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El desprecio agradecido (Anotado)
El desprecio agradecido (Anotado)
El desprecio agradecido (Anotado)
Libro electrónico147 páginas1 hora

El desprecio agradecido (Anotado)

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Información de este libro electrónico

El Desprecio Agradecido, escrita en torno a 1633, pertenece a las obras de un Lope ya anciano. El novelesco arranque de la comedia sirve para caracterizar a los dos personajes, don Bernardo y Sancho, que se han refugiado en casa de Lisarda tras pensar que dejan muerto a un rival. Lisarda los acoge y le pide a su criada Inés que los aloje en un cuar
IdiomaEspañol
EditorialeBookClasic
Fecha de lanzamiento7 dic 2021
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    El desprecio agradecido (Anotado) - Félix Lope de Vega

    El desprecio agradecido

    Lope de Vega

    Hablan en ella las personas siguientes.

    - DON BERNARDO.

    - OTAVIO.

    - LISARDA.

    - FLORELA.

    - INÉS.

    - LUCINDO.

    - SANCHO.

    - DON ALEJANDRO.

    - MENDO.

    Jornada I

    Salen DON BERNARDO y SANCHO, con espadas desnudas y broqueles.

    DON BERNARDO

    ¡Qué torpe salto que diste!

    SANCHO

    Eran las paredes altas.

    DON BERNARDO

    Tú pienso que mejor saltas

    porque más miedo tuviste.

    SANCHO

    ¿Quién no teme a la justicia,

    y dejando un hombre muerto?

    DON BERNARDO

    Temerario desconcierto;

    quien vive, vivir codicia.

    Casa principal es esta,

    adonde habemos entrado.

    SANCHO

    Todo vengo desollado;

    sangre la pared me cuesta.

    DON BERNARDO

    Con la obscuridad no veo

    más de que aqueste es jardín.

    SANCHO

    ¿Qué habemos de hacer, en fin?

    DON BERNARDO

    Librarme, Sancho, deseo.

    SANCHO

    Si nos sienten, es forzoso

    pensar que somos ladrones.

    DON BERNARDO

    ¡En qué fuertes ocasiones

    se pone un hombre celoso!

    SANCHO

    Nunca el diablo nos dejara

    venir de Sevilla a aquí.

    DON BERNARDO

    Sala es esta. ¿Entraré?

    SANCHO

    Sí.

    DON BERNARDO

    Mujeres hablan.

    SANCHO

    Repara

    en que dicen que se van

    a acostar.

    DON BERNARDO

    ¿Pues qué haremos?

    SANCHO

    Que lo que fueren miremos

    detrás deste tafetán.

    (Salen LISARDA y FLORELA, damas, y INÉS criada.)

    LISARDA

    Pon la vela en esa mesa,

    y muestra aquel azafate.

    Quitareme aquestas rosas,

    que no quiero que se ajen.

    FLORELA

    ¡Qué cansado estuvo Otavio!

    LISARDA

    No hay cosa que tanto canse

    como un deudo pretendiente

    de marido, y no de amante.

    FLORELA

    Ten esta cadena, Inés.

    LISARDA

    ¡Lo que siento desnudarme!

    FLORELA

    Yo mucho más que vestirme.

    INÉS

    ¿Pues no queréis que os enfade,

    si el vestiros y adornaros

    por la mañana se hace,

    cuando tomáis los pinceles,

    para que hermosos agraden

    los claveles y jazmines,

    que suelen desfigurarse

    en el curso de la noche?

    FLORELA

    ¡Qué bueno estuvo esta tarde

    el Prado!

    LISARDA

    La procesión

    de los coches fue notable.

    FLORELA

    ¡Bravo humo, brava gloria,

    brava prosa de galanes!

    Muy válido anduvo riesgo,

    superior, inescusable,

    valimiento, acción, despejo,

    ruidoso, activo, desaire,

    lucimiento y caravanas.

    LISARDA

    Caso estraño que el lenguaje

    tenga sus tiempos también.

    FLORELA

    Vienen a ser novedades

    las cosas que se olvidaron.

    LISARDA

    De nada pude alegrarme.

    FLORELA

    Pues hartos lo pretendieron.

    LISARDA

    Pasea por esta calle

    una dama de Sevilla,

    bien prendida y de buen aire,

    su ropa de levantar

    testimonios o alamares,

    papagayo en el balcón,

    en casa mulata y paje,

    un forastero, Florela,

    de estremada gracia y talle,

    en que he reparado un poco.

    FLORELA

    No es poco que tú repares.

    ¿Hate parecido bien?

    LISARDA

    No, pero puedo jurarte

    que me pesa de que mire

    sin saber por qué se cause,

    esta dama al forastero.

    FLORELA

    Eso nace de agradarte,

    que amor de celos y envidia

    dicen algunos que nace

    cuando de súbito viene,

    sin que le dé la otra parte

    materia para querer

    en servicios o amistades,

    en requiebros o en papel.

    LISARDA

    Solo diré, y esto baste,

    que así quisiera un marido.

    FLORELA

    ¿Y a Otavio no?

    LISARDA

    Dios me guarde.

    (Cáesele el broquel a SANCHO.)

    LISARDA

    ¡Jesús! ¿Qué ruido es ese?

    FLORELA

    ¿Qué se cayó?

    INÉS

    No te espantes.

    LISARDA

    ¿Cerraste la puerta, Inés?

    INÉS

    ¿Cuál, señora?

    LISARDA

    La que sale

    al jardín.

    INÉS

    Abierta está.

    LISARDA

    ¡Qué buen cuidado!

    INÉS

    Más tarde

    suele cerrarse otras veces.

    LISARDA

    Disculpas y necedades.

    Toma esa luz; mira presto

    lo que se cayó.

    INÉS

    ¡Notable

    cosa!

    LISARDA

    ¿Cómo?

    INÉS

    Un broquel.

    LISARDA

    ¿Qué?

    FLORELA

    ¿Aquí broquel?

    LISARDA

    Semejante

    prenda será de mi hermano.

    INÉS

    Sí, pero los tafetanes

    en dos pares de zapatos

    no es posible que rematen.

    LISARDA

    ¡Jesús mil veces, ladrones!

    (Salen los dos.)

    DON BERNARDO

    Vuesas mercedes no hablen

    palabra, que una desdicha

    fue la ocasión de que entrase

    donde estoy. Soy caballero,

    maté un hombre en esa calle,

    entreme en la primer casa

    para que no me llevasen

    preso, donde una mujer

    me dijo que me pasase

    por la pared deste huerto

    a estas casas principales

    donde estaría seguro,

    que ella por marido o padre

    celosos, no se atrevía

    a tenerme, ni guardarme,

    y arrimando una escalera

    pasamos desta otra parte,

    saltando desde las tapias,

    aunque con peligro grande.

    Si piedad en el valor

    de las personas que nacen

    con tantas obligaciones,

    es justo, señoras, que hallen

    desdichas de un caballero,

    no deis causa a que me maten,

    que yo soy el que dijisteis

    que os pesaba que pasase

    (con lo demás que no digo)

    por esta mujer la calle.

    Ella me dio la ocasión

    para que al hombre matase.

    Si me obligáis a salir,

    sus deudos han de matarme,

    o la justicia prenderme;

    mas no es posible que falte

    piedad en tanta hermosura,

    pues no solamente un ángel,

    pero dos, en tal peligro

    quiere el cielo que me guarden.

    LISARDA

    ¡Qué notable confusión!

    SANCHO

    Y vós, señora, amparadme

    por ángel añadidura

    destos coros celestiales;

    que me matará mi amo,

    porque soy tan miserable

    que se me cayó el broquel,

    dormido en desdichas tales.

    INÉS

    Mis amas están agora

    en consulta: no se gazmie,

    que ya le he visto otra vez,

    y con lo que resultare

    tendrá sagrado o destierro.

    SANCHO

    Si salgo destos azares,

    te ofrezco un broquel de cera

    como si fueras imagen.

    LISARDA

    Por haberos visto, y ver

    que sois hombre principal,

    aunque el caso es desigual

    de mi honesto proceder,

    quiero parecer mujer

    en tener piedad de vós,

    aunque ignoro de los dos

    las calidades y nombres,

    que en piedad, más que los hombres,

    nos parecemos a Dios.

    Lo

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