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sábado, 19 de diciembre de 2020

RECUERDOS EN NAVIDAD



RECUERDOS EN NAVIDAD


Un dulce silencio recorre mi alma, mientras me tomo un chocolate que me ofreció Alejandra. Me acerco hacia el interior de su ventana. Una cálida estampa, una chimenea de color hogar, y su cuerpo dibuja girnaldas y botas de croché para recibir la magia de San Nicolás, el fuego de la chimenea desprende aromas de amor y fraternidad. A su lado un pino majestuoso, se levanta con luces de Belén a la espera del niño ver nacer. Para mas sorpresa le acompaña una mecedora que logra en instantes que viaje a mi hogar, mi abuelita, solía coser y bordar en su vieja mecedora, mientras a su alrededor, escondidos veíamos los regalos debajo del árbol, mi hermano y yo nos peleamos por los colores de sus cajas, - el rosado es para ti Pedro, -no, será para ti Laura. Y así viví mi infancia por instantes, desde esa ventana, donde mis navidades eran las mas entrañables e inolvidables.

-Laura , Laura ¿no me oyes?.

- Disculpa estaba de curiosa viendo tu sala está llena de Navidad. Me trajo recuerdos de mi infancia.

- Gracias. Lo hacemos entre mi hijos y mi esposo con mucho cariño. Toma aquí tienes la ropa que te prometí para que repartas en el centro de inmigrantes.

- Gracias Alejandra, el Niño Dios volverá a nacer entre nosotros. Gracias por el chocolate. ¡Feliz Navidad!.

- ¡ Feliz Navidad Laura ! y que Dios te bendiga.


©Beatriz Martín

18/12/2020 


https://beatrizchiabrerademarchisone.blogspot.com/2020/12/recuerdos-en-navidad-por-beatriz-martin.html


Volvemos a participar en el Taller virtual 11 que gustosamente me vuelve  invitar la escritora Beatriz Chiabrera. Espero que les guste







sábado, 12 de septiembre de 2020

BUSCANDO LA PRIMAVERA

 


Bajo el cristal rasgado del zaguán, en su media luna, observo una noche oscura, sin brillo, arropada por la neblina pesada del entorno, un frío helado recorre mi cuerpo, intentado escapar por la rendija del portal de azabache, del espantoso encierro, que la máscara encantada, dispuso por decreto en el reino de Nunca Jamás. Decreto 03/2020-“Prohibido salir hasta la primavera.” Pero la primavera llega y el invierno insiste en adueñarse del reino.


Percibo, a lo lejos, la esencia vaporosa clamando tristeza por la que mi bosque llora, llora de ausencia, de ti, de mí, de vosotros.


Veo, entre la rendija, salir a Don Gregorio, mi vecino, amigo de mi padre, desoyendo el decreto, mis ojos no salen de mi asombro, va de puntillas al riachuelo aún vivo que el bosque protege para recoger agua. Yo no bebería de esa agua jamás, dicen que hay un monstruo en forma de erizo, que mata personas, le dicen el “corona” y asusta a la fauna marina. Unos guardias, con sus atuendos de verde olivo, le dan la voz de alto, lo que ellos no saben es que Don Gregorio es sordo. Sin mediar palabras, en instantes, veo colocadas gruesas cadenas en sus manos, mientras mis ojos siguen desorbitados por la injusticia cometida.

Doña Carmelina , su mujer, de 90 años, alta, delgada, de pelo blanco, sale con su moño aburrido de peineta negra, su vestido gris y de rayas rosadas tirando a blanco desgastado, ya conocidos por su vecinos, con su temple de Herodes y su memoria de oro, grita: - ¡ Dejen a mi marido en paz! Los guardias de olivo, alzan la voz y le responden: - No se acerque, si no quiere ir también al calabozo.

Como dé un paso más,... Pensé que debía buscar palomitas para disfrutar de la escena. Comienzan a intervenir los vecinos del Refugio “El Paso”,- ¡Soltadle!, déjenlo en paz! , ¡es sordo !. Aquello se vuelve un jaleo, y la pesada tristeza del encierro, se convierte en un pasaje de rabia e impotencia, junto a una sonrisa pícara, olvidando un poco, el dolor de las lápidas vivas, que se fueron sin ser despedidas de los suyos, del dolor de los muertos. Todo fue tan rápido, la escena queda en una confusión, desde la rendija de mi ventana.

Nuevamente, se escucha el sepulcro del silencio. Volvemos a nuestras cuevas, donde la oscuridad nos abraza, con la pena en el alma.

Nuestro bosque enmudeció.

Sin embargo en mi corazón hay una esperanza que palpita y clama al cielo, que me dice: Dios no se olvida de su pueblo, dejemos que esta cuaresma imprima su huella, mientras llega la Primavera.

 

©Beatriz Martín

28/03/2020

viernes, 21 de agosto de 2020

LA VERGÜENZA QUE NO OLVIDÉ

 


Tiempos memorables de nuestra Caracas ya olvidada. El  salón de fiesta en forma  oval, de ventanas coloniales,  un acabado de roble enfurecido, desde sus techos hasta los suelos en granito pulido.

Las burbujas del champan fueron  la antesala del baile. Nosotras, las damas de honor,  hacíamos reverencias delicadas, adornadas por las sonrisa ingenuas, mientras los cadetes, gentilmente, nos tomaban de la mano, para dar vida a los arcos  tupidos por los  helechos, que  hacían de los 15 años,  una noche mágica.  

Nuestros atuendos,  llenos de lentejuelas de azul marino y de la cadera para bajo, la caída de  muselina veraniega, transparente, jugando sin querer la seducción de la piel.

No  había aún dejado de jugar con las barbies,  cuando  mi cuerpo tembló  por  Valentín, un  chico, alto moreno, de ojos claros de mirada insinuante, tenía 17 años y yo 14. 

En mi vida había sentido algo, recuerdo que solo pintaba corazones en mi diario y en los árboles, muchas veces me sacó suspiros entre la piscina y el jardínes frondosos e  irreverentes,  del majestuoso Círculo Militar, sitio privilegiado por la historia,  para las presentación de las chicas en sociedad.

 Valentín tuvo el atrevimiento de acercarse a mi mesa, preguntarle a mi madre si podía bailar conmigo, mi madre con un gesto afirmativo, una sonrisa suave, pero desconfiada, le dice que si.  Recuerdo que  las manos me  sudaban, las miradas hablaban, sentían, amaban, la piel enardecida, los acercamientos de cuerpo a cuerpo, ya aflora la flor, la  fauna y el más allá a punto de descubrir algo exquisito, como el placer de un beso, o un suspiro en mi cuello;   cuando de pronto hemos sentido en el cuerpo a cuerpo, unas  manos gruesas, grandes y heladas, cual madona de película italiana de los años 50, nos  dice en riguroso bajito:

” Separaditos están mejor”, la fuerza de su voz nos atrapó,  era el mismo rugido   de un León en primera persona. 

Nos quedamos inmóviles por la vergüenza, Valentín no estaba rojo, estaba morado, y yo no daba crédito Era ¡ mi Madre!,  me quise morir, qué le podía decir, seguimos bailando toda la noche sin inmutarnos, mudos,  cual vals de lo que “El viento se llevó”.

Adiós al  placer, o soñar con un beso a escondidas,  la mirada de mi madre fue eterna en nuestros vestuarios.

Les juro que jamás lo olvidé, estuve muchos meses, de lejos, por si acaso,  le decía: -  jamás te perdonaré.

Hoy le leí  a mi adorada madre, el relato  y me llamó mentirosa, jajaja, me dice por la cara, - yo no hice eso, no soy capaz.,- ,  ya y yo me Caperucita Roja. Fueron unos 15 años inolvidables y no precisamente para la protagonista, sino para mi.

 

©Beatriz Martín

21/08/2020

domingo, 10 de mayo de 2020

TARDES DE CONFINAMIENTO



El ocaso se esparce  en mi balcón, entre líneas de cerámica llega a mi rincón,  el suave murmuro de las palmas se acerca, la respiración lejana de mi madre se resiente, el silencio de la música  de mi hija taconea. Y yo alboroto mis cajones para apurar las horas hasta la noche.

¡Bingo!  encontré una llave perdida, a la espera del regreso de mi tierra.  Una llave de un cofre vencido por los años,  llena de recuerdos, fotos y cartas, abandonadas por el nuevo futuro en tierras Canarias. Siempre buscando excusa para abrir el cofre, “nunca tengo tiempo”, me decía, y ahora tengo todo el tiempo del mundo. 

Encuentro pasajes de Venezuela a España,  hojas marchitas de  amores de infancia, fotos de mi niña con rulos de risa espontanea, servilletas con  frases sueltas  de amor, cuando la copa de vino invitaba. Cartas  de mi abuela soñolienta con aromas de naftalina   dando lecciones de amor, urbanidad y valentía, fotos de las marchas interminables con mi peña aguerrida que sigue vigente gritando libertad, recortes de periódicos que anunciaba su final. Oraciones de catequesis que dejaron huellas en el alma, estampitas de la virgen intactas, carta de amores prohibidos que nunca fueron enviadas.

 Mientras,  mi alma se derrumbó y la noche llegó, la magia del ocaso no estaba, mi madre dormía, mi hija soñaba y yo lloraba entre lágrima amargas y recuerdos de mi vida pasada.



©Beatriz Martín
Derechos registrados.
10/05/2020

domingo, 29 de marzo de 2020

BUSCANDO LA PRIMAVERA


Nota : La escritura Beatriz Cheabrera , nos ofreció la iniciativa,  escribir un relato basado en esta foto y compartirlo en su blog : Beatriz Chiabrera de Marchisone


BUSCANDO LA PRIMAVERA


Bajo  el cristal rasgado del zaguán,  en su media luna observo una noche  oscura, sin brillo, arropada por la neblina pesada del entorno, un frio helado recorre mi cuerpo, intentado escapar por la rendija del  portal de azabache, del espantoso encierro, que la máscara encantada, dispuso por decreto en el  reino de Nunca Jamás. Decreto 03/2020-“Prohibido salir hasta la primavera.” Pero la primavera llega y el invierno insiste en adueñarse del Reino.

Percibo a lo lejos, la esencia vaporosa clamando tristeza por la que mi bosque  llora, llora de ausencia, de ti, de mi,  de vosotros.
Veo, entre la rendija, salir a Don Gregorio, mi vecino, amigo de mi Padre, desoyendo el decreto, mis ojos no salen  de mi asombro va de puntillas al riachuelo aún vivo, que el bosque protege,  para recoger agua. Yo no bebería de esa agua jamás, dicen que hay monstruo en forma de erizo, que mata personas, le dicen “el corona” y asusta a la  fauna marina. Unos guardias con sus atuendos de verde olivo, le dan la voz de alto, lo que ellos no saben, es que Don Gregorio es sordo.  Sin mediar palabras el minuto vuela y en instantes, veo colocadas gruesas cadenas  en  sus manos, mientras mis ojos siguen  desorbitados, por la injusticia que cometen.

Doña Carmelina , su mujer, de 90 seguir leyendo años: ,https://beatrizchiabrerademarchisone.blogspot.com/2020/03/buscando-la-primavera-por-beatriz.html

domingo, 23 de febrero de 2020

UN DÍA EN BARAJAS






Volé a Madrid, en el vuelo Nro. 3939 Express Iberia, el pasado octubre de 2019, para reencontrarme con mi mejor amiga.   Luego de 16 años sin vernos,  las dos salimos de Venezuela,  ella para Miami y yo para Canarias, como muchos, huyendo de la llamada “revolución”.

Antes de despegar,  mi corazón galopó a mil por hora, aún no lo tengo claro,  si fue por el despegue o  porque  vería a mi gran amiga  Mayra.
Fueron días fantásticos, difíciles de narrar, vino acompañada por su esposo, un encanto de persona, educado, gentil, excelente anfitrión,  los días estuvieron mágicos,  llenos algarabía, entre paseos y buen vino. Fue una bendición, un regalo del  cielo, no dejaré de dar las gracias por siempre.

Pero, llegó el día de regreso, sonó el despertador, enseguida despabilé y  no daba crédito al ver  las micas del reloj, que indicaba, 7 y 30 am. y no 6 :30 am, como yo pensaba.  Mi vuelo  con destino a Tenerife, salía a las 8 y 40 am.

Salí a toda prisa, a medio vestir, apenas hubo tiempo para las  despedidas, corría con  mis piernas largas, un auténtico ganso en tercera dimensión, dando saltos, por la Gran Vía, creo que llegué en cuatro brincos, ya que el piso de hospedaje estaba muy cerca.  Bajé por la estación del metro, casi destrozo el maletín, que sonaba como tormenta de meteorito entre las escalinatas,  mientras la sentía llorar.  Ya con los nervios esparcidos y perdidos, buscaba la dirección correcta, pero el pantene de colores que indica dirección de vagones, hacía que alucinara y no me dejaba ver con claridad la dirección:  Aeropuerto de Barajas.  Fue increíble que no me haya equivocado, inclusive   llegué rápido,  no hubo que esperar en las estaciones, en un abrir y cerrar de ojos me vi allí desorientada, en Barajas. De nada  valió, hacia exactamente tres minutos, leyeron bien,  tres minutos miserables que había salido mi vuelo.
Al  escuchar el sonido seco  de la azafata,  “ya salio”,  la vista se me nubló, pensaba en el examen del lunes , en el dinero perdido y en la falta para comprar otro, intuyendo que no gozaría de ninguna oferta como el anterior.

Quedé paralizada por segundos  y el llanto interior y exterior no  tardó en aparecer, solo atiné a decir:  -  jamás salen en hora,  para un día que no llegó les da por ser puntual”,  y su mirada se incrustó en un cartel,  que tenía detrás de mi , y en el medio de un silencio pavoroso,  señaló con su dedo índice, la  ventanilla de “Venta de Boletos”. Sin imaginar el día que tenía por delante.

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