Masacre de Columbine

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Alumna: Damarys rebeca mejía Gutiérrez

Docente: Alfredo padilla


Asignatura: balística
Licenciatura en criminología y criminalística
Universidad Vizcaya de las américas, Durango
18-03-23
La masacre de la Escuela Secundaria de Columbine fue un tiroteo escolar ocurrido el 20 de abril de
1999 en Columbine (Colorado, Estados Unidos), un área no incorporada del condado de Jefferson.
El ataque también involucró una bomba de fuego para distraer al equipo de bomberos (tanques de
propano convertidos en explosivos colocados en la cafetería) y 99 artefactos explosivos. Los
perpetradores eran los estudiantes de último año Eric Harris y Dylan Klebold, quienes asesinaron a
12 estudiantes y a un profesor. Además, lesionaron a otras 24 personas y tres más resultaron
heridas al intentar escapar de la escuela. Los perpetradores se suicidaron posteriormente. Aunque
sus motivos exactos no están claros, los diarios personales de los perpetradores documentan que
deseaban que sus acciones rivalizaran el Atentado de Oklahoma City y otros incidentes mortales
en los Estados Unidos en la década de 1990. Harris también manifestó el deseo de estrellar
aviones contra el Empire State o las Torres Gemelas, pensamiento que se materializaría en el 11S.
El ataque fue definido por USA Today como un «ataque suicida planeado como un gran
bombardeo terrorista».

La masacre provocó un debate sobre las leyes de control de armas, las subculturas y el acoso.
Derivó en un mayor énfasis en la seguridad de las escuelas con políticas de cero tolerancia, y un
pánico moral sobre la subcultura gótica, la cultura de las armas, los marginados sociales (aunque
los perpetradores no eran excluidos), y el uso de antidepresivos farmacéuticos por los
adolescentes. En 1996, Eric Harris creó un sitio web privado en America Online con el fin de
guardar niveles de juego que él y su amigo, Dylan Klebold, crearon para su uso en el videojuego
Doom. En este sitio, Harris creó un blog que incluía bromas y escritos cortos con pensamientos
sobre sus padres, la escuela y sus amigos. Al finalizar el año, el sitio contenía instrucciones
relacionadas con la fabricación de explosivos, y blogs donde describía los problemas que él y
Klebold estaban provocando. A principios de 1997, las publicaciones del blog comenzaron a
mostrar los primeros signos de la creciente ira de Harris contra la sociedad.

El sitio de Harris atrajo a muy pocos visitantes y no causó ninguna preocupación sino hasta marzo
de 1998. Klebold dio la dirección de la página a Brooks Brown, un antiguo amigo de Harris. La
madre de Brown presentó varias quejas ante la oficina del Sheriff del Condado de Jefferson con
respecto a Harris, pues creía que se trataba de un joven peligroso. El sitio web contenía diversas
amenazas de muerte contra Brown. Klebold sabía que si Brooks accedía al sitio, éste descubriría el
contenido e informaría a sus padres, y probablemente las autoridades serían notificadas sobre el
hecho. Una vez que los padres de Brown accedieron al sitio, contactaron a la oficina del Sheriff del
Condado de Jefferson. El investigador Michael Guerra fue informado sobre el sitio web. Cuando
accedió a la página, Guerra descubrió numerosas amenazas violentas dirigidas contra los
estudiantes y maestros de la Escuela Preparatoria de Columbine. En la misma página se podían ver
algunas frases que Harris había escrito acerca de su odio general a la sociedad, y su deseo de
matar a quienes le molestaban. Harris contó en su página que había fabricado algunas bombas
caseras y añadió además una lista negra de individuos, aunque no fijó ningún plan sobre cómo
atacarlos. Como Harris había publicado en su página que poseía explosivos, Guerra escribió un
proyecto de declaración jurada, solicitando una orden de registro de la casa de Harris. La
declaración jurada también mencionaba la sospecha de que Harris estaba involucrado en un caso
de febrero de 1998 relacionado con bombas. La declaración jurada finalmente no fue presentada.

Fue ocultada por la oficina del Sheriff del condado de Jefferson y no fue revelada sino hasta
septiembre de 2001, como resultado de una investigación realizada por el programa de televisión
60 Minutes. Después de la revelación de la declaración, se dio inicio a una serie de investigaciones
del gran jurado sobre las actividades de encubrimiento de los funcionarios del Condado de
Jefferson. La investigación reveló que altos funcionarios del condado se habían reunido días
después de la masacre para discutir sobre la divulgación de la declaración jurada al público.
Debido a que la declaración sobre el apoyo a la emisión de una orden de registro para la casa de
Harris por un juez carecía de información, se decidió no revelar su existencia en una próxima
conferencia de prensa. Y los puntos a discutir nunca fueron revelados a todo aquel que no formara
parte de los miembros del gran jurado. Tras la rueda de prensa, los documentos originales de
Guerra desaparecieron. En septiembre de 1999, un investigador del condado de Jefferson no pudo
encontrar los documentos durante una búsqueda secreta del sistema informático del condado. Un
segundo intento a finales de 2000 encontró copias del documento dentro de los archivos del
condado de Jefferson. Los documentos fueron reconstruidos y publicados en septiembre de 2001,
pero los documentos originales siguen sin aparecer. La investigación final del gran jurado fue
revelada en septiembre de 2004.

El 30 de enero de 1998, Harris y Klebold robaron herramientas y otros equipos de una camioneta
estacionada cerca de la ciudad de Littleton. Ambos jóvenes fueron arrestados y posteriormente
asistieron a una audiencia conjunta en la corte, en la que se declararon culpables del robo. El juez
sentenció al dúo a participar en un programa diseñado para alejar a los jóvenes de actos ilícitos.
Allí ambos asistieron a clases obligatorias y hablaron con los oficiales del programa. En una de sus
clases se les enseñó el manejo de la ira. Harris también comenzó a asistir a clases de terapia con
un psicólogo. Klebold tenía una historia de alcoholismo y había fallado una prueba de orina
diluida, pero ni él ni Harris asistieron a clases de abuso de sustancias. Harris y Klebold finalmente
fueron liberados del programa con anticipación debido a las acciones positivas en sus clases;
ambos estaban en libertad condicional. Poco después de la audiencia de Harris y Klebold en la
corte, el blog en línea de Harris desapareció. Su sitio web fue revertido a su propósito original de
publicar niveles creados por usuarios del videojuego Doom. Harris comenzó a escribir en un diario,
en el que registró sus pensamientos y planes. En abril de 1998, como parte de su programa
obligatorio, Harris escribió una carta de disculpa al dueño de la camioneta. Sin embargo, al poco
tiempo se burló furiosamente del dueño del vehículo en su diario, afirmando que él creía que tenía
el derecho de robar algo si así lo quería. Harris continuó las reuniones programadas con su
psicólogo hasta unos meses antes de que él y Klebold cometieran la masacre en la Preparatoria
Columbine. Harris dedicó una sección de su sitio web a publicar contenido relacionado con su
progreso con Klebold en su colección de armas y la construcción de bombas (posteriormente
utilizaron ambas para atacar a los estudiantes de la escuela). Después de que se hizo público el
sitio web, AOL lo eliminó permanentemente de sus servidores.

Medicación

En una de las reuniones con su psicólogo designado, Harris se quejó de depresión, enojo y
pensamientos suicidas. Como resultado, se le recetó el antidepresivo Zoloft. También se quejó de
tener problemas para concentrarse y problemas de ansiedad. En abril, su doctor cambió su receta
por Luvox, un fármaco antidepresivo similar.

Diarios y videos
Harris y Klebold comenzaron a escribir en diarios poco después de sus arrestos en 1998. En estos
diarios, ambos documentaron su arsenal con cintas de video que mantuvieron en secreto. En sus
diarios escribieron sobre un supuesto plan de un gran bombardeo que rivalizaría con el ocurrido
en Oklahoma City. Sus diarios contenían varios escritos sobre formas de escapar a México,
secuestrar un avión en el Aeropuerto Internacional de Denver y estrellarlo contra un edificio en la
ciudad de Nueva York, y detalles sobre el ataque planeado. El dúo esperaba que la detonación de
sus explosivos caseros en la cafetería en la hora más concurrida del día matara a cientos de
estudiantes y después dispararían a los sobrevivientes que huían de la escuela. Posteriormente,
cuando los vehículos de policía, ambulancias, camiones de bomberos y reporteros llegaran a la
escuela, las bombas colocadas en los coches de los jóvenes harían explosión, matando al personal
de emergencia y a otros. El día de la masacre, los explosivos en sus automóviles no detonaron. Los
jóvenes grabaron vídeos que documentaban sobre los explosivos, las municiones y las armas que
habían obtenido ilegalmente. Ellos revelaron la forma en que escondieron sus arsenales en sus
hogares, así como la forma en que engañaron a sus padres acerca de sus actividades. El par filmó
vídeos de prácticas de tiro en las áreas boscosas cercanas, así como áreas de la escuela que
planeaban atacar. El 20 de abril, aproximadamente treinta minutos antes del ataque, hicieron un
vídeo final diciendo adiós y pidiendo disculpas a sus amigos y familiares.

Armas de fuego

En los meses previos al ataque, Harris y Klebold adquirieron dos armas de fuego de 9 mm y dos
escopetas de calibre 12. Su amiga, Robyn Anderson, había comprado inadvertidamente21 una
carabina y las dos escopetas usadas en la masacre en el Tanner Gun Show en diciembre de
1998.22 A través de Philip Duran,23 otro amigo, Harris y Klebold compraron más tarde una pistola
a Mark Manes por 500 dólares.

Usando instrucciones obtenidas a través de Internet, Harris y Klebold construyeron un total de 99


artefactos explosivos improvisados de varios diseños y tamaños. Recortaron los cañones y las
culatas de sus escopetas para hacerlas más fáciles de ocultar. El día de la masacre, Harris estaba
equipado con una escopeta de corredera Savage-Springfield 67H de calibre 12 (que disparó un
total de 25 veces) y una carabina Hi-Point 995 de 9 mm con trece cargadores de 10 balas (que
disparó un total de 96 veces).24 Klebold estaba equipado con una pistola semiautomática Intratec
AB-10 de 9 mm con un cargador de 52 balas, uno de 32 y otro de 28; y una escopeta recortada de
dos cañones Stevens 311D calibre 12. Klebold disparó principalmente la pistola TEC-9 un total de
55 veces, mientras que disparó un total de 12 cartuchos de su escopeta de dos cañones.

Minutos previos al tiroteo

En la mañana del martes 20 de abril de 1999, Harris y Klebold colocaron una pequeña bomba
incendiaria en un campo a unos tres kilómetros al sur de la Preparatoria Columbine, y a dos millas
al sur de la estación de bomberos. La bomba estaba programada para explotar a las 11:14 de la
mañana con el propósito de distraer a los bomberos y al personal de emergencia de la escuela.
Ésta detonó parcialmente y provocó un pequeño incendio que fue rápidamente extinto por las
alarmas de agua. A las 11:14 a. m. Harris y Klebold llegaron de forma separada al colegio: Harris
estacionó su vehículo en la entrada sur y Klebold estacionó en la entrada occidental. La cafetería
de la escuela, su primer objetivo de bomba, se encontraba entre sus zonas de parqueo. Después
de estacionar sus vehículos que también contenían bombas (programadas para detonar a las
12:00), el dúo se encontró cerca del coche de Harris y se armó con dos bombas de 20 libras de
propano cada una antes de ingresar a la cafetería. Los jóvenes colocaron los explosivos
aproximadamente a las 11:17 a. m.9 dentro de la cafetería y volvieron a sus coches esperando la
explosión con el objetivo de disparar a todo el que intentara escapar del edificio. Si las bombas
hubieran explotado con todo su poder, habrían asesinado o herido a cerca de 488 estudiantes en
la cafetería y posiblemente habrían hecho colapsar el techo, derrumbando parte de la biblioteca
dentro de la cafetería.

El diputado del Sheriff del condado de Jefferson, Neil Gardner, fue asignado a la escuela
preparatoria como oficial de recursos escolares, uniformado y armado a tiempo completo.
Gardner comía generalmente con los estudiantes en la cafetería, pero el 20 de abril estaba
comiendo en su coche patrulla en la esquina noroeste del campus. El personal de seguridad de
Columbine no se percató de las bombas en la cafetería porque un vigilante estaba reemplazando
la cinta de vídeo de seguridad de la escuela. Las bolsas que contenían las bombas fueron visibles
por primera vez en la nueva cinta de seguridad, pero no fueron identificadas como objetos
sospechosos. Ningún testigo recordó ver las bolsas de lona que se agregaban a las 400 o más
mochilas presentes en la cafetería. Cuando los dos jóvenes regresaron a sus vehículos, Harris se
encontró con Brooks Brown, un amigo y compañero de clase con el que recientemente había
solucionado una larga serie de desacuerdos. Brown, que estaba en el aparcamiento fumando un
cigarrillo, se sorprendió al ver a Harris, a quien recientemente había notado ausente de un examen
importante. Harris no parecía preocupado cuando Brown le recordó este hecho y comentó «Ya no
importa». Entonces Harris le dijo a Brown: «Brooks, me caes bien ahora. Sal de aquí. Vete a casa».
Brown, sintiéndose incómodo, se marchó del lugar. Varios minutos más tarde, los estudiantes que
salían de Columbine para el almuerzo observaron a Brown caminando por la calle South Pierce,
lejos de la escuela. Mientras tanto, Harris y Klebold se armaron en sus vehículos y esperaron a que
las bombas explotaran.

Eric Harris y Dylan Klebold ficha general

“Ya veremos cómo os reís cuando os volemos la tapa de los sesos”. La amenaza de Dylan Klebold
hacia sus compañeros de clase, se cumplió. Sus palabras encerraban un tremendo resentimiento
contra quienes le hacían, según él, la vida imposible en el colegio. Junto a Eric Harris, ambos
tejieron una amistad basada en la violencia, las armas, los videojuegos y sobre todo, la muerte.
Nadie vaticinó la tragedia que ocurriría a las 11:14 horas de la mañana del 20 de abril de 1999 en
la Escuela Secundaria Columbine, en Estados Unidos. Una de las peores matanzas en el continente
americano. Aquellos dos adolescentes, aparentemente inofensivos, de familias normales,
estructuradas, nacidos y educados en el estado de Colorado, en el año 1981, habían pasado todo
un año ideando y planificando su particular venganza. Un cóctel que desencadenaría en una
matanza de terribles consecuencias, incluido su propio suicidio.
Marcados por el ‘bullying’

La conexión entre los muchachos fue casi instantánea. Dylan y Eric eran diferentes al resto de
compañeros. De hecho, se convirtieron en presas fáciles para los matones de la escuela. Aunque
ninguno se atrevió jamás a enfrentarse a ellos. Aquella rabia contenida por el bullying sufrido, la
reflejaban en sus diarios, en sus trabajos de clase y, en un comportamiento extraño que, incluso,
les llevó a realizar un año de servicios comunitarios y un curso de control de la ira. La policía los
detuvo tras intentar robar una furgoneta. Un incidente que sucedió un año antes de la masacre y
por el que según las autoridades, se habían rehabilitado. Pero nada más lejos de la realidad. Estos
dos superdotados fueron emitiendo pequeñas señales de su comportamiento anómalo. Dylan, por
ejemplo, hizo una redacción donde explicaba cómo un hombre mataba a nueve estudiantes
portando varias pistolas automáticas. “Comprendía sus acciones…”, decía el escrito. Eric, por su
parte, filosofaba en sus trabajos escolares sobre las leyes que permitían a los criminales conseguir
armas de forma fácil. “Sería tan fácil llevar un arma cargada a la escuela como entrar a ella con
una calculadora”, manifestó en otra ocasión. Una de las amigas más cercanas de Dylan, Devon
Adams, recuerda cómo cambió por completo. De ser aparentemente normal a tener una
personalidad sombría y macabra. “Bromeaba sobre la muerte”, relata. Mientras tanto, la
progresión de violencia en estos adolescentes de apenas diecisiete años iba a pasos agigantados.
Querían armas pero, siendo menores, no podían comprarlas. Así convencieron a una amiga, Robin
Anderson, para que el 22 de noviembre de 1998, una semana después de cumplir los 18, las
comprara con su carnet. Aunque fueron ellos quienes preguntaron, negociaron los precios y
pagaron. Querían adquirir una escopeta de cañón doble, una carabina y varias armas más. De este
modo y durante todo un año, Eric y Dylan se dedicaron a planear concienzudamente un asesinato
masivo. Uno de los peores perpetrados en los Estados Unidos. Practicaron tiro para mejorar sus
disparos, grabaron innumerables vídeos alertando de lo que terminaría pasando, y en los que se
mofaron de sus futuras víctimas. Querían ser únicos y dejar su huella en el mundo. Uno de sus
primeros ensayos: la grabación de un corto para un proyecto de clase en diciembre de 1998. En él
utilizaron a otros alumnos que representaban su papel en la vida real; mientras que Dylan y Eric
encarnaban el personaje de justicieros y vengadores. La grabación de aquel corto casi parecía un
ensayo general de la masacre que sembraría el caos seis meses después. La vendetta ya había
traspasado el papel. Durante meses, los adolescentes escribieron en sus diarios su odio al mundo.
“Todos se burlan siempre de mí por mi aspecto, por lo jodidamente débil que soy. Pero me
vengaré de vosotros. La jodida venganza definitiva”, escribía Eric. “Quiero arrancar una garganta
con mis propios dientes, quiero destripar a alguien con mis manos, arrancarle la cabeza y sacarle el
corazón y los pulmones por el cuello”, concluía el escrito. Uno de los objetivos principales de estos
adolescentes era Brooks Brown. Su nombre se encontraba en la página Web de Eric. “No me
importa si muero en la matanza. Todo lo que quiero es matar y herir al mayor número de
imbéciles como vosotros. Y a alguno en particular, como Brooks Brown”. En aquel instante, un
sudor frío recorrió el cuerpo de su madre, Judy, mientras su hijo intentaba quitarle hierro al
asunto llamando “frikies” a sus compañeros y asegurando que era todo producto de una pesada
broma. Pero esta mujer lo tenía claro, se trataba de una amenaza de muerte en toda regla y no
podía quedar en saco roto. El peligro se avecinaba y así lo comunicó a las autoridades. Pero jamás
pusieron en marcha investigación alguna.
La despedida

Entretanto, Eric y Dylan continuaban ensayando


y planeando el ataque. Aunque apunto estuvo de
irse todo al traste. No por la policía, si no porque
el vendedor de la tienda de armas casi les
descubre. El hombre llamó a la casa de Eric, se
puso su padre y le dijo que el encargo ya estaba
preparado. Pensando que era un error, colgó y se
olvidó del tema. Pero no se equivocaba, acababa
de proporcionar a dos potenciales asesinos
armas y munición suficiente para acabar con la
vida de 13 personas y herir a otras 24. Poco después, los jóvenes grabarían uno de sus últimos
vídeos. Aquí se mostraban altivos, agresivos y enfadados, dejando claras sus amenazas y por qué
lo harían; aunque la primera muestra de humanidad llegó cuando decidieron despedirse de sus
padres.

“Hola, mamá. Tengo que irme”, comienza diciendo


Dylan a cámara. “Falta una media hora para el Día del
Juicio. Sólo quería pediros perdón por cualquier
mierda que pueda provocar. Sólo sé que voy a un
lugar mejor. No me gusta demasiado la vida y seré
más feliz donde sea que vaya. Así que me he ido.
Adiós”. Eric, por su parte, traga saliva y dice: “A toda la
gente que amo. Realmente lo siento. Siento todo esto.
Sé que os sorprenderá, papá. Mamá, lo siento. Está
bien. No puedo evitarlo”. “Hicimos lo que teníamos
que hacer”, recalca Dylan. Y Eric zanja la grabación con un “eso es todo. Lo siento. Adiós”. Esa
misma aflicción y quebranto, pero elevada a la décima potencia, es lo que sintieron los padres de
estos chavales tras conocer que aquella terrible masacre tenía unos responsables, sus propios
hijos. Al devenir de los hechos se le unió la sorpresa de las aspiraciones criminales de sus vástagos,
el desconocimiento de la depresión y tristeza que les azotaba, y sobre todo, la impotencia por no
haber sido capaces de pararles a tiempo. Sue Klebold, madre de Dylan, creía conocer a su hijo. Y
así lo explica en las decenas de conferencias que realiza por medio mundo: “Antes de los disparos
me consideraba una buena madre. Ayudar a mis hijos a ser adultos cuidadosos, sanos y
responsables era el papel más importante de mi vida. Pero la tragedia me convenció de que
fracasé como madre”. “Aparte de su padre, yo era la única persona que más conocía y amaba a
Dylan. Si alguien hubiera sabido qué estaba pasando, debería haber sido yo, ¿no? Pero yo no lo
sabía”, asegura Klebold.

Ella recordaba a Dylan y a Eric como personas respetuosas y educadas. Pero la masacre terminó
poniendo sobre la mesa las carencias y problemas que perseguían a estos dos adolescentes. En
estos años, Sue pasó por distintas fases. La primera, culpabilizar a Eric del lavado de cerebro a su
hijo Dylan. Después vino la aceptación de en qué se había convertido el joven, de cómo había
cambiado sin apenas darse cuenta. De ser un chico madrugador a levantarse tarde. De ser
paciente a irritable, de extrovertido a introvertido. De escribir algo banal en los chavales de su
edad, a redacciones con un importante componente violento. Y nadie le dio importancia. Sue no le
dio importancia porque pensaba que era cosa de la edad, ese proceso lógico donde los
adolescentes tienen que madurar. “Aparte de su padre, yo era la única persona que más conocía y
amaba a Dylan. Si alguien hubiera sabido qué estaba pasando, debería haber sido yo, ¿no? Pero yo
no lo sabía”, asegura Klebold.

Ella recordaba a Dylan y a Eric como personas respetuosas y educadas. Pero la masacre terminó
poniendo sobre la mesa las carencias y problemas que perseguían a estos dos adolescentes. En
estos años, Sue pasó por distintas fases. La primera, culpabilizar a Eric del lavado de cerebro a su
hijo Dylan. Después vino la aceptación de en qué se había convertido el joven, de cómo había
cambiado sin apenas darse cuenta. De ser un chico madrugador a levantarse tarde. De ser
paciente a irritable, de extrovertido a introvertido. De escribir algo banal en los chavales de su
edad, a redacciones con un importante componente violento. Y nadie le dio importancia. Sue no le
dio importancia porque pensaba que era cosa de la edad, ese proceso lógico donde los
adolescentes tienen que madurar.

Son las 11:14 horas, Dylan y Eric aparecen en el instituto


Columbine vestidos con gabardinas negras y ocultando
varias escopetas recortadas y una bolsa de deporte
cargada con munición. Se dirigen hacia la cafetería. Allí
colocarían dos bombas caseras que tendrían que explotar
a las 11:17 horas. Pero algo falla y los artefactos no se
detonan. Tras permanecer agazapados esperando la
explosión, deciden comenzar a disparar. Lanzan ráfagas en
el césped y empieza la cacería. Entran al instituto, ejecutan a sus elegidos, y a otros, les perdonan
sin un criterio aparente. Una de las profesoras, Patti Nielsen, protagoniza una estremecedora
llamada a emergencias donde relata en tiempo real el tiroteo. Se refugia en la biblioteca, oculta
bajo una mesa. “Hay mucha gente herida, todo el mundo ha entrado en pánico”, explica
angustiada a su interlocutor. En aquel instante, Eric y Dylan llevaban ocho minutos disparando
indiscriminadamente. Mientras tanto, esta profesora,
herida en el hombro, gritaba a los alumnos que se
escondiesen y protegiesen de las balas. En el exterior
del Instituto Columbine no había silencio, no reinaba
la paz. Desde el primer aviso, los aledaños se llenaron
de coches patrulla, de los denominados SWAT o
antidisturbios. Todo un despliegue donde más de 800
agentes intentaron parar el ataque. Pero fueron
demasiado lentos, o prudentes, como algunos policías
llegaron a afirmar debido a las bombas que había en
el interior del edificio. Todo terminó pasadas las doce de la mañana, cincuenta minutos después
del primer disparo. Eric Haris y Dylan Klebold deciden que ha llegado el final. De rodillas, Eric
coloca entre sus piernas el fusil y mete en su boca el cañón. Dylan apunta contra su sien su arma.
Ambos jóvenes culminan la atroz matanza suicidándose y antes de que la policía consiguiese
reducirles. Acaban de hacer historia. Tras la masacre, se popularizó el concepto de “school
shooting”, en referencia a los asesinatos que se perpetran en el interior de edificios escolares.
Aquella mañana, el gobierno norteamericano dirigido por el entonces presidente Bill Clinton, vivía
ajeno al tiroteo de Columbine. La noticia era que los aviones de la OTAN acababan de bombardear
Kosovo. Sin embargo, unas horas después, el dirigente volvió a aparecer ante las cámaras para
mostrar sus condolencias.

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