Medidas Cautelares, Doctrina
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Medidas Cautelares, Doctrina
MEDIDAS CAUTELARES
Sebastián Irún Croskey
1. INTRODUCCIÓN.
Este sistema poco reglado y en el cual el juez actúa casi por intuición y bajo la
presión de la urgencia, expone al afectado a sufrir severos daños patrimoniales, que
muchas veces pueden tornarse irreparables en los casos en que la garantía ofrecida
como contracautela por el peticionario sea ínfima (o nula).
La aplicación de las medidas cautelares genera así una tensión entre los
derechos del actor (quien pretende evitar el riesgo de la demora y la pérdida de su
derecho por el paso del tiempo), y los del demandado o destinatario de la medida
(quien se vería perjudicado si ella fuera abusiva o injusta), a lo cual se suma que
muchas veces, la excesiva gravedad de la medida impuesta podría dejarle en
inferioridad de condiciones para defender sus derechos en el proceso principal.
Por este motivo, es menester encontrar el justo equilibrio entre estos dos
extremos: el de la eficacia que se pretende del proceso, de un lado; y el derecho a la
defensa y la igualdad, del otro. El quid de la cuestión radica en hallar un sistema
ideal de normas que armonice intereses tan dispares y contrapuestos, ya que el
derecho procesal debe ser siempre una herramienta de utilidad para el servicio de
justicia y no un arma para que el litigante inescrupuloso pueda sojuzgar a su
adversario.
resolución cautelar con efectos definitivos y satisfactorios del derecho, dictada ante
una máxima verosimilitud del derecho (o “alta probabilidad") y la urgencia superlativa
del caso, que por tales méritos haría innecesaria no solo la intervención del
afectado, sino, inclusive, la imposición de una contracautela.
1 Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, 22ª. Edición, año 2001.
2 COUTURE, Eduardo J.; Vocabulario Jurídico, Buenos Aires, Depalma, 1976, p. 405.
3 CALAMANDREI, Piero; Introducción al estudio sistemático de las providencias cautelares, trad. Marino Arraya, Buenos
3. FUNDAMENTO.
4 CASCO PAGANO, Hernán; Código Procesal Civil comentado y concordado, 4º ed., Asunción, La Ley, 2000, p. 1076.
5 CALAMANDREI, Introducción..., p. 44.
8
sociedad, prohibiendo a los particulares recurrir a la fuerza privada para hacer valer
sus derechos. 6
La finalidad del proceso es, pues, lograr la paz social a través de una
sentencia que ponga fin al conflicto convertido en litigio. Alvarado Velloso enseña
que “la razón de ser del proceso es la erradicación de toda fuerza ilegítima dentro de
una sociedad dada.” 8
Para lograr este objetivo de la paz social, la sentencia que ponga fin al
proceso no sólo debe ser justa, sino también oportuna, ya que como se ha dicho
tantas veces, la justicia que llega tarde deja de ser justicia para convertirse más bien
en una injusticia.
6 Esta es la versión de la teoría contractualista de LOCKE, para quien al entrar en el estado civil el hombre conserva
todos sus derechos, menos uno: el de castigar y hacerse justicia por sí mismo (cit. por FERRAJOLI, Luigi; Derecho y
Razón. Teoría del garantismo penal, 4ª ed., Madrid, Trotta, 2000, p. 898).
7 DEVIS ECHANDÍA, Hernando; Teoría General del Proceso, 2ª ed., Buenos Aires, Universidad, 1997, p. 42.
8 ALVARADO VELLOSO, Adolfo, Introducción al estudio del Derecho Procesal – Primera Parte, 1ª reimp., Buenos Aires,
Rubinzal-Culzoni, 1997, p. 21. Agrega el autor que la fuerza es ilegítima cuando la realiza un particular; legitimada,
cuando excepcionalmente el particular está facultado a ejercerla (como lo sería en el caso de defensa propia); y
legítima, cuando proviene del Estado conforme al derecho vigente y como consecuencia de un proceso.
9
Como es el mismo Estado el que prohíbe a los individuos hacer justicia por
mano propia, lógicamente no puede desentenderse de las consecuencias
perniciosas que esta prohibición engendra. 10
En esta lucha de intereses aparece como parte aventajada aquella que debe
ser demandada y condenada en un juicio, en detrimento del actor, quien
indefectiblemente debe poner en movimiento un proceso para ver, en caso de
resultar la sentencia favorable, satisfecha su pretensión. De ahí que, para igualar a
ambos contendientes, sea necesario ofrecer al pretendiente -que haya sufrido una
eventual violación de sus derechos o se crea en tal situación-, un remedio efectivo
que le asegure que la sentencia que pueda dictarse a su favor no se volverá inocua
por el transcurso del tiempo.
Ante esta situación, y para evitar que el litigante inescrupuloso pueda servirse
del proceso como una artimaña para sustraerse del cumplimiento del derecho que
debe ser declarado por la sentencia, se ha regulado la institución de las medidas
cautelares (o medidas precautorias, o tutela cautelar, entre otras denominaciones),
como un remedio para que el cumplimiento de la sentencia no se torne meramente
ilusorio, sino que se convierta en una realidad jurídica y social.
4.1. INSTRUMENTALIDAD.
11 Citado por CALAMANDREI, Piero; Introducción..., p. 44. Conviene aclarar que no se puede hablar del sujeto
pasivo de la pretensión simplemente como infractor o causante de la violación del derecho. Por tal motivo hemos
preferido la expresión “hipotético infractor”, puesto que mientras no se haya dictado una sentencia que condene al
demandado, debe prevalecer la presunción de inocencia que asiste a todo demandado o reo, en sede civil o penal. No
obstante, la sola posibilidad de que el demandado o futuro demandado se aproveche del tiempo que juega a su favor,
aparece como un factor de desequilibrio y de desigualdad que el Derecho debe erradicar.
11
Este sector de la doctrina argentina, cuyo aporte será tratado con más
profundidad en adelante, se halla abocado a impulsar la autonomía de las medidas
cautelares, intentando desprenderlas de su típico carácter accesorio e instrumental,
para ver en ellas una eficacia material o satisfactoria del derecho subjetivo mismo.
15
Por ende, las medidas que anticipan en forma provisoria el mismo resultado
que se pretende con la sentencia definitiva y principal, siguen siendo cautelares y no
pueden ser conceptuadas como portadoras de una tutela material o satisfactoria,
precisamente porque no constituyen una declaración o sanción definitiva de certeza
acerca del derecho litigioso.
Por ende, es carácter esencial (sin el cual no pueden existir) de las medidas
cautelares la instrumentalidad; por lo que cualquier otra providencia que pueda
tomarse con carácter urgente que no responda a la finalidad de asegurar el
resultado de un proceso donde se discute una pretensión también diferente de la
cautelar, no cabe ser enmarcada dentro del concepto de medida cautelar, y a la
sazón no le pueden ser aplicadas, por analogía, las mismas reglas.
4.2. PROVISIONALIDAD.
Enseña Calamandrei:
17 NOVELLINO, Norberto José; Embargo y desembargo y demás medidas cautelares, 4ª ed., Buenos Aires, Abeledo-Perrot,
1994, p. 28-29. Ciertamente estas ideas están inspiradas en la obra de ALVARADO VELLOSO, quien ha sostenido
una disputa con PALACIO sobre la denominación de “proceso cautelar” formulada por este último, y que el
Profesor rosarino se ha negado a admitir.
18 CALAMANDREI, Introducción..., p. 40.
14
Apunta Calamandrei:
“... (las providencias cautelares) pueden estar sujetas, aun antes de que
se dicte la providencia principal, a modificaciones correspondientes a
una posterior variación de las circunstancias concretas, todas las veces
que el juez, a través de una nueva providencia, considere que la medida
cautelar inicialmente ordenada no está ya adecuada a la nueva
situación de hecho creada durante ese tiempo.” 19
20Acuerdo y Sentencia No. 336, 9/12/1986. También aquí se confunde la provisoriedad o provisionalidad, con el
carácter de flexibilidad.
16
Otra peculiaridad de las medidas cautelares es que ellas pueden ser dictadas
inaudita pars (sin previa audiencia de parte), sin perjuicio de que el afectado pueda,
una vez cumplida, discutir su procedencia y extensión. Así lo dispone el Art. 694 del
Código Procesal Civil, que dice:
Directa relación con esta excepción prevista por la ley (el despacho inaudita
pars) tiene la institución de la contracautela, que al decir casi unánime de la doctrina,
consiste en un medio no sólo tendiente a asegurar la responsabilidad del solicitante
por los daños que la medida pudiera ocasionar si ella fuera decretada sin derecho,
sino también como una manera de garantizar la igualdad de las partes y reparar el
equilibrio procesal vulnerado por la falta de bilateralidad inicial. 22
21 Llamamos “sustancialismo” o “decisionismo” a la corriente de pensamiento procesal que defiende la idea de que
los jueces, en el afán de “hacer justicia”, pueden -y deben- superar y dejar de lado los obstáculos “formales” (o
garantías procesales) que limiten dicha tarea, siempre en aras a la realización del fin superior (con una elocuente
primacía de la “meta” por sobre el “método”, en palabras de Alvarado Velloso).
22 FENOCHIETTO, Carlos Eduardo y ARAZI, Roland; Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, 2ª. Reimpresión,
Buenos Aires, Astrea, 1987, p. 666; PODETTI, Ramiro J.; Tratado de las medidas cautelares, Buenos Aires, EDIAR,
1956, p. 61; CUADRAO, Jesús; Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, 4ª ed., Buenos Aires, Depalma, 1987, p.
281; MARTÍNEZ BOTOS, Raúl; Medidas Cautelares, 2ª ed., Buenos Aires, Universidad, 1994 p. 56; ARAZI, Roland
(Director) y otros; Medidas cautelares, 2ª ed, Buenos Aires, Astrea, 1999, p. 9 y 10; entre otros.
17
4.5. SUMARIEDAD.
25 PODETTI, Ramiro J.; Tratado de las medidas cautelares, Buenos Aires, EDIAR, 1956, pp. 57 y 61.
26 CASCO PAGANO, op. cit., p. 1218.
27 CALAMANDREI, Introducción..., p. 77.
20
“En las resoluciones que aprecian prima facie una situación jurídica a
fin de dictar una medida precautoria no se da el innecesario e
inadecuado anticipo de criterio que es configurativo del prejuzgamiento.”
28
5.3. CONTRACAUTELA.
También debe tenerse en cuenta aquí lo dispuesto por el Art. 709 del Código
Procesal Civil paraguayo, trascripto más arriba, que exime de prestar contracautela
en los siguientes casos: cuando exista sentencia definitiva favorable a aquel que
solicita la medida, por más que se halle recurrida; cuando resulte de confesión de la
parte contraria; y cuando haya declaración de rebeldía contra uno de los litigantes.
“...se procura alcanzar, por sobre todas las cosas, la rápida resolución
del conflicto, postergando, si se quiere, para una etapa ulterior, la
bilateralidad o contradicción en los trámites o ya la impugnabilidad o
revisabilidad de resoluciones dictadas a su amparo...” 33
parte, la cual dispone del recurso de apelación y de los incidentes para obtener la
revocación o la modificación de lo resuelto.
CRÍTICA.
sin juicio previo y sin audiencia de parte. Por lo menos, se hubiera previsto una
contracautela para asegurar el resarcimiento de los daños y el pago de las costas.
6.3. EL AMPARO.
(ii) Debemos además remarcar que por la especial connotación jurídica del
amparo, la medida cautelar prevista para este tipo de proceso, reviste
también ciertas peculiaridades: puede ser despachada de oficio; puede
tener el mismo objeto de la pretensión principal deducida, cuyos efectos
adelanta; la contracautela es opcional, a criterio del juez. En cambio, las
medidas cautelares ordinarias, por así decirlo, sólo pueden ser dictadas a
pedido de parte; por lo general, no podrían adelantar la sentencia de
mérito sino sólo asegurar su eventual cumplimiento, por lo que se discute
que su objeto pueda coincidir con el de la pretensión principal; y, la
contracautela es invariablemente requerida (salvo los casos en que la ley
permite su exención).
Creemos que no es lo mismo apelar una sentencia sin haber tenido derecho a
contradecir la pretensión de la demanda o promover la modificación o revocación por
vía incidental posterior, que tener el real y efectivo derecho de contradicción en la
fase oportuna, cuando realmente se ejercita el derecho a la defensa.
De acuerdo con el Art. 638 del CPC, los interdictos pueden ser: para adquirir
la posesión, para retenerla, para recobrarla o para impedir una obra nueva.
esté claramente fundada, el juez no puede dictar sentencia sin la audiencia del
interesado y sin que se le haya dado la oportunidad de probar en su descargo.
A la vez, se debería evitar que el único objetivo del litigio sea el de obtener la
medida cautelar, por lo cual no estaría demás que el juez pueda despachar la
medida cautelar recién luego de oída la otra parte, de manera a adquirir mayor
conocimiento de los recaudos exigidos para su otorgamiento.
a) Concepto.
b) Las medidas cautelares sólo requieren del fumus bonis iuris, es decir, la
verosimilitud del derecho invocado; mientras que las autosatisfactivas
requieren de una alta probabilidad de que el derecho sea atendible. Sobre
el punto, dice Carbone:
c) Crítica
38 CARBONE, Carlos A.; Consideraciones sobre el nuevo concepto de fuerte probabilidad como recaudo de las medidas
autosatisfactivas y su proyección hacia un nuevo principio general de derecho de raiz procesal, en “Medidas Autosatisfactivas”,
coord. PEYRANO, Jorge W. (Director), ed. Rubinzal-Culzoni, pp. 169-176. No deja de sorprendernos lo
pretencioso del título elegido por el autor, en el que habla de un “nuevo concepto de fuerte probabilidad” y de la
elaboración de un “principio general”, como si de este artículo pudiera desprenderse una nueva teoría del
conocimiento. No por mucho insistir en el carácter de “novedad” se logra crear o inventar algo nuevo.
39 CALAMANDREI, Introducción..., p. 60.
33
providencia definitiva, podrían derivar a una de las partes daños irreparables y citaba
como casos típicos: la denuncia de obra nueva y de daño temido, la separación
personal de los cónyuges, las providencias en materias de alimentos, entre otras. 40
Resulta poco entendible que para dictar una medida cautelar, que no resuelve
la cuestión principal, sino sólo tiende a asegurar la eficacia de la sentencia que haya
de dictarse, se exija como regla general una contracautela para responder por los
eventuales daños y las costas; mientras que para obtener el dictado, sin audiencia
de parte, de una medida cuyos efectos son los de una auténtica sentencia de mérito
(que agota la pretensión principal o el fondo de la cuestión), declarando en forma
definitiva el derecho de las partes, no se requiera o pueda no requerirse
contracautela. No puede ocultarse que esto constituye un grave contrasentido, que
vacía de contenido la garantía del debido proceso y la convierte en una suave
“declaración de ideales”.
(iv) Cabe también señalar que la postura que promueve la admisión legislativa
de una “cautela material” o “medida autosatisfactiva”, parte de un evidente error de
razonamiento, consistente en una “petición de principios”: todo proceso judicial es un
método establecido racionalmente para resolver un conflicto, en el que se testa la
42“Si alguien toma como premisa de su razonamiento la misma conclusión que pretende probar, la falacia cometida
es la petitio principii o petición de principio.” (COPI, Irving M.; Introducción a la Lógica, 4ª ed., trad. Néstor A. Migues,
Buenos Aires, Eudeba, p. 94).
35
43 El Art. 1941 del Código Civil establece: “La posesión da el derecho de protegerse en la posesión propia, y repeler
la fuerza con el empleo de una fuerza suficiente, en los casos en que los auxilios de la justicia llegarían demasiado
tarde; y el que fuese desposeído podrá recuperarla por sí mismo sin intervalo de tiempo, con tal que no exceda los
límites de la propia defensa.”
36
La segunda parte del artículo hace expresa referencia al caso que nos ocupa.
El remedio ofrecido por la ley es la apelación, dado que tanto la resolución que
concede una medida cautelar como la que la rechaza causan un gravamen
irreparable. El Art. 395 del CPC dice:
44 En nuestra opinión, esta práctica debe ser suprimida. Si el solicitante de la medida cautelar rechazada por el juez de
primera instancia apela dicha resolución, el recurso debe ser sustanciado únicamente con el apelante y sin citación de
la otra parte. Al parecer, la intención de los Tribunales es velar por el derecho a la defensa del demandado y posible
cautelado, pero en realidad con ello le privan de la posibilidad de ejercer el derecho de apelación de la medida
cautelar dictada en su contra, significando esto, valga la paradoja, una indefensión, porque si la resolución que
denegaba la medida resultara revocada y en consecuencia el Tribunal la concediera, ya no le quedaría recurso. En este
caso, el Tribunal sólo está facultado a revisar si la denegatoria del juez inferior fue o no correcta, sin que esto
implique entrar a juzgar los posibles argumentos que podría tener el afectado para apelar la medida.
37
También debe señalarse que los jueces son sumamente estrictos con el
solicitante en el sentido de que si han resuelto la improcedencia de la medida
cautelar, no permiten al solicitante subsanar alguna dificultad que impide el
despacho de la misma. Sólo le queda así la posibilidad de la apelación, que muy
difícilmente pueda servir útilmente cuando la medida ha sido denegada por alguna
cuestión accesoria (como la firma de un testigo, la falta de autenticación de una
instrumental, etc.) y no por su improcedencia intrínseca.
En consonancia con el mismo, el Art. 395 del CPC establece que el recurso
de apelación “sólo se otorgará de las sentencias definitivas, y de las resoluciones
que decidan incidente o causes gravamen irreparable.”
46 Cám. Nac. Civ., sala A, 27-11-79, L.L. 1980-B-372, cit. en KIELMANOVICH, op. cit., p. 127.
39
De otro lado, el solicitante (el acreedor en la legislación argentina, art. 203 del
CPCCN) puede solicitar la sustitución de la medida decretada por otra, o la
afectación de otros bienes a cambio de la liberación de los que originariamente
fueron afectados a la medida decretada. En eso consiste pues la sustitución:
reemplazar una medida por otra, o los objetos gravados por otros.
apelables sin efecto suspensivo y las segundas con efecto suspensivo. De un lado,
se podría entender que la modificación no implica la cesación de la medida, por lo
cual el recurso podría ser concedido sin efecto suspensivo; y del otro, se podría
interpretar que la modificación de la medida cautelar originaria constituye la
supresión de la misma por otra nueva, siendo en este caso el recurso concedido con
efecto suspensivo.
47 ACOSTA, José V., El proceso de revocación cautelar, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, s/a, p. 115.
41
otorgar garantía. Del mismo se correrá traslado al actor y luego de ser sustanciado,
se dictará resolución, la cual será apelable. En este caso, si se hiciere lugar a la
reducción o sustitución de la medida por otra menos gravosa, el actor podrá apelar,
con efecto suspensivo (Art. 694 del CPC, segunda parte), porque se estaría
haciendo cesar una medida cautelar para sustituirla por otra.
Por otra parte, si el demandado otorga una garantía suficiente puede solicitar
el levantamiento inmediato de la medida decretada. La ley es clara en cuanto a que
el levantamiento debe ser, en esta hipótesis, inmediato. No se requiere
sustanciación previa. Por tanto, si el actor apelara la resolución que decide el
levantamiento, el recurso deberá ser concedido (en este único caso) sin efecto
suspensivo. El problema que se presenta aquí es que por lo general los Tribunales
no lo entienden de esta manera, aplicando el criterio general expresado en el Art.
694 del CPC.
Hemos visto con anterioridad que cuando uno de los litigantes haya sido
declarado en rebeldía, el adversario puede solicitar el embargo preventivo, sin
necesidad de prestar contracautela (Arts. 72 y 709 del CPC). Sin embargo, si el
afectado demuestra que incurrió en rebeldía por causa de fuerza mayor, puede
solicitar el levantamiento de la medida. El Art. 74 del CPC dice:
“Las medidas preventivas son para garantizar las resultas del juicio, no
de la instancia, razón por la cual corresponde mantener las medidas
cautelares que han sido decretadas, aunque la sentencia de primera
instancia sea adversa a la parte que las solicitó, si ella ha sido apelada.”
48
Por nuestra parte, creemos que se trata de una laguna que debe ser llenada
por la ley (y no por el juez, como lo sostiene Arazi, quien se muestra siempre muy
enamorado del libre arbitrio o decisionismo judicial). Parece razonable que si la
48 Cám 2ª. Civ. y Com. S. del E., J. A., 1953-I, 337; en PODETTI, Ramiro J., op. cit., p. 89.
49 ARAZI, Medidas Cautelares, p. 32.
44
Como se ve, ambos extremos son aquí peligrosos, por lo que debería optarse
por una solución intermedia, consistente en la mejora de la contracautela por parte
del solicitante, mediante un trámite directo y sin recurso que permita a ambos
litigantes la vigencia de sus derechos.
proceso” no es sino el proceso concebido como garantía y límite ante el poder del
Estado y la fuerza de los particulares, acorde con las prescripciones consagradas
por la Constitución, las cuales se resumen en los siguientes puntos:
(i) La prohibición de hacerse justicia por mano propia (Art. 15), que
repudia la violencia y obliga a los ciudadanos y al mismo Estado a
recurrir al proceso judicial para resolver los conflictos; de donde surge
que nadie puede ser condenado sin juicio previo fundado en ley
anterior al proceso (Art. 17 inc. 3);
No obstante, la presencia del juicio previo no basta para que la garantía del
llamado “debido proceso” esté satisfecha, sino que se requiere además que dicho
proceso cumpla con ciertas formas y exigencias cualitativas que hacen a su misma
existencia: la igualdad de las partes (concretada en la bilateralidad de la audiencia y
47
Por tanto, las bases establecidas por la Constitución para sustentar el “debido
proceso” (o simplemente “el proceso”) son inamovibles: toda persona tiene derecho
a recurrir a la justicia para hacer valer sus derechos, y a la vez, a exigir que los
demás también recurran a la justicia para hacerlos valer en su contra; a defenderse y
oponerse a la pretensión de su adversario, es decir, contradecir, ser escuchado y
probar en igualdad de condiciones; a ser juzgado por jueces naturales, imparciales e
independientes, que aseguren la igualdad de las partes y el derecho a la defensa;
que sea presumida su inocencia, lo que determina dos consecuencias: que la carga
de la prueba corresponde al actor (con las limitaciones y aplicaciones de la ley), y
que en caso de duda los jueces deben fallar a favor del demandado, sin que puedan
intervenir en contra del beneficiado con esta presunción para condenarle; y
finalmente, que la sentencia del juez se dicte de conformidad con la ley y con la
Constitución, y esté basada en la razón (no en el capricho o la arbitrariedad).
Toda resolución que el juez dicte a pedido de una de las partes sin haber oído
a la contraria, se halla, por ende, fuera del concepto de proceso, y no puede ser
calificada como producto de aquél, sino de un simple procedimiento. Así también,
toda instancia en la cual el juzgador actúa a la vez como acusador o como parte,
proviene o es designado por una de las partes –como ocurre en los sumarios
administrativos, en el antiguo proceso penal inquisitivo-, viene a ser un
49
En la descripción del concepto hemos empezado por las partes, porque son
ellas quienes motivan la existencia del proceso; es conocido el aforismo romano
nemo iudex sine actore (“no hay juez sin actor”). De modo que donde no existan dos
partes perfectamente iguales y antagónicas, y equidistantes del juzgador, no puede
existir proceso. Cuando una de las partes se identifique con él, obviamente no habrá
proceso, sino una mera parodia de aquél.
Este orden de los sujetos (primero las partes y luego el juez) no es casual
sino causal, puesto que está dado por su orden de aparición: en efecto, en el plano
de la realidad social son las partes quienes sostienen el conflicto, el cual se convierte
en litigio cuando una de ellas afirma ante la autoridad de un tercero (o juzgador) la
existencia de dicho conflicto y solicita la heterocomposición del mismo. Esto también
tiene que ver con los sistemas procesales: quienes abogan por un sistema
dispositivo o a instancia de parte, ponen énfasis en el protagonismo de las partes; y
por el contrario, quienes defienden un sistema inquisitivo, dan preferencia a la
investidura del juez, y pregonan el aumento de los poderes del juez sobre el proceso
y el contenido material del mismo.
Por tanto, debe entenderse por proceso “el método de debate dialéctico y
pacífico entre dos personas actuando en pie de perfecta igualdad ante un tercero
que ostenta el carácter de autoridad”, y que además, recalcamos, debe ser
imparcial. Ni más ni menos que esto. 50
52POPPER, Karl R.; Conjeturas y Refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, 2ª. Reimpresión, trad. Néstor Míguez
y Rafael Grasa, Barcelona, Paidós, 1989.
51
La ciencia no siempre toca una señal de aviso nos permite darnos cuenta
cuando hemos descubierto la verdad: muchas veces estamos frente a ella y no nos
percatamos de ello. La verdad es una idea reguladora: buscamos aproximarnos a
ella aprendiendo de nuestros errores y construyendo cada vez mejores teorías, aun
cuando sepamos que ellas podrían no ser del todo verdaderas. Decía el gran filósofo
austriaco:
De ahí que la verdad que pudiera expresar o contener una teoría es siempre
contingente y no absoluta, dado que si la teoría resistiera el ataque de la crítica, la
teoría sólo quedaría momentánea y provisionalmente corroborada (no verificada,
según el lenguaje corriente de los empiristas o verificacionistas). Y la corroboración
sólo implica un grado superior de certeza o verosimilitud, mas no una verdad
incuestionable, dado que siempre es posible una refutación sobreviviente (y la
historia nos brinda un sinnúmero de teorías reputadas casi infalibles que luego
quedaron sepultadas por la ciencia).
En pocas palabras, prevalece el valor “paz” por sobre el valor “verdad”; lo cual
viene a confirmar la tesis de Alvarado Velloso de que la verdad, si bien es importante
para el Derecho, no es un valor absoluto.
De ahí que la revisión de los fallos se dé en forma limitada y cada vez más
estrecha (la apelación no es un novum iudicium sino que se remite a ciertos puntos
cuestionados), según los diversos tipos de ordenamientos procesales. Pero teniendo
en vista la línea de eficacia, los pleitos deben culminar alguna vez, con lo que no
siempre se puede evitar el error.
Si bien el solicitante de una medida cautelar puede acercar al juez todos los
elementos de convicción de que dispone para probar la verosimilitud o posibilidad de
que su derecho realmente exista está claro que el juez, obligado a proveer o
rechazar la medida cautelar en tales condiciones, se encuentra ante una situación
extremadamente peligrosa: bien puede ocurrir que a pesar de todos los elementos
de convicción y prueba sumaria suministrada por el solicitante, en realidad el
derecho no exista y por ende no sea “verosímil” como lo exige la ley.
Aun en casos en que el actor invoque una máxima verosimilitud del derecho,
proveyendo al juez de elementos de convicción aparentemente contundentes (como
55
Piénsese que el daño puede agravarse aun más si se tiene en cuenta que en
la regulación jurídica vigente, en que la contracautela debe ser fijada en relación
inversamente proporcional a la verosimilitud del derecho, puede resultar que el juez,
convencido de que el solicitante la máxima verosimilitud del derecho, no exija una
contracautela adecuada, con lo cual se provocaría a la vez del daño material, una
violación del derecho a la defensa y del debido proceso.
De ahí que, al final de cuentas, lo que inclinará la balanza hacia un lado u otro
es la percepción subjetiva y personal del juez, y no el juicio de razonabilidad que
requiere el caso. En efecto, si el juez decidiera despachar favorablemente la medida
–en el caso de la demanda por lesión-, para fundar su decisión no le será necesario
más argumento que “hallar reunidos los elementos que hacen presumir la
verosimilitud del reclamo” o alguna otra fórmula dogmática, aunque en el fondo
aquélla estuviera motivada por su intuición o percepción subjetiva sobre la
verosimilitud del derecho del solicitante; por el contrario, si resolviera (también por
los mismos motivos subjetivos o su simple intuición) rechazar la medida, podrá
respaldar su decisión precisamente en que no existe la verosimilitud del derecho
invocado.
conocimiento de grado aun inferior, dada la limitación de tener que expedirse sin
haber oído al afectado y de tener que contentarse solamente con la hipótesis que le
presenta el solicitante.
Por eso, sería más fácil referirnos al conocimiento sumario del fumus bonis
iuris que se requiere como presupuesto de las medidas cautelares, como juicio de
simple “posibilidad de existencia del derecho invocado”, sin entrar a juzgar si el
derecho es verosímil, probable o altamente probable, lo cual será juzgado con la
sentencia.
(ii) en segundo lugar, porque es muy difícil medir los grados de conocimiento
en forma exacta y reconocer en qué estado se halla el sujeto
cognoscente en el camino de la investigación, porque paradójicamente,
puede ocurrir que creamos estar alejados de la verdad y en realidad
estemos cerca de ella; o a la inversa, que creamos estar muy cerca de la
verdad o aún haber llegado a ella, cuando en realidad estemos muy lejos
de alcanzarla.
59 PALACIO, op. cit., p. 36; MARTÍNEZ BOTOS, op. cit., p. 56; CUADRAO, op. cit., p. 281; KIELMANOVICH,
op. cit., p. 57.
60 PODETTI, op. cit., p. 61.
59
Basta recordar que las medidas cautelares se despachan para ser cumplidas,
ya que no tienen una función declarativa. Esto no impide que la contracautela pueda
ser otorgada o mejorada luego de cumplidos los demás requisitos, en razón de que
la ausencia de ella importará una condición suspensiva para la ejecución de la
medida.
También hemos dicho que, como regla general, la contracautela debe ser
fijada –en el sistema vigente- de acuerdo al prudente arbitrio judicial, teniendo en
cuenta la mayor o menor verosimilitud del derecho invocado, de tal forma que cuanto
más dudosa sea ésta, mayor sea la contracautela fijada; y a la inversa, cuando
exista mayor verosimilitud, sea menor o mínima la contracautela exigida. A la vez,
para la determinación de la contracautela debe tenerse en cuenta el valor de los
bienes inmovilizados, como la Jurisprudencia lo ha venido sosteniendo. Sin
embargo, los inconvenientes prácticos que este sistema presenta no dejan de ser
inquietantes:
Hemos señalado que las resoluciones sobre medidas cautelares son una
fuente permanente del error judicial, tanto por la concesión de medidas abusivas y
sin la adecuada contracautela, como por el rechazo injusto de medidas cuya
procedencia era justificada. Este error tiene su origen en una deficiente formulación
de los presupuestos básicos para su otorgamiento, como son la verosimilitud del
derecho y la contracautela, que deben ser determinados por el juez inaudita pars, sin
más elementos de juicio que las alegaciones y los materiales proporcionados por el
solicitante (que como es lógico en nuestro medio, normalmente oculta los puntos
débiles de su posición).
sin que el actor haya prestado una adecuada contracautela, sólo dispone del recurso
de apelación; pero con él no logrará evitar que la medida decretada siga en pie y
persistan sus efectos dañinos.
61 Consideramos que lo dicho en este punto cae dentro del supuesto de los “hechos notorios”, por lo que no
creemos necesario abundar en casos prácticos reales. Quien ha ejercido la profesión, alguna vez ha conocido un
proceso donde se han dictado medidas cautelares abusivas.
63
Las razones para sostener tal exigencia son claras: si las partes no saben de
manera cierta por qué motivo fue rechazada o concedida la medida, por más que
interpongan la apelación quedan en virtual estado de indefensión, dado que les sería
imposible expresar agravios contra la resolución recurrida. Además, si el juez no
concede la medida y no expresa el motivo de su decisión, el solicitante no puede
subsanar los eventuales defectos que tuviera su pedido, con lo cual, en la práctica,
se suprimen los caracteres de flexibilidad y de provisionalidad propios de las
medidas cautelares, que implican que el rechazo de la medida por ausencia de una
determinada formalidad no impide que el solicitante reitere su pedido una vez
salvada la dificultad. En rigor, se obliga al solicitante denegado a recurrir a la
apelación, sin que tal recurso sea idóneo para reparar el agravio.
En lugar de ello, debería brindar las razones concretas que tuvo para
encontrar reunidos los presupuestos exigidos por la ley. No es suficiente para las
partes que el juez muestre la conclusión a la cual ha arribado (hacer lugar o no a la
medida solicitada), sino más bien, el camino por el cual ha transitado para llegar a tal
decisión. No interesa aquí sólo lo que dice el juez, sino cómo y por qué lo dice. Si
estos motivos no llegan a conocimiento de las partes, mal pueden éstas ejercer el
derecho a la defensa (o la defensa de sus derechos).
habida cuenta de que debe estarse por la validez de los actos, no puede tenerse por
cierta la verosimilitud del derecho mediante un examen superficial de la cuestión, por
lo que corresponde rechazar la medida solicitada por el actor”.
Por tanto, resulta esencial que las resoluciones sobre medidas cautelares
sean debidamente fundadas y motivadas por los jueces (como cualquier otra
providencia que no fuera de “mero trámite”).
14.2. IMPLEMENTACIÓN
DE LAS BASES EPISTEMOLÓGICAS Y CONSTITUCIONALES
DEL PROCESO EN CUANTO A LOS PRESUPUESTOS DE LAS MEDIDAS CAUTELARES.
62 SAGÜÉS, Néstor Pedro; Derecho Procesal Constitucional, Ed. Astrea, Bs. As., 1992, T. 2, pp. 238/9.
65
Lo expuesto contribuiría a dar sentido práctico al Art. 694 del Código Procesal
Civil, que impone la notificación por cédula al interesado dentro del plazo de tres
días de ejecutada o trabada la medida, pero sin agregar ninguna sanción para el
caso de omisión. El solo conocimiento del afectado sin que se le haga disponer de
remedios procesales efectivos para impugnar la medida, carece de toda lógica y
función práctica, ya que con la apelación no lograría más que alargar su sufrimiento.
Al otorgársele al notificado la posibilidad de solicitar del juez una adecuación de la
medida o de la contracautela, o proponer una alternativa menos gravosa para
satisfacer la garantía requerida por el actor, la norma procesal encontraría la
funcionalidad que ahora no reviste.
La ventaja que ofrece esta alternativa no puede ser soslayada: aquí el riesgo
de fraude y de error se reduce considerablemente, porque el mismo juez puede
corregirlo sin que la medida pierda su efectividad. Debe quedar bien en claro que la
primera resolución tomada por el juez, no confiere ningún derecho a las partes y
puede ser dejada sin efecto y modificada totalmente, a criterio del juez. Por eso, no
se concede ningún recurso contra ella.
En este caso, partiremos de la premisa de que el juez debe fundar los motivos
del rechazo de la medida solicitada, ya total, ya parcial, a fin de que el solicitante
pueda conocer con qué recaudos debe cumplir para lograr un despacho favorable.
Creemos que existe una solución mejor para este supuesto. En primer lugar,
la decisión del juez –como se ha dicho antes- debe ser fundada, por lo que en caso
de que a su criterio no esté debidamente justificado alguno de los requisitos, deberá
expresar esto en la resolución, con lo cual el solicitante podrá conocer el motivo del
rechazo.
Partiendo de esta base –el conocimiento por parte del solicitante del motivo
de rechazo o disminución de la cautela solicitada-, si se tratara de una cuestión
subsanable, el solicitante podría requerir que se vuelva a analizar el pedido, dentro
de cierto plazo, justificando en el acto los extremos que de acuerdo a la resolución
judicial se encontraban pendientes, toda vez que se trate de cuestiones
subsanables, como por ejemplo la presentación de un documento, o la aclaración de
algún hecho alegado al solicitar la medida en relación al peligro en la demora, la
individualización de un bien que deba ser afectado a la contracautela, etcétera.
su vez ofrezca sus pruebas; y luego de producidas las pruebas o en su defecto sin
más trámite, el juez resolverá sobre la cuestión incidental.
15. CONCLUSIÓN.
Hemos visto que la ley deja una amplia brecha abierta a la discrecionalidad
del juez en cuanto a la apreciación de la verosimilitud del derecho y la fijación de la
contracautela, capaz de producir graves perjuicios a los afectados por la medida
cautelar impuesta, tanto en cuanto a sus bienes como a la posibilidad de ejercicio de
su derecho a la defensa.
El esquema actual de las medidas cautelares riñe, además, con la lógica del
conocimiento judicial, el cual se obtiene, invariablemente, por el método de
conjeturas y refutaciones, de ensayo y error, con el efecto de que la decisión judicial
proviene de la exposición de las hipótesis (o conjeturas) propuestas por el actor a la
crítica (o refutación) del demandado.
El hecho de que las medidas cautelares puedan ser dictadas sin audiencia de
parte y sólo en consideración del mérito de las afirmaciones o proposiciones
realizadas por el solicitante, es causa frecuente de error judicial y la consabida
violación de los derechos del afectado. Al mismo tiempo, tal esquema supone un
permanente obstáculo para el ejercicio correcto de la función judicial, en cuanto
72
Sostenemos, igualmente, que toda resolución judicial que sea dictada sin
audiencia de parte y que tenga efecto directo sobre las pretensiones que deben ser
debatidas en un proceso judicial, solo puede tener efectos cautelares y no
definitivos. En lo que a la defensa en juicio se refiere, la oportunidad hace a la
esencia misma de la garantía; diferir el ejercicio del derecho a la defensa para un
momento posterior a la sentencia, equivale a suprimirlo. La sentencia debe ser fruto
de un proceso llevado a cabo con el control y la participación de las partes, por lo
que resulta lógica y jurídicamente inconcebible que una sentencia definitiva pueda
ser dictada sin audiencia previa de la parte afectada.
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ÍNDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
1. CONCEPTO
2. FUNDAMENTO
3. ANTECEDENTES HISTÓRICOS. DERECHO ROMANO.
4. CARACTERES DE LAS MEDIDAS CAUTELARES
4.1. Instrumentalidad
4.2. Provisionalidad
4.3. Flexibilidad o variabilidad
4.4. Despacho sin audiencia de parte
4.5. Sumariedad
1. INTRODUCCIÓN
2. EXAMEN DE CADA UNO DE LOS PRESUPUESTOS
2.1. Peligro en la demora
2.2. Verosimilitud del derecho
2.3. Contracautela
1. INTRODUCCIÓN.
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1. INTRODUCCIÓN.
2. BREVE REFERENCIA HISTÓRICA: DESDE LA CARTA MAGNA DE 1215 HASTA LA
DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS.
3. LAS NORMAS PROCESALES EN LA CONSTITUCIÓN NACIONAL.
4. EL CONCEPTO DE PROCESO DERIVADO DE LA CONSTITUCIÓN.
5. LOS PRINCIPIOS PROCESALES
5.1. La igualdad procesal.
5.2. Bilateralidad o contradicción.
5.3. Imparcialidad del juzgador.
5.4. Transitoriedad de la serie (cosa juzgada).
5.5. Eficacia de la serie.
5.6. Moralidad del debate.
CONCLUSIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192
BIBLIOGRAFÍA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196