La educación de las mujeres y otros ensayos
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Traducción, introducción y notas de Julio Seoane Pinilla. "¡Oh, mujeres! Venid y acercaos a escucharme. Que vuestra curiosidad, dirigida por una vez hacia asuntos útiles, contemple los dones que os habría concedido la naturaleza y que la sociedad os ha arrebatado. Venid a aprender cómo, nacidas compañeras de los hombres, os habéis convertido en sus esclavas; cómo, caídas en tal estado abyecto, habéis llegado a complaceros en él y lo habéis tomado como vuestro estado natural; cómo, en fin, degradadas cada vez más con una larga vida de esclavitud, habéis preferido los vicios más cómodos a las virtudes más costosas de un ser libre y respetable. Si este retrato trazado con fidelidad os deja frías, si podéis contemplarlo sin emoción, volved a vuestras ocupaciones fútiles. El mal ya no tiene remedio, los vicios se han convertido en costumbre. Pero si en el relato de vuestras desgracias y de vuestras pérdidas enrojecéis de vergüenza y de ira, si se escapan de vuestros ojos lágrimas de indignación, si ardéis con el noble deseo de reconquistar vuestra condición, de volver a la plenitud de vuestro ser, no dejéis que abusen más de vosotras con engañosas promesas, no esperéis en absoluto ayuda de los hombres autores de vuestros males: ellos no tienen ni la voluntad ni el poder de acabar con tales males, y ¿por qué querrían formar mujeres delante de las cuales se verían obligados a avergonzarse? Aprended que no se sale de la esclavitud si no es por una gran revolución. ¿Es posible tal revolución? Sólo vosotras lo podéis decir, puesto que depende de vuestra valentía."
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La educación de las mujeres y otros ensayos - Pierre-Ambroise Choderlos de Laclos
Siglo XXI
Pierre-Ambroise Choderlos de Laclos
La educación de las mujeres y otros ensayos
Traducción, introducción y notas: Julio Seoane Pinilla
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RAG
Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.
Nota a la edición digital:
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© de la traducción, introducción y notas, Julio Seoane Pinilla, 2010
© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2010
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.sigloxxieditores.com
ISBN: 978-84-323-1654-8
Nota a la presente edición
Esta edición se compone de las siguientes partes:
I. Un discurso compuesto para concursar a un premio de la Academia de Châlons-sur-Marne convocado sobre la cuestión «Cuáles serían los mejores medios de perfeccionar la educación de las mujeres».
II. Un ensayo sobre la desigualdad de las mujeres, sus motivos y su difícil remedio mientras los hombres sigan como «señores».
III. Un ensayo sin título sobre cómo se debe educar a una joven distinguida (que dice menos de las mujeres que de la educación en general. Y de la lectura también).
[La traducción se hace a partir de la siguiente edición de las Obras completas de Laclos: Choderlos de Laclos, Oeuvres Complètes, edición a cargo de Laurent Versini, París, La Pléiade, 1979 (6.a edición).]
Introducción
Los hechos
1. Ninguno de estos tres textos fue publicado en su día; los dos primeros se publican por vez primera en 1903 y el tercero en 1908.
2. El primer ensayo compuesto en marzo de 1783, unos meses después de publicar Las relaciones peligrosas, responde a una pregunta propuesta por la Academia de Châlons-sur-Marne, a saber «Cuáles serían los mejores medios para perfeccionar la educación de las mujeres». Laclos contesta que no hay educación posible para las mujeres en un mundo como el nuestro. Todos los comentaristas dicen que el texto está inacabado. Y ello tiene visos de ser verdad.
3. El segundo texto, que da título a esta compilación, parece que se debió componer pocos meses después del primero. Es un tratado sobre la mujer en el estado de naturaleza. También se dice que está inacabado. Lo cual también parece cierto.
4. El tercer texto (compuesto entre 1795 y 1802) sí que parece terminado. No tiene título y bien podría haber sido compuesto a petición de una madre integrante del grupo de amigos del círculo Pourrat-Lecouteulx como ayuda para la educación de su hija. Generalmente este texto es ninguneado por los comentaristas de los anteriores, puesto que tras decir que no hay educación posible, en el primer ensayo, y alabar a la mujer de naturaleza frente a la que se desenvuelve en «el mundo», en el segundo, nunca ha parecido bien que Laclos ideara un método para educar jovencitas cortesanas. Y, ciertamente, no parece lo más propio[1].
Más hechos
1. Habitualmente todos estos ensayos son leídos o bien para ver cuánto de Las relaciones peligrosas hay en ellos[2] o bien, en un rasgo de generosidad[3], para ver cómo varía nuestra lectura de Las relaciones peligrosas tras leer estos textos. Ciertamente nadie los leería sin haber antes tenido noticia de la obra maestra de Laclos; pero también lo es que no tienen su relevancia en Las relaciones peligrosas.
2. Habitualmente también, todos estos ensayos se leen siempre siguiendo a Rousseau. Y bien es cierto que hay incluso citas idénticas o con muy pequeñas variaciones. La misma pregunta del primer ensayo y su respuesta –No hay educación posible– son ambas bien similares a la pregunta que motivó el Discurso sobre las ciencias y las artes y a su respuesta. Pero Laclos no es Rousseau.
3. Entre Las relaciones peligrosas y los paralelos con Rousseau cualquier erudito hace virguerías. De hecho los pocos comentaristas de estos ensayos se explayan entre estos dos extremos; pero no creo que sea éste un libro para eruditos y en lo que sigue no he visto motivo para centrarme en mucho en ninguno de los dos términos.
El primer ensayo
1. Es difícil saber qué se le pasó a Laclos por la cabeza cuando menos de un año después de publicar Las relaciones peligrosas comenzó a escribir una respuesta a la pregunta formulada por la Academia de Châlons-sur-Marne que preguntaba por los medios con los que se podría perfeccionar la educación de las mujeres. Y puestos a no saber cuál fuera el motivo por el que después de haber publicado una de las grandes obras de la literatura moderna se dispuso a dar contestación a una cuestión que por otro lado tenía ya abundante bibliografía en el xviii francés, ningún comentarista ha dado razón alguna del origen ni de este ensayo ni de los dos que vienen a continuación. De cualquier manera, y puesto que esta introducción antes que un propósito exegético tiene como fin dar alguna clave de lectura, creo que bien se podría imaginar aquí que la razón que le llevó a componer este ensayo inconcluso fuera simplemente el interés que tenía Laclos por aquellas fechas en pretender a la que después sería su esposa. Es una explicación tan válida como cualquier otra. Laclos está enamorado y ello le lleva a sentir en propia piel las preocupaciones de la amada. Él ahora siente como mujer y por ello siente como suya la pregunta de la Academia de Châlons-sur-Marne y siente que las mujeres no son un bien mueble que esté ahí para sacar provecho del mismo, sino que ellas son también nosotros. Preocupación y cuidado aparecen en el alma sensible que se supone es el alma con la que comienza la Ilustración, pues, en efecto, a poco de proclamarse los logros de la razón para abrir un nuevo mundo ajeno a supersticiones y engaños que esclavizan, siempre se abrió la palabra para decir que aquello que la razón denunciaba ofendía, afligía e indignaba a cualquiera que tuviera corazón. Nadie hubiera tomado la Bastilla con tan sólo las frías demostraciones de la ciencia, con los conocimientos antropológicos que los viajes a los nuevos mundos presentaban o con los saberes sociales y morales que nos hablaban de nuestra naturaleza igual y libre a no ser que esas demostraciones, conocimientos y saberes hubieran sabido conmover el corazón y llenarlo de justa rabia –o de entusiasmo por decirlo kantianamente–. Por eso la Ilustración sabía que tenía la razón y el corazón, el sentimiento que afectaba a cualquier alma sensible. El duro de corazón era precisamente el representante de la Iglesia o del Antiguo Régimen, aquel que no lloraba ante las evidentes injusticias sociales, ante la dolorosa desigualdad o ante aquella falta de libertad que llevó a gritar «basta ya» –es decir, a tomar la Bastilla–; si no lloraba, si no se dolía, si ante la pobreza de sus hermanos su corazón conmovido no le llevaba a combatir la injusticia era, precisamente, porque ese hombre duro de corazón señalaba el límite entre la civilización –la nueva civilización que traía la Enciclopedia– y la barbarie. Ése no somos nosotros se podía decir.
No es éste el lugar para dar muchas vueltas a la ligazón que la Ilustración estableció en su día entre razón y sentimientos, valga ahora recordar al lector de esta obrita que la sensibilidad comenzó justo al lado de la razón moderna y que, si bien sus caminos terminaron distanciándose, era lógico que Laclos introdujera sensibilidad en los artefactos que Rousseau primeramente –y aquí sí es cierto: Laclos repite muchas veces a Rousseau– le proporcionaba para explicar su realidad. Puesto que la sensibilidad es una cuestión de los sentidos, Laclos introduce sensualidad en las lecciones del ginebrino[4]. Y eso es básicamente lo que se va a leer a continuación.
2. Como se advertirá enseguida la respuesta a la pregunta de la Academia es no. Y aquí no hay mucho más que decir: los hombres nunca querrán educar a sus esclavos simplemente porque con ello perderían todos los beneficios que con tal esclavitud obtienen. Y dicho esto se cierra la intervención de Laclos.
2.1. Es común a los exegetas que sobre este ensayo han tratado afirmar que puesto que la respuesta es «no» Laclos se encuentra en un callejón sin salida y por ello abandona el texto: «una vez afirmada una teórica igualdad absoluta y constatada la imposibilidad de llevarla a cabo hic et nunc, para Laclos, hombre de lo concreto, ya estaba todo dicho»[5].
Tal abandono, abundan los comentaristas, muestra que Laclos bien puede ser un excelente novelista, pero como ensayista no vale la pena perder el tiempo con él. La razón es concluyente: no tiene capacidad para argumentar con mayor pormenor su negativa y no es capaz