Maria Cuca

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MARIA CUCA Mara Cuca le decan. Era de mediana estatura. Como todos los de esta tierra.

Morena cenicienta, no por la del cuento; sino por lo del color de su piel. Ni delgada ni gorda: trmino medio. Su actividad no le permita ni un pice de grasa en su cuerpo danzarn, pues caminaba como si fuera sobre el mar en plena marcha; es decir, en el preciso instante que caminaba mostraba cierta picarda ingenua; no lo haca aposta, lo haca tan natural que pareca picarda adrede; pero no, era tal cual, Mara Cuca, sin tapujos. Venda por la maana verduras. Correccin: revenda. Nones, a ella le daban para que vendiera a cierto precio, la ganancia era suya. Por las tardes Mara venda pan. Por las noches, a saber; nunca la vimos en algn menester. Probablemente dorma. En el barrio todos la queramos, ella tambin. Eso s, que no le furamos a decir Mara Cuca, porque se insolentaba y salan pedradas sin miramiento. Mi mam la quera, como todas las seoras del mercadito. Le compraban porque les caa bien, daba gusto platicar con ella, era como si se platicara con una palomita tortolita, miraba para un lado, para otro; raras veces miraba a los ojos y, cuando lo haca, realmente calaba, quizs llegaban hasta lo ms profundo de sus ojos, los ancestros mayas o a saber que generacin ms triste representaba ella; porque en verdad se perciba toda la tristeza de una raza incansable, trabajadora y sumisa; porque lo de bravo, era momentneo. De Mara nunca se supo quines eran sus padres, sus hermanos, tos o tas, no haba nada ni nadie y tampoco ella platicaba sobre su origen y la verdad es que nunca se supo de algn confidente que ella tuviera. Viva una vida enteramente sumida en una soledad nica, nunca se supo de algn marido, novio o pretendiente que Mara Cuca mostrara. Si lo tena, lo tena bien escondido; en todo caso hubiera dado muestras de Danilo Vsquez | Edicin 2003

alguna panza; pues en esos tiempos no existan como hoy los anticonceptivos: se tenan los hijos que dios daba y punto (as decan los abuelos y hay que respetar) o en todo caso la tal Mara Cuca, era machorra - que no poda parir- pues. El tiempo hizo sus piruetas. Se arrancaron infinidad de pginas del calendario y las cabezas se fueron poniendo blanquecinas. Ya los jvenes de aquella poca no caminan rpido; el montono tiempo les aconsej caminar parsimoniosamente, sin prisas, sin sofocos. Las casas se agrietaron, no digamos los rostros. Todo envejeci y, la Mara Cuca no fue la excepcin: envejeci y, ya no le daban las grandes canastas de verduras, ni de pan, nada. Mara se fue poniendo triste y muy vieja. Ya no caminaba con picarda aposta, y nunca ms volvi a mirar a los ojos de nadie. Los cipotes de ayer, eran los hombres de hoy y, Mara no significaba ni el pasado ni el presente ni el futuro. Era, ni ms ni menos: Mara Cuca.

Danilo Vsquez | Edicin 2003

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