Jose Donoso - Sueños de Mala Muerte

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Jos Donoso

Sueos De Mala Muerte

Todos los pensionistas de la seora Panchita quedaron consternados con la noticia que corri de mesa en mesa a la hora de la comida: Osvaldo Bermdez iba a tener que cerrar su boliche, que explotaba desde haca tantsimo tiempo. Los nuevos propietarios de la casa, una ratonera donde el boliche obstrua casi toda la entrada, pensaban demolerla para construir un edificio de muchos pisos, y como Osvaldo no tena papeles no iba a poder reclamar ni un centavo de indemnizacin. Mala cueva, Bermdez! le dijo don Damin Marmentini, un abogado al que Osvaldo fue a consultar porque era cliente suyo: don Damin pasaba todos los das a comprar un Viceroy y una bolsita de mentas en la maana, camino a su trabajo; y de vuelta, en la tarde, pasaba a comprar otro paquete de Viceroy, para la tele, deca, y otra bolsita de mentas. El permiso de explotar un boliche en la entrada de esa casa, segn estas cartas que son insuficientes para entablar cualquier demanda a nivel personal, y para qu hablar de un pleito, fue concedido a su mam slo de palabra por la mam de los ex propietarios del inmueble, don Jos Luis y el presbtero don Fabio Rodrguez Robles. Estos seores, que ya estn muy ancianos, testaron en favor de la Beneficencia Pblica por carecer de descendientes directos, pero esa casa la traspasaron en vida a la Beneficencia. En ese sitio, dicen, van a construir un gimnasio muy grande, con piscina temperada, sauna y todo. Pelear con la burocracia es intil, Bermdez,

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algo kafkiano, como dicen los jvenes de ahora. Y qu quiere hacer si usted ni siquiera se acuerda en qu ao su mam instal el negocio, y su pap no puede hablar desde que sufri la hemiplejia? Y despus de la muerte de su mam hace tanto tiempo, con qu puede justificar su derecho a seguir usufructuando del privilegio personal y de palabra que le concedieron, qu s yo cundo, a ella? Mejor sera quedarse callado, Bermudez. Capaz que terminen metindole pleito a usted por los aos que ha disfrutado de ese privilegio! Apuesto a que esos seores no deben ni acordarse de que existi el boliche! Y sabe qu ms?, se me ocurre que ni siquiera se acordaban de que eran dueos de esta casa hasta que el albacea se arregl con algn gallo de la Beneficencia para el traspaso. No quiero pensar en las tajaditas que sacara cada uno de ese negocio! Quien dice albacea dice ladrn, Bermdez, para que lo vaya sabiendo. Mire, dgame si no hay gato encerrado: por qu no lo molestaron jams a usted, ni a los arrendatarios? Para que no se destapara la olla antes de que ellos tuvieran listo su pastel. Si hasta aguantaban que hubiera una fbrica de timbres de goma en el segundo piso, al fondo del pasillo, cuando todo el mundo sabe que est prohibido tener fbricas ah! Y cuntos aos hace que vive en su pieza la adivina, esa vieja de pelo pintado colorn, si no permiten vivir ah porque es un edificio para oficinas no ms y ella hasta se hace de comer en un anafe que llena la escalera de olor a parafina? No. A m no me vienen a contar cuentos: el albacea o administrador, o lo que sea, prefiri quedarse calladito. Esa casa es de puro adobe y de tabiques tembleques, pese a lo ornamentadas que son las ventanas que dan a la calle, una carga que no le compensaba al albacea. Y qu quiere que le diga, Bermdez?, yo le encuentro toda la razn al albacea, aunque usted, que es mi amigo, salga damnificado: fjese que capaz que el pobre albacea sea albacea de pura palabra no ms, y despus se quede sin pan ni pedazo, igual que usted. Estos favores de palabra, que antes otorgaban las personas ricas a la gente relacionada con ella por amistad o por servicios o vaya a saber uno por qu, bueno, para qu le digo, son unos laberintos de nunca acabar. Es como si a la gente antigua le gustara otorgar prebendas sin dejar nada escrito para no comprometerse, y poder hacer lo que quiera cuando quiera sin que nadie pueda cobrar promesas y as controlarlo todo. Si a veces ni las empleadas tenan sueldos fijos! Ni los administradores. Ni los notarios. Ni los abogados. Eran como de la familia! Les pagaban regalndoles cosas, o consiguindoles garantas, o avalndolos o recomendndolos para algo..., hasta mandndoles cosechas de los fundos, qu s yo, lo importante era que no existieran documentos que comprometieran a nada. Varias personas as, de la vieja escuela, han querido que yo me encargue de sus cosas. Comienzan por decirme: Para qu vamos a hacer escrituras, pues, don Damin, si usted es como de la familia y nunca va a haber ni un s ni un no entre nosotros.

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Yo arranco a perderme porque uno se puede volver loco con cuestiones as. Lo que importa, Bermdez, lo que cuenta, son los papeles, nunca se olvide de eso. Mire que si el favor que le hizo la mam de los Rodrguez Robles a su mam constara en un papel, otro gallo muy distinto le estara cantando a usted ahora! En el comedor, nadie le toc el tema a Osvaldo. Pero en cuanto sali con su bandeja de comida para llevrsela a su pap y ayudarlo a comer, cucharada por cucharada como a una guagua, los dems pensionistas se reunieron en la mesa de la seora Panchita sin siquiera mirar la tele, que siempre se prenda en el comedor despus del postre, a comentar que al pobre Osvaldo le tocaba toda la mala suerte. Para empezar, el pap, que siempre fue harto flojo, se sinti con derecho a opinar la seora Panchita porque padre e hijo compartan la misma habitacin en su casa desde haca doce aos: el viejo obligaba a levantarse tempranito a Osvaldo, que trabajaba en el boliche de sol a sol; l, en cambio, se presentaba en el negocio bastante tarde, una hora antes de almorzar, fragante de colonia; y despus del almuerzo dorma una siesta larga porque no se privaba de su jarrita de tinto de la casa, y volva al boliche una hora antes del cierre. Entonces l haca el balance de lo que Osvaldo haba recaudado durante el da. Esta plata se la meta en el bolsillo. Quin sabe qu clase de cuentas hara con el pobre Osvaldo, a quien trataba como a un nio, pese a sus cuarenta y siete aos; y despus, el asunto interminable de los mdicos, y la enfermedad, y los malditos remedios que ahora eran un gasto de nunca acabar para el pobre Osvaldo... Eso es lo peor... bueno, antes de la mala suerte de lo del boliche opin la Olga Riquelme, que viva en la casa de la seora Panchita desde haca apenas tres aos y no tena para qu estar conmovindose tanto con las cosas de los Bermdez; con el fin de ponerla en su lugar, la seora Panchita la contradijo, recordndole que un padre es siempre un padre. Las relaciones entre las dos se haban deteriorado bastante despus del primer entusiasmo de la duea de casa cuando le encant cmo se vesta la Olga y por eso la acept de pensionista. Pero despus le pasaron el cuento de que la nueva andaba dicindole a todo el mundo que era el colmo que cobrara entrada para ver la televisin en el comedor despus de la cena. La seora Panchita le dio a entender por medio de su compaera de trabajo en el Correo, la Delia, que si no estaba satisfecha con las reglas que ella impona en su casa no tena ms que retirarse: haba una cola de postulantes a pensionistas porque su casa tena muy buena fama. La Olga Riquelme se cree coment la seora Panchita a raz de que la Olga dej de ir a ver la televisin, encerrndose en la pieza de la Delia a escuchar el transistor que la Delia estaba comprando a plazos . Y est contagiando a la Delia, que antes era harto dije. Y no tiene

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nada de qu creerse la Delia, porque ahora tienen transistores hasta los obreros de la construccin y adems es coja. Claro que la Olga Riquelme compraba la revista Paula. Una vez, cuando la curiosidad de la seora Panchita pudo ms que su discrecin, mientras la Olga estaba en el trabajo, entr en su pieza con su llave de duea de casa, y casi sin darse cuenta se pas toda la tarde entretenida mirando las modas y todo, y la Olga casi la pill al regresar un poquito ms temprano que de costumbre. Pero eran todas Paula viejas, compradas de segunda mano, as es que no era para creerse tanto. Cuando lleg a odos de la Olga que la seora Panchita andaba comentando que ella se vesta pasada de moda, la Olga no pudo ms de rabia: entonces fue y se compr televisin propia, en colores, no en blanco y negro como el vejestorio de la seora Panchita. Convidaba a ver su televisin en colores a la Delia, a Osvaldo y a Aliaga, un chiquillo de lo ms despierto, que pareca un figurn por lo arreglado y flaquito y con su bigotito negro tan bien recortado, que jams vena a almorzar fuera de los sbados, porque en la semana, y cuando le tocaba turno tambin los domingos, almorzaba en el cementerio. A veces, sobre todo para el ftbol, que siempre le haba encantado al viejo, traan al pap de Osvaldo amarrado con un cinturn a una silla porque les daba miedo que se resbalara, acarrendolo con Aliaga desde la habitacin de los Bermdez al otro extremo del pasillo: el pobre viejo no se poda mover ni hablar ni gritar, pero en los momentos eufricos de un gol pareca emitir ciertos ruidos, y era como si le brillaran un poco sus ojos piturrientos. La Olga tambin se haca pagar, pero lo mismo que cobraba la seora Panchita, cuya tele al fin y al cabo no era ms que en blanco y negro, de modo que salan ganando. La Delia le coment que la seora Panchita deca que era el colmo que le cobrara a un pobre invlido como el pap de Osvaldo por ver su tele. Para vengarse, la Olga le dijo a la Delia, para que la duea de casa, que andaba cerca, se muriera de envidia: No te encant ese color lacre del vestido de la Katy Velzquez en el nmero tropical, con el mar azulino al fondo, en el show de los aos cuarenta de anoche? Don Walter Urza y su familia, y los mellizos Poveda que estudiaban informtica, a los que la seora Panchita trataba como a reyes aunque eran de Curanilahue no ms pero estaban en la Universidad de Chile, levantaron sus ojos del plato de cochayuyo, miraron desolados a la Olga Riquelme, y despus de volver a bajar la vista a sus cochayuyos respectivos se tragaron lo que les quedaba en el plato sin muchas ganas de pagar nada por el show de medianoche en la televisin en blanco y negro que la seora Panchita les ofreca como amenidad. Lo que nadie saba, ni la Delia, que era su mejor amiga, ni Aliaga, que siempre revoloteaba alrededor de la Olga y de la Delia y de

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Osvaldo, como si perteneciera a su grupo y este presunto grupo fuera de un nivel superior a los otros pensionistas, era que ni Osvaldo Bermdez ni su padre pagaban entrada para ver la tele en colores de la Olga Riquelme. Todos saban, e incluso estaban un poco cansados de orla repetirlo, que ella ya no aguantaba ms esto de andar viviendo de pensin en pensin, comiendo comida de segunda, sin tener nada propio, ni muebles ni tele, cambindose cada tanto tiempo porque era muy frecuente que las pensiones quebraran, y que ningn ahorro ni ningn esfuerzo eran demasiado grandes para llegar a ser propietaria, la finalidad de todos sus ahorros. Discutieron mucho con la Delia los pro y los contra del gasto que signific comprar una tele en colores: haca aos a veces le pareca que eran siglos que la Olga Riquelme estaba guardando plata para comprar una casita o un departamento, lo que fuera con tal que fuera propio, de donde nadie la pudiera sacar, sin tener que andar mirndoles la cara a diversas seoras Panchitas ms o menos antipticas, libre para hacer lo que se le antojara sin que nadie se metiera en sus asuntos. Comprar una tele a plazos era la atrevida inversin de una parte de su capital, que tena invertido en SuperRent con el fin de pagar el pie de una propiedad. Discuta con la Delia, asegurndole que iba a amortizar el costo de la tele con lo que cobrara por la entrada, ya que no dudaba de poder quitarle el pblico a la tele en blanco y negro que chirriaba en el comedor. Insegura de su apasionado gesto vengativo en contra de la seora Panchita, sin embargo, se dio cuenta de que no iba a ser suficiente el pago diario de Aliaga y de la Delia le daba no s qu cobrarle a la Delia, de modo que le haca precio especial porque ella no era de las que se olvidan: cuando ella no tena tele la Delia la invitaba a su pieza a or su transistor, porque esto sumaba harto poco. Pero pronto descubri que cuando tena su tele en colores encendida, si dejaba entreabierta la puerta de su dormitorio que quedaba directamente enfrente, puerta con puerta, con la del escusado, la afluencia de pensionistas al escusado era muchsimo mayor que de costumbre. Al entrar o salir, o antes de entrar esperando que saliera quien lo ocupaba, desde afuera la gente se quedaba mirando la tele en colores de la Olga Riquelme y murmuraba: Qu lindo!, no? La Olga, entonces no por mala, slo porque estaba dispuesta a todo con el fin de cumplir su aspiracin de ahorrar para ser propietaria , cerraba la puerta en sus narices porque, deca, le cargaba la gente intrusa; y no la volva a abrir hasta que oa al otro lado del pasadizo que tiraban la cadena del escusado, abran la puerta y se iban. Los mellizos Poveda estaban, calcul la Olga, a punto de caer: tres o cuatro veces por noche, con el rollo de papel confort en la mano, entraban o salan, cualquiera de los dos porque era casi imposible distinguirlos, al escusado, o esperaban turno mirando hacia la pieza de la Olga, que cada vez se demoraba un poquito ms en cerrarles su puerta, cada vez

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con mayor benevolencia. Osvaldo Bermdez era sobre todo un hombre caballeroso y discreto, de modo que en cuanto oy las murmuraciones se puso a alabar la generosidad de la Olguita Riquelme porque dejaba entrar gratis a su pobre pap enfermo a ver su televisin en colores. Pero a nadie le revel el secreto de su propia asistencia gratis a tan notable espectculo. A veces se ponan difciles las cosas, porque, por ejemplo, Aliaga, que se arriscaba con cualquier prerrogativa de otro a la cual se senta con parecido derecho, poda darse cuenta de que en el momento de pagar su entrada, Osvaldo tocaba la palma mullida de la Olguita slo simulando poner en ella dinero. Desagradable esto de hacer la comedia. Pero era importante que en la pensin no se comentara nada, aunque tarde o temprano, porque la gente era tan metete, no faltara quien hociconeara, suponiendo cosas que por desgracia o por fortuna eran verdad. Con frecuencia Osvaldo Bermdez tena que esperar hasta la una de la maana, despus de que todos se durmieran al terminar la tele en blanco y negro del comedor, para ir a la pieza de la Olguita, que cuando as lo convenan dejaba su puerta sin llave. En pblico la Olga Riquelme y Osvaldo Bermdez se hablaban cortsmente, como lo exiga el ambiente impuesto por la seora Panchita, como el estilo de su casa: familiar pero no confianzudo. Ahora, con lo de la tele propia, iba a ser ms fcil tener vida privada sin andar buscndose por los rincones de la galera para ponerse de acuerdo si acudir o no esa noche a la cita galante. Claro que el hecho de que la pieza de la Olga quedara justo frente al escusado ayudaba a disimular: cuando Osvaldo iba a ver a la Olguita en la noche, siempre llevaba un rollo de papel confort en la mano, como si se dirigiera al escusado. Una vez, seran las dos, el pap de Osvaldo comenz a quejarse en ausencia de su hijo, tanto que don Walter Urza y su seora y sus dos nios despertaron, es decir, despert la antiptica de la chiquilla que despert a su pap y a su mam y a su hermanito, asustada, dijo, porque pareca que estaban torturando a alguien en la pieza de al lado. La seora de don Walter fue a despertar a la seora Panchita, que no encontr a Osvaldo en su dormitorio para atender a los ayes de su padre, lo que casi inici una pequea conmocin nocturna. Por suerte no pas a ms: Osvaldo y la Olguita, estuvieran haciendo lo que estuvieran haciendo y a cualquier hora, lo hacan con la oreja parada por si las moscas, y Osvaldo alcanz justo a meterse en el escusado antes de que a don Walter se le ocurriera ir a buscarlo all. Es que parece que algo me cay mal al estmago explic Osvaldo. Y a mi pap tambin. Tan delicado que se les ha puesto el estmago desde que ven tele en colores! observ la seora Panchita. Viejo de mierda! estall la Olga ante la Delia ese domingo despus de la visita del mdico. No lo puedo ver!

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Ay, Olguita, no hables as! Pobre caballero! Nadie tiene la culpa de ser enfermo. Cada visita del doctor cuesta una fortuna exclam la Olga, cercenando con un mordisco la punta de su hot-dog, chorrendose los dedos con viscosos jugos de colores. Las dos compaeras de pensin, compaeras tambin en la oficina central de Correos y Telgrafos, salan casi todos los domingos en la tarde al Paseo Ahumada a dar una vuelta y mirar las vitrinas y la gente, y a comer algo rico y tomarse una plsener: un domingo invitaba una, otro domingo invitaba la otra, de modo que el gasto se equiparaba. Estas ocasiones eran las ms propicias para las confidencias, porque tanto las paredes de la pensin como las de la oficina tenan odos. La Olga Riquelme le contaba a la Delia que nunca haba tenido pretendiente porque era coja y por eso era tan tmida que a ella, que era entradita en carnes y le gustaba pintarse y arreglarse y caminaba contonendose un poco con unos pasitos cortitos de lo ms sexy, alguna vez un empleado poco respetuoso la haba atracado contra los sacos de correspondencia en un rincn, y tratando de meterle la mano por debajo de la pollera le resoplaba en el odo: Mijita rica... Cundo nos vamos a pegar un buen atraque los dos? Le tengo unas ganas, fjese... Pero generalmente eran chiquillos atrevidos no ms, o viejos con ese olor parecido al olor del pap de Osvaldo. Cuando la pobre Delia consideraba lo atroz que deba ser que le faltaran el respeto a una, la Olga Riquelme no se atreva a confiarle que, al contrario, era ms bien agradable; y que despus que a una se le pasaba la rabia, una se senta como liviana... como esponjosita. Pero haba uno, jefe en Avenida Marta, que cada vez que vena a rendir cuentas en la Central, la buscaba, y ella se esconda pese a que lo saba propietario; pero la encontraba... y cuando comenz a invitarla y a ofrecerle de todo, aunque era viejo y viudo, un domingo la Olga y la Delia tomaron una micro a la Gran Avenida para curiosear cmo era la casa del viudo, que quedaba por una de las calles transversales. En la micro de regreso la Olga declar que no podra aceptar, aunque las intenciones del viudo fueran serias. Pero por qu, Olguita, por Dios? No me gusta ese barrio. Una no tiene edad para andar regodendose declar la Delia con agudeza. Tengo otros planes. Lo de la casa propia? Eso es para el Da del Juicio, pues, Olguita! No te hagas ilusiones, que con lo que ahorras, y aunque los mellizos Poveda se decidan por tu tele, no pasa de ser una ilusin. Fue entonces despus del almuerzo, en una destartalada micro casi sin pasajeros, un caluroso domingo en que las calles parecan desiertas porque todo el mundo estaba viendo el partido que la Olga

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Riquelme le confi sus cosas a la Delia. Tena que comentarlo con alguien, exclam, si no, reventaba... y una era tan sola, y las compaeras de oficina eran unas envidiosas que se iban a rer porque Osvaldo tena un bolichito en la puerta de un casern de la calle San Diego no ms, donde venda cigarrillos y caramelos y limaba llaves, y no tena ni empleo ni profesin. Pero por lo menos trabajaba en lo suyo, como si fuera propietario de su boliche! A quin contrselo, en quin confiar, sobre todo ahora que no poda ms con la tentacin de lo del viudo, sino en la Delia, que era su mejor amiga? Que le jurara, eso s, que por boca de ella nadie jams iba a saberlo: ella y Bermdez estaban comprometidos para casarse en cuanto falleciera el viejo de mierda del pap, que ahora se llevaba toda la plata en cuentas de mdicos y en remedios..., una cosa de nunca acabar, que a ella la tena medio loca. Pero a pesar de todo, Osvaldo era tan empeoso que lograba ahorrar un poquito, lo cual, sumado a lo suyo, y colocado en la Financiera SuperRent, iba aumentando. Si se casaban sera fcil ahorrar para el pie de la propiedad, puesto que entonces Osvaldo se trasladara a vivir a la pieza de ella en la pensin, y as, con menos gastos, si no vena la crisis, y los despidos no aumentaban como todos teman que sucediera de un momento a otro, y trabajando bien el boliche, bueno, no era una ilusin tan descabellada que ella y Osvaldo llegaran a ser propietarios. Como oscureca tarde porque era uno de esos das veraniegos en que los chiquillos andan con coronas de ramas de sauce en la cabeza y comen sandas sentados en las cunetas de las calles de las afueras, la Delia y la Olga tomaron el metro, y despus otro bus que las llev hasta un sector poco poblado de La Reina a la Olga siempre le haba apetecido el barrio alto, y se internaron por los tierrales a examinar un brote de casitas, multicolores para disimular que eran todas idnticas, pero por lo menos rodeadas de unos cuantos metros de terreno donde cultivar unas flores y tener un perro. Ella y Osvaldo ya las haban ido a ver. Y preguntado precio y condiciones: con las facilidades de compra que daban ahora no era imposible que ella llegara a ser propietaria. No iba a estar haciendo leseras con mocosos atrevidos o con viudos cargados con un ceremil de hijos y nietos, si tena esta bella ilusin que acariciar con Osvaldo. Claro que no podan decrselo a nadie por lo del pap, ya que todo dependa de que falleciera. Y eso sonaba feo. Y tambin por... Tambin por qu, Olguita? Tienes que ser franca conmigo... Le compraron dos Savory de chocolate al hombre del carrito que pas tintineando. Ya oscureca. Al bajar por la calle Agustinas hasta la pensin en la Avenida Portales, la Delia llor amargamente cuando la Olga le cont que haca dos aos que mantena relaciones con Osvaldo. Al comienzo la Delia le dijo que la despreciaba, que quin sabe cuntos amantes haba tenido en otras pensiones antes de llegar a sta. La Olga, pensando mandarla a la mierda por cartuchona, se retuvo y opt por no hacerlo: si lo haca, la Delia, en venganza, poda contrselo a

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todo el mundo en la pensin. Y como la moralidad era lo principal para la duea de casa porque si no capaz que creyeran que la suya era una casa de un carcter muy distinto, la seora Panchita tendra derecho a echarla. As, la separara de Osvaldo, obligndola a cambiar de domicilio otra vez ms y a perder el mnimo rebozo de relaciones en el hueco que haba logrado hacerse, aunque fuera transitoriamente, en la pensin de la seora Panchita. Transitoriamente, porque cuando ella fuera propietaria no iba a convidar a su casa a cualquiera, no seor, ya que con seguridad encontrara gente muchsimo ms interesante con quien relacionarse en su casita, le dijo amenazante a la Delia, que vio peligrar su posesin de una amiga ntima con casa propia y jardn, a quien visitar en los amables domingos del futuro. Angustiada, fascinada, la cojita le explic que lloraba, chupando lo que quedaba de su helado, porque le daba miedo y vergenza todo eso y un poco de asco. Cmo era esa cosa que tenan los hombres, y cmo se haca, cmo se pona una en la cama, y si la cosa se les pona dura as de repente como esos pitos que los nios soplan para los cumpleaos que a ella siempre le haban dado tanto susto? Dola mucho? No, nada? Que le contara todo, por favor, que le contara todo, mi linda, se fue acalorando la Delia, que yo no s, y como soy coja nunca voy a saber nada, y las cuestiones del amor no pueden ser tan desabridas como en las pelculas. La Olga se dio cuenta de que la avidez de la Delia le haba ganado una aliada incondicional porque de ahora en adelante dependera en forma absoluta de su persona para alimentar la despoblada vida ertica de su fantasa. La demolicin de la casa en la que Osvaldo Bermdez tuvo su boliche era un drama que toc el alma de todos los pensionistas de la seora Panchita. Al encontrarse con l en los pasillos le sonrean con respeto, como a alguien al que hay que dejar solo con su duelo. A veces iban Osvaldo y la Olga, a veces los acompaaban la Delia o Aliaga, que era atacante porque se les pegaba todo el tiempo, a ver a los peones desmontando el tejado y las puertas, o con chuzazos y un empelln tumbar todo el tabique de papel floreado que haba sido un pasillo. Finalmente, qued slo la fachada color rosa en pie, con sus siete aparatosas ventanas en el segundo piso, a travs de las cuales se vean unas nubes correteando por el cielo despejado. Mala cosa le dijo la adivina a Osvaldo, porque ella tambin sola acudir a presenciar las diversas etapas del desastre; parados en la vereda de enfrente mirando la demolicin, l, al principio, no la reconoci sin su kimono multicolor y sus chanclos de marab, creyndola slo una vieja intrusa y fumadora con el pelo recogido en un turbante plomizo. Esto nos va a traer la mala a todos. En la cama, sin siquiera acariciarse porque hasta para eso haca falta nimo, la Olga se puso furiosa cuando Osvaldo le cont el augurio

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de la parca: deba estar informada, se era su modesto oficio que ahora quizs en qu insalubre tugurio ejerca: Nos va a traer la mala? casi grit, pero en susurros, la Olga . Si ya la trajo. Qu ms quiere esa vieja? Cunto tiempo llevas sin trabajo desde que te desalojaron? Meses. Yo no estoy dispuesta a mantener a ningn hombre. Con el desempleo y la crisis que hay ahora ni de barrendero van a querer tomar a un hombre de tu edad y sin oficio. Cesante, como me contaba mi mam que era mi pap cuando joven, pidiendo comida de puerta en puerta con un tarrito y el palt sujeto con un alfiler de gancho como cuando la crisis del ao treinta con el paco Ibez. Pero cuando mi pap muri de tifus exantemtico, que era una peste que en ese tiempo mataba a la gente pobre y ahora, como estn las cosas, capaz que vuelva, mi mam no se dej morir, no seor, tira para arriba la vieja, siempre tira para arriba y no s cmo se las arregl para conseguirse una mquina de coser y arrendbamos una pieza que la vieja pagaba con costura, y cuando no podamos pagar empeaba su mquina, que era una Singer de las de mano, no de las de pedal, y pagaba la pensin con eso, y despus no s cmo se las arreglaba para rescatar su mquina, y comenzbamos otra vez en otra pensin. Pero el viejo era cesante, con su tarrito, nada ms, igual a como vas a ser t ahora que las cosas andan tan malas otra vez, dicen en la oficina, todo el mundo muerto de miedo que pase algo y quedar sin trabajo. Cunta plata tienes ahorrada? Cuenta. No seas tonto, as no, djame contar a m. Te alcanza apenas para la pensin, para ti y tu pap, por lo que falta de este ao. Y menos si al viejo se le ocurre enfermarse... Pero al viejo se le ocurri enfermarse al da siguiente de esta conversacin, y morir. Aliaga fue de gran utilidad en esta coyuntura porque trabajaba en la oficina del Cementerio Catlico, donde pese a su juventud tena una excelente posicin: saba de muy buena tinta que aunque hicieran la reduccin de personal temida all igual que en todas partes, l quedara, porque no era ningn tonto y saba muy bien cules eran los amigos que pesaban. Hizo dos o tres llamadas por telfono que la seora Panchita no le cobr, dadas las circunstancias mientras velaban el cadver en su atad en el dormitorio del cual el anciano casi no sala desde haca aos, rodeado de los pensionistas y sus nios, y de don Damin Marmentini, y de la adivina que quin sabe de dnde descendi con su enorme melena colorada y su vestido de loro, fumando y rezando el rosario con profunda voz teatral, sin que nadie se atreviera a dirigirle la palabra a tan asombroso pajarraco que los nios contemplaban boquiabiertos. Aliaga llam a Bermdez, que rezaba junto a la Olguita, porque quera hablar con l afuera de la capilla ardiente. Todo del uno le susurr Aliaga satisfecho. Cmo...?

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Cero problemas: conseguido el nicho. Lloroso, Bermdez le dio un abrazo, agradecindole el favor que le haca ocupndose de esto. Para servirle, Osvaldo. Mire: aqu tengo el nmero, galera H, nmero 401, de temporales. Qu son temporales? Bueno, es la modalidad moderna de inhumar a los deudos. Se compra derecho a la ocupacin del nicho por un tiempo y despus de unos aos... Claro. Por un tiempo. Mientras se pasa la pena y uno se olvida casi le grit Osvaldo en el pasillo, vaco porque todos los pensionistas se encontraban hacinados en la pieza de los Bermdez. No, no, yo no quiero esos nichos temporales para mi pap. Quiero una sepultura perpetua, no uno de esos hoyos terribles en la pared donde van cambiando a los muertos cada tantos aos cuando la parentela se olvida de ellos, y los echan a la fosa comn como si fueran basura. No, no. Mi mam quin sabe dnde estar enterrada, la pobrecita. Mi pap nunca me lo dijo, y despus, con la hemipleja, cuando ya no hablaba y quise saber, no pudo contestar. No, a mi pap por lo menos yo no lo voy a dejar tirado. Quiero una sepultura perpetua para l, de donde nadie jams vaya a poder sacar sus huesos. Para no causar escndalo los pensionistas curioseaban al verlos discutir en el pasillo; la Olga Riquelme no se atreva a terciar en la discusin temiendo que la gente se diera cuenta del grado de intimidad que mantena con los Bermdez, Aliaga y Osvaldo se encerraron en el comedor para parlamentar tranquilos. Estaba loco?, le pregunt Aliaga. Una sepultura perpetua en el Cementerio Catlico era una propiedad que poda costar poco menos que una casa, bueno, casi, un lujo que nadie como ellos poda darse y era una tontera. l mismo le haba escrito a su pap en Iquique y el viejo le recomend que no fuera tonto, que mejor ahorrara para comprarse un autito porque hoy por hoy un auto, no una casa y menos una sepultura, revela la calidad de las personas. El Cementerio Catlico, de acuerdo, era un cementerio de gran categora, donde estaba enterrada la gente ms rica de las familias ms antiguas: pero era... cmo decirle para que entendiera?, era un cementerio con escaso movimiento ahora, un poco pasado de moda porque claro, toda la gente rica de antes estaba muerta y el Cementerio Catlico, para qu le iba a decir una cosa por otra, estaba casi lleno, aunque se pensaba ampliarlo. Era una lesera gastar tanto. Se lo deca l, Aliaga, un hombre realista y moderno. Pero Osvaldo, sordo a razones, ciego a clculos, embrutecido por el dolor, insisti en comprarle una sepultura perpetua a su padre. Cuando Aliaga no pudo hacer ms para convencerlo de lo contrario, sin avisarles a las lloronas que se quedaron velando al muerto, los dos se fueron al Cementerio Catlico, donde Osvaldo Bermdez pag al

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contado el precio de una sepultura perpetua para su padre en uno de los patios ms retirados y en una de las galeras ms altas para que no le saliera tan caro.

Osvaldo despidi a la gente que los acompa al cementerio, regresando a su pensin con Aliaga, con los mellizos Poveda, con don Damin Marmentini y con la seora Panchita al cuidado de los nios de don Walter Urza, que se haban puesto a chillar porque ambos progenitores estaban trabajando el mismo turno en la Fuente de Soda del Portal Fernndez Concha y no iban a poder asistir. Ni a la Olga ni a la Delia les dieron la tarde libre en el Correo para acompaar el duelo. Fue slo en la tarde cuando Osvaldo llev aparte a la Olguita para revelarle lo que haba hecho. Ella, sin contestarle ni preguntarle nada se encerr en su pieza y no volvi a aparecer hasta la hora de la comida. Cuando esa noche Osvaldo fue a visitarla no estaba seguro de si iba a encontrar su puerta abierta o cerrada. La encontr sin llave. Entr y cerr. Ella le susurr en la oscuridad que no se tomara la molestia de acercarse y menos de desvestirse... despus de la imbecilidad que acababa de hacer, que considerara sus relaciones terminadas para siempre y, por favor, saliera inmediatamente de su pieza, que alguien poda darse cuenta. Pero Osvaldo no sali: se sent a los pies de la cama de la Olga Riquelme para alegar la causa de su amor. Aunque con el corazn destrozado, porque ella no era de hielo as se lo coment despus a la Delia, lo rechaz terminantemente, resistindose a la tentacin de prodigarle la ternura que ella saba que en esa ocasin l ansiaba; ella era slo capaz de drsela a alguien que fuera propietario, o que aspirara a serlo, como Osvaldo Bermdez si no hubiera cometido la idiotez de gastar todos sus ahorritos en el entierro del viejo de mierda de su pap. Osvaldo, en cambio, tena un sentido familiar muy extrao, quin sabe por qu, si era igual a ella no ms, a todos ellos, a la gente comn y corriente de la pensin que abandonando sus races en los barrios y los pueblos vino gravitando hacia el centro, que se los trag: all no importaba de dnde salieron ni dnde dejaron a sus muertos, con la consecuencia de que tampoco sentan el desvelo causado por la inquietud de dnde iban a quedar sus propios huesos porque eran vctimas de problemas ms apremiantes: problemas como no saber si se las iban a poder arreglar para llegar desde el momento presente hasta la tumba. Que ella, la Olga Riquelme, tuviera un sentido de familia con su mamacita que casi se mat de tanto trabajar para sacarla adelante, eso s. Pero ni ella se haba preocupado de averiguar y llor con amargura al recordarlo si haba terminado o no el perodo a que los restos de su madre tenan derecho en el nicho temporal cuyo nmero ya no recordaba.

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Para Osvaldo Bermdez, despus de que rompi con la Olguita, fueron semanas duras las que siguieron al entierro de su padre. Arrastrando los pies por las hojas cadas de los pltanos otoales del Parque Forestal, junto a la reja del ro, escudriaba la menguante columna de Empleos Ofrecidos del Mercurio, igual a otras figuras desteidas que iba dejando atrs. Nada: slo la respuesta de este vientecito helado. Y lo acometi la tentacin de lanzarse al Mapocho, como tanta gente sola hacerlo, lo que adems de anular todos sus dolores era la solucin de qu hacer con su osamenta, que nadie reclamara. Se sent en uno de esos escaos nuevos, esos pintados de blanco igual que en las pelculas, que pusieron para que los pololos miraran el ro y el cerro San Cristbal. Aterida como un gorrin disminuido por el fro entre sus harapos grises, en el otro extremo del escao dormitaba una persona inmvil. Osvaldo iba a cambiarse a otro escao para estar solo, cuando la mujer, que pareca vieja y dormida, le pidi un cigarrillo. Lo siento. No fumo. Y cmo no te agarr el vicio, t que vendas cigarrillos? le pregunt de entre sus bufandas la adivina, que Osvaldo rehus reconocer porque no le gustaba esa mujer que se meta en todo. l se levant para partir, respondindole: Suerte, no ms. Adonde vas? le pregunt la vieja. A ver a mi pap que est en el cementerio. Inclinndose, la adivina cogi del prado un diente de len y se lo entreg a Osvaldo: Toma. Llvale esta florcita amarilla en mi nombre. Y dale saludos mos: ramos muy amigos. Osvaldo no fue al cementerio. Era demasiado larga la caminata. Ponindose el diente de len en el ojal, donde no tard en languidecer, se fue a su pensin porque por lo menos ah no corra viento. Aliaga, eufrico, lo esperaba en la entrada: quera saber inmediatamente, s, era urgente sobre todo que la respuesta fuera inmediata, si aceptara o no un trabajo en la oficina del cementerio. Un puesto bajo, claro, subalterno suyo suche, para decirlo de una vez por todas, aunque ahora los llamaban juniors, y aunque no ganara precisamente una fortuna al principio, por lo menos era algo despus de tantos meses sin trabajo..., poda hacer carrera pese a las leseras que la gente ignorante deca sobre los que trabajan en el cementerio. Eso s, tena que contestarle s o no ahora mismo: haba una cola de gente esperando esta vacante producida en forma tan sorpresiva, y la pecha, con las cosas tan desesperadas como estaban, bueno... era como para no creer lo que la gente era capaz de hacer con tal de conseguir pega. Pero l, Aliaga, saba relacionarse, haciendo chistes, halagando a la persona precisa, vistindose como un maniqu, madrugando a los dems cuando

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se presentaba la oportunidad, como ahora: no perda el tiempo metindose con cualquiera, y resulta que l y el curita, clave en el asunto, hacan muy, pero muy requete buenas migas. Quiubo, Bermdez? S o no? Era cuestin de minutos, de audacia..., de segundos, quizs, para llamar por telfono ahora mismo y dar una respuesta afirmativa. Qu dira la Olguita?, fue lo primero que alcanz a pensar Osvaldo. Por qu hoy no estaba a su lado, como en todo, para mirar sus ojos y saber si esto o aquello era digno de ella (en tiempos ms felices se trat de que fuera digno de ellos; si tal actitud de alguien o tal presuncin los menoscababa), si en este caso deba aceptar o no? Y si resultara que le daba ms vergenza estar enredada con un empleado del cementerio que con un cesante? S... se arriesg a contestar Bermdez, ya que uno siempre poda echar pie atrs si ese trabajo era tan codiciado como deca Aliaga, que corri al telfono con la respuesta afirmativa de su candidato; o si la Olguita arriscaba la nariz diciendo que era una porquera.

Haba papas con chuchoca de comida. Todos estuvieron de acuerdo en que eran demasiado pesadas para la noche. Pero la seora Panchita las haca muy sabrosas y se repitieron. En la mesa compartida con Bermdez y con los mellizos Poveda, Aliaga, hablando en voz muy alta, como con frecuencia lo haca para que desde todas las mesas se oyeran sus propias loas a sus logros, comentaba las dificultades, hoy por hoy en Chile, para conseguir un trabajo como ste que l dependa slo de una entrevista a efectuarse maana, y l saba cmo manejarla casi seguramente le haba conseguido a Osvaldo en el cementerio, con fondo de retiro y todo, o por lo menos eso le contaron; en fin, eran detalles. En lo que se refera a l, pensaba comprarse un mini rojo de segunda mano pero en regio estado y podran irse juntos al trabajo. La Olga, en la mesa de los Urza, que aunque acababan de regresar de Costa Rica le cargaban porque los chiquillos le decan ta con la esperanza de que los convidara a ver tele en colores, lo oy todo. Pero ni pestae. Esa noche Osvaldo fue a ver si la puerta de la pieza de la Olguita estaba abierta se dio cuenta en el comedor de que ella recaud todo lo que Aliaga dijo, excitadsimo con la posibilidad de reanudar sus relaciones, y disimulando su excitacin con el rollo de papel confort, trat de entrar. Pero encontr la puerta cerrada. Llam: Olga... Olguita... Shshsh... Qu quiere? Djeme entrar. Vayase. No tenemos nada de qu hablar, usted y yo.

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Al fondo del pasillo vio aparecer la figura de Aliaga muy apurado. Osvaldo alcanz a encerrarse en el water y echar el pestillo por dentro. Aliaga intent abrir. Al encontrarlo ocupado golpe: Aprese. Ya salgo. Ah!, eres t, Osvaldo? S. Estas famosas papas con chuchoca... Osvaldo sali, merodeando un rato cerca de la puerta de la Olga y llamndola muy despacito sin obtener ms respuesta que la orden de partir y dejarla tranquila porque quera dormir. Cuando sinti que Aliaga por fin tiraba de la cadena, Osvaldo se disimul en un recodo del pasillo para dejarlo pasar. Volvi a la puerta de la Olga Riquelme tratando de explicarle lo de la entrevista de maana, rogndole que le diera nimo. La Olga iba a susurrarle algo cuando Osvaldo vio que desde el otro extremo del pasillo, la Delia, cojeando y con un rollo de papel confort en la mano, se apuraba hacia el escusado donde Osvaldo alcanz a refugiarse. Cuando la Delia golpe, l sali, dicindole: Buenas noches, Delita... Buenas noches. Pesadas las papas con chuchoca, no? Tremendas! Y se encerr adentro mientras Osvaldo susurraba por el ojo de la llave de la otra puerta: Olguita... Olguita... brame... Ella tambin se haba acercado al ojo de la llave por el interior, dicindole muy rpido y en voz muy baja: Vayase al tiro, que me est comprometiendo. La Delia acaba de entrar al water y le jur que jams en mi vida me iba a relacionar con un hombre que no fuera propietario. Vayase, mire que la Delia, que es tan novedosa, debe estar aguaitando por el ojo de la llave del water detrs de usted. Ya, Bermdez, oiga, vayase... Y si maana me va bien? El corazn de Osvaldo salt al orla titubear: Me cargan los cementerios. Me promete que hablaremos, Olguita? Yo no vuelvo a prometerle nada a nadie, pero no estoy peleada con usted... Osvaldo le lanz un beso por el ojo de la llave. Apenas alcanz a incorporarse cuando la Delia sali y, al verlo, sorprendida, le pregunt: Tan mal le cayeron? S, fjese. Y Osvaldo volvi a encerrarse en el escusado hasta que el campo qued libre para deslizarse hasta su habitacin.

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La entrevista fue un trmite breve y exitoso. Bsicamente, adivin Osvaldo Bermdez, debido a que Aliaga lo habl todo l. Hoy era sbado a medioda. Comenzara a trabajar el lunes. Por amable sugerencia del jefe, Aliaga acompa al nuevo a recorrer las galeras ms antiguas y prestigiosas del cementerio para que apreciara la calidad del sitio donde iba a trabajar. Encima de capillas con sus lpidas de mrmol blanco tras las rejas, lucan los apellidos de los dueos del pas. Frente a ellas, uno tras otro, se abran los arcos a patios luminosos de plantas descuidadas como en los patios de las casas de los fundos, palmeras, diamelas, y era todo un poco pobre, como lo haba sido siempre, pese al prestigio de las familias, y un poco descascarado y polvoriento, y tal vez por eso todo pareca tan natural. En este medioda de esperanza todo se ordenaba bajo el manto benigno de la coherencia, cuya cola, por un instante, Bermdez crey vislumbrar: tanto la paz de la vida, que inclua a la inalcanzable Olguita y a los dos gorriones que vio besarse en el ngulo de un sarcfago monumental antes de emprender el vuelo, como la paz de la muerte, representada por una dama languideciendo de dolor a los pies de un Cristo sobre el altar de una capilla: Familia Soto-Aguilar Arriarn, ley en el dintel. Qu fundo? le pregunt Aliaga. Dije fundo? Anda harto rayado hace das, le dir, usted, Bermdez. A ver si se despercude un poco ms el lunes para que me deje bien. Le voy a confiar una cosa: usted caus muy buena impresin. Uno de los argumentos ms poderosos que esgrim en favor suyo fue que recin le compr una sepultura perpetua a su pap en este cementerio. Eso da clase, me entiende?, y se toma en cuenta. No como si hubiera colocado a su deudo en un nicho temporal. Claro que su sepultura es de las ms corrientes, pero de todas maneras. Capaz que haya resultado una buena inversin esa sepultura a pesar de mis consejos. Pero, cmo iba a adivinar que de repente, con lo asustados que andan todos con tanto despido, se iba a abrir esta oportunidad? Aliaga, se dio cuenta Bermdez, quedaba excluido de esta ligera, liviana sensacin de orden de los patios que no era ms que el polvoriento desorden de los veranos de otro tiempo, y de estas hermosas encarnaciones del dolor, como la del ngel lloroso elevndose sobre el altar de la capilla de los Elizondo Valledor; o la de la Virgen Mara dispensando su consuelo a un seor un poco gordo y bigotudo arrodillado ante ella en la capilla de los Valverde Solo de Zaldvar. No pona atencin a las palabras de Aliaga, que ponderaba a estas familias. Estaba preocupado, ahora que el asunto del trabajo se haba arreglado, con la amenaza de la Olguita de aceptar la invitacin al cine hecha por

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un viudo propietario de una casa con jardn cerca de la Gran Avenida, noticia transmitida por la Delia esta maana antes de salir. Pero la Gran Avenida pareca tambin quedar excluida de este orden de luz y sombra de los corredores del fundo, y de esta sensacin de arraigo que lo haba ungido durante su breve paseo que pronto iba a terminar, porque Aliaga se lo estaba diciendo: Ahora volvamos. Y al regresar por el mismo corredor, ahora un poco ms rpido porque se estaba haciendo tarde, Aliaga se detuvo ante una capilla, dicindole a Osvaldo, a quien agarr de la manga: Mire, no se fij en esta capilla tan linda... Se detuvieron ante la reja: por dentro, la capilla era de mrmol rojo mrmol de Verona, se llamaba ese mrmol, explic Aliaga; haba slo dos capillas de mrmol de Verona en todo el cementerio, un mrmol que ya no vena, algunas de las lpidas guarnecidas con pequeas guirnaldas de metal patinado. Bronce explic Aliaga. Juan Emilio Robles Sanfuentes, 1807-1888; Manuela de la Plaza de Robles, 1827-1899; Hermgenes Rodrguez Albano, 1861-1928; Javiera Robles de Rodrguez, 1879-1965; Mariano MurrayRobles, 19201967; Victoria Robles de G. lea Osvaldo. En qu se qued paveando? Vamos, pues, Bermdez. De qu familia es este mausoleo? pregunt Osvaldo, alerta de nuevo, elevando su mirada al dintel donde ley antes de que Aliaga pudiera contestarle: Familia Robles de la Plaza... Bah!, el segundo apellido de mi mam era Robles. S, pero no se pase, pues, Bermdez; no va a estar emparentado con los Robles propietarios de este mausoleo. Estos Robles eran mineros, de Ovalle, sper millonarios, que tuvieron que ver con la construccin de no s qu ferrocarril... Claro, a Limar. Y cmo sabe usted? No, no creo que fuera a Limar. Fue el ferrocarril a Combarbal... Es el mismo. Usted cree que lo sabe todo, oiga? En todo caso, estos Robles eran gente sper rica, as que no creo... Hace tiempo que no entierran a nadie aqu, mire, quedan nada ms que dos nichos vacos sin nombre. Mi abuelita era de Ovalle. Y qu tiene que ver Ovalle? No dijo que eran de Ovalle? No. De Coquimbo. Puede ser. Pero haba una casa de fundo y un patio con una diamela: esos arbustos que dan unas florcitas fragantes, malvas y blancas en la misma rama, y un pino muy grande, y como estuve jugando debajo de la diamela me pegaron porque ensuci el trajecito de

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marinero blanco que me acababan de regalar. Creo que no volvimos ms. Aliaga andaba como rabioso y apurado. Se separaron, Osvaldo para volver a la pensin, Aliaga para regresar a la oficina: como era sbado tena que traspasarle el papeleo a los que les tocaba turno esa tarde; esta semana a l le tocaba turno el domingo por la tarde, que era una lata. Pareca buena gente el nuevo, le comentaron. S. Pero medio sitico. Se levanta el tarro que est emparentado con los Robles de la Plaza, esos mineros de Ovalle del mausoleo de mrmol colorado. Los del D5-77? Claro. Se pas, oye... Por qu no dice que est emparentado con el viejito pascuero tambin?

Lo primero que hizo Osvaldo al llegar a la pensin fue dirigirse al comedor. Sin siquiera responderle a la seora Panchita, que estaba poniendo las mesas para el almuerzo, cuando le pregunt cmo le haba ido en la entrevista se llev la gua de telfonos y se encerr en su pieza con ese volumen. Afuera de su ventana pasaban los autos, los camiones ensordecedores cuyos efluvios asesinaban a las mustias plantas de la Avenida Portales y erosionaban la pintura de otras fachadas como aqulla en la que l cerr sus propios postigos. Robles. Robles. Tanto Robles! Qu apellido tan corriente! Casi una pgina entera. Unos deban ser los ricos figuraban con direcciones en Apoquindo y en Vitacura, y uno hasta en Kennedy. Los otros, la mayora, vivan seguramente en calles como sta, en habitaciones con cortinas polvorientas como las suyas, que no eran suyas ms que porque las haban abierto y cerrado durante doce aos, l y su padre, pero la propietaria era la seora Panchita. Robles Salcedo, Pedro. Robles Santelices, Pedro. Robles Savona, Pedro Pablo. Qu buscaba? A quin? Aspas de luz y colores vertiginosos se confundan en el molinete infantil que le regal la misma seora perfumada que le regal el traje de marinero blanco y lo oblig a comer la sopa de letras incoherentes igual que stas que bailaban revueltas..., pero el perfume de esa seora era muy distinto a la colonia de su padre, que aunque ahora era pasado haba sido nicamente estrecho y ahogante presente: el efmero olor a colonia barata, el pauelo blanco asomado en el bolsillo del pecho, el cumplido otorgado a una linda hembrita que ni lo miraba... Qu ms? Olvid el nmero de la tumba de su madre: enmudecido por la hemiplejia, que lo borr todo. Para qu recordar, deca? La vida es un

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tango, chiquillo, y tu madre una pesada, la pobre, que se le ocurri enamorarse de m. Y para qu decir tu abuela! Su padre, antes de la hemiplejia, haba cancelado todo futuro, adems del pasado, porque no hizo provisin alguna para que el futuro lo recibiera en forma que no fuera provisional. Estrecho, estrecho el presente paterno, las uas cuidadas de los dedos que revolvan las cartas del domin en algn bar, el lustrabotas de todos los das que lo idolatraba, el rado terno cuyos pantalones prenda con alfileres en la raya de la plancha al colgarlos sobre el respaldo de la silla, cuidadoso de una perfeccin necesariamente transitoria como sa, y la chachara con los vecinos, la poltica de odas, el Pino, el Chicho, el Paleta, el Len, el olor a colonia desvanecida sobreviviendo en el dormitorio, pese a que con la hemiplejia la colonia fue el primer gasto que se elimin: Robles Torres, Robles Tun, Robles... Qu sacaba con buscar si no saba qu buscaba? La seora Panchita golpe su puerta: Osvaldo? S. Est listo el almuerzo. Gracias, seora Panchita. Hoy no voy a almorzar. Qu pena! Todos estn preguntando por usted para felicitarlo. Estoy cansado, gracias. Voy a dormir. Qu lstima! A la hora de la comida, entonces... Cuntas veces lo haba retado la Olguita por desplomarse con la chaqueta y los zapatos puestos cuando llegaba que no poda ms de agotamiento con el trabajo en el boliche, y se quedaba dormido un rato, y despus se presentaba en el comedor con el traje arrugado? Ahora, sin siquiera soltarse el cinturn, se durmi abrazado a la gua de telfonos. Fue un sueo pesado ese sueo, sueo sin sueos, sueo cancelador que eliminaba todo un trecho de su conciencia. Su despertar enrgico revent la delgada costra de su sueo para florecer con la certeza de que l perteneca a algo que el estrecho presente de su padre le haba escamoteado. Existi un pasado distinto a los cuartos amueblados en pensiones malolientes en que fueron transcurriendo las etapas del presente que su padre mantuvo tan mezquino, tan precario..., pero su futuro no tena para qu seguir sintindolo porque la gua de telfonos abrazada estallaba de Robles de todos colores y tamaos, entre los cuales su humillada abuela Robles, s, Robles con todo el pasado slido de Ovalle apoyndola, insultaba a su padre, despachndolo a gritos, maldiciendo el da en que su hija me conoci..., l se iba con las manos en los bolsillos silbando La chica del diecisiete... y su padre volva cuando su abuela se quedaba dormida de tanto llorar, volva porque l no la odiaba pese a los insultos, no estaba dispuesto a malgastar su menguada provisin de presente en emociones tan comprometedoras como el odio: eliminaba a esa gente haciendo aun

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ms mezquino su presente, ms sin futuro. Osvaldo slo recordaba a su madre llorando por las peleas de su marido con su propia madre, y despus riendo risitas furtivas y viscosas encerrada con su padre en piezas cada vez ms sombras y comiendo comidas cada vez ms aceitosas. Su madre, que poda ser una pantera para proteger a su marido de los sollozos de orgullo de Robles herido de su propia madre, era una gatita en manos de l: de l que con la suavidad olorosa de sus manos la haba arrancado de un pasado familiar para llevarla, y a Osvaldito con ella, a estas variaciones sobre el tema del aislamiento que eran las distintas piezas arrendadas en que haba muerto su madre, crecido l, y vivido y muerto, prolongadamente, su padre. Robles Concha, Robles Cordovez. Tambin poda haber una enormidad de gente con segundo apellido Robles. Cmo encontrarla en ese pozo que era la gua? Qu personas quera encontrar para que le contaran quin le haba regalado el trajecito de marinero blanco que estaba prohibido ensuciar, y para no ensuciarlo estaba prohibido bajar del corredor al patio, igual al del cementerio, para jugar bajo la diamela del patio de una casa de un fundo, quin sabe dnde? Cuando la seora Panchita le golpe la puerta Osvaldo escondi la gua debajo de su cama , temeroso de que le arrebataran ese catlogo de personajes de un pasado posible. A comer, Osvaldo. Gracias, pero hoy no voy a comer, seora Panchita. No almorz. Se va a morir de hambre si no se sirve nada. Estoy cansado. La gente est preguntando por usted. Me voy a dormir al tiro. Qu pena... Buenas noches, seora Panchita. Buenas noches. Alguna vez, muy de vez en cuando, emergan de la miseria de las pensiones con cielos rasos de yeso amarillento para visitar a inciertos parientes ricos que, decan, queran mucho a su madre aunque no soportaban al indeseable que llev a la tumba a la pobre ta Victoria Robles a la tumba?, a qu tumba?, dnde estaba esa tumba?, dnde iba a estar la suya?, y la de la Olguita?, la pobre ta Victoria que adems de casarse con un santo pero pobre sin remedio y enviudar al ao, tuvo la desgracia de que su nica hija, que poda haber sido una seorita, cometiera la idiotez de casarse con un hombre con el que era mejor no tener nada que ver. Dnde haba abandonado su padre los huesos de su madre? En qu patio? En qu cementerio? Era seguro que no le compr un nicho perpetuo, sino uno transitorio, como todo lo suyo. Le dieron permiso a su madre para instalar un boliche en la entrada de una de sus mltiples propiedades de renta, de modo que la hija de la ta Victoria Robles, s, Robles, casada con quien fuera con tal de no tener que soportarlo, no se muriera de hambre. S: estos

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parientes de su madre eran los dueos de la casa que demolieron privndolo a l de su independencia. Cmo se llamaban estos seores? Se haba olvidado: surti efecto la leccin de su padre que le inculc su preferencia por no tener pasado. As, su vnculo con este mausoleo de mrmol de Verona se perdi. Pero no para siempre. Osvaldo se levant. Con el pelo revuelto y con un nmero de telfono anotado en un papel corri al comedor. Entr directo al telfono sin saludar a nadie pese a los brindis que lo acogan desde las mesas, a las risitas de la Delia y la Olga chinchoseando como una gata romana recin parida, al ceo fruncido de Aliaga, a los chiquillos de don Walter Urza cantndole happy birthday to you... Llam por telfono a don Damin Marmentini. Estaban vivos? Los conoca? Cmo se llamaban? Iba a tener que llamar a la adivina, le dijo don Damin, l no se acordaba pero ella deba saber. Osvaldo memoriz el nmero de telfono de la adivina y la llam. Jos Luis y Fabio Rodrguez, Fabio es el cura dijo ella. Rodrguez qu ms? Rodrguez Robles, pues, de los Robles de Ovalle. Son primos hermanos de tu mam, que en paz descanse la pobre. Cmo no voy a saber la historia de los Robles, y cmo perdi la plata tu abuela! Claro que ya le lleg muy dividida porque eran doce los Robles de la Plaza, todos peleados entre ellos. Pero, en fin, t ves que los Rodrguez Robles, pese a todo lo que los estafan, y lo tontos que son, siguen cada da ms ricos. Se haba hecho un silencio en el comedor. Y en medio del silencio son la afirmacin final de Osvaldo: Claro, Fabio y Jos Luis Rodrguez Robles, primos de mi abuela Victoria Robles de G., que es Garca, el primer apellido de mi mam. Mi abuela y mi bisabuela, entonces, estn sepultadas en el mausoleo de mrmol colorado. Yo soy Osvaldo Bermdez Garca-Robles. Al colgar se qued mirando desafiante a los pensionistas: algunos con la cuchara de sopa suspendida entre el plato y la boca, otros comiendo sin comentar nada. La Delia y la Olga, por su rgimen para adelgazar, masticaban unas desabridas galletas compradas en una farmacia. Aliaga se haba trasladado a la mesa de ellas durante la ausencia de los Poveda, que se fueron a pasar las vacaciones de invierno en Curanilahue: movi la cabeza como dndoles a entender a sus amigas que el pobre Osvaldo estaba completamente cuc. Al verlo salir del comedor, con inclinaciones de la cabeza que evidentemente no iban dirigidas a nadie en particular, la Olga Riquelme respondi a lo implcito en el gesto de Aliaga. Siempre ha sido un poco. Y yo que lo encontraba tan corriente en su trato! Si no, jams lo hubiera recomendado. Y result ser un sitico, creyndose ms que

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sus compaeros. Cmo va a ser corriente una persona a quien se le ocurri comprarle una sepultura perpetua a su pap? pregunt la Olga Riquelme. Experto, Aliaga levant un dedo para corregirla, dicindole que quizs eso fue lo nico cuerdo que hizo en su vida, por pura chiripa, claro: caus tan buen efecto entre los eclesisticos, que fue una de las razones ms poderosas por las que lo contrataron. No ser para tanto objet la Olga sin levantar la vista de la punta de sus dedos de uas rojas, haciendo bolitas de miga de pan sobre el mantel. Cuando Aliaga le dijo la cifra del sueldo que ganara Bermdez, la Olga Riquelme levant los prpados un segundo y al bajarlos aplast salvajemente la bolita de miga de pan sobre el mantel con el ndice, levantndose de hombros como diciendo, en primer lugar, que no le importaba ni un comino y, en segundo lugar, que no era ms que un sueldo de porquera.

Rodrguez Robles: aqu figuraban, en la calle Vergara, Fabio y Jos Luis. Por qu no le deca algo ms sobre ellos esta gua maldita? Cuntos aos tenan? Cmo eran sus caras? Compartan algn rasgo con l o con su madre? Eran simpticos o antipticos? Estaban dispuestos a reconocerlo como parte de su arraigo, convidarle un mendrugo de origen con que trascender el aislamiento del presente, annimo y ciudadano, que su padre le propuso como nica opcin? Anot los nombres, la direccin, el telfono, tan precariamente unidos a l que si no los anotaba se desvaneceran al instante, y el frgil vnculo volvera a esfumarse. Una vez anotadas estas escuetas informaciones lanz la gua a los pies de su cama y se qued dormido con el papelito apretado en un puo. Debe haber sido tarde esa noche cuando una mano suave, tocndole la frente, lo despert: esa mano lo haba rescatado de un sueo muy profundo que no recordaba, para hacerlo acceder a un crculo ms prximo a la superficie luminosa del sueo, donde las cosas eran ms definidas. Osvaldo estir la otra mano, no la que aferraba la cifra de sus vnculos sobre su corazn: una pierna de carne, de seda deslizndose familiar entre su mano y la piel que acariciaba. La pierna que al comienzo crey brindada, se retir bruscamente: Por favor, respteme, Osvaldo susurr la Olga Riquelme. Me atrev a venir a su pieza contando con que usted es un caballero y que sabe portarse como tal. Vengo porque le ofrec a Aliaga hablar con usted para que tenga ms cuidado. Prendo la luz? le pregunt l.

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Mejor. Para evitar malentendidos. Ella, en bata, acerc una silla a la cama donde haba dormido el padre de Osvaldo, en la que l fue a sentarse, su escaso pelo revuelto y su traje arrugado. Entonces la Olga continu: Conviene que lo piense bien, porque se est jugando un futuro que no es malo. No se puede decir que sea como para volverse loco, pero en fin. La seora Panchita tiene en el fondo de la casa unas piezas chicas. No hay razn, ahora que se muri su pap y usted le compr la sepultura, ya est, qu le vamos a hacer, pero ahora no hay razn para que siga viviendo en la pieza ms grande y ms cara de la pensin. La seora Panchita me dijo que esas piezas del fondo son muy baratas. Y con su sueldo..., bueno... Volver a comenzar otra vez? La Olguita baj los ojos: Por qu no? Osvaldo la bes ligeramente en los labios. Sentados uno frente al otro, rodillas con rodillas, l dej caer la mano en que tena empuado el papel del vnculo sobre su propia rodilla, mientras su otra mano indagaba bajo la seda de la bata en el otro muslo. Qu es eso? le pregunt la Olga tomndole el puo, y agreg, sonrindole: Secretos con su Olguita? Osvaldo retir su puo violento ahora, y la mano que le acariciaba el muslo, de pronto tirana y poderosa, se adue sin transicin de su mayor intimidad. Violada, la Olga se puso de pie: Asqueroso! le silb. Lo nico que les importa a los hombres! Usted es un roto, oiga. Me voy. No, no se vaya, Olguita implor Osvaldo, ponindose de pie y estirando hacia ella sus brazos, una mano abierta y la otra empuada. La Olga agarr el puo siniestro con las dos manos hundindole sus uas de barniz saltado en la mueca, arandole el dorso de los dedos, hacindolos sangrar, torcindoselos, luchando contra l para que le mostrara ese emblema terrible que esconda su esencia misma hasta que ambos cayeron jadeantes sobre la cama, separados por la mano ensangrentada de Osvaldo, por fin abierta, el papelito arrugado en su palma. Ella lo tom, leyendo: Fabio y Jos Luis Rodrguez Robles, Vergara 334, telfono 88966. Lo que me figuraba. Quines son? Unos parientes mos. Quin le dijo que eran parientes suyos? Una adivina. Durante un segundo la Olga Riquelme lo mir incrdula, e inmediatamente despus lanz una carcajada. Si ella misma no se hubiera tapado la boca con las dos manos habra despertado a toda la pensin, pero quedaron sus lgrimas de risa, y los estremecimientos de su cuerpo, que fueron amainando. Una adivina? Entonces era verdad

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lo que Aliaga tema, que estuviera un poco tocado! Una adivina? Y l, que era un hombre grande, le crea a una adivina? Por qu en vez de desvariar, no se daba cuenta de que su deber era causarle buena impresin a Aliaga? Por qu ahora que se abran de nuevo ciertas posibilidades le haba dado esta locura que estaba poniendo en peligro su reputacin en el cementerio antes de integrarse a su personal y poniendo en peligro..., bueno, quera decrselo de nuevo..., poniendo en peligro la posibilidad de que ambos llegaran a unirse y ser propietarios? Pero... cul es mi locura? Todo este asunto del mausoleo de los Robles. Entonces, sacrificarlo todo para ser propietaria, como usted, no es locura? Claro que no. En ese momento Osvaldo se rebel. Que lo dejara tranquilo! Que locura o no, l iba a ser quien quera ser! Ya haba muerto su padre que le impona una conducta y un mundo que no eran los suyos. Y si l, Osvaldo, tuviera otras aspiraciones, otras inquietudes, que ni Aliaga ni ella comprendan? Por qu iba a tener que ser siempre asible, usable, disponible, rentable, dcil? No. El ni saba qu era lo que quera. Que lo dejaran tranquilo para ser loco. Qu ms loco que ella que crea que la salvacin consista en llegar a ser propietaria? Haba apagado la luz en un momento que despus ninguno record, para as pelear en susurros, medio tendidos en la cama discutiendo, ella ahora enfurecida: por qu se crea con derecho a tener aspiraciones distintas a las de los dems habitantes de la pensin? Se crea superior a ellos? No era igual a todos no ms, un roto, s, un roto que no conoca otra cosa que pensiones y piezas amuebladas sin derecho ms que al msero deleite de unos buenos porotos viejos reposados y a la bendicin de la tele? Que no se viniera a creer tanto, todos saban qu clase de hombre fue su padre. Y por borrosos parentescos que reclamara por parte de su madre, estaban encerrados en un pretrito desactivado por el olvido y el rechazo. No eran algo vivo y mirando el futuro, como ella. Furioso con la afrenta de no dejarlo ser ms de lo que ellos le permitan porque otra cosa no les caba en la imaginacin, indignado ante la voluntad de reenrollarlo en el carrete insignificante de su padre, tir a la Olga de un empelln sobre la cama que haba sido suya. Sin besarla en la boca, igual que a una puta la penetr con repentina y renovada potencia vengativa, sin que la Olga se atreviera a armar un alboroto porque podan echarlos de la pensin. Ella interpuso, sin embargo, todas las dificultades que sabe interponer una dama enardecida por los celos de cosas que la excluyen, hasta que termin, agotada de tanto amor, pidindole perdn a Osvaldo, ya no saba por qu ni de qu, ni l tampoco saba por qu le exiga y le volva a exigir que se rebajara. Osvaldo la mand:

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Dime cmo me llamo. En el silencio veteado por los ronquidos de los habitantes de los distintos dormitorios, la Olga Riquelme desenterr desde el fondo de su amor la certeza de cul era la fantasa tan dolorosamente necesaria a la cual Osvaldo le estaba implorando, no, exigiendo que se sumara: Osvaldo Bermdez Garca-Robles suspir colmada. Slo entonces l la bes en la boca, y se quedaron dormidos uno en los brazos del otro.

Ese domingo la Olga Riquelme ni divis a Osvaldo, que sali temprano de la pensin sin dejar dicho a dnde iba. Y ni siquiera dijo si iba a volver a almorzar, se quej la seora Panchita, a quien le gustaba saber para sus clculos de comida: raro, coment, porque Osvaldo era tan considerado. Aliaga se haba hecho el propsito de tener una conversacin seria con su amigo antes de que se integrara a su trabajo en el Cementerio Catlico al da siguiente, que era lunes, con el fin de advertirle que sus fantasas de relacin con la familia Robles podan causar psima impresin. Pero Aliaga tampoco saba nada de l. Qu le pasa, Olguita? Ella dej caer el peso de su cuerpo desalentado al sentarse al borde de su cama. Aliaga la escuchaba, las manos metidas en los bolsillos de su buzo porque en las maanas de los domingos le gustaba salir a trotar en la Quinta Normal. En el pasillo enriquecido con el aroma del pino para las empanadas dominicales que la seora Panchita preparaba en la cocina, los bulliciosos chiquillos de don Walter Urza jugaban a los inidentificables juegos aprendidos en el exilio. Pese a que seran cerca de las diez y pleno da, la luz del velador de la Olga Riquelme iluminaba la taza de caf enfriado y a medio tomar y el fantasma fucsia de sus labios impreso en el borde. Rompi a sollozar, sonndose los mocos y limpindose el rimmel corrido por las lgrimas con un pedacito de papel confort rosado. S. S. Lo quera. Por qu no lo iba a querer? Por qu nadie se molestaba en darse cuenta de que haca aos que lo quera? Era por el egosmo de la gente, o por pura envidia? O porque ellos, ella y l, eran tan poco merecedores de amor que postular a esa relacin pareca absurdo? O slo porque pese a la falta de vida privada en la pensin maldita, donde nadie poda eructar en la habitacin vecina, o tener un mal sueo, o recibir una carta o una visita o un telefonazo sin que todos supieran al instante, o supusieran el contenido de esos grises accidentes, a nadie le importaba un reverendo rbano lo que le pasaba al otro? S. Lo quera. Y ahora se haba ido sin decirle nada... Adonde? A juntarse con amigos que ella no conoca, esos misteriosos amigos del trabajo con que se juntan los hombres,

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quizs amigotes conocidos en tiempos del boliche, que se lo iban a quitar? O donde esos parientes que lo tenan tan impresionado que a ella no se los presentaba? Qu parientes? Unos seores Robles, primos de su mam. Ya estamos con los famosos Robles otra vez! grit iracundo Aliaga, disponindose a partir a la Quinta. No se vaya... implor la Olguita. A quin le iba a contar sino a l, tan buen amigo que le haba conseguido un trabajo? Ese trabajo, por mezquino que fuera el sueldo, significaba que ellos iban a poder ser propietarios un da de stos, y pensar en casarse en una fecha no tan lejana. Lo malo era que Osvaldo se haba puesto tan raro desde que le compr la sepultura a su pap. Y lleg tan sumamente raro de la entrevista de ayer, que ms pareca que hubiera fallado que triunfado. O peor... si, ahora que tena un empleo fijo, dejaba de quererla? Haba secretarias en el cementerio? Y esta monomana de la familia Robles que le haba dado tan de repente, insinundole la existencia en l de regiones que ella no controlaba y a las cuales estaba claro por su partida esta maana sin siquiera despedirse de ella no pensaba darle acceso? Tena miedo de que ella no les cayera bien a sus parientes, en caso de que no fueran los espectros de una locura? No existen afirm Aliaga. Por qu est tan seguro? Aliaga le explic entonces a la Olga quines fueron los famosos Robles, mineros de Ovalle en el siglo pasado, constructores de ferrocarriles, importadores de casas completas desarmables desde Francia para su comodidad, de mausoleos de Italia para su eterno reposo: le cont la reaccin que haba tenido Bermdez ayer en el cementerio cuando le mostr el mausoleo de los Robles. Pintndose los labios mientras lo escuchaba atenta, la Olga crey oportuno cruzarse un poco ms su bata. Pero no era necesario, se dio cuenta: su interlocutor se haba acalorado tanto explayndose sobre la peligrosa arrogancia de Osvaldo, arrogancia incluso comprometedora para l, que nada pareca tener realidad para Aliaga fuera de su rabiosa sensacin de que Osvaldo se crea con derecho a vincularse con ese mausoleo. Era necesario, era urgente en realidad, antes de que se presentara a su trabajo maana, convencerlo de que estas pretensiones podan poner en peligro su puesto. Es para tanto, entonces, el famoso mausoleo? Aliaga le confes a la Olga que s: primoroso, una obra que los artesanos de hoy, y menos los artesanos nacionales, seran incapaces de repetir. Ella no comprenda, le confes, que una tumba fuera para armar tanta alharaca por mucho que estuviera construida con ese mrmol de nombre tan raro, y rodeada de tumbas de personajes

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importantes o aristcratas que a ella la tenan sin cuidado. Aliaga aguant la respiracin un minuto. Despus, mirndola a los ojos y apuntndola con el ndice acusador al extremo del brazo estirado, le pregunt con voz ttrica: Cunto tiempo hace que no visita a sus seres queridos? Ay, Aliaga, no me asuste! Cunto tiempo hace que no visita a sus seres queridos? repiti l, serio, y luego, risueo, baj el dedo y explic: Es el slogan del poster del cementerio nuevo, se a todo lujo que van a inaugurar. Lo fui a visitar. Es precioso. Dicen que lo van a anunciar igual por la tele, con un spot de un hombre sealando con un dedo acusador: Cunto tiempo hace que no visita a sus seres queridos? Qu tontera sta que les ha dado a todos con el asunto de los cementerios! Hay que ver! Hasta en la tele! Lo que es yo, hace aos que no me aporto por un cementerio. Acurdese de que no me dieron permiso en la oficina para acompaar a Osvaldo al entierro de su pap. No es tontera, no crea. No se ha fijado en los avisos econmicos del Mercurio? Cantidades de tumbas y mausoleos antiguos que se solicitan y que se ofrecen en venta, sper caros! Y le dir que se los pelean! Despus del almuerzo las empanadas estaban ricas y la Olga sinti que Osvaldo no tuviera ocasin de probarlas aprovech que la Delia no se senta bien y se iba a quedar en cama todo el da para dejar que Aliaga la convenciera de acompaarlo al Cementerio Catlico, donde a l le tocaba turno ese domingo en la tarde. No es que sus argumentos la hubieran convencido ni que esperara que nada que viera all fuera a hacerla perdonarle sus idioteces a Osvaldo, su falta de caballerosidad anoche, por ejemplo, y para colmo desaparecer y dejarla botada hoy domingo. Como no tena nada mejor que hacer, acept la invitacin de Aliaga. Al bajarse de la micro Pila-Cementerio en la esquina de Recoleta, entre el trfico de autos y micros atestadas de gente que iba a llevarles flores a sus seres queridos, la Olga pens que ella, aun en el caso de que se hubiera propuesto hacerlo, no podra llevarle flores a su mamacita. Antes de salir con Aliaga escarb entre sus pocos papeles y consultando una agenda vieja comprob que, desde haca dos aos, los huesos de su madre ya no ocupaban el nicho temporal sino que yacan confundidos con los huesos de otros en otro sitio al que su pensamiento no quera llegar para no ponerle el verdadero nombre. Iban a cruzar al cementerio. La Olga retuvo a Aliaga, dicindole: Tengo sed...! Me acepta que la invite a servirse algo? le pregunt l, comprobando en su reloj que le faltaban veinte minutos para comenzar su trabajo.

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Entraron en un bar frente al cementerio desde cuya ventana, donde ocuparon una mesa, se vea a la gente afligida que dedicaba su domingo a honrar a sus muertos, quiz previo a ir a ver una pelcula en la sesin de la tarde, o al estadio. Oye! llam Aliaga al mozo. Diga, no ms, caballero. Qu se sirve, Olguita? Una papaya Nobis. Que sean dos.
ESPECIALIDADES DE HOY: AJIACO. CAZUELA DE VACA. BISTEC CON TALLARINES. La gente con sus manojos de flores entraba y sala por esas

letras blancas, ledas al revs, pintadas con brea en el vidrio: s, observ la Olga, entraban por la O de AJIACO, se deslizaban por la estrechez entre las dos eles de TALLARINES, pero, sobre todo, desde donde ella estaba sentada, todos los que salan del cementerio tenan que hacerlo por la mirilla de la V de CAZUELA DE VACA: apuntar sobre ellos... pun... pun a los fascistas, como jugaban salvajemente los chiquillos de don Walter Urza..., matarlos a todos, dejarlos a todos tendidos con un agujero de juguete en el pecho, sepultarlos en la fosa comn del cementerio, clausurarlo por lleno, rasarlo y construir un gran parque de atracciones sobre ese terreno en que los fantasmas cabalgaran en los caballos de los carruseles y los esqueletos gritaran de jbilo al sacarse un premio en una rifa. Osvaldo! exclam la Olga Riquelme al verlo aparecer en la mirilla, conversando con otro caballero. Dnde? No lo ve? No. Saliendo del cementerio, pues, con don Damin Marmentini. Se acuerda de que estuvo en el velorio? Amigo de Osvaldo, de los tiempos del boliche: es abogado. Abogado? Puchas, ahora que se est emparentando con los Robles no va a querer andar ms que con abogados y doctores y corredores de propiedades, y a usted y a m, Olguita, ni nos va a mirar. Ay, que es pesado, oiga, Aliaga! No tiene por qu decir eso. Que no nos vea en este bar rasca, le va a dar vergenza insisti Aliaga pagando, y una vez afuera se despidi de la Olga porque ya le tocaba su turno, y mejor que Osvaldo mismo, no l, le mostrara su propiedad... Propiedad? casi grit la Olga, mientras Aliaga, que no la oy, cruzaba haciendo cachaas con su cuerpo finito, de hombros y caderas estrechas, entre los autos y los bocinazos y frenazos de las micros, en direccin a la puerta del cementerio. Desde su vereda la Olga vea a don Damin y a Osvaldo aparecer y desaparecer y reaparecer entre los puestos de flores, cuyo olor le

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estaba produciendo nuseas, de modo que los flatos de la papaya Nobis le devolvan el gusto de las empanadas del almuerzo. Disimulndose entre los kioskos repletos de crisantemos, el corazn escapndosele del pecho, la Olga corri para apostarse en la esquina, esperndolos, donde al cruzar la calzada para tomar la micro, no podan sino toparse con ella. Cmo explicar su presencia all? Haba ido a ver a su mamacita, a dejarle flores al viejo de mierda del pap de Osvaldo, a acompaar a una amiga de la oficina? No importaba, ya se le ocurrira algo, lo importante era que Osvaldo la viera, que la incluyera en su misteriosa desaparicin dominical despus de lo de anoche, que no la excluyera de su conversacin con don Damin Marmentini, que seguramente versaba sobre su propiedad porque los tena tan absortos que por un instante la Olga temi que al pasar junto a ella ni siquiera la vieran. Pero don Damin la vio: Olguita! Buenas tardes. Olguita! exclam recin entonces Osvaldo. Qu anda haciendo por aqu? Es que tuve que venir a... Quiere acompaarnos a servirse algo? la invit galante don Damin. Vamos, Olguita? S, acompenos. Pero usted lo vio clarito en el registro, don Damin: dice cuatro generaciones y yo soy la cuarta. Si no le digo que no, Osvaldo. Pero necesita papeles para probar que su propiedad del mausoleo es judicialmente vlida. Entremos aqu? Qu se sirve, Olguita? Dos papayas, mozo, y un tinto de la casa para m. Pero va a necesitar mucho papeleo, Osvaldo, y adems, coimear de lo lindo y conseguirse influencias. Tendra que empezar por buscar su propio certificado de nacimiento. En qu comuna est inscrito? Ve? Ni eso sabe. Y despus, el certificado de nacimiento de su mam y el de matrimonio con su pap, y quin sabe en qu fecha y dnde nacieron y se casaron... y quizs hasta el de su abuela... gastos de nunca acabar, y tendra que estar hacindose un viajecito a Ovalle... No puede ir a Ovalle intervino la Olga porque maana entra a trabajar en el cementerio. Y quiero advertirle, Osvaldo, que se sera slo el principio de los trmites legales. Pinselo bien antes de meterse en este asunto. Claro que ser propietario de ese mausoleo a todo lujo, cuando todo el mundo anda como loco firmando letras para comprarse tumbas del porte de una estampilla que valen una fortuna, claro, no puedo negarle que es una gran oportunidad. Don Damin se despidi porque iba al hipdromo: por suerte no quedaba lejos. El da estaba nublado pero no fro, con escasa luz. El cerro Blanco, como un fornculo ciudadano, limitaba la vereda de

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enfrente, calvo, feo, estril, intil. En silencio la Olga consider la posibilidad de hacer pucheros pero se abstuvo por una sensacin de que el momento le iba a presentar otras opciones caminaron hacia cualquier parte dejndose arrastrar por el aburrimiento dominical. Pronto la Olga se dio cuenta de que ese hacia cualquier parte era de regreso al cementerio despus de dar un rodeo. En un kiosko Osvaldo compr un manojo de reinas luisas. Para su pap, pens la Olga dispuesta a impedirle ese gesto dispendioso, pero alcanz a detenerse meditando que ste no era el momento ni el lugar apropiado para hacer una escena. Lo acompa por las galeras cubiertas del cementerio. Alrededor de los primeros patios se ordenaban, espaciosas, regulares, las capillas con nombres ilustres inscritos sobre la reja de las puertas. En los patios crecan diamelas, floripondios, palmeras, algn pino que no prosper. Poca gente, iba pensando la Olga, y a ella los apellidos ilustres la tenan tan sin cuidado que no saba distinguir entre los que lo eran y los que no: se trataba, simplemente, de un problema que jams haba rozado su existencia, y que no crea que rozara la vida de muchas personas, fuera de aquellas a quienes el asunto concerna. No es que fuera insensible a la fascinacin de las seoras elegantes en las revistas, tanto que ella fue la primera en la pensin que declar que era una lstima que la hija de la princesa Grace no se hubiera casado con un prncipe sino con un cualquiera, y la Farah Diba, tan dije, la pobre, y tan buena. Pero esto? Qu tena que ver todo esto con esas luminarias? Estas paredes descascaradas, estas flores secas en jarrones trizados, estos candados inertes seguramente desde haca decenios, estos modestos techos de calamina? No poda negar, eso s, que comparadas con las paredes de muchos pisos repletos de nichos que como panales se alzaban al otro extremo de algunos patios, estas capillas, proporcionalmente, tenan la prestancia de las grandes mansiones del barrio alto, a veces estropeadas por edificios de poca categora levantadas cerca: ella los conoca, esos conjuntos habitacionales, porque en su ambicin de ser propietaria haba visitado algn departamento piloto, y desde sus ventanas pudo contemplar los grandes espacios verdes de baja densidad de poblacin de los jardines de los ricos, su asombrosa placidez bajo la lujuria de los crespones prpura y lila florecidos junto a las piscinas. sta s que es bonita dijo la Olga, detenindose ante una capilla del doble de la dimensin de las otras. Osvaldo se detuvo junto a ella sonriendo. Le gusta? S, porque es de mrmol colorado, no blanco como las otras. Y tiene adornitos de bronce. Y es ms grande. Es la ma. La suya? Y la suya si quiere, Olguita. Mire, hay dos nichos desocupados.

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Se fija que estn los huecos abiertos siendo que en los dems hay lpidas con nombre? Las lpidas de mrmol de Verona correspondientes a estos huecos estn almacenadas aqu en el cementerio, y si yo logro probar que soy la cuarta generacin y no hay nadie que los reclame, esos dos nichos son para m. Mire. Lea: Familia Robles de la Plaza. Y ah, en esa lpida de arriba: Victoria Robles de G., es decir de Garca, o sea mi abuela. Yo la alcanc a conocer cuando era chico. Una vez me llev de visita donde la parentela en un fundo. Peleaba mucho con mi pap, que se rea de ella porque le deca que era un roto y a l eso no le importaba. Mi mam era Garca Robles. Yo soy el ltimo, creo. Este mausoleo es mo. Y en la cadena que cerraba la reja coloc el ramo de reinas luisas para honrar a sus mayores, a los que haca tanto tiempo tena olvidados, y ellos a l. La Olga Riquelme se asust un poquito: las reinas luisas eran de esas tonalidades del rosa al lila y al morado y al prpura que, desde las torres an deshabitadas donde fantaseaba poder vivir algn da, haba divisado en los jardines de las grandes casas del barrio alto en esos rboles tan lindos que se llaman crespones..., crespones: luto, lila, morado, y este espacio lujoso donde descansar para siempre. Dnde descansaba su mami? Sus restos revueltos con los de otros no podan descansar, no, igual como en esas unidades habitacionales que desde los jardines de sus mansiones los propietarios vean alzarse intrusas en sus horizontes particulares, no podan existir ni el orgullo ni la comodidad. Ser propietaria de un nicho-departamento en una atestada pared no era, en el fondo, ser propietaria de nada; en cambio, ser propietaria de un mausoleo-de-mrmol-mansin-con-piscina, eso s que era ser propietaria de veras. Pero no estaba segura de nada. Reverente, agarrado a la reja, Osvaldo iba leyendo los nombres familiares que deseaba compartir con ella y que ella los hiciera suyos. La Olga Riquelme temi que la parentela de Osvaldo no quisiera acogerla. Al salir del cementerio, en cambio, del brazo de Osvaldo como si ya fueran marido y mujer, la acometi la certeza terrible, y terrible por lo nueva, de que si era verdad y no una locura que Osvaldo tena derecho a este mausoleo esplndido, entonces no iba a ser necesario comprar nada para ser propietarios, porque si se casaban siempre haban sido propietarios. Al comienzo la Olga Riquelme prefiri no decirle nada a la Delia. Para qu antagonizarla con algo tan maravillosamente inslito y fuera de todo lo razonable como el mausoleo? Y sinti orgullo al verse capaz de una conducta tan generosa, ahora. Pero tambin andaba preocupada por otras cosas: Aliaga ya casi no le diriga la palabra a Osvaldo, que se pasaba toda la tarde con don Damin Marmentini y casi no llegaba a comer. Lo peor era que a la Olga le haba dado una especie de respeto que le impeda atreverse a interrogar a Osvaldo, como lo hubiera hecho antes de ver el mausoleo. Senta como si l hubiera dado algo como un

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paso definitivo para insertarse en otro mundo, un mundo relacionado con grandes transacciones y viajes, con campaas polticas de las que ahora ya no haba, con almuerzos con el candidato en el club de su provincia, compra y venta de vehculos y casas y tumbas y aparatos de alta fidelidad y telfonos y tal vez valores, oro, bonos, cosas de las que la gente hablaba pero misteriosas para ella porque era un mundo al que las mujeres especialmente las esposas no tenan acceso. Ella haba divisado desde lejos ese mundo de hombres solos hablando de negocios en la puerta del caf Hait en el Paseo Ahumada: nunca dejaba de preguntarse de qu podan estar hablando tan concentrados esos caballeros, qu cosas, exactamente, se jugaban en esas discusiones que terminaban con un apretn de manos o con unas palmadas en la espalda. Estaba segura de que los dos se reunan en algn sitio parecido al caf Hait para hablar del mausoleo: don Damin era muy de palmotear la espalda. No poda dejar de confesarse que le produca cierto orgullo pensar a su Osvaldo en ese mundo tan asertivo, con el que Aliaga, claro, no tena nada que ver: l era slo un empleado, como ella. Y sta era la verdadera razn, adivin la Olga Riquelme, por la que Aliaga andaba como resentido con Osvaldo. Osvaldo andaba tan absorto en este mundo maisculino de las transacciones a que lo haba arrastrado don Damin Marmentini, que en las noches, pese a que ella le dejaba su puerta sin llave, rara vez acuda ahora a visitarla. A veces la despertaban los pasos de alguien que iba al escusado, y entonces su pobre corazn lata de esperanza. Dos o tres veces, es cierto, Osvaldo accedi a su lecho. Pero se comportaba de una manera muy distinta al carioso Osvaldo de otros tiempos: se meta en la cama rpidamente, haca lo que tena que hacer, y despus se iba sin quedarse a comentar sus cosas con ella, como antes. La Olga supuso que as deban ser todos los hombres preocupados por sus negocios porque decan que algo que llamaban el mercado iba a caer, tan agobiados por papeleos y compromisos enteramente viriles que no los podan compartir con la mujer nostlgica, en los largos cuchicheos sobre las amables menudencias del da. Qu le pasa con Bermdez? le pregunt una tarde la Olga a Aliaga. A m? Nada. No andan peleados? Peleados? Por qu vamos a andar peleados? No s. Deca yo, no ms, como ahora los veo tan poco juntos... Es que como ahora no se junta ms que con abogados y notarios para discutir cosas de familia y de derechos y de papeles y qu s yo qu cuestiones, bueno, no s... supongo que usted sabr ms que yo sobre todo este asunto... Qu asunto? Mire, Olguita, yo a usted le tengo mucho aprecio porque es una

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persona sencilla, como yo, as es que mejor que se lo diga: toda la gente del cementerio est furiosa con Osvaldo, y de rebote conmigo. Llega tarde al trabajo, a veces falta o pide permiso para salir media hora antes. Y cuando est all lo nico que hace es recibir a don Damin Marmentini que se lo lleva metido en la oficina y los tiene cabreados a todos con sus cosas. Viera! Al principio nos reamos de Osvaldo por lo sitico. Pero ahora las cosas estn pasando a ms y ya no saben qu hacer con l. Qu tiene de particular que se preocupe del mausoleo de su familia? pregunt la seora Panchita, que estaba poniendo las mesas para la comida y oy esta conversacin. Ojal una tuviera esa suerte! Aqu en la pensin todos le encontramos la razn a Osvaldo. Los mellizos Poveda fueron a aguaitar y dicen que el mausoleo es una cosa verdaderamente maravillosa. Yo voy a hacerme un tiempecito para ir a verlo con la Delia cuando se levante. Y la seora de don Walter me dijo que en otros pases... Y a m qu cresta me importa lo que diga esa comunista de mierda? grit Aliaga, saliendo del comedor con un portazo que dej reverberando los vidrios de toda la pensin. l es el que est raro, no Bermdez dijo la seora Panchita. Cmo ser lo bien que est Osvaldo, que su to Jos Luis Rodrguez Robles lo llam por telfono para dejarle recado de que no se olvidara de ir a tomar t en su casa el jueves. Esa noche, Osvaldo abri la puerta del dormitorio de la Olguita y acercndose a la cama en la oscuridad, la acarici, cuchichendole con la misma dulzura que antes. Despus del amor, abrazados an, la Olguita le pregunt a Osvaldo si era verdad lo que la seora Panchita le haba contado: que estaba invitado a tomar t con sus parientes ricos el jueves. l respondi que era verdad, pero que no saba si iba a poder ir. Cmo va a despreciar una invitacin as? Osvaldo la apret en su abrazo. La bes en la boca, dulcemente. Le acarici el interior de los muslos, lenta, prolongadamente, como saba que le gustaba. Despus, de repente, la dej, y tendindose junto a ella sin tocarla, con las manos cruzadas detrs de la cabeza cerr los ojos: ella le pregunt qu le pasaba. Le respondi que nada. Tena preocupaciones muy grandes, de dinero sobre todo, con las que prefera no molestarla a ella que tan generosamente se ofreca para compartir sus preocupaciones, como compartan, y como compartiran, todo. Y la plata que tena ahorrada? quiso saber la Olga. Ya no me queda casi nada. Pero est loco? En qu se la ha gastado? Los trmites estn costando ms caro de lo que cremos. Qu trmites? Los del mausoleo. Don Damin?

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Don Damin. Tiene el asunto casi listo. Pero necesito irme a Ovalle a buscar una fe de bautismo, y si no voy personalmente, nadie lo puede hacer; mandar a don Damin, con lo aficionado que es a comer bien en los restoranes, me costara mucho ms caro, y a m no me queda... nada... Nada? Nada. Cuando Osvaldo, a continuacin, le pidi a la Olga que por favor le prestara plata para este viaje de tres o cuatro das a Ovalle, ella se enfureci. Todo era una locura tan, tan grande por aspirar a cosas a que la gente como ellos no tena derecho! Y su trabajo? Se propona dejarlo por tres das cuando ella saba de buena fuente que pensaban echarlo? Iba a despreciar la invitacin de sus parientes Rodrguez Robles para tomar t con ellos el jueves? Y ella, que haba estado ahorrando todo lo que poda, con los mayores sacrificios, y que tena su platita metida en unos fondos mutuos que le daban un inters de cuatro por ciento que aumentaba su capital, iba a tener que sacar su plata y reducir sus intereses para que l cumpliera con un sueo, una ilusin loca, una tontera, una absurda fantasa? En qu financiera? le pregunt Osvaldo. En la Super-Rent. La Super-Rent va a quebrar en una semana ms. Don Damin, que sabe mucho de esas cosas porque tiene muchos amigos, me lo dijo. Con el reajuste del precio del dlar, que tiene que venir en cuestin de das, todo el mundo anda aterrado sacando su plata de las financieras y comprando cosas o mandndola al extranjero si puede. Me dijo ayer no ms que le aconsejara sacar su plata de las financieras, que estn cayendo como moscas, si no quiere perderlo todo. Y qu vamos a hacer? Usted dir, pues, Olguita. La Olga comenz a lloriquear porque no entenda nada. Pero Osvaldo le dijo que don Damin deca que nadie entenda nada..., tena algo que ver con la poltica, parece, y con este asunto de la recesin mundial, que tambin era difcil de entender. A ella ya le haban bajado los dividendos de la Super-Rent, pero no tanto como para asustarse. Don Walter deca lo mismo que don Damin, pese a que don Walter haba sido del MAPU, y don Damin se preciaba de ser Chicago Boy. Cmo no tener miedo ella, ellos, tan chicos, cuando se saba que los grandes tambin tenan miedo? Cmo no ver que todo se estaba viniendo abajo despus de los intereses tan altos de haca un ao, que le prometieron seguridad eterna aun a ella, que jams se haba atrevido a aspirar a tenerla? Osvaldo consol a la Olguita acaricindola, enjugndole las lgrimas en la oscuridad y asegurndole que don Damin le haba dicho que en estos momentos, como estaban el mundo y el pas, lo nico que vala la pena tener, lo nico donde la plata estaba

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segura, eran las propiedades... y ellos, s, ellos ni siquiera iban a tener que comprar una propiedad, sino simplemente reclamar lo propio..., sera una locura no llevar todo esto hasta sus ltimas consecuencias. Vamos a ser propietarios de veras, entonces? De veras. Y cuando Osvaldo abandon la habitacin de la Olga esa noche, lo hizo con la firma de su novia en el libreto de la Super-Rent para pedir un rescate. La Olga pona en sus manos el pequeo capital que guardaba para comprar una casa. l lo iba a gastar juiciosamente en un viaje a Ovalle, y don Damin colocara el resto en otros fondos mutuos que a l le merecan ms confianza que los Super-Rent. Sali a comprar pasaje en el avin de las once a La Serena dijo la seora Panchita cuando la Olga se levant para ir al comedor a tomar su desayuno. En avin? S. Se imagina? En avin. Qu miedo, no? La Olga estuvo nerviosa todo el da, no saba si por el terror y el respeto que le produca el hecho de que Osvaldo volara, o por la incertidumbre general, y por su dinero. El jefe de la seccin de Avenida Matta, que como era viejo y tena romadizo no se port cargoso con ella esta vez, le confirm sus temores: s, este pas se iba a la mierda con las intervenciones en los bancos y las quiebras de las financieras, y lo que es l, con lo cara que estaba la vida, el sueldo ya no le serva para nada. Con lo nico que poda contar de veras, aunque se deca que los precios iban a bajar, era con su propiedad cerca de la Gran Avenida..., esa propiedad que l tantas veces le haba puesto a sus pies. Cuando la Olga lleg de regreso a la pensin despus de su trabajo, se fue a tejer a la pieza de la Delia, que desde haca veinte das estaba con permiso mdico, enferma de hepatitis. Tena por lo menos para un mes ms de cama y se lo pasaba llorando: la Olga le prest su televisin en colores para que se entretuviera y con eso ya no se senta tan abandonada; por lo menos, los chiquillos de don Walter Urza, y a veces la seora Panchita, iban a acompaarla. Esa tarde no la tena prendida. Estaba triste, la Delia: el da era lluvioso, y con la lluvia le dola su cojera. Su pieza era interior, y, le dijo a la Olga, ella no tena perspectivas como las suyas: un hombre bueno y con trabajo que la quisiera, ahora una familia que seguramente la iba a acoger con gusto, y un mausoleo que decan que era una preciosura donde dejar descansando sus huesos junto a los de su ser ms querido. sas eran realidades, cosas tangibles, reconfortantes, con las que ella, por desgracia, no poda contar. Y si a la Olga se le iban sus pesos con las ruinas de las financieras, tal como predeca don Damin, a ella ya se le haba ido todo lo ahorrado con esta enfermedad tan terrible porque era tan sin asunto y tan larga que en esta etapa ya ni siquiera enfermedad pareca. Golpearon la puerta de la pieza de la Delia. La Olga fue a abrir.

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Ah!... es usted, Aliaga, pase... Pase..., pase, no ms, y gracias por su visita a una pobre enferma lo acogi la Delia desde la cama, contenta de ver a cualquier persona: haca tanto tiempo que estaba en cama que era como si la gente hubiera ido olvidndola, borrndola, y si bien al principio acudan a acompaarla, ahora hasta los chiquillos de don Walter se hacan de rogar para ir a verla si el programa de la tele no les gustaba. Con usted quiero hablar le dijo furioso Aliaga a la Olga. Por favor, sea ms educado, oiga, mire que est en la pieza de una enferma que necesita reposo. Sabe que Bermdez no se present al trabajo esta maana y ni siquiera avis? S s. Y sabe que lo van a echar, y creo que a m tambin? No se asuste tanto repuso la Olga, impvida, sentada a los pies de la cama de la Delia sin interrumpir su tejido. Por qu hoy no fue a la oficina? Tena una diligencia que hacer fuera de Santiago. Dnde? En Ovalle. Eso est muy lejos! Se fue en avin. En avin ? grit Aliaga. Con esto, se descompuso en acusaciones e improperios. Qu se crea este Bermdez James Bond? viajando en avin, cuando apenas tena para el boleto en la micro Pila-Cementerio, tanta plata deba! Todos lo odiaban por credo, por farsante, por sitico, por... por todo, s, lo odiaban. Haba dado rdenes de limpiar y renovar de arriba abajo el mausoleo. Era un ladrn!, gritaba Aliaga despeinado, temblando de ira y agitando las manos. Se estaba robando un mausoleo que no le poda pertenecer, eso es lo que estaba haciendo. Y si era dueo, entonces que pagara las reparaciones, que pagara las lpidas de mrmol que mand grabar! Como los marmolistas le iban a cobrar a l, a Aliaga, si Bermdez no apareca con el pago, les dio orden de no grabar nada. La plata que deba Osvaldo por todo esto! Era un salteador de caminos, un ladrn! Ysi no cancelaba esa cuenta enorme, bueno, l iba a tener que sacar la cara por Bermdez en el cementerio, cosa que no estaba dispuesto a hacer! Con qu nombres dijo que las grabara? Grabara? Que grabara qu? Las lpidas, pues, Aliaga, las lpidas le record la Delia. Osvaldo Bermdez Garca-Robles; y la otra, Olga Riquelme de Bermdez Garca-Robles. Los marmolistas cobran por lpida o por letra? quiso saber la Olga.

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Letra. Entonces que en la ma diga Olga R. de Bermdez GarcaRobles. Es al Bermdez Garca-Robles que hay que darle importancia porque es lo que nos relaciona con la familia. No te parece, Delia? Claro. Garca-Robles, desde cundo! Hasta a usted la contagi con la siutiquera, Olguita, a usted que era tan sencilla! Cunto les debe Osvaldo a los marmolistas por el trabajo? Voy a ir a calcular tomando en cuenta la alteracin que usted me pide. Muy bien termin la Olga. En un cuarto de hora lo espero en el comedor. Delia, voy un ratito a mi pieza a buscar mi libreta para cancelarle todo lo que le debo a este... este roto impertinente. Y usted, jams se atreva a decir que un Robles es un ladrn! Y menos Osvaldo, que es un santo y jams le ha robado un cinco a nadie!

La Olga Riquelme pidi que le dieran libre la tarde del jueves en la oficina, a cuenta de sus vacaciones. Quera tener tiempo para prepararse para acompaar a Osvaldo a tomar t en casa de sus tos. La noche anterior la haba convencido de que aceptara hacer la visita con l en calidad de novia: De novia? pregunt la Olga en la oscuridad de la cama. No somos casi propietarios? S. Entonces, por qu no vamos a ser casi casados, o sea, novios? repuso l, encendiendo, despus de un beso, la luz del velador. De encima del mrmol tom un paquetito que haba dejado all antes de meterse en la cama. Se lo entreg a la Olga. Ella lo desenvolvi e incrdula abri el estuche: una alianza de oro reposaba sobre un cuadradito de raso celeste. Se le llenaron los ojos de lgrimas y apret a Osvaldo, susurrando: No poda imaginarme. A ver... pngaselo. Y tampoco se imagina vestida de blanco, entrando a la iglesia? Y tampoco se imagina que somos propietarios del mausoleo? Por qu nosotros no vamos a tener derecho a cumplir estos sueos? Dice don Damin que si el anillo no le queda bien, que se lo devuelva y me lo hace cambiar por otro de un nmero ms grande. Me lo consigui a muy buen precio con unos turcos que tienen una joyera en la calle Bandera arriba, amigos suyos: en el centro costara el doble. Maana me va a traer el mo. Y claro, cuando mostr su alianza en la oficina, todos la felicitaron muy contentos, porque la Olga Riquelme era una compaera simptica, siempre de buenas, as es que no le cost nada conseguir que le dieran esa tarde libre aunque los dems iban a tener que trabajar

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por ella. Les explic: Es que vamos a hacerles la visita de estilo a unos parientes de mi novio. Con ellos tenemos que finiquitar los trmites para una propiedad que la familia va a poner en manos de nosotros. La Delia, que tambin haba pedido la tarde libre para ayudar a arreglarse a su amiga, iba tan excitada en la micro que las transportaba a la Avenida Portales, que a cada rato acariciaba el anular de la Olga, lustrndole la alianza con su propio pulgar: la Olga le prest el anillo un rato a la cojita paca que se lo probara. Le quedaba de lo ms bien, y la Delia, retirando un poco su mano, contempl su anular engalanado con la ms bella promesa del mundo, haciendo que la alianza relumbrara al sol. Antes de partir a la oficina esa maana, a la hora del desayuno en el comedor, como quien no quiere la cosa, la Olga le mostr su anillo de compromiso a la seora Panchita para probar cmo reaccionaba: la duea de casa, entonces, embargada por el sentimiento, se lanz a sus brazos asegurndole que siempre haba soado que se celebrara un matrimonio en su pensin, y ahora ella, que era un amor y se arreglaba regio y a la ltima moda, iba a casarse con Osvaldo Bermdez, su pensionista ms antiguo y ms querido. Qu dicha tan grande! Cuando la Olga regres de su trabajo a medioda, la seora Panchita le sirvi un almuerzo liviano, la mand a dormir siesta para que no estuviera nerviosa porque eso causaba mala impresin, dicindole que cuando despertara le iba a tener listo un bao caliente y champ y talco, y despus, entre ella y la Delia, le iban a poner los rulos, a peinarla y a maquillarla. Qu se pensaba poner? Pensaba ir muy sencilla, con mi traje sastre azul marino. Claro. Pero tiene que ser con una blusa linda. Una de sas con vuelitos en el cuello, como se usan ahora, sera regio. Pero yo no tengo. Yo tengo una color lila, de seda, que compr en el duty free del aeropuerto de Panam cuando nos volvimos dijo la seora de don Walter Urza. Es linda, de Taiwn. La tengo lavada. No, no, gracias, no voy a comer huesillos para as apurarme y dejrsela planchada antes de irme a la fuente de soda. Me presta la plancha, seora Panchita? Al tiro se la traigo. Y tambin el secador, que lo vamos a necesitar le record la Delia. Uy! exclam la seora Panchita. No me est funcionando muy bien. Trigalo no ms dijeron los mellizos Poveda. Nosotros tenemos rebuena mano para arreglar esas cuestiones. Despus de la siesta y el bao, sentada frente al espejo con una montaa de rulos sobre la cabeza, mientras la Delia le pintaba las uas

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y la seora Panchita le depilaba las cejas, las tres mujeres hacan planes. No era cuestin de comprar traje de novia, aunque s de casarse de blanco y con velo: don Damin saba dnde arrendaban unos vestidos preciosos y las tres podan ir a elegir uno maana despus del trabajo. Y en cuanto quedara la propiedad del mausoleo bien establecida, segn lo que dijeran los tos esta tarde, y refrendada por el papeleo que tenan listo don Damin y el albacea de los hermanos Rodrguez Robles, anunciaran oficialmente el matrimonio para dentro de quince das o mejor diez, o una semana?, y entonces Osvaldo poda cambiarse con todas sus cosas a la pieza de la Olga. Este arreglo, declar la seora Panchita, le convena mucho tambin a ella porque entonces quedara vacante la pieza ms grande de la pensin don Damin le tena una candidata estupenda como pensionista, y tambin les convena a ellos, la nueva pareja, porque as no pagaran ms que la mitad de lo que estaban pagando. La Olga le ech una mirada de temor a la Delia al darse cuenta de que la duea de la casa pareca saber mucho ms de lo que deba saber, pero pasaron el asunto por alto y asintieron sin confesiones ni aclaraciones ni escenas. La seora Panchita con la Delia se quedaron comentando cuando Osvaldo pas a buscar a la Olga ella misma, con sus blancas manos, le haba planchado su mejor camisa al novio; los mellizos Poveda le convidaron colonia; a la salida, los chiquillos de don Walter les cantaron happy birthday to you..., que nadie poda negar que la Olga Riquelme iba hecha una reina. No caba la menor duda de que le hara una impresin maravillosa a la familia Robles, a la que estaba a punto de incorporarse. En la tarde, mientras esperaban el regreso de la pareja, don Damin, que lleg atrasado, trajo no slo la alianza de Osvaldo, sino a la adivina para ver si le convena la pieza que fue de los Bermdez: era una anciana frgil y tiritona, la cabeza enrollada en un trapo como una toalla descolorida que le ocultaba el pelo; slo dos patillas rojo vivo, a ambos lados de la cara, sugeran el fuego de su gran melena escarmenada y la extravagancia del vestuario y el maquillaje de su profesin. S. Me conviene mucho esta pieza dijo. Es grande, as puedo arreglar esta parte como un saloncito, separndolo de la cama con un biombo japons que tengo. Y queda al lado de la entrada, lo que es ms discreto para mi clientela, que como muchas veces se trata de personajes muy encopetados prefieren mantener su incgnito. Qu clientela? le pregunt la seora Panchita. En esta casa no se pueden tener industrias ni negocios. Es una residencial, de ambiente familiar, donde vive gente sencilla y tranquila. Cuando la parca le explic su exaltado trabajo y convid a la seora Panchita a pasar al comedor para tirarle el tarot que extrajo de una imponente cartera de hule negro, que quin sabe qu otros

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instrumentos de magia poda contener, sta se dej seducir slo momentneamente por las predicciones de triunfos, ventura, riqueza y amores. Se dio cuenta de que por muy fascinante que fuera tener a una adivina en su casa, iba a correr el peligro de que se transformara en una fuerza tan poderosa que poda arrebatarle la autoridad sobre su establecimiento, igual a s mismo durante veinte aos, y ya era demasiado tarde para cambios y para amores propios, aunque no para amores ajenos. Despus de la partida de la adivina, cuando le estaba comunicando su decisin negativa a don Damin para que le transmitiera su rechazo a esa seora, recomendndole que lo hiciera del mejor modo posible porque ella no deseaba verse enredada en las venganzas de los astros, lleg Aliaga hecho una tromba. Me voy de aqu. Pero por qu, Aliaga, por Dios? le pregunt la duea de casa. No puedo seguir conviviendo con esta gente. Es toda gente buena, pero si quiere irse, entonces vayase. Qu esti diciendo, cabro? le pregunt don Damin agarrndolo de una manga para retenerlo, y palmotendole el hombro. Usted tiene la culpa. Yo? don Damin estaba sorprendidsimo. Por meterle ideas raras en la cabeza a Bermdez. Qu ideas? La cuestin del mausoleo. Yo no le met esa idea en la cabeza. Pero se la abon. Yo? Claro, aprovechando toda esa huevada de ser propietarios, que tiene locos a Osvaldo y a la Olga. Ms respeto con su lenguaje en mi casa, oiga Aliaga le advirti la seora Panchita. Aliaga continu frentico contra don Damin: Que arreglara esto del mausoleo, que hiciera grabar las lpidas, que pintara el techo, que la fe de bautismo tal, que el certificado cual... y los Robles no eran ninguna maravilla, le dir, porque eran unos mineros ricachones de provincia, no ms. Y ahora que hace no s cunto que Bermdez ni aparece por all, toda esta cuestin cay sobre m y me exigieron que pagara yo los arreglos del mausoleo porque, si no, los iba a tener que pagar el cementerio, y como no quiero, y adems no tengo plata porque tengo que mandarles casi todo a mis viejos en Iquique porque los milicos les redujeron la jubilacin de profesores primarios... y a m me echaron de la pega... Y a Osvaldo? Tambin. l sabe?

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Qu va a saber si anda en las nubes? S, en las nubes declar la seora Panchita. Cuando usted se enamore va a andar igual. Quiero participarle que Osvaldo se va a casar con la Olguita, su novia. Aliaga se dio el lujo de carcajearse: Novia! No sea lesa, pues, seora Panchita, si son amantes hace aos y toda la pensin lo sabe. La nica colgada, a la que estaban engaando, era usted, para que no los echara. El engao no es lo mismo que la discrecin, Aliaga, no sea guagua. Usted cree que soy tan tonta que despus de veintitantos aos de tener casa de pensin no voy a saber lo que pasa aqu? Qu me tengo que meter yo en los asuntos de los dems, como se est metiendo usted que es un cabro tonto, no ms, cuando las cosas se hacen bien, y las relaciones son serias y entre gente grande que sabe lo que hace? Para que lo sepa: esta misma noche voy a cambiar a Bermdez a la pieza de la Olguita con todas sus cosas. La famita que va a tomar esta casa! chill Aliaga. Yo me voy! Aliaga se encerr en su pieza a hacer su maleta. La Delia, don Damin y la seora Panchita le dieron vuelta la espalda, dirigindose al comedor. Osvaldo se qued sin empleo. Qu van a hacer ahora para casarse...? medit en voz alta la Delia. No se preocupe, Delia, yo le tengo casi conseguido un empleo mucho mejor a Osvaldo... la tranquiliz don Damin. Usted? No me venga con cuentos, don Damin. Qu le va a conseguir un puesto usted, si usted no tiene ni dnde caerse muerto y de abogado no tiene ms que los dos primeros aos de estudio, de cuando las culebras andaban paradas! Usted no vive ms que de comisiones rascas que se consigue por ah, y le va a conseguir un empleo al pobre Osvaldo. Don Damin baj el diapasn de su voz y se quit los pulgares de los bolsillos de su chaleco: Bueno, entonces le voy a ensear a hacer comisiones igual que yo...

...S, pues, Osvaldito, lstima que los tiempos estn tan cambiados, y tan viejos y tan enfermos tu to Fabio y yo, que en esta casa, que antes nadaba en la abundancia, no haya ms que galletas de agua que servirte a ti y a tu novia con el t. Riquelme qu ms dijo usted que era, mijita? Cubillos..., mejor hacerse el leso con la parte Cubillos, usted no tiene la culpa. Pero se podra decir que los Riquelme, que es un apellido chileno antiguo, son casi de la sociedad, todo

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depende del segundo apellido. Claro que no es que no se hayan dado a conocer por el mal paso que dio doa Isabel y por lo tanto no merecen calle. Ves cmo Fabio menea la cabeza? El est de acuerdo, porque es un hombre muy moral y encuentra que es el colmo que le hayan puesto el nombre de esa mujer a una calle, y a una calle del centro, donde vive gente decente. Supongo que hay que tomarlo como si a esa calle le hubieran puesto, digamos... Castro. No haba para qu ponerle Castro a una calle. Nadie puede decir que los Castro sean gente conocida. Mucho ms conocidos son los Riquelme. Cmo me puedes negar una verdad as, pues, Fabio? T siempre discutidor, como todos los curas. Conocidos son los Riquelme, aunque t no quieras y aunque sean conocidos por el mal paso que dio doa Isabel, que, para que se diga la verdad, es lo que de carambola hundi al pas en el desastre en que est. Mi abuela Daz de Valds Carrera, no, no por los Robles, que era gente del Norte no ms, de ayer, sino por los Rodrguez porque mi pap era Rodrguez Daz de Valds, jams se refiri a l ms que como el huacho. Pero en fin, no hay que hacerle caso a Fabio porque es muy intransigente: yo siempre le alego que despus de tres generaciones es mejor olvidarse de esas cosas, como deca mi pap. No le parece, seorita Castro? Miren a Fabio: se durmi el pobre. Yo lo he estado encontrando tan colorado estos das! Usted que est ms cerca de l, mijita, por favor chele viento con este Mercurio que quin sabe de cundo ser, porque en esta casa no se compra un Mercurio qu s yo desde cundo..., se le debe haber quedado a Arturito cuando vino a vernos la semana pasada para que firmramos los papeles de la hijuela. chele viento fuerte un buen rato, no ms, seorita Marmentini. As, despus vuelve. El pobrecito ya casi no habla. Y es menor que yo, fjese. Pero yo estoy tanto mejor conservado. Por qu no me haces el favor de empujarme la silla de ruedas hasta el lado de Fabio, Osvaldito? Gracias. Te dir que Fabio a veces oye. Ves cmo a pesar de tener las manos con el rosario entre los dedos sobre la sbana, reacciona, y lo oye todo cuando lo remezco un poco? Di que s, Fabio, no seas pesado. Te fijas cmo dice que s con la cabeza en el almohadn? Claro que a veces le gusta hablar, depende con quin. Y ustedes, en el baile de quin se conocieron? No conozco ningunos Marmentini que den bailes, y menos bailes en mausoleos, que encuentro una irreverencia de lo peor. Damin Marmentini? No lo ubico. Gente nueva, supongo. O de Via. Tengo muy buena memoria para los apellidos y ubico a todo el mundo, pero jams en mi vida he ubicado a ningn Marmentini..., a no ser que sean unos italianos que se queran meter en sociedad y dieron un baile en que todos nos portamos harto mal..., pero no creo que hayan sido Marmentini. No me suena. Muy caballero el seor Marmentini que dio el baile. chele viento no ms, mijita, harto viento, que ya est bueno que vuelva. Y ustedes dnde viven? Ay, tan linda la Avenida Portales, y dicen que est tan de moda. Cerca, por Agustinas al llegar a Brasil,

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vivan mis tas Mendizbal... Mendizbal Daz de Valds, pues, Fabio. Cmo vas a estar tan tonto que no te acuerdes de ellas? Ves cmo habla cuando un tema le interesa? No hablas de puro maoso, Fabio, no me vengas a decir que no. No, no en Alonso Ovalle. Las tas Mendizbal vivan en Agustinas abajo, cerca de la Avenida Portales. Eran unas parientes de ellas, Prez Mendizbal, las que vivan en Alonso Ovalle esquina, justamente, de Castro, la calle de su familia, pues, mijita. Ah, bueno, Riquelme, lstima, pareca que la cosa tena ms salvacin por lo Castro, pero qu le vamos a hacer. En todo caso usted tiene dos calles, mediocres, claro, pero sumadas, supongo, dan una calle buena. Cmo? Qu dice? Que ya no estn? Cmo no van a estar? Cmo van a sacar dos calles que han estado ah toda la vida, a dos cuadras de aqu, y sin decirnos nada a nosotros? La Panamericana? Qu diablos es la Panamericana? La mitad a lo largo? Una sola vereda? Cmo se puede sacar una calle, y peor, la mitad de una calle, a lo largo? Deben ser cosas de los yanquis, como los chicles..., qu espantoso lo encuentro. Pero, Osvaldito, por favor, no me compliques con esas locuras modernas de sacar media calle a lo largo, porque si a uno se le ocurre sacar una calle, uno saca una calle, pero no media calle, y no a lo largo. Dnde se habr visto? Ves cmo Fabio oye? Es porque la seorita, que es un ngel, le est echando viento con ese Mercurio de la semana pasada. Ve? Hasta se est riendo y me quiere decir un secreto. Habla fuerte, no ms, que nadie ms que yo entiende esos ruidos que haces despus de tu operacin. Ja ja ja ja, qu cmico es mi hermano! A las puertas de la muerte como est y no me cabe la menor duda de que el Seor lo acoger en su Santa Gloria porque ha sido un gran predicador, como eran los sacerdotes de antes, y un gran caballero, muy buena mano para el rocambor y todo, a las puertas de la muerte, como te digo, y a pesar de eso haciendo chistes: fjate qu ocurrencia, dice que son medias calles porque son apellidos de medio pelo... Ja ja ja ja, no me puedes decir que no es cmico. Entonces fue en el baile de las Marmentini donde se conocieron usted y la seorita Castro? Qu lstima! Estoy convencido de que hay partes mejores para conocerse que en el baile de unas extranjeras como las Marmentini..., aunque usted dice que son de Via. En fin, qu se le va a hacer. No, ni los Marmentini ni los Castro tienen nada que ver con el mausoleo del Cementerio Catlico, que es de los Robles. En todo caso, como te iba diciendo, fue as como tu mam conoci a ese infame de tu pap, que le hizo la vida imposible a la ta Victoria. Se le dijo y se le dijo que no mandara a la Victorita a ese baile, pero la ta Victoria, que como buena De la Plaza era como mula de porfiada, la mand no ms a ese baile de las Marmentini que t te llevas nombrando como si fueran gran cosa y nadie las conoce ni en pelea de perros, pero como la ta Victoria ya estaba pobre le daba desesperacin que no convidaran a la Victorita a ms bailes porque todo el mundo

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saba que a ella ya no le quedaba ni un cinco partido por la mitad. Pero t te acuerdas de cmo era de porfiada y la mand no ms, con un vestido que le prestaron las Prez Mendizbal, sas que viven en la calle Riquelme y que eran tan buenas con la ta Victoria porque les daba lstima, y as fue como conoci a gente que no tena para qu haber conocido y despus le daba permiso para que fuera sola al teatro El Garden, aqu en la Alameda frente a Castro, a ver pelculas, y en el teatro las Marmentini le presentaron a la Victorita al desastre del Bermdez se, que llev a la tumba a la pobre ta Victoria. Muri? Cundo muri tu pap, mijito, por Dios? Era harto ms joven que yo, te dir. Y de qu muri? Se demoran aos en morir los hemipljicos y sufren muchsimo. Mi hermano Fabio no ha tenido hemiplejia que creo que siempre les da a los gordos como l, pero ha tenido casi todo lo dems y ahora se nos va a morir cualquier da, dijo el doctor Barriga, que vino a examinarnos hace... no me acuerdo cundo pero hace poco. Por eso es que aunque es cuatro aos menor que yo, parece abuelo mo. No! Qu horror! Ni me lo recuerdes. En el Cementerio Catlico por ningn motivo, ese cementerio es un espanto. Los Daz de Valds Carrera tenemos un mausoleo enorme y primoroso, donde cabemos todos de ms, en el Cementerio General. Tenemos que quedar todos juntos, como debe ser. Qu dices, Fabio, que no te oigo? Parece que tuvieras una flema... btala... le puede pasar la cantora para que la bote y pueda hablar, seorita? Debajo de la cama, gracias, tan buena que es usted, mijita. No le queda nadita de voz al pobre. Habla ms fuerte. Que quieres que te enterremos en el Catlico? Por ningn motivo. Todos los Daz de Valds Carrera tenemos que descansar juntos aunque no hayamos hecho otra cosa que agarrarnos de las mechas toda la vida. S, ya s que en el General entierran a judos y protestantes y a extranjeros, y eso no te gusta. Pero como t te vas a morir antes que yo, voy a ser yo el que va a disponer dnde te vamos a enterrar. En todo caso ese mausoleo de los Robles era un espanto, pues, Fabio. Acurdate de que cuando ramos chiquillos le decamos la casa de putas, porque era colorado y vistoso, claro que eso era antes que entraras al Seminario, cuando las casas de putas parecan casas de putas, no como ahora que dice Arturito Alarcn que parecen casas de familias decentes. Por lo pretencioso de ese mausoleo se conoce que los Robles eran un poco... bueno, en la familia se puede decir esto sin avergonzarse porque hay confianza y es historia antigua... s, los Robles eran un poco nuevos ricos. Gente muy bien, claro, y los De la Plaza de lo mejor, y en su tiempo los Robles tuvieron millones que hoy nadie tiene idea de dnde fueron a parar. Se hicieron sal y agua. Lo malo es que tuvieron demasiadas hijas mujeres feas que se casaron con gente desconocida y pocos hijos hombres y todo se dispers y no queda ni un cinco. Y los hombres nos quedamos solteros, como yo, o entraron al Seminario como el tonto de Fabio. Mire, mire, seorita Castro, Fabio

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est rezando, mire cmo pasa las cuentas del rosario y mueve los labios, s, as, sgale echando viento que es lo que mejor le hace. Ya no quedan ms Robles. El mausoleo? Quedan dos nichos? Pero, claro, pues, mijito, no faltaba ms, no creo que nadie vaya a querer dormir su sueo eterno ah, es tan espantoso: ese cementerio fue una locura de la gente cuando se enfureci en tiempos de la ley de los cementerios laicos de cuando ese pillo de Santa Mara, y los Robles, para hacerse pasar por gente muy catlica y de toda la vida, se compraron ese mausoleo para enterrarse en sagrado. Cmo se rea mi pap de la capilla en el cementerio de la familia de mi mam! La capilla de los Robles, ni regalada, deca. Propiedad? Pero claro que es propiedad..., cmo no va a ser? Ya ni me acuerdo de quin est ah. Voy a llamar a Arturito Alarcn para que me diga, l, que no es persona conocida pero es de toda confianza porque es nieto del administrador de mi pap en Chiige, lo sabe todo, y lo educamos nosotros mismos. O por qu no lo llamas directamente t mismo si dices que tienes todos los papeles listos para que arregle el asunto directamente con tu abogado, ese seor Marmentini? Por Dios, qu cantidad de Marmentini hay en Chile ahora! Te lo llevas hablando de ellos, no ms. Hace ms de diez aos que ni Fabio ni yo salimos a la calle, as es que uno ya no sabe quin es quin, por eso no me puedes exigir que entienda qu es esto de partir las calles a lo largo. Y Arturito, de acuerdo con el doctor Barriga, nos tiene estrictamente prohibida la televisin. Dicen que nos vamos a poner nerviosos y nos puede subir la presin. Es linda la tele? A m me gustara verla, sobre todo el Festival de Via, donde dicen que canta una chiquilla rubia preciosa que se llama Raquel no s cunto... Raquel Marmentini, supongo, como ahora se llama casi todo el mundo. No quieren traernos la tele y ahora son ellos los que mandan porque la verdad es, Osvaldito, que ya no nos queda salud para nada... son tantos aos. El telfono de Arturito Alarcn, que es como hijo de esta casa y para nosotros es un gran alivio pensar que l se queda a cargo de repartirlo todo despus de nuestra muerte, s, claro, el telfono de Arturito es... Cul es el telfono de Arturito Alarcn, Fabio? Est ms enfermo que yo aunque es ms joven, porque ha comido y ha tomado ms que yo, pero tiene mejor memoria para los nmeros, aunque confunde todos los apellidos mientras que yo ubico a todo el mundo. Ayayayay, ya se nos desvaneci otra vez: ms viento, seorita, ms viento, como le echa la monjita de la Caridad que nos viene a cuidar en la noche... ayayay, parece que esta vez ya no va a volver. A propsito de ayayay, saben el chiste de las Prez Freire? Adivinas por qu se metieron debajo de la cama cuando el terremoto...? No adivinas? Bueno, tonto, porque eran cantoras, pues hombre, ja ja ja ja. Ahora mira, volvi. Oye, chiquillo: cul es el nmero de telfono de Arturito Alarcn? Yo no me acuerdo a pesar de que lo llamamos tres o cuatro veces al da. Cunto...? Tres, dos, dos. Otra vez dos? Qu raro. Dos,

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nueve, siete. Lo apuntaste bien, mijito? Me alegro mucho de que te vayas a casar y vayas a ocupar con tu mujer, que es un dije, los nichos que quedan en el mausoleo de los Robles. Te acuerdas del trajecito de marinero blanco que te regal mi mam cuando la ta Victoria te llev de visita a Chiige? Pero no le hiciste ninguna gracia a mi mam, te dir, porque al tiro te ensuciaste el trajecito y despus fue como si la ta Victoria se desvaneciera porque nunca se supo ms de ella, aunque creo que una vez le o decir a alguien que haba puesto una tienda. Es bueno que la gente se case. As no queda sola. Nosotros dos solterones somos una lata y nos llevamos peleando todo el da, por plata, por poltica, por parentescos, por nmeros de telfono, desde hace aos. Qu sera de nosotros sin Arturito Alarcn? No quiero ni pensarlo. Si no fuera por l, que nos defiende, todos los parientes pobres estaran pidindonos cosas que no se pueden dar, no como t que nos pides algo razonable como ese mausoleo, que al fin y al cabo es un peso que uno se saca de encima..., estar seguros de que esos nichos los van a ocupar personas de la familia. Adis, Osvaldito. Que seas muy feliz, cualquier cosa en memoria de la ta Victoria, que como deca mi mam no era buenamoza pero tena estupenda figura, y un pelo rubio, rizado, precioso. Te acuerdas, Fabio? As es que no tienen por qu darme tantas gracias. Adis, seorita Marmentini. Encantado de conocerla. Usted es una monada, pasar toda la tarde echndole aire a mi pobre hermano. Claro, vengan cuando quieran porque nos hace falta gente de buena voluntad que le venga a echar aire a Fabio y as se demore un poquito ms en morirse. Cundo se casan? Siento mucho que no podamos mandarles un regalo porque estamos tan, tan pobres: Arturito Alarcn est comprando para nosotros la hijuela de al lado, en Chiige, porque ahora que hay una cosa que dicen que se llama la recesin, que no s qu es, los fundos se compran por cuatro chauchas, y con esto Chiige se va a agrandar en un treinta por ciento de su superficie. No, si le debemos mucho a Arturito porque gracias a l no nos hicieron la reforma agraria en tiempos de los comunistas. Quin sabe cmo se las arreglara! Fabio, Fabio, despierta, chiquillo. Me oyes? Es en un treinta por ciento o en un ochenta por ciento que se va a agrandar Chiige con la hijuela que nos est comprando Arturito? Quince, parece que dice. En fin. No les dije que era buenazo para los nmeros? Yo nunca me acuerdo. Y tengo que sacar las cuentas con los dedos, toda la vida igual. Pero los parentescos, eso s, los tengo aqu, en la punta de la lengua y no se me olvidan jams. As es que para que no se me vaya a olvidar si alguien me pregunta, mijita, quiero que me repita bien clarito: usted me dijo que era Marmentini Castro, o Marmentini Ovalle?

Ese invierno la Delia no terminaba nunca de mejorarse de su

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hepatitis. Claro que a estas alturas ya no era hepatitis sino pura fragilidad. De pronto amaneca sintindose un poco ms animada y haca el esfuerzo de levantarse para ir a la oficina, pero siempre volva a caer en cama, llorosa, resfriada, temerosa de perder su trabajo, de morirse, de estar sola, aburrindose. La seora Panchita peg unas tiras de tela emplstica en las ranuras de su ventana para que no entraran chiflones, pero ya ni se saba por dnde entraban chiflones en esa casa quejumbrosa de tan vieja que era. En todo caso, ese invierno fue as en Santiago, lluvioso y opaco, y todo el mundo haba cado con gripe y andaba con la nariz colorada chorreando. El da, de escasa claridad, terminaba como a las cinco de la tarde, hora en que era necesario encender la luz con el consecuente gasto de electricidad que a fin de mes se transformaba en cuentas enloquecedoras, y la ciudad entera heda a estufas de parafina. El cerro San Cristbal estuvo completamente oculto por la niebla durante varias semanas. Y hasta el cerro Santa Luca, prosaico y urbano, se haba procurado sus modestos mantos de neblina para fingir, en ese rincn de lo que iba quedando de la Alameda, una escenografa elegiaca, cubriendo con ellos sus monumentos y sus arcos de pacotilla. A pesar de esto y de la enfermedad de la Delia, en la pensin de la seora Panchita los preparativos para el matrimonio de la Olga Riquelme con Osvaldo Bermdez seguan su curso. Por fin haban decidido no arrendar vestido de novia porque sala muy caro para tan poco rato, sino improvisar uno con una blusa bordada perteneciente a la duea de casa, y con un tut romntico de la seora de don Walter Urza, que antes de salir arrancando haba pertenecido al cuerpo de ballet del Teatro Municipal, y ahora, despus de tantos aos afuera, ya no vea forma de volver al baile, que era lo suyo, porque estaba tanto menos joven. En todo caso, como era alta, a la Olga Riquelme el tut de la seora de don Walter le llegaba hasta los tobillos. Pero debera llegarle hasta el suelo para que pareciera traje de novia de verdad se quej la Delia, que estaba un poco antiptica. No la contradijo la Olga, sta es la lnea que viene este ao. Adems, quin se va a estar fijando, unos centmetros ms, unos centmetros menos. Lo del velo fue un problema. Hasta que una tarde don Damin, que ahora se meta en todo, dio la solucin al asistir a una prueba, a las que no dejaban entrar a Osvaldo porque trae mala suerte que el novio vea el vestido de la novia antes de la ceremonia misma. Don Damin observ: Tantas capas de tul de ms! Si hay como para hacer una carpa de circo! Lo echaron de la pieza. Para aplacar su risa producida por la cmica observacin de don Damin, la Olga se levant una capa de tul sobre la cara y la cabeza con tanto acierto, que la seora Panchita, sin

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consultar a la duea del tut, porque a esta hora estaba en la Fuente de Soda, con unas tijeras tan enormes que parecan de sas que usan para cortar los pollos en las carniceras, cort el velo, improvisando ah mismo un precioso tocado de novia. Osvaldo, entretanto, andaba en otras cosas. Todos los papeles referentes al mausoleo estaban firmados. Pero no se atreva a volver al cementerio porque le deba unas platas al grabador de las lpidas, amn de otras platitas que deba por concepto de manutencin y limpieza, que no tena con qu cancelar porque otra vez andaba buscando trabajo. Saba, sin embargo, que Aliaga estaba a punto de ser reincorporado a su puesto gracias no slo a su esplndida hoja de servicios y a los aos que llevaba en la oficina, sino a que don Damin con quien Aliaga se las arregl para quedar en buenas relaciones le consigui con Arturito Alarcn una carta escrita en nombre del presbtero don Fabio Rodrguez Robles, recomendndolo calurosamente. Por desgracia no poda hacer lo mismo por Osvaldo, que estuvo tan poco tiempo empleado antes de que comenzara a faltar y por eso lo despidieron, por eso y porque todos en el servicio lo encontraban antiptico. Don Damin y Arturito Alarcn estaban ntimos del alma. Cada vez que la Olga Riquelme pasaba por el Paseo Ahumada los vea hablando en el fondo del caf Hait sin que Osvaldo los acompaara, desde donde a veces don Damin la saludaba afable, aunque no la invitaba para presentarle a Arturito, en quien la Olga cifraba esperanzas inconfesadas, porque con sus influencias y contactos, y como administrador de la caja de fondos de los hermanos Jos Luis y Fabio Rodrguez Robles, todo era posible. Osvaldo estuvo a punto de vender su prensa y sus herramientas para hacer llaves que guardaba almacenadas en un stano de la pensin: en un Jumbo haba ido a mirar una mquina siniestra, japonesa y modernsima, en la que el cliente meta su llave y su dinero por agujeros, apretando un botn, y por el otro agujero salan cuantas copias de la llave el cliente pagara, plastificadas y todo. Con esto, claro, su labor artesanal, sus limas y escofinas que tantas veces le haban hecho sangrar los dedos, quedaban obsoletas. Pero no vendi nada pese a su urgencia por conseguir dinero antes del matrimonio, y a su derrota frente a la mquina. Y no vendi por una razn que tuvo alborotada a toda la casa: don Damin anunci que no sera imposible hablar con Arturito y convencerlo de que le diera permiso a Osvaldo para que instalara otro boliche en la entrada de otra casa en un barrio ms retirado donde no hubieran llegado todava los refinamientos de las mquinas japonesas, casa perteneciente, como es natural, a los hermanos Rodrguez Robles: de este modo, la futura familia Bermdez Riquelme tendra por lo menos cierta infraestructura econmica. Estas nuevas pusieron de muy buen humor a todos los habitantes de la pensin de la seora Panchita, que acogi a don Damin como uno de la familia: lo invitaba a comer casi todas las noches y se quedaba

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observndolo. Hasta que una noche le dijo al odo a la Olga que si ella no se equivocaba, y ella, no era por alabarse, tena muy buen ojo en estas materias, don Damin le echaba unas miraditas de lo ms lnguidas a la Delia, que pareca estar mejorndose: Pero si es coja! protest la Olga Riquelme, como si el brote de un nuevo romance pusiera en peligro las armonas inefables de su propio epitalamio. El domingo del matrimonio, por suerte, amaneci claro, la niebla y el smog recin lavados por la lluvia nocturna, los cerros urbanos verdes, al fondo de las calles la cordillera nevada y nupcial dispuesta a sumarse a la ceremonia. La seora Panchita dej la pensin cerrada con llave porque absolutamente todos los pensionistas participaron en el cortejo: hasta la nueva familia de tres, amiga de don Walter Urza, que acababa de llegar de Costa Rica y ocuparon la pieza de los Bermdez, y el soltern jubilado de la Contralora, suscrito a varias revistas, lo que inclin la preferencia de la duea de casa por l para la pieza de Aliaga porque pens que las revistas iban a representar algo muy positivo para amenizar el ambiente de su casa. Juntos, esperaron en la esquina la micro, que los llev hasta la parroquia ms cercana, donde haban estado hacindose las amonestaciones. Presenciaron la breve bendicin de la nueva pareja, y en media hora, casi antes de que los chiquillos se alcanzaran a aburrir y comenzaran a fregar, ya estaban de regreso en la pensin, dispuestos a divertirse en la fiesta. Haban arrimado todas las mesas del comedor a la pared como un buffet, y en el medio, antes de salir, la seora Panchita haba arreglado los sandwiches y la nivea torta con dos muequitos de plstico encima. La Olga trajo al comedor su tele en colores y la Delia su transistor con cassettes, y puso el Danubio azul: segn lo haban visto hacer en pelculas que venan de pases increblemente adelantados, la novia le tir el ramo a su mejor amiga, que lo cogi ruborosa, y se lanz a los brazos del novio a bailar el primer vals... pero como no haba padre ni suegro ni suegra con los cuales continuar las diversas etapas del rito tantas veces presenciado y envidiado en la tele, don Damin sac a bailar a la novia y Osvaldo a la seora Panchita, y todos comenzaron a beber y a bailar porque despus de todo matrimonio tiene que haber fiesta. El grito de los chiquillos de la pensin, sentados en el suelo mirando la tele, sac a los bailarines del ensueo del vals: Gooooool! Goooool! Gooool de Chile! Se detuvo el baile y todos se arremolinaron palmoteando alrededor de la tele. Quedaron slo los novios bailando en el medio del comedor, mientras la seora Panchita entraba a la cocina a buscar ms combustible para la estufa porque estaba hedionda. Al volver para completar su tarea, mientras los novios giraban en su sueo, solos en medio del comedor, se abri paso entre el grupo de espectadores y les apag la tele. Encarndolos, con los brazos clsicamente en jarras,

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exclam: Buena cosa! Qu es esto, partido o matrimonio? Ya, a bailar todos! Pon ms fuerte la msica! A bailar y a comer y a tomar hasta que todos se curen, que estamos aqu para celebrar un matrimonio, no para ver a unos tontones grandes pateando una pelota! Se pusieron a bailar de nuevo, ahora un poco desganadamente, los hombres con los ojos fijos en la tele que los chiquillos haban encendido otra vez aunque sin sonido, las mujeres desprendindose para formar un grupo junto a la mesa comentando lo rico que haba quedado todo y lo regia que se vea la Olga, lo lindo que era el vestido, pareca comprado en Providencia. La seora Panchita le pidi a don Damin que descorchara la botella de champn para que todos brindaran por los novios. Como no haba ms que otra botella, ech slo un poquito en cada copa. Dirigindose a la concurrencia que besaba a los novios brindando por ellos, don Damin dijo: Y ahora, si me lo permiten, quisiera decir unas palabras. Cuando Osvaldo Bermdez Garca-Robles y Olga Riquelme Cubillos, hoy su legtima esposa, me pidieron ayuda profesional para solucionar el problema de una propiedad, parecan dos avecillas asustadas, perdidas en la oscuridad del equinoccio legal y ansiosas de luz y proteccin... Muy bien, don Damin, muy bien aplaudi la Delia. Bravo aplaudieron al unsono los mellizos Poveda. Gracias, Delita..., gracias. Movido por mi afn de equidad y mi sentido de la justicia, acog en mi seno las inquietudes de estos espritus puros que aspiran a lo ms alto. Y hoy puedo decir, con legtimo orgullo, que con mi modesto esfuerzo he puesto mi granito de arena para contribuir a que se materialicen los inalienables derechos de estos espritus nobles, para que gocen de una morada perpetua. Queridos amigos: los invito a terminar este delicado gape haciendo una breve excursin para conocer el Palacio de Mrmol, que por sentencia ejecutoria del 24 de julio de 1982 es de legtima propiedad de mi distinguido cliente don Osvaldo Bermdez Garca-Robles y de su esposa, doa Olga Riquelme de Bermdez Garca-Robles... La seora Panchita dijo que ella llevara la botella de champn que quedaba en un balde con hielo, y vasitos de cartn para hacer all el ltimo brindis. Y cerrando otra vez su casa con llave, con nios y todo, volvieron a la esquina a esperar micro que los llevara al Cementerio Catlico. Pareca un domingo especialmente concurrido y alegre, quiz porque en un da de sol en un invierno opresivo a la gente le gusta salir y hacer programas. Cuando el cortejo nupcial de Osvaldo y la Olga baj de la micro Pila-Cementerio en la esquina de Recoleta, las micros y los taxis y los autos y los camiones y la gente formaban algo as como un nudo vivo y estridente en la calzada repleta. Esperaron enfrente, en la esquina donde la Olga se haba encontrado con don Damin y Osvaldo

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haca unos meses, y donde el bar segua ofreciendo, hoy, las mismas ESPECIALIDADES DEL DA de entonces: AJIACO. CAZUELA DE VACA. BISTEC CON TALLARINES, detrs de los kioskos atiborrados de claveles que parecan de papel, y de crisantemos. Esperaron a que todos bajaran para formar un grupo compacto y alegre en la esquina. La seora Panchita, muerta de la risa porque estaba un poco curada, tir lejos el agua del hielo derretido del balde donde traa el champn, al centro de la calzada: riendo, todos siguieron con la vista la direccin sealada por el agua, hacia la vereda de enfrente. All esperaba la figura que atrap sus miradas: vestida con su traje verde cata, su melena fulgurando roja al sol, sus aros largos centelleando en sus orejas, brillantes de polvo de plata los prpados, de rouge prpura los labios, de esmalte negro las largusimas garras. Ay! Se nos olvid convidarla! susurr Osvaldo. Sinti que la Olga, tomada de su brazo, se pona a temblar ante esta mujer que le haca amistosas seas desde la vereda del otro lado. La Olga le contest con una cariosa seal, como si la esperara de toda la vida y dijo: Voy... Y sin que pudieran impedrselo, la Olga Riquelme se lanz al oleaje de micros y autos y camiones y cucas que bocineaban, insultaban, patinaban tratando de evitar a la Olga que intentaba llegar a la otra orilla sin hacer caso a los gritos de los suyos: Olga! Olguita! Cuidado! Vuelva, por Dios... Corra... Cuidadooooooo... Olguitaaaaaaaaaaa...!

Ni se le notaba el golpe con que la micro Pila-Cementerio le quebr la espalda. Ni le aj el velo de novia, ni alter la expresin de felicidad de su rostro. As, no la tuvieron que desvestir, apenas limpiarla un poco, como a todos los muertos, porque los muertos son sucios, y componer su tocado de tul para velarla en la pensin, las mesas todava arrimadas a la pared mostrando los restos de la fiesta del matrimonio: slo fue necesario despejar los canaps y la torta que quedaba, y las copas y los platos usados, y el ramo de flores demasiado vistoso para un ambiente de funeral con que la Delia haba decorado la mesa del banquete. La velaron todos los pensionistas y amigos de la casa, y tambin algunos compaeros de Correos. El viudo que haba sido jefe en la seccin de Avenida Matta llor desconsolado, diciendo que ahora

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que la Olguita haba muerto ya no le quedaba ms que jubilarse. Los que fueron compaeros de trabajo de la occisa le enviaron una gran corona de claveles blancos, pero el jefe de Avenida Matta le mand otra corona, aparte. Don Damin tena la llave del mausoleo. Arturito Alarcn se la haba entregado cuando comieron juntos un par de semanas atrs para dejar finiquitado el asunto. Don Damin llevaba la llave de sorpresa en el bolsillo con el fin de entregrsela a la orgullosa propietaria a la hora de los brindis, cuando todos quedaran estticos de admiracin frente al esplendor del mausoleo de los Robles de la Plaza. Ahora, durante el velorio, mientras las mujeres lloraban, rezando sus rosarios en el comedor de vidrios polvorientos, y afuera llova a cntaros, l, emotivamente, coloc la llave simblica entre las manos de la Olga cruzadas sobre el pecho, que an sostenan el ramo nupcial. Slo cuando cerraron la tapa y sellaron el cristal dejando su cara de siempre asomada a esa diminuta ventana eterna, se la volvi a quitar con toda discrecin porque claro, iban a necesitar la llave del mausoleo, y ya no se trataba de smbolos. Llev aparte a Osvaldo, que estaba como atontado y con el rostro tan descompuesto como si a l, no a la Olga cuyas facciones permanecieron serensimas, lo hubiera atropellado la Pila-Cementerio, y le dijo que como nico heredero de su esposa iba a tener que tramitar la posesin efectiva de sus bienes. Qu bienes? El mausoleo, por ejemplo. Ustedes no tienen separacin de bienes, supongo? Bueno, entonces el mausoleo es un bien ganancial. La mitad es de propiedad de la Olguita como cnyuge suya, lo que significa que usted va a tener que tramitar la posesin efectiva de esa mitad. Yo me encargar de todo. Claro que va a tener que pagar algo, no mucho... Todo haba que pagarlo. El dinero apareca a duras penas, quin sabe de qu prdigos bolsillos instantneos, quin sabe de qu miserables ahorritos y sueldos, para pagar el cajn, el sepelio, el cortejo fnebre, los dos autos negros de la comitiva llevando a los principales deudos los dems partieron ms temprano, en micro, para esperar al cortejo all, y cuando lleg el furgn, fueron Osvaldo, los mellizos Poveda, don Damin, don Walter y el pensionista nuevo soltern que apenas conoci a la Olguita, quienes cargaron el fretro llevndolo lentamente por los pasillos en direccin al mausoleo. La ventaja del Cementerio Catlico se ve ahora que est lloviendo afuera, con los mausoleos en estas galeras cubiertas..., pero ya va a amainar... susurr don Damin al odo de Osvaldo, que como deudo principal cargaba el cajn adelante. Las mujeres no suelen asistir a entierros, que es ms bien cosa de hombres, pero las mujeres de la pensin fueron no ms, y tambin las compaeras del Correo, a las que la Olguita y la Delia les haban hablado tanto del mausoleo que nunca haban llegado a creerles completamente. Una rfaga de viento helado pareci cortar la lluvia, y

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en unos minutos sali el sol: todo era menos terrible as. Al acercarse al mausoleo vieron a Aliaga, ms atildado que nunca, esperndolos junto a la reja de la tumba de los Robles de la Plaza, en actitud de defensa. Don Damin se adelant para abrir la reja con la llave de la familia mientras los dems esperaban con el cajn a cuestas y las mujeres de luto, atrs, recitaban letanas. Buenas tardes, Aliaga. Buenas. Podra tener la gentileza de quitarse de ah para abrir? Como ya le advert por telfono, Aliaga, vamos a inhumar los restos de doa Olga Riquelme de Bermdez Garca-Robles, lamentablemente fallecida en el da de ayer. Pese a que usted se resista a creerlo, obran en mi poder todos los documentos que atestiguan que ella y su marido, don Osvaldo Bermdez Garca-Robles tienen pleno derecho legal a ocupar los dos nichos de su propiedad en este mausoleo, para yacer por toda la eternidad uno junto al otro. No es que Aliaga se riera. Pero sonri una sonrisita helada, y sin decir una palabra ni hacer un gesto ms que retirarse de la reja, le seal el interior del mausoleo a don Damin y a Osvaldo, que haban traspasado su parte del peso del atad al ms fortachn de los mellizos Poveda. Prendido de la reja, Osvaldo, incrdulo, ley en la lpida del nicho que crea destinado a recibirlo a l: Jos Luis Rodrguez Robles, 1897-1982. Mi to. Cundo falleci? Hace tres das. Lo inhumamos anteayer. Pero si Arturito Alarcn me dijo que lo iban a inhumar en el mausoleo de los Daz de Valds Carrera en el Cementerio General! Ese era el deseo de don Jos Luis exclam don Damin Marmentini. S, as era, en efecto explic Aliaga. Pero como falleci primero el ms anciano de los hermanos, don Jos Luis, antes que el presbtero don Fabio, ste dispuso contra viento y marea que l se opona terminantemente a que su hermano reposara en un cementerio que reciba a protestantes y a judos, y que ahora que era l quien dispona, quera que lo enterraran a l y a su hermano en el Cementerio Catlico. El otro nicho es para don Fabio. Cmo es posible que Arturito no me llamara para comunicarme este contratiempo? Anda muy ocupado con los asuntos de la sucesin. Apuesto a que anda como loco! Las oraciones de las mujeres seguan. Sobre los hombros fatigados de los deudos, el atad de la Olga comenzaba a bambolearse un poco: si los tres hombres que discutan junto a la reja del mausoleo no actuaban pronto, iban a tener que dejar el cajn en el suelo. Afuera, en el patio, ms all de los arcos, el sol haca relucir como si fueran artificiales las hojas de un magnolio, y los pajaritos, como suelen

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hacerlo despus de una lluvia, piaban alegremente. Pero don Damin, que era hombre de recursos, sac de su bolsillo un legajo con muchos timbres y lacres, lo que revelaba que haba recibido el beneplcito de innumerables reparticiones pblicas y se trataba de un documento imponente, de fiarse. Don Damin le ley su contenido a Aliaga, que consternado se fue retirando de la reja mientras Osvaldo la abra con su llave: ...sin perjuicio del orden de prelacin natural pertinente termin de leer triunfante don Damin. Ya no puede ser ms explcito, pues, Aliaga! Y eso qu quiere decir? Que el reconocimiento de sus derechos no excluye el derecho de los dems parientes que quedan, y que existe simplemente un orden de preferencia de acuerdo al orden en que vayan falleciendo. La discusin entre don Damin y Aliaga se alborot, aunque en voz baja como convena a un lugar como el cementerio, hasta que ambos se retiraron a la oficina a llamar por telfono a Arturito Alarcn y a zanjar el asunto con los jefes. Mientras tanto el sepelio sigui su curso, ajeno a las dificultades legales. Los sepultureros, que durante el poco tiempo que Osvaldo trabaj en el cementerio se haban hecho amigos suyos porque no era orgulloso como Aliaga, y permanecieron amigos suyos durante todas sus visitas al mausoleo de los Robles de la Plaza, tomaron el cajn de la Olguita, colocndolo dentro del nicho abierto. Luego, con tornillos y con una mezcla especial, ajustaron la gran lpida, tapando el cajn: pero la lpida no tena nombre. Por qu? pregunt Osvaldo desolado. El sepulturero ms viejo, con su aliento hediondo a vino, le susurr al odo: Los grabadores marmolistas esperaron. Pero como usted nunca pag... Si yo mismo le di la plata a don Damin para esto! Puede ser. Pero como parece que usted les debe otros pololos y el asunto de la sepultura estuvo siempre en veremos, prefirieron esperar hasta que la cosa se aclarara y les pagara todo lo que les debe. Los nios, aburridos con la espera, comenzaron a jugar a las escondidas entre los santos de mampostera y los monumentos. Al cabo de un rato regres don Damin solo, diciendo: Asunto arreglado. El mausoleo es suyo, Osvaldo. Don Fabio tendr que ser inhumado en el mausoleo de los Daz de Valds Carrera en el Cementerio General. Arturito me acaba de decir que don Fabio se encuentra en estado de coma y se espera el desenlace para unos minutos ms, de modo que Arturito dispondr as las cosas. Don Fabio qued tan mal despus de la muerte de su pobre hermano... Ya m para qu me sirve un mausoleo lleno? le pregunt Osvaldo.

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Ah, mi amigo, eso es cosa suya replic don Damin cerrando la reja del mausoleo con la gran llave y entregndosela a Osvaldo mientras todos comenzaban a retirarse. Yo tengo que apurarme ahora para ir a hablar con Arturito. Pueda ser que me reciba, tiene tanto que hacer. Mi ms sentido psame, Osvaldo. Crame que lo acompao en su dolor. En la puerta del cementerio Osvaldo despidi el duelo con abrazos, aceptando y agradeciendo condolencias y conmiseraciones. La seora Panchita y la Delia quisieron llevarse a Osvaldo a la pensin, darle un caldo de pollo livianito y despus ver que se acostara a dormir una siesta para que descansara. Cuando todos partieron en sus distintas micros, Osvaldo qued parado entre los kioskos de crisantemos: saba exactamente a donde quera ir. Cruz al frente y fue orillando el cerro Blanco, tan vaco, tan intil como siempre, un estorbo urbano, nada ms, caminando luego por Recoleta hasta la Vega Central: la lluvia ya se haba secado en el pavimento y el cielo reluca luminoso. Tambin el viento haba decado, se dio cuenta Osvaldo al cruzar el puente de la Estacin Mapocho, o ms bien el viento se haba remontado porque all arriba, en el cielo azul, se dedicaba a corretear las ltimas nubecitas blancas. Baj por Bandera, con todos los negocios cerrados porque era domingo, hasta la Alameda, y entr por San Diego, calle que tan bien conoca, una cuadra, dos: all en la esquina, formidable y rosada an, se levantaba la fachada de la casa en cuyo portal haba tenido su bolichito: le haban arrancado todas las puertas, todas las ventanas, hasta los marcos..., por esos grandes agujeros vio cruzar el cielo un avin plateado y brillante que iba a aterrizar, se imagin Osvaldo, en el Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Bentez, que todo el mundo llamaba simplemente Pudahuel. De dnde vendr esa gente? se pregunt Osvaldo. Adonde ir...? Pero pronto olvid sus preguntas sin sentido. En la fachada color rosa, las columnas y los plintos, los tmpanos y drapeados de mampostera semiderruida de los que se descascaraban los restos de la pintura rosa, parecan enmarcar, hoy tal vez porque estaba tan asoleado este fro da invernal, aberturas especialmente grandes, sobre todo la de la puerta de entrada donde l antes tena su local: por ella, y por las seis ventanas del primer piso, vio que el terreno de detrs de esa fachada como de escenografa haba sido rasado como la elipse del Parque Cousio, lista para maniobras militares: un barrial plano, vaco, totalmente despoblado. Qu raro se dijo, y cruz al frente. Antes de entrar por esa puerta que pareca no conducir a nada, se qued en el umbral mirando el terreno listo para edificar. Haca tiempo que deban haber empezado esa construccin, y nada... tal vez

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este terreno terminara, como ahora tantos otros en la ciudad, en estacionamiento de autos. Despus de esta reflexin entr... o sali... All se dio cuenta de que el terreno no estaba totalmente vaco. Adosada al revs de la fachada que luca an los restos de empapelados distintos sealando las distintas habitaciones, Osvaldo vio una mejora de calamina, poco ms que una mediagua, como encogida en ese rincn detrs de la fachada. Se acerc: un biombo japons protega la entrada, y el barrial y el agua traspasaban por debajo el oropel desteido del biombo. Osvaldo golpe en la calamina: Pase! chill la voz de la adivina desde adentro. Ah, chiquillo, eres t..., pobre. Qu mala suerte! Qu le vamos a hacer! Sintate, no ms. Quieres una tacita de t? Bueno. Te va a hacer bien. En silencio bebieron juntos el t hecho con bolsitas varias veces usadas. El cuartucho luca colgajos de trapos extraamente bordados, con grandes estampas de dioses de innumerables brazos, mapas del firmamento y de otras esferas, una sillita dorada renga, un catre de bronce y un florero con dos plumas de pavo real, todo esto para disimular las paredes de ladrillo y calamina que rezumaban humedad. Cuando Osvaldo termin de tomar su t le devolvi la taza a la adivina. Ella le pregunt al verlo levantarse para partir: Qued bien instalada tu mujer, mijito? S. El mausoleo es precioso. S. Pero... y yo? T qu? Queramos descansar eternamente juntos. Ahora... Claro, al tontorrn de Jos Luis Rodrguez Robles se le fue a ocurrir morirse antes que Fabio, y Fabio le hizo la mala jugada a su hermano, y a ti. Dnde voy a quedar yo, entonces? T? Igual que yo: en cualquier parte. Quin se va a molestar en reclamar nuestros huesos? Es cierto... nadie. Me voy. Osvaldo apart la hoja del biombo que cerraba la abertura que era la puerta de la mejora, y entr un brazo de luz que revel la miseria de los dorados falsos, de los colgajos inmundos, de las estampas desteidas, del esmalte saltado de las garras de la adivina, que al salir le dijo: Oye, Osvaldo... Qu? No tienes alguna cosita que regalarme? Yo... y busc en sus bolsillos. No encontr ms que la llave del mausoleo: una llave grande,

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pesada, quizs de bronce: lo que haba querido era vida, no muerte, y no titube en entregrsela a la adivina. Es para m? Qu linda! Gracias, mijito! Gracias! Que Dios te lo pague! Bueno, se est nublando otra vez. Me tengo que ir. Hace fro. Hasta luego. Y sali al barrial del que comenzaba a emanar una neblinita arrastrada que no auguraba nada bueno. Hasta lueguito... le contest ella, despidindolo desde su puerta, ataviada con su viejo kimono y agitando una mano. Saludos a todos en la pensin..., ya nos veremos por ah... Y a Osvaldo Bermdez Garca-Robles no le dio miedo que la adivina se despidiera de l dndole esta cita.

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