El alcalde de Zalamea
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La obra narra el drama vivido en la localidad extremeña de Zalamea de la Serena al pasar las tropas españolas con motivo de la guerra de Portugal. El capitán Don Álvaro de Ataide, personaje de extracción nobiliaria es alojado en la casa del labrador rico de la localidad, Pedro Crespo, a cuya hermosa hija Isabel secuestra y ultraja. Cuando Pedro Crespo intenta remediar la situación, ofrece bienes a Don Álvaro para que se case con Isabel, a la que rechaza Don Álvaro por ser villana, es decir de clase inferior. Este desprecio afrenta definitivamente el honor de toda la familia de Pedro Crespo. En pleno trauma familiar, es elegido alcalde de Zalamea y siguiendo una querella cursada a la justicia por la ultrajada Isabel, aún sin poseer jurisdicción sobre el militar, Pedro Crespo prende, juzga y hace ajusticiar a Don Álvaro dándole garrote. La trama se resuelve, cuando el Rey Don Felipe II, revisa la decisión del alcalde, la ratifica y premia su decisión nombrando a Pedro Crespo alcalde perpetuo de Zalamea.
Pedro Calderon de la Barca
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681) estudió con los jesuitas y completó su formación en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca. En su juventud participó en varias campañas militares, mientras daba inicio a su exitosa carrera como dramaturgo, llegando a ocupar el lugar hegemónico que había distinguido a Lope y a ser uno de los autores favoritos de la corte y la monarquía españolas. Vivió entre Toledo y Madrid. Se ordenó sacerdote en 1651 y fue nombrado capellán de honor del rey en 1663. Su obra dramática sobresale en multitud de subgéneros, desde las comedias más ligeras hasta los autos sacramentales, pasando por los dramas mitológicos o las tragedias de la honra, siempre con un lenguaje de alto vuelo poético y conceptual.
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El alcalde de Zalamea - Pedro Calderon de la Barca
VILLANOS
JORNADA PRIMERA
Salen REBOLLEDO, la CHISPA, y algunos SOLDADOS
REBOLLEDO: ¿Cuerpo de Cristo con quien
de esta suerte hace marchar
de un lugar a otro lugar
sin dar un refresco!
TODOS: ¡Amén!
REBOLLEDO: ¿Somos gitanos aquí,
para andar de esta manera?
¿Una arrollada bandera
nos ha de llevar tras sí
con una caja…
SOLDADO 1: ¿Ya empiezas?
REBOLLEDO: … que este rato que calló
nos hizo merced de no
rompernos estas cabezas?
SOLDADO 2: No muestres de eso pesar,
si ha de olvidarse, imagino,
el cansancio del camino
a la entrada del lugar.
REBOLLEDO: ¿A qué entrada, si voy muerto?
Y aunque llegue vivo allá
sabe mi Dios si será
para alojar; pues es cierto
llegar luego al comisario
los alcaldes a decir,
que si es que se pueden ir,
que darán lo necesario.
Responderle lo primero
que es imposible, que viene
la gente muerta; y, si tiene
el concejo algún dinero,
decir, "Señores, soldados,
orden hay que no paremos;
luego al instante marchemos."
Y nosotros, muy menguados,
a obedecer al instante
orden, que es, en caso tal,
para él orden monacal,
y para mi mendicante.
Pues, ¡voto a Dios!, que si llego
esta tarde a Zalamea,
y pasar de allí desea
por diligencia o por ruego,
que ha de ser sin mí la ida;
pues no, con desembarazo
será el primero tornillazo
que habré yo dado en mi vida.
SOLDADO 1: Tampoco será el primero,
que haya la vida costado
a un miserable soldado;
y más hoy, si considero,
que es el cabo de esta gente
don Lope de Figueroa,
que, si tiene tanta loa
de animoso y de valiente
la tiene también de ser
el hombre más desalmado,
jurador y renegado
del mundo, y que sabe hacer
justicia del más amigo,
sin fulminar el proceso.
REBOLLEDO: ¿Ven ustedes todo eso?
Pues yo haré lo que yo digo.
SOLDADO 2: ¿De eso un soldado blasona?
REBOLLEDO: Po mí muy poco me inquieta;
sino por esa pobreta
que viene tras la persona.
CHISPA: Seor Rebolledo, por mí
vuecé no se aflija, no;
que bien se sabe que yo
barbada el alma nací;
y ese temor me deshonra,
pues no vengo yo a servir
menos, que para sufrir
trabajos con mucha honra;
que para estarme, en rigor,
regalada, no dejara
en mi vida, cosa es clara,
la casa del regidor,
donde todo sobra, pues
al mes mil regalos vienen;
que hay regidores, que tienen
menos regla con el mes;
y pues a venir aquí
a marchar y perecer
con Rebolledo, sin ser
postema, me resolví,
por mí ¿en qué duda o repara?
REBOLLEDO: ¡Viven los cielos, que eres
corona de las mujeres!
SOLDADO 2: Aquesa es verdad bien clara.
¡Viva la Chispa!
REBOLLEDO: ¡Reviva!
Y más, si, por divertir
esta fatiga de ir
cuesta abajo y cuesta arriba,
con su voz al aire inquieta
una jácara o canción.
CHISPA: Responda a esa petición
citada la castañeta.
REBOLLEDO: Y yo ayudaré también.
Sentencien los camaradas
todas las partes citadas.
SOLDADO 1: ¡Vive Dios, que han dicho bien!
Cantan REBOLLEDO y la CHISPA
CHISPA: "Yo soy tiritiritaina,
flor de la jacarandana.
REBOLLEDO: "Yo soy tiritiritina,
flor de la jacarandina.
CHISPA: "Vaya a la guerra el alférez,
y embárquese el capitán.
REBOLLEDO: "Mate moros quien quisiere;
que a mí no me han hecho mal.
CHISPA: "Vaya y venga la tabla al horno,
y a mí no me falte pan.
REBOLLEDO: "Huéspeda, máteme una gallina,
que el carnero me hace mal."
SOLDADO 1: Aguarda; que ya me pesa
—que íbamos entretenidos
en nuestros mismos oídos—,
caballeros, de ver esa
torre, pues es necesario
que donde paremos sea.
REBOLLEDO: ¿Es aquélla Zalamea?
CHISPA: Dígalo su campanario.
No sienta tanto vusté,
que cese el cantico ya;
mil ocasiones habrá
en lograrle; porque
esto me divierte tanto,
que como de otras no ignoran,
que a cada cosa lloran,
yo a casa cosica canto,
y oirá ucé jácaras ciento.
REBOLLEDO: Hagamos aquí alto, pues
justo, hasta que venga, es
con la orden el sargento,
por si hemos de entrar marchando
o en tropas.
SOLDADO 2: Él solo es quien
llega ahora. Mas también
el capitán esperando
está.
Salen don ÁLVARO y el SARGENTO
ÁLVARO: Señores soldados,
albricias puedo pedir;
de aquí no hemos de salir,
y hemos de estar alojados
hasta que don Lope venga
con la gente, que quedó
en Llerena; que hoy llegó
orden de que se prevenga
toda, y no salga de aquí
a Guadalupe, hasta que
junto todo el tercio esté,
y él vendrá luego; y así
del cansancio bien podrán
descansar algunos días.
REBOLLEDO: Albricias pedir podías.
TODOS: ¡Vítor nuestro capitán!
ÁLVARO: Ya está hecho el alojamiento.
El comisario irá dando
boletas, como llegando
fueren.
CHISPA: Hoy saber intento,
por qué dijo, voto a tal,
aquella jacarandina;
"Huéspeda, máteme una