Economíaestadoetica
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Ética Corporativa
La Naturaleza de la Ética
Existe una relación íntima entre la teoría ética general y la ética aplicada en un
contexto corporativo ya que la ética de una persona no puede estar divorciada
de la conducta ética en el ambiente organizacional.
Ética
La palabra ética deriva del vocablo griego ethos, que quiere decir carácter o
costumbre. De acuerdo a Solomon, la etimología de «ética» sugiere su interés
principal: (1) carácter individual, incluyendo lo que implica ser una «buena
persona,» y (2) las reglas sociales que gobiernan y limitan nuestra conducta,
especialmente aquellas que se refieren al bien y al mal, lo que llamamos
moralidad.2
Algunos filósofos gustan de distinguir entre ética y moral, de tal manera que
moral se refiere a la conducta y valores humanos, mientras que ética se refiere al
estudio de estas áreas. Sin embargo, en el lenguaje común, intercambiamos los
términos ética y moral para describir a personas que consideramos «buenas» y
acciones que consideramos «correctas». Nosotros seguiremos este criterio a lo
largo del curso.
1.- La primera característica del estándar moral, que lo distingue de otros, es que
se refiere a conductas que pueden ser de consecuencias para los demás.
2.- Una segunda característica del estándar moral es que su solidez y validez
depende de lo adecuado de las razones que lo respaldan y no requiere de un
cuerpo legislativo que lo promulgue ni un cuerpo judicial que sancione su
incumplimiento. La validez de los estándares morales no depende de una
afirmación de la autoridad sino de lo adecuado de las razones que los respaldan.
Moral y Etiqueta
Moral y Ley
La mayor parte de los negocios pueden fijar precios a sus productos o servicios
a cualquier nivel que el mercado acepte. Dentro de las restricciones del salario
mínimo, pueden pagar a sus trabajadores lo que se les antoje. Aunque son
perfectamente legales, estas prácticas elevan preocupaciones morales acerca
de la equidad, autonomía, y respeto a la dignidad de la persona.
¿Cuál parece ser la relación entre Ley y Moralidad? En teoría y práctica, la Ley
codifica las costumbres, ideales, creencias y valores morales de una sociedad.
Pero es un error creer que la ley es suficiente para el establecimiento de
estándares morales para un individuo, una profesión, una corporación, o toda la
sociedad. Aunque resulta de utilidad en advertirnos respecto a premisas morales
y nos informa acerca de nuestros derechos y responsabilidades, la ley no puede
ser considerada como un estándar adecuado de conducta moral. La conformidad
con la ley no es suficiente para determinar la conducta moral como vimos con las
reglas de etiqueta. Igualmente, el no apegarse a la ley no es necesariamente
inmoral, si la ley que se desobedece es injusta.
Los códigos de ética profesional caen entre la etiqueta y la ley. Los miembros de
una profesión se supone que están de acuerdo en cumplirlas como una
condición para el ejercicio de su profesión. Pero estas reglas escritas son por
comúnmente tan vagas y generales que frecuentemente no hacen sino auto
promover la organización profesional. Lo mismo ocurre en las corporaciones que
declaran sus propios estándares éticos. Por su naturaleza, los códigos de ética
profesional no son completos ni representan una guía confiable respecto a las
obligaciones morales. No todas las reglas de un código profesional tienen
carácter moral.
Religión y Moral
Cualquier religión proporciona a sus creyentes cierta visión del mundo, lo que
incluye ciertas instrucciones morales, valores, y compromisos. La religión,
involucra no sólo un sistema formal de adoración sino que incluye prescripciones
respecto a las relaciones sociales. Sin embargo, los ideales religiosos pueden
resultar muy generales, aunque algunos cuerpos religiosos articulan posiciones
acerca de premisas políticas, educativas, higiénicas, económicas y médicas. La
Iglesia católica, entre otros puntos, da particular importancia a la aplicación de
los valores morales en el entorno corporativo, particularmente en lo relativo a las
relaciones laborales.
Muchas personas piensan que la moral debe estar basada en la religión. Otros la
consideran como derivada de un mandato divino. Ambas opiniones son
incorrectas. Primero, aunque el deseo de evitar el infierno e ir al cielo puede
mover a algunos para actuar moralmente, esta no es la única razón para ello. A
menudo actuamos moralmente simplemente porque esta es la clase de persona
que somos. Además, la aprobación de nuestros semejantes, la necesidad de
apaciguar nuestras conciencias, así como el deseo de evitar un castigo terrenal,
nos motivan para actuar moralmente.
Segundo, las instrucciones morales de las grandes religiones del mundo son
generales y vagas. La Biblia dice «No matarás,» pero existe desacuerdo entre
los cristianos ante la moralidad de la guerra, de la pena capital, la matanza de
animales, el aborto y la eutanasia, y respecto a tolerar que otros mueran de
hambre porque no les proporcionamos el alimento que necesitan.
Tercero, aunque algunos teólogos invocan la Teoría del Mandato Divino - que si
algo está mal es por la única razón de que Dios nos manda no hacerlo - ha sido
rechazada por muchos filósofos y teólogos. Dios prohibe hacer algo porque está
mal intrínsecamente.
Cualquier postura ética que niegue que existe un sólo principio singular que sea
igualmente aplicable a todos los hombres en todos los tiempos puede ser
llamado relativismo ético. Según el relativista no existe simplemente una ley
moral, un código, un estándar. Existen muchas leyes morales, códigos y
estándares. Lo que la moral ordena en un lugar o época puede ser diferente en
otras circunstancias. Por lo tanto, la ética es relativa a la época, al lugar, y a las
circunstancias en las que se le encuentra.
Esto no quiere simplemente decir que se piense que la misma clase de acción
es correcta en un país y un período y se piense que es incorrecta en otro, lo que
cualquiera podría admitir. Lo que el relativista afirma es que la misma clase de
acción que está bien en determinado sitio y época puede estar mal en otro
tiempo y lugar.
Por fuerte que es el argumento relativista, olvida que siempre será posible
descubrir, por una teoría no examinada aún, la base de la obligación universal
moral. No se puede probar la negativa.
El relativismo ético, al afirmar que los principios morales de los grupos sociales
particulares son los únicos que existen, quitan el sentido a la comparación de los
principios en relación a su valor moral. Estamos acostumbrados a pensar que los
principios morales de una nación son mas elevados que los de otra. Solemos
comparar una civilización con otra y juzgar si el conjunto de ideas éticas es
inferior o superior al nuestro. Tal comparación de los principios morales implica
la existencia de un principio superior aplicable a ambas.
1.- El Egoísmo, tanto como una teoría ética como una teoría psicológica.
2.- El Utilitarismo, la teoría de que la acción moralmente correcta es aquella que
promueve la mayor felicidad para el mayor número de personas.
3.- la Ética de Kant, con su Imperativo Categórico y su énfasis en la motivación
moral y el respeto por la persona.
En Ética, las teorías normativas son aquellas que proponen principios para
distinguir las acciones correctas de las incorrectas. Estas teorías pueden
dividirse en consecuencialistas y no consecuencialistas.
Egoísmo
Egoísmo psicológico
El egoísmo no predica que no debemos nunca actuar generosamente sino que
no existe un deber moral que requiera que actuemos en beneficio de otros. De
acuerdo al egoísmo, las corporaciones no tienen obligaciones morales hacia
otros. Si tienen algún deber moral, es hacia ellas mismas.
Hay dos aspectos en particular que hacen del egoísmo algo atractivo en un
contexto organizacional.
Por ser de interés incluimos aquí el punto de vista de Milton Friedman acerca de
la responsabilidad social de la empresa para su posterior discusión.
Pero si hace esto, está de hecho imponiendo impuestos, por una parte, y
decidiendo cómo se gastarán los productos del impuesto, por la otra.
¿Y, si quiere o no, puede no ser castigado por gastar el dinero de sus
accionistas, clientes o empleados? ¿No determinará el accionista su despido?
(Los presentes o aquéllos que se apoderen de la dirección cuando sus acciones
en el nombre de la responsabilidad social han diluido las ganancias de la
corporación y el precio de su acción). Sus clientes y sus empleados pueden
abandonarlo en favor de otro productores y patrones menos escrupulosos en
ejercer sus responsabilidades sociales.
Muchos lectores que hayan seguido el argumento hasta ahora puede sentirse
tentado a objetar que está bien hablar de que el gobierno tiene la
responsabilidad de imponer impuestos y determinar los gastos para tales
«propósitos sociales» como controlar la contaminación o entrenar al
desempleado de centro-endurecido, pero que los problemas son demasiado
urgentes para esperar el curso lento de los procesos políticos, que el ejercicio de
la responsabilidad social por parte de los hombres de negocios es una manera
más rápida y más segura para resolver problemas urgentes presentes.
Por supuesto, todo mundo esta motivado hasta cierto punto por el egoísmo. La
teoría del egoísmo psicológico sostiene, sin embargo, mas que esto; sostiene
que las personas están siempre motivadas sólo por su propio interés. Un egoísta
puede conceder que las personas no son totalmente egoístas por naturaleza, y
sin embargo mantener el egoísmo como una doctrina ética, esto es, insistir en
que las personas deben moralmente perseguir sus intereses. Sin embargo, sin la
doctrina del egoísmo psicológico, la tesis ética del egoísmo pierde viabilidad.
Todos nos preocupamos por nosotros mismos, pero ¿qué sentido tiene
contemplar el autointerés como la base del bien y el mal? ¿Si alguien realiza un
acto altruista, debemos decir por ello que está comportándose inmoralmente?.
Utilitarismo
Jeremy Bentham y John Stuart Mill fueron los primeros en desarrollar explícita y
detalladamente esta teoría. Tanto Bentham como Mill fueron filósofos con un
fuerte interés en ña reforma legal y social. Utilizaron el estándar utilitarista para
evaluar y criticar las instituciones políticas y sociales de su época. Bentham
contemplaba a la comunidad como no mas que los individuos que la componen.
Los intereses de la comunidad eran meramente la suma de los intereses
individuales. Bentham argumentaba en favor del principio utilitarista de que las
acciones son correctas si promueven el mayor bienestar humano, incorrectas si
dejan de hacerlo.
Tercero, puesto que los utilitaristas evalúan las acciones de acuerdo a sus
consecuencias, y las acciones producen diferentes resultados en distintas
circunstancias, luego, de acuerdo a la teoría utilitarista, casi cualquier cosa
podría, en principio, ser moralmente correcta en alguna circunstancia particular.
Por otra parte, el interés del utilitarismo es la suma total de la utilidad producida,
no como la misma es distribuida. Peor aún, puede requerir que la felicidad de
algunas personas sea sacrificada para alcanzar esa cantidad mayor de felicidad.
Algunas veces la utilidad general puede darse a costa de los intereses de un
individuo o grupo.
La Ética de Kant
Pero ¿qué determina nuestro deber? ¿Cómo sabemos lo que la moral requiere
de nosotros? Kant respondió a estas preguntas formulando lo que él llamó el
Imperativo Categórico. Este concepto moral extraordinariamente significativo
proporciona la respuesta de Kant a la pregunta, «¿Qué hace moralmente
correcto un acto?».
El Imperativo Categórico
Para Kant, una verdad moral absoluta debe consistente lógicamente, libre de
contradicciones internas. Kant buscó asegurarse de que su ley moral absoluta
evitara tales contradicciones. Si él pudiera formular tal clase de regla, sostenía,
obligaría a todos sin excepción a su seguimiento.
Kant creía que existe un sólo mandamiento (imperativo) que es categórico, esto
es, que presenta una acción como necesaria en sí misma, independientemente
de otras consideraciones. A partir de este único imperativo categórico, este
mandamiento universal, podemos derivar todos los mandamientos del deber. El
imperativo categórico de Kant dice que debemos actuar siempre de tal manera
que podamos conseguir que la máxima de nuestra acción se convierta en ley
universal. Así la respuesta de Kant a la pregunta «¿qué hace correcto a un acto
moral?» Es que podemos lograr que llegue a ser una ley universal de conducta.
Cuando Kant insiste en que una ley moral debe ser consistentemente
universalizable, quiere decir que las reglas morales prescriben categóricamente,
no hipotéticamente. Una prescripción hipotética nos dice qué hacer si deseamos
un resultado particular. Nos dicen que hacer en el supuesto de que tengamos
una meta particular. Si es esto lo que queremos, entonces esto es lo que
debemos hacer. Esto recibe el nombre de imperativo hipotético. En contraste, el
imperativo de Kant es categórico - manda incondicionalmente. Esto es, obliga a
todos, independientemente de sus metas o deseos específicos,
independientemente de sus consecuencias. Tal mandamiento debe ser
universalizable, porque si no lo fuera su valor estaría basado en el campo
consecuencial. De otra manera, si una persona no siguiera una regla moral
solamente sobre la base de que es una ley universal de conducta moral, esa
persona permitiría que los resultados determinaran el seguir o no la regla.
Los seres morales se dan a sí mismos la ley moral y aceptan sus demandas
sobre sí mismos. Esto no quiere decir que podemos prescribir lo que queramos,
porque estamos limitados por la razón y sus demandas. Puesto que la razón es
la misma para todos los seres racionales, nos damos a nosotros mismos la
misma ley moral.
La aceptabilidad universal de la ley moral está en función del hecho de que cada
ser moral se da a sí mismo la ley moral. Para determinar si una regla o principio
es una ley moral, dice Kant, debemos preguntarnos si lo que tal regla ordena
fuese aceptable para todos los seres racionales actuando racionalmente.
Traducido de Basic Teachings of the Great Philosophers, Frost Jr., S.E., Ed.
Doubleday, 1962.
(Ver Apéndice A)
¿Se hizo la sociedad para el hombre o está el hombre hecho para la sociedad?
¿Es el estado una creación divina que el hombre no debe poner en duda, o es él
un resultado de un «contrato social» entre los hombres y sujeto a cambio cuando
lo no sirve más a los hombres? ¿Cómo obtienen los gobernantes su autoridad?
¿Es la revolución justificable? ¿Son el totalitarismo o la democracia correctos?.
Fue a partir de estas provisiones sencillas para vivir juntos que los primeros
requisitos sociales se desarrollaron. Gradualmente se desarrolló un cuerpo de
costumbres y procedimientos. El mismo llegó a convertirse en leyes tribales o
reglas del grupo social. Esos procedimientos que se encontraron conservan el
grupo y lo protegen contra enemigos en el exterior y de dentro se mantuvo
tenazmente, mientras se abandonaron aquellos que no sirvieron este propósito.
Según este proceso tribal las organizaciones del grupo desarrollaron sus
maneras de vivir que fueron entregadas por la generación más antigua a la más
joven. Los jóvenes aprendieron algunas de estas reglas al vivir día con día entre
sus compañeros. Observaron a otros actuar en ciertas maneras y aceptaron
tales maneras como correctas. Otras reglas se transmitieron a los jóvenes en
ceremonias solemnes conducidas por los miembros del grupo en ocasiones
especiales, la principal de las cuales era aquella conducida cuando se admitía al
joven en el número de miembros de la tribu a la pubertad.
Fue muchos siglos más adelante que los filósofos volvieron su atención a esta
organización social y se preguntaron cómo llegó a ser y cuál era su naturaleza y
significado. «¿Es él,» preguntaron», un resultado natural del vivir juntos los
hombres, o tiene origen divino? ¿Es una simple conveniencia que puede ser
cambiada y revisada cuando los tiempos cambian, o tiene un estado permanente
tal que hombre lo cambia a su riesgo? ¿Dónde reside el poder del estado, en los
pueblos o en los gobernantes, los que lo reciben de Dios? ¿Cuál es la forma
mejor del estado, y cómo debe hombre alcanzar éste?».
Los antiguos creían que sus dioses eran los gobernantes últimos del estado. Y
que aquellos de sus compañeros que mantenían poder sobre ellos habían
recibido su autoridad directamente de los dioses. Más aún, admitieron, sin poner
en duda, las creencias que les fueron dadas a sus antepasados por los dioses
todas las leyes por las cuales vivían y por lo tanto no se les podía modificar
incluso en lo más mínimo.
Ilustrativo de esta postura es la creencia de los hebreos antiguos de que Moisés,
su gran legislador, recibió las leyes escritas sobre tabletas de piedra de su dios,
Yahveh (Jehovah). Se creía que tenían origen divino los diez Mandamientos, la
base de su ley, y Yahveh era su gobernante único. Moisés y los otros que
gobernaron sobre ellos no mantuvieron esta posición por su poder propio sino
como representantes de Yahveh. El castigo por romper las leyes no era dado por
el hombre, sino infligido por Yahveh.
Los griegos antiguos no tenían sus leyes escritas sobre tabletas de piedra sino
en las mentes de sus jefes. Las costumbres de sus antepasados, costumbres
desarrolladas a través de generaciones de experiencia tribal y de grupo, eran
pasadas al grupo e interpretadas y puestas en vigor por los ancianos. Con el
tiempo se pusieron todas estas costumbres juntas y fueron apuntadas por
Licurgo. Aquí las reglas para vivir juntos se presentaban claramente para que
todo el mundo conociera qué eran y podrían obedecerlas.
Entre todos estos pueblos primitivos el grupo o el estado era más importante que
cualquier miembro o ciudadano. Estos pueblos antiguos reconocieron que el
hombre individual no podía vivir mucho y no podía disfrutar de muchas ventajas
a menos que viviera en un grupo. Más aún, comprendieron que el más gran bien
para el mayor número dependía de la conservación del grupo como una unidad.
Por consiguiente, cualquier que por sus actos amenazara la seguridad del grupo
cometía un delito meritorio del castigo más severo. Era necesario, observaron,
conservar el grupo aun expensas del individuo. Cuando el individuo y el grupo
entraban en conflicto, era el individuo quien tenía que rendirse o ser destruido.
Sería fatal para todos si se destruyera el grupo.
Esta misma posición general fue tomada por DEMOCRITO. Mantuvo que cada
uno debe consagrarse totalmente al bien del estado porque «un estado bien
administrado es nuestra mejor salvaguarda.» En otro lugar escribió, «Cuando el
estado está en una condición saludable, todas las cosas prosperan; cuando es
corrupto, todas las cosas se arruinan». Puesto que, argumentó, el bienestar
último de todos depende del estado, no es sino razonable mantener que el
bienestar del estado es la primera preocupación del hombre.
Después de las guerras persas (500 a 449 a.C.), Atenas llegó a ser el centro de
la cultura griega. Los eventos que condujeron a estas guerras y los desarrollos
durante las mismas desarrollaron entre los Atenienses, entre otros pueblos de
los tiempos, un interés en los problemas de gobierno y un interés en la forma
democrática de vida humana. Esto condujo naturalmente a un desarrollo del
pensamiento independiente el cual eventualmente resultó en un interés creciente
por teorías sobre el gobierno. Los hombres empezaron a poner en duda la
antigua ciega lealtad a los poderes del estado, y muchos empezaron a defender
su independencia propia y su derecho a una vida más o menos libre de la
dominación del gobierno establecido. El Individualismo estaba en el aire.
Algunos sugirieron que el hombre debiera divorciarse de la autoridad del grupo y
mantenerse libre para desafiar al grupo y criticar libremente las tradiciones más
antiguas.
En verdad, hubo Sofistas que argumentaron que las leyes eran no más que
invenciones de los miembros más débiles del grupo, de la sociedad, para
esclavizar y sujetar al más fuerte. En el diálogo que Platón tituló Gorgias, un
Sofista conocido argumenta que: «Los autores de las leyes son la mayoría
quienes son débiles; y crean leyes y distribuyen elogios y críticas con una visión
para ellos mismos y su propio interés y aterrorizan a la más fuerte clase de
hombres, y aquellos que pueden obtener lo mejor de ellos, para que no consigan
lo mejor de ellos». Sigue aseverando que los grandes hombres de la historia han
sido aquellos que se negaron a obedecer las leyes de la mayoría débil que se ha
organizado para mantenerlos abajo. El cebo que mantuvieron ante el pueblo de
Atenas fue manifestado por Callicles de esta manera: «Si hubiera un hombre
que tuviera fuerza suficiente, se sacudiría y rompería completamente, y
escaparía de todo esto; pisotearía todas nuestras fórmulas y hechizos y
encantamientos y todas nuestras leyes que son contra la naturaleza». Éste era
un desafío al espíritu de independencia que se extendía en la tierra para
afirmarse él mismo y negarse a ser más reprimido por el débil, el ignorante, y los
necios.
Argumentó que los individuos deben subordinarse ellos mismos al estado, pero
que éste era simplemente un medios por el cual el individuo podría alcanzar su
desarrollo más perfecto. El bien de cada hombre, pensaba, está atado al bien del
grupo. Las leyes eran necesarias sólo porque algunas personas se niegan a
cooperar con el estado bueno. Sirven para poner a estas personas en línea y de
este modo disponen el bien total.
En el estado argumentó, las mentes más buenas y las almas finas deben
gobernar. Forman una categoría de filósofos-gobernantes cuya autoridad no
debe ser puesta en duda por el resto del grupo. Creía que puesto que eran
filósofos-gobernantes su regla sería buena y justa. Podrían comprender el
derecho, y lo realizarían sin ponerlo en duda. El resto de los miembros del
estado los colocaría en clases acordes a sus talentos. Se debe colocar a
aquellos que tienen un talento para la guerra en la clase de los guerreros.
Aquellos que tienen una aptitud para empleos mercantiles estarían en el
comercio y clase mercantil; se debe colocar a los esclavos en la categoría del
esclavo. Platón creyó que tal organización daría el estado mejor posible y que en
él cada individuo, realizando su trabajo asignado a lo mejor de su capacidad,
sería feliz y se desarrollaría a su más entera capacidad.
Puesto que Aristóteles opinaba, como hemos señalado antes, que el todo es
anterior a sus partes, mantuvo que el estado era anterior al miembro individual
del estado. El individuo nace en el estado que ha existido antes de que llegara a
ser un miembro. Pero, la meta del estado, mantuvo, es producir ciudadanos
buenos. Por eso, se debe organizar y conducir para que permita a cada miembro
llegar a ser enteramente bueno. Al grado en que el estado no hace posible el
individuo vivir una vida eficaz y feliz es malo.
Aristóteles pensaba que la esclavitud era una práctica justa en un estado bueno
ya que era, para él, una institución natural. Sin embargo, les reconocería sólo a
los extranjeros la categoría de esclavo. Tomó esta posición porque mantuvo que
los extranjeros de todas las naciones eran inferiores a los griegos y por eso no
aptos para disfrutar de los mismos derechos que los griegos.
Los Estoicos asumieron una posición del todo opuesta a aquella de los
Epicuristas en como estima la relación del hombre al grupo. Mantuvieron que el
hombre no es más que meramente un individuo interesado en su bienestar
propio. Es también un individuo con un impulso innato social que hace la vida del
grupo necesaria. En verdad, todos los hombres son miembros de una gran
sociedad cósmica, el estado universal. Nosotros todos tenemos deberes y
obligaciones en este estado, y sus leyes son las leyes naturales que debemos
obedecer tanto si nos gusta o no.
Así, los Estoicos enseñaron que todo el mundo debe participar en los asuntos
públicos y contribuir tanto como sea posible al bienestar del grupo. Sin embargo,
y esto es más importante, los Estoicos nunca enseñaron un nacionalismo
estrecho en el cual un estado pequeño podría ser superior al bienestar general
de humanidad. El buen estado era, para ellos, aquel cuyas leyes y prácticas
estaban en armonía con toda la humanidad y con las leyes naturales del
universo.
A pesar de problema, tal como era, entre dos estados, Agustín se mantiene
firmemente adherido a la posición de que la Iglesia, como una encarnación
terrenal de la Ciudad de Dios, es soberana sobre el estado, y la cabeza de la
Iglesia tiene que gobernar sobre los gobernantes de los estados. Más aún, aun
cuando el gobernante del estado cometiera equivocaciones, el gobernante de la
Iglesia jamás podría tenerlas. Su palabra y su regla son infalibles puesto que es
el representante de Dios sobre tierra.
Durante las así llamadas Edades Oscuras, después de que las tribus del norte
habían traspasado los límites del Imperio Romano y destruido mucha de la
cultura y organización social de los primeros siglos de la era cristiana, el principio
de autoridad era soberano. Durante la Edad Media entera el hombre estaba
sujeto a alguna autoridad. El estado y sus gobernantes asumieron poder sobre
los pueblos, de modo que el hombre se encontró por todas partes bajo el orden
de alguna autoridad. Así la obediencia a la ley, cualquiera que fuera su fuente,
llegó a ser una práctica fija.
Gradualmente allí creció la idea de que el monarca recibió su autoridad de Dios
y en consecuencia no se le puede poner en duda. Cualquier desobediencia a él
era de hecho desobediencia a la autoridad suprema del universo, Dios.
Verdaderamente, la autoridad era superior a la opinión pública y el estado
superior al individuo. Aquí se dominó el individualismo de los griegos más
avanzados, y en su lugar se levantó casi el dominio consumado del individuo por
el estado.
Entre los Escolásticos había dos grupos conocidos como los Realistas y los
Nominalistas. Los Realistas mantuvieron que el todo era la única cosa real, y
que las partes, las unidades, no eran en verdad reales. Los Nominalistas
mantuvieron que las partes, las unidades, eran las cosas reales, y el todo
meramente un nombre. Aplicado a nuestro problema inmediato, el Estado, esto
significaría que los Realistas mantuvieron que el Estado era la realidad única, y
sus miembros, hombres y mujeres, eran no más que unidades sin realidad
verdadera. Los Nominalistas, en cambio, mantuvieron que el hombre era la
realidad verdadera, y el Estado una simple agregación de hombres que no
tenían nada de existencia o realidad propia aparte de sus miembros.
Así, para él, el individuo era sumamente importante, pero el grupo tenía su
importancia también y no se puede dejar de lado enteramente. Ambos eran
factores significativos en cualquier entendimiento del hombre y sus relaciones
con sus prójimos.
De esta manera, los pensadores de la Edad Media plantaron las semillas que
habrían de demoler la autoridad suprema del grupo social. Después de que esta
doctrina había al individualismo y había dominado el pensamiento del hombre
por varios siglos, el espíritu de individualismo de nuevo se afirmó él mismo y
empezó a exigir reconocimiento. Gradualmente ganó ascendiente y el hombre
comenzó una vez más poner en duda la autoridad que le gobernaba.
Pero Aquino mantuvo que la iglesia era superior al estado y el gobernante del
estado siempre debe estar obediente al gobernante de la iglesia. El estado,
entonces, se pensaba como una institución divinamente establecida y que deriva
su poder sobre los hombres de Dios, a través de Su iglesia. La lealtad última del
hombre era para la iglesia y Dios, pero tenía que obedecer el estado puesto que
el estado en cambio recibió su poder de la iglesia.
Aunque Scotus no previó el resultado, esta teoría dio gran fuerza a la existencia
de estados y gobernantes. Podrían afirmar autoridad directa de Dios y podrían
valerse del temor al castigo eterno para dar fuerza a su autoridad.
Pero el hombre no estaba resignado a aceptar este dominio del estado aunque
se fundamentara en las teorías de grandes eclesiásticos. La postura
nominalistica permaneció y aparecieron aquellos que constantemente surgían
para afirmar la libertad del individuo sobre la autoridad del estado. GUILLERMO
De OCCAM era uno de este grupo que enfatizó la realidad del individuo y de
este modo le dio un argumento poderoso a hombre para afirmar su dignidad y
para cuestionar el poder del estado cuando parecía violar la voluntad de sus
miembros.
Esto, junto con otras cosas, condujo a una lucha creciente entre el estado y la
iglesia. Los hombres se levantaron para mantener que el estado era una
institución temporal que recibe su poder y autoridad de los gobernados y, en
consecuencia, libre de cualquier dominación por la iglesia. A veces la iglesia
estaba en la silla y regía sobre los estados entonces existentes. En otras
ocasiones los estados se sobrepusieron la iglesia y afirmaron su libertad.
El Estado tal como fue visto por los Precursores del Renacimiento
Fue en este tiempo que el hombre empezó a afirmar su libertad propia y desafiar
el poder de los gobernantes quien retenían puestos importantes en el estado. El
espíritu democrático estaba en marcha en la tierra, y se golpeaba efectivamente
en muchos lugares regla absolutista. En verdad, por todas partes el espíritu de
libertad rompía a través de la corteza pesada de la Edad Media, y el hombre
luchaba por llegar a ser un individuo verdadero y adquirir algo de poder para
gobernarse a sí mismo.
Otro pensador del período, JEAN BODIN, enseñó que se funda el estado en un
contrato que los pueblos hacen con su gobernante. El artículo fundamental de
este contrato es uno que da al gobernante toda autoridad y que no permite que
los pueblos bajo ninguna circunstancia lo tomen de vuelta.
Por eso, durante estos períodos tempranos modernos la tendencia era hacia el
absolutismo. El gobernante tenía poder el cual, aunque originalmente dado a él
por el pueblo, era más o menos absoluto de entonces en adelante. Por
supuesto, había oposición a este punto de vista. Cuando la práctica de más o
menos soberanía absoluta llegó a su punto culminante en el reinado de Louis
XIV en Francia, un clímax expresado en su dicho célebre, «el Estado soy Yo»,
había oposición suficiente para efectuar un derrocamiento de la posición entera y
empezar a edificar la idea más moderna de democracia. Pero esto es
adelantarnos en nuestra historia.
Por consiguiente, los hombres abandonan muchos derechos naturales para que
pueda existir un cierto grado de paz en la cual pueden realizar otros anhelos. El
estado es el resultado. Por acuerdo general los hombres en un estado
consienten en limitar sus derechos naturales para el bien de todos. Por eso,
solamente en un estado pueden justicia e injusticia tener un significado. Según el
derecho natural cualquier cosa sería justa. Sin embargo, en un estado, la
desobediencia a las leyes instaladas en virtud del contrato social es injusta. El
justo es el que hace la vida social posible.
Locke no pensaba que sería bueno que aquellos que elaboraron las leyes deban
tener también el derecho de ejecutarlas. En consecuencia, dividiría los poderes
de gobierno en el legislativo y el ejecutivo y mantendría estas dos ramas
separadas para el bien público. El pueblo tiene el poder de remover a los
legisladores siempre que lo desee ya que el poder descansa finalmente en el
pueblo. Asimismo tienen el derecho a castigar a sus legisladores o su ejecutivo
siempre que se convenzan que actúan en contradicción al bien público.
Es obvio que Hobbes y Locke eran exponentes de dos doctrinas muy distintas.
Mientras Hobbes tenía interés en presentar una justificación filosófica para la
monarquía absoluta y el derecho divino del gobernante para gobernar sin ser
responsable ante el pueblo, Locke tenía interés en justificar la doctrina de
libertad política. Locke buscó probar que el poder del estado siempre descansa
en el pueblo y que sus gobernantes son meramente sus sirvientes sometidos a
su voluntad. No se puede quitar este poder jamás al pueblo ni puede cederse.
Hobbes mantuvo que una vez que el pueblo dio poder al gobernante, eran
incapaces de obtenerlo de regreso, independientemente de lo que el gobernante
haga.
Éstos eran dos puntos de vista que frecuentemente aparecían en los escritos
políticos del decimoctavo siglo y la parte temprana del siglo decimonoveno.
Estaban en conflicto constante, y el conflicto no ha muerto aún hoy día.
Esta teoría tal como fue desarrollada por Locke, una teoría de la libertad del
hombre y del estado como una institución encargada de la conservación del
orden entre los hombres, pero muy limitado, condujo a la doctrina famosa del
laissez-faire. Ésta es la doctrina de que el estado no debe interferir más que lo
que sea absolutamente necesario en los asuntos de sus miembros, que el
individuo tiene un derecho natural a ejercer su actividad en la esfera económica
con la menor interferencia posible por parte de la sociedad.
ADAM SMITH escribió su célebre Riqueza de las Naciones para mostrar que el
mejor estado existe solamente cuando se permite a los hombres involucrarse en
una competencia irrestricta, libertad de cambio, e auto-interés ilustrado. En esta
obra el péndulo de pensamiento del filosófico oscilaba lejos de la teoría de que el
estado debe regular toda actividad de los hombres, una teoría mantenida por
Platón y muchos otro pensadores, al opuesto extremo de que el estado debe
observar una política estricta de manos fuera y permitir que los hombres
ejerciten sus derechos naturales en todas direcciones excepto en aquellas
donde se amenaza la seguridad del grupo.
Para alcanzar esta libertad, Rousseau lanzaría lejos todas las trampas de la
sociedad moderna y volvería a la naturaleza. La sociedad natural, opinaba, se
basa en un «contrato social» por el cual se entrega la libertad del individuo a
leyes auto impuestas que son el resultado de la voluntad general. La soberanía
reside, argumentó, en el pueblo en todo tiempo y no se le puede quitar. El
Gobierno meramente lleva a cabo la voluntad del pueblo, y el pueblo tiene el
derecho en cualquier momento de revocar su gobierno y establecer otro.
El ideal de vida social, el estado positivo, es para Comte uno que ha pasado más
allá de la etapa de caos representado por las revoluciones que siguieron a la
influencia Lockiana. Aquí el experto ha aparecido y es capaz a través de la
fuerza de su habilidad de dirigir a la sociedad hacia una mejor y mas perfecta
vida. Comprende las reformas necesarias a la sociedad sobre el individuo como
los más de los Socialistas y puede efectuarlas. Las masas de hombres aceptan
a su guía porque es un experto. Los puntos de vista de Mill y Spencer Éste
sueño de reforma social y la construcción de una sociedad ideal era básico para
el pensamiento de JOHN STUART MILL también. Pensaba que los fenómenos
de la vida social se acomodaban a leyes fijas lo mismo que otros fenómenos lo
hacen. No obstante, reconoció que los factores comprometidos en la sociedad
son tan numerosos y cambian tan constantemente que su predicción es
imposible. Así, los métodos de estudio usados en otras ciencias, aquellos del
laboratorio, no son aplicables a un estudio de la sociedad. Por el método de
deducción de muchas instancias podemos observar tendencias en el desarrollo
humano social y podemos señalarlas como guías para nuestra actividad,
enseñó.
Creyendo que esto es verídico, Mill mantuvo que la tarea de los científicos
sociales era investigar de qué modo las formas diferentes de sociedad se
desarrollan y siguen la una a la otra. Así, por un estudio de la historia podemos
descubrir las leyes del progreso social y desarrollo. Entonces podemos señalar a
tendencias en la estructura presente social y predecir que existe un grado alto de
probabilidad de que se puedan esperar ciertos resultados sociales. Por ejemplo
un estudio de las civilizaciones antiguas mostrará las razones para su caída. El
historiador puede señalar a factores en la estructura social que contribuyeron a
la caída de la civilización. Entonces, si un examen de una sociedad presente
revela los mismos factores como presentes y funcionando, se puede predecir
con un grado de probabilidad que tal sociedad caerá también.
Mill, como muchos de sus antecesores, reconoció que el bienestar social era
necesario para el bienestar individual, que el individuo está ligado al grupo y que
su felicidad era dependiente del estado del grupo. De esta manera, soñó con
una sociedad en la cual la felicidad y prosperidad de todos eran ciertas, y en la
cual todos compartirían la riqueza del grupo. En su Autobiografía escribió,
«Mientras repudiamos con la mayor energía la tiranía de la sociedad sobre el
individuo que la mayoría de los sistemas socialistas han de incluir, todavía
miramos adelante a un tiempo cuando la sociedad no se encuentre mas dividida
entre el ocioso y el industrioso; cuando se aplicaría la regla de que quien no
trabaja no coma no a los pobres solamente, sino imparcialmente a todos; cuando
la división del producto de trabajo, en lugar de depender, como en tan alto grado
se hace ahora, sobre el accidente de nacimiento, se producirá por concierto
sobre un reconocido principio de justicia; y cuando o bien no sea ya, o se piense
ser, imposible para los seres humanos ejercitarse afanosamente en procurar
beneficios que no son exclusivamente propios, sino que se comparten con la
sociedad a la que pertenecen. El problema social del futuro, consideramos que
es: cómo unir la más gran libertad individual de acción, con una propiedad
común de los beneficios del trabajo combinado».
Mill se esforzaba aquí con un problema que parece haberse hecho más y más
claro desde su día: el problema de la pobreza inmerecida e igualmente opulencia
inmerecida. La sociedad, como lo entendió, existe para el bien de todos los
miembros individuales. Por eso, cada uno debe tener para libertad trabajar y ser
recompensado por su esfuerzo. Pero, las materias primas del mundo no pueden
ser la posesión exclusiva de unos. Éstas pertenecen a todos, y deben ser
poseídas por la sociedad como representante de todos. Mill opinaba que un
tiempo llegaría cuando tal sería el caso y cuando la sociedad podría garantizar la
libertad económica para todos.
Pero, la supervivencia del más capaz entre los individuos humanos depende,
argumentó, en la vida en grupo. Aislado de sus compañeros incluso el mas
capaz de los hombres perecería. Por eso la sociedad es esencial. Esto hace
necesario un curso de actividad en el cual cada individuo sea restringido por los
derechos de otros. Uno haría lo que quisiera en esta lucha, pero no debe violar
la libertad de otros. Todo el mundo tiene el derecho actuar hasta un cierto límite,
pero no más allá.
Sin embargo, Spencer no aceptaría la tesis socialista de Mill. Para él, el estado
está grandemente restringido. Sus funciones principales son prevenir la agresión
interna y proteger a sus miembros de la invasión extranjera. Más allá de esto no
puede ir. Poseer las materias primas del mundo y distribuirlas para el bien de
todos no es una función del estado, para su pensamiento. En esta dirección
observó sólo peligro, el peligro de total dominio del estado y la supresión
inevitable del individuo.
Dewey reconoce siempre la importancia del individuo. Sostiene que nadie debe
ser tratado como instrumento, como medio hacia un fin que no es el suyo. Debe
ser tratado, mas bien, como un fin en sí mismo. «Respeto a la personalidad
humana» es la doctrina fundamental de su filosofía. Este es, quizá el único
absoluto conocido en Dewey y su escuela de pensamiento.
Así, podemos decir que dos puntos de vista son básicos para la gran masa de
escritos recientes que tratan con el tema del estado. Por un lado están aquellos
que siguen mas o menos completamente el camino de Platón y de Nietzche y
sostienen que la desigualdad es el estado natural del hombre. Siendo este el
caso, cada miembro del estado debe tomar su lugar propio en la estructura
social. Es perfectamente natural, argumentan estos hombres, que algunos sean
gobernantes y otros gobernados, y los gobernados no deben cuestionar los
actos de los gobernantes. Tales escritores menospreciarían la democracia, el
socialismo, y todos los sistemas de igualdad y libertad humanos. Plato veía la
democracia como la puerta abierta a la anarquía. Él tendría el gobierno del rey
filósofo, y todos los demás tomarían su lugar en un sistema cerradamente
organizado.
Hegel llevó la idea un paso mas allá cuando sostuvo que ciertos estados o
grupos de individuos eran por naturaleza superiores a otros y debían por lo tanto
regir sobre ellos. Este, por supuesto, es el punto de vista básico de todos los
sistemas de gobierno totalitarios.
Esta postura condujo a la influyente doctrina del laissez-faire, una doctrina que
caracteriza los primeros años del desarrollo de los Estados Unidos. Limita la
autoridad del estado y magnifica la libertad del individuo para trabajar y retener
la retribución de su trabajo.
Hoy día los filósofos están buscando descubrir un equilibrio entre estas dos
posiciones. La libertad total conduce a un individualismo craso en el cual el
poderoso oprime al débil. Una reglamentación total conduce al mismo fin, pero
ahora son los opresores los que alcanzan el control del gobierno. Dewey - y
muchos pensadores modernos están de acuerdo en esto - busca la libertad
dentro del grupo social por la cual tanto el individuo como el grupo prosperen.
Muchos de los experimentos sociales del presente van en esta dirección,
buscando balancear los intereses individuales y los intereses del grupo de tal
manera que sean servidos ambos y ninguno sacrificado al otro.
El Gobierno
1. La teoría del derecho divino del monarca, defendida por el rey Jaime I de
Inglaterra y por su ministro Sir Robert Filmer, sostiene que los gobernantes
reales poseen su autoridad por una concesión personal inmediata de Dios, quien
no sólo confiere autoridad al estado, sino que selecciona incluso a sus
gobernantes. Lógicamente se confiere gran importancia al título de la sucesión
hereditaria. Esta teoría convierte en inmoral cualquier intento de derrocar al
monarca, por mal que gobierne.
c) Hay muchos títulos del poder político, pero todos ellos son derivados, excepto
el único título básico del consentimiento popular. Ningún otro título es válido por
sí mismo, sino que ha de ser confirmado por el consentimiento del pueblo.
Formas de Gobierno
Platón tiene una clasificación basada en una decadencia gradual a partir del
ideal: Aristocracia, timocracia, oligarquía, democracia y tiranía. Aristóteles tiene
una división en seis partes, enumerando tres formas de gobierno buenas:
monarquía, aristocracia, república; y tres formas perversiones: tiranía, oligarquía
y democracia. Actualmente se distinguen tres tipos fundamentales, a saber,
monarquía, absoluta o limitada, aristocracia, por nacimiento o fortuna, y
democracia, pura o representativa.
Control Gubernamental
Si el individuo se rige por la ley moral, podrá parecer acaso que las leyes sean
superfluas. Sin embargo la ley natural sólo es clara para sus principios más
generales; es conocida de modo irregular, porque su conocimiento ha de
desarrollarse gradualmente y, en todo caso, le falta el enunciado de una fórmula
expresa. Esta formulación es la que el legislador humano proporciona al
promulgar leyes positivas.
Las leyes positivas humanas pueden adoptar dos formas. Las leyes positivas
declarativas declaran simplemente lo que la ley moral prescribe, o extraen
conclusiones deducibles de ella. Sólo difieren de la ley moral en cuanto a la
forma de promulgación. Las leyes positivas determinativas fijan formas de actuar
conforme a la ley moral, pero no deducibles de ella.
La ley moral necesita complementarse con la ley positiva por las siguientes
razones:
La Propiedad
Ver Apéndice B)
En casi todos los pueblos primitivos la tierra era poseída por la comunidad. Este
comunitarismo se extendía a los alimentos, que eran compartidos con quienes
no los tenían y aún con los extranjeros. Sin embargo este comunitarismo pronto
desapareció por razones biológicas; era un estímulo insuficiente para la
inventiva, la industriosidad y el ahorro. El comunismo proporcionaba una cierta
seguridad para quienes sobrevivían a las enfermedades y accidentes debidos a
la pobreza e ignorancia de las sociedades primitivas; pero no las sacaba de la
pobreza.
En cuanto a la clase inferior, Platón admite que los que producen deben tener
libertad de vender e intercambiar, finalmente, a ellos les corresponde mantener a
las clases superiores. Sin embargo, hace la observación de que los artesanos no
deben ser demasiado ricos ni demasiado pobres.
Aristóteles
Los Cínicos
Los Estoicos
Fundados por Zenón, bajo la Stoa o pórti co de Atenas, enseñaban que existía
sólo un bien, la virtud, y que su práctica sola asegura la felicidad. Para ellos la
virtud significaba una conducta libre de emociones y pasiones, cuyo rechazo
traería al individuo una serenidad de mente que ningún evento externo podría
perturbar. Aunque esta doctrina podría implicar un desdén de los bienes
materiales, el Estoicismo llegó a aceptar la adquisición y el cuidado de la
propiedad que pudiera ayudar al sabio a ser virtuoso. Para todos los nuevos
filósofos la esclavitud aparece como algo obscuro. La doctrina estoica otorga
aprobación expresa a las ganancias por la enseñanza, por el servicio a los ricos,
y por el empleo en el gobierno.
Los Epicureos
No es, sin embargo, en las enseñanzas de los estoicos sino en las de Epicuro en
que la manera en la cual las escuelas filosóficas enfocaron el problema
económico encuentra su expresión más concisa y enfática. Epicuro sugiere: «Si
deseas hacer rica a una persona, no le des mas dinero, sino disminuye su
ambición». Los deseos los divide en tres categorías: Los deseos básicos que
son naturales y necesarios, otros naturales pero no necesarios, y otros mas ni
naturales ni necesarios. Sólo los deseos naturales y sólo aquellos que no sean
dañinos merecen satisfacción.
Ley Natural
Jurisprudencia Romana
La ley natural desarrollada por los estoicos fue común en el sentido de que se
aplica a toda la humanidad. Así el concepto tiene una significación mayor al
proporcionar un concepto que sirva de cimiento para una ley entre las naciones.
Como los romanos eran un pueblo as activo que reflexivo, su contribución a la
especulación económica no fue mas allá de algunos comentarios acerca de las
ventajas de una vida sencilla, de intereses agrícolas, y de la comparación del
trabajo libre ante el del esclavo. Por otra parte, el Derecho Romano fue de una
excelencia tal que hasta nuestros días ha sido fuente de inspiración para los
legisladores que redactan la «ley civil» en los países de la Europa continental y
en Latinoamérica. Otro ejemplo, de suma importancia en la vida económica, es
la doctrina de la corporación o sociedad. Bajo esta doctrina los activos de la
sociedad quedan separados de los activos de sus propietarios y, aunque estos
cambien, la sociedad permanece la misma. Este principio puede encontrarse ya
en el Derecho Romano.
Casi todos los países han sentido el efecto de las leyes romanas respecto a
propiedad y contratos. La ley romana era casi absoluta en su protección al
propietario y a su derecho a usar de su propiedad como le parezca, y mantuvo
también la libertad de contratación. Algunos juristas romanos llegaron a
considerar la propiedad como instituida por ley natural. Esta idea fue recogida
por John Locke, quien declaró que la protección de la propiedad es el principal
propósito del gobierno.
La Civilización Romana
Roma estableció la ley y el orden dentro de los confines del Imperio pero ejerció
poca o ninguna influencia civilizadora sobre las tribus bárbaras mas allá de sus
fronteras. Hubo necesidad de un nuevo mensaje para civilizar a los invasores y
traerlos dentro de los límites de una comunidad universal. Este nuevo mensaje
fue trasmitido por el Cristianismo, cuyo auge se traslapa con la declinación del
Imperio Romano. La nueva civilización que tomó el lugar de la romana atraería
pronto a millones de personas inspirada por una idea nueva, diferente de la
sabiduría de los griegos y la ley de los romanos: el evangelio del amor.
La Enseñanza Cristiana
Clemente De Alejandría
La Edad Media
Era posible «financiar» este nuevo tipo de guerra por la imposición del deber
militar y otros servicios adecuados sobre los poseedores de la tierra, la que en
aquel tiempo constituía la forma de riqueza más importante. Bajo el feudalismo la
propiedad de la tierra no era absoluta y divorciada de ciertos deberes como la
había sido en Roma y como ha vuelto a ser en los tiempos modernos. La
propiedad original de la tierra era del rey, el señor todopoderoso. Este donaba
grandes parcelas a sus nobles más importantes, quienes podían a su vez
nombrar representantes. Estos nobles y sus lugartenientes no adquirían la
propiedad plena de la tierra sino más bien un derecho de uso sobre ella, que
tendió a volverse hereditario. Pero su derecho estaba condicionado a la
prestación de cierto tipo de servicios, militar, personal, de trabajo, o entrega de
los productos.
La Escolastica
El período escolástico medieval abarcó siete siglos, desde el año 800 hasta el
1500. El término escolásticos se refiere a los maestros y autores que emplearon
el método escolástico. Proviene del latín schola y era, esencialmente:
Fue el escritor escolástico por excelencia. Su influencia fue tan vasta que casi
todos los escolásticos que le siguieron estudiaron, citaron o comentaron sus
escritos.
La Mayordomía de la Riqueza
Santo Tomás mantiene que existen dos aspectos respecto a las propiedades,
primero su adquisición y disposición; segundo su uso. Con respecto a la
adquisición y disposición se justifica la propiedad privada sobre la base de las
razones dadas por Aristóteles. Respecto al uso de las posesiones, Santo Tomás
insiste en que debe permitirse a otros participar en ellas. Este deber, que refleja
la idea de la mayordomía de la riqueza, puede ser cumplido mediante actos de
caridad, liberalidad, y magnificencia. En un pasaje de sus escritos discute el
deber de compartir con otros las propiedades cuando la ley humana es
suspendida bajo condiciones de urgente necesidad, cuando la apropiación de los
bienes deja de ser un robo.
Las contribuciones de la etapa que va desde el año 1350 hasta 1500 suelen
llamarse el período escolástico tardío. Se radicaron principalmente en
Salamanca.
Juan de Medina añadió que pese a que algunos de los apóstoles tenían
propiedades, Jesús no les mandó dejarlas. Según este autor la ley natural ni
manada ni prohibe la división de bienes. Pedro de Aragón explicó que si
suponemos que para ciertas personas es conveniente tener sus bienes en
común (como puede ser el caso de los miembros de las órdenes religiosas), no
por eso se puede concluir que la misma conveniencia regiría para la humanidad
entera.
San Francisco de Sales, explicó la actitud de pobreza, aun siendo ricos, de esta
manera:
Bartolomé de Albornoz hacía notar que hasta los sacerdotes cometían abusos
cuando sus bienes eran administrados en común. Cuando los bienes se tienen
en privado es mas difícil que existan fraudes. Luis de Molina, en su obra De
iustitia et iure incluyó muchos argumentos en favor de la propiedad privada. Si
las tierras se tuvieran en común serían mal cultivadas y mal administradas. La
escasez se agravaría y la gente se pelearía por el uso y consumo de los bienes.
Los poderosos explotarían inevitablemente a los débiles. Nadie estaría
interesado en servir al bien público ni preocuparse de aquellos trabajos que
requirieran de un gran esfuerzo.
Según Leonardo Lessio, una vez ocurrido el pecado original, dividir los bienes en
propiedad privada no es solamente lícito sino provechoso para la humanidad.
Sin propiedad privada los bienes serían mal cuidados y la paz entre los hombres
se tornaría imposible.
1. La propiedad privada hace posible un orden social justo. El mal existe porque
los hombres son pecadores. Si los bienes se poseyeran en común serían los
hombres malvados e incluso los avaros y ladrones quienes más se beneficiarían.
Sacarían más y pondrían menos en el granero de la comunidad. El hecho de que
«los peores» obtengan el mayor beneficio constituye un elemento pernicioso y
una distorsión del orden natural.
2. La propiedad privada es muy útil para preservar la paz y la armonía entre los
seres humanos. Es inevitable que se produzcan fuertes disputas cuando los
bienes se poseen en común.
3. Los bienes productivos que se tienen en propiedad privada son más
fructíferos porque es natural que se cuide más lo propio que lo común.
4. La propiedad privada es conveniente para mantener el orden en la sociedad y
para promover la cooperación social libre. Si todo se poseyera en común. Todas
rechazarían el realizar aquellos trabajos menos placenteros.
5. Ningún hombre (ni siquiera un sacerdote) puede desentenderse de los bienes
temporales. Justamente con el pecado original aparece el problema de la
escasez, que es el origen de los problemas económicos.
El Mercantilismo
Con la aparición de esta corriente económica, que ha de durar 250 años, que
pretende que el interés nacional va de la mano con el de la clase mercantil, el
concepto de propiedad y riqueza toman un aspecto mundano y secular. Llega a
afirmarse que la búsqueda de la riqueza (y por tanto de la propiedad) es la única
virtud social. Hasta que aparezca el pensamiento de John Locke, a fines del
siglo XVII, aparecerán nuevos conceptos sobre la propiedad.
John Locke
Locke usa la palabra propiedad tanto en su sentido amplio, en el que abarca una
extensa gama de intereses y aspiraciones humanas, como en un sentido
estricto, cuando se refiere a los bienes materiales. El meollo de su argumento
está en que se trata de un derecho natural y en que se deriva del trabajo. Al
considerar que la propiedad es un derecho natural que se encuentra por encima
del gobierno, Locke difiere de Hobbes, para quien la propiedad es una creación
del gobierno soberano. Al hacerlo proceder del trabajo, discrepa también de
otros exponentes de la ley natural, que consideran que depende de un
consentimiento general o de un contrato.
La Fisiocracia
Carlos Marx
Como Locke, Marx considera que el valor y la propiedad emanan del trabajo.
Pero va aún mas lejos. Afirma que el trabajador es despojado del valor por el
creado (y por tanto de su propiedad) por el capitalista. Es la radicalización
extrema del concepto de propiedad, contra el que habrá de enfrentarse la
Doctrina Social de la Iglesia Católica.
Cuarenta años después, Pío XI refuerza la postura de León XIII y de los teólogos
que actuaban bajo la dirección de la doctrina eclesiástica:
« El derecho natural de uso de los bines terrenales está en relación estrecha con
la dignidad de la persona y con los derechos personales del hombre. Otorga ... al
ser humano la base de seguridad material que es tan importante para el
cumplimiento de sus obligaciones morales...(Pío XII, Radio mensaje del 1 de
Junio de 1941».
Para Pío XII, el aprovechamiento de los bienes terrenales que no sea personal,
va contra la dignidad humana, ya que a la persona pertenecen también libertad y
autodeterminación, que se extienden al aprovechamiento de los bienes
materiales. Solamente quien impugne al hombre la dignidad de la libre
personalidad puede reconocer la posibilidad de substituir el derecho a la
propiedad privada (Pío XII, discurso del 20 de Mayo de 1948)
«La propiedad privada o cierto dominio sobre los bienes externos aseguran a
cada cual una zona absolutamente necesaria para la autonomía personal y
familiar y deben ser considerados como aplicación de la libertad humana».
(Gaudium et Spes, n.71)
«La conciencia cristiana no puede considerar justo un orden social que niegue
de manera básica, o cancele prácticamente, o despoje de su fundamento el
derecho natural a la propiedad de los bienes de consumo como de los medios de
producción (Pío XII, Radio mensaje del 1 de Septiembre de 1944)».
Y también: «La función social de la propiedad nace mas bien del derecho mismo
de la propiedad. Inmediatamente unido a ello están los numerosos casos
extremos y miserias ocultas, pero graves, a los que no llega la beneficencia
pública por mas diversificada que se encuentre, y que de ninguna manera puede
solucionar. Aquí siempre queda un campo muy amplio para la caridad humana y
organizaciones cristianas del tipo Caritas». (Juan XXIII, Mater et Magistra, n.
120)
Noventa años después de la Rerum Novarum Juan Pablo II afirma que toda la
vida socioeconómica debe estar presidida por un principio: la prioridad del
trabajo sobre el capital. Dice:
La Justicia
Pensamiento Judeocristiano
La Filosofía Griega
Platón
A:B = C:D
A-C=C-B
Por ejemplo, si se encuentra que una mercancía que ha sido vendida por 10
unidades de moneda está defectuosa y el comprador reclama que el precio debe
reducirse a 2 unidades de moneda, la proporción aritmética sería 10-6=6-2. El
juez fijaría el precio en 6 unidades de moneda, la media aritmética del precio
original y el que el comprador reclama es su valor.
Justicia en el Intercambio
A.B:=xD:C
xD=C
A=B, entonces
A + xD=B+C,
A=1/2 B y
c= 1/10 B, entonces
A= 5 unidades de moneda = 5C
«y no hay diferencia en si se intercambian cinco camas por una casa, o el valor
monetario de cinco camas.
«Aristóteles establece dos partes o clases de justicia y dice que una dirige las
distribuciones y otras las conmutaciones... la justicia particular se ordena a una
persona privada, que respecto a la comunidad es como la parte al todo. Ahora
bien, toda parte puede ser considerada en un doble aspecto: uno, en la relación
de parte a parte, al que corresponde en la vida social el orden de una persona
privada a otra, y este orden es dirigido por la justicia conmutativa, consistente en
los cambios que mutuamente se realizan entre dos personas. Otro es el todo con
respecto de las partes, y a esta relación se asemeja el orden existente entre la
comunidad y cada una de las personas individuales, este orden, es dirigido por
la justicia distributiva que reparte proporcionalmente los bienes comunes».
¿Cómo se hace esta distribución de los bienes comunes entre los ciudadanos?
Según Santo Tomás se deben distribuir proporcionalmente: «...en la justicia
distributiva se da a una persona tanto o más de los bienes comunes cuenta
preeminencia tiene en la comunidad. Esta preeminencia se determina en la
comunidad aristocrática por la virtud; en la oligárquica, por las riquezas; en la
democrática, por la libertad.»
Mientras que la justicia distributiva regula las distinciones, «la conmutativa dirige
los cambios que pueden darse entre dos personas». Temas como las ganancias,
los salarios, y los intereses eran abordados por los escolásticos como tópicos de
justicia conmutativa. Los escolásticos llegan a la conclusión de que no es función
del gobierno determinar salarios, ganancias, e intereses. Para analizar los
mismos utilizaban un procedimiento igual al que empleaban para estudiar los
precios de los bienes, determinando que los mismos debían de establecerse
siguiendo la estimación común que se realiza en el mercado.
El Justo Precio
La discusión del justo precio por Santo Tomás se encuentra en la Summa bajo la
cuestión «¿puede un hombre vender legítimamente una cosa por más de lo que
vale?». El valor de un bien es su precio justo, y si el precio de venta se desvía de
él, el comprador o el vendedor, según el caso, debe restituir. La desviación debe
ser considerable. Este último requisito es debido a que el justo precio no es algo
«definitivo y absoluto» sino el resultado de una estimación.
Francisco de Vitoria opinaba: «Si la justicia establece una igualdad entre dos
hombres privados que compran y venden, se llama justicia conmutativa; pero si
la establece entre la república y la comunidad y el hombre privado, recibe el
nombre de distributiva. Además nota que la justicia distributiva reside en el
príncipe en su actuación.
«...la justicia distributiva es una virtud que actúa entre dos extremos, está por
uno y otro limitada. Y así ni permite que los bienes se repartan con demasiada
abundancia que deje exhausto al erario público, ni permite que se muestren tan
austeros en la distribución de los bienes que no hagan con ellos favor alguno a
los ciudadanos que tienen de ellos necesidad. Sobre todo han de evitar siempre
que los tributos y censos que se imponen al pueblo con destino a las
necesidades públicas, no se empleen en usos extraños...».
Dentro de este campo, una de los más importantes para la política económica es
la que se refiere a la justicia en la imposición de tributos. Pedro Ledezma señala
que, para no violar la justicia distributiva, estos impuestos deberían cumplir cinco
condiciones:
1. Que el que imponga el tributo sea una autoridad legítima. Esta po dría ser:
El Papa
El Concilio
El Emperador
El Rey (o las autoridades de la República)
Señores que no reconocen superior en lo temporal.
2. Que la causa final de tributo sea justa y que redunde en bien y utilidad de la
República.
3. Los tributos han de ser proporcionados con la causa final por la que se ponen.
El uso de los tributos debe ser justo; debe gastar su importe en aquellas cosas
por las cuales se pone.
4. La materia sobre la cual se impone el tributo debe ser justa y decen te. 5. Los
tributos han de tener proporción con las haciendas de los particulares.
Hobbes y Spinoza
En opinión de Hobbes, para los hombres que viven en una condición meramente
natural, las nociones de justicia e injusticia no se aplican. Se aplica solamente a
hombres que viven dentro de la sociedad civil. Así la naturaleza de la justicia
consiste en mantener las convenciones establecidas; pero la validez de las
convenciones emana de la constitución de un poder civil suficiente para hacerlas
obligatorias. Puede llamarse injusticia a la violación de la ley o convenciones
civiles, y a su observancia justicia.
En opinión de Spinoza,» todo tiene por naturaleza tanto derecho como tenga
poder para existir y operar.» En consecuencia, «en un estado natural no existe
nada que pueda ser llamado justo o injusto, solamente en el estado civil. Aquí la
justicia consiste en la obediencia, la injusticia en la desobediencia, respecto a las
leyes que el estado tiene el poder de respaldar, leyes que son formuladas no con
referencia a la justicia, sino con respecto a los intereses del estado que debe
buscar su propia preservación y tiene el derecho a hacerlo, en tanto mantenga
su poder».
Carlos Marx
Justicia y libertad
De ahí parece seguirse que si un hombre es tratado con justicia, tiene toda la
libertad que merece. Desde un ángulo opuesto, Mill argumenta que un hombre
tiene todo el derecho a la libertad que puede usar en justicia, sin herir a otros
hombres o al bien común. Mas libertad que esta sería algo licencioso.
Doctrina Social de la Iglesia Católica
En León XIII, Rerum Novarum, «... los socialistas tratan de acabar con la
propiedad privada de los bienes... es sumamente injusta pues ejerce violencia
contra los legítimos poseedores... «.
«... los socialistas empeoran la situación de los obreros todos, en cuanto tratan
de transferir los bienes de los particulares a la comunidad, puesto que
privándolos de la libertad de colocar sus beneficios, con ello mismo los despojan
de la esperanza y de la facultad de aumentar los bienes familiares y de
procurarse utilidades».
«Queda por instaurar una mayor justicia en la distribución de los bienes, tanto en
el interior de las comunidades nacionales como en el plano internacional. En el
comercio mundial es necesario superar las relaciones de fuerza para llegar a
tratados concertados con la mirada puesta en el bien de todos. Las relaciones de
fuerza no han logrado jamás establecer efectivamente la justicia de una manera
durable y verdadera, por mas que en algunos momentos la alternancia en el
equilibrio de posiciones puede permitir frecuentemente hallar condiciones mas
fáciles de diálogo. El uso de la fuerza suscita, por lo demás la puesta en acción
de fuerzas contrarias, y de ahí el clima de lucha, que da lugar a situaciones
extremas de violencia y abusos. Pero - lo hemos afirmado frecuentemente - el
deber más importante de la justicia es el de permitir a cada país promover su
propio desarrollo, dentro del marco de una cooperación exenta de todo espíritu
de dominio, económico y político...».
La Veracidad
La Mentira
San Agustín define la mentira como «una declaración falsa hecha con el
propósito de engañar». Santo Tomás pasa a analizar esta definición, señalando
que contiene:
1. La falsedad de la declaración
2. La voluntad de decir la falsedad
3. La intención de engañar
4. Dicha a alguien que tiene derecho a saber la verdad
Debe presumirse que todo aquel con el que hablamos tiene derecho a conocer
la verdad. El respeto a él como persona requiere que lo tratemos como tal. Solo
pierde ese derecho si nosotros tenemos el derecho mayor de esconder la verdad
y no podemos hacerlo mediante el silencio.
Kant considera, en sus Lecciones sobre Ética, que decir la verdad es un aspecto
esencial de la comunicación. Considera que el decir la verdad es un imperativo
categórico al que no puede faltarse por tres razones: Primero, el principio de
decir la verdad es uno que cada uno de nosotros espera de los demás. En otras
palabras, es un principio universalizable. Segundo, decir la verdad es un
elemento necesario para la sociedad porque todos los grupos sociales dependen
de lazos mutuos de veracidad y honestidad para respaldar su unidad y orden
continuo. Finalmente, mentir destruye la principal fuente del desarrollo humano -
esto es, el conocimiento - puesto que dificulta el descubrimiento de nuevas
verdades.
En contraste con Kant, Albert Carr, en su artículo «¿Es ético exagerar en los
negocios?», sugiere que decir la verdad depende del contexto en el que tienen
lugar la actividad. Por ejemplo, en la publicidad, los anunciantes de hecho
mienten acerca de sus productos. Esto está bien, de acuerdo con Carr, porque
todo mundo entiende el «juego» de la publicidad y nadir se ve sorprendido por la
exageración. Wokutch y Carson señalan que, como nunca se puede obtener
información perfecta acerca del mercado, y por tanto en los términos de Kant, «la
verdad total», es usualmente imposible determinar si un anunciante miente o
sólo exagera.
El Secreto
El que las partes sean competentes significa que han de estar en condiciones de
comprender los términos del contrato, de modo que puedan dar su
consentimiento los mismos. Como la realización de un contrato constituye un
acto humano, aquel que es incapaz de un acto humano es incapaz de hacer un
contrato. Teniendo por objeto promover el bien común, el estado tiene, como
sociedad natural, la autoridad para reglamentar los contratos en la esfera de su
jurisdicción.
El Consentimiento Mutuo
(Ver Apéndice C)
c) Sentido económico: El hombre tiene que vivir y para lograrlo hay que trabajar,
luego el trabajo es el medio necesario para la propia subsistencia. No es tanto
un medio de producción como un medio de subsistencia. Luego el sentido
económico debe estar subordinado al sentido humano, que es el principal.
Desde un punto de vista ético, ya sea que el trabajo se realice por cuenta propia
o a favor de un patrón, deje ejecutarse conforme a reglas de justicia, para que
sea moralmente bueno, como se requiere en toda conducta humana.
Según el sistema de salario, el trabajador recibe una cantidad de dinero fija, pero
no participa en los beneficios ni en las pérdidas, en tanto que el patrón se queda
con los beneficios pero soporta también las pérdidas. Así, el trabajador tiene la
seguridad de un ingreso, que es lo que más necesita debido a su falta de capital.
Ninguna de las dos partes puede tener las dos cosas a la vez. El propietario no
puede quedarse con todos los beneficios y hacer recaer las pérdidas sobre el
trabajador. El pago de un salario fijo constituye su primera obligación, y ésta
goza de precedencia sobre cualquier otra. El trabajador tiene la seguridad de un
ingreso fijo, a cambio de lo único que puede vender y de lo que depende su
subsistencia.
Un salario fijo significa que está fijado por un período de tiempo especificado por
contrato, pero no que sea totalmente estático. El trabajador no tiene derecho
alguno a participar en los beneficios inmediatos que resultan de fluctuaciones
pasajeras, pero tiene el derecho de participar en la riqueza y la prosperidad
crecientes de la comunidad de la que forma parte, sea la industria, la nación o el
mundo entero.
El salario mínimo justo significa la cantidad menor que debería pagarse a cada
trabajador regular por su trabajo. Por trabajador regular entendemos un
empleado adulto, competente, de tiempo completo, que se gana la vida
dedicando su jornada entera de trabajo a su patrón. El salario mínimo justo no es
el mínimo para una determinada clase de trabajo, sino para todo trabajo y, por
tanto, se aplica al trabajador no calificado. Aunque no entraremos a calcular el
salario en términos reales si nos interesan los principios sobre los que debe
calcularse:
¿Cuáles son estos elementos esenciales? Mas que la mera existencia, porque el
hombre no es una bestia de carga, y son mas de los que cumplirían las
necesidades de un salvaje porque el hombre tiene derecho a participar en la
civilización de la que forma parte y del progreso general de la humanidad. Una
norma mínima de vida implica al menos una vivienda apropiada, alimento sano y
suficiente, tiempo para dormir y descansar, algún esparcimiento no costoso, y un
pequeño excedente para el ahorro.
¿Debería ser este salario familiar relativo o absoluto, esto es, debería adaptarse
al tamaño de la familia de un trabajador particular o ajustarse mas bien a la
familia media? El argumento anterior parece demostrar que ha de ser relativo,
porque el trabajador ha de sustentar a la familia real que tiene, y no a la de una
media aritmética. Sin embargo el problema práctico de aplicación rara vez ha
podido ser superado.
¿Tienen solamente los casados derecho al salario familiar? No, sino que este
salario debe ser pagado igualmente a los solteros. Los no casados tienen
derecho a casarse, de ahorrar dinero para el futuro matrimonio y un únicamente
el salario familiar les permitirá hacerlo.
El Empleo
Si el hombre tiene derecho a vivir y sólo puede vivir trabajando, tiene el derecho
a trabajar. El trabajo es la forma natural de ganarse el sustento, y la estructura
económica de la sociedad moderna se basa en dicho supuesto. El empresario
tiene la obligación de superar breves períodos de depresión y no despedir al
personal demasiado rápidamente, porque hacerse cargo de las pérdidas, lo
mismo que de los beneficios, forma parte de su riesgo, pero sería absurdo creer
que pueda sostener los negocios privados indefinidamente con pérdidas. En
largas depresiones es la sociedad misma quien debe ayudar al trabajador, y en
última instancia el estado. La sociedad ha de proveer a que haya trabajo
suficiente para todos.
La Huelga Directa
Por el hecho de producir estos males previstos, que afectan no sólo a las
personas interesadas en la huelga, sino a la comunidad en su conjunto, la
huelga directa implica, entre otros, el principio del doble efecto:
1. La huelga directa no es mala en sí misma. Las demandas justas, presentadas
y negadas, pueden ser la causa de la huelga; ninguna huelga puede ser legítima
a menos que las demandas sean justas.
2. El efecto bueno no se obtiene por medio del efecto malo. Los males que
resultan para el trabajador, el consumidor, y el público en general, no son
medios que remedien la condición de los trabajadores, y no hacen sino ejercer
una presión complementaria sobre el empresario. La huelga está concebida para
herir al empresario donde más le duele. Sin embargo, el hecho de que la huelga
actúe de esta forma no hace, con todo, que sea moralmente mala. El principio
del conflicto de derechos convalida el principio del doble efecto. Los huelguistas
no cometen injusticia contra el patrón injusto cuando paran el trabajo con el
objeto de interrumpir sus beneficios y obligarle a cesar en su injusticia contra
ellos.
3. Los huelguistas no deben perseguir el mal en sí mismo, sino solamente los
salarios justos y las condiciones apropiadas de trabajo a los que tienen derecho.
La huelga no ha de tener por objeto fomentar odio y la lucha de clases, sino
solamente obtener mejores condiciones de trabajo.
4. Ha de haber una proporción suficiente entre los efectos bueno y malo. Este
requisito no pone toda la culpa sobre los trabajadores, sino que subraya el deber
del empresario de anticipar el trastorno y de cuidar de que no exista una causa
justa para llegar a la huelga.
Hay cuatro condiciones para que haya una huelga justificada:
a) Ha de haber una causa justa.
b) Debe haber una aprobación apropiada.
c) La huelga ha de representar el último recurso.
d) Sólo pueden utilizarse medios legales.
La huelga general es un arma mas bien política que económica y presenta las
características de rebelión o revolución. En cuanto a mera huelga está fuera de
toda proporción. No apunta a remediar un mal sino a infligir un daño; no a
presionar a personas injustas para obtener que cumplan demandas de justicia,
sino a destruir su propiedad y subvertir el orden la sociedad. Esto constituye un
grave delito moral.
El Capitalismo
Durante muchos siglos han existido diversas formas de propiedad privada, pero
sin las características del capitalismo moderno. Podemos tomar globalmente al
capitalismo como el sistema económico caracterizado por cuatro elementos, a
saber: la propiedad privada, la empresa libre, la persecución del beneficio y los
fondos invertidos.
1. Competencia exagerada.
2. Pugna entre empresarios y trabajadores.
3. Ausencia de autorregulación.
4. Extensión y centralización.
5. Producción en masa y tecnología.
Competencia y Cooperación
Nos guste o no, los negocios están hoy día reglamentados en gran parte por el
gobierno. El orden económico oscila precariamente entre los extremos de
libertad y control. Los conservadores destacan los males del estatismo y su
burocracia y piden la vuelta al individualismo. Los liberales observan el fracaso
del individualismo desorganizado y piden una intervención estatal incrementada
en la vida económica. Ninguna alternativa es aceptable y, además, ni una ni otra
son necesarias.
Extensión y Descentralización
El Comunismo
Con la llegada de Carlos Marx tocó a su fin la era utópica del socialismo y el
comunismo. Marx hizo del socialismo y el comunismo una teoría científica y un
movimiento práctico. Su Manifiesto Comunista, que es una breve llamada a
todos los trabajadores, y su Capital, que es la biblia del comunismo moderno,
son obras de un espíritu muy distinto al de quienes le precedieron.
Explicación del Marxismo
Los diversos puntos que contiene el sistema marxista son los siguientes:
Se sigue de aquí la teoría de la lucha de clases. Marx dice: «La historia de toda
sociedad que hasta aquí ha existido es la historia de la lucha de clases».18 Las
clases surgen de la vida económica de la sociedad, esto es de los que tienen y
los que no tienen. En la historia, la clase inferior acaba siempre emancipándose.
Nuestra época no será una excepción. El proletariado se levantará contra su
opresores, destruirá toda forma de gobierno de clase y emancipará así a la
sociedad entera del mal de la lucha de clases. Marx cree que no sólo la tesis del
colectivismo primitivo ha pasado desde hace mucho, sino que la antítesis de la
propiedad privada está tocando ahora a su fin, y que la síntesis del comunismo
está a la vista.
Economía: La Plusvalía
Marx adopta de los economistas liberales Adam Smith, David Ricardo, y otros, la
teoría del valor trabajo, en el sentido de que el trabajo es la sola fuente del valor
económico. La unidad de riqueza es el producto que, según había señalado
Aristóteles 19 siglos antes presenta un doble valor: valor de uso, esto es, su
capacidad de satisfacer una necesidad humana, y el valor de cambio, esto es, la
proporción según la cual los diversos valores de uso pueden intercambiarse
según el grado de utilidad social del objeto. Marx insiste en que el valor de
cambio es totalmente independiente del valor de cambio:
«Por consiguiente, un valor de uso, o un artículo útil, sólo tiene valor porque se
ha incorporado o materializado en el trabajo humano. ¿Cuál es pues la magnitud
de este valor que hay que medir? Sencillamente, la cantidad de la substancia
creadora de valor, esto es, el trabajo contenido en el artículo. Por otra parte, la
cantidad de trabajo se mide por su duración, y el tiempo de trabajo encuentra su
norma, a su vez, en semanas, días, u horas».20
«Paralelamente, con el número cada vez menor de los magnates del capital, que
usurpan y monopolizan las ventajas de este proceso de transformación, crece
también la masa de la miseria, la opresión, la esclavitud, la degradación y la
explotación; pero con esto crece también la revuelta de la clase trabajadora, la
que aumenta cada vez en número, y se va disciplinando, uniendo y organizando
por el proceso mismo de la producción capitalista. El monopolio del capital se
convierte en obstáculo para el modo de producción que ha surgido y florecido
con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización
de la mano de obra alcanzan finalmente un punto en que se hacen incompatibles
con su revestimiento capitalista. Este revestimiento revienta. Ha sonado la hora
del fin de la propiedad privada del capitalista. Los expropiadores son ahora
expropiados.21
Política: La Revolución
Los marxistas simpatizan poco con el sindicalismo y con los intentos de aliviar la
condición de la clase trabajadora. Dicen que estos no son mas que paliativos
que no pueden producir mas que un alivio pasajero. Déjese que el capitalismo se
hunda, como lo hará necesariamente. Luego vendrá la revolución, gracias a la
cual los explotadores serán expulsados. Este cambio difícilmente se producirá
sin forcejeo. La burguesía resistirá, y para hacerle frente será necesaria la
dictadura del proletariado, de la que el Partido Comunista se constituirá en
vanguardia. A la dictadura del proletariado, que se prolongará por algunas
décadas, le seguirá un socialismo de estado, que también acabará. El resultado
final será la sociedad sin clases que pondrá fin a la lucha de clases.
Ética y Política
1. Concepto de «Política»
2) Más extendida está la postura del realismo político, para el cual es legítimo
recurrir a cualquier medio con tal de alcanzar los objetivos fijados. Salus pópuli
suprema lex est, decían los antiguos romanos. Lo malo es que - como dice
Aranguren - «un realismo verdaderamente consecuente tendría que eliminar la
moral no sólo de la vida pública, sino también de la privada. Ahora bien, la moral
es ineliminable». Existe también una versión 'light' del realismo político que
propugna una ética especial para la política. Que sería distinta de la ética
ordinaria. Pero como observa Ernesto Garzón - «sostener la existencia de dos
morales diferentes en virtud de los distintos papeles sociales que desempeñan
sus destinatarios parece ser tan acertado como sostener que existe una moral
de los casados y otra de los solteros, una de los profesores y otra de los
estudiantes, porque los deberes que rigen para unos y otros son diferentes».
En realidad, no es verdad que la política tenga que renunciar a la ética para ser
eficaz. Como ha escrito recientemente Juan Pablo II, «los acontecimientos del
año 1989 ofrecen un ejemplo de éxito de la voluntad de negociación y del
espíritu evangélico contra un adversario decidido a no dejarse condicionar por
principios morales: son una amonestación para cuantos, en nombre del realismo
político, quieren eliminar del ruedo de la política el derecho y la moral» (CA 25a).
Debemos conceder que en todas las épocas y en todos los países ha sido
frecuente encontrar entre los «profesionales de la política» a hombres
corrompidos. El apodo de Robespierre - «el incorruptible» - muestra que sus
virtudes eran la excepción, no la regla. Y es que, en efecto, el poder es ocasión
de graves peligros morales «El poder tiende a corromper - escribía Lord Acton el
5 de abril d.C. 1887 -, y el poder absoluto corrompe absolutamente»
Pero esto no es tan fácil como pensaba Bossuet, quien el 8 de marzo de 1679
cuando terminó los seis primeros libros de su Politique tirée des propres paroles
de l'Écriture Sainte, escribía al Papa Inocencio Xl en estos términos: «Nosotros
encontramos las fórmulas de la política, las máximas del gobierno y las fuentes
del derecho en la doctrina y en los ejemplos de la Sagrada Escritura».
Pues bien, no. En «las propias palabras de la Sagrada Escritura» - como rezaba
el título de Bossuet - no hay criterios políticos válidos para la actualidad porque
se trata de dos mundos completamente distintos. Sería inútil, en efecto, buscar
en la Biblia un juicio hecho sobre 1a democracia, sobre la disuasión nuclear o
sobre cualquier otro problema político de actualidad Sin embargo, podemos
conseguir que hable de todos esos temas mediante preguntas indirectas
cuidadosamente elegidas. Es el famoso «círculo hermenéutico» de Heidegger o
la «conversación hermenéutica» de Gadamer. De hecho, así elaboraron su obra
política los grandes teólogos de Salamanca en el siglo XVI.
Como dijo el Vaticano II, la DSI enuncia principios «exigidos por la recta razón»,
pero que la Iglesia ha concretado «a la luz del Evangelio» (GS 63e). Aquí no
vamos a detenernos en la problemática del derecho natural, pero voy a llamar la
atención sobre un aspecto que permite dar una respuesta correcta a las
objeciones del «realismo político» que mencionábamos mas arriba.
Para San Agustín la ley natural era la ley del hombre antes del pecado original.
Esa orientación - que persistirá prácticamente hasta Santo Tomás - dejaba al
derecho natural sin la menor eficacia para el presente. Además, no parece ser
fiel a la doctrina paulina sobre la posibilidad que tenían los gentiles de conocer la
ley natural (Rom 2, 14-15).
San Isidoro y otros añadieron al ius naturale (que seguía siendo el derecho
natural anterior a la caída) el ius gentium, el derecho natural posterior al pecado
original, que tenía en cuenta con realismo las tendencias egoístas del hombre.
Es una problemática eterna que recientemente abordó Max Weber con su
famosa distinción entre la «ética de la convicción' (Gesinnungsethisch) y la
«ética de la responsabilidad», que quizás podríamos llamar: ética de la realidad.
Sabemos que no es posible el slogan de mayo del 68, «Paraíso, ahora», y que,
por tanto, las leyes necesitan adaptarse a las posibilidades éticas de cada
sociedad, sin pedirle imposibles. Por poner tan sólo unos pocos ejemplos de
nuestra tradición religiosa, recordemos que Dios toleró la poligamia en el pueblo
de Israel hasta época muy avanzada, y más tarde transigió con el libelo de
repudio, San Agustín consideraba que sería inoportuno prohibir legalmente la
prostitución: «Suprimid a las prostitutas decía - y turbaréis a la sociedad con el
libertinaje». Y más tarde Santo Tomás, o mejor dicho, el teólogo que firmó con
su nombre el libro IV del De regimine principum - dice: «Eliminad a las mujeres
públicas de la sociedad y el libertinaje la turbará con toda clase de desórdenes.
Las prostitutas son en una ciudad lo que la cloaca en un palacio: suprimid la
cloaca y todo el palacio se convertirá en un lugar sucio e infecto».
Pues bien, ese «realismo» sigue caracterizando hoy a la DSI: «El legislador no
siempre está obligado a elevar a la categoría de norma legal todo lo que es
exigencia ética, ni a reprimir con medidas legales todos los males de la sociedad.
La tutela de ciertos bienes y la exclusión de males mayores pueden originar un
conflicto de valores ante el cual el gobernante ha de poner en juego la prudencia
política en orden al bien común, que si no puede prescindir de los valores éticos,
tampoco debe desconocer la fuerza de las realidades sociales».
Aunque las enseñanzas de la Iglesia sobre cuestiones políticas son tan antiguas
como ella misma, aquí hablamos tan sólo de las que han emanado del
Magisterio a partir del pontificado de León XIII (1878-1903). Intentaremos ofrecer
una síntesis apretada de su desarrollo progresivo.
León XIII
Durante los trece primeros años de pontificado el Magisterio del Papa Pecci se
centró preferentemente en los temas políticos. Lo económico social no adquirió
relevancia hasta 1891, con la publicación de RN. Eso hace pensar que los
problemas de ética política resultaban para el nuevo Papa más urgentes que la
«cuestión social».
Todo el mundo coincide en que uno de los frutos más logrados del Concilio
Vaticano Il fue la Constitución GS sobre la Iglesia en el mundo actual. Es
necesario reconocer, sin embargo, que el capítulo sobre «La vida en la
comunidad política» es demasiado sumario (sólo tiene cuatro parágrafos) y no
siempre da en el blanco. Fue redactado a toda prisa (no se incorporó al
Esquema XIII hasta la reunión de Ariccia, en febrero de 1965) y cuando fue
discutido en el aula conciliar el 5 de octubre de 1965 sólo hubo cuatro
intervenciones (dos, por cierto, de obispos españoles). La ausencia de discusión
conciliar, además de impedir el enriquecimiento del texto, nos ha privado de
elementos para interpretar los puntos oscuros.
Los distintos Papas han acentuado ciertos principios éticos que debe respetar la
política de las naciones. Las limitaciones de espacio nos obligan a referirnos
únicamente a los cuatro últimos pontífices excluyendo, naturalmente a Juan
Pablo I, que no tuvo tiempo de desarrollar ningún Magisterio político.
La verdad
«La verdad os hará libres»,dijo Cristo (Jn. 8,32). Ciertamente la verdad de que
se habla aquí es la revelacion de Jesús, y los exégetas hacen bien en
recordarnos que «el uso de esta frase en la oratoria política, como una llamada a
la libertad nacional o individual, desvirtúa el valor puramente religioso de la
verdad y de la libertad a que se refiere este pasaje». Eso no quita, sin embargo,
para que sea cierto que también en política la verdad nos hace libres. Como dijo
Juan XX111, «la convivencia civil sólo puede juzgarse ordenada, fructífera y
congruente con la dignidad humana si se funda en la verdad. Despojándonos de
la mentira, hable cada uno verdad con su prójimo (Ef 4,25)» (PT 35).
Mariano José de Larra, uno de los hombres que más lucharon por la libertad de
expresión en España, escribió: «La naturaleza otorgó ¨(a los periodistas]
incalculable influencia sobre el común de los hombres; pero no les dio arma tan
poderosa para volverla contra sus más altos fines, sino para contribuir al bien de
la humanidad. Esta obligación sagrada es la que no pueden echar en olvido sin
cubrirse de ignominia y de culpabilidad».
La justicia
El amor
Mientras llega ese orden justo no existente todavía, el amor la caridad - debe
suplir de momento la falta de justicia, pero sin renunciar a ella De hecho, los que
hoy llamamos «derechos sociales» (educación, asistencia sanitaria, etc.) fueron
durante muchos siglos prestaciones espontáneas de la caridad, de tal forma que
quien lea la historia sin prejuicios se verá obligado a reconocer que la caridad,
en el pasado, ha ido abriendo caminos a la justicia.
Por eso - nos dice Juan Pablo II en Dives in misericordia-, «la experiencia del
pasado y de nuestros tiempos demuestra que la justicia por sí sola no es
suficiente y que, más aún, puede conducir a la negación y al aniquilamiento de sí
misma, sino se le permite a esa forma más profunda que es el amor plasmar la
vida humana en sus diversas dimensiones» (12c).
Como afirmó Pío XII, «el orden social no admite ni oposición ni alternativa: amor
o derecho, sino la síntesis fecunda: amor y derecho».
La libertad
La DSI en los primeros tiempos subrayaba más la autoridad que la libertad. Sin
embargo el acento se fue desplazando poco a poco hasta llegar a las
afirmaciones inequívocas del Concilio Vaticano II: «Se debe observar la regla de
la entera libertad en la sociedad, según la cual debe reconocerse al hombre el
máximo de libertad, y no debe restringirse sino cuando es necesario y en la
medida en que lo sea» (DH 7c). «Allí donde por razones de bien común se
restrinja temporalmente el ejercicio de los derechos, restablézcase la libertad
cuanto antes, una vez que hayan cambiado las circunstancias» (GS 75c).
Sin embargo, «quien, en esta época industrial, acusa con razón al comunismo
de haber privado de la libertad a los pueblos que domina, no debería omitir que
también en la otra parte la libertad será una posesión dudosa». Aquellos, por
ejemplo, «que esperan hoy su único alimento espiritual diario cada vez menos
de sí mismos - es decir, de sus propias convicciones y conocimientos - y cada
vez más, ya preparado, de la prensa, de la radio, del cine, de la televisión,
¿cómo podrán concebir la verdadera libertad cómo podrán estimarla y desearla,
si esa libertad no tiene puesto alguno en su vida? Tal es, sin embargo, la
debilidad demasiado extendida de un mundo que con énfasis gusta llamarse «el
mundo libre». O se engaña o no se conoce a sí mismo».
Igualdad, participación
Pablo VI, en la Carta Apostólica OA, llamó la atención sobre otros dos principios
que deben animar una política humanista: la igualdad y la participación, «formas
ambas de la dignidad del hombre y de su libertad».
La Igualdad
Juan XXIII constata con satisfacción que «en nuestro tiempo resultan
anacrónicas las teorías, que duraron tantos siglos, por virtud de las cuales
ciertas clases recibían un trato de inferioridad, mientras otras exigían posiciones
privilegiadas a causa de la situación económica y social, del sexo o de la
categoría política» (PT 43). Y el Concilio Vaticano II expuso con nitidez cuál es la
postura de la Iglesia: «La igualdad fundamental entre todos los hombres exige
un reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos, dotados de alma
racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo
origen. Y, porque redimidos por Cristo, disfrutan de 1a misma vocación e idéntico
destino. Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la
persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición
social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan
divino» (GS 29 a,b).
La participación
«El ciudadano - decía Juan XXIII- tiene siempre el derecho de ser el autor
principal de su propio destino» (MM 151; cf. PT 26). Por eso, el Vaticano II alaba
«la conducta de aquellas naciones en las que la mayor parte de los ciudadanos
participa con verdadera libertad en la vida pública» (GS 31c). Más tarde Juan
Pablo II dirá que «la «salud» de una comunidad política [...] se expresa mediante
la libre participación y responsabilidad de todos los ciudadanos en la gestión
pública, la seguridad del derecho, el respeto y la promoción de los derechos
humanos» (SRS 44e). Nótese que la DSI habla siempre de la participación de
los ciudadanos en cuanto tales, y no de la específica e intensificada acción que
corresponde a «quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte
tan difícil y tan noble que es la política» (GS 75f).
Sin embargo, en los mismos países democráticos hay una notable crisis de
participación. Es una lamentación ya antigua que la mayoría de los ciudadanos
se limita a depositar su voto en las urnas cada cuatro años, despreocupándose
después de la marcha del país. Rousseau decía: «El pueblo inglés cree ser libre,
y se engaña mucho: no lo es sino durante la elección de los miembros del
parlamento; desde el momento en que éstos son elegidos, el pueblo ya es
esclavo, no es nada».
Frente a quienes dan por supuesta la existencia del 'homo democraticus», quizá
debamos pensar que lo espontáneo es el instinto gregario que atribuía Nietzsche
a la mayoría de los mortales. Educar para la democracia se convierte así en una
tarea prioritaria.
Por eso las constantes exhortaciones que la DSI hace a los cristianos «a
participar activamente en la vida pública» (PT 146). Entre ellos destaca el
documento que los obispos españoles publicaron en 1986 titulado precisamente
Los católicos en la vida pública.
Hay cosas, sin embargo, que nunca podrá resolver la «máquina de gobernar»
por sí misma: «¿Queremos educación compensatoria para negros a expensas
digamos, de las plazas para otros estudiantes cuando el número de puestos es
limitado? ¿Queremos conservar un bosque de secoyas, o procurar una industria
lucrativa a una comunidad local? ¿Aceptaremos el ruido en aumento de los
aviones en las localidades próximas a los aeropuertos, o forzaremos la reducción
de la carga y del peso máximo de equipaje, con un consecuente aumento del
coste para la industria y el pasajero? ¿Atravesará una carretera general por las
zonas antiguas de una localidad, o se plantea su trazado en torno al sector con
mayor coste pata todos? Estos dilemas, y otros miles de ellos, no pueden
resolverse sobre la base de criterios técnicos; implican necesariamente
elecciones políticas y de valores».
Ocultar esto puede tener graves consecuencias. «La tecnocracia del mañana
puede engendrar males no menos temibles que los del liberalismo de ayer» (PP
34).
Por todo ello concluía el Papa Montini que, si bien la necesidad de participación
conduce hacia la democracia, todavía no parece que la humanidad haya
encontrado la fórmula de una democracia auténticamente participativa: «La
doble aspiración hacia la igualdad y la participación trata de promover un tipo de
sociedad democrática. Diversos modelos han sido propuestos; algunos han sido
ya experimentados; ninguno satisface completamente, y la búsqueda queda
abierta» (OA 24).
Derechos humanos
La DSI sólo muy lentamente fue descubriendo los valores humanos y cristianos
que contenían esas declaraciones. Al principio reaccionó con extrema hostilidad,
hasta el extremo de que en marzo de 1790 el Papa Pío VI convocó un
consistorio secreto para «condenar» la Declaración de los Derechos del Hombre
y del Ciudadano que había sido proclamada en agosto del año anterior.
Fue León XIII quien inició el deshielo, pero sólo por lo que se refiere a los
derechos sociales; en lo referente a los derechos de carácter individual su
actitud siguió siendo condenatoria: «Es totalmente ilícito pedir, defender,
conceder la libertad de pensamiento, de imprenta, de enseñanza, de cultos,
como otros tantos derechos dados por la naturaleza al hombre».
Hubo que esperar al pontificado de Pío XII para que el tema de los derechos
humanos empezara a ocupar un lugar destacado en la DSI. Como dijimos más
arriba, el Papa Pacelli ofreció ya un esbozo de declaración de los derechos de la
persona en el Radiomensaje navideño de 1942. Después con Juan XXIII - quien
propuso en PP un catálogo o declaración de derechos de la persona humana
que ocupa gran parte de la primera parte - y los Papas que le siguieron, el tema
cobró un relieve extraordinario. Tras la muerte de Pablo VI, por ejemplo el
patriarca ecuménico Dimitrios le recordó como «defensor de la dignidad humana,
heraldo de los derechos del hombre y de la supresión de las discriminaciones
sociales, defensor de las libertades religiosas, campeón de la paz en el mundo».
Quien analice la evolución del discurso eclesial sobre los derechos humanos
puede sacar la impresión de que los Papas del siglo XX bendice lo que
condenaron sus predecesores del siglo XIX. En realidad no es exactamente así.
Como hace notar Paul Valadier, los derechos humanos se reivindicaban «ayer
en un contexto liberal violentamente hostil frente a la Iglesia y donde se
promovía la libertad de conciencia como un arma antireligiosa, mientras que hoy
esa misma reivindicación ha perdido aquella agresividad ligada a una época, con
lo que automáticamente cambia de sentido».
CONCLUSIÓN
Economía y Ética
Introducción
Si, pues, economía y ética nacieron y crecieron juntas, pero se han desarrollado
separadamente desde hace casi dos siglos, algo debió ocurrir para que esa
unidad se rompiese. Del concepto de economía, de su divorcio de la ética y de la
posterior reconciliación de las dos ciencias nos ocuparemos seguidamente.
Qué es la economía
Si, por ejemplo, estoy considerando qué uso puedo dar a una parcela de terreno
- dejarla en barbecho, sembrar trigo, cebada o soja, urbanizarla, venderla, etc. -,
estoy ante una decisión económica, porque intento conseguir un fin - sacar el
mejor partido a mi terreno - mediante medios alternativos, todos ellos escasos y
costosos. Pero lo mismo ocurre si he de decidir como pasar la tarde de un
domingo - escuchando música, en el cine, paseando, durmiendo, estudiando... -,
o si un gobierno debe elegir la mejor política contra el terrorismo, etc.
Desde este punto de vista, la ética tendría algo que decir sobre los fines del
hombre y de la sociedad, en tanto que la economía y las demás disciplinas
científicas y técnicas se ocuparían de los medios para conseguir aquellos fines:
en el caso de la economía, del uso más eficiente de los medios escasos. La
actividad económica sería independiente de la ética, porque los hechos se
pueden y deben explicar sin conexión alguna con los juicios de valor. Y
viceversa, las reglas éticas no se derivarían de la economía, porque, para esos
economistas, el deber ser, lo normativo, no se desprende del ser, de lo positivo
(que siguiendo la tradición empirista, reducen a fenómenos y datos
cuantitativos). Por ejemplo, podemos decir que un aumento de salarios provoca
una subida del nivel general de precios, pero ello no nos permite afirmar si es
deseable o no aquel aumento de salarios.
Hacia la reconciliación
Después de todo lo dicho, queda claro que la ética tiene un status superior a la
economía, porque orienta todo el actuar del hombre, en su vida individual y
social, y porque establece las reglas de conducta que todos deben respetar,
también cuando intentan alcanzar la eficiencia económica.
La ética y la DSI
La autonomía de la economía
Pero esa autonomía tiene un límite: «Si autonomía de lo temporal quiere decir
que la realidad creada puede ser independiente de Dios y que los hombres
pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno al que se le
escape la falsedad envuelta en tales palabras». Ese límite viene dado, pues, por
la ley natural y por la ley divina, a las cuales debe quedar subordinada la
actividad económica, pues «la razón también, apoyándose igualmente en la
naturaleza de las cosas y del hombre, individual y socialmente considerado
demuestra claramente que a ese orden económico en su totalidad le ha sido
prescrito un fin por Dios Creador».
Por otro lado, «la separación neta y teórica (entre economía y ética) no tiene
sentido en la vida, que es siempre una síntesis, porque el sujeto único de toda
clase de actividad es el mismo hombre, cuyos actos libres y conscientes no
pueden rehuir la valoración moral».
Conviene subrayar los dos peligros de los que se debe huir: de un lado el
«voluntarismo» de creer que todo es factible, olvidando que la economía tiene
leyes estrictas - tanto o más que las de las ciencias físicas - que no se pueden
violar: la buena voluntad y la motivación ética no son suficientes. Pero también
hay que evitar el 'determinismo» económico, que considera que las fuerzas del
mercado son suficientes para conseguir la perfecta armonía social y el pleno
desarrollo de los individuos.
Un ejemplo puedo ayudar a entender lo que aquí se dice. Los economistas han
llevado a cabo numerosos estudios sobre las causas de la caída de la natalidad
en los países económicamente avanzados. Sus explicaciones suelen remitirse a
los adelantos técnicos, que han hecho más fácil el trabajo en el hogar; al
crecimiento de la productividad del trabajo y de los salarios, que ha fomentado la
búsqueda de empleo por las mujeres casadas, y, en última instancia, al mayor
«coste» de tener hijos - en dinero, tiempo, satisfacciones materiales, etc. - y a su
menor «rendimiento» posterior, como «seguro» para la vejez de los padres, para
dispersar riesgos, como mano de obra barata en las explotaciones agrícolas
familiares, etc. En consecuencia, sus recomendaciones apuntarán a la
conveniencia de abaratar el coste de tener hijos: subsidios, ayudas económicas,
garantía de un futuro empleo para la madre, etc.
Pero dar este diagnóstico como definitivo significaría olvidar los factores
extraeconómicos, de índole superior, como la mentalidad hedonista y
materialista, «el miedo a la vida» etc., sin los cuales cualquier explicación queda
incompleta. Y en el plano de las recomendaciones, al no tener en cuenta estas
motivaciones últimas, los remedios propugnados pueden ser peores que la
enfermedad. Así, pagar a una madre egoísta para que tenga más hijos no es
sino fomentar aquel egoísmo que es la causa de este problema, y de otros
muchos, que se verán agravados por esa medida.
Se entiende bien, pues, que la Iglesia afirme que no entra en cuestiones técnico
- económicas, ni pretende ofrecer soluciones en este ámbito, ni propone
sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencia por unos
u otros. Y, sin embargo, tanto la ciencia económica y los análisis y
recomendaciones de los expertos, como los programas de acción y las medidas
concretas propugnadas, deben ser siempre analizados desde el punto de vista
de la ética, como condición imprescindible para que todas las acciones
contribuyan positivamente al bien del hombre. «La actividad económica, dirigida
según sus propios métodos, debe moverse no obstante dentro de los límites del
orden moral, según la justicia social, a fin de responder al plan de Dios sobre el
hombre».
Al llegar a este punto parece oportuno exponer los principios morales que se
derivan de la DSI. Lo haremos en dos secciones: primero consideraremos qué
dicen los documentos pontificios sobre la necesidad del orden moral, así como la
génesis de esos principios a partir de la Escritura, para, seguidamente, intentar
una exposición más detallada y ordenada, aunque necesariamente incompleta,
de dichos principios.
El mandato de Dios
1) Dios creó el mundo, que es bueno, para el hombre, con el propósito de que
éste lo habitase y dominase mediante su trabajo, aplicando su inteligencia y su
esfuerzo para valorizar la naturaleza, perfeccionarla y ponerla a su servicio.
Queda así fijado el fin primario de esa actividad: «Orientar a Dios la propia
persona y el universo entero».
2) Por tanto, «la actividad humana individual o colectiva o el conjunto ingente de
esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores
condiciones de vida, considerado en sí mismo, corresponde a la voluntad de
Dios,» y forma parte de la vocación del hombre. De alguna manera, el hombre
completa la obra de la creación y se coloca en la línea del plan original del
Creador».
6)Y lo hace mediante el trabajo: «El hombre es la imagen de Dios, entre otros
motivos, por el mandato recibido de su Creador de someter y dominar la tierra».
La plenitud en Cristo
Ahora bien, la persona tiene dos dimensiones, privada y social, de las que brotan
dos bloques de principios éticos fundamentales que, dada la unidad del hombre,
no pueden entenderse como antitéticos, ni siquiera como independientes, sino
como armónicamente interrelacionados.
En primer lugar, el hombre, como imagen de Dios, es un ser personal. Con una
interioridad propia e intransferible, llamado con una vocación personal, y
directamente responsable ante Dios del cumplimiento de esa vocación. Ahí
radica como hemos señalado, su dignidad, y también su libertad: «La orientación
del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, signo eminente
de la imagen divina del hombre».
Pero existe «una relación intrínseca de la libertad humana con la verdad: una
libertad que rechazara vincularse con la verdad caería en el arbitrio y acabaría
por someterse a las pasiones más viles y destruirse a sí misma».
La dimensión social
Además de esa dimensión individual, privada, interior, propia de cada uno, todo
hombre tiene, al mismo tiempo, una dimensión social. La sociabilidad humana es
otro gran principio ético: el hombre necesita a los demás para la satisfacción de
sus necesidades más elementales y aun para la misma supervivencia; pero,
sobre todo, el hombre se realiza como hombre en sus relaciones con los demás,
de modo que la sociabilidad es no una necesidad, fruto de una carencia, sino un
requisito mismo de su humanidad. En efecto, «la índole social del hombre
demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia
sociedad están mutuamente condicionados. Porque el principio, el sujeto y el fin
de todas las instituciones sociales és y debe ser la persona humana, la cual, por
su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social».
Desde otro punto de vista, junto al interés particular, que el hombre tiene
derecho a procurarse, y por encima de él, está el bien común, que todos deben
buscar, en armonía con su interés personal. En el plano de las instituciones y
normas, que hacen posible y fructífera la convivencia, el bien común se
manifiesta en un orden institucional y jurídico, nacional e internacional, que es
una de las tareas de la autoridad civil o Estado, que «debe tener como finalidad
la realización del bien común».
En virtud del principio de solidaridad «la DSI se opone a todas las formas de
individualismo social o político,» en contra del pensamiento económico más
desarrollado hoy en día, como se opone también a las diversas formas de
colectivismo.
Ello no quiere decir que la actividad económica esté separada sin remedio de los
principios morales. Ni mucho menos. En la medida en que la actividad y la
ciencia económica se plantean sobre bases antropológicas aceptables - aunque
sólo sea parcialmente -, sus teorías y sus recomendaciones serán también
aceptables, al menos parcialmente. Por otro lado, la DSI nos ofrece elementos
de juicio suficientes para poder sentar las bases sobre las que debería
construirse una ciencia económica aceptable, así como los principios que
deberían introducirse para que la vida fuese coherente con aquellas reglas
morales.
La tarea no es fácil, pero la propia Doctrina Social ofrece los medios para llevarla
a cabo. En primer lugar, insiste en la necesidad de conocer los principios en que
se funda el orden económico y volver a ellos. Pero se necesitan sobre todo dos
cosas: la reforma de las instituciones y la enmienda de las costumbres. La
reforma de las instituciones empieza por el Estado y su función como promotor
del bien común, y se extiende a todo el orden jurídico e institucional, nacional e
internacional. Pero no podrá tener éxito si no va acompañada de una reforma de
las costumbres, lo que requiere la renovación del espíritu cristiano y la
consiguiente conversión de los corazones. La reforma técnica y económica,
también necesaria, no será suficiente si no va acompañada de un nuevo orden
de valores, materializado en nuevas instituciones, leyes y costumbres sociales y
económicas.
Como muy bien resume PT, «para que los hombres puedan practicar realmente
estos principios han de esforzarse, lo primero, por observar, en el desempeño de
sus actividades temporales, las leyes propias de cada una y los métodos que
responden a su específica naturaleza; lo segundo, han de ajustar sus
actividades personales al orden moral y, por consiguiente, han de proceder
como quien ejerce un derecho o cumple una obligación. Más aún: la razón exige
que los hombres, obedeciendo a los designios providenciales de Dios relativos a
nuestra salvación y teniendo muy en cuenta los dictados de la propia conciencia
se consagren a la acción temporal conjugando plenamente las realidades
científicas, técnicas y profesionales con los bienes superiores del espíritu. Todo
un programa de acción para los cristianos, en el umbral de un nuevo milenio.
CONCLUSIÓN
El Trabajo Humano
Introducción
El trabajo en la DSI
León XIII, en RN(1891), habla ante todo del obrero en la sociedad industrial
occidental de finales del siglo XIX. Ante la situación de injusticia en que se
encontraban sumidos los obreros, León XIII proclama la dignidad del trabajador y
los «derechos sagrados del obrero». El Papa quiere dejar bien claro que el
trabajo es necesario (32), que no es una mercancía que pueda comprarse y
venderse libremente en el mercado y cuyo precio sea regulado por la ley de la
oferta y la demanda, sin tener en cuenta el mínimo vital necesario para el
sustento de la persona y de su familia (cf. CA 4). El trabajo es personal (32), ya
que la fuerza activa es inherente a la persona y totalmente propia de quien la
desarrolla y en cuyo beneficio ha sido dada. El trabajo pertenece, por tanto, a la
vocación de toda persona; es más, el hombre se expresa y se realiza mediante
su actividad laboral. Al mismo tiempo, el trabajo tiene una dimensión social por
su íntima relación con la familia y con el bien común (cf. CA 6). En su encíclica,
León XIII pide un salario justo con perspectiva familiar, el desarrollo de una
legislación protectora de los derechos de los trabajadores, el derecho a unirse en
asociaciones propias (los sindicatos), la limitación de la jornada laboral, etc. El
valor esencial de esta encíclica radica en el hecho de que en ella es reconocida
y proclamada la dignidad del hombre en el trabajo.
Pío Xl, en QA (1931), manifiesta su preocupación porque «de las fábricas sale
ennoblecida la materia inerte, pero los hombres se corrompen y se hacen más
viles» (135); preocupación que recogerá Juan Pablo II en LE 9. Hace algunas
aportaciones importantes sobre dos puntos: los criterios para fijar el justo salario
y la conveniencia de suavizar el contrato de trabajo con algunos elementos del
contrato de sociedad. Además del justo salario, trata del derecho de propiedad,
del capital y trabajo, de la restauración del orden social. Analiza también, los
grandes cambios ocurridos desde RN.
Pablo Vl, en PP (1967), pone de relieve la grandeza del trabajo y sus diversas
funciones (27 y 28). Quizá sea su mayor novedad la ambivalencia que subraya
en el trabajo: «Más científico y mejor organizado, tiene el peligro de
deshumanizar a quien lo realiza, convertido en siervo suyo, porque el trabajo no
es humano si no permanece inteligente y libre» (28). Pablo VI habla del trabajo
en sentido amplio.
Juan Pablo 11, en LE (1981), hace el estudio pontificio más amplio y profundo
sobre el trabajo, ya que toda la encíclica está dedicada a este tema. Mas que
elaborar un estudio original, lo que quiere es fijar su atención sobre el trabajo
«en conexión orgánica con toda la tradición» de las enseñanzas e iniciativas de
la Iglesia (2a).
Juan Pablo II justifica la «importancia fundamental y decisiva» (LE 3b) del trabajo
en estos tres aspectos:
1) Esta realidad permanente del trabajo, que acompaña toda la historia humana
desde sus principios y que «constituye una dimensión fundamental de la
existencia del hombre en la tierra» (LE 4a), hoy adopta formas nuevas y plantea
nuevos interrogantes.
Dejando de lado muchos discursos de Juan Pablo II (el trabajo es uno de sus
temas preferidos), en su última encíclica de carácter social, CA, habla varias
veces del trabajo del hombre o del hombre trabajador. Podríamos sintetizar su
pensamiento en estas dos afirmaciones:
Juan XXIII, en MM, considera esta primacía valorativa del trabajo «como una
prueba del progreso de la humanidad». La razón de esta primacía deriva del
hecho de que el trabajo procede inmediatamente de la persona humana. De aquí
se deriva que el trabajo debe anteponerse a la posesión de los bienes exteriores,
que por su misma naturaleza son de carácter instrumental (107). El
reconocimiento de este valor primordial del trabajo en la vida económica lleva a
situar las otras realidades en un rango inferior: «Es un hecho de nuestros días
que el hombre prefiere el dominio de una profesión determinada a la propiedad
de los bienes y antepone el ingreso cuya fuente es el trabajo, o derechos
derivados de éste, al ingreso que proviene del capital o de derechos derivados
del mismo». (106)
Esta primacía que los Papas modernos conceden al trabajo es lógica. El trabajo
es una actividad de la persona, mientras que la propiedad sólo es una cosa al
servicio de la persona. A diferencia de la propiedad material - que pertenece al
orden del tener -, el trabajo es una actividad en la cual la persona humana
expresa y proyecta su riqueza interior (inteligencia, voluntad, creatividad...) sobre
el mundo que le rodea. Esta actividad mediadora entre el hombre y la naturaleza
circundante es exclusiva del ser humano (el animal y la máquina sólo trabajan en
el sentido metafórico o amplio), pertenece más al orden del ser que al del tener.
y tiene una causalidad primordial y personal en la producción, mientras que los
bienes materiales exteriores al hombre sólo ti causalidad instrumental.
El trabajo, a pesar de ser una actividad humana, que contemplamos todos los
días y en todas partes, no es fácil de ser expresado con palabras. Esto explica la
gran cantidad de definiciones que de él se han dado en el espacio de los últimos
cien años. Intentaremos aproximarnos conceptualmente al trabajo a través de su
etimología y mediante algunas definiciones.
Etimología
En casi todas las lenguas (griega, latina, romances etc.) la palabra que se utiliza
para expresar la actividad laboral de la persona humana proviene de una raíz
que originariamente significaba algo desagradable y penoso. Así, por ejemplo, el
término griego ponos indicaba un gran esfuerzo y su larga duración; el labor
latino deriva del verbo labo, que significa vacilar bajo un gran peso (Cicerón se
siente obligado a manifestar las diferencias entre labor v dolor por su gran
proximidad de contenido), el término castellano trabajo (y él paralelo utilizado en
otras lenguas romances: travail, treball, travaglio, trebalh, etc.) deriva del
sustantivo tripalium, una especie de cepo formado por tres palos que en un
principio servía para sujetar a los bueyes y caballos a fin de ponerles las
herraduras y, posteriormente, fue utilizado como instrumento de tortura para
castigar a los esclavos y a los reos de ciertos crímenes.
De acuerdo, pues, con la etimología, la voz que las distintas lenguas utilizan
para expresar la actividad humana del trabajo tuvo al principio un sentido de
sufrimiento que nunca consiguió perder del todo, a pesar del transcurso de los
siglos.
Definición
Es así como lo entiende Juan Pablo II, que trata del trabajo en su sentido mas
amplio, «no sólo del llamado trabajo manual, sino también del múltiple trabajo
intelectual, desde el de programación al de dirección»„ (LE 14d); por eso, cita,,
por vía de ejemplo, a los agricultores, mineros, siderúrgicos, albañiles...; a los
intelectuales, científicos, médicos, enfermeras...; a las mujeres, «que a veces sin
un adecuado reconocimiento por parte de la sociedad y de sus mismos
familiares, soportan cada día la fatiga y la responsabilidad de la casa y de la
educación de los hijos». (LE 9b)
Resumiendo en una síntesis muy apretada las distintas vertientes del trabajo
(considerado desde un ángulo filosófico y teológico), a la luz de los documentos
pontificios, podemos señalar las siguientes:
Vertiente personal
Vertiente familiar
Vertiente social
Vertiente cósmica
Los Papas presentan el trabajo como una relación dialéctica, una mediación, un
puente, un diálogo activo entre el hombre y la naturaleza. El trabajo desbasta,
afina y perfecciona el cosmos, le imprime el sello del hombre, le hace pasar un
soplo de su inteligencia y espíritu, le hace cada vez más dócil, mas humano, más
espiritual. En Pío XII y Pablo VI esta idea alcanza tonos líricos de extraordinaria
belleza. (cf. LE 4; CA 31)
El derecho al trabajo
Durante muchos siglos (prácticamente hasta fines del siglo XVIII) las sociedades
se organizaban económicamente a partir, casi en exclusiva de las tareas rurales.
Las actividades artesanales, comerciales y financieras sólo constituían una
pequeña parte de la economía. Las actividades liberales y las funciones públicas
afectaban sólo a un número pequeño de personas y de grupos; y, por otra parte,
no eran consideradas actividades productivas o económicas. En esta situación,
el trabajo estaba asegurado prácticamente para todos y este trabajo
normalmente garantizaba la subsistencia.
A raíz de la aparición del paro, fue tomando cuerpo la reivindicación del derecho
al trabajo», aunque con muchas reticencias por parte de las sociedades y de los
gobiernos, que se resistían a pasar más allá del reconocimiento de la obligación
que tenían de asegurar la subsistencia de los ciudadanos. La razón de esta
postura tiene cierta lógica: el pretendido «derecho al trabajo» o es solamente un
derecho moral, que, por consiguiente, no es necesario proclamar, o, por el
contrario, es un verdadero derecho positivo, jurídicamente reconocido, y, en este
caso, se plantea el problema de ante quién es exigible: ¿Ante el Estado?, ¿Ante
un particular?.
El Deber de trabajar
Aquí usamos la palabra trabajo más bien en sentido amplio, como sinónimo de
cualquier actividad realizadora de valores de cualquier tipo.
Por consiguiente, la justicia y la equidad exigen que toda persona hábil haga
algo de provecho para los demás, para pagar con la propia actividad personal la
deuda contraída con la sociedad. «El dinero sólo no paga nada; es preciso pagar
con la propia persona y la propia vida» (Carlyle). A cambio de lo que hacen cada
día nuestros semejantes por nosotros, nosotros también debemos hacer algo por
los demás, para el bien común de la sociedad).
5) Y, sin embargo a pesar de ser verdad todo lo que antecede y de tratarse sólo
de una obligación moral en las palabras citadas del Papa, en muchas
sociedades contemporáneas esta obligación moral parece convertirse en un
deber jurídico: por ejemplo, en el preámbulo de la Constitución Francesa de
1946 se recuerda que en Francia «todos tienen el deber de trabajar»; en la
URSS la Constitución de 1918 (art. 18) y la de 1936 (art. 12) recogían el
precepto paulino - que Alexandrov atribuía a Lenin:- «Quien no trabaje que no
coma», y en la de 1977 habla del trabajo como de «un deber y una cuestión de
honor para cada ciudadano de la URSS [...]. Escaparse de un trabajo
socialmente útil es incompatible con el principio de la sociedad socialista».
5. El Trabajo Subjetivo
Fieles a la tradición, los Papas - y muy especialmente Juan Pablo II- subrayan
que el trabajo en sentido propio es una actividad exclusiva del hombre, «una de
las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas [...] y
constituye, en cierto sentido, su misma naturaleza» (LE pról. y 5,6,11,12). No es
trabajo la actividad de los seres inferiores al hombre (los animales, las
máquinas), si bien a veces se llama así. Por consiguiente, sólo el hombre es
sujeto del trabajo, sujeto consciente y libre que decide de sí mismo (LE
5,6,7,8,18, etc.).
(LE 24) En suma, «esta verdad [la preeminencia del trabajo subjetivo sobre el
objetivo, es decir, del trabajador sobre la técnica y sobre la obra que realiza],
constituye, en cierto sentido, el meollo fundamental y perenne de la doctrina
cristiana sobre el trabajo humano (LE 6d; cf. también 7,8,10,13,18,24...). No
tener en cuenta esta jerarquía - tan extensa y repetidamente expuesta en LE -
implica «una confusión e incluso una inversión del orden establecido desde el
comienzo con las palabras del libro del Génesis» (LE 7c).
El trabajo, desde este ángulo, es un «diálogo activo con la naturaleza que nos
rodea» (Pablo, VI).
- Una manera u objetivo distante hacia el cual intenta llegar la persona que
trabaja. Esta distancia que pretende salvar el que trabaja aparece más o menos
sembrada de resistencias y de obstáculos exteriores y/o interiores.
Como dice bellamente Pío XII, «en los días de la creación del mundo, (Dios)
escondió en las entrañas más profundas del suelo tesoros de fuego, de metales
y de piedras preciosas, que la mano del hombre había de extraer para sus
necesidades, para sus obras, para su progreso» (Radiomensaje de Navidad de
1941).
En sentido ontológico sólo puede crear Dios: crear presupone un poder infinito,
significa sacar de la nada. Sin embargo, las cosas creadas pueden proseguir el
camino iniciado en la creación, siendo perfeccionadas y embellecidas, ganando
en utilidad y servicio al hombre Esto aparece más claramente en el trabajo físico
por ejemplo, la madera es extraída del bosque y es convertida en un mueble
bello y útil.
Por otra parte, ante el gran número de bienes de consumo que produce el
trabajo, Juan Pablo II advierte sobre el peligro de un consumismo exagerado y
materialista (cf, p. e;., CA 3G).
El capital
La prioridad del trabajo frente al capital es «un principio enseñado siempre por la
Iglesia», una «verdad, que pertenece al patrimonio estable de la doctrina social
de la Iglesia», «una verdad evidente, que se deduce de toda la experiencia
histórica del hombre» (LE 12). La razón es que mientras el trabajo «es siempre
una causa eficiente primaria», el capital «es sólo un instrumento o la causa
instrumental» (ib.). Por otra parte, «este gigantesco y poderoso instrumento - el
conjunto de los medios de producción, que son considerados, en un cierto
sentido, como sinónimo de «capital»- ha nacido del trabajo y lleva consigo las
señales del trabajo humano». Por consiguiente, «es sólo y exclusivamente
instrumento subordinado al trabajo del hombre» (ib.).
La técnica
La técnica tiene unos evidentes efectos positivos para el hombre, al que libera
de muchas servidumbres y proporciona muchas facilidades. En pocas palabras:
ha puesto el mundo más al alcance de todos y ha sentado las bases para que la
sociedad pueda vivir más fácilmente y más plenamente la unidad y la
solidaridad.
Los Papas modernos (especialmente a partir de Pío XII) han hablado en muchas
ocasiones de los efectos positivos de la técnica concluyendo que la técnica por
su misma naturaleza es un don de Dios al servicio del hombre, y que puede y
debe llevar a Dios. También Juan Pablo II se ha referido varias veces a los
aspectos positivos de la técnica y a las esperanzas que despierta (cf. Dives in
misericordia 10; LE 5).
Evidentemente, el mal no viene de la técnica, sino del abuso que de ella se hace
cuando falta el sentido moral o ético de la vida.
CONCLUSIÓN
Antología de Textos
INTRODUCTION
For all the traditional names for forms of government, «democracy» has the
liveliest currency today. Yet like all the others, it has a long history in the literature
of political thought and a career of shifting meanings. How radically the various
conceptions of democracy differ may be judged from the fact that, in one its
meanings, democracy flourished in the Greek city-states as early as the fifth
century B.C.; while in another, democracy only began to exist in recent times or
perhaps does not yet exist anywhere in the world.
In our minds democracy is inseparably connected with constitutional government.
We tend to think of despotism or dictatorship as its only opposites or enemies.
That is how the major political issue of our day is understood. But as recently as
the 18th century, some of the American constitutionalists prefer a republican form
of government to democracy; and at other times, both ancient and modern,
oligarchy or aristocracy, rather than monarchy or despotism, is the major
alternative. «Democracy» has even stood for the lawless rule of the mob - either
itself a kind of tyranny or the immediate precursor of tyranny.
Throughout all these shifts in meaning and value, the word «democracy»
preserves certain constant political connotations. Democracy exists, according to
Montesquieu, «when the body of the people is possessed of the supreme
power.» As the root meaning of the word indicates, democracy is the «rule of the
people.» While there may be, and in fact often has been, a difference of opinion
with respect to the meaning of «the people,» this notion has been traditionally
associated with the doctrine of popular sovereignty, which makes the political
community as such the origin and basis of political authority. In the development
of the democratic tradition, particularly in modern times, this has been
accompanied by the elaboration of safeguards for the rights of man to assure that
government actually functions for the people, and not merely for one group of
them. Although they are essential parts of democracy, neither popular
sovereignty nor the safeguarding of natural rights provides the specific
characteristic of democracy, since both are compatible with any other just form of
government. The specifically democratic element is apparent from the fact that
throughout the many shifts of meaning which democracy has undergone the
common thread is the notion of political power in the hands of the many rather
than the few or the one. Thus at the very beginning of democratic government,
we find Pericles calling Athens a democracy because «its administration favours
the many instead of the few.» Close to our own day, Mill likewise holds that
democracy is «the government of the whole people by the whole people» in
which «the majority . . . will outvote and prevail.»
According as the many exercise legal power as citizens or merely actual power
as a mob, democracy is aligned with or against constitutional government. The
quantitative meaning of «many» can vary from more than the few to all or
something approximating all, and with this variance the same constitution may be
at one time regarded as oligarchical or aristocratic, and at another as democratic.
The way in which the many who are citizens exercise their power - either directly
or through representatives - occasions the 18th century distinction between a
democracy and a republic, though this verbal ambiguity can be easily avoided by
using the phrases «direct democracy» and «representative democracy,» as was
sometimes done by the writers of The Federalist and their American
contemporaries. This last two points - the extension of the franchise and a
system of representation - mark the chief differences between ancient and
contemporary institutions of democracy. Today constitutional democracy tends to
be representative, and the grant of citizenship under a democratic constitution
tends toward universal suffrage. That is why we no longer contrast democracy
and republic. That is why even the most democratic Greek constitutions may
seem undemocratic - oligarchical or aristocratic - to us.
To the extent that democracy, ancient or modern, is conceived as a lawful form of
government, it has elements in common with other forms of lawful government
which, for one reason or another, may not be democratic. The significance of
these common elements - the principle of constitutionality and the status of
citizenship - will be assumed here.
The evaluations of democracy are even more various than its meanings. It has
been denounced as an extreme perversion of government. It has been grouped
with other good, or other bad, forms of government, and accorded the faint praise
of being called either the most tolerable of bad governments or the least efficient
among acceptable forms. It has been held up as the political ideal, the only
perfectly just state - that paragon of justice which has always been, whether
recognized or not, the goal of political progress.
Sometimes the same writer will express divergent views. Plato, for example, in
the Statesman, claims that democracy has «a twofold meaning» according as it
involves «ruling with law or without law.» Finding it «in every respect weak and
unable to do either any great good or any great evil,» he concludes that it is «the
worst of all lawful governments, and the best of all lawless ones.» The rule of the
many is least efficient for either good or evil. But in the Republic, he places
democracy at only one remove from tyranny. On the ground that «the excessive
increase of anything often causes a reaction in the opposite direction,» tyranny is
said to arise naturally out of democracy, and the must aggravated form of tyranny
and slavery out of the most extreme form of liberty."
Similarly, Aristotle, in the Politics, calls democracy «the most tolerable» of the
three perverted forms of government, in contrast to oligarchy, which he thinks is
only «a little better" than tyranny, «the worst of governments." Yet he also notes
that, among existing governments, «there are generally thought to be two
principal forms -democracy and oligarchy, the rest are only variations of these.»
His treatment conforms with this observation. He devotes the central portion of
his Politics to the analysis of oligarchy and democracy. In his view they are equal
and opposite in their injustice and to him both seem capable of degenerating into
despotism and tyranny.
Among the political philosophers of modern times a certain uniformity of
treatment seems to prevail in the context of otherwise divergent theories. Writers
like Hobbes, Locke, and Rousseau, or Machiavelli, Montesquieu, and Kant differ
in many and profound respects. But they classify the forms of government in
much the same fashion. As Hobbes expresses it, «when the representative is
one man, then is the commonwealth a monarchy; when an assembly of all that
will come together, then it is a democracy or popular commonwealth; when an
assembly of a part only, then it is called an aristocracy." Though Hobbes favors
monarchy and Montesquieu either aristocracy or democracy, these writers do not
make the choice among the three traditional forms a significant expression of
their own political theories. For them the more important choice is presented by
other alternatives: for Hobbes between absolute and limited government; for
Montesquieu and Locke, between government by law and despotism; for
Rousseau and Kant, between a republic and monarchy.
The authors of The Federalist definitely show their preference for «popular
government» as opposed to monarchy, aristocracy, or oligarchy. They usually
refer to it as a «republic,» by which they mean «a government which derives all
its powers directly or indirectly from the great body of the people, and is
administered by persons holding their offices during pleasure, for a limited period,
or during good behavior."
Alexander Hamilton and others involved in the American constitutional debates,
as for example James Wilson, occasionally call this system a "representative
democracy," but in The Federalist a republic is sharply differentiated from a
democracy. The «great points of difference,» turn out to be only «the delegation
of the government (in a republic) to a small citizens elected by the rest,» and the
"greater number of citizens, and greater sphere of country» to which a republic
may extend. The difference, as already noted, is best expressed in the words
«representative» and «direct" democracy.
In Mill's Representative Government we find democracy identified with the ideal
state. «The ideally best form of government,» he writes,» is that in which the
sovereignty, or supreme controlling power in the last resort, is vested in the entire
aggregate of the community, every citizen not only having a voice in the exercise
of that ultimate sovereignty, but being, at least occasionally, called on to take an
actual part in the government, by the personal discharge of some public function,
local or general." Though Mill recognizes the infirmities of democracy and though
he readily concedes that it may not be the best government for all peoples under
all circumstances, his argument for its superiority to all other forms of government
remains substantially unqualified.
In Mill's construction of the democratic ideal providing liberty and equality for all,
the essential distinction from previous conceptions lies in the meaning of the
word all. The republicans o f the 18th century, in their doctrines of popular
sovereignty and natural rights, understood citizenship in terms of equality of
status and conceived liberty in terms of a man's having a voice in his own
government. The ancients, seeing that men could be free and equal members of
the political community only when they lived as citizens under the rule of law,
recognized that the democratic constitution alone bestowed such equality upon
all men not born slaves. But generally neither the ancients nor the 18th century
republicans understood liberty and equality for all men to require the abolition of
slavery, the emancipation of women from political subjection, or the eradication of
all constitutional discriminations based on wealth, race, or previous condition of
servitude.
With Mill, all means every human person without regard to the accidents of birth
or fortune. «There ought to be no pariahs in a full-grown and civilized nation,» he
writes, «no persons disqualified, except through their own default.» Under the
latter condition, he would withhold the franchise from infants, idiots, or criminals
(including the criminally indigent), but with these exceptions he would make
suffrage universal. He sums up his argument by claiming that «it is a personal
injustice to withhold from any one, unless for the prevention of greater evils, the
ordinary privilege of having his voice reckoned in the disposal of affairs in which
he has the same interest as other people,» and whoever «has no vote, and no
prospect of obtaining it, will either be a permanent malcontent, or will feel as one
whom the general affairs of society do not concern.» But it should be added that
for Mill the franchise is not merely a privilege or even a right; «it is,» he says,
«strictly a matter of duty.» How the voter uses the ballot «has no more to do with
his personal wishes than the verdict of a juryman.... He is bound to give it
according to his best and most conscientious opinion of the public good.
Whoever has any other idea of it is unfit to have the suffrage.»
The notion of universal suffrage raises at once the question of the economic
conditions prerequisite to the perfection of political democracy. Can men exercise
the political freedom of citizenship without freedom from economic dependence
on the will of other men? It was commonly thought by 18th century republicans
that they could not. «A power over a man's subsistence,» Hamilton declares,
«amounts to a power over his will.» On that basis it was urged by many during
the Philadelphia convention that a property qualification was necessary for
suffrage.
Kant also argues that suffrage «presupposes the independence or self-
sufficiency of the individual citizen.» Because apprentices, servants, minors,
women, and the like do not maintain themselves, each «according to his own
industry, but as it is arranged by others,» he claims that they are «mere
subsidiaries of the Commonwealth and not active independent members of it,"
being "of necessity commanded and protected by others." For this reason, he
concludes, they are "passive," not "active" citizens and can be rightfully deprived
of the franchise.
For political democracy to be realized in practice, more may be required than the
abolition of poll taxes and other discriminations based on wealth. In the opinion of
Karl Marx, the «battle for democracy» will not be won, nor even the «first step»
taken towards it, until «the working class raises the proletariat to the position of
ruling class.» Quite apart from the merits of the revolutionary political philosophy
which Marx erects, his views, and those of other social reformers of the 18th
century, have made it a central issue that democracy be conceived in social and
economic terms as well as political. Otherwise, they insist, what is called
«democracy» will permit, and may even try to condone, social inequalities and
economic injustices which vitiate political liberty.
There is one other condition of equality which the status of citizenship demands.
This is equality of educational opportunity. According to Mill, it is «almost a self-
evident axiom that the State should require and compel the education, up to a
certain standard, of every human being who is born its citizen.» All men may not
be endowed with the same native abilities or talents, but all born with enough
intelligence to become citizens deserve the sort of education which fits them for
the life of political freedom. Quantitatively, this means a system of education as
universal as the franchise; and as much for every individual as he can take, both
in youth and adult life. Qualitatively, this means liberal education rather than
vocational training, though in contemporary controversy this point is still disputed.
The way in which it recognizes and discharges its educational responsibility tests
the sincerity of modern democracy. No other form of government has a
comparable burden, for no other calls all men to citizenship. In such a
government, Montesquieu declares, «the whole power of education is required.»
Whereas despotism may be preserved by fear and a monarchy by a system of
honor, a democracy depends on civic virtue. For where «government is intrusted
to private citizens,» it requires «love of the laws and of the country, and this,
acceding to Montesquieu, is generally, "conducive to purity or morals."
Universal schooling by itself is not sufficient for this purpose. Democracy also
needs what Mill calls the «school of public spirit.» It is only by participating in the
functions of government that men can become competent as citizens. By
engaging in civic activities, a man made to feel himself one of the public, and
whatever is for their benefit to be for his benefit.» The «moral part of the
instruction afforded by the participation of the private citizen, if even rarely, in
public functions,» results, according to Mill, in a man's being able «to weigh
interests not his own; to be guided, in case of conflicting claims, by another rule
than his private partialities; to apply, at every turn principles and maxims which
have for their reason of existence the common good.» If national affairs cannot
afford an opportunity for every citizen to take an active part in government, then
that must be achieved through local government, and it is for this reason that Mill
advocates the revitalization of the latter.
There are other problems peculiar to modern democracy. Because of the size of
the territory and population of the national state, democratic government has
necessarily become representative. Representation, according to The Federalist,
becomes almost indispensable when the people is too large and too dispersed
for assembly or for continuous, as well as direct, participation in national affairs.
The pure democracy which the Federalists attribute to the Greek city-states may
still be appropriate for local government of the town-meeting variety, but for the
operations of federal or national government, the Federalists think the republican
institutions of Rome a better model to follow.
According to the way these questions are answered, the conception of the
representative's function - especially in legislative matters - will vary from that of
serving as the mere messenger of his constituents to that of acting
independently, exercising his own judgment, and representing his constituents
not in the sense of doing their bidding, but only in the sense that he has been
chosen by them to decide what is to be done for the common good.
Between these two extremes, Mill tries to find a middle course, in order to
achieve the «two great requisites of government: responsibility to those for
whose benefit political power ought to be, and always professes to be, employed;
and jointly therewith to obtain, in the greatest measure possible, for the function
of government the benefits of superior intellect, trained by long meditation and
practical discipline to that special task.» Accordingly, Mill would preserve some
measure of independent judgment for the representative and make him both
responsive and responsible to his constituents, yet without directing or restraining
him by the checks of initiative, referendum, and recall.
The ancient issue between the democratic and the oligarchical constitution turns
primarily on a question of justice, nor on the relative competence of the many and
the few to rule. Either form of government may take on a more or less aristocratic
cast according as men of eminent virtue or ability assume public office, but in
neither case does the constitution itself guarantee their choice, except possibly
on the oligarchical assumption that the possession of wealth signifies superior
intelligence and virtue.
The justice peculiar to the democratic constitution, Aristotle thinks, «arises out of
the notion that those who are equal in any respect are equal in all respects;
because men are equally free, they claim to be absolutely equal.» It does not
seem to him inconsistent with democratic justice that slaves, women, and
resident aliens should be excluded from citizenship and public office. In the
extreme form of Greek democracy, the qualifications for public office are no
different from the qualifications for citizenship. Since they are equally eligible for
almost every governmental post, the citizens can be chosen by lot rather than
elected by vote. Rousseau agrees with Montesquieu's opinion of the Greek
practice, that «election by lot is democratic in nature.» He thinks it «would have
few disadvantages in a real democracy, but,» he adds, «I have already said that
a real democracy is only an ideal.»
Plato, Thucydides, and Plutarch, as well as Aristotle, observe that this unstable
situation permits demagogue or dynast to encourage lawless rule by the mob or
by a coterie of the rich. Either paves the way to tyranny.
To Aristotle the mixed constitution is perfectly just, and with an aristocratic aspect
added to the blend, it approaches the ideal polity. Relative to certain
circumstances it has « greater right than any other form of government, except
the true and ideal, to the name the government of the best.»
Yet the true and the ideal, or what he sometimes calls the «divine form of
government, seems to be monarchy for Aristotle, or rule by the one superior man;
and in his own sketch of the best constitution at the end of the Politics - the best
practicable, if not the ideal - Aristotle clearly opposes admitting all the laboring
class to citizenship.
The question of constitutional justice can, be carried over from ancient to modern
times. Modern democracy answers it differently, granting equality to all men on
the basis of their being born human. It recognizes in wealth or breeding no basis
for special political preferment or privilege. By these standards, the mixed
constitution and even the most extreme form of Greek democracy must be
regarded as oligarchical in character by a writer like Mill.
Yet Mill, no less than Aristotle, would agree with Montesquieu's theory that the
rightness of any form of government must be considered with reference to the
«humor and disposition of the people in whose favor it is established.» The
constitution and laws, Montesquieu writes," should be adapted in such a manner
to the people for whom they are framed that it would be a great chance if those of
one nation suit another."
Mill makes the same point somewhat differently when he says, «the ideally best
form of government ... does not mean one which is practicable or eligible in all
states of civilization." But although he is willing to consider the forms of
government in relation to the historic conditions of a people, not simply by
absolute standards, Mill differs sharply from Montesquieu and Aristotle in one
very important respect. For him, as we have seen, representative democracy
founded on universal suffrage is, absolutely speaking, the only truly just
government - the only one perfectly suited to the nature of man. Peoples whose
accidental circumstances temporarily justify less just or even unjust forms of
government, such as oligarchy or despotism, must not be for ever condemned to
subjection or disfranchisement, but should rather be raised by education,
experience, and economic reforms to a condition in which the ideal polity
becomes appropriate for them.
The basic problems of democratic government -seen from the point of view of
those who either attack or defend it - remain constant despite the altered
conception of democracy in various epochs.
At all times, there is the question of leadership and the need for obtaining the
political services of the best men without infringing on the political prerogatives of
all men. The difference between the many and the few, between the equality of
men as free or human and their individual inequality in virtue or talent, must
always be given political recognition, if not by superiority in status, then by
allocation of the technically difficult problems of statecraft to the expert or
specially competent, with only certain broad general policies left to the
determination of a majority vote. Jefferson and Mill alike hope that popular
government may abolish privileged classes without losing the benefits of
leadership by peculiarly gifted individuals. The realization of that hope, Jefferson
writes Adams, depends on leaving «to the citizens the free election and
separation of the aristoi from the pseudo-aristoi of the wheat from the chaff.»
At all times there is the danger of tyranny by the majority and, under the threat of
revolution, the rise of a demagogue who uses mob rule to establish a
dictatorship. Hobbes phrases this peculiar susceptibility of democracy to the
mischief of demagogues by saying of popular assemblies that they «are as
subject to evil counsel, and to be seduced by orators, as a monarch by
flatterers,» with the result that democracy tends to degenerate into government
by the most powerful orator.
The democratic state has seldom been tempted to undertake the burdens of
empire without suffering from a discordance between its domestic and its foreign
policy. Again and again, Thucydides describes the efforts of the Athenians to
reconcile their imperialism abroad with democracy at home.
In his oration at the end of the first year of the Peloponnesian war, Pericles
praises the democracy of Athens and at the same time celebrates the might of
her empire. «It is only the Athenians,» he says, «who, fearless of consequences,
confer their benefits not from calculations of expediency, but in the confidence of
liberality.» But four years later, after the revolt of Mitylene, Cleon speaks in a
different vein. Thucydides describes him as being «at that time by far the most
powerful with the commons.» He tells his fellow citizens of democratic Athens
that he has «often before now been convinced that a democracy is incapable of
empire,» but «never more so than by your present change of mind in the matter
of Mitylene.» He urges them to return to their earlier decision to punish the
Mitylenians, for, he says, if they reverse that decision they will be «giving way to
the three failings most fatal to empire - pity, sentiment, and indulgence.»
The incompatibility of empire with democracy is one side of the picture of the
democratic state in external affairs. The other side is the tension between
democratic institutions and military power or policy - in the form of standing
armies and warlike maneuvers. The inefficiency traditionally attributed to
democracy under peaceful conditions does not, from all the evidences of history,
seem to render democracy weak or pusillanimous in the face of aggression.
The deeper peril for democracy seems to lie in the effect of war upon its
institutions and on the morality of its people. As Hamilton writes in The Federalist:
«The violent destruction of life and property incident to war, the continual effort
and alarm attendant on a state of continual danger, will compel nations the most
attached to liberty to resort for repose and security to institutions which have a
tendency to destroy their civil and political rights. To be more safe, they at length
become willing to run the risk of being less free.»
Introducción
Los Atenienses dijeron a los Melianos que no debían perder su tiempo con
pretensiones aparentes «bien sea por qué tenemos derecho a nuestro imperio o
les estamos atacando ahora debido a algún mal que nos hayan causado.» ¿Para
que hacer un gran discurso, dijeron, que no será creído? Mejor ir al grano
directamente y establecer simplemente el asunto o, como hoy diríamos,
realísticamente. «Saben tan bien como nosotros,» dijeron a los Melianos, «que
el derecho, según está el mundo, es asunto solamente de aquellos con igual
poder, mientras que el mas fuerte hace todo lo que puede mientras el débil debe
solamente sufrir.» No queda nada a los Melianos excepto una apelación a la
utilidad. « Nos impiden hablar acerca la justicia y nos invitan a obedecer sólo su
interés,» responden a los Atenienses, antes de tratar de persuadirlos de que su
política terminará en un desastre para Atenas.
La tesis parece tener dos aplicaciones. Para el mas fuerte, significa que tiene el
derecho, en tanto tenga fuerza, para extraer del mas débil aquello que sirva a su
interés. Sus leyes o demandas no pueden ser injustas. No pueden cometer
injusticia. Ellos solamente pueden fallar en dejar de ejercer la suficiente fuerza
para mantener su poder, no por el cargo de injusticia, sino por las represalias de
aquellos que han oprimido o injuriado.
Es opinión de Spinoza que «todo tiene por naturaleza tanto derecho como tenga
poder para existir y operar.» Se sigue, en consecuencia, que « en un estado
natural no hay nada que pueda ser llamado justo o injusto, sólo dentro del
estado civil.» Aquí como antes la justicia consiste en la obediencia, la injusticia
en la desobediencia, a cualquier ley que el estado tenga el poder de respaldar,
siendo las leyes mismas formuladas no con referencia a la justicia, sino a los
intereses del estado que debe buscar su propia conservación y tiene el derecho
de hacerlo, en tanto retenga el poder.
Aristóteles sostiene que el hombre es un animal político, mientras que los demás
animales son simplemente gregarios. Cita el hecho de que sólo el hombre tiene
la capacidad de hablar para expresar sus opiniones acerca de lo que es
conveniente y justo. «La justicia es el lazo de unión de los hombres en el estado,
porque la administración de justicia, que es la determinación de lo que es justo,
es el principio de orden en la sociedad política.» Aristóteles describe al hombre
«cuando se le separa de la ley y la justicia» como el peor de los animales. Y San
Agustín se pregunta, «Si se deja fuera la justicia, ¿que son los reinos sino
grandes latrocinios?». Aquellos que están de acuerdo en que las instituciones
políticas involucran la justicia se ven confrontados por estas alternativas: o bien
el principio de justicia es antecedente al estado, su constitución y sus pactos, o
la determinación de lo que es justo e injusto es enteramente relativo a la
constitución del estado, dependiente de su poder, y consecuente con sus leyes.
Aquellos que niegan la justicia natural y la ley natural tienden también a negar
los derechos naturales, los que, a diferencia de los derechos civiles, no son
conferidos al hombre por el estado, sino que son inherentes a la personalidad
humana. Son, como señala la Declaración de Independencia de los Estados
Unidos, «inalienables» en el sentido de que el estado no puede rescindirlos. Lo
que el estado no ha creado no lo puede destruir. Si un estado transgrede los
derechos naturales, niega su propia razón de ser, puesto que esta es « asegurar
estos derechos [que] es para lo que los gobiernos se instituyen entre los
hombres.»
Aquellos que niegan los derechos naturales, entre los cuales usualmente se
incluye el derecho a la libertad, carecen de un estándar para juzgar cuando los
gobiernos violan los derechos e invaden las libertades del hombre. Cuando los
hombres piensan que no tienen mas derechos excepto los acordados por los
gobernantes, el poder absoluto que estos ejercen no puede ser criticado como
tiránico o despótico.
«El justo,» dice Aristóteles, «es legal y recto.» Lo que él quiere implicar por
«legal» en este contexto no parece ser simplemente el cumplir con la ley, en el
sentido de conformarse a las leyes presentes en una sociedad particular. El
piensa de la ley como dirigida «para la ventaja común...Llamamos a estos actos
justos,» escribe «a aquellos que tienden a producir y preservar la felicidad y sus
componentes para la sociedad política.» Las acciones legales (o justas), en
consecuencia son aquellas que buscan el bien común o el bien de otros, las
ilegales (o injustas), aquellas que dañan a otros o perjudican a la sociedad.
Bien sea establecido en términos del bien de otros individuos o en términos del
bien común de una comunidad (doméstica o política), esta acepción de justicia
parece considerar las acciones de una hombre en tanto afectan el bienestar, no
propio, sino de otros. «La justicia, sola entre las virtudes,» dice Aristóteles, «es
vista como otro bien porque es relativa a nuestro vecino.» En su preocupación
de lo que es debido a otros, la justicia involucra el elemento de deber u
obligación. «A cada quien,» escribe Aquino,» «se le debe lo que es suyo,» y
«evidentemente pertenece a la justicia,! añade, «que el hombre le de a otro lo
suyo.» Es por esto que «solamente la justicia, entre todas las virtudes, implica la
noción de deber.» Hacer el bien a otros o no causarles daño, cuando se
considera como asunto de estricta justicia, no va mas allá de descargar una
deuda que cada hombre tiene para con los demás.
El precepto «dar a cada quien lo que es suyo» es contemplado bajo una luz
diferente cuando se considera otro aspecto de la justicia. Cuando se concibe al
justo como recto, se aplica la rectitud debida a nosotros mismos y a otros, no
para beneficiar o perjudicar generalmente, sino para el intercambio de bienes o
cargas. ¿Cuál es el principio de intercambio justo o de una recta distribución? La
respuesta de Aristóteles a esta cuestión es en términos de igualdad.
La teoría del valor trabajo, cuyo origen se atribuye a Adam Smith, es concebida
por Marx como solución a un problema de justicia que Aristóteles menciona pero
no resuelve. Se refiere al capítulo en el libro sobre justicia de Aristóteles Ética
Nicomaquea, en el cual Aristóteles discute el dinero como medio para facilitar el
intercambio de artículos. El dinero permite que un número de artículos sea
igualado con determinadas unidades de otro. Pero el problema estriba en
determinar la equivalencia en el intercambio de codas distintas, aparentemente
inconmensurables en valor. ¿Cómo puede el valor de una casa compararse con
el valor de una cama, de tal manera que pueda establecerse una igualdad entre
el valor de la casa y el de determinado número de camas? Con abstracción total
de consideraciones de oferta y demanda, la determinación de un intercambio
justo o precio justo requiere una ecuación con cantidades comparables.
Aristóteles nos dice, señala Marx, por qué el encuentra el problema insoluble.
«Es la ausencia de ningún concepto de valor. ¿Qué es lo que iguala a algo,
aquella substancia común, que admite que el valor de las camas pueda quedar
expresado en una casa? Tal cosa, en verdad, dice Aristóteles no puede existir.
¿Y por qué no? Comparada con las camas, la casa representa algo igual a ella,
en tanto represente lo que es realmente igual, tanto en las camas como en la
casa. Y esto es - el trabajo humano...La brillantez del genio de Aristóteles se
muestra en esto sólo, lo que descubrió, en la expresión del valor de los artículos,
una relación de igualdad. La peculiar condición de la sociedad en la que vivió le
impidió descubrir que, en verdad, estaba al fondo de su igualdad.»
Parecería seguirse que si un hombre es tratado con justicia, tiene toda la libertad
que merece. Desde un ángulo opuesto, J.S. Mill argumenta que un hombre tiene
derecho a toda la libertad que el puede usar justamente, esto es, usar sin causar
daño a sus congéneres o al bien común. Mayor libertad que esto sería
libertinaje. Cuando un hombre rebasa los límites de los derechos de otros, o
pone sobre ellos «cualquier pérdida o daño no justificado por sus propios
derechos,» está rebasando los límites de la libertad y es, de acuerdo a Mill,
objeto «de reprobación moral, y, en casos graves, de retribución moral y de
castigo.»
El gobierno absoluto, que viola la igualdad entre los hombres, les sujeta
injustamente, aunque su tiranía no les esclavice. La benevolencia del déspota
que gobierna para el bien común tiene un aspecto de justicia, pero existen otros
aspectos de la justicia política que pueden alcanzarse, como señaló Mill, sólo «si
el despotismo consiente en no ser despotismo...y permite que el negocio general
del gobierno marche como si el pueblo realmente ser gobernara a sí mismo.» La
mayor justicia en el gobierno constitucional consiste en garantizar a todos los
hombres que merecen la libertad igual de los iguales, la igualdad en la
ciudadanía - una igualdad bajo la ley que nivela a todos los ciudadanos que
ocupan cargos públicos con los que se desempeñan en la vida privada.
Otra diferencia entre la justicia y las otras virtudes morales es que los actos de
coraje o templanza son ejecutados por hombres valientes y sufridos, mientras
que el acto que es ciertamente justo puede ser realizado por un hombre injusto
tanto como por el justo.
«La justicia en este sentido,» sigue diciendo, « no es una parte de la virtud, sino
la virtud total»; mientras que la justicia especial - la justicia en las distribuciones y
los intercambios - es meramente una parte de la virtud moral, simplemente una
virtud particular. La diferencia entre la manera en que cada quien dirige sus
acciones hacia el bien de otros parece ser como la diferencia entre el legal y el
justo, o la diferencia entre el bien común de la sociedad como un todo y el bien
de otros individuos.
«La Justicia», declara Sócrates, está interesada «no solamente con el hombre
exterior, sino con el interior, lo que es el verdadero ser y preocupación del
hombre: porque el hombre justo no permite que los diversos elementos dentro
de él interfieran con otros - pone en orden su propia vida interior, y es su propio
amo y su propia ley, y está en paz consigo mismo.» El es «una naturaleza
perfectamente templada y ajustada.»
Esta encíclica, que corresponde ya a los últimos años del largo pontificado de
León Xlll, nos sitúa de nuevo en el terreno social. Pero la tratamos en relación
con las anteriores porque complementa su doctrina en un sentido de gran
interés. Si hasta ahora nos hemos venido refiriendo a la doctrina y a la acción
política, con excepción de Rerum novarum, ahora se pretende ampliar el
horizonte de la presencia de la Iglesia más allá de los estrechos límites de la
política. Esta encíclica completa, por tanto, no sólo a las que hemos estudiado
en este capítulo, sino también a la Rerum novarum, a la que dedicamos el
capítulo anterior.
Para clarificar en qué consiste esta acción benéfica en favor del pueblo hay que
evitar dos frentes de ambigüedad: el primero procede del término «democracia»;
el segundo, de la confusión entre democracia social y democracia cristiana.
Pero antes de pasar a ellos hay que mencionar una segunda fuente de
ambigüedades: la derivada de la posible confusión entre democracia cristiana y
democracia social. La democracia social es la propugnada por los socialistas»
(GrC 4) 24. Por esta razón la confusión es casi impensable. Por si acaso, León
Xlll, recurriendo de nuevo a un método tantas veces empleado por él,
contrapone de forma sintética los rasgos típicos de una y otra. La descripción de
la democracia social recuerda en parte la del socialismo en la Rerum novarum;
pero ahora el tema de la propiedad pierde relevancia y se encaja mejor dentro
de una presentación más equilibrada de su pensamiento:
«... La primera, con formas más o menos destempladas, llega a tal grado de
malicia en el pensamiento de muchos, que nada admite por encima del hombre;
busca exclusivamente los bienes corpóreos y externos y pone la felicidad
humana en la adquisición y goce de estos bienes. De aquí su pretensión de que
el poder esté en manos de la plebe, para que, suprimidas las clases sociales y
nivelados los ciudadanos, se abra paso también a la igualdad de los bienes entre
todos. Como consecuencia, deberá suprimiese el derecho de propiedad; y el
patrimonio personal de los particulares, así como todos los medios de vida,
pasarán a ser comunes» (GrC 5).
])e nuevo aquí aparece, y con mucha fuerza, la preocupación por la unidad de la
Iglesia. Se teme que la dispersión de la sociedad circundante acabe actuando
también como factor disgregado de los católicos y privándolos de la fuerza que
les proporciona una acción coordinada. Esta unidad mira, sobre todo, a la
acción. Busca, sin duda, como fundamento un cuerpo doctrinal seguro y
consistente, construido en oposición a las ideas liberales y socialistas; pero
confía su fuerza, por encima de todo, a la acción en común. Es ésta una
constante de todos los documentos estudiados: reconociendo el valor de la
política, insisten, más que en la diversidad propia de ésta, en la unidad de
acción, una unidad que se asienta en la doctrina común y se expresa en la
acción en favor de los obreros bajo la coordinación de la Iglesia Jerárquica).
Sin duda, se podría empezar por los mismos orígenes de la DSI, para considerar
la dialéctica interna que subyace, ya en los escritos de León XIII, entre la
reivindicación del derecho de propiedad privada sobre los bienes de este mundo
y la afirmación del destino social de esos mismos bienes. Por alejadas que
parezcan del tema aquellas afirmaciones, se refieren a dos aspectos nucleares
de las modernas preocupaciones como son, por una parte, el del puesto del
hombre en el medio que le sirve de casa y, por otra, la continua necesidad de un
cambio de paradigma actitudinal en la relación de la humanidad con ese mismo
medio.
Pío XI
Pío XII
Pero también esa referencia explícita se encuentra en los discursos de Pío XII
tanto cuando se refiere a la industria como cuando se dirige a los agricultores.
Por lo que se refiere al mundo rural, resulta interesante un discurso dirigido por
Pío XII (2-7-1951) al I Congreso Católico Internacional sobre los problemas de la
vida rural. Se une allí la denuncia al marxismo con la denuncia al liberalismo
occidental, en cuanto que uno y otro han terminado por considerar al «campo»
como una simple extensión o anexo de la ciudad, idea que ha sido una y otra
vez subrayada por los movimientos ecologistas posteriores. Criticaba entonces el
Papa la superstición del tecnicismo y de la industrialización indiscriminada e
irrespetuosa que, con frecuencia, producía la degradación del campo, también
en su sentido moral, que quedaba reducido a una depauperada reserva de mano
de obra para la producción industrial.
Ideas semejantes retornan una y otra vez en sus discursos, por ejemplo en el
pronunciado (10-6-1953) a la Federación Internacional de productores agrícolas,
donde se encuentran unas palabras que deberían ser más frecuentemente
recordadas al tratar el tema que nos ocupa: «Aun permaneciendo en el espíritu
de la Doctrina Social de la iglesia, se puede también denunciar un error esencial
en el desarrollo económico a partir de la aparición del industrialismo moderno: el
sector agrícola se ha convertido, de forma completamente anormal, en un simple
anexo del sector industrial y sobre todo del mercado. Un cierto número de
economías nacionales no han sido capaces de desarrollar armoniosamente las
posibilidades de producción que la naturaleza les ha dado.
Juan XXIII
Una concepción semejante subyace a los discursos de Juan XXIII. Este Papa,
que aludía sin complejos a los informes que recibía de su familia sobre la marcha
de las cosechas, ofrecía en otras ocasiones una reflexión rigurosa sobre las
condiciones del mundo contemporáneo.
Pablo VI
Dos años más tarde, con motivo del XX aniversario de la misma organización (la
FAO), Pablo VI recordaba que su tarea fundamental, la de librar del hambre a la
humanidad, es un problema unido al del desarrollo y, en última instancia,
constituye también una tarea educativa no exenta de confianza en el hombre y
en la sociedad, en las posibilidades de producción, de distribución y de
utilización racional de los inmensos recursos que el Creador ha puesto a
disposición del género humano.
El discurso continuaba proclamando que, si han hecho falta miles de años para
que el hombre aprendiera a dominar la naturaleza (cf. Gén 1,28), le ha llegado la
hora de aprender a «dominar su dominación.» Esta segunda tarea no requiere
del hombre menos fuerza e intrepidez que la otra tarea de conquistar la
naturaleza. Los progresos técnicos podrían volverse contra el hombre si no
fueran acompañados de un auténtico progreso social.
Y la otra gran ocasión es, como ya resulta fácil imaginar, la carta apostólica OA
(14-5-1971), publicada con ocasión del 80º aniversario de la encíclica RN. En
ella se reconoce que el ser humano ha adquirido bruscamente la conciencia de
que «una explotación inconsiderada de la naturaleza corre el riesgo de destruirla
y de ser a su vez víctima de esta degradación». El texto de la carta vincula el
problema de la contaminación y de los desechos con otras formas de
destrucción de la sociedad y de la vida, para acercarse así al horizonte de una
ecología social y para terminar invitando a los cristianos a hacerse responsables,
en unión con los demás hombres, del destino común de la humanidad.
Juan Pablo II
Tras aludir, una vez más, al sentido humano del desarrollo auténtico, así como a
la responsabilidad implicada en el mandato bíblico del dominio sobre la tierra,
recuerda el Papa que un desarrollo desnudamente económico ni siquiera puede
calificarse como desarrollo, y concluye apelando a la solidaridad entre los
hombres y los pueblos para promover un progreso que incluya el respeto al
cosmos. Para ello habría que prestar atención a algunas consideraciones
fundamentales:
De tales reflexiones se viene a deducir que «el desarrollo, así como la voluntad
de planificación que lo dirige, el uso de los recursos y el modo de utilizarlos no
están exentos de respetar las exigencias morales» (SRS 34).
Pero la encíclica apela a una reflexión previa, compartible en principio por las
diversas ideologías y credos, en cuanto basada en una experiencia del ser
humano y sobre el ser humano: la de la doble dialéctica entre el ser y el tener, y
entre el trabajo captativo y el trabajo creativo.
CAPITULO IV
Los sucesores de León XIII han repetido esta doble afirmación: la necesidad y,
por tanto, la licitud de la propiedad privada, así como los límites que pesan sobre
ella. También el Concilio Vaticano II ha propuesto de nuevo la doctrina
tradicional con palabras que merecen ser citadas aquí textualmente: «El hombre,
usando estos bienes, no debe considerar las cosas exteriores que legítimamente
posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido
de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás». Y un poco
más adelante: « La propiedad privada o un cierto dominio sobre los bienes
externos aseguran a cada cual una zona absolutamente necesaria de autonomía
personal y familiar, y deben ser considerados como una ampliación de la libertad
humana... La propiedad privada, por su misma naturaleza, tiene también una
índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes». La
riquísima doctrina social ha sido objeto de consideración por mi parte,
primeramente en el discurso a la III Conferencia del Episcopado latinoamericano
en Puebla y posteriormente en las Encíclicas Laborem Exercens y Sollicitudo reí
socialis.
32. Existe otra forma de propiedad, concretamente en nuestro tiempo, que tiene
una importancia no inferior a la de la tierra: es la propiedad del conocimiento, de
la técnica y del saber. En este tipo de propiedad, mucho más que en los
recursos naturales, se funda la riqueza de las Naciones industrializadas.
33. Sin embargo, es necesario descubrir y hacer presentes los riesgos y los
problemas relacionados con este tipo de proceso. De hecho, hoy muchos
hombres, quizá la gran mayoría, no disponen de medios que les permitan entrar
de manera efectiva y humanamente digna en un sistema de empresa, donde el
trabajo ocupa una posición realmente central. No tienen posibilidad de adquirir
los conocimientos básicos, que les ayuden a expresar su creatividad y
desarrollar sus capacidades. No consiguen entrar en la red de conocimientos y
de intercomunicaciones que les permitiría ver apreciadas y utilizadas sus
cualidades. Ellos, aunque no explotados propiamente, son marginados
ampliamente y el desarrollo económico se realiza, por así decirlo, por encima de
su alcance, limitando incluso los espacios ya reducidos de sus antiguas
economías de subsistencia. Esos hombres, impotentes para resistir a la
competencia de mercancías producidas con métodos nuevos y que satisfacen
necesidades que anteriormente ellos solían afrontar con sus formas
organizativas tradicionales; ofuscados por el esplendor de una ostentosa
opulencia, inalcanzable para ellos, coartados a su vez por la necesidad, esos
hombres forman verdaderas aglomeraciones en las ciudades del Tercer Mundo,
donde a menudo se ven desarraigados culturalmente, en medio de situaciones
de violencia y sin posibilidad de integración. No se les reconoce, de hecho, su
dignidad y, en ocasiones, se trata de eliminarlos de la historia mediante formas
coactivas de control demográfico, contrarias a la dignidad humana.
Por desgracia, la gran mayoría de los habitantes del Tercer Mundo vive aun en
esas condiciones. Sería, sin embargo, un error entender este Mundo en sentido
solamente geográfico. En algunas regiones y en sectores sociales del mismo se
han emprendido procesos de desarrollo orientados no tanto a la valoración de
los recursos materiales cuanto a la del «recurso humano». Por otra parte, en
muchos Países coexisten organismos económicos totalmente diversos y no
obstante vinculados de varias formas unos con otros, lo cual plantea nuevos y
graves problemas tanto a las políticas de desarrollo como a la pastoral de la
Iglesia.
Con todo, aspectos típicos de Tercer Mundo se dan también en los Países.
desarrollados, donde la transformación incesante de los modos de producción y
de consumo devalúa ciertos conocimientos ya adquiridos y profesionalidades
consolidadas, exigiendo un esfuerzo continuo de recalificación y de puesta al
día. Los que no logran ir al compás de los tiempos pueden quedar fácilmente
marginados, y junto con ellos, lo son también los ancianos, los jóvenes
incapaces de inserirse en la vida social y, en general, las personas más débiles y
el llamado Cuarto Mundo. La propia situación de la mujer en estas condiciones
no es nada fácil.
Actualmente, sobre los esfuerzos positivos que se han llevado a cabo en este
sentido grava el problema, todavía no resuelto en gran parte, de la deuda
exterior de los Países más pobres. Es ciertamente justo el principio de que las
deudas deben ser pagadas. No es lícito, en cambio, exigir o pretender su pago,
cuando éste vendría a imponer de hecho opciones políticas tales que llevaran al
hambre y a la desesperación a poblaciones enteras. No se puede pretender que
las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables. En estos
casos es necesario - como, por lo demás, está ocurriendo en parte - encontrar
modalidades de reducción, dilación o extinción de la deuda compatibles con el
derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso.
38. Además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que recordar
aquí la más grave aún del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos
de prestar la necesaria atención. Mientras nos preocupamos justamente, aunque
mucho menos de lo necesario, de preservar los «hábitat» naturales de las
diversas especies animales amenazadas de extinción, porque nos damos cuenta
de que cada una de ellas aporta su propia contribución al equilibrio general de la
tierra, nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de
una auténtica «ecología humana». No sólo la tierra ha sido dada por Dios al
hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien,
según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de
Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido
dotado. Hay que mencionar en este contexto los graves problemas de la
moderna urbanización, la necesidad de un urbanismo preocupado por la vida de
las personas, así como la debida atención a una «ecología social » del trabajo.
Estas criticas van dirigidas no tanto contra un sistema económico, cuanto contra
un sistema ético-cultural. En efecto, la economía es sólo un aspecto y una
dimensión de la compleja actividad humana. Si es absolutizada, si la producción
y el consumo de las mercancías ocupan el centro de la vida social y se
convierten en el único valor de la sociedad, no subordinado a ningún otro, la
causa hay que buscarla no sólo y no tanto en el sistema económico mismo,
cuanto en el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión
ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a la producción de
bienes y servicios.
Todo esto se puede resumir afirmando una vez más que 1a libertad económica
es solamente un elemento de la libertad humana. Cuando aquella se vuelve
autónoma, es decir, cuando el hombre es considerado más como un productor o
un consumidor de bienes que como un sujeto que produce y consume para vivir,
entonces pierde su necesaria relación con la persona humana y termina por
alienarla y oprimirla.
40. Es deber del Estado proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos,
como son el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguardia no
puede estar asegurada por los simples mecanismos de mercado. Así como en
tiempos del viejo capitalismo el Estado tenía el deber de defender los derechos
fundamentales del trabajo, así ahora con el nuevo capitalismo el Estado y la
sociedad tienen el deber de defender los bienes colectivos que, entre otras
cosas, constituyen el único marco dentro del cual es posible para cada uno
conseguir legítimamente sus fines individuales.
42. Volviendo ahora a la pregunta inicial, ¿se puede decir quizá que, después
del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia
él estén dirigidos los esfuerzos de los Países que tratan de reconstruir su
economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a
los Países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso
económico y civil?.
Casos Prácticos
El Nuevo gerente
VIERNES, 22 de JUNIO, 1979
Era una tarde caliente, húmeda, cuando Guillermo (Bill) Young pasó la puerta
frontal de la oficina central de Columbia Federal Savings and Loans. A pesar del
calor Bill se sentía fresco y en calma considerando que tenía que entrevistarse
con el Sr. B. Willard, vicepresidente de personal de Columbia.
«Hola,» le dijo Marie Webster, la secretaria del Sr. Willard y amiga de Bill.
¿»sabes el rumor que te dije corre acerca de que serás nombrado el nuevo
gerente de una de las sucursales? Pues, no será tan rosado como tu piensas.»
Antes de que Bill pudiera responder, el Sr. Willard salió y lo acompañó adentro
de su oficina privada. Después de estrecharse las manos e intercambiar
trivialidades acerca del clima, el Sr. Willard fue directo al punto.
Bill, cuando te nos uniste viniendo del Island Federal hace 11 meses,
pensábamos mucho acerca de tus capacidades. Como te dijimos en aquella vez,
somos una familia feliz aquí en Columbia Federal y cuidamos uno del otro. Una
vez puesto a prueba, te apoyamos del todo en tu camino hacia arriba en la
organización. Hay una oportunidad en nuestra Sucursal de Liberty, y nos
gustaría que llegaras a ser nuestro nuevo gerente de la sucursal allí. Eres un
buen hombre Bill, y éste es tu primer gran paso hacia la cumbre de la
organización.
Oh, sí, Bill, hay una cosa más que debo mencionar. Existe un género de
situación delicada en la sucursal que el último gerente simplemente fue incapaz
de manejar. La requerimos finalizada para el 15 de septiembre - pero ¿por qué
no dejamos el asunto para después hasta que hayas puesto los pies sobre el
terreno y yo vuelvo de mi viaje?
Marie estaba lejos de su escritorio en una diligencia, de manera que Bill no tuvo
oportunidad de proseguir su observación.
Bill buscó en su escritorio los expedientes del personal que Marie había enviado
esa mañana desde la oficina central. El legajo de Bernadette estaba encima de
la pila. Mientras leía el expediente de Bernadette, quedó pasmado
inmediatamente - no era Bernadette Peters - era Bernard Peters. «Oh, no,»
murmuró Bill, «en qué género de lío me he metido ahora?».
Bill puso una llamada al Sr. Willard sólo para descubrir que estaba fuera por la
semana asistiendo a una convención bancaria. Bill había salido con Marie un par
de veces recientemente de modo que se sentía seguro preguntándole acerca de
la situación. Se reía casi cuando contestó.
Los chismes dicen que la gran noticia grande es que ha pedido una licencia de
un mes de ausencia después de sus vacaciones en septiembre para tener una
operación de cambio de sexo. Bernard volverá como Bernadette - integralmente.
Por cierto, Bill, harías bien en tener algunas alternativas listas para cuando el Sr.
Willard regrese. Entre más pronto puedas solucionar este problema te
encontrarás en mejor situación.
Esa tarde Bill rompió una cita para trabajar sobre una lista de alternativas que
podría presentar al Sr. Willard. Creía que existirían otras alternativas, pero cinco
le parecieron las más factibles, aunque que no estaba seguro de cual de las
cinco recomendaría al Sr. Willard, pero sabía que tenía que llegar a una decisión
antes de su reunión el lunes por la mañana.
La cotización extraviada
En el correo del día de hoy recibe usted la citada cotización, pero engrapada a la
misma viene una copia de la cotización que ellos presentan a concurso por el
contrato mencionado, a un precio substancialmente inferior al que le ha señalado
a usted su Consejo de Administración. Las especificaciones son idénticas a las
de usted y el precio es superior al costo estimado, así que podría usted bajar su
precio sin problema y tener todavía margen de utilidad.
El sistema italiano del impuesto federal corporativo tiene una estructura oficial
legal del impuesto y tarifas semejante al de los U.S. Sin embargo, toda
semejanza entre los dos sistemas termina ahí.
Las autoridades del impuesto italianas asumen que ninguna corporación italiana
sometería nunca una declaración de impuestos que muestre las ganancias
verdaderas sino que sometería una declaración que subestimara las ganancias
reales entre 30 por ciento y 70 por ciento; su suposición es correcta
esencialmente. Por consiguiente, aproximadamente seis meses después de la
fecha límite anual para presentar declaraciones del impuesto de la compañía, las
autoridades del impuesto emiten a cada compañía una «invitación para discutir»
su declaración de impuestos. El propósito de este aviso es invitarles a una
entrevista personal entre ellas y representantes de la compañía. En esta
entrevista el servicio de rentas públicas italiano expresa la suma de impuesto al
ingreso corporativo que opina es debido. Se desarrolla su posición a partir de los
impuestos de años previos que realmente pagó y la declaración del año
presente; la cantidad que demandan las autoridades del impuesto como debida
es generalmente varias veces mayor que aquella mostrada en la declaración de
la compañía para el año presente. Para abreviar, la declaración de impuestos de
la compañía y la posición expresada por el servicio de rentas públicas son las
propuestas iniciales para las varias rondas de negociaciones que seguirán.
Noventa días después de pagar sus impuestos, el banco recibió un tercer aviso
de las autoridades fiscales. Este contenía una declaración, «hemos recibido su
declaración del impuesto corporativo para 19__ y hemos determinado que (el
equivalente en liras de) $6,000,000 de intereses pagados sobre los depósitos no
es un gasto aceptable para propósitos de impuesto federal. Por lo tanto, el
impuesto total debido por 19__ es de ____ liras.» Puesto que los intereses
pagados sobre depósitos son el elemento singular del gasto más grande de
cualquier banco, el gravamen del impuesto nuevo era por una cantidad muchas
veces más grande que aquél mostrado en el aviso de gravamen impuesto inicial
y casi quince veces más grande que los impuestos que el banco había pagado
realmente.
Gerente general: «no puede ser que realmente hablen en serio acerca de
desaprobar los intereses pagados sobre depósitos como gasto deducible de
impuestos».
Servicio de Rentas públicas italiano: «Quizás. Sin embargo, pensamos que así
conseguiríamos llamar su atención. Ahora que está usted aquí, ¿podemos
empezar nuestras negociaciones?».
Levin era un próspero corredor de bolsa cuando fundó Plasma International hace
tres años. Reconociendo la necesidad del mundo de disponer de sangre segura,
no contaminada, y a buen precio, Levin y varios de sus colegas concentraron
sus recursos y se lanzaron a este negocio. Inicialmente, la mayor parte de la
sangre se adquirió a través de operaciones comerciales en el sureste de los
Estados Unidos. La mayoría de los donantes eran, desgraciadamente, hombres
y mujeres que usaban el dinero obtenido por la venta de su sangre para comprar
alcohol. Mientras las ventas aumentaban dramáticamente sobre la base de un
enfoque de mercadeo innovador, se informaron varios casos de hepatitis entre
recipientes. La compañía sabiamente empezó una búsqueda de nuevas fuentes.
Mientras Levin repasaba estos hechos, así como los muchos costos incurridos
en la venta de un artículo tan frágil como la sangre, concluyó diciendo que la
publicidad recibida era claramente injusta. Sus puntos de vista fueron
interrumpidos por la pregunta de una reportera: «Sr. Levin, ¿es necesario vender
un suministro médico, como la sangre, a precios tan altos, sobre todo a gente
pobre en tan crítica situación?». «Nuestros precios se determinan sobre la base
de muchos costos en lo que incurrimos y de los que el público no está enterado,
respondió Levin. Sin embargo, cuando los reporteros lo acosaron con respecto a
detalles de estos costos «pertinentes», Levin se negó a cualquier comentario
más amplio. Hizo notar que tal información era de privada y no para consumo
público.
Mientras que sólo meses antes los 100 fabricantes intermedios y pequeños de
los piyamas impregnados con piyamas no podían despachar los pedidos lo
bastante rápido, repentinamente se preocupaban ahora por cómo salir de los
pares refundidos en los almacenes. A causa de su toxicidad, no se puede botar
la prenda, aun menos venderla. En verdad, el CPSC no dejó duda acerca de
cómo había que deshacerse de los piyamas; tenían que ser enterrados o
quemados, o usados como telas para limpieza industrial. De cualquier modo
significó millones de dólares en pérdidas para los fabricantes.
Aun cuando Tris puso el dumping o descarga dentro de la arena política, no era
de ningún modo el único ejemplo de descarga. En los meses siguientes a su
prohibición, noticias de numerosos casos de dumping empezaron a aparecer. En
1972, 400 Iraquíes murieron y se hospitalizó a 5,000 después de comer trigo y
cebada tratados con un fungicida de mercurio orgánico prohibido en los Estados
Unidos. Winstrol, una hormona sintética masculina que se había encontrado
impedía el crecimiento de los niños americanos, se usó en Brasil como un
estimulante del apetito para niños. Depro-Provera, un inyectable
anticoncepcional del que se conoce causa tumores malignos en animales se
envió al extranjero a varios países donde se usó en programas de control de
población patrocinados por los Estados Unidos. Y 450,000 chupones para bebé,
del tipo que se sabe ha causado muertes por sofocación, se exportaron para su
venta en el extranjero.
Por ejemplo allá por 1971 los riesgos del dispositivo intrauterino Dalkon Shield
estaban bien documentados. Entre las reacciones adversas estaba el
envenenamiento de la sangre, la inflamación pélvica, embarazos resultantes en
abortos espontáneos, embarazos tubales, y perforaciones uterinas. Se
atribuyeron aun al dispositivo varias muertes. Enfrentando la pérdida de su
mercado doméstico, A. H. Robbins, fabricante del Dalkon Shield, resolvió hacer
un tratado con la Oficina de Población de los Estados Unidos y la Agencia para
el Desarrollo Internacional (AYUDA) por medio de lo cual AYUDA compró miles
de los dispositivos a un precio reducido para ser utilizados en programas de
control de población en cuarenta y dos países.
Bebé M
En 1985 Mary Beth Whitehead de Town Brick, New Jersey, consintió en ser
impregnada por inseminación artificial con el esperma de un extraño y llevar a su
hijo. Tenía veintinueve años, estaba felizmente casada, con un hijo y una hija
propios. ¿Por qué se decidió a hacerlo? Mary Beth lo llamó «el regalo más
amoroso de felicidad,» pero además vio el lado práctico. Los $10,000 que
ganaría ayudarían a pagar la educación de su niños.
El hombre que habría de donar el esperma y sería padre del niño de Mary Beth
era William Stern, un bioquímico de cuarenta años. Ambos él y su esposa
Elizabeth, una pediatra, ansiaban tener sus propios hijos. Pero se diagnosticó
que Elizabeth padecía una forma moderada de esclerosis múltiple, y se pensaba
que era arriesgado para ella el embarazo. No sólo había una escasez de bebés
saludables, blancos, disponibles para adopción, sino también la pareja era
demasiado vieja para ser aceptable para la mayoría de las agencias de
adopción. En todo caso, Stern quería un niño que fuera de su propia sangre.
Noel Keane, un abogado de Dearborn, Michigan, quien se especializaba en
casos de substitución de la paternidad, puso en contacto a los Stern y a la
Whitehead y su marido. Firmaron un contrato, que Keane había delineado antes.
Las seis páginas del contrato eran estrictamente negocios. Además de los
honorarios de Whitehead, que se pondrían en fideicomiso hasta que Stern
recibiera al bebé, los Stern pagaron más de $10,000 en honorarios no
reembolsables y gastos a Keane. En el contrato Stern consintió en asumir toda
responsabilidad legal por el bebé, aun cuando naciera con defectos serios. Por
otra parte, se exigía que Whitehead se sometiera a una amniocéntesis; si los
exámenes indicaran problemas, consintió en tener un aborto si Stern lo pidiera.
En el contrato Mary Beth Whitehead reconoció que se concebiría el niño «para el
propósito único de darle el niño a William Stern».
La firma legal de Noel Keane y el Centro de Infertilidad de New York (del cual es
parcialmente propietario) ha arreglado más de 150 nacimientos substitutos
comerciales desde 1976. Whitehead más tarde afirmó que Keane no le
proporcionó un apropiado consejo, mientras Keane mantiene que las pruebas
standard psicológicas que se tomaron dieron poca razón para anticipar
problemas peculiares. En sólo dos casos manejados por Keane habían las
madres substitutas modificado sus puntos de vista. Ésta iba a ser la tercera vez.
El 27 de marzo de 1987, Mary Beth dio a luz a una niña saludable, llamada Sara
por ella, Melissa por los Stern, y «Bebé M» por las cortes. Los primeros
momentos de Mary Beth con el bebé fueron intensamente emotivos. ''Verla,
tenerla. Era mi niña,'' Whitehead recuerda. «Fue mas fuerte que yo. «No tenía
control de mí misma. Tenía que guardarla».
Whitehead dio la niña a los Stern como se había acordado, excepto que su
primera noche sin el bebé fue desdichada. Al día siguiente rogó a los Stern le
permitieran quedarse con la niña durante solamente una semana. Estuvieron de
acuerdo, pero al final de la semana, Whitehead no quería devolver a la niña.
Preguntó si los Stern estarían de acuerdo en permitirle tener a la niña un fin de
semana por mes y dos semanas durante el verano. Los Stern insistieron en el
contrato original y fueron a la corte para ponerlo en vigor. El dinero que se debía
a Whitehead todavía estaba en la cuenta del fideicomiso. El 5 de mayo, un juez
de la corte familiar les otorgó custodia temporal. Pero el día siguiente los
Whitehead desaparecieron con el bebé. Las Stern le pagaron más de $20,000 a
un investigador privado quien siguió la pista a los Whitehead hasta el hogar de la
madre de Mary Beth en Florida, lo que le llevó tres meses. Él y el FBI visitaron el
hogar, arrebataron al bebé, y lo llevaron lejos, devolviéndolo a los Stern.
Cuatro días después del primer cumpleaños de Bebé M, el juez de New Jersey,
Harvey R. Sorkow la otorgó a su padre, William Stern. Un panel de tres jueces
sostuvo su decisión, pero Whitehead prometió continuar la batalla legal. Los
meses fueron pasando. Finalmente, el 3 de febrero de 1988, La Suprema Corte
del Estado de New Jersey resolvió que el convenio de substitución era «ilegal,
quizás delictivo, y potencialmente degradante para las mujeres». Se le otorgó a
Stern custodia, pero Whitehead obtuvo derechos de visita, y la adopción por la
Señora Stern (quien no tiene derechos paternales) se declaró nula. Pero la
controversia moral y legal no acabará aquí. La resolución obliga sólo en New
Jersey, y aun allí, cambios en la legislación podría rendir la decisión obsoleta.
El Ford Pinto
Nunca habiendo sido alguien que se contentara con ocupar el asiento trasero
respecto a la competencia, Ford Motor Company decidió enfrentar la amenaza
de los extranjeros de frente. En 1968 los ejecutivos de decidieron producir el
Pinto.
Ansiosa de tener su propio subcompacto listo para el modelo del año 1971, Ford
decidió comprimir el tiempo normal entre el tablero de dibujo y el salón de
exhibiciones de aproximadamente tres y medio años a dos. El programa
comprimido significó que cualquier cambio en el diseño que típicamente se haría
antes de producir el herramental de la línea de producción, tendría que se hacer
durante la misma.
Los funcionarios de Ford hacían frente a una decisión difícil. ¿Deberían llevar
adelante el diseño normal, de este modo cumpliendo con los tiempos estimados
para la producción, pero posiblemente poniendo en peligro la seguridad del
consumidor? ¿O deberían demorar la producción del Pinto para rediseñar el
tanque de gasolina para hacerlo más seguro y así concederle otro año de
dominación del subcompacto a las compañías extranjeras? Para determinar si
seguiría o no adelante con el diseño original del tanque de combustible del Pinto,
Ford decidió realizar un estudio del costo - beneficio, que es un análisis de los
costos esperados y los beneficios sociales de hacer algo. ¿Pueden los
beneficios sociales de un nuevo tanque sobrepasar los costos del diseño del
tanque nuevo, o podrían no hacerlo?.
Directo $132,000
Indirecto 41,300
Costos médicos:
Hospital 700
Otros 425
Daño de la propiedad 1,500
Administración del seguro 4,700
Legal y Juicios 3,000
Pérdidas del patrón 1,000
Pena y Sufrimiento de la víctima 10,000
Entierro 900
Recursos (Consumo Perdido) 5,000
Costos varios del Accidente 200
Total por Muerte 200,725
Ford utilizó los datos de NHTSA y otros estudios estadísticos en su análisis del
costo - beneficio, que rindió las estimaciones siguientes:
Beneficios Ahorro: 180 muertes por quemadura, 180 lesiones por quemaduras
serias, 2100 vehículos quemados, Costo unitario de los vehículos: $200,000 por
muerte, $67,000 por lesión, $700 por vehículo. Beneficio total: 180 x ($200,000)
+ 180 x ($67,000) + 2,100 x ($700) = $49.5 millones
Puesto que los costos de las mejoras de la seguridad sobrepa saban sus
beneficios, Ford decidió seguir adelante con el diseño original. He aquí lo que
ocurrió después de que se tomó la decisión:
De hecho, los datos americanos estaban disponibles, y Brown, como uno de los
editores del periódico, lo sabía. Trabajando en nombre de Raybestos-Manhattan
y Johns-Mansville y su corredor de seguros, Metropolitan Life Insurance
Company, Anthony Lanza había conducido varias investigaciones entre 1929 y
1931 sobre 126 obreros con tres o más años de exposición del asbesto. Pero
Brown y otros no quedaron complacidos con el reporte que Lanza les sometió
para su revisión editorial. Lanza, dijo Brown, había dejado de presentar al
asbesto como más leve que la silicosis, una afección del pulmón causada por el
largo tiempo de inhalación de polvo de sílice que produce una falta crónica de
respiración. Bajo la entonces pendiente ley de la Indemnización a Obreros, la
silicosis era categorizada como una enfermedad compensable. Si la asbestosis
era peor que la silicosis o indistinguible de ella, entonces, también, tendría que
cubrirse. Evidentemente, Brown no quería esto, y de este modo pidió que Lanza
describiera la asbestosis como menos seria que la silicosis. Lanza condescendió
y también omitió en su informe publicado que la mitad de los obreros
examinados - 67 de 126 - padecía asbestosis.
Los funcionarios de la industria estaban preocupados por algo más que controlar
el flujo de la información. Asimismo buscaron negar a los obreros la evidencia
temprana de su asbestosis. El Dr. Kenneth Smith, director médico de la planta
canadiense de Johns-Mansville, explicó por qué a siete obreros que encontró
tenían asbestosis no debían ser informados de su enfermedad:
«Se debe recordar que aunque estos hombres tienen, por la evidencia de su
Radiografía, asbestosis, trabajan hoy día y definitivamente no están
incapacitados por su asbestosis. No se les ha revelado este diagnóstico, porque
se cree que en tanto como el hombre se sienta bien, y su condición física
continúe siendo buena, nada debe decírsele. Cuando llegue a incapacitarse y
enfermar, entonces se debe hacer el diagnóstico y el presentar la demanda por
la Compañía. La fibrosis de esta afección es irreversible y permanente por lo que
eventualmente se le pagará a cada uno de estos hombres su compensación.
Pero en tanto el hombre no se incapacite, se considera que no se le debe revelar
su condición para que pueda vivir y trabajar en paz y la Compañía pueda
beneficiarse de sus muchos años de experiencia. Si se revelara a este hombre
su estado hoy día existe una posibilidad muy definida de que se ponga mental y
físicamente enfermo, simplemente a causa del conocimiento que tiene
asbestosis».
Cuando los casos de juicios planteados por obreros del asbesto que habían
desarrollado cáncer se extendieron a toda la industria en los 1950s, Smith
sugirió que el Instituto Textil del Asbesto retuviera los servicios de la Industrial
Health Foundation para conducir un estudio del cáncer que pudiera, en efecto,
aclarar la conexión del asbesto con el cáncer. El Instituto se negó, afirmando que
tal estudio podría sólo acarrear mas publicidad desfavorable para la industria y
que no existía suficiente evidencia enlazando el asbesto y el cáncer - a todo lo
ancho de la industria para garantizarlo.
Los efectos de la exposición del asbesto fuera del lugar de trabajo también han
llegado a ser de preocupación creciente para autoridades de la salud a lo largo
del país. Durante los 1950s y 1960s, se utilizaron conductos de asbesto
extensamente en edificios con sistemas de calefacción, escuelas incluso. De
hecho, los niños tienen un especial riesgo debido a su ritmo de respiración más
alto y frecuente inhalación por la boca. Puesto que se encuentran más cerca del
piso que los adultos, están mas cerca de las partículas de asbesto que se
hubiera asentado allí y fueran agitadas por la actividad.
¿No hay nada como el olor de un automóvil nuevo, correcto? Bien, ahora existe
un producto llamado Toque Aterciopelado, que es una fuente de la juventud en
aerosol para cualquier carcacha moribunda. Con una ráfaga o dos de este elixir
para vehículos, puede volver inmediatamente un automóvil que huele como un
corral de ganado en una «fragancia del automóvil nuevo».
Muchos de los Clientes de Becker no quieren ser identificados por miedo de que
la American Civil Liberties Union (ACLU) los demandará. Al parecer sus temores
tienen algún mérito. «El potencial para abuso es enorme» dice Barbara Shack,
directora ejecutiva de la sucursal de New York de la ACLU. «Si es una distorsión
del sonido, y camuflado de modo que el receptor no se enteró que puede influir
en su conducta, es equivalente a lavado de cerebro y se debe prohibir por la
legislación.» Añade Jack Novik, el asesor oficial nacional de ACLU: «estamos
muy escépticos y sospechosos de cualquier cosa que imponga un control
externo sobre la conducta.
Algunos académicos consideran la «caja negra» nada mas que una máquina de
hacer dinero para Becker. El profesor de negocios Jay Russo señala la falta de
conclusiones de los estudios sobre sugestión subliminal: «es una cuestión
abierta,» dice, cada vez que la investigas desaparece como arena por entre las
manos». No le diga esto a Wilson Key, sin embargo. Ha trabajado en los medios
de comunicación y publicidad por treinta años. Desde Seducción Subliminal, su
primer libro, en 1973, Key ha sido el centro de la controversia sobre el alegado
extendido uso de subliminales en publicidad. Ha sido señalado como crítico de
los medios de comunicación masivos y un «chiflado» y «paranoico» por sugerir
que los anuncios se encuentran llenos de anuncios gráficos subliminales
sugestivos que, aunque invisibles para quien no los busca, pueden manipular al
espectador. Key ha recopilado una colección voluminosa de anuncios que afirma
presenta chocantes imágenes eróticas encubiertas como algo inocuo.
«Lo más extraño pero verídico de todo esto es que los mensajes pueden
afectarnos realmente bajo ciertas condiciones», dice el profesor de
comunicaciones Phillip Bozek. Las investigaciones hacen pensar en que
nuestras mentes pueden registrar y empezar a procesar información que no
escuchamos o vemos claramente, y tales técnicas subliminales pueden
sugerirnos imágenes o frases que podemos más adelante pensar como
concebidas por nosotros mismos, y a las que somos por consiguiente menos
capaces de resistir. Un mensaje subliminal podría incitar a un consumidor a
comprar algo después de todo, y él jamás sospechar la seducción sutil» Bozek
ve evidencia amplia del uso comercial de subliminales. Lo mismo ocurre con un
legislador de California quien ha patrocinado una ley que requeriría de los
locutores advertir al público acerca de comunicaciones subliminales incrustadas.
La ley del Asambleísta Phillip Wyman no proscribiría comunicaciones
subliminales pero requeriría formular advertencias al consumidor cuando se
comuniquen «sonidos» e «imágenes visuales» pero que no sean «
inmediatamente perceptibles» a las facultades normales de la vista y del oído.
Garland entrenó a una mujer para realizar su trabajo durante su ausencia con
toda la expectativa de volver a su puesto después del nacimiento del niño. Pero
cuando le volvió al banco el 20 de abril de 1982 después de una Cesárea, se le
informó que no había ninguna vacante de recepcionista o puesto similar abierto
por el momento. Sólo entonces se dió cuenta de que tener un bebé le había
costado su empleo.
«Me quedé fría,» Garland recuerda. Solo permanecí de pié allí y pregunté:
«¿que quiere usted decir, que no tiene un puesto disponible para mí? ¿Qué hay
acerca de mi empleo?» Ellos contestaron, «Bueno, hemos contratado a alguien
en tu lugar» Y yo dije, «¿Quien?» Y era la persona que entrené. Y dije, «¿Qué
voy a hacer ahora?». «Nosotros te llamaremos, tan pronto esté disponible un
puesto».
Aunque era un alivio tener un empleo de nuevo con Cal Fed, Garland presentó
una demanda ante el California Department of Fair Employment and Housing. La
base de su acción era una ley del estado de California que requiere de los
patrones no solamente conceder a las trabajadoras embarazadas una licencia
por incapacidad sino volverles a sus empleos o empleos comparables,
independientemente de qué ofrecen a otros empleados. En otras palabras, bajo
la ley de California no importa cuáles sean las políticas de incapacidad de una
compañía, debe garantizarle su empleo a cada mujer embarazada asegurándole
una licencia segura de hasta cuatro meses por el tiempo que esté incapacitada
por embarazo y parto.
Cal Fed sostuvo que su acción era perfectamente consistente con la ley federal
que requiere de los patrones tratar el embarazo y el parto exactamente como lo
hacen con cualquiera otra incapacidad. Puesto que bajo la política de
incapacidad del banco no se garantiza un empleo a ningún empleado
inmediatamente al volver a trabajar, Cal Fed afirmó que Garland no debería
haber esperado ni ha recibido trato especial.
El Juez de distrito Manuel L. Real concordó con la posición del banco. Actuando
sobre una moción de Cal Fed y de dos organizaciones patronales importantes
del estado, el juez decidió que la ley de California constituía «un tratamiento
preferencial para las hembras incapacitadas por embarazo, o condición médica
relacionada En la opinión del juez, entonces, la ley de California ley es
discriminatoria porque viola la prohibición en contra de la discriminación por
razones de sexo en el Título Vll de la Civil Rights Act de 1964.
Marshall añadió otro argumento sutil, razonando que, aun cuando uno
erróneamente asuma que la ley federal considera ilegal para los patrones el
proporcionar a las mujeres embarazadas beneficios que no puede proporcionar
a otros empleados incapacitados, el estatuto de California todavía sería
aceptable. Al requerir licencia para las trabajadoras embarazadas. El estatuto no
obliga a los patrones a tratarlas mejor que otros empleados. Los patrones tienen
todavía la libertad de garantizar a otros trabajadores licencias por incapacidad y
reintegración. Ése fue definitivamente una conclusión que a Cal Fed no le gustó
escuchar.
«La Caridad empieza en casa.» Si así lo cree usted, pregúntele a los caldereros
del Ejército de Salvación, el cual tiene un problema severo con robos entre ellos,
personas de la calle que recolectan dinero para el Ejército durante la estación de
la Navidad. Algunos de los caldereros del Ejército - quienes habitualmente son
individuos pobres, desempleados, pagados con salario mínimo - se ayudaban a
sí mismos de lo colectado por el Ejército antes de que la organización tuviera
una oportunidad para hacer un reparto regular. Para poner fin al problema, los
funcionarios del Ejército buscaron la ayuda del Dr. John Jones, director de
Investigación de London House Consultants Management Inc.
Los autores de la prueba sobre la honradez dicen que la única manera de tratar
estos problemas es antes de que se contrate a los trabajadores, no después,
para someterlos a un empleo examen previo psicológico que identificará a la
tercera parte de todos los empleados que robarán probablemente, el 25 por
ciento los que tienen una historia de abuso de la marihuana, y el 10 por ciento
que han usado otra droga prohibida sobre una base regular.
Quien toma la prueba debe contestar una batería de preguntas como las
siguientes: «¿Qué tan fuerte es su conciencia?» «¿Qué tan a menudo se siente
culpable?» «¿Siempre dice la verdad?» «¿Tiene alguna vez pensamientos que
no querría se hicieran públicos?» «¿Todo el mundo roba un poco?» «¿Disfruta
de relatos de crímenes que tienen éxito?» «¿Ha quedado alguna vez tan
intrigado por la destreza de un ladrón que esperaría que la persona escapara sin
descubrimiento?».
Una buena parte de algunas pruebas consta de una historia de la conducta del
solicitante. Se pide a los solicitantes revelar la naturaleza, frecuencia, y cantidad
de droga específica que usa, en caso de hacerlo. Asimismo debe indicar si se ha
estado involucrado alguna vez en manejo de automóvil en estado de ebriedad,
juego ilegal, venta o uso de marihuana, violaciones de tráfico, falsificación,
vandalismo, u otro patrón de conducta impropia. Deben manifestar también sus
opiniones acerca de la aceptación social de los bebedores y usuarios de otras
drogas.
Una vez se completan las pruebas, se evalúan por el autor de la prueba, quien le
da un al solicitante una valuación de «riesgo» alto, moderado, o bajo. Se
presenta un informe sobre la evaluación al patrón probable, quien puede usarlo
como una parte del avalúo del general del empleado.
«Otra cosa», dijo Katwalksi, «pienso que debemos instalar algunos micrófonos
en los baños, almacén, y salón de descanso de los empleados».
«¿Significa que estaremos husmeando sobre nuestros propios empleados?»
Fanuchi preguntó, sorprendida.
«Podríamos recoger por este medio alguna cosa que podría reventar
completamente lo que queremos descubrir», Katwalski explicó.
Los micrófonos no contribuyeron con nada para la aprehensión del ladrón. Pero
a causa de ellos Fanuchi y Katwalski supieron que por lo menos un empleado de
la tienda vendía marihuana y tal vez drogas fuertes, que otro pensaba
abandonar la empresa sin aviso, que tres sacaban estampillas de comida
fraudulentamente, y que un comprador estaba tratando de desacreditar a
Fanuchi. Al resolver el problema de la merma, la pareja había inconscientemente
promovido otro: ¿Qué debían hacer con la información que habían reunido
mientras cogían al ladrón?
Aun antes del caso Winans, algunas publicaciones habían formulado políticas
explícitas designadas para no dejar ninguna duda en la conciencia de los
reporteros acerca de la inconveniencia de traficar sobre la base de su
conocimiento de las historias. Por ejemplo, el Washington Post exige que todos
sus reporteros de negocios y finanzas sometan a sus editores una declaración
confidencial delineando su participación accionaria. La política del Post prohibe a
sus reporteros escribir acerca de empresas en las que tengan un interés o
comprar acciones en empresas sobre las que han escrito. El New York Times
tiene una política similar, y el Forbes Magazine y el Chicago Tribune requieren
de los empleados de la dirección o redacción de la publicación divulgar sus
inversiones corporativas. Ralph Schulz, vicepresidente senior de la unidad de
publicación de McGraw-Hill Inc., dice que su empresa tiene una política acerca
de conflicto - de - interés fundada en la premisa que «nadie que escribe acerca
de una empresa debe poseer acciones en ella». Y la política del Wall Street
Journal acerca de conflicto de interés, que abarca tres y media páginas, advierte
a sus empleados en contra de traficar en empresas inmediatamente antes o
después de que el Journal publique algo sobre esa compañía. La política se lee
en parte:
Pero tales políticas escritas son la excepción, tal como lo muestra una encuesta
informal de la medios de comunicación de los países conducida por el Wall
Street Jornal en 1984. Aun cuando muchos periódicos tienen códigos del vestido
formales, pocos tienen reglas formales acerca del tráfico con acciones. Por otra
parte, pocos ejecutivos de noticias muestran cualquier preocupación acerca de
tráfico por parte de empleados de la dirección o redacción de una publicación,
aunque los informes de la de investigación generalmente son accesibles para
cualquier empleado en la sala de noticias.
La encuesta del Wall Street Journal también revela indiferencia general entre
ejecutivos de la medios de comunicación para evitar el tráfico indebido por parte
de sujetos de entrevistas, como el caso de G. D. Searle & Co. Ya desde 1984, la
SEC empezó a investigar una actividad insólita en opciones sobre las acciones
de aquella compañía justo antes del reporte de mediados de enero «CBS
Noticias de la Tarde» que elevó preguntas acerca de Nutrasweet, el edulcorante
de bajas calorías nuevo de Searle. La SEC acusó que un científico de Arizona
entrevistado por CBS para el informe compró opciones en Searle Nutrasweet
antes de la historia, convencido de que las acciones se desplomarían como
resultado de comentarios negativos por parte de él y otros.
El redactor sindicado Dan Dorman admite que sus historias afectarían el precio
de las acciones y, por implicación, sujetos perspicaces de entrevistas podrían
beneficiarse por las historias. Pero no piensa que nada pueda hacerse acerca de
ello. «No es mi trabajo vigilar», Dorman dice. «Mi trabajo es obtener la
información».
John G. Craig, Hijo, editor del Pittsburgh Post Gazette, está de acuerdo. Dentro
de su punto de vista, impedir a las fuentes traficar sobre un artículo «es una
responsabilidad ética que un periódico no puede asumir».
Y sin embargo, James Michaels, el editor de Forbes, recuerda alguna vez haber
dejado fuera una historia cuando descubrió que una de las fuentes habían
vendido acciones en corto, apostando a que el artículo tendría un impacto
negativo. Y el Wall Street Journal admite incluso haber suprimido historias al
saber que los inversionistas se valían de su conocimiento para traficar en Wall
Street.
Mientras tanto, el gobierno apuró su caso contra R. Winans Foster. En
septiembre de 1984, el Departamento de Justicia produjo 61 procesamientos
cuenta por fraude y conspiración contra él y dos supuestos colaboradores. Entre
otras cosas, la acusación cargó que en la primera mitad de 1983, Winans y su
compañero de cuarto especularon sobre acciones a punto de ser mencionadas
en las columnas próximas. Les produjeron cerca de $3,000 de ganancia sobre
una inversión de $3,000. Aunque Winans describe su papel en estos tratos como
«tonto» y «malo», niega que rompiera ninguna ley. Después de una batalla legal
prolongada y técnica la Suprema Corte en noviembre de 1987 sostuvo la
contención del Departamento de Justicia que consideraba que lo que había
hecho no era imprudente sino delictivo.
El profesor Cranberg teme que el caso Winans producirá finalmente malas leyes.
Aunque piensa que el tiempo ha llegado para que reporteros y editores informen
sobre compensaciones externas e intereses financieros, le inquieta que la SEC y
las cortes asociaren a los reporteros de noticias de negocios con consejeros de
inversiones y, como resultado, ejerza influencia excesiva sobre la prensa.
Cranberg teme que tal desarrollo no sólo amenace la libertad de prensa pero
tendría también un efecto de desaliento sobre la cobertura de la prensa de la
América corporativa. «No todo problema tiene, o debe tener, una solución legal»,
Cranberg señala. «La mayoría de los problemas que conciernen a la prensa se
maneja bien con medidas voluntarias. La manera para que la prensa muestre
que puede mantener su casa en orden es hacerlo. Más acciones y menos
ridícula preocupación acerca de conflictos de interés serían señales que la
prensa puede y quiere».
Michael Missal, un abogado para la SEC, piensa que tales temores son
infundados. «No esperamos que cada periodista revele todas sus relaciones
financieras», dijo. En cambio, el gobierno quiere prevenir se siga lucrando sobre
el conocimiento anterior de las historias. Eso, dijo Missal, es lo que el caso
Winans significa.
Comenzó la mañana que entré a mi oficina para encontrar a Jim Bower, uno de
mis antiguos compañeros de equipo, esperándome. Se disculpó por quitarme el
tiempo pero dijo que era muy importante. Había trabajado con Jim durante más
de cuatro años. Si él dice que algo es importante, es importante.
«Bob», dijo, «me he topado con algo que no puedo manejar solo. Odio
descargar esto sobre ti cuando estás apenas principiando en tu nuevo puesto,
pero es la clase de cosas que pienso deben presentarse al jefe, y ése eres tú
ahora.»
«Seguro, Jim. Sea lo que sea, puedes contar con mi ayuda».
«Encontré este informe escrito hace 15 años por dos ingenieros de la división
nuclear. Trata acerca de un defecto en nuestro diseño del reactor nuclear Radon
II. Por lo visto tenía un problema estructural en la unidad contenedora que
aparecería al construirse la planta de energía. No era un riesgo de seguridad,
pero retrasaría la construcción y costaría mucho arreglarla. El informe dice que
Fairway iba a reprocesar el diseño. Pero escucha este memorándum del jefe de
la división nuclear». Jim abrió el cuaderno y leyó de una hoja engrapada a la
cubierta interior.
Nunca había visto a Jim tan acalorado. Por supuesto, yo mismo estaba bastante
disgustado. Ese informe era nuevo para mí también. Pero tenía mucha fe en
Fairway, así que no iba saltar a conclusiones apresuradas. Dije a Jim que
plantearía algunas preguntas y volvería a hablar con él al final del día.
«Lo descubrió por accidente - deshaciéndose de los archivos viejos,» dije. «Está
bastante molestó acerca de ello, y no puedo decir que lo reprocho». La oficina
de Ken se sentía de repente muy tranquila. «Pensaba que este informe estaba
muerto y enterrado», dijo. «¿Lo leíste?».
«Lo suficiente como para entender el significado», dije. «Al parecer vendimos un
diseño para una planta de energía cuando sabíamos que tenía defectos».
«Sí, pero tienes que entender el contexto. En aquel tiempo estábamos en medio
de una crisis de energía. Todo el mundo se apresuraba a construir plantas de
energía nucleares. Estábamos bajo una presión tremenda para presentar un
diseño decisivo, y Radon II fue aquel por el que nos decidimos. Después de que
algunas plantas estuvieron en construcción obras, aparecieron algunos
problemas, de modo que pusimos a un par de ingenieros sobre ello. Pero para
cuando escribieron este informe, era demasiado tarde para volver al tablero de
dibujo. No habríamos tenido ningunos clientes entonces. Nos figuramos que
solucionaríamos el problema en cuanto pudiéramos, pero venderíamos el diseño
original mientras tanto. Era básicamente muy bueno. Y era seguro».
«Nada. Es historia antigua. Los ingenieros que escribieron ese informe se fueron
hace mucho. Míralo de esta manera, el hecho que ordenáramos un estudio del
problema muestra que nos cuidamos acerca de la calidad. Finalmente sacamos
los microbios. Además, nunca fue una cuestión de seguridad. Era sólo asunto de
algo de trabajo extraordinario durante la construcción».
«¿Pero qué hay acerca de todos los excedentes del costo? Si Fairway no los
asumió, alguien otro debe haberlo hecho - como las empresas de servicio
público o sus clientes».
«Mira Bob, lo pasado, pasado. ¿Qué ganaríamos con traer esto al descubierto
hoy?. Pero te garantizo que tenemos un infierno que perder. A los reguladores y
algunos accionistas les encantaría culparnos por todos los costos exorbitantes
excedidos. Y los grupos antinucleares tendrían un día del campo. Tenemos
bastantes problemas para la obtención de licencias tal como están las cosas.
«¿Y qué hago con este informe?» Pregunté. «Entiérralo. Como deberíamos
haber hecho tiempo atrás. Dile a Jim Bower lo que te dije, y explícale por qué no
hay ninguna razón para hacer de esto un punto de discusión a esta fecha tan
tardía.»
«¿Así que me dices que me olvide de que alguna vez vi el informe? Y supongo
que eso significa que vas a olvidar que te lo mostré».
«Mira, Ken tuvo algunas buenas razones para no querer crear una discusión
sobre ello. Puedo o no estar de acuerdo con él, pero él gobierna el espectáculo».
«¡Maldición, Bob!» Jim gritó. «Si dejamos pasar esto, somos tan culpable como
las personas que vendieron esos diseños defectuosos hace 15 años.»
«Cálmate, cálmate. Sé lo qué dices, pero Ken está sólo siendo realista. Después
de todo nadie salió lastimado, se distribuyó el costo entre muchas personas, y se
rectificaron los problemas. Si éste se pone al descubierto, podría realmente
dañarnos».
«No, no me calmaré. Quizá parezca historia antigua para Ken, pero a menos que
tomemos una postura honesta ahora, podría ocurrir de nuevo. Una de las
razones por las que acepté este empleo es porque Fairway es una compañía
que puedo respetar. ¿Qué he de pensar ahora?».
«Comprendo tu punto», respondí, «pero también veo el de Ken. Y él es el jefe.
Quizá debas hablar con él».
«Si no puedo ponerme de acuerdo contigo no veo cómo podré hacerlo con él.
Así que supongo que eso es todo».
Como sucedió, eso no fue todo. Cuando Jim abandonó mi oficina, no fue regresó
directo a trabajar. Primero fue al periódico, y la historia apareció dos días más
tarde.
Fairway vendió reactores defectuosos
Informe Advirtio de riesgo
El artículo decía que la fuente anónima todavía pensaba que Fairway era un
constructor fidedigno de plantas nucleares y que era una empresa buena con
muchos empleados experimentados y sumamente escrupulosos. La fuente había
ido al periódico porque sintió que era su deber moral para con los consumidores
a los que se había obligado a pagar por las equivocaciones de Fairway. Pero se
enterró esa parte de la historia dentro de penúltimo párrafo.
Inútil decirlo, el clamor del público fue intenso. Los activistas antinucleares se
pusieron frenéticos, y políticos compusieron discursos con baños de pureza.
Después de un par de días de dejar los teléfonos sonar ininterrumpidamente,
nos dimos cuenta de que ése amurallamiento sólo había compuesto nuestros
problemas. Así que decidimos enfrentarlo. Bosquejamos una declaración para la
prensa diciendo que los ingenieros de Fairway habían descubierto de hecho
defectos del diseño en 1973 pero que la compañía había rectificado el problema
en menos de 14 meses. Ken se puso a la disposición para responder preguntas,
y él y Amy arreglaron encontrarse con directores de la comunidad. Incluso
invitaron peritos de la universidad para contestar las preguntas técnicas. El
empuje de éstos esfuerzos era asegurar al público que no se había descubierto
ninguna falla desde 1973 y que todos los diseños de Fairway eran seguros.
Superamos aquellas semanas difíciles con sólo unos juicios pendientes, pero un
suceso tan feo nunca tiene un fin sencillo. Continúa complicándose. Ahora
tenemos otro problema. Se corrió la voz de que Jim era el chismoso, y ahora su
vida aquí es miserable. El sentimiento es que no se puede tener confianza en
Jim. La semana pasada, Lorraine Wellman, otra compañera de equipo anterior,
vino a hablarme acerca del problema.
«Sabes, no es que cualquiera odie a Jim a causa de qué lo que hizo», dijo. «Es
sólo que nadie puede entender por qué lo hizo. Podrían entenderlo si se hubiera
herido a alguien o alguien hubiera muerto a causa de un diseño malo, pero ése
no era el caso». En sus mentes él puso en peligro expuso sus empleos por algo
que ocurrió eras atrás.
«La moral está bastante baja en las trincheras», añadió. «Un tipo dijo me que él
solía estar orgulloso de donde trabaja. Ahora sus vecinos se burlan acerca del
'Radongate' y 'Three-Mile Radon.' Nadie quiere trabajar con Jim, y ésto afecta
nuestro rendimiento.
Sentí terrible a causa de Jim. A diferencia de los otros, entendía por qué había
hecho lo qué hizo, y respetaba su integridad. En cambio, no me sorprendía que
sus compañeros de trabajo lo resintieran. Yo sólo deseaba que todo el mundo
olvidara la cosa entera y se pusiera a trabajar. Pero la situación pareció ponerse
peor en lugar de mejor.
«He oído acerca de los problemas que has tenido con el equipo. Esto está
pesando sobre Fairway, tu departamento, y sobre ti.
«Puedo manejarlo. O quizá ése no es tu punto. ¿Quieres decir que la compañía
no me quiere por aquí ya?».
«Mira Jim,» dije, «estoy realmente pesaroso de que todo esto haya ocurrido.
Detesto ver tu sufrimiento y el de tu familia. Quizá un traslado a otra oficina sería
lo mejor. Hay otras divisiones que podrían emplear tus talentos».
«¿No te das cuenta? « No he hecho nada malo, y soy yo quien sufre. La gente
me reprocha por un informe que no escribí y malo diseños que no empujé sobre
los clientes. Y ahora soy yo al que quieres fuera. Me figuré que la idea del
despido se le podría ocurrir a alguien, pero no puedo creer que estás de acuerdo
con él. Eso es algo que no había esperado».
«Yo no pedí ver ese informe. Cayó en mis manos. Pero una vez que ocurrió, no
podía sólo simular que no estaba allí. Lo que la compañía hizo estuvo mal, tú lo
sabes y yo lo sé. Si alguien no decía algo, Fairway podría salir librada de
nuevo».
«Pero ciertamente no me figuré que me harías hacer esto solo. No esperaba que
corrieras al periódico pero sí esperaba que presentaras un caso convincente
ante Ken para que la compañía saliera limpia de esto. Y si esto fallara, esperaba
que tú - como mi supervisor- quitaras este peso de mis hombros tomando sobre
ti toda la responsabilidad.
«Tienes mucho más poder que yo, y ciertamente tienes más influencia con Ken.
Pero actuaste como esta cosa total no tuviera nada que ver contigo - como si
fueras sólo un mensajero. Descargaste la respuesta de Ken en mis piernas y te
lavaste las manos del asunto completo.
«Nunca pensé que diría ésto, pero empieza a parecer como que cuidas mucho
tu elegante título nuevo y tu relación estrecha con Ken. ¡Pues, no renunciaré a y
no seré trasladado!».
Todavía soltero, Jim ha vivido para su trabajo desde que se unió a Hunter
Peripherals hace cinco años. Como uno de los empleados fundadores de la
compañía de $160 millones, tenía mucho invertido en ella, incluyendo sus
opciones sobre acciones. Mañana temprano tenía que hacer una recomendación
a sus colegas en el Consejo de Administración Ejecutivo (EMC). En todo caso,
las palabras de Jim tendrían mucho peso en el EMC.
Con sus 90 personas empleadas, incluyendo 8 que reportan al director, Jim tenía
necesidad de un director fuerte para el puesto. No se podría introducir el Zeuss
hasta que se cubrieran las normas ambientales de la industria con respecto a
golpes, corrosión, y temperatura y se obtuviera certificación del cumplimiento por
parte de todas las agencias reguladoras internacionales. Además, la fecha límite
para el primer embarque al cliente (FCS) estaba sólo seis meses a distancia. Ya
los pedidos del producto presente estaban declinando puesto que los clientes
anticipaban la próxima generación de la unidad de discos. Un resbalón en el
programa le daría el margen a la competencia, y millones de dólares en ingresos
se perderían.
Jim se dijo que el embarazo de Diane no era una sorpresa. Tenía 36 años,
después de todo, y sabía que Diane y su esposo Brian deseaban hijos. Brian
estaba cerca de los 40 y había establecido su propia negocio de consultoría en
computadoras que le permitía más flexibilidad en su horario. Jim estaba contento
por ambos, pero...
«Qué mal está lo de Diane», dijo con su boca llena. «Pero esto siempre ocurre.
¿Recuerdas a Rebecca en Datex? Podía haber sido un VP si no hubiera
decidido renunciar y empezar una familia».
David soltó su hamburguesa a medio comer. «¿Qué te hace creer que volverá a
trabajar? Será responsable por una familia pronto, y sus prioridades cambiarán.
La línea del fondo es, ella hizo la elección». Restregó a una mancha de grasa
nueva en la manga de su camisa. «Y no puede permitirse un desastre en
cumplimiento del producto».
«El director nuevo tiene que tener los conocimientos técnicos para hacer juicios
correctos en el minuto último.» David empujó su bandeja a distancia. «Digamos
que falta un mes para el FCS del Zeuss FCS y los probadores encuentran que
las emisiones electromagnéticas están en el límite. Este director tendrá que
decidir si enviar de regreso el disco a ingeniería para más trabajo o avanzar el
producto acabado tal como está. Sólo alguien que tiene bajo control las
especificaciones ambientales y del cumplimiento sabe cómo son las agencias de
estrictas tratándose de emisiones. Tal vez exista una oportunidad para que el
producto pase dentro del límite, o acaso las agencias vigilan esa especificación
particular estrechamente porque el electromagneto interfiere con la emisión de
transmisiones. No tengo la pericia para hacer estos juicios. ¿Y tú?»
«¡Seguro, Diane es una de los mejores!. Pero no sabes qué tan confiable será
cuando o si vuelve.» David jaló de su corbata. «Si no hay ningún talento interno
disponible, has podido buscar fuera. ¿Qué hay acerca de Reg Stuart de Vision o
Tom Wu de Datex? Escucho que están ambos husmeando por aquí con
respecto a algo nuevo... «
«Bien, bueno,» David dijo,»¡Piensa muy seriamente acerca de ésto, Jim, porque
tienes que hacer lo que es correcto para la compañía. Éste es mi producto, y
simplemente no toleraré más equivocaciones!».
David recogió su bandeja y salió con un portazo del cuarto de juntas. Jim estaba
acostumbrado a su estilo de «no hay cuartel» e intentó no dejar que lo
molestara. Pero de regreso a su oficina, se mantuvo pensado acerca de esto y
haciendo listas mentales de pros y contras.
«Los dos sabemos por qué que estoy aquí». Sonrió tiesamente. «Quiero dejar
perfectamente claro mi interés en la vacante de director. De hecho, he esperado
que me dijeras algo toda la semana».
«No hay absolutamente ninguna duda de que estás capacitada para el puesto,
Diane. Necesitamos ir a través del proceso de la entrevista formal, no obstante»,
Jim se sintió incómodo al agregar este último trozo puesto que él y Diane
siempre habían sido sinceros el uno con el otro en el pasado.
«Lo sé, pero tendría cuatro meses sólidos en el nuevo puesto antes de tomar mi
licencia. Y estaré bien cierta de que los grupos estén en forma buena antes de
irme. He pensado en éste mucho, y a mí me gustaría sugerir que Carl Mullikin
asuma las responsabilidades directivas mientras estoy fuera. Le dará algo de
experiencia».
¿»Estás sugiriendo que Carl actúe como director?» Jim meneó la cabeza. «Carl
tiene potencial, ciertamente, pero no para tanto. Cuando dirigió la fuerza de tarea
de las pruebas de ingeniería de procedimientos el año pasado, su equipo no
cumplió en la fecha límite. Francamente, no veo a nadie en casa que pudiera
llevar ambos grupos mientras estás fuera».
Su mirada quedó firme. «No, por supuesto que no. Pero estoy convencida de
que sólo porque empiezo una familia no significa que soy una persona diferente.
Mi compromiso por la excelencia no cambia. Mi capacidad para ejecutar no
varía. ¿Si un hombre recibe licencia a causa de una enfermedad súbita, le
negarías el puesto, si fuera el más calificado? Soy la persona apropiada para
este trabajo».
Lo obligó a enfrentar sus ojos. «¿Podrías tratar de tomar una licencia más corta?
¿Digamos, sólo cuatro semanas en lugar de ocho?».
Diane miró hacia abajo, estirando sus piernas bajo la mesa. «Estaré trabando
hasta el último día; en todo caso, no hay manera de predecir cuando llegará el
bebé. Démosle frente, una licencia más corta no es realista».
Diane lo miró durante momento, entonces salió su oficina sin otra palabra. Jim
comenzó lectura de los 17 mensajes del correo electrónico que se habían
acumulado en la hora última pero estaba demasiado distraído para hacerles
justicia. Finalmente, volteó la espalda a su estación de trabajo y miró el tráfico
del mediodía.
Si sólo las apuestas no fueran tan altas. Un lanzamiento del producto exitoso
podría volver pública a Hunter Peripherals. Como los otros miembros del EMC
con acciones como Jim podían casi saborear una gran ganancia. Si
recomendaba contratar a una persona externa con importantes credenciales,
David Moss y los otros aceptarían fácilmente esa decisión.
De hecho, las apuestas siempre eran altas en una compañía como Hunter
Peripherals. Mientras la ejecución a largo plazo dependía de retener a
empleadosimportantes como Diane, Jim tenía también metas de corto plazo que
cumplir. Con restricciones presupuestales y recursos escasos, simplemente no
podía encontrar una manera de manejar su ausencia.
Notas: