NEVERLAND. José María García Linares
NEVERLAND. José María García Linares
NEVERLAND. José María García Linares
Porque el pasado que fue ya para siempre nunca muere Leopoldo Alas
NEVERLAND
Hay un cielo sucio, emborronado, a las seis de la maana de este lunes. Nunca, jams podr volver a or el eco de tu cuerpo adormecido, tibio, reposado entre las sbanas. Ni el tiempo, ni otros cuerpos, ni otra copa me han devuelto algn pedazo de tu sombra a la que coser mis sueos y miserias, mi miedo a las ventanas cerradas, mi niez disfrazada y desvalida.
Alguna vez Alguna vez la luz se agarra al paladar de la memoria y vuelo loco y desalmado hasta tu estrella, al regusto algodonado de una nube, de un cuento espolvoreado por los besos. Alguna vez el fro me lleva a tu escondite caldeado, all donde es posible ahora y siempre un vaso muy caliente de esperanza
Mi casa gris, emborronada, con este amor longevo que no olvida, se ha vuelto camarote de piratas, rehn de una nostalgia espadachina, caf de agua de mar en taza rota. Cuando el alba ya no es luz, sino palabra, y el fro un latigazo sin refugio, quedan solo cenizas en los marcos, hadas disecadas en cajones.
Nadie me oblig a quedarme. Yo solo realic el camino, yo levant esta vida con mis manos. Vol con la ilusin de un nio chico en busca de tesoros escondidos. Dej familia, amigos y lenguajes creyendo que las idas llevaban los regresos bien cosidos, que la edad no borrara mis pasos de acuarela. Hoy, desde esta isla, miro el viento y apenas hallo un rastro conocido, una pizca de otro soplo helado que colgaba de los tilos, de ese otro lugar jugoso, fresco, blanco, hospitalario. Hay tanta luz aqu, cielo excesivo, tierra seca en la mirada, sal marina en las heridas, ecos constantes de la prdida.
el cuerpo olvida con arrugas el mgico secreto de las hadas y pesa el mundo demasiado. Es esta roca, pues, mi vida. Es esta roca mi abandono.
A mi abuelo lo mat un cncer. Se llev con l mi primigenia fantasa, las canciones con pasteles en el campo, las historias de la noche de Reyes. Con ocho aos cumplidos la muerte no fue ms que una palabra, un el abuelo ha muerto de mi madre. No llor porque el abuelo est en el cielo y volver, pensaba, en unos das.
El cielo de los nios es de azcar, de alas de algodn, de nubes gordas. Reparten chucheras por las calles, el sol es de color azul, la gente viste en manga corta y re, saluda y da paseos.
Desde entonces he buscado la manera de alcanzar ese lugar, ese cielo que una vez estuvo arriba, bien marcado con la cruz de los tesoros.
He caminado por la vida, por los charcos de los lbumes de fotos y la voz de los recuerdos, mas sin suerte.
Con los aos las palabras se han cargado de dolor, y la muerte, la distancia, las ausencias, han levantado los tabiques de esta casa sin jardn, perdida para siempre en la nostalgia de un abrazo, de mis pecas, de sus canas.
Si algo guardo de estos aos es la luz azul de los inviernos clavada en la boca de la nuca, las pginas escritas y ledas, las voces que resuenan en la noche, imposibles de acallar, como el anhelo. Voces que estn hundidas en el mar, del revs en cada charco de memoria, partidas en las lluvias de noviembre. Las conozco bien porque me dejo llevar por sus profundidades, famlico del eco de mis pasos. Por eso bien temprano, en el espejo, me miro sin pudor, sin ataduras, y voy tarareando entre sus aguas los cantos de sirena de mi vida.
El tiempo devora la vida, engulle los relojes. Se come las paredes, la espera triste de macetas, el propio viento. Llora lgrimas de cera, sueos naranjas de cipreses. Cada vez que pasa por mi lado escucho su tic-tac, esa amenaza, esa boca plagada de colmillos a punto de arrancarme las maanas.
BOSQUE SALVAJE
Cuando llueve, el Parque Hernndez huele a nios perdidos, a escondite de dedales y secretos pueriles. Sus baldosas reflejan las baldosas oscuras de otro tiempo, y canta la lluvia las canciones aprendidas desde siempre en los naranjos.
Me moja las manos, los cabellos, la memoria, y aguardo la fragancia deseada, la que devuelve la voz a las palomas, la bici al saltamontes, el beso a los ausentes.
Abrzame, acompame a los charcos a verme corretear con mis hermanas, a verte patinar sobre la infancia. Mjate conmigo, deja que el agua cale tambin tus gafas de titanio y as te observars ms clara, entre motitas,
jugando en un extremo de la vida, sin nada que esperar, ansiosos por vivir, los dos tan cerca, antes y ahora, salvajes por el parque.
Tan despacio. Constante como el amor o la pena, el mar escribe el pasado en las conchas, con cadveres de agujas. Vuelvo a caminar por esta orilla despus de dos meses en los que perdi su apuesta el mes de agosto. La luz se ha ensombrecido, el temporal dej su capricho y toneladas de desechos junto al ro. Cada otoo parecen enfermar los cuentos, envejecer los hroes casi derrotados por el fro, y slo en las conchas quedan las palabras
con las que quisimos construir una leyenda verdadera. Esta playa helada y sola, torcida y sucia como el garfio del olvido, guarda restos de tus pasos en las dunas, alguna palabra cuarteada, casi muerta, alga seca de la memoria.
LLEGAR A NEVERLAND
Atisbar el origen desde el sueo. Olvidar y recordar los ptalos del loto y la amapola. Entonces la luz, el faro de la verdad no escrita.
Antes de despertar, resuena siempre la risa de un nio como una pgina pura, blanca, sin una palabra, sin mancha alguna.
POLVO DE HADAS
COORDENADAS
Segunda a la derecha y todo recto hasta el ayer. Slo as regresaremos al olvido naranja de las llamas de cera, al vaso opaco en donde bebimos una vez las ansias fantasiosas de vivir hacia delante. Queramos ser mayores en seguida, llegar a un pacto con relojes sobornables, recorrer en moto el infinito sintiendo el viento inacabable, la lujuria de ser jvenes sin cascos, sin miedo, sin crepsculos.
Quin te ha visto y quin me ve, sacudiendo ahora las arrugas en busca de una pizca de prodigio, de unas alas de verdad, las que tuvimos siempre y slo vimos cuando empezamos a sentir el negro en la garganta,
esa pena escurridiza que cala las pupilas, los muslos, la misma taza de caf donde mojamos nuestro amor con mermelada.
Miramos hacia atrs en busca de las huellas que dejamos en columpios, en los parques, en las camas que guardaron el secreto de mi cuerpo susurrado en tus mil cuerpos, azul maravilloso siempre nuevo.
Segunda a la derecha y todo recto hasta el ayer. Ests lista? Piensa en algo bello. As volamos. As vivimos.
Yo tambin a ti.
Ya regresamos.
INICIALES
En las cortezas del rbol escribimos, una vez, el tiempo. Cada letra araada, cada gota, dej pegada en el tronco ese gesto imborrable, esa luz en la mirada con la que esculpimos, a fuerza de insistir, la vida que hoy nos cuesta recordar. Tus iniciales y las mas como un conjuro para inventarnos siempre, renovado cada sbado sin clases, cada carrera en bicicleta por alcanzar el cielo. Cuntas veces despus habr roto mi nombre en los recibos, pasto del cansancio y la hipoteca, sin que las slabas rasgadas oliesen a madera, a tierra mojada,
a barro en los patines. Qu habr sido de tu letra, de la ma. Qu habr sido de nosotros.
RASTROS
Vivir es errar por las esquinas de la memoria. Todo ha pasado ya. Somos un rastro perdido, enamorado.
UN PTALO
Hay una rosa en los atardeceres, un ptalo en la luz de los amantes heridos por espinas y palabras.
Una fragancia en cada boca, el verbo ser de la belleza y la cada de los prpados del beso.
Es comprender, entonces, que los cuerpos escriben uno en otro su memoria, el verso infatigable de la nada en un rasguo de pureza.
El cielo apaga sus miserias con cuidado, bajan al infierno los termmetros y el tiempo toma aliento en la almohada.
SOLLOZOS
Somos nios cuando lloramos. Nos duele la vida como una mueca rota. Las ausencias se convierten en balones pinchados, en espadas de madera partidas por un golpe desproporcionado. Llamamos en silencio a nuestras madres, pataleamos sin apenas movernos y gritamos por los ojos: nosotros no hemos sido, ha sido el viento el que rompi el jarrn.
Nadie nos dijo que en los cuentos podramos perder los hroes. Y al mirar a nuestro alrededor en busca del amigo, del apoyo, no vemos ms que sombras, recuerdos, alguna voz sujeta entre alfileres y esa sensacin de estupidez
Se llora porque se pierde, porque el mapa del amor se moja y se emborrona. Somos un nio que solloza en soledad y hacia el olvido.
Tus manos alejadas de mis manos y en una caja de galletas una foto, una caricia y las migajas de la vida.
ORDENAR LA IMAGINACIN
Entro, cuando duermes, en tu sueo y busco algn cordn para tirar de l, para llegar hasta el desvn de las palabras. All dejamos tantas arrumbadas, algunas pegajosas ya por el calor, acartonadas otras pocas por el tiempo, frescas, an, las de la caja azul, la de los cromos y los lpices. Cojo varias, las aprieto, les sacudo el polvo y las coloco segn el orden que establezca: tamao, forma, sabor, nostalgia. Lloro con Melilla, y ya hace tanto con columpios, palomitas, hierbabuena. Disclpame si encharco tu memoria, huele tanto a ti, a m, a maravilla. Sufro con partida, pennsula, septiembre, esas palabras que conservan un regusto de imposibles, de distancia amargosa, en fin, desagradable, y ro con secreto, habitacin, arena y playa, y te veo al ordenarlas, correteando,
saltando por la vida entre las rocas de la edad, tan grcil como un pjaro de menta.
Quera haber ordenado tu imaginacin y ya me ves, ordeno tu memoria, mi memoria, sin saber muy bien lo que buscar, si el amor perdido, las palabras que quedaron por decir, un helado de vainilla en San Lorenzo, una palmera.
Amanece. Cuando se abran tus prpados saldr de esta guarida sin nada en los bolsillos, con todo en la mirada. Son palabras que vuelan, flotan y se alejan, imposible cogerlas, entre nubes, estrechos y volcanes todo recto hasta llegar al horizonte, tan cerca uno del otro, los dos tan lejos.
EL OLVIDO
CIUDAD
Desde el faro se deshoja el tiempo y la memoria gota a gota, con la seguridad de las distancias insalvables. Las olas naranjas llegan como sueos olvidados a su muralla melanclica, como lgrimas humildes, mediterrneas, rozando a una Melilla de pies felices, de historias rotas. Es all donde vive la mirada, en su espuma de viento varado en la nostalgia.
LA MEMORIA
La memoria es un estado de nimo, frugal hoja de t de la melancola. Por eso t y yo somos recuerdos, rastros secos de un amor esparcidos por el viento del olvido.
PLAZA PLIDA
Vuelvo a la plaza donde jugu a crecer, a sus bancos desvencijados por la luz y el viento, a su quiosco de peridicos, ayeres y maanas. Y miro a los chavales jugando a la pelota, pateando sueos, risas y caramelos de menta a la espera de encontrarme el envoltorio, al menos, de las que fueron mis manos. Cuando empieza a llover (qu es un poema sin lluvia), corren a casa, pactan el silencio en las esquinas y son los charcos quienes hablan y discuten por el precio de la vida, las subidas del hasto, la hipoteca de las botas.
Junto a un bordillo, el baln abandonado va empapndose de paz y olvido. Antes de refugiarme en un caf, miro la plaza plida, la que quiero hallar, cuando regreso, rebosante de colores, como entonces, y que ya slo me ofrece aos redondos perdidos y empapados por el chaparrn del tiempo.
AN ME S MUCHOS CUENTOS
Entonces mir hacia atrs sin hacer caso de la voz que avisaba del embarque. Mantengan sus pertenencias controladas en todo momento. Las mas, tras el escner, agitan sus manos y sus lgrimas y junto a ellas pasan veloces mis recuerdos, el sabor del caf frente a la playa, los paseos por la luna de febrero, los cuentos de mi propia vida, su cercana, su msica, mos, de mi gente, sin que nadie pueda cachearlos ni abrir sus cremalleras. Hasta pronto. Es slo un punto y aparte. Volveremos a escribir nuestros castillos y a leer las amapolas en cuanto llegue volando en una noche de junio, acompaado de las hadas y de todo el frescor de los reencuentros.
HADAS
CREER
Que cada vez que te nombre vuelvas en ti para ser de m a pesar de esta distancia y del cansancio gris de su ceniza.
LAMPARITAS
Lmparas de beso triste, soledad de la noche. El miedo vela el sueo de los nios. Relmpago del tiempo y la caverna, la misma vida por vivir, maltrecha.
GOLONDRINAS
Ya no te espera nadie en el lugar donde fuiste un breve sorbo de inocencia. Las golondrinas huyeron con la sabidura muerta de los nios hasta perderse en otra historia luminosa. Viento rido, entonces. Agrio recuerdo.
HOJAS SECAS
Ningn otoo haba dejado antes estas hojas secas en la puerta. Arrastradas levemente por el viento escriben su desgarro y abandono. Son racimos de olvido y de cansancio, historias perdidas para siempre.
COMETAS
Cometas en el cielo azul mirando al viento. Vivir es ondearse en el vaco, alzarse y descender por las corrientes de la miseria y la alegra.
HIELO
Soy de whisky melanclico, por eso amo lo que tuve y hoy es hielo, fro recuerdo derritindose en un vaso manchado por la vida. No temo la resaca del pasado. Es tu futuro ausente el que reseca mi lengua.
MADRES
Suena el viento en los cordeles. Cruje de oscuridad el patio. Silencio en las habitaciones.
AVENTURA
Tu ausencia, sin embargo, es una viva maana triste en una oficina de mala muerte.
MIRADOR
Seguir el rastro del tiempo hasta el sueo mismo de la torre. Callejas blancas, naranjos tras los ojos. Plazas, murmullos, adoquines, la falsa y bella claridad del infinito.
Cmo permanecer, cmo coser nuestro futuro a este olor a sol de invierno, a la dicha de ver lo que se escapa. Qu quedar de este aliento cuando olvidemos nuestros nombres y sean las manos el mapa de la prdida.
Una brisa triste, entonces, una distancia excesiva, aguda, en la garganta. Rastros de tiempo, charcos rotos del ayer, cscaras de otoo que miran, y miran, y miran.
Cuando jueguen las sirenas con burbujas, bscame en las palabras del viento.
Todos menos yo, que amo el roce de lo eterno, los versos para nios de la luna, todos, irn cayendo conforme dejen caer sus cuentos, las historias luminosas de su infancia en el fango del reloj y las corbatas.
Sal y grtale mi nombre a las estrellas, a los parques, a las playas; vendr hasta ti cuando descanses para velar en tus arrugas el recuerdo que nos pertenece, porque no muere el pasado, como no lo hacen el amor, ni la niez.
No cierres el balcn, ni barras con la aurora los restos de hojas, aire y nubes que dej con mi regreso. Haz con ellos el mapa de la vida, agtalos bien, espolvoralos y vuela.
CRECIMOS
Crecimos al final y, aunque mayores, seguimos dejando abiertas las ventanas. Quin sabe si una noche, si en un sueo aparecen las sombras de los besos que dejamos volando sobre Neverland.
No. No es magia, tampoco fantasa. Son recuerdos de la propia vida, sencillamente, con los que hemos aprendido a construir lo que nos queda.