El Enigma de Flamel
Por Riccardo Prini
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Entre los pliegues del tiempo, antiguas leyendas y modernos misterios se entrelazan en una aventura que desafía las leyes de la realidad. La novela nos lleva desde el misterioso París del siglo XV hasta las actuales Livorno, Pisa, Malta y Jerusalén, donde la línea que separa la realidad de los sueños se hace cada vez más delgada. Por el camino, el amor en todas sus formas desempeña un papel central: el profundo amor de unos padres por una hija, el apasionado amor entre dos amantes y el insaciable amor por el conocimiento.
El enigma de Flamel es una novela que puede leerse en varios niveles: ofrece una lectura apasionante para cualquiera interesado en historias convincentes, pero también ofrece niveles más profundos de interpretación para los apasionados del esoterismo y alimento para la reflexión para los interesados en los fenómenos de la física cuántica.
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El Enigma de Flamel - Riccardo Prini
2023 Riccardo Prini
Publicación independiente
Todos los derechos reservados.
Toda reproducción, incluso parcial y por cualquier medio, deberá ser autorizada previamente por el Autor.
Diseño: Riccardo Prini.
Montaje: Riccardo Prini.
A mi esposa Olimpia.
Te dedico este libro a ti, mi compañera constante, el faro que ilumina mis días.
Tu amorosa paciencia es mi mayor apoyo, me permite afrontar las tormentas con valentía y despertar cada mañana con esperanza renovada.
Con todo mi Amor
Riccardo
Livorno, 1 de agosto de 2023
Esta obra es ficción literaria. Los personajes, circunstancias y acontecimientos descritos son producto de la imaginación del autor y no pretenden representar a personas, lugares o sucesos reales.
Cualquier parecido con personas vivas o muertas, acontecimientos históricos o realidades existentes es pura coincidencia.
Este libro no pretende hacer afirmaciones sobre la realidad histórica o cultural, ni ofrecer una representación exacta de lugares, personas o acontecimientos reales.
Por favor, considere la obra como tal: una obra de pura ficción.
"El deseo de poder es como un veneno que intoxica el alma,
empujando al hombre a sacrificar su humanidad,
a cambio de una ilusión de control y grandeza".
Riccardo Prini
Capítulo 1
El futuro está escrito en el pasado. Sólo aquellos que pueden leer los antiguos secretos pueden entender lo que depara el futuro".
París, enero de 1398
En la húmeda penumbra de la habitación, la luz de las velas proyectaba sombras danzantes sobre las paredes de piedra desnuda. El aire, impregnado de olor a cera y a madera vieja, era frío. Agudizando sus sentidos, Nicolas Flamel, un escriba consumado, miró a su amada Perenelle, cuyos ojos eran ahora sólo sutiles ondulaciones en su rostro marcado por la enfermedad.
Ambos vestían túnicas de lana, único escudo contra el frío invernal que se colaba por las rendijas de la casa de dos plantas situada en el corazón de París. A pesar de su avanzada edad, Flamel parecía vibrar con una energía sutil, un fuego interior alimentado por un descubrimiento extraordinario.
Perenelle
, empezó, susurrando en el silencio de la habitación. Estoy a punto de cruzar un límite que ningún hombre se ha atrevido a cruzar
.
Hizo una pausa, sintiendo el peso de las palabras. He descubierto el secreto de la Piedra Filosofal.... El secreto de la vida eterna
.
El rostro de Perenelle permaneció impasible, aunque una luz de comprensión brilló en sus ojos cansados. Y a ti te gustaría...
, repitió, que yo también...
.
Nicolas asintió: Podríamos estar juntos, Perenelle. Más allá de los límites del tiempo, más allá de las garras de la muerte
.
El silencio que siguió fue denso, sólo roto por el crepitar de las velas. La propuesta de Nicolás era una locura y, sin embargo, en aquel silencio, parecía posible. El tiempo parecía detenido, su destino en equilibrio sobre una hoja afilada, a la espera de una decisión.
¿Estás seguro, Nicolas?
, preguntó finalmente Perenelle, con un tono de voz que trascendía la incertidumbre, haciendo una última pregunta en la oscuridad.
Sí
, respondió Nicolás, con el corazón rebosante de esperanza y miedo. Estoy seguro
.
Perenelle miraba fijamente el rostro de su marido, las llamas parpadeantes reflejaban la incertidumbre de sus ojos castaños. Su corazón latía con fuerza en su pecho, un tambor incesante que repetía el ritmo de un viaje que se presagiaba sin fin.
Flamel, sintiendo su perplejidad, se abstuvo de hablar. Sabía que no podía influir en su decisión. Tenía que venir de lo más profundo del corazón de Perenelle.
Finalmente, Perenelle inspiró profundamente, como si intentara absorber toda la fuerza del aire helado que los rodeaba. Sus manos, marcadas por venas azuladas, se aferraron a la áspera tela de su delantal.
Dicen que la muerte es el precio que se paga por la vida, Nicolás
, dijo.
Su voz era un hilo delgado en el frío silencio de la habitación.
Y tú quieres apartarnos de esta ley universal. No lo veo como un don, sino como una maldición
.
Flamel asintió, comprendiendo sus palabras. Es una decisión que no tomé a la ligera, Perenelle. Pero la idea de perderte, de ver cómo el tiempo te aleja de mí... no puedo soportarlo
.
Había una súplica en sus ojos, un anhelo tan profundo que por un momento hizo vacilar a Perenelle.
Luego, con un suspiro, respondió lentamente:
Nicolás, mi amor, no olvides que todo regalo tiene su precio
.
Capítulo 2
Las pruebas más duras nos obligan a descubrir la fuerza que ignorábamos poseer. En medio de la tormenta, el amor a nuestros seres queridos se convierte en nuestro faro, la luz que nos guía hasta la orilla
.
Florencia-Livorno, 15 de febrero de 2019
Acababan de cruzar el umbral del hospital pediátrico de Florencia, un edificio moderno que parecía más un conjunto de aulas universitarias que un hospital, y el frío de aquellos austeros pasillos les hizo estremecerse. La voz del especialista aún resonaba en sus oídos, palabras duras que sabían a acero blanco y frío. El tumor, el peligro, los riesgos, la operación en Roma, la preparación. Palabras que les infundían un terror angustioso, como la imagen de un precipicio que se abriera de repente bajo sus pies.
Vittoria se aferró al brazo de Marco como si buscara en él un apoyo, un faro que la guiara a través de la tormenta de emociones que estaba atravesando. Sus ojos estaban vidriosos por lágrimas incontenibles, y un pesado silencio se instaló entre ellos, sólo roto por el tic-tac de los relojes y el lejano sonido de las máquinas en funcionamiento.
La realidad de la situación era insoportable: tendrían que vender la imprenta familiar, el lugar que había visto trabajar con pasión y dedicación a generaciones de los Orsini, el corazón palpitante de un arte antiguo que Marco amaba y respetaba. Pero ¿qué otra cosa podían hacer? La vida de Isabella estaba en juego, y no había precio demasiado alto que pagar.
Marco y Vittoria habían pasado años imaginando un futuro para su pequeño, un futuro lleno de risas y felicidad, sin preocupaciones ni miedos. Ahora, aquellos sueños parecían lejanos, engullidos por la implacable realidad de un destino inesperado. El silencio entre ellos persistía, pero en ese silencio había una gran resolución. Harían lo que fuera necesario para salvar a su hijo.
Isabella estaba sentada en una de las enormes sillas de la sala de espera, con las piernecitas demasiado cortas para tocar el suelo, balanceando nerviosa sus zapatos de cordones de color rosa chillón. A su lado, una enfermera de rostro amable intentaba distraerla con un libro de ilustraciones, con la intención de convertir aquellas paredes estériles en un mundo de imaginación y asombro.
A pesar de las circunstancias, Isabella era un torbellino de energía. Sus ojos, grandes y llenos de curiosidad, se movían constantemente, captando cada detalle, cada movimiento. No entendía por qué estaba allí, por qué él la había traído a un lugar tan poco acogedor, pero su mente de siete años era flexible, capaz de adaptarse y encontrar alegría incluso en las situaciones más complejas. Era una niña muy inteligente, con una vivacidad de espíritu que iluminaba el ambiente como un rayo de sol.
Los cuentos de la enfermera le encantaban, las vívidas ilustraciones captaban su atención mientras sus pequeños dedos seguían las palabras leídas en voz alta. Las historias de princesas y dragones, de hadas y gigantes, la transportaban a mundos lejanos, lejos de la sala de espera del hospital.
Isabella se encontró catapultada a un universo paralelo, sin saber la verdadera razón por la que estaba allí. La muerte, la angustia, eran conceptos abstractos y lejanos, incomprensibles para una mente tan joven y llena de vida. Isabella vivía en el presente, un mundo de juegos, descubrimientos y maravillas. El futuro, con sus incógnitas, sus terrores, aún no había conseguido colarse en su mundo, un mundo de colores brillantes, risas y amor.
Cuando Vittoria se volvió hacia la sala de espera y sus ojos se encontraron con la pequeña y vivaz figura de Isabella, su corazón pareció romperse en mil pedazos. Miró a su pequeña, inmersa en su mundo de fantasía e inocencia, y un dolor punzante le oprimió el pecho. La amarga verdad que acababa de descubrir parecía tan contraria a la imagen de su hija, una criatura tan frágil y a la vez tan llena de vida.
Vittoria metió las manos en los bolsillos del vestido, un gesto inconsciente que revelaba su lucha interna. Se sentía como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago, se le estaba acabando el aire. Tenía la boca seca, respiraba entrecortadamente, le temblaban las piernas... parecía imposible mantener la compostura.
Su mirada se perdió en los rizos rubios de Isabella, en la forma en que la luz de la tarde jugaba con su cabello dorado, en la risa cristalina que brotaba de ella cuando la enfermera le contaba un cuento. Vittoria intentó tragarse el nudo que tenía en la garganta, pero las palabras que acababa de oír seguían resonando en sus oídos, como un eco distorsionado y lejano.
Era como si la hubieran catapultado a una pesadilla de la que quería despertar. Sin embargo, al mirar a Isabella, la sonrisa en su rostro inocente y la luz en sus ojos se dio cuenta de que no podía permitirse el lujo del pánico o la desesperación. Tenía que ser fuerte, por su hija. Su amor por Isabella, ese vínculo profundo e inquebrantable que sólo una madre puede comprender, le dio fuerzas para respirar, para luchar contra el pánico que intentaba abrumarla.
Y, a medida que se acercaba a su pequeño, sintió que una nueva energía corría por sus venas. Era miedo, por supuesto, pero también determinación. Una feroz determinación de hacer lo que fuera necesario para proteger a su hija. Isabella era su mundo, y Vittoria estaba dispuesta a luchar con todo su ser para garantizarle un futuro a su hija.
Mientras Marco caminaba de vuelta a su casa de Livorno con su familia, el cansancio se apoderó de él. Miró por la ventana, viendo cómo la ciudad se dormía bajo el manto estrellado, sus pensamientos eran un torbellino de miedo, esperanza y determinación. El día había sido una maldita montaña rusa emocional y había dejado huella.
Junto a su cama, Marco vio un libro abierto que había empezado a leer unos días antes. El sueño de Polifilo
, una obra de Francesco Colonna, un fascinante laberinto de simbolismo y misterio.
Leer esa obra siempre había sido una experiencia extraña para él. La trama, una serie de sueños vívidos y alucinatorios, tenía una cualidad casi hipnótica. Marco se encontraba pensando en los sueños del protagonista incluso durante el día, como si hubiera vivido sus experiencias.
Pero esta noche, Marco no estaba interesado en nada de eso. Demasiado agotado incluso para retirar el libro, se abandonó sobre la cama, con los ojos cerrados y las manos aún apretadas sobre las sábanas. Mientras la fatiga le arrastraba hacia el sueño, un pensamiento cruzó su mente, un pensamiento que debería haberle encontrado preocupado, pero que sólo le hizo sonreír.
¿Y si todo esto fuera un sueño? ¿Y si mañana me despierto y descubro que nada de esto ha sucedido?
.
Capítulo 3
El conocimiento es la clave del poder. Quien posee el conocimiento, posee el poder
.
Francis Bacon.
Livorno, un día en abril de 2019
El peso de la melancolía aplastaba a Marco Orsini, inundándole de tristeza ante la inminente venta de la imprenta familiar, un lugar en el que resonaban sus recuerdos más entrañables. Allí había pasado las horas más despreocupadas de su infancia, en el cálido abrazo de su abuelo que, con la paciencia y la devoción que sus padres, encadenados a sus compromisos profesionales, no podían darle, le había revelado los secretos del oficio de impresor.
Con la enfermedad de Isabella, la amarga pero inevitable decisión de cerrar el negocio y deshacerse del local se había impuesto como un destino ineludible.
Mantener económicamente la herencia familiar había resultado ser una carga demasiado pesada. Ahora, la imprenta parecía un cascarón vacío, con la maquinaria, antaño ruidosa y animada, ya vendida en su mayor parte o reducida a chatarra. Por otra parte, Marco hacía tiempo que había iniciado su actividad profesional como profesor universitario, que desarrollaba paralelamente a su trabajo como empresario de la imprenta.
Por aquel entonces, Marco recordaba a menudo cómo era la imprenta, una joya de historia y tradición, escondida entre las estrechas calles adoquinadas del barrio de Venecia de Livorno. El edificio del siglo XVII, todavía sólido y poderoso, se erguía como un monolito mudo, testimonio de generaciones de artesanía y creatividad.
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