Si hay un disco
que servidor llevaba esperando con auténtica impaciencia desde comienzos de 2012,
sin duda ése es “The 2nd Law”, sexto LP de la banda
inglesa Muse que hoy se pone oficialmente a la venta en nuestro país
(aunque lleva ya una semana circulando por la red en forma de
filtraciones y streamings varios). El trío de Teignmouth (Devon)
formado por el bajista Chris Wolstenholme, el baterista Dominic
Howard y el cantante, guitarrista, pianista, compositor e ideólogo Matthew Bellamy es, posiblemente, mi mayor debilidad
en lo que respecta a la música actual. Los he visto tres veces
en directo, tengo todos sus discos comprados en formato físico
(incluso los que recogen sus shows en vivo) y considero que títulos como “Origin of Symmetry” y “Absolution” pertenecen por derecho propio a una
hipotética lista de los 10 ó 15 mejores LP's publicados durante la pasada
década. Soy una maldita groupie, ya podéis jurarlo.
Que “The 2nd Law” iba a ser un disco controvertido es algo que estaba cantado. A
estas alturas de su carrera, sobre todo tras la división de
opiniones generada por su LP inmediatamente anterior (“The
Resistance”; número 1 en
mi top 10 de discos favoritos de 2009),
adoradores y detractores de la banda aguardaban el lanzamiento del
nuevo álbum con el cuchillo entre los dientes, dispuestos a
defenderlo o defenestrarlo a la primera ocasión. Los propios
músicos, grandes aficionados al
trolleo, decidieron inflamar
los ánimos advirtiendo hace unos meses que el disco tendría un
componente
dubstep influenciado por el sonido de
Skrillex, lo
cual provocó una avalancha de comentarios en los foros de internet
que incrementó las expectativas tanto a favor como en contra de “The 2nd Law”. Lo siguiente que se supo fue que uno de los
cortes del álbum,
“Survival”, había sido escogido como himno
olímpico para los juegos de Londres 2012: la recepción del tema fue
tibia, aunque las posteriores reescuchas han revalorizado este
improbable
mash-up entre
“The millionaire waltz” de Queen y
el himno de la URSS. Lejos de semejante despliegue épico, el primer
single oficial de “The 2nd Law”,
“Madness”,
presentaba un tema fuertemente influenciado por el pop-rock de los 80, con
nombres como Queen (pero
otros Queen),
George Michael y (sobre todo)
U2 repitiéndose
con insistencia en la cabeza del oyente.
Asimilada al fin
la totalidad del álbum, esta pluralidad casi esquizofrénica de
referentes se manifiesta como la única constante de “The 2nd Law”. El disco es prácticamente un monstruo de Frankenstein que
rescata en cada corte pedazos de otras canciones compuestas tiempo
atrás por músicos de lo más diverso. Y si bien es cierto que Muse
siempre habían abrazado sin complejos el pastiche más descarado, en
“The 2nd Law” la apropiación de sonidos e incluso
melodías es tan obvia que uno, por muy fan que sea, no puede evitar
sentir cierto estupor ante el desfile de invitados a la velada.
“Supremacy”,
una reedición del
“Kashmir” de Led Zeppelin que rememora las
bandas sonoras del cine de espías, abre fuego con su ritmo marcial
y su ampulosa orquestación. Es uno de los temas más potentes del
disco, sobrecargado con una dimensión épica que me recuerda por
momentos a
aquella estupenda colaboración entre la Sinfónica de San
Francisco y la banda de
trash por excelencia, Metallica.
Bellamy libera su
falsetto más histérico y uno alberga
inmediatamente la esperanza de que “The 2nd Law” pueda
suponer un retorno al sonido apocalíptico de
“Absolution”. Un
espejismo del que “Madness”, canción tanto más apreciable
cuanto más se acomoda uno a la insólita imitación que Matthew hace
de Bono en sus excelentes compases finales, nos saca a continuación.
“Panic Station”
es la gran sorpresa de la función: un corte que comienza como el
“Another one bites the dust” de Queen (la línea de bajo es
potentísima) y prosigue retomando la tradición popular, tal y como
hicieran antaño Led Zeppelin en
“Trampled under foot” y Styx en
“Renegade”, de
homenajear al
“Superstition” de Steve
Wonder para componer un funky de manual. El guiño en el estribillo
al
“Thriller” de Michael Jackson redondea una canción pegadiza y
adictiva como pocas en la trayectoria de Bellamy y cía. Lejos de ser
una composición original, a mí me hace absurdamente feliz, y auguro
que será single. Le sigue un breve interludio instrumental,
“Prelude”, que apunta directamente
al romanticismo de Frédéric Chopin y que ejerce de prólogo para el mentado himno olímpico,
“Survival”.
Es triste
comprobar cómo una mala producción puede echar a perder una canción
con posibilidades. Escuchando hace unos días
la interpretación en directo de “Follow me”, el tema que Bellamy dedica a su hijo
recién nacido Bingham, difícilmente uno podría imaginar
el desastre electrónico que nos acechaba en la sexta pista de “The 2nd Law”. El grupo de música
house Nero (no
confundir con el software para grabar CD's en el ordenador) toma los
mandos para convertir el canto de amor de Matthew a su retoño en una
degradación del
“The Neverending Story” de Limal que tanto
podría darle a Gran Bretaña un nuevo triunfo en Eurovision como
animar las pistas de coches de choque en las fiestas patronales de tu
pueblo.
“El horror”, que diría
el coronel Kurtz.
El contraste entre
“Follow me” y el tema que le sigue,
“Animals”, no podría ser
mayor. Si la primera es sin duda una de las peores ideas que jamás
haya pergeñado la banda, la segunda nos reconcilia con los artífices
de
“Origin of Symmetry” con su hipnótico
tempo de
percusión y su elegante guitarra.
Poco durará la
alegría: el siguiente corte reincide en la obsesión de Bellamy por
componer su
Gran Balada para los Anales. Primero lo intentó con
“Invincible”, uno de los temas más discretos de “Black Holes
and Revelations”; más tarde trató de lograrlo con
“Guiding Light”, la canción más anodina de “The Resistance”, y ahora
vuelve a la carga con
“Explorers”, una suerte de nana/villancico
bañada en almíbar y cubierta de azúcar glacé que busca
desesperadamente derretir el corazón del oyente. El susurrado
“anywhere the wind blows” “go to sleep” del final deja a las
claras cuál es el referente que Bellamy manejaba mientras componía
esta arma mortal contra diabéticos. Mentalízate,
Matthew: eres bueno en lo tuyo, pero no eres
él y nunca harás
nada como
esto.
Seguramente
“Big freeze”, la siguiente del lote, será una de las canciones más
denostadas por los fans históricos de Muse. Su inconfundible
aroma a “The Joshua Tree”, motivado tal vez por
el reciente acercamiento entre ambas bandas, incita en un primer momento al
arqueo involuntario de ceja, pero las sucesivas revisiones conceden
al tema un lugar destacado en el conjunto del álbum.
Peor suerte
correrán las dos mayores aportaciones de Chris Wolstenholme a la
discografía de Muse hasta la fecha. El bajista, recientemente
recuperado de su adicción al alcohol, compuso
“Save me” y
“Liquid state” como sendos ejercicios de exorcismo personal. Los
otros dos miembros de la banda decidieron que sería un acierto que
el propio Wolstenholme los cantase tanto en el álbum como en
directo, por eso de mantener el carácter íntimo y autobiográfico de las
canciones. Pese a lo bonito del gesto, el resultado es absolutamente
intrascendente. Mientras la primera, con ecos evidentes del
Steve Wilson de “Insurgentes”, acaba pareciéndome tediosa y alargada en exceso, la segunda supone un plagio inequívoco del riff
sobre el que se construía el
“Millionaire” de Queens of the
Stone Age. Y lo que es más: ninguna de las dos recuerda ni remotamente al
resto de cortes del LP ni, ya puestos, a nada que Muse haya
publicado jamás; circunstancia agravada por el hecho de que ambas
van seguidas en el disco, generando la sensación de sección
totalmente descolgada dentro del
tracklist de “The 2nd Law”. Sospecho que sería mucho más interesante que Wolstenholme iniciase una carrera paralela en solitario para publicar sus propios
experimentos con gaseosa a que contribuya, como es el caso, a aumentar la sensación de dispersión en un disco tan aquejado de trastorno de personalidad múltiple como éste.
Contemplado en
conjunto, “The 2nd Law” es con enorme diferencia el
peor disco de Muse hasta la fecha: un trabajo no exento de méritos
(tiene cuatro o cinco canciones realmente disfrutables), pero
excesivamente obvio en sus influencias y carente de la mínima
cohesión interna. Algo que, por otro lado, podría haberse
solventado, o al menos atenuado, poniendo un cuidado mayor al establecer el
orden de reproducción de sus 13 cortes.
Sin ánimo de
creerme más listo que nadie (bueno, tal vez sólo un poco), propongo
desde aquí una versión alternativa de “The 2nd Law”
(un Abismo's Cut, si os place el término), que considero que
funciona infinitamente mejor que la decepcionante versión oficial del LP. Es una
secuencia de 11 temas (se quedan fuera, porque no creo que pinten
nada, las anodinas aportaciones de Chris Wolstenholme) que alcanza
los 45 minutos de duración (exactamente lo mismo que “Black Holes
and Revelations”). El disco que, fácilmente, “The 2nd Law” podría haber sido y
no fue:
1- The 2nd Law: Unsustainable
2- Supremacy
3- Madness
4- Follow me
5- Explorers
6- Panic Station
7- Big freeze
8- Animals
9- Prelude
10- Survival
11- The 2nd Law: Isolated system