editorial periférica

04 mayo 2008

SIN FLORES NI CORONAS en la página de Romeo en ABC

"Las iluminaciones" es el nombre de la página semanal que firma el novelista y crítico Félix Romeo en ABCD las letras y las artes, suplemento del diario ABC. Ayer sábado, en ese "blog en papel" Romeo dedicaba dos entradas a Sin flores ni coronas:

Odette Elina
...Un libro que me estremece: Sin flores ni coronas. Auschwitz-Birkenau, 1944-1945 (Periférica), de Odette Elina (1910-1991). Odette Elina era judía, comunista y pertenecía a la Resistencia. Fue detenida y llevada al lager. Escribió, y dibujó, lo que le sucedía, lo que veía, lo que pensaba. La primera edición se publicó en Bourges, en 1948.
"Resulta difícil pensar en alguien cuando no sabemos donde se encuentra." Y: "Los perros están amaestrados para modernos, y ladran alrededor. Todo está en mantener el ritmo, en no abandonarse, en no caer (...) Ya no puedo correr, han soltado a los perros detrás de nosotras. No puedo más. Qué más da acabar de esta forma o de otra." Y: "No sólo los ancianos, también los niños judíos eran quemados junto a sus madres al llegar al Campo."

Toulouse
Teníamos planeado este viaje a Toulouse hace tiempo, pero ahora tiene todavía más interés: visitar Fiac, el "paraíso perdido" de Odette Elina, a cuarenta kilómetros de Toulouse. Visitar Fiac, 600 habitantes, y saber algo más de Odette Elina; y si no conseguía saber nada, intentar hacerme no sé cómo con una primera edición de Sin flores ni coronas. Encontrar, al fin y al cabo, una historia que contar.

SIN FLORES NI CORONAS en PÚBLICO

Ayer sábado en Público excelente reseña de nuestro último lanzamiento (la estremecedora memoir de Odette Elina) bajo el título "La docilidad resistente de Sin flores ni coronas". Excelente, decíamos, no por lo elogiosa, sino por las "claves" que ofrecía su autor, Carlos Pardo. Claves no sólo para analizar, para leer, este libro, sino muchos otros. Aquí las tenéis:

En síntesis
Lo normal sería decir que la lectura de este libro debería ser obligatoria en los colegios. Cada crónica que recuperamos -y aún aparecen nuevos textos- de los campos de exterminio nazis y del Gulag soviético, debería serlo: hablan del ser humano llevado al límite de la inhumanidad, cuentan precisamente eso que escapa a lo "comunicable" porque no entra en nuestras ideas de la vida. "Lirimos y barbarie" se ha dicho del hermoso libro de Odette Elina, un duro testimonio sin etiquetas.

La autora
La militante comunista de origen judía Odette Elina (París 1910-1991), pintora, escritora y figura central de la resistencia francesa, fue arrestada por la Gestapo y enviada a Auschwitz en 1944. Tras la liberación dio testimonio de los campos y luchó por una justicia social que rebasaba la experiencia del holocausto. Su vida es un ejemplo de lucidez equilibrada allí donde el equilibrio se hace necesario. Secretaria francesa del Comité Internacional de Auschwitz (entre 1956-67) a su muerte legó sus bienes al PC francés.

Comentario
La narración verdadera de los hechos no existe. No hay una manera de contar sin estilo lo que está sucediendo. El estilo es, sobre todo, una cuestión ética, y tiene que ver con dos estrategias: la distancia y el montaje. ¿Cuánto se tiene que separar un ser humano del horror de los capos de exterminio nazi, cuánto tiene que esperar para poder contarlo con unas palabras que den una mínima medida del sufrimiento? ¿Y cómo debe ordenar unos hechos que se han vivido con una absoluta falta de sentido? ¿Debe acoplarse al orden racional de una historia, con principio y final? Odette Elina no esperó más que unos meses para poder anotar las impresiones de lo que acababa de vivir en Auschwitz, y lo hizo con una escritura limpia, desafecta, ajena a lo que entendemos por género literario.
Estos breves fragmentos en los que aparecen las ruindades y superviviencias de los prisioneros, el milagro de encontrar un jersey enterrado para quien sobrevive el invierno polaco con un jirón de tela o de hablar de Shakespeare con otra prisionera, pueden ser prosa o poesía, pero son sobre todo imágenes imborrables. Tituladas con una fecha o el sencillo nombre de una amiga (Marie) o de un niño (Olek) son también el hilo que ata a la vida. Es quizá la cualidad de esta escritura resistente que se ha llamado de pintor -algunos de los dibujos de Elina acompañana la preciosa edición-, capaz de conservar en pie un precario edificio moral entre víctimas que se convierten en verdugos. El estado de excepción no termina al salir de los campos.

SIN FLORES NI CORONAS en LEVANTE

El pasado viernes aparecía esta reseña de Sin flores ni coronas en el suplemento Postdata del diario valenciano Levante. La firmaba Manuel Arranz:


Hay libros que no deberían de haberse escrito nunca. Son, precisamente, los libros más necesarios. Los que conservan la memoria y dignifican a la literatura. Libros que sus autores afrontan en cierto modo para poder seguir viviendo entre los demás hombres y mujeres. Libros escritos por amor a la verdad y por amor a la vida. Los libros de Primo Levi son de esta clase de libros. También los de Jean Amery. Y los bellísimos y sobrecogedores relatos Calle Ordener, calle Labat de Sarah Kofman (Cuatro Ediciones,
2003), Oh vosotros, hermanos humanos de Albert Cohen (Losada, 2004), y este Sin flores ni coronas de Odette Elina que acaba de publicar la editorial Periférica con su sobriedad y buen gusto habituales, a la que tenemos que agradecer además que se haya sumado al empeño por rescatar un texto y a una autora que lo merecen con creces.
En 1981, casi cuarenta años después de su primera edición, Odette Elina se decidió a reeditar su testimonio, porque el nazismo, dice entonces, nunca ha dejado de existir. Sin flores ni coronas (el título lo dice todo) son los recuerdos de casi un año pasado en Auschwitz después de su detención por la Gestapo a consecuencia de una delación, escritos al poco tiempo de ser liberada por los rusos en 1945. Son unos recuerdos emocionantes y sobrecogedores de una mujer con mirada de pintora que sigue creyendo en la humanidad. Y lo primero que hay que decir es que a Odette Elina, como a la mayoría de aquellos que han relatado experiencias similares, le asombran y conturban tanto los inhumanos comportamientos de los verdugos como los de las víctimas; aunque no olvida nunca que unos y otros tienen distintas razones, distintas causas, distintas motivaciones. Sin flores ni coronas es al mismo tiempo una refutación de la pérfida teoría, poco consoladora por lo demás, de que todos somos culpables, todos capaces de los mayores crímenes y de los mayores sacrificios.
Pero tal vez lo que más llame la atención en estas páginas sea la ausencia total de dramatismo. Dicho de otro modo, el dramatismo está en los hechos, no en el estilo. Hechos, algunos «siniestramente cómicos», como el calzado desparejado que se entrega a las reclusas, que la autora relata como si estuviera pintando a mano alzada, como esos dibujos escuetos y despojados con que ella misma ilustró su libro, porque la verdad no necesita de muchas florituras, y cuanto más escueta y desnuda se muestra, más hermosa y necesaria es.
Odette Elina nació en París en 1910. Desde 1940 perteneció a la Resistencia en la que ocupó distintos cargos de responsabilidad, hasta su detención en septiembre de 1943, acusada de ayudar a los judíos y a los extranjeros y de ocultar armas. Después de la liberación dedicaría toda su vida a dar testimonio de la deportación. Miembro de varias organizaciones de deportados, oficial de la Legión de Honor y secretaria francesa del Comité Internacional de Auschwitz, Sin flores ni coronas no fue tal vez más que el primero de esos testimonios. A pesar de su enorme belleza, el libro pasó prácticamente desapercibido tanto en su primera edición de 1945 como en la segunda de 1981. Hubo que esperar a 2003 para que, gracias a una adaptación para el teatro representada en el festival de Avignon, saliera definitivamente del ostracismo. Odette Elina murió en 1991.
Sin flores ni coronas está escrito a modo de instantáneas sobre la vida diaria en Auschwitz: la llegada, la ducha, el jersey, el pañuelo, las compañeras, una frase, un gesto, todas esas cosas y otras muchas encierran un recuerdo que Odette se limita a fijar en unas pocas líneas, con las que logra transmitirnos tanto la atmósfera del campo como el estado de ánimo de las mujeres confinadas en él, incluido, por supuesto, el suyo propio. La vida en el Campo no era una verdadera vida, no hace falta decirlo. Como mucho una imitación de la vida. Pero en esa imitación había en ocasiones más humanidad que en la vida misma. Y también, claro está, todo lo contrario. En la humillación de las víctimas hay grados que los verdugos aprenden casi por instinto. Primero se las priva de la libertad, luego de la dignidad, y finalmente de la esperanza. Esto tal vez explique la pasividad de las víctimas de los campos que tanto ha dado que hablar. Tal vez explique por qué los judíos no se revelaban, por qué no atacaban a sus verdugos, por qué incluso colaboraban en ocasiones con ellos. Y es que sin duda es posible reaccionar cuando se ha perdido la libertad. Tal vez incluso cuando se ha perdido la dignidad. Pero cuando se ha perdido la esperanza es poco probable que queden fuerzas para nada. Claro que los verdugos no contaron con que la esperanza, por su misma naturaleza, nunca se pierde del todo.
En un determinado momento de su cautiverio Odette consigue un pañuelo, un gran pañuelo de batista que cambió por dos raciones de pan, un gran lujo en el Campo que hay que proteger como un tesoro para evitar que te lo roben. «Emplearé trucos de apache para conservarlo. Si consigo regresar, será el símbolo de mi tenacidad». Y lo logró, logró conservar su precioso pañuelo de batista, y cuando en septiembre de 1945 volvió por fin a Francia escribió este bello, intenso y estremecedor libro. Lo escribió para no olvidar, y para que nosotros tampoco olvidáramos, porque «a la larga, los recuerdos se deforman, se edulcoran o se dramatizan, y se alejan siempre de la verdad».



Manuel Arranz

LOS NUEVOS SELLOS INDEPENDIENTES en EL PAÍS

"El sutil arte de cazar lectores." Así se titulaba el reportaje ("Editar en los márgenes") que José Andrés Rojo firmaba el pasado día 2 en las páginas de cultura de El País.

Los nuevos sellos independientes reclaman su lugar en el mercado. Les unen el mimo, la vocación literaria y un espíritu marginal patente ya desde sus nombres

Hay datos suficientes para alarmarse. Algunos sostienen que el libro ha perdido ya su prestigio como camino privilegiado para llegar al conocimiento. Como entretenimiento, tiene demasiados rivales, y las nuevas tecnologías facilitan cada vez más el acceso a los contenidos audiovisuales. El lamento sobre el descenso de lectores viene de lejos y, periódicamente, un nuevo soporte tecnológico (ahora es el Kindle) amenaza al tradicional, el que está hecho de páginas. Con ese panorama, ¿hay alguien que pueda explicar la consolidación de tantos proyectos editoriales independientes en España? Un dato del reciente informe sobre la producción editorial de 2007, hecho por el Instituto Nacional de Estadística (INE), revela que la tirada media de los casi 64.000 títulos publicados es de 3.111 ejemplares. Tiradas menores, búsqueda de lectores concretos. Lo pequeño se impone.
Buena prueba de ello son las editoriales convocadas para este reportaje. Sus catálogos rigurosos, la presentación elaborada y pasión por el oficio les unen. No sólo eso. Son tantos los nuevos y pequeños editores que el criterio para elegirlos ha sido en esta ocasión su nombre. Periférica, Minúscula, Libros del Asteroide... Todas comparten desde su bautismo un campo semático que remite a lo marginal.
"Conservamos intacta nuestra confianza absoluta en la potencia explosiva de la palabra escrita cuando entra en resonancia con la experiencia vivida", dice Amador Fernández Savater. Es uno de los amigos que pusieron en marcha Acuarela (se fundó en 1999, ha publicado 28 títulos y da nombre también a un sello discográfico, una revista y un grupo de música), que ahora trabaja con la editorial Antonio Machado. No Irish, No Blacks, No Dogs, de Johnny Rotten (Sex Pistols) resume lo que persiguen: "Un relato en primera persona, una crítica radical de lo existente, una invitación a experimentar sin miedo fuera de lo conocido...". "Preferimos proponer libros sin recurrir a estridencias, casi en voz baja", comenta Valeria Bergali, de Minúscula (2000; 40 títulos). "Esto no significa que renunciemos a ser ambiciosos". Lo han sido. En su catálogo hay perlas como LTI. La lengua del Tercer Reich, de Victor Klemperer, o Las ciudades blancas, de Joseph Roth, e irán publicando los seis volúmenes de Relatos de Kolimá, de Varlam Shalámov.
Además de algunas editoriales independientes que ya han hecho historia como Anagrama, Tusquets o PreTextos, desde hace unos años hay otras muchas que se lanzan a la batalla del libro. Lengua de Trapo fue una de las primeras de esta nueva hornada. Le siguió Páginas de Espuma, y luego llegó el aluvión: Gadir, Nórdica, Barataria, Bartleby, Ediciones del Viento, Laetoli, Menoscuarto, Candaya, Global Rhythm, Cabaret Voltaire, Rey Lear, Melusina, Berenice, KRK, Bassarai, Abada, Katz, Marbot... En este mundo hace falta pasión, pero también importa hacerlo bien.
Es el caso de Libros del Asteroide (2005; 34 títulos), que consiguió poner en el mapa a un escritor como Robertson Davies con su Trilogía de Deptford y que, entre los españoles, ha rescatado El maestro Juan Martínez que estaba
allí
, de Manuel Chaves Nogales. "Rechazamos deliberadamente que lo nuevo sea necesariamente un valor en sí mismo y por eso proponemos libros que ya han sido leídos y disfrutados por multitud de lectores en otros países", explica Luis Solano. "Son las pequeñas editoriales las que menos libros malos publican", afirma Julián Rodríguez, de Periférica (2006; 24 títulos). "Porque su programación es tan corta que pueden elegir sólo lo mejor, lo más interesante, y porque su prestigio, aún en vías de consolidación, se fundamenta en la calidad constante". Enrique Redel, de Impedimenta (2007; 10 títulos), insiste en una idea que comparten todos: "El culto por la estética es una especie de signo de los tiempos, y no somos ajenos a él. Creo que es por eso por lo que la mayoría de las nuevas editoriales cuidamos hasta la exasperación nuestra imagen de cara al público".
Y entonces, llegamos a sus nombres. Porque desde ahí ya muchos definen el terreno que pisan. "Periférico como autónomo", explica Julián Rodríguez recordando a Leonardo Sciascia, "es decir, como dueño de su propio destino". Santiago Tobón, de Sexto Piso (2002; 65 títulos), lo cuenta así: "El nombre es una combinación entre una idea muy clara que siempre tuvimos del logo (un sujeto lanzándose desde un edificio) y una muletilla que utilizamos desde hace años entre nosotros: 'Prefiero lanzarme de un sexto piso a...'. La intención de búsqueda permanente del riesgo implica emprender proyectos basados en el gusto y en la calidad literaria".
Cierto espíritu suicida igual es necesario, pero la juventud de los proyectos, y de los propios editores, revela que sigue habiendo un público interesado en leer. Las tiradas de las primeras ediciones van de los 1.000 ejemplares a los 5.000 (en contados casos). La aventura es casi la de salir a buscar uno a uno a los lectores. Enrique Redel (Impedimenta) reconoce haber editado "rarezas" y "exquisiteces", pero celebra haber apostado por los cuentos de Andrés Ibáñez. En Periférica el abanico es más amplio: clásicos y contemporáneos y una apuesta decidida por autores latinoamericanos desconocidos (Carlos Labbé, Yuri Herrera...), aunque sus cifras de venta sean "ruinosas". De la variedad de caminos que explora da idea su exitoso empeño en dar a conocer las novelas del serbio Goran Petrovic y arriesgar con títulos como Memorias de un enfermo de nervios, de Daniel Paul Schreber.
"¿Quién le compra hoy a su hijo una enciclopedia en papel?", se pregunta Solano (Asteroide), que considera que el libro ha perdido la batalla "por ser el primer transmisor de cultura". Pero no ve mal el momento editorial de nuestro país: "Se leen más libros, de más calidad y mejor editados que nunca". Julián Rodríguez apunta a otro sitio: "Hemos nacido en una época donde podemos ser editores sin ser ricos". Lo permiten las nuevas tecnologías.
Eso sí, al libro electrónico no le tienen mucho temor. "El libro es muy práctico, está por demostrar que pueda haber algo mejor que el libro... para lectores", dice Fernández Savater. Y Valeria Bergali: "El libro sobrevivirá, es casi perfecto. Y digo casi porque la perfección, dicen, no existe".

PROYECTOS DE PASADO en LA PROVINCIA de Las Palmas

El jueves pasado, el diario de Las Palmas Las provincias publicaba esta reseña: "Proyectos de pasado parece el título de un libro de temática fantástica y algo de eso hay en el debut en España de la escritora rumana Ana Blandiana, cuyos relatos, aparecidos en 1982, retratan la cara menos amable de su país. Si es cierto que más vale tarde que nunca, la más que tardía traducción de estos relatos al castellano debería entenderse como un inmenso motivo de alegría".

TRABAJOS DEL REINO en EL PERIÓDICO DE CATALUÑA

El Periódico de Cataluña también publicaba su lista para Sant Jordi, en la que incluía Trabajos del reino: "Lobo, un chico marginal que se dedica a componer corridos se adentra en el mundo del narcotráfico al quedar embelesado por un capo. En su primera novela, para la que frecuentó los bares con músicos de Ciudad Juárez, el mexicano Yuri Herrera usa el lenguaje popular de su país y profundiza en la psicología de unos personajes para abordar los conflictos entre el poder y el arte".

LA POLILLA Y LA HERRUMBRE en LA VANGUARDIA

En el especial de Cultura/s del Día de Sant Jordi, La Vanguardia recomendaba una serie de libros, de diferentes géneros. Entre estos libros se encontraba uno de nuestros más secretos y a la vez admirados títulos (nos han escrito numerosos lectores anónimos, convertidos ya en fans de esta novela): La polilla y la herrumbre, de Mary Cholmondeley:
"Una pequeña joya de la ficción inglesa de principios del XX que encaja bien en la tradición de intriga psicológica cultivada por Jane Austen, E.M. Forster y Henry James. Una joven recibe de una mujer adulta el encargo de quemar una correspondencia comprometedora, y lleva la misión con tal celo que pierde a su prometido y pone en entredicho su reputación".

PROYECTOS DE PASADO en TIEMPO

Diferentes medios de toda España publicaron artículos de "contexto" sobre el 23A y las apuestas de cada editorial. Entre ellos, Tiempo, con su "Los editores se mojan con motivo del día del libro", en el que Ricardo Artola (de Ediciones B), David Trías (de Plaza & Janés), Jesús Egido (de Rey Lear), Manuel Borrás (de Pre-Textos) y Julián Rodríguez (de Periférica) recomendaban y comentaba uno de los últimos títulos de su editorial:
"Proyectos de pasado es uno de esos libros totales que guarda no sólo toda una literatura (en este caso la rumana) sino también una época -argumenta Julián Rodríguez-. Una época, la que narran estos relatos, terrible: deportaciones, campos de concentración... Ana Blandiana fue censurada y perseguida, y sus libros confiscados. Su obra está escrita con una verdad tan poderosa que nos conmueve a la vez que nos hace reflexionar. Es una autora de culto en media Europa, creemos que pronto lo será en España también". Periférica, radicado en Cáceres, es uno de los sellos editoriales de nueva creación más arriesgados, pues -envueltos en sus reconocibles portadas color mostaza de 12 x 17 cm- alterna la recuperación de textos de los siglos XVIII y XIX (Jules Vallès, Pérez Galdós, Benjamin Constant), con apuestas contemporáneas, muchas de jóvenes autores latinoamericanos (Yui Herrera, Carlos Labbé) y otros no tan jóvenes (Fogwill)."

TRABAJOS DEL REINO en TIEMPO

José María Goicochea recomendaba en las páginas de Tiempo, con motivo de las vacaciones de Pascua, varias novelas cortas o libros no muy extensos ("lo justo para tres días"), entre ellos Trabajos del reino, al que se refería así: "También las mujeres son personajes intersantes en Trabajos del reino (Periférica), del mexicano Yuri Herrera (Actopan, 1970), pero los verdaderos protagonistas son un músico callejero y un poderoso capo del narcotráfico que le recluta para que escriba corridos en su honor. Es un brillante y prometedor debut literario".