Cómo Incorporar La Perspectiva de Género en La Comunicación
Cómo Incorporar La Perspectiva de Género en La Comunicación
Cómo Incorporar La Perspectiva de Género en La Comunicación
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
Indice
Introducción 5
Propósito y objetivo del manual
Capítulo 1 11
La perspectiva de género como herramienta para analizar la realidad
Capítulo 2 29
Medios de comunicación, publicidad y sexismo
Capítulo 3 43
Sexismo en el lenguaje o en el texto de la publicidad
Capítulo 4 49
Sexismo en las imágenes de los medios y cómo eliminarlo
Capítulo 5 59
Control de calidad
Capítulo 6 63
Anexo documental de unos anuncios de publicidad
Capítulo 7 67
Presentación de dos casos de análisis de medios impresos
Capítulo 8 73
Periodismo no sexista
Glosario de término 83
Bibliografía 91
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
Introducción
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
A petición del Instituto Jalisciense de las Mujeres fue elaborado este trabajo como un
material de apoyo para los talleres y cursos que se imparten a los funcionarios/as que
tienen a su cargo direcciones, áreas o departamentos de comunicación social y para quie-
nes trabajan en los medios masivos de difusión.
Es evidente que la publicidad juega un papel muy importante para divulgar los pro-
yectos, actividades y resultados de las diferentes dependencias gubernamentales u orga-
nismos descentralizados.
9 Introducción
En ese sentido, uno de los principales objetivos de este trabajo es sensibilizar y elimi-
nar el sexismo proyectado tanto en las imágenes como en los textos publicados en los
medios de comunicación, ya sean impresos o electrónicos, así como en los materiales de
difusión y publicidad de las diferentes instancias gubernamentales. Y, por otro lado, incidir
también en quienes trabajan en los distintos medios de comunicación.
Nuestra meta es lograr en corto o mediano plazo, que cualquier publicidad o infor-
mación difundida de texto o imagen a través de las dependencias gubernamentales, así
como en los medios de comunicación, estén libres de sexismo.
Para facilitar la comprensión y cumplir la función de este trabajo, fué divido en dos
partes, la primera un manual que contiene la parte teórica, mientras que la segunda es un
portafolio de trabajo que incluye una amplia diversidad de anuncios publicados en revis-
tas, diarios y órganos de difusión de algunas dependencias gubernamentales, además de
los ejercicios y dinámicas que complementan cada capítulo del Manual.
Precisamente, dado que el interés también está centrado en las personas cuya acti-
vidad está dentro de los medios de comunicación, tanto impresos como electrónicos, se
incluye en este manual un capítulo especial, en el que se retoman partes de la brillante
obra sobre esta temática: El ABC de un Periodismo No Sexista, publicado en 1996, en
Santiago de Chile, de Norma Valle, Bertha Hiriart y Ana María Amado.
Introducción
Propósito y objetivo del manual
La perspectiva de género como herramienta para analizar la realidad
Medios de comunicación, publicidad y sexismo
Sexismo en el lenguaje o en el texto de la publicidad
Sexismo en las imágenes de los medios de comunicación y cómo eliminarlo
Cuestionario de control de calidad
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
Anexo documental de unos anuncios de publicidad
Presentación de dos casos de análisis de medios impresos
Periodismo no sexista
Glosario de términos
Bibliografía
El presente manual tiene como objetivo sensibilizar a quienes tienen a su cargo las direc-
ciones, áreas o departamentos de comunicación social de las distintas dependencias gu-
bernamentales, o bien, que trabajan en los medios de comunicación acerca de la impor-
tancia de incorporar la perspectiva de género en su quehacer diario.
Se pretende que este trabajo sea ameno y lúdico, resulte cercano a las actividades
que realizan quienes entren en contacto con él y dé apoyo para producir materiales
libres de estereotipos y sexismo.
11 Introducción
Capítulo 1
La perspectiva de género como
herramiento para analizar
la realidad
El sistema sexo-género
La perspectiva de género
Algunas definiciones de género
La androginia
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
1.1. El sistema sexo-género
Parece ser que es la psicología la disciplina que utiliza primero la categoría de género, en el
sentido de construcción social de lo femenino y lo masculino (Lamas, 1986). De hecho fue
Robert Stoller quien establece ampliamente la diferencia entre sexo y género, precisamente
en su libro titulado “Sexo y Género” (Sex and Gender), en 1968. Al estudiar diferentes casos
donde existían problemas de identificación del sexo biológico, debido a alteraciones anatómi-
cas o cromosómicas, este autor fue el primero en señalar que el hecho de educar a una
persona de acuerdo con el “deber ser” de uno de los sexos, conducirá a que tal persona
adopte la identidad de género que se le asigne.
Siguiendo con este análisis, aunque sexo y género son diferentes, forman parte de
un sistema al que justamente Rubin, en un artículo publicado en 1975, denomina sistema
sexo-género, quien lo define como: “...el conjunto de disposiciones por el que una sociedad
transforma la sexualidad en productos de actividad humana, y en la cual se satisfacen
esas necesidades humanas…” (Rubin, 1986). Sin embargo, esta misma autora, en otro
artículo publicado en 1984, se autocriticó en relación a su término sexo-género, al señalar
“en contraste con mi perspectiva en ‘tráfico de mujeres’, ahora estoy argumentando que es
esencial separar analíticamente sexo y género para reflejar más precisamente su existen-
cia social separada” (Rubin, 1984).
15 Capítulo 1
Dentro del debate naturaleza-cultura, se ha llegado a la conclusión de que la diferen-
ciación sexual, supuestamente basada en la biología de cada sexo, presenta característi-
cas particulares que dependen de la cultura de que se trate (Lamas, 1986). Así, lo típica-
mente femenino en un lugar, no lo es en otro. A este respecto existen muchos estudios en
el que tal cosa se demuestra, como los realizados por Mead y Murdock (referidos por La-
mas, 1986), que llegan a la conclusión de que la asignación de tareas hechas a niñas y
niños es lo que explica las diferencias entre los sexos. También se encontró que aunque la
asignación de tareas a mujeres y hombres cambie de cultura a cultura, parece ser que lo
que sí se mantiene constante es el estatus mayor que se otorga a las actividades masculi-
nas respecto a las femeninas.
Varios autores se han abocado a estudiar la diferencia entre sexo y género (Oakley,
1972; Rubin, 1986; Bleichmar, 1985; Izquierdo, 1983) y aunque se encuentran diversas
definiciones, una constante que se observa en el género es que éste alude a una construc-
ción sociocultural, mientras que el sexo se refiere a características derivadas de la biología
(cuestiones anatómicas, fisiológicas, hormonales y cromosómicas).
El género es lo que cada cultura, en cada época, ha definido como “propio de hom-
género
bres” o “propio de mujeres”. Cada cultura ha interpretado las diferencias sexuales a la luz
de sus intereses y necesidades, lo que da lugar a formas heterogéneas de articular la
intervención de hombres y mujeres en la vida social. Que el género no sea un hecho bioló-
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
gico sino cultural, permite entender por qué algunos pueblos establecen para mujeres y
hombres funciones distintas a las que unos y otras desempeñan en la cultura occidental.
La razón de ello es que han interpretado “bajo otra luz” lo que es propio de cada sexo
(García, 2003). Esta autora nos ofrece el siguiente esquema:
17 Capítulo 1
Puede afirmarse que la perspectiva de género es la visión científica, analítica y
política creada desde el feminismo. Esto ha permitido que en la academia, en los mo-
vimientos y organizaciones feministas y ahora en los ámbitos de las políticas públicas,
se haya desarrollado una visión crítica, explicativa y alternativa a lo que acontece en el
orden de géneros (Op. Cit.). Ya es ampliamente reconocido que cuando se usa el con-
cepto perspectiva de género se hace referencia a la concepción académica, ilustrada y
científica, que sintetiza la teoría y la filosofía liberadora, creada por las mujeres y forma
parte de la cultura feminista.
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
Fue justamente la feminista Evelyn Sullerot (1979), quien propuso estudiar el “hecho
femenino” desde una perspectiva que incluyera lo biológico, lo psicológico y lo social. Las
conclusiones derivadas de ese amplio trabajo echan abajo la argumentación biologicista,
pues aunque la autora reconoce que es perfectamente plausible que existan diferencias
sexuales, éstas no implican superioridad de un sexo sobre el otro.
A este respecto Lamas (1986) menciona que a pesar de que la posición de las
mujeres, sus actividades, sus limitaciones y sus posibilidades varían de cultura a cultura,
parece ser que lo que sí se mantiene constante es la diferencia entre lo concebido como
masculino o como femenino, pero de manera especial el valor o estatus superior que se
asigna a lo primero en relación con lo segundo. Así pues, los papeles o roles de género
(femeninos o masculinos, como producto de una construcción simbólica-cultural) son asig-
nados en función de la pertenencia a uno u otro sexo (más específicamente, a partir de la
visualización de los genitales de la o del recién nacido). Estaríamos hablando pues de los
roles de género femeninos y masculinos, instalándose generalmente los primeros en cuer-
po de mujer y los segundos en cuerpo de hombre.
El ejemplo que proporciona esta misma autora resulta ser muy esclarecedor. Vea-
mos: si en determinada cultura el hacer canastas es un trabajo de mujeres (justificado por
la mayor destreza manual) y en otra se considera un trabajo exclusivo de varones (con la
misma explicación, es decir, mayor destreza manual), entonces resulta obvio que el trabajo
de hacer canastas no está determinado por lo biológico (el sexo), sino por lo que
culturalmente se define como “propio” para ese sexo. Esto indica que la posición de las
mujeres y los hombres no está determinada biológica sino culturalmente (Op. Cit.).
19 Capítulo 1
Varias(os) autoras(es) se han abocado a estudiar diferencias entre sexo y género y
aunque existen varias definiciones, una constante en cuanto al género es que éste alude a
una construcción sociocultural, mientras que el sexo se refiere a las características deriva-
das de la biología (anatómicas y fisiológicas). Si bien Simone de Beauvoir se considera
como pionera en este campo, quien en su brillante libro “El Segundo Sexo” (Beauvoir, 1975),
destaca “…..No se nace mujer…una se vuelve mujer” (lo mismo sería para los hombres);
sin embargo, como ya se mencionó antes, fue Robert Stoller quien aporta datos precisos
dentro de esta área en su libro titulado “Sexo y Género “ (1968). Fue a partir del análisis de
ciertos trastornos de la identidad sexual reportados en esta obra, lo que ayudó a definir
con precisión la categoría de género, en el sentido de construcción social de lo femenino y
lo masculino, y como algo separado de lo biológico.
A partir del concepto base del género como una construcción sociocultural de la diferencia
sexual o la simbolización cultural de la diferencia sexual, a continuación se cita a diversas
autoras que se han dado a la tarea de definirlo desde hace varias décadas. Veamos algu-
nas:
Oakley (1972) define género como un término cultural que alude a la clasificación
social entre lo masculino y lo femenino, en tanto que la palabra sexo se refiere a las diferen-
cias biológicas entre mujeres y hombres: las visibles de los órganos genitales y las relativas
a la procreación.
Por su parte, Bleichmar (1985), psicoanalista feminista, explica género como la cate-
goría en la que se agrupan todos los aspectos psicológicos, sociales y culturales de la
femineidad/masculinidad; mientras que sexo se refiere a los componentes biológicos, ana-
tómicos y para designar el intercambio sexual en sí mismo.
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
De Barbieri (1990) señala al género como el conjunto de prácticas, símbolos, repre-
sentaciones, normas y valores que las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual
anátomo-fisiológica y que dan sentido en general a las relaciones entre personas sexuadas.
Lagarde (1996) destaca que el género más que una clase, es una teoría amplia que
abarca categorías, hipótesis, interpretaciones y conocimientos relativos al conjunto de fe-
nómenos históricos construidos en torno al sexo. El género está presente en el mundo, en
las sociedades, en los sujetos sociales, en sus relaciones, en la política y en la cultura. El
género es la categoría correspondiente al orden sociocultural configurado sobre la base de
la sexualidad: la sexualidad es a su vez definida y significada históricamente por el orden
genérico. (p. 26).
De acuerdo con Scott (1996), el género es una manera de denotar las “construccio-
nes culturales”, la creación totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para las
mujeres y los hombres. Es una forma de referirse a los orígenes exclusivamente sociales de
las identidades subjetivas de mujeres y hombres. En ese sentido, género es una categoría
social impuesta sobre un cuerpo sexuado. Para esta autora la definición de género tiene
dos partes:
1. Conviene aclarar lo siguiente: la identidad de géner o se refiere al juicio de autoclasificación como hombre o mujer, tal
género
juicio se basa en aquellos aspectos que, históricamente, han ido conformando culturalmente al hombre y a la mujer,
como por ejemplo: las actividades asignadas socialmente, los atributos, cualidades, forma de vestir, arreglo personal,
etc. y que se ven reflejados en los roles llamados “femeninos”. Esta identidad se adquiere entre los dos y cuatro años de
edad. Por lo que toca a la identidad se xual
sexual
xual, ésta hace alusión al juicio “soy hombre” o “soy mujer”, basado en la propia
figura corporal, es decir, en las características biológicas, anatómicas y fisiológicas, como por ejemplo: los genitales, la
figura corporal, etc. Este tipo de identidad se adquiere o se reconoce después de los siete años de edad.
21 Capítulo 1
es dado a las actividades, acciones, ideas, formas de pensar, de sentir, etc., catalogadas
como masculinas y que son realizadas por los hombres, en comparación con lo femenino,
asignado a las mujeres, que en términos generales es desvalorizado e inferiorizado (Bus-
tos, 2003).
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
En términos generales, la fuerza y la coherencia en lo que atañe a la identidad de género
(Lamas, 1986), obedece a la existencia de distinciones socialmente aceptadas entre hom-
bres y mujeres; empero, no hay que perder de vista que, el hecho de que el género sea una
distinción significativa en una cantidad considerable de situaciones, es un algo social, no
biológico.
Frente al supuesto de que la división del trabajo según el sexo es “natural” o algo “dado” a
la fisiología de la mujer y a su papel en la reproducción, la literatura feminista analiza la
subordinación de las mujeres, al subrayar que las desigualdades sociales son el resultado
de factores susceptibles de cambio. Por tanto, se cuestionaba también la división de géne-
ros en femenino y masculino como una dimensión bipolar en la que el primero es sinónimo
de mujer y el segundo de varón.
Durante muchos años la mayor parte de los instrumentos diseñados para medir ras-
gos de personalidad masculinos y femeninos incluían una noción de bipolaridad. Tal fue el
caso de escalas como la de Actitudes e Intereses de Terman y Miles, la de Interés Vocacio-
nal de Strong, la de Masculinidad-Femineidad (MMPI) de Minnesota, la Escala de Feminei-
dad de Gough y la de Masculinidad de Guilford (citadas en Lara-Cantú, 1993). El problema
con la concepción que subyacía a estas escalas era que se conceptualizaba a las personas
a partir del sexo, es decir, se les reducía únicamente a lo biológico. Esta bipolaridad supo-
nía que a mayor masculinidad, menor femineidad y viceversa.
1.5 Androcentrismo
23 Capítulo 1
Tabla 1.2 Cultura y androcentrismo
Cultura Cultura
Androcentrismo
Familia
Cultura
Educación
Cultura
Poder Persona
ersona Realidad
Mass Media
Cultura Cultura
Fuente: García, M.V. (2003)
El ser humano percibe la realidad a través de un filtro cultural. Uno de los filtros más
catalizadores en occidente es el androcentrismo. Lo que se denomina “realidad” no es un
simple dato natural: es, sobre todo, una construcción cultural, articulada en un conjunto de
representaciones o sistema de signos, convenciones y conceptos que organizan la percep-
ción, la visión misma de la realidad. Es en este sentido en el que la teoría sexo-género es
una herramienta para reconstruir el conjunto de representaciones sobre lo masculino y lo
femenino heredadas a través de nuestra cultura y facilitar la creación de representaciones
libres de sesgos sexistas.
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
1.6 Roles y estereotipos de género
La sociedad establece roles diferentes a mujeres y hombres, lo cual está muy vinculado
con la división sexual del trabajo: lo privado para las primeras y lo público para los segun-
dos. Así, los roles asignados a ellas son los de esposa-madre-ama de casa; en tanto que
para ellos es primordialmente el de ser proveedores económicos y las relaciones de autori-
dad y de poder.
Los roles de género marcan una desigual en la participación de unas y otros a nivel
género
familiar, económico, político, educativo, cultural, laboral, etc., al poner en serias desventa-
jas a las mujeres en comparación con los hombres, con las consiguientes repercusiones
también a nivel de la autoestima de las mujeres. (Bustos, 1989).
Los estereotipos en general son rasgos comunes atribuidos a un grupo humano (Tajfel,
1978). Varios autores se han cuestionado la verdad o falsedad de éstos. Por ejemplo,
Klineberg (1981) señala que pueden deformar (como de hecho lo hacen) considerable-
mente los juicios; Lindgren (1982) apunta que se desarrollan sin ninguna base en la reali-
dad objetiva o en la experiencia válida; Aronson (1975), por su parte, dice que regularmen-
te son exageraciones o son totalmente falsos “que se apoyan en rumores o imágenes dis-
tribuidos por los medios de masas o que se generan en nosotros como una manera de
justificar nuestra crueldad o nuestros propios prejuicios” (p. 199). Quizás este comentario
lo hace porque muchos de los estereotipos encierran bastante ironía; al respecto Gómezjara
y Dios (1973) destacan que son “imágenes falseadas de una realidad material o valorativa
que en la mente popular o de grandes masas de población se convierten en modelos de
interpretación o de acción...” (p.130).
25 Capítulo 1
Pareciera ser que la falta de veracidad atribuida a los estereotipos se desprende de
uno de los elementos que algunas definiciones contemplan: que todas las personas de
una clase poseen los rasgos asignados a la misma.
En este trabajo, nuestra posición es que los estereotipos de género son un conjunto
de creencias acerca de las cualidades, atributos y rasgos de lo que significa ser hombre o
ser mujer. Incluyen información sobre: apariencia física, intereses, rasgos psicológicos, re-
laciones sociales, formas de pensar y de sentir, ocupaciones, entre otras cosas. Con base
en estos estereotipos, las características, atributos o rasgos asociados a las mujeres (re-
presentantes de lo femenino) se refieren a que éstas son: tiernas, sensibles, dulces,
honestas, inseguras, dependientes, pasivas, sumisas, abnegadas, comprensivas, gene-
rosas, cariñosas, emotivas, afectivas, estéticas, coquetas, seductoras, observadoras,
intuitivas, débiles, miedosas, indecisas. En contraposición a esto, lo asociado con los hom-
bres (representantes de lo masculino) se refiere a que éstos son: agresivos, violentos,
dominantes, fuertes, firmes, valientes, controladores, poderosos, egoístas, ambiciosos,
impetuosos, combativos, creativos, inteligentes, decididos, asertivos, activos, intransigen-
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Cómo incorporar la perspectiva de género en la comunicación
tes, autónomos, independientes. Todo esto se fomenta a través de distintas instituciones
sociales como la familia, la escuela, los medios de comunicación, entre otros (Bustos,
2003). Esto puede verse de manera más clara en la siguiente tabla:
Esto puede verse de manera muy clara en la siguiente tabla que nos ofrece Victoria
Sau (citada por García, 2003).
Por otra parte, hay que destacar que, si bien algunas características de las mencio-
nadas en los cuadros anteriores, no sería deseable que estuvieran ni en cuerpo de hombre
ni en cuerpo de mujer como por ejemplo: dominancia, sumisión, agresión, abnegación,
egoísmo, inseguridad, intransigencia, etc., hay otras muchas que sería altamente desea-
ble que sí estuvieran indistintamente en mujeres o en hombres, esto es, independiente-
mente del sexo, v. gr.: ternura, creatividad, comprensión, asertividad, honestidad, afectivi-
dad, valentía, generosidad, autonomía, sensibilidad, decisión, etc. (Bustos, 2003).
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