Museos Gestores de La Conciencia - Hans, HAACKE
Museos Gestores de La Conciencia - Hans, HAACKE
Museos Gestores de La Conciencia - Hans, HAACKE
El mundo del arte como un todo, y los museos en particular, pertenecen a lo que
acertadamente se ha dado en llamar la industria de la conciencia. Hace ms de veinte
aos, el escritor alemn Hans Magnus Enzensberger nos aport algunas nociones sobre
la naturaleza de esta industria en un artculo que usaba esa expresin como ttulo*. Si
bien no se ocupaba especficamente del mundo del arte, su artculo se refera a l de
pasada. Parece que vale la pena extrapolar y seguir desarrollando los pensamientos de
Enzensberger en una discusin sobre el papel que juegan los museos y otras
instituciones que exponen arte.
Como Enzensberger, creo que el uso del trmino industria para todo el conjunto de
actividades de quienes estn empleados o trabajan por cuenta propia en el mbito del
arte, tiene un efecto saludable. De un golpe, ese trmino corta de travs las nubes
romnticas que envuelven las a menudo engaosas y mticas nociones sostenidas
ampliamente en torno a la produccin, distribucin y consumo del arte. Tanto los
artistas, como las galeras, los museos y los periodistas (sin excluir a los historiadores
de arte), dudan en tratar los aspectos industriales de sus actividades. Un
reconocimiento inequvoco podra poner en peligro las apreciadas ideas romnticas con
que la mayora de los participantes en el mundo del arte se inician en la cuestin, y que
an hoy les mantiene emocionalmente. Suplantar la tradicional imagen bohemia del
mundo del arte con aqulla de una operacin de negocios tambin podra afectar
negativamente la comerciabilidad de sus productos e interferir con los esfuerzos para
obtener fondos. Quienes de hecho planean y ejecutan estrategias industriales tienden,
sea por inclinacin o necesidad, a mistificar el arte y encubrir sus aspectos industriales
y a menudo incurren en su autopropaganda. Dada la predominante comerciabilidad de
los mitos, podra sonar casi sacrlego insistir en el uso del trmino industria.
Por otra parte, una nueva casta ha surgido recientemente en el paisaje industrial: los
gestores del arte. Formados en prestigiosas escuelas de empresariales, estn
convencidos de que el arte puede y debe ser gestionado como la produccin y
comercializacin de otros bienes. No se disculpan y tienen pocos escrpulos
romnticos. No se sonrojan por evaluar la receptividad y desarrollo potencial de una
artstico. El Museo Metropolitan de Nueva York es uno de los casos en que la separacin
ya ha ocurrido. El debate se centra a menudo meramente en cul de los dos ejecutivos
debe y de hecho tendr la ltima palabra.
Tradicionalmente, los patronatos de los museos de los EE.UU. estn dominados por
miembros que proceden del mundo de los negocios y las altas finanzas. El patronato es
responsable legal de la institucin y consecuentemente sus miembros son la autoridad
ltima. De este modo la mentalidad comercial siempre ha sido significativamente
poderosa en el nivel de toma de decisiones de los museos privados en los Estados
Unidos. Sin embargo, el estado de la cuestin no es esencialmente diferente en los
museos pblicos en otras partes del mundo. Tanto si los directores tienen formacin en
historia del arte como si no, ejecutan, de hecho, las tareas del director ejecutivo de una
organizacin empresarial. Como sus iguales en otras industrias, preparan presupuestos
y planes de desarrollo y los presentan a aprobacin ante sus respectivos consejos de
supervisin pblicos y agencias de financiacin. La organizacin de una exposicin
internacional como una bienal o una documenta supone un gran desafo de gestin con
repercusiones no slo en lo que se est gestionando, sino tambin para la futura
carrera del ejecutivo responsable.
Respondiendo a una estimacin realista de su colectivo, incluso los artistas ya estn
adquiriendo formacin gestora en cursos financiados por organismos pblicos en los
Estados Unidos. Ese tipo de sesiones son bastante concurridas por lo general, ya que
los artistas reconocen que los conocimientos de gestin para dirigir un pequeo negocio
pueden tener relacin con su propia supervivencia. Algunos de los artistas con ms
xito emplean a sus propios directores comerciales. Como para los marchantes, ocurre
sin tener que decir que se dedican a dirigir negocios. El xito de sus empresas y el
futuro de los artistas de sus cuadras depende obviamente en gran medida de sus
habilidades de gestin. Cuentan con la ayuda de asesores, contables, abogados y
agentes de relaciones pblicas a sueldo. A su vez, los coleccionistas a menudo realizan
su coleccin con la ayuda de un equipo pagado.
Al menos de pasada, debo mencionar esas otras numerosas industrias que dependen
de la vitalidad econmica del ramo artstico de la industria de la conciencia. Los
administradores del arte no exageran cuando defienden sus peticiones de subvencin
pblica sealando el nmero de empleos afectados no slo en sus propias instituciones
sino tambin en la comunicacin y, particularmente, en la industria hostelera. Se
calcula que la exposicin Tut en el Museo Metropolitan gener 111 millones de dlares
para la economa de la ciudad de Nueva York. En Nueva York, y posiblemente en otros
lugares, los especuladores inmobiliarios siguen con gran inters la mudanza de artistas
a reas comerciales y residenciales de renta baja. Por experiencia saben que los
artistas abren inconscientemente esas reas a la gentrificacin** y el desarrollo
lucrativo. El distrito neoyorquino del Soho es un llamativo ejemplo. El alcalde Koch,
siempre amigo de los agentes de la propiedad inmobiliaria, que llenan las arcas de su
campaa, intent recientemente acomodar artistas en determinadas calles del Lower
East Side para llevar a cabo lo que se denomina de forma eufemstica rehabilitacin
de un vecindario, pero que de facto significa excluir una poblacin local pobre para
atraer a promotores de viviendas de renta alta. La exposicin The Terminal Show fue
un fruto del ingenio de la antigua Public Development Corporation de la ciudad: estaba
pensada para atraer la atencin sobre el potencial industrial del antiguo edificio de la
terminal de la armada en Brooklyn. Y el Museo de Arte Moderno, que erigi una torre
de apartamentos de lujo sobre su propio edificio, actualmente tambin est involucrado
activamente en propiedades inmobiliarias.
En otros lugares, los gobiernos municipales han reconocido la importancia de la
industria del arte. La ciudad de Hannover, en Alemania Occidental, por ejemplo,
patrocin diversos eventos artsticos publicitados ampliamente en un intento de
mejorar su imagen anodina. Puesto que las grandes corporaciones sealan la vida
cultural de su localidad con la intencin de atraer personal de elite, Hannover crey que
la inversin en arte se amortizara muchas veces por la atraccin que ganara la ciudad
para las empresas en bsqueda de lugares para su reubicacin. Est bien documentado
que la Documenta tiene lugar en un sitio tan a tras mano como Kassel y cuenta con el
apoyo econmico de la ciudad, el estado y el gobierno federal porque se asumi que
una exposicin internacional de arte pondra a Kassel en el mapa. Se confi en que el
acontecimiento revitalizara esa regin deprimida econmicamente cercana a la
frontera interalemana y que apoyara la industria turstica local.
Otro ejemplo alemn de la forma en que los beneficios industriales directos fluyen del
arte se puede ver en la actividad del coleccionista Peter Ludwig. Est extendida la
creencia de que el motivo oculto tras su compra de un amplio lote de arte sovitico
oficial y la exposicin en sus museos era abrir el mercado sovitico a su empresa
chocolatera. Puede que Ludwig haya arriesgado su reputacin como experto en arte,
pero al comprar en la industria sovitica de la conciencia prob su gusto por los
cada da. En ambas capitales se reconoce que no slo los medios de comunicacin de
masas merecen ser controlados, sino que tambin aquellas actividades que
normalmente estn relegadas a secciones especiales en la zona posterior de los
peridicos. El New York Times llama a su seccin de fin de semana "Arts and Leisure"
[Arte y Ocio] y cubre bajo ese epgrafe teatro, danza, cine, arte, numismtica,
jardinera y otras actividades ostensiblemente inofensivas. Otros peridicos incluyen
esos temas bajo ttulos igualmente inocuos, como "cultura", "entretenimiento", o "estilo
de vida". Por qu deberan prestar atencin a estas aparentes trivialidades los
gobiernos y, para este asunto , las grandes empresas que no estn en la industria de la
comunicacin? Creo que lo hacen por una buena razn. Han entendido, a veces mejor
que la gente que trabaja en los trajes de sport de la cultura, que el trmino "cultura"
camufla las consecuencias sociales y polticas resultantes de la distribucin industrial de
la conciencia.
La conduccin de la conciencia se extiende por doquier no slo bajo dictaduras, sino
tambin en sociedades liberales. Hacer tal afirmacin puede sonar extrao porque, de
acuerdo con el mito popular, los regmenes liberales no se comportan de este modo.
Tal afirmacin podra tambin malinterpretarse como un intento de quitarle importancia
a la brutalidad con que la conducta predominante se ve reforzada en los regmenes
totalitarios, o como una justificacin de que una coercin de idntica perversidad
tambin se practica en otros lugares. En las sociedades no dictatoriales, la induccin y
el mantenimiento de una manera particular de pensar y ver se debe realizar con
sutileza para que tenga xito. Mantenerse dentro del rango aceptable de puntos de
vista divergentes debe percibirse como lo natural.
Dentro del mundo del arte, museos y otras instituciones que organizan exposiciones
juegan un papel importante en la inculcacin de opiniones y actitudes. En efecto,
habitualmente se presentan a s mismas como organizaciones educativas y consideran
la educacin como una de sus primeras responsabilidades. Naturalmente, los museos
trabajan en las torres de marfil de la conciencia. Declarar esto hecho tan obvio, no
obstante, no es una acusacin de conducta desviada. El posicionamiento intelectual y
moral de una institucin se vuelve dbil slo si pretende estar libre de prejuicios
ideolgicos. Y una institucin tal debe ser puesta en duda si rehusa reconocer que
opera bajo coacciones derivadas de sus fuentes de financiacin y de la autoridad a que
ha de presentar informe.
Tal vez no sea sorprendente que muchos museos rechacen con indignacin la idea de
que ofrecen una visin prejuiciada de las obras bajo su custodia. En efecto, los museos
habitualmente pretenden subscribir los cnones de la sabidura imparcial. Tan
honorable como sea un empeo tal y aun siendo una meta vlida a la que aspirar,
adolece de ilusiones idealistas sobre el carcter no partidista de la conciencia. Un apoyo
terico a esta posicin meritoria pero insostenible es la doctrina decimonnica del arte
por el arte. Esa doctrina tiene un barniz histrico vanguardista y en su momento
desempe un papel liberador. Incluso hoy, en pases donde los artistas se ven
obligados abiertamente a servir polticas determinadas, an tiene un timbre
emancipatorio. El evangelio del arte por el arte aisla al arte y postula su
autosuficiencia, como si el arte tuviera o siguiera reglas que son impenetrables al
entorno social. Los adeptos a la doctrina creen que el arte no refleja, ni debe hacerlo,
los conflictos cotidianos. Obviamente se equivocan en su suposicin de que los
productos de la conciencia pueden crearse aisladamente. Su posicin y lo que se
elabora bajo sus auspicios tiene no slo implicaciones tericas, sino tambin
implicaciones sociales precisas. El formalismo estadounidense actualiz la doctrina y la
asoci con los conceptos polticos del mundo libre y del individualismo. Bajo la tutela
de Clement Greenberg, todo lo que haca referencias mundanas era simplemente
excomulgado del arte como si se tratase de proteger el Grial del gusto frente a la
contaminacin. Lo que comenz como un viaje liberador se convirti en su opuesto. La
doctrina proporciona ahora a los museos un pretexto para ignorar los aspectos
ideolgicos de las obras de arte y las implicaciones igualmente ideolgicas del modo en
que esas obras se presentan al pblico. Es irrelevante si tal neutralizacin se realiza
deliberadamente o meramente por costumbre o por falta de recursos: practicada
durante muchos aos constituye una poderosa forma de adoctrinamiento.
Todo museo es forzosamente una institucin poltica, no importa si es privado o lo
mantienen y supervisan las agencias gubernamentales. Quienes mueven los hilos
financieros y tienen la autoridad para contratar y desp edir estn, en efecto, a cargo de
todos los elementos de la organizacin, si deciden utilizar sus poderes. Mientras que el
dominio de los patronatos de los museos en los Estados Unidos por lo general no se
cuestiona, los rganos supervisores de las instituciones pblicas en otros lugares han
de enfrentarse mucho ms con la opinin pblica y el clima poltico dominante. De ah
se deduce que las consideraciones polticas juegan un papel en el nombramiento de los
directores de museos. Una vez que se encuentran desempeando el puesto y tienen un
the Arts [Fondos Nacionales para las Artes] en 1965, Los museos estadounidenses
consiguieron una fuente adicional de financiacin. Al aceptar subvenciones pblicas, no
obstante, se volvieron responsables incluso si en la prctica slo lo fueran hasta un
cierto lmite ante los organismos gubernamentales.
Algunos museos pblicos en Europa siguieron tambin la va del apoyo mixto, pero en
la direccin opuesta. Los donantes privados irrumpieron en los patronatos con
colecciones atractivas. Como ha sido habitual en los museos estadounidenses, no
obstante, algunos de dichos donantes reclamaron un papel en la elaboracin de las
lneas de actuacin. Uno de los ejemplos recientes ms espectaculares ha sido la toma
de posesin de facto de museos (entre otros, museos en Colonia, Viena y Aquisgrn)
que recibieron o creyeron iban a recibir donaciones del coleccionista alemn Peter
Ludwig. Como es bien sabido en Renania, el intento del Conde Panza di Biumo de
abrirse camino en el nuevo museo de Mnchengladbach, aguas ms abajo en el Rin
respecto a la sede de Ludwig, fue rechazado con xito por el director, Johannes
Cladders, que es al mismo tiempo resoluto y un buen jugador de pquer por derecho
propio(1). Hasta qu punto los Saatchi pueden llegar a dominar los Patrons of New Art
[Patrocinadores de Arte Moderno] de la Tate Gallery y de paso las lneas de actuacin
en arte contemporneo se observa actualmente con la misma fascinacin y
nerviosismo que los movimientos en el Kremlin. Un caso reciente al que se ha prestado
mucha atencin de la influencia de Saatchi fue la muestra de Schnabel de 1982 en la
Tate, que consisti casi enteramente en obras de la coleccin Saatchi. Adems de su
cargo en el comit directivo de los Patrocinadores de Arte Moderno de la Tate, Charles
Saatchi tambin es miembro del Patronato de la Whitechapel Gallery(2). Ms an, la
agencia de publicidad de los Saatchi acaba de comenzar a llevar la publicidad del
Victoria and Albert Museum, la Royal Academy, la National Portrait Gallery, la
Serpentine Gallery y el British Crafts Council.
Con certeza, la victoria electoral de la Sra. Thatcher, en la que los Saatchi tuvieron
parte como agencia publicitaria del Partido Conservador, no debilit su posicin (y a
cambio puede haber proporcionado a los conservadores un poderosos agente dentro de
las consagradas salas de la Tate)(3).
Si tales coleccionistas parecer estar actuando ante todo en su propio inters y estar
construyendo pirmides para s mismos cuando intentan imponer su voluntad en
instituciones elegidas, sus movimientos son de hecho menos preocupantes a la larga
que la desconcertante llegada a la escena del patrocinio corporativo del arte incluso
aunque este ltimo parezca ser ms inocuo al principio(4). Comenzando a gran
escala hacia finales de los 60 en los Estados Unidos y aumentando rpidamente desde
entonces. El patrocinio corporativo se ha extendido , durante los ltimos cinco aos a
Gran Bretaa y al continente [europeo]. Programas expositivos ambiciosos que no
podan financiarse mediante las fuentes tradicionales llevaron a los museos a volverse
hacia las grandes empresas en busca de apoyo. Sin embargo, cuanto ms grandes y
ms derrochadoramente equipadas llegaban a estar estas muestras y sus catlogos,
ms atractivas empezaron a resultar para la audiencia. En una espiral en continua
progresin se hizo creer al pblico que slo merecan verse las extravagancias estilo
Hollywood y que slo ellas podan dar un sentido acertado del mundo del arte. La
presin taquillera resultante hizo a los museos an ms dependientes del patrocinio
corporativo. Entonces llegaron las recesiones de los 70 y 80. Muchos donantes
particulares no pudieron seguir contribuyendo al nivel acostumbrado, y la inflacin
erosion el poder de compra de los fondos. Para solucionar los problemas financieros,
muchos gobiernos, enfrentados a enormes dficits a menudo debido a la considerable
expansin de los presupuestos militares cortaron su apoyo a los servicios sociales al
igual que las subvenciones al arte. Nuevamente los museos sintieron que no tenan
ms eleccin que dirigirse a las grandes empresas como un salvavidas. Siguiendo sus
propias inclinaciones ideolgicas y convirtindolas en poltica nacional, el presidente
Reagan y la Sra. Thatcher alentaron al as denominado sector privado a tirar del carro
del apoyo financiero.
Por qu han sido receptivos los ejecutivos de negocios a las splicas de dinero
realizadas por los museos? Durante los agitados sesenta los ms astutos comenzaron a
entender que la implicacin empresarial en el arte es demasiado importante para
dejrselo a la esposa del presidente de la empresa. Sin tener en cuenta su propio
aprecio o indiferencia hacia el arte, reconocieron que una asociacin de la empresa con
el arte poda rendir beneficios ms all de cualquier proporcin respecto a una
especfica inversin financiera. Una poltica tal no slo poda atraer a personal de elite,
sino que tambin proyectaba una imagen de la empresa como buena persona jurdica y
daba publicidad a sus productos, cosas todas que impresionan a los inversores. Los
ejecutivos con mayor visin tambin vieron que la asociacin de su empresa (e,
implcitamente, de los negocios en general) con el alto prestigio del arte era un medio
sutil pero efectivo de hacer lobby en los pasillos del gobierno. Poda abrir puertas,
para el evento (que habitualmente incluye el logo de la empresa) en una cuanta casi
equiparable a los fondos que ponen a disposicin para la exposicin misma.
Generalmente tales empresas buscan eventos que sean excitantes una palabra que
aparece en los comunicados de prensa de los museos y prlogos de catlogo ms a
menudo que ninguna otra.
Los gestores de museos han aprendido , por supuesto, qu tipo de muestras son
susceptibles de atraer financiacin empresarial. Y tambin saben que han de mantener
a sus instituciones en el candelero. La mayora de las muestras en grandes museos de
Nueva York ya estn siendo patrocinadas por corporaciones. Las instituciones en
Londres pronto estarn a su nivel. El Museo Whitney incluso ha ido un paso ms all.
Ha creado sucursales casi literalmente una fusin en los locales de dos
empresas(7). Es correcto asumir que las propuestas expositivas que no cumplen los
criterios necesarios para el patrocinio empresarial se arriesgan a no ser consideradas, y
nunca sabremos de ellas. Ciertamente, l as exposiciones que pudieran estimular un
conocimiento crtico, presentar productos de la conciencia dialcticamente y en relacin
con el mundo social, o poner en cuestin relaciones de poder, tienen remota posibilidad
de ser aprobadas; no slo porque no es probable que atraigan financiacin empresarial,
sino tambin porque podran estropear las relaciones con patrocinadores potenciales
para otras muestras. En consecuencia, la autocensura est al orden del da(8). Sin
ejercer ninguna presin directa, las corporaciones han conseguido efectivamente un
veto en los museos, incluso a pesar de que su aportacin financiera a menudo slo
cubra una fraccin de los costes de una exposicin. Dependiendo de las circunstancias,
esas aportaciones son deducibles de los impuestos como costes empresariales o una
aportacin benfica. Los contribuyentes ordinarios, por lo tanto, estn pagando parte
de la cuenta. En efecto, sin darse cuenta son patrocinadores inconscientes de polticas
empresariales privadas, que, en muchos casos, van en detrimento de su salud y
seguridad, el bienestar general, y se hallan en conflicto con su tica personal.
Puesto que la manta empresarial es tan clida, escasos los ejemplos manifiestos de
interferencia directa, y es difcil de seguir la pista al creciente dominio de las oficinas de
desarrollo de los museos, el cambio de clima es difcilmente perceptible y tampoco se
toma como una amenaza. Decir que este cambio podra tener consecuencias ms all
de los confines de la institucin y que afecta al tipo de arte que se produce y se
producir, por tanto, puede sonar a sobredramatizacin. Por ingenuidad, necesidad, o
adiccin a la financiacin empresarial, los museos se encuentran en el resbaladizo
NOTAS
* N. de T.: Bewutseins-Industrie , primera parte de Einzelheiten (Suhrkamp, Frankfurt
a. M. 1962). Trad. en castellano: La Industria de la Conciencia (en: Detalles ,
Anagrama, Barcelona 1969). Enzensberger diferencia este concepto del de
Kulturindustrie (industria cultural) de Adorno.
** N. de T.: gentrification , aburguesamiento de barrios populares al ponerse de moda
o por operaciones especulativas, con el consecuente desplazamiento de la poblacin
trabajadora oriunda por el encarecimiento inmobiliario.
(1) Dr. Cladders, quien tambin estuvo a cargo del pabelln alemn de la Bienal de
Venecia, se retir posteriormente del cargo de director del museo de Mnchengladbach
y el Conde Panza di Biumo ha vendido una parte relevante de su coleccin al Museo de
Arte Contemporneo de Los ngeles.
(2) Una amplia muestra de la obra de Julian Schnabel se expuso en la Whitechapel
Gallery en otoo de 1986.
(3) El vicepresidente de Saatchi & Saatchi, Michael Dobbs, es jefe del equipo del
presidente del Partido Conservador, Norman Tebbit. Para informacin ms ampliada
sobre los Saatchi y Ludwig, ver los textos en Taking Stock (unfinished) , Der
Pralinenmeister y Weite und Vielfalt der Brigade Ludwig en el catlogo Hans Haacke:
Unfinished Business .
(4) La influencia de los Saatchi ha aumentado considerablemente desde entonces, a la
par que la expansin de su imperio publicitario. Como denodados trabajadores
experimentados en esa rama de la industria de la conciencia, los Saatchi parecen tener
ahora un impacto en el mundo del arte que iguala o incluso supera el de las
corporaciones, en particular respecto al arte contemporneo. Sin embargo, ya que esta
influencia surge de personas concretas, puede que no les sobreviva y finalmente tenga
tan slo consecuencias estructurales menores.
(5) Carl Spielvogel, el director de una de las subsidiarias de Saatchi & Saatchi en Nueva
York, es el presidente del Comit de Negocios del Museo Metropolitan, Charles Saatchi
Fonte: http://www.ddooss.org/articulos/otros/Hans_Haacke.htm