Caperucita Roja
Caperucita Roja
Caperucita Roja
A buen seguro que conoces el cuento de Caperucita Roja. Como se trata de un cuento popular, pobablemente habrs odo diversas versiones.
Aqu puedes leer la versin de Charles Perrault. Y aqu, otra versin annima.
As, Caperucita roja cogi su cesta y emprendi el camino a travs del bosque. Muchas personas crean que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por loque jams sw aventuraban en l. Caperucita roja, por el contrario, posea la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginera tan obviamente freudiana.
De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le pregunt qu llevaba en la cesta. -Un saludable tentempi para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de s misma como persona adulta y madura que es respondi. -No s si sabes, querida dijo el lobo-, que es peligroso para una nia pequea recorrer sola estos bosques. Respondi Caperucita: -Encuentro esa observacin sexista y en extremo insultante, pero har caso omiso de ella debido a tu tradicional condicin de proscrito social y a la perspectiva existencial en tu caso propia y globalmente vlida- que la angustia que tal condicin te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino. Caperucita Roja enfil nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condicin de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conoca una ruta ms rpida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devor a la anciana, adoptando con ello una lnea de conducta completamente vlida para cualquier carnvoro. A continuacin, inmune a las rgidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisn de la abuela y se acurruc en el lecho. Caperucita roja entr en la cabaa y dijo: -Abuela, te he trado algunas chucheras bajas en caloras y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca. -Acrcate ms criatura, para que pueda verte dijo suavemente el lobo desde el lecho. -Oh! repuso Caperucita-. Haba olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, qu ojos tan grandes tienes! -Han visto mucho y han perdonado mucho, querida. -Y, abuela, qu nariz tan grande tienes! relativamente hablando, claro est, y a su modo indudablemente atractiva. -Ha olido y ha perdonado mucho, querida. -Yabuela! Qu dientes tan grandes tienes! Respondi el lobo: Soy feliz de ser quien soy y lo que soy y, saltando de la cama aferr a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla. Caperucita grit; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el
travestismo, sino por la deliberada invasin que haba realizado de su espaciopersonal. Sus gritos llegaron a odos de un operario de la industria maderera (o tcnico en combustibles vegetales, como l mismo prefera considerarse) que pasaba por all. Al entrar en la cabaa, advirti el revuelo y trat de intervenir. Pero apenas haba alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita roja se detuvieron simultneamente. -Puede saberse con exactitud qu cree usted que est haciendo? inquiri Caperucita. El operario maderero parpade e intent responder, pero las palabras no acudan a sus labios. -Se cree acaso que puede irrumpir aqu como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexin en el arma que lleva consigo! prosigui Caperucita-. Sexista! Racista! Cmo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre? Al or el apasionado discurso de Caperucita, la abuela salt de la panza del lobo, arrebat el hacha al operario maderero y le cort la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperacin y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.
[1] La cursiva es del autor
- Bien. La nia se fue al bosque y se encontr a una jirafa. - Qu lo! Se encontr al lobo, no a una jirafa. - Y el lobo le pregunt: "Cuntas son seis por ocho?" - Qu va! El lobo le pregunt: "Adnde vas?". - Tienes razn. Y Caperucita Negra respondi... - Era Caperucita Roja, Roja, Roja! - S y respondi: "Voy al mercado a comprar salsa de tomate". - Qu va!: "Voy a casa de la abuelita, que est enferma, pero no recuerdo el camino". - Exacto. Y el caballo dijo... - Qu caballo? Era un lobo - Seguro. Y dijo: "Toma el tranva nmero setenta y cinco, baja en la plaza de la Catedral, tuerce a la derecha, y encontrars tres peldaos y una moneda en el suelo; deja los tres peldaos, recoge la moneda y cmprate un chicle". - T no sabes explicar cuentos en absoluto, abuelo. Los enredas todos. Pero no importa, me compras un chicle? - Bueno: toma la moneda. Y el abuelo sigui leyendo el peridico. Gianni Rodari, Cuentos por telfono.
Abuela.
"Puedo pasar, Seora?", pregunt. la pobre anciana, al verlo, se asust pensando: "Este me come de un bocado!" Y, claro, no se haba equivocado: se convirti la Abuela en alimento en menos tiempo del que aqu te cuento. Lo malo es que era flaca y tan huesuda que al Lobo no le fue de gran ayuda: "Sigo teniendo un hambre aterradora... Tendr que merendarme otra seora!" Y, al no encontrar ninguna en la nevera, gru con impaciencia aquella fiera: "Esperar sentado hasta que vuelva Caperucita Roja de la Selva!" que aqu llamaba al Bosque la alimaa creyndose en Brasil y no en Espaa. Y porque no se viera su fiereza.
se disfraz de abuela con presteza, se dio laca en las uas y en el pelo, se puso la gran falda gris de vuelo, zapatos, sombrerito, una chaqueta y se sent en espera de la nieta. Lleg por fin Caperu a medioda y dijo: "Cmo ests, abuela ma? Por cierto, me impresionan tus orejas!". "Para mejor orte, que las viejas somos un poco sordas". "Abuelita, qu ojos tan grandes tienes!. "Claro, hijita, son las lentillas nuevas que me ha puesto para que pueda verte Don Ernesto el oculista", dijo el animal mirndola con gesto angelical mientras se le ocurra que la chica iba a saberle mil veces ms rica que el rancho precedente. De repente, Caperucita dijo: Qu imponente abrigo de piel llevas este invierno!". el Lobo, estupefacto, dijo: "Un cuerno! O no sabes el cuento o t me mientes: Ahora te toca hablarme de mis dientes! Me ests tomando el pelo...? Oye, mocosa, te comer ahora mismo y a otra cosa". Pero ella se sent en un canap y se sac un revolver del cors, con calma apunt bien a la cabeza y -pam!all cay la buena pieza. Al poco tiempo vi a Caperucita cruzando por el Bosque... Pobrecita! Sabis lo que llevaba la infeliz? Pues nada menos que un sobrepelliz que a m me pareci de piel de un lobo que estuvo una maana haciendo el bobo. Roal Dahl , Cuentos en verso para nios perversos.