Documento de APARECIDA Extracto
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INDICE
PRESENTACIN
CARTA DE S.S. BENEDICTO XVI
DISCURSO INAUGURAL DE S.S. BENEDICTO XVI
INTRODUCCIN
PRIMERA PARTE: LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY
Captulo 1: LOS DISCPULOS MISIONEROS
1.1 Accin de gracias a Dios
1.2 La alegra de ser discpulos y misioneros de Jesucristo
1.3 La misin de la Iglesia es evangelizar
Captulo 2: MIRADA DE LOS DISCPULOS MISIONEROS SOBRE LA REALIDAD
2.1 La realidad que nos interpela como discpulos y misioneros
2.1.1 Situacin Sociocultural
2.1.2 Situacin econmica
2.1.3 Dimensin socio-poltica
2.1.4 Biodiversidad, ecologa, Amazonia y Antrtida
2.1.5 Presencia de los pueblos indgenas y afroamericanos en la Iglesia
2.2 Situacin de nuestra Iglesia en esta hora histrica de desafos
SEGUNDA PARTE: LA VIDA DE JESUCRISTO EN LOS DISCPULOS MISIONEROS
Captulo 3: LA ALEGRA DE SER DISCPULOS MISIONEROS PARA ANUNCIAR EL
EVANGELIO DE JESUCRISTO
3.1 La buena nueva de la dignidad humana
3.2 La buena nueva de la vida
3.3 La buena nueva de la familia
3.4 La buena nueva de la actividad humana:
3.4.1 El trabajo
3.4.2 La ciencia y la tecnologa
3.5 La buena nueva del destino universal de los bienes y ecologa
3.6 El continente de la esperanza y del amor
Captulo 4: LA VOCACIN DE LOS DISCPULOS MISIONEROS A LA SANTIDAD
4.1 Llamados al seguimiento de Jesucristo
4.2 Configurados con el Maestro
4.3 Enviados a anunciar el Evangelio del Reino de vida
4.4 Animados por el Espritu Santo
CAPTULO 6
(Jn 1,38). A esa pregunta sigui la invitacin a vivir una experiencia: Vengan y lo vern
(Jn 1,39). Esta narracin permanecer en la historia como sntesis nica del mtodo
cristiano.
245. En el hoy de nuestro Continente latinoamericano, se levanta la misma pregunta
llena de expectativa: Maestro, dnde vives? (Jn 1,38), dnde te encontramos de
manera adecuada para abrir un autntico proceso de conversin, comunin y
solidaridad?138. Cules son los lugares, las personas, los dones que nos hablan de
Ti, nos ponen en comunin contigo y nos permiten ser discpulos y misioneros tuyos?
6.1.2 Lugares de encuentro con Jesucristo
246. El encuentro con Cristo, gracias a la accin invisible del Espritu Santo, se realiza
en la fe recibida y vivida en la Iglesia. Con las palabras del Papa Benedicto XVI,
repetimos con certeza: La Iglesia es nuestra casa! sta es nuestra casa! En la Iglesia
catlica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad y de
consuelo! Quien acepta a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad, tiene
garantizada la paz y la felicidad, en sta y en la otra vida!139.
247. Encontramos a Jess en la Sagrada Escritura, leda en la Iglesia. La Sagrada
Escritura, Palabra de Dios escrita por inspiracin del Espritu Santo140, es, con la
Tradicin, fuente de vida para la Iglesia y alma de su accin evangelizadora. Desconocer
la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo. De aqu la invitacin de
Benedicto XVI: Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de Amrica Latina y El
Caribe se dispone a emprender, a partir de esta V Conferencia General en Aparecida, es
condicin indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios. Por
esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la meditacin de la Palabra: que ella se
convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jess
son espritu y vida (cf. Jn 6,63). De lo contrario, cmo van a anunciar un mensaje cuyo
contenido y espritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso
misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios141.
248. Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del
Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de autntica conversin y de
renovada comunin y solidaridad142. Esta propuesta ser mediacin de encuentro con
el Seor si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de
evangelizacin. Los discpulos de Jess anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra:
quieren acceder a la interpretacin adecuada de los textos bblicos, a emplearlos como
mediacin de dilogo con Jesucristo, y a que sean alma de la propia evangelizacin y
del anuncio de Jess a todos. Por esto, la importancia de una pastoral bblica,
entendida como animacin bblica de la pastoral, que sea escuela de interpretacin o
conocimiento de la Palabra, de comunin con Jess u oracin con la Palabra, y de
evangelizacin inculturada o de proclamacin de la Palabra. Esto exige, por parte de
obispos, presbteros, diconos y ministros laicos de la Palabra, un acercamiento a la
Sagrada Escritura que no sea slo intelectual e instrumental, sino con un corazn
hambriento de or la Palabra del Seor (Am 8,11).
249. Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura, hay una privilegiada
a la que todos estamos invitados: la Lectio Divina o ejercicio de lectura orante de la
Sagrada Escritura. Esta Lectura orante, bien practicada, conduce al encuentro con
Jess-Maestro, al conocimiento del misterio de Jess-Mesas, a la comunin con JessHijo de Dios, y al testimonio de Jess-Seor del universo. Con sus cuatro momentos
el don de su perdn misericordioso, nos hace sentir que el amor es ms fuerte que el
pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos
devuelve la alegra y el entusiasmo de anunciarlo a los dems con corazn abierto y
generoso.
255. La oracin personal y comunitaria es el lugar donde el discpulo, alimentado por la
Palabra y la Eucarista, cultiva una relacin de profunda amistad con Jesucristo y
procura asumir la voluntad del Padre. La oracin diaria es un signo del primado de la
gracia en el itinerario del discpulo misionero. Por eso, es necesario aprender a orar,
volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro146.
256. Jess est presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno.
All l cumple su promesa: Donde estn dos o tres reunidos en mi nombre, all estoy yo
en medio de ellos (Mt 18,20). Est en todos los discpulos que procuran hacer suya la
existencia de Jess, y vivir su propia vida escondida en la vida de Cristo (cf. Col 3,3).
Ellos experimentan la fuerza de su resurreccin hasta identificarse profundamente con
l: Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en m (Gal 2,20). Est en los Pastores,
que representan a Cristo mismo (cf. Mt 10,40; Lc 10,16). Los Obispos han sucedido, por
institucin divina, a los Apstoles como Pastores de la Iglesia, de modo que quien los
escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envo
(Lumen Gentium, 20). Est en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y
por el bien comn, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los
acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo ms
justo y ms fraterno, en toda realidad humana, cuyos lmites a veces nos duelen y
agobian.
257. Tambin lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos
(cf. Mt 25, 37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe,
paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. Cuntas veces los
pobres y los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta
presencia y cercana, y en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la
fidelidad de la Iglesia a Jesucristo147. El encuentro con Jesucristo en los pobres es una
dimensin constitutiva de nuestra fe en Jesucristo. De la contemplacin de su rostro
sufriente en ellos148 y del encuentro con l en los afligidos y marginados, cuya inmensa
dignidad l mismo nos revela, surge nuestra opcin por ellos. La misma adhesin a
Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino.
6.1.3 La piedad popular como espacio de encuentro con Jesucristo
258. El Santo Padre destac la rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece
el alma de los pueblos latinoamericanos, y la present como el precioso tesoro de la
Iglesia catlica en Amrica Latina149. Invit a promoverla y a protegerla. Esta manera
de expresar la fe est presente de diversas formas en todos los sectores sociales, en
una multitud que merece nuestro respeto y cario, porque su piedad refleja una sed de
Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer150. La religin del pueblo
latinoamericano es expresin de la fe catlica. Es un catolicismo popular151,
profundamente inculturado, que contiene la dimensin ms valiosa de la cultura
latinoamericana.
259. Entre las expresiones de esta espiritualidad se cuentan: las fiestas patronales, las
novenas, los rosarios y via crucis, las procesiones, las danzas y los cnticos del folclore
religioso, el cario a los santos y a los ngeles, las promesas, las oraciones en familia.
264. La piedad popular es una manera legtima de vivir la fe, un modo de sentirse parte
de la Iglesia y una forma de ser misioneros, donde se recogen las ms hondas
vibraciones de la Amrica profunda. Es parte de una originalidad histrica cultural155
de los pobres de este Continente, y fruto de una sntesis entre las culturas y la fe
cristiana156. En el ambiente de secularizacin que viven nuestros pueblos, sigue siendo
una poderosa confesin del Dios vivo que acta en la historia y un canal de transmisin
de la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones
de la piedad popular, tambin llevando a los hijos o invitando a otros, es en s mismo un
gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a s mismo y cumple la
vocacin misionera de la Iglesia.
265. Nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo
besan o tocan sus pies lastimados como diciendo: ste es el que me am y se entreg
por m (Gal 2,20). Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los
brazos. Con su religiosidad caracterstica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene
y que les recuerda permanentemente su propia dignidad. Tambin encuentran la ternura
y el amor de Dios en el rostro de Mara. En Ella ven reflejado el mensaje esencial del
Evangelio. Nuestra Madre querida, desde el Santuario de Guadalupe, hace sentir a sus
hijos ms pequeos que ellos estn en el hueco de su manto. Ahora, desde Aparecida,
los invita a echar las redes en el mundo, para sacar del anonimato a los que estn
sumergidos en el olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a
nuestros pueblos en torno a Jesucristo.
6.1.4 Mara, discpula y misionera
266. La mxima realizacin de la existencia cristiana como un vivir trinitario de hijos en
el Hijo nos es dada en la Virgen Mara quien, por su fe (cf. Lc 1,45) y obediencia a la
voluntad de Dios (cf. Lc 1,38), as como por su constante meditacin de la Palabra y de
las acciones de Jess (cf. Lc 2,19.51), es la discpula ms perfecta del Seor157.
Interlocutora del Padre en su proyecto de enviar su Verbo al mundo para la salvacin
humana, Mara, con su fe, llega a ser el primer miembro de la comunidad de los
creyentes en Cristo, y tambin se hace colaboradora en el renacimiento espiritual de los
discpulos. Del Evangelio, emerge su figura de mujer libre y fuerte, conscientemente
orientada al verdadero seguimiento de Cristo. Ella ha vivido por entero toda la
peregrinacin de la fe como Madre de Cristo y luego de los discpulos, sin que le fuera
ahorrada la incomprensin y la bsqueda constante del proyecto del Padre. Alcanz, as,
a estar al pie de la cruz en una comunin profunda, para entrar plenamente en el
misterio de la Alianza.
267. Con Ella, providencialmente unida a la plenitud de los tiempos (cf. Gal 4,4), llega a
cumplimiento la esperanza de los pobres y el deseo de salvacin. La Virgen de Nazaret
tuvo una misin nica en la historia de salvacin, concibiendo, educando y acompaado
a su Hijo hasta su sacrificio definitivo. Desde la cruz, Jesucristo confi a sus discpulos,
representados por Juan, el don de la maternidad de Mara, que brota directamente de la
hora pascual de Cristo: Y desde aquel momento el discpulo la recibi como suya (Jn
19,27). Perseverando junto a los apstoles a la espera del Espritu (cf. Hch 1, 13-14),
cooper con el nacimiento de la Iglesia misionera, imprimindole un sello mariano que la
identifica hondamente. Como Madre de tantos, fortalece los
vnculos fraternos entre todos, alienta a la reconciliacin y el perdn, y ayuda a que los
discpulos de Jesucristo se experimenten como una familia, la familia de Dios. En Mara,
nos encontramos con Cristo, con el Padre y el Espritu Santo, como asimismo con los
hermanos.
268. Como en la familia humana, la Iglesia-familia se genera en torno a una madre,
quien confiere alma y ternura a la convivencia familiar158. Mara, Madre de la Iglesia,
adems de modelo y paradigma de humanidad, es artfice de comunin. Uno de los
eventos fundamentales de la Iglesia es cuando el s brot de Mara. Ella atrae
multitudes a la comunin con Jess y su Iglesia, como experimentamos a menudo en los
santuarios marianos. Por eso la Iglesia, como la Virgen Mara, es madre. Esta visin
mariana de la Iglesia es el mejor remedio para una Iglesia meramente funcional o
burocrtica.
269. Mara es la gran misionera, continuadora de la misin de su Hijo y formadora de
misioneros. Ella, as como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra
Amrica. En el acontecimiento guadalupano, presidi, junto al humilde Juan Diego, el
Pentecosts que nos abri a los dones del Espritu. Desde entonces, son incontables las
comunidades que han encontrado en Ella la inspiracin ms cercana para aprender
cmo ser discpulos y misioneros de Jess. Con gozo, constatamos que se ha hecho
parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profundamente en el tejido
de su historia y acogiendo los rasgos ms nobles y significativos de su gente. Las
diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continente
testimonian la presencia cercana de Mara a la gente y, al mismo tiempo, manifiestan la
fe y la confianza que los devotos sienten por Ella. Ella les pertenece y ellos la sienten
como madre y hermana.
270. Hoy, cuando en nuestro Continente latinoamericano y caribeo se quiere enfatizar
el discipulado y la misin, es Ella quien brilla ante nuestros ojos como imagen acabada y
fidelsima del seguimiento de Cristo. sta es la hora de la seguidora ms radical de
Cristo, de su magisterio discipular y misionero, al que nos enva el Papa Benedicto XVI:
Mara Santsima, la Virgen pura y sin mancha es para nosotros escuela de fe destinada
a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el Creador del cielo
y de la tierra. El Papa vino a Aparecida con viva alegra para decirles en primer lugar:
Permanezcan en la escuela de Mara. Insprense en sus enseanzas. Procuren acoger y
guardar dentro del corazn las luces que Ella, por mandato divino, les enva desde lo
alto159.
271. Ella, que conservaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazn (Lc
2,19; cf. 2,51), nos ensea el primado de la escucha de la Palabra en la vida del
discpulo y misionero. El Magnificat est enteramente tejido por los hilos de la Sagrada
Escritura, los hilos tomados de la Palabra de Dios. As, se revela que en Ella la Palabra
de Dios se encuentra de verdad en su casa, de donde sale y entra con naturalidad. Ella
habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se le hace su palabra, y su
palabra nace de la Palabra de Dios. Adems, as se revela que sus pensamientos estn
en sintona con los pensamientos de Dios, que su querer es un querer junto con Dios.
Estando ntimamente penetrada por la Palabra de Dios, Ella puede llegar a ser madre de
la Palabra encarnada160. Esta familiaridad con el misterio de Jess es facilitada por el
rezo del Rosario, donde: el pueblo cristiano aprende de Mara a contemplar la belleza
del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el
creyente obtiene abundantes gracias, como recibindolas de las mismas manos de la
Madre del Redentor161.
272. Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en Can de Galilea,
Mara ayuda a mantener vivas las actitudes de atencin, de servicio, de entrega y de
gratuidad que deben distinguir a los discpulos de su Hijo. Indica, adems, cul es la
pedagoga para que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su
casa162. Crea comunin y educa a un estilo de vida compartida y solidaria, en
fraternidad, en atencin y acogida del otro, especialmente si es pobre o necesitado. En
nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguir enriqueciendo la
dimensin materna de la Iglesia y su actitud acogedora, que la convierte en casa y
escuela de la comunin163 y en espacio espiritual que prepara para la misin.
6.1.5 Los Apstoles y los Santos
273. Tambin los Apstoles de Jess y los Santos han marcado la espiritualidad y el
estilo de vida de nuestras Iglesias. Sus vidas son lugares privilegiados de encuentro con
Jesucristo. Su testimonio se mantiene vigente y sus enseanzas inspiran el ser y la
accin de las comunidades cristianas del Continente. Entre ellos, Pedro el Apstol, a
quien Jess confi la misin de confirmar la fe de sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), les
ayuda a estrechar el vnculo de comunin con el Papa, su sucesor, y a buscar en Jess
las palabras de vida eterna. Pablo, el evangelizador incansable, les ha indicado el
camino de la audacia misionera y la voluntad de acercarse a cada realidad cultural con la
Buena Noticia de la salvacin. Juan, el discpulo amado por el Seor, les ha revelado la
fuerza transformadora del mandamiento nuevo y la fecundidad de permanecer en su
amor.
274. Nuestros pueblos nutren un cario y especial devocin a Jos, esposo de Mara,
hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo.
San Jos, el silencioso maestro, fascina, atrae y ensea, no con palabras sino con el
resplandeciente testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez.
275. Nuestras comunidades llevan el sello de los Apstoles y, adems, reconocen el
testimonio cristiano de tantos hombres y mujeres que esparcieron en nuestra geografa
las semillas del Evangelio, viviendo valientemente su fe, incluso derramando su sangre
como mrtires. Su ejemplo de vida y santidad constituye un regalo precioso para el
camino creyente de los latinoamericanos y, a la vez, un estmulo para imitar sus virtudes
en las nuevas expresiones culturales de la historia. Con la pasin de su amor a
Jesucristo, han sido miembros activos y misioneros en su comunidad eclesial. Con
valenta, han perseverado en la promocin de los derechos de las personas, fueron
agudos en el discernimiento crtico de la realidad a la luz de la enseanza social de la
Iglesia y crebles por el testimonio coherente de sus vidas. Los cristianos de hoy
recogemos su herencia y nos sentimos llamados a continuar con renovado ardor
apostlico y misionero el estilo evanglico de vida que nos han trasmitido.
6.2 El proceso de formacin de los discpulos misioneros
276. La vocacin y el compromiso de ser hoy discpulos y misioneros de Jesucristo en
Amrica Latina y El Caribe, requieren una clara y decidida opcin por la formacin de los
miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la
funcin que desarrollen en la Iglesia. Miramos a Jess, el Maestro que form
personalmente a sus Apstoles y discpulos. Cristo nos da el mtodo: Vengan y vean
(Jn 1,39), Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). Con l podemos desarrollar
las potencialidades que estn en las personas y formar discpulos misioneros. Con
perseverante paciencia y sabidura, Jess invit a todos a su seguimiento. A quienes
solemnemente en la Vigilia Pascual. Habra que distinguirla, por tanto, de otros procesos
catequticos y formativos que pueden tener la iniciacin cristiana como base.
6.3.2 Propuestas para la iniciacin cristiana
289. Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de
iniciacin en la vida cristiana que comience por el kerygma y, guiado por la Palabra de
Dios, que conduzca un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo, perfecto
Dios y perfecto hombre166, experimentado como plenitud de la humanidad, y que lleve a
la conversin, al seguimiento en una comunidad eclesial y a una maduracin de fe en la
prctica de los Sacramentos, el servicio y la misin.
290. Recordamos que el itinerario formativo del cristiano, en la tradicin ms antigua de
la Iglesia, tuvo siempre un carcter de experiencia, en el cual era determinante el
encuentro vivo y persuasivo con Cristo, anunciado por autnticos testigos167. Se trata
de una experiencia que introduce en una profunda y feliz celebracin de los
Sacramentos, con toda la riqueza de sus signos. De este modo, la vida se va
transformando progresivamente por los santos misterios que se celebran, capacitando al
creyente para transformar el mundo. Esto es lo que se llama catequesis mistaggica.
291. Ser discpulo es un don destinado a crecer. La iniciacin cristiana da la posibilidad
de un aprendizaje gradual en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesucristo. As,
forja la identidad cristiana con las convicciones fundamentales y acompaa la bsqueda
del sentido de la vida. Es necesario asumir la dinmica catequtica de la iniciacin
cristiana. Una comunidad que asume la iniciacin cristiana renueva su vida comunitaria y
despierta su carcter misionero. Esto requiere nuevas actitudes pastorales de parte de
obispos, presbteros, diconos, personas consagradas y agentes de pastoral.
292. Como rasgos del discpulo, al que apunta la iniciacin cristiana destacamos: que
tenga como centro la persona de Jesucristo, nuestro Salvador y plenitud de nuestra
humanidad, fuente de toda madurez humana y cristiana; que tenga espritu de oracin,
sea amante de la Palabra, practique la confesin frecuente y participe de la Eucarista;
que se inserte cordialmente en la comunidad eclesial y social, sea solidario en el amor y
fervoroso misionero.
293. La parroquia ha de ser el lugar donde se asegure la iniciacin cristiana y tendr
como tareas irrenunciables: iniciar en la vida cristiana a los adultos bautizados y no
suficientemente evangelizados; educar en la fe a los nios bautizados en un proceso que
los lleve a completar su iniciacin cristiana; iniciar a los no bautizados que, habiendo
escuchado el kerygma, quieren abrazar la fe. En esta tarea, el estudio y la asimilacin
del Ritual de Iniciacin Cristiana de Adultos es una referencia necesaria y un apoyo
seguro.
294. Asumir esta iniciacin cristiana exige no slo una renovacin de modalidad
catequstica de la parroquia. Proponemos que el proceso catequstico formativo
adoptado por la Iglesia para la iniciacin cristiana sea asumido en todo el Continente
como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la
catequesis bsica y fundamental. Despus, vendr la catequesis permanente que
contina el proceso de maduracin en la fe, en la que se debe incorporar un
discernimiento vocacional y la iluminacin para proyectos personales de vida.
6.3.3 Catequesis permanente
306. Si queremos que las Parroquias sean centros de irradiacin misionera en sus
propios territorios, deben ser tambin lugares de formacin permanente. Esto requiere
que se organicen en ellas variadas instancias formativas que aseguren el
acompaamiento y la maduracin de todos los agentes pastorales y de los laicos
insertos en el mundo. Las Parroquias vecinas tambin pueden aunar esfuerzos en este
sentido, sin desaprovechar las ofertas formativas de la dicesis y de la Conferencia
Episcopal.
6.4.3 Pequeas comunidades eclesiales
307. Se constata que, en los ltimos aos, ha ido creciendo la espiritualidad de
comunin y que, con diversas metodologas, se han hecho no pocos esfuerzos por llevar
a los laicos a integrarse en pequeas comunidades eclesiales, que van mostrando
abundantes frutos. Para la Nueva Evangelizacin y para llegar a que los bautizados
vivan como autnticos discpulos y misioneros de Cristo, tenemos un medio privilegiado
en las pequeas comunidades eclesiales.
308. Ellas son un mbito propicio para escuchar la Palabra de Dios, para vivir la
fraternidad, para animar en la oracin, para profundizar procesos de formacin en la fe y
para fortalecer el exigente compromiso de ser apstoles en la sociedad de hoy. Ellas son
lugares de experiencia cristiana y evangelizacin que, en medio de la situacin cultural
que nos afecta, secularizada y hostil a la Iglesia, se hacen todava mucho ms
necesarias.
309. Si se quieren pequeas comunidades vivas y dinmicas, es necesario suscitar en
ellas una espiritualidad slida, basada en la Palabra de Dios, que las mantenga en plena
comunin de vida e ideales con la Iglesia local y, en particular, con la comunidad
parroquial. As la parroquia, por otra parte, como desde hace aos nos lo hemos
propuesto en Amrica Latina, llegar a ser comunidad de comunidades176.
310. Sealamos que es preciso reanimar los procesos de formacin de pequeas
comunidades en el Continente, pues en ellas tenemos una fuente segura de vocaciones
al sacerdocio, a la vida religiosa, y a la vida laical con especial dedicacin al apostolado.
A travs de las pequeas comunidades, tambin se podra llegar a los alejados, a los
indiferentes y a los que alimentan descontento o resentimientos frente a la Iglesia.
6.4.4 Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades
311. Los nuevos movimientos y comunidades son un don del Espritu Santo para la
Iglesia. En ellos, los fieles encuentran la posibilidad de formarse cristianamente, crecer y
comprometerse apostlicamente hasta ser verdaderos discpulos misioneros. As
ejercitan el derecho natural y bautismal de libre asociacin, como lo seal el Concilio
Vaticano II177 y lo confirma el Cdigo de Derecho Cannico. Convendra animar a
algunos movimientos y asociaciones, que muestran hoy cierto cansancio o debilidad, e
invitarlos a renovar su carisma original, que no deja de enriquecer la diversidad con que
el Espritu se manifiesta y acta en el pueblo cristiano.
312. Los movimientos y nuevas comunidades constituyen un valioso aporte en la
realizacin de la Iglesia particular. Por su misma naturaleza, expresan la dimensin
carismtica de la Iglesia: en la Iglesia no hay contraste o contraposicin entre la
dimensin institucional y la dimensin carismtica, de la cual los movimientos son una
expresin significativa, porque ambos son igualmente esenciales para la constitucin
sacerdotes, les alentamos a dar testimonio de vida feliz, alegra, entusiasmo y santidad
en el servicio del Seor.
316. Un espacio privilegiado, escuela y casa para la formacin de discpulos y
misioneros, lo constituyen sin duda los Seminarios y las Casas de formacin. El tiempo
de la primera formacin es una etapa donde los futuros presbteros comparten la vida a
ejemplo de la comunidad apostlica en torno a Cristo Resucitado: oran juntos, celebran
una misma liturgia que culmina en la Eucarista, a partir de la Palabra de Dios reciben las
enseanzas que van iluminando su mente y moldeando su corazn para el ejercicio de
la caridad fraterna y de la justicia, prestan servicios pastorales peridicamente a diversas
comunidades, preparndose as para vivir una slida espiritualidad de
comunin con Cristo Pastor y docilidad a la accin del Espritu, convirtindose en signo
personal y atractivo de Cristo en el mundo, segn el camino de santidad propio del
ministerio sacerdotal182.
317. Reconocemos el esfuerzo de los formadores de los Seminarios. Su testimonio y
preparacin son decisivos para el acompaamiento de los seminaristas hacia una
madurez afectiva que los haga aptos para abrazar el celibato sacerdotal y capaces de
vivir en comunin con sus hermanos en la vocacin sacerdotal; en este sentido, los
cursos de formadores que se han implementado son un medio eficaz de ayuda a su
misin183.
318. La realidad actual nos exige mayor atencin a los proyectos formativos de los
Seminarios, pues los jvenes son vctimas de la influencia negativa de la cultura
postmoderna, especialmente de los medios de comunicacin social, trayendo consigo la
fragmentacin de la personalidad, la incapacidad de asumir compromisos definitivos, la
ausencia de madurez humana, el debilitamiento de la identidad espiritual, entre otros,
que dificultan el proceso de formacin de autnticos discpulos y misioneros. Por eso, es
necesario, antes del ingreso al Seminario, que los formadores y responsables hagan una
esmerada seleccin que tenga en cuenta el equilibro psicolgico de una sana
personalidad, una motivacin genuina de amor a Cristo, a la Iglesia, a la vez que
capacidad intelectual adecuada a las exigencias del ministerio en el tiempo actual184.
319. Es necesario un proyecto formativo del Seminario que ofrezca a los seminaristas un
verdadero proceso integral: humano, espiritual, intelectual y pastoral, centrado en
Jesucristo Buen Pastor. Es fundamental que, durante los aos de formacin, los
seminaristas sean autnticos discpulos, llegando a realizar un verdadero encuentro
personal con Jesucristo en la oracin con la Palabra, para que establezcan con l
relaciones de amistad y amor, asegurando un autntico proceso de iniciacin espiritual,
especialmente, en el perodo propedutico. La espiritualidad que se promueva deber
responder a la identidad de la propia vocacin, sea diocesana o religiosa185.
320. Se procurar, a lo largo de la formacin, desarrollar un amor tierno y filial a Mara,
de manera que cada formando llegue a tener con Ella una espontnea familiaridad, y la
acoja en su casa como el discpulo amado. Ella brindar a los sacerdotes fortaleza y
esperanza en los momentos difciles y los alentar a ser incesantemente discpulos
misioneros para el Pueblo de Dios.
321. Se deber prestar especial atencin al proceso de formacin humana hacia la
madurez, de tal manera que la vocacin al sacerdocio ministerial de los candidatos
llegue a ser en cada uno un proyecto de vida estable y definitivo, en medio de una
cultura que exalta lo desechable y lo provisorio. Dgase lo mismo de la educacin hacia
socio-cultural en que las personas viven, actan y se relacionan entre s. As, procura
transformar mediante la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores
determinantes, los puntos de inters, las lneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras
y los modelos de vida de la humanidad que estn en contraste con la Palabra de Dios y
el designio de salvacin192.
332. Cuando hablamos de una educacin cristiana, por tanto, entendemos que el
maestro educa hacia un proyecto de ser humano en el que habite Jesucristo con el
poder transformador de su vida nueva. Hay muchos aspectos en los que se educa y de
los que consta el proyecto educativo. Hay muchos valores, pero estos valores nunca
estn solos, siempre forman una constelacin ordenada explcita o implcitamente. Si la
ordenacin tiene como fundamento y trmino a Cristo, entonces esta educacin est
recapitulando todo en Cristo y es una verdadera educacin cristiana; si no, puede hablar
de Cristo, pero corre el riesgo de no ser cristiana193.
333. Se produce, de este modo, una compenetracin entre los dos aspectos. Lo cual
significa que no se concibe que se pueda anunciar el Evangelio sin que ste ilumine,
infunda aliento y esperanza, e inspire soluciones adecuadas a los problemas de la
existencia; ni tampoco que pueda pensarse en una promocin verdadera y plena del ser
humano sin abrirlo a Dios y anunciarle a Jesucristo194.
334. La Iglesia est llamada a promover en sus escuelas una educacin centrada en la
persona humana que es capaz de vivir en la comunidad, aportando lo suyo para su bien.
Ante el hecho de que muchos se encuentran excluidos, la Iglesia deber impulsar una
educacin de calidad para todos, formal y no-formal, especialmente para los ms
pobres. Educacin que ofrezca a los nios, a los jvenes y a los adultos el encuentro con
los valores culturales del propio pas, descubriendo o integrando en ellos la dimensin
religiosa y trascendente. Para ello, necesitamos una pastoral de la educacin dinmica y
que acompae los procesos educativos, que sea voz que legitime y salvaguarde la
libertad de educacin ante el Estado y el derecho a una educacin de calidad de los ms
desposedos.
335. De este modo, estamos en condiciones de afirmar que en el proyecto educativo de
la Escuela catlica, Cristo, el Hombre perfecto, es el fundamento, en quien todos los
valores humanos encuentran su plena realizacin, y de ah su unidad. l revela y
promueve el sentido nuevo de la existencia y la transforma, capacitando al hombre y a la
mujer para vivir de manera divina; es decir, para pensar, querer y actuar segn el
Evangelio, haciendo de las Bienaventuranzas la norma de su vida. Precisamente por la
referencia explcita, y compartida por todos los miembros de la comunidad escolar, a la
visin cristiana aunque sea en grado diverso, y respetando la libertad de conciencia y
religiosa de los no cristianos presentes en ella la educacin es catlica, ya que los
principios evanglicos se convierten para ella en normas educativas, motivaciones
interiores y, al mismo tiempo, en metas finales. ste es el carcter especficamente
catlico de la educacin. Jesucristo, pues, eleva y ennoblece a la persona humana, da
valor a su existencia y constituye el perfecto ejemplo de vida. Es la mejor noticia,
propuesta a los jvenes por los Centros de formacin catlica195.
336. Por lo tanto, la meta que la Escuela catlica se propone, respecto de los nios y
jvenes, es la de conducir al encuentro con Jesucristo vivo, Hijo del Padre, hermano y
amigo, Maestro y Pastor misericordioso, esperanza, camino, verdad y vida, y, as, a la
vivencia de la alianza con Dios y con los hombres. Lo hace, colaborando en la
construccin de la personalidad de los alumnos, teniendo a Cristo como referencia en el