Cultura Urbana (Adrian Gorelik)

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Cultura urbana y pensamiento social en Amrica Latina Adrin Gorelik Presentacin en el seminario del Centre of Latin American Studies

Cambridge, 27 de mayo 2002. El ttulo original de esta presentacin incorporaba, junto a Cultura urbana y pensamiento social, el subttulo La imaginacin territorial en el ensayo de identidad nacional. En realidad, la primera parte es el ttulo ms abarcante de mi investigacin actual, y la segunda parte el ttulo de uno de sus captulos, que tengo ya publicado como artculo (y est disponible para quien est interesado en leerlo). Tuve inicialmente la intencin de presentar ese captulo, pero al ver la dinmica del seminario me pareci que poda ser ms productivo discutir con ustedes los lineamientos generales de mi investigacin completa, desarrollando brevemente cada una de sus partes principales. A partir de mis investigaciones sobre la cultura urbana de Buenos Aires, me pareci importante tratar de entender cmo se haban conformado en Amrica Latina ciertas matrices de representacin social de la ciudad, pensando especialmente en el peso indudable que, en el siglo XX, tuvo el tema urbano en el pensamiento social latinoamericano y por el lugar que ocup la ciudad latinoamericana como objeto especfico en la cultura occidental. Cmo fue pensada la ciudad? Qu de ese pensamiento fue impactado por las transformaciones urbanas fulminantes caractersticas de Latinoamrica, y qu de ese pensamiento a su vez impact en ellas, alterndolas o conducindolas? Es decir, cmo puede reconstruirse el modo en que la ciudad y sus representaciones se producen mutuamente? Esta reflexividad entre el objeto y sus representaciones es un principio de mi perspectiva urbana para la historia cultural, y creo que en el caso de Latinoamrica es no slo verdadero, sino fundamental para capturar cierta esencia de su vida social y cultural general. Como se sabe, la ciudad ha ocupado un lugar central en el pensamiento social moderno en toda la cultura occidental, ya como espacio de aparicin de lo poltico, forma y condicin del orden social, encarnacin material de las instituciones u obra de arte colectiva que expresa y plasma una cultura a lo largo del tiempo. Pero en Amrica Latina, como demostr Jos Luis Romero, la ciudad (como obra material y como idea) es algo ms: es la expresin ms cabal del continente y lo que le da a ste su sello definitivamente moderno. Porque la ciudad americana no slo es el producto ms genuino de la modernidad occidental, sino que, adems, es un producto creado como una mquina para inventar la modernidad, extenderla y reproducirla: es un artefacto ideolgico de la modernidad. As fue durante la Colonia, primero, para situar los enclaves desde donde producir el territorio de modo moderno (la ciudad como baluarte de frontera del mundo europeo); en las repblicas independientes, luego, para imaginar en esos territorios las naciones y los estados a imagen y semejanza de la ciudad y su ciudadana; en los procesos de desarrollo, hace tan poco tiempo, para usar la ciudad como polo desde donde expandir la modernidad, restituyendo el continuo rural-urbano bajo la dominante de la civilizacin urbana, es decir, con el objetivo de producir hombres social, cultural y polticamente modernos. Se sabe que Sarmiento, a mediados del siglo XIX, us la ciudad como anclaje polar de la civilizacin frente a la doble barbarie de la naturaleza americana y el pasado espaol. Y se sabe tambin que cuando escribi en el Facundo esa metfora de tanta resonancia futura, civilizacin y barbarie, todava no haba conocido la ciudad

que le serva de modelo de civilizacin, Buenos Aires. Pero ese desconocimiento justamente muestra la funcionalidad ficcional del artefacto ciudad en el pensamiento sarmientino y, por extensin, en la cultura americana: lo que nos dice Sarmiento es que no hace falta conocer la ciudad, ni hace falta que las ciudades realmente existentes cumplan efectivamente con los principios de ese imaginario, ya que la ciudad es por definicin la modernidad y la civilizacin, ms all de las caractersticas reales que encarne en cada momento. Porque la ciudad, como concepto, es pensada como el instrumento para arribar a otra sociedad a una sociedad precisamente moderna , por lo tanto, su carcter modlico, ideal, no puede ser puesto en cuestin por los ejemplos de ciudades sin duda imperfectas que produce esta sociedad real: Inventar habitantes con moradas nuevas fue la consigna de Sarmiento que con mayor capacidad de sntesis muestra la circularidad de esta conviccin iluminista sobre las virtudes transformadoras de la modernidad urbana. Esto significa, entre otras cosas, que, como deca Gino Germani en los aos sesenta, en Amrica Latina la modernidad urbana fue un camino para llegar al desarrollo modernizador, no su consecuencia, lo que invierte toda la secuencia clsica (weberiana) y explica la explosin urbana en pases que no han tenido anlogos desarrollos econmicos o institucionales. La modernidad se impuso en Amrica Latina ab initio como parte de un designio deliberado para conducir a la modernizacin, y en ese designio la ciudad fue el objeto privilegiado: fue al mismo tiempo el instrumento para recorrer el camino y la definicin de su meta final, nunca alcanzada. En efecto, nunca alcanzada: uno de los temas de la historia cultural es el gap entre los poderosos designios ideolgicos (proyectos, planes, polticas) y su fracaso. Pero qu quiere decir fracaso? No quiere decir que los designios ideolgicos no se cumplen nunca, sino que siempre se cumplen slo en parte, y la combinacin de eso que se cumple con el resto de la realidad que resiste cambia todos los marcos presupuestos, organizando la viscosa realidad que el anlisis cultural debe desentraar: ciudades e ideas. En este sentido, en relacin a la identificacin ciudad/modernidad se constituye uno de los principales conflictos culturales, polticos y sociales de Latinoamrica, el conflicto ciudad/campo. Esa es otra parte de mi investigacin de la cual tambin les dejo un paper, referido al conflicto nunca saldado entre Buenos Aires y el pas: las representaciones de esa fractura. Como tambin dice Romero, en este conflicto ciudad/campo se define toda la historia latinoamericana como una historia de contactos culturales; pero incluso en ese conflicto, que introduce lo ms radicalmente diferente de la ciudad, sigue siendo central el rol de la ciudad, porque es un conflicto que siempre se libra en las ciudades. A travs de ese conflicto se puede verificar, por ejemplo, una oscilacin permanente de las valoraciones de la antinomia sarmientina, marcando de diferentes modos la palabra civilizacin: opuesta a barbarie, civilizacin adopta su perfil ilustrado, como objetivo de la modernidad; pero opuesta a cultura (como encarnacin del mundo rural o de la aldea tradicional), civilizacin cambia de signo y se convierte en el resultado perverso de la modernidad, apoyndose en la nueva antinomia ofrecida por el pensamiento social centroeuropeo, que tan fuerte impacta en Amrica Latina desde finales del siglo XIX. En el marco de esos parmetros se desarrolla la primera estacin del pensamiento social sobre la ciudad, la estacin normalmente identificada con el positivismo, que analiza la ciudad como escenario y smbolo de la sociedad moderna en contraste con la sociedad tradicional, sentando una serie de tipologas socio-culturales que se profundizar en distintas vertientes (el ensayo filosfico, la literatura, la crnica de costumbres) hasta las vanguardias estticas de la dcada de 1920 (momento en el

cual se verifica el poco positivismo que portaban esas tipologas). Pero mi investigacin comienza en la estacin siguiente, la estacin del ensayo de interpretacin nacional, porque es cuando creo que la ciudad se convierte en un objeto de indagacin especfico: no ya el escenario de la sociedad moderna, sino su propia clave explicativa. A partir de all, mi investigacin busca mostrar un ciclo completo del pensamiento social sobre la ciudad, un ciclo que recorre casi cincuenta aos de la historia cultural latinoamericana y muestra el rango ms variado y profundo de posibilidades del pensamiento urbano. El ciclo tiene tres escalas: la primera, la del ensayo de interpretacin de las dcadas de 1930 y 1940; la segunda, la del pensamiento planificador, central en la sociologa funcionalista de las dcadas de 1950 y 1960 y, ms an, en la propia emergencia de las ciencias sociales en Latinoamrica; y la tercera, la que se produce a partir de la crisis de la confianza modernizadora, a finales de los aos 1960 y comienzos de los 1970, cuando surgen las perspectivas crticas en el seno de la misma sociologa y, ms an, cuando se consolida el cuerpo de la cultura urbana latinoamericana como puesta en cuestin de la modernizacin. Lo interesante es que es un ciclo de intensos dilogos y continuidades, en el que cada etapa se supone como superacin radical de la anterior, pero en el que es posible reconocer, con la nitidez de un bajo continuo, temas, figuras y problemticas que recorren las diferentes etapas, apenas trastocadas por el cambio de vocabulario que impone el imaginario (cientfico y cultural) de cada momento. Al punto de que podra vrselo ms que como un ciclo, como una revolucin astronmica, ya que el giro cultural que propone la ltima estacin como superacin de la sociologa planificadora, recupera los postulados de la primera estacin, que previamente haban sido dejados de lado. Y el otro aspecto interesante es que ese giro cultural, muy temprano, va a producir junto con la crtica radical a la modernizacin, una crtica radical a la ciudad que se consideraba su soporte y motor. En todos los casos, intento ver la ciudad (lo que cada vez se entiende por ella y las relaciones entre esas figuraciones y su realidad, urbana, social e institucional) como papel de tornasol para poner en evidencia las mezclas y las reacciones de las diferentes camadas generacionales, polticas y culturales, que compusieron esos captulos centrales en el pensamiento social latinoamericano del siglo XX. La imaginacin territorial del ensayo de identidad Dos ejemplos clsicos del ensayo de interpretacin nacional son La multitud, la ciudad y el campo, de 1929, trabajo inicial del entonces muy joven historiador peruano Jorge Basadre, y Radiografa de la pampa, de 1934, del argentino Ezequiel Martnez Estrada. En ambos el eje analtico es una interpretacin de la ciudad y el territorio como clave de la identidad nacional, en un estilo de interrogacin que registra el impacto del vitalismo alemn, especialmente los ensayos de Georg Simmel y Oswald Spengler; las reflexiones sobre Amrica Latina de Waldo Frank y Ortega y Gasset, ste ltimo traductor en su Revista de Occidente de muchos de los principales textos de la filosofa alemana, incluyendo un captulo completo de La decadencia de Occidente en 1924; y las hiptesis culturalistas y regionalistas de Lewis Mumford, muy tempranamente difundido de un modo hospitalario a los mismos enfoques. Con algn ingrediente de ms o de menos, se es el paquete conceptual que organiza el modo de abordaje a los temas de la ciudad y el territorio americano en sus relaciones con las culturas nacionales dominante hasta la dcada de 1950.

Como se sabe, el ensayismo tiene una larga historia de polmicas en Amrica Latina. Mi inters es mantenerme al margen de esos debates valorativos, para entender la productividad histrica del ensayismo, analizndolo como parte de un ciclo agotado, en trminos ideolgicos y formales, pero no en trminos de que muchas de las imgenes que produjo sobre las realidades nacionales han tenido la suficiente fuerza como para sobrevivirlo (en la Argentina de hoy, sin ir ms lejos, todos hemos recobrado el clebre pesimismo de Martnez Estrada). Hoy podemos entender que la relacin entre aquellas figuras y la realidad que se proponan desentraar no fue meramente derivativa: es fcil coincidir en el carcter demirgico de algunas de las ms poderosas imgenes del ensayismo, en su capacidad constituyente de fragmentos completos de realidad. Y la pregunta que me interesa hacer, entonces, es de dnde saca el ensayo su fuerza expresiva y su eficacia representativa. Creo que, para ello, la cuestin urbana y territorial posibilita una nueva mirada porque nos enfrenta directamente con los procedimientos: los modos con que el ensayo de interpretacin interpretaba (valga el juego de palabras). La primera comprobacin cuando se analizan los procedimientos del ensayismo, es que la ciudad y el territorio no son un tema de estudio para l, sino la propia materia de su produccin metafrica. En efecto, buena parte del ensayismo encarna sus figuraciones de identidad en metforas territoriales, por medio de lo que podramos llamar una imaginacin socio-espacial: la definicin de significados sociales y culturales del territorio. Es un tipo de imaginacin central en la economa de produccin de sentido del ensayismo y la primera cuestin a deslindar para entender la especificidad de sus procedimientos. Esto es lo que analizo en ese pequeo trabajo, a travs del estudio comparado de dos ensayistas argentinos, Martnez Estrada y Bernardo Canal Feijo, ambos con posiciones completamente confrontadas pero ambos caracterizados por la misma necesidad de encarnar sus figuraciones de identidad en metforas territoriales: lo que hacen sus ensayos es una representacin del mapa como cuerpo de la nacin. Por eso, lo que analizo all es cmo cada uno compone sus mapas de identidad, dando visiones de la Argentina completamente contrapuestas, que slo aparecen cuando se analizan los procedimientos con que se las pudieron representar. Esos procedimientos tienen, desde ya, puntos de contacto con el determinismo geogrfico de la tradicin de la antropogeografa; esa larga tradicin que arranca en Montesquieu y que explica al hombre y su cultura a partir de su condicin geogrfica, tradicin tan influyente en la construccin de la geografa y la historia como disciplinas cientficas en el siglo XIX (de Humboldt a Taine). Pero la metaforizacin del mapa como cuerpo de la nacin, que lleva adelante el ensayo de interpretacin, propone algo muy diferente: la necesidad de sintetizar el espacio geogrfico e histrico en una forma, para producir esquemas sobre su sentido. La ensaystica de los aos treinta parece querer recortar la fisonoma geogrfica del pas como medida del alma de su pueblo. Y de aqu podra salir una de las acepciones para su definicin de identidad: aquello que queda de lo nacional una vez que se somete la cultura al cartabn geogrfico. Aunque ya lo geogrfico no est comprendido en trminos de paisaje, medio o ambiente, como era habitual en aquella tradicin antropogeogrfica; ahora se produce una operacin de interrogacin sobre lo geogrfico-nacional simbolizado en el mapa: la produccin de figuras de identidad con la forma de las delineaciones cartogrficas.

Para entender esta operacin simblica hay un trmino que me parece muy adecuado, aplicado por Victoria Ocampo en 1930 justamente a las interpretaciones de los viajeros a la Argentina: quiromancias de la Pampa (palmistries of the Pampa). Lo que hace el ensayo es una operacin anloga, dice Ocampo, a lo que hacen los adivinos, tomando la Pampa como la palma de la mano de la Argentina para interpretar su destino. Y la figura del intrprete quiromntico remite a toda una serie de calificativos que se le aplicaban al ensayo: intuicionismo, simbolismo, anlisis morfolgico. Una mirada que se volcaba sobre todos los objetos mudos pasibles de desciframiento: el territorio, la ciudad, la arquitectura, el arte, los objetos insignificantes con que la tcnica moderna haba poblado de signos el paisaje urbano-industrial. Una mirada que podra caber en la siguiente definicin de Simmel: Las relaciones espaciales no slo son condicin determinante, sino tambin simblicas de las relaciones entre los hombres. De hecho, esta imaginacin quiromntica procede de la bsqueda, tpica en la cultura alemana de entreguerra, por recuperar claves antiguas, pre-modernas, pararacionales y anti-representativas; un nuevo simbolismo del espacio que se expande desde entonces en cantidad de intrpretes y disciplinas, con una enorme capacidad de irradiacin. Ese es el equipaje hermenutico que portaban los viajeros de finales de los aos veinte y que legaron al ensayismo. Y es muy interesante notar, para un anlisis de las complejidades en los contactos culturales, que, al mismo tiempo, Simmel estaba produciendo una influencia completamente diferente en los Estados Unidos, al punto de que la inspiracin simmeliana produjo all la primera escuela de sociologa urbana con pretensiones cientficas, la Escuela de Chicago, que tendr una deriva totalmente diversa del ensayismo. El ensayo latinoamericano toma el camino del pensamiento simblico: un estilo de interpretacin que busca juzgar el carcter de la nacin a partir de su apariencia exterior, de los rasgos de su corteza territorial, de sus facciones. En el caso de la lectura simblica de los mapas, es una semantizacin de la geografa que convierte el territorio en sujeto patritico, reproponiendo en plena modernidad un animismo geogrfico caracterstico de la cultura antigua (cuando se representaban los territorios con personajes o animales que mejor expresaban el carcter del pas). Pero este anacronismo, lejos de ser exclusivo del ensayismo, comparte caractersticas con un aspecto central de la modernidad, la idea de nacin. Porque es cierto que la geografa moderna, en su emergencia como ciencia, supuso un cuestionamiento de esa bsqueda de encarnacin del territorio en una forma simblica; pero, al mismo tiempo, la construccin estatal del concepto moderno de nacin la reintrodujo, ya que se necesitaba identificar un territorio con una patria. Esta necesidad estatal de discursos capaces de producir representaciones colectivas del territorio como mbito de realizacin de la nacin, produjo una nueva simbologa patritica que contribuy a naturalizar la representacin territorial por un tipo de personificacin mitolgica de las caractersticas fsicas y potenciales de la patria. Eso es muy notorio en el nacionalismo potico latinoamericano: la confianza con que el general Mitre poda sostener que la grandiosidad del futuro es una fatalidad escrita en nuestra carta geogrfica, va a encontrar sus ecos fisiognmicos en la poesa del centenario. Alcanza con recordar algunos versos de las Odas seculares de Leopoldo Lugones: Visten en pompa de cerleos paos / Su manto de Andes tus espaldas nobles (A la patria); o Hijos de las montaas, esos ros / Forman en la blandicia de tu seno / El vnculo ancestral que ellos te aducen / Con la mdula misma de tus huesos (Al Plata). Un tipo de exaltacin potica que va a radicar en la

geografa el fundamento de la conciencia nacional, y que en las mismas dcadas del ensayismo atraviesa los discursos patriticos en Latinoamrica sin distincin de ideologa, como muestran desde Plnio Salgado (que escribe en 1937 Geografia sentimental para afirmar que o nosso grande poema ainda o mapa do Brasil) hasta Pablo Neruda (con la recurrente conversin del continente en cuerpo amado en el Canto general de 1955). Pues bien, lo interesante del ensayismo en la dcada del treinta es que va a producir la crtica ms radical de esa ideologa patritica, pero utilizando muchos de los procedimientos de su sistema de representacin metafrico. As, en Radiografa de la pampa el noreste argentino se convierte en la pelvis de la tierra enjuta. Se trata de seguir encarnando el cuerpo de la nacin, pero ahora para mostrar sus dilaceraciones: contraponer esta geografa real a aquella idealizada. El mapa es, as, un analogon del pas: su diagrama sinptico que reune historia y territorio para entender su fracaso. Ciudad y modernizacin Frente a este tipo de simbolismo del ensayo se levant el edificio programtico de la sociologa profesional, en directa relacin con la teora de la modernizacin, panamericanizada en la segunda posguerra a travs de una serie de instituciones supranacionales (Naciones Unidas, CEPAL, Sociedad Interamericana de Planificacin) o fundaciones norteamericanas (Ford y Rockefeller). Una de las caractersticas fundamentales de esta sociologa de la modernizacin es el casi completo asordinamiento de la dimensin trgica de la modernidad; como dice Habermas, ese cambio est expresado paradigmticamente en el pasaje del vocablo modernidad, como proceso histrico-cultural occidental, al vocablo modernizacin, como complejo tcnico de difusin de la civilizacin industrial convertida en modelo de desarrollo universal. En este nuevo marco, la ciudad ya no ser vista como estructura de la modernidad, su resultado problemtico y su clave, sino como motor de la modernizacin social, en ntima relacin con el desarrollo de las fuerzas productivas y la consolidacin de poderes polticos centralizados. Esta estacin planificadora produjo el momento de mayor sincrona con las lneas dominantes del pensamiento social sobre la ciudad en Occidente. Pero con una peculiaridad que pona a Latinoamrica en el centro: una de las grandes novedades de la posguerra era el explosivo crecimiento urbano del Tercer Mundo. Pero, como caso especial dentro de l, la ciudad latinoamericanan apareca, para la sociologa funcionalista, como un campo privilegiado de ensayo, el lugar donde poda llevarse adelante una modernizacin que evitara los costos que en los pases desarrollados se venan descubriendo desde la guerra. Podra decirse que, en este perodo, el imaginario del pensamiento social central duplic el ya caracterstico voluntarismo constructivista latinoamericano, depositando en el continente una serie de aspiraciones que nuevamente lo convertan en tierra de promisin para la construccin ex novo de Occidente. Como vimos, este es un rol que juega Latinoamrica ab initio en la cultura moderna, y en este caso muestra, adems, la componente negada de idealismo que habitaba en el funcionalismo de mayores pretensiones cientficas.

La centralidad de Latinoamrica y de la cuestin urbana en este perodo tuvo dos consecuencias en el pensamiento social: por una parte, una buena cantidad de categoras urbanas se produjeron en el estudio de ciudades de Amrica Latina; por ejemplo, la voluntad de universalizacin deliberada del sector modernizador encontr su forma terica en la hiptesis del continuo folk-urbano, la clebre tipificacin que Robert Redfield realiz estudiando comunidades mexicanas. Y lo mismo podra decirse de la categora de cultura de la pobreza y tantas otras (y no es secundario que muchas de ellas provengan de la antropologa: la antropologa encuentra un nuevo rol en la necesidad del funcionalismo de comprender las transiciones a la modernidad urbana). Por otra parte, las categoras tericas y las polticas prcticas se discutieron y difundieron en infinidad de emprendimientos de cooperacin que buscaban consolidar ncleos de planificacin regional; y es all donde nacen y se consolidan las ciencias sociales en Latinoamrica. La masa de estudios sobre la ciudad latinoamericana que se elabora entre los aos cincuenta y los setenta, no tiene precedentes y no ha sido igualada. Su especial intensidad provena tanto del nivel del debate transnacional como de las tensiones polticas y culturales vinculadas al carcter instrumental que se atribua a la empresa de conocimiento, a la centralidad de la ciudad en el desarrollo econmico, poltico y social, y a la urgencia que planteaba su expansin. Por eso mismo, fue un ciclo atravesado por profundas crisis tericas: la ciudad latinoamericana fue un laboratorio para la teora de la modernizacin, pero lejos de funcionar como su demostracin, la llev a revisar sus propios fundamentos hasta generar alternativas de crtica radical. El proceso de revisin comenz ya en los aos cincuenta, ante la evidencia de que ciertos postulados tericos condenaban la realidad de la urbanizacin latinoamericana al lugar de la patologa. Trabajos como los de Gino Germani comienzan a criticar, desde dentro de las teoras del desarrollo, la carga normativa de muchas nociones que el funcionalismo vea como meras descripciones: as, sobreurbanizacin indicaba el desafasaje entre las tasas de urbanizacin y las de industrializacin; primarizacin sealaba la presencia dominante de grandes ciudades en cada territorio nacional, frente al ideal de redes urbanas articuladas; y la dicotoma tradicional/moderno apuntaba al peso de la cultura rural en la extensin de un sector marginal de servicios urbanos. Todas ellas, entonces, caracterizaban la ciudad latinoamericana como desviacin de la norma dictada por la modernizacin occidental, con lo cual difcilmente sirvieran para comprender su realidad y transformarla. Ya que todava en los comienzos de los aos sesenta, el clima dominante en el pensamiento social era desarrollista. Pero desde entonces, el progresivo distanciamiento que promova la bsqueda de categoras y explicaciones especficas fue derivando en una completa inversin de las certidumbres modernizadoras, reemplazando la clave de lectura del desarrollo por la de la dependencia. El primer movimiento crtico haba mostrado los desajustes de la teora de la modernizacin respecto del camino de la urbanizacin latinoamericana hacia el desarrollo; ahora, en cambio, se buscara mostrar que, en las condiciones de dependencia, la urbanizacin era uno de los factores del subdesarrollo y la explicacin de su perpetuacin. Los trabajos del peruano Anbal Quijano y del brasileo Milton Santos son apenas dos ejemplos de esta posicin completamente generalizada ya a finales de la dcada de 1960. Ya no las formas de comprensin, sino los propios valores asignados a la ciudad y a la modernidad fueron puestos en cues-

tin, en muchos casos en el mismo seno de las instituciones que los haban promovido (el itinerario de la CEPAL y de la SIAP son ejemplares en este sentido). Los nuevos paradigmas provinieron del estructuralismo marxista francs (la influencia de Manuel Castells fue decisiva) y de la teora de la dependencia latinoamericana. Y aunque se manifestaron en una gran variedad de corrientes tericas y polticas, el clima imperante de revisin de los valores de la ciudad y la modernidad le dio protagonismo en la cultura urbana a las visiones populistas: el talante antimodernizador se tradujo tambin en una inversin de los actores y los escenarios presupuestos para el cambio social, produciendo una sensibilidad antiurbana que fue retirando el tema ciudad de la agenda cultural y acadmica. Ya en los aos setenta, la realidad poltica pareca dar la razn a tal giro: el golpe militar en Chile clausuraba la experiencia ms ambiciosa de planificacin regional reformista (la sostenida experimentacin financiada por programas panamericanos desde los aos cincuenta, que convirtieron a Chile en un faro de la planificacin internacional), mientras la Revolucin cubana la pona en prctica exitosamente. De tal modo, pareca demostrado que en Latinoamrica el cambio poltico radical deba preceder a los cambios en las relaciones de la sociedad con el territorio. Y algo ms importante an: pareca demostrado que la revolucin vendra del campo, y que justamente era la sociedad modernizada, la sociedad urbana, la que obraba como resistencia a ella. Pero esto no era slo una conclusin poltica sobre el carcter social de la revolucin cubana. Pareca tambin una evidencia tcnica. Ya que el tipo de planificacin regional modernizadora que se haba interrumpido en Chile y triunfaba en Cuba, tomada de las canteras tericas generalizadas por el funcionalismo, pona el eje en la distribucin homognea de pequeos y medianos asentamientos frente a las grandes ciudades (de acuerdo al criterio que las vea como desvo). As, la reduccin planificada de la poblacin de La Habana a favor de las ciudades medianas y pequeas del interior se convirti, paradjicamente, en un xito simultneo de la revolucin y de las teoras desarrollistas, lo que signific una enorme detencin de la reflexin terica, porque pareci confirmar que los problemas no haban estado en las ideas, sino en las polticas para realizarlas, en la confianza infundada de los tcnicos en que las reformas eran posibles en el marco capitalista. Y sin modificar bsicamente el paquete conceptual, simplemente se invirti el nimo respecto del mundo urbano y moderno. Los caminos de la cultura urbana latinoamericana Es en ese contexto que se debe analizar la ltima estacin, el giro cultural que se produce en la comprensin de los problemas urbanos, porque ese giro cultural va a estar marcado por este clima antimodernizador y antiurbano. La falta de claridad de esta cuestin genera un sin fin de confusiones cuando se plantea el debate postmoderno, en Amrica Latina. Se trat de un giro cultural anlogo al que se viva en Europa; pero en este caso, la crtica a la modernizacin signific, sin embargo, una reinvindicacin de la ciudad realmente existente, la ciudad histrica, frente a la abstraccin del pensamiento planificador. Por supuesto que el 68 europeo tuvo sus episodios antiurbanos, como demuestra mejor que nada uno de los gritos de guerra de los estudiantes parisinos: sous le pav, la plage. Pero ese no fue el clima cultural general; por el contrario, el giro cultural se tradujo en Europa en un renacimiento de lo urbano de consecuencias prcticas (todas las polticas de las ciudades europeas

en los aos ochenta) y tericas (el suceso de nociones como espacio pblico seran impensables sin ese renacimiento). La suma de esa crtica a la modernizacin y ese renacimiento urbano fue inseparable de lo que luego se conoci como postmodernismo. En Amrica Latina, en cambio, el giro cultural produjo un alejamiento de la ciudad que recin se comenzara a revertir a finales de los aos 1980, con la influencia ahora s del post-modernismo a la europea, pero sin hacer las cuentas con ese previo momento antiurbano. Muchas veces ocurre esto en Amrica Latina, y por eso cuesta tanto acumular experiencias: la cultura se va constituyendo como en capas geolgicas incomunicadas. Por eso me resulta tan interesante analizar el surgimiento de la cultura urbana latinoamericana, porque presenta la densidad de las lneas de dilogo internas a ese desarrollo que estuvimos viendo. Para la estacin de la cultura urbana latinoamericana, analizo la obra de tres figuras fundamentales, Richard Morse, Jos Luis Romero y ngel Rama, que muestran aproximaciones muy diferentes a los problemas que estuvimos viendo. En el inters por la ciudad de cada uno de ellos se cruzan tradiciones y lneas de reflexin que provienen de canteras muy diferentes, intelectuales, ideolgicas, de formacin profesional, que en los aos setenta eclosionan abriendo caminos enteramente originales y a la vez diversos, delineando un mapa de lo que ms tarde sera llamado cultura urbana que debe ser explorado. Mi propuesta para esta presentacin es exponer algunas claves que permitiran mostrar la condensacin de conflictos tericos e histricos que cada una de esas obras pone en escena y que permitira entender el origen de la cultura urbana latinoamericana como una conflictiva estacin de trnsito dentro del pensamiento social latinoamericano en el siglo XX. En este caso, voy a mencionar apenas las diferentes aproximaciones de estos autores al problema del contacto cultural, como vimos, un tema fundamental en la tradicin de explicaciones sobre la cultura latinoamericana. Richard Morse, lamentablemente fallecido hace muy poco tiempo, es el pionero en estos enfoques. Es importante destacar una primera paradoja: la historia urbana latinoamericana comienza en los Estados Unidos acompaando el nuevo inters por la ciudad generado por la teora de la modernizacin. La historia cumpla tambin su papel en esa puesta a punto de la ciudad para el desarrollo, a la vez que iba a recibir de aquel designio terico y poltico algunas marcas notables. (Un nombre como el de Jorge Enrique Hardoy es emblemtico de esa peculiar combinacin entre curiosidad histrica, pulsin modernizadora y produccin de instituciones continentales para satisfacer ambas y mantenerlas articuladas). Buena parte de las preguntas que organizan la agenda historiogrfica va a acompaar los diferentes tiempos y los diferentes estados de nimo respecto del proceso de modernizacin de las ciudades. Los debates sobre el carcter diferencial de la ciudad latinoamericana frente a la europea, que suponan discutir la clebre caracterizacin de Pirenne invirtiendo el sentido de la relacin que trazaba entre ciudad y campo (ciudad centrpeta europea versus ciudad centrfuga americana); los debates sobre el continuo folk-urbano, nacida de la preocupacin antropolgica por la acculturation; el peso del anlisis de las funciones urbanas. Junto a otros historiadores urbanos como James Scobie, Morse comienza en los aos cincuenta acompaando activamente este desarrollo, pero ya hacia finales de los sesenta comienza una revisin exhaustiva y notablemente aguda de las relaciones entre pensamiento planificador e historia que da co-

mo resultado un doble giro crtico. En principio, fue un giro cultural, que criticaba la tecnificacin del pensamiento urbano y reivindicaba la literatura y el ensayo como fuentes ms confiables para entender la ciudad, con lo que da nacimiento programtico a la cultura urbana (aunque todava no se llamaba as). Morse propona revisar lo que haban escrito los literatos y ensayistas "precientficos", tan despreciados por la sociologa porfesional, descubriendo el contraste entre su sensibilidad para captar fenmenos urbanos y sociales frente al esquematismo cientificista de los planificadores, en quienes la "interdisciplina" apareca como remedo de aquella sensibilidad y, sobre todo, como un mito en el que se delegaba la responsabilidad frente al conocimiento. Se propona un regreso, en cierto sentido, a la estacin ensaystica que haba parecido ser superada para siempre. En segundo lugar, fue un giro populista, de una radicalidad extrema en este caso, al apostar por las fuerzas autnticas del mundo rural contra una ciudad que queda definida como bastin enemigo. Morse dobla la apuesta sobre la inversin de certezas que, dentro mismo de la sociologa urbana, comenzaba a producir la ruptura con la teora de la modernizacin: para l, Amrica latina no es el lugar del cambio sino un refugio de los valores que el mundo occidental ha perdido o bien no ha tenido nunca. Esta idealizacin antimoderna es el tema que desarrolla en todos sus trabajos comparativos entre el mundo sajn y el latino, entre los diferentes caminos de la modernidad, y que va a completar con su deslumbramiento por el carnaval carioca. Es interesante subrayar una de las operaciones conceptuales de este giro populista. Como se sabe, la nocin de cultura de la pobreza haba surgido en el intento de matizar y sofisticar la teora funcionalista, pero para ratificar sus ambiciones desarrollistas; mostrando que los migrantes rurales tenan instrumentos propios de adaptacin a la ciudad, instrumentos que a una visin sociolgica simplista le podan parecer tradicionales (la familia ampliada, por ejemplo), pero que justamaente eran los que les servan como medio de adaptacin, llevndolos de la sociedad tradicional a la moderna. El gesto terico de Morse, en cambio, es desprender la cultura de la pobreza de todo residuo funcionalista, quitarle su carcter instrumental y concebirla como valor en s, como cultura otra capaz de ofrecer una alternativa global a los valores burgueses de la civilizacin occidental. La cuestin del contacto cultural cambia aqu completamente de sentido, porque si por una parte se rompe con la idea virtuosa del continuo (la cadena que llevara de la sociedad folk a la sociedad urbana como una sucesin de aculturaciones entre la homogeneidad tradicional y la diferenciacin moderna), por otra parte se regresa a los dos polos del inicial pensamiento funcionalista, ubicados aqu en dos universos culturales inconciliables: entre la ideologa de orden y estabilidad que se hallara en la sociedad rural, primitiva e integrada (catlica, ibrica, popular), y la utopa del progreso tecnolgico que se hallara en la sociedad urbana (anglosajona, protestante, moderna). Para Morse, el contacto entre los dos mundos es slo de dominio o transgresin: la ciudad latinoamericana es un intento absurdo de imposicin de los valores del segundo mundo en el primero, y al historiador cultural urbano le cabe mostrar tanto las frustraciones de esa empresa como la inversin permanente de

sus contenidos la carnavalizacin, propiamente que lleva a cabo la sociedad popular desde su propio seno. Jos Luis Romero es un caso notoriamente diferente, y posiblemente el nico que mantiene el optimismo urbano en el seno de este giro cultural, pero con una tonalidad muy diversa tambin a la de la teora modernizadora. Historiador de los orgenes del mundo moderno europeo e historiador de la cultura poltica argentina, cuando a comienzos de los aos setenta da forma a su monumental investigacin sobre la ciudad latinoamericana intenta comprenderla tambin como una frontera europea en Amrica, incrustacin en un universo diferente y hostil. Pero lo que le interesa en ese enfrentamiento son los mecanismos por los cuales ambas partes se van a ir modificando mutuamente. Para comprender ese conflicto (que, como vimos, define para l toda la historia social y poltica latinoamericana), Romero utiliza una frmula peculiar. La realidad latinoamericana estara conformada por dos tipos de procesos de desarrollo: heternomos, es decir, el impacto de las transformaciones econmicas y las corrientes de ideas europeas, que siempre seguirn encontrando en las ciudades el mbito propicio que seala su origen; y autnomos, es decir, la conciencia sobre la regin y sobre la sociedad que la habita, y sus formas ideolgicas. Es el original modo de Romero de formalizar la cuestin de la acculturation: tambin para Romero la historia de la ciudad latinoamericana va de la homogeneidad a la creciente heterogeneidad, como en la frmula de Redfield. Pero el universo cultural de Romero vincula esa frmula con instrumentos conceptuales de matriz muy diversa, como muestra en su temprano artculo Los contactos de cultura: bases para una morfologa, de 1944, inspirado por el vitalismo alemn. El objeto de Romero es identificar en la historia ideolgica de las sociedades urbanas latinoamericanas la convivencia tensa entre realidades y representaciones: entre lo que queda del designio, incompleto y desmentido, y la propia realidad que, en su fracaso, ese designio lleg a constituir. En esa empresa, Romero demuestra una relacin inequvoca, aunque siempre excntrica, con los temas de la planificacin modernizadora. Indudablemente, comparte uno de sus principales interrogantes: de qu modo las tradiciones patrimoniales del gobierno y la sociedad latinoamericanas condicionan las formas en que se produce la innovacin. Y, sobre todo, comparte su optimismo urbano: es sabido que Romero reconoci haber encontrado la clave para su libro releyendo el Facundo. Su reinterpretacin de la antinomia civilizacin y barbarie es elocuente: se trata de una antinomia entre libertad y necesidad. Necesidad como combinacin de naturaleza y cultura, elementos dados; libertad como la accin humana creadora para sobreponerse a esas determinaciones. Una interpretacin que remite a la definicin clsica: como muestra Hannah Arendt en su lectura de la polis griega, la libertad es lo pblico, la poltica, la ciudad; la necesidad es lo privado, la economa, el mundo domstico. El campo, as, es para el Romero que relee a Sarmiento la barbarie de la necesidad y la libertad, como posibilidad, slo puede anidar en la ciudad. Pero es un optimismo que, a diferencia de las versiones funcionalistas de la teora del continuo rural-urbano, no apuesta al triunfo homogneo de un tipo de sociedad, sino a que, a travs de contactos culturales, en el terreno de frontera entre mundos diferentes, se pueda producir la construccin de una cultura comn. Es eso lo que debe ocurrir, y slo puede ocurrir en la ciudad.

Mi hiptesis es que la curiosa posicin de Romero respecto de los debates de su tiempo se vincula a su anclaje cultural en las mismas fuentes del ensayismo. Podra decirse que Romero encuentra en la meloda modernizadora del funcionalismo una serie de notas familiares previas, que no slo le venan de los clsicos como Sarmiento, sino tambin de sus lecturas tempranas de Simmel, nuevamente, y de ensayistas como Martnez Estrada. Es decir, la teora de la modernizacin le permite a Romero reencontrarse con Simmel en la ciudad. Como vimos cuando mencionamos la importancia de Simmel en la Escuela de Chicago, ese reencuentro no es tan paradjico como podra pensarse, aunque le da un tono levemente desplazado al modo en que Romero formula los mismos problemas que abordaba el funcionalismo y luego la crtica dependentista. No es difcil reconocer en Romero la idea de ciudad como forma de vida, por usar la frmula de Louis Wirth, o la comprensin de la ciudad como cultura objetivada (la apora simmeliana de la mxima libertad y la mxima fragmentacin) y, sobre todo, como mbito privilegado de la crisis de las relaciones primarias. El nfasis de Romero en las fronteras, en los contactos culturales de la sociedad aluvial, tambin podra entenderse en sintona con el modo en que la primera Escuela de Chicago analizaba los mbitos de transicin en que aquella crisis se haca manifesta en la ciudad (en primer lugar, los inmigrantes). Como la Escuela de Chicago, Romero apuesta a la asimilacin, pero, quizs precisamente por ello, como la Escuela de Chicago, centra su inters en sus eslabones fallidos. De tal modo, podra decirse Romero puede trazar su cuestionamiento a la teora de la modernizacin yendo a sus mismos orgenes. Finalmente, Angel Rama, el ms tardo de los tres autores en dedicarse al problema urbano y el ms exitoso en cuanto a su impacto en las actuales perspectivas de la cultura urbana en tanto sub-item de los estudios culturales. Su libro sobre la ciudad, ya en los inicios de los aos ochenta, se inspira explcitamente en algunos tpicos del libro de Romero, aunque se coloca sin embargo en el curso del desencanto modernizador emprendido por Morse. Y lo hace con una frmula de enorme impacto: la ciudad letrada. Rama es una figura fundamental en la crtica literaria del continente, una figura compleja y aguda que no se puede reducir a lo que aparece en este libro. Pero aqu slo voy a plantear algunos argumentos acerca de su relacin con la cultura urbana. Como se sabe, Rama recuper la nocin de transculturacin con que Fernando Ortiz haba realizado una revisin crtica de la nocin de acculturation que fue celebrada por el propio Malinowski. A diferencia de esta nocin, segn la cual una cultura pasiva es modificada por influjos externos, la nocin de transculturacin supone un proceso dinmico en el cual ambas partes de la relacin resultan modificadas y del cual sale una nueva realidad, no como aglomeracin mecnica o mosaico, sino como fenmeno nuevo (estoy parafraseando el prlogo de Malinowski a Ortiz). Pero si esta nocin le da a Rama un formidable instrumento de complejizacin de los procesos de contacto cultural frente a las visiones simplistas pro o anti modernizadoras (que expone magistralmente en la primera parte de su Transculturacin narrativa en Amrica Latina), inmediatamente lo usa para una reproposicin maniquea del conflicto cultural entre regionalismo y modernizacin, en el que el regionalismo vuelve a ocupar el polo de la sociedad homognea, estable e integrada de la teora de la acculturation. Por aadidura, Rama reutiliza acrticamente la visin de regin de la primera geografa humana, a tono con el afecto populista por los pueblos situados, frente a posiciones posteriores mucho ms complejas, como el regionalismo cultural

de Lewis Mumford. Y es que si la teora antropolgica de la acculturation haba nacido a comienzos del siglo XX como un impulso contestatario para rechazar los supuestos etonocntricos de la superioridad cultural occidental, ya haca mucho que se haba convertido en una teora del populismo conservador contra el cambio en las estables sociedades primitivas. Para Rama, el triunfo de la ciudad letrada es el triunfo de la racionalidad moderna occidental que habra mantenido sumergidos los estratos esenciales de la cultura popular tradicional local. Lo curioso es que si Morse produce su rebelin antimodernizadora como respuesta crtica a la mirada paternalista dominante en el latinoamericanismo acadmico de su pas, Rama lo hace desde un pas como el Uruguay, cuyos logros indudables en el siglo XX, sociales y culturales, estuvieron asociados a la temprana y exitosa extensin de una cultura moderna urbana, mesocrtica y laica. Quizs eso explique en parte el modo en que logra hacer convivir el talante antimodernizador de los aos setenta con una visin post-, y creo que en esa combinacin radica buena parte de su xito en los actuales estudios culturales. En efecto, frente al actual desconocimiento de ese denso suelo setentista y de ese temprano giro culturalista, sorprende la extrardinaria al tiempo que solitaria presencia del texto de Rama en el actual auge de los temas urbanos como parte de los estudios culturales. Creo que lo primero que se debe notar es que se trata de un Rama cuya posicin antimoderna ha sido arrancada de aquel suelo, para ser recolocada exclusivamente en lnea con sus claves post-estructuralistas, de acuerdo a los enfoques que dominan en los estudios literarios latinoamericanos de la academia norteamericana. Y de all surge una mezcla de post-modernismo, arcasmo sociolgico y deconstruccionismo que ha generalizado un modo de pensar la ciudad del fin del siglo XX (nuestros imaginarios urbanos actuales): simultneamente como resto de una modernidad pintoresca y bastin de una modernidad opresora.

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