El Fin de La Mentira Ixil
El Fin de La Mentira Ixil
El Fin de La Mentira Ixil
justo al lado de Rigoberta Mench, que le pas el brazo sobre los hombros; despus,
un hombre en la fila tercera, sombrero, bastn de autoridad indgena, inclinado hasta
casi guardar la cabeza en su saco rojo de lder ixil para intentar secarse con las solapas
los ojos, por debajo de las gafas; y otra mujer en la fila siete, y una anciana sentada a
tres asientos de la primera. En diferentes puntos de la sala, en desorden, pauelos,
mangas y manos se pusieron a enjugar en movimientos lentos. Ni un sollozo, ni
siquiera un gesto de dolor... solo lgrimas calladas. A medida que escuchaban a la
jueza describir lo sucedido ... violacin para destruir la semilla ixil..., ... prueba
objetiva de la intencin de destruir al grupo ixil..., ... por querer cambiar sus
condiciones de vida se les lleg a considerar enemigos..., y nombrarlo como verdad
probada, las vctimas indgenas revivan el dolor de su historia de muerte, tortura,
rapto, huida y hambre, y lloraban la alegra de que a partir de ahora nunca nadie en
Guatemala pudiera volver a llamarles mentirosos por contarla. ... Siendo el racismo
la base para el genocidio...
En cuidado orden lgico, Barrios fue encajando como piezas los peritajes de la
acusacin hasta llegar a la afirmacin de que Efran Ros Montt estaba informado de
la estrategia de exterminio que su ejrcito ejecutaba en las aldeas del rea ixil, y
recurri incluso a lo declarado en juicio por un perito de la misma defensa, el general
Jos Luis Quilo Ayuso, para sustentar que el exdictador estaba, desde su despacho en
la capital, al mando de esas operaciones. Sentenci que los planes militares Victoria
82, Firmeza 83 y Sofa concordaban entre s, que la mayora de masacres cometidas
por el ejrcito tenan el mismo patrn de conducta, que lo sucedido no fue
espontneo sino planificado.
La versin de la defensa del exdictador, y de buena parte de la lite empresarial del
pas, y de la Asociacin de Veteranos Militares de Guatemala (Avemilgua), y del
presidente de la repblica, el tambin militar Otto Prez Molina, y del mismo Ros
Montt, empeados todos ellos en decir una y otra vez que en Guatemala no hubo
genocidio, que durante la guerra se haban cometido solo excesos aislados
imposibles de evitar por las autoridades, se converta en apcrifa.
Cumplida media hora de lectura ininterrumpida, el silencio entre el pblico segua
siendo absoluto. Sentada entre varios periodistas, la defensora de derechos humanos
Helen Mack mantena los labios apretados y el gesto concentrado. A su hermana
Myrna la asesinaron en 1990 por documentar y denunciar la tragedia de los ixiles. El
juicio a Ros Montt y su gobierno era el juicio a la brutalidad de dcadas de gobiernos
militares. Mientras, Barrios avanzaba imparable -... desde su posicin poda haber
impedido..., ... la responsabilidad alcanz al jefe de Estado de facto Efran Ros
Montt..., tuvo conocimiento de todo y no lo detuvo a pesar de tener capacidad para
hacerlo... Apuntalada ya, su siguiente afirmacin cay por su peso: Consideramos
que la conducta del acusado Efran Ros Montt se encuadra en el delito de genocidio
Efran Ros Montt cuando se oy culpable. Y solo ellas captaron su reaccin cuando
escuch que se ordenaba su detencin y su ingreso inmediato a prisin, una medida
que muy pocos de sus adversarios esperaban, dada la edad del exgobernante.
Leda la sentencia, Barrios prohibi al condenado salir de la sala hasta que llegaran
agentes de la Polica para llevrselo. Rodrguez, que asisti a todo el juicio en silla de
ruedas, fue empujado hacia la salida entre abrazos de sus familiares. No quedar libre
hasta que la sentencia sea firme pero no poda deshacer la sonrisa. La mayora de
quienes acompaaban a Ros Montt tambin salieron, por rdenes del tribunal, para
evitar enfrentamientos con otros asistentes. Un joven del pblico grit a la jueza
egosta!, con el mal no se combate el mal! antes de retirarse. El resto, el saln
an repleto, no quiso marcharse. No hasta ver al exdictador, al genocida, encaminarse
a la crcel, tal vez esposado.
Una sala en catarsis
Siguieron momentos de desorden, casi de riesgo. El enjambre de camargrafos que
haban permanecido todo el juicio volcados sobre la mesa de Ros Montt y sus
abogados se convirti de repente en una animalesca marabunta hambrienta de una
frase del condenado y una fotografa ms cercana an, como si la intimidad de la
imagen se alimentara de centmetros. Los empujones derribaron la mesa, acorralaron a
Ros Montt, hicieron temer por su seguridad. Seora jueza, me estn maltratando, se
oy gritar al anciano, aprisionado entre sus guardaespaldas y la turba de periodistas.
Por momentos pareci que el exdictador saldra herido.
Hubo un conato de pelea entre un periodista y uno de los nietos del general retirado
que intent intervenir para garantizar espacio a su abuelo. Los gritos de la jueza, entre
la exigencia de orden, la insistencia en que el acusado no poda salir de la sala y los
ruegos tardos a los periodistas, no consiguieron nada. Tuvo que ser el pblico el que,
al clamor de qutense, qutense, obrara la cordura.
Despus vendran la paz y cierto ambiente de milagro. La larga espera, de casi una
hora, hasta que el general retirado fue formalmente detenido y escoltado -sin esposas,
nunca se le espos- hacia una patrulla policial, convirti el saln de audiencias en una
vigilia que fue asentando emociones y destilando los gestos. Mack, sin levantarse de
la silla, hundida la mirada en el suelo, llor en silencio, agotada y feliz. El da que la
jueza de primera instancia Carol Patricia Flores trat de anular este juicio haba dicho:
No hay un mnimo respeto a seres humanos que han esperado 30 aos para obtener
justicia. No puedes tener paz cuando el Estado ignora a sus propios habitantes.
Lloraba porque se acababa de asentar una esquina de esa paz.
periodista Fernando Rincn fue sin embargo para recordar que la sentencia del
tribunal que preside la jueza Barrios no es todava firme y que, por tanto, todava se
pueden permitir, l y quienes piensan como l, afirmar que en los 80 no hubo
genocidio.
l, general retirado, que en 1982 estuvo destinado como comandante en el rea ixil de
Nebaj bajo el alias de Tito Arias, est especialmente interesado en que as se corrija
el fallo de la jueza Barrios. Durante el juicio, uno de los testigos de la acusacin
contra Rios Montt le nombr directamente como responsable de torturas y de ataques
a aldeas ixiles, y si su nombre no reson ms veces en la sala es porque el Ministerio
Pblico, temeroso de agitar ms el avispero poltico que amenazaba con detener el
juicio, retir a los testigos que pudieran incriminarle.
El tribunal dej adems en su sentencia un mensaje ambivalente para quienes, como el
presidente, se sienten amenazados por esta justicia incmoda que se niega a olvidar el
pasado. Por un lado, la absolucin de Mauricio Rodrguez podra interpretarse como
una clarificacin de la prioridad que, en trminos de justicia restaurativa, se marca el
sistema judicial guatemalteco, enfocado en el castigo ejemplarizante de los mximos
responsables polticos de lo sucedido, por encima de la persecucin de los autores
materiales. Sin embargo, Barrios anunci explcitamene lo contrario durante su
veredicto: El tribunal ordena al Ministerio Pblico que contine la investigacin en
contra de cualquier persona que pudiera haber participado en los hechos que se
sealan. Al escuchar esta frase, el pblico presente en la sala, especialmente los
ixiles que seguan la sesin por el sistema de tradiccin simultnea instalado por la
asociacin querellante AJR, estallaron en aplausos.
Pesonas cercanas a la otra de las organizaciones querellantes, CALDH, consideran
lejana la posibilidad de abrir una serie de nuevos casos contra responsables directos de
las masacres de los 80 en territorio ixil, por el enorme esfuerzo humano y econmico
que supone un juicio de estas dimensiones, pero es, al fin y al cabo, lo que desean
muchas de las vctimas.
Toms Raimundo, de la aldea Salquil Grande, lo deca claro a la salida de la audiencia
del viernes, quiz contagiado de la euforia de la victoria judicial: Tanta mentira en lo
que hablan, tanta discriminacin... Ya se confirm que es la verdad lo que contamos.
Cremos que no lo lograramos. El da de ayer tenamos baja la moral, porque los
abogados de los militares dijeron que ramos ignorantes, y eso nos baj la moral, pero
ganamos. Ahora lo que queremos es que ojal siga y salgan en juicios todos los
oficiales que fueron, porque no fueron nada ms estos dos.
A su lado, Gaspar Velasco, por aos miembro de la directiva de AJR, pero que hace
tres aos deleg el puesto en un vecino de su comunidad, asenta: Hay ms. Solo los
estn tapando. Tienen fuerzas para seguir?, le pregunt. Claro. Solo si nos
morimos vamos a parar. O tal vez no pueda caminar pronto, pero siempre puedo ser
testigo sentado.