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DISEÑO DE LA EDICION:
NORMAN AHUMADA GALLARDO
NINON JEGO ARAYA
IMPRESO:
TRAMA IMPRESORES
AV. COLON 8731, FONO 41-475151
TALCAHUANO - CHILE
EDICIONES
UNIVERSIDAD DEL BIO-BIO
REPRESENTANTE LEGAL
HILARIO HERNANDEZ GURRUCHAGA
PRIMERA DAMA
EDICIONES
UNIVERSIDAD DEL BIO-BIO
A mis hijas y a mis nietos, con el cariño y amor de siempre.
JUAN GABRIEL ARAYA Y SU PRIMERA DAMA.
El autor y su obra
Ese mismo año se publican los doce relatos que forman el libro
Iniciaciones y fantasmas. En unas «Palabras preliminares», se
subraya, como en ocasiones anteriores, el afán y la necesidad
del autor por justificar su obra en función de su carácter de
escritura situada y raigal: «cada cuento es un registro de expe-
riencias vitales»; cada uno expresa «el desconcierto y entereza
del ser frente al sufrimiento que se soporta con estoicismo».
Así, la mera experiencia singular se universaliza como condi-
ción de lo humano en general. Allí se tocan diversos temas:
el mundo mágico de la infancia y adolescencia, el regreso del
exilio, el melodrama del deporte y las andanzas por los caminos
fronterizos. Todos los cuentos suponen el esfuerzo anímico por
rescatar del tiempo ya pasado imágenes fragmentarias de la
niñez y de la adolescencia, como dice el autor, «dando cuerpo
a los fantasmas».
Primera dama.
Movido, como queda dicho, por la permanente búsqueda de
signos de identidad regional, Juan Gabriel Araya ha empren-
dido, a través de las páginas que el lector tiene a la vista, la
tarea entusiasta de indagar esas mismas señas en personajes y
episodios fuertemente vinculados a Chillán. Se trata, como
el lector verá, de una novela de ambientación histórica. Para
ello, el autor ha ejecutado, previamente, una serie de tareas de
investigación (información documental, lectura de libros de
carácter histórico, fuentes orales, viajes a terreno, etc.) con el
objeto de fundar la verosimilitud de su relato en el necesario
soporte histórico.
Mauricio Ostria González
Capítulo II
-¡Salud!
Con unos cuantos tragos en el cuerpo regresé a la casa,
pensando que en una próxima oportunidad, dada su afición
por la plástica, conversaría con el señor Sepúlveda, acerca de
varios puntos que me preocupaban, relacionados con la materia
del reportaje que había decidido hacer. Había piezas que no
encajaban aún en mi decisión, pero ésta ya estaba tomada y
la cumpliría a como diere lugar. Total, hasta ese momento,
entendía que no sería muy difícil hacerlo. ¿Qué tanta compli-
cación podría existir en dicho trabajo, un reportaje elemental,
pero bien hecho?
Accedió.
§
María Isabel tenía fe en el desenlace final de la batalla,
pues confiaba en Bernardo, en San Martín y en todos los pa-
triotas que luchaban por la liberación de la gran patria. Esperó,
al igual que en su viaje de huída hacia Cuyo, en el refugio de
la cumbre andina construido antaño por Ambrosio. «Una
vez que triunfemos, te mandaré a buscar para que regreses a
Santiago, le había dicho su hijo»
¿Cuál es la razón?
¡Los ojos, los ojos, los ojos pardos! Ahí había per-
manecido desde siempre la clave del desciframiento de este
misterio. De este misterio que me intrigaba, pero que no
llegaba plenamente a resolverlo.¿Qué va a saber una? Quien
me había ayudado a dilucidarlo había sido la casualidad. La
casualidad que había hecho que uno de mis coterráneos, en
la ceremonia que se llevó a efecto con motivo de la reducción
de mis huesos, de improviso se dirigiera a una persona que
estaba allí, diciéndole: «Manuel Antonio, espero que después
de la espléndida oportunidad que se te ha brindado con esta
invitación de tu amigo Hugo, hagas un buen reportaje. Pues
como muy bien lo sabes, él no quiere que pierdas la «pega»,
por ningún motivo.
O tal vez llovió para que las viejas armaran sus his-
torias con ese motivo, y Antonio -metido entre la gente que
se mojaba alborozada- les pusiera atención a su trama y se
aprendiera alguna de ellas.
§§§