Raúl González Tuñón
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Homenaje a Ral Gonzlez Tun - Agencia Walsh | Con el agujero en la media - Juan Sasturain Ral Gonzlez Tun fund su poesa en medio de payasos, putas y obreros | Conversaciones con R.G.T. - Horacio Salas (fragmento) Los bombardeos a Madrid Durante la ofensiva fascista - Ral Gonzlez Tun | Jorge Abelardo Ramos y Ral Gonzlez Tun De estaciones de subte, historias y presente - Mara Lujn Leiva | El violn del diablo de Ral Gonzlez Tun | Seleccin potica de R.G.T.
ENLACES RELACIONADOS
La poesa y la vida en la obra de Gonzlez Tun, por Rodolfo Edwards (Revista Ee)
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Ral Gonzlez Tun - Poema Las brigadas de Choque | "Contemplar el mundo ensea a embellecerlo", Silvina Friera, Pgina/12, 14/08/04 Pablo Neruda y Ral Gonzlez Tun | Prestidigitador de poemas y revoluciones | Jorge Boccanera - El viaje de Gonzlez Tun Boedo y Florida. Las vanguardias del 20 | Miguel Dalmaroni - La palabra justa: Literatura, crtica y memoria en la Argentina 1960-2002
Fue uno de los ms importantes poetas argentinos del siglo XX. "Amigo de las gentes, de las mujeres amantes y del vino, una suerte de Franois Villon criollo, cantor de las tabernas, las grandes fiestas y duelos e insurrecciones populares", segn lo defini Pedro Orgambide. En 1922 publica sus primeros poemas en las revistas Caras y Caretas e Inicial. En 1923 participa en la redaccin de Proa, la revista que dirige Ricardo Giraldes, y colabora en el peridico Martn Fierro. Viaja por el interior del pas y en 1929 por primera vez a Europa. Dos aos despus a Brasil, y en 1932 al Chaco paraguayo, en el avin del diario Crtica, como corresponsal de guerra. Vuela a la Patagonia y se instala en Ro Gallegos. En 1933 funda la revista Contra. Lo detienen y procesan por incitacin a la rebelin. En 1934 viaja a Espaa y se radica en Madrid, donde traba amistad con Garca Lorca, Neruda y Miguel Hernndez. En 1935 vuela a Buenos Aires y dos aos ms tarde est otra vez en Espaa, durante la defensa de Madrid. Vive en Chile. Viaja por Europa, va a la Unin Sovitica y a China. Con El violn del diablo (1926) y Mircoles de ceniza (1928) trae Tun a la poesa argentina el desenfado y la picarda de los muchachos de los puertos, de los vagos y mal entretenidos que deambulaban por el viejo Paseo de Julio. Es un reconocimiento apasionado no slo de la gente sino de los escenarios poco prestigiosos de la ciudad durante los aos '20. Es en el puerto, en los suburbios, en el conventillo que encuentra los motivos de sus poemas. Todo es motivo de canto para el poeta que, por encargo de su novia, escribe Poema para la Virgencita del Teatro Cervantes. En este primer perodo, la poesa de Tun une a lo descriptivo la imagen inslita, la pirueta, un pase de prestidigitador. En otros poemas, El sptimo cielo, por ejemplo, utiliza la palabra en funcin de onomatopeya, de dibujo verbal. Es lo que se advierte tambin en Poema de la Cenicienta Ciudadana, donde los nombres ingleses de los artistas de cine o de su mquina de escribir, sirven de rima y msica interna al poema.
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En La Calle del Agujero en la Media (1930) el verso libre, de amplio perodo, suplanta la cadenciosa, rtmica primera manera del poeta. Ahora, el discurso potico se distiende, se abre para incorporar lo sensorial en infinitos detalles, para registrar pequeas ancdotas que tienen la brevedad de una instantnea. Este cambio de lenguaje corresponde al cambio de escenario: ya no es Buenos Aires sino Pars. Como constante, queda su observacin de lo cotidiano, su mirar en las vidrieras y en los ojos fraternales: los de un saxofonista, los de un vendedor de globos, los de las chicas del music-hall, los de Blanca Luz que est lejos, los del organista de la iglesia de San Suplicio. En El otro lado de la Estrella y Todos bailan, poemas de Juancito Caminador, ambos publicados en 1934, Ral Gonzlez Tun contina esta segunda manera de su poesa: el verso amplio que llega fundirse con la prosa. De ese tiempo es la serie de Blues y su memorable poema "Lluvia", dedicado a Amparo Mom. Seguro de su oficio, canta ahora no slo al amor y la vida vagabunda, sino a los hombres dispuestos a una actitud de solidaridad y al combate. Su registro de los aos '30: el clima de preguerra europeo, el apogeo del jazz, los gangsters de EE.UU. ("Los Seis Hermanos Rpidos Dedos en el Gatillo") preparan ya el advenimiento de la poesa poltica de Gonzlez Tun. "Fue el primero que blind la rosa", dijo Pablo Neruda. En 1936 aparece La rosa blindada. Puede sealarse este momento como el del tercer perodo potico de Gonzlez Tun. En l se integran y se complementan sus dos maneras anteriores. Fiel al recuerdo de su abuelo Manuel Tun (obrero nacido en Mieres que lleva a su nieto a una manifestacin socialista), fiel tambin a la poesa espaola, a los romances y coplas populares, Gonzlez Tun enriquece la suya tanto en su tema como en su lenguaje. "La Libertaria", "El Tren Blindado de Mieres", "La Copla al Servicio de la Revolucin", "Cuidado, que viene el Tercio", "La muerte Derramada", "El Pequeo Cementerio Fusilado" son algunos poemas de aquel tiempo, en los que, a partir de un tema heroico, la poesa se expresa tanto en verso rimado como en largos perodos de verso libre y prosa. En Las puertas de fuego (1923) y La Muerte en Madrid (1939) el mismo tema y procedimiento se reiteran con acierto. No ocurri lo mismo en parte de su produccin posterior, donde a veces lo contingente, lo aleatorio, el compromiso de circunstancia, rest fuerza a su poesa. No obstante, se advierte en sus ltimos poemas un feliz regreso a sus orgenes, al poeta vagabundo, a su admirable Juancito Caminador, aquel que dijo: "Traigo la palabra y el sueo, la realidad y el juego de lo inconsciente, lo cual quiere decir que yo trabajo con toda la realidad." Adems de su labor potica, Ral Gonzlez Tun escribi varias obras de teatro: El descosido, La cueva caliente y, en colaboracin con el poeta Nicols Olivari, Dan tres vueltas y se van. Ilustracin El Tomi (Tlam)
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Pars, 1937, Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, Pablo Neruda, Amparo Mom (primera esposa de Tun), Emile Savitry (fotgrafo), Delia del Carril (pintora argentina casada con Neruda), Tun y dos escritores miembros de las Brigadas Internacionales.
Pero no hay manera de equivocarse de camino. Nosotros vamos en la misma direccin Pero yo te digo no es a la muerte Es a la vida adonde vamos No a la vida eterna bien seguro Pero a la vida Y yo no dara un solo minuto De nuestras vidas Por un siglo. Robert Desnos
Naci en una familia de obreros inmigrantes espaoles el 29 de marzo de1905. Comenz a publicar sus poemas a los 17 aos en Caras y Caretas, en la revista Inicial y tambin en Proa. A partir de all sus colaboraciones son habituales en la revista Martn Fierro y tiempo despus en los diarios Crtica y Clarn. En la disputa esttica entre Florida y Boedo, Tun logra ubicarse en un lugar singular: combinando las renovaciones formales del primero y la militancia social del segundo se convierte en uno de los autores ms representativos de la poesa argentina, siendo referente para autores como Juana Bignozzi y Juan Gelman, con ttulos como El violn del diablo (1926), La calle del agujero en la media (1930), Todos bailan (1934), La rosa blindada (1936). En 1933 dirige los cinco nmeros de la revista Contra, y en 1934 comienza su militancia en el Partido Comunista. Muere en Buenos Aires el 14 de agosto de 1974.
Robert Desnos: poeta francs, uno de los fundadores del surrealismo, escribi este simple y tan expresivo poema en una taberna de Paris a mediados de 1937, durante una de las pausas de las sesiones de clausura del Segundo congreso Internacional de Escritores, las cuales se haban iniciado en Valencia, prosiguiendo en Madrid y Barcelona. Robert muri dos das despus de la liberacin de Pars, a causa de las torturas sufridas en el campo de concentracin nazi. [Extractado de "La veleta y La Antena" de Ral Gonzlez Tun, Ed. Buenos Aires Leyendo, 1969] CMO BLINDAR UNA ROSA Por Virginia Avendao "Fue un profeta y vislumbraba el siglo
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en que la accin fuera hermana del sueo y reinvent la poesa, una manera de recordar que el poeta es un hombre al que a veces agobian la incomprensin, el barro, el alquiler, la luna." Con estos versos se inicia el poema que Ral Gonzlez Tun (1905-1974) ) dedic a Baudelaire. Y nos parecen apropiados para recordar a nuestra vez a Gonzlez Tun, cuando se cumple el centenario de su nacimiento. Pocos poetas -como Tun deca que Baudelaire haca- condensan la accin y el sueo, la vanguardia esttica y la poltica, la renovacin formal y social, la fascinacin por los bajos fondos y la voluntad militante. Pocos poetas pueden blindar una rosa. Tun era uno de ellos. En sus propias palabras: (...) escribi versos casi celestes, casi mgicos, de invencin verdadera y como hombre de su tiempo que era tambin ardientes cantos y poemas civiles" (de El poeta muri al amanecer, de Gonzlez Tun) Naci en Buenos Aires en 1905, en una familia numerosa. Sus padres eran espaoles de origen obrero; su abuelo, Manuel Tun, era un minero socialista que lo llev por primera vez a una manifestacin. Su poesa de una "lrica violenta" retrata como pocas a una ciudad, Buenos Aires, y a los habitantes de sus bajos fondos: ladrones, prostitutas, marginales. Y a sus puertos, sus esquinas, sus fbricas abandonadas, la lluvia sobre cascos de barcos oxidados. "Amigo de las gentes, de las mujeres amantes y del vino, una suerte de Franois Villon criollo, cantor de las tabernas, las grandes fiestas y duelos e insurrecciones populares", segn lo defini Pedro Orgambide. Cuando tena 17 aos la revista Caras y Caretas le pag por primera vez un poema, y muy pronto comenz a escribir en Proa y en el peridico Martn Fierro, aunque su compromiso con la izquierda lo acerc luego al grupo Boedo. Fue periodista en Clarn y en Crtica. Como corresponsal viaj por la Argentina y cubri la Patagonia rebelde de 1921, y aos despus la Guerra del Chaco. Vivi en Pars y en Espaa, donde tom contacto con destacados poetas y polticos como Miguel Hernndez, Federico Garca Lorca, Csar Vallejo, Pablo Neruda (cnsul chileno en Madrid, en esos aos). Fue un ferviente militante antifacista y particip en varios acontecimientos polticos europeos, como la huelga de mineros de Asturias y la Guerra Civil Espaola. En los aos 50 jvenes poetas formaron el grupo literario "El pan duro", como continuacin de la lnea esttica y poltica de Tun. De all surgi el primer libro de Juan Gelman, Violn, y otras cuestiones, y la editorial La Rosa Blindada. Muri en Buenos Aires, el 13 de agosto de 1974, mientras trabajaba en un poema en homenaje a Vctor Jara, cantor que haba sido asesinado por la dictadura de Pinochet. [Fuente: http://weblog.educ.ar] RAUL Ral, si el cielo azul se constelara sobre sus cinco cielos de rales a la revolucin sus cinco azules como cinco banderas entregara. Hombres como t eres pido para amontonar la muerte de gandules, cuando t como el rayo gesticules y como el rayo al rayo des la cara. Enarbolado ests como el martillo, enarbolado truenas y protestas, enarbolado te alzas a diario y a los obreros de metal sencillo invitas a estampar en turbias testas relmpagos de fuego sanguinario. Miguel Hernndez [Agencia Walsh, 03/04/05]
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Todos bailan. El, que se defina como un "realista romntico", alentaba la bsqueda del "punto en donde se encuentran lo clsico y lo romntico, la experiencia y el sentimiento, la ley y la revelacin, la bsqueda y la inspiracin". Mineros de Asturias "Yo era un poeta realista: todos los personajes que aparecen en ese libro (por El violn del diablo, su primer poemario) fueron conocidos por m. Frank Brown me deslumbr, era un payaso maravilloso, un ingls acriollado, de gran atraccin para los nios; era una cosa deslumbrante", recordaba Tun. Los viajes a Francia y a Espaa irn decantando ese realismo hacia una politizacin que se explicit en La rosa blindada, escrito en homenaje a la insurreccin de los mineros de Asturias, en 1936. Juan Gelman, probablemente el mayor discpulo del poeta, seal en el prlogo a la cuarta edicin de La rosa... que Tun "reivindic para la Revolucin la palabra aventura". Pero la miopa de la derecha cultural y el astigmatismo de la izquierda partidaria anularon la posibilidad de comprender la evolucin del poeta. Al desprecio y la desconfianza que manifestaron ciertos sectores por su poesa poltica descalificada, sin apelacin, por panfletaria se aada otra objecin, ms dolorosa al provenir del grupo ideolgicamente afn al poeta. El establishment del Partido Comunista lo ningune, quizs espantados por este verso, demasiado "burgus", de Las brigadas de choque: "Demos a la dialctica materialista el vuelo lrico de nuestras fantasas". Adems, ese poema que se public en la revista Contra, que Tun dirigi en 1933 le vali un breve perodo de crcel y un proceso por "incitacin a la rebelin". Cajitas de msica En Conversaciones con Ral Gonzlez Tun, el poeta le confesaba a Horacio Salas, autor del libro, que no tena miedo de repetirse en sus poemas. "Pienso que citar varias veces el barco en la botella, las cajitas de msica, las veletas, no es repetirse sino seguir movindose en medio de los smbolos que siempre he amado." El placer ldico y funambulesco por la imagen inslita, su fruicin por el truco y la prestidigitacin, la fluidez cinematogrfica que les confera a las imgenes, el tono coloquial, casi confidente del hablante que parece susurrarle su secreto en el odo del lector, las mutaciones de los estados de nimo, son algunos de los rasgos de la poesa de Tun que se proyectan, con mnimas variaciones, desde sus primeros libros al resto de su produccin, Himno de plvora, Primer canto argentino y Hay alguien que est esperando, entre otros. La frase del sabio franciscano Roger Bacon, que el poeta ley en su adolescencia, fue la brjula que lo acompa en su vagabundeo por la vida y de la que supo extraer la esencia de su poesa: "Contempla el mundo". Y en ese ejercicio de contemplacin y embellecimiento de la materia observada, el poeta no hizo nicamente poesa "costumbrista ciudadana" o social. Ante todo fue un poeta universal porque todas las grandes urbes de la poesa de Tun Buenos Aires, Pars, Madrid son la misma ciudad, que l construa con retazos tan reales como fantsticos, provenientes de todas las ciudades del mundo. Antes que Roland Barthes defendiera la idea de hacer annimo al autor, de divorciarlo de su texto, Tun cumpli, acaso sin proponrselo, con la consigna barthesiana. A modo de homenaje a Ada Lafuente, una mujer que muri peleando hasta el final, el poeta escribi La libertaria. Tiempo despus, cuando visit Espaa durante un congreso de escritores, en un festival folklrico escuch cmo cantaban su poema, al que haban musicalizado. Todos repetan sus versos, "estaba toda manchada de sangre... estaba toda manchada de cielo", y Tun quiso decir: "El autor soy yo". Pero no lo hizo. Se acerc al escenario y pregunt: "De quines son esos versos?". Para su asombro le respondieron: "Annimo, de autor annimo". Tena 32 aos y ya era autor annimo, universal. En El poeta muri al amanecer (incluido en Canciones del tercer frente), Tun, que muri en 1974, anticip cmo quera ser recordado: "Fue un poeta completo de su vida y su obra. / Escribi versos casi celestes, casi mgicos,/ de invencin verdadera/ y como hombre de su tiempo que era/ tambin ardientes cantos y poemas civiles/ de esquinas y banderas". Pgina|12
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otros que ya no estn, y despus, Len Felipe, Robert Desnos, I1ya Erhenburg, Garca Lorca, Nancy Cunard, Mike Gold. Cuando escribo un prlogo para un poeta novel creo que pago en parte aquella deuda. -Hablando casi del mismo tema qu poetas influyeron ms en vos? -En la antologa preparada y prologada por Hctor Ynover, nuestro comn y admirado amigo, dice: ... "En el 24, 26, 28, se influenciaron mutuamente Borges, Rega, Olivari, Tun." Creo que tiene razn, si consideramos las coincidencias. ( ... ) Adems pienso que influyeron en partes de mi obra, algo de la cautivante aventura dad-surrealista, cierto clima a lo Rilke, a lo Milosz y el mpetu gigante de Manhattan de Walt Whitman. -Qu poetas has reledo ms veces? -Bueno, a veces slo tal o cual poema, a veces libros enteros, como el Gaspar de la Noche de Aloysius Bertrand, ltimamente rele poemas de El libro de los paisajes, del Lugones no barroco, no retrico. Tambin releo: "Luna de enfrente" de Borges, "Llanto por Ignacio Snchez Meja" de Federico, "La balada de la crcel de Reading", partes del "Canto a la Argentina" de Daro y del "Canto a m mismo" de Walt Whitman y algunos ms. -Alguna vez tuviste miedo de repetirte? -Miedo? No. Adems, pienso que citar varias veces el barco en la botella, las cajitas de msica, las veletas, no es repetirse sino seguir movindose en medio de los smbolos que siempre he amado. "En la poca de Florida y Boedo, se lean mutuamente? -Solamos leernos mutuamente en el stano del Royal Keller en el Puchero Misterioso, aun antes de la guerrilla Florida-Boedo. Hoy prcticamente no existen aquellos tpicos cafs y boliches literarios, pero s los llamados "talleres de poesa" y "talleres literarios" donde jvenes noveles tambin suelen leerse mutuamente y hacen bien. "Las ltimas promociones se caracterizan por cierta tendencia a la autodestruccin. Eso ocurra tambin en tu poca? -No creo que furamos autodestructivos. Y ahora tambin hay de todo. -Por qu crees que en el ambiente literario existen tantos enconos y odios?
-Siempre deca Federico: "El peor gremio es el de los toreros, no hay ms que asomarse a uno de los cafs en que se renen; le sigue el de los cmicos y luego el de los escritores, donde basta con or lo que dicen de los dems". Yo agregara en nuestro medio, querido Horacio, el de los artistas plsticos y de los periodistas. Y no hablemos de los polticos! -Qu opins de la crtica? -"Creo en crticos como Edmundo Guibourg y como lo fue en lo suyo, Julio Payr. Lo ideal sera que el hombre de teatro haga crtica de teatro, el pintor crtica de pintura y el poeta crtica de poesa. Es claro, insisto en que respeto mucho al verdadero crtico, no a aquel del cual Picasso dijo que suele ser un artista fracasado. Y profesionalmente yo me siento cronista, porque ste ms que criticar, informa (...) -Alguna vez te enojaste por una crtica adversa? -No, nunca que yo recuerde. -Tuviste o tens enemigos? -Nunca tuve, creo, un verdadero enemigo. Pero si me peds un ejemplo, te dir que en los ltimos tiempos, Jorge Abelardo Ramos me
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atac duramente. Vos sabs que l es trotskista y durante la primera presidencia de Pern, con el seudnimo de Vctor Almagro, publicaba en Democracia sinuosos artculos de corte maccarthysta, antes de Mac Carthy. Pero siendo l quien es, me hizo un favor. Y mir, pienso ahora en aquella frase del agudo Oscar Wilde. "Yo elijo mis enemigos entre las personas inteligentes". -Te gusta sentir que has descubierto algn nuevo poeta? Consideras que descubriste alguno? -Mir, me encanta, e insisto en que me toc descubrir a Juan Germn, a Hctor Negro, entonces desconocidos que lean sus versos en un teatro independiente, y luego a Julio Csar Silvia. Fuera del pas, si no descubr en Espaa a Miguel Hernndez, pues antes ya lo haban hecho Neruda y Aleixandre, intervine estimulndolo, en su trnsito de los sonetos muy brillantes, pero dentro de una retrica tradicional, a Viento del pueblo, gran libro, en el que se anunciaba como la nueva voz de la poesa espaola. Y en Chile puede decirse que descubr a Nicanor Parra -no el actual, divagador, convencional, un poco reaccionario, con resabios dad-surrealistas que ya no sorprenden a nadiesino al lcido poeta a quien alent desde las pginas del suplemento dominical de El Siglo, que yo fundara con otro notable chileno: Julio Moncada. -Qu poemas te hubiera gustado escribir? -Bueno, no s, creo que me hubiera gustado volver a escribir los poemas que en mi juventud quedaron por ah, en ciertas pensiones, en ciertos fondines de los puertos. Puedo contestarte indirectamente recordndote el final de un poema de La veleta y la antena, mi ltimo libro: "... pero amo y comprendo a los nios terribles / y al corazn alegre de las veletas que ellos aman /y a los poemas que yo amo y nunca escribir." -Extras al viejo Buenos Aires? -Extrao del viejo Buenos Aires lo que fue ms entraable. Lo extrao y lo amo, como amo aspectos, rincones, los poqusimos que quedan y como amo muchas cosas del Buenos Aires actual. Esto se revela en poemas de mi ltimo libro indito El banco en la plaza, escrito entre 1970 y 1972. Sigo descubriendo cantidad de cosas que se harn a la vez entraables, perdurables. Y existe algo que no ha cambiado: es el porteo, el espritu del porteo "un poco chacotn y un poco triste", corno escribi Carriego. ( ... ) -Qu penss de la muerte? -La veo como algo que tiene que ver con la vida, con el otro lado de la vida. Con un pie en la dialctica y otro en el pantesmo, creo que "nada se pierde y todo se transforma". -Le tens miedo? -No, en principio, pero s cuando pienso que me va a apartar de los seres queridos, de todo lo que amo en el pas y en el mundo, de esta hora de renacimiento de los pueblos africanos y latinoamericanos. -A qu cosa le tens miedo? -A que gobierne la Argentina un gobierno militar. -Alguna vez pensaste en ser alguna cosa especial: ser marinero, pescador, o una cosa as? -Acertaste, Horacio, me hubiera gustado ser marinero, claro. -Ral, tens miedo de llegar a viejo alguna vez? -Ya llegu, pero no me siento viejo. Digo: Sigo vivo, es decir, sigo luchando y escribiendo. Sigo caminando por mi ciudad y saliendo al interior del pas, a dar charlas y a escuchar a los ms jvenes. A mi carnet de viaje agregu primero Uzbekistn, despus Cuba. En estos das volver a nuestra Salta y a nuestro Chaco. Recuperndose, luego de sufrir un infarto.
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[Este poco conocido texto del poeta es una crnica publicada por el peridico republicano La Nueva Espaa, editado en Buenos Aires, y recogido en el libro Las puertas del fuego. Describe los bombardeos a Madrid durante la ofensiva fascista] Abr los ojos y nac a las cinco de la maana. Desde haca una hora, ms o menos, mi sueo no era definitivo. Tena la sensacin de estar haciendo esfuerzos para quitarme un fardo de encima. Para quitarme la noche. Grandes y pequeos ruidos asediaban mi cabeza perfectamente incontrolable. A las cinco fue la lucidez. Desde que estoy en Madrid no haba odo estruendo igual. Tan constante. Nada, posiblemente ni los tanques ni los aviones pueden ser tan impresionante como los obuses que, esos s, no se sabe ni de dnde vienen ni adnde van. A las siete de la maana de ese da -11 de mayo- perd la cuenta. Pensaba: hay quienes en este momento trazan rayas en un papel por cada obs que llega. Hay quienes recogen a los heridos y a los muertos. Hay quienes les dan entrada en los hospitales y en los cementerios; en esos libros manoseados que la historia suele revisar despus. Tal vez haya muerto una mujer que vi en la cola del tabaco. O un ex jefe de Negociado -que siempre se le conoce-. O el nio que cantaba en Santo Domingo: 'Cuando viene la aviacin, la aviacin, la aviacin...' con msica de 'Los Tres Chanchitos'. O aquel hombre que dijo: 'El obs que me toque tendr que llevar esta inscripcin: Gregorio Garca.' Mejor as: 'Para Gregorio Garca'. Es ms correcto. De pronto la habitacin era sacudida por un viento atronador. Todo se estremeca: mi cama, los dos o tres libros desvelados, las fotografas de la gente que ocupaba esta casa, intrusas hoy, la recomendacin (para ordenanza de Banco), la tarjeta del abate Jean, la casa, en fin, la vieja casa del conde, los cristales, las sonatas dormidas en los pianos amarillos y muertos, el 'schottis' de Don Quintn ltimamente colocado en la pianola: el retrato del Papa y el de Joselito, ambos con dedicatoria a la Condesa, ya acabada como ellos: la gran Biblioteca, as como los relojes, los muebles en cuyos cajones yacen las cartas, las recomendaciones, otras tarjetas de visita, el balance del ao '35; y luego las tulipas, las pantallas, las flores pintadas, los cortinados, los ceniceros, las alfombras. Ese buen gusto desagradable de comedia fina, ese, a veces, agradable mal gusto y delicioso ridculo que recuerdan la presencia en esta casa de alguien que tuvo cierto ngel, pero cuyos descendientes bajaron despus a la cursilera frvola, al clero, a la novela rosa, a lo que no subir ms a la superficie de Espaa ardida y desgarrada y poderosa. Porque sucede que la guerra trae consigo a la revolucin y lo nico que quedar de esta casa ser la Biblioteca, el retrato de Joselito, por ser autntico, y tal vez la guardarropa de los condes y de la capilla donde se amontonan disfraces tan parecidos a los que se ven en los escenarios dados vuelta cuando se marcha la compaa y que irn a parar, sin duda, a manos de los utileros de un posible teatro de la Alianza. Hacia las diez de la maana pasaron los aviones. Ya estaba en pie y corr a la ventana. Todava seguan cayendo los obuses en el corazn de Madrid, de heridas y latidos universales. Casi en seguida dejaron de caer. Nuestros aviones haban detenido al crimen. Y como los aviones fascistas no ofrecen nunca combate, los caones fascistas, por temor a ser localizados, fueron silenciados y escondidos otra vez en la tierra ofendida por la zapa cobarde. (Esto no es demagogia, es un documento.) Pero despus en la calle, con el sol, con la gente, con los nios, con las pipas, con las colas, con la Puerta de Alcal, con Cibeles, con la Granja -haba cerveza-, consumindome de amor, de ternura y de coraje, recobr otra vez a Madrid y a su reloj de Gobernacin donde se da la hora de Espaa. Y unas piernas rgidas y un nio corriendo hacia los escombros meemocionaron hasta llorar. (La poesa no es slo experiencia, como deca Rilke. Tambin los sentimientos!) En el frente de la Gran Va me aguardaban el polvo amontonado, las vidrieras rotas, los comentarios de la indignacin y el humor popular. La huella del crimen, casi borrada ya por la sonrisa de Madrid. Porque lo que no pudo conseguir la aviacin no lo lograrn los obuses. A qu este tremendo golpe sbito, este humo, este estruendo, estas muertes, estos letreros sobre las piedras, 'peluquero de seoras'. 'Las seas en la casa vecina', estas sastreras desplomadas, estos incorrectos maniques? Y estos obuses lanzados ciegamente, sin objetivo militar, por lo que detrs de nuestros parapetos, ms all de nuestras trincheras, aunque lanzaran sobre Madrid toda la metralla de los pases fascistas no podran siquiera conquistar la ceniza que sigue a toda muerte? Madrid, de sangre o polvo, no sera jams conquistada por los brbaros. El corazn de Madrid, crecido inmensamente por noviembre, naci del toro y la paloma. Tiene el secreto del valor y de la gracia.
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Palabra". Bastar leer "Literatura y Revolucin" de Trotsky para advertir la agudeza de su juicio sobre los grandes poetas revolucionarios que como Maiakovsky, Essenin y Alejandro block, se mataron o enmudecieron en el crepsculo stalinista. Parece que Tun no deseaba que asesinaran a Trotsky "con un pico de hielo". Lo hicieron con un zapapicos de montaa. Es de esperar que esta rectificacin tranquilice sus escrpulos por completo. Tampoco parece henchido de alegra por mis artculos publicados en el diario "Democracia" durante el gobierno de Pern. Lo califica de "cosas lamentables" y aventura la sagaz hiptesis de que por esa razn, yo los firmaba con seudnimo. Sin embargo, el editor Pea Lillo edit dichos artculos en 1959 con el ttulo de "De Octubre a Setiembre" y con el verdadero nombre de su autor, que poda firmarlos de ambos modos. El lector que dude sobre su contenido, podr leerlos pues el mismo editor prepara una segunda edicin que pronto estar en las libreras. El triste versificador objeta calumniosamente mi defensa del compaero Simn Gmez, que realic ante el Tribunal de la Cmara del Terror el ao pasado. En la sala haba pblico y muchos detenidos, asimismo, pudieron escuchar mi exposicin, que dur 25 minutos. Defend el pensamiento marxista, su raigambre profunda en Amrica Latina y su originalidad creadora, as como deslind el ancho terreno que lo separa del seudo marxismo que defiende el partido comunista, aunque subray ante la Cmara que no era ese el lugar ms apropiado para hacer la crtica a ese partido. La resolucin de dicha Cmara, al absolver al procesado se fund en que no poda ser incluido en las disposiciones previstas en la ley. No me habra ocupado del seor Tun si no hubiera regresado del campo de los muertos a taer su desmedrada lira. Ingrata como es, esta puntualizacin reviste cierto valor. Por ella, la nueva generacin conocer una poca a la que Tun pertenece con pleno derecho. Jorge Abelardo Ramos "Canciones del Tercer Frente", pg. 67, Ed. Problemas, Buenos Aires, 1941. "Revolucin y Contrarrevolucin en la Argentina", volumen V, "L a era del bonapartismo". Fuente: www.abelardoramos.com.ar
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El curriculum "polticamente incorrecto" de Humberto Primero es ms frondoso todava: fue el rey colonialista por excelencia, realiza la conquista de Eritrea aprovechndose de las hambrunas y las epidemias que asolaban la regin africana y la convierte en colonia de Italia aunque cuando intenta seguir su poltica colonialista es frenado por los etopes que le infligen la derrota de Adua en marzo de 1896 que cost la vida a cuatro mil soldados italianos y entre ocho mil y diez mil vctimas etopes segn fuentes italianas. Precisamente las guerras colonialistas en frica le servan para favorecer los intereses de su elite industrial y para "resolver"-sin distribuir- el problema de la tierra en el sur de Italia. En fin, tres maneras autoritarias de poltica econmica y social: emigracin, colonialismo, represin. Quizs no sea una historia muy conocida pero es historia, es parte de nuestra realidad. En estos tiempos de bsqueda de races, de replanteos Norte/Sur se podra plantear otros nombres para nuestras estaciones de subtes. Sugiero uno. A pocos metros de Humberto Primero y Jujuy ,donde se anuncia esa futura Estacin Humberto Primero, all en Saavedra 614, naci en 1905 Ral Gonzlez Tuon, poeta, escritor, periodista. Naci all en el Once Sur, el Once pobre que tanta influencia en su vida y en su poesa tendra. Vi la luz en el barrio del Once, en el surero./Cerca de all naci tambin Julio de Caro,/y escribi de la Pa sus memorables versos./Entonces an la luna bajaba hasta los patios/Era todo mejor? No lo s. Era distinto. Gonzlez Tun, el poeta de Juancito el Caminador, La Rosa Blindada, el voluntario en la repblica de Espaa, el maestro de poetas y de jvenes que buscaban iniciarse en la cultura para cambiar el mundo, el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores en 1972. Ral Gonzlez Tun y Humberto Primo, hombres los dos, pero con distintos sueos, distintas vidas, distintos compromisos. Merecen distintos recuerdos. Salud a la cofrada trotacalle y trotamundo. Todo nos falta en el mundo, todo, menos la alegra. ....... Corto sueo y larga andanza en constante despedida. Todo nos falta en la vida. Todo, menos la esperanza. Ral Gonzlez Tun (1941) Y quizs cuando pasen algunos aos, vencidas la pobreza, el sexismo y la ignorancia, el poeta luchador y gentil, ceda su nombre para que la estacin -que une el Sur con la Plaza Miserere de los Primeros de Mayo del temprano novecientos- honre a las Obreras de Brukman. [Fuente: La Fogata]
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En otro sitio, por encima de unos "candiles moribundos", Baudelaire asoma su cara de gato vicioso, insistindola en cuatro o cinco composiciones de sentida imaginacin. Y un poco postergado, pero bien definido y bastante mejor de su tisis, Carriego ayuda la humildad del Tun suburbano. Pero, repuesto de los otros, sale Ral, entero de su libro. Gracias a la sinceridad de su expresin, a la energa original, y a su manera de mirar las cosas con un vehemente sentido de humanidad y un corazn abundante y manifiesto. Es en la interpretacin de los temas grotescos donde pone mayor intensidad, mayor complicidad sentimental, manejando, en contrastes de humorismo, los resortes de un originalsimo payaso que le recuerda con una pirueta su deber de alegra. As, por ejemplo, cuando el tono de la composicin va adquiriendo una cierta espesura romntica, suena imprevista la vengadora exclamacin del su clown: Qu lindo es ir a ver la mujer, la mujer ms gorda del mundo
o propone de un modo intempestivo: No debe tener esqueleto El enano de Sarrasani Es en "Colilla de cigarro" donde se advierte ms entera su idiosincracia: Colilla de cigarro: Yo suspiro y te arrojo tambin Por el ojo de buey Por el ojo de buey de mi cansancio. Ral Gonzlez Tun, curado de mezquinas influencias y turbios parentescos, sin disputar a nadie la posesin de un patio o de una villa, ms creador de sus temas y despegado de ternuras llorosas y afiches melanclicos, es uno de nuestros ms autnticos valores. [Ilustracin de la nota: primera edicin de "El violn del diablo", de 1926]
ECHE VEINTE CENTAVOS EN LA RANURA (1926) I A pesar de la sala sucia y oscura de gentes y de lmparas luminosa si quiere ver la vida color de rosa eche veinte centavos en la ranura. Y no ponga los ojos en esa hermosa que frunce de promesas la boca impura. Eche veinte centavos en la ranura si quiere ver la vida color de rosa. El dolor mata, amigo, la vida es dura, eche veinte centavos en la ranura si quiere ver la vida color de rosa. II Lamparillas de la Kermesse, tteres y titiriteros, volver a ser nio otra vez y andar entre los marineros de Liverpool o de Suez. III Teatrillos de utilera. La seorita muerta. Fragmento del espectculo teatral "Versos Per-Versos", presentado en el Teatro de La Fbula, de la ciudad de
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Detrs de esos turbios cristales hay una sala sombra. Parasos artificiales. IV Cien lucecitas. Maravilla de reflejos funambulescos. Aqu hay mujer y manzanilla! Aqu hay olvido, aqu hay refrescos. Pero sobre todo mujeres para hombres de los puertos que prenden como alfileres sus ojos en los ojos muertos. No debe tener esqueleto el enano de Sarrasani, que bien parece un amuleto de la joyera Escasany. Salta la cuerda, sltala, ojos de rata, cara de clown y el trala-trala-trlala ritma en tu viejo corazn. Estampas, luces, musiquillas, misterios de los reservados donde entrarn a hurtadillas los marinos alucinados. Y fiesta, fiesta casi idiota y tragicmica y grotesca. Pero otra esperanza remota De vida miliunanochesca V Qu lindo es ir a ver la mujer la mujer ms gorda del mundo! Entrar con un miedo profundo pensando en la giganta de Baudelaire Nos engaaremos, no hay duda, si desnuda nunca muy desnuda, si barbuda nunca muy barbuda ser la mujer. Pero ese momento de miedo profundo Qu lindo es ir a ver la mujer la mujer ms gorda del mundo! VI Y no se inmute, amigo, la vida es dura, con la filosofa poco se goza. Eche veinte centavos en la ranura si quiere ver la vida color de rosa.
EL RUMBO DE LAS ISLAS PERDIDAS Islas, flotantes islas que salieron en busca de los ntimos soles y las lluvias amantes. Por aos sumergidas se asomaron al mundo para or las canciones de lejanas tabernas y el derrumbe sonoro de campanas fundidas por los adolescentes guerrilleros y ver la extraa luz que anuncia el maremoto y las olas que traen restos de proas nufragas y lampreas gigantes que antes aprisionaron alevosas madrporas. Pero yo estaba hablando del rumbo de otras islas, smbolos vagos de una actividad poderosa, interior como el resorte oculto de los rganos que aman las abadas y los Caf-Concert.
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Y ahora me distrae esta otra bsqueda de islas verdaderas con orillas fragantes como esas que vieron, Gauguin, Conrad, Stevenson, los misioneros locos, los mdicos borrachos, las mujeres venidas de las tierras calientes en los barcos sin sueo, tradas por el destino, la resaca, la marea de Dios.
VILLA MISERIA Este apeuscamiento de barriada humilde no es una novedad En Buenos Aires. Ya por los aos del pasado siglo XIX, la zona norte contaba con el barrio bravo conocido por La Tierra del Fuego, y la sur, con el Barrio de las Ranas. El primero levantaba su ranchero dentro de los lmites sealados por las calles Las Heras, Centro Amrica (actual Pueyrredn), Coronel Daz y Ro de la Plata. El otro multiplicaba el hacinamiento de sus improvisadas casuchas en terrenos vecinos a la Quema de basuras y Corrales Viejos, detrs de lo que ahora es el Parque de los Patricios. Igualmente, durante los primeros aos de la Gran Guerra Europea (1914 1918), hubo en terrenos inmediatos a Puerto Nuevo una llamada Villa Desocupacin, habitada por hombres exclusivamente.
VILLA AMARGURA Villas, villas miseria, increbles y oscuras, donde sopl el olvido sobre la ltima lmpara, Villa Jardn, Villa Cartn, Villa Basura, de calles que trazaron los azares del hambre, la sbita marea de los desposedos y los desocupados forzosos; los ilusos del pattico xodo de provincias lejanas, que avergenza la frente plida de la patria. Barrios de un Buenos Aires ignorado en la gua para el turismo; barrios sin rboles, de ahumados horizontes sin agua, sin ayer, sin ventana. Atroces ciudadelas sucias y derramadas. Atroces ciudadelas sucias y derramadas, de viviendas como hongos; latones, bolsas, zanjas hundidas por las lluvias, mordidas por los vientos. Barrios de soles turbios y lunas oxidadas, de noches enemigas y de hoscas madrugadas, y la inslita fuga de los perros sedientos. Villa Jardn es un nombre que suea con un largo sonido de impiadosa irona. Un hombre que golpea como un aldabonazo en el lmite de la ciudad gigante. Villa Jardn, un breve nombre que oculta una miseria vasta. Villas que habitan densas familias, el llamado bajo fondo social, que no es la resaca, y que mantiene intactos su decoro y su fe, el altivo rencor dentro del pecho y la esperanza. (De "mi ciudad", Eudeba, 1963)
La Repblica de Boedo, nota de Juan Jos de Soiza Reilly en la revista Caras y Caretas N 1671 del 11 de octubre de 1931. Clic para descargar.
A LIBERTARIA (1935) A la memoria de Ada Lafuente, muerta en la cuenca minera de Asturias, Madrid. Estaba toda manchada de sangre, estaba toda matando a los guardias, estaba toda manchada de barro, estaba toda manchada de cielo, Estaba toda manchada de Espaa. Ven, cataln jornalero, a su entierro,
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ven, campesino andaluz, a su entierro, ven a su entierro, yuntero extremeo, ven a su entierro, pescador gallego, ven, leador vizcano, a su entierro, ven, labrador castellano a su entierro, no dejis solo al minero asturiano. Ven, porque estaba manchada de Espaa, ven, porque era la novia de Octubre, ven, porque era la rosa de Octubre, ven, porque era la novia de Espaa. No dejis sola su tumba del campo donde se mezclan el carbn y la sangre, florezca siempre la flor de su sangre sobre su cuerpo vestido de rojo, no dejis sola su tumba del aire. Cuando desfilan los guardias de asalto, cuando el obispo revista las tropas, cuando el verdugo tortura al minero, Ella, agitando su tnica roja, quiere salir de la tumba del viento, quiere salir y llamaros hermanos y renovaros valor y esperanza y recordaros la fecha de Octubre cuando caan las frutas de acero y estaba toda manchada de Espaa y estaba toda la novia de Octubre y estaba toda la rosa de Octubre y estaba toda la madre de Espaa.
LA LUNA CON GATILLO Es preciso que nos entendamos. Yo hablo de algo seguro y de algo posible. Seguro es que todos coman y vivan dignamente y es posible saber algn da muchas cosas que hoy ignoramos. Entonces, es necesario que esto cambie. El carpintero ha hecho esta mesa verdaderamente perfecta donde se inclina la nia dorada y el celeste padre rezonga. Un ebanista, un albail, un herrero, un zapatero, tambin saben lo suyo. El minero baja a la mina, al fondo de la estrella muerta. El campesino siembra y siega la estrella ya resucitada. Todo sera maravilloso si cada cual viviera dignamente. Un poema no es una mesa, ni un pan, ni un muro, ni una silla, ni una bota. Con una mesa, con un pan, con un muro, con una silla, con una bota, no se puede cambiar el mundo. Con una carabina, con un libro, eso es posible.
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Comprendis por qu el poeta y el soldado pueden ser una misma cosa? He marchado detrs de los obreros lcidos y no me arrepiento. Ellos saben lo que quieren y yo quiero lo que ellos quieren: la libertad, bien entendida. El poeta es siempre poeta pero es bueno que al fin comprenda de una manera alegre y terrible cunto mejor sera para todos que esto cambiara. Yo los segu y ellos me siguieron. Ah est la cosa! Cuando haya que lanzar la plvora el hombre lanzar la plvora. Cuando haya que lanzar el libro el hombre lanzar el libro. De la unin de la plvora y el libro puede brotar la rosa ms pura. Digo al pequeo cura y al ateo de rebotica y al ensayista, al neutral, al solemne y al frvolo, al notario y a la corista, al buen enterrador, al silencioso vecino del tercero, a mi amiga que toca el acorden: -Mirad la mosca aplastada bajo la campana de vidrio. No quiero ser la mosca aplastada. Tampoco tengo nada que ver con el mono. No quiero ser abeja. No quiero ser nicamente cigarra. Tampoco tengo nada que ver con el mono. Yo soy un hombre o quiero ser un verdadero hombre y no quiero ser, jams, una mosca aplastada bajo la campana de vidrio. Ni colmena, ni hormiguero, no comparis a los hombres nada ms que con los hombres. Dadle al hombre todo lo que necesite. Las pesas para pesar, las medidas para medir, el pan ganado altivamente, la flor del aire, el dolor autntico, la alegra sin una mancha. Tengo derecho al vino, al aceite, al Museo, a la Enciclopedia Britnica, a un lugar en el mnibus, a un parque abandonado, a un muelle, a una azucena, a salir, a quedarme, a bailar sobre la piel del ltimo Hombre Antiguo, con mi esqueleto nuevo, cubierto con piel nueva
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de hombre flamante. No puedo cruzarme de brazos e interrogar ahora al vaco. Me rodean la indignidad y el desprecio; me amenazan la crcel y el hambre. No me dejar sobornar! No. No se puede ser libre enteramente ni estrictamente digno ahora cuando el chacal est a la puerta esperando que nuestra carne caiga, podrida. Subir al cielo, le pondr gatillo a la luna y desde arriba fusilar al mundo, suavemente, para que esto cambie de una vez.
EL POETA MURIO AL AMANECER Sin un cntimo, tal como vino al mundo, muri al fin, en la plaza, frente a la inquieta feria. Velaron el cadver del dulce vagabundo dos musas, las esperanza y la miseria. Fue un poeta completo de su vida y de su obra. Escribi versos casi celestes, casi mgicos, de invencin verdadera, y como hombre de su tiempo que era, tambin ardientes cantos y poemas civiles de esquinas y banderas. Algunos, los ms viejos, lo negaron de entrada. Algunos, los ms jvenes, lo negaron despus. Hoy irn a su entierro cuatro buenos amigos, los parroquianos del caf, los artistas del circo ambulante, unos cuantos obreros, un antiguo editor, una hermosa mujer, y maana, maana, florecer la tierra que caiga sobre l. Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman, un Quevedo, un Daro, un Rimbaud, un Baudelaire, un Schiller, un Bertrand, un Bcquer, un Machado, versos de un ser querido que se fue antes que l, muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta y una antigua fragata dentro de una botella. Los que le vieron dicen que muri como un nio. Para l fue la muerte como el ltimo asombro. Tena una estrella muerta sobre el pecho vencido, y un pjaro en el hombro.
EL CEMENTERIO PATAGONICO A veces el viento patagnico es un cazador barbudo y alto. Viene como la msica, trae los ruidos del desierto y la montaa. Marcha de puesto en puesto entre balleneros, entre quillangos. Marca de pueblo en pueblo entre gin, entre pescadores, entre fulleros. Marcha de campamento en campamento Entre canallas enriquecidos con la sangre de los desgraciados. Marcha de puerto en puerto entre rufianes, entre palomas heladas y garas, entre asesinatos, entre monedas chilenas y argentinas. Oh, trashumante. Las prostitutas de los climas sureros lo siguen, alucinadas. Todas las prostitutas -en su mayora pelirrojas- lo siguen. l, el viento cazador, contina su marcha Y v a perderse hacia quin sabe qu archipilago,
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Hacia quin sabe qu cinematgrafo, Hacia quin sabe qu enloquecida alcantarilla. A veces, nuevo avatar, el viento patagnico es una sirena del aire. En los hangares de las madrugadas atrae a los aviadores. Los pequeos mecnicos comprueban con jbilo La velocidad del viento a ras de tierra y cuando arriba el altmetro seala una capa favorable de aire La sirena los lleva en su canto, la terrible sirena los lleva con sus canto de brumas, y lloviznas y nieve, y ellos van a estrellarse sobre enormes malolientes colonias de elefantes y lobos marinos, sobre plantas de petrleo, sobre columnas de asustados guanacos, sobre los rojos galpones de las curtidas villas del Sur. Cazador o sirena el viento manda en la Patagonia. Cazador o sirena se detiene en el corazn de la Patagonia. l, cazador o sirena, camarada de los autnticos trabajadores de la Patagonia, se detiene y va a rendir a la ceniza de los obreros asesinados por el Gobierno, un homenaje de silencio cargado de tormenta. Oh trashumante. En Santa Cruz, entre el mar y los montes yo he visto el pequeo cementerio de los huelguistas fusilados. Unos mal enterrados, en la fosa abierta por ellos, asoman la punta del zapato con tierra y lagartijas. Otros, enterrados vivos quiz. una mano de hueso implorante picoteada por los cuervos. Y no es extrao ver a lo largo del camino restos de otros, curioso contenido de la intemmperie. Las caravanas de los desposedos de la tierra, las largas filas de linyeras forzados, la multitud de todos los pases que se dirige al sur de la tierra en busca del pan y de la muerte, la multitud de todos los pases que se dirige al sur de la tierra en busca de la nostalgia y el olvido, se detiene ah, donde, oasis del viento patagnico, la tierra estril lanza sus perros amarillos. All, donde la aullante tierra reseca desafa las nubes, viajeras de tres cielos. All, donde las brjulas de los barcos perdidos, ya fantasmas, sealan contra las costas, al fin, el rumbo de una prxima venganza. Y es intil, tuertos, sin pierna, todos los marineros han partido. Todos los petroleros ha partido y las calderas pueden estallar a la salida del gran golfo. Todas las prostitutas han partido detrs del viento cazador. Todos los aviadores de lnea han despegado y van detrs de la sirena viento. Los peones del campo, las hormigas del cuero, el frigorfico y la lana han partido. Y los recaudadores de Tierras y Colonias han partido. Y ellos quedaron solos ente el mar y los montes y ellos quedaron solos sin nombres y sin cruces y ellos quedaron solos con las blusas agujereadas y con lo agujeros de la carne sin carne. nicamente el viento cazador o sirena, adormece dulcemente su muerte. Adormece delicadamente su putrefacta muerte, esa til muerte. Ese violento arroyo de ceniza Que subterrneamente ha de desembocar en la revuelta Y en cuyas aguas, grises y calientes, mi voz templa un acero conocido.
LA PEQUEA BRIGADA Guerra del Chaco La pequea brigada avanza. Hemos odo la guerra, hermanos? Hemos visto la guerra, hermanos? La pequea brigada, avanza. La cabeza qued colgada como una fruta en el alambre. Somos la pequea brigada. Somos el sueo, la sed, el hambre. Por el ruido de los obuses
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los odos reventarn y nos rompern y nos sepultarn en ridas tierras sin cruces. Como en la noche de San Juan se abren brazos de luz que arroja sombreros de fuego y de hierro. Tenemos un hambre de perro. Nos enloquece la fiebre roja. Del otro lado, en la trinchera enemiga, tambin estn la sed, el hambre, el sueo. Espera tu sucio pedazo de pan. Doctores de la guerra, villanos, la granada est por caer y tenemos tintas las manos en sangre del amanecer. Vuestros hijos, tambin villanos, jams os podrn suceder. Seremos hermanos, hermanos, algn da tendr que ser. Nosotros hemos visto la guerra? Avanza la pequea brigada. Nosotros hemos odo la guerra? En la maraa de la picada. Como cadveres afilados, lvidos, de dos en dos, vamos caminando sin Dios con los crneos agujereados.
JUANCITO CAMINADOR muri en un lejano puertoEl prestidigitador poca cosa deja al muerto. Terminada su funcin -cancin, paloma y barajatodo cabe en una caja, todo, menos la cancin. Ponle luto a la pianola, al conejito, a la estrella, al barquito, a la botella, al botelln, a la bola. Msica de barracn -cancin, baraja y palomaflor de campo sin aroma Todo, menos la cancin. Ponle luto a la veleta, al gallo, al reloj de cuco, al fongrafo, al trabuco, al vaso y a la carpeta. Su prestidigitacin -cancin, paloma y barajael tiempo humilla y ultraja, Todo, menos la cancin. Mucha muerte a poca vida, que lo entierre de una vez la reina del ajedrez y un poeta lo despida. Truco mgico, ilusin, -cancin, baraja y palomaque todo en broma se toma, todo, menos la cancin.
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cunta vida a su orilla es hoy podrida muerte, cementerio de gestos y voces y cenizas. Armarios, mesas, cmodas, sillones, que fueron vegetal estremecido, aserradero y xtasis. Guardaron los secretos familiares, como animales fieles y callados y lentos compresivos! El hogar, la provincia, el adorno de los candelabros, la represin sexual y el deseo de los daguerrotipos. Y cuntas frases clebres, cuntos nios prodigio con violines, cunta vajilla fallecida, cunto termmetro, cunta carta con noticias que un tiempo conmovieron, cunto viaje que nunca realizaron porque, a lo sumo, con los cuadros cirios ardiendo todava, alguien que sale, alguien a quien se llevan hacia la soledad y los gusanos, hacia la nada activa. Algo de abandonadas estaciones, algo de teatro clausurado, algo de recepcin deshabitada, algo de espectro real, concreto espanto, y de naufragio sin naufragio.
LA LIBERTAD I De pronto entr la Libertad. La Libertad no tiene nombre, no tiene estatua ni parientes. La Libertad es feroz. La Libertad es delicada. La Libertad es simplemente la Libertad. Ella se alimenta de muertos. Los Hroes cayeron por Ella. Sin angustia no hay Libertad, sin alegra tampoco. Entre ambas la Libertad es el armonioso equilibrio. Nosotros tenemos vergenza, la Libertad no la tiene, la Libertad anda desnuda. (Y el seor Jesucristo dijo que el reino de Dios vendr cuando andemos de nuevo desnudos y no tengamos vergenza.) Hermanos, nosotros sabemos, pero la Libertad no sabe.
II Hay que ser piedra o pura flor o agua, conocer el secreto violeta de la plvora, haber visto morir delante del relmpago, conocer la importancia del ajo y el espliego, haber andado al sol, bajo la lluvia, al fro, haber visto a un soldado con el fusil ardiente,
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cantando, sin embargo, la Libertad querida. Viva el amor, la vida poderosa, la muerte creadora de olores penetrantes y eso porque uno muere y resucita, la luz sobre los techos de la aurora, sobre las torres del petrleo, sobre las azoteas de las parvas, sobre los mstiles del queso y el vino, sobre las pirmides del cuero y el pan, la gente retornando, una ventana con la bandera en familiar bordado y la exacta ambulancia, con heridos, cantando, sin embargo, la Libertad querida. Hay que ser como el puente necesario, natural como el lirio, como el toro, saber llegar al fondo del silencio, al subsuelo del brote y a la raz del grito, hay que haber conocido el miedo y el valor, haber visto una mano que agita una linterna de noche, hacia el distante nido de metralla, hay que haber visto a un muerto cicatrizado y solo cantando, sin embargo, la Libertad querida.
III De pronto entr la Libertad. Estbamos todos dormidos, algunos bajo los rboles, otros sobre los ros, algunos ms entre el cemento, otros ms bajo la tierra. De pronto entr la Libertad con una antorcha en la mano. Estbamos todos despiertos, algunos con picos y palas, otros con una pantalla verde, algunos ms entre libros, otros ms arrastrndose, solos. De pronto entr la Libertad con una espada en la mano. Estbamos todos dormidos, estbamos todos despiertos y andaban el amor y el odio ms all de las calaveras. De pronto entr la Libertad, no traa nada en la mano. La Libertad cerr el puo. Ay! Entonces...
EL CABALLO MUERTO Media noche. Sobre las piedras De la calzada hay un caballo muerto. An faltan cinco horas Para que venga el carro de "La nica" Y se lo lleve. Ese caballo viejo, hedoroso de sangre coagulada, ese pobre vencido, fue un obrero. Un hermano del pjaro, un hermano del perro. Fue el hermano caballo que anduvo bajo el sol, que anduvo bajo el agua, que anduvo entre los vientos tirando de los carros con los ojos cubiertos.
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ESCRITO EN UNA TRASTIENDA EN TODOS los puertos del mundo descansa la noche sobre los navos oscuros y reza su rosario de lunas el viejo lobo curtido y silencioso. Palomas de las msicas vagabundas picotean los fanales encendidos. Tu recuerdo ha hecho hueco en mi mano sin luz. Ah, llegar a tu cabellera rubia como a un puerto final. Atracan los astros y detrs de los grandes murallones de sombras luces multicolores se roban las miradas y las estrellas son afnicas como la voz de la violinista tuberculosa cuya tos en el bar es obligatoria. El alcohol anda en zancos y las mujeres canallas Pasean su olor a polvo y su cansancio. En todos los puertos del mundo hay alguien que est esperando. Hasta muy cerca de los navos salen los patios y entran por los odos de los marinos. Un sabor dulce, un amargo sabor. En todos los puertos del mundo hay vagabundos como yo que asoman al asombro lejano el corazn, como un barquito en la mano. Hay una calle, larga borrachera, pedazos de noche dispersada y cuando llega el alba roja y con su clarn revuela pjaros alucinados, en todos los puertos del mundo hay alguien que est esperando.
LA CALLE DEL AGUJERO EN LA MEDIA Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad y la mujer que amo con una boina azul. Una calle que nadie conoce ni transita. Yo conozco la msica de un barracn de feria, barquitos en botella y humo en el horizonte. Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad. Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar ni los labios sesgados sobre un viejo cantar ni el affiche gastado del grotesco armazn telaraa del mundo para mi corazn. Ni las luces que siempre se van con otros hombres de rodillas desnudas y de brazo tendidos. Tena unos pocos sueos iguales a los sueos que acarician de noche a los nios queridos. Tena el resplandor de una felicidad Y vea mi rostro fijado en las vidrieras Y en un lugar del mundo era un hombre feliz. Conoce usted paisajes pintados en los vidrios y muecas de trapo con alegres bonetes y soldaditos juntos marchando en la maana y carros de verdura con colores alegres? Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera y mi alma tan lejana y tan cerca de m y riendo de la muerte y de la suerte y feliz como una rama de viento de primavera. El ciego est cantando. Te digo, amo la guerra. Esto es simple, querida, como el globo de luz del hotel en que vives. Yo subo la escalera y la msica viene a mi lado, la msica.
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Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda. Alegres en lo alto de una calle cualquiera, alegres las campanas con una nueva voz. T crees todava en la revolucin y por el agujero que coses en la media sale el sol y se llena todo el cuarto de sol. Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad, una calle que nadie conoce ni transita. Slo yo voy por ella con mi dolor desnudo, slo con el recuerdo de una mujer querida. Est en un puerto. Un puerto? Yo he conocido un puerto. Decir: Yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.
COSAS QUE OCURRIERON EL 17 DE OCTUBRE El automvilL se lanz a la carrera con un ronquido impresionante. El Intendente visit esta tarde los barrios obreros hmedos y rencorosos. A los 20 aos slo creamos en el arte, sin la vida, sin la revolucin. Volveremos a las usina, al olor de la multitud y los descarrilamientos. A las 5.7 estall una bomba frente al Banco de Boston. A las 5.17 el tranva cay al Riachuelo. El Restaurant Reis queda en Ro de Janeiro. Nise o Nice, se llamaba la mujer de Mario Magalhaes? El tranva escapaba por el morro la oruga tierna, luminosa. Pero al fin se dio vuelta en el recodo y se perdi. Y as se perdi y as se pierde casi todo en el mundo. Cuando volv mis viejos compaeros haban desaparecido. Los nios juegan en la alfombras y ellos no saben nada; por los ojos les entra la pgina del Veo y Leo. ("Fuego, fuego! La casa se quema. Vienen los bomberos"). Los enanos juegan en los calveros de los grandes bosques. HA hecho de mi querida una verdadera camarada. Me bebo un seco de Gordon, bailo un blues, me enamoro de algunas chimeneas y me ro de los millonarios. El pobre hombre dijo cuatro palabras y cay muerto acribillado. El coronel entreg personalmente 5 pesos a cada soldado. Le haban dicho: "Maana, al alba, ser usted fusilado". Los otros condenados aullaron agarrados a las rejas. Tres nias de la Sociedad van a ser presentadas al Prncipe de Gales. El Parque amaneci cubierto de preservativos. Josefina II ha pasado recin como un silbido. Se acercar al muelle y las lindas muchachas bajarn, de sombrilla. Qu macanudo! ("Fuego, fuego! La casa se quema. Vienen los bomberos." "Sof. Cama. Sopa. Cada nabo soso. La bola va sola.") El hombre fusilado debe estar ya medio destruido en la Chacarita. Amrica Scarf le llevar flores, y cuando estemos todos muertos muertos, Amrica Scarf nos llevar flores.
BLUES DE LOS PEQUEOS DESHOLLINADORES TE ACUERDAS de los turcos vendedores de madapoln? Y de los muecos de trapo quemados en la noche de San Juan? Te acuerdas de los pequeos deshollinadores y de los negros candomberos y de m que en las tardes de lluvia detrs de los vidrios miraba el paisaje cado en la zanja? Te acuerdas del muro del da escalado, ardido, mordido como una fruta? Te acuerdas de Mara Celeste? Pues hoy Mara Celeste es una prostituta. Te acuerdas de la tienda fresca, violeta, rosa y el torcido y verde farol? Pues Juan el Broncero es hoy un ladrn.
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Te acuerdas de los pequeos deshollinadores oscuros, oscuros? Pues hoy los pequeos deshollinadores son hombres maduros que gritan en las cantinas escupen polvo en las negras fbricas y aguardan las yiras fugaces en los baldos y en las esquinas.
LOS NIOS MUERTOS ("Por la Casa de Campo y el Manzanares quieren pasar los moros. No pasa nadie!" No pasa nadie, no, no pasa nadie, slo pasa la muerte que va a buscarles.) MURIERON como todos los nios sin preguntar de qu y por qu moran. A las 10 de la noche los aviones negros arrojaron bengalas como en la verbena. Al espa que hizo seales desde una ventana le agujerearon el crneo. La muerte, con traje de luces, dio varias vueltas por la ciudad. A las 10 y 2 minutos un estruendo redondo sigui a cada silbido. Los tranvas se lanzaron a la carrera y un espacial azul agonizante. El primer muerto falso fue un maniqu desvelado amarillo. Todos los grifos de la ciudad fueron abiertos, todos los vidrios se arrugaron. El espa apretaba en su mano un plano del Museo y un trabuco. En las mansiones incautadas los seores de los leos parecan decir: "No nos dejis". Los periodistas extranjeros hicieron cola para ver a la primera seorita muerta. Los pianos cerrados de pronto con el ruido del fretro desplomado, el olor del jardn mezclado al del humo y la carne chamuscada, el hombre que precisamente a esa hora va en busca de la comadrona, la estatua sin cabeza con un letrero que deca Peluquero de Seoras, el ladrido de los perros ms solo que nunca al fondo de los corredores, todo pas rpidamente, como en el cine, cuando an se oa el zumbido de la avispa gigante. Los nios muertos por juguetes, asesinados por grandes mecanos armados, con los que ellos soaban cada noche, fueron recogidos al alba sin mercados, sin mscaras sueltas, sin churros, sin canciones (fue la primera vez), sin caballos blancos, sin manicuras, sin timbres de relojes,entre ambulancias, linternas, sbanas, delegados del gobierno, funebreros y vrgenes llorando. La sangre de los primeros nios muertos corri toda la noche. Cada nio tena un nmero sobre el pecho, el 7, el 9,el 104, el 1, pero la sangre corri y se hizo ro y fue una sola entonces, la primera que corri por los canales del sobresalto y el rencor. En la tierra por ella regada en la noche creci la rosa de la plvora, la rosa que hoy vigila las puertas de Madrid y cuando se acerca la avispa lanza contra ella sus furiosos ptalos junto a los hombres que sonren, a nuestros bravos soldados que sonren porque saben por qu pelean y mueren.
LOS VOLUNTARIOS ("Puente de los Franceses, nadie te pasa, porque los milicianos qu bien te guardan!" Qu bien te guardan, s, qu bien te guardan, cubiertas de ceniza la madrugada.)
NO PREGUNTARON Vinieron de tierras subidas a los mapas. Segn la latitud agrias o dulces, duras o fraternales. Oh viajeros, con puales, con rosas, fotografas de jefes queridos, de nios solos, lugares y muertes.
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No preguntaron. As vinieron, nadie los llam. Un da llegaron a morir en los muros de la ciudad sitiada, de la que slo vieron sus orillas. No preguntaron. Tan delicadamente! Qu aristocracia popular, qu seores de la sangre y qu ilustre morir cuya herida explicaba el secreto de la plvora. No preguntaron. Ellos, los hombres de la primera columna voluntaria, no preguntaron cmo va el museo? dnde estn las mujeres y las coplas? cmo se come aqu? dnde est la taberna? cmo se va a la catedral? dnde est el cementerio? ni cualquier otra cosa que pregunta un viajero que conoce la sed, el hambre, el mundo. No preguntaron.
LOS OBUSES (1) Una muerte, la muerte, se alimenta a la noche de cadveres suyos. Olor dulce, horroroso, que fermenta la plvora, su digestin violeta se acompaa de estruendo. Por la maana un viento desprevenido lleva la muerte vomitada por la boca redonda. Son los obuses. Cargados de relmpagos, navajas, ambulancias, sobre una soledad de evacuacin distante pasan rozando las ltimas veletas de enloquecidos gallos ciegos ya silenciosos, pasan sobre negocios llenos de nadie buscando un hospital y el corazn de un nio. Son los obuses. Cargados de mentira, de miseria, de metralla, como una enorme M de miedo y muerte oscura. Son los obuses. Yo vi el rbol desnudo, el foco abierto, la reventada piedra, el vidrio herido, la sangre todava como no se ve nunca en los museos ni en los teatros. Son los obuses. Son las panteras del aire desatadas que vienen de la selva de acero y plvora amarilla, la muerte hecha pedazos buscando la inocencia y su paloma. Son los obuses. Una mitad de novia contra el balcn ardido, Sus manos, ya lejanas, estrelladas, perdidas, estrelladas; luego la masa sola del nio y el caballo, la muerte por la boca redonda vomitada. Son los obuses.
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Todo pareci quedar en orden pero era terrible. Dos manos cortadas dentro de una guitarra, un tiesto en el sombrero de novia, un rbol en el cuarto, las fotografas sin el menor rasguo prolongando la falsa vida de los parientes, el recuerdo de la Exposicin, Joselito, Lenin, todo mezclado al olor del relmpago. Esa tremenda mancha en la pared como un ladrido pintado, como un ladrido de perro enfermo y solo, ese caballo de madera orgulloso, intacto, llevado a la ms alta ruina por el viento de los obuses. Donde nacieron los pequeos, donde velaron a los muertos -cuando era posible morirse con las manos juntas-, donde crecieron las telaraas y se fueron inclinando a la tierra los ms viejos, donde yace el corazn, el reloj del hogar que vio pasar los das y los rostros, all no es posible ver otra cosa que el vaco, el primero y ms firme cimiento de una casa. Ya pasaron viniendo del Oeste y he aqu su obra -ni el tiempo la hubiera hecho tan perfecta-, muchos otros muros no ceden pero ste se cay de pronto como una encina demasiado vieja, el mismo aire del obs que pasa enloquecido la hubiera derribado. As cay, as cayeron con l las buenas gentes, las palomas, la veleta, y el sol que estaba entonces dorando los canarios. La noche de ceniza se hizo sobre la casa, de sbito cubri los restos, las cosas que quedaron. As fue, mientras nuestros bravos soldados combaten en la cintura de la ciudad maravillosa. Muertos sin hospital, sin velatorio, sin entierro; muertos annimos, s, pero amados, es por vosotros que nosotros vivimos para esperar que crezca la flor nueva del mundo, en vuestras ruinas.
EN EL PUERTO A una seal dejaron de moverse las gras, el pjaro de hierro pleg sus alas grises y en los oscuros barcos de los pases slo se oa el plido rumor de las garas. En cercanas recobas de reverberos crudos, de speros impermeables y cscaras de fruta, comen agrios pescados los marineros rudos. Rasca un violn insomne la joven prostituta. Sus dulces nombres mecen las barcas de la orilla, sin carbn, sin aceite, sin gua, sin destino. De los amplios galpones llega el olor del vino. La fugitiva rata corre a la alcantarilla. Ya sus perros de niebla lanza el viento en el puerto. Rondan los barcos mudos invisibles gaviotas. Los mascarones suean con ciudades remotas. Llueve sobre la gorra del marinero muerto.
EL ENTIERRO DE LA GAVIOTA Salud las viejas barcas! Deja el crimen que el ciego relata junto al rgano con araas dormidas. Ya est podrida, muerta, la pobre estrangulada. Eh, t, dile al patrn que venga con nosotros.
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Dnde enterrarla, en qu fina tumba del aire? Ella, que am partidas y retornos y tuvo esa delicadeza de morir en la proa donde los mascarones cayeron para siempre. All donde estn ellos descansando, entumidos, verdes, hinchados, rgidos, de pie, como los ngeles. En el fondo del mar donde est la botella Con el mensaje ltimo, de misteriosa cifra.
BLUES DEL BARCO ABANDONADO A Evita Botana AQU estoy desde el da en que var la rosa. Nadie podr saber quin distrajo su rumbo. Aqu fui destruyndome y hoy, casi vuelto al rbol, slo la fiel madera permanece en su forma La tempestad me trajo del pedrusco y el limo que arrebat al secreto de las aguas atroces. Los nufragos partieron y el capitn, sin novia, qued en los arrecifes lejanos del olvido. Cuando la luna saca mi mascarn a flote la aventura vaca se puebla de recuerdos, donde en el remolino de las ondas amargas una paloma besa la frente de la noche. Vuelvo a ver hondos puertos de carbn y de sal, tiestos en la ventana del aduanero triste, y oigo los acordeones que en los barcos de sombra dicen dulces Italias en nostalgia de mar. Vuelvo a ver marineros que cantan en las fondas, deliciosos tatuajes con nombres de mujeres, la cajita de msica y el pontn fatigado en donde el ngel vela su sueo de gaviota. Vuelvo a ver horizontes de aldeas sumergidas, lavanderas que lloran a los maridos muertos, callejones con fondos de silueta de ahorcado y el muelle, cuando atracan las ratas perseguidas. He bordeado la isla de florida fragancia la tarde en que me vieron pasar los pescadores. Yo iba a recoger a sus hijos perdidos en el feroz remanso que devor la balsa. Vencedor de la niebla, timonel del ojo astuto, por los ros famosos cargu placer y pena, alegres contrabandos de amores fugitivos, el jugador fullero y el leador oscuro. Ni los soles tremendos ni la bruma enervante consiguen abatir mi esqueleto solemne. Slo turban la paz de mi prisin mecida los asaltos furtivos de los nios salvajes. Quisiera ser un puente, un andamio, un refugio en la lluvia o el fretro de los exploradores. No estar aqu tumbado, deshabitado, eterno. Quisiera ser el arca del ltimo diluvio. A veces desde el tiempo, por la playa desnuda viene Mary Celeste. Su adolescencia errante bajo la Cruz del Sur se tie extraamente y me contempla, solo, desierto de la espuma. Su clara aparicin me hace amar esta orilla, el otoo mojado y mi antigua congoja. Entonces un albatros nace en alguna parte, y se torna dorada mi magnfica ruina.
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EL CEMENTERIO DE LOS TRANVAS (Loria y Carlos Calvo) En un galpn enorme -donde estuvo la fbricaese armazn oscuro con el techo llovido, cual carros amarillos que mascaritas plidas de extintos carnavales ahora habitaran, duermen, esperan qu? los vacos tranvas, esquelticos, sucios. Los miro y los comprendo. Como ellos, as fueron arrumbados un da, por inservibles, hijos del bblico dolor, los nevados obreros, las mquinas vencidas, los juguetes usados por nios que partieron, los tristes jubilados y los gorriones muertos, fotografas borrosas, viejas cartas de amor. Una esquina en el barrio, tristona y pintoresca como un destartalado, gris, espectral teln, cayendo en un teatro de suburbio sombro, cuando todos han muerto, sin el apuntador Y ah estn, los saludo, la calle solitaria, esta noche y los rboles del otoo que hablan, con su sombra, un dialecto que slo entenderan Chaplin, los faroleros, las gaviotas y vos.
EDGAR POE Peter Brueghel, Iernimus Bosch, y Patinir, Goya y Petrus Borel lo hubieran comprendido (quin dijo que el delirio de la razn engendra monstruos?). La sociedad de los Rotarios, los linchadores de negros y de rosas, los verdugos de nios y de sueos le daban asco y l beba, para olvidar?, cuando an no existan las letras de los tangos tristes.
BAUDELAIRE Fue un profeta y vislumbraba el siglo en que la accin fuera hermana del sueo y reinvent la poesa, una manera de recordar que el poeta es un hombre al que a veces agobian la incomprensin, el barro, el alquiler, la luna. Pero l fue poeta, inmenso como un ro. Un ro puro impuro que arrastr lgamo y estrellas.
RIMBAUD Pero por qu muri all en Marsella tan cerca de la luz atrevida del muelle, la Canabire, la sopa de pescado, las rosadas mujeres de la feria y el viejo olor que viene de los barcos sin confesar dnde enterr la poesa -como a un pjaro loco-, en qu baldo, en qu lmpara pura, en qu ventana, en qu lluvia crecida con violetas? Donde el futuro est esperando
EPITAFIO PARA LA TUMBA DEL POETA DESCONOCIDO Fue un poeta de su vida y de la vida. Porque adems del dilogo del hombre con su tiempo la poesa es un estado de nimo,
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fue siempre el suyo un vago amar y sentir y esperar no se sabe qu cosas: y no pudo escribir ni un solo verso. La muerte, la inquirida "Ta de las muchachas", Se lo llev una tarde de azul desprevenido. Muri de inanicin, como Meg Merrillies, la que en vez de cenar contemplaba fijamente la luna sobre el bosque. Tanta es su soledad que el olvido se toca
DESPUS DE LA MUDANZA El nio triste mira con asombro el patio donde haba cielo. La marca que dej en el muro la fotografa de la boda. El sitio donde estuvo el piano (su msica, como la lluvia). La ventana donde el otoo daba su luz a los malvones. Y cmo la ver un da, vaga, distante, en el recuerdo? La carta que cay del mueble como una hoja del tiempo.
LA MUERTE DE LA MUECA PINTADA ("Todo el mundo est siempre tironeando de una. Todos parecen querer un pedazo de una. MARILYN MONROE.) TODOS la tironeaban. Hollywood le arranc el pedazo ms grande. Slo quedaba de ella el corazn -Un Desolado Corazn-, la lluvia prdiga de su cabellera, la ltima claridad de su mirada y una calle de infancia y abandono. Construida en la fbrica de sueos se rompi como un sueo rodando en pesadilla al csped donde yacen los gorriones cados y el verano. Y fue el tocante Rquiem para una Marilyn: Los extras acunaron la muerte de la estrella con un terrible blues de lgrimas oscuras.
LOS SUEOS DE LOS NIOS INVENTANDO PASES "Cuando paso frente de un local donde exponen pinturas de nios, sigo de largo." Batlle Planas Porque el nio conserva todos los libres bros de la invencin, baraja sus monstruos increbles y sus enloquecidos ngeles. La brbara inocencia sin prejuicios de la primera pureza y el esplndido caos, el delirio de la razn, la fantasa. El nio es el primer surrealista. Y crece es hombre, y sigue viviendo ms no sabe y quien lo lleva adentro as lo ignora. A veces, de manera sutil, eso supongo, en cada acto adulto la infancia nos vigila -una voz, un suceso rotundo, familiar, una lmpara, una paloma herida con mensaje-. Todo hombre en el final minuto de su invierno
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piensa en algo lejano cuando muere. Y la muerte es el ltimo pas que el nio inventa.
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