Introduccion A Los Estudios Culturales
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La etapa de cristalizacin que representa el reconocimiento institucional de los estudios culturales durante la dcada de 1960 sera ininteligible si no se tuviese en cuenta un trabajo de maduracin que se inicia unos diez aos antes y que puede simbolizarse mediante las figuras de los tres padres fundadores que, de hecho, a semejanza de los mosqueteros de Dumas, son cuatro. En 1957, Richard Hoggart publica un libro que los investigadores de los estudios culturales considerarn como la base de su campo de estudios: The Uses of Literacy: Aspects of Working-Class Life with Special References to Publications and Entertainments, traducido al francs con el menguado ttulo de La Culture du pauvre. El autor estudia la influencia de la cultura difundida entre la clase obrera por los modernos medios de comunicacin. Despus de haber descrito con mucha sutileza etnogrfica el paisaje cotidiano de la vida popular, este profesor de literatura inglesa analiza cmo las publicaciones destinadas a este pblico se integran en este contexto. La idea bsica que desarrolla es que se tiende a sobrestimar la influencia de estos productos de la industria cultural en las clases populares. Nunca hay que olvidar escribe al concluir su investigacin , que estas influencias culturales ejercen una accin muy lenta sobre la transformacin de las actitudes y que a menudo son neutralizadas por fuerzas ml antiguas. La gente del pueblo no lleva una vida tan pobre como lo que una lectura, profunda incluso, de su literatura pudiera dar a entender. No es fcil demostrar rigurosamente esta afirmacin, pero un contacto continuo con la vida de las clases populares basta para que se tome conciencia de ello. Incluso si las modernas formas de ocio fomentan entre la gente del pueblo actitudes que pueden considerarse nefastas, es cierto que amplios sectores de la vida cotidiana permanecen ajenos a estos cambios (Hoggart, 1970, pg. 378).
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INTRODUCCIN A LOS ESTUDIOS CULTURALES proyecto inacabado de Walter Benjamin de -construir una filosofa material de la historia , del siglo xix, cuyos fragmentos quedarn recogidos en el Libro de los pasajes: Pars, capital del siglo XIX. La llegada de numerosos intelectuales emigrados que huyen del nazismo, tales como Karl Mannheim, Karl Polanyi, Arnold Hauser o Norbert Elias, contribuir a sentar una visin positiva de las ciencias sociales e influir profundamente en la formacin de una sociologa de la cultura y de una ciencia de la sociedad.
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Richard Hoggart (1918-) Cualquier esbozo biogrfico de Hoggart tiene que hacer referencia a La Culture du pauvre, que es una descripcin del universo obrero en el que se desarrolla su infancia. Al trmino de la Segunda Guerra Mundial, durante la que es llamado a filas y participa en la campaa de Italia, Hoggart se incorpora al mundo de la enseanza a travs de un circuito que, como ocurre con Williams o Thompson, no es tributario de Oxford ni de Cambridge. Al principio ensea en el departamento extra-mural de la universidad de Hull, trabaja durante cinco aos en el seno de las estructuras de formacin para adultos en medios obreros (WEA). Muy influido por Leavis y la revista Scrutiny, sin embargo se distancia de ellos, especialmente por la influencia intelectual de Orwell, y se vincula, de forma ms comprensiva, sin condescendencias, a las culturas populares. La traduccin de La Culture du pauvre y de una autobiografa intelectual (33, Newport Street) y los trabajos de J.-C. Passeron (1999) han contribuido a que Hoggart sea el autor de los estudios culturales ms conocido en Francia. Su produccin cientfica, sin embargo, es ms extensa y comprende numerosos artculos sobre culturas populares y sus evoluciones o la educacin en Gran Bretaa (Speaking to Each Other, 1970; Life and Time, 1988 y 1990). De todos los founding fathers, Hoggart es el nico que no ha ejercido comercio intelectual privilegiado alguno con el marxismo terico o poltico. Sus compromisos polticos son ms discretos, ms liberales que los de las otras figuras de los estudios culturales. En 1960 interviene como testigo de la defensa frente al ministerio pblico en un proceso por obscenidad que pretenda la prohibicin de El amante de Lady Chatterley. Entre 1960 y 1962 participa en la comisin Pilkington que
La atencin prestada a los receptores que desprenden los anlisis de Hoggart no impide que sus hiptesis estn profundamente marcadas por la desconfianza hacia la industrializacin de la cultura. La idea misma de resistencia de las clases populares que subyace en el enfoque de sus prcticas culturales se basa en esta creencia. Los juicios de valor de los que advierte a su lector se reflejan en el empleo de trminos antinmicos tales como sano, decente, serio y positivo por un lado, y hueco, debilitante, trivial y negativo por otro.
WILLIAMS Y THOMPSON: UNA HISTORIA MATERIAL DE LA CULTURA La idea de resistencia al orden cultural industrial es consustancial a la multiplicidad de objetos de investigacin que caracterizarn los mbitos explorados por los estudios culturales durante ms de dos dcadas. Hace referencia a la conviccin de que es imposible abstraer la cultura de las relaciones de poder y de las estrategias de cambio social. Este axioma compartido explica por otra parte la influencia ejercida en el movimiento por los trabajos de inspiracin marxista de otros dos founding fathers britnicos, que haban renegado de las teoras mecanicistas: Raymond Williams (1921-1988) y Edward P. Thompson (1924-1993), vinculados ambos a la formacin de
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INTRODUCCIN A LOS ESTUDIOS CULTURALES LA CRTICA CULTURAL 1:4E LA SOCIEDAD ISURGUISA
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contribuir a la defensa de la televisin pblica en Gran Bretaa. Intelectualmente, Hoggart reivindica una filiacin humanista, una adscripcin intelectual dentro de una tradicin de estudios de la literatura y de la civilizacin, cuyos objetos y mtodos contribuye a redefinir al recusar los apriorismos elitistas de la tradicin universitaria. Siempre ha insistido en su no pertenencia al mundo de los socilogos, pero, segn sugiere J.-C. Passeron, nos abstendremos de afirmar que no lleg a producir buenos trabajos sociolgicos. Fundador del Centre for Contemporary Cultural Studies de Birmingham, lo abandona a comienzos de los aos setenta para desempear durante cinco arios las funciones de asesor del director general de la UNESCO en Pars. A su regreso, ocupa un cargo en el Goldsmith College de Londres y permanece un tanto retirado, desconectado de las evoluciones poltico-intelectuales de los estudios culturales durante los arios ochenta.
adultos de las clases populares y en estrecha relacin con la New Left, cuya aparicin en los arios sesenta supone un renacimiento de los anlisis marxistas. Thompson es uno de los fundadores de la New Left Review. Con Williams comparte sobre todo el mismo deseo de superar los anlisis que han convertido a la cultura en una variable sometida a la economa y que, adems de legitimar el estalinismo, han aplazado sine die la reflexin sobre las formas culturales. Segn afirmaba Thompson en 1976, mi principal preocupacin a lo largo de toda mi obra ha sido la de abordar lo que para m es un gran silencio de Marx. Un silencio en el mbito de lo que los antroplogos llaman "el sistema de valores [...]. Un silencio en relacin con las mediaciones de tipo cultural y moral. El trabajo de Thompson puede describirse como el prejuicio de una historia centrada en la vida y en las prcticas de resistencia de las clases populares. Su obra ms conocida es The Making of the English Work
Class (1963), clsico de:la historia social y reflaidn sobre sociohistoria de un grupo social. Cinco aos antes, Raymond Williams haba publicado Culture and Society (1958), una genealoga del concepto de cultura en la sociedad industrial, desde los romnticos hasta Orwell. Van desfilando autores tan diversos como Stuart Mill, Carlyle, Newman, Arnold (personaje central), Ruskin, Morris, D. H. Lawrence, T. S. Eliot y Leavis. Al explorar el inconsciente cultural que conllevan, los trminos de cultura, masas, multitudes y arte, asienta la historia de las ideas sobre una historia del trabajo social de produccin ideolgica. Las nociones, las prcticas y las formas culturales materializan visiones y actitudes que expresan regmenes, sistemas de percepcin y de sensibilidad (structures offeeling, concepto elaborado en dilogo con los trabajos del socilogo de la literatura Lucien Goldmann). Esta primera obra esboza una problemtica que se desarrollar en The Long Revolution (1961), que subraya el papel de los sistemas de educacin y comunicacin (prensa, estandarizacin de la lengua) y de los procesos de alfabetizacin dentro de la dinmica de cambio social, y contribuye a bosquejar un programa democrtico de reformas de las instituciones culturales. Tanto en Williams como en Thompson se advierte una misma visin de la historia, construida a partir de las luchas sociales y de la interaccin entre cultura y economa y en la que la nocin de resistencia a un orden impuesto por el capitalismo como sistema es fundamental. La poca, entonces, sigue dominada, entre los intelectuales de izquierda, por el debate sobre la sumaria antinomia que enfrenta a la base material de la economa con la cultura, y que hace que esta ltima sea un mero reflejo de aqulla. Salir de este dilema imposible y reduccionista es uno de los desafos a los que habrn de enfrentarse los estudios culturales. Este esfuerzo de superacin desemboca en el redescubrimiento de las formas especficas que el movimiento social y el pensamiento socialista han adquirido en Gran Bretaa. De ah la rehabilitacin por parte de Thompson de los escritos de William Monis, en quien ve a
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uno de los primeros crticos de un determinismo cerril que ha llevado al empobrecimiento de la sensibilidad, a la primaca de categoras que niegan la existencia efectiva (a lo largo de la historia y en el presente) de una conciencia moral y a la exclusin de toda una zona de pasin imaginaria. Esta misma idea clave acompaa a Williams lo mismo en su tarea de cronista cultural de The Guardian que en el creciente inters que ha prestado a los medios de comunicacin, en su arraigo histrico. Ya en 1962, en su obra Communications, se implicaba en el debate poltico, formulando propuestas para un control democrtico de los medios en el marco de un programa socialista, que se salan de la visin puramente instrumental de los medios de comunicacin como instrumentos de influencia y agit-prop. El tro de los padres fundadores se completar con un cuarto hombre: Stuart Hall. Aunque ste slo tiene ochos arios menos que Thompson, pertenece sin embargo a otra generacin, que no ha participado directamente en la Segunda Guerra Mundial. Correa de transmisin de las revistas de la nueva izquierda intelectual, Hall tambin encarna esa distancia generacional por el hecho de que su produccin cientfica no alcanza su madurez hasta el umbral de los aos setenta.
EL ANCLAJE SOCIAL DE UNA EMPRESA POLTICO-INTELECTUAL Lo mismo que otras innovaciones intelectuales, los estudios culturales no se explican slo por la accin de algunas personalidades. Ms all de su contribucin terica, los founding fathers tambin. son constructores de redes que hacen posible la consolidacin de nuevas problemticas, como las encarnaciones de dinmicas sociales que afectan a extensas fracciones de las generaciones nacidas entre finales de los arios treinta y mediados de los aos cincuenta. Primero hay que recordar el contexto poltico de los arios cincuenta. 1956 es, a la vez, el ario de Budapest y el de Suez, el de una gran desilusin respecto del modelo comunista Thompson abandona entonces
el Partido Comunista y el de una agresin que relanza la movilizacin antiimperialista entre los intelectuales ingleses. Segn recuerda Ioan Davies (1995), el vocabulario poltico britnico acua la nocin de Butskellism, contraccin.de los apellidos de Butler, el tory de izquierda y de Gaitskell, el laborista centrista. La prdida de atractivo del laborismo y del comunismo, el potencial movilizador de las luchas anticoloniales, la desconfianza ante las promesas de un consenso social milagrosamente alcanzado gracias a la abundancia suscitarn una serie de movimientos de reaccin en los medios intelectuales. En un contexto de desarrollo del empleo terciario, los jvenes de las clases medias o populares encuentran en el sistema escolar un trampoln para una movilidad ascendente hasta entonces poco accesible. Este relativo deshielo de las estructuras sociales, que se observa bajo distintas formas en numerosos pases de Europa hacia la mitad de los treinta gloriosos arios, estimular un florecimiento crtico en los mbitos artsticos, polticos y de la vida intelectual. El mundo literario britnico de los aos cincuenta, en concreto, est marcado por la irrupcin de los jvenes airados (Angry Young Men) como los autores de teatro John Osborne y Arnold Wesker, los escritores Allan Sillitoe y Kingsley Amis, cuyo libro de xito Lucky Jim (1954) pone en escena a un recin llegado, despistado en el mundo universitario. Sus obras y sus personajes expresan una rebelin contra lo que perciben como el peso de las tradiciones y de las jerarquas sociales, como las rutinas hipcritas de su sociedad. Tambin sugieren cierto malestar, cierta frustracin ante la experiencia de una movilidad social ascendente. Tambin puede observarse, concretamente en la coleccin de relatos de Sillitoe, que esta corriente, que se disgregar durante los aos sesenta, introduce en la literatura una descripcin realista de la otidianidad de los sectores populares. En poltica, la New Left 3s un hervidero que refleja esos cambios y los articula meliante revistas que hacen las veces de puentes entre espacios Je investigacin heterodoxa en el mundo universitario (Ken1995).
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se es uno de los resortes del despegue y del impacto de los estudios culturales. La conversin de las culturas populares o de los estilos de vida de las nuevas clases en objetos dignos de una sabia inversin tambin puede leerse en su dimensin de acompaamiento de una movilidad social inconfortable para las nuevas generaciones intelectuales o como cuestin de honor para continuar la lucha poltica en el terreno acadmico. A propsito del mbito de influencia de la New Left, Hall observa: Esto surgi en aquella poca concreta de los aos sesenta en que se produca una notable evolucin en la formacin de las clases. Haba un montn de gente en transicin entre las clases tradicionales. Haba gente con orgenes populares, escolarizados por primera vez en colegios o en art schools, que accedan a puestos dirigentes, se convertan en profesores y dems. La New Left estaba en contacto con la gente que se mova entre las clases. Un montn de nuestros clubes estaba en ciudades nuevas donde muchos tenan parientes que podan haber sido trabajadores manuales, aunque haban tenido mejor educacin, haban ido a la universidad y regresaban como docentes (en Morley y Kuan-Hsing Chen, 1996, pg. 494). No se trata de una reconstruccin retrospectiva toda vez que, en 1958, Hall publicaba su primer texto: Un sentido de falta de pertenencia a una clase (classlessness).
MARGINALIDADES Y SOLIDARIDADES
co, sin embargo disea un perfil especfico de intelectuales, suscita una forma de sensibilidad ante las diferencias culturales. Estas trayectorias sociales atpicas o improbables tropiezan con la dimensin socialmente muy cerrada del sistema universitario britnico y desde entonces condenan a los intrusos a elegir inserciones ajenas (la formacin para adultos en sectores obreros) a este sistema o situadas en la periferia. Los fundadores, a menudo, son destinados a centros pequeos o recientes (W1rwick), a instituciones establecidas en los confines de las universidades (en Birmingham), factores extraterritoriales del mundo universitario (extra-mural departments,
Open University).
En el mbito acadmico, dos son las formas de marginalidad que caracterizan a las figuras fundadoras de los estudios culturales. En el caso de Williams y de Hoggart y tambin de Hall se trata de su origen popular que los convierte en personajes que navegan a contracorriente del mundo universitario britnico. Por lo que se refiere a Hall y Thompson, interviene una dimensin cosmopolita, una experiencia de la diversidad de culturas (presente tambin en la trayectoria de Benedict y Perry Anderson, otras figuras de la New Left), que, pese a no ser tan excepcional en la poca del Imperio britni-
Esta dinmica centrfuga podra haber supuesto un lastre para la consolidacin de un foco de estudios culturales. Pero otra caracterstica atpica de los founding fathers, el compromiso de la mayora ms all de la izquierda laborista, representar un recurso para evitar su total marginalizacin. Lo que no puede facilitar la inaccesibilidad de Oxford y Cambridge, lo facilitarn las revistas. Hall y el filsofo canadiense Charles Taylor son el alma de la University and Left Review, creada en 1956. El matrimonio Thompson desempea un papel clave en el funcionamiento del New Reasoner, revista nacida ese mismo ario y que expresa entonces la sensibilidad humanista de izquierdas de antiguos miembros o disidentes del Partido Comunista britnico. La fusin de estas dos cabeceras dar origen en 1960 a la New Left Review. . Tres aos ms tarde, Perry Anderson y unos jvenes intelectuales de Oxford no tardarn en tomar el poder, con procedimientos que Thompson considera golpistas, para darle a la publicacin un perfil ms universitario, una funcin de presentacin de investigaciones extranjeras innovadoras (Davies, 1995). Esta revista se articula a su vez sobre la base de unos cuarenta New Left clubs en los que Hall y Davies desempean un papel importante. Contribuye a estructurar una red de conexiones entre los militantes de la Nueva Izquierda, entre las instituciones de educacin popular. En el seno mismo del mundo universitario, los investigadores consagrados a temas de escaso relieve, elegidos en
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funcin de sus compromisos polticos, tambin logran constituir redes de intercambios culturales. ste ser el papel de la revista Past and Present, del History Workshop entre los historiadores sociales (Brantlinger, 1990). Estos ltimos valoran especialmente la importancia de la oralidad, del legado de las culturas no escritas en la tarea del historiador, coincidiendo en esto con parte de las orientaciones de los estudios culturales respecto de las culturas populares. Los herejes y marginales de finales de los aos sesenta supieron apoyarse en el terreno poltico para proporcionarse los medios de coordinacin y, a la vez, dotarse de slidas redes de aliados al valerse de su condicin de bisagra entre el campo polftico y el acadmico, al crear una revista que contribuye a difundir un nuevo corpus de autores y temas de estudio. Sin olvidar el peso de personalidades del mundo cultural, como Doris Lessing, que gravitan sobre los crculos frecuentados por los founding fathers. La ocupacin de los confines universitarios generar cierta rentabilidad cuando, all por los aos setenta, el desarrollo del sistema universitario britnico se lleve a cabo a travs de sus suburbios la preservacin de los santuarios acadmicos ante la democratizacin se realizar sobre la base de crear polytechnics , mediante la puesta en marcha, en 1970, de la Open University. Esta doble red poIftica y universitaria tambin se manifestar durante los arios setenta, con la aparicin de editores de izquierda (Harvester, Pluto, Merln, Comedia) o feministas (Virago).
En la universidad de Birmingham es donde nace, en 1964, el Centre for Contemporary Cultural Studies (CCCS). La historia del centro nunca estuvo exenta de tensiones y debates (Grossberg, en Blundell, 1993). Y no todo lo que se public en sus working papers merece pasar a la posteridad. Momificar quince arios en una decena de patronmicos y de libros canonizables sera olvidar el desorden, la pasin y la efervescencia creadora que le son propios a los estados que nacen. Parte de la inteligencia empresarial de los sucesivos directores del centro consisti en su capacidad de maniobra entre las distintas iniciativas de unos investigadores con preocupaciones y referencias heterogneas. Desde el marxismo althuseriano hasta la semiologa, los miembros del centro han compartido una comn atraccin por lo que el establishment universitario consideraba entonces, en el mejor de los casos, como un pintoresco vanguardismo, y en el peor como el opio de los intelectuales. Este inters por la renovacin de las herramientas del pensamiento crtico jams vir a la orto-
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doxia. El centro fue un caldo de cultivo de importaciones tericas, de chapuzas innovadoras sobre cuestiones hasta entonces consideradas indignas del trabajo acadmico. Frecuentemente pretenciosa, la nocin de laboratorio adquiere toda su pertinencia en el CCCS. Durante ms de quince arios, una extraa combinacin de compromiso social y poltico y de ambicin intelectual produjo una impresionante mas de trabajos.
parte de los tribunales acadmicos del departamento de estudios culturales los colegas ms tradicionalistas, a veces los que se tenan por ms severos, con el fin de acreditar ante sus homlogos el rigor de la formacin. Por consiguiente, en el umbral de los aos setenta es donde hay que situar el despegue del centro, una vez superadas las etapas de su trasplante a la universidad y de la formacin de sus primeras promociones. Constituirn el vivero de lo que puede llamarse, despus de los padres fundadores, la segunda generacin de los estudios culturales: Charlotte Brunsdon, Phil Cohen, Cas Critcher, Simon Frith, Paul Gilroy, Dick Hebdige, Dorothy Hobson, Tony Jefferson, Andrew Lowe, Angela McRobbie, David Morley y Paul Willis, por citar a los ms conocidos. La creciente notoriedad cientfica del CCCS obedece concretamente, segn una tradicin anglfona, a la difusin, a partir de 1972, de working papers (artculos multicopiados que conforman una revista artesanal). Parte de estos textos ser luego reunida en libros que condensan lo mejor de la produccin del equipo. La investigacin en el CCCS partir en primer lugar del acervo de trabajos de Hoggart y de la sensibilidad reflexiva ante todas las vvidas dimensiones de la cotidianidad de la clase obrera que haba explorado desde una forma original y profunda de autoetnografa (Passeron, 1999). Pero una de las caractersticas del trabajo de Hoggart es la de hablar de un mundo que se erosiona, que inicia una secuencia decisiva de mutaciones en el momento mismo de su descripcin y de su teorizacin. En un texto editado apenas cinco arios despus de la publicacin de su libro fundamental, The Uses of Literacy, subraya hasta qu punto sus descripciones pueden resultar trasnochadas como consecuencia del incremento de la movilidad espacial, de un bienestar material relativo pero creciente, del impacto indito del automvil y de la televisin en la sociabilidad obrera (Hoggart, 1973).
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S tuart Hall
De origen jamaicano, Stuart Hall nace en 1932 en una familia que define como middle class. Su padre es empleado de la United Fruit: Era el primer jamaicano en haber ascendido a todos los puestos que ha desempeado. Hall insiste en la importancia de la experiencia del colonizado, de la reaccin ante la postura paternalista de los britnicos respecto de su familia durante la constitucin de su identidad. Abandona Jamaica en 1951 para cursar estudios en Inglaterra. En Oxford, donde estudia letras, se relaciona tanto con los militantes nacionalistas de naciones colonizadas como con los crculos de la izquierda marxista, aunque sin afiliarse al Partido Comunista. En 1957 obtiene una plaza docente en una escuela secundaria de Brixton, entre alumnos de sectores populares, donde desarrolla un proyecto pedaggico que intenta tener en cuenta la realidad de sus prcticas culturales. Se instala entonces definitivamente en Gran Bretaa. En 1961 empieza a ensear medios y cine en el Chelsea College de la Universidad de Londres. En 1964 escribe, en colaboracin con Paddy Whannel, su primer libro, The Popular Arts, que trata, especialmente, de jazz. Ese mismo ao, Hoggart lo llama para que le ayude en la fundacin del centro de Birmingham, de cuya direccin se har cargo. Hoggart llegar a decir: Yo no soy un terico. Stuart Hall es un terico. Habitual e instintivamente es un sutil manipulador de teoras, de forma que nos complementbamos perfectamente. Coordinador de la mayora de los grandes trabajos colectivos del centro, Hall ha desempeado un papel considerable de empresario cientfico e intelectual en Birmingham. A diferencia de los restantes padres fundadores, Hall no es tanto el autor de algunos libros de referencia como el de una gran masa de artculos. Abor-
dan una gran diversidad de temas: desde la seccin de cotilleos del diario a las fotografas de prensa pasando por el movimiento punk. Pero una parte significativa de la produccin cientfica de Hall tiene forma de trabajo sobre conceptos: reflexin sobre la eventual productividad de los legados del marxismo, debates sobre las aportaciones y los riesgos de las teoras que se toman prestadas del posmodernismo o de la deconstruccin. No siempre es fcil disociar en sus textos ms directamente polticos el componente puramente cientfico, en la medida en que, como intelectual, se ha manifestado repetidamente en contra de este tipo de diferenciacin, y en que su gran capacidad para comprender las evoluciones polticas le permite encontrar el punto de apoyo adecuado para replantear temas de investigacin, e incorporar nuevas materias y cuestionamientos. En 1979, Stuart Hall se incorpora a la Open University. Muy solicitado a lo largo de quince aos para pronunciar conferencias en cualquier coloquio importante sobre estudios culturales, Hall, en ocasiones, pudo encerrarse en una postura de testigo privilegiado cuya misin consista en recordar los grandes retos y los verdaderos problemas. Pese a que la fuerza innovadora de sus recientes contribuciones se desvanece, habr sido, a la vez, el empresario y el universitario ms preocupado por sistematizar la teora en el seno de los estudios culturales. Morley y Kuang-Hsing Chen (1996) ofrecen una exhaustiva bibliografa de los trabajos de Hall y una entrevista biogrfica.
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El proyecto inicial de una etnografa comprensiva de la cultura de las clases populares supone pues mltiples replanteamientos sobre el terreno. El ttulo del libro de Hoggart, The Uses of Literacy, significa literalmente, los usos de la alfabetizacin. Se trata, pues, de estudiar tambin las nuevas formas de literacy, de competencias escolares y culturales. Hoggart cuestiona la influencia que ejercen el acceso a la televisin o la prolongacin de la escolarizacin. Teoriza sobre la capacidad de resistencia a los mensajes de los medios, sobre la mera fuerza de inercia que representa un estilo popular de consumo indolente que simboliza con la frmula sigue hablando. Reconsiderar el mundo obrero es enfrentarse al impacto de las operaciones de renovacin urbana del East End, al nacimiento de nuevas ciudades cuyos efectos desestructurantes sobre la sociabilidad popular degradacin de los lugares de esparcimiento (calle, pubs, jardines y patios) y, al mismo tiempo, alteracin de la ecologa de las relaciones de vecindad, parentesco o generacin relata Phil Cohen (en Rseaux, 1996). Aunque no llegan a representar una faceta relevante de los estudios culturales, el urbanismo y la arquitectura, entendidos como dispositivos organizadores de la sociabilidad y de la cristalizacin de identidades colectivas, entran as a formar parte de su propuesta temtica. Este inters nunca ser desmentido, conforme lo atestiguan, veinte arios despus, los dos textos que New Times (Hall y Jacques, 1989) dedica a las ciudades smbolo del neoliberalismo thatcheriano, como Basingstoke. La reconsideracin de las formas de sociabilidad obrera tambin implica prestar atencin a una dimensin que Hoggart relegara a un segundo trmino: la de las relaciones entre generaciones, las formas de identidad y las subculturas espec ficas que ponen en prctica los jvenes del sector popular. Son mltiples los factores que ponen este asunto de actualidad. La transicin de grandes conjuntos hacia el urbanismo socava los e
mecanismos de control social que contribuan a la reproduccin del grupo obrero. La escolarizacin ms prolongada de parte de los jvenes de sectores populares afecta a sus referencias culturales, redefine el mbito de posibilidades en el que tienen cabida sus proyectos profesionales. De forma ms global, el mundo obrero est sujeto a mltiples cambios que suscitan un debate sobre el obrero de la abundancia (Goldthorpe y Lockwood, 1968), trasunto de las discusiones francesas de entonces sobre la nueva clase obrera. La crisis, la desindustrializacin masiva de los aos ochenta, significar otro gran traumatismo social e identitario. Las jvenes subculturas representan uno de los mbitos en los que los investigadores del CCCS han resultado ser los ms productivos, los ms inventivos, los ms identificados con las dinmicas sociales (Hebdige, 1979). Aunque estos trabajos no siempre estn exentos de una cierta fascinacin por su objeto, dos elementos, al menos, hacen que su lectura sea estimulante pese a que tratan de fenmenos que, nuevos para entonces, slo pareceran justificar, en lo sucesivo, la nostalgia de los quincuagenarios. Una primera fterza procede de la capacidad de estos textos para restituir autnticos trozos de vida, alimentados por la observacin, una preocupacin por el detalle que raras veces degenera en exotismo social (Willis, 1978). Esta cualidad es apreciable en los estudios de Hebdige sobre la cotidianidad de los punks o de los mods (1979), sobre el valor simblico que stos atribuyen al scooter italiano (1988), o la minuciosa atencin con que Corrigan describe y comprende lo que puede ser la ociosidad ordinaria de los adolescentes obligados a permanecer en su ciudad sin hacer nada (en Hall y Jefferson, 1993). El inters de estos anlisis tambin obedece a su densidad terica. Es tributaria de los anlisis de Becker (1963) sobre la desviacin. Numerosos textos se fijan en la manera en que las autoridades sociales intervienen en las subculturas para estigmatizar los comportamientos y a sus autores. El carcter marginal no depende de sus componentes objetivos (pelo largo, piercing), sino de la actuacin de las instituciones (Iglesias, medios,
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En el otro extremo, una segunda familia de estilos de vida (simbolizada concretamente por los mods de los aos sesenta pone en juego una panoplia que se vale de un imaginario de consumo hedonista, de movilidad social, de distanciamiento en relacin con los aspectos ms vulgares de la virilidad y de las exigencias del trabajo. Aunque es ms caracterstico de las clases medias, el estilo hippy tambin puede constituir una subcultura portadora de la simbologa de salida de lo popular-obrero. Pero la literatura sobre las subculturas no se reduce a este apunte binario. Merecen destacarse dos de sus aportaciones. Al introducir las dimensiones del tiempo (crisis de los aos setenta) y de la etnicidad (los inmigrantes de primera o segunda generacin tambin tienen sus subculturas que suscitan simpata o animosidad), estas investigaciones permiten comprender las evoluciones, las hibridaciones, las contradicciones de esta sucesin de estilos, la coherencia de cada uno de ellos. Estos enfoques, a la vez que hacen inteligible la forma en que las contradicciones de la socializacin crean una confusin identitaria, evitan que los estilos de vida queden reducidos al resultado mecanicista de las exigencias sociales. El nfasis, al contrario, est en la forma en que, bajo determinadas condiciones estructurales, los jvenes desarrollan tcticas de seleccin dentro de su potencial identitario. Los estudios de casos reales tambin demuestran cmo estas subculturas son, desde el momento de su cristalizacin en el espacio pblico, herramientas de los mecanismos de provocacin, promocin o estigmatizacin a travs de la publicidad, los medios, las autoridades. Semejante enfoque se distancia de los anlisis en trminos de consumo pasivo, de norteamericanizacin sbita, y presta atencin a una posible participacin creativa, furtiva, del consumo (S. Cohen, 1972; Hall y Jefferson, 1975; Hebdige, 1979, 1988; Rseaux, 1996).
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legisladores) que los definen como indeseables. El pnico moral que a mediados de los aos sesenta transforma las trifulcas entre mods y rockers en las playas del Kent en sntoma de crisis de la juventud y de la autoridad es un buen ejemplo (S. Cohen, 1972). El anlisis de las subculturas se propone pues comprender sus retos polticos. Cabe considerarlas, en _primer lugar, como resistencias mediante rituales, de acuerdo con el ttulo de una obra del CCCS (Hall y otros, 1975)? Hay que darles un valor subversivo? O sugerir ms modestamente que contienen una crtica latente a los valores establecidos? O acaso no son ms que recreaciones sin consecuencias que el capitalismo autoriza fuera del horario de la escuela o de la fbrica?
Expansin y coherencia de las problemticas
del sistema educativo que en 1981 dar origen al libro Unpopular Education tampoco tendrn repercusiones duraderas. El inters prestado a las prcticas culturales, definidas a espaldas de su prestigio social, obliga a los investigadores del centro a tener en cuenta la diversidad de productos culturales consumidos por las clases populares. Birmingham ser uno de los primeros equipos en atraer la atencin de las ciencias sociales sobre bienes tan profanos como la publicidad o la msica rock (Frith, 1983). Pero, como demuestra una obra colectiva (Hall, Hobson, Lowe y Willis, 1980), son los medios audiovisuales y sus programas de informacin y entretenimiento los que poco a poco sern objeto de estudio mediante encuestas. Merece ser destacado un texto importante. En Codificacin/descodificacin (1977), Hall desarrolla un marco terico que pone de relieve que el funcionamiento de un medio no puede limitarse a una transmisin mecnica (emisin/recepcin) sino que ha de darle forma al material discursivo (discurso, imgenes, relato) en el que intervienen datos tcnicos, condiciones de produccin y modelos cognitivos. Este marco analtico, hoy en da, puede parecer trivial. Pero entonces implicaba tener en cuenta todas las situaciones de desfase, de equvocos entre cdigos culturales, es decir, las gramticas mediticas que prevalecen en la produccin del mensaje, por un lado, y las referencias culturales de los receptores, por otro. Bastaba con eso para trastornar las rutinas de la sociologa emprico-funcionalista de los medios, escasamente preocupada por las condiciones de produccin de los mensajes. La nocin de descodificacin invita a tomarse en serio el hecho de que los receptores tienen sus estatus sociales, sus culturas, y que ver o escuchar un mismo programa no implica darle un sentido o evocar un recuerdo similar. GNERO Y RAZA: NUEVAS ALTERIDADES El movimiento que se extiende como una mancha de aceite tendr finalmente dos ampliaciones cuyas consecuencias a
LA MANCHA DE ACEITE DE LO CULTURAL El cuestionamiento de la cultura en la vida cotidiana se extender concntricamente como una mancha de aceite. Una primera ampliacin de las investigaciones versar sobre la relacin de los jvenes de sectores populares con la institucin escolar. En un enfoque etnogrfico de gran riqueza, Paul Willis (1977) ilustra la tensin en el seno de una escuela popular entre el comportamiento rebelde de los tos, y el de los pelotas que llevan la marca de las diversas formas de sumisin y de buena voluntad frente a la institucin escolar. El propio subttulo del libro (Cmo los chavales de la clase obrera encuentran empleos de obreros?) condensa tambin los atolladeros de esta resistencia. Al expresar en la escuela un estilo rebelde, una masculinidad agresiva, un rechazo de los compromisos con los valores intelectuales y de la docilidad exigida por la institucin, los tos resisten a sus empresas socializadoras y reivindican valores obreros. Y simultneamente hacen que se cumpla el destino ms probable al cerrarse los mrgenes de movilidad social ofrecidos por la escuela. : La contribucin de Willis y el trabajo del CCCS sobre el papel
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largo plazo sern esenciales. La primera desemboca en las cuestiones de gnero, en la variable masculino/femenino. Esta clave de lectura sirve de estructura al libro Women Take Issue (Women's Studies Group, 1978). La apreciacin del gnero obedece al trabajo emprico que pone de manifiesto las diferencias de consumo y de valoracin entre hombres y mujeres en materia de televisin o de bienes culturales. Tambin se debe a la sensibilidad feminista de las investigadoras (Charlotte Brunsdon y Dorothy Hobson). No se puede pasar por alto que los personajes y los comportamientos analizados por la literatura sobre las subculturas casi siempre son masculinos, ni puede ignorarse una forma de connivencia machista en ciertas descripciones de la cultura obrera. sta es la razn por la que Willis y su forma de hablar de los tos son objeto de crtica hoy en da por parte de la literatura feminista sobre la escuela. Valorada desde sus primeros trabajos por Hebdige, la otra alteridad, simbolizada por las comunidades inmigrantes y por el asunto del racismo, ocupar un lugar preeminente gracias al libro The Empire Strikes Back (CCCS, 1982). La atencin a estas variables tambin se impone aqu por el terreno y la presencia de poderosas comunidades de inmigrantes, por las reacciones de atraccin y de rechazo racista que suscitan. Esta sensibilidad tambin se debe a la presencia de inmigrantes o de hijos de inmigrantes entre los investigadores del centro, empezando por Hall o por Paul Gilroy. Cabe aadir que la situacin britnica contrasta con la de Francia en un punto esencial: los creadores procedentes de la inmigracin disfrutan all de una mayor presencia y un mayor reconocimiento en el mundo cultural, especialmente en literatura (Kincaid, Kureishi, Rushdie).
Los
REFRACTARIOS: PASADO/PRESENTE
Aunque Birmingham represente la sede institucional motora de los estudios culturales, el auge de estos enfoques no acaba aqu. Williams, tardamente reclutado en Cambridge pri-
mero como titular de ingls y luego (1974) como catedrtico de dramaturgia! , desarrolla entonces all sus investigaciones. La aportacin de la vertiente historiadora de los estudios culturales ilustra la coherencia de los cuestionamientos, tanto si se dirigen al pasado como al presente. Thompson saca provecho de la creacin de una nueva universidad en Warwick donde logra que lo contraten en 1964. All crea un centro de investigaciones en historia social. Tras el libro de referencia que haba preparado sobre la formacin de la clase obrera britnica (1963), desarrolla all sus investigaciones relativas al universo de las costumbres y culturas populares inglesas desde el siglo xvm. Aunque llegan a detenerse en comportamientos folclricos como las cencerradas, estas contribuciones, reunidas en Customs in Common (1991), se proponen, sobre todo, comprender cmo las contradictorias potencialidades de la cultura popular, compuesta de respeto a la autoridad y de espritu rebelde, de anclaje en las tradiciones y de una picaresca dimensin de bsqueda del movimiento, interactan con los poderes sociales. Se trata entonces de plantearse una economa moral del mundo popular para el que la tierra y sus productos han de atender ante todo las necesidades de la comunidad aldeana frente al auge de una economa monetarizada, de percibir las fricciones entre las representaciones tradicionales de la sociabilidad y las exigencias (de puntualidad, por ejemplo) de una disciplina de produccin en la naciente industria. Uno de los resultados ms concluyentes de esta iniciativa es Whigs arui Hunters (1975), donde Thompson se esfuerza en elucidar lo que a primera vista parece ser la inexplicable ferocidad de una ley de 1723 que reprime la caza furtiva. El estudio exhaustivo de los archivos judiciales permite revivir un mundo de cazadores y pescadores furtivos, espigadores, guardas forestales y grandes aristcratas cazadores. Demuestra cmo la caza furtiva, el sabotaje de las pisciculturas de los poderosos o los robos de madera pueden interpretarse como un registro de quejas, una forma de accin popular. Contrapone con hechos la representacin del bosque como un bien sobre el que cualquier miembro de la co-
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munidad tiene unos modestos derechos a su privatizacin a travs de una evolucin jurdica que slo reconoce los derechos exclusivos del propietario. Se comprende entonces cul es, ms all de las desiguales figuras del mod dei Soho de 1964 o del furtivo de Windsor de 1714,1a coherencia de estos trabajos. Se trata, siempre, de abordar lo social por abajo, de observar la cotidianidad de los sectores populares. Los estudios culturales nacen del rechazo del legitimismo, de las jerarquas acadmicas de los objetos nobles e innobles. Se fijan en la aparente trivialidad de la publicidad de las emisiones de entretenimiento, de las modas indumentarias. El estudio del propio mundo popular se detiene mucho menos en las heroicas figuras de los dirigentes que en la cotidiana sociabilidad de los grupos o en el detalle de los decorados, prcticas y costumbres. Esta predisposicin implica favorecer mtodos de investigacin susceptibles de conocer de cerca estas vidas ordinarias: etnografa, historia oral, investigacin de los escritos que ensean lo popular (archivos judiciales, industriales, parroquiales) y no slo la gesta de los poderosos. Por ltimo, y por encima de todo, estos trabajos dependen de lo que Passeron llama sin aadir nada que sea despectivo un anlisis ideolgico o externo de la cultura. No se proponen solamente cartografiar las culturas, percibir su coherencia, o demostrar que la manera de frecuentar el pub, asistir al partido de ftbol o participar en las ferias puede constituir un conjunto de prcticas coherentes. Las actividades culturales de las clases populares se analizan para preguntarse por las funciones que asumen en relacin con la dominacin social (Grignon y Passeron, 1989, pg. 29). Aunque la cultura es el meollo de la iniciativa, no es sino el punto de partida de un cuestionamiento sobre sus retos ideolgicos y polticos. Cmo se dotan las clases populares de sistemas de valores y de universos de sentido? Cul es su contribucin a la constitucin de una identidad colectiva? Cmo se articulan dentro de las identidades colectivas de los grupos dominados las dimensiones de la resistencia y de una aceptacin, resignada o maltrecha, de la subordinacin?
Desde el momento en que se piensa en el tema de la cultura dentro de una problemtica del poder, resulta necesario un conjunto de interrogantes tericos y de conceptos. Cuatro de ellos ocupan un lugar estructurante. , En primer lugar, la nocin de ideologa: forma parte del legado marxista en el que bebe la mayora de los investigadores de esta corriente. Pensar en los contenidos ideolgicos de una cultura no es ms que comprender, en un contexto determinado, en qu medida los sistemas de valores, las representaciones que contienen, intervienen para estimular procesos de resistencia o de aceptacin del statu quo, en qu medida discursos y smbolos le otorgan a los grupos populares una conciencia de su identidad y de su fuerza, o participan del registro alienante de la aquiescencia a las ideas dominantes. La referencia a la ideologa conduce a la temtica de la hegemona, formulada por el terico marxista italiano Antonio Gramsci en los aos treinta. Aunque comparte la idea de que las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante, Gramsci tambin se dirige a las mediaciones a travs de las que funcionan esta autoridad y esta jerarqua e incorpora el papel de las ideas y de las creencias como soporte de alianzas entre grupos sociales. La hegemona es fundamentalmente una construccin del poder a travs de la conformidad de los dominados con los valores del orden social, con la produccin de una voluntad general consensual. Se comprende entonces la atencin que la nocin gramsciana sugiere prestar a los medios de comunicacin. Jan Connell demuestra as cmo las rutinas del periodismo televisual llegan a poner de relieve el punto de vista patronal en la presentacin del debate sobre poltica salarial (en Hall y otros, 1980). La frecuente utilizacin del trmino resistencia conduce a una tercera referencia conceptual y pone en entredicho la
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especificidad del poder cultural que pueden ejercer las clases populares. La borrosa nocin de resistencia sugiere ms un espacio de debate que un concepto acotado. Por un lado, lejos de ser unas consumidoras pasivas, unas idiotas culturales, por utilizar la expresin del antroplogo Clifford Geertz (1973), las clases populares ponen en juego un repertorio de obstculos a la dominacin. Se trata del conflicto social, pero tambin de esa indiferencia prctica ante el discurso, que Hoggart denominaba consumo indolente. Tambin podra tratarse de los efectos de la burla, d la mala conciencia, del acondicionamiento de microespacios autnomos o festivos (S. Cohen y Taylor, 1976). El problema que subyace en la nocin de resistencia es el que plantea, en el mbito de los movimientos sociales, la pregunta de las armas de los dbiles (Neveu, 2002a). Slo son dbiles armas? Atestiguan un potencial de accin autnomo. Pero acaso no estn condenadas a una postura meramente defensiva, a xitos parciales y provisionales, a oscilar entre el gol del honor o el corte de mangas, sin poder invertir las relaciones de fuerzas? Hebdige expresa esta ambivalencia cuando advierte de que las subculturas no son ni simple afirmacin ni rechazo, ni "explotacin comercial", ni "autntica revuelta" Se trata, a la vez, de una declaracin de independencia, de alteridad, de intencin de cambio, de rechazo del anonimato y de estatus subordinado. Es una insubordinacin. Y se trata, al mismo tiempo, de la confirmacin del hecho mismo de la privacin de poder, de la celebracin de la impotencia (1988, pg. 35). Por ltimo, entre lneas, se perfila la problemtica de la identidad. A medida que la dinmiba de los trabajos superpone sobre las clases sociales variables tales como generacin, gnero, etnicidad o sexualidad, pasa a ocupar un lugar estratgico todo un cuestionamiento sobre el modo de.constitucin de los colectivos, una creciente atencin a la forma en que los individuos estructuran subjetivamente su identidad.
LA TEORA COMO OBJETO DE IMPORTACIN Hebdige seala en Hiding in the Light: Muchos de los puntos de referencia crticos y tericos que proporcionan la orientacin bsica de este libro son franceses. Algunos son italianos o alemanes. Muy pocos son identificables como britnicos. Igual que otros muchos diplomados en artes y ciencias sociales, escolarizados a finales de los arios sesenta y durante los arios setenta, he intentado huir de la tradicin inglesa, encontrar mi propio lugar en otra parte... (1988, pg. 11). Esta actitud entonces es la regla. Los primeros working papers son soportes de divulgacin de autores continentales no traducidos en el Reino Unido. La atraccin por las teoras continentales es una forma de reaccin ante las orientaciones dominantes de las ciencias sociales anglfonas, cuya crtica haba sido desarrollada en Estados Unidos por Wright Mills (1958). Pese a sus virtudes objetivadoras, la investigacin administrativa o aplicada, basada en financiaciones contractuales y en el tratamiento cuantitativo de datos, no es nada propicia a enfoques cualitativos ni al sometimiento a prueba de cuestionamientos crticos e innovadores. En cuanto al funcionalismo, entonces todopoderoso, las enormes maquinarias tericas de Talcott Parsons laminan los terrenos, disuelven, precisamente, la cuestin del poder y de la dominacin. La mayora de los usos de esta teora postulan un mundo en el que todo, empezando por la desigualdad, es funcional, como el escapismo, esa bsqueda de evasin que sera el principio impreciso de numerosas prcticas culturales. La bsqueda de nuevas herramientas tericas tambin depende de los retos a los que se enfrentan los investigadores. Los estudios culturales proceden de un desplazamiento fundacional que pone - al servicio de la cultura profana las herramientas tericas que provienen de los estudios literarios. Ahora bien, aunque - los cuadros de preguntas fecundas para el anlisis de Dickens todava pueden aclarar textos menos cannicos, su rentabilidad resulta ms dudosa cuando se trata de
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interesarse por los mods o por los campamentos scouts. A partir de entonces, hacer la compra terica en lonjas de investigacin ms crticas, ya sean de Europa continental o de los opositores norteamericanos a la sociologa oficial, no parece que est desprovisto de coherencia. El mbito de la sociologa es un buen ejemplo. Aunque Hall evoca la tarea colectiva de lectura crtica de Weber, queda claro, no obstante, que, identificada con el funcionalismo, esta disciplina no es la fuente de inspiracin del equipo, distancia que entonces no puede sino aumentar la falta de inters que tiene la Asociacin Britnica de Sociologa por la cultura. Pero el mbito de las subculturas, la atencin prestada a la desviacin, la preocupacin por observar tan de cerca como sea posible las interacciones sociales en la cotidianidad suscitarn el inters del grupo por la aportacin del interaccionismo simblico, el prejuicio etnogrfico de la escuela de Chicago. Becker (1963) pronto se convertir en una referencia de culto. Su condicin de observacin de la calle tambin convertir la Street Comer Society de Whyte (1943) en un punto de apoyo. Estas incursiones hacia las iniciativas sociolgicas ms adecuadas para captar la trama de las experiencias vividas se siguen identificando con el inters por el planteamiento biogrfico. ste estructura los grandes libros de Hoggart (1957, 1991), se expresa en otros lugares de forma ms programtica (Critcher, en Hall y Jefferson, 1975). La nocin de marxismo sociologizado expresara bastante bien las lgicas de importacin conceptual del CCCS. Sugiere un itinerario que sociologiza un planteamiento de crtica literaria a travs de un marxismo crtico. Ya se ha visto en qu medida el inters dispensado a Althusser y Gramsci responda a la voluntad de prestar ms atencin a la densidad y a la complejidad de las mediaciones y las interacciones entre cultura y cambio social. La atraccin que ejerce el estructuralismo, la creciente importancia de los medios entre los temas de los estudios culturales explican, en ltima instancia, la considerable trascendencia adquirida por otras, importaci9nes francesas, hasta
La teora marxista, tal y como pudo ser divulgada por el movimiento comunista, plantea la primaca de las infraestructuras econmicas cuyas superestructuras (sistemas polticos, derecho, creacin cultural) no son sino sus productos. Raras veces tomada en cuenta con precisin, la diversidad de las superestructuras de una sociedad, de una a otra formacin social, no es ms que un mero reflejo de las relaciones de clase y de produccin. La propia contribucin de la cultura a la estabilidad (o no) de un modelo de sociedad, su posible margen de autonoma son, por lo tanto, rechazados. Esta visin, mecanicista, hace que cualquier reflexin resulte superflua, toda vez que la explicacin de las culturas se da por adelantado. Tampoco cuestiona mucho ms las modalidades concretas o las mediaciones a travs de las cuales la infraestructura econmica puede tropezar con la inercia o con la resistencia de creencias o de comportamientos, ni las mltiples articulaciones entre ambos niveles. La incomodidad terica, tempranamente expresaaa por Thompson o Williams dos investigadores prximos al marxismo y conscientes, a la vez, por el hecho de sus investigaciones, de los callejones sin salida de este marco de anlisis , orienta sus objetivos y sus prstamos tericos. Por eso es por lo que Williams convierte estas cuestiones en el zcalo de su proyecto de materialismo cultural: Lo que suele confundirse con la nocin marxista tradicional de produccin econmica es la produccin directa de lo "polftico", cuando toda clase gobernante dedica una parte significativa de produccin material a la instauracin de un orden poltico. Tanto el orden social y poltico que sostiene un mercado capitalista como las luchas sociales y polticas que este. ltimo engendra son, necesariamente, produccin material. Desde los cas-
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tillos, palacios e iglesias hasta las prisiones, hospitales y escuelas; desde el armamento blico hasta la prensa controlada: toda clase gobernante, de distintas maneras, pero siempre materialmente, produce un orden social y poltico. Estas actividades jams son superestructurales [...]. La complejidad de este proceso puede detectarse especialmente en las sociedades capitalistas avanzadas, en las que no resulta pertinente separar "produccin" e "industria" en la produccin, tambin material, de "defensa", de "ley y orden", de "bienestar", de "opinin pblica" y de "entretenimiento". Al fracasar en la aprehensin del carcter material de la produccin de un orden social y poltico, el materialismo selectivo (y, puestos a decir, burgus) tampoco ha logrado comprender, y esto de forma todava ms patente, el carcter material de la produccin de un orden cultural (Williams, 1977). En cuanto a los prstamos tericos, han pasado por las segundas lecturas de Marx propuestas por Louis Althusser, por su teorizacin del papel especfico de los aparatos ideolgicos de Estado como la escuela y los medios, por su bsqueda de vnculos entre marxismo, estructuralismo y psicoanlisis (Sparks, en Morley y Kuang-Hsing Chen, 1996). Este redescubrimiento de un marxismo heterodoxo tambin explica el recurso a la escuela de Frankfurt (sobre todo Walter Benjamin), la atencin prestada al sociolingista Mijail Bajtin, a los tericos marxistas de la literatura como Lucien Goldmann y el hngaro Gyrgy Lukcs. Desemboca sobre todo en Gramsci por sus reflexiones sobre el papel de los intelectuales y sus relaciones con las clases populares, sobre la desigual capacidad de los grupos sociales para dotarse de portavoces que le den forma coherente a sus creencias y aspiraciones. El pensamiento de Gramsci ser objeto de numerosos desarrollos y comentarios (Laclau, 1977; Laclau y Mouffe, 1985), sobre todo porque destaca que las rela-
ciones de poder no son el calco obtenido de antemano de las relaciones econmicas. Gramsci se toma en serio la frmula de Marx sobre la ideologa como fuerza material, intenta reflexionar tanto sobre la capacidad de resistencia de los dominados como sobre la manera en que un sentido comn difundido por las lites contribuye a su conformidad con el orden social. Ms all de posiciones abstractas, Gramsci desarrolla sus intuiciones en una serie de anlisis de campo: sobre el papel de la literatura-,popular de folletn como herramienta de difusin de una ideologa, sobre las resistencias y la autonoma de una sociedad civil, sobre los efectos polticos y culturales de las disparidades del desarrollo (el asunto del mezzogiorno italiano), sobre los vnculos de los intelectuales como mediadores orgnicos de los dispositivos de poder, o como promotores de estrategias de contrahegemona.
tal punto que Thompson despotrica contra lo que denominar la electrificacin de la lnea Pars-Londres. Barthes ser el principal y ms precoz beneficiario de este inters, y pronto se ver acompaado de autores como el terico del cine Christian Metz o Julia Kristeva, que participan entonces en la aventura semiolgica desde la revista Communications y desde Tel Que!. Este momento vanguardista de la importacin no debe dejar en el olvido emprstitos anteriores y ms previsibles (Sartre y su visin de la literatura) por parte de una comunidad cuyo territorio inicial ha sido la crtica literaria. Estas importaciones no han dejado de suscitar polmicas, a menudo agrias. Cristalizan en tomo a la muy althuseriana revista de anlisis flmico Screen (Robins, 1979). Hall llegar incluso a plantearse la aparicin de un segundo paradigma, estructuralista, en los estudios culturales (en Collins y Curran, 1986). Thompson dispara una verdadera andanada antialthuseriana en The Poverty of Theory (1978).
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Hipotecas y aciertos
UN DISTANCIAMIENTO COSTOSO PARA LA SOCIOLOGA El hecho de poner de relieve las aportaciones y las contribuciones del CCCS no impide sealar algunas debilidades. Son visibles a travs del bagaje sociolgico de muchos de los investigadores del CCCS. Su escasa consistencia tiene explicaciones lgicas. Aunque los estimulantes usos de las aportaciones de la escuela de Chicago por parte de Cohen o de Hebdige desmientan la regla, muchos de los investigadores procedentes de las humanidades, ms que de las ciencias sociales, estn escasamente familiarizados con la sociologa, incluida la de la cultura, laguna que plantea algunos inconvenientes en una empresa intelectual que no obstante hace buenas migas... con una sociologa de la cultura! El meollo del debate no est en un patriotismo o una ortodoxia disciplinar, sino en los efectos prcticos de un desconocimiento de los fundamentales de las ciencias sociales. El reto epistemolgico planteado por el estudio de las culturas populares es un buen ejemplo. Hoggart o Thompson, .sin duda, han sabido prestarles a las culturas dominadas una atencin minuciosa, respetuosa y comprensiva, sin dejarse llevar por una complacencia acrtica; pero no todas las investigaciones de Birmingham han escapado a la doble trampa del miserabilismo y del populismo. Ciertos anlisis de la dislocacin de la identidad obrera exageran a veces sobre la erosin simblica y estatutaria del grupo y de sus infortunios. Aunque no ignoran la ambigedad de las subculturas, los seductores anlisis de Hebidge sobre los mods no eximen de halagos a su objeto. De hecho, el principal atractivo se encuentra en esa vertiente populista, muy especialmente en la atribucin, generosa en ocasiones, del marchamo de resistencias a unas prcticas que tambin pueden interpretarse como burbujas de autonoma, nada susceptibles de poner en entredicho las relaciones sociales. Destacar estas tensiones es percibir una gran dificultad que obedece a las propias contradicciones de las cuestio-
nes analizadas, pero tambin significa entrever atajos interpretativos que se sistematizarn ms tarde. Un punto de vista sociolgico ms elaborado permite considerar la creacin cultural como un espacio de competicin e interdependencia entre productores, de lo que da cuenta, en concreto, la nocin de campo. En su defecto, tendemos a sobrevalorar la visin de una produccin cultural como respuesta explcita a las expectativas, claras por su parte, de clases o de grupos de consumidores. Esta especial laguna puede relacionarse con el hecho de que las importaciones francesas no engloban sino modestamente las aportaciones de Bourdieu. Esta prolongada ignorancia obedece en parte a una percepcin britnica de Bourdieu como etnlogo y socilogo de la educacin, en detrimento de sus trabajos sobre la cultura o las clases populares. Nicholas Garnham y Raymond Williams destacarn el costo de este desencuentro: El valor potencial del trabajo de Bourdieu en este momento especfico por el que atraviesan los medios y los estudios culturales britnicos reside en el hecho de que, en un movimiento de crtica, en el sentido marxista clsico, confronta y supera dialcticamente posiciones parciales y opuestas. Desarrolla una teora de la ideologa (o mejor dicho del poder simblico toda vez que, por lo general, reserva el trmino de ideologa para cuerpos de pensamiento ms explcitos y coherentes) que se basa, a la vez, en una investigacin histrica concreta y en el uso de las clsicas tcnicas de la sociologa emprica, como el anlisis estadstico de datos de encuestas. Desarrolla conjuntamente su crtica del teoricismo, especialmente del estructuralismo marxista y de las tendencias concomitantes al formalismo (1980, pg. 210). AHORRARSE LA ECONOMA? Fundamentalmente, el pecado original de los estudios culturales obedece a su dficit de inters por la historia y por la economa. La consideracin reflexiva de los legados histricos, de la dimensin de la larga duracin en lo cultural es evi-
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yscula. El populismo sociolgico es simtrico al miserabilismo. Consiste en celebrar y magnificar todas y cualesquiera prcticas culturales populares revestidas sistemticamente esta vez de un plus: de autenticidad, de profundidad, de simplicidad, de virtud. Un acordeonista mediocre en un baile popular se encontrar de esta manera dotado de virtudes creadoras que le seran regateadas a Horowitz si interpretara a Musorgski. A menudo, en su afn por sealar buenas intenciones, el miserabilismo oculta la realidad de la institucionalizacin social de jerarquas sociales, frecuentemente interiorizadas por los dominados (un Crichton no vale un Rushdie, ni en la escuela, ni en las pginas de cultura de los peridicos). Basado en el golpe de mano de una inversin de las jerarquas culturales, el populismo no siempre es ajeno a la demagogia. Sus efectos respecto de la revaluacin efectiva de las culturas populares son, a menudo, dudosos o efmeros. Desemboca en la paradoja de que las preguntas iniciales (qu es una cultura popular? En qu se diferencia de una cultura dominante legtima?) se quedan sin objeto y sin respuesta. (Bourdieu, 1979; Grignon y Passeron, 1989).
dente en Thompson y apreciable en Williams. Aparte de Gilroy,, es menor el impacto en el seno de la generacin formada por el CCCS. Para Thompson (1978), por otra parte, se trata menos de un silencio sobre la historia que de los efectos del singular materialismo de Althusser, poco atento a las tensiones internas de una sociedad, a la trama de las resistencias y del funcionamiento material de lo social. Desde entonces se declara que el pensamiento histrico carece de valor no slo cientficamente sino tambin polticamente. El escaso inters por las aportaciones de la economa constituye otra debilidad que no puede sino hipotecar el proyecto de materialismo cultural que integra la dimensin de la produccin y de la circulacin de los bienes culturales. Aun-
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que poco preparado para esta apertura debido a la formacin recibida en los cursos de Leavis durante los aos treinta, Williams ser uno de los nicos en intentar de forma consecuente esta integracin de la dimensin econmica de la cultura y de los medios. La importancia que tienen las estadsticas econmicas o la referencia a los trabajos de los economistas tanto en Communications (1960) probablemente la primera sntesis del tema publicada en Europa como en sus posteriores libros sobre televisin (1974) as parecen indicarlo. Este descuido econmico ser objeto, espordicamente, de una confrontacin intelectual entre los estudios culturales y una corriente de investigadores, britnicos pero tambin franceses e italianos, para quienes un enfoque interdisciplinar de la cultura no puede pasar por alto su economa polftica. La creacin, en 1979, de Media, Culture and Society, primera revista britnica dedicada a estas cuestiones, permite iniciar pronto el debate. Lanzada por unos investigadores de Leicester y del Polytechnic of Central London, y no por el equipo de Birmingham, cruzar peridicamente la espada con los partidarios de los estudios culturales. Garnham subraya, en concreto, que el legtimo rechazo del reduccionismo econmico no puede justificar el defecto inverso. La autonomizacin idealista del nivel ideolgico lleva a considerar los bienes culturales como simples portadores de mensajes y a descuidar la existencia y el funcionamiento de las industrias culturales, del mundo social organizado de sus productores (Gamham, 1979, 1983). MATERIALISMO CULTURAL Y TROPISMO TEXTUAL La viveza de la crtica de Gamham no pretende descalificar los estudios culturales, y menos an incitar a una opcin de mtodo binario entre economa de bienes culturales y anlisis de sus significados. Ms bien indica una serie de tensiones que recorren la aventura de los estudios culturales desde Ni. sus orgenes.
Estas contradicciones se aprecian en la relacin con Marx y con el marxismo, que constituye con la excepcin de Hoggart una referencia comn a los padres fundadores y a la generacin de Birmingham. La forma dominante de apelar a Marx o a sus intrpretes se debe a una doble y curiosa ocultacin. Los textos del Marx historiador-socilogo (El 18 brumario, Las luchas de clases) y los del Marx economista son objeto de un uso poco intensivo. El Marx y el marxismo apreciados en el CCCS son ms bien los que miran a la filosofa, al anlisis de las ideologas. Ahora est bien visto sealar con lstima la inspiracin marxista de un pensamiento para devaluarlo. Pero, aunque no ocultan su pertenencia a una episteme marxista, los grandes libros de Thompson siguen siendo capaces de estimular tanto al investigador como al ciudadano. Tambin es verdad que el lector menos avisado hallar en el corpus inicial de los estudios culturales textos que entroncan con la exgesis marxolgica ms soporfera. La fuerza de las ms bellas contribuciones de aquellos aos no puede ocultar la frecuencia de los textos que revisitan machaconamente a tal o cual terico marxista, o incluyen tales o cuales glosas de los conceptos de hegemona o de articulacin. Hall en ocasiones se lleva la palma. Pero apenas si tiene acompaantes de su nivel. La posterior invasin de los estudios culturales por parte de una proliferacin de textos que, en esta ocasin, se extienden en comentarios sobre la nadera conceptual del posmodemismo sugiere que la postura aqu objetada obedece ms a un hbito intelectual, a una relacin con la teora, que a las singularidades de la de Marx. Tambin hay una cierta tensin entre el proyecto declarado y las predisposiciones de buena parte de sus promotores. Detrs de la idea de materialismo cultural, de la que Williams fue el primer heraldo, se oculta la intencin de una confrontacin total con los hechos culturales. Total, porque tiene en cuenta todas las culturas y no slo la de los doctos; total, porque entiende la cultura como universo de sentido, pero tambin por estar sometida a procesos de produccin y circulacin, por ser capaz de producir efectos en las correlaciones
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Policing the Crisis Las ambivalencias de una investigacin de referencia Las severas condenas impuestas a jvenes inmigrantes en Birmingham a raz de un suceso criminal (robo con intimidacin) son el punto de arranque de uno de los libros colectivos del CCCS. Policing the Crisis (Hall y Critcher, 1978) expone, partiendo de un extenso anlisis de prensa, el mecanismo del pnico moral. En unas condiciones que sugieren con creces una empresa de orquestacin y aumento de la amenaza, la polica y las autoridades britnicas advierten del peligro que representara la explosin de los robos con intimidacin, cuyas vctimas seran principalmente mujeres y personas de edad, y sus autores jvenes inmigrantes. La obra postula de forma fecunda las problemticas interaccionistas de construccin de una desviacin, y demuestra, en concreto, cmo la invencin de nuevas tipologas de actos delictivos por parte de policas y magistrados contribuye a otorgar crdito a la percepcin de una amenaza indita. Al destacar el hecho de que la estigmatizacin apunta sobre todo a jvenes procedentes de la inmigracin, esta investigacin saca a la luz la creciente importancia que tienen los cuestionamientos acerca de las identidades, del racismo. El volumen, que trabaja con relatos de prensa, tiene la mirada puesta en los medios, en la manera en que los modelos narrativos pueden dar crdito a la idea de una forma de peligrosidad natural o innata en jvenes originarios del Caribe o de la India. La principal contribucin del libro radica en la atencin que presta a los juegos de poder, de hegemona, que este pnico moral transmite. El equipo del CCCS desarrolla en concreto el concepto de definidor primario para valorar el poder que detentan ciertas autorida-
des (en este caso, la polica y la justicia en cuanto fuentes de informacin y gestores de la delincuencia) para producir definiciones legtimas y autorizadas de los problemas y situaciones que la prensa difunde en la opinin. Publicada el ao en que Margaret Thatcher llega al poder, la obra ofrece un cuadro estimulante del clima ideolgico de la poca, una presciencia, retrospectivamente impresionante, de sus usos por parte de los conservadores. Simultneamente, la obra deja entrever algunas de las limitaciones de los trabajos del centro. Su actividad sigue estando mayoritariamente centrada en los textos; se trabaja sobre los relatos de prensa sin cuestionar las recepciones y, ms an, sin llevar a cabo una verdadera investigacin sobre la tarea de los periodistas que los redactan. Tal y como demostrar Philip Schlesinger, la nocin clave de definidor primario puede ser muy valiosa. No obstante, tendra que evitar una excesiva simplificacin de la complejidad social: podra alimentar una visin en trminos de complot que los autores rechazan explcitamente. En efecto, da por supuesta una coherencia absoluta en el discurso de las autoridades y la impotencia de las fuentes alternativas. Su uso, sobre todo, trata a la ligera la forma que el periodismo, entendido aqu ms como un altavoz activo o forzado de las autoridades que como un campo social y un mbito de trabajo, tiene de retransmitir, o no, los discursos y las categoras oficiales. Por ltimo, ciertos tratamientos, como las consideraciones finales sobre el buen uso de la nocin de lumpenproletariado, son ms propios de la erudicin marxolgica que de una gran aportacin al problema planteado.
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de fuerzas sociales. Sin embargo, para un sector de la generacin de Birmingham este proyecto materialista, ante todo, est tericamente pertrechado con saberes procedentes de las tradiciones literarias y de la semiologa, de un marxismo frecuentemente teoricista, de una disposicin para textualizar hasta las culturas profanas, sin siquiera beneficiarse de esta forma de materialismo prosaico que poda aportar a los padres fundadores la experiencia de una larga inmersin en la prctica de la formacin permanente de adultos de las clases populares. El funcionamiento del CCCS, la mayora de las veces, ha permitido rechazar este tropismo textual. Pero hay tendencias que reaparecen... LA ECUACIN DE LA FECUNDIDAD Destacar as las limitaciones del centro de Birmingham no significa devaluar un radiante momento de fecundidad para ahorrase la hagiografa. Tres datos expresan, pese a sus limitaciones, el dinamismo de aquellos aos. El primero se refiere a la renovacin del temario y de los planteamientos. La cultura ya no era objeto de devocin o de erudicin sino que era cuestionada por su relacin con el poder. El segundo nace de una singular combinacin entre investigacin y compromiso. El legado del centro, lo ms innovador y duradero que cientficamente tiene, no se explica a pesar de los compromisos de sus promotores sino porque dos generaciones de investigadores invirtieron en un trabajo concienzudo diversas formas de pasin, de clera, de compromiso frente a un orden social que consideraban injusto y se proponan cambiar. El compromiso, ciertamente, no es la condicin necesaria y suficiente para una buena ciencia social. Pero el centro ha encarnado uno de esos raros momentos de la vida intelectual en los que el compromiso de los investigadores no se esteriliza en la ortodoxia o la obcecacin, sino que se apoya en una gran sensibilidad ante los retos sociales que neutraliza el efecto gueto del mundo acadmico. Al concentrar en una sede
central a la mayor parte de una segunda generacin de investigadores, el auge del centro ha producido una masa crtica de trabajos. Las lgicas competitivas propias del mundo intelectual inducen entonces efectos virtuosos que obligan a los investigadores a gestionar sus rivalidades mediante la bsqueda de armas tericas, de protocolos de investigacin innovadores, en resumen, a travs de la carrera de armamentos cientficos, incluso para resolver desacuerdos de origen poltico en relacin con la evaluacin de un sistema social. La ltima variable se refiere al rechazo de los patriotismos de disciplina. Birmingham no hizo desaparecer por encanto las divisiones establecidas por las especialidades universitarias. Pero el rechazo de las fronteras entre anlisis literario, sociologa de la desviacin, etnografa y anlisis de los medios ha engendrado una fecunda interdisciplinaridad. Se esboza entonces una triple superacin. La de un estructuralismo que se limita a hermticos ejercicios de descodificacin de textos. A travs de Gramsci , la de las versiones mecanicistas de la ideologa dentro del marxismo. La de la sociologa funcionalista norteamericana de los medios: frente al mecanismo del modelo estmulo-respuesta, se perfila un inters por las repercusiones ideolgicas de los medios, por las respuestas dinmicas de las audiencias. Alcanzar su plenitud durante los aos ochenta, en un contexto poltico muy distinto.