La Masculinización de La Histeria - Ricardo Moreno

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La masculinizacin de la histeria: ambigedades etiolgicas y sexuales de una patologa

Fredy Ricardo Moreno Cha1


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Resumen: Este artculo sita histricamente el surgimiento de la histeria masculina en el discurso mdico, e intenta mostrar que Freud, siguiendo a otros autores, introduce una resexualizacin de la histeria en dos perspectivas distintas: su feminizacin en el plano descriptivo y su masculinizacin en el plano etiolgico. Palabras clave: Histeria, histeria masculina, tero, hipocondra, etiologa, trauma, herencia, sntomas histricos.

Introduccin
Existe una psicopatologa exclusivamente masculina? Nuestra pregunta sugiere como contrapartida la histeria, comprendida por siglos, como una afeccin radicalmente femenina. Habra acaso algn equivalente patolgico para el hombre? La hiptesis que intentamos ordenar considera que hubo por siglos un reparto sexual de la patologa con relacin a dos trastornos, la histeria (mujer) y la hipocondra (hombre) que fue reordenndose en funcin de la razn etiolgica, hasta llegar a constituirse la histeria masculina. Freud hace parte de esta historia, realiza un gesto subversivo, no tanto por seguir la idea que considera la existencia de la histeria masculina, sino por plantear una etiologa sexual de este padecimiento, en un plano distinto al de la genitalidad2. El propsito de este artculo, es situar histricamente el complejo debate en relacin con la histeria masculina, el cual nos representamos del siguiente modo: el posicionamiento de la histeria masculina es concomitante en el orden mdico de un proceso en apariencia de desfeminizacin y de-sexualizacin de la histeria que iniciado en el siglo XVII, alcanza su pinculo en el siglo XIX con Charcot responde a un desplazamiento orgnico de la etiologa que va de una parte del aparato genital femenino (tero u ovario) al cerebro. La entrada de

1 Psiclogo. Psicoanalista. Magister en Investigacin psicoanaltica. Profesor de ctedra del Departamento de Psicoanlisis de la Universidad de Antioquia. Profesor del programa de psicologa de Uniminuto. Miembro activo del grupo de investigacin de Estudios sobre Juventud de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. 2 Nuestros avances en este artculo se detienen en el momento histrico en el que Freud es influenciado por Charcot, momento en apariencia de-sexualizante de la histeria. Sabemos que desde all Freud comienza la elaboracin de sus propios puntos de vista acerca de la histeria, y con ellos, de una nocin particular de sexualidad distinta de la genitalidad, encausados en particular por su propio trabajo clnico, su trabajo con Josef Breuer y sus discusiones con Wilhelm Fliess.

Freud en este debate se producir en un momento charcotiano particular. Por paradjico 3 que parezca, es el momento de una especie de re-sexualizacin de la histeria en dos perspectivas distintas: por una parte la feminizacin de la histeria en el plano descriptivo y por otra, la masculinizacin de la histeria en el plano etiolgico que llevar, en contra de lo que suele decirse, al establecimiento de la histeria viril como paradigma de toda histeria. Nuestro desarrollo comprender tres momentos: en primer lugar una exposicin del reparto sexual de los trastornos (la histeria y la hipocondra), para en un segundo momento arribar al establecimiento de la histeria masculina en la historia de la medicina y luego, concluir haciendo referencia al proceso de re-sexualizacin en los dos planos que ya enunciamos.

Histeria e hipocondra: el reparto sexual de la enfermedad


Desde el siglo III a.C. y hasta el siglo XVII C. sin suponer un reemplazo absoluto de concepciones la histeria fue comprendida como una enfermedad femenina, en la medida en que se concibi, etiolgicamente, como efecto de desrdenes uterinos. El tero, segn Pitgoras, posea las cualidades propias de los animales, esto es, movimiento espontneo y sensibilidad. Deseoso de satisfacer sus deseos genitales, esta mvil pieza anatmica asediaba a su portadora migrando en el interior de su cuerpo. Las funestas consecuencias de ese peregrinaje uterino las encontramos referidas en El Timeo de Platn, en los siguientes trminos: () la matriz y la vulva no se parecen menos a un animal ansioso de procrear; de manera, que si permanece sin producir frutos mucho tiempo despus de pasada la sazn conveniente, se irrita y se encoleriza; anda errante por todo el cuerpo, cierra el paso al aire, impide la respiracin, pone al cuerpo en peligros extremos, y engendra mil enfermedades () (Platn, 1983, p.262). Lo que este texto refiere, concierne a la sintomatologa de la histeria, cuya forma ms completa corresponde a la gran crisis que, dicho en un lenguaje ms moderno, se caracteriza por paroxismos, sensaciones de ahogo, vmitos, palpitaciones, disnea, cefalea, pesadez, somnolencia, hasta llegar a producir convulsiones epileptoides con o sin prdida de la conciencia. Esta sintomatologa fue explicada despus de Platn, sin grandes diferencias, como producto de la ascensin de la matriz, una bola globus hystericus que se desplaza desde el vientre hasta la cabeza pasando por el epigastrio, el trax y el cuello. Una concepcin que determin por mucho tiempo los tratamientos de la afeccin histrica, que consistan, en gran parte, en amaestrar a esa bestia indcil con fragancias, sahumerios y fricciones vaginales y que, como llamados afectivos, buscaban hacer retornar al brioso animal a su apacible lugar (Chauvelot, 2001). Llamaremos pues, uterocntrica, a esta perspectiva explicativa de la histeria que por su fundamento anatmico niega la existencia de la histeria masculina. En otras palabras, desde esta perspectiva la histeria masculina es una imposibilidad lgico-anatmica.

Antes de pasar a examinar la transformacin operada sobre esta clsica concepcin de la histeria y sus relaciones con la hipocondra, es necesario entender de manera general el estatuto clsico de este segundo trastorno. Los antiguos griegos llamaron hipocondra al conjunto de sntomas provenientes de dolencias digestivas combinados con melancola, a los que consideraban provenientes del hipocondrio regin abdominal lateral, a cada lado de la regin epigstrica, situada debajo de las falsas costillas. Pensaban que el desorden afectaba exclusivamente a los hombres; no obstante esta exclusividad no puede atribuirse, como el caso de la histeria, a una condicin lgico-anatmica. La causa de esta dolencia era ms bien humoral. Galeno conceba
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Este hecho paradjico, es decir esta re-sexualizacin de la histeria no se corrobora en el plano general de lo manifestado elocuentemente por las fuentes, la hemos decantado a partir de seguir un mtodo particular, el de fijarnos en pequeos detalles, como veremos ms adelante.

la hipocondra como efecto de la bilis y la sangre viscosa. Sin embargo esta teora que se impuso hasta el siglo XVII tuvo variaciones que Jean Brachet (1844) ha ordenado segn cuatro grupos de humoristas. En primer lugar los humoristas puros entre ellos Galeno, Marcucius, etc., que situaron la causa de la hipocondra en la bilis negra. Un segundo grupo, el de los mdicos quimistas (Lower y otros) quienes reemplazaron la causalidad de la bilis negra por la acumulacin de sales gruesas. Un tercer grupo (Sthal, Syegward y otros) que hicieron jugar un papel importante a la vena porta y a la sangre ms o menos viscosa que ella conduce. Un cuarto grupo de autores (Atius, Paul dEgine, etc.) quienes consideraron que la corrupcin de los humores sucede por una corrupcin digestiva, del quilo y la sangre. Una nueva concepcin acerca de la histeria y la hipocondra surgi slo hasta el siglo XVII en la persona de Thomas Sydenham, quien por una parte estableci con firmeza la existencia de la histeria masculina y adems postul que histeria e hipocondra son dos nombres de una misma enfermedad que ha experimentado un doble bautizo segn el sexo del enfermo. Para comprender las propuestas de Sydenham debe observarse que son la continuacin de una lnea de pensamiento mdico iniciado en el siglo XVI.

La doble revolucin de Sydenham


En el ao 1618 Charles Le Pois (1563-1633) consider la histeria como una enfermedad cerebral primitiva (Bercherie, 1983) prxima a la epilepsia y ante todo comn a los dos sexos. Fue el primer gesto de destitucin del tero dentro del problema mdico de la histeria, que se puede leer en la siguiente afirmacin: Los sntomas histricos casi todos comunes a los hombres y a las mujeres, ellos son atribuidos por falsas razones, a la matriz, al tero, al estmago o a otras vsceras. Ellos provienen todos de la cabeza (Le Pois, apud Veith, 1965, pp. 131-132). Separada, aunque slo parcialmente, del uterismo en el que estuvo recluida por veinte siglos, la histeria comenz un periplo que la llev a ser descrita en manifestaciones sintomticas bien individualizadas y reconocidas: afecciones sensoriales, sensitivas, motoras y vegetativas. Sin embargo la idea que expona Le Pois no tuvo mucho reconocimiento en su momento y slo vino a reconsiderarse un siglo despus con autores como Willis y Sydenham. Thomas Willis (1621-1675) es el autor de Cerebri anatome (1664). Esta obra, constituye una gran contribucin a la anatoma descriptiva, pues presenta la morfologa nerviosa usando la anatoma comparada, la embriologa y la anatoma patolgica. Seguidor de la teora de los espritus animales 4 que se forman en el cerebro a partir de destilacin de la sangre arterial y que pueden descender a travs de los nervios a distintos rganos, provocando el movimiento y las sensaciones, Willis introduce la histeria y la hipocondra en la categora de las llamadas enfermedades convulsivas. El neurocentrismo inaugurado por Willis, proseguido por Thomas Sydenham (1624-1689) y Robert Whytt (1714-1766) lleva a considerar la enfermedad nerviosa como efecto de los desarreglos nerviosos y no ya, por el desarreglo de rganos como el tero. Desde entonces y an en el esplendor charcotiano, la histeria masculina fue asimilada como la prueba directa que confirmaba y reforzaba la doctrina neurocntrica de las neurosis.

Teora reconocida desde Galeno y Paracelso y que es particularmente referida por Descartes en su Tratado del hombre, especialmente en el apartado dedicado al estudio de los procesos fsicos relacionados con el sistema nervioso. Descartes seala que hay una especie de corpsculos materiales por los cuales el cerebro puede sentir los cambios del mundo fsico y promover el movimiento de las distintas partes del cuerpo a los que da en nombre de espritus animales. En el Tratado de las pasiones en el apartado dedicado a pensar Cmo se producen en el cerebro los espritus animales, encontramos que estos tienen un origen vascular; en la medida en que corresponden a aquellas partes de la sangre ms ligeras y sutiles logran pasar del corazn al cerebro por la gran arteria. Descartes llega definirlos del siguiente modo: Porque lo que yo llam aqu espritus no son sino cuerpos, que no tienen otra propiedad que la de ser cuerpos muy pequeos y la de moverse muy deprisa, como las partes de la llama que sale de la antorcha de modo que no se detienen en parte alguna, y que a medida que entran unos en las cavidades del cerebro, salen otros por los poros que hay en su sustancia, lo cuales los conducen a los nervios, y de all a los msculos () (Descartes, 1994, pp: 88-89). Las partes menos sutiles de la sangre, siguen otras ramificaciones que irrigan el resto del cuerpo.

Sin embargo, el autor mayormente reconocido en la tarea de romper el error de superposicin entre histeria y mujer es Thomas Sydenham apodado el Hipcrates ingls. Su innovacin es doble, pues a la vez que realiza la ruptura sealada, efecta la sntesis entre histeria e hipocondra, a las que trata como una misma enfermedad: hipocondra para los hombres afecta a aquellos que se entregan al estudio y llevan una vida sedentaria-, e histeria para la mujer de la que slo estn exentas aquellas acostumbradas a una vida dura y laboriosa (Sydenham, 1816, p.65). De este modo no se trata de un rgano particular, sino de hbitos, de prcticas cotidianas, que afectan el sistema nervioso. Como la ms frecuente de las enfermedades crnicas, la histeria se presenta bajo formas distintas, como un camalen que vara sin fin sus colores, e imita a otras enfermedades afectando cualquier parte del cuerpo, sin seguir alguna regla. Al cotejar los componentes sintomticos de la histeria y la hipocondra, Sydenham encontraba una gran semejanza entre ambas enfermedades (Sydenham, apud Bercherie, 1983, p.24). Acua as, en la historia de estos trastornos nerviosos, una especie de doble identidad sexual de la misma enfermedad. Por otra parte, a diferencia de otros autores, reconoce la preponderancia de los elementos psicolgicos comprometidos en la enfermedad y, sin desconocer los corporales, afirma que la histrica como el hipocondraco aunque extremadamente enfermos del cuerpo, ellos lo son an ms del pensamiento (Sydenham, 1816, p.74]. La desesperanza, las ideas tristes y la creencia en que toda suerte de males les persiguen, distingue el estado de estos enfermos entregados a la clera, a los celos, a la sospecha, a las pasiones violentas, al auto-tormento y la afliccin. Una consecuencia importante de los hallazgos de Le Pois: ya no sern las migraciones del tero uteri prfoctioni las que provoquen la complejidad sintomtica de la histeria. En adelante se hace intervenir una nueva etiologa para los dos trastornos. Sin embargo, hay que sealar que el modelo etiolgico postulado por Sydenham conserva la condicin migratoria del modelo antiguo, pero haciendo participar a un agente distinto al tero, esto es, a los espritus animales: un desorden o movimiento irregular de los espritus animales los cuales se comportan impetuosamente, y en ms grande cantidad sobre tal o cual parte, y causan los espasmos, dolor, y trastornan las funciones de los rganos tanto aquellos que abandonan como aquellos en que se asientan () [Por el desorden de estos espritus animales devienen estas agitaciones del alma propias de las mujeres histricas y los hombres hipocondriacos]. () los espritus que se encuentran acumulados en el vientre, se lanzan sobre los msculos de la faringe y la laringe, produciendo los espasmos en toda la extensin que ellos recorren, y causan en el vientre una hinchazn que parece una gran bola, y que sin embargo no es otra cosa que un efecto de la convulsin de las fibras, las cuales no tienen ms que echarse con mucha impetuosidad sobre las partes situadas debajo de la cavidad del corazn, y causan las contracciones espasmdicas (Sydenham,1681, p.77-80). Estos postulados presentados por Sydenham, tendrn tantos adeptos como crticos; muestra de que la postura neurocntrica, con lo innovadora que pudiera ser, no haba puesto fin a la clsica postura uterocntrica. Entre sus seguidores se encuentra Robert Whytt quien acua el concepto de trastornos nerviosos, en el que agrupa, siguiendo a Willis y a Sydenham, a la histeria y a la hipocondra, es decir, una misma entidad para la mujer y para el hombre. Este reparto se contina hasta la obra de Boissier de Sauvages (1706 1767), quien en su tratado de Nosologia Metdica (1763), expresaba que tanto la histeria como la hipocondra se presentan en ambos sexos y que su asociacin es poco frecuente. Christoph W. Hufeland (1762-1836) uno de los principales representantes del vitalismo alemn, continuar este punto de vista al considerar que la histeria y la hipocondra constituan dos formas de una misma enfermedad cuya causa

prxima es un aumento y una anomala patognica de la sensibilidad en el sistema nervioso, y sus causas remotas, la debilidad de los nervios y la irritacin (Hufeland, 1842, p.27-28).

Los contradictores de Sydenham


La oposicin a las ideas Sydenham se puede clasificar segn su doble innovacin, entre aquellos que deseaban perpetuar la explicacin uterocntrica y aquellos que apelaban por una separacin de la hipocondra de la histeria o por una mixtura de ambas. La segunda alternativa se refleja particularmente en la posicin de William Cullen, quien como se sabe, en 1775 acu el concepto de neurosis para designar todas las enfermedades de los sentidos y la mocin sin fiebre y sin lesin localizada, que no dependen de una lesin tpica de los rganos y que se desprenden de una disfuncin ms general del sistema nervioso (Cullen, 1802, p.65-66). Este autor, que opone la histeria y la hipocondra como dos neurosis, retoma respecto a la histeria la teora uterina. De este modo, en contra de Sydenham, se esfuerza en reintegrar la relacin entre histeria y tero hacindola una neurosis de carcter convulsiva, afeccin simptica producida por una lesin genital femenina, bien diferenciada de la hipocondra, afeccin sta, en cambio, cerebral, idioptica, comn a ambos sexos. La aparicin de la nosografa mdica apoyada en las consideraciones taxonmicas de Linneo (1707-1778) quien por su parte cre una clasificacin de las plantas tomando como principio una base sexual- constituye el momento en que la histeria es asignada a categoras distintas. Sin embargo la clasificacin no hace ms que perpetuar las viejas nociones; este es el caso de Villermay, quien se opone radicalmente a Sydenham y clasifica a la histeria entre la clase neurosis, el orden vesanias, el gnero de las neurosis de la generacin y en la especie neurosis genitales de la mujer. Como puede notarse la exclusividad femenina de esta neurosis es ratificada en una clasificacin (nosografa) ms sofisticada. En el Tratado de las enfermedades nerviosas o vapores escrito por este autor en 1816, puede verse la adhesin al uterocentrismo en los sinnimos que da de la histeria: Histertia, histericia, histericismo, histeralgia, pasin y afeccin histricas, afeccin uterina, sofocacin de matriz, estrangulamiento del tero, mal de madre, vapores histricos, ascensin de la matriz (Villermay, 1816: 1). Por otra parte, l mismo no dud en diferenciar la histeria de la hipocondra y en reprocharle a Sydenham el haberla confundido e identificado con la hipocondra y la melancola. Los puntos de crtica son en parte lingsticos, ya que la palabra histeria guarda en s misma una referencia exclusiva a la mujer, y no a los dos sexos 5. Pero no slo es el uterocentrismo lingstico, sino tambin descriptivo de los sntomas, lo que Villermay emplea como fundamento de su crtica. As, tras la exposicin de un caso de aparente histeria masculina en el cual el paciente, despus de un estado convulsivo se queja de nuseas, dolor de estmago, y de una suerte de bola que pareca rodar desde el epigastrio hasta el cuello, nos ofrece dos argumentos para negar el diagnstico de histeria: en primer lugar el hecho de que esta bola no se desplazara desde la regin hipogstrica sino desde el estmago hasta el cuello y, en segundo lugar, el hecho de que su causa [fuese] extraa al dominio de los rganos reproductores (Villermay, 1816, p.8). Un argumento que ciertamente reclama una relacin directa entre los rganos sexuales y la sintomatologa y que se hace ms evidente en la respuesta que este autor expresa ante otro caso de aparente histeria masculina. Es el caso de un adolescente de 16 aos con una sintomatologa muy variada: dolores en el nivel inguinal, violentas erecciones en contra de la propia voluntad, ideas obsesivas de carcter lascivo, fiebre ligera, espasmos horribles que se extiende desde la regin del pubis hasta la espalda, con palpitaciones del corazn,
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Las crticas a Freud y a su idea acerca de la existencia de histeria femenina, que expuso (tal como veremos ms adelante) tras su regreso de Pars en 1886, se establecen en parte, segn dice Freud, sobre este prejuicio etimolgico. Una vez retado por su maestro Meynert a presentar un caso de histeria masculina, Freud comenta que: Uno de esos mdicos, un viejo cirujano, me espet directamente: Pero, colega, cmo puede usted decir tales disparates? "Hysteron" (sic!) significa "tero". Cmo podra ser histrico un varn? (Freud, 2006f, p.15).

estrechamiento de la garganta, dificultades en la respiracin, sncopes, adormilamiento, movimientos convulsivos de las articulaciones, depresin, etc. Ante este caso Villermay se pregunta: Esta observacin es una verdadera histeria? Y aunque los sntomas que comprometen los rganos sexuales pueden corroborar este diagnstico, sin embargo responde tajante y negativamente, puesto que la matriz no existe en el hombre! (Villermay, 1816, p.9) En otras palabras, si bien los sntomas pueden ser anlogos a los de la histeria femenina, no son idnticos, en la medida en que: () no pueden depender de la irritacin de un rgano que no existe en el hombre () La histeria es una afeccin del tero, y como todas las enfermedades de este rgano, ella no puede ser observada ms que en mujeres. Por la misma razn slo el hombre est expuesto a las afecciones especiales del testculo, de la verga y la prstata (Villermay, 1816, p.11). De otra parte, Villermay es menos prolfico con respecto a la hipocondra, y al igual que JeanLouis Brachet (1789-1858) ubica la causa en el sistema nervioso que inerva el sistema digestivo. Y es que con la hipocondra se produce un traslado de la etiologa, motivado por los descubrimientos posibilitados por el mtodo anatomo-patolgico y fisiolgico. Con estos mtodos, muy otras sern las explicaciones a la hipocondra, sin llegar a afirmar que las teoras humoristas referidas ms arriba desaparezcan. En realidad el humorismo parece un recurso auxiliar frente a los lmites del mtodo de anatoma patolgica. Brachet comenta que Los anatomo-patologistas (sic) ms ardientes, no pueden encontrar en las alteraciones de los rganos, la razn de todo aquello que desean saber, interrogan la sangre y los otros humores y justifican un poco el antiguo humorismo (1844, p.203). Este autor crtica haber centrado la fuente de la hipocondra en las partes del bajo vientre y de las vsceras all concentradas, y llama la atencin por el descuido psicolgico de este trastorno de la alteracin funcional del encfalo que implica la perversin de la imaginacin: las lesiones de las facultades intelectuales, son dice Brachet- indispensables de esta enfermedad. Sin ella no hay ni puede haber hipocondra. Nosotros consideramos que esta perspectiva, que contina la de Sydenham en lo atinente a la hipocondra, desvincula a esta enfermedad del campo de los fenmenos digestivos que antes la caracterizaban, para hacerla una enfermedad de carcter nervioso. Pero cmo era comprendida esta correlacin etiolgica entre el aparato digestivo y el cerebro? El concepto base de la explicacin es el de irritacin de los rganos. Existe una especie de modelo correlativo de la irritacin de los sistemas, y as como se hace depender la histeria del aparato genital, se hace depender la hipocondra de una predisposicin a la irritacin cerebral, desencadenada por una enfermedad gstrica, una irritacin intestinal, como por ejemplo la gastroenteritis (Broussais, 1828). As, la irritacin de las vsceras tiene un efecto en el cerebro, que al mismo tiempo posee una predisposicin a la irritabilidad. Sin embargo, el hecho de relacionar las afecciones gstricas con una predisposicin a la irritacin cerebral, no convence a aquellos autores, caso Brachet, que por otra parte y de una manera radical, tienden a centrar con exclusividad la fuente de la hipocondra en el sistema nervioso. Como puede verse la variedad de propuestas etiolgicas para la hipocondra no es menos compleja que para la histeria. No obstante existe un dato que hace pareja con la caracterstica femenina de la histeria, y es que el ser hombre se considera como una especie de base predisponente para la hipocondra. En el politemtico Nouveau Dictionnaire de Medicine, Chirurgie, Pharmacie, Physique, Chimie, Histoire Naturelle, etc., escrito por Bclard y otros en 1826, puede leerse la complejidad etiologa de esta enfermedad, pero adems su relacin directa con la condicin masculina: Las causas de la hipocondra son en gran parte las mismas que las de otras neurosis: la vivienda en las grandes ciudades, en los climas templados o calientes, en un pas extranjero; la temporada del otoo, las revoluciones de los estados, las calamidades pblicas, son tantas causas predisponentes generales de esta afeccin. Es comnmente

de treinta a cuarenta aos que comienza a desarrollarse. El temperamento nervioso, el sexo masculino, una profesin sedentaria, predisponen a esta enfermedad: un cambio sbito en el gnero de vida, una ociosidad inacostumbrada, afecciones morales profundas, los excesos en el estudio, sobre todo despus de la comida, una mala salud acostumbrada, son tantas las causas que a menudo la producen (Bclard et all, 1826, p.71 Subrayado nuestro). Como una especie de consenso parcial entre tanta disidencia en relacin con la hipocondra, la condicin masculina es relacionada con la posibilidad etiolgica de este padecimiento. Hasta el mismo Villermay que como vimos, critica de modo vehemente a Sydenham, considera que la hipocondra es mucho ms recurrente en el hombre, y no en cualquiera, sino aquel sensible: () el hombre de letras, los ciudadanos entregados a los asiduos trabajos de consultorio, los artistas, los poetas, los literatos ms distinguidos, y sobre todo aquel medio de personas dotadas de la imaginacin ms ardiente o la ms viva sensibilidad () (Villermay, 1816, p. 221). Si nos fijamos bien, resulta curioso y paradjico que estas cualidades propias de la histrica arquetpica que encarna una Madame Bovary, por ejemplo, con sus rasgos de fantaseadora y sensibilidad extremas, le sean endosadas al hombre hipocondraco, sin que se explique por qu la mujer estara libre de una predisposicin que parece ser parte de su naturaleza. La mujer, dir Villermay, carece de esta predisposicin; por su organizacin delicada ella no est dispuesta a la hipocondra. As, lo que en uno es predisponente en la otra es profilctico; en todo caso () esta enfermedad afecta con ms frecuencia a los hombres [cabe decir sensibles] que las mujeres [sensibles por naturaleza] (Villermay, 1816, p. 227). En la misma lnea de Villermay, Brachet considera que la histeria y la hipocondra suelen presentarse aparejadas, complicndose una a otra. Dice en su Trait complet de l'hypochondrie: Es de esta manera que se puede explicar cmo Sydenham ha podido confundir las dos enfermedades (Brachet, 1844, p.173). Pero vemos que sus comentarios toman una argumentacin distinta cuando hacen intervenir elementos culturales para explicar la frecuencia superior de la hipocondra en el hombre. Cuando piensa en las causas por las cuales una mujer est ms propensa a la histeria que a la hipocondra, sorprende saber que no se trata de una particularidad fisiolgica, ni anatmica, sino moral, que impone sobre la mujer una particularidad nerviosa que le impide permanecer entregada a un mismo objeto de razonamiento y la hace presa de las sensaciones; contrario a ello el hombre est ms dispuesto a tareas de pensamiento. El estado de mayor sensibilidad nerviosa y de mayor impresionabilidad se desarrolla en ella y constituye su vida entera (Brachet, 1944, p.397). Su carcter intelectual se desarrolla acorde a estas caractersticas, que no la hacen propicia para trabajos que demandan mucha aplicacin y razonamientos abstractos. Es esta especie de dilacin del pensamiento, movilidad expansiva en la mujer, lo que impide que ella sea particularmente propensa a la hipocondra. Esta cualidad nerviosa propia de la mujer labrada por la moral es la que la inclina a la histeria y no entonces la posesin de un tero, o en todo caso no el tero en s mismo.

Paul Briquet: un esfuerzo ms por desexualizar la histeria


En nuestro acercamiento a los planteamientos de Charcot encontramos de gran valor las consideraciones de Paul Briquet en relacin con la cuestin de la histeria en general y de la masculina en particular. Son importantes en todo este debate, en la medida en que se oponen a la idea, incluso sostenida por Sydenham, de que la histeria es una enfermedad que no est gobernada por ninguna ley, ni por alguna regla, y por otra parte, sigue a Sydenham al afirmar que la histeria es una neurosis del encfalo en la cual los fenmenos aparentes consisten

principalmente en la perturbacin de los actos vitales que sirven a la manifestacin de sensaciones afectivas y de pasiones (Briquet, 1859, p.3). Una definicin as tiene por consecuencia, insistimos, por un lado, la universalizacin de la histeria, pero por otro lado, lleva a su de-sexualizacin desde un punto de vista genital. De hecho, la dependencia etiolgica de la histeria a la genitalidad es recusada fuertemente por Briquet. Para l, los sntomas histricos son la repeticin ms o menos trastornada de aquellos actos por los cuales se manifiestan las sensaciones penosas, las afecciones y las pasiones tristes o violentas (Briquet, 1859, p.4). Su mtodo anatomo-patolgico lo lleva a considerar que la repeticin de estas manifestaciones produce lesiones ya sea dinmicas o materiales sobre los rganos comprometidos. El tratamiento de 430 casos de histeria atendidos durante 10 aos, le aporta a Briquet el material para escribir su Tratado clnico y teraputico de la histeria. En l distingue entre causas predisponentes, es decir, la tendencia o disposicin orgnica a sufrir ciertas enfermedades, y causas determinantes, aun cuando aclara que una causa predisponente, con el tiempo, puede convertirse en una causa determinante, provocando directamente la histeria. La histeria se explicara as, por la confluencia de estas dos causas, la sola predisposicin no es suficiente, como tampoco lo son las causas determinantes que son de carcter eventual o si se quiere accidental. Un esquema etiolgico que ser retomado por Charcot. Briquet reprocha a los seguidores del uterismo (Villermay, Dubois de Amiens, Landouzy, Monneret entre otros), haber tomado al tero como la nica causa de esta enfermedad, por lo que aceptar la histeria en el hombre implicara la ruina completa de su[s] teora[s]. Por su parte a modo de refutacin al uterocentrismo, refiere una serie de casos de histeria masculina presentados por otros mdicos. De estos casos queremos destacar que son descritos tomando como referencia la sintomatologa femenina, esto es, el ascenso de una bola que en su desplazamiento desde el epigastrio hasta la garganta, con permanentes retornos, ocasiona una serie de fenmenos: constriccin del epigastrio, nuseas, vmitos, cefalea, sensacin de ahogo, sensacin de cuerpo extrao en la faringe, parlisis, rigidez de los miembros, hiperestesias, anestesias, ataques convulsivos, prdida de conciencia, prdida del habla, contracciones continuas, pero tambin espasmdicas, en distintos miembros, un sentimiento de abatimiento general al final del acceso. Ahora bien, el esfuerzo de este autor por apartarse de cualquier incidencia de carcter sexual (en sentido genital), en el orden etiolgico de la histeria masculina, parece no ser tan efectivo como quisiera. Aunque no se la ubique como una fuente causal primaria, la sexualidad, se impone de un modo al menos subterrneo. En el siguiente caso citado por Briquet y descrito originalmente por M. Bonneau en 1817, puede notarse esta presencia del carcter sexual: Ross, edad de cuarenta y siete aos, hombre pequeo, delgado y dbil, librado a la masturbacin en la infancia y ms tarde a grandes excesos con las mujeres; sufre desde hace un ao de pequeos ataques que comienzan con picor en los miembros, con malestar general; despus llega la tumefaccin del abdomen, una bola que sube y desciende varias veces en algunos minutos del vientre al epigastrio, una aceleracin de la respiracin, una constriccin en la garganta, alguna crisis y algunos suspiros, movimientos involuntarios de los miembros, y al final una sensacin voluptuosa como aquella del coito, en la verga. () El mnimo frotamiento de la camisa contra el pene provocaba los ataques ..[que].. reaparecan sobre todo en la noche (apud Briquet, 1859, p.15). Aunque hoy juzguemos esta referencia como una prueba evidente de la relacin entre la sexualidad y la sintomatologa, no obstante, ello no implicaba para el autor en cuestin, una relacin general con la sexualidad ni en lo etiolgico, ni tampoco en la parte formal de la sintomatologa. En otras palabras, no hay esperanzas de que bajo la perspectiva del mtodo anatomo-clnico, pueda deducirse una regla general puesto que la sexualidad es comprendida como un factor apenas contingente. Para ser ms contundentes, no habra por qu ceder al mpetu sexualizante freudiano y creer que en aquel momento la sexualidad llegara a ser

reconocida abiertamente como un fuerte factor etiolgico de la histeria y de las neurosis en general, pues esto suceder slo siete dcadas despus. No obstante, como hemos dicho, existen ciertos acercamientos entre sexualidad e histeria que a la vez que negados, son tmidamente sugeridos por estos autores. En este sentido no es raro encontrar aseveraciones directas que ponen en duda la relacin constante entre genitalidad e histeria, que parecen ms bien un acto de negacin frente a la evidencia. Por ejemplo despus de describir los ataques sufridos por un hombre histrico, Briquet comenta que: Se sealar sin duda que los dos ataques se produjeron cada uno bajo la influencia de causas en las cuales los rganos genitales no han jugado ningn papel, y que, adems, no se ha constatado durante el curso de la enfermedad algn accidente o trastorno que pueda ser asociado a estos rganos (1859, p.18). La expresin sin duda parece negar cualquier relacin con la sexualidad. No obstante, Briquet se ve compelido a aceptar alguna relacin al menos parcial, como se constata en este caso y tambin en aquel referido por M. Bonneau. Esto sucede tambin al comentar otro caso de histeria permanente en el cual el paciente, un tal Emile Laroche, de 29 aos de edad y de profesin cocinero, padeca una sintomatologa que afectaba particularmente la parte genital. All nos dice Briquet: La piel del escroto y aquella de la parte derecha del pene son insensibles, pero esta insensibilidad se detiene en el prepucio que goza, como el glande, de su sensibilidad normal (1859, p.19). Y luego concluye que esto no implica que los rganos sexuales hayan tenido un papel etiolgico importante: Es posible que en l los rganos genitales hayan jugado un cierto papel en la produccin de la enfermedad, pero es imposible referirles la enfermedad entera (p.20). Esta reduccin, o ms bien, esta obstinada negacin, del poder causal de la sexualidad, en otros momentos raya en lo absurdo. En otro caso, de histeria simple con ataque, el paciente de 18 aos sufri su primer ataque justo despus de un coito, a los diecisis aos y medio. Para Briquet este coito no fue, y aqu la reduccin es mayor, sino la ocasin de manifestacin de una enfermedad (una gastralgia) que exista antes. Y para cortar cualquier idea sexualizante de la enfermedad, ya sea en el orden del acto o de la anatoma, advierte que as, debe observrsela [la enfermedad] como siendo independiente de los rganos genitales (1859, p.21). Una posicin que le es constante en relacin con siete casos de histeria masculina (1859, pp.23, 26, 29, 32) en los que desestima cualquier influencia etiolgica de los genitales y de los que concluye rotundamente: que () se puede sostener que en la gran mayora de casos, la histeria en el hombre no tiene ninguna relacin con el sentido genital, y que ella le es completamente independiente (1859, p. 35). Para romper esta relacin de la genitalidad con la histeria, Briquet muestra casos en los que ciertas mujeres han desarrollado histeria en ausencia de tero. Ms an, muestra que la equivalencia mujer = tero manifiesta en definiciones como la de Hipcrates segn las cuales Mulier propter uterum condita est es errnea, en la medida en que, como l mismo ha podido apreciarlo, la falta de tero no se traduce en ausencia de mujer, pues todos los rasgos y funciones, excepto las procreativas, son conservados. Ni la anatoma, ni la fisiologa genital son pues las que puedan explicar la mayor presencia de la histeria en la mujer, en comparacin con el hombre 6: La causa por la cual la histeria afecta de preferencia a las mujeres no reside en el
6 Para el caso de la histeria y su frecuencia segn los sexos, Briquet considera que la relacin de las mujeres afectadas en comparacin con el hombre es de 20:1, aun cuando se discuta la etiologa de la histeria, entre aquellos que piensan que existe la histeria masculina se encuentra el consenso de una escasez de esta histeria en comparacin con la femenina. Charcot (1887, p. 14) por su parte considera que no es tan rara como estas cifras lo muestran y cita el trabajo de A. Klein en el que se reportan 80 casos de histeria masculina. Freud en su artculo Histeria de 1888, al comparar la frecuencia de la histeria en el hombre en relacin con su presencia en la mujer, comenta que: () la neurosis aparece tambin con todos sus signos distintivos en el sexo masculino, slo que es muchsimo ms rara en este (1:20) (Freud, 2006c, p.56).

aparato genital, es racional buscarla en otras partes del organismo y especialmente en el conjunto del sistema nervioso (Briquet, 1859, p. 45). Esta mayor frecuencia de la histeria femenina, reside en el hecho de que las mujeres reciben ms fcilmente que los hombres, las impresiones venidas de afuera, y que ellas las sienten ms vivamente (Briquet, 1859, p.46), es decir, que la histeria femenina resulta de una susceptibilidad nerviosa exacerbada, propia de la mujer. Si una susceptibilidad as aparece en el hombre no es ms que por una suerte de feminizacin, por un efecto de la naturaleza desviante; idea cuestionada por Charcot, como veremos ms adelante. Segn Briquet La mujer est hecha para sentir () y el hombre, al contrario, est hecho para actuar. En este sentido, aquellos hombres que llegan a padecer histeria, no hacen ms que seguir una supuesta tipologa, moral, emocional y somtica, propia de la mujer: He estudiado el estado moral de los hombres devenidos histricos, y he encontrado de la manera ms evidente que estos sujetos se impresionan exactamente a la manera de las mujeres, y que antes de ser atendidos de la histeria, ellos sufrieron, durante las emociones, de la compresin y del dolor en el epigastrio, la sensacin de la bola histrica, la estrangulacin en la garganta, la sofocacin, las palpitaciones y la agitacin en los miembros (Briquet, 1859, p.50). Total, la regla sera que la histeria puede ser masculina en la medida en que el hombre sea afeminado en algn grado. Idea que por lo dems no es exclusiva de Briquet: estos hombres a veces tan poco dotados de la sensibilidad propia de la mujer llegan a sufrir como ellas, tanto que en esos accesos se les tomara por mujeres, deca Joseph Raulin en su Tratado de las afecciones vaporosas del sexo (1758). En conclusin, en los importantes trabajos de Briquet llega a reconocerse una crtica al uterocentrismo, y en ese mismo sentido un esfuerzo de des-genitalizacin (desexualizacion) de la enfermedad, a la vez que puede notarse en el trasfondo, la insistencia de un paradigma femenino y nervioso de la histeria, incluida la histeria en el hombre.

De la histeria heredada a la histeria traumtica, o lo que es igual, de la histeria femenina a la masculina.


Jean-Martn Charcot (1825-1893) marc un destino distinto del pensamiento en torno a la histeria. Este autor opera como de punto bisagra entre el pensamiento antiguo y el pensamiento moderno, psicolgico, e incluso freudiano; est en el corazn de la gran transformacin que ver el pasaje, va la transformacin de la histeria neurolgica, de la milenaria histeria femenina, a la moderna histeria psquica des-feminizada puesto [que es] generalizada (Gauchet et Swain, 2000, p.20). Por nuestra parte consideramos que ms que una desfeminizacin concomitante a una generalizacin de la histeria, con este autor se produce una especie de intento, no logrado, de separacin de la teora milenaria, mediante un proceso de dessexualizacin. De alguna manera en el pensamiento de Charcot, como en el de Briquet, la equiparacin histeria-mujer estar presente en un segundo plano, como una especie de fantasma que ronda las descripciones sintomatolgicas. Desde 1877 Charcot se aplic al estudio sistemtico de la histeria, aunque ya desde 1865 tena cierto inters por el tema. En el tomo III de Leons sur les maladies du systme nerveux se encuentran recopiladas buena parte de las clases dictadas entre 1882 y 1887, en relacin con la histeria. Sin embargo, el periodo de mayor produccin en este sentido se presenta entre 1887 y 1892. Esta referencia es importante porque muestra el tema de inters cientfico que marcar en parte los derroteros del pensamiento freudiano, y el tema que atraviesa el encuentro (en 1885) de maestro (Charcot) y alumno (Freud). Ahora bien, una anotacin determinante: no era la

histeria en general, sino la histeria traumtica el verdadero ncleo de los intereses de Charcot en su madurez (Gauchet et Swain, 2000, p.76). En los aos 80 Charcot construy, continuando a otros autores, una teora traumtica del origen de la histeria que desplaz al modelo ovrico y epilptico. Este anterior modelo tiene importantes consecuencias para lo que intentamos argumentar, es decir el posicionamiento de un paradigma masculino de la histeria en el orden etiolgico. El primer elemento a tener en cuenta es la comparacin de la histeria con la epilepsia (que le sirve de modelo) a partir del concepto de zonas epileptgenas, es decir, zonas cuya estimulacin ocasionan la epilepsia espinal descubiertas por Edouard Brown-Squard en experimentos con conejos. Con la idea de que la compresin de una zona como el ovario puede provocar el ataque histrico tanto como detenerlo, surgir el concepto de zona histergena. Sin embargo, el ovario, que en un principio tuvo cierto privilegio explicativo del desencadenamiento del ataque histrico, es luego reducido a una zona histergena como otras y el dolor ovrico, a un signo local de la histeria como cualquier otro. La histeria ovrica tender a perder importancia, no slo por la aparicin de otras zonas llamadas histergenas con estos mismos poderes de desencadenamiento, sino tambin por la aparicin de la histeria traumtica. La estructura completa de la histeria traumtica, as pensada por Charcot siguiendo a Briquet-, comprende dos elementos: uno de predisposicin, adquirido hereditariamente (ditesis) y otro desencadenante, un evento (el trauma) que cae sobre esa ditesis para develar la enfermedad. Ahora bien, el recurso a la ditesis, esa especie de disposicin general a la enfermedad, es tomado por Charcot para explicar el carcter orgnico de la histeria a la vez que la ausencia de lesin. La ditesis es una suerte de lesin no localizable, una lesin no lesional si se quiere, constitucional pero no localizada, un estado general, una tendencia general del organismo (Gauchet et Swain, 2000, p.84). As la accin del trauma pone de manifiesto una enfermedad que se encontraba latente. En Francia, Charcot aproxima dos entidades (histeria y neurosis traumtica) que en otras latitudes, en Alemania por ejemplo, se consideraban distintas y separadas 7. Para Charcot el estado mental provocado durante un accidente, es equivalente al estado cerebral de los pacientes histricos que determina la prctica de la hipnosis. De este modo la equiparacin lleva a que el diagnstico de histeria viril, reservado para los casos en que en un hombre se reproduca la sintomatologa clsica de la histeria, ahora se extienda a hombres afectados de trastornos postraumticos. En este sentido, como afirma Trillat, en el vocabulario de la Salptrire, durante este periodo de reinado charcotiano, la histeria traumtica era prcticamente sinnimo de histeria masculina (apud Rabain, 1998, p.440). En contra de Briquet, Charcot despojar a la histeria masculina del afeminamiento del que haba sido investida. En realidad, profera que la histeria era ms comn en los hombres adultos,
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Sulloway (1981) y Rabain (1998) han puesto de presente el contexto en el que se produce esta discusin en Europa acerca de la separacin o no, de la histeria en relacin con la neurosis traumtica. Los intereses econmicos de las empresas ferroviarias resultan importantes en esta discusin, en la medida en que el aumento de accidentes registrados en la construccin de ferrocarriles y las indemnizaciones por este motivo, no dejaron de influir en este debate, que se puede resumir del siguiente modo: el sndrome de ferrocarril railway spine era considerado por algunos, particularmente ingleses, como esencialmente psicolgico, de naturaleza histrica, con todos los prejuicios (entre ellos la simulacin) que tena este trastorno. Otros en cambio se oponan a ello: los alemanes como Robert Thomsen y sobre todo Hermann Oppenheim, consideraban el railway spine como una neurosis traumtica claramente distinta de la histeria de la que deba ser separada. Estas posturas beneficiaban, cada una a su modo, ya sea a las empresas ferroviarias, como es el caso de los ingleses, o a los trabajadores ferroviarios como el caso de los psiquiatras alemanes. Una confirmacin de la postura de Charcot la encontramos en el mismo Freud quien en su artculo titulado Histeria afirma que Los estados provocados por traumas generales graves (accidentes ferroviarios y similares), conocidos como railway spine y railway brain son concebidos por Charcot como histeria, en lo cual concuerdan autores norteamericanos cuya autoridad en esta materia es indiscutible (Freud, 1888c, p. 56).

que no suelen tener rasgos femeninos, ni son poetas, ni pertenecientes a una lite intelectual: [son] deca- hombres robustos, [que] presentan todos los atributos del sexo masculino, de militares, de artesanos casados y padres de familia, de hombres en una palabra () (1887, p.115). De este modo, Charcot efecta una expansin sobre la nocin de histeria, hecha sobre la base de los rudos consultantes de la Salptrire, e imprime el primer movimiento para sacar a la histeria del paradigma femenino; movimiento logrado en relacin con la etiologa pero fallido en cuanto a la descripcin sintomatolgica, como veremos. En cuanto a la sintomatologa, la histeria (masculina o femenina), para Charcot, se manifiesta de la misma forma, esto es, bajo la forma frustrada, a la manera de un tipo discreto; y () puede presentarse en l [hombre] dotada de todos los atributos que responden al cuadro de histeroepilepsia, histeria mayor, gran histeria (Charcot, 1887, p.115). Sntomas como la hemianestesia sensorial y sensitiva, as como las fases del gran ataque histero-epilptico, son comunes a los dos sexos. No obstante queremos resaltar lo siguiente: esta especie de comunidad sintomtica de los sexos es slo aparente, por cuanto en realidad en ella domina implcitamente, en cualquiera de los sexos, el prototipo sintomtico de la histeria femenina. As por ejemplo Charcot comenta que, a falta de ovario y de sntomas asentados en estos rganos (como las ovaralgias), en el hombre se tiene la irritacin testicular. Lo que lleva a pensar que el cuerpo femenino opera como modelo para la lectura de la sintomatologa y como cartografa de la patologa que afecta tambin al hombre. As, ha de encontrase una sintomatologa que se acerque a la femenina: A falta de ovario dir Charcot- nosotros encontramos en el hombre, los puntos histergenos con sus mismos caracteres que en la mujer (Charcot, 1887, p.115). El modelo de la sintomatologa lo establece pues, el cuerpo femenino. Veremos que Freud en sus descripciones sintomatolgicas, coincide en este sentido. Pero a esta feminizacin de la sintomatologa le coexiste la masculinizacin etiolgica de la histeria. La teora traumtica que comenz a posicionarse en el pensamiento de Charcot luego de 1880, estableca que el modelo etiolgico de la histeria en general, es traumtico, esto es, esencialmente masculino, segn la ecuacin que describamos anteriormente. Es un modelo que como hemos sealado, desplaza al modelo ovrico que l mismo haba profesado. De este modo, un traumatismo generalizado, no localizado, precipita la excitabilidad del sistema nervioso, dando lugar a la histeria. En este momento en lugar de hablar de lesiones anatmicas como propona el modelo anatomo-patolgico, Charcot propondr una forma de lesin indita: una lesin de representacin o una lesin de idea que dar lugar a un modelo psquico de la histeria y que Freud desarrollar profundamente. Este periodo de Charcot es el que algunos autores han dado en llamar de psiquizacin de la histeria (Gauchet et Swain, 2000; Rabain, 1998). Pero no se puede pensar en una psiquizacin separada del cuerpo, pues est apoyada en la fisiologa, ya que para Charcot, cortical y psquico son equivalentes, en la medida en que entiende lo psquico como el conjunto de funciones cerebrales ms elevadas. En este periodo, con el hipnotismo como forma experimental de reproduccin de la histeria, Charcot no slo reproduca los sntomas por sugestin, sino tambin, y quiz lo ms importante, reproduca el mecanismo propio del traumatismo por autosugestin. Momento de experimentacin que lo lleva a reconocer, pero nunca a profundizar eso le estar reservado a Freud, el papel determinante del elemento ideativo en el traumatismo. Para decirlo en otras palabras, la representacin (interna) inducida por el choque externo (una cada, un golpe, accidentes en general) es lo determinante del traumatismo. All es por donde Charcot abre toda una veta de indagaciones, que Freud tuvo la osada de aprovechar.

Meynert y la obsesin anatomo-patolgica.

Para comprender la influencia que Charcot ejerci sobre Freud, al orientarlo hacia la problemtica de la histeria, es preciso considerar el ambiente psiquitrico de Viena y en particular el pensamiento de uno de los maestros de Freud en aquella ciudad. El encuentro de Freud con Charcot en Francia en 1886, se produce en un contexto caracterizado por el dominio de la corriente anatomo-patolgica en Europa, que intentaba descubrir la lesin anatmica en los trastornos psiquitricos. Si bien representantes tan sobresalientes como Pinel o Esquirol no seguan esta perspectiva mdica, no as sus discpulos, como Falret, Morel y Magnan. El mtodo anatomo-clnico que implicaba el seguimiento del paciente hasta su deceso con la intencin de descubrir en la diseccin del cadver la relacin de los sntomas con las lesiones anatmicas que se impuso en varias ramas de la medicina, pudo ser practicado por la psiquiatra francesa a inicios del siglo XIX y su uso se extendi hasta los aos setenta del mismo. En otras latitudes, este mismo mtodo se impuso gracias a hombres como Teodore Meynert, neuropatlogo, anatomista del cerebro y profesor de Freud en Viena. Las ideas de Meynert establecan que las actividades cerebrales se llevaban a cabo en zonas localizadas del cerebro; la correlacin entre funciones y localizacin cortical, le permita realizar el vnculo entre sntomas y lesiones anatmicas. En la medida en que la histeria hace parte de aquellas enfermedades para las cuales no existe una localizacin de lesin, el esfuerzo de Meynert tendi a plantear una orientacin distinta, sumando al modelo anatomo-patolgico un modelo de integracin de funciones. Plante el funcionamiento cerebral como un conjunto general de asociaciones de los lbulos que realiza una integracin total de las zonas corticales. Este fundamento asociacionista, tomado para pensar las enfermedades denominadas funcionales, entre ellas las neurosis, haca de lo funcional una categora que agrupaba aquellos cambios del sistema nervioso producidos sin modificacin en la estructura anatmica. A pesar de esta perspectiva, la obsesin anatomopatolgica de Meynert lo llev a considerar que las enfermedades siempre implicaban cambios estructurales (Levin, 1985, p.38). As, sus explicaciones tenan como base alteraciones vasculares (isquemia cortical e hiperemia subcortical) que llevan a la necrosis arterial y de all a los trastornos funcionales como las neurosis. Freud recibi la influencia de Meynert, como lo prueba el hecho de que en el momento en que elabor su currculo para aspirar al puesto de profesor en 1887, meses despus de haber regresado de Pars, contaba en su lista de trabajos de investigacin con 15 productos, de los cuales 9 muestran sus intereses neuroanatmicos, otros 3 corresponden a reseas de pacientes afectados por lesiones del sistema nervioso, junto con hallazgos de autopsia, y otros trabajos sobre la cocana y la histologa en las anguilas. Freud haba tenido contacto con Meynert en un principio en calidad de estudiante de medicina, luego en 1883 como asistente en la clnica psiquitrica dirigida por ste, y entre 1883 y 1885 en su laboratorio. La incidencia de este pensamiento anatomo-patolgico puede evidenciarse en la pluma del propio Freud: () prestando servicios como mdico interno, publiqu varios estudios casusticos sobre enfermedades orgnicas del sistema nervioso. Poco a poco me familiaric con este campo; me las ingeni para localizar un foco en la medulla oblongata con exactitud tal que el especialista en anatoma patolgica nada tena que agregar, y fui el primero en Viena en enviar a la autopsia un caso con el diagnstico de polineuritis aguda. La fama de mis diagnsticos, corroborados por la autopsia, me atrajo la demanda de unos mdicos norteamericanos, ante quienes le, en una suerte de pidgin-English, un curso sobre los pacientes de mi departamento (Freud, 2006f, p.11).

Y a la vez que cultivaba su espritu anatomo-patolgico, era desconocedor del mundo de las neurosis como puede leerse en el mismo texto autobiogrfico: Acerca de las neurosis, yo no saba nada. Cierta vez que present ante mi auditorio a un neurtico que padeca de dolor de cabeza permanente como un caso de meningitis crnica circunscrita, todos ellos se apartaron de m, con justificada indignacin crtica, y as toc a su fin esa mi prematura actividad docente. Ntese en mi descargo que en ese tiempo, en Viena, aun autoridades mayores que yo solan diagnosticar la neurastenia como tumor cerebral (Freud, 2006f, p.12). Como puede verse, Freud asumi una posicin neuroanatmica de manera manifiesta hasta su encuentro con Charcot; encuentro que a su vez marc el distanciamiento con su maestro Meynert. Aunque la intencin de Freud al ir a Pars era desarrollar sus investigaciones anatmicas, su relacin con Charcot lo lanzara por la senda impensada de las neurosis, dejando a un lado sus deseos de resolver el enigma de la estructura del cerebro; deseos que en su momento eran tan imperiosos que lleg a ponerlos al mismo nivel de sus deseos por Marta Bernays, su futura esposa: Estoy convencido de que la anatoma del cerebro es la nica rival legtima que tienes o que tendrs jams (Freud, 1963, p.160). Esta pasin anatmica en la que basaba sus xitos de juventud nos hacen inscribir a Freud en una corriente anatomopatolgica propia de su tiempo. Sin embargo la relacin con un hombre de las impresionantes cualidades de Charcot, pero adems el hecho de que la anatomo-patologa tuviera crticos de alto renombre, orientaran las indagaciones de Freud hacia un horizonte particular. De hecho, son psiquiatras de la talla de Kraepelin los que se oponen a aquel mtodo: Ciertamente dice Kraepelin- conocemos cambios determinados en el sistema nervioso que constituyen la base de los fenmenos nerviosos, en particular las parlisis, que acompaan a formas particulares de locura; en efecto la intensidad y la extensin de los trastornos parecen mostrar cierta dependencia general para con la lesin anatmica -sin embargo- por desgracia, esto no entraa ninguna ventaja definida por la cual la psiquiatra debera estar en deuda con la anatoma patolgica. Fuera de esto la verdadera relacin de los cambios cerebrales y las anomalas psquicas sigue siendo un misterio total para nosotros y los descubrimientos por diseccin, an en series de las formas ms desarrolladas de demencia, nos deja an totalmente a oscuras (Kraepelin apud Levin, 1985, p.49). Las crticas de Kraepelin estn dirigidas a Meynert, a quien califica de especular a partir de una base precaria de hechos clnicos. Este exceso de laboratorio y esta precariedad clnica, tambin en el nivel de la observacin, son los principales puntos de crtica a esta perspectiva anatomo-patolgica. Krafft- Ebing enfatizara esto mismo cuando conclua que la psiquiatra era una ciencia descriptiva y no explicativa. No obstante estas crticas, venidas de muy buena fuente, no pusieron lmite a esas obsesiones anatmicas; fueron las neurosis mismas las que pusieron de presente las limitaciones de aquel mtodo. Y en este contexto el mayor responsable y promotor del estudio de la histeria, la ms irrigada y misteriosa de la neurosis, sera Charcot, quien en 1885 se hallaba en la ms viva controversia en torno a la patologa anatmica. Charcot posea los elementos propios del juez ideal de la anatomo-patologa. Un profundo conocimiento sobre esta materia lo acreditaba como un crtico con slidos fundamentos. Entre 1860 y 1870 haba demostrado la existencia de lesiones anatmicas en distintos trastornos; incluso en 1865, fecha de su primera publicacin de un caso de histeria, sugera su relacin con lesiones en los cordones laterales de la mdula espinal y, por otra parte, desde 1872 se haba desempeado en este campo, como profesor de anatoma y patologa. En 1882, aunque

reconoca la importancia del mtodo pato-anatmico de investigacin, otra era su concepcin de este mtodo frente a la histeria: Por lo que se ha dicho se comprender la importancia que debemos otorgar en nuestros estudios a la investigacin anatomo-patolgica. Pero ustedes no ignoran, caballeros, que existen actualmente un gran nmero de estados mrbidos, cuya fuente se encuentra evidentemente en el sistema nervioso, y que no dejan en el cadver ningn rastro material apreciable. [Enfermedades como la histeria] se nos presentan como otras tantas Esfinges, que resisten a las ms penetrantes investigaciones anatmicas. Estas combinaciones sintomticas, desprovistas de un sustrato anatmico, no se presentan al espritu del mdico con aquella apariencia de solidez, de objetividad que suele caracterizar las funciones relacionadas con una lesin orgnica apreciable (Charcot, 1887, p.14). En su trabajo Freud y su primera psicologa de las neurosis, Levin muestra el modo como el pensamiento de Charcot incidi en un sinnmero de publicaciones europeas en torno a la histeria. El dominio de la escuela parisina se puede constatar en el hecho de que hasta 1880 se haban publicado 36 libros acerca de la histeria en toda Europa, de los cuales 26 haban tenido lugar en Paris. La asistencia de Freud a las presentaciones de Charcot ocurre en este periodo de esplendor charcotiano y a la vez de la histeria, pues ella se haba convertido en un fenmeno seriamente estudiable. Freud no fue ajeno a este influjo como tampoco, segn hemos visto, al de su maestro Meynert. Pasaremos a ver de qu modo Freud responde a estos variados influjos, y cmo se sirve de ellos para construir una nocin particular de la histeria.

Freud y la histeria masculina: muerte y nacimiento de una pasin


Como se sabe, el viaje de Freud a Paris fue posible con el otorgamiento de una beca de jubileo proferida por el Colegio de Profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Viena en 1885. Los propsitos de Freud no eran otros que continuar sus estudios en neuropatologa en la Salptrire. Desde octubre de 1885 hasta febrero de 1886, asisti a las conferencias de Charcot en aquel lugar. All, Charcot se haba dedicado, desde el segundo semestre de 1885, a trabajar la histeria viril o la histeria traumtica. Todos los casos con los que Charcot intentar revelar la parte psquica del traumatismo en 1885, son casos de histeria masculina (Gauchet et Swain, 2000, p.137). La influencia de Charcot sobre Freud fue la de una inspiracin al mismo tiempo que de una aplanadora sobre las ideas previas del joven: Charcot dir Freud en carta dirigida a su novia, que es uno de los ms grandes mdicos est simplemente, destruyendo mis objetivos y opiniones Despus de estar con l se me quita todo deseo de trabajar en mis tonteras (Freud, 1963, pp:204-205). Las tonteras a las que se refiere se deducen de la siguiente descripcin: Sola decir Charcot que la anatoma, en lneas generales, ha consumado su obra, y la doctrina de las afecciones orgnicas del sistema nervioso est, por as decir, acabada; y que ahora le tocaba el turno a las neurosis. Es lcito considerar esta sentencia como mera expresin del cambio sobrevenido en su propia actividad. Su trabajo desde hace aos apunta casi exclusivamente a las neurosis y, de preferencia, a la histeria, que tuvo ocasin de estudiar tambin en varones luego de inaugurados el consultorio ambulatorio y la clnica (Freud, 2006a, p.10). Es la pasin anatmica del joven Freud, la que resulta gravemente cuestionada por esta afirmacin de Charcot, al punto de reducirla a una simple tontera. En su regreso e incorporacin a las actividades de la universidad de Viena, Freud escribi un informe de sus estudios, en el que expresa, entre otras cosas y de manera resumida, los aportes de Charcot a la histeria: 1. Redujo a su correcta medida la relacin de la histeria con el sistema genital, al

estudiar la histeria masculina y en particular la histeria traumtica. 2. Estableci el diagnstico de histeria sobre la base de signos positivos, as pudo establecer una ley y un orden en esa sintomatologa proteiforme. 3. Reconoci la sintomatologa histrica como real y objetiva alejndola del prejuicio de simulacin al que se la haba reducido. Este informe de estudios es en s mismo una especie de manifiesto de la mutacin que se ha presentado en Freud, que tras su contacto con Charcot, volvi corrompido del maligno Pars (Freud, 2006d, p.104). Una corrupcin del pensamiento que le dej el nimo y el convencimiento de ser el portador de una primicia. El entusiasmo de Freud por estas revelaciones charcotianas, lo llevaron, das despus (15 de octubre de 1886) de la terminacin de este informe (22 de abril de 1886), a leer ante la Sociedad Mdica de Viena una monografa titulada: Sobre la histeria en el hombre. De este escrito que se ha perdido para la posteridad slo quedan algunas reseas en revistas mdicas, las que coinciden en sealar sobre todo tres puntos sobre los cuales hizo nfasis el expositor, y que son, lnea a lnea, planteamientos charcotianos. 1. La histeria es una enfermedad bien definida con sntomas predecibles. 2. En la histeria la simulacin no desempea un papel destacado. 3. La histeria en los varones presenta los mismos sntomas que la histeria en las mujeres. La monografa en realidad profundizaba ms en el primer punto que en los dos ltimos. Sin embargo es muy curioso que el ttulo enfatice en el ltimo de ellos, es decir, en el de la histeria masculina. El propsito, a grandes rasgos, era mostrar que la histeria, desde un punto de vista clnico, posee dentro de su proteiformidad no slo una ley, sino tambin una uniformidad clnica para ambos sexos. En esta monografa, segn Liliane Fainsilber, Freud present un caso de histeria traumtica que haba seguido en la Salptrire, de un hombre cado de lo alto de un andamio, despus de lo cual padeci la parlisis de un brazo. La explicacin no es difcil colegirla, tanto por los planteamientos charcotianos acerca de la histeria viril o traumtica, como por las reacciones causadas en el pblico asistente. Pero un hecho de gran inters es referido por Roudinesco y Plon: Freud en aquella presentacin, entusiasmado, le atribuy al maestro de la Salptrire la paternidad de la nocin de histeria masculina, que en Viena ya era conocida (2006, p.706). Al parecer, el joven crea llevar consigo la buena nueva de la histeria masculina revelada por su maestro Charcot. Ignoraba acaso que, en cuanto a la histeria masculina, el propio Meynert no slo no negaba este tipo de histeria, sino que adems, haba apoyado un mes antes la publicacin de un caso clsico de este trastorno, por uno de sus alumnos (Luzemberger) en su propio servicio de psiquiatra? O acaso, desconoca Freud que el neurlogo Moritz Benedickt, cercano a Charcot, y quien le diera una carta de recomendacin para que presentara cuando llegara a la Salptrire, haba escrito veinte aos atrs un trabajo sobre la histeria masculina a la que defina en relacin con trastornos sexuales (libidinales) de la infancia, que hacan vulnerable al sistema nervioso? Este aparente desconocimiento, no parece ser ms que la ilusin fundada en su nueva pasin, que ya no era la histeria en general, sino la histeria masculina en particular. Las discusiones suscitadas despus de la presentacin de la monografa (reportadas en diferentes revistas mdicas de Viena), hacen notar la aceptacin general de la histeria masculina. El Dr. Moritz Rosental, neurlogo, encargado de abrir la discusin, comenta que la histeria masculina aunque menos frecuente que la femenina es un sndrome conocido, y aade que l mismo haba publicado dos casos seis aos atrs. De otra parte Heinrich von Banberger presidente de la reunin seala que Todo aquello que ha sido dicho [por Freud] era conocido hace tiempo (apud Sulloway, 1981, p.34). Los comentarios pues, hacen claridad sobre el hecho de que la histeria masculina no es ninguna novedad en el territorio viens. Las crticas estarn dirigidas realmente a otro punto en particular, la equiparacin a la que haba llegado Charcot, entre histeria e histeria traumtica. Prueba de ello es la recomendacin de otro asistente, el profesor Leidesdorf, quien aconseja prudencia en lo que concierne a la asimilacin entre traumatismo ferroviario e histeria (Rabain, 1998, p.442).

Queda claro que en Viena no se desconoca la histeria masculina, clsica, de carcter hereditario. Lo que haca mella entre los mayores representantes de la psiquiatra vienesa era la idea etiolgica de Charcot acerca de un origen traumtico de la histeria. La aceptacin de la etiologa hereditaria de la histeria en la escuela vienesa y alemana, caracterizada cada una por su mpetu organicista, se vea tremendamente afectada por la etiologa traumtica y psicolgica que Freud, intentaba defender, al menos para el caso de la histeria masculina. Lo que muestran las reseas mdicas es que Freud en la explicacin del caso, adhiri al modelo profesado por Charcot, de los cambios dinmicos del sistema nervioso en la explicacin de la histeria. Asume esta postura, aun cuando parece reconocer que una concepcin funcional y psicolgica de la histeria no est completamente corroborada. En su temprano artculo titulado Histeria, puede leerse esa perspectiva, al momento de definir esta enfermedad: La histeria es una neurosis en el sentido ms estricto del trmino; vale decir que no se han hallado para esta enfermedad alteraciones {anatmicas} perceptibles del sistema nervioso, y, adems, ni siquiera cabe esperar que algn futuro refinamiento de las tcnicas anatmicas pudiera comprobarlas. La histeria descansa por completo en modificaciones fisiolgicas del sistema nervioso, y su esencia debera expresarse mediante una frmula que diera razn de las relaciones de excitabilidad entre las diversas partes de dicho sistema. Pero esa frmula fisiopatolgica no se ha hallado todava; entretanto, ser preciso conformarse con definir la neurosis en trminos puramente nosogrficos, por el conjunto de los sntomas que en ella aparecen () (Freud, 2006c, p.45). Ahora bien, al inters de demostrar la etiologa traumtica de la histeria masculina le resultaron varios oponentes, entre ellos Meynert, quien ret a Freud a que presentara un caso con estas condiciones. La presentacin de ese caso (Freud, 2006b) se llev a cabo, tras sortear algunas dificultades, un mes despus. La presentacin del caso est estructurada segn algunas tesis de Charcot. En principio Freud se refiere al oficio del paciente, August P, de 29 aos de edad y cincelador de profesin nada de afeminamientos, y luego seala algunos antecedentes mdicos familiares: padre muerto a los 48 aos, madre tuberculosa muerta a los 46 aos, 5 hermanos de los cuales el mayor muri de una infeccin ceflica lutica, otro, desertor del servicio militar, uno parece ser histrico y los otros dos murieron tempranamente. Este segundo sector de informaciones son consecuentes con la idea expresada por Charcot y que Freud resume al decir que los histricos estn siempre dispuestos por herencia a unas perturbaciones de la actividad nerviosa. Se trata de la ditesis que, relacionada con el trauma, produce la histeria. En este caso, el accidente est referido a la amenaza de muerte tres aos atrs, venida de un hermano y el posterior intento de acuchillarlo. Un empeoramiento de la enfermedad a raz de la acusacin de hurto hecha por una mujer. La sintomatologa es descrita como un conjunto variado, y Freud aplica sobre el paciente las pruebas que Charcot ejerca sobre los propios. Luego describe las parlisis, las anestesias y las zonas histergenas de este paciente. En general la presentacin del caso adems de reproducir en vivo la histeria al estilo de Charcot, parece tomar la histeria en un sentido en el que no se distinguen particularidades de lo femenino y lo masculino. Ahora bien, en estas descripciones podemos notar un hecho, aislado, indiciario, de gran relevancia en la medida en que muestra cierto modo de concebir la histeria masculina: Freud toma el cuerpo femenino como modelo de la localizacin y distribucin de los sntomas histricos en el hombre. Esto puede constatarse particularmente cuando afirma del caso descrito lo siguiente: () el cordn espermtico izquierdo es muy sensible al dolor, y esta zona se contina, siguiendo la trayectoria del cordn espermtico, dentro de la cavidad abdominal, hasta el lugar que en las mujeres tan a menudo es la sede de las ovaralgias (Freud, 2006b, p. 33).

Dicho as, ese hasta el lugar que en las mujeres tan a menudo es la sede de las ovaralgias parece indicar la localizacin de la afeccin en una zona inexistente en el cuerpo del hombre; lo que conduce a afirmar que la ley de distribucin sintomtica de la histeria en el hombre parece seguir la anatoma femenina. En otras palabras, la histeria parece continuar la exclusividad femenina reclamada por los defensores del uterismo, ahora en el cuerpo del hombre. En este sentido, parece que existe histeria masculina, en la medida en que, parcialmente, en ella se repite una sintomatologa estructurada segn la conformacin del cuerpo femenino. Esta intuicin la vemos corroborada en otros pasajes de los comienzos de la obra de Freud, por ejemplo en el artculo titulado Histeria ya citado, en el apartado dedicado a definir y describir las zonas histergenas. All afirma que estas corresponden a: () lugares hipersensibles del cuerpo cuya estimulacin leve desencadena un ataque () Estos lugares pueden tener su sede en la piel, en las partes profundas, huesos, mucosas, y hasta en los rganos de los sentidos; son ms frecuentes en el tronco que en las extremidades y muestran ciertas predilecciones: por ejemplo, un lugar de la pared abdominal correspondiente a los ovarios en mujeres (y aun en hombres), la coronilla, la regin situada bajo el pecho, y en los hombres los testculos y el cordn espermtico (Freud, 2006c, p.47 El subrayado es nuestro) Ese an en hombres marca bien el hecho que queremos sealar: esa tendencia feminoide de la histeria, en ambos sexos. Aqu, se evidencia que la histeria tiende a seguir los parmetros anatmicos de la mujer, ignorando la diferencia anatmica de los sexos. Esto llevara a concluir, que siguiendo a Charcot, Freud de alguna manera prolonga, aunque no de manera radical, cierta relacin inextricable, entre la histeria y la mujer, que sin embargo, no le impide ver la histeria masculina, claro est, al precio de imprimir en el cuerpo masculino la anatoma femenina. Freud es heredero directo de ese intento de desvincular a la histeria del uterismo y de considerar la histeria masculina, pero prolonga, sin agregar nada por ahora, las ideas de autores que, como Bourneville (1880), no dudan en describir en sus casos de histeria masculina una zona histergena iliaca anloga a los puntos ovricos de la mujer. Charcot est inserto en esta misma idea de la corporeidad femenina en el hombre, cuando escribe en 1882 que La ovaritis, un sntoma de la histeria femenina falta en el hombre, pero en l la presin del testculo provoca o detiene el ataque. Ciertamente el ovario no slo sostiene de alguna manera el privilegio de ser el prototipo del comportamiento de las dems zonas histergenas, sino que adems, surca el cuerpo del varn imprimindole una feminizacin sintomatolgica. Desde el punto de vista de la descripcin de los sntomas, el cuerpo masculino parece estar perdido para la histeria. Lo que nos lleva a decir, desde esta perspectiva, que hay implcita no slo una de-sexualizacin fracasada de la histeria (sexualidad en un sentido anatmico), sino un intento no logrado de desfeminizarla. De otra parte un movimiento de generalizacin etiolgica del modelo de la histeria masculina, puede observarse en Freud, cuando seis aos despus de su permanencia en Pars intente establecer un esbozo de la comunicacin preliminar para un trabajo sobre la histeria. All afirma que el recuerdo que forma parte del contenido del ataque histrico constituye un retorno de la vivencia traumtica. Sin duda, ya hay madura una teora psicolgica de la etiologa de la histeria. Sin embargo lo que queremos sealar, es que toma como base de este hecho los casos clsicos de histeria traumtica que Charcot demostr en varones, casos en los que un hombre adquiere histeria despus de haber sufrido un golpe de gran terror. Hace de estos casos charcotianos de histeria masculina o traumtica, no slo el paradigma de su teora del trauma psquico, sino en el paradigma de toda histeria, masculina y femenina. El inters de generalizacin de la etiologa que una vez fue exclusiva de la histeria masculina, no es un hecho que queramos sugerir, es Freud quien sostiene explcitamente que estos casos

clsicos de histeria traumtica no divergen de la histeria femenina comn, sino que, directamente son paradigmticos respecto de ella. En general, si se explora en la histeria femenina el contenido de los ataques por el camino indicado, se tropieza con vivencias que de algn modo son aptas, por su naturaleza, para producir el efecto de un trauma (terror, mortificacin, desengao) (Freud, 206e, p.188). Como puede verse la histeria traumtica, paradigma de la histeria masculina, se convierte con este movimiento, en paradigma de toda histeria. Las diferencias no sern ya ms que de orden cuantitativo: Por regla general, el gran trauma nico es sustituido aqu [en la histeria femenina] por una serie de traumas ms pequeos que forman un todo coherente. As, alcanzada la generalizacin es preciso concluir que Debido a este hecho, uno se ve movido a conceder una extensin mayor al concepto de histeria traumtica (Freud, 2006e, p.189). Se cumple as la tarea de masculinizacin de la histeria desde el punto de vista etiolgico. *** Con este recorrido vemos producirse histricamente una aparente de-sexualizacin de la histeria al romperse todo vnculo de este padecimiento con la genitalidad, pero a la par, y por eso decimos aparente, se presenta un movimiento de feminizacin en las descripciones sintomticas junto con una masculinizacin de la etiologa, con el nombre de histeria traumtica. Dicha ambigedad sella provisionalmente el destino de la histeria en el mbito sexual. Para captar su reapertura debe tenerse en cuenta, el proyecto re-sexualizante freudiano, relativo no slo a la histeria, sino a las neurosis en general. Aclaremos que, cuando hablamos de resexualizacin de las neurosis, no es en el sentido de que con Freud le fuera reintegrado a la nocin de neurosis el elemento sexual, sustrado en determinado momento. Por lo dems hemos mostrado que siempre estuvo presente aunque algunos autores se empearan en desestimarlo. Con el trmino re-sexualizacin queremos indicar que Freud hizo de la sexualidad un elemento ordenador del psiquismo, un elemento traumtico a partir del cual se origina el conflicto psquico. Concebimos que a partir de esto Freud da origen a una nocin de sexualidad distinta y original, que implicar su verdadero aporte a la histeria y del cual partir, segn hipotetizamos, una nocin distinta de masculinidad. Esta nocin de masculinidad en sentido freudiano que puede establecerse a partir de un estudio de la obra de Freud que considere a la vez estos antecedentes.

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Ricardo Moreno

Signature numrique de Ricardo Moreno DN : cn=Ricardo Moreno, o, ou, [email protected], c=CO Date : 2011.07.11 16:55:14 -05'00'

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