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La Legión Perdida: Astrolabio, #4
La Legión Perdida: Astrolabio, #4
La Legión Perdida: Astrolabio, #4
Libro electrónico172 páginas2 horas

La Legión Perdida: Astrolabio, #4

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Información de este libro electrónico

En el año 53 a.C. un ejército romano es derrotada en Asia Menor. Una legión sobrevive y llega combatiendo a China. En tiempo presente un historiador italiano viaja para develar el misterio del destino de esos 10000 hombres cerca del Desierto de Gobi. Allí halla el amor de una colega china, pero también el peligro de oscuros intereses que no desean su presencia en la región. La búsqueda se convierte en un desafío personal. Exponente del género de la ficción histórica. La Legión Perdida es un thriller que te mantendrá en vilo hasta el final.

IdiomaEspañol
EditorialCedric Daurio
Fecha de lanzamiento24 ene 2018
ISBN9781386305897
La Legión Perdida: Astrolabio, #4
Autor

Cedric Daurio

Cedric Daurio es el seudónimo adoptado por un novelista argentino para cierto tipo de narrativa, en general thrillers paranormales y cuentos con contenidos esotéricos. El autor ha vivido en Nueva York durante años y ahora reside en Buenos Aires, su ciudad natal. Su estilo es despojado, claro y directo, y no vacila en abordar temas espinosos. Cedric Daurio is the pseudonym adopted by an Argentine novelist for a certain type of narrative, in general paranormal thrillers and stories with esoteric content. The author has lived in New York for years and now resides in Buenos Aires, his hometown. His style is stripped, clear and direct, and does not hesitate to address thorny issues.  

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    La Legión Perdida - Cedric Daurio

    Dramatis Personae

    IVO BIANCHI: JOVEN historiador nacido en Milán.

    Federica Dolfin: Aristócrata veneciana.

    Meryem Mahjoub: Joven marroquí con residencia en Venecia.

    Flavius Tullius: Centurión romano en el siglo1 A.C., comandante de una centuria.

    Lucius Sallustius: Signifer (portaestandarte) de la centuria.

    Zhou Lian: (Lian Zhou) Antropóloga china.

    Andrea Bembo: Mercader veneciano del siglo XVI

    Cosimo Badoer: Joven aristócrata veneciano, sobrino de Bembo.

    Tiziana Bembo Badoer: Hermana de Andrea, madre de Cosimo

    Pietro Badoer: padre de Cosimo, marido de Tiziana.

    Bahadur: Guerrero persa al servicio de Andrea Bembo.

    Gerel: Mujer de origen mongol.

    Ganzorig: Jefe de una horda de mongoles.

    Enkhtuya: Hija de Ganzorig.

    Chingis: Aldeano mongol

    Zhou Fang: Padre de Lian

    Zhou Ai: Madre de Lian.

    Zhou Bo: Hermano de Lian.

    Zhou Fen: Hermana de Lian

    Coronel Chang: Superior jerárquico de Lian

    Riccardo y Anna Bianchi: Padres de Ivo.

    Chiara y Matteo Bianchi: Hermanos de Ivo.

    Enrico Maria Confalone: Noble napolitano, Director de la Fondazione Italiana per gli Studi Storici Superiori

    Coronel Huang: Miembro de los servicios secretos del gobierno chino.

    C:\Users\Users\Desktop\Ruta de la Seda 1.jpg

    Ruta de la Seda- Siglo XXI

    Prólogo

    << ¿QUÉ ESPERAS ENCONTRAR en China? ¿Por qué creen quienes te financian que se justifica enviarte por un espacio de varios meses a encontrar rastros perdidos en la inmensidad del desierto chino? ¿Qué claves importantes sobre la historia europea pueden hallarse allí?>>  Y por último< < ¿Por qué esos hallazgos pueden ser tan importantes para ti que te impulsen a dejar el confort de Venecia y el lecho blando y cálido de tu mujer amada?>>

    Con estos interrogantes aparecidos en medio de un sueño agitado Ivo se incorporó súbitamente en el lecho con los ojos abiertos y una cierta confusión en su mente. Miró el despertador en la mesa de luz al lado de la cama y vio que de todos modos ya era hora de levantarse y preparar su partida.

    Se levantó silenciosamente para no despertar a Federica. Como la noche anterior habían hecho el amor hasta horas avanzadas decidió que era preferible dejarla dormir, aún si lo seguía haciendo cuando le llegara la hora de salir. Siempre podría despedirse por medio de un mensaje al celular de ella. Al pasar por la parte inferior del lecho vio que un pie de la mujer no se hallaba cubierto por las sábanas; en forma instintiva se inclinó y lo besó sintiéndose  poco ridículo por el gesto de ternura; luego lo cubrió con la manta.

    Se lavó la cara y se afeitó en silencio y luego se dirigió a la sala de estar donde ya se hallaba su maleta a medio preparar. Terminó de guardar las cosas que pensaba llevar teniendo en cuenta que aunque la estadía en el exterior sería prolongada y las variaciones del clima fueran grandes, tendría problemas para viajar con un equipaje demasiado voluminoso. Finalmente se vistió con unos jeans y una chaqueta deportiva y se estaba calzando las botas cuando instintivamente dirigió su mirada a la puerta del dormitorio; en realidad un sexto sentido le había advertido que estaba siendo observado. Al verla parada en camisón mirándolo tuvo un ligero sobresalto y se puso de pie.

    -¿Dónde crees que estás yendo sin despedirte de mi?- Preguntó ella con un aire pretendidamente ofendido.

    -No quise...despertarte...yo...

    -¿Vas a viajar al Asia por una plazo indefinido sin siquiera decirme adiós?

    -Yo...no soy muy bueno con las despedidas, nunca sé qué decir.

    -La despedida ya la hemos tenido anoche. Ahora no puedes privarme del deber de toda mujer de derramar algunas lágrimas cuando se marcha su hombre.- Diciendo esto Federica había rodeado la cintura de él con sus brazos y se había parado en puntas de pie tratando de alcanzar sus labios sin lograrlo. El joven debió inclinarse para consumar el beso. Guiadas por la costumbre sus manos se deslizaron inadvertidamente sobre el trasero de la mujer.

    -Basta.-Dijo ella sonriendo.-O nunca llegarás a tomar ese avión.

    Como respuesta corrió ligeramente el bretel izquierdo del negligé que la mujer usaba, dejando al descubierto una marca de nacimiento en el hombro de ella. Se trataba de una especie de rombo bastante simétrico, con una forma aproximada del diamante en los naipes de poker, de un tono un poco más oscuro que el resto de la piel blanquísima de la mujer. Ella ya le había explicado que era una extraña marca característica exclusiva de miembros de su familia que aparecía a veces saltándose generaciones. Su abuela materna la había tenido aunque su madre no. Federica decía en broma que era un sello indeleble de nobleza de su linaje.

    -Te jactas de conocer todo mi cuerpo al dedillo Seguro entonces que has visto esta mancha antes.- Dijo con gesto felino. El hombre besó la marca y pasó su lengua sobre ella.

    -No la vas a borrar aunque lo intentes.- Prosiguió la mujer.

    -Quiero que me de suerte en mi viaje.

    -¡Ah! Entonces se trata de un amuleto, algo así como frotar una pata de conejo.

    Por toda respuesta el joven corrió el cabello que cubría parte del rostro de ella y se unieron en un beso apasionado.

    Cargó la maleta y la mochila en el baúl del auto y lo cerró; luego ascendió por la puerta del acompañante y se colocó el cinturón de seguridad. Federica ya salía del edificio cerrando la puerta con llave detrás de sí. Lucía un vestido amplio que exhibía su hermosa silueta, un verdadero orgullo a los cincuenta y cinco años. El joven suspiró y sintió la tentación de abortar el viaje para quedarse con la mujer de sus sueños pero el peso de todos los preparativos realizados lo mantuvo en el cumplimiento del plan; sabía que en China lo estaban esperando dos días después. De todas maneras contaba con que Federica lo estaría esperando, ella también estaba perdidamente enamorada de él.

    -Vete ahora a China.-Dijo la mujer.- No te pido que me permanezcas fiel pues sé que no lo harás, pero estoy segura que al final del camino volverás a mí.

    Al pasar por la puerta de cristal para realizar los  trámites del pre-embarque Ivo se volteó para mirarla por última vez hasta su regreso estipulado en una fecha imprecisa pero no menor a seis meses. Federica se hallaba con la vista perdida hacia un costado, sin duda tratando de conjugar las lágrimas. La escena irresistiblemente romántica produjo un sentimiento cálido en el interior de Ivo.

    Cuando vio que los últimos pasajeros, casi todos orientales, desaparecían tras las puertas custodiadas por dos policías, Federica emprendió con lentitud el regreso hacia la playa de estacionamiento. Sabía perfectamente que una parte de su corazón se iba con el muchacho y anticipaba que volvería a encontrarse sola, algo que la aterraba. Había conocido a Ivo inmediatamente después de un divorcio muy complicado y él había llenado de inmediato su vida de luz. Había tenido dos maridos y varios amantes antes, pero sólo había conocido el amor romántico con el joven. Llena de aprensión puso en marcha el automóvil. 

    En el tiempo de dos horas antes del embarque el muchacho recorrió distraídamente los negocios de los free-shops, cuando de repente un recuerdo acudió a su mente. Extrajo su teléfono y celular y buscó un número en la memoria. Al cabo de unos segundos oyó una voz femenina un tanto infantil y con un fuerte acento extranjero.

    -Hola Meryam. Soy Ivo.- El joven explicó las razones de su llamado desde el aeropuerto, incluyendo el viaje a China.

    -¿Y me llamas así de pronto, para decirme que te vas por un largo período a China?- El tono de la muchacha mostraba verdadero enojo. Ivo había preparado una serie de explicaciones que sabía de antemano que sonarían vacías. Un poco más calmada la chica contestó con aire resignado.

    -Seguro que con tu gusto por las mujeres exóticas en Oriente saciarás tus apetitos.

    -Nada de eso, permaneceré fiel a ti y te llevaré en mi memoria.

    -¿De qué fidelidad me hablas tú, que vives con tu marquesa o condesa?- El tono volvía a ser recriminatorio y estaba cargado de celos.

    -No existe ningún título nobiliario. Federica sólo pertenece a una familia antigua.

    -No más antigua que la mía, sólo que no sé nada sobre ella.

    YA A BORDO DEL AVIÓN de Lufthansa que lo llevaría a Beijing luego de dos escalas y algo más de 17 horas, Ivo Bianchi permitió que su sistema nervioso se descontracturara, abandonando la actitud de alerta permanente y la consiguiente ansiedad que los viajes internacionales le producían.

    Con un vaso de vino tinto en la mesita de su asiento su mente volvió naturalmente a repasar los últimos acontecimientos y los que estaban en perspectiva. Su relación con Federica ya databa de cinco años, cuando ella tenía cincuenta y él veintitrés. La mujer era descendiente de una antigua familia del patriciado veneciano, divorciada dos veces y con una hija de aproximadamente la edad del joven a la que raras veces veía.

    Al terminar sus estudios de historia en la Universidad Ivo había entrado a trabajar en una Fundación de estudios heráldicos e históricos del Véneto, para lo cual había debido mudarse de su Milán natal. Allí había conocido a Federica que estaba divorciándose de su último matrimonio y el enamoramiento había sido mutuo e instantáneo. La mujer era una de los miembros de la Comisión Directiva de la Fundación y tenía un rol preponderante en ella, ya que el resto de los vocales eran gente de avanzada edad y que vivían dispersos en el norte de Italia.

    Aparte del amor romántico y el compañerismo Federica y él habían explorado todas las posibilidades del erotismo y ni uno ni el otro tenían fantasías sexuales que no hubieran probado. Ivo conocía cada rincón íntimo del cuerpo de ella como pocos hombres conocen los de sus parejas, y la mujer podía decir lo mismo.

    Aunque Federica le había permanecido fiel había tolerado las escapadas del muchacho con  Meryem, la joven marroquí con la cual mantenía una relación esporádica pero tórrida. Para Ivo la relación con Federica era un plácido arroyo que discurría en el bosque, mientras que la que tenía con Meryem era asimilable a un volcán.

    Cuando dos meses antes el presidente de la Fundación había traído la propuesta de su viaje a la consideración de la Comisión Directiva y Federica la había apoyado fervientemente y finalmente había logrado su aprobación. Fue el Presidente, un caballero de la Orden de Malta quien había impulsado el nombramiento de Ivo para realizar los trabajos de campo en China, y Federica lo había apoyado en medio de suspiros.

    La vinculación con la nobleza

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