Hora Santa
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EUCARISTÍA Y COMUNIDAD
Introducción
Queremos prepararnos para la Visita de nuestro Pastor, quien junto con los
presbíteros tienen la misión de santificar sus iglesias, de forma que en ellas
se advierta el sentir de toda la Iglesia de Cristo.
Pues, los Obispos gozan de la plenitud del Sacramento del Orden y de ellos
dependen en el ejercicio de su potestad los presbíteros, que, por cierto,
también ellos han sido consagrados sacerdotes del Nuevo Testamento para
ser próvidos cooperadores del orden episcopal, y los diáconos, que, ordena-
dos para el ministerio, sirven al pueblo de Dios en unión con el Obispo y su
presbiterio.
Trabajen, pues, sin cesar para que los fieles conozcan plenamente y vivan el
misterio pascual por la Eucaristía, de forma que constituyan un cuerpo único
en la unidad de la caridad de Cristo, "atendiendo a la oración y al ministerio
de la palabra", procuren que todos los que están bajo su cuidado vivan uná-
nimes en la oración y por la recepción de los Sacramentos crezcan en la
gracia y sean fieles testigos del Señor.
Canción
Preparemos el alma para este diálogo con Jesús.
Para ello cantamos juntos:…….
Lectura bíblica
Hacemos silencio para escuchar con el corazón las palabras de los Hechos
de los Apóstoles
Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente, con tres gotas de vino
y una gota de agua en la palma de la mano, celebré la misa. ¡Éste era mi
altar y ésta era mi catedral! Era la verdadera medicina del alma y del
cuerpo: «Medicina de inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir
siempre en Jesucristo», como dice Ignacio de Antioquía.
A cada paso tenía ocasión de extender los brazos y clavarme en la cruz con
Jesús, de beber con él el cáliz más amargo. Cada día, al recitar las palabras
de la consagración, confirmaba con todo el corazón y con toda el alma un
nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, mediante su sangre
mezclada con la mía. ¡Han sido las misas más hermosas de mi vida!
Una vez por semana había una sesión de adoctrinamiento en la que tenía
que participar todo el campo. En el momento de la pausa, mis compañeros
católicos y yo aprovechamos para pasar un saquito a cada uno de los otros
cuatro grupos de prisioneros: todos sabían que Jesús estaba en medio de
ellos. Por la noche, los prisioneros se alternaban en turnos de adoración.
Jesús eucarístico ayudaba de un modo inimaginable con su presencia
silenciosa: muchos cristianos volvían al fervor de la fe. Su testimonio de
servicio y de amor producía un impacto cada vez mayor en los demás
prisioneros. Budistas y otros no cristianos alcanzaban la fe. La fuerza del
amor de Jesús era irresistible.
Canción
Ahora cantamos todos juntos: ...
Meditación 1:
Jesús Eucaristía, ¡que presunción, que audacia hablar de ti, que en las
Iglesias de todo el mundo conoces las secretas confidencias, los ocultos
problemas, los anhelos de millones de hombres, las lágrimas de felices
conversiones, conocidas sólo por ti, corazón de los corazones, corazón de La
Iglesia!
No lo haríamos para no romper la debida reserva a un amor tan alto que
produce vértigo, si no fuera precisamente porque nuestro amor que quiere
vencer todo temor desea ir un poco más allá de las apariencias de la blanca
hostia y el vino del cáliz dorado.
¡Perdona nuestro atrevimiento! Pero el amor quiere conocer para amar más,
para no terminar nuestro camino sobre la tierra sin descubrir al menos un
poco quién eres tú. (Chiara Lubich)
«Porque uno solo es el pan, aun siendo muchos, un solo cuerpo somos,
pues todos participamos del mismo pan».
He ahí la Eucaristía que hace a la Iglesia: el cuerpo eucarístico que nos hace
Cuerpo de Cristo. O con la imagen joanica: todos nosotros somos una
misma vid, con la savia vital del Espíritu que circula en cada uno y en todos.
Sí, la Eucaristía nos hace uno en Cristo. Cirilo de Alejandría recuerda: «Para
fundirnos en unidad con Dios y entre nosotros, y para amalgamarnos unos
con otros, el Hijo unigénito... inventó un medio maravilloso: por medio de
un solo cuerpo, su propio cuerpo, él santifica a los fieles en la mística
comunión, haciéndolos concorpóreos con él y entre ellos»
Oración en silencio
Los invitamos a hacer un momento de silencio para que en este diálogo de
tú a tú con Jesús, escuchemos lo que Jesús quiere decirnos.
Oración de los fieles: Nos ponemos de pie para orar juntos, a cada súplica
respondemos: ¡Jesús, Pan de Vida, óyenos!
Meditación 2:
6
En memoria mía
En la última cena, Jesús vive el momento culminante de su experiencia
terrena: la máxima entrega en el amor al Padre y a nosotros expresada en
su sacrificio, que anticipa en el cuerpo entregado y en la sangre derramada.
Él nos deja el memorial de este momento culminante no de otro, aunque
sea espléndido y estelar, como la transfiguración o uno de sus milagros. Es
decir, deja en la Iglesia el memorial-presencia de ese momento supremo del
amor y del dolor en la cruz, que el Padre hace perenne y glorioso con la
resurrección. Para vivir de Él, para vivir y morir como El.
Oración en Silencio
Hacemos nuevamente silencio, tratando de que nuestro corazón le diga a
Jesús presente en la Eucaristía lo que sentimos, tratando de rumiar lo hasta
ahora escuchado. Si alguna expresión nos enciende el corazón, volvamos a
decirla en silencio, aprovechando este momento de gracia.
Oración final
Nos ponemos de rodillas para rezar juntos