Diario de Lynch de Tambo de Mora A Lurín
Diario de Lynch de Tambo de Mora A Lurín
Diario de Lynch de Tambo de Mora A Lurín
Forma parte de las investigaciones y transcripcin de los relatos de la Guerra del Pacfico de escasa difusin e inditos. Trabajo encargado por el Departamento de Historia Militar del Ejrcito al profesor Sergio Villalobos y al licenciado Patricio Ibarra
en el ao 2006 - 2007.
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por conservar los pozos o cacimbas que existen en los ridos y desiertos caminos por donde constantemente trafican los soldados.
Desde luego, en Jahuey lugarcito situado al norte de Tambo de Mora, Vidaurre y Yvar han hecho
limpiar dos pequeos positos que dan muy buen agua, y los soldados, sin pedirle permiso a nadie, han
bautizado a esos dos surtideros con los nombres de esos dos buenos jefes.
Vamos a tomar un trago de agua fresca a lo de mi comandante Yvar.
Le deca un granadero a un soldado de Artillera de Marina que contestaba en el acto:
Ya refresqu la guari (garganta) en el pozo de mi comandante Vidaurre, que tiene mejor agua
que la Tuya.
Y esos pozos como se sabe, de orden del general Villagrn fueron arreglados por don Arturo Villarroel, capitn de Pontoneros, ingeniero ad hoc, patriota y servidor pblico especial, con especial hoja de
servicios rendidos a Chile, sin limitaciones, ni trabas, espontneamente.
Y quede aqu constancia que Villarroel, que gan el mote de general dinamita en esta campaa y
muy especialmente en los campos de Chorrillos y en los de Miraflores, haciendo saltar minas, reductos
y polvorazos sin miedo, ni temor, parti de Tambo de Mora el 16 de diciembre acompaado de cuatro
pontoneros y de otros cuatro chinos, cuatro compales, nombre carioso con que el Ejrcito nombraba a los
hijos del Celeste Imperio que tenan presos, amarrado a la dursima cadena del esclavo en los ingenios de
azcar y en las haciendas peruanas de toda la costa enemiga.
En la tarde del da citado, Villarroel y sus ocho hombres llegaron a Jaguey, y en ese mismo momento
de orden superior el lferez Daroch de la 1 del 3 escuadrn de Granaderos a Caballo, regres con su
25 hombres a Chincha Baja; es decir de Belisario 2 Daroch, dejaba entregados a su suerte al pontonero
Villarroel y a su gente.
No se comprende el porque de semejante determinacin; sobre todo se extraa an ms esta medida
cuando se piensa que las aguadas de Jahuey, tenan una importancia capital: ellas eran la salvaguardia de
los futuros expedicionarios, en sus cacimbas iban a encontrar el agua que deba, apagando la sed de los
hombres y bestias, salvar a la 1 Divisin.
Pero, Daroch, tena orden de replegarse y como soldado de Lnea, como Granadero, desisti con su
tropa dejando a Villarroel y a su gente en posesin de las famosas vertientes de Jahuey.
Villarroel sin prdida de tiempo desmont el terreno que rodeaba a los pozos y al caer la tarde del
da 16 quedaba a medio concluir un gran depsito, algo as como un bao de natacin de 14 metros de
largo por 3 metros 20 centmetros de ancho que amaneca constantemente con 75 centmetros de agua.
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Cuando aclar el 17 de diciembre, las viejas y hermosas palmeras que daban sombra a la aguada
haban desaparecido bajo el hacha potente de los artesanos soldados del capitn de pontoneros y el agua
lmpida, clarsima emerga del fondo, de sus prados y llenaba la ahora amplsima cacimba a quien solo
seguan dando sombra solo tres grandes palmas.
Y tngase presente, que ese milagro, haba sido ejecutado por Villarroel y sus hombres teniendo el
enemigo al frente, porque partidas de caballera enemiga amagaron a los pozos de Jahuey durante la tarde
del 16 y la noche de este al 17.
Sin embargo la actitud firme y resuelta del general dinamita, de sus pontoneros y asiticos, que
adoraban a Villarroel, impusieron respeto a la caballera peruana que se content solamente con observar
el trabajo desde lejos, haciendo de cuando en cuando descargas, que por fortuna, no dieron en el blanco.
A las 4 A.M., es decir, antes de la diana del 17, Villarroel fue socorrido por don Francisco Muoz
Bezanilla, segundo jefe de Granaderos a Caballo, que al frente de 80 jinetes vena de descubierta de la 1
Divisin, con orden expresa [de] custodiar las aguadas y de ayudar a Villarroel.
El general dinamita libre ahora de importunos, termin su labor inmediatamente y antes de poco
el Ejrcito tuvo en Jaguey dos lindos pozos: uno de las dimensiones expuestas y otro vecino al primero de
4 por 3 metros, que daba 60 centmetros de agua, pero, de calidad superior al otro.
En esas aguadas apagaban diariamente su sed los hombres del 2 de Lnea, del Talca, de Granaderos
a Caballo, los artilleros de la batera del capitn Fontecilla y la Artillera de Marina.
Beban a diario, en esas cacimbas, ms de mil animales; jams en los das que ah acamp Lynch el
agua baj ms de 30 centmetros; cuando ms disminuy el lquido alcanz a tener una profundidad de 24
centmetros, tomando su nivel natural de 75 y 60 durante las horas de la noche.
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Poco antes de la diana, hemos anotado, la arribada de los jinetes de Muoz Bezanilla; y habemos de
dejar aqu constancia que el 2 Comandante de la Artillera de Marina Benavides, llegaba a Jahuey con
160 hombres de su cuerpo, ms o menos a las 7 del mismo 17 de diciembre.
Y para ser fieles cronistas e historiadores de verdad, anotaremos tambin que Muoz Bezanilla y
sus Granaderos antes de ocupar a Jahuey, haban explorado minuciosamente los campos de Topar, vallecito que se extiende hacia el oriente fertilizado por las aguas del ro de ese mismo nombre; y que tan pronto
como la Artillera de Marina penetr a Jahuey como los jinetes peruanos, los del Rmac, los del coronel
don Pedro Sevilla, aparecieron en las alturas del norte y despus de caracolear sus caballos y disparar sus
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carabinas, pusieron pies en polvorosa ante el despliegue que el teniente don Leonardo Fernndez B. con
solo diez hombres hizo a su frente.
Fue cosa risible, en verdad, ver arrancar a la hueste de Sevilla ante la aparicin de la pequea guerrilla de Fernndez, que por ms que hizo no pudo disparar sobre los jinetes del Rmac que a todo paso, a
tranco de vencedores, ms bien dicho de arrancadores, tomaron el portante, desapareciendo entre nubes
de polvo hacia el norte.
Y en la maana del tantas veces citado da 17 de diciembre, don Patricio Lynch, abandon a Tambo
de Mora; y Villagrn rodeado de todo su Estado Mayor con don Gregorio Urrutia, despidieron a la 1
Brigada que seccionada y en perfecto orden abandon los frtiles campos que riegan las aguas del chino
para tomar el abrupto y rido camino que vecino al mar conduce a Chincha Baja, Jahuey, Caete, Asia,
etc., etc. hasta llegar a Lurn, Chorrillos, Miraflores, Magdalena y Lima.
Lynch y su brigada partieron a las 6 A.M.; despus de diana y con un buen desayuno en el
cuerpo y con las caramayolas repletas de agua, fueron de uno en uno desfilando las tropas del futuro
Prncipe Rojo.
Canto, don Estanislao del Canto, comandante del 2 de Lnea, fue el primero en desfilar: el bravo
y legendario regimiento que se inmortaliz en Tarapac, hoguera de fuego a lo Iquique, que tiene tonalidades inmortales semejante en un todo a la epopeya heroica de Prat y de sus invictos compaeros de
martirio, tom el camino de Lima con corazn alegre, con decisin y entusiasmo, la fe que tenan razn
esos veteranos, porque era pblico que el 2 de Lnea se haba sealado un punto de sacrificio en la campaa que se habra, y mostr asimismo esa que antes de iniciarse las operaciones, se entregara, el audaz
regimiento con todas las solemnidades del caso, la ensea sagrada que haba inmortalizado Ramrez,
Barahona y toda la escolta de Tarapac, perdida en leal y cruenta batalla, recuperada en Tacna, la bella,
despus de la gloriosa accin del Campo de la Alianza.
Y los segundinos caminaban contentos, tomaban alegres la ruta del desierto y de la playa, llevando
enfundado su estandarte el abanderado don Aurelio Rojas, sucesor del heroico mancebo que en la cumbre
de Pisagua, rindiera su vida al grito ronco de Viva Chile, Viva el 2, a la carga muchachos!
Y tengan paciencia nuestros lectores, que pronto vern tendida al viento y en medio de torrentes de
fuego y de metralla a esa insignia venerada, saltar los bastiones de San Juan, dominar las alturas del Morro Solar y del Salto del Fraile, lucir sus lmpidos colores en la cumbre misma del histrico fuerte llamado
Martn Olaya, escoltada por los espritus inmortales, por las sombras veneradas de los que envueltos en
sus pliegues murieron en Tarapac y en Tacna.
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A las 6 de la hermosa alborada del 17 de diciembre, decamos, abandon Lynch y una buena parte
de su brigada a Tambo de Mora y a las 2 horas y tres minutos de la maana del da siguiente 18 el 2 de
Lnea, la Artillera de Marina, Talca y artillera estaban todos en Jahuey.
Costeando el mar, siguiendo las sinuosidades de las playas la pequea fuerza chilena haba hecho la
marcha; don Patricio Lynch en esta primera jornada y durante toda la expedicin, sin una sola excepcin
no permiti jams que su infantera y en general la brigada hiciera marchas de ms de una hora.
Las jornadas distaban por reloj 60 minutos y el descanso alcanzaba irremediablemente a 20; as, con
este sistema, observado inflexiblemente, el coronel Lynch, salv la inmensa distancia que separa a Tambo
de Mora de Lurn, sin dejar un solo hombre rezagado en el camino sin perder un soldado, un can, un
rifle, una caja de guerra.
Cierto tambin que Lynch tena a su lado hombres que respondan a nombres que hoy son histricos
y que se llaman Juan Martnez, Toms Yvar, Manuel Jos Soffia, Estanislao del Canto, Francisco Muoz Bezanilla, Gumercindo Fontecilla, Jos Ramn Vidaurre, Maximiliano Benavides, Avelino Villagrn,
Silvestre Urzar Grfias, Carlos Silva Renard, Jos Arce y tantos ms dignsimos y esforzados patriotas
que sellaron con su sangre las candentes arenas del Per, para levantar el nombre inmaculado de Chile y
enaltecer sus pursimos blasones.
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A las 2. 30 minutos de la maana del 18 de diciembre penetr, hemos dicho Lynch a Jahuey; a las
5, casi en punto, de esa misma alborada, echaban pie a tierra los esforzados Granaderos del comandante
Yvar que en esa misma maana haba dejado los potreros de Chincha Baja o sea la hacienda del Caar,
donde tena su campo.
Y aqu cabe un buen recuerdo de Tambo de Mora, villita que en esos aos posea un buen vecindario
entre los que se hacan notar el elemento extranjero por su cultura y tambin por su fortuna.
Y la verdad del hecho fue que cuando los vecinos de Tambo de Mora, de Chincha Alta y Baja, de
Caete, etc. supieron que las tropas chilenas abandonaban esa zona y se dirigan al norte en demanda de
Lima, sintieron desfallecer sus fuerzas, no por el temor a la derrota que se vena encima, sino sencillamente porque esa regin, sus vidas y haciendas quedaban en poder de los feroces montoneros que haban de
levantarse en seguida.
Por eso el vecindario de esa regin as lo expres al comandante Vidaurre, y por eso, asimismo, dejaron constancia escrita de ello en un documento pblico que es patente de indemnidad para nuestro Ejrcito
tan calumniado por nuestro eterno enemigo, el Per.
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De Jahuey a Caete. Accin de Hervai
Y en la tarde del mismo da 18 qued reunido en Jahuey el grueso de las tropas de Lynch.
El nico cuerpo que se encontraba incompleto era [el] Granaderos a Caballo, porque en Pisco haba
dejado veinte hombres al mando del alfrez don Desiderio Garca V., oficial distinguido que formaba en la
compaa del capitn don Federico Yvar, la 2 del 1er escuadrn, y a quien le toc actuar brillantemente
en el combate de Humay, hecho de armas que narraremos a su tiempo.
Y ya, que de Jahuey hablamos, y en esta localidad se encuentra parte de la brigada Lynch, porque
an no llegan el Colchagua y Atacama, diremos que este infeliz villorrio peruano esta situado a dos cuadras escasas del mar, y que apenas si existen se levantan al pie de las lomas que rodean este oasis, una
que otra miserable casa.
Y as como pobre en habitaciones es este lugarejo, ricos son su mar y sus playas que abundan en
sabroso marisco y en especial en cholgas, que se recogan en cantidades inmensas nuestros soldados.
Y la verdad fue que tan pronto lleg a Jahuey nuestro Ejrcito, como se transform el casero en el
ms pintoresco campamento que imaginarse pueda, porque las improvisadas carpas que levantaron los
segundos, Artillera de Marina y dems cuerpos con mantas sostenidas por rifles y por ligeras ramadas,
dieron a aquel vallecito en pocos minutos el aspecto ms vistoso, raro y variado.
Y mientras se prepara el rancho y se pasa el sol, el capitn Lynch da las rdenes del caso para que,
a las 2 de la tarde partan en demanda de Caete cuatro carretones cargados con barriles a fin de, en los
lugares ms ridos, disponer del agua necesaria para que abreven su sed tropa y animales.
Y, como Lynch, es hombre muy prevenido, ordena tambin que todo el mundo antes de partir d de
beber a sus animales y a los soldados y jinetes, recomienda especialmente llenar de agua sus caramayolas
o cantimploras a fin de que a nadie falte el vivificante lquido en la futura marcha.
A las 2 de la tarde, del 18 de diciembre, las bandas militares tocan llamada y el aire se puebla con los
guerreros acordes de nuestros msicos dando al campamento inmediata vida y movimiento.
A las 3. 15, es decir, hora y cuarto ms tarde, Lynch, rodeado de todos sus ayudantes vea desfilar
ante si a la Artillera de Marina, 2 de Lnea, a la Artillera de Montaa y al Talca.
El Atacama y Colchagua, a esa misma hora se encontraban prximos a Jahuey; estos dos regimientos hacan su marcha en esa forma a fin de poder encontrar las aguadas llenas del apreciado lquido.
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La tropa en verdad estaba fresca; la marcha se haca con toda regularidad y ni un solo rezagado se
notaba en sus filas.
El camino segua siempre vecino al mar y a la red telegrfica que sostena la comunicacin con Lima,
corriendo a la derecha de la va demostraba al Ejrcito, que la ruta que se segua era la verdadera.
Un poco antes de las 5 P. M. los cornetas del Cuartel General tocaron alto, luego la Artillera de Marina, el 2 de Lnea y Talca hicieron lo mismo y la columna en marcha se detuvo en medio de una inmensa
pampa que a modo de altiplanicie se extiende vecina al mar de quien la separa algo as como un abismo
cortado a pique, ms grande y espantosa lima.
Y teniendo pues ante lo acordado, veinte minutos ms tarde, la columna abandonaba aquellos yermos y desfilaba nuevamente al frente del capitn Lynch que en tierra, con su caballo de la vida vea impasible tranquilo, pasar a aquellos tercios encomendados a su exquisito cuidado, a su valor, a su voluntad
inquebrantable, de acero.
Y solo cuando el ltimo hombre, el ranchero del Talca, hubo dejado atrs la solitaria pampa, Lynch,
contento porque todo iba bien, parti a ocupar a la cabeza de la columna en marcha, su puesto de eterna
responsabilidad.
Y aun cuando la brigada caminaba por aquella interminable planicie, a muy buen paso, dejaron
atrs a los expedicionarios, 50 mulas conduciendo agua para que el Ejrcito pudiese antes de llegar a
Caete, es decir, cerca de Herbay Bajo, apagar la sed que forzosamente deba producirle la marcha del
desierto.
Y para ser breves decimos que, la marcha se continu en la forma narrada hasta la hora en que sali
la luna, es decir, hasta las 10 ms o menos de la noche del 18 de diciembre, y que en el punto en que se hizo
alto se encontraban los cien barriles de agua que vimos desfilar al entrar de la brigada a las 5 y minutos
de la tarde.
Y mientras que la artillera e infantera de Lynch hacen su jornada, Yvar y sus jinetes han tomado
la delantera y van a la vanguardia, y, son ellos los que sirven de descubierta a nuestros expedicionarios.
Y los Granaderos, a las 10 de la noche, hacen alto a la orilla misma del ro Caete en espera tambin
de la salida de la luna, porque solo con la luz del astro de la noche podan los jinetes de Yvar continuar
su camino.
A vanguardia, rompiendo la marcha va el capitn don Temistocles Urrutia, que manda la 1 del 1er
escuadrn, en la que sirven los alfreces Valentn y Demetrio Polloni, el mejor tirador de revlver de su
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tiempo, sin duda alguna el ms eximio en su arte de todo el Ejrcito; que sabido es que, Demetrio Polloni
Fuenzalida, haca milagros en materia de puntera, de fijeza para poner las balas de su arma en el punto,
en el lugar que a l se le antojase.
Pero volvamos a Herbay Bajo, que este y no otro es el nombre de una hacienda que existe en las laderas primeras del Caete, ro que, como sabemos fertiliza el valle de su nombre; y en ese punto, es decir,
al descender a la frtil hondonada, Urrutia y los fieles de su compaa y tambin los de la 2 del mismo
escuadrn hacen alto, porque la oscuridad de la noche es tan densa, tan impenetrable como tenue, mojadora blanquecina es la camanchaca que envuelve al valle y a una gran parte de la planicie.
Yvar, pues, hace alto y ordena a los jinetes del primer escuadrn y a sus capitanes Urrutia y Federico Yvar se desmonten su tropa con los caballos de la brida esperen el momento en que, la luz de la luna,
disipe las nubes para continuar la jornada y alcanzar a Caete.
Y cuando los tres escuadrones han echado pie a tierra y nuestros centauros se aprontan para tomar
su descanso, una descarga altera el espacio e inicia, casi a quema ropa, la accin que la historia conserva
con el nombre de Herbay.
El enemigo parapetado tras un foso, que al da siguiente se vio exista sobre la izquierda, y cubrindose con una tapia que protega su derecha haba abierto sus fuegos, que si haca con bros, pero sin
avanzar un solo paso.
Y no hay para que confesar cual sera la sorpresa que causa tan repentino ataque y ni tampoco debemos multar, que a pesar de los pesares, de la densa oscuridad, del espanto producido en la caballada y de
lo exabruptamente que se rompieron los fuegos los Granaderos, que esa tropa especialsima mantuvieron
su posicin, no retrocedieron un paso, y sin peder su formacin, sin atarantarse contestaron a su vez el
fuego vivo, todo el regimiento que nicamente lo hizo la 1 compaa del 1er escuadrn, la del capitn don
Temistocles Urrutia.
Y mientras la tropa indicada mantiene el campo haciendo uso de sus carabinas Winchester, Yvar hace
enfrenar sus caballos al resto de su regimiento; y para hacer comprender al bulto enemigo, que le corta el paso
que no lo teme despliega en guerrilla una parte de la tropa y la enva al asalto de la posicin enemiga.
Y mientras se ejecutaba la maniobra indicada el resto del regimiento se retira en orden sobre la planicie en espera de la luz de la luna o en la de la alborada del da 19 de diciembre.
El capitn Urrutia intertanto se bate con denuedo secundado por los alfreces Balbontn y Pollini
Fuenzalida, que hace lujo de valor durante toda la noche, acompaado por el primero don Fidel Carmen
Acua y por los sargentos Pizarro, Alarcn y Marabol.
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Y don Toms Yvar, que sabe que Lynch debe estar a lo ms a dos horas de distancia y que no
puede calcular con cuantos enemigos se bate, avisa a su jefe lo ocurrido y contina tranquilamente el
combate.
Y la verdad fue que la noche del 18 al 19 de diciembre de 1880, fue noche de sus obras; y si la accin
de Herbay no se convirti en desastre, fue nicamente debido a la serenidad con que el comandante Yvar
recibi la sorpresa; a la disciplina frrea de su regimiento y al valor y esfuerzo de sus capitanes y selecta
oficialidad.
Es necesario haberse batido alguna vez de noche para poder estimar la inmensa diferencia que existe
entre los combates que se dan a la clara luz del da y los que se pelean a la luz de las estrellas. Las tinieblas,
la oscuridad impenetrable que alumbran solamente los fogonazos de los combatientes, dan a la lucha
distante la noche, espectros espeluznantes; el peligro se agiganta, el enemigo se triplica; y si el mismo no
es grande y el amor a la patria, a la bandera no sea firmes, el miedo puede tomar fcilmente a los combatientes y dan al tanto hacer perder los estribos al ms alentado capitn.
All cuando ramos mozos, ahora treinta y dos aos, en la noche del 27 de diciembre de 1880,
tuvimos la honra, la gloria, de asistir a un combate nocturno; compartimos esa fortuna con los capitanes seores Anselmo Blanlot Holley y Jos Mara Barahona y con los seores oficiales de nuestro
regimiento El Curic Miguel Luis ____________, Luis F. Cabezas, Jos Manuel Seplveda, Marn y Daro ____________ que con bravura sinigual sostuvieron su puesto obteniendo la victoria.
Pero, con toda ingenuidad, declaramos que aunque 32 aos hacen que aquello ocurri, an no se
disipa de nuestro nimo el recuerdo de aquella accin de aquella noche, en la que perdimos a nuestro
estimado jefe don Jos Olano, cado como bravo al frente del enemigo, porque la oscuridad de la
noche, las tinieblas impenetrables que nos rodeaban aumentaron de tal modo la responsabilidad que
nuestros dbiles hombros demostraban, que con ingenuidad lo repetimos, confesamos, solo el pundonor, el amor a la patria, a la bandera, el ejemplo de los capitanes a nuestras rdenes, al ser chilenos,
nos hizo aguantarnos en nuestro puesto, hasta que el alba con sus luces alumbr las quebradas del
Manzano.
Por eso damos al combate nocturno de Herbay las proporciones que realmente, tuvo, porque fue
de noche, porque para ver al invisible enemigo que tenan al frente los Granaderos de Urrutia, Balbontn
Pollini y Vivanco, que permaneci esa noche de avanzada, no tuvieron ms luz que las de sus carabinas,
ms norte y gua que el amor a Chile, a la lejana y querida patria.
Y la noche entera, el coronel don Pedro Sevilla que mandaba a los Carabineros del Rimac y el
coronel don Victorino Arceniega que tena a sus rdenes ciento cincuenta infantes, defendieron con inusitado tesn los fosos y tapiales de Herbay y solo a las cinco de la maana abandonaron sus prisiones
dirigindose a Caete.
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Y para que nuestros lectores se den cuenta cabal de esta accin, he aqu el parte que la superioridad militar enemiga elev el coronel don Pedro Sevilla, caballeroso jefe peruano a quien tuvimos el
honor de conocer prisionero en la alborada del 28 de diciembre de 1880, da de inocentes, da en que
asimismo, el cabo de Carabineros de Yungay, don Amador Marn P. nio entonces de unos diecisis
a diecisiete aos, lo pas realmente por inocente, hacindolo rendir su sable y tomndolo prisionero,
mano a mano, con esforzado y caballeroso valor personal, sesin que no solo aplaudieron los jefes de
Carabineros de Yungay, que sabido es que el coronel Sevilla hizo publicar elogios en Lurn de nuestro
amigo el hoy estimado Negro Marn, que si tiene oculto el rostro oculta en cambio una alma blanca, un
nobilsimo corazn.
He aqu los partes telegrficos en que el coronel Sevilla, narra el combate de Herbay,
Lima. Recibido a las 2.55 A.M. del 19 de diciembre de 1880.
Exmo. Seor Jefe Supremo:
Despus que el sub-prefecto reocup a Herbay, se arroj al enemigo como a una legua de distancia.
Me apresuro a proteger la infantera con caballera y despus de un sostenido fuego por ambas partes, que
dur cerca de una hora, los invasores cedieron el campo, retirndose precipitadamente.
Tengo algunos heridos y muerto el caballo de un corneta.
Sevilla.
Esta fue la primera comunicacin que recibi don Nicols de Pirola. He aqu la segunda:
Lima, recibido a las 6.35 A.M. del 19 de diciembre de 1880.
Exmo. Seor Jefe Supremo:
El ataque comenz de nuevo a las 5 A.M. Defendemos nuestras posiciones.
Sevilla.
Y a las 11.50 minutos de la noche del mismo 19 de diciembre, en el Palacio de los Virreyes, el ltimo
inca como se ha de llamar a don Nicols de Pirola, se haca leer por su Jefe del Estado Mayor don Guillermo Billinghurts, hoy candidato a la presidencia del Per el parte telegrfico siguiente:
Lima, recibido a las 11.50 P.M. - 19 de diciembre de 1880.
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El enemigo tuvo anoche diez caballos heridos y algunas bestias de carga pueden verse muertas en el
campo. Con respecto a la prdida en hombres, los informes de los prisioneros son contradictorios.
Nuestras prdidas de anoche son tres heridos de tropa, un caballo muerto y tres heridos de
caballera.
La infantera chilena consta de Batalln Talca, el 2 de Lnea y la brigada de marina.
En este momento se ha tomado del campo enemigo un magnfico caballo y seis bueyes que servirn
para racionar nuestras tropas.
Sevilla.
Recibido en Tarapampa, cantera de Asia, a las 4 P.M. del da 20 de Diciembre.
Segn instrucciones, despus de saludar al enemigo me retir con mi brigada completa, llevando a
mi herido y al prisionero, sin dejar tras de mi ni una correa.
Sevilla.
Curiosas por dems son las comunicaciones, copiadas, y ellas, en verdad, la nica impresin que
dejan es la de reconocer que la imaginacin peruana ha sido, es y ser siempre feliz para inventar hechos
que solo han existido en la mente o cerebro de los dirigentes enemigos.
La nica verdad que encierran los partes copiados, es la de haber tomado prisionero al soldado
Estanislao Carrizo infeliz que debi haberse rendido, porque jams, por jams el chileno debe faltar a su
lema de: Vencer o morir!
Carrizo al entregarse prisionero enlod su nombre y el del regimiento; qued de cobarde ante el Ejrcito todo, y en premio de haberse rendido recibi de los peruanos crueles tratamientos, hambres y miserias
sin cuento y el nombre maldito, peor mil veces que la muerte, de cobarde.
En Chile, y un general de divisin que ha poco fue desposedo del puesto de Inspector General del
Ejrcito en castigo de sus cbalas, informes falsos y de su cobarde actuacin frente al enemigo en la tarde
del sin par y heroico combate de la Concepcin y en la maana de la Placilla en 1891, son dos tipos que se
hermanan y que los legionarios de hoy y del futuro deben tener presentes como engendros de vergenza y
de baldn para ser eternamente malditos.
Pero dejemos a un lado a este mal hombre que sus horas estn contadas, y el Mane, Thesel y Phares
bblico, con que la opinin pblica lo ha estigmatizado pronto tendr su confirmacin cuando llegue a
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esta capital la Comisin Militar chilena en Europa, que le pedir estricta cuenta de su honra atrozmente
atropellada.
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Decamos que Yvar dio aviso a Lynch, de lo ocurrido en Herbay y agregamos que este estimando
en lo que realmente vala la noticia enviada continu tranquilamente su ruta; sin apresuramiento esper
la salida de la luna, y naturalmente un par de horas ms tarde la Artillera de Marina que marchaba a
vanguardia llegaba a Herbay, es decir a la extremidad norte de la comarca desde donde domina a este
punto y al valle de Caete.
Y como ya nuestros lectores, han ledo los partes enemigos, tiempo es que, a nuestra vez, narremos
la verdad de lo ocurrido en la noche del 18 y maana del 19 de diciembre de 1880.
Lynch, tan pronto lleg a Herbay acompaado de su Jefe de Estado Mayor don Juan Vicente Dvila
Argelles, de su secretario particular don Daniel Carrasco lvarez y dems ayudantes de campo, como
conferenci con el comandante Yvar primer jefe de Granaderos a Caballo.
La noche, a pesar de la luz de luna est oscura; las tinieblas se hacan ms densas porque la tupida y
mojadora camanchaca, cubra, no solo la planicie, sino tambin todo el extenso valle de Herbay y de Caete.
Uno que otro disparo en verdad, haca el enemigo a esas horas las 3 de la madrugada, y Lynch,
teniendo presente que pronto la luz del sol habra de correr la tupida niebla que ocultaba al enemigo, dio
orden a la Artillera de Marina y el 2 de Lnea de alistarse para descender al valle y batir al enemigo tan
luego amaneciere.
El Talca quedara de reserva cuidando a la Artillera de Montaa.
Poco antes de las 5 aclar y entonces pudo verse bien que los Granaderos a Caballo se hallaban
un poco ms abajo de la cumbre de una colina, detrs de la cual haba una especie de quebrada limitada
al norte por una cuchilla ms baja y aguda. Desde la cima de esta cuchilla se divisaba el valle de Caete,
estando a tiro de fusil de sus orillas.
El veterano regimiento tena de avanzada en la parte ms alta de la colina desolada, al alfrez don
Nicanor Vivanco, que haca ese servicio con ocho o diez hombres de su compaa la 1 del 3er escuadrn,
la del capitn don Luis Contreras, que fue herido en Chorrillos.
Y por ms que todo el mundo a la simple vista y ayudado por buenos anteojos quiso ver algo un poco
ms all de la quebrada que tena al frente, la camanchaca se lo impidi por completo.
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Pero no hubo ms remedio que esperar a que el sol y la brisa descorriesen la impenetrable neblina
que envolva a la fertilsima hondonada.
Y fueron, los infantes de la Marina, los primeros que posedos de una fuerte descubierta de caballera que al galope se descolg sobre el valle, los primeros que a buen paso y cargndose sobre la derecha
iniciaron el ataque y asalto de la posicin enemiga, que este, ocupara durante la noche y que luego se vio
haba abandonado haca mucho rato, quizs un par de horas.
Y para cumplir con lo que la tctica previene la Artillera de Marina y luego el 2 de Lnea con Vidaurre y Canto a su cabeza despus de haber desplegado, cada uno sus guerrillas descendieron desplegados
en batalla a Herbay Bajo, donde no encontraron un solo soldado peruano.
A buen paso, primero por el flanco, a la desfilada, se lanz ladera abajo la 4 compaa del 1er batalln de la Marina del comando del capitn don Po Guerrero Bascun, y cuando an esos infantes no
sentaban el pie en el plan, el teniente don Ricardo Ekers, desplegndose en guerrilla con ayuda de los
subtenientes seores Amador 2 Montt y L. Fernndez B, trepaban nuevamente la colina de enfrente, la
encimaban y descendan al valle mismo.
Y ni Ekers, ni Montt, ni Fernndez B. y Guerrero Bascun, ni nadie, encontraron a nadie: el enemigo se haba esfumado; sin duda alguna haban tomado Sevilla, Arceniega y su gente haca tiempo, quizs
un par de horas, el camino que lleva a Caete y dems poblaciones del norte.
Lo nico que encontraron los infantes del capitn Po Guzmn B. fueron trastos de cholos, fundas
de fusiles, cpsulas de rifle Remington, vainillas varias, cajones vacos de municiones; en una palabra
nuestra tropa tom posesin del campamento peruano, pero, sin encontrar un solo hombres.
En el bosque y valle los Granaderos nada tampoco encontraron y el nico prisionero que se
tom fue una linda yegua rosilla, enjadeada militarmente, pendiente de su silla un buen sable de
caballera.
Con mejor suerte anduvo sin duda el teniente Ekers, porque despus de una perseguida bien hecha
del bosque, tom prisionero a un paisano armado de Remington y vestido a la usanza del pas: pantaln
corto de mezclilla, camisn, sombrero de paja y sin calzado; ese mismo traje fue el que usaron siempre los
montoneros de la zona durante la ocupacin.
Llevado el prisionero a la presencia de Lynch, que de paso diremos presenci esta operacin en primera fila, declar que Sevilla en persona haba mandado el combate de la noche, teniendo a sus rdenes
365 hombres de Caballera de Carabineros del Rimac y 150 infantes de Arceniega; agregaba el montonero
que el prefecto Zamudio se encontraba en Caete.
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Ekers y los oficiales de Granaderos seores Urrutia, L. J. Garca V., Vivanco. Polhamer, Pollonis
y Balbontn declaraban que en el valle haban encontrado un soldado y tres caballos peruanos muertos.
Sin duda alguna don Pedro J. Sevilla y su tropa a esas mismas horas abandonaban a Caete y dando
rienda suelta a sus corceles y a todo paso, despus de telegrafiar a Su Majestad Incasca, don Nicols de
Pirola, tomaban la ruta de Hurea, Quebrada, Cerro Azul, Asia, Bujama, etc.
Y el dictador para destemplar el nimo de sus lugarteniente y levantar la moral de sus legiones, he
aqu la forma telegrfica como contestaba las guerreras comunicaciones del coronel Sevilla, que anteriormente hemos publicado
Lima, diciembre 21
Seor sub-prefecto Melena:
Muy complacido encuentro a los partes del coronel Sevilla. Enteramente justificada mi esperanza
en V. S. y la buena gente de ese valle. La zona de Lima ha hecho el elogio esperando mucho aun de los de
Caete, hgalo saber as a Arceniega.
Pirola.
He aqu arriba ahora otra comunicacin oficial que tiene, como la anterior, sabor tropical netamente
peruano, con olor a sangre, comedia y tambin a pastillas de sahumerio.
Telegrama a Palacio
Lima diciembre 21.
Seor sub-prefecto:
Recib su telegrama y mucho me complazco en saber que han recibido las hordas filibusteras una
leccin del patriotismo nunca desmentido del seor coronel don Pedro J. Sevilla y de V. S.
Que corra la sangre, pues as la regeneracin ser un hecho real.
Comunqueme V. S. cuanto pase, por muy insignificante que ello sea, pues ya pisan los ladrones
nuestro departamento.
Salude V. S. a mi nombre al coronel - Suyo.
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Pea y Coronel
Que tal! Puede darse una fraseologa oficial ms curiosa que la copiada, tomada de los originales
que los firmantes despus de las derrotas de enero dejaron en Lima.
Y en el mismo da 27 de diciembre, se reciba en la vieja capital del virreinato este otro parte:
Telegrama de Chilca
Seor secretario:
Diez buques chilenos pasan frente a este puerto, con rumbo al norte. Sigo a Lima.
Mayor Zuleta.
El flamante mayor divisaba los barcos nuestros y mientras segua a Lima, y de la tierra del Rmac
telegrafiaban a su vez as.
Seor Jaramillo
Est listo, todo para salvar los aparatos y bestia; destruya archivo.
Paz - Soldan.
Y Jaramillo mont solamente en la bestia y picando con las fuerzas que da el miedo, puso pies en polvorosa
y no destruy ni aparatos, ni archivos, porque todo en Chilca estaba intacto cuando lleg Lynch desde el famoso
palacio-rancho de su Illma. el seor obispo de Chachapoyas a la humilde oficina telegrfica del seor Jaramillo.
xxx
La Brigada Lynch contina su marcha sobre Lurn
Recordarn nuestros lectores que, don Julio Zegers, replicando al general don Jos Antonio Villagrn en la Cmara de Diputados, aduca para recibir al ex jefe de la 1 Divisin la razn de que, el gobierno, haba publicado y repartido impreso un informe sobre los departamentos peruanos en que operaban
las tropas del general nombrado y para afirmar su acerto exclamaba:
Tampoco puedo explicarme que el honorable general haya declarado enteramente desconocido el
camino que deba recorrer, porque desde en el mes de octubre de 1880, la Oficina Telegrfica, por orden del
70
gobierno de Chile, ha dado noticias sobre las provincias litorales correspondientes a los departamentos de
Arequipa, Ica, Huancavelica y Lima para el uso de nuestro Ejrcito.
Y don Julio Zegers, que ha sido repblica de verdad, que jams ha tomado parte en ningn debate,
ni abordado desde la ribera parlamentaria o desde la prensa o el libro cuestin alguna sin haber precisamente estudiado y meditado, completaba su contundente argumentacin en esta forma:
En esta publicacin se encontrarn numerosos datos geogrficos y topogrficos sobre el trayecto
que deba hacer la 1 Divisin.
Estn enumerados todos los valles, las poblaciones y las distancias entre los diversos lugares que
bordan el camino de Pisco a Chilca.
Esa publicacin que consta de 40 pginas, contiene tambin un mapa en grande escala de las
costas del Per entre Islay y Chilca.
No lo conoca el honorable general Villagrn? Debo creerlo as, puesto que califica de desconocido el camino en cuestin.
Y luego el seor Zegers con lgica de hierro, despus de dar todos los datos que el pblico ha podido
leer anteriormente, prob a la Cmara y al pas que aquella regin siendo desierta en parte, presentaba
tambin lomas fertilizadas ___________ de recursos, que un jefe activo y diligente sabra aprovechar
para salvar su ejrcito, y con ello la vida y la honra de la repblica.
Y el honorable diputado Zegers tena razn; y Lynch y su brigada haciendo la travesa de Tambo de
Mora a Lurn en perdida solo de cuatro hombres, probaron que Villagrn pudo y debi efectuar la orden
que se le dio por el general Baquedano. Y si nosotros hemos recordado este incidente ha sido sencillamente
porque, narrando la marcha de Lynch, se nos viene a mentes, a la imaginacin el hermoso valle de Caete
tan lleno de recuerdos de todo gnero, tan rico y tan feraz.
Sin duda alguna que la parte ms rida, ms desierta el camino ms penoso, la jornada ms ruda
fue la de Tambo de Mora a Jaguey y Herbay Bajo; pero, el resto aunque desconocido y recio, no era comparable bajo ningn aspecto con la regin primera.
El valle de Caete, es tan rico, que puede, sin duda alguna, mantener un ejrcito, no digamos de
50.000 hombres, que ah visitan bien por ms de un mes de 25 a 30.000 soldados.
Don Aurelio Garca y Garca distinguido y estudioso marino peruano, siendo teniente 1 del vapor
de guerra General Lergundi, dio a luz en 1863, El derrotero de la costa del Per, libro utilsimo que tene71
mos sobre nuestra vista, y que deben estudiar los oficiales de nuestra Armada, porque en l encontraron
datos interesantes que pueden serles utilsimos el da menos pensado.
Pues bien en las pginas 84 y 85 encontrarn, quienes nos lean, la confirmacin de lo que sostenemos; as como en las memorias del virrey Lynch pertenecientes a los aos de 1882 a 1884, se puede tambin estudiar cuando dio de si Caete, Montalbn, Lunahuan, Pucar, Santa Brbara, Herbay, Cerro
Azul y dems pueblos, ingenios, haciendas y cede ros que riegan las aguas del Caete y de sus afluentes
Llangas Tambo, Tupe, Pampas, Cari y dems ros y torrentes que, despus de fertilizar las riqusimas
provincias de Yanyos y Caete, desemboca en el Pacfico por la parte sur del valle de su nombre en el
punto denominado Santa Brbara.
Azcar de caa, chancaca, ron, frutas, menesteres, ganado lanar, vacuno y caballos y mulas; lanas,
aves y todo cuanto se necesite para vivir y en gran abundancia, se encuentra en este riqusimo valle, cuya
lujuriosa vegetacin tropical no deja nada que desear el espritu, a la persona ms exigente.
Lo repetimos as como Lynch y su brigada permaneci solo un da en Herbay Bajo, Villagrn y sus
10.000 veteranos hubieran podido vivir tres meses, sin que nada les hubiera faltado; y por lo que respecta
al viaje, llevado l en el tino y la inteligencia con que los ejecut Lynch y los jefes a sus rdenes, de creer es
que Villagrn que era hombre de guerra a las derechas deba tambin haber triunfado, arribando a Lurn
en tan buenas condiciones como el futuro virrey del Per su afortunado sucesor lo hizo.
Y antes de seguir narrando el viaje a la Brigada Lynch, agregsemos que el talentoso oficial mayor
del Ministerio de Guerra en 1880, don Moiss Vargas, Director Oficial del Boletn de la Guerra del Pacfico, insert en esta publicacin el mapa de Islay a Chilca, en septiembre del ao citado, y publico as
mismo todos los datos sobre los departamentos peruanos a que se refiri don Julio Zegers en su discurso
de 6 [de] enero de 1881.
xxx
Y don Patricio Lynch, que mejor que nadie apreciaba la famosa marcha que venan haciendo sus soldados, hizo alto en Herbay Bajo, dio descanso a su brigada todo el da 19 de diciembre y al da siguiente,
de maana levant sus tiendas.
Partidas de Granaderos, hicieron en la madrugada del 19, los reconocimientos del caso; y mediante
la actividad desplegada por los jinetes de Yvar, antes de las doce del da, Lynch, saba que su brigada
poda tomar dos caminos: el de la costa o playa, que era el ms malo, sera recorrido hasta Cerro Azul
por la caballera y el auto de su ejrcito haciendo flanco derecho tomara los caminos del fresco valle y
despus del fresco valle y despus de recorrer Pueblo Viejo, San Juan de Aroma y Montalban, Herbay
Alto y Caete, tomaran hacia la izquierda y dejando atrs a Dacha, al llegar a Quebrada, se dirigan al
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poniente en demanda de Cerro Azul, puesto en que nos deban tener preparados rancho y alojamiento
para la divisin en marcha.
Y antes de continuar narrando esta expedicin famosa, recordemos aqu que, esa Herbay Bajo, durante el 19 las tropas chilenas ocuparon el da no solo en descansar y en comer sino tambin en asearse
personalmente.
El ro, sus aguadas y el mar, se vieron todo el da llenos de soldados, los caballos y bestias de carga
que buscaban en el agua, no solo un lenitivo para el tropical calor del mes de diciembre, que tambin contaba como primer factor el uso del bao como aseo necesario urgente.
En Herbay Bajo, recordamos, que existan algo as como las tasitas de un ingenio de azcar, abandonado tiempo ha por sus dueos, pero con comodidad suficiente para dar asilo no solo al Estado Mayor,
sino tambin a casi toda la brigada, porque sus espaciosas casas estaban rodeadas de habitaciones de
caas, verdaderas barracas apropiadas para viviendas de soldados.
La tropa que no durmi en las casas de Herbay Bajo, acamp a la orilla del bosque, y los soldados
antes de poco aderezaban su rancho comiendo a manteles, no de lino o de hilo, sino de grandes y hermosas
hojas de pltanos en que se hacan ricos asados, abundantes camotes, olorosas chirimoyas, riqusimas
sandas, pltanos sabrossimos y otras aromticas frutas propias de la regin tropical.
Y, Lynch, que en todo pensaba y que con nada se descuidaba, antes de que cayera la tarde del 19,
envi cincuenta cargas de agua a encontrar al Colchagua y Atacama, que a esas horas recorran en viaje
de Haguey y sin duda cerca del punto en que l se encontraba.
Junto con los dos regimientos nombrados haca tambin la marcha, una batera de montaa, una
seccin de Ambulancias, una parte del parque y las impedimentas del caso.
En la noche del 19 los jefes del 2 de Lnea, Artillera de Marina, Artillera y Granaderos recibieron
las rdenes del caso: a las 3 A. M. se tocara no diana sino atencin, y golpes para diana [a] las cornetas
para levantar al campamento; a las 4 se rompera la marcha.
Y como ltimo acontecimiento del 19 de diciembre, Lynch recibi en la noche, correspondencia del
general Villagrn; el Comandante en Jefe de la 1 Divisin avisaba a su lugarteniente que, de orden superior, la 2 Brigada, se reembarcara en Pisco para confirmar por mar viaje hasta Chilca.
Y como esta resolucin pona a los regimientos Colchagua, Talca y el resto de la tropa que perteneca
a la 1 Brigada, en situacin un tanto molesta, Lynch, decidi esperar en Cerro Azul a su retaguardia y
marchar en un solo cuerpo.
73
xxx
De Herbay a Cerro Azul
Y tal como Lynch lo orden a sus tenientes, asimismo cumpli el programa.
A los golpes de diana Vidaurre y Benavides, Rojo, Hurtado, Patio, Snchez Javier, Guerrero Bascun. A 2 Montt, Ekers, Arturo Ruiz, Luis Fierro B., Pablo Silva Prado, Francisco Amor y dems oficiales
de Artillera de Marina estaban en pie.
Don Estanislao del Canto a misma hora alistaba al famoso 2 de Lnea, faena en que no andaban por
cierto remisos tampoco sus segundos don Miguel Arrieta Larran y don Eleuterio Dan; ni mucho menos
los capitanes ayudantes seores Joaqun Arce y Francisco Inostroza que deba tan pronto renda, como
bueno y como bravo, la vida en la gran jornada Chorrillana.
Sin duda, el 2 de Lnea, fue siempre un cuerpo de lujo, y as tena que ser no ms porque el ejemplo
sublime de Ramrez, Vivar, Garretn, Garfias Fierro, Barahona, Silva y de toda la heroica legin segundina que se sacrific en Tarapac por salvar el nombre pursimo de Chile, cubra con sus alas, en su espritu
a ese regimiento, que conquist durante la campaa todas glorias y cantos a porfa.
Contentos, como Pascuas, saltaron a las filas, se pusieron en marcha Federico Anbal Garretn,
Reyes Campos el cronista soldado, Salustio Ortiz, Carlos Gaete, Aaron Maluenda, Fuller, Pedro Prraga, Solar, Guillermo Chaparro, Martn Orrego, Arcilln, Virjil y tantos ms de los cuales apenas si
quedan en el recuerdo de sus hazaas, o los huevos blanquecinos all en las cumbres andinas de las
sierras incsicas.
Tranquilo como siempre, sin impacientarse, eternamente culto, irreprochable, carioso y atento, el
comandante Urizar Garfas, conduce al Talca que pronto ver a su primer jefe convertirse en hroe en el
Morro Solar, en la Punta del Fraile, en Miraflores, en todas partes.
Carlos Silva Renard, que es soldado fino, altivo, ordenancista que pide a siempre a sus mviles el
mayor esfuerzo posible, porque as lo exige la patria, a quien l sirve sin limitaciones se pone tambin
en pie y con los capitanes Grez, Vergara, Urza, Chaparro, Fernndez, con Torres, Jarpa, Pamplona, los
Villalobos y Donoso, con Carlos Rojas Arancibia, en fin con toda aquella alegre y brava oficialidad talquina, el Talca, en minutos est listo para romper la marcha.
A las 4 el campamento de Herbay Bajo es para siempre abandonado, y Lynch, como siempre
impasible, como una esfinge, se retiraba al ltimo despus de haber presenciado el desfile de todos sus
hombres.
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Granaderos a Caballo, a su vez, tomaban la ruta de Cerro Azul, pero por el camino de la costa que
corre siempre vecino al mar, cuyos incesantes tambos y marejadas sienten tan tenuemente los jinetes de
Yvar y de Muoz Besanilla.
Y como la va es mucho ms costa por el poniente, y como la caballada haba corrido bien y estaba
descansada, a las 11 de la maana, don Toms Yvar y sus hombres tomaban posesin de Cerro Azul
en nombre de Chile, enarbolando la inmaculada ensea en el edificio que serva de Capitana de Puerto.
Yvar, con los Granaderos, al llegar a Cerro Azul dej atrs a Santa Brbara, Casa Blanca y la
riqusima hacienda del ingenio de Azcar de Carrillo, propiedad de peruanos, que en ese momento se
encontraba abandonada y que fue respetada, sin que sufriesen sus dueos el menor desmedro.
Y mientras que Yvar ocupa a Cerro Azul, Lynch, con el sexto de su pequeo ejrcito se interna en el
feraz y precioso valle que riega y fertiliza las aguas del Caete; toman nuestros expedicionarios el camino
de Pueblo Viejo y despus de buena y sostenida marcha a las 9 A.M. la columna se encuentra en el ingenio
de Huanul, lugar que es requerido por el Jefe Expedicionario con vveres y ganado en pie, que el administrador dice no tener, pero que paga inmediatamente con una letra por 20.000 pesos sobre la conocida Casa,
de Graham Rovve de Valparaso, que es aceptada por la superioridad militar.
Dos horas ms de marcha, y Lynch y su tropa, hacen alto en Montalbn, la histrica hacienda de
OHiggins, El Grande, propiedad en que el venerado prcer y fundador de la independencia de Chile y del Per
vivi desde 1823 hasta que falleci, ms que al paso de los aos, agobiado por la tristeza e ingratitud con que
en Chile fueron mirados sus mritos y grandes servicios, que hoy, la historia le reconoce en toda su amplitud.
En Montalbn, todo el Ejrcito pudo contemplar con religioso respeto algunos objetos de uso personal del hroe, retemplando su espritu con su vista que haca recordar no solo a su dueo, al inmortal hroe
de Rancagua, de Chacabuco, Maip y el Roble, sino tambin a la lejana patria, a quien OHiggins, amo
siempre con delirio, por quien sacrific su vida y premio.
En Montalbn, permaneci Lynch y su gente, hasta las 4 y media de la tarde, hora en que, al toque
de: en marcha, la columna se despidi para siempre de aquel lugar de santos y gratos recuerdos.
Cuando ya el crepsculo vespertino cubra los montes y llanuras de Pueblo Viejo, las avanzadas de
Lynch penetraron al lugar nombrado y poco despus de las 7 P.M. las ltimas hileras del Talca abandonaban esta localidad.
Y hay que dejar constancia, de que nuestros infantes poco a poco se haban ido convirtiendo en tropa
de caballera porque la mayor parte de ellos viajaban ahora en mansos y grandes borricos, en caballos de
pasos o en buenas mulas.
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Los ms, tambin, haban guardado sus quepes y con permiso de sus jefes cubran sus cabezas con
grandes sombreros de paja que los guareca de los ardientes soles tropicales.
Y tambin junto con el Ejrcito caminaba ahora otra infantera, la china; cientos de pobres e infelices
asiticos haban sido puestos en libertad, de orden de Lynch, que hara con ello obra de justicia y de reparacin, devolviendo a la vida libre y humana a esos seres a quienes se les trataba como a perros, mucho
pero que a los ms infelices esclavos por los azucareros peruanos del valle de Caete.
Su nmero era bastante crecido, y donde ms aument el Ejrcito de Quintn Quintana y de Villarroel, fue sin duda en Montalbn porque ese ingenio contaba con centenares de coolies, que se plegaron en
masa a la hueste chilena al grito de: Viva lo Chile! Muela el Pel pol bluto! Viva don Quintn Quintana!
Viva el general Lynch! Muela, muelan los peruanos blutos!
Y los compale, como cariosamente los ha denominado siempre nuestro pueblo, convertidos por
placer, por gusto en bestias de carga, ayudaban a la tropa a llevar su equipo, sus impedimentas todas;
que sabido es que, no hay en el mundo hombre ms resistente que el chino para la carga y las grandes
jornadas.
xxx
Dejamos a la columna de Lynch haciendo la ltima etapa del 19 de diciembre y volvamos a Cerro
Azul, a donde Yvar, que ha ocupado ya ese puesto, que es un desierto, porque sus habitantes han migrado en masa de miedo, de terror, al infame invasor, a los chilenos bandidos y ladrones, asesinos de nios,
ancianos y mujeres, como nos apodaban los diaristas y plumarios limenses, que no limeos.
Yvar, como decamos, tom tranquilamente previsin de Cerro Azul, mand desensillar, larg
en un magnfico potrero la caballera del Campo, estableci perfectamente su servicio de seguridad,
prepar el rancho para el resto de la expedicin y dej transcurrir el tiempo sin zozobras, de ninguna
clase.
Y cabe narrar aqu, que con motivo de la invasin chilena, el trastorno de toda la regin en que operaban nuestras tropas era tal, que hasta el expendio de la carne se haba suspendido; y que, don Toms
Yvar; como legado especial, don a algunos vecinos trozos de gorda y fresca carne, que no coman desde
haca varios das.
Cerro Azul, dijimos era un cementerio y para evitar desmanes y robos en las deshabitadas casas, el
comandante Yvar, nombr autoridad civil a un viejecito peruano llamado don Toms Mendoza, hombre indudablemente pacfico y bondadoso que haciendo las veces de prefecto puso a raya a los chinos,
compales, que haban ya principiado a robar y saquear la poblacin.
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Y de una vieja correspondencia que conservamos sobre estos memorables sucesos, copiamos lo que
sigue, referente a Cerro Azul.
Presentose tambin, al comandante Yvar, un futrecito peruano, con mucho salero en el andar;
morenito de color y raqutico de estatura, nombrado Jos Len Mendoza y se exhibi con un speech, pero
ms o menos en estos trminos:
Seor jefe: Yo soy peruano y no extraar S. S. que, como tal, desee el bien de mi patria (aplausos
de Yvar y sus oficiales).
En este pueblo ejerzo el magisterio y soy apstol de la institucin de la humanidad, reconociendo a
todos como mis semejantes.
Mis compatriotas han huido y corrido como gansos en todas direcciones y yo no he podido hacerles
comprender que V. V. los chilenos son muy generosos y muy civilizados y que es falso cuanto han dicho de
ellos.
El da del combate con el Ejrcito de Chile en las alturas de Herbay Bajo, es decir ayer, pas por
aqu el coronel Zamudio, y no hallando vapor en que embarcarse, se fue por tierra para Lima.
Los coroneles Arceniega y Pedro Jos Sevilla, se han fugado con sus fuerzas dirigindose para Lima
por las Hormigas, es decir por Caete adentro.
Se que ms compaeros han muerto a V. V. ochenta Granaderos, y que nosotros hemos tenido solo
cinco hombres muertos, que se enfermaron antes de huir, 14 heridos y 3 caballos tambin muertos.
S. S. me tiene a sus rdenes y si se le ofrece algo que interrogarme, puede hacerlo desde luego, pues
estoy pronto a contestarle.
Yvar le respondi. Est muy bonito su discurso; yo lo interrogar cuando lo crea necesario. Puede
V. D. retirarse a su casa. Est despachado.
El preceptor peruano sali braceando y borneando la cola. Era un peruano en regla; nos hizo rer
mucho.
Innecesario nos parece comentar tan repugnante escena; y si lo hacemos, es nicamente, para que se sepa
en Chile como se degradan los pueblos que no saben defender sus fueros y cuanto se avillana la raza cuando la
idea de patria, de nacionalidad se borra de las colectividades por las prdicas indignas, por los ataques injustos
e injuriosos que los malos ciudadanos hacen en contra de nuestras gloriosas instituciones armadas.
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Hay que predicar sin descanso, con tesn inquebrantable, el amor santo, sin limitaciones a la patria, a la bandera, para poder mantener nuestra independencia y la preponderancia que en Sud Amrica
poseemos.
Es necesario tener presente que en el continente no se nos ama, ni se nos estima; y que ms hoy, ms
maana, la guerra vendr y en forma tal que si no estamos moral y fsicamente armados, perderemos
no solo Tacna y Arica, Tarapac, Antofagasta y Magallanes y quien sabe sino pretender quitarnos hasta
Talcahuano.
Eso lo vern nuestros descendientes, si se dejan dominar por el amarguismo que ya saca su inmunda
y sucia garra, para destrozar al grande y glorioso Ejrcito de Chile, a la jams vencida Escuadra nacional.
Pero nunca nuestros externos enemigos conseguirn su intento, se atrevern, no digo a declararnos
la guerra, ni siquiera a pensarlo, si educamos y atendiendo al pueblo del modo ms especial posible.
Hay que ser previsor y pensar; que ya que Dios nos ha hecho grandes, fuertes, sanos y robustos,
formando una raza pura, homognea, sin hbrida mezcla ninguna; que ya que en nuestros valles, hondonadas, montaas y campias, en nuestras ciudades, puertos villas, aldeas y villorrios, germina, campea,
crece y aumenta la pura raza chilena sin que la negra sangre africana se junte a la nuestra, resto generoso
de la pura estirpe araucana con la noble y viril de Espaa, debemos decamos, salvar nuestro pueblo, y
educarlo, levantarlo y prepararlo para la cruenta lucha del porvenir.
Leyes magnnimas y parejas; jueces impecables que apliquen a grandes y pequeos la justiciera
vara sin temor y con conciencia; habitaciones higinicas; hospitales y refugios para adultos, ancianos y
nios; ilustracin general en forma de educar, de hacer hombres aptos fsica, intelectual y moralmente,
para cuanto oficio y profesin existe; servicio militar igual, parejo, democrtico sin excepcin odiosa, servicio militar que iguala al gan con el hombre de fortuna, y que prepare a todo el mundo para el futuro,
de modo que el Ejrcito y la Marina sean templos en que se adora a la patria, a Chile, con fe ms augusta,
ms grande que con la que se deifica a Dios mismo, eso es lo que necesitamos.
Hay que ensear al pueblo con el ejemplo; es necesario, sino queremos maana ser vencidos y ser los
ilotas del continente, hay que pensar decimos en levantar a nuestra raza a mayor altura, dignificarle por
medio de la cultura, arrancndola de las tabernas, del tugurio; dndole espectculos atrayentes, paseos
gratis, representaciones morales, en una palabra, haciendo que las clases dirigentes, los ricos se preocupen de nuestro heroico paciente e inteligente roto, que en Chile es todo; que es soldado, marino, artesano,
artista, agricultor, minero cuando se quiera.
Que el roto lo mismo muere asaltando una trinchera que hundindose en la Esmeralda al ronco grito
de Prat Al abordaje muchachos! Que salta de alegra, riente de honor y de coraje cuando por probar que
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es hombre doma un potro indmito, penetra colgado de un cordel cualquiera al pique de una mina, o se
lanza sin temor al ms alto edificio, a la torre ms encumbrada a clavar la bandera chilena que proclama
la terminacin de una hermosa faena.
Por esa raza, por ese roto, ser siempre insignificante cuanto se haga; por salvar a nuestros hijos,
por educar a nuestra querida mujer, no hay sacrificio que no se pueda hacer.
Hoy ms que nunca se impone la resolucin de este problema. Tenemos el deber de vivir y de ser
grandes; y ya que Dios nos ha hecho fuertes, no arrojemos por la borda el rico tesoro que poseemos; eduquemos nuestro pueblo, levantndonos cada da ms; hagamos de cada hombre un ciudadano cumplido
y maana la costa entera del Pacfico ser nuestra, la bandera de la estrella solitaria, pasear sus ntidos
colores grande pura, inmaculada desde Punta Arenas al canal mismo de Panam.
Y junto con lo expuesto no quitemos a nuestra raza su credo, no hagamos que dude de Dios siendo
injustos para l; dejmosle su fe sencilla, pura que en sus inmensas penas, en su duro infortunio como en
las rudsimas tareas de las industrias y en los cantos de las victorias de su Chile, nuestro roto siempre a
invocado al dios de las batallas con la fe del chileno viejo, con la ruda fe del carbonero.
Hermanmonos con nuestro pueblo, seamos buenos para con l, seamos ejemplares, virtuosos y
humildes con ellos los descendientes del Cid, de Lautaro y de Caupolicn!
xxx
Y a pesar de la oscuridad de la noche Lynch y sus hombres continuaron su jornada; y cuando las
ltimas hileras han dejado atrs a Pueblo Viejo nota todo el mundo que los callejones, los caminos se
encuentran inundados.
Y aunque aquella molestia entorpece la marcha, porque el agua en algunos puntos sube ms de
media vara, nuestros bravos infantes no se asustan, ni se detienen por ello; y antes de poco a las 12 de la
noche, del 21 de diciembre, la Artillera de Marina fue recibida en Cerro Azul por los Granaderos a Caballo que tranquilamente ocupaban el puerto.
Lynch, cuando not la inundacin de los caminos, crey que el enemigo trataba con fuerzas superiores, de atacar a Cerro Azul; de ah la orden dada, a Vidaurre, para que a pesar del agua y el barro llegase
en la misma noche a Cerro Azul.
Poco despus de la diana, quizs a las 6 de la maana del 21, el 2 de Lnea, Talca, Artillera y
dems impedimentas, con Lynch a su frente, ocupaban a su vez a Cerro Azul.
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La noche anterior haban acampado y dormido estas tropas en las cercanas de Caete Viejo, punto
que abandonaron con las primeras luces del alba del 21.
En Cerro Azul la superioridad militar que saba que el sexto de la brigada se encontraba cerca,
prepar todo cuanto se necesitaba para su recibimiento, es decir, se tuvo rancho listo, bueno y abundante;
comida que a las 12 del da 21 el Colchagua de Soffia, Atacama y Colchagua y Artillera, caminaba tranquilamente en Cerro Azul, punto que tiene la forma de una herradura demasiado cerrada en sus extremidades, que es de fondo de piedra con fondeadero inseguro y malo.
En 1880, Cerro Azul, pareca un muelle asentado sobre pilares de fierro, que calculamos en 90 metros, siendo de forma curva y provisto de regulares donkeys, pescantes y ferrocarril, que une al puerto con
el interior, es decir, con Caete Nuevo y Viejo.
Si el viajero se coloca en Punta Fraile, cerrito dice Garca y Garca, de regular altura, aislado, que
est situado hacia el sur, que es algo as como un soporte alto, que presenta en su parte superior, en la
que avanza al mar, un morrito de piedra, cortado a pique y con cubierto de una capa blanquecina, si de
esa cumbre, el curioso viajero o soldado expedicionario chileno de Lynch, algn segundino por ejemplo,
extiende su vista, ver que Cerro Azul no es una villita o puerto, que son dos pequeas poblaciones las
que tiene a sus pies las que se denominan as.
Cerca del muelle se encuentra, como quien dice, el barrio comercial; es decir, una larga calle donde se
levantan los mejores edificios de este puertecito, alcanzando su extensin a unas tres cuadras.
Lejos de esta seccin de la ciudad, a unos 350 metros lo menos, encontramos otra calle como
cuatro cuadras, y otras tantas manzanas y con lo que los cerros azules denominaban Plaza de Armas,
con un corraln grande, sucio, infecto, donde se encuentra el Cuartel y una pequea y antiqusima
iglesita.
Tanto el cuartel como muchas de las casas ostentan largos corredores, sostenidos por pilares de
caas embarradas y pintadas de blanco con cal de concha, que el mar proporciona en abundancia eterna.
Cuando diciembre de 1880, en los momentos en que la bandera de Chile ondeaba en Cerro Azul, su
poblacin que segn los gegrafos peruanos alcanzaba a 1.000 habitantes nos parece que no sumara 100
personas; todos haban huido al valle escondindose en lo ms tupido del monte.
Y Lynch y su brigada ahora completa, enterita, sin el inmortal Carrizo, en Cerro Azul, se ba,
comi y descans, todo o casi todo, el 21 de diciembre de 1880.
xxx
80
En marcha a Chilca.
Villarroel en accin.
No era el jefe de la brigada en marcha, hombre que se precipitase, ni que tomare medidas sin son
ni ton; que don Patricio Lynch marino avezado, que haba navegado en muchas mares y hecho la guerra
desde su niez, era sin duda adolescente cuando sali a la marina en 1837 posea en 1880 toda la calma,
la posesin de s mismo necesaria, no dejamos para mandar los cinco mil y tantos hombres a sus rdenes,
sino una divisin y tambin un ejrcito y gobernar un reino, como en efecto lo hizo durante cuatro aos
con el Per, cuyos destinos sigui, ganndose el ttulo del ltimo Virrey del Lima.
Con tales cualidades de mando y con la larga experiencia de la vida y de la guerra, Lynch, desde
Cerro Azul, hizo explorar los desiertos caminos que unen a este puerto con Chilca; es decir, sus descubiertas y exploradores alcanzaron hasta muy cerca de Bujama, hicieron alto especial en Asia, amparando
a Villarroel, a sus pontoneros y chinos, que limpiaron y asearon en forma que nada dej que desear, los
tres pozos de agua, ah existentes, que estaban cubiertos de lanas, desperdicios y de cuanta inmundicia se
pueda imaginar sin ver.
Y Villarroel, no se content con limpiar y asear las fuentes existentes, que abri una nueva tambin
al pie de una hermossima palmera, ms o menos igual a las que se hicieron en Jahuey y que dio fresca,
clara y pura agua para toda la brigada, cuando Lynch acamp en Asia.
Ah, en Asia, bestias y soldados pudieron abrevar su sed y llenar sus caramayolas en su magnfico
bao, que siempre present 74 a 76 centmetros de lmpida y fresca agua.
Y as como los pontoneros limpiaron las cacimbas de aquella rida regin, tambin taparon
las tomas de los canales que el enemigo haba roto, desbarrancando en el valle de Caete, al llegar
a Cerro Azul, en Bujama y otras localidades; que Villarroel ese hombre incansable, que para todo
tena tiempo.
As, este buen servidor se preocup tambin en algunas partes, de labrar pequeas cuestecitas
a fin de quitar la aspereza con esquinche al camino en el paso del Ejrcito que tan ruda expedicin
efectuaba.
Y cuidado que si la ruta de la costa y en partes de la playa, entre Tambo de Mora y Jaguey y Herbay
Bajo era malo, el de Cerro Azul hasta Asia y Bujama fue psimo.
Entre Cerro Azul y Bujama nuestros pobres soldados hicieron su marcha atravesando un eterno,
inmenso y suelto arenal; perdidos hasta ms arriba de las orillas quedaban nuestros bravos infantes que
con paciencia infinita sobrellevaban aquella dursima y penosa jornada.
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Los burritos tomados en los valles, las mulas y dems bestias que venan en el Ejrcito detendran
el paso de aquel infernal pramo de la sed que los devoraba; pero jams nuestros infantes a pesar de la
penosa marcha, decayeron en su nimo, ni dejaron un solo rezagado.
Toda la columna al banco, a menos que paso de camino, hizo la travesa y ms que reniegos o gritos
de cansancio se oan vivas a Chile, risas y dichos alegres de los soldados, embromndose unos a otros por
lo malo del camino.
Mire hermanito, dgale a mi coronel Lynch que pa` otra vez, no me saque a pasear el da martes, que
ya sabe que mi mam me ha dicho que en martes ni me case ni me embarque, y en Santiago ni a la Alamea
saque a pasear en este da, gritaba con voz zalamera un fornido soldado del 2 de Lnea a quien todos
apodaban el Mapochino, y que siempre tena a mano cuentos y consejos alegres para pasar el tiempo.
Y efectivamente, el 21 de diciembre de 1880, cay en martes y a las 4 de esa tarde, como ya lo dijimos, parti todo el Ejrcito a Cerro Azul, menos los granaderos que haban con Villarroel abandonado
mucho antes el puesto nombrado.
Lynch haba pensado amanecer en Mala; quera ver clarear el mircoles 23 (sic) en el punto indicado
pero al enemigo, es decir los jinetes del Rmac, los del coronel Pedro Jos Sevilla y las montoneras que
levantaban en los valles adyacentes, le impidieron cumplir al pie de la letra el itinerario que se haba fijado.
La brigada anduvo bien toda la noche del 21 al 22; salv las 8 leguas que tena el penoso arenal en
el y a las 9 y media de la maana penetraba a Asia, lugarcito en que descans de sus fatigas durante todo
el mircoles 22.
Los Granaderos, intertanto haban pasado por Asia a las 2 de la maana de esa misma noche, la
ms corta de todo el ao, y continuando su marcha con Villarroel el hombre del agua y de los posos, en
demanda de Bujama.
Granaderos encontr buena agua y puntos en el ro Asia y en sus mrgenes acamp el regimiento
esa maana en buen rato para mover las silla y largar un rato la caballada que vena ensillada desde las
dos de la tarde anterior, con las primeras luces del alba partieron Yvar y sus hombres sobre Asia, villorrio en que se detuvieron para instalar a Villarroel y sus pontoneros y del cual partieron poco antes de las
2 P. M.; como ya lo dijimos; la brigada, arrib al mismo punto a las 9 y 30 minutos de esa maana.
De Asia a Bujama no existen sino cuatro leguas; as como de Cerro Azul a Asia se cuentan ocho;
de ah que los veteranos de Yvar antes de poco estuvieron sobre su objetivo, es decir, Bujama pero no
para entrar en ella porque Sevilla, su regimiento y los montoneros emboscados en los callejones tupidos
matorrales tropicales de ese lugarejo hicieron resistencia a los jinetes chilenos, motivo por el cual el co82
mandante Yvar dio inmediatamente aviso a Lynch, a fin de evitar as que la brigada llegue en la noche a
esta localidad y pudiese ser sorprendida.
Y Yvar tena razn en ello, porque el enemigo oculto en aquellos tupidos matorrales que el conoca
como sus manos poda a favor de la noche dar el ms esplndido maln a los nuestros y replegndose a
favor de la misma oscuridad y de los intrincados vericuetos y escondites, retirarse sin ser visto, ni sentido.
Y Lynch que tena experiencia en cosas de guerra no insisti en partir inmediatamente; al contrario,
orden se diere rancho a la tropa, y a la Artillera de Marina que saliese tan pronto hubieran comido sus
hombres; el sexto del Ejrcito no parti sino cuando la luna hubo alumbrado la campia y los ridos e
inclementes arenales que se extienden entre Bujama y Asia.
Y, como en Herbay Bajo, Lynch contest a Yvar que mantuviese sus posiciones, cosa que el comandante de Granaderos sin necesidad de orden ya saba que haba de hacer.
El resto del Ejrcito dej a Asia al despuntar la luna; al amanecer, un poco antes, se encontraban
todos los hombres de Lynch en Bujama.
Hay que advertir aqu que, si el jefe de la brigada no parti inmediatamente en auxilio de Yvar fue
porque un piquete montado de 25 hombres del 2 de Lnea, acompaaban a los Granaderos desde su salida
de Asia, y Lynch crea que esos infantes eran suficientes para ahuyentar a los hombres de Sevilla y a los
montoneros de Arceniega, Zamudio y especialmente del coronel don Joaqun Retes.
En Bujama: pequeo combate
Y antes de seguir adelante y mientras Lynch y su tropa marcha por el fatigoso camino de Asia a
Bujama, Yvar y el piquete del 2 de Lnea se baten por minutos en ese ltimo punto.
Y para que los que nos lean se den mejor cuenta de estos histricos sucesos he aqu el parte original
del comandante Toms Yvar.
A la orilla del valle de Bujama, diciembre 22 (mircoles) de 1880:
Seor coronel Lynch:
Desde Asia he encontrado rastros frescos que dan evidente seguridad de la presencia de postas del
enemigo.
He llegado hasta Bujama, legua y media distante de Mala, lugar de forraje y agua, pero monstruoso, y no se ha hecho esperar la presencia del enemigo puesto que en los momentos en que me dispona a
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refrescar el lomo de los caballos quitndoles las sillas, y darle de comer a la tropa, se nos hicieron varios
disparos desde un bosque tupido inmediato.
Una avanzada colocada en un lugar dominante ha podido ver fuerzas un tanto numerosas.
Creo no engaarme asegurando que es el coronel Sevilla que se encuentra en esta con su fuerza.
Como bien pudiera repetirse la escena de noches pasadas, y no pudiendo hacer nada con la caballera por el lugar que ocupan, le agradecera a V. S. me mandara unos 150 infantes para pasar la noche, por
ser insuficientes los 24 que me acompaan.
Dios gue a U. S.
Toms Yvar
Lo que haba ocurrido lo dice el parte trascrito, y nosotros agregamos que el enemigo oculto en el
tupido monte dej avanzara a nuestros jinetes, acamparse y hasta desensillar y solo cuando vio que ni un
solo soldado quedaba montado rompi los fuegos y se equivoc.
No contaba con los infantes altivos y resueltos del 2 de Lnea, que junto con resistir la carga enemiga empuando su rifle y a son de su corneta cargaron como leones sobre los matorrales donde se parapetaban los montoneros del coronel don Joaqun Retes y los Carabineros del Rmac, de Sevilla, que en el
acto de ver el ataque de nuestros infantes tocaron rpidamente retirada.
Hubo heridos o muertos de parte del enemigo? Imposible as por el momento darse cuenta de ello y
si algn montonero cay solo ellos podrn saberlo, tan tupido era el monte y tan enmaraado era asimismo
esa esplndida selva tropical llena de lianas, caaverales, seibos, bananeros, paltos, etc., que crecen con la
exuberancia con que en que la esplndida y magnfica loma se levanta cuanta semilla cae en tan feraz suelo.
As, aquel encuentro no tuvo ms consecuencias que las descritas: fue una accin a la peruana, sin
muertos, ni heridos y con buena, rpida huyendo.
xxx
El alfrez de Cazadores a Caballo Agustn Almarza sale al encuentro de la
Brigada Lynch.
La Artillera de Marina, fue, pues, el nico cuerpo que entr a Bujama en la noche del da que historiamos; el resto de nuestros expedicionarios ocuparon la localidad nombrada en la madrugada del da
siguiente 23 de diciembre.
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La tropa de caballera en esta vez marchaba a vanguardia; los Granaderos eran la eterna descubierta
de Lynch; y a fe que siempre hicieron bien su servicio.
Los veteranos de nuestro legendario Granaderos, haban tomado la ruta de Mala casi entre aclarando; en los frondosos pasteles de Bujama, la caballada y la tropa haban tomado buen pienso, magnfico
rancho, y echado tambin su buen sueo; los jinetes del viejo regimiento marchaban as; a buen paso, en
demanda de su objetivo.
Una pequea descubierta avanzaba a vanguardia y por ms que el oficial, su sargento y los soldados que con l iban, escudriaban el horizonte, a su frente no se vea ni un solo hombre, de a pie, ni de a
caballo; nadie, absolutamente nadie, sala a cortar el paso a nuestros jinetes.
A lo lejos, a distancia bastante respetable, hasta el norte el horizonte quedaba limitado por un cerro,
ms bien dicho una lomada de regulares proporciones; aquello era, ni mas ni menos, que las ltimas
gradientes de una cerrillada que, de oriente a poniente se extiende, y cuyos ltimos mogotes van a morir
cerca del mar; quizs ese alto es el de Salazar o la Punta de Chocaya, porque nuevos puntos se encuentran
situados en esa parte de la costa, entre la islita de Asia y el ro de Mala, que est ms al norte de Chocaya.
Al sur de esta cerrillada se extiende un dilatado llano que va suavemente ascendiendo mientras ms
se camina hacia el norte; por esta llanada marchan los jinetes de Yvar en correcta formacin: el regimiento est casi completo; no faltan en sus hileras sino los 24 hombres del alfrez Desiderio Garca Vidaurre,
que ha quedado en Humay con el Quillota, nuestro amigo, a quien no le damos el apodo de viejo porque
en aquella fecha era todava un nio, y porque, est tan bien conservado, lleva tan garbosamente los aos
que Dios le ha dado, que no hay para que decir que es solo mayor de edad.
As, Granaderos se presenta en la llanada casi, casi completo; es una masa de caballera de ms de
500 hombres, que tiene porque imponer respeto.
Y cuando nadie se imagina, cuando todos al paso de sus caballos marchan tranquilos, confiados,
alguien de la descubierta el cabo Torres, apodado el Loco, con terceros premios tambin del regimiento
chileno, da la voz de: el enemigo, tropa de caballera a la vista.
Granaderos continu su avance y por lo que pudiera acontecer destac en el acto a reforzar su descubierta al alfrez y posta del cuerpo, don Juan Ignacio Garca V., que inmediatamente, a buen galope tom
la delantera con la tropa que se le design.
El resto del regimiento form los aires de tctica y se apront para el futuro combate, porque el
enemigo segua avanzando, bajaba la cerrillada primeramente y luego estando ya ms cerca, se le vio
detenerse en la ltima lomada, echar pie a tierra y aprestar sin duda alguna, componer sus monturas.
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A todas luces, aquella tropa, que por otra parte era pequea, unos 25 jinetes, deba ser alguna descubierta enemiga, quizs los exploradores del Ejrcito peruano acampado en Lurn o ms al sur, decan
algunos.
Poca o mucha tropa que avanzaba, tena que ser contraria y los granaderos no contaban jams a
sus enemigos; el jbilo se pintaba en todos los semblantes y el grueso de nuestros jinetes tena envidia ya
a los hombres de la descubierta, porque ellos sin duda, se iban a llevar aquella gloria, el entrevero tena
que ser famoso.
La fuerza contraria, en el Inter, haba hecho alto en el ltimo cerrito o lomada, y despus de tres minutos, a lo ms, segn el decir de los Granaderos, montaba a caballo, se detena breves instantes y luego
con cuidado, su jefe al frente, de paso, descenda de la altura; tomaba la llanura y despus desenvainar sus
sables, movimiento que a pesar de la distancia se not por el brillo que despidieron, se form en batalla y
poniendo sus caballos al trote, sable en mano, se vino sobre la descubierta de Granaderos, que aun quedaba bastante distante del enemigo.
Y por un momento nubes espesas de tierra cubrieron a los combatientes, habra dicho cualesquiera
y dirn hoy los que nos lean, porque eso y no otra cosa debiera haber sucedido, si enemigos hubieran sido
esas caballeras que no lo fueron y porque quien avanzaba del norte en son de guerra, quien resuelto vena
a abrirse paso, no era otro que el bravo alfrez de Cazadores a Caballo, don Agustn Almarza, que de parte
del general Baquedano avanzaba del norte, de Curayaco en demanda de Lynch, con el fin de avisarle que
ya el grueso del Ejrcito de Lima, haba iniciado su desembarco, tomado tierra en la caleta nombrada y
aprontndose estaba para lanzarse sobre Lurn.
Veamos ahora lo ocurrido: la Armada chilena, fuerza de ms de treinta buques, algunos ms, trayendo
enarboladas las insignias del Ministro de la Guerra en Campaa, cosa desconocida hasta entonces, la del
General en Jefe y la del almirante Riveros, comandante nato de esa brillante escuadra, mientras nosotros con
cuidado sumo, intenso y real hacemos la travesa de Pisco a Chilca y narramos la desgracia del general Villagrn, embarcado en Arica, al grueso del Ejrcito de Chile, abandonando sus aguas, dejando atrs los mares
de Pisco y echado a tierra una buena parte de su efectivo, en la hoy historia y desierta caleta de Curayaco,
avanzando sus primeras partidas de exploradores sobre Lurn que el inconsciente inca peruano don Nicols
de Pirola y todo su Estado Mayor y consejeros han criminalmente abandonado, nicamente por miedo a
la guerra civil; de terror a que la levantisca poblacin de Lima y del Callao se subleve y echen por tierra al
dictador y a los suyos, si abandonan la ciudad y el puerto levantando las fortificaciones que deben oponer
al invasor, no en Chorrillos, donde lo hicieron, sino en las naturales y magnficas lneas de defensa de Lurn,
llave real y verdadera de la capital incaica, del frtil valle de Lima, del viejo e histrico Callao.
Y tan pronto como el General en Jefe ha recibido en El Chile, transporte en que viene embarcado
Baquedano, su Casa Militar y Estado Mayor, la noticia de que la brigada Lynch an no est a la vista de
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Curayaco, ni aun de Chilca, manda en busca de Lynch, de sus hombres al alfrez Almarza, de Cazadores
a Caballo, cadete y oficial distinguido, que tiene reputacin de hombre de guerra y a quien Baquedano
conoce bien, porque sirve en Cazadores, su antiguo y querido cuerpo cuna de su carrera y en cuyas filas
se bati en Yungay, a la sombra de cuya inmortal y santa ensea carg sobre los tercios de Santa Cruz,
tiendo en sangre su sable, por dar libertad al Per, por emancipar a Bolivia, por evitar que un trono
imperial se levantase en Amrica.
Pues bien, Baquedano decamos, eligi al alfrez don Agustn Almarza para tan difcil comisin
porque desde 1876 este oficial serva en cazadores despus de haber pertenecido al 4 de Lnea y porque,
fama de adelantado, sabido y discreto tena Agustn Almarza ya en aquellos sus cortos aos.
Cuntos eran los que al bueno de Cucho le cargaban a fines de 1880, cuando tales comisiones de
confianza reciba?
No lo sabemos; y luego aquello est tan lejos y tan distante, que lo nico que tenemos presente es
que apenas sedoso y negro bozo ostentaba en su curtido rostro Almarza, que era todo un fornido alfrez
de Cazadores a Caballo.
Lo que si sabemos bien es que la comisin que se le dio, esa de toda confianza; una de esas que no se
dan sino a hombres de alma bien templada; que no tenga temor a nada, ni miedo al miedo; una comisin
para la cual se necesita inteligencia, valor, discrecin y pundonor, cualidades que no se encuentran en Boonen, por ejemplo; y por lo cual nadie tampoco habra pensado en aquella fecha darle tan honrosa misin.
Y cosas de la vida, sorpresas del destino, hoy Agustn Almarza, que tiene una hoja de servicios sin
una tacha, que fue ascendido a teniente por la orden del da ms hermosa que se pueda imaginar, a duras
penas, ha llegado a coronel de Ejrcito y Boonen es generalsimo
Rissum tenneattis
Cierto, que Almarza vive satisfecho, porque no tiene una nube en su vida militar; y el otro Boonen,
no ostenta un solo hecho limpio en su hoja de servicios porque la mejor nota es la de miedos, cobarde y
sin valor.2
2
Y tenga presente el pblico que nos lee que cuanto decimos est basado en documentos y que mientras Boonen, El cobarde no
se retire del Ejrcito de Chile, donde es un baldn, seguimos dndolo constantemente a conocer a fin de librar a tan gloriosa
institucin del nico general cobarde que ha figurado en sus filas; nosotros escribimos para Chile a fin de levantar el nivel
moral de la patria, para enaltecer a los hombres que bien hayan cumplido con su deber y tambin para decir la verdad, pese a
quien pese. El da que Boonen se retire elevaremos una hosana al Dios de la Justicia, porque Chile, su grande y digno Ejrcito
no cuenta ya en sus reparticiones a este hombre y porque nosotros no tendremos ms que ocuparnos de algo que nos es odioso,
que no es nuestro modo de ser, pero que llevamos a cabo, porque Chile y sus instituciones armadas merecen toda clase de
sacrificios y ocuparse de Boonen es el ms grande de todos. Nicanor Molinare.
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descansando lo menos posible se encontr en la maana del 23 poco despus de la diana al sur de San
Antonio, prximo a Bujama.
Y al encimar la cerrillada descrita, all, lejos, muy distante divis, ms bien dicho, vio a Granaderos
a Caballo a quien naturalmente tom por enemigo que avanzaba sobre el llano que tena a sus pies.
Almarza, como ya lo sabemos, sigui marchando, descendiendo la cuesta; y solo cuando se encontr en la ltima lomada, y creyendo a firme que pronto tendra que batirse con aquella tropa que el crea
enemiga mand hacer alto a sus jinetes; ech pie a tierra, les dio la orden de componer y aprestar bien sus
monturas y la de aprontarse para carga; mand nuevamente a caballo, y en seguida sacando los pliegos
que llevaba consigo rompi el sobre, lo ley y despus de haber explicado a cazadores de lo que se trataba,
agreg: Todos vosotros sabis ya de que se trata; hay que comunicar al coronel Lynch, de orden de mi general Baquedano que todo el Ejrcito est desembarcando en Curayaco y ocupando Lurn; nosotros vamos
a cargar al enemigo que viene a encontrarnos, que est ah en el bajo; hay que pasar, cueste lo que cueste;
el que escape con vida en esta carga comunicar a mi coronel Lynch la orden y dar cuenta de lo ocurrido.
Ahora firmes Cazadores. Mano al sable, carabina al gancho y Viva Chile, en marcha!
Y los 25 Cazadores a Caballo, 26 con Almarza, bajaban al tranco de sus animales la lomada; tomaron la llanura, siguieron por un buen espacio al mismo paso y solo cuando vieron a su frente, al encimar
una pequea eminencia, formada y desplegndose en batalla a la descubierta contraria, que Cazadores
crea, como Granaderos, que eran enemigos, dio Almarza la voz de: A la carga Cazadores al trote, al
galope mar!!!
Y el famoso y atronador chivateo hendi los aires y los vivas a Chile atronaron el espacio y Granaderos a su vez lanz a sus jinetes a la muerte Y si el entrevero no se oper, si la descubierta de Granaderos no se estrell con el destacamento fue porque a poco ms de una cuadra, los gritos de Viva Chile y
el indiano chivateo que las dos caballeras lanzaban al aire y los colores de las banderas chilenas, hicieron
que aquellos soldados se conociesen y que en lugar de dividirse a sablazos, se estrechasen y abrasasen
en medio del ms loco entusiasmo. Un minuto ms sin conocerse, el choque se produce y la muerte ciega
chilenos a porfa.
Almarza momentos, instantes despus estaba al lado de Yvar y daba cuenta de su comisin; por dems tarde comunicaba a Lynch la orden que traa del General en Jefe y cuanto en la marcha haba ocurrido.
Lynch felicit como deba hacerlo al alfrez Almarza y lo dej a su lado hasta el da 25, fecha en que
desde Chilca, lo despach con pliegos cerrados para Curayaco. Y tan buena debi de ser la recomendacin
que el futuro General en Jefe, hizo del alfrez Almarza, que este, como sabemos, fue ascendido por la orden
del da al grado inmediatamente superior.
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Y para que se sepa cuanto honor encerraba ese ascenso diremos que, durante toda la campaa, es
decir desde 1879 a 1884 no se dio tal premio sino a cuatro oficiales.
A fines de diciembre como se ve fue ascendido a teniente don Agustn Almarza y despus del reconocimiento de Ate, en el mismo campo de batalla, el 9 de enero de 1881, el capitn don Ricardo Serrano
Montaner del 3 de Lnea y el alfrez de Granaderos a Caballo don Nicanor Vivanco, fueron elevados a
sargento mayor y a teniente en sus respectivos cuerpos por su valor incomparable.
En la tarde de Pucar el coronel don Estanislao del Canto, premi con los galones de teniente, al
alfrez de Carabineros de Yungay don Alfonso lamos, por las brillantes cargas de la maana.
Y, no conocemos otros ascensos en el campo de batalla durante la Guerra del Pacfico.
Se ve pues que la promocin de Almarza era todo un acontecimiento, los oficiales de hoy pueden
tomar nota de estos brillantes hechos de armas y pensar que la primera virtud del soldado es el valor
llevado hasta el sacrificio.
xxx
De Bujama a San Antonio y Mala.
El Servicio Sanitario.
Mientras ocurran los incidentes que hemos narrado, el resto del Ejrcito se encontraba en Bujama,
en descanso; la jornada ltima haba sido brava, y luego, sabiendo Lynch, que Baquedano, estaba ya en
Lurn, no tena para que forzar su marcha, ni aporrear a su gente.
Teniendo presente las circunstancias felices anotadas, se dio orden a Granaderos de tomar la retaguardia, a fin de amparar mejor a los rezagados que pudiera haber, dejndose siempre la correspondiente
descubierta de caballera a su frente.
A Yvar se dieron tambin 40 hombres del 2 de Lnea, montados para que ayudaran a despejar los
caminos y a fin de poner a raya a los negros de Mala y de San Antonio, que se mostraban ms atrevidos
que los pacficos habitantes del resto de esa regin.
La brigada estaba ya cerca de Chilca, y para hacer bien las ltimas jornadas y siguiendo la costumbre establecida el jueves 23, a la diana se puso en movimiento la columna en la forma siguiente:
A vanguardia una descubierta de Granaderos; luego la Artillera de Marina, la Artillera de Montaa, el 2 de Lnea, Talca, Atacama, Colchagua, parque y a retaguardia Granaderos a Caballo y los 40
hombres montados del 2 de Lnea.
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El Servicio Sanitario del Dr. don Jos Arce, cirujano en Jefe de la 1 Ambulancia, marchaba distribuido en todo el ejrcito de Lynch.
El Sr. Arce desde el 1 de diciembre, tena a su cargo a la 1 Ambulancia; haba sucedido al Dr. don
Diego San Cristbal que por orden suprema fue destinado a la direccin superior del servicio, al lado
de el Dr. Allende Padin, de Manuel Gatica y de Ambrosio Rodrguez Ojeda.
El 12 de diciembre, dice el Dr. Arce, recibi orden de alistarse para emprender la marcha con la
1 Divisin, se me proporcionaron nueve mulas y en ellas pude conducir dos cantinas de medicina, 40
camillas y dems tiles para curaciones de heridos, en caso que durante la marcha tuviera lugar algn
combate, agrega el estimado doctor Arce, en El parte oficial que con fecha 31 de diciembre, en Lurn
elev a la superioridad sanitaria.
El arreglo, contina el mismo funcionario, que hice de este servicio fue el siguiente: un cirujano
1 con una parte de la seccin correspondiente deba seguir a la 1 Brigada colocndose a retaguardia,
otro cirujano 1 al centro y el otro cirujano a retaguardia de la 2 Brigada.
Y en las variantes que la marcha y la experiencia dan a estas operaciones, el Dr. Arce pudo cumplir y cumpli a entera satisfaccin de Lynch y de los jefes de cuerpo y de todo el mundo, en la santa
misin que a su ambulancia, la 1, le estaba confiada.
Los pocos heridos que tuvo el Ejrcito, que no fueron sino cuatro, fueron tambin perfectamente cuidados y atendidos; y entre las personas que enfermaron hasta el Dr. Arce se asisti de parto a una mujer
que acompaaba al 2 de Lnea. Se le proporcion camilla, conducindola en hombros hasta Curayaco,
en donde llegamos en la maana del 25; en el camino se la cuid con el mayor esmero. Esta brava mujer,
alumbr en San Antonio un precioso y robusto nio, que aunque nacido en el Per, es ms chileno que muchos, porque dio a luz en medio del glorioso Ejrcito de Chile y cobijado fue por los inmaculados pliegues
de todas sus banderas y en especial, por la santa ensea del benemrito 2 de Lnea.
El Dr. Arce al final de su parte recordando a sus compaeros de labor y sus fatigas y sacrificios
se expresa as:
Creo en acto de justicia recomendar a V. S. a los cirujanos primeros Domingo Grez y Juan Kidd;
a los cirujanos segundos P. Crislogo Molina, Emilio Moreno e Ismael Moreno; igualmente a los practicantes Arturo Delfn, Vicente Soto, Nicanor Ugalde, Carlos Buberaes, Eduardo Olivares y Ramn
Barrientos que, a pesar de la penosa marcha que hemos hecho, todos han tratado de sobresalir en el
cumplimiento de su deber sin que ninguno de ellos diera lugar a la menor queja de mi parte.
Y el jefe de la 1 Ambulancia, no sin cierto orgullo, termina su parte as: Me es muy satisfactorio poner en su conocimiento que el seor coronel Lynch, jefe de esta 1 Brigada, me ha manifestado
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personalmente que ha quedado contento con la Ambulancia a mi cargo, pues ha cumplido con su
deber.
Y a fe que tena razn, el Dr. Arce, de sentirse orgulloso de sus subordinados por que todos ellos
siempre, supieron levantar bien en alto los fueros de la Cruz Roja, los pursimos abolengos, las tradiciones de nobleza, inteligencia, ilustracin y calidad de escuela de hombres de bien, de servidores pblicos,
dejaron todos ellos entre nosotros su memoria bendita perdurar siempre entre las almas de bien, entre los
que en Chile se preocupen del pasado, para levantar el presente y preparar el porvenir.
Pedro Crislogo Molina y Emilio Moreno, estn an firmes en sus puestos y como buenos no abandonan la brecha; que los cirujanos de verdad, los hombres de ciencia, los que como ellos han hecho de
su profesin un culto, sern siempre estimados en esta tierra, donde no es cierto que se desconozcan el
mrito, ni se olvida a los buenos servidores.
Y tan efectivo es lo que decimos que, Talca, se enorgullece con el doctor P. C. Molina; y la alta direccin de nuestra Sanidad Militar, conservar siempre a su lado, como cirujano mayor de 1 clase, a Emilio
Moreno, que cual otro Dr. Fausto parece que poseyera el secreto de la eterna juventud, tal es su salud e
inagotable actividad.
xxx
Y volvamos a Bujama, a San Antonio y Mala que ya lejos del primer villorrio estn los chilenos, y ya
tambin nos encontramos en la parte quizs, ms dramtica de la famosa marcha de Lynch.
Entre Bujama y Mala hay un cerrito que tiene tal vez unos 300 metros de elevacin y en l, en su
cumbre se haba distribuido el enemigo, es decir los montoneros. Retes, el afamado coronel, amigo ntimo
del seor obispo de Chachapoyas, Ilustrsimo Fray Francisco Solano.
Aquello desde lejos, a la distancia, presentaba un magnfico aspecto, porque la cumbre y los faldeos
del cerro se vean cubiertos de tropa de caballera y uno que otro infante; y ms hermoso apareci el montculo cuando, estando an bastante retiradas nuestras tropas, abrieron sus fuegos sobre nosotros.
La Artillera de Marina en el acto sali a su encuentro y desplegndose en guerrilla avanz a buen
paso sobre el enemigo; y cuando estuvo a tiro rompi nutrido fuego sobre ellos.
Y en los momentos en que cubrindose con las arboledas que ah existen, iban avanzando los soldados de Vidaurre y de Benavides, de Hurtado, Silva Pardo, Amor y Guerrero Bascun dos granadas hbilmente enviadas por los artilleros del capitn don Gumercindo Fontecilla, pusieron en completa dispersin
a los montoneros del coronel don Joaqun Retes que ms giles que sus caballos, escaparon a todo correr
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al gran paso en demanda de los caaverales, lianas, guayabos, platanares, ceibos, sauces, manzanos, paltos, limoneros, y mil y mil rboles y arbustos que se levantan en esa esplndida regin.
Y no hubo ms, que digamos correr tanto como los peruanos cuando como ellos dicen: tocan a correr; o cuando en su famoso castellano agregan riendo: s, seor, puis nos corrimos porque as fue no ms
puis; se corri mi coronel, todos nos largamos puis seor. Qu queramos que hicisemos puis?
Indudablemente que entre Bujama y Mala fue donde mas altivez mostraron los peruanos, porque a
parte del incidente contado, ocurri tambin que cuando la vanguardia estaba en los callejones que antes
de entrar a la poblacin ltimamente nombrada existen, fue, la Artillera de Marina, sorprendida nuevamente por disparos que casi a quemarropa se le hicieron desde las arboledas tupidsimas que pueblan ese
feraz oasis.
Y aqu se not, que la preocupacin especial de los montoneros era dirigir sus tiros en especial sobre
los jefes chilenos; y bien pudieron haber hecho blanco en don Patricio Lynch porque este junto con sentir
el primer disparo mand a la carga a la Artillera de Marina, y bajndose instantneamente del caballo se
subi sobre la tapia para dirigir bien la maniobra y poder divisar mejor la posicin del enemigo, que tom
por blanco de sus tiros, el futuro Virrey de Lima que no sac un solo segundo de ese combate, a pesar de
lo nutrido del fuego.
Y aquello dur nicamente el tiempo necesario para que los infantes de la Marina, se desplegasen
en guerrilla y cargasen, porque los montoneros del coronel Retes se batan mejor con las piernas que con
sus rifles.
Y hasta que no se lleg a Mala, no cesaron los tiros, ya en forma de ataque formal o de disparos aislados;
uno de esos por desgracia hizo blanco en un soldado del Talca Olgario Reyes, que muri instantneamente
siendo su cuerpo religiosamente sepultado en Mala, lugar en que pacientemente espera el bravo llegue el da
de la conquista y de la reparacin, el da en que en Mala y en el Per entero, domine y ondee para siempre, la
bandera inmaculada de mi patria, la santa ensea de la civilizacin y de la buena administracin.
xxx
En Mala, San Antonio y Rinconada
El cura de Mala fue el nico que sali a recibir a la columna en marcha porque la brigada no se detuvo en este villorrio, no haba para que.
Mala es una aldeita asentada a orillas del ro de su mismo nombre; tena, en aquellos das, unas doscientas almas, que por cierto haban huido al valle, al tupido bosque, para hacer el papel de montoneros.
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Sus casas eran todas de caa y la plaza semejaba un sucio y enorme corraln.
Los techos todos de la poblacin son hechos con esferas dndose un aspecto raro, curioso.
Y como hemos dicho que haba cura, claro que, un edificio grande, con techo arboleado de caas
tambin como los dems y un poco mejor embarrado est el que el seor Tato, el cura, denominaba su
iglesita, el templito de su Dios.
Y el curita hizo al capitn Lynch todo un discurso a la peruana, que el Prncipe Rojo escuch cmodamente sentado en una butaca de brazos, de juncos de la India.
Y viene bien copiar al pie de la letra un acpite de una correspondencia de la poca al respecto:
El cura, escribe el corresponsal, le jur y protest que era un peruano inofensivo, como todos sus
feligreses; manifest que todos los habitantes de la localidad haban huido a causa de las grandes calumnias que se haban propagado contra el Ejrcito de Chile, sobre que mataban a los varones y a las viejas
y se llevaban a las jvenes; agreg que el haba desmentido siempre esas calumnias y no haba podido
persuadir a sus ovejas del gran error en que estaban.
Manifest que tena la ms alta idea de la civilizacin de Chile, y que tan era as, que todos sus
libros eran de autores cronistas chilenos.
El precepto Morales de Cerro Azul y el cura de Mala, hicieron ms o menos el mismo discurso en el
fondo: ambos fueron abyectos, antipatriotas y llenos de mentiras.
Ambos son genuinos representantes de la raza peruana, que no tiene idea de patria, ni de nada
y a quien sin servicio, un favor se har conquistndolos, sirvindole de testigos y buenos administradores.
Para probar la nulidad del cura de Mala, citaremos el hecho de que asever que ni en San Antonio, ni
en ningn punto del norte, existan fuerzas enemigas, ni montoneras; y a poco andar en esa misma tarde,
se reciba a balazos a la brigada, en San Antonio, lugar que fue incendiado para castigar tal felona, siendo
los chinos los que de tal faena se hicieron cargo.
No hay idea, es necesario haber viajado por esos parajes, para darse cuenta de la lujuriosa vegetacin, de la exuberante abundancia de rboles que entremezclados unos con otros forman bvedas impenetrables de altura, que si es cierto que dan sombra al visitante, tambin son nidos, trincheras, rincones
ocultos, para hacer la guerra de partisanos, de montoneros, que Retes y sus hombres para la que hacan
a la fuerza del capitn Lynch.
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San Antonio, es una aldea que est situada al norte del ro Mala y para atravesar este hay que tomar
la nica va conocida, la que se abre por entre el tupido y precioso bosque.
El ro, sus clarsimas aguas, corren bajo esos esteros emparrados; sus ondas pursimas calladamente
murmuran bajo aquella preciossima bveda de ventura; todo el Ejrcito desfil por ese nico camino sin ser
molestado; pero cuando la retaguardia, que la componan 40 hombres montados del 2 de Lnea se encontraba
en la parte ms tupida del bosque y en lo ms hondo del ro fue rudamente atacada por todas partes.
Y los bravos infantes de Canto no se dejaron tomar por la sorpresa y sin trepidar rompieron fuegos
y siguieron avanzando.
Por desgracia para el 2, el cabo Juan de Dios Herrera, fue muerto al iniciarse el fuego y dos soldados recibieron, por fortuna, heridas levsimas, que los cirujanos del Dr. Arce se apresuraron inmediatamente a curar.
Y, Lynch, que saba hacer la guerra, que la haba practicado en 1838 en el Per y tambin en la China
sirviendo de oficial de bandera del Comodoro Heibert, comandante de la fragata inglesa Calliope, que por
su denodada conducta, por su valor incomparable en el ataque del fuerte Amunport en febrero de 1841, en
el asalto de las bateras de Guam, y en la toma de Shangai, en la que consigui clavar primero que todos
la bandera del capitn Heibert en lo ms alto de la posesin enemiga, hazaa que el gobierno de S. M. B.
pag haciendo a don Patricio Lynch guardiamarina ingls y ornando su pecho con una presilla, nuestro
coronel de [ilegible] que todo eso y mucho ms haba visto, castig como queda narrado a los montoneros
de Mala, su desalentador ataque del ro con el incendio y la destruccin de San Antonio, que ardi desde
la tarde de ese da y durante toda la noche.
Terrible pero necesario castigo impuesto a las masas irregulares, a las montoneras y guerrillas que
haca la guerra sin sujetarse a las leyes.
El jueves 23, a las 11:30 de la maana las ltimas hileras de nuestra brigada abandonaban a San
Antonio que quedaba en poder de los infinitos chinos que nos acompaaban; una hora despus, a las 12 y
media, Lynch y sus hombres, haran alto en la Rinconada lugar hermossimo con buena agua, magnficos
pastos, lleno de recursos.
En este ameno rincn se par el resto del da 23; la tropa hizo su aseo, corri y durmi a su antojo
durante el da, cosa que no continu en la noche porque, tan pronto se oscureci, los montoneros, principiaron a disparar sobre el dormido campamento chileno que no consiguieron despertar sin embargo.
La nica novedad de esa noche, fue el fusilamiento de un fornido negro que se tom por prisionero
con las armas en la mano; una magnfica carabina Mini y algunos tiros que guardaba en su cartuchera
puesta a raz de su negrsimo cuero, que no epidermis.
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Y aquello fue tan rpido, que el infeliz africano no tuvo tiempo ni para persignarse, ni para sentir miedo;
se le tom y se le fusil incontinenti, sin que nadie protestase de medida tan terrible, como necesaria.
Y mientras se fusilaba al infeliz negro, el campamento segua dormido; y all, al sur, los fijos resplandores del incendio que devoraba la aldea de San Antonio, daban a conocer tambin que la justicia
de Chile, esa severa, justa, implacable para con los que no saben respetar las leyes que rigen las leyes
modernas.
Los desfiladeros de La Rinconada.
En marcha a Chilca y Lurn.
Siempre, don Patricio Lynch dio preferencia, importancia especial durante la marcha jenofntica de
su ejrcito al servicio de descubiertas, al de informaciones, que por lo general tomaba de los extranjeros y
sus muchas ocasiones de los nios.
Yvar con sus Granaderos entre cuya oficialidad haba hombres que se distinguieron ms tarde por
su valor y sagacidad en cosas de guerra, siempre en esta campaa proporcionaron al Cuartel General de
la brigada en marcha, datos fijos, precisos de las localidades por reconocer.
As, de este modo, supo Lynch, que al norte de la Rinconada, casi pegado al mismo campamento, a
unas pocas cuadras de distancia el camino cruza unos altos, abruptos y estrechos desfiladeros de cerca de una
legua chilena de extensin, dominado por cerros cortados a pico y de ms de cien metros de altura, que no
tenan desecho posible y que, el enemigo, sin duda alguna, ocupara al clarear el siguiente da 24 de diciembre.
Se impona, pues, salvar en dificultad; era necesario evitar ese peligro; y para ellos, Lynch, levant
su campo en silencio: sin que nadie lo sintiese a las dos y media de la madrugada del viernes 24 de diciembre, se rompi la marcha; la columna tom el camino en silencio y ruido, y sin voces de mando, sin cornetas lleg al desfiladero, penetr a la oscura quebrada y cuando an la luz del crepsculo no anunciaba el
da, desfilaban de la Rinconada haba sido dejado para siempre atrs.
Cuando los montoneros ocuparon esas alturas ms tarde, no podan darse cuenta como y cuando,
por su fondo haba pasado la tropa chilena.
Y as como el suelo de la quebrada citada, era duro y hasta cierto punto cmodo para el viaje terriblemente penosa fue para el Ejrcito la marcha por el inmenso y desolado llano que al norte se extiende, y
en cuya suelta y finsima arena se perdan los infantes, los caballos, las mulas y los borricos.
Y an ms terrible fue la ascensin de la cuesta que da entrada y conduce a Chilca porque ella es
tambin arenisca; y tan fina y suelta es la que forma esos cerros que, como no comprende como pueden
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haberse formado y pensando que, aquello, en otras pocas ha sido fondo de mar, trabajo cuesta imaginar
a tanta altura puede existir, terreno tan suelto, con arena tan fina que semeja arenilla para secar lo escrito.
Y con la misma paciencia que se pas el llano, se ejecut la ascensin que fue ruda, penossima.
Y cuando Lynch y su Estado Mayor y sus ayudantes y el Sr. don Jos Arce y Daniel Carrasco Albano
y dems oficiales que siempre estuvieron a su lado y que por lo general marchaban a su vanguardia, encimaron aquellos medanos, pudieron ver que el norte continuaba siempre la arena y que sobre su izquierda,
a la orilla del mar, asentada entre unos peascos volcnicos se encontraba la ensenada de Puerto Viejo, en
la que existen unas diez o doce casuchas de pescadores, a quienes Lynch y sus acompaantes les hicieron
el honor de invitar.
El resto del Ejrcito no visit a Puerto Viejo; el da haba sido muy rudo; el sol estaba ya en su ocaso
porque eran las 6:30 y en ese da se hundi en el ocano un poco despus de las 7; as, cuando desapareci
el astro del da, Puerto Viejo, haba tambin desaparecido en la playa, lugar por donde Lynch y todos sus
hombres hicieron su ltima jornada de ese da.
A las 9 y media de la noche del viernes 24 de diciembre de 1880, Nochebuena, Pascuas, noche de
aguinaldos, de fiestas y de jolgorio, la brigada Lynch, penetraba a Chilca en medio de los alegres repiques
de las campanas del pueblo.
Como V. D. lo oyen, ni ms ni menos, como suena en medio de Vivas a Chile! y replicando, echando
a vuelo las campanas, el pueblo peruano de Chilca, recibi a Lynch y su brigada!
Y que menos podan hacer aquellas gentes que, como tantas veces lo hemos repetido, no tienen idea
de patria ninguna, que repicar las campanas y alegrase porque llegaba el Ejrcito de Chile, que era prensa
segura de respeto, de moralidad y cultura.
Pues bien, aquellos infelices en cuanto a se dieron cuenta que las avanzadas chilenas se aproximaban a Chilca, y entindase que de descubierta marchaba el mismo Lynch con sus ayudantes y secretario, con el Sr. Arce y un corneta, echaron al vuelo las campanas de la iglesia, cita en la plaza y vecina al
famoso palacio de Su Ilustrsima el seor Obispo de Chachapoyas puis; deca poco despus de entrar
al pueblo uno de aquellos pobres vecinos, a quienes el ms cabal de los terrores haca ejecutar tan sucio
e inmundo papel.
Y cuando Lynch y sus acompaantes oyeron a aquel alegre campaneo creyendo que poda ser una
celada detuvieron por un instante el paro de sus caballos, pero luego todo se desvaneci, porque desde
la torre misma cinco peruanos batan sus sombreros y palmas y con toda la fuerza de sus pulmones
gritaban sin cesar: Viva Chile!
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Lynch y los suyos galantemente devolvieron la ovacin y poco despus aquellos cinco infelices peruanos ante el jefe chileno y su squito exclamaban: Seor general, nosotros puis, somos pobres y no
hemos tenido otro medio de recibirlos con esplendidez; por eso puis, les hemos replicado las campanas.
Y aquella pobre gente se senta satisfecha creyendo haber hecho buena, esplendida obra en todo
aquello.
E inmediatamente el que haca de jefe agreg: Seor general si puis, sin duda su tropa benemerita
tendr sed puis, porque la jornada habr sin duda sido larga, puis, penosa si, sin duda. Aqu, seor, hay
buenos posos, aguaditas, cacimbas, puis, seor general y las benemritas puis tendrn sed, vendrn como
queda dicho; secas puis seor general.
Y para colmo ellos mismos, por su propia mano, asearon, limpiaron de toda inmundicia; sin necesidad de ocurrir a los pontoneros de Villarroel los surtideros de agua de Chilca.
Piensen en ahora, mediten los que nos lean, en la abyeccin de esos infelices seres y luego dgannos
si es aventurado expresar el deseo de dar gobierno, de civilizar esa raza, antes que el guila Americana,
que ya est en Panam, tienda su vuelo hacia el Incaico Imperio.
xxx
Y, como decamos, estamos en Pascuas y es Nochebuena; y en Chilca hay iglesia; y ella est situada
en su plaza, que no es grande; y la parroquial morada de tres naves; y a su frente ostenta dos torres que
casi pueden llamarse hermosas.
En realidad de verdad, el viajero se sorprende cuando fija su escudriadora mirada en el templo de
Chicla; y nadie que a ese miserable villorrio llegue, ya sea en viaje de Lima al sur o de Pisco a la capital
del Per, se imaginar que en esa villa, enclavada en el desierto, rodeada por el sur y norte de arenales
inclementes e infecundos, existe una iglesia tan antiqusima y tan bien edificada.
En la noche, naturalmente nadie se dio cuenta de la villa pero la luz del da 25, nos hizo ver un templo
antiqusimo, de buen aspecto; una iglesia realmente bonita, con un frontis pintado en simetra y en el que
se ven admirablemente combinados los colores azul, blanco y amarillo.
Decamos que esta iglesia era de tres naves y agregamos que, su construccin de la solidez y buen gusto.
Y como nuestra cartera, tena pginas en limpio que llenar, nos deca un compaero de armas que
anot todo esto, penetramos a la iglesia tan pronto terminamos el examen exterior; trece altares magnficos grandes, sin contra otros cuatro ms chicos vimos en sus tres extensas y abovedadas naves; y cuando
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minuciosamente les pasamos revista pudimos notar que todos eran de madera, primorosamente tallados
y dorados, ostentando santos de bulto que no hacan juego con ellos, porque ms esculturas de buen gusto
eran morros mal hechos, feos, ridculos.
Y el mismo veterano que nos ha comunicado lo anterior nos deca: En Chilca, pueblo muy sucio y
muy pobre, que est cerca del mar y que tiene hacia el oriente un vallecito que no carece de cierta vegetacin, adems de la baslica, existe tambin el Palacio de su Ilustrsima el seor Obispo de Chachapoyas.
Monseor Fray Francisco Solano.
Y as como la iglesia llamar siempre la atencin el palacio no es sino un gran edificio, un gran
ranchn de caas embarradas y entero de lo mismo y dude no campea un ladrillito, sin un solo pedazo
de tabla; su piso es de pura tierra y lo que ms llama la atencin es la pobreza que en todo l se respira.
Si en su frente no se leyera en letras grandes
Palacio Respetable del Excelentsimo seor Obispo de Chachapoyas
Y protexto de la doctrina de Chilca.
Nadie se imaginara que en esa pobre y msera mansin moraba tres das en el ao Monseor Fray
Francisco Solano.
Ahora bien para que los lectores de Patria aquilaten a este peruano Pastor, he aqu copiada letra por
letra, una carta del Ilustrsimo Prelado de Chachapoyas, fechada en Lima, por los tiempos que historiamos; que tiene un sabor peruano especial y que ayudar, sin duda, a dar a conocer a los hombres de esa
nacin
Lima, noviembre 23 de 1880.
Seor coronel y Comandante General de la zona 10 don Joaqun Retes
Distinguido seor y compadre:
Principiar por dar cuenta de mi honroso cometido. Hoy a las 11:30 A.M. puse en manos de S.E. la
comunicacin de V.D.; despus que la ley con suma complacencia, record los momentos de satisfaccin
en Bujama y la cortesana y amable trato de familia, me dijo: que haba mandado ya dos jefes a esa zona,
y aadi que estaba ya ordenado se estableciese la lnea telegrfica, y que sino se haba hecho antes era
por no estar expeditos los aparatos y dems tiles; manifest su mejor disposicin para remitir armamento. Ruego conteste por escrito la de V.D.
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Ministro de la Guerra de Pirola, que se condujo valerosamente en Chorrillos y que ms tarde firm como Presidente del Per,
el Tratado de Ancn.
100
recordar que, descontando el desfiladero de la Rinconada, 30 cuadras ms o menos, todo el resto del
camino recorrido era de pura arena suelta, fina, terriblemente cansadora.
Poco antes de las 3 de la maana del sbado 25 de diciembre de 1880, se tocaron golpes para diana;
poco despus tambin ardan en todos los campamentos grandes fuegos alimentados por la resaca caa
de algunas viejas casas; y el caf o un pedazo de buena carne o sazonados camotes que asaban, servan
de desayuno a los expedicionarios, a quienes solo media hora de camino, el repecho de una lomada de
arena, separaba de Curayaco, caleta en la que estaba anclada la Armada del patriota y, el bravo almirante
Riveros, el Baquedano del mar y de la Escuadra.
En la joya, es decir, en la parte nororiente del oasis de Chilca, nuestros expedicionarios se surtieron
de cuanta fruta encontraron y en los distintos pozos, que los hay muchos, se bebieron agua, llenaron todas
sus caramayolas, apagando su sed de cuanto animal marchaba en la brigada.
A las 5 parti la columna de Chilca; a las 5 , media hora despus, llegaban a Curayaco y en ese
mismo da recordamos muy bien haber charlado en Lurn con varios oficiales de la Artillera de Marina,
entre otros con el teniente don Ramn Patio Luna y tambin con el capitn don Elas Ynez, ayudante en
esa poca del coronel Lynch, hoy general de divisin de nuestro Ejrcito.
La brigada Lynch, desfil por las casas de la hacienda o ingenio de San Pedro de Lurn el da de Pascuas
sana y salva; y despus de dejar a su retaguardia ese histrico edificio y el villorrio del mismo nombre, los
cuerpos que la componan se acamparon en el lugar designado por el Estado Mayor General para ello.
Reflexiones que fluyen de la marcha de brigada Lynch.
Nueve das y ocho horas demor Lynch y su ejrcito en salvar la distancia que separa a Tambo de
Mora de Lurn.
Parti del puerto nombrado el 17 de diciembre a las 6 A. M. lleg a Lurn, a su campamento, vecino
al puente de fierro, a las 4 de la tarde del da 25, por Pascuas.
La felicidad ms completa, el triunfo ms soberbio haba obtenido Lynch, que al dar a don Manuel
Baquedano, cuenta de su cometido de que en su expedicin no haba perdido sino tres hombres, un prisionero, Estanislao Carrizo, mulo del famoso general cobarde, un cabo y un soldado muerto y dos heridos
leves, afirm su reputacin de hombre de guerra, y sin quererlo ayud a afirmar la separacin del infortunado general don Jos Antonio Villagrn.
Ahora bien, ledas, estudiadas, las pginas que hemos narrado, la arriesgada operacin de guerra
que la historia denomina Marcha de Pisco a Lurn de la brigada Lynch, y conocidos en todos los de102
talles, peripecias, modo y forma en que el futuro virrey Lynch ejecut esta marcha, tuvo o no razn el
general Villagrn para protestar la orden que se le encomend por el General en Jefe?
Las dificultades que aleg de ser malos los caminos, en falta de agua, carencia de recursos, presencia
del enemigo en el valle de Lurn, posible prdida de vidas y otros desastre, que hacan decir al general Villagrn en la Cmara de Diputados sesin del 6 de enero de 1881 que dara el ms exacto cumplimiento
a las rdenes contenidas en su nota de 7 de diciembre, salvando su responsabilidad por los desastres que
pudieran sobrevenir. Haban tenido razn de ser?
Y aqu hay que distinguir la respuesta, decir en los viejos escolsticos sencillamente distingo, porque
no cabe, ni puede haber discusin en cuanto a lo de protestar la orden, al hecho mismo, no digamos de
discutirla, de pensar solo en ello; que la ordenanza general del Ejrcito manda obedecer ciegamente a los
superiores jerrquicos, enseando a morir con heroica pasividad y obediencia, y nada ms.
En cuanto a la falta absoluta de agua en una gran parte del pas que se iba a recorrer, ya hemos visto
que no fue eso as, que agua no falt a la brigada, puede aseverarse.
En Jahuey, las varas mgicas del ingeniero don Arturo Villarroel, por orden del mismo Villagrn,
hizo brotar el lquido elemento en raudal tan abundante, que todos los expedicionarios y cuanta bestia en
el Ejrcito andaba pudo saciar su sed sin limitacin alguna.
Y tngase presente, que escalonada la divisin 1, como Villagrn lo haba imaginado, las cisternas
de las tres palmeras de Jahuey o como los soldados llamaban los pozos de los comandantes Yvar y Vidaurre, habran dado agua ms que suficiente, en abundancia para todo el Ejrcito.
De Herbay Bajo a Caete y a Cerro Azul, agua exista en abundancia tanta que, ojal tiempo no
hubiera tenido el enemigo para derramar las tomas de los canales de esa regin.
En Asia, se deca, lo mismo que en Mala y en Chilca, que el agua era tan escasa que no alcanzaba ni
para apagar la sed de un regimiento; y el hecho fue que en Asia, Villarroel limpi las cacimbas y el agua
brot en tanta abundancia que hasta se ba la tropa.
Y ya hemos visto que Mala tiene ro que fecundiza sus campos y que Bujama abunda en agua
a raudales; y que Chilca, siendo un rulo inmenso, tiene pozos capaces de dar de beber a un ejrcito
entero.
Dnde pues, en que parte del camino sufri de sed la tropa de Lynch?
Pereci por falta de agua un solo soldado, muri abrumado por la sed algn animal de la brigada?
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Ninguno, absolutamente ninguno; la falta de agua en verdad no fue un obstculo para la marcha de
Lynch, como tampoco haba sido un bice a la divisin entera de Villagrn.
Los caminos malos, perversos, no fueron sino el recorrido entre Tambo de Mora y Jahuey, de Asia en
adelante y de Rinconada a Chilca; de Curayaco a Lurn, la playa no puede ser ms cmoda que lo que es;
y si cierto es que en ese trayecto no hay agua, existe al llegar a Lurn, en el ro de este nombre, y la haba
abundante en Chilca y tambin se reservaba en Curayaco.
Vveres frescos, carne, frutas, pisco, ron, ____________ verde no falt en todo el camino; sandas
en Asia se encontraron en tanta abundancia como en Bujama; y los pltanos, camotes, guayabas y dems
frutas tropicales se encontraban en tanta abundancia como nadie podr imaginar.
Y si echamos mano a nuestros recuerdos, a nuestra cartera y apuntes, podemos aseverar que cuando
la brigada Lynch entr a Lurn, los soldados de nuestro regimiento el Curic, saludaban rindose a los
de la Artillera de Marina con el nombre de Caballera de Marina, porque todos desfilaban en grandes,
hemosos, borricos, mulas y caballos.
Y as montada, casi andaba toda la tropa de la famosa 1 brigada de la 1 divisin.
Y lo mismo, estamos ciertos, habra acontecido a la 2 de Villagrn, por mal de sus pecados, no protesta la orden y cumple sencillamente con lo que le mand Baquedano.
As pues, usando un dicho vulgar no era ni fue tan bravo el toro como lo pintaron; y lo mismo que
ejecut Lynch para su ventura y gloria, sin trepidacin, ni protesta ninguna, pudo y debi haber hecho el
general Villagrn.
El primero cumpli severamente con su deber y la historia por ello y por lo que ms tarde hizo, ha
esculpido en letras de oro ese nombre, que hoy es smbolo de valor, inteligencia y patriotismo.
Villagrn de la cumbre, del punto de general de divisin, de la Inspectora General del Ejrcito,
juzgado por la Cmara y el gobierno y condenado por la opinin pblica, y sin protestar jams sufri su
dolor con valenta y a fuer de soldado pundonoroso sell sus labios, jams se quej.
A Lynch, la posteridad le ha hecho y le har siempre justicia; ella ser grande y verdadera cuando en
Santiago se alce el bronce que perpete su memoria, cuando en el zcalo de su estatua en letras esmaltadas
se grave esta leyenda:
104
A
Patricio Lynch
Vicealmirante de Chile,
ltimo Virrey del Per.
El pueblo chileno
Le erige este monumento.
xxx
El general Baquedano se embarca en Arica con el resto del Ejrcito de Lima
Dejemos a Lynch descansando de las fatigas en Lurn. Volvamos nosotros al puerto de Arica que
tenemos todava que narrar muchos verdicos acontecimientos referentes al bravo Ejrcito Expedicionario
sobre Lima, a su jefe el invicto Baquedano, a don Jos F. Vergara, Sotomayor, Lagos, Velsquez, Barboza
y tantos soldados ms, a quienes la gloria siempre cubri con su manto; y que si fueron grandes ellos se
debi al valor indmito que alent sus excelsos espritus, al santo amor que profesaron a Chile a quien
amaron, ms que a su vida, y al empeo que siempre pusieron para servirlo y engrandecerlo.
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