10 volmenes de documentos publicados nos permiten comprobar la conducta de la Santa
Sede en aquellos aos de guerra.
En la maana del 19 de julio de 1943 Roma fue bombardeada por los aliados. El Vaticano
impuls a los embajadores an acreditados, en especial al de Espaa, para que solicitasen de
los beligerantes el reconocimiento de Roma como ciudad abierta, ya que en ella no haba
objetivos militares y s en cambio monumentos que importaban a la Cristiandad. Vctima del
bombardeo fue la Iglesia de San Lorenzo Extramuros y los edificios circundantes. Po XII
suspendi sus audiencias, orden a Montini que sacara las reservas que quedaban en el Banco
Vaticano y fue, conmovido, a llorar de rodillas con las vctimas a las que pudo socorrer con los
escasos recursos que allegara a reunir. Fue una onda de entusiasmo acongojado la que le
sacudi. Cinco das ms tarde Mussolini era privado de sus funciones y el rey buscaba el apoyo
de Badoglio para controlar la situacin iniciando negociaciones que permitiran a Italia cambiar
de Bando. Los alemanes liberaron a Mussolini y el territorio italiano se dividi: Roma qued
sometida a la ocupacin alemana, que respet el sistema de apertura. Hubo rumores acerca
de las intenciones de Hitler, repitiendo el gesto de Napolen, para trasladar a Po XII a
Alemania. El Papa dej bien claro que no abandonara en modo alguno Roma.
La doctrina pontificia, que no era otra cosa que una puntualizacin certera de las enseanzas
que, durante siglos, haba proporcionado la Iglesia, coincida con un momento en que,
acordada la Carta del Atlntico, se estaban iniciando las gestiones para una Declaracin
Universal de Derechos. Pero era imprescindible decidir, ante todo, de dnde partan: si eran,
como la Iglesia vena sosteniendo, inherentes a la naturaleza y dignidad de la persona humana,
tenan que ser simplemente reconocidos y considerados adems como invariables; pero si,
como positivistas o marxistas afirmaban, son consecuencia de la propia voluntad de los
hombres, consensuada a travs del Estado, no se hallan sujetos a esa dignidad y son, en s
mismos, variables. Hay que tener en cuenta la ausencia radical a que se oblig a la Santa Sede,
en el momento en que se negociaron y acordaron todos los extremos a que deba sujetarse el
mundo, concluida la guerra.
El mensaje no fue, sin embargo intil. Tres grandes catlicos, Alcide de Gsperi, italiano, amigo
de Montini, que haba pasado la guerra en la Biblioteca Vaticana, Konrad Adenauer, que fuera
alcalde de Colonia, sufriendo persecucin, y Robert Schumann, alsaciano, que fuera prisionero
de guerra, se reunieron para formular una propuesta que se hallaba conectada con ciertas
sugerencias que ya formulara Winston Churchill, ahora apartado de la poltica. Era necesario
que las antiguas naciones de Europa se unieran para formar una nueva comunidad, que se
apoyase en aquellos principios que, antao, dieran su definicin a la Cristiandad. De este modo
se llegara al tratado de Roma y a la primera formulacin de la Comunidad Europa. Se trataba
de proporcionarla una bandera. Gan el concurso un artista de Estrasburgo, llamado Arsenio
Heitz, el cual explic que su idea, fondo azul con doce estrellas, le haba sido sugerida por la
evocacin de la Virgen en el Apocalipsis. No eran todava doce los miembros de la Comunidad.
Curiosamente la bandera fue izada solemnemente por primera vez el 8 de diciembre de 1955.
Los ministros presentes no tenan en cuenta que aquel da era precisamente el que la Iglesia
dedica a la Inmaculada Concepcin.
La organizacin de la Comunidad acabara alejndose de tales principios y acogindose en
cambio a un agnosticismo poco acorde con los sentimientos cristianos y con las ideas
formuladas por el Papa Po XII. Sin embargo el empujn movi a la Iglesia a ejecutar, en su
propia estructura, una profunda vigorizacin. Po XII consider necesario reunir un Concilio
Ecumnico y en esta lnea comenz ya a trabajarse, aunque sera su sucesor el que se
encargara de convocarlo: Roncalli tena la larga experiencia de Oriente y ahora era nuncio en
Francia, donde trabaj con empeo para superar las reliquias que an quedaban en pie del
laicismo. Los historiadores catlicos comenzaron ya entonces un trabajo intenso para
descubrir y revelar las races cristianas de la europeidad.
6. No era posible volcar todas las energas de la Iglesia en la reconstruccin de aquella Europa
de las cinco naciones cristianas que se definiera ya en el Concilio de Constanza. Los vencedores
de la Guerra Mundial pertenecan a dos mundos distintos y enfrentados que se definan,
respectivamente, como democracia liberal parlamentaria o simplemente democracia sin
calificativos y como democracia popular, es decir, totalitaria por sometimiento del Estado a la
frula de un Partido nico. Churchill, que durante la guerra haba sostenido a Stalin sin
denunciar sus terribles violencias, el 5 de marzo de 1946 pronunci en Fulton un discurso,
presente el presidente Harry S. Truman, distinguido masn y eficiente poltico, en que
reconoca que un teln de acero haba cado sobre Europa partindola en dos.
Desde antes que se escribiera el Manifiesto comunista, algunos intelectuales catlicos entre
los que se cuenta Balmes, vean en el materialismo dialctico que se encuentra en la base de la
doctrina marxista un muy grave peligro para la Iglesia. Ahora, tras la Segunda Guerra Mundial y
el hundimiento de los totalitarismos nacionales, dicho peligro se manifestaba como una
terrible realidad. Al otro lado del teln de acero los sistemas polticos que se definan como
democracias populares para diferenciarse de modo radical de las que se presentaban como
herencia del liberalismo, se apoyaban en las doctrinas de Marx, Feuerbach y Lenin y
declaraban a la religin como el peor mal que acechaba al ser humano, del que deba ser
liberado. En Rusia se estaba ejerciendo un control sobre la Iglesia ortodoxa, que estaba bajo el
poder del Estado; pero el catolicismo estaba prohibido. Cuando algn catlico viajaba a Mosc
tena que recurrir a la nica capilla dentro de la embajada de Francia. Todos los sacerdotes y
obispos ucranianos fueron encarcelados: Iosif Slipy permaneci 18 aos en prisin hasta que el
Concilio Vaticano II inici contactos que le permitieron salir de su tierra y convertirse en
cardenal (1965) inspirando una de la pelculas norteamericanas de xito, Las sandalias del
pescador. En Hungra, Checoeslovaquia, Lituania, Letonia, Polonia y Yugoslavia, la Iglesia sufri
persecucin, en diversos grados de acuerdo con el nmero de fieles.
Po XII, que haba vivido en Mnich una experiencia directa especialmente dura, hubo de
referirse a los pases del otro lado del teln, ahora simbolizado en un muro para impedir las
fugas, con otra expresin grfica que hizo fortuna: la Iglesia del silencio. A pesar de todo, los
primados de esas iglesias, Stepinac de Zagreb, Mindszenty de Budapest o Wyszynski de
Varsovia, respondieron con entereza a la persecucin y rechazaron las crticas que desde el
otro lado de la verja les dirigan quienes, en nombre del progreso, proponan alguna clase de
dilogo con los nuevos sistemas. La persecucin fue especialmente dura hasta la muerte de
Stalin (marzo de 1953). Debe recordarse que Jos Visarionovich Djugashvili era un antiguo
seminarista de Tiflis: el abandono de la fe suele acompaarse de odio hacia cuanto sta
significa. Fue un dato favorable para la Iglesia, segn el criterio de Po XII, que los crmenes y
violencias del estalinismo fuesen revelados por sus propios compaeros de armas. El
catolicismo guard tambin silencio, en este sentido.
El Papa hubo de enfrentarse tambin con el otro materialismo, el dogmtico o positivista, que
dominaba ampliamente en los espacios de las potencias occidentales. Sobre l se asentaba el
capitalismo que Po XII, como sus antecesores, defini como no cristiano, ni tan siquiera
humano. Los regmenes de democracia parlamentaria instalados despus de la contienda
albergaban en su seno tambin partidos socialistas que revisaban el pensamiento de Marx
pero sin rechazarlo. Todos partan de un axioma: la mayora tiene razn de tal manera que la
superioridad del voto pasaba a ser un medio para escoger gobernantes, en la suprema razn
de la existencia. De este modo el principio moral, que caracterizara al cristianismo, era
desechado y el poder se revesta de autoridad. Los gobiernos podan elaborar doctrinas incluso
en los aspectos ms enemigos de la naturaleza, como el aborto, la eutanasia o la
homosexualidad y convertirlos as en normas ticas. El descubrimiento de los mtodos
anticonceptivos preparaba la revolucin sexual capaz de invertir los trminos en la relacin
hombre y mujer, dando al eros primaca absoluta sobre el gape. Con ello el matrimonio y
la familia iniciaban un declive que permita suponer su desaparicin.
La necesidad de enfrentarse a estos dos materialismos hizo que en torno a Pacelli se trazara
una leyenda desfavorable, en los pases occidentales como en los soviticos. Se le retrata
como un impasible rey, erguido en su trono, aislado en sus estancias del Vaticano y de
Castelgandolfo, e incluso ajeno a algunas de las grandes calamidades de su tiempo. Todo esto
es falso. La publicacin de sus archivos ha permitido, por ejemplo, descubrir cunto hizo en
favor de los judos, de los fugitivos o de los perseguidos. Sus personas de confianza, De
Gsperi, Tardini, Montini, por ejemplo, seran despus definidos como autores de una apertura
sobre Europa. Por otra parte, en su vida privada observ un ascetismo, entrega al trabajo y a la
oracin, firmeza ante los peligros y corazn abierto a las calamidades, que son como los ejes
de proceso de canonizacin que Pablo VI, con disgusto de quienes pretendan servirse de la
Iglesia y no servirla, orden incoar al mismo tiempo que el de su sucesor. Fue un gran escritor,
contando con colaboradores de primera magnitud y sus obras completas constituyen un
grueso volumen muy rico en enseanzas.
7. Ya hemos sealado cmo la primera encclica de su Pontificado, ratificando las dos de su
antecesor en las que colaborara, fue una condena bastante radical del totalitarismo, de uno u
otro color, aclarando que significaba un salto atrs en la Historia a los tiempos anteriores al
cristianismo. Reclamaba, pues, una devolucin del protagonismo a la persona humana,
doctrina a la que la Iglesia estaba adherida desde el comienzo de su existencia. Era inevitable
que de sus pginas emanara cierto pesimismo: la guerra haba comenzado con la destruccin
de un pas catlico por excelencia y no eran muchas las esperanzas de que los contendientes
suspendieran el uso de las armas y procuraran un restablecimiento de la paz.
Mientras la guerra llegaba a su punto culminante que marcara una inflexin en favor de los
aliados, Po XII trabajaba en su despacho redactando la encclica Mystici Corporis Christi que
vera la luz en junio de 1943. La pregunta capital es: qu es la Iglesia? Se estaban enfrentando
dos corrientes teolgicas que daban primaca, unos, partidarios del cambio, a los carismas o
movimientos del Espritu, otros, defensores de la consolidacin lograda, a la estructura
jerrquica. Los primeros se inclinaban a considerar al Papa nicamente como el ejecutor de la
voluntad colegiada de los obispos en definitiva de las iglesias nacionales y estaban en cierto
modo en contra de la doctrina acerca del primado que formulara el Concilio Vaticano I. Los
segundos estaban dentro de la continuidad sealada por Po IX y Po X; no debe olvidarse,
entre otras razones, que ste era precisamente el nombre escogido por Pacelli despus de su
eleccin.
El 23 de junio de 1943, en un momento en que las tensiones blicas llegaban al mximo, el
Papa public su encclica Mystici Corporis en que rechazaba los exclusivismos de una y otra
posturas: la Iglesia no es una simple sociedad humana, formada por la agregacin de sus
miembros, sino el Cuerpo mstico de Cristo en que todos los fieles se hallan inmersos por
accin del Espritu Santo, que es en definitiva quien la gobierna a travs de sus instrumentos
humanos. Completara pocos meses ms tarde esta doctrina con un segundo documento,
Divino afflante Spiritu, en que recordaba a todos los telogos que la doctrina revelada se
encuentra definitivamente en la Escritura, que debe ser conocida y enseada con profundidad.
El mundo necesitaba entonces con urgencia y rigor que se ensease y defendiese la verdad
ltima que se contiene en esa revelacin ya que en ella aparece clara la dimensin de la
persona humana, que lleva en s misma la imagen y semejanza de Dios.
Esto significaba, sin duda, una reafirmacin de la comunicabilidad entre trascendencia e
inmanencia, cuyo abandono, en los ltimos siglos, estaba en la raz de las desdichas, guerras e
injusticias que asolaran a Europa. En la Eucarista, explic el Papa en la Mediator Dei
(noviembre de 1947) se produce, de un modo constante e ininterrumpido desde el momento
mismo del nacimiento de la Iglesia, esa comunicacin. De este modo el sacerdote recurdese
que en su forma plena el sacerdocio pertenece a los obispos, en cuanto sucesores del colegio
apostlico, cuando celebra, no es el representante o el presidente de una comunidad, sino,
como se expresa en la liturgia, alter Christus, ipse Christus, que pronuncia en la consagracin
las palabras clave, sacrificio mo y vuestro.
En el Cuerpo mstico hay dos vas explicaba el Papa para establecer la comunicacin: los
sacramentos y la oracin. Otorgaba especial importancia a la confesin y comunin en la
primera, y al culto a la Virgen en la segunda. Por esta razn introdujo algunas modificaciones
tendentes a hacer ms frecuente el acceso. El ayuno eucarstico, que hasta entonces obligaba
desde las doce de la noche del da anterior, qued reducido a tres horas, pudindose adems
beber agua durante ellas. Se autoriz la celebracin de misas en la tarde del sbado o
antevspera a fin de hacer ms accesible el cumplimiento del precepto. Y se enriqueci la
liturgia de la Semana Santa para que los fieles pudiesen penetrar ms hondamente en ella.
La decisin ms importante, aquella que atrajo mayor oposicin en los sectores que se
consideraban progresistas fue la de proclamar dogma de fe la Asuncin de Mara en carne
mortal (1 de noviembre, 1950) coincidiendo con un ao santo que produjo abundante
afluencia de peregrinos. Poda constituir un obstculo para el entendimiento apenas iniciado
con ciertos sectores protestantes si bien reforzaba la postura de la Iglesia oriental. Po XII
instituy la fiesta de Santa Mara Reina y consagr el mundo a su Sagrado Corazn,
respondiendo en cierto modo a las demandas de los videntes de Ftima. Era importante,
frente a un feminismo desbordado, establecer, una vez ms que la Iglesia tiene a una mujer en
la cspide de la Creacin.
Al mismo tiempo Pacelli se enfrentaba con el problema que ya fuera objeto de atencin en el
Vaticano I: las relaciones entre fe y ciencia. Aprovech su encclica Humani generis (12 de
agosto de 1950) para condenar las nuevas corrientes teolgicas que continuaban las pautas del
modernismo tratando de someter tambin la investigacin en este terreno a los mtodos de la
ciencia experimental Pero rechazaba cualquier disensin. Fe y ciencia buscan un mismo
objetivo, descubrimiento de la verdad aunque por vas diferentes. No puede, en consecuencia,
haber oposicin entre ellas si se procede con rectitud. Pero recordaba tambin la doctrina de
la Iglesia, que reconoce verdad absoluta en la revelacin y advierte sobre las rectificaciones
que, constantemente, las ciencias de la observacin y experimentacin, estn obligadas a
efectuar. No se opona a los debates entre las diversas escuelas de telogos, aunque todas
deban mostrarse obedientes a la autoridad infalible de la Iglesia. Se hacan advertencias muy
serias en relacin con los dos relativismos que se estaban abriendo camino, el de la
interpretacin de la Escritura y el de la moralidad. A fin de cuentas, los Mandamientos son una
explicacin del orden reinante en la Naturaleza y su abandono tiene las peores consecuencias.
Estas advertencias fueron acogidas por los dominicos de Le Saulchoir, Yves Congar y Domique
Chenu, y tambin por los jesuitas de Francia, Henri de Lubac y Jean Danliou, que en aquel
tiempo gozaban de amplia fama. Todos respondieron de la misma manera: sus investigaciones
estaban siempre sometidas a la autoridad del Pontfice y slo pretendan hacer ms claro el
conocimiento de la fe en aquellos momentos de cambio. Todos estaban ya en ntima relacin
con Montini, cuya influencia sobre el Papa segua siendo muy grande, aunque pronto sera
alejado de Roma y enviado a Miln para restablecer el papel de San Carlos Borromeo. No
hubo, pues, una resurreccin del modernismo, pero s una contribucin muy notable al
progreso de la fe.
8. Una cuestin se estaba planteando. Sera conveniente convocar nuevamente al Concilio
Vaticano I para continuar los trabajos interrumpidos o, acaso, una nueva Asamblea? Po XII
orden estudiar el tema, pero las dificultades que en su realizacin se apreciaron fueron causa
de que se decidiese posponer una convocatoria. Los que ms insistan en el tema juzgaban que
era llegado el momento de formular una condena formal hacia los dos materialismos. Pero el
Papa estaba pensando en otra cosa, dar a la Iglesia dimensiones ms universales. No hay que
olvidar que fue el primero en ordenar obispos de distintas razas. Las misiones ocupaban la
principal atencin en su gobierno.
En dos encclicas, Evangelii praecones (1951) y Fidei donum (1957) explicara bien su
pensamiento. Haba llegado el momento de reconocer que la Iglesia no era europea,
incluyendo en este concepto las amplias proyecciones en Amrica, ni la misin deba ser
contemplada como una parcela del colonialismo. Las misiones, sin negar la importancia de las
rdenes religiosas en la tarea de evangelizacin, deban ser sustituidas por la construccin de
iglesias jerrquicas autosuficientes en cada uno de los pases. De ah la importancia que deba
atribuirse al clero secular especialmente indgena. Europa segua teniendo una gran
responsabilidad pues deba emplear todas las reservas disponibles en esta nueva tarea.
Esto implicaba tambin profundas reformas en la Curia romana. Nacido en Roma, y formado
intensamente dentro del Vaticano, era un Papa con amplia experiencia al respecto. El colegio
de cardenales, cuyo nmero de miembros se haba fijado en un mximo de setenta, posea una
abrumadora mayora de italianos desde tiempos muy lejanos. Ahora contaba con 32 vacantes.
Pues bien, en el primer consistorio convocado por Po XII, la promocin incluy solamente
cuatro italianos siendo los veintiocho restantes de diversas partes del mundo. El segundo
consistorio, en 1953, incluy a ocho italianos: el resto, hasta veinticuatro, eran tambin de
muy diversos pases. Una autentica revolucin, pues a partir de este momento el Colegio sera
expresin de ese carcter universal de la Iglesia.
Algunas iniciativas, que venan de fuera, apuntaban todava ms lejos, a implicar a la Iglesia en
los problemas del mundo, lo que podramos llamar la revolucin laical, que sera consagrada
ms tarde por el Concilio Vaticano II. En 1943 la Santa Sede haba otorgado un reconocimiento
al Opus Dei, que en 1947 fue ya reconocido por el Pontfice de una manera oficial. Nacida en
1928 esta organizacin laical, que haba sobrevivido a la guerra civil espaola, sostena que la
santidad no necesita apartarse del mundo ya que puede conseguirse tambin dentro de l,
permaneciendo cada uno de los miembros de esta asociacin en su puesto de trabajo. El
modelo, que preceda a la llamada universal a la santidad elaborada por el Concilio en 1963,
indicaba ya un aumento en la dimensin estructural de la propia Iglesia.
En Francia el arzobispo de Pars, monseor Suhard, ensay otra experiencia a partir de 1943,
cuando Francia aun estaba ocupada por los alemanes: que algunos sacerdotes se introdujeran
en el mundo laboral compartiendo con los trabajadores su modo de vida. Pero este
movimiento de sacerdotes-obreros fracas; muchos de los que participaban en l
abandonaban su condicin sacerdotal porque no es posible ser dos cosas dispares al mismo
tiempo. Tras recabar el consejo de los obispos franceses, Po XII hubo de disponer en 1953 que
se pusiera fin al movimiento. Tampoco Montini se mostr dispuesto a apoyarlo. El defecto
principal de este proyecto, que los movimientos laicales tendran muy en cuenta, fue el de su
excesivo clericalismo, en giro a la izquierda. Los curas obreros, como se les llam, tendan a
convertirse en dirigentes.
Po XII padeci una larga enfermedad de origen neurovegetativo, que se reflejaba en dolencia
gstrica. Desde 1953 hasta su muerte el 6 de octubre de 1958 su existencia fue una lucha
contra esta dolencia que, al final, le venci.
1. Durante muchos aos una gran parte de los cardenales y de modo especial los obispos de
Francia, haban visto en Juan Bautista Montini un verdadero continuador de Po XII, a cuyo
servicio y obediencia se mostrara ntimamente unido durante largos aos. Para amplios
sectores de la Curia, en cambio, se trataba de una baza muy peligrosa dada su participacin en
la poltica por el compromiso adquirido por su padre don Giorgio con el Partido Popular. Nadie
pensaba en 1958 en la posibilidad de elegir un Papa no italiano. Al producirse la enfermedad
de Po XII, aquellos que influan poderosamente en su contra, consiguieron el apartamiento de
Montini mediante la frmula vaticana del promoveatur ut amoveatur. Montini fue
promovido arzobispo de Miln pero no se le otorg el capelo cardenalicio como la importancia
de esta sede pareca requerir.
De modo que en el conclave que se reuni en octubre de 1958 los que se oponan a que el
nuevo Pontificado no fuera una simple continuacin del de Po XII, se encontraron ante una
difcil coyuntura. Tras los nombramientos efectuados por Pacelli, la mayora en los votos,
aunque todava no suficiente, perteneca a cardenales no italianos. Y estos se decidieron por
una persona con extraordinaria fama de bondad, larga experiencia en pases fuera de Italia y
edad suficiente para que no pudiera personificar un Pontificado largo. De hecho su reinado no
cumplira los cinco aos. El nombre que, con alguna sorpresa se comunic, era el de ngelo
Giuseppe Roncalli. Uno de sus primeros gestos fue otorgar a Montini el capelo. De modo que
monseor Gianbattista podra sucederle a l y no a Po XII.
Roncalli haba nacido en Sotto il Monte, una aldea de Brgamo, en el seno de una familia de
campesinos, numerosa cuarto entre trece hermanos y muy modesta, pero dotada de ese
sentido del clan familiar tan importante en las tierras del norte de Italia. De modo que para
ngel Jos la figura ms influyente no fueron sus padres, Juan Bautista y Mariana, sino su to
abuelo Javier a quien llamaban el Barba y que era una especie de patriarca, ejerciendo el
cargo de intendente en la casa de los condes Morlini. Cada tarde reuna en la cocina de su casa
al vasto clan familiar para el rezo del rosario. Fue este anciano el que descubri las cualidades
de piedad, inteligencia y vocacin que adornaban al futuro Papa. Influy en l sobre todo para
que se mantuviera en un riguroso desprendimiento de los bienes materiales.
Para ngel Jos la pobreza era una garanta de piedad y por eso nunca quiso cambiar el status
econmico de su familia. Muy pronto manifest, siendo monaguillo en su parroquia, la
voluntad de ser sacerdote. Sus compaeros, para quienes era imposible adivinar su futuro,
comenzaron a embromarle con el apodo de Angelito, el cura. Como no haba dinero en casa
para enviarle al seminario, el prroco, dom Rebuzzini, organiz con sus padres y su to abuelo,
un plan: deba ir todos los das, andando, hasta Cervico, a dos kilmetros de all, pues el que
desempeaba esta parroquia, dom Pietro Bolis, contaba con preparacin suficiente para
ensearle latn y las materias que correspondan a los primeros pasos de un seminarista. Dos
aos y, evidentemente, un xito que pudo comprometer a toda la familia. Unos parientes, que
Vivian en Celana, se avinieron a alojarle en su casa mientras acuda al segundo grado, en el
Colegio episcopal de esta ciudad.
Pudo beneficiarse entonces del sistema de becas para ingresar en el seminario de Brgamo.
Contaba entonces once aos y a los catorce recibi las rdenes menores, lo que permita, con
la tonsura, usar ropa talar. Nunca abandonara ya esta condicin. Pudo ingresar entonces en la
Congregacin de la Anunciacin de Mara Inmaculada, sometindose a la regla breve. En
sta slo eran aceptados aquellos seminaristas que haban demostrado dotes sobresalientes.
La Congregacin daba especial importancia al examen espiritual que sus miembros deban
realizar cada da. Para no equivocarse, Roncalli decidi hacerlo por escrito, y as lo mantuvo
hasta su muerte, dando origen con sus notas al Diario de un alma que podemos considerar
como una de las fundamentales obras de espiritualidad del siglo XX. Constantemente
introduce en sus notas un pensamiento: el objeto de su vida, de cualquier vida, es obtener la
santidad. Y a esto se enderezara su trayectoria: quienes le conocieron de cerca no dudaron
nunca de conceptuarle como el Papa bueno, es decir santo en el sentido ms neto de esta
palabra.
A lo largo de su prolongada existencia, Roncalli manifest el mayor cuidado en la bsqueda de
la santidad, basndola de modo especial en el cumplimiento de un plan de vida
cuidadosamente organizado. En medio de las obligaciones abrumadoras que, a veces, pesaban
sobre l, nunca descuidaba el rezo del breviario. Ordenado como dicono en Brgamo el ao
1900, el obispo de esta dicesis, a quien corresponda administrar becas de una Fundacin, le
escogi con otros compaeros para ir a Roma a seguir estudios ms elevados en el Ateneo de
San Apolinar. Hubo de interrumpirlos al ser llamado a filas; los doce meses de servicio militar le
permitieron alcanzar el grado de sargento, aunque para l fueron meses negativos ya que
significaron un parntesis en su carrera sacerdotal. En 1904 cerr un tramo de su existencia:
obtuvo el grado de doctor, siendo Eugenio Pacelli uno de los miembros de su tribunal y fue
ordenado sacerdote el 10 de agosto.
El 11 de agosto de 1904 celebr su primera misa; haba podido conseguir para ella el altar de la
confesin de San Pedro, es decir, en el lugar donde la tradicin situaba la tumba de San Pedro,
cuya exploracin arqueolgica sera iniciada precisamente durante el Pontificado de su
antecesor. Termin la ceremonia con una accin de gracia en que incluy las palabras que los
Evangelios ponan en boca del prncipe de los Apstoles: Seor, t que lo sabes todo, sabes
que te amo. A los 23 aos de edad, a punto de comenzar una carrera sacerdotal, Roncalli
defina de este modo todo su sentimiento.
2. Los diez aos siguientes pueden resumirse con dos trminos complementarios, plenitud de
servicio y vocacin de historiador a fin de transmitir a sus alumnos el conocimiento de aquellos
momentos culminantes que esmaltan la vida de la Iglesia. Su primer destino fue el de
secretario del arzobispo de Brgamo, Joaqun Mara Radini Tedeschi, a cuyo lado permaneci
hasta su muerte en agosto de 1914. En una biografa cuidadosa de su prelado, Roncalli insiste
en la influencia que la santidad de ste signific para l. Completaba sus obligaciones en la
secretaria con el cargo de profesor de Historia en el Seminario. Como Tedeschi, sufragneo de
Miln, tena que hacer frecuentes viajes a esta ciudad, Roncalli aprovech la oportunidad para
utilizar libros y manuscritos de la Biblioteca Ambrosiana. De aqu vinieron, para l, dos
amistades preciosas: la primera con el prefecto de dicha biblioteca que era, como sabemos,
Achille Ratti, futuro Papa; la segunda con el smbolo del pasado milans, San Carlos Borromeo.
La documentacin de este ltimo, cuidadosamente recogida, sera fuente preciosa para el
futuro. San Carlos es, no lo olvidemos, principal ejecutor del Concilio de Trento.
Bulgaria, en donde reinaba Boris III, estaba atravesando una situacin muy difcil. Pocos das
antes de la llegada del visitador el monarca escap de un atentado gracias a haber suspendido
a ltima hora ir a un funeral previsto en la iglesia de Santa Nedela que fue volada. Autores del
atentando y de los disturbios que siguieron eran los comunistas que, ayudados desde la URSS,
intentaban hacerse dueos del poder. Boris recurri a medidas muy duras y busc apoyo entre
las potencias occidentales, entre las que situaba al Vaticano. De ah que el rey recibiera
calurosamente a Roncalli, ofrecindole en todo momento su ayuda. Lo primero que el visitador
hizo, tras ser recibido con calor y afecto por el rey, fue establecer contacto con el santo snodo
de la iglesia ortodoxa. De este modo se pretenda establecer una ordenada convivencia entre
ambas obediencias. Los catlicos eran poco ms de 40.000 y estaban regidos por dos obispos.
De este modo la Iglesia catlica blgara se preparaba para afrontar dos desafos, el inmediato
superar las rencillas que, a veces con violencia, se haban sucedido durante siglos; el siguiente
resistir la dura persecucin comunista que provoc algunos casos de martirio. La Congregacin
para las Iglesias Orientales entendi mal la poltica seguida por Roncalli, regateando a ste los
recursos que necesitaba para llevar adelante su labor. Pero es indudable que estaba sealando
ya un futuro que el tiempo se encargara de confirmar: era llegado el momento de remover los
obstculos y, sin que hubiera que renunciar a ningn punto de doctrina, alcanzar una especie
de entendimiento. En 1934, a sus funciones de visitador se sumaron las de delegado apostlico
en Turqua y Grecia. En ambos lugares las dificultades para los catlicos se incrementaban. El
rgimen establecido por Mustaf Kemal Ataturk al sustituir el Sultanato por la Repblica, era
muy duro, especialmente para las confesiones religiosas. De modo que Roncalli, cuando viaj
all, careca de cualquier clase de reconocimiento oficial. Estaba rigurosamente prohibido el
uso del traje talar.
No resultaba muy diferente la situacin en Grecia: aqu las suspicacias aumentaban por
incluirse a los dos pases, profundos enemigos, en una misma misin. De modo que cuando el
delegado apostlico quiso viajar a Atenas, las autoridades griegas le extendieron un visado
como turista y por un tiempo de ocho das. Roncalli contaba con un rasgo en su carcter de
valor espiritual: saba contemplar a cualquier persona ajena con los brazos abiertos. Marcaba
por consiguiente un camino con tres vertientes: el refuerzo de la comunidad catlica lo nico
importante es alcanzar la santidad un claro acercamiento a la jerarqua ortodoxa haba
llegado el momento de destacar lo que une por encima de lo que separa y ayuda, a veces con
riesgo, a la comunidad juda que estaba siendo cruelmente perseguida. Es famosa la ancdota
de cmo detuvo un tren de judos impidiendo que se les repatriase a Alemania. A travs de
Roncalli, el Vaticano pudo recibir importante informacin acerca del holocausto en sus
primeras fases.
3. En el verano de 1944 los aliados recobraron Francia suprimiendo el rgimen de Vichy. El
nuncio acreditado ante este gobierno, Valerio Valeri, regres a Roma y se vio la necesidad
imprescindible de sustituirle para evitar confusiones. El nuevo rgimen implantado por De
Gaulle, con participacin de comunistas, se mostraba hostil a la Iglesia; acusaba incluso a
algunos obispos de haber actuado como colaboradores con el rgimen ahora sustituido.
Mediante un telegrama se orden a Roncalli que, pasando por Roma, fuera a tomar posesin
de la nunciatura en Pars. La guerra an no haba terminado. El 29 de diciembre el nuevo
nuncio era recibido en audiencia por Po XII, y aunque desconocemos la conversacin, no cabe
duda de que se trataba de lograr un acercamiento entre el Vaticano y la IV Repblica.
El 1 de enero de 1945 Roncalli present sus cartas credenciales y fue inmediatamente
reconocido, segn era costumbre, como cabeza de todo el cuerpo diplomtico acreditado en la
capital francesa. Inmediatamente, y recurriendo a mtodos que se remontaban a Napolen, se
le exigi la destitucin de treinta y tres obispos, a los que se acusaba de colaboracionismo.
Eran los meses en que las represalias, en Francia, estaban alcanzando un rigor y amplitud que
ms tarde seran olvidados. Roncalli no opuso una resistencia a ultranza, que hubiera sido
contraproducente y favorable a las izquierdas que deseaban consolidarse en el poder, pero
entr en cautelosas negociaciones consiguiendo que se fuera reduciendo el nmero de
exonerados. Finalmente slo tres haban de ser privados de sus sedes. Al menos el gobierno
galo haba conseguido sentar y reconocer un principio: la colaboracin con Vichy era delito. Es
indudable que el nuevo nuncio, que permanecera ocho aos en su puesto, supo acomodarse a
la situacin mostrndose favorable a la autoridad establecida que, gracias a las presiones
americanas y a las amenazas significadas por el comunismo sovitico, experimentara un
cambio importante. En ciertas ocasiones Roncalli hizo manifestaciones contrarias al sistema
espaol, representado entonces por Franco, provocando disgusto en Madrid.
No cabe duda de que la nunciatura parisina del futuro Papa constituy un xito. Pero no
faltaban las dificultades. El alto clero francs se mostraba ahora, fortalecido con los relevos,
poco inclinado a respaldar al Vaticano. Po XII pareca demasiado conservador; es indudable
que se le reprochaba que, durante la guerra, no se hubiera alineado con los aliados,
incluyendo entre estos a Rusia. El arzobispo de Pars quiso poner en marcha un programa de
introduccin de sacerdotes en el mundo obrero, pero abandonando la sustantividad del
sacerdocio para adquirir la del trabajador. Las consecuencias de este experimento, como
sabemos, fueron negativas; prcticamente los que participaban en l acababan abandonando
sus hbitos y adquiriendo la costumbre de aquellos con quienes vivan, incluyendo las
relaciones femeninas. Roncalli se vio obligado a cumplir las rdenes del Papa que dispuso que
se pusiera fin a este ensayo. Roncalli se sinti inmerso en profunda tristeza ante aquellos
numerosos ejemplos de sacerdotes que abandonaban su condicin. Aos ms tarde, en
calidad de Papa, tendra que tomar medidas aun ms severas.
A finales de 1952 se le comunic que iba a ser promovido cardenal y arzobispo de Venecia.
Invocando una vieja costumbre el presidente Vincent Auriol le hizo entrega del capelo en una
ceremonia que tuvo lugar en el palacio del Elseo el da 15 de enero de 1953. Antes de
abandonar Pars, ofreci un banquete de despedida al que invit a los que fueran presidentes
o destacados polticos con quienes mantuviera relacin durante su estancia. De este modo
Roncalli pudo contar con el respaldo de personas muy divergentes de su ideario poltico o
religioso, como Herriot, Bidault, Faure, Pinay, Pleven o Mayer. Hizo el viaje de retorno
atravesando Espaa sin duda para rectificar o compensar algunos gestos contrarios al rgimen
imperante. Alberto Martn Artajo, ministro de Asuntos Exteriores, y ngel Herrera Oria, ambos
de los Propagandistas, le acompaaron en una visita al Valle de los Cados, explicndole la
intencin, para l sorprendente, de que se iba a reunir bajo el signo de la Cruz, a cados de
ambos bandos, a diferencia de lo acostumbrado en otros pases. Roncalli se sinti
favorablemente impresionado por la idea y cuando subi al solio, hizo dos regalos: una reliquia
1958, coincidiendo, aposta, con la fiesta de San Carlos Borromeo. Se preparaba a seguir los
pasos de ste en el servicio firme a los fieles.
Dos corrientes se afirmaban en la Iglesia, creando verdaderos peligros, como se demostrara
con el fracasado intento de los sacerdotes obreros y las corrientes sostenidas por ciertos
telogos que se mostraban partidarios de cambiar el sentido jerrquico de la Iglesia y aceptar
algunos aspectos de la revolucin sexual, que por estos aos se iniciaba y que propona
cambiar el sentido de las relaciones entre hombre y mujer, disminuyendo el papel de la
procreacin. Por eso eran muchas las voces que reclamaban la convocatoria o reanudacin del
Concilio pues solo l poda decidir en nombre de la Iglesia toda.
Desde el primer momento pudo comprobarse que se iniciaba un tiempo nuevo en la vida de la
Iglesia, favorecido, sin duda, por las nuevas circunstancias que hacan del Vaticano un reducto
independiente, de dimensiones muy reducidas. Juan XXIII no se present con el revestimiento
solemne de la autoridad sino con la sencillez humilde de un hermano que habla a sus
hermanos, es decir, a todos los hombres. La Iglesia deba estar dispuesta a ofrecer su verdad
en un acto de servicio. Esta ser, precisamente, la misin recogida por el Concilio. Aunque muy
breve, cinco aos, este Pontificado desempea un papel esencial en la vida de la Iglesia. No
debemos sin embargo olvidar una de las afirmaciones del propio Juan XXIII: es Dios quien la
dirige y gobierna, impulsando a los hombres en el sentido que mejor conviene.
La decisin de promover a Montini, que haba iniciado desde Miln los contactos con sectores
protestantes en busca de un ecumenismo, no significaba que se le devolviese a Roma: era ms
importante la mitra de Miln que cualquiera de los grandes oficios de la Curia Vacante desde
1944 la Secretara de Estado, Juan XXIII la restableci, nombrando en noviembre de 1958 a
Domenico Tardini, que haba sido el paralelo de Juan Bautista. Muri, sin embargo, antes de
que se cumplieran los tres aos. Era difcil hallar un relevo. Fue escogido el cardenal Cicognani,
que acumulaba larga experiencia diplomtica en Espaa y Estados Unidos; permanecera en el
cargo hasta su muerte en 1973. Tambin oper sobre la Curia ensayando algunas novedades,
en especial el nombramiento de no italianos. Toda la alta burocracia vaticana lleg a sentirse
molesta ante estas novedades. Debe aadirse que Juan XXIII no fue un Papa manejable.
5. La vida del Papa cambi por completo. Definitivamente haba dejado de ser el solitario que
se aislaba en las estancias del Vaticano. Quera salir fuera, de momento slo a las calles de
Roma. El primer da de Navidad de su Pontificado, tras cumplir el rito de la misa con bendicin
urbi et orbi, frente a la multitud que ya no faltara nunca a la cita en la gran plaza, fue a ver un
colegio de hurfanos, comparti la tertulia con los ancianos de un asilo y acab reunindose
con los presos de la crcel de Regina Coeli, a los que llam hermanos. La popularidad de Juan
XXIII se dispar, pues de esta hora en adelante ya no faltaron las salidas, ventana abierta, hacia
un mundo exterior al que quera convocar para, entre todos, buscar esa paz que slo se
alcanza por la va del amor a los semejantes. Haba sobrevenido algo nuevo. Por eso en el
momento de su muerte fueron muchos los que reclamaron que se le titulase santo por
aclamacin. Lo era en el fondo de su mente.
Junto a esta vida pblica hay que considerar tambin la privada, apoyada siempre por el
secretario Capovilla, que ha conservado por escrito muchos datos y abundantes recuerdos. Se
levantaba antes de amanecer a fin de celebrar misa en su capilla privada a las siete de la
maana. Una larga meditacin preceda al breve desayuno, muy frugal, que era prlogo de una
intensa jornada de trabajo con abundante documentacin. Durante el almuerzo le lean libros
espirituales como si se tratara de un monje y luego empezaba la jornada vespertina de trabajo
hasta las siete y media en que rezaba el rosario con todos sus colaboradores, dndoles as
imagen de constituir una familia. Todava dejaba un tiempo para contestar cartas, despachar
con Capovilla o redactar los borradores de sus discursos.
Desde la poca de Sixto V, el nmero de cardenales estaba limitado a setenta. Juan XXIII
convoc un consistorio el 15 de diciembre del mismo ao de su eleccin y promovi a 23
personas, con lo que el nmero total alcanzaba los 75; era imprescindible, explic, porque la
Iglesia ya era universal y era necesario que todos los continentes estuviesen all representados.
Ms adelante se incrementara hasta un total de 87, dejando abierta todava la puerta para
nuevas promociones. El primer nombre de la lista era Montini de modo que podemos decir
que con este nombramiento se haca descansar sobre sus hombros todo el futuro de la
imprescindible renovacin. Por vez primera un negro, Rugambwa, un japons, Tatsuo Doi, y un
filipino, Rufino Santos, iban a ceir el capelo.
Hubo algunos errores en el juicio que algunos altos dirigentes de la Iglesia se formaron acerca
de lo que significaba la eleccin de un Papa de tal carcter. El cardenal arzobispo de Pars,
Maurice Feltin, volvi a poner en marcha la que llamaba Misin de Francia, aunque a los ojos
de los fieles se trataba de los sacerdotes obreros: pretenda que se les autorizase a realizar un
trabajo en las fbricas a tiempo completo, a fin de insertarse en las filas del proletariado. Juan
XXIII, que ya haba tenido que oponerse durante su nunciatura, pas el asunto a la
Congregacin para la Doctrina de la Fe, es decir, el Santo Oficio: se trataba de enfocar el tema
como un muy serio error doctrinal. En julio de 1959 el prefecto, cardenal Pizzardo, pas a
Feltin la sentencia final: es incompatible el trabajo en fbricas y talleres con la vida y
obligaciones sacerdotales. Feltin viaj a Roma, pero no pudo conseguir que esta sentencia se
modificara.
La decisin ms importante, aquella que, al principio, tambin sumi a Montini en cierta
perplejidad, fue el anuncio, hecho el 25 de enero de 1959, festividad de San Pablo, de que un
nuevo Concilio iba a ser reunido en el Vaticano y no como una simple continuacin de aquel
que fuera interrumpido en 1870. Anunci, despus, que tena el propsito de viajar a Loreto y
a Ass, para lograr, en estos santuarios tan ligados a la vida de Italia, la ayuda espiritual que
necesitaba en favor del Concilio. En el fondo se trataba de romper con una norma. Desde 1870
el Papa no haba salido del territorio vaticano, ni siquiera despus de los acuerdos
lateranenses ya que Letrn, como Castelgandolfo, era tierra propia. Ahora el gobierno italiano
puso un tren a disposicin del Pontfice para un trayecto de ms de seiscientos kilmetros.
Todo el recorrido estuvo orlado por una amplia muchedumbre que aclamaba al Papa. Ya no
haba obstculo para que los viajes se repitieran e incluso se ampliaran. Suprema cabeza de la
Iglesia, el sucesor de Pedro se dispona a reunirse con ella en cualquier rincn del globo en
donde se hallara establecida.
Las otras tres cuestiones que deban tratarse en las ltimas semanas de aquel mes, no
condujeron a ningn logro de esta naturaleza. El esquema acerca de las fuentes de la
revelacin, que implicaba cambios muy sustanciales en la heurstica, fue retirado, al tiempo
que se aceptaba el uso de los medios de comunicacin, que iban a procurar algunas
confusiones en torno a lo que el Concilio estaba realizando. Tambin hubo de retirarse una
propuesta acerca de las relaciones con las Iglesias orientales, porque el trabajo an no haba
madurado. El esquema De Ecclesia fue fulminado en seis congregaciones sucesivas. Haba aqu
un enfrentamiento entre dos posturas: la defendida por la Curia, mantener rigurosamente la
estructura jerrquica, partiendo de la infalibilidad reconocida al Pontfice por el Concilio
Vaticano I, y la que muchos obispos del exterior presentaban haciendo de la Iglesia universal
una suma de comunidades episcopales colegiadas en comunin desde luego con Pedro. En
estas circunstancias Juan XXIII clausur la primera etapa del Concilio el 8 de diciembre,
coincidiendo con la fiesta de la Inmaculada.
7. Fueron muchos los que extrajeron consecuencias negativas de esta primera etapa del
Concilio, sin advertir, acaso, que se haba entrado en una etapa de profunda renovacin. La
Iglesia estaba haciendo frente a los grandes problemas del mundo y daba para ellos respuestas
muy tiles. Por ejemplo, en un momento en que se mitificaba la democracia, reduciendo al
hombre al nivel de un simple individuo, ella recordaba que en la esencia misma del sistema
democrtico se encuentra el respeto al orden moral, sin el que el ser humano pierde sus
valores y su carcter de persona. No trataba de rechazar la democracia sino de otorgarle su
dimensin correcta. Lo mismo suceda con el ecumenismo, ahora puesto en marcha.
Sus viajes en el exterior y de una manera especial la larga estancia en los Balcanes, haban
permitido a Roncalli comprender que eran menos graves de lo que en principio se pensara los
factores de separacin, de una manera especial con aquellas Iglesias, anglicana, presbiteriana
o episcopaliana, que haban conservado una parte sustancial del patrimonio comn. Estableci
una relacin de amistad con el patriarca de Constantinopla, Atengoras era ms difcil el
contacto con Mosc, demasiado sumiso a las autoridades soviticas, intercambindose
regalos. En 1960, el arzobispo de Canterbury, Geoffrey Fisher, cabeza de la Iglesia de
Inglaterra, fue recibido en el Vaticano celebrndose una primera y larga conversacin de la que
era preciso destacar un punto: ambas partes juzgaban conveniente un acercamiento. El papel
de Montini, que en Miln estaba realizando encuentros de esta naturaleza, debe ser
destacado. Ya no haba obstculo para que el Papa dialogara directamente con otros
dirigentes, Craig, que representaba a la Iglesia escocesa, o Lichtenberg, cabeza de los
episcopalianos norteamericanos. Todas estas visitas eran un precedente, y no una
consecuencia, de la doctrina del Concilio.
Juan XXIII llam a Agustn Bea, jesuita, confesor de Po XII, cuya confianza tuviera, y
nombrndole cardenal, le encomend la puesta en marcha de un nuevo Secretariado para la
Unin de los Cristianos. La tarea, muy a largo plazo, iba a consistir en poner orden y mtodo en
las conversaciones con aquellas Iglesias que, ahora, se calificaban simplemente de
separadas; las reciprocas excomuniones quedaban relegadas al silencio. Un paso decisivo
convertir la doctrina social de la Iglesia en una doctrina moral acerca de la sociedad. sta debe
buscar soluciones para los problemas que en el orden econmico y social se tienen planteados:
nicamente si se tienen en cuenta los principios morales que contiene la doctrina de la Iglesia,
sern adecuadas.
La encclica comienza contraponiendo las dos concepciones acerca del ser humano, aquella
que, de acuerdo con el liberalismo radical del siglo XIX, le reduce a ser mero individuo dentro
de la sociedad, y la que ha venido enseando la tradicin cristiana que le califica de persona
con sus deberes y sus derechos. Pero slo se es persona si se acepta la relacin entre la
criatura y su creador de quien proceden su imagen y semejanza. El mal de nuestro tiempo
coincide precisamente con la bsqueda del hedonismo. El Papa pues se sita en una lnea de
oposicin radical a la revolucin sexual norteamericana, que ha prevalecido y que, a su juicio,
consiste en hacer de los sentidos un fin y no, como son en realidad, medios. Una sociedad que
se distancia de Dios entra en un mundo confuso y que carece de sentido.
De las tres dimensiones de los derechos naturales humanos reconocidos por la Iglesia desde el
siglo XIV, Juan XXIII procura destacar la propiedad, tan combatida en su tiempo desde los dos
sectores extremos del marxismo y del capitalismo. La propiedad privada es un medio
indispensable para la realizacin de la persona y debe hallarse presente en todos los estratos
de la sociedad. A veces esta propiedad queda reducida al trabajo individual que merece por
ello ser tratado como una de las dimensiones para la autorrealizacin y no como una parte o
instrumento de la produccin en que coinciden marxistas y capitalistas. Tambin el Estado
tiene, a veces, que ejercer esa propiedad al tratarse de medios o instrumentos que no estn al
alcance de la economa privada, como sucede con aquellos servicios pblicos que no son
rentables. Aqu vea Juan XXIII dibujarse un peligro: que el Estado se sintiese dominado por la
codicia ampliando sus propiedades como medios para el ejercicio del poder.
La Mater et Magistra tuvo un xito sin precedentes en cuanto a su difusin: los principales
peridicos del mundo entero la reprodujeron y muchos de los grandes lderes polticos
hicieron de ella grandes elogios. La Iglesia demostraba de este modo que se hallaba muy por
encima de Adam Smith o de Carlos Marx y que el orden moral adecuado a la naturaleza
humana resulta indispensable para una solucin adecuada de los grandes problemas que
afrontaba la sociedad del siglo XX.
Las encclicas sptima (Aeterna Dei sapientia, 1961) y octava (Poenitentiam ageere, 1962) no
alcanzaron el mismo relieve aunque tampoco deben olvidarse ya que significaban pasos de
importancia en el camino doctrinal elegido por Roncalli. Conmemorando la muerte, quince
siglos atrs, de San Len Magno, recordaba a los fieles y de una manera especial a quienes
trabajaban en la va del ecumenismo, que el primado de Pedro es siempre un elemento
esencial a pesar de que en sus intervenciones orales abra puertas para que esto se entendiese
como va de acercamiento entre iglesias separadas y no como un vnculo de poder. Del mismo
modo insista en la necesidad de recurrir a la confesin, como vehculo nico para alcanzar el
perdn de los pecados; slo la comunin de los santos, que por va de penitencia se puede
afirmar, garantizaba los frutos que del Concilio se esperaban.
simplemente autoritarios. Giuditta supo transmitir a su hijo una profunda devocin cristiana y
un espritu de caridad.
Juan Bautista Montini fue un nio de salud muy frgil, la cual le impeda muchas veces realizar
trabajos y esfuerzos que le eran necesarios. Alumno de los jesuitas en el Colegio Arici, no pudo
seguir los cursos normales, tenan que permanecer largas temporadas en su domicilio. Tuvo
que completar los estudios de bachillerato en un centro estatal, en donde era posible optar
por la enseanza libre, como entonces se llamaba. Pero no haba dificultades para que aquel
alumno superara los exmenes requeridos. Completaba su formacin religiosa con los
oratorianos de San Felipe Neri. Aqu conoci al padre Julio Bevilacqua que, hasta su muerte en
1965, ejerci sobre l muy considerable influencia. Siendo todava muy joven entr en
contacto con las obras del gran pensador francs, Jacques Maritain, que sostena, entre otras
cosas, que la democracia era un sistema que tena origen cristiano. La influencia de Maritain
fue muy considerable, tanto entonces como despus, cuando rectific una gran parte de su
pensamiento.
Entre los aos 1913 y 1914 se consolid en Montini la voluntad de hacerse sacerdote. Dado su
mal estado de salud el obispo de Brescia hubo de concederle una licencia especial para que
siguiera su carrera en condicin de alumno externo, asistiendo a las clases y viviendo fuera del
seminario. Estas mismas razones de salud explican que pudiera eludir el servicio militar
durante la primera Guerra. Por esta fecha puede decirse que estaban profundamente
definidos los rasgos esenciales de su carcter.
Dotado de una profunda fe catlica, Montini permanecera vinculado a los principios que
inspiran la futura democracia cristiana. Por su madre Giuditta, que perteneca a la ms
importante familia de Brescia, los Alghisi, se vio inspirado por un sentido aristocrtico en la
conducta que le aproxima a Po XII. Bastantes personas tendran la oportunidad de comprobar
que en momentos especialmente difciles, el Papa se vera acometido por el llanto. Hasta 1925
don Giorgio se mantuvo dentro del Parlamento creyendo que era posible ejercer una oposicin
legal al fascismo dentro del sistema.
10. Al convertirse en seminarista, el joven Montini no interrumpi las relaciones y actividades
que vena desarrollando en organizaciones catlicas como las Congregaciones Marianas, o las
Conferencias de San Vicente de Pal, e incluso polticas, relacionadas siempre con los ideales
que profesaba su padre. Un amigo, de nombre Andrs Trebeschi, cre una Organizacin de
bachilleres catlicos que desde 1915 al tiempo que Italia entraba en guerra lanz un
peridico, La Foinda (La Honda), que el propio Montini presentara luego a Po XI como un
medio adecuado para que profesores y alumnos pudieran extender, en una sociedad
penetrada de laicismo, la palabra y doctrina catlicas.
G.B.M., sigla mediante la cual ocultaba y revelaba su nombre, public varios artculos en esta
primera etapa del peridico que, en 1918, concluida la guerra, dara origen a una organizacin,
(FUCI) Federacin de Estudiantes Universitarios Catlicos de Italia, con aspiraciones polticas
de gran relieve. Siendo sacerdote, aos ms tarde, Montini actuara eficazmente como asesor
religioso de la FUCI. La ordenacin para el presbiterado tuvo lugar en Brescia el 29 de mayo de
1920. Terminaba de este modo la que podramos considerar como primera etapa de su vida.
En este momento su padre, don Giorgio, estaba realizando la carrera poltica, en calidad de
miembro del Parlamento. El obispo de Brescia dispuso que el joven sacerdote se trasladara a
Roma a fin de completar su formacin en Teologa y Derecho Cannico. Curs estudios en la
Gregoriana, en la Sapienza, Universidad estatal, y en 1921 ingres en la Escuela de Nobles
Eclesisticos. Se le prepara pues para el servicio directo al Vaticano.
Su primer puesto fue de agregado a la nunciatura en Varsovia que entonces desempeaba
Lorenzo Laconi, que prestara una ayuda preciosa al mariscal Pilsudski, permaneciendo en la
capital cuando se produjo el ataque sovitico que aquel consigui rechazar. Montini se
mantuvo apenas unos meses, entre mayo y octubre de 1923, puesto que el nombramiento era
slo parte de un aprendizaje. Pero esta experiencia, que le permiti establecer contacto
personal con el mariscal, tambin fue importante en el establecimiento de diferencias entre
los sistemas totalitarios, sovitico, fascista o nazi, y las dictaduras de emergencia que brotaban
de un deseo de defender o restaurar el orden. De regreso a Roma y mientras continuaba sus
estudios de doctorado, reciba dos encargos ms slidos: la asistencia espiritual al Circulo
Universitario Romano que formaba parte de la FUCI y el de minutante (simple oficinista) en la
Secretara de Estado del Vaticano. Dentro de ella hara carrera durante casi treinta aos,
ascendiendo, grado a grado, en el difcil camino de las responsabilidades.
Entre 1925 precisamente el ao en que era incautado el peridico de Brescia y don Giorgio
pasaba a la oposicin, perseguido por los musolinianos y 1933, Juan Bautista Montini
desempea, a travs de las FUCI, un papel de suma importancia, entrando en estrechas
relaciones con aquellos jvenes que, como Aldo Moro o Alcide de Gsperi, construiran la
democracia cristiana como un gran partido, primero en la clandestinidad, ms o menos velada,
luego en la sucesin al fascismo. Las FUCI aspiraban a ser algo muy diferente de la Accin
Catlica, y seran inspiradoras de la Asociacin Catlica Nacional de Propagandistas, ACNDP,
creada en Espaa por el P. Ayala y don ngel Herrera: mediante conferencias, charlas
doctrinales y publicaciones peridicas, pugnaban por conseguir una modernizacin del
catolicismo aplicndolo tambin al campo de la poltica. Era, segn este punto de vista,
imprescindible que los catlicos desempeasen un papel decisivo en la poltica a fin de
implantar la doctrina moral tambin en las venas de la sociedad.
Esta lnea de conducta implicaba un enfrentamiento directo con el fascismo ya que este
Partido pretenda ejercer un dominio absoluto sobre las organizaciones juveniles. Para el
Vaticano se trataba de una opcin difcil pues era el momento de la negociacin de los Pactos
Lateranenses (1929), que incluyen, con el reconocimiento pleno del Estado Vaticano, un
concordato que devolva a la Iglesia muchas de sus funciones dentro de la sociedad italiana.
Montini no expres nunca la menor duda: el totalitarismo fascista, moderado al principio, se
ira radicalizando con una negativa hacia las libertades. Esto afectaba a la Iglesia, cuyas
organizaciones juveniles eran suprimidas para incorporar a todos los universitarios al fascismo.
Julio Bevilacqua fue expulsado de Brescia y Montini hubo de ofrecerle alojamiento en su casa.
Durante algunos aos el Vaticano trat de mantener un equilibrio, protegiendo de hecho a las
FUCI y a su consiliario, sin mostrar una actitud abierta contra el Rgimen, al que
constantemente censuraba en ciertos detalles. Pero surgi entonces una cuestin interna: el
padre jesuita Gragnani, que controlaba las Congregaciones Marianas, sostuvo que las FUCI
significaban una seria amenaza tanto para la Accin Catlica como para las organizaciones
En razn de su oficio como sustituto y luego prosecretario, todos los asuntos relacionados con
Espaa pasaban prcticamente por su despacho. Desde 1943, cado Serrano Suer y aceptada
como un hecho la prxima derrota del Eje, se increment en este pas la influencia de los
sectores procedentes del catolicismo laico, en especial de la Asociacin Catlica Nacional de
Propagandistas. De ah que Montini pudiera establecer buenas relaciones con ministros o
embajadores como Martn Artajo que recab de la Santa Sede una especie de respaldo antes
de aceptar su cartera Castiella o Ruiz Gimnez. Este ltimo se decant con mayor claridad en
favor de las normas de la democracia cristiana. Nuevos acuerdos para el nombramiento de
obispos (seisenas), el sostenimiento econmico de la Iglesia y la enseanza religiosa fueron
parte de su cometido.
Montini colabor directamente con algunos hechos de la diplomacia espaola muy
significativos, como la ayuda a los judos o la negociacin para que los beligerantes aceptaran
considerar a Roma como ciudad abierta. Cuando el Rgimen espaol fue condenado por la
ONU, intervino de modo directo, para evitar que se entrara en negociaciones secretas con la
URSS y busc la ayuda del cardenal Spellmann para mejorar o cambiar las relaciones con USA.
Montini es figura clave tambin en la negociacin del concordato de 1953, muy favorable para
los intereses de la Sede romana.
Pese a las estrechas relaciones con Po XII, cuya memoria Montini siempre enalteci, no fue
promovido cardenal, cerrndose el camino para una posible sucesin que ciertos sectores del
alto clero romano contemplaban como una posibilidad que haba que cerrar. Las querellas
internas, que se haban agudizado durante la guerra, y despus, haciendo del siglo XX un
tiempo de duras persecuciones, se traducan en enfrentamientos. Haba quienes, como
Ottaviani, juzgaban que lo mejor para la Iglesia era consolidarse y afirmar posiciones
tradicionales. Otros consideraban que, a fin de cuentas, la democracia haba trado como
consecuencia una expansin del socialismo y del comunismo de muy graves consecuencias. Y
no faltaban quienes pensaban que era preciso aceptar la realidad existente, tratando de
negociar acuerdos que permitieran a la Iglesia conservar o recobrar su libertad. Montini era
clasificado entre estos ltimos: sostena que era preciso prepararse y afrontar cualquier
circunstancia ya que su misin es espiritual y no temporal; aunque no es posible permanecer
indiferente ante el sesgo de un sistema poltico, era indispensable acomodarse a l para evitar
riesgos mayores.
12. Se traz en torno a su persona una verdadera leyenda que le presentaba como
izquierdista. No olvidemos que la democracia cristiana, que ahora gobernaba Italia, tena
que mostrarse aperturista en relacin con el socialismo a fin de frenar al comunismo de nuevo
cuo. No cabe duda de que se vertieron, en torno a su persona, verdaderas calumnias. En
1954, con ocasin de la enfermedad de Po XII, que anunciaba el final del Pontificado en un
plazo no demasiado largo, circularon rumores acerca de que Montini estaba manejando
posibles candidaturas en orden a la sucesin. Entonces Po XII decidi apartarle de la
Secretara de Estado mediante el procedimiento vaticano del promoveatur ur amoveatur,
elevndole a la sede arzobispal de Miln, pero abstenindose de designarle cardenal, como
hubiera parecido lgico. Durante nueve aos su vida iba a transcurrir fuera de Roma. Desde
luego con ms libertad que la que otorgaban los estrechos despachos vaticanos.
El nombramiento se haba hecho en la fiesta de San Carlos Borromeo, como si se quisiera
indicar de este modo, que su misin consista en emular la del famoso santo que le precediera
en aquella misma sede. A causa de su enfermedad, Po XII hubo de delegar la consagracin,
que tuvo lugar en San Pedro, en el cardenal Tisserant. Hizo su entrada en Miln el 6 de enero
de 1955 en coche descubierto y con aplauso popular; a su derecha iba el alcalde socialista de la
ciudad, Virgilio Ferrari. Un dato, difundido grficamente, que permita a los crticos
confirmarse en sus razonamientos sobre el izquierdismo de Montini. Sin embargo, su homila
en la catedral en aquella jornada, giraba en torno a una de sus ideas esenciales ya que estaba
all por mandato de la Iglesia y nicamente para servirla.
Para acallar rumores se adelant a publicar una carta pastoral cuyo ttulo, Omnia nobis
Christus est (Cristo es todo para nosotros), refleja bien su pensamiento y programa en la que
podemos llamar etapa milanesa entre 1955 y 1963: la Iglesia, desvinculada de los partidos
polticos, aunque no puede desentenderse de las grandes cuestiones sociales, no tiene otra
misin que la de llevar el mensaje de Cristo a todos los rincones; necesita, en consecuencia,
obtener las circunstancias favorables que le permitan cumplir esta tarea. Aada que la
mediacin de Mara, madre del Verbo encarnado, debe considerarse esencial. Una de sus
primeras acciones como Papa consistir en lograr que el Concilio proclame a la Virgen Madre
de la Iglesia, algo que a ciertos reformadores molest.
Para Montini la tarea ms importante, como arzobispo y ms tarde como Papa, consiste en
poner la doctrina, en actitud de servicio, al alcance de la sociedad moderna sin hacer
distinciones entre cristianos o no. Por eso prepar cuidadosamente durante dos aos la que
llamara Misin urbana de Miln (5 al 24 de noviembre de 1957) en que ms de medio millar
de predicadores intervinieron intentando explicar dicha doctrina. La sencillez tal era la
consigna, deba permitir que calara hondo en cada familia. Cristianizar la sociedad. Como una
de las consecuencias de la misma se produjeron en Miln contactos entre diversos
representantes de las confesiones cristianas separadas. Haba que intentar descubrir en sus
races los puntos comunes. Aunque no gozaba de buena salud, lo que daba al arzobispo un aire
frgil, no cabe duda de que se estaba convirtiendo en una de las figuras ms representativas
de la Iglesia. Esto no significaba que se hubieran borrado opiniones adversas en torno a su
persona. Ese aperturismo haca suponer a los sectores ms conservadores que el Concilio
poda convertirse en un dao para la Iglesia, despojndola de las estructuras que constituan la
prueba de su vigor.
Ya hemos sealado en otro lugar cmo una de las primeras decisiones de Juan XXIII fue elevar
al cardenalato a Montini y Tardini a los cuales profesaba un gran afecto y confianza. De modo
que el 17 de noviembre de 1958 Montini recibi el capelo. Desde este momento un amplio
sector de opinin en torno a los altos mandos de la Iglesia coincidi en sealar que l estaba
llamado a ser el prximo Papa. Los sectores de la izquierda tambin comulgaban con estos
deseos pues le consideraban como el posible factor de la apertura.
As se explica bien el incidente de 1962 que ejerci cierta influencia en Espaa. Por los das en
que se celebraba el Congreso de Mnich, que reclamaba que no se negociara desde el
Mercado Comn mientras no se hubiera cambiado el rgimen en Espaa, y tenan lugar en
este pas algunas huelgas, un grupo de jvenes izquierdistas visit al arzobispo de Miln para
pedirle que intercediera para salvar la vida de tres agitadores que haban sido condenados a
muerte en Barcelona. Un gesto de humanidad que movi a Montini a cursar la peticin. Desde
Espaa el ministro Castiella, que colaborara con l durante varios aos, le advirti que haba
sido engaado pues ninguna sentencia de muerte se haba dictado por aquellas fechas.
Montini hubo de rectificar, recordando adems que eran precisamente los pases comunistas
los que no respetaban los derechos humanos. Y entonces la prensa izquierdista pudo montar
una dursima campaa contra su persona presentndole como un partidario de los Regmenes
autoritarios. Tambin esto era falso.
Pocos das despus, al coincidir en las ceremonias de apertura de la Asamblea conciliar,
Castiella y el cardenal pudieron celebrar una sosegada entrevista que nos permite fijar con
precisin las repetidas posiciones de Montini. ste aceptaba la tesis de que la Iglesia deba
agradecimiento a Franco, ya que la haba rescatado de la persecucin restablecindola en sus
derechos; pero era imprescindible que el Rgimen evolucionara hasta acomodarse a los
modelos imperantes en Europa. Segua firmemente convencido de los mritos de la
democracia cristiana. Castiella tampoco se hallaba lejos de esta postura aunque comparta con
Franco el convencimiento de que se deba operar con cautela.
13. Dos semanas despus de la muerte de Juan XXIII se reuni el conclave. Las comunicaciones
areas permitan acortar los plazos de vacante. Era el da 19 de junio de 1963. El 21, en la
quinta votacin, Montini, que desde el principio era candidato de principal referencia, obtena
los dos tercios necesarios para una eleccin que responda a las expectativas que se
formularan. En la coronacin utiliz una tiara con valiosas joyas que le haban regalado sus
diocesanos. Despus orden venderla para repartir el dinero en obras de caridad. Este
atuendo fue en adelante suprimido de manera definitiva. Poco a poco el Pontificado iba a
prescindir de los costosos ornamentos que formaban su ceremonial.
No cabe duda de que Montini, que tom para s el nombre de Pablo en memoria del Apstol
de los gentiles, haba sido elegido para que encauzara las tareas del Concilio Vaticano II que, al
trmino de su primera etapa, pareca haber llegado a un cierto grado de estancamiento.
Rompiendo con la cronologa debemos comenzar ocupndonos de l. No cabe duda a los
historiadores de que las gestiones del nuevo Papa fueron a este respecto decisivas. El 29 de
septiembre de 1963 dio comienzo la segunda etapa de sesiones con un discurso del Papa de
gran importancia en que fijaba las cuatro tareas esenciales que deban emprenderse: exponer
con claridad la doctrina de la Iglesia, usando trminos que fuesen comprensibles a todos;
renovar su propia organizacin; promover la unidad entre todos los cristianos; abrir el dilogo
con el mundo contemporneo. En definitiva era indispensable redactar documentos que
firmados por el Papa, encauzasen la vida de la Iglesia.
Ottaviani, que representaba al sector ms conservador de la Curia present un esquema, De
Ecclesia, que fue muy ampliamente discutido porque los sectores ms progresistas queran
modificar sustancialmente la doctrina expuesta por Po XII en la encclica Mystici Corporis que
defenda la tesis tradicional de que la Iglesia es Cuerpo mstico de Cristo. Pablo VI haba
nombrado moderador al cardenal Suenens, que defenda las tesis contrarias a Ottaviani, y el
esquema, mediante el recurso a amplias votaciones, fue modificado y devuelto a la comisin
correspondiente. Se trataba de afirmar la colegialidad episcopal, rebajando de este modo el
poder de que gozaran los Papas desde la poca de Avignon y sobre todo desde Trento. Con el
retorno a la comisin, Pablo VI haba ganado un tiempo precioso, evitando el rechazo claro y
firme. Por otra parte, se haba entrado tambin en el tema clave de la llamada universal a la
santidad, que no fue discutido por nadie. En esta segunda etapa se trat tambin de la
colegialidad de los obispos dando paso a las conferencias episcopales de cada nacin o Estado
y del restablecimiento del diaconado. El 4 de diciembre de 1963, al cerrarse la segunda etapa,
se haban aprobado dos extremos: la reforma litrgica que abra paso al empleo de las lenguas
vernculas y la definicin de la conducta a seguir con los medios de comunicacin social.
La tercera etapa del Concilio iba a desarrollarse entre el 14 de septiembre y el 21 de
noviembre de 1964. La nueva liturgia fue ya practicada en la sesin inaugural dando de este
modo paso a una prctica que ciertos obispos rechazaban, alguno con amenazas como es el
caso de monseor Lefebvre, ya que el uso de lenguas vulgares poda provocar diferencias en
los textos que se apartaban de la deseable unidad. Las discordias renacieron. Algunos sectores,
franceses, holandeses y norteamericanos sobre todo, queran dar mayor nfasis a la
colegialidad, disminuyendo en la prctica la autoridad infalible del Papa. Pablo VI hubo de
enviar una Nota explicativa previa que recordaba que la infalibilidad pontificia definida por el
Concilio anterior, no poda ser modificada. En esta etapa se aprob el decreto Lumen gentium
quizs el ms importante de todos, y decretos acerca de la libertad religiosa, un derecho que
los catlicos deben exigir y otro sobre ecumenismo.
Lumen gentium pas a ser objeto de enseanza en los meses siguientes. La Iglesia se defina a
s misma como verdadero Cuerpo, Pueblo de Dios, del que forman parte todos los bautizados.
En consecuencia la santidad no es una llamada que se hace sobre determinados sectores
escogidos, religiosos o sacerdotales, sino sobre todas las almas. La colegialidad de los obispos,
consecuencia de ser los sucesores de los apstoles en el tiempo y no los presidentes de la
comunidad, se ejerce siempre en comunin con el vicario de Cristo y nunca al margen de su
autoridad.
Pablo VI estaba decidido a que la siguiente etapa, tercera, fuese la ltima. Se inici el 14 de
septiembre de 1965 con un discurso anunciando la creacin o restauracin de un rgano
intermedio llamado Snodo de obispos. De este modo la colegialidad poda ejercerse sin
necesidad de recurrir al Concilio, demasiado costoso y complicado. Decretos que haban sido
preparados en las comisiones, se aprobaron ahora con bastante rapidez: libertad religiosa,
ministerio de los obispos, renovacin en los programas de formacin del clero, la vida religiosa,
la educacin y el dialogo entre las distintas confesiones. La gran batalla se libr en torno al
esquema 13, que acabara aprobndose en el ltimo momento, 7 de diciembre, bajo el ttulo
de Gudium et spes. La Iglesia se preparaba, bajo la direccin de Pablo VI a enfrentarse con el
mundo moderno. El 8, festividad de la Inmaculada, el Pontfice clausur el Concilio.
14. Durante los primeros aos de su Pontificado la atencin de Pablo VI estuvo volcada
prcticamente en el Concilio. Aunque no es necesario incrementar la nota s puede decirse que
hasta 1965 no empiezan a registrarse novedades. l se senta llamado a poner en marcha las
reformas estructurales aprobadas o recomendadas por el Concilio. Esto significaba poner en
marcha las comisiones pertinentes que deban redactar los documentos precisos. Amleto
Cicognani, que haba sido nuncio en Espaa, permaneci al frente de la Secretara de Estado,
pero las funciones de sta se rebajaron. La idea de Montini era que se convirtiese
verdaderamente en un Ministerio de Asuntos Exteriores. Era el modo de disminuir tambin el
poder que la Curia vena ejerciendo.
Se generaliz la norma de que en cada nacin se constituyera una Conferencia episcopal,
redefinindose la colegialidad. Es cierto que las Conferencias no iban a tener poder ejecutivo
siendo instrumentos consultivos, pero de hecho sera en adelante muy difcil que los obispos
operasen al margen de los acuerdos que en este organismo se adoptaran. A fin de cuentas a
las Conferencias iba a corresponder la misin de transmitir y reformular la doctrina. A este fin
estaban facultadas para publicar documentos conjuntos.
Se estableci de un modo oficial el Snodo de obispos mediante decreto del Concilio (15 de
septiembre de 1965). Pablo VI no estaba pensando en todos los obispos ni tampoco en una
especie de representacin delegada de las Conferencias. Tras el primero se establecieron
normas que permitan al Pontfice influir decisivamente en la seleccin de los asistentes.
Trataba de crear un organismo intermedio entre el Concilio y la Curia: ciertos obispos
seleccionados de cada pas iban a colaborar en adelante de modo directo en el gobierno de la
Iglesia. Se trataba de un medio, adecuado, para completar y, en cierto modo, sustituir la tarea
del Concilio. Cada Snodo, en el futuro, sera convocado en relacin con determinadas
cuestiones concretas.
Se suprimi el ndice de Libros Prohibidos porque a juicio de Pablo VI, significaba una especie
de discriminacin, dando a entender que los que no figuraban en l eran legtimos. Deben ser
los directores de conciencia los que pueden recomendar o vetar ciertas lecturas. Al mismo
tiempo la Congregacin del Santo Oficio, es decir la antigua Inquisicin, que presida Ottaviani,
cambi su nombre por el de Doctrina de la Fe: lo positivo deba anteponerse a los
simplemente negativo. Se intentaba, mediante este cambio, dar a la Curia nuevos aires. Lo que
verdaderamente importa es fijar o explicar lo que se debe creer. Era uno de los principales
cambios propuestos desde el Concilio, acerca de la actuacin de la Iglesia.
Una renovacin, en conjunto, afect a la Curia, es decir a la cabeza de la Iglesia que vena
funcionando de acuerdo con una Instruccin que dictara en 1908 San Po X: La Regiminis
Ecclesiae universalis (15 de agosto de 1967) permanecer vigente durante ms de veinte aos,
hasta las modificaciones introducidas por Juan Pablo II en 1988. Se trataba slo de demostrar
que la Iglesia sigue siendo un organismo vivo, capaz de adaptarse a las circunstancias
cambiantes del mundo. La Secretara de Estado era el organismo mximo que coordinaba
todas las acciones de la Curia en relacin con las dems iglesias locales y dentro de ella se
otorgaba un especial relieve al sostituto, cargo para el que sera designado Giovanni Bennelli,
que gozaba de la plena confianza de Montini. A l corresponder la ardua tarea de acometer
una apertura hacia los pases del Este, restableciendo el contacto con las iglesias asentadas en
pases comunistas.
Se cambiaron tambin los Dicasterios introducindose algunos nuevos. Por ejemplo, se
establece un Pontificio Consejo para los laicos y una Comisin llamada Justicia y Paz. Los
nuevos organismos iban a depender menos de los cardenales pues se admita en ellos a
obispos diocesanos y otros altos mandatarios religiosos. A fin de dar a todo esto mayor
agilidad y eficacia se dispuso que todos los obispos y altos dignatarios presentasen su renuncia
al cumplir los 75 aos. Esta medida no alcanzaba desde luego al Papa que, como vicario de
Cristo, no puede tener lmites cronolgicos en su condicin. Por esta causa en 1969 Cicognani
hubo de presentar su renuncia siendo sustituido por el cardenal francs Jean Villot; las
relaciones entre ste y Benelli fueron difciles y ms cuando se encomendaron las relaciones
con los Estados a Agostino Casaroli. Villot trataba de imponer en todas partes el modelo
francs mostrndose contrario a la confesionalidad del Estado, cosa que traa consigo
profundas modificaciones.
Esto se comprueba muy claramente en el caso de Espaa. Villot reclam una renuncia al
sistema de las seisenas a fin de poder nombrar obispos con entera independencia lo que no
suceda en Francia donde el gobierno ejerca un derecho de veto e incluso nombraba titulares
en algunas sedes manteniendo sin embargo el resto del concordato de 1953 que era
enteramente favorable a la Iglesia. El Papa, al menos en un primer momento, respald la
actitud de Villot, ya que la Conferencia episcopal no quera verse privada de importantes
ventajas econmicas. Pero el Gobierno espaol respondi que, siendo el concordato ley
fundamental confirmada por las Cortes, la nica salida era prescindir de l y negociar uno
nuevo en las condiciones que al Vaticano pareciera bien. Benelli se inclinaba por esta segunda
solucin: haba que aprovechar las circunstancias de la confesionalidad poltica que poda ser
modificada en un plano no muy largo dada la edad de Franco. La Conferencia episcopal
espaola se decidi en favor de ganar tiempo dejando la cuestin para el sucesor de Franco
que no poda tardar mucho. Tras este debate se apuntaba una segunda cuestin. Si la Iglesia
aspiraba a universalizarse reclamando libertad absoluta en todos los pases, la existencia de
Estados declaradamente confesionales poda ser un obstculo pues los no catlicos aducan
ser tratados en condiciones de inferioridad.
15. Haba que poner trmino a una situacin que se arrastraba desde la Edad Media cuando
coincidan los dos trminos cristianismo y europeidad. Para ello era preciso cambiar la
composicin del Colegio de cardenales hasta convertirlo en una especie de Senado con
representacin equilibrada de todos los territorios. Haba comenzado siendo un Colegio
exclusivamente romano, de obispos, presbteros y diconos. Poco a poco haban entrado en l
extranjeros aunque las dificultades del viaje evitaban efectivas reuniones de todos. Ahora
estas dificultades estaban superadas por las comunicaciones areas. En 1963 todava una
tercera parte de los cardenales eran italianos, otra de europeos y una tercera de otras partes
del mundo. En 1978 haba 33 italianos, 33 europeos y 66 de otras partes. La representacin
universal pareca conseguida.
obispos con Pedro puede garantizar dicha unidad. Sin ella, por otra parte, la tarea de la Iglesia
se tornara ineficaz.
Por esta razn su discurso, el 10 de junio de 1969, ante el Consejo Ecumnico de las Iglesias,
tuvo por ttulo precisamente Mi nombre es Pedro. Fuera de esto, todos los dems aspectos
podan ser materia de dilogo. Cumpla de este modo la norma que el Concilio estableciera:
hay un fondo de unidad insoslayable en la doctrina, el cual debe reforzarse; pero todos los
dems aspectos de la divergencia puede y deben ser sometidos a dilogo. Haba dilogos y
muestras de afecto con anglicanos y armenios, lo que pareca ms difcil de conseguir con
ciertos sectores evanglicos extremos nacidos del calvinismo. En enero de 1964 se tuvo la
sensacin de haberse dado un paso de gigante: durante la peregrinacin a Tierra Santa la
primera vez que un Papa llegaba a Jerusaln, Pablo VI y Atengoras de Constantinopla se
abrazaron en el monte de los Olivos. Luego, en 1968, el patriarca viaj a Roma, se declararon
nulas las recprocas excomuniones y ambos pudieron concelebrar en ritos paralelos pero
compartiendo la presencia de Dios. De este modo el Cisma entre las dos Iglesias, latina y
griega, quedaba reducido a una sola pregunta: debe preferirse la autocefalia al primado de
Pedro?
16. Comenzaban a difundirse en Europa calumnias contra Po XII a quien se reprochaba, por
ejemplo, no haber sido suficientemente eficaz en la defensa de los judos. Pero habida cuenta
de que toda esta poltica era responsabilidad de Montini, las denuncias, falsas, apuntaban a l.
Lo mismo que sucediera con Espaa, cuyos esfuerzos en favor de los judos fueron silenciados,
se trataba ahora de combatir a la Iglesia. Por eso Pablo VI tom la decisin de salir fuera, al
ancho mundo, para restablecer la credibilidad de la Santa Sede, que desde 1929 era ya un
Estado contando con el Papa como su Jefe, con un territorio aunque sin comunidad poltica.
Esta situacin haba superado la prueba de la Segunda Guerra mundial sin que ninguno de los
combatientes se atreviera a alterarla, reconocindose as las ventajas que para todos
significaba.
Apenas elegido, Montini, que haba meditado mucho sobre el tema desde tu larga experiencia,
decidi que la presencia del Papa era necesaria al menos en tres escenarios: Tierra Santa,
conflictivo escenario para el enfrentamiento entre judos y rabes, siendo adems el ncleo
espiritual para el origen de la Cristiandad; los foros internacionales a los que acudan tambin
Jefes de Estado y de gobierno, en los cuales su palabra poda sumarse eficazmente a los
programas de paz y de reconstruccin del mundo; y aquellas localidades en donde tuvieran
lugar significativos acontecimientos catlicos. En total realiz nueve largos viajes, marcando
una pauta que despus ampliara Juan Pablo II.
Tierra Santa, en enero de 1964, vino a ser, de este modo, una especie de inauguracin para su
Pontificado. Momento sumamente difcil para Israel que haba superado dos guerras y
comenzaba a perfilarse como un Estado, que invocaba la Escritura como referencia sin dotarse
a s mismo de una Constitucin. La Sede romana no haba establecido plenas relaciones con
dicho Estado porque reclamaba una delimitacin jurdica de los que para ella eran santos
lugares, con la esperanza puesta en que Jerusaln fuera dotada de una administracin
especial que permitiera el contacto con estas races. En muchos sectores de influencia juda se
pens que el viaje del Papa poda ser un perjuicio para la independencia de Israel, de modo
que las ondas calumniosas contra Po XII arreciaron. Se trataba de mera propaganda poltica
que no tiene en cuenta para nada la verdad, ya que lo importante es desprestigiar a los
posibles enemigos. As y todo no se pusieron impedimentos al viaje que permiti a Pablo VI
subir al Calvario y descender a ese rincn que en Nazareth recuerda el hogar de Mara y de
Jos. Antes de abandonar Jerusaln, Pablo VI pronunci un discurso en el que afirm que Po
XII haba dejado firmemente establecido el principio de que la Iglesia ama a todos los pueblos
aunque de una manera especial al judo ya que en l estaba la raz misma de su origen. Esta es
precisamente la doctrina que ser adoptada por el Concilio, establecindose una rectificacin
en la liturgia.
El 4 de octubre de 1965 en el intervalo tuvo lugar un viaje a la India Pablo VI intervino en la
Asamblea de la ONU en Nueva York, que en este momento presida Amintore Fanfani. El tema
era naturalmente la paz: pero record el Papa que sta no se consigue simplemente por medio
de negociaciones y acuerdos; muchas veces llamamos paz a las condiciones que el vencedor
impone al vencido. La paz es una consecuencia de las actitudes espirituales que llevan a Amor,
que es Dios. Y all, en aquella gran sala, pareca repetirse la experiencia del apstol San Pablo:
se adoraba a un dios desconocido. En estas condiciones nadie deba sorprenderse de que la
ONU fuese incapaz de alcanzar el objetivo desde el primer momento propuesto de alcanzar la
paz.
Los otros viajes fueron estrictamente religiosos. En diciembre de 1964 hizo un trayecto a
Bombay para presidir un Congreso Eucarstico: el gobierno indio puso a su disposicin un
lujoso automvil descapotable. Cuando el Congreso termin, el Papa entreg el coche a la
madre Teresa de Calcuta para que, de acuerdo con sus normas, lo vendiera repartiendo el
dinero entre los pobres. En 1967 viaj a Ftima, defraudando esperanzas espaolas que
esperaban al menos una escala tcnica, y a Turqua, donde la Iglesia catlica careca
absolutamente de derechos. En 1968 estuvo en Bogot y en Medelln, de nuevo con ocasin
de un Congreso Eucarstico. Luego al Extremo Oriente, haciendo estancias en Manila y en Hong
Kong. Todo esto responda a un propsito: el Papa ya no era nicamente el obispo primado
que reside en Roma, sino la cabeza que debe hacerse presente en todos los lugares en donde
existan comunidades catlicas. A la Cristiandad de las cinco naciones europeas haba
sustituido, definitivamente, la Cristiandad de los cinco continentes, siendo en cada pas una
comunidad importante pero minoritaria y sin capacidad para ejercer funciones polticas.
El ao 1975, haciendo ya firme la decisin de declarar Ao Santo, con plenitud jubilar, cada
uno de los que marcan el fin de un cuarto de siglo, se puso en marcha la gran peregrinacin
universal a Roma. Fueron millones de personas las que viajaron instalndose en una
costumbre, llenar la plaza de san Pedro, que perdurara. Se estaban viviendo en la prctica las
consignas conciliares: todos los fieles cristianos tienen obligacin de penetrar en la doctrina,
comunicarla a los dems, buscar, en definitiva, la santificacin. El mundo no tiene que ser
dominado sino santificado, desde dentro.
17. En Ftima el Papa se entrevist con sor Lucia, la superviviente de los tres nios que
recibieran el mensaje de llamada a la conversin. Para muchos de los sectores que a s mismos
se consideraban progresistas, fue un rudo golpe: para ellos las apariciones eran poco ms que
una fantasa para uso de crdulos indoctos. Esta decepcin se acentu a medida que iban
apareciendo los mensajes doctrinales, profundos y abundantes, del Papa. Partan de una
conciencia de que la Iglesia se estaba moviendo en medio de graves peligros que, en un
determinado momento, calificara de humo del infierno. Hasta el siglo XX todos los
movimientos desviados se hallaban fuera de la Iglesia, a la que abandonaban
sistemticamente los que defendan doctrinas contrarias a su Magisterio. Pero ahora el
fenmeno se inverta: se trataba de cambiar, desde dentro, a la propia Iglesia.
El Concilio, firmemente regido por Pablo VI, haba conseguido frenar muchas de estas
corrientes que reclamaban cambios drsticos y modificados doctrinales, en la definicin misma
de la Iglesia. En diciembre de 1965, al cerrarse las sesiones, se dispona de documentos slidos,
que ponan nuevamente en vigor el Magisterio, mediante palabras nuevas pero con firmeza en
la conservacin de la doctrina. Ahora se trataba de difundirla. Al principio el Pontfice recurri
a las cartas encclicas que, por su solemne condicin, implicaban un deber de obediencia en
todos los obispos y fieles. Pronto descubri, sin embargo, que eran tomadas como textos en
torno a los cuales pareca posible abrir un debate. Y de este modo se atribuyen al
posconciliarismo dimensiones que no tena, sembrando confusin. Por eso desde 1968
decidi recurrir a otro tipo de documentos, ms directos, especialmente exhortaciones o
instrucciones que hubieran debido producir, en razn de obediencia, rectificaciones en la
doctrina y las enseanzas. Tampoco tuvo mucho xito: se estaba empleando la figura del Papa
aperturista, y su adhesin a la doctrina conciliar, como bandera de reformas que iban,
precisamente, en sentido contrario.
Tendran que pasar varios aos antes de que la doctrina enseada por Pablo VI tuviera
cumplido efecto. Sin embargo es preciso destacar la coherencia y profundo valor de su
magisterio que comenz en 1964 con la encclica Ecclesiam suam en donde trata de explicar
que la Iglesia es tres cosas, al mismo tiempo: una conciencia de unidad en la persona de Cristo,
como ya explicara Po XII en la Mystici Corporis; la fiel custodia de un orden moral sin el que la
persona humana se torna incomprensible y que debe llevar a la ascesis; y un vehculo para la
evangelizacin del mundo comunicando a todos los hombres aquello que constituye su
patrimonio resultado de la Revelacin y del Magisterio a travs del tiempo. Inmediatamente
despus, en la Mysterium fidei (1965) explic cmo la clave de esa misma Iglesia se encuentra
en la Eucarista, esto es, la incardinacin de la trascendencia de Dios en la naturaleza humana,
hacindose por aadidura permanente. Desde los comienzos mismos de la Cristiandad no ha
dejado nunca de existir alguna Forma consagrada en no importa cul lugar.
Para despejar dudas y dejar claramente establecido que no se estaba refiriendo a cuestiones
opinables, decidi redactar y publicar un Credo del Pueblo de Dios (1968) siguiendo desde
luego las pautas del de Nicea/Constantinopla, aunque enriqueciendo las expresiones para
hacerlas ms fecundas. Esta insistencia sobre el misterio que implica la fe que Dios procura
mediante la revelacin, le llevara a plantearse, frente a ciertas corrientes que se haban
afirmado de manera especial en Holanda, el papel del ministerio sacerdotal, muy distinto del
sacerdocio comn que corresponde a todos los bautizados. Un tema que sigue todava
suscitando controversias y claros ejemplos de desacato en algunos sectores pasado medio
siglo desde la publicacin de aquel documento. Su conducta nada tena en contra de los
abundantes movimientos laicales a los que Pablo VI, junto con sus colaboradores, prest todo
el apoyo posible. Hemos de volver sobre este punto.
Entre 1967 y 1976 encontramos una serie de mensajes e instrucciones que hacen hincapi en
un punto fundamental de doctrina catlica: el presidente sacerdote no es el presidente o
dirigente de una comunidad de fieles sino Alter Christus, ipse Christus. Por eso debe ser
idntico a Cristo buscando la imitacin en cuanto le sea posible: el celibato no es una carencia
sino una dimensin esencial e insoslayable; por eso la Iglesia no puede otorgar la ordenacin a
las mujeres, sin que esto signifique ninguna otra cosa. A fin de cuentas es el cristianismo, que
reconoce en Mara la ms excelsa de las criaturas, quien ha valorado ms profundamente esa
cualidad. Naturalmente todas estas definiciones doctrinales despertaron oposicin muy viva
en los ambientes que a s mismos se declaraban progresistas y pretendan invocar el Concilio
como si ste se hubiese identificado con todas las opiniones que durante el mismo se haban
formulado, muchas de las cuales fueron consideradas como fuera de lugar.
Tres documentos, Paenitemini (1966), De aborto provocato (1974), y Persona humana (1975)
se dirigan especialmente contra las opiniones ms peligrosas para la fe. El Papa se enfrenta en
estos tres documentos a una de las cuestiones ms difciles y delicadas que en el siglo XX
llegaron a plantearse. El hombre insisti es criatura racional que se trasciende y comienza a
existir desde el momento mismo de su concepcin, recibiendo no slo una entidad biolgica
sino tambin espiritual. De ah la necesidad de insistir en que la indisolubilidad del matrimonio
no se refiere nicamente a su permanencia jurdica sino tambin a la recproca fidelidad: las
relaciones sexuales de hombre y mujer, parte intrnseca del mismo, que se refieren a la
transmisin de la vida y a la comunicacin del amor, constituyen una dimensin exclusiva de
esa relacin que la Iglesia ha elevado al nivel de sacramento. Cualquier alteracin de esa
fidelidad por parte de alguno de ambos cnyuges constituye pecado grave que atenta a la
unidad.
Recomendaba por ello a todos los fieles poner su devocin en Mara, donde virginidad y
maternidad, dimensiones esenciales de la mujer, se conjugan con la alegra de haber dado al
mundo el Salvador. De ah viene su concepto de paternidad responsable que sera despus
tergiversado. No significa que los padres puedan decidir el nmero de hijos que van a tener,
aprovechando los adelantos de la ciencia, aunque siempre queda en pie la opcin de
abstenerse o regular las relaciones ntimas, sino la aceptacin con plena responsabilidad de las
obligaciones que contraen cuando ponen los medios para que una nueva vida pueda aparecer.
Al comienzo de su Pontificado se encontr con el hecho de que el Papa Juan XXIII haba creado
una comisin de moralistas, telogos mdicos y socilogos a fin de estudiar dimensiones y
consecuencias que se derivaban de los ltimos avances. Las conclusiones fueron muy dispares;
no faltaban quienes argan que el hombre deba acomodar su conducta sexual a dichos
progresos. En 1966 algunos telogos llegaron a decir que la Iglesia se preparaba para cambiar
las normas de la moral. Por eso Pablo VI se vio precisado a publicar la encclica Humanae vitae
(1967) que a muchos progresistas sent muy mal, empleando en ella toda la fuerza de su
autoridad. Hay que insistir en puntos que anteriormente hemos tocado: las relaciones sexuales
se encuentren reservadas a la intimidad del matrimonio y son vehculo de santificacin para
los cnyuges que de este modo cooperan en el plan de Dios dentro del orden de la Creacin,
es decir, a la transmisin de la vida que en los seres humanos es algo ms que la pura biologa.
Entra tambin el espritu. Por eso el amor, que es una entrega al otro, desempea papel tan
sustantivo. La responsabilidad de los padres, que se inicia en el momento de la concepcin,
cobra pleno sentido cuando ese ser humano ha nacido. Pues el crecimiento y maduracin de
su persona es resultado del modo como se ejerza esa paternidad.
Otros dos documentos, Populorum progressio (1967) y Octogesima adveniens (1971) aparecen
referidos a un examen del orden social ya que se cumplan entonces ochenta aos desde la
publicacin de la Rerum novarum. El Papa reconoca que muchos de los problemas que haban
sido denunciados por Len XIII se haban resuelto, pero como una consecuencia de los cambios
econmicos y sociales surgan otros nuevos a los que la Iglesia deba prestar atencin.
Sealaba de una manera especial dos: el desempleo, que afectaba especialmente a los jvenes
en la ciudad y para el que no pareca posible formular soluciones, y la falta de solidaridad entre
los pases que desarrollaban verdaderas epidemias de hambre en una parte de la Tierra. Pablo
VI es el primero de los grandes dirigentes mundiales que da la voz de alarma sobre este
segundo problema. Se extiende el hambre en el mundo porque el progreso tcnico, en la
medida en que torna a algunos pases ms poderosos, sume a otros en la miseria. Y el recurso
a las armas, en guerra o en revolucin, agrava todava ms esta situacin.
18. El Concilio haba venido a reconocer o marcar la existencia de una nueva dimensin en la
Iglesia; podemos referirnos a ella como una verdadera revolucin laical. Haba comenzado en
forma muy simple el ao 1928 y en Madrid, con la idea de San Josemara Escriv de Balaguer,
fundador del Opus Dei, que consista en aplicar la doctrina cristiana acerca de la llamada
universal a la santidad, impulsando a sus seguidores a vivir la presencia de Dios desde
cualquier actividad humana que estuviera dentro de los lmites de la moral. De este modo la
Iglesia cobraba una nueva dimensin, que no sustitua a ninguna de las antiguas sino que vena
a sumarse a ellas. El laicado permita penetrar ms honda y eficazmente en las venas de la
sociedad.
Antes de que concluyera el siglo XX se registraran cincuenta y ocho de estos movimientos
reconocidos en trminos de Derecho. No todos llegaron a alcanzar las mismas dimensiones y,
hasta ahora, slo el Opus Dei ha sido reconocido como prelatura personal si bien sus
miembros permanecen dentro de la obediencia a los obispos del lugar en donde viven. Todos
ellos pueden considerarse como frutos de la doctrina del Concilio, llamada universal a la
santidad, aunque algunos le haban precedido en el tiempo. Entre ellos como el cardenal
Luciani sealara, pueden establecerse dos ramas: movimientos para laicos que conservaban
su estructura ministerial, siendo regidos por sacerdotes, un poco al modo como en tiempos
anteriores fueran las Ordenes Terceras o la Accin Catlica, y movimientos puramente laicales,
en los que a los laicos corresponde toda la iniciativa en la organizacin y directrices. No es
posible hacer un recorrido completo de modo que hemos de limitarnos a los ms destacados,
especialmente relacionados con el mundo hispnico.
Los Legionarios de Cristo fueron fundados por Marcel Maciel el ao 1936, como una
consecuencia de la dolorosa etapa que Mjico acababa de atravesar como consecuencia del
laicismo desatado. En 1945 recibieron licencia pontificia para comenzar sus trabajos en
Cuernavaca: se trataba de agrupar sacerdotes formados en seminarios propios, normalmente
fuera del pas, con objeto de inculcarles la imitacin de Cristo y el servicio a los dems,
Tal fue la amplia y generosa herencia de Pablo VI que falleci el 6 de agosto de 1978. Con l se
afirmaba, definitivamente, la obra del Concilio Vaticano II.
1. Entre Pablo VI y Juan Pablo II, que marcan el ritmo de la segunda mitad del siglo XX, se
intercala uno de los Pontificados ms breves de la Historia de la Iglesia, ya que Juan Pablo I
permaneci en el solio 33 das. Sin embargo se trata de uno de los goznes fundamentales para
el giro de la Iglesia. Albino Luciani, que naci en 1912 en un pequeo lugar llamado Forno di
Canale, era hijo de un albail, Juan Luciani y su esposa Bartolomea Tancon, que vivieron
pobremente. Ingres en el seminario de Feltre cuando tena doce aos y su padre, que era de
inclinaciones socialistas, solo le hizo un encargo, que el futuro Papa guard en un papel:
Espero que cuando seas cura te pondrs de parte de los pobres y de los trabajadores, porque
Cristo estuvo de su parte. Y as lo cumpli durante toda su vida, en oracin y pensamiento
puesto en los dems.
Fue, por tanto, una vocacin al margen de cualquier influencia familiar. Fue ordenado
sacerdote en 1935 en la iglesia de San Pedro de Belluno y pronto destac por su capacidad
intelectual y de organizacin. El obispo de Belluno le confi especialmente las tareas de
catequesis: Complet sus estudios de doctorado en la Universidad Gregoriana. Como vicario
general de la dicesis pronto se le incluy en la lista de episcopables. En 1958 Juan XXIII, de
quien tomara uno de sus dos nombres, le consagr obispo de Vittorio Veneto. Una vida
entregada al clero sin ningn rasgo al parecer sobresaliente. Pero sus actividades eran
sobradamente conocidas. Una de sus mayores preocupaciones como obispo era impartir a sus
diocesanos ejercicios espirituales, escribiendo previamente el texto de las meditaciones. Con l
se compondra ms tarde un libro al que dio por ttulo El buen samaritano. Viajo a Uganda para
establecer un hermanamiento entre su propia dicesis y la de Kutenga. Comparta con el Papa
el principio de que la Iglesia africana necesitaba de una jerarqua completa de indgenas.
La participacin en el Concilio Vaticano II, aunque no estuvo marcada por grandes discursos,
elev su fama de modo que en diciembre de 1969 Pablo VI decidi elevarle a la categora de
patriarca de Venecia lo que prcticamente significaba ser promovido cardenal, cosa que
sucedi en 1973. Publicaba con regularidad artculos doctrinales en Il messagero di
sant'Antonio, los cuales seran luego recogidos en ese curioso libro que alcanz gran difusin
con el titulo de Ilustrsimos seores. Hombre profundamente piadoso volcaba con preferencia
su atencin en los pobres, marginados o discapacitados. Caridad, sencillez y amabilidad fueron
los rasgos que principalmente destacaron quienes tuvieron alguna relacin con l.
Era as considerado como un hombre fuerte en la oracin siendo al mismo tiempo muy visible
su mansedumbre y apertura al prjimo. En agosto de 1978, cuando se abri el conclave que
deba proporcionar un sucesor a Pablo VI, nadie hubiera pensado en la posibilidad de lo que
sucedi despus. En solo nueve horas y casi por aclamacin, 110 cardenales de todas partes
del mundo dieron su nombre. Cuando lleg el momento de aceptar, Luciani quiso que le
titulasen Juan y Pablo porque se propona ser el continuador de sus dos inmediatos
antecesores. Inmediatamente confirm a Juan Villot en la Secretara de Estado; no haba
cambios a la vista. Tampoco hubo el tiempo necesario para ejecutarlos. Su breve Pontificado
se resume en ocho discursos y cuatro audiencias generales, en total ese mes que se cerr el 28
de setiembre del mismo ao con una muerte sbita, producto de su dbil salud aunque en
torno a ella se hayan formulado leyendas y especulaciones.
De todos los acontecimientos de su reinado el que mayor impacto le caus fue la muerte
repentina del metropolita Nikolim de Leningrado, acaecida mientras celebraban una entrevista
en el Vaticano. Su mensaje, y los propsitos que formulara ante sus oyentes, era convertir a la
Iglesia en una inmensa operacin de catequesis haciendo brillar de modo especial las siete
virtudes que constituyen la esencia del ser cristiano, ya que ellas conducen al amor. Y
recordaba con insistencia, como harn luego sus dos inmediatos sucesores, que Dios es Amor.
El secretario particular le hall muerto en su lecho a las seis de la maana del 29 de setiembre
al ir a despertarle segn su costumbre.
2. Uno de los ms largos Pontificados de la Historia de la Iglesia iba a producirse con la nueva
vacante. La eleccin de un cardenal polaco de 58 aos caus, como es fcil suponer, gran
sorpresa en todos los ambientes, pero no significaba otra cosa que el cambio, consagrado ya
por el Concilio, que hace de la Iglesia un Cuerpo de dimensiones universales. Al cabo de veinte
siglos se haba realizado uno de los presupuestos previstos en el Evangelio: el mensaje
cristiano sera comunicado a todos los pueblos de la tierra. Karol Wojtila haba nacido en
Wadowice, cerca de Cracovia, el ao 1920, es decir dos aos despus de que Galitzia se
integrara en el nuevo Estado de Polonia. Su padre, del mismo nombre, haba comenzado
siendo soldado austriaco, pasando luego al Ejrcito polaco en donde alcanz la graduacin de
teniente.
El futuro Papa recordara luego la experiencia de su soledad: murieron sus hermanos, Olga y
Edmundo, su madre (1929) y finalmente su padre (12 de febrero de 1941) cuando Polonia
estaba sometida a una dura ocupacin alemana. Sin embargo el ejemplo de sus catlicos
padres, y de su hermano, mdico que falleci como consecuencia de los cuidados a enfermos,
revisti una gran importancia, segn el propio Papa recordara medio siglo ms tarde. Sin
embargo en sus primeros aos pareca hallarse muy lejos de una vocacin y su brillante
inteligencia le impulsaba por el camino del teatro o la poesa. En los aos de bachillerato
alcanz un dominio completo de la lengua latina; tambin manejaba el griego aunque no con
tanta soltura. En el Instituto de Wadowice fue considerado como el alumno nmero uno, a
quien se encomendaban los discursos cuando los estudiantes tenan que intervenir. Cobr
tambin mucha aficin a los deportes aunque no alcanzara nunca un rango semejante al que
le proporcionaba su intelecto. Una cuarta parte de la poblacin de esta ciudad era juda y
Lolek, como le llamaban sus padres y sus amigos, nunca mostr ninguna clase de prevencin
contra ella.
En los aos treinta del siglo XX el antisemitismo se extendi por toda Europa; es preciso
destacar que no se trata de ningn invento de Hitler, que se sirvi abundantemente de l para
acrecentar su influencia. En Polonia surgieron grupos de jvenes polacos, como as se
llamaban, que clamaban por liberar a su pas de lo que consideraban un mal. Algunas familias
hebreas de Wadowice emigraron a Palestina. Wojtila les defendi y muchas veces
acompaaba a su casa a una de sus compaeras, Anka Weber, para salvaguardarla de las
vejaciones de los antisemitas. La amistad con estos judos se vigorizara aos ms tarde
proporcionando al futuro Papa una de sus convicciones ms profundas: la ligazn estrecha que
debe existir entre cristianismo y judasmo, como en aquellos aos ya estaba sosteniendo Po
XI. Pero fueron muchos los catlicos en toda Europa, que se dejaron ganar por una
propaganda que vea en los judos la raz del capitalismo y del comunismo y el odio a cuanto
significaba la Cristiandad.
En junio de 1938 Karol y su padre, ahora jubilado, se trasladaron a Cracovia porque iba a
matricularse en la Universidad Jagelloniana, una de las ms antiguas de Europa, para
especializarse en Filologa polaca. Ya entonces llevaba una vida profundamente religiosa,
acudiendo a misa diaria a la iglesia de los salesianos que la celebraban a las seis de la maana.
Toda esta actividad se vio bruscamente interrumpida cuando el 1 de setiembre de 1939 las
divisiones alemanas cruzaron la frontera y en un plazo muy breve se apoderaron de Polonia,
que fue sometida a un rgimen poltico de protectorado militar; la poblacin fue contemplada
como si se tratara de una colonia. Los que no conseguan acreditar documentalmente que
tenan un trabajo serio y eficaz para la sociedad eran deportados a Alemania donde, a causa de
la guerra, la mano de obra escaseaba.
En el otoo de 1940, para evitar dicha deportacin, Karol comenz a trabajar en la cantera de
Zakrzowek, adonde se desplazaba cada maana. Esto le permita tambin adquirir algunos
alimentos que comparta con su padre. Fue en este duro ambiente donde se present su
vocacin, ahora de una manera insoslayable. En 1938, cuando el obispo de Cracovia, cardenal
Sapieha le pregunt si quera ser sacerdote, haba respondido, de manera rotunda aunque
pensaba en otra cosa que en especializarse en la literatura polaca. Al comienzo de la ocupacin
alemana se insert en un grupo clandestino de defensa de la cultura nacional, que con el
nombre de Palabra Viva, haba creado Meczyslaw Kotlarczyk. No solo actuaba como intrprete
o adaptador de obras teatrales clsicas sino que lleg a escribir tres dramas, que carecen de
relieve salvo por el dato de que se trataba, en todos los casos, de temas bblicos.
Su vocacin, convertida en realidad en el otoo de 1942, precisamente en el momento en que
la guerra presentaba los primeros indicios de que iba a cambiar de signo, no puede
considerarse como algo improvisado o cambio brusco; vena precedida de una larga
trayectoria de vida religiosa. Haba pertenecido a la Hermandad Mariana que funcionaba en
Wadowice y luego al crculo Rosario Vivo creado por los salesianos en Cracovia. El rosario, la
misa diaria, la devocin a la Virgen y las lecturas espirituales eran dimensiones vitales de su
existencia. Para sus compaeros de clase Lolek era un aprendiz de santo. Y as se lo dijeron
por escrito en una ocasin. Un modesto sastre, Jan Tyranowski, segn testimonio fehaciente
del propio Papa, que era entonces agente principal en Rosario Vivo, con su vida de santidad,
modestia y entrega, tuvo papel decisivo en la vocacin de Wojtila. l fue su verdadero director
espiritual y quien le puso por primera vez en contacto con las obras de Santa Teresa de Jess y
San Juan de la Cruz que marcaran la plena madurez de la reforma catlica espaola. Bajo el
patrocinio y la gua de estos dos santos, el trabajador de la cantera lleg a la decisin de que
deba hacerse sacerdote.
3. La persecucin religiosa en Polonia durante la ocupacin alemana era muy fuerte; eran
pocos los sacerdotes que se libraban de ir a parar a los campos de trabajo como
disimuladamente se llamaban los de concentracin. En consecuencia, el cardenal Sapieha tuvo
que organizar su seminario en el mayor secreto; los jvenes alumnos, como Wojtila en total
eran siete tenan que seguir trabajando y haciendo vida normal, dedicando al estudio y
formacin solo las horas de asueto. Ya en 1944, cuando se estaba consumando la retirada
alemana, los seminaristas pudieron ser alojados en el palacio episcopal. Cuando Cracovia fue
evacuada (18 de enero de 1945) el Seminario se convirti en entidad pblica pudiendo
integrarse en la Universidad de Jagelln. Contaba as con una Facultad de Teologa.
Sapieha confiaba en aquel destacado seminarista como con uno de los futuros bastiones para
la reconstruccin de la Iglesia polaca. Para ello era imprescindible que se trasladara a Roma a
fin de completar su formacin, de modo que entre el 13 de octubre y el 1 de noviembre de
1946, cuando comenzaba a notarse el endurecimiento del rgimen impuesto por los
soviticos, recibi todas las rdenes, incluyendo el sacerdocio. De acuerdo con la festividad
fieles difuntos, su primera misa fue triple. l mismo nos indica en una de sus obras que la
mente se llenaba en aquella ocasin por una confesin de fe en la resurreccin de los muertos
y la vida eterna, la misma que le asistira en el momento final de su existencia. En Roma no
acudi a la Gregoriana sino al Angelicum de los padres dominicos: aqu, uno de los grandes
maestros de nuestro siglo, Garrigou-Lagrange le adentr ms profundamente en el
conocimiento de San Juan de la Cruz. Su tesis doctoral es uno de los textos indispensables para
comprender el papel de Wojtila en la Iglesia de nuestros das.
Cuando regres a Polonia, el joven doctor hall muchas cosas cambiadas: Stephen Wyszynski
era cardenal primado de Polonia. La Iglesia del silencio como se llam desde Roma a la que
sobreviva en Europa oriental, estaba siendo vctima de una cruel persecucin: se trataba de
presentar a los principales obispos como enemigos polticos de un sistema. Desde un modesto
servicio, el de coadjutor de San Florin en Cracovia, Wojtila esboz su propia defensa: haba
que rescatar el patrimonio catlico de la cultura polaca y demostrar que la Iglesia cristiana est
en la defensa de los derechos humanos. Para ello estableci nuevo contacto con jvenes
universitarios y recurri al teatro, como hiciera en los primeros aos. Basndose en la vida de
Adam Chmielowski, un patriota heroico que acabo su vida sirviendo con humildad a sus
hermanos pobres, compuso un drama, Hermano de nuestro Dios, en que sintetizaba una de las
dimensiones esenciales de su pensamiento: slo es posible vencer al mal ahogndolo en la
abundancia de bien. Los derechos humanos no equivalen a los derechos del hombre: aquellos
han sido inscritos por Dios en la naturaleza y deben ser reconocidos; estos, fruto de la
revolucin, son tambin resultado de la voluntad colectiva y por tanto pueden ser impuestos,
sin regla moral, por el consenso de los poderes polticos. Pueden incluso derivar a resultados
antinaturales.
Wojtila fue el ms reputado profesor de tica de la Universidad Catlica de Lublin a la que se
incorpor en 1956. Haca compatibles sus enseanzas durante horas en la ctedra y el tiempo
que dedicaba al confesionario. Otorgaba al sacramento de la penitencia un gran valor. Un
sacramento estrictamente personal. Insistira en esta idea y prctica durante su Pontificado: la
confesin tiene que ser individual, pues es la persona humana concreta la que se enfrenta
consigo misma y con Dios. Desde julio de 1958 se convirti en obispo auxiliar de Cracovia.
Comenzaba de este modo la marcha ascendente por las sendas de la jerarqua. Ya entonces,
apoyndose en la obra de Luis Mara Grignon de Monfort, haba centrado su devocin en la
Virgen Mara, lo que iba a expresar con un lema, Totus tuus.
Desde su nuevo puesto de obispo auxiliar, decidi recoger sus experiencias con los grupos de
jvenes a los que asista en su noviazgo y sus bodas, en un libro que titul Amor y
responsabilidad, el cual constituye una de las aportaciones ms decisivas para el Concilio que,
meses ms tarde iba a iniciar sus sesiones. En l daba profunda explicacin de una de las
doctrinas innovadoras del Cristianismo: la relacin sexual entre hombre y mujer, dentro del
matrimonio que hace de ambos una sola carne, es un medio de santificacin ya que entra en el
plan de Dios la comunicacin de la vida que, en el caso de los seres humanos, no se refiere
nicamente a la materia sino que incluye el espritu. Los hijos reciben ambas cosas. Uno de los
errores capitales de la sociedad moderna consiste precisamente en haber olvidado esto
convirtiendo a la sexualidad en mero vehculo de placer. El amor no se hace, se vive. No es
extrao que en la primera fase del Concilio Wojtila obtuviera una muy alta consideracin.
Apenas haba terminado sta cuando fue nombrado arzobispo de Cracovia (30 diciembre
1963); el gobierno comunista polaco crey que poda contar con l teniendo en cuenta sus
tendencias hacia la justicia social.
Los aos siguientes la tarea ms importante del nuevo arzobispo de Cracovia estuvo centrada
en el Concilio. Muchas de sus ideas aparecen reflejadas en la Gaudium et spes. l no perda de
vista a su Patria, invocando siempre que era posible el patrimonio cultural de aquel firme
bastin del catolicismo europeo. Para el gobierno comunista polaco comenzaba a convertirse
en un gran peligro ya que no responda al odio con el odio sino al contrario con una llamada al
desbordamiento del amor entre los seres humanos. Persona y acto, editado en 1969, era un
llamamiento expreso para devolver al hombre su integridad. Haca dos aos que Karol fuera
nombrado cardenal.
Todo esto se demuestra en el curioso episodio de Nowa Huta. Los comunistas haban querido
levantar, junto a Cracovia, una especie de ciudad nueva en la que el marxismo, convertido en
realidad, diera el modelo para esa sociedad soada. Wojtila alent a muchos de los
moradores, con su presencia, celebrando la misa al aire libre en una pequea plaza. Luego
adquiri un terreno de los destinados a fines culturales y all, pese a los impedimentos que se
pusieron, ao tras ao, construy una nueva iglesia. De este modo, valindose de la sociedad
misma eran los moradores de Nowa Huta los que le apoyaban pudo ganar el pulso al
gobierno. La batalla dur diez aos pero al final venci el cardenal. Ahora, en las Navidades de
1970, el pueblo polaco, desde Gdansk, la antigua Danzig, comenzaba el formidable
movimiento de resistencia que bajo la consigna de Solidaridad, iba a derribar el primero de los
sistemas comunistas fracasado en el mundo. Para l la familia era el nico antdoto valioso
frente al Partido. Es precisamente lo que explica en su libro, Signo de contradiccin que
algunos cardenales llevaron consigo al conclave que habra de elegir al sucesor de Juan Pablo I.
Desde luego Wojtila no llegaba a aquella eleccin en calidad de candidato.
4. Por primera vez despus de cuatro siglos se escoga como sucesor de Pedro a un cardenal no
italiano, y por aadidura polaco. Es natural que se produjese un movimiento de sorpresa. Iba a
ser adems uno de los Pontificados ms largos de la Historia y figura, en opinin de sus
contemporneos, como uno de los ms fructferos, hasta el punto de que, como a Len o a
Gregorio, acudamos al calificativo de Magno. Una frase, entre las muchas que aun se
recuerdan, puede servirnos como definitoria: No tengis miedo. Abrid las puertas a Cristo.
Como en Polonia, su propuesta era brindar al mundo moderno, tan desviado por coyunturas
desfavorables, una respuesta positiva que procede del mensaje transmitido por Cristo, desde
Cristo.
Es demasiado pronto para que un historiador pueda formular una valoracin exhaustiva de su
obra, de modo que debemos recurrir a una enumeracin cronolgica, destacando as los actos
sobresalientes de su reinado. El secretario personal, Dziwisz, destaca de un modo especial dos
cualidades: la firme, casi frrea decisin, de permanecer siempre fiel a la Iglesia y la caridad
abierta hacia los dems. Entre esos dems figuraban especialmente los judos y los jvenes,
pues ambos respondan a dimensiones que le acompaaran durante la primera etapa de su
vida en Polonia. Para hacer autntica la universalidad de la Iglesia, ya destacada en el Concilio
y en los varios Snodos que convoc, hizo del Colegio de cardenales una verdadera Asamblea
con 213 miembros, aunque sin restar poderes y funciones a la Curia donde permanecan
cardenales residentes en Roma.
Estuvo siempre convencido de que Dios prolongara su existencia y llegara a convertirse en el
puente hacia el tercer Milenio, acontecimiento al que otorg muy especial importancia.
Buscaba el modo de demostrar al mundo que la comunidad cristiana posee un singular
patrimonio espiritual que se demuestra a travs de los santos y mrtires operando muy
numerosas canonizaciones. De acuerdo con lo que se estableciera ya en el Concilio, ejecut la
reforma del Cdigo de Derecho cannico, restaur la unidad de la liturgia acomodndolas a las
lenguas vernculas y public un nuevo Catecismo que lleg a contarse entre los libros ms
vendidos del mundo.
Innovador en todos los aspectos, fue viajero incansable por todos los rincones del universo.
Millones de fieles acudan a Roma en cualquiera de las circunstancias extraordinarias,
haciendo de la plaza de San Pedro un marco idneo para multitudes. 482 santos y 1.338
beatos fueron elevados por l a los altares. Destacan entre estos los mrtires de la guerra civil
espaola, que registr, en el bando republicano, una de las ms duras represiones que los
cristianos hayan tenido que padecer, en razn de su nombre. Tambin aplic a los nios el
concepto de la santificacin. Viva aun una de las tres videntes de Ftima, sor Lucia, cuando sus
dos parientes, Francisco y Jacinta fueron elevados a los altares. Para Juan Pablo II el mensaje
de la Virgen en esta localidad de Portugal no presentaba dudas.
Juan Pablo II iba a dedicar cinco horas al descanso nocturno. Una gran parte del tiempo de que
dispona, entre siete u ocho horas, lo dedicaba a la oracin y la meditacin personales. Rezaba
con denuedo y profundidad tambin durante los viajes. Estos mismos hbitos trataban de
comunicar a sus semejantes. La presencia de San Juan de la Cruz fue, para l, una constante:
ese ascenso iluminado e iluminador, condensaba todas las dimensiones de su existencia. La
noche oscura del alma la perciba en la Europa de su tiempo y trataba de sacarla de las
tinieblas que la envolva. En Santiago, como si fuera el grito de Cristo ante la tumba de Lzaro,
reclam para ella el retorno a sus races que deban permitirle ser ella misma. Tyranowski le
haba enseado que trabajar y rezar pueden ser dedicaciones simultneas. Garrigou-Lagrange
le mostr cmo la mstica de los dos grandes carmelitas espaoles, Juan y Teresa, era
profundamente racional y se acomodaba bien a las necesidades del mundo contemporneo.
No cabe duda de que los golpes contundentes derrumbaron el primer edificio poltico que el
marxismo construyera, imponindose una revisin a fondo de su propia poltica. De este modo
consigui que la Iglesia pudiera emerger de las catacumbas. Se trata de una de las ms grandes
figuras del mundo contemporneo.
5. Pasemos ahora al ndice cronolgico de noticias. Sus primeros actos, despus del 22 de
octubre de 1978 en que inici su Pontificado, fueron dar un abrazo a Wyszinski, arrodillado
ante l, la visita a la tumba de San Francisco de Ass, y tambin a la de Santa Catalina de Siena
que se halla en la Iglesia de Santa Mara di sopra Minerva, en el centro de Roma, casi a la vista
del Panten. Este templo guarda tambin los restos de fra Angelico da Fiesole. Y mientras
tanto preparaba su primera encclica que titulara Redemptor hominis, con un mensaje que
pugna por encima de cualquier concesin: tanta es la dignidad que reviste la naturaleza
humana que el propio Dios la escogi para encarnarse en ella.
Dentro del ao 1979 realiza cuatro viajes: a Santo Domingo y Mjico, a Polonia, a Irlanda y
Estados Unidos para asistir a la Asamblea General de la ONU, y a Turqua. Como es fcil
suponer, el de Polonia revisti especial importancia porque, invocando sobre esta misma tierra
el pasado cultural cristiano, asestaba un golpe terrible al comunismo. Treinta millones de
polacos le acompaaron y con ello proporcionaron una fuerza espiritual a la resistencia. Ni una
palabra que pudiera considerarse incitacin a la revuelta. Pero la verdad estaba all. Como, al
ao siguiente, tambin en frica, en Francia, en Alemania o en Brasil. La teologa de la
liberacin quedaba prcticamente descalificada, no mediante una cerrada resistencia sino con
una propuesta nueva que fue expresada en la segunda encclica, Dives in misericordia
(diciembre de 1980), que recoga y plasmaba las enseanzas de santa Faustina Kowalska. No es
la fuerza la que puede poner remedio a los males de los totalitarismos propios del siglo XX,
sino la conciencia de que Dios es rico en misericordia. Ningn hombre puede renunciar a la
esperanza porque el perdn divino tiene dimensiones ilimitadas.
En el verano de 1980 comenz la gran resistencia polaca bajo el lema de la solidaridad. Nadie
dudaba de que fuera un efecto de la esperanza que el Papa haba sabido despertar. Frente al
materialismo dialctico, Solidaridad recurra a la doctrina cristiana difundiendo cruces y
celebrando misas. El gobierno comunista de Giereck tuvo que capitular. Era la primera vez que
un rgimen comunista renunciaba a su radicalismo. Juan Pablo II tuvo entonces dos gestos
muy significativos: escribi a Leonidas Brezhnev, presidente del soviet supremo, sin dudar de
su legitimidad pero pidindole que colaborara tambin en esa pacificacin que equivala a
capitular, y recibi oficialmente a Lech Walesa, el lder de Solidaridad, en el Vaticano (1981).
Con estos gestos, a menos que pudiera eliminarse al Papa, el teln de acero se resquebrajaba
anunciando una prxima cada. El mensaje de paz y de misericordia y la defensa de la dignidad
de la persona humana no se limitaban a los mbitos marxistas. Todos los viajes a los extremos
del mundo, guiando masas, estaban esmaltados por la misma doctrina.
Se prepar un atentado contra la vida del Papa que fue ejecutado, el 13 de mayo de 1981, por
un fantico turco Ali Agca. Hubo sospechas vehementes de que la operacin tena profundas
races pero no es mucho lo que ha podido aclararse. Por otra parte el crimen fracas: aquel da
era el de la festividad de la Virgen de Ftima. Durante tres meses se agitaron las dudas y
vacilaciones acerca de la supervivencia de Juan Pablo II. Con ciertas reliquias que ya no le
abandonaran, desde agosto de aquel mismo ao pudo el Pontfice reanudar sus actividades. El
experimenta nuestro tiempo. Ha llegado a olvidarse Dios. Solo el Espritu Santo puede permitir
al hombre descubrir el dao profundo de los pecados. l ayuda al hombre, tendindole la
mano, para permitirle levantarse. Quien la rechaza comete ese pecado contra el Espritu Santo
que es el nico que no puede perdonarse porque falta la condicin indispensable del
arrepentimiento.
El mundo moderno ha abandonado a Dios centrndose nicamente en s mismo, y en ello est
el origen de sus problemas. En sus viajes por Oceana, y de modo muy especial a Francia (4 a 7
de octubre de 1986), en donde faltaba el calor de las multitudes, insisti en esta idea: el amor
es lo nico que puede salvar. Y Dios es Amor como san Juan ya enseara.
7. No dejaba de poner su atencin en Polonia. A fin de cuentas era la tierra en donde naciera,
la cultura dentro de la que su mente se mova. El golpe desatado en 1980 no se haba detenido
y el movimiento Solidaridad, liderado como antes por Lech Walesa, no ocultaba su propsito
de devolver al pueblo su libertad, invitando a los obreros de los otros pases del Este a sumarse
a este programa. El Partido Comunista, que haba sustituido al Estado en todos estos pases, no
tard en reconocer su fracaso: las masas ya no le seguan; al contrario, se mostraban en
contra. Cuando el 12 de diciembre de 1981 Solidaridad amenaz con una huelga general es
decir el recurso que llevara a los soviets al poder, el Ejrcito polaco, impulsado desde la Unin
Sovitica, recurri a un golpe militar instalando al general Jaruzelski al frente de un Consejo de
Salvacin Nacional que aplic de inmediato la ley marcial y montando una represin contra los
lideres de Solidaridad.
El golpe militar fracas, en el fondo, porque no estaba en condiciones de devolver a Polonia
sus recursos econmicos, que dependan del espritu de empresa y la voluntad de trabajo. Al
cabo de setenta aos desde el comienzo de la revolucin, el comunismo se vea obligado a
reconocer que sin medidas liberalizadoras resultaba imposible salir adelante. Walesa recibi el
Premio Nobel de la Paz. Y en 1987 Jaruzelski fue recibido en audiencia por el Papa y Mijail
Gorbachov anunciaba la Perestroika, es decir, el nuevo talante para el comunismo. Esto
significaba, desde luego, reconocimiento de un fracaso poltico, aunque no en la raz profunda
de las ideas: el soviet deba pasar a la Historia, pero el materialismo dialctico no. Por eso
Ratzinger, desde la Congregacin de la doctrina de la Fe, publicaba el 22 de febrero del
mencionado ao una instruccin, Donum Dei, destacando dos puntos clave del cristianismo, el
respeto a la vida humana y la dignidad de que se encuentra revestida la procreacin. Se
trataba de insistir en ese punto antes sealado. La existencia es el don ms valioso y debe ser
defendida en todas sus dimensiones.
Por su parte el Papa, insistiendo en su lema, todo tuyo, publicaba su sexta encclica bajo el
titulo de Redemptoris Mater preparando un ao Mariano que deba vivirse en todo el mundo
cristiano. La Madre del Salvador, cooperadora intima de la Redencin, es, en la doctrina
cristiana, la ms excelsa de las criaturas. Frente a un feminismo que aspiraba a borrar las
diferencias entre los sexos, el Papa vena a recordar que ya desde el principio la mujer cierra
el captulo de la Creacin de acuerdo con el relato bblico la Cristiandad haba defendido y
explicado que la ms sublime de todas las criaturas no es varn. Y que mientras los discpulos,
en la hora suprema, abandonaron a su Seor, Mara y las Mujeres permanecieron a su lado en
el Glgota. Nuevos y largos viajes en el ao 1987 le permitieron insistir en estas ideas. Lo hizo
de una manera especial en Buenos Aires, adonde haban llegado miles de jvenes para la
segunda Jornada Mundial. Una carta apostlica, en 1988, Mulieris dignitatem ahondara aun
ms en esta doctrina al tiempo que delataba un peligro: que se privase a la mujer de aquellas
notas exclusivas que constituyen su dignidad.
Cuando en 1990 Lech Walesa sustituy a Jaruzelski en la presidencia de la Republica polaca, la
Iglesia pudo tener la sensacin de que haba conseguido la victoria tras un largo calvario de
persecuciones. El muro de Berln haba dejado de existir y el 1 de diciembre, Mijail Gorbachov
llegaba al Vaticano para ser recibido oficialmente por el Vicario de Cristo. Lo que apenas dos
decenas de aos antes habra parecido imposible, se haba cumplido. El Papa destac
especialmente una enseanza: no eran los mtodos de una guerra, aunque fra, los que haban
triunfado sino esa respuesta desde la abundancia de bien. Lo mismo poda decirse del acuerdo
firmado con el arzobispo de Canterbury, Robert Runcie: las iglesias separadas escogan el
dialogo en lugar del enfrentamiento. Un pequeo paso, pero anuncio provechoso del futuro.
No es extrao que en 1989 Juan Pablo II volviera a Espaa, pese a que este pas haba vuelto a
las corrientes del socialismo, cada vez ms rigurosamente inclinadas al laicismo. Se trataba de
un viaje que haca el nmero 42, entre los ms de cien que realizara a lo largo de su
Pontificado. En esta ocasin reuni a los jvenes, en Santiago de Compostela, y subi hasta las
breas de Covadonga. Estamos en el ao de la Guerra del Golfo (1990) con que se iniciaba el
gran enfrentamiento entre los radicales del islamismo y el mundo occidental, ahora liderado
por los Estados Unidos. Al llegar la Navidad e impartir su bendicin al mundo, el Papa hizo una
advertencia muy seria, congruente con la poltica que el mismo desarrollaba. La guerra no es la
solucin: cuando se emprende se toma un camino del que no puede esperarse un retorno.
Muchos se preguntaron entonces: cul puede ser la va en un mundo dominado por la
violencia?
A esto precisamente trat de responder con las dos encclicas, octava y novena, publicadas en
1991: Redemptoris missio y Centesimus annus. La primera trataba de definir en su integridad
lo que significan las misiones: la Iglesia no puede limitarse a transmitir la doctrina mediante la
palabra; necesita vivirla. Y as, lo importante, en un tiempo en que comenzaban a acumularse
mrtires entre los misioneros, est en el ejemplo y en la accin impulsando desde dentro, es
decir, desde el propio clero indgena, un movimiento de solidaridad con aquellos que son ms
pobres, en medios materiales y en preparacin personal. Todo esto se englobaba en el trmino
solidaridad al que recurra tambin al conmemorar los cien aos de la publicacin de la Rerum
Novarum. El trabajo debe contemplarse como un medio de santificacin. Esto era
precisamente lo que san Josemara Escriv de Balaguer haba tratado de difundir por medio de
Opus Dei. Juan Pablo II dio un gran relieve a la ceremonia de beatificacin de este fundador el
17 de mayo de 1992.
Era el ao en que se celebraba el quinto centenario del viaje de Coln. El Papa, que destac
frente a los telogos de la liberacin, que la ms numerosa parcela de la Cristiandad cuando se
dirige a Dios lo hace en espaol, la lengua de Isabel, viaj hasta santo Domingo para
conmemorarlo. Y unos dos meses ms tarde hizo la presentacin solemne de nuevo Catecismo
de la Iglesia. La fuerza del catolicismo era inquebrantable: de las cenizas de Ucrania y de Rusia,
con las que se establecieron relaciones diplomticas, volvan a emerger las races de aquellas
comunidades ms violentamente perseguidas.
Esto no significaba que la persecucin hubiera cesado; simplemente cambiaba de signo. No se
trataba de maltratar fsicamente a los catlicos, creando mrtires, sino de penetrar en las
venas de la sociedad hasta alcanzar aquellos cuatro objetivos que Lenin ya sealara: someter
el Estado al Partido, destruir la familia invocando la libertad sexual, cambiar la educacin a fin
de suprimir el orden moral, y destruir la religin calificndola de un mal a fin de que pueda ser
sustituida por el laicismo. Todo esto fue afrontado y definido en 1993 por medio de la ms
importante de sus encclicas y, al mismo tiempo, la de ms difcil lectura por la profundidad del
texto, Veritatis splendor.
Slo la verdad puede hacer al hombre libre, porque la libertad es una de las dimensiones que
Dios ha establecido en la naturaleza humana. Guarda ntima relacin con la obra de Dios, la
Creacin, y debe responder a ella. Pero como el propio Dios el que es ha revelado, ese orden
de la Naturaleza se expresa mediante los Mandamientos. Del mismo Dios ha recibido, junto
con la capacidad racional, unos derechos que deben considerarse naturales por este mismo
origen, los cuales deben ser reconocidos. No podemos considerarlos, como el positivismo
materialista recomienda, como resultado de un consenso entre los ciudadanos. Vida, libertad y
propiedad, como durante siglos defendiera la Iglesia, son los primeros. A ellos es preciso
aadir los que se expresan dentro del orden moral; cuando ste se conculca la Naturaleza
misma se destruye y responde como en justo castigo por el mal. La libertad aplicada al mbito
religioso no significa tan solo que no deba ser impuesta la fe sino aceptada libremente;
tambin y, sobre todo, quiere decir que es sustancialmente injusto impedir o estorbar el
cumplimiento de los deberes religiosos, consecuencia de esa misma fe. Es algo que el laicismo
no tolera. De ah el gran peligro que acecha a la sociedad actual, dotada, por aadidura, de
recursos cientficos y tcnicos superiores a los de cualquier otro siglo. En 1994 Juan Pablo II
creara dos Academias Pontificias, una para el estudio de las Ciencias Sociales y la otra para la
defensa de la Vida.
Volviendo a uno de los temas favoritos de su juventud, el Papa celebr, en 1994, un Ao
Internacional de la Familia. Para la Iglesia catlica es una cuestin indeclinable que la familia,
partiendo del matrimonio entre hombre y mujer, constituye la clula esencial de la sociedad.
Cuanto de ella se altere provocar repercusiones difciles de prever. La funcin esencial de la
familia consiste en crear amor; fuera de ella no existe institucin alguna que pueda producirlo.
Ese amor, que es reflejo de la esencialidad de Dios en la naturaleza humana, se inicia
precisamente en el matrimonio, pero se transmite y devuelve entre padres e hijos. Tal es el
orden natural. Cuando esto se incumple o se pierde, los daos son muy considerables. No es
posible construir una sociedad prescindiendo de la familia: las tiranas modernas as lo
demuestran. Los ensayos revolucionarios han sido la prueba de otros tantos evidentes
fracasos. Una doctrina que Juan Pablo II present y defendi ante la ONU.
Ahora se trataba de cumplir otra de las metas esenciales del Pontificado: la defensa de la vida,
primero y sustancial de los derechos naturales humanos. Sobre este punto esperaba insistir en
el momento de iniciarse el tercer milenio, que ya anunci con ms de seis aos de
anticipacin, mediante la carta apostlica, Tertio Milenio Adveniente. En esta defensa, que era
Luca lo recibiera, era una llamada de alerta ante el odio. El siglo XX, recogiendo una herencia
de soberbia inserta en el doble materialismo haba dejado de reconocer el valor de ese
principio: todos los pecados pueden alcanzar su perdn si se opera, sobre ellos, desde el amor
y el arrepentimiento. En cambio afirma que en los enfrentamientos entre clases, naciones o
creencias, reside el verdadero mecanismo de la Historia. Un mensaje muy duro, desde luego,
pero tremendamente exacto. Dios es Amor y cuando se prescinde de l no hay otra alternativa
que la de precipitarse en los abismos del odio. Es el mensaje que Benedicto XVI ha recogido
convirtindolo en punto de partida para su Pontificado, en el que ya no podemos entrar.