31 julio 2007
29 julio 2007
28 julio 2007
27 julio 2007
Poemas de Rumi
En el seno de este nuevo amor, muérete
Tu camino comienza en el otro lado.
Conviértete en el cielo
Con un hacha ataca el muro de tu prisión.
Escápate
Sal como si te hubieran dado a luz en
Un mundo de color.
Hazlo ya.
Estás cubierto de espesas nubes
Deslízate. Muere.
Silencio.
La quietud es señal segura de que
Has muerto.
En tu antigua vida ansiosamente huías
Del silencio sin cesar
Ahora se asoma la luna llena enmudecida.
Vienes a nosotros
desde otro mundo.
Desde más allá de las estrellas.
Vacío, trascendente, puro,
de belleza inimaginable,
trayendo contigo
la esencia del amor.
Transformas a todo aquel tocado por ti.
Preocupaciones mundanas,
problemas y lamentos
desaparecen ante ti,
trayendo regocijo
al gobernante y al gobernado
al campesino y al rey.
Nos desconciertas
con tu gracia.
Todas las maldades
se transforman en bondades.
Eres el Alquimista Maestro.
Enciendes la llama del amor
en la tierra y el cielo,
en el alma y corazón de cada ser.
A través de tu amor
se funde la no-existencia y la existencia.
Los opuestos se unen.
Todo lo profano vuelve a ser sagrado.
22 julio 2007
21 julio 2007
Hago tiempo (¿Time is money?)
Cada día
un húmedo manojo
puñado de horas vanas,
segundos que destellan
como discos de luna
en la quietud del lago
durante un rapto traslúcido del cielo.
Edifico. Lo hago.
Hormiguean los restos en mi cuerpo
se dibujan, a veces
trazos rojizos en la piel de las rodillas
sopla el viento,
hace frío.
Viene el agua y descubro
mis dos manos vacías.
Relámpago en reposo
Tendida,
piedra hecha de mediodía,
ojos entrecerrados donde el blanco azulea,
entornada sonrisa.
Te incorporas a medias y sacudes tu melena de león.
Luego te tiendes,
delgada estría de lava en la roca,
rayo dormido.
Mientras duermes te acaricio y te pulo
hacha esbelta,
flecha con que incendio la noche.
El mar combate allá lejos con espadas y plumas.
Octavio Paz
19 julio 2007
17 julio 2007
De Paula Jiménez
Desencanto
1.
Donde quiera que vaya
tomo agua,
porque hay cosas
que son inalterables, más largas
que vos y yo
que nuestro tiempo.
A veces miro
un horizonte y me pregunto
cuántos atardeceres más veremos.
Otras sigo de largo, continúa
el agua circulando al lado mío
un hecho cotidiano o la creencia
de que igual al caudal
para mí
correrá la vida.
Nunca sé
más de lo que veo, soy
del mundo la experiencia sensitiva
la que no puede
imaginar lo disipado
lo disuelto,
la que peca
de no haber sido como el árbol
carente de voluntad.
Nada sucederá mañana, pienso
y siento
responsabilidad sobre mi muerte,
como si hubiésemos perdido en estos años
la oportunidad de dios.
Me gusta muchísimo lo que escribe Paula, su tono íntimo, depurado hasta conseguir la simpleza, ese atributo infrecuente, propio de la buena poesía. Me permití ilustrarla por manía personal, no porque le hiciera falta.
Letanía del ciego que ve
Que este celeste pan del firmamento
me alimente hasta el último suspiro.
Que estos campos tan fieros y tan puros
me sean buenos, cada día más buenos.
Que si en tiempo de estío se me encienden las manos
con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno
los sienta como escarcha en mi tejado.
Antonio Colinas
El camino cegado por el bosque
Créeme, no es piedad lo que siento por ti,
ahora que estoy lejos, sino un recuerdo herido.
Por ti y por el camino cegado por el bosque
que no pude seguir aquella noche joven,
perfumada y abierta como el cuerpo de un pino.
No es piedad, sino una sensación de fracaso,
de suave y entrañable dolor que nunca cesa.
Fuiste buena conmigo en mis días de entonces:
me diste cuanto soy, este veneno dulce
que me impulsa a luchar contra el mar, contra el tiempo
y contra el mismo amor de los que bien me quieren.
No es piedad, aún te busco en la noche perfecta,
deseoso, sediento de tus colores ácidos,
de tus estrellas frías, de tus ramas y ríos
helados tras los cielos del más hermoso invierno.
Te lo digo dolido y con los ojos húmedos,
aunque la mente esté segura, serenada:
no te pude tener más cerca, pues mis labios
llegaron a rozar tus nieves, tu horizonte.
No es piedad, créeme; sólo sé que una tarde
avanzada, profunda, descendí de aquel monte
puro y purificado como un fuego de junio.
Creí volver a ti definitivamente
y me encontré el camino cegado por el bosque.
Antonio Colinas "Astrolabio" 1975 - 1979
16 julio 2007
15 julio 2007
13 julio 2007
A oscuras
De noche te desnudas
te derrumbas
te nublas te deshaces
se ha rasgado la forma que te encubre
te revelas
se abre
la página sin mácula sin nombres
papel en el que escribo
una palabra
más muda que una hache
te señalo
lo sello con la lengua
saliva
altas mareas
tormentas desatadas
sonidos
insistentes
lo que alberga tu almohada
sueño leve
las líneas de los nervios
sangre ahogas
no digo esto que digo
no debieras
decirme
nada,
nada.
12 julio 2007
Ka. y K
Roberto Calasso, el genial narrador y ensayista italiano, califica toda su obra como "una sola y larga serpiente de páginas". Calasso recibe a los periodistas en sus oficinas de Adelphi y comenta su último libro traducido al castellano, el estupendo libro dedicado a Franz Kafka titulado simplemente K. Dice Calasso: "De alguna manera K. es la contraparte de Ka. Forma parte de un trabajo en varias partes que empecé a escribir con La Ruina de Kasch. Todas las partes se bastan a sí mismas y abordan asuntos distintos que están, sin embargo, invisiblemente ligados. De alguna manera Ka fue el libro de la máxima expansión. En el mundo de la mitología hindú tú encuentras un proceso de multiplicación de los doce dioses del Olimpo, primero a un mínimo de 33 y luego a varios miles de dioses. Todo se multiplica cuando uno se enfrenta con India. Con Kafka uno se enfrenta al movimiento opuesto: con aquello que los científicos de la computación llaman compresión. La compresión de un algoritmo en la mínima unidad. Ése es un problema que me ha parecido siempre fascinante. Desde hace mucho tiempo arrastraba la intención de escribir acerca de Kafka pero lo evité durante años hasta que después de haber escrito Ka me dieron ganas de escribir un libro que corriera en una dirección diametralmente opuesta. El paisaje sobre el cual Kafka escribe sus libros es el paisaje más despojado y comprimido que es posible imaginar. Y me dieron ganas de ver qué pasaba si es que uno se internaba en una dirección en la cual Kafka se adentró de manera muy radical."
09 julio 2007
T. S. Eliot
Abril es el mes más cruel, hace brotar
lilas del interior de la tierra muerta, mezcla
la memoria y el deseo, estremece
las raíces marchitas con lluvia de primavera.
El invierno nos mantuvo calientes, cubriendo
la tierra con nieve de olvido, alimentando
un poco de vida con tubérculos secos.
El verano nos sorprendió, pasando sobre el Starnbergersee
con una cortina de lluvia; hicimos un alto bajo la galería de columnas,
y continuamos a la luz del sol, adentrándonos en el Hofgarten,
y bebimos café, y hablamos durante una hora.
Bin gar keine Russin, stamm' aus Litauen, echt deutsch1.
Y cuando éramos niños, pasando una temporada donde el archiduque,
donde mi primo, él me sacó en un trineo,
y yo estaba asustado. Él dijo, Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y para abajo fuimos.
En las montañas, allí uno se siente libre.
Leo, gran parte de la noche, y voy al sur en invieno.
¿Qué son las raíces que se prenden, qué ramas brotan
de estos escombros minerales? Hijo de hombre,
nada puedes decir, o adivinar, ya que sólo conoces
un montón de imágenes rotas, donde el sol golpea,
y el árbol muerto no ofrece refugio, ni el grillo consuelo,
ni la piedra seca rumor de agua. Sólamente
hay sombra bajo esta roca roja,
(ven bajo la sombra de esta roca roja),
y yo te enseñaré algo diferente, tanto de
tu sombra en la mañana avanzando a tus espaldas
como de tu sombra a la tarde creciendo para encontrarte;
yo te enseñaré el miedo en un puñado de polvo.
Frisch weht der Wind
Der Heimat zu
Mein Irisch Kind,
Wo weilest du?
"Tú me trajiste jacintos por primera vez hace un año;
ellos me llamaban la chica de los jacintos."
- Sin embargo cuando regresamos, tarde, del jardín de jacintos,
tus brazos llenos, y tu pelo húmedo, yo no podía
hablar, y los ojos me fallaban, no estaba
ni vivo ni muerto, y no sabía nada,
mirando en el corazón de la luz, el silencio.
Oed' und leer dar Meer.
Madame Sosostris, famosa clarividente,
tenía un terrible resfriado, pero de todos modos
es conocida como la mujer más sabia de Europa,
con un mazo de cartas muy mordaz. Aquí, dijo ella,
está tu carta, el Marinero Fenicio ahogado,
(Perlas son estos que fueron sus ojos. ¡Mira!)
aquí está Belladonna, la Señora de las Rocas,
la Señora de las situaciones.
Aquí está el hombre de los tres bastos, y aquí la Rueda,
y aquí está el mercader con un sólo ojo, y esta carta,
que está en blanco, es algo que carga a la espalda,
que me está prohibido ver. No encuentro
al Colgado. Teme la muerte por el agua.
Veo multitudes de gente, dando vueltas en círculo.
Gracias. Si ves a la querida Mrs. Equitone,
dile que yo misma le llevo el horóscopo:
uno debe ser así de cuidadoso hoy en día.
Ciudad irreal,
bajo la niebla ocre de un amanecer de invierno,
una muchedumbre fluía sobre el Puente de Londres, tantos,
no tenía ni idea de que la muerte hubiera destruido tantos,
suspiros, cortos e infrecuentes, eran exhalados,
y cada hombre llevaba los ojos clavados un poco por delante de sus pies.
Fluían colina arriba y bajaban King William Street,
adonde Saint Mary Woolnoth daba las horas
con un sonido muerto en la última campanada de las nueve.
Allí vi a alguien que conocía, y le paré, gritando: "¡Stetson!
¡Tú que estuviste embarcado conmigo en Mylae!
Aquel cadáver que plantaste en tu jardín el año pasado,
¿ha empezado a retoñar? ¿Florecerá este año?
¿O ha perturbado su lecho la helada repentina?
¡Manten al Perro lejos de aquí, ya que es amigo de los hombres,
o con sus uñas volverá a desenterrarlo!
¡Tú! hypocrite lecteur! - mon semblabe, - mon frère!"
La tierra baldía [1923]
¡Tú que estuviste embarcado conmigo en Mylae!
Aquel cadáver que plantaste en tu jardín el año pasado,
¿ha empezado a retoñar? ¿Florecerá este año?
¿O ha perturbado su lecho la helada repentina?
¡Manten al Perro lejos de aquí, ya que es amigo de los hombres,
o con sus uñas volverá a desenterrarlo!
¡Tú! hypocrite lecteur! - mon semblabe, - mon frère!"
La tierra baldía [1923]
Visión y literatura
Las últimas batallas bajo los muros de Troya fueron narradas por Homero, poeta ciego; la batalla de Kuruksetra nos ha llegado tal como fue contada a un rey ciego por un personaje al que Vyasa, autor de la narración y al mismo tiempo su personaje, había concedido el don de la visión total: la omniciencia del narrador. En un determinado punto de la narración, que puede ser desplazado pero no eliminado, nos topamos con la ceguera. ¿Ello se debe tan sólo a que quien ve demasiado, como Tiresias, acaba por ser castigado precisamente en la vista? ¿O es algo ulterior que se anuncia, algo que tiene que ver con el mismo acto de narrar? La narración supone la desaparición de la realidad. No tiene sentido contarle algo a quien ha sido testigo. Pero cuando lo real ha quedado sumergido en el espacio y en el tiempo -que es, por lo demás, su estado más frecuente-, sólo queda una cámara oscura donde vibran las palabras. Que sean las del autor, como en el caso de la Ilíada, o las del primero que las oyó, como en el Mahabharata, es indiferente: autor y oyente coinciden en el origen. Sólo hace falta una escena sangrienta, envuelta en una luz perpetua, y una mirada frente a la que se dibujan débiles señales sobre un trasfondo de tinieblas.
Roberto Calasso "Ka"
08 julio 2007
Tardes de Youtube y carbono 14
07 julio 2007
http://sofiitaworld.blogspot.com/
Ella también se cansó de este sol
viene a mojarse los pies a la luna
06 julio 2007
05 julio 2007
01 julio 2007
Entre nos
¿Vieron a la Dabul en Ñ?
Saliste bárbara, Silvia. Felicitaciones. La larga hilera de caballeros sensibles (a la música y la poesía) que desee conocerla, puede hacerlo "en vivo" en Villa Ocampo, Elortondo 1837. Beccar. O seguir leyendo su Humo de Damasco
Estado de gracia
"Fue como una tempestad incontenible, un huracán en el espíritu".(Rilke, al referirse a la composición de las Elegías de Duino)
-¿Y has llorado mucho?
Cada vez que pronuncian mi nombre
-¿Te entristece el silencio?
No hay silencio,
en ese lento pulso de los años
se oye algún laúd y clarinetes
de madera de ébano:
un son como el musílago
que tapiza el barril en donde duerme
un vino perfumado
se oyen rondas de niños
y la brisa que roza
las copas de los álamos
-¿Qué dicen, qué te anuncian?
Allí nada se dice
y todo se comprende
La lluvia es incesante y las palabras
no son más que la aureola
que ha dejado la tinta
sobre un papel mojado.
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